4 Lección 4. - Un Discípulo #1
4 Lección 4. - Un Discípulo #1
4 Lección 4. - Un Discípulo #1
- Un Discípulo #1
1. Home
Ahora en Audio
Audio Player
00:00
00:00
Hemos visto primero que un discípulo es un creyente nacido de nuevo; ahí es donde comienza. El
nace librado y debe venir a ser progresivamente todo lo que Dios quiere que sea.
En Marcos 8: 34-35 dice. “Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir
en pos de mi, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su
vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará”.
Hay dos palabras diferentes aquí, usadas para “vida”. La vida que debemos perder, es la vida
natural carnal. Si nosotros estamos dispuestos de perdernos a nosotros mismos y a nuestras
ambiciones, y permitir que la voluntad que obró en Jesús, obre en nosotros, entonces, y sólo
entonces, ganaremos la vida de Dios. No puedes tener a Dios y al mundo. Debes abandonar el uno
o el otro. Vivimos en el mundo, pero no somos del mundo. Tenemos que hacer uso de él, pero
bajo ninguna condición podemos abusar de él. Pertenecemos a Dios.
En años recientes nos hemos guiado a nosotros mismos a creer que el mundo no es realmente
nuestro enemigo, sino un amigo malentendido; entonces en vez de la santidad hemos empezado a
predicar la sofisticación. Pero Dios está empezando a tratar con Su pueblo otra vez, y las
prioridades están siendo puestas en su lugar. Eventualmente, todo alcanza un punto de
aceleración; a lo largo de mi vida he visto la aceleración de casi todo: hemos avanzado desde la
canoa de tronco hasta los grandes barcos del océano, desde aviones simples hasta los satélites,
desde la choza de paja hasta las construcciones más grandes, desde el rifle más elemental hasta la
bomba atómica; todo esto en los dos últimos siglos. El mundo ha alcanzado su punto de
aceleración. Cuando yo era niño, el conocimiento se duplicaba cada 75 años, ahora se duplica cada
dos años y medio; ahora existen más científicos que todos los que vivieron antes.
Concerniente a la Iglesia de Dios, Dios dijo que haría una obra rápida. Estamos a punto de ser
testigos de una aceleración del propósito de Dios, porque Cristo no va a volver por una máquina
religiosa gastada. El va a volver por una Iglesia llena de sí mismo, que desafíe al infierno por todos
lados, una Iglesia que manifieste la gloria de Dios. Estamos empezando a verla ahora. El Cantar de
los Cantares nunca fue tan real en mi vida como ahora. Lee los dos primeros capítulos de Reyes,
luego lee el Salmo 45, y verás que la historia comienza a tomar forma. En 1 Reyes tenemos a una
joven llamada Abisag, una joven sunamita de la cual Salomón se enamoró. Esta sunamita fue
llevada a Jerusalén cuando David estaba viejo y cerca a la muerte. Los amigos de David, sus
asistentes y la burocracia, sabían que iban a quedar sin trabajo: el nuevo rey iba a traer un consejo
enteramente nuevo. Entonces ellos buscaron vírgenes, jóvenes y bellas que ellos pensaban le
traerían nueva vida al rey. Abisag fue una de esas jóvenes; David nunca la tocó. Y fue durante esos
tiempos que Salomón y Adonías, el hermano de Salomón, pusieron sus ojos en la sunamita.
Cuando David murió, ella volvió a Sunam, que era aquel pueblo sunamito en donde el rey tenía sus
viñas.
Salomón se fue a Sunam, disfrazado de pastor, y ganó el corazón de ella. Ella nunca supo que él
era el rey hasta que él había ganado su corazón. Salomón amó a muchas mujeres pero la joven
sunamita fue el único amor de su vida. Qué gran momento debió haber sido en la vida de esa
joven pobre, cuando él volvió por ella como rey. Ahí tienes en esa historia una figura perfecta de
Cristo y Su novia. El vino a la tierra, tomó forma de hombre, y como hombre El ganó nuestro
corazón. El volverá por Su novia como el Rey de Reyes. Después de que Salomón había ganado el
corazón de la sunamita, él empezó a instruirla en cuanto a lo que él esperaba de ella. Ella corría
por los montes de Sunam sin zapatos, pero ahora ella iba a ser reina. Salomón le dijo que el ser
reina iba a ser una vida nueva: ella ya no podía correr sin zapatos en Jerusalén, porque no la
aceptarían. Entonces él empezó el proceso de santificación, alistándola para el palacio. El le dijo
sobre las pequeñas zorras que echan a perder la viña. Desde una granja en Sunam hasta el trono
en Jerusalén, fue un largo camino, pero Salomón, en su amor por ella, obró con ella hasta que ella
fue completamente una reina.
Dios nos ha llamado de en medio del mundo, y se va a necesitar mucha santificación para
hacernos dignos de reinar con Cristo. Con el nuevo nacimiento, el proceso santificatorio de Dios
comienza. Alguna gente con celo religioso te quieren santificar antes de justificarte, pero esto no
funciona. Dios justifica al impío, y entonces empieza la santificación. Y todo esto es la obra de la
gracia. Ninguno de nosotros es digno de estar acá ahora: es sólo por la gracia de Dios.
Cuando la primera pascua fue celebrada, a medida que Israel dejaba Egipto y el ángel de la muerte
pasaba, él nunca preguntó si la gente era pentecostés o bautista. El buscaba la sangre. Dios
justificó lo impío, entonces comenzó la santificación. Tú y yo hemos nacido de Dios. Nosotros que
hemos nacido de Dios, somos justificados gratuitamente por Su gracia, pero para la mayoría de
nosotros, para todos nosotros, el proceso de santificación es un proceso lento y doloroso.
Nosotros somos lentos en venir bajo el yugo que Jesús dijo que era fácil, y la carga que El dijo que
era ligera. Debemos, a cualquier precio, reconocer que si Dios va a obrar con nosotros, nosotros
debemos también obrar con El. La Iglesia no está acá para hacer convertidos, esta acá para hacer
discípulos.
La prueba verdadera de los discípulos es, ¿creamos condiciones de vida? En tu trabajo ¿la gente
sabe que tú eres diferente? ¿Se siente la presencia de Dios en tu casa? Esta es la prueba real, la
prueba de la vida. Y Jesús dijo que un discípulo debe dar fruto. El fruto es un producto de la vida,
las obras son mecánicas. Es posible que tú puedas enseñar a un mono a levantar sus manos, si es
que trabajas con él lo suficiente. Tú puedes enseñar a cualquiera con una inteligencia promedio
cómo decir unas cuantas palabras de lo que tú llamas lenguas. Eso no quiere decir que ellos han
recibido al Espíritu Santo. El Espíritu Santo es vida. Las lenguas no te dan al Espíritu Santo, el
Espíritu Santo te da las lenguas. El milagro no es que yo pueda decir unas palabras en lenguas, el
milagro es que el Dios Todopoderoso me da algo para decir. Cuando un hombre nace de nuevo,
todo un mundo de experiencias empieza. Esa nueva criatura es un producto de la vida eterna. El
Cristianismo es una importación de la vida, la vida eterna, y la vida no puede ser destruida. La
Iglesia, entonces, es tan eterna como Dios; piensa acerca de esto. Tú no puedes destruir la Iglesia.
Cuando Mao tomó a China, habían sólo un millón de creyentes protestantes. Mao y sus
comunistas asesinaron a sus líderes, confiscaron sus propiedades, y esparcieron el redil por toda la
China. Cuando Mao se fue al infierno, habían por lo menos entre 50 y 100 millones de creyentes
nacidos de nuevo en la China. Eso significa que había de 50 a 100 veces más creyentes en la China
cuando Mao murió, que cuando él tomó el poder. Ellos se reunían. Era una Iglesia sin estructuras.
No había forma en la que ellos podían tener reuniones evangelísticas; a causa de ello, las
multitudes no se salvaban en las reuniones de la Iglesia. Ellos se salvaban a través de la vida
engendrando vida. Uno a uno. Soy creyente, te conozco, te salvo. Casi 100 millones se han salvado
sin necesidad de televisión o radio. Esos discípulos chinos han sido mil veces más efectivos, que
todos nosotros en el mundo libre. ¿Por qué? porque ellos estaban vivos; no era un juego, ellos
conocían a Jesús, ellos estaban impactados con Jesús; no era sensacionalismo, ellos producían el
fruto de justicia. El fruto es un producto de la vida, las obras son mecánicas.
Tú puedes colgar una naranja en un árbol de roble, pero no va a crecer, se va a morir. Estamos
viendo muchas naranjas religiosas en árboles de roble. Tenemos un Cristo enseñado, una lengua
enseñada danzas enseñadas; es tan mecánico que hasta los impíos pueden practicarlo. La gente
viene a la Iglesia a pasar un buen tiempo el domingo, luego se van y viven como diablos el lunes.
Dios desea hacer conocer Su poder en esta generación, pero para hacerlo El debe empezar con
nosotros; si nosotros permitimos que Su poder santificador opere en nuestras vidas, produciremos
los frutos de justicia. El fruto de justicia sólo puede ser juzgado en la segunda generación. Dios aún
justifica a los impíos. Los hombres no son perfectos de nacimiento. Aunque la nueva creación
existe, ésta debe aprender que la educación espiritual y la santificación son lo mismo. La
santificación no obra igual en todos. Es difícil creer, al leer el Nuevo Testamento, que los Corintios
y los Efesios son de la misma familia. Pablo los llamó “santos” a ambos. Uno de ellos se elevó de lo
terrenal a lo celestial, el otro se quedó abajo discutiendo sobre qué predicador le gustaba más. El
hombre ocupa toda la figura en la carta a los Corintios. En la carta a los Efesios el único hombre
allí, es el nuevo hombre, Jesucristo hombre, sin embargo ambos eran de la misma familia. La
gracia de Dios había obrado más en uno que en el otro.
Existen aquellos en la Iglesia que no han avanzado tanto como otros, pero tú no puedes echarlos si
ellos en verdad han nacido de nuevo. El fruto sólo se conoce en la segunda generación. Sólo en la
segunda generación se podrá decir qué tipo de convertidos estamos produciendo. El fruto del
mensaje de hoy, será la Iglesia de mañana. Lo he visto por décadas. La Iglesia es idéntica a los
convertidos que produce. Hemos traído convertidos sin deseo espiritual. No se puede tener una
campaña por más de tres días. No se puede en su mayoría traer el fruto de ayer a un culto de
oración. La persona menos popular en la Iglesia es Dios. Si tú anuncias algún grupo de música o
una celebridad religiosa, las multitudes vendrán. Haz una comida, y no podrás cocinar lo
suficiente. Diles que habrá un culto de oración el viernes en la noche, y serás el hombre más
solitario de la ciudad. Hemos producido una generación de convertidos que se derriten con el
primer rayo de sol. Como el fruto sólo se conoce en la segunda generación, estamos hablando de
un asunto muy muy, importante. No hay duda de por qué no estamos viendo los milagros de Dios.
Existe una brecha demasiado grande entre lo que predicamos y lo que hacemos. Si somos el
cuerpo de Cristo, entonces somos Cristo. Y si estamos bien, haremos las obras de Cristo. Lo que
Cristo hizo, no provenía de lo que El decía sino de lo que El era.
Pablo dijo que no somos conocidos por nuestras palabras, sino por nuestro poder. El poder viene
de nuestra conformidad a Cristo. Jesús dijo, “Toda potestad me es dada”. Como Dios, El no
necesitaba la potestad o el poder. El poder le fue dado a El como el hijo del hombre, que significa
que el poder pertenece a la Iglesia, si la Iglesia se somete a Dios y permite que los principios de la
palabra de Dios obren igualmente en todo.
Nuestra sociedad ha sido casi destruida por jueces que interpretan la ley de acuerdo a quien esté
delante. La pena de muerte, sólo para el pobre. La ley puede significar una cosa para mí y otra
cosa para otra persona; esta es una situación triste. Y hay muy poco que tú y yo podamos hacer
acerca de la situación mundial; pero hay algo que podemos hacer acerca de la Iglesia. El
predicador no debe hacer que la palabra de Dios signifique una cosa para una persona y otra cosa
para otra persona. Dios escribió este Libro; si no te gusta lo que dice entonces tú debes hablarle al
respecto. Dios nos ordena que andemos como es digno de la vocación a la que fuimos llamados. Es
algo común hoy en día que un hombre de Dios diga una cosa en el púlpito, y otra cosa en la
consejería. El hombre de Dios necesita hablar lo que él cree que es verdad desde el púlpito. Si él lo
hace desde allí, si lo hace fielmente, habrá poca necesidad de consejerías. En el púlpito bajo la
unción del Espíritu Santo, el hombre de Dios puede ser totalmente imparcial; sin embargo, el
mismo hombre puede permitir que su compasión afecte su mensaje en una situación personal.
Dios está buscando discípulos. Un discípulo es una persona que aprende, y pone en práctica lo que
aprende. Pablo habló de aquellos que eran discípulos que nunca llegaron al propósito. El dijo
acerca de aquellos que siempre están aprendiendo, pero nunca llegan al conocimiento de la
verdad. Estas personas tenían la verdad intelectualmente, pero nunca permitieron que sea
realidad.
Existen características que distinguen al discípulo que Dios desea. La primera característica de esta
persona llamada “discípulo” se encuentra en Marcos 8: 34: “niéguese a sí mismo…”. Yo no sé
cómo tú interpretas eso, pero hay algo que es seguro: significa que el discípulo no es egoísta.
Nunca ha habido un cristiano egoísta. El hombre codicioso no puede entrar el reino de Dios. El
hombre codicioso, que es un idólatra, no heredará el reino de Dios, dijo el apóstol Pablo. Jesús no
era egoísta en lo absoluto. El no vino para ser servido, sino para servir. El vino a dar, no a recibir. El
no pidió nada, lo dio todo. Cuando una persona nace de nuevo, él viene a ser un participante de Su
naturaleza divina. Cuando esto es verdad en el creyente, éste tendrá la misma disposición no
egoísta que tuvo Jesús.
Pablo dijo sobre la Iglesia en Macedonia, “que en grande prueba de tribulación, la abundancia de
su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad…Y no como lo
esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor…” (2 Corintios 8: 2 y 5). No
puedes ir a ningún lugar hasta que te des a tí mismo. Pablo dijo que la generosidad encontrada en
las iglesias de Macedonia, era un producto de la gracia de Dios. La gracia de Dios hace al recipiente
sin egoísmo y con gracia. Si en realidad hemos sido hechos participantes de Su gracia, la
generosidad de esa gracia marcará nuestro carácter. Después de Pentecostés, los discípulos del
Señor vendieron todas sus posesiones y trajeron las ganancias a los pies de los apóstoles. Era el
espíritu de generosidad que los distinguía, y hacía que la comunidad supiera que ellos habían
estado con Jesús. Ellos se daban a sí mismos. Entonces, la marca verdadera de un creyente nacido
de nuevo, de un verdadero discípulo, es la generosidad. Esto no sólo es dinero, pero el dinero dice
más de tí que cualquier otra cosa. Lo que tú haces con tus recursos habla más acerca de tu
carácter, que el hecho que tengas recursos. En Lucas 16, Jesús estaba hablando acerca de dinero, y
los fariseos se molestaron con El. Jesús dijo que ellos se molestaron a causa de su espíritu
codicioso. El egoísmo trata de tener mucho. Cada pensamiento y acción debe ser traída a
cautividad. Si queremos perdón, debemos perdonar. Si queremos misericordia, debemos mostrar
misericordia. “Si alguno quiere ser mi discípulo, niéguese a sí mismo y sígame”. Debemos permitir
que la voluntad que obró en Jesús obre en nosotros.
Su actitud fue, “Yo no hago nada excepto lo que veo al Padre hacer”. “Las palabras que yo hablo
no son mías, sino de aquel que me envió”. Toda Su vida fue una sujeción absoluta al Padre. Este es
el reino de Dios. “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas” (Mateo 6: 33). El Reino de Dios es el Espíritu Santo en tí haciendo a Jesús el Señor sobre
cada facultad de tu ser. Este es el lugar en el cual la única razón para vivir es hacer la voluntad de
Dios. Hay mucho más en ser liberado que simplemente alguien poniendo manos sobre tí. Tu
estado debe estar correcto. Muchas veces, en el mismo servicio, verás a algunos sanar y otros no.
Tú no puedes echarle la culpa a las personas que hacen la oración, dado que algunos están
recibiendo. Debemos examinarnos a nosotros mismos, y desear tratar con esas cosas que le
desagradan a Dios. “Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que
por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (Hebreos 5: 1 4).
No estamos hablando acerca de discernir el adulterio, la borrachera, etc. Nosotros sabíamos que
esas cosas estaban mal desde antes de nacer de nuevo. Discernir el bien y el mal es saber lo que es
Dios y lo que no es Dios.
No hay ninguno bueno sino Dios. Y a medida que vemos a través de los ojos del Espíritu Santo,
podemos ver ambos lados. Al ver el camino de Dios, entonces eres libre de elegir lo correcto, y
Dios nunca va a moverse hasta que tú hagas tu elección