Pasión Por El Reino
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Pasión Por El Reino
ÍNDICE
PRÓLOGO.
CAPÍTULO I:
PROBLEMÁTICA DE LAS PREFERENCIAS Y RENUNCIAS HOY. . . . . .
1. La disminución del número de las vocaciones en el mundo desarrollado.
2. Frecuentes abandonos.
3. Crisis de identidad.
3.1. Factores personales.
3.2. Factores sociales.
3.3. Factores religiosos.
CAPÍTULO II:
IDENTIDAD Y RELEVANCIA DE LAS RENUNCIAS EN LA VIDA RELIGIOSA
1. ¿Qué es lo que justifica las renuncias que se asumen en la vida religiosa?
CAPÍTULO III:
PREFERENCIAS Y RENUNCIAS EN FUNCION DEL REINO
1. Consagración y misión.
2. Del "voto" a los "votos".
3. Testigo histórico de los valores del Reino.
CAPÍTULO IV:
PREFERENCIAS Y RENUNCIAS DE LA OBEDIENCIA POR EL REINO . . .
1. Un mundo secular que ha de ser evangelizado.
2. El religioso "especialista" del Dios del Reino.
3. Disponibles para ser enviados a las "periferias".
CAPÍTULO V:
PREFERENCIAS Y RENUNCIAS DE LA CASTIDAD POR EL REINO . . . .
1. Un mundo que busca la "liberación sexual" y que ha de ser evangelizado .
CAPÍTULO VI:
PREFERENCIAS Y RENUNCIAS DE LA POBREZA POR EL REINO
1. Las malas noticias del mundo opulento.
2. El cristiano constructor de la utopía del Reino.
3. Los religiosos empobrecidos por el Reino.
"¿Acaso no está el hombre en la tierra cumpliendo un servicio? ¿Quién hay que guste de las
molestias y trabajos? Tú mandas tolerarlos, no amarlos. Nadie ama lo que tolera, aunque ame
tolerarlo. Porque, aunque goce en tolerarlo, más quisiera, sin embargo, que no hubiese qué tolerar.
En las cosas adversas deseo las prósperas, en las cosas prósperas temo las adversas. ¿Qué lugar
intermedio hay entre estas cosas, en el que la vida humana no sea una lucha? ¡Ay de las
prosperidades del mundo, pues están continuamente amenazadas por el temor de que sobrevenga
la adversidad y se esfume la alegría! ¡Ay de las adversidades del mundo, una, dos y tres veces,
pues están continuamente aguijoneadas por el deseo de la prosperidad, siendo dura la misma
adversidad y poniendo en peligro la paciencia! ¿Acaso no está el hombre en la tierra cumpliendo
sin interrupción un servicio? Pero toda mi esperanza estriba sólo en tu muy grande misericordia"
PRÓLOGO
La vida religiosa está llamada a manifestar la pasión por el Dios del Reino y por el Reino de
Dios en cuanto forma de seguimiento de Jesús. La desilusión y la rutina no pueden tener cabida en
ella. Y, si la tiene, se hace necesario sacudírsela a base de recuperar el amor primero. Ese amor
apasionado por la utopía. Mantener el rescoldo de la utopía es la tarea de la vida religiosa en todo
momento.
También en nuestro momento histórico. La vida religiosa tiene vocación de signo histórico. Y
lo que se pide de un signo es que sea significativo y relevante. Por eso, la situación en que se ha
de desarrollar la vida de los religiosos no es indiferente para la comprensión de la identidad y la
misión de la vida religiosa.
Vivir en situación es para la vida religiosa una posibilidad y un límite. Una posibilidad de
expresar ahí su pasión, sus preferencias y sus renuncias. Un límite, porque jamás será suficiente el
hoyo de la situación para meter en él el mar de la utopía.
Al ponerme a escribir esta pequeña aportación soy bien consciente de esta limitación. En
este sentido, no trato de hacer más que una pequeña aportación, sin pretensiones de agotar el
tema. Menos aún en tan breve espacio. Trato de que sea nada más -y nada menos también- que
una pequeña reflexión, que ayude a vivir a los religiosos y religiosas que me quieran seguir en la
lectura hasta el final.
Trato de que sea una reflexión. Pero aquí tengo que reconocer otra limitación. Esta de tipo
personal. La vida religiosa es vida. Lo que se intenta reflexionar es acerca de la vida. Aquella es un
acto segundo, que depende del acto primero de ésta. Y aquí es donde me encuentro más limitado.
Porque la vida, que me sirve de acto primero, no llega a ser del todo coherente y me la vivo entre
conflictos y contradicciones internas y externas. En este sentido, he tratado de escribir lo que hay
en mi corazón antes que en mi vida y en la vida religiosa tal y como la percibo.
He partido de un análisis de la crisis, que todavía hoy aqueja a la vida religiosa (I), para
centrarme en su identidad y relevancia (II) de cara a la misión (III). Después, he tratado de ver
cómo se encarna todo esto en la obediencia (IV), la virginidad (V) y la pobreza (VI).
Termino de escribir esta reflexión en el día de la Visitación de María. Ella vivió plenamente la
pasión del Reino, siendo portadora de salvación. Ella afirmó su vida en el Dios del Reino, que
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, que a los hambrientos los colma de
bienes y despide vacíos a los ricos. Su sí al Dios del Reino la colocó en el desierto, la periferia y la
frontera. Por eso, se presenta como modelo y ejemplar de la Iglesia en el seguimiento de Jesús. De
toda la Iglesia. También de esa parcela de la Iglesia que es la vida religiosa. A Ella encomiendo mi
vida y la vida de todos los religiosos y religiosas. A Ella encomiendo también esta reflexión.
El autor
CAPÍTULO I
La vida religiosa tiene una larga historia 1. A lo largo de ella ha tenido que ir adaptándose a
las nuevas condiciones vitales y culturales para manifestar su propia identidad. No por simple
deseo de subsistencia o como búsqueda de un narcisismo enfermizo, sino porque necesitaba
aparecer "como un signo preclaro del Reino" 2 en "las cambiadas condiciones de los tiempos" 3. Su
propia identidad le ha reclamado siempre la necesidad de aparecer como un signo vivo. Y también
en nuestro tiempo se le reclama. De tal forma que la relevancia no es para ella cuestión accidental.
La relevancia dimana en ella de la propia identidad y es exigida por esa misma identidad, si es que
no quiere hacerse un jeroglífico de cara al mundo.
Quizá se haya convertido en un tópico decir que la vida religiosa ha atravesado una seria
crisis de identidad en los años que siguieron al Concilio Vaticano II. Pero es verdad, aunque no se
pueda hacer "culpable" al Concilio de esta crisis, puesto que él no hizo otra cosa que "quitar la
cubierta o censura que impedía que el problema se manifestase" 4. La comprensión y la vivencia de
la identidad, de la comunidad y de la misión de la vida religiosa se han visto convulsionadas a
partir de entonces. Convulsión que ha exigido de los religiosos una labor de análisis, de
discernimiento y de conversión tanto en la dimensión personal cuanto en la dimensión comunitaria
e institucional. Y la labor aún no ha concluido.
1cf. J. ALVAREZ GOMEZ, Historia de la vida religiosa, PCl, Madrid 1987-1990, I-III.
2PC.1
3PC.2.
4J.ROVIRA, L'impegno definitivo nella vita religiosa, en "Claretianum" 18(1978)76. El autor
hace un magnífico análisis de la crisis vivida en la vida religiosa a partir del Concilio. He utilizado
ampliamente sus resultados y recomiendo su lectura a los interesados en el tema.
También hoy es necesario el análisis, el discernimiento y la conversión personal y
comunitaria en la búsqueda de la identidad y de la relevancia de la vida religiosa en cada una de
sus facetas. Y, entre ellas, de las renuncias que implican los votos. Hemos de preguntarnos qué
renuncias exigen los compromisos que se asumen con la profesión de la vida religiosa; cuál es el
sentido humano y cristiano de las mismas; y, también, hemos de preguntarnos para qué las
renuncias y a quién benefician. Lo mismo que tendremos que preguntarnos cómo hacerlas
significativas en el contexto en que han de ser vividas.
Afirmar esta necesidad es cuestión de realismo. Especialmente con relación a las renuncias
de los votos. Porque existen síntomas individuales y sociales que ponen en tela de juicio estas
renuncias.
Se pueden hacer diversas lecturas sociológicas de este fenómeno y de las causas que lo
originan. No todas son coincidentes. Pero los hechos son los hechos: en el primer mundo se da una
disminución de ingresos en la vida religiosa. Y esto cuestiona tanto a la vida religiosa como al
primer mundo. A la vida religiosa, porque pone en tela de juicio su relevancia de cara a ser un
signo vivo y atrayente para quienes viven en esta zona geográfica. Al primer mundo, porque, a lo
mejor, con el estilo de vida que propugna se convierte en condición de imposibilidad para que en él
florezcan las vocaciones a una forma de vida que exige renuncias existenciales y radicalidad en el
seguimiento, como concluía recientemente P. González Blasco, después de analizar las condiciones
sociales en las que se enmarca la respuesta vocacional:
"Estamos en una etapa en la que la Iglesia debe aceptar y nosotros debemos también
aceptar, con enorme humildad, la escasez de vocaciones ¿por qué? Porque no es fácil para los
5 Para confirmar esta afirmación basta echar un vistazo a la evolución estadística de estos últimos
años en los diferentes continentes. Cf.J.DOMINGUEZ, Diez años de vida religiosa en gráficas en
"Vida Religiosa. Boletín Informativo" 69(1990)298-302 donde se recogen los datos entre 1978 y
1988. Para los años anteriores, desde 1964 a 1977 puede verse el número del 15 de abril de
1978 de la revista "Testimoni" y los diversos Anuarios Pontificios.
Con posterioridad, tomando los datos del Anuario Pontificio de 1991, J.Domínguez escribe:
"En 1989 los sacerdotes eran 401.479, de ellos 255.240 pertenecientes al clero diocesano y
146.239 al clero religioso. Con respecto al año anterior (1988) esto significa un leve aumento del
0,2% en el clero diocesano, y una disminución del 0,6% en el religioso. El mayor descenso del
porcentaje se dio en América del Norte, seguido de Oceanía y Europa en tercer lugar" (Iglesia de
hoy en "Vida Religiosa. Boletín Informativo" 71(1991)157).
6Cf. B.RUEDA, Lo que atrae o aleja a los jóvenes de la vida religiosa en "Vida Religiosa"
38(1973)323-342; AA.VV., Los jóvenes y la Vida Religiosa, PCl, Madrid 1976. Se acaba de celebrar
en Madrid la XX Semana de Vida Religiosa sobre el tema de la formación para la vida religiosa, en
la que también se han abordado de nuevo estos temas cf. AA.VV., Formar hoy para la vida religiosa
de mañana, PCl, Madrid 1991.
7A.Barrios Moneo, después de constatar la disminución progresiva de los componentes de
ciertas comunidades religiosas, concluía: "El envejecimiento del personal -más que las
enfermedades, las defunciones, los abandonos y los menores nuevos ingresos- invitan a abandonar
muchas empresas apostólicas" (Estadísticas oficiales de la Iglesia en 1987 en "Vida Religiosa.
Boletín Informativo" 69(1990)283).
jóvenes que viven en la sociedad de hoy y en un cierto caos, que nosotros hemos creado, incluso
dentro de la Iglesia, vivir con radicalidad hoy el cristianismo"8.
Ciertamente, no es fácil para los jóvenes del primer mundo vivir hoy con radicalidad el
cristianismo. Nunca y para nadie lo ha sido. Pero quizá hoy los jóvenes encuentren una dificultad
sobreañadida por las condiciones sociales en que viven 9. Y creo que ni la Iglesia, ni la vida religiosa
dentro de ella, se deban contentar con una aceptación -humilde, pero pasiva- de esas condiciones.
Ni mucho menos asumirlas. En ello le va su futuro. Y también su fidelidad al evangelio. En último
término, si hemos sido nosotros quienes hemos creado esa sociedad, que impide vivir con
radicalidad el cristianismo, a nosotros corresponde la tarea de transformarla.
Pero, precisamente por eso, hemos de cuestionarnos cómo hemos de vivir y presentar las
renuncias que implica la radicalidad del evangelio, y cómo hemos de ejercitarnos en nuestra
dimensión profética en orden a remover las condiciones individuales y sociales que impiden la
respuesta vocacional. No se trata de aceptar pasivamente. Más bien, se trata analizar y de
comprometerse tanto hacia dentro de la vida religiosa como hacia fuera del contexto individual y
social en que se vive.
Por eso, hablar de las renuncias de los votos es un reclamo a ahondar en la identidad de la
vida religiosa y a comprometerse en la búsqueda de la relevancia dentro de un contexto individual
y social, que puede haber perdido las condiciones para responder a las exigencias radicales del
cristianismo.
2. Frecuentes abandonos
Se han ido muchos10. Y no es la primera vez que se da una diáspora parecida en la historia
de la vida religiosa11. Sin embargo, los motivos no han sido siempre idénticos. ¿Cuáles son hoy los
motivos del abandono? Creo que la pregunta no es ociosa para el tema de la renuncia. Porque, si
quienes no entran pueden estar motivados por la falta de relevancia que ofrece a su generosidad
el reclamo de las renuncias que exige la vida religiosa, quienes abandonan pueden estar
motivados por la desilusión, que les hace experimentar las renuncias como cargas insoportables,
que han perdido el sentido para ellos. Y, si esto es así, el fenómeno afecta no solamente a los que
se van, sino también a quienes se quedan, que han compartido la vida, el trabajo y ... las ilusiones
con quienes ayer profesaron y hoy abandonan. La vida de quienes permanecen puede quedar
herida. El trabajo puede que llegue a estar mal distribuido. Pero, sobre todo, la ilusión se puede
resquebrajar. Y es que la desilusión es contagiosa. En este sentido, la pregunta por las
motivaciones de los abandonos no es ociosa.
Casi todos los estudiosos del tema han llegado a la conclusión de que estas eran las
motivaciones periféricas y hasta superficiales. Eran la punta del iceberg. Pero, bajo las aguas de la
crisis vivida, había una motivación más profunda y más amplia: había una crisis de identidad. Una
crisis de identidad que hacía que, personas que habían sido excelentes religiosos, de golpe se
sintieran cambiados, como si se abriese para tragarlos el suelo que pisaban.
"La crisis afectivo-sexual es, por consiguiente, una crisis de repliegue, siempre posible, que
aparece automáticamente cuando el religioso ya no se reconoce, es decir, cuando pierde su
identidad"13.
La crisis afectiva no es, generalmente, la causa primordial del abandono de la vida religiosa.
Es, más bien, en la mayoría de los casos una consecuencia de la crisis de identidad, a través de la
cual el religioso experimenta que ha perdido su rumbo y su horizonte. Que se siente
profundamente insatisfecho y vacío de lo que está viviendo. Que ya no le dice nada aquello que
motivó sus más hondos compromisos y la canalización de sus mejores energías... Que se siente
perdido y solo. Que siente nostalgia de lo que dejó al abrazar este estilo de vida. Que le pesan las
renuncias. Y que necesita sacudírselas de encima, porque carecen para él de sentido vital.
Si queremos ser realistas ante el abandono de tantos religiosos, nos tenemos que preguntar
el por qué de esta crisis de identidad, que termina en crisis de sentido y de pertenencia vocacional.
3. Crisis de identidad
Ciertamente las crisis de identidad que sufren los religiosos dependen, en primer lugar, de
las personas que son y de la vida que viven. Su ilusión o desilusión vocacional dependerá, en gran
parte, de factores personales. De sus motivaciones iniciales y de su esfuerzo por cultivarlas. De sus
experiencias vitales a lo largo de su historia vocacional. Pero también de su edad cronológica 14, de
su temperamento y su carácter, y hasta de su estructura psicológica 15.
"ser cristiano significa vivir según Cristo, hacer depender de la verdad de Cristo el sentido de
la propia vida; ser religioso significa llevar a un radicalismo particularmente comprometido la vida
de fe, es decir, la justificación de la propia vida y de toda una serie de estructuras (de pobreza, de
celibato, de obediencia y de vida común, etc.) que de otra forma no serían asumidas en la propia
vida. Esta es la razón por la que el religioso que duda en su fe, siente que el suelo que pisa se le
hunde debajo de sus pies, se siente fuera de la realidad, de la historia, de la humanidad que lo
circunda. Y entonces 'honestamente' se retira; o, si es un posible candidato, deja de pensar en su
12cf.G.PASTOR, Análisis de contenido en los casos de abandono de la Vida Religiosa, PCl,
Madrid 1974, que hizo su estudio en base a los escritos autobiográficos, que se encuentran en los
archivos de la S.C. de Religiosos de Roma.
13J.ROVIRA, op.cit., 83. A esta misma conclusión llegan los estudios sociológicos, que recoge
J.Rovira y que han sido realizados entre los miembros de las comunidades religiosas y de los
sacerdotes, que abandonaron su modo de vida.
14cf.A.GRÜN, La mitad de la vida como tarea espiritual. La crisis de los 40-50 años, Narcea,
Madrid 19903, en el cual el autor, monje benedictino, siguiendo los planteamientos de un clásico de
la espiritualidad como es J.Tauler y del psicólogo C.G.Jung, plantea el problema de la ilusión y del
sentido en lo que los monjes antiguos llamaban "el demonio meridiano".
15cf. L.M.RULLA, Psicología del profondo e vocazione. Le persone, Torino 1975; AA.VV.,
Struttura psicologica e vocazione. Motivazioni di entrata e di abbandono, Torino 1977.
ingreso. Mientras el cristiano laico, que siente vacilar su fe, puede encontrar aún un sentido a la
vida de trabajo o de familia, el religioso, por el contrario, lo percibe como un riesgo inútil para su
vida, carente de sentido, y esto hace que se derrumben los valores hasta el punto de hacerla
insoportable. Escoge el camino más seguro: el mundo, y se va. O, si no se siente con fuerzas para
retirarse (porque es anciano, indeciso, o teme la reacción de los parientes, amigos, Superiores,
etc.) sigue adelante con la ley del mínimo esfuerzo, haciendo de su vida religiosa no ya una
elección de Cristo, sino el resultado de un cálculo: 'Me conviene, visto y considerado todo,
permanecer dentro' con una vida religiosa lo más tranquila y aburguesada posible" 16.
Lo cual no quiere decir que sea un problema individual en el que no intervienen más que
factores individuales. Si es necesario rechazar cualquier forma de espiritualismo o voluntarismo en
la comprensión de la crisis de identidad, también es necesario rechazar cualquier forma de
individualismo, que no tuviera en cuenta el contexto en que vive la persona concreta.
Por eso, es importante situar la crisis de identidad que aqueja a los religiosos y a la vida
religiosa en su contexto social, en el que ha de ser significativa y relevante. La vida religiosa es
una vida situada. Y la situación en la que vive ha de hacerle cambiar muchas de sus posiciones
mentales, estructurales y vitales. Siempre, a lo largo de la historia, se ha dado un proceso de
ósmosis, precisamente porque la vida religiosa tiene vocación significativa dentro de la situación
en que se origina y vive.
Pues bien, como ya dijera hace tiempo J.M.R. Tillard, el contexto en el que hoy se sitúa la
vida religiosa está caracterizado por la aparición de un nuevo tipo de hombre y de un nuevo tipo
de sociedad17. Un hombre nuevo y una nueva sociedad, que significan un reto para la vida religiosa
y para sus componentes18.
En el Primer Mundo el contexto social es el del desarrollo. Pero este desarrollo no es sólo una
realidad socioeconómica inquietante, cuyos efectos se sufren en otras latitudes 19. Este desarrollo
ha ido creando progresivamente en el Primer Mundo una mentalidad y una cultura. Una cultura
16J.ROVIRA, op.cit.,102.
17cf.J.M.R.TILLARD, El proyecto de vida de los religiosos, PCl, Madrid 1974, 24-35.
18cf.M.VIDAL, Hombre nuevo y vida religiosa, en AA.VV, Antropología y vocación, Confer,
Madrid 1971, 15.
19"Según los datos del Banco Mundial, el Tercer Mundo, con el 72 por 100 de los habitantes
del globo (3.500 millones de personas) sólo suma el 15 por 100 del Producto Internacional Bruto;
en cambio, el Primer Mundo, con el 28 por 100 de la población (1.300 millones) dispone del 85 por
100 del Producto Mundial. Según esto, la riqueza media por habitante es 16 veces mayor en los
países ricos que en los países pobres" (COMISION DE APOYO AL TERCER MUNDO DE CRISTIANOS DE
BASE DE MADRID, El Tercer Mundo y España, en "Misión Abierta" feb (1987)72).
laica y secular20, que busca la seguridad en la racionalidad tecnológica 21. Una cultura dominada por
la lógica del máximo de beneficio con el mínimo de costes. Una cultura que ha pasado del
optimismo moderno -que, con la pretensión de encontrar un humanismo autónomo realizador del
hombre, trataba de construir utopías críticas- a un talante posmoderno -que proclama la muerte de
las utopías, el imperio de lo fragmentario, la relatividad de las opciones y el primado de la
subjetividad22. Una cultura del tener y del gozar23, que, en no pocas ocasiones, conducen al vacío
existencial24 y a una apatía, que termina en comodidad y ausencia de compromiso vital. En este
contexto sociocultural se hace difícil proponer las renuncias que implica la vida religiosa. Y, sobre
todo, se hace difícil asumirlas y vivirlas. Carecen de plausibilidad sociológica 25 y provocan la apatía,
incluso para los jóvenes26.
Tanto para el Primer Mundo como para el Tercero se hace necesario justificar las renuncias
que implica la vida religiosa en identidad y relevancia, si se quiere responder al contexto social en
que se han de vivir. De lo contrario, puede que a los religiosos no les falte buena voluntad. Puede
que no les falte espiritualidad. Pero esto no les impedirá sufrir crisis de identidad en su vida
religiosa. Vida que, por otra parte, puede que se torne irrelevante y que no haya quien la quiera
abrazar para darle continuidad.
Ha sido una tarea importante. Y uno de los primeros pasos en el proceso de renovación ha
sido el de buscar la identidad y la relevancia de la vida religiosa no al margen de su identidad
que denota por todas partes vigor y fuerza dialéctica, mientras que la pasividad, la resignación y el
escepticismo de una juventud amorfa que no espera ya nada, que no intenta mejorar nada, que no
tiene impulsos pasionales hacia grandes compromisos o hacia amplios proyectos programáticos
con su Instituto, puede poner, si no a corto, sí a largo plazo, serios peligros para la vitalidad futura
de la Vida Religiosa" (G.PASTOR, ¿Juventud contestataria o juventud escéptica? en AA.VV., Los
jóvenes y la Vida Religiosa, PCl, Madrid 1976, 71-72).
27"En el campo de la teoría económica, el problema que hemos apuntado se explica de
maneras muy diversas: para unos, la pobreza de las naciones se debería a causas que tienen su
raíz en el clima o la cultura peculiar de los países tropicales (escuela de la geografía tropical de
Huntington o Markham, determinismo sociodemográfico de Galbraith, etc.); para otros, no existiría
ninguna especificidad real del Tercer Mundo cuyos países se situarían en un proceso en el que el
subdesarrollo sería sólo una etapa inicial y transitoria (escuela monetarista de Chicago, teoría de
los estadios de crecimiento de Rostow, etc.); por último, otros explican la pobreza de los países
pobres como resultado de una confrontación histórica que se remonta a la etapa colonial y que
situaría al Tercer Mundo bajo la dependencia económica, política y militar de las grandes potencias
industrializadas. Los políticos y economistas del Primer Mundo se encuadran generalmente en las
dos primeras corrientes que hemos descrito; de ese modo, excluyen cualquier responsabilidad o
implicación moral en el subdesarrollo del Tercer Mundo... Los políticos y economistas del Tercer
Mundo se encuadran más frecuentemente en la tercera corriente (teoría de la dependencia) y
tratan de forzar, sin conseguirlo, un Nuevo Orden Económico Internacional (N.O.E.I.)" (CATM DE
CRISTIANOS DE BASE DE MADRID, op.cit., 74-75). De todas formas, hoy no se acepta sin más
reservas críticas en el Tercer Mundo esta "teoría de la dependencia" (cf. CASTILLO-BITAR-TORRES,
Hacia un balance del debate de la teoría de la dependencia, en AA.VV., Teología de la liberación y
realidad chilena, Rehue, Santiago de Chile 1989).
cristiana28, sino a través de ella 29. Se ha llegado a la convicción de que ser religioso es una manera
de ser cristiano. Y desde ahí, se ha hecho necesario depurar la comprensión de la vida religiosa y
las estructuras en que se encarnaba. Cada Congregación se ha ido despojando de ciertas formas
de vida y de ciertas estructuras menos consonantes, convencida de que "ninguna de sus
estructuras tienen un valor absoluto en sí mismas, sino que lo poseen en la medida en que sean
capaces de expresar una realidad cristiana"30. Así se ha renunciado a ciertas formas de ascesis,
que no expresaban una realidad propiamente humana, ni cristiana. El proceso de renovación ha
tratado de hacer al religioso más humano y más cristiano.
Pero hacer al religioso más humano y más cristiano no quiere decir hacerlo más "normal". No
falta quien lo ha entendido así. Y, por eso mismo, muchas veces la renovación se ha quedado en la
práctica reducida a la acomodación. A la búsqueda de la "normalidad" en todo: en la forma de
vivir, de relacionarse, de trabajar, de divertirse, etc. No se cae en la cuenta que aquí se da una
mayores crisis para la vida religiosa. Como afirma certeramente J. Sobrino:
"Si a la vida religiosa le compete una cierta a-normalidad estructural, ésta entra en crisis
cuando se tiende a la normalidad, cuando no está presente ni en el desierto, ni en la periferia, ni
en la frontera. El religioso siente entonces que está en una estructura personal a-normal -la de los
votos- para hacer lo normal, lo que todos hacen. Y se pregunta si no podrá hacer lo mismo
aceptando también la estructura normal del matrimonio y libre decisión.
Esta dificultad es estructural y no creemos que se solucione sólo apelando a la pureza de
intención y al supuesto valor de los votos en sí mismos. Para que la vida religiosa siga teniendo
sentido tiene que basarse en el seguimiento de Jesús y en concentrarse en algo que no sea
meramente lo normal. Cuando esto no sucede, seguirá habiendo buenas personas que hacen cosas
buenas y útiles, pero que se preguntan para qué son realmente religiosos.
Al afirmar que la vida religiosa por su estructura consiste en el seguimiento de Jesús como
norma dentro de cierta a-normalidad, no estamos más que apelando al origen histórico de
prácticamente todas las órdenes y congregaciones, que surgen cuando existe algún desierto,
periferia o frontera para estar presente. Y el peligro de las órdenes religiosas consiste, en virtud de
un carisma mal entendido, en hacer de esos lugares que les dieron origen un cómodo e instalado
centro.
De esa forma se siente una incongruencia profunda entre la estructura a-normal de los votos
y la normalidad del trabajo, del modo de vida, de criterios petrificados. Si en el apostolado y el
modo de vida hay tan siquiera una chispa de locura, los votos serán la expresión de la locura
cristiana de la cruz. Pero si lo que existe en el apostolado y modo de vida es fundamentalmente
acomodo, adaptación, aceptación del cómodo centro, entonces los votos no participarán ya de la
locura cristiana de la cruz, sino que se sentirán, al menos por los más receptivos, como una
profunda división en su conciencia cristiana y psicológica. Y los jóvenes se orientarán hacia otras
instituciones que, supuesta o realmente, representen un reto en su seguimiento de Jesús" 31.
28La vida religiosa, tal como se la entendía antes del Concilio, era un camino más perfecto
que la común vida cristiana. Un egregio moralista católico la presentaba así: "Se dice con rectitud
estado de perfección (a adquirir) aquel modo estable de vivir por el que, situado en él, el hombre
se dedica a conseguir la perfección de la caridad. Lo cual se realiza, si el estado tomado: 1)
contiene de por sí un ejercicio más perfecto de la caridad que la obligación de la común vida
cristiana, es decir, si no se extiende sólo a los mandatos de Dios, sino también a aquello que Dios
mandó como su mejor beneplácito; 2) si tomado ese modo de vida se remueven los impedimentos
de la caridad y su perfección; 3) si ese modo de vida lleva consigo frecuentemente aquellas
ocupaciones que miran al culto divino y a la divina caridad" (A.LEHMKUHL, Theologia Moralis,
Friburgo 190210, I, 293-294). En cambio, estudiando el texto Conciliar, "hay que concluir también
con claridad que la especificidad de la Vida Religiosa no se puede entender desde la santidad o
desde la perfección [...], pues esto es común a todos los cristianos [...] Es un 'peculiar género de
vida' en la Iglesia, que realiza 'según su modo propio' la santidad y los 'consejos' (obediencia y
pobreza) evangélicos" (L.CABIELLES DE COS, Vocación universal a la santidad y superioridad de la
vida religiosa en los capítulos V y VI de la Const. "Lumen Gentium", en Claretianum 19(1979)89-
91).
29Después del Concilio S.M.Alonso escribía: "Hay que volver a las raíces más hondas de la
vida cristiana, para encontrar el sentido, el valor y el alcance de la llamada vida religiosa o
consagrada, que no es algo paralelo o marginal a la misma, sino su 'sustrato' más profundo. De tal
forma que, ahondando en los elementos y principios esenciales y constitutivos de la vida cristiana,
descubrimos la razón de ser y el mejor contenido de la vida religiosa" (La vida consagrada, PCl,
Madrid 1973, 16-17).
30J.SOBRINO, El celibato cristiano en el tercer mundo, Clar, Bogotá 1977, 11
31J.SOBRINO, Resurrección de la verdadera Iglesia. Los pobres lugar teológico de la
eclesiología, Sal Terrae, Santander 1981, 336-337
Este texto me parece muy rico en su contenido. No sólo da razón de la hondura de la crisis
de identidad y relevancia que aqueja a los religiosos y a la vida religiosa. Sino que, además, suscita
una serie de cuestiones importantes para nuestra reflexión posterior: ¿son los votos una estructura
a-normal? ¿qué quiere decir a-normal? ¿por qué hay que vivirlos desde el desierto, la periferia y la
frontera? ¿qué quiere decir que los votos han de expresar la locura cristiana de la cruz? Serán
estas las cuestiones que nos ocuparan en los siguientes capítulos.
3. Después de haber vivido el proceso de renovación ¿qué tareas crees que aun quedan
pendientes? Tomando el pulso a tu ilusión vocacional ¿cuál es tu disponibilidad para vivir en la
anormalidad y el desarraigo, que piden tus votos?
C A P Í T U L O II
La vida religiosa no es más que una manera de vivir la vida cristiana. Es una forma peculiar
de seguimiento de Jesús dentro de la comunidad eclesial. Así lo ha percibido el Concilio 32. Y en esta
misma línea se ha mantenido la teología postconciliar:
"Ser religioso es ser llamado (=vocación) a vivir con Jesús en unión con los otros
seguidores (=comunión), viviendo como él (=consagración, o sea, configuración real
con Cristo en su virginidad-pobreza-obediencia), en orden a hacerle de nuevo visible
entre los hombres y mujeres (=misión)"33.
32"Como quiera que la norma última de la vida religiosa es el seguimiento de Cristo, tal
como se propone en el evangelio, esa ha de tenerse por todos los institutos como regla
suprema"(PC. 2; cf.PC. 5, 8, 13; LG. 42, 43, 44, 46; RC. 31; ET. 1, 4, 12, 16, 17, 23; MR. 10).
33S.M.ALONSO, Votos religiosos (Reflexión Teológica), en APARICIO-CANALS, Diccionario
Teológico de la Vida Consagrada, PCl, Madrid 1989, 1916-1917. En el futuro citaré este diccionario
con las siglas DTVC.
Ser religioso es ser cristiano. Pero serlo no desde la normalidad, sino desde la anormalidad,
ya que "los votos, por su misma estructura, permiten y exigen llevar a cabo la radicalidad del
seguimiento hasta 'regiones' que no son normales... Podríamos decir que los votos permiten y
exigen que el religioso esté presente en el desierto, en la periferia, y en la frontera"34. Y, cuando no
está presente ahí, se suscitan las más hondas crisis de la vida religiosa.
"La crisis de identidad comienza -sociológica, eclesial y teológicamente- cuando
lo que hubo siempre de a-normal, de marginal, de inquietante, en los momentos
'originantes' (y 'originales') de la vida religiosa tiende a ser cooptado por lo que se
considera 'normal' en la sociedad y en la Iglesia, y acaba 'mundanizándose', dejándose
configurar por la mentalidad dominante"35.
Lo que ocurre es que esta anormalidad lleva aparejada consigo la renuncia. Una renuncia
peculiar. Una renuncia que ha de ser, ante todo, una renuncia cristiana. Y una peculiar renuncia
cristiana que trata de recoger los elementos específicos del seguimiento de Jesús tal como se da
en la vida religiosa.
Esta es la primera pregunta a la que tenemos que responder. Y lo es porque la renuncia, que
hace de la vida religiosa una vida "anormal", si fuera injustificable, sería estúpida o, lo que sería
peor, deshumanizante, puesto que supone una cierta negatividad: una pérdida de ciertos valores,
que son valiosos. Minusvalorar o despreciar esos valores sería una estupidez o una perversión, que
manifestaría una deformación o una falta de madurez humana. Uno no puede asumir las renuncias
que implica la vida religiosa, por despecho. Ni tampoco por huída. Si lo hiciera sería un cobarde. Ni
puede mantenerse en ellas, de por vida y en plenitud de ilusión y de creatividad, sin unas razones
que les den sentido.
Esta me parece que es una afirmación importante: si la vida religiosa implica renuncias, para
vivirlas con madurez humana, es necesario asumirlas "por razón de un bien más alto", que dice K.
Rahner. Lo cual quiere decir que estas renuncias no tienen justificación por sí mismas, sino que
encuentran su justificación en el bien al que pretenden servir. Y la pregunta que nos hacemos es,
precisamente, esta: ¿a que bien pretenden servir las renuncias de la vida religiosa?
En sí mismas, por ser renuncias, son negatividad. Son sufrimiento. Pero, sin embargo, como
ya he dicho en otro lugar37, la presencia del sufrimiento en la vida de una persona no tiene por qué
34J.SOBRINO, op.cit., 335. En ese mismo lugar, J.Sobrino explica lo que entiende por estos
tres términos: "Por 'desierto' entendemos que el religioso esté allí donde, de hecho, no está nadie...
Por 'periferia' entendemos que el religioso esté no en el centro del poder, sino allí donde no hay
poder, sino impotencia. Por 'frontera' entendemos que el religioso esté allí donde más hay que
experimentar, según la necesaria imaginación y creatividad cristiana; donde mayor puede ser el
riesgo; donde más necesaria sea la actividad profética para sacudir la inercia en que se vaya
petrificando la iglesia en su totalidad o para denunciar con más energía".
35C.PALACIO, Vida religiosa, en AA.VV., Mysterium Liberationis, Trotta, Madrid 1990, II, 513.
36K.RAHNER, Sobre los consejos evangélicos, en "Escritos de Teología", Taurus, Madrid 1967,
VII, 453-454.
37J.VICO, El dolor: Experiencia humana y experiencia de fe, en AA.VV., Religiosos al servicio
de los enfermos, PCl, Madrid 1982, 69-96; ID., El encuentro personal con Dios en Cristo en la
experiencia del dolor, en AA.VV., Fascinados por Jesucristo. Identidad cristológica de la vida
condenar la existencia a la frustración y a la deshumanización 38. Ni siquiera cuando la situación
que causa el sufrimiento no es elegida voluntariamente, sino que viene impuesta. Importa mucho
la actitud personal del doliente. Y, ciertamente, hay que decir que tanto la desesperanza como la
pasividad resignada son callejones sin salida. En todo sufrimiento se requiere creatividad. Es decir,
se requiere considerar la propia situación como una tarea 39. Una tarea en la que la situación de
sufrimiento, en que está colocado el doliente, puede convertirse, como ninguna otra, en posibilidad
de manifestar su esperanza: el sentido de su vida. Precisamente porque el sentido del sufrimiento
está, como dice V.E. Frankl40, en la manera de abordarlo: en el "por qué" o en el "por quién" se
asume este sufrimiento.
Esto vale para todo tipo de sufrimiento, sea o no libremente elegido. Pero con mucha más
razón para ese sufrimiento libremente elegido que son las renuncias que implican los votos. Los
votos han de ser una plataforma que exprese con toda claridad ese "por qué" y "por quién" se
asumen y se viven.
"El secreto de una gozosa y liberadora existencia consagrada por unos votos,
cuyas renuncias despojan al sujeto de toda seguridad en la vida y le lanzan al riesgo
de una aventura en que se lo juega todo, no está en ningún tipo de ideologías, ni de
ascesis, sino en el descubrimiento y encuentro personal de la figura viviente de Jesús
de Nazaret. Sólo quien encuentra este tesoro y piedra preciosa es capaz de venderlo
todo por conseguirlo. Este es el secreto de que todavía hoy hombres y mujeres
psicológicamente normales y con un porvenir social halagüeño sean capaces de
asumir libremente el compromiso de tres votos que parecen desafiar las posibilidades
humanas.
Y sólo desde aquí cobran sentido las renuncias absolutas de los votos.
Solamente quien ha descubierto a Jesús como el único Amor de su vida, su único
Tesoro y su único Querer, puede renunciar, sin reprimir, al encanto del sexo y del amor
humano, a la fuerte atracción del dinero con el que se puede conseguir casi todo y a la
fascinación de la libertad, entendida como independencia autosuficiente e incluso
deseo de dominio...
No se piense, sin embargo, que dicho encuentro identificador con Cristo viene a
sustituir lo renunciado o a rellenar los huecos humanos del deseo pulsional. Sería
psicológicamente una lectura errónea del 'ciento por uno' evangélico. Es precisamente
sobre esa figura [¿fisura?] abierta, de desinstalación mundana, de despojo de los
religiosa, PCl, Madrid 1987, 174-192.
38Cf. V.E.FRANKL, Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia,
Herder, Barcelona 19875, 95.
39P.LAIN ENTRALGO, Antropología médica, Salvat, Barcelona 1985, 337-338.
40Cf. V.E.FRANKL, El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la psicoterapia,
Herder, Barcelona 1987, 258.
41"Vamos más explícitamente aquí a contraponer, en primer lugar, la renuncia a un deseo
pulsional a la represión inconsciente, con la que la confunden más de uno, siendo así que mientras
ésta es un peligroso proceso defensivo que puede conducir fácilmente a una neurosis, aquélla es la
condición básica de la emergencia de la cultura, del acceso al universo cultural y de su desarrollo
creativo, puesto que posibilita una auténtica sublimación...Es, además, muy importante tener en
cuenta que la represión inconsciente impide el posterior proceso sublimador, mientras que la
renuncia será una de sus condiciones facilitadoras" (A.VAZQUEZ, Votos religiosos. Aspectos
psicológicos, en DTVC, 1928). Recogiéndolas de P.F.Villamarzo ofrece las siguientes definiciones
descriptivas de lo que ha de entenderse por "sublimación" desde el punto de vista psicoanalítico:
"Una función constructiva del yo adulto, llevada a cabo conscientemente por exigencias del
principio de realidad, de la que se sigue un efecto económico parcialmente liberador, con una
eventual derivación de energía en forma sociocultural valorada y psicodinámicamente creativa" (p.
1928); "el más importante de los destinos pulsionales, en el que una parte de la pulsión -sexual,
agresiva o narcisística-, previamente frustrada y no reprimida, se desvía de sus fines y objetos
directamente pulsionales y se dirige espontáneamente hacia nuevos fines socialmente más
elevados (...), a fin de transformarse en las grandes realizaciones del espíritu humano,
especialmente en las de orden artístico, científico y ético-religioso" (p. 1931).
poderes que dominan al hombre, de descentramiento de sí y de riesgo e inseguridad
existencial, donde adviene el nuevo y renacido sujeto consagrado, que ya no se
pertenece a sí mismo, sino a Dios y a sus hermanos; que ya no tiene un lugar de
asiento fijo, ni un hogar, ni un dinero ni siquiera una voluntad propia: desnudo anhelo
de santidad, con un deseo no obturado, sino abierto como una herida o como la boca
del sediento que cuanto más bebe de la plenitud divina -aquí vivenciada siempre
como relativa e incluso frustrante- más sed tiene de Él"42.
Este es el "por qué" y el "para quién" de las renuncias que se asumen en la profesión, que
hace, como decía el Concilio, que
"La tradición de la iglesia -¿es necesario recordarlo?- nos ofrece desde los
orígenes este testimonio egregio de una búsqueda constante de Dios, de un amor
único e indiviso por Cristo, de una dedicación absoluta al crecimiento del Reino...
Desde los primeros siglos, el Espíritu Santo, junto a la heroica confesión de los
mártires, ha suscitado la maravillosa firmeza de los discípulos y de las vírgenes, de los
eremitas y de los anacoretas, lo cual fue ya como un alborear de la vida religiosa" 44.
Desde los primeros tiempos, el rito del bautismo incluía la renuncia (apotaxis) al mundo y al
demonio, es decir, al Antirreino, como condición necesaria para el seguimiento de Cristo en la
Iglesia. Quizá, por eso, cuando la Iglesia se mundaniza, aparecen los movimientos eclesiales de
"huída del mundo", que darán origen al monacato. Si los monjes "huyen del mundo" es para
afirmar con fuerza su identidad cristiana en el seguimiento de Cristo, que dimana de su bautismo,
y que les sitúa en conflicto con las fuerzas del Antirreino, que pueden haberse introducido en el
seno mismo de la Iglesia. Con su renuncia "al mundo" los monjes intentan afirmar el valor del
Reino. Las renuncias son un signo. Tanto que a los primeros monjes se les conoce con el nombre de
"renunciantes" (en griego: apotaxamenoi o apotaktikoi; en latín: renuntiantes). Y tan importante
llega a ser el signo de las renuncias para la vida monástica que, siguiendo al pie de la letra la
máxima evangélica, los monjes llegan a decir: "Si alguno no renunciare a todas las cosas del
mundo, no puede ser monje"45.
La vida de los monjes pretendía ser una vida radical. Trataban de dejarlo todo en un
desarraigo constante y progresivo. Renunciaban a las pasiones y a los vicios. Renunciaban a los
bienes temporales. Renunciaban a las relaciones familiares. Emprendían la separación del mundo
material (anachoresis), que incluía también la expatriación y la itinerancia (xeniteia, peregrinatio),
como signo de un estilo de vida apostólica en el seguimiento de Cristo y la búsqueda del Reino en
el espíritu de las Bienaventuranzas. Pero, además, vivían un fatigoso y ascético trabajo manual.
La renuncia del monje no era renuncia a secas. Era una renuncia que se incluía en un
proyecto de vida -"voto" lo llama Orígenes- de seguimiento e imitación de ese Cristo, a través del
cual se ofrecía a sí mismo a Dios 50. Llamar "voto" a ese proyecto no es indiferente. Será a partir de
esa nomenclatura, como posteriormente se podrán llegar a comprender "los votos" y las renuncias
que implican. Precisamente porque la vida del monje es un proyecto y un "voto", incluirá otros
proyectos concretos y otros "votos" en los que encarnarse. "Votos" que implicarán renuncias. Pero
que no serán renuncias puramente ascéticas. Sino que serán renuncias que indican una
preferencia, que se asume desde la fe y que sólo es comprensible desde la fe, a la que remite de
manera directa.
Por eso precisamente habrá de cambiar, cuando cambien los tiempos y las situaciones que
la hacían significativa de cara al mundo y a la iglesia. No se trata de abandonar las renuncias. Se
trata de que sean significativas de una vida radicalmente evangélica. Y así, la vida religiosa se
seguirá entendiendo a sí misma como un seguimiento radical de Jesús, al que le son inherentes
46Quizá fue una mala comprensión de los plateamientos de Casiano los que más influyeron
en estas desviaciones: "Según Casiano, el monje, para alcanzar este ideal (la pureza total del
alma), se compromete a la abrenuntiatio prima. Consiste en 'despreciar todas las riquezas y bienes
de este mundo'. Se trata de una renuncia exterior: dejar familia, bienes, placeres, etc. Esta
renuncia no basta para alcanzar la pureza del corazón, que es el fin esencial. Se impone la
abrenuntiatio secunda. Por ella 'renunciamos a nuestra vida pasada, a nuestros vicios y a nuestras
afecciones del espíritu y de la carne'. La tercera renuncia se denomina contemplatio o theoría y
'tiene por objeto apartar nuestra mente de las cosas presentes y visibles, para contemplar
únicamente las cosas futuras y no desear más que las invisibles'. Las tres renuncias de las que
habla Casiano son etapas de un proceso más que la condensación de lo que es específico de la
vida monástica" (M.SEDANO, Votos religiosos, en DTVC, 1896-1897).
47CASIANO, Inst., 4,37.
48S.AGUSTIN, De op. monach., 33.
49Cf. B.M.AHERNS, Cruz, en FIORES-GOFFI, Nuevo diccionario de espiritualidad, Paulinas,
Madrid 1983, 314.
50ORIGENES, Homil. sup. Num., 24, 2.
ciertas renuncias51, pero éstas ya no serán las mismas que las que se imponían los monjes. Se
mantiene la identidad, pero cambia la relevancia.
Con esta mirada a los orígenes quizá hemos podido describir cómo se desarrolla esa vida en
la renuncia que caracteriza a la vida religiosa. Pero no todas las cuestiones están resueltas.
Tenemos que seguir preguntándonos. ¿No es la renuncia y la cruz algo que va ligado a toda
vocación cristiana que toma en serio el seguimiento de Jesús? ¿No es toda vida cristiana auténtica
una participación en el misterio pascual de Jesús? ¿Por qué, entonces, decir que la identidad de la
vida religiosa lleva aparejada la renuncia? ¿Qué es lo específico de la renuncia que exige la vida
religiosa al cristiano que la abraza?
Para dar respuesta a estas cuestiones no se puede olvidar que ser religioso es una manera
ser cristiano. Y ha de serlo en el seno de la Iglesia, entendida como comunidad de convertidos.
Ahora bien, la conversión, que se expresa en el bautismo, lleva aparejadas las renuncias.
Para todo cristiano la renuncia es la otra cara del seguimiento de Jesús en su adhesión al Dios del
Reino y en la prosecución de la causa del Reino de Dios. Y lo es por la presencia en el mundo del
Antirreino. Seguir a Jesús, convertirse a Él, viviendo una vida según el evangelio, exige a todo
cristiano la renuncia no sólo intimista y recoleta 52, sino también histórica -tanto individual, como
social y hasta política53- al mal del Antirreino. Exige a todos los miembros de la iglesia aceptar las
51Como botón de muestra baste citar la radicalidad en el seguimiento y su vinculación a la
renuncia, que aparece en la Regla de Francisco de Asís de 1221: "La regla de vida de los hermanos
es la siguiente: vivir en obediencia, en castidad y sin ningún bien que les pertenezca; y seguir la
doctrina y las huellas de nuestro Señor Jesucristo que ha dicho: Si quieres ser perfecto, ve y vende
todo lo que tienes, y da el precio a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; después ven y
sígueme. Si alguno quiere venir en pos de mí, que se renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me
siga; y si alguno quiere venir a mí y no odia a su padre y a su madre, su mujer, sus hijos, sus
hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y cualquiera que deje a
su padre y a su madre, sus hermanos y hermanas, su esposa o sus hijos, su casa y sus campos a
causa mía, recibirá el céntuplo y poseerá la vida eterna" (cit. por J.M.R.TILLARD, op.cit., 448). Tan
connatural será la renuncia en la vida religiosa que se hablará de ella como de un "holocausto". En
este sentido, es clara la postura de Sto Tomás, cuando dice: "Hay holocaustum cuando se ofrece a
Dios todo lo que se tiene... Ahora bien, el hombre tiene tres bienes... El bien de las cosas
exteriores: se lo ofrece totalmente a Dios por el voto de pobreza voluntaria; el bien de su propio
cuerpo: se lo ofrece a Dios sobre todo por el voto de continencia, por el que renuncia a los goces
de la carne; y, en fin, el bien de su alma: se lo ofrece a Dios totalmente por medio de la obediencia,
en la que da su voluntad propia por la que actúa el hombre todas las potencias y hábitos de su
alma" (Summa Theologiae, II-II, 186, 7). Pero también aquí lo importante no es la renuncia, sino el
ofrecimiento a Dios por el que se asume. Cf. es este respecto el interesante recorrido histórico que
hace M.J.SEDANO, El carisma religioso: respuesta a los signos de los tiempos en la historia y hoy ,
en "II Semana andaluza de vida religiosa: vida religiosa y nueva evangelización en Andalucía",
Sevilla 1991, 73-94.
52"La conversión significa una transformación radical de nosotros mismos, significa pensar,
sentir y vivir como Cristo presente en el hombre despojado y alienado. Convertirse es
comprometerse con el proceso de liberación de los pobres y explotados, comprometerse lúcida,
realista y concretamente no sólo con generosidad, sino también con análisis de la situación y con
estrategia de acción. Convertirse es saber y experimentar que, contrariamente a las leyes de la
física, sólo se está de pie, según el evangelio, cuando nuestro eje de gravedad pasa fuera de
nosotros... [En la conversión] no se trata de una actitud intimista y recoleta. Nuestro proceso de
conversión está condicionado por el medio socio-económico, político, cultural y humano en que se
desarrolla. Sin un cambio de esas estructuras no hay auténtica conversión. Se trata de una ruptura
con nuestras categorías mentales, con nuestra forma de relacionarnos con los demás, con nuestro
modo de identificarnos con el Señor, con nuestro medio cultural, con nuestra clase social, es decir,
con todo aquello que traba una solidaridad real y profunda con aquellos que sufren, en primer
lugar, una situación de miseria e injusticia. Sólo así, y no en pretendidas actitudes puramente
interiores y espirituales, surgirá el 'hombre nuevo' de entre los escombros del 'hombre viejo'"
(G.GUTIERREZ, Teología de la liberación, Sígueme, Salamanca 19712, 268-269).
53No debería nadie extrañarse del uso del término "política", que no utilizo en el sentido de
"política partidista". "Llámese al reino de Dios una realidad política o histórico-social, lo importante
es recalcar su dimensión histórica para Jesús. Para él, el reino es 'de Dios', es lo que ocurre en la
historia cuando 'Dios' reina: pero, cuando Dios reina, algo ocurre 'en la historia' que la transforma y
configura de una determinada manera y en contra del antirreino" (J.SOBRINO, Centralidad del reino
de Dios en la teología de la liberación, en AA.VV., Mysterium Liberationis, Trotta, Madrid 1990, I,
487).
consecuencias de la búsqueda del Reino hasta el final, en un mundo trabajado por el Antirreino.
Exige entrar con atrevimiento en ese conflicto que está presente en la situación en que vive el
seguidor. Exige a cualquier seguidor tomar partido y, también, tomar la cruz.
En consecuencia, podemos decir que tomar la cruz en pos de Jesús va ligado a toda vocación
cristiana. Siendo realistas -es decir, haciéndose cargo de la realidad, encargándose de la realidad,
y cargando con la realidad, como decía I. Ellacuría-, hay que reconocer que ser cristiano es vivir en
propia carne el misterio pascual en confianza radical, en esperanza contra esperanza y amor
desmedido, gratuito y compasivo para con las víctimas del Antirreino.
Jesús predica un único evangelio para todos y llama a todos a vivir su misma praxis. Todo
cristiano auténtico percibe en el seguimiento de Jesús el sentido de su propia existencia. Y lo
percibe de tal forma que lo considera como absoluto e irrenunciable. La vida entera se tornaría
vacía sin su presencia. Por eso, ha de estar dispuesto a renunciar a todo en radicalidad, si se
presenta la ocasión, con tal de salvaguardar el seguimiento de Jesús y su opción por Él y por el
Reino.
En consecuencia, podemos decir que, si la renuncia pertenece a toda vida cristiana, de modo
estructural pertenece a ese modo peculiar de ser cristiano que es serlo en el proyecto de la vida
religiosa. En su exhortación apostólica "Redemptionis Donum" afirmaba Juan Pablo II:
"El Maestro de Nazaret indica explícitamente la Cruz como condición para seguir
sus huellas. El que una vez dijo a uno de vosotros: "Sígueme", ha dicho además: "El
que quiera venirse en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame"
(=camine tras mis huellas). Y lo decía a todos sus oyentes. La ley de la renuncia
pertenece, por consiguiente, a la misma esencia de la vocación cristiana. Sin embargo,
pertenece de modo particular a la esencia de la vocación unida a la profesión de los
consejos evangélicos"58.
Aún no hemos concluído. Tenemos que seguir cuestionándonos a fondo sobre este tema. Y
tenemos que preguntarnos: ¿qué significa propiamente que la vida religiosa hace de la renuncia
una estructura en su proyecto vital? ¿Cuál es el origen de una forma de vivir así? Y, sobre todo,
¿cuáles son las repercusiones que esto tiene?
Entre los seguidores del Jesús histórico, podemos decir, generalizando bastante, que los hay
de dos tipos de personas: Unas personas siguen a Jesús y se entregan a la causa del Reino, pero
llevando una vida "normal". La llamada al seguimiento no les cambia sociológicamente su manera
de vivir. Son, por ejemplo, Marta, María, Lázaro, Nicodemo, etc. o aquél a quien Jesús manda a ir a
anunciar a los suyos el Reino de Dios, una vez que le ha manifestado su disponibilidad a seguirle
donde quiera que vaya (Mc.5,18-19). Pero también hay otras personas que siguen a Jesús, y que,
con la llamada al seguimiento, reciben la interpelación a dejarlo todo efectivamente -y no sólo
afectivamente- como condición previa. Esta forma de seguimiento exige la renuncia a todo, como
condición previa. Los que responden a este llamamiento forman ese grupo, difícil de delimitar, que
se ha dado en llamar el "círculo apostólico". Este grupo de personas, no identificable, sin más, con
los Doce, tiene que romper con su forma de vida anterior e instalarse en otra. Se le exige pasar de
la "normalidad" a la "anormalidad" sociológica.
¿Por qué afrontan la "anormalidad" sociológica estos seguidores, mientras otros, a quienes
también se les propone, la rehuyen? Pues creo que la razón es bastante clara: porque hay una
preferencia, además de una renuncia. Prefieren el valor que es Jesús y la causa del Reino. Están
fascinados por Él. Valoran a Jesús más que a su "normalidad" de vida. Por eso asumen la
"anormalidad" del desarraigo. Su renuncia y su desnudez son para ellos el precio de la gracia del
seguimiento. Y, puesto que esa "anormalidad" es vital, es en ese lugar de ausencias en que viven
donde manifiestan y testimonian que Jesús y el Reino llenan su vida. Ellos son su herencia
perpetua. Ellos son el culmen de su esperanza.
Su vida no radica en otra cosa que no sea la fe en Jesús, puesto que han abandonado todo,
es decir, todo lo que, siendo "normal", serviría de apoyo y de sentido a una vida en la que la fe en
Jesús y en su causa hiciera aguas. ¡Bien lo preveía Pedro, cuando le pide a Jesús seguridades y
recompensas por lo que han dejado él y sus compañeros (Mt 19,27-30)! ¡Y bien lo experimentaron
los discípulos ante la precipitada muerte de Jesús! Su vida se sostiene en la fe y nada más que en
la fe. En la fe jugada a una sola carta y en la desnudez de toda "normalidad". Sociológicamente su
vida está estructurada en la "anormalidad" de la renuncia a todo lo que no sea el seguimiento de
Jesús y su causa.
Pues bien, los primeros tiempos del cristianismo testimonian la presencia de profetas
ambulantes, que pretendían, a veces con formas excéntricas, vivir sociológicamente esa misma
forma de vida "anormal"65. Y, aunque "hay una solución de continuidad entre la itinerancia de
cristianos de las primeras generaciones y los ideales monásticos" 66, también anacoretas, cenobitas
y monjes, en general, piensan que con su estilo de vida están dando continuidad a la
"anormalidad" estructural sociológica de la "comunidad apostólica". A imitación de Cristo y de los
apóstoles quieren vivir únicamente para el Reino de Dios y para el Dios del Reino. Es ese
"únicamente" lo que les lleva a apartarse de la "normalidad". Y su retirada tiene una honda
relevancia para una iglesia que puede haberse "mundanizado", ya que manifiesta que aún hay
personas que están dispuestas a jugárselo todo por Jesús y por su causa.
Sea lo que sea de la cuestión histórica, lo cierto es que la vida religiosa ha tratado de vivir en
esta forma el seguimiento de Jesús. Ha tratado de imitar a Jesús y a los apóstoles en su desarraigo.
No ha entendido el seguimiento más que como lo hacía el "círculo apostólico" 67, al que se le
llamaba en la renuncia de todo lo demás. En este sentido, podemos decir que en la vida religiosa el
seguimiento se identifica como seguimiento histórico de Jesús. Por eso, precisamente, se ha de
vivir a través de unas renuncias sociológicas estructurales, que la sitúan en la "anormalidad". Así
es como manifiesta la fe, el amor y la esperanza de quienes la abrazan.
64Ibid., 1620.
65Cf. G.THEISSEN, Estudios de sociología del cristianismo primitivo, Sígueme, Salamanca
1984.
66R.TREVIJANO, Profetas ambulantes, en DTVC, 1441.
67Cf. J.M.R.TILLARD, op.cit., 190-206; en especial 198ss.
Para K. Rahner68 "únicamente en la renuncia se manifiesta lo específico de la fe como
aceptación de la gracia de Dios supramundana" 69. Otras formas "normales" de vivir la fe son
también objetivaciones y manifestaciones de esa misma fe. Pero "pueden tener pleno sentido aun
sin la fe"70. Por ejemplo, el cristiano, que vive su matrimonio desde la fe, tratará de encarnar la fe
en su vida conyugal. Su vida conyugal será la encarnación concreta en el amor humano de su fe y
un reflejo sacramental del amor que Dios ha manifestado por su Pueblo y Cristo por su Iglesia.
Pero, si este cristiano decae o pierde su fe, su vida conyugal seguirá teniendo sentido dentro de la
"normalidad" de los valores humanos. En cambio, uno que ha dejado todo al asumir el evangelio
como causa y pierde su fe (Judas, por ejemplo), ya su modo de vivir, con las renuncias que implica,
carece de sentido. Antes tenía una razón para vivir en la "anormalidad": la fe. Pero perdida la fe, ya
no le encontrará sentido a esa estructura vital de renuncia. La pérdida experimentada de la fe le
hará injustificable su "anormalidad" de vida tanto a sus propios ojos como a los de los demás. Y
buscará la "normalidad" o caerá en el absurdo y en el sinsentido. Ahí encuentran explicación
muchos abandonos de la vida religiosa. Y muchos aburguesamientos también.
Hemos dicho que lo que identifica la vida religiosa es el seguimiento histórico de Jesús en
una estructura vital sociológicamente "anormal". Pero esta afirmación está preñada de
consecuencias para la vida religiosa.
Que la vida religiosa sea "seguimiento histórico" quiere decir, en primer lugar, que ha de ser
un seguimiento que se manifieste en la historia y que tenga repercusiones históricas. En este
sentido, "histórico" se opone a lo puramente "intencional". El seguimiento de Jesús no se hace sólo
en el corazón. No se hace únicamente en las actitudes. Se hace presente también en las manos y
en la historia. Se hace presente encarnadamente en la situación. Lo contrario es espiritualismo. Un
espiritualismo que puede proceder de una equivocada antropología de corte neoplatónico. O bien
68Quizá en su obra quede insuficientemente subrayado el hecho de que la vida religiosa es,
ante todo, una imitación y seguimiento de Cristo (cf. A.RESTREPO, De la "vida religiosa" a la "vida
consagrada". Una evolución teológica, PUG, pro manuscripto, Roma 1977, 419). Pero su reflexión
me parece certera por lo que se refiere a la comprensión teológica del papel de las renuncias que
implica.
69Op.cit., 458.
70Ibid., 463.
de una reductiva comprensión bíblica o teológica 71. La verificación del seguimiento se hace en la
historia, no al margen de ella.
Pero, además, por ser "seguimiento histórico", nunca está hecho definitivamente. Se va
haciendo al ritmo de la historia. Y esto exige del seguidor una mirada atenta y perspicaz para otear
los horizontes de la historia. Supone análisis de la realidad. Y compromiso con ella. Pide agilidad
mental y humana para asimilar la cambiante realidad, sin apegos nostálgicos al pasado, y con
arriesgada confianza en el futuro. En una palabra: el seguimiento ha de situar al religioso
"históricamente" allí donde Jesús esté presente; allí donde estén los intereses del Dios del Reino; y
allí donde se jueguen las bazas del Reino de Dios. Y, esto, en una disponibilidad absoluta como se
lo pide -y se lo facilita también- su estructura vital sociológicamente "anormal".
Si quiere ser fiel a su identidad, cada época ha de "recrear" su propia forma de vida religiosa
en respuesta a estos retos. No sólo, en cada época, sino en cada situación también. E, incluso,
puede que conduzca a los religiosos a un cambio de situación, porque ya no manifiesta -o no
manifiesta suficientemente- su propia identidad. Cada forma de vida religiosa ha de "refundar"
-como dicen algunos- su propia presencia en la historia, respondiendo a cuestiones como: ¿Dónde
está presente Jesús hoy? ¿Dónde están los intereses del Dios del Reino hoy? ¿Dónde y cómo se han
de jugar hoy las bazas para hacer presente el Reino de Dios? ¿Dónde se exige hoy ir desde una
estructura vital sociológicamente "anormal", porque allí no pueden ir quienes viven en una
estructura vital sociológicamente "normal"?
71 Esta espiritualización me parece que está presente, por ejemplo, en S.Blanco, cuando
escribe:"Después de la muerte de Jesús, el seguimiento en sentido material y estricto ya no es
posible; ya no se percibe al maestro desplazándose por los caminos de Palestina, repartiendo
salud y palabras de esperanza, y con la posibilidad de ser acompañado o seguido por un grupo
de hombres fascinados por su persona y su actuación... En consecuencia,... se da un proceso de
espiritualización creciente de lo que en otro tiempo era físicamente constatable; antiguas
acciones se convierten ahora en actitudes; v.gr. el declararse por Jesús ante los hombres (cf Mt
10,32) se transforma y profundiza ahora en la confesión de fe. En este contexto adquirirá un
relieve especial el concepto de imitación y otros semejantes. El creyente no puede seguir
físicamente a Jesús, pero puede y debe apropiarse sus sentimientos y actitudes... La tendencia
generalizada a reinterpretar el concepto de seguimiento no excluye que, en determinados
casos, algunos cristianos intenten prolongar lo más literalmente posible el modo de vida de
Jesús histórico con sus seguidores... Estos datos nos llevan a la clara conclusión de que, así
como ante el Jesús histórico hubo dos modos de responder a su mensaje y al atractivo de su
persona (el de los carismáticos ambulantes y el de los simpatizantes en las comunidades
locales, según la terminología de G.Theissen), así también la iglesia primitiva tuvo dos formas
de reconocer y vivir el señorío del Resucitado, una, más generalizada, de apropiación e
imitación de las actitudes y sentimientos que de él se predicaban, y otra, menos común, de
prolongación literal de su estilo de vida terrena; a esta última modalidad, aun faltándole el
elemento de la presencia física de un Jesús tras el cual se pudiera caminar, dado que intenta
representar 'los comportamientos del Señor', se le puede llamar con bastante propiedad vida de
seguimiento" (pp.1622-1624).
Ya hemos aludido a que el verdadero seguimiento se da no antes, sino después de la Pascua
(cf. nota 30). Por otra parte, ¿es tan claro que ya no se puede seguir a Jesús históricamente y sea
necesario "espiritulizarlo" o "deshistorizarlo"? Jesús, aun después de la Pascua sigue presente en la
historia e incita a tomar actitudes históricas de cara a esa presencia suya (cf. Mt 25, 31-46). Pero,
además, creo que no se puede compartir esa distinción entre "imitación" y "seguimiento". Nos
cuestionamos seriamente: ¿La imitación se reduce a una "espiritualización" en la imposibilidad de
"historizar" y "materializar" el seguimiento?. Así lo entiende nuestro autor. Y no es el único: "Imitar
es copiar un modelo, mientras que seguir es asumir un destino" (J.M.CASTILLO, El seguimiento de
Jesús, Sígueme, Salamanca 1986, 50). En contraposición, certeramente escribe B. Fernández:
"entiendo que no existen razones bíblicas para oponer seguimiento e imitación. Tampoco hay
razones de contenido. No se ve justificada la tendencia a devaluar la imitación para destacar la
originalidad y la fuerza del seguimiento de Jesús. Si aparece como negativa y empobrecedora una
comprensión mimética de la imitación, lo que procede es corregir esa falsa comprensión. Cristo no
es un modelo fijo e inmóvil. Es una persona con su historia y su destino. Imitar no es reproducir
detalles, ni sacar conclusiones de un principio [ni espiritualizar deshistorizando, añadiría yo por mi
parte]; es entrar en el proceso existencial de Jesús, de sus experiencias, sus actitudes y sus
valores. La imitación termina en seguimiento porque 'el modelo' es el Hijo de Dios y el hijo de
María, una persona escatológica e histórica" (B.FERNANDEZ, Seguimiento. Reflexión teológica en
DTVC, p.1625). Y añade: "la categoría de seguimiento-imitación pone de manifiesto el aspecto
dinámico de la existencia cristiana. Cristiano no se es, se llega a ser. Se basa en la experiencia de
la existencia humana como historia y camino y proyecto" (Ibid., not.5).
Cada forma de vida religiosa y cada religioso personalmente han de responder a estas
preguntas. Pero hay una manera de vivir la vida religiosa que quisiera considerar, a modo de
conclusión.
Sería un error considerar la inserción como la única forma relevante de la vida religiosa hoy.
Lo mismo que lo sería hacerla camino exclusivo y excluyente por el que han de transitar esos
seguidores históricos, que son los religiosos de hoy 72. Pero, sin embargo, también sería un error
minimizarla o hacerla ideológicamente "inofensiva", para evitar sus efectos 73, ya que la inserción
es una forma connatural a la vida religiosa. En efecto,
"La vida religiosa, por su naturaleza y por fidelidad a su carisma, se inclina hacia
los pobres. Y, cuando en su interior, se crean estructuras o ella misma crea una
institución que olvida esta orientación carismática hacia los pobres, surgen crisis y
continuos intentos de modificación.
En los comienzos, la vida religiosa buscó el desierto, símbolo del lugar donde
nadie vive. Después buscó las zonas periféricas, lejos de los centros de poder civiles y
eclesiásticos. Ahí están los pobres y marginados. En general, la vida religiosa busca las
fronteras, donde la realidad todavía no ha sido creada y el espacio para la creatividad,
para la fantasía, para la experiencia está abierto"74.
De todas formas, a la inserción no se llega a partir de una doctrina previa acerca de la vida
religiosa, que después se le intente dar cuerpo, haciéndola realidad. Ciertamente, no surge por
generación espontánea. En ella confluyen de manera significativa ciertas comprensiones
teológicas. Sin embargo, como forma de vida, el primado lo tiene la praxis (acto primero), que
72 En este sentido, decía C.Maccise: "La opción preferencial por los pobres ha de ser realizada por
todo religioso, sea cual fuere el trabajo que desempeñamos; por eso hay que distinguir entre
'opción preferencial' e 'inserción'. Ciertamente, no todo el mundo va a la inserción. ¿Qué
significa inserción entre los pobres? Significa ir a solidarizarse con la pobreza de los pobres. La
inserción es como una escalera que tiene cinco peldaños: se va bajando poco a poco.
El primer escalón es asomarse al mundo de los pobres... El segundo peldaño es ir a trabajar allí,
pero viviendo fuera de ese ámbito de trabajo... El tercero consiste en ir geográficamente a vivir
allí, lo cual ya tiene un sentido de solidaridad... Cuarto escalón: una solidaridad creciente, con
las luchas del pueblo, etc. Quinto escalón, la inculturación profunda.
Entonces, una cosa es opción preferencial por los pobres, y otra cosa es inserción. Un hecho nos
clarifica ambas cosas, y qué camino debemos seguir. Los seis jesuitas que fueron asesinados (en
El Salvador) no estaban en inserción, pero habían hecho la opción por los pobres. Desde la
Universidad proclamaban y veían la sociedad desde los pobres; defendieron los derechos de los
pobres e insistieron en ello. No estaban en la inserción. Y los mataron.
¿Qué es lo que hay que hacer? Hubo un primer período en que la inserción se infló tanto que
se decía que era la única forma, que todos los demás apostolados no tenían ya razón de ser.
Entonces vinieron las grandes tensiones dentro de la Vida Religiosa, las comunidades y las
provincias. Después vino un momento en que, después de los fracasos primeros, se llegó a ver con
más moderación. Comenzaron a tolerarse los grupos, después comenzaron a ayudarse y a
colaborar. Y hoy en día la estrategia es: desde cualquier lugar donde uno esté desempeñando el
apostolado, lo que nos debe unificar a todos, desde el que está en una inserción profunda hasta el
que trabaja en un ambiente de universidad o un ambiente elitista, es la opción por los pobres. Si se
hace la opción por los pobres el lenguaje evangelizador tiene que ser idéntico, las opciones tienen
que ser las mismas, el anuncio y la denuncia tienen que coincidir, y entonces hay una comunión de
fuerzas desde una opción a pesar de que se realiza desde diferentes frentes" (C.MACCISE, Profecía
de los religiosos. En la segunda y nueva evangelización de América, en AA.VV., Gracia y desgracia
de la evangelización de América. El Quinto Centenario de los Religiosos, PCl, Madrid 1992, 424-
426).
73Certeramente dice, en este sentido, C.Palacio:"No se puede vivir hoy la vida religiosa en
formas que contradigan frontalmente lo que hay de nuevo histórica y teológicamente en la
inserción. No es la única forma; pero constituye la norma negativa de todas las formas. Es la única
manera de llevar en serio su pretensión de ser una alternativa... Son muchas las maneras de
hacerla inofensiva: continuar considerándola como marginal, periférica, una excepción en fin a lo
que seguiría siendo lo 'normal' de la vida religiosa; aislarla para defenderse de sus efectos,
manteniéndola en un paralelismo suficientemente distante para evitar interferencias; apropiarse
indebidamente de sus intenciones, mutándolas en prácticas que sólo tienen en común con la
inserción un lenguaje desgastado; o retener de la inserción sólo su aspecto de compromiso político
por la liberación. La inserción tiene que abrirse camino a través de todas esas amenazas,
intrínsecas muchas veces al proceso mismo" (op.cit., 535).
74J.B.LIBÂNIO, Liberación, en DTVC, 945.
invita a una reflexión (acto segundo). La inserción no es un camino desbrozado. Es un camino a
desbrozar como camino de conversión75. Y para realizar esta tarea hay que estar inserto. La
"sabiduría" de la inserción no puede adquirirse de otra forma que estando inserto 76. En
consecuencia, no es posible definirla, sino sólo describirla, teniendo en cuenta unas determinadas
constantes77.
Pero la insatisfacción no basta. Ni la inserción surge de ella. Prueba de ello es que otros
encuentran en esa insatisfacción la motivación de su abandono.
Un segundo momento preparatorio puede ser la indignación ética ante el sufrimiento de los
hombres, producido por cualquier causa, pero, sobre todo, el producido por otros hombres. El dolor,
la marginación, la injusticia y la pobreza a la que unos hombres someten a otros, que es objeto del
análisis social, le produce indignación. Pero de ahí tampoco surge propiamente el deseo de
inserción, aunque no se dé sin eso.
Estos momentos pueden preparar la inserción. Pero, en su raíz más honda, la inserción surge
en la vida religiosa del deseo ardiente de vivir el seguimiento de Jesús histórica y radicalmente. En
consecuencia, la pregunta que se formulan los religiosos es: ¿y dónde podemos encontrar hoy
históricamente a Jesús para seguirle radicalmente allá donde quiera que esté?
Sin excluir otras formas de presencia, la vida religiosa inserta responde a esta pregunta con
una sola contestación: Jesús está presente en los pobres (Mt 25,31-46) y ahí hay que seguirle 83.
cubren la opresión y a animar a las víctimas a liberarse de ellos. En otras palabras: los
salteadores del mundo anti-misericordioso toleran que se curen heridas, pero no que se sane de
verdad al herido ni que se luche para que éste no vuelva a caer en sus manos. Cuando esto
ocurre, la Iglesia -como cualquier otra institución- es amenazada, atacada y perseguida, lo cual,
a su vez, verifica que la Iglesia se ha dejado regir por el 'principio-misericordia'. Y la ausencia de
tales amenazas, ataques y persecuciones verifica, a su vez, que la iglesia habrá podido realizar
'obras de misericordia', pero que no se ha dejado regir por el 'principio-misericordia' (Ibid., 42).
Pues bien, es precisamente este "principio-misericordia" el que lleva a muchos en la Iglesia a
la inserción. "Han sido tocados por la miseria y la esperanza de vivir y han dado verdadera
primacía a esa miseria y a esa esperanza. Han cambiado sus ojos para ver este mundo con los ojos
de Dios; han cambiado su corazón para sentir el dolor de este mundo como lo siente Dios. Esto ha
hecho que sus pies -como los de quien anuncia la buena nueva- hayan recorrido caminos
diferentes, los caminos que llevan a los pobres, y sus manos se hayan puesto a trabajar en su
defensa. Esta gran misericordia es la que está detrás de los movimientos de inserción entre los
pobres, en el trabajo por defender los derechos humanos, en las luchas por propiciar la justicia, en
la entrega por crear comunidades vivas" (Ibid., 206). "La inserción entre los pobres, la solidaridad
con ellos, la opción por ellos, es la solidaridad sacerdotal de la Carta a los Hebreos, efecto y causa
a la vez de la misericordia sacerdotal" (Ibid., 208).22
80Ibid., 16.
81Ibid., 46-47.
82Ibid., 195.
83"En la figura del Jesús histórico y más en concreto en su práctica liberadora o forma de
hacer historia, somos invitados a encontrarle de forma preferente en el rostro de los pobres de la
tierra (cf Mt 25,31-46) y a seguirle dejándolo todo (cf. Mt 6,24; 10,37-38; 16,24; Lc 9,57-62; 18,22;
Jn 12,24), para anunciar y hacer presente el reinado de Dios como buena noticia de liberación para
esos mismos pobres (cf. Mt 5,3-12; 11,4-6; Lc 4,16-21; 6,20-23; 7,22-23). Es decir, somos invitados
a ubicarnos en un lugar social y eclesial donde están los pobres y se juega su liberación" (J.LOIS,
Cristología en la teología de la liberación, en AA.VV., Mysterium Liberationis, I, 232).
Aquí es donde se inicia el deseo de la inserción y la opción por los pobres que conlleva 84, y que
supone la concretización renovadora para la vida de seguimiento del religioso 85.
"La opción por el pobre significa, en última instancia, una opción por el Dios del
reino que nos anuncia Jesús. Toda la Biblia, desde el relato de Caín y Abel, está
marcada por el amor de predilección de Dios por los débiles y maltratados de la
historia humana. Esa preferencia manifiesta precisamente el amor gratuito de Dios.
Eso es lo que nos revelan las bienaventuranzas evangélicas; ellas nos dicen con
estremecedora sencillez que la predilección por los pobres, hambrientos y sufrientes
tiene su fundamento en la bondad gratuita del Señor.
El motivo último del compromiso con los pobres y oprimidos no está en el
análisis social que empleamos, en nuestra compasión humana o en la experiencia
directa que podamos tener de la pobreza. Todas ellas son razones válidas que juegan
sin duda un papel importante en nuestro compromiso, pero, en tanto que cristianos,
éste se basa fundamentalmente en el Dios de nuestra fe. Es una opción teocéntrica y
profética que hunde sus raíces en la gratuidad del amor de Dios, y es exigida por ella...
En otras palabras, el pobre es preferido no porque sea necesariamente moral o
religiosamente mejor que otros, sino porque Dios es Dios; a quien nadie pone
condiciones (cf. Jdt 8,11-18) y para quien 'los últimos son los primeros'. Esta
aseveración choca con nuestra frecuente y estrecha manera de entender la justicia,
pero precisamente esa preferencia nos recuerda que los caminos de Dios no son
nuestros caminos (cf. Is 55,8)"86.
A la inserción se llega por la fe en el Dios del Reino, el Dios de Jesucristo, que está interesado
por la vida de los pobres. Y el deseo de inserción se hace fuerte en el religioso a medida que
percibe, de manera orante y vital, este interés del Dios del Reino por la vida del pobre y del
sufriente. Pero en el fondo, de lo que se trata es de buscar a Dios: al Dios del Reino. Y esta
búsqueda de Dios es también inherente a la vida religiosa.
"La vida religiosa se coloca bajo el signo de Dios, de la búsqueda del Absoluto.
Ese Absoluto, ese Dios se hace presente en los pobres de tal modo que el pobre se
convierte en criterio de verificación de la experiencia de Dios. Su ausencia levanta la
sospecha de que de esa experiencia está ausente el Dios de Jesucristo. Por esto, la
vida religiosa en nuestro continente se ha cuestionado sobre la autenticidad de las
formas de vida religiosa, en la medida en que no participan para nada de la vida y
sufrimientos de los pobres e, incluso, prescinden de ellos y los excluyen. Las
experiencias religiosas elitistas caen bajo la sospecha de ser ante todo formas de
autosatisfacción, de placer religioso, más que referencias al Dios de Jesús, pobre y
crucificado"87.
Pero, además, la inserción surge porque se quiere poner a la vida religiosa en la dinámica de
la construcción del Reino, aunque esto la lleve a la asunción de la cruz, cruz que, por otra parte,
tendrá las señas de la identidad cristiana 88. El Reino es la preocupación fundamental de Jesús en su
84"La palabra 'opción' [referida a los pobres] no siempre ha sido bien interpretada. Como
toda expresión, tiene sus límites, pero con ella se quiere acentuar el carácter libre y
comprometedor de una decisión. No es algo facultativo, si entendemos por ello que un cristiano
puede hacer o no dicha opción por los pobres, como tampoco es facultativo el amor que debemos
a toda persona humana, sin excepción. Se trata de una solidaridad profunda y permanente, de una
inserción cotidiana en el mundo del pobre. De otro lado, la palabra 'opción' tampoco supone
necesariamente que quienes la hacen no pertenecen al mundo de los pobres; así es en muchos
casos, pero conviene precisar que los mismos pobres deben también tomar esta decisión"
(G.GUTIERREZ, Pobres y opción fundamental, en AA.VV., Mysterium Liberationis, I, 309)
85"El 'seguimiento de Jesucristo' es, ya en los mismos evangelios, la expresión tradicional de
lo que significa 'ser cristiano'. Con la misma lógica -y no por motivos de superioridad- ésta ha sido
una de las categorías clásicas aplicadas a la vida religiosa... Porque el seguimiento es histórico...
temas como encarnación-inserción, opción por los pobres, compromiso con la construcción (parcial
y fragmentaria, pero real) del reino de Dios en la historia, lucha por la justicia, conflictividad,
martirio, persecuciones y muertes, pero también resurrección, son constelaciones que enriquecen
el tema del seguimiento, concretizándolo. Alrededor de esos temas se va configurando
cristianamente (¡cristológicamente!) el camino concreto de la vida religiosa... La proximidad de los
pobres retrotrae la vida religiosa al corazón del evangelio, despierta en ella una exigencia de
radicalidad y le da 'ojos' para descubrir valores que sólo se pueden mantener vivos desde la
perspectiva de los pequeños" (C.PALACIO, op.cit., 530-531).
86Ibid., 309-310.
87J.B.LIBANIO, op.cit., 950.
misión histórica, como la última voluntad de Dios para el mundo 89. Y los pobres son los
destinatarios de ese Reino 90. Este es el mensaje de las bienaventuranzas, que tensiona histórica y
utópicamente toda la vida cristiana y, en ella, a la vida religiosa. No se trata de espiritualizar este
mensaje de las bienaventuranzas91. Se trata, por el contrario, de vivir la utopía de las
bienaventuranzas, en medio de los conflictos y de las contrariedades, con espiritualidad 92. Se trata,
en último término, de convertir en misión concreta la gracia recibida.
"Estas promesas [las bienaventuranzas] son dones del Señor, fruto de su amor
gratuito, y por ello mismo exigen un comportamiento determinado. Las
bienaventuranzas del tercer evangelista subrayan la gratuidad del amor de Dios que
ama preferentemente al pobre real. Las de Mateo completan esta perspectiva
señalando el requerimiento ético para los seguidores de Jesús que se desprende de
esa iniciativa amorosa de Dios. Se trata de acentos -ambos aspectos están presentes
en cada uno de los dos textos- y de enfoques complementarios. Seguidor de Jesús es
88Se tiene la convicción de que "la cruz de Jesús la abrazamos hoy (cf. Mc 8,34-35) cuando,
siguiendo sus huellas, hacemos nuestra su solidaridad amorosa con los pobres. En la participación
en los procesos históricos de liberación de los pobres-crucificados de la tierra está presente la cruz
de Jesucristo. Sin esa participación la espiritualidad de la cruz puede convertirse 'en estoicismo,
masoquismo, o, lo que es peor, en el álibi para no recorrer el camino a la cruz, creyendo estar ya
en ella. La cruz es... el fin del proceso (el que supone seguir realmente y no de forma meramente
intencional a Jesús). Sin recorrer ese proceso la cruz que se acepta no es necesariamente
cristiana'" (J.LOIS, op.cit., 244).
89"En los sinópticos es central -histórica y sistemáticamente- la relación de Jesús con el
reino de Dios, que definimos aquí formalmente como la última voluntad de Dios para este mundo.
Ese reino y su cercanía es presentado por Jesús como lo realmente último; es lo que configura su
persona en la exterioridad de su misión (hacer historia) y en la interioridad de su subjetividad (su
propia historicidad), y es también lo que desencadena su destino histórico de cruz. Su propia
resurrección es la respuesta de Dios a quien, por servir al reino, ha sido dado muerte por el
antirreino. En otras palabras, para conocer lo específicamente cristiano del reino de Dios hay que
volver a Jesús; pero también, a la inversa, para conocer a Jesús hay que volver al reino de Dios"
(J.SOBRINO, Cristología sistemática. Jesucristo, el mediador absoluto del reino de Dios, en AA.VV.,
Mysterium Liberationis, I, 576).
90"J.Jeremias, por ejemplo, ya afirmaba claramente en 1971 y con cierto matiz polémico,
quienes eran los destinatarios del reino (Teología del NT I, Salamanca 1974). Después de analizar el
anuncio de Jesús y la cercanía del reino dice que con ello 'no hemos descrito aún completamente
su predicación de la basileia. Antes, al contrario, no hemos mencionado su rasgo esencial' (p.133).
Este consiste en el destinatario, que son los pobres. Con gran radicalidad, dice: 'El reino pertenece
únicamente a los pobres... La primera bienaventuranza: la salvación está destinada únicamente a
los mendigos y pecadores' (p.142; subrayados en el original). No se puede hablar con más
claridad. El mismo autor determina lo que son esos pobres citados como destinatarios del reino.
Son los mentados en la primera bienaventuranza de Lc 6,20 y aquellos a quienes se les predica la
buena noticia en Mt 11,5 y Lc 7,23. Jeremias trata de sistematizar el significado de pobres en una
doble línea: los agobiados por el peso de la vida (carácter absoluto de la pobreza material, socio-
económico diríamos) y los despreciados y marginados por la sociedad (carácter relacional de la
pobreza, marginación sociológica). Aunque no sea fácil subsumir en un concepto unívoco ambos
significados, es obvio que pobres significa aquí una realidad histórica, aquellos para quienes vivir
es una dura carga por razones históricas, económicas y sociales. En cualquier caso, los pobres, en
cuanto destinatarios primarios del reino, no lo son por lo que ocurra en su interioridad y
ciertamente no lo son porque simplemente son seres humanos, limitados por tanto" (J.SOBRINO,
Centralidad del reino de Dios, 488-489).
91"Tenemos dos versiones de las bienaventuranzas. El contraste entre ambas es atribuido
con frecuencia a un intento de Mateo por 'espiritualizarlas', en el sentido de convertir en
disposiciones puramente interiores y desencarnadas lo que en Lucas era una expresión concreta e
histórica de la venida del Mesías. No creemos que sea así. Entre otras cosas, porque es innegable
que el evangelio de Mateo es particularmente insistente en la necesidad de hacer gestos concretos
y materiales hacia los demás, en especial hacia los pobres (cf. Mt 25,31-46). Lo que hace Mateo es
considerar las bienaventuranzas en la óptica del tema central de su evangelio: el discipulado. El
pobre espiritual es el seguidor de Jesús, las bienaventuranzas señalan las actitudes fundamentales
del discípulo que acoge el reino y es solidario con los otros... Ser pobre de espíritu es ser discípulo
de Cristo" (G.GUTIERREZ, op.cit., 314).
92"La solución evangélica de las tensiones propias de la inserción -entre la encarnación que
comparte la condición humana y la identidad y santidad cristianas- requiere una espiritualidad.
Esta espiritualidad, en los casos más radicales de inserción (entre los más alejados, los más
pobres, los más 'diferentes) se suele llamar 'espiritualidad de la inserción'. Como en toda corriente
de espiritualidad, ésta se configura subrayando ciertos aspectos de la inserción de Jesús
particularmente significativos en la inserción... En ella, guiados por la fe de la Iglesia, encontramos
aquel que traduce la gracia recibida -que lo inviste como testigo del reino de la vida-
en obras hacia el prójimo, en especial el pobre; discípulo es quien se hace solidario
-incluso 'materialmente'- de aquellos que el Señor ama preferentemente. Por todo ello
es declarado bienaventurado y apto para entrar al reino 'preparado desde la creación
del mundo' (Mt 25,35). Bienaventurados los discípulos, los que hacen la 'opción
preferencial por el pobre'. Entre la gratuidad y la exigencia, la investidura y la misión,
discurre la vida del discípulo. Sólo una Iglesia solidaria con los pobres reales y que
denuncia la pobreza como un mal, está en condiciones de anunciar el amor gratuito de
Dios. Don que debe ser acogido en pobreza espiritual"93.
Así, la vida religiosa inserta se "cristianiza" y se renueva 94. Y, a la vez, re-crea en relevancia
el proyecto de la vida religiosa, porque la hace en la historia testigo de la resurrección.
los valores espirituales que Cristo vivió en su inserción: su intimidad con el Padre, su misericordia,
su solidaridad redentora. En nuestra propia inserción misionera participamos de estos mismos
valores" (S.GALILEA, La inserción en la vida de Jesús y en la misión, Paulinas, Santiago de Chile
1990, 30).
93G.GUTIERREZ, op.cit., 318.
94"La 'cristianización' de la vida religiosa es una consecuencia de la eclesialidad recuperada,
y constituye otro de los temas preferidos por la reflexión. Como vocación en y para la comunidad
eclesial, la especificidad de la vida religiosa no puede ser encontrada al margen de la estructura
común a toda existencia cristiana: conversión, encarnación, muerte y resurrección. 'Cristianizar' la
vida religiosa es volver a descubrir qué significan históricamente para ella estas cuatro
dimensiones" (C.PALACIO, op.cit., 530).
95Ibid., 515-517.
sin luchar para que 'la figura de este mundo' sea 'transfigurada' por el espíritu de las
bienaventuranzas (LG 31)"96.
1. ¿Tu vida religiosa tiene su motivación central en el encuentro con Cristo, por Quien te has
sentido seducido? ¿Te esfuerzas en llenar tu corazón de Cristo como de lo único necesario? ¿Cuál
es, en este momento, el estado de tus motivaciones?
2. ¿En qué se manifiestan éstas en tus opciones, tus actitudes y tus gestos? Después de
tomarte el pulso a todo esto, ¿puedes decir que vives tu vida religiosa en la iglesia y desde la
misión de la iglesia en cuanto denuncia, anuncio y realización del Reino de Dios?
3. ¿Qué tendrías que potenciar y a qué tendrías que renunciar para que tu vida religiosa
fuera más significativa a tus propios ojos y a los de los demás?
Si fueras delegado a un hipotético Capítulo General y te fuera posible, ¿qué pondrías y qué
quitarías en tu Instituto para hacerlo signo vivo del seguimiento radical de Jesús en la
"anormalidad" estructural sociológica?
2. ¿Vuestra forma de vivir en comunidad la vida religiosa resulta un jeroglífico para los
demás o, por el contrario, estáis inquietos y os esforzáis por hacer de ella un signo de los valores
radicales del Reino y una fuente de fe y esperanza para quien se acerque a ella? ¿Qué implica esta
inquietud en la vida de oración, en la disponibilidad, en el análisis de la realidad y en la inserción
en medio de los hombres?
CAPÍTULO III
1. Consagración y misión
La vida religiosa es, ante todo, un modo de vida cristiana. Es una manera de ser cristiano en
la Iglesia. Pero, lo mismo que la Iglesia no es para sí misma, tampoco la vida religiosa es para sí
misma. Es por el Reino y para el Reino.
96Ibid, 531-532.
97S.M.ALONSO, op.cit., 1903.
Y es desde esa "proexistencia", desde esa "entera dedicación a los intereses del Reino",
desde donde mejor se comprende su ser. Es desde la misión desde donde se entiende mejor la
identidad de la consagración y de los votos, ya que
Por eso, desvinculados del seguimiento de Jesús y de la búsqueda permanente y tenaz del
Dios del Reino y del Reino de Dios, que les confieren todo su sentido, tanto la consagración como
los votos se hacen realidades autónomas e independientes.
Esto fue lo que sucedió en otros tiempos. Así se les privó de su mejor contenido. La
consagración se hizo motivo de distanciamiento elitista del resto de los cristianos, para convertirse
en un estado de búsqueda permanente de una santidad, obtenida a través del ejercicio de las
virtudes99. Y "los 'votos' dejaron de ser -al menos, en gran medida- dimensiones de evangelio, para
convertirse en normas de ejercicio ascético y de compromiso jurídico" 100. Se convertían en medios
"removedores de obstáculos" para el fin, que era la perfección. ¡Cuantas disputas se hubieran
evitado en el pasado, si la vida religiosa se hubiera comprendido y vivido desde el seguimiento de
Jesús y para la construcción en el mundo del Reino de Dios en comunión con todo el Pueblo de
Dios!101
98Ibid., 1908. En este sentido decía la Instrucción "Dimensión contemplativa de la vida
religiosa": "La misión de la Iglesia, a la cual los Consejos evangélicos unen de modo especial, no
puede consistir, en efecto, en una actividad únicamente exterior. 'Por su misma naturaleza, su
misión no es otra que la misión de Cristo mismo, continuada en la historia del mundo. Por tanto,
consiste principalmente en participar en la obediencia de Aquel que se ofreció a sí mismo al Padre
por la vida del mundo" (n.6).
99
Cf. nota 28 del capítulo I. Después del Concilio pudo verse que esta comprensión era
completamente inadecuada. "La famosa y desafortunada teoría de 'los dos caminos' para llevar a
la perfección ha perjudicado tanto a vida religiosa como a la vida cristiana, dando pie a una doble
moral: la de los preceptos y la de los consejos. Una moral en 'dos pisos'" (S.M.ALONSO, Vida
consagrada, 160). Claro que, en el piso de abajo estaban los llamados "simples fieles" y en el de
arriba "las almas consagradas". No se tenía en cuenta que "ni el derecho, ni la moral puede ser
categorías primeras para entender el hecho de la vida consagrada según los consejos
evangélicos... La ética del comportamiento religioso y la normativa institucional que adopte la vida
religiosa dependerá de manera decisiva de la forma cómo dicha vida sea entendida desde su
fundamento de totalidad. La normativa deberá ser rigurosamente religiosa ['evangélica', diría yo],
muy distinta de cualquier otra normativa [que no lo sea]. La ética del comportamiento religioso
vendrá regulada por unos principios que tendrán relativamente poco que ver con las normas
derivadas de simples virtudes morales [abstractas]" (L.GUTIERREZ VEGA, op.cit., 223). El Concilio
terminó con esos "dos caminos", reconociendo que "si bien en la Iglesia no todos van por el mismo
camino, sin embargo todos están llamados a la santidad" (LG.32), santidad que es de Dios, que se
lleva a cabo en el seguimiento de Jesús y que tiene su plenitud en el amor (cf. LG. 40).
100S.M.ALONSO, Votos religiosos, 1909.
101Centrada en sí misma, no era extraño que se viera en ella un camino de autosuficiencia.
Lutero, por ejemplo, en su tratado De votis monasticis iudicium de 1521, a pesar de la alta
estima en que tenía a la vida religiosa, criticaba esta determinada comprensión de los votos,
porque veía en ellos un camino de autojustificación legalista, que producía una honda división
entre la "tropa monástica" y el "común de los hombres" (cf. M.LUTHER, Le jugement sur les
voeux monastiques, en Ouvres, Labor et Fides, Genève 1963, III). No le faltaba razón a Lutero, si
se mira a la historia. Basta citar un sólo texto del Decreto de Graciano, entre otros muchos, que
cita un magnífico estudio histórico sobre esos otros "consagrados" que son los clérigos: "Hay
dos clases de cristianos. Una clase es la que está consagrada al servicio divino, a la meditación
y a la oración, y tiene que mantenerse alejada de todo alboroto: son los clérigos y los
consagrados a Dios, es decir, los monjes. La otra clase es la de los laicos" (cit. por I.OÑATIBIA, La
espiritualidad presbiteral en su evolución histórica, en AA.VV., Espiritualidad del presbítero
diocesano secular, CEE, Madrid 1987, 45). Esta división en clases, que se da a lo largo de toda la
historia hasta tiempos bien recientes, tiene múltiples repercusiones para la comprensión y la
vida de la iglesia. No sólo se da un proceso de aislamiento por segregación de los
"consagrados", clérigos y religiosos con relación al resto del pueblo, ya que la "consagración"
-como dice san Gregorio de Nisa- "opera una segregación de la comunidad del vulgo. Esto se
traduce en un estilo de vida para los "consagrados" en el que no vamos a entrar por no
alargarnos. Pero, además, "asistimos, por otro lado, a lo largo de la Edad Media a una progresiva
identificación entre Iglesia y Jerarquía" (Ibid., 44), lo cual "lleva lógicamente a la afirmación del
Tratar de profundizar en las renuncias de los votos, desde esa "proexistencia", que está en la
misma identidad de la vida religiosa, exige que nos hagamos algunas preguntas: ¿Cómo han de ser
entendidos y vividos los "votos" desde la "entera dedicación a los intereses del Reino"? ¿Qué
expresa cada uno de ellos? Y, sobre todo, ¿cuál es su fuerza evangélica y evangelizadora?
Los votos en la vida religiosa no deben ser considerados como realidades autónomas e
independientes. Todo lo contrario, ellos intentan ser una concretización histórica, que intenta
realizar la identidad de la vida religiosa como forma de vida cristiana.
Por ser los votos de virginidad, pobreza y obediencia concretizaciones históricas, no siempre
se han dado juntos los tres, ni sólo los tres, ni siempre de la misma forma 104. Pero, siempre han
tratado de ser expresiones hondas y significativas de ese proyecto histórico de seguimiento de
Jesús, al que, de manera estable, se compromete el religioso 105. Han tratado de ser la forma
clero frente al laicado, con acentos propios en cada siglo... La jerarquía termina por reservarse
todos los poderes en los asuntos eclesiásticos" (Idem), con exclusión de los laicos.
Los tiempos de Lutero ya quedan lejos. Sin embargo, puede que sus críticas sigan
necesitadas de atenta escucha. En lenguaje de análisis social, no hace mucho L.Boff formulaba
estas mismas críticas: "En un largo proceso histórico que puede seguirse, se fue operando un
modo disimétrico de producción religiosa: también se verificó, por decirlo en un lenguaje analítico
(sin pretender connotaciones morales), un proceso de expropiación de los medios de producción
religiosa por parte del clero en contra del pueblo cristiano" (L.BOFF, Eclesiogénesis. Las
comunidades de base reinventan la iglesia, Sal Terrae, Santander 1986 5, 57) y pone, para verificar
su aserto, el ejemplo de la capacidad que tenía el pueblo en la designación de sus ministros.
102EE. 15.
103J.B.LIBANIO, op.cit., 953.
104"Cuando se estudia el sentido teológico de los votos y se quiere tocar fondo sin
detenerse en el aspecto jurídico, se llega a esta disposición interior que suponen de entrega
incondicional por amor. Y a esta actitud general se puede penetrar a través de cualquiera de los
votos cuando se busca su raíz última. Por esto se puede demostrar que cada uno de ellos es el más
importante y que incluye a los demás... Creemos que ninguno de los votos en sí mismo, ni siquiera
los tres considerados como un todo, son suficientes para explicar el sentido de la V.R. Los votos son
sólo indicadores de que existe una corriente profunda que da fecundidad y exuberancia a toda la
vida del Religioso. Es el amor apasionado e incondicional a Cristo que lleva a la identificación con
su persona y su misión y se expresa por medio de los tres votos y de otras mil maneras" (CLAR,
Hacia una vida religiosa latinoamericana. Selección de textos teológicos, Bogotá 1984, 326-327)
concreta en que se plasmaba y tomaba cuerpo histórico esa anormalidad vital sociológicamente
estructural, que caracteriza el proyecto de la vida religiosa.
T. Matura, hace ya algunos años, explicaba estas dos maneras de vivir el seguimiento de
Jesús en la iglesia, de este modo:
Esta forma de entender las relaciones con el mundo y sus estructuras del seglar y del
religioso nos parece certera, con tal de que se evite el espiritualismo y el "angelismo" en la forma
de comprender y de vivir la relación con el mundo de la vida religiosa.
Ciertamente, lo propio y específico del cristiano seglar, sea presbítero o laico, con relación a
las estructuras del mundo es la "secularidad" 108, que nosotros llamamos un proyecto de vida
105"La virginidad, la pobreza y la obediencia son, históricamente, las tres dimensiones más
hondas y significativas del vivir humano de Cristo, expresión y manifestación de su vivirse a sí
mismo en sacrificio, de su desvivirse en amor a Dios y a los hombres todos. A esta donación
perenne y total de Cristo a su Iglesia -sin posible arrepentimiento por su parte- corresponde la
donación total de la Iglesia a Cristo, suscitada en ella misma por el Espíritu Santo. Y esta doble
donación, calificada por Pablo VI como 'absolutísima e irrevocable' (ET 7), se realiza y se explicita
en la vivencia estable y comprometida de la virginidad-pobreza-obediencia. Por esta razón, los
llamados 'consejos evangélicos' no son algo transitorio o circunstancial en la iglesia de Cristo, sino
un verdadero estado, es decir, una condición existencial permanente" (S.M.ALONSO, op.cit., 1903).
106La vida religiosa no es un estado intermedio entre clérigos y laicos, sino que de unos y
de otros son tomados algunos para vivir la vida religiosa (LG. 43, 44). Y lo mismo se puede decir de
la vida secular o seglar. La distinción entre clérigo y laico se hace desde el punto de vista
institucional, que hace que los miembros del Pueblo de Dios ejerzan un sacerdocio ministerial,
propiamente jerárquico, o bien, un sacerdocio común, que funda la vida laical. La distinción entre
religioso y seglar, en cambio, se hace desde el punto de vista del proyecto carismático de vida, que
se configura con relación a las estructuras del mundo.
107Célibat et communauté, Paris 1967, 67-75. Con esta visión coinciden otros teólogos: "Por
laical [-yo preferiría utilizar el término "seglar"-] entendemos el proyecto de vida cristiana que se
afirma sobre el polo incarnatorio intramundano, para desde él vivir nuestra condición de
bautizados en Cristo y confirmados en Cristo, para que la Iglesia cumpla su misión de ser Pueblo de
Dios que crece en el tiempo hasta su consumación. Por religioso entendemos el proyecto de vida
cristiana afirmado sobre la dimensión pascual escatológico del Reino, para expresar, encarnándola,
la dimensión escatológica de la Iglesia entera, con el objeto de que toda la Iglesia camine, camine,
o acierte a caminar, hacia su consumación en el Cristo de la segunda venida" (L.GUTIERREZ VEGA,
op.cit., 105).
108Este carácter secular tiene hondas repercusiones para la espiritualidad del seglar.
También de ese seglar que puede ser el presbítero diocesano secular, como ha puesto de relieve
S.Dianich: "Quizá se debería pensar en una valoración de aquel adjetivo 'secular' con el que
nosotros designamos al sacerdote que no está en un convento, sino que vive sumergido junto a su
comunidad de laicos en medio del mundo. La secularidad de su mismo ministerio, de un Evangelio
a proclamar y narrar con las cosas hechas y por hacer en el mundo, para que se manifieste la
fuerza y la esperanza, determina necesariamente su espiritualidad, de por sí más cercana a la de
los laicos ["seglares", diríamos nosotros] que a la de los religiosos. El comparte con la comunidad
estructurado sobre la normalidad sociológica. A través de él, el cristiano vive apasionadamente su
identidad, recalcando el plano de la encarnación en los valores humanos, para que la comunidad
eclesial cumpla su misión de cara al mundo, en cuanto signo e instrumento de la encarnación en el
mundo del Reino de Dios.
Pero esto no quiere decir que el religioso pueda vivir al margen del mundo y de la historia.
Una comprensión y una vivencia espiritualista y "angélica" de la vida religiosa y de su relación con
el mundo olvida lo que significa ser testigo de la resurrección "precisamente en esta fase terrena
del Reino" con "su presencia en este mundo". Es decir, se olvida el carácter "histórico" de lo que
significa ser testigo de la resurrección. Y este es un olvido imperdonable, porque
de la que es pastor el dinamismo de la misión, y debe ayudar a vivir su sacerdocio por las calles
del mundo sin recluirse por segunda vez en el templo. Una espiritualidad abierta a la secularidad
tiene necesidad de respirar con los pulmones del mundo y no sólo con los de la Iglesia. Para poder
hacerlo es necesario alimentar el sentido de Dios buscando el sentido profundo de la existencia
desde dentro de las cosas, desde los grupos humanos, desde las alegrías y los dramas de las
familias, desde las grandes problemáticas sociales y políticas. Un presbítero que sintiese extrañas
a sí todas estas cosas y no alcanzase a integrarlas en su espiritualidad, no estaría en su puesto
como pastor en una Iglesia que, movida por la dinámica de la misión, es semejante a una casa sin
puertas y sin ventanas, que a través de ella y en ella pasan y se entrecruzan todos los problemas
del mundo" (La espiritualidad del presbítero desde la misión de la Iglesia y su relación con el
mundo, en AA.VV., Espiritualidad del presbítero diocesano secular, 359-360).
109En una terminología bastante clásica todavía decía, hace ya algún tiempo, S.M.Alonso:
"La misión específica del religioso, precisamente en esta fase terrena del Reino, es anunciar y
hacer presentes, de alguna manera, los bienes definitivos del Reino consumado y mantener vivo
en la conciencia de sus hermanos el sentido de la transcendencia del Reino de Dios sobre todo lo
humano y temporal. El religioso vive ya desde la ultimidad del Reino escatológico. Es testigo de su
presencia en este mundo y de su infinita transcendencia, así como de sus exigencias absolutas,
frente a las que hay que estar siempre dispuesto a sacrificarlo todo. El religioso adelanta aquí y
ahora la manera de vivir -en virginidad y en comunidad de amor- que tendremos todos cuando
llegue la consumación final" (Vida consagrada, 116).
110P.G.CABRA, La vida religiosa en misión, Sal Terrae, Santander 1991, 130.
del sinsentido. De este modo la resurrección de Jesús se muestra como algo liberador
ya en la historia"111.
Precisamente en esto consiste la misión evangelizadora del religioso. Una misión que el
religioso hace realidad a través de su proyecto de vida, es decir, de su ser religioso, y no sólo
desde su quehacer.
"Cuanto más transparente y radical llegare a ser este vivir religioso, mayor será
su fuerza evangelizadora. No porque haga más o menos cosas o promueva distintas
obras. Él mismo es su obra principal. Su conversión y autenticidad de religiosos
hablarán por sí solas, atestiguando la verdad del Evangelio. La vida entera tórnase
lengua anunciadora y denunciadora, en la medida de su verdad y transparencia. Para
evangelizar, por consiguiente, no necesita el religioso [en cuanto tal] utilizar un
método catequético, iniciarse en la teología y en la explicación de los misterios
cristianos, ni desempeñar un trabajo misional específico. Fundamentalmente, su
misma vida es evangelizadora por su modo peculiar de ser al poner a Dios y a
Jesucristo como centro de su existencia [en la renuncia a todo lo demás].
Evangelizando así el religioso se hace signo y sacramento de la presencia de Dios y de
Cristo en el mundo que le rodea"112.
2. ¿Las renuncias asumidas han sido preferencias por el Reino de Dios? ¿Te juegas todo a una
sola carta por ese Reino o te reservas algo?
3. ¿Tu vida es auténtica y estás cercano al mundo? ¿Te proteges de la gente para evitar la
exigencia de una mayor autenticidad en tu estilo de vida? ¿Te sientes vocacionalmente vinculado a
los seglares en la realización de vuestra vocación cristiana?
2. ¿Vuestro estilo de vida manifiesta la "anormalidad sociológica" por la pasión del Reino?
¿Estáis en el desierto, la periferia y la frontera? ¿Se puede decir que vuestra comunidad es una
comunidad evangelizada y evangelizadora?
3. ¿Cuál es vuestra relación con los seglares? ¿Os dejáis evangelizar por su testimonio de
vida o los consideráis "cristianos imperfectos" a quienes tenéis que evangelizar, pero de quienes
nada podéis aprender?
CAPÍTULO IV
En el Primer Mundo sobre todo, aunque no exclusivamente, se vive en un mundo secular 115.
Y, si puede haber una comprensión y una vivencia positiva para el creyente de la secularización 116,
opresión" (EE.17).
115La secularización es un fenómeno pluriforme desde el punto de vista sociológico. Por ella
puede entenderse: la desacralización del cosmos, que con la secularización pierde su carácter
sacral y se convierte en mundo autónomo; el declive de la religión, que implica una pérdida de su
identidad y relevancia; la desconexión de la sociedad con relación a la religión, que implica la
aparición de una sociedad laica; la conformidad con el ámbito intramundano, que implica una
instalación en la finitud; o la transposición de las creencias e instituciones sacrales al ámbito
intramundano (cf. J.MARTINEZ CORTES, Secularización, en AA.VV., Conceptos fundamentales de
pastoral, Cristiandad, Madrid 1983, 925-936).
116Esta comprensión y vivencia se apoya sobre la autonomía de las realidades terrenas,
proclamada por el Concilio: "Todo lo que constituye el orden temporal, a saber, los bienes de la
vida y de la familia, la economía, las artes y las profesiones, las instituciones de la comunidad
política, las relaciones internacionales y otras realidades semejantes así como su evolución y
progreso, no sólo son subsidios para el fin último del hombre, sino que tienen consistencia y valor
propio, que Dios les ha dado por sí mismos o como partes del orden temporal" (AA. 7). La base de
estas afirmaciones está en que "por el hecho mismo de la creación todas las cosas están dotadas
que no ha sido suficientemente explorada, en su versión "secularista", la secularización es un
fenómeno que no deja de ser preocupante hoy para el hombre de fe. Porque, en este sentido, la
secularización es la pretensión de una total autonomía del mundo y del hombre con relación a
Dios117. Y lo más preocupante de este fenómeno es que no se trata de algo individual, sino masivo.
Ya decía el Concilio Vaticano II:
Este secularismo puede tener diversos rostros. Puede que a quien se declare "ateo
practicante", se le "considere -como decía no hace mucho F.Savater- representante de una especie
en vías de extinción. En estos días tibios y posmodernos en que vivimos, ni el creyente practicante
ni el ateo practicante son fáciles de encontrar. Se tiende a la timidez del 'sí, pero no' o del 'no sabe,
no contesta'"119. Fácilmente la indiferencia es la nota dominante para unos hombres, para quienes
Dios no es ningún problema preocupante como solución al sentido de la existencia, y para quienes
"ni el creer ni el no creer produce noches de insomnio ni ningún interés serio" 120. De Dios no
sabemos nada, es la conclusión a la que se llega desde diversas posiciones agnósticas 121. Y la
consecuencia es una vida "instalada en la inefable finitud", que diría el viejo profesor, desde su
visión comprometida122. O, lo que sería peor, un "inmediatismo de miras inducido por esa
preponderancia de las metas del bienestar" 123. Dios es sustituido por el ídolo de la racionalidad
tecnológica, en la que lo importante es la maximalización del beneficio, bajo los criterios de lo
rentable y lo productivamente útil.
de una firmeza propia, verdad, bondad, de leyes y orden específicos" (GS. 36). En este sentido,
después del Concilio, certeramente escribía H. de Lubac: "El mito de Prometeo... no es ninguna
historia bíblica. Nuestro Dios es un Dios celoso, pero su celo se diferencia absolutamente del celo
de los dioses de la mitología. Dios no envidia a sus criaturas, ni el fuego, ni cualquier invento
posterior. Al contrario, el señorío y la obra constructiva que comienza con estos inventos
corresponde completamente a su voluntad. El tiempo ha sido dado al hombre para que éste lleve
el orden temporal a su plenitud; y el hombre actúa correctamente cuando pretende salir de
cualquier clase de servidumbre cósmica o comunitaria para adquirirse una existencia más libre y
más humana" (La idea cristiana del hombre y la lucha por un hombre nuevo, en AA.VV., Fe y
entendimiento del mundo, Madrid 1970, 127-128).
117Cf. GS. 36.
118GS. 7.
119Lo que no creo, en AA.VV., Dios como problema en la cultura contemporánea, Ega, Bilbao
1989, 91.
120E.FROMM, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, 150. Y un poco más adelante
advierte proféticamente a los vigías de lo religioso: "La mayor parte de ellos parecen no darse
cuenta de que ese tipo de religión degenera al fin en idolatría, a menos que ellos mismos
empiecen a definir la idolatría moderna y por abrir la lucha contra ella, en vez de emitir juicios
sobre Dios, empleando así su santo nombre en vano, en más de un sentido" (p. 151). Atendiendo
esta advertencia, J.Sobrino considera que "el idólatra no es aquel que comete un lamentable error
noético al categorializar su experiencia transcendental de Dios, sino aquel que invocando a una
divinidad da muerte al hombre. Y el verdadero creyente no es aquel que tiene la dicha de haber
acertado a categorializar correctamente su experiencia transcendental, sino aquel que invocándole
da vida a los hombres" (Resurrección de la verdadera iglesia, 164).
121Este agnosticismo hunde sus raíces en el empirismo, que considera como afirmaciones
con sentido real únicamente las que son verificables o, por lo menos, las no falsables. Para un
conocimiento mayor de esta postura, hoy tan en boga, recomendamos la lectura de N.R.HANSON,
Lo que no creo, en AA.VV., Filosofía de la ciencia y Religión, Sígueme, Salamanca 1976, 27-32. Cf. la
crítica de este planteamiento por ese ateo practicante que es F.SADAVA, Hanson y el agnóstico, en
Filosofía, lógica, religión, Sígueme, Salamanca 1978.
122E.TIERNO GALVAN, ¿Qué es ser agnóstico?, Madrid 1975.
123J.GOMEZ CAFFARENA, Raíces culturales de la increencia, FyS, Madrid 1988, 37.
sino que él además ha creado mi vida, es la fuente de mi vida; y mi vida tiene
necesariamente fuera de ella el fundamento cuando no es mi propia creación" 124.
El hombre quiere ser creación de sí mismo. Y quiere serlo en autonomía. Por eso, ve en la
aceptación de Dios y en la vida religada a su voluntad el principio de la heteronomía infantilizante.
Desde ahí, se hace necesaria la muerte de Dios como condición indispensable para la aparición del
señorío del hombre. El humanismo surge de las cenizas de la religión: un humanismo que había
que fundar en la razón crítica y autónoma.
De todas formas, aquí el problema no es creer o no creer en Dios, sino saber en qué Dios se
cree. Y también para qué Dios se vive y cuáles son las repercusiones en la historia de esta fe y de
esta vida.
Lógicamente, no todos plantearían las cosas así. Por ejemplo, desde posturas posmodernas
este reclamo a Dios sería impensable. Los posmodernos son escépticos tanto con relación a la
razón crítica cuanto a la fe teológica para fundar la esperanza. Pero también ellos son sensibles a
la "práctica de la justicia que no esté ligada a la del consenso" 127. Por eso, podemos decir que tanto
la modernidad como la posmodernidad no plantean ya un problema especulativo y teórico, sino un
problema vital: ¿cómo llegar a un mundo más justo y más humano; y cómo erradicar la injusticia?
Y este planteamiento une al Primer Mundo y al Tercer Mundo. Y también une las inquietudes de la
secularización con algunas formas de hacer teología, porque también desde ella la cuestión es
esta: "toda interpretación y exposición de la historia mundial se halla en el horizonte de la
pregunta por la justicia: ¿o es que van a acabar los verdugos triunfando sobre sus víctimas
inocentes?"128.
124K.MARX, Manuscritos, Alianza, Madrid 1970, 154. Comentando con cierta ironía y sentido
del humor este texto, escribe J.I.González Faus: "En él está el germen no sólo del drama del
marxismo posterior, sino más bien el drama de todo el humanismo moderno, brotado de la
Ilustración, y que, queriendo, con razón, evitar toda dependencia, ha venido a concebir la libertad
como soledad, cuando la libertad es pura comunión. Ese hombre que es fuente de sí y que todo se
lo debe a sí mismo es el hombre solo e inhumano de las sociedades capitalistas, que no conoce ni
la alegría de poder agradecer lo que no se ha pedido ni la de poder compartir lo que no se va a
cobrar. ¿Acaso no deberíamos decir que, si Marx se hubiera tomado en serio sus propias palabras,
no se habría atrevido nunca a regalar un vestido a su mujer, para no hacerla un ser dependiente, ni
a pedirle un beso, para no tener su fundamento fuera de sí mismo...?" (Proyecto de hermano.
Visión creyente del hombre, Sal Terrae, Santander 1987, 67).
125M.HORKHEIMER, Crítica de la razón instrumental, Sur, Buenos Aires 1971.
126M.HORKHEIMER, La añoranza de lo completamente otro, en AA.VV., A la búsqueda del
sentido, Sígueme, Salamanca 1976, 106.
127J.F.LYOTARD, La condición postmoderna, Cátedra, Madrid 1984, 118.
128J.MOLTMANN, El Dios crucificado, Sígueme, Salamanca 1975, 243.
Tenía razón L. Boff cuando afirmaba:
"Tal vez nos hemos perdido en ocasiones en demasiadas accidentalidades. El mundo secular
obliga al religioso a centrarse en lo esencial, superando incesantemente formas o estructuras,
válidas en el pasado, pero no hoy. Y ya hemos dicho cuál sea lo esencial de la vida religiosa: la
vivencia, cultivo y profundización cada vez mayores de la experiencia religiosa como proyecto
fundamental de vida. El religioso deberá ser un especialista de Dios y de la dimensión religiosa-
transcendente del ser humano"129.
El religioso ha de ser un especialista de Dios en el mundo secular 130, pero ¿de qué Dios? Ha
de ser un especialista de la dimensión religiosa-transcendente del hombre, pero ¿cuáles son las
repercusiones históricas de esta dimensión? Y, sobre todo, ¿cómo llegar a ser "especialista" en esa
doble dimensión?
Como todo cristiano, el religioso cree en Dios e intenta organizar su vida de cara a Él. Pero
no cree en un Dios cualquiera. Cree en el Dios de Jesús, que es el Dios del Reino. Su apertura al
Dios, sorprendente y siempre mayor, pasa por el seguimiento de Jesús. Y es en el seguimiento
donde progresivamente va conociendo al Dios del Reino. Ese Dios que es el Dios de Vida. Ese Dios
que es el garante de la vida humana y el que la protege. Aprende que apegarse a Él es apegarse a
la vida y, a la inversa, apegarse a la vida es apegarse a Él, aunque no se sea consciente de ello.
Aprende que, cuanto atenta contra la vida del hombre (personal, estructural o ideológicamente) y
le da muerte, atenta contra Él. Se hace consciente de que dar muerte al hombre, hacerlo sufrir,
marginarlo o reducirlo a condiciones de no-hombre, es atentar contra Él. Es pecado. O idolatría, si
es que se hace en nombre de Dios. Que no se puede dar culto al Dios y Padre de Jesús, levantando
cruces para la humanidad. Que Dios es solidario con quienes son tratados como no-hombres y que
le da el culto debido quien se acerca a ellos en solidaridad, para crear ámbitos de justicia y de
fraternidad. Que Dios es el Antimal, el Antidestino y el Desfatalizador de la historia humana. Que
sufre con la cruz en la que se crucifica a su Hijo y a los hombres todos, que también lo son en Él.
Que es débil, porque asume la debilidad y no interviene desde su poder para cambiar
arrogantemente la historia. Pero que también es fuerte para resucitar a Jesús, ratificando su
itinerario de vida, y fundamentando en él la esperanza contra esperanza de todos los crucificados
de la historia.
Como todo cristiano, el religioso ha de creer en el Dios del Reino. Pero su creer no es un
creer pasivo y quietista, sino una forma de ponerse en el seguimiento, que dinamiza todas sus
energías. El seguimiento de Jesús le adhiere a Él y al Reino, querido por Él, en un proyecto de lucha
contra el Antirreino, convencido de que el Reino aún no ha llegado 131. Es decir, le adhiere a su
voluntad de hacer presente el Reino. Está disponible para secundar esa voluntad de Dios de
instaurar ya aquí y ahora ese Reino, que tendrá su plenitud más allá de la historia. Este es su
alimento, como lo fue para Jesús. Y es que está convencido desde el seguimiento de que ese Dios
ha querido tener necesidad de los creyentes para llevar a cabo la construcción del Reino.
Pues bien, esta disponibilidad efectiva e histórica para ponerse en la dinámica del Reino, en
el seguimiento de Jesús, que intenta secundar la voluntad de vida de Dios sobre los hombres, es la
raíz de la obediencia de todo cristiano. Si en su raíz obediencia viene de ob-audire, que significa
prestar atenta escucha, todo cristiano ha de ser un "oyente de la Palabra", como decía K.Rahner. Y
ser oyente de la Palabra, implica seguir a Jesús en la historia con discernimiento, con análisis de la
realidad y con disponibilidad.
El religioso es también un oyente atento del que es la Palabra: de Jesús. También lo es para
secundar la voluntad de Dios de hacer presente su Reino en el mundo y en la historia, consciente
de que la desobediencia de los hombres engendra el Antirreino, mientras el seguimiento de Jesús
en obediencia crea un mundo de justicia (Rm 5,19) 134.
"El único objetivo tanto del superior como del súbdito ha de ser conocer y secundar la
voluntad salvífica de Dios (P.C.., 14). Y lo mismo se ha de decir de la comunidad de la que todos
son miembros activos y responsables"141.
1. Tu vida religiosa, ¿te estimula a ser testigo de Dios en un mundo secularista, centrando tu
vida en Dios y en su proyecto de salvación para los hombres? ¿Cuántos proyectos haces en tu vida
diaria sin contar con Dios?
3. ¿Tratas de vivir los acontecimientos de la vida como signos de los tiempos y llamadas de
Dios que, confrontados con su Palabra, te piden una respuesta evangélica? Tu adhesión a la
voluntad del Padre, tal como la has percibido, ¿te ha llevado a algún conflicto con tus superiores o
con tu comunidad? ¿Cómo lo has vivido? ¿Qué consecuencias has sacado?
Pero con esto no está dicho todo. Antes de asumirla, hemos de cuestionar cómo
se ha entendido y vivido esta libertad y esta liberación en nuestra sociedad, tal y
como queda expresada en el comportamiento sexual de nuestros contemporáneos.
Tenemos que preguntarnos si el proyecto de liberación, que se encarna en esa
pretendida "liberación sexual", es o no humanizante.
142Cf.E.LEVINAS, Totalitè et infini. Essais sur le exterioritè, Paris 1961 (existe traducción
castellana en Ed.Sígueme).
143Y lo es porque como ya dijera Sto Tomás: "Las criaturas racionales se gobiernan por sí
mismas, las otras, en cambio, en orden a ellas" (Contra Gentes, III, c.112); o, como decía M.Kant:
"un ser racional pertenece al reino de los fines como miembro de él" (Crítica de la razón práctica,
Madrid 19632, 91).
144Pour un temp d'Apocalypse, en "Esprit" 15(194715.
145Con optimismo indiscutible decía el Concilio: "Creyentes y no creyentes están
generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función
del hombre, centro y cima de todos ellos" (GS. 12). Si se hace un repaso a las nuevas
antropologías, puede observarse que este acuerdo entre creyentes y no creyentes no es tan
generalizado (cf. J.L.RUIZ DE LA PEÑA, Las nuevas antropologías. Un reto a la teología, Sal Terrae,
Santander 1983).
146"De ahí [de la libertad] la singular condición en que se encuentra el hombre para realizar
su vida. No responde directamente a las cosas sino salvando la distancia que le separa de ellas,
yendo del 'ser' a las 'cosas' que son. Esta respuesta no es ya una reacción: es una marcha, la
realización de un proyecto. En él decide el hombre lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo.
Las potencias producen sus actos siempre de la misma manera; pero entre aquéllas y éstos media
'lo que se quiere hacer'. Mientras que en el caso del animal se trataba simplemente de las
condiciones de su ejercicio, aquí se trata de algo previo y más radical: el sentido de lo que se va a
hacer. Con ello, los actos humanos son, rigurosamente hablando, 'sucesos': realización o malogro
de proyectos" (X.ZUBIRI, Naturaleza, historia, Dios, Editora Nacional, Madrid 19553, 292).
Si estamos atentos a las manifestaciones sociológicas con las que aparece
muchas veces la sexualidad, desde los primeros momentos de esta pretendida
"liberación sexual", podremos percatarnos del proyecto de hombre que hay detrás.
El arte de la humanización de la sexualidad está en ser expresión del arte de amar. Amor
que no se confunde con el enamoramiento, ya que, mientras éste es un sentimiento, aquél es una
decisión de fidelidad y entrega de toda la persona a otra persona.
Más aun, se reconoce que el amor erótico, el amor que se expresa a través del ejercicio de la
sexualidad, no es la única forma del amor: el amor es plurifacético y multiforme. De manera que, si
la persona no puede dejar de ser sexuada, como tampoco puede impedir que en su sexualidad,
como forma corporal, aparezca su identidad personal, sí puede renunciar al amor erótico y
expresar su capacidad de amar en otra forma de amor. La renuncia al amor erótico no tiene por
qué ser renuncia al amor. Ni la renuncia al ejercicio de la sexualidad tiene por qué ser represión. La
sexualidad es irrenunciable, porque es parte de esa realidad constitutiva que es el cuerpo -realidad
que no se tiene, sino que se es. Pero sí es renunciable el ejercicio de la sexualidad. De hecho, en
Freud, el "principio de realidad" impone límites al "principio de placer". Y esta "imposición", fruto
de la racionalidad, es la que lleva a la persona no a reprimir, sino a sublimar la energía sexual, en
orden a la construcción de la convivencia, la cultura, el trabajo, etc. La construcción de la sociedad
humana depende para él de esta capacidad de sublimación.
Sin embargo, tratando de concretar este planteamiento, mediante el recurso a las ciencias
sociales, la pregunta que se hacen algunos es la siguiente: ¿está justificada la renuncia, sea cual
154"La permisividad sexual... es un viejo truco que se utiliza frecuentemente para distraer la
atención de grandes sectores de la población y apartarla de problemas sociales, económicos y
políticos de mayor entidad. Desde luego, la focalización del interés público en torno al erotismo
puede servir... para que la opinión no se polarice sobre otros aspectos de la vida, cuya
consideración crítica no conviene al establishment. Esto es quizá obvio, pero no trivial"
(J.L.PINILLOS cit. por M.VIDAL, op. cit., 92)
155Cf. M.NEDONÇELLE, Vers une philospophie de l'amour et de la persone, Paris 1957.
156P.LAIN ENTRALGO, Teoría y realidad del Otro, Revista de Occidente, Madrid 1961, II, 179.
157Cf. M.BUBER, Yo y Tú, Buenos Aires, 1956; M.THEUNISSEN, Der Andere. Studien zur
Sozialontologie der Gegenwart, Berlin 1965; J.B.LOTZ, Ich-Du-Wir. Fragen um den Menschen,
Frankfurt 1968
158E.FROMM, El arte de amar, Paidós, Buenos Aires 1970, 61. En su encuentro con el pobre,
el extranjero, el niño y el hambriento, quien ama fraternalmente recibe -como afirma Levinas
(op.cit., 49)- una llamada a su reconocimiento como "alguien". Una llamada que pide solidaridad
para reconocer su dignidad y promover el desarrollo de sus posibilidades vitales. Y una solidaridad
que exige la superación del plano individualista y asistencial, y la asunción de las exigencias de un
verdadero compromiso político en orden a desarrollar la vida y la calidad de vida (cf. M.VIDAL, La
dignidad del hombre en cuanto 'lugar' de apelación ética, en "Moralia" 8(1980)364-365).
sea el tipo de sociedad que se construya mediante esa sublimación? Y, si la respuesta ha de ser
negativa, entonces nos tendremos que seguir preguntando: ¿está justificada la renuncia en orden a
construir este tipo de sociedad en el que estamos viviendo? Y, si también esta respuesta ha de ser
negativa, entonces la pregunta que se impone es: ¿cuál ha de ser el tipo de construcción social
que justifica las renuncias?159.
También la sexualidad del cristiano refleja y expresa el tipo de hombre que es, sus
inquietudes, sus esperanzas y sus compromisos. También él se sabe llamado a la "liberación
sexual". Y lo sabe porque es seguidor de Jesús, el Liberador:
159Ya K.Marx afirmaba que el amor es "materialista", es decir, "histórico", porque el amor
tiende a materializarse en lo real y, en este sentido, pone en juego toda la "materia humana": los
sentidos, la sensibilidad, el cuerpo, etc. Pero, además, el amor es "materialista", es decir:
"histórico", porque no se puede hablar de él a partir de una definición preestablecida, de una
esencia ideal, sino a partir del entorno social que modela a los hombres concretos que se aman y
que están marcados por sus condiciones de vida, por su historia, por su trabajo, etc. (cf. Ideología
alemana, Grijalbo, Barcelona 1974). Apoyado en este planteamiento de Marx, H.Marcuse, ante la
propuesta de Freud de que la sublimación es el origen de la civilización, se pregunta a qué tipo de
civilización está contribuyendo nuestra sublimación. Y la respuesta, después de un análisis social,
es que nuestra sublimación está contribuyendo a la creación de esta "civilización opulenta" (Eros y
civilización, Barcelona 1968). Y que este tipo de sociedad se manifiesta en la sexualidad de los
hombres, que viven en ella. Sin entrar en las soluciones que él proponía tanto en "Eros y
Civilización" como en "El final de una utopía", sí nos parece certero su planteamiento.
Planteamiento que incluye el que "liberación sexual" se lleve al terreno político y social,
concretando así históricamente el planteamiento del personalismo humanista.
160"Nos encontramos en una época en que la sexualidad está en trance de tomar otro
rumbo; de ahí la lucha, las exageraciones y las situaciones-límite. Es un momento de riesgo donde
los contravalores se hacen más patentes y los valores más auténticos. Así creemos que se ha de
calificar esta hora de la sexualidad en el mundo actual" (M.VIDAL, Ética de la sexualidad, 88).
sexo. La praxis de la filiación y de la fraternidad tienen que conducir al hombre nuevo
para la nueva creación. Seguir a Jesús es proseguir su liberación, cuyo núcleo y
energía es la praxis del amor"161.
El seguidor de Jesús trata de ser ese hombre nuevo, que vive su vida en libertad para el Dios
del Reino y para el Reino de Dios. Sabe que la liberación, en todos los sentidos, se hace en la lucha
contra el Antirreino. Y esto, lo sabe también con relación a la sexualidad, como expresión en la
carne de la utopía del Reino, porque es consciente de que "ningún aspecto de la vida humana
hierve en tantos demonios sin exorcizar como en sexo" 162. Pero sabe también que Jesús ha vencido
al Maligno y él es miembro de una iglesia que tiene la misión, en el seguimiento de Jesús, de
expulsar los demonios con la fuerza y el poder de Dios. Del Dios del Reino. Del Dios Antimal y del
Dios de la Vida. De ese Dios que es Amor y que creó al hombre a su imagen y semejanza, como
varón y mujer. De ese Dios-Amor, que dijo de la sexualidad, tal y como salió en la creación de sus
manos y de su corazón, que era buena 163. De ese Dios que llama al hombre a vivir en la
expresividad de su sexualidad el amor. Ese amor plurifacético y multiforme, que se concreta en el
amor a sí mismo, el amor fraternal, el amor erótico, el amor maternal y el amor a Él.
Todo cristiano, en cuanto imagen de Dios y en cuanto seguidor de Jesús, que es la Imagen de
Dios, se sabe llamado a vivir la libertad liberadora de Jesús. También en la sexualidad. Y
responderá a este llamamiento en la medida en que viva esta libertad liberadora desde el Amor del
Dios del Reino y en la perspectiva utópica de la construcción del Reino de Dios. El seguimiento
convoca a todo cristiano a la utopía del Reino, no al mantenimiento de lo que E. Mounier llamaba
"el desorden establecido". Le llama a una "civilización del amor", como ha reiterado en varias
ocasiones Juan Pablo II. Y esta llamada ha de vivirla también en la expresividad de la carne: en la
sexualidad, de forma que ésta se convierta en expresión del Amor del Dios del Reino y en tensión
hacia la construcción del Reino de Dios. Todo cristiano está llamado a vivir así en el seno de la
comunidad creyente que es la Iglesia. Lo que ocurre es que cada forma de vida lo vivirá a su
manera.
Su desarraigo propio se convierte en una oportunidad para arraigarse entre "las causas
perdidas" donde hay que hacer presente el amor y la esperanza contra esperanza que procede del
Dios del Reino, que ama gratuitamente y sin límites a todos y se ocupa de los pobres, de los
marginados y de todos los que sienten la vida como un peso insoportable. En su sexualidad de
eunuco quiere manifestar el amor de Dios. Su celibato representa el don de dejar una silla vacía
para sentar en ella a quienes no tienen lugar en el mundo. Para ellos guarda el religioso un
rescoldo y un lugar al abrigo de la frialdad en las relaciones interhumanas, de una sociedad
deshumanizada. Su corazón es un volcán que le hace comprometerse en la utopía del Reino y en la
denuncia del Antirreino. Para él lo importante no es no casarse con nadie, sino no casarse con
nada. No puede perderse en bobadas, ni en pequeñeces. Su tarea es engrandecer lo pequeño. Y
ser libre para amar radicalmente.
Si este proyecto se lleva a cabo en comunidad, ésta será no sólo lugar para facilitar la
continencia, sino lugar donde se experimenta el gozo de saberse convocado para vivir la misión.
"Esto significa que la relación celibato comunidad no debe ser vista en primer
lugar ascéticamente, según lo cual la comunidad es la salvaguarda de la castidad, es
lo que facilita la continencia. Esto no se niega, pero supone mantener la relación al
nivel ascético. El presupuesto de este enfoque es que el celibato es lo absoluto y la
comunidad medio para cumplirlo. Pero, expresado con claridad y radicalidad cristiana,
el enfoque debiera ser el contrario: el celibato es para la comunidad, para la
edificación de un amor real entre personas, para poner ya también un signo no sólo de
ser para los hombres, sino también de estar con ellos"175.
En consecuencia, la comunidad ha de estar formada por personas capacitadas para amar 176.
No puede ser simple pensión de solteros o solteras. Ni puede ser un ghetto de protección. Ha de
ser lugar de apertura a la misión. Por eso, será lugar de discernimiento y de análisis de los signos
de los tiempos y de compromiso de vida, para detectar esos desiertos, periferias y fronteras, en los
que se están jugando "los asuntos del Señor", que son la humanización de los hombres -y,
preferentemente, la de aquellos cuya humanidad es negada o está desprotegida. No pueden ser
lugares de acomodo e instalación donde se vive una vida mediocre. Han de ser lugares donde se
expresa y se promueve amor, no saco de cuernos en donde la malquerencia, el individualismo y la
crítica ácida conduzcan a la amargura en la opción que se tomó. La comunidad ha de ser lugar
donde se vive y se irradia el evangelio. Y esta comunidad se hace en el corazón antes que en la
construcción espacial, donde se establece la residencia. Para hacerla se requiere ser libres y gozar
en el seguimiento de Jesús. ¡Y decidir ser testigos de un amor universal y sin fronteras, desde las
fronteras, las periferias y los desiertos!
1. ¿En estos momentos te sientes lleno o vacío afectivamente? Haz un recorrido por tu vida,
tratando de recoger los momentos más significativos de ella y las opciones de sentido que te han
motivado.
2. ¿Llenas tu afectividad del amor de Dios, de seguimiento de Jesús, de tensión por el Reino,
y de hermanos y hermanas a quienes entregarte? ¿Vives una vida encerrada en pequeñeces y
curvado sobre ti mismo?
2.¿Cómo se hace presente esta identidad y esta misión en vuestra comunidad concreta?
¿Vuestra comunidad es "hotel de solteros" o vida de fraternidad, donde se entrega y se recibe el
amor que viene de Dios?
3.¿Vivir en comunidad os hace más libres para la misión? Redactad juntos un escrito en el
que expreséis vuestros ideales de virginidad fraterna de cara a la misión.
CAPÍTULO VI
Desde ambas posiciones, se reconoce "la innegable eficacia productiva del sistema
económico capitalista; la mayor elevación del nivel de vida material, en comparación con el
llamado 'socialismo real'; la eficacia del mercado corregido a través del intervencionismo estatal,
frente a la 'economía planificada'; el estancamiento e ineficacia de esta economía planificada, una
vez alcanzado cierto nivel..."182 Se reconoce "lo que hay de verdad en el 'sueño americano', en
cuanto sueño humano de la libertad, la igualdad y la felicidad de todos los hombres" 183. No habría
dificultad en admitir que el capitalismo de hoy cuenta con un medio realista para distribuir los
bienes y servicios: el mercado mixto. Se reconoce que se ha perdido mucho tiempo en el
"asistencialismo social y la retórica piadosa de 'los pobres'" 184, sin buscar las mediaciones
correspondientes. Que el capitalismo ofrece en el "mercado mixto" una mediación, tratando de ser
realista.
Pero también desde ambas posturas se podrían recoger datos para el análisis de los hechos
históricos. El hombre que se mueve en la esfera capitalista del Primer Mundo es un hombre
secular. Es un hombre posreligioso, que quiere ser "señor y sujeto de su propia vida". En el
frontispicio de la edificación, que la secularidad quiere construir, está la utopía de un hombre
realizador de sí mismo con su propio esfuerzo. Un hombre autosuficiente, que se forja a sí mismo.
De ahí a la lógica del máximo de beneficios con el mínimo de costes hay sólo un paso,
puesto que es un ganador, al menos en sus pretensiones. No quiere perder, sino triunfar. Quiere
realizarse. Por eso, su mentalidad y su lógica es la del máximo beneficio. Ahora bien, esta lógica
del triunfo y del beneficio se hace estructura económica, política y cultural 185.
181"Los teóricos críticos no ven la raíz del problema en la cultura moderna, el modernismo,
sino en la racionalidad económica y administrativa que ha fraguado la modernización capitalista"
(J.M.MARDONES, op.cit., 191).
182J.M.MARDONES, op.cit., 115.
183Ibid., 161, aunque para él "queda destruido al particularizarlo acríticamente". Como dice
J.Moltmann, "fue y es el sueño de la libertad para cada persona, de la tierra de posibilidades
ilimitadas para cada persona, y de la justicia sin privilegios" (Teología política ética política,
Sígueme, Salamanca 1987, 66). "Como sueño humano, el sueño americano es verdadero y
necesario. Pero el sueño humano es imposible como sueño [sólo] americano" (Ibid., 67). Es
imposible, porque "en su historia relativamente breve, el pueblo americano ha tenido la
oportunidad de vivir la dicha y la miseria del mesianismo político. Pero su 'sueño' fue también
fuente de sufrimiento" (Idem) por su visión parcial y regionalista a la que redujeron el "sueño". En
cambio, si se recupera la universalidad, entonces "la humanización del sueño americano
convertiría a Norteamérica en bendición para los pueblos restantes. La americanización del sueño
humano hace que Estados Unidos se convierta en una carga para los pueblos restantes" (Ibid., 68).
En este sentido, "los europeos disponen de un punto de apoyo sencillo para entender el sueño
americano: antes de que naciera un sueño americano existía América como sueño. Pero América
como sueño vio la luz en Europa" (Ibid., 66).
184J.M.MARDONES, op.cit., 253.
185"Conviene, para comprender mejor el diagnóstico neoconservador de la crisis moderna [del
capitalismo], detenerse brevemente en la descripción de estos tres ámbitos o sistemas.
El tecnoeconómico se refiere al modo como se organiza en la sociedad moderna la producción y la
distribución de bienes y servicios. Forma un sistema de trabajo y ocupación, al mismo tiempo
que de estratificación social por medio del reparto de bienes. Posee una lógica interna funcional
que impulsa un estilo de producción donde lo que interesa es economizar, es decir, ser
eficientes, reducir costos y maximizar beneficios. Supone una especialización y división del
trabajo, una fragmentación de funciones y una coordinación de actividades. El principio
dominante es la productividad o rendimiento, y el gran valor es la utilidad. Presupone unas
relaciones predominantes jerárquicas y de roles, no de personas, donde el individuo es
intercambiable y subordinado a los fines de la organización.
El sistema político es el ámbito de la justicia y el poder sociales. Su cometido consiste en regular
los conflictos y obtener la legitimación necesaria para ordenar estatutariamente la sociedad.
Presupone la existencia de ciudadanos iguales (igualdad) y responsables, es decir, participativos
en las tareas de la cosa pública. El principio axial del orden político es, según Bell, la legitimidad.
En los estados modernos, los aspectos administrativos del orden político han dado origen a una
burocracia que funciona según la lógica del procedimiento legal y la utopía del trato anónimo e
igual para todos.
Vistas las cosas desde la estructura económica, para obtener beneficio es necesario producir.
No sólo producir, sino vender lo producido. Para lo cual tiene que haber necesidad de lo producido
y el precio que cuesta cubrir las necesidades, que se obtiene del mismo beneficio o del salario, en
cuanto precio del trabajo. Si, además, se tiene en cuenta que para producir se requieren materias
primas, capital y fuerza de trabajo, y que estos son precisamente los costes de la producción -y, en
consecuencia, la antítesis del beneficio- se puede uno hacer idea de las consecuencias que esta
lógica puede tener para la vida de muchos hombres.
Se ha dicho que el hombre del Primer Mundo está obsesionado por su nivel de vida.
Mantenerlo y acrecentarlo es fuente de seguridad vital. La seguridad del mañana está en el
beneficio de hoy. Trabajador y empresario tienen la misma lógica: obtener el máximo beneficio.
Pero tienen intereses contrapuestos. Lo que implica la lucha competitiva, que, cuando se lleva a los
extremos, termina con la solidaridad y la paz económica, social y hasta política. Hay que abrirse
paso a codazos. Sólo los fuertes obtienen la victoria. Sean los fuertes individuales o los fuertes
sociales. El pez grande se come al chico.
Si para obtener beneficio es necesario producir con eficacia, ya puede verse quién sobra en
nuestra sociedad. Una sociedad de la eficacia productiva es una sociedad de fuertes, que genera
marginación permanente y estructural para los débiles. Una sociedad que inmola a sus víctimas en
el altar del éxito y de la eficacia productiva 186. Para ella, el hombre es un productor. Así la persona
se diluye en su función. Se crean hombres unidimensionales y descentrados, que se viven a sí
mismos por las parcelas de las funciones que les toca realizar 187.
Ya no importa tanto lo que se produce cuanto el hecho de producir lo que pide el mercado. Y,
si no pide lo que se produce, ya se encargará la propaganda de crear la necesidad para que lo
pida. La producción sigue una lógica instrumental al servicio del beneficio, apoyada en el consumo.
Así se hace sociedad de consumo. Una sociedad que valora al hombre por lo que tiene y que crea
la mentalidad de "usar y tirar". ¡Y gastar! Una eficaz política del Estado Benefactor asegura contra
las eventualidades de los riesgos imprevistos, aunque para ello haya de asumir funciones de
asistencia, que abultan la burocracia y crean relaciones cada vez más anónimas, en una sociedad
regida por crecientes necesidades de bienes y servicios. El mundo se queda sin hogar, privado o
público, que fomente las relaciones personalizadas 188. El precio del consumismo se hace "pirámide
de sacrificio"189 para el hombre.
Por otra parte, puesto que en el mercado las necesidades no se cubren sin la
contraprestación de un precio, para mantener el nivel de vida se hace necesario trabajar sin
demora u obtener pingües beneficios por lo producido. Trabajar mucho es tanto como tener mucho
negocio ("no-ocio"), es decir, muy poco tiempo y mucha prisa. Los hombres del Primer Mundo
tienen mucha prisa. Carecen de tiempo. Por eso, no maduran. Precisamente porque la prisa es
-como certeramente diagnosticaba López Ibor hace tiempo- nihilista 190. Por ella se da el
La cultura es el tercer ámbito o sistema que dice relación al sentido de la existencia humana
personal y comunitaria. Adopta una forma simbólica (E.Cassirer) y recorre todos los campos del
simbolismo expresivo: arte, religión, teoría, rituales... Se confronta con las situaciones existenciales
de todos los seres humanos en todos los tiempos: la muerte, la tragedia, el amor, el sacrificio...
Históricamente la religión ha sido, dentro de la cultura, el donador de sentido por antonomasia. La
cultura moderna se caracteriza por su pluralismo cosmovisional y su gran libertad, dado que su
principio axial es la expresión y remodelación del 'yo' para lograr la autorrealización. En esta
búsqueda no conoce límites: 'nada está prohibido y todo debe ser explorado'. Se alcanza sí,
frecuentemente, la pluralidad de visiones fragmentarias" (J.M.MARDONES, op.cit., 55-56). Los
neoconservadores americanos, que proponen el "capitalismo democrático", centrarán su crítica del
capitalismo en los dos últimos ámbitos, dejando intacto el primero. Sus críticas se dirigirán sobre
todo al Estado del Bienestar, que está inflacionado en sus funciones por su pretensión de atender
públicamente a las necesidades ilimitadas de una sociedad consumista; y a la "nueva cultura", que
abandona la religión, perdiendo así su posible carácter legitimador del sistema y conduciendo al
vacío existencial. El retorno a la religión es visto como apoyo del sistema y como límite del
pluralismo anárquico.
186Desde el ámbito del Primer Mundo cf. G.BAUM, Víctimas de la sociedad del bienestar, en
"Concilium" 218(1988)31-40. Desde el ámbito del Tercer Mundo cf. L.BOFF, La voz de las víctimas
¿quién la escuchará? en "Concilium" 232(1990)369-372 (Todo ese número está dedicado a "La voz
de las víctimas").
187Cf. E.FROMM, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, 14.
188Cf. P.L.BERGER, Un mundo sin hogar. Modernización y conciencia, Sal Terrae, Santander
1979.
189Cf. P.L.BERGER, Pirámides de sacrificio. Ética, política y cambio social, Sal Terrae,
Santander 1979.
empobrecimiento del espíritu humano y la pérdida de las relaciones humanas 191, que favorecen el
anonimato, el stress, la crisis de valores y la pérdida del sentido de la existencia. Nuestros
contemporáneos son fácil presa del vacío existencial y la neurosis noogena de sentido 192. No sólo
han perdido el sentido religioso. Han perdido el sentido de la vida 193. Y, con él, han perdido su
compromiso ético194.
Aparte de esto, la producción exige el consumo de materias primas. Lo que ocurre es que
para mantener y acrecentar el nivel de vida, siguiendo la lógica del máximo de beneficio, cada vez
se necesitan más materias primas y a precio más barato. Así la tecnología que goza el Primer
Mundo supone un tal consumo de materias primas, que pone en crisis el sistema ecológico y
supone la hipoteca irresponsable de la calidad de vida para los hombres de nuestro tiempo y, sobre
todo, para las generaciones futuras.
Por otra parte, además, este consumo de materias primas a bajo coste y obtenido con mano
de obra barata significa condenar a la pobreza al setenta por ciento de la población mundial,
estableciendo divisiones entre el hemisferio Norte y el Sur, como consecuencia de la división del
mercado de mercancías, de capitales y de trabajo. El Sur, sin medios de financiación para pagar los
productos manufacturados, que necesita importar, y el pago de su propio desarrollo hacen
indispensable el endeudamiento. Las venas abiertas de los continentes del Sur han sido las que
han mantenido hasta el momento presente el nivel de vida del Primer Mundo con su aportación de
190Cf. J.J.LOPEZ IBOR, Rebeldes, Madrid 19663, 27-28. La crisis del capitalismo tiene que ver
con el nihilismo, que termina en pérdida de los valores y en el imperio del cómodo hedonismo. Esto
lo han visto claramente quienes pretenden apuntalar la casa agrietada del capitalismo. Sólo que
creen que este fallo, que afecta a los mismos cimientos del sistema, es exterior al mismo y no
provocado por él: ha sido provocado por la modernidad incontrolada, por eso pedirá a la religión
que termine con este descontrol y preste su apoyo axiológico en beneficio del sistema. "El
problema real de la modernidad es el de la creencia. Para usar una expresión anticuada, es una
crisis espiritual, pues los nuevos asideros han demostrado ser ilusorios, y los viejos han quedado
sumergidos. Es una situación que nos lleva de vuelta al nihilismo" (D.BELL cit. por J.M.MARDONES,
op.cit., 63). Contra el nihilismo hedonista a que ha conducido la modernidad, se echa mano de la
religión premoderna, utilizándola para domar el potro de la cultura crítica, que ha terminado
avocando a la posmodernidad (cf. J.M.MARDONES, op.cit., 164-204). Aquí se utiliza a la religión
como apoyo al sistema. Y como un apoyo que se intenta que sea premoderno y precrítico, puesto
que de lo contrario no serviría para nada al sistema.
191Cf. a este respecto las atinadas observaciones que hacía, hace ya bastantes años,
A.LOPEZ QUINTAS, Diagnosis del hombre actual, Madrid 1966.
192Cf. V.E.FRANKL, Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia,
Herder, Barcelona 19875.
193Los analistas neoconservadores quieren resolver esta "crisis espiritual", haciendo que la
religión asuma su papel de despertador del "sentido de la transcendencia". Pero como considera
que el "vacío" no proviene del sistema, el papel de la religión es "trascendente", no histórico. Por
eso, plantean su servicio a los hombres en los límites de la historia (nacimiento, matrimonio,
muerte, dolor, fracaso, etc) y no en el centro de la historia. Así la religión se convierte en un
subsistema de carácter hobbesiano, que sirve de "hogar" al "orden establecido". Con rasgos
certeros describe N.Lohfink el papel que le viene asignado a la religión en nuestra sociedad: "Al
fundamentar teológicamente su teoría del estado, Thomas Hobbes afirmaba que el reino de Dios
existió en el AT y existirá cuando Jesús vuelva al final de los tiempos, pero entre tanto vivimos en la
era del estado, tiempo en el cual el papel de la iglesia es sólo de apoyo al estado y de preparación
de las almas para entrar en el reino celestial; la promesa de felicidad eterna conforta el sufrimiento
de los hombres. Si bien la sociedad ha cambiado mucho desde Hobbes, el papel de la religión y su
exclusión de todo lo relativo al mundo sigue igual. La religión, en el sistema social actual, es un
subsistema funcional más entre otros muchos (estado, economía, arte, educación...) administrado
básicamente por las iglesias cristianas tradicionales, al que la gente acude los domingos a repostar
felicidad para superar las banalidades de la semana, para ritualizar los momentos (nacimiento,
matrimonio y sobre todo muerte) y para contrarrestar el extendido lamento por la finitud de la
existencia alimentando la esperanza en la transcendencia eterna. Nuestra sociedad moderna
necesita de la religión, pero la limita, como subregión de la vida, al individuo (su vida interior),
apartándola de las cuestiones estrictamente sociales y terrenales" (N.LOHFINK, Ordenes religiosas:
terapia de Dios para la Iglesia, en "Selecciones de Teología" 27(1988)189).
194Ya hace muchos años J.Ortega y Gasset constataba que el hombre del Primer Mundo se
había quedado "sin tarea, sin programa de vida" y que las naciones y los individuos se habían
desmoralizado: "Esta es la cuestión: Europa se ha quedado sin moral... No creáis una palabra
cuando oigáis a los jóvenes hablar de la 'nueva moral'. Niego rotundamente que exista hoy en
ningún rincón del continente grupo alguno informado por un nuevo ethos que tenga visos de una
moral" (J.ORTEGA Y GASSET, La rebelión de las masas, Madrid 195933, 261).
materias primas y mano de obra a bajo costo y con los intereses de la deuda externa 195. Su riqueza
es consecuencia de la pobreza a que se condena al Tercer Mundo. Es decir, el derroche de medios y
el nivel de vida de los países del Primer Mundo está siendo costeado por las viviendas
infrahumanas, la falta de salubridad e higiene, la precaria escolarización y el hambre con que
muchedumbres inmensas viven en el Tercer Mundo (y en el Cuarto). El medio para mantener este
estado de cosas ha sido, en otras épocas, el colonialismo. Hoy es el neocolonialismo, que se gesta
en la dependencia económicas y en la democracia vigilada o en la abierta dictadura, impuesto por
instancias políticas que, bajo el interés del beneficio y la libertad del mercado, dan cancha libre a
las empresas multinacionales, sistemas financieros, fabricantes de armamentos y agentes de
inteligencia.
De todas formas, hay quien sigue diciendo desde el Norte que el capitalismo es el futuro.
Fuera de él no hay salvación196. Hay que darle la bienvenida y las felicitaciones por seguir vivo,
mientras enterramos a sus adversarios.
"De todos los sistemas de economía política que han plasmado nuestra historia, ninguno
revolucionó tanto las expectativas ordinarias sobre la vida humana -en cuanto a prolongar la
duración de la misma, hacer concebible la eliminación de la pobreza y del hambre y ampliar la
gama de alternativas humanas- como el capitalismo democrático"197.
"El capitalismo industrial avanzado ha generado, y continúa generando, el más alto nivel de
vida material para grandes masas de gente de la historia de la humanidad" 198.
Desde los Estados Unidos, pueden decirlo con autoridad. Así ha sido. Para ellos,
naturalmente, como parcialización del "sueño americano"199. Porque desde la periferia se ven las
cosas de distinta manera200.
"Desde la periferia... desde los márgenes del Primer Mundo se advierte mejor,
sin duda, lo que en la oferta del capitalismo democrático no puede ser historia de
salvación. La experiencia del Tercer Mundo tiene el mérito de afrontar el problema
desde las víctimas. Apresurémonos a repetir que esta perspectiva no asegura la visión
objetiva de la historia, pero sí puede desvelar los intereses que hacen presentar como
un bien para las mayorías pobres de este mundo lo que sólo lo es para una minoría" 201.
Seguir a Jesús, sin embargo, no se hace en la pura interioridad, sino en la historia. En esa
historia conflictiva y competitiva, que crea sus propias víctimas. En esa historia en que la
seguridad de unos es condena para los demás. En esa historia que sacrifica a los débiles en el altar
del éxito y de la productividad. En esa historia que margina a unos (pueblos enteros) en aras del
beneficio económico para mantener el nivel de vida y la seguridad del mañana. En esa historia que
divide la tierra en hemisferios por imperativos del mercado. Es en esa historia, en la que hay que
seguir a Jesús para construir "el sueño de Dios", que es el Reino. "Este mundo no es una sala de
espera al reino de Dios. Tampoco es el reino de Dios mismo. Es el lugar donde se lucha por el reino
de Dios, es el solar donde se construirá el Reino que Dios trae a la tierra" 204.
Y se lucha para construirlo no de cualquier manera, sino a la manera de Jesús 205. El cristiano
no puede olvidar que es seguidor de un Crucificado, que con su manera de vivir podía prever cuál
iba a ser su final en la historia. Su cruz es consecuencia de haberse puesto en solidaridad -y en
nombre del Dios del Reino- con los de abajo 206, es decir, con quienes están en el reverso de la
historia.
"El camino de Jesús muestra una clara inclinación hacia los de abajo. La
predilección y las acciones de Jesús iban dirigidas a todos los hombres precisamente
porque él tomó partido por los débiles, los enfermos, los pobres y los rechazados, por
aquellos en que la inhumanidad de los hombres y su 'buena' sociedad se hace patente
en toda su realidad...
Jesús ayuda a quienes han sido despojados de su humanidad no como un héroe
o un filántropo humanista, sino compartiendo su suerte, zambulléndose en su
sufrimiento, haciéndose solidario con ellos, para, en esa solidaridad, llevarles al Reino
de Dios...
El camino de Jesús no sigue una línea ascendente, ni va, mediante una
anticipación, de la historia a un futuro mejor. Por el contrario, describe un movimiento
202J.MOLTMANN, op.cit., 30. En cuanto utopía, el Reino es fuerza crítica tanto para la utopía
del socialismo como para la utopía del capitalismo, aun cuando "no es... lo mismo estar remitido a
una tradición y a una ideología sensibles a la justicia, la igualdad y la solidaridad, que a una
tradición y una ideología proclives al individualismo y a la competitividad" (J.M.MARDONES, op.cit.,
254).
203Una espiritualidad que algunos denominan "espiritualidad política". "Lo característico de
esta espiritualidad es precisamente la distancia crítica, el talante profético: todo ha de ser
transcendido hacia el futuro, en nombre del Dios vivo, cuyas promesas nunca pueden ser
alcanzadas plenamente... [El creyente] confiesa a Dios no como Ser, Idea, etc..., sino como Padre,
Señor, Rey, porque sabe que la paternidad, el señorío y la realeza no sólo existen en una pura
espiritualidad celestial, sino que se encarnan de un modo corporal y real en la tierra,
transformando el ámbito histórico. La 'revelación' se vuelve de este modo política" (A.ROTZETTER,
Por una espiritualidad profético-política, en "Selecciones de Teología" 27(1988)164).
204J.MOLTMANN, op.cit., 113.
205"El seguimiento, en efecto, significa hacer, actualizadamente, lo que hizo Jesús y como lo
hizo Jesús, la misión de construir el reino con el talante y el espíritu de Jesús. En esa praxis se
adquiere afinidad, mayor o menor por supuesto, con Jesús, y esa praxis -como toda praxis-
esclarece el concepto previo que se tiene de Jesús, su misión y su espíritu" (J.SOBRINO, Cristología
sistemática, 588)
206Es importante, en este sentido, la atinada observación de J.Sobrino, cuando decía: "La luz
del evangelio viene más desde abajo que desde arriba, desde la periferia que desde el centro,
desde la pobreza que desde la abundancia. Acostumbrarse a eso quizá sea el primer y más
importante paso que se debe dar en el primer mundo cuando se habla de evangelización"
(J.SOBRINO, Qué es evangelizar, en "Misión Abierta" 3(1985)315).
descendente y desemboca en la historia doliente de la humanidad... Es amor creador
al no-hombre, marginado, anulado, carente de valor y odiado"207.
Es el seguimiento de Jesús el que sitúa " a los cristianos como cristianos allí donde los espera
el Crucificado. Cristo espera que los suyos estén al lado de los dolientes y condenados de este
mundo"210. La conversión, que implica el seguimiento, sitúa a la iglesia y a todos los cristianos en la
solidaridad con quienes están en el reverso de la historia. "Al emprender con Jesús el camino de la
cruz, nos hacemos personas en cuyas vidas puede manifestarse la presencia compasiva de Dios en
este mundo"211, tratando de hacer realidad el "sueño de Dios", el proyecto de filiación y
fraternidad, que lleva la historia a la salvación del Reino. El cristiano es así testigo del Dios del
Reino en un mundo roto. Es portador de la Buena Noticia, frente a las malas noticias del mundo
opulento. Lo es, cuando reconoce a Jesús en el pobre, el oprimido y el pisoteado y marginado. Lo
es, cuando responde a las necesidades, individuales o estructurales, de ese mundo de sufrientes,
que Jesús ha querido que fuera su mundo 212. Lo es, cuando desenmascara la idolatría de las malas
noticias del sistema y entra en los conflictos que suponen combatir la batalla por hacer presente
en la historia, de alguna manera, el "sueño de Dios" sobre ella 213. Lo es, cuando busca hacer
nuevas todas las cosas en Cristo con realismo, haciéndose cargo de la realidad, encargándose de
la realidad y cargando con la realidad. Lo es, cuando busca las mediaciones históricas, necesarias
en la situación en que se encuentra, sean políticas, económicas o sociales, aun reconociendo su
carácter relativo y provisorio214.
207J.MOLTMANN, op.cit., 94-95.
208Ibid., 48.
209J.SOBRINO, op.cit., 578).
210J.MOLTMANN, op.cit., 51.
211AA.VV., Compasión, 49."Dios es un Dios compasivo. Esta es una buena noticia que se nos
ha dado en y a través de Jesucristo. Es el Dios-con-nosotros, para quien nada humano es ajeno y
que vive en solidaridad con nosotros. Es un Dios siervo que lava nuestros pies y sana nuestras
heridas. Y es un Dios obediente que escucha y responde a su divino Padre con un amor ilimitado.
En unión con Jesucristo, estamos llamados a ser tan compasivos como lo es nuestro Padre. En él y
a través de él nos resulta posible ser testigos reales de la compasión de Dios y signos de
esperanza en medio de un mundo que ha perdido precisamente la esperanza" (Ibid., 72-73)
212"Justamente cuando vivimos en constante conversación con Cristo y permitimos que su
Espíritu guíe nuestras vidas, entonces le reconoceremos en el pobre, en el oprimido y en el
pisoteado, y seremos capaces de oír su grito desgarrado y responder a él allí donde se manifieste.
Por eso, la acción y la oración son dos aspectos de la misma disciplina de la paciencia. Y ambos
nos exigen hallarnos presentes, aquí y ahora, en un mundo que sufre y responder a las
necesidades concretas de quienes forman nuestro mundo, un mundo que Jesucristo ha reivindicado
como suyo. De este modo, la adoración se hace misterio y el misterio se hace adoración; y todo
cuanto hagamos o digamos, todo cuanto pidamos o entreguemos, se constituye en camino hacia la
vida en que puede manifestarse la compasión de Dios" (Ibid., 176).
213"La compasión no sólo no excluye el enfrentamiento, sino que éste es parte integrante
de aquélla... Es preciso desenmascarar, desbaratar la idolatría, combatir la opresión y la
explotación y enfrentarse a cuantos tienen parte en estos males. Esto es compasión. No podemos
sufrir con los pobres si no estamos dispuestos a enfrentarnos a las personas y sistemas que
originan la pobreza. No podremos ver libres a los cautivos si no somos capaces de enfrentarnos a
quienes guardan las llaves. No podemos hacer profesión de nuestra solidaridad con los oprimidos si
no estamos dispuestos a enfrentarnos al opresor. La compasión sin enfrentamiento no tarda en
degenerar en estéril conmiseración sentimental" (Ibid., 180-181).
214"El tema de las mediaciones adquiere en este clima una importancia primordial. ¿Cómo
hacer avanzar esta sociedad hacia la justicia, la igualdad, la solidaridad y la libertad? Y el nuevo
descubrimiento es que no hay respuestas válidas 'a priori'. No hay mediaciones 'de una vez por
todas'. Hay que aplicar un discernimiento a cada situación y sopesar las posibles soluciones. Es
decir, el creyente... aprende en esta situación lo que significa el 'compromiso político' en la
democracia: un ejercicio, a menudo lento, de deliberación y cálculo, donde el recurso a la ideología
Pero serlo exige un cambio de lógica y de mentalidad en todo cristiano y en su comunidad
eclesial. Exige una "metanoia". Ya no se irá a ganar la vida en una carrera desenfrenada, buscando
el máximo de beneficio con el mínimo de costes, para mantener y acrecentar el nivel de vida 215.
Más bien, se irá buscando el máximo de servicio a la persona, cueste lo que cueste, aunque sea la
cruz, que hay que soportar en la vida hasta "perderla". La lógica cristiana será la lógica de las
bienaventuranzas.
En el seguimiento de Jesús y en la búsqueda del Reino de Dios y del Dios del Reino, todo
cristiano está llamado a vivir en la lógica de las bienaventuranzas. A todo cristiano se le pide que
viva esa pobreza que "es sinónimo de humildad, de desprendimiento, de vacío interior, de renuncia
a toda actitud de autosuficiencia" 216, para hacer del Dios del Reino la fuente absoluta de la
seguridad. Ha de vivir en solidaridad profunda y permanente con los crucificados de la historia.
Para todo cristiano, la opción por los pobres no es facultativa, sino obligatoria en cuanto expresión
en la historia del amor gratuito y el cuidado de Dios para con los crucificados de la historia. En ella
se hace manifiesto el seguimiento de Jesús, el Crucificado-Resucitado. Es la opción por los pobres
la que sitúa a todo cristiano en el lugar teológico en el que se da el acceso al Dios del Reino y en el
que se da el auténtico seguimiento de Jesús, ya que él ha querido hacerse presente precisamente
ahí (Mt 25).
Así, pues,
El religioso, por su parte, no hace voto de clase media, ni de asegurársela mediante los
competentes permisos220. Tampoco hace voto de austeridad ascética 221, aunque ésta se suponga
dado el estilo de vida que emprende. En él no se busca la pobreza en sí misma, como si se tratara
de un bien222. Lo que pretende el religioso, cuando hace "voto de pobreza", es seguir a Jesús
buscando apasionadamente al Dios del Reino y al Reino de Dios, como su única riqueza, de una
manera sociológicamente anormal: dejándolo todo para seguir a Jesús allí donde está. Y ya hemos
dicho donde está: en el desierto, en la periferia y en la frontera. Está en los pobres, los
marginados, los enfermos y los hambrientos. Si lo deja todo es para estar ahí y entre ellos. Su
pobreza, asumida en el seguimiento de Jesús y en el espíritu de las bienaventuranzas, le sitúa
justamente ahí223.
Ese "estar situado ahí" se convierte en el significante del signo 224, que quiere ser la vida
religiosa y que consiste, como significado, en manifestar la primacía del Dios del Reino y del Reino
de Dios. De tal forma que, cuando a la vida religiosa le falta este significante, se transforma con
facilidad en un jeroglífico, que necesita mil y una explicaciones y distinciones de lo que se quiere
decir, cuando se habla de "pobreza religiosa" 225. No se trata de idealizar la pobreza. La pobreza es
mundo de necesidades y de ambición, en este mundo concreto donde somos de nacimiento pobres
y necesitamos muchas cosas para poder salir a la existencia y encontrar un sitio y hacer algo en el
conjunto de los hombres, en el mundo donde impera -mucho más de lo que parece- la ambición, la
concupiscencia, la rivalidad, el egoísmo. Querer vivir manteniéndose fiel a la primacía del espíritu
de caridad, del amor de Cristo, lleva necesariamente a la pobreza, el desprendimiento efectivo de
las cosas, el no aceptar la posesión de las cosas como un móvil efectivo ni principio en la vida, es
una disposición indispensable para vivir con profundidad los bienes del Reino, para ejercitar
realmente esta voluntad de ser totalmente de Dios, esta voluntad de poner en práctica
efectivamente la fraternidad cristiana hasta sus últimas consecuencias y de la manera más visible
que nos sea permitido en esta vida" (F.SEBASTIAN, Vivencia comunitaria de los consejos
evangélicos, en AA.VV., La comunidad religiosa, PCl, Madrid 19722, 235).
220"Por lo que atañe a la pobreza religiosa, no basta someterse a los superiores en el uso de
los bienes, sino que es menester que los religiosos sean pobres de hecho y de espíritu, teniendo
sus tesoros en el cielo" (PC.13). Con lo cual no se niega, en modo alguno, "la dependencia y
limitación en el uso y disposición de los bienes, a tenor del derecho propio de cada instituto"
(c.600).
221"El radicalismo de la comunicación misma se relaciona más con el mandamiento del
amor que con la exigencia de un desprendimiento ascético. Los verbos 'dar' o 'distribuir' son más
importantes que 'renunciar'. La perspectiva esencial es, en última instancia, la igualdad de todos y
la perfecta comunidad. La ambición de la riqueza y su uso egoísta aparecen, por el contrario, como
un mal y un peligro permanente, frente al cual debe estar muy alerta el discípulo de Jesús"
(T.MATURA, Radicalismo, en DTVC, 1515).
222"Dentro de la visión histórica de la pobreza, conviene recordar que desde el primer
momento de la Iglesia se entendió que la pobreza debía estar conectada con la caridad. Desde que
Jesús invitó al joven rico, se entendió que en el seguimiento de Cristo no estaba todo en
desprenderse personalmente de los bienes; sino en hacerlo en beneficio de los pobres. Así los
entendió la comunidad de Jerusalén. La comunicación de bienes de la comunidad primitiva es la
realización del desprendimiento predicado por Jesús. Pero este desprendimiento no estaba
motivado por la pobreza en sí, como valor absoluto, sino que estaba orientado a la caridad" (CLAR,
op.cit., 379).
223"Tanto lo que se hace como el modo de hacerlo debieran anunciar a Cristo desde la
pobreza de quien no busca su propia realización y satisfacción. En nuestros tiempos la carencia de
poder es una de las mayores pobrezas. El religioso acepta compartirlo íntimamente en la
generosidad de su obediencia, convirtiéndose con ello en uno de los pobres y volviéndose
particularmente insignificante, como Cristo lo fue en su Pasión. Una persona así sabe lo que es
permanecer ante Dios en estado de indigencia, lo que es amar como Jesús y lo que es trabajar en
la obra de Dios al modo de Dios" (EE. 35).
224"Cada fundador ha adaptado la pobreza a su tiempo; pero todos coinciden en la audacia
evangélica de imitar a Cristo pobre sin interpretaciones" (CLAR, op.cit., 378).
un mal. Y lo único que justifica asumirla y abrazarla es la solidaridad con los pobres y la lucha
contra la pobreza226.
"La solidaridad con el pobre a causa del Evangelio lleva al religioso a romper con
un tipo de vida y de relaciones propias de los sectores privilegiados de la sociedad. Su
presencia en el mundo se torna sino crítico y profético. El pobre con el cual se
solidariza no es simplemente pobre: es un empobrecido, aquel a quien le fueron
sustraídos los medios para ser un miembro de la sociedad, de la cual fue puesto al
margen. Un amor inteligente al pobre obliga a comprender a fondo la estructura social
que engendra la pobreza, como subproducto de la riqueza de las minorías opulentas.
De allí la necesidad del religioso de ser crítico y no ingenuo y de estar siempre atento
a las manipulaciones que el status puede continuamente hacer en la
instrumentalización de la vida religiosa para un asistencialismo que tranquiliza la
conciencia y crea la ilusión de estar sirviendo realmente al mundo de los pobres. La
presencia crítica del religioso implica por una parte la denuncia de una situación que
contradice el plan de Dios y del mensaje evangélico, y por otro, de anuncio de la real
fraternidad y de repartición de los bienes y de los cargos que deben ser compartidos
por todos"227.
Y esto no sólo como individuo, sino también como comunidad. Si el signo ha de ser
transparente, no basta con ser pobre como individuo, que vive en una comunidad segura y
asegurada. Más bien, una comunidad pobre, que reúne a los empobrecidos por el Reino, para
tomar sobre sí la causa de los pobres, será el ideal utópico al que debe tenderse en la vida
religiosa228.
225En esta trampa creo que cae F.Sebastián, cuando decía: "Cuando se habla de pobreza
hay una cosa muy concreta y muy clara que es la pobreza sociológica. Pobre es aquel que no tiene
lo necesario para atender a sus necesidades primarias; es también aquel que no tiene lo necesario
para vivir, para presentarse, para actuar dignamente en la sociedad humana. Ese, es,
sociológicamente, un pobre. Esta pobreza sociológica por sí misma, tampoco es la pobreza
cristiana, ni la pobreza evangélica. Esta pobreza sociológica suele ser, en gran parte, consecuencia
de los pecados de los hombres; más veces, de los mismos que la padecen y, otras muchas veces,
de las que no la padecen. Esta pobreza sociológica es exorcizada en la Biblia como un mal
contrario a la voluntad de Dios, contrario a los derechos de los hijos de Dios" (op.cit., 234-235).
Efectivamente, hay que estar de acuerdo en que la pobreza sociológica no es cristiana. No refleja
la voluntad del Dios del Reino. Ojalá hubiesen tenido la misma claridad teólogos y predicadores del
pasado. Pero sí es cristiana la solidaridad con los pobres sociológicos. Sí lo es despojarse de todo
para hacerse uno de ellos, manifestando así la cercanía a ellos del Dios del Reino. Si lo es luchar
con ellos y morir con ellos para manifestar la voluntad de ese Dios, que quiere Reinar en el mundo,
haciendo que el hombre recobre la dignidad que no tiene. Me parece que F.Sebastián confunde
aquí el significante con el significado, prestándose así a ser fácil presa de ideología, que aparte la
vida religiosa de los lugares donde es connatural que esté, según mi criterio.
226"No se trata de idealizar la pobreza, sino, por el contrario, de asumirla como es: como un
mal, para protestar contra ella y esforzarse en abolirla. Como dice Paul Ricoeur, no se está
realmente con los pobres sino luchando contra la pobreza. Gracias a esta solidaridad -hecha gesto
preciso, estilo de vida, ruptura con su clase social precisa- se podrá, además, contribuir a que los
pobres y despojados tomen conciencia de su situación de explotación y busquen librarse de ella. La
pobreza cristiana, expresión del amor, es solidaridad con los pobres y protesta contra la pobreza"
(G.GUTIERREZ, Teología de la liberación, 370).
227CLAR, op.cit., 402.
228Cf. PC.13, c.640.
Si la vida religiosa vive la pobreza, es para manifestar la libertad que supone y exige el
seguimiento de Jesús229. Una libertad nada liberal, que hace ponerse en el reverso de la historia.
Donde están los crucificados. Y donde está Jesús, manifestando la cercanía de Dios.
2. ¿Confías tu futuro en las manos de Dios? ¿Tienes apetencias de tener? Teniendo en cuenta
que no has hacho voto de "clase media" y de asegurártela "con permisos", ¿te gozas cuando
experimentas los efectos de la pobreza en tu cercanía con los pobres? ¿Cuáles son tus problemas y
tus inquietudes en la vivencia de la pobreza?
3. ¿Cómo tendrías que vivir para que tu pobreza fuera realmente significativa y
testimoniante? ¿Tu pobreza es compromiso y disponibilidad con los pobres y lucha contra la
pobreza? ¿Te pones cerca de quienes no cuentan en la sociedad y de quienes están crucificados?
¿Valoras a las personas por lo que tienen o por lo que son?
229"Para un hombre que busca desenfrenadamente el dinero y los bienes perecederos, este
grupo de hombres que afirman libertad ante tales bienes, son un cuestionamiento, una
interrogación, una señal escatológica" (CLAR, op.cit., 401).