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Trabajo de Terapia Conductual

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Conceptos del condicionamiento operante

Las técnicas operantes han sido unas de las que se han empleado primero y
con mayor frecuencia en modificación de conducta. Tienen su origen en los
trabajos de Thorndike (1898) sobre aprendizaje animal y en el
condicionamiento operante de Skinner (1938). Por lo tanto, se basa en la
presentación de reforzadores positivos o negativos para la adquisición de una
conducta adaptativa.

Las técnicas operantes implican la disposición ordenada de estímulos


antecedentes y consecuentes con objeto de alterar la probabilidad de emisión
de una conducta. Se trata de un grupo heterogéneo de procedimientos que
pueden utilizarse para mantener o incrementar conductas (ej.: programas de
reforzamiento directo, contratos conductuales, economía de fichas, control de
estímulos, reglas) para enseñar o establecer conductas nuevas (ej.:
encadenamiento, moldeamiento), o bien para eliminarlas o disminuirlas.

Las técnicas operantes ocupan un lugar preeminente entre las estrategias de


intervención conductual, hasta el punto que es difícil imaginar una intervención
en la que no se vean implicadas o en la que no se utilicen, en un momento u
otro, a lo largo del tratamiento. Igualmente, suelen formar parte de los
programas conductuales que se aplican en el ámbito de la salud, teniendo
como objetivo básico propiciar la aparición de conducta y hábitos saludables, y
disminuir la emisión de conductas perjudiciales para la salud o que deterioran
la calidad de vida de los individuos, o que interfieren la emisión de conductas
saludables. Con frecuencia, su aplicación supone la participación de personas
del medio del sujeto.

El alcance de estas técnicas dentro del ámbito de la salud abarca cualquier


programa en el que se intente incrementar, potenciar o mantener la emisión de
una respuesta (generalmente mediante contratos conductuales y reforzamiento
positivo o programa de economía de fichas), o bien, y menos frecuentemente,
enseñar una conducta nueva, no existente en el repertorio del sujeto (ya sea
por moldeado o encadenamiento).

A continuación definiremos los conceptos básicos del condicionamiento


operante para entender mejor este procedimiento y sus aplicaciones.
Muchos de estos términos son compartidos por las orientaciones conductuales
en general, si bien pueden tener connotaciones específicas dentro del
paradigma operante.

Respuesta instrumental u operante

Este término designa cualquier conducta que conlleva una consecuencia


determinada y es susceptible de cambiar en función de ésta. Su nombre indica
que sirve para obtener algo (instrumental) y que actúa sobre el medio
(operante) en lugar de ser provocada por éste, como sucede en el caso del
condicionamiento clásico o respondiente.

En la teoría conductista la palabra “respuesta” es básicamente equivalente a


“conducta” y “acción”, si bien “respuesta” parece hacer referencia en mayor
medida a la presencia de estímulos antecedentes.

Consecuencia

En la psicología conductista y cognitivo-conductual una consecuencia es el


resultado de una respuesta. La consecuencia puede ser positiva (refuerzo)
o negativa (castigo) para el sujeto que lleve a cabo la conducta; en el primer
caso la probabilidad de que se dé la respuesta aumentará y en el segundo
disminuirá.

Es importante tener en cuenta que las consecuencias afectan a la respuesta y,


por tanto, en el condicionamiento operante lo que es reforzado o castigado es
dicha conducta, no la persona o el animal que la lleva a cabo. En todo
momento se trabaja con la intención de influir en el modo en el que se
relacionan los estímulos y las respuestas, ya que desde la filosofía
conductista se evita partir desde una visión esencialista de las personas,
poniendo más énfasis en aquello que puede cambiar que en lo que siempre
parece permanecer igual.
Reforzamiento

Este término designa las consecuencias de las conductas cuando hacen


más probable que se vuelvan a dar. El reforzamiento puede ser positivo, en
cuyo caso estaremos hablando de la obtención de una recompensa o premio
por la ejecución de una respuesta, o negativo, que engloba la desaparición de
estímulos aversivos.

Dentro del reforzamiento negativo podemos distinguir entre respuestas de


evitación y de escape. Las conductas de evitación previenen o impiden la
aparición de un estímulo aversivo; por ejemplo, una persona
con agorafobia que no sale de casa porque así no siente ansiedad está
evitando esta emoción. En cambio las respuestas de escape hacen que el
estímulo desaparezca cuando ya está presente.

La diferencia con la palabra “reforzador” es que ésta se refiere al evento que se


da como consecuencia de la conducta en vez de al procedimiento de premiar o
castigar. Por tanto, “reforzador” es un término más cercano a “recompensa” y
“premio” que a “reforzamiento”.

Castigo

Un castigo es cualquier consecuencia de una conducta determinada que


disminuya la probabilidad de que ésta se repita.

Como el reforzamiento, el castigo puede ser positivo o negativo. El castigo


positivo se corresponde con la presentación de un estímulo aversivo después
de que se produzca la respuesta, mientras que el castigo negativo es la
retirada de un estímulo apetitivo como consecuencia de la conducta.
El castigo positivo se puede relacionar con el uso que se da en general a la
palabra “castigo”, mientras que el castigo negativo se refiere más bien a algún
tipo de sanción o multa. Si un niño no deja de gritar y recibe una bofetada de su
madre para que se calle se le estará aplicando un castigo positivo, mientras
que si en vez de eso le quita la consola a la que está jugando recibirá un
castigo negativo
Mejora de la adherencia a tratamientos médicos

Se aplican programas de reforzamiento positivo director, economía de fichas o


contratos conductuales, en los que se refuerza al sujeto por el cumplimiento de
las prescripciones médicas, pudiendo además penalizar los incumplimientos.

Mantenimiento y mejora de hábitos de salud y de la calidad de vida de los


individuos (ej.: cambio de hábitos de alimentación, hacer ejercicio)

Este tipo de programas suele implicar el establecimiento de objetivos


progresivos, el reforzamiento de las conductas a potenciar, y, en su caso, el
coste de respuesta por su incumplimiento o por la emisión de conductas
incompatibles con éstas. Las condiciones de los programas suelen
especificarse en contratos conductuales. Este tipo de programas es
especialmente relevante en conductas como hacer ejercicio, cuyas
consecuencias positivas se producen a largo plazo, mientras que las
consecuencias a corto plazo resultan aversivas. En estos casos es crucial
recurrir a la aplicación de reforzadores externos que ayuden al sujeto a
mantener la conducta en aquellos momentos iniciales en los que ésta tan solo
obtiene consecuencias negativas.

Tratamiento del dolor crónico

Como parte integrante de los programas de tratamiento para este tipo de


problemas se incluyen técnicas para la reorganización de las contingencias de
reforzamiento presentes en el medio del sujeto y que contribuyen a mantener
las conductas de dolor del sujeto. Las quejas, peticiones de ayuda y solicitudes
de reposo de los pacientes con dolor, son conductas que suelen ser reforzadas
por la atención de las personas que rodean al enfermo, así como por la
evitación y delegación de responsabilidades. Resulta esencial entrenar a los
familiares y personas que conviven con el paciente en los principios básicos del
aprendizaje, y enseñarles a extinguir las conductas inadecuadas y reforzar, en
su lugar, conductas adaptativas del paciente.

Otras aplicaciones

También se han utilizado programas de economía de fichas para fomentar las


conductas de higiene y autocontrol entre pacientes con deterioro cognitivo,
niños institucionalizados o ancianos internados en residencias. También se
puede recurrir a la aplicación de moldeado o encadenamiento para la
enseñanza de hábitos higiénicos básicos, no presentes en el repertorio
conductual del sujeto, o de tratamientos médicos auto-aplicados.
Así mismo, es frecuente la utilización de contratos conductuales, centrados en
diversos aspectos de la terapia, entre los que figuran horario, duración,
cumplimiento de las tareas para casa, colaboración activa, participación en las
sesiones de seguimiento, etc. Este tipo de contrato actúa como facilitador de la
adherencia al tratamiento o como factor motivador; para incrementar este
último efecto, incluso puede establecerse un contrato de contingencias
acompañado de un depósito monetario que el sujeto irá recuperando
paulatinamente y contingentemente a la asistencia a las distintas fases del
tratamiento y a los sucesivos seguimientos.

INOCULACIÓN DE ESTRÉS

La Inoculación de Estrés (IE) es un marco de intervención en el que se entrena


a la persona en un conjunto de habilidades específicas para hacer frente a
situaciones estresantes. La peculiaridad de este tipo de intervenciones es que
la persona aprende a interpretar su problema desde un modelo específico,
permitiéndole seleccionar aquellas técnicas que mejor se ajusten a las
demandas de la situación problemática a la que se enfrenta. Además la IE
funciona como una “vacuna”, es decir, una vez adquiridas las habilidades de
enfrentamiento, se somete a la persona a situaciones estresantes similares a
las problemáticas pero de intensidad moderada en las que se espera que
ponga en marcha dichas habilidades. Las principales habilidades a aprender
son todas aquellas que permitan un control efectivo de la tensión o activación
emocional (fisiológica), así como la modificación de los contenidos cognitivos
más superficiales (Ej., auto-verbalizaciones) que ocurren antes, durante y
después del enfrentamiento con las situaciones problema.

El procedimiento consta de tres fases: educativa, entrenamiento o adquisición


de habilidades y aplicación.

1) Fase educativa. Se trata de proporcionar información sobre la génesis y


mantenimiento de los fenómenos emocionales problemáticos. El objetivo no es
eliminar el estrés, sino considerar las situaciones estresantes como problemas
que se pueden resolver. En este sentido se ha de proponer un modelo
comprensible que permita a la persona reconocer sus elementos en la situación
problema, así como interpretar de forma adecuada las relaciones entre ellos.
La figura 5 muestra un modelo que puede utilizarse como ejemplo.

Es importante que la persona comprenda la naturaleza transaccional de sus


reacciones de estrés. La explicación del modelo debe dejar clara la naturaleza
interactiva de los elementos incluidos. Una vez que la persona ha comprendido
el modelo, es necesario recoger toda la información posible sobre la morfología
y relaciones funcionales entre los elementos del entorno y la respuesta. Para
este fin pueden utilizarse registros en las situaciones problema, entrevistas con
la persona y personas cercanas, instrumentos de auto-informe, etc. Es
importante permitir que la persona cuente “su historia” o su visión del problema.
A partir de esta información bruta es fácil indagar sobre los componentes
relevantes para una adecuada formulación psicológica del problema. El
planteamiento inicial del problema puede ser útil en la planificación y el
establecimiento de metas y objetivos a corto, medio y largo plazo. Se debe
poner especial énfasis en la formulación de objetivos realistas.

Como resultado de esta fase, la persona debería: a) disponer de un modelo


alternativo de mantenimiento de sus reacciones de estrés; b) deben haberse
identificado y aclarado los desencadenantes, distinguiendo los estresares
globales de los puntuales o situacionales y aquellos modificables de los que no
los son; c) debería haberse aclarado si el déficit de la persona se debe a una
falta de competencia (habilidades) o de ejecución (beneficios secundarios,
creencias disfuncionales, etc.).

2) Fase de entrenamiento o adquisición de habilidades. La persona debe ser


capaz de distinguir claramente entre las situaciones modificables de aquellas
que no los son. En las primeras (modificables) los esfuerzos de la persona irán
encaminados al control de las situaciones (técnicas instrumentales), mientras
en las segundas (no modificables), los esfuerzos estarán centrados en la
emoción que se experimenta (técnicas paliativas). Se trata de adquirir las
habilidades y destrezas necesarias para el manejo de las respuestas
fisiológicas y cognitivas problemáticas así como de asegurarse de que la
persona es capaz de ponerlas en práctica. Estos dos objetivos dan lugar a las
fases de adquisición y ensayo.

Las estrategias a entrenar pueden agruparse en cuatro grandes categorías:


habilidades cognitivas, de control de la activación emocional, conductuales y de
afrontamiento paliativo.

Habilidades cognitivas. La reestructuración cognitiva, la detención del


pensamiento, y el auto-instrucción son las principales estrategias a entrenar. El
entrenamiento en auto-instrucciones consiste en la modificación de las
verbalizaciones negativas presentes en la respuesta de afrontamiento de la
persona por otras positivas antes, durante y después de la interacción con la
situación problema. Las auto-instrucciones deben tener las siguientes
características: a) deben adaptarse a las necesidades específicas del/los
pacientes; b) deben estar construidas y redactadas con palabras del paciente;
c) deben ser concretas, no demasiado generales (puede llevar a la repetición
mecánica); d) deben estar orientadas al control y la competencia y centradas
en el presente o futuro inmediato; e) deben integrarse de forma natural en las
situaciones y no considerarlas como un ritual mecánico aislado. Además puede
ser de utilidad establecer contratos para ponerlas en práctica y generar algún
tipo de regla mnemotécnica para facilitar su aplicabilidad. 
Para facilitar la adquisición de esta habilidad se pueden utilizar tarjetas en las
que la persona anote las auto-verbalizaciones positivas entrenadas. También
es de utilidad la imaginación. Se puede construir una jerarquía de situaciones
difíciles para reproducirlas en imaginación, de manera que cuando la
personase imagina enfrentándose a la situación problema, ponga en marcha
las auto instrucciones entrenadas.

Habilidades de control emocional. La principal estrategia es la relajación. Esta


puede obtenerse de diferentes formas (Ej., relajación muscular progresiva, por
imaginación, por respiración y por meditación).

Habilidades conductuales. La principal es la exposición8. Otras estrategias


como el modelado o el ensayo de conductas se aplican para la modificación de
parámetros morfológicos de las respuestas problema.

Habilidades paliativas. Las principales son la distracción, cambio de


perspectiva, y habilidades sociales, como la expresión adecuada de afecto y la
gestión del apoyo social de que se disponga. 

Pautas para llevar a cabo la refocalización atencional o distracción

Explicar el sentido de la técnica: no se trata de escaparse del problema, se


trata de no prestar atención a estímulos (Ej., pensamientos rumiativos) cuando
hacerlo no modifica el problema y amplifica los síntomas o el malestar
asociado. El objetivo es refocalizar o redirigir la atención hacia estímulos que al
menos produzcan un beneficio en alguno de los dos parámetros (solución del
problema/ bienestar emocional).

Seleccionar posibles fuentes de distracción relevantes para la persona (contar


coches de una marca, prendas de vestir, realizar tareas domésticas, etc.).

Las tareas utilizadas como distractores deben suponer una importante


implicación conductual (Ej., ejercicio físico), atención a estímulos externos (Ej.,
describir el entorno), empleo de recursos cognitivos (Ej., contar hacia atrás a
partir de un número) y contenido social (Ej., realizar actividades en grupo).

Una vez identificadas las situaciones problema y los distractores la persona


debe implicarse activamente en la refocalización, moviendo su “linterna mental”
hacia los estímulos acordados Una vez que la persona es capaz de poner en
marcha las principales habilidades necesarias para un adecuado afrontamiento
del problema, deben organizarse de acuerdo con los cuatro pasos del
afrontamiento: preparación, afrontamiento (confrontación real y manejo de la
activación emocional) y análisis de las consecuencias auto-refuerzo del éxito.
Estos principios deben utilizarse para construir los denominados planes de
afrontamiento. Estos planes pretenden integrar todo lo aprendido y organizarlo
de manera que permita el enfrentamiento con las situaciones problema. El
control del propio comportamiento durante estas situaciones se realiza
mediante el auto-instrucción. Estas auto-instrucciones deben dirigir la actividad
durante la situación, para lo que deben cumplir las siguientes funciones: a)
identificar y definir la situación; b) prepararse para el afrontamiento; c)
coordinar el afrontamiento y activar la puesta en marcha de las habilidades
necesarias; d) corregir posibles dificultades y fracasos; e) organizar los
procesos motivacionales y f) analizar la situación una vez finalizada.

Esquema para la confección de planes de afrontamiento

Preparación de una situación estresante:

Identificar y etiquetar la situación

Análisis de las posibilidades de afrontamiento y confección del plan.

Afrontamiento

Puesta en marcha del plan

Prevención de crisis. Es importante disponer de una salida para el caso de un


fracaso parcial.

Análisis de las consecuencias

Recompensa (desde auto-manifestación positivo hasta recompensas físicas o


sociales)

Afrontamiento de fracasos y recaídas.

Técnicas operantes para desarrollar conductas

Dadas la importancia y la eficacia del refuerzo positivo, las técnicas operantes


para aumentar conductas tienen una utilidad demostrada. A continuación
describiremos los más relevantes de entre estos procedimientos.

1. Técnicas de instigación
Se consideran técnicas de instigación aquellas que dependen de la
manipulación de estímulos discriminativos para aumentar la probabilidad de
que se dé una conducta.

Este término incluye las instrucciones que incrementan determinadas


conductas, la guía física, que consiste en mover o colocar partes del cuerpo de
la persona entrenada, y el modelado, en que se observa a un modelo
realizando una conducta para poder imitarlo y aprender cuáles son sus
consecuencias. Estos tres procedimientos tienen en común que se centran
en enseñar directamente al sujeto cómo tiene que realizar una
acción determinada, sea verbal o físicamente.

2. Moldeamiento

Consiste en acercar gradualmente una conducta determinada a la conducta


objetivo, empezando por una respuesta relativamente parecida que el sujeto
pueda realizar y modificándola poco a poco. Se lleva a cabo por pasos
(aproximaciones sucesivas) a los que se aplica reforzamiento.

El moldeamiento es considerado especialmente útil para establecer conductas


en sujetos que no se pueden comunicar verbalmente, como las personas con
discapacidad intelectual profunda o los animales. Tenemos que tener en cuenta
que para poder establecer una conducta concreta se ha de reforzar la misma,
es decir, que tenemos que buscar un reforzador apropiado y utilizarlo
adecuadamente. Este método se utiliza con frecuencia para lograr
comportamientos deseados en los niños. El comportamiento que buscamos no
está en el repertorio del niño y, por lo tanto, nunca se produce; entonces, hay
que entrenarlo reforzando las aproximaciones a dicho comportamiento. El
moldeamiento implica el uso del refuerzo diferencial, reforzando las respuestas
más cercanas al comportamiento deseado. Esta técnica se suele utilizar
cuando hay que mejorar destrezas que implican paciencia, constancia,
precisión y/o velocidad. También es muy utilizada para la adquisición del
lenguaje.

3. Desvanecimiento

El desvanecimiento se refiere a la retirada gradual de las ayudas o


instigadores que se habían utilizado para reforzar una conducta meta. Se
pretende que el sujeto consolide una respuesta y posteriormente pueda llevarla
a cabo sin necesidad de ayudas externas.

Es uno de los conceptos clave del condicionamiento operante, ya que


permite que los progresos llevados a cabo en terapia o en el entrenamiento
puedan generalizarse a muchos otros ámbitos de la vida.
Este procedimiento consiste fundamentalmente en sustituir un estímulo
discriminativo por otro distinto. Existen diversas variantes en las que se puede:

Disminuir la intensidad de la ayuda una vez que la otra persona le imita.

Demorar el tiempo antes de ayudar.

Disminuir la extensión de la ayuda.

Algunas de sus aplicaciones son el aprendizaje de la escritura, la denominación


de objetos o las habilidades motoras.

4. Encadenamiento

Una cadena conductual, es decir, una conducta compuesta por varias


conductas simples, se separa en distintos pasos (eslabones). A continuación el
sujeto debe aprender a ejecutar los eslabones uno a uno hasta lograr llevar a
cabo la cadena completa.

El encadenamiento puede realizarse hacia delante o hacia atrás y tiene como


peculiaridad que cada eslabón refuerza al anterior y funciona como
estímulo discriminativo del siguiente.
En ciertos aspectos, buena parte de las habilidades que se consideran talentos
por mostrar un alto grado de destreza y especialización en ellos (como por
ejemplo tocar muy bien un instrumento musical, bailar muy bien, etc.) pueden
ser consideradas fruto de alguna forma de encadenamiento, dado que desde
las habilidades básicas se va progresando hasta alcanzar otras mucho más
trabajadas. En este método se descompone una conducta compleja en
diversas partes o segmentos elementales, que pueden entrenarse por
separado. Las características de las cadenas conductuales son:

Debe ejecutarse una secuencia de respuestas discretas.

Cada respuesta adquiere la propiedad de ser reforzador para la respuesta


anterior y de ser estímulo discriminativo para la siguiente.

Toda la cadena se ejecuta siguiendo una secuencia específica.

Hay 3 variantes de la técnica:

a.    Presentación de la cadena completa.


b.    Encadenamiento hacia delante.
c.    Encadenamiento hacia atrás.

Por ejemplo: la conducta de lavarse los dientes. Podríamos dividirla en


pequeños fragmentos; modo de coger el cepillo, moverlo de arriba abajo,
enjuagarse y limpiar los utensilios.
De esta manera, se puede presentar la cadena completa de golpe, pero
también se puede presentar y reforzar cada fragmento uno a uno empezando
por el modo de coger el cepillo y acabando por limpiar los utensilios (hacia
delante) o al revés, empezando por limpiar los utensilio y acabando por el
modo de coger el cepillo (hacia atrás).
Entre sus aplicaciones destacan la educación especial, adquisición de
habilidades de autocuidado (aseo, vestido…), juego, manualidades, deportes,
etc.

5. Programas de reforzamiento

En un procedimiento de aprendizaje operante, los programas de reforzamiento


son las pautas que establecen cuándo será premiado la conducta y cuándo
no.
Hay dos tipos básicos de programas de reforzamiento: los de razón y los de
intervalo. En los programas de razón se obtiene el reforzador después de que
se dé un número concreto de respuestas, mientras que en los de intervalo esto
sucede después de que haya pasado un tiempo determinado desde la última
conducta reforzada y ésta vuelva a darse.

Ambos tipos de programa pueden ser fijos o variables, lo cual indica que el
número de respuestas o el intervalo de tiempo necesarios para la obtención del
reforzador pueden ser constantes u oscilar en torno a un valor promedio.
También pueden ser continuos o intermitentes; esto significa que la
recompensa puede darse cada vez que el sujeto lleve a cabo la conducta
objetivo o bien de vez en cuando (aunque siempre como consecuencia de una
emisión de la respuesta deseada).

El reforzamiento continuo es más útil para establecer conductas y el


intermitente para mantenerlas. Así, teóricamente un perro aprenderá más
rápido a dar la pata si le damos un premio cada vez que nos ofrezca la pata,
pero una vez aprendida la conducta será más difícil que deje de hacerla si le
damos el reforzador uno de cada tres o cinco intentos.

Técnicas operantes para reducir o eliminar conductas

Al aplicar técnicas operantes para reducir conductas conviene tener en mente


que, dado que estos procedimientos pueden ser desagradables para los
sujetos, siempre es preferible utilizar los menos aversivos cuando sea posible.
Asimismo estas técnicas son preferibles a los castigos positivos.

A continuación presentamos un listado de estas técnicas en orden de menor a


mayor potencial de generar aversión.

1. Extinción
Se deja de recompensar una conducta que había sido reforzada con
anterioridad. Esto disminuye la probabilidad de que la respuesta vuelva a
darse. Formalmente la extinción es lo opuesto al reforzamiento positivo.

A largo plazo la extinción es más eficaz para eliminar respuestas que el


castigo y el resto de técnicas operantes para reducir conductas, si bien puede
ser más lenta.

Un ejemplo básico de extinción es lograr que un niño pare de patalear


simplemente ignorándolo hasta que se dé cuenta de que su conducta no tiene
las consecuencias deseadas (por ejemplo el enfado de los padres, que
funcionaría como reforzador) y se harte.

2. Entrenamiento de omisión

En este procedimiento, a la conducta del sujeto le sigue la ausencia de la


recompensa; es decir, si se da la respuesta no se obtendrá el reforzador.
Un ejemplo del entrenamiento de omisión podría ser que unos padres impidan
a su hija ver la televisión esa noche por haberles hablado de forma
irrespetuosa. Otro ejemplo sería el hecho de no ir a comprar los juguetes que
los niños piden, si estos se portan mal.

En ámbitos educativos, además, sirve para favorecer que se valoren más los


esfuerzos que otras personas hacen para contentar a los pequeños y que
estos, al haberse acostumbrado a estos tratos, no valoran.

3. Programas de reforzamiento diferencial

Son un subtipo especial de programa de reforzamiento que se utiliza


para reducir (no eliminar) las conductas objetivo aumentando
otras respuestas alternativas. Por ejemplo, se podría premiar a un niño por leer
y por hacer ejercicio y no por jugar a la consola si se pretende que esta última
conducta pierda valor reforzante.
En el reforzamiento diferencial de tasas bajas se refuerza la respuesta si se da
un determinado periodo de tiempo después de la última vez que se produjo. En
el reforzamiento diferencial de omisión el refuerzo se obtiene si, después de un
periodo de tiempo determinado, la respuesta no se ha producido. El
reforzamiento diferencial de conductas incompatibles consiste en reforzar
respuestas incompatibles con la conducta problema; este último
procedimiento se aplica a los tics y la onicofagia, entre otros trastornos.

4. Coste de respuesta

Variante del castigo negativo en que la ejecución de la conducta problema


provoca la pérdida de un reforzador. El carnet de puntos para conductores
que se introdujo en España hace unos años es un buen ejemplo de programa
de coste de respuesta.

5. Tiempo fuera

Se trataría de suprimir de forma contingente la posibilidad de obtener


reforzamiento positivo durante un determinado período de tiempo.
Variantes que se utilizan:
a.    Tiempo fuera de aislamiento. Es la variante más intrusiva y restrictiva. La
persona es trasladada desde un área de reforzamiento a otro lugar menos
reforzante.
b.    Tiempo fuera de exclusión. Se restringe el acceso a un reforzamiento
inmediato. La persona, en este caso permanece en la habitación pero de cara a
la pared o tras una pantalla. Tiene un nivel de intrusividad intermedio.
c.    Tiempo fuera de no exclusión. Es la variante menos intrusiva y en ella la
persona permanece al margen de la actividad, observando el reforzamiento de
la conducta apropiada de sus compañeros durante un breve período.
A continuación se listan algunas recomendaciones para aplicar la técnica
adecuadamente.

El sitio al que lo retiremos temporalmente debe ser un sitio en el que no tenga


al alcance juegos u otras compañías para entretenerse. No se trata de buscarle
un sitio hostil sino un sitio que sea aburrido con escasas posibilidades de que
pueda hacer algo para pasar el tiempo.
Debemos trasladarlo inmediatamente después de aparecer la conducta o en el
momento que ha llegado a un punto insostenible (por ejemplo, discusión entre
hermanos que llega a un punto de descontrol).

No discuta con él, no entre en recriminaciones ni calificativos despectivos


como: "Eres muy malo y te voy a castigar" o "Me tienes harta, no tienes
remedio... “Sí puede explicarle, con un tono calmado pero seguro e imperativo,
el motivo de su retirada. Para ello dígaselo concretando su queja "Como has
pegado a tu hermanito no vas a poder jugar con él". Haga caso omiso de sus
protestas o promesas. La idea es lanzarle un mensaje muy claro de que ha
hecho algo mal y que estamos disgustados con él. Al respecto y de forma muy
breve puede también decirle (ajustando el mensaje a la edad del niño) algo así
como: "me has decepcionado tanto que, en estos momentos no quiero estar
contigo. Me siento muy triste".

No permita que salga antes de tiempo del lugar de aislamiento. Si lo hace


adviértale de consecuencias más negativas como que deberá estar más rato
en esta situación.

El tiempo de aislamiento normalmente se calcula en base a un minuto por año


del niño con un máximo de 20 minutos. Sin embargo, esto debe ser valorado
por los padres. No se aconsejan tiempos más largos ya que pueden producir la
conducta contraria a la que queremos eliminar.

Si cuando lo vamos a buscar nos vuelve a regalar con conductas inadecuadas,


hay que advertirle que si quiere salir deberá estar al menos 15 segundos sin
efectuarlas. Manténgase firme en la decisión. Si pasa la prueba es muy posible
que los episodios remitan, si cede aumentarán con toda probabilidad.

En el caso de que haya provocado desperfectos en el interior del habitáculo (ha


desordenado o roto alguna cosa) deberá reponerlo o corregirlo con alguna
acción antes de salir.

Debemos tener cuidado que esta retirada física no comporte algún tipo de
beneficio indirecto al niño. Por ejemplo si el niño consigue dejar de estudiar o
evitarse comer algo que no le gusta, lo que haríamos es reforzar la conducta
inadecuada.

Ésta técnica suele ser muy efectiva si se utiliza adecuadamente y con decisión.
La efectividad de la técnica, independientemente de que le estamos retirando la
atención, es que estamos despertando, contingentemente con la aparición de
las conductas no deseadas, uno de los "fantasmas infantiles" más presentes en
la etapa infantil: la ansiedad de separación. Aunque el niño tenga suficiente
edad para saber que no será abandonado realmente, el hecho de hacerle
revivir esta ansiedad puede dispararle interiormente ciertas alarmas. Lo que
ahora puede temer no es la separación física sino la emotiva, de tal forma que
el niño corregirá su conducta actual y futura no por las razones de los padres
sino por las suyas (temor a perder el respaldo emocional de los padres).

Como en todas las técnicas basadas en la retirada de atención, recuerde que


deben introducirse momentos de atención hacia el niño contingentemente a la
aparición de conductas deseadas. El refuerzo verbal y físico (halagos, abrazos,
manifestación de alegría, entrega de algún premio, etc.).

6. Saciación

El refuerzo que se obtiene por llevar a cabo la conducta es tan intenso o


cuantioso que pierde el valor que tenía para un sujeto. Esto puede tener
lugar por saciación de respuesta o práctica masiva (repetir la conducta hasta
que deje de ser apetitiva) o bien por saciación de estímulo (el reforzador pierde
su apetitividad por exceso). El objetivo es el mismo que antes, suprimir
conductas inapropiadas mediante la retirada de un refuerzo positivo, pero en
este caso se trataría de alcanzar esta meta mediante el proceso de saciación.
Hay dos variantes:
•    Saciación de estímulo o de reforzador: se proporciona tal cantidad del
reforzador que mantiene la conducta, que acaba perdiendo su valor reforzante.
•    Saciación de respuesta, práctica negativa o práctica masiva: en este caso
se trataría de que la persona emitiera de forma masiva la conducta que se
pretende eliminar.
Entre sus aplicaciones destacan los trastornos por tics y las conductas de
atesoramiento.

7. Sobre corrección

La sobre corrección consiste en aplicar un castigo positivo relacionado con la


conducta problema. Por ejemplo, es muy utilizada en casos de enuresis, en
que se pide al niño que lave las sábanas después de orinarse encima durante
la noche. A conducta inapropiada a la que siguen.
Variantes:
•    Sobre corrección restituida: la persona deja su entorno en un estado mucho
mejor al que tenía antes de la conducta.
•    Sobre corrección de práctica positiva: se trataría de practicar repetidamente
una conducta positiva.
Las conductas agresivas, la autoestimulación y la enuresis están entre sus
principales aplicaciones.

Técnicas de organización de contingencias

En este apartado veremos la técnica de economía de fichas y los contratos de


contingencias.

Economía de fichas
Esta técnica tiene el objetivo de eliminar conductas inapropiadas y fomentar las
conductas adecuadas. Es muy frecuente aplicarla en ambientes
institucionalizados como escuelas, psiquiátricos o prisiones. Tiene una fase de
implantación, en la que se deciden los siguientes temas:
•    Identificación de las conductas objetivo.
•    Elección del tipo de fichas.
•    Selección de los reforzadores de apoyo.
•    Establecimiento de las condiciones de canje.
•    Sistemas de penalización.
•    Registro para contabilizar las fichas.

Y posteriormente tiene otra fase de desvanecimiento, que puede tomar


diversas variantes:
•    Aumentar el tiempo entre las entregas de las fichas.
•    Incrementar el criterio para el canje.
•    Reducir el número de fichas ganadas por una conducta.
•    Aumentar el número de fichas necesarias para la obtención de un
reforzador.

Esta técnica suele funcionar muy bien para regular los refuerzos que reciben
los niños. Para obtener un premio (juguete, salida a parque temático,
excursión, etc...) deberá efectuar una serie de conductas deseadas (o dejar de
hacer otras) que deben concretarse (portarse bien, obedecer, estudiar, ordenar
sus cosas, etc...).

Tras efectuar esta conducta se le dará inmediatamente un reforzador (puntos,


fichas...) que el niño ira recogiendo hasta llegar a una determinada cantidad,
momento en el que se le entregará el premio final. También se pueden pactar
pequeños premios inmediatos para ciertas conductas deseadas al tiempo que
se acumulan puntos para el premio mayor (refuerzo demorado). Lo importante
es conseguir que el niño se dé cuenta que obtiene mayores beneficios y
privilegios actuando de forma correcta.
Algunos puntos claves para el buen funcionamiento:

Dichos premios deben estar pactados de antemano, ser claros y atractivos para
el niño. Busque realmente cosas que le gusten (no sirve pretender que se gane
algo que necesita, por ejemplo, unos nuevos lápices para el colegio).

Asegúrese de que al principio puede ganarlos más fácilmente para motivarle.


La entrega de estos premios debe ir acompañada de un halago sincero "estoy
muy contento", "lo haces muy bien...” y, evidentemente, nunca deben ir
acompañados de verbalizaciones negativas del tipo "a ver cuánto dura..."
Cuanto más pequeño sea el niño o más inquieto, más cortos deben ser los
períodos en los que se evalúa la conducta (no funcionará prometerle algo si
aprueba el curso dentro de tres meses).

En el caso de niños hiperactivos tenga en cuenta que hay especial dificultad


para posponer las cosas. En todos estos casos, si se entrega una ficha como
reforzador, ésta podrá ser intercambiada (al menos al principio)
inmediatamente por algún objeto de su deseo (pequeño juguete, golosinas,
etc...). Deberá procederse de igual modo con niños que presenten
discapacidad intelectual.

Es importante que se cree una lista o cartel donde se puedan visualizar el


estado de los puntos obtenidos y los que le faltan para llegar al premio, cuando
éste se demora según el plan establecido. En caso de la aparición de mala
conducta puede también utilizarse la retirada de alguno de los puntos (coste de
la respuesta).

Sea constante en la aplicación de ésta técnica y no se deje llevar por la


frustración en el primer contratiempo. Se necesita tiempo para cambiar hábitos
mal adquiridos y no hay soluciones mágicas al respecto.

Recuerde que cuando dé instrucciones a su hijo, debe hacerlo de forma clara y


concreta, sin contradicciones y de forma que sean comprensibles para su edad.
Procure no hacerlo acompañado de contacto físico instigador (la utilización de
la instigación ha demostrado ser un gran potenciador del incumplimiento).

-Estas técnicas suelen ser muy efectivas para el control de las conductas tanto
en el ámbito familiar como en el escolar. No se trata de que el niño aprenda a
funcionar siempre a base de premios sino de darle, al principio, motivos para
iniciar un cambio en sus conductas. Lo que se espera en el futuro es que las
conductas adecuadas se mantengan no por los premios sino por lo que
llamamos "reforzadores naturales". Por ejemplo, un niño puede empezar a no
efectuar determinadas conductas disruptivas por ganarse el premio, pero este
cambio de comportamiento puede hacer que funcione mejor con sus amigos y
esto convertirse a medio plazo en un reforzador más potente que el premio
inicial. Las conductas pasan a ser controladas por las consecuencias positivas
que se generan en su entorno.

Contratos de Contingencias

Lo mismo que en el caso de la economía de fichas, se trataría de controlar las


consecuencias de las conductas, a fin de que no se produzcan refuerzos
inadecuados para conductas incorrectas, o falta de refuerzo para las deseadas.

El contrato de contingencias es un documento escrito que explicita las acciones


que una persona (contrato unilateral) o varias personas (contrato multilateral)
están de acuerdo en realizar, y establece las consecuencias del cumplimiento o
no cumplimiento de tal acuerdo.

La mayoría de nuestras conductas están reguladas por contratos.

El problema se presenta en los casos en los que no está claro qué


consecuencias se derivarán para la persona, por no cumplir un contrato. Es
decir, cuando existe un cierto contrato "implícito", pero no están explicitadas
claramente, ni las conductas a realizar ni sus consecuencias.

Es posible que esta falta de precisión explícita, permita que una persona
desarrolle conductas poco adaptativas a su medio (llegar todos los días tarde a
casa).

Los contratos son especialmente útiles para personas con escasa capacidad
de autorreforzamiento.

En un contrato deben especificarse:

La conducta o conductas que se espera que emita cada una de las personas
implicadas.

Las consecuencias que obtendrán caso de realizar esas conductas.

Las consecuencias que obtendrán caso de no realizar esas conductas.

Eventualmente, pueden incluirse dos elementos más:

Una cláusula de bonificación por largos periodos de cumplimiento.

Un sistema de registro que permita controlar las conductas emitidas y los


reforzamientos recibidos.
CONDICIONES GENERALES QUE DEBE REUNIR UN CONTRATO

1.    Debe incluir un enunciado detallado de la conducta o conductas


específicas que se desean modificar o controlar.
2.    Deben establecerse criterios sobre la frecuencia de las conductas
especificadas y el límite de tiempo en que deben llevarse a cabo, para cumplir
los objetivos del contrato.
3.    Deben especificarse las contingencias que se derivarán caso de llevar a
cabo las conductas señaladas como objetivo.
4.    Deben especificarse las contingencias que se derivarán caso de no
llevarse a cabo las conductas objetivo, bien por fallos en la frecuencia, en la
intensidad y en el tiempo.
5.    Conviene incluir bonificaciones adicionales si la(s) persona(s) implicada(s)
exceden los requisitos mínimos del programa, a fin de que sea más ventajoso
procurar las mejores realizaciones posibles.
6.    Deben especificarse cómo van a ser observadas y medidas las conductas
para establecer si se cumplen o no los criterios establecidos (Ha de hacerse
sobre conductas observables y medibles).
7.    Las contingencias especificadas, tanto las positivas como las negativas,
deben seguir con la mayor rapidez posible a la emisión o no emisión de las
conductas, especialmente en los primeros momentos de vigencia.
Posteriormente, es posible establecer una demora mayor.
8.    Los contratos iniciales deben buscar y recompensar pequeñas
aproximaciones al rendimiento deseado: Se deben maximizar las posibilidades
de éxito del contrato inicial, de modo que ambas partes se animen a intensificar
sus exigencias en contratos futuros.
9.    Como en todas las técnicas operantes, los contratos conductuales deben
hacer especial hincapié en las consecuencias positivas, frente a las negativas.
10.    Conviene que, en los primeros momentos, el contrato provea de
consecuencias más positivas a la persona implicada que las que obtendría al
no implicarse.
11.    Las condiciones del contrato deben establecerse por acuerdo entre las
distintas partes implicadas.

12.    El contrato se debe plasmar físicamente. Se debe establecer por escrito y
las personas implicadas deben firmarlo

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