PHASE La Mujer en La Liturgia1 PDF
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REVISTA DE PASTORAL LITÚRGICA
http://phase.cpl.es/
vinculada al La mujer
INSTITUTO SUPERIOR DE LITURGIA DE BARCELONA, en la liturgia
DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA DE CATALUNYA
phase
año 56
marzo – abril 2016
núm. 332
La mujer en la liturgia
Artículos
Elisa Estévez López
Presencia de las mujeres en la comunidad cristiana........ 113
Daniela Del Gaudio
La dimensión femenina en la liturgia: perspectiva
teológica e histórica a partir del pensamiento de Edith
Stein...................................................................................... 125
Dionisio Borobio
La mujer como agente de la celebración litúrgica.
Servicios y ministerios litúrgicos...................................... 139
Paula Marcela Depalma
Palabras, gestos y formas de participación para una
liturgia inclusiva................................................................. 157
Juan Javier Flores Arcas
La Bendición de las mujeres en la liturgia......................... 167
Puntos de vista
Liturgia, en femenino singular (Mercè Solé Tey)............. 175
La mujer como sujeto participante: la percepción que
tienen las mujeres de lo que se hace o dice en la liturgia
(Roser Solé Besteiro)......................................................... 181
El papel de la mujer en la liturgia en la pastoral rural
(Emilio Vicente De Paz)....................................................... 186
El rito del lavatorio de pies en la liturgia romana (Matías
Augé)..................................................................................... 193
Editorial
Resumen
El artículo describe la colaboración activa de las mujeres en la construcción de las
comunidades cristianas de los tres primeros siglos, a partir de las principales refe-
rencias neotestamentarias y de otros escritos cristianos. Concretamente la autora
se centra en su papel como colaboradoras en los equipos misioneros de Pablo, y en
las tareas de las mujeres diákonos y de las viudas.
Palabras clave: Mujer, Nuevo Testamento, ordenación, diáconos, viudas.
Abstract
The article describes the active collaboration of women in the construction of the
Christian communities on the first three centuries, from the main New Testament
references and other writings christians. In particular, the author focuses on their
role as partners in Paul's missionaries teams, and in the tasks of female deacons
and widows.
Keywords: Woman, New Testament, ordination, deacons, widows.
1 Remito a otros trabajos míos en los que podrá leerse con mayor pro-
fundidad y amplitud el contenido de este artículo: E. Estévez López, «Las
114 Elisa Estévez López
2. Mujeres diáconos
La existencia de mujeres que reciben el título de diakonos (el término
diakonissa, en femenino, no está atestiguado en griego hasta el
Concilio de Nicea en el año 325, en el canon 19) está testimoniada
desde los tiempos de Pablo, cuando aún no se diferencia entre la
función diaconal desempeñada por varones y mujeres. La diakonía
sufrió muchos cambios a largo de los siglos. En Oriente, puede
atestiguarse la existencia de un diaconado femenino ordenado
desde el siglo iii (con la Didascalia apostolorum) hasta finales del
primer milenio. En cambio, en Occidente, no será hasta el siglo v.
Dada la escasez de fuentes, no es posible saber si en los dos pri-
meros siglos este ministerio fue o no ordenado y si tuvo carácter
sacramental (la Tradición apostólica atribuida a Hipólito en el 220
afirmaba, por ejemplo, que las viudas no estaban ordenadas, pero
sí lo estaban las mujeres diáconos). Las Iglesias locales clarificaron
la posición de las mujeres diáconos en el siglo iii, momento en
el que se puede hablar ya de la diferencia entre laicos y clérigos.
A partir de este momento, las funciones que desempeñaron las
mujeres ordenadas como diáconos se distinguen bien de las de sus
homólogos varones (cf. Didascalia apostolorum). Es importante, no
obstante, no confundir la tarea de la diakonía en los dos primeros
siglos con la que realizarían las diaconisas a partir del siglo iii, y
cuyo rito de ordenación más antiguo se conserva en las Constitu-
ciones apostólicas (año 380).
Febe, de la comunidad de Cencreas, recibe de Pablo el título de
«diakonos». Su tarea habría consistido en:
– Representar a una Iglesia ante otra, y ser portadora de una carta
de Pablo para la comunidad. Así se desprende del lenguaje sobre
Febe en Rom 16,1-2, típico de las cartas de recomendación. Quien
realizaba estas tareas había de ser recibido con el mismo honor que
quien lo envía. Febe, como representante de Pablo, actuaría como
en otros momentos lo han hecho Timoteo y Tito.
Presencia de las mujeres en la comunidad cristiana 117
La dimensión femenina
en la liturgia: perspectiva teológica
e histórica a partir del pensamiento
de Edith Stein*
Daniela Del Gaudio
Resumen
A través del pensamiento de Edith Stein (santa Teresa Benedicta de la Cruz), la autora
del artículo intenta descubrir la dimensión femenina de la liturgia. Concretamente
analiza el ethos femenino presentado por Stein que determina, en efecto, algunas
características particulares que pueden ser leídas como iconos eclesiológicos, con-
virtiéndose en perspectivas de lectura de la esencia de la Iglesia y de la liturgia.
Palabras clave: Mujer, ministerios, participación.
Abstract
Through the thought of Edith Stein (Saint Teresa Benedicta of the Cross), the author
of the article tries to discover the feminine dimension of the liturgy. Specifically,
she analyses the female ethos presented by Stein; this ethos, actually, determines
some particular characteristics that can be read as ecclesiological icons, becoming
perspectives to read the essence of the Church and the liturgy.
Keywords: Woman, ministries, participation.
*
Este artículo, preparado por la autora en italiano para la revista Phase,
ha sido traducido al castellano por Maria Guarch.
126 Daniela Del Gaudio
11 Cf. E. Stein, Essere finito e Essere Eterno, Roma: Città Nuova 31993, 515.
12 Íd.
13 «En el bautismo y en la confesión, él purifica nuestros pecados, abre
nuestros ojos a la luz eterna, nuestras orejas a la palabra divina, nuestros
labios a la alabanza, a la confesión de las culpas, a la plegaria de solicitud y
de agradecimiento, que bajo diversas formas son todas adoraciones, esto es
honor de la creatura al Dios omnipotente e infinitamente bueno. En el sacra-
mento de la confirmación esta sangre elige y fortifica el soldado de Cristo
para que profese lealmente su fe. Pero más que en todos los sacramentos es
en el sacramento en el que Jesús mismo está presente en el que llegamos a ser
miembros de su cuerpo» (E. Stein, «La preghiera della Chiesa», en E. Stein,
Nel castello dell’anima. Pagine spirituali, Morena–Roma: OCD 2004, 451).
14 Cf. S. Maggiani, «La riforma liturgica. Dalla Sacrosanctum Concilium
alla IV Istruzione “La Liturgia romana e l’inculturazione”», en C. Ghidelli
(ed.), A trent’anni dal Concilio. Memoria e profezia, Roma: Studium 1995, 38-83.
130 Daniela Del Gaudio
15 Cf. M. Kunzler; La liturgia della chiesa, Milano: Jaka Book 2003, 357;
J. Ratzinger, Teologia della Liturgia. La fondazione sacramentale dell’esistenza
cristiana, Città del Vaticano: LEV 2010, 55-56.
16 Stein, «La preghiera della Chiesa», 357.
17 E. Stein, «La struttura ontica della persona e la problematica della sua
conoscenza», en E. Stein, Natura, persona, mistica, Roma: Città Nuova 1997,
96-97.
18 E. Stein, La donna: questioni e riflessioni, Roma: Città Nuova – OCD 2010,
286-287.
La dimensión femenina en la liturgia... 131
25 Ibíd., 286.
26 Ibíd., 286.
27 Ibíd., 40.
28 Ibíd., 40-41.
134 Daniela Del Gaudio
29 Ibíd.,287-288.
30 Cf. LG; cf. H. U. Von Baltahsar, Sponsa Verbi, Brescia: Morcelliana 1985,
139-187.
La dimensión femenina en la liturgia... 135
irradiar el amor divino, del cual están repletas, en los otros corazones
y así colaborar en la perfección de todos en la unidad de Dios, que
era y es el gran deseo de Jesús.35
Es interesante que, en este punto, Stein precise que la plegaria de
estas santas mujeres es asimilable a la misma plegaria «sumosa-
cerdotal» de Cristo que produce la redención de la humanidad y
la unidad de los creyentes:
La plegaria sumosacerdotal del Salvador abre el misterio de la vida
interior: la vida intratrinitaria de las personas divinas y la inhabita-
ción de Dios en el alma. En estas misteriosas profundidades ha sido
preparada y cumplida, en el encubrimiento y en el silencio, la obra
de la redención; y así continuará, hasta que en el fin de los tiempos
realmente todos serán una sola cosa.36
Stein afirma, en tal modo, la dimensión eclesial de la plegaria, en
cuanto fuerza que emana una eficacia redentora por el modo y la
posibilidad para la mujer, como para cualquiera, de unirse a la
plegaria de Dios en sentido redentor.37 Ella escribe, en efecto, que
solamente por un corazón lleno del Espíritu Santo puede nacer
una alabanza digna de él y capaz de ser mediadora de vida nueva
para la humanidad. Este es el sentido más auténtico de la plegaria
litúrgica, donde la mente tiene que dialogar con el corazón: «de
otro modo degeneraría en un rígido y muerto culto de labios».38
J. Castellano comenta esa afirmación diciendo que:
Cuando en los años setenta ha sido renovada la liturgia de las horas y
han sido emanados dos documentos de relieve como la Constitución
apostólica Laudis canticum de Pablo VI y la Ordenación General de la
Liturgia de las Horas, algunos liturgistas no han tenido dificultad en
acercar algunos de los textos programáticos a todo lo que nuestra
monja carmelitana había escrito ya en el 1936.39
35 Ibíd., 355.
36 Ibíd., 350.
37 Cf. D. Chardonnens, «Edith Stein et le mystère de l’Èglise», Teresianum
51 (2000) 77-83.
38 Stein, «La preghiera della Chiesa», 357.
39 Cf. Castellano Cervera, «La oración de la Iglesia», 202-203.
138 Daniela Del Gaudio
Resumen
Dionisio Borobio dedica su trabajo a los ministerios litúrgicos mostrando la parti-
cipación de los laicos en las celebraciones, concretamente de las mujeres, con su
peculiaridad femenina. Entre estos ministerios se señalan el encargado de la acogida,
el lector, el salmista, el ministro extraordinario de la comunión, el animador litúr-
gico, el responsable de las celebraciones dominicales en ausencia de presbítero, el
sacristán y quien realiza la colecta.
Palabras clave: Mujer, ministerios, participación.
Abstract
Dionisio Borobio dedicates his work to the liturgical ministries, showing the par-
ticipation of the laity in the celebrations, especially women's, with their female
characteristic. Among these ministries, we find: the responsible for the reception,
the reader, the psalmist, the extraordinary minister of holy communion, the liturgical
animator, the responsible for Sunday celebrations in the absence of a priest, the
sacristan and the people who performs the collection.
2.3. Otros servicios o ministerios que no son instituidos, pero que pueden
ser desempeñados de forma estable u ocasional según los casos
En la comunidad cristiana se desempeñan diversidad de servicios
y ministerios, no solo en el orden de la liturgia, sino también en el
orden de la Palabra, la comunión, la caridad. Y no solo por varo-
nes, sino también por mujeres. El Vaticano II y otros documentos
oficiales proponen los siguientes, atendiendo a las diferentes nece-
sidades y situaciones. En concreto, el Código de Derecho Canónico
reconoce que los laicos pueden desempeñar algunas funciones que
antes desempeñaban los sacerdotes, con la debida missio canonica
o envío oficial. Estas funciones son, por ejemplo:
– Predicación, con excepción de la homilía (can. 766).
– Dirección de una liturgia de la Palabra con predicación (can. 766).
– Administración del bautismo (can. 230, 3).
– Asistencia como testigo privilegiado al matrimonio (can. 1112).
– Realización de los sacramentales (can. 1168).
– Dirección de funerales (can. 1168).
– Posibilidad de que un laico dirija la «pastoral» de la comunidad,
sea «párroco» (can. 517, 2).
En los libros litúrgicos (cf. Sacrosanctum Concilium, diversos
rituales) se destacan también diversos servicios o ministerios que
pueden desempeñar los laicos, como son:
– La liturgia catecumenal.
– El bautismo, en caso de urgencia.
144 Dionisio Borobio
2 Cf. Juan XXIII, Encíclica Pacem in terris (11 de abril de 1963), núm. 1:
Acta Apostolicae Sedis 55 (1963) 267268; Mensaje del Concilio a las mujeres (8 de
diciembre de 1965): Acta Apostolicae Sedis 58 (1966) 1314; Juan Pablo II, Mulieris
dignitatem (15 de agosto de 1988): Acta Apostolicae Sedis 80 (1988) 1653-1729.
3 Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium (24 de noviembre
de 2013), núm. 103.
4 SC 14. 21; OGMR 2. 3. 58. 63.
5 SC 29; OGMR 63-69. 313.
146 Dionisio Borobio
ellas las que se acercan más al altar, las que aseguran la respuesta
y el diálogo con el que preside la celebración, las que más animan
con el canto o la música, las que se muestran más dispuestas a los
diversos servicios en la asamblea litúrgica y en la comunidad. Por
otro lado, es también constatable que la mayoría de las mujeres
que participan (sobre todo en celebraciones entre semana) son ya
mayores, y que por fuerza del proceso de la vida el número de
estas mujeres va disminuyendo.
Si puede decirse que la diversidad de servicios y ministerios que la
mujer desempeña hoy en la Iglesia, en cada una de estas áreas, es la
que hace posible en gran medida que la misión se cumpla y que la
vida cristiana crezca; también puede afirmarse que la diversidad
de servicios y ministerios litúrgicos que desempeñan las mujeres,
es lo que hace posible en muchos casos que nuestra liturgia sea
viva, y que se asegure una fundamental participación. Ellas son
la mayor y la más extensa participación en las celebraciones litúr-
gicas; son la más fiel respuesta que mantiene y promueve la vida
cristiana, y lleva levantada la antorcha del evangelio transmitido,
celebrado y vivido.
4.2. ¿Cuáles son los servicios y ministerios que pueden desempeñar las
mujeres?
En principio, la respuesta es «todos», excepto aquellos que exigen
el sacramento del orden, y las limitaciones canónicas de la Iglesia.
También es evidente que «no todas pueden hacer todo de la misma
manera» ya que depende de la capacidad, preparación y carisma de
cada persona; y que «cada uno debe hacer todo y solo aquello que
le pertenece» respetando y armonizando la pluralidad de servicios
y ministerios; y que las necesidades y posibilidades de cada comu-
nidad pueden ser diferentes. Nos detenemos en algunos servicios
o ministerios que pueden y de hecho desempeñan más mujeres.14
14 Sobre todo esto, sin una aplicación tan propia a las mujeres, puede verse:
D. Borobio, Misión y ministerios laicales, Salamanca: Sígueme 2001; D. Borobio,
La mujer como agente de la celebración litúrgica... 149
frecuencia son otras personas las que realizan este servicio, y sobre
todo suelen ser mujeres, a veces niños. Todo depende de cómo se
organice el momento de la presentación de ofrendas: si precede la
presentación de los dones para la celebración (pan y vino), si se da
tiempo a realizar la colecta y luego se presentan en mini-procesión
todos los dones, si se le da el espacio y tiempo requerido. Sin duda,
todo requiere experiencia y preparación, lo que varía mucho según
tipo el de comunidad.
5. Conclusión
Como puede apreciarse, la participación de la mujer como agente
en la liturgia ofrece muchas posibilidades. La mujer tiene un papel
privilegiado en otros campos de la vida eclesial: la catequesis,
los medios de evangelización, la pastoral de los marginados y
enfermos, la asistencia social, la enseñanza religiosa, la teología,
así como en las diversas instituciones de la Iglesia.
Es lógico que también en el campo de la liturgia se le conceda
un papel privilegiado, según capacidad, disposición y carisma.
De este modo la imagen de la iglesia se manifiesta de modo más
integral y equilibrado.
Aceptada la distinción de dimensiones integrantes de la misión
(Palabra, liturgia, caridad, dirección), el problema que se plantea
es el del desarrollo armónico y la articulación complementaria de
la diversidad de servicios y ministerios que van surgiendo en la
comunidad. Cualquier reduccionismo crea un desequilibrio fun-
damental, que redunda en una imagen deformada de la Iglesia y
de la comunidad cristiana, al concentrar su misión, bien en la sola
Palabra, o el solo rito, o la acción comprometida, y la dirección
desde la autoridad. Lograr este perfecto equilibrio en la realidad,
es una tarea siempre pendiente.
Hay que reconocer que históricamente ha existido una fuerte
«clericalización» y «masculinización» de los ministerios. Pero las
circunstancias, la sensibilidad actual, la reivindicación social, la
misma realidad de funciones desempeñadas por la mujer, junto
La mujer como agente de la celebración litúrgica... 155
Palabras, gestos
y formas de participación
para una liturgia inclusiva
Paula Marcela Depalma
Resumen
El artículo muestra cómo en la actualidad se intenta recuperar historiográficamente
la participación de las mujeres en la liturgia, ya que en la historia de la liturgia
escasamente han sido recogidos los modos celebrativos de las mujeres, vertiéndolos
en las palabras, los gestos, los símbolos y los ritos de sus celebraciones.
Palabras clave: Mujer, hermenéutica, participación, lenguaje.
Abstract
The article shows the attempts to historiographically recover the participation of
women in the liturgy today, since in the history of the liturgy there have been sparsely
collected how women celebrated, expressing it in the words, gestures, symbols and
rituals of their celebrations.
Keywords: Woman, hermeneutics, participation, language.
2.2. El santoral
No solo la selección e interpretación de las lecturas, sino también
el santoral, reclama revisión. Ya lo analizaba Elizabeth Johnson en
Comunión de los santos. Amigos de Dios y profetas.9 A pesar de que
los modelos de santidad van cambiando, hay que afirmar que los
santos son una abrumadora mayoría sobre las santas10 y que el san-
toral privilegia varones, preferentemente sacerdotes o religiosos.
A ello se suma que no existe memorial o solemnidad para fiestas
2.3. El lenguaje
Las teorías lingüísticas actuales recuerdan que hacer una definición
o establecer características como convenientes a determinados
individuos no son actividades aisladas ni neutrales, y agrupar
según ciertos criterios de semejanza y descartar otros, tampoco.
Como afirma Florence Thomas, el lenguaje es el fundamento de
la reproducción del sexismo; es un aparato de construcción y
de representación de la realidad y por consiguiente de la acción
sobre ella por medio de elaboraciones simbólicas. A través de él
internalizamos ideas, imágenes, modelos sociales y concepciones
de lo femenino y de lo masculino, entre otras. En este sentido, no
habrá ni devenir femenino ni nuevos sujetos si dejamos inacabado
el trabajo sobre lo simbólico, sobre el lenguaje y sobre todo ese
sistema de representaciones del mundo que conforman los pilares
de nuestras identidades.
19 Cf. H. Hitchcock, «Just the Facts, Please, on Altar Girls», This Rock
4 y 5 (mayo 1993); y [en línea] Society for the Renewal of the Sacred Liturgy
http://www.adoremus.org/FeminismLanguage.html (en extracto de Ado-
remus octubre 1995), [Consulta: enero 2016].
Palabras, gestos y formas de participación para una liturgia inclusiva 165
La Bendición
de las mujeres en la liturgia
Juan Javier Flores Arcas
Resumen
En la liturgia encontramos diversas bendiciones dirigidas a las mujeres. Estas son
analizadas por Juan Javier Flores en el siguiente artículo. Concretamente son
estudiadas la bendición de la esposa en el matrimonio, el rito de consagración de
vírgenes, la bendición de la viuda en la antigüedad, la existencia de las diaconisas
en los primeros siglos del cristianismo y la bendición de la madre.
Palabras clave: Bendiciones, mujer, esposa, vírgenes, viuda, madre, diácono.
Abstract
In the liturgy, we find different blessings directed to women. These blessings are
analysed by Juan Javier Flores in the following article. In particular, he studies the
blessing of wife in the marriage, the rite of consecration of virgins, the blessing of
the widow in antiquity, the existence of the deaconesses in the early centuries of
Christianity and the blessing of the mother.
2. La esposa: el matrimonio
No es este el lugar de hacer la historia del matrimonio cristiano
que parte de la velatio nuptialis en Roma y la Galia o de la Benedictio
in thalamo y del largo recorrido evolutivo que comienza ahí. En
España existe desde el siglo iv el uso de hacer bendecir el matri-
monio por un sacerdote. Se impone la benedictio in thalamo. Con
el tiempo se impondrá una bendición a la esposa con el título Ad
sponsam benedicendam, pero no es una cuestión única pues también
encontramos la Ad benedicendum sponsum et sponsam e incluso Ad
sponsalia benedicenda. El actual Ritual del matrimonio acoge una ben-
dición nupcial pero redactada según lo establecido en el número
78 de Sacrosanctum Concilium:
Celébrese habitualmente el matrimonio dentro de la misa, después
de la lectura del evangelio y de la homilía, antes de la oración de los
fieles. La oración por la esposa, oportunamente revisada de modo
que inculque la igualdad de ambos esposos en la obligación de mutua
fidelidad, puede recitarse en lengua vernácula.
El Ordo actual prevé diversas bendiciones con contenido muy
parecido recordando el significado del matrimonio en la historia
de la salvación recordando tanto la bendición sobre la esposa como
también sobre el esposo.
4. Bendición de la viuda
Entre los siglos iii y iv encontramos una gran riqueza de ben-
diciones a las mujeres, incluyendo la ordenación diaconal.5 El
Sacramentario Gelasiano que recoge la tradición romana y galicana
nos presenta los primeros textos litúrgicos sobre la consagración
de la viuda.
6 «Licet in illis integritas solida et tota sanctitatis de proximo visura sit faciem
dei, tamen vidua habet aliquid operosius, quia facile est non appetere quod nescias et
aversari quod desideraveris numquam. Gloriosior continentia quae ius suum sentit,
quae quid viderit novit» (Tertuliano, Ad uxorem, I, 8, 2: CCL 1, 382).
7 Traditio apostolica 23, 60: Cuadernos Phase 75, 39.
8 San Jerónimo, Adversus Iovinianum I, 3: PL 23, 222-224
172 Juan Javier Flores Arcas
viduae quae fuerit castitate professa (núm. 1471), que tiene como tema
de fondo la continencia como un don del Señor, la renuncia a las
segundas nupcias y la consiguiente promesa de castidad.
Con el tiempo se pierde esta riqueza.
La Iglesia de hoy, trayendo riqueza de su antigua tradición, podría
repensar un ministerio de oración y de servicio espiritual que
recogiera esta característica y la antigua viudez consagrada.
5. Las diaconisas
Junto al colegio de las viudas en el siglo iii se organiza el colegio de
las diaconisas con un servicio similar al de los diáconos varones.
Las Constituciones apostólicas nos ofrecen incluso una oración de
ordenación.9
A finales del siglo iv e inicios del v encontramos tres instituciones
relativas a las mujeres: la ordenación de las viudas, de las vírgenes
y de las diaconisas.
El declinar del ordo viudarum comienza también en este momento
debido a la diversa interpretación que los padres de la Iglesia le
han dado y también a la progresiva desaparición del bautismo de
adultos para el que las diaconisas tenían un papel importante. Por
diversas razones Occidente comienza a mostrar un cierto desprecio
o menosprecio frente al ministerio femenino. Un texto del Concilio
de Orange (Galia) prohíbe la ordenación de las diaconisas impo-
niendo que las que ya estaban ordenadas se considerasen como
simples laicos. Comienza una cierta reflexión que lleva progresi-
vamente a una desaparición de las diaconisas y poco a poco del
mismo modo de las viudas. Los concilios continúan prohibiendo
las ordenaciones de mujeres.
9 Constituciones apostólicas, Libro VIII, XIX 1-2 (Cuadernos Phase 181) Bar-
celona: CPL 2008, 273.
La Bendición de las mujeres en la liturgia 173
6. Bendición de la madre
Los libros litúrgicos actuales traen abundancia de bendiciones en
referencia a la maternidad como se puede ver en el Bendicional en
su parte primera que trata de las bendiciones sobre las personas.
En toda esta parte llama la atención la riqueza de formularios y su
gran variedad entre los que destaca un largo apartado dedicado
a la familia, que pone de relieve una gran variedad poliédrica
determinada por la posibilidad de elección y de combinación, así
como por la riqueza de textos y la capacidad de adaptación a las
diversas circunstancias.
La bendición de las mujeres tiene un lugar especial, en primer lugar,
en referencia a su maternidad. Ahora la naturaleza de la bendición
no está vinculada a la purificación de la parturienta, sino más bien
se tiene en cuenta el sentido bíblico de la maternidad. Por tanto, se
ve una cierta semejanza con la Madre de Dios (Bendicional, 239-240).
Ello nos permite comprender que nos hallamos ante una bendición
de la madre después del parto que se relaciona con santa María.
Encontramos una rica eucología que valora sobre todo la Palabra
de Dios en la que se inspira.
Si hacemos una comparación con el Ritual Romano promulgado
por Paulo V en 1614 en su última edición de 1952 bajo Pío XII, la
mayoría de las bendiciones se referían a la realidad del cosmos,
mientras que el Bendicional actual privilegia las personas, en con-
creto la familia y sobre todo a la madre.
7. A modo de conclusión
La Iglesia ha privilegiado en su variedad la bendición de la mujer.
Y lo ha hecho con una gran variedad de bendiciones según su
tipología y diversidad. Y no es una realidad nueva, sino que hunde
sus raíces en la misma acción litúrgica. Desde cuando tenemos
referencias a celebraciones, allí hay una bendición de la mujer en
su variedad y en su riqueza.
Por tanto como dice la constitución conciliar de liturgia:
174 Juan Javier Flores Arcas
Más tarde descubrí que lo que aquellas mujeres pedían a gritos era
visibilizar su condición de «sujetos participantes» de la celebración
porque se sentían también instrumentos de Dios para hacer reali-
dad lo que la palabra dice. Me sumé con ilusión al descubrimiento
de la Eucaristía como celebración del misterio pascual en la que
ya no sería más una receptora de la representación.
Ya en Barcelona, en todos los grupos y parroquias, se estudiaban los
textos conciliares. Queríamos penetrar en el sentido de aquello que
celebrábamos y preparábamos las Eucaristías con sumo esmero;
éramos capaces de imaginar la celebración según las personas y
lugar de los encuentros, como signo de lo que debía ser la Eucaris-
tía en una parroquia: el encuentro de la gran familia cristiana que
celebraba y compartía su fe. Pasado el tiempo de efervescencia, nos
dimos cuenta de que apenas nada había cambiado. Se había tocado
el techo de lo posible. Las mujeres seguíamos siendo espectadoras,
pero más activas. Nuestras esperanzas se esfumaron. El templo no
era el lugar donde la comunidad da gracias a Dios por el don de
la vida expresada en su propio Hijo, sino el lugar del cumplimiento.
Resumiendo, en cincuenta años creo que ha habido una línea ascen-
dente de ilusión, euforia y esperanza, acompañada en muchos
casos del deseo de desclericalización; un aburrido estancamiento
en la rutina de lo conquistado y, finalmente, una marcha atrás
expresada con posturas anacrónicas y cada vez más clericales que
se manifiestan en los gestos y en la palabra (homilías). Los laicos
podemos jugar un papel en la representación, pero solo aquel
que se nos permite. Era necesario llegar a este punto de crisis
para plantearse de nuevo la participación real de las mujeres (y
los hombres) en la liturgia, que es un reto de la propia pastoral.
Con una diferencia, muchos de los hombres y mujeres que hemos
permanecido, nos hemos formado.
La distancia que percibo en el enunciado creo que tiene su fun-
damento en distintos elementos. El primero es una cuestión de
fondo: las mujeres, que somos mayoría, sentimos que no es justa
ni evangélica la situación de «minoría de edad» que nos excluye
de los ámbitos de toma de decisión, no hay una igualdad real, no
contamos, somos invisibles. Se habla de nosotras, pero sin nosotras.
¿Qué espacio de diálogo nos cabe esperar?
Puntos de vista 183
2. La transición litúrgica
Hasta los años sesenta del siglo xx, la vida en estas poblaciones
había estado marcada por el régimen de cristiandad. Desde enton-
ces hasta los ochenta, aproximadamente, además de los enormes
cambios políticos, sociales y culturales que afectaron a la manera
de vivir la fe cristiana en España, se produjo el gran cambio en la
forma de celebrar, que los mayores recuerdan muy bien. Se pasó
de una situación en la que el sacerdote, ayudado por los mona-
guillos, lo hacía prácticamente todo en la celebración, incluso leer
las lecturas, a otra situación en la que era posible y conveniente
involucrar a otras personas, para lo que se hacía necesaria mucha
voluntad por su parte y cierta preparación litúrgica.
Desde el principio de mi ministerio, vi los frutos del trabajo paciente
de mis predecesores, los párrocos que habían elegido y preparado
durante años a determinados laicos como colaboradores en las
distintas funciones de la liturgia reformada. La mayor parte de
esas tareas las asumieron mujeres, dispuestas a dedicar una parte
considerable de su tiempo a colaborar para que la Iglesia realizara
eficazmente su misión pastoral y evangelizadora. Algunas de ellas
me han explicado cómo llegaron a asumir tales funciones y cómo
las viven. Así es como he podido redactar estas páginas.
4. El cuidado de la sacristía
En las parroquias siempre hay al cargo de la sacristía una o varias
personas –en promedio resultan ser el doble de mujeres que de
hombres– que preparan todo lo necesario para las celebraciones.
Pero no siempre ha sido así: en el pasado, cuando la mayoría de los
pueblos contaba con un sacerdote residente, generalmente era él
mismo quien se encargaba. Además, el lavado de los purificadores
y manteles y otras tareas relacionadas con la sacristía las solían
realizar las hermanas o madres de los sacerdotes, que vivían con
ellos. A partir de los años sesenta, con el éxodo rural y la escasez
vocacional, en los pueblos donde deja de haber sacerdote, a algu-
nas mujeres de la parroquia se les van encomendando aquellas
tareas, además de otras como el rezo del rosario y dar las señales
de campana para la oración a lo largo de la jornada.
En la actualidad, la función de la sacristana es muy importante para
la buena marcha de los actos de culto en las parroquias, incluso
para poder mantener los apretados horarios del cura rural, que
debe recorrer muchos kilómetros de pueblo en pueblo los domin-
gos por la mañana y los sábados en las cortas tardes de invierno.
La sacristana sabe preparar los ornamentos y todos los objetos
necesarios para la celebración antes de que llegue el sacerdote.
Suele aprender lo que tiene que hacer cada vez consultando el
calendario litúrgico-pastoral o lo sabe ya por su propia experiencia.
Y el sacerdote puede estar tranquilo también cuando termina la
celebración y se marcha, porque la sacristana recogerá todo.
Otras tareas surgen a lo largo del año, de las que se encargan nor-
malmente las sacristanas, como la preparación de la corona de
Adviento y del belén, o todo lo necesario para el Triduo Pascual
en los pocos pueblos que se lo pueden permitir. En estas tareas
Puntos de vista 189
5. Las lectoras
En otro de los pueblos, la lectora Tomasa recuerda cómo debutó en
este ministerio tras la reforma litúrgica, cuando aún no se disponía
de los leccionarios definitivos: mientras el sacerdote leía para sí las
lecturas en latín, dos fieles leían en castellano para la asamblea: uno
la epístola y después otro el evangelio. Cuando se produce, por
fin, la transición del latín al castellano y se permite y aconseja que
sean fieles laicos preparados los que asuman la función de leer las
lecturas no evangélicas, son las mujeres las que lo hacen en primer
lugar. De ahí que actualmente, en mis parroquias, ejerciendo el
ministerio de lector predominen las mujeres sobre los hombres,
en una proporción de cinco a uno.
Muchas de las actuales lectoras comenzaron ya en los primeros
años de la aplicación de la reforma, 1969 y siguientes, animadas
por los párrocos, siendo ellas muy jóvenes y sin más preparación
que la recibida en la escuela cuando aprendieron a leer. Entonces
la enseñanza obligatoria terminaba a los 14 años. Algunas de estas
mujeres ya tenían experiencia anterior a la reforma, porque dirigían
el rosario que se rezaba durante la misa. En algún caso recuerdan
que nadie les enseñó la técnica de la proclamación litúrgica de las
lecturas, ni les dio indicaciones rituales de ningún tipo, pero luego
han ido aprendiendo de la observación.
más decididas y atrevidas que los hombres. Son más bien hombres
venidos de la ciudad en tiempo de vacaciones los que se ofrecen para
leer o incluso actuar de acólito.
Es indiscutible la especial sensibilidad de las mujeres para apreciar
la belleza de los ornamentos, los vasos sagrados y el ambiente cele-
brativo (flores, manteles…) y para fijarse en los detalles. Por eso ellas
están muy pendientes de la pulcritud y decoro de la celebración, y
se ofrecen para lavar, coser, planchar o limpiar lo que se necesite.
8. La motivación
¿Qué es lo que ha movido y mueve a determinadas mujeres a
encargarse de algún ministerio litúrgico en la iglesia de su pueblo?
Ellas han dado varias respuestas. En primer lugar, por espíritu de
servicio, como realización en su propia parroquia del deseo de servir
a la Iglesia. Además, estas mujeres suelen tener gran interés por
recibir formación litúrgica y por transmitir a otras lo aprendido.
En segundo lugar, el compromiso. Continúan la tarea que apren-
dieron hace muchos años, a veces en la infancia, y que se han com-
prometido a cumplir de manera estable. Por ejemplo, Mariángeles
empezó con 12 años a leer las lecturas hace 40 años, cuando el
párroco se lo pidió, porque hasta entonces ningún laico lo había
hecho. Hoy ella sigue colaborando como lectora y en otras funcio-
nes, con gran disponibilidad, y sin ningún afán de protagonismo.
Finalmente, lo consideran como una verdadera vocación y un don
que han recibido. Adoración se lo atribuye a la Virgen del Rosario,
de su pueblo. Le gusta vestir su imagen para la fiesta o la novena y
entrar a menudo en la iglesia para hacer oración. Ella reza el rosario
diariamente, escucha Radio María y ve la misa en la televisión o
por Internet. Aunque, como madre de familia numerosa, siempre
tiene muchas cosas que hacer en su casa, nunca le ha faltado tiempo
para dedicarlo a la Iglesia.
9. Conclusión
Muchas mujeres de las parroquias rurales, con una entrega admira-
ble, mantienen viva la llama de la fe que recibieron y que se celebra,
192 Puntos de vista
Matías Augé
Con el gesto del lavatorio de los pies a los discípulos Jesús hace
visible la lógica del amor y del servicio que ha guiado su vida
hasta la muerte en cruz. Además, este gesto realizado por Jesús es
también fundamento de un estilo eclesial. La comunidad cristiana
es enviada a recorrer el camino del servicio: «también vosotros
debéis lavaros los pies los unos a los otros» (Jn 13,14).
La liturgia romana no introdujo el lavatorio de pies, situándolo
en el marco del Jueves Santo, hasta el segundo milenio, como
testimonia el Pontifical Romano del siglo xii, donde aparece tras
las vísperas. La liturgia de la Curia Romana del siglo xiii recoge
este rito de forma abreviada, que pasa después al Misal Romano
de Pío V, en su primera edición de 1570, donde se realizaba fuera
de la misa durante la tarde. Destaca que la rúbrica de este Misal
no se preocupa de la dimensión mimética de lo que Jesús hizo. En
efecto, la liturgia no habla de «doce» personas a las que lavar los
pies; simplemente dice:
Post denudationem altarium, hora competenti, facto signo cum tabula,
conveniunt clerici ad faciendum mandatum. Maior abluit pedes minoribus:
tergit et osculatur…
Téngase en cuenta que se trata de un gesto realizado sólo entre los
miembros del clero. A este propósito recuerdo que la liturgia es
en general más anamnética que mimética: hace memoria de los
gestos del Señor interpretándolos en un contexto ritual amplio.
Con la reforma de la Semana Santa llevada a cabo por Pío XII en
1955, el lavatorio de pies se colocó tras la misa in cena Domini. Así
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