Leyenda 2 (Hornerito Criollo)
Leyenda 2 (Hornerito Criollo)
Leyenda 2 (Hornerito Criollo)
Esta leyenda la contaban los hombres memoriosos de las tribus que habitaban a orillas del río Paraguay, en
territorios que hoy pertenecen a Brasil, Paraguay y la Argentina. Dicen que hace mucho, mucho tiempo,
antes de la llegada del español a América, el mayor honor que podía recibir un joven era casarse con una
hija del cacique de su tribu. Por eso, cada diez años se hacía una competencia.
La participación en este torneo era obligatoria para todos los hombres jóvenes y sanos. Pero a nadie le
molestaba, nadie se quejaba. ¡Todos querían ser esposos de una hija del cacique! Esta tradición se había
repetido desde hacía tanto tiempo que nadie recordaba ya cuándo
había tenido lugar la primera competición.
Y cuentan que, desde pequeño, Jahé se distinguía de los de más niños de la tribu. Era muy distraído y
soñador. En las tardes de sol, mientras los otros iban a nadar y a pescar surubíes y pejerreyes en las
márgenes del río, él se trepaba a un árbol cualquiera y se entretenía mirando las hojas, observando el ir y
venir de las hormigas, escuchando a los pájaros...
Su padre y su madre no se preocupaban por las diferencias. Les complacía que Jahé fuera libre, que se
sintiera feliz haciendo lo que a él le gustara, aunque los otros chicos hicieran otras cosas.
Con el tiempo, Jahé se convirtió en un joven espléndido. Era fuerte y musculoso. Él conocía cada
escondite, cada rincón en los dominios de la tribu y sus alrededores. En uno de sus acostumbrados paseos a
la hora de la siesta, ]ahé se dirigió hacia una región que visitaba poco. Era muy hermosa, con flores
aromáticas y una densa vegetación, pero quedaba bastante lejos del río, casi en los límites del territorio de
su tribu. Hacía bastante tiempo que no iba por allí.
De pronto, cuando se encontraba subido en la parte más alta de un lapacho, una voz suave, dulce y
desconocida lo desconcentró. Inmediatamente dejó de ponerles nombre a cada uno de los Zoritos de una
numerosa y colorida bandada que se había posado en las ramas de un árbol cercano. La dueña de esa voz
era una joven a la que recordaba haber visto alguna vez, en una de sus habituales excursiones solitarias.
Claro que, en ese entonces, ambos eran niños todavía. Jahé quedó ahora deslumbrado por la joven.
Al día siguiente volvió al mismo lugar. Y lo mismo hizo al tercer día, y al otro también. No sólo la voz de
la joven era bella, su rostro tenía una hermosura sin igual.
Cierta vez, cuando la vio acercarse, cantando como de costumbre, bajó del lapacho y se ubicó en el ca
mino, como si estuviera allí por casualidad. Enseguida se cruzaron. No necesitaron conversar demasiado
para darse cuenta de que tenían mucho en común. También a Eireté le gustaba caminar sola, y ése era su
paseo favorito. La charla se prolongó. Al anochecer, los jóvenes se despidieron. Se habían enamorado.
A partir de ese día, Jahé miraba impaciente el viaje del sol en el cielo, aguardando el momento de ir a
verla. A Eireté le sucedía lo mismo.
Y pasó el tiempo. Una mañana, el anuncio del cacique a toda la tribu sorprendió al joven: la semana
siguiente se haría la competencia. Ya habían pasado diez años desde el torneo anterior; era tiempo de que
la hija menor del cacique tuviera un
esposo.
Los muchachos comenzaron a dar gritos de alegría. Algunos salieron a correr, para entrenar su
resistencia. Otros fueron a ver a los ancianos, para pedirles detalles de la competencia anterior. Jahé,
silencioso, pensativo, apesadumbrado, se fue a su casa. Él no quería competir. Estaba enamorado de una
muchacha de dulce voz que correspondía su amor. No tenía el más mínimo interés en la competición, ni
menos aun en el premio. Esa tarde, cuando llegó al encuentro de Eireté, distinguió la huella de un amargo
llanto en el rostro de su amada. Comprendió que ella ya se había enterado. Las leyes de la tribu lo
indicaban. Había que competir.
El día señalado, cuarenta y tres jóvenes se alinearon a la vista del cacique. Una muchedumbre asistió a
la ceremonia solemne de inicio de la tradicional competencia. Jahé pudo ver la carita de Eireté asomando
en la multitud.
Después de las palabras del cacique, cada uno de los participantes ingresó en una tienda, armada al sol,
sin más alimento que jugo de frutas. La prueba consistía en sobrevivir allí nueve días. Los ancianos cerraron
por fuera todas las tiendas. A partir de ese momento, Eireté no se alejó del lugar. Apenada porque su amor
tuviera que pasar por ese sufrimiento, se quedó cantando, escondida entre los árboles cercanos. Su voz dio
fuerzas al joven que, en su soledad, se consolaba respondiendo su canto.
Al séptimo día, todos los otros habían abandonado. Sólo quedaba Jahé. Dos días más tarde, la tribu se
reunió frente a su tienda. Grande fue la sorpresa de los presentes cuando, tras la ceremonia de apertura,
sólo salió de su interior un pequeño pajarillo, que voló a la rama más alta de un lapacho y comenzó a
cantar. Era Jahé, que desdeñando el poder de un matrimonio por conveniencia y fiel a su amada, ganaba su
libertad.
Entonces, en el medio de la multitud, una joven se achicó y se achicó dentro de su camisita blanca, hasta
que salió volando y se posó junto a él.
Había nacido la primera pareja de homeritos criollos, que enseguida comenzaron a construir su nido,
cantando.
1_ ¿Cuál era el premio para el ganador de la competencia que se hacía cada diez años en la tribu?
4_ ¿Cómo trató Eireté de aliviar el dolor de Jahé durante el torneo? ¿Logró lo que quería?
B) Explicá en qué consisten las transformaciones mágicas que ocurren en esta leyenda.
D) Pensá a quiénes benefician y a quiénes perjudican los objetivos que tienen los personajes de esta
leyenda. Para completar el cuadro, transcribí las opciones en el casillero que corresponda.
Jahé
El Cacique
Jahé – el cacique los ancianos – la madre de Jahé – Eireté – los jóvenes de la tribu –
la hija del cacique – el padre de Jahé
F) Proponé tres palabras que no estén en el texto para caracterizar a cada uno de estos personajes.
G) ¿Qué acciones realizadas por Jahé te permitieron caracterizarlo con el primer adjetivo que propusiste?
H) Cuando Jahé se bajó del lapacho para encontrarse por primera vez con Eireté, el joven le contó parte de
su vida, incluyendo las cosas que le gustaban hacer y las que no. Escribí en tu carpeta una descripción de
Jahé, tal como la haría Eireté después de la conversación.
I) Aunque no le convenía que Jahé ganara la competencia, Eireté se quedó cantando cerca de la tienda,
para alentarlo y aliviar su sufrimiento. Más tarde, cuando el muchacho subió volando hasta el lapacho, ella
misma se hizo chiquita y voló para estar junto a él. De acuerdo con estas acciones que ella realiza,
¿cómo describirías a Eireté?
J) Imaginá un final distinto para la leyenda del hornero. Escribí los núcleos narrativos que forman la
secuencia narrativa que imaginaste.
K) Redactá en tu carpeta el nuevo final de la leyenda, respetando la secuencia narrativa que creaste.