Cuaderno Phase No 289
Cuaderno Phase No 289
Cuaderno Phase No 289
AÑO XLIX
2009
PHASE
REVISTA BIMESTRAL DE PASTORAL LITÚRGICA
vinculada al
INSTITUTO SUPERIOR DE LITURGIA DE BARCELONA
Publicada por
SUMARIO
Jaume FONTBONA
Acción cúltica y apostólica en san Pablo ..................... 7-22
Julián LÓPEZ
Principios y normas para la estructuración de las Iglesias 23-42
Ricardo BLÁZQUEZ
Sobre la homilía ............................................................... 43-46
Ramiro GONZÁLEZ
La santidad en el martirologio romano ............................ 47-63
José-Damián GAITÁN
El Sábado Santo. Sus elementos teológicos y litúrgicos .... 75-86
PUNTOS DE VISTA
Concepción GONZÁLEZ,
El misterio Eucarístico 'en toda su amplitud' .................. 87-95
Editorial
J. U.
Jaume Fontbona Phase, 289, 2009/1, 7-22
Acción cúltica
y apostólica en san Pablo
Introducción
El actual obispo de Roma Benedicto XVI, en su Exhortación
apostólica postsinodal “Sacramentum caritatis”, recuerda que las pala-
bras de san Pablo en Rm 12,1 “son la formulación más sintética de
cómo la Eucaristía transforma toda nuestra vida en culto espiritual
agradable a Dios” (n.70).1 E insiste en que el nuevo culto aparece
“como ofrenda total de la propia persona en comunión con toda
la Iglesia” (ídem).
El nuevo culto tiene como modelo y fundamento la entrega de
Jesús en la cruz, tal como viene expresada en el cuarto evangelio
en dos momentos, en Jn 3,16-17, en el seno del Libro de los signos
y en Jn 13,1, en el seno del Libro de la gloria. En el primero se nos
indica que Dios entrega a su Hijo por amor y para la salvación de
toda la humanidad, y en el segundo es el mismo Hijo que expresa
su libre entrega por amor.
Pablo y el culto
Pablo presenta la muerte de Jesús como el culto verdadero, el
sacrificio por excelencia. La entrega por amor de Jesús en la cruz
marca este culto. Jesús muere por nuestros pecados (1Co 15,3; Ga
1,4), por nosotros (Rm 8,32; 1Ts 5,10; también: Ef 5,2; Tt 2,14; 1Tm
2,6),2 por el mismo Pablo (Ga 2,20).
La entrega de Jesús por amor hasta el extremo (Jn 13,1),3 para
Pablo, se ha convertido en modelo y fundamento de su existencia
como Apóstol de Jesucristo y de su misión al servicio del Evan-
gelio recibido en la Iglesia (cf. 1Co 15,1-3). Por tanto, su misión y
existencia apostólicas se narran en términos de culto. Así pues,
Pablo rinde culto (λατρεύω) personalmente a Dios anunciando el
Evangelio:
“Porque Dios, a quien rindo culto en mi espíritu (ᾧ λατρεύω ἐν τῷ
πνεύματι μου) anunciando el Evangelio de su Hijo, me es testigo de
cuán incesantemente me acuerdo de vosotros” (Rm 1,9).
La cruz es para el Apóstol Pablo la medida de la verdad tanto
para el bautismo cristiano (cf. Rm 6,4) como para la Cena del Señor
(cf. 1Co 11,23-26). El vínculo tangible con el Resucitado pasa por
una continuada anamnesis de su crucifixión. Y esta anamnesis se
realiza en una comida, donde el mismo Jesús crucificado y ahora
resucitado se identifica con el pan partido, un cuerpo desposeído
de sí mismo hasta la vaciedad de la muerte: un cuerpo entregado
y ya “vaciado” de él mismo, anonadado (cf. Flp 2,7-8).4
Pablo se sirve del sintagma griego εἰς ἀνάμνησιν,5 de uso
poco frecuente en el mundo judeohelénico, para afirmar que la
celebración de la Cena del Señor no evoca el duelo por el Crucifi-
cado, sino la verdad de su resurrección y su presencia actual entre
los suyos.
El mismo Jesucristo es, para Pablo, el instrumento de perdón
2 En este estudio tenemos por auténticas cartas de Pablo las siete recono-
cidas unánimemente: Rm, 1-2Co, Ga, Flp, 1Ts y Flm. Con todo alguna
referencia habrá a las otras cartas de la tradición paulina cuando coin-
cidan en la temática.
3 La Plegaria eucarística romana IV reza así: “Porque él mismo, llegada la
hora en que había de ser glorificado por ti, Padre santo, habiendo amado
a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.
4 Cf. Jaume Fontbona, La Cena del Señor, misterio de comunión (BL 32),
Barcelona: CPL 2007, 36.
5 1Co 11,24.25 (= Lc 22,19).
Acción cúltica y apostólica en san Pablo 9
La acción cúltica
Pablo relee la existencia entregada del cristiano a la luz de
la experiencia cúltica recibida de la Escritura. Y esta experiencia
cúltica es narrada con lenguaje sacrificial propio. El ejemplo más
característico es Rm 12,1:
“Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que
ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima (θυσίαν) viva (ζῶσαν),
santa (ἁγίαν), agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual (τὴν
λογικὴν λατρείαν)”.
El cristiano, una vez ha acogido libremente el Evangelio, vive
“en estado de μετάνoια”, es decir, vuelto hacia Dios. Su existencia
es un culto espiritual,12 en el sentido que la vida cotidiana del cris-
12 ������
Cf. “λογικός”, en DENT II, 66.
Acción cúltica y apostólica en san Pablo 11
La acción apostólica
El evangelista Lucas, en su segundo libro, nota que Pablo ha
recibido el ministerio apostólico de Jesucristo para dar testimonio
21 � Cf. Giuseppe Baldanza, “Ὀσμή e εὐωδία in 2Co 2,14-17: quale interpre-
tazione?”, Laurentianum 48 (2007) 489.
22 � El término “εὐωδία” expresa al mismo tiempo el buen (εὐ-) olor que sale
del sacrificio de la cruz y el agradecimiento a Dios; mientras el término
“ὀσμὴ” expresa el perfume que se difunde hacia Dios y a los demás, se
trata de un olor para ser olido.
23 � G. Baldanza, “Ὀσμή e εὐωδία in 2Co 2,14-17: quale interpretazione?”,
494.
Acción cúltica y apostólica en san Pablo 15
24 � Rm 1,1.5; 11,13; 1Co 1,1; 9,1.2; 15,9; 2Co 1,1; 12,12; Ga 1,1; 2,8; Ef 1,1; Col 1,1;
1Tm 1,1; 2,7; 2Tm 1,1.11; Tt 1,1.
25 Seguimos: Jaume Fontbona, “Do de Déu per a l’edificació de l’Església”,
Butlletí de l’ABCat 98 (2008) 15-19.
26 � Pablo habla de que Cristo ha tomado forma (del verbo μορφόω) en el
cristiano: Ga 4,19.
16 Jaume Fontbona
Algunas características
de la acción apostólica de Pablo
A continuación, se indican algunas de las características más
significativas de la acción apostólica de Pablo, concretamente siete,
podrían ser más, pero nos limitamos al número simbólico de siete
en la estela trazada por el cuarto evangelista (cf. Jn 20,30).
1) En primer lugar, Pablo valora la gratuidad en su acción apos-
tólica:
“Vosotros sabéis que estas manos proveyeron a mis necesida-
des y a las de mis compañeros. En todo os he enseñado que es así,
trabajando, como se debe socorrer a los débiles y que hay que tener
presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay
en dar que en recibir” (Hch 20,34-35).
Pablo, pues, trabaja manualmente con el fin de dar testimonio
de la gratuidad del Evangelio (cf. 1Co 9,18), para que sea recibido
como don de Dios. Así como Dios se hace presente y se da gratui-
tamente en Jesucristo, Pablo también hace presente la gratuidad
de Dios en la su entrega gratuita:
Acción cúltica y apostólica en san Pablo 17
28 Cf. Ioannis Zizioulas, El ser eclesial. Persona, comunión, Iglesia (Verdad e
Imagen 162), Salamanca. Sígueme 2003, nota 105, p.256. Zizioulas nota
que la autoridad del ministerio se recibe en la ordenación.
29 Arcic II, El don de la autoridad (La autoridad en la Iglesia III). Declaración
de los copresidentes, cf. DdE 34 (1999) 465.
30 Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal “Christifideles laici”,
24.
Acción cúltica y apostólica en san Pablo 19
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Pablo vive una existencia de crucificado: 2Co 4,1-5,10; 6,4-10; 13,4.
Acción cúltica y apostólica en san Pablo 21
ganar a los que están sin ley, no estando yo sin ley de Dios sino bajo
la ley de Cristo. Me he hecho débil con los débiles para ganar a los
débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos.
Y todo esto lo hago por el Evangelio para ser partícipe del mismo”
(1Co 9,219-23).
Pero, en toda posible inculturación, Pablo valora siempre la
fidelidad al Evangelio:
“Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la
verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: Si tú, siendo
judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles
a judaizar?” (Ga 2,14).
Y nunca pierde de vista que el Evangelio no excluye a nadie:
“Me debo a los griegos y a los bárbaros; a los sabios y a los igno-
rantes: de ahí mi ansia por llevaros el Evangelio también a vosotros,
habitantes de Roma” (Rm 1,14-15).
7) Y finalmente, la acción apostólica debe estar guiada por el
Espíritu y no por propia iniciativa:
“El que no es espiritual no acepta las cosas que son del Espíritu
de Dios, porque para él son tonterías. Y tampoco las puede enten-
der, porque son cosas que tienen que juzgarse espiritualmente. En
cambio, aquel que tiene el Espíritu puede juzgar todas las cosas y
nadie puede juzgarlo a él” (1Co 2,14-15).
En definitiva, la característica que incluye a todas las siete, es
que el ministro de la nueva alianza (διακόνους καινῆς διαθήκης: 2Co
3,6), o el ministerio del Espíritu (ἡ διακονία τοῦ πνεύματος: 2Co 3,8),
manifiesta su grandeza en la fuerza (aroma) que surge del sacrificio
de la cruz, signo de un amor sin límites (cf. 1Co 13).32
Conclusión
La acción apostólica y la acción cúltica de Pablo están entre-
lazadas en su existencia y en su misión al servicio del Evangelio
32 En el texto de 1Co 13, Pablo tiene presente el amor de Cristo, modelo y
fundamento del amor cristiano.
22 Jaume Fontbona
para que llegue a los confines de la tierra (cf. Hch 1,8; 27,1-28,31;
Rm 15,19-20.24.28).
Pablo afirma que el ministerio es un don de Dios a la Iglesia,
que se manifiesta en su plenitud en una existencia entregada, cru-
cificada, capaz de asumir los propios límites. Y la fuerza para vivir
el anuncio del Evangelio en una existencia crucificada surge, como
don del Espíritu, de la muerte en cruz y de la resurrección de Jesús.
Una existencia que se identifica con la victoria de Jesús sobre la
muerte y todo tipo de dolor (cf. Rm 8,11; Ga 6,17; Flp 3,10-11). El
misterio pascual, pues, sostiene la acción apostólica y la convierte
en acción cúltica.
El ministerio de Pablo es enteramente eucarístico, es decir,
ofrece a Dios toda la humanidad, santificada por el Evangelio reci-
bido de Jesucristo en la Iglesia y por el Espíritu que Dios Padre nos
ha dado. En pocas palabras, su ministerio de servicio al Evangelio
actualiza, en la Iglesia y en el mundo, el mismo sacrificio de Cristo,
su acción sacerdotal, tal como narra el Escrito a los Hebreos.
Jaume Fontbona
Julián López Phase, 289, 2009/1, 23-42
“Lugares aptos para celebrar los santos misterios (loca divínis apta
mystériis)”. Con estas palabras del embolismo del prefacio de la Misa
ritual de la Dedicación de la Iglesia, se quiere expresar mucho más
que una mera exigencia utilitaria y funcional del espacio destinado
a la liturgia. La aptitud que hace adecuados los lugares para que su
nombre (de Dios) resplandezca en todas partes y, por tanto, en las casas
de oración que son las iglesias (cf. Mt 21,13), no reside únicamente
en las condiciones materiales ni en las puramente significativas,
desde el punto de vista humano, del espacio destinado a ese fin.
La aptitud está al servicio de los divinos misterios que van a tener
lugar allí. Es, por tanto, la santidad o transcendencia del Misterio
lo que impregna los elementos materiales, expresivos y significa-
tivos destinados a la acción litúrgica, comenzando por el lugar.
Esta realidad, por otra parte, se justifica y se refleja en los ritos de
1 Uso las siglas más conocidas de los documentos del Concilio Vaticano
II. En las notas se indican otras siglas. Ritual de la Dedicación de Iglesias
y de Altares, Coeditores litúrgicos 1979 (= RDIA y n.), 75, Prefacio de la
Misa de la Dedicación de la Iglesia.
24 Julián López
5 S.S. Juan Pablo II, Carta Apostólica Vicesimus Quintus Annus, de 4-XII-
1988, en AAS 81 (1989) 897-918 (= VQA y nº), 14.
6 Cf. C. Militello, La casa del popolo di Dio. Modelli ecclesiologici modelli
architettonici, Bologna 2006; y St. J. Schloeder, L’architettura del corpo
mistico. Progettare chiese secondo il Concilio Vaticano II, Palermo 2005 (el
original inglés es de 1998).
7 Cf. P. Prétot, Le forme dell’assemblea cristiana, en F. Debuyst et AA.AA.,
Spazio liturgico e orientamento. Atti del IV Convegno Liturgico Internazionale
(Bose, 1-3 giugno 2006), Magnano 2007, 105-121.
8 (= IGMR y n.). La citamos según la tercera edición típica del Missale
Romanum (2002).
9 Cf. S. Pío X, Motu Propio Tra le sollecitudini, de 22-XI-1903, en ASS 36
(1903-4) 132; Pío XI, Constitución Apostólica Divini Cultus, de 20-XII-
Principios y normas para la estructuración de las Iglesias 27
1.928, en AAS 21 (1929) 33-41; Pío XII, Encíclica Mediator Dei, de 20-XI-
1947, en AAS 39 (1947) 521-595.
10 Cf. SC 11, 14, 19, 21, 26-30, 48, etc.; CCE 1071; 1141.
11 La frase es de Pío XI, en la Cons. Apostólica Divini Cultus, cit., p. 40.
12 Sobre esta temática léanse las reflexiones de J. Card. Ratzinger, El
espíritu de la liturgia. Una introducción, Madrid 2001, 195-201.
13 La XI Asamblea del Sínodo de los Obispos (2005) había sido
sensible también a la calidad de la participación en las grandes
celebraciones: cf. SCa 61.
28 Julián López
II (cf. SC 24; 35; DV 21; CCE 1100; IGMR 29) y en la XII Asamblea
del Sínodo de los Obispos de octubre de 2008. La Palabra de Dios,
leída y celebrada en la liturgia es uno de los modos de la presencia
del Señor junto a su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica (cf.
SC 7; 33)14. Para que la Palabra divina suscite y alimente la fe de
los oyentes (cf. SC 33; 51; DV 21; 25), se introdujeron las lenguas
vernáculas en la liturgia (cf. SC 36; 54; etc.)15, se enriquecieron los
leccionarios de la Misa, de los sacramentos y de la Liturgia de las
Horas, se recuperó el salmo responsorial, se destacó la importancia
de la homilía como parte de la misma acción litúrgica (cf. SC 35,2;
52; IGMR 55; 57; 61, 65) y se animó a los laicos a ejercer la función
de lectores y de salmistas (cf. SC 29; IGMR 99; 194-198)16.
Estos principios y determinaciones repercuten en la dis-
posición de los “lugares” de la celebración, y en particular del
ambón como lugar propio de la proclamación de la Palabra ante la
comunidad de los fieles, su primera destinataria. Por otra parte, no
se han de olvidar las exigencias de la comunicación verbal hablada,
la forma más noble de comunicación humana. La liturgia cris-
tiana, por razones teológicas y antropológicas, concede primacía
a la palabra sobre el gesto y el rito (cf. 1 Co 14,13-19), que cobran
significado precisamente gracias a la palabra que los acompaña o
precede (cf. CCE 1153-1155)17. Proclamar, recitar, salmodiar, cantar,
etc., son formas de actuar litúrgicamente al servicio de la Palabra
divina (cf. DV 2; SC 33). En este sentido, el canto enriquece aún más
la liturgia de la Palabra (cf. SC 112-113; CCE 1156-1158; SCa 42)18.
Beni Culturali della Chiesa, Bologna 2002, pp. 570-589; y el Discurso a los
participantes en el Jubileo de los artistas, el 18-II-2000: ib., pp. 590-593.
25 S.S. Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia, de 17-IV-2003,
Libreria Editrice Vaticana, n. 50.
26 Cf. En España, Secretariado N. de Liturgia, Ambientación y arte en el
lugar de la celebración, Madrid 1987.
Principios y normas para la estructuración de las Iglesias 33
27 RDIA II, 1-3; cf. IGMR 288-294; Código de Derecho Canónico (1983) (= CDC
y canon), 1214-1234; CCE 1179-1181; 2691.
28 Cf. CaeE 42-54; S.S. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal
Pastores gregis, Libreria Editrice Vaticana, de 16-X-2003, n. 34.
29 Cf. IGMR 311. Además los cantores y los músicos deben contar con un
lugar que facilite el desempeño de su oficio litúrgico, pero de manera que
aparezca que forman parte de la asamblea de los fieles: cf. IGMR 312-313.
34 Julián López
30 Por ejemplo, los que se exigen hoy en los lugares donde se congrega gran
cantidad de personas: cf. IGMR 293.
31 Es evidente que la salvaguarda del patrimonio artístico tiene sus
exigencias, sancionadas por las leyes civiles incluso, pero también es
cierto que se han de buscar soluciones que superen la “permanente”
provisionalidad de muchos espacios litúrgicos.
32 Cf. IGMR 199-204.
Principios y normas para la estructuración de las Iglesias 35
50 IGMR 310.
51 “En las iglesias donde no hay capilla del Santísimo Sacramento, y el Sagra-
rio está en el altar mayor, conviene seguir usando dicha estructura para la
conservación y adoración de la Eucaristía, evitando poner delante la sede del
celebrante”: SCa 69.
52 Cf. S. Congregación de Ritos, Instrucción Inter Œcumenici, o.c.,
n. 92.
53 Cf. Ritual Romano, Bendicional, Coeditores litúrgicos 1986 (ed. típica
1984), nn. 978-1001 [ed. típica, 880-899]: Bendición con ocasión de la
inauguración de una cátedra o sede presidencial.
54 CaeE 42 y 47.
Principios y normas para la estructuración de las Iglesias 41
SOBRE LA HOMILÍA
Intervención preparada para ser presentada en resumen, el 7 de
octubre de 2008, en el Aula Sinodal. Agradecemos a Mons. Blázquez
que nos permita su publicación en nuestras paginas.
LA SANTIDAD
EN EL MARTIROLOGIO ROMANO.
(Una explicitación de los “Praenotanda”).
LOS “PRAENOTANDA”6
También se les llama “Introducción general” (título que pre-
cede al n. 1). Tratando de indicar brevemente la estructura de esta
parte del Martirologio, diremos que consta de seis apartados y un
añadido no enumerado, relativo al anuncio del día según el Calen-
dario lunar, que puede hacerse “ad libitum” (pp. 30-33).
Los apartados versan: el primero sobre “la santidad en la his-
toria de la salvación” (nn. 1-6) con los subapartados siguientes:
vocación universal de los hombres a la santidad; la santidad en el
misterio de Cristo y la santidad en la vida de la Iglesia. El segundo
versa sobre “la memoria o veneración de los santos” (nn. 7-19)
con los subapartados siguientes: la memoria de Cristo en la vida
de los santos; el culto de los santos y la comunión de los santos
realizada en la Liturgia.
El tercero trata sobre “el Martirologio Romano” (nn. 20-29) con
estos subapartados: índole y naturaleza litúrgica del martirologio;
la reforma del mismo; las estrecha relación del martirologio con los
libros litúrgicos y el catálogo de los santos en el martirologio.
El apartado cuarto versa sobre “el uso del martirologio” (nn.
30-37) con estos subapartados: la celebración de los santos o beatos
y lectura del martirologio.
2. La santidad de la Iglesia.
La santidad de la Iglesia es participada de Dios. “Dios Padre,
mediante el testimonio admirable de los santos, fecunda sin cesar
9 Este texto está tomado del Misal Romano (=Mi R) Prefacio I de los Santos.
10 La referencia es al Mi R, Prefacio de Jesucristo, Rey del universo.
La santidad en el martirologio romano 53
12 Se hace referencia a Juan Pablo II, Carta Apostólica “Divini amoris scientia:
Santa Teresa del Niño Jesús y del santo Rostro, proclamada Doctora de la Iglesia
universal. N. 7: AAS 90 (1998) p. 936 y DV 8.
La santidad en el martirologio romano 55
14 La referencia es a LG 50.
15 “...es su <día natalicio>, el conmemorado, según costumbre, en la
Sagrada Liturgia” (MR n 12).
16 Esta expresión está tomada de la Liturgia de las Horas, Preces en la solem-
nidad de Todos los Santos.
17 Cf. LG 50.
58 Ramiro González
naturaleza de la celebración. Se dirige a Cristo, por él al Espíritu
Santo y en él al Padre. Cristo corona la vida de los santos, el Padre
se muestra admirable en sus santos y glorificado en sus vidas. En
la celebración de los santos, la Iglesia siempre termina glorificando
al “sólo santo” y “tres veces santo”. Y en ello se realiza plenamente
la vocación del santo (glorificar a Dios) y la obra de Dios en el santo
(mostrar la santidad de Dios).
“Por eso la celebración litúrgica de los santos...tiene como
fin[no tanto]18 el proponer a los fieles los ejemplos de los santos
para su imitación, sino, sobre todo, que se fortalezca en el Espíritu
la unión de la Iglesia entera (cf. Ef. 4, 1-6)” (RM n. 11). En este texto
encontramos un principio importante respecto a las celebraciones
litúrgicas de los santos, tan queridas por los fieles, sobre todo de
la piedad popular19.
El fin primero de tales celebraciones no es proponer el ejemplo
de los santos para imitarlos (aunque esta finalidad también se
incluye), sino que al celebrar a los santos se robustezca “en el Espíritu
la unión de la Iglesia entera”. Y el texto hace referencia expresa
a Ef. 4, 1-6, donde san Pablo exhorta a los fieles a vivir “de una
manera digna de la vocación” (v. 1) cristiana. Se trata de la voca-
ción a la santidad. Destaca como actitudes propias de tal vocación:
la humildad, mansedumbre, paciencia y aceptación mutua por
amor, “poniendo empeño en consevar la unidad del Espíritu con
el vínculo de la paz” (v. 3).
En la celebración de los santos debe resplandecer ante dodo
la unidad en el Espíritu Santo, que es como la savia que corre por
todos los miembros del Cuerpo de Cristo y da como resultado la
paz entre todos. San Pablo lo explicita más en los vv. 4-6 : “Un solo
Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis
Conclusión
Los “Prenotandos” del MR contienen una profunda doctrina,
contenidos teológicos y vivenciales sobre la santidad. Hemos
tratado de explicitarlos en diversos apartados, que muestran la
conciencia de la Iglesia cuando expresa su fe, sobre todo en la
celebración litúrgica, pero también cuando enseña en continuidad
con Cristo. Destaquemos que los contenidos brotan de la sagrada
Escritura que se proclama en la Liturgia, de la eucología del Misal
y de la Liturgia de las Horas, de las Constituciones del Concilio
Vaticano II y de otros concilios, de algunos Padres de la Iglesia,
de documentos de los Papas, de teólogos ilustres y del Código de
Derecho Canónico. Es muy importante el conjunto de las notas
que ilustran el texto (en concreto 42). En conjunto, los contenidos
se alimentan de la Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Igle-
sia. Conforme a la mente del Concilio Vaticano II, se rechaza todo
La santidad en el martirologio romano 63
Ramiro González
Ourense
Monasterio de Montserrat
6-10 de julio de 2009
LA VERDADERA ORACIÓN
DE LA IGLESIA
Lambert Beauduin
y el Movimiento Litúrgico
1909-2009
EL SACERDOCIO DE CRISTO
Y SU EJERCICIO EN LA LITURGIA
1 Seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey (Ritual del bau-
tismo de niños, Unción con el santo crisma).
2 Aunque hemos mencionado solamente dos funciones del sacerdote,
las principales, los textos bíblicos atribuyen otras muchas: oráculos,
66 José Antonio Goñi
El sacerdocio de Cristo
El Nuevo Testamento se muestra muy reticente a aplicar la
terminología sacerdotal veterotestamentaria a Cristo o a sus discí-
Mediación perfecta
Cristo es el mediador perfecto entre Dios y los hombres ya
que por una parte es el Hijo de Dios y por otra es verdaderamente
hombre. La relación con las dos realidades que debe unir es per-
fecta, por ello su sacerdocio es perfecto. Esta mediación alcanzó
su plenitud por su pasión y resurrección.
Por su pasión porque su solidaridad con los hombres llegó a
su máxima expresión (cf. Hb 2, 14ss). Se hizo uno como nosotros
asumiendo la naturaleza humana hasta sus últimas consecuen-
cias. Su encarnación no fue una ficción sino que fue probado en todo
igual que nosotros, excepto en el pecado (Hb 2, 15). Su humanidad fue
perfeccionada mediante el sufrimiento (cf. Hb 2, 10).
Por su resurrección porque el Padre, por su obediencia filial,
lo ha devuelto a la vida glorificándolo y exaltándolo a su derecha.
Introduciéndose en el santuario celeste la naturaleza humana que,
en su encarnación, el Hijo había asumido.
Ofrenda perfecta
El ejercicio del sacerdocio está unido al ofrecimiento de una
víctima que es sacrificada a Dios. Todo Sumo Sacerdote está puesto
para ofrecer dones y sacrificios; de ahí la necesidad de que también éste
[Cristo] tenga algo que ofrecer (Hb 8, 3).
Los sacerdotes de Israel ofrecían una víctima, sin defecto ni
mancha, a Dios. La cual era quemada para que ascendiera a Dios.
Si la víctima era aceptada por Dios, el sumo sacerdote también
será agradable a Dios y podrá obtener para el pueblo los favores
divinos.10 No obstante el autor de la carta a los Hebreos descubre
defectuosos los elementos de este culto (cf. Hb 9, 8-10) ya que no
Un nuevo culto
Con el sacrificio de Cristo comienza un nuevo culto. La rela-
ción con Dios no será algo exclusivo de unos miembros del pueblo
sino que todos los creyentes pueden acercarse a Dios (cf. Hb 10,
19-22) y presentarle sus propios sacrificios (cf. Hb 13, 15s). Estos
sacrificios no serán como los veterotestamentarios, esto es, ritos
separados de la vida sino que, siguiendo el ejemplo del sacrificio
de Cristo, serán ofrendas existenciales. Esto es, los cristianos están
llamados a vivir como Cristo en obediencia filial, «cumpliendo la voluntad
de Dios» (Hb 10, 36; 13, 21) y a progresar en el amor fraterno gracias a
una solidaridad efectiva (cf. Hb 10, 24; 13, 36).11 Comienza un nuevo
culto que consiste en transformar la vida por medio de la caridad
divina.
Pueblo sacerdotal
Tal y como afirmábamos al comenzar este estudio, todos
los cristianos, por el bautismo, hemos sido injertados en Cristo,
siendo partícipes de su vida en todas sus dimensiones. Y, por tanto,
Sacerdocio ministerial
Podría parecer que en este planteamiento no es necesario un
sacerdocio ministerial. Todo lo contrario.
En primer lugar porque nuestro sacerdocio es un sacerdocio de
participación. No es, por tanto, autónomo. Sólo Cristo era capaz de
ejercer por sí el culto (cf. Hb 9, 14). Los cristianos, por el contrario, no
están capacitados para ejercerlo por sí mismos, por sí solos; solamente en la
medida que estén unidos a Cristo pueden elevar su vida hasta Dios.12 En el
Consecuencias litúrgicas
La teología del sacerdocio de Cristo y la participación de los
bautizados en el mismo tiene consecuencias en la celebración
litúrgica.
La encíclica Mediator Dei del papa Pío XII definió la liturgia
como el ejercicio del sacerdocio de Cristo.14 Afirmación que, pos-
teriormente, fue recogida por el Concilio Vaticano II en la consti-
tución de liturgia Sacrosanctum Concilium.15
De los dos aspectos que comporta el sacerdocio de Jesucristo,
a saber, el culto (la ofrenda de su vida) y la mediación (su interce-
sión entre Dios y los hombres), es este último el que entra de modo
particular en juego en la celebración.
El primero decíamos que compete a todos los bautizados:
ofrecer sus vidas como ofrenda agradable al Padre.
El segundo quedaba reservado exclusivamente a Cristo. Esta
dimensión se prolongó en el tiempo por los ministros ordenados,
dado que representan sacramentalmente a Cristo. No obstante,
Ministro ordenado
Cristo está presente en el ministro ordenado.17 La asamblea
está, en la persona del ministro, presidida por Cristo. De modo que
es Cristo quien, por su medio, administra los sacramentos.18
Esto se concreta en el hecho de que solamente el ministro
ordenado se dirija individualmente, en la celebración litúrgica,
a Dios. Él pronuncia las oraciones (colecta, plegaria eucarística,
bendiciones…) hablando a Dios en nombre de toda la comunidad,
como cabeza de la misma que es. Ningún otro fiel, solamente el
ministro ordenado que preside la asamblea, eleva su voz a Dios.
Asamblea reunida
Cristo está también presente en la asamblea reunida. Donde
dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos
(Mt 18, 20). El saludo inicial del sacerdote en la misa (El Señor esté
con vosotros / Y con tu espíritu) quiere manifestar esta presencia.
La propia Ordenación general del Misal Romano lo afirma explíci-
tamente: El sacerdote, por medio del saludo, manifiesta a la asamblea
reunida la presencia del Señor. Con este saludo y con la respuesta del
pueblo queda de manifiesto el misterio de la Iglesia congregada.19
Esto significa que también la asamblea si actúa al unísono y
juntamente con su cabeza, esto es, el ministro que preside, puede
ejercer la dimensión mediadora del sacerdocio de Cristo, del
cual participan por su bautismo. Porque todos ellos representan
16 Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos
(Mt 18, 20).
17 Cf. Sacrosanctum Concilium, 7.
18 Cf. S. Agustín, In Ioannis Evangelium tractatus 4, 1, 7: PL 35, 1428.
19 Ordenación general del Misal Romano. Tercera edición típica (OGMR), 50.
El sacerdocio de Cristo y su ejercicio en la liturgia 73
EL SÁBADO SANTO
SUS ELEMENTOS TEOLÓGICOS
Y LITÚRGICOS
3 Cf. J. Hild, o.c.; A. Verheul, “El misterio del Sábado Santo”, en Phase,
145/25 (1985) 51-70; J. López martín, “El triduo pascual”, en La celebra-
ción de la Iglesia, t. III, Sígueme, Salamanca, 1990 (sobre el Sábado Santo,
p. 118-119); P. Jounel, “El año”, en A. G. Martimort (ed.), La Iglesia en
oración, Nueva edición actualizada y aumentada, Herder, Barcelona,
1992 (“Decadencia y resurgimiento de la vigilia pascual”, p. 924-925).
El Sábado Santo. Sus elementos teológicos y litúrgicos 77
EL MISTERIO EUCARÍSTICO
‘EN TODA SU AMPLITUD’
“tanto en la celebración de la Eucaristía,
como en el culto de las sagradas especies”
lo que “una vez por todas”, ‘semel’, hizo el Señor Jesús, el Verbo
encarnado, en el sacrificio de la cruz.
Si el “sacrificio eucarístico es la fuente y el punto culminante de toda
la vida cristiana”9, resulta evidente que éste es también el verdadero
acto de culto, de adoración de Cristo al Padre y, en Cristo, por Cristo
y con Cristo, de la Iglesia, que celebra, ofreciendo a Dios Padre, por
el Espíritu, la verdadera adoración “en Espíritu y Verdad”, la única
adoración grata al Padre, el verdadero “culto espiritual, razonable”10.
Por eso, es más que pertinente la afirmación del Ritual: “Los fieles,
cuando veneran a Cristo presente en el Sacramento, recuerden que ‘esta
presencia proviene del Sacrificio’ y tiende a la comunión sacramental y
espiritual”11.
El culto de adoración “fuera de la Misa”, en efecto, ‘fomenta
las disposiciones’ debidas para poder celebrar con la conveniente
devoción el memorial del Señor y recibir así el pan que el Padre
nos ha dado.
En este sentido, decimos que la adoración, la oración ante la
Eucaristía es preparación para la celebración. Y al mismo tiempo,
la adoración fuera de la Misa prolonga la unión conseguida en la
comunión12, y con esa unión “prolonga” no sólo la ‘comunión sacra-
mental’, sino que favorece también, en clima de oración silenciosa,
la asimilación de cuanto en la celebración hemos escuchado y
vivido.
La doctrina del Ritual, de la EM, de los documentos del
Magisterio en el posconcilio insisten mucho en este principio: ‘la
adoración eucarística es prolongación de la celebración’13.
Me atrevo a decir que esto es fundamentalmente lo que entien-
den el Ritual y la EM cuando dicen: “la presencia”que “proviene
del Sacrificio”, “tiende a la comunión espiritual”. No se trata sólo del
devoto y laudable deseo de recibir “sacramentalmente” el Pan
de la vida, sino también de intensificar la unión con él, hasta la
9 RSCCE 79; EM 58
10 cf. Jn 4, 23-24; Rm 12,1.
11 RSCCE 80; EM 50.
12 Id.
13 cf. RSCCE 2; EM 50; Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, 25; Mane nobis-
cum Domine, 18; Sacramentum Caritatis, 66.
Puntos de vista 91
24 rscce 93; em 62
25 rscce 94
26 rscce 95
Puntos de vista 95
Antonio Alcalde
MÚSICA Y ESPIRITUALIDAD
El autor, compositor y experto en música litúrgica, nos
ayuda a descubrir el sentido del canto y la música en nues-
tras celebraciones, sus criterios, su vivencia espiritual…
Acompañado de numerosos ejemplos extraídos del reper-
torio habitual en nuestras iglesias.