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La casa de los espiritus y la historia

Author(s): Marcelo Coddou


Source: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana , 1991, Año 17, No. 33 (1991), pp.
271-279
Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACP

Stable URL: https://www.jstor.org/stable/4530542

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REVISTA DE CRITICA LITERARIA LATINOAMERICANA
Aio XVII, N° 33. Lima, ler. semestre de 1991: pp. 271-279.

LA CASA DE LOS ESPIRITUS Y LA HISTORIA

Marcelo Coddou
Drew University

En un riguroso trabajo reciente Edgar Paiewonsky-Conde, tras ci-


tar las declaraciones de Sergio Benvenuto "carecer de historia es nues-
tro modo continental subhumano, deshumanizado, de existir en ella",
concluye:

(...) el acto creador -el narrar- no obedece a un intento de fuga de la histo-


ria, (de sustituci6n o usurpaci6n de la historia por el mito, sino, al contra-
rio, a una conciencia de ella, o de falta de ella, o de la necesidad de ella1.

A la narrativa femenina del presente, entre otros alcances, le co-


rresponde cumplir con un papel decisivo en tal intento.Y por partida
doble: no s61o conribuyendo a la tarea de todo acto de escritura que se-
fiala el critico, sino confrontando los silencios que, en el recuento mas-
culino de los hechos hist6ricos -vale decir: en el recuento oficial, esto
es, desde la perspectiva dominante de la burguesia falocentrica-, se ha
reducido a la mujer latinoamericana2.
Si es cierto, como dice Adalbert Dessau, que toda nuestra literatura
esta enfrentada con una misi6n hist6rica inconclusa en America Lati-
na y que "contribuye a la formaci6n de la conciencia nacional e hist6-
rica de los pueblos latinoamericanos tan activamente como lo hacian
antafo las literaturas europeas"3, es la obra de las escritoras la que,
desde hace no mucho tiempo, esta re-construyendo la significaci6n que
la participaci6n de la mujer ha tenido en complejos y variados Ambitos
-econ6micos, politicos y culturales- de nuestra sociedad4.
Y esto porque no s61o ha sido la historiografia la que sistemdtica-
mente ha acallado la presencia de la mujer, sino tambi6n esa otra for-
ma de conciencia que es la literatura, tanto o mas victimizada por cri-
terios tradicionales, los propios de la sociedad patriarcal. Hasta hace
poco las mismas novelistas, cuando no reafirmaban el rol convencio-
nal de la mujer institucionalizado en la estructura familiar, formula-
ban su protesta -testimonio y denuncia-, desde su posici6n de margina-

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272 MARCELO CODDOU

lidad a que habian sido Ilevadas. Cuando mas, sostenfan que la re-
construcci6n del devenir hist6rico quedaba en manos de un azaroso po-
der sobrenatural o magico5.
Lo que aquf queremos sugerir es que con las novelas de Isabel
Allende sucede precisamente algo muy distinto. Lo primero que llama
la atenci6n -lo mas obvio, dinra-, es el contraste entre una recepci6n
masiva de sus obras, que agota una edici6n tras otra, en cifras sin pa-
rang6n en la historia de la literatura escrita por mujeres en Hispano-
am6rica, apoyada por una critica de peri6dico abrumadoramente posi-
tiva, y la actitud mas bien renuente de la critica especializada de los
acad6micos, que muestra severas reservas6. Salvo excepciones Peter
Earle, Alexander Coleman, Juan Manuel Marcos, Mario Rojas-, se le
sefialan a Isabel Allende una serie de limitaciones, cuando no se le pi-
de, francamente, que escriba la novela que al cnitico le gustanfa leer...
La mas frecuente de las observaciones es, claro, la de su indiscutible
cercania a Garcia Marquez. 0 sea, aqu6llo que justamente le ha signi-
ficado su mayor acogida. Cuando asi se procede, se comete el grave
error de no saber apreciar que Isabel Allende inserta su obra en el vas-
to caudal de la tradici6n inmediata de la novelistica hispanoamerica-
na, sin perder una singularidad muy suya. Cabnra exigir que se apre-
ciara, mas bien, c6mo ella se agencia de hallazgos formales e ideo-
tematicos que sabe aprovechar, en asimilaci6n muy personal, para su
propio proyecto. La otra observaci6n que se repite es la de que, no obs-
tante un decidido empefio por capturar el sentido de la historia de
nuestros pueblos, la coarta una especie de "designio de clase": algo asi
como una incapacidad constitutiva para entender los procesos colecti-
vos; el suyo seria un postular esencialista que desconsideraria la op-
ci6n de los cambios como algo viable.
Impedidos de atender por ahora a la primera de las observaciones
cn'ticas -la supuesta dependencia extrema de Isabel Allende de los lo-
gros de los maestros en quienes ha aprendido a encontrar su voz perso-
nal-, nos referiremos, en apretada sfntesis, al papel que juega la His-
toria -asi, con mayuscula- en su obra. Para facilitar la exposici6n de
mi propuesta partire de un importante trabajo reciente sobre el tema,
el de Gabriela Mora publicado en la revista Ideologies & Literature7.
Necesariamente repetire aqui conceptos ya desarollados en anteriores
ensayos mios, pero procurare reformularlos precisamente desde las
exigencias a que obliga el estudio de la profesora chilena.
Con el prop6sLto de demostrar las limitaciones de los alcances de la
novelistica de Isabel Allende, Gabriela Mora parte reconociendo aspec-
tos que luego desestima. Inicialmente sostiene algo que es evidente:
sus novelas presentan mundos ficticios entretejidos con acontecimien-
tos que no son dificiles de identificar en la historia del Chile actual,
LCE en el periodo pre-golpe, DAS en los afios de la dictadura. Reconoce
luego que las novelas "miran con simpatia los afios del gobierno de la
Unidad Popular y desea(n) revelar al puiblico el desastroso resultado de
los afios pinochetistas". Enumera a continuaci6n -sin afan de agotar

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LA CASA DE LOS ESPIRITUS Y LA HISTORIA 273

las referencias, que abundan- los muchos hechos que las novelas reco-
gen ficcionalizados: la subvenci6n norteamericana para mantener las
huelgas atentatorias al proyecto popular, la escalada de violencia gol-
pista, el funeral de Neruda, los allanamientos, desapariciones y ejecu-
ciones de personas sin que medie juicio alguno, la censura a todos los
medios de comunicaci6n, la imposici6n de la tortura como practica co-
tidiana. 0 sea -y es Gabriela Mora quien lo sostiene- como contribu-
ciones a una 'rearticulaci6n de la memoria hist6rica colectiva' -el con-
cepto es de Vidal8-, las novelas sin duda tienen exito y es justo dice-
reconocerles virtudes en esa direcci6n. Pero hay mas en ese reconoci-
miento (y no me parece que sea en detalles). Enumero a modo de mues-
tra, sin agregar nada de mi peculio, lo que la ensayista consigna: una
clara representaci6n de la profunda escisi6n que divide a las clases so-
ciales, a la vez que la inserci6n en ellas de la dicotomia sexual que, co-
mo generico igualador, disuelve las diferencias de cuna y dinero, has-
ta el punto de que 'los personajes femeninos no viven exclusivamente
para el amor, sino que llevan vidas ocupadas y creativas". Como
apreciaci6n de perspectiva "progresista" (por decir lo menos), no me
parece poco. Pero luego vienen los elementos que, en el pensar de la
ensayista, son "objetables", por quedarse "cortas" (sic) como 'proyectos
de orientaci6n cultural... para transformar la naturaleza y la sociedad
de acuerdo a sus necesidades e intereses' (nuevamente es cita de Vi-
dal). Es evidente que para este analisis Gabriela Mora parte del su-
puesto de que "la literatura ha sido y sigue siendo un formidable ins-
trumento para propulsar y fijar ideologias".
Sin entrar a disputar en profundidad tales postulados, me permito
por lo menos matizarlos. No puedo negar la validez de pensar la litera-
tura como arma ideol6gica, pero me parece limitativo reducirla a tales
terminos o, por lo menos, atentatorio a su especificidad. Especificidad
que, por supuesto, no entiendo de manera esencialista, sino hist6rica,
esto es, acorde a instancias de producci6n y consumo. Por ello mismo
es que tanto LCE como DAS me parece que de ninguin modo pretenden
postular visiones generales del destino del hombre -aunque formula-
ciones como esas pueden estar tanto en boca de personajes como de na-
rradores-. Mas bien lo que buscan es, a partir de muy precisas alusio-
nes al contexto, adentrarse en una comprensi6n de ciertas tensiones
no resueltas vigentes en su medio (al que el lector se ve irremediable-
mente remitido), para que las problematice. No hay afan de adoctri-
namiento alguno en ello, digamoslo desde ya. Por el contrario: un res-
peto tal por las opciones multivalentes de la realidad que dejan el mun-
do abierto. Abierto, pero direccionado. Veamoslo.
No quisiera complicar cosas que de por si ya son complejas extre-
mando su propia multiplicidad significativa con demasiadas vueltas a
lo esencial. Lo que propongo es partir de ciertos postulados basicos,
enunciados en su mas pristina formulaci6n y, desde alli, volcarlos ha-
cia ese objeto est6tico especifico -que son las novelas de Isabel Allende
para observar su operatividad.

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Z74 MARCELO CODDOU

Tomemos, por ejemplo, el concepto de mensaje y veamos c6mo el


funciona en ellas. Parece ser lugar comuin del modelo semi6tico de la
literatura que mensaje es aqu6llo que generindose de un sujeto -el
emisor- deviene en algo decisivo en la praxis posible de otro, Ilamado
receptor. El primero configura, de modo significativo, un material lin-
guisitico con la intencionalidad de que otro lo reciba, lo descodifique y,
comprendi6ndolo, pueda servirse de el como modelo de acci6n.
Si atendemos a lo que es comuin -ahora- liamar estetica de la recep-
cion -esa que quiere reconstituir el psiquismo lector -vale decir Jauss,
Iser, la estilistica afectiva de Fish y la estilistica estructural de Rifate-
rre9-, podriamos determinar el tipo de comunicaci6n y mensaje que
singularizan a la forma llamada narrativa.- Parto del supuesto de que
todos aceptamos que el comunicar literario no equivale a la noticia pe-
riodistica, el panfleto polltico o el anuncio comercial. En todas estas
formas se da una reciprocidad efectiva entre individuos singulariza-
dos, se obedece a una precisi6n cronol6gica estricta y su misma cir-
cunstancia referencialidad hace plausible un muy definido modo de
respuestas pragmaticas. En el ambito de lo literario, por el contrario
-cual acontece en el mito y en el pensar filos6fico-, se au'nan los rasgos
de lo difuso a los de su posible perdurabilidad. Hay, en el escrito litera-
rio, un sifrosine, definible como la capacidad de revivir la sensibilidad
basica del hombre a trav6s de los tiempos. No se espera, asi, una efec-
tividad inmediata y uinica en un momento dado. De alli que nunca un
texto literario circunscriba su significaci6n a la de un mero documen-
to, a la vividura hist6rica de un determinado instante, o al de moviliza-
dor persuasivo frente a la contingencia puntual, siempre definible en
su urgencia extremalO.
Recordando, por otra parte, la vieja y siempre uitil distinci6n ja-
ckobsoniana de las "funciones" de toda conducta verbal, hay que sub-
rayar que designacion no es identificable a comunicacion (siendo la
primera una funci6n principal de la segunda) Dicho en otros t6rmi-
nos: no olvidar que junto a Isabel Allende, autor, y el lector, se da el
"yo" del o de los narradores ficticios y el "tu" del supuesto destinatario.
LCE, DAS y EVA Luna son mensajes en los cuales la funci6n poktica
alcanza primaci'a -en el discurso del narrador-, otorgandose con ello
caracter ambiguo a la funci6n referencial que, claro, no queda abolida.
Insistir en el caracter de obras pokticas implica definirlas como men-
sajes verbales en que la funci6n est6tica es la que, por ser dominante,
garantiza la cohesi6n de su estructura. El mensaje, asi, queda subsu-
mido no al referente, ni al emisor o al receptor, sino al canal o c6digo
utilizado por la figura autorialll.
Reflexionando sobre aspectos decisivos de este problema, F6lix
Martinez ha puntualizado:

las obras literarias (...) deben de contener, sustantivamente, "mensajes"


sin circunstancia ni oportunidad precisas, comunicaciones dirigidas no a
provocar una determinada y pronta reacci6n, sino a nutrir la reflexi6n de
los seres humanos sobre la totalidad permanente de su situaci6nl2.

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LA CASA DE LOS ESPIRITUS Y LA HISTORIA 275

Es ese compartir de una experiencia -comunicaci6n en un sentido


propio- las novelas de Isabel Allende ponen su acento en el tema his-
torico, apuntando a circunstancias perfectamente definibles, como de-
mostrara Gabriela Mora. Las "historias ficticias" que ellas narran te-
mas del discurso novelesco-, no constituyen, claro esta, temas del men-
saje "real" de la escritora a sus lectores. Somos nosotros quienes, en el
proceso interpretativo, buscamos hacer visibles los temas que percibi-
mos indirectamente evocados en las obras. De allf que no exista unani-
midad en la conceptualizaci6n de sus temas ni menos en el enunciado
de su contenido de comunicaci6n.
Sin embargo, yo dirifa: primero, que las novelas de Isabel Allende
tienen una actualidad pragmatica cumplida en circulos muy amplios
de lectores suyos que, con ellas, alcanzan un importante grado decono-
cimiento de la realidad hist6rica latinoamericana, desde esa perspec-
tiva "progresista" de la que hablabamos; y, segundo, que su referencia-
lidad tematica no debiera ser indefinible, puesto que no se ofrece ni va-
ga ni totalmente inconceptualizable, no obstante las aseveraciones di-
ferenciadas que suscitan. En efecto, LCE, por ejemplo, puede ser des-
crita exactamente como con tanta propiedad lo hace Ren6 Jara. Si-
tuandola dentro de lo que el llama "la novela chilena del ciclo del
golpe", dice que

presenta una sfntesis del acontecer de los estratos dominantes de la socie-


dad chilena desde los anios de 1920 (y que) subraya la inhumanidad del
golpe desde una visi6n feminista de la historia que no vacila en decons-
truir los valores patriarcales de la burguesfai3.

Yo coincido en que LCE debe ser leida no tan s6lo como un relato
cargado de an6cdotas que, en una linea garciamarquezca indisputa-
ble, subyuga poderosamente a su lector, sino tambi6n como un logro
narrativo en el cual personajes y aconteceres adquieren caracter re-
presentativo de aspectos muy concretos de la sociedad chilena y donde
el lenguaje alza su significaci6n simb6lica para plantear un modo de
interpretaci6n de lo que medularmente constituye la historia de un pe-
riodo relativamente largo de esa sociedad.
Por eso, entonces, no basta con indicar los numerosos hechos que
fueron acontecimientos de la historia efectiva de Chile y que el relato
reconstruye, para asignarle a este el caracter de "hist6rico". Mucho
mas importante, nos parece, es que de tales hechos se nos ofrezca, co-
mo parte de la fabula, una visi6n comprensiva del acontecer social des-
de una perspectiva ciertamente circunscrita. Nota basica de tal visi6n,
su dimensi6n feminista, curiosamente negada por criticos que no han
logrado ver, sin embargo, mas alla de la superficie enunciativa del
texto, obliterandose cualquier otra consideraci6n que atienda a los ni-
veles connotativos y hasta denunciativos del discurso novelesco. Apro-
ximaciones como las que consideramos dejan de percibir postulados
esenciales de la novela, cuales son, p. ej., su critica a la irresponsabili-
dad social de una burguesia patriarcal que funda su acci6n en una

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ideologia reificadora de la naturaleza y del hombre, concebidos tan s6lo


en t6rminos de propiedad y de explotaci6nl4. De alli que sostengamos
que el acontecer de lo real que el relato ficcionaliza no tiene una repre-
sentaci6n neutra en el ambito ficticio, diriase que su enfoque no se da
desde una perspectiva "progresista" sino tambi6n, y fundamentalmen-
te, atenta a una re-evaluaci6n de la historia a partir del papel que en
ella le ha correspondido a la mujer. Estimo que LCE es de esa clase de
obras que -como dice el citado Felix Martinez-, "pueden reforzar y aun
dar origen a comunidades de acci6n hist6rica, casi como si fuesen
mensajes de actualidad y de tema inequivoco" (pag. 72). El efecto de
LCE obedece, en gran parte, al muy preciso caracter referencial que
sin duda posee. "La obra no nos dice su efecto transformador -reflexio-
na Felix Martinez-, sino que nos lo hace sufrir, encantatoriamente,
mientras, distraidos, tendemos a su mensaje inexistente" (pag. 75). Y
en LCE resulta notorio que 61 apunta a "totalidades de la experiencia"
mas alla, pero desde ahi, de circunstancias particulares. Dicho de otro
modo: nos permite releer algunos de los modos de vida vigentes en la
sociedad chilena y situarnos frente a ellos. Por aquf va, pienso, uno de
los grandes aportes de Isabel Allende que algunos quisieran circuns-
cribir a su valor testimoniall5.
Para nadie debiera caber dudas de que una de las innovaciones
importantes que LCE cumple en el desarrollo de la novela hispanoa-
mericana es, justamente, asignarle papel fundamental a la mujer.
Entendamonos: un papel que no es pasivo ni se reduce al de mero re-
ceptaculo de un mundo proyectado y controlado por el hombre. Es en
este sentido tan decisivo que las mujeres de la novela aparecen como
"heroes", rol que, segun ha insistido la propia autora, siempre le ha si-
do negado a la mujer o, por lo menos, no le ha sido reconocido comple-
tamente en la historia patrilineal de Latinoam6rica. En una entrevista
d ijo:

en Latinoam6rica en situaciones de extremo peligro generalmente quienes


asumen los riesgos son las mujeres. Ellas son capaces de total desprendi-
miento, de enorme coraje. Cuando Ilega el momento de hacer la revolu-
ci6n, allf estAn las mujeres, a la vanguardia. Pero luego, por supuesto, al
instante de repartir el poder, inevitablemente son desplazadas16.

Lo que LCE hace es, precisamente, trasladar a la mujer desde la


marginalidad, re-estableciendo su lugar en la historia, otorgAndole el
reconocimiento que le es debido por su participaci6n en los procesos de
cambios politicos y sociales, recogiendo, tal como el se diera, su he-
roismo17.
Insistamos en que LCE no proporciona ninguna visi6n trascenden-
talista -religiosa, pongamos por caso-, que desatienda la problematica
hist6rica contingente para ubicarla, digamos, en un contexto moral.
Asi, no se difumina la Historia, la cual infunde al relato ese eminente
caracter 6pico que lo caracteriza.

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LA CASA DE LOS ESPIRITUS Y LA HISTORIA 277

En relaci6n con ello otro aspecto importante de subrayar es que


todo lo que pertenece al ambito privado de cada personaje aparece ex-
plicado en el texto a partir de niveles hist6ricos concretos y no univer-
salizados. Cada acto de violencia, por ejemplo, a que son sometidos in-
dividuos y grupos no es propuesto como impulso inherente a la natura-
leza humana, sino como resultado de coordenadas socio-poiiticas. Esto
no significa desestimar, por supuesto, -ni por parte de la narradora ni
de nuestra lectura critica-, los aspectos caracterol6gicos constitutivos
de los personajes: esa violencia de Trueba es muy suya y responde a su
peculiar sicologfa, pero, segu[n decimos, Isabel Allende no abstrae lo
hist6rico concreto para desplazarlo a niveles que respondan a una su-
puesta naturaleza humana universal e inmutable. Hay un abismo en-
tre la observaci6n de la Historia cumplida por Juana Manuela Gorriti
a mediados del siglo pasado en Argentina (para citar un caso recien-
temente muy bien estudiado)l8, desde una obligada posici6n marginal,
que contempla la violencia de su circunstancia hist6rica como un fen6-
meno sin explicaci6n racional posible (oponiendo las fuerzas de una
feminidad concebida como fuente de vida, de pureza y del Bien), y la
novela de Isabel Allende.
Es por todo esto que sostenemos que Isabel Allende de modo alguno
plasma literariamente las mitificaciones faloc6ntricas de lo femenino,
segun parece sugerirlo Gabriela Mora, ni, por tanto, sacraliza ninguin
rol ahist6rico asignado a la mujer. Si sus novelas son -como lo ha de-
mostrado fehacientemente Mario Rojas-19, feminocentricas, lo son no
s6lo porque el 6nfasis protag6nico esta en sus personajes femeninos,
sino y sobre todo, porque de ellas logra darnos una imagen comprensi-
va sin situarlas de ninguin modo en la marginalidad no s6lo de la
trama, sino tampoco de la Historia.
Una ultima aclaraci6n: re-evaluando a la mujer -ente-sin-historia-
y desmontando el discurso hegem6nico, del que se re-apropia, Isabel
Allende no esta, necesariamente, adscribi6ndose al intento de crear un
discurso-otro que sea radicalmente femenino (del tipo propuesto, por
ejemplo, por Luce Irigaray2O), sino que, en una linea de pensamiento
que se enlaza mas bien con propuestas de Julia Kristeva2l, responde al
intento de reconocer tanto la marginalidad de la mujer como su pre-
sencia subversiva.
En conclusi6n: propongo que una recta lectura de LCE no debe
apreciar tan s6lo el cuimulo de acontecimientos que ella recoge, sino
que ha de ver en qu6 direcci6n nos abre hacia perspectivas de com-
prensi6n amplia y, en muchos casos profunda, del sentido de la histo-
ria reciente de Latinoamerica. Ni fuga ni usurpaci6n de la historia:
conciencia de ella.

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MARCELO CODDOU

NOTAS

1. Cfr. Edgar Paiewonsky-Conde: "LA parodia como pre-dicci6n hist6rica: Los fu-
nerales de la Mama Grande". En: Ideologies & Literature, vol. II, N° 2 (Fall
1987), pp. 125-143, cit. pp. 135-136. La cita de Sergio Benvenuto es de su trabajo "Es-
tetica como historia". En: Pedro Sim6n Martfnez (ed.), Sobre Garcfa Mirquez
(Montevideo: Biblioteca de Marcha, 1971).
2. En un hicido ensayo suyo titulado "Visi6n marginal de la historia en la narra-
tiva de Juana Manuela Gorriti" (en el mismo vol. de Ideologies & Literature cit.,
pp. 59-76), Lucfa Guerra-Cunningham remite a los siguientes ensayos que cons-
tituyen planteamientos te6ricos feministas con implicaciones metodol6gicas en
las investigaciones hist6ricas: Joan Kelly-Gadol, "The Social Relation of the
Sexes: Methodological Implications of Women's History". En Elizabeth y Enily
K. Abel (eds.), The Signs Reader: Women, Gender & Scholarship/(Chicago: The
University of Chicago Press, 1983), pp. 11-25 y Carol Smith-Rosenberg, "The
Feminist Reconstructi6n of History". En: Academe (sept./oct. 1983), pp. 26-37).
3. Vid. Adalbert Dessau: "Sfntesis hist6rica y expresi6n literaria en la literatura
del Nuevo Mundo". En: XVII Congreso del Instituto Internacional de Literatura
Iberoamericana (Madrid: Cultura Hispanica, 1978), t. III, pag. 1438.
4. Quien mejor ha estudiado el punto ha sido Gabriela Mora. Vid. su importante en-
sayo "Narradoras hispanoamericanas: vieja y nueva problematica en renova-
das elaboraciones". En el libro editado por ella y K. Van Hooft, Theory and Prac-
tice of Feminist Literary Criticism (Michigan: Bilingual Review Press, 1981),
pp. 156-174.
5. Veanse los ensayos citados de Lucia Guerra y Gabriela Mora.
6. A modo de muestra: las paginas que le dedica Fernando Alegrfa en su Nueva
historia de la novela hispanoamericana, la resenia de DAS de Fabianne Bradu en
Vuelta (agosto 1985), el artfculo de Mario Rodriguez "Garcfa Marquez/Isabel
Allende, relaci6n textual". En: Atenea (1984), los artfculos de Ignacio Valente en
El Mercurio, el de Gabriela Mora que consideramos largamente mas adelante,
la ponencia de Hernan Vidal presentada en el Congreso de Literaturas Roman-
ces de Cincinnati (1987), etc.
7. Vid. Gabriela Mora: "Las novelas de Isabel Allende y el papel de la mujer como
ciudadana". En: Ideologies & Literature, 2.1 (Spring 1987), pp. 53-62.
8. La cita viene del ensayo de Hernan Vidal Sentido y practica de la critica litera-
ria sociohist6rica. Panfleto para la proposici6n de una arqueologta acotada
(Minnesota: Institute for the Study of Ideologies and Literature, 1984).
9. Vid. Hans Robert Jauss: "Theses on the Transition from the Aesthetics of Liter-
ary Works to a Theory of Aesthetic Experience". En: Vald6s, M. J. y Miller, 0. J.
(eds.), Interpretation of Narrative (Toronto: University of Toronto Press, 1978),
pp. 137-147. Del mismo autor, Experiencia estetica y hermnneutica literaria. En-
sayos en el campo de la experiencia estdtica (Madrid: Taurus, 1986). De W. Iser,
El acto de leer (Madrid: Taurus, 1987).
10. Para reflexiones muy bien planteadas sobre los determinantes ideol6gicos en el
acto de lectura, vid. el ensayo de Nelson Osorio: "Dona Barbara y el fantasma de
Sarmiento". En: Casa de las Amdricas, n9. 157, (sep/oct 1985), pp.
11. V6anse los ensayos al respecto de Roman Jakobson contenidos en su libro: Ques-
tions de Poetique (Paris: Eds. du Seuil, 1973), passim, especialmente pp. 145-151.
12. Cfr. Felix Martfnez: "Mensajes y literatura". En: T. Todorov y otros, La crisis
de la literariedad (Madrid: Taurus, 1987), pp. 65-78, cit. p. 70-71.

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LA CASA DE LOS ESPIRITUS Y LA HISTORIA 279

13. Vid. Ren6 Jara: "Narrativa chilena post-golpe. En las huellas de la esperanza".
En: Araucaria de Chile (Madrid), num. 39 (1987), pp. 109-117, cit. pag. 110.
14. Jara: art. cit. pag. 114.
15. En diversas resefias he visto que se propone el calificativo de testimonial al dis-
curso narrativo de las novelas de Isabel Allende. En un sentido estricto esto es
inexacto, puesto que, como bien define Renato Prada Oropeza

el discurso-testimonio es un mensaje verbal (preferentemente escrito para su divulga-


ci6n masiva aunque su origen sea verbal), cuya intencion explfcita es la de brindar una
prueba, justificaci6n o comprobaci6n de la certeza o verdad de un hecho social previo,
interpretaci6n garantizada por el emisor del discurso al declararse actor o testigo
(mediato o inmediato) de los acontecimientos que narra.

Cfr. Renato Prada Oropeza: "De lo testimonial al testimonio. Notas para un des-
linde del discurso testimonio". En: Ren6 Jara y HernAn Vidal: Testimonio y Li-
teratura (Minnesota); Society for the Study of Contemporary Hispanic and Luso-
phone Revolutionary Literature, 1986), P. 11.
Es el aspecto de elaboraci6n literaria, de re-escritura ficcional de lo documental,
lo que diferencia el discurso narrativo de Isabel Allende del testimonio. Una
muy rigurosa meditaci6n te6rica sobre la naturaleza del discurso testimonial la
ofrece Eliana Rivero en su ensayo: "Acerca del g6nero 'Testimonio': textos, na-
rradores y 'artefactos'". En: Hispamerica, 46-47 (1987), pp. 41-56.
16. Cfr. Linda Levine y Joe Anne Engelbert. "The World is full of stories. An Inter-
view with Isabel Allende". En: Review 34 (1986), pp. 18-20. (Traducci6n libre de
MC ).
17. Para un desarrollo de estas ideas y su ejemplificaci6n con citas textuales, remito
a mi estudio "Dimensi6n del feminismo en Isabel Allende". En: Marcelo Coddou
(ed.), Los libros tienen sus propios esptritus (Xalapa: Universidad Veracruzana,
1986), pp. 29-53.
18. Vid. el ensayo cit. de Lucfa Guerra-Cunningham.
19. Cfr. Mario Rojas: "LCE, un caleidoscopio de espejos desordenados". En: el vol.
cit. en la nota 17, pp. 83-90.
20 . Vid. Luce Irigaray: Ce Sexe qui n'en estpas un (Parfs: Ed. Minuit, 1977).
21. Vid. Julia Kristeva: "Oscillation du 'pouvoir' au 'refus"'. En: Elaine Marks e
Isabelle du Courtivon (eds.), New French Feminism (Amberst: University of
Massachusetts Press, 1980).

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