HEGEL
HEGEL
HEGEL
c) Ambiente romántico de la época. Este carácter creador del sujeto tiene para
Hegel su expresión vital e histórica en la exaltación del yo romántico, anhelante de
la libertad que deviene históricamente con la Revolución Francesa. Esta
subjetividad unifica las distintas facetas de la vida humana “proyectando” una
peculiar interpretación del mundo, y de la realidad, adecuada, ya no al sujeto
particular y psicológico, sino al sujeto absoluto(razón incondicionada y creadora)
y universal, lo que Hegel denominará “espíritu del pueblo”, eny por el que se
realizan los valores culturales de la comunidad. Ese yo-espíritu, adquiere
un destino histórico-colectivo o misión nacional, que integra al individuo en el
todo social o comunidad de un modo armónico.
La sustancia vida es, además, el ser que es en verdad sujeto, o lo que tanto vale,
que es en verdad real, pero sólo en cuanto es el movimiento del ponerse a sí misma
o la mediación de su devenir otro consigo misma (Fenomenología del espíritu).
El progreso necesario realizado por Heráclito consiste en haber pasado del ser
como primer pensamiento inmediato a la determinación del devenir como el
segundo… Divisamos, por fin, tierra; no hay, en Heráclito, una sola proposición
que nosotros no hayamos procurado recoger en nuestra dialéctica (Lecciones para
la Historia de la Filosofía)
La idea absoluta puede compararse [...] al viejo que expresa los mismos
pensamientos religiosos que el niño, pero para el cual su significación abraza toda
su vida. Aun cuando el niño entendiera el contenido de la doctrina religiosa, su
vida entera y el mundo entero estarían, no obstante, aún fuera de este contenido. Se
puede decir otro tanto de la vida humana en general y de los sucesos que la llenan.
Todo nuestro trabajo es dirigido hacia un fin y cuando este fin es alcanzado,
asombra no hallar otra cosa que lo que se quería. La importancia está en el
movimiento entero. Cuando el hombre recorre con el pensamiento los hechos de su
vida, el fin podrá parecer muy limitado. Sin embargo, en él viene a concentrarse
entero el decursus vitae. Así el contenido de la idea absoluta es también el
desenvolvimiento entero de los momentos que tenemos ante nosotros hasta aquí. Y
que es este desenvolvimiento lo que constituye el contenido y lo esencial, éste es el
último punto que nos queda por determinar. Hay que agregar que lo propio del
pensamiento filosófico es entender cómo todo lo que es, considerado
separadamente, aparece como un ser limitado y que no tiene, por lo mismo, valor
sino como parte del todo y como momento de la idea.
La dialéctica hegeliana
Para Hegel la realidad sólo existe gracias a los conceptos: Sólo en su concepto
tiene algo realidad; tan pronto como es distinto de su concepto, deja de ser real y es
una nada”; la apariencia de lo palpable y de la exterioridad sensible pertenece a
esta nada. Por eso, lo que es racional es real y lo que es real es racional.
La dialéctica de Hegel surge como reacción ante la lógica formal que dominó el
panorama filosófico desde Aristóteles hasta su tiempo. A Hegel le parece muy
débil para dar cuenta de la aprehensión de la realidad de las cosas, por haber
erradicado a las contradicciones presentes en la realidad y ubicarlas en el mundo
del espíritu donde las abandona sin resolverlas, conforme a la tradición que separa
el “ser” del “pensar”. En la lógica formal –dice Hegel– pareciera que el
pensamiento fuera una cosa aparte de la realidad. Así, el uso de la dialéctica
responde a la tarea de superar el esfuerzo vano de la filosofía occidental por
obtener el contenido de la forma, para deducir el mundo real mediante el paso
lógico del pensamiento a la existencia extramental, del pensar al ser.
La dialéctica no es sólo el método del saber, ni tampoco sólo la ley del desarrollo
de la realidad, sino que es ambas cosas simultáneamente. En primer lugar, es el
proceso por el cual la razón se reconoce en la realidad que aparece como extraña u
opuesta a la razón, quitando o conciliando esta oposición. Pero, en segundo lugar,
también es el proceso por el cual la realidad se concilia consigo misma y actúa en
su unidad racional, superando las diferencias, las divisiones y las oposiciones, que
constituyen los aspectos particulares y pacificándose en la unidad de la Totalidad.
El entendimiento y la razón
Para Hegel la filosofía, en cuanto constituye la totalidad del saber producido por
la reflexión, viene a ser un sistema, un conjunto orgánico de conceptos, cuya ley
suprema no es el entendimiento, sino la razón. El entendimiento ha de mostrar
rectamente los opuestos a que da lugar, el límite, el fundamento y la condición de
cada opuesto; en cambio, la razón unifica estos elementos en contradicción, los
coloca a ambos juntos y los resuelve a ambos. Hegel afirma que todo lo real es
racional y viceversa. Entonces, si lo racional se desenvuelve dialécticamente y se
transforma, constituye un todo relacional. Y por eso es un “sistema”, también
atendiendo a la etimología de “syn-thesis”: poner junto, unir, componer.
El sentido y la expresión más exactos que el ser y la nada reciben puesto que desde
ahora son momentos tienen que ser presentados (más adelante) en la consideración
del ser determinado, como la unidad en la cual ellos son conservados. El ser es el
ser y la nada es la nada sólo en su diversidad mutua; pero en su verdad, en su
unidad han desaparecido como tales determinaciones y ahora son algo distinto. El
ser y la nada son lo mismo y por este ser lo mismo, ya no son el ser y la nada y
tienen una determinación diferente. En el devenir eran nacer y perecer; en el ser
determinado, entendido como una unidad determinada de otro modo, son de nuevo
momentos determinados de una manera diferente. Esta unidad constituye ahora su
base; de donde ya no han de salir hacia el significado abstracto de ser y nada.
Y el motor que da la vida al concepto es la negación. Por eso, a estas dos tesis de
la Fenomenología del espíritu hay que añadir una tercera, que encontramos en
su Ciencia de la lógica: «La negatividad... es la fuente interna de toda actividad, de
todo movimiento espontáneo vivo y espiritual, el alma dialéctica que contiene en sí
misma todo lo verdadero». El camino del conocimiento es, pues, el camino de la
duda o, más propiamente, el de la desesperación.
El sujeto
Como veremos, para Hegel “sujeto” es lo que es libre, lo que es volente desde sí
mismo (en sí) y es capaz de objetivar lo real. Esto es, aquello que es capaz de
reflejar los objetos desde la subjetividad (para sí) es para Hegel un sujeto, con lo
que sujeto es en sí para sí.
La conciencia
Hegel no aprecia apenas nada la conciencia moral individual que no quiere ser a la
vez conciencia moral colectiva (por eso rechaza la conciencia moral kantiana,
porque entiende que Kant es un individualistam oral). Lo que a Hegel le interesa
es, en todo caso, la Bewusstsein, la conciencia “intelectual”, el “darse cuenta”
teórico, la conciencia gnoseológica. También aquí hay muchos grados de
conciencia, pues no se da ella a igual profundidad en la conciencia natural o
conciencia sensible del hombre de la calle o del seducido por los “ídolos”
exteriores, que en la conciencia fenomenológica. Ese esfuerzo por pasar de aquélla
a ésta es el propio del filósofo, según Hegel. «El que lo verdadero sólo es real
como sistema o el que la sustancia es esencialmente sujeto se expresa en la
representación que enuncia lo absoluto como espíritu, el concepto más elevado de
todos y que pertenece a la época moderna y a su religión. Sólo lo espiritual es lo
real; es la esencia o el ser en sí, lo que se mantiene y lo determinado –el ser otro y
el ser para sí- pero este ser en y para sí es la sustancia espiritual» ,es decir, el sujeto
o la conciencia.
La autoconciencia
Pero el reconocimiento del sujeto en Hegel no es, como en Descartes, una verdad
evidente y primera. Lo primero no es el autoconocimiento, sino el
heteroconocimiento: conocerse significa ser conocido por otro; es decir, ser
reconocido: «La autoconciencia sólo alcanza su satisfacción en otra
autoconciencia». Ser sujeto es serlo para otro; sólo mediante el reconocimiento el
sujeto se concibe como tal.
El sistema hegeliano.
El saber sólo es real y sólo puede exponerse como ciencia o como sistema Lo
verdadero sólo es real como sistema
La lógica
En sí Fuera de sí Y para sí
El ser es Þ
(cualidad) (cantidad) (medida)
En sí (razón Fuera de sí
La esencia Y para sí
de ser o (apariencia o
es Þ (realidad)
existencia) fenómeno)
En sí Fuera de sí
Y para sí
(concepto (concepto
El concepto (idea absoluta
subjetivo o objetivo o
es Þ o totalidad
totalidad totalidad
absoluta)
subjetiva) objetiva)
La filosofía de la naturaleza
Y para sí
La En sí Fuera de sí
(mecanismo
naturaleza mecáni (espacio y (materia y
o mecánica
ca es Þ tiempo) movimiento)
absoluta)
En sí Fuera de sí Y para sí
(materia (materia (materia
La naturaleza
dotada de dotada de dotada de
física es Þ
individualida individualida individualida
d universal) d particular) d total)
En sí Fuera de sí
(organismo (organismo Y para sí
La naturaleza
geológico o vegetal o (organismo
orgánica es Þ
naturaleza naturaleza animal)
geológica) vegetal)
El espíritu Y para sí
En sí Fuera de sí
subjetivo (espíritu o
(antropología) (fenomenología)
es Þ psicología)
El espíritu
Fuera de sí Y para sí
objetivo En sí (derecho)
(moralidad) (eticidad)
es Þ
El espíritu
Para sí
absoluto En sí (religión) Fuera de sí (arte)
(filosofía)
es Þ
Hegel divide la Lógica en tres partes: la doctrina del ser, la doctrina de la esencia y
la doctrina del concepto y de la idea. Las doctrinas del ser y de la esencia
constituyen lo que se denomina “Lógica objetiva”, que es la doctrina del
pensamiento en su inmediatez: el “concepto en sí” y en su reflexión flexión y
mediación; el ser para sí y el aparecer del concepto. La lógica objetiva tiene por
materia el objeto de la metafísica anterior a Hegel, a la cual sustituye.
La lógica objetiva
Hegel estima que las cate rías, presupuestos del lenguaje, han sido
insuficientemente tematizadas por Kant. La razón le resulta esencial el lenguaje,
siendo las categorías la mediación entre la razón y los objetos, y a través de la
lógica el espíritu en general se le hace presente en lo expresado en la ciencia. Las
categorías, pues, se expresan en el lenguaje. Desde este planteamiento obtiene
Hegel: a) La diferencia entre el ser y el pensar desaparece; b) Toda categoría del
pensar es categoría del ser; lógica y ontología se identifican; c) El desarrollo
dialéctico de las categorías sólo tiene sentido si se integra con el proceso de los
fenómenos; d) Toda relación del ser tiene su lugar en el sistema del conocimiento
dialéctico. Dos categorías opuestas cualesquiera resultan insuficientes (por
parciales) para captar el ser; e) La dialéctica es superación de todo lo fijo y
definitivo del pensamiento mediante la contradicción, que no es anulación de lo
uno (tesis o afirmación) por lo otro (antítesis o negación), sino “superación” de lo
uno por lo otro (síntesis o negación de la negación). De ese modo, la cosa lo es en
su unión con su devenir como afirma en el “Prólogo” de su Fenomenología.
El ser
Al ser la dialéctica un proceso que va de lo abstracto (pensamiento) a lo
concreto (concepto), su crítica de las categorías y punto de arranque de
la Lógica comienza con la identidad de la contradicción entre el ser y la nada,
resuelta en el devenir; el ser (indeterminado) es la categoría más abstracta y
también la más vacía. El puro ser marca el inicio, y es la pura abstrac ción y, por
tanto es absolutamente negativo, lo cual, inmediatamente, es la Nada. Esta es
considerada como este inmediato igual a sí mismo, lo que el Ser es. Y la verdad es
la nada, es la unidad entre el Ser y la Nada, siendo esta unidad el devenir. Y esta
primera determinación del Ser en el devenir es sólo el inicio del proceso mediante
el cual toda cosa adquiere su determinación a partir de la negación. Desde aquí
Hegel establece las diversas determinaciones del ser mediante las categorías de
la existencia, el ser ahí (Dasein) en que se resuelve la contradicción entre el ser y
el no ser determinados, manifestándose en una nueva fase, que entraña la cuali-
dad. La cualidad es la realidad, la negación que no es ya el no ser abstracto, sino
que es como existencia y como “alguna cosa”, que es lo que es su límite. La
cualidad X entraña a Y, y Y a Z y así al infinito. La verdadera infinitud no radica,
en contraste, en la simple ausencia de fin, sino en la relación en la que “alguna
cosa” al pasar a su contrario no hace sino pasar a sí mismo, como negación de la
negación.
El ser para sí significa estar en relación consigo mismo, lo uno que excluye a lo
“alguno otro”. Es la cualidad y contiene como tal el ser y la existencia de los
cuales es su verdad. Y del momento del ser para sí emerge la cantidad, quedando
determinado en el concepto de magnitud, cuyos momentos son el quantum, el
número y el grado. Y la relación dialéctica de la cualidad y la cantidad encuentra
mediante el despliegue de sus momentos, su síntesis es la medida. La “cierta
medida de una cualidad” es “el ser acabado”.
La esencia
Aquí Hegel va a dar una respuesta al problema abierto por Descartes al escindir la
sustancia en res cogitans y res extensa, respuesta que cerrará los conatos de
solución precedente: el ocasionalismo de Malebranche, Spinoza, Hobbes, Leibniz,
Kant, Fichte, Schelling, etc.
Para Hegel la naturaleza son las cosas y la naturaleza es, igual que para Schelling,
algo así como la Idea cosificada; en realidad, su antítesis y negación: en la
naturaleza se aliena y exterioriza la Idea. Los tres momentos dialécticos de esta
exteriorización o “petrificación” son el mundo mecánico, el mundo físico y el
mundo orgánico. Características del primero son el espacio, el tiempo y el
movimiento; características del mundo de la física, la materia y de las cosas
individualizadas, que, a través de los procesos químicos interactúan mutuamente,
siendo la vida resultado de estos procesos. En el mundo orgánico la vida aparece
en forma meramente objetivada en los organismos vegetales, mientras que en los
organismos animales aparece en forma de subjetividad. El sentido de la naturaleza
radica, precisamente, en que hace posible la aparición de la conciencia y el
pensamiento y, con ellos, la superación del reino de la necesidad por el de la
libertad.
Hegel afirma en su Filosofía del derecho: “todo lo real es racional; todo lo racional
es real”. Por ello para Hegel es importante descubrir, en la apariencia de lo
temporal y lo transitorio, a la sustancia, que es inmanente, a lo eterno, que es
presente. Pues lo racional, que es sinónimo de la idea, al vaciarse en su existencia
exterior (alineación), que es el modo de actuar su realidad, se manifiesta con una
infinita riqueza de formas, fenómenos y modulaciones, envolviendo su núcleo en
una corteza multicolor, en la que primero se aloja la conciencia, y en la que
comienza por penetrar el concepto, para encontrar después el punto interior y
percibir sus latidos aun en las formas más extremas.
La naturaleza:
Partiendo de la crítica de la creencia ingenua de la existencia del mundo externo
independientemente de la conciencia, Hegel muestra, mediante el análisis del
proceso de tomas de conciencia parciales, cómo el espíritu humano se conquista
progresivamente a sí mismo. De esta manera va oscilando entre la creencia en la
realidad del objeto y la creencia en la realidad del sujeto, hasta devenir conciencia
de sí en el proceso que muestra la vinculación dialéctica entre ambos polos: sujeto
y objeto. En este proceso, la comprensión que el hombre busca de sí mismo le lleva
a considerar toda la realidad como resultado de una Idea (sustancia espiritual o
Dios), que consiste en ser un devenir que aparece bajo diversas formas o
manifestaciones en el espacio y el tiempo: en cada una de estas manifestaciones la
Idea se aliena, se exterioriza, de manera que todo lo que existe es una
manifestación u objetivación del devenir de la Idea. Así, la naturaleza es una
manifestación o autoalienación del Espíritu. Y el hombre, a su vez, es Espíritu en
cuanto es objetivación o alienación de la naturaleza. La cultura es el espíritu del
hombre que se objetiva, de modo que nada existe, cuyo ser no sea, a la vez, algo
que se aliena siendo ya algo alienado. El inicial malestar de la conciencia separada
de sí misma (alienada) es la condición del posterior movimiento, que mediante la
exterioridad del mundo objetivo y las realizaciones sucesivas del arte, la religión y
la filosofía, le permiten la reconquista de su propia esencia. De esta manera, a
través de este movimiento dialéctico, la alienación puede superarse elaborando
dichas producciones artísticas, religiosas y filosóficas. En este proceso, incluso
Dios mismo es solamente un momento o una fase. Efectivamente, Dios, ser
absoluto e infinito, es concebido inicialmente como un ser superior a la conciencia
y alienado de ella, pero aparece al final del proceso (al final del la historia) como
un resultado que realiza la alienación de las propiedades de la limitación y la
finitud, que la conciencia reconocía como suyas. Así, pues, la alienación surge
cuando la realidad espiritual aparece como objeto, originando la naturaleza, cuya
objetividad debe superarse (Aufhebung)dialécticamente, mediante la apropiación
del mundo por parte del espíritu: prácticamente, por medio del trabajo o,
teóricamente, mediante el arte, la religión o la filosofía. De esta manera, al proceso
de exteriorización o alienación ha de corresponder otro en sentido inverso de
recuperación de lo alienado, de reconciliación del espíritu consigo mismo. El
hombre ha de reconocer, por ejemplo, que el mundo de la cultura ha sido un
producto necesario de la naturaleza humana, pero que, una vez creado, se ha
distanciado del hombre y ha logrado dominarlo. Al hombre le toca reconocer el
dominio de algo que él mismo ha creado y buscar la reconciliación con la cultura
haciendo que ésta sea verdaderamente humana. Por ello, toda sociedad en la que
los hechos vayan por un lado y los valores por otro es una sociedad alienada y no
reconciliada consigo misma.
El espíritu
El espíritu subjetivo
La primera de las fases (tesis) por las que transcurre dialécticamente el espíritu, o
la Idea, en su desarrollo. El espíritu aparece en la naturaleza, identificado con ella,
primero como vida consciente o alma, luego como conciencia (en cuanto
sensibilidad, percepción, entendimiento, autoconciencia y razón), y, finalmente,
como espíritu, donde el sujeto ya es identificado consigo mismo, teórico, práctico y
libre. Según Hegel, cada una de estas transformaciones es objeto de estudio,
respectivamente, de la antropología, la fenomenología y la psicología.
El espíritu objetivo
Es la segunda de las fases (antítesis) de la filosofía del espíritu de Hegel, tras la del
espíritu subjetivo, por las que transcurre el desarrollo del espíritu, unido a la
naturaleza. Convertido ya en sujeto, libre, ahora el espíritu se relaciona con lo
exterior, donde ha de realizar su libertad y donde el espíritu se convierte en objeto,
recorriendo res etapas: el derecho, la moralidad y la eticidad. Representa esta etapa
el libre juego que se instituye entre la libertad y la razón en la historia y en la
sociedad. Esta fase, respecto de la anterior del espíritu subjetivo, representa su
negación dialéctica, que será superada, también dialécticamente, por la del espíritu
absoluto.
El espíritu absoluto
El Estado es lo divino sobre la tierra; la sociedad está supeditada a él, la vida moral
es de una dignidad menor que la vida política, la forma perfecta de la constitución
es la monarquía, el pueblo debe obedecer al gobierno, la nacionalidad es un
concepto sin importancia, la lealtad hacia el Estado es el deber supremo del
hombre que debe ser ciudadano, la elección popular es un mal sistema.
Hegel rehúsa admitir que la razón se encuentre sólo en los fenómenos naturales
mientras que el dominio de la acción y de la historia quedaría abandonado a los
sentimientos, a los deseos, a las pasiones. Así como hay ciencia de la naturaleza,
también hay ciencia del Estado, y la razón no está oculta ya en las producciones de
la conciencia humana, sino en los fenómenos naturales, considerados, sin embargo,
comprensibles para todo el mundo, es decir, como racionales en cuanto a lo
esencial. El mundo moral existe, y aun con sentido infinitamente más elevado que
el mundo de la naturaleza o de la exterioridad.
Por un lado, para el sujeto, la sustancia ética, sus leyes; y potencias tienen como
objeto la relación de que son, en el más elevado sentido de la independencia, una
autoridad y un poder absoluto, infinito, más fijo que el ser de la naturaleza... La
autoridad de las leyes éticas es infinitamente más elevada porque los objetos de la
naturaleza representan la racionalidad sólo de una manera por
completo exterior y singular y la ocultan bajo la forma de la contingencia (o.c.,
parág. 146)
Por otra parte, ellas (las leyes éticas) no son para el sujeto algo extraño, sino que
el testimonio que el espíritu da de ellas como de su propia esencia en la cual él
tiene su propio sentimiento, que vive como en su elemento indiferenciado de sí;
una relación que es inmediatamente más idéntica que la propia fe y la confianza
La vida del hombre es racional, él la conoce como tal, si bien ese saber no sería
sino el que da el sentimiento de su relación inmediata con el mundo moral.
Existe un conocimiento del Estado tal como él es en sí mismo, es decir,
conocimiento de una idea del Estado, pero de una idea que difiere de la idea
platónica en tanto ella es histórica, y no es una idea fuera del devenir sino una idea
del devenir.
El retorno hacia lo interior (Hegel habla del individuo que se separa del estado) se
produce en las épocas en las cuales lo que es reconocido como justo y bueno en la
realidad y en la costumbre no puede satisfacer a una voluntad superior; cuando el
mundo de la libertad existente se le ha tornado infiel, aquella voluntad ya no se
encuentra en los deberes vigentes
Para Hegel esta verdad relativa del determinismo se funda sobre el hecho de que la
voluntad individual, tal como ella se concibe aquí, no es todavía voluntad humana,
pues ella no se dirige aún inmediatamente a su fin, ni es mediatizada por la razón
actuante, por la organización consciente de la vida en común, en suma, porque
es natural. Es necesario un nuevo paso y la voluntad debe captarse como voluntad
que no sólo quiere sin más, sino que quiere la libertad. No se trata de que al darse
su contenido la voluntad se realice la libertad; al contrario el contenido de una
voluntad libre y que no depende de algo dado solo puede ser la libertad misma.
El hombre de la calle piensa que es libre si se le permite actuar tal como le place,
pero su propia arbitrariedad implica que no es libre. Cuando deseo lo que es
racional, entonces estoy actuando no como un individuo particular sino de acuerdo
con el concepto de la ética en general… lo racional es la carretera general por la
que discurre todo el mundo y donde nadie sobresale de los demás (Filosofía del
Derecho).
El hombre, dice Hegel, es libre: ello quiere significar que, en un estado libre, él
puede poseer, utilizar, consumir y entenderse con otros hombres; es decir, que no
reconoce como válido para él lo que no reconoce como su propia decisión racional;
lo que también significa que esta libertad es la del hombre racional que no
considera como decisión suya sido la decisión universal que apunta al bien
universal, la decisión racional que es decisión del hombre en el individuo. Pero la
libertad no podría ser real sino en un mundo de la razón, en un mundo ya (es decir,
históricamente) organizado, en la familia, en la sociedad, en el Estado.
Esencial estado es la ley, no la ley del más fuerte, la ley del capricho, de la
“generosidad natural”, si no la ley de la razón en la cual todo el racional puede
reconocer su propia voluntad racional. Es verdad que el estado se presentó en las
esferas del derecho privado, de la familia, aún de la asociada al trabajo, como una
necesidad exterior, como una potencia superior, pero
Por otra parte, es su fin y inmanente, y su fuerza reside en la unidad del fin último
universal y los intereses particulares de los individuos, en el hecho de que éstos
tienen deberes hacia él en la medida en que, al mismo tiempo, poseen derechos...
Los esclavos no tienen deberes porque no tienen derechos e inversamente. (Id.,
parág. 261)
Para comprender en qué manera la Razón gobierna el mundo, hay que aprehender a
la Razón misma en su determinación, y esto sólo se consigue por medio de la idea
de libertad, esto es, desentrañando el proceso por el que el Espíritu llega a una
conciencia real de sí mismo:
También Hegel pretende dar sentido a la historia mediante la idea de progreso, sólo
que éste consiste ahora en un proceso de autoliberación del Espíritu, que incluye la
mediación dialéctica.
La historia filosófica debe interesarse por una unidad mayor que los individuos;
Hegel identifica esa unidad con los diversos pueblos y naciones:
En la Historia, el Espíritu es un individuo de una naturaleza a la vez universal y
determinada: un pueblo; y el espíritu al que nos enfrentamos es el espíritu del
pueblo
Los individuos son medios para producir las etapas en el camino de la realización
de la Razón en el mundo, pero desaparecen ante la sustancialidad del conjunto; si
hay “grandes hombres” que destacan en la historia es porque sus fines particulares
contienen la sustancialidad conferida por la voluntad del espíritu universal. Los
medios para la realización de la finalidad racional universal son las actividades de
los individuos, que son dirigidas, de acuerdo con su propia conciencia, por sus
intereses y pasiones egoístas; pero los individuos no impiden que suceda lo que
debe suceder, porque en lo que atañe a los “individuos de la historia universal”
obra en realidad la “astucia de la razón”, que utiliza las pasiones humanas y los
intereses particulares en favor de la finalidad del mundo, provocando resultados no
previstos por los individuos que actuaban:
Podríamos calificar como astucia de la razón a ese dejar obrar por ella a las
pasiones, de suerte que sólo al medio del que se vale para llegar a la existencia
alcanzar pérdidas y daños. Lo particular es demasiado pequeño frente a lo
universal; y los individuos son, en consecuencia, sacrificados y abandonados
Hegel va a señalar un camino por el que los individuos pueden cobrar alguna
relevancia en la marcha histórica, el reconocimiento de una voluntad universal y la
participación política. La razón del mundo se vuelve realidad en los individuos
sólo en cuanto unen su voluntad con la voluntad racional general. La realización,
el material de la razón del mundo, es lo esencial de los individuos y esto es
el Estado:
Para conocer bien los hechos y verlos en su verdadero lugar hay que estar situado
en la cumbre, no contemplarlos desde abajo, por el ojo de la cerradura de la
moralidad o de cualquier otra sapiencia. En nuestra época es indispensable elevarse
sobre el limitado punto de vista de los estamentos y beber en la fuente de quienes
son depositarios del derecho del Estado y ostentan el poder de gobernar; con tanta
más razón cuanto que los estamentos a los que le está más o menos vedado el
acceso a la influencia política directa se entusiasman con los principios morales y
ven en ellos un medio para consolarse de su inferioridad y descalificar a los
estamentos superiores
La astucia de la razón
Expresión que aparece en diversos pasajes de los escritos de Hegel para indicar
que la historia universal es la exposición del proceso divino y absoluto del Espíritu
(o la “razón universal”), realizando su progreso y su fin. Ahora bien, ¿qué medios
utilizan la Idea o la razón absoluta para lograr sus propósitos? Hegel cree que los
intereses de los individuos particulares sirven para que el interés universal se
realice por su medio. Para Hegel la razón es la que rige el mundo y el curso de la
historia universal, sirviéndose de esos individuos y de sus pasiones. Piensa que
nada grande se ha realizado en este mundo sin pasión y que la mayor fuerza
humana reside en las pasiones, en el seguimiento del propio egoísmo, incluso
cuando contravienen las limitaciones de la moralidad, las leyes y el derecho, esto
es, incluso aunque sus acciones sean inmorales. Así, cuando uno de esos grandes
hombres lucha apasionadamente en su propio provecho o ambición (como
hicieron, por ejemplo, César o Napoleón), reuniendo bajo su bandera a los pueblos,
su egoísmo redunda en el progreso de la historia, es decir, en el avance de la razón.
Y lo que estos individuos desean es “lo afirmativo”, lo que hace progresar a la
historia. De este modo, todas las voluntades, intereses y pasiones particulares son
en realidad instrumentos y medios inconscientes del espíritu o razón universal. El
valor de los individuos grandes (“héroes”, les llama Hegel) reside en ser represen-
taciones del espíritu de los pueblos y hacen que estos pueblos le sigan, incluso
“contradiciendo su voluntad consciente”, es decir, sin saber expresamente su
finalidad, pues es la “razón” universal la que lo sabe y la que
dirige astutamente sus propio proyecto sirviéndose de los intereses del individuo
que a su vez mueven a los pueblos. La astucia o ardid (“ardid” del
latín ardio significa “valiente” y se refiere al medio sagaz utilizado para lograr un
fin) consiste en que la razón universal hace que las pasiones individuales obren
inconscientemente en lugar de ella de la razón y en provecho de la misma, hasta el
punto de que los fines o intereses de los individuos finalmente se malogran en la
intención expresa de éstos, repercutiendo, sin embargo, en el proyecto querido por
la razón desconocido para los héroes y a costa de la frustración personal de esos
individuos. Por eso dice Hegel que los héroes consiguen satisfacción, pero no
felicidad, pues se desgastan luchando por lo que creen que es su propio beneficio y
sin conocer que son en realidad “órganos” o instrumentos de los que se sirve el
espíritu sustancial para lograr su avance histórico (de ahí el engaño astuto).