Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Texto Completo de Martha Senn

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 9

TEXTO COMPLETO DE MARTHA SENN

CULTURA Y DESARROLLO
EN LA BOGOTÁ SIN INDEFERENCIA
Martha Senn Secretaria Distrital de Cultura,
Recreación y Deporte de Bogotá Agosto 9 de 2007

Lo cultural, es hoy en día un llamado que trasciende lo


económico, lo social y lo ambiental, los tres pilares del
desarrollo que avizoró el siglo XX. gran cambio……valer
los derechos humanos y derechos colectivos. Indiferencia,
llamado a la solidaridad y al respeto por los derechos de
todos y todas…….Apoyen acciones afirmativas que
restablezcan, poblaciones minoritarias, históricamente
vulneradas.

Una de las metas internacionales de la agenda 21 de la


cultura consiste en convertir la cultura y lo cultural en el
cuarto pilar del desarrollo humano. Lo que se viene
cuestionando hoy en día, es una economía de la
indiferencia donde la tasa de ganancia sea el único
indicador del desarrollo, la profunda desigualdad social e
indiferencia frente a las realidades del país y del mundo.
Ello nos obliga a ser solidarios y auténticos sin perder la
mirada global y a ser globales sin perder nuestra
autenticidad. Tampoco queremos un crecimiento a
expensas de seguir dañando el medio ambiente. La hoja de
ruta de una civilización que acaba con el aire, con el agua,
con la ecología del planeta es un camino suicida, y ello nos
obliga a no ser indiferentes a esas crudas realidades.

Por estas razones entendemos lo cultural como lo que


está adentro de nuestros corazones y de nuestras mentes
como personas y como colectividades, y desde lo cual nos
comunicamos en nuestra cotidianidad, lo que nos hace
iguales y diversos, lo que nos permite manejar nuestras
diferencias pero también integrarnos, lo que nos permite
ser y construir nación, región y ciudad, lo que nos hace
sentir como parte integral de la naturaleza y del planeta, lo
que nos vincula como responsables de los sectores rurales
así vivamos en las ciudades. Sí: lo cultural es una
condición vital e indispensable para pensar y hacer el
desarrollo.

Partimos del principio según el cual el “ser cultural” de una


colectividad se refleja en el “hacer cultural” de quienes la
componen. Pues bien, la propuesta política de una Cultura
para la Inclusión Social, tiene como eje al ciudadano
común y corriente, al habitante urbano y rural, no al
gobierno porque no es el gobierno, ningún gobierno, quien
hace la cultura ni deba hacerla. Las administraciones sólo
pueden garantizar el derecho de los pueblos a elegir y a
acceder a la cultura que consideren y, en un marco de
convivencia, facilitar las condiciones necesarias para que
todos los pueblos y sectores que habitan la ciudad ejerzan
el derecho a expresar su propia cultura. La cultura la hacen
los pueblos, no los gobiernos y por eso ha fracasado todo
intento de crear culturas oficiales.

Esta concepción supone un ejercicio de corresponsabilidad


entre el sector público, el sector civil, y cada día más, la
participación activa del sector privado empresarial. Aquello
que llamamos el sector productivo de la mano del estado,
no sólo debe limitarse a la creación y circulación de más
bienes económicos, sino a través de ellos acercarse más a
la gente y a más cantidad de personas. Dentro de lo que se
pueda llamar una política pública de proximidad. Es decir,
desde no sólo lo económico sino lo cultural, trabajar en la
construcción de una ciudad escenario para el ejercicio
pleno de los derechos culturales.
De otra parte, cada día es más evidente que ninguna
ciudad es viable sin índices altos de sostenibilidad cultural y
cultura sostenible. La misma Bogotá es prueba de ello ya
que sus gobernantes apostaron a lo cultural como un factor
de transformación social en programas como la valoración
y respeto al espacio público (Gobierno Peñalosa) cultura
ciudadana (Gobierno Mockus), cultura para la ciudadanía
activa (Gobierno Garzón). Cada vez es evidente que la
cultura no puede seguir siendo un adorno, una recreación
simbólica de la realidad, algo aleatorio. A lado de sus
prioridades en inversión social en educación y salud, los
más adelantado gobernantes sienten y saben que la cultura
es algo esencial que define el crecimiento de todas y todos,
que hace posible la sintonía entre quienes laboran y
quienes consumen y que permite trascender los conflictos
entre los distintos componentes de las cada vez más
complejas maquinarias de la producción.

Pero para que el tema de las políticas culturales no sea


nada más que un postulado teórico, lo que corresponde a
las administraciones es invertir en condiciones que
garanticen la convivencia ciudadana a través de la cultura y
para ello se requiere de una cultura colectiva de los
derechos humanos que permita y garantice la construcción
de relaciones auto-reguladas mediante la concertación y el
ejercicio pleno de los derechos de todas y todos.

Y es en el campo de una cultura para la convivencia, que


es el mismo de los derechos, donde surgen y crecen los
grandes conflictos. Pero a su vez, el campo de la cultura es
aquel con la mayor vocación y capacidad de tramitar esos
conflictos en paz y creativamente, (Aplastando aquella
lógica de la guerra heredada de la colonia). Como decía
Estanislao Zuleta: “una sociedad sana, una sociedad culta
es aquella que tiene buenos conflictos”. Como ya es
compartido entre teóricos, la esencia de la cultura es la
comunicación y la comunicación es lenguaje, desde la
palabra misma hasta el arte, la imagen, la tecnología, los
ritos, los mitos, los gestos, las leyendas, el ritmo, la música
y tantas otras expresiones del ser humano. Lo opuesto a la
cultura es la negación o la aniquilación de los contrarios.

Tal como lo afirman algunos sociólogos en sus análisis, en


una sociedad como la que vivimos hoy en día, atemorizada
y violentada por el terrorismo, el fanatismo y la guerra,
asqueada por la corrupción y “amenazada por las
dinámicas de una competencia globalizada que destruye
los sentimientos de solidaridad”, el ser humano aparece
cada vez más fragmentado y frágil, desorientado, atrapado
y despojado de sus valores esenciales. Sin embargo, la
esperanza está en gobiernos de inspiración y acción
democrática que se ocupan en trazar políticas públicas, de
proximidad, entre ellas, las políticas culturales, que le
apunten a la materialización de derechos y al ejercicio de
libertades, a la convivencia, la reconciliación y la armonía
en busca de la realización plena de lo humano.

Queremos ciudadanos cuyas decisiones estén sujetas al


cumplimiento de las normas legales y sociales, que
participen de la construcción de lo público, que no lo
sientan ajeno, como si lo público fuese solamente
competencia del Estado. No hay nada más peligroso en
estos tiempos que no participar en y de lo público; no
contribuir a las decisiones colectivas es permitir que los
demás sean quienes nos decidan.

Para comprender la relación entre cultura y desarrollo


hemos partido de las nuevas concepciones que existen
sobre los dos conceptos. La UNESCO…………. tiene
como referencia de su acción que “la cultura debe ser
considerada como el conjunto de los rasgos distintivos
espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que
caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que
abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida,
las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las
tradiciones y las creencias”1 Esta dimensión amplia de la
cultura la convierte en el asiento de los diferentes modelos
de organización social, política y económica de los pueblos.
Este concepto es, pues, la dinámica integral del quehacer
de las personas y los grupos a partir de la cual se
construyen las identidades que moldean el modo de ser de
los pueblos en el mundo complejo de sus relaciones
cotidianas y de sus producciones estéticas, científicas y
políticas.

Desde este punto de vista, la cultura es la manifestación


del estado de desarrollo de una sociedad, es el substrato
de la ética, de la política y de la economía. La cultura
expresa y hace posible tanto las diferencias que conforman
la singularidad personal como las diferencias que dan lugar
a lo colectivo. No en vano afirman autores como Hanna
Arendt que lo colectivo tiene su fuerza en la fortaleza de la
conciencia individual, en la manera como se consolida la
persona en su singularidad, no como unidad aislada, sino
como un ser que se encuentra con los otros, justamente
para afirmar su persona como tal y conformar el conjunto
colectivo que se llama sociedad.

La cultura así vista es el ámbito en el cual se afirman las


singularidades para conformar las identidades personales.
Y es a partir de estas identidades que se afirman los
sistemas que gobiernan las sociedades. Existe una
solución de continuidad entre la persona y las formas de
expresión de la sociedad en que vivimos. Las expresiones
culturales conforman una trama de narraciones que
vivifican la historia personal y colectiva de las personas y
los pueblos. Esta es la identidad que moldea y caracteriza
las sociedades en sus momentos históricos. La continuidad
de las narraciones es la condición de la conformación de la
personalidad individual y colectiva. Pero también de la

1
efectividad de las formas de organización política y
económica.

Por su parte, la noción de desarrollo ha sufrido


modificaciones importantes y es en estas novedades que
se incrusta su relación con la cultura. Autores como
Gonzalo Castañeda, trabajan la correlación entre los
factores culturales y el modelo económico imperante.
Afirma este autor que “al incorporar elementos culturales
como son las normas sociales, las creencias, los valores,
en los distintos módulos del aparato analítico de
comportamiento del homo socioeconomicus tales como las
preferencias restricciones, capacidades
cognitivas/emotivas y la formación de expectativas a través
de la interacción social, es posible establecer relaciones
causa- efecto y así poder explicar la manera en que
distintos rasgos culturales inciden en el desempeño
económico.”2 El autor profundiza en su análisis y llega a
establecer los indicadores que muestran esta relación.

Pero ésta no es la única relación que se puede establecer


entre cultura y desarrollo. Existe también la determinación
de la cultura en el concepto de desarrollo humano, que
es la noción reciente establecida por el Programa para el
Desarrollo de las Naciones Unidas, en la cual se concibe
el desarrollo desde la perspectiva de las personas y de los
pueblos. El desarrollo humano considera que son los
seres humanos hombres y mujeres los actores y
beneficiarios del desarrollo, tal y como lo establece la
Declaración sobre el Derecho al Desarrollo aprobada por
la Asamblea de las Naciones Unidas en 1986. Igualmente,
la Declaración y Programa de Acción de Viena que se
aprobó en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos
realizada en 1993 en esa ciudad, establece el desarrollo
como un derecho humano inalienable.

2
La consagración de la vida como su fin esencial.

La cultura es la gestora de ese entramado de experiencias


personales con las cuales la sociedad conforma su
identidad como pueblo y su modelo de Estado.

La cultura asume entonces la condición de formadora de


la conciencia de los pueblos y receptora de las
experiencias, las vivencias, los hábitos, las creencias y las
normas con todo lo cual, los grupos y los pueblos
manifiestan su consagración a la vida en igualdad y en
libertad.

Las nuevas concepciones de la cultura y del desarrollo


pensadas a partir de la consagración de la vida, como fin
en si mismo, y de la felicidad y el bienestar como la razón
de ser de los derechos humanos, establecen, en
consecuencia, una dimensión nueva a la responsabilidad
del Estado con la cultura y el desarrollo. La cultura se
incrusta en las políticas de desarrollo como presupuesto
en el cual se hace posible la realización efectiva del
desarrollo humano.

De modo que esa fuerza moral que nos ha permitido


enfrentarnos a las adversidades y convertirnos en un
referente de superación nacional y mundial es lo que ha
liberado la inteligencia de sus ciudadanos y gobernantes
para “mirar el futuro de un modo serio” convertirnos en una
ciudad capaz de pensarse a sí misma y, por lo tanto, capaz
de planear, decidir y gobernar sus transformaciones.
Inteligencia es sensibilidad, la inteligencia humana no sólo
se desarrolla en procesos mecánicos, también en la
intuición, en la adivinación, en sus conexiones no siempre
conscientes con otros seres humanos, con la naturaleza,
con el cosmos.

Inteligencia es también autenticidad. Quien sólo es imitativo


siempre es inferior al modelo. Y la autenticidad descansa
en el reconocimiento cultural. Colombia hoy se asume
como un laboratorio de culturas, aquí llegan, conviven, se
funden y se transforman las tradiciones y costumbres de
todas las regiones del país acrisoladas en la vida
metropolitana. Como dijo nuestro premio Nobel de
Literatura, García Márquez, si queremos salir adelante,
“estamos condenados a la originalidad”.

Inteligencia es también progreso (incluir aquí algunos


datos estadísticos sobre desarrollo económico y
sostenibilidad en el departamento del Meta y
particulrmente en la ciudad de Acacías.

Inteligencia es también memoria. El prurito inaugural, la


creencia de que con cada gobernante estamos en el primer
día de la creación, que el pasado no vale sino como
referencia negativa, es una mala costumbre que la cultura
ha venido superando. Debemos construir sobre lo
construido, valorando de manera crítica –claro- los
legados, tanto los recientes como los de antaño porque eso
es lo que permite construir estado, construir patrimonio y
construir desarrollo y también afianzamiento de la
institucionalidad, de la trascendencia, más allá y más acá
de su período de gobierno.

Y es desde esa inteligencia, que esta como todas las


ciudades y el país entero, tendrá que sumar a los tres
pilares básicos de su desarrollo: el económico, el social y el
ambiental, un cuarto eje que incorpore la cultura y lo
cultural como otro pilar de sostenibilidad del desarrollo
humano.

Este es el camino a seguir y ojalá los líderes políticos que


se propongan manejar el futuro de esta región y de esta
ciudad, asuman el desafío de una región cada vez más
reconciliada para la convivencia, cada vez más moderna,
internacional, humana y sostenible y por consiguiente cada
vez más atractiva para la inversión y la diversión de
quienes la habitan y visitan.

También podría gustarte