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Mitimaes

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ISSN 2545-8256

Surandino Monográfico /núm. 4 (2018): [23-38]


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“… los mitimaes temían a


los naturales y los naturales
a los mitimaes”: políticas de
reasentamiento y la construcción
de la diferencia en el Estado inca*
"" Karoline Noack
Departamento de Antropología de las Américas, Universidad de Bonn, Alemania
knoack@uni-bonn.de

Fecha de recepción: 17 de abril de 2018. Fecha de aceptación: 8 de octubre de 2018.

Resumen

En este artículo se buscan comprender los mecanismos del Estado inca a partir de la Palabras clave
institución de los mitimaes. El desplazamiento de grupos de personas a los espacios Estado inca
específicos, representados en rituales como la Situa, eran estrategias tan centrales que longue durée
permiten considerar el Estado inca como un “estado móvil”. Esta política específica de mitimaes
repercusiones en conflictos actuales
reasentamiento poblacional dio lugar a que su área de influencia pudiera extenderse
rápidamente. Se esbozan aquí las diferentes relaciones sociales específicas de depen-
dencia en el Estado inca, así como las respectivas integraciones de los grupos en las
comunidades locales, para poder trazar la categoría de los mitimaes en este contexto.
A continuación, se describe la institución de los mitimaes en perspectiva histórica que
se extiende hasta la época colonial y a los siglos XVII-XVIII, sin omitir problemas
actuales en los cuales está involucrada la institución de los mitimaes.

Abstract

In this article, it is tried to understand the mechanisms of the Inca state starting Keywords
from the institutionalization of the mitimaes. The displacement of groups of people Inca state
and their settlement to specific spaces, which is represented in rituals like the Situa, longue durée
were so strategic, that the Inca state may be considered as a “mobile state”. A policy mitimaes
impact on contemporary conflicts
of specific resettlement led to the fact that its area of influence could extend very
quickly. The different specific social relationships of dependency in the Inca state

* “… los mitimaes temían a los indígenas y los indígenas temían a los mitimaes” (Cieza de León, 2012a
[1548-54]: 56). Agradezco a Kerstin Nowack por las discusiones fructíferas sobre el tema, así como sus
agudos y valiosos consejos y sugerencias. Este artículo es una traducción al castellano, en una versión
ligeramente modificada, de “Die Einheimischen, die Fremden und die Furcht: Umsiedlungspolitik im
Inka-Staat”. En: Erzwungene Exile. Umsiedlung und Vertreibung in der Vormoderne (500 bis 1850), Tho-
mas Ertl (Ed.), 107-130. Frankfurt/New York: Campus Verlag, 2017. En este libro, en que se ha reunido
ejemplos de todas las partes del mundo en una perspectiva comparativa, se argumenta que estos
fenómenos no tratan de problemas únicamente europeos ni de la modernidad. Traducción realizada
por Christine Winter de Velarde y revisada por Ana María Presta.

Este trabajo está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional
ISSN 2545-8256
Karoline Noack
“… los mitimaes temían a los naturales y los naturales a los mitimaes”... Surandino Monográfico /núm. 4 (2018): [23-38]
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will be contoured, as well as the respective integrations of the groups in the local
communities, in order to define the class of the mitimaes in this context. Then, the
institutionalization of the mitimaes will be worked out within a historical perspective,
which extends to the colonial era of the 17th and 18th centuries, but also up to actual
problems in which the institution of the mitimaes is involved.

Introducción

El desplazamiento de los mitimaes, grupos familiares y sociales en diferentes dimen-


siones, y su movimiento para que poblasen espacios determinados y estratégicos de un
territorio en crecimiento, eran estrategias centrales en el origen del Estado inca. Esta
política específica de reasentamiento poblacional dio lugar a que su área de influencia
pudiera extenderse rápidamente. Los mitimaes eran tan fundamentales que, a partir de
esta institución, se puede comprender no sólo el origen sino también los mecanismos
del Estado inca. La inclusión y exclusión de los “foráneos”, o sea de los mitimaes, como
parte del Estado no está representada de manera ejemplar en el ritual estatal Situa, en
un nivel tanto simbólico como performativo. Por su centralidad, se va a presentar el
ritual como entrada al tema. En base de fuentes secundarias (como los estudios sobre
los mitimaes en el Estado inca) principalmente, pero en cuanto a la época colonial
también, partiendo de fuentes primarias, en este artículo se procura ofrecer tanto una
síntesis sobre la institución de los mitimaes en la perspectiva de la longue durée como
una conceptualización del Estado inca como “estado móvil”. Después de esbozar las
diferentes relaciones sociales específicas de dependencia en el Estado inca, así como
las respectivas integraciones de los grupos en las comunidades locales, para poder
trazar la categoría de los mitimaes en este contexto, se describe la institución de los
mitimaes que se extiende hasta la época colonial y a los siglos XVII-XVIII, sin omitir
problemas políticos actuales en los cuales está involucrada la antigua institución de
los mitimaes. El “estado móvil” de los incas, en el caso peruano, se ha transformado
en un Estado moderno “pluricultural” que discursivamente considera la movilidad
como algo contrario a sus “pueblos indígenas”.

El primer día de luna nueva después del equinoccio de septiembre empezó uno de
los rituales más importantes entre los incas, llamado Situa (también Citua). La Situa
era un ritual que duraba varios días y se realizaba en Cusco para la purificación
simbólica del estado y de todos sus habitantes.1 Primero fue llevado a cabo con la 1. Existen diferentes ortografías para
el nombre de la capital de los incas
ayuda del agua, luego también con fuego, a fin de prevenir enfermedades antes de la (Cuzco, en Perú preferentemente
estación lluviosa, de las cuales podrían ser afectados los hombres, pero también las Cusco, en Quechua Qosqo). En este
artículo usamos Cusco, si las fuentes
plantas jóvenes de maíz (Bauer y Reid, 2015). La metáfora más importante del ritual citadas no lo fijan de otra manera.
era la de la guerra, su simbolismo central se refería a la distinción de los “foráneos”
de los “no foráneos” (también naturales). Sobre la base del concepto del ritual de
iniciación (rite de passage) (van Gennep, 1909; Turner, 1964) se pueden describir bre-
vemente las tres fases de la fiesta: la de separación, la liminal y la de integración.

El primer día después de luna nueva es decir, al comienzo de la fase de separa-


ción, todos los “foráneos”, que incluían los grupos sometidos por los incas, así como
aquellos que eran considerados como “impuros” (como por ejemplo personas con
un defecto físico en el imaginario de la sociedad incaica) tenían que abandonar la
capital Cusco (Bauer y Reid, 2015: 211-219). A continuación, unos guerreros, reflejan-
do el orden social en cuatro carreras de relevos y usando rutas exactamente fijadas,
ahuyentaban las impurezas de la ciudad, blandiendo sus lanzas como símbolos de
enfermedades. Según el cronista Garcilaso de la Vega, las lanzas fueron clavadas
en el suelo en cuatro lugares fuera de Cusco. Estos lugares marcaban los límites de
la influencia de los grupos de parentesco incaicos, de las panacas; aunque con ello
trataban de evitar que enfermedades aparecieran de nuevo. Al final, los guerreros
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se bañaban en el río Apurímac o Vilcanota con toda su ropa puesta y con sus armas.
De esta manera, se eliminaban las potenciales enfermedades. En la plaza central de
Cusco, Aucaypata (hoy en día la Plaza de Armas), se vertía chicha, bebida fermentada
de maíz. Los habitantes que habían permanecido, los “no foráneos”, salían de sus
casas, sacudían sus frazadas y se limpiaban simbólicamente de impurezas. La purifi-
cación mediante pacas de paja encendidas, que se balanceaban colgadas de cordones
(quechua: pancucu), se realizaba a continuación por la noche. Esas pacas de paja se
arrojaban al agua al final del ritual y, de esa manera, eran transportadas fuera del
espacio original. Después, las personas que se quedaban en Cuzco también efectua-
ban rituales de purificación durante varios días, o se bañaban en los ríos ayunando
al mismo tiempo (Bauer y Reid, 2015: 213-217).

La fase liminal de las festividades en el centro de Cusco constituía el punto culminante


del ritual. El gobernante inca invitaba a todos los habitantes de la ciudad a un gran
banquete, durante el cual se servían grandes cantidades de chicha. Como otra forma
de purificación, los participantes se embadurnaban sus caras y cuerpos con sancu,
una masa hecha de maíz y sangre, que extendían en los umbrales de sus casas. A
continuación, clasificados por grupos de parentesco y con los fardos de las momias
de los gobernantes incas fallecidos, cuyas caras también se pintaban con sancu, se
reunían en la plaza central de la ciudad, donde se les servía carne de llama asada. El
punto culminante eran las profecías para el año agrícola venidero que se anunciaban
a continuación (Bauer y Reid, 2015: 218-219).

Durante la fase de integración, los “foráneos” regresaban en procesión a la ciudad. La


élite inca los acogía con la presentación de sus más importantes símbolos de poder y de
jerarquía en la plaza central. Al día siguiente, el día que terminaba el ritual, los “foráneos”
se juntaban nuevamente en la plaza, vestidos con el atuendo de su respectiva región de
origen, acompañados por sus huacas, con el fin de intercambiarlos.2 La fiesta terminaba 2. Huaca es un término genérico
usado para denotar cualquier forma
con bailes y canciones (taqui) de las diferentes regiones de los “foráneos”. de lugar sagrado, objeto o seres.
Podían ser formaciones naturales
como montañas, lagos o plantas;
El ritual de iniciación de la Situa es a la vez la materialización (Bauer y Reid, 2015: edificaciones, como templos o tum-
220-221) y expresión de la ideología de las políticas simbólicas del Estado basadas en bas, así como personas que tenían
determinadas características, como
el ciclo agrícola. El Estado vence al caos, simbolizado por las enfermedades e impu- por ejemplo gemelos, individuos con
labio leporino, discapacitados, entre
rezas, y a los forasteros, con metáforas de la guerra en un orden que, finalmente, se otros (Nowack, 2013b).
restablece. El orden significa que se han eliminado las enfermedades e impurezas
que habían traído los “foráneos”. El orden ocurre al excluirse los forasteros para
luego, en un hecho periódico que marca las diferencias y su integración renovada,
recuperarlos en virtud de su lealtad a la sociedad incaica.

En relación con la comprensión de los mecanismos de dominación del Estado inca,


esto significa, en primer lugar, que la guerra, o bien la amenaza de guerra, el intercam-
bio de regalos, mujeres y huacas, los banquetes comunes y la chicha eran instrumentos
importantes de las conquistas de los soberanos incas. De esta manera, se reforzaban
y se perpetuaban las alianzas con los grupos conquistados. En segundo lugar, el des-
plazamiento de grupos de personas a los espacios planeados, tal como se simboliza en
el ritual de la Situa, era parte de los mecanismos básicos de la expansión del Estado.
Los incas tenían la gran habilidad de integrar grupos de población de orígenes más
diversos, diferenciándolos unos de otros. De esta manera, la exclusión e inclusión de
“foráneos” en el ritual de la Situa simboliza los grandes movimientos de reasentamien-
to, que eran esenciales para el Estado. Los grupos reasentados, es decir, los grupos
primeramente excluidos y posteriormente reintegrados, se denominaron mitimaes
(según la ortografía también mitmas, mitmaqkuna, trasladados, colonizadores, colonos).

La institución de los mitimaes, instrumento central del Estado inca, se reflejaba en la


representación, la materialización y la configuración de las unidades sociopolíticas,
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que constituían una dicotomía fundamental entre “foráneos” y “no foráneos”. Los
“foráneos” y los “no foráneos” no eran grupos estables ni grupos caracterizados per
se por esas características – foráneo no foráneo.3 Más bien su caracterización podía 3. En Chimbo (Ecuador), se diferencia-
ba, por ejemplo, entre las categorías
mutar según las condiciones y circunstancias históricas de la escenificación de las de los llatayos, los “no foráneos”, y
diferencias, como en el ritual de la Situa. Informes sobre la identificación de los los “foráneos“ que, en este caso, eran
de Cusco, es decir el lugar original, y
grupos de población reasentados mediante una determinada vestimenta, incluido el que eran instituidos como mitimaes
(Espinoza Soriano, 1983-1985: 176).
tocado de las regiones de origen, demuestran asimismo la dicotomía entre forastero,
4. En la literatura científica, estas
es decir no local, y propio, es decir local.4 diferencias se describen muchas veces
como diferencias “étnicas”, o bien,
a los distintos grupos de población
como grupos “étnicos” (Lorandi
La institución de los mitimaes en el Estado inca: una síntesis y Rodríguez, 2003; Mantha, 2013;
Murra, 1975b). Sin embargo, Julien
(1993: 228-229) habla de “personas”,
“población” y de grupos denominados
Una política de reasentamiento adecuada y específicamente planificada, a lo largo de con un determinado nombre, así como
las conquistas de cada uno de los soberanos incas, dio lugar a la rápida expansión de las categorías “local” y “no local”.
La autora renuncia también a una ter-
del área de influencia y a un dominio efectivo para que el inca fuera el Estado más minología relacionada con categorías
étnicas porque éstas, en su dimensión
extenso de la América prehispánica. En el momento de la llegada de los conquista- ontológica, oculta complejos procesos
dores españoles, a principios del siglo XVI, en su territorio vivían aproximadamente sociales de los que pudiera revelar y,
de esta manera, se predeterminan los
13 millones de personas. En ese entonces, el Estado inca, con Cusco como su centro resultados. La dimensión política del
político y religioso, se extendía hacia el norte hasta el sur de la actual Colombia así término “étnico” evoca una continui-
dad peligrosa que llega hasta el pre-
como al sur y sureste del hoy Estado Plurinacional de Bolivia hasta el norte de Chile sente, tal como se puede ver en uno
de los ejemplos de caso (Noack, 2015).
y el noroeste de la actual Argentina. En la extensión occidental-oriental, los desiertos
5. Los trabajos de Julien (1993) y
costeros, las variadas cordilleras andinas, en parte profundamente encajadas, y la Santillana (2012) buscan una conexión
cuenca amazónica oriental, formaban paisajes extraordinariamente diversos. Los incas entre los métodos de investigación
arqueológicos y etnohistóricos. Las
llamaban a su conjunto político Tawantinsuyu, que significa dominio “cuádruple” o fuentes escritas datan de la época
colonial; entre ellas, cabe mencionar
“cuatro partes (suyu) unidas entre sí”. Utilizando aproximadamente los puntos cardi- los informes de testigos presencia-
nales, Chinchaysuyu se encontraba al norte, Andesuyu en las tierras bajas amazónicas, les, funcionarios y cronistas de la
conquista y colonización, así como
Condesuyu en el oeste en el Pacífico y Collasuyu al sur (Noack, 2013). una gran variedad de documentos
administrativos y jurídicos de los
archivos históricos. Los documentos
El vasto grupo de los mitimaes, registrado por estudios de caso arqueológicos y etno- judiciales registran, además de las
situaciones de la época colonial, los
históricos, representaba una institución central del Estado inca (Wachtel, 1982; Julien, procesos de transformación en las
1993; Santillana, 2012: 28).5 El método más importante de los incas para consolidar comunidades locales, así como los
principios de organización prehispá-
su dominio en los nuevos territorios conquistados consistía en el reasentamiento de nicos de las sociedades indígenas.
gran parte de la población, de acuerdo con ciertos principios. Funcional a esta polí- 6. Incahuasi en el valle de Cañete no
debe confundirse con Incahuasi situa-
tica de traslados era la red de carreteras y de caminos incaicos, que en el transcurso do más al sur en el valle de Pisco, a
de las conquistas fue diseñado y constantemente ampliado, con posadas de descanso una altura de aproximadamente 3000
metros, o el homónimo de los Andes
(tambos), depósitos (collcas) y centros administrativos, como Huánuco Viejo, Chiqui- meridionales, en la frontera oriental.
toy Viejo, Tambo Colorado o Incahuasi (“casa del Inca”) en la costa del valle de Otro lugar con el nombre Incahuasi
se encuentra en las tierras altas del
Cañete, como puntos nodales, constituyendo en su totalidad “un complejo sistema departamento de Lambayeque y recién
fue fundado en el siglo XVII. Véase el
de administración, transporte y comunicación” (Kurella, 2013: 134), que por medio de caso de ejemplo de los cañaris. Los
los corredores (chasquis) representaba la infraestructura del dominio incaico.6 corredores, llamados chasqui, llevaban
mensajes y encargos a lo largo de tra-
yectos extensos desde y hasta su desti-
Adicionalmente, centros religioso-administrativos, llamados los “otros Cuscos”, cons- no, transportándolos igual que en una
carrera de relevos de posta a posta.
tituían otras intersecciones del sistema.7 Además, el sistema de carreteras y de cami- 7. El término “otros Cuscos” es utiliza-
nos marcaba las fronteras entre las distintas provincias del Estado (Julien, 1993: 182 do por Guaman Poma de Ayala (2001
[1615]) así como en la literatura se-
y 215). Dentro de la unidad administrativa de cada provincia, los incas organizaban cundaria. El testigo presencial Pedro
Cieza de León (2012a [1548-54]: 129)
todas las actividades productivas. Aunque la composición de una provincia respecto relata que Incahuasi fue establecido
al origen de los grupos de población y a los demás recursos variaba, pues ello depen- en el valle de Cañete como “Cuzco”.
Además, menciona “aposentos por
día de las peculiares condiciones históricas, las actividades de producción iniciadas cosas principales”, lo que más o
por los incas eran similares (Julien, 1993: 189 y 199). menos significa “lugares principa-
les” de una unidad administrativa y
enumera, como Guaman Poma, Quito
y Tumi (Pampa), sin embargo también
Por un lado, algunos grupos fueron reasentados desde el Cusco, asentamiento original Tacunga (Latacunga) y Tumebamba
de los incas (Bauer, 2004), a los territorios conquistados, con el fin de ejercer control en el Ecuador actual, Caxamalca
(Cajamarca), Jauja y Bilcas (Vilcas)
militar y político; sin embargo, expulsaban de distintas manera a la población local en el Perú actual y Paria en Bolivia
a la que reasentaban, perdiendo de esta manera sus derechos de “propiedad” y usu- (Cieza de León 2012b [1553]: 126). Le
agradezco a Kerstin Nowack por la
fructo de la tierra. Por ejemplo, entre los chimbo, conquistados por Huayna Capac, al indicación de las fuentes aquí citadas.
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oeste de Riobamba en el Ecuador actual, fue asentado un grupo de mitimaes de origen


incaico con funciones militares (Espinoza Soriano, 1983-1985: 149). “De origen incaico”
significa, en este caso, que los mitimaes procedían de una serie de lugares como Cusco,
Cajamarca, Guambos, Caxas, Guayacondos, es decir, territorios que pertenecían al país
original de los incas (Espinoza Soriano, 1983-1985: 170). Por otro lado, poblaciones que
se habían opuesto a la conquista y eran consideradas “rebeldes”, fueron castigadas
con reasentamientos. Los llevaron o bien al país original de los incas o bien a otras
regiones, donde su potencial insurgente también fue refrenado (Santillana, 2012: 27;
Mantha, 2013: 168). En tercer lugar, territorios poco poblados fueron desarrollados
con la ayuda de mitimaes con el fin de satisfacer la demanda creciente de los sobera-
nos incas en un espacio que se extendía cada vez más (Patterson, 1991; Mantha, 2013:
168). Finalmente, los grupos de población que se caracterizaban por conocimientos
especiales en los ámbitos de la economía redistributiva (platería, textiles, cerámica) y
resultaban fundamentales para los incas fueron trasladados a regiones relativamente
accesibles y equipadas con los correspondientes recursos.

En las investigaciones publicadas, los mitimaes son una de las categorías más importan-
tes de la organización social inca. Son mencionadas en relación con los especialistas
(camayoc), los criados dependientes (yana) y las “mujeres elegidas” (aqllakuna) de
los soberanos incas (Kolata, 2013, 80 y siguientes). Sin embargo, en la literatura, hay
opiniones diversas sobre las posibles relaciones entre estas categorías de trabajado-
res. Mientras que Lorandi y Rodríguez (2003: 138) ponen a los mitimaes en relación
con los yana, Wachtel (1982: 213) ve más bien una relación entre los reasentados y
las personas obligadas a la prestación rotativa (mitayoq). Sin embargo, se subraya
en general que no existe ninguna línea divisoria clara entre las categorías, sino que
pueden superponerse (Rowe, 1982). Las categorías mencionadas no denotan clases o
grupos sociales. Los criterios de su diferenciación son mucho más diversos y podían
incluso ser paralelos a la jerarquía social: los mitimaes tenían su origen social tanto
en la nobleza como en la población de las comunidades rurales (Santillana, 2012:
27). Los grupos se pueden diferenciar por sus respectivas formas de dependencia del
soberano inca, o bien de la élite, así como por sus servicios laborales específicos o no
específicos. En segundo lugar, se diferencian por la forma de integración social o de
parentesco en el ayllu, la comunidad rural y unidad básica de la organización social
y política en los Andes. A través de las relaciones de los miembros de estas categorías
sociales con la respectiva región de origen y la representación de estas regiones, como
por ejemplo en el ritual de la Situa, los incas activaban criterios de diferencia cultural
y religiosa, en el sentido de las dicotomías de “extraño” y “propio”.

En lo sucesivo, primeramente se esbozan estas diferentes relaciones de dependen-


cia específicas, las prestaciones de servicio y de trabajo, así como las respectivas
integraciones de los grupos en las asociaciones sociales locales, para poder trazar
en contexto la categoría de los mitimaes. A continuación, se describe la institución
de los mitimaes en una perspectiva histórica que se extiende hasta la época colonial
(siglos XVII-XVIII), pero en parte también hasta la actualidad, tal como se podrá ver
en los ejemplos de caso. Esto se acompaña de una contextualización geográfica de la
política de reasentamiento, centrada en la costa norte del Perú, así como en los cañaris
del sur de Ecuador, o bien, el norte del Perú. Finalmente, se arriba a conclusiones
respecto de los mecanismos de dominación del Estado inca que se pueden extraer
de una perspectiva histórico-geográfica.

El Estado inca desarrollaba refinadas políticas de expansión y soberanía basadas


en estructuras y experiencias preincaicas; los incas rediseñaron esas estructuras en
un marco estatal y en otras dimensiones. Sin embargo, sabemos muy poco sobre
los mitimaes. Hasta ahora no se realizado un estudio arqueológico sistemático sobre
los asentamientos de los mitimaes y sus legados materiales (Schjellerup, 2005: 130)
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y tampoco estudios etnohistóricos específicos. Las preguntas, sobre la elección de


los mitimaes, cómo se organizó y controló su traslado, cómo se los abasteció, de qué
vivían cuando llegaban a destino, cómo se escogieron y expropiaron los campos que
tenían que trabajar, o cómo reaccionó la población autóctona, distan de una respuesta
coherente.

Relaciones de dependencia y categorías de la estructura social en el


Estado inca

La forma más general del servicio al Estado inca era la mita o prestación rotativa de
trabajo. Los varones cabeza de familia, entre los 25 y 50 años, estaban obligados a
prestar el servicio por ciertos períodos de tiempo y en ciertos lugares –en su lugar de
origen o alejados de éste. Con la mita, el estado podía recurrir a recursos humanos
de las regiones sometidas para todos los sectores de la economía, así como para el
ejército (Noack, 2013: 143; Nowack, 2013a: 126). Los mitimaes también podían ser
obligados a prestar servicios de mita (Santillana, 2012: 27; Espinoza Soriano, 1983-1985:
188). Los camayoc eran especialistas en áreas tan diversas como la fabricación textil,
la tintorería, la producción cerámica, la extracción y el procesamiento de metales, la
refinación de piedra y también en otros sectores de la producción, como en la pesca,
salinas, agricultura y pastoreo. Los camayoc podían ser también especialistas religio-
sos, expertos en la mnemotecnia mediante el uso de los khipus (cuerdas anudadas)
así como organizadores de la ayuda mutua en los ayllu (aynicamayoc) (Rostworows-
ki, 1975).8 Los camayoc prestaban sus servicios de trabajo especializado – también en 8. Instituciones de la ayuda
mutua a nivel del ayllu fue-
lamita - o bien dentro del ayllu, donde muchas veces estaban exentos de los trabajos ron el ayni o la mincca.
de subsistencia; también pudieron ser trasladados por un funcionario inca a lugares
estratégicos que poseían determinados recursos, como arcilla para la producción
cerámica. Entonces, no solamente eran camayoc, sino también mitimaes. Mientras que
los mitimaes –la mayoría de las veces como camayoc, pero también como mano de
obra no especializada– fueron trasladados en grupo dentro de la organización social
y familiar del ayllu, o bien como poblaciones enteras, los yana eran los servidores
privados de la élite o de los gobernadores locales. Se trataba de individuos liberados
de la estructura del ayllu o de grupos más pequeños que prestaban servicios perso-
nales a los curacas, gobernadores locales o la nobleza inca en su cercanía geográfica,
aunque sin mantener las relaciones con el grupo de origen.9 Los mitimaes, sin embar- 9. Una tarea principal fue obvia-
mente también el servicio en las
go, mantenían contactos con sus grupos de origen (Mantha, 2013: 168), aunque en casas rurales de los soberanos,
detrimento de la población originaria se les asignaban tierras en su nuevo lugar de por ejemplo de Huayna Capac
en Yucay, cerca de Cusco.
residencia (Lorandi y Rodríguez, 2003: 137).10 La diferenciación entre las prestaciones 10. El contacto prolongado con los
laborales especializadas y no especializadas de los mitimaes no es el punto esencial. grupos de origen se desprende
de los expedientes judiciales que
Lo relevante es que efectuaban su trabajo en tierras expropiadas por los incas y se comprueban que, aún varias décadas
después de la conquista española,
desempeñaban exclusivamente para el inca (Lorandi y Rodríguez, 2003: 137). Al prin- se registraron migraciones masivas
cipio, los mitimaes eran mantenidos por el inca; posteriormente se sustentaban de las de retorno de mitimaes incaicos a
sus asentamientos originarios (por
parcelas oportunamente asignadas (D’Altroy, 2003: 248; Mantha, 2013: 168). Sin embar- ejemplo, Espinoza Soriano, 1983-1985).
go, los mitayoq también tenían que asumir la responsabilidad de su propia subsisten-
cia; quedaban asignados a los curacas de su región de origen, en caso de que hubieran
cambiado temporalmente el lugar de desempeño de sus prestaciones rotativas. Ade-
más, la subordinación política de los mitimaes podía cambiar con su nuevo lugar de
residencia si se hubieran asignado a la autoridad del nuevo asentamiento (Rowe, 1946:
269). Los aqllas, denominadas en la literatura como “vírgenes del sol” (Graubart, 2000),
eran mujeres que los incas habían tomado de sus organizaciones de origen y residían
y trabajaban en instalaciones de producción estatal o en centros administrativos,
dedicándose a la producción de chicha o finos textiles, revistiendo cierta aura y con-
notación religiosa, dependiendo exclusivamente de la élite inca, pero sobre todo del
propio Sapa Inca (Murra, 1975c). La importancia de las categorías sociales para el
orden de la sociedad incaica, frente a la ponderación de grupos sociales
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principalmente bajo criterios sociopolíticos, se explica a través del carácter del esta-
do inca como un conjunto político surgido de extensas y rápidas conquistas (Mantha,
2013: 167) sobre grupos económica, política y socio-culturalmente heterogéneos, en
un período de aproximadamente cien años. Cuando los conquistadores españoles
llegaron en 1532 cerca de Tumbes encabezados por Francisco Pizarro, el Tawantinsu-
yu había consolidado su expansión, primero bajo Tupac Inca y después bajo Huayna
Capac, quien conquistó grandes áreas del actual Ecuador. La base de subsistencia del
ejército incaico para esta conquista en el norte fue proveída por los mitimaes que
habitaban muy al sur, concretamente en los valles cálidos de Cochabamba, en la actual
Bolivia, cuya población originaria había sido expulsada casi completamente de su
asentamiento originario. Los mitimaes reasentados en el valle bajo procedían de las
tierras altas vecinas y de la orilla norte del lago Titicaca (Julien, 1993: 187). Estas
enormes dimensiones políticas, sociales, culturales y espaciales de las políticas de
reasentamiento incaicas solamente se pueden entender si damos un vistazo a las
instituciones subyacentes que han de rastrearse en la historia de las sociedades andi-
nas. Aunque el estado inca solamente duró casi cien años, en el momento de la
conquista española sus raíces pueden considerarse milenarias.

Perspectiva histórica de los mitimaes

No resulta factible explicitar cuándo comenzó a utilizarse la institución de los mitimaes


(Santillana, 2012: 28). Una pista adecuada es buscar sus orígenes en una forma de
producción específica extendida en los Andes. Esta forma puede anclar en el modelo
de “control vertical de un máximo de pisos ecológicos” (Murra, 1975b). Según este
modelo, las unidades sociopolíticas habitaban en varios nichos ecológicos para per-
mitir el acceso de un determinado grupo a una gama más amplia de productos agrí-
colas, como el maíz (cultivado hasta una altura de aproximadamente 3.200 msm sin
riego), papas y otros tubérculos (hasta aproximadamente 4.500 msm), así como hor-
talizas y frutas (hasta aproximadamente los 2.000 msm) y otros recursos.11 El núme- 11. La organización sociopolítica de
unidades preincaicas y sus denomina-
ro de los asentamientos y el acceso a los nichos ecológicos se regían por el tamaño y ciones varían considerablemente. En
la complejidad de las unidades políticas. Numerosos asentamientos de este tipo, las fuentes y en la literatura moderna
se utilizan denominaciones como
también denominados “colonias”, fueron poblados no solamente por los habitantes “reinos”, curacazgos (quechua/caste-
llano) o “behetrías” (del castellano,
de una unidad sociopolítica sino de varias y de diferente origen regional. Por consi- confusión, desorden), es decir,
guiente, el continuo movimiento de población de distinta magnitud demográfica, fuera de las estructuras estatales
(Espinoza Soriano, 1983-1985). El
entre los lugares de origen y las colonias, fue una constante en la historia andina. término “nichos ecológicos” se
refiere al hecho de que en los Andes,
a distintos niveles de altura, se hallan
Además, la dependencia de las bases de vida de las condiciones climáticas fue otro distintos tipos climáticos, cada uno de
los cuales ofrece distintos recursos.
motivo para los movimientos permanentes de la población en los Andes. Santillana,
debido a su cariz determinista, no defiende la teoría general de que los cambios cli-
máticos en la época prehispánica en los Andes se correlacionaban con las transfor-
maciones sociales y políticas en diferentes momentos históricos (Kolata, 1993;
Moseley, 1992, Santillana, 2012: 67; Shimada et al., 1991). Concretiza que entre 1020 y
1050, y otra vez alrededor de 1100 de nuestra época, hubo extremas sequías que
provocaron serios conflictos sociales (Santillana, 2012: 67). La lucha por la supervi-
vencia, según Santillana, transformó una geografía humana estable en una geografía
caracterizada por el caos y las guerras. Por un lado, los movimientos de población
continuos eran una práctica ancestral generalizada en los Andes. Por otro, justo antes 12. El desplazamiento hacia las tierras
de que los incas establecieran su estado, existieron vastos movimientos de población más altas obedecía sus mejores con-
diciones, dado que a esas altitudes
en los Andes Centrales, que en su búsqueda de condiciones para la supervivencia la desecación de los suelos era más
llegaron a las tierras altas (Santillana, 2012: 67-68).12 Por esta situación, se explica lenta. Por consiguiente, la “agonía”
de las poblaciones ubicadas en sis-
que los numerosos héroes culturales en los mitos andinos estén simbólicamente temas ecológicos más fríos (como el
altiplano del lago Titicaca) se produjo
unidos con la superación de los períodos de sequía. Se dice que tanto los fundadores en momentos posteriores (entre 900
míticos de los incas (con su origen en el Lago Titicaca) como los héroes culturales de y 1200 de nuestra época) a la de las
poblaciones emplazadas en tierras
otros grupos (por ejemplo de los chancas) buscaban tierra fértil mientras generaban más bajas (Santillana, 2012: 68).
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fuentes o construían canales de irrigación para incrementar nuevas áreas de cultivo


(Santillana, 2012: 68 y 78). Con estas experiencias de reasentamientos y movimientos
de población históricamente arraigada, de vínculos históricos y políticos de muy
diversa índole, los incas se enlazaron en su proceso de ocupación territorial y forma-
ción del estado.

Al principio, los incas fueron solamente una entre numerosas unidades sociopolíticas
en el altiplano sur del Perú actual, contra la cuales tuvieron que imponerse en su
ascenso al poder y en la concreción del desarrollo sociocultural más importante de
los Andes. Las formaciones políticas que también tenían ambiciones hegemónicas se
concentraban en la región de Vilcas.13 Según las fuentes, fueron los chancas, una 13. En el curso de la consolidación de
su poder, los incas iban a reproducir
unidad políticamente menos compleja situada en el valle de Andahuaylas (Santillana, las instituciones más importantes
2012: 74), quienes se opusieron firmemente a los incas. La victoria duramente alcan- de Cusco en Vilcas, el nuevo Vilcas
Huamán (Santillana, 2012: 77), que
zada sobre los chancas constituye el comienzo de la fase imperial del Estado inca y, sería uno de los centros incaicos más
importantes en la etapa de auge de
por tanto, también de la política de conquista y reasentamiento bajo el Inca Pacha- la red vial incaica (Julien, 1993: 200).
cutec en el primer tercio del siglo XV, que vino acompañada del cultivo en niveles de
altura cada vez más elevados. La región de Vilcas no solamente tenía importancia
para los incas por los motivos político-estratégicos antes mencionados, sino también
por la alta importancia sagrada como centro de una región que se extendía entre el
lago Titicaca en el altiplano sur hasta Pachacamac en la costa central peruana, al sur
de Lima. El lago Titicaca y Pachacamac fueron importantes lugares de culto preincai-
cos. Se puede presumir que esta región tenía una importancia religiosa, política y
simbólica históricamente muy antigua (Santillana, 2012: 77-78). Es donde finalmente
se puede encontrar la causa de la presencia de mitimaes, procedentes del lago Titica-
ca, en la costa norte peruana, que se aclara en uno de los ejemplos de caso.

Espacios, dimensiones y funciones de los mitimaes

Se estima que bajo el imperio de los incas, entre la cuarta y la tercera parte de la
población en las regiones controladas fue desplazada de sus asentamientos origina-
rios. Tal cálculo se basa en los datos del cronista español Bernabé Cobo, según los
cuales 6.000 o 7.000 familias de cada nueva provincia conquistada fueron reasentadas
(D’Altroy, 2003: 248). En algunas regiones, las cifras superaron las de la población
originaria (Rowe, 1946: 270), como por ejemplo en Vilcas Huamán (Santillana, 2012:
109 y siguientes), o también en el caso de los chupacho, de cuya población fueron
trasladadas las tres cuartas partes a Huánuco (Julien, 1993: 231). El cálculo más deta-
llado de las magnitudes de los movimientos de población sobre la base de estudios
existentes lo efectuaron Lorandi y Rodríguez (2003: 154 y siguientes) para las regiones
de Abancay, Cajamarca, Huamachuco, Huánuco y Huamanga, caracterizadas por una
gran diversidad de población movilizada. Por eso, las autoras llegan a la conclusión
que el número de los mitimaes tributarios en cada una de estas regiones varía entre
1.000 y 2.000, y que en total más de 26.5000 personas vivían poco antes de la conquista
española fuera de sus regiones de origen. Este número no incluye a los grupos trasla-
dados del actual Ecuador y de otros territorios; por consiguiente, hay que estimar un
número de población trasladada aún más elevado (Lorandi y Rodríguez, 2003: 157).

Sin embargo, si examinamos las estrategias en la región que iba a ser uno de los
centros del estado incaico, los cálculos de Lorandi y Rodríguez parecen ser demasia-
do bajos. En la península de Copacabana, así como en dos islas del lago Titicaca, tuvo
lugar la mayor transferencia de población por traslados forzosos. Después de que
los incas adoptaron el culto al Sol y de a la Luna radicados en esas locaciones, la
población indígena fue llevada a Yunguyo (en la orilla suroeste del lago Titicaca). La
zona fue repoblada por mitimaes provenientes de territorios previamente sometidos
(Julien, 1993: 186). Además, las funciones religiosas que ejercían estos mitimaes
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estaban vinculadas con experimentos agrícolas. Por ejemplo, en las orillas del lago
Titicaca así como en la Isla del Sol se cultivaba maíz a una altura de aproximadamen-
te 4.000 metros (Murra, 1975a).14 El lago Titicaca, la península de Copacabana y las 14. Grupos de población que habían
vivido en los bordes del lago Titicaca,
Islas del Sol y de la Luna se convirtieron desde entonces en lugares sagrados del como en Ayaviri y Paria, obvia-
Estado incaico. Desde allí, el culto solar, que se convirtió en religión de Estado, se mente también fueron trasladados
al final de una campaña militar.
difundió paulatinamente en los nuevos territorios conquistados. El lago Titicaca era, Esta región también fue completa-
mente repoblada por hogares con
según algunos autores, la huaca más grande en el estado incaico y constituía el punto mitimaes (Julien, 1993: 186-187).
de partida de su marco de acción (Santillana, 2012: 77).

Los grupos de población que estaban más afectados por la dispersión vivían en el
norte del Perú actual, como los chachapoyas de la vertiente oriental de los Andes
hacia la región del Amazonas (Schjellerup, 2005: 126 y siguientes), los huamachucos
en la zona andina norte-central, los quichuas así como los cañaris en el sur del
Ecuador (estos últimos de la provincia actual de Cañar) (Lorandi y Rodríguez, 2003:
142). Fueron trasladados por Tupac Inca, Huayna Capac y Huáscar; de este modo,
los chachapoyas fueron repartidos en por lo menos 18 asentamientos distintos a lo
largo del Tawantinsuyu (Schjellerup, 2005: 126). Como ya se ha indicado, a menudo
se suponía respecto a los trasplantados que eran especialmente “rebeldes” frente
a los incas. Posteriormente, la cooperación de los cañaris y de los chachapoyas, que
se aliaron rápidamente a los conquistadores españoles, se estima como uno de los
indicadores de su “carácter rebelde”. Sin embargo, Lorandi y Rodríguez (2003: 144-
146) subrayan que esas aseveraciones carecen de asidero. Más bien, los cañaris y
los chachapoyas, entre otros grupos, después de una confrontación violenta fueron
notablemente leales a los incas. Por esta razón, fueron dotados de una condición
privilegiada y empleados en lugares estratégicamente importantes en todo el esta-
do incaico así como en Cusco mismo, con el fin de ejercer ciertas funciones de
control.15 El rápido cambio de las lealtades de estos grupos se considera como la 15. Schjellerup (2005: 126) subraya que
durante la ocupación incaica de la
especial capacidad de adaptarse permanentemente a nuevas condiciones y circuns- región chachapoya, diferentes grupos
tancias políticas. que la habitaban fueron llevados a los
alrededores de Cusco, así como direc-
tamente a la capital, tanto hombres
como mujeres (a Chinchaypuquio,
Este “desorden controlado” regulado por la élite desde Cusco se caracterizó por una Carmenga, Santa Ana y Cayantambo).
“multietnicidad dramática” (Lorandi y Rodríguez, 2003: 146). Determinadas regio- Allí vivían junto con mitimaes de otras
regiones en guarniciones. El cronista
nes repartidas por todos los Andes, como Quito, Cayambe, Huánuco, Huamachuco, Pachacuti Yamqui menciona que
Cajamarca, Huamanga y Abancay, se caracterizaron por una considerable diversidad el Inca Huáscar, que reinaba en el
momento de la conquista española,
poblacional. En cada una de esas regiones, definidas como multiétnicas por Lorandi escogió en total a 1.200 chachapoyas y
cañaris como “lacayos” y alabarde-
y Rodríguez, los cañaris, los chachapoyas, los huayacondos y los quichuas estaban regu- ros (Schjellerup, 2005: 126). En la
larmente presentes, lo que subraya una vez más sus funciones de control. parroquia Santa Ana en Cusco, los
chachapoyas continuaron viviendo
durante la época colonial. Los
Las distancias que recorrían los grupos trasladados variaban mucho. Lorandi y Rodrí- conocidos lienzos de las procesiones
de Corpus Christi fueron confeccio-
guez (2003: 158) calculan que ascendían, en término medio, a 700 kilómetros. Las nados por cuenta de sus líderes y se
encuentran hoy en el Museo de Arte
distancias mayores que dos grupos de mitimaes del Ecuador actual tenían que recorrer Religioso del Arzobispado de Cusco.
hasta la orilla del lago Titicaca ascendieron a casi 2.000 kilómetros (Lorandi y Rodrí-
guez, 2003: 169). Ahí se puede observar una “reciprocidad geográfica” (Bunster, cita-
da en Lorandi y Rodríguez, 2003: 165), es decir, un intercambio recíproco de
poblaciones. Por ejemplo, los angaraes de la región de Huamanga (Ayacucho) fueron
trasladados a la región de Cayambes en el norte del Ecuador y al revés, los cayambes
a la región de los Angaraes situada a aproximadamente 1.500 km. Por el contrario,
los grupos cuyo origen estaba más cerca de la capital, Cusco, fueron trasladados a
lugares que estaban situados solamente a poca distancia del lugar de origen.16 A pesar 16. Sin embargo, este no fue el caso
para los “orejones”, funcionarios
de estas observaciones, sólo en casos rarísimos se conocen las respectivas causas de incaicos cuyo campo de acción se
los reasentamientos específicos que decidieron los incas. Tanto los grupos rebeldes encontraba en lugares más lejanos.

como los leales a los incas podían ser trasladados a territorios muy lejanos. Para
generalizaciones, siguen faltando estudios de caso y los correspondientes análisis.
Tampoco está resuelta la pregunta sobre cómo se desarrollaron los procesos de rea-
sentamiento, es decir, si se trataba de un solo viaje de las partes implicadas, o un
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proceso que duraba varios años. Sin embargo, puede afirmarse con seguridad que la
cercanía geográfica o lejanía a los centros del poder (como por ejemplo Cusco y los
“otros Cuscos”) era un importante instrumento de poder (Lorandi y Rodríguez, 2003).

Los procesos de reasentamiento afectaban no solamente las distancias relativas a la


longitud sino también las distancias relativas a las alturas. Según Rowe (1946: 270),
el soberano inca asignó tierras a cada provincia de la cuenca del Titicaca y del alti-
plano boliviano en las zonas más bajas y más calientes. Los colonizadores de la
población de habla aymara, radicada en las alturas, cultivaban campos en los niveles
más bajos y por eso disponían de fuentes propias de frutas subtropicales y otros
recursos de las tierras bajas. Según la opinión del autor, los colonos del altiplano
aymara no se encontraban bajo la supremacía de los soberanos locales, sino que
continuaban siendo miembros de sus provincias y, por consiguiente, sometidos a sus
soberanos. Obviamente, los incas activaron la formación de su Estado y su enorme
extensión en tan poco tiempo precisamente mediante las movilizaciones y los des-
plazamientos crecientes de poblaciones. Retomando el argumento de Olsen (2003),
“(o)nly by increasingly mobilizing things could humans come to experience ‘episodes’
of history such as the advent of farming, urbanization, state formations, industriali-
zation and postindustrialization” (cit. por Harrison, 2013: 36); en el caso de los incas,
la movilidad y los desplazamientos de humanos forman el mismo mecanismo del
Estado como también su motor. Por lo tanto, se puede considerar al Estado inca como
“Estado móvil”.17 17. Quedan por explorar las relaciones
entre los desplazamientos de los
mitimaes como fundamento del
Estado inca y otros rasgos del Estado
que se caracterizan por la misma
Ejemplos de caso: tintomines y cañaris movilidad, como el gobernante y “su
Cusco” en camino (movimiento) (Cf.
Ramírez, 2005). Regalado de Hurtado
A continuación presentamos dos ejemplos de caso en forma más detalla. En primer (2015: 31) subraya “que el incremento
notable de la población mitmaqkuna
lugar, se trata de los tintomines en el valle de Moche, o valle de Chimo, en la costa durante el dominio incaico tendría
norte del Perú. Este es un buen ejemplo tanto para explicar los principios prehispá- que ver con la expansión misma
del llamado Tahuantinsuyo”.
nicos de la organización social de la costa norte en la cual los mitimaes estaban incor-
porados como para demostrar en la longue durée estos principios provenientes de la
época prehispánica, así como sus complicados procesos de transformación en la época
colonial (Noack, 1997: 343-344).18 El segundo ejemplo de caso es el de los mitimaes 18. Archivo Departamental de la
Libertad (ADL) – Judicial, Real Ha-
cañaris, provenientes del sur del Ecuador, que habían sido trasladados al altiplano cienda. Compulsas. Leg. 131, Exp. 161,
del departamento actual de Lambayeque, en el norte del Perú, y demuestra los efec- 1701; Judicial, Real Hacienda. Causas
Ordinarias. Leg. 126, Exp. 52, 1681.
tos del reasentamiento de los incas hasta nuestros días.

Los tintomines son reflejados raras veces y de manera muy diferente en las fuentes
así como en la literatura secundaria. Se trata de mitimaes de habla aymara cuyo origen
es el Lago Titicaca (Zevallos Quiñones, 1992). Por consiguiente, este ejemplo también
comprueba que los incas trasladaron parte de los pueblos aymara del altiplano de la
cuenca del Titicaca a las regiones más bajas e incluso hasta la costa norte. Las fuentes
comprueban que desde la época colonial temprana la administración colonial se 19. El sistema tributario de la época
esforzaba por identificar en las diferentes comunidades a los mitimaes trasladados colonial se basaba, en primer lugar,
en los mismos fundamentos que el
durante la hegemonía incaica y explicar de qué manera podrían ser incorporados en sistema fiscal incaico. Las cabezas
el sistema tributario colonial (Zevallos Quiñones, 1992: 354).19 Recién durante el de familia de una comunidad, a la
edad de aproximadamente entre los
virreinato de don Francisco de Toledo (1569-1581) este tema comenzó a revertirse. El 20 y 50 años, estaban obligadas a
pagar tributos al encomendero (con
virrey había ordenado un examen detallado del origen y las residencias de los mitimaes la encomienda, la Corona traspasó
así como de sus líderes, los curacas (Zevallos Quiñones, 1992). Así, por ejemplo, la una parte de los réditos tributarios a
españoles beneméritos de la conquis-
diferenciación entre “originarios” (o bien, “no forasteros”) y “forasteros” –tal como ta). El cacique de cada comunidad era
responsable de la recaudación del tri-
ocurría en el ritual Situa– era fundamental durante la época colonial, ya que sin esta buto de los miembros de su grupo. Si
diferenciación no podía funcionar el sistema tributario, que únicamente se nutría del las cabezas de familia declaraban, por
ejemplo, que debido a su condición
trabajo y tasación de los “originarios” (Zevallos Quiñones, 1992: 346). Por esta razón, de mitimaes estaban sometidos a otro
los documentos de la época colonial contribuirán a que la institución prehispánica cacique que aquel que se encontraba
en su actual residencia, por tanto no
de los mitimaes sea más transparente. se les podía obligar a pagarle tributos.
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El poderoso “reino Chimú” fue conquistado por los incas aproximadamente 70 años
antes de la llegada de los españoles. Con el fin debilitar las unidades sociopolíticas
existentes de su región central, los valles de Chicama, Moche (o bien, Chimo) y
Guañape-Chao, los incas introdujeron su estructura dual que dividió las líneas pre-
existentes de esferas de influencia regionales (Zevallos Quiñones, 1992: 354-355). El
valle de Chimo, por ejemplo, fue dividido en una mitad septentrional (Chimo, o bien
Moche) y en una mitad meridional (Huamán, donde vivían los tintomines aún a fina-
les del siglo XVII), con el río Moche como frontera. También Chimo y Huamán
fueron divididos. Desde ese momento, Chimo y Huamán estaban sometidos a los
principios estructurales incaicos coherentes de “parcialidades” (la palabra española
para partes de un todo), que se expresaba en una jerarquía específica de los curacas
y principales (líderes inferiores). Uno de los principales llevaba el nombre cristiano
de don Melchor Tintomy y era el líder de los tintomines (Zevallos Quiñones, 1992:
349). A inicios del siglo XVII, está documentada la residencia de los tintomines en el
pueblo pesquero Huamán, incluso con un curaca propio, Don Juan Gregorio Asmate
(Zevallos Quiñones, 1992: 351). Fuentes del siglo XVI aclaran que, durante la época
incaica así como en la temprana época colonial, los tintomines se habían convertido
en un componente tan fijo de la organización social local que en la literatura secun-
daria apenas podían ser identificados como mitimaes (Zevallos Quiñones, 1992: 344).20 20. Sólo por Zevallos Quiñones
(1992) y por Noack (1997).
Tal identificación solamente es posible sobre la base del análisis de una serie de
documentos administrativos y pleitos en una perspectiva histórica de aproximada-
mente 100 años, en concreto desde la mitad del siglo XVI hasta el último tercio del
siglo XVII (Noack, 1997).

La pregunta por cuáles motivos y para cuáles tareas los tintomines fueron trasladados
por los incas desde el lago Titicaca a la costa norte se puede contestar también median-
te las fuentes de la época colonial. Era tarea entonces de los tintomines pescar y tra-
bajar como corredores (chasquis); los representantes de los tintomines han destacado
esta tarea una y otra vez en el transcurso de la época colonial, rechazando la obliga-
ción de efectuar otros trabajos, por ejemplo en la agricultura. Ello sugiere una con-
tinuidad de los trabajos realizados por los mitimaes en la época incaica y colonial,
suponiéndose que los incas favorecían que los pescadores experimentados del lago
Titicaca pudieran consumir regularmente peces marinos provenientes de la costa
ecuatoriana recién conquistada.21 Los corredores -chasquis- tenían un rol central en 21. En la parte sur de Huamán
había varios pueblos pesqueros
la organización y el control del estado incaico; por consiguiente, tenían que proceder que databan de la época del reino
de aquellas regiones cuyos habitantes eran absolutamente leales a los incas. Alrede- Chimú, o bien del período Chimú-
Inca (Noack, 1997: 360-361).
dor de 1543, hay tambos en Chicama, Trujillo y Guañape (Huertas Vallejo, 1984: 138).
También durante la época colonial, los chasquis que desde el puerto de Guañape
distribuían el correo eran importantes protagonistas en la red de comunicación.22 En 22. Aún a inicios del siglo XVII, el
puerto que también abastecía a
resumen, el proceso de transformación de los tintomines sobre la base de los docu- Trujillo era el de Guañape, dado
mentos se puede describir de la siguiente manera: fuentes de los años 1560 documen- que era más fácil desembarcar allí
que en Huanchaco (Noack, 1997:
tan una población de pescadores organizada en parcialidades (es decir, según 352). También los chachapoyas y los
cañaris en Cusco tenían la función
principios prehispánicos) cuya subsistencia consistía exclusivamente en practicar esa de transmitir mensajes durante
actividad. No disponían de tierras cultivables (Rostworowski, 1970, 1975; Ramírez, la época colonial. Su status social
destacaba sobre el resto debido
1982). Sin embargo, documentos de la década de 1570 y posteriores informan que los a su política de alianzas con los
pescadores también trabajaban en la agricultura, aunque los tintomines, hasta media- españoles (Schjellerup, 2005: 128).

dos del siglo XVII, lo negaran (Noack, 1997: 351; ADL, Judicial, Corregimiento. Asun-
tos de Gobierno, Leg. 268, Exp. 3159). La retasa (revisión de obligaciones impositivas)
de 1688 describe al final sólo ropa de algodón y productos agropecuarios como impo-
siciones tributarias, sin consignar ni pescado ni chasquis. Pero esto no quiere decir
que quienes vivían en Huamán, Moche y Virú no se dedicaran a la pesca. A finales
del siglo XVII, la agricultura se había convertido en la base esencial de la subsistencia.
Estas transformaciones de la base de subsistencia venían acompañadas de una fuer-
te reducción del número de los tintomines. Mientras que en 1659 aún vivían 20 tinto-
mines tributarios en Huamán, 40 años más tarde había tan sólo uno.
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Los tintomines y demás habitantes de Huamán, que no habían sido mitimaes, fueron
asignados a diferentes encomenderos, lo cual no profundizaremos en este artículo.
Sin embargo, en este contexto cabe destacar que a pesar de la diferente asignación
administrativa de los grupos, existían vínculos de parentesco entre los mitimaes tin-
tomines con los demás grupos de Huamán. El indicio más importante de ello es el
matrimonio del principal de la parcialidad de los tintomines, don Manuel Fernández
Asmat Inga, con la cacica de Huamán 1675 (Noack, 1997: 353; Zevallos Quiñones,
1992: 77).23 Con este matrimonio, el principal de los tintomines ascendió además al 23. El complemento de nombre
“Inga”, que aparece por primera vez
cargo de gobernador y segunda persona del cacicazgo de Huamán. Este ejemplo poco en las fuentes, indica tanto el origen
común de los tintomines resalta la existencia de un grupo de mitimaes que, a pesar de de los mitimaes en la cuenca del
Titicaca como su estrecha relación
los cambios radicales a lo largo del tiempo, era siempre un componente fijo de la con los soberanos incaicos.
organización social de la unidad sociopolítica local, tanto en tiempos prehispánicos
como en la época colonial temprana y tardía. Una muestra material, por ejemplo, es
la iglesia colonial de Huamán, hoy un distrito de la ciudad de Trujillo, que está cons-
truida en estilo barroco mestizo y cuya arquitectura es singular en esta región. Las
sirenas, tocando la guitarra, con sus largos rizos rubios, recuerdan figuras y motivos
típicos del altiplano aymara (Puno, Pomata, Lampa, a orillas del lago Titicaca) (Gisbert,
2004: 47-48). Estas sirenas se encuentran en la fachada exterior, pintada en tonalida-
des crema y naranja, encima del arco de la puerta de entrada de la iglesia.

El segundo ejemplo es el de los mitimaes cañaris y su fuerte dispersión regional como


consecuencia de los procesos de reasentamiento, que después de choques violentos
iniciales con los incas habían sido dotados de privilegios, lo cual demuestra la ambi-
güedad y variedad de prácticas tras los reasentamientos y sus consecuencias políticas
de larga duración. Algunos topónimos aluden aún hoy en día a anteriores lugares de
asentamiento de los cañaris, que fueron repartidos a lo largo del Perú actual, a menu-
do con los chachapoyas. Un lugar con el nombre Cañaris se encuentra en la costa sur
del Perú entre Cañete y Pisco, otro en el valle medio de Pisco. Un grupo de cañaris
fue trasladado como yana al valle de Yucay, cerca de Cusco, para producir maíz en
campos de las panacas incaicas (Vergara, 2008: 281). Sin embargo, la región hoy en
día más conocida con el nombre de Cañaris en el actual norte del Perú es el distrito
altiplánico que se identifica con la comunidad del mismo nombre de la provincia de
Ferreñafe en el departamento Lambayeque. Allí se trasladaron grupos cañaris con el
fin de proteger militarmente los territorios del anterior Estado Chimú, conquistado
por los incas. Esta región, que se caracteriza por formaciones topográficas y geoló-
gicas llamativamente divergentes, era muy importante para los incas al situarse en la
intersección de la costa y las regiones montañosas del norte, camino a Cajamarca,
uno de los “otros Cuscos”, siendo asimismo ruta de acceso a la selva tropical de la
Amazonía. Después de que a consecuencia de la conquista española los centros polí-
tico-administrativos se trasladaron a la costa centro-sur, la región norteña permane-
ció soslayada para la investigación. Hoy en día, los habitantes de Cañaris, que se
dedican a la producción agrícola y ganadera en los bosques nublados de vestigio,
forman un enclave donde –a diferencia de la zona norte– se habla quechua.24 Asimis- 24. Los bosques tropicales situa-
dos más al sur, en la pendiente
mo, los actuales cañaris se diferencian de los habitantes de las regiones vecinas por occidental de los Andes.
sus singulares prácticas culturales y religiosas (Rivera Andía, 2012; Weigend et al.,
2005). La región ha llamado la atención en 2011 por la resistencia de los cañaris fren-
te a un proyecto minero multinacional, que amenaza la cubierta forestal y, por con-
siguiente, la subsistencia de la población local. Entre otras cosas, los cañaris exigen
una consulta previa, un derecho fundamental que según el Convenio 169 de la Orga-
nización Internacional del Trabajo (OIT) debe concederse a los “pueblos indígenas”
en caso de tales proyectos con el fin de reconciliar los intereses económicos de las
empresas con los intereses sociales y culturales de los pueblos indígenas, a la vez que
garantizar su derecho de participación. El gobierno justifica la denegación del pro-
ceso de consulta bajo el argumento que remonta a la historia de los mitimaes: los
cañaris no cumplen los requisitos para ser definidos como “pueblos indígenas”
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porque habían sido desarraigados, trasladados y “mezclados” con otros grupos de


población. El Viceministerio de Interculturalidad competente considera que, además
de la lengua indígena, es la tierra la que debía ser poblada y cultivada continuamen-
te por ancestros “directos” de un “pueblo indígena” para poder cumplir con los requi-
sitos del reconocimiento como tales. Con ello, el gobierno impugna la definición del
Convenio 169 que suscribiera en 1995.25 Este caso demuestra el alcance de la política 25. http://www.npla.de/de/
poonal/4329-ein-schritt-vor-zehn-
de reasentamiento del estado incaico hasta el presente.26 zurueck-politisches-tauziehen-um-
das-recht-auf-vorherige-befragung
(consultado 03.01.16); http://
gestion.pe/politica/miguel-santi-
llana-canaris-no-le-corresponde-
Conclusiones consulta-previa-2057641 (consultado
03.01.16). Respecto a la definición
de indigenous and tribal peoples,
Es particularmente revelador observar que las provincias completamente despobla- ver http://www.ilo.org/indigenous/
das, simbólica y religiosamente reconfiguradas con una población totalmente nueva Conventions/no169/lang--en/
index.htm (consultado 03.01.16).
procedente de casi todas las regiones del estado, y que atravesaron cambios en la 26. Además, comprueba la
propiedad de tierra, en las autoridades políticas y sujetas a nuevas técnicas de pro- arbitrariedad de la definición
de grupos sociales como “indí-
ducción, fueron las se convirtieron en la clave del estado en expansión y en la base genas” o también “étnicos”.
de una política de integración de índole política, económica, social, religiosa y cultu-
ral, todo lo cual exhibe los mecanismos de dominación del Tawantinsuyu. Las provin-
cias incaicas creadas en el curso de la expansión pueden dividirse, en principio, en
dos tipos: las provincias que contenían principalmente una población autóctona y las
que se componían de una población “compuesta” integrada por aquellos que las
repoblaron luego de la expulsión de todos o casi todos los pobladores originales,
como fue el caso de Copacabana, a orillas del lago Titicaca. Cabe mencionar nueva-
mente los ejemplos de las categorías de los llatayos, o gente del lugar, por oposición
a los foráneos de Chimbo (Ecuador), y la de los mitimaes de los trasplantados prove-
nientes de Cusco, para el primer caso (Espinoza Soriano, 1983-1985: 176, nota 3). La
existencia de tales categorías diferentes subraya el hallazgo arqueológico de Julien
(1993: 228), que alude a que cuando los mitimaes tropezaron con los originarios, ambos
grupos no se mezclaron entre sí.27 En el segundo caso, tal como en Copacabana, 27. Julien ha elaborado su
argumento luego de sus estudios
después de un traslado completo de población, las diferencias entre los “foráneos” y arqueológicos en Ica y Chincha
los “no foráneos” (o bien entre los locales y los no locales) no eran significativas en (costa sur-central del Perú).

absoluto (Julien, 1993: 223). Por consiguiente, en términos de la diferencia se tenía lo


local como nivel de referencia, manifiesto en las maneras de vestir y el peinado, pero
también los estilos cerámicos marcaban las respectivas diferencias de los “foráneos”
en comparación con la población autóctona. Estas marcas fueron necesarias para la
eficacia política de los rituales de inclusión y exclusión, como el de la Situa.

Finalmente, ambos tipos de provincias contribuyeron a la integración y formación


de una identidad panincaica. Ambas formas derivaban en fortalecer las relaciones
de parentesco y recíprocas entre el estado y los grupos conquistados mediante una
serie de estrategias, entre ellas la difusión del quechua como lingua franca, la difusión
de conceptos religiosos y deidades como el Sol y la Luna, el intercambio de huacas,
así como la circulación de mujeres incaicas hacia las élites locales –características de
un “Estado móvil”.

La política de reasentamiento incaica tuvo consecuencias en la longue durée, cuyos


rasgos llegan hasta el día de hoy. Por consiguiente, un buen conocimiento y análisis de
la institución de los mitimaes durante el tiempo de los incas no solamente constituye
un desafío científico, sino también un fundamento de la acción política en el presente.
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