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La Representación Proposicional

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4.

La representación proposicional

4.1.Naturaleza de la representación proposicional

La proposición, para la mayor parte de los psicólogos cognitivos, es


el formato de representación más adecuado para simbolizar
mentalmente conceptos abstractos.

El proposicional es un formato de representación digital. Y, como ocurre


con todos los sistemas simbólicos de naturaleza digital, el código
proposicional consiste en un número limitado de símbolos discretos que,
combinados sintácticamente de manera adecuada, permiten representar
cualquier dominio

En la medida en que la representación proposicional es un caso de


representación digital, en este apartado sólo abordaremos aquellos
aspectos del código proposicional que constituyen lo esencial para
comprender la organización y el funcionamiento de los distintos
sistemas de memoria, tal y como habéis estudiado en el módulo 2, al
que os remitimos para cualquier aclaración. Del mismo modo, el
conjunto de propiedades comunes a la representación digital podéis
estudiarlo en el apartado "El formato de representación digital  () " de este
mismo módulo.
Siendo las proposiciones representaciones digitales, ¿qué diferencia las
proposiciones de otros sistemas también digitales como, por ejemplo, el
lenguaje oral o escrito? Veámoslo.

4.1.1.Características de las proposiciones en tanto que


representaciones mentales

Propiedades definitorias de la proposición

Toda proposición debe reunir las siguientes características: 1) debe


tener un significado; 2) ha de ser aseverativa, es decir, debe afirmar
o negar algo acerca de la realidad; y, como consecuencia, 3) debe
encontrarse sujeta a valores de verdad, es decir, es necesariamente
verdadera o falsa; finalmente, 4) la proposición se construye según
reglas explícitas (sintácticas) de formación.
Ejemplo
Evaluad el sentido de las cuatro propiedades listadas con el siguiente
enunciado: Juan arrancó la rosa roja. Como podéis apreciar, con la
siguiente oración 1) hemos pronunciado una sentencia con un
significado preciso: que la rosa roja ha sido arrancada por Juan; 2)
hemos aseverado que las cosas se han producido de una manera
determinada: que alguien llamado Juan ha cercenado una flor que
es una rosa y además que la rosa es de color rojo; 3) estamos
abiertos a que nos llamen mentirosos por sostener esta afirmación, si
fuera el caso de que no hubiera sido Juan el autor de tal acción o si no
se tratara de una rosa o si ésta no fuera del color expresado; y 4) si
hubiéramos escrito 'arrancó la Juan rosa rojo de color', o si cada una de
las palabras las hubiéramos escrito con las letras en distinto orden
('ócanrra', p. ej.), estaríamos arriesgándonos a que nos ingresaran en
un centro de salud mental o nos enviaran a un exorcista.
Como veis, para poder acercaros al concepto de proposición hemos
tenido que construir una oración, puesto que una palabra aislada ('rosa',
por ejemplo), aun teniendo significado, no cumple las propiedades 2 y 3
de la lista. Confiamos, por último, en que este ejemplo os haya sido de
utilidad para aprender las cuatro características que definen a una
proposición. Pero no queremos que interpretéis que la oración con
la que hemos estado ejemplificando aquí es una proposición. Seguid
leyendo este apartado y entenderéis por qué una oración no es una
proposición.

La representación proposicional no es la representación


lingüística

A poco que hayáis reparado en la lista de características del punto


anterior, habréis observado que todas ellas pueden también aplicarse al
lenguaje natural que utilizamos para comunicarnos entre nosotros. Y,
sin duda alguna, también el proposicional es un lenguaje. Sin
embargo, las oraciones del lenguaje hablado o escrito no deben
confundirse con las proposiciones que dichas oraciones
expresan. Las oraciones contienen o expresan proposiciones,
pero no son proposiciones. Por esta razón precisamente, el código
verbal de Paivio no puede sin más identificarse con el código de los
proposicionalistas.

Es importante que tengáis clara la distinción entre oración y proposición,


porque podríais pensar, equivocadamente, que las palabras internas que
muchas veces utilizamos cuando recordamos o pensamos se identifican
con las proposiciones. Nada más lejos de la intención del concepto
psicológico de proposición.
Las palabras utilizadas por cada comunidad lingüística son distintas:
'gos', 'dog', 'perro' o 'chien' son distintas palabras, representaciones
lingüísticas con formas físicas diferentes, que tienen un mismo
significado. Si la mente de un catalán, un inglés, un castellano y un
francés trabajara con palabras, tendríamos que elaborar una psicología
catalana, inglesa, etc., con perfiles diferentes. Es decir, la psicología
caería en un relativismo cultural extremo si el lenguaje del pensamiento
fuera el lenguaje nativo.

Según la psicología cognitiva, no es éste el caso: las proposiciones, en


tanto que unidades del lenguaje privado de la mente, son de naturaleza
más abstracta que las palabras de los lenguajes sociales que cumplen
funciones comunicativas.

Sin restar importancia al condicionamiento que la lengua materna pueda


ejercer sobre la mentalidad de una comunidad lingüística determinada,
la psicología cognitiva mantiene que la mente es una,
independientemente del lugar donde se nazca. Que el ser humano, por
ejemplo, sólo pueden recordar 7 más/menos 2 ítems de información, es
un hecho establecido por la psicología de la memoria que compromete a
todos los hombres y mujeres del mundo. Y si la mente funciona así es
porque trabaja con su propio código de representación, no del todo
influenciable por variables lingüístico-culturales. Por eso, no podíamos
confundir el lenguaje nativo de la comunicación con el lenguaje más
abstracto de la mente.

Naturaleza semántica de la proposición

Fijaos, por lo que llevamos dicho, que parece como si el lenguaje con el
que trabaja la mente estuviera referido a un dominio integrado sólo por
significados puros; es como si la mente tradujera a su propio lenguaje
todo aquello que le llega por los sentidos, para guardar la información
trasformada en unidades pertenecientes a su código de representación
interno. En definitiva, lo que ocurre es que lo que codifica la mente
en forma de proposiciones son conceptos abstractos y las
relaciones de naturaleza estrictamente semántica que existe
entre ellos.

Ejemplo
Las proposiciones han sido utilizadas por los psicólogos cognitivos para
explicar muchas propiedades características de la mente. Como ya os
hicimos notar en el primer apartado de éste módulo, es un hecho
empíricamente demostrado que nuestra mente goza de poderes
inferenciales o que nuestro conocimiento posee una estructura
jerarquizada por categorías. Del mismo modo, somos perfectamente
capaces de identificar como sinónimas dos expresiones lingüísticas
diferentes (como ocurre con las oraciones activas y sus
correspondientes pasivas). Además, cuando leemos o escuchamos algo,
lo común es que después de pasado algún tiempo sólo recordemos lo
fundamental del mensaje, olvidando por completo las informaciones
accesorias. Lo mismo ocurre si tenemos que reproducir algo que hemos
leído en un texto o que hemos visto por televisión: siempre resumimos,
ofreciendo una versión no literal de lo memorizado. Tampoco solemos
transmitir una información con las mismas palabras con que fueron
grabadas en nuestra memoria. Es decir, lo que parece codificar las
proposiciones en nuestra memoria es la parte esencial de la
información.

4.1.2.La forma de las proposiciones


Tratándose de un código abstracto y no observable directamente
(ningún psicólogo ha podido nunca ver las proposiciones que hay dentro
de la cabeza), las proposiciones han sido representadas por los
psicólogos de múltiples formas.

En el trabajo de De Vega recomendado en el apartado uno de este


módulo, se reflexiona acerca de la dificultad que entraña para el
psicólogo trabajar con el concepto de representación mental. El asunto
estriba en que lo que trata de hacer el psicólogo es elaborar una
representación teórica de lo que en sí mismo es un sistema de
representación: los códigos internos que utiliza la mente para
representar el mundo y sus propiedades. Es decir, el psicólogo tiene que
fabricar una representación que está referida a una
representación que está referida al mundo.

Referencia completa: M. de Vega (1992). Representaciones mentales:


paradojas, debates y soluciones. En J. Mayor y M. de Vega, Memoria y
Representación, 263-305. Tomo IV del Tratado de Psicología General,
editado por J. Mayor y J. L. Pinillos. Madrid: Alhambra.

Pero lo que interesa advertir es que, independientemente de cómo la


represente el psicólogo, la proposición debe incluir símbolos que hagan
referencia a sus elementos básicos: los conceptos (o nodos) y las
relaciones semánticas establecidas entre ellos (o eslabones).

Representación teórica de una red proposicional


¿Cómo podrá representar nuestra mente las proposiciones contenidas en
las oraciones Juan arrancó la rosa roja? Nunca podremos conocer la
forma exacta que adopta en nuestra mente ese enunciado pleno de
significado, que afirma algo y del que puede ser comprobada su
veracidad. Pero lo que sí que puede hacer el psicólogo es proponer una
teoría que recoja los conceptos presentes y las relaciones semánticas,
gramaticales o de otra índole, por ellas manifestadas.

Como veis, las dos oraciones son equivalentes desde un punto de vista
semántico, es decir, expresan la misma idea o poseen idéntico
significado. Lo que dice la teoría psicológica que hace la mente de un
hablante bilingüe es extraer la idea expresada, liberándola del formato
físico en que viene envuelta la información (palabras en castellano y en
catalán, o en castellano y en gallego, o en inglés y euskera), para
guardarla en la memoria como una red proposicional en la que están
relacionados los nodos conceptuales: 'Juan', 'rosa', 'arrancar', etc.,
por medio de eslabones relacionales: 'agente', 'objeto', 'acción',
tiempo de la acción', etc.

Ejemplo
La siguiente podría ser una forma de representar proposicionalmente el
significado de la oración Juan arrancó la rosa roja:

Claro que el psicólogo tiene que utilizar 'palabras', 'circulitos', 'flechas' y


otras formas para representar lo que supuestamente se encuentra
almacenado en la memoria. Pero, obviamente, no debéis tomar
literalmente que la representación mental sigue ninguno de estos
símbolos que son más propios del lenguaje de la psicología que del
lenguaje de la mente. Seguro que en nuestras cabezas no hay nada de
esto, pero sí un código de representación proposicional que ha de
preservar todas las relaciones aquí expuestas.

Esta forma de representar las dos proposiciones que se encuentran


contenidas en la oración analizada es típica de los modelos de la
memoria semántica, tal y como estudiaremos en el próximo apartado.
No podía ser de otro modo, ya que la mayoría de estos modelos están
inspirados en la lógica proposicional, según veremos.

4.1.3.Significado psicológico de las proposiciones

Cuando los psicólogos hablamos de proposiciones, lo hacemos porque,


como ya hemos ilustrado en algún ejemplo de este mismo apartado, las
consideramos unas buenas aliadas para explicar muchas propiedades
del funcionamiento de la memoria y otros procesos mentales. Tened en
cuenta que una proposición en sí misma no sería de mucho interés,
porque sólo captura una porción muy reducida de lo que es la red de
conocimientos que define a nuestro sistema de memoria semántica.

Sin embargo, el sistema proposicional, tomado en su conjunto,


garantiza que procesos psicológicos tan complejos como la lectura, por
ejemplo, se realicen de un modo prácticamente automático: cada uno
de los conceptos puestos en juego por las proposiciones contenidas en la
oración Juan arrancó la rosa roja, accionan mecánicamente a su vez al
resto de conceptos a ellos asociados, activando unos e inhibiendo otros.
Por eso, en la oración anterior hemos comprendido inmediatamente que
el concepto rosa hace referencia a una flor y no a una persona o un
color. Claro que no hemos sido conscientes de lo que hacíamos pero de
hecho nuestra mente, entre otras cosas, estaba calculando el valor
semántico que debía asignar a cada uno de esos conceptos.

Reflexionad un poco sobre lo que acabáis de leer. Si habéis entendido el


significado de la oración Juan arrancó la rosa roja, seguro que lo habéis
hecho de un modo prácticamente automático, sin esfuerzo aparente y
sin intervención de vuestra conciencia. No ha sido necesario un empeño
especial por vuestra parte en analizar sintácticamente la estructura de la
frase, ni tampoco os habéis agotado en exceso buscando en vuestra
mente el significado de cada una de las palabras que leíais.
Sencillamente, leíais y comprendíais. Pues bien, lo que se supone desde
la psicología cognitiva es que todas esas operaciones de descomposición
sintáctica, análisis gramatical y búsqueda semántica las realiza vuestra
mente de un modo automático, gracias a la estructura jerarquizada y
reticular de las proposiciones.
Pero no sólo existen lazos más o menos asociativos entre los nodos
conceptuales de las proposiciones (rosa-flor, rojo-color, etc.). Además,
como en el cálculo lógico, las proposiciones también están articuladas
entre sí en función de ciertos 'operadores' que nos conducen de unas
premisas a sus conclusiones de un modo absolutamente mecánico. Una
vez, por ejemplo, que hemos identificado el tipo de categoría a que
pertenece la rosa arrancada por Juan (la de las flores) estamos en
disposición de seguir un razonamiento condicional del tipo 'si ...
entonces', activándose de este modo otra parte de la red, que nos
permite inferir muchas propiedades correspondientes al mundo de las
rosas y que no están explícitamente expresadas en la oración leída.

Por consiguiente, es recomendable que no paséis por este punto sin


reparar en el alto valor psicológico de las proposiciones mentales.

El caso es, en definitiva, que si existen las proposiciones como formato


de representación mental, podemos explicar muchos fenómenos
psicológicos de un modo simple y elegante. La mente funcionaría como
una especie de máquina calculadora, manejando automáticamente las
proposiciones según ciertas reglas formales bien establecidas, y dejando
libre a la conciencia para poder dedicarse a otros asuntos tal vez más
delicados de nuestra vida.
Un texto que podría ayudaros mucho a comprender todas las
implicaciones psicológicas de la representación proposicional es el
capítulo 6 del libro de M. de Vega (1984). Introducción a la psicología
cognitiva. Madrid: Alianza.

4.2.Red proposicional y memoria semántica

La memoria semántica (ese sistema de memoria a largo plazo que,


como ya habéis estudiado, codifica de un modo extremadamente
abstracto los conocimientos no contextualizados y disociados de las
experiencias personales), nació prácticamente en los laboratorios y las
publicaciones de los psicólogos preocupados por la representación
proposicional.

Claro que, según habéis estudiado en el módulo 2, los sistemas de


memoria a largo plazo pueden ser diferenciados en función del tipo de
información que codifican, de cómo la codifican, o de la facilidad con que
pueden traducirse a palabras o imágenes. Pero podemos afirmar que la
mayor parte de los sistemas de memoria semántica propuestos
coinciden en su estructura proposicional.
Si queréis profundizar en la naturaleza de las redes proposicionales y en
los procedimientos formales que utilizan los psicólogos para construirlas,
podéis acudir al capítulo diez del libro: P.H. Lyndsay y D.A. Norman
(1983). Introducción a la psicología cognitiva. Madrid: Tecnos.
Recordad: gran parte de los modelos de la memoria semántica
defienden que la información guardada en ese sistema de MLP está
compuesta por proposiciones, por símbolos no conscientes que se
encuentran internamente organizados, y que nos permiten recuperar la
información de un modo estructurado y pleno de sentido mucho tiempo
después de haberla adquirido.

4.2.1.La red proposicional de Quillian: donde el concepto


de memoria semántica entra en juego

En 1968 M. Ross Quillian presentó su TCL (teachable language


comprender), un programa de ordenador que manifestaba una peculiar
capacidad: la de comprender textos en inglés. Para conseguir que su
ordenador comprendiera textos, Quillian generó un programa que
incorporaba lo que vino a llamar una memoria semántica, que no era
otra cosa que una base de datos, cuya estructura era la de una red
proposicional. Vamos a examinar detenidamente este modelo, porque
puede servirnos de hilo conductor, de ilustre ejemplo con el que
acercarnos a la esencia de todos los modelos de la memoria semántica
que hacen del concepto de red proposicional su fundamento.

Ejemplo
Retomemos el ejemplo de la oración Juan arrancó la rosa roja;
recordaréis que una de las proposiciones que se afirmaba en dicha
sentencia es la que aquí mostramos:

Si nos limitamos a representar la parte de la oración que se refiere al


color de la rosa, nos encontraríamos con que en la memoria ha de
existir algo parecido a la proposición que hemos expuesto.
Pero el mayor atractivo de la representación proposicional reside en que
asegura que los nodos conceptuales de cada proposición están, a su
vez, asociados semánticamente con otros nodos. La rosa pertenece a la
categoría de las flores y el rojo es un caso particular perteneciente a la
categoría de los colores. Además, se da el caso de que una de las
propiedades de esta rosa particular es que tiene el color rojo. Los
modelos de la memoria semántica, como veréis, se hacen eco de estas
peculiaridades de la representación proposicional.

Características estructurales y funcionales de la red de Quillian

Desde el punto de vista de la estructura representacional, el programa


de Quillian estaba equipado con una memoria que
representaba categorías ('canario', 'ave', 'animal') y propiedades
definitorias asociadas a cada una de las categorías (en el caso de la
categoría canario, se resaltan las propiedades de que 'puede cantar',
que 'es amarillo', etc.). Las categorías o nodos conceptuales se
conectan entre sí según un orden jerárquico de pertenencia, es decir, en
la medida en que un 'canario' pertenece a la categoría de las 'aves',
ambos conceptos debían encontrarse explícitamente vinculados en TCL
por medio de un eslabón relacional.

Además, siguiendo un principio de economía representacional, las


categorías jerárquicamente inferiores no debían almacenar información
de un modo redundante: tratando de evitar la sobrecarga del sistema
con un número inmanejablemente alto de información, TCL estaba
preparado para que las categorías subordinadas pudieran
heredar automáticamente las propiedades de sus superiores
jerárquicas.

El funcionamiento de la red, por otra parte, queda garantizado por un


mecanismo de propagación de la activación. La gestión del programa
sigue la regla según la cual, cuando se activa uno de los nodos, esa
activación se difunde a todos demás nodos que se encuentran
directamente asociados con aquél.

Propiedades del TCL de Quillian

Pues bien, el caso es que el TCL era capaz de señalar


correctamente si una sentencia relativa a su base de datos era
verdadera o falsa. Por ejemplo, era capaz de reconocer como
verdaderas sentencias del tipo 'un canario es un ave' o 'un canario es un
animal' o 'un canario tiene piel'; y señalaba como falsas las que
realmente lo eran (p. ej., 'un canario tiene agallas'). Es decir, que
evaluaba correctamente las sentencias, haciendo gala de su habilidad de
comprensión.
Pero lo importante no es únicamente que TCL comprendiera, sino
que además le llevaba un tiempo tomar su decisión en función
del tipo de sentencia que se tratara. Lo que demostraba que los
juicios de TCL dependían de la distancia jerárquica existente entre
los conceptos sobre los que se le preguntaba, haciendo que el tiempo de
procesamiento estuviera en relación directa con el número de nodos que
tenían que atravesarse.
Ejemplo Es decir, que no tardaba prácticamente nada en contestar que
efectivamente 'un canario es un canario'; se demoraba algo más cuando
tenía que comprobar la veracidad de sentencias como 'un canario es un
ave' (nodo perteneciente a la categoría superior) y el tiempo que
necesitaba para comprender si 'un canario es un animal' todavía
aumentaba más, puesto que había que atravesar un nodo superordinado
más.

Por otro lado, los tiempos eran todavía mayores cuando lo que tenía que
hacer TCL era emitir un juicio acerca de propiedades. Así, cuando una
sentencia ponía en juego propiedades que no estaban explícitamente
representadas en el nivel de la categoría sobre la que tenía que emitir
su juicio, el programa tardaba más en inferir la existencia de tal
propiedad, lo que se manifestaba en un mayor tiempo en el proceso de
verificación de sentencias.

Por qué era interesante el TCL de Quillian

El programa de Quillian es de interés para nosotros porque


efectivamente se trata de uno de los primeros modelos basados en la
metáfora del ordenador que se tomó en serio explicar cómo funciona la
memoria humana. Fijaos que de lo que estamos hablando en el caso del
modelo de Quillian es de un programa de ordenador que se ejecuta
automáticamente y que funciona de modo muy similar a como lo
hace el sistema cognitivo humano. Es fácil comprender que la
repercusión de TCL en la teoría psicológica fuera extraordinaria.

Si TCL estaba en lo cierto, el conocimiento codificado en nuestra propia


memoria semántica está estructurado jerárquicamente y está sometido
a un principio de economía cognitiva, haciendo que cada elemento de la
red proposicional comparta implícitamente todos los atributos o
propiedades correspondientes a las clases de orden superior a las que
pertenece, además de representar explícitamente los específicos de su
nivel

Por ejemplo, la respuesta de verificación tardaba mucho más en emitirse


cuando se trataba de una sentencia del tipo 'un canario puede volar'
(donde 'poder volar' es una propiedad relacionada directamente con
'ave', no con 'canario'), que del tipo 'un canario es amarillo'.
De hecho, en 1969 Collins y Quillian intentaron poner a prueba
experimentalmente las bondades explicativas del modelo. Y muchas de
las predicciones que de él se derivaban encontraron refrendo en los
datos: es decir, que en términos de tiempos de reacción el rendimiento
de los sujetos experimentales en una tarea de verificación de sentencias
se ajustaba bastante a lo previsto desde el modelo TCL.

El TCL y la naturaleza de las categorías


Como habéis podido comprobar, TCL establecía que la conexión entre
los diversos conceptos representados en la memoria era de naturaleza
jerárquica, cuyo principio organizativo es el propio que rige en las
relaciones de pertenencia que se establece entre categorías de distinto
nivel de abstracción.

Las categorías de TCL, sin embargo, eran demasiado lógicas para


prosperar en la psicología de los años setenta. Los nuevos modelos de la
memoria semántica se vieron influenciados por una nueva concepción
de las categorías, promovida por la psicóloga Eleonor Rosch, que las
presentaba como estructuras bastante menos definidas lógicamente,
con límites más difusos de lo que aparecían en el modelo más logicista
de Quillian.

La noción de categoría dentro de los estudios psicológicos se vio


enormemente reactivada a partir de las investigaciones que Rosch llevó
a cabo a partir de los años setenta. En su opinión, las categorías están
organizadas según dos dimensiones: una vertical, basada en el grado
de abstracción de la categoría; y otra horizontal, que se establece en
función del concepto de prototipicidad.

En relación con la dimensión vertical, Rosch defiende la existencia de


tres tipos fundamentales de categorías que, ordenadas de menor a
mayor en términos de su carácter abstracto, se corresponderían con las
categorías subordinadas (p. ej, silla de oficina), las básicas (silla) y las
supraordinadas (mueble). Las categorías básicas se mueven en ese nivel
medio de concreción que se corresponde con el de la experiencia directa
e ingenua de las cosas. Así, sólo un experto percibe un olmo o una
encina (categoría subordinada), donde la mayoría de los mortales
percibimos únicamente un árbol (categoría básica).

Desde el punto de vista horizontal, diremos siguiendo a Rosch que no


todos los ejemplares comparten un mismo grado de pertenencia a las
categorías, sino que parece que existen unos casos que son más
representativos que otros: un canario, por ejemplo, es considerado por
la mayoría de la gente un ejemplar más representativo de las aves que
un pingüino (aunque éste también sea conocido como pájaro bobo).
Según Rosch, el proceso de categorización depende de nuestra
experiencia directa con las cosas, de nuestra interacción con un mundo
que está intrínsecamente estructurado, en el que los atributos
definitorios de las categorías siempre aparecen más o menos juntos (las
aves, por ejemplo, son animales que normalmente suelen aparecer con
alas, plumas y con capacidad de vuelo y no como animales con pelo que
viven gran parte de su tiempo en el mar). Siguiendo con esta lógica,
ocurre que los casos más representativos de una categoría (aquellos que
más rasgos definitorios muestran) son fijados como los prototipos de la
misma y que la pertenencia del resto de ejemplares se evalúa en
función de su parecido con dicho prototipo. Por tanto, si admitimos el
principio de la prototipicidad, estamos obligados a aceptar igualmente
que la pertenencia de un ejemplar a una categoría no es cuestión de
todo o nada: siempre habrá casos que pertenezcan más que otros a
determinadas categorías.

Ciertamente, el concepto de representatividad, en tanto que descansa


en el concepto de parecido no está libre de importantes críticas
filosóficas en las que no podemos entrar aquí. Tampoco podemos
extendernos más sobre las particularidades de este importante tema de
la psicología que es el de las categorías y los procesos de
categorización. Pero, aunque haya sido de un modo complementario, sí
estábamos obligados a recordar los principios estructurales de las
categorías según Rosch para poder abordar con un mínimo de sentido
las explicaciones relativas a los sistemas de memoria semántica que se
desarrollaron posteriormente al de Quillian.

Razones en contra del TCL

Los principios de funcionamiento de la red se basaban en algunas


propiedades de las categorías que no convencían por igual a todos los
psicólogos. Muchos investigadores dudaron, por ejemplo, que fuera la
'relación jerárquica', en tanto que principio lógico de conexión entre
las categorías, la que determina el tiempo de su procesamiento
cognitivo. Además, no todos los datos que fueron acumulándose en
investigaciones posteriores favorecían al modelo TCL en lo que respecta
a su principio de economía cognitiva.

Ejemplo
Efectivamente, la relación jerárquica establece un valor de equidistancia
entre una categoría y su subordinada; es decir, la distancia lógica no
debería verse afectada por la naturaleza de las categorías. Sin embargo,
en muchas tareas de verificación de sentencias como las estudiadas
antes, se encontró que en ciertas relaciones priman otro tipo de
principios distintos al de la distancia jerárquica. Por ejemplo, la gente
tarda mucho más tiempo en determinar si es verdadera una sentencia
que afirma que 'una ballena es un mamífero' o que 'un murciélago es un
mamífero', que otra que afirme que 'una vaca es un mamífero',
fenómeno que no puede explicarse desde el punto de vista de la relación
jerárquica, lógicamente entendida, ya que ambos ejemplares se
encuentran a un solo paso de la categoría superior. Es decir, que desde
un punto de vista lógico el grado de pertenencia de las categorías
'ballena' y 'murciélago' a la categoría jerárquicamente superior de
'mamífero' es idéntico al de la categoría 'vaca'. Apreciación que no
parece ser eficaz desde un punto de vista psicológico. Además, algunos
estudios sobre las categorías y los procesos de categorización venían
también a demostrar que la redundancia, esto es, que la representación
explícita de ciertas propiedades asociadas a varios nodos de una misma
jerarquía conceptual, podría resultar en muchos casos un procedimiento
psicológico mucho más eficaz que la inferencia lógica para recuperar
información acerca de las características que definen a las cosas.

Si queréis profundizar en la relación que se estableció entre el concepto


de categoría y el de memoria semántica, os podría resultar de indudable
interés el siguiente trabajo: P. Soto y M. V. Sebastián (1983).
Conocimiento y memoria. En M. V. Sebastián (Comp.), Lecturas de
psicología de la memoria (pp. 296-304). Madrid: Alianza. En este mismo
libro se encuentran traducidos el artículo original de Collins y Quillian, y
el de Smith, Shoben y Rips, en los que, respectivamente, se defiende la
noción de red proposicional y la de rasgos.

4.2.2.Las alternativas a TCL: el modelo de rasgos.

Ante este estado de cosas, algunos investigadores resolvieron rechazar


la idea de que la memoria semántica está constituida por redes
proposicionales, negando que el significado de un concepto pueda ser
capturado por un nodo y sus relaciones jerárquicas. Por el contrario,
encontraron más razonable reemplazar la noción de 'red' por la de
'rasgos'.

El modelo de rasgos trabaja con la suposición de que lo que define a una


categoría son un conjunto de rasgos, una lista asociada de atributos
definitorios y característicos que determinan qué ejemplares pueden
formar parte de dicha categoría y cuáles no. Los rasgos
definitorios son aquellos que especifican lo que necesariamente debe
poseer una entidad cualquiera para poder pertenecer a una categoría.
Estos rasgos tendrían mucho que ver con la descripción científica de una
clase o categoría: para ser un mamífero, por ejemplo, es imprescindible
que el animal posea los atributos de 'ser vertebrado' y 'tener
temperatura constante'. Los rasgos característicos, por el contrario,
se corresponden con las propiedades más o menos prototípicas que
suelen acompañar a los elementos más característicos de la clase: los
mamíferos, por ejemplo, no suelen volar; por eso es mucho más difícil
identificar como tal a un 'murciélago' que a una 'vaca'.

En el modelo de rasgos, lo que se pone en marcha no es un proceso de


propagación de la activación, sino uno de comparación de atributos:
en el caso de verificar la sentencia "un canario es un ave'', lo que haría
nuestra memoria es, primero, identificar tanto los rasgos
definitorios, como los característicos que definen a los 'canarios' y
los que definen a las 'aves', para poder compararlos y establecer el
grado de solapamiento existente entre ambas listas de atributos. Según
el modelo, el resultado de esta comparación se asignaría como valor
de similitud general a la variable 'X'. Y, una vez obtenido el grado de
solapamiento de los rasgos definitorios y característicos (valor de 'X'), el
proceso de decisión podría tomar tres direcciones distintas:

1. Si el solapamiento es suficientemente fuerte como para superar


cierto criterio de similitud que actúa como una especie de
límite superior ('c1'), se determina la veracidad de la sentencia;
podríamos decir que cuanto más prototípicos de la categoría
'ave' sean los rasgos activados por la categoría 'canario', antes
se emitirá la respuesta (más pronto se percibirá que 'X > c1').
2. También puede ocurrir lo contrario: que la discrepancia entre
tales listas sea de tal magnitud que inmediatamente se
determine la falsedad de la afirmación, porque claramente el
valor de X se encuentra muy por debajo de otro criterio que
define el límite inferior de similitud general o 'C 0' (sería a todas
luces obvio que 'X < C0').
3. Pero también puede darse una tercera situación: que el grado
de solapamiento entre ambas listas se encuentre entre las otras
dos posibilidades (C0 < X < c1); es decir, puede ocurrir que esta
primera comparación no nos permita emitir una verificación de
la sentencia veloz y segura, porque el grado de solapamiento no
es ni lo suficientemente fuerte ni lo suficientemente débil como
para estar por encima ni por debajo del criterio de semejanza
general manejado por el sujeto. En este último caso, sería
necesaria una segunda comparación de atributos, pero esta
vez tomando en consideración sólo los rasgos
definitorios de ambos conceptos.
La aparición de modelos de rasgos, sin embargo, no significó la
aniquilación de las teorías basadas en la idea de que la red es una
buena forma de representar la estructura de la memoria semántica.
Ciertamente, como demostraron Collins y Loftus en 1975, modificando
algunos de los principios logicistas del modelo TCL, como no admitir que
todas las categorías se encuentran a una misma distancia semántica,
podían superarse muchos de sus inconvenientes.

Ejemplo
En el modelo de Collins y Loftus, por ejemplo, la distancia semántica
entre dos categorías no la determina la noción lógica de jerarquía, sino
que la distancia semántica es sensible a la concepción prototípica de las
categorías. Sin salirse de la lógica del modelo de red, lo que proponen
Collins y Loftus es representar con enlaces más largos la relación entre
las categorías que están menos fuertemente asociadas (murciélago
----------- mamífero) y más cortos para las que tienen una asociación
entre sí más poderosa (vaca --- mamífero); con esta modificación, se
supone que la propagación de la activación tardaría más tiempo en
afectar a los nodos más distantes, adecuándose así a la evidencia que
aportan los datos experimentales.

En cualquier caso, la fuerza del concepto de 'red proposicional' no se


agotó tampoco con los modelos que, como el de Collins y Loftus,
limitaban su dominio a los conceptos individuales, o a frases y al tiempo
de verificación de sentencias. La evolución de los modelos de red fue tal
que llegaron a transformarse en verdaderas teorías psicológicas de
amplio espectro, interesadas en explicar el sistema cognitivo en su
conjunto. Claro que esta tarea de remodelación apartaría a los
psicólogos del estudio de la memoria semántica, en tanto que objeto
exclusivo de sus preocupaciones, puesto que cada vez más se sentían
forzados a contemplar la importancia psicológica de los sistemas de
producción o de la memoria episódica en la generación y el control
de la conducta humana. Pero la labor pionera de Quillian había
estampado ya su impronta.

El de Quillian fue uno de los primeros modelos proposicionalistas


estrictamente referido a la memoria semántica y también podemos
tomarlo como uno de los más decisivos estímulos para la producción
teórica posterior en este ámbito de la psicología de la memoria. Si nos
hemos extendido en él es porque los que le siguieron, ciertamente
robustecieron los mecanismos funcionales de procesamiento y
enriquecieron las estructuras de representación, pero también
conservaron muchas de las ideas originales de Quillian. Además, la
simplicidad del modelo nos permitía acercarnos a la representación
proposicional de la memoria semántica de un modo sencillo y claro.

Ciertamente, a partir de TCL los modelos posteriores criticaron,


matizaron, ampliaron o revisaron algunos de los principios explicativos
implicados en este primer modelo, pero el concepto de memoria
semántica en tanto que red proposicional se hizo un hueco nada
despreciable en la literatura psicológica a partir de entonces, por mucho
que se intentara conectar con otros sistemas de memoria no
estrictamente semánticos.

Ése es el caso, claramente, de los sistemas de producción propuestos


por Anderson en su modelo ACT* (adaptative control of thought*) de
1983. Los sistemas de producción son estructuras de representación de
las destrezas o habilidades que tienen la forma de asociaciones
condicionales del tipo condición à acción. Son estructuras de
conocimiento no declarativo y con formato no proposicional (aunque
están conectadas con éste y con el conocimiento declarativo que
codifican las proposiciones), y son responsables de relacionar
interactivamente al sistema cognitivo con el entorno.

Si os interesa ahondar en los modelos de redes que sucedieron al de


Quillian (MAH, LNR, ACT, etc.), podéis acudir al capítulo 6 del libro de M.
de Vega (1984). Introducción a la psicología cognitiva. Madrid: Alianza
(especialmente las páginas que van de la 273 a la 300).

La evolución de los modelos, como decimos, desbordó los estrechos


límites de la memoria semántica. Y de esta transformación brotaron
nociones teóricas de importancia capital para comprender el estado
actual de la psicología de la memoria en general. Una de esas nociones
es la que hace referencia al concepto psicológico de esquema, en el
que hemos de detenernos brevemente en tanto que consiste en
un sistema de representación e incluye redes proposicionales para
referirse a la participación de la memoria semántica en dicho sistema.
Con su análisis cerramos este apartado.

Los esquemas: las grandes redes de conocimiento contextual

Los esquemas son unidades de conocimiento que están estructuradas


en torno a situaciones particulares, como pueden ser, tomar un autobús,
ir al dentista o comer en un restaurante. Cuando se activa un esquema,
se reclutan todos aquellos conocimientos que son pertinentes para la
tarea, independientemente de su código, y se ponen a su servicio.
Con la intención de destacar lo que tienen de común, más que
preocuparnos por las singularidades, hemos utilizado aquí el término
de esquema para referirnos indistintamente a lo que algunos
investigadores han llamado también marcos (Minsky)
o guiones (Schank y Abelson). Pero debéis ser conscientes de que tales
diferencias existen.

También es importante que notéis que la fuerza teórica que hoy poseen
conceptos psicológicos como esquema, marco o guión, en cierto modo
proviene de su íntima relación con la noción de representación
proposicional.

De hecho, el de esquema es un concepto de reconocida solera dentro


de la psicología, que se remonta, como ya sabéis, a los trabajos de
Barlett (y, en otro sentido, a los de Piaget). Pero de ningún modo podéis
pasar por alto que si en algún momento estos conceptos psicológicos
acrecentaron formidablemente su popularidad fue cuando tuvieron
oportunidad de concretarse teóricamente en forma de estructuras de
representación interna manipulables por los recursos de un sistema
artificial. Y que, entre los más destacados defensores de esta idea, se
encuentran en primera línea los psicólogos preocupados por el concepto
de representación proposicional, como podréis estudiar en el apartado
dedicado a exponer los principios del computacionalismo.

Una fuente de referencia muy útil, por su claridad y coherencia


expositiva, donde podéis profundizar en el concepto de esquema la
encontraréis en el capítulo 13 (especialmente, pp. 286-297) del libro de
Baddeley (1999). Memoria humana. Teoría y práctica. Madrid: McGraw-
Hill. El capítulo en su conjunto está dedicado a todos los problemas
relacionados con la memoria semántica que hemos señalado en este
apartado.

Ejemplo
Así, cuando vamos a comer a un restaurante, por ejemplo, se acciona el
esquema correspondiente, actualizándose el conjunto de conocimientos
que hemos adquirido sobre tal actividad: habrá un camarero, puede
traer una carta, el comedor tendrá mesas, silla, mantel, cubiertos,
tendremos que pagar al final, y todo lo demás. Como podéis comprobar,
los esquemas gestionan nuestros conocimientos, sean estos acerca de
cosas o de destrezas, poniéndolos al servicio de una actividad global que
se encuentra ligada a contextos muy delimitados.

Por supuesto que cada una de estas situaciones (o 'escenarios') pueden


variar en muchos aspectos; pero no es menos cierto que la
configuración global de las mismas se mantiene más o menos constante.
Precisamente porque las diversas situaciones cotidianas con las que
tenemos que bregar mantienen invariable su estructura, no tenemos
que andar inventando constantemente nuestra participación en ellas: el
papel que tenemos que desempeñar en estas circunstancias está en
gran parte escrito en nuestra memoria a largo plazo y sólo debemos
improvisar cuando la escena no se corresponde del todo con lo exigido
por el 'guión' aprendido.

En cierto modo, como veis, lo que ordinariamente llamamos el


contexto, es decir, aquello que nos da las claves para interpretar una
situación concreta de una forma y no de otra, es lo que nos está
proporcionando el esquema cognitivo.

Ejemplo
Muchas de nuestras inferencias quedarían sin explicar si no fuera porque
nuestra mente trabaja con esquemas. En este sentido, la funcionalidad
de los esquemas se manifiesta abiertamente en tareas de comprensión:
si en un restaurante del Levante español, por ejemplo, nos recomienda
un camarero lo siguiente: cómase una catalana, que están buenísimas,
no interpretamos intenciones antropófagas en su sugerencia, ni lo
entendemos tampoco como un comentario grosero acerca de las
virtudes femeninas de las mujeres nacidas en Cataluña. Sencillamente,
comprendemos que lo que el camarero nos aconseja es que degustemos
un sabroso pan payés, calentito, con aceite y tomate restregado, y con
una deliciosa loncha de jamón, a ser posible de los que tienen la pata
negra, cubriéndolo todo. Nuestra inferencia en este caso sólo ha podido
resultar adecuada porque contamos con la información que nos ofrece
'el contexto'. Psicológicamente, diríamos que en este caso se ha
activado 'el esquema' correcto. Los esquemas, según podéis advertir,
nos permiten comprender con facilidad lo que vemos, escuchamos o
leemos, sin necesidad de que estén presentes 'todos los datos'.

El esquema y sus derivados, desarrollando las tradiciones inauguradas


por Quillian y Barlett, pudieron ser concebidos como una gran base de
datos con estructura de red, que combina representaciones de
naturaleza proposicional con la de otros tipos, que reside en la memoria
a largo plazo y que nos permite adaptarnos a diversos escenarios de
nuestra vida cotidiana.

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