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El - Oficio - de - Historiar 7

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El o f ic io d e h is t o r ia r

El c a p ítu lo f a lt a n t e d e El o f ic io d e h is to r ia r

En ese sentido, El oficio de historiar es varios libros en uno. Es, en humano, dice Luis González, usando palabras no por conocidas me­
primer lugar, lo que el autor finge que es, única y solamente: un nos ciertas, demasiado humano.
exhaustivo plan de vuelo para los aprendices del oficio, a quienes Hay que insistir en que una de las ríquezas de E l oficio de histo­
enseña desde la cantidad de aceite que le han de poner a las turbinas riar es el estímulo que significa a la reflexión teórica y, en particular,
hasta la matemática celeste y la estructura de los quanta, sin olvidarse la forma en que lo hace; esto es, sin salirse de órbitas observables ni
de recomendar que limpien de vez en cuando el parabrisas, o que ten­ perderse en el reino del espíritu, sino combinando gargantas profiin-
gan cuidado con las resbalosas escaleras de acceso. Pero es también das con cumbres nevadas, discusiones especulativas con exigencias
un libro que se convierte en una fiiente invaluable para la historia de la prácticas, tan materiales como la redacción de una nota de pie de
teoría de la historía, tanto en México como desde México; es decir, página o los espacios, tabulaciones y márgenes que deben usarse en la
en esta época de globalización y de la hegemonía de la mirada, es un confección del índice de un manuscrito. Esto permite que ambas
libro que contríbuye desde una perspectiva diferente a construir lo que fiinciones del buen historiador establezcan una relación orgánica que
es y ha sido la teoría y el método de investigar y escribir la historia. las hace inseparables e interdependientes, dándole incluso a las más
Una perspectiva, como queria Manheim, necesaria para redondear los humildes de las tareas del oficio, como el acto de tirar un borrador a la
ángulos de la verdad. basura, el lugar de destaque que sin duda merecen. (En esto, Luis
Es también un libro que revisa, seriamente divertido, las avenidas González, Dios me perdone, muestra la huella del Paris que le tocó
de entrada, adaptación y empleo en el ambiente mexicano de las teo­ vivir -aunque lo castellanice con referencias a autores de escrita
rías de la historia generadas en los centros intelectuales hegemónicos; española: el oficio, de hecho, es una estructura, en la que cada acción
y que las contrasta y pone a dialogar, ya sea como corpus o como está definida por su relación con las otras y con el conjunto en su
estrategias particulares, con concepciones teóricas y metodológicas totalidad). Así se evita la fluctuación teórica en elipses completamente
“subalternas” o “periféricas” (ambos términos ya en desuso pero aún alejadas del material empírico con el que se trabaja, como era común
sin reemplazos adecuados) por su localización geográfica -M éxico, que aconteciera en la época en que los “marcos teóricos” tenían
España, América Latina-, pero de calidad y originalidad por lo menos precedencia sobre las cuestiones que supuestamente los demandaban.
tan dignas de atención como las que se han convertido, merced a una Como la Historik de Droysen -todas las proporciones fisicas y los
red de relaciones de fuerza que van más allá de la cohesión intrínseca entornos intelectuales de ambos tratados guardados-. El oficio de
de sus moléculas teórícas, en el pan nuestro de cada día. En efecto, en historiar es también una clave para entender la manera de operar de
la opinión de quien esto escribe, uno de los grandes méritos de El uno de los practicantes que la historia de la historiografia del siglo xxi,
oficio de historiar es, sin duda, el amplísimo panorama que ofi-ece de cualquiera que sea su nombre y función, seguramente habrá de desta­
autores y obras de teoria y metodología de lengua española. Lo que se car en el panorama de capítulo mexicano del oficio. Y más allá, pues
traduce, entre otras cosas, en una reivindicación implícita (como Pueblo en vilo, para citar apenas el más conocido de sus libros y para
tantas cosas en Luis González, a pesar de su insistencia en declararse abundar en la redundancia de lo por todos conocido, se ha convertido
un nulo objeto de interpretación) de la capacidad, y más que eso, del en modelo internacional de manufactura, interpretación, explicación,
derecho - y de la obligación, diria yo; él, nunca- que todos tenemos de forma narrativa y, last but not least, concepción misma de la historia.
hacer teoría. De paso muestra que ésta, como todo, también es un Esto dicho, no deja de ser una de las más deliciosas ironías el hecho de
asunto de poder y, en particular -perogrullada-, de ideología. Es todo que Luis González, el más provinciano de nuestros historiadores, el

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