Hecho Religioso
Hecho Religioso
Hecho Religioso
Al hablar del hecho religioso, nos estamos refiriendo a todas las religiones que han
existido en el pasado o existen hoy. En todas ellas encontramos algo común que nos
permite llamarlas "religión", a pesar de las notables diferencias que puede haber entre
ellas. Eso que todas las religiones tienen en común es lo que intentamos ver en este tema,
sin fijarnos, por consiguiente, en una religión concreta.
Vivir la religión es, sin duda, lo más importante para una persona que dice tener una
"religión". Pero también es necesario conocerla e incluso conocer otras religiones
diferentes. Lo primero, porque el conocimiento de la propia religión ayuda a ser
consecuente con lo que la religión dice y, lo segundo, porque conocer otras religiones
puede ayudar a comprender mejor a los que las practican. Con ello no queremos decir que
todas las religiones tengan el mismo valor para cada uno.
Manifestaciones pseudoreligiosas
Magia
La persona supersticiosa cree que existe algo superior, una especie de fuerza oculta
que puede no favorecerla, o incluso castigarla si realiza ciertos actos que, por lo tanto, hay
que evitar.
Idolatría
La idolatría consiste en tomar como Dios aquello que no lo es, ya sean objetos (el
dinero) o seres naturales (personas, animales). Estos objetos o seres naturales son
divinizados por la persona que los convierte en ídolos. Las relaciones que se establecen
son de sometimiento, dependencia y casi de adoración.
Ciencias ocultas
Todas estas prácticas suponen que la vida de las personas está ya predeterminada
por una especie de destino; la decisión personal no cuenta. Entre las denominadas
ciencias ocultas están:
Este tipo de prácticas está muy lejos del sentimiento que motiva la religión:
aceptación libre de la divinidad, en cuya relación se encuentra el sentido de la vida.
Resulta imposible dar una respuesta definitiva a estas preguntas. Sin embargo,
podemos rastrear los lejanos orígenes del hecho religioso.
El hombre primitivo recurre a técnicas rituales para abordar las situaciones que le
asombran. De esta manera se consolida la actitud religiosa. Surgen amuletos de
fecundidad (Venus de Brassenpouy, Lespugue y Willendorf), danzas rituales ejecutadas en
cuevas casi inaccesibles, adornadas con pinturas de animales heridos (caverna de
Montespau, de los tres hermanos), como un intento de controlar y dominar la caza.
También resulta imposible saber con exactitud qué imagen del Ser Supremo tenía el
hombre primitivo. Parece ser que estaba relacionado con la fecundidad de las personas,
animales y plantas; también con la actividad de la caza y con el culto a los muertos. Era
concebido como un ser, de alguna manera responsable del mundo que el hombre veía
(Mitos de Creación). Aparece además la idea de la diosa madre, engendradora de vida. Y
posteriormente surgen otras divinidades especiales, relacionadas con las dos primeras y
honradas en lugares llamados panteones.
Podemos afirmar, por consiguiente, que las danzas sagradas, las ofrendas y
sacrificios, los ritos de iniciación y el culto a los muertos constituyen las primeras
expresiones religiosas de la humanidad.
El estudio de tribus y pueblos que, aún hoy, viven de forma parecida (Nueva Guinea,
Australia, África) puede ayudarnos a la hora de conocer la expresión religiosa del hombre
primitivo. Con todo, hemos de ser cautos a la hora de elaborar teorías basadas en estos
estudios, por cuanto estos pueblos tienen una larga historia, tal vez no escrita, que de
alguna forma les diferencia del hombre del neolítico. Señalamos, finalmente, que hombre
primitivo no es lo mismo que hombre salvaje. Las creencias religiosas de muchos pueblos
primitivos preservan su estricta moral y rigurosa organización social y familiar.
A Dios no se le puede definir, pues esto supone ponerle límites. Pero se puede saber
algo de él, sobre todo por la huella que Dios deja en las cosas y en la historia de los
hombres. Dios es anterior al hombre y superior a él. Cuando Dios sale al encuentro del
hombre, éste experimenta la necesidad de cambiar y de ver la vida de forma diferente. El
encuentro con Dios afecta a lo más profundo y definitivo de su ser.
Lo sagrado
La irrupción del misterio (Dios) en la vida del hombre hace que todo lo que se
relacione con él adquiera un carácter sagrado. Sagrado quiere decir «separado». Una
persona que orienta su vida a Dios, una cosa que se dedica a Él, son sagradas. No
podemos tratarlas de cualquier manera. Ya no son para sí, sino para Dios. Cuando el
hombre entra en un lugar sagrado, se comporta de forma diferente, queda inmerso en
una atmósfera nueva y expresa esta realidad con una serie de actitudes distintas (silencio,
descalzarse, postrarse...). También en la vida del hombre hay tiempos sagrados —las
fiestas— dedicados de forma especial a esta relación con Dios.
El hombre religioso conoce y reconoce el misterio llamado Dios, es decir, acepta esa
superioridad que le desborda. Y esta aceptación le lleva a cambiar de vida. Su
comportamiento es ya diferente.
Muchas de las actitudes que adoptamos ante los hombres y las cosas dependen del
Dios en que creemos.
Mediaciones
Todas las leyes morales y de conducta con el prójimo de las religiones podrían tener
aquí su fundamento: es la necesidad de presentarse puro ante la divinidad. "Sed santos,
porque Yo, Yavé, vuestro Dios, soy Santo" Lv.19,2.
Así, hoy, podemos distinguir unas religiones de otras, no porque crean en el Misterio
Último o en una Realidad Trascendente, sino por cómo lo conceptualizan (doctrina), como
lo viven o celebran (culto), como lo llevan a sus vidas (moral) o cómo se organizan
(estructuras).
El lenguaje religioso
• Dentro del lenguaje religioso distinguimos dos grandes líneas: Hablar de Dios y
hablar a Dios. En la primera entra el lenguaje que llamamos «doctrinal». Al afirmar «Dios
es creador», empleamos una fórmula teológica que nos dice algo sobre Dios. Estamos
hablando de Dios.
• Las formas del lenguaje religioso son simbólicas. Es decir, emplean símbolos para
expresarse ya que la realidad a la que hablan o de la que hablan no puede ser delimitada
por ninguna palabra humana por superar de lleno las posibilidades de nuestro lenguaje.
• Señalamos una característica más del lenguaje religioso. Decir algo sobre Dios
compromete al que habla y le exige vivir en consonancia con lo que está diciendo. La
expresión «Dios es bueno», pide al que lo dice de verdad que intente ser bueno como el
mismo Dios lo es. En el lenguaje religioso la actitud con que se dice es tan importante
como lo que se está diciendo.
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