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Estudio 2004 3

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ESTUDIO

AGUSTINIANO
*
V

Vol. XXXIX Fase. 3

SEPTIEM BRE-DICIEM BRE


2004

S U M A R I O

ARTÍCULOS

D. Á l v a r e z C in e ir a , La muerte de Pedro y Pablo en Roma ................. 445

G . S á n c h e z , E cclesia mundus reconciliatus . Algunas


consideraciones
sobre la Iglesia y reconciliación en San Agustín de Hipona.................. 479

P. DE Luis, La composición del De sancta uirginitate de san Agustín...... 501

I. J e r ic ó B e r m e j o , La Iglesia no juzga las interioridades. Enseñanza de


Pedro de Aragón (1584) ..................... 515

F. C a m p o d e l P o z o , Isabel la Católica, fiel hija de la Iglesia, y la Hispani­

dad .......................................................................................................... 535

LIBR O S....................................................................................................... 579


ESTUDIO
AGUSTINIANO
REVISTA DEL ESTUDIO TEOLÓGICO AGUSTINIANO
DE VALLADOLID

SEPTIEMBRE-DICIEMBRE
2004

S UMARI O

ARTÍCULOS

D. Á l v a r e z C i n e i r a , La muerte de Pedro y Pablo en Roma ................. 445

G. S á n c h e z , E c c l e s ia m u n d u s r e c o n c il ia t u s . Algunas consideraciones
sobre la Iglesia y reconciliación en San Agustín de Hipona.................. 479

P. d e Luis, La composición del De sancta uirginitate de san Agustín...... 501

I. J e r ic ó B e r m e j o , La Iglesia no juzga las interioridades. Enseñanza de


Pedro de Aragón (1584) ......................................................... 515

E C a m p o d e l P o z o , Isabel la Católica, fiel hija de la Iglesia, y la Hispani­


dad ........................................................................................................ 535

LIBRO S..................................................................................................... 579


DIRECTOR Pío de Luis Vizcaíno
SUBDIRECTOR Y SECRETARIO Alfonso Garrido Sanz
ADMINISTRADOR José Ma Balmori Ruiz
CONSEJO D E REDACCIÓN Constantino Mielgo Fernández
José Vidal González Olea
Jesús Álvarez Fernández

ADMINISTRACIÓN
Editorial Estudio Agustiniano
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Telfs. (34) 983 306 800 y 983 306 900
Fax (34) 983 397 896
e-mail: edestagus@adenet.es
47007 VALLADOLID (España)

SUSCRIPCIÓN DE «ESTUDIO AGUSTINIANO» AÑO 2004


España: 35,00 Euros
Otros países: 57,00 Euros
IVA no incluido

La revista no asume necesariamente los puntos de vista expuestos por sus colaboradores

CON LICENCIA ECLESIÁSTICA

Depósito Legal: VA 423-1966


ISSN 0425-340 X

Imprime: Ediciones Monte Casino (Benedictinas)


Ctra. Fuentesaúco, Km. 2 - Teléf. 980 53 16 07
49080 Zamora, 2004
Est Ag 39 (2004) 445-478

La muerte de Pedro y Pablo en Roma


Sin lugar a dudas, Pedro y Pablo son dos de las personalidades más im­
portantes de la iglesia primitiva. Conocemos los nombres de otros misioneros
0 dirigentes de los primeros años después de Pascua, pero ninguno logró una
posición tan relevante en los escritos primitivos cristianos y, sin lugar a dudas,
ninguno influyó tanto en la tradición litúrgica ni en la historia de la iglesia.
Con la Reforma luterana se convirtieron ambos apóstoles en banderas con­
fesionales: Pedro como imagen del papado católico y Pablo como símbolo de
la reforma. Esta confrontación alcanza su punto culminante con la presenta­
ción del cristianismo primitivo propuesta por Baur, para quien el cristianismo
primitivo estaba formado por dos grupos confrontados, los judeo- y los paga-
no-cristianos, con Pedro y Pablo a la cabeza de cada grupo. Esas posturas con­
fesionales se han acercado en la actualidad, como demuestran los estudios
exegéticos y dogmáticos1.
En contadas ocasiones, estos dos apóstoles estuvieron en contacto di­
recto. Sabemos que después de su conversión, Pablo sube a Jerusalén y se en­
cuentra con Pedro durante un periodo breve de tiempo (Gal l,18s). Pasarán
unos años hasta que vuelvan a verse en el sínodo de Jerusalén (Gal 2,1-10 y
Hech 15). Poco tiempo después, el conflicto de Antioquía marcará significati­
vamente sus relaciones posteriores (Gal 2,11-21). En esta ocasión, Pablo salió
perdedor en la confrontación, por lo que tuvo que abandonar la comunidad
de Antioquía y comenzar su misión independiente. Pedro permaneció en
estrecha relación con Antioquía, donde posiblemente actuó como dirigente
de esa comunidad. Seguramente tenían noticias indirectas uno de otro. Pablo
menciona en contadas ocasiones la figura de Pedro en cartas posteriores. En
1 Cor menciona el “partido de Pedro” (ICor 1,10-3,23), la actividad misione-

1. H. L ietzmann, Petrus und, Paulus in Rom. Liturgische und archäologische Studien (AKG
1), Berlin 19272; O. Cullmann , Petrus. Jünger - Apostel - Märtyrer. Das historische und das teo-
logische Petrusproblem, Zürich 19853. Para una visión de las posturas de los exégetas modernos
véase, Lothar W ehr , Petrus und Paulus - Kontrahenten und Partner. Die beiden Apostel im Spie­
gel des Neuen Testaments, der Apostolischen Väter und früher Zeugnisse ihrer Verehrung (Neutes-
tamentliche Abhandlungen N.F. 30), Aschendorff, Münster 1996, 4-27; Christfried B öttrich,
Petrus. Fischer, Fels und Funktionär (Biblische Gestanten 2), Leipzig, Evangelische Verlagsantalt
2001,262-277.
446 D. ÁLVAREZ CINEIRA

ra de Pedro con su mujer (1 Cor 9,15) y la aparición del Maestro a Pedro


(ICor 15,1-11). Ningún otro escrito neotestamentario relaciona las dos per­
sonalidades. Los escritos y tradiciones posteriores de los siglos II-IV (Padres
de la Iglesia, escritos apócrifos, la tradición y la liturgia), los volverán a rela­
cionar: les atribuyen una actividad misionera y la muerte de ambos en Roma.
Estos escritos tienden a asociar a Pedro y Pablo hasta formar una especie de
entidad simbólica del apostolado total, a ocultar sus diferencias y a hacerlos
columnas apostólicas2 de la Iglesia. Los dos apóstoles no podían ser separa­
dos porque se habían convertido en una sola cosa en la fundación de la Iglesia
de Roma.
La idea que nos intentan transmitir las fuentes es la inseparabilidad de los
dos apóstoles en Roma. ¿Pero fue esto una realidad en vida de los apóstoles
o más bien una creación de la comunidad romana? Después de la expulsión
de los “judíos” por parte del emperador Claudio (Hech 18,2), entre los que se
encontraban Áquila y Priscila, la comunidad de Roma se distancia de la sina­
goga y, por tanto, adquieren más importancia los pagano-cristianos. La carta
a los Romanos es un testimonio indirecto de tal situación. Es decir, se acep­
taría en Roma la estrategia misionera paulina y, con su visita, se convertiría
en una “comunidad filopaulina” según el acuerdo alcanzado en el sínodo de
Jerusalén. No obstante, la tradición ha desbancado, en parte, a Pablo en favor
de la figura petrina. ¿A qué se debió? Es objeto de este artículo intentar
explicar por qué hubo corrientes tempranas “romanas” que resaltaron la figu­
ra de Pedro sobre la de Pablo. En la época en que se redacta la 2 Pedr, Pedro
incluso comenzaba a ganarle terreno a Pablo3. Esta tendencia tiene tal vez
una explicación histórica. Pedro tuvo que tener una relación o relevancia
especial en dicha comunidad, incluso superior a Pablo para llegar a alcanzar
esa posición privilegiada.

1. Los orígenes del cristianismo en Roma

“Todos los caminos conducen a Roma”. Este es un dicho popular, que


ante todo tenía validez en el siglo primero de nuestra era. La capital del impe­
rio, como centro económico, cultural y político de la época, atrajo a muchas
personas de diversas culturas y religiones. El judaismo no fue una excepción.
También el cristianismo primitivo llegó a la capital como grupo judío. La sina-

2. Véase p.e. el epigrama del papa Dámaso (366-384), Epigr. 26: cf. R. Brändle, “Petrus und
Paulus als nova sidéra”, en: Teologische Zeitschrift 27 (1992) 207-215.
3. Saint Pierre dans le Nouveau Testament (Coll Lectio divina 79), Paris 1974,191-192.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 447

goga fue en Roma, como había sucedido también en Grecia, el lugar por
excelencia donde los cristianos llevaron a cabo su labor misionera y el punto
de partida para la formación de la comunidad cristiana. Todo hace suponer
que la comunidad cristiana de Roma tuvo su origen en ambientes y círculos
del judaismo romano. De otro modo no se explicaría la expulsión de algunos
judíos y cristianos en el año 49 mediante el edicto del emperador Claudio oca­
sionado por el conflicto interno, dentro del judaismo romano, entre judíos y
judeocristianos4.
El testimonio literario más antiguo de la presencia de cristianos en Roma
nos lo ofrece Pablo en su la carta a los Romanos (κλητοί Ιησού Χρίστου, Rom
1,6). Esta comunidad existía antes de su llegada y, por tanto, él no la pudo fun­
dar. Es de suponer que ninguno de sus colaboradores la fundó, pues Pablo lo
habría mencionado en la carta5. Una antigua tradición cristiana vincula la
iglesia de Roma con la figura del apóstol Pedro. Éste es el único apóstol que
la tradición cristiana asocia a dicha ciudad e incluso, como después veremos,
en algunas fuentes viene considerado como el primer “episkopos” de Roma
(Ireneo, adv. III 1,1; 3,2; Eusebio, HE II 14,6), aunque no especifican el con­
tenido del término. Esta función la desempeñaría Pedro durante veinticinco
años6. La indicación lucana (Hech 12,17) de que Pedro abandonó Jerusalén a
inicios de los años cuarenta y se fue a otro lugar, alberga la remota posibili­
dad7 de que se trasladara a Roma8. Ciertos autores buscan los orígenes de la

4. Cf. I. Levinskaya, Book ofA cts in its First Century Setting. Vol. 5: The Book ofA cts in Its
Diaspora Setting, Grand Rapids, Mich - Carlisle 1996,167-193.
5. F. Watson, “The Two Roman Congregations: Roman 14:1-15:13”, in: K.R D onfried
(ed.), The Romans Debate, Edinburgh 1991,210s., presupone que Andrónico y Junia (Rom 16,7)
fueron los fundadores del cristianismo en Roma.
6. Jerónimo, De viris illustribus 8; Eusebio, HE 11,14,6; 11,15,2.
7. H. B otermann, Das Judenedikt des Kaisers Claudius, Franz Steiner Verlag, Stuttgart
1996,137-140. Véase J.W. W enham, “Did Peter go to Rome in A.D. 42?”, in: TynB 23 (1972) 94-
102. C.P. Thiede, Geheimakte Petrus. A u f den Spuren des Apostels, Kreuz, Stuttgart 2000, identi­
fica el lugar desconocido de Hech 12,17 con Roma, y justifica este silencio de Lucas: “Lukas, der
noch zu Lebzeiten des Petrus für einen einflussreichen Römer schreibt, hütet sich davor,
Theophilus dadurch in Verlegenheit zu bringen, dass er ihm mitteilt, wohin jener Mann gegan­
gen war, der sich der von den Römern eingesetzten Staatsgewalt durch Flucht entzogen hatte”
(223). En contra de esta interpretación, J. G nilka, Petrus und Rom. Das Petrusbild in den ersten
zwei Jahrhunderten, Herder, Freiburg 2002.
8. Es muy difícil determinar cuándo Pedro pudo llegar a Roma por primera vez. Según
Eusebio, HE II 14,6, sucedió en tiempo del emperador Claudio. En la crónica, Eusebio indica
que seguramente sería en el segundo año del emperador Claudio. Es imposible determinar de
dónde obtuvo esta información. Cf. también Clemente Alejandrino, Strom VI 5,43. R. Pesch,
Petrus 109s, cree que la llegada de Pedro a Roma tuvo que suceder, como muy pronto, en el 55.
La ausencia de su nombre en la lista de saludos de la carta a los romanos se considera, normal­
mente, como un indicio de que Pedro no estaba en Roma cuando Pablo escribió la carta.
448 D. ÁLVAREZ CINEIRA

comunidad cristiana de Roma entre los “romanos” asistentes a Pentecostés


(Hech 2,10). Algunos de esos judíos habrían llevado la nueva fe a la capital
del imperio9. En contra de esta suposición hay que decir, que la expresión oí
έπιδημοΰντες' ρωμαίοι se refiere a judíos que habían vivido anteriormente en
Roma, pero que habían cambiado su residencia a Jerusalén10. Por su parte, U.
Wilckens considera que los primeros cristianos romanos eran miembros del
grupo helenista en torno a Esteban de la sinagoga de los libertini (Hech 6,9),
quienes después de su martirio fueron expulsados de Jerusalén y se traslada­
ron a la capital del imperio11. Algún estudioso ve plausible la hipótesis de que
el cristianismo de corte petrino haya jugado un papel muy importante en los
orígenes de la comunidad cristiana de Roma. Es de suponer que siendo Roma
la capital del imperio, pronto llegaran a ella también misioneros cristianos
portadores de otras tradiciones, y que todas ellas se fueron fusionando poco
a poco12.
Las fuentes son escasas. Es muy improbable que Pedro fuera el fundador
de la(s) comunidad(es) de Roma. Pablo no se habría entrometido en una
comunidad fundada por el mismo Pedro después del acuerdo de Jerusalén
(Gal 2,7), ni por el deseo expreso de no construir sobre cimientos ajenos
(Rom 15,20s). Por tanto, creo que no tiene sentido indagar por el fundador.
Podemos simplemente afirmar que los primeros cristianos conocidos en la
ciudad de Roma son Áquila y Priscila (Hech 18,ls), quienes ya eran cristia­
nos antes de su expulsión de la capital del imperio. Del mismo modo, difícil­
mente podemos indicar cuándo llegó el cristianismo a Roma. Se supone que
ya en tiempo de Tiberio13 o de Calígula14 habían llegado las noticias de la

9. W. B eyschlag, “Das geschichtliche Problem des Rómerbriefs”, in: ThStKr 40 (1867)


627ss, cree que los peregrinos romanos se convirtieron en Jerusalén al jedeocristianismo. Por
tanto, Pedro sería el origen -en Jerusalén, no en R om a- de la comunidad cristiana romana.
10. E.A. Judge - G.S.R. T homas, “The Origin of the Church at Rome: A new Solution”, in:
RTR 25 (1966) 83, consideran que los “romanos” de Hech 2,10 “were so called because of their
distinct civil status, not because they were Romans ethnically or had come from Rome”.
11. U. W ilckens, Rom 1,38.
12. Santiago G uijarro, “La trayectoria y la geografía de la tradición petrina durante los
tres primeros siglos cristianos”, en: R. A guirre M onasterio (ed.), Pedro en la Iglesia primitiva
(Institución San Jerónimo 23), Verbo Divino, Estella 1991, 17-28. Es, pues, un hecho histórica­
mente bastante probable, que explicaría la implantación en Roma desde muy temprano de un
cristianismo más vinculado a sus raíces judías que el de Pablo. .
13. Algunos estudiosos afirman que las primeras noticias de la nueva fe habrían llegado a
Roma viviendo Jesús. Esta hipótesis se apoya en una vieja tradición, pero sin visos de historici­
dad: Ps.-Clementinas, Rec l,7s.; Hom l,7s.; cf. Tertuliano, apol. 5,2. La mayoría de los autores con­
sideran esta información como una invención apologética.
14. Cf. S. A gustín, epist. 102,8, menciona que la “Ley de los judíos” llegó en tiempos de
Calígula desde Siria a Roma. M. Hengel, Zur urchristlichen Geschichtsschreibung, Stuttgart 1979,
91, indica que esta noticia se refiere a la secta cristiana.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 449

muerte y resurrección de Jesús de Nazaret a alguna comunidad judía de


Roma, sin que se pueda precisar por medio de quién y cómo. Del edicto de
Claudio, se concluye que, como muy tarde, en los años 48-49 existió en Roma
un círculo activo de cristianos, cuya postura frente a la sinagoga era proble­
mática. La falta de datos concretos impide una explicación más concreta de la
aparición de las comunidades romanas así como una datación más precisa de
la llegada del cristianismo a Roma. Se puede suponer que los primeros misio­
neros cristianos pisaron suelo romano a comienzos de los años 4015.
Problemático es también el origen de estos primeros misioneros. Dado
que éstos habían llegado a la capital antes que Pablo comenzara su misión en
Europa, hay que concluir, por tanto, que procedían del Oriente Próximo,
donde Jerusalén era el centro del judeocristianismo y Antioquía del pagano-
cristianismo. La decisión de optar por una de esas dos ciudades depende si
consideramos a los primeros cristianos de Roma como paganocristianos16 o
judeocristianos. Los acontecimientos históricos del año 49 (Hech 18,1-2)
dejan entrever, sin embargo, su origen judío. Dado qué los altercados tuvie­
ron lugar en una o más sinagogas, se puede afirmar que los misioneros cris­
tianos eran judeocristianos. Solamente ellos tendrían acceso a las sinagogas.
La expulsión de Priscila y Áquila, dos judeocristianos, confirma la presencia
de este grupo en Roma. Aceptando que existía un contacto permanente entre
el judaismo de Palestina y de Roma (Hech 28), se puede suponer que también
el cristianismo llegó a la capital del imperio desde Palestina17. No se debe
excluir que este cristianismo de Roma sufriera influjos posteriores del cristia­
nismo helenista de Asia Menor o de Grecia.
Los primeros cristianos de origen no judío en Roma procedían de grupos
greco-hablantes que estaban en contacto con el judaismo, es decir, procedían
de los prosélitos o temerosos de Dios que frecuentaban la sinagoga. Éstos se
convirtieron en el principal objetivo de los misioneros cristianos. Además, el
cristianismo constituía para los “temerosos de Dios” una doctrina atrayente

15. Véase H. Lichtenberger, “Josephus und Paulus in Rom. Juden und Christen in Rom
zur Zeit Neros”, en: Koch, D.A. - L ichtenberger, H. (ed.), Begegnung zwischen Christentum
und Judentum in Antike und Mittelalter. FS H. Schreckenberg (SIJD 1), Göttingen 1993,245.
16. W. Schmithals, Römerbrief 67s., cree que los primeros cristianos eran pagano-cristia­
nos procedentes de Antioquía, pues sólo así es comprensible el hecho de que Pablo considerara
en Rom a la comunidad como pagano-cristiana. Excluye, sin embargo, una uniformidad del cris­
tianismo romano, pues el pagano-cristianismo tampoco era uniforme.
17. Vgl. R.E. B rown - J.P. M eier, Antioch and Rome. New Testament Cradles o f Catholic
Christianity, New York - Ramsey 1983, 126: “Roman Christianity came from Jerusalem in the
40s”. E l Ambrosiaster menciona en su comentario sobre la carta a los Romanos (PL 17.48 =
CSEL 81,1,5-6), que los romanos llegaron a la fe en un contexto judío (ritu licet Judaico).
450 D. ÁLVAREZ CINEIRA

dado que les prometía la salvación sin necesidad de circuncisión. El cristia­


nismo romano antes del Edicto de Claudio estaba compuesto de una mayo­
ría de judeocristianos y de una minoría de pagano-cristianos (temerosos de
Dios18). Posiblemente se reunían en algunas casas cristianas. Debido a los
estrechos contactos del cristianismo con el judaismo, es de suponer que la
población cristiana se concentró, ante todo, donde vivían los judíos19. La rápi­
da expansión del cristianismo en Roma se debió al sistema organizativo de las
sinagogas: la multiplicidad de comunidades20, la organización interna demo­
crática y la ausencia de una autoridad central judía facilitó a los misioneros
cristianos la posibilidad de acceder a las sinagogas y ganar adeptos en ellas.
Con la intensificación de la misión en la diáspora después del acuerdo de
Jerusalén, también aumentó la tensión entre la sinagoga y los nuevos misio­
neros. Estos últimos provocaron discusiones teológicas sobre la mesianidad
de Jesús tan acaloradas que empeoraron las relaciones entre los nuevos cris­
tianos y los tradicionales miembros de la comunidad sinagogal, lo que provo­
có una serie de enfréntamientos violentos21. Claudio expulsó de Italia a los
provocadores judíos y cristianos mediante un edicto22. Los pagano-cristianos
seguramente no se vieron afectados por el edicto de Claudio, dado que ellos,
como simples simpatizantes de la sinagoga, no se habrían inmiscuido en las
discusiones internas judías. De todos modos, el edicto de Claudio indica que
a finales de los años 40 estallaron conflictos en Roma a causa de Cristo, que
conllevaron la toma de medidas policiales. Dichos altercados pudieron surgir
sólo si los judeocristianos que habían creído en Jesús, tenían cierta resonan­
cia dentro de las sinagogas. La noticia de la expulsión se expandió rápida­
mente a otras sinagogas romanas. Los judíos vieron en el cristianismo una fac­
tor desestabilizador y un peligro para el judaismo en Roma. Lo más probable
es que reaccionaran prohibiendo la entrada de los cristianos en las sinagogas.
Por eso, es de suponer que las relaciones entre judíos y cristianos en Roma

18. W. Schmithals, Römerbrief 87, n. 243, considera que las medidas imperiales son com­
prensibles sólo si estaban implicados los pagano-cristianos en los altercados.
19. P. L ampe, Die stadtrömischen Christen in den ersten beiden Jahrhunderten. Unter­
suchungen zur Sozialgeschichte (WUNT I I 18), 2..Aufl., Tübingen 1989, 30-52, analiza la distri­
bución y la procedencia social de la población cristiana romana en los dos primeros siglos.
20. De las 13 sinagogas que hubo en Roma, tres o cuatro ya existían en el siglo I d.C. cf. H J.
Leon, Jews 149s.
21. Véase W. W iefel, “Die jüdische Gemeinschaft im antiken Rom und die Anfänge des
römischen Christentums. Bemerkungen zu Anlaß und Zweck des Römerbriefes”, in: Jud. 26
(1970)75.
22. Cf. David Á lvarez Cineira , Die Religionspolitik des Kaisers Claudius und die pauli-
nische Mission (HBH 19), Herder, Freiburg 1999.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 451

fueron bastante tirantes después de la expulsion, si es que no se llegaron a


romper23.

2. Las comunidades cristianas romanas después del edicto de Claudio

El edicto de Claudio tuvo consecuencias importantes para el cristianismo


naciente. La composición del cristianismo romano después del edicto no es
claro. Su uniformidad es bastante improbable24. Más razonable es pensar que
las reacciones cristianas ante el edicto fueron diferentes según el grado de
adhesión al cristianismo. Los judeocristianos que provocaron los altercados y
que debieron abandonar la ciudad, serían acérrimos defensores de la mesia-
nidad de Jesús y partidarios convencidos del cristianismo. Junto a ellos habría
un grupo de judeo- y pagano-cristianos, conocido en las sinagogas como cris­
tiano, pero que no participó en los altercados, por lo que pudo continuar
viviendo en Roma. Su relación con el judaismo, sin embargo, se vería inte­
rrumpida: se separarían o fueron expulsados de la sinagoga y se organizarían
autónomamente. Éstos, que constituirían la mayoría del grupo cristiano en
Roma, se reunirían en casas particulares para evitar represalias y problemas
con los judíos. Otros judíos y temerosos de Dios, que no estaban convencidos
totalmente de la mesianidad de Jesús, continuarían frecuentando asiduamen­
te la sinagoga y solamente mantendrían un contacto esporádico con parientes
o conocidos cristianos. La diferencia entre judíos y judeocristianos no era fácil
de determinar, a no ser que el judeocristiano se diera a conocer como tal. Por
tanto, es comprensible que entre los cristianos romanos existieran algunos
judeocristianos que no quisieran romper totalmente con la forma de vida de
la sinagoga, por lo que continuaron gozando de los privilegios judíos. Otro
grupo de judíos y temerosos de Dios, que antes del edicto mantenían contac­
tos esporádicos con el cristianismo, en vista de la amenazante situación polí­
tica y de las presiones familiares romperían toda relación con el cristianismo.

23. P. Lampe, Christen 9, considera la separación del cristianismo de la sinagoga como una
consecuencia de la expulsión. Cf. también R. B rándle - E.W. Stegemann, “Entstehung” 9.
24. R.E. B rown - J.P. Meier, Antioch 92-127, y P.S. M inear , Obedience 12-17, ven dentro de
la iglesia romana algunos grupos que representan a las diversas tendencias dentro de la Gran
Iglesia (desde los judaístas extremistas hasta los libertinistas). Estos grupos estaban en conflicto
entre ellos. E E B ruce, “The Romans Debate-Continued”, in: Donfried, K.p. (ed.), The Romans
Debate, Edinburgh 1991,186, subraya la variedad y heterogeneidad de las comunidades cristia­
nas romanas “in thought and practice between the firm Jewish retention of the ancestral customs
and Gentile remoteness from these customs, with some Jewish Christians, indeed, found on the
liberal side of the halfway mark between the two extremes and some Gentile Christians on the
‘legalist’ side”.
452 D. ÁLVAREZ CINEIRA

Por tanto, podemos deducir que los cristianos que permanecieron en Roma
después del edicto de Claudio eran judeocristianos25 y pagano-cristianos, los
cuales no se separaron unos de otros, sino que continuaron reuniéndose en
casas privadas26. A partir de entonces, la labor misionera de los cristianos en
las sinagogas romanas fue imposible. De este modo, el campo de misión se
redujo fundamentalmente a ambientes familiares de los paganocristianos.
Éstos llegarían a ser paulatinamente mayoría dentro de la comunidad roma­
na. La organización de los cristianos que permanecieron en Roma después
del edicto hasta la muerte de Claudio no es fácil de determinar porque no
tenemos información al respecto27.
Muerto Claudio (54 d.C), el edicto de expulsión dejó de tener vigor. Los
judíos y judeocristianos expulsados pudieron regresar a Roma. Algunos auto­
res consideran que los judeocristianos que regresaron a Roma28, debido a la
distinta interpretación de la creencia cristiana, constituirían comunidades
separadas de los cristianos que habían permanecido allí con la consiguiente
desestabilización de las comunidades existentes. Sin embargo, esta hipótesis
es improbable dado que los afectados -aunque eran judeocristianos- com­
partían las mismas ideas teológicas de los paganocristianos romanos. Éste era
el caso de la comunidad formada en torno a Áquila y Priscila, así como tam­
bién de las comunidades domésticas mencionadas en Rom 16.

25. Estos judeocristianos desarrollaron posiblemente su propia posición teológica como


consecuencia de la separación de la sinagoga. Su designación como “Judeocristianos” no signifi­
ca que defendieran la misma posición teológica que los judeocristianos de Palestina. R.E. B rown
- J.P. M eier, Antioch 126, consideran el cristianismo romano como “a moderate Jewish/Gentile
Christianity favorable to Peter”.
26. Los problemas reflejados en Rom 14-15 indican la existencia de contactos entre judeo-
y pagano-cristianos dentro de las comunidades domésticas;
27. J.S. Jeffers, Conflict at Rome. Social Order and Hierarchy in Early Christianity, Minnea-
polis 1991, 40, considera que los cristianos tomaron la estructura sinagogal como modelo para la
formación de las comunidades domésticas judeocristianas, pero con la característica de que se
convirtieron en un grupo clandestino, dado que los cristianos ya no estaban bajo la protección de
los privilegios judíos. Se constituyeron como asociaciones libres sin una directa relación con la
sinagoga. Para los pagano-cristianos, J.S. Jeffers propone la tesis de que se habrían organizado
como un colegio funerario (collegia funeraticia). Como tales asociaciones, se podían reunir en
casa de algún miembro o patrón sin levantar las sospechas de los romanos. Sin embargo, no exis­
ten testimonios para esta suposición.
28. Estos autores creen que todos los judeocristianos tuvieron que abandonar la ciudad. H.
Appel, Einleitung in das Neue Testament, Leipzig 1922, 45, presupone el regreso a Roma de la
mayoría de los expulsados, tanto judíos como judeocristianos, por lo que la comunidad cristiana
dejaría de ser pagano-cristiana. Para A.J.M. W edderburn , The Reasonsfor Romans, Edinburgh
1988, 64s., la principal tarea de los pagano-cristianos después del Edicto fue la integración de los
judeocristianos expulsados en las comunidades domésticas.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 453

Los judíos expulsados y que regresaron a Roma, provocaron dificultades


al cristianismo (Rom 12,14.17-21). Estos judíos consideraban a los judeocris-
tianos como responsables de la expulsión. Las tensiones del año 49 volvieron
a estar otra vez en primer plano. Lógicamente, los judíos intentarían aprove­
char las buenas relaciones con la corte imperial (Josefo, AJ XX 195; Vit. 16)
para vengarse de los cristianos. El peligro de una nueva expulsión, en caso de
que los judíos (cristianos) volvieran otra vez a alterar la paz en Roma, se cer­
nía sobre las comunidades judías y cristianas de la capital. Pablo insta a los
cristianos a evitar la venganza y las represalias (Rom 12,17) contra los perse­
guidores judíos, pues ello provocaría un recrudecimiento de la violencia y un
empeoramiento de la situación entre judíos y cristianos. Nuevos altercados en
Roma habrían propiciado medidas más duras que las tomadas por Claudio.
Una confrontación con los judíos y la alteración de la pax romana habría
puesto en peligro la misión del Apóstol en Jerusalén, así como su deseo de
visitar Roma y la supervivencia del cristianismo en la capital. Por eso Pablo
puso tanto empeño en evitar nuevos choques en Roma.

3. El cristianismo de Roma según la carta a los romanos

Cuando escribió la carta, Pablo no había visitado la comunidad, pero


según el cap. 16 conocía a algunos de sus miembros, los cuales habrían traba­
jado con él en Oriente y le habrían informado de la situación de los cristianos
en Roma. Esto se ve p.e. en Rom 14-1529. Un análisis de los pasajes Rom
1,7.8; 6,17s.; 15,14; 16,19 lleva a concluir que el apóstol conocía el grado de
creencia de los cristianos romanos. Por otra parte, la carta presupone que la
misión paulina no era totalmente desconocida en la metrópoli30. Según el
pasaje Rom 3,8 hay indicios para pensar que las comunidades cristianas
romanas habían recibido juicios negativos sobre Pablo.
La carta a los romanos no menciona la “Ekklesia” de Roma o la iglesia
de los romanos31. Tal ausencia hace muy probable que existieran diversas

29. N. Schneider , Schwachen 8-49, concluye en su estudio que Pablo tenía presente a la
hora de componer Rom 14s un conflicto concreto dentro de la comunidad cristiana romana.
Según P. Lampe, Christen 56, dicho conflicto era entre los “débiles” y los “fuertes”. Otros exé-
getas consideran Rom 14-15 como una parénesis general, cf. R.J. K arris, “Romans 14:1-15:13
and the Occassion of Romans”, in: D onfried , K.P. (ed.), Debate 84; E. K ásemann , Rom, 348ss.
30. R.E. B rown - J.P. M eier, Antioch 113.
31. L.A. Jervis, The Purpose o f Romans. A Comparative Letter Structure Investigation
(JSNT.S 55), Sheffield 1989, 82.162s., defiende la idea de que Pablo evitó la mención de Ekklesia
para poder dirigirse a todos los cristianos individualmente en vez de a una o a más comunidades.
454 D. ÁLVAREZ CINEIRA

comunidades (cfr. Rom 16). A pesar de que la posición de Watson de “dos


comunidades romanas” en el sentido de dos posiciones teológicas, pudiera ser
correcta, parece sin embargo que la presuposición de al menos tres (Klauck32)
o incluso ocho comunidades (Lampe33) corresponda más a la realidád del
cristianismo romano. Cuando Pablo compone la carta a los Romanos, las igle­
sias locales estaban formadas principalmente de paganocristianos. De algunos
pasajes de la carta (Rom 1,5.13-15; ll,13.17s.24.28.30s.; 15,15s.l8; 9,3ss.) con­
cluye W. Schmithals34: “Está fuera de toda duda que los cristianos romanos a
los que Pablo escribe, según la opinión de Pablo, son paganocristianos”.
Pablo se dirige expresamente en la carta a los έθνεσιν. Pasajes como Rom
ll,24s., unido a Rom ll,30.28.17s., muestra que έθνη se usa para indicar el
grupo étnico de los cristianos romanos y designa su procedencia del paganis­
mo. Sin embargo, el contenido de la carta presupone también destinatarios
judeocristianos (9,24), así como el tema de los fuertes y los débiles en Rom
15s., que gira en torno a la cuestión de la observancia judía de la ley35. Pablo
da por supuesto que los lectores tienen un buen conocimiento del AT (Rom
7,1.4; 2,17; 4,1). Habla en Rom 4,1 de Abraham, “nuestro” predecesor según
la carne. Por tanto, parece que la carta a los romanos contiene una contradic­
ción interna: mientras que el tratamiento directo del apóstol se refiere a paga­
nocristianos, la argumentación paulina presupone un público judeocristiano.
Se han presentado varios intentos de solución: Estos paganocristianos eran
los simpatizantes o temerosos de Dios, por tanto conocedores del AT. O tal
vez habría que suponer que la carta se dirige tanto a judeocristianos como a
paganocristianos con el objetivo de reconciliar a los dos grupos (los fuertes y
los débiles)36, tal y como muchos investigadores concluyen de Rom 14s37. N.
Schneider considera a los “débiles” como una minoría judeocristiana dis-

32. H.-J. K lauck, Hausgemeinde 26ss.


33. P. Lampe, “The Román Christians of Romans 16”, in: D onfried , K.P. (ed.), The Romans
Debate, Edinburgh 1991,230, piensa que habría ocho comunidades: “The number grew to at least
eight when Paul himself started to assemble Christians in his Román rented lodging (Acts 28:
30-31)”.
34. W. Schmithals, Rómerbrief 11. Sobre la problemática de la composición de la comuni­
dad véanse las pp. 24-63.
35. Característico para los débiles en Rom 14 es la observancia de las prescripciones ali­
menticias (Rom 14,2.15.20s.), así como de algunos días concretos (Rom 14,5), que podrían ser el
sábado y las fiestas judías.
36. F. Watson, “Congregations” 206, presupone para Roma dos comunidades separadas
que estaban en “mutual hostility and suspicion over the question of the law”.
37. El porcentaje exacto de los dos grupos no es posible darlo, pero P. Lampe presupone
que el 15% serían judeocristianos y el resto paganocristianos, cfr. P. L ampe, “Christians” 225;
Christen 57.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 455

puesta a un compromiso38, que sólo exigían para ellos unas mínimas exigen­
cias legales. Esto no significa que todos los judeocristianos fueran “débiles en
la fe”. Los “fuertes” son identificados como pagano-cristianos39 liberales.
Varios exégetas, U. Wilckens40, R.E. Brown, D. Zeller y G. Strecker, sin em­
bargo, evitan hablar de tal antagonismo étnico en Roma. Presuponen otros
problemas: diversidad de costumbres, éticas y mentalidades.
Otro tema son los agitadores de Rom 16,17-20, quienes presumiblemen­
te intentaran una re-evangelización judeocristiana41. Pero no se puede hablar
de una misión directa contra Pablo, dado que todavía no había predicado en
Roma, sino más bien de una incipiente misión42 contra la evangelización pau­
lina de la comunidad romana realizada por sus colaboradores.
Los judeocristianos constituían una minoría dentro de la comunidad cris­
tiana. Los que eran conocidos como tales, serían mal vistos por los judíos y
considerados como traidores de la fe. Por eso estaban más o menos excluidos
de las sinagogas romanas.

4. Los hermanos según Hechos de los Apóstoles

Junto a la información de la carta a los romanos, Lucas menciona en


Hechos la existencia de cristianos (αδελφοί) en dos ciudades de Italia antes de
la llegada de Pablo a la capital del imperio: en Pozzuoli (Hech 28,13s) e indi­
rectamente en Roma (Hech 18,2; 28,15: κάκειθεν, es decir, desde Ro­
ma). Sin embargo, la presentación de la llegada y residencia de Pablo en estas
ciudades es históricamente muy discutible y controvertida. En el puerto
(Pozzuoli) se encuentra el apóstol con los cristianos de la ciudad y acepta la
invitación de quedarse siete días con ellos, como si Pablo fuera un hombre
libre43. En el versículo 15, Lucas menciona que la comunidad cristiana de

38. N. S chneider, Die “Schwachen” in der christlichen Gemeinde Roms. Eine historisch-exe­
getische Untersuchung zu Röm 14,1-15,13, Diss. Wuppertal 1989, 123.
39. Para W. Schmithals, Römerbrief 103ss., tanto los “fuertes” como los “débiles” son pa-
ganocristianos.
40. U. W ilckens, Röm Bd. 1,40.
41. Algunos estudiosos consideran que Rom 16,17s se refiere a los judaístas como enemigos
paulinos: A. Suhl, Paulus 282; U. W ilckens, Röm Bd. 3,145; D. Z eller, Röm 249.
42. M. K ettunen , Der Abfassungszweck des Römerbriefes (AASF.DHL 17), Helsinki 1979,
70s.
43. Es imposible pensar que el centurión estuviera dispuesto a esperar una semana a Pablo,
cuando ya estaba tan cerca de su destino. E. H aenchen, Apg 642, ofrece una explicación con­
vincente: “Lukas hat... V. 14a eingeschoben, damit während dieser Woche die Ankunft des
Paulus den römischen Christen gemeldet werden konnte”. Contrario se muestra B. Rapske, Book
273-276.
456 D. ÁLVAREZ CINEIRA

Roma envió dos delegaciones44 a su encuentro hasta el Foro Apio (a 65 km


de Roma) y Tres Tabernas (48 km). Este recibimiento, que se podría compa­
rar con una recepción de un alto diplomático45, tiene todos los visos de ser
redaccional. Ésta es la única mención de los cristianos de Roma en la narra­
ción lucana. Desaparecen de la escena para que Pablo pueda aparecer como
el primer misionero en Roma.
Otra tradición que Lucas usa, contiene algunas indicaciones sobre el
encarcelamiento de Pablo en Roma (Hech 28,16b.30). Lucas coloca dos dis­
cursos de Pablo ante las autoridades de los judíos46. Estos discursos y el
encuentro con los judíos son considerados entre los exégetas como una crea­
ción lucana47. Con el marco redaccional, Lucas quiere dejar traslucir que la
predicación del cristianismo en la metrópoli había sido reconocida por el esta­
do: un funcionario estatal (un soldado48, cf. Hech 28,16.30) había estado pre­
sente desde el inicio hasta el final de la misión del apóstol en Roma. Pablo,
por tanto, no constituye un peligro para el imperio. El redactor presupone
que los judíos de Roma no conocían todavía el mensaje cristiano, sin embar­
go querían informarse. Históricamente es muy improbable que los dirigentes
de la comunidad judía (του ς όντας των Ιουδαίων πρώτους49) aceptaran sin más

44. Hay dos posibles motivos para el envío de dos delegaciones distintas: a) La comunidad
romana estaba divida y las dos delegaciones representaban a los dos grupos existentes en la
comunidad, es decir, los “fuertes” y los “débiles”, b) Según C.K. B arrett, “E nd” 546, un grupo
se componía de gente joven y el otro estaba formado por “the more sedentary members of the
Roman church”.
45. C.K. B arrett, “The End of Acts”, in: Lichtenberger, H. (ed.), Geschichte - Tradition -
Reflexion. Bd. 3: Frühes Christentum, Tübingen 1996, 546, designa la escena como una “triump­
hal procession”.
46. Sobre la estructura narrativa de estos versículos cf. H.J. H auser , Strukturen der
Abschlusserzählung der Apostelgeschichte (Apg 28,16-31) (AnBib 86), Roma 1979; J. Z mijewski,
A pg 880-882, ve en la narración de las tractativas entre Pablo y los judíos (17a.17b.19.20a.21.
22a.23a) elementos de la tradición.
47. G. Lüdemann, Das frühe Christentum nach den Traditionen der Apostelgeschichte. Ein
Kommentar, Göttingen 1987, 273s., considera Hech 28,17-28 como “in toto lukanisch”, tanto a ni­
vel de contenido como lingüístico. Cf. J. Murphy- 0 ’Connor, Paul. A Critical Life, Oxford 1996,354.
48. La custodia custodia militaris se componía de al menos dos soldados romanos. Sobre la
prisión de Pablo en Roma véase el amplio estudio de B. R apske, Book 227-242, quien parte sin
embargo de la historicidad de los acontecimientos narrados en Hechos. Según este autor, Pablo
fue custodiado por “a regular soldier and a solitary one” (p. 181); cf. M.-E. R osenblatt, Paul the
Accused: His Portrait in the Acts o f the Apostles (Zacchaeus Studies: NT), Collegeville,
Minnesota 1995, cap. 4. Sobre las distintas formas de custodia cf. EH. H itzig, “Custodia”, in:
PRE IV 2 (1901) 1896-1899; B. R apske, Book 243-281.369-392; cf. R J. Cassidy, Paul in Chains.
Roman Imprisionment and the letters o f St. Paul, New York, Crossroad 2001.
49. No es claro quiénes eran estos dirigentes judíos. Según H.W. Tajra, The Trial o f Paul
(W U N T II35), Tübingen 1989,184, serían “Presbyters, Archontes, Scribes and other leading men
of the synagogues...”.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 457

la invitación de un desconocido y presunto malhechor. Ello les habría hecho


sospechosos ante las autoridades romanas. Del mismo modo es incomprensi­
ble la respuesta de los judíos: “No hemos recibido de Judea ninguna carta que
nos hable de ti, ni ninguno de los hermanos llegados aquí nos ha referido o
hablado nada malo de ti” (Hech 28,21). Los judíos parecen desconocer el
grupo de los cristianos, lo cual es imposible según la información de Hech 18,2
y Rom 12. No podían haber olvidado tan pronto el edicto de Claudio, pues
estaba reciente en el tiempo. Asimismo, es incomprensible que si Pablo fue
acusado en Jerusalén y Cesárea por el Sanedrín, éste no hubiera buscado la
ayuda de los judíos romanos para que intentaran influir en la corte imperial.
Algún autor intenta solucionar esta dificultad diciendo que el informe judío
sobre Pablo habría sido enviado a Roma, pero que en ese momento todavía
no había llegado a la capital por las dificultades del viaje durante el invier­
no50. La discusión de Pablo con los judíos es una construcción lucana, como
indica Hech 28,28. ¿Por qué debía anunciar Pablo a los paganos la gracia de
Dios, si un grupo de judíos se había convencido mediante sus palabras?
Difícilmente podría esperar el apóstol que se hubieran convertido todos los
judíos después de un solo día de actividad misionera. Todo ello nos indica que
la narración de la misión paulina en la capital está estructurada según un
esquema de pensamiento típicamente lucano51 y no sigue históricamente la
sucesión de los acontecimientos.
Se presupone que Pablo permaneció en cárcel preventiva en Roma (cus­
todia carceris o custodia libera et aperta et in usum hominis instituta52) hasta la
reapertura del proceso y del enjuiciamiento. Aunque Lucas sabía bien lo que
había sucedido a Pablo, no informa nada de su proceso53. Tampoco se men­
ciona para nada la muerte de Pablo. Posiblemente el autor silencia la conde­
na del apóstol por motivos apologéticos {apología pro imperio para su igle­
sia54), dado que él abogaba por una buena relación de la comunidad cristiana

50. F.F. B ruce , Acts 539.


51. B. P rete , “Arrivo” 151.
52. Hech 28,16: Pablo vive junto con el soldado que le custodia. Una versión occidental
(614.2147 pe it sy^1**) añade· εξω τής παρεμβολής, es decir, extra castra.
53. Varios estudiosos concluyen de la indicación Καίσαρί σε δει παραστήναι (Hech 27,24)
que Lucas sabía que Pablo había sido presentado ante el emperador. A.N. S herw in -W hite,
Society 108-112, investiga el sistema judicial de Nerón y llega a la conclusión de que este empe­
rador rara vez se dedicaba a las cuestiones judiciales, por lo que es de suponer que el caso de
Pablo no fue tratado por el emperador, sino por un representante.
54. P.W. W alaskay , “A nd so we carne to Rome”. The Political Perspective o f St. Luke
(MSSNTS 49), Cambridge 1983, 64. G. G uttenberger , “Ist der Tod der Apostel der Rede nicht
wert? Vorstellungen von Tod und Sterben in den lukanische Acta”, en: F.W. H o rn (ed.), Das
Ende des Paulus. Historische, theologische und literaturgeschichtliche Aspekte (BZAW 106), De
458 D. ÁLVAREZ CINEIRA

con el estado romano. H.W. Tajra55 resume con estas palabras el objetivo polí­
tico y apologético de la obra lucana:
“Luke... stressed to his readers that Rome did not view nascent Christianity as
an illicit or subversive movement, intrinsically hostile to the state and its ruler
and actively bent on subverting or overthrowing the Principate. He constantly
represents the Christians as loyal and apolitical subjects of the Emperor and
their communities as politically unthreatening (apologia pro ecclesia). Luke...
directs his reader’s attention to the Roman authorities’ benevolence towards the
Church and to the political stability and peace which the Principate provided
and which allowed the Christian mission to progress with such rapid strides
(apologia pro imperio)”.
Sobre el final de la vida de Pablo solo se puede especular. El texto de
Hechos de los Apóstoles permanece abierto56 y, por tanto, no se puede afir­
mar con rotundidad que Pablo fuera condenado a muerte inmediatamente
después de su presidio57. Por ello, se han presentado diversas hipótesis58.
Según algunas tradiciones cristianas (1 Clem 5,5-7; ITim 6,13; MPol 1,1;
19.21s.59) se presupone que Pablo murió en Roma. 1 Clem 5,4-7 (95-97 d.C)
escribe:

Gruyter, Berlin 2001, 304s., considera el final abierto de Hechos como el planteamiento de una
disyuntiva a las autoridades romanas del tiempo de Lucas de convertirse en instrumento de Dios
para la salvación o, por el contrario, en enemigos de Dios, como había sucedido al Sanedrín de
Jerusalén o a Herodes Agripa I.
55. H.W. Tajra , The Martyrdom ofSt. Paul. Historical and Judicial Context, Traditions and
Legends (WUNT II 67), Tübingen 1994, 38. Varias leyendas sobre el martirio del apóstol pre­
sentan el juicio ante Nerón y la muerte de Pablo, cf. Μαρτύρων του άγίου’ Αποστόλου Παύλου ο
Passio Pauli Fragmentum.
56. El final abierto de Hechos es considerado por algunos exégetas como una figura retóri­
ca, típica en la literatura greco-romana. D. M arguerat, “Énigme” 1-21, denomina esta figura
como “la suspension narrative” (p. 1). J. D upont, “Conclusion” 457-511, esp. 483-511, ofrece un
estudio clásico sobre el final de Hechos.
57. A.N. Sherwin-White, Society 119, C.K. Barrett, “End” 546, y J. MuRPHY-O’CoNNOr,
Paul 355, consideran la posibilidad de que Pablo fuera puesto en libertad gracias a la dementia impe­
rial.
58. Véase R. P esch, A pg Bd. 2,311s. C.K. B arrett, “End” 548, considera posible la libera­
ción del apóstol. De los pasajes 2 Tim 4,16 y 1 Clem 5,5 concluye este autor (p. 550), que Pablo
fue abandonado por los cristianos romanos: “Luke did not see fit to tell the story of it. Paul’s rela­
tion with the Roman church may have been stormy and in the end non-existent”. Cf. también J.
M urphy-O’C onnor, Paul 360s.369s.
59 . Cf. Ignacio, Eph 12; P olicarpo, Phil 9. Otros testimonios de los Padres en H.W.
Tajra, The Martyrdom 172-194.
60. Según A. L indemann , Paulus 76, los conceptos ζήλος και ερις fueron “vom Vf aus der
aktuellen Absicht heraus gewählt worden”. J. R oloff, A pg 372, entiende estas intrigas y rivali-
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 459

“Pablo, que, también a consecuencia de la envidia y la discordia60, puso de


manifiesto el premio que le está reservado a la constancia. Cargado siete veces
de cadenas, exiliado, lapidado y constituido en heraldo en Oriente y Occidente,
recibió la esplendorosa fama a que su fe le hizo acreedor. Tras haber enseñado
la justicia al mundo entero y haber llegado a los extremos de Occidente61, dio
testimonio ante los gobernantes (μαρτυρήσας έπι' των ηγουμένων); así fue como
abandonó el mundo y marchó a la morada de santidad, modelo ilustre de cons­
tancia”62.

Se ha visto en este texto una alusión al martiro de Pablo. Sin embargo, esa
hipótesis es discutible como posteriormente evidenciaremos al tratar el marti­
rio de Pedro63. 2 Tim se presenta como una carta desde la prisión de Roma, en
la que se presupone el aislamiento de Pablo y su martirio (2 Tim 1,15; 4,6-8):
“En mi primera defensa, nadie salió a mi favor”. No obstante, no es elaro si se
refiere al proceso en Jerusalén-Cesarea o al primer interrogatorio en Roma64.
Estos son los principales testimonios pertenecientes a finales del siglo I. En los
siguientes decenios no existe un desarrollo constatable de la tradición. Ignacio,
Rom 4,3 parece conocer la tradición del martirio de Pablo, pero no menciona
ningún detalle. Del mismo modo, Policarpo, Phil 9 insinúa la tradición del mar­
tirio. Obtenemos nueva información a partir de la segunda mitad del siglo II
con los Hechos de Pablo65, los cuales narran claramente su martirio.

dades como conflictos entre los miembros de las comunidades cristianas. Para L. W ehr, Petrus
300, muchas de las indicaciones de 1 Clem están acomodadas a la finalidad de la argumentación
y no puede “für die historische Rückfrage fruchtbar gemacht werden. So darf man auch nicht
hinter ζήλος (1 Clem 5,4) bzw. ζήλος και έρις (1 Clem 5,2.5) bestimmte historische Ereignisse aus
dem Leben der Apostel suchen”.
61. Se cuestiona si ICIem se refiere al viaje de Pablo a España (Rom 15,24.28; A. Petr. C.
Sim. 1; Canon Muratori). El “extremo Occidente” podría referirse a Roma cf. A. Lindemann,
Paulus 78s. No es seguro, según L. W ehr , Petrus 300, que se pueda concluir de las indicaciones
de ICIem que los dos apóstoles murieron en Roma.
62. A. L indemann , Die Clemensbriefe 39: No se puede afirmar con seguridad si esos “gober­
nantes” se refieren a las autoridades ciudadanas, las cuales conocemos de la presentación lucana
de Hechos, o si el autor de 1 Clem entiende con ello el tribunal imperial. “Das Bild ist ja stilisiert,
wenn auch nicht ohne Anhalt an der überlieferten Biographie des Paulus. Danach (ούτως) schied
Paulus aus der Welt; von einem gewaltsamen Tod ist nichts gesagt (s. aber 5,2; es ist von daher
fraglich, ob der Vf wirklich aus politischen Gründen auf das Martyrium nicht eingeht”. (39)
63. Muy crítico se muestra A. Lindemann , Paulus 79: “Hinter 1 Clem 5,5-7 steht keinerlei
authentische Detailkenntnis der Biographie des Paulus... Kenntnis der paulinischen Briefe ist an
dieser Stelle ebensowenig sichtbar wie Kenntnis der (Traditionen der) Apg”.
64. R. Pesch, Apg Bd. 2,313.
65. La primera mención sobre los Hechos de Pablo se encuentra en Tertuliano (200 d.C.)
quien los considera como una falsificación (de bapt 17). Por el contrario, Hipólito, Dan III 29,4 y
Orígenes, princ 1 2,3; comm in Joh XX 12 conocen y utilizan dicha obra.
66. Véase la crítica en Harry W. Tajra , The Martyrdom 101.
460 D. ALVAREZ CINEIRA

La tradición de que los dos apóstoles, Pedro y Pablo, sufrieron prisión (en
el Foro Romano, Mamertinum66) y murieron en Roma como mártires se ha
puesto desde hace tiempo en duda y ha sido muy discutida. L. Wehr resume
los resultados de la historia de la investigación sobre este tema de la siguien­
te forma: “Heute dürfte die Frage insofern geklärt sein, als sich zwar nicht
zwingend nachweisen läßt, daß beide in Rom starben, daß aber die Wahrs­
cheinlichkeit dafür spricht”67.
Hay autores que se apoyan en un pasaje de Eusebio para afirmar que
Pablo estuvo encarcelado dos veces en Roma68: La primera se refiere a la
apelación “appello ad Caesarem” y habría concluido con que los cargos pre­
sentados contra Pablo no fueron defendidos por ningún demandante del
sanedrín, dado que éstos no comparecieron ante el tribunal69 (cf. Hech 28,21);
después de su puesta en libertad, Pablo continuaría misionando en occidente
(España). La segunda encarcelación en Roma se debería a la acusación cri­
men laesae maiestatis. Contra la historicidad de esta indicación se aduce que
Eusebio habría sacado la conclusión erróneamente de Hech, Filip 2,24 y de 1
Clem.
El canon de Muratori 35-39 (250 d.C) menciona el viaje de Pablo a
España (usque ad ultimum terrae), pero no su muerte. Eusebio, HE II 22,1-8;
25,5s.; III 1,3 narra el final de la vida de Pablo, pero no dispone de más infor­
mación que nosotros. Esto indicaría que el silencio de las fuentes no se debe
a una casualidad de la tradición, sino que corresponde a la situación real de
las fuentes: o no existía ninguna información sobre el final de Pablo o los tra-
dentes cristianos tenían sus motivos para no transmitir dicha información.
Oscar Cullman formuló una hipótesis donde propone identificar a los
acusadores de Pablo como miembros de la comunidad cristiana romana70.
Este autor subraya el silencio sobre la muerte de los apóstoles, Pedro y Pablo,
tanto en Lucas (Hech 28) y en Clemente de Roma (EpCor 5), interrogándo­
se por los motivos de dicho silencio. Tras examinar las evidencias lingüísticas
del uso de los términos “envidia” y “discordia” (ζήλος, ερις, φθόνος) en lClem

67. L. W ehr , Petrus 357. Vgl. P. Lampe, Christen 83.


68. Cf. F. Pfister, “Die zweimalige römische Gefangenschaft und die spanische Reise des
Apostels Paulus und der Schluß der Apostelgeschichte”, in: Z N W 14 (1913) 216-221; H.W. Tajra,
Martyrdom 73-117; J. M urphy-O’Connor, Paul 359-363.
69. Por el contrario, F.F. B ruce , Acts 541s., afirma que la no comparecencia del demandan­
te ante el tribunal “would not inevitably lead to thè discharge of thè défendant”. Ampliamente
sobre el tema A.N. Sherwin-W hite , Society 112-116.
70. Esta teoría fue presentada en un artículo “Les causes de la mort de Pierre et de Paul
d ’après le témoignage de Clément Romain”, en: RHPR 10 (1930) y en su libro Petrus. Jünger -
Apostel - Märtyrer, 2. Aufl., Zwingli Verlag, Zürich - Stuttgart 1960, 87ss.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 461

y las evidencias literarias, Cullmann llega a esta conclusión: Pedro y Pablo


murieron víctimas de los mismos cristianos. Con ello no pretende decir que
fueron martirizados por sus propios correligionarios, sino que las autoridades
romanas intervinieron contra ellos por la actitud o denuncia de algunos cris­
tianos romanos, del mismo modo que Moisés tuvo que huir del rey de Egipto
debido a la envidia de un “compatriota”. La envidia de la que habla Clemente
no se explica con más detalle y no podemos decir con exactitud en qué con­
sistió. Pero en cualquier caso, parece ser que fue la envidia de los cristianos y
no la de las autoridades romanas la que causó la muerte de los apóstoles. Las
autoridades romanas no tenían motivos en ese tiempo para tener envidia de
un grupo insignificante. Cullmann cree que hubo en Roma una disputa tan
violenta entre cristianos que atrajo la atención de las autoridades romanas.
Éstas intervinieron y mataron a los dos líderes. Así explicaría el silencio deli­
berado de Lucas y Clemente para evitar recordar este acontecimiento trági­
co y penoso de la historia de la iglesia romana.
Este silencio sobre la muerte de los dos apóstoles originó que los escrito­
res cristianos posteriores carecieran de información. Así se explica, concluye
Cullmann, el hecho de que tengamos tan pocos testimonios del martirio en la
literatura cristiana: sin lugar a dudas, se intentó silenciar las penosas circuns­
tancias en que había sucedido la muerte de Pablo. La actitud de los cristianos,
que causaron la muerte de otros cristianos, no era muy edificante para el resto
de la comunidad. Por eso el final abrupto de los Hechos. La hipótesis de
Cullmann, tan atractiva a primera vista, tiene sus puntos discutibles como han
demostrados varios críticos71.
Pronto se creó la leyenda sobre la decapitación del apóstol (Martyrium
tou Hagiou Apostolou Paulou y la Passio Pauli Fragmentum), así como la tra­
dición apócrifa (Acta Pauli), que constituyó la clave fundamental para el
desarrollo posterior de la tradición paulina72: apócrifa, patrística e iconográ­
fica. Los acontecimientos históricos de la muerte de Pablo fueron eclipsados
y oscurecidos en este proceso dinámico de imaginación narrativa. Destaca el
hecho de que Pedro está totalmente desconectado del ministerio de Pablo en
Roma. Las fuentes máws antiguas parecen desconocer el ministerio común de
Pedro y Pablo y su martirio conjunto en Roma.

71. Crítica en H.W. Tajra , Martyrdom 81-84; Otto K arrer , Peter and the Church. A n
Examination o f Cullmann’s Thesis (QD 8), 3. Aufl., Herder and Herder - Burns & Aother Limi­
ted, New York - London 1970.
72. Para la literatura cristiana apócrifa posterior (Pseudo-Marcellus, Acta Petri et Pauli [la
cual no relaciona a los apóstoles en Roma], Passio Apostolorum Petri et Pauli, Historiae Apos-
tolicae de Pseudo-Abdías) véase H.W. Tajra , Martyrdom 143-165.
462 D. ÁLVAREZ CINEIRA

Si tomamos en consideración las noticias contenidas en Hech 21,27-28,31,


tenemos que afirmar que la presentación lucana tiene poco de histórico. En
otro trabajo73 ya he analizado y criticado la presentación apologética que
hace Lucas de Pablo, cuestionando la supuesta ciudadanía romana mencio­
nada únicamente en Hechos: su ciudadanía romana no concuerda con la
información transmitida por el propio Pablo sobre su vida, sino que sería más
bien una invención literaria lucana por motivos apologéticos. Históricamente
podemos afirmar y aceptar un viaje de Pablo desde Jerusalén o Cesárea hasta
Roma. Sin embargo, las circunstancias del viaje nos son desconocidas, pues el
traslado que hace Lucas es históricamente imposible. Considero más proba­
ble que Pablo llegó a Roma como hombre libre. Su predicación en Roma y el
encuentro con los dirigentes judíos son, según la narración lucana, poco creí­
bles. Los judíos romanos afirman que ellos no han recibido de Judea ninguna
carta que hable de Pablo y nadie de los hermanos judíos llegados a Roma les
habían informado o referido algo malo sobre el apóstol (Hech 28,21). Los
contactos constantes entre los judíos de Roma y Jerusalén hace improbable
ese desconocimiento de los judíos romanos, porque el apóstol ya había teni­
do diversos altercados con los judíos en la diáspora. Según el texto de Rom
15,32, es de suponer que Pablo entró en contacto con los cristianos de Roma.
Sólo podemos imaginar que el apóstol tendría alguna dificultad con las auto­
ridades civiles, por lo que fue apresado y condenado. Pero nos es desconoci­
do el motivo de la condena: posiblemente surgieron conflictos y envidias
entre los judeocristianos y el apóstol o entre los judíos y Pablo. Todas estas
cuestiones sobre el final de su vida no pueden ser respondidas por la escasez
de información.
Vista la relación de Pablo con Roma, analizaremos ahora la vinculación
que tuvo Pedro con la comunidad cristiana de la metrópoli imperial.

5. Pedro y la comunidad romana

Si Pedro no fue el fundador de la comunidad romana, ¿por qué llegó a ser


la figura central? Tuvo que tener una relación especial con Roma, de otra
forma no se explica tal relevancia. Por eso tenemos que dilucidar si efectiva­
mente Pedro vivió en Roma los últimos años de su vida y murió allí. Este
aspecto de la vida de Pedro ha estado siempre en estrecha conexión con el
tema controvertido de la primacía petrina.

73. D. Á lvarez Cineira , “Pablo, ¿un ciudadano romano?”, en: EstAg 33 (1998) 455-486.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 463

El NT no aporta indicación alguna sobre la estancia de Pedro en la capi­


tal del imperio. Pedro desaparece del relato de Hechos después del concilio
de Jerusalén. El silencio del NT, en particular la epístola a los Romanos y
Hechos, no es concluyente para afirmar o negar la tradición de que Pedro
vivió en Roma, excepto para el presupuesto que si estuvo alguna vez allí, no
estaba en esa ciudad cuando Pablo escribió su carta a los Romanos. Tampoco
se puede argumentar nada desde Gal 2. En 1 Pet 5,13, escrita a finales del
siglo I, encontramos el primer testimonio fiable de la tradición de que Pedro
visitó Roma. Este postulado también pudiera ser apoyado por el testimonio
de Ignacio, Rom 4,3 (c. 110 d.C.), y posiblemente por un fragmento de Papías
(150 d.C) conservado en Eusebio. Otras indicaciones aparecen en 1 Clem 5
(96 d.C.) y en Dionisio de Corinto. En torno al año 170, en la carta de
Dionisio de Corinto a Soterio, obispo de Roma, Pedro y Pablo aparecen aso­
ciados. Dionisio74 quiere subrayar que la iglesia de Roma no es la única fun­
dada por los apóstoles. Eusebio de Cesárea transcribirá esta carta: “Porque
Pedro y Pablo plantaron en nuestra Corinto y nos instruyeron de modo seme­
jante; y también de modo semejante, tras haber enseñado juntos en Italia, die­
ron testimonio al mismo tiempo” (HE II 25,8).
Más información se puede obtener de las listas de obispos romanos. Sin
embargo, éstas no aparecieron antes del tiempo de Hegesipo (c. 150 d.C.). De
las listas no se puede determinar con seguridad el papel que desempeña
Pedro en la vida de la comunidad. Los críticos suponen que la indicación
según la cual Pedro habría sido obispo de Roma durante 25 años proviene de
la imaginación o es fruto de una confusión. Dicha tradición no aparece antes
de la mitad del siglo II. La celebración litúrgica (18 de enero y 22 febrero),
que se refiere a la asunción de la cátedra episcopal de Pedro, aparece por pri­
mera vez en la primera mitad del siglo IV. Por tanto, los testimonios más anti­
guos del siglo II no indican que Pedro fuera obispo. Será, sin embargo, a prin­
cipios del siglo III, cuando las “suposiciones” de la tradición se transformen
en “hechos” de historia. Las indicaciones conservadas en Clemente, Tertu­
liano, Hipólito y en el material apócrifo y litúrgico se consideran como fuen­
tes dependientes de la tradición que evidencian más bien el desarrollo que
sufrió ésta. Así, en la segunda mitad del II se consolida la tradición de la pre­
dicación de Pedro en Roma, especialmente en las leyendas populares sobre el
apóstol. El ejemplo del NT para tal actividad fue encontrado en la confron­
tación con Simón Mago (Hech 8,9-25; cf. HechPe).

74. C.P. T hiede , Geheimakte 230s, subraya la fiabilidad de dicha información, afirmando
que Pedro misionó antes que Pablo tanto en Corinto como en Roma, afirmando incluso: “Rom
war das Gebiet des Petrus, nicht das des Paulus”.
464 D. ÁLVAREZ CINEIRA

¿Qué se puede decir de la tradición referente a la estancia de Pedro en


Roma? Los estudiosos prácticamente afirman unánimemente que Pedro visi­
tó Roma. Seguramente la obra más influyente con esta visión ha sido la de O.
Cullmann. Pero también ha habido una minoría de autores que afirman lo
contrario: las fuentes no apoyan la visión tradicional. H. Koch, H. Dannen-
bauer, J. Haller y sobre todo K. Heussi, pusieron en tela de juicio la estancia
y la muerte de Pedro en Roma. El punto de partida para la reflexión de K.
Heussi es la afirmación de que Gal 2,6 presupone ya la muerte de Pedro (en
torno al 55-56 d.C), por lo que toda la tradición de Pedro en Roma sería una
“pura leyenda”, dado que de los lugares clásicos usados para afirmar su muer­
te en Roma (1 Clem 5; Ign, Rom 4s; 1 Pet 5,13; Jn 21,18) no se concluye nece­
sariamente esa suposición. Todo fue una creación de la comunidad romana
dada la importancia que adquiría Pedro en el cristianismo75. Esta teoría no ha
tenido seguidores y ha sido criticada duramente76. Más recientemente J.M.
Michaels77 ha vuelto a revivir la idea de que Pedro pudiera haber muerto de
muerte natural a finales del siglo I, aunque no niega que este apóstol hubiera
ido a Roma y que muriera probablemente allí.
Se puede aceptar, por tanto, que Pedro visitó Roma. Esta tradición es
muy antigua y muy variada como para presuponer su total invención. Pero no
se sabe cuándo vino a Roma, ni el tiempo de su estancia, ni la función de lide­
razgo que ejerció en esa comunidad78.
Pero no sólo se afirma la estancia de Pedro en Roma, sino que la patrís­
tica y los estudios modernos han defendido la opinión tradicional según la
cual Pedro fue crucificado en Roma durante el reinado de Nerón (entre el 64-
67). Sólo las fuentes más tardías y menos fiables se preocupan del lugar de la
crucifixión. Parece que hay un acuerdo general en estas fuentes, dado que
coinciden en indicar que su crucifixión tuvo lugar cerca del Vaticano. Este
dato topográfico puede ser fiable o derivar de la tradición según la cual Pedro
murió en la gran persecución descrita por Tácito, llevada a cabo en las cerca-

75. War Petrus in Rom?, Gotha 1936; War Petrus wirklich römischer Märtyrer?, Leipzig 1937;
Die römische Petrustradition in kritischer Sicht, J.C.B. Mohr & Paul Siebeck, Tübingen 1954, 56:
“Daß tatsächlich von den Aposteln nur Paulus in Rom gewesen sein sollte, wäre für die Römer
auf die Dauer ein schwer erträglicher Gedanke gewesen, denn Paulus gehörte eben doch nicht
zu den nächsten Jüngern Jesu. Um so weniger vermochte man in Rom auf Petrus zu verzichten,
als dessen Ansehen ständig wuchs und er in der Phantasie der Christen zum Weltapostel empors­
tieg, zum mystischen Hauptrepräsentanten des Apostolats”.
76. Cf. O. Cullmann , Petrus 104s.
77. J.M. M ichaels, 1 Peter (Word Biblical Commentary 49), Waco, Texas 1988, lv-lxvii.
78. Daniel Wm. O ’Connor , Peter in Rome. The Literary, Liturgical and Archeological Evi­
dence, Columbia University Press, New York - London 1969, 50.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 465

nías del Vaticano. Pero veamos los textos más significativos relacionados con
su muerte.
El NT contiene algunas alusiones de la dirección que pudieron tomar los
acontecimientos finales de la vida de Pedro. Jn 21,18-19 viene interpretado
frecuentemente como una clara alusión a la muerte cruenta de Pedro, por lo
que el EvJn testimonia que su último redactor conocía la tradición del marti­
rio de Pedro (a finales del siglo I o principios del II). El “extender las manos”
indica presumiblemente la muerte en cruz. En la literatura apócrifa de fina­
les del II se desarrolló la idea de que Pedro había sido crucificado boca abajo
por propio deseo. Ello corresponde al carácter edificante de dicha literatu­
ra™.
La literatura petrina también contiene alguna referencia a su muerte
(IPet 5,1.13). La “elegida” es la comunidad y el término “Babilonia” ha sido
interpretado comúnmente como un nombre simbólico para Roma80. La ima­
gen de Pedro como pastor (IPet 5,1) indica cómo fue recordado Pedro en las
últimas décadas del siglo I, lo cual hace referencia a Jn 21,1681. Por lo que
IPet sugiere que las dos imágenes, de Pedro como “presbítero/pastor” y la
tradición de su martirio fueron asociadas con la cristiandad romana a finales
del siglo I.
Una ampliación de esa tradición aparece en 1 Clem 5,4: “Pedro, que tan­
tos sufrimientos -no uno ni dos- tuvo que padecer por causa de una injusta
envidia, y que, tras haber dado testimonio, marchó a la morada de gloria que
le era debida. Y Pablo...”.
Este pasaje ha sido considerado por muchos autores como el testimonio
más antiguo y fiable del martirio de los dos apóstoles en Roma82. El martirio
de los dos apóstoles aparece así como el punto de partida y el modelo del tes-

79. Eusebio, H E III 1,2. La razón aducida en ActPetr 38 para dicha forma de crucifixión es
una especulación gnóstica.
80. Cf. Ap 17,5; ApBarsyr 11,1; 67,4; 4 Esr 3,1.28.31; también Billerbeck III 816. Ora Sib
5,158-160: “Llegará desde el cielo una estrella grande hasta el mar divino e incendiará el ponto
profundo, la propia Babilonia y la tierra de Italia, por la que perecieron numerosos santos y fie­
les hebreos y el pueblo verdadero” (texto traducido por E.S uárez de la T orre , Oráculos sibi­
linos, en: Alejandro D iez M acho, Apócrifos del Antiguo Testamento Vol. 3, Cristiandad, Madrid
1982,326). Este oráculo de la estrella destructora, formulado de manera bastante confusa, no ha
encontrado una interpretación satisfactoria hasta el momento.
81. El elemento de guardar el rebaño (Jn 21,15-17) plantea diversas cuestiones: ¿Este man­
dato se refería únicamente a las actividades de Pedro en el primitiva comunidad de Jerusalén, tal
y como lo encontramos en Hech? O ¿Pedro se convirtió en “pastor” de otras iglesias, después
que fue obligado a abandonar Jerusalén?
82. Otto B. K noch , “Im Namen des Petrus und Paulus: Der Brief des Clemens Romanus
und die Eigenart des römischen Christentums”, en: ANRW II 27.1 (1993) 3-54, 40.
466 D. ÁLVAREZ CINEIRA

timonio dado a Cristo frente a la envidia. Por el contrario, otros estudiosos


son más cautos y creen que no se puede afirmar que el autor de 1 Clem cono­
ciera que Pedro había muerto mártir en Roma83. Todo el problema radica en
la interpretación y traducción del término griego ‘dar testimonio’ (papTOpf|-
aaq), si se ha de entender en sentido martirial, y por tanto se referiría al mar­
tirio sufrido, o si por el contrario indica que las muchas penalidades, que pre­
cedieron a la muerte, deben ser consideradas como testimonio. Presu­
miblemente es preferible esta última opción84. Es importante indicar, que
Pedro viene nombrado en primer lugar, antes que Pablo.
En otro documento apocalíptico, la ascensión de Isaías (3,13-4,19), se nos
habla de un rey injusto, normalmente identificado con Nerón85. El contexto
es una profecía de la venida de Beliar (el demonio) como el anticristo de los
últimos días. La idea del adversario escatológico está unida a la tradición del
regreso de Nerón. La tercera descripción que hace de este emperador es típi­
camente cristiana: perseguirá a la iglesia y matará a uno de los Doce (“entre­
gar en manos”). Cuando se habla de uno de los Doce apóstoles, éste puede
ser únicamente Pedro, pues Pablo no perteneció al círculo de los Doce.
Además, no se puede referir a Pablo, dado que este apocalipsis cristiano lo
ignora totalmente. Si no se menciona el nombre expresamente de Pedro, es
porque el texto sigue el estilo apocalíptico de una determinación indirecta86.
Que Pedro fue martirizado en Roma no viene expresamente afirmado, pero
la referencia a la persecución de la iglesia romana por parte de Nerón y la
asociación directa del martirio de Pedro con Nerón, probablemente implica
que Pedro murió en Roma.
E. Peterson87 analiza el fragmento de Rainer del apocalipsis de Pedro 14:
“Te he revelado e interpretado todo a ti, Pedro. Vete por tanto a la ciudad del
oeste [de la prostitución] y bebe el cáliz que te he prometido de las manos de

84. X G nilka, Petrus 117; Horacio E. L ona , Der erste Clemensbrief (KAV 2), Vandehoeck
& Ruprecht, Göttingen 1998,160; otras opiniones en pag. 160, nota 5.
85. 4,2-3: “After it has come to its consummation, Beliar, the great prince, the king of this
world who has ruled it since it came into being, shall descend; he will come down from his fir­
mament in the form of a man, a lawless king, a slayer of his mother, who himself (even) this king
will persecute the plant which the Twelve Apostles of the Beloved have planted; and one of the
twelve will be delivered into his hand”. Traducción C. D etlef - G. M üller , “The Ascension of
Isaiah”, en Wilhelm Schneemelcher, New Testament Apocrypha, Vol II, James Clarke & Co,
Cambridge 1992, 609.
86. C. Clemen, “Die Himmelfahrt des Jesaja”, en: ZWTh 24 (1896) 388-415 considera este
pasaje como el testimonio más antiguo sobre el martirio de Pedro.
87. E. P eterson, “Das Martyrium des hl. Petrus nach der Petrus-Apokalypse”, en: Frühkir­
che, Judentum und Gnosis, Rom u.a. 1959, 88-91.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 467

mi Hijo, quien está sin pecado, para que su trabajo... de destrucción sea san­
tificado. Así comenzará su destrucción, tú sin embargo, te harás digno de la
promesa...”88. El martirio en Roma está veladamente expresado. La ciudad de
la prostitución (o del Oeste) se refiere a Roma, y el cáliz hace referencia a la
muerte violenta (cf. Me 10,39). Esta tradición resalta la figura de Pedro. Es la
más antigua frente al paralelismo de Pedro y Pablo. Gnilka89 la considera
como una tradición independiente que pudo haber surgido en los años 90.
Las razones del martirio de Pedro son confusas. Pudiera haber sido por
la conexión con el gran fuego de Roma, o por negarse a ofrecer sacrificios
rituales al emperador como símbolo de lealtad. Gnilka, tomando 1 Clem 6,ls
y Tácito, Anuales 15,38-44, llega a concluir que hubo dos persecuciones en
Roma en tiempos de Nerón. En la primera sufrieron persecución algunos
miembros cristianos y en la segunda, después del incendio de Roma (19 de
julio de 64), fueron objeto de martirio una gran multitud (multitudo ingens),
culpada no tanto por el incendio, cuanto por el odio contra el género huma­
no (odio humani generis)90. Pedro habría padecido el martirio en el año 64,
aunque sin determinar si en la primera o segunda persecución, y como lugar
de ejecución sería el circo de Gayo y Nerón, en el ager Vaticanus91.
Pronto surgieron diversas leyendas en torno a la muerte de Pedro. En
cuanto al modo del martirio se dice que Pedro fue crucificado con la cabeza
hacia abajo (HechPe 35-40; cf. Eusebio HE 3,1). Probablemente se trata de
una invención de nuestro autor, si bien por lo que se refiere a la crucifixión
podría derivarse esa afirmación de Gal 2,19; Heb 6,6. En autores posteriores
aparece el mártir como otro Cristo que padece el martirio (Orígenes,
c.Celsum II 44; Tertuliano, De pudicitia 22). El detalle de la crucifixión de
Pedro puede tener su origen en Jn 21,18-19. Podría ser una alusión velada a
la crucifixión de San Pedro, pero no se puede demostrar con certeza. Otra
leyenda, tomada de los Stromata de Clemente, narra un encuentro entre
Pedro y su mujer, quien va a ser martirizada antes que él (HE 3,30). Una de
las más populares viene descrita en los Hechos de Pedro, con la escena quo
vadis, Domine? (HechPe 35), la cual podría depender de 2 Pe 1,14.

88. Cf. La traducción inglesa de C. D etlef - G. M üller , “Apocalypse of Peter”, en: W.


Schneemelcher, New Testament Apocrypha, Vol II, James Clark & Co Ltd, Cambridge 1992, 633.
89. J. GNiLKa, Petrus 123.
90. H.W. Tajra , The Martyrdom 29: “The expression odium humani generis would imply
abandonment of one’s political and religious duties toward the State and a willful separation
from -a n d attitude of exclusiveness toward- the rest of society”. P. K eresztes, “Nero, the
Christians and the Jews in Tacitus and Clement of Rome”, en: Latomus 43 (1984) 411.
91. J. G nilka, Petrus 121-122. Para Pablo, sin embargo, presupone el año 56 como año de
su martirio.
468 D. ÁLVAREZ CINEIRA

Las tradiciones narrativas referentes a Pedro sufrieron un mayor desa­


rrollo a finales del siglo II. Los escritos anteriores, tales como el Apocalipsis
de Pedro (Eth/Gk) o el evangelio de Pedro permanecen cercanos al material
del siglo I. Las ampliaciones pueden provenir de otras tradiciones tales como
la apocalíptica judía encontrada en 2 Ped o en apocalipsis de Pedro, sin que
por ello altere la versión básica de las tradiciones petrinas del I. Donde la pri­
mitiva tradición guarda silencio, también el material de principios del II guar­
da silencio. Consiguientemente, no podemos afirmar con seguridad que
Pedro fue martirizado, sino que tenemos unas vagas indicaciones que murió
en Roma92. No se indican las circunstancias que envolvieron la muerte de
Pedro. Sin embargo, la tradición posterior y, por tanto, más tardía, subraya el
hecho del martirio de Pedro bajo el reinado de Nerón, por lo que podemos
suponer que las primeras indicaciones apuntaban también hacia aquel acon­
tecimiento como un hecho.
R.J. Bauckham93 hace un resumen del status quaestionis sobre el martirio
de Pedro después de haber analizado los textos 1 Pet 5,1.13; Jn 13,36-38;
21,28-19; 2 Pet 1,12-15; 1 Clem 5,4; Ignacio de Antioquía, Smyrn 3; Rom 4,3;
Ascensión de Isaías, 4,2-3; Apocalipsis de Pedro 14,4-6; Policarpo, Phil 9,1-2;
Hechos de Pedro; Apocriphon de Santiago 5,9-20 (CG 1,2); Dionisio de
Corinto, en Eusebio, HE 2,25,8; Ireneo, Adv. Haer. 3,1,1; Canon de Muratori,
líneas 25-31; Tertuliano, De Praescriptione 36. Concluye que se pueden consi­
derar los siguientes acontecimientos como probablemente históricos: 1)
Pedro murió mártir (Jn 21,18-19; 1 Clem 5,4; Ignacio, Smirn 3,2; Ascensión
Isaías 4,3; Apocalipsis de Pedro 14,4; cf. 2 Pet 1,14): este hecho debió ser de
conocimiento general en el cristianismo antiguo. 2) Fue crucificado (Jn 21,18-
19) 3) en Roma (Ap.Pedro 14,4; cf. Ascensión de Isaías 4,3; 2 Pet 1,12-15; para
la estancia de Pedro en Roma, cf. 1 Pet 5,13; Ignacio, Rom 4,3; Papías, en
Eusebio, HE 2,15.2) 4) durante el reinado de Nerón (Ascensión de Isaías 4,2-
3; ApPet 14,4). 5) Su martirio fue interpretado en categorías apocalípticas en
algunos círculos cristianos (Ascensión de Isaías, 4,2-3; ApPet 14,4). Otro
argumento que aducen los estudiosos para afirmar su martirio en Roma es
que ninguna otra ciudad se arrogó en la antigüedad ser el lugar de crucifixión
de Pedro.
Es bastante cuestionable si se puede conocer algo más acerca del marti­
rio de Pedro de las fuentes literarias. No existe una tradición segura que

92. Miguel R odríguez , Tres apócrifos no gnósticos sobre Pedro (el apocalipsis de Pedro, el
evangelio de Pedro y los hechos de Pedro), en: R. Aguirre Monasterio (ed.), Pedro 141-184,181.
93. Richard J. B auckham , “The Martyrdom of Peter in Early Christian Literature”, en:
ANRW II 26.1 (1992) 539-595, aquí 588-589.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 469

conecte el martirio de Pedro con la persecución de Nerón ni una fecha segu­


ra durante el reinado de Nerón cuando tuvo lugar el martirio. La Ascensión
de Isaías 4,2-3 relaciona el martirio con el persecución general de la iglesia,
pero no significa que Pedro muriera durante esa persecución. El apocalipsis
de Pedro 14,4, considera la muerte de Nerón como un castigo por el martirio
de Pedro, por lo que podría sugerir que éste aconteció a finales del reinado
de Nerón, aunque no necesariamente. Por tanto, hay que afirmar una igno­
rancia cronológica sobre la muerte de Pedro. Otras tradiciones que también
se ponen en entredicho serían el hecho de que Pedro y Pablo murieron al
mismo tiempo en Roma (Dionisio de Corinto, Ireneo); o que Pedro murió
mientras Pablo estaba visitando España (canon de Muratori; última redac­
ción de los Hechos de Pedro). Los descubrimientos arqueológicos de la coli­
na Vaticana tampoco permiten afirmar mucho más de lo que indican los tex­
tos literarios94.
Narraciones dramáticas se incorporaron a los Hechos de Pedro. La figu­
ra de Pedro se vincula cada vez más a Roma. La ambigüedad del apóstol
Pedro, tan remarcada en el NT, desaparece. Como mártir y apóstol, Pedro tes­
tifica abiertamente la verdad sobre Jesús. También pierde su papel de pobre
pescador para entrar en la élite educada romana.

6. La relación Pedro - Pablo en las tradiciones cristianas

A pesar del conflicto de Antioquía, Pablo estima a Pedro y lo considera


columna de la iglesia (Gal 2). Eduard Lohse se plantea la cuestión de lo que
pensó Pablo sobre el apostolado de Pedro. La relevancia de Pedro para Pablo
se limita específicamente a las referencias explícitas en 1 Cor y en Gal. La fór­
mula del credo que hereda y que Pablo transmite a sus comunidades, incluye
a Pedro como el primer testigo de la resurrección (ICor 15,5). En 1 Cor 15,3-
11, la preocupación principal de Pablo es la cadena de testimonios que
comienza con Pedro y concluye con su propia visión del Señor. Pablo funda­
menta su apostolado en la misma base que Pedro y los Doce. No se trata de
establecer un orden apostólico jerárquico. Lohse sugiere incluso que la doc­
trina paulina de salvación por medio de la fe prohíbe la distinción de perso-

94. H.G. T hüm m el , Die Memorien für Petrus und Paulus in Rom. Die archäologischen
Denkmäler und die literarische Tradition (Arbeiten zur Kirchengeschichte 76), de Gruyter, Berlin
1999, 97: “Vielmehr stimmen das literarische Zeugnis und das Ergebnis der Ausgrabungen darin
überein, daß vor der 2. Hälfte des 2. Jahrhunderts nichts nachweisbar ist, was auf ein Petrus­
gedenke hinweisen könnte. Daß auch die Todestage der Apostel nicht überliefert sind, spricht
ebenfalls gegen eine Kulttradition”.
470 D. ÁLVAREZ CINEIRA

ñas por haber sido llamadas unas antes que otras, como tampoco se puede
hacer distinción entre los judíos, que primeramente escucharon la palabra de
Dios, y los gentiles. Pablo no criticaría a Pedro en la polémica de los partidos
en Corinto (1 Cor 1,12). Por tanto, Lohse95 concluye: no hay indicaciones de
parte de Pablo para afirmar una ruptura de relaciones entre los dos após­
toles. Las cartas paulinas muestran que el prestigio y la autoridad de Pedro ya
había sido reconocida por los cristianos más allá de las áreas de Siria-
Palestina, en las que éste había trabajado. No sabemos lo que los gálatas o los
corintios sabían sobre Pedro. Pero la retórica paulina deja entrever que Pablo
no podía afirmar su propia autoridad como apóstol, ni siquiera en las iglesias
que él había fundado, sin tener en cuenta su relación con otros apóstoles, y
especialmente con Pedro. El empleo de la figura de Pedro, como figura auto-
ritativa en una argumentación para validar la misión paulina, indica su impor­
tancia dentro de las comunidades cristianas de la diáspora.
Algún autor cree que Pedro perdió ineludiblemente su relevancia en
comunidades paulinas, no a causa del conflicto de Antioquía, sino mucho más
tarde, y eso a pesar de las coincidencias importantes en temas teológicos fun­
damentales. Este fenómeno se puede explicar tal vez históricamente. En lugar
de considerar una pérdida unilateral de la importancia de Pedro, se debería
hablar de una división de círculos autoritarios eclesiales en la segunda mitad
del siglo I. Pablo se convertirá en el apóstol por excelencia de sus comunida­
des. Al mismo tiempo, éste pierde importancia en Oriente, especialmente en
Siria. Allí se incrementará la autoridad de Pedro. Aparece así el significado
de su nombre como piedra de la iglesia (Mt 16,18s)96.
El hecho de que una carta petrina (1 Pet) esté dirigida a un área (Asia
Menor), en la que tanto las tradiciones paulinas como joánicas eran impor­
tantes, sugiere que la importancia de Pedro para la gran iglesia fue reconoci­
da tempranamente. Por tanto, 1 Pet debe ser considerada como un testimonio

95. “St. Peter’s Apostleship in the Judgment of St. Paul, the Apostle to the Gentiles: An
Exegetical Contribution to an Ecumenical Debate”, en: Gegrorianum 72 (1991) 419-435.
96. Martin K a r r e r , “Petrus im paulinischen Gemeindekreis”, en: ZNW 80 (1989) 210- 231
97. Terence V. S m ith , Petrine Controversies in Early Christianity. Attitudes towards Peter in
Christian Writings o f the First Two Centuries (WUNT II 15), J.C.B. Mohr, Tübingen 1985, 154:
“The fact that the letter was sent to areas associated with the missionary efforts of Paul may indi­
cate the existence of a rival, Petrine mission in the same area. In this way, 1 Pet is recognized as
“Petrine” in the sense that it stems from a group, perhaps based in Rome, concerned to venera­
te Peter’s memory and disseminate traditions associated with him”.
98. T.V. S mith , Controversies 101: “Hence, whether the adoption of Peter as the chief apos­
tolic authoriy was provoked by the opponents’ denigration of him or by their own attempts to
claim him as a Gnostic authority, 2 Peter would indicate that the second century witnessed con­
troversies between rival Christian groups, and that part of such disputes was concerned with the
standing of the Peter-figure”.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 471

para la universalización de Pedro como líder de la iglesia97. El evolución de


la figura de Pedro viene reflejada en 2 Pet98.
Si nos fijamos en el desarrollo de las tradiciones sobre Pedro en los dos
siglos siguientes, nos encontraremos todas las variantes sugeridas por las tra­
diciones canónicas. Se deben distinguir tres grandes corrientes dentro de la
iglesia de finales del s. I y durante el s. II, que han dejado su impronta dentro
de las obras literarias en las que de alguna manera se hace referencia a Pedro
y a su autoridad, de manera explícita o implícita.
1) La primera podría denominarse corriente “oficial” o romana, según la
cual el obispo de Roma en cuanto sucesor de Pedro habla y actúa con autori­
dad propia. Serán escritos judeocristianos los que resalten las diferencias entre
Pedro y Pablo. En algunos círculos judeocristianos, Pablo será el archi-heréti-
co por excelencia. Pablo no es nunca citado explícitamente en las seudocle-
mentinas, pero hay alusiones suficientemente claras a él, de un antipaulinismo
furibundo99 y se intenta desacreditar a los que consideran a Pedro como suce­
sor de Pablo en la misión a los gentiles. Esta literatura muestra un distancia-
miento voluntario respecto del apóstol Pablo y nos informa que hubo perso­
nas que le consideraron un gran enemigo, porque entendían que predicaba un
“falso evangelio”, en desacuerdo con las enseñanzas de los demás apóstoles.
Las seudoclementinas testimonian que algún grupo judeo-cristiano reivindicó
el papel de Santiago y Pedro frente al de Pablo. Esto significa que probable­
mente una segunda rama de la tradición petrina, que intentaba relacionar a
Pedro con Santiago, estuvo vinculada al judeo-cristianismo.
En los Hechos de Pedro, éste aparece como el segundo fundador de la
iglesia de Roma, más exactamente, como su verdadero fundador, después de
que ésta fuera destruida completamente por Simón Mago, a excepción de
unos siete cristianos que se habían refugiado en el “hospitium Bithynorum” y
de otros que habían huido de la ciudad. Así se convierte Pedro en el verda­
dero fundador de la iglesia de Roma. Para el autor de los HechPe es Pedro el
personaje principal de la iglesia romana, por tanto, más importante que
Pablo. El autor parece querer conjugar las dos tradiciones, según las cuales
Pedro y Pablo han fundado la Iglesia de Roma y han padecido el martirio allí

99. Conocido es el fragmento antipaulino: “Entonces comprendí que revelación es apren­


der algo sin que alguien te lo enseñe, sin visión ni sueño” (Hom XVII 18,2)... “Tú te has opues­
to como adversario a mi, que soy la piedra firme, el fundamento de la iglesia. Si no fuerami ad­
versario, no me criticarías ni difamarías mi predicación, haciendo que no sea creído en aquello
que oí directamente del Señor” (ib. 19,4s). Cf. Jordi S ánch ez B osch , “Santiago, Pedro y Pablo
en las Seudoclementinas”, en: M. P erroni - E. S alm ann (eds.), Patrimonium Fidel Traditions-
geschichtliches Verstehen am Ende?, FS. M. Lóhrer - P.R. Tragan, Roma 1997, 547-573, 558-564.
472 D. ÁLVAREZ CINEIRA

en tiempo de Nerón, pero a la vez trata de establecer una jerarquía: Pedro es


el apóstol más importante de la comunidad cristiana de Roma.
En la literatura de la tradición judeocristiana, Pedro se dedicará a com­
batir en su misión a Simón/Pablo, con el fin de deshacer la labor “engañosa y
destructiva” que realizaba en las comunidades Simón/Pablo100. Pablo es cen­
surado con frases duras. Pedro, por el contrario, es considerado como la roca
firme y el fundamento de la iglesia. No cabe duda de que en estos ambientes
existe una fuerte polémica contra Pablo y sobre todo el recuerdo que ha deja­
do el incidente de Antioquía y la actitud de éste con respecto a la ley.
Durante la tercera generación cristiana hacen su aparición una serie de
escritos que reclaman la autoridad de Pedro: el evangelio de Pedro, el kerig-
ma de Pedro, 2 Petr y el apocalipsis de Pedro. En otros escritos de esta época
(ICIem y las cartas de Ignacio de Antioquía) se reclama directa o indirecta­
mente dicha autoridad101. Todos estos escritos están relacionados con Siria o
Roma, y pueden ayudarnos a esbozar la trayectoria de la tradición petrina en
el periodo post-apostólico.
2) Sin embargo, la mayoría de los escritos de esta época relacionan a
Pablo con Pedro y los convierten en autoridades de orden eclesiástico en la
iglesia de Roma. Ellos son presentados como misioneros mártires heroicos,
unidos en su testimonio por el evangelio así como en su predicación. Este
fenómeno comenzó a finales de la segunda generación cristiana con 1 Pe y la
1 Clem. Ya hemos visto que a finales del siglo II, Dionisio de Corinto trata a
los dos apóstoles como figuras paralelas. Pero el testimonio más elocuente de
esta vinculación entre Pedro y Pablo, como supremas autoridades de la igle­
sia católica lo encontramos en las cartas de Ignacio de Antioquía. Espe­
cialmente hay que destacar la carta a los romanos 4,3, donde se muestra que
el paralelismo entre Pedro y Pablo ya se ha convertido en una rutina.
“Mientras que otros pasajes sólo hablan de Pedro, mientras en 1 Clem enu­
mera los nombres de Pedro y Pablo uno junto a otro, están los dos apóstoles
en Ignacio ciertamente intrínsecamente unidos”102. El que se nombre con­
juntamente a ambos apóstoles no es fácilmente explicable, si tenemos en
cuenta su enfrentamiento en Antioquía (Gal 2,11-14) y la reivindicación de la
autoridad de Pedro frente a la de Pablo, hecha por algunos grupos judeo-cris-

100. Cf. Rec III, 65; X 54; Hom I I 17. Cfr. Fernando C u e n c a , “Pedro en la tradición judeo­
cristiana”, en: R. A g u irr e M onasterio (ed.), Pedro 223- 233.
101. Santiago G uijarro, “Trayectoria” 25.
102. S. G uijarro , “Trayectoria” 26. Ignacio de Antioquía asociaba también a los dos após­
toles Pedro y Pablo, inseparablemente unidos, a los destinos de la iglesia: “No os doy órdenes
como lo hacían Pedro y Pablo: ellos eran apóstoles, mientras que yo soy un condenado; ellos eran
libres, mientras que yo hasta el presente, soy un esclavo” (Ign Rom 4,2-3).
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 473

tianos en Siria por la misma época. Ignacio menciona a Pedro y Pablo unidos,
porque estaban en una relación especial con la comunidad de Roma. Final­
mente, la alusión a Pablo y a sus cartas en 2Pet 3,15-16 es un dato más de la
relación que se estableció entre la tradición paulina y la petrina.
Ireneo103 pone en relación directa la fundación de la comunidad romana
con Pedro y Pablo. Su martirio sin embargo no se menciona. Ireneo tenía que
saber que la comunidad de Roma ya existía antes de la llegada de Pedro y
Pablo. ¿Cómo pudo escribir eso a Roma? Seguramente defendía la teoría de
que sólo con la aparición de los apóstoles en Roma adquirió la comunidad
una verdadera entidad. El presupuesto de que Pedro y Pablo habían muerto
en la persecución de Nerón ayudó sin lugar a dudas a relacionar a los dos
apóstoles en la tradición. Tertuliano, en la misma época que Ireneo, pero en
Cartago, habla de la iglesia de Roma como la iglesia afortunada en la que los
apóstoles derramaron, junto con su sangre, toda su doctrina (cfr. De praes­
criptione 3 6 ,1-3)104. El obispo Firmiliano de Cesárea (hacia el año 255) escri­
be a Cipriano y sigue haciendo referencia a esta relación de ambos apóstoles
con la iglesia de Roma.
Se ha constatado105 que únicamente las fuentes griegas hablan de Pedro
y Pablo siempre relacionados con la comunidad de Roma. Ejercen conjunta­
mente su autoridad en la comunidad en Roma. En un documento interesan­
te, la lista de los obispos romanos de Epifanio de Salamina (320-403), se deja
traslucir la idea de que Pedro y Pablo dirigieron la iglesia de Roma, nombra­
ron obispos sucesores a Lino, Cleto y Clemente y sufrieron el martirio en el
mismo año. Epifanio sigue la tradición de las fuentes griegas,, según la cual

103. “Pero, como sería muy prolijo enumerar las sucesiones que se han producido en todas
las iglesias, hablaremos de la mayor de ellas, la más conocida y la más antigua de todas, fundada
y constituida en Roma por los dos gloriosísimos apóstoles Pedro y Pablo... Habiendo así funda­
do y edificado la Iglesia, los bienaventurados apóstoles transmitieron su administración episco­
pal a Lino, al que Pablo menciona en sus epístolas a Timoteo. A éste le sucedió Anacleto, tras el
cual el episcopado recayó en Clemente, el tercero después de los apóstoles, que conoció a los pro­
pios apóstoles y habló con ellos...En tiempos de este Clemente, y con ocasión de una muy viva
discusión entre los hermanos de que estaban en Corinto, fueron escritas importantes cartas por
la iglesia de Roma...” (Adv. Haer III, 3,1-2).
104. Tertuliano habla también del apóstol Juan.
105. F.R. G ahbauer , “Petrus und Paulus in Rom. Sprachlich und ekklesiologisch bedingte
Tedenzen zugunsten des Petrus oder Paulus in den Texten (2.-4. Jh.)?”, en: Pietro e Paolo. Il loro
rapporto con Roma nelle testimonianze antiche. X X IX Incontro di studiosi dell’antichità cristiana,
Roma, 4-6 maggio 2000, (Studia Ephem. August. 74), Institutum Patristicum Augustinianum,
Roma 2001, 161: “Petrus und Paulus werden also wie vorher schon in der griechischen so auch
in der lateinischen Version zusammen gesehen und somit eine Tendez aus dem griechischen
Osten übernommen. Die Petrustendenz ist in der lateinischen Version stärker als in der grie­
chischen”.
474 D. ÁLVAREZ CINEIRA

Pedro y Pablo formaban un binomio apostólico. Eusebio de Cesárea habla


igualmente de Pedro y Pablo como obispos de Roma, aunque nombra a Pablo
antes que a Pedro. Ambos testimonios, de Eusebio y Epifanio, parecen ser los
únicos que conocen a Pablo junto con Pedro como obispos de Roma.
En el concilio de Arlés se considera a la iglesia local de Roma fundada en
la sangre de los apóstoles Pedro y Pablo. La tradición que aparece en San
Ireneo, y que se desarrolló entre los siglos IV y V, ve el origen de la iglesia
romana y, consiguientemente, de su episcopado y de su cathedra en los dos
apóstoles, unidos por un lazo único e irrompible, como si no formaran más que
una sola y única persona. Unificación que ya se daba en la liturgia, que cele­
braba el mismo día, 29 de junio, el martirio de ambos apóstoles; y no tanto -
como se dirá más tarde al tratar de explicar la anomalía de esta única celebra­
ción- porque hubieran recibido el martirio el mismo día, sino más bien porque
se habían convertido en una sola cosa en la fundación de la iglesia de Roma.
Del mismo modo, los textos litúrgicos han vinculado las fiestas de estos
dos apóstoles. Cabe destacar el Deposito Martyrum, escrito en torno al 310,
con una lista de fiestas con sus particulares patrones que se celebran en
Roma: “III Kal. iul Petri in Catacumbas et Pauli Ostense, Tusco et Basso con-
sulibus” (refiriéndose al año 258). El Martyrologium Hieronymianum infor­
ma también de la fiesta conjunta del 29 de Junio. La elección del 29 de Junio
para celebrar dicha fiesta no se debe a que fuera el día de la muerte de los
apóstoles, sino que dicha fiesta cristiana intenta suplantar a la celebrada en
Roma en Quirinus in colle: Se conmemoraba la fundación de Aedes Quirini,
en honor de los fundadores de Roma. Esta interpretación está apoyada por
un sermón de León Magno para ese día, en el que dice: “Los apóstoles han
protegido mejor la ciudad que ésos que construyeron sus murallas” {Epístola
82, “In natali Apostolorum”). Se supone que la elección de esa fecha fue arbi­
traria y así se presenta como una fecha lógica para la conmemoración de los
que se suponían eran los fundadores de la comunidad de Roma.
La tradición desarrolló esta vinculación entre los dos apóstoles en la lite­
ratura martirológica tardía, creando el encarcelamiento conjunto (prisión de
Mamertinum con la inscripción: prisión de los SS. Apostóles Pedro y Pablo en
el Foro Romano). Es muy improbable que Pedro y Pablo hubieran estado jun­
tos en prisión. Es más bien Pedro, y no Pablo, quien es asociado con la prisión
Mamertinum. Pedro juega un papel mucho más importante en la Passio SS.
Processi et Martiniani Mart. que Pablo, quien es una figura secundaria. Mien­
tras que el encarcelamiento de Pedro está muy enraizado en la antigua iglesia

106. U.M. Fasola , Pietro e Paolo a Roma: orme sulla roccia, Roma 1980, 57; H.W. Tajra ,
Martyrdom 101-102
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 475

romana, la prisión de Pablo en Roma -aunque mejor atestiguada histórica­


mente- fue perdiéndose gradualmente de la memoria de la iglesia romana106.
3) Algunos grupos gnósticos utilizarán la figura de Pedro107, pero dado
que no nos aporta nada significativo para nuestro estudio, nos los trataremos.

7. Conclusión

Es ahora el momento de hacer una valoración de los datos anteriormen­


te recogidos e intentar responder, en la medida de lo posible, a las preguntas
planteadas al inicio. En primer lugar, no podemos afirmar que haya habido
un conflicto entre Pedro y Pablo en la comunidad de Roma, en el que Pedro
hubiera salido vencedor; desbancado la posición de Pablo dentro de una
comunidad con mayoría de pagano-cristianos. Las fuentes no nos permiten ni
afirmar ni negar que se hubieran encontrado los dos apóstoles en Roma, pero
probablemente el enfrentamiento en Antioquía fue la última ocasión en que
se encontraron. Otro encuentro es poco probable, ni siquiera en Roma108. Las
fuentes literarias (Pablo, Lucas o los textos posteriores dignos de crédito) no
dejan entrever un conflicto entre ambos en Roma.
La tradición latina occidental, sin embargo, resaltó desde muy antiguo la
autoridad de Pedro incluso sobre Pablo, a pesar de que Pedro no había diri­
gido ninguna carta a esa comunidad ni tenía los colaboradores de Pablo en
Roma (cf. Rom 16). Incluso, en la tradición oriental donde aparece indicada
la unidad de los dos apóstoles, viene mencionado casi siempre Pedro en pri­
mer lugar. ¿A qué se debió este hecho?
Una respuesta a dicha cuestión podría ser el hecho de que Pedro hubie­
ra fundado la primera comunidad romana y, por tanto, habría gozado siempre
de una estima particular. Pero ya hemos indicado que esta posibilidad está
excluida, pues es poco probable que Pablo hubiera “fundado” sobre cimien­
tos ajenos. No obstante, la relación constante de Pedro con Roma en las fuen­
tes, hace pensar que Pedro tuvo que tener algún contacto especial con Roma
de forma que la tradición posterior lo recordó como el verdadero fundador o
dirigente de la comunidad. La estancia de este apóstol es casi segura en
Roma, pero eso no explicaría el papel relevante que la tradición le otorgó,
dado que Pablo también habría visitado dicha comunidad.

107. Gonzalo Aranda, El apóstol Pedro en la literatura gnóstica, en: R. A guirre M onas­
terio(ed.), Pedro 205.
108. J. G nilka, Petrus 106.
476 D. ÁLVAREZ CINEIRA

La diferencia entre Pedro y Pablo no se debe buscar exclusivamente en


que Pedro había sido el primer discípulo elegido por Jesús, ni en su relación
especial con el Señor, ni en haber sido probablemente el primer discípulo al
que se le apareció Cristo, ni en haber sido una de las columnas de la primiti­
va iglesia de Jerusalén (Gal 2). Por supuesto que estos acontecimientos juga­
ron un papel importante, pero creo que tuvo que haber algún hecho históri­
co decisivo para asociar para siempre la figura de Pedro con Roma en detri­
mento de la figura paulina. Este hecho debió ser sin lugar a dudas el martirio
que Pedro sufrió en la ciudad que es reconocida como centro del imperio.
Pablo, por el contrario, pudo haber muerto en Roma, pero no creo que como
consecuencia de una persecución contra los cristianos, sino más bien por ins­
tigación de los mismos cristianos o de muerte natural. Claro está que éste
también dio testimonio con su evangelización, pero no de la misma forma que
Pedro, quien entregó su vida. Así se podría explicar el reconocimiento de la
autoridad de Pedro. Roma absolutizó a Pedro y vio en él al único portador de
autoridad de dicha comunidad. En los siglos III-V, los obispos romanos se
considerarán sucesores y herederos de Pedro, pero en ningún documento se
nos indica que fueran sucesores de Pablo.
Pero no por eso Roma se olvidará de Pablo. Habrá un intento de rela­
cionar la tradición petrina y la paulina, que a finales del siglo I d.C. es un
hecho ya en Roma como se advierte claramente en 1 Clem. La tradición de
que Pedro y Pablo murieron en Roma en tiempos de Nerón jugó un papel
importante en el siglo II para la unidad de ambas tradiciones apostólicas.
Ante la falta de información fidedigna sobre la muerte de Pablo, pronto sur­
gió un deseo de olvidar las circunstancias de su muerte relacionándolo a
Pedro, y la misma tradición presentó su muerte como un martirio, vinculando
en la medida de lo posible la tradición paulina con la petrina. En ello influi­
ría, además de la importancia adquirida del mensaje y de las cartas paulinas,
el hecho de que las fuentes griegas intentaran revalorizar a Pablo frente a
Pedro hasta hacerlos semejantes en rango e importancia dentro de la comu­
nidad de Roma. Oriente consideró a Pedro y a Pablo como una unidad o
pareja de apóstoles, lo que posteriormente fue recibido y asumido por los
romanos109. Es de suponer, que las presiones y hostilidades externas en tiem-

109. F.R. G ahbauer , “Petrus” 163, concluye, “dass vorwiegend lateinische Quellen und nur
ein bis zwei griechische einzig über Petrus und seine Stellung in Rom berichten, ohne den Paulus
zu erwähnen. Jedoch nicht nur vorwiegend lateinische und nur wenige griechische Quellen des
zweiten bis vierten Jahrhunderts wissen von der Bedeutung der Apostel Petrus und Paulus in
Rom, auch für orientalische Zeugnisse trifft dies zu”.
LA MUERTE DE PEDRO Y PABLO EN ROMA 477

po de persecución unificaron en parte las distintas tendencias cristianas en


función del bien común.
Pronto comenzaron a surgir leyendas referentes tanto a un apóstol como
a otro. No es cuestión aquí de tratar si las leyendas de un apóstol (Pedro)
influyeron en las de Pablo, o surgieron independientemente unas de otras
siguiendo un topoi narrativo fijo en las vidas de los apóstoles, pero se consta­
ta la aparición a comienzos del siglo II de la escena de Quo Vadis del apóstol
Pablo (contenida en el Acta Pauli) en paralelismo a la escena de Pedro.
Es en esta época cuando el martirio juega un valor muy importante en las
comunidades cristianas. Por eso no sorprende que la leyenda narre la decapi­
tación de Pablo, dado que según la supuesta ciudadanía romana de Hechos,
no podía morir de otra forma, si se le quería hacer dar testimonio martirial,
al igual que Pedro. En las fuentes griegas, Eusebio y Epifanio de Salamina,
Pablo será designado junto con Pedro como obispo de Roma. Epifanio y E u­
sebio escribieron unos 150 años más tarde que la composición del Acta Pauli.
Éstos reconocieron y afirmaron el significado e importancia de Pablo como
apóstol y mártir, comparable al significado de Pedro. Correspondientemente
Pablo tiene también su experiencia de Quo vadis, y su martirio es tan impor­
tante como el de Pedro, ya que éste tuvo lugar por una aparición del mismo
Cristo, quien le anunció su inminente muerte en Roma.
Lo mismo se puede comprobar en la veneración litúrgica de los apósto­
les. En Roma ya se veneraba el sepulcro de Pedro desde el año 200. ¿Cuándo
se comenzó a venerar a Pablo en Roma? La fiesta de Pedro y Pablo se cele­
braba originalmente en Oriente el 29 de junio como fiesta de todos los após­
toles. Los apóstoles más importantes tenían conjuntamente su propia fiesta
en la octava de navidad. Esta fiesta común de los apóstoles fue aceptada en
Roma, pero restringida a sólo dos de ellos. Y como tal se constata por prime­
ra vez en el año 258. La propagación de la veneración de los mártires a media­
dos del siglo III explica el periodo de su inauguración o aparición. La iglesia
se apropió de la fiesta pagana de Rómulo y Quirino, celebrada el 29 de Junio,
fundadores de Roma, y la sustituyó por una nueva dedicada a los dos apósto­
les, “fundadores” o consolidadores de la comunidad romana. Ahora la comu­
nidad romana tenía también a sus “Rómulo y Quirino” cristianos. Los diver­
sos lugares romanos donde se pensaban que estaban las reliquias de Pedro o
habían tenido una relación especial con él, adquirieron gran importancia.
El motivo de una tradición apostólica unificada expresada mediante la
pareja de mártires, evocaba otro tema importante en tiempos romanos más
tardíos. La preocupación por la concordia y solidaridad es expresada fre­
cuentemente tanto en discursos cívicos como religiosos. Aunque los cristianos
se contentaban anteriormente con un único santo patrón o mártir, las iglesias
478 D. ÁLVAREZ CINEIRA

en el perido romano tardío preferían las parejas. Las profundas divisiones en


la ciudad de Roma en el siglo III haría de la fiesta de San Pedro y San Pablo
como un recuerdo o admonición del ideal de armonía. Pero en el siglo IV, la
tumba de Pedro en la colina Vaticana simbolizó un nuevo sistema de patro­
nazgo de la iglesia110.
Con esta hipótesis no estamos afirmando el Primado de Pedro en Roma,
sino simplemente intentando explicar el hecho de que una comunidad filo-
paulina optara por considerar a Pedro como su fundador y su patrón en la tra­
dición posterior. La tendencia a vincular a Pedro y Pablo no consiguió que
desaparecieran o se erradicaran otras corrientes minoritarias contrarias a esta
relación, como podían ser ciertos grupos judeocristianos.

D a v id Á l v a r e z C i n e i r a
Estudio Teológico Agustiniano
Valladolid

110. Peter B row n , The Cult of the Saints: Its Rise and Function in Latin Christianity,
Chicago, University Press 1981, 96s.
Est Ag 39 (2004) 479-499

ECCLESIA, MUNDUS RECONCILIATUS


Algunas consideraciones sobre
la Iglesia y reconciliación en
San Agustín de Hipona
Entre los muchos títulos con los que la teología ha reconocido la impor­
tancia de San Agustín en la comprensión de los misterios centrales de la fe cris­
tiana, destaca aquel de “Doctor Ecclesiae”1, no sólo en el sentido de ser un
maestro cuya doctrina es modélica -como que de hecho lo es-, sino en cuanto
que ha sido uno de los que mejor supo explicar la realidad de la Iglesia. San
Agustín amó intensamente a la Católica, y su amor le llevó a profundizar en sus
diversos aspectos. Ha escrito y descrito acerca de su unidad, santidad, catolici­
dad y apostolicidad. Ha reflexionado sobre su maternidad, pero también sobre
su virginidad, en cuanto integridad en la fe, esperanza y amor. Explica la dimen­
sión esponsal de la Iglesia, entregada a la contemplación y al servicio de su
Señor. El Hiponense es el gran Doctor del Cuerpo místico, y su enseñanza
sobre el “Christus totus” es única entre los Padres. Ante los ataques de mani-
queos, donatistas y paganos, San Agustín defendió la verdad de la Iglesia, des­
tacando su realidad histórica y su credibilidad, así como su universalidad y su
mediación salvífica. No es exagerado afirmar que su doctrina ha marcado un
derrotero y ha inspirado el desarrollo de la eclesiología en Occidente.
D e los diversos temas de la doctrina de la Iglesia en San Agustín, quisié­
ramos tocar en esta ocasión un aspecto que tal vez no haya merecido mucha
atención. Se trata de la consideración de la Iglesia como “mundo reconcilia­
do”. Los textos más conocidos que profundizan en la eclesiología agustinia-
na, no desarrollan este punto, y a lo más lo mencionan de manera tangencial2,

1. “ ‘Augustin mérite d'être nommé le docteur de l'Eglise aussi bien que le docteur de la
grâce’. Ainsi s'exprime M. Specht, Die einheit der Kirche, 1881, p. 4 ...”. Portalié, Eugene. “Au­
gustin (Saint)”. En: Dictionnaire de Théologie Catholique. Dir. por A. Vacant y E. M an -
genot. Tomo I.II. Paris; Librairie Letouzey et Ané 1923, col. 2408.
2. Cfr. Stanislaus G rabowski. La Iglesia. Introducción a la teología de San Agustín. Madrid;
RIALP 1965; Teodoro C. M adrid . La Iglesia Católica según San Agustín. Madrid; Editorial Re-
480 G. SÁNCHEZ ROJAS

y ello se debe a que el término no es muy empleado por el Santo. No obstan­


te, aún cuando no aparezca muchas veces, la expresión “mundo reconciliado”
referida a la Iglesia ofrece una perspectiva muy interesante, cuyo valor ha
sido reconocido por la teología y también por el magisterio. El tema de la
reconciliación como categoría teológica ha sido explotado por San Agustín, y
en su obra escrita aparecen interesantísimas intuiciones, que tocan práctica­
mente todos los ámbitos de la teología3. Por su parte, tanto el Papa Juan
Pablo II4, como el Catecismo de la Iglesia Católica5, han recogido la expresión
agustiniana “mundo reconciliado”, ilustrando con ella una dimensión muy
importante de la Iglesia, como tendremos ocasión de constatar.

• Los fundamentos

El Doctor de Hipona habla de la Iglesia como “mundo reconciliado” a


partir de una interpretación muy particular del conocido pasaje paulino de 2
Cor 5,18-20. Dirigiéndose a los corintios, y recordándoles que quien está en
Jesucristo es como una nueva creación, el Apóstol de los Gentiles dice: “Y
todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el
ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando el

vista Agustiniana 1994; Rafael Palmero R amos. Ecclesia Mater en San Agustín. Teología de la
imagen en los escritos antidonatistas. Madrid; Cristiandad 1970; Joseph R atzinger. Popolo e
Casa di Dio in Sant'Agostino. Milano; Jaca Book 1978; S. F olgado F lórez . “Sentido eclesial
católico de la Civitas Dei. Puntos de eclesiología agustiniana”. En: Augustinianum, vol. XIV
(Roma 1974), pp. 91-146; Pierre B attifol. “L'ecclésiologie de Saint Augustin”. En: Revue
Biblique, vol. XIII (París 1915), pp. 5-34 y 281-357, entre otros muchos. Aún sin tratar exclusiva­
mente de la eclesiología de Agustín, hay una interesante referencia en Henri de Lubac.
Meditación sobre la Iglesia. Madrid; Encuentro 1980, p. 150, cuyo contenido nos ha ayudado
mucho en la presente reflexión.
3. Cfr. nuestro trabajo Jesucristo Reconciliador. La reconciliación por Jesucristo en ‘La
Ciudad de Dios’ de San Agustín. Lima; Vida y Espiritualidad-FTPCL 1996, en donde se profun­
diza en la dimensión cristológica de la reconciliación, que ha desarrollado Agustín, especialmen­
te en La Ciudad de Dios. También los artículos: “El Espíritu Santo reconciliador en la teología
de San Agustín de Hipona”. En: Revista Teológica Límense, vol. XXXII (Lima 1998), pp. 57-72;
“Dios Padre, origen y meta de la reconciliación en San Agustín. Una reflexión a partir de los
Tratados sobre el Evangelio de San Juan”. En: Revista Teológica Límense, vol. XXXIII (Lima
1999), pp. 97-112; “Paz y reconciliación en San Agustín”. En: Revista Teológica Límense, vol.
XXXIV (Lima 2000), pp. 585-604.
4. Cfr. S.S. Juan Pablo II. Exhortación Apostólica postsinodal Reconciliado et poenitentia
(1984), n. 25, que se refiere al diálogo como medio de reconciliación. Pero en un número ante­
rior (n. 11) el Papa ha denominado a la Iglesia “sacramento, o sea, signo e instrumento de recon­
ciliación”.
5. Ver Catecismo de la Iglesia Católica (1992), n. 845.
ECCLESIA, MUNDUS RECONCILIATUS. ALGUNAS CONSIDERACIONES 481

mundo consigo, no tomando en cuenta las trasgresiones de los hombres, sino


poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embaja­
dores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre
de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!”.
La cita de 2 Cor 5,18-20 aparece una treintena de veces en las obras de
San Agustín6, y en los contextos doctrinales más diversos. Así, es empleada
por el Santo cuando polemiza contra los donatistas (lo más común) o contra
los pelagianos, para refutar la errónea doctrina que dice que en los recién
nacidos no hay nada que reconciliar, lo cual lleva a negar la existencia del
pecado original. Esto es refutado a partir de la constatación de la reconcilia­
ción obrada por el Señor Jesús7. Es mencionada también cuando Agustín
interpreta pasajes del Antiguo Testamento desde una perspectiva cristológi-
ca, remitiendo el sentido algunas veces a los cristianos, miembros del Cuerpo
del que Jesús es Cabeza8, o también al mismo Jesús9. En otras ocasiones, la
cita paulina está al servicio de una interpretación eclesiológica de pasajes

6. Tenemos: Quaestiones Evangeliorum, II, 33; PL 35,1345; cinco referencias en los Tratados
sobre el Evangelio de Juan: tr. 41, 5: PL 35,1695; tr. 52,10; PL 35,1773; tr. 87, 2; PL 35,1853; tr.
110, 2 ss; PL 35,1920 y 1922; once referencias en las Enarraciones sobre los Salmos: In ps. 9,15;
PL 36,119; In ps. 34, II, 5; PL 36, 337; In ps. 59, 8; PL 36, 718; In ps. 67, 23; PL 36, 828; In ps. 67,
40; PL 36, 837; In ps. 68,1,2; PL 36, 847; In ps. 7 0 ,1,12; PL 36, 882; In ps. 71, 6; PL 36, 904; In ps.
75,1; PL 36, 956; In ps. 95,14; PL 37,1235; In ps. 118, s. 4, 8; PL 37 1511; sermón 81, 3; PL 38,
500-501; sermón 96, nn. 6 y 8 (dos referencias diversas); PL 38, 588; sermón 121, 1; PL 38, 678;
sermón 152,10; PL 38, 824; sermón 162 B ; PL 39,1709; sermón 219; PL 38,1087 ss; sermón 325,
1; PL 38, 1447-1448; Resumen del Debate con los Donatistas IX, 15; PL 43, 632; Mensaje a los
Donatistas después de la conferencia, 6, 9; PL 43, 657 y 658-659; Consecuencias y perdón de los
pecados y el bautismo de los párvulos, 1,27,44; PL 44,134; Sobre la Corrección y la gracia, 15,46;
PL 44, 944; Réplica a Juliano, VI, 5; PL 44, 823; VI, 9; PL 44, 826.
7. Así, recrimina a Juliano de Eclana diciéndole: “A no ser que lleves tu audacia hasta el
extremo y digas que los niños no son elegidos del mundo cuando son lavados por el bautismo de
quien está escrito: ‘Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo’ (2 Cor 5,19). Si negáis
que los niños tengan parte en esta reconciliación, les negáis que sean del mundo; no sé cómo
tenéis cara para vivir en el mundo ...”. Contra Juliano, VI, 5; PL 44, 823-824. En otra obra contra
el mismo heresiarca precisa esta misma idea: “Y todo el que dice que los niños están libres de
pecado, en el cual fueron hechas las enemistades, les niega que pertenezcan a esta reconciliación
por la cual Cristo es el mediador; en consecuencia, les excluye de la justificación que tiene lugar
por la sangre de Cristo ...”. Obra inacabada contra Juliano, II, 172; PL 45,1215.
8. Cfr. Enarración sobre el salmo 6 8 ,1, 8; PL 36, 847: “desfallecieron mis ojos esperando en
mi Dios. No permita Dios que se tome esto de la persona de la Cabeza. No desfallecieron los ojos
esperando en su Dios, en aquel en quien estaba reconciliando el mundo consigo y en Aquel que
siendo Verbo se hizo carne (...) sino que desfallecieron los ojos de su cuerpo, es decir, de sus
miembros”.
9. “Dirigía mi oración a mi interior (cf. Sal 34,13). Lo que por ahora se me ocurre (...) es
que se dijo: dirigía mi oración a mi interior o seno, pues en su seno traía al Padre. Pues Dios esta­
ba en Cristo reconciliando al mundo consigo ...”. Enarración sobre el salmo 34, s. 2, n. 5; PL 36,
337.
482 G. SANCHEZ ROJAS

veterotestamentarios10. Es muy común el empleo de una interpretación ale­


górica o acomodaticia en estos casos.
Al analizar lo dicho por San Agustín sobre 2 Cor 5, 18-20, destaca una
peculiaridad, que puede describirse como interpretación “joánica” del pasaje
paulino. Ciertamente, es a la luz de San Juan, y específicamente de la com­
prensión de la palabra “mundo”, propia del cuarto evangelista, como el
Hiponense entiende aquello de que “en Cristo Dios estaba reconciliando al
mundo consigo”. Este aspecto tan.singular nos pone ante los ojos un camino
muy sugerente. San Agustín, en su exégesis particular sobre este punto, apa­
rece concillando la dimensión mística y contemplativa, característica de San
Juan, con la dimensión marcadamente soteriológica y práctica de San Pablo11.
Lejos de oponerse, las dos visiones están armoniosamente entrelazadas en el
pensamiento del Doctor de Hipona, lo que refleja también su experiencia per­
sonal. El Santo cuenta en sus Confesiones cómo la lectura de los libros de los
platónicos desde la clave de comprensión brindada por el Evangelio de San
Juan lo arrancó de su error maniqueo y, sobre todo, de su equivocada concep­
ción de Dios12, y también rememora la importancia que tuvo para su conver­
sión el contacto con las Cartas de San Pablo13. En la vida de Agustín, la lectu­
ra de San Pablo marca todo su recorrido, y tanto de novel convertido, como de
curtido obispo, siempre se remitirá al magisterio del Apóstol de los Gentiles
para explicar y defender el misterio de Jesucristo presente en la Escritura14.
La interpretación de 2 Cor 5,18-20 desde la teología de San Juan es com­
plementada con el marco doctrinal ofrecido por la polémica de San Agustín

10. “Puede entenderse muy bien reciban los montes la paz para el pueblo de tal suerte que
entendamos por paz la reconciliación por la que nos reconciliamos con Dios (...) Aquí tenéis
cómo los montes reciben la paz para el pueblo. Como que Dios estaba en Cristo reconciliando al
mundo consigo; no imputándoles sus delitos sino poniendo en nosotros la palabra de la reconci­
liación....”. Enarración sobre el salmo 71, 6; PL 36,904. ¿Quiénes son estos montes y collados? El
mismo Agustín lo precisa un poco más adelante: “Debe entenderse por montes y collados los
predicadores de la paz evangélica, tanto los anteriores como los posteriores”. A llí mismo.
11 Al decir que San Juan muestra una visión más mística no se quiere decir que le sea ajena
una perspectiva soteriológica. De igual modo, hablar de dimensión soteriológica en Pablo no
niega ni excluye la misma perspectiva en San Juan. Se trata, como es obvio, de acentos. Pero son
estos acentos los que dibujan la fisonomía particular de cada autor.
12. Cfr. Confesiones, VII, 9,13-14; PL 32, 740-741.
13. Cfr. el famoso episodio del Huerto, que marca el momento culmen de la conversión de
Agustín: Confesiones, VIII, 12, 29: PL 32, 762.
14. “Cette lecture de Paul eut pour Augustin des conséquences considérables: l'apôtre Paul
devint désormais le maître à penser du futur évêque dH ippone, le critère du dernier recours dans
les cas des obscurités ou des scandales de l'Ecriture”. Anne-Marie La Bonnardière. “L'initiation
biblique d'Augustin”. En: Saint Augustin et la Bible. Dir. por Anne-Marie La Bonnardière.Paris;
Beauchesne 1986, p. 42.
ECCLESIA, MUNDUS RECONCILIATUS. ALGUNAS CONSIDERACIONES 483

con los donatistas. Ciertamente, la discusión con estos cristianos cismáticos,


llenos del ideal -equivocado- de una Iglesia de los puros, que rechaza todo
pecado y a todo pecador, ha brindado al obispo de Hipona la ocasión para
clarificar dos cuestiones muy importantes que, de alguna manera, venía
reflexionando desde la confrontación con el maniqueísmo. Se trata de la
valoración del “m undo”, por una parte, y de lo que significa la “Iglesia”, por
otra15. Para los donatistas, el mundo es el ambiente de pecado en el que no
pueden vivir los santos -es decir, los miembros de la pars Donati- y, por lo
mismo, la realidad que hay que rechazar y evitar a toda costa, de allí que por
lo que conocemos de la historia, y por lo que describe San Agustín, hayan
sido unos marginales16. En lo que se refiere a la Iglesia, los donatistas consi­
deraban que la ausencia de contacto con el mundo pecador (cultura, socie­
dad, vida política) debía caracterizar a la verdadera Iglesia; al interior de
ella, la santidad y la carencia de pecado eran el criterio de autenticidad y de
verdad, de allí su rechazo violento de la Católica como falsa, por pecadora e
impura. En buena lógica, se desprende de todo esto que siendo la “Iglesia”
pura y santa, sólo ésta -es decir, ellos- podía transmitir lo santo17. Por eso,
consideraban que solamente los sacramentos celebrados por un ministro
santo (en estado de gracia) podía comunicar la gracia, por ende, ser válido.
El punto de conflicto, a este nivel, era la costumbre donatista de rebautizar
a los católicos que se pasaban a la secta. Desde el siglo IV, el donatismo fue
un grave problema que afectó la vida del Pueblo de Dios en África, y si bien
es verdad que gracias al esfuerzo de San Agustín y de los obispos católicos

15. Es común a maniqueos y donatistas una valoración completamente negativa del mundo,
en unos desde un punto de vista “metafísico” -si cabe la expresión- y en otros desde una pers­
pectiva sobre todo moral. No puede ser bueno un mundo que tiene como uno de sus elementos
constitutivos lo material, considerado por los maniqueos como un principio malo.
16. Notemos que tanto en los maniqueos como en los donatistas, el rechazo del mundo los
llevaba a una actitud de evasión y de ausencia de compromiso, por lo que ellos mismos se ex­
cluían de la vida social, cultural y política.
17. Señala Robert A. Markus que los donatistas heredan la tradición cristiana norteafrica-
na que establece una marcadísima separación entre Iglesia y mundo: “La tradición cristiana afri­
cana había concedido desde antiguo gran importancia al ‘estado de separación’ en que la Iglesia
vivía con respecto al mundo, y deseaba trazar una firmísima línea de demarcación en torno a la
Iglesia. D entro de esta línea se hallaba la esfera de la pureza y la santidad, rodeada por un mundo
de pecado y de contaminación. La Iglesia era una sociedad que constituía una alternativa al
‘mundo’; era el refugio de los santos. La santidad se hallaba en su interior. Más allá de sus lindes
se encontraba el mundo, regido por poderes hostiles y demoníacos. No podían coincidir en nada.
El mundo y la Iglesia se excluían mutuamente”. “Donato, donatismo”. En: Diccionario de San
Agustín. San Agustín a través del tiempo. Dir. por Alian D. Fitzgerald O.S.A. Burgos; Monte
Carmelo 2001, p. 444.
484 G. SÁNCHEZ ROJAS

se restauró la vida eclesial, las consecuencias y los rezagos del cisma duraron
hasta entrado el siglo VI18.
Pero en todos los elementos señalados anteriormente resplandece la figu­
ra de Jesucristo como un punto clave de intelección del “mundo reconcilia­
do”. Es de Cristo y de su obra de quien se habla en 2 Cor 5, 18-20, y sólo
teniendo al Señor Jesús como referencia central es que se puede comprender
lo que San Agustín enseña sobre la Iglesia. Si tomamos en consideración que
la temática del “mundo reconciliado” está ligada a la polémica antidonatista,
y que en esta polémica se discute sobre cuál es la Iglesia verdadera, la res­
puesta tiene que ser buscada en relación a Jesucristo. ¿Dónde actúa Cristo
Salvador? ¿Dónde bautiza y otorga su gracia? Para San Agustín, los donatis-
tas, al considerar que sólo los ministros “santos” (= ellos) bautizaban válida­
mente, se arrogaban el derecho de bautizar que únicamente pertenece a
Jesucristo. Los que bautizan tienen el ministerio, otorgado por el Señor, pero
el derecho (potestas) pertenece a Cristo. Él dio el ministerio a todos los que
confieren el bautismo, buenos y malos. Pero el derecho a bautizar le es pro­
pio. ¿Cómo puede alguien apoderarse de tan salvífica prerrogativa?19.
San Agustín comprendió muy bien que la afirmación donatista de que
sólo los ministros sin pecado pueden bautizar válidamente lleva a la negación
de la acción salvífica de Jesucristo, que obra a través de sus sacramentos20.
Pero los sacramentos, siendo lo que son, signos sensibles que dan la gracia a
toda la humanidad, necesitan de una instancia al mismo tiempo sensible y
‘comprometida’ con toda la humanidad, no sólo con una parte de ella. Lo que
nos remite a la Iglesia universal, o mejor aún, en su nombre propio, Católica.

18. Sobre el donatismo, se puede consultar Pedro Langa O.S.A. “Introducción general” a los
escritos antidonatistas. En: Obras de San Agustín. Vol. XXXIII. Escritos antidonatistas. Madrid;
B.A.C. 1988, pp. 5-155; W.H.C. F r e n d . “Donatismo”. En: Diccionario Patrístico y de la
Antigüedad Cristiana. Dir. por A. Di Berardino. Tomo I. Salamanca; Sígueme 1991, pp. 633-640.
Desde una perspectiva más histórica y biográfica, pero no por ello menos interesante y profun­
da, F. V a n D er M e e r . San Agustín, pastor de almas. Vida y obra de un Padre de la Iglesia.
Barcelona; Herder 1963, pp. 123-182.
19. “Juan (el Bautista) aprende en aquel que ya conocía, pero aquello que no sabía, porque
lo que sabía yano lo aprende. ¿Qué sabía? Que era el Señor. ¿Qué ignoraba? Que el Señor no
haría jamás transferencia del poder de bautizar a nadie, sino solamente haría transferencia minis­
terial: el derecho, a nadie; el ministerio, sí, a buenos y malos”. San Agustín. Tratados sobre el
Evangelio de San Juan, tr. 5,12; PL 35,1419.
20. “Pretendían (los donatistas) ser los únicos que podían bautizar válidamente: considera­
ban que la santidad era una privativa de la Iglesia donatista. De más está decir las consecuencias
eclesiológicas que esta actitud acarreaba. Su fundamento teológico era la negación del papel fun­
damental de Cristo en la economía salvífico-sacramental”. F.J. Weismann O.S.A. “Cristo, Verbo
Creador y Redentor en la controversia antidonatista de los Tractatus in Ioannis Evangelium I-
XVI de San Agustín”. En: Stromata, vol. XLII (Buenos Aires 1986), p. 310.
ECCLESIA, MUNDUS RECONCILIATUS. ALGUNAS CONSIDERACIONES 485

Todo lo que se pueda decir de Jesucristo, en esta polémica, halla su aplicación


concreta en la Iglesia. De donde se sigue que la fe que proclama a Cristo
como Salvador se patentiza en la universalidad de la Iglesia, que actualiza hic
et nunc el don reconciliador del Señor Jesús mediante sus sacramentos. La
catolicidad aquí deviene consecuencia del misterio del Verbo Encarnado y
Redentor, que a través de sus mediaciones, sigue salvando en la historia21.

• El mundo como marco

La primera cuestión a resolver, para una correcta intelección de la Iglesia


como “mundo reconciliado”, es la comprensión de la palabra “mundo”. Tarea
tanto más necesaria cuanto que, en su uso, encontramos diversos significados.
Centrándonos en nuestro cometido, podemos ver que la palabra es recogida
por San Agustín del lenguaje neotestamentario, y, según lo indicado previa­
mente, se remite a San Pablo y a San Juan. Ahora bien, el término griego k ¡g -
es empleado 78 veces en el evangelio de San Juan y unas 46 veces en las
cartas de San Pablo, lo que nos da a entender que posee una gran importan­
cia en la teología de ambos autores22. Se trata de una expresión con diversos
sentidos, pero todos vinculados entre sí. En primer lugar, “mundo” indica la
creación, y en cuanto se refiere a todo lo que existe, tiene un matiz bueno y
positivo. Así, Dios ha creado el mundo23, y tanto lo ha amado que ha envia­
do a su Hijo al mundo24; Jesús mismo es el pan vivo que baja del cielo y da la
vida al mundo25 y él mismo afirma que no ha venido para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve26. En segundo lugar, “mundo” es también el

21. “Si preguntamos Cur Deus homo? tenemos un Cristo mediador, maestro, redentor,
camino, verdad, vida, etc. Pero ya que Cristo entró en la historia, nació, murió y está sentado a
la diestra del Padre, hay que preguntar Cur Ecclesia? Y entonces tenemos la misma respuesta:
porque Cristo necesita mediaciones y sigue siendo pastor, médico, maestro, redentor, etc. Y no
sólo esto sino que la Iglesia misma necesita mediaciones y entonces hay que seguir preguntando
Cur sacramental Y la respuesta seguirá siendo la misma”. Lope Cilleruelo. "El cristocentrismo
de San Agustín. El período antidonatista". En: Estudio Agustiniano. Vol. XVIII (Valladolid
1983), p. 325.
22. De lejos, son los que más emplean la palabra en todo el Nuevo Testamento. Cfr. H.
S asse . “Koopo^”. En: Grande Lessico del Nuovo Testamento. Fundado por Gerhard Kittel; cont.
por Gerhard Friedrich. Volumen V. Brescia; Paideia 1969, cois. 916-917.
23. Cfr. Hch 17, 24, Rom 1, 20; Ef 1, 4
24. Cfr. Jn 3,16; Jn 1, 9.
25. Cfr. Jn 6,33; Jn 6, 51. En el mismo sentido, Rom 11,15: “Porque si su rechazo ha sido la
reconciliación del mundo ...”; 1 Tim 1,15.
26. Jn 12, 47.
486 G. SÁNCHEZ ROJAS

conjunto de los hombres, la humanidad27, y bajo este sentido podría abarcar­


se todo lo que es la vida social, la cultura, la política. Lo cual nos aproxima al
tercer sentido de la expresión, que es el de la creación y la humanidad con sus
plasmaciones bajo el dominio del pecado. Así, Jesús habla de Satanás como
del “príncipe de este mundo” 28, y por ello se entiende que el mundo odie a
Jesús y a los discípulos29; los odia, porque al haberlos sacado del mundo, ya
no son del mundo30. La expresión “pecado del mundo” indica la realidad de
un mundo que, dominado por el pecado, se aparta de Dios, y así se pueden
ver a Cristo y al mundo como antagonistas. El Señor Jesús triunfa; por ello
puede decir con verdad: “En el mundo tendréis tribulación; pero ¡ánimo! Yo
he vencido al mundo”31.
Un buen ejemplo que ilustra esta diversidad de significados está en Jn 1,
10: “En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la
conoció”. La misma expresión (“mundo”) tiene en este pasaje tres sentidos
distintos. “En el mundo estaba” se refiere al mundo de los hombres, con quie­
nes convive el Verbo al encarnarse y hacerse miembro de una comunidad. “Y
el mundo fue hecho por ella”. Aquí, mundo significa la creación toda, obra
del Verbo-Hijo, como nos recuerdan otoros pasajes neotestamentarios32. “Y
el mundo no la conoció”. En este caso, se trata del mundo pecador, que des­
conoce culpablemente al Hijo de Dios, y que encuentra una concreción en
aquellos que no recibieron a Jesús, los “suyos” del versículo siguiente33.
Los diversos sentidos hasta aquí explicados los encontramos también en
San Agustín. Siguiendo especialmente al cuarto evangelista, descubre en la
expresión “mundo” una riqueza de significados que introduce en el conoci­
miento del misterio revelado, y sitúa al creyente en el ámbito de los designios

27. Cfr. Jn 8,12: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no camina en tinieblas ...”.; Jn
9, 5; Jn 12, 46. En Pablo: 1 Cor 4, 9 (incluye a los ángeles como miembros del mundo); Rom 3, 6
y passim.
28. Jn 12, 31.
29. Jn 15,18.
30. Jn 17,14.
31. Jn 16,33; cfr. Jn 1,29. “En cuanto que en Juan, hablando del k!o|ío^ se dice que no cono­
ce ni al Hijo de Dios, ni a Dios, que no cree, que odia , el k!o|io^ viene entendido en cierto senti­
do de manera personal, como el gran antagonista del Redentor en la historia de la Salvación”. H.
Sasse, art. cit., col. 948.
32. Cfr. Jn 1, 3; 1 Cor 8, 6 ss, Col 1,15; Hbr 1,1-2.
33. “El mundo sale hasta 77 veces en el cuarto evangelio. Puede significar el universo (raro),
los hombres (frecuente), los que no conocen o son enemigos de Dios y de Cristo (sentido peyo­
rativo y moral)”. Juan Leal S.I. “Evangelio de San Juan. Traducción y comentario”. En: La
Sagrada Escritura. Texto y comentario por los Profesores de la Compañía de Jesús. Nuevo
Testamento. Tomo I. Dir. por Rafael Criado S.I. y Juan L eal S.I. Madrid; B.A.C. 1961, p. 811.
Vid. también A ndré F euillet. El prólogo del cuarto evangelio. Madrid; Paulinas 1971, p. 59.
ECCLESIA, MUNDUS RECONCILIATUS. ALGUNAS CONSIDERACIONES 487

de Dios. Así, en los Tratados sobre el Evangelio de San Juan, comentando el


mencionado pasaje de Jn 1,10, dice:

“¿Qué sentido tiene: El mundo ha sido hecho por éll Se da la denominación de


mundo al cielo, a la tierra, al mar y a todo lo incluido en ellos. En otro sentido,
mundo son sus amadores. El mundo se hizo por él y el mundo no lo conoció. ¿No
conocieron los cielos a su Creador ni tampoco los ángeles ni las estrellas, cuan­
do aún los mismos demonios lo confesaron? Todo dio a porfía testimonio de él.
¿Quiénes, pues, no le conocieron? Los que por su amor al mundo fueron llama­
dos mundo. El amor hace que se habite con el corazón. Su amor del mundo los
mereció llevar el nombre de mundo, que es donde habitaban”34.

Resulta muy interesante constatar que, además de los sentidos ya indi­


cados de la expresión, se pueda encontrar uno más, y éste de gran alcance.
Considera San Agustín que con la palabra se indica no sólo a la creación, o a
la humanidad en general -que, a fin de cuentas, habita en este mundo, no en
otro- sino de manera particular, a quienes aman al “mundo”. El amor apare­
ce como criterio de identidad, porque, según el Doctor de Hipona, uno es lo
que ama35. Amando al mundo, el hombre se hace mundo:

“Así es como se dice. Esta casa es buena o esta casa es mala. Ni en la mala cen­
suramos los muros ni en la buena los elogiamos. La calificación de buena o mala
afecta a quienes la habitan. En este sentido llevan la calificación de mundo quie­
nes por el amor habitan en él. ¿Quiénes son éstos? Los que aman el mundo. Su
corazón fija allí su morada. Quienes no aman el mundo viven sólo en él corpo­
ralmente, pero con el corazón viven en el cielo, según estas palabras del apóstol:
Nuestra conversación es en los cielos (Flp 3, 20). Esto es lo que significa que el
mundo fue hecho por él y el mundo no lo conoció (Jn 1,10)”36.

El amor al mundo supone un matiz negativo, ya que, siguiendo a San­


tiago, la amistad con el mundo es enemistad con Dios37. Pero hay que tener
en cuenta que, junto a esta cierta negatividad, hay también un aspecto positi­
vo. Se puede amar bien, y más aún, existe un recto y correcto amor al mundo.
Dios es el criterio referencial. Amar al mundo en Dios es participar del amor

34. S an A gustín . Tratados sobre el Evangelio de San Juan, tr. 2,11; PL 35,1393.
35. “Cada uno es tal cual es su amor. ¿Amas la tierra? Serás tierra. ¿Amas a Dios? ¿Diré
que serás Dios? No me atrevo a decirlo como una cosa mía; oigamos la Escritura: Yo dije: todos
sois dioses e hijos del Altísimo (Sal 81,6)”. Exposición de la Carta de San Juan a los Partos, II, 14;
PL 35,1997.
36. S an A gustín , lug. cit.
37. St 4,4.
488 G. SÁNCHEZ ROJAS

de Dios al mundo. Así, comentando sobre el hecho de que el Diablo es lla­


mado “príncipe de este mundo”, San Agustín precisa lo siguiente:

“Lejos de nosotros pensar que el diablo, por el hecho de ser llamado príncipe
del mundo, ejerza su dominio sobre el cielo y sobre la tierra. Por mundo se
entiende los hombres malos diseminados por todo el orbe, del mismo modo que
por los habitantes se dice de una casa que es buena o mala; entonces no repren­
demos o alabamos las paredes y techos del edificio, sino las costumbres buenas
o malas de sus moradores. En este sentido, pues, se le llama príncipe de este
mundo, es decir, príncipe de todos los malos que en el mundo habitan. También
se dice el mundo de los buenos, que igualmente están diseminados por toda la
haz de la tierra; del cual dice el Apóstol: Dios estaba en Cristo para reconciliar
al mundo consigo (2 Cor 5, 19). Estos son aquellos de cuyo corazón se lanza
fuera al príncipe de este mundo”38.

Tenemos entonces que, para San Agustín, hay un mundo bueno y un


mundo malo, y el criterio para reconocer cada uno de ellos es su amor. No hay
una visión platonizante ni maniquea en todo esto, sino más bien el segui­
miento fiel del Nuevo Testamento. Puesto en otros términos, para San
Agustín, el mundo no es malo por ser mundo; es malo porque hay en él seres
humanos que obran mal y le dan una negatividad que no es metafísca, sino
moral. Pero del mismo modo hay hombres buenos y éstos son los que hacen
posible un mundo bueno, pues son reflejo del amor de Dios y de Jesucristo.
Notemos cómo, desde este punto de vista, ya aparece vislumbrada toda la
temática de las dos ciudades, que el Hiponense desarrollará magistralmente
en su imperecedera obra La Ciudad de Dios.
En línea de continuidad con su afirmación de un mundo bueno, San
Agustín establece una relación de éste con la Iglesia. Con ello brota un nuevo
sentido de “mundo”. La Iglesia puede ser llamada también mundo, y aquí la
polémica con los donatistas ayudó a clarificar conceptos. En su obra Resumen
del debate con los donatistas, San Agustín recuerda la discusión con los cis­
máticos acerca del término “mundo” tal como aparece en la parábola del
trigo y la cizaña. Los donatistas, apegados a un sentido estrictamente literal
-cerradamente literal, habría que decir- afirmaban que en la parábola en
cuestión, el campo debía entenderse como el mundo”, siguiendo las palabras
del mismo Jesús. En cambio, los católicos, con el Hiponense a la cabeza, sos­
tenían que “el campo” se refiere también a la Iglesia:
“Querían los católicos demostrar cómo debían entenderse los divinos testimo­
nios citados tanto por ellos como por los donatistas, para no aparecer en con-

38. San A gustín . Tratados sobre el Evangelio de San Juan, tr. 52,10; PL 35,1773.
ECCLESIA, MUNDUS RECONCILIATUS. ALGUNAS CONSIDERACIONES 489

tradicción, siendo todos divinos y debiendo estar concordes; y comenzaron a


hablar de la parábola de la era. Interrumpieron los donatistas diciendo que no
se hallaba nada escrito en el Evangelio sobre la era. Y al citar los católicos el
lugar del Evangelio, interrumpieron de nuevo y dijeron que los malos ocultos
eran la paja que se sometería luego a la bielda. A continuación, entre los albo­
rotos y las interrupciones que producían, comenzó una disensión sobre la ciza­
ña y el trigo a causa del nombre de mundo, que los donatistas no querían se apli­
cara a la Iglesia, ya que está escrito: El campo es el mundo (Mt 13, 38). Citaron
a continuación muchos otros testimonios, en los que la Santa Escritura identifi­
caba el mundo con los malos (...) como queriendo demostrar con ello que no
pudo de ninguna manera ser designada la Iglesia por el nombre de ‘mundo’.
Los católicos presentaban otros pasajes en que la palabra ‘mundo’ quedaba
claro que tenía un sentido bueno, como por ejemplo: Dios estaba en Cristo
reconciliando al mundo consigo, y otros por el estilo, en que se hace referencia
a la Iglesia, que está reconciliada por Cristo con Dios”39.

Dos aspectos merecen ser resaltados en este largo párrafo. Lo primero es


el modo de hacer exégesis esgrimido por unos y por otros. Los donatistas
interpretan correctamente desde el sentido literal, en el caso de la parábola
del trigo y la cizaña, pero yerran cuando asumen el sentido literal no sólo
como algo “cerrado” en sí mismo, sino también desconectado de otros luga­
res de la misma Escritura. San Agustín entiende que el sentido literal, por ser
propio de la Palabra humana que porta la Palabra de Dios, es “abierto”, y en
ese sentido, remite a otros significados, no según el capricho del intérprete,
sino según el criterio de unidad de toda la Escritura40. Lo segundo que mere­
ce destacarse es el optimismo de San Agustín al interpretar “mundo” en un
sentido francamente positivo y salvífico, frente al pesimismo de los dona­
tistas41. Más todavía, “mundo” puede ser entendido como Iglesia. Con esto,
entramos al tema central que ocupa nuestra reflexión.

39. San A gustín Resumen del debate con los donatistas, IX, 15; PL 43, 632. Cfr. también
Mensaje a los donatistas después de la conferencia, 6, 9; PL 43, 657-659.
40. “Unipluralidad” es el nombre que da el P. Bertrand de Margerie a esta multisignifica-
ción, y ve en ella una manifestación de la riqueza de la Palabra de Dios escrita. Cfr. Bertrand de
Margerie S.I. Introduzione alia storia dell'esegesi. Vol. 3. Sant'Agostino. Roma; Borla 1986, p. 84
ss. Recordemos que el Concilio Vaticano II, en la Constitución Dogmática sobre la Divina
Revelación, Dei Verbum, n. 12, recuerda como criterio fundamental de interpretación “en el
mismo Espíritu en que la Biblia ha sido escrita”, la unidad de toda la Escritura.
41. Contraste tanto más interesante cuanto que usualmente San Agustín es tildado de pesi­
mista. Pero lo que brilla aquí, más que los temperamentos, es la fe. San Agustín es optimista en
su interpretación porque es católico. El pesimismo de los donatistas brota de su sectarismo y de
su heterodoxia.
490 G. SÁNCHEZ ROJAS

• Iglesia, mundo reconciliado

Sabiendo, pues que “mundo” se refiere a los hombres, y que estos se dis­
tinguen por su amor, podemos reconocer en ambos tipos de hombres, y por
ende en ambos mundos, caracteres y actitudes propias. San Agustín conside­
ra que aquellos que aman al mundo detestan a los que, estando en el mundo,
aman a Dios. Este rechazo se expresa en persecución, de allí que se pueda
hablar de un mundo que persigue y de un mundo que es perseguido:

“Está claro que el que persigue recibe el nombre de mundo: probemos que tam­
bién lo recibe el que es perseguido. ¿Eres acaso sordo ante la voz de Cristo que
dice, o mejor, de la Escritura que atestigua: Dios estaba reconciliando el mundo
consigo en Cristo (2 Cor 5,19)? Si el mundo os odia, dice, sabed que antes me odió
a mí (Jn 15,18). Ved que el mundo odia. ¿Qué odia sino al mundo? ¿Qué mundo?
Dios estaba reconciliando al mundo consigo en Cristo (2 Cor 5,19). Persigue el
mundo condenado; sufre persecución el mundo reconciliado. El mundo condena­
do es cuanto está fuera de la Iglesia; el mundo reconciliado es la Iglesia”42.

El Sermón 96, del que hemos tomado esta referencia, tiene como tema la
renuncia. Cuestiones como el amor, el mundo, el pecado y la gracia, se hallan
allí presentes, y San Agustín los orienta hacia la acción salvífica de Jesucristo,
que es propiamente la reconciliación. ¿Qué supone la reconciliación como
obra de Jesús?
En el Nuevo Testamento, San Pablo es el gran teólogo de la reconcilia­
ción. Emplea esta categoría para expresar un aspecto fundamental de la sal­
vación, que consiste en la eliminación del pecado que lleva al hombre a vivir
en ruptura con Dios, consigo mismo, con los demás hombres y con la creación
toda. Pero por otra parte, implica también la recuperación de la amistad y de
la cercanía con Dios, así como la recepción del don de la filiación adoptiva.
Así, recuerda el Apóstol que, si cuando éramos enemigos fuimos reconcilia­
dos con Dios por la muerte de su Hijo43, cuánto más ahora que estamos jus­
tificados. La reconciliación es don del Padre por medio del Hijo44 y tiene en
los ministros de la Iglesia sus instrumentos y sus mensajeros45. Cristo recon­
ciliador establece la unidad entre los pueblos que por el pecado y el odio esta-

42. San A gustín Sermón 96, n. 8; PL 38, 588.


43. Cfr. Rom 5,10.
44. Cfr. 2 Cor 5, 18-20 que es el conocido pasaje tantas veces citado por San Agustín, vid.
nota 6.
45. “Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En
nombre de Cristo os suplicamos: ¡Reconciliaos con Dios!”. 2 Cor 5, 20.
ECCLESIA, MUNDUS RECONCILIATUS. ALGUNAS CONSIDERACIONES 491

ban separados46, juntándolos en su Cuerpo. El Señor Jesús, con su sacrificio


en la cruz, ha reconciliado todas las cosas47. La ruptura, el conflicto, la lejanía
y la enemistad han sido vencidas por la restauración de la unidad, la paz y la
cercanía logradas por la reconciliación de Jesucristo48.
San Agustín, que por muchas razones puede ser considerado como un
segundo Pablo, ha prestado una gran atención al tema de la reconciliación. Se
trata de una categoría destacada en la teología del Santo de Hipona, y las
referencias que podemos encontrar en sus obras son innumerables. Para él,
Jesucristo es el mediador que nos reconcilia, quitando de en medio los peca­
dos que nos separaban de Dios49, de allí que con justicia y con precisión teo­
lógica podamos llamarlo “mediador y reconciliador”50. La Encarnación del
Hijo de Dios es categorizada por San Agustín desde la reconciliación, y por
eso puede afirmar que: “por nuestra Cabeza somos reconciliados con Dios,
porque en Dios está la divinidad del Unigénito, que se hizo partícipe de nues­
tra mortalidad para hacernos partícipes de su inmortalidad”51; al encarnarse,
nos ha dado ejemplo de humildad, que es medicina que nos reconcilia52, de
manera tal que al hacerse hombre, nacido de María, ha reconciliado a los ale­
jados, unido a los separados, llamado a los enemigos y acompañado a los
peregrinos53. Su sacrificio en la cruz es lo que nos obtiene la reconciliación,

46. Ef 2,14-16: “Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro
que los separaba, la enemistad, anulando en su carne la ley de los Mandamientos con sus pre­
ceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, y reconciliar
con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la Cruz ...”.
47. Col 1, 20-22.
48. Cfr. también Rom 5,11; Rom 11,15; 1 Cor 7,11 ss, aunque en este pasaje se trata sobre
la reconciliación entre marido y mujer. Cfr. F. B üchsel. ''aXkaoca)'. En: Grande Lessico del
Nuovo Testamento. Fundado por Gerhard Kittel. Cont. por Gerhard Friedrich. Vol. I. Brescia;
Paideia 1965, cois. 673-696.
49. “... Hay un medio que nos separa, pero hay un mediador que nos reconcilia: el medio
que nos separa es el pecado, y el mediador que nos reconcilia es el Señor Jesucristo”. Tratados
sobre el Evangelio de San Juan, tr. 41, n. 5; PL 35,1695.
50. “... era necesario un mediador, esto es, reconciliador, que aplacase esta ira con la obla­
ción de un sacrificio singular ...”. Compendio de la fe, esperanza y caridad a Lorenzo, 33,10; PL
40, 248-249.
51 Epístola 187,6,20; PL 33,839-840. Nótese el manejo de la “teoría del intercambio” carac­
terística de la época patrística, presentada en clave de reconciliación. Vid. también Sermón 51, n.
35; PL 38, 354.
52 “Luego, todos los hombres que creyendo, amaron y amando, imitaron la humildad de
Cristo, ya por revelación antes de tomarla, ya por el Evangelio después de recibirla, fueron sana­
dos por esta humildad de la impiedad de la soberbia para ser reconciliados con Dios”. Exposición
de la Carta a los Gálatas, n. 24; PL 35, 2122.
53. “El que es Dios sobre todas las cosas, Hijo igual al Padre, se hizo hombre para que, sien­
do hombre-Dios, fuese mediador entre los hombres y Dios, y así reconciliase a los alejados, unie-
492 G. SÁNCHEZ ROJAS

siendo ésta la realización plena del sacerdocio de Cristo54. Si por el pecado;


éramos -como dice San Pablo- hijos de ira, por la reconciliación obtenida por
el sacrificio de Cristo, recibimos la gracia que nos salva y ahora somos hijos
de Dios55.
Todo lo que el Señor Jesús nos ha obtenido mediante el don de la recon­
ciliación, es vivido en la Iglesia. Retomando lo indicado en el Sermón 96,
podemos afirmar que la Iglesia es el “mundo” que por la fe, ha aceptado la
reconciliación de Jesús y vive una nueva existencia, signada por la gracia, la
cercanía con Dios Padre y el amor que restaura los vínculos fracturados por
el pecado. Explicando a sus fieles de Hipona el sentido de la Vigilia pascual,
San Agustín muestra que lo que distingue a la Iglesia (= mundo reconciliado)
del mundo, es precisamente la certeza en la salvación obtenida por el Señor
Jesús, que es apropiada por los creyentes mediante la fe:

“Resistamos, por tanto, a los gobernantes de las tinieblas con la luz de las vigi­
lias. No es ese mundo el que se mantiene en vela en esta solemnidad, sino aquel
del que se dice: Dios estaba reconciliando el mundo consigo en Cristo, no impu­
tándoles sus delitos (2 Cor 5,19). Tanto resplandece en todo el orbe de la tierra
la fama de esta vigilia que hasta obliga a estar despiertos en su carne a quienes
no diré que duermen en sus corazones, sino que están sepultados en la impiedad
infernal (...) En esta noche, pues, está en vela todo el mundo, tanto el mundo
enemigo como el mundo reconciliado. Está en vela éste, ya liberado, para ala­
bar al médico; está despierto aquél, ya condenado, para blasfemar contra el
juez. Está en vela el primero, enfervorizado y resplandeciente en sus mentes
piadosas; está despierto el segundo, consumiéndose y rechinando sus dientes. A
aquél le impide dormir en esta fiesta la caridad, a éste la maldad; a aquél el vigor
cristiano, a éste la envidia diabólica”56.

se a los separados, llamase a los enemigos y acompañase a los peregrinos. Para esto se hizo hom­
bre”. Enarración sobre el salmo 100, n. 3; PL 3 7 ,1285.Sobre el mismo tema, vid. Consecuencias
y perdón de los pecados y el bautismo de los niños, I, 26,39; PL 44,131; Sobre el pecado original,
II, 26, 31; PL 44, 400; Del Génesis a la letra, VIII, 14, 32; PL 34, 385; Sermón 361, n. 16; PL 38,
1608 y numerosas citas.
54. “¿Qué pudiese tan gratamente ser ofrecido y recibido como la carne de nuestro sacer­
dote? Cuatro elementos integran todo sacrificio: el que ofrece, a quién se ofrece, qué se ofrece y
por quiénes se ofrece. El único y verdadero mediador nos reconcilia con Dios por medio de este
sacrificio de la paz, permanece uno con aquel a quien ofrece, se hace uno mismo con aquellos por
quienes ofrece y el que ofrece es lo que ofrece”. La Trinidad, IV, 14,19; PL 42, 901.
55. Cfr. Compendio de la fe, esperanza y caridad a Lorenzo, 41,13; PL 40, 253; La Ciudad
de Dios, X, 22; PL 41,299-300; Enarración sobre el salmo 67, n. 32; PL 36, 833; La Trinidad XIII,
10,14; PL 42,1025.
56. S a n A gustín . Sermón 219; PL 38,1088.
ECCLESIA, MUNDUS RECONCILIATUS. ALGUNAS CONSIDERACIONES 493

Cuando habla de la Iglesia y del mundo, y sobre todo, de la Iglesia en


relación con el mundo, San Agustín establece una relación muy peculiar, que
supone algunos aspectos muy delicados. Hay que tener en cuenta que está
tratando con gente que acusa a la Iglesia de ser ajena al mundo, de marcar
absolutas diferencias respecto de él, y por lo mismo, de desinvolucrarse del
acontecer humano. Es el caso de los paganos, a los que el Doctor de Hipona
dará magistral respuesta en La Ciudad de Dios. Pero al mismo tiempo, debe
responder a los donatistas, que son más bien el extremo opuesto. Éstos acu­
san a la Iglesia de haberse mundanizado, de haberse prácticamente identifi­
cado con el mundo mediante el pecado y la impureza, de modo tal que ya no
merece reconocimiento, y más bien ellos -los donatistas- proponían su fac­
ción como la auténtica Iglesia, precisamente a partir del rechazo y la no-vin-
culación con el mundo. En cierto sentido, y salvando las debidas diferencias,
se podría decir que unos (los paganos) acusan a la Iglesia de “extrinsecismo”
respecto del mundo; otros (los donatistas) critican a la Católica su “inmanen-
tismo” e incluso su “identificación” con el mundo malo y pecador. ¿Cómo
pasar incólume entre el Caribdis del extrinsecismo y el Escila del inmanen-
tismo ‘eclesiológicos’?
La propuesta (y la respuesta) de San Agustín rebosa de tono católico. Sin
tirarse a ningún extremo, se sitúa en un punto de equilibrio que considera la
realidad toda en su justa perspectiva, valorando lo que es propio del mundo,
pero destacando al mismo tiempo lo que constituye la identidad eclesial.
Puesto en otros términos: la respuesta de Agustín ante los cuestionamientos
establece un equilibrio entre UNIDAD y DISTINCIÓN. En primer lugar, UNI­
DAD. La Iglesia no constituye un mundo aparte, ajeno y extraño a nuestra
realidad. Sus miembros han sido tomados del mundo, viven en el mundo, o,
en terminología joánica, “están en el mundo”:

“Los que Él recibió del Padre son los mismos que Él escogió del mundo y los
eligió para que no fuesen ya del mundo, como Él no es del mundo; mas de
manera que ellos formen parte también del mundo que cree y conoce que Cristo
fue enviado por el Padre para que el munido fuese liberado del mundo, a fin de
que el mundo que ha de ser reconciliado con Dios no perezca con el mundo su
enemigo irreconciliable”57.

Se puede establecer un paralelo entre la Iglesia en relación con el mundo,


y la Ciudad de Dios en relación con la ciudad terrena. Tanto los miembros de
la Iglesia, mundo reconciliado, como los de la Ciudad de Dios, caminan por

57. S an A gustín Tratados sobre el Evangelio de San Juan, tr. 111, n. 1; PL 35,1925.
494 G. SÁNCHEZ ROJAS

este mundo y se hallan “mezclados” (“permixta”, dice San Agustín) con los
miembros del mundo o de la ciudad terrena. En una y en otra, sus miembros
son tomados del mundo, y allí viven, desempeñando labores profanas o secu­
lares. La única existencia humana vivida en esta tierra es común a unos y
otros. Y, en un plano más teológico, habrá que señalar que la invitación a vivir
la comunión con Dios es ofrecida a todos sin excepción, tanto a los miembros
del mundo reconciliado como a los miembros del mundo profano; tanto a los
miembros de la Ciudad de Dios como a los miembros de la ciudad terrena.
Unidad de existencia, de convivencia y de destino sobrenatural: tal es la pri­
mera constatación que puede ser establecida aquí.
En segundo lugar, d i s t i n c i ó n . La Iglesia no es el mundo. Retomando la
terminología joánica, se puede decir que la Iglesia, que está en el mundo, “no
es del mundo”. Se diferencia de él por su fe en Cristo, por el amor que vive y
que no brota de ella misma, sino que es la apropiación del amor con el que
Dios la amó, por Jesucristo y en el Espíritu Santo. A tal punto este amor es el
núcleo distintivo de la identidad de la Iglesia, que configura su identidad de
un modo nuevo, único e incomparable. San Agustín describe este amor con-
figurador como reconciliador:

“El amor con que Dios ama es incomprensible, y al mismo tiempo inmutable.
Porque no comenzó a amarnos desde cuando fuimos con Él reconciliados por la
sangre de su Hijo, sino que nos amó antes de la formación del mundo para que,
juntamente con su Hijo, fuésemos hijos suyos cuando nosotros no éramos abso­
lutamente nada. Pero, al decir que hemos sido reconciliados con Dios por la
muerte de su Hijo, no debemos oírlo ni tomarlo como si el Hijo nos haya recon­
ciliado con Él para comenzar a amar a quienes antes odiaba, al modo que un
enemigo se reconcilia con otro enemigo para hacerse amigos, amándose después
los que antes se odiaban; sino que fuimos reconciliados con el que ya nos amaba
y cuyos enemigos éramos por el pecado”58.

Este amor no sólo da identidad, también da una nueva realidad, un nuevo


ser que es la Caridad de Dios, y que se vive como gracia (santificante)59.
Estando la Iglesia en el mundo, ya no es “mundo” porque posee un principio
ontològico propio y distinto. ¿Cuál? “El amor de Dios ha sido derramado en

58. San A gustín Tratados sobre el Evangelio de San Juan, tr. 110, 6; PL 35,1923.
59. “La fuente misma de la gracia es Dios por naturaleza,y por una gracia inefable es hom­
bre, nacido del Espíritu Santo y de la Virgen. Finalmente, ya que la gracia de Dios viene por
Jesucristo, Señor nuestro, por Él mismo éstos también han conocido, dice, que Tú me has envia­
do. Este es el mundo reconciliado. Pero te han conocido porque Tú me has enviado; luego te han
conocido por una gracia”. Tratados sobre el Evangelio de San Juan, tr. 111, 5; PL 35,1929.
ECCLESIA, MUNDUS RECONCILIATUS. ALGUNAS CONSIDERACIONES 495

nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”60, Pero está
además la fe, que distingue al miembro de la Iglesia y lo “separa” del mundo
profano. Creyendo, el ser humano participa de la misma vida de Dios, hace
suyo el Designio del Creador y se inserta además en una comunidad. Así
como la caridad, la fe posee un efecto reconciliador. Comentando las palabras
de Jesús; “No ruego solamente por éstos, sino también por aquellos que por
su palabra han de creer en mí” (Jn 17, 20), San Agustín dice:

“Hay un mundo del que está escrito: Para que no seamos condenados con este
mundo (1 Cor 11,32). Por este mundo no ruega, porque no ignora el lugar a que
está predestinado. Y hay asimismo otro mundo, del cual está escrito: No ha veni­
do el Hijo del Hombre a juzgar al mundo, sino para que por Él se salve el mundo;
por eso dice el apóstol: En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo (2
Cor 5,19). Por este mundo ruega diciendo: Para que crea que Tú me enviaste.
Esta es la fe que reconcilia al mundo con Dios, creyendo en Cristo, que fue
enviado por Dios”61.

La Iglesia, “mundo reconciliado”, en cuanto que ha sido reconciliada,


reconcilia ella misma a su vez. ¿Cómo? Ante todo, por medio de los sacra­
mentos. Destaca de manera peculiar el bautismo, que nos hace miembros del
Cuerpo de Cristo y, en esa medida, nos hace nacer a la vida sobrenatural62;
por el sacramento de la penitencia se recupera la gracia perdida por los peca­
dos y se restaura la unidad de la Iglesia herida por las faltas personales63;
finalmente, la Eucaristía es celebración litúrgico-sacramental del sacrificio
del Señor Jesús, y, en ese sentido, es memorial de la reconciliación obtenida a
precio de sangre64. Pero además de todo esto, la Iglesia es presentada como

61. San A gustín Tratados sobre el Evangelio de San Juan, tr. 110, n. 2; PL 35,1920-1921.
62. “El poder ser regenerado por ministerio de voluntad ajena, cuando es ofrecido uin con­
sagrando, es obra del único Espíritu. Éste es quien regenera al ofrecido, porque no está escrito:
Si alguien no renaciere de la voluntad de los padres o de los oferentes o ministros... sino: Si alguien
no renaciere del agua y del Espíritu Santo (Jn 3, 5). Son, pues, el agua, que representa exterior-
mente el sacramento de la gracia, y el Espíritu, que obra interiormente el beneficio de la gracia,
los que desatan el vínculo de la culpa y reconcilian el bien de la naturaleza (con Dios)”. San
Agustín. Carta 98, n. 2; PL 33, 360.
63 “¿Qué le aprovecha al hombre la sola fe sana, o el solo sacramento auténtico de la fe, si
la herida mortal del cisma ha destruido la salud de la caridad, por cuya sola ruina son arrastra­
dos a la muerte también los otros miembros sanos? Para que no suceda esto, no cesa la miseri­
cordia de Dios, mediante la unidad de su santa Iglesia, para que acudan y sean curados median­
te la medicina de la reconciliación y el vínculo de la paz”. San A gustín Sobre el bautismo, I, 8,
11; PL 43,116.
64. Cfr. La Ciudad de Dios, XX, 9,2; PL 41, 674, que habla sobre la Eucaristía ofrecida por
los difuntos, y que, presentada ante Dios como sufragio, les obtiene la reconciliación que busca­
ron en esta vida.
496 G. SÁNCHEZ ROJAS

un signo de reconciliación en medio de un mundo que sufre la división y la


fractura producidas por el pecado. Siendo, como dice San Agustín, “mundo
reconcilliado”, ella -la Iglesia- patentiza que aquí, en esta existencia terrena,
en nuestra vida temporal, es posible vivir la amistad y cercanía con Dios, es
factible experimentar la unión amorosa con el Creador y vivir como herma­
nos de Cristo e hijos de un mismo Padre. En la polémica con los donatistas,
San Agustín recuerda constantemente a sus adversarios que el gran pecado
que han cometido es el de haber roto la unidad eclesial y haber quitado a la
Iglesia su condición de signo. La propuesta que el Doctor de Hipona les hace
es la de recuperar aquello que se perdió, o, con sus propias palabras, “recon­
ciliarse con la unidad”:

“Y en esta vida no deja (Dios) de aumentar los flagelos, para que, consideran­
do lo que padecen y por qué padecen, en algún momento se den cuenta, y quie­
nes ya en la unidad de Donato recibieron el bautismo de los maximianistas,
ahora abracen por la paz de Cristo el bautismo en la tierra, vuelvan a la raíz, se
reconcilien con la unidad, vean que nada les queda por decir, sino por hacer, a
fin de que por sus hechos pasados ofrezcan un sacrificio de amor al Dios fácil de
aplacar, cuya unidad rasgaron con su nefasto crimen y a cuyos sacramentos infi­
rieron prolongadas injurias”65.

• Una enseñanza para hoy

La reflexión teológica agustiniana sobre la Iglesia como “mundo reconci­


liado” ofrece iluminación y esclarecimiento para la eclesiología actual. Ayuda
a comprender y profundizar algunas dimensiones particulares del misterio de
la Iglesia, y aparece como un criterio importante para categorizar la natura­
leza misma del Pueblo de Dios. Así lo ha entendido la teología, y también el
magisterio contemporáneo.
En su hermoso libro, Meditación sobre la Iglesia, el Cardenal Henri de
Lubac dedica un capítulo al tema “La Iglesia en medio del mundo”. Constata
la presencia de la Católica entre los hombres y los pueblos, y reconoce los fru­
tos positivos que dicha presencia ha suscitado a lo largo de la historia, en el
plano temporal y social. Pero, más allá de dichos beneficios innegables ofre­
cidos por la Iglesia a la humanidad, destaca lo que constituye su núcleo esen­
cial: hacer presente en la historia la salvación de Jesucristo para todos los

65. San A gustín . Sobre el bautismo, II, 11,15; PL 43,136.


ECCLESIA, MUNDUS RECONCILIATUS. ALGUNAS CONSIDERACIONES 497

seres humanos, respondiendo así a las esperanza de eternidad que radica en


el fondo de cada corazón:

“...Ya desde aquí abajo, e incluso desde un punto de vista humano, la Iglesia ase­
gura entre nosotros esta comunnión que nuestras civilizaciones modernas igno­
ran y que, además, nunca fue sino pasajera. ‘La esposa de Cristo no cesa de
tener conciencia de esta Humanidad cuyo destino ella lleva en su regazo’.
Tal es por consiguiente el doble beneficio que reporta. Arca de salvación, ella
nos salva de las olas de este mundo perecedero; pero al mismo tiempo recoge
las esperanzas del género humano. Mundus reconciliatus Ecclesia66.

Al tratar sobre la relación entre la Iglesia y los no cristianos, el Catecismo


de la Iglesia Católica (1992), siguiendo la doctrina del Concilio Vaticano II,
expuesta en la Constitución Lumen gentium, n. 16, recuerda que los miem­
bros de otras religiones, aunque no compartan la fe en Jesucristo ni pertenez­
can formalmente a la Iglesia, están de algún modo vinculados u orientados a
ella, sea porque creen en el único Dios67, sea porque entre sombras y bajo
imágenes buscan al Dios desconocido, pero próximo68. La Iglesia, para los no-
cristianos, y en general, para todo hombre, está en medio del mundo como
signo de unidad y de salvación, porque en ella está Jesucristo, el único Sal­
vador del género humano:

“El Padre quiso convocar a toda la humanidad en la Iglesia de su Hijo para reu­
nir de nuevo a todos sus hijos que el pecado había dispersado y extraviado. La
Iglesia es el lugar donde la humanidad debe volver a encontrar su unidad y su
salvación. Ella es el ‘mundo reconciliado’ (San Agustín, serm. 96,7-9). Es, ade­
más, este barco que ‘pleno dominicae crucis velo Sancti Spiritus flatu in hoc
bene navigat mundo’ (‘con su velamen que es la cruz de Cristo, empujado por
el Espíritu Santo, navega bien en este mundo’) (San Ambrosio, virg. 18, 188);
según otra imagen estimada por los Padres de la Iglesia, está prefigurada por el
Arca de Noé que es la única que salva del Diluvio (Cf. 1 Pe 3, 20-21)”69.

Las innegables coincidencias entre lo que enseña el Catecismo y la afir­


mación del Cardenal de Lubac antes citada70, tienen un punto común, que es

66. Henri d e L ubac . Meditación sobre la Iglesia. Madrid; Encuentro 1988, p. 150. Cita a San
Agustín, Sermón 96, 8-9; PL 38, 588.
67. Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 839-841, que habla sobre las relaciones de la
Iglesia con los judíos y con los musulmanes.
68. Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 842-843.
69. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 845.
70. El Catecismo parece recoger las reflexiones del Cardenal de Lubac en el n. 830, cuando,
hablando de la catolicidad de la Iglesia, señala que ésta se entiende primeramente como totali-
498 G. SÁNCHEZ ROJAS

la consideración de la Iglesia como “mundo reconciliado”. En uno y otro


caso, hablar de “mundo reconciliado” es entender a la Iglesia como signo de
unidad de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. “Mundo reconci­
liado” significa que en medio del mundo y de la humanidad está Jesucristo
ofreciendo el don de la reconciliación a todos. Con ello, se quiere indicar una
dimensión de la Iglesia que el Concilio puso en primer plano. “Mundo recon­
ciliado” es otro modo de señalar que la Iglesia es sacramento universal de sal­
vación71. Se indica su dimensión visible, de ser signo que puede ser captado,
ya que no es una realidad (la Iglesia) ajena al mundo, sino, como ya se ha
explicado, está en el mundo. Pero se muestra al mismo tiempo aquello que
tiene de particular, y que configura su identidad, que es la de reflejar algo que
trasciende completamente lo que este mundo puede dar, y que es la reconci­
liación de Cristo. La Iglesia hace presente para todos los tiempos y para todos
los hombres aquello que San Pablo describía: “Dios estaba en Cristo reconci­
liando al mundo consigo”.
El Papa Juan Pablo II, en su Exhortación apostólica postsinodal
Reconciliatio et poenitentia (1984) dice que “la Iglesia, para ser reconciliado­
ra, ha de comenzar por ser una Iglesia reconciliada”72 y la describe como el
gran sacramento de reconciliación en el mundo, debido a que su existencia
misma testimonia y representa la obra de Cristo; sirve a la Escritura que es
anuncio gozoso de reconciliación, y por último, porque mediante los siete
sacramentos vivifican a la Iglesia y otorgan la reconciliación para el mundo73.
Mediante el diálogo -entre otros medios- la Iglesia crea una concordia acti­
va y, siendo capaz “de presentarse como testigo y operadora humilde de
reconciliación respecto a las otras religiones cristianas y no cristianas, se con­
vierte, según la expresiva definición de San Agustín, en un ‘mundo reconci-

dad o plenitud, y no en sentido cuantitativo. Por eso: “...La Iglesia, en este sentido fundamental,
era católica el día de Pentecostés”. Compárese con lo que dice de Lubac sobre el mismo tema:
“La Iglesia no es católica por estar actualmente extendida en toda la superficie de la tierra. Era
ya católica la mañana de Pentecostés, cuando todos sus miembros cabían en una sala ...”.
Cateolicismo. Aspectos sociales del dogma. Madrid; Encuentro 1988, pp. 37-38.
71. Cfr. Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, n.l; también n. 48: “Cristo
... envió sobre los discípulos a su Espíritu Vivificador, y por Él hizo a su Cuerpo, que es la Iglesia,
sacramento universal de salvación”.
72. Continúa el mismo texto: “En esta expresión simple y clara subyace la convicción de que
la Iglesia, para anunciar y promover de modo más eficaz al mundo la reconciliación, debe con­
vertirse cada vez más en una comunidad (aunque se trate de la ‘pequeña grey’ de los primeros
tiempos) de discípulos de Cristo, unidos en el empeño de convertirse continuamente al Señor y
de vivir como hombres nuevos en el espíritu y práctica de la reconciliación”, n. 9.
73. Allí mismo, n. 11.
ECCLESIA, MUNDUS RECONCILIATUS. ALGUNAS CONSIDERACIONES 499

liado’. Sólo así podrá ser signo de reconciliación en el mundo y para el


mundo”74.
La doctrina agustiniana de la Iglesia, “mundo reconciliado” es el modo
peculiar que el Doctor de Hipona emplea para indicar la sacramentalidad de
la Iglesia, su dimensión de signo y de portadora de la gracia. Pero, al mismo
tiempo, es la manera que elige para destacar la centralidad de Jesucristo
reconciliador, a quien la Iglesia hace presente con toda su fuerza salvífica. San
Agustín brinda así una ayuda para profundizar en la reconciliación que, según
Juan Pablo II, “se ha convertido en tema central de la tarea de la Iglesia
hoy”75.

Dr. Gustavo S á n c h e z R o ja s
Lima-Perú

74. Allí mismo, n. 25.


75. S.S. Ju a n Pablo II. “La Eucaristía, fuente de reconciliación”. Homilía en el Congreso
Eucaristico de Téramo, 30 de junio de 1985, n. 2. En: L'Osservatore Romano, edición en lengua
española, 4 de agosto de 1985, p. 19.
Est Ag 39 (2004) 501-513

La composición del De sancta uirginitate


de san Agustín
Siempre se había aceptado la unidad de redacción de la obra De sancta
uirginitate de san Agustín. Pero últimamente la han cuestionado dos estudio­
sos, P.-M. Hombert y G. Lettieri, sosteniendo su composición en dos etapas.
Por caminos diversos, ambos llegaron a idéntica conclusión: el primero en un
estudio de cronología agustiniana h, el segundo, en otro sobre la evolución
doctrinal del santo 2. El argumento de fondo, sin embargo, es el mismo: la
falta de unidad doctrinal que advierten en la obra.
P.-M. Hombert defiende que una primera parte de la obra fue escrita
hacia el 403-404, y una segunda hacia el 412. Sus argumentos son el carácter
marcadamente antipelagiano de los temas desarrollados por el santo en dicha
segunda parte, sobre todo el de la impeccantia (capacidad el hombre para no
pecar) y la presentación de la gracia como auxilium; determinadas y signifi­
cativas coincidencias con obras de los años 411-412 (De peccatorum meritis et
remisione, De spiritu et littera, epistula 140) y, por último, la constatación de
que un considerable número de textos bíblicos de que se sirve en el escrito, el
santo comenzó a usarlos o los usó de modo preferente una vez iniciada la con­
troversia con Pelagio y sus seguidores 3.
G. Lettieri, por su parte, aduce como prueba la existencia dentro de la
obra de dos éticas sexuales diversas, que implican dos doctrinas de la gracia:
mientras la primera interpreta la castidad y la humildad que debe acompa­
ñarla como disciplina, doctrina imitanda, revelada por Jesucristo maestro que
se limita a enseñar y a mandar, sin dejar espacio a la gracia, la segunda sos­
tiene que el hombre sólo puede cumplir los preceptos de Dios mediante la
gracia. Esta constatación le lleva a colocar la composición de la primera parte
en el 396-397, antes del libro primero, cuestión segunda, de las Quaestiones ad
Simplicianumi durante cuya .composición san Agustín, según confesión pro-

1. H ombert, P.-M., Nouvelles recherches de chronologie augustinienne, Paris 2000.


2. L ettieri, G., L ’Altro Agostino. Ermenuetica e retorica della grazia dalla crisi alla meta­
morfosi del De doctrina Christiana, Morcellina, Brescia 2001.
3. Nouvelles recherches, pp. 109-136.
502 PÍO DE LUIS

pia, experimentó un cambio profundo en su concepción de la gracia, y la


segunda, después de las Confessiones a causa de la teología de la gracia que
contiene 4
Coincidentes en sostener las dos etapas, ambos autores difieren no sólo
en la asignación de fechas a cada una de ellas, sino también en la delimitación
del texto del De sancta virginitate que les corresponde. Según Hombert, la
segunda tendría su comienzo en el actual capítulo treinta y ocho (38,39) y,
según Lettieri, en el capítulo treinta y seis (36,36). Pero, independientemente
de cuál consideren que es el comienzo de la segunda parte, ambos asumen
que llega hasta el final de la obra.
Damos por hecho que una parte del De sancta uirginitate fue compuesta
en un segundo momento, pero no aceptamos considerarla como una «segun­
da parte» del escrito. Juzgamos más acertado hablar de una sección antipela-
giana intercalada en la segunda parte de la obra ya completa. Expongamos las
razones, examinando la segunda parte del escrito agustiniano, tal como nos ha
llegado. Comenzamos con una serie de constataciones:
1. La segunda parte comienza en el capítulo treinta y uno (31,31), en que
san Agustín anuncia que comenzará a ocuparse de la humildad 5.
2. El capítulo cincuenta y seis (56,57) constituye el epílogo de la obra en
la intención del autor. Su mismo contenido así lo deja entender 6.
3. El capítulo cincuenta y cuatro (54,55) introduce una sección conclusi­
va, en la que san Agustín saca las conclusiones de lo anteriormente dicho.
Indicador de ello es el ergo (por lo tanto) 7.
4. Los capítulos del treinta y uno (31,31) al cincuenta y tres (53,54) con­
tienen la motivación de la humildad que el santo presenta en el contexto de
la salvaguarda de la virginidad.

Motivación de la humildad (31,31-53,54)


Si se examina esta sección, es fácil advertir que, a nivel de contenido,
consta de dos partes: una primera en que el autor motiva la virtud de la

4. L ’Altro Agostino, pp. 218-221. Al tener conocimiento de la tesis de Hombert, propuso dos
posibilidades distintas de datación para la segunda parte, manteniéndose firme en la defendida
para la primera.
5. «Unde huius muneris magnitudo..., quanto est excellentius atque divinius, tanto magis
admonet sollicitudinem nostram non solum de gloriosissima castitate, uerum etiam de tutissima
humilitate aliquid loqui» (XXXI,31 CSEL 41, 268, k 7-11).
6. «Pro modulo itaque nostro et de sanctitate..., et de humilitate..., satis locuti sumus»
(LVI,57 CSEL 41, 301,1.17-19).
7. «Si ergo nuptias contempsistis filiorum hominum, ... toto corde amate speciosum forma
prae filiis hominum» (LIV,55 CSEL 41,300,1. 9-11).
LA COMPOSICIÓN DEL DE SANCTA UIRGINITATE DE SAN AGUSTÍN 503

humildad en los vírgenes con el ejemplo de Jesucristo y una segunda en que


motiva la misma virtud desde la persona que ha profesado la virginidad. A
nivel literario, en cambio, se puede hablar de tres partes: la primera contiene
la motivación puramente cristológica; la segunda, la motivación personal, y la
tercera, una combinación de ambas. La motivación cristológica ocupa los capí­
tulos del treinta y uno al treinta y siete (31,31-37,38). San Agustín recurre al
ejemplo de Jesucristo, remitiendo primero al hecho de la encarnación (31,31),
y luego a su enseñanza (32,32); de una y otra infiere la necesidad de la humil­
dad (33,33-34,34). A continuación pone al servicio de su causa la invitación de
Jesucristo a aprender que él que es manso y humilde de corazón (Mt 11,25-29)
(35,35a), a cuyo hilo introduce un emotivo apostrofe dirigido a Jesús (35,35b-
37,37) y, acto seguido, otro a quien profesa la virginidad (37,38). Todos estos
capítulos contienen una vigorosa motivación cristológica de la humildad.
La motivación personal ocupa los capítulos del treinta y siete al cincuen­
ta (37,38-50,50). En ellos el santo considera un triple peligro a que está
expuesto quien ha abrazado la virginidad consagrada. El primero es el de cre­
erse que no está en deuda con el Señor (37,38-42,43). Tomando como hilo
conductor a Le 4,47 (a quien se le perdona poco, ama poco), el obispo de
Hipona muestra que el virgen ha de admitir que se le han perdonado todos
los pecados que, por gracia del Señor, no llegó a cometer, insistiendo en que
la práctica de la virginidad consagrada es un don. El segundo peligro consis­
te en creerse superior a los casados (43,44-47,47), convicción que el santo
rebate con el argumento de que hay personas casadas de mayor nivel moral y
espiritual que los vírgenes; en efecto, el criterio supremo es la disponibilidad
para el martirio, que puede tener una persona casada y no una virgen. El ter­
cer peligro es el de creerse libre de pecado -doctrina de la impeccantia-
(48,48-50,50), presunción a la que san Agustín se opone citando varios textos
bíblicos (Pr. 20,9; Job 14,4-5; Mt 6,12; 1 Jn 1,8-10; 1 Jn 2,1-2).
Después de exponer la motivación cristológica y la personal, el santo
combina una y otra. Así en el capítulo cincuenta (50,51) aparece unido el
motivo de la impeccantia con el seguimiento de Cristo 8; el capítulo cincuen­
ta y uno (51,52) introduce de nuevo la comparación entre los casados y los vír­
genes en el marco del seguimiento del Cordero 9, y en el cincuenta y dos

8. «Sed non contendo cum eis, qui adserunt hominem posse in hac uita sine ullo peccato uiue-
re... Unum scio... quamlibet magni sint, non est servus maior domino suo... (Io 13,16). E t utique
ille est dominus... qui dicit: venite ad me omnes, qui laboratis et discite a me. E t tamen quid disci­
mus? Quoniam mitis sum, inquit, et humilis corde (Mt 11,27-29)» (L,51 CSEL 41,296,1.10-22).
9. «Facilius sequuntur agnum, etsi non quocumque ierit, certe quousque potuerint, coniu-
gati humiles quam superbientes virgines» (LI,52 CSEL 41, 297,1.12-14).
504 PÍO DE LUIS

recuerda de nuevo la humildad de Jesucristo (Mt 11,29 y encarnación) en el


contexto del mayor amor (cf. Le 4,47)10.
Si lo que acabamos de exponer lo juzgamos con criterios literarios, adver­
timos que san Agustín se ha servido del quiasmo. Esquemáticamente expues­
to, helo aquí:
1. A los vírgenes se les ha perdonado mucho (37,38-42,43).
2. Los vírgenes no siempre son superiores a los casados (43,44-47,47).
3. Los vírgenes no están exentos de pecado (48,48-50,50).
3. Los vírgenes no están exentos de pecado (50,51).
2. Los vírgenes no siempre son superiores a los casados (51,52).
1. A los vírgenes se les ha perdonado mucho (52,53).

Con el capítulo cincuenta y tres (53,54) se cierra la sección intercalada y


la que hemos considerado segunda parte. En ambos casos, el santo lo expre­
sa mediante una inclusión. La sección intercalada se abre y se cierra con la
idea de que la hinchazón del orgullo impide entrar por el camino estrecho del
Señor. Al comienzo escribía: “temor de que, por gloriarte de seguir al Cor­
dero a dondequiera que vaya, la hinchazón de tu orgullo te impida seguirle por
sus caminos estrechos’’’1 n ; y al final escribe: “humillaos en todo para hallar
gracia ante Dios (cf. Si 3,18), no sea que oponga resistencia a los orgullosos
(cf. Sant 4,6), humille a quienes se exaltan a sí mismos e impida pasar por sus
sendas estrechas a los hinchados” 12. La segunda sección, a su vez, toda ella
centrada en la recomendación de la humildad se abre y se cierra con la cita de
Sir 3,18. Al comienzo había escrito: “Una vez que quienes han profesado la
continencia perpetua se hayan comparado con los casados y hayan descu­
bierto que... estos le son inferiores 13... inmediatamente han de recordar lo
que está escrito: En la medida en que seas grande, humíllate en todo y halla-

10. «Quapropter hoc agite, uirgines dei, hoc agite: sequimini agnum quocumque ierit. Sed
prius ad eum, quem sequimini, uenite et discite, quoniam mitis est et humilis corde... Dona eius
illi seruanda committite, fortitudinem uestram ad illum custodite. Quidquid mali ipso custodien­
te non committitis, tamquam remissum ab illo deputate, ne modicum uobis existimantes dimis­
sum modicum diligatis et tundentes pectora publicanos ruinosa iactantia contemnatis» (LII,53
CSEL 41,298,1. 7-19).
11. «Metuo... ne cum te agnum quocumque ierit secuturum esse gloriaris, eum prae tumore
superbiae sequi per angusta non possis» (XXXVIII,39 CSEL 41, 280,1. 3-5).
12 «Humiliate uos in omnibus... ne superbis resistat, ne se exaltantes humilet, ne inflatos per
angusta non traiciat» (LIII,54 CSEL 41,300,1. 4-7). Que este capítulo pertenece todavía a la sec­
ción interpolada se deduce de que aún mantiene la comparación moral entre los vírgenes y los
casados: «Ecce iam tales estis, ut professae atque seruatae uirginitati ceteris etiam moribus con­
gruatis...» (LIII,54 CSEL 41, 299,1.11-11).
13. Aquí la comparación es entre los estados, no entre las personas que los profesan.
LA COMPOSICIÓN DEL DE SANCTA VIRGINITATE DE SAN AGUSTÍN 505

rás gracia ante Dios (Si 3,18)14; al final escribe: “Mas en la medida en que sois
grandes los que lo sois en el modo indicado, en esa misma medida humillaos
en todo para hallar gracia ante Dios (cf. Sir 3,18)” 15.
Llegados aquí es preciso retroceder momentáneamente. Como ya indica­
mos, P.-M. Hombert creía que el texto elaborado por san Agustín en la segun­
da etapa comenzaba con el capítulo treinta y ocho (38,39) y nosotros lo hemos
puesto en el treinta y siete (37,38). El que hayamos presentado el mismo capí­
tulo (37,38) como integrado también en la parte correspondiente a la motiva­
ción cristológica no implica que la motivación cristológica y la personal se
superpongan en el capítulo, sino que hace necesaria una división del mismo.
La primera parte llega hasta «lavó los pies de sus discípulos» y cae dentro de
la motivación cristológica; la segunda comienza con «Conozco la dignidad de
tu condición virginal» y corresponde ya a la motivación personal. Dos argu­
mentos cabe aducir a favor de esta división.
El primero es de carácter literario. La que hemos considerado como pri­
mera parte del capítulo treinta y siete está estructurado sobre un doble “no te
envío” y un único “te envío”; un doble “no irás” y un único “irás” 16. La con­
tinuación del texto, que comienza con una ponderación del valor de la virgi­
nidad (“Conozco la dignidad de tu condición virginal”) 17, rompe esa estruc­
tura, y presenta otra diferente: “No te propongo..., pero temo”; “No te
digo..., pero temo” 18. Este comenzar con oraciones principales negativas se
puede interpretar como una forma de continuidad con el texto anterior y de
camuflar la sutura 19. Esa continuidad aparece también en los personajes

14. «Cum ergo perpetuae continentiae profesores se coniugatis comparantes... compererint


eos infra esse... statim ueniat in mentem quod scriptum est: quanto magnus es, tanto humila te in
omnibus et coram Deo inuenies gratiam» (XXXI,31 CSEL 41, 268,1.11-15).
15. «Sed quanto magni estis, quicumque ita magni estis, tanto humilate uos in omnibus, ut
coram deo inueniatis gratiam» (LIII,54 CSEL 41, 300,1. 3-7). El mismo texto, sin embargo, ya
había aparecido antes en la sección interpolada (cf. 43,44).
16. «Non ego te, ut discas humilitatem, ad publicanos et peccatores mitto·,.... Non te ad hos
mitto... Ad regem coeli te mitto...Non ibis ad eum...; non ibis ad eam ..., sed ibis ad eum...»
(XXXVII,38 CSEL 41, 278,1. 20,22 -279,1.1-17).
17. «Noui dignitatem uirginitatis tuae» (XXXVII,38, CSEL 41, 279, 1. 18-19). Detrás de
estas palabras se puede advertir la actitud personal de quien está ufano de su virginidad, que cua­
dra perfectamente con la pelagiana. Esta apreciación la confirma el que inmediatamente después
indica que el virgen “se gloría” (gloriaris) de seguir al Cordero a dondequiera que va. Hasta el
presente, la exaltación de la virginidad procedía siempre de san Agustín.
18. «Non tibi propono..., sed timeo...; non dico..., sed metuo...» (XXXVII,38 CSEL 41,
279,1.19-22 - 280,1.1-2).
19. Téngase en cuenta, además, que todo el capítulo treinta y ocho (38,39) está centrado en
el temor, en continuidad con doble temor {timeo y metuo) de la conclusión del treinta y siete.
Parece lógico, pues, separar el final del capítulo treinta y siete del resto del mismo y unirlo con
el treinta y ocho.
506 PÍO DE LUIS

bíblicos puestos como referentes: el fariseo y el publicano (Le 18,9-14), y la


pecadora y el Simón (Le 7,36-50), que preceden y siguen al reconocimiento
de la dignidad de la virginidad. Aparece, por último, en el mantener inicial­
mente la forma de apostrofe, que, sin embargo, va diluyéndose hasta conver­
tirse en reflexión normal.
El segundo argumento nos lo brinda el texto de Le 7,47. En la división
actual aparece en los capítulos treinta y siete, cuarenta, cuarenta y uno, cua­
renta y dos, y cincuenta y tres (37,38; 40,41; 41,42; 42,43; 52,53). Si, en cambio,
pasamos la parte última indicada del capítulo treinta y siete, justamente aque­
lla en la que aparece citado por primera vez en la obra Le 4,47, al capítulo
treinta y ocho (38,39), es decir, si hacemos comenzar el capítulo treinta y ocho
donde se ha propuesto, tenemos una secuencia apenas interrumpida. Aparece
en los capítulos 38,39; 40,41; 41,42 y 42,43, justamente aquellos en que san
Agustín trata de quitar de la cabeza a los que profesan la virginidad la idea de
que se les ha perdonado poco. Se puede argumentar que queda descolgada la
referencia presente en el capítulo cincuenta y dos, pero es sólo en apariencia.
Como dijimos, después de haber expuesto los tres argumentos para la moti­
vación personal de la humildad, el santo vuelve sobre ellos, asociándolos con
un motivo cristológico, pero lo hace en forma quiástica. Por esa razón, la refe­
rencia a Le 4,47 aparece la última, separada de las anteriores.

La sección conclusiva (54,55-55,56)

En esta sección sorprende el ergo («por lo tanto») inicial del capítulo cin­
cuenta y tres: “Por lo tanto (ergo), si habéis despreciado el matrimonio
humano por medio del cual engendraríais hombres, amad de todo corazón al
más hermoso entre los hijos de los hombres (cf. Sal 44,3)” 20. No sorprende por
sí mismo, pues nada impide a un autor sacar conclusiones de algo en un
momento determinado, sino por lo distante que queda el antecedente del que
extrae la consecuencia. La última vez que san Agustín ha hablado en la obra
de esa renuncia al matrimonio humano fue en el capítulo cuarenta y uno con
estas palabras: «así, pues, para amar con todo el ardor a aquel por cuyo amor
os mantenéis libres de los lazos del matrimonio, juzgad que se os ha perdo­
nado absolutamente todo cuanto de negativo no habéis cometido bajo su
guía» (40,41) 21, y la penúltima en el treinta y ocho con estas otras: «¡Virgen

20. Cf. nota xxx


LA COMPOSICIÓN DEL DE SANCTA UIRGINITATE DE SAN AGUSTÍN 507

amante de la piedad y el pudor que ni siquiera en el lícito ámbito conyugal


diste rienda suelta al apetito carnal, que ni siquiera para obtener descenden­
cia transigiste con tu cuerpo mortal, que suspendiste en lo alto tus miembros
terrenos con su excitación ajustándolos a los usos celestes!» (37,38)22. Ahora
bien, ¿cuál de los dos capítulos se constituye en el antecedente del que san
Agustín saca su consecuencia? Comparando el contenido de uno y otro, todo
hace pensar en el treinta y siete. Son muchos los elementos comunes entre
este y el cincuenta y cuatro (54,55): la renuncia al matrimonio humano 23, la
renuncia a una posteridad en hijos 24, la cita del Sal 44,3 25, el amor de
Jesucristo 26, su condición de señor y de siervo 27, de creador y creado 28, el
desprecio que sufrió 29 y, por último, la idea del peso del am o r30. Estas coin­
cidencias tan netas permiten suponer que, en la redacción original, el actual
capítulo cincuenta y cuatro seguía inmediatamente al actual capítulo treinta y
siete, exceptuada su última parte. En aquel el santo sacó las conclusiones
(ergo) de cuanto acababa de decir en este. A los que, al profesar la virginidad,
han renunciado al matrimonio y a una descendencia carnal, en virtud de esa

21. «Proinde... uos ut ardentissime diligatis, cui diligendo a coniugiorum nexibus liberi
uacatis, deputate uobis tamquam omnino dimissum quidquid mali a uobis non est illo regente
commisum» (XL,41 CSEL 41, 284,1.19-22 - 285,1.1).
22. «Non ego te, anima pia, pudica, quae adpetitum carnalem nec usque ad concessum
coniugium relaxasti, quae decessurum corpus nec successori propagando indulsisti, quae fluitan­
tia membra terrena in caeli consuetudinem suspendisti...» (XXXVII,38 CSEL 41, 278,1.17-20).
23. «Si ergo nuptias contempsistis filiorum hominum... uacat vobis, liberum est cor a coniu-
galibus vinculis» (LIV,55 CSEL 41, 300,1. 9)- «... quae adpetitum carnalem nec usque ad con-
cesssum coniugium ralaxasti» (XXXVII,38 CSEL 41, 278,1.17-18).
24. «... ex quo gigneretis filios hominum» (LIV,55 CSEL 41, 300,1.10) - «... quae decessu­
rum corpus nec succesori propagando indulxisti» (XXXVII,38 CSEL 41, 278,1.18-19).
25. «... toto corde amate speciosum forma prae filiis hominum» (LIV,55 CSEL 41,300,1.10-
11) - «te mitto..., ad speciosum forma prae filios hominum...» (XXXVII,38 CSEL 41, 279,1. 3-
5). Este texto no vuelve a ser citado entre uno y otro capítulo, y anteriormente sólo en cap. 11,11.
26. «... amatoris uestri» (LIV,55 CSEL 41,300,1.12-13) - «... ibis ad eum, qui de coelo des­
cendit pondere caritatis» (XXXVII,38 CSEL 41, 279,1.14-15).
27. «... etiam in caelis dominantem et in terris seruientem» (LIV,55 CSEL 41, 300,1. 14)-
«... qui dominans angelis inmortalibus non dedignatus est seruire mortalibus» (XXXVII,38
CSEL 41, 279,1. 6-7).
28. «... creantem omnia, creatum inter omnia» (LIV,55 CSEL 41, 300,1. 14-15) - «... per
quem creati sunt homines et qui creatus est inter homines» (XXXVII,38 CSEL 41, 279,1. 3-4).
29. «illud ipsum, quod in eo derident superbi, inspicite quam pulchrum sit (LIV,55 CSEL 41,
300,1. 15-16) - «... ad speciosum forma prae filiis hominum et contemptum a filiis hominum...
obprobria exprobrantium tibi ceciderunt super me» (XXXVII,38 CSEL 41, 279,1. 55-6.11).
30. La frase «haec in statera caritatis adpendite» (LV,55 CSEL 41, 300, 1. 19,20) hay que
ponerla en relación con «...ad eum, qui de caelo descendit pondere caritatis» (XXXVII,38 CSEL
41, 279,1.14-15).
508 PÍO DE LUIS

opción, no les queda sin amar a Cristo cuyos títulos para ser amado, la encar­
nación y la pasión y muerte, recogen uno y otro texto, un poco más orgánica­
mente presentados en el cincuenta y cuatro que en el treinta y siete.
El «te envío al más bello de los hijos de los hombres» -y el «irás»-, diri­
gido en el capítulo treinta y siete a los vírgenes que han renunciado al matri­
monio, tiene su continuidad lógica en el «amad 31 de todo corazón al más
bello de los hijos de los hombres» porque «vuestro corazón está libre de los
lazos conyugales» del capítulo cincuenta y cuatro. Parece, pues, razonable
suponer que en la redacción original se sucedían sin solución de continuidad,
sin espacio para la motivación personal de la humildad que en el texto actual
se interpone entre ambos capítulos.
La convicción se hace más firme al advertir que lo que ha de suscitar el
amor 32 de los vírgenes a Cristo es la belleza que, en el texto, se manifiesta
únicamente en la humildad de Cristo -de que es prueba su encarnación y su
pasión y m uerte- y no en el hecho de haberle perdonado los pecados, aunque
sólo sea preventivamente. Expresado en otros términos, la belleza de Cristo
se manifiesta en su dimensión universal, no en la particular; o, si se prefiere,
se halla en relación con la primera motivación de la humildad, estando ausen­
te la segunda. El lector de la obra esperaba que también aquí, ya en fase con­
clusiva, recurriese a la idea, tan explotada anteriormente, de Le 4,47 para
motivar el amor a Jesucristo.
Se podría pensar que el capítulo siguiente, el cincuenta y cinco (55,56),
ofrece lo que acabamos de echar de menos. La prueba podría estar en su
penúltimo punto: “No os es lícito amar poco (parum... amaré) a aquel por
quien no amasteis (amastis) hasta lo que os sería lícito” 33. La mención del
“amar poco” podría llevar a pensar en una referencia a Le 4,47. Pero lo exclu­
ye, de una parte, la motivación aducida para señalar la ilicitud de ese poco
amor: no el que el Señor le haya perdonado mucho, sino la renuncia a otro
legítimo amor humano por amor a Jesucristo. De otra parte, lo hacen poco
probable razones de naturaleza filológica. Sólo hay que advertir que el adver­
bio latino traducido por “poco” es parum, mientras que, cuando en la obra

31. Una pequeña incongruencia: el paso del singular al plural. Pero se puede explicar fácil­
mente. En el capítulo treinta y siete (37,38) el texto cae dentro del apostrofe en singular que sigue
al dirigido a Jesucristo (35,35-37,37). En cambio en el capítulo cincuenta y cuatro (54,55), con­
cluido el apostrofe, el santo recupera el discurso en plural usado con anterioridad (cf. 27,27ss).
32. «Amate speciosum forma prae filiis hominum» (LIV,55 CSEL 41, 300,1.10-11).
33. «Parum uobis amare non licet, propter quem non amastis et quod liceret» (LV,56, CSEL
41, 301,1. 14-14).
LA COMPOSICIÓN DEL DE SANCTA UIRGINITATE DE SAN AGUSTÍN 509

hace referencia a Le 7,47, utiliza siempre modicum 34. Y por no si fuera sufi­
ciente, el verbo empleado para indicar el amor es amare y no diligere, el utili­
zado por el santo en sus referencias a Le 4,47, no sólo en De sancta uirginita-
te, sino en toda su obra. Resultaría extraño que habiendo utilizado sistemá­
tica y repetidamente en los capítulos del treinta y siete al cincuenta y tres el
modicum diligere, al llegar al cincuenta y cuatro (54,55) y al cincuenta y cinco
(55,56), recurriese al parum amare. Lo excluye, por último, el punto conclu­
sivo que remite también a la motivación de la humildad: “Si así amáis a quien
es manso y humilde de corazón no temo en vosotros el más mínimo orgu­
llo” 35. Tenemos aquí el texto de Mt 11,29, básico en la motivación cristoló-
gica.
Después de cuanto hemos dicho, cabe dar un paso más en la comprensión
de la estructura de la obra. Si el capítulo cincuenta y cuatro (54,55) recapitu­
la la segunda parte de la obra original, es decir, la sección que hemos llama­
do motivación cristológica de la humildad, ¿no podrá decirse lo mismo del
capítulo cincuenta y cinco, aunque referido a la primera parte de la obra? Al
menos lo juzgamos probable. Sólo es preciso prestar atención a uno y otro
texto. En el capítulo cincuenta y cinco leemos: “todo el amor que habíais pen­
sado encauzar hacia vuestro matrimonio, dádselo a él (Jesucristo)” 36; “en el
esposo (uir) que no veis con los ojos, pero contempláis con la fe, no tenéis nin­
gún defecto objetivo que reprender, ni teméis que llegue a ofenderse por una
sospecha falsa. Así, pues, si estaríais obligados a amar intensamente a vuestro
cónyuge, ¡cuánto más debéis amar a aquel por el cual renunciasteis a tener
cónyuge!” 37; “que él posea enteramente en vuestro corazón todo lo que no
quisisteis que ocupase un cónyuge” 38. La idea central es, pues, la de una rela­
ción esponsal entre el virgen y Jesucristo, en el marco de una renuncia a tener
cónyuge. Ahora bien, con esa idea esponsal comienza la obra: “Que me ayude

34. «... cum tibí modicum dimitti putas, modicum diligas» (XXXVII,38); «ut modicum dili­
gas eum qui te tantum dilexit» (XL,41); «... ut modicum diligat» (XLI,42); «... et noli modicum
diligere, quasi a quo tibi modicum dimissum est» (XLII,43); «... ne modicum vobis existimantes
dimissum modicum diligatis»2 (LII,53), etc. hasta dieciséis veces.
35. «Sic amantibus mitem et humilem corde nullam uobis superbiam pertimesco» (LV,56
CSEL 41, 301,1.15-16).
36. «... et quidquid amoris in nuptias uestras inpendendum habebatis, illi rependite» (LV,56
CSEL 41, 300,1. 20-21).
37. «Vos in isto (uiro), quem oculos non uidetis et fide conspicitis, non habetis uerum quod
reprehendatis, nec eum metuitis, ne de falso forsitan offendatis. Si ergo magnum amorem coniu-
gibus deberetis, eum, propter quem coniuges habere noluistis, quantum amare debetis!» (LV,56
CSEL 41, 303,1. 7-11).
38. «... totum teneat in animo uestro, quidquid noluistis occupari conubio» (LV,56 CSEL 41,
303,1.12-13).
510 PÍO DE LUIS

Cristo, hijo de virgen y esposo de vírgenes, nacido físicamente de seno virgi­


nal y unido espiritualmente en desposorio virginal” 39.
De ser cierta la hipótesis que hemos planteado, resultaría una estructura
nítida de la obra original en forma de quiasmo. Hela aquí:
1: Cristo, esposo de los vírgenes, preferido a cualquier cónyuge (2,2-
30,30).
2: Cristo, maestro de humildad por su encarnación, pasión y muerte
(31,31-37,38a) 4°.
2: Los vírgenes han de amar a Cristo por su belleza, manifestada en la
humildad de su encarnación, pasión y muerte (54,55).
1: Los vírgenes han de amar a Cristo, su esposo, preferido a cualquier
cónyuge (55,55-56).

El prólogo

También el prólogo reclama algunas palabras. Tanto Hombert como


Lettieri lo consideran una adición posterior, contemporánea a la sección anti-
pelagiana. Nosotros no vemos razones para posponer su composición. De una
parte, enlaza perfectamente con el fin de la obra De bono coniugii. En su últi­
mo capítulo encontramos dicho lo que en este prólogo afirma haber dicho 41,
y ninguno de los autores mencionados considera que esa parte final perte­
nezca a la segunda etapa. De otra parte, la referencia al matrimonio de los
patriarcas, tema inequívocamente antimaniqueo, tendría difícil encaje aquí,
pues en el año 412, según la datación propuesta por Hombert, el régimen
matrimonial de los patriarcas no preocupaba a san Agustín mayormente, si es
que le preocupaba algo. Por último, el considerar la virginidad como un don
es idea repetidamente afirmado en la obra, incluso en la parte juzgada primi-

39. «adiuvet Christus, uirginis filius et uirginum sponsus, uirginali utero corporaliter natus,
uirginali conubio spiritaliter coniugatus» (11,2 CSEL 41, 236,1.10-12).
40. El autor recurre a una inclusión. En el capítulo inicial (31,31) Cristo es presentado como
modelo de humildad en razón de su encarnación, con la cita de Fil 2,7-8, y en su capítulo conclu­
sivo (37,38a) Cristo vuelve a aparecer como el modelo de humildad, que prueban los diversos
aspectos vinculados a su encarnación.
41. «... in quo (b. coniug.) etiam Christi uirgines commonuimus atque monuimus, ne... con­
temnant in sui comparatione patres et matres populi dei hominesque illos... ideo meriti inferio­
ris esse arbitrentur...» (1,1, CSEL 41, 235, 1. 2,10); «... at uero continentes... sed sanctorum
patrum nuptias... non solum prae suo proposito non contemnant, uerum etiam suo proposito
sine dubitatione praeponant» (b. coniug. XXVI,34, 229,1.12-20). Es cierto que los textos a que
se refiere el texto son los que están o han estado casados, pero a continuación habla ya de los uir­
gines a los que recomienda la humildad.
LA COMPOSICIÓN DEL DE SANCTA UIRGINITATE D E SAN AGUSTÍN 511

tiva 42 y no debe ser criterio para considerar al prólogo de un época posterior


a los capítulos que le siguen de inmediato.

Conclusión

Tomamos como punto de partida que la obra De sancta uirginitate fue


compuesta en dos etapas. Los argumentos aducidos por P.-M. Hombert nos
parecen asumibles. A partir de esa premisa, nuestro estudio nos ha permitido
determinar qué parte de la obra actual corresponde a la primera etapa de la
redacción y cuál a la segunda. Más en concreto hemos podido ver cómo se
integró el texto nuevo en el viejo. Por último, hemos descubierto la estructu­
ra literaria utilizada por san Agustín en uno y otro momento.
Por las razones que el mismo san Agustín nos indica 43, compuso el De
sancta uirginitate. Teniendo ya concluida la obra, llegó a su conocimiento la
enseñanza de Pelagio y Celestio sobre la virginidad, y juzgó conveniente opo­
nerse a sus ideas. En lugar de escribir otra, optó por insertar una sección
nueva en la obra ya acabada, refutando la excesiva confianza en sí mismos
que manifestaban los promotores de las nuevas teorías. Deseando que el
nuevo texto encajase lo mejor posible en la obra, optó por interpolarlo des­
pués de su segunda parte que contenía una motivación de la humildad soste­
nida en la persona de Cristo. En fin de cuentas, lo que pretendía era ofrecer
una nueva motivación de esa virtud. Pero en la nueva sección la motivará
apoyándose en la condición personal de quienes profesan la virginidad. Por
otra parte, si ya antes de conocer la controversia pelagiana había sentido la
urgencia de vincular la humildad a la persona de Jesucristo, ¿no iba a hacer­
lo, una vez surgida? Por ello, después de exponer las tres razones que deben
estimular la humildad desde la persona de quien vive la virginidad, relacionó
cada una de ellas con Jesucristo, recurriendo al quiasmo, según indicamos. Al
mismo tiempo, para integrarla aún más en la segunda parte, concluye con la

42. S. uirg. IX,9 CSEL 41, 243,1. 4 (imunus); XXVIII,18, 251,11 (donum); XXI,21, 255,1. 6
(idonum)·, XXIX,29, 266,1.15 (donum); XXXI,31, 268,1. 7 (munus). En el contexto, cuando san
Agustín habla de don, se entiende que se trata de un don divino, algo que, por otra parte, afirma
explícitamente: cf. XXXI,31 (divinius). Difícilmente se puede sostener pues, la afirmación de
Lettieri de que en la primera parte de la obra (según él 2,2-35,35) «nessun ruolo è riservato alla
grazia» (L ’altro Agostino, p. 219). Por otra parte, no deja de ser significativa la estadística: en la
sección que consideramos inicial el sustantivo donum aparece sólo 4 veces -ninguna en los tres
últimos capítulos-, mientras que en la sección interpolada, se lee 19 veces. Munus, a su vez, apa­
rece tres veces en la primera parte y sólo una en la segunda.
43. Cf. Reír. 2,22-23.
512 PÍO DE LUIS

cita de Sir 3,18, la misma con que había comenzado aquella, formando así una
inclusión 44.
Una vez intercalada esa sección antipelagiana -lo que en verdad le inte­
resaba-, ya no modificó la que consideramos tercera parte (54,55-55,56). En
efecto, a la vez que se echa de menos en ella una referencia a la motivación
personal de la humildad, se advierte que toda la reflexión está centrada en la
humildad de Cristo. Si, como creen Hombert y Lettieri, los capítulos cin­
cuenta y cuatro y cincuenta y cinco hubiesen sido escritos en la misma época
que los capítulos del treinta y siete (en su última parte) al cincuenta y tres, ¿no
hubiese reflejado también allí Agustín la nueva problemática? ¿No les hubie­
se recordado la necesidad de un “mayor” amor al Señor porque les había per­
donado más? Es difícil pensar lo contrario.
Ponemos término a estas páginas presentando lo dicho en forma esque­
mática:

A. Sección original (2,2-37,38a; 54,55-56,57):


Prólogo (1,1)
Primera parte (2,2-30,30): a) La virginidad, desposorio con Cristo, su-
superior al matrimonio.
Segunda parte (31,31-37,38a): b) Protección de la virginidad: la humildad,
motivada en Cristo
Tercera parte (54,55-55,56): b’) Exhortación a amar a Jesucristo, maes
tro de humildad (54,55).
a’) Exhortación a amar a Jesucristo, esposo
(55,55-56).
Epílogo (56,57).

B. Sección añadida:
Motivación personal de la humildad (37,38b-53,54):
a) el virgen ha de amar más porque se le ha perdonado más (37,38b-42-43).
b) el virgen no ha de juzgarse superior al casado (43,44-46,47).
c) el virgen no ha de creerse sin pecado (47,48-50,50).
c’) el virgen no ha de creerse sin pecado - Mt 11,27-29 (50,51).
b ’) el virgen no ha de juzgarse superior al casado -* Ap. 14,1-4 (51,52).
a’) el virgen ha de amar más porque se le ha perdonado más - Mt 11,29
(52,53).

44. Al mismo texto había recurrido ya antes en la parte intercalada (XLIII,44 CSEL 41,289,
1. 3-5).
LA COMPOSICIÓN DEL DE SANCTA VIRGINITATE DE SAN AGUSTÍN 513

d) la verdadera virginidad (53,54), con doble inclusión: i) referente a todo el


apartado (ref. a Mt 7,13 como en 38,39); ii) referente a la segunda parte de
la obra (cita de Sir 3,18 como en 31,31).

La obra completa tal como la conocemos:


Prólogo (1,1).
Primera parte (2,2-30,30): La virginidad, desposorio con Cristo, superior al
matrimonio (a).
Segunda parte (31,31-53-54): Protección de la virginidad: la humildad.
1) motivación cristológica de la humildad (31,31-37,38a) (b).
2) motivación personal de la humildad (37,38b-53,54).
Tercera parte (54,55-55,56):
1) Exhortación a amar a Jesucristo, maestro de humildad (54,55) (b’).
2) Exhortación a amar a Jesucristo, esposo (55,55-56) (a’).
Epílogo (56,57).

Pío d e Luis, OSA


Estudio Teológico Agustiniano
Valladolid
Est Ag 39 (2004) 515-534

La Iglesia no juzga las interioridades.


Enseñanza de Pedro de Aragón (1584)

No se desprenden siempre las mismas conclusiones cuando se afrontan


los mismos problemas. Esto suele ocurrir entre teólogos y canonistas y esto se
constata en particular cuando quiere averiguar si incurre el bautizado en la
excomunión automática por herejía cuando no manifiesta lo tenido en su
interior. Aseveran los canonistas que el pecado de herejía entraña la exco­
munión instantánea en sí mismo, mientras los teólogos suelen distinguir entre
el pecado y pena de herejía. Al ser el pecado una realidad interior dicen que,
en las interioridades, no posee jurisdicción alguna la Iglesia de donde se dedu­
ce que, en la pena de la excomunión automática, se incurrirá por algo más que
por un pecado interior. Será preciso que el pecado de herejía salga del inte­
rior al exterior y quede manifiesto. Si esto sucede, caerá ese pecado bajo la
jurisdicción de la Iglesia y tendrá lugar automáticamente la excomunión.
Nada extraña entonces que, si se quiere señalar en un estudio teológico cuán­
do se incurre en la pena automática de herejía, haya que decir antes unas
palabras aclaratorias sobre si la jurisdicción de la Iglesia se extiende sólo a los
actos exteriores o llega también a los interiores. De esto se ocupó Pedro de
Aragón al comentar el artículo tercero de la cuestión undécima de la Secunda
Secundae de Santo Tomás y, sobre ella, se constituirá el estudio ofrecido a
continuación.
El agustino Pedro de Aragón1 nació en Salamanca (1545/1546) y profesó
el 20 de septiembre de 1561 en el convento de San Agustín de esta ciudad,
cursando luego el estudio de Artes. Escuchó la teología en la Universidad

1. Biografía, cf.: V. O blet, Aragón, Pierre : Dictionnaire de Théologie Catholique 1 (Paris


1909) 1728-1729; G. de Santiago V ela , Ensayo de una Biblioteca Ibero-Americana de la Orden
de San Agustín. Vol. 1, (Madrid 1913) 180-184; D. G utiérrez , Aragon, Pedro de: Enciclopedia
Cattolica 1 (Florencia 1948) 1755; T.V. TACK, Fray Pedro de Aragon, O.S. A. His Life, Works, and
Doctrine de Restitution, (Chicago 1957) 1-27; E. D omínguez Carretero , Aragon, Pedro de:
Diccionario de Historia Eclesiástica de España 1 (Madrid 1972) 77; J. B arrientos G arcía , El
tratado de Justifia et Jure (1590) de Pedro de Aragon, (Salamanca 1978) 17-49; I. Jericó , Pedro de
Aragon. Un salmantino del siglo X V I, Madrid 1997; Idem , La fe católica en los salmantinos del
siglo X V I. Fray Luis de León, Juan de Guevara y Pedro de Aragón. (Madrid 1999) 62-69.
516 I. JERICÓ BERMEJO

Salmantina (1564-1568), año en el que se trasladó a Huesca donde obtuvo el


título de maestro (1573). Volvió luego a Salamanca e incorporó en la
Universidad los títulos de licenciado y de maestro (1576) para pasar a ense­
ñar, mediante las consiguientes oposiciones, en las cátedras de Escoto (1576-
1582) y en la de Súmulas (1582-1592). Murió en Salamanca el 24 de noviem­
bre de 1592. Fue tenido Pedro de Aragón en muy alto concepto por su
Provincia y por el P. General. Fue uno de los señalados para defender públi­
camente las proposiciones teológicas en el Capítulo de Roma de 1575, siendo
uno de los cuatro padres examinadores de quienes trataban de recibir grados
en su Orden2. Además de claro en la exposición, era muy erudito e indepen­
diente3. Con todo derecho es Pedro de Aragón uno de los muchos miembros4
de la acreditada y famosa Escuela de Salamanca5.
Surge la Escuela de Salamanca desde la persona y la obra de Vitoria.
Logró formar éste desde su cátedra de Prima de la Universidad de Salamanca
un grupo de profesores afamados de verdad. Tomó la Suma Teológica de
Santo Tomás como guía en orden a la renovación y al progreso de los cono­
cimientos teológicos. ¿Fue correcta la utilización de una obra del siglo XIII
para tratar de resolver problemas nacidos en el siglo XVI? No hay duda de
que lo fue por los resultados obtenidos. En Salamanca no fue Santo Tomás un
maestro particular de una Orden religiosa o de una corriente teológica. Todos
se hicieron seguidores de Santo Tomás porque se ocuparon de sus escritos en
cuanto reflejaban los mismos la doctrina común.

2. Cf. Tack 22 y 24.


Tack=T.V. T ack , Fray Pedro de Aragón, O.S.A. His Life, Works, and Doctrine de Restitution,
(Chicago 1957).
3. Cf. G. D íaz , La escuela agustiniana desde 1520-hasta 1560: La Ciudad de Dios 176 (1963)
199.
4. No suele precisarse a menudo quiénes pertenecen y quiénes no pertenecen como miem­
bros a la Escuela de Salamanca. He tenido siempre por norma colocar dos motivos para llamar
salmantino a un autor con todo derecho. Debe haber explicado al mismo en Salamanca y debe
haber dejado además algún comentario sobre la Suma de Santo Tomás. Estas dos condiciones las
cumple adecuadamente Pedro de Aragón.
5. Sobre la expresión Escuela de Salamanca, cf. C. Pozo, Salmantizenser: Lexikon für
Theologie und Kirche 9 (1964) 268-269; L. M artínez F ernández , Sacra doctrina y progreso
dogmático en los Reportata inéditos de Juan de Guevara. Dentro de la Escuela de Salamanca,
(Vitoria 1967) 47-54; I. Jericó B ermejo, De articulas fidei hacia Dogma fidei. El camino entre la
doctrina y verdad de fe católicas en la Escuela de Salamanca (1526-1584), (Vitoria 1981) 1-8;
Idem , Fray Luis de León. La teología sobre el artículo y el dogma de fe (1568). (Madrid 1997) 23-
42; J., B arrientos G arcía , La Escuela de Salamanca, Desarrollo y caracteres: La Ciudad de
Dios 208 (1995) 1041-1076; J. B elda Plans , Hacia una noción crítica de la Escuela de Salamanca:
Scripta Theologica 31 (1999) 367-411; F. D omínguez, Salamanca. 5. Salmantizenser: Lexikon für
Theologie und Kirche 8 (1999) 1477.
LA IGLESIA NO JUZGA LAS INTERIORIDADES 517

Nada ha de extrañar entonces que el agustino Pedro de Aragón fuera un


seguidor ferviente de Santo Tomás. Ciertamente, el estilo de hacer teología
implantado por Vitoria caló hondo entre los agustinos de Salamanca.
Acogieron éstos la doctrina del Aquinate con generosidad, redoblando inclu­
so sus esfuerzos por elevar al Angélico a la categoría de doctor común. Esta
admiración por Santo Tomás en los agustinos se explica en parte por pesar
todavía sobre ellos el influjo de sus maestros inmediatos: casi todos domini­
cos6. Otra de las razones para que siguieran al Aquinate pudo deberse a que
el capítulo general de los agustinos celebrado en Nápoles bajo la presidencia
de Jerónimo Seripando en 1539 estableció que los agustinos estudiaran los
Cuatro Libros de las Sentencias según la vía de Egidio Romano (Gil de
Roma) y, donde no alcanzare éste, se supliera por la doctrina en conformidad
con Santo Tomás7.
El voto de pobreza impidió a Pedro de Aragón dejar bienes materiales a
sus hermanos del convento de San Agustín como legado. Los enriqueció sin
embargo con un trabajo precioso de verdad: dos voluminosos comentarios
sobre la Secunda Secundae8. Se editaron en Salamanca antes de su muerte:
15849 y 159010. El primero fue terminado a mediados de 1583 y dedicado a las
virtudes de la fe, esperanza y caridad, viendo vio la luz pública a finales de
158411. Desgraciadamente, no encontró el éxito que debía esperarse del
mismo. U. Horst dice del comentario al artículo décimo de la primera cues­
tión de la Secunda Secundae que se ofrecen en el mismo matizaciones de inte­
rés12.¿Eligieron a fray Pedro los superiores de San Agustín para que dejara

6. Cf. Andrés 154.


Andrés= M. A ndrés , La teología española del siglo X V I. Tomo 1, (Madrid 1976).
7. Cf. Andrés 148.
8. “Dying as a religious with a solemn vow of poverty, Fray Pedro de Aragon quite naturally
had nothing to leave his brothers Agustinians in the line of material goods. And yet before he
died, he did bequeath his brethren and his Order a really rich legacy in the form of two volumi­
nous tomes of commentaries on the Summa (2a 2ae) of St. Thomas”. Tack 28.
9. Su título es: “Fratris Petri de Aragon, ordinis eremitarum Sancti Augustini, Artium et
Sacrae Theologiae Magistri, et in clarissima Salmanticensi Academia publici professoris, In
Secundam Secundae divi Thomae doctoris Angelici commentariorum. Tomus primus [...] Sal-
manticae. Excudebat Joannes Ferdinandus. MDLXXXIIII”.
10. Su titulo es: “Fratris Petri de Aragon, ordinis eremitarum S. Augustini, Artium, et Sacrae
Theologiae magistri, et in clarissima Salmanticensi Academia publici professoris, In Secundam
Secundae Divi Thomae Doctoris Angelici Commentaria. De Iustitia et lure. (...) Salmanticae,
Apud Guillelmum Foquel. MDXC”.
11. Cf. J. B arrientos G a r c ía , El tratado de Justitia et Jure (1590) de Pedro de Aragón,
(Salamanca 1978) 52.
12. “In Jahre 1584 erschienen nun zwei umfangreiche Kommentare zur Secunda Secundae
im Druck, die dem Augustiner Petrus de Aragón und Dominicus Báñez zu Verfassern hatten.
518 I. JERICÓ BERMEJO

constancia, mediante sus publicaciones sobre la Secunda Secundae, del pen­


samiento teológico existente por parte de los teólogos salmantinos de su
Orden? El impulso a la publicación de los comentarios le vino a Aragón por
un amor ardiente a la Sagrada Teología y por un abrasador deseo de defen­
der los deseos de sus hermanos y de su Orden13.

PRIM ERA PARTE. EXPOSICIÓN

Pedro de Aragón se propone la aclaración de la cuestión difícil de si


queda excomulgado automáticamente quien, pese a ser poseedor de la here­
jía en el entendimiento, no la ha expresado todavía con palabras o signos
exteriores14. Advierte lo necesario que es decidir antes si la Iglesia posee
jurisdicción tanto en los actos interiores como en los exteriores o si la tiene
solamente en los interiores15. Los autores se dividen al respecto. Unos lo afir­
man y otros lo niegan. Quienes sostienen que el hereje mental no incurre en
excomunión dirán que la Iglesia carece de jurisdicción en los actos interiores;
pero afirmarán quienes dicen que incurre en la misma que la Iglesia tiene
jurisdicción sobre cualquier acto16.
Ciertamente, varios son los argumentos favorables a que se diga que la
Iglesia posee jurisdicción sobre los actos interiores. Impone ésta preceptos de

Auch wenn das Werk des Dominikaners schon rasch einen besonderen Rang einnahm, lohnt es
sich, die Ekklesiologie des Petrus de Aragón näher zu betrachten, zumal sich in ihr eine reihe von
interessanten Nuancierungen finden”. U. H orst , Papst-Konzil-Unfehlbarkeit. Die Ekklesiologie
der Summenkommentare von Cajetan bis Billuart, (Maguncia 1978) 149-150.
13. Cf. Tack 33.
14. “E t sic tantum est dubitatio de haeretico mentali, qui haeresim habet in intellectu, nec
eam verbis, aut signis exterius expressit, vtrum sit excommunicatus: quae quaestio difficilis est”.
P. D e A r ag ó n , In Secundam Secundae divi Tomae doctoris Angelici commentariorum. Tomus
primus, (Salmanticae 1584) 340a
Se citará sólo el número de página correspondiente, con la a que indica la columna prime­
ra y la b, que indica la segunda. Todas las citas serán a continuación de esta obra de P. de Aragón
en su comentario al artículo 3 de la cuestión undécima.
15. “Huius dubitationis determinatio pendet ex decisione alterius, vtrum scilicet, Ecclesia
habeat iurisdictionem in actus tam exteriores, quam interiores: an vero tantum in actus exterio­
res”. 340b.
16. “De qua quaestione eadem est varietas opinionum, quae erat de praecedenti. Nam illi,
qui affirmant quod haereticus mentalis non incurrit excommunicationem, consequenter dicunt
Ecclesiam non habere iurisdictionem in actus interiores. A t vero illi, qui affirmant illos incurre­
re excommunicationem subinde dicunt, Ecclesiam habere iurisdictionem in quoscumque actus.
Et sic prius haec secunda quaestio erit determinanda, et ex illius declaratione constabit, quid ad
principalem quaestionem sit respondendum”. 340b.
LA IGLESIA NO JUZGA LAS INTERIORIDADES 519

actos puramente interiores, prohibiéndolos incluso con censuras colocadas


contra los delincuentes. Si las osas son así, poseerá jurisdicción sobre los actos
interiores del todo. Los siguientes detalles confirmarían la exposición. Queda
prohibido en concreto al monje bajo pena de excomunión acceder a la curia
cuando tiene la intención de dañar. La excomunión se impone al mismo en
relación a algo existente en el alma al no prohibírsele tal acceso si no existe
dicho ánimo. Se trata a las claras de un acto interior. Asimismo, se encuentra
en el derecho la excomunión a los inquisidores que proceden contra alguien
por odio o por amor. Tanto lo uno como lo otro son actos interiores. Se exco­
mulga también a los que consienten en la elección que es reprobada según el
derecho. Además, se manda a los clérigos la atención en la recitación del ofi­
cio divino y no hay duda que la atención en este menester es acto interior, y
distinto además a la recitación del oficio, la cual está mandada en otro lugar.
Se añadirá incluso que queda excomulgado todo el que sintiera diversamen­
te sobre los siete sacramentos a lo sentido por la Iglesia de Roma. Se está cier­
tamente aquí ante un acto interior. Quedan excomulgados asimismo todos los
que creen los errores de los herejes y el de creer es acto interior. Por último,
quedan excomulgados también todos los que tuvieran consciente y delibera­
damente como verdaderos cardenales a Pedro y a Santiago, pese a que lo
hubieran sido anteriormente. Lo prohibido aquí es con toda claridad un acto
interior. ¿Habrá que deducir entonces de todo ello que la Iglesia tiene juris­
dicción también en los actos interiores?17
Existe además esta jurisdicción eclesial porque el Sumo Pontífice puede
dispensar de un voto emitido interiormente y esto lo reconocen los doctores

17. “E t quidem quod Ecclesia habeat iurisdictionem in actus tam interiores, quam exterio­
res probatur primo. Ecclesia praecepta imponit de actibus pure interioribus: et aliquando eos
prohibet censuris impositis contra delinquentes, ergo habet iurisdictionem in actus pure interio­
res. Consequentia est nota, et antecedens probatur, ex Clementina prima de statu monachorum,
quo loco monacho interdicitur sub poena excommunicationis accessus ad curiam animo nocendi:
et excommunicatio imponitur pro ipso animo nocendi: siquidem eo non existente accessus non
prohibetur: et tamen ille actus est interior, vt constat. Item in iure excommunicantur inquisitores
odio, vel amore contra aliquem procedentes, vt patet ex Clementina multorum de haereticis: et
odium, vel amor sunt actus interiores. Item in capite fundamenta de electione et electi potest
libro 6. excommunicantur consentientes electioni in eo textu reprobatae: et in capite dolentes de
celebratione missarum attentio diuini officij clericis praecipitur cum tamen attentio sit actus inte­
rior distinctus a recitatione officij, quae alio loco fuerat praecepta. Item in capite ad abolendam
extra de haereticis, excommunicatur quicumque senserit aliter de septem sacramentis, quam sen­
tit Romana Ecclesia, aliter autem sentire est actus interior: et in capite 13. extra de haereticis
excommunicantur omnes credentes erroribus haereticorum: credere autem est actus interior: et
in capite vnico de schismaticis excommunicantur omnes, qui Petrum, et Iacobum olim cardinales,
scienter, et deliberate pro talibus eos habuerint, qui actus est etiam interior: ergo Ecclesia habet
iurisdictionem in actus interores". 340b-341a.
520 I. JERICÓ BERMEJO

todos. La dispensa es acto de jurisdicción y, por ello, ha de deducirse que tiene


la Iglesia jurisdicción sobre los actos interiores. Esto encuentra confirmación
además porque, cuando propone la Iglesia algo para ser creído, todos quedan
obligados a creerlo interiormente18. Asimismo, tiene la Iglesia potestad para
absolver de cualquier pecado, sea interior o exterior. Cristo dijo a los
Apóstoles que quedaría desatado en los cielos cuanto ellos desataran en la
tierra (cf. Mt 18,18)19. Precisamente, en tales palabras no hay distinción entre
los actos interiores y los exteriores. Por lo demás, admiten todos que la potes­
tad conferida por Cristo se extiende a todo lo que puede impedir el ingreso
en el reino de los cielos y son ciertamente muchos los actos interiores que
vetan tal ingreso. Si uno posee sólo pecados interiores, está obligado a confe­
sarlos por precepto de la Iglesia al menos una vez al año20.
La razón propia y principal favorable a la sentencia de la jurisdicción
eclesial sobre los actos interiores es la autoridad de los señores inquisidores,
los cuales llevan a la práctica lo que se dice teóricamente y manifiestan ade­
más su voluntad de que ha de observarse así. A los mismos ha de otorgarse
gran credibilidad ya que son jueces y censores muy justos. La primera ins­
trucción de Sevilla, además de suministrar la fórmula general de abjuración
pública para los herejes todos convertidos, dice textualmente: A no ser que el
crimen sea tan oculto que lo pueda saber sólo el penitente y nadie más; enton­
ces, quedará absuelto el reconciliado secretamente al no poder serlo por otro;
así es como lo ha previsto el derecho. Esta instrucción es de gran autoridad y
vendría a enseñar concretamente que el hereje mental queda asimismo exco­
mulgado. Es que manda que sea absuelto y reconciliado el mismo en secreto.
Por todos estos argumentos se afirma la jurisdicción de la Iglesia sobre los
actos interiores. Tal es la opinión de los canonistas21.

18. “Secundo principaliter argumentor, Summus Pontifex potest dispensare in voto interius
emisso, vt omnes doctores fatentur, et tamen dispensatio est actus iurisdictionis, ergo Ecclesia
habet iurisdictionem in actus interiores. E t confirmatur, Quando Ecclesia proponit aliquid cre­
dendum omnes obligantur ad habendum actum fidei interiorem, ergo Ecclesia habet iurisdictio­
nem supra actus interiores”. 341a.
19. Es costumbre admitida colocar la sigla cf. cuando la cita bíblica no es al pie de la letra.
Aquí se seguirá esa norma.
20. “Tertio, Ecclesia habet potestatem absoluendi omnia peccata tam interiora quam exterio­
ra, vt constat ex eo, quod Christus dixit Apostolis, Quaecumque solueritis super terram erunt solu­
ta, et in caelis. In quibus verbis nulla fit distinctio actus interioris, et exterioris: quin potius omnes
dicunt, quod ea potestas se extendit ad omnia illa, per quae ingressus regni coelorum, potest impe­
diri, qualia sunt multa in actibus interioribus, ergo Ecclesia habet iurisdictionem in actus interiores.
Et confirmatur. Ille, qui habet tantum peccata interiora, tenetur ea confiteri ex praecepto Ecclesiae,
saltim semel in anno, ergo Ecclesia habet iurisdictionem in actus interiores”. 341 a.
21. “Sed praecipua, et principalis ratio pro hac sententia est autoritas dominorum Inquisi­
torum, qui hoc habent in practica: et ita volunt obseruari, quibus tanquam aequissimis iudi-
LA IGLESIA NO JUZGA LAS INTERIORIDADES 521

Pero Aragón no encuentra estos argumentos tan convincentes y mantie­


ne que es más probable la sentencia opuesta, añadiendo además que es la
misma la mantenida por Santo Tomás de Aquino y Tomás de Vio Cayetano,
que es ésa también la opinión común de todos los teólogos. Esta sentencia
opuesta se fundamenta ante todo en que la Iglesia no juzga sobre lo oculto.
Es Dios el conocedor y el juez de lo secreto22. La argumentación es clara. La
Iglesia puede legislar sobre lo que es capaz de juzgar. Precisamente, como no
puede juzgar sobre actos interiores, no puede legislar ellos. Se explica de esta
manera además por qué Santo Tomás habla en referencia a la ley divina de lo
necesario que es que haya una ley diferente de la eclesiástica. La misma ha de
extenderse a la ordenación de los actos interiores y ha de ordenar lo necesa­
rio para su rectitud. Es que, en caso contrario, no hubiera quedado provisto
el hombre rectamente. Se le pide ser perfecto en actos interiores y exteriores.
A pesar de la bondad de la anterior argumentación, dice Aragón claramente
que el mayor argumento que prueba que la Iglesia no posee semejante juris­
dicción sobre los actos interiores es que, en tiempo u ocasión alguna, la ha uti­
lizado23.
A continuación dirá Pedro de Aragón que las pruebas aportadas por la
parte contraria no han llegado a probar lo que querían quienes las propo­
nían. Lo que queda prohibido de verdad en el caso de los monjes es un acto
exterior, como es el acceso a la curia. Además, no se veta un acceso cual-

cibus, et censoribus magna est fides adhibenda. Vnde in cap. 5. primae instructionis Hispalensis,
vbi datur forma generalis publicae abiurationis in omnibus haereticis conuersis, sic dicitur: Nisi
crimen vsqueadeo fuerit occultum, vt solus poenitens illud sciat, nec ab alio sciri possit, tunc enim
secreto reconciliatus absolueretur, cum per alium reconciliari nequiret, quia ita iure cautum est.
Haec inquam instructio quae magnae est auctoritatis, docet haereticum mentalem esse excom-
municatum, cum praecipiat secreto absolui, et reconciliari. Propter haec argumenta doct. supra
citati, et communiter Canonistae dicunt, quod Ecclesia habet iurisdictionem in actus interiores”.
341a-341b.
22. “Contraria tamen sententia est probabilior, quam tenent D. Th. et Caietanus 1. 2. qua-
est. 91. artic. 4. et communiter omnes Theologi. Et probatur ex capite Christiana 32. quaestione
5. Vbi dicitur, quod Ecclesia non iudicat de occultis. Idem etiam habetur 2. quaest. 5. capite cons­
tituisti et 6. quaestione 1. capite si omnia. Et in capite erubescant 32. distinet, etiam dicitur, quod
secretorum Deus, et cognitor, et iudex est". 341b.
23. “E t ratio est manifesta: nam de his potest homo, vel Ecclesia legem ferre, de quibus
potest iudicare: sed de actibus interioribus, et per se occultis Ecclesia non potest iudicare, ergo
nec de illis legem ferre: atque ex consequenti non habet iurisdictionem supra illos. Ex quo colli­
git Diuus Ihom as 1. 2. quaestione 91. articulo 4. quod vitra legem humanam Ecclesiasticam, est
necessaria alia lex diuina, quae ad actus interiores se extendat eos ordinans, et praecipiens, quae
ad illorum rectitudinem fuerint necessaria, alioqui non recte esset homini prouisum, cum ad illius
perfectionem requiratur, quod in vtriusque actibus sit perfectus. Denique est maximum argu­
mentum ad probandum Ecclesiam non habere huiusmodi potestatem in actus interiores, quod
nunquam ea vsa est in aliquo tempore, vel occasione”. 341b.
522 I. JERICÓ BERMEJO

quiera sino el proveniente de la mala intención. De la misma manera se res­


ponde también al argumento que toma su fundamento en los inquisidores. No
cabe deducir de los pasajes señalados que la Iglesia posea jurisdicción sobre
actos interiores24. Es cierto que se excomulga al que hubiera consentido en
una elección irregular; pero se está ante una forma de hablar referida en con­
creto al que se comportó exteriormente hacia el electo como si hubiera sido
elegido rectamente. Con la palabra consentir no se indica aquí un acto pura­
mente interior sino el que se declara con signos exteriores. Cuando se está
sólo ante un consentimiento intelectual, no se incurre en excomunión25.
Aunque la Iglesia mira únicamente los actos exteriores de forma inmediata y
de suyo, no quiere decirse con ello que no contemple también de manera
mediata los interiores. Es que son condición requerida para la existencia de
los actos exteriores. Cuando se manda oír misa, se está ordenando consi­
guientemente también de modo mediato por supuesto que se dé la voluntad
de oírla. Lo mismo ocurre asimismo en la atención y recitación del oficio divi­
no. Se manda como precepto que se dé atención como condición requerida
necesariamente para la recitación debida y es esto lo que hace que el precep­
to no se refiera a acto alguno puramente interior sino más bien a un acto que
es simplemente exterior. El mismo debe llevarse a cabo además con todas las
circunstancias requeridas si ha de ser bueno26.
Es verdad que quedan excomulgados los que creen los errores de los
herejes. Su situación es igual entonces a la de los demás herejes; es decir a los
que han manifestado su herejía exteriormente. De todas formas, ha de enten­
derse esta afirmación una vez que se ha manifestado el error con algún signo

24. “Ad alia argumenta, quibus probatum fuit Eclesiam habere iurisdictionem in actus pure
interiores respondetur ad primum negando antecedens. E t ad probationem ex Clementina de
statu monachorum dico, quod in illo loco prohibetur actus exterior, scilicet, accessus ad curiam,
non quicumque, sed ex malo animo proueniens, et similiter respondetur ad illud de
Inquisitoribus. Vnde ex his locis non licet colligere Ecclesiam habere iurisdictionem in actus inte­
riores”. 342a.
25. “Ad aliud ex cap. fundamenta respondetur quod ibi excommunicatur, qui consenserit
electioni, hoc est, qui exterius se gesserit erga electum, ac si recte esse electus. Consentire enim
in illo loco non significat solum actum interiorem, sed illum, qui signis exterioribus fuerint decla­
ratus. Vnde si consensus tantum fuerit intellectualis, nullam incurret excommunicationem”. 342a-
342b.
26. “Ad aliud ex capite dolentes respondetur, quod quamuis verum sit quod Ecclesia direc­
te, et per se solum respicit actus exteriores, mediate tamen respicit actus interiores, quatenus sunt
conditio requisita ad actus exteriores. Nam qui praecipit missam audire ex consequentia etiam
mediate praecipit voluntatem audiendi, et similiter contigit in attentione, et recitatione diuini
officij, qui praecipit attentionem, quae est conditio necessario requisita ad debitam recitationem:
et sic praeceptum non est de actu pure interiori, sed potius de exteriori simpliciter, qui debet fieri
cum omnibus circumstantijs requisitis ab bonitatem illius”. 342b.
LA IGLESIA NO JUZGA LAS INTERIORIDADES 523

exterior, siendo éste precisamente el único acto que puede juzgar la Iglesia.
Así se ha explicado con anterioridad27. Cuando se habla de la consideración
de una determinada persona concreta como verdadero cardenal, se está alu­
diendo al hecho concreto de mostrarle exteriormente reverencia y honor,
como si fuera auténtico de verdad. Es al respecto como termina diciendo
Aragón que, en todos los lugares que se aportan como prueba, quedan prohi­
bidos únicamente los actos exteriores. De tales pruebas no es entonces lícito
en modo alguno inferir que esté en posesión la Iglesia de jurisdicción sobre
actos puramente interiores28.
Pero, ¿no puede acaso el Papa dispensar del voto emitido interiormente?
Lo es. De todas formas, se ha de tener en cuenta al respecto que, cuando se
utiliza esta forma de hablar, la afirmación puede hacer referencia a un acto
exterior, el cual cae bajo la autoridad del prelado, como es el caso del ayuno.
Puede sin embargo referirse también a un acto interior, como es el de la con­
templación. Cuando se trata de un acto exterior, el Sumo Pontífice puede sin
duda alguna dispensar. Esto es del todo cierto. Es capaz consiguientemente
de mandar bajo precepto que cene quien ha hecho voto de ayunar, quitándo­
le de esta manera al mismo el voto porque es un impedimento a lo que se
ordena a continuación. Cuando se está ante un voto emitido interiormente y
referido a un acto interior, es entonces el Papa incapaz de dispensar; pero
puede sin embargo ocupar al que ha hecho el voto en una situación exterior
con la que sea incompatible la contemplación. Aunque el Sumo Pontífice
carece de jurisdicción sobre los actos puramente interiores, no ha de olvidar­
se que, desde el mismo momento en que se le manifestó de alguna forma
mediante un signo exterior el acto concreto interior, entró éste en su jurisdic­
ción. Desde ese instante podrá el Sumo Pontífice dispensar del mismo como
lo hace en cualquier otra obra exterior29.

27. “Ad aliud ex capit. 13. extra de haereticis respondetur, quod excommunicantur creden­
tes erroribus haereticorum sicut quicumque alij haeretici, quod est ita intelligendum, dummodo
suum errorem signo exteriori expresserint. Nam hunc tantum actum potest Ecclesia iudicare ad
modum iam explicatum”. 342b.
28. “Ad aliud ex capite vnico respondetur, quod illi tantum dicuntur habere aliquem tan-
quam cardinalem, qui in exterioribus illi reuerentiam, et honorem exhibuerint, ac si vere esset
cardinalis. Et sic in his omnibus locis tantum prohibentur actus exteriores: nec ex eis inferre licet
Ecclesiam habere iurisdictionem in actus pure interiores”. 342b.
29. “Ad secundum argumentum principale respondetur notando, quod votum interius emis­
sum, potest esse aut de actu exteriori, qui subest praelato, vt de ieiunando: aut de actu interiori,
scilicet, de contemplando. Si sit de actu exteriori nulla est dubitatio, sed est certum, quod sum­
mus Pontifex potest supra illud dispensare. Nam potest praecipere, vt talis vouens caenet, et sic
tollere votum, quod erat impeditiuum sui precepti. Tamen, si votum sit interius emissum, et de
actu interiori non potest papa dispensare supra illud, quamuis possit vouentem occupare circa ali-
524 I. JERICÓ BERMEJO

Asimismo, es verdad que, desde el momento en que la Iglesia propone


algo para ser creído, quedan obligados todos a creerlo interiormente. Se ha de
reconocer sin embargo que se está entonces ante una obligación que no ha
nacido de un precepto eclesiástico sino de un derecho divino y que es éste el
que obliga a asentir universalmente a las proposiciones definidas y propues­
tas por la Iglesia. Aunque es verdad que es la Iglesia la que propone y la que
declara lo que ha de creerse, siendo esto lo que hace que se esté ante verda­
des que han de creerse por derecho positivo, es de derecho divino la obliga­
ción de creer y de asentir a todo lo propuesto y declarado. Es el derecho divi­
no el que se extiende a los actos interiores30. ¿No tiene acaso la Iglesia potes­
tad (jurisdicción) para absolver los pecados todos: interiores y exteriores?
Esto se desprende ciertamente del evangelio de San Mateo (cf. 18,18). Por
supuesto, posee la Iglesia en verdad jurisdicción sobre los actos interiores per­
tenecientes al foro de la conciencia. No ha de olvidarse sin embargo a este
respecto que la opinión sobre los mismos la obtiene sólo desde el foro exte­
rior. Precisamente, la excomunión y las demás penas pertenecen a dicho foro,
debiéndose a ello precisamente que no se incurra en tales castigos por un acto
interior de herejía. Respuesta diferente a este respecto es la que sostiene que
la Iglesia no puede ejercer inmediatamente acto alguno de jurisdicción sobre
actos internos y que tampoco puede absolver inmediatamente de un pecado
interior si no es por confesión exterior, debiéndose a esto que la jurisdicción
de la Iglesia verse siempre sobre actos exteriores. Es sobre estas dos solucio­
nes cuando afirmará Aragón que encuentra mejor la primera31.

quod opus exterius, cui repugnet contemplatio: quoniam ipse summus Pontifex non habet iuri-
dictionem in actus pure interiores. Verum tamen est, quod eo ipso quod illud votum fuerit
Pontifici aliqua ratione manifestatum signo exteriori, spectat ad iurisdictionem illius, et tunc
potest supra illud dispensare sicut supra quodcumque aliud opus exterius”. 342b-343a.
30. “Ad confirmationem respondetur, verum esse, quod eo ipso, quod Ecclesia proponit ali­
quid credendum omnes vniuersaliter obligantur habere actum fidei interiorem: haec tamen obli­
gatio non nascitur ex praecepto Ecclesiastico, sed ex iure diuino, quo obligamur assentiri propo­
sitionibus ab Ecclesia definitis, et propositis. Nam quamuis verum sit, quod Ecclesia sit quae pro­
ponit et declarat res credendas, et hac ratione quaedam dicantur credibilia de iure positiuo,
tamen obligatio credendi, et assentiendi omnibus propositis, et declaratis est de iure diuino, quod
se extendit etiam ad actus interiores”. 343a.
31. “Ad tertium argumentum respondetur primo concedendo quod Ecclesia habet iurisdic­
tionem in actus interiores in foro conscientiae, vt recte probat argumentum: at vero nostra opi­
nio procedit de foro exteriori: et quoniam excommunicatio et caeterae poenae pertinent ad
forum exterius, pro actu interiori haeresis non incurruntur. Vel secundo respondetur, quod
Ecclesia non potest immediate exercere actum iurisdictionis circa actum internum, nec imme­
diate absoluere a peccato interiori, nisi mediante confessione exteriori: et sic semper Ecclesiae
iurisdictio est penes actus exteriores. Sed melior es prima solutio”. 343a.
LA IGLESIA NO JUZGA LAS INTERIORIDADES 525

Ciertamente, aquí se concede que queda obligado por precepto de la


Iglesia quien tiene sólo pecados interiores a confesarlos al menos una vez al
año. Se indica inmediatamente con todo que, de esto, no se sigue que posea
jurisdicción sobre actos interiores. Es que se manda sólo en semejante pre­
cepto que se realice la confesión exterior, siendo lógico reconocer que la
misma ha de ser necesariamente íntegra. Queda en consecuencia obligado
uno a decir los pecados todos, sean ésos interiores o exteriores, extendiéndo­
se por tanto de alguna manera la jurisdicción de la Iglesia de forma mediata
a actos que son interiores. Es lo que le ocurre al que está obligado a oír misa.
El mismo ha de querer oír misa también y esto es ciertamente un acto inte­
rior32. En relación al argumento establecido de la instrucción de Sevilla, res­
pondía ya Diego de Simancas que tales palabras han de entenderse del here­
je que, estando a solas, mencionó o escribió su herejía. En este caso concreto
se trata de alguien que permanece accidentalmente oculto y nadie sabe exte-
riormente que el mismo es hereje. Al estar pese a ello excomulgado, necesita
la absolución. No se refieren entonces tales palabras al hereje puramente
mental33.

SEGUNDA PARTE. DESARROLLO

Tiene la Iglesia indiscutiblemente jurisdicción sobre los actos exteriores


de los bautizados. La cuestión es si la posee también sobre los actos interio­
res34. Hay autores que sostienen que la posee realmente. Hay otros autores
que niegan esto de plano35. Entre los primeros se sitúan los canonistas36.
Entre los segundos, opuestos por supuesto a los canonistas, está la opinión

32. “Ad confirmationem respondetur concedendo, quod habens tantum peccata interiora
obligatur ex praecepto Ecclesiae ea saltim semel in anno confiteri. Ex hoc tamen non sequitur,
quod Ecclesia habet iurisdictionem supra actus interiores. Non enim praecipit, nisi exteriorem
confessionem faciendam, quae quoniam necessario debet esse integra, ex consequenti tenetur
homo omnia peccata tam interiora, quam exteriora dicere: et sic quodam modo mediate
Ecclesiae iurisdictio se extendit ad actus interiores: sicut qui obligatur ad audiendam missam, ex
consequenti obligatur velle audire missam, qui est actus interior”. 343a-343b.
33. “Ad vltimum ex capite 5. primae instructionis Hispalensis, respondet Didacus (texto:
Iacobus) Simancas in institutionibus catholicis capite 42. num. 9. quod illa verba sunt intelligen-
da de haeretico, qui solus haeresim protulit, vel scripsit, et est occultus per accidens: hic enim cum
sit excommunicatus indiget absolutione et non intelliguntur de haeretico pure mentali”. 343b.
34. Cf. nota 15
35. Cf. nota 16.
36. Cf. nota 21.
526 I. JERICÓ BERMEJO

común de los teólogos37. Nada ha de extraño entonces en que, al darse esta


oposición, existan dos soluciones distintas a esta cuestión, la cual es difícil; es
decir, si queda excomulgado automáticamente quien, pese a estar sólo su
herejía en el entendimiento, no ha quedado expresada la misma todavía en
palabras o en signos exteriores38. Quienes niegan la jurisdicción de la Iglesia
sobre los actos interiores dirán que, si uno es hereje solamente en la mente,
no incurre automáticamente en la excomunión. La razón de ello está en que
la Iglesia carece de jurisdicción sobre los actos interiores. Por el contrario,
afirmarán los sostenedores de que la Iglesia posee jurisdicción sobre los actos
interiores que incurre esa persona en la excomunión automáticamente39.
Estima Aragón que es más probable la sentencia que sostiene que carece de
jurisdicción la Iglesia sobre los actos interiores. A la misma la presenta ade­
más como la opinión mantenida por Santo Tomás de Aquino y por Tomás de
Vio Cayetano. Dice que es además común a todos los teólogos. Su funda­
mento se apoya ante todo en que la Iglesia no juzga sobre lo oculto. El cono­
cedor y el juez de lo secreto es Dios40. La Iglesia carece de jurisdicción sobre
los actos internos de las personas.

1. Los argumentos de los canonistas

Sostienen los canonistas que la Iglesia tiene jurisdicción también sobre los
actos internos y el más decisivo de ellos es la autoridad de los señores inquisi­
dores, los cuales llevan a la práctica lo que se dice teóricamente y manifiestan
además su voluntad de que se observe lo mandado. Y no hay duda que ha de
concederse a éstos gran credibilidad ya que son jueces y censores muy justos.
En la primera instrucción de Sevilla se utiliza la fórmula general de abjuración
pública para los herejes todos convertidos. La misma goza de gran autoridad y
enseña concretamente que el hereje mental queda excomulgado ya que manda
de hecho que sea absuelto y reconciliado en secreto41. De modo principal se
argumenta también con que el Sumo Pontífice tiene poder para dispensar del
voto emitido en el interior, lo cual es reconocido por los doctores todos. Al ser
la dispensa un acto de jurisdicción, deberá deducirse de esto la conclusión de
que la Iglesia posee auténtica jurisdicción sobre los actos interiores. Esto se

37. Cf. nota 22.


38. Cf. nota 14.
39. Cf. nota 16.
40. Cf. nota 22.
41. Cf. nota 21.
LA IGLESIA NO JUZGA LAS INTERIORIDADES 527

confirma además porque, cuando la Iglesia propone una verdad de fe para que
sea creída umversalmente, quedan obligados todos a creerla en el interior42.
Tampoco debe olvidarse al respecto que la Iglesia tiene potestad para
absolver de cualquier pecado: interior o exterior. De ello se tiene constancia
por las palabras mismas de Cristo a los Apóstoles de que quedaría desatado
en los cielos cuanto ellos desataran en la tierra (cf. Mt 18,18). Por supuesto,
estas palabras no establecen distinción entre actos interiores y exteriores.
Todos admiten además que tal potestad conferida por Cristo se extiende a
todo lo que puede impedir entrar en el reino de los cielos. Al ser ciertamen­
te muchos los actos interiores que impiden tal ingreso, se deberá concluir que
tiene potestad la Iglesia también sobre los actos interiores. Se recuerda asi­
mismo que, si uno poseyera sólo pecados interiores, queda obligado a confe­
sarlos por haberlo mandado así la Iglesia al menos una vez al año43.
A estos argumentos se añaden otros. Se dice en concreto que la Iglesia
impone preceptos de actos puramente internos y que llega incluso a prohibir
actos interiores con censuras que establece contra los delincuentes. No habrá
duda entonces de que la Iglesia tiene jurisdicción sobre actos puramente inte­
riores. Así, queda prohibido en concreto al monje bajo pena de excomunión
acceder a la curia si su ánimo es el de dañar. La excomunión le viene impues­
ta a un monje tal por su intención, que es la de dañar y ésta es interior sin
prohibírsele el acceso a la curia cuando no abroga esa malvada intención.
Asimismo, se excomulga en el derecho a los inquisidores que proceden con­
tra alguien por odio o por amor. De aquí se deduce sin duda alguna que lo
uno y lo otro son actos interiores. También se excomulga a los que consienten
en una elección que es reprobada según el derecho. Por otra parte, se manda
a los clérigos la atención al recitar el oficio divino y la atención es acto inte­
rior distinto del de la recitación. Está mandada la recitación en otro lugar. Por
supuesto, se excomulga a todo el que sintiera diversamente sobre los siete
sacramentos a como siente la Iglesia de Roma. Con esto se está delante de un
acto interior. También se excomulga a todos los que creen los errores de los
herejes y no hay duda de que el acto de creer es interior. Quedan finalmente
excomulgados todos los que tuvieran consciente y deliberadamente como
verdaderos cardenales concretamente a Pedro y a Santiago, pese a que éstos
lo hubieran sido con anterioridad. Se está entonces ante una decisión que
afecta a un acto interior. De todos estos ejemplos debería deducirse que la
Iglesia posee también jurisdicción sobre actos interiores44.

42. Cf. nota 18.


43. Cf. nota 20.
44. Cf. nota 17.
528 I. JERICÓ BERMEJO

2. Los argumentos de los teólogos

El argumento más grande con el que se prueba que la Iglesia no tiene


jurisdicción sobre actos interiores es que, en tiempo u ocasión alguna, nunca
la ha utilizado45; es decir, no juzga sobre lo oculto. En consecuencia, no posee
tal jurisdicción. El conocedor y el juez de lo secreto es Dios46. La Iglesia
puede legislar únicamente sobre lo que puede juzgar. Al no ser capaz de juz­
gar sobre actos interiores, tampoco podrá legislar sobre ellos. Así se com­
prende por qué decía Santo Tomás que era necesaria la existencia de una ley
distinta a la eclesiástica en referencia a la necesidad de la divina. Es ésta la
que ha de extenderse a la ordenación de los actos interiores y a mandar lo
necesario para su rectitud. Si no existiera esa ley divina, no se habría provis­
to al hombre rectamente. Al mismo se le pide perfección interior y exterior47.
El mayor argumento favorable a la existencia de jurisdicción eclesial
sobre los actos internos descansa en lo sostenido en una concreta instrucción
de Sevilla al mandarse en ella absolver de la excomunión automática al here­
je oculto. Es desde este dato desde donde se quiere deducir que, si uno ha
pecado de herejía y no ha hecho salir su pecado al exterior, era el mismo ya
un verdadero hereje; es decir, alguien que queda penalizado al instante con la
excomunión. Ante esta deducción dirá Aragón que la instrucción de Sevilla
hace referencia a la absolución de un acto exterior. No cabe deducir entonces
desde ella que la Iglesiá posea jurisdicción alguna sobre actos puramente inte­
riores48. Uno es hereje oculto de suyo si se adhiere sólo mentalmente con per­
tinacia a una proposición contraria a la fe, la cual no la manifiesta de palabra
o de obra exteriormente. No es ésta la única definición de hereje oculto.
Accidentalmente, se denomina hereje oculto al que, pese a haber menciona­
do y proferido la herejía concebida en la mente con palabras o signos, tal
mención y manifestación permanece oculta y nadie la sabe49.

45. Cf. nota 23.


46. Cf. nota 22.
47. Cf. nota 23.
48. Cf nota 24.
49. “Sed dubium est, Vtrum ista excommunicatione comprehendantur vniuersaliter omnes
haeretici, siue occulti fuerint, siue publici, an vero tantum comprehendantur illi, qui manifeste et
notorie fuerint haeretici. Ad cuius dubij intelligentiam est aduertendum, quod dupliciter aliquis
haereticus potest dici occultus vno modo per se, et est cum quis tantum in mente habet haeresim
pertinaciter adhaerens alicui propositioni fidei contrariae, nec eam verbis, aut signis manifestauit.
Alio modo per accidens: et est cum quis licet haeresim mente conceptam verbis, aut signis decla-
rauit, et protulit, ita tamen se habet, quod eius prolatio, et manifestatio est occulta, et a nemine
scitur”. 340a.
LA IGLESIA NO JUZGA LAS INTERIORIDADES 529

Quedan por supuesto excomulgados con excomunión reservada al Sumo


Pontífice los herejes que han declarado y expresado con palabras o signos la
herejía que tienen concebida en la mente, lo hagan con una declaración y
expresión que resulta manifiesta o se queda oculta. De ello se tiene constan­
cia por la bula de la Cena del Señor50. Por si hubiera alguna duda sobre tal
interpretación, dice más adelante Aragón que lo ordenado en la instrucción
de Sevilla ha de entenderse del hereje que mencionó o escribió su herejía a
solas. Es entonces alguien que permanece accidentalmente oculto y nadie
sabe desde el exterior que es hereje. El mismo está excomulgado y necesita la
absolución. No se refieren entonces las palabras de la instrucción de Sevilla al
hereje puramente mental51.
Tiene ciertamente la Iglesia potestad para absolver de todos los pecados:
interiores y exteriores. Esto se desprende del evangelio mismo de San Mateo
(cf. 18,18). ¿Ha de deducirse entonces de esto que posee jurisdicción también
sobre los actos interiores pertenecientes al foro de la conciencia? Aquí no
debe olvidarse que la opinión se obtiene únicamente desde el foro exterior.
No puede la Iglesia ejercer inmediatamente acto alguno de jurisdicción sobre
un acto interno ni puede absolver inmediatamente de un pecado interior si,
antes, no ha tenido lugar la confesión exterior52. Ciertamente, queda obliga­
do por precepto de la Iglesia quien es poseedor sólo de pecados interiores a
confesarlos también al menos una vez al año. Este hecho no da pie sin embar­
go a afirmar que posea la Iglesia jurisdicción sobre actos interiores. Queda
mandado sólo en semejante precepto que se haga la confesión exterior. Por
supuesto, la confesión habrá de ser por necesidad íntegra y, en razón de la
integridad, quedará obligado todo pecador a decir los pecados mortales
todos, sin exceptuar ninguno, se trate de interiores o de exteriores53.
¿No tiene en cierta manera acaso la Iglesia jurisdicción sobre los actos
interiores? Aunque la Iglesia mira sólo a los actos exteriores directamente y
de suyo, no impide esto poder decir que no contemple también de manera
mediata los actos interiores al ser éstos condición requerida para la existen­
cia de actos exteriores. Cuando se manda oír misa, se ordena de modo media­
to también en consecuencia que se dé la voluntad de oírla. Esto mismo ocu­
rre en la atención y recitación del oficio divino al mandarse que se haga con

50. “Hoc supposito, vt certa ab incertis separemus, dico certum esse, quod illi haeretici, qui
verbis aut signis haeresim mente conceptam declararunt, et expressarunt, sive declaratio, et
expressio sit manifesta, siue occulta, sunt excommunicati excommunicatione reseruata summo
Pontifice: ita enim habetur expresse in §. 1. bullae caena Domini”. 340a.
51. Cf. nota 33.
52. Cf. nota 31.
53. Cf. nota 32.
530 I. JERICÓ BERMEJO

atención. Es una condición necesariamente requerida para la recitación de­


bida. El precepto no se refiere sin embargo a acto alguno puramente interior
sino, más bien, a uno simplemente exterior y es éste el que debe llevarse a
cabo precisamente con todas las circunstancias requeridas en orden a que sea
bueno54. Aquí cabe decir que se extiende de alguna manera la jurisdicción de
la Iglesia a actos interiores; pero es algo que resulta ser así de manera me­
diata55.
¿Acaso no se ejerce la jurisdicción sobre un acto interior cuando se obli­
ga a uno a creer? Por cierto, la Iglesia excomulga a los que creen los errores
de los herejes. A los mismos les ocurre como a los herejes que mencionan su
herejía; es decir, que quedan excomulgados. De todas formas, esta afirmación
ha de entenderse siempre en el caso de que se haya manifestado el error con
algún signo exterior. Queda uno entonces excomulgado si dijera o manifesta­
ra de alguna forma la adhesión de su mente a los herejes56. Por cierto, incurre
automáticamente en excomunión el que considera consciente y deliberada­
mente cardenales a determinadas personas, en concreto a Pedro y Santiago.
Éstos fueron cardenales en otro tiempo; pero ya no lo son y no se puede sos­
tener que lo sean en la actualidad. De todas formas, no se deduce de ello que
la jurisdicción de la Iglesia se extienda también a interioridad alguna.
Considerar significa en este caso concreto mostrar exteriormente reverencia
y honor como si los señalados con sus nombres: Pedro y Santiago, lo fueran
de verdad57.
En este mismo contexto cabe la aceptación de que la Iglesia: el concilio
general y el Papa58, obligue a todos los cristianos llegados al uso de razón a
creer la definición de una verdad católica. Es cierto que, desde el momento
mismo en que la Iglesia propone una verdad de fe católica umversalmente,
obliga a todos a creerla con un acto interior; pero sé que, tras la definición, se
está ante una obligación y la misma no nace de precepto alguno eclesiástico
sino de un derecho divino, siendo éste precisamente el que obliga a que todos
asientan a las proposiciones definidas y propuestas desde la Iglesia. Es verdad

54. Cf. nota 26.


55. Cf. nota 32.
56. Cf. nota 27.
57. C f nota 28.
58. En el siglo XVI se entiende por Iglesia capaz de definir verdades católicas de fe el con­
cilio general y el Papa, los dos en perfecta en armonía. Es cierto que Aragón defiende que el
Papa a solas (sin el concilio) es capaz de definir de fe e imponer una verdad católica infalible y
obligatoriamente como de fe a todos los cristianos; pero esta última verdad no estaba en el siglo
XVI todavía definida. Es posible que se hubiera ceñido fray Pedro a mencionar la Iglesia como
la que define, no queriendo entrar en una cuestión más profunda al ser aceptado por todos que
la Iglesia define verdades católicas de fe.
LA IGLESIA NO JUZGA LAS INTERIORIDADES 531

que la Iglesia es la que propone y declara lo que ha de creerse umversalmen­


te. Se trata de verdades que han de ser creídas por derecho positivo. Pero per­
tenece la obligación de creer y de asentir a todo lo propuesto y declarado al
derecho divino, siendo por cierto éste el que se extiende hasta los actos inte­
riores59.
La Iglesia es capaz de definir infaliblemente en cuanto a la verdad y obli­
gatoriamente para todos los cristianos. Por otra parte es cierto que esto es
algo que corresponde últimamente al Papa sea en concilio general o sin el
concilio general. ¿Quiere esto decir que el Papa sólo puede intervenir en caso
de definición infalible y obligatoria? Aquí se ha de tener en cuenta que se
puede estar haciendo referencia a un acto exterior que cae auténticamente
bajo la autoridad del prelado. Tal es el caso del ayuno. Y puede referirse tam­
bién a un acto interior como es el de la contemplación. Si se trata de un acto
exterior, no hay duda alguna que el Sumo Pontífice es capaz de dispensar,
pudiendo imponer el precepto de que cene al que ha hecho en concreto el
voto de ayunar. Por tal precepto le quita aquello de lo que ha hecho voto al
colocar un obstáculo a su cumplimiento. Si se tratara de un voto emitido inte­
riormente e hiciera referencia además a un acto interior, se ha de decir que el
Papa es incapaz de semejante dispensa; pero se ha de añadir que puede el
Sumo Pontífice ocupar al que ha realizado dicho voto en una concreta situa­
ción exterior a la que le repugne la contemplación. Si bien es cierto de todas
maneras que el Sumo Pontífice carece de jurisdicción sobre los actos pura­
mente interiores, no puede negarse en modo alguno que, desde el momento
mismo en que ya se le manifestó al Papa de alguna forma exteriormente el
acto concreto interior del voto, se está ante algo que entró en su jurisdicción
y es esta circunstancia precisamente la que hace posible que pueda dispensar
del mismo como lo hace de cualquier otra obra exterior60.
Numerosos han sido los lugares exhibidos como prueba de que la Iglesia
posee jurisdicción sobre los actos interiores. Todos ellos se refieren sólo a
actos exteriores. No es lícito por tanto en modo alguno desde los mismos infe­
rir que la Iglesia tenga jurisdicción sobre actos puramente interiores61. Al
monje que llega con ánimo de hacer daño a la curia se le veta un acto exte­
rior. No queda prohibido cualquier acceso. Queda vetado sólo el que conlle­
va mala intención62. Es excomulgado ciertamente el que hubiere dado su con­
sentimiento a una elección irregular. De todas formas, semejante manera de

59. Cf. nota 30.


60. Cf. nota 29.
61. Cf. nota 28.
62. Cf. nota 24.
532 I. JERICÓ BERMEJO

hablar queda referida en concreto al que se comportó exteriormente hacia el


electo como si hubiera sido elegido con rectitud. La palabra consentir no indi­
ca en este caso un acto puramente interior y se refiere al acto declarado con
signos exteriores. Si hay sólo un consentimiento intelectual, no se incurre en
excomunión63.

3. CONCLUSIÓN

La jurisdicción de la Iglesia abarca a todos los que han recibido el bau­


tismo. La fe constituye a uno ciertamente en miembro auténtico de la Iglesia;
pero es el carácter bautismal el que marca los límites a la jurisdicción eclesial.
Aunque los herejes hayan perdido la fe y no sean ya miembros de la Iglesia,
siguen perteneciendo a ella por retener el carácter bautismal. A esto se debe
que la Iglesia pueda castigarlos con la excomunión automática o con la exco­
munión en el foro exterior. La cuestión que da lugar a la problemática aquí
expuesta es si incurre también en este castigo de la Iglesia, que es la excomu­
nión automática, el que comete pecado de herejía en su interior y, en forma
alguna, lo manifiesta al exterior. Por supuesto, la pregunta aquí establecida
necesita decidir antes si la Iglesia tiene de veras jurisdicción sobre la interio­
ridad de las personas bautizadas o se queda sólo la misma en las acciones
exteriores.
Los teólogos, con Santo Tomás a la cabeza, sostienen que la Iglesia care­
ce de jurisdicción sobre los actos internos de los bautizados. Es capaz de legis­
lar, de juzgar y de castigar únicamente acciones exteriores, las cuales queden
manifiestas en el campo de los sentidos. Además de las leyes humanas, están
la leyes divinas en la Iglesia. Su misión es conducir a los hombres a su per­
fección. Uno ha de ser perfecto externa e interiormente. Niegan los teólogos
ante todo la jurisdicción de la Iglesia sobre los actos interiores. Se basan fun­
damentalmente en que nunca ha sido utilizada la misma a lo largo de los
siglos. A esto se añade además que la Iglesia es incapaz de legislar sobre inte­
rioridades al no poder juzgar sobre las mismas.
Son los canonistas quienes colocan multitud de ejemplos de que la Iglesia
ha legislado ya al respecto, mandando y prohibiendo concretos actos interio­
res. Ha impuesto el precepto de confesar los pecados mortales todos, al
menos una vez al año, así como la ordenación a los sacerdotes de recitar con

63. Cf. nota 25.


LA IGLESIA NO JUZGA LAS INTERIORIDADES 533

atención el oficio divino. Si se dice que se han de confesar los pecados mor­
tales todos, se incluirán también en semejante precepto los puramente inte­
riores. La atención durante la lectura se ordena en concreto una actitud inte­
rior. Pese a todo, se ha de reconocer que se trata de disposiciones que afectan
sólo a actos exteriores. Lo que se manda en el primer caso es la confesión y,
si han de confesarse los pecados todos, incluidos los interiores, es porque la
confesión exterior ha de ser necesariamente íntegra. Así sucede también con
la atención mandada en la recitación del oficio divino. Toda buena recitación
implica en sí misma la digna atención. Aquí está lo decisivo en que la Iglesia
manda que se realicen determinados actos interiores y, sobre ello, tiene por
cierto perfecta jurisdicción.
Aunque la Iglesia no posee ciertamente jurisdicción inmediata sobre lo
interior, la tiene de forma mediata. Ha quedado esto claro en los casos rela­
tivos a la obligación de la confesión anual y en la atención por parte de los
sacerdotes en la recitación del oficio divino. Asimismo, puede decirse tam­
bién esto mismo cuando la Iglesia dice que incurren en herejía los que tuvie­
ran a determinadas personas concretas como cardenales, cuando no lo son en
realidad. Es que la consideración por la que se incurre en la pena de exco­
munión no es el acto interior de la consideración sino el exterior de la reve­
rencia. ¿No es acaso el Papa capaz de dispensar de un voto emitido interior­
mente? Si dicho voto repercute exteriormente, será capaz el Sumo Pontífice
de obligar a realizar algo al que lo ha hecho que evite su cumplimiento. Si el
voto no repercutiera en el exterior, sería incapaz el mismo Papa de dispensar.
Ha de tenerse en cuenta a este respecto de todas formas que podría ocupar el
Sumo Pontífice siempre al que ha hecho el voto en su interior en una deter­
minada situación que le hiciera imposible el cumplimiento del mismo.
Conviene recordar aquí cómo, si se le ha manifestado dicho voto interior al
Papa, puede ya éste actuar sobre lo manifestado.
Cuando la Iglesia define infalible y obligatoriamente una verdad de fe
católica, realiza una operación doble. Por una parte, declara que lo definido
se corresponde con la verdad revelada y no es posible en esta decisión la posi­
bilidad de error. Por otra parte, impone universalmente a todos los bautiza­
dos la obligación de creer lo definido. Es cierto que se preguntará si esta
imposición de creer obligatoriamente no implica a las claras que la Iglesia es
poseedora realmente de jurisdicción sobre los actos interiores por ser la fe
una realidad interior. Se dirá al respecto que obligación de la fe no la impone
la Iglesia sino Dios. En definitiva, la obligación de creer en el interior no es
algo decidido de suyo por la Iglesia. Es algo de derecho divino y es algo que
se extiende de verdad también a los actos interiores de las personas. La defi­
nición de una verdad católica por parte de la Iglesia es más que un mero acto
534 I. JERICÓ BERMEJO

de jurisdicción. Además, la Iglesia es capaz de atar y desatar en relación a los


pecados todos. Pese a todo, conviene recordar aquí que esta jurisdicción de la
Iglesia depende de que los pecados interiores han de salir también al exterior
mediante la confesión. Una vez confesados los pecados interiores, es cuando
la Iglesia ejerce la jurisdicción tenida de atar o desatar.
En modo alguno significa la afirmación de que son los teólogos quienes
niegan la jurisdicción de la Iglesia sobre los actos interiores que no pueda en
cierta manera influir sobre ellos. La jurisdicción no lo es todo en el cristianis­
mo. Los pecados exteriores objeto de jurisdicción de la Iglesia tienen su raíz
en el interior y nada extraña entonces que afecte también de modo mediato
a la interioridad lo que la Iglesia decide sobre tales actos externos con su
jurisdicción. Es capaz además la Iglesia de mandar determinados actos exte­
riores que impidan la realización de concretos actos interiores y nunca ha de
olvidarse que la potestad de la Iglesia no es sólo mera jurisdicción humana.
En el caso de la definición de verdades de fe católica está al lado de la orde­
nación de la Iglesia un derecho divino, el cual es el que alcanza directamente
el interior y es capaz de obligar a creer desde el acto verdaderamente interior.

Ignacio J e r ic ó B e r m e j o
Peralta (NA)
Est Ag 39 (2004) 535-577

Isabel la Católica, fiel hija de la Iglesia,


y la hispanidad
SEGÚN LA FORMÓ MARTÍN DE CÓRDOBA PARA SER
REINA DE ESPAÑA

1. Introducción

Aunque se ha escrito mucho sobre Isabel la Católica, existen aún lagunas


y facetas de su vida que no se han clarificado bien, como la fecha exacta de su
bautismo en Madrigal y que fue fiel hija de la Iglesia, en una época conflicti­
va. No se puede comprender lo que significaba en la Edad Media ser fiel hija
de la Iglesia, si no se tiene en cuenta el concepto de ser cristiano y miembro
de la Cristiandad medieval, en la que se formó Isabel la Católica. Se preparó
para ser reina según las orientaciones de sus formadores, uno de los principa­
les fue fray Martín de Córdoba, agustino. Se hizo esto conforme a las ideas de
la Cristiandad y las características del llamado "Agustinismo Político", de la
caballerosidad cristiana, etc. Se hace aquí también una reflexión sobre su
vida, indigenismo, testamento y proceso.
La primera vez que hice una investigación sobre los Reyes Católicos fue
en 1970 con motivo de un trabajo práctico realizado en la Universidad
Pontificia de Salamanca bajo la dirección del entonces profesor de Derecho
Concordatario y actualmente cardenal Dr. Antonio Ma Rouco Várela sobre la
relación de Isabel y Fernando con la Santa Sede a través de la documentación
de los colectores y legados pontificios, especialmente del primer nuncio per­
manente en España, el valenciano D. Francisco de Prat (1492-1503)1.

1. F ernández A lonso, Justo, “Don Francisco de Prat, primer Nuncio permanente en Es­
paña (1492-1503)”, Anthologica Annua (1953) 67-154; Legaciones y nunciaturas en España de
1466 a 1521, I, 1466-1486. Roma 1963; R ouco Várela , Antonio María, Staat und Kirche im
Spanien des 16 Jahrhunderts, Munich 1965. Aquí se usa la traducción realizada por Szumla -
kowski M orodo , Irene, Estado e Iglesia en la España del siglo XVI, Madrid 2001, donde se men-
536 F. CAMPO DEL POZO

Posteriormente volví a profundizar en el tema con motivo de una confe­


rencia dada el 26 de noviembre de 1997, a petición de los Caballeros de la
Hispanidad para recordar el 493 aniversario de su muerte en Medina del
Campo. Esto me obligó a leer algunos libros y a reflexionar sobre la
Hispanidad, formación de Isabel la Católica, sus ideas o ideario según la
Cristiandad medieval, sus virtudes, su actitud indigenista, etc. La relectura de
su Testamento y Codicilo me entusiasmó, especialmente la Oración fúnebre
pronunciada, en 1904, por el P. Zacarías Martínez Núñez, agustino, entonces
Director del Real Colegio Alfonso XIII de El Escorial. Él fue uno de los pri­
meros que insinuó la posibilidad de iniciar el proceso de canonización de
Isabel la Católica, a la que consideraba una santa y esperaba se hiciese para
el 2004, "el panegírico de una Reina Santa que nació en Madrigal y murió en
Medina del Campo"2. Ya D. Modesto Lafuente se sorprendía a mediados del
siglo XIX de que no se hallase "en la nómina de los escogidos"3. Recordé en
1997 que en 1992, al estudiar la advocación mariana de Nuestra Señora de la
O de Otengá (Cundinamarca, Colombia), pude comprobar que se le daba
algo de culto en un cuadro de Nuestra Señora de los Dolores de la Santísima
Virgen, porque tiene la cara de Isabel la Católica, a la que hacían peticiones
los de Otengá y obtenían favores o gracias. Coincide este cuadro con una pin­
tura anónima de finales del siglo XV, que aparece en la Enciclopedia Espasa
y pertenece a la Colección Lázaro Galdeano, en Madrid4. Como se le daba
indirectamente algo de culto podía incidir en el proceso de canonización.
Al asistir el 22 de abril de 2001 a los actos que se celebraban en Madrigal
de las Altas Torres con motivo del 550 aniversario del nacimiento de Isabel,
el buen amigo y Gran Canciller de los Caballeros de Isabel la Católica,
Excmo. Sr. D. Alfredo Silva Almeida, me pidió que estudiase el tema de
Isabel fiel hija de la Iglesia. Me comprometí después de pensarlo, sabiendo
que es un tema muy complejo y difícil. Me sentí obligado al ser nombrado
miembro de la Academia de la Hispanidad el 16 de marzo de 2002. Algo

40 veces a Isabel la Católica. En 1970 hice el trabajo de seminario sobre "El primer nuncio per­
manente, la inquisición y el patronato en tiempo de los Reyes Católicos", mecanografiado en 8
folios, que me han servido de base para una parte de este trabajo. Se dio una charla sobre esto el
día 6 de noviembre de 2003 en la Caja Círculo Católico de Valladolid.
2. M artínez , Zacarías, Oración fúnebre con motivo del cuarto centenario de la muerte de
Isabel la Católica, Madrid 1904, pp. 8 y 65.
3. L afuente , Modesto, Historia General de España, VIII, Introducción a la Edad Moderna,
Barcelona 1889, pp. 23-24.
4. Enciclopedia Espasa, vol 28, Barcelona 1925, p. 2017. Sobre esto he publicado dos ar­
tículos: "Isabel la Católica y Nuestra Señora de la O", Isabel, revista internacional de la sierva de
Dios, n. 25, enero-febrero del 2000, pp. 3-4 y "Nuestra Señora de la O de Otengá", en Iconografía
Agustiniana, Instituto Histórico Agustiniano, Roma, 2001, pp. 610-612.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 537

nuevo podía añadir, porque conocía la doctrina canónica y teológica sobre


esta materia, especialmente sobre la potestad eclesiástica de fray Martín de
Córdoba, uno de sus formadores5.
Se va a exponer cómo Isabel fue hija espiritual de la Iglesia primero en
su bautismo y en su formación como princesa, luego como reina y finalmen­
te en su testamento y muerte con su proyección en la Hispanidad. Aunque no
se tiene noticia documental de su bautismo, se supone que fue bautizada
cuanto antes, es decir, dentro de los ocho primeros días de su nacimiento,
como era costumbre en España y se estableció en algunos sínodos. A veces se
retrasaba hasta 15 días. Debió de hacerse, como estaba mandado en la pila
bautismal de la parroquia de San Nicolás, aunque los reyes y príncipes po­
dían ser bautizados en el palacio. Se podía hacer también en una casa parti­
cular sólo en caso de necesidad y peligro de muerte o cuando se tenía permi­
so del obispo6. Su hermano Enrique fue bautizado en Valladolid a los 8 días
después de haber nacido, por el obispo de Cuenca, D. Alvaro de Isorno, con
tres padrinos y tres madrinas7.
Consta documentalmente que Isabel I de Castilla nació en Madrigal el 22
de abril de 1451, fiesta de jueves santo, a las cuatro horas y dos tercios, des­
pués de mediodía, es decir, las 4,45 de la tarde. Su madre se llamaba Isabel de
Aviz o de Portugal, segunda esposa de D. Juan II de Castilla8. Este matrimo­
nio había sido auspiciado por el condestable D. Alvaro de Luna, que cayó en
desgracia para Isabel de Portugal. Juan II fue un rey débil de carácter y
dependiente de sus validos, pero al mismo tiempo mecenas de las artes, de las

5. C am po d el P o z o , Fernando, "Opúsculo sobré la potestad eclesiástica de Martín de


Córdoba", La Ciudad de Dios, 208 (1995) 661-694. Martín de Córdoba era amigo del rey D. Juan,
de su hijo Alfonso y de D. Enrique, que quiso retenerlo en la corte, como lo fue también de Isabel
de Portugal y de su hija.
6. C lem ente V, Clementinas, libro III, título XV, capítulo único. De baptismo, donde se
recoge una Constitución del Concilio de Viena de 1312. F r ie d b e r g , Aemilius, Corpus Iuris, 2 ed.,
II, Graz 1959, col. 1174.
7. V a l , Isabel del, Isabel la Católica princesa (1468-1474), Valladolid 1974, p. 33. Enrique
nació en Valladolid el 5 de enero de 1425 y fue bautizado el día 13. Fueron sus padrinos el almi­
rante D. Alonso Enriquez, el condestable D. Alvaro de Luna y D. Diego Gómez de Sandoval,
adelantado mayor de Castilla. Fueron madrinas Da Juana Mendoza, esposa del almirante, la
esposa del condestable Da Elvira Portocarrero y la esposa del adelantado Da Beatriz de Ave­
llaneda.
8. Dr. T o l e do , médico de la Reina Católica, Cronicón de Valladolid, ilustrado por Pedro
Sáinz de Baranda, edic. facsímil, Valladolid 1981, p. 20. Esto fue bien estudiado por C lemencín ,
Diego de, Ilustraciones sobre varios asuntos del reinado de Isabel la Católica, I, Madrid 1821, pp.
56-60. Cf. T orres F ontes , Juan, Estampas de la vida murciana durante el reinado de los Reyes
Católicos, I, Murcia 1960. Isabel se parecía a su bisabuela Felipa de Lancáster con pelo rubio y
rojizo.
538 F. CAMPO DEL POZO

letras, de la filosofía y de la historia. No sabía ejercer la autoridad, ni hacer la


guerra para reconquistar tierras a los moros; pero preparó el ambiente "para
el porvenir de letras y ciencias más brillante y duradera gloria"9. El naci­
miento de Isabel la Católica fue dado a conocer oficialmente por Juan II
desde la Villa de Madrid a todo el Reino de Castilla y de León, que recibió
con alegría la noticia. En algunas ciudades, como en Burgos, se celebró con
especial júbilo, según consta en sesión del cabildo del 30 de abril de 1451,
entregando al portador de las cartas la cantidad de 500 maravadíes a pro­
puesta del canónigo Iñigo de Mendoza10. No hay constancia oficial de la fecha
de su bautismo, aunque sí del hecho. Fue bautizada probablemente el 30 de
abril de 1451 con el nombre de Isabel, cuyo nombre fue propuesto por D.
Gonzalo Chacón, mayordomo de la reina, que se encargó de buscar padrinos
y madrinas, entre las que propuso a su esposa Da Clara Alvarnáez, según
refiere la tradición recogida por Ángeles de Irisarri, que afirma que se "la
llevó a bautizar a la iglesia de San Nicolás de Barí"11.
Entre los formadores de su infancia hay que mencionar a Da Beatriz de
Silva, portuguesa12 y luego cofundadora de las Concepcionistas franciscanas,
a las que regaló, siendo reina, los palacios de Galiana en Toledo. Los tres pri­
meros años, los pasó Isabel, al igual que su hermano Alfonso, en el ambiente
de la corte hasta la muerte de Juan II en julio de 1454. Su padre la dejó para
su manutención la villa de Cuéllar con sus rentas y se añadiría la de Madrigal,
cuando muriera su madre. Debía recibir además desde que cumpliese diez
años hasta que contrajese matrimonio la renta anual de un millón de m ara­
vedíes, descontando lo que produjesen las rentas de Cuéllar y en su momen­
to las de Madrigal. Al contraer matrimonio, Cuéllar y Madrigal pasaban de
nuevo a la corona. Juan II estableció una tutoría para los infantes Alfonso e
Isabel, presidida por Lope de Barrientos y Juan de Padilla, con derecho a fijar
su residencia13, que hasta la edad de 10 años transcurrió entre Arévalo y
Madrigal, con alguna visita a Medina del Campo.
Isabel de Portugal enferma de incurable tristeza y con síntomas de locu­
ra, sé recluyó en Arévalo, sin perder su responsabilidad en la educación moral
de la princesa, como buena cristiana, la procuró excelentes consejeros y ense-

9. Ríos, Amador de los, Historia crítica de la Literatura Española, VI, Madrid 1865, p. 8.
10. S e r r a n o , Luciano, Los Reyes Católicos y la ciudad de Burgos, Madrid 1943, p. 9.
11. Ir isarri , Ángeles de, Isabel, Reina, Barcelona 2001, p. 24. En la capilla de la pila de bau­
tizar de San Nicolás hay una inscripción del siglo pasado recordando este hecho.
12. S u á r e z F e r n á n d e z , Luis, Isabel, mujer y reina, Madrid 1992, p. 12,
13. Memorias de don Enrique IV de Castilla, tomo II, Colección diplomática compuesta y
ordenada por la Real Academia de la Historia, XLVI, Madrid 1835-1913, pp. 116-117. Cf. V a l ,
Isabel del, Isabel la Católica, princesa (1468-1474), p. 38.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 539

fiarla, ante todas las cosas, el amor a Dios y el respeto profundo a la santa
Madre Iglesia. Entre los formadores desempeñó un papel importante el agus­
tino fray Martín de Córdoba, que había sido amigo de D. Alvaro de Luna.
Tomaron parte también los franciscanos del convento Arévalo, como fray
Llórente y otros eclesiásticos14.
A la edad de 11 años, en una época de bandos nobiliarios y de intrigas,
fue llevada a la corte de su hermanastro Enrique IV, "el impotente" para que
amadrinase a Juana, la "Beltraneja", y prestase juramento de obediencia a las
Cortes, que habían sido convocadas para reconocer a la Beltraneja como
heredera del trono. Fue llamada de nuevo a la Corte, al año siguiente, cuan­
do cumplía los doce años, junto con su hermano Alfonso con pretexto de
completar su educación y de iniciarles en la vida palaciega, aunque la razón
era, en realidad, apartarles de Arévalo. Se trataba de un tránsito peligroso en
la Corte por los escándalos que allí había. Podía interrumpirse y peligrar la
formación recibida en Arévalo, por cuyo castillo deambulaba Isabel de
Portugal evocando al condestable Don Alvaro de Luna, que había sido eje­
cutado en Valladolid, en 1453, sin un proceso legal, por sus intrigas, como des­
cargo de su conciencia. Fue entonces cuando intervino providencialmente su
mejor formador, fray Martín de Córdoba, que se había graduado en Tolosa y
estaba de catedrático en la universidad de Salamanca en 1451. Volvió a
Tolosa, como profesor en 1461. En 1465 y 1468 presidió los capítulos provin­
ciales de Castilla y se relacionó con la corte de Enrique IV, como lo había
hecho anteriormente con D. Alvaro de Luna y Juan II. Siguió asesorando a
Isabel de Portugal en Arévalo que le encargó la educación de su hijo Alfonso
y de Isabel. En el libro Jardín de Nobles Doncellas, se menciona ya la muerte
del Príncipe Alfonso (5 de junio de 1468) por lo que la dedicatoria es poste­
rior a esa fecha, probablemente el 22 de abril de 1469, y antes de octubre de
1469. Martín de Córdoba asesoró a Isabel de un modo especial entre los 15 y
los 17 años. Se puede considerar este libro como un regalo en sus 16 años con
esta dedicatoria: "a la muy clara y serenísima señora, doña Isabel, de real
simiente procreada, infanta legítima heredera de los reinos de Castilla y
León"15. Le puso como modelo a la Santísima Virgen. Ella lo conservó como
una guía y joya.

14. S u á r e z , Luis, Isabel I, Reina, Madrid 2004, p. 16, donde se da la bliografía fundamental
sobre esta época en las notas de esta edición aparecida en Biblioteca ABC
15. C ó r d o b a , Martín de, Jardín de Nobles Doncellas, edic. por P. Félix García, Madrid 1956,
poemio, p. 69. En la p. 74 se menciona la muerte de Alfonso, su hermano. La primera edición se
hizo en Valladolid en los talleres de Juan de Burgos en 1500. En 4o got., 64 p. con 28 líneas. Se
conserva un ejemplar en la Biblioteca de la Sociedad Hispánica de Nueva York. La segunda edi-
540 F. CAMPO DEL POZO

No cabe la menor duda de que Martín de Córdoba asesoró a Isabel


durante las deliberaciones que mantuvo desde el Pacto de Guisando, 18 de
septiembre de 1468, hasta las capitulaciones matrimoniales con Fernando de
Aragón el 7 de enero de 1469. Quizás algún día aparezcan más cartas de las
que escribió haciendo consultas, como la que hizo a primeros de enero de
1469 al nuncio o legado pontificio Antonio Jacobo de Veneris o de Veniero
en Ocaña. Ella supo esperar y acatar las disposiciones de las autoridades ecle­
siásticas, como el legado Veneris y el arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo,
pudiendo afirmar en la respuesta a su hermano Enrique y al cardenal de Albi,
Juan Joufroy, embajador de Francia y Señor de Malicorne, que "tenía bien
saneada su conciencia" y tranquila16. Sabía ser buena y fiel hija de la Iglesia.
Se margina aquí el tema de su matrimonio celebrado en Valladolid el 19 de
octubre de 1469 y la dispensa del impedimento de tercer grado de consangui­
nidad, por ser un tema ampliamente estudiado y aclarado17.
Para comprender lo que significaba para Isabel ser hija de la Iglesia, con­
viene tratar el concepto de Cristiandad medieval en que se formó, la cultura
del medio ambiente y lo que significaba ser cristiano, con una religiosidad
unida a la caballerosidad. Algo se ha esbozado incidentalmente por algunos
autores como luego veremos. De su religiosidad ha tratado indirectamente D.
Vicente Rodríguez Valencia al exponer sus virtudes y santidad18. D. Vidal

ción se hizo en Medina del Campo en 1542 por Juan de Espinosa, mercader de libros. Se encuen­
tra un ejemplar en la Biblioteca Nacional de Madrid, R. 9717, en cuarto, letra gótica, cuarenta y
ocho hs., signatura A-F. De ésta hay una edición facsímil en 1953 de 250 ejemplares en la
Colección Joyas Bibliográficas para bibliófilos. Es mencionada la edición de Medina del Campo
por A nto nio , Nicolás, Bibliotheca Hispana Vetus, tomo II, Madrid 1672, p. 307, como Vergel de
Nobles Doncellas, con esta dedicatoria: Ad Elisabetham tune Infantem. Henrici IV sororem, non-
dum, ut credimus, regnauguratam. Hay una edición facsímil hecha en Madrid 1996, II, p. 304, n.
664. de la traducción castellana por Benito Fidel Aguilar, Madrid 1788.- Lo mencionan como
Vergel san Alonso de Orozco y el P. Portillo. Cf. G a r c ía , Félix, "prólogo", p. 45. Este autor uti­
lizó la edición hecha en Medina del Campo para la de 1956, en Religión y Cultura, con una orto­
grafía modernizada. El P. Manuel Vidal cita la obra como "Huerto de Nobles Doncellas" y el P.
Antonio Possevino, S.J. como "Huerto de las Doncellas Nobles". H a sido publicado el Jardín de
Nobles Doncellas por el P. Fernando Rubio en Biblioteca de Autores Españoles, Colección
Rivadeneira, vol 171, Madrid 1964, pp. 67-117. Luis Suárez afirma que "se lo entregó, precioso
regalo, el 22 de abril de 1467, cuando cumplía dieciséis años y había tenido sus primeras expe­
riencias políticas". Ella lo conservaba "como una joya". S u á r e z , Luis, Isabel I, Reina, pp. 16 y
367.
16. R o d r íg ue z V a l encia , Vicente. Artículos del postulador sobre la fama de santidad, vida
y virtudes, etc. art. 14, Valladolid 1972, p. 13.
17. M a se g u e r F e r n á n d e z , Juan, "La dispensa del impedimento de consanguinida en la
boda de los Reyes Católicos", en Archivo Iberoamericano, vol. (1967) 351-354. Cf. V a l , Isabel
del, Isabel la Católica princesa, pp. 184-199.
18. R o d r íg ue z V alencia , Vicente, Perfil moral de Isabel la Católica, Valladolid 1974, pp.
203-214 y 224-226.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 541

González Sánchez, entre otros, ha tratado de su perfil moral y su fama de san­


tidad19. Después de ver la estructura de la sociedad medieval trataremos de
su ideario indigenista y su testamento, que hizo como fiel hija de la Iglesia. Su
ideario ha dado origen a lo que se ha llamado Hispanidad. Al final se expone
algo sobre su muerte cristiana y ejemplar, el duelo en sus reinos, los cuadros
de la Virgen con su cara y el estado de su proceso de canonización.

2. Concepto de Cristiandad medieval y la religiosidad del caballero cristiano

Isabel se hizo hija de la Iglesia y de Dios por el bautismo, como se ha obser­


vado anteriormente. ¿Qué significaba esto en aquella época? Según el papa
Inocencio III, por medio del bautismo se incorporaba la persona en la estruc­
tura de la Cristiandad, que le imprimía el carácter de cristiano con sus derechos
y obligaciones20. Se consideraba a la persona humana hecha a imagen y seme­
janza de Dios con unos principios de unidad del género humano, igualdad esen­
cial de todos hombres y necesidad de ayudarse. La mujer tenía sus derechos y
obligaciones como hija de Dios y de la Iglesia, pudiendo llegar a ser reina,
En la Edad Media, especialmente durante la Reconquista de España, la
religiosidad estába unida a la caballerosidad, el cristiano tenía que ser un
caballero y viceversa. Esto era algo constitutivo de aquella sociedad y no se
podía ser de otra manera. Al recibir el bautismo Isabel se hizo cristiana y fiel
hija de la Iglesia conforme a la doctrina canónica y teológica de aquella
época, en la que predominaba un régimen teocrático, presidido por el papa.
Una posición parecida la tenía el súbdito frente al rey o la reina, que lo eran
por la gracia de Dios. Ya en el siglo XIII hubo tensiones entre el poder del
papa y el rey de Francia, como las hubo en tiempo de los Reyes Católicos, que
llegaron a tener varios obispos en la cárcel.

a) Ideas vertebradoras de la Cristiandad medieval

No se puede comprender el contenido de lo que significaba en el siglo XV


ser "hijo de la Iglesia", como se ha observado anteriormente, si no se tiene

19. G onzález S á n c h ez , Vidal, Isabel la Católica y su fama de santidad. ¿Mito o realidad?


Madrid 1999, pp. 71-87 y 196-201.
20. I nocencio III, Decretal Maiores Ecclesiae causas de 1201, Liber X, III, 42,3. F r ie d -
b e r g , Aemilius, Corpus luris, II, col. 644-646. Los efectos de pertenencia a la Cristiandad obli­
gaban incluso a los que lo habían recibido ficticiamente: "is qui ficte baptismum ad baptismum
accedit, characterem suscipit Cristianitatis impressum et ipse tanquam condicionaliter volens, licet
absolute non velit, cogendus est ad observandam fidei Christianae
542 F. CAMPO DEL POZO

una idea clara y distinta de lo que fue la Cristiandad medieval, vertebrada por
tres ideas fundamentales: I a Distinción entre el poder espiritual y el temporal,
simbolizados en el texto de Jesucristo: "dad al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios"21’, 2a deber de colaboración entre ambos poderes y 3a
superioridad del poder espiritual sobre el temporal22. A la autoridad de la
Iglesia le compete juzgar de los actos temporales relacionados con lo espiri­
tual. Estas ideas habían sido establecidas por San Agustín en su Ciudad de
Dios y en algunas de sus Cartas para lograr una república cristiana. Esta doc­
trina ha sido denominada Agustinismo político, que defendió el Estado con­
fesional, tal como se había establecido anteriormente en la constitución
Cunctos populos del emperador Teodosio en el 380. Estuvo vigente en
España, con algunos breves paréntesis, desde el III Concilio de Toledo (año
589) hasta 197823.
A las tres ideas vertebradoras de la sociedad medieval se unió otro prin­
cipio muy importante: predominio de lo comunitario sobre lo individual, uno
de los mayores aportes de la Filosofía cristiana a la cultura de Occidente, que
había sido aglutinada al mismo tiempo por san Agustín y otros santos padres,
haciendo una conjunción o simbiosis de tres grandes aportes o culturas: Io
Religión de Israel, que anunciaba al verdadero Mesías, Cristo; 2o la Filosofía
Griega y 3o el Derecho Romano, que va a marcar a perpetuidad las coordena­
das del pensamiento jurídico. A estas ideas se unen otras de caballería, resal­
tando el honor y los valores humanos. Las ideas de fraternidad y de igualdad
esencial de los hombres radican en que son hijos de Dios. Se hicieron varias
formulaciones de derechos humanos en 1188 en las Cortes de León, 1215 en la
Carta Magna inglesa, 1265 en las Cortes de Ejea, Aragón, etc.24.
En la Cristiandad medieval, la mujer era igual al hombre como persona.
Podía ser abadesa, reina y tener los mismos derechos que un rey. Esto lo
defendió uno de los principales formadores y maestros de Isabel la Católica,
fray Martín de Córdoba, agustino, que le dedicó su obra Jardín de Nobles
Doncellas25, donde puso en práctica las ideas de la Cristiandad medieval tal

21. Mt. 22, 21; Me. 12,17 y Le. 20, 25.


22 G elasio , (Papa 492-496), Carta al emperador Anastasio, "Epístola 8 ad Imperatorem
Anastasium" en Patrología Latina, PL, 60, 42.
23. Campo , Fernando, "Agustinismo político en España", Augustinus, Presencia de San
Agustín en España, 25 (1980) 180-207. Hay una evolución de la polis griega y la civitas romana a
la Cristiandad.
24. Campo , Fernando, "Los derechos humanos, su evolución histórica, formulación y recep­
ción en la Iglesia católica", Estudio Agustiniano. 35 (2000) 599-600.
25 C ó r d o b a , Martín, Jardín de Nobles Doncellas, edic. por Félix García, pp. 69-74, donde
alega como motivo final: "Señora, quise tomar este trabajo de hacer una breve escritura que ha-
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 543

como aparecen en el opúsculo o tratado sobre la Potestad eclesiástica del


mismo Martín de Córdoba26. Se recoge algo de esto en los Artículos del pos-
tulador Dr. D. Vicente Rodríguez Valencia, que afirma en art. 6: "Completa
la educación de adolescencia fray Martín de Córdoba, agustino. La Reina
Madre le encarga una obra educativa para la princesa. Es el Jardín de nobles
doncellas. Dice el educador a la Infanta: Vemos la noble infancia vuestra que
en la edad que es (16 años) tiene tal olor de florecientes virtudes; las cuales
muestran que cuando el fruto será maduro tendrá perfecto dulzor de graves
costumbres....Regir es obra divinal. Si a todas las vírgenes así conviene que
hablemos, tanto más aquélla que debe ser resplandor de castidad y limpieza
en todo este reino. La Virgen, árbol de la Vida. Aunque todos los fieles en ella
deben haber [un modelo], empero en especial la señora Princesa"27.
Martín de Córdoba opinaba que las mujeres podían gobernar o tener
regimiento, igual o mejor que los hombres y que están más dispuestas a vivir
las tres virtudes teologales: fe esperanza y caridad. Se apoya en san Agustín
para poner de relieve la importancia de la fe y el bautismo28 por el que nos
hacemos cristianos e incorporamos a la iglesia. Las princesas y reinas "de­
ben ser ejemplo a todos de honrar y servir a Dios y defender a la Iglesia y a
las personas de ella"29. Le recuerda textos de san Agustín y le da este conse­
jo: "procure la cristianísima Princesa, cuando tuviere hijos, que sean criados

ble de la generación y condición, composición de las nobles dueñas; en especial de aquellas que
son o esperan ser reinas, esperando por este trabajo de sólo Dios galardón, por lo cual los reyes
reinan y los siervos son dignos de ser reyes. Allegóse a esto la gran binevolencia [benevolencia]
que hobe [tuve] a mi Señor, de gloriosa memoria, el Rey don Alfonso, vuestro hermano, y la gran
devoción que él en mí tenía y por su dulce y real clemencia". Como afirma el R Félix García, que
pone grafía moderna para facilitar su lectura "Su prosa fluye lozana y garbosa. La construcción
es ya firme y lograda; la sintaxis suelta y airosa. Abunda en giros y expresiones familiares que,
como más tarde con fray Luis, adquieren categoría literaria" (ibíd., pp. 61-62). Por éste y otros
escritos ha sido incluido en el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española. R u b io ,
Fernando, "Estudio preliminar. Fray Martín de Córdoba", Biblioteca de Autores Espa­
ñoles, 171, pp. X-XXVII.
26. C am po d e l P o z o , Fernando, "Opúsculo sobre la potestad eclesiástica de Martín de
Córdoba", La Ciudad de Dios, 208 (1995) 672-673, donde se expone la distinción de poderes y
cómo el poder espiritual de jurisdicción podía ser ejercido por los laicos, como sucedió con el
derecho de patronato. El Código de Derecho Canónico de 1983, c. 129 & 2 sólo admite que "pue­
den colaborar a tenor del derecho".
27. C ó r d o b a , Martín, Jardín de Nobles Doncellas, Prohemio, p. 70. R o d r íg ue z V a l encia ,
Vicente, Artículos del postulador sobre la fama de santidad, vida y virtudes de la sierva de Dios
Isabel, Reina de Castilla, Valladolid 1972, p. 7, donde se cita a la Documentación, v. 4, documen­
to 246, pp. 51, 82 y 83. La documentación ocupa 42 volúmenes.
28. C ó r d o b a , Martín, Jardín de Nobles Doncellas, parte 2a, cap. 3, p. 158.
29. Ibíd., p. 159.
544 F. CAMPO DEL POZO

por amas devotas y católicas que les nombren a Jesús y Santa María y San
Miguel"30.

b) Características del caballero cristiano, como defensor de la fe y la jus­


ticia

Si no se concebía en la baja edad media en Europa, especialmente en la


reconquista española, el ser caballero sin ser cristiano, como se ha observado
anteriormente y defendió el gran filósofo Manuel García M orente31, convie­
ne precisar las características del caballero cristiano, como lo fue Isabel. Ella
recorrió a caballo "las vastedades de su reino para presidir los juicios de la
santa hermandad", es decir, para hacer justicia32.
La primera característica del caballero cristiano es la vivencia de la fe con
alegría, que le ilumina. Esa vivencia de la fe le orienta hacia causas nobles,
como es comunicarla a los demás y extenderla. Esa fe da seguridad en esta vida
y en la otra con ansias de eternidad. Esta fe sólida sirvió de base a las catedra­
les e iglesias con sus torres que se elevan hacia el cielo como pararrayos pro­
tectores de la comunidad cristiana. Es razonada unas veces y otras más honda
que la razón y previa a la misma como la del carbonero del que nos habla el
célebre obispo abulense Alfonso de Madrigal, conocido con el sobrenombre
del Tostado. Esa fe es la que estructura la religiosidad popular. Tenía que ser
limpia y pura, por lo que se corrigen como herejía los errores contra la fe.
La segunda es su confianza en Dios con un sentido providencialista y
cierta impaciencia de eternidad para cumplir bien con los deberes de su ofi­
cio. Como observa Vicente Rodríguez Valencia, "erraba graciosamente
Gómez Manrique, al recomendar a la reina [Isabel] en el Regimiento de
Príncipes, menos rezos y más gobierno: No con muchas oraciones... No que
vistades cilicio/ ni que fagades abstinencia/, mas que vuestra excelencia/ use
bien de aquel oficio/ de regir y gobernar/ vuestros reinos justamente"33. Se
cumple lo que dice el Salmo I o "dichoso el hombre que pone su confianza en
el Señor"34. El caballero cristiano y español quiere la eternidad buscando la

30. Ibíd., p. 163.


31. G arcía M orente , Manuel, La idea de la Hispanidad. I. España como estilo. II. El caba­
llero cristiano, Bueno Aires, 2 edic. Espasa 1959, pp. 116-123.
32. M a e z t u , Ramiro de, Defensa de la Hispanidad, 3 ed., Valladolid 1938, p. 258.
33 R o d ríg uez V a l encia , Vicente, Perfil moral de Isabel la Católica, pp. 300-301, donde se
cita a Gómez Manrique, destacando la piedad de la reina como imitadora de los santos. La con­
fianza en Dios se compagina como la caridad con la justicia en los santos.
34. Salmo 1, 2.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 545

salvación, la santidad, etc. No se puede vivir en pecado, sino en gracia. Sus


almas arden en llamas de amores hacía Dios y el prójimo. Por eso surgen las
confraternidades gremiales y penitenciales. Se vive cada día modelando nues­
tra arcilla en relación con Dios y con el prójimo.
La tercera es el deseo de ser paladín de la justicia y de causas nobles. Esto
lo ha recogido muy bien Cervantes en su inmortal Don Quijote de la Mancha.
Hay una filosofía y teología popular en esta obra35, donde se entremezclan las
ideas nobles con la cruda realidad, lo humano con lo divino. Hay ansias de
"desfacer entuertos", de justicia y de paz, incluso de felicidad, que no encon­
traremos sino en Dios, como dijo San Agustín36. El concepto cristiano del ser
humano en la baja edad media está unido a las ideas de caballería y caballe­
rosidad con fidelidad a la Iglesia. El cristiano era por el bautismo hijo de Dios
y de la Iglesia, algo que la Reina Isabel vivió cada instante y cada momento
como perteneciente a la Iglesia, que luego le otorgará el título de "Católica".
Baltasar Castiglione, que llegó a ser nuncio en España, la consideró supe­
rior en todo a los reyes y príncipes de su época y se formula esta pregunta:
"¿Qué rey o qué príncipe hemos visto en nuestros días o hemos oído decir que
haya sido muchos años atrás en la Cristiandad, que merezca ser comparado
con la reina D aIsabel de España?... No ha habido en nuestros tiempos [siglos
XV-XVI] en el mundo más glorioso ejemplo de verdadera honradez, de gran­
deza de ánimo, de prudencia, de temor de Dios, de honestidad, de cortesía, de
liberalidad y de toda virtud, en fin, que esta gloriosa Reina"3?. El mismo B.
Castiglione, recoge una serie de coloquios sobre el ideal renacentista del
Caballero y la Dama, donde expone lo que se venía diciendo por los que tra­
taron a Isabel la Católica: " Además de esto, afirman todos los que la conocie­
ron haberse hallado en ella una manera divina de gobernar, que casi parecía
que solamente su voluntad bastaba por mandamiento, porque cada uno hacía
lo que debía sin ningún ruido, y apenas osaba nadie en su propia posada y
secretamente hacer cosa de que a ella le pudiera pesar. Y desto nació tenele los
pueblos un extremo acatamiento mezclado con amor y con miedo, el cual está
todavía en los corazones de todos tan arraigado, que casi muestran creer que
ella desde el cielo los mira, y desde allá los alaba o los reprende de sus buenas

35. R ubio C a l z a d a , David, La filosofía del Quijote, 3 edic., Valladolid 1951, pp. 154-193.
36. A gustín , San, Confesiones, lib. 1, cap. 1, n. 1, traducción y edición crítica por Angel C.
Vega, Madrid 1946, p. 25 Cf. M aló n d e C h a id e , Pedro, Libro de la conversión de la Magdalena,
prólogo de 1588, Barcelona 1881, pp. 18-19, donde pone de relive las características del caballe­
ro cristiano y los libros de caballerías.
37 C astiglione [C astellón ] Baldassare [Baltasar], El Cortesano, trad. por Juan Boscán,
Barcelona 1534 edic. de Mario Pozzi, lib. III, n. 35, Madrid 1994, p. 388. B. Castiglione (1478-
1529) fue nuncio en España desde 1524 hasta su muerte en 1529.
546 F. CAMPO DEL POZO

o malas obras, y así con sólo su nombre y con las leyes establecidas por ella, se
gobiernan aún aquellos reinos de tal manera, que aunque su vida haya falleci­
do, su autoridad siempre vive, como rueda movida con gran espíritu largo rato,
después ella misma se vuelve como de suyo por buen espacio, aunque nadie
la vuelva más "38. Esto le lleva a afirmar a Julián Marías de acuerdo con Casti-
glione, que "Isabel la Católica tenía un evidente derecho a gobernar. No ya por
sus títulos dinásticos sino por la ejemplaridad de su ejercicio. Por eso su muer­
te, la terminación de su poder, de su capacidad de acción, de imperio, no afec­
ta a su vigencia. Sigue ejerciendo esa potestad que le fue conferida por su con­
ducta. Sigue teniendo un influjo que va más allá de los posibles medios de coac­
ción. Nadie se atreve a discrepar de las normas de quien ya no puede impo­
nerlas. Ese poder irreal al que se refiere Castiglione es una admirable descrip­
ción de la autoridad"39.
Entre las obras, que tenía Isabel la Católica se encontraban la Ciudad de
Dios, De civitate Dei de san Agustín y el tratado del Regimiento de los prínci­
pes en latín, De regimine principum de Egidio Romano, el representante más
conspicuo de la Escuela Agustiniana, junto con otros 252 libros, en su mayo­
ría religiosos, históricos y políticos, que resaltaban los valores del caballero
cristiano, como El Cartuxano, el Martirologio, La Leyenda aurea, De imita­
tione Christi, que ella leía en latín, en cuyo idioma rezaba las horas menores
del Oficio divino, y no pocas veces las Horas de Nuestra Señora u oficio parvo,
etc. Siempre tuvo mucha devoción a la Santísima Virgen, bajo distintas advo­
caciones, cuyas fiestas celebraba como las de Jesucristo, los apóstoles y los
santos según se lo recomendó Martín de Córdoba40.

c) Legimitad de Isabel al trono de Castilla y León según la Cristiandad


medieval

Se margina aquí lo referente al pacto de los Toros de Guisando el 18 de


septiembre de 1468, con la postura de la nobleza castellana, su matrimonio
con Fernando de Aragón en 1469, las legaciones de D. Antonio J. de Veneris
o Veniero (1467-1468) y del cardenal Rodrigo de Borja (1472-1473) y la pro-

38. Ibíd., p. 389.


39. M a r ía s , Julián, "Una divina manera de gobernar", en ABC del 1 de marzo de 2001 y
en Isabel, n. 25, septiembre/octubre del 2001, pp. 11-13.
40. S ilio C ortés , César, Isabel la Católica fundadora de España. Su vida, su tiempo, su rei­
nado (1451-1504), Valladolid 1939, pp. 526-543. En su biblioteca estuvo el Jardín de Nobles
Doncellas, manuscrito y en la edición hecha en Valladolid en 1500. Se terminó de imprimir el 11
de noviembre de ese año.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 547

clamación de Isabel como reina de de Castilla y de León en 1474, porque está


ampliamente tratado y bien documentado. Sólo incidentalmente se hará refe­
rencia a su proclamación como reina de Castilla41. Se intenta resaltar algo que
no es bien conocido, como la intervención de Martín de Córdoba. Este reli­
gioso agustino era buen conocedor de la potestad de los papas y de los reyes
y fue uno de los que más influyó en la princesa Isabel, a la que siguió aconse­
jando como reina hasta 1476. Siendo princesa la consideró legítima heredera
al trono de Castilla, como se ha observado anteriormente. Conviene resaltar
que Martín de Córdoba, según testimonio del P. Jerónimo Román "era per­
seguidor acérrimo de los judíos en España y defensor de la fe contra ellos"42.
El libro Jardín de Nobles Doncellas está dividido en tres partes: en la I a
se expone la formación de la primera mujer y su generación posterior dentro
del plan divino. En la 2a se trata de las condiciones favorables de la mujer y
de las cualidades que deben tener las doncellas nobles, especialmente las rei­
nas para regir los destinos de los pueblos. En la 3a parte se comienza hacien­
do una recapitulación de lo dicho en las dos primeras partes, resaltando las
mujeres que sobresalieron por sus virtudes y le pueden servir de modelo para
llegar a ser la mujer fuerte, casta, honesta y sabia de la que se habla en los
Proverbios43 y en los dichos de los doctores y santos padres. Concluye ponien­
do el ejemplo de algunos vírgenes y mártires, incluso mujeres nobles paganas,
resaltando como modelo ideal a la Santísima Virgen y a Jesús crucificado, en
cuyo espejo se han de mirar las doncellas, a las que les dará singular corona.
Llega a considerarla futura reina y el capítulo sexto de la parte segunda se
titula: "que deben honrar y amar a Dios sobre todas las cosas, y más las reinas
que todas las otras mujeres,l44. Martín de Córdoba buen conocedor de lo que
pasaba en la corte de Enrique IV, defendió el derecho de la princesa Isabel al
trono de Castilla y la consideró, como predestinada por Dios para reina de
España: "Pues, Dios, que en el vientre de la madre dio y predestinó a ésta para
reina de tan noble reino como España, más obligada es a lo amar que otra nin­
guna "45.

41. V a l , Isabel del, Isabel la Católica princesa (1468-1474), pp. 61-199 y 292-351.
42. R omán , Román, Chrónica de la Orden de los ermitaños del glorioso Padre Sancto
Augustín, diuidida en doze Centurias compuesta por, etc. Centuria 11, 4, Salamanca 1568, f. 94v;
lib. 4 en la edición de Madrid 1865, p. 8 Cf. G arcía , Félix, "Prólogo" Jardín de Nobles dDonce-
llas, p. 8.
43. Proverbios, 31,10.
44. C ó r d o b a , Martín de, Jardín de Nobles Doncellas, parte 2, cap. 6, ed. de Félix García,
p. 181.
45 Ibíd., pp. 185-186. Vuelve a considerarla otra vez reina de España en la p. 186.
548 F. CAMPO DEL POZO

Isabel llegó a gobernar no sólo por derecho, con legítimo título dinástico,
sino también por voluntad popular que la admiraba y quería por su belleza
espiritual y física, sirviendo de modelo de Dama, mujer perfecta en su vida pri­
vada y pública. Tuvo buenos consejeros y se atuvo a las disposiciones de la
Iglesia, a la hora de tomar decisiones importantes, como fue la de su matrimo­
nio con Fernando. Así, a primeros de enero de 1469 consulta al colector ponti­
ficio o legado y luego nuncio Veneris o de Veniero la solución canónica de su
matrimonio obteniendo en secreto la dispensa pertinente, dando "testimonio
contundente de fe, fortaleza de espíritu, prudencia y paciencia superior a cuan­
to de semejante haya podido conocerse en la historia de los príncipes"46.
El 13 de diciembre de 1474, después de ser proclamada reina de Castilla
y de León en Segovia, como observa D. Vicente Rodríguez Valencia, convie­
ne resaltar de entre todas las ceremonias de su toma de posesión, su entrada
en la iglesia de San Miguel, donde después de hacer oración, tomó en sus
manos el pendón real y "ofreció el dicho su pendón a Dios en las manos de un
preste que en el dicho altar estaba puesto para recibir esta ofrenda"47. Se pro­
ponía servir a Dios y la Iglesia, que se aferraba en el siglo XV al ideal medie­
val de la política eclesial de la Cristiandad con la doctrina de la potestad indi­
recta sobre lo temporal.

3. Su actuación como fiel hija de la Iglesia y sus relaciones con la Santa Sede

Su actuación cómo fiel hija de la Iglesia se constata por las consultas que
hacía a su confesor fray Hernando de Talavera y a otras personas entendidas,
como fray Martín de Córdoba, el cardenal D. Pedro González de Mendoza,
cuando era arzobispo de Sevilla, y miembros del Consejo Real. En su horario
semanal, fijado por su confesor, estaba el de oír los lunes al prior del monas­
terio de Prado, que era Hernando de Talavera, los martes oír las consultas del
Consejo, etc.48

a) Por qué estableció la Inquisición en Castilla y expulsó a los judíos


La actuación de Isabel como fiel hija de la Iglesia consta por sus relacio­
nes con la Santa Sede a través de los legados pontificios y del nuncio perma-

46. R o dr íg ue z V alen c ia , Vicente, Artículos delpostulador sobre la fama de santidad, etc.,


Valladolid 1972, art. 15, p. 13.
47. Ibid., art. 16, p. 14, donde se menciona la D [Documentación] V [volumen], documento
332, p. 264.
48. Ibid., art. 21, p. 17.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 549

nente, que se estableció en su reinado, siendo el primero D. Francisco de Prat


(1492-1503). Anteriormente eran legados y colectores, que intervenían tam­
bién en la solución de conflictos. Aunque Fernando e Isabel, como reyes legí­
timos, tuvieron conciencia de su naciente soberanía mayor en España que en
el resto de Europa, deseaban garantizar el bien de la Iglesia católica y pres­
tarle su apoyo con el brazo secular. Se hizo esto con el establecimiento de la
Inquisición en Castilla para desenmascarar a los judaizantes que presentaban
serios problemas políticos y religiosos con el delito de apostasía, de herejía,
proselitismo, subversión y otros.
Funcionaba la Inquisición en 1231 con el papa Gregorio IX y san Rai­
mundo de Peñafort, como un tribunal eclesiástico. Se reorganizó con
Clemente V al establecer el proceso inquisitivo en 1306, con su decretal Saepe
contingit49, que ha servido de base para lo que se llama proceso sumario.
Funcionaba la Inquisición en los Estados pontificios y en varias naciones
europeas como Francia, incluso de un modo incipiente en Aragón, con tribu­
nales pontificios a cargo de los dominicos. Se quería establecer la Inquisición
en Castilla con una organización centralizada y seria. Les fue concedido este
privilegio por Sixto IV el 1 de noviembre de 1478. Se autorizaba a Isabel y
Fernando el privilegio de nombrar dos o tres inquisidores, obispos u otros
eclesiásticos competentes, de 40 años, maestros o bacalaureados en Teología
o Doctores o licenciados en Derecho canónico, con buena conducta. Debían
de actuar según el Derecho, uso y costumbre de los jueces eclesiásticos50.
La reina Isabel no quiso hacer uso inmediato de la autorización, sino que
esperó el resultado de las ordenanzas dadas contra los apóstatas. El 17 de
septiembre de 1480 Estableció el Santo Oficio con una real cédula nombran­
do inquisidores para el reino de Castilla a los dominicos fray Miguel Morillo,
que era provincial, y fray Juan de San Martín, prior del convento de Sevilla.
El papa Sixto IV aprobó esta elección y amplió la facultad a siete jueces con
estrecha dependencia de los Reyes y del inquisidor general Tomás de
Torquemada. El 2 de enero de 1481 se publicó un edicto en el que se invita-

49. C lem ente V, "Saepe contingit quod causas committimus, etc., del 19 de noviembre de
1306. Clementinas, 5, 11, 2, F r ie d b er g , Aemilius, Corpus luris Canonici, II, col. 1100. La
Inquisición y el proceso sumario se remontan a los siglos XII y XIII con orígenes romanos y se
institucionalizan formalmente con Clemente V, el XIII de las calendas de diciembre, 11 de su
pontificado. Cf. L efevre , Charles, "Les orígenes romaines de la Procedure Sommaire aus XII et
XIII".., Ephemerides luris Canonici, 12 (1956) 149-197. Los Reyes Católicos siguieron las direc­
trices de la Iglesia Católica, como hijos de ella.
50. Bulario Pontificio de la Inquisición Española en su período constitucional (1478-1525),
ed. por Bernardino Llorca, Roma 1949, 3, p. 53. Luego se amplió la jurisdicción siendo gran
inquisidor Tomás de Torquemada en 1483.
550 F. CAMPO DEL POZO

ba a los apóstatas a que se reconciliaran con la Iglesia y volviesen a sus domi­


cilios. A los judíos se les ofrecía tolerancia si se abstenían de profanar los
misterios cristianos. Bastantes judaizantes se reconciliaron, algunos falsa­
mente, mientras que otros siguieron cometiendo atropellos, profanaciones y
crímenes como el Niño de La Guardia (1489) en Toledo, etc.51. Este caso y
otros, como el de la Sagrada Hostia, que se conserva incorrupta según fue
consagrada en 1489 en el Monasterio de Santo Tomás de Ávila, fueron moti­
vos serios para la expulsión de los judíos. Se trataba del ser o no ser de la
España católica y de su unidad. La Inquisición dependía estrechamente de
Isabel y Fernando que decidieron la expulsión de los judíos por pragmática
del 31 de marzo de 1492. Esto se hizo de acuerdo con las ideas de la
Cristiandad y beneplácito de Sixto IV. Según consta en la Positio: "La medi­
da estaba imperada por exigencias del Estado, con mayores razones que las
que hoy existen en los delitos contra la seguridad del Estado y que se subs­
tancian en los gobiernos modernos"52. Se hizo de acuerdo con la doctrina y
praxis de la Iglesia.
Conviene observar que hay que ver la expulsión de los judíos y la actua­
ción de la Inquisición en su época. Sólo los que desconocen la verdadera his­
toria o no tiene buena intención, pueden hablar mal de ella. Tenemos el caso
de san Pedro de Arbués, buen inquisidor, asesinado por los judíos el 14 de
septiembre de 1485 en la catedral de Zaragoza53. Consta en su proceso de
canonización, según el historiador del Derecho, Juan Beneito, que san Pedro
de Arbués se le apareció nimbado de gloria poco después de su muerte a
Mosén Blasco Gálvez, con el encargo de que Fernando e Isabel continuasen
la conquista de Granada y que mantuviesen el Santo Oficio, pues estas dos
empresas les darían la vida eterna54.

51. M inguijón , Salvador, Historia del Derecho Español, 2 edic. Barcelona 1933, pp. 386-391.
Sobre el Santo Niño de La Guardia hay mucha bibliografía. Cf. C a n te ra B u r g o s , Francisco, "El
Santo Niño de La Guardia", Año Cristiano, III, Madrid 1965, pp. 735-741; B elm onte D ía z , José,
Judíos e Inquisición en Ávila, Ávila 2003, 203 pp.
52. Positio super scriptis, etc. Roma 1973, pp. 4-5 y 7, donde se menciona la Relación, p. 23.
El ejemplar que se usa está fotocopiado del que perteneció a D. Vicente Rodríguez Valencia con
fecha 16 de julio de 1973. La parte histórica ha sido aprobada en 1991.
53. L l orca , Bernardino, La Inquisición en España, Barcelona 1936, pp 124-149. Cf. P inta
L lórente , Miguel de la, La Inquisición Española y los problemas de la cultura y la intolerancia,
Madrid 1958.
54 B eneyto , Juan, "San Juan de Arbués", Año Cristiano, 2a ed. por Lamberto de Eche­
verría y Bernardino Llorca, III, Madrid 1965, p. 672.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 551

b) Su fidelidad a la Iglesia en el Pacto concordatario de 1482 y el Derecho


de Patronato

La fidelidad de Isabel de Castilla con la Iglesia, especialmente con la


Santa Sede, se constata a través de las actuaciones de los legados pontificios.
Desde el siglo XIII existían en España los llamados colectores, que estaban
encargados de cobrar las sumas debidas por distintos conceptos a la Cámara
Apostólica. A mediados del siglo XV había un colector en Aragón y dos en
Castilla dada su extensión. Algunos colectores tenían otros encargos especia­
les por ser legados pontificios y nuncios. Su misión principal era la recauda­
dora.
Durante la Legación pontificia de D. Nicolás Franco, obispo de Treviso y
colector general de Castilla y León (1475-1478) se presentaron problemas y
tensiones sobre bienes consistoriales y el nombramiento de obispos. En
Castilla existía la costumbre de que el cabildo catedralicio informase al rey de
la muerte del obispo para ver cuáles eran sus deseos, porque el obispo electo
tenía que solicitar de él las temporalidades. De hecho, en España, desde el
cisma de Occidente, se nombraba los obispos según las Decretales y las
Partidas de Alfonso el Sabio, por el cabildo catedral, con cierta intervención
del rey. Juan II de Castilla obtuvo en 1421 de Martín V, después del
Concordato de Constanza del 13 de mayo de 1418, el derecho a intervenir
como patrono de las iglesias catedrales fundadas durante la Reconquista por
sus antecesores y Enrique IV en 1456 y 1459 obtuvo garantías de Calixto II y
Pío II que tendrían en cuenta los candidatos propuestos por los reyes y sus
deseos en las provisiones episcopales. Hubo tensiones en el nombramiento
del obispo de Zaragoza (1475-1478), Tarazona (1478-1482) y Cuenca (1478-
1482), el más conflictivo al morir en Roma el cardenal Antonio de Veniero
(Veneris) obispo de Cuenca el día 3 de agosto de 1479. "El mismo que, duran­
te su legación, presidiera la concordia de Guisando, según afirma Luis Suárez:
“El papa usando del criterio de cubrir en Curia los cargos vacantes en Curia,
nombró obispo de Cuenca el día 13, a su sobrino el cardenal Rafael Riario,
aunque era casi un muchacho. La decisión había sido tan rápida que a un
mismo tiempo se supo la vacante y el nombramiento. Los reyes se negaron a
aceptarlo. El 30 de septiembre Isabel ordenaba al sobrino del difunto, Gabriel
Condulmer, que continuara desempeñando como hasta entonces la adminis­
tración"55. El problema se complicó más después del Concilio nacional de

55. S u á r e z F e r n á n d e z , Luis, Política internacional de Isabel la Católica, Valladolid 1965,


pp. 247-248. Estaba preso en Roma el agente de los reyes, Francisco de Santillana, por orden del
papa Sixto IV.
552 F. CAMPO DEL POZO

Sevilla (1478) en el que se trató también del derecho de súplica en la presen­


tación de obispos, al ordenar Fernando, el 6 de noviembre de 1479, que todos
cuantos fuesen portadores de bulas concediendo beneficios a extranjeros, sin
su beneplácito, fuesen llevados presos a la Corte, dándose también un caso
indirecto de retención de bulas. Esta política no era de Isabel sino de
Fernando, que luego, el 12 de junio de 1482, nueve días después de firmar el
acuerdo del que vamos a tratar, prohibió a sus súbditos de la Corona de
Aragón solicitar u obtener cargos eclesiásticos sin su autorización56.
Se daban casos de cierta autonomía del papa y del rey en la provisión de
beneficios eclesiásticos, como sucedió con el establecimiento de la abadía y
colegiata en la iglesia parroquial de San Antolín en Medina del Campo, por
bula del 20 [11] de junio de 1480, con cierto derecho de patronato. El abad
tenía insignias y jurisdicción cuasi-episcopal. Se nombraba el abad entre los
capitülares del cabildo. De ahí viene el mote del escudo de Medina del
Campo: "ni el rey oficio, ni el papa beneficio". Intervino D. Juan Ruiz dé Me­
dina, que fue segundo abad y se encontraba en Roma ese año, con el Conde
de Tendilla, para solucionar los problemas que había entre Inocencio VIII y
Fernando, que era rey de Nápoles. El abad de Medina fue el destinatario de
la Bula Inter caetera51.
Siendo aún colector Doménico Centurione [Centurión] y a punto de esta­
blecerse la primera nunciatüra permanente, se hace una concordia, primero
entre el deán y cabildo de Cuenca con los reyes, y luego entre el papa Sixto
IV e Isabel de Castilla y Fernando de Aragón con el privilegio de provisión
de sedes episcopales con motivo del conflicto surgido acerca de la diócesis de
Cuenca y otras vacantes. Se encauzó la solución a este problema, sirviendo de
antecedente jurídico-canónico para otros casos, por lo que se puede conside­
rar como un concordato. Aparecen incluso las palabras "Pacta composita et
Concordata" del 3 de junio de 1482, por lo qúe fue considerado por Laureano
Pérez Mier, como un concordato precedente inmediado del francés del 18 de
agosto de 1516 entre Francisco I y León X. Ha sido negado su carácter con­
cordatario por Clemens Bauer y otros, como Tarsicio de Azcona58. Luis

56. Archivo General de Simancas, Registro del Sello, 1479,-XI- f. 12. Cf. S u á r e z , Luis,
Política internacional de Isabel la Católica, p. 248 y 258.
57. M etzler , Josef, America pontificia primi saeculi evangelizationis, 1493-1592, Vaticano
1991, pp. 72-83; R o d r íg ue z y F e r n á n d e z , Ildefonso, Historia de la muy noble, muy leal y coro­
nada villa de Medina del Campo, Madrid 1903-1904, pp. 98,104-107 y 520-521.
58. P érez M ier , Laureano, Iglesia y Estado nuevo, Madrid 1940, p. 290; B a u e r s , Cle­
mens, "Studiens zur spanischen Konkordatgeschischte des späten Mittelalters. Gresammelte Auf­
sätze zur Kulturgeschiscte Spaniens", Spanische Forschungen der Görres Gesselschaft, 11 (1955)
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 553

Suárez lo considera como un concordato, en el que Fernando e Isabel se sen­


tían satisfechos "porque en ningún momento habían mostrado al papa falta
de respeto o amago de violencia, el concordato daba a entender que existía
un derecho de presentación por parte de los reyes y que, en adelante, ningún
obispo sería nombrado sin que ellos interviniesen"59. En ese año de 1482 se
intensifican las relaciones de Fernando e Isabel con la Santa Sede y se esta­
blecen los primeros embajadores permanentes ante Sixto IV60.
La solución al problema de los beneficios consistoriales y la elección de
obispos con el derecho de presentación se va a solucionar con la bula
Ortodoxie fidei dada por Inocencio VIII, el 13 diciembre de 1486, concedien­
do el Derecho de Patronato61, ampliado en la bula Inter coetera del 3 de mayo
de 1493 y ratificado por Julio II en la bula Universalis Ecclesiae del 28 de julio
de 1508 publicada por Pedro de Leturia, según el cual, el Patronato fue bene­
ficioso para España y para la Iglesia, especialmente en tiempo de los Reyes
Católicos62. Esto ha sido ampliamente expuesto por Antonio María Rouco
Varela, que ha emitido un juicio muy favorable sobre la actuación de Isabel,
reconociendo que hubo tensiones, porque la Iglesia quería salvaguardar su
autonomía y libertad para el nombramiento de obispos63.
El Patronato dio origen a lo que Alonso de Veracruz denominó Vicariato
Regio, porque contiene una delegación pontificia, de la que hizo buen uso
Isabel la Católica para la Indias. Hicieron uso de él sus sucesores, especial­
mente Felipe II64.

c) Isabel manifiesta su amor reverencial al papa Alejandro VI con una


corrección filial

Isabel no vio bien el nombramiento de Rodrigo de Borja primero para


arzobispo de Sevilla y luego para papa. Ella estaba agradecida por la colabo-

43-93; A zc o n a , Tarsicio, La elección y reforma del episcopado español en tiempo de los Reyes
Católicos, Madrid 1960, pp. 117-119.
59. S u á r e z F e r n á n d e z , Luis, Política internacional de Isabel la Católica, p. 258. Fue nom­
brado obispo de Cuenca fray Alonso de Burgos.
60. Pou y M artí, J. M., "Los archivos de la Embajada de España cerca de la Santa Sede",
Studi e Testis, 165 (1952) 297-298.
61. G utiérrez , Constantino, "La Política Religiosa de los Reyes católicos en España hasta
la Conquista de Granada", Miscelánea Comillas, 18 (1952) 64-267.
62 L e t u r ia , Pedro de, "La Bula del Patronato de las Indias Españolas, que falta en el
Archivo Vaticano. Un intento de reproducción", Analecta Gregoriana, 101 (1959) 233-256.
63. R o uco V a r e l a , Antonio María, Estado e Iglesia, pp. 233-238 y 329.
64. C am po d el P ozo , Fernando, "Patronato y Vicariato Regio en Alonso de Veracruz y
Gaspar de Villarroel", Anuario Jurídico Escurialense, 25 (Homenaje a Fr. José López Ortiz), El
Escorial I (1970) 485-512.
554 F. CAMPO DEL POZO

ración, que había prestado siendo cardenal y Vice-Canciller, obispo de


Valencia y con residencia en Roma. Actuó como colector y legado en 1472-
1473, con amplios poderes para distintos asuntos que le comisionó Sixto IV.
Entre las cinco legaciones que le confiaba el papa como legado en Aragón y
Castilla una de ellas era la pacificación y el derecho de Isabel al trono de
Castilla y de León, junto con las cuestiones del cobro de la décima de la
Cruzada. Los distintos asuntos están especificados en los documentos exis­
tentes en el Archivo Vaticano65.
Le agradecía también sus actuaciones ante Inocencio VIII; pero protestó
ante el mismo papa cuando le nombró arzobispo de Sevilla, haciendo revocar
el nombramiento, porque dependía de ella. Como buena hija de la Iglesia
aceptó el nombramiento hecho por el papa y se calló. No pudo hacerlo cuan­
do oyó lo que se decía sobre la fastuosa boda de Lucrecia en Roma. Se sintió
obligada, como hija y miembro de Iglesia, a manifestar al papa su corrección
con amor y respeto a través del nuncio D. Francisco de Prats. Se trata de un
hecho incidental; pero que aclara mucho cómo actuaba Isabel sintiéndose hija
de la Iglesia, siendo reina, por lo que conviene incluirlo como un excursus
sobre un Informe reservado escrito en valenciano66.
Esto es algo interesante e íntimo, que sucedió en Medina del Campo,
donde se encontraba la Corte en 1493 y también el nuncio. Lo ha dado a
conocer Vicente Rodríguez traduciendo parte del valenciano al castellano. La
reina despidió de su estancia a los ayudantes y secretarios, quedándose a solas
con el nuncio, algo que no solía hacer. Atrancó la puerta por dentro para que
no fuesen interrumpidos y le dijo al nuncio: "que hacía días que quería hablar­
le y que lo había diferido, porque pensaba enviar una embajada especial a Su
Santidad para darle las gracias por todos los asuntos que le había suplicado.
Pero que esta embajada [a través de Diego López de Haro a Alejandro VI] se
difería y había pensado hablarle para que transmitiera a Su Santidad sus pala­
bras. [Así quedaba entre los tres]. Que tenía mucha voluntad y amor a vues­
tra Beatitud...y que se veía constreñida a hablar y tratar algunas cosas que de
vuestra Beatitud oía, de las cuales, porque quiere bien a vuestra Santidad, reci­
bía enojo y displicencia, mayormente porque eran tales que engendraban
escándalo y podrían traer consigo algún inconveniente; concretamente, las fies­
tas de doña Lucrecia, y la intervención de los cardenales, es decir, del cardenal
de Valencia [hijo de Rodrigo de Borja, el papa] y del cardenal Farnesio y del
cardenal de Luna; y que yo, de parte de su Majestad, escribiese a vuestra

65. F e r ná n d e z A lonso , Justo, Legaciones y Nunciaturas en España, I, doc. 58-82, pp. 84-
118.
66. Archivo Secreto Vaticano, Archivum Arcis, arm. I-XVIII, vol. 52023, ff. 61v-64.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 555

Beatitud, quisiera mirar mejor estas cosas, etc.". El nuncio le observó a Isabel
"que no tenía razón para estar tan enojada de las cosas de vuestra Santidad, y
que bien se veía que su Majestad, no había querido comprender ¿comparar? la
vida de los otros Pontífices predecesores a vuestra Beatitud. Que él había corre­
gido algunas cosas de los papas predecesores Sixto IV e Inocencio VIH". El
mismo Alejandro VI aceptó bien la amable corrección, porque la admiraba,
conocía su buena voluntad y la quería, lo mismo que a su pariente y "compa­
dre ", Fernando, que quedó al margen de la conversación y del informe. En
ese mismo año de 1493 les concede nuevas facultades, y el 19 de diciembre de
1496 les otorga el título de "Reyes Católicos"61.
Alejandro VI, siendo cardenal y colector había defendido los intereses de
España ante Inocencio VIII y lo siguió haciendo siendo papa. Le había apo­
yado Fernando de Aragón decididamente para conseguir la tiara. Como papa
colaboró para la reforma de la Iglesia en España, especialmente de las Órde­
nes religiosas con sus bulas desde 1490 hasta 1500. La reina Isabel influyó
decididamente en la empresa reformadora, donde se constata su religio­
sidad y "sus esfuerzas espirituales y eclesiales"68. Con el descubrimiento de
América en 1492 y las bulas Inter caetera, dadas por Alejandro VI en 1493, va
a surgir además del Patronato y el Vicariato Regio, lo que se llama Hispa­
nidad, como algo perenne, y realidad en la que influyó decididamente Isabel
la Católica.

4. El ideario indigenista de Isabel, como hija de la Iglesia, dio origen a la


Hispanidad

La palabra Hispanidad fue acuñada o animada por Mons. Zacarías de


Vizcarra y Arana (1880-1963), que distinguió entre hispanidad con minúscu­
la e Hispanidad con mayúscula, como un conjunto de cualidades y valores,
que distinguen a los pueblos de estirpe y cultura hispánica del resto de nacio­
nes del mundo. Mons. Vizcarra llegó a ser Consiliario Nacional de la Acción
Católica y fue consagrado obispo titular de Eressus el 22 de junio de 1947. El
concepto y contenido de la Hispanidad ha sido expuesto magistralmente por

67. R o dr íg ue z V a l en c ia , Vicente, Perfil moral de Isabel la Católica, Valladolid 1974, pp.


224-227. Esto aparece en la Documentación, XV, documento 1809, pp. 45-48.
68. Ibíd., pp. 203-204 y 227. Cf. G arcía O ro , José, La reforma de los religiosos en tiempo
de los Reyes Católicos, Valladolid 1969, Introducción, pp. 133-134, donde se resalta el papel de
Isabel. Se recoge en la Documentación, X, reconociendo también la colaboración de Alejandro
VI, del cardenal Cisneros, etc.
556 F. CAMPO DEL POZO

Ramiro de Maeztu (1871-1936). Ambos nacieron en Vitoria. Maeztu es uno


de los representantes más conspicuos de la llamada generación del 98. Fue
colaborador de la Acción Católica, especialmente a partir de 1928, y en 1934
publicó su Defensa de la Hispanidad, que fue uno de los motivos de su fusila­
miento en Madrid a comienzos de la guerra civil en 1936. Era Académico de
la Lengua desde 1934. En Defensa de la Hispanidad, menciona seis veces a
Isabel citando y recordando su Testamento, donde se afirma que "el fin prin­
cipal e intención suya y la del Rey su marido, de pacificar y poblar las indias,
fue convertir a la Santa Fe Católica a los naturales", algo que encargaba a sus
príncipes herederos y que se les diera el mejor trato69. Se debía de cumplir el
encargo de evangelizar a los aborígenes del Nuevo Mundo, que les había con­
fiado la Iglesia, de la que se consideraban fieles hijos. Esto lo ha expuesto bas­
tante bien D. Gregorio Marañón Moya, haciendo ver que para el iusfilósofo
D. José Corts Grau, la Hispanidad y el "ideal hispano es materia de presente;
pero que pertenece al pasado y al presente, y ha de ser ante todo futuro"10.

a) Indigenismo de Isabel la Católica con un Estado moderno y un Mundo


Nuevo

Isabel la Católica, como fiel hija de la Iglesia y de acuerdo con la misión


encomendada, defendió los derechos de los aborígenes del Nuevo Mundo,
como seres libres desde 1493 y los siguió defendiendo hasta su muerte, exi­
giendo la abolición del comercio de esclavos y la devolución al lugar de ori­
gen. Fue consecuente con la doctrina canónica y teológica que le había ense­
ñado fray Martín de Córdoba, sacando conclusiones, para que luego
Francisco de Vitoria y otros juristas hispanos desarrollasen el derecho de
Gentes71.
La colonización española es la más humanitaria, porque se justificó de
acuerdo con las ideas de la Cristiandad medieval y según la doctrina del
Evangelio. Se procuró evangelizar a los aborígenes de América, y que se les
instruyese como a los nacidos en España. Esto aparece en una ordenanza
dada en Zaragoza el 29 de marzo del 1503 al comendador Nicolás de Ovando:

69. M a e z t u , Ramiro de, Defensa de la Hispanidad, pp. 46 y 117.


70. M arañón M oya, Gregorio, "Hispanidad" en Diccionario GER, Gran Enciclopedia
Rialp, XI, Madrid 1972, pp. 842-844. Dio una conferencia sobre la Hispanidad en Maracaibo el
año de 1957.
71. R o dr íg ue z V alencia , Vicente, Artículos del Postulados pp. 47-49, donde se mencio­
nan los documentos correspondientes.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 557

"En las dichas poblaciones e junto a las iglesias, faga hacer una casa, en
que todos los niños... se junten cada día dos veces, para que allí el dicho cape­
llán los maestre a leer e a escribir"12. Ordenes semejantes siguen repitiéndose
en 1509, 1511 y después. Se despachaban para todo el Nuevo Mundo, que
empieza a ser evangelizado o misionado. "Esto que hoy nos parece una dis­
posición sin novedad -como afirmó el P. Pedro Barnola S. J. en 1962-, era un
gesto adelantadísimo entonces"73.
Ya en real cédula de 20 de junio de 1500 se había lamentado la Reina de
los abusos que se estaban cometiendo en la Española, ordenando en las ins­
trucciones dadas al gobernador Ovando de 16 de septiembre de 1501, que
pusiera en libertad a los indios repartidos y de acuerdo con los caciques, seña­
lase el tributo que aquellos, como vasallos libres, debían satisfacer, debiendo
"compelerlos...a trabajar en las cosas de nuestros servicios, pagando a cada uno
el salario que justamente vos parecieres e devieren de aver, según la calidad de
la tierra"1*.
Al concepto de Cristiandad, con un Estado al servicio de la Iglesia, se une
un nuevo concepto de Estado moderno, que expuso Maquiavelo, consideran­
do a Fernando el Católico como modelo y uno de sus promotores. Se dan exi­
gencias del Estado a la Iglesia, como ha observado Antonio Ma Rouco Várela:
"Se inició un completo proceso de cambio en la disposición del poder del
Estado, que a lo largo del siglo se madurará en un verdadero aparato estatal,
que sin duda estaba en la línea del moderno estado administrativo. El rey, en
torno al cual se llevó a cabo la vuelta en sí del Estado moderno, la conciencia
de su soberanía, fue el punto clave de esta evolución. Alrededor de él, que unía
en sí, como fundamento del Estado, la legislación suprema y el poder judicial
y administrativo, se erigió un edificio compacto de autoridades reales centrales
y provinciales"75. Se va a aplicar un Derecho Medieval a un Mundo Nuevo
con el derecho de Patronato y un elemento estatal, moderno y regalista. Esto

72. AGI, Indiferente General, 418, lib. 1, f. 904rv. Cf. R om eu de A rm as , Antonio, La polí­
tica indigenista de Isabel la Católica, Valladolid 1969, pp. 390-395.
73. C ampo del Pozo , Fernando, "Aportes agustinianos a la cultura de América y Vene­
zuela", Pensamiento Agustiniano X III. Jomadas Internacionales de Agustinología, Univer­
sidad Católica Andrés de Bello, Caracas 1998, pp. 134-135, donde se cita a Pedro Barnola y se
hace ver que había en España 34 universidades y unas 4.000 escuelas de gramática con un siste­
ma educativo que se trasplantó a las Indias Occidentales y Orientales en el siglo XVI.
74. Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización
de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía, Madrid 1864-1884, tomo VI, p. 177.
75. R ou co V a r e l a , Antonio María, Estado e Iglesia en la España del siglo XVI, pp. 117-
118. Trata del Patronato real en las pp. 233-290. Omite lo referente al Vicariato Regio desarro­
llado por fray Alonso de Veracaruz. Cf. C ampo del P o z o , Fernando, "Patronato y vicariato
regio en Alonso de Veracruz y Gaspar de Villarroel", pp. 485-512.
558 F. CAMPO DEL POZO

hay que tenerlo en cuenta para comprender la Hispanidad, de la que fue ver-
tebradora Isabel la Católica con su Testamento y Codicilo, donde aparece
también su indigenismo con algunos aspectos valiosos, debidos a su esposo D.
Fernando, promotor del Estado moderno.

b) El Testamento y Codicilo de Isabel con su profesión de fe como fiel


cristiana

Como era costumbre, comienza su Testamento invocando a la Santísima


Trinidad, a la Santísima Virgen, arcángeles y santos de su devoción. Expone
la causa o motivo, que es su enfermedad y hace la profesión de fe como fiel
hija de la Iglesia. Tanto el Testamento como el Codicilo y su muerte, cuentan
con muy buenos estudios; pero no se comprenden bien si no se tienen en
cuenta las ideas vertebradoras de la Cristiandad medieval en la que se formó
Isabel, que consideró a sus súbditos de África y de las Indias con los mismos
derechos que los de Castilla. El 12 de octubre de 1504, duodécimo aniversa­
rio del descubrimiento de América, hizo su Testamento con pleno conoci­
miento'y demostración de gran talento. Lo otorgó ante el notario y escribano
de la corte D. Gaspar de Gricio, y en presencia de los testigos, D. Juan
Rodríguez de Fonseca, obispo de Córdoba; D. Fadrique de Toledo, obispo de
Calahorra; D. Valeriano Ordóñez y Villaquirán, obispo de Ciudad Rodrigo,
etc.76 El Codicilo11, que completa el Testamento fue otorgado el 23 de
noviembre, tres días antes de morir, dando la impresión de que se encontra­
ba bien, aunque ella preveía un final cercano, mientras seguía preocupándo­
se de sus reinos, de sus vasallos y de su familia. Al enterarse de que se esta­
ban haciendo rogativas y procesiones pidiendo su salud, dijo a los que la
acompañaban que "no rogasen por su vida sino por la salvación de su alma "78.
Encargó que se le hiciesen exequias modestas, deseando que se invirtie­
se en limosnas a los pobres y en cera para el Santísimo lo que se iba a gastar

76. Testamento de Isabel la católica. El texto original que se encuentra en Archivo de


Simancas, Patronato Real, 30-2. Hay varias ediciones, como la hecha por D. Tomás Romojarro
Sánchez, Valladolid 1944 y la de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, Testamento y
Codicilo de la Reina Isabel la Católica, Madrid 1969, pp. 25-37. Hay una edición facsímil del
Testamento y Codicilo, hecha en Madrid 2001, con un estudio de Vidal González Sánchez, con la
colaboración del Instituto de Historia "Isabel la Católica" y el arzobispado de Valladolid.
77. Ibíd., ed. por Gonzálezpp. 41-44 y 47-52, donde aparece el Codicilo. El original se encuen­
tra en la Biblioteca Nacional de Madrid, Ms. Vit. 6-6, (Signatura antigua, tomo 301 del que proce­
de) ff. 195-198, que tenía antes de ser separado en 1881. Posteriormente fue foliado del 1 al 4.
78. S ilio C ortés , César, Isabel la Católica, p. 492.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 559

en funerales suntuosos. Manifestó su deseo de ser enterrada en el monasterio


de San Francisco, que estaba en el Alhambra de la ciudad de Granada, donde
esperaba le hiciese compañía su esposo con esta observación: "pero quiero e
mando que si el Rey, mi Señor, eligiere sepultura en otra cualquier iglesia o
monasterio de cualquier otra parte o lugar de estos reynos que mi cuerpo sea
allí trasladado e sepultado junto con el cuerpo de Su Señoría, porque el ayun­
tamiento que tuvimos viviendo e que nuestras ánimas, espero en la misericor­
dia de Dios, teman [tengan] en el cielo, lo que tengan o representen nuestros
cuerpos en el suelo"19. Tuvo también para su esposo frases muy cordiales,
como la siguiente: "Suplico al rey mi Señor que se quiera servir de todas las
joyas e cosas, o de las que Su Señoría más agraden; porque viéndolas pueda
haber más continua memoria del singular amor que a Su Señoría siempre tuve;
e aún porque siempre se acuerde de que ha de morir; e que le espero en el otro
siglo; e con esta memoria pueda más santa e justamente vivir"80.

c) Recomendó a su esposo y a los príncipes que prosiguiesen la evangeli-


zación

Se preocupó de la sucesión en el trono, rogando a su esposo que acepta­


se la regencia, respetando los derechos de la Corona de Castilla a la que per­
tenecían las Islas Canarias y tierras de América: "Otrosí, por quanto las Yslas
y Tierra Firme del mar Océano e yslas de Canaria, fueron descubiertas y con­
quistadas a costa de estos reynos míos e con naturales de ellos, e por eso es
razón que el trato y provecho de ellas se haya e trate e negocie de estos mis rey-
nos de Castilla e de León e en ellos venga todo lo que de allá se taxiere; por
ende, ordeno e mando, que así se cumpla, así en las que hasta aquí son descu­
biertas como las que se descubrieren de aquí adelante, e no en otra parte algu­
na"81. Justificó la pertenencia "del reino de Granada, Canarias, demás Islas y
Tierra Firme descubiertas y por descubrir a Castilla y León, según que en la
bula apostólica a nos sobre ellos concedida se tiene"82. Se refiere a la bula Inter
coetera de Alejandro VI, que estaba apoyada por la doctrina de la Cris­
tiandad medieval con la llamada potestad indirecta. El papa podía intervenir
por razón de lo espiritual para evangelizar. D. Fernando debía de actuar como
gobernador en defecto de Da Juana, si ella no estuviese en estos reinos o estu­
viese impedida, como ella dice "hasta en tanto que el infante D. Carlos, mi

79. Testamento, edic. por la Dirección General de Archivos en 1969, p. 26 [f. lvj.
80. Ibíd., p. 36 [f. 8r]
81. Ibíd,., p. 31 [f. 5rj.
82. Ibíd., p. 33 [f. 6v].
560 F. CAMPO DEL POZO

nieto, hijo primogénito heredero de los dichos Príncipe e Princesa sea de edad
legítima, a lo menos de veinte años cumplidos, etc."83.
Les recomienda a su hija Da Juana y a su yerno Felipe el Hermoso que
sean fieles a la Iglesia y prosigan la conquista y evangelización de África con
estas palabras: "Ruego e mando a la dicha Princesa mi hija, e al dicho
Príncipe, su marido, que como Cathólicos Príncipes, tengan mucho cuidado de
las cosas de la honra de Dios e su sancta fe, celando e procurando la guarda e
defensión e ensalzamiento della, pues por ella somos obligados a poner las per­
sonas e vidas, e lo que tuviéramos, cada que fuere menester, e que sean obe­
dientes a los mandamientos de la Sancta Madre Iglesia e protectores e defen­
sores della, como son obligados, e que no cesen de la conquista de África e de
pugnar por la fe contra los infieles"84. Hace recomendaciones a los príncipes
y al rey para que vivan en concordia y administren rectamente los reinos, res­
petando las libertades, fueros y buenos usos y costumbres, que tenían las ciu­
dades, villas y lugares de sus antepasados. Establece recompensas para los
servidores reales, orden de sucesión en el reino y legados de joyas y reliquias,
nombramiento de testamentarios, etc. Luego añade: "Cumplido este mi testa­
mento e cosas en él contenidas, mando que todos los otros mis bienes muebles
que quedaren, se den a las iglesias e monasterios para las cosas necesarias, al
culto de Santo Sacramento e las cosas que a mis testamentarios pareciere. E así
mismo se den a hospitales y pobres de mis Reynos, e a criados míos, si algunos
hubiese pobres, como a mis testamentarios pareciere"85.
Aunque este Testamento se redactó y firmó el 12 de octubre de 1504, no
cabe duda de que había sido meditado y preparado de antemano, al menos en
parte. Luego siguió reflexionando sobre el cumplimiento de sus obligaciones
para ver si se había olvidado de algunos deberes atando bien los cabos de sus
cláusulas. Por eso, el 23 de noviembre, próxima ya su agonía, tres días antes
de morir, estableció en un Codicilo adicional que aún le quedaban algunas
dudas sobre la legalidad del impuesto de alcabala, por lo que manda a sus
herederos averigüen bien su origen y legalidad, y "si necesario fuere hagan
luego jurar Cortes, e den en ellas orden qué tributos se deban justamente impo­
ner en estos mis Reynos, para sustentación del dicho Estado Real dellos, con
beneplácito de los dichos mis Reynos, para que los Reyes que después de mis
días en ellos reinasen, lo puedan llevar justamente"86. No se podía olvidar de
sus vasallos queridos, los indios del Nuevo Mundo, por lo que encargó y orde-

83. Ibíd., p. 32 [f. 5v],


84. Ibíd., p. 32 [f. 6r],
85. Ibíd., p. 36 [hoja 8r].
86. Ibíd., p. 43 [f. 2v]
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 561

nó al Rey y Príncipes, sus sucesores que pusiesen toda diligencia para no per­
mitir que los naturales y moradores de las Indias y Tierra Firme, ganadas y
por ganar, recibiesen agravio alguno en personas y bienes, sino que fuesen
bien y justamente tratados, y si algún agravio hubiesen recibido, que lo reme­
diasen y proveyeren: "Item, por quanto al tiempo que nos fueron concedidas
por la sancta Sede Apostólica las Yslas e Tierra Firme del Mar Océano, descu­
biertas e por descubrir, nuestra principal intención fue, al tiempo que lo supli­
camos al papa Alejandro sexto, de buena memoria, que nos hizo la dicha con­
cesión, introducir e traer los pueblos dellas e les convertir a nuestra sancta fe
cathólica, e enviar a las dichas Yslas e Tierra Firme prelados e religiosos e clé­
rigos e otras personas doctas e temerosas de Dios para instruir los vecinos y
moradores dellas en la fe cathólica, e les enseñar y doctrinar buenas costum­
bres, e poner en ellos la diligencia debida, según más largamente en las letras
de la dicha concesión se contiene, por ende suplico al rey mi señor muy afec­
tuosamente, e encargo e mando a la dicha princesa, mi hija, e al dicho prínci­
pe, su marido que así lo hagan e cumplan, etc. "81.

5. Muerte de Isabel, como hija de la Iglesia, y como fue llevado su cadáver a


Granada

La Reina, según la Crónica de Pulgar, "estuvo por espacio de cien días


continuos de enfermedad fatigada"88. La atendió en los últimos días como
confesor, fray Pedro de Béjar, monje jerónimo, prior del monasterio de La
Mejorada. Mientras el Dr. Pedro de Oropesa daba forma jurídica al Testa­
mento, fue llamado a palacio fray Pedro de Béjar, que se quedaba muchos
días en una residencia que se le habilitó en Medina del Campo, para estar
cerca del Palacio Testamentario, según consta en el Libro Becerro de La Mejo­
rada, donde se afirma lo siguiente: "Con esto se pasó hasta últimos de noviem­
bre [en] que murió la Rey na, aviéndola asistido fray Pedro, hasta que espiró y
la dio la Unción... De allí a los pocos días, le postularon para Prior de la casa
de Yuste y se fue"89.

87. Ibíd., p. 42 [f. 2r]. Cf. R om eu A rm as , Antonio, La política indigenista de Isabel la


Católica, Valladolid 1969, pp. 401-402.
88. S ilio C ortés , César, Isabel la Católica, p. 491.
89 Biblioteca del colegio de Santa Cruz, Valladolid, "Libro Becerro de la Mejorada", sig.
258. Se agradece a D. Vidal González Sánchez la facilitación de este dato y otros sobre el Proceso
de Canonización. El acompañó a D. Vicente Rodríguez Valencia como secretario en el Proceso
y en los trabajos de la Comisión.
562 F. CAMPO DEL POZO

a) Recepción de la extremaunción y última estancia de Isabel en Medina


del Campo

Se le administró la Unción o Extremaunción, según la costumbre y el


Ritual o Sacramentado de la época, con asistencia de los fieles, que pedían
por su salud, y de los cortesanos, entre los que estaba su esposo, el rey D.
Fernando, con las candelas encendidas en las manos. Se hacían las unciones
en los sentidos: vista, oído, gusto, olfato, etc. Se le ungieron las manos cierta­
mente y los pies; pero pidió no se la hiciese la unción que a los hombres se les
hacía en los lomos y a las mujeres en el ombligo. Como afirma Vidal González
Sánchez, carece de fundamento la afirmación de que se negó a que le ungie­
sen los pies. El reparo que formuló como un ruego, nunca con negativa opo­
sición, fue debido a la enfermedad que padecía y a la presencia de tantos asis­
tentes, que ofrecía dificultades por lo que llegó a ser omitida esta unción90.
Uno de los que asistieron y presenciaron los últimos momentos y la muer­
te de Isabel la Católica no fue el P. Agustín Faccioni de Interamna o de Terni,
Vicario General de la Orden Agustiniana, como afirma el P. Zacarías Martínez;
debió de ser el P. Juan Bautista de Nápoles, que era Vicario y Visitador
General. Estaba promoviendo la reforma de los conventos de la Corona de
Aragón y también la observancia en el de Valladolid. Acom­
pañaba a los Reyes Católicos en Medina del Campo91. Si Martín de Córdoba
orientó a Isabel en los momentos decisivos de su vida como legítima heredera
al trono de Castilla y de León, otro agustino, junto con algunos religiosos, obis­
pos y sacerdotes, la acompañó y orientó en los momentos finales de su vida.
Conocía las virtudes de la reina Isabel la Católica, que había pasado exacta­
mente 811 días en Medina del Campo. La última estancia en Medina fue de 331
días desde el 1 de enero hasta el 26 de noviembre de 1504. Murió Isabel la

90. G onzález S á n c h ez , Vidal, Isabel la Católica y su fama de santidad, p. 127; Medina del
Campo en la vida y muerte de Isabel la Católica. Conferencia en el 490 aniversario de su muerte,
Medina del Campo, 26 de noviembre de 1994, ff. 23-25, donde se menciona al Sacramentarlo de
D. Pedro de Toledo, que era usado en aquella época. Se considera como causa de la muerte la del
cáncer de útero, verecundus ulcus del que habla Marineo. Se trataba de una llaga o úlcera púdi­
ca (maligna). Los informes de los médicos doctores, Soto y Julián, que atendían a la Reina eran
alarmantes ya en 20 de junio de 1503. Cf. B lanco S á n c h ez , Antonio, Sobre Medina del Campo
y la Reina agraviada, Medina del Campo 1994, pp. 82-83. Mandaban quemar su carta, que se con­
servó.
91. M artínez , Zacarías, Oración fúnebre, p. 12, nota 1; A r a m b u r u , Ignacio, "El Capítulo
toledano de 1504 fin de la Claustra en la Provincia de España", Archivo Agustiniano, 57 (1963)
70-71 y 83-90; G a rcía O r o , José, La reforma de los religiosos, p. 116. G u t iérrez , David,
Historia de la Orden de San Agustín. Los Agustinos en la edad media 1357-1517,1/2, Roma 1977,
p. 36. Había muerto el P. General Graciano Ventura.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 563

Católica como fiel hija de la Iglesia al filo del mediodía92. Se conserva todavía
una parte valiosa del llamado Palacio Testamentario, con un patio interno,
donde se inauguró el 26 de noviembre de 2003 un Centro de Interpretación de
la Reina, que consta de tres salas: una dedicada a su vida y dos al Testamento y
muerte con el cuadro de Luis Rosales. Se sabe que murió en una habitación del
cuarto patio, hacia la huerta del poniente, donde se hicieron excavaciones a
finales del siglo XX y comienzos del XXI. Se podía precisar el lugar de las dos
cocinas, de la panadería y de otras piezas nobles como la capilla real, el come­
dor y la sala grande del trono que tuvo artesonado mudéjar93.

b) Anuncio oficial de la muerte santa de Isabel la Católica y sufragios por


su alma

El rey D. Fernando alzó los pendones en la plaza de Medina del Campo,


como Gobernador por su hija Da Juana, Reina de Castilla y León, el mismo
día 26 de noviembre de 1504 por la tarde. Luego a la luz de las velas comuni­
caba sus sentimientos a Gaspar de Gricio para que diese la noticia oficial de
la.muerte de su esposa con estas palabras: "aunque su muerte es, para mí, el
mayor trabajo que en esta vida me pudiera venir, y por una parte el dolor de
ella y por lo que en perderla perdí yo y perdieron todos estos reinos, me atra­
viesa las entrañas, pero por otra, viendo que ella murió tan santa y católica
como vivió, es de esperar que Nuestro Señor la tiene en la gloria, que es para
ella mejor y más perpetuo reino que los que acá tenía". Mandó luego la noti­
cia de la muerte santa de la Reina por correo a uña de caballo a las distintas
ciudades y villas, como a Valladolid, a donde llegó el mismo día 26 por la
noche y se conoció a primeras horas de la mañana el 2794.

92. Dr. T o l e do , "Diario del", en Cronicón de Valladolid, p. 219. Cf. G o n z á le z S á nch ez ,


Vidal. Isabel la Católica y su fama de santidad, p. 178, donde se cita la documentación existente
en el Archivo de Simancas. Si se agrupan todas las estancias de Isabel la Católica en Medina del
Campo forman 27 meses, es decir, cerca de novecientos días en su querido hogar, el llamado
Palacio Testamentario, incluyendo las breves estancias que hizo en las habitaciones del Castillo
de la Mota, al que visitó el 1 de enero, cuando volvía muy enferma de Segovia, para convencer a
su hija Juana que se fuese a Flandes. A los 811 días hay que sumar los días que cruzó y deambu­
ló por Medina del Campo con motivo de sus desplazamientos por lugares cercanos como La
Mejorada, El Abrojo, Madrigal, Arévalo, etc.
93. AGS, Corona y Sello Real, leg. 5, pieza 5, Leg. 46, pliego, 2, Leg. 4, etc. En lo poco que
queda del Palacio Testamentario hay una exposición en el V Centenario de la muerte de Isabel
la Católica.
94. Archivo de la Real Chancillería, Valladolid, Libro de Acuerdos, I, ff. 14-18 y 59, donde
se deja constancia de que "a boca de noche vino la nueva cómo la Ylustrísima Señora Reyna Do-
564 F. CAMPO DEL POZO

Entre los 41 monasterios a los que se enviaron limosnas de 5.000 mara­


vedíes para que se tuviesen sufragios por su alma estaba el de San Agustín de
Burgos al que fue enviado un capellán para que llevase el donativo al Santo
Cristo, del que ella quiso quedarse con un clavo95.
Según el P. Enrique Flórez en su tumba deberían escribirse estas palabras,
que el autor de los Proverbios dirige a la mujer que teme al Señor: ipsa lau­
dabitur, que quiere decir: por sí misma será alabada"96. Se la rindieron los
honores fúnebres en Medina del Campo por orden de su esposo. D. Juan de
Medina, obispo de Segovia, abad de la colegiata y presidente de la Real
Chancillería reunió en la mañana del 27 a todos los oidores, alcaldes, regido­
res, nobles y plebeyos para acordar el modo de hacer los funerales el día 29.
A mediodía del 26 de noviembre, cuando murió la Reyna a la edad de 53
años, siete meses y tres días, se encargó de acondicionar el ataúd un carpinte­
ro llamado Jerónimo de Palacios, experto en labores mudéjares, moro con­
verso y muy fiel a los Reyes Católicos. Se dan detalles de que el ataúd estaba
"enforrado de cuero encerado". Se hizo además "una cama alta para sentar las
andas, que costó todo novecientas e setenta maravedíes"91.
Como si estuviese presente en aquel luctuoso momento, el P. Zacarías
Martínez, con motivo del IV Centenario de su muerte, dio testimonio de sus
virtudes en su Oración fúnebre, el 26 de noviembre de 1504, afirmando lo
siguiente: " ¡Españoles que me escucháis: hijos de Medina del Campo, que con­
serváis los recuerdos más gratos de aquella excelsa Reina, porque aquí dio
principio a la carrera de sus glorias inauditas y aquí las coronó con el triunfo
más grande que puede tener un alma cristiana: con la gracia de la perseveran­
cia final en su santa muerte"98. El P. Zacarías Martínez afirma también que
después de redactar su incomparable Testamento con su Codicilo y de recibir
"los auxilios de la Iglesia, pan de los fuertes que van camino de la eternidad,..

ña Ysabel de gloriosa memoria, hera falles^ida en Medina del Campo dycho día a medio dya, la
qual muryó de hedad de £inquenta e tres años e syete meses e tres días.." Vidal González consi­
dera "a boca de la noche" como amanecer del 27, día en que se levantó el acta. G onzález
S á nch ez , Vidal, Medina del Campo en la vida y muerte de Isabel la Católica, f. 27. El mismo autor
hizo su tesis doctoral sobre Documentos dé la época de los Reyes Católicos en el Archivo Catedral
de Málaga o la constatación de una política integradora, intramuros de la ciudad de Málaga (1451-
1516). Ha publicado la obra Málaga. Perfiles de su historia en documentos del archivo catedral
(1487-1516), Málaga 1995. Se le agradece la facilitación de esta obra.
95. AGS, Casas y Sitios Reales, leg. 45, f. 77. F l ó r ez , Enrique, España Sagrada, 27, Madrid
1772, p. 497.
96. Proverbios, 31, 30 sobre la "perfecta ama de casa". F l ó rez , Enrique, Memorias de las
Reinas Cathólicas, II, Madrid 1790, p. 844.
97. AGS, Casa y Sitios Reales, leg. 5, pieza 5, f. 369. N o llegó a 29 reales de los de entonces.
98. M artínez N úñez , Zacarías, Oración fúnebre, pp. 11-12.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 565

inclina la cabeza, aquella cabeza que sostenía la corona más hermosa del
mundo y entrega su espíritu en manos de Aquel por quien vivió, luchó y ven­
ció".
"Murió, Señores, exclama el P. Zacarías Martínez, en Medina del Campo;
se apagó la estrella de Castilla, tendió sus alas el ángel para volar a los cielos;
España perdió su gran felicidad y la Religión a la gran amadora de la virtud"99.
Añade testimonios como el de Pedro Mártir de Anglería, que la consideró
"modelo de toda virtud" y de los que presenciaron su muerte o la trataron
para concluir con estas palabras: " Yo hablé de ella como pude hablar de una
santa". Acata el juicio de la Iglesia y añade: "tengo la convicción de que tu
sierva Isabel goza ya de las venturas celestiales, que tienes preparadas, desde el
principio del mundo para las almas justas"m .
En Madrigal afirmé al recordar el 405 aniversario de la muerte de fray
Luis de León, que "era un genial poeta con dotes de gobernante". Y que allí,
en Madrigal, había nacido "una Reina digna de los altares"101. Aunque en el
testamento afirma que quiere "que sin detrimento alguno, fuere llevado mi
cuerpo entero como estuviere a la qibdad de Granada ",102 no siempre se cum­
plía ese deseo. Era una praxis normal en aquella época cuando se hacía tras­
lado de cadáveres, como sucedió con fray Luis de León. Es posible que en
Medina del Campo quedase el corazón de la Reina, que tanto había amado,
junto con otras partes internas de su cuerpo. Se solían enterrar en la huerta o
jardín.

c) Cómo fue llevado su cadáver a Granada con cierta veneración de los


fíeles

Cumpliéndose con su deseo testamentario de ser enterrada en Granada,


Fernando el Católico o de Trastamara, como lo era también Isabel, se tuvie­
ron preces y llantos, como los ha habido pocas veces en Castilla, especial­
mente en Medina del Campo, donde se tuvo una primera misa de corpore
insepulto en el oratorio de la casa-palacio. Se dispone de la nómina de los que
intervinieron en el traslado del cadáver desde Medina del Campo hasta
Granada103 con el sueldo que cobraron los 177 acompañantes de la comitiva,

99. Ibíd., pp. 55-56.


100. Ibíd., pp. 56 y 65.
101. C am po d el P o z o , Fernando, "Adaptación del Derecho y la poesía a un mundo moder­
no por fray Luis de León en el siglo XVI", Revista Agustiniana, 39 (1997-1998) 83.
102. T orre y del C er ro , Antonio de la, Testamentaría de Isabel la Católica, Valladolid
1968, p. 449.
103. S ilio C ortés , César, Isabel la Católica, pp. 491-492.
566 F. CAMPO DEL POZO

entre miembros de Capilla, cantores, capellanes, mozos de la misma, reposte­


ros, etc. Lo que se gastó a la vuelta con todos los oficiales fue un coste total
de 380.000 mrs.104. Se conocen las peripecias del camino, donde se puso de
manifiesto el amor que tenían a la Reina por sus grandes virtudes y fama de
santidad. Había sido fiel hija de la Iglesia105.
Aunque se hicieron los preparativos el mismo día 26, no salieron ese día,
sino día 27 por la mañana, mientras D. Juan de Medina acordaba hacer solem­
nes funerales. Estaban los restos mortales de la Reina Católica revestidos de
austero hábito franciscano, en el ataúd "enforrado de cuero encerado", como
se ha observado anteriormente. Lo había confeccionado Jerónimo de
Palacios106, junto con las andas para ser transportado por sus fieles criados y
camareros. Iban con otros fieles servidores de la corte bajo las órdenes de
Pedro Patino. Sufriendo las inclemencias del tiempo y las tormentas, llegaron
el primer día a Arévalo, donde había pasado su infancia y tenía muchos admi­
radores. Pasó la noche en el cenobio franciscano, con acompañamiento de
rezos y sollozos. Se celebraron varias misas al amanecer y después de la misa
mayor y un responso siguieron el camino, no sin antes preparar dos collarines
de terciopelo para las acémilas que portaban las andas. Llevaban un paño rico
de brocado con el que se cubría el féretro en los lugares de posa, donde se
rezaba un responso.
Siguieron por el Bohondón y Gotarrendura hasta Cardeñosa, donde
había muerto el príncipe Alfonso, su querido hermano. Siguieron hasta Ávila
y luego a Cebreros, donde se hizo posa de noche y treinta braceros tuvieron
que ayudar a vadear el río Alberche que había crecido. Recibía honores espe­
ciales al llegar a las ciudades, como sucedió en Toledo, donde caballeros y
regidores tomaron a hombros el ataúd frente a la Puerta del Cambrón para
rezar un responso y llevar el ataúd hasta San Juan de los Reyes. Siguieron a
Manzanares, Torre del Campo, Jaén, Viso del Marqués y Menjíbar, donde uti­
lizaron una barca para pasar el Guadalquivir. Después de veintitrés días lle­
garon los restos de la fundadora y fundidora de España y madre de América
a Granada, donde fueron recibidos por el Arzobispo Talavera y el Capitán
General y Conde de la Tendilla. Se hicieron solemnes funerales desde el 18
de diciembre hasta el 23, depositándola en la iglesia de San Francisco o Santa
Isabel como un tesoro1®1. En su primera sepultura llana aparecía D a Isabel I,

104. A.G.S., Casa Real de Castilla (O y B) leg. 4, f. 8, y leg. 10 f. 18.


105. A.G.S., Obras y Bosques, Leg. 8, ff. 437-438. Cf. T orre y d el C e r r o , Antonio de la,
Testamentaría de Isabel la Católica, Valladolid 1968, pp. 438-431; G onzález Sá n c h e z , Vidal,
Isabel la Católica y su fama de santidad, pp. 185-191.
106. A.G.S., Casa y Sitios reales, leg., 5, pieza 5, f. 369.
107. A.H.N, leg. 3.406, f. 101.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 567

la Católica, muerta en 1504, y en la de su esposo, Fernando de Aragón, en


1516, hasta que fueron puestos en sendos monumentos sepulcrales en la
Capilla Real de la catedral de Granada. El túmulo del sepulcro real fue labra­
do por Domenico Fancalli, que falleció en 1519. Aunque la orden de traslado
fue dada por el Emperador Carlos V en 1520, se realizó en 1521 desde la
humilde sepultura de San Francisco hasta la Capilla Real de Granada108.
El 9 de junio de 1972 se hizo el reconocimiento del sarcófago de la Reina,
sin abrirlo, porque no era preceptivo en el Proceso Ordinario, "con arto sen­
timiento", ya que se había hecho con motivo del V Centenario del nacimien­
to de Isabel la Católica en 1951109.

6) Estado del proceso de canonización y el cuadro de Ntra. Sra. de la O


de Otengá

Aunque historiadores de su época y quienes trataron a la Reina Isabel


resaltan sus virtudes, como lo constatan Jerónimo de Zurita y el P. Juan de
Mariana, fue en el siglo XVIII, cuando se dio un toque de alerta por D.
Santiago Riol, archivero del reino en tiempos de Felipe V, al sorprenderse por
qué no estaba canonizada. Sus investigaciones fueron continuadas por el P.
Enrique Flórez, Diego de Clemencín y Modesto Lafuente que, siendo liberal,
no comprendía cómo no estaba esta Reina en la nómina de los elegidos o de
los santos.
El P. Zacarías Martínez se alegró cuando entre los años 1924 y 1929, el
arzobispo de Granada, cardenal Casanova, hizo una consulta a la Corte y a la
Santa Sede para la introducción de la causa. Esta se encomendó al arzobispo
de Valladolid, R. Gandásegui que, en 1929, intentó dar los primeros pasos
para introducir la causa a petición del Congreso Mariano Iberoamericano
celebrado en Sevilla110. Se intentaron dar algunos pasos incluso durante la
Segunda República Española, pero de hecho no se inició hasta el 23 de abril
de 1958, siendo arzobispo Mons. José Goldáraz.

108. G allego y B u r ín , Antonio, La Capilla Real de Granada, Granada 1931, p. 197;


G onz á le z S á n c h ez , Vidal, El Testamento de Isabel la Católica, pp. 229-232.
109. Reina Católica, Boletín de la Causa de Beatificación de la Reina Isabel I de Castilla,
Valladolid, n. 13, enero de 1973, p. 32.
110. El Debate, 14 de junio de 1929, p. 1, donde aparece una editorial de Ángel Herrera
Oria, luego obispo de Málaga y cardenal, que está en proceso de canonización. Herrera Oria con­
sideró a la Reina Isabel, "como la patrona de la raza... para todos los católicos de España y
568 F. CAMPO DEL POZO

a) Cómo se inició el proceso de canonización de Isabel la Católica

Ya en 1957 se había hecho una consulta previa al cardenal Cicognani, pre­


fecto de la Sagrada Congregación de Ritos y luego nuncio en España. Se habí­
an recibido muchas peticiones de España, Hispanoamérica, Filipinas y Norte-
América. Se promovieron estudios críticos y serios por el Pbro. Dr. Vicente
Rodríguez Valencia, canónigo-archivista, al que se nombró postulador de la
causa y fue el "alma de esta empresa", como se afirma en la "Positio" sobre
los escritos, donde se deja constancia de que el 3 de mayo se nombró una
comisión histórica con tres especialistas de historia medieval. Se añaden nue­
vos miembros: el 23 de septiembre se nombra al Dr. Luis Suárez Fer­
nández; al Dr. Mons. Demetrio Mansilla, obispo de Ciudad Rodrigo, el 30 de
junio de 1970; y al R Quintín Aldea, S.J., el 21 de mayo de 1970. Selec­
cionaron 2.864 documentos en 26 tomos y dieron su primer informe el 20 de
junio de 1970 en 14 páginas donde afirman lo siguiente: "Es difícil encontrar,
al menos en la Edad moderna, un personaje, Real o particular, que haya dado
tanta gloria a Dios y ala Iglesia como esta Sierva de Dios"111.
Con el motu proprio Sanctitas clarior de Pablo VI, del 19 de marzo de
1969, se da una nueva ordenación de los procesos de beatificación, que se
sigue para llevar la causa adelante. El Proceso ordinario diocesano se inició el
3 de julio de 1970 con la ayuda de D. Pablo Diez, español-leonés residente en
Méjico. Se constituyó el tribunal el 26 de noviembre de 1971, siendo arzobis­
po Mons. Félix Romero Menjíbar, que nombró a Mons. José García Gol-
dáraz, arzobispo dimisionario, juez delegado para llevar adelante el proceso
con tres partes: I a de diligencias, 2a sobre no culto y 3a la información sobre
fama de santidad. Se clausuró el proceso el 15 de noviembre de 1972. Se lle­
naron 28 volúmenes. El Postulador revisó la Documentación con la Comisión
Histórica desde diciembre de 1971 hasta febrero de 1972 para elaborar los
Artículos, que llevan su firma de 7 de octubre de 1972112.
Vino luego el Proceso en Roma, donde fue nombrado postulador de
la Causa el P. Anastasio Gutiérrez, eminente canonista que había llevado el
proceso de canonización de San Antonio María Claret. Se presentó la docu­
mentación el 18 de noviembre de 1972 a la Sagrada Congregación "pro cau­
sis sanctorum" y se dio comienzo al Proceso el 20 de noviembre de 1972. Un
teólogo censor da su opinión el 13 de enero de 1973 con algunas dificulta-

111. Positio super scriptis, Roma 1973, pp. 9 y 18-19. La Relación, que se presentó al Tribunal
Diocesano el 21 de enero de 1972 tiene 252 pp. La historia de la causa aparece en la Positio, pp.
18-19, en Reina Católica y la Revista Isabel.
112. R o d ríg uez V alencia , Vicente, Artículos, pp. 3-4.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 569

des113 y otro el 22 de abril de 1973, donde concluye con un elogio y símil con
santa Teresa, que había hecho Palafox: "Hice concepto que eran tan parecidos
estos naturales y espíritus..., que si la Santa hubiera sido Reina, fuera otra
Católica Doña Isabel; y si esta esclarecida princesa hubiera sido religiosa -que
bien lo fue en virtudes-, fuera otra Santa Teresa"114.
En los Artículos del Postulador va apareciendo la vida de Isabel la
Católica, desde su nacimiento en Madrigal de las Altas Torres el 22 de abril
de 1451, pasando por su infancia en Arévalo, su formación, vida de oración,
Pacto de Guisando del 18 de septiembre de 1468; capitulaciones matrimonia­
les con Fernando de Aragón, 7 de enero de 1469; proclamación de Reina de
Castilla y León en Segovia, el 13 de diciembre de 1474, plan de vida, virtudes
en grado heroico de fe, fortaleza, prudencia, paciencia, templanza, humildad,
caridad, justicia, castidad, etc., hasta su muerte en Medina del Campo el 26 de
noviembre de 1504, cuando tenía "cincuenta y tres años de edad"115. En los
artículos del Proceso aparece la mejor vida de Isabel la Católica con sus luces
y sombras que le dan colorido y belleza, como una buena cristiana, cumpli­
dora de sus obligaciones y fiel hija de la Iglesia.

b) Testimonios sobre la vida y virtudes de Isabel la Católica

Hay muchos testimonios de testigos oculares y de historiadores, que cons­


tituyen la mejor biografía y perfil de Isabel la Católica. A los Artículos de la
fama de santidad, vida y virtudes de la sierva de Dios Isabel I, Reina de
Castilla, que propone el postulador de la causa, Dr. D. Vicente Rodríguez
Valencia en Valladolid, el 21 enero de 1972116, siguen otros sobre "no culto"
a la sierva de Dios, que se concluyen el 25 de febrero de 1972117. Se juntaron
28 tomos a los que se añadieron 14 más hasta completar el número de 42. El
13 de junio de 1973 se concluye el proceso histórico, es decir, super scriptis. El
material recogido por D. Vicente Rodríguez Valencia, que murió el 8 de mayo
de 1982, sirvió para la Positio redactada por el P. Anastasio Gutiérrez (clare-
tiano) y D. Justo Fernández, rector de la iglesia española de Montserrat, en

113. Positio, pp. 46-48, donde aparece la palabra "venganza" en la toma de Barcelona el 3
de noviembre de 1472; sobre el párrafo 12 del Testamento, donde trata de la reducción de los ofi­
ciales que habían sido aumentados en su reinado "de lo cual ha redundado y redunda daño" y el
párrafo 13, donde se hace "anulación de mercedes, no voluntariamente concedidas y que se rela­
cionaban con una carta ajena al testamento".
114. Ibíd., pp. 17 y 60.
115. Ibíd., pp. 7-51.
116. Ibíd., p. 66.
117. Ibíd., p. 77.
570 F. CAMPO DEL POZO

Roma. Colaboró el R José María Gil, también cleretiano, como vicepostu-


lador.
El 12 de mayo de 1983 fue aprobado el proceso histórico, "super scriptis".
Después de un compás de espera de siete años, en 1990, el arzobispo de
Valladolid, Mons. José Delicado Baeza, ante el V Centenario del descubri­
miento y evangelización de América, consultó a la Comisión Permanente de
la Conferencia Episcopal Española el 5 de julio, sobre "la oportunidad de
tomar alguna iniciativa a favor de esta Causa". El 6 de noviembre de 1990, la
Congregación de las Causas de los Santos aprueba el proceso histórico y el 6
de diciembre se aprueba el proceso diocesano de Valladolid.
Mons. José Delicado Baeza, el 4 de abril de 1991, envió una carta a todos
los obispos españoles pidiéndoles su adhesión con unas notas biográficas pre­
paradas por D. Luis Suárez Fernández. En nombre de la Conferencia
Episcopal Española, dio su apoyo el cardenal Ángel Suquía Goicoechea con
una carta dirigida al Papa el 3 de febrero de 1993. En 1994 dieron su apoyo el
arzobispo de Santo Domingo y el Presidente de CELAM, a petición del arzo­
bispo de Valladolid, que volvió a insistir ante el papa el 22 de mayo de 1997118.
La Positio estaba concluida para 1991 y se pensaba obtener la aprobación
de las virtudes y la declaración de "venerable", como paso previo a la beati­
ficación para el año de 1992. Se había obtenido la aprobación histórica por la
Comisión Histórica en reunión del 6 de noviembre de 1990, como se ha obser­
vado anteriormente, y se pasó a la Comisión Teológica. Se tiene noticia de
que sus miembros ya han emitido su parecer. Si su juicio resulta favorable y
se rumorea que sí lo es, se pasará a la Congregación de prelados y cardenales,
la cual dará su parecer al papa, a quien está reservada la decisión sobre la
heroicidad de las virtudes y la declaración oficial como "venerable". No con­
viene que el proceso se pare o detenga, aunque puede haber motivos para un
compás de espera119.
D. Vicente Rodríguez Valencia había escrito una biografía o semblanza en
1961 y luego recogió, como preparación de la Positio, la opinión de los espa­
ñoles y extranjeros sobre Isabel la Católica y su caridad con los pobres, llegán-

118. Comisión "Isabel la Católica ", Causa de canonización de Isabel la Católica,


Arzobispado de Valladolid 2001, sin paginar. Correponde a las pp. 4-5.
119. La nueva Positio se concluyó e imprimió en Valladolid el 22 de abril de 1991. El Pbro.
José Flaviano Ramírez, que fue canciller y secretario de la curia diocesana ha informado sobre el
iter de la causa en los años 1980-1992. Ha quedado paralizada o con un compás de espera hasta
el 2002. Colaboró mucho el R José Ma. Gil, autor de una buena biografía titulada Misterio de
Isabel la Católica, Madrid 1992, 408 pp. con valiosos cuadros e imágenes de los Reyes Católicos
en los billetes del Banco de España de 1.000 pts.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 571

dose a tener noticia de 140 intervenciones caritativas de esta samaritana. Uno


de sus Consejeros de Estado vio que "daba limosnas con largueza a todas las
Ordenes mendicantes, a los pobres de Cristo, a todos los necesitados"120.

c) Artículos de la Positio sobre no culto y los cuadros de la Virgen con su


rostro

Interesan algunos Artículos, "sobre no culto" porque, en los arts. 15-20,


se trata de retratos y cuadros de la Sierva de Dios en pinturas de la Santísima
Virgen dedicados al culto público. Se observa que "contemporáneamente fue
del gusto de pintores poner las facciones de la Reina en pinturas de la Virgen
destinadas al culto. Ejemplo destacado de ello es el retablo del oratorio de la
Reina, que ella encargó a Juan de Flandes: la tabla que representa a la Virgen
María con los doce apóstoles en la venida del Espíritu Santo, tiene las faccio­
nes de la reina, con gesto de doloroso recogimiento, como respondía a los últi­
mos años de la vida de la Reina. Todos estos pintores trabajaron en la Casa
Real en los últimos años del siglo XV; Juan de Flandes, hasta la muerte de la
Reina".
"Ahora bien -concluye D. Vicente Rodríguez Valencia-, ninguna de estas
representaciones tiene signos, ni atribuciones, ni finalidad de culto" a la Reina121.
Se mencionan los cuadros existentes en la ciudad de Quito, Ecuador,
como el de la Colección Lasso de la Vega, el de la Colección del Excmo. Sr.
D. Carlos Manuel Larrea y el del Museo Jijón-Caamaño, donde aparece
Isabel la Católica con nimbo y rayos en la cabeza. Hay otro en la Colección
Gangotena Mancheno de Quito, con representación de la Virgen del Carmen
a cuerpo entero, con corona y aureola. Se trata de un cuadro grande de Isabel
la Católica, que probablemente fue "repintado por las monjas [del convento
de la Concepción] para darle una representación mañana". Añade que "un
ejemplar de este núcleo, o familia, de efigies con nimbo, de Quito, se encuentra
en el Museo de la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid, adquirida por este
gran coleccionista español y depositada en su Museo"122. Se trata de una tabla
con la coronación de la Virgen, pintada al óleo, temple, estilo gótico de 107,9
x 101,1 cms., con la cara de Isabel la Católica. Es de finales del siglo XV, atri-

120. R odríguez V alencia , Vicente, Isabel la Católica en opinión de españoles y extranje­


ros. I, Valladolid 1970, p. 241. Esta obra está compuesta de 3 vols. Anteriormente había escribo
Semblanza textual de Isabel la Católica, Valladolid 1961.
121. Ibid., pp. 73-74.
122. Ibid., p. 79.
572 F. CAMPO DEL POZO

buida al Maestro de Teruel, escuela aragonesa/española, sin estudio espe­


c ia l^ .
De este cuadro afirma la escritora Dulce María Loynaz que "una tabla del
siglo X V nos la muestra nimbada la cabeza por un alo de llamas semejante al
que circunda el disco del sol, el astro-dios en los antiguos templos incaicos".
"Algo de sol vio también el artista en ella, que le corona de fuego los cabe­
llos "124. Hay otros cuadros de la Santísima Virgen en España con la cara de
Isabel la Católica a la que se reconoce como venerable, como el lienzo de 100
x 90 cms., que se encuentra en la iglesia parroquial de Prádena (Segovia), de
mediados del siglo XVI, con cortinaje y circundado de rosas, de autor anóni­
mo125. Hay una efigie de Isabel la Católica con el rosario entre Santa Catalina
y Santa Engracia en la fachada de la parroquia de Santa Engracia (Zaragoza),
de Gil Morlanes entre 1507 y 1515.
Un cuadro muy semejante al existente en el Museo Lázaro Galdiano se
encuentra en la iglesia de Otengá (Cundinamarca, Colombia). Tuve la opor­
tunidad de verlo en 1992. Se trata de una pintura de Nuestra Señora de la O
(Dolorosa) y Esperanza, con la cara de Isabel la Católica. Está pintada sobre
tabla de 33 x 23 cms. Es ciertamente anterior a 1630 y pertenecía a Da Juana
Dávalos Marín, que la llevó de España hacia 1615 y se la entregó al P. Pedro
de Fuentes con una capilla y hacienda, donde se construyó un convento, bajo
la advocación de Ntra. Sra. de Otengá, nombre del pueblo o vereda, como se
dice en Colombia. Se nombró prior en 1630 al P. Lorenzo de Torres, como
narra el benemérito historiador, P. José Pérez Gómez, según el cual, entre los
santuarios marianos de Colombia, "ocupa un lugar distinguido el de Nuestra
Señora de los Dolores de Otengá, llamado de la O, por la forma ovalada del
cuadro en que se representa a la Virgen. Es una pintura de mérito, particular­
mente el rostro", etc.126.

123. Inventario del Museo Lázaro Galdiano, Madrid, Sala de peines 1, peine 006. Se agra­
dece a Da Carmen Espinosa, conservadora del Museo, la facilitación de estos datos.
124. L oynaz, Dulce María, "El último rosario de la Reina", ABC, del 6 de noviembre de
1992, p. 1.
125. Se agradece a D. José Martín Sanz, que es de Prádena, el envío de una foto, cuyo pie
de imprenta dice así: "Cuadro de la venerable Isabel la Católica que se encuentra en la Iglesia
Parroquial de Prádena (Segovia). S. XVI. Anónimo"
126. P érez G ómez, José, "Apuntes para la Historia de la Provincia Agustiniana de Nuestra
Señora de Gracia en Colombia", Archivo Histórico Hispano-Agustiniano, 23 (1925) 52-63; Cf. D.
M ucientes del Campo, Centurias colombo-agustinianas, Bogotá 1969, p. 59. Según fray E. Báez,
O.P la llevó Da Susana (Juana) Dávalos Marín que fue de España hacia 1615 y fue nombrada
encomendera de Otengá en 1620 por D. Juan de Borja, Justicia mayor o Presidente de la real
Audiencia de Santafé de Bogotá, "Noticia histórica de Nuestra Señora de la O de Otengá", en
Novena a Nuestra Señora de la "O" de Otengá, Sogamoso 1936 y 1950, p. 3.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 573

No sé si el P. José Pérez Gómez, que revisó la documentación del Archivo


de la Provincia de Nuestra Señora de Gracia en Colombia y habla de la forma
ovalada del cuadro, llegó a verle; porque aparece claramente la cara ovalada
de Isabel la Católica, sin hacer referencia a ella. Se prescinde aquí de la leyen­
da y tradición sobre cómo fue llevado este cuadro y cómo se tenía en gran
estima y veneración, porque hacía muchos milagros en su capilla y los siguió
haciendo luego en la iglesia del convento de los agustinos, centro polarizador
de la religiosidad de aquella región, donde se han hecho más copias, como la
que se venera en Morcá y difiere sólo por la corona, el velo, los pliegues del
manto y el broche127.
Otro gran historiador, el P. Andrés de Mesanza, dominico, después de un
breve relato de Nuestra Señora de Otengá o de la O en Beteitivá (Municipio y
parroquia de Beteitivá, Departamento de Boyacá) tiene la siguiente adición:
"¿María o Isabel? De María Santísima a Isabel I ade Castilla hay distancia casi
infinita; pero todos, buenos y malos, creemos que la mujer del rey Fernando V
está en el cielo y en el corazón español y americano. Dice la tradición que una
y otra imagen de Otengá y de Morcá son sacadas de un retrato de Isabel la
Católica. No vemos ningún pecado en venerar a la Madre de Dios en un retra­
to de una Reina piadosa y buena, como el pan de trigo, máxime en este Nuevo
Mundo; hijo en mucho de su inmenso corazón de madre "128.
De lo que sí puedo dar testimonio es que algunos del pueblo de Otengá
saben que Ntra. Sra. de la O tiene el rostro de Isabel la Católica, algo que les
agrada y les parece bien, porque esa Reina les quería mucho, se acordó de
ellos antes de morir y les gustaría verla en los altares. Al estar la pintura sobre
tela y madera, incrustada o pegada a una piedra hendida que le sirve de
marco a la vez, con triple cristal y fuerte protección con maderos bien clava­
dos, resultó difícil hacerle una buena foto en 1992 y luego en el año 2000.
Un pintor agustino, P. Nicéforo Rojo, al que le encargó hacer una copia
un sacerdote salesiano de Otengá, en 1986, ha dado diversos testimonios,
informando que el original no tiene rayos sino la corona adosada. Tenía una
corona de oro según el inventario de 1740 y desapareció en el siglo XIX.
Luego se puso una corona de hojalata con rayos dorados. El pueblo de
Otengá no permite que se saque fuera. La copia hecha por el P. Nicéforo no

127. Campo del P ozo , Fernando, "Santuarios marianos en el Nuevo Reino de Granada",
Provincia agustiniana de Nuestra Señora de Gracia en Colombia, II, Bogotá 1993, p. 571; y en
Iconografía Agustiniana I, Roma 2001, pp. 610-612, donde se observa que tiene afinidad con cier­
tos iconos de la Virgen existentes en el antiguo Reino de Valencia; pero difiere de ellos en cuan­
to a la cara e indumentaria.
128. M esanza , Andrés de, Célebres Imágenes y Santuarios de Nuestra Señora en Colombia,
Chiquinquirá 1950, pp. 419-421, donde recoge el testimonio del Pbro. Joaquín R. Medina.
574 F. CAMPO DEL POZO

tiene los rayos, porque tampoco los tiene el original. Una copia se encuentra
en el Museo del Convento San Agustín de Bogotá129. En presencia de aquella
imagen se siente la impresión de que la Reina Isabel ya está en los altares,
aunque no se le venere aún, porque se espera el fallo definitivo de la Iglesia.

7. Conclusión

Isabel la Católica fue fiel hija de la Iglesia. Cumplió lo que le aconsejaron


sus directores y formadores, como Martín de Córdoba, que la consideró en
1468 legítima heredera al trono de Castilla y de León, y futura reina de
España. Le puso como modelo a la Santísima Virgen, a la que deben tener
devoción "todos los fieles... en especial la señora Princesa, porque es de linaje
real, como la Virgen que fue hija de reyes; y porque es doncella, como era la
Virgen, cuando concibió al Hijo de Dios; y porque espera ser reina, como la
Virgen que es Reina de los cielos, señora de los ángeles, madre de los pecado­
res y manto de todos los fieles "130.
Fue tan fiel hija de la Iglesia y de la Santísima Virgen que bien se mere­
ce ser tomada como modelo en sus pinturas, donde aparece su cara ovalada y
con la expresión de una santa. No se comprende bien su actuación sin tener
en cuenta las ideas de la Cristiandad medieval y su época con sus categorías
canónico-jurídicas, además de filosófico-teológicas. Fue fiel hija de la Iglesia
con especial acatamiento al Romano Pontífice. Promovió la reforma de la
Iglesia en sus reinos, usando de la dispensa, de leyes especiales y de los privi­
legios pontificios para evangelizar, siendo ella modelo de la mujer cristiana y
una reina santa con una intensa vida espiritual y "una constante aspiración a
la perfección cristiana"131.
Después de haber visto la vida y proceso de Isabel la Católica, que fue
fiel hija Iglesia y una reina digna de los altares, puede formularse una pre­
gunta final: ¿Cómo está el proceso? La respuesta es que está terminado y
aprobado en su parte histórica. Se le pueden hacer añadiduras y observacio­
nes complementarias incluso para explicar su demora. Todo estaba listo para
el año 1992. La presión de los judíos hizo que se diese un compás de espera,

129. V allín M agaña , Rodolfo, Arte y fe. Colección artística agustiniana. Colombia, Santafé
de Bogotá 1995, p. 59, n. 104. Se la denomina también Virgen de la Esperanza. Óleo sobre tela
(40 x 30 cm.)
130. Córdoba , Martín de, Jardín de Nobles Doncellas, parte I a, cap. 3, pp. 99-100. Se ha uti­
lizado la edición hecha por el P. Félix García en Madrid 1956.
131. R ouco V arela , Antonio Ma., "Reformadora de la Iglesia", p. 13.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 575

como sucedió con Edith Stein, que ya ha sido canonizada. Se esperaba para
el año 2004.
Como se ha observado anteriormente, la Conferencia Episcopal Espa­
ñola, a petición del arzobispo de Valladolid actualmente emérito, Mons. José
Delicado Baeza, acordó "insistir respetuosamente" ante el Papa para reanu­
dar lo que se estancó en 1991 por razones de índole diversa, como sucede en
esta clase de procesos. El problema de la expulsión de los judíos está ya supe­
rado, aunque haya opiniones discordes. Las posibles dificultades se estaban
superando por el que era postulador P. Rafael Ma. Serra y actualmente por el
P. Fernando Rojo, agustino, experto en la materia. La mayoría de los obispos
de Hispanoamérica y de todos los católicos, incluso cristianos no católicos,
están a favor de su posible canonización132.
A primeros de noviembre de 2002, D. Vicente Vara Sanz, Vicario Gene­
ral de la diócesis de Valladolid, el R. P. Rafael Ma. Serra Bover, postulador de
la causa, y D. Vidal González Sánchez visitaron en Roma al Cardenal Saravia
Martins, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, que repi­
tió varias veces la frase: La Causa de la reina non é fermata, cammina". La
causa no está parada, sino que camina"133. Con el nuevo postulador, P.
Fernando Rojo, ya se cuenta con un milagro y se aprobarán pronto sus virtu­
des. En la documentación aportada para el proceso de canonización aparece
claramente que estuvo siempre al servicio de Dios y de la Iglesia Católica de
Roma a la amó como fiel hija de la misma, según consta en su Testamento,
Codicilo y otros escritos suyos134.
El lugar, donde nació, está custodiado por las Madres Agustinas, que lo
enseñan a los visitantes, resaltando sus virtudes. El Palacio Testamentario,
donde murió, se ha declarado "Bien de Interés Cultural" como "Sitio Histó­
rico" por la Junta de Castilla y León el 15 de mayo de 2003. Se cumplió en
parte una vieja aspiración formulada por los Caballeros de la Hispanidad y
los de Isabel la Católica, que han visto con alegría cómo, el 26 de noviembre
de 2003 se inauguraba el Centro de Interpretación de la Reina Católica en el
Palacio Testamentario, con una Exposición bien dirigida y organizada. Se

132. Campo d el P o z o , Fernando, "Se reanuda el proceso de canonización de Isabel la


Católica" en La Voz de Medina del Campo, Sábado, 16 de marzo de 2002, p. 18. El 31 de diciem­
bre de 2003 fue nombrado postulador el P. Fernando Rojo por el arzobispo de Valladolid. Se
aprobó el nombramiento por la Congregación de los Santos el 23 de enero de 2004. El día 30 de
enero de 2004 ya tuvo una reunión en Valladolid .
133. Suplemento, n. 8 del BOA, diciembre de 2002, portada, sin paginar. V Centenario. Reina
Isabel Católica.
134. Positio super scriptis, pp. 31-33. Así como se han aprobado sus escritos, se espera sean
aprobadas también sus virtudes.
576 F. CAMPO DEL POZO

exponen, entre otros valiosos objetos de aquella época, las planchas que con­
tienen los nombres de los 700 medinenses que participaron en la colonización
de América, con una réplica del dormitorio, donde testó y murió Isabel la
Católica135.
Se ha reparado y restaurado el Castillo de la Mota, lo mismo que la
Colegiata de San Antolín y el Palacio Testamentario para un Espacio Museo-
gráfico de la Reina Isabel y su relación con Medina. Tuvo gran resonancia la
exposición Esplendor de un reinado, que se inauguró en la primavera del 2004
en Medina del Campo, con sede también en Valladolid y en Madrigal de las
Altas Torres según declaración de la ministra de Educación y Ciencia, Da
Pilar del Castillo, después de haber presidido el día 16 de octubre de 2003 una
reunión de la Comisión Estatal para el V Centenario de la muerte de Isabel
la Católica136. Las comisiones locales, regionales y nacionales en torno al V
Centenario de su muerte se están moviendo para conmemorar digna y solem­
nemente esta fiesta. Los Caballeros de Isabel la Católica y la Academia de la
Hispanidad podemos hacer también un buen aporte para dar realce al V
Centenario de su muerte, colaborando para que la veamos en los altares.
Personalmente, como el P. Zacarías Martínez, casi todos los medinenses y
vallisoletanos, incluso la mayoría de españoles e hispanoamericanos, tenemos
la íntima convicción de que la sierva Isabel goza ya de la bienaventuranza
eterna. Conviene movernos y orar con mucha devoción y fe para conseguir
que su proceso de canonización siga adelante. Hay estudios serios realizados
en estos últimos años 137y peticiones de Hispanoamérica en favor de su cano­
nización, como lo resaltó el arzobispo de Valladolid, Mons. Braulio
Rodríguez en una conferencia dada en Roma, recordando la evangelización
de América138. Conviene tener en cuenta que Isabel la Católica en su vida y
en su muerte demostró ser fiel hija de la Iglesia Católica.

135. F uertes, Francis, "Juan Vicente Fterrera inauguró el Centro de Interpretación de la


Reina Católica", La Voz de Medina y Comarca, 29 de noviembre de 2003, p. 5. Es director D.
Óscar S. Pastor Pérez.
136. M artínez N ovillo, Alvaro, "Los actos del Centenario de Isabel la Católica arranca­
rán en Medina del Campo", ABC, n. 32.096, del 17 de octubre de 2003, p. 59. D. Alvaro Martínez
Novillo es el director del Instituto del Patrimonio Histórico. La exposición Isabel la Católica, la
magnificencia de un reinado se inauguró en la iglesia del monasterio de Prado de Valladolid el 26
de febrero de 2004 con mucho éxito.
137. V aldeón B aruque , Julio, (ed.) Isabel, la Católica y la política. Ponencias presentadas
al I Simposio, celebrado en Valladolid y México, en el 2000, Universidad de Valladolid 2001;
Sociedad y economía en tiempos de Isabel la Católica, Simposio II, Valladolid 2002 y Arte y
Cultura en la época de Isabel la Católica, Simposio III, Valladolid 2003. Hay otras publicaciones
muy valiosas.
138. R odríguez , Braulio, "Isabel la Católica y la evangelización de América", Ecos monás­
ticos contemplativos, 52 (2003) 11-34.
ISABEL LA CATÓLICA, FIEL HIJA DE LA IGLESIA, Y LA HISPANIDAD 577

Al celebrarse el V Centenario de su muerte hay que recordar que Isabel


estableció una piedra miliaria en Madrigal, con su nacimiento el 22 de abril
de 1451, y un hito orientador con su ocaso el 26 de noviembre de 1504, en
Medina del Campo. Esto tiene gran repercusión en España e Hispanoamé­
rica. A la hora de su muerte se acordó de los derechos de sus vasallos, inclu­
so los lejanos de las Indias (América). Había cumplido con su deber, como
fiel cristiana e hija de la Iglesia, según se lo había expuesto uno de sus prin­
cipales formadores, fray Martín de Córdoba, que la consideró no sólo legíti­
ma heredera de los reinos de Castilla y León sino también la que Dios "pre­
destinó para reina de tan noble reino como España"139. Su unidad en la fe
cristiana, exigía la expulsión de los judíos según el mismo Martín de Córdoba,
que la preparó para ser "resplandor de castidad y limpieza en todo este
reino"140. No se puede considerar, "desgraciada decisión" a la expulsión de
los judíos en aquella época como lo afirma István Szaszdi León-Borja141.
Estuvo justificada y fue tan exitosa como su apoyo al proyecto de Cristóbal
Colón. Isabel hizo uso del Patronato con participación en la potestad ecle­
siástica, algo que sería ampliado en tiempos de su nieto Carlos V y su bisnie­
to Felipe II con el "Vicariato Regio" defendido por fray Alonso de Veracruz.
Esto no es bien visto actualmente a la luz de la libertad religiosa, clarificada
en el Concilio Vaticano II142. Hay que ver los acontecimientos y hechos his­
tóricos en su lugar y tiempo.
Se trata de una reina digna de los altares. En algunos lugares se la consi­
dera venerable y se le ha dado un culto incipiente y solapado, por no decir
superpuesto con la Santísima Virgen, en Otengá (Colombia) y en otros luga­
res de América, de España, de Filipinas, etc. Ella vertebró a España en su
época, con su esposo Fernando, y dio origen a lo que luego se ha llamado
"Hispanidad". El proceso de canonización sigue adelante. Hubiese ayudado
a resaltar el V Centenario de su muerte la deseada canonización, pero hay
que esperar y respetar el fallo de la Iglesia, de la que ella se consideró y fue
una buena hija, esposa fiel y madre de familia numerosa, como se lo enseñó
fray Martín de Córdoba.

Fernando C a m p o d e l P o z o
Medina del Campo
Valladolid

139. C órdoba , Martín de, Jardín de Nobles Doncellas, p. 186.


140. Ibíd., p. 70.
141. L eón -B orja, I. S., "Prólogo" a Isabel la Católica, por Luis Suárez, p. 9.
142. Declaración sobre la dignidad de la persona humana, 7 de diciembre de 1965, nn. 2-11.
EstA g 39 / fas. 3 (2004)

LIBROS
Sagrada Escritura

BEN -TO R, A m non (ed.), La Arqueología del Antiguo Israel. Ediciones Cristiandad,
M adrid 2004, 23 x 15, 687 pp.

El grueso volumen es el desarrollo de un manual para un curso de introducción a la


A rqueología de Israel en el período bíblico. El curso se daba en la Universidad a Distancia
de Israel. Ya se adivina que el libro ofrece una síntesis de la arqueología en los años 80. Hay
que notar que el original, escrito en hebreo, fue publicado en el año 1992. El libro abarca
la A rqueología desde el período Neolítico hasta el final del período del H ierro, es decir,
hasta el final de la m onarquía de Judá. La A rqueología de Israel es un campo muy amplio,
por lo que el editor ha recurrido a la colaboración de varios especialistas. A sí el editor ha
escrito el prefacio, la introducción y el capítulo sobre el Bronce Antiguo. O. Ben-Josef p re­
senta el período Neolítico. R., G onen, el período Calcolítico y el Bronce Reciente. R.
G ophna, el Bronce Intermedio. A. Kempinski, el Bronce Medio. A. Mazar, el período del
Hierro I y finalm ente G. Barkay, el Hierro II y III. Todo los autores son arqueólogos israe­
litas. A los biblistas les interesará, sobre todo, la edad de H ierro, período “israelita” si así
se le puede llamar. Sobre el asentam iento de los israelitas y los restos arqueológicos pri­
meros atribuibles a los israelitas, A. M azar está al tanto de las discusiones últimas; cita
como es natural a Finkelstein, pero como este autor ha cambiado de parecer, en el libro no
están expuestas sus últimas opiniones más escépticas sobre el carácter israelita de los asen­
tam ientos en la Palestina central del período del H ierro I. Carolina A znar ha traducido el
libro y ha añadido un vocabulario inglés-español de térm inos usados en A rqueología, para
los que no hay todavía en nuestra lengua términos consagrados. Es una propuesta que es
de agradecer. La traducción está bien hecha; hay algunos errores tipográficos sin im por­
tancia. N o obstante, como el libro está dirigido no sólo a especialistas, sería bueno que se
explicaran en un glosario algunos térm inos como kurkar, dunam, pithos, pithoi, bullae,
bamah, etc. Se aclaran la prim era vez que ocurren, pero no nos parece suficiente. Esto ape­
nas tiene im portancia, si se tiene en cuenta el esfuerzo hecho por la traductora para encon­
trar equivalencias castellanas a los distintos términos usados, por ejemplo, para designar los
diferentes objetos de cerámica. D e esta m anera Ediciones Cristiandad que hace un par de
años publicó la Arqueología bíblica de G. E rnest W right enriquece su catálogo con esta
obra m ás actualizada - C. M IELGO.

W ITTE, Marcus- A L K IE R , Stefan (Hrs.), Die Griechen und der Vordere Orient. Beiträge
zum Kultur- und Religionskontakt zwischen Griechenland und dem Vorderen Orient im
1. Jahrtausend v. Ch. U niversitätsverlag- V andenhoeck & R uprecht, Freiburg-
G öttingen 2003, 24 x 16, X+135 pp.

E l libro contiene las ponencias presentadas en un simposio celebrado en Frankfurt en


2002 con el tem a que refleja el título del libro: Los contactos culturales y religiosos en el
prim er m ilenio a. C. entre G recia y el O riente Próximo. La prim era ponencia es de P eter
580 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

H ógem ann que estudia la cultura jónica de las colonias griegas de A sia M enor. Estas colo­
nias son las que crearon lo que nosotros entendem os por cultura griega clásica, no A tenas
que únicam ente detentó el poder. Es interesante la opinión, pero no se ve su relación con
el objetivo del simposio. Algo más interesante es la ponencia de Veit R osenberger, sobre
los oráculos en Grecia y el M edio O riente. A través de ellos hubo un intercam bio de cul­
tura de larga tradición en el oriente. Tanja Scheer parte de la acusación lanzada por
Pausanias contra Jerjes de haber robado la estatua de A rtem isa de B rauron y el A polo de
Dídimo. Esta acusación es injustificada, pero a la autora sirve para exponer la política reli­
giosa de los Persas en relación con los griegos. Para los que se dedican al estudio de la
Biblia el más interesante es el artículo de O. Kaiser que trata de los contactos culturales y
religiosos entre el judaism o tardío y el helenismo. H istóricam ente hasta el asedio de Tiro
en el 332 no hubo encuentro entre el helenismo y el judaismo. D esde entonces Palestina
políticam ente se vio envuelta en los avatares del próximo oriente. El autor analiza las hue­
llas del helenismo especialm ente en tres libros del A. T.: Q ohelet, Sirácida y Sabiduría. El
libro contiene 4 ilustraciones en color de ánforas griegas. Las ponencias conservan un tono
muy genérico. El libro no ofrece lo que prom eten el título y el subtítulo.- C. M IELG O.

H A G ED O R N , A nselm G , Between Moses and Plato. Individual and Society in Deute­


ronomy and Ancient Greek Law (= Forschungen zur Religion und L iteratur des A lten
und N euen Testaments, 204). Vandenhoeck & Ruprecht, G öttingen 2004, 24 x 16, 351
pp.

El autor com para los textos legales del D euteronom io con las leyes antiguas griegas
en lo referente al individuo y a la sociedad. El trabajo no es de lingüística ni de crítica lite­
raria, sino de antropología social y cultural. Los dos sistema legales están en la misma área
geográfica; ello perm ite la comparación. Prim eram ente el autor en la introducción presen­
ta el estado actual de los estudios sobre el D euteronom io y hace el balance de lo que se ha
opinado hasta ahora sobre las relaciones entre Grecia y el A. T. E n el cap. 1 expone el
m étodo antropológico de comparación a pequeña escala, que perm ite com parar los valores
sociales y culturales de dos áreas geográficas contiguas sin necesidad de establecer contac­
tos o influencias literarias. La contigüidad y la cercanía física y am biental facilitan la asun­
ción de valores semejantes. Los sistemas legales de G recia y Palestina son independientes,
aunque procedentes de la misma área geográfica. O tro punto a ten er en cuenta es la iden­
tidad social de la persona. El individuo antiguo y el grupo eran como una sola entidad. La
m entalidad corporativa y colectiva lo envolvía todo. Con estas prem isas comienza en el cap.
2 la comparación. Prim eram ente estudia en detalle D eut 16,18-18,22, es decir, las leyes
sobre los cargos públicos para averiguar cómo los individuos organizan la autoridad judi­
cial y política. El D eut determ ina que la asam blea (a la que pertenecen los adultos varo­
nes) son responsables de la elección de los jueces y lo mismo sucede con el rey. Parece una
democracia. U n grupo comisiona a individuos para gobernar y juzgar conforme a la ley.
También el rey está sometido a la ley. Esto es extraño, pero no desconocido. E n G recia tam ­
poco el rey detentaba el poder militar. El cap. 3 examina D eut 20,1-20, donde se habla de
la guerra, cuyas leyes tratan de asegurar la defensa de la sociedad e im pedir que disminu­
yan los pequeños propietarios, porque estos son los responsables del m antenim iento de la
misma. Tampoco en G recia había una autoridad central, sino una asam blea de varones. El
siguiente capítulo trata de la familia y de la herencia, o mejor, del conflicto de generacio­
nes. Los textos son D eut 21,15-17 y 21,18-21. E n este tem a no hay inm ediatos paralelos
sobre la poligamia y la herencia, porque los griegos no practicaban la poliginia ni la primo-
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 581

genitura; pero se detectan los mismos problem as que preocupan al D eut. Tener más de una
mujer tiene problem as en ambos lugares. A continuación en el cap. siguiente habla de las
desviaciones sexuales reguladas en el D eut 22, 13-21. 22-29; y las com para con el sistema
legal griego. ¿Cuáles son las conclusiones? Varias e interesantes. D esde luego no se advier­
te influencia directa, pero sí semejanzas culturales que no deben extrañar. Por ejemplo, las
leyes se escriben tanto en G recia como en Israel, por lo que la ley escrita es el árbitro supre­
mo. En ambas culturas se advierte la presencia de una especie de asam blea form ada por
varones propietarios y ciudadanos libres que eligen a los oficiales responsables del bien de
la comunidad, en concreto, de la administración de la justicia y de la defensa de la nación.
D e este mismo grupo de la asam blea debe salir el profeta y el rey, quien no tiene poderes
militares. Es normal, p o r ello, que vean con suspicacia cualquier práctica de adivinación
que puede poner en peligro sus privilegios. Las medidas contra los conflictos familiares y
desviaciones sexuales tratan de salvaguardar la integridad, la arm onía del grupo y la respe­
tabilidad de todos los miembros. La democracia, pues, se lim itaba a este grupo de miem­
bros relativam ente pequeño de la sociedad. O tra conclusión digna de notarse es que la acu­
sación de utopía tantas veces lanzada contra el D euteronom io, debe ser m atizada en vista
de la legislación griega. Tal estado y organización de la sociedad, que el D eut predica, era
posible. N otemos en fin que el autor añade no sólo una amplia bibliografía sino tam bién el
gran Códice de G ortyn en griego y en inglés - C. M IELGO.

R Ö M ER , Thomas- M A CCH I, J.-D aniel- NIHAN, Christophe, Introduction à l’Ancien


Testament (= Le M onde de la Bible, 49). Labor et Fides, G enève 2004,23 x 15,716 pp.

No hace mucho un grupo de profesores de universidades francesas y suizos de lengua


francófona publicaron la introducción al N.T. D e este mismo am biente procede esta volu­
minosa introducción al A.T. E n total son 19 los colaboradores, pertenecientes a diversas
confesiones cristianas. La estructura es la que se podía esperar. D e cada libro se expone su
coherencia interna, historia de la composición y contexto histórico en que surgió.
C oncretam ente los tem as tratados en cada libro son las siguientes: contenido, plan y estruc­
tura; autores y redactores del mismo; circunstancias históricas de su origen; m ateriales uti­
lizados, destinatarios y qué pretende decir. O tra cualidad habitual en esta clase de obras es
reflejar el estado actual de las discusiones. E videntem ente cada autor se inclina por una
opción, pero después de exponer el panoram a de las opiniones existentes. E l estado actual
de lo estudios del A. T. im pide que un autor pueda escribir el libro entero. N adie puede
dom inar las discusiones sobre todos y cada uno de los libros. B uena prueba de ello es el
Pentateuco. Al tem a de su composición se dedican dos capítulos, más tres al G énesis y uno
por cada libro restante. Algo parecido sucede con la historia deuteronom ista. U n capítulo
se dedica a la exposición de esta hipótesis. Igualmente sucede con los profetas. U n prim er
capítulo tra ta sobre los géneros literarios de la literatura profètica y otro sobre la composi­
ción y redacción de los diferentes libros. Como es una introducción interconfesional, se han
incluido en la parte final los libros deuterocanónicos. La bibliografía, bien cuidada, se divi­
de en tres partes: comentarios; algunos estudios que presentan el estado actual de la inves­
tigación y finalm ente los principales estudios sobre cada libro. Sin duda es la m ejor intro­
ducción actualm ente en el mercado. Solam ente la dirigida por E. Zenger en alem án se le
aproxima. Sería deseable que alguna editorial española se atreviera a traducirla, pues es
im prescindible para quien estudie el A. T. y quiera saber qué se escribe sobre esta parte de
la Biblia que esta pasando actualm ente por un estado de inusitada renovación - C. M IE L ­
GO.
582 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

M ILLER, Patrick D., The Way o f the Lord. Essays in Oíd Testament Theology (=
Forschungen zum A lten Testament, 39). M ohr Siebeck, Tübingen, 2004, 24 x 16, X+
341 pp.

Se trata de una colección de ensayos sobre tem as de teología del Antiguo Testamento.
La m ayor parte de ellos ya habían sido publicados anteriorm ente. El autor los distribuye en
tres apartados. Nueve ensayos tratan diversos aspectos del decálogo. Los temas exam ina­
dos son exclusivamente de carácter doctrinal y teológico. El autor no echa mano de la crí­
tica literaria o histórica. D e esta m anera los tem as tienen que ver con el carácter funda­
m ental de los diez mandam ientos, su suficiencia o no como resum en de toda la ética, su
influencia en el resto del A.T., particularm ente del prim er m andam iento en la literatura
deuteronom ista, qué tipo de comunidad pretenden crear estos mandatos, etc. Los siete
siguientes artículos tratan del libro de los salmos. Decimos “libro de los salmos” porque
este es el título de uno de los ensayos. El autor considera que el salterio puede y debe leer­
se como un libro unitario que contiene una teología. Particularm ente los tem as más estu­
diados son la noción de Dios y la antropología presente en el salterio. Finam ente los cinco
ensayos restantes tratan de diversos temas siempre de carácter doctrinal, como el Dios de
los Profetas, el objetivo del D eut, la enseñanza de la Escritura, etc. Todos los artículos son
fáciles de leer, porque la exposición es m etódica y ordenada - C. M IELGO.

CORDES, A riane, Die Asafpsalmen in der Septuaginta. Der griechische Psalter ais Über-
setzung und theologische Zeugnis (= H erders Biblische Studien, 41). H erder, Freiburg,
etc, 24 x 16, 261 pp.

Se llaman “de A saf” los salmos 50, 73-83, porque llevan esta inscripción. El libro que
presentam os estudia la versión de los LXX de estos salmos como traducción y como testi­
monio de la teología y doctrina de los traductores y del am biente en que fue hecha. E l tra­
bajo no es fácil. E sta doctrina propia de los traductores hay que extraerla de aquellos tex­
tos donde el traductor se distancie del texto hebreo, pero con algunas salvedades. Puede ser
que se distancie del texto, porque no lo ha com prendido o lo ha leído mal o el texto hebreo
que m anejaba no era el mismo que hoy tenemos. Estos problem as son los que la autora
trata en la introducción, así como las razones que la han movido a fijarse en estos salmos,
que ciertam ente form an un grupo bastante hom ogéneo; su tem a es entender la catástrofe
de la destrucción de Jerusalén y del templo. La traducción se hace en un mom ento en que
tanto la ciudad de Jerusalén como el tem plo habían sido reconstruidos; la pregunta que se
presenta es cómo los traductores se apropian estos salmos en la nueva situación. E l libro
analiza cada salmo por separado estudiando el texto y su interpretación verso por verso.
Luego se com para con el texto hebreo y se señalan las diferencias lingüísticas y semánticas
y a qué se deben. E n un capítulo final la autora expone sus conclusiones. C uantitativam ente
la traducción es bastante buena y fiel. Cualitativamente, en la elección de palabras y de los
tiempos verbales, en la más o menos equivalencia de los campos semánticos, el traductor
tom a sus libertades. Algunas son explicables por razones filológicas. O tras son conscientes
y aquí es donde se advierte la doctrina propia de la traducción: evitar llamar a Dios con el
nom bre de un elem ento de la naturaleza, como piedra, sol, etc., entusiasmo por Sión y el
templo, im portancia de la ley, insistencia en el monoteísmo, actitud esperanzada hacia el
futuro. E n cuanto el estilo, la autora afirma que es menos torpe de lo que com únm ente se
afirm a.- C. M IELG O.
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 583

LANG, Martin, Goti und Gewalt in der Amosschrift (= Forschung zur Bibel, 102). E chter
Verlag, W ürzburg 2004, 23 x 15,299 pp.

Definiría a este libro como un com entario sincrónico del libro de Amos. E l au to r con­
sidera que debe hacerse una lectura continua, tal como está, como un escrito parcial del
libro de los doce profetas menores. El título se debe a que el autor considera que el tem a
de la violencia de Dios es central. La obra se articula en cuatro partes, m etodológicam ente
muy semejantes. Se ofrece un traducción, en parte propia, con gran atención a la filología,
incluso recurriendo a paralelos extrabíblicos. A parte de este mérito, se estudia detenida­
m ente la estructura y la construcción de la perícopa. Y finalm ente se expone el contenido
doctrinal, resaltando especialm ente el tem a de la violencia divina. E n la prim era parte se
analizan los cap. 1 y 2, que anticipan prácticam ente el contenido del resto de los capítulos.
La culpa es excesiva y la intervención de Dios va a ser violenta no sólo contra los pueblos
vecinos, sino tam bién contra Israel. E n la segunda se exam inan los cap. 3-6, donde el futu­
ro se ve negro; la violencia practicada con los pobres, y la farsa del culto no perm iten otra
salida que el castigo por parte de Dios creador: el terrible día de Yahvé es lo que el pueblo
puede esperar. No obstante, se m antiene la invitación a buscar a Dios. La tercera parte se
ocupa de los cap. 7-9. Las visiones están ordenadas hacia un clímax que culmina en la visión
quinta con la destrucción del tem plo y del altar. El autor señala los paralelismos con el
Éxodo (concretam ente con las plagas). Parece que se asiste a un “anti-éxodo”. Finalm ente
en la segunda parte del cap. 9 habla A mos de la posibilidad de un nuevo comienzo, gracias
al poder creador de Dios. La violencia del hom bre es la que provoca la violencia de Dios,
pero ésta conoce un final: la voluntad de salvar al pueblo. El autor, pues, presenta al p ro ­
feta como un predicador de penitencia que hace consciente al pueblo de la situación lam en­
table en la que está, de los castigos que recibe por parte de Dios y trata de evitar que a los
israelitas les ocurra algo peor. Pero el futuro está lleno de esperanza y la restauración se da
por descontada. El abandono prácticam ente total del m étodo diacrònico y sobre todo, des­
pacharlo como carente de utilidad, resulta llamativo, sobre todo en un libro tan inm erso en
el entram ado social y político como el del profeta A m os - C. M IELGO.

N EU M A N N -G O R SO L K E, Ute, Herrschen in den Grenzen der Schöpfung. Ein Beitrag zur


alttestamentlichen Anthropologie am Beispiel von Psalm 8, Genesis 1 und verwandten
Texten (= W issenschaftliche M onographien zum A lten und N euen Testam ent, 101).
N eukirchener Verlag, N eukirchen-Vluyn 2004, 23 x 15, X I + 405 pp.

Se h a acusado al judeo-cristianism o de ser en parte responsable del deterioro del


medio am biente, porque ha presentado al hom bre como dueño de la naturaleza, de haber
prom ovido una concepción antropocéntrica del mundo, de haber en fin desdivinizado a la
naturaleza y por ello de la falta de respeto hacia ella. Los textos bíblicos incrim inados son
naturalm ente el Sal 8, y G en 1 y otros textos menores. H a habido escrituristas que han res­
pondido a estas acusaciones, afirmando que los verbos hebreos usados para expresar el
dominio del hom bre sobre el naturaleza, no significan exactam ente dom inar en sentido
fuerte, sino proteger o conducir. El libro que presentam os es una tesis voluminosa dedica­
da al exam en de los textos “culpables”. La parte principal tiene tres apartados: los dos pri­
meros analizan prim ero el Sal 8, luego Gen 1. El tercer apartado es una especie de resum en
aportando tam bién el punto de vista de otros textos similares del A. T. El m étodo seguido
en los dos apartados es el mismo: presentación del texto en hebreo y su traducción alem a­
na, crítica textual, estudio de la estructura, composición y género literario, análisis del con-
584 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

texto y finalm ente la exégesis de los textos. E sta parte es detallada; cada térm ino o giro lin­
güístico es analizado extensam ente, citando los textos del resto del A. T. en que ocurren las
palabras con el fin de fijar con precisión el significado de cada una. H ay que alabar la deli­
cadeza de la autora, que al final de cada análisis a veces prolijo de lo textos fija en pocas
frases el resultado de la búsqueda. La conclusión del Sal 8 es la siguiente. E l texto no es pri­
m eram ente antropológico, sino un him no al C reador y Rey. Sólo en dependencia de Dios
puede entenderse el papel del hom bre que es parte de la creación. Lo propio del salmo es
señalar que el hom bre tiene un lugar especial en el mundo creado, pero su poder está limi­
tado por el poder de Dios. É ste rodea a Dios de gloria y esplendor, atributos propios del
rey quien participa de la soberanía divina sobre la naturaleza. A hora bien la proclamación
del poder atribuido al rey abraza la práctica de la justicia y la defensa de los pobres y débi­
les. Al extender al hom bre los atributos del rey el dominio no es arbitrario ni despótico.
Parece acertado colocar el salmo como reacción a la postración del exilio. El segundo apar­
tado está dedicado al estudio de G en 1, sobre todo a los dos conceptos más im portantes: El
hom bre como imagen de Dios y a los verbos empleados para exponer el papel del hombre
respecto de los animales: kbsh=someter y rdh=dominar. La exposición es amplia con discu­
siones detalladas sobre los opiniones de otros autores. Piensa que afirm ar que el hom bre es
imagen de Dios no significa que tenga una cualidad por la cual es imagen, sino que es
expresión de una tarea, precisam ente dom inar sobre ellos. Los verbos en im perativo son
explicativos. A m bos hablan de una relación jerárquica, pero no indican violencia, sino
dom inar en general. Tampoco G en 1 es un texto directam ente antropológico. Yahvé es el
protagonista. E l hom bre com parte con los animales el alimento. E stá integrado en la natu­
raleza. Pero tiene un puesto especial. Al hacer al hom bre imagen de Dios le confiere un
carácter regio. Y como la tarea del rey es crear la paz, lo mismo cabe esperar del hombre
respecto de la naturaleza. Bibliografía e índices cierran el volum en escrito con com peten­
cia y mucha dedicación - C. M IELGO.

H ER R M A N N , Wolfram, Theologie des Alten Testaments. Geschichte und Bedeutung des


israelitisch-jüdischen Glaubens. W. Kohlhammer, Stuttgart 2004, 24 x 16, 384 pp.

Como es habitual en todas las Teologías del A. T., la introducción contiene amplias
reflexiones sobre este género literario, sus diferentes orientaciones y enfoques, todo ello
acompañado de amplia bibliografía. U na vez que la teología del A.T. se liberó de ser con­
siderada pura historia de la religión de Israel, varias opiniones surgieron sobre su ámbito,
posibilidad de escribirla, relación con el N. Testamento, etc. A continuación el autor expo­
ne los dos m étodos principales empleados. Señala que a veces se ha optado por hacer una
presentación sistemática de los contenidos. E n este caso las discusiones continúan sobre el
centro del A.T., tem a arduo, sobre el que nunca habrá consenso. N o obstante, las exposi­
ciones por muy diferentes que sean, aportan algo positivo. El otro enfoque es el genético-
histórico, que es el seguido por el autor. La teología, piensa el autor, debe recoger no sólo
palabras sobre Dios, sino toda la fe de un pueblo, que está condicionada históricam ente y
su formulación varía. Por ello la teología del A. T. no debe renunciar a incorporar la histo­
ria de la religión y la antropología, sin olvidar que la fe de ellos es tam bién nuestra fe. A
continuación sigue la exposición dividida en cuatro partes. E n la prim era presenta el subs­
trato cananeo de la religión de Israel y la aparición de Yahvé. E n esta parte son visibles las
nuevas orientaciones más escépticas sobre la historia de Israel. E n la segunda parte el autor
expone el enfrentam iento de Israel con las grandes potencias en cuyo m om ento el campo
de la fe y la personalidad de Yahvé se desarrollan enorm em ente m erced al profetismo. En
E stA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 585

la tercera parte presenta el autor las nuevas formulaciones de la fe provocada por la pérdi­
da de la independencia nacional: cambia el profetismo e Israel escribe la propia historia
pasada. Finalm ente en la cuarta parte el tem a es la orientación de la fe hacia el futuro. La
exposición parece equilibrada; quizá con poca atención a la sabiduría, lo que es norm al en
este tipo de teologías de Israel - C. M IELGO.

K R E U Z E R , Siegfried- LESCH , Jürgen P eter (Hrsg), Im Brennpunkt: Die Septuaginta.


Studien zur Entstehung und Bedeutung der griechischen Bibel. Bd.2 (= B eiträge zur
W issenschaft vom A lten und N euen Testam ent 161). W. Kohlhamm er, Stuttgart 2004,
24 x 15, 287 pp.

Es una colección de artículos sobre la versión de los LXX con motivo de la em presa
puesta en m archa para traducir esta versión al alemán. E l proyecto lleva consigo diversas
preguntas sobre las técnicas textuales filológicas e históricas de la traducción. Este segun­
do volumen, como ya el prim ero, recoge los trabajos presentados en las jornadas dedicadas
a esta em presa tan m eritoria. C uatro son los campos tratados en este volumen. E n prim er
lugar cuatro se dedican a las relaciones históricas, culturales y religiosas entre el helenismo
y judaism o en Egipto. E n el segundo grupo se estudian las propiedades de la traducción de
los LXX, su lenguaje, lexicografía y técnicas de traducción. El tercer grupo se dedica a las
investigaciones españolas sobre el texto antioqueno. El proyecto español consiste en editar
el texto griego de la recensión de Luciano, que estuvo en boga en A ntioquía en el s. IV,
texto publicado en la políglota de Alcalá. Son dos artículos debidos a N. Fernández Marcos,
conocido especialista de los LXX. El cuarto grupo toca aspectos concretos de la traducción
griega de algunos libros en particular - C. M IELGO.

P eterson , Erik, Johannesevangelium und Kanonstudien. Aus dem Nachlass herausge-


geben von Barbara Nichtweifi unter Mitarbeit von Kurt Anglet und Klaus Scholtissek
(Ausgewáhlte Schriften 3), E chter Verlag, W ürzburg 2003, 355 pp.

E sta edición postum a de las clases de E. Peterson sobre Jn es un com entario frag­
m entario del cuarto evangelio: Jn 1,1-7,30 (excepto 4,46-54). Su autor no lo concibió para
ser publicado, sino como apuntes para sus estudiantes de B onn (1927/29). A puntes que tie­
nen vigencia y contribuyen al enriquecim iento de la exégesis bíblica. E n una amplísima
introducción trata los tem as clásicos: género literario (aretología), autoría, lugar y tiempo
de composición, relación de Jn con los sinópticos, la cuestión de las fuentes... Los editores
nos indican la literatura secundaria usada por Peterson. La parte final del libro contiene
unos estudios sobre el canon bíblico procedentes de su época como profesor en Rom a
(1941/42), en los que resalta la im portancia del judaism o para la com prensión de algunos
fenóm enos concretos de la iglesia primitiva. El primer texto, los 12 apóstoles como traden-
tes de la tradición, pensado para un amplio público, está dedicado a los grandes Padres,
desde los apologistas hasta Tertuliano. E l 2o texto trata sobre Papías, quien transm ite un
cuadro m uy distinto de la relación entre la tradición oral y escrita dentro de la iglesia pri­
mitiva. O tro capítulo expone un artículo sobre Cayo de R om a y los alogos. Concluye con
una peq ueña miscelánea sobre el tem a “espíritu y logos en los Padres de la Iglesia”. Según
nuestro autor, Jn fue aceptado en el canon no por causa de la tradición, sino por la recep­
ción. Ya que una recepción intraeclesial presupone una decisión libre, entonces Jn debía ser
586 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

reconocido tanto inspirado como escrito por una persona de los tiempos apostólicos, y
piensa en el hijo del Zebedeo. Peterson rechaza los influjos mándeos en Jn y considera que
la aparición de Jn y su aceptación en un canon con 4 evangelios, se debió a una creación
antignóstica de la iglesia.
E. Peterson es un pensador e investigador cuya obra ha sido redescubierta en los últi­
mos años. Tanto la exégesis (Jn 1-7) como su amplia introducción m uestran a Peterson
como un teólogo independiente y preciso, a la vez que original y en ocasiones en contra del
consenso. E l autor redescubre el valor histórico del evangelio de Jn. Es conocedor de la
literatura neotestam entaria, apócrifa y patrística. La interpretación de Jn realizada por
Peterson perm anece enriquecedora, especialm ente sus reflexiones teológicas sobre el
canon, las consideraciones herm enéuticas e implicaciones de su interpretación de la escri­
tura, el uso y conocimiento de los testimonios de la iglesia primitiva, su interpretación esca-
tológica de im pronta personal de la teología joánica. La edición está bien presentada, aun­
que existe algún error tipográfico m enor (pág LII, Anm. 77: Hans-Joachim K lauck).- D. A.
C IN EIRA .

KLAUCK, Hans-Josef, Religión und Gesellschaft im frühen Christentum (Wissenschaftliche


U ntersuchungen zum N euen Testam ent, 152), M ohr Siebeck, Tübingen 2003, 23,5 x
15,5, 459 pp.

El libro es una recopilación de 16 artículos escritos por el Prof. Klauck durante el perí­
odo en que fue profesor ordinario de exégesis de NT en las universidades de W ürzburg y
Munich. En la actualidad es Prof. en Chicago. Algunos artículos no habían sido publicados
hasta la actualidad y otros eran difíciles de acceder a ellos, por lo que han sido puestos a
disposición del gran público después de haber sido sometidos a una revisión exhaustiva y,
en ocasiones, su autor ha modificado la perspectiva u objetivo original. El prim er trabajo
ha sido compuesto ad hoc para este libro a modo de introducción y quiere ser el horizonte
general para entender el resto de los artículos. Se centra en las nuevas discusiones sobre el
panteísmo, el m onoteísmo y el politeísmo, una reflexión sobre la teología greco-rom ana y
bíblica. Todos los artículos tienen como característica común el uso de la m etodología: el
ám bito de la historia de la religión desde una perspectiva histórico-social.
Los artículos están organizados en los siguientes epígrafes: La prim era sección contie­
ne dos artículos, “El pecado y el perdón de los pecados: inscripciones de confesiones de
Asia M enor y el N T ” o “El pecado y su perdón en el N T”. El segundo epígrafe gira en
torno a los discursos extáticos, donde se analiza el fenóm eno de la glosolalia en el m undo
circundante del NT, así como el carisma de los discursos inteligibles de 1 Cor 14.3o: Los cul­
tos mistéricos y la cena del Señor, donde com para los cultos mistéricos y el cristianismo pri­
mitivo, m ientras que otro artículo analiza la cena del Señor según la tradición paulina (IC o r
10-12). 4o: Pueblo de Dios y comunidad: los tem erosos de Dios en el Magníficat,
“Comunidad y sociedad en el cristianismo primitivo: ¿un modelo para el futuro?”. E l quin­
to grupo de artículos está dedicado a la crítica bíblica sobre el culto a los señores y al em pe­
rador. Es un tem a que el autor ya ha profundizado en otros libros, así como en sus clases.
E ste apartado consta de 3 artículos: “La crítica a los potentados en H ech 12,20-23”, el tema
de “N erón redivivus y el A p ” y “Diversas representaciones del niño dios”. U n sexto apar­
tado estudia la recopilación de cartas en la correspondencia de Cicerón. El último grupo de
artículos, con el título de “exégesis e iglesia”, m uestra que la exégesis realizada con pre­
tensiones científicas y en el contexto académico, no excluye de ningún modo la responsa­
bilidad teológica y eclesial, sino que por el contrario puede servir como acom pañam iento
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 587

crítico. En esta sección nos encontram os con un artículo, “D ebate sobre la justificación:
Pablo, Santiago y M artín L u tero ” que se público en prim er lugar en castellano en la revis­
ta Carthaginensia, por lo que sería el prim er artículo completo de este autor alem án en cas­
tellano. O tro artículo está dedicado a presentar la exégesis de N T en ám bito católico desde
el Vaticano I al Vaticano II. E l libro concluye con un comentario, que en su día tuvo amplia
difusión en ámbito alemán, sobre el docum ento de la pontificia comisión bíblica y la inter­
pretación de la Biblia de 1993.
Como es norm al en este tipo de libros, recopilación de artículos concebidos para ser
publicados independientem ente, no se ve el hilo de unión entre ellos, a pesar de su agru­
pación en diversos epígrafes. No obstante, estos artículos se caracterizan por su profundi­
dad, seriedad, cientificidad y sus sopesadas conclusiones, como toda la obra de este profe­
sor. El autor es gran conocedor del mundo y de las fuentes greco-romanas, las cuales pue­
den iluminar a entender algunos textos del NT dentro de su am biente helenista. E ste infa­
tigable autor y profesor, sin lugar a dudas uno de los más reconocidos exégetas católicos de
NT de ámbito alemán, perm anece siendo un desconocido para los lectores de lengua cas­
tellana. Esperem os que pronto podam os ver alguno de sus libros traducidos al c astellan o -
D. A. C IN EIRA .

TR E B IL C O , Paul, The Early Christians in Ephesus fro m Paul to Ignatius (W UNT, 166),
M ohr Siebeck, Tübingen 2004, 23 x 16, 826 pp.

La im portancia de A sia M enor en la vida de la iglesia de los prim eros siglos es incues­
tionable y la vida de los prim eros cristianos en Éfeso aportará una buena visión sobre el
cristianismo antiguo en general. El contexto para esta investigación es la historia y el signi­
ficado de Éfeso y de su vida religiosa, incluyendo su comunidad judía en el siglo I desde las
fuentes arqueológicas y literarias (cap. 1). A tención especial dedicará a los documentos
relacionados con los cristianos de Éfeso y si su información es fiable. A sí la carta a los efe-
sios no es una fuente fiable, porque el epígrafe “a los efesios” no form aba parte del texto
original. El objetivo del libro es doble: a) una tarea descriptiva: delinear o esbozar lo que
las fuentes dicen a cerca de la actividad y vida de los prim eros cristianos en Éfeso por lo
que se analizará la presencia y misión de Pablo según es presentada en las cartas y en
Hechos. E n la segunda parte discutirá las cartas pastorales, las cartas joánicas y Ap.
R elaciona estos documentos con Éfeso y los data, con el objetivo de constatar el desarro­
llo o los cambios producidos dentro de la comunidad en diversas épocas. El segundo obje­
tivo es dem ostrar que exceptuando en un prim er momento, en la ciudad siempre existieron
diversos grupos, de los que se describen algunas facetas. Para ello considera que las cartas
pastorales y las cartas joánicas no están dirigidas al mismo grupo de cristianos, sino a dife­
rentes lectores. Trebilco ha intentado delim itar la naturaleza de los diversos grupos. Analiza
algunos aspectos claves de la vida de la comunidad a la que el Pastor se dirige y a la que
escribió 1-3 Jn respecto a sus actitudes frente al mundo externo, los bienes m ateriales, el
uso que hacen de ellos, la estructura de liderazgo, la concepción de la autoridad, la posición
de la m ujer y los términos usados como etiquetas para autodenom inarse. La descripción de
las actitudes evidencian una diversidad dentro del cristianismo primitivo en Éfeso. Estas
cuestiones vienen estudiadas en la 3 parte. Estos tem as ofrecen la posibilidad a nuestro
autor p a ra describir la vida de dichas comunidades.
A l final de la misión paulina, la comunidad paulina estaba bien establecida y existía
diversidad de tendencias dentro de la comunidad. E n el 55 la m ayor parte de los cristianos
en É feso eran paulinos, aunque no todos debían su lealtad a Pablo. La 2a y 3a parte estu-
588 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

dian la evolución de la comunidad entre los años 80 y 100. Existían diferentes grupos que
se consideraban ellos mismos cristianos: el grupo paulino (pastorales), el grupo joánico (a
los que se dirigían 1-3 Jn), los adversarios del Pastor (1 y 2 Tim), que form aban probable­
m ente un grupo separado, los secesionistas que abandonaron la comunidad mencionados
en 1 Jn, y los Nicolaítas de A p 2. Los destinatarios de las cartas pastorales y de las epísto­
las joánicas no eran antagonistas, sino que se consideraban parte de un amplio movimien­
to, aunque querían m antener y conservar la integridad de sus grupos separados. La 4a parte
esta dedicada a la época posterior: Juan, el visionario en el A p e Ignacio se dirigen a todos
los cristianos de la ciudad por lo que no existía en Éfeso una comunidad de Jn del Ap.
Ignacio intentará unificar las distintas facciones cristianas de la ciudad. En esa época exis­
tía un grupo cristiano de docetistas, surgido del desarrollo de los secesionistas joánicos de
1-2 Jn, aunque Ignacio no se dirige a ellos en sus cartas.
El libro m uestra la diversidad de grupos cristianos de la primitiva comunidad de Éfeso
con sus características determinadas. Expone cómo desde la época de las pastorales algu­
nos cristianos propusieron líneas divisorias para excluir a otros que se consideraban a sí
mismos cristianos. E sta es la tendencia que se constata en las pastorales, en las cartas jo á ­
nicas, en el A p y en Ignacio. A sí la vida de la comunidad se caracterizó por los conflictos
internos y la presencia de diferentes tendencias de la fe cristiana. Pero no todo era división
y conflicto. A unque no existía unidad, habría un sentido de corporativismo, en el sentido de
querer preservar su propia identidad distinta, pero deseosos de conocer la pretensión de
validez de otros grupos que componían el cristianismo. Sin lugar a dudas, este estudio p ro ­
fundiza y arroja luz sobre las primitivas comunidades cristianas. E stá muy bien docum en­
tado y ha em pleado gran cantidad de bibliografía, documentos, fuentes.- D. A. C IN EIRA .

D U R R W EL L , Francois-Xavier, Cristo nuestra Pascua, Ciudad Nueva, M adrid 2003, 22 x


14,5,181 pp.

E ste gran autor ha subrayado en diversos escritos la im portancia de la resurrección de


Jesucristo y del Espíritu Santo dentro de la teología cristiana. El libro intenta ser una
m em oria de su pensam iento. Frente a una teología que incidió excesivamente en la m uer­
te de Jesús entendida ésta de forma expiatoria, nuestro autor subraya repetidam ente que la
m uerte redentora form a parte de la predicación primitiva. Capital es, sí, su papel; pero ais­
lada o sin relación con la resurrección. Por tanto, se debe ver la resurrección como punto
central del evento salvífico. Jesús resucitado es el fundam ento de toda existencia cristiana
y de la Iglesia. Interpreta el significado de la m uerte de Jesús dentro del plan salvífico de
Dios. La m uerte de Jesús es filial, pascual, un paso desde el m undo al Padre. Y es m uerte
salvífica ante todo por el Padre, quien a través de la vida y la m uerte engendra a Jesús, dán­
dole un obedecer, un asentir a su beneplácito y un m orir hacia el Padre. La m uerte adquie­
re sentido por la acción glorificadora. É sta es la acción primordial. Para la teología, ella
debe ser el punto de partida de su reflexión. D e esta forma se superará el carácter juridi-
cista de tantas teologías en boga durante tanto tiem po para pasar a una de carácter perso­
nalista. Para las denom inadas teologías juridicistas, el pecado a reparar constituye el punto
de partida, m ientras que en esta visión personalista el verdadero punto de partida es el mis­
terio propio de la resurrección. Todo el libro pretende m atizar y confirm ar dichas ideas. Me
parece acertada la insistencia del autor en vincular la m uerte a la resurrección de las que
form an un único misterio, pero a veces exagera aspectos de la interpretación juridicista que
hicieron algunas teologías de la m uerte expiatoria de Jesús. - D. A. C IN EIRA .
E stA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 589

W EIHS, A lexander, Die Deutung des Todes Jesu im Markusevangelium. Eine exegetische
Studie zu den Leidens- undAuferstehungsansagen, (FzB 99), E chter Verlag, W ürzburg
2003,23 x 15, 668 pp.

El libro es una tesis doctoral presentada en la universidad de Bochum. E l punto de


partida del estudio lo constituye el análisis exegético de los 3 anuncios de Me sobre el sufri­
m iento (Me 8,27-33; 9,30-32 y 10,32-34), su motivación teológica y su significado específico
para todo el evangelio. Así se obtiene una visión general de la com prensión m arquiana del
sufrim iento y de la m uerte de Jesús. El autor divide su trabajo en los siguientes apartados:
A ) preparación teológica general para la tem ática exegética, donde presenta una reflexión
de los problem as de teología fundam ental basándose en los testimonios más im portantes
de la teología actual. B) La parte central del libro está dedicada al examen exegético de los
textos, situados éstos en el horizonte del conjunto del evangelio. D esarrolla un análisis sin­
crónico de la tem ática de la m uerte en Me. Presenta una visión de la investigación actual
sobre el significado de la m uerte en Me en general, y el significado de la teología de la
pasión en particular. E n la parte 3a expone el análisis detallado de los anuncios de la pasión
y resurrección, así como su significado. O tra sección está dedicada a evaluar los resultados
del análisis exegético dentro del conjunto de la teología de la pasión de Me: la posición, el
perfil y las posibles interpretaciones teológicas de la necesidad divina de la m uerte de Jesús,
de la autoentrega de Jesús, de los profetas perseguidos, motivos todos ellos que Me integra
en su visión de la m uerte de Jesús.
Finalmente, la conclusión retom a el tem a teológico de la m uerte de Jesús y evalúa sus
implicaciones a la luz de la comprensión m arquiana del sufrim iento y m uerte de Jesús. La
entrega, la pasión y la cruz m uestran no sólo el am or del Padre hacia el Hijo y del H ijo hacia
el Padre, sino que pone el énfasis en la comunión de am or hacia los hombres. N o sólo la
m uerte de Jesús, sino su envío y toda su actuación terrena tienen para Me una cualidad sal-
vífica. La m uerte representativa de Jesús constituye para Me en este contexto el punto cen­
tral de la misión de Jesús para la llegada del R eino de Dios y p ara la salvación del hombre.
El au to r propone en este libro una exégesis integradora, sobre cuya base se ilumina no sólo
la especial posibilidad de expresión de la teología de la expiación y de la teología de la sus­
titución como rasgos destacados de la soteriología de Me sino que se hace visible en su fruc­
tífera interacción con otras interpretaciones teológicas de la pasión - D A . C IN EIR A .

M E IßN E R , Joachim, Das Kommen der Herrlichkeit. Eine Neuinterpretation von Röm 8,14-
30 (Forschung zur Bibel, Band 100), E chter Verlag, W ürzburg 2003, 23 x 15, 422 pp.

Tesis presentada en Escuela Superior de Teología de los Jesuítas de Sankt G eorgen en


Francfort. Su título anuncia una nueva interpretación de R om 8,14-30. H asta ahora los
estudios dedicados a este texto estaban orientados a la historia de la tradición o eran de
orientación teológica, o analizaban algún aspecto específico del texto (la eclesiología o la
filiación). Los comentarios se caracterizan por diferir entre ellos, no sólo en detalles sino
fundam entalm ente en la intención. Interpretando el térm ino OOTeK8é%ec0ai del v. 23 como
“esp erar”, se ha presentado siempre una interpretación escatológico-futura de la filiación,
de la liberación del cuerpo y de la gloria. Pero habría que preguntarse si para Pablo se ha
iniciado o irrum pido ya un nuevo eón, aunque no en su plenitud.
C om o prem isa para su exégesis, M eißner cree que om£K8é%eo0ai es preferible trad u ­
cirlo con la acepción de “aceptar, recibir”, por lo que la interpretación del texto cambia
totalm ente, pues en este caso, la creación recibe la revelación y los creyentes la liberación
590 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

del cuerpo. A ello está dedicado el prim er capítulo. Por tanto se indica que se ha concedi­
do a los creyentes la gloria (v. 30) y la filiación (v.15). La liberación del cuerpo sería un
acontecimiento presente y la gloria una magnitud actual. La dim ensión presente de la glo­
ria se apoya en 2 Cor 3,18. A su vez, Pablo habla de la transform ación del cuerpo en Rom
8,11; 1 Cor 15,35-53; 2 Cor 5,1-10; Fil 3,21. D ado que algunos autores (B aum ert y
Schneider) ya han interpretado 2 Cor 5,1-9 y 1 Cor 15,35-53 en este sentido, nuestro autor
se centra en el resto de los pasajes. Especial atención dedica a Rom 8,11 dentro del con­
texto argum entativo de la carta. D ada la im portancia de la estructura de la carta para
entender el proceso argum entativo paulino, dedicará el 2o capítulo a esta cuestión. El capí­
tulo 3o está centrado en el estudio de Rom 8,10-13. Puestos estos preámbulos, inicia el estu­
dio exegético desde esta nueva perspectiva. Esto perm ite una interpretación más sencilla y
m uestra de forma ilum inadora el razonam iento y estructura de Rom. El autor postula un
m étodo no centrado tanto en la descripción e interpretación del texto, lo cual ya se puede
obtener en otros comentarios, sino se trata de una nueva com prensión fundam ental, es
decir, la búsqueda del sentido literal bajo unos nuevos presupuestos metódicos. Son im por­
tantes las consideraciones semánticas que hace. La tesis con su nueva interpretación del
texto m uestra la argum entación lógica del pensam iento paulino: los creyentes son hijos de
Dios. En Cristo son los creyentes herederos. E l presupuesto para ser hijos y herederos es el
co-sufrimiento, camino éste para la gloria - D. A. C IN EIRA .

R A D L , Walter, Das Evangelium nach Lukas. Kommentar. Erster Teil: 1,1-9,50, H erder,
Freiburg i. B. 2003, 24 x 17, 656 pp.

La editorial H erder presenta un gran com entario sobre el Ev. de Lucas, el cual quiere
seguir los pasos y m ejorar el realizado por H. Schürmann. W alter Radl, profesor de N T en
la universidad de Augsburg, ya está familiarizado con el estudio del Ev. de Lucas. E n 1996
publicó en la misma editorial un com entario a los dos prim eros capítulos de Le (D er
U rsprung Jesu), libro que en su día ya fue com entado en esta revista. A hora sale a la luz el
prim er volumen de esta magnífica obra, Le 1,1-9,50.
En una breve introducción analiza los temas clásicos: el texto, la lengua y estilo, el
autor o compositor, las circunstancias de composición, las fuentes, la redacción, el género
literario, la intención teológico del evangelio y la estructura. Prosigue el com entario pro­
piam ente dicho. É ste está estructurado de la siguiente forma: D entro de cada perícopa o
pasaje comienza con una traducción del texto. C ontinúa con un apartado dedicado a infor­
m ar del estilo, estructura del texto, construcción, género literario y especial atención dedi­
ca a la procedencia del m aterial y de los términos o conceptos característicos del texto, com­
parándolos con los paralelos o influencias posibles del AT, del NT o de escritos greco-
romanos. O tro apartado está centrado en el análisis exegético versículo por versículo con
el objetivo de aclarar el texto. Las notas a pie de página ofrecen una amplia información
procedente de la literatura judía o de la literatura clásica para esclarecer la interpretación.
La tercera parte del com entario está dedicado a considerar el pasaje en cuestión dentro de
la m acroestructrua del evangelio y relaciona la perícopa con el resto del evangelio, tam bién
a nivel teológico. Finaliza con la aportación de literatura secundaria más específica para
profundizar en la perícopa. E l libro contiene además dos apéndices dedicados: a) el amor
a los enemigos en el m undo circundante del NT y b) la renuncia a la sublevación, a la re­
vancha y al derecho en el entorno del NT. El comentario constituye una valiosa ayuda para
la comprensión del Ev. de Lucas y destaca por sus nuevas perspectivas de comprensión
del texto así como por la claridad de su presentación. Esperem os que el autor nos presen-
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 591

te pronto el segundo volumen y que el lector español pueda tener acceso a él - D. A.


CIN EIRA .

FE R R A R IS, Maurizio, La Hermenéutica, Ediciones Cristiandad, M adrid 2004,17,5 x 10,5,


182 pp.

La herm enéutica es una ciencia siempre antigua y siempre nueva. Tradicionalm ente se
circunscribía a los estudios bíblicos y filosóficos, pero en el siglo XX ha ampliado su visión
a todos los ámbitos: teoría de la literatura... El autor presenta una visión y descripción redu­
cida de la historia de la herm enéutica. Las diversas corrientes herm enéuticas han fallado
frecuentem ente en un m arcado juicio de futuro; son esbozos inacabados que solo a la luz
de una trayectoria pueden encontrar su verdadero sentido. Por eso discute algunos aspec­
tos como el de la universalidad, la relación praxis e interpretación natural, las codificacio­
nes herm enéuticas especiales. La interpretación se considera de muchos modos. Para la
herm enéutica, el problem a no es tanto ver lo que hay sino más bien señalar que, detrás de
lo que parece evidente, hay algo oscuro o, al menos, oculto. El objetivo de la herm enéutica
sería la comprensión, la creación de visiones del mundo. El libro propone al final una serie
de lecturas de autores im portantes dentro de los estudios herm enéuticos con el objetivo de
profundizar. Tal vez por la pretendida brevedad de la obra, algunos epígrafes parecen estar
desconectados con los anteriores; faltaría una línea expositiva más clara para las personas
que no tengan conocimientos previos de la materia. -D . A . C IN EIR A .

PU IG V ER T, Pedro (ed.), ¿Cómo llegó la Biblia hasta nosotros? (^H erm enéutica y
Exégesis 1). Editorial Clie - U nión Bíblica, Terrassa 1999, 23 x 14, 268 p.

El libro es fruto de una serie de conferencias organizadas por la U nión Bíblica de


Cataluña en diversas iglesias de Barcelona. El objetivo de las ponencias era divulgar entre
las personas de todas las edades aspectos esenciales y fundam entales de la composición de
la Biblia. Por tanto trata tem as estudiados norm alm ente en Introducción a la Sagrada
Escritura: la formación de canon, la documentación, versiones, textos, la inspiración... En
concreto, David Estrada presenta la transmisión de los docum entos del AT y del NT. David
B urt responde a la cuestión de si nos podem os fiar del NT. José G rau analiza la cuestión
fundam ental de la relación de Revelación, la inspiración y el Canon de la Escrituras. O tros
dos ponencias se centran sobre las traducciones de la Biblia realizadas por Pedro Puigvert
y Pablo E. Le More. También se incluye una presentación de los descubrimientos de
Q um ran realizada por José O ’Callaghan, centrándose en su teoría de la relación del frag­
m ento 7Q5 con el evangelio de Me 6,52.53. La mayor parte de los conferenciantes son p ro ­
testantes por lo que no es de extrañar que la exposición del tem a de la Tradición y Escritura
no coincida totalm ente con las teorías propuestas por los católicos. E sta obra divulgativa
está dirigida a la formación bíblica de los lectores y puede ser una herram ienta de trabajo
para acercarnos a las fuentes de nuestra fe y com prender m ejor la dimensión hum ana y teo ­
lógica de la Biblia - D. A. C IN EIRA .
592 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

Teología

G O N Z Á L E Z D E C A R D E D A L , Olegario, Dios (=Verdad e Im agen 165), Sígueme,


Salamanca 2004,21 x 13,5, 350 pp.

Hay palabras que se im ponen al paso del tiempo. U na de ellas es “D ios”. A pesar de
los vaticinios (incluso teológicos) de que con la m odernidad este térm ino desaparecería
como un vestigio de las sociedades prem odernas, contra todo pronóstico esta palabra sigue
existiendo. Porque la realidad que encierra form a parte de la condición hum ana. Temía
R ahner que el día en que esta palabra dejara de ser significativa, el hom bre dejaría de ser
hom bre para convertirse tan sólo en un “animal ingenioso”. Pero parece que podem os des­
terrar definitivam ente tan malos presagios.
Es la palabra más vilipendiada, sí; pero tam bién la más necesaria, la más “santa”. El
autor la repropone “con tem or y tem blor” para dar título a esta publicación que intenta
quitarle el polvo, o mejor, como quería M. Buber, “levantarla del polvo”. E n ella quiere
expresar, ante todo, el asom bro del creyente y del teólogo ante Dios porque “a Dios hay
que invocarle antes de pensar sobre él, hablarle a él antes de hablar acerca de él”.Aunque
Dios nunca ha sido una pura evidencia (desde la experiencia hum ana hay tan buenas razo­
nes para no creer como para hacerlo), la situación en que se pronuncia el discurso sobre
Dios ha cambiado radicalm ente a partir de la m odernidad. E n la antigüedad la vida en su
conjunto era vivida bajo el dominio de lo sagrado, algo equivalente a la noción de “ser”
para el pensam iento occidental. La realidad de Dios era incuestionable. Hoy a comienzos
del s. XXI el contexto es otro.
Dios, ¿es una pregunta o es una respuesta? Si es una pregunta, ¿quién la hace: Dios al
hom bre o el hom bre a Dios? Y si es una respuesta, ¿a qué pregunta responde? D ice el
autor que la historia de la cultura de Occidente es la suma de las preguntas hum anas a Dios
(filosofía) y de las preguntas divinas al hom bre (Biblia). Según él, lo im portante no es si
nosotros preguntam os a Dios; lo decisivo es si Dios nos pregunta a nosotros. “Sobre lo que
no podem os hablar, debem os callar” pero entre el hablar y el callar está el escuchar. La
afirmación bíblica clave es que Dios nos precede siempre en la palabra y en la pregunta. La
Biblia no es el libro del deseo hum ano de Dios, sino del deseo divino del hombre. El libro
que relata la historia de un Dios que sale al encuentro de un hom bre que no le buscaba, de
un Dios que respondía cuando no preguntaban por él (cf. Is 65,1-2; Rm 10,20-21). Cristo es
el lugar personal donde Dios nos busca y nos encuentra. Por eso es al mismo tiem po el lugar
suprem o donde podem os encontrar a Dios. Porque de Dios sólo habla bien Dios (B.
Pascal). S. Agustín sabía que sólo si Dios nos busca lo encontrarem os y sólo si se revela lo
reconoceremos, si queremos. Porque sólo hay Dios para quien quiere que haya Dios y le
quiere. La obra comienza y term ina con las citas de dos oraciones agustinianas (C o n f 1,1,1;
D e Trin 15,28). Es un recorrido lleno de erudición, pero que quiere ser antes que nada un
testim onio agradecido ante Dios. Por eso el título del cap. 1 (“Dios m ío”) recuerda que la
actitud prim ordial ante Dios está hecha de invocación y adoración. El discurso teológico, la
palabra sobre Dios, es siempre palabra “segunda” respecto al discurso doxológico. E l cap.
2 (“Dios divino”) analiza las posibilidades del pensam iento y del lenguaje sobre Dios a lo
largo del siglo pasado y en los albores del presente. Dios está ahí antes y después del hom ­
bre. No es una invención hum ana, una m era proyección de sus aspiraciones o el rem edio
frente a la muerte. Dios hum anado y el hom bre divinizado, unidos “sin confusión, ni m ez­
cla; sin separación, ni división”. En el cap. 3 (“Dios real”) se plantea el problem a teologal
del hombre. A ntes de pasar a ser objeto de conocimiento, la realidad de Dios se propone
E stA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 593

como la cuestión del hombre. Sólo después la persona se posiciona ante “la ultim idad de lo
real” (X. Zubiri) desde la fe, la duda o la increencia. Tanto la posición teísta como la atea
sólo son posibles inscritas dentro de esa dimensión teologal. Por último, a p artir de la afir­
mación creyente, en un tercer mom ento, surge la pregunta teológica: el problem a de deter­
m inar en qué Dios se afirma creer. El último capítulo (“Dios histórico”) presenta la res­
puesta del cristianismo más allá de la metafísica y de la naturaleza. Se trata del Dios de los
patriarcas, del Dios de la prom esa y de la alianza, el Dios de Jesucristo, un Dios de vivos,
con tiempo y historia para los hombres. E n un esfuerzo por recapitular lo expuesto, la
“Reflexión final” del autor sintetiza los presupuestos del pensar a Dios, el alcance de la
palabra hum ana sobre Dios y la situación del hombre preguntado por Dios.
Es un libro concebido con gran honestidad intelectual. Por un lado, no deja lugar a
dudas de la incapacidad del ser hum ano por conocer a un Dios que sim ultáneam ente se nos
escapa y nos pertenece, que es A bsoluto y es persona, transcendente e histórico, que se
revela ocultándose, que es om nipotente y no evita el mal. Por otro, está escrito desde la
condición creyente de quien no ve el cristianismo como una doctrina, sino como una exis­
tencia, radicalm ente real y concreta, más allá de toda reflexión filosófica o teológica - R.
SALA.

M U R A , G aspare (Ed.), II fondam entalismo religioso. Contributi p er il discernimento (=


E untes Docete. N ova Series LVI), UUP, Roma 2003, 24 x 17, 268 pp.

La revista de la Pontificia U niversidad U rbaniana aborda en este núm ero m onográfi­


co el tem a del fundam entalism o religioso. Si bien los expertos examinan la cuestión desde
diversas perspectivas (filosóficas, teológicas e históricas), todas ellas se integran y comple­
tan para presentar una visión de conjunto. No en vano com parten un mismo objetivo: todos
los estudios tratan de profundizar en las características em ergentes de este fenóm eno y de
m ostrar sus implicaciones para la Iglesia y para la evangelización en el contexto actual. Por
eso el planteam iento de fondo del volum en es intencionadam ente teológico.
A m enudo se suele asociar el “fundamentalismo religioso” a la idea de intolerancia e
incluso de violencia política. A sí se ha ido abriendo paso una m entalidad común que pone
bajo sospecha cualquier realidad religiosa como potencialm ente “fundam entalista”. Se trata
de un extendido prejuicio que los trabajos de este volumen tratan de corregir y aclarar.
D esde el punto de vista histórico, el térm ino “fundam entalism o” nace a lo largo del s.
XIX en ambientes protestantes americanos, en concreto en el seno de las iglesias pente-
costales y bautistas del sur de EE.U U . Inicialmente surge como un movimiento de reacción
contra la exégesis de la teología liberal en nombre de una interpretación literal de la
Escritura, y frente a su tendencia a entrar en diálogo con la ciencia y la cultura modernas.
E n el ám bito de la Iglesia católica se pueden rastrear huellas de fundam entalism o tanto en
el período de la crisis m odernista como en el inm ediato postconcilio. Sin embargo, hoy esta
noción se ha alargado poderosam ente para abrazar com portam ientos e ideologías varias,
muy cercanas al integrismo. E n un tiem po como el presente caracterizado por grandes cam­
bios acelerados, la necesidad de seguridad se hace sentir todavía con m ayor intensidad. La
m entalidad fundam entalista representa la respuesta aberrante a esa legítima exigencia y se
reconoce fácilmente por su propensión a poner en el mismo plano lo principal y lo secun­
dario, dando un valor desproporcionado a elementos marginales. E n este contexto se sitúa,
por ejemplo, el fundam entalism o islámico actual. Los artículos están agrupados en tres sec­
ciones. E n la prim era se sientan algunas premisas para enfocar adecuadam ente el tem a. La
sección m ás amplia contiene el análisis histórico de los fundam entalism os presentes en cada
594 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

tradición religiosa (cristiana, judía, musulmana, hinduista). E n la última sección se presen­


tan algunas contribuciones útiles para discernir el fenóm eno (subtítulo) y se ofrecen pau­
tas concretas de acción.- R. SALA.

N ITSCH E, B ernhard, Endlichkeit und Freiheit. Studien zu einer transzendentalen Theologie


im Kontext der Spätmoderne ( - Religion in der M oderne, Bd. 8), Echter, W ürzburg
2003, 23 x 15,455 pp.

¿Hay todavía espacio para una teología transcendental en el contexto de la m oder­


nidad tardía? ¿En qué condiciones o bajo qué presupuestos? Son las cuestiones a las que
trata de dar respuesta la tesis de este libro. B. Nitsche es un aventajado estudioso de for­
mación rahneriana y profesor asistente de Teología Dogm ática e Historia de los Dogmas
en la Universidad de Tubinga. La obra está estructurada en dos partes. La prim era
(“Religion in transzendentalen Perspektiven”) contiene un amplio estudio de filosofía de
la religión. Para situar la m ateria el autor entra en diálogo con los representantes más des­
tacados de las diversas corrientes del pensam iento m oderno y postmoderno. La introduc­
ción pasa revista a la incidencia actual del fenóm eno religioso. Se constata como en los p ro ­
cesos de secularización y de renacim iento de la religiosidad se asiste a la conversión de la
religión en tem a sociológico y, por otra parte, al redescubrim iento de la religión como tema
de la reflexión filosófica. Dos influyentes escuelas contem poráneas centran la atención de
los caps. 2 y 3: la de Frankfurt (T. W. A dorno) y el estructuralismo (M. Foucault). Los
siguientes capítulos recorren, respectivamente, los tem as propios del llamado “pensam ien­
to débil” (fin de los meta-relatos, la estética como “prim era filosofía”, etc.) en algunos de
los precursores del fin de la m odernidad (J.F. Lyotard, L. Ferry, J. D errida) y las m odernas
teorías de la comunicación (K.O. Apel, W. Kulhmann. J. H aberm as). Ya desde el punto de
vista de la teología fundam ental, com pletan el panoram a las reflexiones sobre “la cuestión
de Dios en el contexto de la libertad transcendental” (H. Krings y H.M. Baum gartner) y
sobre “la rehabilitación de la interpretación especulativa de la vida consciente” (D.
H enrich). El cap. 8, finalmente, hace un balance sistemático de los resultados del análisis
precedente para sentar las bases metodológicas y de los contenidos de una teología trans­
cendental de la libertad válida en la actualidad.
Los dos prim eros capítulos de la segunda p arte del libro (“B austeine und
Positionsbestim mungen”) discuten sucesivamente la metafísica del conocimiento y la posi­
bilidad de postular racionalm ente la noción de Dios en las concepciones de J. M aréchal y
K. R ahner (cap. 9), y la problem ática de una teología de la libertad a la luz de la crítica de
R. Schaefflers al planteam iento trascendental de R ahner (cap. 10). Por último, el capítulo
conclusivo enuncia en tres tesis las claves de una doctrina trascendental de la libertad repa­
sando los principales tratados teológicos (Creación, Gracia, Cristología y Trinidad). Desde
esta perspectiva se perfila una nueva articulación de los binomios creación-redención, n atu­
raleza-gracia, logos-espíritu y finitud-libertad en el actual discurso teológico. Se ofrece un
cuadro con el esquem a conclusivo y una amplia bibliografía - R. SALA.

O G L IA R I, D onato, Gratia et certamen. The relationship between grace and free will in the
discussion o f Augustine with the so-called semipelagians. University Press, Leuven
2003, 24 x 16, 468 pp.
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U n tem a mayor de la antropología teológica del obispo de san A gustín es el de la gra­


cia y de m odo especial, el de su relación con el libre albedrío y la libertad del hombre. Y
hay que añadir que es igualmente tem a m ayor de la investigación actual sobre el santo,
como lo m uestran los abundantes y extensos estudios han aparecido en los últim os tiempos.
Baste citar a autores como G reshake, Grossi, Flash, M arafiotti, Drecoll, Lósl, Lettieri,
H om bert, Taranto, etc.
La presente obra estudia el tem a, bien especificado en el título, dentro de unos límites
precisos de tiem po y lugar: la controversia sostenida por los monjes de A drum eto y
M arsella contra la doctrina agustiniana de las relaciones entre la gracia y la libertad hum a­
na, m ientras Agustín estuvo en vida. A la segunda etapa, desde el año 430 hasta el concilio
de O range (529), sólo le dedica un breve apéndice como conclusión de la obra. Interés pri­
mario del autor es ofrecer el Sitz im Leben histórico y teológico en que se desarrolló el
debate, de significativa aportación a la teología y cultura occidental, para lo que se sirve de
una m etodología genética.
E l estudio consta de cuatro capítulos, más la conclusión. El prim ero presenta en su
marco histórico y teológico la resistencia de los monjes de A drum eto a las tesis agustinia-
nas con un análisis detallado del dossier de los textos de la controversia. El segundo hace
lo mismo con referencia al “m arsellanism o” en Galia, incluyendo la historia de los orígenes
del movimiento monástico allí. El tercero, titulado “Gracia, libre albedrío y el esfuerzo por
la perfección”, estudia el tem a de la libertad frente al determinism o y fatalismo el mundo
pagano antiguo, el concepto de gracia en la sagrada Escritura, la interacción entre gracia y
libre albedrío en la teología preagustiniana tanto oriental como occidental, el pelagianismo
frente al agustinismo, los elem entos constantes y los factores de desarrollo en el concepto
agustiniano de gracia y libre albedrío, y, por último, el esfuerzo por la perfección: la teolo­
gía “hum anista” de Casiano frente a la teología de la gracia de Agustín. E l capítulo cuarto
está todo él dedicado a la vexata quaestio de la predestinación.
Tesis del autor es que, respecto al problem a de las relaciones entre la gracia y el libre
albedrío, san Agustín, debido a los radicales cambios de perspectiva que introdujo, fue un
innovador, pues rompió con la tradición teológica de la Iglesia tanto de oriente, como de
occidente anterior a él. U na y otra tradición aceptaban un sinergismo, asignando un papel
a la libre voluntad hum ana en el initium fidei. Los monjes opositores a las tesis de A gustín
defendían idéntico planteam iento, con el toque de humanismo propio de la teología m onás­
tica del desierto, caracterizada por una visión optimista de las posibilidades hum anas de
alcanzar a Dios y adherirse a él librem ente, basada en el naturae bonum, que pervive, a
pesar de la caída de Adán. Se constituyeron en sus defensores porque representaba la tra ­
dición de la Iglesia y, tam bién, porque juzgaban que la posición agustiniana dejaba sin sen­
tido su opción de vida como esfuerzo constante por alcanzar la perfección cristiana. El
autor reconoce que Casiano, aunque quiso equilibrar la acción de la gracia y la acción
hum ana, dejó incertidum bres en el desarrollo teórico de su propuesta. Él y los marselleses
buscaban m antener el diálogo abierto entre Pelagio y Agustín intentando salvaguardar la
capacidades libre albedrío en el initium fidei.
E n efecto, la controversia antipelagiana había radicalizado y llevado a una form ula­
ción definitiva la doctrina agustiniana de la soberanía absoluta de la gracia, en íntim a rela­
ción con el pecado original. Agustín se separaba así del modelo cosmológico de salvación
en el q ue el hom bre era un elem ento constitutivo del proceso salvífico mismo. Juzgaba que
los dos A danes no hay que verlos como dos etapas de un mismo proceso cósmico de salva­
ción, sino como dos realidades contrapuestas. Igualm ente dejó de ver la gracia dentro de
un proceso cósmico de salvación y en un marco paidéutico, y puso su lugar en el conoci­
m iento y voluntad humanos, esto es, en la subjetividad hum ana. E l resultado, una radicali-
596 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

zación de su pensam iento sobre la gracia soberana, que desem boca en su concepto de p re­
destinación, elaborado desde A d Simplicianum para ilum inar la diferente actitud de Dios
ante Jacob y ante Esaú (cf. R om 9,10-29), antes explicada por la simple presciencia divina.
Para A gustín la predestinación no es el resultado de una presciencia de elecciones futuras,
sino el preconocim iento y preparación, por decreto divino, de los actos benéficos de Dios
por los que los predestinados a ser salvados se salvarán: doctrina innovadora a nivel term i­
nológico y doctrinal. A unque A gustín afirme que su visión coincide con la de otros com en­
tadores bíblicos, no es el caso. Para estos se trataba de presciencia de m éritos y deméritos
del hombre; para A gustín de actos gratuitos de Dios. Dios es el único y absoluto sujeto de
la predestinación, ante praevisa merita.
El autor insiste en que la exégesis agustiniana estaba influenciada por sus premisas
teológicas sobre la suprem acía de la gracia preveniente y, sin pretenderlo, lee a san Pablo
con las lentes de su idea de la gracia absoluta, teniendo en la verdad sobre la humanidad
caída una especie de leitmotiv, causa de una antropología sombría. Y en conexión con la
doctrina misma de la predestinación, no puede evitar el sentim iento de incom odidad acer­
ca del modo como A gustín elabora el concepto de certus numerus electorum, que parece un
dualismo, un planteam iento fatalista que divide la hum anidad en dos campos. Señala asi­
mismo la tensión insoluble que Agustín introdujo entre el concepto de predestinación eter­
na y el lugar y rol de la mediación de Cristo y de la Iglesia, com partiendo la idea de
H arnack de que tal concepto de predestinación destruye la noción de la Iglesia como insti­
tución de salvación y la hace inútil. E xpone las sucesivas exégesis agustinianas de 1 Tim 2,4,
sosteniendo que el santo sacrificó la exégesis más tradicional del texto y lo interpretó fle­
xiblemente para acom odarlo a su visión de una dispensación restringida de la gracia, preo­
cupado por salvaguardar la om nipotencia de Dios en el marco de la gracia y predestinación
absolutas. E n cuanto a la acusación vertida sobre Agustín de defender una doble predesti­
nación, el autor reconoce que nunca habla de ella, pero su doctrina de la predestinación
contiene de facto y sin quererlo una indicación de ella. E n su opinión, presentada la pre­
destinación como la más obvia consecuencia de la doctrina de la gracia soberana y gratui­
ta, Agustín no pudo librarse ya de la tram pa de un determinism o asimétrico. E l que se plan­
tee la cuestión es prueba del callejón sin salida en que introdujo al santo su teoría de la pre­
destinación e indicador de su incapacidad para dar una explicación válida. R especto al
reproche de fatalismo maniqueo, juzga que el modo determinístico de p intar la elección y
reprobación de Dios perm ite afirm ar que la predestinación es, de hecho, el concepto que él
usó en lugar del concepto astronómico pagano del fatum \ con todo, no se le podría llamar
fatalista al m odo estoico, por ejemplo. Juzga igualmente que no se puede considerar la pre­
destinación agustiniana como fruto de la enseñanza maniquea, porque la secta no partici­
paba de ninguna visión predestinacionista. A hora bien, si A gustín no puede ser considera­
do un cripto maniqueo, en más de un aspecto de su teología de la gracia él parece haber
perm anecido un m aniqueo por implicación.
E n la conclusión, el autor recuerda que la doctrina de la predestinación de Agustín
suscita más cuestiones que resuelve, cuestiones que en últim a instancia afectan al verdade­
ro significado de la vida. Pero reconoce que tam poco las respuestas de los marselleses, diri­
gidas a salvar algo de los derechos del hombre, son plenam ente satisfactorias. Con todo,
confiesa sentir una simpatía intuitiva hacia las propuestas de los m onjes africanos y m arse­
lleses. Señala tam bién cómo las diferencias de contexto jugaron un rol im portante en la for­
mación de las ideas de A gustín y de los monjes sobre la intervención de la gracia.
El autor ha ofrecido su interpretación de los textos agustinianos. O tros hacen otra,
como lo m uestra la obra que presentam os a continuación de la presente. A ntes de acabar,
dos observaciones: no es cierto que L. Verheijen defienda ( cf. p. 54) el 391 como año de
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composición dei praeceptum·, según la edición crítica de Goldbacher, san A gustín no desig­
na a Valentín como A bad (cf. p. 55). La obra concluye con varios índices: de textos bíblicos,
de autores antiguos, de autores modernos, y de nombres, lugares y tem as - P. D E LUIS.

TARA NTO, Salvatore, Agostino e la filosofía del amore. Morcelliana, Brescia 2003, 22,5 x
15,5, 338 pp.

H e aquí una obra más sobre la doctrina agustiniana de la gracia en su relación con la
libertad hum ana, pero diferente en su planteam iento a lo que suele ser habitual. Su tono es
apologético: librar al santo de la acusación de haber sostenido la predestinación absoluta:
ni negativa, a la condenación, ni positiva, a la gloria. E n efecto, como conclusión, le parece
poder afirm ar que no es posible advertir en Agustín un asertor de la predestinación abso­
luta porque en él la predestinación tiene su fundam ento en el respeto de la libertad. La lógi­
ca que encuentra en el santo no es la de un burdo predestinacionismo, sino la del am or que
se dona a quien desea querer amarlo. E n efecto, la preocupación fundam ental del santo
perm anece constantem ente la afirmación del amor misericordioso de Dios, sosteniendo,
por otra parte, que no hay redención sin voluntad.
E n la prim era parte, el autor examina los temas fundam entales a la luz de las fuentes
utilizadas por el santo, Plotino y, significativamente, dos autores orientales. Primero, seña­
la cómo el concepto de predestinación a la condena se opone a la concepción agustiniana
del mal; sostenerla supondría que el santo contradecía su convicción de siem pre de que
Dios no puede tener nada que ver con el mal y que admitía una cierta relación entre Dios
ser-bien y el mal-no ser/corrupción. Pero Dios no puede ten er ninguna relación con el mal
ni lo puede causar ni directa ni indirectam ente; su origen está en la voluntad. A hora bien,
mal-no ser es tanto el pecado como la pena del pecado. Se trata de una herencia plotinia-
na: el ser debe coincidir necesariam ente con el bien, p o r lo que el no-ser debe determ inar­
se como mal. Luego hace ver cómo la libertad de determ inación del hom bre no la puede
limitar ni la presciencia divina ni otros factores externos a la libertad misma. E l autor con­
sidera infundado atribuirle la intención de limitarla de algún modo, sin negar con ello el pri­
mado de la gracia en la obra de la salvación. A dm itir la presciencia divina de los aconteci­
m ientos futuros en ningún m odo implica negar la libre capacidad de determ inación de la
criatura hum ana, porque su conocimiento es noético, no causativo. Al entrar la voluntad
del hom bre en el orden de la causalidad, es tam bién voluntad de Dios y no atenta contra
su omnipotencia. A quí la reflexión agustiniana parece estructurarse sobre las huellas del
pensam iento origeniano. Por último, la realidad de la imagen divina presente en el hombre
y nunca perdida es el signo más claro de su libertad de autodeterm inación. Por otra parte,
el prim ado de la gracia sobre la libertad hum ana no quita nada a la libertad del hombre, ni
la libertad desvirtúa el rol básico de la gracia. La teología de la im agen no puede no som e­
te r la libertad a la gracia, a la vez que perm ite concebir la posibilidad de una auténtica liber­
tad de autodeterm inación. D e aquí el optimismo agustiniano. La gracia libera la libertad,
no la m ata. No cabe que un am or indefectible como el de Dios -e so es la gracia- tenga un
límite en sí mismo y no únicam ente en la voluntad de la criatura. Dios no rehúsa a nadie su
gracia; todo hombre, si quiere, puede hallarse en las condiciones de acoger la salvación. El
autor m uestra cómo este planteam iento está ya en san G regorio Niseno, probable inspira­
dor aquí del obispo de Hipona.
No cabe, pues, predestinación absoluta, ni a la condenación ni a la gloria. E l misterio
de la redención radica en el hombre; en la voluntad de Dios sólo como condición de posi­
bilidad. A unque san A gustín sostiene que el hom bre no perdió p o r el pecado original la
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imagen de Dios ni, p o r tanto, el libre albedrío, adm ite que se vio afectado negativamente.
El resultado fue que podía elegir el mal que le lleva a la condenación, pero tam bién dese­
ar querer el bien, aunque ese deseo resulte ineficaz. E n este contexto integran tres tipos de
gracia: la original o preveniente, la coadyuvante y la santificante. La prim era la posee todo
hombre, pues está vinculada a la imagen, que posibilita el desear querer el bien; la segun­
da, fecunda la naturaleza expresada en el deseo ineficaz del bien, pero al que se concede
siempre la gracia, y la hace eficazmente capaz de salvación. La gracia es auxilio para el libre
albedrío. La tercera, de carácter irresistible, otorga la certeza de la salvación. El hom bre
solo no puede realizar acciones dignas sin la ayuda de la gracia; tras el pecado original tiene
la capacidad de desear realizar el bien pero no de realizarlo eficazmente. Pero la caída de
A dán no puede ser de por sí razón de condena; sino la m uerte de Cristo h abrá sido en vano.
El m érito nace siempre de las disposiciones actuales. El juicio de Dios se ejerce siempre, y
con absoluta equidad, sobre algún pecado. La predestinación no es sino la presciencia que
Dios posee del desarrollo en el tiem po de la historia hum ana, en ningún m odo determ i­
nado por la voluntad de Dios; no es una decisión de Dios, tom ada desde la eternidad, de
condenar a algunos hombres, sino la concretización de aquel querer eficaz que Dios ha que­
rido fundar sobre la liberad de la criatura. Tiene, pues, una causa en la criatura y en su
obrar. Por otra parte, un am or que no desease la salvación universal no sería amor, pero
tam poco lo sería un am or que no consintiese a la criatura autodeterm inarse librem ente,
pues anularía su dignidad de ser. La gracia, pues, no elimina el libre albedrío sino que, más
bien, lo libera haciéndolo capaz de una libertad auténtica, la que une al hom bre a la ley
eterna. La gracia no puede suprimir la libertad porque esta se constituye precisam ente
como su objeto.
Agustín, pues, adm ite dos voluntades: el deseo de la voluntad (fruto de la im agen) y la
voluntad eficaz (obra de la gracia coadyuvante). E l que el santo se detenga más en la segun­
da lo atribuye al autor a una motivación más pastoral que teológica: evitar en los fieles el
orgullo, causa del prim er pecado. A su vez, el deseo de la voluntad ineficaz parece consti­
tuirse en criterio del justo juicio. El criterio de la acogida y de la donación de la gracia pare­
ce ser la actitud de humildad, por la que el hom bre pone todo su m érito en Dios y se des­
poja de toda soberbia. Pero esto ya es admitir algún m érito de parte del hombre. Por eso,
después de haber expuesto la íntim a coherencia del sistema agustiniano, tratando de com­
prender sus razones sin sobreponerse a su pensam iento, el autor considera algunas incon­
gruencias de fondo que em ergen de su edificio epistemológico. Es el caso del bautism o de
los niños para el que el santo confiesa no tener respuesta plausible y se am para en lo ines­
crutable de los juicios divinos, y la distinción, aunque sin estas palabras, entre m érito inefi­
caz y m érito eficaz, escapatoria poco sólida. El autor m uestra la contradicción que ello
implica, y cómo acaba anteponiendo la coherencia de su visión teológico-racional a la
misma Escritura, al buscar un por qué para la concesión de la gracia. U na incongruencia
que a su juicio redim ensiona la distancia “teórica” que separa a Agustín de Pelagio. L a gra­
cia agustiniana no parece ser gracia en sentido absoluto; él perm anece ambiguo sobre su
absoluta gratuidad.
E n un último capítulo el autor m uestra cómo la filosofía del am or que sostiene este
edificio está ya presente en las Confesiones en cierto m odo en De doctrina cristiana. La
obra está llena de referencias críticas a la obra de G. Lettieri, L 'altro Agostino. Ermeneutica
e retorica della grazia dalla crisi alia metaformosi del D e doctrina christiana. Morcelliana,
Brescia 2001, m ostrándose más en sintonía con la interpretación que de la teología de la
gracia y su relación con la libertad ofreció en su día A. Trape. El autor presenta su estudio
con modestia, afirmando que no pretende ofrecer la interpretación auténtica de Agustín,
sino, más simplemente, cuanto el santo sugiere a su sensibilidad, dispuesto a escuchar lo
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 599

que el santo quiere decir y no a hacerle decir lo que él quiere. O frece una propuesta inter­
pretativa sin pretender que sea la única posible. El autor ha ofrecido su interpretación de
los textos agustinianos. O tros han hecho otra, como lo m uestra la obra que presentam os
previa a la presente. La obra se com plem enta con los índices de nom bres y cosas notables,
y con el de los autores m odernos.- P. D E LUIS.

SU TTN ER, E rnst Christoph, Kirche in einer zueinander rückenden Welt. Neure Aufsätze zu
Theologie, Geschichte und Spiritualität des christliches Ostens. Mir einem Geleitwort
von Franz Cardinal König. H erausgegeben von Wolfgang N ikolaus R ap p ert (=Das
östliche Christentum . N eue Folge, Band 53), Augustinus-Verlag, W ürzburg 2003,16 x
22, 870 pp.

Las más de 800 páginas de la presente obra recogen 46 artículos escritos en los últimos
14 años -d e 1990 a 2003- por el sacerdote católico de rito bizantino, em inente conocedor
de la historia y doctrina del oriente cristiano y destacado im pulsor de la unidad de las
Iglesias, E. C. Suttner. A excepción de tres de ellos, todos han aparecido ya en otras publi­
caciones, m ayorm ente en las revistas Ostkirchliche Studien y Die christiche Osten. Sus temas
son variados, abarcando tanto la teología, como la historia y la espiritualidad. Los artículos
están distribuidos en Cuatro secciones con una básica unidad tem ática: la unidad en la plu­
ralidad vivida por la Iglesia ya desde sus comienzos (12 artículos); testimonios a favor de la
unidad de las Iglesias: doctrina sacram ental, hechos históricos o personajes significativos
(13 artículos); mirando a los signos de los tiempos, percibidos en distintas Iglesias: Rusia,
R um ania, Yugoslavia; en las relaciones con E uropa, con Roma; el problem a de las Iglesias
nacionales, etc. (10 artículos) y la diversidad en la vida espiritual de las Iglesias con temas
como la evangelización, la inculturación, tem as sacramentales, culto, iconos, etc. (11 artícu­
los). El texto de los artículos va precedido de una visión panorám ica de sus distintos capí­
tulos.
E n el prólogo el C ardenal em érito de Viena F. König pone de relieve el significado de
estos estudios para la reconciliación de las Iglesias, pues hacer visible la unidad querida por
Cristo p ara ellas urge hoy más que nunca a la Iglesia que se encuentra ante el m undo «dán­
dose m utuam ente la espalda», como reza el título de la obra. La obra concluye con un índi­
ce de personas - R D E LUIS.

BOSS, M., LAX, D., R IC H A R D , J. (éd.) Mutations religieuses de la modernité tardive: Actes
du XVI. Colloque International Paul Tillich, Marseille 2001 (= Tillich-Studien, Band
7), L IT Verlag, M ünster-Ham burg-London 2002,23,5 x 16, xxxvii + 293 pp.

E l pensam iento de Paul Tillich (1886-1965) sigue despertando interés p o r doquier:


tesis doctorales, escritos varios, seminarios, congresos, etc.. El presente volum en es prueba
de lo dicho. Recoge las actas del X IV Coloquio Internacional organizado por la Asociación
R Tillich de lengua francesa. lü v o lugar en Marsella, del 17 al 20 de mayo del 2001. La fina­
lidad de la convocatoria no era o tra más que analizar, a partir de los escritos y del pensa­
m iento tillichiano, los cambios religiosos que condicionan nuestra m odernidad tardía. Las
ponencias aquí reunidas afrontan cuestiones tan diversas como Ética, Filosofía de la
H istoria, H istoria del A rte, Filosofía Política, Sociología de las religiones... Toda esta pro­
blem ática solamente puede considerarse “religiosa” en el sentido específico que el mismo
Tillich da al term ino “religión” desde la famosa fórmula enunciada por él en una de sus pri-
600 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

m eras conferencias en Berlín 1919, “la cultura es la forma de la religión, y la religión es la


sustancia de la cultura”.
El Congreso tuvo dos ejes tem áticos perfectam ente diferenciados. El prim er eje abar­
ca la Teología de la cultura·, m odernidad frágil (pp. 3-166), analizando la crisis o el fin de la
m odernidad bajo diversos matices como “desplazamientos posm odernos de las Éticas de
las religiones; el Kairos: crítica y reconstrucción de la idea m oderna del progreso; prim era
guerra mundial y aporías de la modernidad; la cuasi-religión del m ercado como exacerba­
ción de la modernidad; posibilidad de expresión de lo “sagrado” en la postm odernidad,
etc..”. E l ensayo de Ch. Boureaux, Religioso dominico y profesor de Teología Fundam ental
en el Instituto Católico de Lille, sobre el mercado como cuasi-religión tiene m arcadas reso­
nancias tillichianas. Propone entender el m ercado y la actual sociedad de consumo que él
genera como la “religión dom inante de la m odernidad tardía”. U sando los esquemas tilli-
chianos de la “Teología de la C ultura”, trata de denom inar la actual situación del “dios-
m ercado” como “irracional” o “dem oníaca”. Irracional, en cuanto que uno de los sectores
de la realidad -e n este caso el mercado- tiende a afirmarse como la vía única de la com­
prensión del conjunto de lo real; es decir cuando “el m ercado” se presenta como el todo de
la realidad, como la mediación única capaz de coordinar las diversas facetas de la existen­
cia hum ana (pp. 95-96). Tillich ya hablaba en su tiem po de las “cuasi-religiones”, cuando
analizaba el Nacional-socialismo de su tierra, el liberalismo capitalista de los países ricos de
occidente y el dogmatismo del comunismo de los Estados del Éste de Europa. Por desgra­
cia, la situación es más lam entable en nuestros días: ya que “el mercado ha suplantado la
cultura”, la ha reducido a m ero objeto de consumo, es decir “un objeto a elegir entre otros
objetos”, y de ese m odo participa de la “exasperación de la m odernidad”, dando lugar a
una sociedad cada día más individualista, más racionalista, más diferenciada y más narci-
sista. No obstante, los autores nos invitan, no sin cautela, a no desesperar.
El segundo eje tem ático se centra en la tem ática concerniente a la Teología de las reli-
giones-Pluralismo religioso (pp. 169-279) inherente a las sociedades multiculturales actua­
les: Jalones para una teología de las religiones; posibilidad de un dialogo interreligioso
según Tillich y S. Weill; discurso plural de la teología de las religiones según K nitter y
Tillich. Llam a especialm ente la atención el trabajo de Robinson B. James, profesor em éri­
to de la Universidad de Richm ond (Virginia) acerca del “encuentro interreligioso” según
Tillich y el esfuerzo por una nueva descripción de las posturas típicas de exclusivismo, inclu-
sivismo y pluralismo religioso, tan de actualidad a partir de los años ochenta en la literatu­
ra británica y norteam ericana en torno al “diálogo interreligioso” (pp. 205-231). Según la
interpretación del ya veterano profesor, es posible que a partir de la teoría del conoci­
miento de Tillich se pueda llevar a cabo una revisión sustancial de la reciente tipología tri­
partita. Todos apelan y recurren a Tillich. Para K nitter, Tillich es un “exclusivista” cerrado;
para A lan Race, Tillich aparece como un “pluralista”, m ientras que Gavin D"Costa clasifi­
ca a Tillich como “inclusivista”. James hace un esfuerzo laudable analizando una publica­
ción de Tillicih del año 1955: Participation and Knowledge: Problems o f an Ontology of
Cognition, y echando mano, como es natural de su Christianity and the Encounter o f the
World Religions ( Conferencias en la Columbia University en 1961, aparecido después en
folleto aparte en 1963), donde se expone de m anera convincente que nuestro conocimien­
to de las cosas, nuestra relación cognitiva con la realidad, se lleva a cabo en diferentes nive­
les o en diferentes grados de profundización. Conjugando estos textos reducidos de Tillich
con sus grandes obras, James llega a la conclusión que se puede superar la tipología tripar­
tita m oderna y ofrecer una visión de la problem ática actual con nuevos horizontes. Y es que
parece poco científico, y hasta poco elegante, querer m eter a la vez a un gran pensador
como Tillich en tres toriles diferentes. James concluye diciendo que Tillich es capaz de
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 601

hacer justicia tanto a la absolutez de la propia fe, como a la relatividad de las diferentes
“fes” religiosas; Tillich piensa que las personas religiosas no solam ente pueden afirm ar la
absolutez de su fe ( y deben hacerlo), pero deben tam bién estar abiertas a la “verdad” de
las otras religiones y a sus poderes salvíficos.
Termina el volum en con una breves páginas de Théo Junker con el titulo de Lectura
tillichiana del Islam religioso y político. La trascripción de las ponencias está precedida de
una Introducción (III-X X X V II) en francés, inglés y alem án, debida a la plum a de M arc
Boss, del Instituto Protestante de Teología de Montpelier. Las citas y los textos tanto de
Tillich como de otros autores han sido copiados en su m ayor de las traducciones francesas,
cuando existen; en el caso de Tillich, pocas veces echan m ano de las Gesammelte Werke, la
edición crítica alemana. Se gana en facilidad, pero quizás se pierda en precisión. D e todos
modos, el volum en es rico de contenido y abre horizontes dentro de esta am plia tem ática
en que nos encontram os - A. G A R R ID O .

K LAIBER,W .-THÖNISSEN,W . (Hg.), Reetfertigung in freikirchlicher und römisch-katho­


lischer Sicht. Bonifatius Verlag P aderborn/A nker Christliches Verlaghaus, Stuttgart
2003,19 x 12,219 pp.

Con la aceptación de ambas partes, teólogos católicos y teólogos de las llamadas


“Iglesias libres”, se ha llevado a cabo, por vez prim era en la historia del Ecum enism o mul­
tilateral en A lemania, un Diálogo ecuménico de este tipo. Fue en febrero del 2001. Las
“Iglesias libres” , que han alcanzado cierto relieve en A lem ania en estos últimos 25 años, no
han sido excesivamente bien consideradas por las grandes Confesiones cristianas tradicio­
nales en este territorio: L uteranos y católicos. D e ahí la novedad de este encuentro ecum é­
nico E ntre los participantes figuran teólogos Baptistas, teólogos de la “Federación de
C om unidades E vangélicas L ib res” , un m iem bro de la dirección de “H e rrn h u te r
B rüdergem eine” y tres teólogos Metodistas. Por parte católica y bajo la dirección del Prof.
D r Wolfgang Thönissen, asistieron ocho teólogos del Instituto Johannn-A dam -M öhler para
el Ecum enism o /Paderborn), institución católica que prom ovió este encuentro m ediante
una fraterna invitación a los m iembros de las otras confesiones. Juntos dialogaron, canta­
ron, rezaron y fraguaron amistad. A juicio de los presentes, el resultado fue calificado como
“fructífero”, ya que los asistentes m anifestaron una voluntad clara de continuar con en­
cuentros similares en el futuro, estudiando conjuntam ente otras problem áticas de m utuo
interés. E l tem a escogido era el fundam ental objeto de discusión histórica entre católicos y
Protestantes: la justificación. ¿Por qué esta reunión de alto nivel? Según el Pastor m etodis­
ta K. H einz Voigt, la respuesta es fácil. Se constata cada día más que A lem ania es “tierra
de m isión” y se necesita un esfuerzo común para llevar de nuevo a los hom bres a Cristo,
m ostrarles el camino de cómo ser y perm anecer cristianos en esta situación; y esta tarea no
puede realizarse si las confesiones cristianas m uestran desconfianzas o prejuicios unas con­
tra otras. Se exige, pues, encontrar un camino de renovación común. Estas indicaciones son
las mism as que católicos y luteranos se dijeron en m utuam ente en la fam osa reunión de
A ugsburg en 1999. El volumen que presentam os recoge catorce ponencias que afrontan el
problem a desde diversos matices, según la confesión cristiana de cada autor. A la vez se nos
ofrece u n a exposición de las “Iglesia libres” en A lem ania y de la “Confederación de
Iglesias libres evangélicas”. El libro resulta atractivo para aquellos que estén interesados en
la problem ática ecuménica europea - A. G A R R ID O .
602 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

L Ó PE Z -T E L L O G A R C ÍA , Eduardo, Simbología y lógica de la Redención: Ireneo de


Lyon, Hans K ü n g y Hans Urs von Balthasar leídos con la ayuda de Paul Ricoeur (= Tesi
G regoriana. Serie Teología, 102), EPUG , R om a 2003, 24 x 17, 389 pp.

Bajo la dirección del profesor E. Salmann, este estudio fue presentado como diserta­
ción para el doctorado en Teología en la U niversidad G regoriana. El autor es un benedic­
tino español que reside en la abadía de Santa Otilia (Baviera), donde desarrolla actual­
m ente su labor docente. Se trata de un trabajo de alta especulación teológica sobre el mis­
terio de la redención a la luz de la filosofía del lenguaje. E n concreto su fuente de inspira­
ción son los trabajos de P. R icoeur (cf. P. Ricoeur-E. Jüngel, Metapher. Z u r Hermeneutik
religiöser Sprache, M ünchen 1974).
La obra plantea un doble problem a. E n prim er lugar la posibilidad de pensar la reden­
ción. Es decir, se tra ta de buscar una lógica subyacente que perm ita descubrir el entram a­
do reflexivo que la redención supone y ello en un contexto que adm ita pensar dentro de ese
mismo esquem a las diversas perspectivas teológicas. Para ello el autor traza un “círculo her-
m enéutico” capaz de contener sim ultáneam ente sistemas de pensam iento tan divergentes
entre sí como las soteriologías de Ireneo, Küng y Balthasar. Pero no basta con pensar la
redención. La segunda cuestión que se plantea es si la redención puede ser vivida. El sopor­
te lógico que explique la redención no puede estar separado del m undo de la existencia, sin
que pierda sentido todo el proceso de salvación. D e ahí la necesidad de entrar en un autén­
tico “proceso m etafórico” que se despliegue “delante del tex to ” y delinee las característi­
cas esenciales que ha de ten er esa explicación lógica para que sea posible encontrar vida en
ella.
D espués de m ostrar la imposibilidad de explicar la redención en el marco de la des­
cripción y la narración y la insuficiencia de una aproximación sem ántica y pragmática, la
tesis descubre en los teólogos analizados tres claves herm enéuticas que perm iten construir
una lógica de la redención: el símbolo como proceso m etafórico (Ireneo), el sujeto como
paso de la teleología a la escatología (Küng) y el sí mismo como alteridad (Balthasar). A
partir de ahí el autor concluye con la propuesta de una herm enéutica teológica posible de
la redención, basada en las categorías de “sustitución” e “ipseidad como atestación”.
El lector interesado en la m ateria podrá com probar que es un serio trabajo de inves­
tigación filosófico-teológica que afronta con com petencia una tem ática compleja. Como es
habitual en esta colección se ofrece la bibliografía completa, el índice general y un índice
de autores. R - SALA.

N IG G LI, U rsula (Hg.), Peter Abaelard. Leben - W e r k - W irkung (= F E G 4), H erder, Frei-
burg-Basel-W ien 2003, 23,5 x 15,5, 420 pp.

El libro aparece dentro de esta serie de biografías que brinda la editorial H erder en
un esfuerzo por recopilar estudios de investigación sobre las figuras más influyentes de la
historia espiritual europea. E n este caso se trata del fruto del trabajo colectivo de cinco
reconocidos medievalistas coordinados por la profesora Niggli (Zürich). A belardo (1079-
1142) nació en Le Pallet, localidad cercana a Nantes, en el seno de una noble familia bre­
tona. Considerado uno de los padres de la escuela teológica de París, fue discípulo de
Roscelino de Compiégne. E n 1102 inicia su labor docente en M elun y tras pasar después
por Corbeil y por Santa Genoveva de París, se convierte en director de la prestigiosa
Escuela de N otre D am e en 1113. El m aestro A belardo fue ante todo un infatigable con­
troversista. D e la prim era etapa de su vida m erecen ser recordadas sus dos intensas polé-
E stA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 603

micas con G uillerm o de Champeaux (1100 y 1105). Tras una atorm entada relación senti­
m ental, fruto de la cual tuvo un hijo, abandona París. E n tra como monje en la abadía de
San Dionisio, donde perm anece recluido por un tiempo. C uando reem prende la docencia,
refuta las doctrinas trinitarias de su antiguo maestro. A p artir de entonces S. B ernardo de
Claraval se convertirá en su gran antagonista: prim ero atacando sus posiciones en aquella
m ateria bajo sospecha de sabelianismo y posteriorm ente señalando sus errores en cuestio­
nes de moral. La doctrina abelardiana recibió la condena de los sínodos de Soissons (1121)
y de Sens (1140). Camino de R om a para apelar al Papa Inocencio II, fue acogido en Cluny
por Pedro el Venerable que logró su reconciliación con la Iglesia. M urió en el priorato de
S. Marcel cerca de Chalón.
E l volum en está organizado en diez capítulos. E n el primero, de carácter introducto­
rio, U. Niggli hace el retrato bio-bibliográfico del autor iniciado la exposición con una tabla
cronológica y un m apa geográfico. A continuación se presenta su dram a hum ano y familiar
en dos capítulos, en los que se destaca la relación con su m ujer Eloísa a través de su corres­
pondencia epistolar. Los siguientes capítulos analizan los aspectos principales de la obra
abelardiana: su soteriología (cap. 4), la ética (cap.5), el diálogo interreligioso (cap. 6), su
m étodo escolástico y su contribución a la “theologia” (caps. 7 y 8). El cap. 9 repasa sus
influencias y su herencia. Corresponden de nuevo a la editora de la publicación las palabras
conclusivas (cap. 10). La magnífica presentación del libro, en pastas duras, incluye ilustra­
ciones, fotografías y reproducciones de manuscritos en blanco y negro, varios cuadros de
contenido, una exhaustiva bibliografía sistemática (hasta 1988), así como unos ricos índices
de autores, m aterias y obras citadas.- R. SALA.

CLAPSIS, Em m anuel, ed., The Orthodox Churches in a Pluralistic World. A n Ecumenical


Conversation, W CC Publications - Holy Cross O rthodox Press, G eneva - Brookline
M A 2004, 21,5 x 13,5, 224 pp.

Recoge las actas de un Congreso Internacional sobre pluralismo y globalización cele­


brado en la Escuela G reco-O rtodoxa de Teología de B rookline en O ctubre de 2002. El
evento de carácter ecuménico, patrocinado por el Consejo M undial de las Iglesias junto con
Boston Theological Institute y Harvard Divinity School, acogió las ponencias de numerosos
especialistas en la ortodoxia griega. El volumen está presentado por el Arzobispo
D em etrios, prim ado de la Iglesia G reco-O rtodoxa de N orteam érica.
Las conferencias están agrupadas en torno a seis bloques temáticos. E l prim ero se
dedica al pluralismo en sus diversos ámbitos: mundial, religioso y cristiano. Los bloques
segundo y tercero tratan respectivam ente del fenóm eno de la globalización y de la salva­
guarda de los derechos humanos. El cuarto analiza los tem as de la violencia, el perdón y la
reconciliación. El quinto bloque, sobre etnias y nacionalismos, es el que reúne más traba­
jos. El últim o desarrolla los retos de la misión cristiana y ortodoxa en un m undo pluralista.
A m i juicio m erece una mención especial la rica exposición de C. Yannaras que vati­
cina un nuevo paradigm a cultural para la protección efectiva de los derechos hum anos (pp.
83-89). E n cambio, por otra parte, hay que lam entar la ausencia de la ortodoxia rusa en el
foro. E n cualquier caso, las distintas presentaciones representan una valiosa contribución
de la tradición ortodoxa al diálogo ecuménico y al encuentro del cristianismo occidental
con los grandes desafíos del nuevo milenio - R. SALA.
604 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

PIE P E R , Josef, La fe ante el reto de la cultura contemporánea (=Biblioteca del Cincuente­


nario). Rialp, M adrid 2000, 20 x 13, 281 pp.

Estam os ante un escrito de particular vigencia en nuestros días. E n efecto, la fe nece­


sita confrontarse sin miedos con la cultura actual y enfrentar los nuevos retos que le p re­
senta el futuro. El autor, uno de los más destacado filósofos europeos del siglo XX, nos
ofrece aquí algunos ejemplos de cuestiones que es necesario volver a pensar como pueden
ser la sacralidad y la desacralización, la palabra y la realidad, el sacerdote y el laico, la
Iglesia y su experiencia vital concreta, la actualidad y posibilidad del lenguaje sobre Dios,
la contem plación terrenal, uno de los ensayos más bonitos y profundos junto al del sacra­
m ento del pan, el futuro y la esperanza, el arte de no desesperar y el problem a del fin de la
historia, el héroe y lo cotidiano, el arte de decidir correctam ente, el abuso del poder y el
abuso del lenguaje, el problem ático oficio del intelectual en relación con la Iglesia, creación
y naturaleza: una polém ica con Sartre, el posible futuro de la filosofía, y cómo se llam a uno
realm ente. Estam os ante una obra que vale la pena releer en la casi totalidad de sus m en­
sajes y que ayudará al creyente a m editar, una y otra vez, con sosiego de su fe.- D. NATAL.

BOSCH, Vicente, E l concepto cristiano de simplicitas en el pensamiento agustiniano.


Pontificia U niversitas Sanctae Crucis, R om a 2001, 24 x 17, 284 pp.

El presente estudio es una tesis doctoral. E n un principio el autor tenía en m ente estu­
diar el concepto “sinceridad”, muy presente en las enseñanzas de S. Josem aría Escrivá,
pero, al constatar su lim itada presencia en los manuales y diccionarios de espiritualidad,
optó por el concepto de “simplicidad” que se puede considerar perteneciente al mismo
ám bito semántico.
La obra consta de dos partes. La prim era estudia, en sendos capítulos, el m encionado
concepto en la Sagrada Escritura y en la tradición patrística; la segunda está dedicada ente­
ram ente a san Agustín. Para el exam en de la voluminosa obra de san Agustín, establece
cuatro períodos: el anterior al presbiterado, el del presbiterado, la prim era etapa episcopal
(es decir, hasta los inicios de la polém ica pelagiana: 396-412), y la segunda etapa episcopal
(desde la polémica pelagiana hasta la muerte: 412-430). E n cada período constata las p re­
sencias del térm ino simplecitas (y simplex) -incluyendo estadísticas- y examina qué signifi­
cado tiene en cada una de ellas: si bíblico, filosófico o vulgar (incluida su valoración nega­
tiva). E l resultado de la investigación m uestra un neto y progresivo predom inio del valor
bíblico del concepto -m ás de la m itad - que coincide con un m ayor conocimiento, estudio y
explicación de Escritura. H ay que decir, sin embargo, que las conclusiones derivadas de los
datos estadísticos pierden buena parte de su valor por estar elaborados sobre una cronolo­
gía de las obras agustinianas, por un lado, anticuada y, por otro, mal aplicada. Dos ejemplos:
E n los Tractatus in lo. ev. constata 29 empleos, presentes, sobre todo, en los tratados 5 y 6.
Desconociendo los estudios de La B onnardiére y B errouard y aceptando que los tratados
vieron la luz entre el 414 y el 416 (cronología hoy rechazada) incluye todas esos empleos
del concepto en la cuarta etapa ante indicada, cuando la m ayor parte de ellos deberían
incluirse en la tercera, dado que aparecen en los tratados 5 y 6, predicados en el año 407.
O tro ejemplo: los 30 empleos del térm ino en D e Trinitate los contabiliza dentro del tercer
período, cuando al ser una obra compuesta a lo largo de muchos años, determ inados textos
tenía que haberlos contabilizado en la tercera etapa y otros (por ejemplo, los presentes en
el libro XV) en la cuarta. Los ejemplos se podrían multiplicar. A l m enos en el texto en
nuestra manos faltan las páginas 136-137 - P. D E LUIS.
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 605

CLÉMENT, Olivier., Roma, de otra manera. Un ortodoxo opina sobre el papado. Ediciones
Cristiandad, M adrid 2 0 0 4 ,17’5 x 10,148 pp.

O. Clém ent es, hoy día, uno de los teólogos ortodoxos de m ayor renom bre; la cuestión
del papado sigue siendo una de las principales, sino la principal, piedras de tropiezo en el
camino de las Iglesias cristianas hacia la unidad querida por Cristo; el libro es de reducido
form ato y de pocas páginas: tres razones que invitan a su lectura.
Como indica el título, el autor presenta otra m anera de ver a “R o m a”, es decir, de con­
cebir el primado, aceptable para la Iglesia ortodoxa. Y lo hace en trece breves capítulos,
guiado por el deseo de servir al ecumenismo. Prim ero estudia brevem ente los textos del
Nuevo Testamento referidos a san Pedro y san Pablo. Luego se ocupa de la historia de la
Iglesia, examinando la función otorgada a la sede rom ana por las Iglesias de oriente y occi­
dente, mostrando, a la vez, cómo llegó a formarse el hecho del prim ado de la concepción
católica. Obviamente, interpreta los hechos desde una perspectiva ortodoxa, pero sin coin­
cidir siempre con las presentaciones tradicionales dentro de la misma O rtodoxia (p. ejem­
plo, cuando considera que los nacionalismos, en el marco de la autocefalía, fijó una relación
entre el centro y la periferia que en general no difiere tanto de la práctica rom ana). En
cuanto a la visión católica, una veces la interpreta en clave de com plem entariedad respec­
to de la ortodoxa; otras veces como fruto de contam inaciones no evangélicas; otras como
novedad inaudita (por ej. que las posesiones bizantinas pasasen a ser los E stados de la
Iglesia). E l resultado fue que, por caminos inesperados, pero comprensibles, “La O rto­
doxa... se fue deslizando desde la negación del «papismo»... hasta una casi negación de
este (el prim ado) como «presencia» de Pedro en la Iglesia. Por usar una im agen simplista,
Pedro se quedó sin sus herm anos los apóstoles, y estos se quedaron sin P ed ro ”. E n un te r­
cer mom ento, el autor m uestra los caminos abiertos a la esperanza de que cuando sea res­
tablecida la unidad de fe, el prim ado perm anecerá inseparablem ente fundado en la perso­
na y fe de Pedro, en un m inisterio cetrino equilibrado p o r el de Pablo, y el de Juan, el visio­
nario”. Esa esperanza la alim entan los múltiples hechos y gestos que se han dado tanto por
parte de Rom a, sobre todo a partir del Vaticano II y el actual papado (“en estos últimos
años, Juan pablo II parece abrirse cada vez más a la O rtodoxia”), como de parte de la
O rtodoxia, aún con puntuales marchas atrás. E l libro concluía con una referencia al aten­
tado sufrido por el Papa en la Plaza de san Pedro en 1981, “el precio de la visita a
C onstantinopla, el sacrificio que confirió a esa visita un carácter místico cuya im portancia
se revelará poco a poco. Porque indudablem ente, la sangre convirtió al Pontifex Maximus
en Servus servorum D el”. E sta edición española añade como posdata un nuevo capítulo con
el título: “Por un futuro com ún”, en que señala cuál podría ser el program a ante el mundo
de una Iglesia unificada bajo el prim ado de P edro.- P. D E LUIS.

ILLAN ES, José Luis, Existencia Cristiana y mundo. Jalones para una reflexión teológica
sobre el Opus Dei. Eunsa, Pam plona 2003, 24x16, 334 pp.

E levar el m undo hacia Dios y trasformarlo desde dentro es el ideal de la espiritua­


lidad de Josemaría Escrivá de B alaguer. E ste ideal se fue fraguando a lo largo de los años
de su vida y se ha ido dando a conocer a través del proceso de Beatificación y Cano­
nización, del fundador del O pus Dei, por el que la Iglesia lo propone a sus más inmediatos
seguidores y a toda la cristiandad como modelo a imitar. E l profesor Illanes, teólogo bien
conocido entre nosotros, nos ofrece aquí algunos de tem as decisivos en esta espiritualidad
como pu ed en ser: el valor y el sentido de la existencia en el mundo, el trabajo como reali-
606 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

dad hum ana y cristiana, la responsabilidad social del cristiano como justicia y caridad, y,
finalmente, la radicación en Cristo como ideal definitivo de todo cristiano en cuanto alter
Christus o ipse Christus según toda la tradición cristiana ya desde los santos Padres como
puede verse en san Agustín. Todos los que quieran conocer y vivir esta nueva espirituali­
dad, que significó tam bién una bocanada de aire fresco en el cristianismo español de pos­
guerra, tienen aquí un lugar preferente de referencia fundam ental para su m editación.- D.
NATAL.

N EU SC H , Marcel, Les traces de Dieu. Éléments de théologie fondamentale. Ceri, Paris


2004,14,5 x 23,5, 250 pp.

Parece ser que el hom bre de nuestro tiem po cada vez va encontrando mayores difi­
cultades para poder encontrar huellas de Dios en el m undo y en su historia personal y
colectiva. E l autor afronta una vez más esta tem ática filosófico-teológica, encam inando su
reflexión en un análisis porm enorizado de esas huellas de Dios en la historia, precisam en­
te allí donde el mismo Dios ha hecho su acto de presencia, como es a partir de la misma
creación y en los diversos acontecimientos de la historia de la salvación, que culmina en
Cristo como el universal concreto desde el cual puede descifrarse de forma definitiva la re a ­
lidad de Dios en su acontecer histórico. D esde esta perspectiva de identidad cristiana el
autor va desarrollando diversos aspectos que configuran la tem ática de la teología funda­
m ental, a p artir de la pretensión de la misma de dar razón de la fe y la esperanza que habi­
ta en el creyente. D e esta m anera va tratando los tem as de la revelación, de la fe y de la
presencia del acontecim iento revelador y salvador en la vida de la comunidad cristiana,
referida continuam ente a los testimonios perm anentes de dicho acontecimiento. Se insiste
en la persistencia de la pretensión de San Pablo en R om anos sobre el valor revelador de la
creación, frente al desencantam iento de la misma por los profetas de los secularismos
actuales y el significado de Cristo como centro significativo, dándole consistencia y abrien­
do caminos de encuentro con Dios, no solo en lo que aconteció, sino en lo que sigue acon­
teciendo en la historia actual y futura, como apertura escatològica del Reino que se va
haciendo presente en los avatares de la evolución del hom bre y del mundo desde la pers­
pectiva de Dios. Estudios de este calibre y en clave herm enéutica, muy a la altura del m en­
saje cristiano y de las lecturas del mismo para nuestra época, servirán, sin duda, para seguir
ayudando a los creyentes a dar razón de la esperanza que anida en sus corazones y a testi­
m oniar en su vida y lenguaje el significado de la presencia de Dios en nuestro mundo, a
pesar de las oscuridades por las que parece pasar. Bienvenidas obras de esta categoría que
pueden servir tanto a profesores de teología, como al público cristiano en general, a tom ar
conciencia de la misión profètica a la que han sido enviados - C. MORAN.

TO N IO LO , A ndrea, Cristianesimo e Verità. Corso di teologia fondamentale. Edizioni M es­


saggero, Padova 2003, 20,5 x 14, 416 pp

E1 autor de este curso de Teología Fundam ental parte de la constatación de que “el
cristianismo no es en prim er lugar una doctrina, sino una experiencia salvifica que ha sido
expresada y transm itida en un contexto histórico concreto, som etida al riesgo de la liber­
tad, a la form a de la cultura y por tanto sujeta a las múltiples posibilidades de la in terp re­
tación”. Todos los tem as tratados en el presente trabajo, que son los propios de un curso de
Teología Fundam ental, como son el concepto de revelación, de fe y su transmisión, son tra-
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 607

fados bajo este prisma de la historia y de los condicionamientos de la misma, como se


expresa a través de la cultura am biente y por tanto la correlación que se da entre el proce­
so de la presencia de la verdad que manifiesta en la historia del cristianismo y la verdad que
se va haciendo presente desde el logos hum ano en su acontecer hum ano y m undano. En el
centro de todo este proceso encontram os la verdad revelada en el acontecim iento Cristo,
como forma histórica significativa y punto de referencia obligado de cualquier expresión
religiosa y cultural. E n torno a estos principios desarrolla el autor las nociones de cristia­
nismo en sus diversas acepciones, en el gran campo de las religiones mundiales y su signifi­
cado en el diálogo interreligioso; la com prensión de la revelación judeo-cristiana y sus
mediaciones culturales, llegando en Cristo a su expresión más plena y la presencia del acon­
tecim iento revelador y salvador en la experiencia y vivencia de la fe y en los testimonios
cualificados de la misma y la credibilidad de una y otra en los distintos contextos en los que
tanto la revelación como la fe se van a ir haciendo presentes en la Iglesia, como lugar efec­
tivo y testimonial de dicha experiencia y credibilidad de la misma Iglesia en su misión de
testigo de la revelación y de la fe. A gradecem os al autor por ofrecernos este curso nuevo
de Teología Fundam ental en el que, fiel a los lenguajes más auténticos de la tradición cris­
tiana, asum e con valentía y audacia el hacer una herm enéutica de estos lugares teológicos
en una línea de fidelidad tam bién a las exigencias culturales del m om ento presente, apor­
tando a la reflexión teológica la novedad que el Espíritu va haciendo surgir en la historia.-
C. M ORAN.

BATLOGG, A., D EL G A D O , M., SIEB EN R O C K , R.(Hg.). Was den Glauben in Bewe-


gung bringt. Fundamentaltheologie in der Spur Jesu Christi. Festschrift für Karl H.
N eufeld S.J. H erder, Freiburg.Basel.W ien 2004, 22 x 15,3, 571 pp.

L a vitalidad de la fe cristiana en el seguimiento de Cristo centraría la tem ática plural


de los colaboradores en la obra que hoy presentam os y que los editores del presente tra­
bajo ofrecen en hom enaje al Dr. N eufeld en su 65 aniversario. La distribución de los temas
corresponde un poco a la trayectoria vital del profesor de Teología Fundam ental en
Innsbruck, como continuador del prestigioso teólogo fundam entalista W alter K ern, según
nos n arra B ernd G roth en la sem blanza biográfica que nos ofrece al final de la obra. Los
artículos en torno a la obra teológica de Karl R ahner corresponden con la relación que tuvo
N eufeld como asistente del mismo en M ünster. Su relación con algunos teólogos franceses
como H enri de Lubac, Brouillard, Congar etc corresponden los tem as tratados en la segun­
da p arte de la obra. E n la tercera se recogen artículos sobre la comprensión actual de la te o ­
logía Fundam ental en algunos puntos más sobresalientes y que hay que ten er en conside­
ración en la reflexión teológica para nuestro tiempo. Todo ellos centrado en el seguimien­
to de C risto como centro de la historia salvífica, según queda reflejado en las aportaciones
de la cuarta parte. Concluyendo las colaboraciones con uno de los tem as de nuestro tiem ­
po en la reflexión de la Teología Fundam ental actual, como es el diálogo de las religiones.
Se cierra la obra con el epílogo biográfico y bibliográfico de la personalidad y obra del
autor. L a variedad de autores y tendencias que se hacen presentes en dicha obra, unido a
la calidad teológica de las diversas aportaciones, ofrecen a la obra en colaboración la rique­
za científico-teológica sin la cual difícilmente se podrá presentar una teología fundam ental,
que responda a las exigencias del creyente y del no creyente de nuestro tiempo.
B ienvenidas sean obras de este calibre al acervo teológico del siglo X X I.- C. M ORAN.
608 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

L A D R IE R E Jean., Sens et vérité en théologie. L ’articulation du sens III. Cerf, París 2004,
21,5 x 13,5, 315 pp.

Se recogen en este trabajo estudios realizados por el autor Ladriére, publicados duran­
te los años 1985-1999, constituyendo el tercer volum en de la obra L ’articulation du sens. Se
trata de analizar las implicaciones de lo que se ha llamado el “giro lingüístico” en la com­
prensión de la epistem ología teológica para la actualidad. El estudio del lenguaje de la fe
como portador de sentido y significación, llamando continuam ente a renovar la com pren­
sión del acto de fe, de su relación a la palabra reveladora, a la tradición y a la existencia cris­
tiana está en la base del presente trabajo. Pero no se puede separar el sentido, de la cues­
tión de la verdad. ¿Q ué es lo que tiene de específico el lenguaje de la fe, com parándolo con
otras formas de lenguaje-especialm ente los lenguajes usados en las ciencias y en la filoso­
fía- donde tam bién la articulación del sentido y de la verdad juegan un papel sumamente
im portante?. Conduce todo esto a la problem ática del estudio del lenguaje de la fe, que nos
lleva hasta los acontecimientos que dan origen al mismo y el resurgir del pensam iento espe­
culativo en su relación con el discurso teológico. Se trata en últim a instancia de com pren­
der cómo el discurso teológico puede ser portador de la experiencia de la fe, asumiendo lo
que lleva consigo la posibilidad de ser conceptualizado. Reflexiones que ayudarán a una
m ejor elaboración de una herm enéutica teológica, que se debe preocupar de ser fiel a la
realidad revelada y a la posibilidad de poder ser dicha en los diversos mom entos y contex­
tos culturales en los cuales va a ser vivida y actualizada en la praxis creyente. Agradecemos
al profesor L adriére sus aportaciones al saber filosófico-teológico y creem os que el pre­
sente trabajo colaborará a perfeccionar el discurso teológico y una m ejor comprensión del
m ism o.- C. M ORAN.

L A D R IÉ R E , Jean, L a Foi chrétienne et le Destín de la raison. Cerf, París 2004, 21,5 x 13,5,
367 pp.

Las relaciones entre la fe, la ciencia y la filosofía es sin duda uno de los tem as de nues­
tro tiempo de diálogo integrador de la diferencias y a ello es a lo que quiere responder la
reflexión realizada por el Prof. Jean Ladriére en la obra que hoy presentam os. La fe cris­
tiana interpreta la existencia hum ana desde la perspectiva de una realidad que le trans­
ciende y le da sentido en su quehacer en perspectiva escatológica, realidad que se hace pre­
sente en la historia a través del reino de Dios y sus mediaciones. A su vez la razón tam bién
tiene pretensiones de escatología en cuanto abre el pensam iento a realidades que le trans­
cienden en la aplicación al ámbito de la ciencia y de la filosofía. El autor se hace la pregunta
sobre la posibilidad de reconciliar ambas pretensiones entre la perspectiva de la fe y la pers­
pectiva de la razón, dado que la fe en el desarrollo de sus potencialidades, llegará un
m om ento en el cual integrará tam bién las posibilidades de la razón, abocando de esta
m anera a su integración. E n últim a instancia se trata de ver cómo una filosofía de la cien­
cia, una filosofía de la religión y la reflexión teológica no deben estar tan distanciadas, sino
que es posible un diálogo capaz de justificar la fe a los ojos de creyentes e increyentes, sin
renunciar a las pretensiones propias de cada disciplina. Reflexiones oportunas en la elabo­
ración de la justificación del carácter científico de la teología y posibilidad de introducirla
en el ámbito de lo humano, como apertura de sentido y significado transcendente.
Agradecem os a la editorial C erf por ofrecernos estudios de esta categoría, que tanto están
colaborando en la elaboración de una teología que sepa dar razón de la fe cristiana en diá­
logo con la cultura de nuestro tiem po - C. M ORAN.
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 609

R A T Z IN G E R , Joseph, Convocados en el camino de la fe. La Iglesia como comunión,


Cristiandad, M adrid 2004, 20,5 x 13, 390 pp.

Con ocasión de los aniversarios redondos que a todos acechan, el “círculo de discípu­
los” del profesor R atzinger ha em pezado a prom over una serie de escritos en torno a su
figura. El primero, con ocasión de su 60 cumpleaños, fue un libro de hom enaje en dos volú­
m enes en el que participaron gran variedad de autores. Al contar 70 años, publicaron una
selección de escritos de R atzinger conform ando un todo unitario que acercaba a su teolo­
gía. Y ahora, cumplidos hace poco los 75, nos presentan este libro, que recoge básicam en­
te las últimas intervenciones del cardenal. D esde su responsabilidad como prefecto de la
Congregación para la D octrina de la Fe, la más poderosa de la curia rom ana, pendiente de
la ortodoxia doctrinal en todos los rincones y esquinas de la Iglesia, es obvio que no tiene
tiem po para la investigación teológica -lo que a veces insinúa añorar-, que no puede conti­
nuar la labor del brillante teólogo, consejero conciliar y catedrático que fue. Los trabajos
aportados en este libro son alocuciones de doctorados honoris causa, ponencias en congre­
sos eucarísticos, presentación de docum entos curiales como D om inus Iesus, sobre la salva­
ción y las religiones, o Memoria y reconciliación, sobre las culpas de la Iglesia, y corres­
pondencias con un obispo luterano y otro ortodoxo; pero tam bién algunos de los últimos
artículos suyos aparecidos en revistas teológicas o libros de colaboración. E n tre éstos son
destacables los tem as de la koinonía, centro de los últim os debates eclesiológicos, el ecu-
menismo, en el que reconoce que nos hemos quedado lejos de las expectativas, y el minis­
terio sacerdotal, el aliento imprescindible de la vitalidad eclesial. E l libro term ina con la
bibliografía com pleta del cardenal R atzinger hasta 2002, fecha de su cumpleaños. Buen
hom enaje, pues, a quien ha gastado sus fuerzas en servicio de la Iglesia - T. M ARCOS.

BOSS, M arc - GILLES, Em ery - GISSSEL, Pierre (éd.), Postlibéralisme? La théologie de


George Lindbeck et sa réception, L abor et Fides, G inebra 2004, 22,5 x 15, 216 pp.

E n 1984 apareció en Estados U nidos una de esas obras que marcan, en el campo de
una ciencia, un antes y un después: The Nature o f Doctrine. Religión and Theology in a
Postliberal Age, de G eorge Lindbeck. E n seguida se convirtió en uno de los teólogos más
citados en N orteam érica, centro de todas las discusiones teológicas. Sorprendentem ente,
hasta diez años después no fue traducido al alem án, despertando entonces p o r allí un inte­
rés sem ejante. Y siguiendo la sorpresa, acaba de aparecer ahora la edición en francés, lo
que ha m otivado el libro que aquí presentam os, que considera el significado e influencia de
la teología de Lindbeck. A sí que en E spaña suponem os que será traducido en el 2014. (U n
pionero doméstico es F. Joven, La propuesta de Lindbeck acerca de las doctrinas religiosas:
E stA g 32,1997,431-498.). Luterano, profesor de la universidad de Yale, observador invita­
do en el Vaticano II, comisionado en grupos de diálogo luterano-católicos, su vida y obra
están m arcadas por dos ejes: el ecumenismo y la inserción de la fe en una cultura secular.
Precisam ente, su famoso libro propone una superación de la religión dogmática tradicional
(revelación como verdad) y la religión liberal decimonónica (revelación como experiencia
interna), para acceder a una religiosidad “posliberal” o posm oderna, que entiende la reli­
gión com o m arco de fe y sentido de vida comunitarios. L utero y Tomás de A quino son sus
autores favoritos, W ittgenstein se adivina en el trasfondo. Tanto entre protestantes como
católicos, los conservadores le tachan de relativista y los progresistas de reaccionario, lo que
bien p u ede significar que ha encontrado una salida. E ste libro fom enta el debate tras la
publicación francesa de The Nature o f Doctrine, recogiendo las ponencias de varios profe-
610 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

sores católicos y protestantes de tres universidades francófonas (Lausana, Friburgo y


M ontpellier) sobre su teología, además de contar con una contribución del propio
Lindbeck, que revisa 20 años después un capítulo de su libro. Lo que nadie niega es que ha
cogido el toro por los cuernos: en un m undo descristianizado ¿cómo convencer de la vali­
dez del cristianismo?, pues creem os que sigue valiendo. Piensa que la Iglesia minoritaria del
futuro (que ya ven hasta los que no quieren ver) puede ser una suerte: despojada de adita­
m entos de poder (dogm ático o económico) estará volviendo a los orígenes, y por tanto
renaciendo.- T. M ARCOS.

R O D R ÍG U E Z , Pedro - O C Á R IZ , Fernando - ILLANES, José Luis, E l Opus D el en la


Iglesia. Introducción eclesiológica a la vida y el apostolado del O pus Dei. Prólogo de
Mons. Alvaro del Portillo, Rialp, M adrid 2001, 23,5 x 16, 346 pp.

D esm intiendo la imagen de oscurantismo que siempre acompaña al Opus, tres profe­
sores universitarios, dos de Pam plona y uno de Rom a, todos ellos pertenecientes a él, se
proponen analizar el papel que corresponde a su joven institución en la Iglesia. Con­
m em orando el décimo aniversario de la erección papal del Opus como P relatura personal,
el año 1982 con la constitución apostólica Ut sit, dichos profesores idearon abordar dicho
trabajo desde sus especialidades académicas. N adie m ejor que ellos para hacerlo. Ofrecen
un punto de vista teológico y teórico desde su trabajo, a la par que experiencial dada su con­
dición. A parte de estructurar de común acuerdo los capítulos del libro, cada cual ha pasa­
do a los otros su propio trabajo, de modo que sugerencias e intercam bios contribuyeran al
carácter unitario del resultado final. Sus fuentes inciden especialm ente en los escritos del
fundador y en los E statutos de la prelatura, así que se trata de una inm ejorable oportuni­
dad de acercarse al conocim iento de una institución tan significativa en la vida eclesial en
general y española en particular. Siguiendo el orden de los autores del libro, cada uno
encargado de un capítulo, el prim ero trata de la estructura interna del O pus y su inserción
en la vida eclesial. El segundo aborda la peculiaridad religiosa de la Obra, es decir, lo que
solemos llamar el carisma, el atractivo vocacional que ofrece. Y el tercero, se detiene en la
secularidad del Instituto, no olvidemos que el Opus nació como Instituto Secular, que quie­
re diferenciarse de los carismas religiosos. La prim era edición fue del año 1992 y este libro
que com entamos es la quinta reim presión.- T. MARCOS.

CISLAG HI, Gabriele, Per una ecclesiologia pneumatologica. II concilio Vaticano I I e una
proposta sistemática, Edizioni Glossa, Milano 2004,16 x 23,5, 508 pp.

Tesis doctoral p o r la universidad G regoriana de Rom a de un ahora joven profesor de


teología dogmática en la facultad de teología de Italia septentrional con sede en Milán. El
tem a elegido es el del Espíritu Santo como clave interpretativa de la naturaleza y misión de
la Iglesia. Y el m étodo, el análisis de la historia interna del Vaticano II y los textos centra­
les aprobados por él, que señalan la realidad de una eclesiología pneumatologica. Aunque
el Vaticano II acumula sobre sí m ultitud de estudios, siempre son posibles nuevas angula-
don es que sirvan para captar sus posibilidades de m ejor comprensión y revitalización ecle-
siales. E l Espíritu, por su parte, sigue siendo el desconocido de la teología y pastoral cris­
tianas, no sólo en sí (cosa eterna e inevitable), sino tam bién en el interés subjetivo de los
creyentes (algo más lam entable). D e esto ha surgido una voluminosa tesis de apretadas
páginas, perfectam ente cuidada en la edición, en la corrección m etodológica de las abun-
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 611

dantes citas, y en la estructura clarificadora de sus capítulos y secciones. E l trabajo se divi­


de en dos partes generales. La prim era está dedicada al hecho y los textos conciliares, cómo
ambos m uestran la acción del Espíritu, en sucesos inesperados que im pulsaron a la espe­
ranza y en discusiones teológicas que concillaban a la Iglesia con su época y a la Iglesia con­
sigo misma. Se percibe tam bién en las imágenes más utilizadas p ara describir el ser eclesial:
misterio, sacramento, pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, tem plo del Espíritu. L a segunda
parte conforma la propuesta sistemática. U na eclesiología pneum atológica pondrá al
Espíritu como nexus mysteriorum de su esencia y tarea, que reconcilie la visión mistérica
de la Iglesia, que incide en la presencia de Dios en ella, con la sam aritana, volcada en la
acción hum ana de servicio al mundo. Para ello tiene que basarse en una cristología pneu­
matológica, modelo y gracia de lo que la Iglesia quiere y debe ser. Como toda tesis digna,
m uestra al final la abundante bibliografía consultada: más de treinta páginas de los libros
que le han servido de referencia - T. MARCOS.

BEVANS, Stephen, M odelos de teología contextual. Edición revisada y aum entada, Verbo
Divino, Q uito 2004,17 x 24, 248 pp.

Libro sencillo, am eno e ilustrativo sobre la im posibilidad de una theologia perennis,


abstracta y universal, y sobre la necesidad de acomodación de la teología a cada cultura y
experiencia individual, de m odo que llegue a ser una auténtica “inteligencia de la fe” en
todo tiem po y lugar. Profesor de teología en Chicago, habiendo sido estudiante en Rom a y
misionero en Filipinas, el libro ha sido la conclusión de su experiencia pastoral. El autor lo
introduce graciosam ente con la anécdota de su primeras liturgias de adviento en las que uti­
lizaba la imagen de Cristo como sol fuerte que trae luz a nuestra oscuridad y derrota con
su calor el frío del mundo. Le pareció una buena m etáfora del significado de Cristo. Pero
un hom bre del trópico le dijo en un aparte que para ellos el sol es un enemigo, trae un calor
insoportable del que hay que huir, provoca sed y agotam iento. U na fe anunciada fuera del
contexto en que se habla deviene incomprensible, es preciso una teología contextual. El
autor presenta así 6 m odelos teológicos de nuestra época, más o m enos conocidos aunque
él les da su propia terminología. H abla así de los m odelos de traducción (inculturación),
antropológico, praxis (liberación), sintético (que reúne los anteriores), trascendental y con­
tracultural. D e cada uno expone sus ventajas y carencias y los ejemplifica con apartados
dedicados a autores que personifican dicho modelo. Concluye que todos son válidos, cada
cual el m ejor en su contexto, pudiendo aprender unos de otros e intercam biarse la preem i­
nencia según circunstancias - T. M ARCOS.

T O R N O S, Andrés, E l más allá. Mitos y creencias (= Cruce 11), PPC, M adrid 2002, 22,5 x
11,118 pp.

E s u n libro de lectura fácil y am ena que sirve muy bien como introducción a los temas
propios d e la escatología cristiana. D ado el carácter de la publicación, el autor ha reducido
el aparato crítico a la mínima expresión en unas breves notas a cada capítulo al final del
libro. Sólo como curiosidad nos gustaría saber por qué en las listas de los títulos de la colec­
ción aparece con otros subtítulos. Seguram ente lo más sobresaliente del libro es la acerta­
da perspectiva cristocéntrica que sirve de hilo conductor a todas las cuestiones tratadas. El
“más allá” de los cristianos tiene esta im pronta personal más allá de lugares, tiem pos o esta­
dos últimos. Se comienza tratando el trasfondo cultural del tem a en los mitos, creencias e
612 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

ideas de los pueblos (caps.1-2), para repasar en los demás capítulos las claves para en ten ­
der hoy el reino de Dios, el juicio final, el infierno, la m uerte y la resurrección de los m uer­
t o s - R. SALA.

DAWSON, Christopher, E l espíritu del M ovimiento de Oxford. Edit. Rialp, M adrid, 20 x


13,5,158 pp.

El autor (1889-1970), educado en el anglicanismo, se hizo católico a los veinticinco


años. A preciado historiador e investigador, fue profesor de la Universidad de H arvard en
los últim os años de su vida. Educado en la tradición religiosa derivada del famoso
M ovimiento de O xford (1833-1845), que ansiaba una renovación del anglicanismo clásico,
D awson quiso rendir un pequeño hom enaje a sus fundadores con ocasión del prim er cen­
tenario de dicho evento en 1933, publicando este “lúcido ensayo”. Y lo hace acudiendo a
las fuentes, los Tracts, y a la correspondencia de los principales actores: Keble, Froude,
Pousey y J. H enry Newman, el gran líder del Movimiento. Los llamados “tractarianos”
poseían un cuerpo de principios intelectuales y espirituales que contribuyeron a m ejorar la
situación religiosa del cristianismo en Inglaterra, evitando que cayera en manos del un p ro ­
testantism o liberal semi-naturalista. Es de justicia sentirse agradecidos a la editorial Rialp,
y especialm ente a J. M orales por su traducción y por las páginas introductorias que ayudan
a la com prensión del contenido del presente ensayo - A. G A R R ID O .

Moral-Pastoral-Liturgia-Derecho

D E L A T O R R E , Francisco Javier, Ética m undial y diálogo interreligioso. Universidad de


Comillas, C átedra de Bioética, Descíée de Brouwer, Bilbao 2004, 21 x 15, 475 pp.

E ste escrito pretende invitarnos al diálogo para llegar a una ética mundial en la que
todos podam os coincidir y con la que todos podam os protegernos. E n el capítulo prim ero
se trata el tem a del diálogo en la ciudad secular, y para ello se presenta la teoría del diálo­
go en la Filosofía desde la época de Platón y de San A gustín hasta los pensadores dialógi­
cos actuales como M artín B uber y otros. También se estudia el sentido del diálogo en la
sicología contem poránea, La pedagogía, la lingüística, la antropología cultural y la sociolo­
gía. El capítulo segundo, nos habla del diálogo en la ciudad de Dios. Se estudia la idea del
diálogo en el A ntiguo y el Nuevo Testamento, en los Padres de la Iglesia y en el catolicis­
mo actual, con una atención especial a los Sínodos sobre Asia y África. Luego se pasa a
estudiar el diálogo interreligioso, como paso previo al planteam iento de una ética mundial
tanto en las diversas religiones como en el catolicismo. E n el capítulo tercero se describen
las aportaciones de H. Küng al diálogo interreligioso y a la ética mundial. D e modo pare­
cido se estudian las aportaciones del pluralismo liberal de J. Hick, la soteriología m oderna
de P. K nitter, el diálogo interreligioso y el desarm e cultural de R. Panikkar, el modelo inte-
grador de praxis liberadora y diálogo interreligioso de A. Pieris, el modelo com unitario y
liberador del diálogo interreligioso según M. Amaladoss, y la mística ecológica de Leo­
nardo Boff. El capítulo final es como un balance sobre la fuerza y la debilidad de una con­
vergencia ética en el diálogo interreligioso con sus resultados y frutos, el diálogo interreli­
gioso como factor esencial en la convergencia ética mundial actual, la ética civil y la ética
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 613

mundial religiosa, el diálogo interreligioso y la ética mundial en la crisis de la m odernidad,


la necesaria conexión entre los mínimos y los máximos de una ética mundial, y la figura de
Jesús de N azaret como p ortador de un diálogo que rom pe barreras y fronteras. Estam os
ante una propuesta im portante para pacificar la tierra en estos tiem pos tan difíciles de cri­
sis de civilizaciones.- D. NATAL.

BENASSAR, Bartom eu, E lfu tu r de la teología moral. Per una ética actual, creient i creíble,
Edit. Publicacions de TAbadia de M onserrat, Barcelona 2003,19 x 13, 330 pp.

E l autor, profesor y párroco, es de sobra conocido en los am bientes cristianos de cul­


tura catalana. Con una plum a fácil, con un decir -a veces hasta literario- y con una expe­
riencia pastoral de largos años, reflexiona sobre la situación actual de la Teología M oral. Su
trabajo viene dividido en tres grandes apartado: ¿De dónde venimos? La teología m oral
desde el 1960 hasta el 2000 (pp. 9-111); ¿Hacia dónde vamos? R etos actuales de la ética cris­
tiana (pp.113-257 y ¿Dónde estamos y qué hacer? Iglesia y m oral (pp. 259-327). Conoce lo
que trae entre manos, está docum entado, es vitalista en la exposición y se siente “libre”
dentro de la familia cristiana a la que quiere de verdad y a la que sirve de corazón. Podrá
parecer un tanto “pesimista y resignado” com entando lo que E. Biser califica de “herejía
em ocional” y que el autor conoce y sigue en algunas ocasiones. La causa últim a de esta
situación la ve en el olvido, abandono y falta de aplicación del concilio Vaticano II. Se sien­
te deudor de los “m aestros” como Haering, H ortelano, M. Vidal, López A zpitarte, K.
D em m er, J. R. Flecha,., y le duele el enorm e cúmulo de preguntas que acam pan dentro del
área de la teología moral: el problem a demográfico y la regulación de la natalidad, explo­
sión de la violencia y migraciones, procreación asistida y clonación, pastoral de divorciados
cristianos, disciplina penitencial, pena de m uerte, ham bre y justicia, sacerdocio femenino,
etc.. E n la prim era parte analiza la teología m oral conciliar, la tem ática que encierra la encí­
clica papal Veritatis Splendor (1993) y la m oral en el Catecismo de la Iglesia católica. Es bas­
tante critico con la metodología de la encíclica de Juan Pablo II, dirigida especialm ente a
los todos los obispos de la iglesia católica, para “reconducir a la verdad m oral ideas y opi­
niones nacidas a raíz del concilio Vaticano II”. Bennássar piensa que tal encíclica “no es
lum inosa” y que tal vez adorm ezca más que ilumine. Le hubiera gustado una iglesia no solo
“m adre y m aestra” sino tam bién iglesia hija, herm ana y débil, iglesia en camino siempre
hacia Emaús. Las relaciones entre libertad y ley, conciencia y verdad, opción fundam ental
y com portam ientos concretos podían haberse expuesto en un clima mucho más rico, sin
haberse inventado enemigos o posturas taxativas. En medio del esquem a form alm ente váli­
do de: verdad, ley natural, revelación, iglesia y magisterio, el ser hum ano navega en las más
variopintas situaciones, en las que habrá que tener presente esas otras fuentes como “los
fines, las intenciones, las consecuencias, las situaciones...”. Ningún m oralista defiende rad i­
cal y exclusivam ente el subjetivismo, proporcionalism o o consecuencialismo. E ncuentra
algunos fallos: el modo de citar la Sagrada Escritura, el olvido del espíritu -y hasta la letra-
del Vaticano II, una presentación reductora de las opiniones de los otros y una excesiva des­
confianza respecto a la razón de la persona (que tam bién es creación divina). El autor
afronta algunos retos actuales que se presentan a la ética cristiana, como es el m undo de la
política, de los D erechos Humanos, la problem ática de la deuda internacional que le fuer­
za a em itir consideraciones realistas y duras acerca de la situación de los países más em po­
brecidos. A provecha la ocasión para lanzar al m ercado de las ideas y de las exigencias el
retom ar en serio los viejos problem as del “comercio justo y equilibrado”, de una “econo­
mía com partida”, de “nuevas relaciones políticas, posibles intervenciones políticas y mili-
614 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

tares para salvar a millones de seres (Ingeniería hum anitaria) y la ambigüedad de las lla­
madas “guerras preventivas”. Tampoco deja en el tintero el enorm e m undo de la Bioética:
clonación, terapia genética, eutanasia, etc.. La últim a parte es una apelación a las mejores
actitudes evangélicas, hacia unos ministerios eclesiales moralizadores, hacia una iglesia más
espiritual y más en relación con los problem as de los hombres, ya que solam ente si nos p re­
ocupa el reino de D ios y el mundo nos preocupará realm ente la iglesia.- A. G A R R ID O .

V IDAL, M arciano, E l matrimonio. Entre el ideal cristiano y la fragilidad humana. Teología,


m oral y pastoral, D esclée de Brouwer, Bilbao 2003, 23,5 x 15,5, 354 pp.

E l profesor M arciano Vidal es ya un autor clásico, no sólo de la teología española, sino


tam bién internacional. A sí que es simplemente una suerte que haya abordado la cuestión
del m atrim onio en sus distintas vertientes para escribir este libro, llam ado a ser un manual
de referencia en los estudios teológicos. El m atrim onio no sólo es un sacramento especial
en la Iglesia, que al contrario de los otros seis, de exclusiva estructura eclesial, debe com­
partir su sacram entalidad con la institucionalidad humana. El m atrim onio es -como dijera
Schillebeeckx y a lo que alude el subtítulo de este libro- “realidad hum ana y misterio de sal­
vación”. H a de repartir el estudio de su esencia y estructura entre lo religioso y lo profano,
entre el am or hum ano y las consecuencias que lo trascienden. Es la base que conforma el
entero discurrir de esta obra. La novedad es que integra los aspectos humano-teológicos,
propios de la dogmática, con los morales, en los que es especialista, y pastorales, dados los
grandes cambios habidos que tocan la institución y a los que urge dar respuesta.
E l libro se estructura en tres partes. La prim era parte funciona como un m anual de
dogmática, con sus tres secciones ya clásicas: la visión bíblica del m atrimonio, del Génesis
a Pablo; el desarrollo sacram ental logrado con la tradición cristiana; y la reflexión sistem á­
tica actual, teniendo en cuenta las aportaciones novedosas del Vaticano II. La segunda
parte se adentra en la esencia del matrimonio, el am or conyugal, justam ente lo que le suele
faltar a los m anuales sobre el tema. Esto es, el análisis del am or hum ano, tan viejo como
A dán y tan poco considerado en teología, en sus matices culturales, personales, sexuales,
acudiendo a estudios de antropología social, ética, política y psicología. Incluye una apén­
dice relajante sobre poesía am orosa en castellano. Y la tercera parte aborda cuestiones
morales, de una actualidad que más rabiosa es imposible: uniones de hecho, matrimonio
civil entre católicos, y católicos divorciados reesposados. Las soluciones que aporta son
eclesiales y razonables, justam ente lo que debe ser la teología, si bien en estos casos no es
nada fácil y puede sobrevenir algún espadazo. Critica la unión de hecho porque pretende
ignorar la trascendencia supraindividual de un compromiso entre dos, contradiciéndose a sí
misma; defiende el valor en sí del matrimonio civil, por tanto tam bién para católicos; e
intenta entreabrir la disciplina canónica ante los divorciados, m anteniendo el principio
general de la indisolubilidad pero atendiendo los casos concretos de sufrimiento. Como
peccata minuta, tal vez inevitable, aparecen algunas repeticiones temáticas. Partes y capítu­
los están abundantem ente acompañados de referencias bibliográficas de actualidad - T.
MARCOS.

KHOULAP, Vladimir, Coniugalia Festa. Eine Untersuchung zu Liturgie und Theologie der
christlichen Eheschliessungsfeier in der römisch-katolischen und byzantinisch-orthodo­
xen Kirche m it besonderer Berücksichtigung der byzantinischen Euchologien. (Das
E stA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 615

östliche Christentum , N eue Folge, Band 52) Augustinus Verlag, W ürzburg 2003, 22’5
x 15’5, 300 pp.

E l presente libro tiene su origen en la percepción de una urgencia pastoral: la que p re­
senta el núm ero creciente de matrim onios mixtos entre católicos y ortodoxos en la
República Federal A lem ana. Su objetivo es abrir caminos a un ritual único, elaborado por
ambas confesiones cristianas, para la celebración de tales matrimonios.
A unque no aparezca así en su estructura formal, cabe distinguir en dos partes los sie­
tes capítulos que com ponen la obra: la prim era m ira al pasado, la segunda al presente. En
efecto, los cinco prim eros presentan la concepción del m atrim onio cristiano propio de la
Iglesia católica y de la Iglesia ortodoxa en su devenir histórico que, teniendo raíces com u­
nes, cristalizó en ritos litúrgicos diferentes, expresión de otras divergencias teológicas y
canónicas. A m bas Iglesias son herederas de la tradición judía y de la tradición greco-rom a­
na. Con sus diferencias, ambas tradiciones contem plaban dos momentos: los esponsales
(Verlobung) y el matrimonio propiam ente (Trauung]); ambas unían la dimensión religiosa
a la social, obvia y bien visible en su celebración, nunca de carácter estrictam ente privado;
en ambas tenía un rol significativo, de signo religioso, el padre de los contrayentes, y nin­
guna de ellas conoció una manifestación explícita del consenso entre ellos. Estos elem en­
tos básicos continuaron en la Iglesia primitiva. El autor lo m uestra con textos de san
Ignacio de A ntioquía (oriente), Tertuliano (occidente), las A ctas de Tomás, sin que obsten
a las conclusiones otros textos (p. ej., Diogneto, 5). Pero la nueva fe tenía que dejar huellas
en los ritos de celebración: concebida la Iglesia como una sociedad patriarcal (el autor
habla de una o/fcos-eclesiología), el rol del padre lo desem peña ahora el obispo; se vincula
la celebración a la Eucaristía, etc. Cam biada la situación con la llegada de la paz con
Constantino, la Iglesia no sintió necesidad de crear formas radicalm ente nuevas de cele­
bración del matrimonio, pero tuvo que cristianizar las existentes, eliminando aspectos paga­
nos e introduciendo o reafirm ando otros cristianos (vinculación con la Eucaristía, presen­
cia del m inistro de la Iglesia, sin que fuera imprescindible, etc). La caída del im perio rom a­
no de occidente y el florecer del Im perio Bizantino, hizo que oriente y occidente tom asen
vías diferentes en sus ritos, consecuencia en parte del distinto orden político. La tradición
rom ana hizo del elem ento jurídico rom ano de la manifestación del consenso lo constituti­
vo del m atrim onio, dejando en segundo lugar el expresar la naturaleza específicamente
cristiana del sacramento, m ientras para la oriental lo constitutivo pasó a ser la “coronación”
con las respectivas oraciones, haciendo imprescindible la presencia del ministro de la
Iglesia. M ientras la tradición rom ana se m antuvo más uniforme, la oriental adquirió formas
diversas, como manifiesta detenidam ente el autor a través del estudio de los diversos euco­
logios bizantinos, de los cuales el Barb. 336 presenta la estructura básica perm anente.
La segunda parte m ira al presente, decíamos. E l capítulo sexto establece una com pa­
ración e n tre la actual liturgia de la celebración del m atrim onio de la Iglesia católica y la de
la Iglesia ortodoxa. A l estudiar la prim era contem pla, obviamente, el Ordo celebrandi
m atrim onium (de 1969 y 1990), ritual para la Iglesia universal, pero presta particular aten­
ción al ritual, específico para ella, elaborado por la Iglesia católica alemana: D ie Feier der
Trauung (de 1975 y 1992). E l hecho de que el rito litúrgico católico haya sido renovado por
m andato del Vaticano II (SC 77), perm ite al autor exam inar los aspectos novedosos, de
cualquier signo, introducidos en él, que pueden favorecer la m eta deseada de una celebra­
ción com ún para los fieles de las dos Iglesias. Novedad significativa considera el haber ubi­
cado el rito del m atrim onio entre la liturgia de la palabra y la liturgia eucarística, igual que
en otros sacramentos. El autor aprecia el que el ritual general no haya propuesto un esque­
m a fijo sino que adm ita eventuales acomodaciones locales, lo que abre posibilidades para
616 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

ese deseado rito común. Varios otros datos, referidos a cada uno de los m om entos del rito
sea del ritual universal, sea del alem án, van en la misma dirección; por ejemplo, el hecho de
que la declaración del consenso haya sufrido un corrim iento al ám bito eclesiológico, su
integración orgánica en el conjunto de la ceremonia, la eliminación de la fórmula ego vos
coniungo, el dejar de lado las diferencias en la concepción del rol del sacerdote, el m om en­
to de la declaración del consenso, el poner la oración inm ediatam ente tras la declaración
del consenso, la bendición a los dos contrayentes, aunque uno sea de otra confesión, la con­
cepción del m atrim onio eclesiástico como un rito de pasaje unido al bautism o y orden, etc.
Al análisis sigue la reflexión teológica sobre una divergencia fundam ental que subsiste, el
del rol del sacerdote, ofreciendo un intento de solución. Por último, en el capítulo séptimo,
el autor examina desde la misma perspectiva logros concretos, es decir, rituales ya existen­
tes para celebración del m atrim onio acordado entre las Iglesias evangélica y católica en
A lem ania (1971 y 1995) y en Suiza (1973 y 1993), y las Iglesias evangélica y ortodoxa de
Suiza (1996). A p artir de ellas presenta un esquem a general p ara la elaboración de una
celebración católica-ortodoxa del matrimonio, siguiendo una a una las partes del rito.
Excluyendo dos celebraciones paralelas según el rito de cada Iglesia, o sólo uno de los dos
ritos, el católico o el ortodoxo, propone, según el modelo suizo últim am ente indicado, una
celebración común con la participación de los sacerdotes de una y otra confesión que incor­
pore los elem entos que son esenciales para una y otra Iglesia. U na aportación sin duda váli­
da a un problem a real - P. D E LUIS.

FO LG A D O , Avelino, E l pensamiento de san Agustín en to m o a la propiedad privada.


Ediciones Escurialenses, San Lorenzo de El Escorial 2003,24 x 17, 468 pp.

Numerosos son los autores que han escrito sobre la propiedad privada en el pensa­
miento de san Agustín, pero en el marco de otros estudios. A. Folgado ofrece una m ono­
grafía al respecto, recogiendo la amplia documentación que sum inistra el santo sea al expo­
ner los preceptos del Señor, sea al rebatir a los disidentes de cualquier signo. El autor orga­
niza su estudio, hecho en perspectiva jurídica, en dos partes. La prim era, dedicada a los
supuestos fundam entales, com prende tres capítulos que versan sobre el dominio de Dios
(cap. I o), sobre el dominio del hom bre (cap. 2o), y sobre la Ley y el D erecho (cap. 3 o); los
siete capítulos restantes, que constituyen la segunda parte, tratan los siguientes temas: la
terminología (cap. 4o), la licitud de la propiedad privada (cap. 5o), las riquezas y la salva­
ción (cap. 6o), la naturaleza jurídica del derecho de propiedad privada (cap. 7o), los sujetos
del derecho de propiedad privada (cap. 8o), el objeto del derecho de la propiedad privada
(cap. 9o) y los títulos justificativos de la propiedad privada (cap. 10°).
La tesis sostenida por el autor es que por derecho divino -n a tu ra l- (“todo el derecho
divino es natural y sólo el derecho natural es divino”) no hay propiedad privada, pues Dios
es el único propietario y, de otra parte, al ser todos los hom bres iguales, la tierra es patri­
monio de todos. E l que alguien pueda llamar suyo a algo tiene su origen en el derecho posi­
tivo humano. La conclusión la extrae en prim er lugar de los dos textos agustinianos objeto
de discusión: la ep. 93,12,50 y Tract. in lo. ev. 6,25-26, situados ambos en su propio contex­
to. El m ayor énfasis lo pone en el último citado cuyas proposiciones examina detenida­
mente, después de haber presentado las tres interpretaciones (m ayoritarias, restrictivas y
patriarcales) que ha recibido a lo largo de la historia, representadas en el texto, en conjun­
to, por una treintena de autores que van desde el s. XI hasta los últimos tiem pos y de haber­
las som etido a crítica. A la misma conclusión llega tras el examen de los argum entos de
quienes sostienen la posición contraria, juzgando algunos de ellos como “un atentado a la
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 617

lógica”. A dm ite que la conclusión a que él ha llegado no es, quizás, la más agradable a las
tesis neoescolásticas del s. X IX y de otros autores posteriores, y se m uestra severo con algu­
nas críticas vertidas contra el santo: “E sta crítica acerba a sus palabras es una form a de asu­
mir que el santo está diciendo sobre la propiedad privada lo que sus autores hubieran dese­
ado que no hubiera dicho” (p. 348).
Como es lógico, el autor ha tenido en cuenta los puntos de vista que sobre el tem a
defendieron los autores cercanos a san Agustín, tanto paganos (Cicerón, Séneca), como
cristianos (Ambrosio, H ilario de Poitiers y Lactancio), así como el derecho rom ano m ode­
lador de la sociedad. R especto de este último, el santo sabe m antenerse libre y suplir sus
lagunas, tom ando en consideración, por ejemplo, no sólo la legitimidad de origen, sino tam ­
bién la de uso de la propiedad. E n este marco, el estudio presta especial atención al pasaje
de Prov. 17,6 (LXX) citado por A gustín en el contexto de la propiedad privada (cf. parti­
cularm ente ep. 153) y que A. F. interpreta en clave clásica: el justo equivaldría al sabio de
Cicerón y Séneca, en el marco de la distinción entre possidere anim o y possidere iure. A
partir de aquí critica tam bién a quienes, al no haber percibido esta distinción, afirman que
san A gustín negase la propiedad privada a los increm entes o que sostuviese un comunismo
teocrático para los creyentes. Tomar en serio ciertos argum entos, dice, es ofender el buen
sentido de Agustín. O portunas y esclarecedoras nos parecen tam bién las consideraciones
sobre las relaciones entre esclavos y amos. Volviendo al tem a del uso que se da a la pro­
piedad privada, respecto de al cual san Agustín se m ostraba pesimista, al no ver solución
posible en este mundo, digamos que la obra concluye m anifestando el giro actual en
muchas legislaciones actuales que van en la línea deseada p o r san Agustín. Con estas pala­
bras le pone término: “hay un encuentro, lo limitado que se quiera, entre el pensam iento
m oderno y el pensam iento de A gustín”.
El estudio es pródigo en textos del santo, y más bien escaso en referencias a autores
modernos, salvo en el caso anteriorm ente anotado. El au to r desarrolla los tem as norm al­
m ente al hilo de los textos del santo. Ellos suelen abrir la exposición, no cerrarla como para
confirm ar lo dicho. La exposición en sí es siempre clara; a esa claridad sirve el recurso en
repetidas ocasiones al silogismo escolástico cómo m étodo argum entativo. A h o ra algunas
observaciones: aunque es un problem a fijar la fecha de los textos de predicación de san
Agustín, no hubiera estado de más prestar atención a la cronología de los aducidos como
respuesta al D e divitiis del pelagiano Agrícola. El autor conoce las dos fechas asignadas por
los estudiosos a los Tractatus in Ioannis evangelium, pero opta por la antigua y tardía, difí­
cilmente sostenible. A pesar de ten er fácil acceso a la edición crítica de la Regula ad servos
D ei de L. V erheijen sigue citando p or Migne en un tex to donde hay variantes.
L am entablem ente ignora por completo las cartas del santo descubiertas y editadas por J.
Divjak, que sin duda habrían enriquecido la información. Las referencias bibliográficas a
diccionarios y revistas están a m enudo incompletas al faltar la indicación dé las páginas. El
tipo de letra hace cóm oda la lectura de la obra, pero no resulta fácil el m anejo interno de
la misma al buscar las citas de otros capítulos a que de vez en cuando rem ite, por faltar
tanto la paginación en el índice general como el núm ero o título del capítulo en el encabe­
zam iento de las páginas. Se echa m enos un índice de m aterias y, en concreto, de términos
jurídicos. Son peccata minora que no quitan en absoluto valor a la obra - R D E LUIS.

SA LA CHA S, Dim itrios - SA BB A RESE, Luigi, Chierici e ministero sacro nel Codice lati­
no e orientale. Prospettive interecclesiali, U rbaniana University Press, R om a 2004,21 x
15, 392 pp.
618 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

Siguiendo las necesidades actualizadoras prom ocionadas por el Vaticano II, ya hace
veinte años de la publicación del nuevo Código de Derecho Canónico (1984). Pero el con­
cilio patrocinó tam bién la autonom ía jurídica de las Iglesias católicas orientales, costum bre
que rem onta a los inicios de la Iglesia y que no se opone en absoluto a la unidad de la
Iglesia. “Las Iglesias de oriente y occidente tienen el derecho y el deber de regirse según
sus propias disciplinas particulares” (O E 5). D e este modo se promulgó el Codex Canonum
Ecclesiarum Orientalium (1991), de lo que resultan dos códigos, latino y oriental, en una
única Iglesia. Pero la movilidad actual, sobre todo de los católicos de O riente medio y de
E uropa oriental hacia occidente, lleva a problem as prácticos derivados de legítimas dife­
rencias en ritos y costumbres religiosos. D os juristas y profesores de la U rbaniana, uno con­
sultor en la curia rom ana, ponen manos a la obra en este libro para clarificar las interac­
ciones entre ambos códigos. El tem a se refiere al ministerio del O rden, pero en cuanto
entendidos desde sus diferencias con el sacerdocio común y en su calidad de adm inistrado­
res de los sacramentos, prácticam ente queda tocada toda la vida práctica de la Iglesia. Si en
una prim era parte se centran en la legislación general del CIC y del CCEO, en la segunda
pasan a la com paración entre ambos y posibilidades de integración. Incardinación, p arro ­
quia, cambio de rito, colaboración jerárquica estarán entre los aspectos básicos an alizad o s-
T. M ARCOS.

C ORBON , Jean, Liturgia y oración (= Colección Teología Sistemática). Edic. Cristiandad,


M adrid 2004,18 x 10,5,246 pp.

La obra principal del P. Jean Corbon Liturgia Fundamental. Misterio-celebración-vida


ya fue presentada en esta Revista (EstA g 37 / fasc.l, 2002). D e origen francés, C orbon m ar­
cha al Líbano en 1956 para seguir su trabajo de ecumenista y atraído por el cristianismo
oriental. Perteneció de hecho a la Iglesia greco-católica de Beirut. Colaboró en las tareas
del Vaticano II, siendo posteriorm ente consultor del Secretariado para la Unidad; durante
seis años perteneció a la comisión Faith and Order del Consejo Ecuménico de las Iglesias
(C EI); de 1991 a 1998 fue miem bro del G rupo Mixto de Trabajo (G rupo de Diálogo entre
el C E I y Rom a). Asimismo fue profesor de la U niversidad de B eirut y uno de los princi­
pales redactores de la cuarta parte del Catecismo de la Iglesia Católica (La Oración cris­
tiana). Personalidad interesante, aparece cargada de carisma y de experiencia profunda del
misterio cristiano. E l libro que se nos ofrece ahora es una recopilación de diversos artícu­
los publicados ya en revistas especializadas, más una Presentación de F. A rocena (pp. 11-
37) y un Epílogo del actual arzobispo de Viena, cardenal Schónborn (pp. 227-242).
Conform e al titulo, el libro se divide en dos partes claram ente definidas: Ia: N aturaleza de
la liturgia ( A ño litúrgico bizantino, Oficio divino en la liturgia bizantina y Santa M aría,
M adre de Dios en la economía sacram ental) y 2a: Liturgia como oración de los cristianos
en Cristo movidos por el Espíritu Santo (La oración cristiana, O rar en la Trinidad Santa y
O ración cristiana en el Catecismo de la Iglesia Católica). Los textos aquí recogidos no son
exclusivamente una colección de conocimientos teóricos que el autor posee, son ante todo
una manifestación de profunda espiritualidad litúrgica, vivida en la m ejor tradicional orien­
tal. Más que teólogo, C orbon es un “m aestro espiritual” que deja huella y sigue orientan­
do con fidelidad y alegría a quienes quieren escuchar el aliento de su vida.- A. G A R R ID O .
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 619

G RO C H O LEW SK I, Z enon, La Filosofía del Diritto di Giovanni Paolo II, Edit. Falma
Edium , Roma, 21 x 13,64 pp.
G RO C H O LEW SK I, Zenon, La Filosofía del Derecho en las enseñanzas de Juan Pablo I I y
otros escritos, Edit. Temis, Bogotá, 20 x 13,5, XXXVI + 73 pp.

E l autor de estos textos que presentam os es el actual C ardenal Prefecto de la Congre­


gación para la Educación Católica, reconocido especialista en el campo del D erecho E cle­
siástico ya que ha trabajado durante 27 años en el Suprem o Tribunal de la Signatura
A postólica del Vaticano, llegando a ser Prefecto en 1998. D urante ese tiem po colaboró en
la reform a del Código de D erecho Canónico, en la Reform a de la C uria R om ana y en la
preparación de la Ley Fundam ental del E stado de la ciudad del Vaticano, a la vez que ejer­
cía la docencia en las universidades G regoriana y Lateranense de Rom a. Los textos trans­
critos, tanto en la edición italiana como en la castellana, son fruto de sus intervenciones en
un Coloquio Internacional organizado por el “Instituto E uropeo de Relaciones Iglesia-
E stado” sobre el tem a Juan Pablo I I y la sociedad política, tenido en Paris en 1990. Para una
m ejor comprensión del texto, el mismo C ardenal indica que le ha parecido oportuno reco­
ger en la prim era parte de su trabajo los elem entos pertinentes a la Filosofía del D erecho,
expuestos en las obras filosóficas de K arol Wojtyla, y exam inar en la segunda parte de su
ensayo cómo esos mismos elem entos siguen apareciendo en la enseñanza papal de Juan
Pablo II. E sta enseñanza, como Papa que es, aparece siempre articulada por una íntima
relación entre razón y fe. H a sido el mismo Papa el que ha dado la clave para la com pren­
sión de su pensamiento: “tratan de com prenderm e desde fuera. Pero sólo -a s í lo expresó a
Weigel- se me puede entender desde el interior”. La edición italiana viene precedida de una
extensa “prefazione e sintesi” (pp.9-18) a cargo de Luigi Cirillo, que ilumina el contexto. La
edición castellana añade otras aportaciones sobre Juan Pablo II, legislador; así como una
detallada reflexión acerca de L o s elementos específicos de la administración de la justicia en
la Iglesia, puestos al servicio de la salvación. La exposición es clara, accesible a una cultura
media, y ofrece luces interesantes sobre una tem ática de máxima actualidad en nuestras
sociedades m odernas del llamado “prim er m undo”.- A. G A R R ID O .

C IC CO N E, Lino, Bioetica. Storia, princìpi, questioni (= M anuali 10). Deis. Ares, Milano
2003,17 x 24,404 p.

E sta obra sobre Bioética -e l «estudio sistemático de la conducta hum ana en el campo
de las ciencias de la vida y de la salud, examinada a la luz de los valores y principios m ora­
les» (2 1 )- está dividida en 2 partes. La I a se dedica a los aspectos generales y fundam enta­
les: nace como ciencia en torno al 1969-70 -au n q u e ya se pueden encontrar precedentes en
la obra de Giuseppe A ntonelli (1891), en la ética médica tratada en la Teología Moral y en
el magisterio pontificio de Pío X II-, p ara responder a la amenaza que suponen algunos
avances tecnológicos para la supervivencia hum ana y el equilibrio ecológico; sus plantea­
m ientos son interdisciplinares (científico-médicos, sociológico-culturales, históricos, éti­
cos...) y según una pluralidad de m odelos (contractualista o procedim ental, clínico, utilita­
rista y personalista, este último etiquetado como “moral católica” en contraposición a la
“ética laica”). Son ya clásicos los principios bioéticos de autonom ía, no maleficencia-bene­
ficencia y justicia, pero cuya interpretación y aplicación encuentran dificultades al carecer
de perspectiva ontològica y antropológica, debiendo ser com pletados con los principios
personalistas de inviolabilidad de la vida física, dignidad de la persona, libertad-responsa­
bilidad y totalidad; estos principios son enriquecidos por el magisterio católico con una fun-
620 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

dam entación específicamente cristiana y explicitados en el respeto a la vida desde su con­


cepción hasta su m uerte natural, en una visión de la persona como “totalidad unificada” de
espíritu y cuerpo, y «por eso en el cuerpo y a través del cuerpo se alcanza a la persona
misma en su realidad concreta» (D onum Vitae, Introducción 3), en una antropología del
m atrim onio y del acto conyugal como el único lugar digno de una procreación verdadera­
m ente hum ana y responsable {D onum vitae, II, A ,l, B,5), y en una exigencia de que la cien­
cia siem pre esté al servicio del bien integral y de los derechos de inalienables de la perso­
na (D onum Vitae, Introducción 2).
Toda esa fundam entación se aplica a las cuestiones particulares en la extensa 2a parte,
exponiendo los datos científicos para una correcta com prensión de cada problem a en cues­
tión, su desarrollo histórico y su situación actual; se aportan los aspectos jurídicos cuando
los hay y el juicio ético desde la ética laica, la personalista y el magisterio eclesiástico (dis­
cursos de los Papas, sobre todo Pío X II y Juan Pablo II, D onum vitae y Evangelium vitae,
el Pontificio Consejo de la Familia...); tam bién están presentes otras grandes religiones,
Iglesias Cristianas incluidas, aunque no suele haber muchos posicionam ientos y menos
como doctrina profesada. Comienza con el embrión, considerado como persona ontològi­
ca, ética y jurídicam ente desde la concepción; datos científicos y afirmaciones filosóficas sir­
ven de base para llegar a esa verdad moral, indicativa e im perativa a la vez. Las técnicas de
reproducción asistida -insem inación artificial, fecundación in vitro con transferencia de
em briones y transferencia intrafalopiana de gam etos- intentan solucionar problem as de
esterilidad pero acaban por ser utilizadas para reivindicar el “derecho al hijo” incluso en
parejas homosexuales o personas solteras; la única perm itida m oralm ente sería la insemi­
nación artificial intraconyugal y siempre que sea una ayuda al acto conyugal, no su sustitu­
ción; el resto plantea la introm isión de terceros en la vida conyugal con los subsiguientes
problem as de identidad psicológica paterna, m aterna y filial, la falta de respeto al hijo
engendrado técnicamente, y un sinfín de cuestiones relacionadas con la reducción del
em brión a m aterial biológico con el que experim entar en las 2 prim eras semanas, am én del
alto porcentaje de fracasos y del excesivo coste económico. Todo lo dicho hasta aquí vale a
fortiori para la clonación, donde ya no hay ni paternidad ni m aternidad ni sexualidad ni res­
peto a la identidad individual, con unas relaciones fundam entales de la persona pervertidas
por la ruptura de todo vínculo de filiación, consanguinidad y parentesco, además de la sos­
pecha de comercialización; su uso terapéutico todavía es hipótesis de laboratorio, ofrecien­
do menos problem as éticos y clínicos las células estaminales no embrionarias. El diagnósti­
co prenatal desvela el abismo entre las grandes posibilidades diagnósticas y las mínimas rea­
lidades terapéuticas cuando se confirma alguna malformación; la “calidad de vida” es una
ideología cuyo im perativo categórico del “hijo sano” hace insoportable la perspectiva de un
hijo con minusvalías, llegando a un 95% en que se “soluciona” con eutanasia neonatal o
selección fetal. La experimentación con embriones hum anos debe clarificar sus objetivos,
siendo admisible sólo la terapéutica, útil directam ente pára el niño y no realizable de otra
forma. Tampoco se cuestiona la ingeniería genética animal y vegetal si es verdaderam ente
útil al hom bre y no daña el equilibrio ecológico; dígase lo mismo de la hum ana cuando no
pretende modificar la dotación genética del individuo. Para que la experimentación clínica
con personas sea positiva ha de tratarse de un auténtico valor científico en función de la
persona y la sociedad, haber respetado los principios bioéticos y experim entado prim ero
con animales (una vez adoptados todos los medios para eliminar o suavizar su sufrimiento
y usando el núm ero de animales estrictam ente necesario), que su objetivo sea la salud
hum ana o animal y no haya otras vías alternativas para conseguirlo. La donación de órga­
nos, altruista y sin comercialización, es una auténtica expresión del dar la vida por otro,
siendo clave para la extracción el determ inar el concepto de m uerte. El discernimiento
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 621

entre m oralidad objetiva y responsabilidad subjetiva viene aplicado a la droga, el alcoho­


lismo y el tabaquismo, algunas de las quimiodependencias (térm ino más preciso que tóxico-
dependencias) provocadoras de efectos dañinos tanto en el individuo como en el m undo de
relaciones (psicológicas, familiares, sociales, sanitarias, económicas...); de ahí la im p o rtan ­
cia de la prevención y rehabilitación. Por último, ante la pandem ia del SIDA insiste en que
no es suficiente la información para evitar las vías de contagio cuando falla el com prom iso
decididam ente educativo en los valores auténticos de la sexualidad y en la vivencia del
am or como don y recepción recíprocos.
La exposición es clara y la argum entación contundente y bien fundam entada, aunque
creo que algunas cuestiones no están cerradas del todo. E n concreto, la cuestión básica del
estatuto antropológico del em brión antes de la anidación cada vez está más cuestionada: el
patrim onio genético, aunque no la agote, es la base de la identidad individual, siendo un
dato consolidado que cambia en las prim eras semanas (cf. 55-58,145,150-151); el alto p o r­
centaje de fracaso en las técnicas de reproducción asistida es sem ejante al de los em bara­
zos naturales (y no dice nada sobre ello), con lo cual la naturaleza -o b ra del C re ad o r- sería
igual de “abortiva”; ¿no es extrapolación querer reforzar teológicam ente el carácter cien­
tífico con citas bíblicas sobre la vida o vocación “desde el seno m aterno”? (74-75); con ese
m étodo, ¿tendríam os que aceptar científicam ente que Leví ya estaba en las entrañas de
A braham (H b 7,9-10)? También es muy interesante y com pleta la exposición de la m oral
personalista, pero se trata de un personalism o sui generis que adm ite tranquilam ente el
dualismo creacionista del alma (75) y que no supera una m oral de actos tanto en la insem i­
nación artificial como en la fecundación in vitro intramatrimoniales (u homologas) (cap. II);
de hecho, lo determ inante es la fisiología, biología o naturaleza m aterial del acto, incapaz
de integrar la paternidad responsable; y así, la obtención del sem en se considera sin m ás un
acto de masturbación, el hijo no es engendrado por am or sino m ero objeto o producto de
laboratorio, los técnicos no son vistos como colaboradores de un am or conyugal pro crea­
dor que necesita ayuda sino como unos terceros que vienen a rom per la unidad m atrim o­
nial. Finalmente, en cuanto a la vida conyugal de los seropositivos (382-386), es valiente en
condenar unas relaciones que equivaldrían a condenar a m uerte al cónyuge sano, excepto
cuando este asume el riesgo de ser infectado p or amor al cónyuge que necesita apoyo p ara
enderezar su vida; pero aquí no veo por qué prohíbe el uso del preservativo cuando se le
concede un 50% de efectividad (380-381). E n el resto, estoy totalm ente de acuerdo, agra­
deciéndole al Prof. Lino Ciccone su clarividencia y su tom a de postura ante un ética laica
que unas veces es coherente con el proceso racional y otras se deja llevar por el relativis­
mo, subjetivismo, pragm atismo y materialism o - J. V. G O N Z Á L E Z O LEA .

Filosofía

A N T O L ÍN SÁ N C H E Z , Javier, E l epicureismo en el cristianismo primitivo, U niversidad de


Valladolid, Valladolid 2003, 24 x 17, 328 pp.

E l presente libro es una adaptación de la tesis doctoral en filosofía presentada por este
Profesor, Religioso Agustino, en la Universidad de Valladolid en año el 2000. E n ella p re ­
tende rehabilitar al epicureismo de la aureola tradicional negativa que ha encubierto este
grupo filosófico. El presente estudio parte de la intuición de que la vida com unitaria, la
am istad y la organización de las comunidades epicúreas eran muy sem ejantes a las que
622 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

encontram os en las primitivas com unidades cristianas. A dem ás encuentra otras afinidades:
el alejam iento de la vida política, la veneración de los fundadores y la aceptación de los
esclavos y mujeres. Por tanto, se centrará en la comparación del cristianismo primitivo hele­
nístico con el epicureismo en general.
El autor estructura su investigación en cuatro grandes apartados. 1) El epicureismo:
donde estudia la escuela y el m ensaje de Epicuro, así como el cuidado del alma en la tradi­
ción epicúrea; 2) el pensam iento político epicúreo: analiza la concepción sobre la sociedad
y el Estado, el alejam iento de la vida política, la amistad y la justicia. La filosofía de Epicuro
está orientada hacia la felicidad, la cual se identifica con el placer que se traduce en no sen­
tir dolor en el cuerpo ni el espíritu. Por tanto, busca el placer superior, caracterizado p o r la
ausencia de dolor. Con el objeto de encontrar la felicidad, E picuro funda su escuela (el
Jardín) donde cultivaba la convivencia apacible basada en la amistad, el rechazo de las
riquezas y poderes, la renuncia a la vida política... Su análisis se basa en el uso directo de
las fuentes que nos han llegado y donde transm iten información al respecto. Además, hace
gran acopio de literatura secundaria para interpretar y esclarecer los textos.
El tercer apartado está dedicado a la presentación del cristianismo primitivo, espe­
cialmente el helenístico y centrado fundam entalm ente en las com unidades paulinas: su
situación social y organización, las relaciones hum anas dentro de estos grupos, el com por­
tam iento sociopolítico de S. Pablo y su posición frente a la esclavitud. Para ello se basa en
los nuevos resultados postulados por los estudios desde la sociología del cristianismo.
La cuarta parte sería la esencia de la tesis. Presentados o descritos ambos movimien­
tos, es hora de plasmar divergencias y convergencias. D ejando a un lado aspectos de la doc­
trina epicúrea rechazados p o r los cristianos, existen paralelismos entre ambos grupos. En
líneas generales serán más los elem entos del epicureismo rechazados que los aceptados por
el cristianismo. Para sus conclusiones recurre fundam entalm ente a los Padres, pues las refe­
rencias al epicureismo son más claras.
Hay puntos que los primitivos cristianos no podían aceptar de los epicúreos: la nega­
ción de la divina providencia, la concepción fisicista o m aterialista de la naturaleza, así
como las divergencias éticas (la escuela epicúrea como academ ia de vicios, depravaciones
y perversiones relativas a la satisfacción carnal). El epicureismo fue considerado como
posible fuente de doctrinas heréticas.
C onstata la existencia de múltiples semejanzas entre las que cabría reseñar: las cele­
braciones conmemorativas en honor del fundador, las comidas en común, la comunicación
p o r carta, el constituir un único cuerpo, la presentación del cristianismo como una nueva
filosofía, una nueva paideia. Epicúreos y cristianos coinciden en la oposición a las supersti­
ciones y oráculos de las religiones paganas. A m bos presentan ofertas de salvación. E l cris­
tianismo corrige el com ponente individualista-egoísta y propone el am or universal e incon­
dicional; es decir, crea lazos entre los hom bres independientem ente de la amistad.
Sem ejantes son tam bién los grados de adhesión a la escuela o al grupo: el estilo de vida de
un grupo reducido (estilo de vida monástica) al rem anso de la vida política (p. 310) y otro
grupo más numeroso inm erso en la sociedad. N uestro autor cree que la escuela filosófica
m isionera epicúrea preparó el terreno o se anticipó al cristianismo como religión m isione­
ra. A sí mismo existe similitud entre las comunidades paulinas y los epicúreos en lo relacio­
nado a la participación m utua de los miembros, en la exhortación, edificación y corrección
fraterna. “La práctica social de la edificación y exhortación, al igual que la corrección
m utua presentes en cristianos y epicúreos, presentan unos paralelismos no constatables en
otros grupos de la A ntigüedad”. Frente a esta afirmación tal vez habría que recordar que
tales rasgos ya existían a su vez en Q umran.
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 623

Las semejanzas entre ambos grupos fue la causa de que en el siglo II ateos, epicúreos
y cristianos fueron colocados al mismo nivel. La gente extraña a estos grupos los asociaba
porque en el ámbito sociológico presentaban muchas semejanzas: vida en común, prácticas
psicológicas, aceptación de personas de todas las condiciones sociales... Por dicha asocia­
ción es posible que los Padres apologistas reaccionaran en contra de los epicúreos para
diferenciarse y distanciarse de ellos, en un intento por crear una identidad propia y que disi­
mulase lo más posible cualquier afinidad con los epicúreos, y nada m ejor para ello que uti­
lizar la filosofía estoica o neoplatónica.
E l autor ha realizado un gran trabajo de recopilación de datos, uso de fuentes y los ha
puesto a disposición del lector. Es m eritoria la labor de presentar el cristianismo helenista
dentro de un contexto filosófico greco-rom ano más amplio y en especial com parándolo con
un grupo filosófico de la época. E sto nos ayuda a entender que el cristianismo no fue una
invención de la nada sino que se sirvió de rasgos presentes en la sociedad por la que se
expandió.
Existen algunas afirmaciones generalizadas que habría que matizar. H abría que
comenzar con el título del libro y cambiarlo a “epicureismo y cristianismo prim itivo”, pues
al final parece que no se encuentra tanto epicureismo en el cristianismo, sino solamente
semejanzas o coincidencias, como tam bién se encuentran con otros movimientos de la
época (véase religiones mistéricas...). E n ocasiones utiliza los térm inos “influencias o afini­
dades” como si fueran sinónimos o intercambiables, especialm ente al inicio de la com para­
ción de los dos grupos. H ablando de la iconografía usada p ara representar a Jesús con
barba, afirma “los cristianos hicieron representaciones de Jesús siguiendo el modelo de
E picuro” (p. 253), no será más bien que los cristianos hicieron representaciones de Jesús
siguiendo el modelo ideal de hom bre de la época. U n lapsus se ve en la afirmación “los
saduceos se niegan a ocupar un puesto público” (p. 255). Por lo demás; nuestra felicitación
cordial al com pañero y amigo, que sabe conjugar esta alta investigación con su tarea misio­
nal en el África tanzano - D. A. C IN EIRA .

G A R C ÍA -B A R Ó , Miguel, D e H om ero a Sócrates. Invitación a la Filosofía (=Herm eneia


60), Sígueme, Salamanca 2004,21 x 13,5, 206 pp.

E ste ensayo esta concebido como el prim ero de una serie de siete volúmenes que abar­
can la historia de la filosofía. E l autor esta convencido, que el simple acto de pensar al
alcance de todo hombre, produce un profundo placer, p o r eso dirige este libro a todos los
públicos, para que sea leído por todos los amigos de la filosofía. G arcía-Baró se confiesa
alumno de Sócrates y cree firm em ente que si la filosofía fuera practicada en el mundo,
aportaría un cambio beneficioso a la existencia colectiva, porque no ha habido nunca una
hum anidad extensa y profundam ente im pregnada de los ideales de la vida filosófica.
H acer filosofía es poner en máxima tensión la inteligencia y aun la existencia toda,
para tra ta r de entrar en contacto con la realidad sin velos ni distancias. La verdad, el amor
y la responsabilidad son los ingredientes esenciales de la filosofía: sus tem as a la vez que su
vida peculiar. La filosofía se define como teoría de la verdad y el autor en el libro analiza
las sucesivas navegaciones, basándose en el Fedón, o los diversos conceptos de filosofía que
han aparecido en esta búsqueda de la verdad. Si la prim era navegación de la filosofía pre­
socrática explica lo sensible a través de lo sensible, la segunda navegación, que surge tras el
fracaso del prim er intento, abrirá una nueva ruta que conduce al descubrimiento de lo
suprasensible, esto es, lo inteligible, para conocer la realidad hay que usar el razonam iento.
624 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

E l libro esta dividido en tres partes. La prim era comienza con la escuela de Mileto,
analizando extensam ente el prim er texto filosófico que conservamos de Anaxim andro. A
continuación estudia a Anaximenes, H eráclito de Éfeso y Parm énides de Elea. La segunda
parte corresponde a los sistemas pluralistas: Empédocles, Anaxágoras, los atom istas y la
sofística. La tercera parte la dedica a Sócrates quien centra sus reflexiones en la plenitud
de la existencia, es decir, en la virtud y la felicidad. Sócrates da una im portancia funda­
m ental al cuidado del alma, su misma persona, al conocimiento personal. Sócrates dedica
su existencia como filósofo a examinarse a sí mismo y a examinar a sus conciudadanos. Lo
que Sócrates intenta afirmar con su vida entera es que no se debe com eter injusticia. No
hay que hacer el mal, se sufra por ello lo que se sufra, incluso la m uerte. E n fin, el libro es
una invitación a pensar en compañía de aquellos que lo hicieron en los albores de la filo­
sofía griega. D eseam os que el libro ayude a los lectores actuales a seguir pensando y a des­
pertar el sentido crítico por la realidad.- J. ANTOLÍN.

A LES ANCO, Tirso, Filosofía de san Agustín. Síntesis de su pensamiento. Augustinus, M a­


drid 2004, 21 x 13, 512 pp.

Con estas palabras presenta el autor su obra: «Este manual desearía reconstruir ese
esquem a de ideas básicas, que proporcionarían la clave sencilla para adentrarse en el estu­
dio del gran pensador africano. Por eso adrede se prescinde de las discusiones de los espe­
cialistas, de las citas eruditas y, en general, del aparato crítico. La única docum entación la
form an las obras del santo, cuyos textos van a pie de página, en general, para no entorpe­
cer la lectura ni distraer la atención. E n realidad, este manual no es sino un entram ado de
textos urdidos con el hilo de un com entario que, según creemos, se acom oda al orden inter­
no del pensam iento filosófico agustiniano. Para facilitar la labor del estudioso, junto a los
textos acotados, se citan otros lugares paralelos de las diversas obras agustinianas». E n la
introducción nos presenta, además, una breve reseña de las fuentes en las que bebió
A gustín y el orden lógico seguido en el libro, el de sus preocupaciones íntimas: el conoci­
m iento del alma y el de Dios (cf. Sol 2,1,1). E n cuanto a las fuentes nos sorprende la afir­
mación de que A gustín había leído libros de Simpliciano. D e acuerdo con el orden lógico
indicado, el libro está estructurado en tres partes. La prim era versa sobre el hombre y cons­
ta de cinco capítulos (Existencia del alma y sus relaciones con el cuerpo, Vida y actividad
propias del alma, N aturaleza del alma hum ana, Origen del alma hum ana y D estino del
alma); la segunda, sobre Dios, consta de otros cinco capítulos (Existencia de Dios, N atu­
raleza de Dios, Dios creador, Dios en el m undo creado, E structura ontològica de la criatu­
ra y orden del universo), y la tercera, sobre el hom bre y Dios, de sólo tres capítulos (A lie­
nación-interiorización-trascendencia, Principios capitales de la ética agustiniana, Política y
sociología).
D entro de los límites que el autor se impuso, ofrece un m anual que puede considerar­
se completo. Tiene la gran ventaja de una exposición clara, de fácil intelección aun para
quien no está avezado a los tem as y lenguaje filosóficos. Muchos, estudiantes o simples afi­
cionados a san Agustín, se lo agradecerán. Pero tiene tam bién el inconveniente de simpli­
ficar demasiado las cosas. Q uien no posea más información puede creer que el pensam ien­
to del santo fluye con la misma claridad, que no se dan problem as de interpretación. De
hecho, sólo a propósito de la doctrina de la iluminación tiene constancia neta el lector de
la diversidad de puntos de vista. Y es obvio que no es el único campo de su pensam iento
que plantea problem as y donde, en consecuencia, surge la discrepancia. El autor no hace
uso ni de las cartas ni de los sermones últim am ente descubiertos por J. Divjak y F. D olbeau
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 625

respectivamente. O tros descuidos son más puntuales. Por ejemplo, atribuir a los manique-
os algo que ellos criticaban en los católicos: «Las fábulas maniqueas no llegaron a satisfa­
cer el ánimo del joven estudiante: “Me parecía una cosa muy grosera creer que tú tenías
figura de carne humana...”» (p. 217). D e igual m anera, se atribuye a los m aniqueos haber
infundido en la m ente de A gustín el panteísm o grosero, de origen estoico, que consiste en
pensar a la naturaleza divina como una sustancia sutil que se extiende p o r todas las partes
y llena todos los espacios, que pudo superar con la lectura de los libros neoplatónicos (p.
328). A l presentar fuera de su contexto algunos pasajes del santo, el lector puede interpre­
tarlos de forma no correcta. Es el caso, nos parece, del célebre «Ama y haz lo que quieras»
(In ep. loan 8,7, p. 427).- P. D E LUIS.

Z U C A L, Silvano, Lineamenti di pensiero dialogico. M orcelliana, Brescia 2004,21 x 15,218


pp.

E l pensam iento dialógico ha tenido un amplio recorrido en nuestro m undo y una


influencia mucho m ayor de la que con frecuencia se le reconoce. E n efecto, resum e toda
una gran tradición del pensam iento judío y de la experiencia cristiana con pensadores como
M. B uber, E E bner, F. Rosenzweig, M. M ounier, G. Marcel, R. G uardini, H . U rs von
B althasar, E. Levinas, entre otros. E n España, M aría Z am brano y A. López Q uintás han
sido jalones im portantes de este precioso proceso en el que el diálogo y la persona cobran
una im portancia decisiva. A p artir de este desarrollo nuestro autor analiza el problem a del
diálogo y el nihilismo lingüístico, el desafío del solipsismo, el nombre, la palabra y la p er­
sona, Cristo modelo de vida en diálogo, teología y dialógica, asom bro y epifanía. Estam os
ante una obra que nos ofrece todas las potencialidades de la filosofía dialógica y nos m ues­
tra de form a concreta el sentido dialogal de la vida cristiana. A sí nos hace ver porqué Pablo
VI, un pensador y un Papa personalista y dialógico, dejó dicho que el diálogo es el nom bre
m oderno de la caridad - D. NATAL.

M E IX N E R , Uwe, Einführung in die Ontologie. W isenschaftliche Buch Gesellschaft, Dar-


m stadt 2004, 24 x 17, 220 pp.

E n medio de la investigación científica actual y repensando la obra secular de muchos


autores, este escrito nos ofrece una introducción compacta a la O ntología con un trata­
m iento adecuado de todos sus problemas, como pueden ser entre otros: las categorías onto-
lógicas, el problem a de los universales, el sentido de la esencia y la existencia, la metafísica
de la m odalidades y la relación entre el ser y el pensam iento, el problem a de los trascen­
dentales, la realidad y los hechos, y otras muchas cuestiones que nos obligan a pensar la difí­
cil situación que a veces se nos presenta e incluso lo poco real que es la realidad. El autor
entra directam ente en los problem as y nos ofrece materiales y bibliografía actualizada para
analizar cada unos de los asuntos, nos presenta tam bién un resum en de las cuestiones más
decisivas y nos ayuda a pensar cada tem a con la mayor profundidad posible. U na obra que
ayudará a los profesores y a los estudiantes en este siempre difícil problem a de la M eta­
física, p o rq u e se trata tam bién de una cuestión ineludible y decisiva pues, por mucho que
se olvide, como se ha dicho muy bien: un pueblo es su M etafísica - D. NATAL.
626 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

C O R A Z Ó N G O N Z Á L E Z , Rafael, Kant y la Ilustración. Rialp, M adrid 2004, 20x13, 285


pp.

A bundar en las raíces culturales de la E uropa actual nos debe ayudar a despertar nue­
vas y esperanzadas inquietudes con respecto al futuro de O ccidente y de toda la civilización
hum ana. E n esta grandiosa tarea, la filosofía de K ant ha sido siem pre un punto de refe­
rencia inevitable, pues ella nos ayuda a liberam os del viejo realismo crudo y a alejarnos de
un subjetivismo dem asiado infantil que nos lleva a olvidar la realidad, creyendo que la
inventamos, de m odo que el siglo de las luces term ina p o r despertar a un alba de viles ase­
sinatos. Así, una Ilustración que no haga justicia a la realidad se convierte en una sofística
que la pulveriza y m ata a los seres humanos. El autor de esta obra, a partir del estudio de
Kant, nos ofrece una respuesta tranquila al m alestar que flota en el am biente con respecto
a la verdad de las cosas y al problem a de la vida que hoy a todos nos concierte. D e este
modo, lleva al lector poco a poco, a través de una lectura reposada de las tres Críticas de
K ant hacia una idea adecuada y realista del m undo que nos rodea, nos asom bra y con fre­
cuencia, tam bién, nos agobia y sobrecoge. El lector tiene aquí una guía muy apropiada no
solamente de la filosofía de K ant sino tam bién de nuestro tiem po y nuestra vida - D.
NATAL.

VATTIMO, G ianni, Después de la cristiandad. Por un cristianismo no religioso. Paidos,


Barcelona 2003, 21 x 14,172 pp.

El autor de este escrito, especialista en H eidegger y Nietzsche, es uno de los que


más ha desarrollado la cuestión aún hoy candente de la pos-m odernidad como pensam ien­
to débil. A quí trata de sugerir unas líneas nuevas de diálogo en relación con la religión en
un m undo posm oderno. E n este sentido la m uerte de Dios y la secularización, han abierto,
según nuestro autor, y paradójicam ente, un nuevo espacio feliz para la religión. U n espacio
que ha sido invadido inm ediatam ente por los neo-fundamentalismos y por los misticismos
nebulosos que ofrecen más de lo mismo y vuelven compulsivamente a la religión de la vio­
lencia. Pero hoy estamos tam bién ante la posibilidad de un cristianismo renovado y libera­
do, por fin, de unas hipotecas metafísicas y fundam entalistas tom adas de un mundo ajeno
llámese clásico o medieval pero, en todo caso, ferozm ente fisicista. La superación de la rigi­
dez doctrinal, la recuperación hum ana del pensam iento paulino del hom bre fuerte en sus
mom entos más débiles, la aceptación de la tem poralidad escatológica como posibilidad de
futuro, son algunos de los pasos que nos guían y conducen al tem a de la caridad y de la aten­
ción al otro como claves del nuevo cristianismo actual que es tam bién, necesariam ente, la
fe cristiana de siempre. D e este modo, las estructuras se hacen m enos rígidas, las comuni­
dades naturales menos agobiantes, el poder se profundiza en formas democráticas m ás cer­
canas a las personas y menos creídas en sí mismas, y el sujeto individual se hace mucho
menos dogmático y m enos fundam entalista (p. 115). Las consecuencias de este talante no
se hacen esperar en tem as de sexualidad, política, renuncia a la violencia metafísica y reli­
giosa, y en la orientación servicial de la autoridad. Para los cristianos, el problem a se redu­
ce a si somos capaces aún de entender hoy el significado eterno y siem pre presente de la
encarnación de Dios y de la kénosis de Jesús. Es lo que Vattimo ha llam ado reiteradam en­
te la metafísica de la caducidad, del cristianismo, frente a la hybris prepotente y cruel del
m undo clásico. Pues, en definitiva, es por los pobres, los débiles, por los vencidos y deses­
peranzados, por los que Dios ha venido al mundo con una predilección especial. Estam os
ante un escrito que no dice ya todo sobre el cristianismo del futuro pero que nos debe hacer
E stA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 627

pensar muy en serio hoy en día a todos aquellos que nos decimos y creemos creyentes pero
que luego actuamos con criterios de paganos - D. NATAL.

FO RN ET-BETAN COU RT, R aúl (Hrsg.), Interculturalidad, Género y Educación. Inter-


culturality, Gender and Education. (= D enktraditionen im Dialog: Studien zur
Befreiung und Interkulturalitat. Band 19). D okum entation des V. Internationalen
Kongresses für Interkulturelle Philosophie. Iko- Verlag für Interkulturelle Kommu-
nikation, Frankfurt am M ain-London 2004,21 x 15, 340 pp.

E sta obra recoge las conferencias del V. Congreso Internacional para una reconstruc­
ción de la tradiciones filosóficas y educativas de nuestro m undo desde una perspectiva
intercultural y de respeto a la diversidad de género de los seres humanos. D espués de unas
palabras de bienvenida de Josef Esterm ann, R aúl Fornet-B etancour presenta los objetivos
fundam entales del Congreso. La conferencia inaugural corre a cargo de R aim on P anikkar
que durante años ha desarrollado su vida y su pensam iento en la línea intercultural, que
ahora se presenta como más necesaria que nunca ante la crisis actual. Luego se ofrecen dos
conferencias acerca de la enseñanza de la filosofía en Á frica para contribuir al diálogo
intercultural, de A lbert K asanda Lumem bu, y o tra sobre la filosofía africana y el problem a
del género de A lbertine Tshibilondi Ngoyi. Lo mismo se hace para el caso de A sia con dos
conferencias del mismo tem a, una de M athew C handrankunnel y de Choe H yondok que se
centra m ás en Corea. Ricardo Salas A strain y D ina Piccoti desarrollan esos mismos tem as
desde A m érica Latina. Finalmente, D iana de Vallescar Palanca presenta el tem a de la filo­
sofía en E uropa y la cuestión del género. Se recogen tam bién otras aportaciones de grupos
de trabajo en A sia sobre el diálogo intercultural y la filosofía del género. Juan José Tamayo
nos ofrece un lúcido ensayo para un nuevo paradigm a intercultural e interreligioso. M aría
José Fariñas D ulce presenta la tensión del “pluralism o”, y Juan A ntonio Senent de Frutos
hace u na reflexión trem endam ente actual sobre el arte de la guerra y la crisis de las rela­
ciones sociales. Finalmente, G erd-R üdiger H offm ann ofrece una reflexión últim a sobre
Filosofía e realidad intercultural en África. Se trata de un Congreso que ha vivido con enor­
m e intensidad el palpitar del m undo actual y el dolor de los que sufren, en sus propias car­
nes, la crueldad de la guerra y la violencia.- D. NATAL.

JIN G LEE-Jong, Transzendenz-bewusstsein und praktische Vernunft. Richard Schaefflers


H ermeneutik der religiösen Erfahrung. (= M üncher philosophische Studien). Kohlham­
m er, Stuttgart 2004,24 x 16,241 pp.

E l tem a de la experiencia se ha convertido en una cuestión fundam ental en la vida reli­


giosa actual. A hora bien, ¿cómo es posible interpretar esta experiencia más allá del subje­
tivismo al que es tan dada la experiencia religiosa actual?. E l autor de este escrito ha tom a­
do la te o ría de Richard Schaeffler como punto de partida para una fenom enología de la
religión q u e nos lleve, realm ente, a una verdadera trascendencia, al encuentro de lo santo
y a e n tra r en diálogo con la realidad suprema. Y la teoría de Schaeffler se dem uestra que
es suficientem ente válida y se confronta dignam ente con otras sem ejantes y que no sola­
m ente es aplicable al judaism o o al cristianismo sino tam bién a la experiencia budista - D.
NATAL.
628 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

SPAEMANN, R obert, Ensayos filosóficos (= Biblioteca Filosófica “E l carro alado), Cris­


tiandad, M adrid 2004, 20 x 13, 278 pp.

Los trabajos recogidos en esta obra son una buena m uestra de las inquietudes intelec­
tuales de su autor. D os son los tem as que resum en el conjunto de estos escritos: la idea de
la naturaleza y la com prensión de la m odernidad. Así, comienza p o r analizar el problem a
de la naturaleza y su sentido controvertido en la filosofía, la idea de una posible teleología
natural y de la acción así como la actualidad que pueda ten er la antigua teoría del derecho
natural. También se discute sobre el problem a del progreso y su diversa vigencia.
Igualm ente se plantea el espinoso tem a de la moral de la violencia. E l sentido actual de la
problem ática y vigente teoría de la evolución, así como el posible y problem ático futuro de
una cim entación funcionalista de la religión. Finalmente, se aborda el im portante problem a
del fin de la m odernidad con las diversas discusiones que en relación a esta cuestión se han
ido sucediendo en los últimos tiempos. U na obra que nos pone a reflexionar profunda­
m ente sobre nuestro ser más profundo y nuestra situación más actual.- D. NATAL.

N IC H O LI, A rm and M., La cuestión de Dios. C. S. Lewis vs. S. Freud. Dios. El A m or. El
sexo. El sentido de la vida. Rialp, M adrid 2004,20 x 13, 380 pp.

Estam os ante un escrito que es a la vez muy profundo y fascinante. A partir de la cues­
tión de Dios, el autor ha investigado durante más de veinte años la distinta visión que tení­
an de la vida y de las cosas S. Freud y C. S. Lewis. Y en este libro nos la ha acercado a todos.
D e este modo se plantean los problem as de la religión, de la conciencia m oral, del sentido
de la vida y de la realidad, de lo que significa y encierra la felicidad, de la sexualidad y la
búsqueda del placer, del am or y de la vida, del dolor y de la m uerte. A. M. Nicholi recoge
honestam ente lo que uno y otro autor pensaban de cada uno de los tem a. M uchas son las
anécdotas curiosas que nos hacen pensar y que nuestro autor nos recoge de la vida de Freud
y de la de C. S. Lewis. Anotam os, simplemente, una de Lewis. C uando se supo que el fam o­
so escritor tenía los días contados, una gran adm iradora le envió una misiva diciendo que
eso era injusto y que no podía ser así. Pero Lewis le contestó con su buen hum or de cre­
yente: señora, m orir no es nada deshonroso, de hecho conocemos muchas personas hones­
tas que así lo han hecho. Estam os ante un escrito intenso, asequible y hondo, que da muchas
luces y ofrece claras respuestas para las grandes preguntas de la vida y de la m uerte. Quien
hoy se plantea el sentido de su vida con seriedad tiene aquí un apoyo im portante y se g u ro -
D. NATAL.

Historia

LA U B E, Stefan - FIX, K arl-Heinz (Hrsg), Lutherinszenierung und Reformationserinne­


rung (= Schriften der Stiftung L uthergedenkstätten in Sachsen-Anhalt, Bd. 2). Evan­
gelische Verlagsanstalt, Leipzig 2002,23 x 17, 473 pp.

El presente volumen recoge las Actas del Congreso celebrado en los prim eros días del
mes de octubre de 2001 en la ciudad de W ittemberg, bajo el am paro de la Fundación
Luthergedenkstätten, responsable de los cuatro museos históricos de la R eform a (Casas de
L utero y M elanchton en W ittemberg, y casas del nacim iento y m uerte de L utero en
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 629

Eisleben). Ninguna o tra personalidad alem ana ha alcanzado tanta im portancia como la de
M artín Lutero; im portancia que la historia ha ido m atizando en m ultitud de recuerdos: pin­
turas, grabados, objetos de recuerdo, museos erigidos, estatuas, archivos, jubileos conm e­
morativos, etc.. La presencia y el recuerdo del R eform ador alem án ha estado presente a
través de la historia política de los territorios germanos, así como en los tiem pos del Reich,
del Nacionalsocialismo y de la República D em ocrática A lem ana (A ntigua A lem ania del
Este). Y este Congreso fue prueba manifiesto de lo anterior: historiadores, teólogos, muse-
ólogos y estudiosos del arte se dieron cita para analizar y exponer la iconografía luterana
en sus diversas facetas. Ya en el año 1655 aparece la expresión M useum Lutheri y en 1693
- a iniciativa de los ciudadanos- se comienza el prim er M useo H istórico de W ittem berg. En
1883 junto al Seminario de Predicadores Evangélicos de W ittem berg aparece el M useo
Histórico de la Reform a. C entro del análisis y de las diversas ponencias es la ciudad de
W ittemberg, donde el R eform ador vivió de m anera oficial desde 1508 hasta su m uerte en
1546. La ciudad pronto comenzó a girar en torno al gran personaje: universidad, iglesia del
castillo, la StadtKirche donde se escuchaban sus sermones, el convento de agustinos y pos­
terior casa-vivienda del monje Reform ador. M ención especial es el estudio de la escena de
la D ieta de W orms(abril 1521) m ediante los grabados, pinturas, im ágenes y textos de la
escena, elaborados en el s. XIX, y proponiendo a Lutero como el símbolo del héroe alem án
con un sentido m arcadam ente nacionalista. Se estudia tam bién la biografía de Catalina
Bora y la recepción de la figura de Lutero y la Reform a en la extinguida A lem ania del E ste
(D D R ). Concluye el volum en con la narración de la celebración de los 450 años de naci­
miento de Lutero en Eisleben (19-27 agosto, 1933), con el triste espectáculo de la presen­
cia de fotografías y aclamaciones hitlerianas. Unos índices, perfectam ente elaborados,
sobre lugares, personas, pinturas y grabados, cierran este interesante libro de carácter em i­
nentem ente histórico - A .'G A R R ID O .

W A RTENBERG , G ünther, Wittemberger Reformation und territoriale Politik. Ausgewählte


A ufsätze (= A rbeitern zur Kirchen und Theologiegeschichte, B and 11), Evangelische
Verlagsanstalt, Leipzig 2003, 24 x 18, 332 pp.

La R eform a luterana, nacida en W ittemberg, no fue exclusivam ente un proceso refor­


m ador religioso, sino que aportó tam bién innovaciones políticas, sociales y culturales a los
territorios en donde adquirió fuerza. E l presente volumen recoge algunos trabajos que ilus­
tran lo dicho. El autor es profesor de H istoria de la Iglesia en la Facultad de Teología de la
U niversidad de Leipzig; y cumplía sesenta años en el pasado 2003. Sus com pañeros han
querido tributarle este hom enaje recogiendo en un volum en prim orosam ente editado algu­
nas de las investigaciones y ensayos llevados a cabo a lo largo de su trayectoria académica.
E l volum en consta de dos partes, perfectam ente definidas: I a: Política religiosa territorial
del tiem po de la R eform a y 2a: investigaciones sobre algunos detalles históricos de la
U niversidad de Leipzig. A l prim er bloque corresponden estudios acerca de la relación de
Lutero con los Príncipes sajones, especialmente con la Princesa M oritz en su política con­
tra Francia (1548); la actuación de M elanchthon en la Política albertina; las repercusiones
de la “guerra de los cam pesinos” en las política sajona de 1547 a 1551; informaciones sobre
el Pietismo en Sajonia; análisis de las diversas biografías sobre M elanchthon desde el s. xvi
al s. xx; y la “actividad m isionera” en el tiem po de la Reform a. E l enfoque de los diversos
ensayos es una especie de “teología histórica”, ya que aúna las fuentes de la tradición cris­
tiana con el pensam iento teológico de la época, haciendo ver que sin “historia” la teología
es difícilmente analizable. E l segundo bloque resulta más interesante y curioso para núes-
630 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

tra m entalidad, ya que junto al análisis de la universidad de Leipzig en los finales del
medioevo, estudia con detalle diversas facetas de la Facultad de Teología de dicho centro:
la im portancia de la reform a hum anista llevada a cabo por M elanchthon en dicha
Universidad; desarrollo de la teología luterana en Leipzig hasta los tiempos de Bach; los
intentos fallidos de llevar a Leipzig a R. Bultmann; y por fin los avatares de una Facultad
teológica bajo la som bra de Karl Marx (mayo 1953 a febrero 1991), es decir la complicada
situación de los centros universitarios de ciencias religiosas en los tiempos duros de la dic­
tadura comunista en la República D em ocrática alem ana (D D R ). La vida entera del autor
está íntim am ente ligada a dicho centro de estudios y sufrió en sus carnes los altibajos y las
contradicciones del sistema marxista. El volum en concluye con una com pleta bibliografía
de G ünther W artenberg desde 1969 a 2002, con 136 títulos entre libros, artículos y confe­
rencias, así como un completo índice de nombres, tal como nos tiene acostum brada esta ya
famosa colección de la Evangelische Verlagsanstalt. Responsables de la edición son Joñas
Flóter y M arkus H ein - A. G A R R ID O .

JU NG , M artin H., Nachfolger, Visionarinnen, Kirchenkritiker. Theologie und frómm igkeits-


geschichtliche Studien zu m Pietismus. Evangelische Verlagsanstalt, Leipzig 2003, 21,5
x 14,5,266 pp.

D esde hace ya más de quince años, desde su prim er puesto de trabajo como A sistente
universitario en Tübingen (abril 1987), M artín H. Jung ha publicado varios libros y muchos
artículos sobre el Pietismo. E l presente volum en contiene una selección de trabajos teoló­
gicos e históricos que tienen p or finalidad exponer la grandeza y amplitud de ese movi­
m iento renovador de la vida y de las comunidades cristianas evangélicas, a la vez que pone
de manifiesto su carácter m odernizador en algunos aspectos de su reflexión. El seguimien­
to intim o de Jesu-Cristo, la renovación eclesial y la intuición de futuro han significado siem­
pre las exigencias del más im portante movimiento renovador luterano. A parecen aquí
hom bres y mujeres, posiblem ente desconocidos pero muy dignos de tener en cuenta, que
en su vida interior y en seno de sus com unidades renovadoras llegan a afrontar problem as
como los siguientes: relación con el judaismo, emancipación de la mujer, teología de la reli­
gión, ofertas ecuménicas y esperanzas escatológicas. Junto a los famosos nom bre del conde
Zinzendorf y de Johanna E leonora Petersen (teóloga laica del Pietismo radical), nos encon­
tram os con figuras marginales como el médico Johann Kayser, el piadoso peregrino
Magnus F. Roos, con pensadores originales como la comerciante Suiza A nna Schlatter o los
predicadores y párrocos Christian A dan D ann y A lbert K napp (iniciadores del cuidado y
protección de los animales). Especial mención requiere el artículo dedicado a Johann
A lbrecht Bengel como teólogo del Pietismo en la región de W ürttem berg (pp. 75-91). Para
aquel que esté interesado en el desarrollo de las comunidades evangélicas luteranas, este
librito es una delicia, ya que anima a revalorizar la vivencia cristiana en el m undo de la
R eform a - A. G A R R ID O .

Quellen zu Thomas M üntzer (= Thomas-Müntzer-Ausgabe. Kritische Gesamtausgabe,


Band 3). B earbeitet von W. Fleld (+) und S. Hoyer. Evangelische Verlagsanstalt,
Leipzig 2004, 24 x 17,294 pp.

M üntzer (1489-1525) es una figura muy especial del movimiento religioso-político-


social que significó en A lem ania la llegada de la E dad M oderna y la Reform a. A traído por
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 631

la predicación de Lutero, se unió a la reform a en 1519. Pronto se separa de la ortodoxia


luterana e inicia su propia cruzada reform adora, unida a un m ensaje revolucionario y te o ­
crático, tratando de instaurar “ya” el Reino de Dios en la tierra. Tlivo que enfrentarse tanto
a católicos como a luteranos, creando una comunidad ajustada a sus ideales (1523). Sin
apoyo político ni económico alguno, se ve obligado a luchar contra las tiranías de turno. Sus
predicaciones revolucionarias contribuyeron a desencadenar una de las más fam osas“gue-
rra de campesinos”, que extendió por las regiones de Türingia y Sajonia. Instalado en
M ühlhausen, se subleva contra eclesiásticos y señores feudales, hasta que una coalición de
Príncipes alemanes -apoyada desgraciadam ente por el mismo Lutero- derrotó a su ejerci­
to de campesinos en Frankenhausen. M üntzer fue apresado, torturado y ejecutado. E l pen­
sador m arxista E rnst Bloch escribía en 1921 un denso ensayo Thomas Müntzer, teólogo de
la revolución, aunque la edición definitiva aparecería cuarenta años después, en 1960 con
un prologo acerca de las fuentes docum entales y las biografías de reform ador. Y aunque
en nuestra área cultural este personaje no haya sido objeto de reflexión y estudio, en el
mundo alem án ha generado abundante bibliografía, con no muy buena suerte, por lo gene­
ral.. E l libro que presentam os ocupa el tercer volum en de una edición especial cuyos dos
prim eros volúmenes llevan por titulo: Escritos y Fragmentos, y Cartas. E ste tercer volumen
analiza de m anera técnica y sistem ática las “fuentes” originales escritas de y sobre Müntzer,
intentando ofrecer a los historiadores del futuro un marco científico definitivo acerca de la
vida y escritos del personaje. Por otra parte, la finalidad de los m odernos com entaristas del
reform ador revolucionario es olvidar de una vez por todas la escenificaciones negativas que
sobre él se han dado en la historia, desde la calamitosa biografía atribuida a M elanchton en
1525 (juzgada hoy día como apócrifa). Se enum eran 176 docum entos originales de M üntzer
o sobre M üntzer tanto en su redacción original manuscrita, como en los libros editados,
cuando existen. Los archivos de la universidad de Leipzig, así como los Landeshauptarchiv
de diferentes ciudades han sido analíticam ente estudiados. Cuando los docum entos están
en latín se expone la redacción original, con traducción en la página opuesta. Los origina­
les en alem án m antienen las grafías originales, haciéndose difícil en ocasiones la lectura y
la comprensión. Por lo demás: una obra “m aestra” que la historia exigía.- A. G A R R ID O .

W ITTSTADT, Klaus, A u s der D ynam ik des Geistes. A spekte der Kirchen- und Theologie­
geschichte des 20. Jahrhunderts, E chter Verlag, W ürzburg 2004, 23,5, x 14, 386 pp.

L ibro de hom enaje al profesor universitario de M ünster y W ürzburg Klaus W ittstadt,


catedrático en la última de historia de la Iglesia, al poco de su m uerte. E l libro reúne diver­
sos artículos del autor diseminados en revistas, obras de colaboración y Festschriften. D ada
su especialidad en historia de la Iglesia contem poránea, los artículos elegidos com ponen
una visión del arco iris que ha supuesto el siglo XX, del negro al blanco, luces y sombras,
en lo eclesial y social, conformando una panoplia significativa. El centro de los tem as des­
cansa en el Vaticano II, como no podía ser menos, cúspide de toda una evolución eclesial y
que él p u d o experim entar de cerca estando en R om a como estudiante en una de sus fases.
Como laico y casado que fue, se echa de m enos su visión de los cambios que en este senti­
do le afectaron. Pero él era sobre todo historiador. La m ayor parte de sus artículos se refie­
ren a las personalidades que hicieron el concilio y sostuvieron su discurrir posterior: los car­
denales D öpfner y Suenens, los papas Juan X X III y Pablo VI. O tra serie se ocupa de la
recepción conciliar de las Conferencias episcopales nacionales y regionales del ám bito ger-
m anohablante. Hay tam bién unos breves pero enjundiosos artículos teológicos sobre la
renovación eclesial del concilio, el lado positivo del luteranismo, o las relaciones entre cató-
632 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

líeos y judíos tras la catástrofe del nazismo. C om pletan el libro una pequeña biografía y la
bibliografía del autor - T. M ARCOS.

LÉM ANN, Augustin y Joseph, La asamblea que condenó a Jesucristo. Trad. C. López-Arias,
Rialp, M adrid 2004,19 x 12,131 pp.

Con el título “Valor de la asam blea que pronunció la pena de m uerte contra Jesús”
esta obra fue publicada originalm ente en francés en 1881 con el nihil obstat del Papa Pío IX
(pp. 7-8). Se trata de un estudio sobre la composición y actividad del Sanedrín realizado por
los herm anos Lém ann, sacerdotes y judíos conversos, en el marco de la apologética de la
época.
E l libro valora la responsabilidad del Sanedrín en la m uerte de Jesús tratando dos
cuestiones que corresponden a sus dos partes. E n un análisis inédito, según los autores, la
prim era estudia el valor personal, competencias y m oralidad de los miembros de este alto
tribunal judío. La segunda hace una revisión del valor de sus pronunciam ientos de acuerdo
Con la legislación judía, identificando hasta veintisiete irregularidades en el proceso contra
Jesús. Se puede im aginar fácilm ente la conclusión: eran unos canallas y sus decisiones una
farsa.- R. SALA.

C ER V EL L E R A , B ernardo, Missione Ciña. Viaggio nell'Impero tra mercato e repressione.


A ncora Editrice, M ilano 2003,21 x 14,5,188 pp.

Para com prender el libro es im portante tam bién conocer algunos datos de su autor.
B ernardo C ervellera es un m isionero del P IM E (Pontificio Instituto de Misiones
Extranjeras) y, al mismo tiempo, es periodista. E n la actualidad dirige la agencia de noticias
"Asia News". Como misionero m ira al inmenso país de la China, desde una perspectiva
religiosa y cristiana; como periodista, tiene la sensibilidad de contactar con la realidad pre­
sente y expresar la problem ática en un lenguaje ágil y comprensible.
E l autor -q u e ha vivido y enseñado durante años en C hina-, ofrece una "fotografía
desde dentro" del Im perio Celeste, y deja entrever los posibles escenarios del desarrollo.
La obra engancha desde el prim er m om ento y se lee con la pasión de una novela. Capitulo
tras capítulo se analizan algunos de los problem as de la China actual: el paso del estalinis-
mo al capitalismo salvaje; las plagas y el retraso de la gran masa de agricultores en contraste
con el mundo urbano; el problem a de la inestabilidad y las revueltas sociales; la corrupción
y las reform as políticas; el resurgir de la espiritualidad y la "vuelta de D ios". U na atención
especial m erece el análisis de las etapas de la evangelización en China, la persecución de la
iglesia y las difíciles relaciones entre China y el Vaticano. M irando hacia el futuro, en medio
de tantos interrogantes, se reflexiona sobre la situación de la juventud, que vive entre espe­
ranza y revolución, entre idealismo y consumismo.
E n palabras de su autor la obra es "un pequeño intento de m ostrar algunos rasgos de
este inmenso país, un viaje por China, entre sus grandezas y sus miserias, entre las contra­
dicciones y desafíos del presente y del futuro". Se recom ienda su lectura, en especial a
todos aquellos interesados y relacionados de una u otra form a con el gran país de C h in a -
B. S IE R R A D E L A CALLE.
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 633

BLET, Pierre, Pío X I I y la Segunda Guerra Mundial. Ediciones Cristiandad, M adrid, 2004,
12,5 x 20,5, 424 pp.

D esde hace algunos años asistimos a una cam paña orientada a difam ar a Pío X II, al
que se acusa una y otra vez de haber sido complaciente con el nazismo y de no haber alza­
do la voz para im pedir el Holocausto. D e poco ha servido para frenarla la publicación a p ar­
tir de 1965, por orden de Pablo VI, de los doce volúmenes de Actas y D ocumentos de la
Santa Sede relativos a la Segunda Guerra M undial, posiblem ente porque aunque supone
poner al alcance de los historiadores una riquísima fuente, su mismo carácter hace que sea
inaccesible para un público que en cambio puede leer los libros de Cornwell, plagados de
difamaciones carentes de fundamento. Si a esto añadimos el gusto por lo escandaloso p ro ­
pio de los tiempos que vivimos debem os adm itir que limpiar el nom bre de un Papa calum ­
niado es una tarea extrem adam ente ardua. A ella se entrega con rigor Pierre Blet -u n o de
los padres jesuítas encargados de la edición de las A ctas- en este libro, en que recoge, orga­
nizado por temas, todo lo que puede decirse sobre el com portam iento de Pío X II a lo largo
de la guerra a la luz de la docum entación conservada en los archivos del Vaticano. Q ueda
constancia así de la firme e inequívoca actitud del Papa frente a los totalitarism os nazi y
comunista, de sus esfuerzos por evitar la guerra, de su oposición a las leyes racistas y, en fin,
de su constante labor en favor de las víctimas. Todo ello en un contexto extrem adam ente
duro en que cualquier palabra de la Iglesia inevitablem ente sería aprovechada con fines
propagandísticos y en que toda intervención fácilmente podía desem bocar en resultados
opuestos a los deseados. D eberían, con todo, bastar los elogios de Roosvelt, D e G aulle o
G olda M eir para disipar cualquier duda sobre el com portam iento de Pío XII. Si algo cabe
concluir es que la actitud del Papa fue imparcial ante los bandos en conflicto. U na im par­
cialidad qüe dim ana no de la equidistancia, sino del compromiso con todos los seres hum a­
nos, independientem ente de su nacionalidad y, como entonces se decía, de su raza; en defi­
nitiva, de la tom a de partido por las víctimas. Sólo queda decir que la paz, cuando final­
m ente se produjo, no llegó en el m odo querido por el Papa, ya que dejó toda la E uropa
O riental y gran parte de la Central som etidas a un totalitarism o no menos enemigo de la
dignidad y de la libertad hum anas que el nazismo derrotado - F. J. B ER N A D M O RALES.

N IC O L A U POUS, Francesc, Iglesia y Ciencia a lo largo de la historia. Ediciones SC IR E,


B arcelona 2003,13 x 20, 277 pp.

E n tre los muchos lugares comunes que integran el bagaje intelectual de lo que pudié­
ramos llam ar lectores semicultos -aquéllos que incluso en caso de que posean un título uni­
versitario jam ás se han planteado la más ligera duda sobre la validez del pensam iento único
progresista- ocupa un lugar destacado la convicción de que la Iglesia Católica ha sido a lo
largo de la historia enemiga declarada de la ciencia y, por ende, del progreso. Se trata de
una noción que hunde sus raíces en el enciclopedismo y en el positivismo -recordem os las
tres etapas comtianas del desarrollo del conocim iento- y que, pese a carecer del más leve
apoyo empírico, con una insistencia digna de Goebbels, se ha repetido hasta la saciedad, de
tal m odo que, como enseñó el gran propagandista nazi, para muchos ha term inado p o r ser
verdadera. A desm entirla viene el libro de Francesc Nicolau Pous. R epasa para ello este
sacerdote una larga, aunque no exhaustiva, nóm ina de eclesiásticos que en todas las épocas
han ocupado un lugar destacado en las más variadas ciencias, con particular, y para los
tiem pos más m odernos casi exclusiva, atención a las naturales. El volumen se com pleta con
una reflexión en torno al lugar respectivo de la ciencia y de la fe, que el autor considera
634 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

como nunca opuestas, toda vez que la prim era conduce al conocim iento de la Creación.
O tra cuestión es la aplicación de los descubrimientos científicos que, com o tarea práctica,
precisa de una guía ética a fin de evitar aberraciones incompatibles con la dignidad hum a­
na. Nos encontramos, por otra parte, ante un libro de agradable lectura, en el que el rigor
en la aportación de datos corre parejo con la claridad de la exposición - F. J. B ER N A D
M ORALES.

NAVARRO-VALLS, Rafael y PALOM INO, Rafael, Estado y Religión. Textos para una
reflexión crítica,. A riel, B arcelona 2003,12,5 x 20,8,475 pp.

Recoge este libro una amplia serie de textos sobre las complejas relaciones entre el
E stado y la Religión en Occidente. D esde precedentes tan lejanos como el código de
H am m urabi hasta la conferencia “E uropa, Política y R eligión”, pronunciada en el año 2000
p or el cardenal Ratzinger, o unas reflexiones de Rafael Navarro-Valls sobre la Constitución
europea, cuando ésta aún era un proyecto, se ponen así al alcance del lector, ordenados cro­
nológicamente, docum entos clave en la historia de nuestra civilización. Como el propio
título indica, se trata de facilitar los elem entos que perm iten una reflexión crítica sobre un
asunto que hoy día adquiere una enorm e relevancia, toda vez que desde sectores autode­
nominados progresistas se prom ueve un cierto fundam entalism o laico que intenta deslegi­
tim ar toda intervención pública de la Iglesia y relegar así lo religioso a un ám bito estricta­
m ente privado. Si en un determ inado m om ento se interpretó la laicidad del Estado como
neutralidad de éste ante las diferentes confesiones religiosas, hoy día el concepto se p re­
senta —como señala Navarro-Valls en el estudio que cierra la obra— íntim am ente unido al
relativismo ético y en la práctica supone una actitud beligerante del poder político, que se
hace portavoz y propagandista de una ideología y de unos valores m orales para los que no
busca otra fundam entación que el supuesto acuerdo de la mayoría. U n acuerdo, p o r otra
parte fácilmente inducido desde la escuela y desde la influencia sobre medios de com uni­
cación y productos culturales subvencionados - F. J. B ER N A D M O RALES.

V EC C E, Cario, Leonardo. Edit. Acento, M adrid 2003,15 x 22,5, 558 pp.

Ya en vida, la figura de Leonardo quedó envuelta en la leyenda dando form a a un mito


que no ha cesado de agrandarse. Para cualquier persona m edianam ente cultivada,
L eo nard o rep resen ta hoy el arq uetipo de un m odelo hum ano característico del
Renacim iento. Curiosidad universal, actitud abierta ante la naturaleza, valoración del hom ­
bre, conocimientos enciclopédicos, aptitudes excepcionales en los más diversos campos, son
algunos de los lugares comunes que integran aún para muchos ese tipo hum ano del que
Leonardo sería el más acabado espécimen, y que se opondría tanto al tipo medieval, m ar­
cado por una concepción teocéntrica del universo, como al contem poráneo, m utilado por
la especialización. N o es este el lugar para m ostrar lo que de falso entraña tal simplifica­
ción, valga sólo decir que la pervivenda del mito dificulta toda aproximación a la biografía
del artista. Vecce, autor de la edición crítica de los escritos de L eonardo y uno de sus m ejo­
res conocedores, lo intenta a p artir de un minucioso examen de los documentos. Nos ofre­
ce así la exposición más com pleta posible de una vida que podem os seguir desde el naci­
m iento ilegítimo, la deficiente formación humanística, el aprendizaje en el taller de
Verrochio, hasta los largos años pasados en la corte de Ludovico el Moro, el reto rn o a
Florencia o la estancia final en Francia. Se despliega ante nuestra m irada un hom bre dota-
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 635

do, sin duda, de una capacidad excepcional, capaz de causar la adm iración de sus contem ­
poráneos, pero extrañam ente prem ioso en la realización de unos trabajos que a menudo
dejaba sin finalizar y aficionado a la experimentación con nuevas técnicas que en ocasiones
han tenido consecuencias funestas para la conservación de su obra. E n cuanto a su vida más
íntima, más allá de su conocida hom osexualidad y de la extraña relación con Salaí, el discí­
pulo que durante tantos años explotó en provecho propio y de su familia, la predilección
del maestro, todo se nos escapa. Los sentimientos, los deseos, las pasiones quedan ocultos,
velados por el mismo m isterio que en sus pinturas parece a punto de aflorar en una sonri­
sa, pero cuyo conocim iento nunca alcanzaremos - E J. B E R N A D M O RALES.

G O N Z Á L E Z C RU Z, David, Guerra de religión entre príncipes católicos, M inisterio de


D efensa, M adrid 2002,17 x 24,319 pp.

Mucho, aunque a m enudo poco serio, se ha escrito sobre la guerra de Sucesión espa­
ñola. U n conflicto que, pese a su lejanía tem poral, aún es capaz de levantar la pasión patrió­
tica de un catalanismo, que ha construido a su alrededor un m ito de pérdida de la patria, en
torno al cual dar rienda suelta a esa melancolía nacionalista m agistralm ente analizada por
Jon Juaristi. González Cruz nos m uestra, sin embargo, que aún quedan caminos p o r explo­
rar. E n su caso, con una enorm e aportación de documentos, nos conduce a través de la uti­
lización propagandística de la religión por ambos contendientes. N o sin sorpresa vemos
como tanto Felipe de B orbón como Carlos de Habsburgo, los dos inequívoca y ferviente­
m ente católicos, tratan de presentarse ante los españoles como únicos defensores de la
ortodoxia frente a un rival enemigo de la fe. Es un enfrentam iento que se desarrolla por
medio de papeles impresos, predicaciones en el púlpito, procesiones, ofrendas, tedeums,
etc., en que cada uno de los pretendientes se esfuerza por m ostrar la firmeza de sus con­
vicciones religiosas y la irreligiosidad del adversario. Como siem pre sucede, la verdad p re­
ocupa poco a unos propagandistas, que no vacilan en difundir la intervención milagrosa de
la Virgen o de algún santo en las batallas, naturalm ente a favor del propio bando, y que no
retroceden ante las más viles calumnias. Es un terreno en que la victoria, al igual que en el
estrictam ente bélico, parece decantarse por el pretendiente borbónico, que sabe explotar
en su provecho el apoyo prestado al austríaco por las heréticas Inglaterra y H olanda, en
tanto qu e las acusaciones de regalismo lanzadas en su contra apenas hacen mella en una
opinión que quizá no considerara éste como una grave falta. D e todas maneras, hay que ser
prudente puesto que la historia, como siem pre se ha dicho, la escriben los vencedores y si
la fuerza de las armas hubiera dado la victoria a Carlos, valoraríam os de otra m anera su
tarea propagandística, de la que incluso probablem ente hubiera sobrevivido un mayor
núm ero de documentos. E n cualquier caso, el trabajo de G onzález Cruz nos m uestra que el
esfuerzo bélico se acompaña en todo m om ento de una enconada lucha por conquistar a la
opinión pública y que ésta era especialm ente sensible a los argum entos de fundam ento reli­
gioso.- F. J. B ER N A D M ORALES.

A R IA S SA A V ED R A , Inm aculada / L Ó PE Z -G U A D A LU PE , M iguel Luis, L a represión


de la religiosidad popular. Crítica y acción contra las cofradías en la España del siglo
X V I I I (= Biblioteca de Bolsillo Collectanea). Universidad de G ranada, 19 x 12,354 pp.

E l libro tiene su origen en la tesis doctoral de M. L. López-G uadalupe Contrarreforma


y Cofradías en Granada, realizada bajo la dirección de I. Arias. A m bos han publicado una
636 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

serie de trabajos sobre este tem a, especialm ente en lo referente al s. xviii. A quí se recogen
algunos, con tem ática parecida, como aparece en el titulo del libro. Superando el ám bito
local granadino, los autores analizan ahora a nivel nacional este fenóm eno social del cofra­
de, dada la relevancia que tuvo en la edad m oderna española y que obligó a la intervención
gubernam ental, especialm ente bajo la férula del Conde A randa y de Campomanes.
Teniendo en cuenta principalm ente los fondos del Archivo H istórico Nacional, así como
otros archivos y m onografías ya publicadas, los autores nos ofrecen nueve artículos, siete de
ellos dedicados exclusivamente al siglo xviii: cofradías, religiosidad popular e ilustración,
cofrades y gremios en N avarra, debate político y control estatal de las cofradías, la “políti­
ca ilustrada” y la religiosidad popular, actuaciones gubernam entales en contra de las cofra­
días, postura de las jerarquías católicas ante las m anifestaciones de la religiosidad popular...
E l prim ero de los artículos está dedicado de form a genérica a la religiosidad popular anda­
luza en la E spaña de la C ontrarreform a, acentuando la preocupación que aparecen ya en
las disposiciones sinodales del s.xvi-xvii sobre el destino de los fondos económicos de las
cofradías. La m etodología es la misma que se seguirá en los otros artículos: las cofradías
como factores de integración social de las gentes, especialm ente de la gente más sencilla,
sus actividades cultuales (aniversarios, sufragios, misas, rosarios, sabatinas, procesiones,
sem ana santa, el serio problem a de los “fragelantes” o “disciplinantes”, vestim enta, actos
nocturnos, etc..); las tareas asistenciales, hospitalarias, atención a huérfanos, encarcelados y
condenados por parte muchas de las herm andades o cofradías. El s. xviii contem pló atóni­
to el esplendor máximo de dichas agrupaciones, llegando a más de veinticinco mil en toda
España. Prácticam ente toda la sociedad se agrupó en torno a estas instituciones: cofradías
de nobles, herm andades clérigos, pueblo sencillo y diferentes gremios, ya para defensa de
sus intereses, ya como cauce de convivencia asociativa que ofrecía la oportunidad a todos
de sentirse integrados en su comunidad, pudiendo ahora distinguir cofradías devocionales,
penitenciales, gremiales y asistenciales, congregacionales (que dependen de O rdenes o
Congregaciones religiosas, con el consabido recelo y envidia del clero secular que veía con
tristeza cómo sus rentas m erm aban). La “Política Ilustrada” de Carlos III, m ediante el
conde A randa y los suyos, intenta prim ero hacer un amplio censo de cofradías, se pide la
opinión a los señores obispos, se exige a los C orregidores de A ragón y a los Intendentes de
Castilla qué elaboren un censo completo de H erm andades e se intenta el control regalista
y la reducción de las mismas, en la esperanza de superar una “concepción viciada de la reli­
gión” y con la intención de ofrecer una “religiosidad ilustrada”( con la enseñanza de la doc­
trina, el compromiso personal y la necesidad de la aprobación real), bajo la batuta del
“absolutismo ilustrado” que exigía sin pudor alguno “un rey, una ley y una grey”. Todo esto
se lleva a cabo entre los años de 1769 y 1784. Los Ilustrados pretendían en principio “sus­
tituir la caridad de los cofrades por la beneficencia del E stad o ”, quedándose el Estado con
algunas rentas y prebendas. Fue un palo a las herm andades, ya que vieron m erm ada sus
capacidad de acción, disminuidos sus ingresos y controladas sus actuaciones. Pero no hubo
m uerte completa. El pueblo vivía ajeno y lejano a la élite ilustrada, y los religiosos (más en
núm ero que los curas seculares) las m antienen y las defienden con nuevos tintes menos
supersticiosos y más serios en la formación y en la acción social, en un afán de paliar las
desigualdades sociales y de prestar ayuda hum ana y cristiana a los grupos menos favoreci­
dos (gitanos, pobres, esclavos, ciegos, población redenta, m undo de la prostitución). Todo
ello despertó la envidia m aledicente de los clérigos seculares sobre los religiosos y sus
obras, ya que notaban los seculares la decadencia de sus iglesias parroquiales y la disminu­
ción de oblaciones, misas, etc.. H asta aquí la historia. ¿Fue esto un aviso para las posterio­
res reform as de G odoy y las futuras desam ortizaciones del s. xix? El libro se lee con cierta
curiosidad, aunque uno tiene a veces la impresión de leer las mismas líneas y párrafos en
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 637

diversas ocasiones. Quizás no pueda evitarse ese fallo, pero los autores -que son hábiles-
intentarán rehacer la metodología usada y seguir ofreciéndonos con claridad y detalle esta
faceta un tanto olvidada de nuestro ayer no lejano - A. G A R R ID O .

SED G W ICK , M ark J., Breve introducción al Sufismo. Ediciones Sígueme, Salam anca 2003,
21 x 13,140 pp.

Las circunstancias históricas de terrorism o internacional que nos ha tocado vivir en


este comienzo del milenio, han puesto al centro de la atención de los medios de com unica­
ción, y por lo tanto de la opinión pública, una de las caras del Islam: el fundam entalism o,
con su intolerancia y su violencia. Pero esa no es la única form a de vivir la fe islámica.
Incluso estadísticam ente han sido muchos más los musulm anes sufíes que los fundam enta-
listas y el sufismo es mucho más representativo de la fe islámica, que el fundam entalism o.
Por eso es muy loable esta obra en la que el Dr. M ark J. Sedgwick nos ayuda a introducir­
nos en el m undo del sufismo, considerando que es uno de los m ejores caminos para com­
prender lo que es en sí el Islam .
Se comienza estudiando qué es el sufismo y su procedencia, para pasar a describir el
camino para hacerse sufi, "cam inante que recorre el sendero hacia el hacedor". Seguida­
m ente se estudian algunas de las grandes órdenes - la Qadiriya, la Shadhiliya, la A hm adiya,
así como la difusión actual del sufismo en Occidente. O tro de los capítulos afronta la rela­
ción del sufismo con el controvertido fenóm eno de la "jihad" o guerra santa, así como su
relación con el mundo del comercio y la sociabilidad. Para concluir se plantea el tem a de la
ortodoxia del sufismo, su im pacto en la m odernidad y su eclipse parcial. Muy útil p ara la
lectura de la obra es el glosario que lleva al final, donde se explican los térm inos más carac­
terísticos. Para quien desee profundizar en el sufismo, el autor aporta una selección biblio­
gráfica, tanto de las obras clásicas como de las modernas. Aunque, como el mismo título
indica, la obra tenga solo un carácter introductorio, se trata de una aportación im portante
para el conocimiento de esta faceta del Islam, tan ignorada en nuestro país - B. S IE R R A
D E L A CALLE.

S E R R A ESTELLÉS, Xavier, E l A rchivo Histórico de Valencia. I: Inventario del fo n d o his­


tórico; II: Catáleg de pergamins (= Serie “M onum enta A rchivorum V alentina”, IV).
Facultad de Teología San Vicente Ferrer, Valencia 2003,23 x 15,252 pp

C om o bien hace notar el autor en la Introducción (pp. 8-27), la riquísima docum enta­
ción histórica del Archivo Diocesano de la diócesis de Valencia (A D ),iniciado ya en el s.
X III, se perdió casi por completo en la quem a y devastación del Palacio arzobispal en los
prim eros meses de la G uerra Civil E spañola (1936-37). Lo que se salvó es lo que ahora
constituye la Sección I del Fondo Histórico, recuperado de las fábricas, traperías y alm ace­
nes de viejo. Los molinos papeleros de la Z ona de Levante fueron testigos de la barbarie,
ya que convertían en pasta archivos enteros procedente tanto de la zona de L evante como
de otras partes de la Península. La abundancia de m aterial histórico, la riqueza del mismo
y la preocupación de la Curia diocesana p or m antenerlo y exponerlo al estudio de los his­
toriadores son datos que solamente pueden deducirse de las crónicas anteriores a esos tris­
tes años del desastre bélico. Algunos cronistas, se nos dice, “lloramos la pérdida de un teso­
ro m onum ental de Valencia que ilustraba el arte y la historia de nuestros tem plos del s.
X IV ”. Se habla de la destrucción de más de 13.000 legajos vendidos para pasta de papel.
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Expone el contenido básico del Fondo Histórico, en sus 32 secciones con una breve expli­
cación de cada sección. El Catáleg de Pergamins (pp. 141- 243) del A D abarca un total de
181 llegados a los fondos del Archivo en estos últimos decenios, así como un grupo de 18
documentos pontificios de los s. X IX y XX, más otros fondos en deposito, llegando a sumar
un total de 474 pergaminos, cuya signatura actual es “Fons Historie. Seccio III. Pergam ins”.
El libro viene acom pañado de un CD. Felicitamos al autor, así como a la diócesis de
Valencia en su em peño p o r “publicar guías, índices, inventarios y catálogos que faciliten el
acceso al estudio de los archivos eclesiásticos”.- V. D E L VAL.

G A R IT A G O ITIA , José R., Juan Pablo I I y Europa (=Col. Libros de bolsillo, 183). Ed.
Rialp, M adrid 2004,19 x 12,156 pp.

La tesis doctoral del autor, publicada en el 2002, lleva por titulo E l pensamiento ético-
político de Juan Pablo II. E n este ensayo, de lectura fácil y asequible, se presenta un análi­
sis del las intervenciones del actual Pontífice sobre E uropa, una “E uropa del espíritu, basa­
da en los valores y símbolos que la han modelado en la tradición cristiana que une a todos
los pueblos”. Junto a los grandes valores, el Papa tam bién reconoce las carencias de estas
sociedades desarrolladas, en ellas hay “una ausencia deliberada de toda referencia moral
transcendente”. Y así, junto a los enorm es logros conseguidos, aparecen los contravalores
del egoísmo, racismo y materialism o práctico. La lectura se hace am ena e interesante, por
la actualidad de los problem as que afronta y tam bién por la buena información concreta
que el autor nos ofrece. Todo ello queda analizado en los cuatro apartados del librito:
“revolución de la libertad” (revolución de 1989, los dos pulm ones de E uropa, volver a las
raíces), “Fuentes y valores de la cultura europea”, “dimensión pública del hecho religioso:
herencia cristiana y laicidad en E uropa”, y “la herencia cristiana en la nueva constitución
europea”. Todo ello bajo la óptica de las múltiples intervenciones habladas y escritas de
Juan Pablo II. A l conceder a Juan Pablo II el Prem io Internacional Carlomagno, el Comité
argum entó que el Papa era m erecedor del galardón por ser “un em inente y ejem plar m ode­
lo de los valores europeos para la gente de todo el m undo.... y que como ningún otro, afir­
m a el carácter inalienable de los derechos del hom bre y de la paz”.- V. D E L VAL.

M U Ñ O Z CLARES, M anuel (ed.), Monasterio de Santa A n a y Magdalena de Lorca. H isto­


ria y arte (= Publicaciones Instituto Teológico Franciscano, Serie Mayor-37), Edit.
Espigas, Murcia 2002,24 x 17, 454 pp.

Estam os asistiendo a un loable esfuerzo de muchos historiadores locales que bucean


en los archivos de su tierra, comarca, diócesis o congregación religiosa, aferrados a fuentes
de prim era mano y que están cambiando la historiografía de los últimos decenios. E ste es
el caso que nos ocupa. Basándose en el Archivos Histórico y M unicipal de Lorca, en el
Archivo del m onasterio de Santa A na (Libros de O bituario, postulado, tom as de habito y
profesiones, libros de cuentas, documentación varia), así como el de la Provincia F ran­
ciscana de Cartagena y el de la diócesis de Murcia, los autores nos van desgranando la rea­
lidad concreta de dicho monasterio: orígenes de los dos beateríos de S. A na y de la
Magdalena; unión de ambos y creación del convento; consolidación de la com unidad reli­
giosa; demografía y econom ía conventual; reform as del s. xviii; política religiosa del libera­
lismo (1812-1850): secularización, congruas y pensiones; consecuencias de la desam ortiza-
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ción; restauración alfonsina; guerra civil; fundación de dos nuevos monasterios (Santom era
y G uatem ala) etc.. Sin dejar en el tintero la vida regular contem plativa de oración, liturgia
y trabajo de las religiosas que allí han morado. La lectura del capitulo V “D e la Ilustración
a la guerra de la Independencia” resulta especialm ente atractiva, ya que se describe, al
m enos de deja intuir, la política religiosa de los liberales en el período ilustrado de Carlos
III. Diego de Rojas, obispo murciano libra su batallita “contra las heterodoxias teológicas
y políticas del m om ento, por cuanto constituyen el origen de todos los males de los claus­
tros fem eninos” poniendo en funcionamiento un plan correctivo, en carta pastoral de fina­
les de 1777, contra las nuevas corrientes de iluminismos místicos, jansenism o y regalismo en
su doble faceta política y religiosa (p. 212). La investigación se concluye con un capitulo
dedicado al arte existente en el monasterio, analizando la pintura, escultura, platería y tex­
til, con veinticinco ilustraciones, y unos apéndices docum entales con la relación de las aba­
desas del m onasterio y de las religiosas que allí han vivido desde 1602 hasta el presente (pp.
359-384). E ste m odo de hacer historia, partiendo de lo local y cercano, está ayudando a
corregir muchos apriorismos de algunos historiadores más generalistas,- A. G A R R ID O .

G Ó M E Z V ILLA , A ntonio, Presencia arqueológica del cristianismo en Murcia (= Publica­


ciones Instituto Teológico Franciscano, Serie Mayor-38), Edit. Espigas, M urcia 2002,
23 x 17,158 pp.

Se trata de la prim era síntesis gráfica de los m ateriales paleocristianos encontrados en


la región m urciana y su entorno, datados a raíz de la concesión de la paz a la iglesia y de la
consiguiente posibilidad de dejar huellas de personas y com unidades cristianas: iglesias, sar­
cófagos, inscripciones, lucernas, objetos de vidrio o cristal, inscripciones y escritos. ¿Y de los
siglos anteriores, qué sabemos? Científicamente, casi nada. Se supone la existencia de cris­
tianos entre los soldados im periales de la región, ya que C artagena fue siempre un puerto
con fuerte presencia de tropas. Y esta es la explicación de la aparición de algunas lucernas
cristianas, ocultadas en el yacimiento de la Alcudia de Ilici, cuya explicación lógica seria el
tem or de los propietarios a sufrir persecución por dichos signos cristianos.. Lo demás son
leyendas referentes a m ártires de Cartagena, Caravaca, Totana y otros puntos. Las laminas
que se m uestran dejar ver el optimismo del nuevo tiem po de libertad concedida a la Iglesia
por el em perador Constantino. Las evidencias arqueológicas del s. iv m uestran con claridad
la existencia de com unidades cristianas. Las investigaciones llevadas a cabo en los últimos
años ofrecen un panoram a cargado de esperanza para m ejor conocer la existencia y el desa­
rrollo del cristianismo en dicha región. E l autor, licenciado en H istoria A ntigua y docente
durante más de treinta años, m erece una felicitación, así como una sincera invitación a
seguir investigando la riqueza de restos cristianos en la región m urciana - A. G A R R ID O .

VACA D E OSM A, J. A., Carlos I y Felipe I I frente a frente. Glorias, m itos y fracasos de dos
grandes reinados. Ediciones Rialp, M adrid 2004·^, 17,30 25,20, 429 pp.

E n realidad, no se trata de un enfrentam iento en tre padre e hijo, sino de valorar críti­
cam ente ante la historia, desde la admiración y el respeto, sus aciertos y sus fracasos, y de
rebatir los mitos y las leyendas que los rodean. E l autor no pretende convertirse en juez de
la historia sino com prender los dos grandes y controvertidos reinados. Y pide a sus lecto­
res que adopten la misma actitud. El libro se divide en dos partes. E n la prim era estudia la
difícil sucesión testam entaria de Isabel la Católica. Los territorios eran patrim onio de los
640 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

reyes, una de tantas reminiscencias feudales. D e ahí la im portancia de la dinastía. A las de


H absburgo y Borgoña les dedica un capítulo como paso previo para entender el reinado de
Carlos V. Estudia la infancia de éste y su formación, así como las de Felipe II. A continua­
ción, la España que encontró Carlos I (la reina Juana, abusos de los flamencos, rivalidad y
odios con los españoles, Com unidades y G erm anías), de rey de España a em perador de
E uropa, regencia y viajes de Felipe. La política del E m perador fue im perial y dinástica; la
de Felipe II, estrictam ente española. E n la segunda parte, hace un retrato de los dos p er­
sonajes, los colaboradores de uno y otro, las guerras en que intervinieron, la política, el
Nuevo Mundo, las ciudades y los viajes reales, las mujeres, la cultura y el arte, el catolicis­
mo, preparación para la m uerte. Se trata de un ensayo histórico con motivo de los dos cen­
tenarios en 1998 y en 2000. Escrito en estilo ágil, se lee con agrado; pero hay demasiada
m ateria para tan pocas páginas, lo que hace que desfilen nom bres y fechas sin profundizar
en nada. Es una buena síntesis de los dos reinados, que el autor conoce muy b ie n - J.
V EG A .

PONS, Guillermo, Europa, tierra de santos. Descubrir sus raíces cristianas. Ciudad Nueva,
M adrid 2004, 20,5 x 13,5, 310 pp.

La elaboración de la nueva Constitución europea ha encontrado un punto de disen­


sión en la referencia o no a las raíces cristianas. Por otra parte, el Papa Juan Pablo II ha invi­
tado repetida y vibrantem ente a E uropa a reconocerlas y volver a ellas. E l tem a es, pues,
de actualidad. E n este contexto, G. P. pasa revista al santoral de todas y cada una de las cua­
renta y una naciones que conforman a E uropa, no sólo la U nión Europea, y elige uno de
cada nación, presentando una breve biografía. Los santos elegidos no son siempre ni los
más venerados, ni los más destacados por su saber, sino aquellos que de una forma u otra
han contribuido a la construcción de la E uropa cristiana - P. D E LUIS.

D O M ÍN G U E Z , Juan Francisco (Ed.), Humanae Litterae. Estudios de H umanismo y Tradi­


ción Clásica en H om enaje al Profesor G aspar M orocho Gayo. U niversidad de León
2004, 25 x 18, 546 pp.

La obra del profesor G aspar M orocho ha tenido abundantes seguidores y un discipu­


lado muy entusiasta que ha querido hom enajearle rendidam ente a causa de su tem prano
fallecimiento. Este volumen, prologado por el Dr. Jesús Paniagua Pérez recoge trabajos de
diversos profesores conocidos y amigos como el de J. F. Alcina Rovira sobre la im prenta, o
sobre la educación físico corporal en H uarte de san Juan y el humanism o médico español,
o sobre el humanismo y la filología poligràfica de S. Á lvarez Turienzo, o sobre la concien­
cia histórica del renacim iento de Vicente Botas, o sobre los griegos im postores y el famoso
dominicano de Viterbo de A ntonio Caballero, o en torno a Juvenal de J. F. D om ínguez, o
sobre A rias M ontano de S. Fernández López, o sobre A lonso de G udiel de E. Fernández
Tejero y N. Fernández Marcos. También sobre el P. M ariana de F. J. Fuente Fernández,
sobre el Brócense de J. Ma. M aestre M aestre, sobre Pedro de Valencia de J. Ma. M oreno y
de J. C. Rubio, y de J. Paradinas. También sobre Flavio Josefo de J. Ma. N ieto Ibáñez y sobre
Casidoro de la R eina de M. Pecellín. Sobre los manuscritos de la biblioteca de A ntonio
A gustín conservados en Rom a de J. Salvado, o sobre el significado de la R etórica en los tra­
tados de 1500 a 1650 de Ma. A. Sánchez Manzano, o sobre el Pinciano y Erasm o de J. Signes
C odoñer o sobre los fondo bibliográficos de san Marcos de León de Ma. I. Viforcos y Ma.
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 641

D. Campos, entre otros. Todos ellos nos trasm iten el gran espíritu investigador, em prende­
dor y hum anista que alentó en el profesor G aspar M orocho cuya pérdida todos lam enta­
mos. D. NATAL.

N IETO IB Á Ñ E Z , Jesús- Ma (Coord.), Lógos Hellenikós. H om enaje al Profesor Gaspar


M orocho Gayo. 2 vols. Universidad de León 2003, 24 x 17,1023 pp.

La Universidad de León ha querido rendir un gran hom enaje a la m em oria del profe­
sor G aspar M orocho como testim onio de aprecio y agradecim iento de sus com pañeros pro­
fesores o alumnos. C oordinado por el profesor Jesús-Ma. N ieto Ibáñez expresan su profun­
dos sentim ientos para con el fallecido profesor, Miguel C ordero del Campillo, Prisciliano
Cordero, Félix Piñero, un discípulo de G. Morocho, M a. Teresa García, M anuel Abilio
R abanal Alonso, A ntonio R eguera Feo y Ma. A. Sánchez Manzano. D. S arm entera M artín
le recuerda tam bién en breves pinceladas. Olegario G. de C ardedal hace un sem blanza del
profesor desde su pueblo a su cátedra, que es todo un tratado sobre la Iglesia y las hum a­
nidades en España. R aúl López se ocupa de la bibliografía del profesor Morocho, F. R.
Pascual escribe sobre G aspar M orocho: formas de Logos y sabiduría silenciosa. U n grupo
de profesores escribe sobre literatura indoeuropea, griega y latina y otro mucho más
amplio sobre literatura griega y latina con tem as como Sócrates, Platón y el cuerpo, Marco
Aurelio, los Sofistas, Diógenes el Cínico, Eurípides, Esopo, el eros, el m atrimonio, la mujer,
o la pederastía. O tros profesores e investigadores escriben sobre historia antigua y arque­
ología con tem as como Ulises, el pueblo escita en los tratados hipocráticos, el hom bre en la
perspectiva mesopotám ica, la verdadera filosofía o sobre un gobierno de ociosos en la
Política de Aristóteles. El vol. IIo se ocupa de temas de religión y mitología, de Bizancio y
la G recia m oderna, de la tradición clásica con estudios sobre el H erm es Trismegisto, o
M edea o la retórica de Cervantes, la edad M edia con aportaciones de G oya C avero sobre
la encom ienda de Puente de Ó rbigo o de H enar Velasco sobre Santiago en H ibernia, y la
edad M oderna con tem as como el Renacim iento según O rtega de Isabel la Fuente.
También hay un apartado para literatura española con un estudio del profesor Balcells
sobre Sagrario Torres y su poem a de am or al Quijote, otro sobre los plúm beos de G ranada
y el Q uijote, o la influencia del humanism o en la novela picaresca, de F. G arrote Pérez.
Finalmente, un apartado de Varia que recoge algunos tem as leoneses más locales y otros de
tem áticas especiales más difíciles de encuadrar. Muchos han sido los estudiosos, profesores
e investigadores, que ha querido participar en este sentido hom enaje al profesor Gaspar
Morocho, el hum anista entusiasta, el investigador incitante, el amigo de tantos amigos, y a
fe que el resultado han sido dos tom os espléndidos llenos de tem as sugerentes, a veces,
curiosos, y siempre interesantes - D. NATAL.

O RLA N D IS, José, Europa y sus raíces cristianas. Rialp, M adrid 2004,24 x 16,196 pp.

Según las diferentes llamadas realizadas por el Papa Juan Pablo II, con m otivo de la
redacción de la Constitución europea, nuestro continente necesita repensar sus raíces cris­
tianas p ara ahondar en su propia esencia y en sus más profundas y auténticas virtualidades.
E l autor de esta obra, conocido historiador de la Iglesia, reedita su estudio sobre la Iglesia
europea de los tiempos prim eros com enzando por la época rom ano cristiana p ara continuar
con la conversión de los invasores bárbaros y su paso definitivo del arrianism o a la Iglesia.
Se analizan tam bién los caminos de esa conversión destacando el papel de los Papas, de los
642 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

grandes misioneros de los reyes y los príncipes y de las m ujeres cristianas. Se estudia tam ­
bién la formación de las cristiandades celtas y anglosajonas, en las Islas y el C ontinente, la
cristianización de la península Escandinava y de la E uropa del Este, para term inar con el
análisis de un milenio de historia de la E uropa cristiana. Estam os ante un escrito que tiene
un prestigio bien ganado y que ahora se reedita para dar lugar y ocasión a la nueva m edi­
tación de E uropa que diría O rtega - D. NATAL

Espiritualidad

M ORO, Tomás, Diálogo de la fortaleza contra la tribulación (= Colección literaria), E di­


ciones Rialp, M adrid 2002^, 15 22,30, 343 pp.

H erm oso libro este de santo Tomás Moro. M ientras aguardaba su ejecución en la
Torre de Londres (1534-1535), escribió varios libros en los que expresaba sus estados de
ánimo y sus convicciones. El Diálogo de la fortaleza contra la tribulación es la obra más
im portante de esos días, obra m aestra de la literatura renacentista. Sitúa el diálogo en 1527
ó 1528, cuando el ejército turco, el terrible G ran Hirco, que tenía aterrorizados a los cris­
tianos, estuvo a punto de invadir H ungría. U n joven, Vicente, acude a su tío A ntonio, ancia­
no, a pedirle consejo, buscando en él luz y fortaleza en medio de la tribulación angustiosa
en la que están viviendo los cristianos. D etrás de cada mención del H irco está oculto
E nrique V III y la persecución desencadenada por él contra la unidad de la Iglesia en
Inglaterra. M oro no sufrió el peligro del turco, pero sí la persecución de E nrique V III con­
tra él y muchos de sus amigos. El Diálogo fue escrito para fortalecer la fe de su m ujer e
hijos, familiares y amigos; tam bién para fortalecer a los cristianos de entonces y de todos
los tiempos, y a todos los hom bres que sufren tribulación. El libro prim ero es una brillante
defensa del dolor y la tribulación en la vida cristiana. E n el libro segundo, la conversación
entre tío y sobrino corre viva y anim ada en tono jovial, salpicada de buen humor. Cristo
aparece como la verdadera fortaleza del cristiano, su roca y salvación, en el libro tercero.
El anciano tío introduce a su sobrino en la conversación con Cristo. Libro lleno de sabidu­
ría cristiana, en el que abundan las citas bíblicas (el salmo 90 estructura el libro), obra m aes­
tra de uno de los grandes humanistas cristianos. La traducción es de Alvaro de Silva, buen
conocedor de M oro y de su obra. A él se debe tam bién una acertada introducción. E n la
página 283, se dice dos veces "delante tuyo", un disparate gramatical - J. V EG A .

LA VALLE, R aniero, Prima que Vamore finisca. Testimoni per un'altra Storia possibile.
Edit. Ponte alie Grazie, Milano 2003, 20 x 14, 350 pp.

R aniero La Valle (1931 -...), periodista y director del “Avvenire d H a lia ” en los años
del Vaticano II, parlam entario desde 1976 a 1992 por la “Sinistra Indipendente“, ferviente
y m ilitante católico, nos ofrece en este atardecer de su vida un herm oso libro con este suges­
tivo titulo. Tras una larga y nada fácil existencia, el autor sigue creyendo que merece la pena
afrontar la vida con la fuerza del amor, sin necesidad de hacer en cada am anecer el ritual
de genuflexión ante los siempre antiguos y siem pre nuevos ídolos del poder y del tener,
recreados en cada generación dentro de toda institución, bien sea política, económica,
social, cultural o religiosa. La metodología usada es sencilla y altam ente pedagógica. N arra
EstA g 33 (1998) LIBROS 643

sus relaciones hum anas y su amistad con 23 personajes de la historia italiana y del mundo
cristiano: Lercaro, Papa G iovanni, Berlinger, Dossetti, Balducci M ontini, M oro, Carreto,
Manzini, Taubes, Ivan Illich,.... con la finalidad de transm itir a las nuevas generaciones la
m em oria elocuente del s. XX y ayudarles a com prender la herencia que deben m antener y
la herencia que deben rechazar. Es la historia de cómo su propia vida “ha sido atravesada
por los otros“ . Los personajes -am igos y com pañeros de vida y de esperanza- aparecen
como un antídoto contra la cultura de la desesperanza y del nihilismo. Su profunda viven­
cia cristiano le condujo a aceptar responsabilidades que eran retos. Y aunque los últimos
tiempos parecen cargados de situaciones y hechos apocalípticos, el autor m antiene firme la
esperanza de que la “m uerte“ no vencerá, al menos “m ientras dure el am or“ y m ientras
alguno siga pensando y actuando para que un “otro m undo“ sea posible. A través de los
análisis de los personajes y de los hechos que describe, La Valle pretende hacer com pren­
der el presente y el futuro m ediante las utopías, los sueños y la acción de los mismos p er­
sonajes. E l autor es un hom bre em inentem ente culto, m etido en mil faenas políticas y reli­
giosas. Por eso nos puede narrar con detalle el significado especial de la D eclaración de
Nueva D ehi, firmada en 1986 por G orbachob y Raijv Gandhi: encuentro entre la tradición
política y espiritual india y soviética, que asumían la no-violencia como proyecto político
general, a la vez que ofrecían un comienzo del desarm e nuclear. Por sus m em oria discurren
hom bres de iglesia e intelectuales rebeldes para los que ser cristianos significó ante todo
recordar a cada m om ento que el ser hum ano encuentra en la relación con el otro la belle­
za de la existencia. Se trata de un libro que sugiere mucho y que invita a recordar lo m ejor
de la segunda parte del siglo pasado: encuentros mundiales, civilización del am or -com o
decía Pablo VI-, gestación de un hom bre planetario -e n palabras de Balducci-, encuentros
y diálogos entre culturas y religiones diferentes, relaciones ecuménicas e inter-religiosas,
etc.. La Valle ha sido y sigue siendo un cristiano am ante y defensor de la paz, ha elevado su
voz ante lo que ha considerado erróneo como la guerra de Irak; ha criticado con dureza el
famoso docum ento The National Security Strategy de los Estados Unidos, hecho público en
agosto del 2002; se ha preocupado de la política ecológica, del problem a del ham bre en el
planeta, así como de toda causa justa, hum ana y evangélica - A. G A R R ID O .

LOUF, A ndré, M i vida en tus manos. E l itinerario de la gracia (= Colección Espiritualidad).


E d. N arcea, M adrid 2004, 21 x 13,191 pp.

H ay libros que respiran vida y fecundan vida. E ste es uno de ellos. A ndré Louf es un
monje cisterciense (1929-...) de la abadía de Monts-des-Cats, en la que ingresó a los diecio­
cho años y de la cual ha sido A bad durante treinta y cinco. E n la actualidad vive retirado
como erm itaño. Su estancia de seis meses en la Universidad de la Sorbona y de tres años
en el Instituto Bíblico de R om a nos hace pensar en un espíritu cultivado, inquieto y atento
a los signos de los tiempos. A través de una entrevista con S. D elberghe nos presenta “las
grandes etapas por las que trascurre la vida del orante desde los prim eros pasos de duda y
esfuerzo hasta el gusto de la soledad, la comunión con los hermanos, la oración, la po b re­
za, el desierto...”. Con un realismo sencillo, mezcla de seguridad personal y de contenta­
m iento con Dios y consigo mismo, el monje nos descubre su proceso vital: sus altibajos, “su
tendencia pronunciada a la critica”, sus dudas ante la decisión, sus enemigos imaginarios,
sus tentaciones de huida y negación, la “grandeza de lo re a l”, el despojarse de las máscaras
y de las falsas imágenes.... Todo eso significa para el m onje “dejar sitio a la vida”, gratuita
vida recibida del am or de Dios en Cristo. E n medio de su proceso espiritual tiene que acep­
ta r ser red acto r de Collectanea Cisterciensia, revista de espiritualidad de la O rden, y tiene
644 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

que asumir el puesto de A bad del m onasterio durante más de tres decenios, a pesar de sus
renuncias. E l repaso que va haciendo a la vida cenobítica, su traducción a nuestros días de
la espiritualidad de los grandes “M aestros del E spíritu”, su humanism o certero en el enjui­
ciar las nuevas situaciones del m undo y de la Iglesia, su experiencia de soledad, su valora­
ción del “acom pañam iento espiritual” propuesto por él como decisivo p ara el futuro de la
fe en el s. XXI, el enriquecim iento y la transform ación que ocasiona dicho “acom paña­
m iento”,.. hacen de este hom bre un ejemplo de altísima hum anidad. Todo eso lo ha valo­
rado debidam ente la Universidad de la Sorbona al concederle el título de Doctor Honoris
C a u sa - A. G A R R ID O .

D O M ÍN G U E Z M O R A N O , Carlos, Psicodinámica de los Ejercicios ignacianos (= Colec­


ción M anresa, 30). Edit. M ensajero/Sal Terrae, Bilbao 2004, 22 x 15, 304 pp.

Estam os ante un libro serio, profundo, de fuerte contenido psicológico y espiritual,


encuadrado dentro de la conocida “Colección M A N R ESA ”, difusora de la espiritualidad
ignaciana y afanosa de prestar ayuda a los que buscan con sinceridad “el conocimiento
interno del Señor”. H e leído buena parte de sus páginas y me perm ito ofrecer una orienta­
ción al posible lector: com enzar la lectura por el Epílogo (pp. 279-301). E l tal epílogo es una
charla con A dolfo Chércoles, com pañero en la com unidad jesuítica de G ranada. El autor
se confiesa deudor de su herm ano en la Compañía, por las múltiples conversaciones teni­
das y por el “sem inario” interno desarrollado en su com unidad durante años. Domínguez
M orano tiene un amplio repertorio de escritos, entre los que sobresalen los que él mismo
cita en “bibliografía básica” puesta al final de la obra: Creer después de Freud (Paulinas
1992), Experiencia mística y psicoanálisis (Sal Terrae 1999), L o s registros del deseo (Desclée
2001). Según confesión del mismo autor, algunos de los trabajos ya habían sido publicados
en la revista M anresa y ahora han sido reelaborados. O tros temas son totalm ente nuevos,
destinados a conseguir la unidad tem ática y ofrecer en plan conjunto “el proceso psicodi-
námico de los Ejercicios”. El autor es psicólogo clínico, que intenta clarificarse en los aspec­
tos psicológicos latentes en la obra ignaciana, la cual ofrece no solam ente un contenido sino
ante todo un m étodo que va marcando la “transferencia” a la relación personal con Dios.
Las vivencias de esa relación (consolación, desolación, agitación...) han de ser debidam en­
te interpretadas, de ahí la im portancia del famoso “discernim iento”. Insiste en la situación
actual im pregnada de un excesivo psicologismo que entorpece el proceso de los Ejercicios,
ya que m erm a la conciencia en su capacidad de decidir y entorpece el acceso a la realidad.
El m étodo ignaciano es visto a la luz y en comparación con la psicología m oderna en sus
aspectos de sanear el psiquismo, abrir al sujeto a su propia verdad, desenm ascarar las tram ­
pas, hacer y suscitar personas, dar respuesta a la propia vida desde la soledad, etc.. E n la
Introducción (pp. 13-37) el au to r hace una descripción de la experiencia religiosa: bases,
posibilidades y rechazos actúales, en donde la profecía del joven Freud sobre el “casi inm e­
diato final de la religión” aparece incumplida, ya que la razón científico-, técnica no ha con­
seguido convertirse en el dios-logos. A pesar de la alergia al compromiso serio, a pesar del
excesivo cultivo de la autoestim a personal y del narcisismo presente, a pesar de la religio­
sidad light de nuestros días, las representaciones religiosas perm anecen y perm anecerán.
C uatro partes com ponen el grueso del trabajo. La I a afronta “el proceso de los Ejercicios,
las ‘anotaciones’ y las ‘adiciones’ analizando las cuestiones básicas referentes al proceso
dinámico, la 2a parte la titula Culpa y examen: movilización de los sentim ientos de culpa que
expresan la conciencia de pecado, reflexionando sobre la problem ática actual del senti­
miento de culpa, las posibles actitudes neuróticas y obsesivas; la 3a lleva po r titulo Procesos
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 645

afectivos y elección, ordenación de la afectividad y la im portancia que el m undo afectivo ha


de desem peñar en el proceso; y por fin la 4a parte A brazo y disposición, contem plación e
identificación con Cristo, imitación y seguimiento, barajando continuam ente la necesidad
de aunar contem plación y acción, mística y compromiso, m undo afectivo y m undo operati­
vo. La lectura exige atención, pero m erece la pena. Por ello felicitamos sinceram ente al
a u to r.- A. G A R R ID O .

A R N Á IZ , José M aría, ¡Es el Señor!. Para centrar nuestra vida en Jesús. E ditorial PPC,
M adrid 2003,19 x 12, 250 p.

N o es fácil hablar de las propias experiencias personales de fe y, m enos a£n, escribir­


las exponiéndose a la admiración o a la crítica. Por eso creo que hay que felicitar al P. José
M aría A rnáiz - religioso marianista, que actualm ente es Secretario G eneral de la U nión de
Superiores Generales, con sede en Rom a-, por su sinceridad y valentía al escribir esta obra.
E n ella nos cuenta cómo el encuentro con Jesús ha cambiado su vida. Su intención es: "pre­
sentar un camino para centrar nuestra vida en Jesús, para que cuando lo encontrem os nos
salga muy de dentro la exclamación "Jesús tu eres mi Señor. Mi suerte es la tuya, y mi
misión una continuación de la que tu tuviste". D esde ese m om ento todo se hará po r Cristo,
con El y en El". Es una experiencia de fe en camino para conocer, am ar y seguir a Jesús,
que ha sido hecha por un hombre, un creyente que intenta ser justo, pero que se reconoce
como pecador.
E l libro cuenta la aventura cristiana de los últimos quince años de historia de su p ro ­
tagonista, que se sitúa como ciudadano del mundo. E n ella se tocan aspectos personales y
profundos, y se mezcla la espiritualidad y la teología, la oración y la historia, la Iglesia y el
mundo, la hum anidad y la divinidad. Pero este libro -q u e es p ara su autor una "carta de
amor" dirigida a C risto-, es mucho más que un libro, y no va a dejar indiferente a ninguno
de sus lectores. Por eso estoy de acuerdo en que "leerlo bien exige entrar en un proceso, y
en últim o térm ino alcanzar una meta. Exige llegar a vibrar con el espíritu de verdad, liber­
tad, justicia y paz que el Señor puso en el m undo cuando inició en él el R eino del Padre".
Páginas estim ulantes de principio a fin - B. S IE R R A D E L A CALLE.

O L IV E R D O M IN G O , Victorio, E l sacerdocio como vida. Ediciones O bispado de Ori-


huela-A licante, Alicante 2004,24 x 16,325 p.

La obra es un hom enaje que el Vicario G eneral, los sacerdotes y la diócesis de


O rihuela-A licante dedica a su obispo, Mons. Victorio O liver Domingo, en la celebración
del cincuenta aniversario de su ordenación sacerdotal. E n estas páginas se recoge una selec­
ción de su magisterio sobre el ministerio sacerdotal, que el Señor O bispo realizó especial­
m ente en los retiros espirituales de A dviento y Cuaresm a en tre 1997 y 2004. A dem ás se
ofrecen los textos de las homilías pronunciadas en la misa crismal desde 1996 hasta 2004,
así como una serie de retiros, charlas y conferencias sobre el sacerdocio. E n estas reflexio­
nes sobre "el sacerdocio como vida", se resalta como el sacerdocio - que es "oficio de
am or", en palabras de S. Agustín-, abarca toda la vida, e implica a toda la persona, pues
afecta al ser mismo de quien recibe este don. La vida sacerdotal está centrada en el acon­
tecim iento de la Encarnación y en la Eucaristía. E n ellas se va perfilando el ser y la misión
del presbítero en relación con el Dios Trinitario: como Icono del Padre, amigo y siervo de
Jesucristo, ungido y sostenido por el Espíritu Santo. A unque la m ayor parte de los textos ya
646 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

habían aparecido en el B oletín Oficial del Obispado, es positivo poder leerlos en conjunto.
Además, hay algunos otros que estaban inéditos hasta el momento. La recopilación - acer­
tada y oportuna-, es una im portante reflexión sobre el sacerdocio, cuya lectura puede
ser ciertam ente enriquecedora p ara una m ejor comprensión de este m inisterio.- B. SIE ­
R R A D E L A CALLE.

G R A M L IC H , Richard, La mística del Islam. M il años de textos sufíes. Sal Terrae, San­
tander 2004, 23,5 x 16, 407 pp.

Nos ofrece este libro una antología de textos sufíes escritos entre los siglos X y XX.
Aunque no aparecen, como es obvio, todos los autores y ni siquiera todas las corrientes, se
trata de una aproximación suficientem ente representativa a una tradición mística vista a
m enudo con recelo p o r los guardianes de la ortodoxia. Prescinde G ram lich de estudios
introductorios y de notas aclaratorias, con lo que nos pone en contacto directo con autores
difícilmente accesibles en Occidente, con la intención, según aclara, de que el lector vaya
penetrando por sí mismo en el sentido de ideas que en un prim er m om ento pueden resul­
tarle incomprensibles. Temo, sin embargo, que, cuando para la m ayoría de los europeos el
contacto con el sufismo se reduce a alguna foto o a algún docum ental sobre los derviches
danzantes de Iconium, pocos legos en la m ateria tom arán sobre sí tan ardua tarea. E n resu­
men, la obra es interesante, pero en tanto que el especialista le reprochará la ausencia de
aparato crítico, el profano echará en falta una guía que le oriente en los a m enudo intrin­
cados caminos de la m ística.- F. J. B ER N A D M O RALES.

G A N D H I, M ahatma, M i vida es m i mensaje. Escritos sobre Dios, la verdad y la no violen­


cia, (Introducción y edición de John D ear), (= Colección “El Pozo de Siquem ”, 156),
Sal Terrae, Santander 2003,20 x 13,3, 231 pp.

E l jesuita americano John D ear queda seducido por la obra de M ohandas Gandhi,
recogida en 95 volúm enes que incluyen libros, cartas, discursos, ensayos, telegram as y artí­
culos. A dem ás de testim oniar con su vida el mensaje de Gandhi, nos presenta esta selec­
ción de escritos, precedida de una extensa introducción biográfica.
M ahatm a, cuyo significado en sánscrito es “A lm a G rande” es un térm ino acuñado por
el poeta R abindanath Tagore para referirse a un gran hom bre que no sólo dedicó su vida a
un búsqueda constante de Dios y la Verdad, sino tam bién de la justicia social y de la paz.
Su trayectoria como político incluye la lucha contra el racismo en Sudáfrica y por la inde­
pendencia de la India. Pero su legado es tam bién y fundam entalm ente espiritual. E l senti­
do de la vida es la presencia continua de Dios en todos y cada uno de los hombres. La ora­
ción y el ayuno son valiosos instrum entos para el encuentro con Dios, al mismo tiem po que
poderosas “arm as” p ara el cambio social. Él es un ejemplo de oración contem plativa y
grandes ayunos. Su vida es un apostolado de la no violencia activa, como ética personal y
como m otor de grandes transform aciones sociales. No se trata de una actitud pasiva frente
a las injusticias o las agresiones, sino de una resistencia activa en la que el am or vence a la
violencia, aceptando con alegría los castigos y sufrimientos que traigan como consecuencia.
G andhi es tam bién profeta del diálogo interreligioso, para él todas las religiones son váli­
das y conducen a la paz, las limitaciones que puedan tener se deben sin duda a que están
elaboradas por hombres. E n tre sus lecturas habituales en los mom entos de oración se
encontraba el Sermón de la M ontaña y destaca a Jesucristo como el gran precursor que tes-
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 647

timonió con su vida la no violencia. Hoy día en que la violencia está enraizada en nuestras
vidas, el mensaje de G andhi cobra plena actualidad y se nos ofrece como medio para con­
seguir la paz entre los hom bres y entre los pueblos - C. S Á E Z G U T IÉ R R E Z .

así, EM M A NU EL. E l rostro hum ano de Dios. La espiritualidad de Nazaret. N arcea E di­
ciones. M adrid 2004, 21 x 13,5,152 pp.

E sta reflexión, fruto de la vivencia de un sacerdote en un retiro espiritual, nos intro­


duce en el misterio de la Encarnación, del Dios hecho hombre, que nos invita a redescu­
brirle en nuestras vidas y nos ofrece un m odelo de espiritualidad tanto a sacerdotes como
a discípulos de Jesús. A p artir del análisis del contexto social de N azaret, ciudad de la peri­
feria, habitada por pobres y excluidos sociales y elegida por Dios p ara la Encarnación, nos
presenta las virtudes y valores nacidos allí: la pequeñez, el ocultamiento, la necesidad de
com partir, el apoyo, la solidaridad... y nos descubre una espiritualidad profunda, centrada
en Dios, en la que la pobreza nos libera de las ataduras hum anas y religiosas.
Las referencias continuas a la teología de Charles Foucauld, fundador de los
H erm anitos de Jesús, que quiso revivir en el entorno de Jesús, en N azaret, los episodios más
significativos de los treinta años que pasó entre nosotros, son continuas. Y nos indican un
camino a seguir a todos los cristianos que queram os estar im pregnados del espíritu de Dios.
D espués de cada capítulo, se plantean unas preguntas que nos interpelan hasta lo más pro­
fundo del sentir como cristianos. No se trata de recordar lo que ocurrió hace miles de años,
sino de trasladar a la actualidad, a nuestro entorno las enseñanzas y valores del evangelio.
D ebem os preguntarnos dónde está hoy N azaret. Frente a la religiosidad oficial y rígida de
Jerusalén, se nos ofrece la espiritualidad sencilla y hum ana de N azaret, que sirve para revi­
sar tanto la vida sacerdotal como la cristiana de cada uno de los seguidores de Jesús. E l libro
es un reto a nuestro compromiso como cristianos. Muy adecuado p ara retiros y ejercicios
espirituales.- C. S Á E Z G U T IÉ R R E Z .

C A B R E R O U G A R T E , Ángel, Vivir sin D ios (Col. Libros de bolsillo, 175). Ed. Rialp,
M adrid 2003,19 x 12,186 pp.

E l autor, doctor en D erecho Canónico po r la Universidad de N avarra, es actualm en­


te C apellán del área de educación y profesor de Teología y D idáctica de la religión del cole­
gio universitario Villanueva. Su experiencia académica de muchos años y las conversiones
con los alum nos de variada ideología religiosa le han llevado al convencimiento de la leja­
nía existente en los planteam ientos éticos que hace en sus clases y la situación existencial
de la juventud. Por eso escribe este librito en que “p retende dar luz, desde la razón, a los
problem as más acuciantes en torno a la actuación de los hom bres”. A través de sus páginas
intenta “ m ostrar el camino para encontrar una verdadera M oral, basada en el Ser supremo,
y que lleve la seguridad al hom bre” (p. 23), haciéndole comprensible las afirmaciones de la
encíclica papal Veritatis Splendor y el Catecismo de la Iglesia Católica. Los títulos de algu­
nos capítulos de la obra son señeros: “del fundam entalism o a la tolerancia, evasión y res­
ponsabilidad, obrar en conciencia, de la equivocación al pecado, el m andam iento del amor,
etc.” U n a bibliografía básica cierra el librito - V. D E L VAL.
648 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

G Ó M E Z P É R E Z , Rafael, Elogio de la B ondad (Col. Libros de bolsillo, 184). Ed. Rialp,


M adrid 2004,19 x 12,149 pp.

E l autor ha cultivado la antropología en algunos de sus escritos, así como la proble­


mática m oral del hom bre moderno. Bajo este herm oso y llamativo titulo de Elogio de la
Bondad, nos ofrece ahora un ensayo cuya finalidad es clara: reivindicar la bondad humana,
la com prensión y la ternura, aún en medio de este m undo cargado de ambigüedades en su
com portam iento. U n librito sin grandes pretensiones, pero transm isor de un mensaje cuyo
recordatorio nos debe resultar siempre positivo. Y junto a la bondad, la gratitud. Acuse de
recibo del bien que nos dan - V. D E L VAL.

D E FIO R ES, Stefano, ¿Quién es María?. Las preguntas que se hace la gente. Editorial
Ciudad Nueva, M adrid 2003,13 x 20,126 pp.

E ste libro responde, a partir del camino de renovación instaurado por el Vaticano II y
desde los textos bíblicos, a preguntas sobre M aría hechas por hom bres y mujeres que viven
en el m undo actual, a través de la correspondencia m antenida con el autor en la revista
“Famiglia Cristiana”. Partiendo de la experiencia cristiana, del contacto con personas que
piensan de m odo diferente y de la lectura m editada del evangelio, surgen interrogantes que
la gente se plantea en torno a la Virgen. El autor las agrupa en tres áreas: la fe eclesial, las
apariciones y el culto. Y por este orden, va ofreciendo respuestas convincentes a la luz de
los más recientes estudios mariológicos. Sitúa a M aría como clave del misterio de la reden­
ción cristiana y como ejem plo a seguir por los creyentes para llegar a Jesucristo. Justifica
los cuatro dogmas m arianos y coloca en su justo lugar el significado religioso de las apari­
ciones y lagrimaciones de la Virgen, dando sentido litúrgico al culto que recibe M aría por
parte de los creyentes. Es un libro de lectura sencilla y agradable, que aporta luz sobre la
figura de M aría, im pulsando la espiritualidad m ariana, muy apropiado para catequesis de
adultos en las que se aborde el tem a de la M adre del Señor - C. S Á E Z G U T IÉ R R E Z .

FO R TE, Bruno, Siguiéndote a TI, L u z de la vida (= Colección Nueva Alianza, 192). Edit.
Sígueme, Salam anca 2004, 21 x 13, 205 pp.

Se suele decir, de un m odo coloquial, que hay gente para todo, por lo que es posible
que haya quien se sorprenda de que el Papa haga “ejercicios espirituales”, dando por sen­
tado, quizá, que él no los necesita. Pues, sí, los hace anualm ente, y este libro es una mues­
tra de ello, pues recoge los “ejercicios espirituales” realizados por el Santo Padre, Juan
Pablo II, en la cuaresma del año 2004. Los dirigió B runo Forte, teólogo y arzobispo de
Chieti-Vasto, quien ha tenido la agradable idea de ponerlos por escrito, para disfrute y ali­
m ento de quien a su vez desee fortalecer el espíritu en el camino del seguimiento de
Jesucristo.
Comienza el libro con la carta de agradecimiento que el Papa tuvo la bondad de diri­
gir a m onseñor B runo Forte y que el mismo Juan Pablo II quiso leer al final de aquellos
días, en presencia de los participantes. Sigue una introducción del autor, donde presenta el
plan de los ejercicios, ese tiempo que Dios nos regala para que nosotros, por nuestra parte,
se lo regalemos a él, p ara conocer ante él la verdad sobre nosotros mismos y conformarnos
siempre más a su voluntad. El esquem a y el espíritu de los ejercicios de san Ignacio se trans-
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 649

parentan en su desarrollo, y a lo largo de cinco días se plasman algunos de los tem as fun­
damentales de la existencia cristiana: la invitación a vivir desde la libertad, opción funda­
m ental de Jesús y de todo creyente; el camino que conduce a la cruz, donde el Jesús sufrien­
te introduce a sus seguidores en el corazón de la Trinidad; el encuentro pascual, donde la
resurrección cambia la existencia radicalm ente; la formación de una com unidad concreta y
universal, que se expresa en la pertenencia a la Iglesia; y la misión evangelizadora, como
compromiso nacido de la Eucaristía y expresión de la belleza de la fe. E ste itinerario espi­
ritual se encuentra enriquecido con varias meditaciones que, siguiendo el esquem a de la
lectio divina, invitan a la oración contem plativa a p artir de pasajes significativos de la
Sagrada Escritura. Conociendo el au to r la debilidad del Papa, le obsequia con preciosas
meditaciones en las que M aría, la m adre del Señor, «la más hum ilde y alta de las criaturas»,
en palabras de D ante, cobra un protagonism o ejem plar y una presencia lum inosa en esas
etapas imprescindibles de la experiencia de los creyentes, como N azaret, Caná, el Calvario.
Concluye el libro con una reflexión sobre el apóstol Juan, el contem plativo del amor, el des­
tinatario del testam ento del Señor, junto a su madre, a los pies de la cruz.
Libro para leer con calma, por partes, incluso con el ritm o de los días, como si de los
propios ejercicios espirituales se tratase, pues de eso trata este libro: de aprender a ser dis­
cípulo del amor, y así, como el mismo Papa, cargado de años y de experiencia de fe, sepa
orientar sus ojos y los ojos de los otros hacia el Cordero inm olado que está en pie, hacia el
Cristo m uerto y resucitado, Luz de la Vida - J. B. BALM O RI.

N G U Y E N VAN THUAN, François-Xavier, E l gozo de la esperanza. Ultimo retiro espiri­


tual dado p o r el Card. van Thuan. Ciudad Nueva, M adrid 2004,18 x 11,5,127 pp.

U n a oportunidad excepcional para acercarse a la altura espiritual de una de las figu­


ras más sobresalientes de nuestro tiempo, recientem ente fallecida. La calidad hum ana y la
profundidad de la vida interior del cardenal van Thuan, tras los terribles trece años de su
cautiverio por el régimen comunista de Saigón, sólo se popularizaron a raíz de la invitación
que le cursó Juan Pablo II para predicar los ejercicios espirituales en el Vaticano durante el
Jubileo del 2000. E ste libro, prologado p or el card. Etchegaray, a quien sucedió van Thuan
al frente del Pontificio Consejo Iustitia et Pax, reproduce el retiro que dirigió a un grupo de
sacerdotes pocos meses antes de su m uerte. Sus conmovedoras páginas contienen un testi­
monio de incalculable valor: la gozosa esperanza proclam ada desde el sufrim iento continuo
y silencioso provocado por un tumor. M editaciones predicadas después de dorm ir escasa­
m ente dos horas al día. U na joya inusual que, por las razones apuntadas, invita a sum ergir­
se en su lectura - R. SALA.

■U G A R T E C O R C U E R A , Francisco, D el resentimiento al perdón. Una puerta a la felicidad,


Rialp, M adrid 2004,19 x 12,77 pp.

Incluso quien aparentem ente reúne buenas condiciones para ser feliz, puede no serlo
por estar lleno de resentim ientos que le am argan la vida. Los síntomas: el tono ácido y
negativo en las conversaciones, enfados sin motivo, quejas constantes, victimismo, frustra­
ciones, aislam iento... Los dos prim eros capítulos de este libro de bolsillo tratan de este
tem a, sobre el que hay poca literatura, quizás debido a las naturales resistencias para afron­
ta r una cuestión dolorosa para la que no tenem os respuestas a mano y que preferim os silen­
ciar. E stud iar el resentim iento supone comprenderlo, analizar sus causas y buscar solucio-
650 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

nes concretas que ayuden a paliar sus efectos y prevenirlo en el futuro. E l medio más
im portante para resolver este problem a es el perdón. El autor dedica a esta m ateria los
otros dos capítulos. D espués de las conclusiones, se ofrece la lista de los títulos citados. R.
SALA.

KAUFM ANN, Cristina y M ARIN, Rosario, E l am or tiene nombre. N arcea, M adrid 2004,
21 x 13,5,115 pp.

Sin otra pretensión que com partir la propia experiencia personal de fe, la carm elita C.
Kaufmann, cuyo testim onio en aquel program a televisivo de M. Milá causó un gran impac­
to en los años 80, y la teresiana R. M arín, ex-directora de la revista Vida Nueva, proponen
estas páginas “con la esperanza de traspasar las orillas de nuestros grupos de pertenencia,
de nuestra Iglesia”. Se tra ta de sus reflexiones sobre diez puntos de m editación, que comen­
tan con libertad y naturalidad, “sin afán de disertar”, para presentar el m ensaje cristiano en
el mundo de hoy como B uena Noticia. Los distintos tem as del libro son com entados suce­
sivamente por cada una de las autoras. E l resultado es un rico intercam bio de textos que
provocan a la oración. U nas páginas que nacen del deseo de m irar nuestro m undo como el
lugar concreto donde tam bién hoy se manifiesta la presencia del Espíritu - R. SALA.

M O REN O, Ángel, Voy contigo. Acompañamiento. N arcea, M adrid 2004, 21 x 13,5,155 pp.

E l acom pañam iento espiritual ha sido siempre la m ediación hum ana fundam ental en
el proceso de crecimiento en la vida cristiana. Cuando no hace mucho parecía que su prác­
tica había entrado en una fase de progresivo abandono, curiosam ente en los tiempos que
corren, de fuerte individualismo, son muchos los que ahora vuelven a sentir la necesidad de
retom ar este instrum ento formativo. Sin embargo, su rehabilitación no resulta sencilla. Los
adultos del último tercio del siglo pasado, aunque crecieron de la m ano de directores espi­
rituales, maestros o confesores, han atravesado la edad adulta de form a autodidacta, y
cuando les toca hoy ejercer este servicio se sienten retraídos ante una actividad a la que
ellos mismos no han acudido. Y es verdad que el m ejor acom pañante es el que, a su vez, es
acompañado. Por otro lado, los jóvenes de las nuevas generaciones, al haber crecido sin el
acompañamiento inicial, adolecen de subjetivismo y su falta de referencias, sobre todo en
cuestiones emocionales y afectivas, los conduce a procesos muy adversos y dolorosos.
Consciente de que el acom pañam iento es beneficioso en toda circunstancia, Á ngel M oreno
ha escrito estas páginas, desde su propia experiencia como acom pañante, pensando espe­
cialmente en los que atraviesan situaciones negativas de desorientación y, en ocasiones, de
tanta confusión que ni siquiera se atreven a expresarlo - R. SALA.

AVENDAÑO, José M aría, L a hermosura de lo pequeño. N arcea, M adrid 2004, 21 x 13,5,


125 pp.

D espués de Huellas de Dios en las afueras de la ciudad y A puntes de vida y esperanza,


este sacerdote m adrileño ofrece en este libro una nueva m irada contem plativa a la realidad
de la vida cotidiana en unas páginas llenas de evocaciones y esperanza. Q uien sabe mirar
puede descubrir la cercanía de Dios en medio de las cosas de cada día (el desayuno, el
periódico, la bolsa de basura, el teléfono, el metro, las alpargatas...) con la mística de la
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 651

gente sencilla “currada” por la vida (los del bar, albañiles, prostitutas, inm igrantes...). U n
libro para m om entos de oración “con el corazón puesto en la tierra”, que ha sido prologa­
do por D olores Aleixandre. R. SA LA

M A R TÍN E Z L O Z A N O , Enrique, D onde están las raíces. Una pedagogía de la experiencia


de oración. N arcea, M adrid 2004,21 x 13,5,201 pp.

A muchas personas les resulta difícil entrar en contacto con su “yo interior” y a partir
de ahí poder transcender a una realidad más profunda. P artiendo de la propia experiencia,
el autor de este libro nos narra cómo la oración tiene que surgir desde lo más profundo de
cada uno de nosotros. Basándose en la ayuda de la pedagogía, las técnicas de relajación y
los maestros espirituales, se nos ofrecen unas páginas que nos pueden ayudar y acom pañar
en la difícil tarea de descubrirnos a nosotros mismos y al D ios-amor. O rar, dice el autor, es
aprender a vivir en plenitud; por eso la experiencia de la oración se convierte en camino
para vivir el encuentro profundo con nosotros mismos y con D ios.- L. F E R N Á N D E Z .

PH IL IPPE , Jacques, La p a z interior (= Patmos, libros de espiritualidad, 224). Edic. Rialp,


M adrid 2004,19 x 12,5,105 pp.

O rdenado sacerdote en 1985, el autor es miembro de la Com unidad de las Beatitudes


y trabaja como responsable de los sacerdotes y seminaristas de dicha Comunidad. A través
de las situaciones concretas de la vida nos invita a reaccionar según el Evangelio. D e este
modo, el hom bre contem poráneo, que vive en un m undo frenético y desgarrado de su p ro ­
pia existencia, necesita hacer un alto en el camino y volver a las fuentes que le puedan dar
la paz y la arm onía. Por medio del evangelio y de aquellos que han profundizado en la expe­
riencia de Dios, este breve tratado intenta dar unas pautas a quienes quieran profundizar
en su vida y encontrar la paz interior - L. F E R N Á N D E Z .

RAVASI, Gianfranco, Martini. Mis tres ciudades. Un coloquio revelador.Milán, Roma, Jeru-
salén. Ciudad Nueva, M adrid 2003, 20 x 13,125 pp.

B asado en un diálogo real, el autor nos presenta un diálogo ideal con afirmaciones que
el cardenal M artini hace acerca de los retos fundam entales de la situación eclesial, social y
cultural contem poránea, declaraciones tom adas de cartas pastorales del arzobispo así como
de las biografías existentes sobre su persona. D escubrimos el rostro humano, espiritual y
pastoral de M artini, presentado desde su emblema episcopal de las tres ciudades simbóli­
cas: R om a, Milán y Jerusalén. Rom a, ciudad de su actividad académica: Milán, ciudad de
su m inisterio pastoral y Jerusalén, ciudad de sus raíces y m eta espiritual. Es un obispo que
ha sabido conjugar el aspecto académico y pastoral. E l proyecto pastoral de su episcopado
ha sido educar a todo el pueblo cristiano desde la Escritura así como aprender a orar a p ar­
tir de ella. El diálogo es sugestivo y atractivo - D. A. C IN EIR A .

L O Z A N O , José / B a l l e st e r o s , Maite, Camino de Santiago. Vivencias de un peregrino,


E ditorial San Pablo, M adrid 2003, 24 x 13, 207 pp.
652 LIBROS E stA g 39 / fas. 3 (2004)

E n este año jacobeo, el Camino de Santiago ha sido galardonado con el Prem io


Príncipe de A sturias de la Concordia por ser lugar de peregrinación y encuentro entre p er­
sonas y pueblos, y por haberse convertido en un “símbolo de fraternidad y vertebrador de
una conciencia europea”. E n la últim a década ha proliferado la bibliografía sobre el
Camino. El presente libro-guía pretende ofrecer al lector y peregrino una visión práctica y
com partir las vivencias y la transform ación que el Camino produjo en sus autores. E sto nos
lo transm iten de form a coloquial. La presentación es concreta y personal, al tiem po que
incorporan datos actuales sobre los albergues y anécdotas que ayudan a que su lectura sea
am ena.- D. A. C IN EIR A .

Colección: 15 días con.... Dir. José D. G aitán. O.C.D., Edit. Ciudad Nueva, 19 x 11,5

A BIVEN, Jean, 15 días con Teresa de Jesús, M adrid 2002,126 pp


D ER V IL LE , Guillaume, 15 días con Josemaría Escrivá, M adrid 2002,124 pp.
B ÉC H EA U , François, 15 días con Ignacio de Loyola, M adrid 2003,125 pp.
D UPU IS, Michel, 15 días con Edith Stein, M adrid 2003,121 pp.
PALM ERO, Rafael, 15 días con E l Hermano Rafael, M adrid 2003,126 pp.
B EC K ER , M arie-France, 15 días con Clara de Asís, M adrid 2003,124 pp.
FO LLO , Francesco, 15 días con Madre Teresa de Calcuta, M adrid 2003,124 pp.
PA LM ER O RAM OS, Rafael, 15 días con D on M anuel González, M adrid 2003,126 pp.

La Editorial Ciudad Nueva nos viene ofreciendo últimamente esta colección de libros
“accesibles”: para un amplio público y atendiendo a lo esencial; libros “de referencia”: para
m om entos de retiro o descanso; y libros “prácticos”: con una breve exposición de la vida y
obra, con quince temas para acercarse a su interior y con una bibliografía básica para saber
más. La mayoría de ellos son traducción de originales franceses publicados añas atrás en
Nouvelle Cité, Montrouge. D e los ocho que presentamos, dos se deben a la plum a del actual
Obispo de Palencia (España), dedicados a dos personajes carismáticos: E L H erm ano Rafael
(1911-1938), monje trapense de San Isidro de Dueñas y beatificado ya en 1992; y el otro dedi­
cado a D on M anuel González (1877-1940), el obispo de la Eucaristía, tam bién beatificado en
abril del 2001. Los demás pertenecen a la edición original francesa: Teresa de Jesús, Escrivá,
Ignacio de Loyola, Edith Stein, Clara de Asís y M adre Teresa de Calcuta. Los autores son
personas estrecham ente ligadas a la espiritualidad y al carisma de cada uno de los Santos por
ellos analizados. Se trata de páginas de lectura agradable y densa, que llegan dentro y son
capaces de producir en el lector no solo admiración sino tam bién una amor “resuelto” que
invitan a dar gracias a Dios por estos hom bres y m ujeres que han vivido a fondo y han hecho
realidad el proyecto evangélico del “hom bre nuevo”.- V. D E L VAL.

Pedagogía

FLIC K , Uwe, Introducción a la investigación cualitativa. Ediciones M orata, M adrid 2004,


24 x 17, 322 pp.

La investigación cualitativa tiene cada vez más arraigo en el estudio de las relaciones
sociales y la psicología, y se halla en proceso de continuo avance con la aparición de nue-
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 653

vos enfoques y métodos. E ste libro, escrito por Flick, profesor de psicología y actualm ente
catedrático de investigación en enferm ería empírica, es una nueva aportación a este campo
de la teoría de la ciencia. Su objetivo principal es la presentación de los pasos necesarios
que han de darse en el proceso de investigación cualitativa, y para ello expone los procedi­
mientos y técnicas más im portantes de recogida de datos tanto verbales como visuales para
poder valorar los resultados de las investigaciones que puedan desarrollarse, especificando
cuáles son las más adecuadas y definiendo las limitaciones de cada una.
A lo largo del texto aparecen numerosos casos prácticos que ilustran y justifican todas
las afirmaciones, al tiem po que facilitan la comprensión de la lectura. La edición nueva que
se presenta es una revisión de las anteriores, en la que aparecen las innovaciones más
recientes, haciendo una m ención especial a las aportaciones que el m undo de la inform áti­
ca realiza a este enfoque metodológico, de modo que da a conocer distintos programas
informáticos y aconseja cuales son los más idóneos según el tipo de investigación. A l final
de cáda capítulo aparece una bibliografía com entada sobre cada uno de los aspectos allí tra­
tado, lo que ofrece la posibilidad al lector de profundizar en ellos. Es un libro de m arcado
carácter científico, muy apropiado para la elaboración de diseños de investigación en las
ciencias sociales - C. S Á E Z G U T IÉ R R E Z .

D A D Z IE , Stella, Herramientas contra el racismo en las aulas ( - Pedagogía. Proyectos curri-


culares). Ediciones M orata y Secretaría G eneral Técnica del MECD, M adrid 2004,
29,5 x 21,135 pp.

E n nuestros centros de secundaria cada vez es más frecuente la presencia de alumnos


inm igrantes y por tanto más necesario el diseño de actividades de acogida que no discrimi­
nen a los estudiantes en función de la raza u origen social. E ste libro pues, se hace im pres­
cindible en los centros educativos y más concretam ente en los departam entos de orienta­
ción, de los que dependen las aulas de educación compensatoria. E l texto está dividido en
dos partes, una prim era que recoge estrategias para evitar el racismo desde el punto de vista
institucional, creando un clima que favorezca las relaciones de justicia y cooperación y una
segunda que ofrece una program ación de unidades didácticas para desarrollar en las aulas
como fuente de aprendizaje para los estudiantes. A lo largo del libro se presentan m ultitud
de instrum entos de evaluación para valorar el grado de consecución de los objetivos m ar­
cados tanto por la institución como por las unidades didácticas. D estaca el im portante papel
que da, en la lucha contra el racismo en las aulas, a la formación continua de los docentes
en este campo, pues las actitudes de éstos son decisivas en la apertura a las diferencias e
igualdad de oportunidades de los distintos orígenes sociales.
E n la lectura se observa que las propuestas realizadas son fruto de más de veinte años
de trabajo en escuelas, centros universitarios, clubes juveniles y otros ámbitos educativos.
Es, por tanto, un valioso instrum ento que se ofrece a los docentes, con un carácter em inen­
tem ente práctico para m ejorar las relaciones. Constituye una gran ayuda a los program as
de convivencia escolar como los ya iniciados en nuestro país y una gran contribución a la
elaboración de curricula que integren áreas transversales. A l final, aparece un listado de
libros y recursos relacionados con el tem a, muy útiles p ara el desarrollo de los program as
antirracistas - C. SÁ EZ G U T IÉ R R E Z .

R O C H A T, Philippe, E l m undo del bebé. Ediciones M orata. (= El desarrollo del niño),


M adrid 2004,19 x 12,5,351 pp.
654 LIBROS EstA g 39 / fas. 3 (2004)

Las nuevas aportaciones a la psicología evolutiva enriquecen sin duda la profundiza-


ción en el conocim iento humano. El largo abandono de la investigación del mundo de los
bebés durante siglos, se ve hoy recom pensada p o r la sucesión de estudios que tienen como
finalidad la com prensión del desarrollo de la mente.
E ste es un libro que revisa las principales teorías diseñadas en el siglo XX acerca de
los más pequeños. A partir de un buen núm ero de experim entos realizados a lo largo de
quince años de trabajo, el autor nos presenta las tesis evolutivas de la infancia desde tres
categorías: el propio yo, los objetos y las personas. Así, después de hacer un recorrido por
las principales ideas sobre los prim eros años de vida, dedica tres capítulos a cada una de
estas tres dimensiones, abordando aspectos tales como la autoconciencia o formación del
concepto de sí mismo, la exploración de los objetos que rodean el entorno del niño o la rela­
ción con los otros a través de conductas empáticas como la sonrisa. E n apartado distinto
expone las transiciones o hitos evolutivos clave que suponen auténticas transformaciones
en la vida de la prim era infancia, para term inar con la presentación de un resum en de los
principales mecanismos del desarrollo infantil, en el que matiza las distintas trayectorias
que tienen lugar en función de la propia individualidad. E l autor, en una declaración de
intenciones, afirm a que no pretende dar por sentada una verdad perdurable sobre la evo­
lución psicológica de los niños y ciertam ente se constata la exposición de interpretaciones
alternativas. Es un libro am eno y bien explicado que justifica y razona todas las innovacio­
nes que introduce en este apasionante campo - C. S Á E Z G U T IÉ R R E Z .

Varios

R U B IA , Francisco J., La conexión divina. La experiencia mística y la neurología (= Colec­


ción D rakontos). E ditorial Crítica, M adrid 2003, 23 x 16, 230 pp.

Las funciones cerebrales, el funcionamiento cerebral, el soma y la psique, la conexión


divina y las endorfinas...; sensaciones, percepciones, emociones, vivencias, sentim ientos y
pensam ientos p o r una parte, y por otra, lo místico, lo numinoso, la experiencia religiosa, el
éxtasis, los trances, y en medio las alucinaciones, los delirios, la desorientación tem pero-
espacial, lo histriónico, el chantaje em ocional...
Interesante y arriesgada obra de Francisco X R ubia, subtitulada “ La experiencia mís­
tica y la neurobiología “ . Partiendo de una muy cuidada y docum entada historia del
Misticismo a través de las distintas religiones y grupos religiosos, así como de distintos
gurus, repasa la evolución de las experiencias místicas desde los pueblos ágrafos hasta las
autoprovocadas por drogas o fármacos en el m om ento actual. Interesante y extensa biblio­
grafía, con más de 250 citas. Los títulos de los capítulos 4 y 5: La Búsqueda del éxtasis en
Occidente y en O riente, sugiere e inquieta por lo que supone de explorar, de encontrar lo
que no se tiene y se necesita: “los grandes hom bres que han sido filósofos, han sentido la
necesidad tanto de la ciencia como del misticismo”, cita el autor a B ertrand Rousell. Tras
esta descripción histórica de las experiencias místicas, analiza en el capitulo 6 las caracte­
rísticas de las mismas. Partiendo de la base “que la experiencia mística es una de las viven­
cias más peculiares que pueda experim entar el ser hum ano”, cita después a M arghanita
Laski quien dice que “hay tres sensaciones similares al éxtasis: las sensaciones provocadas
por la ira, las sensaciones provocadas por placeres m undanos y las sensaciones producidas,
por regla general, por las relaciones sexuales”, y más adelante -m odificando al psiquiatra
EstA g 39 / fas. 3 (2004) LIBROS 655

Pahnke, el autor elabora catorce características de la experiencia mística o del éxtasis: sen­
sación de unidad, inefabilidad, paradojas, fuerte tono afectivo, disociación, intenso placer,
pérdida del tiem po y del espacio, cambios de conducta... Y es ya en el capítulo 7, donde
tras citar a Emerson: “la religión que tiene miedo de la ciencia, deshonra a Dios y comete
suicidio”, el autor se adentra a describir y buscar los fundam entos neurobiológicos del éxta­
sis, desde las fuentes actuales de la neuroanatom ía, de la neurobioquím ica y de la neurop-
sicofarmacología.. “Partiendo de la base que la m ente no es otra cosa que la visión subjeti­
va de procesos objetivos que tienen lugar en nuestro cerebro, la afirmación de que todas
nuestras experiencias y conductas, incluidas las religiosas, tienen una base orgánica cerebral
resulta una obviedad”, dice el autor al principio de este capítulo.
Todas las experiencias, actividades físicas, psíquicas, mentales, intelectuales, cognitivas,
todas tienen su base en el cerebro, y así todos los comportam ientos, norm ales o patológi­
cos, ascéticos o místicos, terrenales o divinos tienen su yacimiento en el sistem a nervioso, y
por lo tanto son influenciables y modificables por estímulos externos, internos, p o r drogas
o fármacos, por el fenotipo personal o social. Lo que ocurre es que esto que se llama p re­
ternatural se nos escapa como científicos, estudiosos de lo norm al, de lo conocido y admi­
tido estadísticam ente como dentro de la m ayoría, de la m edia normalidad.. Los fenómenos,
las vivencias, las situaciones de éxtasis que nos han contado los místicos, los chamanes, los
filósofos, los grandes creyentes de las distintas religiones no son sino fruto del desconoci­
m iento de los límites de esta norm alidad, del desconocimiento de las bases y fundam entos
neurobiológicos, neuropsicológicos y neuropsiquiátricos, siendo este tratado gran ayuda
para aclarar por dónde va en el m om ento actual la ciencia psiconeurobiológica: conocer
más y m ejor las causas de los signos y síntomas de las alteraciones neurobiopsicopatológi-
cas. E s de resaltar el glosario terminológico al final de la obra, así como que se trata de una
edición muy cuidada y atractiva.- J. G Ó M E Z NIETO.

N O G U E IR A , V. - GORBATKINA , M. - M E R C A D E R , C. - OGA NISSIAN , M., Ruso


para hispanohablantes. N ivel 1, H erder, B arcelona 2003, 26 x 19,5, 323 pp.

E s de agradecer que la editorial H erder prom ueva la difusión de los idiomas y en espe­
cial oferte al público español un m anual para iniciarse en el ruso, en ocasiones no fáciles de
encontrar. E n una sociedad multicultural y políglota, el ruso constituye todavía una lengua
im portante a nivel mundial p o r lo que significó el país, por su núm ero de habitantes así
como p o r el potencial económico que ofrece este alejado país europeo para empresas. El
m anual, confeccionado por las profesoras del departam ento de Ruso de la Escuela Oficial
de Idiom as de Barcelona, está destinado a personas que aspiren a tener un prim er contac­
to con la lengua rusa, lo que perm itirá al estudiante poder desenvolverse en tem as cotidia­
nos. D idácticam ente esta bien presentado, pues por medio de dibujos, diálogos y cuadros
se introducen el léxico, las expresiones idiomáticas y las estructuras gramaticales. Cada tres
lecciones se ofrece un pequeño examen o control con el objetivo de consolidar lo aprendi­
do y verificar la progresión en el aprendizaje. Al final del libro aparece un glosario con los
térm inos o palabras utilizadas en el libro así como un cuaderno de ejercicios para que el
alum no se ejercite y consolide los contenidos introducidos en el manual. Ojalá este libro y
otros com o éste estimulen al español a aprender idiomas. - D. A. C IN EIRA .
ÍNDICE G EN ER A L

Volumen XXXIX, 2004

ARTÍCULOS

ÁLVAREZ CINEIRA, D., L a m uerte de Pedro y Pablo en R om a, 445


ANTOLÍN SÁNCHEZ, J., N ietzsche, crítico y liberador del cristianismo: entre D io n i­
sios y el Crucificado, 135
BERJÓN MARTÍNEZ, M., Identidad e iniciación cristiana (II), 5
BERJÓN MARTÍNEZ, M., Identidad e iniciación cristiana (III), 323
CAMPO DEL POZO, F., Isabel la Católica, fie l hija de la Iglesia, y la H ispanidad, 535
JERICÓ BERMEJO, I., L a Iglesia no ju zg a las interioridades. E n señ a n za de Pedro de
A ra g ó n (1584), 515
LUIS, P, L a com posición de “de sancta virginitate” de san A g u stín , 501
LUIS, P, E spiritualidad de la Regla de san A g u stín , 295
MARCOS PÉREZ, T., Teoría del perdón. A p ro x im a c ió n a Jankélevitch, 275
MORAN, José, E l “y o ” no co nd icion ad o” y el “y o c o n d icio n a d o ”= Natura y Natura
Viciata, 239
RESINES LLORENTE, Luis, L o s catecismos de Claret, 33
SÁNCHEZ ROJAS, G., Ecclesia, M u n d u s reconciliatus, 451
VEGA, J., E l aprendizaje de los sentidos, 79

LIBROS

Sagrada Escritura

ÁLVAREZ B. M., L a iniciativa de Dios. E studio literario y teológico de Jueces 9-21,


375
BAR-EFRAT, Shimon, E l arte de la narrativa en la B iblia, 179
BARRETT, Charles Kingsley, E l Evangelio según San Juan, 178
BEN-TOR, Amnon (ed.), L a A rqueología del A n tig u ó Israel, 579
CAZEAUX, Jacques, Saúl, D avid, Salom ón. L a R o ya u té et le destin d ’Israël, 171
CIFRAK, Mario, D ie B ezie h u n g zw ischen Jesus u n d G o tt nach den Petrusreden der
Apostelgeschichte. E in exegetischer Beitrag zu r C hristologie der Apostelgeschichte,
378
CORDES, Ariane, D ie A sa fp sa lm en in der Septuaginta. D er griechische Psalter als
Ü bersetzung u n d theologische Zeugnis, 582
CRÜSEMANN, Frank, K a n o n u n d Sozialgeschichte, 372
DODD, Charles Harold, Interpretación del cuarto evangelio, 377
DURRWELL, François-Xavier, Cristo nuestra Pascua, 588
FERNÁNDEZ LÓPEZ, Sergio, Lectura y p ro h ib ició n de la B iblia en lengua vulgar.
D efensores y detractores, 376
FERRARIS, Maurizio, L a H erm enéutica, 591
658 ÍNDICE GENERAL

FRANCO MARTÍNEZ, Cesar A., Eucaristía y presencia real: glosas de San Pablo y
palabras de Jesús. A n o ta cio nes a IC o r 11 y J n 13, 175
FRANZ, Matthias, D er B arm herzige u n d gnädige Gott. D ie G nadenrede v o m Sinai
(E xo d u s 34,6-7) u n d ihre Parallelen im A lte n Testam ent u n d seiner U m w elt, 371
FREVEL, Christian- WISCHMEYER, Oda, M enschein. P espektiven des A lte n u n d
N euen Testaments, 373
HAGEDORN, Anselm G, B etw een M oses and Plato. In d ivid u a l a n d Society in D eute-
ro n o m y a n d A n c ie n t G reek L a w , 580
HARDMMEIER, Christof, Textwelten der B ib el entdecken. G rundlagen u n d Verfahren
einer textpragmatischen Literaturw issenschaft der Bibel, 169
HERRMANN, Wolfram, Theologie des A lte n Testaments. G eschichte u n d B ed eu tu n g
des israelitisch-jüdischen G laubens, 584
JANOWSKI, B .,D er G ott des Lebens. Beiträge zu r Theologie des A lte n Testaments 3.,
172
KENNEDY, George A., R etórica y N u e vo Testamento. L a interpretación del N u evo
Testamento m ediante la crítica retórica, 180
KISS, Jenö, D ie Klage G ottes u n d des Propheten. Ihre R olle in der K o m p o sitio n u n d
R ed a ktio n vo n Jer 11-12,14-15 u n d 18, 372
KLAUCK, Hans-Josef, R eligion u n d G esellschaft im frü h e n C hristentum, 586
KÖCKERT, M.,- NISSINEN, M. (eds.), P ropheten in Mari, A ssyrien u n d Israel, 170
KOENEN, Klaus, Bethel. Geschichte, K u lt u n d Theologie, 373
KREUZER, Siegfried- LESCH, Jürgen Peter (Hrsg), Im B ren n p u n kt: D ie Sep tu a ­
ginta. Studien zu r E ntstehung u n d B ed eu tu n g der griechischen Bibel. Bd.2, 585
LANG, Martin, G ott u n d G ew alt in der A m osschrift, 583
LEUENBERGER, Martin, K onzeptionen des K önigtum s Gottes im Psalter. U ntersu­
chungen z u K om position u n d R edaktion der theokratischen B ücher IV -V im Psalter,
374
LÖHR, Hermut, Studien z u m frühchristlichen u n d früh jü d isch en Gebet. U ntersuchun­
gen z u 1 Clem 59 bis 61 in seinem literarischen, historischen u n d theologischen
Kontext, 175
LOHSE, Eduard, D er B r ie f an die R ö m e r STUHLMACHER, Peter, B iblische T h eo ­
logie u n d E vangelium . G esam m elte A u fsä tze , 172
LUSTIGER, Jean-Marie, L a P rom esa, 178
LUTERO, Martin, C om entarios a R o m a n o s, 177
MEIßNER, Joachim, D as K o m m en der H errlichkeit. E ine N euinterpretation vo n R ö m
8,14-30, 589
MERINO R., M. (Dir.), L a B iblia com entada p o r los Padres de la Iglesia. A n tig u o
Testamento. 1. G énesis 1 -1 1 , 176
MILLER, Patrick D., The Way o fth e L ord. Essays in O ld Testament Theology, 582
NEUMANN-GORSOLKE, Ute, H errschen in den G renzen der Schöpfung. E in Beitrag
zu r alttestamentlichen A n thropologie am B eispiel von Psalm 8, Genesis 1 u n d ver­
wandten Texten, 583
OMERZU, Heike, D er P rozess des Paulus. E ine exegetische u n d rechtshistorische U n­
tersuchung der Apostelgeschichte, 174
PETERSON, Erik, Johannesevangelium u n d K anonstudien. A u s dem N achlass heraus­
gegeben von Barbara N ichtweiß unter M itarbeit von K urt A n g let u n d K laus Schol-
tissek, 585
ÍNDICE GENERAL 659

POLA, Thomas, D as P riestertum bei Sacharja. H istorische u n d traditionsgeschichtliche


U ntersuchungen z u r frühnachexilischen H errschererw artung, 375
P u ig v e r t , Pedro (ed.), ¿Cómo llegó la B iblia hasta nosotros?, 591
RADL, Walter, D as E va n g elium nach L ukas. K om m entar. E rster Teil: 1,1-9,50, 590
RENKEMA, Johan, O badiah, 376
RENZ, Johannes- RÖLLIG, Wolfgang, H a ndbuch der althebräischen Epigraphie. Bd.
11/2. M aterialien z u r althebräischen M orphologie; Siegel u n d Gewichte, 168
RÖMER, T., - MACCHI, J. - NIHAN, Ch., Introduction á V A n d e n Testament, 581
STUHLMACHER, Peter, B iblische Theologie u n d E vangelium , 173
THEISSEN, Gerd, E l N u e v o Testamento. Historia, literatura, religión, 379
TREBILCO, Paul, The E arly Christians in E phesus fr o m P aul to Ignatius, 587
W . Escritura e interpretación. L o s fu n d a m en to s de la interpretación bíblica, 178
WAGNER, C.,J., P olyglotte Tobit-Synopse. Griechisch- Lateinisch- Syrisch-H ebräisch-
A ram äisch. M t einem Index z u den Tobit Fragm enten vo m Toten Meer, 171
WEIHS, Alexander, D ie D eu tu n g des Todes Jesu im M arkusevangelium . E ine exege­
tische Studie z u den L eidens- u n d A uferstehungsansagen, 589
WITTE, Marcus- ALKIER, Stefan (Hrs.), D ie Griechen u n d der Vordere Orient. Beiträ­
ge zu m Kultur- u n d R elig io nsko nta kt zw ischen G riechenland u n d d em Vorderen
O rient im 1. Jahrtausend v. C h., 579
WITTE, M. - ALKIER, S (Hrsg.), D ie Griechen u n d der Vordere Orient. Beiträge zu m
K ultur- u n d R elig io sk o n takt zw ischen G riechelend u n d d em Vorderen O rient im 1.
Jh. v.Chr, 377

Teologia

AGUSTÌN DE HIPONA, Confesiones, 382


ALBURQUERQUE, Eugenio, M atrim on io y fam ilia. Teologia y praxis cristiana, 399
ANGELINI, Giuseppe, L a s virtudes y la fe , 389
ARMENDARIZ, Luis Maria, Ser cristiano es.... Tres opciones y tres gestos, 191
BATLOGG, A., DELGADO, M., SIEBENROCK, R.(Hg.). Was den G lauben in Bewe-
g u n g bringt. Fundam entaltheologie in der S pur Jesu Christi, 607
BERULLE, R, D iscursos y elevaciones, 187
BEVANS, Stephen, M o d elo s de teologia contextual, 611
BOSCH, Vicente, E l concepto cristiano de simplicitas en elpensam iento agustiniano, 604
BOSS, M., LAX, D., RICHARD, J. (èd.) M utations religieuses de la m odernità tardive:
A c te s du X V I. C olloque International Paul Tillich, M arseille 2001, 609
BOSS, Marc - GILLES, Emery - GISSSEL, Pierre (éd.), Postlibéralisme? L a théologie
d e G eorge L in d b e c k et sa réception, 599
BOTTONI, G. (Ed.) Secondo le Scritture. Chiese cristiane e p o p o lo di Dio, 180
BUJO, Bénézet y ILUNGA MUYA, Juvenal (eds.) A frica n Theology in the 21st Cen­
tury. The Contribution o f the Pioneers, 387
CISLAGHI, Gabriele, Per una ecclesiologia pneum atologica. Il concilio Vaticano I I e
u n a proposta sistematica, 610
CLAPSIS, Emmanuel, ed., The O rth o d o x Churches in a Pluralistic World. A n E c u m e ­
n ic a l Conversation, 603
CLEMENT, Olivier., R om a, de otra m anera. Un ortodoxo opina sobre el papado, 605
660 ÍNDICE GENERAL

CLEMENTE de ALEJANDRÍA, Strom ata IV-V. M artirio cristiano e investigación so ­


bre Dios, 183
DAHLING-SANDER, C , SCHULTZE, A., WERNER, D., & WROGEMANN, H.
(eds), L eitfa d en ö kum enische M issionstheologie, 190
DANIELOU, Jean, D ios y nosotros, 186
DAWSON, Christopher, E l espíritu del M o vim ien to de O xford, 612
DE ROSA, GIUSEPPE, L i am o sino alla fine. Teología e spiritualita dell'eucaristía,
393
DE SALIS, Miguel, D o s visiones ortodoxas de la Iglesia: B u lg a ko v y F lorovsky, 397
DÍAZ, Carlos, R eligiones personalistas y religiones transpersonalistas, 388
D o ku m en te wachsender Übereinstimmung. Säm tliche Berichte u n d Konsenstexte Inter­
konfessioneller Gespräche a u f Weltebene, 384
DULAEY, Martine, B o sq u es de sím bolos. L a iniciación cristiana y la Biblia, 390
FABER, R., G o tt als P oet der Welt. A nliegen u n d P erspektiven der Prozesstheologie,
382
FRANK, G , D ie V ernunft des Gottesgedankens. R eligionsphilosophische Studien zu r
frü h en N eu zeit, 383
FRANK, Günter, D ie V ernunft des G ottesgedankens. R eligionsphilosophische Studien
zu r frü h e n N eu zeit, 394
FRETTLÖH-LICHTENBERGER, G ott w ahr nehm en. Festschrift für Christian Link,
193
GARUTI, Adriano, Il m istero délia Chiesa. M anuale di Eclesiologia, 396
GIRONES, Gonzalo, L a D ivina A rqueología y otros estudios, 392
GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Olegario, Dios, 592
GONZÁLEZ, Antonio. R einado de D io s e imperio. E nsayo de teología social, 188
GRILLMEIER, Aloys, L e C hrist dans la tradition chrétienne. D e l ’âge apostolique au
concile de C halcédoine (451), 184
GROSSHANS, H.P., D ie Kirche, irdischer R a u m der W ahrheit des E vangelium s, 192
HOUZIAUX, A., D ieu à la lim ite de l ’infini. Une légitim ation du discours théologique.
Préface p a r Jean Ladrière, 391
HOYE, W. J., D ie m ystische Theologie des N icolaus Cusanus, 379
ILLANES, José Luis, Existencia Cristiana y m undo. Jalones para una reflexión teoló­
gica sobre el O pus D ei, 605
JERICÓ BERMEJO, Ignacio, E l S ím b o lo A postólico. H istoria y C om entario, 191
JERICO BERMEJO, Ignacio, Salvados p o r la fe en Cristo. Teología de Pedro de A ragón
y de D om in g o B á ñ ez (1584), 191
JOHNSTON, W., M ística para una nueva era. D e la teología dogm ática a la conversión
del corazón, 193
KLAIBER,W.-THÖNISSEN,W. (Hg.), R eetfertigung in freikirchlicher u n d röm isch-
katholischer Sicht, 601
KUK-WON BAE, H o m o fidei. A Critical U nderstanding o f Faith in the W ritings o f
W ilfred C antw ell S m ith an its Im plications fo r the S tu d y o f R eligion, 385
LABBE, Yves, D ieu contre le mal. Un chem in de théologie philosophique, 392
LADRIERE Jean., Sens et vérité en théologie. L ’articulation du sens III, 608
LADRIERE, Jean, L a Foi chrétienne et le D estin de la raison, 608
ÍNDICE GENERAL 661

LÓPEZ-TELLO GARCÍA, Eduardo, Sim bología y lógica de la R edención: Iren eo de


Lyon, H ans K ü n g y H ans Urs von Balthasar leídos con la ayuda de P aul Ricoeur,
602
MARSCHLER, Thomas, A u fersteh u n g u n d H im m elfa h rt Christi in der scholastichen
Theologie bis z u Thom as vo n A q u in , 184
MARSCHLER, Thomas, A u fersteh u n g u n d H im m elfa h rt Christi in der scholastichen
Theologie bis z u Thom as von A q u in , 184
MATEO SECO, L. F., Teología Trinitaria. D ios Padre, 394
MENÉNDEZ MARTÍNEZ, Valentín, L a m isión de la Iglesia. Un estudio sobre el deba­
te teológico y eclesial en A m érica L atina (1955-1992), 187
MLILO G. Luke & SOÉDE Y. Nathanaél, (eds.) Institute o f M issiology M issio -
S E C A M /S C E A M . D o in g T heology a n d P hilo so p h y in the A fric a n Context. Faire
la théologie at la p h ilo so p h ie en contexte africain, 386
MORALES, X, E l valor distinto de la religiones, 194
MURA, Gaspare (Ed.), II fo n d a m en ta lism o religioso. C ontributi p e r il discernim ento,
593
NEUSCH, Marcel, L es traces de Dieu. É lém ents de théologie fon d a m en ta le, 606
NIGGLI, Ursula (Hg.), Peter A baelard. L eb en - W erk - W irkung, 602
NITSCHE, Bernhard, E ndlichkeit u n d Freiheit. Studien z u einer transzendentalen T heo­
logie im K ontext der Spätm oderne, 594
NOVO CID-FUENTES, A .,L o s M isterios de la vida de Cristo en A m b ro sio de M ilán,
380
OGLIARI, Donato, Gratia et certamen. T he relationship between grace and free w ill in
the discussion o f A u g u stin e with the so-called semipelagians, 594
ORTIZ, X, C onocer a Dios. II: la fe celebrada, 394
ORTIZ, X, C onocer a Dios. I: la fe com partida, 394
PALOS, Javier, y otros (eds.), D iálogos de teología, V. E vangelización y com unicación,
398
PIEPER, Josef, L a fe ante el reto de la cultura contem poránea, 604
PIKAZA, Xavier, D ios es Palabra. Teodicea cristiana, 391
PSEUDO DIONISIO AREOPAGITA, Obras Completas. L o s nom bres de Dios. Jerar­
quía celeste. Jerarquía eclesiástica. Teología mística. Cartas varias, 182
RATZINGER, Joseph, C onvocados en el cam ino de la fe. L a Iglesia com o com unión,
609
RATZINGER, Joseph., L a Eucaristía centro de la vida. D io s está cerca de nosotros,
188
RODRÍGUEZ, Pedro - OCÁRIZ, Fernando - ILLANES, José Luis, E l O pus D ei en
la Iglesia. Introducción eclesiológica a la vida y el apostolado del O pus Dei, 610
RUSSO, A., D io a colorí. Pensare D io n eó rizzo n te d el pluralism o, 190
Sain t A u g ustin : africanité et universalité. C olloque internacional. A lg er-A n n a b a , 181
SAYES, José A., E l m isterio eucarístico, 393
SCHREIBER-SIEMONS, S. (Hrsg.), D as Jenseits. P erspektiven christlicher Theologie,
185
SCOGNAMIGLIO, Edoardo, Catholica. C um ecclesia et cum m u n d o , 397
SEITZ, Manfred, Theologie fü r die Kirche. Beiträge z u m christlichen G lauben, L eb en
u n d H andeln, 396
SEQUERI, P. L T dea della fede. Trattato di teología fon d a m en ta le, 386
662 ÍNDICE GENERAL

ST O L L E , V O L K E R , L u th er u n d Paulus. D ie exegetischen u n d herm eneutischen G rund­


lagen der lutherischen Rechtfertigungslehre im Paulinism us Luthers, 186
S U T T N E R , E rn st C hristoph, K irche in einer zueinander rückenden Welt. N eure A u f­
sätze z u Theologie, G eschichte u n d Spiritualität des christliches Ostens, 599
T A R A N T O , S alvatore, A g o stin o e la filo so fía del amore, 597
The C onfessions o f St. A ug u stin e, 384
T O N IO L O , A n d re a , C ristianesim o e Veritá. Corso di teología fo n d a m en ta le, 606
T O R N O S , A ndrés, E l m ás allá. M itos y creencias, 611
U R ÍB A R R I, G ab in o (ed.), F undam entos de teología sistemática, 395
V Á Z Q U E Z B O R A U , J. L., L a s Iglesias Cristianas: Católica, O rtodoxa, Protestante y
Anglican, 192
V IL L A R , José. R ., E l Colegio episcopal. Estructura teológica y pastoral, 398
A A .V V Jesús de N azaret. Perspectivas, 189
VV. A A ., A n tro p o lo g ía y Fe cristiana. I V Jornadas de Teología, 388
V V A A ., Fe en D io s y Ciencia actual. I I I Jornadas de Teología, 388
VV. A A ., L a Encarnación: Cristo al encuentro de los hom bres, 389
VV. A A ., M a n u a l de Teología franciscana, 390
VV. A A ., M ysterium redem ptionis. A cta s do Congresso de Fátima, 188
W A LT E R , P e te r y JU N G ,M artin H. (eds.), Theologen des 17. U nd 18. Jahrhunderts, 383
Z IM M E R M A N N , M arkus, D ie N achfolge Jesu Christi. E ine Studie z u R o m a n o Guar-
dini, 387

Moral-Pastoral-Líturgia-Derecho

B A T E , C. S tu art, U nderstanding H u m a n Society, 403


B E N A S S A R , B arto m eu , E l fu tu r de la teologia m oral. Per una ètica actual, creient i
creíble, 613
B R U G U È S , Jean-L ouis, Précis de T héologie M orale G én érale. Tom e 2 : A n tro p o lo g ie
m orale (volum en II), 399
B U JO , B énézet, F oundations o f an A frica n Ethic. B e y o n d the U niversal C laim s o f
Western M orality, 400
C E N C IN I, A ., L a fo rm a c ió n perm anente, 200
C IC C O N E , Lino, Bioética. Storia, princìpi, questioni, 619
C O R B O N , Jean, Liturgia y oración, 618
D E L A T O R R E , F rancisco Javier, Ética m u n d ia l y diálogo interreligioso, 612
F E R N Á N D E Z , A urelio, M oral especial 404
F E R N Á N D E Z , A urelio, Pensar en el futuro. A p o sta r p o r la verdad y el bien: la M oral
en el siglo X X I , 199
F O L G A D O , A velino, E l p ensam iento de san A g u stín en torno a la p ro p ied a d privada,
616
F U C H S , Éric, L 'E th iq u e chrétienne. D u N o uvea u Testament aux défis contem poranais,
195
G IR A U D O , C esare (ed.), Il M essale R om ano. Tradizione, traduzione, adattamento,
202
G O N Z A L E Z SILVA, S., (E d .) G uiar la com u n id a d religiosa. L a autoridad en tiem pos
de re fu n d a c ió n , 200
ÍNDICE GENERAL 663

G R O C H O L E W S K I, Z e n o n , L a Filosofía del D erecho en las enseñanzas de Juan


Pablo I I y otros escritos, 619
G R O C H O L E W S K I, Z e n o n , L a Filosofía del D iritto d i G iovanni Paolo II, 619
H IL D E B R A N D , D ietrich & alice, A ctitudes m orales fu n d a m en ta les, 401
K H O U L A P , V ladim ir, C oniugalia Festa. E in e U ntersuchung z u Liturgie u n d T h eo ­
logie der christlichen E heschliessungsfeier in der röm isch-katolischen u n d b yza n ti­
nisch-orthodoxen K irche m it besonderer B erücksichtigung der byzantinischen
E uchologien, 614
L E O N E , Salvino, L a prospettiva teológica in Bioética, 196
M A L IB A B O , B., R eich G ottes u n d m enschliche Selbsttätigkeit, 401
M A R S IC O , G aia, Bioética: voci di donne, 198
M A R T ÍN E Z , M a. C arm en , Ética psiquiátrica, 401
M E L IN A , L .-N o rie g a , J.-P érez-S o b a, J.J., L a p le n itu d d el obrar cristiano: D inám ica
de la acción y perspectiva teológica de la m oral, 194
M O O R E N , T hom as, H om elessness and Emptiness. T he B u d d h a ’s Path to Freedom . A n
initiation jo u rn e y into B u d d h ism , 402
O E R T E L , H ., G esucht wird: G ott? Jugend, Identität un R eligion in der Spätm oderne,
403
R A F E A , V incenzo, L iturgia Eucaristica. M istagogia della Messa: dalla storia e dalla
teología alia pastorale pratica, 201
R U IZ D E G A L A R R E T A , José E ., Palabra y Eucaristía. C om entario a los textos de
las eucaristías dom inicales del ciclo C, 201
S A L A C H A S , D im itrio s - S A B B A R E S E , Luigi, C hierici e m inistero sacro nel Códice
latino e orientale. P rospettive interecclesiali, 617
SAYÉS, José A ., Teología m o ra l fu n d a m e n ta l, 404
S G R E C C IA , E lio, M anuale di bioética. II: A sp etti m edico-sociali, 197
V ID A L , M arciano, E l m atrim onio. E ntre el ideal cristiano y la fragilidad hum ana.
Teología, m o ra l y pastoral, 614
W . A A ., E l destino de los em briones congelados, 405

Filosofía

A L E S A N C O , Tirso, Filosofía de san A gustín. Síntesis de su pensam iento, 624


A N T O L ÍN S A N C H E Z , Jav ier, E l epicureism o en el cristianism o p rim itivo , 621
A P U L E IU S , D e m agia, 203
B A LTES, M ., M arius Victorinus. Z u r P hilosophie in seinen theologischen Schriften,
202
B E IG B E D E R , O livier, L éxico de los sím bolos, 213
B E R N D T , R ., Vernünftig, 211
B E U T E L , E ., Fontane u n d die Religion. N euzeitliches C hristentum in B ezieh u n g sfeld
v o n Tradition u n d Individuation, 409
C A S P E R , B e rn h a rd , R eligion der Erfahrung. E in fü h ru n g en in das D e n k e n Franz
R osenzw eigs, 413
C O R A Z Ó N G O N Z Á L E Z , R afael, K a n t y la Ilustración, 626
D E R M A N G E , François, L e D ieu du M arché. Éthique, éco n o m ie et théologie dans l ’o ­
eu vre d ’A d a m Sm ith, 204
664 ÍNDICE GENERAL

DWORKIN, R., V irtud soberana. L a teoría y la práctica de la igualdad, 208


ECKSTEIN, Peter, G emeinde, B r ie f u n d H eilsbotschaft. E in phän o m en o lo g isch er
Vergleich zw ischen Paulus and E p ik u r, 413
FALK, Walter, W issen u n d G lauben u m 2000. Z u einer w eltbew egenden P ro b lem a tik
u n d ihrer H erku n ft, 205
FORNET-BETANCOURT, Raúl (Hrsg.), Interculturalidad, G énero y Educación. Inter-
culturality, G ender and Education, 627
GARCÍA MO RENTE, Manuel, L a Filosofía de Kant. Una introducción a la filo so fía ,
408
GARCÍA-BARÓ, Miguel, D e H o m ero a Sócrates. Invitación a la Filosofía, 623
GILSON, Etienne, E l E spíritu de la Filosofía M edieval, 410
HABERMAS, J., L a ética d el discurso y la cuestión de la verdad, 209
HERMS, Eilet, M enschsein im werden. Studien z u Schleierm acher, 410
HOFFMANN, Thomas, S., P hilosophische Physiologie. E ine S ystem atik des B egriffs
der N atu r im Spiegel der G eschichte der P hilosophie, 407
JING LEE-Jong, T ra n szen d en z-b ew u sstsein u n d p ra k tisc h e V ernunft. R ich a rd
Schaeffiers H erm en eu tik der religiösen E rfahrung, 627
KARFIK, F. D ie B eseelung des K osm os. U ntersuchungen z u r K osm ologie, Seelenlehre
u n d Theologie in P latons P haid o n u n d Tim aios, 415
KLINGER, Susanne, Status u n d G eltungsanspruch der historisch-kritischen M eth o d e
in der theologischen H erm eneutik, 206
OVIEDO TORRÓ, Lluís, L a fe cristiana ante los nuevos desafíos sociales: Tensiones y
respuestas, 206
KÜHN, R., G eburt in Gott. Religion, M eta p h ysik u n d P hänom enologie, 406
LEINKAUF, T, (Hrsg.), D ilthey u n d Cassirer. D ie D eu tu n g der N e u ze it als M u ster von
Geistes- u n d K ulturgeschichte, 205
LEY, M., NEISSER, H. & WEISS, G. (eds.), Politische Religion? Politik, R eligion u n d
A nth ro p o lo g ie im W erk von E ric Voegelin, 409
LIPOVETSKY, G, M etam orfosis de la cultura liberal. Ética, m ed io s de com unicación,
em presa, 209
LOPEZ QUINTAS, Alfonso, L a cultura y el sentido de la vida, 213
MARDONES, José M., REYES MATE (Ed.), L a ética ante las víctimas, 411
MARINA, J. A., L o s sueños de la razón. E nsayo sobre la experiencia política, 209
MASIA, Juan Fragilidad en Esperanza. E n fo q u e de A ntro p o lo g ía , 408
MEIXNER, Uwe, E in fü h ru n g in die Ontologie, 625
MILLÁN-PUELLES, A., L a lógica de los conceptos metafísicos. T om o II: L a articu­
lación de los conceptos extracategoriales, 411
MORELL, Antonio, L a legitim ación social de la p o b reza , 412
NICHOLI, Armand M., L a cuestión de D ios, 628
PUIG ROVIRA, J.M.a, Prácticas m orales. Una aproxim ación a la educación moral,
210
QUIROGA, Ma, R, C. G. Jung. Vida, obra y psicoterapia, 211
RAGUZ, Ivica, Sinn fü r das G ott-M enschliche. Tranzendental-theologische G espräch
zw ischen den Ä sth e tik en von Im m a n u e l K a n t u n d H ans Urs vo n Balthasar, 416
RODAS, Ignacio, E l m o vim iento anticapitalista y el E stado, 213
RODAS, Ignacio, L a enferm edad m adura del izquierdism o, el o p ortunism o, 212
RODAS, Ignacio, L a gran mentira. R espuesta al L ib ro negro d el com u n ism o , 212
ÍNDICE GENERAL 665

SCHELER, Max, L o s ídolos del conocim iento de sí m ism o , 412


SCHNEIDER, Martin, D as W eltbild des 17. Jahrhunderts. P hilosophisches D en ken
zw ischen R efo rm a tio n u n d A u fklä ru n g , 406
SCHRAMM, Michael, D ie P rin zip ien der A ristotelischen T opik, 405
SPAEMANN, Robert, E nsayos filosóficos, 628
VALVERDE, Carlos, Génesis, estructura y crisis de la m odern id a d , 416
VATTIMO, Gianni, D espués de la cristiandad. Por un cristianism o no religioso, 626
ZUCAL, Silvano, L in ea m en ti di p ensiero dialogico, 625

Historia

ALONSO GARCÍA, M. J., Tem as y protagonistas del p en sa m ien to español d el siglo


X X . L a aportación de la revista "C ruz y R a y a " (1933-1936), 217
ARIAS SAAVEDRA, Inmaculada / LOPEZ-GUADALUPE, Miguel L., L a repre­
sión de la religiosidad popular. Crítica y acción contra las cofradías en la E spaña
d el siglo X V III, 635
AUBÉ, Pierre. Tom ás B ecket, 218
AUSBÜTTEL, Frank M., Theoderich der Große. D er G erm ane a u f dem K aiserthron,
418
BERTRAND, Dominique, L a Política de San Ignacio de L o yo la , 215
BLET, Pierre, Pío X I I y la Segunda G uerra M undial, 633
CARCEL ORTÍ, Vicente, L a Iglesia y la transición española, 423
CARRASCO X, L o s Judíos d el reino de Navarra. Registro del sello 1364 - 1400, 428
CERVELLERA, Bernardo, M issione Ciña. Viaggio nell'Im p ero tra m ercato e repres-
sione. 632
CHIRON, Yves, P ío IX , 220
COFINO, José L., E rnesto C ofino: p erfil de un h o m b re del O pus D ei, 427
CORSINI de ORDEIG, Manuela, H istoria de la Sabana Santa, 429
CREMONA, Cario. Pablo V I, 217
DE VOGÜE, A., H istoire littéraire du m o u vem en t m onastique dans Vantiquité, Vol.
V II, 214
DE VOGÜE, A., H istoire littéraire du m o u vem en t m onastique dans Vantiquité, Vol.
V III, 420
D iccionario enciclopédico de los pa pa s y del p a pado, 221
DIETERICH, Veit-Jakobus, Joham A m o s Comenius. E in M ann der Sehnsucht 1592-1670.
Theologische, pädagogische u nd politische A spekte seines Lebens u n d Werkes, 420
DINGEL, Irene - WARTEMBER, Günter (Ed.), D ie Theologische Fakultät W ittenberg
1502 bis 1602. Beitrage zu r 500. W iederkehr des G ründungsjahres der leucorea, 424
D in z e l b a c h e r , P e t e r , E u ro p a im H ochm ittelalter 1050-1250, 424
DOMÍNGUEZ, Juan Francisco (Ed.), H um anae Litterae. H o m en a je al P ro fe so r G.
M o ro ch o G ayo, 640
FERRER BENIMELI, José Antonio (Ed.), Relaciones Iglesia-Estado en C am p om anes,
422
FLIEDNER, Federico, M artín Lutero: su vida y su obra, 224
GARITAGOITIA, José R., Juan Pablo I I y Europa, 638
GOMEZ VILLA, Antonio, Presencia arqueológica del cristianism o en M urcia, 639
666 ÍNDICE GENERAL

G O N Z Á L E Z C R U Z , D avid, Guerra de religión entre príncipes católicos, 635


G O N Z Á L E Z -B A L A D O , J. L., M adre Teresa. R ecuerdo y m ensaje, 220
H A R N A C K , A d o lf von, M arcion. L ’évangile du D ieu étranger. Une m onographie sur
l ’histoire de la fo n d a tio n de l ’Église catholique, 418
H A R T M A N N , M ., A u ß r u c h ins Mittelalter. D ie Z e it der M erow inger, 419
JA V IE R R E , José M aría, L a Jesuíta M ary Ward, 219
JU N G , M artin H ., N a ch ß lg er, Visionärinnen, Kirchenkritiker. Theologie u n d fr ö m ­
m igkeitsgeschichtliche Studien z u m Pietismus, 630
L A B O A , J. M aria (ed.), A tla s histórico de los M onasterios. E l m onacato oriental y oc­
cidental, 426
L A U B E , Stefan - F IX , K arl-H einz (H rsg), L u th er Inszenierung u n d R eform ationserin­
nerung, 628
L É M A N N , A ugustin y Joseph, L a asam blea que condenó a Jesucristo, 632
L O P E Z -E S C O B A R , E ste b a n , E duardo O rtiz de L an d á zu ri: el m édico am igo, 427
M A R T ÍN -S Á N C H E Z JU L IA , F.,Ideas claras. R eflexiones de un español actual, 221
M A S S E R , k arin , C ristóbal de G entil de R ojas y Spinola O.F.M. u n d der lutherische A b t
G erardus W olterius M olanus. E in Beitrag zu r G eschichte der U nionsbestrebungen
der katholischen u n d evangelkischen K irche in 17. Jahrhundert, 422
M E D W IC K , C ath e e n , Teresa de Jesús. Una m u jer extraordinaria, 216
M IC H E L , T hom as, W h a t M u slim s sh o u ld kn o w a b o u t C hristianity, 428
M O R O Z Z O della R O C C A , R o b e rto (ed.), Oscar Rom ero. Un obispo entre guerra fría
y revolución, 427
M U Ñ O Z C L A R E S , M .(ed.), M onasterio de Santa A n a y M agdalena de Lorca. H isto ­
ria y arte, 638
N A V A R R O -V A LL S, R .- P A L O M IN O , R . E stado y Religión. Textos para una refle­
xió n crítica, 634
N IC O L A U P O U S , Francesc, Iglesia y Ciencia a lo largo de la historia, 633
N IE T O IB Á Ñ E Z , Jesús- M a (C o o rd .), L ó g o s H ellenikós. H om enaje al P rofesor Gas­
p a r M o ro ch o Gayo, 641
O ’C O N N E L L , G é ra rd , G o d ’s invisible hand. C ardinal Francis A rin z e interviewed, 223
O R L A N D IS , José, E u ro p a y sus raíces cristianas, 641
O R L A N D IS , José, H istoria del R ein o Visigodo E spañol. L o s acontecimientos, las ins­
tituciones, la sociedad, los protagonistas, 222
PO N S, G uillerm o, E uropa, tierra de santos. D escubrir sus raíces cristianas, 640
Q uellen z u T h o m a s M üntzer, 630
Q uellen zu r K irch en -R efo rm im Zeitalter der grossen K o n zilien des 15. Jahrhunderts.
Zw eite Teil: D ie K o n zilien von Pavia/Siena (1423-1424), B asel (1431-1449) und
Ferrara/Florenz (1438-1445), 417
R A G U E R , H ilari, Carrasco i Formiguera: un cristiano nacionalista, 222
R O N Z A N I, R y O nyongao-A jus, P, W hat Christians sh o u ld K n o w ab o u t Islam , 428
SA N B U E N A V E N T U R A , Vida de San Francisco. L egenda M ayor, 425
S E D G W IC K , M ark J., B reve introducción al Sufism o, 637
S E R R A E S T E L L É S , X avier, E l A rch ivo H istórico de Valencia. I: Inventario del fo n d o
histórico; II: Catáleg de pergam ins, 637
V ACA D E O S M A , J. A ., Carlos I y Felipe I I fren te a frente. Glorias, m itos y fracasos
de dos grandes reinados, 639
V E C C E , C ario, Leonardo, 634
ÍNDICE GENERAL 667

W A R T E N B E R G , G .,W ittem berger R efo rm a tio n und, territoriale Politik. A usgew ählte
A ufsätze, 629
W E G E M E R , G é ra rd B. Tomás M o ro , 219
W e i r , A lison, E nriq u e V III, el rey y la corte, 223
W IL K IN SO N , Philips, D iccionario ilustrado de las religiones, creencias y prácticas de
todo el m undo, 428
W IT T ST A D T , K laus, A u s der D y n a m ik des Geistes. A sp e k te der K irchen- u n d T h eo lo ­
giegeschichte des 20. Jahrhunderts, 631

Espiritualidad

A L C O V E R , N o rb e rto , Viento del Este. M o m en to s eclesiales durante el p o n tifica d o de


Juan Pablo II, 227
A L IB E N , Jean, Q uince días con teresa de Jesús, 652
A R N Á IZ , José M aría, ¡E s el Señor! Para centrar nuestra vida en Jesús, 645
A SI, E M M A N U E L . E l rostro hu m a n o de Dios. L a espiritualidad de Nazaret, 647
A V E N D A Ñ O , José M aría, L a herm osura de lo pequeño, 650
B A V E L, T., van, Carisma: C om unidad. L a co m u n id a d com o lugar para el Señor, 429
B A V E L, Tarsicius J. van, L a co m m u n a u té selon A ugustin. Une grâce p o u r notre tem ps,
224
B É C H E A U , Françoise, Q uince días con Ignacio de L oyola, 652
B E C K E R , M arie-F rance, Q uince días con Clara de Asís, 652
B E T E T A , P e d ro (ed.), L a vida de Jesucristo en la predicación de Juan Pablo II, 229
B IE L A , Slaw om ir, S ólo D ios basta, 433
C A B E S T R E R O , Teófilo, ¿Victoria de los vencidos? Latinoam érica en el siglo X X I ,
226
C A B R E R O U G A R T E , Á ngel, Vivir sin Dios, 647
C A S A S O T E R O , X, Estética y culto iconográfico, 430
D E F IO R E S , Stefano, ¿Q uién es María?. L a s preguntas que se hace la gente, 648
D E R V IL L E , G uillaum e, Q uince días con Josem aría Escrivá, 652
D O M ÍN G U E Z M O R A N O , C arlos, P sicodinám ica de los Ejercicios ignacianos, 594
D U P U IS , M ichel, Q uince días con E d ith Stein, 652
E L O R R IA G A , Federico, L a m úsica de lo cotidiano, 437
F E R N Á N D E Z -C A R B A JA L , Francisco, E l día que cam bié m i vida, 436
F O L L O , Francisco, Q uince días con M adre Teresa de Calcuta, 652
F O R T E , B runo, Siguiéndote a TI, L u z de la vida, 648
G A N D H I, M ah atm a, M i vida es m i mensaje. Escritos sobre Dios, la verdad y la no vio ­
lencia,646
G Ó M E Z P É R E Z , R afael, E logio de la B ondad, 648
G R A M L IC H , R ich ard , L a m ística del Islam . M il años de textos sufíes, 646
K A U F M A N N , C ristina y M A R ÍN , R osario, E l a m o r tiene nom bre, 650
L A V A L L E , R an iero , P rim a que Vam ore finisca. T e stim o n ip e r un'altra Storia possi-
bile, 642
L A R R A Ñ A G A , Ignacio, L a s fu erza s de la decadencia, 435
L E O N D E M O L IN A , N., D ibujando una realidad. L a seducción de lo auténtico, 433
668 ÍNDICE GENERAL

L E W IS, H . S. J., E n cam ino con Dios. O raciones para discernir tu ru m b o en la vida,
227
L Ó P E Z Q U IN T A S , A lfonso, E l secreto de una vida lograda. C urso de Pedagogía del
A m o r y la Familia, 436
L Ó P E Z V IL L A N U E V A , M a r id a , L a voz, el am igo y el fu e g o , 228
L O U F, A n d ré , M i vida en tus manos. E l itinerario de la gracia, 643
L O Z A N O , Jo sé / B A L L E S T E R O S , M aite, C am ino de Santiago. Vivencias de un pere­
grino, 651
M A R T ÍN E Z G O R D O , J. L o s laicos y el fu tu ro de la Iglesia. Una revolución silencio­
sa, 226
M A R T ÍN E Z L. E n riq u e , D o n d e están las raíces. Una pedagogía de la experiencia de
oración, 651
M E L E N D O , T., San Josem aría Escrivá y fam ilia, 230
M E R IN O , M aría, Peregrinos a Santiago. L o que viven, lo que sienten, 229
M E R L O T T I, G iovanni, E l arom a de Dios. M editaciones sobre la creación, 434
M E R T O N , T hom as, N u eva s sem illas de contem plación, 432
M IL L E R , A n n e tta , Sharing Boundaries. L earning the W isd o m o f A frica , 434
M O R A L E S , José, Fidelidad, 433
M O R A L E S , José, Jesús de N azaret, 229
M O R E N O , Á ngel, Voy contigo. A co m p a ñ a m ien to , 650
M O R O , Tomás, D iálogo de la fo rta leza contra la tribulación, 642
N G U Y E N V A N T H U A N , F rançois-X avier, E l g o zo de la esperanza. U ltimo retiro
espiritual dado p o r el Card. van T huan,649
O L IV E R D O M IN G O , V ictorio, E l sacerdocio co m o vida, 645
O R T IZ L Ó P E Z , J., L a Iglesia que desea Juan Pablo II, 230
P A L M E R O , R afael, Q uince días con D o n M an u el G o n zá lez, 652
P A L M E R O , R afael, Q uince días con E l H erm ano R afael, 652
P A R D IL L A , A ., Vita Consacrata p e r il n uovo millenio. Concordanze, fo n ti e linee m aes­
tre dell'E sortazione A postólica "Vita Consecrata ", 431
P H IL IP P E , Jacques, L a p a z interior, 651
PO F F E T , Jean-M ichel, H eu reu x l ’hom m e. L a sagesse chrétienne à l ’école du P saum e I,
225
R A V A SI, G ianfranco, M artini. M is tres ciudades. Un coloquio revelador.M ilán, R om a,
Jerusalén, 651
SIM O N P A R D O , Jesús, L a devoción a la Virgen en E spaña, 230
T E R E S A D E JE SÚ S, O ra r es h ab lar con Q u ien nos am a, 437
T E R E S IT A D E L N IÑ O JE SÚ S, O bras selectas de Teresa de L isieu x, 225
T O L IN , A lfredo, D e la m ontaña al llano. Claves para el encuentro con Jesús, 434
T O M M A S I, W anda, E tty H illesum . L a inteligencia del corazón, 228
T O U R N IE R , P aul, A p re n d ie n d o a envejecer, 435
T R IV IÑ O , M a V ictoria, L a oración de intercesión. P erfum e en cuenco de oro, 228
U G A R T E C O R C U E R A , Francisco, D el resentim iento al perdón. Una puerta a la fe li­
cidad, 649
U R T E A G A , Jesús, Sí, 436
V E L M A N S , T.,(dir.)£7 m u n d o del Icono. D esde los orígenes hasta la caída de B izan-
cio, 432
INDICE GENERAL 669

Pedagogía 2004

A U N G E R , R o b e rt, E l m e m e eléctrico, una nueva teoría sobre có m o p en sa m o s, 440


C O L E M A N Jo h n G , H E N D R Y Leo. B., Psicología de la adolescencia, 231
D A D Z IE , Stella, H erram ientas contra el racism o en las aulas, 653
F L IC K , U we, In tro d u cció n a la investigación cualitativa, 652
F R E Y D , Jé n ife r J., A b u so s sexuales en la infancia, 232
G IR O U X , H e n ry A . L a inocencia robada. Juventud, m ultinacionales y política cultu­
ral, 438
H A Y D O N , G., E nseñar valores. Un n uevo enfoque, 439
JU N G y L. E . L Ó P E Z (com ps) A b rie n d o la escuela. Lingüística aplicada a la ense­
ña n za de lenguas, 439
P O Z O , Juan I . , A d q u isic ió n de conocim iento, 231
R O C H A T , Philippe, E l m u n d o del bebé, 653
R O U S S E L O T , P ierre, E l p ro b lem a del a m o r en la E d a d M edia, 438
S M A L E , G.- T U S O N , G. - ST A T H A M , D., P roblem as sociales y trabajo social, 231

Varios

B R E N A N , G era ld , A l su r de G ranada, 234


C H R IS T IA N G N IL K A , P rudentiana III. S u ple m en tu m , 233
M A R T ÍN E Z D E L E Z E A , Toti, L a Comunera. M aría Pacheco, una m u jer rebelde, 233
M O A , Pío, C ontra la m entira, 234
N O G U E IR A , V. y VV. R u so p ara hispanohablantes. N iv e l 1, 655
R U B IA , Francisco J., L a conexión divina. L a experiencia m ística y la neurología, 654
PUBLICACIONES PERIO D IC AS
D ELO S
AGUSTINOS V E ESPAÑA

□ La Ciudad de Dios
Real Monasterio - 28200 San Lorenzo de
El Escorial (Madrid)

□ Archivo A gustiniano
Filipinos, 7 - 47007 Valladolid

□ Religión y C ultura
Columela, 12 - 28001 Madrid

□ Revista A gustiniana
Ramonet, 3 - 28033 Madrid

□ Estudio A gustiniano
Filipinos, 7 - 47007 Valladolid
PUBLICACIONES D E ED ITO R IA L “ESTU D IO AGU STIN IAN O ”

A LO N SO , C , M isioneros agustinos en Georgia (siglo X V II). Valladolid 1978.


L o s apócrifos del Sacromonte. Estudio histórico. Valladolid 1979.
L a reforma tridentina en la prov.A gust. de la prov. de A ragón (1568-1586). Valladolid 1984.
Historia de una fam ilia religiosa: Las Agustinas Misioneras (1883-1971). Valladolid 1985.
L o s agustinos en la costa suahili (1598-1698). Valladolid, 1988.
Prim er viaje m isional alrededor del mundo(1542-1549). Una gesta agust. Valladolid 1989.
-, A lejo de Meneses, O.S.A. (1559-1617), arzobispo de G oa (1595-1612). Valladolid 1992.
-, A gustín de Coruña. Segundo obispo de Popayán (1589). Valladolid 1993.
-,Beato A nselm o Polanco, obispo y mártir. Valladolid 1996.
A n ton io de Gauvea, O SA. D iplom , y visitador A post. en Persia (+1628). Valladolid 2000.
-, Libro Becerro del convento de San A gustín de Valladolid, Valladolid 2003
A LO N SO , G - G U IR A U , J.M., A rchivo Agustiniano. índices. 2 vols.Valladolid 1988-1994.
A P A R IC IO L Ó P E Z , T., Padre Gregorio Suárez. L a esperanza abierta. Valladolid 1975.
-, L a Orden de San A gustín en la India (1572-1622). Valladolid 1977.
-, Espíritu sin nombre. D om ingo Cubría, poeta íntim o y de intimidad. Valladolid 1978.
-, 20 Novelistas españoles contemporáneos. Estudios de crítica literaria. Valladolid 1979.
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