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Elvio Arodo Ávila para ACASE

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Prof. ELVIO AROLDO ÁVILA.

SU VIDA Y SU LUCHA

Biografía

Elvio Aroldo Ávila nació en la ciudad de La Banda, provincia de Santiago del Estero,
el 3 de Octubre de 1923. Hijo de Nicolás Tolentino Ávila, político, jefe de policía de
La Banda, dueño de tierras en La Isla y El Polear y de un obraje en Chaupi Pozo. Su
madre, Petrona Palavecino, rosarina, se casó a los 16 años con Nicolás, veinte años
mayor, viudo de una sra. también de apellido Ávila y que muriera en el parto. De esta
manera, Petrona se hizo cargo de la crianza del pequeño Leopoldo y con el tiempo la
nueva pareja tuvo 8 hijos más: Blanca , Oscar Horacio, María Esther, Lidya, Dora
Amanda, Orlando Nicolás, Mario Alberto y el último Elvio Aroldo, un año antes de
que falleciera su padre.. La familia vivió inicialmente en Chaupi Pozo y luego en La
Banda, en una importante casona de la calle Belgrano, a metros de la Iglesia Santo
Cristo.
Allí Petrona, viuda a los 37 años y con nueve huérfanos a su cargo, puso la que fue en
su momento una importante Academia de Corte y Confección y un taller de costura,
con lo que solventó la crianza de los niños. Los hermanos mayores se recibieron de
maestros y todos fueron a vivir en Santiago, donde se afincaron en la casa nueva de la
calle Caseros, a metros de la acequia de Belgrano.
El estudio era obligación prioritaria para todos los hermanos, por lo que Elvio se
recibió de maestro normal nacional en la Escuela Normal de Profesores “Manuel
Belgrano” de la capital de Santiago del Estero, en 1942.
Muy joven se casó con Hebe Luz Regazzoni. Por aquellos años trabajaba de maestro y
era periodista en los diarios El Liberal, La Provincia y en la radio LV11..
A los pocos años recibió una importante oferta para trabajar en el diario La Verdad, en
Catamarca, a donde se trasladó la familia, ya con dos hijos pequeños, a los que dieron
sus nombres, Hebe Luz y Elvio Aroldo. En Catamarca nacerían Alicia Petrona, Blanca
del Valle y, luego de la dolorosa pérdida del hijo varón, llegó Elvio Nicolás.
En Catamarca cursó el Profesorado de Castellano, Literatura y Latín en el Instituto
Nacional del Profesorado Superior de esa provincia, del que egresó con el promedio
más alto de su promoción. En esta provincia fue Director de Prensa y Difusión hasta la
caída del peronismo. A partir de entonces, militó en el peronismo de lucha, fundando y
dirigiendo periódicos combativos, como “El Soberano, en 1957; “Lealtad”, a
comienzos de 1958; y “Voz Peronista, en 1958 y 1959, todos en Catamarca, en donde
Ávila fue jefe de la Resistencia Peronista, que allí se conocía con el nombre de “Los
aviones negros”.
Tras vivir más de doce años en Catamarca, a mediados de 1960 regresó a su provincia
natal, y en Santiago del Estero participó activamente en la lucha gremial de la
docencia. Dirigió al Círculo de Profesores Diplomados y después fundó la Asociación
Santiagueña de Profesores, que dirigió ininterrumpidamente durante varios períodos,
habiendo presidido además, en numerosas oportunidades, la Intersindical Docente.
Ejerció la docencia en establecimientos de enseñanza media Santiago del Estero y La
Banda, y pronunció numerosas charlas y conferencias .
Al final de 1963 integró el Triunvirato Reorganizador del Partido Justicialista de
Santiago del Estero, en representación de la rama política y presidió después la
Comisión Pro Retorno del general Perón.
A mediados de octubre de 1975, volvió transitoriamente a Catamarca, para ocupar la
Secretaría Política de la Gobernación y cinco meses después, el 24 de marzo de 1976,
al caer el peronismo, fue detenido y puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional.
Primero, permaneció detenido en la cárcel de Catamarca y, después, fue llevado al
penal de Sierra Chica – por espacio de dos años - sin que se le hubiera iniciado causa
alguna, víctima de la arbitrariedad del régimen militar que azotó al país hasta fines de
1983.
Ya en libertad y reintegrado a la cátedra, como una contribución al Movimiento
Nacional y Popular, fue premiado por la Fundación Matera en un concurso nacional
realizado con motivo del centenario de la aparición de la segunda parte del “Martín
Fierro”, de José Hernández..
El profesor Elvio Ávila había fundado en Santiago, en 1962, juntamente con otros
lingüistas de la provincia, el I.S.I.L., Instituto Santiagueño de Investigaciones
Lingüísticas; a comienzos de 1964, el Consejo de Reafirmación Argentinista de
Santiago del Estero,-C.R.A.S.E.- que también fundara en Catamarca a comienzos de
1972. En diciembre de 1980 propició la segunda fundación del Consejo de
Reafirmación Argentinista de Santiago del Estero, que cumplió una intensa y fructífera
actividad comunitaria, tanto en lo cultural y docente, como en lo social, político y
económico.
Desde 1981 es vicepresidente de la Asociación Argentina de Oratoria y participa como
orador en numerosos Congresos de la misma.
En noviembre de 1987, el profesor Ávila, juntamente con otros patrióticos militantes,
constituye el Movimiento de Recuperación de la Patria, que es conducido por una
Junta de Acción Patriótica, cuya Presidencia ocupó.
El 7 de mayo de 1988, durante el plenario de dirigentes de las distintas provincias
argentinas, se constituyó el Córdoba el Movimiento Nacional de la Militancia
Peronista que es dirigido por una Junta Nacional de Conducción integrada por 5
miembros, en representación de las distintas regiones. El profesor Ávila fue designado
en representación de la zona Norte del país.
En septiembre de 1991, la Dirección de Cultura de la Municipalidad de la Ciudad de
La Banda otorgó al profesor Ávila el premio “Homero Manzi”, por su producción
literaria, plasmada en varios libros.
La familia, la política, la educación y la lingüística son objeto de su apasionado
accionar.
El 15 de octubre de 1994 fallece en Santiago del Estero.

Libros publicados por Elvio A. Ávila

Noviembre de 1979: José Hernández y el ser nacional. “Martín Fierro: Cien años de
militancia patria, , con el premio nacional de la Fundación Matera.
Julio de 1980: Santiago del Estero indo-hispanía lingüística. Cómo habla el
santiagueño.
Marzo de 1983: Viaje al país de la revancha,. Los que no desaparecieron”, publicado
por A. Pella Lillo Editor.
Diciembre de 1985: Peronismo, “quo vadis”..
Agosto de 1987: Los latidos del recuerdo. Mirando hacia atrás. Con Testimonios :
Historia de la Resistencia Peronista en Catamarca y Perspectiva
histórica del peonismo santiagueño. Ensayo autobiográfico.
30 de noviembre de 1988 (edición especial) Raíces nacionales: José Hernández y el ser
nacional. Martín Fierro: cien años de militancia patria. Ensayo
sociológico, histórico y literario.
Mayo de 1991: Cómo habla el santiagueño... y el argentino. Diccionario de voces
usuales que el diccionario oficial no registra. Adhesión al 5º
Centenario del Descubrimiento de América
Abril de 1993: Suplemento de Cómo habla el santiagueño... y el argentino. Informa
acerca de las voces incorporadas al léxico castellano en la 21º edición
del DRAE (1892)
Marzo de 1994: Hablemos bien, defendamos nuestro idioma. Con Nociones elementales
de Oratoria, de Hebe Luz Ávila.

La tarea lingüística de Elvio Aroldo Ávila

El habla del santiagueño es un tema que siempre ha llamado la atención por


sus notorios rasgos particulares – recordemos que Santiago del Estero ha sido
considerada “isla lingüística”- y hubo algunos trabajos al respecto. La primera fuente
indiscutible la constituye el polifacético pensador Orestes Di Lullo con dos libros
específicos: Contribución al estudio de las voces santiagueñas (1946) y Elementos
para un estudio del habla popular de Santiago del Estero (1965). Aunque se trata de
un apasionado estudioso de la cultura santiagueña, debemos recordar que Di Lullo no
tenía formación lingüística. Sin embargo, no podemos desconocer su capacidad, su
inteligencia y, sobre todo, su gran intuición, especialmente en lo que respecta a sentar
las bases de lo que podrían ser futuros estudios de dialectología. Además, se trata de un
intelectual con formación universitaria, es decir, con manejo del método científico y
nivel académico.
Desgraciadamente, en nuestra provincia no abundaron los profesionales
especializados en esta ciencia ni hubo muchos que realizaran un trabajo
sistematizado.en lo que se refiere al habla del santiagueño.
Encontramos, sí, estudios de la lengua quechua realizados en Santiago del Estero.
En un primer momento se destaca el sacerdote, docente y filólogo latinista Miguel Ángel
Mossi (1819-1895), que vivió en nuestra provincia cuando ya había publicado su primer
Diccionario de la lengua quechua (1860), y sostuvo la tesis de que el hebreo es el primero
de todos los idiomas conocidos y que las tribus de Atamisqui hablaban una variante de
hebreo. Publicó así, un Diccionario Hebreo Kjechwan-Castellano y un Manual del
idioma general del Perú, entre otros trabajos. De su diccionario quichua-español, el Dr.
Gary J. Parker, asevera, en 1969, que es apenas algo más que una copia del de Diego
González Holguín (1608).
Inmediatamente sobresale la obra del ingeniero ruso Sergio Grigórieff, que
estudiara Filología en la Universidad de San Petersburgo y que publicara en 1935 un
meduloso Compendio del idioma quichua (Buenos Aires: Editorial Claridad) en cuya
portada precisa “con notas detalladas sobre las particularidades del idioma en Santiago
del Estero.”
Sin embargo, los que mayor difusión y ponderación han tenido son los estudios de
la lengua quechua hablada en la provincia, y denominada quichua santiagueño por
Domingo Bravo. La obra de este maestro rural, que llegara a recibir el título de Doctor
Honoris Causa por su dedicación de toda una vida al estudio y difusión de la lengua
aborigen, ha cubierto varias décadas de publicaciones y presencia en Congresos y ha
despertado toda una corriente vivificadora de aceptación de esta lengua que llevó a su
enseñanza y expansión.
Pero el estudio sistemático del habla del santiagueño, es decir del español con
características propias que se habla en esta tradicional provincia, la primera fundada en
lo que hoy es el territorio argentino, lo realiza durante más de treinta años, Elvio
Aroldo Ávila
De esta manera, Ávila, de formación lingüística, profesor de Castellano, Literatura
y Latín recibido en el ISPN de Catamarca, donde estudió con lingüistas de la talla de
Salazar y Federico Pais, realiza una labor amplia y profunda, sobre todo en lo referente a
semántica y vocabulario, así como la recolección y estudio de frases y locuciones
popularizadas.
La 1ª edición de Santiago del Estero indo-hispania lingüística. Cómo habla el
santiagueño fue escrita como una gran propuesta formulada a la Real Academia Española
para que, si correspondía, incorporara los vocablos estudiados al cauce oficial de la lengua
española. Por esta razón, apenas editado el libro, en octubre de 1980, envía dos ejemplares
a la alta corporación del idioma y en noviembre, el Secretario Perpetuo de la misma., don
Alonso Zamora Vicente, le agradece el envío y señala: “Su trabajo será estudiado como
merece y debidamente fichado”. Más adelante, expresa: “Lo felicitamos por su esfuerzo y
deseamos que siga usted observando los hechos lingüísticos con idéntica curiosidad y
acierto”
Comienza así una interesante relación epistolar con Zamora Vicente que durará hasta unos
años después de 1989, fecha en la que el ilustre filólogo español renunciara a su cargo y se
retirara.
Entre el 19 de septiembre de 1983 y el 15 de marzo de 1984, Ávila publicó, bajo el título
de “En el quehacer lingüístico”, una serie de 33 artículos en El Liberal, donde analiza 82
vocablos más. Estas notas son enviadas a la RAE a través de su Secretario Perpetuo, por lo
que la propuesta original se amplía.
De esta manera, en la vigésima edición del Diccionario de la RAE, aparecido a fines de
1984, se incorporan al mismo 114 de las 353 voces propuestas y 6 expresiones
popularizadas.
Ávila redobla entonces su accionar, con publicaciones en El Liberal de Santiago del Estero
y en Pregón, de Jujuy y nuevas cartas a la RAE, las últimas dirigidas al nuevo secretario
Perpetuo, don Víctor García de la Concha.
En mayo de 1991 publica con casi 500 páginas. Cómo habla el santiagueño... y el
argentino. En su presentación, el Dr. José Andrés Rivas lo compara con “el trabajo de un
monje medieval”, debido al ingente y minucioso estudio que el libro contiene.
En 1992, en la 21ª edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española,
aparecen incorporados 302 de los nuevos términos propuestos y 23 dichos populares.
La Sociedad Argentina de Escritores, en las personas de su entonces presidente, el Prof.
Ricardo Dino Taralli y de su secretario Carlos Manuel Fernández Loza, convoca a
principios de 1993 a una conferencia de prensa en la que comunican la incorporación de
estas nuevas palabras al léxico oficial del idioma castellano. A raíz de misma, Ávila es
llamado EL SEÑOR DEL DICCIONARIO en los medios de prensa.

Testimonios acerca de su personalidad


I

En la década del 80, Ávila fue Vicepresidente de la Asociación Argentina de Oratoria,


cuyo Presidente era por entonces el Dr. Carlos Loprete, distinguido santiagueño de
renombre nacional e internacional, quien escribe:
Lo recuerdo en su actividad dictando siempre su cátedra en un escenario
más propio para oradores que para profesores, muy a menudo acompañado
de su fiel esposa o descendientes en el auditorio, sin dejarse arredrar por el
público aun cuando fuera consciente de que sus ideas no coincidían con la
de quienes lo escuchaban. No negociaba su palabra con el público por
aquello de que si no se dice lo que se piensa ¿para qué se habla?
Me ha tocado verlo en un congreso de oratoria en la ciudad de Rosario,
hará unos quince años. Luchaba para transferir sus pensamientos como un
arcángel contra la bestia, con la única lanza disponible del orador, su
convicción y honestidad, sin escudarse en conveniencias cautelares ni
especulaciones beneficiosas. Sabía que lo último que puede esperarse de un
auditorio disidente es el respeto a la integridad moral“

II

En el año 2007 en la página cultural de El Liberal se publica un amplio “dossier”


sobre Elvio A. Ávila y su obra, donde aparece el testimonio del Dr. Raúl Adolfo
Salvatierra, su nieto:

El patriarca de una gran familia unida. El anfitrión de los domingos al


mediodía.
El militante apasionado, el escritor comprometido con su tierra y sus ideas,
el humorista cotidiano y brillante.
El hombre que siempre reconocía en su esposa y compañera (mi abuela
Hebe) al pilar de su vida y su fuerza interior.
Cuánto significa en la vida de un niño y joven haber tenido una figura
familiar del peso y la calidad de mi abuelo, solo puedo valorarlo en cada
etapa de mi vida, donde me descubro discípulo de su honestidad, de su
compromiso con el trabajo propio, del respeto y cariño con los demás.
También cuando me sorprendo heredero de algo de su enorme capacidad
docente, de su vena literaria y cuando veo los lazos de cariño y unión, que se
aseguró sin quererlo, de dejar entre nuestra familia.
(.....) Recuerdo haberlo acompañado desde niño a los cursos de oratoria, a
la presentación de sus libros, a reuniones de debate político y literario, e
incluso haberlo visitado en las cárceles donde la brutal intolerancia política
lo encerró sin juicio alguno, en una época feroz, al mismo tiempo para el
olvido que para el recuerdo.
(...)Un amigo psicoanalista opinaba que mi abuelo “representaba para
nosotros un fuerte problema de superación generacional” porque en una
familia los descendientes sienten el mandato de llegar aun más allá que sus
predecesores. A esto yo le respondía con una sonrisa, diciéndole que para
nosotros era más un orgullo que un desafío. Eso si, haber escalado el
Aconcagua no me exime de preguntarme a veces si yo mismo tendría la
fuerza interior y la templanza que él tuvo para superar los momentos difíciles
que pasó. Me lo sigo respondiendo cada día.

Valoración de su obra
I

Graciela Maturo, escritora, ensayista, catedrática en la UBA y UCA,


investigadora principal del CONICET, Directora del Centro de Estudios
Latinoamericanos y de la Revista- Libro Megafón, se refiere a su tarea lingüística
en el Prólogo de Cómo habla el santiagueño... y el argentino:
Con gran placer me dispongo a estampar unas palabras introductorias a este
opúsculo que contiene las últimas novedades que la Real Academia de la
Lengua aceptó a propuesta de nuestro distinguido compatriota, el profesor
Elvio Aroldo Ávila. Lo hago con la admiración y el reconocimiento que
provienen de haber descubierto hace algún tiempo la fecunda labor de este
santiagueño múltiple, fogueado en el periodismo, el ensayo político, la
investigación lingüística, los estudios literarios, la literatura autobiográfica y
la docencia, entre otros menesteres.
Su residencia de más de diez años en Catamarca, el regreso a su provincia
natal en los años 60 y su cariñosa escucha del pueblo, motivaron su creciente
interés en la indagación de las peculiaridades regionales, populares y
literarias del español- americano. Su conocimiento de lenguas clásicas y
modernas, su formación filosófica y su sensibilidad creadora le permitieron
captar y estimar valores antropológicos, semánticos, históricos.
Corresponsal de hecho de la Real Academia de la Lengua, valorado por
distinguidos lingüistas, nuestro colega logró hacerse escuchar con respeto, y
sus propuestas fueron en gran medida incorporadas al repertorio del idioma.
El esfuerzo de muchos años de “trabajo de campo”, investigación y
revalorización cultural dio sus frutos.
(...)Elvio Aroldo Ávila ha honrado a la comunidad iberoamericana al
constituirse en defensor de su identidad lingüística que es como decir su
ethos histórico-cultural. Ello es coherente con su preocupación por el destino
de su patria y su vocación americanista. El reconocimiento de que ha sido
objeto su labor nos enorgullece a todos los que creemos en el legítimo
derecho de las culturas a defender su identidad, y en el enriquecimiento que
de ella adviene al lenguaje vivo.

II
En la Presentación de la 1ª edición de Cómo habla el santiagueño, el prof. Orlando
Lázaro, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la U N de Tucumán, describe
así la tarea de Ávila:
... leyó y fichó glosarios, enciclopedias, etimologías, vocabularios, gramáticas,
libros y ensayos de historia, lingüística, folklore y etnología; comparó y seleccionó
ese material, escuchó hablar a sus comprovincianos, tomó notas; confrontó sus
opiniones con otros estudiosos interesados en una problemática similar; interpretó,
ordenó el material, e ingresó finalmente en la etapa de la exposición
El resultado de esa perseverante labor es su Santiago del Estero indo-hispanía
lingüística. Cómo habla el santiagueño.
El libro aspira a ser una contribución para lograr un conocimiento adecuado del
habla local, satisfacer la curiosidad de aquellos que, por primera vez, se enfrentan
con una serie de voces y giros desconocidos, y a entregar a los estudiosos de la
lengua elementos para ahondar en las investigaciones lingüísticas.
(...) La geografía y la historia están presentes en los estudios sobre la región y sus
habitantes; la lingüística, en los enfoques en torno al quechua en el habla regional,
en el análisis de los rasgos fonéticos, morfológicos, semánticos y expresiones
características del hablar santiagueño; la antropología cultural y la sociología en
el interesante tema referente a la idiosincrasia del santiagueño.
III

Enrique Pavón Pereyra, reconocido historiador, que escribiera más de cien libros y
fuera Director de la Biblioteca Nacional, dice en las Palabras Preliminares de José
Hernández y el Ser Nacional

(...)Elvio Aroldo Ávila transita por los andariveles de una empresa difícil,
como lo son en rigor todas aquellas responsabilidades que afligen al ser
nacional, al ejercicio pleno de esa pasión argentinista que, en Ávila, se
confunde con el dolor de la tierra, con los entresijos de un drama inmune a
los avatares de la moda, y que, por lo tanto, responde a una naturaleza
asísmica, rica en elementos genuinos, donde suele crepitar un fuego interior
“desde abajo”, como quería Marechal.
En ningún pasaje de la lectura de éste libro desciende el escoliasta, ni yerran
los dardos del intérprete (iba a decir, del agiógrafo): se diría que la
interpretación de Ávila es más interior, más profunda, más del “Martín
Fierro” que de Hernández, menos de lo formal que de lo esencial, más de lo
raigal que del antecedente literario o del precedente bibliográfico.

IV

El Dr. José Andrés Rivas, de la Academia Argentina de Letras, en el citado Dossier


de E. A. Ávila publicado en El Liberal, señala:

Lo sugestivo de este trabajo es que su propio autor era consciente de que su


obra podría ser enriquecida y ampliada. Era la voz del pueblo, antes que la
suya, nos sugiere, la que nutriría las páginas de Como Habla el
Santiagueño...y el Argentino. Esa tarea sería imposible, sin embargo, sin la
presencia de un hombre apasionado por el habla de su propia tierra. Con
laborioso tesón y rigor minucioso, Ávila recogió la voz de sus
comprovincianos. Las palabras que pasaban de boca en el habla cotidiana. De
dónde venían, qué significaban, por qué habían cambiado, era en apariencia
la materia de su libro. La realidad, en cambio, pertenecía al territorio
insondable del alma del hombre y de la mujer de su tierra. A las formas de
amar, temer y sentir, con que entonaban sus propias palabras.
Ésa es la sustancia que nutre este libro que recoge las formas de hablar de sus
comprovincianos. El misterioso secreto que esconden las palabras de todos los
días. El modo que tenemos para decir quiénes somos y cómo soñamos. Cómo
es el color de nuestro cielo y nuestros árboles. Cómo es la sonrisa y el llanto
de los seres que amamos.

Más de treinta años de pasión por el habla de su pueblo


Hebe Luz Ávila*
No voy a referirme al hombre ejemplar, al padre y marido dedicado,
amantísimo, al abuelo juguetón, al buen amigo. Eso queda bien claro entre quienes
disfrutamos su presencia y aprendimos con su ejemplo. De su entrega y pasión como
político idealista y fervoroso luchador por la argentinidad, sus libros son un buen
testimonio. Sé, por experiencia diaria, que como docente de larga y generosa
trayectoria su recuerdo quedó grabado en cientos de ex alumnos que, cuando se enteran
de quién es mi padre, no pueden ocultar su cariño, su reconocimiento, su admiración.
Hablaré solo de su labor lingüística, que – como todo lo que hizo en su vida - la
encaró con entusiasmo y dedicación, dándose a fondo. En nuestra familia siempre
todos hemos participado de los emprendimientos y decisiones de cada uno. Y así, era
muy frecuente que, en la mesa o mateada familiar, comentáramos el uso y significado
de algunas palabras que él traía anotadas con letra chiquita en papelitos, guardados en
el bolsillo del saco (el de la derecha, porque en el de la izquierda llevaba un pañuelo de
los de su colección, haciendo siempre juego con la corbata ... ah! y con el color de las
medias)
La tarea había comenzado cuando en 1960 regresa a Santiago del Estero luego
de más de doce años de ausencia en Catamarca, donde se desempeñó sucesivamente
como periodista, Director de Prensa de la gobernación y, luego de la revolución del 55,
en desocupado, jefe de la resistencia peronista y preso político (entre estas últimas
lides, se recibió en el Profesorado catamarqueño con medalla de oro). El volver a estar
en contacto con el habla local (“las voces del alma” decía él) resaltó las
particularidades y diferencias que ya había notado en su ausencia. Comenzó a prestar
atención a determinados vocablos que escuchaba o leía, los buscaba en el Diccionario
de RAE, y al confirmar que no eran registrados, los estudiaba en su etimología y
documentaba usos frecuentes. Solía pasar por la vereda del mercado, de donde siempre
traía algún “ejemplar raro” para su análisis. Al principio parecía un hobby, por simple
curiosidad, pero luego resultó una tarea atrapante... e interminable.
Todos a su alrededor nos interesábamos en estos hallazgos, y hasta incitábamos
su atención trayéndole alguna palabra (habíamos desarrollado cierta intuición acerca de
las que le interesarían).
Talvez porque era la hija mayor, siempre fui su “ladera”. La que de niña
recortaba los artículos que él consideraba interesantes de La Nación Cultural y luego
de leerlos y oír su comentario enriquecedor, los pegaba y guardaba en carpetas.
Hasta la adolescencia leí todo lo que él leía y más adelante él leyó los libros que
yo consultaba en mi licenciatura. Tanto es así que muchas obras que compartí con él -
de Octavio Paz, Vargas Llosa, Alejo Carpentier, Macedonio Fernández, Rulfo -
aparecen en “Los escritores y el enriquecimiento del idioma”, de Cómo habla el
santiagueño ... y el argentino. Sus lecturas habían sido más clásicas, así que me
enorgulleció que compartiera con tanto entusiasmo todo lo nuevo que le llegaba de mi
mano, sobre todo cuando me “enamoré” de la Pragmalingüística, que él apenas
alcanzó a avizorar en sus orígenes. De todas formas, su juicio sabio fue siempre mi
rector.
Tenía urgencia por compartir lo que le entusiasmaba, y así publicó durante
décadas secciones de Lingüística en El Liberal, a medida que escribía - sin tener muy
claro aún - su primer libro sobre el tema (Antes la Fundación Matera lo había premiado
por José Hernández y el ser nacional -1979-)
En julio de 1980 se presentó Santiago del Estero: Indo-Hispania Lingüística
como una gran propuesta a la RAE y afortunadamente los académicos lo tomaron muy
en serio, pues de las 353 voces minuciosamente estudiadas se oficializaron 114 en la
edición de 1984 del DRAE.
Un interesante intercambio epistolar se dio por aquellos años con don Alonso
Zamora Vicente, Secretario Perpetuo de la RAE, que lo alentó a continuar con el
trabajo y sus envíos. Es más, cuando el académico, de avanzada edad, renunció al
cargo, lo puso en contacto con don Víctor García de la Concha.
Sintiéndose respaldado por la Academia de la Lengua, incrementó el ritmo y
trabajó fervorosamente: la radio, la televisión, los diarios y revistas, los libros y el
habla oral lo surtían de términos significativos que no pertenecían al cauce oficial de la
lengua. Lo acuciaba el tiempo, pues sentía que se acercaba el V Centenario del
Descubrimiento y que – en su decir - “América iba a ser la vedette”. Nuevos artículos
en “El Liberal”, con sus consecuentes envíos a España, más de 2.500 voces propuestas
– y “de yapa” un ingente número de expresiones popularizadas – y la publicación del
segundo libro de Lingüística : Cómo habla el santiagueño... y el argentino. Aquí ya
incorpora dos ensayos de mi autoría, y luego, en Hablemos bien, defendamos el idioma
(1994, unos meses antes de su muerte), mi curso de Oratoria.
Lo invitaron y estaba en sus planes viajar a España para los 500 años. Tenían
los pasaportes listos con mi madre, pero le descubrieron una seria dolencia cardiaca.
Sin embargo, cuando salió la 21ª edición del DRAE, con 12.000 voces nuevas
-la mayoría hispanoamericanas -, la tarea se transformó en febril. Horas de búsqueda y
festejado encuentro: primero las palabras propuestas y cuando había registrado una
gran cantidad de ellas, el revisar si por lo menos aparecían como segundas o terceras
acepciones. Lo importante era que no solo figuraban en el nuevo DRAE, sino que
muchas veces coincidían hasta los ejemplos de uso que él había propuesto.
Encontramos – todos participamos de la búsqueda - 302 vocablos (constituían “sus”
palabras, aunque era de suponer que a todas no solo él las habría propuesto) y 23
dichos populares, que ahora se sumaban a los 6 oficializados en 1984.
Un total de 416 voces y 29 expresiones. .. y nuevas propuestas en nuevas
cartas; más reflexiones, hechos curiosos y contradicciones que su aguda percepción y
horas de estudio descubría en el DRAE.
El decía: “si esas voces que usamos a diario los argentinos no pertenecen al
idioma oficial – si son “mostrencas”- cómo vamos a entendernos en la Gran
Hispania?”. Y le llenaba de felicidad el haber colaborado a que tengamos un idioma
actualizado, que nos posibilite una buena comunicación, sobre todo entre los
hispanoparlantes.
Mi tesis de doctorado que mereciera un summa cum laude fue publicada como
el libro Santiago del Estero: Identidad y habla (2004) por la UNT y tiene como
dedicatoria: “A la memoria de mi padre, Elvio Aroldo Ávila, con el anhelo de que ésta
sea digna continuación de su obra”.

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