Historia Del Arte Capitulo A4
Historia Del Arte Capitulo A4
Historia Del Arte Capitulo A4
XVIII)
*Sus retratos tenían mucha fama, especialmente en la corte del elector de
Baviera en que residió mucho tiempo.
Alenza y Nieto, Leonardo, pintor español (Madrid, 1809-1845)
*Fue discípulo de José de Madrazo, pero en el estilo y la temática imitó a
Francisco de Goya y Lucientes. Uno de sus trabajos más importantes fue, quizás, la
ilustración del Gil Blas de Santillana. Ilustró, también, algunas obras de Francisco de
Quevedo y Villegas y colaboró en el Semanario pintoresco. Entre su vasta producción
es digna de mencionar una serie excelentes cuadros, tanto retratos como de escenas
costumbristas o de anécdotas históricas.
*Estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con Juan
Antonio Ribera y Fernández y José de Madrazo. Logró estimación crítica desde sus
primeras obras. En 1842, ingresó en la Real Academia de San Fernando.
*Característico representante del Romanticismo, es uno de los escasos
seguidores de Francisco de Goya y Lucientes, sobre todo en su veta más trágica y
dura. Realiza pintura histórica y retratos. Pero es famoso, sobre todo, por sus obras
costumbristas y satíricas, reflejo de una "España negra", dentro de la línea del
casticismo y el estilo abocetado goyesco. Obras de esta tendencia popular son La
azotaina o El Borracho; de corte satírico Los románticos o Suicida, que es su cuadro
más célebre, en el que se burla de la "costumbre" romántica del suicidio. Autor de una
serie de grabados conocida por Caprichos. Se conservan igualmente numerosos
dibujos de tipos populares, entre ellos el famoso El café de Levante, boceto de otro
cuadro, hoy perdido.
*Su técnica es suelta y natural, fundiendo armoniosamente las influencias de
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez y de Francisco de Goya y Lucientes.
*Sus obras se conservan en el Museo Romántico de Madrid y en el Museo del
Prado.
*Alenza vivió su infancia entre la guerra y la reacción fernandina. Fue un
muchacho enfermizo, sensible e introvertido. Estudió en la Academia de San Fernando
de Madrid con Juan Antonio Ribera, José Aparicio y José Madrazo, todos ellos
pintores neoclásicos al estilo de Jacques Louis David. El ambiente académico le llevó
a hacer temas históricos como Fernando VII llorando por las Artes y las Ciencias y La
Proclamación de Isabel II; ambas obras son de 1833, pero no se conservan. Su
producción la constituyen óleos de pequeño tamaño y dibujos de asuntos populares.
Alenza se centró en escenas de la vida popular y suburbial de Madrid. Su estilo
costumbrista es sobrio y amargo, rasgo característico de la Escuela madrileña. Rara
vez es satírico, aunque alguna vez satiriza la manía al suicidio de algunos románticos.
Alenza se diferencia de otros pintores académicos en que él no dibuja las escenas
sino que las mancha con color. No perfila los contornos con una línea sino con luz.
Alenza fue considerado imitador de Goya porque su temática es la misma, sin
embargo, más bien se le puede considerar discípulo de Goya en el sentido de que por
él se adentró en el mundo de la realidad, de lo popular y de la observación directa de
la vida. Alenza vivió la segunda etapa del Absolutismo fernandino alejado del arte
oficial pero también de la oposición liberal y romántica.
Alepo
*Antigua Beroea, es una ciudad del norte de Siria, capital del distrito de Alepo.
Se levanta sobre una meseta de 427 m de altitud, a medio camino entre el mar
Mediterráneo y el río Éufrates.
*Constituyó un reino amorrita en el II milenio a. de J.C. Incorporada a los
grandes imperios de la Antigüedad (hititas, egipcios, persas y seléucidas), bajo la
ocupación romana fue un cruce obligado en el comercio con el Asia anterior.
Conquistada por los
musulmanes en 637, fue sucesivamente presa de los fatimíes, turcos, ayubíes y
mogoles y escenario asimismo de las cruzadas; en los intervalos del dominio de estos
pueblos y dinastías aglutinó principados independientes de importancia variada.
Durante el s. XVI, bajo la dominación otomana, se convirtió en el principal centro
comercial de Oriente Próximo. Durante la I Guerra Mundial fue un objetivo estratégico
destacado en las operaciones anglofrancesas contra los turcos, que la perdieron
finalmente en 1918.
Arte
*Sus monumentos religiosos (una gran mezquita, denominada de Zacarías,
que data de 715, las madrasas de varias épocas) y civiles forman un gran conjunto
artístico del arte islámico, presidido por la Ciudadela, que con las puertas y murallas
de la ciudad ofrece uno de los más imponentes ejemplos mundiales de arquitectura
militar medieval.
*La Ciudad Antigua de Alepo fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la
Unesco en 1986. Dentro de la declaración, además del centro histórico, rodeado por
una muralla con siete puertas, están incluidos los barrios antiguos del norte, nordeste y
este y varios monumentos aislados más alejados del centro histórico.
*Sus principales monumentos son: la gran mezquita, edificada en 715 por el
califa Al-Walid, y reconstruida en 1129 por Nur al-Din; un edificio de tres naves con un
minarete de cinco pisos de altura; la madraza Halawiyé, que ocupa el emplazamiento
de la antigua catedral de Santa Elena; la ciudadela, construida en el s. XIII sobre un
cerro en parte artificial que se alza 50 metros sobre la ciudad, y muy dañada por los
terremotos, sobre todo por el de 1822; los zocos; los caravasares; El castillo de Aleppo
situado en el meridiano de la ciudad, cautiva a los paseantes por sus dimensiones,
entradas, pasadizos e historias de la defensa de los "halabille". Es uno de los símbolos
de la Unesco; el baño Yalgamma uno de los más antiguos SPA turcos que impresiona
por su arte arabesco de la época antigua.
Aleso, Mateo Pedro, pintor y escultor romano (?-1600)
Aliense, Antonio Vassillachi, llamado el, pintor italiano de origen griego (Milos,
1556-Venecia, 1629)
Fue discípulo de Paolo Caliari, llamado el Veronés y, más tarde,
colaborador de Jacopo Robusti, llamado el Tintoretto. Pintó, con estilo muy retórico,
numerosos retablos para iglesias venecianas y telas para la basílica de San Pedro de
Perugia.
Aliot, Francisco, grabador español (Valencia, mediados del s. XIX)
Se le conoce una única actuación como pintor: ayudando al maestro don
Vicente Castelló en la realización de las pinturas de los medallones que están
colocados en el centro de la bóveda de la iglesia parroquial de San Salvador, en 1860.
Como grabador destacan láminas como La Vida de Santa Filomena, varias
ilustraciones del Semanario pintoresco, las del Museo de las familias y la Educación
familiar de los niños.
Alipio, arquitecto e ingeniero turco (Antioquía, mediados del s. IV)
Vivió a mediados del siglo IV, bajo el reinado de Juliano el Apóstata. Éste le
encargó reedificar el templo de Jerusalén. Pero, apenas se puso a hacerlo, tuvo que
renunciar a la empresa, porque dicen que salía fuego de debajo de la tierra.
Aliprandi, escultor alemán (s. XVIII)
Fue a Valencia a principios del siglo XVIII en busca de su paisano Conrado
Rodulfo, que trabajaba en la portada principal de aquella santa iglesia. Hizo los
adornos de la capilla de san Pedro en la propia catedral, y los de la capilla de la
Concepción de la casa profesa de los jesuitas de la misma ciudad
Aliprandi, Miguel Angel, pintor italiano (s. XVI)
Discípulo de Pablo Veronés. Existen cuadros y frescos suyos muy estimados
en Verona.
Aliseda
Es un municipio de España, en la provincia de Cáceres, Comunidad
Autónoma de Extremadura.
Está situada en el enclave de la Sierra de San Pedro, avenado por el río
Salor, célebre en el ámbito cinegético por las tradicionales monterías. A 28 Km. de
Cáceres, en dirección a Portugal, se enclava en la parte más septentrional de la Sierra
de San Pedro convirtiéndose en la frontera entre la sierra y la Penillanura Cacereña
del Norte. Es un importante cruce de caminos, lo que ha modelado su arquitectura, su
urbanismo y la forma de ser de sus habitantes. Aliseda es el paso natural desde el
norte hacia Alburquerque y el interior de la sierra.
Arte
En 1920 se encontró en Aliseda un tesoro tartésico de enorme
relevancia histórica. El hallazgo de El Tesoro de Aliseda en 1920 desveló que el origen
de la localidad pertenece a un período anterior a Cristo, ya que encontramos vestigios
de la Edad del Bronce Final en la cima de la Sierra del Aljibe, que datan de la época
del tesoro, cuyo lugar de aparición debió constituir una sepultura, semejante a otras
del área andaluza, enclavada en un pequeño cerro hoy alterado por la ampliación del
pueblo.
También se encontró un exvoto en bronce fundido representando una cabra,
animal consagrado a la diosa indígena Ataecina. Está datado entre los siglos V y IV a.
de J.C.
Está constituido por numerosas piezas: objetos de oro, entre los que cabe
destacar una diadema completa y parte de otra, brazaletes, un torque, un cinturón
formado por diversas placas, dos arracadas o pendientes, piezas de collar, un cuenco,
sellos giratorios, sortijas y anillos, además de otros elementos menores.
Entre las piezas de plata destacan: un braserillo y restos de recipientes; de
bronce: un espejo; de piedra: un posible afilador, de vidrio: una vasija completa, y
fragmentos cerámicos. La complejidad decorativa de los ejemplares de oro, las
técnicas de filigrana y repujado, la existencia de detalles ornamentales figurados,
convierten a este tesoro en el máximo exponente de la orfebrería oriental importada en
el Mediterráneo occidental. La fecha de fabricación habría de fijarla hacia el 625 a. C.
Se trata de uno de los conjuntos arqueológicos más representativos del período
orientalizante peninsular y de la cultura tartésica, que actualmente se encuentra en el
Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Los avatares históricos, y sobre todo su excepcional ubicación, han propiciado
que en Aliseda, tanto la arquitectura como el urbanismo, tomara unos derroteros muy
diferentes a los de los pueblos vecinos, no encontrándose edificios de relevancia,
salvo la Casa Parroquial del siglo XVIII o la propia Iglesia de la Asunción. De esta
manera, la arquitectura tradicional sólo emplea el adobe como material constructivo,
siendo su tipología las casas de labranza perfectamente encaladas. También del s.
XVIII data la fuente de la Plaza Mayor, en la que aún perdura la costumbre de acudir
en busca de agua potable proveniente de la Sierra del Aljibe.
Entre sus monumentos artísticos destaca la Iglesia Parroquial de Nuestra
Señora de la Asunción, construida en mampostería, con refuerzo de sillares en las
esquinas y ladrillos en la parte superior de la torre y aleros. A su única nave se añade
un crucero, cubierto, tanto en su zona central como en los laterales, mediante cúpulas
sobre pechinas, rematándose el conjunto con ábside poligonal. Son sus dos portadas,
los elementos decorativos más destacables. De estructura clásica, se remata la
primera de ellas con un segundo cuerpo que contiene hornacina central coronada con
un frontón curvo. Pese a algunas trazas renacentistas, podemos situar la construcción
en el s. XVIII.
En plena Sierra de San Pedro, a las afueras de la localidad, se encuentra la
ermita de Nuestra Señora del Campo, construcción popular de mampostería con
recubrimiento de cal que alberga una pila bautismal del siglo XVI y una interesante y
peculiar talla policromada de la virgen con el niño, de época románico-gótica, bastante
extraña de encontrar en una zona tan meridional.
Del culto a la Virgen del Campo, patrona de la localidad, nacen las fiestas
celebradas en primavera (Martes de Pascua) de las que resalta la tradicional romería.
Extraordinario conjunto de joyas hallado de manera fortuita en 1920 en la villa
española de La Aliseda (Cáceres), correspondiente al periodo orientalizante en el
Mediterráneo occidental (siglos VIII-VI a.C.). Hallado, al parecer, en una sepultura bajo
túmulo de piedras, está compuesto por varios centenares de piezas áureas de adorno
y diversos objetos suntuarios de plata, vidrio y bronce, destacando entre todos ellos
especialmente las diademas, arracadas, torques, cuencos, fragmentos de collar y un
espejo. El conjunto ha sido atribuido a un ajuar femenino, cuyas características
técnicas y decorativas permiten incluirlo entre las más sobresalientes muestras de la
orfebrería colonial de finales del siglo VII a.C., elaborada en el entorno de Gadir y
destinada al comercio entre las oligarquías locales.
El tesoro, encontrado cuando se extraía tierra para elaborar tejas en las
cercanías de la citada población, fue depositado en el Museo Arqueológico Nacional,
donde se encuentra actualmente. El hallazgo se produjo en una pequeña colina
situada a un lado del camino que bajaba del puerto que domina la localidad. Los
objetos se encontraron a un metro de profundidad, junto a una pared subterránea
formada por piedras sueltas sin argamasa, que se extendía por una superficie de dos
metros cuadrados. Al otro lado del muro fueron desenterrados dos braserillos de plata
y varios fragmentos de cerámica, por lo que se supuso que se trataba del ajuar de una
tumba o cámara funeraria de túmulo de una mujer de origen tartésico, similares a las
de Setefilla o Carmona. Por sus características se consideró muestra de la orfebrería
surgida de las relaciones comerciales entre las colonias fenicias encabezadas por
Gadir y las oligarquías locales. Las piezas de orfebrería presentaban una
homogeneidad técnica, lo que hablaba de un origen común, cronológico y espacial, y
probablemente fueron realizadas en un taller fenicio de alguna colonia de la Península
en torno al 625 a.C., el cual la mayoría de investigadores sitúan en Gadir. Los
comerciantes fenicios entregarían estos objetos a los miembros de la elite indígena
para permitirles el control de las diferentes rutas comerciales, las cuales permitían la
llegada de las materias primas desde el norte de la Península Ibérica. El lugar se
encontraba en un cruce de caminos al N del puerto que comunica las cuencas de los
ríos Tajo y Guadiana, y posiblemente fuera una vía secundaria del la famosa Vía de la
Plata.
El núcleo principal del tesoro estaba formado por más de trescientas piezas de
oro: una diadema, un complejo cinturón de sesenta y dos piezas que representaban
cuatro escenas diferentes (un hombre y un león enfrentados, una esfinge alada
situada sobre un zócalo, una palmeta doble y otra sencilla), dos pulseras decoradas
con palmetas y espirales, dos pendientes con motivos florales, una diadema de
cincuenta y siete piezas (sobre las que se diseñaron discos solares, serpientes y la
cabeza del dios egipcio Horus), un cuenco de oro, tres collares y varios estuches para
joyas. Además de los objetos de oro se encontraron ocho anillos que tenían
engarzados sellos de amatista, jaspe, cornalina y cristal; doscientos bordados de oro
para vestidos; una botella de vidrio verde sobre la que había inscrito un jeroglífico
egipcio; dos vasos; un brasero y una fuente con asas de plata; y, finalmente, un espejo
de bronce. También había fragmentos de cerámica local elaborada a mano junto a los
que se encontraron restos de ánforas de manufactura fenicia.
Alisio, Artemio, pintor, escultor, ceramista y dibujante argentino (Soledad, Santa
Fe, 1942 – Concepción del Uruguay, 2006)
Fundador y director hasta su muerte del Museo de Dibujo y Grabado Guaman
Poma de Concepción del Uruguay, rebautizado con su nombre en 2009.
Nacido en Soledad, Provincia de Santa Fe, el 26 de agosto de 1942, vivió y
desarrolló los tramos principales de su obra en Concepción del Uruguay, por lo cual es
considerado un pintor entrerriano por adopción. Realiza estudios en la Escuela
Provincial de Bellas Artes "Juan Mantovani" de Santa Fe, durante los años 1956 al
1960.
Desde 1970 a 1977 fue curador del Museo Municipal de Artes Visuales "Sor
Josefa Díaz y Clucellas" de Santa Fe.
En 1973 realiza viaje de estudios a Bolivia y Perú (Cuzco y Macchu Picchu). En
1974 cumplimenta en España, Francia e Italia, una Beca de estudios, otorgada por el
Gobierno de la Provincia de Santa Fe en el "XII Salón de Aspirantes a Beca de la
Provincia de Santa Fe", realizando visitas a Museos de Arte y Antropología de Francia,
España e Italia, realizando estudios de restauración y conservación de Cerámica
Antigua en la Scuola Internazionale di Cerámica de Firenze, Italia, bajo la Dirección del
maestro Marcello Fantoni. En 1977 funda el Museo de la Cerámica en la ciudad de
Santa Fe, que funciona hasta 1979. En 1978 viaja nuevamente a Perú, realizando
relevamientos fotográficos de Sitios Arqueológicos en Chancay y Pachacamac en la
costa del Pacifico, Cuzco, Pisac y Machu Pichu en el Perú Central.
En diciembre de 1974 es encargado de la Jefatura del Museo Municipal de
Artes Visuales “Sor Josefa Díaz y Clucellas”, de Santa Fe. En 1980 dirige la Galería de
Arte “Paracas”, Santa Fe. En 1983 es contratado por la Dirección de Cultura de Entre
Ríos, para restaurar la obra patrimonio del Museo Provincial de Bellas Artes “Dr. Pedro
E. Martínez" de la ciudad de Paraná, Entre Ríos.
En 1983 se radica en la ciudad de Concepción del Uruguay, provincia de Entre
Ríos y en 1984 crea y codirige junto a su esposa la profesora María Celeste Ansaldi la
Escuela de Cerámica del Colegio Superior del Uruguay “Justo José de Urquiza” de
Concepción del Uruguay. En 1986 es contratado por el Instituto “Osvaldo Magnasco”
de la ciudad de Gualeguaychú, para restaurar el patrimonio pictórico.
El 10 de abril de 1989 se crea el Museo Provincial de Dibujo, con sede en
Concepción del Uruguay, y es nombrado por el Gobernador de la Provincia Director
Interino Ad Honorem, para organizar el citado Museo al que se le incorpora la
disciplina de Grabado y que en 1995 recibe el nombre de "Guaman Poma". Fue su
director hasta el día de su fallecimiento.
En 1995 viaja a Frankfurt, Schmiten y Bensheim (Alemania) a realizar
exposiciones sobre el Popol Vuh.
Expone desde 1966 y realiza a la fecha 103 exposiciones individuales en
nuestro país y el exterior; siendo distinguido en Salones oficiales y privados en 54
oportunidades. Sus obras se cuentan en Museos y colecciones de nuestro país y el
exterior. Desde 1993 dedica a exponer la obra sobre el «Popol Vuh» (más de 500
obras en pintura y dibujos y tres códices).
En 1996 dona su colección de Cerámicas precolombinas y popular
latinoamericanas (160 piezas) a la Escuela Municipal de Arte Cerámico de la ciudad
de Colón, Entre Ríos, Argentina. En 1999 viaja a Uxmal y Chichen Itzá (Yucatán),
Palenque (Chiapas), La Venta (Tabasco), Teotihuacan y México D.F., México. En
Febrero del 2000 y en abril de 2004, viaja a exponer en Frankfurt (Alemania).
En 1996 fue distinguido por la Asociación Argentina de Críticos de Arte, con un
«Homenaje a la trayectoria», juntamente con cinco pintores argentinos, en el Primer
Salón de la Crítica realizado en el Palais de Glace (Salas Nacionales de Exposición),
Buenos Aires (en la oportunidad expuso cinco obras de tamaño sobre «El diluvio/Popol
Vuh»); 1997: Es seleccionado (10 artistas Argentinos) al Premio «Alberto J. Trabucco
1997», con jurado de Académicos de Número, de la Academia Nacional de Bellas
Artes y es seleccionado y distinguido en la «VI Bienal Chandon de Pintura 1997/ Salón
de Maestros», Buenos Aires (Reconocimiento de Honor, medalla de oro y diploma);
1999: obtiene el Premio «Alberto J. Trabucco 1999», con jurados (11) de Académicos
de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes, Centro Borges, Buenos Aires.
Es jurado de selección y premios en salones municipales, provinciales y
nacionales, oficiales y privados.
Falleció en Concepción del Uruguay, el 10 de febrero de 2006.
El 13 de mayo de 2009 por decreto 1746 del Ministerio de Gobierno de la
Provincia, se estableció que el Museo de Dibujo y Grabado Guaman Poma de
Concepción del Uruguay lleve el nombre de Artemio Alisio, "en homenaje a quien fuera
su gestor y director desde su creación y hasta el 10 de febrero de 2006, fecha de su
deceso”.
Aljafería
Es un palacio fortificado construido en Zaragoza en la segunda mitad del siglo
XI por iniciativa de Al-Muqtadir como residencia de los reyes hudíes de Saraqusta.
Este palacio de recreo (llamado entonces «Qasr al-Surur» o Palacio de la Alegría)
refleja el esplendor alcanzado por el reino taifa en el periodo de su máximo apogeo
político y cultural.
Su importancia radica en que es el único testimonio conservado de un gran
edificio de la arquitectura islámica hispana de la época de las Taifas. De modo que, si
se conserva un magnífico ejemplo del Califato de Córdoba, su Mezquita (s. X), y otro
del canto de cisne de la cultura islámica en Al-Ándalus, del s. XIV, La Alhambra de
Granada, se debe incluir en la tríada de la arquitectura hispano-musulmana La
Aljafería de Zaragoza (s. XI) como muestra de las realizaciones del arte taifa, época
intermedia de reinos independientes anterior a la llegada de los almorávides.
Las soluciones adoptadas en la ornamentación de la Aljafería, como la
utilización de arcos mixtilíneos y de los salmeres en «S», la extensión del ataurique
calado en grandes superficies o la esquematización y abstracción progresiva de las
yeserías de carácter vegetal, influyeron decisivamente en el arte almorávide y
almohade tanto del Magreb como de la Península Ibérica. Asimismo, la transición de la
decoración hacia motivos más geométricos está en la base del arte nazarí.
Tras la reconquista de Zaragoza en 1118 por Alfonso I El Batallador pasó a ser
residencia de los reyes cristianos de Aragón, con lo que la Aljafería se convirtió en el
principal foco difusor del mudéjar aragonés. Fue utilizada como residencia regia por
Pedro IV el Ceremonioso y posteriormente, en la planta principal, se llevó a cabo la
reforma que convirtió estas estancias en palacio de los Reyes Católicos en 1492. En
1593 experimentó otra reforma que la convertiría en fortaleza militar, primero según
diseños renacentistas (que hoy se pueden observar en su entorno, foso y jardines) y
más tarde como acuartelamiento de regimientos militares. Sufrió reformas continuas, y
grandes desperfectos, sobre todo con los Sitios de Zaragoza de la Guerra de la
Independencia hasta que finalmente fue restaurada en la segunda mitad del siglo XX y
actualmente acoge las Cortes de Aragón.
En su origen la construcción se hizo extramuros de la muralla romana, en el
llano de la saría o lugar donde los musulmanes desarrollaban los alardes militares
conocido como La Almozara. Con la expansión urbana a través de los años, el edificio
ha quedado dentro de la ciudad. Se ha podido respetar a su alrededor un pequeño
entorno ajardinado que le aísla incluso de la autopista que pasa a escasos metros de
allí.
La edificación más antigua de la Aljafería es la llamada «torre del Trovador»,
que recibió este nombre a partir del drama romántico de Antonio García Gutiérrez, El
trovador, de 1836. Este drama fue convertido en libreto para la ópera de Giuseppe
Verdi, Il Trovatore, de 1853. Se trata de una torre defensiva, de planta cuadrangular y
cinco pisos que data de finales del siglo IX (según Bernabé Cabañero Subiza de la
segunda mitad del siglo X), en el periodo gobernado por el primer Tuyibí, Muhammad
Alanqar, que fue nombrado por Muhammad I, emir independiente de Córdoba. La torre
mantiene vestigios del arranque de los gruesos muros de aparejo de sillería de
alabastro en su parte inferior, y continuaba con otros de encofrado de hormigón simple
de yeso y cal, algo más delgados al ganar en altura. El exterior no refleja la división en
cinco pisos interna y aparece como un enorme prisma macizo apenas roto por vanos
en aspillera. El ingreso al interior se efectuaba a través de una pequeña puerta en
altura a la que solo se podría acceder mediante una escala portátil. Su función inicial,
era, por todos estos indicios, eminentemente militar. La primera planta conserva la
estructura constructiva del s. IX, que alberga dos naves y seis tramos separados
mediante dos pilares cruciformes de los que parten arcos de herradura rebajados. A
pesar de su sencillez, conforman una estancia equilibrada, que ritma el techo al modo
de las mezquitas califales y que pudo ser utilizada como baños. La segunda planta
repite el mismo esquema espacial de la anterior, y se observan restos de fábrica
musulmana del siglo XI en los lienzos de ladrillo, lo que indica que ya la segunda
planta fue reconstruida posiblemente a la vez que el palacio en época de Al-Muqtadir.
En el piso tercero, cuya estructura también sería del s. XI, con arcos también de
herradura, aparecen pintados en el techo motivos geométricos mudéjares donde se
pueden leer los nombres de Eneas, Amor y Venus, y que datan, posiblemente, del s.
XIV. Algo similar ocurre con el aspecto de las dos últimas plantas, de factura mudéjar,
y cuya construcción se debería a la edificación del palacio de Pedro IV anexo, que
está comunicado con la torre del trovador gracias a un corredor, y se configuraría así
como torre del homenaje. Los arcos de estas plantas ya reflejan su estructura
cristiana, pues son arcos ligeramente apuntados, y soportan techumbres no
abovedadas, sino estructuras planas en madera. Su función en los siglos IX y X era la
de torre vigía y bastión defensivo. Estaba rodeada por un foso. Fue integrada después
por los Banu Hud en la construcción del castillo-palacio de la Aljafería,
constituyéndose en una de las torres del entramado defensivo del lienzo norte exterior.
A partir de la conquista cristiana, siguió usándose como torre del homenaje y en 1486
se convirtió en calabozo de la Inquisición. Como torre-prisión se usó también en los
siglos XVIII y XIX, como demuestran los numerosos graffiti inscritos allí por los reos.
La construcción del palacio en su mayor parte realizada entre 1065 y 1081 fue
ordenada por Abú Ya'far Ahmad ibn Sulaymán al-Muqtadir Billah, conocido por su
título honorífico de Al-Muqtadir, (El poderoso), segundo monarca de la dinastía de los
Banu Hud, como símbolo del poder alcanzado por la Taifa de Zaragoza en la segunda
mitad del siglo XI. El rey en persona llamó a su palacio «Qasr al-Surur» (Palacio de la
Alegría) y a la sala del trono que él presidía en recepciones y embajadas.
El nombre de Aljafería se documenta por primera vez en un texto de Al-Yazzar
as-Saraqusti (activo entre 1085 y 1100) que transmite además el nombre del
arquitecto del palacio taifal, el eslavo Al-Halifa Zuhayr y otro de Ibn Idari de 1109,
como derivación del prenombre de Al-Muqtadir, Abu Ya'far, y de «Ya'far», «Al-
Yafariyya», que evolucionó a «Aliafaria» y de ahí a «Aljafería».
La disposición general del conjunto del palacio adopta el arquetipo de los
castillos omeyas del desierto de Siria y Jordania de la primera mitad del siglo VIII,
(como el de Qasr al-Hayr al-Sharqi, Msatta, Jirbat al Mafyar y, ya de la primera etapa
abbasí, el castillo de Ujaydir) que eran de planta cuadrada y torreones
ultrasemicirculares en los paños, con un espacio central tripartito, que deja tres
espacios rectangulares de los que el central aloja un patio con albercas y, en los
extremos septentrional y meridional del mismo, los salones palaciegos y las
dependencias de la vida cotidiana.
En la Aljafería se rinde homenaje a este modelo de castillo-palacio, cuya zona
noble está situada en el segmento central de su planta cuadrada, si bien el
alineamiento de los lados de esa planta es irregular. Es el rectángulo central el que
acoge las dependencias palaciegas, organizado en torno a un patio con aljibes frente a
los pórticos norte y sur al que vierten las estancias y salones reales.
En los extremos norte y sur se sitúan los pórticos y dependencias de
habitación, y en el caso de la Aljafería, el más importante de estos sectores es el
norte, que en origen estaba dotado de una segunda planta y poseía mayor
profundidad, además de ser antecedido por un testero de columnas abierto y
profusamente decorado, que se extendía en dos brazos mediante dos pabellones a
sus flancos y que servía de pórtico teatral al salón del trono (el salón dorado de los
versos de Al-Muqtadir) situado al fondo. Se producía con ello un juego de alturas y de
diversos volúmenes cúbicos que comenzaban por los corredores perpendiculares de
los extremos, se resaltaba con la presencia de la altura de la segunda planta y
finalizaba con la torre del trovador que ofrecía su volumen al fondo a la mirada de un
espectador situado en el patio. Todo ello, reflejado además en el aljibe, realzaba la
zona regia, lo que se corrobora por la presencia en el extremo oriental del testero norte
de una pequeña mezquita privada con mihrab.
En el centro del muro norte del interior del Salón Dorado había un arco ciego
donde se situaba el rey en cuya rosca se disponía una trama geométrica muy
tradicional imitando la celosía de la fachada del mihrab de la Mezquita de Córdoba,
edificio al que se buscaba emular. De este modo, desde el patio, aparecía semioculto
por las tramas de columnas tanto de la arquería de acceso al Salón Dorado, como de
las del pórtico inmediato, que daban un aspecto de celosía, una ilusión de profundidad,
que admiraba al visitante y prestaba esplendor a la figura del monarca.
Para recordar el aspecto del palacio a fines del siglo XI hay que imaginarse que
todos los relieves vegetales, geométricos y epigráficos estaban policromados en tonos
en los que predominaba el rojo y el azul para los fondos y el dorado para los relieves,
que, junto con los zócalos en alabastro con decoración epigráfica y las solerías de
mármol blanco, daba al conjunto un aspecto de gran magnificencia.
Los diversos avatares sufridos por la Aljafería, han hecho desaparecer de esta
disposición del siglo XI gran parte de los estucos que componían la decoración y, con
la construcción del palacio de los Reyes Católicos en 1492, toda la segunda planta,
que rompió los remates de los arcos taifales. En la restauración actual, se observan en
color más oscuro los atauriques originales y en acabados blancos y lisos la
reconstrucción de enlucido de la decoración los arcos, cuya estructura, eso sí,
permanece indemne.
La decoración de las paredes del Salón Dorado ha desaparecido en su mayor
parte, aunque se conservan restos de su ornato en el Museo de Zaragoza y en el
Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Francisco Íñiguez inició su restauración,
reponiendo las decoraciones que existían en sus lugares de origen y extrayendo
vaciados completos de las arquerías del pórtico sur.
Estas fueron las funciones y aspecto del palacio hudí del siglo XI. A
continuación se detallan las partes más importantes del edificio tal y como se
encuentran en la actualidad.
En el testero norte se edifica el conjunto más importante de dependencias del
palacio de época hudí, pues incluye el Salón del Trono o Salón Dorado y la pequeña
mezquita privada, situada en el costado oriental del pórtico de acceso que sirve de
antesala al oratorio. En su interior aloja un mihrab en el ángulo suroriental, cuyo nicho,
por tanto, se orienta en dirección a la Meca, como ocurre en todas las mezquitas
excepto en la de Córdoba.
Los suelos de las estancias regias eran de mármol y las recorría un zócalo de
alabastro. Los capiteles eran de alabastro, excepto algunos de mármol
reaprovechados de época califal. Circundaba estas salas una banda de decoración
epigráfica con caracteres cúficos que reproducían suras coránicas que aludían al
significado simbólico de la ornamentación. Las suras que corresponden a estas
inscripciones han podido ser deducidas de los fragmentos supervivientes.
En dos de estos relieves caligráficos puede encontrarse el nombre de Al-
Muqtadir, por lo que se ha datado la construcción del palacio, al menos en una primera
fase, entre 1065 y 1080. Uno de ellos dice textualmente «Esto =la Aljafería lo mandó
hacer Ahmed al-Muqtadir Billáh».
El Salón Dorado tenía en sus extremos este y oeste dos aposentos que fueron
alcobas privadas posiblemente de uso regio. Hoy se ha perdido la alcoba del flanco
occidental, que se usó como dormitorio real y utilizaron también los reyes aragoneses
hasta el siglo XIV.
La mayoría de las yeserías de atauriques, que tapizaban con paneles
decorativos labrados en yeso las paredes de estas estancias, así como un zócalo de
alabastro de dos metros y medio de altura y los suelos de mármol blanco del palacio
original, se han perdido. Los restos que se han conservado, tanto en museos como los
escasos que se hallan en este salón regio, permiten, sin embargo, reconstruir el
aspecto de esta decoración polícroma, que, en su día, debió ser espléndida.
Los techos, alfarjes en madera, reproducían el firmamento, y todo el salón era
una imagen del cosmos, cuajada de símbolos del poder que sobre el universo celeste
ejercía el monarca de Zaragoza, que aparecía así como heredero de los califas.
El acceso al Salón Dorado se efectúa a través de un lienzo con tres vanos. Uno
central muy amplio, que conforman cinco columnas dobles de mármol con capiteles de
alabastro islámicos muy estilizados que soportan cuatro arcos entrecruzados
mixtilíneos, entre los cuales, en altura, se sitúan otros de herradura más simples.
Hacia el sur, se encuentra otra dependencia de parecido tamaño que vierte al
patio por un pórtico de grandes arquerías polilobuladas. De nuevo hay un espacio
tripartito, y sus extremos este y oeste se prolongan perpendicularmente con dos
galerías laterales a las que se accede mediante amplios arcos polilobulados y que
rematan en el extremo de sus brazos en sendos arcos apuntados también
polilobulados cuyo alfiz está decorado por complejas lacerías y relieves de atauriques.
Es de señalar que toda esta estructura busca una apariencia de solemnidad y
majestad que la escasa profundidad de estas estancias no daría a un espectador que
accediera al salón del rey. Además hay que tener en cuenta que toda la
ornamentación de yeserías del palacio estaba policromada en tonos azules y rojos en
los fondos y de oro en los atauriques. Entre las filigranas se advierte la representación
de un ave, insólita figuración zoomorfa en el arte islámico que podría representar una
paloma, un faisán o un símbolo del rey como ser alado.
Las trazas de arcos mixtilíneos entrecruzados son características de este
palacio y se da por primera vez en La Aljafería, desde donde se difundirán a las
futuras edificaciones islámicas.
Al costado oriental del pórtico se sitúa un espacio sagrado, la mezquita, a la
que se accede a través de una portada inspirada en el arte califal y que se describe a
continuación.
En el extremo oriental del pórtico de entrada al Salón Dorado, se encuentra
una pequeña mezquita u oratorio privado para uso del monarca y sus cortesanos. A
ella se accede a través de una portada que acaba en un arco de herradura inspirado
en la Mezquita de Córdoba pero con salmeres en forma de S, una novedad que imitará
el arte almorávide y nazarí. Este arco se apoya en dos columnas con capiteles de
hojas muy geometrizantes, en la línea de las realizaciones arte granadino de
soluciones en mocárabe. Su alfiz está profusamente ornamentado con decoración
vegetal y sobre él se dispone un friso de arcos de medio punto entrecruzados.
Ya en el interior del oratorio hay un espacio reducido de planta cuadrada pero
con esquinas achaflanadas, que lo convierte en una falsa planta octogonal. En el
sector sureste, orientado hacia la Meca, se sitúa el nicho del mihrab. El frontal del
mihrab se conforma mediante un arco de herradura muy tradicional, de formas
cordobesas y rosca de dovelas alternadas, unas decoradas con relieves vegetales y
otras lisas (aunque en origen estuvieron adornadas con decoración pictórica), que
recuerdan la rosca del mihrab de la Mezquita de Córdoba, solo que lo que allí fueron
materiales ricos (mosaicos y alarifes bizantinos) en Zaragoza, con mayor pobreza
material que la Córdoba califal, son estucos en yeso y policromía, habiéndose perdido
esta última en casi todo el Palacio. Siguiendo con el arco de la portada, un alfiz
enmarca su trasdós, en cuyas albanegas aparecen rehundidas dos rosetas
gallonadas, como también lo es la cúpula del interior del mihrab.
El resto de los muros de la mezquita están decorados con arcos ciegos
mixtilíneos enlazados y decorados en toda la superficie con atauriques vegetales de
inspiración califal. Estos arcos se apoyan en columnas rematadas en capiteles de
esbelto canastillo. Un zócalo de losas cuadradas de mármol recubre la parte inferior de
los muros de la mezquita.
Todo ello se remata en alzado con una espléndida teoría de arquillos
polilobulados entrecruzados, que, en este caso, no son ciegos en su totalidad, pues
los de las esquinas en chaflán dejan ahora ver los ángulos de la estructura de planta
cuadrada. Esta galería es la única que conserva restos de la decoración pictórica del
siglo XI, cuyos motivos fueron rescatados por Francisco Íñiguez Almech tras retirar el
encalado con que fueron cubiertos tras el paso de la Aljafería a capilla cristiana.
Desgraciadamente, este restaurador, loable por haber salvado de la ruina al
monumento, trabajó en una época de distintos criterios a los actuales, pues se
proponía restituir todos los elementos a su aspecto original. Para ello repintó con
pintura acrílica las huellas de restos islámicos, lo que hace a esta actuación
irreversible y, por consiguiente, nunca veremos el, aunque muy desvaído, pigmento
original.
La cúpula de la mezquita no se conservó, pues esa es la altura en la que se
construyó el palacio de los Reyes Católicos; sin embargo, la característica planta
octogonal hace pensar en que la solución siguiera al pie de la letra las existentes en la
macsura de la mezquita de Córdoba, es decir, una cúpula de arcos de medio punto
que se entrelazan formando un octógono en el centro. La propuesta de cubrimiento de
Francisco Íñiguez es, sin embargo, en este caso, reversible, pues se trata de una
cúpula desmontable de escayola. En 2006, Bernabé Cabañero Subiza, C. Lasa Gracia
y J. L. Mateo Lázaro postularon que «los nervios de la bóveda& debían de tener la
sección de arcos de herradura conformando un esquema de estrella de ocho puntas
con una cúpula agallonada en el centro, como las existentes en las dos cúpulas
laterales del transepto de la mezquita de Córdoba».
El Patio de Santa Isabel es el espacio abierto y ajardinado que unificaba todo el
palacio taifal. A él vertían los pórticos norte y sur, y probablemente, habitaciones y
dependencias situadas al este y oeste de este patio central.
Su nombre procede del nacimiento en la Aljafería de la infanta Isabel de
Aragón, que fue en 1282 reina de Portugal. Se ha conservado la alberca original del
sur, mientras que la del frente septentrional, del siglo XIV, se ha cubierto con un suelo
de madera. La restauración intentó dar al patio el esplendor original, y para ello se
dispuso una solería de placas de mármol en los pasillos que rodean al jardín de
naranjos y flores.
La arcada que se contempla mirando hacia el pórtico sur está restaurada
mediante el vaciado de los arcos originales que están depositados en el Museo
Arqueológico Nacional de Madrid y en el Museo de Zaragoza. Suponen el mayor
atrevimiento y distancia por su innovación con respecto a los modelos califales de las
arquerías del lado norte.
Según Christian Ewert, quien ha estudiado durante quince años los arcos de la
Aljafería, cuanto más relacionados con zonas nobles (Salón Dorado y Mezquita) están
las ornamentaciones de las arcadas, más respeto tienen a la tradición cordobesa de la
que parten.
Completando el recorrido por el palacio del siglo XI, se llega al pórtico sur, que
consta de una arquería en su flanco meridional que da acceso a un pórtico con dos
estancias laterales.
Este pórtico era la antesala de un gran salón sur que tendría la misma
disposición tripartita del existente en el lado norte, y del cual solo queda la arquería de
acceso de arcos mixtilíneos de decoración geométrica. Quizá en este sector
meridional se den los mayores atrevimientos en cuanto a las arquerías, mediante el
entrecruzamiento de formas lobuladas, mixtilíneas, e inclusión de pequeños relieves
de fustes y capiteles con función exclusivamente ornamental.
La complejidad de lacerías, atauriques y labrados lleva a una estética
barroquizante, que constituye un preludio de la filigrana del arte de la Alhambra y que
son unas de las más bellas de todo el arte andalusí.
Tras la toma de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en 1118, la Aljafería fue
habilitada como palacio de los reyes de Aragón y como iglesia cristiana, no siendo
modificado sustancialmente hasta el siglo XIV con la actuación de Pedro IV el
Ceremonioso. Este rey amplió las dependencias palaciegas en 1336 y mandó construir
la iglesia de San Martín en el patio de ingreso al alcázar. En esta época está
documentado el uso de la Aljafería como lugar de partida del recorrido que llevaba a la
Seo, donde los monarcas aragoneses eran solemnemente coronados y juraban los
fueros.
La iglesia de San Martín aprovecha los lienzos del ángulo noroeste de la
muralla, hasta el punto de que se usó uno de sus torreones como sacristía y dio
nombre al patio que da acceso al recinto taifal.
La fábrica, de estilo gótico-mudéjar, consta de dos naves de tres tramos cada
una, en origen orientadas al este y apoyadas en dos pilares con semicolumnas
adosadas en la mitad de las caras del pilar, cuya sección se recuerda en los
cuadrilóbulos que albergan el escudo de armas del rey de Aragón en las albanegas de
la portada, que es ya de la primera década del siglo XV y en la que nos detendremos
más adelante.
Las bóvedas de estas naves, de crucería simple, se alojan sobre arcos
formeros y perpiaños apuntados, en tanto que los diagonales son de medio punto. En
los vértices de las bóvedas aparecen florones con los escudos de armas de la
monarquía aragonesa. De su decoración solo se conservan fragmentos del
recubrimiento pictórico y unos arcos agramilados mixtilíneos directamente inspirados
en el palacio musulmán. Resalta en el exterior la portada mudéjar de ladrillo referida
con anterioridad, construida en tiempo de Martín I el Humano y abierta en el último
tramo de la nave sur. Esta portada se articula mediante un arco carpanel muy
rebajado, cobijado por otro apuntado de mayores dimensiones. Enmarcando ambos,
un doble alfiz decorado con motivos taqueados formando paños de rombos. En las
albanegas, como se señaló, aparecen dos medallones cuadrilobulados que albergan
escudos con la imagen de la insignia del rey de Aragón. En el tímpano resultante entre
los arcos se dispone una banda de arquillos ciegos mixtilíneos entrecruzados, que de
nuevo remiten a las series del palacio hudí. Esta franja se ve interrumpida por un
recuadro que aloja un relieve incorporado recientemente.
La iglesia fue remodelada en el siglo XVIII, anteponiéndole una nave y
cubriendo por tanto la portada mudéjar antes descrita. Los pilares y muros se
remozaron y enlucieron al estilo neoclásico. Toda la reforma fue eliminada durante las
restauraciones de Francisco Íñiguez, aunque por la documentación fotográfica
existente, se sabe que había una esbelta torre que ahora aparece con remate
almenado inspirándose en el aspecto de la iglesia mudéjar, y en el siglo XVIII
culminaba con un curioso chapitel bulboso.
El palacio mudejar no es un palacio independiente, sino de la ampliación del
palacio musulmán que todavía estaba en uso. Pedro IV trataba de dotar de salas más
amplias, comedores y dormitorios a la Aljafería, pues las alcobas taifales se habían
quedado pequeñas para el uso del Ceremonioso. Estas nuevas salas se agrupan
sobre el sector norte del palacio andalusí, a distintos niveles de altura. Esta nueva
fábrica mudéjar fue extraordinariamente respetuosa con la construcción preexistente,
tanto en planta como en alzado, y la integran tres amplios salones de planta
rectangular cubiertos por extraordinarios aljarfes o techos mudéjares de madera.
También de esta época es la arquería occidental de arcos apuntados del Patio
de Santa Isabel, intradosados en arcos lobulados, y una pequeña alcoba de planta
cuadrada y cubierta con una cúpula octogonal de madera y una curiosa puertecilla de
entrada en arco apuntado de intradós lobulado circunscrita en un finísimo alfiz, cuya
enjuta se engalana de ataurique. Esta puerta conduce hacia una triple logia de
arquillos de medio punto. La alcoba está ubicada en el bloque constructivo situado
encima de la mezquita.
En los últimos años del siglo XV los Reyes Católicos ordenan construir un
palacio para uso real sobre el ala norte del recinto andalusí, configurando una segunda
planta superpuesta a la del palacio existente. La edificación rompía las partes altas de
las estancias taifales, donde se insertaron las vigas que sustentarían el nuevo palacio.
Las obras están fechadas entre 1488 y 1495 y en ellas siguieron participando
maestros mudéjares, como Faraig y Mahoma de Gali, que, al igual que sucedió con
Pedro IV (Yucef y Mohamat Bellito) mantuvieron la tradición de alarifes mudéjares en
la Aljafería. Al palacio se accede subiendo la escalera noble, una monumental
construcción integrada por dos amplios tramos con pretiles de yeserías geométricas
caladas iluminada por ventanales de medio punto angrelados de menuda decoración
de hojas y tallos de raigambre gótica e influencias mudéjares, rematados en croché
sobre la clave de los arcos. El techo, grandioso, como en el resto de las dependencias
palaciegas, se cubre con soberbias bovedillas de revoltón transversales dispuestas
entre las jácenas, y están decoradas con pintura al temple con motivos iconográficos
relativos a los Reyes Católicos: el yugo y las flechas alternan con recuadros de
decoración en grisalla de grutescos y candelieri, que anuncia la decoración típica del
Renacimiento. La escalera da acceso a un corredor en la planta primera que comunica
con las dependencias palaciegas propiamente dichas. Se abre a una galería de
columnas de fuste torso que descansan sobre zapatas con relieves antropomorfos en
sus extremos. Para apoyar este mirador y el resto de las nuevas dependencias fue
necesario seccionar las zonas altas de los salones taifales del siglo XI y disponer ante
el pórtico norte cinco potentes pilares octogonales que, junto a unas arquerías
apuntadas tras ellos, forman un nuevo antepórtico que une los dos pabellones
perpendiculares andalusíes antedichos.
Destaca la portada principal de acceso al salón del trono: de arco rebajado
trilobulado, guarnecido con un tímpano de cinco lóbulos, en cuyo centro aparece
representado el escudo de la monarquía de los Reyes Católicos, en el que figuran los
blasones de los reinos de Castilla, León, Aragón, Sicilia y Granada, sostenido por dos
leones tenentes. El resto del campo decorativo se acaba con una delicada
ornamentación vegetal de factura calada, que reaparece en los capiteles corridos de
las jambas. Toda la portada está trabajada en yeso endurecido, que es el material
predominante a cara vista en los interiores de la Aljafería, pues los artesanos
mudéjares perpetúan los materiales y técnicas habituales en el Islam. En el mismo
paramento escoltan el ingreso dos amplios ventanales de triple arco mixtilíneo con
celosías caladas sobre sus claves, gracias a los cuales se ilumina el espacio interior
de las salas regias.
Una vez recorrido el espacio de la galería, se disponen varias salas que
anteceden al gran Salón del Trono, que son denominadas «salas de los pasos
perdidos». Se trata de tres pequeñas habitaciones de planta cuadrada comunicadas
entre sí por grandes ventanales calados con celosías que dan al patio de San Martín, y
que servían de antesalas de espera para quienes iban a ser recibidos en audiencia por
los reyes.
En nuestros días solo dos son visibles, pues la tercera se vio clausurada al
reponer la cúpula de la mezquita. Su techumbre se trasladó a una dependencia
contigua al salón del trono.
Uno de los elementos más estimables de estas salas son sus solerías, que en
origen eran azulejos cuadrados y alfardones hexagonales de cerámica vidriada en
colores, formando caprichosas cenefas. Fueron elaborados en los históricos alfares de
Muel (Zaragoza) a fines del siglo XV. De los fragmentos conservados se ha partido
para restaurar el suelo en su totalidad con cerámica que imita la forma y disposición de
la antigua solería, aunque no su calidad de reflejos vidriados.
El otro elemento destacable son sus excelsas techumbres estilo mudéjar-reyes
católicos, constituidas por tres magníficos tajueles de carpinteros mudéjares
aragoneses. Estos techos presentan retículas geométricas de madera posteriormente
tallada, pintada y sobredorada con pan de oro, entre cuyas molduras ostentan los
conocidos motivos heráldicos de los Reyes Católicos: el yugo, las flechas y el nudo
gordiano unido al clásico lema «Tanto monta» (para deshacer el nudo gordiano, tanto
monta cortarlo como desatarlo, según la conocida anécdota atribuida a Alejandro
Magno), así como un buen número de florones de hojarasca rematados con piñas
pinjantes.
Más complejo y difícil de describir es la magnificencia y suntuosidad del techo
que cubre el Salón del Trono. Sus dimensiones son muy considerables (20 metros de
longitud por 8 de anchura) y su artesonado está sustentado por gruesas vigas y
traviesas que se decoran con lacerías que en las intersecciones forman estrellas de
ocho puntas, al tiempo que generan treinta grandes y profundos casetones cuadrados.
En el interior de estos casetones se inscriben octógonos con un florón central
de hojarasca rizada que rematan en grandes piñas colgantes que simbolizan la
fertilidad y la inmortalidad. Este techo se reflejaba en el suelo, que reproduce los
treinta cuadrados con sus respectivos octógonos inscritos.
Bajo el artesonado discurre una airosa galería de arcos conopiales transitable y
con antepechos calados desde la que los invitados podían contemplar las ceremonias
regias. Para terminar, toda esta estructura se apoya en un arrocabe con molduras en
nacela labradas con temas vegetales y zoomorfos (cardina, pámpanos, frutos de vid,
dragones alados, animales fantásticos...), y, en el friso que rodea todo el perímetro del
salón, aparece una leyenda de caligrafía gótica que reza: Ferdinandus, Hispaniarum,
Siciliae, Corsicae, Balearumque rex, principum optimus, prudens, strenuus, pius,
constans, iustus, felix, et Helisabeth regina, religione et animi magnitudine supra
mulierem, insigni coniuges, auxiliante Christo, victoriosissimi, post liberatam a mauris
Bethycam, pulso veteri feroque hoste, hoc opus construendum curarunt, anno salutis
MCCCCLXXXXII.
Fernando, rey de las Españas, Sicilia, Córcega y Baleares, el mejor de los
príncipes, prudente, valeroso, piadoso, constante, justo, feliz, e Isabel, reina, superior
a toda mujer por su piedad y grandeza de espíritu, insignes esposos victoriosísimos
con la ayuda de Cristo, tras liberar Andalucía de moros, expulsado el antiguo y fiero
enemigo, ordenaron construir esta obra el año de la Salvación de 1492.
A comienzos de 1486 la zona del Patio de San Martín se destina a sede del
Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición y se habilitan dependencias aledañas al
patio para alojar a los oficiales de este organismo. Es probable que sea este el origen
del uso como prisión de la Torre del Trovador.
La nueva función (que se prolongaría hasta los años iniciales del siglo XVIII)
desencadenó un suceso que culminaría con un proyecto de reforma emprendido bajo
el mandato de Felipe II por el que se convertiría de aquí en adelante en una base
militar. En 1591, en los acontecimientos conocidos como Alteraciones de Zaragoza, el
perseguido secretario del rey Felipe II, Antonio Pérez se acogió al Privilegio de
Manifestación contemplado por el fuero de Aragón con el fin de eludir a las tropas
imperiales. Sin embargo, el Tribunal de la Inquisición tenía jurisdicción sobre todos los
fueros de los reinos, y, por esa causa, fue recluido en calabozos de la sede
inquisitorial de la Aljafería, lo que provocó un levantamiento del pueblo ante lo que
consideraron una violación del derecho foral, y acudieron al asalto de la Aljafería para
rescatarlo. Tras la contundente actuación del ejército real, la revuelta fue sofocada, y
Felipe II decidió consolidar la Aljafería como una ciudadela fortificada bajo su autoridad
en prevención de revueltas similares.
El diseño de la obra, que consistió en una edificación militar «a la moderna»,
fue encargado al ingeniero militar sienés, Tiburzio Spannocchi. Este construyó un
conjunto de habitáculos adosados a los muros sur y este que ocultaban los torreones
ultrasemicirculares en su interior, aunque en la fachada este no afectó a los que
flanqueaban la puerta de entrada y de estos en adelante. Rodeando todo el edificio, se
levantó un muro almenado que dejaba en el interior un espacio de camino de ronda y
que remataba en sus cuatro esquinas en cuatro baluartes de traza pentagonal, cuyos
arranques se pueden contemplar en la actualidad. Todo el conjunto estaba circundado
por un foso de veinte metros de anchura, reexcavado en 1982 por iniciativa del
arquitecto Ángel Peropadre Muniesa, que se salvaba mediante dos puentes levadizos
en los flancos este y norte. El aspecto de esta nueva planta se refleja en el plano de la
Aljafería tal y como lo conocemos tras la última restauración finalizada en 1998.
La Aljafería de Spannocchi se mantuvo sin cambios sustanciales hasta 1705,
en que debido a la Guerra de Sucesión Española fue alojamiento de dos compañías
de tropas francesas que llevó a un recrecimiento de los parapetos de la muralla baja
del foso efectuado por el ingeniero militar Dezveheforz.
Pero la transformación decisiva como acuartelamiento se produjo en 1772 por
iniciativa de Carlos III, en la que se remodelaron todas las fachadas al modo en que se
presenta actualmente la occidental, y que convirtió los espacios interiores en
dependencias para los soldados y oficiales que se alojaban en el edificio. En el tercio
oeste del palacio se configuró un amplio patio de armas al que vierten las habitaciones
de las distintas compañías, realizadas con sencillez y funcionalidad, siguiendo el
espíritu racionalista de la segunda mitad del XVIII y el fin práctico a que se destinaron
las zonas construidas entonces. Solo quedó pendiente la adición en 1862 de cuatro
torreones neogóticos, de los que han llegado a nuestros días los situados en la
esquina noroccidental y suroccidental.
Fue precisamente a mediados del siglo XIX cuando Mariano Nougués Secall
dio la voz de alarma por el deterioro que presentaban los restos andalusíes y
mudéjares del palacio en su informe de 1845 titulado Descripción e historia del castillo
de la Aljafería, un riguroso estudio en el que se instaba a preservar este valioso
conjunto histórico-artístico. Incluso la reina Isabel II aportó fondos para la restauración,
y se creó una comisión en 1848 para emprenderla; pero en 1862 la Aljafería pasó de
propiedad del Patrimonio Real a manos del Ministerio de la Guerra, lo que abortó su
restauración y agravaría los daños producidos.
El deterioro continuó hasta que en 1947 el arquitecto Francisco Íñiguez Almech
emprendiera, prácticamente en solitario, la tarea de su restauración integral, en la que
estuvo ocupado hasta su muerte en 1982. Pero su monumental esfuerzo tuvo
recompensa, pues tras las sucesivas actuaciones de Ángel Peropadre, Juan Antonio
Souto (en labores arqueológicas), y, a partir de 1985, de Luis Franco Lahoz y Mariano
Pemán Gavín, que asumieron la integración del Parlamento de las Cortes de Aragón
en su recinto, la Aljafería fue inaugurada como monumento histórico artístico en su
actual esplendor en 1998 por el príncipe Felipe de Borbón.
Alkmaar, Zacarías de, pintor holandés (s. XVI)
Su verdadero nombre parece que era Zacarías Pauluzz, que vivió en Alkmaar y
pintó retratos desde el año 1620 hasta 1628.
Allegrain, Cristóbal Gabriel, escultor francés (París,1710-1795)
Hijo de Sebastián Allegrain, paisajista. Hizo algunas estatuas por encargo de
madama du Barry, que fueron colocadas en Luciennes. Se ponderó mucho su Venus
entrando en el baño y, sobre todo, su Diana. Lla escultura de Narciso le abrió las
puertas de la Academia.
Allegri, Pomponio, pintor italiano (Correggio, 1531 – Parma, 1593)
Hijo del celebérrimo Antonio Allegri da Correggio. Formado junto a su padre, no
le faltaron encargos gracias al prestigio de éste. Se estableció en Parma, donde
realizó los frescos (1560-62) de Moisés en el Monte Sinaí en el transepto superior
derecho de la Catedral. Pomponio fue, sin embargo, un artista de talento muy limitado,
que se conformó con reutilizar motivos tomados de la obra de su padre y a
combinarlos con torpeza con principios incorporados de Giulio Romano y Leonardo. La
luminosidad y el colorido de la obra de Correggio aquí se vuelven apagados y
borrosos. Si en algún momento Pomponio Allegri alcanzó alguna entidad como artista
original fue con la Abundancia, ahora en la Accademia de Ravenna, donde consigue
alguna tensión de corte manierista, pero más inspirada en Bertoia que en el legado de
Parmigianino. De todas maneras, es ésta una obra de atribución dudosa.
Obras suyas son: Moisés en el Monte Sinaí (1560-62, fresco, Catedral de
Parma); Virgen de la Salud (Trinità, Parma); Virgen con niño y santos (Pinacoteca
Nazionale, Parma); Virgen con niño y San Juanito (Pinacoteca Nazionale, Parma);
Virgen de la Leche (Museum of Fine Arts, Budapest); Abundancia (Accademia di Belle
Arti, Ravenna).
Allegrini, Francisco, pintor italiano (Gubaio, 1587 Roma, 1663)
Existen un gran número de frescos suyos en Gubbio, en Savona, en Génova y
en Roma.
Allori, familia de pintores italianos de los s. XVI y XVII
Allori, Alessandro (Florencia, 1535-1607)
Nació del matrimonio de Cristofano di Lorenzo y Dianora Sofferoni. Entró
siendo todavía un niño en el taller de su tío (según algunos autores), el pintor
manierista Agnolo di Cosimo llamado el Bronzino (1503-72); a los catorce años fue de
ayudante de su maestro que, según el testimonio de Vasari (1511 1574), siempre lo
trató como un hijo más que como a un estudiante. Los registros de pago por la Historia
de José en el Palacio Vecchio, un proyecto ejecutado por Bronzino, "Sandrino Tofano"
se menciona por primera vez como pintor.
Ya en 1552 pintó una Crucifixión para Alejandro de Médicis (1510 1537), hoy
en día desaparecida. Aprovechando que trabajó para los Médicis, estudió sus
colecciones y, con la protección de su amo, puede traer artistas, escritores y miembros
del clero.
En 1554 parte hacia Roma con su hermano Bastiano, frecuentando el
numeroso círculo de artista toscanos, probablemente conoce a Miguel Ángel y
comienza a estudiar sus obras así como las de Rafael. En esta época pintó su
Autorretrato y el Retrato de Ortensia de Bardi, para los Uffizi y el Retrato del joven con
una carta actualmente en Berlín. Permaneció en la ciudad eterna hasta 1560.
A la muerte de su padre, en 1555, Angelo Bronzino se convirtió en el padre
adoptivo de Alessandro Allori que añadió a su apellido Bronzino.
Su primer trabajo documentado a su regreso a Florencia (1560) es un Juicio
Final, pintado el mismo año de su regreso para la Capilla Montauti en la Basílica de la
Santísima Anunciada, de acuerdo con sus impresiones y sus dibujos de la Capilla
Sixtina.
Bronzino realiza su testamento el 18 de enero de 1561, dejando el dinero: a la
viuda de Cristofano Allori, Dianora. A su hijo adoptivo y alumno, el pintor Alessandro
Allori, le deja todas sus pinturas, dibujos y colores en lo referente al arte de la pintura.
Nombrando herederos universales a Alessandro y a su hermano Sebastián y deja una
dote para la hermana de ellos, Lucrezia.
El 18 de octubre de 1563 fue nombrado cónsul de la Academia del Diseño de
Florencia, una posición que mantuvo hasta abril de 1564. Ese mismo año, participa en
los preparativos de las decoraciones de los funerales de Miguel Ángel y en las de las
bodas del futuro Francisco I de Toscana con Juana de Austria.
El 23 de noviembre de 1572 murió Bronzino en su casa y Alessandro Allori lee
en el funeral de Diseño: "No muere quién vive como él vivió Bronzino...".
La información biográfica sobre Alessandro se vuelve más intensa a partir de la
década de los setenta del siglo XVI cuando, con la muerte de Bronzino y Vasari en
1574, se convirtió en el pintor más popular de Florencia. Es el artista oficial del Gran
Duque Francesco I de Medici, satisfaciendo sus refinadas necesidades y asumiendo
diferentes tareas, como Vasari antes que él, llegando así a ser nominado arquitecto de
la Opera del Duomo en 1592.
Fue uno de los últimos notables exponentes del manierismo, pintando en un
estilo que se había convertido en obsoleto en el momento de su muerte.
Entre sus colaboradores estuvo Giovanni Maria Butteri (1540 - 1606) y uno sus
principales pupilos fue Giovanni Bizzelli (1556 1612). Cristoforo del Altissimo, Cesare
Dandini (1596 1657), Cigoli (1559-1613), Aurelio Lomi (1556-1622), John Mosnier,
Giovanni Battista Vanni (1599 1660), y Monanni también fueron sus alumnos. Allori fue
uno de los artistas, trabajando a las órdenes de Vasari, que trabajaron en la
decoración del Despacho de Francisco I.
Cristofano, su hijo (1577-1621), fue uno de los principales pintores de Florencia
de su época, trabajando en un estilo que es más naturalista y barroco que el de su
padre.
En particular, pintó los frescos y pinturas de motivos religiosos y mitológicos, y
fue director del Gran Ducado de la fábrica de tapices de Florencia.
Alessandro asume el nombre de Il Bronzino en alguna de sus obras.
En 1560 comienza a elaborar una tratado de anatomía, un diálogo sobre el
diseño, dedicada a Bronzino, pintó el Cristo y los santos Cosme y Damián en Bruselas
y el Descenso de la Santa Cruz.
Al año siguiente, realiza el Noli me tangere del Museo del Louvre, París y
realiza un breve viaje a Roma para realizar el Retrato de Paolo Caprina ahora en el
Museo Ashmolean, Oxford.
Utilizó diversas influencias para obras de diferente contenido: flamenco en el
Rapto de Proserpina de 1570; de Miguel Ángel para la Piedad de 1571 para la basílica
de la Santísima Anunciada, Florencia; de Bronzino en la Sagrada Familia de 1576
presente en la colección inglesa Hesketh; influencias romanas para la decoración del
Palazzo Salviati, de Andrea del Sarto en su Cristo y la adúltera de la Basílica del
Espíritu Santo y el cenáculo de la Iglesia de Santa María del Carmen; en los frescos
que en 1577 realiza en la capilla Gaddi en la Iglesia de Santa María Novella con la
Historia de San Jerónimo bajo las influencias de Girolamo Muziano (1528/32 1592) y
Correggio (1489 1534), y que rivalizaron con la decoración de la cúpula de Federico
Zuccaro (1542 1609).
Los últimos años de la década de los 70 del siglo XVI la actividad artística
florentina se centra principalmente en la representación devota: Allori se adapta,
usando la tradición formal del florentino Andrea del Sarto, Bronzino y Miguel Ángel,
enriquecido del gusto aristocrático de la representación de bellos muebles, telas
preciosas y elaborados bordados, como en La Virgen y el Niño con santos y ángeles
en Cardiff de 1583, en La Sagrada Familia con Santa Ana y San Francisco, del Museo
del Prado, de 1584, en La boda en Canaan de Santa Ágata, 1600, en Cristo en la casa
de Marta y María en Viena de 1605 y varias representaciones de Cristo muerto
presentes en Olmütz, Chantilly, Budapest y Venecia.
Freedburg ridiculiza a Allori llamándolo derivado, alegando que ilustra "el ideal
de la manera de que el arte (y el estilo) se genera fuera de arte pre-existentes". El
pulido que tienen sus figuras una semejanza marmórea antinatural como si aspirara a
un frío estatuario. Se puede decir que en última fase de la pintura manierista en
Florencia, esa ciudad que ha insuflado vida a las estatuas con las obras de maestros
como Donatello y Miguel Ángel, están todavía tan asombrados por estas que les
plantea el petrificado de las figuras de la pintura. Mientras que sobre 1600 en otros
lugares influidos por el Barroco empezaban a dar vida a las figuras pintadas, Florencia
seguía pintando estatuas bidimensionales. Además, en general, con la excepción de
los artistas Contra Maniera, no se atrevían a alejarse de grandes temas o perderse en
la gran emoción.
En agosto de 1570 Vincenzo Borghini (1515 1580), intelectual de la corte de los
Médicis, encargó a Vasari de la decoración de una sala del Palacio Vecchio, junto a el
Salón del Cinquecento y el dormitorio de Francisco I de Medici, el Gran príncipe
regente de Cosme de Médici: "la sala ha de servir como un armario de cosas raras y
preciosas, y valiosas y artísticas, como serían joyas, medallas, piedras talladas,
cristalerías elaboradas y jarrones, cosas ingeniosas y gustosas, no demasiado grande,
colocados en sus casilleros, cada uno en su género." El trabajo, iniciado rápidamente
por Vasari y su círculo, se finalizó en 1572. El estudio se desmanteló en 1587 y los
tesoros contenidos se dispersaron, y los paneles pintados - las puertas de los armarios
que encierran "las maravillas de la naturaleza y de la voluntad humana - se ordenaron
de nuevo en el siglo XIX en el orden seguido por las instrucciones de Borghini.
Trabajó, además de Vasari y Allori, Santi di Tito (1536 1603), Mirabello Cavalori
(1520 - 1572), Jacopo Zucchi (1541 1596), Girolamo Macchietti (1535/41 - 1592),
Giovanni Stradano (1523 1605), Giovanni Battista Naldini (1537 1591), Maso da San
Friano (1532 1571), Francesco Morandini (1544 1597), il Bacchiacca (1494 1577)
entre otros.
En este estudio, Allori realizó Los pescadores de perlas (sobre 1570) que se
considerada generalmente como su obra maestra, pues es alegre y llena de artificios,
que combina las figuras obviamente desnudas extraídas de Miguel Ángel con la
esbeltas figuras y colores esmaltados de Bronzino.
A partir de la última década del siglo XVI, Alessandro colabora con su hijo
Cristofano y absorbe las influencias procedentes de la pintura de Paul Brill (1554
1626), con la introducción de grandes paisajes, como en la Llamada de San Pedro, en
1596, y El Sacrificio de Isaac, en 1601, ambas en la Galería Uffizi, o La Sagrada
Familia de Lisboa de 1602.
En la Santa María Magdalena penitente, del Museo Stibbert, Florencia, asevera
la iconografía tradicional, eliminando los excesos de la desnudez, de la calavera, del
látigo y también del silicio y convierte a la pecadora en una elegante dama expuesta
de una forma cuidadosa: el famoso cabello, generalmente suelto, lo recoge y lo trenza
al tiempo que la luz resbala sobre la camisa y el chal bordados.
Entre sus últimas obras, está, en torno a 1604, El sermón de San Juan Bautista
en el Palacio Pitti, ambientada en un paisaje flamenco, un bosque que se vuelve
protagonista de la representación, que se alarga y se abre a las luces del ocaso,
introduciendo, incluso entre las muchas figuras que asisten a la prédica, una atmósfera
de calma y espera silenciosa.
En los últimos años de su vida, sufre mucho de gota, lo que hace que se ocupe
de la tienda sobre todo su hijo, aun así Alessandro pinta el San Francisco de Arezzo,
una Virgen con el Niño ahora en Gante y a otra conservada en Madrid. Muere el 22 de
septiembre de 1607.
Allori, Cristofano (Florencia, 1577-1621)
Hijo de Alessandro Allori, fue uno de los pintores más representativos de
principios del s. XVII florentino, distinguiéndose por su maestría y precisión en el dibujo
y por el uso inteligente de colores cálidos y brillantes. Su obra más famosa es la Judith
, en la Galería Pitti de Florencia, considerada por algunos como la más bella pintura
florentina del s. XVII. Otras obras notables de Cristofano Allori son: La hospitalidad de
San Julián y El milagro del Beato Manetto.
En su labor como paisajista y retratista, es uno de los más significativos y
elegantes exponentes del eclecticismo pictórico.
Según Fillippo Baldinucci, crítico del arte florentino del s. XVII, esta Judith debe
de ser el retrato de Mazzafirra, la mujer a quien Cristofano amaba, el cual, a su vez, se
retrató a sí mismo en la cabeza de Holofermes.
Recibió sus primeras lecciones de pintura de su padre, Alessandro Allori, pero
no estando satisfecho con el duro dibujo anatómico y los colores fríos de su padre,
entró en el taller de Gregorio Pagani (1558-1605) que era uno de los líderes del final
de la escuela florentina, que buscó unir la riqueza de colores de los venecianos con el
dibujo perfecto de las disciplinas de Michelangelo. Allori se convirtió en uno de los más
destacados de su escuela.
Sus pinturas se distinguen por su cercana adherencia a la naturaleza y la
delicadeza y perfección técnica de su ejecución. Sus capacidades técnicas se
muestran con el hecho de que varias copias que hizo para Correggio parecieron ser
duplicados hechos por el propio Correggio. Su extrema meticulosidad limitó el número
de obras. La mayoría de ellas se pueden admirar en su patria natal, Florencia.
Entre sus mejores obras se encuentra Judith con la cabeza de Holofernes, en
el Palacio Pitti. El modelo de Judith fue su señora, la bella Mazzafirra, que también
está representada en su Magdalena; y la cabeza de Holofernes se supone
generalmente que representa a él mismo. Otro ejemplar de dicha pintura se custodia
en el Palacio de Liria de Madrid (Casa de Alba).
Allori fue brevemente el maestro de Cesare Dandini, aunque el carácter
orgulloso del alumno pronto les separó. Sin embargo, estilísticamente, ambos artistas
siempre estuvieron muy cercanos.
Alloucherie, Jocelyne, escultora, pintora y fotógrafa canadiense (Quebec, 1947- )
Vive y trabaja en Montreal, ciudad en la que cursó sus estudios de Arte. Ha
recibido un reconocimiento internacional por su trabajo, que ha sido expuesto en
diferentes lugares del mundo. En 1995 sus obras se exhibieron en la Galería Box de
Turín, en la Galería Le Sous-Sol de París, en el Museo regional de Rimouski y en el
Museo de Arte contemporáneo de Montreal. Anteriormente, en 1992, el CIAC le había
dedicado una exposición individual que le consagró como uno de los mejores artistas
canadienses del momento.
En sus obras se refleja la preocupación del artista por el espacio y por la
definición de los entornos. Alloucherie gusta de reflexionar sobre todo lo que se puede
decir con palabras simples, pero ricas en significados, elementos que constituyen los
marcos sobre los que se va a plasmar su obra. Su forma de trabajo consiste en una
experimentación espontánea, que le permite recoger todo el lirismo y la complejidad
que se puede producir en un segundo se observación. A través de configuraciones
complejas, su trabajo explora las nociones conceptuales y poéticos sobre la imagen,
propósito y lugar. Ella ha hecho muchas instalaciones que combinan elementos
escultóricos en consideración, y la fotografía arquitectónica.
Pocas obras permanentes diseñadas para lugares públicos, muestran las
mismas preocupaciones. Alloucherie carrera ha sido reconocida por varios premios
incluyendo el de Stanton Martin Lynch, de Consejo de las Artes de Canadá, en 1989,
el Deutscher Akademischer Austauschdienst (DAAD) en 1997, el Hebert Luis de la
Sociedad de San Juan el Bautista Montreal en 1999, Premio del Gobernador General
en Artes y Medios de Comunicación para el Consejo de las Artes de Canadá Artes en
el año 2000, el Premio Paul-Émile Borduas en 2002, y el Riopelle Jean-Paul en 2007,
el Consejo de las Artes y Letras Quebec.
Su obra ha sido expuesta en varias instituciones importantes en Canadá y en
varios países europeos y ha sido Japon.Elle textos críticos publicados en paracaídas,
etcétera, variables Ciel, Canadian Art, Vanguardia, Flash Art, Contemporánea, Ligeia ,
Visual (s) de revisión del arte y la arquitectura, el arte de prensa, Tema Celeste, Ante
Prima. Ha participado con obras notables, la Primera Bienal de Canadá en 1989,
Anninovanta en 1991, naturalezas diferentes en 1993 (de Defensa), la Bienal por
primera vez en 1998 de Montreal, Libera Mente en 1999, a Paessaggii / Paisajes en
2001, Camere con vista en el año 2002, la Bienal de Lieja en 2002 de Especies de
espacios / Especies de Espais (Vox y Tinglado2) en 200, a espacios reales o ficticios
espacios en 2006, Tabacalera (por ejemplo) : en la Bienal de Sedán en 2006. En el
año 2007, será parte de Lille y Transphotographiques Se Velo, el museo se Filatoio
(Cuneo).
Allston, Washington, pintor estadounidense (Carolina del Sur, 1779
-Cambridgeport, Massachusetts, 1843)
El primer artista estadounidense realmente romántico fue Washington Allston,
cuyas obras son misteriosas, melancólicas o evocadoras de ensoñaciones poéticas. Al
igual que otros románticos, buscó la inspiración en la Biblia, en la poesía y en la
literatura, como queda patente en muchas de sus obras.
Estudió en la Universidad de Harvard y en la Royal Academy de Londres al
lado de Benjamin West. Se asentó en Massachusetts en el año 1830, volviéndose el
más importante pintor romántico de los Estados Unidos.
Sus enormes paisajes representan la apariencia misteriosa y dramática de la
naturaleza. Más tarde trabajó el humor y la fantasía en escalas pequeñas, creando
imágenes más de ensueño.
También escribió poesía y novelas, siendo sus teorías sobre arte, publicadas
póstumamente con el nombre de Lectures on Art en 1850.
Alma Tadema, Lawrence, pintor holandés (Dronrijp, 1836 Wiesbaden, 1912)
Fue un pintor neoclasicista de la época victoriana, conocido por sus suntuosos
cuadros inspirados en el mundo antiguo.
Nacido en Dronrijp, pueblo frisón cerca de Leeuwarden, era hijo del notario
Pieter Tadema, quien murió cuando Lawrence tenía sólo cuatro años. Alma era el
nombre de su padrino. Su madre (muerta en 1863) era la segunda esposa de su
padre. En principio, Lawrence tenía que seguir los pasos de su padre, pero al final se
decantó por el arte y lo enviaron a Amberes donde en 1852 ingresó en la Academia de
Egide Charles Gustave Wappers. Después estuvo en el taller de Jan August Hendrik
Leys. En 1859 ayudó a Leys en sus últimos frescos en el recibidor del hotel de la villa
en Amberes. Es la exposición de la colección de Alma-Tadema en la Grosvenor
Gallery de Londres en invierno 1882-1883, había dos cuadros suyos que marcan el
inicio y fin de este primer período, dos autorretratos de 1852, y "Regateo," con Alma-
Tadema pintado en 1860.
Su primer gran éxito fue el cuadro La educación de los niños Clovis (1861), que
exhibió en Amberes. Al año siguiente, recibió su primera medalla de oro en
Ámsterdam. La educación de los niños Clovis (tres hijos jóvenes de Clovis y Clotilde
lanzando hachas con su madre viuda presente enseñándoles cómo vengar a su padre)
fue uno de los cuadros de la serie merovingia, de los que destacan Fredegonda de
1878 (expuesto en 1880), donde la desconsolada esposa o ama observa tras una
cortina la boda de Chilperic I con Galeswintha. Es quizá en esta serie donde
encontramos el más profundo espíritu romántico en su obra. Una de sus obras más
apasionadas es Fredegonda en el lecho de muerte de Praetextatus, donde el obispo,
apuñalado por orden de la reina, la maldice desde la cama en que muere.
Otra de sus series reproduce la vida del antiguo Egipto. Una de las primeras
obras de esta son Egipcios hace 3000, de 1863 y La muerte del primogénito, de 1873.
En esta serie están también: Egipcio en la entrada (1865), La momia (1867), El
chambelán de Sesostris (1869), Viuda (1873) y José, supervisor del granero del faraón
(1874). Trabajó mucho estas escenas de la vida pícara y macabra de Egipto, pero
mucho más en sus representaciones de Grecia y Roma. Entre las que destacan
Tarquinius Superbus (1867), Fidias y los mármoles de Elgin (1868), La danza pírrica
(1868) y La vinería (1869).
En 1869, envió de Bruselas a la Royal Academy Un Amateur romain y Une
Danse pyrrhique, y más tarde otros tres cuadros, entre ellos Un Jongleur en 1870
cuando arribó a Londres. En ese momento, contaba con varias distinciones belgas y
holandesas, medallas del Salón de París de 1864 y de la Exposición Universal de
1867. Su éxito continuó en Inglaterra, pintó en este período cuadros como The Vintage
Festival (1870), The Picture Gallery y The Sculpture Gallery (1875), An Audience at
Agrippa's (1876), The Seasons (1877), Sappho (1881), The Way to the Temple (1883),
trabajo galardonado, Hadrian in Britain (1884), The Apodyterium (1886), o The Woman
of Amphissa (1887). Uno de sus cuadros más importantes fue The Roses of
Heliogabalus (Las rosas de Heliogábalo) (1888) basado en la vida del depravado
emperador romano Heliogábalo An Earthly Paradise ( Paraíso terrenal) (1891), y
Spring (Primavera) (1894). Muchos de ellos eran exquisitos cuadritos como Gold-fish
de 1900.
Éstos y casi todos sus trabajos son admirables por cómo dibuja flores, texturas
y sustancias reflectantes como metales, cerámica y mármol. Por como representaba el
mármol se le llegó a llamar 'the marbelous painter'('el pintor marmolilloso', para evocar
fonéticamente el adjetivo 'maravilloso'). En su obra abundan colores brillantes
trabajados con delicadeza que enmarcan un interés humano inherente a sus escenas
arcaicas traídas elegante y jocosamente a tiempos modernos. También realizó varios
retratos.
Alma-Tadema fue nombrado caballero en el octogésimo primer cumpleaños
(81) de la Reina Victoria en 1899. Se hizo socio de la Royal Academy en 1876, y
miembro en 1879. En 1907, fue incluido en la Orden del Mérito (Order of Merit). Fue
caballero de la Orden del Mérito de Alemania (en la división de Artes y Ciencias) del
rey belga Leopoldo, del león holandés, de San Miguel de Baviera, del león dorado de
Nassau y de la Corona de Prusia y oficial de la Legión de Honor de Francia, miembro
de las Reales Academias de Múnich, Berlín, Madrid y Viena. Recibió una medalla de
oro en Berlín en 1872 y una medalla en Berlín en 1874, una medalla de primera clase
de las Exposiciones Internacionales de París de 1889 y 1900. También fue miembro
de la Real Sociedad de Acuarelas.
Alma-Tadema era primo del pintor neerlandés Hendrik Willem Mesdag. ma
Tadema dejó una vasta colección de pinturas y su enmarmolado estudio a sus dos
hijas solteras. El estudio fue menospreciado durante el siglo XX, pero volvió a tener
interés con el cambio de siglo.
En 1863 se casó con la francesa Marie-Pauline Gressin de Boisgirard (quien
fue su modelo para En el peristilo de 1866-1868). Vivió en Bruselas desde su primer
matrimonio hasta 1869, cuando murió su esposa, dejándolo viudo con dos hijas,
Laurence y Anna; la primera fue una afamada escritora y la segunda mujer de
sociedad. En 1871 se casó con la inglesa Laura Epps, que también aparece en
algunos de sus cuadros (por ejemplo, Las mujeres de Anfisa de 1887).
Sus investigaciones sobre arqueología que plasmaba en sus cuadros, fueron
fuente para directores de Hollywood como D. W. Griffith (Intolerance, 1916) y sobre
todo, Cecil B. De Mille (The Ten Commandments, 1956) o más tarde Gladiator. Otra
conexión con los medios la encontramos en Allen Funt, creador de Candid Camera,
era un coleccionista de sus pinturas cuando no era muy famoso en el siglo XX.
Almagro Basch, Martín, arqueólogo español (Tramacastilla, 1911-Madrid, 1984)
Se doctoró en la universidad de Madrid, ampliando sus estudios como pupilo
de Hugo Obermaier, y viajó a Alemania para completar su formación en los años 30.
Fue especialista en Prehistoria aunque sus temas de investigación abarcaban
temas tan diversos como el arte rupestre o la arqueología clásica. Ejerció como
catedrático de historia primitiva del hombre en las universidades de Barcelona y
Madrid, siendo nombrado director del Museo Arqueológico Nacional de España entre
1968 y 1981, al mismo tiempo que colaboraba con el CSIC.
Sus trabajos más representativos se mueven en torno al ámbito mediterráneo,
sobre todo, dedicándose al arte levantino (pinturas rupestres), a las excavaciones de
Ampurias y excavaciones en sepulcros megalíticos, en poblados y campos de túmulos
del bronce final: Ecce Homo, en Alcalá de Henares y Pajaroncillo, en Cuenca; también
fue director de la misión arqueológica española en Nubia, enviada por la Unesco.
Obtuvo algunos premios, entre ellos, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas
Artes; la encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio; la gran Cruz del Mérito Civil;
la medalla Cultural de Oro de la República de Italia y la palma de la Academia
francesa.
Obras suyas son: Introducción a la arqueología (1941), Ampurias: Historia de la
ciudad y guía de sus excavaciones (1951); La necrópolis de Ampurias (1955); El
Señorío Soberano de Albarracín bajo los Azagra (1959); el Manual de Historia
Universal. Prehistoria (1960), Historia de Albarracín y su sierra (1959-1964); Las
estelas decoradas del sureste peninsular (1966); El arte prehistórico en el Sahara
español (1968), etc.
Almanzora, Bernardino pintor español (Valencia, s. XVII)
Un jurado le escogió para que pintara un retrato al rey don Jaime, para que
fuese colocado en el estrado de la Sala Dorada del antiguo palacio de Valencia, según
consta en los documentos que se custodian en el Archivo Municipal. La obra se
conserva aún en la Casa Consistorial de Valencia.
Almeida Júnior, José Ferraz de. pintor brasileño (Itú, São Paulo, 1850 –
Piracicaba, São Paulo 1899)
Se caracterizó por sus paisajes, retratos y escenas campestres. Terminó sus
estudios de arte en la Academia de Bellas Artes de Río de Janeiro en 1874,
consiguiendo la Medalla de Oro con su cuadro Ressurreição do Senhor. Con ayuda
del Emperador Pedro II, completó su formación artística en la Ecòle de Beaux Arts de
París desde 1876 hasta 1882. Allí participó en el Salón Oficial de los Artistas
Franceses, en 1879 y 1882. Nada más regresar a su país realizó su primera muestra
individual en la Academia Imperial de Bellas Artes de Río de Janeiro, exhibiendo la
obra realizada en Francia, en la que destacan los cuadros Arredores de Paris (1880),
Arredores do Louvre, Derrubador Brasileiro (1880), Fuga para o Egito (1881) y
Descanso do Modelo (1882).
Almeida Júnior se sintió siempre íntimamente ligado a su terruño del interior
paulista, del que conservó el habla y los modales, sin renunciar jamás a sus orígenes.
Por eso, a pesar del éxito de su primera exposición brasileña se estableció de nuevo
en Itú, y fue sustituyendo sus cuadros de referencia bíblica, por paisajes y motivos de
su tierra. Nada le hizo abandonar su ambiente provinciano, entre otras cosas porque
allí se encontraba María Laura de Amaral Gurgel, antigua novia suya, de la que seguía
apasionadamente enamorado, viéndose correspondido por la mujer amada. Esa
pasión fue también la causa de la trágica muerte del artista, que acabó sus días
apuñalado por el esposo de María Laura, una vez que éste descubrió la relación
amorosa entre ambos.
Técnicamente en la obra de Almeida Júnior se distinguen dos etapas: antes y
después de 1882. En la primera sus obras de modelan en la sobriedad y en extrema
simplicidad, con destellos de luminosidad que evocan vagamente el pre-
impresionismo. En la segunda, la pintura se enriquece con nuevos matices y con
motivos brasileños. Así nacen sus grandes composiciones regionalistas: Caipiras
Negociando, Cozinha Caipira, Amolação Interrompida, Picando Fumo, O Violeiro,
Leitura, A Partida da Monção (medalla de oro en el Salón de 1898), O Importuno y el
Piquenique no Rio das Pedras. Los cuadros Picando Fumo y Caipiras Negociando,
recibieron Medalla de Oro en la Exposición Colombiana de Chicago, en 1893.
Dentro del panorama pictórico de Brasil, Almeida Junior es un auténtico
precursos. Su producción, aunque no muy extensa, es muy valiosa desde el punto de
vista estético, histórico y social. Dentro de su estilo realista, los personajes del pintor
son de carne y hueso, tienen nombre y eran conocidos en su medio. Tal ocurre, por
ejemplo, con las figuraciones de Maria Laura en cuadros como A Noiva (1886), A
Pintura (1891), en Lectura (1892), etc
Actualmente sus trabajos más representativos se encuentran en la Sala
Almeida Júnior de la Pinacoteca del Estado de São Paulo.
Es problablemente el más importante pintor realista brasileño del siglo XIX y
una gran inspiración para los pintores modernistas. Mientras que la mayoría de los
artistas académicos brasileños se hicieron famosos pintando escenas mitológicas o
históricas, Almeida Júnior se convirtió en popular por pintar figuras rurales,
especialmente granjeros y al caipira, hombres del campo que es una especia de
símbolo de las regiones rurales del estado de São Paulo.
Mientras la mayoría de los pintores realistas usaron a granjeros y campesinos
como una alegoría de trabajadores, Almeida Júnior pintó sus caipiras principalmente
en su tiempo de ocio. También produjo conmovedoras imágenes de terratenientes.
Los bandeirantes, los implacables exploradores del Brasil colonial estuvieron
representados en A partida da monção, que muestra una expedición en el río Tietê.
Almeida Júnior nació en la ciudad de Itu, entonces de pequeño tamaño, en el
estado de São Paulo. Después de convertirse en la sensación de su ciudad, sería
invitado a estudiar en la Academia de Bellas Artes Imperial Brasileña de Río de
Janeiro, pero en 1876 estudiaría en Francia,1 después de recibir una beca del
emperador Pedro II de Brasil en persona en la ciudad de Moji-Mirim. Alexandre
Cabanel sería uno de sus maestros.
Admiró a los pintores realistas y naturalistas franceses, que ejercieron una gran
influencia en su obra. Al regresar a Brasil en 1882 se convirtió en uno de los miembros
líderes del realismo en la pintura brasileña.
Fue apuñalado hasta la muerte por el marido de su amante el 13 de noviembre
de 1899.
Almería, cultura de
Cultura prehistórica desarrollada en Almería desde el Neolítico hasta la Edad
de los Metales. El término designa tanto la fase neolítica propiamente dicha, como el
período Neolítico-Bronce I (cultura de Los Millares). En el primero de los supuestos, la
muestra más significativa se halla en el poblado de El Gárcel, con tumbas circulares
individuales y cerámicas lisas. Por su parte, los yacimientos arqueológicos de La
Gerundia, Tres Cabezos y La Pernera pertenecen a la época de transición hacia el
período de Los Millares, cuyas principales características son la aparición de la
metalurgia, de los ídolos esquemáticos y de ídolos placa incisos en hueso o en arcilla.
El Paleolítico en Almería se caracteriza por reducidos grupos nómadas,
cazadores y recolectores. No son demasiado abundantes los yacimientos paleolíticos
en la provincia, siendo al más antiguo de ellos el de Cueva de Zajara I, en Cuevas de
Almanzora.
Ya en el Neolítico, y aún antes en el Paleolítico superior, aparecen las primeras
aldeas y los primeros espacios dedicados exclusivamente a enterramientos. De esta
época datan las pinturas rupestres de la Cueva de los Letreros y otra veintena de
cuevas y abrigos de la Comarca de los Vélez considerados por la Unesco, en 1989,
como patrimonio de la Humanidad.
En uno de esos refugios de los primeros pobladores del levante peninsular, el
Abrigo de las Colmenas, todavía se conserva una figura humana con los brazos en
cruz que sostiene un supuesto arco iris sobre su cabeza. Dice alguna leyenda que
esta pintura rupestre representa un pacto del hombre prehistórico con los dioses para
evitar futuros diluvios. Es la primera representación del indalo almeriense, cuyo origen
etimológico podría venir del indal eccius, el mensajero de los dioses de los íberos. De
indal eccius viene también el nombre de San Indalecio, uno de los siete varones
apostólicos y Patrón de Almería junto a la Virgen del Mar.
El indalo se ha convertido, con los años, en el símbolo más conocido de
Almería y de lo almeriense. Aunque algunos lo han visto como un hombre sosteniendo
un arco iris, no es más que un arquero buscando su presa en el cielo. El indalo dio su
nombre a un movimiento pictórico, artístico e intelectual de los indianos quienes, con
Jesús de Percival y Eugenio d´Ors a la cabeza, sentían una atávica atracción por la
población de Mojá car y sus habitantes. Los boaqueños pintaban indalos con cal en las
paredes de sus casas para protegerse contra las tormentas y el mal de ojo. Entonces
se le llamaba el "muñequillo moja quero".
Fue Luis Sirte y Celso, eminente arqueólogo belga, quien descubrió la riqueza
prehistórica de Almería, particularmente la de la Edad de los Metales. Dijo Sirte de
Almería que era "un museo a cielo abierto". En efecto, Almería es cuna de dos de las
culturas más importantes de la Edad de los Metales en la península: la cultura de Los
Millares y la cultura de El Argar.
Es en la Edad del Cobre o Calco lítico, (3000-2150 a.C.), cuando surge la
primera ciudad de la que tenemos noticia: el poblado de Los Millares, situado
estratégicamente en un espolón de roca entre el río Andarax y la rambla de Huchear,
al sur de la provincia. Se trata de un poblado de más de mil habitantes, protegido por
tres líneas de murallas y torreones, y cuya economía se basaba en la metalurgia del
cobre y en la agricultura, ganadería y caza a mediana escala. Además construyen
grandes necrópolis y exportan sus modelos metalúrgicos y alfareros a gran parte de la
península.
Más adelante, en la Edad del Bronce, (1700-1400 a.C.), nace una cultura
igualmente influyente, la de El Argar. Allí desarrollan un modelo alfarero característico,
el vaso campaniforme, cuyo uso se extenderá por todo el levante español. Sus
necrópolis evolucionan con respecto a la cultura de Los Millares y diversifican la
producción agrícola y ganadera.
La sociedad argárica ofrece una de las manifestaciones arqueológicas más
emblemáticas de los inicios de la Edad del Bronce. Se desarrolló en el sudeste de la
península Ibérica entre ca. 2200 y 1550 cal ANE, coincidiendo aproximadamente con
los grupos arqueológicos clásicos del Bronce Antiguo europeo, como Wessex,
Túmulos Armoricanos, Polada o Unetice.
El surgimiento de El Argar supuso una ruptura con respecto al periodo
calcolítico precedente en aspectos como el desarrollo tecnológico, las relaciones
económicas, los patrones urbanísticos y de organización territorial, o los ritos
funerarios.
La orientación de la producción hacia la obtención de excedentes centralizados
en un contexto de marcada explotación social supuso el nacimiento de uno de los
primeros Estados de Europa occidental.
Almocárabe
Labor formada por la combinación geométrica de prismas acoplados, cuyo
extremo inferior se corta en forma de superficie cóncava.
Un mocárabe o mucarna (también denominado almocárabe o almocarbe) es un
elemento arquitectónico decorativo a base de prismas yuxtapuestos (uno al lado del
otro) y colgantes que parecen estalactitas sueltas o arracimadas. Suelen disponerse
revistiendo las cúpulas o el intradós de los arcos.
Es peculiar de la arquitectura islámica y aunque este tipo de decoración fue
creada por los almorávides, sólo encontramos ejemplos de esta época en el Norte de
África; en la Península Ibérica fue introducida por los almohades, con lo que no está
presente en construcciones anteriores al siglo XII y en cambio sí se encuentran
magníficos ejemplos en los Reales Alcázares de Sevilla y en la Alhambra de Granada,
cumbre del arte nazarí, así como en el arte mudéjar, y el neomudéjar. También los hay
en dos artesonados del castillo de Belmonte (Cuenca).
Almohade
Dícese de los seguidores del movimiento religioso y político musulmán fundado
en el s. XII por el beréber marroquí Ibn Tomar en el N de África, que desplazó al
Imperio almorávide y dominó en el Norte de África y España hasta el año 1269.
Arte
La fase cultural de los almohades reflejó, al igual que la de sus predecesores
almorávides, las influencias andalusíes, pero bastante más atenuadas y con tendencia
a sustituirlas por formas específicas de las tradiciones norteafricanas. Los mayores
cambios se aprecian en la decoración, puramente geométrica, que sustituye la anterior
exuberancia floral por la sobriedad. En sus mezquitas resaltan los característicos
minaretes. Cabe apuntar las de Marrakech y Rabat, en el N de África, mientras que en
España destaca la Giralda de Sevilla (que fue el minarete de la mezquita). Los mejores
exponentes del arte civil se hallan en Sevilla, en algunas dependencias del alcázar y
en la Torre del Oro. En el plano de la arquitectura militar, los grandes ejemplos son el
recinto murado de Cáceres y la alcazaba de Badajoz. A medida que se despojaba de
las influencias andalusíes, el arte almohade empezó a incorporar las orientalizan tés.
La laxitud moral y la degradación de costumbres de los almorávides dio lugar a
un nuevo movimiento rigorista, los almohades, al-muyahidín "los unitarios". Estaba
encabezado por Ibn Tomar quien procedía de un medio tribal del Alto Atlas. Su
continuador, Abd Al-Numen, se nombró califa, tomó Marrakech en 1147 y emprendió
la conquista del resto de imperio incluyendo Túnez. Al-Andalus fue incorporada
definitivamente por su sucesor Abu Yaqub Yusuf quien eligió, en 1172, Sevilla como
capital del nuevo imperio.
El retorno a la austeridad más extrema se trocó, aún más rápidamente que en
el caso de sus predecesores, en uno de los momentos artísticos de mayor brillantez,
particularmente en el terreno de la arquitectura. De forma que, el arte almohade (1130-
1269) va a continuar la estela almorávide consolidando y profundizando sus tipologías
y motivos ornamentales. Va a construir con los mismos materiales: ladrillo, yeso,
argamasa y madera. Y, va a mantener como soporte el pilar y los arcos empleados en
el período anterior.
Sus mezquitas, excepto la inacabada de Rabat, van a seguir el modelo de la
mezquita de Tremecén, con naves perpendiculares al muro de la qibla. En ellas, se
potencia un esquema en "T" mediante cúpulas que son de muqarnas en la mezquita
de Tinmal y en la Qutubiyya de Marrakech. Asimismo, la Qutubiyya, la de Hasan y la
de Sevilla cuentan con alminares muy semejantes entre sí. Se caracterizan por su
planta cuadrada y su alzado compuesto por dos torres, una de las cuales alberga a la
otra y entre las que discurre una escalera o una rampa en el caso de la Giralda de
Sevilla. La torre interior está formada por estancias abovedadas superpuestas que
tendrán repercusión posterior en las torres campanarios mudéjares, sobre todo de
Aragón.
Desarrolla los patios cruceros que ya habían hecho su aparición en Medina al-
Zahra aunque es, en estos momentos, cuando adquieren un gran protagonismo. Sus
mejores testimonios se hallan en el Alcázar de Sevilla donde se han conservado el
patio de la casa de Contratación y otro, actualmente subterráneo, conocido como el
Jardín Crucero o los Baños de doña María de Padilla. Estos posiblemente fueron
trazados por alarifes que realizaron el patio crucero del Castillejo de Monteagudo,
mandado construir por el gobernante beréber del reino independiente de Murcia. Este
esquema será retomado en los patios nazaríes y mudéjares. Igual repercusión tendrá
otra novedad que aparece en el Patio del Yeso del Alcázar sevillano. Consiste en la
colocación de unas pequeñas aberturas o ventanas cubiertas con celosías de estuco
sobre el vano de acceso a una estancia para permitir su iluminación y ventilación.
Experimenta un enriquecimiento tipológico y un perfeccionamiento de su
eficacia defensiva de gran trascendencia, incluso, para el ámbito cristiano. Aparecen
complejas puertas en recodo para que los atacantes al avanzar dejen uno de sus
flancos al descubierto; torres poligonales para desviar el ángulo de tiro; torres
albarranas separadas del recinto murado pero unido a él en la parte superior mediante
un arco superior y cuya proyección hace que aumente su eficacia defensiva respecto a
una torre normal; muros corachas que discurren perpendiculares al recinto murado al
objeto de proteger una toma de agua, una puerta y evitar el cerco completo; así como
barbacanas o antemuros. Entre las fortificaciones destacan las alcazabas de Cáceres,
Badajoz, donde se encuentra la torre albarrana de Espantaperros, y Sevilla; a esta
última pertenece la famosa torre albarrana poligonal conocida como la Torre del Oro.
En el terreno decorativo aplicaron un repertorio caracterizado por la sobriedad,
el orden y el racionalismo. Ello se tradujo en la aparición de motivos amplios que dejan
espacios libres en los que triunfan el entrelazo geométrico, las formas vegetales lisas y
el rasgo ornamental más novedoso, la sebqa. Esta composición que decora la Giralda,
consiste en una doble trama romboidal en dos planos compuesta por arcos
decorativos superpuestos a partir de la clave de los inferiores. Otra decoración
arquitectónica que aparece en este mismo alminar y en la Qutubiyya es la cerámica,
en la que se aplica la técnica del alicatado; es decir, piezas recortadas que,
combinadas entre sí, componen un motivo decorativo.
En otras ocasiones, estas manifestaciones aúnan el carácter ornamental como
el funcional. Es el caso de la madera con la que se realizaron techumbres de par y
nudillo con tirantes cuyo ejemplar más antiguo cubre la nave axial de la Qutubiyya de
Marrakech. Estas armaduras estaban llamadas a adquirir un gran protagonismo en el
arte mudéjar.
Las producciones artísticas de este período están peor representadas a causa
de su confusión con las de otros períodos artísticos. Así sucede con los tejidos que se
distinguen con dificultad de los mudéjares. Acusan una práctica ausencia de motivos
figurados así como un aumento de decoración geométrica y epigráfica a base de la
repetición insistente de palabras árabes como "bendición" y "felicidad". En la
metalistería destacan aguamaniles que representan figuras animales decoradas con
incisiones vegetales cinceladas como el león de Monzón de Campos que hasta fecha
reciente era considerado una pieza califal.
La laxitud moral y la degradación de costumbres de los almorávides dio lugar a
un nuevo movimiento rigorista, los almohades, al-muwahhidun "los unitarios". Estaba
encabezado por Ibn Tumart quien procedía de un medio tribal del Alto Atlas. Su
continuador, Abd Al-Mumin, se nombró califa, tomó Marrakech en 1147 y emprendió la
conquista del resto de imperio incluyendo Túnez. Al-Andalus fue incorporada
definitivamente por su sucesor Abu Yaqub Yusuf quien eligió, en 1172, Sevilla como
capital del nuevo imperio.
El retorno a la austeridad más extrema se trocó, aún más rápidamente que en
el caso de sus predecesores, en uno de los momentos artísticos de mayor brillantez,
particularmente en el terreno de la arquitectura. De forma que, el arte almohade (1130-
1269) va a continuar la estela almorávide consolidando y profundizando sus tipologías
y motivos ornamentales. Va a construir con los mismos materiales: ladrillo, yeso,
argamasa y madera. Y, va a mantener como soporte el pilar y los arcos empleados en
el período anterior.
Arquitectura religiosa
Sus mezquitas, excepto la inacabada de Rabat, van a seguir el modelo de la
mezquita de Tremecén, con naves perpendiculares al muro de la qibla. En ellas, se
potencia un esquema en "T" mediante cúpulas que son de muqarnas en la mezquita
de Tinmal y en la Qutubiyya de Marrakech. Asimismo, la Qutubiyya, la de Hasan y la
de Sevilla cuentan con alminares muy semejantes entre sí. Se caracterizan por su
planta cuadrada y su alzado compuesto por dos torres, una de las cuales alberga a la
otra y entre las que discurre una escalera o una rampa en el caso de la Giralda de
Sevilla. La torre interior está formada por estancias abovedadas superpuestas que
tendrán repercusión posterior en las torres campanarios mudéjares, sobre todo de
Aragón.
Arquitectura palatina
Desarrolla los patios cruceros que ya habían hecho su aparición en Medina al-
Zahra aunque es, en estos momentos, cuando adquieren un gran protagonismo. Sus
mejores testimonios se hallan en el Alcázar de Sevilla donde se han conservado el
patio de la casa de Contratación y otro, actualmente subterráneo, conocido como el
Jardín Crucero o los Baños de doña María de Padilla. Estos posiblemente fueron
trazados por alarifes que realizaron el patio crucero del Castillejo de Monteagudo,
mandado construir por el gobernante beréber del reino independiente de Murcia. Este
esquema será retomado en los patios nazaríes y mudéjares. Igual repercusión tendrá
otra novedad que aparece en el Patio del Yeso del Alcázar sevillano. Consiste en la
colocación de unas pequeñas aberturas o ventanas cubiertas con celosías de estuco
sobre el vano de acceso a una estancia para permitir su iluminación y ventilación.
Arquitectura militar
La Torre del Oro, torre fortaleza militar que custodiaba el tráfico fluvial de la
Sevilla almohade. Experimenta un enriquecimiento tipólogico y un perfeccionamiento
de su eficacia defensiva de gran trascendencia, incluso, para el ámbito cristiano.
Aparecen complejas puertas en recodo para que los atacantes al avanzar dejen uno
de sus flancos al descubierto; torres poligonales para desviar el ángulo de tiro; torres
albarranas separadas del recinto murado pero unido a él en la parte superior mediante
un arco superior y cuya proyección hace que aumente su eficacia defensiva respecto a
una torre normal; muros corachas que discurren perpendiculares al recinto murado al
objeto de proteger una toma de agua, una puerta y evitar el cerco completo; así como
barbacanas o antemuros. Entre las fortificaciones destacan las alcazabas de Cáceres,
Badajoz, donde se encuentra la torre albarrana de Espantaperros, y Sevilla; a esta
última pertenece la famosa torre albarrana poligonal conocida como la Torre del Oro.
Los almohades se encuentran, asimismo, entre los primeros en utilizar bóvedas
nervadas para cubrir estancias militares, ya que hasta entonces este tipo de cubrición
se había utilizado casi exclusivamente en edificios religiosos (como la mezquita de
Córdoba y la de Bab al-Mardum en Toledo). Las mejor conservadas en la arquitectura
militar están en el castillo de Villena y el de Biar.1
En el terreno decorativo aplicaron un repertorio caracterizado por la sobriedad,
el orden y el racionalismo. Ello se tradujo en la aparición de motivos amplios que dejan
espacios libres en los que triunfan el entrelazo geométrico, las formas vegetales lisas y
el rasgo ornamental más novedoso, la sebqa. Esta composición que decora la Giralda,
consiste en una doble trama romboidal en dos planos compuesta por arcos
decorativos superpuestos a partir de la clave de los inferiores. Otra decoración
arquitectónica que aparece en este mismo alminar y en la Qutubiyya es la cerámica,
en la que se aplica la técnica del alicatado; es decir, piezas recortadas que,
combinadas entre sí, componen un motivo decorativo.
En otras ocasiones, estas manifestaciones aúnan el carácter ornamental como
el funcional. Es el caso de la madera con la que se realizaron techumbres de par y
nudillo con tirantes cuyo ejemplar más antiguo cubre la nave axial de la Qutubiyya de
Marrakech. Estas armaduras estaban llamadas a adquirir un gran protagonismo en el
arte mudéjar.
Las producciones artísticas de este período están peor representadas a causa
de su confusión con las de otros períodos artísticos. Así sucede con los tejidos que se
distinguen con dificultad de los mudéjares. Acusan una práctica ausencia de motivos
figurados así como un aumento de decoración geométrica y epigráfica a base de la
repetición insistente de palabras árabes como "bendición" y "felicidad". En la
metalistería destacan aguamaniles que representan figuras animales decoradas con
incisiones vegetales cinceladas como el león de Monzón de Campos que hasta fecha
reciente era considerado una pieza califal.