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2 Lección 2. - El Discípulo Valiente #1

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Lección 2.

- El Discípulo Valiente #1

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En Lucas 9: 23-24 dice: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que
pierda su vida por causa de mí, éste la salvará”.

En otro evangelio, El dijo, “Si algún hombre quiere ser mi discípulo, niéguese a sí mismo…”. La
Iglesia es un organismo viviente reproductivo. La vida no viene de la Iglesia, la Iglesia viene de la
vida; el trabajo de la Iglesia no es producir convertidos, sino discípulos. Estamos tratando con
discipulado y las marcas de un discípulo.

Comprendiendo que así como está la Iglesia, así también está el mundo, para sanar a la sociedad,
tienes que sanar la Iglesia. Esto es un realidad de la historia. Ninguna sociedad ni civilización ha
fallado alguna vez a no ser que la Iglesia haya fallado. Cuando aquello que Dios ha puesto en el
medio de la sociedad, Su pueblo, Su iglesia, deje de representar a Dios, luego todo esa civilización
fallará. Todo Evangelista desde Pablo hasta ahora, que haya afectado su generación para Dios, ha
tratado con esto que llamamos la Iglesia. Catorce libros del Nuevo Testamento fueron escritos por
un hombre, el apóstol Pablo, y él escribió cada uno de ellos para corregir algo que estaba mal en la
Iglesia. Esto dice algo de la importancia de la doctrina verdadera.

Para poner a la Iglesia en orden tienes que empezar con lo básico. El fruto solamente se conoce en
la segunda generación. Tú no dices, simplemente, “por sus frutos, los conoceréis” y juzgas a una
persona por sus acciones en este momento específico. Esto no es lo que Dios está diciendo. El
mensaje es que la Iglesia será conocida por la clase de convertidos que ella produzca. La Iglesia de
hoy será juzgada por los convertidos que forman parte de la Iglesia de mañana. Entonces vemos a
esta persona que la Biblia llama discípulo. Hemos aprendido por la palabra de Dios que la mayor
señal de un discípulo es la fidelidad. Ahora hablaremos sobre la señal de la valentía, la cual señala
a aquellos que son discípulos verdaderos del Señor.

En Mateo 10: 33, Jesús está hablando sobre los que carecen de esta calidad de valentía. El dice, “Y
a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre…”
Lo que El quería decir es que “Si tú me confiesas delante de los hombres, yo te confesaré delante
del Padre”. En el versículo 39 El dice, “El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por
causa de mí, la hallará”. Esta es la marca de un discípulo. Jesús dijo, “Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame”. Se necesita valentía para estar en lo correcto.
En esta era de infidelidad, se necesita valentía para ser una persona fiel, para andar con Dios, para
hablar sobre aquellas cosas que son correctas. Nada exige más valentía por parte de un individuo,
que vivir santo en esta torcida y perversa generación. Esta es una era en la cual “las papas
queman” para los cristianos; El mundo presiona a los cristianos a pasar desapercibidos. La
debilidad de la Iglesia es vista en su incapacidad de confrontar. Cuando es desafiada por sus
creencias, ella las diluye para evitar una confrontación cara a cara con el mundo.

Los primeros cristianos nunca se preocuparon acerca de lo que el mundo pensaba acerca de ellos.
Ellos tenían un mensaje que predicar y lo predicaron; no les importaba si la opinión pública estaba
de su lado o no. Ellos sabían que estaban en lo correcto, y la convicción de que estaban en lo
correcto les dio la valentía para mantenerse en pie. Ellos nunca pusieron a Jesús en la arena
(campo de batalla) con otros dioses. Ellos salieron del aposento alto declarando a todas las otras
religiones, que “no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos”
(Hechos 4: 12). Ellos no competían con nadie, ellos simplemente les dijeron a aquellos que
escucharían, “Este es el camino, o caminas en él, o estás perdido”. No les importaba si el mundo
los llamaba fanáticos; ellos sabían que lo que creían era la verdad, y fue a este mensaje que ellos
dedicaron sus vidas. Las vidas y acciones de esos primeros cristianos eran la personificación de la
fe. Ellos convertían los postes de tortura en púlpitos, prisiones en iglesias, pelearon contra las
bestias de Efeso. Eran golpeados, torturados, echados de sus casas; sin embargo predicaron un
Evangelio que derribó un imperio. La falta de valentía en esta generación es un comentario muy
triste. Estamos en una era de conformismo. Hemos pasado por lo que fue llamado “El movimiento
de Jesús”; jóvenes que profesaban estar en desacuerdo con la sociedad conformista, sin embargo
cada uno de ellos eran copias exactas del otro. Hablaban lo mismo, se vestían igual, corrían con la
misma multitud.

Servimos a un Dios no conformista, que nos ha llamado a ser diferentes. El nos ha llamado a
proclamar una verdad que hará diferentes a otras personas. El que tiene miedo a morir no tiene
derecho a vivir. Hasta que nosotros, como cristianos, lleguemos a creer que la causa a la que
servimos es mayor que nosotros mismos, nos faltará coraje para afrontar la vida como realmente
lo es. Nadie nunca ha conocido nada acerca de la vida, hasta que hubo algo en esa vida por lo cual
valía la pena dar la vida. Fue dicho de esos primeros cristianos, “Menospreciaron sus vidas hasta la
muerte”. Los 900 que siguieron a Jim Jones a la Guyana Inglesa, aunque estaban engañados, creían
que la suya era la única forma de vida, y antes de cederla, escogerían suicidarse. Ellos estaban
engañados; sin embargo, ellos demostraron al mundo el tipo de compromiso que los seres
humanos son capaces de hacer. Si nosotros pudiéramos ver a Cristo y Su causa, como Dios planeó
que lo veamos, nosotros podríamos también hacer este tipo de compromiso. Dios quiere que
Cristo venga a ser para nosotros aquello, y más de lo que Jim Jones era para esas almas
engañadas. Jesús debe ser nuestro Señor, al punto que El sea más importante para nosotros que la
vida misma. Es en este sentido de la palabra en el que una persona que teme morir no tiene
derecho a vivir.

La vida es algo miserable para el cobarde. Vivimos en una época de miedo, rejas en las puertas, las
empresas parecen fortalezas. Yo nunca imaginé que nuestra sociedad llegaría al punto en el que
está. Es la época de los asesinatos masivos; casi un mundo completamente poseído por el diablo.
Esto ha producido un miedo que ha llevado a los hombres a ponerse detrás de puertas enrejadas.
Es mejor morir, que vivir en esa forma; es mejor vivir un año libre, que mil años enrejados,
ocultándonos del diablo, con toda tu vida controlada por el miedo. Aquellas personas que son
demasiado débiles para vivir por lo que creen, son fracasadas. Es triste decir esto, pero uno ve más
miedo dentro de la Iglesia que lo que ve en cualquier otra parte. La gente va a la Iglesia, hablan de
lo maravilloso que es Jesús, luego van a su trabajo y tienen miedo de mencionar Su nombre. El
mundo va a soplar su aliento a cerveza sobre tu cara, va a tratar de decirte sus bromas asquerosas,
y aun así tratamos de ocultar lo que Dios ha hecho por nosotros. Somos discípulos del Señor,
tenemos que estar en pie y proclamar lo que somos. Diles, “Soy un cristiano, y pertenezco a Dios”.
Se necesita más valentía para hacer eso, que para presionar tu mano y lanzar tu puño en la cara a
alguien. Jesús dijo, “A cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”
(Mateo 5: 39); eso requiere más valentía que lo que se requiere para devolverle el golpe. La
persona que tiene miedo de vivir lo que cree es un fracaso. Dios está buscando calidad, y no
cantidad. Es un hecho de la vida que cuanto más te acercas al Calvario, menos gente habrá.

Cuando El estaba por los montes de Galilea partiendo el pan, alimentando a miles, habían miles
que estaban viendo el espectáculo religioso. Pero cuanto más se acercaba al Calvario y le decía a la
multitud, “excepto que coman mi carne y beban mi sangre, no tendrán parte conmigo”,
cantidades de ellos lo dejaron; ellos estaban diciendo en efecto, “no hemos venido acá para que se
nos diga este tipo de cosas. No estamos acá para que tú nos digas qué vamos a tener que sufrir.
Estamos acá para ver los milagros”. Ellos se alejaron y lo dejaron.

Pentecostés no vino como producto de un aviso de una página en el periódico de Jerusalén, o de


300 estaciones televisivas. Vino de un trato terrible de Dios para con doce hombres. El exprimió
cada emoción, cada ambición, hasta que los quebrantó. Ellos dijeron, “permítenos sentarnos a tu
diestra”, El les dijo, “No está en mí el dárselo”. El los sacaba de la oficina de impuestos, del
consultorio médico, de los botes de pesca; de ahí los sacaba. Cuando El los dejó, ellos estaban
vacíos, quebrantados, amoratados, y fue a este vaso quebrantado a donde vino Pentecostés por
primera vez. Será al mismo tipo de vaso que vendrá Pentecostés por segunda vez, cuando no haya
otro lugar a donde ir fuera de Dios. Dios busca calidad, no cantidad; El cambió el mundo con un
puñado de gente. Y no es esa gran multitud religiosa, suave y vulnerable que hará la diferencia
hoy, es el creyente de esa calidad, el que cuando ha hecho todo, se pone en pie. A pesar que el
león ruja, el río fluya, el fuego queme, él está de pie con sus lomos ceñidos con la verdad de Dios.
Cuando Martín Lutero tenía que ir ante la Dieta de Worms, su gente le rogó que no fuera. Le
dijeron, “Te quemarán vivo”. Su respuesta fue, “No me importa si ellos levantan un fuego desde
Whittenburg hasta Roma, yo puedo entrar marchando y cantando las alabanzas de Aquel que
compró mi alma en el Calvario”. Lo único necesario es saber que estás en lo correcto, luego estar
de pie a favor de lo correcto. Dios estará con tales personas. Dios nunca utiliza al indeciso; ellos no
tienen lugar en el reino de Dios. Son aquellos que cortan los cordajes del muelle, y dicen, “O es
Jesús o no es nada”. O este Evangelio vale todo, o no vale nada.

“Aquí estoy de pie, no puedo hacer nada más”, fueron las palabras de Lutero en su hora más
oscura, y en este momento él escribió esa canción, “Una Fortaleza Poderosa Es Nuestro Dios”. Dios
quiere que nosotros vengamos al lugar en donde cortemos todos los cordajes del muelle y
podamos descansar en el hecho que este evangelio es la repuesta. Nosotros no sólo tenemos la
verdad, hemos venido a ser la verdad, y nosotros estamos de pie en medio de esta generación
torcida y perversa que está yendo en la dirección incorrecta para decirle, “Este es el camino,
caminen en él”. Dios está llamando a discípulos valientes. El nunca puede usar a los indecisos. Dios
quiere soldados. Pablo llevó a Juan Marcos a un viaje misionero. En lo recio de la batalla, Juan se
volvió atrás. Cuando vino el tiempo de ir otra vez, Bernabé quería que Pablo lleve a Juan Marcos;
Pablo rehusó, y dijo en efecto, “Yo me apoyé en esa caña una vez, y se rompió, yo no voy a llevarlo
otra vez”. Juan Marcos “oró hasta prevalecer” y llegó a ser un soldado, pero él tenía que
demostrarle esto a Pablo. Pablo dijo al rehusar a llevar a Juan Marcos, “Yo no puedo usar al
indeciso”.

Tienes que decidirte. “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago
1: 8). Tú tienes que venir al lugar de convicción donde no hay desvío. Se dice de los hebreos, “Si
hubiesen estado conscientes de donde venían, habrían vuelto atrás”. Pablo dijo, “Demas me ha
desamparado, amando este mundo”. Demas nunca dejó el mundo; él soñaba con el mundo, y él
volvió al mundo. Si tú todavía tienes aspiraciones en el sistema del mundo, vas a encontrarte de
vuelta en este sistema. Dios quiere tu vida, y para que El la tenga, tú tienes que perderla. Dios no
está buscando santos domingueros. El no necesita gente que sólo “ore ardientemente” cuando
está en problemas. El quiere que tú le hables.

En 2 Crónicas 7: 14, Dios dice, “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y
oraren, y buscaren mi rostro…”. Eso no es repetición, “humíllense, y oren, busquen mi rostro”. Los
paganos oran, los musulmanes oran, los hindúes oran. Buscar el rostro de Dios es buscar la
presencia del Todopoderoso, no sólo para obtener algo de El, sino tener comunión con Dios. Dios
no es un Dios de conveniencia. Su deseo no está dirigido a la gente que lo patrocina los domingos,
y que el lunes viven como el diablo. El quiere un pueblo que cada momento de cada día esté
ocupado con El. Un pueblo que no esté emocionado acerca de lo que Dios hizo por ellos, sino un
pueblo que esté emocionado acerca de Dios mismo. Dios no tiene que tenerte, pero tú sí tienes
que tener a Dios. El pecado es una marca de debilidad. Hablamos de mundanalidad; tratamos de
hacer que la mundanalidad sea una forma de vestido, un lugar a donde tú vas. La mundanalidad es
estar influenciado por el sistema equivocado. Si todo lo que el diablo tiene que hacer para
mantenerte fuera de la Iglesia es enviar a tu abuelita para que te visite un domingo, entonces tú
eres tan mundano como el hombre tomando en el bar. Si la visita de tu abuelita es más
importante para tí que la casa de Dios, entonces tú estás influenciado por el sistema incorrecto.

Estamos en la tierra para hacer la voluntad de Dios, y cualquier cosa que hagamos, sólo es un
medio para hacer lo que Dios nos ha llamado a hacer. La voluntad de Dios es que nosotros seamos
una vasija a través de la cual El pueda vivir. Estamos acá entonces para ser llenos del Espíritu
Santo, y para que donde sea que nosotros vayamos, Dios esté ahí. Tú debes tener la valentía de la
convicción, para manifestar a Dios; que el hombre quiera o no a Dios no es importante, tú tienes
que hablarles acerca de Dios, y si nosotros tenemos miedo de ser diferentes, entonces no tenemos
ningún valor para Dios. Si tú eres un cristiano, tú eres diferente. El mundo no tiene nada como
Dios, y si tú eres un cristiano verdadero, ellos van a saber que tú eres diferente. Si tienes miedo a
ser diferente, morirás con la muchedumbre. Dios te dejará. “Cuando estés en Roma, haz lo que se
hace allá”, es una pobre regla de la vida. Cuando estés en Roma simplemente haz lo que Cristo
haría; ten la valentía de la convicción, ponte de pie y proclama a Cristo donde sea que estés. Todo
pecado es una manifestación de la debilidad. La mentira es un intento de ocultar los defectos de
tu carácter. El maldecir, demuestra tu falta de habilidad para expresarte a tí mismo. Es verdad que,
“la acción de un hombre ebrio, es el pensamiento del hombre sobrio”, porque el hombre ebrio no
tiene la valentía de hacer lo que quiere hacer sin el licor. Pablo dijo, “todo lo puedo en Cristo que
me fortalece”. Yo puedo amar, yo puedo creer, yo puedo estar de pie, yo puedo ser fiel a través de
Jesucristo el Señor. Millones de verdaderos discípulos han muerto a lo largo de los siglos. Ellos
fueron quemados en la hoguera, partidos en dos, en peleas con bestias, simplemente por causa
del testimonio de Jesús. Todo lo que ellos tenían que hacer era negar a Cristo, y se hubieran
librado.

Estuve en Escocia en 1,978. No muy lejos de donde yo estaba predicando había un lugar llamado el
Monte de los Mártires. Trescientos mil escoceses fueron asesinados en 29 años, simplemente
porque ellos rehusaron confesar que el Papa era la cabeza de la Iglesia. Ellos hicieron la fila desde
la mañana hasta la noche; ellos podían ver la sangre de los sacrificados mientras se derramaba por
la montaña. A medida que ellos se acercaban a la ejecución, ellos podían oír el sonido del hacha. Y
durante todo este tiempo un sacerdote religioso poseído por el demonio estaba diciendo a
aquellos en la fila, “Niega lo que crees, confiesa que el Papa es la cabeza de la Iglesia y sal de la
fila”. Pero, “ellos menospreciaron sus vidas hasta la muerte”. Ellos preferían morir que renunciar a
lo que creían. Ellos creían algo, y este algo significaba más que la vida. Ellos podían salvar sus vidas,
pero ellos sabían que al salvarlas, las perderían. No importa cuán malvados sean los tiempos, Dios
nunca necesitó nada más que discípulos valientes y militantes. ¿No es este un amor maravilloso?

En los días de Noé, cuando el mundo se había podrido tanto que Dios tuvo que destruirlo con un
diluvio, todo lo que Dios necesitó fue un predicador militante. Noé fue uno de los predicadores
más efectivos de todos los tiempos. El se paró en medio de esa generación torcida y perversa, y
proclamó el Evangelio de la liberación a todos los que oyeron. Cuando Nínive estaba tan podrida,
todo lo que Dios necesitó fue un hombre valiente. Jonás atravesó las calles de Nínive
proclamando, “Dentro de 40 días Dios destruirá esta ciudad”. 620 mil almas se arrepintieron en
cilicio y cenizas. Todo lo que Dios necesitó para cambiar esta situación fue un hombre militante
que se pararía y predicaría lo que creía.

El lugar del predicador no es marchar por las calles, adulando políticos, sino que está en el púlpito
tratando con la Iglesia. Hay suficiente pecado en la Iglesia como para hacer que los hombres
maduros vomiten. Limpia la Iglesia, haz que esté de pie como la justicia de Dios y ella reprenderá
las tinieblas. Haz que ella tenga la valentía de ser diferente en esta sociedad, y Dios cambiará las
cosas. Todo lo que Dios necesitó fue un pueblo que pudiera estar de pie.

Cuando Sodoma llegó a estar tan pervertida que Dios no tuvo otra alternativa más que destruirla,
El hizo una promesa a Abraham por causa de Lot. Dios dijo, “Si tú encuentras 10 justos, no
destruiré la ciudad”. Abraham no tenía que salvar a un sodomita; todo lo que él tenía que hacer
era hallar 10 personas en quienes Dios viviera. Permite que la Iglesia represente a Dios y El no
destruirá la nación. Pero si nosotros continuamos en la trágica mezcla de lo verdadero con lo falso,
carne y espíritu, Dios permitirá que el mismo juicio venga sobre nosotros como El lo permitió venir
en Europa Oriental. La verdadera Iglesia de Europa Oriental sabía sin lugar a dudas, que Dios
permitió que el comunismo llegara ahí, por la misma razón que permitió a Nabucodonosor ir a
Jerusalén: esto fue para quebrantar la fortaleza de la religión falsa. Dios no ama a Norte América o
a cualquier otra nación más de lo que amaba a Europa Oriental o Latinoamérica. La Iglesia debe
estar en lo correcto, o Dios va a juzgar la tierra.

Si Dios en cualquier edad puede encontrar un pueblo que se pare con El, y para El, antes que esa
sociedad llegue al punto donde ya no hay retorno, El puede, y va a redimir esa sociedad. Los
verdaderos discípulos saben que lo que Dios ha puesto en el centro de la civilización, su Iglesia,
afecta el todo. Sabiendo esto, ellos no tienen miedo de penetrar en el corazón del asunto. La
gracia barata está siendo vendida en el mercado como cualquier juguete barato: los sacramentos,
el perdón de los pecados, el bautismo, el consuelo de la fe, están siendo echados como grandes
ofertas. La Iglesia moderna predica un cielo sin un infierno, comunión sin disciplina, membrecía sin
frutos de justicia. Atrapada en esta marea de la gracia barata, la Iglesia rehúsa proclamar todo el
consejo de Dios para no ofender a aquellas almas mundanas, que ni siquiera honran el culto un
domingo en la mañana, y confiesan ser discípulos de Dios, pero sin embargo viven como el diablo
el lunes. La Iglesia tiene y debe decir a este pueblo que no pueden vivir como el diablo y tener a
Dios obrando al mismo tiempo. Los discípulos no tenían miedo de levantar sus voces contra tal
burla; su dedicación no era al éxito, sino a Jesucristo. La gracia se representa como el inagotable
tesoro de la Iglesia, del cual ella recibe bendiciones sin hacer preguntas ni poner límites. Nos
atrevemos a imprimir libros, y los llamamos “Biblias”, que sólo contienen las promesas de Dios.
Nadie tiene el derecho de reclamar una promesa de Dios cuando es sacado de su contexto.
Debemos saber que Dios está buscando calidad, no cantidad. Se necesita una gran valentía para
ser un discípulo del Señor en esa generación impía y perversa, y a esto Dios te ha llamado.

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