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Belgrano, La Patria Al Norte (2020)

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 Belgrano, la Patria al Norte

Presentación 

Junta de Estudios Históricos


de Tucumán

Belgrano,
la Patria al Norte
Elena Perilli de Colombres Garmendia
Sara Peña de Bascary
— Coordinadoras —

2020
 Belgrano, la Patria al Norte

Belgrano, la Patria al Norte / Teresa Piossek Prebisch... [et al.] ; compilado por Elena
Perilli de Colombres Garmendia ; Sara Elisa Peña de Bascary. – 1a edición especial –
Tucumán : Junta de Estudios Históricos de Tucumán, 2020.
280 p. ; 22 x 16 cm.

Edición para Junta de Estudios Históricos de Tucumán


ISBN 978-987-25142-4-2

1. Historia Argentina. I. Piossek Prebisch, Teresa. II. Perilli de Colombres Garmendia,


Elena, comp. III. Peña de Bascary, Sara Elisa, comp.
CDD 982

Edición de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán


Con el auspicio de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán

Primera edición impresa: noviembre 2020

Dirección editorial:
Elena Perilli de Colombres Garmendia, Sara Peña de Bascary

Agradecimientos especiales:
– Lic. Sebastián Rosso, por facilitar las imágenes de la tapa y del cuadernillo color.
Algunas de ellas están publicadas en El Congreso de la Independencia. Antes, durante
y después, de Carlos Páez de la Torre (h) y Sebastián Rosso, La Gaceta, Tucumán,
2016
– Lic. Manuel Belgrano, por la imagen de Manuela Mónica Belgrano

Imagen de tapa: General Manuel Belgrano, escultura de Francisco Cafferata (1884)


ubicada en plaza Belgrano, San Miguel de Tucumán. Fotografía: Lic. Sebastian Rosso
Diseño y edición gráfica: Gustavo Sánchez
Impresión y encuadernación: Artes Gráficas Crivelli

ISBN 978-987-25142-4-2

Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Presentación 

A modo de presentación

En 2020 se cumplen 250 años del nacimiento de Manuel Belgrano


y el bicentenario de su muerte. La Junta de Estudios Históricos
de Tucumán le rinde homenaje con esta publicación, que pudo
concretarse gracias al apoyo de la Municipalidad de San Miguel
de Tucumán.
En este libro recorreremos gran parte de su obra y presencia en
el Norte, donde gracias a los triunfos de Tucumán y Salta llegamos
a concretar la Independencia Nacional.
Belgrano fue protagonista en la historia argentina y en la región
noroeste. Es para Tucumán una figura emblemática, ya que quiso
mucho a esta tierra, e hizo de ella su hogar, mientras desempeñaba
su cargo frente al Ejército del Norte en distintos momentos, entre
1812 y 1819.
Recién llegado de España con el título de abogado, ingresó al
Consulado y advirtió las posibilidades que ofrecía el vasto territorio
del Virreinato y su rica geografía, volcando novedosas ideas en sus
Memorias. Antes de la Revolución de Mayo, ya dio muestras de su
vocación independentista y, en 1810, no titubeó en dejar su cargo
en la Primera Junta para ponerse al frente del ejército. Impuso dis-
ciplina y se preocupó por la formación de sus oficiales y soldados,
sufriendo incomprensión y desdén en ocasiones. Distinguió a los
capellanes y médicos que acompañaban a las tropas.
Su figura ha trascendido como el creador de la Bandera Nacio-
nal, pero su acción fue mucho mayor. Protagonizó el Éxodo Jujeño,
cuando ordenó a la población abandonarlo todo antes que llegaran
los realistas y luego, desobedeciendo al Triunvirato, libró la Batalla
 Belgrano, la Patria al Norte

de la Ciudadela en Tucumán, poniendo freno a Pío Tristán en su


avance. La gloriosa Batalla marca un hito en la marcha revolucio-
naria, triunfo ratificado con el de Salta, donde se rindió un ejército
completo. Fueron las dos únicas batallas en suelo argentino.
Al reunirse el Congreso de Tucumán en 1816, Belgrano apoyó la
Declaración de la Independencia y propuso una forma de gobierno
monárquica, que fue superada por la republicana. Resulta novedoso
conocer lo que opinaban del General, sus contemporáneos, como
fray Cayetano Rodríguez y el doctor José Agustín Molina.
Sus afectos también lo vincularon a Tucumán, pues aquí nació
su hija Manuela Mónica, de su relación con Dolores Helguero.
Desempeñó con valentía y honor las misiones que debía cumplir
y no siempre fue comprendido. Afrontó momentos difíciles, de
incertidumbre y decepción en su marcha. Totalmente inédito fue
su proyecto urbano sobre la ciudad de Tucumán. Hoy lo recuerdan
varios “sitios históricos” que se vinculan a su acción.
La Junta de Estudios Históricos de Tucumán estima como un
deber honrar a quien sacrificó sus bienes y su vida, en el campo de
las ideas y en el de las batallas, y la mejor forma de rendirle home-
naje es con este libro. Quisimos dar a conocer ese hombre, en su
paso por el norte argentino, que dio sobradas pruebas de honradez
y patriotismo y la realidad de una ciudad donde la presencia del
ejército causó enorme impacto. Nuestro agradecimiento a los cola-
boradores, miembros de la Junta y a los tres invitados especiales,
que lo hicieron posible.

Elena Perilli de Colombres Garmendia


Sara Peña de Bascary
— Coordinadoras
San Miguel de Tucumán, primavera de 2020
T. Piossek Prebisch: Manuel Belgrano, servidor de su Patria 

Manuel Belgrano,
servidor de su Patria

Teresa Piossek Prebisch 1

S
i me preguntan cuál es el signo predominante de la perso-
nalidad de Manuel Belgrano, respondo que su patriotismo
profundo, manifestado en los distintos servicios que brindó
a su patria. Solemos asociarlo a las luchas por la independencia,
pero hay en él otro aspecto: el del intelectual de acción —no de
gabinete— con visión de estadista, imbuido de las nuevas ideas
políticas, sociales y económicas que surgieron en Occidente a partir
del siglo XVIII.
Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació el 3 de
junio de 1770, en Buenos Aires, en el seno de una familia acau-
dalada. En esa ciudad, capital del Virreinato del Río de la Plata
desde 1776, estudió las primeras letras, gramática latina, filosofía y
teología2 en el Colegio Real de San Carlos. A los 16 años su padre
lo envió a continuar los estudios en España; es decir que era un
adolescente cuando dejó el suelo natal rumbo a Europa, centro de
la cultura occidental.

1
Licenciada. Historiadora. Presidente de la Junta de Estudios Históricos de
Tucumán. Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia.
2
Manuel Belgrano, “Autobiografía”, en Biblioteca de Mayo, tomo II, p.
955.
 Belgrano, la Patria al Norte

Manuel Belgrano. Dibujo de Rugendas, 1845.

Le tocaba una época de profundos cambios que los historiadores


Floria y García Belsunce describen así: Una doble corriente convergía
hacia las soluciones revolucionarias desde ambos lados del Atlántico. Des-
de 1770 las influencias de los revolucionarios norteamericanos3 y de los

3
El 4 de julio de 1776 los Estados Unidos de Norteamérica declararon su
independencia y, en 1787, se dieron una Constitución.
T. Piossek Prebisch: Manuel Belgrano, servidor de su Patria 

escritores franceses se combinaban para crear una atmósfera de resistencia,


de rebelión, de sacudimientos políticos, económicos y sociales4 que iban a
influir poderosamente en el joven Belgrano.
Era excepcionalmente bien dotado y quienes lo conocieron des-
tacaban su prestancia física acompañada de una inteligencia sobre-
saliente y de sensibilidad a lo humano. Estudió inglés y francés,
y siguió la carrera de leyes en Salamanca, Madrid y Valladolid en
cuya Chancillería —Tribunal Superior de Justicia— se recibió de
abogado en 1793. En el ínterin, en 1787, había tenido lugar un
suceso que sacudió las estructuras tradicionales: la Revolución fran-
cesa que en 1789 produjo la Declaración de los Derechos del Hombre.
El hecho caló hondo en el espíritu del joven.
Fue un estudiante brillante que, gracias a una dispensa del Papa
Pío VI, pudo leer obras de pensadores no autorizados lo que le per-
mitió adquirir conocimientos amplios de la literatura europea de la ilus-
tración —de España, Francia, Italia— como así también del pensamiento
anglosajón, como lo señala el historiador Dardo Pérez Guilhou.5 En
su Autobiografía expresó cómo lo impresionaron lecturas, sucesos
políticos y, sobre todo, las ideas de libertad, igualdad, seguridad,
propiedad como derechos que Dios y la naturaleza le habían con-
cedido al hombre.6
La economía política captó su preferencia como ciencia llamada
a contribuir al bien general y en 1790, con sólo 20 años, fue elegido
presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense
y Economía Política de la Universidad de Salamanca, y en Madrid

4
Carlos A. Floria y César A. García Belsunce, Historia de los argentinos,
tomo I, p. 219.
5
Dardo Pérez Guilhou, “Revolución y conciencia nacional”. En Actores y
Testigos de la Revolución de Mayo, p. 57. Entre esos pensadores se contaban José
Moñino conde de Floridablanca; Pedro Pablo Abarca y Bollea, conde de Aranda;
Gaspar Melchor de Jovellanos y Pedro Rodríguez de Campomanes promotor
de la libertad de comercio e industria y de la educación pública. Montesquieu,
Rousseau y Filangieri; Quesnay, Turgot, Dupont, Le Mercier, La Riviere, De
Lolme, Locke, Adam Smith, Blakstone y Bolingbroke, Batel, Puffendorf, Von
Hornick, Tom Payne anticolonialista y propagandista de la independencia nor-
teamericana.
6
Manuel Belgrano, cit., p. 956.
10 Belgrano, la Patria al Norte

se le abrieron las puertas de la Academia Santa Bárbara dedicada a


esas mismas disciplinas. Su carta de presentación fue su traducción
del francés de la obra Máximas generales del gobierno económico de un
reino agricultor de François Quesnay.
En todo momento tenía presente la tierra natal que, analizada
desde la distancia, se le presentaba como imperiosamente necesi-
tada de un cambio motorizado por las nuevas ideas, conducente al
bienestar general y un día creyó que le llegaba la oportunidad de
concretarlo.
Fue en enero de 1794 cuando la Corona creó el Consulado de
Buenos Aires con jurisdicción sobre todo el Virreinato. Lo integra-
ban un Secretario y una Junta de Gobierno, y su función era admi-
nistrar la justicia mercantil y fomentar la agricultura, la industria y
el comercio. Belgrano fue designado secretario perpetuo y con ese
cargo regresó al país. Tenía 23 años y fe en el poder transformador
de las nuevas ideas de cuya introducción en nuestra patria fue uno
de los heraldos en el Río de la Plata,7 como señala Bartolomé Mitre.
Idealista y colmado de ímpetu juvenil, creyó disponer de un pro-
picio campo de acción, pero al enfrentarse al manejo de la España
respecto a sus colonias,8 orientado a sacar lo más que pudiese9 de ellas,
sufrió su primera desilusión lo que le despertó el deseo de lograr la
independencia de su patria. Sucedió cuando conoció los hombres
designados por la Corona para componer la Junta, la mayoría co-
merciantes españoles empeñados en mantener el comercio mono-
polista por lo que se oponían a todo cambio basado en las nuevas
ideas. Su reacción fue escribir para echar, al menos, las semillas que
algún día fuesen capaces de dar frutos.10
Lo hizo en sus quince Memorias anuales exponente de lo avan-
zado de sus proyectos para el desenvolvimiento del Virreinato:
Libertad de comercio; fomento de la agricultura; introducción de
nuevas industrias; construcción de nuevos caminos y mejoramiento

7
Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina,
tomo I, p. 74.
8
Manuel Belgrano: cit., p. 956.
9
Ibídem. p. 957.
10
Ibídem, p. 957.
T. Piossek Prebisch: Manuel Belgrano, servidor de su Patria 11

de los existentes; desarrollo de la navegación; creación de escue-


las especializadas —de Comercio, de Diseño y Matemáticas, y de
Náutica— que impartieran los conocimientos imprescindibles para
concretar lo proyectado; escuelas para hombres, mujeres y niños
de ambos sexos, pues consideraba que el estado de la educación
en el país era deplorable.11 En otra manifestación de su convicción
del poder de las ideas y la importancia de difundirlas, auspició la
publicación del periódico Telégrafo Mercantil 12 y del Semanario de
Agricultura, Industria y Comercio.
Un día irrumpió en su vida lo militar cuando, en 1797, el vi-
rrey Melo lo designó capitán de las milicias urbanas. Belgrano,
carente de conocimientos militares, lo asumió como un servicio a
la patria sin imaginar que la designación marcaba el comienzo de
una carrera impuesta por el destino, que culminaría en el grado
de general.
En junio de 1806 los ingleses tomaron la indefensa Buenos
Aires. Belgrano, avergonzado de la derrota y de su ignorancia en
temas militares, huyó a la Banda Oriental para no jurar fidelidad
al soberano británico. Ocurrida la reconquista regresó y el virrey
Liniers lo nombró sargento mayor del Regimiento de Patricios.
Entonces tomó un maestro que le impartiera conocimientos de la
carrera militar y, al producirse la segunda invasión, participó como
ayudante de campo.
A partir de 1808 comenzó una nueva época para el Virreinato
y Belgrano se involucró en todos sus episodios, siempre como di-
fusor de las nuevas ideas y promotor del progreso social mediante
su aplicación a la vida real. Lo hizo como miembro de la Sociedad
Patriótica en la que se discutía sobre el futuro de la patria y como
publicista del Correo de Comercio.
A comienzos de 1810 renunció al Consulado y el 25 de Mayo
tuvo lugar la Revolución, un movimiento de índole municipal, sur-
gido en el Cabildo porteño que depuso al virrey Cisneros y formó

11
Ibídem, p. 967.
12
El nombre completo era Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e
Historiográfico del Río de la Plata.
12 Belgrano, la Patria al Norte

una Junta Provisional Gubernativa —o Primera Junta— de la cual


lo nombraron vocal. Era un primer paso hacia la independencia
por él anhelada, pero no sucedía del modo que lo hubiese querido
como lo expresó en estas palabras que dan que pensar: no siguió la
cosa por el rumbo que [yo] me había propuesto.13
El día 27 la Junta cursó circulares a los Cabildos de las ciuda-
des del Virreinato pidiéndoles la reconocieran como autoridad y
designaran diputados para formar un nuevo gobierno. Algunas la
reconocieron, pero otras —Córdoba, la Banda Oriental, Paraguay
y las del Alto Perú, excepto Tarija— se negaron a aceptar la supre-
macía porteña; sin embargo la Junta estaba decidida a imponerse a
cualquier costo, incluso recurriendo a la fuerza. Este fue el origen
de las llamadas expediciones auxiliares despachadas a las ciudades
que ofrecían resistencia cuyo propósito era llevar los mandatos del
pueblo —el de Buenos Aires— en la punta de sus bayonetas, como
escribe Mitre.14 ¿Era a este uso de la fuerza a lo que Belgrano se
refería al decir no siguió la cosa por el rumbo que [yo] me había
propuesto? Dado su modo de pensar es muy posible que sí. En este
crítico momento para el ex Virreinato, la Junta lo designó goberna-
dor y jefe supremo de la Banda Oriental y general de la expedición
auxiliar destinada a sofocar su resistencia. Pocos días después le
extendió el mandato a Corrientes y le ordenó dirigirse al Paraguay
de donde se tenía información que si bien el gobierno paraguayo no
reconocía a la Junta, el pueblo sí, por lo que necesitaba del auxilio
de las tropas porteñas para imponerse. Movido por su vocación de
servicio Belgrano partió en septiembre de 1810, pero la informa-

13
Cit.
14
El ejecutor fue Juan José Castelli —la mente más jacobina de la Revolución,
según Floria y García Belsunce— siguiendo instrucciones de Mariano Moreno.
Ver Bustos Argañarás, Prudencio: Ibídem, cap. V, p. 181, título Un inicuo plan
terrorista. En Córdoba, la resistencia a la supremacía de Buenos Aires fue sofoca-
da con la ejecución de cinco personas: Santiago de Liniers; Juan Gutiérrez de
la Concha brigadier de la real Armada; Victorino Rodríguez teniente letrado;
Santiago Alejo de Allende, coronel y jefe de las milicias urbanas; Joaquín More-
no ministro de la Real Hacienda. En el Alto Perú con la de tres: el gobernador
Francisco de Paula Sanz, el presidente de la Real Audiencia de Charcas Vicente
Nieto y el general José de Córdoba.
T. Piossek Prebisch: Manuel Belgrano, servidor de su Patria 13

ción que llevaba era errónea: en Paraguay encontró una resistencia


acérrima que lo condujo a la derrota y, sólo gracias a su habilidad
diplomática, logró alcanzar un armisticio decoroso.15
Desde otro punto de vista, para Belgrano la expedición fue una
experiencia que ninguna universidad ni lectura le había dado: Por
primera vez, en sus cuarenta años de vida, salía del ámbito porte-
ño, rioplatense y europeo para comprobar que conocía más Sevilla,
Valladolid y Madrid que las provincias integrantes de su patria.
Al enfrentarse a esta realidad se conmovió hondamente como lo
expresa en su Autobiografía: ¡En qué profunda ignorancia vivía
yo del estado cruel de las provincias interiores! ¡Qué velo cubría
mis ojos!16
Le impresionaron los campos que parecía no hubiese pisado la
planta del hombre.17 La dispersión y pobreza de los escasos habitan-
tes carentes de la guía de un sacerdote, del amparo de la ley y, sobre
todo, de la educación que les permitiera superar su circunstancia.
¿Cómo remediar tal situación social? Poniendo en práctica las ideas
que sostenía desde sus tiempos de Consulado.
Su primera medida fue de orden administrativo: fundar dos pue-
blos —Curuzú Cuatiá y Mandisoví— para concentrar la población
diseminada en la campaña alrededor de la escuela, el Cabildo y la
iglesia como instituciones centrales de la sociedad. En todo pensó
Belgrano, desde el diseño de la planta urbana hasta el reparto de la
tierra para viviendas y labrantíos más la creación de escuelas.
Otro problema social encontró en su marcha al norte, al llegar a
los 30 pueblos aborígenes que habían integrado las Misiones Jesuí-
ticas. Cuando en 1750 la Corona firmó el Tratado de Permuta con
Portugal y en 1767 expulsó a los jesuitas, los puso bajo un gobierno
militar y político dependiente del Virreinato rioplatense. El resul-
tado fue su decadencia y explotación laboral.
Belgrano, en medio de los sinsabores de la campaña, instalado
en el campamento de Tacuarí, en diciembre de 1810 redactó dos

15
Un año después Paraguay se independizó. Fue el primer desmembramien-
to que sufrió el territorio del ex Virreinato del Río de la Plata.
16
Manuel Belgrano, cit., p. 968.
17
Ibídem, Expedición al Paraguay, p. 975.
14 Belgrano, la Patria al Norte

significativos documentos. El primero, una Proclama en la que ex-


presaba a los pobladores que la intención de la Junta era restituirles
los derechos de libertad, propiedad y seguridad de los que habían
sido privados.
El otro, el Reglamento para el régimen político y administrativo
y reforma de los pueblos de Misiones. En cierta medida era utópico
considerando el contexto social al que iba dirigido compuesto por
españoles, criollos y aborígenes cuya convivencia había que armo-
nizar dentro los principios republicanos y el respeto a los Derechos
del Hombre; sin embargo la investigadora María Gabriela Ábalos
considera que ubica a Belgrano entre los pioneros en elaborar en-
sayos constitucionales escritos. Señala que éste es el primero que
surge de la Revolución de Mayo, anterior al Decreto de la Junta
Grande del 10 de febrero de 1811 creando las Juntas Provinciales
y al reglamento orgánico del Deán Funes del 22 de octubre de
ese mismo año. Agrega que es un verdadero proyecto constitu-
cional que contiene sus elementos fundamentales: declaraciones,
derechos y garantías, organización del gobierno… El articulado
coincide con las disposiciones que posteriormente aparecerán en
la… Asamblea… del año XIII, en el Congreso de… 1816 y en la
Constitución Nacional de 1853 con sus reformas posteriores.18
Podemos afirmar que en este sacrificado episodio que fue la
expedición al Paraguay, Belgrano pudo, por vez primera, poner
efectivamente en práctica sus novedosas ideas políticas y econó-
micas. Que en ese momento surgió el estadista en acción,como lo
califica Fernando l. Sabsay,19 en busca del bien común, que exponía
su concepto de cómo debía realizarse el cambio en una sociedad:
no mediante la fuerza, sino por la aplicación pacífica de las ideas
conducentes a mejorar la condición humana. No vivió para ver la
concreción de sus ideas, pero es evidente que en la construcción
de Argentina echaron raíz las semillas que él sembró, confiado en
que algún día fuesen capaces de dar frutos.

18
María Gabriela Ábalos, “Belgrano y el programa de gobierno para los
pueblos de las misiones”. En: Actores y testigos de la Revolución de Mayo, p. 79.
19
Fernando L. Sabsay, Hombres de la Revolución, Buenos Aires, 2006, p.
253.
T. Piossek Prebisch: Manuel Belgrano, servidor de su Patria 15

Mucho más podemos decir sobre este tema que nos muestra un
aspecto medular de la personalidad de este hombre extraordinario
que sirvió a su patria en todo lo que ella le pidió, como funcionario,
publicista, economista, político, militar. Quizá el servicio más difícil
fue el hacerse cargo del Ejército Auxiliar del Perú o Ejército del
Norte que venía desmoralizado y en humillante retirada después de
la derrota de Huaqui, para reconstituirlo y alcanzar con él y con el
pueblo tucumano la trascendental victoria del 24 de Septiembre de
1812 cuyo bicentenario celebramos, decisiva para la independencia
argentina que él anhelaba y también para la sudamericana.

Bibliografía

Bazán, Armando Raúl y Poderti, Alicia Estela: Revisión de Mayo. Universidad


Nacional de Cuyo. Facultad de Filosofía y Letras. Mendoza, 2009.
Bustos Argañarás, Prudencio: Luces y sombras de Mayo. Ediciones del Boule-
vard. Córdoba, 2011.
Floria, Carlos Alberto y García Belsunce, César A.: Historia de los argentinos.
Ediciones Larousse. Buenos Aires, 1992.
Luna, Félix: Manuel Belgrano. Colección Grandes Protagonistas de la Historia Ar-
gentina dirigida por Félix Luna. Planeta, edición especial para S.A. La
Nación. Buenos Aires, 2004.
Mitre, Bartolomé: Historia de Belgrano y de la independencia argentina. Félix
Lajouane editor. Buenos Aires 1887.
Pérez Guilhou, Dardo y otros: Actores y Testigos de la Revolución de Mayo. Insti-
tuto Argentino de Estudios Constitucionales y Políticos. Mendoza, 2010.
Sabsay, Fernando L.: Hombres de la Revolución. Segundo Centenario. Librería
Editorial Histórica Emilio J. Perrot. Buenos Aires, 2006.
16 Belgrano, la Patria al Norte

Manuela Mónica
del Corazón de Jesús Belgrano.
Una vida marcada por la orfandad

Sara Graciela Amenta 1

Introducción

E
mprender este tema sobre la hija del General Manuel Bel-
grano no fue tan fácil, ya que son pocos los autores que lo
abordaron. La idea surgió cuando encontré algunos artícu-
los de Fr. Jacinto Carrasco —fraile dominico— en cuya biografía
vengo trabajando hace un tiempo. Los trabajos mencionados son
“Una Vida Ignorada: Manuela Belgrano” y “Los afectos del general
Belgrano”; trabajos que fueron publicados en la Revista Ensayos y
Rumbos y en la Revista Ideas, entre los años 1924 y 1940. Además
de Carrasco podemos mencionar otros autores que trabajaron el
tema: Murga, Carranza Casares,2 García Enciso, Yanicelli y Páez
de la Torre.

1
Doctora. Directora Instituto de Investigaciones Históricas Prof. Manuel
García Soriano UNSTA.
2
Según Murga un escrito da cuenta que el doctor. Rafael Alberto Palome-
que, de Buenos Aires, escribió “La familia y sus amistades. Un espíritu singular”,
quien antes de fallecer le donó los apuntes inéditos a Arturo Carranza Casares,
historiador que hace un tiempo está dedicado a investigar la vida de Manuelita,
a la que llama la Infanta Tucumana.
S. Amenta: Manuela Mónica Belgrano. Una vida marcada por la orfandad 17

Manuela Mónica Belgrano.

En el título de este trabajo hablo sobre la vida de Manuela Mó-


nica como “una vida marcada por la orfandad”, pienso que es la
mejor palabra para definirla, pues siendo muy pequeña falleció su
padre al que prácticamente no conoció, y a los cinco años se separó
de su madre, a la que nunca volvió a ver, y fue criada por su familia
paterna.
Para reconstruir la vida de la hija del General Belgrano, o al
menos los hechos más destacados, fueron fundamentales el episto-
lario y algunos documentos que conserva la familia Belgrano. Así
también la propia experiencia de Carrasco, quién menciona en su
18 Belgrano, la Patria al Norte

primer trabajo sobre el tema, que conoció a los últimos descendien-


tes de la familia materna de Manuela, con quienes ella mantuvo
correspondencia hasta sus últimos días.
Y antes de concluir esta introducción, me gustaría destacar unas
palabras de Carrasco, en donde explica que lo motivó a escribir
sobre Manuela.

Conocida la parte pública y brillante (que no es siempre la más sincera)


de nuestros grandes hombres, tiempo es ya de que empecemos a estudiarlos
en detalle, en su vida íntima, por ejemplo, en sus costumbres individuales,
despojadas un tanto del oficial aparato con que viéronse a veces obligados a
rodearlas. Pero ese estudio no debe ser para revelar las pequeñeces de su gran-
deza, sino la grandeza moral que hay o pudo haber en sus pequeñeces.3

Belgrano en Tucumán

Cuando Belgrano regresa a Tucumán en junio de 1816, la ciudad


había cambiado un poco su fisonomía, contaba con unos 5000 ha-
bitantes aproximadamente y según narra Lizondo Borda:

Parecía ya entonces verdadera ciudad: por las torres de sus cuatro iglesias
(La Matriz, San Francisco, La Merced y Santo Domingo); por el edificio
del Cabildo, de dos pisos (aunque todavía sin torre); y por las enlucidas
fachadas de sus casas coloniales que circulaban la plaza y se corrían por las
bocacalles hasta una o dos cuadras. Pero más allá, en el contorno, sólo era
una aldea de calles terrosas, casi sin veredas, orilladas de viviendas intermi-
tentes y pobres, donde el techo de teja se codeaba con el techo de paja... Y
todas ellas solo ocuparían unas 12 manzanas en torno de la plaza; pues, más
lejos, sólo eran trazados de calles con casitas y ranchos aislados, y quintas
con sembrados y arboledas frutales… antes del mediodía, por el centro ya el
pueblo hormigueaba. Carretillas y carretas tiradas por bueyes recorrían las
calles levantando polvareda, o estaban paradas: vendiendo unas, carne, leña,
pasto; y las otras, frutos de la campaña, cuando no descargando, frente a las
pulperías y tiendas, mercaderías traídas del sur... Al caer la oración empiezan
a prenderse las lucecitas del pueblo; y en el centro... [en el contorno de la
plaza] varios peones con escalerillas y mechas llameantes, iban por las calles y

3
Jacinto Carrasco OP, “Una Vida Ignorada: Manuela Belgrano”; en Ensayos
y Rumbos. Año XXIII, Buenos Aires, febrero, marzo, abril, Nº 1, 2, 3, 1924, p.
S. Amenta: Manuela Mónica Belgrano. Una vida marcada por la orfandad 19

las esquinas del centro encendiendo las velas de los pocos faroles de cristal y
armaduras de hierro que había entonces... a las diez de la noche, la campana
del Cabildo daba la señal de la ‘queda’, y ya nadie circulaba.4

A su llegada encuentra una ciudad alterada, ya que estaba re-


unido el Congreso que al poco tiempo declararía la Independen-
cia. Belgrano regresaba a reorganizar el ejército, ocupándose de su
instrucción y disciplina, y de incorporar nuevos reclutas. Además,
pudo reencontrarse con sus amigos, entre ellos el teniente coronel
Gerónimo Helguera —a quien mencionaremos más adelante—, que
había servido a sus órdenes en la Guerra del Paraguay y acompañó
en las batallas de Tucumán y Salta como ayudante.
Al instalarse Belgrano en la ciudad, luego de algunos trámites
que realiza, consigue que el Cabildo le done un terreno —Oficio del
16 de noviembre de 1816— donde construyó una modesta vivienda,
a dos cuadras de La Ciudadela, en el extremo sudeste de la actual
Plaza Belgrano”.5

Belgrano conoce a Dolores Helguero

Como era costumbre por esos tiempos, en las casas de las fami-
lias más importantes de la ciudad se organizaban tertulias, donde
asistían vecinos destacados y eran invitados algunos oficiales de
las compañías que estaban apostados en la ciudad. Fue así como
Belgrano comenzó a frecuentar la casa de los Helguero. Ventura
Murga, los define como una “prestigiosa familia tucumana que
provenía del sargento mayor Juan Francisco Deheza y Helguero,
radicado allí en la primera mitad del s. XVIII”. Don Victoriano

4
Manuel Lizondo Borda, Breve Historia de Tucumán del siglo XVI al siglo
XX. Reproducción facsímil de la edición de 1965. Fundación Miguel Lillo. Cen-
tro Cultural Alberto Rougés, Colección del Bicentenario Nº 4, Tucumán, 2016, pp.
88-114.
5
Julio P. Ávila, La ciudad arribeña. Tucumán, 1810-1816. Reconstrucción his-
tórica, Tucumán 1912, pp. 415-417; este tema además fue estudiado por Félix
Montilla Zavalía en su trabajo “Sitios belgranianos en Tucumán”, publicado
en este mismo libro.
20 Belgrano, la Patria al Norte

Helguero y doña Manuela Josefa Liendo, eran padres de seis hijos.


La segunda era María de los Dolores, que en ese momento tenía 18
años. Ventura además sitúa la casa de la familia Helguero en el solar
ubicado en las esquinas noroeste de las actuales calles San Martin
y Maipú, y aclara que en 1970 cuando el escribe este trabajo ese
solar estaba ocupado por la sucursal del Banco de la Nación.6 Cabe
destacar que, en 1981 cuando este pasó a su actual edificio —la
misma esquina al sudeste—, funcionó allí por un tiempo Rentas
de la Provincia.
En esas asiduas visitas nace el romance entre Belgrano y Dolo-
res. Carlos Páez de la Torre (h) dice:

Dadas la pequeñez de la aldea y la notoriedad del general, es más que pro-


bable que el romance fuese conocido por todos a poco de empezar, y mirado
con complacencia. Belgrano era solterón y parecía grato que una tucumana
lo hiciera cambiar de estado. Pero los comentarios se convirtieron en escan-
dalizada murmuración en los últimos meses de 1818, cuando fue visible que
María de los Dolores estaba embarazada y no se hablaba de boda.7

Según versiones de Carrasco y luego tomadas por Murga, Bel-


grano había dado formalmente su palabra de casamiento a Dolores.
Pero “los trajines de la guerra y la fatalidad se lo impidieron”.8
Belgrano para ese entonces había recibido órdenes de marchar
con su ejército a Santa Fe para apoyar al gobierno central que esta-
ba enfrentado con el caudillo Estanislao López. Ante esta situación
el padre de Dolores —don Victoriano—, la obligó a casarse con un
pariente, Manuel Rivas, con quien tuvo además otros hijos y se
radicaron en Londres, Catamarca. Años más tarde Rivas abandonó
a su familia, se marchó a Bolivia y no se supo más de él.9

6
Ventura Murga, “Los Afectos de Belgrano”; en Revista de la Junta de
Estudios Históricos de Tucumán, nº 3, Tucumán; 1970, p. 69.
7
Carlos Páez de la Torre (h), “La hija tucumana de Belgrano”; De Me-
moria, en La Gaceta, domingo 20 de julio de 2014, Tucumán, p. 7.
8
Jacinto Carrasco OP, “Los afectos del general Belgrano”; en Revista Ideas.
Revista Quincenal de Educación. Año III, Tucumán, enero 15 de 1940, Nº 50;
ver además Ventura Murga, “Los Afectos…, pp. 71-74.
9
Carlos Páez de la Torre (h), cit., 7.
S. Amenta: Manuela Mónica Belgrano. Una vida marcada por la orfandad 21

Nacimiento de Manuela Mónica

En ese tiempo nace su hija, dice Carrasco10 en un artículo que escri-


be en 1924, Manuela nace en Tucumán en 1818, según sus cálculos,
ya que las actas de Bautismo de la Matriz que van desde 1818 a
1828 se habían extraviado. Pero los datos precisos sobre la fecha de
su nacimiento se conocieron más tarde a través de un documento
firmado por el mismo Manuel Belgrano, quien en una nota al Ca-
bildo de Tucumán del 22 de enero de 1820 —antes de su partida a
Buenos Aires— señala que:

La cuadra de terreno contenida en la donación que me hizo la muy ilustre


Municipalidad y consta de los documentos que anteceden, con todo lo en ella
edificado por mí, pertenece por derecho de heredad a mi hija doña Manuela
Mónica del Corazón de Jesús, nacida el 4 de mayo de 1819 y bautizada el 7,
siendo sus padrinos Manuela y Celestino Liendo.11

Manuela fue bautizada, según el documento que hacemos re-


ferencia con el nombre de Manuela Mónica del Corazón de Jesús
Rivas, llevando el apellido del esposo de su madre. Fueron sus
padrinos su abuela materna María Manuela Liendo de Helguero y
su hermano Pedro Celestino Liendo.
Mientras tanto, como mencionáramos, Belgrano estaba en San-
ta Fe. En el mes de abril marcha con sus tropas a la provincia de
Córdoba, junto al Río Tercero, estando allí es cuando nace su hija
en Tucumán. Desde ese punto solicita dejar el mando de las tropas
por cuestiones de salud —según el diagnóstico médico padecía una
hidropesía muy avanzada—. En el mes de septiembre se le concede
la autorización y entrega el mando a su segundo, el general Fran-
cisco Fernández de la Cruz. En ese momento Belgrano en vez de
partir a Buenos Aires, a restablecerse de su salud y encontrar una

10
Jacinto Carrasco OP, cit., págs. 44, 46.
11
Documento el referido que obra en el Juzgado Civil y Comercial de Tucu-
mán del doctor Próspero Mena, secretaría del escribano Máximo Sánchez, quien
el 10 de abril de 1889, lo protocolizó bajo el folio 427; en Arturo Carranza
Casares. “La Infanta Tucumana”. Revista del Notariado. Buenos Aires, 1962, p.
22 Belgrano, la Patria al Norte

mejor atención médica, marchó hacia el norte, primero a la ciudad


de Córdoba, escoltado por 25 hombres de su ejército, y luego a Tu-
cumán. Según García Enciso, “lo movía el amor hacia su pequeña
hija, a quien todavía no conocía”,12 Manuela tenía ya 5 meses.
Existen varias versiones sobre si Belgrano conoció personalmen-
te a su hija o no. Algunos como Carrasco, Murga y García Enciso
afirman que si la conoció:

Lo real es que la niña le es llevada a Belgrano con frecuencia a su casa,


de la que se encarga Crisanta Garmendia de Helguera. Existe la posibilidad
de que la niña estuviera al cuidado de sus abuelos maternos, e incluso que
viviera —tal como citan algunas fuentes— en la casa de los Garmendia, según
referencia dada al canónigo Estanislao Belgrano, albaceas de Manuel.13

Según Páez de la Torre, Manuela fue criada en la casa de la


familia Liendo y manifiesta que al parecer:

Belgrano no la visitó los cinco meses escasos que estuvo en Tucumán.


Según Marcelino de la Rosa, esposo de Gertrudis Liendo, el general con-
sideraba que ‘no debía, por moralidad y por el rango que ocupa, preguntar
directamente por su hija, aunque se dirigiese a un amigo íntimo’. Escribía
a diario, desde la Ciudadela, al padrino Pedro Celestino, requiriendo datos
de la niña.14

Belgrano permaneció en Tucumán desde septiembre de 1819,


pero al poco tiempo soportó los atropellos del golpe armado de
Abraham González. Carrasco narra que las últimas semanas que
pasó Belgrano en Tucumán fueron muy tristes. Vivía en un aisla-
miento casi absoluto y muy pobre, veía a pocos amigos, uno de ellos
José Celedonio Balbín, a quien un día le manifestó: “Yo quería a
Tucumán como a la tierra de mi nacimiento; pero han sido aquí
tan ingratos conmigo, que he determinado irme a morir a Buenos

12
Isaías José García Enciso, Manuela Belgrano la hija del General. Ed. Sud-
americana, Buenos Aires, 2003, p. 95.
13
Judith Figueroa Larraín, Boletín del Instituto Belgraniano de General Sar-
miento, Año I, Nº 3, San Miguel, Buenos Aires, octubre de 1992; citado en Isaías
García Enciso, cit., p. 96.
14
Carlos Páez de la Torre (h), cit., p. 7.
S. Amenta: Manuela Mónica Belgrano. Una vida marcada por la orfandad 23

Aires!”.15 Los primeros días de febrero de 1820, empobrecido y muy


enfermo regresa a Buenos Aires gracias a la ayuda económica que
le brinda su amigo Balbín.
Siguiendo los escritos de Carrasco y Murga —quienes afirman
que Belgrano conoció a su hija— narran el hondo pesar que le
causaba el despedirse de su hijita:

Es fácil imaginar la escena de la despedida del general, de su hijita a la


que no volvería a ver más sobre la tierra. La víspera de la partida, postrado
en cama, como estaba, hizo que se la llevaran por la noche para acariciarla
por última vez. Fue una escena que poquísimos amigos presenciaron y, huelga
decir, todos con lágrimas en los ojos.16

Una de las personas que acompañan a Belgrano en este fue el


teniente coronel Gerónimo Helguera, este había acompañado al
general en varias campañas militares, entre ellos había una gran
amistad. Belgrano fue padrino de casamiento en su boda con Cri-
santa Garmendia, además le encomendó particularmente que “vela-
ra por su hija y por su madre Dolores Helguero” y según menciona
García Enciso que durante la última permanencia de Belgrano en
Tucumán para conocer a su hija fueron Helguera y su esposa Cri-
santa quienes le llevaban a Manuela a la casa para que disfrute de
su compañía.17
Desde la costa de San Isidro en Buenos Aires, Belgrano escribe
una carta a su amigo Pedro Celestino Liendo, tío abuelo y padrino
de bautismo de Manuela, fechada el 2 de abril. Sobre esta carta
hay dos versiones una de Páez de la Torre, en esta Belgrano trata
a Liendo y su esposa como “cumpa” y “cuma”, y se refiere a Ma-
nuela como “mi ahijada” y les manifiesta que “no dejen de darme
noticias de mi ahijadita; ustedes pueden imaginarse cuanto debe
interesarme su salud y bienestar en todo aspecto”.18 En la otra ver-
sión escrita por García Enciso19 dice con afectuoso trato “mi muy

15
Jacinto Carrasco OP, cit.
16
Ibídem, y Ventura Murga, cit., p. 75.
17
Isaías García Enciso, cit., pp. 107-109.
18
Carlos Páez de la Torre (h), cit., p. 7.
19
Isaías García Enciso, cit., p. 97.
24 Belgrano, la Patria al Norte

querido cumpa”, tras darle noticias de su estado de salud le pide


información sobre su hijita”.20

Muerte y Testamento de Belgrano

Desde San Isidro Belgrano se dirige a la ciudad de Buenos Aires


a descansar en su casa paterna, esta estaba ubicada muy cerca del
convento de Santo Domingo, allí el 20 de junio fallecía. Antes de su
fallecimiento nombró por albacea y único heredero a su hermano
el canónigo Domingo Estanislao Belgrano, y le dio instrucciones
para que, “una vez pagadas sus deudas, destine el dinero restante
que le debía el Estado, y otras acreencias, a la crianza y educación
de su hija, hasta que esta se casara”.21
El canónigo pensó que su hermano Miguel José Belgrano, direc-
tor del Colegio de Ciencias Morales, era el indicado para ocuparse
de la educación de Manuela. Le escribe una carta fechada el 15 de
julio de 1824, donde le indica

que debe aplicar los créditos dejados por Manuel, incluidos los réditos de
los cuarenta mil pesos recibidos por las victorias de Tucumán y Salta, a la
educación física y moral, mantenimiento y vestuario de la niña doña Manuela
que tiene cinco años y reside en Tucumán con doña María Dolores Helguero
y Liendo.22

Miguel falleció al poco tiempo sin poder cumplir con este pe-
dido, por lo que este mandato pasa a su otro hermano Joaquín
Cayetano Lorenzo.

20
Fechada en “Costa de San Isidro”, original en el archivo de la familia
Belgrano en Olavarría (Provincia de Buenos Aires).
21
Isaías García Enciso, cit., pp. 98-99.
22
Ibídem, p. 101.
S. Amenta: Manuela Mónica Belgrano. Una vida marcada por la orfandad 25

Manuela es llevada a Buenos Aires

Cumpliendo con la voluntad de Manuel Belgrano, su familia se


hace cargo de su hija. Comienzan los trámites para su viaje a Bue-
nos Aires, el encargado de la organización del traslado de la niña
es el teniente coronel Gerónimo Helguera —amigo del General—,
a quien mencioné en párrafos anteriores. Éste entregó a Dolores la
suma de sesenta y ochos pesos, destinados “el avío y demás gastos
que demanda la marcha de su hija Manuelita a Buenos Aires”.
Existe un recibo en poder de la familia Belgrano, firmado por la
recepción del dinero con fecha 20 de noviembre de 1825. La niña
fue al cuidado de doña Francisca Mansilla, quien vivía en Santos
Lugares y quien la entregará en Buenos Aires a su tía Juana Bel-
grano.23
Sin duda ese momento de la despedida entre Dolores y Manuela
fue muy triste, ya que sabía que no volvería a ver a su hija de cinco
años, pero consideraba que era lo mejor para la vida de esta y su
educación. Acompañaron a Dolores a la estación de diligencias el
matrimonio Helguera.
En Buenos Aires la esperaban Juana, casada en segundas nupcias
con Francisco Chas Pombo; su tío y tutor Joaquín Belgrano, y su
prima Flora Ramos Belgrano. Esta última la acompañaría toda su
vida.24
Manuela, a pesar de no haber regresado nunca más a Tucumán,
siempre mantuvo el vínculo a través de la correspondencia con su
prima Gertrudis de la Rosa y los hermanos de ésta, Dorila, Mar-
celino y Wellington, todos ellos hijos de Marcelino de la Rosa —
hombre de destacada actuación pública en Tucumán— y su esposa
Gertrudis Liendo. Esta era hija de don Pedro Celestino Liendo,
padrino de bautismo de Manuela Mónica y hermano de la madre
de Dolores Helguero. Esto explica que Manuelita, en sus cartas
desde Buenos Aires con don Marcelino de la Rosa, le llamaba “mi
estimado primo”. Este conoció de cerca muchos pormenores de la

23
Jacinto Carrasco OP, cit.; ver además Isaías José García Enciso, cit., p. 105.
24
Isaías García Enciso. cit., p. 114.
26 Belgrano, la Patria al Norte

infancia de Manuela y por boca de su suegro, don Pedro Celestino,


se informó de la vida sentimental de Manuel Belgrano.25

Manuela y su vida en Buenos Aires

Manuela vivió con sus tíos y primos. Realizó su educación inicial


con distintos maestros que concurrían a la casona de los Belgrano, y
luego con otros profesores que completaron su segunda enseñanza,
que incluía el estudio de la música y los idiomas inglés y francés,
a los que agregaría más tarde el portugués.26 El doctor Palomeque27
habla del parecido de Manuelita con su padre a través de una anéc-
dota que contaba: “en una carta ella misma relató cierta vez que
el señor Rivadavia me colocaba siempre debajo de ese retrato (de
Belgrano) para admirar la semejanza que tenía yo con mi padre”.28
Aclara Murga que debía tratarse, sin duda, del retrato que figuró
en la colección de don Prudencio Guerrico y que había pertenecido
a Rivadavia. Este le había otorgado una pensión de 39 pesos men-
suales a Manuelita, que le fue retirada más tarde por Rosas.
En junio de 1848, Manuela sufre una nueva pérdida, la muerte
de su tío Joaquín Belgrano, lo que le produjo un gran pesar, ya que
este había cumplido, hasta entonces el rol de padre para ella. En su
testamento le deja una casa en la calle Victoria.
A fines de 1848, según Murga y Cutolo, teniendo Manuela 29
años habría viajado a Montevideo, desde donde se carteó con fa-
miliares y amigos y con su sobrino Ignacio Álvarez Thomas, hijo
de su prima Carmen Ramos, quien describe a Manuela como “un
dechado de virtudes, tan semejantes en fisonomía a su padre como
en la dulzura del carácter”.29

25
Ventura Murga, cit., p. 71.
26
Isaías García Enciso, cit., p.118.
27
Rafael Alberto Palomeque, “La familia y sus amistades. Un espíritu singu-
lar” Citado por Ventura Murga, cit., p. 76.
28
Ventura Murga, cit., p. 77.
29
Ibídem, p. 77; ver además: Vicente O. Cutolo, Nuevo Diccionario Biográ-
fico Argentino, T. I, Buenos Aires, 1968, pp. 395-396.
S. Amenta: Manuela Mónica Belgrano. Una vida marcada por la orfandad 27

Manuela mantiene una fluida correspondencia con sus familia-


res, muchas de las cartas se encuentran en poder de sus descendien-
tes, en estas da muestra de su “natural modestia, su sencillez y por
momentos su tristeza. Algunas páginas de sus cartas llevan un sello
de aguas con la imagen de la Virgen de las Mercedes”.30

Su casamiento y descendencia

El 30 de mayo de 1853 Manuela se casó con Manuel Vega y Bel-


grano, hijo de Claudio Vega y Josefa Belgrano. Había nacido en la
provincia de Buenos Aires en 1813. Era un hombre de empresa
y fue pionero en el pueblo de Azul, Buenos Aires, donde ocupó
cargos públicos y tenía negocios y propiedades.31
Recién casados, residen por poco tiempo en una casa situada en
la calle Venezuela 422, y luego se trasladan a la calle Potosí (hoy
Alsina) 376. Los acompañará su prima Flora Ramos Belgrano, a la
que llamaban cariñosamente “mamá Señora” (hija de Juana Bel-
grano que la había criado) y su hijo Luis.32 Ambos vivirán siempre
junto a la familia Vega-Belgrano y serán de gran ayuda y compañía
a Manuela, ya que su esposo residía la mayor parte del tiempo,
encargándose de sus distintas actividades, en Azul.
El 9 de mayo de 1854 nace su primera hija, Flora. Su madrina
de bautismo fue, Juana María Belgrano, casada con Pedro Her-
nández y como estos no tenían hijos canalizaron su cariño en su
ahijada. Esta la llamaba “ña Josefa”. El 20 de noviembre de 1857,
nace Manuel Félix, segundo hijo. Fueron sus padrinos Francisco
Chas Belgrano y su mujer Catalina Salas. Al año siguiente, el 2 de
diciembre de 1958 nacería Carlos Manuel Silvano.33
Aunque algunos autores señalan que el matrimonio solo tuvo
tres hijos, García Enciso menciona una cuarta hija nacida el 30 de

30
Isaías García Enciso, cit., p. 120.
31
Ventura Murga, cit., p. 78.
32
Isaías García Enciso, cit., pp. 144-145.
33
Ibídem, pp. 146-147.
28 Belgrano, la Patria al Norte

julio de 1862, Máxima Josefa del Corazón de Jesús, “Pepita”. La


niña tuvo problemas respiratorios y necesitaba de muchos cuidados,
pero a pesar del gran esfuerzo y dedicación de su madre, falleció el
1 de agosto de 1864, con apenas dos años.
A través de distintas cartas escritas por la misma Manuela a su
esposo cuando estaba en Azul y luego por su hija Florita, podemos
reconstruir parte de la vida cotidiana de la familia. Por ejemplo, en
una carta fechada en Buenos Aires, el 4 de mayo de 1860, Manuela
le comenta a su esposo en Azul, que toda la familia está bien y que
Carlitos, el hijo menor, aún no camina solo a pesar de tener ya 17
meses, pero que es muy hablador. En otra comenta que Florita, de
ocho años, ha mudado su cama a la habitación de “Mamá seño-
ra”. Además, le narra el problema de salud de Pepita, entre otras
cosas.
Existen otras cartas, las de Florita a su padre, por las que nos
enteramos, por ejemplo, de que Manuela “ha hecho fotografiar a
todos los hermanitos y que mandará las fotografías a Azul”; tam-
bién le cuenta que “su mamá los disfrazará para el Carnaval, y
que Manolito, su hermano, aprendió el abecedario y ya deletrea, al
tiempo que ella está estudiando francés y gramática”.34
Manuela, como mencionáramos anteriormente, nunca dejó de
escribirse con sus parientes maternos de Tucumán, por quienes
conservó un gran cariño. Las cartas la heredaron las hijas, Gertru-
dis de la Rosa de Peña y Dorila de la Rosa, que fallecieron sin dejar
descendencia. Por lo que los papeles pasaron a las manos de Elena
Acuña, una salteña criada en la casa, y que poseía además valiosos
retratos de familia. Esta última murió soltera y así se perdió todo
rastro de la documentación, quizás definitivamente.
El único que pudo ver esas cartas y trascribir algunas de ellas fue
fray. Jacinto Carrasco, quien pudo conocer a Gertrudis y Dorila, y
consultó ese repositorio y recibió de ellas las versiones familiares.
Esta investigación fue volcada por el historiador en un par de ar-
tículos siendo el pionero en escribir sobre Manuela.

34
Isaías García Enciso, cit., pp. 147-148.
S. Amenta: Manuela Mónica Belgrano. Una vida marcada por la orfandad 29

Carrasco narra que, en 1924, Gertrudis de la Rosa de Peña en


Tucumán, sobrina de Manuelita,

ha tenido la gentileza de poner en mis manos algunas cartas de su tía y del


esposo de ésta, don Manuel Vega además me puso esa cruz a su vista, con
lágrimas en los ojos y le añadió muchos recuerdos de la Infanta. Posee tam-
bién dicha señora un retrato de Manuelita.35

El retrato al que se hace mención Carrasco quizás es el que seña-


la García Enciso en su libro, “que es el retrato al óleo que Prilidiano
Pueyrredón le hiciera en Buenos Aires y que Manuela enviara a su
madre, y que, a la muerte de esta pasó al poder de don Marcelino
de la Rosa”.36
Carrasco además menciona que Manuelita no disfrutó nunca de
buena salud. Eso podía aparecer en sus cartas como, por ejemplo,
una que escribe desde la cama dejando ver un “sentimiento tan
hondamente resignado y cristiano”, fechada el 2 de octubre de 1865
dirigida a Marcelino de la Rosa:

Estas letras se las escribo a usted de espalda —dice en una—; hace nueve
meses hoy que estoy padeciendo; pero hace unos ocho días que parece que
Dios quiere tener piedad de mí. El dr. Bárcena le entregará a Ud, o se la hará
entregar por otra persona, una encomienda para que tenga Ud la bondad de
remitírsela con seguridad a Billada (…); dentro de la encomienda va para
Gertrudis un “Ecce Homo”,37 para que me encomiende a Dios.38

Esto demuestra que nunca se levantó de su cama ya que a los


pocos meses falleció. Tal como lo manifiesta otra carta que trans-
cribe Carrasco en su trabajo, fechada en febrero del año siguiente,
que le dirige su esposo don Manuel Vega a don Marcelino:

35
Jacinto Carrasco OP, cit., pp. 44-46.
36
Isaías García Enciso, cit., 155.
37
Carrasco manifestó que, en ese momento, existía aún en poder de dicha
señora de Peña.
38
Fray. Jacinto Carrasco OP, cit., “Una Vida Ignorada..., p. 45.
30 Belgrano, la Patria al Norte

Sr. Don Marcelino de la Rosa, Tucumán


Buenos Aires, febrero 9 de 1866
Muy estimado amigo:
Muy triste le será a Ud y a su familia la lectura de esta carta, que tengo
que comunicarle, en medio de mi dolor, el fallecimiento de mi pobre Manue-
la. Después de un año de estar postrada, sufriendo todo cuanto usted puede
imaginarse de doloroso y cruel, concluyó el día 5 del presente a las 7 y medio
de la mañana, dejándome un vacio imposible de llenar, porque puedo decir
solo que, además de todas las bellas dotes con que Dios la había favorecido,
era el modelo más cumplido de las esposas y de las madres. Su estimable del
10 de diciembre llegó a su poder, y quedó la pobrecita muy complacida al
hacerla leer, porque ya no podía hacerlo por sí misma [...]
[...] Por ahora me limito a contestar respecto al retrato que Ud le pedía.
No hay ninguno de ella; pero confío que Ud tomará el mayor interés en
enviarme uno que ella mandó a la señora Dolores, su finada madre, y que
naturalmente debe existir en alguien de la familia; por ése y con un bosquejo
que apenas pudo sacarse cuando ya está muy avanzada su enfermedad, puedo
hacer sacar uno al óleo y de este tomar fotografías para enviarles a la familia;
espero que Ud me hará este favor, que se lo pido con encarecimiento [...]
[...] Con tantos cariños de mis hijos y míos para su señora y las niñas, me
despido de Ud como amigo y servidor Q.B.S.M.
Manuel Vega 39

Manuela falleció acompañada por su familia, el 5 de febrero de


1866, a las siete y media de la mañana, luego de estar postrada por
más de un año. Años más tarde su hijo Carlos —que entonces era
un niño— relataría que “había sido retirado a una habitación para
evitar que presenciara el velorio, pero que él se escapó y, desde de-
trás de una columna del patio de la casa, pudo ver el ataúd de su
madre”. El día 6 el cortejo fúnebre condujo sus restos mortales al
cementerio de La Recoleta, donde fueron inhumados.40

39
Ibídem, cit., p. 46. Esta carta luego es citada por otros autores.
40
El archivo del enterratorio registra su ingreso escuetamente con la si-
guiente leyenda: Manuela Mónica Belgrano, argentina, casada de 48 años, es
inhumada en la bóveda sección EG (enterratorio general)”. Al año del deceso,
26.1.1867, Manuel Vega y Belgrano amplía dicha bóveda agregándole la capilla.
A su vez el 19.10 1880, Carlos Vega Belgrano, el hijo menor del matrimonio,
amplía la bóveda —ubicada en la sección quinta—, en la que deposita los restos
de sus padres y de sus hermanos, bóveda que aún conserva la familia, al cuidado
S. Amenta: Manuela Mónica Belgrano. Una vida marcada por la orfandad 31

Al morir Manuela dejaba huérfanos a Florita, de doce años,


Manuelito, de nueve, y Carlitos, de siete años, los que quedaron al
cuidado de su padre y de “mamá Señora”.
En otra epístola que escribe Manuel Vega, fechada el 6 de mar-
zo de 1873 a Marcelino de la Rosa, le pide que le enviara todas
las cartas que tenga sobre el General y en las que haga mención a
Manuelita. Este le responde:

Por lo que hace a la adquisición de algunas cartas [...] debo decirle que
la única carta que se encontró entre los papeles de la familia de mi esposa
(Gertrudis Liendo), fue una que se la remití a su finada esposa, la cual debe
encontrarse entre sus papeles. Esa carta la dirigió el general cuando se mar-
chó de aquí para esa, desde el camino, datada no recuerdo si de Arrecifes o
San Nicolás de los Arroyos, a su amigo Pedro Celestino Liendo (padre de
doña Gertrudis). En esa carta le pedía noticia de la niña, y esa niña era su
esposa [...]
[...] El General, como Ud comprenderá muy bien no debía por moralidad y
por el rango que ocupaba preguntar directamente por su hija, aunque se dirigiese a
un amigo intimo. Mi esposa me dice que ella ha alcanzado a ver muchísimas
cartas dirigidas diariamente de la Ciudadela por el general a su padre Pedro
Celestino Liendo, averiguando por la salud de la niñita, o de “su palomita”;
como él la llamaba. Todas esas cartas fueron destruidas, y la única que mi
esposa conservó fue la que remití a mi finada prima.41

Los hijos y descendientes


de Manuela Mónica

Luego del fallecimiento de Manuela, le toca a su esposo tomar


algunas medidas para reorganizar la vida familiar. Cuenta con el
apoyo de la tía Flora, que vivía con ellos, como mencionáramos.
Dispone que sus hijos varones se incorporen al Seminario inglés
como alumnos internos, de donde saldrían los domingos a pasar
el día en la casa familiar. Flora, la hija mayor, a pesar de su corta

del doctor Luis Belgrano y de su hermana Elisa, ambos tataranietos del general
Belgrano; en Isaías García Enciso. cit., ps. 165-166.
41
Carta de don Marcelino a don Manuel Vega, 6.3.1873, que se encuentra
en el Archivo familiar; citada por Jacinto Carrasco OP, cit.
32 Belgrano, la Patria al Norte

edad, se hizo cargo de la casa, junto a su tía, y mantenía informado


de todas las novedades de la casa y de sus hermanos —a través de
cartas— a su padre que residía la mayor parte del tiempo en Azul.
A partir de 1874, con la llegada del ferrocarril a esa ciudad, Manuel
puede viajar con más frecuencia a Buenos Aires a ver a sus hijos.
En 1884 fallece Manuel Vega Belgrano, unos años antes Flora se
había casado con Juan Carlos Belgrano y de este matrimonio nacen
tres niños: Manuel, Néstor y Mario.
Flora, fue la única hija de Manuela que tuvo descendientes, y
que se proyectaron hasta nuestros días. Manuel y Carlos permane-
cieron solteros y este último murió a los 70 años.42

Filiación de Manuela

A pesar que Manuela fue anotada en su bautismo, como lo mencio-


náramos, con el apellido Rivas, ella siempre firmó como Belgrano;
pues, siempre supo que era la hija de Manuel Belgrano al igual que
toda la familia del prócer, quienes la cuidaron y educaron.
Fue recién después de su muerte que su esposo debía incluir en
la sucesión el inmueble que tenía en San Miguel de Tucumán, y es
por ello que debió sustanciar una información testimonial canónica
mediante la cual se determinó su filiación. Este tema se origina,
además al fallecer Manuela, ya que, entre otros bienes propios, se
encontraba el terreno y la casa que había edificado Belgrano en
Tucumán en La Ciudadela. Un pleito surge entonces, al fallecer Do-
lores, su madre, con los otros hijos de Rivas, quienes consideraban
que ellos también tenían derecho sobre la propiedad. Pero Dolores
había sido muy clara siempre, haciendo saber que la propiedad y
la casa le pertenecían a Manuela, ya que su padre le había dejado
a ella.43
El primer documento que existe con respecto a la filiación —que
ya fue mencionado anteriormente— es la nota que envía Belgrano

42
Isaías García Enciso. cit., p. 203.
43
Ibídem, p. 167.
S. Amenta: Manuela Mónica Belgrano. Una vida marcada por la orfandad 33

al Cabildo haciendo constar que el terreno y la casa ahí construida


pertenecían a Manuela Mónica.
En el escrito de Carrasco menciona que cuando Belgrano llega a
Buenos Aires, antes de morir le encarga verbalmente a su hermano
el canónigo Domingo Estanislao Belgrano que le eduque su hijita,
“que ha dejado en Tucumán como de año y medio.44
Otro documento sobre la paternidad de Belgrano, se encuentra
en el testamento realizado en 1848 por Joaquín Belgrano, hermano
del General, quien cuida de ella y le deja una valiosa propiedad
en Buenos Aires, en la calle Victoria, “a favor de mi sobrina doña
Manuela Belgrano, hija de mi hermano Manuel Belgrano.45
En 1872 Manuel Vega Belgrano, pidió que se substanciara en
Tucumán una información testimonial canónica, para ello le otorga
un poder a don Prudencio Santillán, vecino de Tucumán, para que
gestionara ante el vicario foráneo Tiburcio López el procedimiento
que acreditara la filiación y la fecha de nacimiento en Tucumán de
Manuela Mónica.46
Sobre este mismo tema Carrasco da otros detalles sobre el año
de nacimiento de Manuela, y dice que la familia desde Buenos
Aires realizó distintas gestiones para munirse del documento que
verificase su fecha de nacimiento. Narra Carrasco que el doctor
Mario Belgrano, nieto de Manuelita, le decía en una carta que le
había escrito hace tiempo:

Autorizado por mi abuelo, Manuel Vega y Belgrano, don Prudencio San-


tillán realizó en Tucumán en 1872 las diligencias del caso para averiguar la
fecha del nacimiento de su esposa. El señor Santillán se dirige al Vicario
Foráneo y expone: “que no existe en esta Curia los Libros Parroquias desde
el año 1818 hasta 1828 dentro de cuya época nació ésta (Manuela Belgrano),
vengo ante V Señoría a pedir sean examinados los testigos que presentaré con
arreglo al interrogatorio que en debida forma acompaño, etc.”
[...] Los puntos 3 y 4 del Interrogatorio se dedican a averiguar si los testi-
gos “saben o han iodo decir en el día y año en que nació”, y quienes fueron

44
Jacinto Carrasco OP, cit.
45
Carlos Páez de la Torre (h), cit., p.7.
46
Isaías García Enciso, cit., p. 167.
34 Belgrano, la Patria al Norte

sus padrinos; declaren, si saben quién la mandó llevar a Buenos Aires, y en


el año que esto sucedió; digan más o menos la edad que tendría la niña en
esa época.
[...] Doña Cornelia Muñecas declara, que el día de su nacimiento ignora,
que el día de su nacimiento ignora, que cree fue nacida del año 17 al 19; y
que ignora también quienes fueron sus padrinos de bautismo; que la mandó
llevar doña Juana Belgrano; que ignora el año en que la hicieron llevar; que
dicha doña Manuela a tendría en ese entonces como diez años.
– Doña Juana Mur ignora los datos solicitados.
– Don Marcelino de la Rosa (el “primo”, como hemos visto le llamaba
Manuelita) declara: que le ha oído decir a su suegro que doña Manuela M.
Belgrano nació el año 19; que ignora el día, y que padrinos fueron el suegro
del declarante, don Celestino Liendo, y doña Manuela Liendo; que sabe,
porque le ha oído a su suegra, que la hizo llevar el canónigo Belgrano, her-
mano del general, según él cree; que esto tendría lugar del año 25 al 26; que
tendría entonces esta niña de 6 a 7 años.
[...] En carta del canónigo Belgrano (continua el Dr. Mario) el 15 de junio
de 1824, a su hermano Miguel que se casó en segundas nupcias con Flora
Ramos, le dice que después de pagar unas deudas de su hermano Manuel,
destine el sobrante de los fondos de un rédito que se le adeuda al general, ‘en
la educación física y moral, y en el mantenimiento de vestuario de la niña
doña Manuela M., que se halla en la edad de cinco años.
[...] Poseo también una carta, fechada en Santos Lugares en enero 14 de
1826, y escrita por Francisca Mansilla, solicitando de doña Juana Belgrano
el pago de los gastos que ha que ha realizado el conducir a Buenos Aires a
Manuela Belgrano…
[...] Me ha parecido que estos datos tienen una importancia grande para
fijar la fecha aproximativa del año del nacimiento de mi abuela. La carta del
canónigo Belgrano es realmente interesante.47

Por fin la actuación canónica culmina con un documento firma-


do por Prudencio Santillán y fechado en Tucumán el 7 de marzo
de 1872 y más tarde certificado por el cura rector de la Catedral
Metropolitana en Buenos Aires, don José Santillán con fecha 9 de
diciembre de 1872.
Seguramente hasta entonces no se había dado con la nota que
Belgrano había enviado al Cabildo, como se mencionara anterior-

47
Jacinto Carrasco OP, cit., pp. 44-46; Ver además para este tema Isaías
García Enciso, cit., pp. 166-172.
S. Amenta: Manuela Mónica Belgrano. Una vida marcada por la orfandad 35

mente, donde dice la fecha exacta de su nacimiento. Según Arturo


Carranza Casares manifiesta que “este documento obra en el Juz-
gado Civil y Comercial de Tucumán del doctor Próspero Mena,
secretaría del escribano Máximo Sánchez, quien el 10 de abril de
1889, lo protocolizó bajo el folio 427”.48

Conclusión

En el trabajo de Carrasco “Una Vida Ignorada: Manuela Belgrano”


dice unas sentidas palabras hablando de su muerte:

[...] Se extinguía humilde y dolorosamente la vida de la hija del general


don Manuel Belgrano, su existencia toda, completamente ignorada de la his-
toria. [...] Nadie supo las virtudes silenciosas que practicó, ya como esposa, ya
como madre; y su recuerdo, especie de perfume sagrado, no ha trascendido
jamás del círculo reducido de sus legítimos descendientes.49

Cuando Carrasco escribió esta nota, realmente Manuela era una


persona que permanecía en el anonimato; pero luego de estos artí-
culos, otros historiadores tomaron cuenta de la persona de Manue-
la. Hoy mi aporte es compilar lo expresado por todos ellos sobre
la hija del general Manuel Belgrano y resaltar, especialmente, el
trabajo de Carrasco. Gracias a estos historiadores, hoy podemos
valorar la vida de Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano,
quien, a pensar de sus orfandades, pudo construir una familia que
aún perdura en sus descendientes.

Bibliografía

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histórica. Tucumán.

48
Arturo Carranza Casares. “La Infanta Tucumana”, en Revista del Nota-
riado. Buenos Aires, 1962, p. 7.
49
Jacinto Carrasco OP, “Una vida Ignorada: Manuela Belgrano”, p. 44.
36 Belgrano, la Patria al Norte

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ral-bicentenario-de-su-natalicio-por-luis- h/2649620491719542/?comment_
id=2544488245596936 [https://es.wikipedia.org/wiki/Ecce_homo
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 37

Dos siglos, la Batalla de Salta 1

Carlos Páez de la Torre (h) 2

E
l 24 de septiembre de 1812, en el Campo de las Carreras
de Tucumán, el general Manuel Belgrano, con los 1.800
hombres mal armados del Ejército Auxiliar de las Provin-
cias Interiores, conocido como “Ejército del Norte”, detuvo el que
parecía triunfal avance del Ejército de Vanguardia del Alto Perú,
que obedecía al rey de España. Esa fuerza, compuesta por 3.000
soldados veteranos, se dirigía al interior de las Provincias Unidas
resuelto a someterlo.
El jefe realista, brigadier Pío de Tristán —primo del comandante
supremo, José Manuel de Goyeneche— no aceptó la intimación
de rendirse en Tucumán. Pero debió retirarse hacia Salta luego de
haber dejado en el campo de batalla 453 muertos, 626 prisioneros,
7 cañones y todo su bagaje de municiones, víveres y dinero, además
de 3 banderas y 2 estandartes.

1
Carlos Páez de la Torre (h). Este artículo, fue escrito especialmente por
el autor para el libro, inédito, Salta 1813, La batalla del campo de Castañares, en
colaboración con Sara Peña de Bascary, Tucumán, junio 2013.
2
Carlos Páez de la Torre (h) (1940-2020). Abogado, historiador, Miembro
de Número Fundador de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, Miembro
de Número de la Academia Nacional de la Historia. Autor de numerosos libros.
Falleció en Tucumán el 26 de marzo de 2020. La Junta de Estudios Históricos
de Tucumán publica este artículo póstumo en homenaje a su memoria.
38 Belgrano, la Patria al Norte

General Manuel Belgrano. Grabado.


C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 39

Así, la fuerza patriota, reforzada por las milicias tucumanas, ju-


jeñas y salteñas, obtuvo una victoria inesperada, ya que Belgrano
había hecho pie en Tucumán desobedeciendo la orden de retirarse
hasta Córdoba. Con su triunfo, desbarataba el plan de Goyeneche,
que aspiraba a ocupar todo el norte del ex Virreinato y conectarse
desde allí con las fuerzas realistas de Montevideo.
El feliz suceso, además, repercute con fuerza en Buenos Aires.
La noticia llega el 5 de octubre. El 8, un golpe de Estado derro-
ca al Primer Triunvirato y a la Asamblea General Legislativa. Se
constituye el Segundo Triunvirato que convoca, el 24, a elegir una
nueva Asamblea: se formará a comienzos del año siguiente y habrá
de pasar justificadamente a la historia por sus decisiones.

Persiguiendo a Tristán

En Tucumán, el victorioso Belgrano no pierde el tiempo. Ni bien


inicia el derrotado Tristán su contramarcha, destaca fuerzas para
perseguirlo. Envía una columna de 600 hombres, al mando del
coronel Eustoquio Díaz Vélez. Formaban en ella los “Decididos de
Salta” y milicianos de Tucumán. Afirma el historiador Bernardo
Frías que en la persecución cooperaba el hostigamiento de propie-
tarios patriotas de la campaña salteña, como los Gorriti, los Saravia
y los Latorre, cuyos jinetes atacaban las partidas realistas y tenían
al ejército del monarca en constante zozobra.
Una vez que Tristán cruzó el rio Pasaje, el coronel Díaz Vélez
resolvió interrumpir el acoso y apresurarse para llegar a Salta an-
tes que los realistas. Usó el camino de herradura que iba por las
montañas y caía al valle de Lerma por el fragoso sendero de la
Cuesta de la Pedrera. En ese momento, la ciudad de Salta había
vuelto brevemente a poder de los patriotas, gracias a Juan Antonio
Álvarez de Arenales.
La vanguardia de Díaz Vélez, al mando de Cornelio Zelaya, ba-
tió una partida realista en el río Las Piedras, el 30 de septiembre;
entró a Salta el 15 de octubre y siguió rumbo a Jujuy, buscando
apoderarse de esa ciudad poco guarnecida, donde existían impor-
40 Belgrano, la Patria al Norte

tantes depósitos de municiones y de dinero del Rey. Pero el ataque


fue repelido y Zelaya debió contramarchar a Salta.
Poco después, arribó a esa ciudad Díaz Vélez con sus soldados.
Pero sólo pudo permanecer un par de días. Ya llegaba Tristán con el
grueso del ejército y, luego de un tiroteo con sus avanzadas —y una
fuerte escaramuza en el paraje de El Bañado— Díaz Vélez regresó
a Tucumán y unió sus fuerzas a las de Belgrano.

Preparativos en Tucumán

Los meses siguientes del Ejército del Norte en su campamento


de Tucumán, transcurrieron en un clima de tensión, por varias
razones. Ocurría que Belgrano aspiraba a marchar lo más pronto
posible sobre Salta, pero no podía hacerlo si no reforzaba sus tro-
pas. Logró que el gobierno le enviara desde Buenos Aires unos 800
hombres pertenecientes a los regimientos 1 y 2 de Patricios, además
de varias remesas de armamento y vestuario, como también dinero.
Este último distó de cancelar la larga deuda de sueldos, pero por lo
menos la tropa impaga recibió algo a cuenta. Los fondos se admi-
nistraban bajo la más severa economía, por medio de una Comisión
de Hacienda, que presidía Francisco de Gurruchaga.
Contando los Patricios y el resultado de la recluta, a fines de
diciembre de 1812 el Ejército de Belgrano tenía una fuerza efectiva
de 3.000 hombres. Eran sometidos a un constante adiestramiento:
era urgente, por ejemplo, que se familiarizaran con el uso de la
lanza y del sable, que la mayoría de ellos despreciaba.
La cantidad de soldados equipados e instruidos, distaba de cons-
tituir el único problema. Era consciente Belgrano de la escasa dis-
ciplina que caracterizaba a sus oficiales. Eso le suscitó problemas
serios. En sus “Memorias”, el entonces teniente José María Paz
narraba varios de ellos, con cierto detalle. También asoman en la
correspondencia oficial de Belgrano. Vale la pena revisarlos.
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 41

Contra Moldes

En primer lugar, la infantería empezó a sostener públicamente que


la victoria del 24 se debía a esa arma, y a denostar a la caballería. El
teniente coronel Manuel Dorrego y el capitán Carlos Forest eran
los resueltos sostenedores de tal postura. La caballería, por su parte,
con su jefe, el teniente coronel Juan Ramón Balcarce, afirmaba que
las cosas ocurrieron exactamente al revés.
A esta desavenencia se sumó muy pronto otra. Sucedió que Bel-
grano quiso reconocer los méritos del coronel salteño José Moldes,
por haber actuado con gran distinción en la batalla, y lo desig-
nó Inspector General de Infantería y Caballería. Los oficiales se
erizaron. Moldes era hombre muy enérgico y severo: así lo había
demostrado como segundo jefe del Ejército, en tiempos en que lo
mandaba Juan Martín de Pueyrredón.
Acordaron entonces pedir al general la separación de Moldes.
Una comisión —que integraban Balcarce, Forest y otros oficia-
les— se presentó un domingo a la siesta a la casa de Belgrano, para
exponer el requerimiento. Era casi un motín: habían acuartelado
los cuerpos, salvo la artillería, cuyos soldados llevaron a hacer rui-
dosos ejercicios justamente frente a la casa del general, a esa hora.
Según la tradición, Belgrano se alojaba en la vivienda con altillo
(que después perteneció a los Padilla-Nougués), ubicada en el actual
solar del ex cine Plaza.

Contra Balcarce

Belgrano, dice Paz, tuvo que “devorar en secreto tan cruel desaire”.
Pero como estaba enterado, desde dos horas antes, de la situación,
hizo confeccionar una renuncia de Moldes, y la tenía lista cuando
tocaron su puerta los oficiales. Les dijo que existiendo la dimisión,
el requerimiento no tenía sentido. Moldes quedó profundamente
despechado. Volvería a esa ciudad en 1816, elegido diputado de
Salta al Congreso de la Independencia, banca que no pudo asumir.
El 20 de octubre de ese año, elevó al Directorio, desde Tucumán,
una detallada exposición de sus servicios.
42 Belgrano, la Patria al Norte

Pero el mismo Belgrano tenía también sus agravios particulares.


El problema de Moldes atizó la profunda antipatía que el general
guardaba a Balcarce. Ese sentimiento arrancaba de la época de la
campaña al Paraguay y lo detalla sin disimulo en su fragmento de
“Memoria sobre la batalla de Tucumán”. Además, Belgrano esta-
ba disconforme con el comportamiento del teniente coronel en la
jornada del 24. Recalcaba que la caballería que Balcarce mandaba,
cuando le ordenó cargar de frente, “se me iba en desfilada por
el costado derecho”, a pesar de que le reiteró su disposición. No
mencionaba que la carga fue decisiva para el resultado final del
combate.

Balcarce se va

El general lo consideraba “autor principal” del planteo sobre Mol-


des, y se empeñó desde entonces en separarlo del ejército. Así, en
secreto y previo juramento de silencio, mandó tomar declaraciones
de oficiales sobre la conducta de Balcarce en la batalla: “si había
actuado con cobardía”, “si cargó al enemigo”, si fue responsable de
saqueos, etcétera. Uno de los llamados a declarar fue Julián Paz.
Luego, por consejo de su hermano José María, enteró a Balcarce
de estos interrogatorios, “con la más segura reserva y bajo palabra
de honor de no hacer uso de la revelación”.
Balcarce asumió que estaba en peligro. No tenía amistades influ-
yentes entre la oficialidad, y no gozaba de simpatía alguna por parte
de Dorrego y de Forest. Pero, con inteligencia, decidió apoyarse en
los amigos que tenía en la ciudad —en cuya milicia había revistado
años atrás, en 1806— y éstos lo eligieron diputado por Tucumán
a la Asamblea que se iba a reunir en Buenos Aires. De ese modo,
“con la inmunidad anexa a tales destinos”, dice Paz, para Balcarce
“se acabó la causa, se separó del ejército, se marchó a Buenos Aires
y todo terminó”.
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 43

El caso Holmberg

Los enconos de los oficiales alcanzaron también al barón Eduardo


Kannitz de Holmberg, jefe de la artillería patriota en la batalla.
Cuenta Paz que, después de la acción, empezó a correr un feo ru-
mor entre los cuerpos de infantería y artillería. Acusaban al barón
“de cobarde, arguyéndole que había abandonado el campo de ba-
talla bajo pretexto de una levísima herida que tenía en la espalda
y que, decían, se la había hecho él mismo”. Para Paz, quien fue
su ayudante, la versión era ridícula: no sólo la herida era muy
pequeña, sino que resultaba absurdo que fuera de su autoría, pues
“más cómodo y natural” hubiera sido practicársela en el frente del
cuerpo y no atrás.
El problema central era que a Holmberg no lo querían, y que
Dorrego “se había declarado su enemigo”. Belgrano no tuvo más
remedio que sacárselo de encima, después de cierto airado inter-
cambio de palabras.
Cinco días después de la batalla, el general escribió a Buenos
Aires. Manifestaba que Holmberg “abusó de mi amistad y por con-
siguiente del aprecio y la distinción que le he hecho, y me faltó el
respeto debido”. Por eso, decía, “lo mandé arrestado a su casa”, cosa
que “aceleró sin duda su imaginación y le ha empeñado a solicitar
su licencia absoluta”.

Adiós al artillero

A pesar de eso, elogiaba al barón: “es sujeto de muchos conoci-


mientos, es útil, utilísimo, y acaso al lado de VE, más contenido y
dedicado a los ramos de artillería o de ingenieros, proporcionará
a la patria muchos y buenos servicios”. Tiene “celo, constancia y
luces que no son vulgares entre nosotros; en este ejército ha tra-
bajado mucho, ha desempeñado cuanta comisión le he dado; ha
sido incesante en su contracción; confieso que le amo por estas
cualidades. Pero sea su genio vivísimo, sea no entender el idioma,
él se ha precipitado, y ya con este castigo jamás creo que gustará
servir en este ejército, donde me ha sido preciso tomar aquella
44 Belgrano, la Patria al Norte

medida para evitar un mal ejemplo de insubordinación aún en el


modo de hablar”.
Holmberg se retiró a una quinta en las afueras de Tucumán,
narra Paz, “donde no lo visitó una persona fuera de mí, aunque
muchos lo adulaban en tiempos de su privanza”. Desde allí envió
un memorial a Buenos Aires pidiendo su retiro, y aguardó hasta
recibir respuesta afirmativa. Antes de marcharse, el experto artillero
dirigió al gobierno central una nota donde, “como testimonio de
gratitud que le debo por todas las tareas que V.S. me ha acordado”,
le remitía unas tablas de cálculo para arrojar bombas en el sitio de
Montevideo. Las había confeccionado “durante seis meses, en sus
horas desocupadas y en sus noches”.

Turbulento Dorrego

Dorrego participó también en otras turbulencias que crearon pro-


blemas en el ejército. Armó una alianza entre el Batallón de Caza-
dores —a cuyo mando lo había puesto Belgrano— con la artillería.
Constituyeron así “una especie de frenética hermandad”. Esto no
duró mucho, pero produjo algunos incidentes: como el del baile
que ofrecieron los “Decididos de Tucumán”.
Dorrego concurrió a esa velado encabezando a sus oficiales ami-
gos, y se retiró aparatosamente con ellos porque no vino a recibirlos
ningún personaje. Inclusive pensó, en un momento dado, en di-
solver el baile a sablazos. El asunto no llegó a mayores, según Paz,
porque “el general Belgrano, que había honrado al baile con su
presencia, debió saber algo de nuestras locuras” y, “para precaver
sin duda un escándalo, se dejó estar toda la noche”.
Otra vez, Dorrego resolvió allanar una casa donde un grupo de
expectables vecinos jugaba al naipe. Los arrestó y se los llevó como
reclutas. Belgrano dispuso su libertad al día siguiente y, según Paz,
exclamó con amargura: “¡Es posible que después de haber privado
al ejército de los servicios del barón y de Moldes, quieran también
indisponerme con el vecindario!”. A juicio de Paz, Belgrano, “no
por falta de energía sino por lo vidrioso de las circunstancias, se
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 45

creía obligado a contemporizar y dejar semejantes abusos sin la


debida represión”.

Una peligrosa sonrisa

Así, cuando el Ejército del Norte parta hacia Salta, habrá claros
notorios en el cuadro de oficiales. Ya no está aquel coronel Moldes
quien, según Vicente F. López, era “moral y honorable bajo todo as-
pecto”, pero “inspiraba odios instintivos, aunque nunca desprecio”.
Tampoco aquel comandante Balcarce, que el mismo historiador
retrata como “arrogante soldado”, de “espíritu impresionable” y de
“genio impetuoso”. Y tampoco el Barón de Holmberg, aquel jefe
de artillería “de genio vivísimo”, según Belgrano, y contra quien
“se levantaba el odio” de muchos colegas.
Eso sí, cabalgaba el teniente coronel Manuel Dorrego. Nadie
duda de su valor, más que comprobado. Según Nicolás Avellaneda,
tenía además “la sagacidad del criollo, la inteligencia fácil y clara, la
palabra abundante, el don de la atracción personal”. Como militar,
era “amado por el soldado, atrayente para sus inferiores y altanero
con sus jefes”. Pero, aunque no promovía desobediencias abiertas,
“se burla, desgastando con su sonrisa, como con una lima, la au-
toridad del mando”. Comenta el tucumano: “¡Ah, cuántos reflejos
tristes tiene en nuestra historia esa sonrisa de Dorrego!”. Dejará el
ejército cuando “empiece a introducirse, con la presencia de San
Martín en el norte, la verdadera disciplina militar”: ya “no es esa
su atmósfera”.
Lo único que contrapesa esos claros es la incorporación —desde
principios de diciembre— del austero y eficaz Juan Antonio Álva-
rez de Arenales.

Oficio “trucho” y Tristán en Salta

Mientras el Ejército de Norte se apresta, el realista Tristán ha re-


suelto hacerse fuerte en Salta. En el trayecto hacia esa ciudad, des-
de “el campamento de Las Lagunas, antes del Arenal”, remite un
46 Belgrano, la Patria al Norte

insólito oficio al gobernador de la jurisdicción. En esa comunica-


ción, fechada el 29 de septiembre, lejos de reconocer el contraste
de Tucumán, afirma que el 24 ha sido un día de triunfo para los
realistas, y ordenaba al gobernador mandar ahorcar a todo el que
propalase la versión contraria.
Claro que, como lo subraya el historiador Frías, la fanfarronada
no engañaba a salteños y jujeños. Si Arenales había podido tomar
la ciudad de Salta por varias semanas, e incluso habían estado allí
—vimos— las fuerzas de Díaz Vélez, era absurdo creer en una de-
rrota patriota en Tucumán. Y pronto los viajeros que de allí venían
confirmaron claramente esas sospechas.
Alrededor del 18 de octubre de 1812, el grueso del ejército de
Tristán llegó a Salta. Según el historiador realista Francisco Javier
de Mendizábal, el virrey del Perú, marqués de la Concordia, estaba
profundamente fastidiado por la derrota de Tucumán. En primer
lugar, quería relevar del mando a Tristán y sustituirlo por el briga-
dier Francisco Picoaga. Su criterio era, además, que Tristán contra-
marchara hasta Jujuy y se reuniera, por la quebrada, con Picoaga,
con lo que hubiera sumado 4.500 hombres. Pero Tristán —que
aborrecía al colega brigadier— quería quedarse en Salta, reparar
sus fuerzas y volver sobre Tucumán para desquitarse.
Finalmente Goyeneche, contraviniendo las órdenes del virrey,
aceptó que su primo permaneciera en Salta. Desde allí Tristán le
solicitó, con urgencia, refuerzos que compensaran el millar de hom-
bres que —entre prisioneros y muertos— le había costado la desas-
trosa campaña de Tucumán. Su jefe y pariente le remitió el batallón
Paucartambo y el batallón Azángaro, que quedó en Jujuy. De esa
manera, Tristán llegó a contar con unos 3.500 soldados de línea.

Solamente Cobos. Vida social

Instalado en Salta, el vencido de Tucumán empezó a sentirse tran-


quilo. Era verdad que partidas de jinetes patriotas del sur del valle
de Lerma, hostigaban con frecuencia sus fuerzas hasta las mismas
puertas de la ciudad. Pero no les daba importancia. Alentaba el
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 47

propósito de vengar a corto plazo la derrota de Tucumán y se sentía


en condiciones de hacerlo. Era cuestión de esperar un poco.
Se alojaba en la casa de doña Liberata Costas, esposa del oficial
realista Agustín de Gasteaburu, ubicada en la actual calle Caseros,
entre Buenos Aires y Alberdi, según el historiador Atilio Cornejo.
Sus soldados acampaban en diversos locales de la ciudad: el Ca-
bildo, los templos de La Merced y San Francisco y el Hospicio de
San Bernardo, de los padres Betlemitas.
Pensaba Tristán que Salta era segura. Puesto que llegaba el ve-
rano, estación de las lluvias, conjeturaba que en el remoto caso de
que Belgrano viniera a atacarlo, las crecientes del río Pasaje eran
imposibles de vadear por su ejército. Tan seguro estaba de esto, que
no cuidó de fortificar sus márgenes. Se limitó a poner —por si lle-
gaban a cruzar— una pequeña guarnición en el paraje de Cobos.

Mujeres seductoras

Tomado este mínimo recaudo, Tristán y sus oficiales se dedican


a la vida social, que es abundante y atractiva en Salta. Frente a
la plaza —en las ruinas de la Matriz vieja, según Cornejo— se
ha instalado una precaria casa de comedias, a cuyas funciones el
general concurre con las damas realistas. Empieza 1813. El 30 de
enero, se desarrolla la gran ceremonia de lectura de la reciente —y
efímera— Constitución de la monarquía española, desde un alto
tablado erigido en la plaza. Se la jura al día siguiente, y por la noche
la celebración remata en un gran baile.
Las mujeres juegan, en esos meses de fines de 1812 y comienzos
de 1813, un rol en el que es obligado detenerse. Las salteñas no
solamente son bellas y elegantes. También les interesa la política
y, en los salones, monárquicas y patriotas discuten sus ideas sin
disimulo.
Estas últimas, además, mueven ocultamente sus hilos. El histo-
riador realista, general Andrés García Camba, expresa que, después
de la batalla, “muy general fue la creencia de que había habido
seducción en Salta, particularmente de algún jefe y de varios ofi-
ciales, cuya posibilidad debió haber previsto Tristán para procurar
48 Belgrano, la Patria al Norte

disminuir la perniciosa influencia de una población abundante en


mujeres de conocido mérito y en extremo insinuantes”.
Con la expresión “algún jefe” se refiere, sin duda, al caso del
marqués de Yavi o de Tojo. Éste, junto con otros oficiales altope-
ruanos, fue seducido por doña Juana Moro de López. Era la nueva
voltereta de un personaje de sinuosa trayectoria. En efecto, Juan
José Fernández de Campero, cuarto marqués de Tojo y primero de
Yavi, fue realista hasta la batalla de Suipacha, después de la cual
se alineó con los patriotas. Pero, tras el desastre de Huaqui, había
regresado a las filas del Rey. Según afirma Frías, la señora de López
convenció al marqués y a varios de sus camaradas, de plegarse a la
causa patriota.
Otra señora prominente, Martina Silva de Gurruchaga, según la
misma fuente, en su hacienda de Cerrillos formó y equipó a su costa
una compañía de soldados, que quedaron a la espera de instruccio-
nes para entrar en acción. En cuanto a las mujeres del pueblo, era
una preocupación permanente de Tristán la cantidad de veces que
las pescaban haciendo de espías o de “bomberas”. Expresa Mitre
que el jefe realista mandó azotar a varias por esa causa.

Belgrano en marcha

El 13 de enero de 1813 empezó a moverse desde Tucumán, en for-


ma escalonada, el Ejército del Norte, con 3.000 hombres dispues-
tos a caer sobre Tristán en Salta. Primero partió el regimiento de
Cazadores, luego todos los de Infantería y por último la caballería
de los Dragones, así como las milicias tucumanas que mandaba
Bernabé Aráoz.
Antes de salir, Belgrano había hecho rezar funerales por los caí-
dos el 24 de septiembre, y cada oficial y cada soldado recibió uno
de los escapularios de La Merced enviados por las religiosas de
Buenos Aires. “Vinieron a ser —dice Mitre— una divisa de guerra
en la campaña que iba a abrirse”.
Campaña que tenía ya un buen auspicio, con el triunfo del gene-
ral José Rondeau en el Cerrito de Montevideo, el 31 de diciembre
de 1812. Y muy pronto tendría otro, con la pequeña pero contun-
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 49

dente victoria del coronel José de San Martín sobre los realistas, el
3 de febrero, en las barrancas de San Lorenzo, sobre el Paraná.
La fuerza arribó al río Pasaje. Estaba crecido, pero pudieron
cruzarlo en “dos o tres días de maniobras”, dice Gregorio Aráoz de
la Madrid en sus memorias. Narra que con ese fin, “se construye-
ron balsas, dos botes o grandes canoas y se colocó una gran cuerda
por una y otra banda del río, asegurada por grandes maderas que
se fijaron al efecto”. Según corrige el realista Mendizábal, el cruce
demandó ocho días. De cualquier manera, atravesó las torrentosas
aguas del río el Ejército de Norte, con todos sus soldados, sus caba-
llos, sus 10 piezas de artillería y sus 50 carretas, sin que apareciera
un solo explorador de Tristán en sus inmediaciones.

Juramento en el Pasaje

Cumplido el cruce, el 13 de febrero Belgrano dispuso realizar, sobre


la margen norte, la ceremonia de juramento a la Asamblea Gene-
ral Constituyente, que el 31 de enero se había instalado, con toda
solemnidad, en Buenos Aires.
La tropa formó en cuadro y, tras una corta alocución, se leyó la
circular del Triunvirato que ordenaba jurar obediencia a la Asam-
blea como órgano supremo. Acto seguido, el mayor general Díaz
Vélez se presentó trayendo la bandera celeste y blanca, seguido
por una escolta y al son de tambores. Esto porque Belgrano ha-
bía resuelto aprovechar la ocasión para que, simultáneamente, se
jurase tanto la obediencia a la Asamblea como a esa bandera que
el Gobierno le había obligado a esconder cuando la creó, y que él
reservaba para “una gran victoria”. Había sido “gran victoria” la
de Tucumán, y estaba seguro de que el nuevo gobierno no lo des-
autorizaría esta vez.
Desenvainando su espada, el general prestó el juramento; lo
tomó luego a los jefes de cuerpo —a los cuales se incorporó, re-
cién llegado de Buenos Aires, el coronel Martín Rodríguez— y
finalmente a la tropa, que respondió con un cerrado “Sí, juro”.
Luego, narra Mitre, “colocando su espada horizontalmente sobre
el asta de la bandera, desfilaron sucesivamente todos los soldados
50 Belgrano, la Patria al Norte

y besaron, uno por uno, aquella cruz militar, sellando con su beso
el juramento que acababan de prestar”.
Paz recordaba que, dado lo largo del trámite, Belgrano fue reem-
plazado en el sostén de la espada, primero por Rodríguez y luego
por otros oficiales superiores. Al terminar el acto, el general hizo
grabar con un escoplo, sobre el gran árbol que se alzaba en la mar-
gen, la inscripción “Río del Juramento”. Fue el nombre que desde
entonces reemplazó al antiguo de Pasaje. Además, según Mitre, en
los días que transcurrieron durante el paso del río, Belgrano apro-
vechó para terminar su traducción de la “Washington’s Farewell
Adress”, reiniciada en Tucumán y que editaría ese año en un folleto
impreso en los Niños Espósitos.

Estrategia de Tristán

Esa misma tarde, la fuerza prosiguió su marcha hacia Salta. Al


día siguiente, 14 de febrero, su vanguardia cayó sobre los soldados
realistas que guarnecían Cobos. Mató a viarios, hizo algunos prisio-
neros, y el resto fugó rumbo a Salta llevando la noticia del ataque.
Cuando se enteró Tristán, no le dio importancia al comienzo. Pensó
que el incidente no pasaba de ser una de las tantas operaciones de
guerrilla rebelde, con las que pronto terminaría de raíz.
Pero nuevos y numerosos testimonios que fueron llegando, lo
convencieron de que, de alguna manera, el Ejército del Norte había
cruzado el Pasaje y marchaba sobre la ciudad de Salta.
Entonces, resolvió fortificar y artillar los llamados Portezuelos, el
grande y el chico. Eran quiebres del cerro San Bernardo, ubicados
al este de la ciudad, y constituían la única entrada posible al valle
de Lerma. La misma medida adoptó en el ancho zanjón que seguía,
así como en el puente de tres arcos que se cruzaba para entrar a la
ciudad de Salta.
Mientras tanto, proseguía el avance de los patriotas. Al grue-
so del ejército se sumó la vanguardia, que aguardaba en Cobos, y
desde allí continuaron la marcha. Antes, Belgrano comisionó al
coronel Santiago Figueroa y a Saturnino Saravia, para molestar y
distraer a los realistas por el sur: ambos penetrarían por la Cuesta
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 51

de la Pedrera y cumplieron con eficacia su misión, persuadiendo a


Tristán de que la batalla se trabaría sobre los cerros de la entrada.
Al lado de Belgrano cabalgaba Arenales, quien suministró al ge-
neral preciosos datos de la zona donde iba a internarse, además de
entregarle un plano de Salta y sus alrededores, territorio que era
desconocido para el jefe patriota.

La ruta inesperada

Al llegar a la bifurcación de Punta del Agua, el general dispuso


que su vanguardia —con los coroneles Díaz Vélez y Zelaya— mar-
chara por el camino de la izquierda, para tomar los Portezuelos y
asegurarse la entrada a la ciudad, mientras el grueso de la fuerza
tomaba por la derecha, rumbo a la Lagunilla, a donde llegó el 18 de
febrero. Pero Díaz Vélez y Zelaya fueron rechazados por guerrillas
desprendidas de los fortificados Portezuelos, y debieron retirarse.
Se presentaba entonces a Belgrano el grave problema de buscar
otra entrada a Salta, sin chocar con la fuerza que aguardaba en los
Portezuelos, con los cañones colocados en las sendas y en el puente,
y todo un ejército desplegado alrededor de esa posición.
El capitán Apolinario Saravia, uno de sus ayudantes, aportó en-
tonces una solución inesperada. Indicó una senda fragosa y muy
poco conocida que, trepando dos leguas por los montes, caía a la
quebrada de Chachapoyas. Esta desembocaba en la estancia de
Castañares, propiedad del coronel Pedro José Saravia, padre de
Apolinario, a poco más de una legua de la ciudad y al norte de
ella. Belgrano mandó a reconocer el paso y, al anochecer del 18 de
febrero, acometió la senda con todo el ejército.
Bajo la lluvia, soldados, cañones y carretas se desplazaron tra-
bajosamente por esa huella de ganado, “rellenando los hoyos, re-
bajando las prominencias peligrosas, barriendo, por fin, la senda
de todo peligro”, narra Frías. En ese trajín, emplearon toda la no-
che. Al amanecer del 19 de febrero, el Ejército del Norte arribó a
la planicie de Castañares, que procedió a ocupar. También ocupó
las pequeñas eminencias llamadas Tres Cerritos, contra la sierra.
52 Belgrano, la Patria al Norte

Pronto se le unió la vanguardia rechazada en Higuerillas, llegada


por la misma senda.

Belgrano en Castañares

La posición era inmejorable. El ejército patriota aparecía a espal-


das de su enemigo, y a una altura desde la cual dominaba todo el
espacio tendido hasta la ciudad. Además, cortaba a los realistas la
comunicación con Jujuy, donde estaba el medio millar de soldados
del coronel Miguel Tacón.
Al amanecer del 19 de febrero, alguien dijo a Tristán que venían
fuerzas por el norte. No le dio importancia. Creía imposible el paso
por otro lado que los Portezuelos, y se limitó a decir: “¡Ni aunque
fueran pájaros!”. Pero, cuando salió el sol, toda Salta pudo divisar a
las tropas patriotas acampadas junto a los cercos de piedra de Cas-
tañares. El ayudante de Tristán despertó a su jefe para informarle
la novedad. Según Frías, Tristán volvió a dudar. “¿Son muchos?”,
preguntó. “Como avispas”, le contestaron. Inquirió entonces “¿Y
aún llueve”? Ante la respuesta afirmativa, comentó con ironía:
“Pues me alegro, así se matan mejor las avispas”.
Se vistió, se calzó las botas y pasó a la casa de Aguirre, —em-
plazada, según Cornejo, en la actual calle Mitre entre España y
Belgrano— cuyo balcón ofrecía una excelente vista hacia el norte.
Enfocó el anteojo en esa dirección, y recién entonces lo golpeó la
realidad. Debió convencerse de que, llegado no sabía por dónde, a
una escasa legua estaba acampado todo el ejército enemigo.

Tristán mueve su fuerza

De inmediato, Tristán procedió a cambiar la ubicación de sus fuer-


zas. Las sacó de los Portezuelos y las llevó dando frente al norte y
de espaldas a la ciudad, a una cuadra del borde del arroyo panta-
noso llamado Tagarete de Tineo, cuyas aguas corrían muy crecidas
por las lluvias. Considera Frías que Tristán cometía dos errores
al adoptar esa estrategia. El primero es que le hubiera convenido
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 53

mantenerse en los Portezuelos con sólo un cambio de frente, ya que


estaría así a mayor altura que las tropas enemigas. El segundo fue
que, en el apuro, no atinó a llamar a la guarnición de Jujuy para
que lo reforzase.
Según describe Mitre, la fuerza realista formó en dos líneas.
La primera tenía tres batallones de infantería. Apoyaba su flanco
derecho sobre el San Bernardo, por cuyos repliegues hizo avanzar
unos doscientos soldados. En el flanco izquierdo estaba su caba-
llería, de 500 jinetes, y al frente de la línea se desplegaban las 10
piezas de artillería.
La segunda línea estaba integrada por dos batallones en colum-
na, y a retaguardia formaban la reserva y el parque. Considera Mitre
que esta formación “era más hábil que la patriota”, ya que “en la
distribución de las diferentes armas habían sido mejor consultados
los accidentes del terreno”.
El marqués de Yavi mandaba el ala izquierda, tendida sobre
el extremo oeste, con sus 500 jinetes. Cuerpos principales de la
infantería y artillería eran los batallones de Cuzco, Abancay y Co-
tabamba; el de Chilotes y los granaderos de Paruro, “todos pardos
y mulatos” del Perú, ataviados con “calzón corto de lana y ojota
en el pie y gorras chatas militares”, dice Frías. Por el este, sobre la
falda del San Bernardo, formaban la otra ala del ejército el Real de
Lima —compuesto por unos 500 puros españoles peninsulares, al
mando del coronel Antonio Lesdael— y el Paucartambo.

La línea patriota

En cuanto a los patriotas, según Mitre, se distribuían en “5 co-


lumnas paralelas de infantería en línea de masas con 8 piezas de
artillería divididas en secciones a retaguardia; dos alas de caballería,
en la prolongación de la línea de batalla, y una columna de las tres
armas, con 4 piezas de artillería, formando la reserva”.
Al mando de la columna de la derecha iban el teniente coronel
Manuel Dorrego y después, por el orden de formación, los coman-
dantes José Superí y Francisco Pico, el sargento mayor Carlos Fo-
rest y el comandante Benito Álvarez. La caballería de esa ala estaba
54 Belgrano, la Patria al Norte

al mando del flamante teniente coronel Cornelio Zelaya, y la del


ala izquierda, al del capitán Antonio Rodríguez.
El teniente coronel Gregorio Perdriel comandaba la infantería
de la reserva, y el sargento mayor Diego González Balcarce con el
capitán Domingo Soriano Arévalo estaban al frente de la caballería.
En cuanto a la artillería, las piezas de la derecha estaban a cargo del
teniente Antonio Giles; las del centro, de los tenientes Juan Pedro
Luna y Agustín Rávago; la de la izquierda, del capitán Francisco
Villanueva, y las de la reserva, del capitán Benito Martínez y el
teniente José María Paz.
El mayor general del Ejército, coronel Eustoquio Díaz Vélez,
comandaba la derecha de la línea, y la izquierda era responsabilidad
del coronel Martín Rodríguez.
Mitre apunta, como “vicios más notables” de la formación pa-
triota, la dispersión de la artillería y la colocación de la caballería
sobre el lado izquierdo, donde la naturaleza del terreno le impedía
obrar. Opina que debió haber estado en el lado opuesto: su ausen-
cia allí permitió, al enemigo, obtener su única ventaja al trabarse
el combate.

Tensas vísperas

Así estaban las cosas la noche del viernes 19 de febrero. Según Paz,
hacia el mediodía, el ejército patriota inició un avance y luego se
detuvo. “Todo indicaba que íbamos ese día a llegar a las manos,
pero no sucedió así”, comenta.
La tradición —recogida, como tantas otras, por Bernardo Frías—
asegura que Apolinario Saravia, luego de su feliz intervención en
el ingreso de ejército al valle, se disfrazó de paisano con sombrero
viejo y ojotas, y entró a la ciudad arreando unos burros cargados
con leña. Pudo de ese modo examinar de cerca las posiciones del
enemigo y luego transmitir esa información a Belgrano.
También quiere la tradición que esa noche, en la casa de Her-
nández, hubo una reunión secreta de los oficiales realistas sedu-
cidos, con el marqués de Yavi en primera línea. Acordaron, dice
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 55

Frías, “aflojar, llegado cierto momento de la batalla, y huir sin más


resistencia, refugiándose en casas patriotas”.
Ambas fuerzas estaban a la vista, separadas por unas quince cua-
dras: sus guerrillas intercambiaban disparos aislados, más algunos
insultos, como narra La Madrid. Todo bajo una persistente lluvia
que los soldados soportaban a cuerpo descubierto y en el barro
pues, dice Frías, ambos bandos carecían de tiendas de campaña. Al
caer la noche, se hizo un silencio sólo interrumpido por las voces
de alerta de los centinelas. En la línea enemiga, brillaban fuegos
que estuvieron encendidos hasta el amanecer.

Amanece el 20 de febrero

Llegó así el sábado 20 de febrero de 1813. Como un buen presagio,


cesó la lluvia y de a ratos salía el sol. Después de un rápido desa-
yuno, la fuerza patriota inició su ofensiva. A pesar de los vómitos
que lo sacudieron esa mañana, Belgrano pudo montar a caballo
y ordenar el avance. El general marchaba en la reserva, donde el
abanderado portaba la enseña azul y blanca, destinada a recibir ese
día el bautismo de fuego. Sonaban clarines y tambores.
A medio tiro de cañón, dice Mitre, “desplegaron gallardamente
las columnas que ya podemos llamar argentinas. La reserva con-
servó su formación”. Según Belgrano, “hicieron la evolución tan
perfectamente y con tanta serenidad como si estuviesen en un ejer-
cicio doctrinal”.
De inmediato los realistas abrieron fuego de artillería. Belgrano,
según La Madrid, dio orden a sus fusileros de no disparar hasta que
no estuviesen a la distancia adecuada. Cuando lo juzgó conveniente,
el general mandó a Dorrego avanzar sobre la izquierda realista con
dos compañías de Cazadores y el apoyo de la caballería de Zelaya.
El embate fue rechazado, y sólo el auxilio de los jinetes del ala de-
recha impidió que sus autores sucumbieran. El enemigo se arriesgó
mucho en el rechazo, pero fue contenido por el regimiento de castas
de Buenos Aires.
Fue durante ese movimiento que una bala hizo impacto en el
muslo de Díaz Vélez: sangraba en abundancia cuando Belgrano
56 Belgrano, la Patria al Norte

dispuso, a pesar de su furiosa protesta, que se retirase del campo


para atender la herida. Asimismo La Madrid recibió entonces una
herida en el muslo, por una bala patriota. Paz piensa que tenía igual
origen el proyectil que hirió a Díaz Vélez.

Empieza la batalla

Simultáneamente, el general mandó que una sección de la reserva,


con Silvestre Álvarez a su frente, lo librase de la columna ligera
realista que tiroteaba sobre su izquierda en diagonal, desde la falda
del San Bernardo. Luego, al galope, se trasladó a la derecha, y orde-
nó a Dorrego cargar otra vez sobre la izquierda enemiga, cuidando
de no interceptar el fuego de la artillería que debía apoyarlo. Junto
con las milicias de Salta, Dorrego se lanzó en una violenta y exitosa
arremetida: desbarató el ala izquierda realista y entró en la ciudad
en su persecución.
Esa ala era la que mandaba el marqués de Yavi. Nada comenta
Mitre sobre este asunto, pero para Frías es evidente que, con su
desbandada, el adiposo marqués cumplía el compromiso de defec-
ción que había asumido en los conciliábulos secretos de doña Juana
Moro de López. Cita en su apoyo no sólo tradiciones de la familia
Otero, sino al historiador realista Mariano Torrente, para quien
este suceso determinó la pérdida de la batalla. Afirma Torrente que
había “aflojado el ala izquierda, mandada por el marqués de Tojo,
cuya conducta sospechosa recibió un grado mayor de credibilidad
cuando se le vio tomar partido con los rebeldes”. En efecto, luego
del triunfo de Salta, el marqués quedó alineado definitivamente con
los patriotas y llegó a ser muy distinguido por Belgrano.
Según Frías, mientras el marqués huía galopando con su gente,
se le oía exclamar: “¡La puta y cómo apuran, y cómo apuran!”. El
historiador salteño, hombre educado, aclaraba al transcribir la frase,
que sustituía por “la perra” aquella “vulgar interjección”.
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 57

Batalla de Salta. Óleo de Aristene Papi.

Fuego generalizado

Como la desaparición de la caballería del marqués dejó descu-


bierto el flanco izquierdo, Tristán lo hizo llenar con dos batallones
de infantes sacados de la segunda línea de su centro. Pero esos
infantes se desordenaron rápidamente, para replegarse en fuga rum-
bo a la ciudad. Según Mitre, temían que les apareciera por detrás
—como ocurrió en Tucumán— la caballería patriota. Para Frías,
sólo puede explicarse ese desbande porque sus oficiales integraban
el grupo de comprometidos del marqués de Yavi. Es más: la tra-
dición de las familias Viola y Otero asegura que esos oficiales se
refugiaron en la casa de Juana Moro de López, “en donde se los
aguardaba con mate”.
58 Belgrano, la Patria al Norte

A esa altura, el fuego se había generalizado. La línea argentina


no detenía su avance vencedor. Y, para zozobra de los realistas, apa-
reció en lo alto de las Lomas de Medeiros un grupo numeroso de
paisanos a caballo. Era la compañía armada —vimos— por Martina
Silva de Gurruchaga y aumentada, dice Frías, por la apurada reclu-
ta de campesinos que otras patriotas salteñas, montadas a caballo,
hicieron en puntos cercanos al campo de batalla.

En medio del combate

Tristán galopó hacia la zona del desbande, con ánimo de contenerlo


de alguna manera. Fue entonces que lo divisó el coronel Apolinario
Figueroa, quien estaba al frente de la milicia urbana, y se lanzó
sobre él a todo galope. Cuando estuvo próximo disparó su pistola
sobre Tristán; pero como su bala solo le rozó el capote, le echó
encima el caballo. El jefe realista se defendió con un sablazo que
rasgó la casaca de Figueroa sin herirlo. Pero el salteño no se dio
por vencido y persiguió al galope a Tristán quien, según Frías, pudo
escapar “merced únicamente a la suma ligereza de su caballo”.
Otro episodio de esos momentos fue la arremetida de Mariano
Benítez, que formaba entre los “Decididos de Salta”. Se lanzó a
toda furia con su caballo sobre la infantería realista, le arrebató
una bandera —a costa de un sablazo en la cabeza— y con ella en
la mano se dirigió a las líneas patriotas para entregarla. Los solda-
dos del Rey le hacían fuego y también sus compañeros, quienes lo
creían enemigo porque llevaba en alto la bandera española. Dorrego
lo reconoció y le gritó inútilmente que abatiera la enseña, sin que
Benítez pudiera escucharlo. Finalmente, le pudo sacar el trapo de
las manos, a tiempo que Benítez caía de su caballo sin sentido y
con el rostro cubierto de sangre.

Enconada resistencia

En esa instancia del combate, solamente el centro realista se soste-


nía, con tres batallones que disparaban metódicamente sus cañones.
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 59

Pero debieron ceder al centro patriota que mandaban Superí y Fo-


rest, y corrieron en fuga dejando muchos muertos, además de sus
cañones y una bandera. Al escapar, varios cayeron a las aguas del
Tagarete del Tineo y se ahogaron, pues no sabían nadar.
Ahora bien, en las faldas del San Bernardo, el ala realista del
naciente resistía con vigor a los patriotas, con los peruanos del
regimiento Paucartambo y los peninsulares del Real de Lima. Ubi-
cados a mayor altura, y con la torrentosa Zanja Blanca del cerro
a su frente, bordeada por algarrobos, esa posición les daba mayor
ventaja para disparar sobre los patriotas, si bien el zanjón los cor-
taba del resto del ejército.
Al ver que avanzaban 200 tiradores del Real de Lima sobre el ala
patriota de ese punto, corrió Belgrano en su auxilio, con la reserva
y dos cañones. Se sucedió un largo tramo de feroz y encarnizado
fuego, con muchas bajas. Los realistas, lejos de ceder, descendían
ganando posiciones.
De pronto, al advertir que el centro de las tropas del Rey se
disolvía, empezaron a vacilar. En ese momento Arenales, aunque
no tenía mando en el ejército, se puso a la cabeza de un grupo de
“Decididos” y se lanzó a la carga sobre el Real de Lima y el Pau-
cartambo, logrando finalmente dispersarlos en fuga por las faldas
del cerro. Esto significaba que, de una punta a la otra, las fuerzas
realistas habían abandonado el campo de batalla. Ahora, la encar-
nizada lucha se había trasladado a la ciudad.

Balas en las calles

Por las calles, Dorrego, Pico, Forest, Superí y Zelaya, apoyados por
las dos piezas de artillería que había arrastrado hasta allí el tenien-
te Luna, avanzaron hasta una cuadra y media de la plaza —que
estaba fortificada con empalizadas— y tomaron el antiguo templo
de La Merced, en la actual esquina Veinte de Febrero y Caseros,
dos cuadras al oeste de la plaza. Desde el campanario, agitaron un
poncho de Superí cuyo color en algo se parecía a la bandera celeste
y blanca, para indicar su posición a Belgrano.
60 Belgrano, la Patria al Norte

En medio del caos, Tristán —a quien no faltaba valor— trataba


inútilmente de reunir sus soldados, que corrían por las calles, y
apostarlos en las empalizadas. Pero la mayor parte se había refu-
giado en la Matriz, que funcionaba entonces en el que fue templo
de los jesuitas, frente a la plaza, sobre la hoy calle Mitre. Cuando
el mismo Tristán, según Frías, o su ayudante, según Paz, ingresó
al templo espada en mano, advirtió que no podía contar con ese
grupo que se amontonaba aterrorizado y tembloroso. No sirvió de
nada que una porteña realista, Pascuala Balbastro, subiera al púlpito
para llamarlos cobardes e incitarlos a luchar.
En la calle, frente a una de las empalizadas, el caudillo urugua-
yo, Venancio Benavidez, hombre de enorme estatura pasado a los
realistas, incitaba a sus compañeros a luchar, con gritos desaforados.
Al ver que nadie lo seguía, se paró en medio de la calle hasta que
recibió, como esperaba, un tiro que le destrozó la cabeza.

Tristán se rinde

Tristán se convenció, entonces, de que no le quedaba otro comino


que la rendición. Envió al coronel Felipe de la Hera a entrevistarse
con Belgrano. “La sola presencia del parlamentario, su traza, su
emoción y sus ademanes, hubieran sido suficientes para revelarnos
el estado deplorable del enemigo”, narra José María Paz. “Traía
por todo uniforme un frac azul, de paisano, con solo distintivo en
la botamanga, de los galoncitos que designaban su grado”. Venía
“embarrado hasta el pescuezo, y en todas sus acciones se notaba la
confusión de su espíritu y el terror”.
Lo llevaron ante el general con los ojos tapados, lo hicieron
desmontar y le quitaron la venda, poniéndolo de espaldas a la tro-
pa. Cuando le indicaron cuál de los oficiales era Belgrano, empezó
a decirle en voz baja algo que nadie pudo escuchar. Lo que sí se
escuchó fue la respuesta del general. “Diga usted a su general que
se despedaza mi corazón al ver derramar tanta sangre americana;
que estoy pronto a otorgar una honrosa capitulación; que haga cesar
inmediatamente el fuego en todos los puntos que ocupan sus tropas,
como yo voy a mandar en todos los que ocupan las mías”.
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 61

Al poco rato, se acalló el estampido de cañones y de fusiles.


Había concluido la gloriosa batalla de Salta. Toda su planificación
y su desarrollo, constituyen prueba cabal de las condiciones de
estratega que poseía Belgrano, adquiridas a través de sus lecturas
de arte militar y de su experiencia de campo. Curiosamente suelen
negárselas, con ligereza, algunos historiadores.

La capitulación

Esa tarde quedó firmada la capitulación, en un documento de 7


artículos que suscribieron Belgrano y La Hera, y que fue ratificado
al pie con la firma de Tristán y “el Consejo, con los demás oficiales,
de graduación de teniente coronel inclusive para arriba”, fechado
“en la noche del mismo día 20”.
Se acordaba que el ejército vencido saldría el día 21, a las 10, de
la plaza, “con todos los honores de la guerra”, quedando las tropas
patriotas en su posición actual. A las “tres cuadras” de la plaza,
“rendirán las armas, que entregarán con cuenta y razón, como
igualmente artillería y municiones”.
Se estipulaba que el general, oficiales y soldados —a quienes se
les concedía “restituirse a sus casas”— prestarían juramento de no
volver a tomar las armas contra las Provincias Unidas del Río de
la Plata, “en las que se comprenden las de Potosí, Charcas, Cocha-
bamba y La Paz”. Serían devueltos a los realistas los prisioneros
existentes, y se acordaba que Tristán “estimule a su general en jefe
para el canje de los prisioneros hechos en las diferentes acciones
de guerra desde el Desaguadero inclusive”.
Otros artículos establecían el respeto de las propiedades de mi-
litares y vecinos, y que “a nadie se molestará por sus opiniones po-
líticas”, incluyendo “oficiales o vecinos de cualquiera otro pueblo”.
Los caudales públicos quedaban en Tesorería, “bajo cuenta y orden
que deberán presentar los ministros de Hacienda”.
En cuanto a la tropa de Jujuy, debía retirarse “sin causar perjui-
cio alguno en su tránsito al interior, llevando sus armas”. El último
artículo expresaba que “el general Belgrano conviene en que el
62 Belgrano, la Patria al Norte

general Tristán haga un expreso a su general en jefe remitiéndole


copia de este tratado”.

Entrega de las armas

La del 20 al 21 de febrero fue la “noche triste” del humillado Pío


Tristán. Al promediar la mañana del domingo, lo que quedaba del
ejército del Rey, formado con sus jefes al frente, sus banderas des-
plegadas y batiendo los tambores, se presentó en la plaza mayor.
De allí salieron rumbo al lugar donde debían entregar las armas,
mientras, al mismo tiempo, las fuerzas patriotas formadas pasaban
a ocupar la plaza. José María Paz comenta que “mientras por un
lado de la plaza salían los vencidos, por el otro entraban los ven-
cedores; contrastaban tanto los semblantes de unos y otros, sus
actitudes eran tan diferentes, que si un extraño a todo lo que había
sucedido se presentase en aquel momento, hubiera conocido de lo
que se trataba”.
Desplegado el batallón que encabezaba la tropa realista, empezó
a desfilar frente a Belgrano y sus hombres, y fueron entregando
las armas. Narra Paz que “los tambores hicieron lo mismo con sus
cajas, los pífanos con sus instrumentos, y el abanderado entregó
finalmente la real insignia, que simbolizaba la conquista y un va-
sallaje de 300 años”.

El abrazo de Belgrano

Para abreviar la ceremonia, se dispuso que “abriesen filas y pusie-


sen las armas en tierra, depositando encima los correajes y cartu-
cheras”. Lo único que se entregó “a mano” fueron las banderas
y estandartes. La caballería “echó pie a tierra para entregar sus
espadas, carabinas y demás, y los artilleros dejaron también sus
cañones, cajas y juegos de armas”.
Se veía en los semblantes de los vencidos, “las diferentes pasio-
nes que los agitaban. El despecho y la rabia en algunos, en otros
un furor concentrado, y la vergüenza en todos”. Paz cuenta que
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 63

Abrazo de Belgrano y Tristán después de la Batalla.

muchos “derramaban lágrimas que no bastaban toda su fuerza a


reprimir”.
Todo transcurrió en un respetuoso silencio. En una nota al pie
de página, Paz recuerda, como caso aislado, que el alférez Domingo
Díaz, “joven alegre y pifión”, hizo una broma a uno de los co-
mandantes realistas que se despojaba del correaje. El comandante,
conteniendo su furia, le dijo: “Señor oficial, estos son percances de
la guerra, de que usted ni nadie está libre”.
Cuando llegó el momento de rendirse, Tristán avanzó para en-
tregar su espada a Belgrano. Pero el general patriota rechazó el
64 Belgrano, la Patria al Norte

gesto y lo estrechó en un abrazo, “para impedírselo y para evitarle


este dolor y grande vergüenza”. Luego, de acuerdo al compromiso
contraído, Tristán, sus jefes y sus oficiales, prestaron juramento, en
su nombre y en el de sus soldados, de no volver a combatir contra
los patriotas.

El triunfo más completo

El ejército realista estaba compuesto por 3.388 hombres. En la ba-


talla, cayeron muertos 481 y quedaron heridos 114. Se rindieron,
entregando sus armas, un total de 2.776, incluyendo jefes y oficiales.
Así, dice Mitre, “los anales argentinos no registran un triunfo más
completo”. Las pérdidas en los 3.000 hombres del ejército patriota,
fueron de 103 muertos, 433 heridos y 42 contusos.
En el parte de la acción, Belgrano expresa que “duró 3 horas y
media, y ha sido muy sangrienta, tanto en el campo como en las
calles de la ciudad. Los enemigos se han portado con mucha ener-
gía y valor, pero tuvieron que ceder al ardor, fuego y entusiasmo
patriótico del ejército de mi mando, que sin desordenarse llevaba
la destrucción y la muerte por doquiera que acometía”. Dedicaba
un párrafo especial al contingente tucumano. “No hallo, Excmo.
Señor, expresión bastante para elogiar a los jefes oficiales, soldados,
tambores y milicias que nos acompañó de Tucumán, al mando de
su coronel don Bernabé Aráoz”, escribió.
Después de rendidas las armas, según Frías, y al frente de la
columna de su ejército, Belgrano “entró a paso de vencedor a la
ciudad de Salta”, por la entonces calle de La Merced, mientras
sonaban tambores y clarinadas. Según fray Cayetano Rodríguez, el
semblante del general mostraba “la misma impavidez que si hiciera
su entrada a la sala de un convite”. La bandera era llevada por el
coronel Martín Rodríguez, quien la hizo flamear desde el balcón
del Cabildo, a tiempo que daba tres vivas a la patria, mientras re-
picaban las campanas.
Belgrano se alojó, según Atilio Cornejo, en la casa de Gurru-
chaga, ubicada en la actual calle Zuviría entre Caseros y España:
allí se había hospedado tres años atrás el doctor Juan José Castelli,
cuando mandaba la primera campaña al Alto Perú.
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 65

Plano Topográfico de la Batalla de Salta.


En “Historia de Belgrano”, de Bartolomé Mitre.

Cordialidad con los vencidos

Los vencedores desplegaron gran cordialidad con los vencidos. Se-


gún Paz, a las pocas horas, en las tabernas, confraternizaban realis-
tas y patriotas, y acaso por tal causa Tristán se apresuró a encami-
narlos al Perú. Tan rápido, que “desde el día siguiente empezaron a
salir, y antes de tres días no había uno en Salta, fuera de los heridos
y de Tristán, que permaneció unos cuantos días más”.
66 Belgrano, la Patria al Norte

Belgrano dispuso que los muertos de ambos bandos se inhuma-


ran en una fosa común. Sobre ella se colocó, meses más tarde, una
gran cruz de madera, con la inscripción “Aquí yacen los vencedores
y vencidos el 20 de Febrero de 1813”.
Tristán fue objeto de atención especial por parte de Belgrano.
Esto se derivaba no sólo del talante caballeresco del general patriota,
sino del hecho de que se conocían desde la época de estudiantes, en
España. Refiere Frías que se habían alojado juntos en una pensión
de Madrid, y que “alimentaron común amor por la misma odalis-
ca”. Meses antes de la batalla de Tucumán habían intercambiado
cartas, donde el porteño lo instaba —estérilmente— a arreglar sus
disensiones de modo pacífico, como americanos que eran.
Dos o tres días después de la victoria de Salta, narra Paz que
Belgrano visitó a Tristán en su casa, por un largo rato. Y según
Frías, por esa época se dio un baile en la casa de Aráoz, en honor
del general patriota y sus oficiales. A la velada concurrieron, espe-
cialmente invitados como muestra de paz, Tristán y los suyos. Allí
el jefe realista pidió que le presentaran a Apolinario Figueroa, con
quien habían intercambiado aquel tiro y aquel sablazo el 20 de
febrero. Asimismo, según La Madrid, hizo Tristán una visita de
cortesía al mayor general del Ejército, coronel Díaz Vélez, quien
yacía en cama, herido al comienzo del combate. Fue igualmente
caballeresco el gesto de Paz quien, al encontrarse en una comida
de la familia Cabezón con el “pasado” Manuel Benavidez, le dio
conversación para que se sintiera cómodo.

Gran triunfo con críticas

La generosa capitulación concedida por Belgrano recibió críticas


en Buenos Aires. Muchos pensaban que debió haber rendido a los
realistas a discreción y tomarlos a todos prisioneros: pero también
es verdad que tener cautivos cerca de tres mil hombres, hubiera
creado al general un problema mayúsculo. También se criticó el
haber incluido a la guarnición de Jujuy en la capitulación.
Asimismo, Belgrano llevó su tolerancia más lejos, al conceder
a Goyeneche —a petición de éste— un armisticio de 40 días. Esa
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 67

tregua, así como la capitulación de Salta, fueron rechazadas por el


virrey del Perú, quien —escribe Mitre— suponía con razón que
Goyeneche con sus 3.000 infantes, 300 artilleros y armamento para
500 más, así como 1.000 caballos, tenía fuerzas suficientes para
sostenerse en el Alto Perú.
Pero el desastre de Salta había asustado a Goyeneche. Cuen-
ta Mendizábal que recibió una esquela de Tristán, redactada en
francés, donde le decía: “Amado primo, los enemigos van sobre
ti, asegura tu persona, vete hasta Oruro o más lejos”. Goyeneche,
además de poner en libertad a más de 100 prisioneros patriotas que
tenía, se replegó presuroso a Oruro.
Dispuso que, antes de llegar a ese punto, fueran detenidos los ca-
pitulados de Salta. Cuando arribaron, les anunció que el arzobispo
de Charcas y el obispo de La Paz les habían levantado el juramento
que formularon ante Belgrano y que, por tanto, podían tomar de
nuevo las armas y luchar por el Rey. Según Mitre “sólo 7 oficiales
y 300 soldados se prestaron a esta sacrílega sugestión”. Pero afirma
en cambio La Madrid, que prácticamente todos los juramentados se
reincorporaron al ejército. Sea como fuere, volvieron a las ciudades
altoperuanas y peruanas de su origen, esparciendo versiones que,
de alguna manera, abonaron la semilla revolucionaria. Así lo reco-
nocen los mismos historiadores realistas, como Torrente y García
Camba.
Contemporáneos e historiadores criticaron también la lentitud
con que Belgrano reinició su ofensiva contra los realistas. En efecto,
recién en abril movió sus fuerzas para iniciar la nueva campaña al
Alto Perú, que terminaría en los desastres de Vilcapugio y Ayohu-
ma.
Pero eso es otra historia. A dos siglos de distancia, la batalla
del Campo de Castañares en Salta queda, en la historia argentina
y según palabras de José María Paz, como un “insigne triunfo” y
como “una de las más brillantes glorias de la guerra de la Inde-
pendencia”.
68 Belgrano, la Patria al Norte

La Patria a los Vencedores en Salta.

Orientación bibliográfica

A nuestro juicio, las mejores exposiciones sobre la batalla de Sal-


ta constan en la Historia de Belgrano y la Independencia Argentina
de Bartolomé Mitre —que adjunta un minucioso plano— y en
la posterior Historia del general Martín Güemes y de la provincia de
Salta, o sea de la Independencia Argentina, de Bernardo Frías. Esta
última incorpora al relato numerosos detalles del escenario geo-
gráfico y social, además de enriquecerlo con una gran cantidad de
las sabrosas tradiciones que conservan los salteños. Es igualmente
detallada y minuciosa —con planos— la versión de Emilio Loza
en el capítulo XIV del tomo 5, segunda parte, de la Historia de
la Nación Argentina, de la Academia Nacional de la Historia. En
C. Páez de la Torre (h): Dos siglos, la Batalla de Salta 69

cuanto a la documentación, es por demás ilustrativa la compilada


en el tomo IV de los Documentos del Archivo de Belgrano, editados
por el Museo Mitre.
Como relatos de protagonistas, además del parte de acción del
general Manuel Belgrano, el mejor es el del general José María Paz,
en sus Memorias póstumas. Más ligeros son los del general Grego-
rio Aráoz de La Madrid, en sus Memorias, y del coronel Lorenzo
Lugones en sus Recuerdos históricos sobre las campañas del Ejército
Auxiliador del Perú…. Útiles para la ubicación de los edificios de
Salta vieja, son las referencias que brinda Atilio Cornejo, en sus
Apuntes históricos sobre Salta.
La visión, por cierto muy interesante, de los historiadores rea-
listas, consta en Memoria para la historia de las armas españolas en
el Perú, 1809-1821, del general Andrés García Camba; Guerra de la
Independencia en América del Sur, 1809-1824, del mariscal Francisco
J. de Mendizábal, y la Historia de la Revolución Hispano Americana,
de Mariano Torrente.
70 Belgrano, la patria al Norte

Belgrano y la importancia de conocer


el territorio del país

Gregorio A. Caro Figueroa 1

“Hemos hablado de la necesidad que tenemos


de adquirir conocimientos que nos pongan en aptitud
para emprender negocios útiles a la sociedad”
— Belgrano, 1° de septiembre de 1810

M
anuel Belgrano se interesó desde joven en el conoci-
miento del territorio del Virreinato del Río de la Plata.
Comenzó a promoverlo y difundirlo en 1794, cuando
regresó a Buenos Aires después de casi ocho años de residir y cursar
estudios en España. A pocas semanas de su retorno tomó posesión
de sus funciones como secretario perpetuo del Real Consulado de
Buenos Aires, creado por decreto en enero de aquel año, idea que se
venía gestando desde 1785. La erección del Consulado rioplatense
ratificaba tardíamente la importancia de esta nueva sede virreinal,
erigida en 1776. Si la espera de ese reconocimiento se explica, en
parte, por el paulatino desplazamiento de la importancia del Pa-
cífico hacia Atlántico, también se contrasta y mide por años: el

1
Historiador. Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de la
Historia. Editorialista de Todo es Historia.
G. A. Caro Figueroa: Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país 71

Uno de los retratos icónicos de Belgrano. La Gaceta, Tucumán,


20 de julio de 2020.
72 Belgrano, la patria al Norte

Virreinato del Perú se había creado en 1542, y el Consulado de


Lima en 1618.
En un informe de 1790, un fiscal de la Audiencia había definido
la importancia de los nuevos consulados, organizados con criterios
modernos. La utilidad de este “cuerpo nacional”, señaló, no debía
limitarse a lo económico sino incluir lo cultural. Sus beneficios
tampoco debían reducirse a un puñado de comerciantes del puerto,
sino que su influencia debía extenderse “al beneficio común de la
provincia”. Añadió el fiscal: “Este comercio necesita tanto de espe-
culaciones como de noticias prácticas para fomentarlo y aumentar
su giro”, para lo que es necesario instruir “a los comerciantes en
general”, creando una cátedra de comercio.
Retornar al país y hacerse cargo de la apertura del Consulado,
cuya responsabilidad le fue ofrecida a Belgrano en Madrid meses
antes de la firma del decreto de su designación, cuando contaba con
24 años, permitió abrir en Belgrano “un vasto campo a la imagi-
nación”: “me aluciné”, confesó en sus “Memorias” (1814). Lo que
quizás no imaginó es que permanecería dieciséis años al frente de
la secretaría del Consulado: desde el 14 de enero de 1794 hasta el
14 de abril de 1810. Este encargo de la administración española
despertó su optimismo sobre la posibilidad de emprender la tarea
de lograr un más amplio y riguroso conocimiento del territorio,
habitantes y recursos del país, aplicando sus ideas reformistas, ilus-
tradas y liberales.
En 1797 Belgrano propuso que la Junta de Gobierno del Con-
sulado fuera integrada por hacendados y comerciantes “en igual
número”, a fin de evitar los antagonismos, el aislamiento, la falta
de complementación entre ambos grupos, y poner fin al predomi-
nio un sector sobre el otro. Rompiendo una tradición y una mala
inercia creía posible demostrar, en la práctica y funcionamiento
en esa Junta, que esas dos profesiones “contribuyen igualmente
a la prosperidad”. También porque agricultura y comercio tienen
entre sí una mutua dependencia ya que “uno sin el otro no pueden
florecer”.
Desde el primer año de su gestión frente al Consulado (1794)
y hasta su renuncia a esas funciones en abril de 1810, Belgrano
cumplió puntual y rigurosamente con la obligación que imponían
G. A. Caro Figueroa: Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país 73

las normas de leer cada año una “Memoria” referida a cuestiones


económicas. Esa obligación realimentó aquel optimismo porque
en esos documentos podría describir las provincias, “a fin de que
conociendo su estado pudiesen tomar providencias acertadas para
su felicidad”, escribió. En su opinión: “No se pueden tener esos
conocimientos con la exactitud que se precisa si previamente no
se estudia el país”.
Luis Roque Gondra, catedrático e historiador de economía, pu-
blicó en 1923 la primera edición de su libro Las ideas económicas
de Manuel Belgrano, el aporte más importante sobre este tema, en
el que transcribió los textos de cinco de esas “Memorias”: las que
fueron leídas en los años 1796, 1797, 1798, 1802 y 1806.
Las “Memorias” que entonces no se encontraron corresponden a
los años 1800, 1803, 1804, 1805, 1806, 1807 1808 y 1809. Es posible
que estas faltantes se expliquen por un relajamiento del cuidado de
los archivos de la administración, a la que comenzaba a afectar la
crisis del Antiguo Régimen.
En 1988, sesenta y cinco años después, el historiador Pedro
Navarro Floria en su tesis doctoral “El Consulado de Buenos Aires
(1790-1806)” menciona catorce “Memorias”. De ese total, se conocen
los textos de siete; de la otras siete solo quedaron en las Actas del
Consulado los títulos de los temas que trataron.
Todas las disertaciones extraviadas corresponden al periodo
1800 a 1808, cuando Belgrano abordó importantes materias como
la creación de un aula de comercio; la navegación sobre el Río
de la Plata; un viaje científico por el Virreinato; la necesidad de
aumentar la población, de formar una Sociedad de Agricultura, de
activar el comercio interior y de diseñar un plan estadístico.
A las conocidas y transcriptas por Gondra se añade la “Memo-
ria” de 1809. “Hasta el momento, se ignora el tema y el texto de las
Memorias de 1799 y 1800. Los tres únicos años en que Belgrano no
pudo leer su Memoria personalmente, aunque la presentó, fueron
1794 —por hallarse aún en España y 1796 y 1800— por razones de
salud. En las dos primeras ocasiones presentó a modo de Memoria,
traducciones de obras importantes y actualizadas de economía”.
Desde el primer viaje de Colón, explica Francisco De Aparicio,
se había creado en la Corte de los Reyes Católicos “un clima de
74 Belgrano, la patria al Norte

verdadera ansiedad por adquirir noticias amplias y precisas de las


tierras descubiertas”. En 1493, en carta a Colón, los Reyes Católicos
ponderaron las primeras noticias y conocimiento de las tierras a
las que llegó el navegante. Ese interés por el conocimiento del te-
rritorio del llamado Nuevo Mundo, se acentuó tres siglos después,
impulsado por las necesidades de incrementar los recursos de la
Real Hacienda.
A raíz de esa preocupación por el conocimiento, valoración
y demarcación del territorio, el siglo XVIII español fue definido
como el siglo de las expediciones científicas. Francisco de Solano
estima que fueron sesenta esos viajes de estudio a América.
Alguna de esas expediciones y viajes incluyeron parte del terri-
torio del Río de la Plata, porción importante dentro de las inmensas
posesiones españolas en América. Esos esfuerzos eran insuficientes
para alcanzar tal objetivo, pese a la importancia de aportes como
los de Concolorcorvo (1773), los estudios cartográficos y geográficos
del ingeniero Pedro Cerviño —amigo de Belgrano y su importante
colaborador en el Consulado—; el “Viaje” de Espinosa Bauzá que
aportó una descripción del “país del Tucumán francamente admi-
rable”; los de la expedición de Alejandro Malaspina (1789-1794); la
serie de relaciones oficiales; la “Memoria” de Félix de Azara, cuyos
aportes geográficos se consideran como los de mayor valor; el “Dia-
rio” de Juan Francisco Aguirre, la “Descripción del Virreinato de
Buenos Aires” de Diego de Alvear, y las contribuciones no menos
relevantes de miembros de la Compañía de Jesús.
Estas expediciones estaban inspiradas y formaban parte de lo
que el historiador John Elliot denomina “el espíritu científico de
la Ilustración”, manifestado en su empeño de “inspeccionar y docu-
mentar las características físicas y los recursos naturales de los terri-
torios de la corona en ultramar”, con la mira puesta en lograr una
explotación más eficiente de los recursos americanos. Pero tanto
esa política metropolitana, como “el sistema y su funcionamiento,
resultaban clara y crecientemente insuficientes para los criollos que
casi día por día redescubrían las posibilidades del territorio en que
vivían”, señala Pedro Navarro Floria.
Sin disponer de un más amplio y más pulido conocimiento del
territorio, sin conectar sus regiones atenuando su aislamiento, sin
G. A. Caro Figueroa: Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país 75

competencia y sin plena libertad de circulación y de comercio in-


terior y exterior, no sería posible revertir el estancamiento al que
lo habían condenado las restricciones, la cerrazón y el lastre del
comercio monopolista cuya única aspiración era “comprar por
cuatro para vender por ocho”. Ignorancia, ociosidad, aislamiento
y trabas al libre comercio constituían obstáculos que se realimen-
taban y complementaban. No se trataba ya de “socorrer al pobre,
a mantenerlo en su situación sin intentar sacarle de ella”, como
se hacía en la Edad Media, recordó Enrique Wedovoy citando a
Henri Pirenne.
El interés de Belgrano en el aprovechamiento de los adorme-
cidos recursos del territorio, y la importancia que le otorgaba a
sus riquezas potenciales, no dejaba de lado las carencias, uno de
cuyos rostros era la pobreza y la ignorancia de la mayoría de los
habitantes de medianos y pequeños núcleos poblados. Pero también
entendía que para superar esa situación el remedio no estaba en el
corto plazo, ni las buenas intenciones, el tanteo o el voluntarismo.
Sin un diagnóstico riguroso no era posible prevenir los males ni
prescribir un remedio efectivo.
Para Belgrano, uno de los instrumentos más importantes a uti-
lizar en la tarea de dotar de racionalidad el manejo de la economía
y mensurar los recursos del territorio, era la estadística. “Nada más
importante que tener un conocimiento exacto de la riqueza y fuerza
de los Estados; este es el objeto de la ciencia estadística”, disciplina
empeñada en lograr “la mayor perfección y exactitud en los datos
para conseguir que los resultados sean ciertos”.
Pedro Cerviño, estrecho colaborador de Belgrano y en sintonía
con sus ideas, trazó un boceto de las prácticas de los comerciantes
durante el periodo colonial: “El comercio que hemos hecho hasta
ahora, se ha limitado a muy poca cosa, comprar en Cádiz lo más
barato posible y vender en América lo más caro posible era toda
la combinación [...]. Estos hombres encaprichados no merecen el
nombre de comerciantes, el Comercio se ha de hacer por las reglas
a que está sujeto, para aprender éstas: se necesita instrucción, el es-
píritu comerciante exige educación que forma el espíritu mercantil,
es menester un aprendizaje para adquirir estos principios”.
76 Belgrano, la patria al Norte

Catalejo del General Manuel Belgrano en el Museo Histórico Nacional.

Para encaminarse a alcanzar los fines del Consulado, Belgrano


impulsó la creación de escuelas y academias de comercio y agri-
cultura, de dibujo, de náutica, en las que la enseñanza era gratuita.
Ese proceso de racionalización y sistematización de ciertas prácticas
incluyó la incorporación y la generalización de nuevos criterios en
el uso de la contabilidad como sistema de información, “método
de medida y sistema de comunicación empleado para sacar algunas
conclusiones, seguir un curso de acción o adoptar determinadas
decisiones”.
Sin desconocer las antiguas normas de la administración espa-
ñola en materia de relevamiento cartográfico, los aportes de algu-
nos miembros de la Compañía de Jesús, y las picadas que estaban
abriendo agrimensores y peritos en ese oficio, Belgrano señaló en
el Correo de Comercio de abril 1810 insuficiencias que venían de
arrastre: “Carecemos de planos geográficos y topográficos de las
Provincias del Virreynato, levantados con la precisión y exactitud
que pide la ciencia”. La cartografía de que se disponía entonces era
parte de los trabajos de las expediciones de demarcación de límites,
y se circunscribía a Cochabamba, parte del Paraguay y Misiones:
“todas las demás provincias nos son desconocidas”.
G. A. Caro Figueroa: Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país 77

Aunque durante ocho años el Consulado trabajó “con el mayor


empeño” en obtener y procesar datos, fueron magras o nulas las
respuestas a los requerimientos de ese organismo a los responsables
de curatos en esos territorios. Algunos callaron porque temían que
el aporte de esos datos pudiera perjudicarlos, explicó Belgrano.

Ignoramos la superficie del territorio que ocupamos y su extensión, los


bosques que hay, la calidad de sus maderas, los climas que gozamos; la natu-
raleza de las tierras, el estado de la agricultura, las producciones animales, mi-
nerales y vegetales que nos presenta la naturaleza; la población que tenemos,
de la que ni aún noticias logramos de los nacidos y muertos; ignoramos [...]
Pero donde vamos a parar, si hemos de apuntar cuanto es necesario saberse
para formar los planos estadísticos de nuestro Virreynato.

Ese “vasto campo” que desplegó la imaginación de Belgrano no


era solo una metáfora, un horizonte intangible. No se podía tener
conocimiento de este vasto territorio si no se tenía experiencia, si
no se promovían viajes de estudio. Era importante conocerlo “por
medio de un viaje por todas las provincias del distrito”, advirtió
Belgrano.
Que esa convicción de Belgrano no fue una mera expresión de
deseos, lo prueban numerosos escritos suyos y los informes sobre
otros distritos o provincias que se publicaron en los tres periódicos
donde tuvo influencia directa, escribió, e incluso dirigió uno de
ellos. “En el Correo de Comercio encontró Belgrano campo pro-
picio para la expansión de sus ideales doctrinarios, y las medidas
preconizadas y desenvueltas en aquellas Memorias leídas antes en el
Consulado, volvieron a cobrar vigencia”, explicó Ernesto J. Fitte.
Para ceñirnos solo a una de esas jurisdicciones, podemos men-
cionar el minucioso y documentado informe anónimo sobre la
declinación del comercio de mulas que se publicó en El Telégrafo
Mercantil en septiembre de 1801, el que fue criticado en la entre-
ga de diciembre del mismo periódico por un lector que denunció
fraudes y la magnitud del contrabando de mulas que explicaba, en
parte, esa declinación.
En el Valle de Lerma en Salta invernaban las mulas que, una
vez engordadas en sus fértiles campos, marchaban al Alto Perú
y a Perú, además de abastecer la demanda de Potosí. La concen-
78 Belgrano, la patria al Norte

tración y subasta de las mulas tenía su centro más importante y


dinámico en ese Valle. Ese artículo, cuyo autor pidió no mencionar
su nombre, advierte sobre la declinación de ese “vasto giro” que
convocaba todos los años, en Sumalao, una de las ferias de mulas
más importantes de América.
También el Semanario de Agricultura incluyó notas sobre Salta,
entonces sede de la Intendencia de Salta del Tucumán y sede de un
Obispado de reciente creación. Uno de los artículos de ese periódi-
co advierte el contraste entre la “naturaleza pródiga”, la fertilidad,
abundancia de tierras y escasez de población del Valle de Lerma, y
el “grosero desaire a su generosidad; desprecia todo lo que desdice
de una mediocre subsistencia”.
En mayo de 1810, doce días antes del Cabildo Abierto, las pá-
ginas de El Correo de Comercio, a iniciativa de Belgrano, incluyeron
una “Descripción de la Provincia de Salta”. El texto describe a sus
habitantes originarios “de color aceitunado”, aunque en dos siglos
muchos de ellos, al mestizarse con españoles, “les igualan (a estos)
en blancura y hermosura”.
Los más “se esmeran en acreditar fidelidad a Dios y al Sobera-
no. Si no brilla en todos la cultura, es de Justicia confesar que en
lo substancial tienen bastante instrucción; que entre los Españoles
Patricios hay muchos Teólogos, algunos Juristas y no pocos ilustra-
dos”. Por ahora, explica el artículo, “no se puede fijar el número
de habitantes, porque no se han conseguido los padrones que se
han pedido”. A simple vista, se advierte que su población creció,
aunque “la Provincia admite desahogadamente una Población cien
veces mayor de la que tiene, pues en su figura irregular comprende
más de 25.000 leguas cuadradas”.
En dos ediciones de junio de 1810, Correo de Comercio incluye
otros tantos artículos donde se describe Jujuy. Si se pusiera atención
e interés en transformar en productivos campos fértiles pero cubier-
tos de malezas, “Jujuy daría toda la azúcar que quisiese cosechar;
porque tiene terrenos y comodidades imponderables: conseguiría el
hacendado cosechar todo el año; porque nunca le faltarían brazos, y
arreglando el alimento de los esclavos a carne, frutos de las mismas
haciendas, como son arroz, porotos, mandioca, maíz, garbanzos,
y otros que se producen abundantísimamente haría muy corto el
G. A. Caro Figueroa: Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país 79

gasto; y podría dar azúcares sin dejar de ganar competentemente


por la mitad de lo que ahora le cuestan: en estos términos haría
con Buenos Aires un comercio muy considerable”.
Con el mismo criterio de los ilustrados españoles, Belgrano es-
taba convencido de que esos conocimientos debían ser útiles, fructi-
ficar en un clima de libertad, que no se reducía al orden económico
sino que debía estar apoyada en la libertad personal y extenderse a
la libertad de hablar, leer, escribir y publicar sin censura.
Esas y otras libertades recién se consagraron sesenta y tantos
años después. Belgrano se refiere a las mujeres y a su responsabili-
dad de “inspirar las ideas”, inculcar buenas costumbres y formar en
sus hijos “conciudadanos” preparados para el ejercicio de deberes
y derechos. Pero para ello, era necesario que esas madres hayan
recibido enseñanza accediendo a la educación gratuita. No pueden
enseñar a quienes nada se ha enseñado, dijo.
“He visto con dolor, sin salir de esta capital, una infinidad de
hombres ociosos en quienes no se ve otra cosa que miseria y des-
nudez; una infinidad de familias que solo [debe] su subsistencia a
la feracidad del país, que está por todas partes denotando la riqueza
que encierra, esto es, la abundancia”, describió con crudeza.
Completa ese sombrío panorama: “Esos miserables ranchos
donde uno ve una multitud de criaturas que llegan a la edad de la
pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad, deben ser
atendidos hasta el último punto”. Si, desde niños, no se les enseña
a adquirir el hábito del trabajo, “en la edad adulta solo resultan
unos salteadores o unos mendigos”. Para Belgrano, la ociosidad es
“es el origen de la disolución de las costumbres”.
Frente a esta situación opinó que los principales medios para
prevenir esos males de la sociedad “son las escuelas gratuitas donde
pudiesen los infelices mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa
alguna por su instrucción; allí se les podría dictar buenas máximas
e inspirarles amor al trabajo, pues un pueblo donde no reine éste,
decae el comercio y toma su lugar la miseria”.
También hay que crear escuelas gratuitas para niñas “donde se
les enseñe la doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc.,
y, principalmente inspirándoles el amor al trabajo”. “Estas escuelas
deberían ponerse con distinción de barrios, y deberían promoverse
80 Belgrano, la patria al Norte

en todas las ciudades, villas y lugares que están sujetas a nuestra


jurisdicción”.
Belgrano propiciaba una educación que desterrara la ociosidad y
formara hombres y mujeres para el trabajo, que facilitara el acceso
a las nociones elementales de los nuevos principios económicos, se
asentara sobre principios humanistas y de las ciencias físico-mate-
máticas. Una educación que inculcara un patriotismo nutrido del
trabajo y más sostenido en el arado que en las armas. Esa libertad
no debía quedar encerrada en la esfera de la producción: “recla-
maba la libertad del labrador, del artesano, del comerciante”. El
ámbito de su despliegue y ejercicio debía ser ese extenso territorio
que no comenzaba y tampoco se agotaba en Buenos Aires, sede del
Virreinato del Río de la Plata.
Hasta poco antes de 1760, “los caminos sólo eran una franja
de tierra sin cuidar”, explica Enrique Barba. Por su parte, Gondra
destaca que la falta de buenas comunicaciones interiores y exterio-
res fue una de las mayores preocupaciones de Belgrano durante su
actuación pública. Este interés no quedó en su agenda de propó-
sitos. Aunque sin las obras que él había proyectado, logró que se
ejecutaran en parte trabajos de arreglos de caminos, de puentes y
de postas.
En su investigación sobre el Consulado de Buenos Aires, Ger-
man Tjarks consigna que en 1803 el Consulado apoyó el proyecto
de ensanchar el camino hasta la costa del río Pasaje para permitir
el paso de dos carretas, mientras Pedro José de Ibazeta, diputado
salteño a la Junta, “estaba estudiando el mejor lugar para colocar un
puente, costeado por el Consulado, en el cauce del mismo río”.
Para Belgrano, abrir nuevos caminos y construir puentes, ca-
nales, muelles y puertos, apuntaba a mejorar la conectividad, lo
que permitiría un más fluido intercambio comercial. Pero algunos
comerciantes monopolistas intentaron aprovechar esas ventajas a
su favor, usarlas en sentido contrario.
En el primer tomo de su Historia de Belgrano y de la Indepen-
dencia Argentina, Mitre menciona el caso del comerciante Pablo
Soria que solicitó que el Consulado le otorgara “el monopolio de los
transportes terrestres entre Chilcas (próximo al río Pasaje) y Jujuy,
con exclusión de todo otro arriero”. En su respuesta el Consulado
G. A. Caro Figueroa: Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país 81

“declaró de unánime acuerdo que no se hiciese lugar a la propuesta


por ser contraria a la libertad de comercio y sumamente perjudicial
el privilegio exclusivo”.
En 1813 Belgrano marchó de Tucumán a Salta para enfrentar
por segunda vez a las tropas realistas comandadas por Pío Tristán.
Desde diez años antes estaba informado de las dificultades que
tendrían las fuerzas a su mando para cruzar el río Pasaje (luego
Juramento), en plena estación de las lluvias.
A comienzos de marzo de 1772, Concolorcorvo había afronta-
do un desborde del cauce de ese río cuyas aguas, escribió, “corren
siempre muy turbias sobre arenas”. Un camino pantanoso y pesa-
do y la crecida del río Pasaje habían retrasado un mes su llegada
a Salta. Pero Belgrano y sus tropas sortearon en corto tiempo ese
obstáculo, posibilidad que no estaba en los cálculos de Tristán y
que permitió al general patriota utilizar el factor sorpresa como un
arma decisiva al momento de derrotar a las fuerzas realistas.
Los conocimientos previos del territorio y de sus gentes que Bel-
grano había adquirido durante su gestión del Consulado, no queda-
ron reposando entre sus papeles. Tampoco quedaron almacenados
como mera información en su memoria. En la correspondencia que
Belgrano dirigió a Güemes esos conocimientos afloran. Belgrano
aprueba que la mirada de Güemes estuviera puesta en enmendar
errores de los subordinados: “la vista del jefe es precisa en todas
partes; porque todavía nos faltan subalternos que tomen con el
interés debido cuanto pertenece al servicio. Están acostumbrados
a la abundancia; ésta se ha acabado; y no conocen la importancia
de la economía, y mucho menos de las cabalgaduras que hoy son
un objeto de la mayor consideración”, dice al jefe salteño en carta
fechada en Tucumán el 18 de noviembre de 1816. La guerra de
recursos requería, pues, de ciertas nociones de economía para una
buena administración de los bienes escasos.
Belgrano conocía el territorio por la publicación y lectura de
informes y noticias sobre Tucumán, Salta y Jujuy en el Telégrafo
Mercantil (1801 y 1802), y Correo de Comercio de mayo y junio de
1810. Conocimiento que amplió, actualizó y precisó después con los
importantes aportes del general Juan Antonio Álvarez de Arenales,
que cabalgaba a su lado rumbo a Salta. Aparte del conocimiento
82 Belgrano, la patria al Norte

directo del terreno, Arenales aportó a Belgrano “preciosos datos


de la zona donde iba a internarse, además de entregarle planos de
Salta y sus alrededores, territorio que era desconocido para él”,
anotó Carlos Páez de la Torre.
Belgrano precisó la amplitud del espacio que abarcaba el Consu-
lado: “El Consulado, aunque se titulaba de Buenos Aires, lo era de
todo el Virreinato”, remarcó. Con esa observación, eludía equiparar,
identificar y reducir el país al puerto de Buenos Aires. La suya no
era una precisión obvia ni retórica.
Por el contrario es una definición sintética de una idea abarca-
dora de un territorio que, como todo el universo, no es “una inven-
ción” sino una realidad tangible que puede ser ocupado, controlado,
conocido, encuadrado, humanizado, modificado y aprovechado por
la acción del hombre. Sus transformaciones no son invenciones
sino realidades sobre las que el hombre despliega acciones y crea-
ciones.
La adaptación y transformación del paisaje natural en paisaje
del territorio argentino que estudió Federico Daus, son concomi-
tantes: forman parte de la gestación del pago, de la provincia y de
la región, son fragmentos de ese fresco donde está dibujado el país
y del que se nutre la conciencia de país. “El paisaje cultural es pre-
condición inexcusable para que pueda germinar en la colectividad
la conciencia del ser nacional”, señaló Daus en 1961. En opinión
de Navarro Floria, los Consulados en América contribuyeron a
la formación de estados de opinión y “de una conciencia común
acerca de las potencialidades de las colonias”.
En síntesis, hicieron un aporte a la introducción de principios
de racionalidad económica regional y a la formación de una menta-
lidad. En la España de mediados del siglo XVIII, bajo la influencia
de grupos ilustrados, el conocimiento del país —incluyendo su his-
toria, la lengua y la literatura— fue un impulso, y hasta una pasión,
que traspuso los límites de esos círculos, explica Jean Sarrailh en su
libro La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII.
Casi cuarenta años antes de esa observación de Daus, Luis Ro-
que Gondra había señalado que, después de la Guerra de la Inde-
pendencia, a esa clase gobernante porteña localista, a la que según
Belgrano “solo le interesaban Buenos Aires y sus alrededores”, le
G. A. Caro Figueroa: Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país 83

faltaban dos elementos importantes de una cultura nacional: “el


concepto geográfico inequívoco y el sentimiento de la naciona-
lidad”. Y arriesgó que “Tal vez fue Belgrano, históricamente, el
primer nativo de las Provincias Unidas del Río de la Plata que,
deponiendo miras de localismo estrecho y vagas aspiraciones de
americanismo emancipador, mostró un sentimiento nacional ver-
daderamente argentino”.
En el caso del Consulado de Buenos Aires, esa supuesta limi-
tación no fue solo geográfica: fue colocada por la misma admi-
nistración que aprobó su creación y por la acción de grupos y
mentalidades que podían admitir en España los nuevos vientos
del reformismo ilustrado, más por utilidad que por convicción,
pero que los rechazaban en el Río de la Plata en defensa de sus
privilegios e intereses monopólicos.
Los cubrían con la coraza de una mentalidad aferrada al inmo-
vilismo, refractaria a los avances científicos y a la libre difusión de
las ideas. La crítica, la libertad de opiniones y de su difusión, las
investigaciones científicas, los descubrimientos que derogaban anti-
guas creencias, las exploraciones y viajes a otros continentes que se
aplaudían en Europa, eran condenados en esta parte de América.
Francisco Antonio Cabello y Mesa, español de Extremadura,
abogado de los Reales Consejos, emigrado a Perú y llegado a Bue-
nos Aires a finales del siglo XVIII, y fundador en abril de 1801
del Telégrafo Mercantil, Rural, Político y Económico, primer periódico
del Río de la Plata, criticó con dureza esa mentalidad; aludió a
las “voces bárbaras del escolasticismo” y a las que rechazaban las
innovaciones del antiguo sistema de clasificación de los animales
por parte de naturalistas que lo modificaron a la luz de hallazgos
de especies de América, desconocidas en Europa hasta 1492.
La debilidad del tejido social rioplatense, el escaso número de
personas instruidas, la rigidez de las autoridades españolas y la
reticencia de sectores acomodados que defendían a ultranza la in-
movilidad del Antiguo Régimen, resistieron la creación y el re-
conocimiento de una Sociedad Política, Literaria y Económica,
impulsada por Cabello y Mesa, volcada en el molde moderno y al
estilo de las Sociedades Amigos del País que se crearon en España.
En contraste con ese rechazo de sectores acomodados en el Río de
84 Belgrano, la patria al Norte

la Plata, “la parte principal de la minoría selecta española figura


entre los Amigos del País”.
Las Sociedades económicas son “fundaciones del poder central”,
explica Sarrailh. Se multiplicaron en toda España, a partir de 1765
cuando fue reconocida la Real Sociedad Bascongada de Amigos del
País, constituida aquel año. Esta institución vasca fue la primera
sociedad que funcionó en España con estas características. En 1775,
diez años después, con apoyo del rey Carlos III, se creó en Madrid
la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País.
La organización administrativa, la realidad social y la mentali-
dad refractaria a las innovaciones de sectores beneficiados por el
Antiguo Régimen, condicionaron la estructura, modalidades y el
tono de la ilustración rioplatense. Una ilustración que, como en el
caso de Belgrano, no bebió solo de fuentes francesas ni se nutrió
solo del unilateral principio fisocrático, según el cual gobierno y
actividad económica debían actuar “de acuerdo con las leyes im-
puestas por la Naturaleza y la Providencia”.
Quesnay, autor que estudió y siguió Belgrano, afirmó que la
agricultura “es la única fuente de riqueza” y la única capaz de mul-
tiplicarla. Del cultivo de la tierra dependen las materias primas
para la industria (las artes) y la actividad del comercio. Hay que
hacer que la agricultura “prospere en todas las provincias”, alentó
Belgrano. También se informó sobre el curso político y económico
de la América del Norte, uno de cuyos ejemplos es la traducción al
castellano y la difusión de la “Oración de despedida” que George
Washington había escrito en septiembre de 1796; Belgrano la hizo
pues se había interesado en las ideas y actuación de Washington.
De modo que el patriotismo de Belgrano no se redujo a lo militar,
aunque su actuación militar fue relevante; aunque nacido en Bue-
nos Aires, el suyo no fue un “patriotismo porteño”.
Si no fuera un doble anacronismo, se podría adjudicar a Belgra-
no una adhesión al “patriotismo constitucional”. Su patriotismo fue
creyente en los valores, las instituciones, el trabajo y la educación.
No fue un patriotismo aldeano y, sin incurrir en contradicciones,
adelantando dos siglos a su tiempo y a la idea de compatibilizar lo
local y lo global, dijo: “Creo que la Patria de los hombres es todo
el mundo habitado”.
G. A. Caro Figueroa: Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país 85

De algún modo, el establecimiento del Consulado de Buenos


Aires, la designación de Manuel Belgrano como máxima autori-
dad, el apoyo institucional del Consulado y personal de Belgrano,
además de la benevolencia del Virrey, posibilitaron la publicación
de los tres primeros periódicos rioplatenses: el primero, Telégrafo
Mercantil. Rural. Político. Político e Historiógrafo (1801-1802), fundado
por el extremeño Francisco Cabello y Mesa, cuyas páginas difundie-
ron ideas de Belgrano, Pedro Cerviño, Manuel José de Laverdén,
Pedro Andrés García, Pedro Antonio y Tadeo Haenke, naturalista
y gran conocedor de la geología, que formó parte de la expedición
Malaspina (1789-1792).
El segundo fue el Semanario de agricultura, industria y comercio
(1802-1807). Dirigido por Hipólito Vieytes, fue promovido y apo-
yado por Belgrano desde el Consulado y con una serie de algunos
de sus más importantes escritos. El tercero fue Correo de Comercio
(1810-1812, salido de la imprenta de los Niños Expósitos, hoja que
“sería la válvula de escape de la impaciencia de Belgrano”, según
Ernesto J. Fitte. En esa publicación, refiere Belgrano, “salieron mis
papeles”, mucho de ellos críticos a la administración española. Se
supone que Belgrano escribió allí hasta septiembre de 1810, poco
antes de hacerse cargo de la expedición militar al Paraguay.
La impronta del Correo de Comercio”, aunque similar en estilo y
contenidos a los de las Sociedades de Amigos del País en España,
permitió que las plumas rioplatenses las matizaran, enriquecieran y
adaptaran a la realidad de este Virreinato. Uno de sus propósitos fue
explicitado en su primer número: promover, armonizar, comple-
mentar y sintetizar opiniones e intereses diferentes, y muchas veces
contrapuestos, de labradores, artesanos y comerciantes a quienes ese
medio reconocía su importancia y sus afanes, que eran los mismos
en los que, desde su juventud, Belgrano estaba empeñado.
No es casual la participación de Belgrano y sus artículos en esas
tres publicaciones que coincidían en las ideas reformistas y en los
temas a los que otorgaban más espacio e importancia. Entre ellos,
las notas referidas principalmente a las ciudades del Centro, Litoral
y Noroeste del país.
Al hacer este reconocimiento, nada obvio, abría su mirada a ese
extenso como poco conocido y reconocido territorio que, dibujado
86 Belgrano, la patria al Norte

antes en su imaginación y con lecturas de los primeros periódicos


del Río de la Plata, comenzó a recorrer de a caballo y en carretas
cuando, en septiembre de 1810, el gobierno central puso en sus
manos la responsabilidad de comandar la expedición militar a la
Banda Oriental y al Paraguay.
Años después conoció las provincias “de arriba”. Lo hizo como
jefe del Ejército Auxiliar del Alto Perú. Primero, desde comienzos
de 1812 hasta enero de 1814. Después desde agosto de 1816 hasta
comienzos de 1820. La permanencia y relación de Belgrano con
Tucumán, Salta, Jujuy, e incluso con Potosí, por donde pasó con
su ejército, duró cuatro años, discontinuados.
Lo que hasta entonces solo eran noticias de esos lejanos distri-
tos que había leído en aquellos primeros periódicos en los que él
mismo publicaba sus escritos, se enriquecieron entonces con sus vi-
vencias en campamentos, ciudades, caseríos y campos de batalla.
De este modo, Belgrano fue configurando su imagen del país
con una amalgama de conocimientos leídos en varias fuentes, de
vivencias y experiencias. En este territorio era mucho más lo por
conocer que lo conocido; con escasa población en una enorme ex-
tensión y diversidad de regiones y paisajes naturales; con mancho-
nes poco cultivados y poblados, caseríos “apenas algunas burbujas
en el vasto mar”, separados por grandes distancias a recorrer por
precarios caminos y senderos de a caballo o en carreta, y salpicados
de algunas postas.
Ese interés por el territorio venía desde el final del siglo XVIII,
cuando se comenzó a acentuar lo que Federico Daus definió como
“la transformación del paisaje natural en paisaje cultural”. Daus
añade que parte del paisaje cultural argentino “fue gestado en el
periodo anterior a 1810”.
En Belgrano el conocimiento del territorio no fue un mero en-
sayo de laboratorio, tampoco una atracción por sus paisajes, un
interés por lo exótico ni un simple despliegue de curiosidad. No
fue solo un trabajo de búsqueda de información, de recolección de
datos para su posterior descripción y sistematización. Esa adqui-
sición y gestión del conocimiento incluía y debía culminar en la
aplicación y la utilización no solo de los conocimientos rigurosos
y científicos, sino también de los saberes que labradores, artesanos
G. A. Caro Figueroa: Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país 87

o arrieros adquirían en la práctica y acumulaban en su cultura y


experiencias. Al conocimiento aportado por estudiosos especialistas
en agricultura, era necesario añadir “un conocimiento inmediato
del carácter de las gentes naturales del país en que estamos e igual
conocimiento de los campos”, explicó Belgrano.
Un interés especial de Belgrano, que coincidía con uno de los
objetivos del Consulado, era obtener conocimiento del territorio,
habitantes, paisajes, clima, suelo, ríos, recursos naturales, cultivos,
características y costumbres, para luego sistematizar esa masa de
información, hasta entonces insuficiente, imprecisa y dispersa. Los
datos y la información organizados, acopiados y transformados en
conocimiento, por un lado, permitirían su posesión más abarcadora
y efectiva y, por otro, una mejor adaptación al medio y una más
razonable comprensión de la realidad.
Alcanzados esos propósitos, tales conocimientos podrían ser uti-
lizados como instrumentos para introducir las reformas necesarias
en una sociedad que no solo había experimentado un incremento
de población, sino que comenzaba a diversificar su economía, a
demandar libre ejercicio del comercio y a otorgar más importancia
a la explotación de la tierra como “base de sus ingresos”, poco cul-
tivada hasta entonces, con instrumentos rudimentarios y reducida
a una agricultura de subsistencia.
Algunos sectores de esa sociedad sentían la necesidad de des-
prenderse de regulaciones y prohibiciones burocráticas, chaleco
de fuerza que frenaban la competencia, la apertura comercial y
de puertos, la libertad de ideas de expresión, la propagación de la
educación gratuita, la innovación y el crecimiento. En periódicos
y durante su gestión en el Consulado Belgrano pudo exponer sus
críticas y sus ideas reformistas. Lo hizo respetando e invocando el
patrocinio de “Su augusta Majestad”, el rey Carlos III, sin traspasar
los límites del régimen.
Por su permanencia en España, sus estudios, lecturas y las rela-
ciones que entabló allí, y por el impacto de la Revolución Francesa,
el joven Belgrano reconoció que se apoderaron de él “las ideas
de libertad, igualdad, seguridad y propiedad”. Tenía en claro “la
trilogía propiedad, libertad y seguridad que enunciaba John Locke, y
que para el maestro de los fisiócratas, François Quesnay, el orden
88 Belgrano, la patria al Norte

gobierna la propiedad y la propiedad gobierna la libertad”, explica


Horacio D. Gregoratti. Belgrano coincidió con Locke en la idea
de que el valor de una mercancía dependía de la proporción entre
la oferta y la demanda, y que los precios se debían fijar con cierta
flexibilidad, “según las condiciones cambiantes”.
La noción central del pensamiento económico de Locke era
que el equilibrio debía ser resultado de la autorregulación. Belgrano
rechazó la práctica de los regidores que, amenaza en mano, salían
a fijar el precio de las mercancías. Adam Smith comenzó a escribir
La riqueza de las naciones en 1771; la primera edición se publicó
en Londres en 1775 y su versión en español, dedicada a Manuel
Godoy, apareció en Madrid en 1794, cuando Belgrano embarcó de
regreso a Buenos Aires.
En Belgrano la defensa de la propiedad no se reducía a la del
pequeño círculo de grandes propietarios, sino que incluía la posi-
bilidad y necesidad del acceso a ella de pequeños labradores, de
artesanos y de modestas y laboriosas familias. El trabajo y la pro-
piedad debían considerarse como uno de los derechos naturales
enunciados por Locke, no un privilegio.
Es obvio que, por su condición de funcionario de la Corona,
Belgrano podía suscribir públicamente las ideas de Locke sobre la
libertad personal pero le estaba vedado insinuar la posibilidad de
una desvinculación de estos territorios de la Corona española. Se
podía ser reformista en algunas cuestiones económicas, a condición
de no cuestionar el antiguo orden político del declinante Imperio
Español.
Si Belgrano podía defender la libertad personal y en economía
hacia el final de la administración española, omitiendo hablar de
independencia, durante la Guerra de la Independencia y hasta déca-
das después, la Patria “era y tenía que ser la negación de la libertad
individual”, como, con sentido crítico, observó Alberdi. Lo dijo en
su última conferencia sobre la omnipotencia del Estado, que leyó
en 1880 en Buenos Aires, donde estuvo por corto tiempo después
de 45 años de destierro.
El logro de la independencia, fue la desvinculación del reino de
España. Pero ese logro no podía reducirse a cambiar un despotis-
mo externo por otro interno: debía consolidarse con la conquista
G. A. Caro Figueroa: Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país 89

de la libertad individual de los ciudadanos, la que es “la libertad


por excelencia”, definió Alberdi. Una libertad amenazada por “un
patriotismo leonino”. Según esa idea “la patria es libre cuando ab-
sorbe y monopoliza las libertades de todos sus individuos”, añadió
el autor de Bases.
El enunciado y la adhesión a estos valores, sus lecturas y afi-
nidad con las ideas de Adam Smith y con las de John Locke, no
solo distinguen a Belgrano de aquellos que abrazaron el credo y la
práctica del ala jacobina de esa revolución, sino también de una
excluyente y cerrada adhesión a las teorías de los fisiócratas fran-
ceses, italianos y españoles.
La importancia de las ideas de Belgrano no está en una origina-
lidad que el propio Belgrano jamás se adjudicó, sino que radica en
su permeabilidad y apertura a las nuevas corrientes de pensamiento.
En 1793, cuando finalizaba sus estudios en España, en Europa “las
ideas de economía política cundían con furor y creo que a esto debí
que me colocaran en la Secretaría del Consulado de Buenos Aires”,
admitió en sus “Memorias”. Su convencimiento se fortaleció cuando
comprobó que el Consulado recogía las ideas y propuestas de las
Sociedades de Amigos del País, difundidas en España y creadas en
algunas ciudades de la América española.
Los vientos de cambio se hicieron tempestades y estas modi-
ficaron el curso de los acontecimientos. En 1810, arrastrado por
los sucesos en la Península, aquel Reformismo rioplatense, cauto
e ilustrado, se transfiguró en un incruento relevo de autoridades
que, para enfatizar ese comienzo de ruptura, tomó el nombre de
Revolución. De forma inmediata y simultánea al relevo de las au-
toridades españolas en nombre de la vacancia y el vacío de poder,
la Revolución fue desplegando su decisión separatista. Clausurados
los caminos del acuerdo, quedó abierto el escenario de una guerra
que se prolongó una década.
Finalizada la Guerra de la Independencia, el conflicto se trasla-
dó al interior de las jurisdicciones del antiguo Virreinato y, dentro
de ellas, se multiplicó en facciones que, a su vez, se fragmentaron
en personalismos autoritarios y sin instituciones. Esa dispersión
expresó y también potenció enconos y enfrentamientos que retra-
saron cuarenta años el comienzo de un acuerdo constitucional que,
90 Belgrano, la patria al Norte

recién en 1853 y 1860, hizo posible abrir el camino a la unidad y


a la postergada construcción de instituciones.
Al final del largo túnel que fue de la Revolución a la Guerra
de la Independencia y de esta a las guerras internas, el horizonte
del nuevo orden a edificar parecía desprovisto de ideas y claros
objetivos para encarar con éxito esa obra. En opinión de Gondra
la figura de Belgrano se agrandó e iluminó “por entre las sombras
siniestras del periodo 1820-1850 la historia futura de la patria, que
parece como una realización concreta de su pensamiento”.
Pese a esa primera y superficial impresión, para arrojar luz a
aquella incertidumbre y superar aquella orfandad de ideas y pro-
yectos, estaban los empeños, estudios y proyectos truncos o frustra-
dos de aquel Reformismo ilustrado que, pensado en su momento
como brújula y herramienta para remozar el antiguo orden, tuvo
que reemplazar las ideas constructivas con la acción bélica y sus-
tituir las ideas y la pluma por la pólvora y las armas. En medio
de ese agitado escenario, con más cercanía en el tiempo, estaban
los aportes reflexivos de la Generación del 37 y, dentro de ella, la
personalidad y obra de Alberdi que retomó el interés de Belgrano
por los temas económicos.
En 1923 Luis Roque Gondra publicó la investigación y el aná-
lisis más importante sobre las ideas económicas de Belgrano que él
considera que, en el aspecto teórico, “no ha sido superada en nues-
tro país”. Por su acción en el Consulado, por su aporte teórico, por
haber introducido la ciencia económica, por su afán por el estudio
y la descripción del territorio y sus riquezas, por su conocimiento
y aplicación del arte de la guerra, ponderados por San Martín, Bel-
grano fue, “con la palabra y con la obra”, uno de “los más grandes
forjadores” de nuestro país.
Se puede discutir, pero no desdeñar, una advertencia de este
historiador cuando sostiene que el error fundamental en la concep-
ción histórica de la generación del 37, formada por la influencia del
romanticismo, fue cambiar lo principal por lo accesorio, al colocar
a Belgrano “en el cuadro de la historia política y militar como
protagonista, y deja en la penumbra, reducido casi a un adorno
insignificante de su personalidad, la obra de sus escritos”.
G. A. Caro Figueroa: Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país 91

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Telégrafo Mercantil político-económico e historiógrafo del Río de la Plata (1801-1802)
Reimpresión facsimilar dirigida por la Junta de Historia y Numismática
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J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 93

Un
lugar en el mundo.
Belgrano y un proyecto urbano
para San Miguel de Tucumán, 1812-1820
1

Juan Carlos Marinsalda 1

L
os ejércitos revolucionarios enviados desde Buenos Aires
a partir de mayo de 1810 fueron agentes de importantes
cambios políticos, sociales y económicos en las ciudades
en las que estuvieron acantonados, como el caso de Tucumán y
Mendoza. En sintonía con los ideales de la ilustración, sus líderes
promovieron o convergieron con los cabildos locales en la realiza-
ción de proyectos y obras de infraestructura que en su conjunto
fueron dirigidas a lograr una creciente militarización de la sociedad.
Este proceso fue acompañado mediante la incorporación de nuevos
rituales y espacios de representación.
El Ejército del Perú estuvo acuartelado en Tucumán en dos
oportunidades al mando de Manuel Belgrano; en 1812 cuando de-

1
El presente trabajo se desprende de algunos temas abordados en mi Tesis
de Doctorado “La Casa Histórica de la Independencia Argentina”; realizada en
el marco del Doctorado en Rehabilitación Arquitectónica y Urbana de la Escuela
Superior de Arquitectura de la Universidad de Sevilla, España y defendida en
enero de 2016. Agradezco a Sara Peña de Bascary la invitación para publicarlo.
2
Arquitecto Universidad de Buenos Aires, Doctor por la Universidad de
Sevilla. Responsable del Distrito Cuyo de la Dirección Nacional de Arquitectura,
MOP.
94 Belgrano, la Patria al Norte

tuvo el avance realista y entre 1816 y 1819 como retaguardia del


frente Norte y representación de la autoridad del Directorio ante
los movimientos autonomistas provinciales. En el transcurso de
esta segunda estancia el jefe militar asumió también el carácter de
Capitán General de la Provincia.
El presente trabajo sostiene que Belgrano realizó un proyecto
urbano en Tucumán mediante el recurso a la mano de obra y los
técnicos del ejército y que fue invisibilizado y abandonado a partir
de la instauración de los gobiernos autonómicos que se iniciaron en
1819 con el golpe de Bernabé Aráoz. La duración de este proceso
habría condicionado su registro en la historiografía y más precisa-
mente en la historiografía urbana de Tucumán.
Se propone reconstruir el proyecto urbano analizándolo en el
marco de los ideales de la ilustración y la revolución en el Río
de la Plata, como también su evolución y resignificación hasta el
presente. Con este fin, se aborda el problema desde el reconoci-
miento de las huellas aún existentes en el territorio y los registros
documentales e historiográficos, fundamentalmente a partir de los
dos primeros planos de la ciudad de Tucumán realizados en 1816
y 1821.
El resultado de la investigación aporta fundamentos y propone
algunas herramientas para el rescate de este proyecto en la memoria
de la ciudad y el territorio.

Tucumán, ciudad histórica,


colonial y liberal

El centro histórico de San Miguel de Tucumán es reconocido por


su traza en cuadrícula regular originada a partir de la plaza central
en la que se distingue el casco fundacional de 1685 de 9 x 9 man-
zanas y el ensanche o casco liberal de 1877 con sus calles arboladas,
delimitado perimetralmente por cuatro boulevards donde “Ambos
constituyen una unidad desde el punto de vista funcional y simbólico, aun-
que presentan rasgos particulares respecto del tejido y el paisaje urbanos,
como reflejo del momento histórico que los originó” (Paterlini, 2012 p.
58). La uniformidad de esta trama, rasgo de larga duración de nues-
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 95

tras ciudades (Waisman, 1990), presenta sin embargo una secuencia


de anomalías en el sector Oeste; allí el cambio de orientación del
eje de la calle Alberdi-Colombres rematada en la pirámide de la
plaza Belgrano, la traza irregular que la circunda y el zigzagueante
Boulevard Lavalle, constituyen las marcas de un proyecto urbano
que se enclava en la borrosa interface espacial y temporal de esos
dos modelos históricos y teóricos reconocidos.
Este proyecto realizado por Manuel Belgrano que permaneció
en la toponimia; barrio de la ciudadela, calle de las carreras; o en
una alameda en la pluma de Juan Bautista Alberdi y el pincel de
Ignacio Baz, no ha encontrado su sitio en la historiografía arqui-
tectónica y urbana o en la memoria de la ciudad.

Alamedas, acequias y pirámides.


Los nuevos escenarios de la revolución

El origen de las alamedas puede remontarse al siglo XVII y su di-


seño y escala habrían estado relacionados con el paseo de carruajes
(Mir, 2015); las expansiones urbanas del siglo XVIII recurrieron a
la creación de estos paseos que descentralizaron algunas funciones
que se concentraban en las Plazas Mayores americanas.
En Buenos Aires, el Virrey Ceballos inició en 1757 la construc-
ción del paseo de la Alameda en el bajo de la costa del Río de la
Plata que se desarrollaba cuatro cuadras hacia el Norte del Fuerte,
plantando 1500 sauces en dos calles.3 El paseo fue mejorado por
sus sucesores Francisco de Paula Bucarelli y Juan José de Vértiz;
quien expresaba que “los paseos públicos son adornos que contribuyen
tanto a la diversión y salud de los ciudadanos como a la hermosura de la
ciudad” (Page, 2008, p. 115).
Córdoba alcanzó notables avances durante la gobernación de
Rafael Sobremonte; la alameda (también arbolada con sauces) con
dos calles para vehículos fue realizada en 1786 y en 1791 se instaló
una fuente dedicada a Carlos IV y su esposa María Luisa de Par-

3
La alameda de la muralla costera de Cádiz había sido rediseñada con tres
calles en 1754.
96 Belgrano, la Patria al Norte

ma; también existía una segunda alameda sobre el tajamar del río
Suquía. Las obras para mejorar la provisión de aguas corrientes
concluyeron con la inauguración de la fuente en la Plaza Mayor
en 1792 y la incorporación en el ejido de un tercer paseo arbolado
con sauces en torno a un estanque distribuidor de agua para las
quintas, en cuyo centro se construyó un obelisco.4
En Mendoza, el Cabildo construyó en 1808 una alameda de seis
cuadras con álamos introducidos por el español Juan Cobo, el paseo
se alineó al oeste de la planta urbana junto al canal tajamar que
proveía de agua a las acequias de la ciudad. También se proyecta-
ba la provisión de agua hasta una fuente en la plaza mediante un
acueducto desde la vertiente de El Challao.
La revolución recurrió a la resignificación de las plazas centrales
fundacionales y de estos nuevos espacios periféricos, que serían re-
producidos y ampliados en la capital y en las ciudades del interior
en las que se instalaron los ejércitos de Buenos Aires.
El primer monumento erigido para conmemorar la Revolución
fue la “pirámide” ubicada en el centro de la Plaza Mayor de Buenos
Aires, que había sido resignificada como Plaza de la Victoria luego
de las invasiones inglesas. Era un obelisco de mampostería de 11
metros de altura con un basamento rematado con una cornisa y
un cuerpo piramidal coronado por una esfera de tierra cocida, el
pedestal estaba rodeado por una reja con pilares de mampostería
rematados también con esferas; el austero monumento estaba desti-
nado a ser engalanado con guirnaldas y otros elementos de carácter
efímero. Para el primer aniversario del 25 de Mayo Buenos Aires
contó con un espacio público nuevamente resemantizado y con un
testimonio material donde realizar los rituales vinculados a evo-
car la Revolución de Mayo; este espacio sería a partir de entonces
el que concentraría la mayor densidad política de la nación. La
Alameda de sauces en conjunto con el fuerte y el puerto asumía
también la representación de la “Nueva y gloriosa Nación” ante la
llegada de los navegantes.

4
Actualmente la avenida Vélez Sarsfield, el paseo de la Cañada y el Paseo
Sobremonte.
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 97

A partir de 1814 el gobernador intendente de Cuyo, José de San


Martín, desarrolló importantes obras de infraestructura para am-
pliar las zonas irrigadas y generar mayores recursos para el ejército
que se formaba para restaurar la independencia de Chile.
En Mendoza, el Cabildo propuso en 1814 erigir una pirámide
en la alameda para homenajear la toma de Montevideo5 y por ini-
ciativa de San Martín se realizó la extensión del paseo dos cuadras
hacia el Norte, incluyendo un templete para la banda de música;
promoviendo a la alameda como un nuevo espacio de relación en-
tre los vecinos y la oficialidad del ejército. En 1816 se concluyó el
acueducto de El Challao y esta ciudad también tuvo su fuente en la
Plaza Mayor. Reforzando el carácter simbólico que le otorgaba a la
alameda, San Martín adquirió un sitio para su futura residencia6.
En San Juan, donde se organizaba parte del ejército, el goberna-
dor De la Rosa realizó en 1816 una importante intervención para
ordenar el futuro crecimiento de la ciudad; se trazaron en el eji-
do cuatro nuevas “calles anchas” que definieron un rectángulo en
función de la distribución del agua, extendiendo la planta urbana
cuatro cuadras al Norte y al Sur de la Plaza, siete al Este y seis al
Oeste. La acequia de la ciudad se encauzó junto a la calle del Oes-
te y en el centro de su trazado se dispuso una alameda de planta
cuadrada, como en Córdoba. En el centro del paseo se erigió una
pirámide de la que partían las diagonales hacia cuatro pilastras en
los jardines ubicados en las esquinas. Según recordaba Damián
Hudson, la pirámide había sido erigida en 1816 para conmemorar
la declaración de la independencia7 y el diseño y construcción con

5
La propuesta fue aprobada por el Director el 10 de septiembre de 1814,
pero no se cuenta con registros oficiales acerca de su construcción (Campana,
2014).
6
También se realizaron importantes obras de infraestructura para ampliar
las zonas irrigadas; en 1816 San Martín solicitó la cesión de tierras en la zona de
Barriales para construir su finca y el gobernador Luzuriaga dispuso otro tanto
para los soldados que destacaran en la campaña. Luzuriaga dispuso la construc-
ción de una pirámide en recuerdo de San Martín por sus servicios a la provincia
que fue erigida en 1925 (Favre, 2011 p. 336).
7
Gladys Aballay Meglioli afirma que la pirámide fue erigida en 1817 para
conmemorar la declaración de la Independencia y que estaba construida con
98 Belgrano, la Patria al Norte

ladrillos estuvieron a cargo del jefe de ingenieros del Ejército de los


Andes, Antonio Arcos. Luego del año 1820 el paseo fue abandona-
do y tras sufrir frecuentes inundaciones, la pirámide se derrumbó
en 1850. (Hudson, 1966 p. 57). Sarmiento, que recordaba los paseos
nocturnos en la alameda con sus jardines de rosas e iluminada con
faroles, afirmaba que la pirámide había sido construida en 1817
para evocar al Ejército de los Andes8 y que hacia 1847 se encontraba
en ruinas.

A diez cuadras de la plaza hacia el occidente se levanta una aguja o pi-


rámide, que hoy eleva su punta truncada en medio de un erial desapacible.
Dos veces la he visto por las tardes rodeada de dos o tres vacas que iban a
buscar abrigo bajo su sombra contra los rigores del sol. La pirámide aquella
es la tumba de la revolución, muerta en la infancia; ruina ya a los treinta
años de erigida. [Sarmiento, 1850, p. 21-22.]

En San Juan también se realizaron obras de infraestructura para


riego, con la apertura del canal Pocito se amplió el área irrigada
hacia el sur de la ciudad.

El Sepulcro de la Tiranía

Entre 1810 y 1819 la ciudad de San Miguel de Tucumán fue el cen-


tro estratégico de los ejércitos que intentaron promover la revolu-
ción en el Alto Perú; el 24 de septiembre de 1812 Manuel Belgrano
al detener el avance realista en la Batalla de Tucumán,9 había fijado

mampuestos de adobe, por lo que tuvo que ser reparada y reconstruida en varias
oportunidades hasta su reemplazamiento en 1998 (Meglioli, 2016, p. 83-92).
8
“Construyó la pirámide el ingeniero español Díaz, de que quedan tan
chuscos recuerdos en la historia de la guerra de la independencia” (Sarmiento
1850, p. 22). Es probable que el autor se refiera al Ingeniero Arcos, que desertó
en 1818 luego de Cancha-rayada. En ese caso, la pirámide tendría que haber sido
cuanto menos comenzada en 1816, antes de la partida del ejército.
9
En reconocimiento a la victoria se otorgó a los combatientes el uso de un
escudo distintivo con el lema “La patria a su defensor en Tucumán” y se acuñó
en Potosí una medalla con el lema “Tucumán sepulcro de la Tiranía”.
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 99

el que sería el límite septentrional de la revolución. En 1814 San


Martín reorganizó el sistema defensivo y dispuso la construcción de
una plaza fortificada para concentrar las tropas en caso de contraste,
organizando el sostenimiento del frente en Salta por medio de la
guerra de partidas o de guerrillas (Pérez Amuchástegui, 1976).
A partir de agosto de 1816 y nuevamente al mando de Belgrano,
el Ejército Auxiliar del Perú vio modificadas sus misiones estable-
ciéndose como reserva a retaguardia mientras las milicias al mando
de Martín Miguel de Güemes defendían las provincias de Salta
y Jujuy de las invasiones de los ejércitos realistas. Por orden del
Congreso, a partir de agosto de 1816 su nuevo teatro de operaciones
se ampliaría a las provincias del Noroeste y Centro: Salta; Santiago
del Estero, Catamarca, La Rioja y Córdoba.10 Sus misiones serían
las de reprimir los movimientos autonomistas y federales que igual
que las provincias del litoral alineadas con Artigas desafiaban el
poder del Directorio, por lo que se generalizó en las provincias la
idea que se trataba de un ejército porteño.11 Durante 1816 Belgra-
no tuvo que destinar contingentes para controlar el movimiento
autonomista de Borges en Santiago del Estero, el golpe de Bulnes
Córdoba y el levantamiento en La Roja. Respecto del teatro de
operaciones Norte, en marzo de 1817 envió una fuerza en campaña
al Alto Perú al mando de Gregorio Aráoz de Lamadrid12 para hos-

10
Con este fin se incorporó operativamente al Ejército de Belgrano el regi-
miento de línea de Granaderos de Infantería que se estaba formado en Santiago
del Estero desde principios de 1816.
11
“Sin embargo, también hay que tener en cuenta que en esta caracterización
puede haber influido que el accionar del Ejército Auxiliar del Perú siempre se
consideró en función de la defensa de los intereses políticos de la capital. Esta
percepción se reforzó a partir de 1816 debido a la fuerte intervención de este
ejército en los conflictos políticos que tuvieron lugar en las provincias del in-
terior a partir de ese año. Ambas cuestiones, la gran cantidad de “porteños” y
la defensa de los intereses de las autoridades centrales instaladas en la capital
colaboraron a construir esta imagen del “ejército porteño” (Morea, 2013).
12
Esta campaña, también conocida como cuarta expedición al Alto Perú fue
realizada entre marzo y diciembre de 1817 por un contingente de 300 soldados
de las tres armas dirigidos por Lamadrid, que obligó a retrogradar tres divisiones
del ejército comandado por De la Serna que avanzaba hacia Tucumán.
100 Belgrano, la Patria al Norte

tigar las líneas de abastecimiento del Ejército realista de José De la


Serna que había invadido Salta con el objeto de distraer recursos
del Ejército de Los Andes que se aprestaba a invadir Chile.
La ciudad que albergaba por tercera vez al Ejército y que había
sido su punto de apoyo desde 1810, acusaba cambios sociales y
económicos, entre ellos la posibilidad de ascenso en la escala social
mediante la incorporación al ejército y al volcar la producción de
los artesanos locales al servicio de la guerra (Leoni Pinto, 1974). La
ciudadela estaba inconclusa y algunos edificios religiosos y particu-
lares ocupados por las tropas habían sufrido daños luego reparados
por cuenta del estado, que también comenzaba a regularizar el pago
de alquileres. El peso de estos gastos militares sobre las arcas pro-
vinciales había aumentado considerablemente con la apertura del
Congreso Constituyente y la recepción de emigrados del alto Perú
luego de Sipe Sipe (Parolo, 2012).
Los comprobantes de Gastos de Guerra conservados en el Archi-
vo Histórico Provincial, permiten conocer cuáles eran las viviendas
que estaban alquiladas para uso del ejército y los valores de los
alquileres; podemos destacar el de la casa de Laguna Bazán, donde
había sesionado el Congreso, por 25 pesos para la imprenta y alma-
cenes del ejército,13 la de Josefa Ojeda por 25 pesos para hospital
militar, la de José María de la Peña por 20 pesos para la Contaduría,
Botica de Inválidos y un cirujano del Ejército; la de José Manuel
Baudrix por 18 pesos para el hospital chico del Ejército; la de Nar-
cisa Guevara por 10 pesos para la Intendencia del Ejército; y la de
María Ignacia Moure por 16 pesos para la Proveeduría del Ejérci-
to.14 A estas casas destinadas el ejército15 se agregaba la fábrica de

13
“[...] Ha disfrutado mi Sra. Madre al alquiler de veinte y cinco ps mensua-
les en estas Caxas por la casa q le ocupa el Estado, con la Imprenta, almacenes y
otras atenciones [...] Juan Venancio Laguna Tucuman Octubre 13 de 1817 [...]”.
AHT: Comprobantes de Contaduría Nº 279, 1817 p. 127 (Marinsalda, 2016).
14
Información sistematizada del registro de alquileres pagados entre 1817 y
1819; inédita (Parolo, Paula 2014).
15
Estos registros permiten observar que los alquileres de las viviendas fueron
pagados hasta febrero de 1819, por lo que las viviendas habrían sido desocupa-
das al producirse la marcha del Ejército del Norte hacia Córdoba en marzo de
1819.
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 101

fusiles de propiedad del estado y la ocupación de los conventos de


la Merced para el 10 de Infantería y el de Lules para los Dragones
y los Húsares. Las milicias de la ciudad dependientes del Congre-
so, ocupaban el convento de Santo Domingo y el resto del ejército
estaba acuartelado en la Ciudadela, construyendo sus barracas.

El “Plano Geométrico de la Ciudad


y sus alrededores”, 1816

Una de las primeras medidas tomadas por Belgrano al estacionar


nuevamente al ejército en Tucumán, fue disponer la realización de
un plano detallado de la ciudad;16 este plano sería el segundo luego
del que había realizado el ingeniero militar español Francisco de
Mendizábal describiendo la batalla del 24 de septiembre de 1812,
aunque no habría vínculo entre ambos documentos.17
Este plano, sin fecha ni firma, está encabezado por una gran
cartela que explica:

Los edificios de este Pueblo se han demarcado con el color rojo, y el


segundo color que forma la uniformidad de las Calles, (con las líneas pun-
teadas) indica la amplitud de los Jardines, y Huertas. Su situación ocupa una
pequeña altura, las vertientes son del Norte al Sud, y de O.a E y la regulari-
dad de su territorio a legua en torno se considera como Llana y domina de
15 a 20 varas del plano del río Nío que pasa por su frente al Este, distante ¾
de legua, sus vertients al Sud.

16
Este plano fue encontrado por el Arquitecto Ramón Gutiérrez durante sus
investigaciones en la Sección Iconografía de la Biblioteca Nacional de Río de
Janeiro y publicado en el diario La Gaceta de Tucumán en el año 1982, reprodu-
cido en blanco y negro y aclarando que era un plano de San Miguel de Tucumán,
pero sin poder confirmar entonces la fecha de realización ni su autor; respecto
del cual estimaba que podría tratarse de Felipe Bertrés o Enrique Paillardelle.
17
En el año 2012 gestionamos el envío de un ejemplar escaneado en alta
resolución para poder realizar el análisis detallado, fecharlo e identificar tanto
al autor como al comitente La solicitud formal a la Biblioteca Nacional de Río
de Janeiro fue realizada en 2012 por la Directora del Museo de la Casa Histórica
de la Independencia, Mg. Patricia Fernández Murga, a quien agradezco su dis-
102 Belgrano, la Patria al Norte

En las cartelas al pie se detallan los siguientes temas:

Las Quintas se hallan en el baxo del Este todas reciben aguas con ace-
quias que toman del rio Nío en estas mismas acequias o canales están barios
Molinos.
El cavildo está demarcado de color celeste
La Acequia del Oeste es una agua exelente que proviene de los Cerros
de Tafí, a trece leguas de distancia al N.O. el pueblo recibe estas aguas con
grande facilidad.
La situación de la Ciudadela no domina el pueblo sin embargo bate parte
de el. Las calles tienen de amplitud doce varas, y el largo de ellas son de 154
varas.
La división de esta Provincia de la de Salta fue el día 8 de Octbre de 1814
y esta Ciudad de Sn Miguel de Tucumán erigida en Capital.

Respecto del año en que fue ejecutado, su finalidad y la identi-


dad de sus autores, en el Archivo General de la Nación se conser-
van documentos relacionados al Ejército Auxiliar del Perú que dan
cuenta de la realización del plano por orden de Manuel Belgrano18
y que se estaba terminando a fines de Septiembre de 1816, sien-
do realizado por el Ingeniero Felipe Bertrés y por el Capitán José
María Echandías.19
El 7 de septiembre de 1816 Belgrano informaba:

Don José María Echandía, Capitán del Batallón de Inf.ª n10 desempeña
hoy una de las Comisiones más importantes a este Exercito: Se halla encar-
gado de poner agua por un conducto cómodo, aunque de alguna distancia en
la Ciudadela q, l ocupa la Tropa, y sería de grave perjuicio su separación hasta
que concluya su encargo: En esta inteligencia, luego que lo verifique, daré

posición. El plano, incorporado al archivo documental, estuvo exhibido desde


ese año en el museo.
18
La referencia a los documentos sobre la realización de un plano por parte
de Bertrés y Echandías fue publicada en forma parcial por Alejandro Morea en
su Tesis Doctoral (Morea, 2013, p. 165). El estudio de los documentos completos
en el AGN, en el año 2015, permitió verificar que se trata del plano que está en
la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro.
19
El Ingeniero Echandías, del Batallón Nº 10, había servido en el Sitio de
Montevideo y estuvo destinado al Ejército del Norte entre 1816 y principios de
1817, luego de lo cual fue trasladado a Buenos Aires.
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 103

puntual cumplimiento á la orden de V.E. sobre su traslación a esa Capital,


que se me ha dirigido con fha 13 de Agosto último.20

Encontramos una referencia a la ejecución del “Plano Geomé-


trico de la Ciudad y sus alrededores” en una Nota enviada por
Belgrano al Director Supremo en septiembre de 1816:

Paso á manos de V.E. el Despacho de Capitán de ingenieros que mereció


D. Felipe Bertrés del Brigadier Gen. D. José Rondeau, para q.e se digne
mandarlo expedir el q.e corresponde.
Este oficial es muy contrahido al trabajo, y acaba de desempeñar exacta-
mente un plano Geométrico de esta Ciudad, y sus alrededores con la mayor
perfeccion.
Le ha acompañado a estos trabajos el Capitán del Numº 10 D. José María
González de Echandía, cuio mérito y conocimientos, me han impelido á
destinarlo al Cuerpo de Ingenieros: Actualmente á mas de sus ocupaciones,
tiene la de enseñar Matemáticas á los Caballeros Oficiales y Cadetes que se
han decidido a aprenderlas.
Espero que V.E. igualmente se digne expedirle Despacho de tal Capitán
de Ingenieros.21

El análisis del plano permite obtener diversa información acerca


de la ciudad y sus alrededores; en primer término llama la atención
que se haya omitido la extensión de una cuadra del ejido hacia el
Oeste y hacia el Sur, comprendida entre las actuales calles Rioja y
Alberdi y entre Lavalle y Bolívar, por lo que la casa de Belgrano, la
Ciudadela, parte de la acequia y la laguna se han desplazado hacia
el Norte y el Este, en diagonal hacia la Plaza Mayor. Presumimos
que este desplazamiento responde a la falta de espacio en el papel
al haber situado la plaza en el centro de la hoja; razón que habría
forzado también a desplazar dos cuadras hacia el Este al Corral de
la Patria. Hay un error en la escritura de la distancia de la acequia
a Tafí, ya correspondería una distancia de tres leguas en lugar de
trece.

20
AGN. Sala X Exercito Auxiliar del Perú 1816 Legajo 4.1.3. Nota del 7 de
septiembre de 1816.
21
AGN. Sala X Exercito Auxiliar del Perú 1816 Legajo 4.1.3. Nota del 26
de Septiembre de 1816.
104 Belgrano, la Patria al Norte

Se representan e identifican los principales edificios; el Cabildo,


la Matriz y los conventos de San Francisco, La Merced y Santo
Domingo, la ermita del Señor de la Paciencia y los Corrales de la
Patria. En color rosado se indican las áreas edificadas, macizando
las superficies sin distinguir los patios, definiendo los espacios de
las calles y huertas o baldíos confinados por las edificaciones. Los
espacios destinados a huertas y quintas presentan en algunos casos
formas triangulares, lo que posiblemente responda al parcelamiento
y al modo de riego y también a una trama de circulación secun-
daria por el interior de las manzanas, como fuera representado en
el plano de la ciudad de Buenos Aires del año 1740 de autor Anó-
nimo.22
El plano también contiene las obras recientes; la nueva acequia
que abastece a la ciudad con agua procedente de la Toma de Tafí
Viejo habilitada a finales de 1816 por cuenta del Gobernador Aráoz,
la ciudadela en construcción y la nueva casa del General Belgra-
no, realizada también a fines de 1816. Se detallan los sistemas de
conducción y almacenamiento de agua en la casa de Belgrano y en
la Ciudadela, con lo que parecen ser dos sifones para el paso de la
traza de la actual calle Alberdi y representando a la laguna ubicada
al sur, donde actualmente se encuentra la plaza San Martín.23
El área ocupada ha excedido la trama fundacional de nueve por
nueve manzanas dos cuadras hacia el sur siguiendo la calle de la
Matriz, en tanto que hacia el Norte, el Oeste y el Este ha llegado
a la calle de ronda con diversa densidad, concentrándose sobre
los ejes de los caminos y confirmando las ocupaciones de sitios
registradas en el padrón de 1808 y el censo de 1816 (Marinsalda,
2016).
Esta representación también expresa la centralidad de la ciudad
de la segunda mitad del Siglo XVIII; la concentración de viviendas
de la elite en el contorno de la plaza, la ocupación de las manza-
nas priorizando las esquinas por su mayor valor comercial dejando

22
El plano se conserva expuesto en el Instituto de Arte americano Mario J.
Buschiazzo en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires.
23
La existencia de la laguna de la Plaza San Martín alrededor de 1840 es
confirmada por Florencio Sal (Páez de la Torre (h), 1985, p. 404).
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 105

Fig. 1. Plano del Tucumán. Felipe Bertrés y Antonio Echandías, 1816. ACHIT.
106 Belgrano, la Patria al Norte

espacios vacuos hacia las medianas y finalmente la distribución


periférica de las viviendas de las clases populares, conformadas por
locales aislados en espacios con límites físicos poco definidos (Bas-
cary, 1999; Meyer, 2010; Marinsalda, 2016).
Las superficies edificadas y su morfología han sido representa-
das con precisión, hemos verificado la correspondencia del plano
contrastándola con la reconstrucción de la cuadra de la Casa His-
tórica de la Independencia en 1816 a partir de los documentos del
AHT. (Marinsalda, 2016). La comparación del plano con la imagen
aérea, permite comprobar que el cambio de orientación de algunos
lotes permanece en la actualidad, confirmando al parcelario urbano
como el fenómeno de larga duración de nuestras ciudades (Wais-
man, 1990 p. 63), y en el caso de San Miguel de Tucumán, estos
cambios de orientación podrían responder a las preexistencias de
la ocupación del sitio de La Toma.

Los escenarios de las celebraciones patrias


en Tucumán

Para comprender el proceso de transición de las representaciones


de la política en Tucumán seguiremos la investigación de Wilde
(2011) que nos permitirá identificar y avanzar en la definición de
los espacios de mayor densidad política y los testimonios materia-
les que permiten la realización de los rituales cívicos. La autora
sostiene que “En la transición de la legitimidad monárquica absolutista
hacia una que finalmente decantó en republicana fue fundamental la con-
tinuación de los ritos tradicionales, aunque resemantizados [...]” (Wilde,
2011, p. 79). Estas fiestas tradicionales eran herederas directas de
la tradición barroca y durante las mismas se manifestaba la lógica
estamental y jerárquica de la sociedad colonial, cuyo escenario es
el espacio público de la ciudad, sus calles y plazas, el interior de la
iglesia o de la Casa Consistorial.
La principal celebración de la ciudad era de carácter fundacio-
nal, representada en el Santo Patrono San Miguel Arcángel el 29
de septiembre; oportunidad en que el alférez realizaba el paseo del
Pendón Real en representación del monarca con un desfile que se
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 107

Fig. 2. Manzana de la Casa Histórica de la Independencia con la reconstrucción de la


ocupación de los solares en 1816 aplicados sobre el Plano Geométrico de 1816 y una
imagen satelital de Google Earth de 2016. Elaboración propia.

iniciaba en su casa y recorría los principales espacios públicos de la


ciudad; esta fiesta revestía entonces un carácter religioso y político
sintetizados en la figura del Rey. La Semana Santa era la más im-
portante de las festividades religiosas, seguida de las advocaciones
locales de la Virgen y los Santos, a quienes se interpelaba para que
socorrieran a la población; entre estas devociones destacaba la de
la Señora de las Mercedes. El paseo en procesión de las imágenes
era el momento culminante de estas ceremonias, cuando se recorría
la ciudad que presentaba un paisaje efímero realizado con arcos de
flores, guirnaldas y luces.
Estas celebraciones y el uso ritual de los espacios de la ciudad
fueron adaptadas por el nuevo orden surgido con la Revolución,
de modo que las primeras celebraciones fueron realizadas en 1810
para recibir el paso de los nuevos funcionarios y el ejército des-
tinado al Alto Perú, al que se incorporaron contingentes locales.
Con la Revolución llegó la guerra y la militarización creciente de
la sociedad, consecuentemente las fiestas adquirieron un marca-
do carácter militar. El primer aniversario de Mayo, el Cabildo de
Tucumán organizó los homenajes que tomaron el lugar de mayor
importancia para la ciudad.
108 Belgrano, la Patria al Norte

La victoria de 1812 tuvo una fuerte impronta religiosa al desa-


rrollarse en el día de la Virgen de las Mercedes en quien Belgrano
había encomendado el desenlace de la batalla, razón por la cual, al
realizarse la procesión al campo de batalla, Belgrano le obsequió su
bastón de Mando. En 1813 el Cabildo proclamó a la Virgen de las
Mercedes Patrona menos principal de la Ciudad y estableció cele-
brar en su día el aniversario de la batalla de Tucumán. Las fiestas
de septiembre de ese año estuvieron entonces caracterizadas por la
procesión de la Virgen de las Mercedes por las calles principales de
la ciudad hasta el Campo de las Carreras, que quedó incorporado
como como escenario para las celebraciones cívicas más importan-
tes remarcando el componente de la guerra y los valores cívicos
relacionados a ella (Wilde, 2011).
Esta fiesta constituyó la primera apropiación del proceso revo-
lucionario por parte de la comunidad y consagró un nuevo espacio
de carácter conmemorativo cívico - religioso en el Campo de las
Carreras, que se sumó al espacio fundacional constituido por la Pla-
za Mayor, sede histórica de los poderes cívico y religioso donde fue
celebrada la instalación de la Asamblea de 1813. Entre las medidas
adoptadas por la Asamblea estuvo la supresión de la fórmula por la
que se declaraba fidelidad a Fernando VII y el paseo del Pendón
fue sustituido por el enarbolamiento de la Bandera Nacional. En
octubre de 1814, al ser creada la Provincia de Tucumán y designado
Bernabé Aráoz su primer gobernador, el Cabildo ordenó la confec-
ción de la primera Bandera Nacional y estableció el calendario de
las fiestas anuales, destacándose las dos de contenido Cívico: el 25
de Mayo y el 24 de Septiembre.
Cuando se instaló el Congreso en 1816, el cuerpo de Diputados
asistió a una misa en la Iglesia de San Francisco desfilando en el
trayecto entre la Casa de Sesiones y la Plaza Mayor; la declaración
de la Independencia el 9 de Julio de 1816 se celebró nuevamente
con una misa el 10 de Julio y por la noche con un Baile en la Casa
del Congreso.24 Este espacio urbano que comenzaba a definirse por
el ritual de carácter cívico tenía un antecedente religioso desde el

24
Lamadrid (1947, p. 116).
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 109

siglo XVIII donde el “Cristo de las Bazán”, una imagen articulada,


era llevada en procesión en la Semana Santa desde la casa hasta la
Plaza.
El Gobierno provincial, los Diputados, los Capitulares, las au-
toridades Militares y Religiosas juraron la Independencia el 21 de
Julio; en tanto que el 25 de Julio se realizó una jura de la Indepen-
dencia con gran afluencia de los sectores populares y de la campaña
en el Campo de las Carreras, donde se presentaron más de cinco
mil milicianos provinciales montados que juraron sobre la sangre
derramada de sus compañeros. En su Discurso Belgrano defen-
dió la futura instalación de una monarquía constitucional, el gran
Imperio de América gobernado por un descendiente de los Incas
“aún existentes en El Cusco”, según lo informara el diplomático sueco
Adam Graaner, testigo de los acontecimientos;25 en tanto que Aráoz
dirigió el suyo26 a exaltar el protagonismo de las milicias en 181227.
Podemos estimar que entre 1817 y 1819 los festejos continuaron
realizándose en ambos espacios;

En 1817 el 24 de Septiembre y el 9 de Julio fueron celebrados con todo


el brillo que la ciudad pudo permitirse y conservaron la impronta legada por
Belgrano y Aráoz en tanto primeros hacedores de estas ceremonias y gallardos
protagonistas de los hechos que éstas conmemoraban”. [Wilde, 2011 p. 96.]

En octubre de 1817 Aráoz concluyó su mandato28 al ser relevado


por el Coronel de Milicias Feliciano de la Mota Botello, designado

25
Adam Graaner fue enviado a las Provincias Unidas por el Monarca de
Suecia, el Conde Bernadotte.
26
La transcripción completa del discurso en Páez de la Torre (h), 1985, p.
243.
27
Aráoz contaba con amplio apoyo en la campaña; su discurso puede ayudar
a dar una idea del balance de fuerzas y poder territorial entre el Ejército del
Directorio (2.786 integrantes) y las milicias provinciales de más de 5000 com-
batientes.
28
La relación entre Belgrano y Aráoz se había deteriorado como conse-
cuencia de la superposición de las áreas de responsabilidad de sus respectivos
cargos. Los reclamos de Belgrano y los descargos de Aráoz fueron tratados en
el Congreso el 20 de septiembre (Páez de la Torre, 1987, p. 246).
110 Belgrano, la Patria al Norte

por el Director Supremo. Desde entonces y hasta el alejamiento


del ejército en 1819 la legitimación del gobierno directorial en las
provincias del Noroeste y Centro estuvo a cargo de Manuel Belgra-
no, “Capitán General de la Provincia de Tucumán y Jefe del Ejército
del Perú”.

La Alameda de Belgrano

En este contexto político y militar, Belgrano dispuso la creación


de una nueva expansión de la ciudad de carácter ilustrado en el
sector Sud Oeste del ejido, proyecto que fue realizado entre 1816
y 1819. Un antecedente de la voluntad de Belgrano por incentivar
el desarrollo de los ideales de la Revolución se encuentra en la do-
nación del premio que le había otorgado la Asamblea en 1813 por
sus triunfos de Salta y Tucumán para el equipamiento de escuelas,
una de ellas en Tucumán.29 El primer paso de lo que luego sería
el proyecto, puede fecharse en 1813 con la creación de la nueva
Parroquia de la Victoria30 que tendría su sede en un templo a cons-
truir en el mismo campo de las Carreras, donde se encontraban
sepultados los caídos en la batalla.31 La expansión urbana habría
sido entonces desarrollada por Belgrano a partir de 1816 en función
de la convergencia espacial de tres elementos: el nuevo carácter
cívico y religioso que había adquirido el Campo de las Carreras
consagrado en las actuaciones de Julio de 1816; la construcción de
la Ciudadela como acantonamiento del Ejército del Perú y repre-
sentación del poder del Directorio y la apertura de la nueva acequia

29
La Escuela de la Patria en Tucumán fue construida y equipada en el año
1998 con fondos nacionales en los terrenos que antiguamente ocupó la Ciudadela.
La obra quedó inconclusa y el gobierno de Tucumán tuvo que devolver parte de
los fondos no utilizados.
30
Esta Parroquia debía formarse por el desprendimiento del curato Matriz
y estuvo a cargo del padre Pedro Miguel Aráoz a partir de abril de 1813, fun-
cionando provisoriamente en La Merced hasta tanto se erigiera el templo en el
Campo de las Carreras.
31
La referencia al entierro de los caídos en el sitio de la Ciudadela la apor-
taba Adam Graaner en 1816 (Páez de la Torre (h), 1985, p. 242).
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 111

de provisión de agua a la ciudad y a la ciudadela. La herramienta


para lograr este objetivo sería el ejército mediante la provisión de
técnicos y mano de obra y en segunda instancia de una nueva elite
para poblar el sector.
Durante los años 1816 y 1819 Belgrano propuso la creación de
un cuerpo de ingenieros que integraron Bertrés y Echandías y el
ejército se constituyó en un proveedor de técnicos y de mano de
obra para la ejecución de las obras públicas, razón que puede ex-
plicar la falta de registros de muchos de estos trabajos en los docu-
mentos del Cabildo, en tanto podemos hallarlos en los documentos
relacionados al ejército del AHT. y el AGN. Allí están asentados
por ejemplo los comprobantes32 de pagos por jornales, alimentos
y herramientas para los Húsares33 y Dragones que trabajaban en
la apertura de una nueva acequia desde Lules34 en 1818. Respecto
de los técnicos, se asienta que Bertrés también estaba dirigiendo
la apertura del sistema de acequias para la ciudad,35 mientras por
su parte el Cabildo registraba en 1817 el avance los trabajos para
realizar la fuente pública en la Plaza Mayor;36 adelanto que como
hemos indicado, sólo habían implementado Córdoba y Mendoza.
Respecto del recurso a los soldados como mano de obra, es opor-
tuno considerar que en los ejércitos de la revolución era corriente
incorporar a los prisioneros y que en el Ejército del Perú entre
1816 y 1819 se encontraban dos contingentes importantes; el de
los prisioneros españoles y orientales de Montevideo que se habían
incorporado a los Batallones Nº 2, 6, 9 y 10 que habían partido
Buenos Aires y de los cuales, recuerda Paz, algunos del Nº 2 habían

32
AHT Gobierno, 1817 -1818 fs. 385, 387, 388, 404.
33
Los Húsares de Tucumán de dos escuadrones de nueva formación en 1817,
estaban comandados por Lamadrid.
34
Los cuatro escuadrones de Húsares de Tucumán y Dragones de la Patria
integraban toda la caballería de Línea del Ejército del Perú luego de la partida
de los dos escuadrones de Granaderos a Caballo hacia Mendoza. Se encontraban
acuartelados en el Convento Dominico de San José del Monte de los Lules.
35
AGN, Sala X, Legajo 4-1-3 Ejército Auxiliar del Perú 1816 (En Morea
2013, p. 165).
36
Actas del Cabildo, Vol. II, 1817-1824 (Lizondo Borda 1940). En Páez de
la Torre (h), 1985 p. 246.
112 Belgrano, la Patria al Norte

sido internados en Salta y otros habían desertado en Jujuy.37 Pero a


partir de 1817 se incorporó un nuevo contingente que estimamos
en 500 soldados chilenos prisioneros de Chacabuco al que probable-
mente se haya agregado otro luego de Maipú. Es importante en este
caso conocer la relación que al respecto hacía Damián Hudson:

[...] Los oficiales prisioneros de sargento para abajo que quedaron en San
Juan y Mendoza fueron destinados por lo pronto, una parte, a la apertura de
canales de irrigación, obra de utilidad pública costeada por el Estado con el
objeto de habilitar terrenos de grande extensión para labranza, y el resto, que
era lo más, a ser empleados por los dueños de quintas de agricultura bajo un
reglamento que les garantía el buen trato. [Hudson, 1966, pp. 156 -157.]

Con esta última incorporación el Ejército habría aumentado su


número a más de 3200 plazas, al respecto el Coronel chileno Fran-
cisco Antonio Pinto, director del Diario del Ejército,38 informaba
a Bernardo O’Higgins en septiembre de 1817 que “La cuarta parte
de este ejército, sin exajeracion, es de chilenos” (Barros Arana, 1889, p.
370).
La red de alianzas familiares de los oficiales del ejército con las
hijas de las familias de la elite local y el desarrollo de sus carreras
políticas ha sido estudiada por Alejandro Morea (2013) que pudo
identificar 26 casamientos de oficiales39 y encontrar referencias a
matrimonios de la tropa40. Respecto del ejército como un recurso

37
“Desde el acantonamiento en la quebrada de Humahuaca, los españoles del
Nº 2 fueron remitidos a Salta para que fuesen distribuidos, en clase de peones, al
vecindario con cargo de responder de ellos los que se constituyesen sus patrones
[...] allí quedaron desvalidos y pobres, pero años después encontré a algunos en
muy buena fortuna y hechos caballeros” (Paz, 1898, pp. 200-201).
38
Francisco Antonio Pinto era Abogado, en 1811 representó a Chile ante la
Junta Grande. En 1814 se encontraba en Europa en misión diplomática y regresó
al Río de la Plata con Belgrano. Comandó el Batallón Nº 10 de Infantería, tuvo a
cargo el diario del ejército y en Tucumán se casó con Luisa Garmendia de Alu-
rralde apadrinado por Belgrano. En 1820 regresó a Chile para incorporarse a la
Expedición Libertadora del Perú bajo las órdenes de San Martín. Fue presidente
de Chile entre 1827 y 1829.
39
Los oficiales procedían en su mayoría de Buenos Aires y el litoral y en
casos puntuales de Chile, Francia e Italia (Morea, 2013, pp. 220-224).
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 113

para poblar el nuevo proyecto, en 1816 el gobernador estableció un


plan de premios que consistía en el reparto de sitios urbanos para
los oficiales destacados de Ejército del Perú en el que daba prefe-
rencia a los tucumanos; aunque las presentaciones realizadas por
Belgrano41 incluyeron a oficiales foráneos que deseaban afincarse y
también a oficiales de Milicias (Morea 2013, p. 227).
Belgrano solicitó al Cabildo un sitio para construir su residencia
y el Cuartel General del ejército frente a la ciudadela, la manzana
fue girada a 45º respecto de la trama debido a la necesidad de man-
tener distancia con el glacis de la Ciudadela y no obstruir su campo
de tiro. La casa, según recordaba José Celedonio Balbín, presentaba
las mismas características austeras que los cuarteles de la ciudadela;
muros de tapial y techos de paja.42 La alameda se extendía en sen-
tido Norte Sur sobre un paseo de veinte varas de ancho (esa era la
dimensión que había proyectado Belgrano para las calles de Curuzú
Cuatiá) y posiblemente a lo largo de doce cuadras43 excediendo la
extensión de la planta urbana existente. El carácter simbólico de
este eje articulador44 con la Ciudadela y campo del Honor o Campo
de Marte destinado al paseo de la ciudad fue definido en 1818 al
erigirse una pirámide en homenaje a las victoria del ejército unido

40
El caso emblemático fue el del triple matrimonio de Emidio Salvigni,
Antonio Pinto y Gerónimo Helguera con las hermanas Crisanta, Luisa y Cruz
Garmendia Alurralde, apadrinados por Belgrano.
41
El recurso de Belgrano a destinar sitios a los oficiales del Ejército, podemos
encontrarlo documentado en el AHT. como la solicitud que realiza en octubre de
1818 al Cabildo para que se “adjudique un terreno vaco al Sargento Mayor don
Pablo Alemán del Regimiento Nº 9 por ser Oficial de Honor y Mérito” (AHT
Gobierno, 1817-1818, fs. 416).
42
Sus muebles “se reducían a doce sillas de paja ordinaria, dos bancos de
madera, una mesa ordinaria, un catre pequeño de campaña con delgado colchón
que siempre estaba doblado” (Balbín, 1860, p. 23).
43
Estimamos 12 cuadras a partir de la media legua que indicaba Alberdi en
su Memoria Descriptiva (1834).
44
El recurso a construir paseos y alamedas en el espacio creado por el glacis
de las ciudadelas o fortalezas y las áreas urbanas reconocía un importante ante-
cedente en el Paseo de la Explanada de Barcelona de 1798.
114 Belgrano, la Patria al Norte

de los Andes y de Chile sobre el ejército Realista luego de la batalla


de Maipú,45 que fue recordada como pirámide de Chacabuco.46
El primer habitante fue Belgrano a fines de 1816 y encontramos
un testimonio de la existencia del proyecto en las memorias de
Gregorio Aráoz de Lamadrid, que fue posiblemente el segundo.
Lamadrid, que había sido designado por Belgrano para dirigir la
campaña al Alto Perú de principios de 1817, relataba que al retor-
nar a Tucumán en diciembre de ese año había sido premiado por
Belgrano y por el Cabildo, que le adjudicó una manzana lindera a
la del General:

[...] Me adjudicó el Cabildo una manzana de terreno, al frente de la ciu-


dadela y contigua a la casa que había construido y habitaba el Excelentísimo
señor general Manuel Belgrano. Tomé posesión de ella y me puse inmediata-
mente a hacer trabajar el material yo mismo con mis soldados, y pagándoles
como a unos peones, y con él trabajé en seguida una de azotea con tres ha-
bitaciones al frente de la calle, mirando al norte. Cerqué de tapia los cuatro
costados, construí yo mismo un jardín en el frente del este que miraba a la
alameda y mandé trabajar cuatro piezas más en el interior, haciendo sembrar
el resto del terreno, pues todos los jefes de los cuerpos tenían sus quintas
destinadas para cultivar legumbres y hacer sembrar granos y algunas frutas
para sus tropas sin que por estos trabajos pasasen un solo día los ejercicios
doctrinales, por compañías por las mañanas, por cuerpos todas las tardes y
de línea todos los domingos y días festivos.47

Esta descripción aporta los datos que permiten verificar que la


alameda ya existía a principios de 1818 y también acerca de la
aplicación de un nuevo proyecto urbano y arquitectónico, que con-

45
“[...] La última de estas victorias, después de la impresión que había pro-
ducido en los ánimos el desastre de Cancha-rayada, fue celebrada en Tucumán
con locura. El general Belgrano hizo levantar un monumento para perpetuar su
memoria, el que se conservaba hasta estos últimos años” (Paz, 1898, p. 322).
46
Respecto de la batalla a la que hacía honor la pirámide, Salvigni sostiene
que fue Chacabuco, por lo que es probable que Belgrano hubiera proyectado o
comenzado la pirámide en 1817, pero como su inauguración fue luego de Maipú,
es probable que hubiera habría sido dedicada a ambas victorias; por convención
seguiremos refiriéndola con el nombre de Chacabuco.
47
Lamadrid, 1947, pp. 170-171.
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 115

Fig. 3. Tucumán, 1816-1820. Interpretación sobre el plano Geométrico de 1816


corregido. Elaboración propia. 1) Casa del General Belgrano y Cuartel General del
Ejército del Perú. 2) Pirámide de Chacabuco, Campo de Marte, Las Carreras. 3) Ala-
meda y su acequia. 4) Parroquia de la Victoria, expansión de la ciudad al Oeste.
5) Casa de Gregorio Aráoz de Lamadrid, 1817.

templaba el diseño de las viviendas con azotea que ya se construían


en la ciudad desde fines del siglo XVIII, pero retiradas con jardines
hacia el paseo. También confirma el recurso a los militares como
mano de obra destinada a obras privadas que cumplieran algún
servicio al ejército. Respecto de las huertas para el sostén del ejér-
cito, Tomás de Iriarte recordaba que los excedentes de producción
eran vendidos para beneficio del ejército. El Cabildo también había
hecho merced de un terreno en Chacras al Norte a Felipe Bertrés
en marzo de 1818 como reconocimiento al adelantamiento de sus
116 Belgrano, la Patria al Norte

Fig. 4. Tucumán, 1816-1820. Interpretación del plano Geométrico de 1816 y del


proyecto de Belgrano sobre imagen satelital de Google Earth de 2016. Elaboración
propia. 1) Casa del General Belgrano y Cuartel General del Ejército del Perú
2) Pirámide de Chacabuco, Campo de Marte, Las Carreras. 3) Alameda y su acequia.
4) Parroquia de la Victoria, expansión de la ciudad al Oeste. 5) Casa de Gregorio
Aráoz de Lamadrid, 1817.

alumnos en el examen público de aritmética.48 Este terreno que


abarcaba cuatro manzanas estaba ubicado en el extremo Norte de
la alameda, en la actual Plaza Alberdi y la estación terminal del
Ferrocarril Central Norte.

48
Paterlini; Perilli, 2012, p. 283.
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 117

No contamos hasta el presente con crónicas de la alameda, pero


Balbín recuerda que Belgrano había llevado una volanta inglesa de
dos ruedas con un caballo que él manejaba y en la que paseaba al-
gunas mañanas acompañado de su segundo el general Cruz; lo que
llamaba la atención porque era la primera vez que se veía una en
Tucumán.49 En 1818 también eran propietarios de coches Diego de
Villafañe, José de Molina, Miguel Gerónimo Sánchez de la Madrid
y Manuel Posse (Meyer, 2010, p. 103).
El Ejército del Perú partió de la ciudad en febrero de 1819 en
campaña a Córdoba, dejando una guarnición de 300 hombres en
la ciudadela al mando del coronel Domingo Arévalo.
Con el fin de reconstruir hipotéticamente el proyecto de Belgra-
no, hemos corregido el Plano Geométrico de 1816 incorporando el
espacio de las cuadras faltantes al Oeste y al Sur; trasladando a su
sitio correcto la Ciudadela, la casa de Belgrano, la acequia, la laguna
y el corral de la patria. Sobre el trazado de la actual calle Alberdi
se ha ubicado a la alameda con el trazado de su acequia que des-
agota hacia el Este por el actual Boulevard Lavalle hasta la laguna
que se encontraba en la depresión del terreno que ocupa la plaza
San Martín. A ambos lados de la alameda están representadas las
manzanas de la expansión urbana que estimamos corresponderían
a la proyectada Parroquia de la Victoria, con la cuadra adjudicada
a Lamadrid. Hemos incorporado la Pirámide de Chacabuco en su
sitio actual, en la Plaza Belgrano.
Para confirmar la correcta ubicación y la correspondencia con
las huellas en la traza de la ciudad, hemos aplicado la hipótesis del
proyecto, la casa de Belgrano, la Ciudadela, la laguna y la repre-
sentación de los puntos cardinales en la Plaza Mayor sobre una
imagen satelital.

49
Carta de José Celedonio Balbín al General Bartolomé Mitre, 1° de setiem-
bre de 1860. Original en Museo Mitre. Buenos Aires. Archivo de Belgrano. Doc.
A.5-C.1-C.-3.
118 Belgrano, la Patria al Norte

Espacios de representación en tensión.


Centralidad y periferia

Belgrano se retiró del mando del Ejército del Perú en la provincia


de Córdoba el 11 de septiembre de 1819 debido al agravamiento
de su estado de salud y retornó a Tucumán, donde había nacido
su hija el 4 de mayo, instalándose en su casa de la Ciudadela. La
salida del Ejército había menoscabado el apoyo con que contaba
el gobernador de la Mota Botello y sólo quedaba el destacamento
de la ciudadela para sostener la cuestionada autoridad del Direc-
torio. En la madrugada del 11 de noviembre el capitán oriental
Abraham González, secundado por los capitanes Felipe Heredia y
Manuel Cainzo, encabezó el golpe que impuso en la gobernación
de la nueva provincia autónoma a Bernabé Aráoz, autor intelectual
del movimiento. Belgrano permaneció detenido en su casa hasta el
2 de enero de 1820 cuando a instancias del Congreso, Aráoz lo dejó
en libertad y unas semanas más tarde decidió partir a Buenos Aires
donde falleció el 20 de junio. El golpe de Tucumán había causado
honda impresión en las provincias y en el Ejército del Perú, que
se amotinó el 8 de enero en Arequito; para el de 16 de febrero se
habían disuelto el Congreso y el Directorio y todas las provincias
asumían su autonomía.
Este nuevo escenario inició una década de gran inestabilidad
institucional durante la cual las provincias del Norte tuvieron vio-
lentos enfrentamientos motivados entre otras causas por la defini-
ción de sus límites geográficos y en el que cada jefe político buscó
consolidarse en su territorio, recurriendo a alianzas entre facciones
de las distintas provincias.
En este contexto, podemos observar el primer indicio del proce-
so de abandono e invisibilización del proyecto urbano de Belgrano
durante la República de Tucumán. El “Plano Topográfico y Plantel de
la Ciudad de Tucumán y de la organización en general de las manzanas
y demás territorios que le pertenecían” 50 también fue realizado por el
Ingeniero Felipe Bertrés a principios de 1821, quien permaneció

50
Lizondo Borda, Actas del Cabildo V.2 (Paterlini; Perilli, 2012 p. 284).
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 119

en Tucumán y fue designado Agrimensor General, continuando


con las tareas que realizaba desde 1816.51 En este plano extendía
uniformemente la cuadrícula de la ciudad fuera del trazado funda-
cional sobre las chacras al Norte, las tabladas del Oeste y del Sur y
registraba las propietarios de los terrenos del ejido, entre ellos los
que se habían entregado al Presidente Bernabé Aráoz en premio
por haber llevado el agua a la ciudad en 1816.52
Este plano adquiere mayor sentido si se lo analiza conjunta-
mente con el de 1816, ya que la información de ambos es com-
plementaria, como ocurre con las acequias y permite verificar el
sostenido crecimiento de la ciudad hacia el Sur y hacia el Oeste,
donde ha alcanzado a ocupar varias cuadras sobre la alameda. Sobre
este eje se presenta un mayor parcelamiento en cuartos de manza-
na; Lamadrid conserva la mitad Norte de la manzana donde había
construido su casa y encontramos a varios oficiales propietarios de
sitios, como Bertrés, Lavaisse, Palacio y Villagrán.
La trama se impone sobre el proyecto de 1816-1820 invisibili-
zándolo; fracciona la Ciudadela y rectifica el terreno de Belgrano;
mientras omite representar la alameda y su calle de 20 varas, la
Pirámide de Chacabuco y la acequia. Esta selección deja entrever
dos proyectos en tensión; el de la centralidad de la ciudad colonial
y su cuadrícula sostenido en el tiempo y el espacio por el Cabildo y
la República de Tucumán, que se impone al proyecto de descentra-
lización de los espacios de representación de la ilustración, tal vez
asociado negativamente al poder de Buenos Aires. La imposición
de éste modelo de expansión uniforme quedó rápidamente superada
por la realidad; en abril el ejército salteño al mando de Güemes
invadió Tucumán y las fuerzas se enfrentaron en la ciudadela; que
en los siguientes treinta y tres años será escenario de reiteradas
batallas en las que se defenderá y perderá la ciudad.

51
Bertrés mantuvo su condición militar en el nuevo ejército de la República
de Tucumán.
52
[...] “La parte íntegra de las sobras de chacras al Norte y Oeste correspon-
dientes a los ejidos de la ciudad, hasta encontrar con propiedades particulares”
Lizondo Borda, Actas del Cabildo V.2 (Paterlini; Perillli, 2012 p. 285).
120 Belgrano, la Patria al Norte

Fig. 5. Plano de Bertrés, 1821. Detalle. Se representan la Ciudadela y los terrenos de


Belgrano, Lamadrid, Bertrés, Lavaisse, Palacio y Villagrán. ACHIT.

En este contexto, las celebraciones de las fechas patrias en las


provincias hicieron referencia a la Independencia como un proyecto
compartido desde 1810; de esta manera el 25 de Mayo cedió su
ambigua expresión de “regeneración política” a la de “aniversario
de nuestra independencia política” y el 9 de Julio el de “Aniversa-
rio de la Independencia Política de Sud América”. En el caso de
Tucumán el 9 de Julio tuvo un valor adicional “exaltando el prota-
gonismo de los tucumanos como protagonistas privilegiados del proceso
revolucionario del cual derivaba la legitimidad del orden republicano”
(Wilde, 2011, p. 100).
El período transcurrido entre los años 1826 y 1831 presentó un
agravamiento de los conflictos interprovinciales en la región; la
intromisión de Lamadrid en Tucumán provocó la respuesta de los
gobernadores federales de la Rioja, Facundo Quiroga y de Santiago
del Estero, Felipe Ibarra; resultando en tres invasiones a Tucumán
en los años de 1826, 1827 y 1831 al mando militar de Quiroga,
quien derrotó en las tres oportunidades al ejército de Tucumán al
mando de Lamadrid e impuso la elección de gobernadores federa-
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 121

les. En 1831 tras la batalla de La Ciudadela,53 fue electo gobernador


federal Alejandro Heredia, quien ejercería el gobierno de Tucumán
y el Protectorado del Norte hasta su asesinato en 1838.
En el marco de inestabilidad imperante, las conmemoraciones
mayas y julianas habían comenzado a ser un recurso de legitima-
ción de los enfrentamientos de las facciones locales que buscaron
identificar al enemigo faccioso con el enemigo Realista. En este
sentido, el 9 de Julio de 1829 se había conmemorado “la Eman-
cipación de la América del poder absoluto de los Reyes de España y la
memoria de los héroes que fallecieron en los campos de El Rincón y los
que en la Tablada de Córdoba sellaron con su sangre [...] el triunfo de la
causa de la Nación sobre los caudillos de la anarquía”.54
Luego del plano de 1821, el siguiente testimonio que podemos
encontrar dando cuenta del abandono del proyecto corresponde a
la visita que realizó en 1834 Juan Bautista Alberdi donde refiere
su valoración y el proceso producido en el sector en su Memoria
Descriptiva de Tucumán; dedicada al Gobernador Alejandro Heredia:

Ya el pasto ha cubierto el lugar donde fue la casa del General Belgrano,


y si no fuera por ciertas eminencias que forman los cimientos de las paredes
derribadas, no se sabría el lugar preciso donde existió. Inmediato a este sitio
está el campo llamado de Honor, porque en él se obtuvo en 1812, la victoria
que cimentó la independencia de la República. Este campo es una de las
preciosidades que encierra Tucumán. Prodigiosamente plano y vestido de
espesa grama, es limitado en todas direcciones por un ligero y risueño valle
hermoseado diversamente con bosques de aromas y alfombras de flores
Este campo que hará eterno honor a los tucumanos debe ser conservado
como un monumento de gloria nacional. Conmueve al que le pisa aunque
no sea argentino. Más de setenta veces se ha oscurecido con el humo de la

53
La batalla de La Ciudadela, en el relato de Lamadrid, brinda información
sobre el sitio: “Traté de colocar mi línea apoyando ambos flancos, el derecho en
un potrero con cerca de tunal y zanja al oeste, y el izquierdo en la Ciudadela [...]
quería atraerlos sin resistencia al norte del Manantial para que no tuvieran otra
salida que el paso del Rincón, en razón de no dar paso dicho arroyo en toda su
extensión sino por aquel, porque el otro del puente, quedaba a mi derecha [...]”
(Lamadrid, 1944, p. 198).
54
Decreto del 8 de Julio de 1829 en AHT; SA, T32 f.386v. (Wilde, 2011, p.
101).
122 Belgrano, la Patria al Norte

pólvora. Sea por el prestigio que le comunican los recuerdos tristes y gloriosos
que excita, o sea por la elevación que dan a las ideas y los sentimientos las
magníficas montañas que se elevan a su vista, es indudable que en este sitio
se agranda el alma y predispone a lo elevado y sublime.
A dos cuadras de la antigua casa del General Belgrano, está la Ciudadela.
Hoy no se oyen músicas ni se ven soldados. Los cuarteles derribados, son
rodeados de una eterna y triste soledad. Únicamente un viejo soldado del
General Belgrano, no ha podido abandonar las ilustres ruinas y ha levantado
un rancho que habita solitario con su familia en medio de los recuerdos y de
los monumentos de sus antiguas glorias y alegrías.

Luego encontramos el primer testimonio histórico sobre el pro-


yecto de Belgrano:

Entre la Ciudadela y la casa del General Belgrano se levanta humildemen-


te la pirámide de Mayo, que más bien parece un monumento de soledad y
muerte. Yo la vi en un tiempo circundada de rosas y alegría; hoy es devorada
de una triste soledad. Terminaba una alameda formada por una calle de media
legua de álamos y mirtos. Un hilo de agua que antes fertilizaba estas delicias,
hoy atraviesa solitario por entre ruinas y la acalorada fantasía ve más bien
correr las lágrimas de la Patria.55

Una década más tarde, encontramos la curiosa representación


de la Alameda de Tucumán, en una acuarela realizada por el pintor
tucumano Ignacio Baz que fue publicada inicialmente por Rodolfo
Trostiné en 1952 como La Alameda, acuarela firmada y fechada en Tu-
cumán el 25 de Noviembre de 1846 y luego por Bonifacio del Carril en
1964 como Alameda de Tucumán 1846. La obra, en la que la alameda
duplica en ancho a la actual Calle Alberdi, representa cuatro filas
de álamos con una vista de cerros y una fuente al fondo; algunos
paseantes están sentados en bancos y hacia la derecha de la ima-
gen se observa la acequia y los frentes de algunas construcciones.
Este cuadro representa en realidad a la Alameda de las Delicias de
Santiago de Chile, que fue diseñada por Bernardo O’Higgins sobre
la Cañada en 1818 como el “Paseo de la Libertad Civil”, por lo que

55
Memoria Descriptiva de Tucumán. Sección Cuarta, Monumentos patrióticos
(Alberdi, 1834, p. 25).
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 123

Baz pudo haber realizado este cuadro entre 1856 y 1857, años en
los que residió y trabajó en Santiago de Chile.

La Pirámide de la Independencia
y la Plaza paseo de la Libertad

Luego de la derrota de la Liga del Norte, en enero de 1842 el


gobernador federal Celedonio Gutiérrez ordenó erigir una nueva
Pirámide en la Plaza en homenaje a la Independencia;56 las le-
yendas que presentaba el monumento en su pedestal dejaban más
claramente expresado el alcance del homenaje y la asociación a los
sucesos de 1841:

La Provincia de Tucumán es deudora del restablecimiento de su libertad,


leyes y dignidad al incomparable americano nuestro Ilustre Restaurador de
las Leyes Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas y al valiente virtuoso
Ejército Unido de Vanguardia de la Confederación Argentina bajo el inme-
diato mando del ilustre General en Jefe Brigadier Don Manuel Oribe.57

En 1864 la pirámide fue reemplazada por el monumento a la


Independencia y la plaza Libertad consagrada como el paseo y sitio
de encuentro de la sociedad Tucumana.58 Al margen de las resigni-
ficaciones del espacio central, la alameda continuaba presente en el
imaginario, como lo demuestra un documento del año 1856 acom-

56
“[...] La elegante y costosa pirámide que adorna la plaza de la Capital. Es
un bello monumento de las glorias de la Independencia realzadas por los triun-
fos de la Confederación argentina; y es, además una prueba de nuestra cultura
social como la reputarán los ilustrados extranjeros que vengan a saludar nuestro
hermoso territorio”. Mensaje, 21 de Septiembre de 1843 (Wilde, 2011, p. 132).
57
Páez de la Torre (h), 2014.
58
Julio E. Padilla recuerda los festejos del 9 de Julio en la segunda mitad del
siglo XIX, que se realizaban en la plaza en cuyo centro se encontraba la pirámide
y culminaban con el espectáculo de los fuegos artificiales, al que acudía toda la
población “[...] La gente en grupos iba llegando a la plaza, se venían desde las
orillas todos los habitantes de las casas, las que quedaban abandonadas, sin un
alma que las cuidara porque el padre, la madre, los hijos y hasta el tonto o la ton-
ta y el perro iban a ver los fuegos artificiales” (Álbum del Centenario, 1916).
124 Belgrano, la Patria al Norte

pañando un plano en el que representa e identifica a la acequia y en


el que se describe a la calle como “Calle de la alameda de Belgrano,
por la que hoy corre la acequia que vá a la pirámide”.59
En 1853 tras una nueva batalla en la ciudadela los liberales des-
plazaron a Gutiérrez por lo que podemos inferir que la fortaleza
aún se conservaba; José María del Campo asumió la gobernación
apoyado por la poderosa familia Posse y en un plano de 1855 las
cuatro manzanas ocupadas por la silueta de la Ciudadela figuran a
nombre de Martín Posse60 por lo que podemos estimar que implicó
el fin de la fortificación. En los próximos años los últimos combates
entre liberales y federales por el control de Tucumán tendrían lugar
en el Manantial de Marlopa, a la vista de la Ciudadela.

El renacimiento

En 1858 la pirámide se encontraba en ruinas y Emidio Salvigni,


que había presenciado su construcción, se ofreció a restaurarla y la
rodeó de una reja, pera esta intervención implicó una resignifica-
ción del monumento al que le incorporó los siguientes textos, de los
cuales sólo el primero parece tener relación con su destino original,
según lo detallaba Adolfo P. Carranza “a la jornada de Chacabuco
la consagró el general en jefe del ejército auxiliar del Perú, don Manuel
Belgrano”; “la Independencia de la República Argentina se juró en este
suelo que sirvió de tumba a los tiranos” (la entidad política en 1818
eran las Provincias Unidas); “en este campo el ilustre general Belgrano
venció al ejército español en la batalla de 24 de septiembre de 1812” y “la
República Argentina fuerte y feliz por la constitución de Mayo, que debe
al ilustre presidente Urquiza, ve a su nombre restaurado este monumento”
En la segunda escalinata se asentó “ Restaurada por Emidio Salvigni,
en julio de 1858” (Carranza, 1947, p. 527).

59
AHT, Sección Judicial, Exp. Nº 34, Caja 6, serie B.
60
Plano perteneciente al archivo de Julio Aráoz Sal publicado por Carlos
Páez de la Torre (h) para ilustrar la ciudadela de 1814. (Páez de la Torre (h),
1994).
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 125

Fig. 6. Boulevard Alberdi con la nueva alameda, las acequias empedradas y el remate
en la pirámide de Chacabuco; a la derecha la Capilla y Casa de Jesús, y a la izquierda
el nuevo Hospital Mixto con carruajes. Fotografía ca. 1885. ACHIT.

El gobernador Marcos Paz decretó ese mismo mes la delineación


de una plaza denominada General Belgrano con la pirámide en su
centro, en 1859 el agrimensor Félix Revol realizó la mensura de
los terrenos y se adquirió el sector correspondiente a la antigua
126 Belgrano, la Patria al Norte

casa de Belgrano a su heredera, Dolores Helguero. El expediente


contiene el plano y mensura de la propiedad de Belgrano realizado
por Bertrés el 5 de diciembre de 1816 y el plano con la mensura de
Revol.61 Este último presenta las trazas del “callejón viejo” junto a
la antigua manzana de Lamadrid y hacia el sur la proyección de la
traza rectificada dentro del terreno de Belgrano; ambas compren-
den la amplitud del actual del Boulevard Lavalle. Las obras no se
realizaron y la pirámide en estado de abandono fue retratada en
1869 por Ángel Paganelli para el Álbum de Arsenio Granillo.
El 13 de mayo de 1870 la municipalidad fijó los nuevos límites
de la ciudad62 y la antigua alameda se convirtió oficialmente en
el borde de la ciudad al Poniente.63 Entre los años 1877 y 1881 se
realizaron obras públicas que recuperaron físicamente la mitad Sur
de la alameda suplantando su denominación por la de “Boulevard
Alberdi”, que fue empedrado y forestado con álamos regados por dos
acequias; se inauguró la Plaza Belgrano y se intervino nuevamente
la pirámide.
La nueva intervención en el monumento, solventada por Andrés
Egaña y realizada por el arquitecto escultor José Allio, contempló
un recubrimiento de mármol y un remate; pero las inscripciones
fueron reemplazadas nuevamente de la siguiente manera; “1812
General Belgrano; 1812 General Eustaquio Díaz Vélez, 1840 Marco
Avellaneda y Tucumán Bernardo Monteagudo” (Carranza, 1947, p.
527).
Podemos verificar que en el plano levantado en 1877 por Bormel
y Methfessell se representa por primera vez esquemáticamente a la
Plaza Belgrano y a la pirámide.

61
AHT. Sección Judicial 1858, Serie A, Caja 100, Exp. 29.
62
Fueron extendidos a 6 cuadras al Sur, Oeste y Norte de la plaza “Liber-
tad”, conservando las cuatro cuadras fundacionales al Este (Marinsalda et al.
1994).
63
En 1873 la municipalidad ordenó ratificar los ejidos municipales de acuer-
do al plano de 1821 realizado por Bertrés, pero para entonces el decreto evitaba
la aplicación de la tabula rasa, dando origen a la única alteración a la trama en
la ciudad.
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 127

Esta recuperación material implicó una nueva resignificación


sobre la pirámide y la alameda, que perdieron toda referencia a su
destino original. Comenzaría pocos años más tarde un nuevo ciclo
de decadencia acelerado durante la segunda mitad del siglo XX
hasta el presente, con la homogenización del paisaje urbano y la
consecuente desaparición de la alameda de Belgrano.

Algunas conclusiones hacia el pasado


y hacia el futuro

Considerando la adscripción de Belgrano a la escuela fisiocrática


y sus distintas propuestas plasmadas en las Memorias del Consula-
do respecto de la importancia de la agricultura, del progreso del
campesino, de la promoción de la forestación y de la educación
pública, podemos reconocer en el proyecto tucumano la concreción
de algunos de sus ideales.
Respecto de las causas que llevaron al abandono e invisibiliza-
ción del proyecto, hemos indagado acerca de su posible valoración
negativa como representación del centralismo de Buenos Aires des-
de la perspectiva de la nueva autonomía provincial; al contexto de
violencia e inestabilidad política del siglo XIX; a la tensión entre
la potente centralidad de la ciudad histórica y su periferia; a las
resignificaciones operadas para la apropiación del patrimonio, a
algunos marcos teóricos desde los que se aborda la historia y por
último, a la decadencia y homogenización del paisaje urbano du-
rante el último siglo.
Más allá del destino diverso de los nuevos espacios de represen-
tación de la revolución en Cuyo y Tucumán, se puede observar que
estos proyectos de expansión y cambios en la traza y el paisaje, se
anticiparon más de medio siglo a su implementación.
Se abren nuevos interrogantes acerca del destino y posible inte-
gración a la sociedad local del numeroso contingente de prisioneros
chilenos y de los soldados criollos y afrodescendientes provenientes
de la Banda Oriental y Buenos Aires.
Desde el campo de la valoración del patrimonio urbano y ar-
quitectónico en el contexto de los bicentenarios, observamos que
128 Belgrano, la Patria al Norte

tanto en las obras públicas realizadas en el espacio urbano como en


las bases del concurso nacional de ideas,64 sólo se reconoció como
espacio de valor significativo vinculado a la Independencia al de
mayor densidad política en el área central, soslayando a la ciuda-
dela, al campo de las carreras y a la alameda.65
En el marco del Bicentenario del fallecimiento de Manuel Bel-
grano consideramos oportuno rescatar su proyecto “ilustrado” para
Tucumán, tanto en su dimensión material como significativa y
como un reconocimiento a todos los anónimos y anónimas que lo
acompañaron e hicieron posible.
Como corolario de este trabajo consideramos oportuno citar la
valoración de José María Paz en referencia a dos propuestas forma-
tivas; “La del general San Martín, dio á la patria excelentes militares; la
del general Belgrano, le suministró además, buenos ciudadanos”.

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mán ISBN 950-554-175-9.

64
Concurso Nacional de Ideas “Tres por Dos, Ideas para San Miguel de Tucu-
mán en el Marco del Bicentenario de la Independencia Nacional”, 2012 (CAM-FA-
DEA).
65
Un posible marco institucional para desarrollar este rescate lo estaría fa-
cilitando el plan estratégico urbano territorial para la ciudad de San Miguel de
Tucumán del año 2016, que reconoce la necesidad de considerar un área especial
para la ciudadela, sin mayores fundamentos ni precisiones (p. 47). https://www.
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Siglas de archivos y repositorios consultados

ACHIT – Archivo Casa Histórica de la Independencia.


AGN – Archivo General de la Nación.
AHT – Archivo Histórico de Tucumán.
J. C. Marinsalda: Belgrano y un proyecto urbano para San Miguel de Tucumán 131

Imágenes
Belgranianas
132 Belgrano, la Patria al Norte
Belgrano, la Patria al Norte 133

Manuel Belgrano. Óleo atribuido a Carbonnier. Londres, 1815.


Museo Nacional de Bellas Artes.
134 Belgrano, la Patria al Norte

Litografía de Andrea Bacle, 1828. Museo Histórico Nacional.


Belgrano, la Patria al Norte 135

General Manuel Belgrano. Litografía de Teodoro Gericault, 1828.


136 Belgrano, la Patria al Norte

Belgrano enarbolando la Bandera. Óleo de Tomas del Villar, 1947.


Belgrano, la Patria al Norte 137

Manuel Belgrano. Óleo de Pablo Ducrós Hicken.


138 Belgrano, la Patria al Norte

General Manuel Belgrano. Imagen en plato de porcelana.


Museo Cornelio Saavedra, Buenos Aires.
Belgrano, la Patria al Norte 139

General Manuel Belgrano. Óleo en Museo Histórico Nacional.


140 Belgrano, la Patria al Norte

Manuel Belgrano. Miniatura de Alejandro Boichard.


C. 1815. Museo Histórico Nacional.
Belgrano, la Patria al Norte 141

Manuel Belgrano. Óleo atribuido a François C. Carbonnier.


Londres, C. 1815. Museo Artes Plásticas “Dámaso Arce”. Olavarría.
142 Belgrano, la Patria al Norte

Grabado en cobre Manuel Pablo Núñez de Ibarra, 1819.


Belgrano, la Patria al Norte 143

General Manuel Belgrano. Escultura de Francisco Cafferata, 1884.


Plaza Belgrano de Tucumán.
144 Belgrano, la Patria al Norte

Miniatura del General


Manuel Belgrano en esmalte
con marco de zafiros blancos.

Ojo de Belgrano.
Acuarela sobre marfil atribuida al
artista suizo-francés
Jean Philippe Goulu (1786-1853),
Museo Histórico Nacional.
Belgrano, la Patria al Norte 145

Manuel Belgrano. Escultura de Albert Carriere Belleuse (la figura)


y de Manuel Santa Coloma (el caballo), 1873. Plaza de Mayo, Buenos Aires.
146 Belgrano, la Patria al Norte

Nuestra Señora de la Merced con el bastón que le entregó Belgrano


después de la Batalla de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812.
Belgrano, la Patria al Norte 147

Arriba: Condecoración de oro otorgada a Belgrano por la victoria en Tucumán.


Museo Histórico Pte. Nicolás Avellaneda.
Abajo: Escudos de paño otorgados a los soldados de Tucumán y Salta.
148 Belgrano, la Patria al Norte

1. Chaleco de seda con bordados de hilos de oro. Perteneció a Belgrano.


Museo Udaondo de Luján. 2. Pistola que el Cabildo de Buenos Aires obsequió
a Belgrano. Museo Histórico Nacional. 3. Carruaje. Llamado sopanda,
en el que Belgrano llegó a Tucumán. Museo Udaondo de Luján.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 149

Médicos , capellanes
Médicos , capellanes y sacerdotes
y sacerdotes cronistas
cronistas
elel
en en Ejército
Ejércitodel
del NNorte (1812-1820)
orte(1812-1820)

Elena Perilli de Colombres Garmendia 1

E
l propósito principal de esta contribución es reunir noti-
cias de vida de los médicos y sacerdotes, en especial de los
capellanes que tuvieron decidida participación en las filas
patriotas, durante la permanencia del ejército que dirigió Manuel
Belgrano, en el norte argentino. Se incluyen, como excepción en
este trabajo, al ex jesuita Diego León Villafañe, quien no participó
en la Batalla de Tucumán, pero fue el primer historiador de este
hecho de armas. También al sacerdote dominico Ramón del Suel-
do, como testigo de este acontecimiento en 1812, quien narró los
sucesos del 24 de septiembre de 1812, en una carta al Provincial
de la Orden, Julián Pedriel.
La acción de los facultativos que fueron médicos de los ejércitos
libertadores del Norte, fue heroica durante toda la campaña de
los generales Belgrano y Güemes y marcó cambios en el sistema
sanitario.
Después de la Revolución de Mayo en 1810, el movimiento
emancipador se difundió en las distintas regiones del Virreinato
del Río de la Plata con la declaración de la Guerra de la Inde-

1
Profesora. Historiadora. Vicepresidente de la Junta de Estudios Históricos
de Tucumán. Miembro Correspondiente Academia Nacional de la Historia.
150 Belgrano, la Patria al Norte

Escultura de Alfonso de Tombay. Bruselas, 1886.


Museo Histórico “Presidente Nicolás Avellaneda”.

pendencia. Con la Revolución, llegaba la lucha armada contra los


realistas; el Norte, era un punto geopolítico estratégico ya que la
resistencia monárquica desde el Perú y Alto Perú se focalizó sobre
todo en esta zona, en la que muchos seguían fieles a la monarquía.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 151

La confrontación fue singular en el clero, donde hubo patriotas y


realistas.
Manuel Belgrano se hizo cargo del Ejército del Norte, tras la
derrota de Huaqui, con ella se cerraba negativamente la primera
campaña al Alto Perú; por disposición del Primer Triunvirato, re-
emplazó a Juan Martín de Pueyrredón. Con anterioridad, Belgrano
había fracasado en el Paraguay, y ya establecido en Rosario, enar-
boló la bandera celeste y blanca, sin permiso de las autoridades y
creó la escarapela nacional. Allí recibió la orden de partir al norte,
replegándose en Jujuy, donde trató de reorganizar las desmorali-
zadas fuerzas.
Ordenó el Éxodo de los jujeños marchando la población civil
hacia Tucumán. Este operativo tuvo lugar el 23 de agosto de 1812.
En la retirada los patriotas, lograron un combate exitoso en Las
Piedras que les permitió capturar provisiones y armamentos. Desde
allí seguiría hacia la ciudad. En La Encrucijada acampó y recibió
una comitiva de tucumanos que le solicitó no seguir retrocedien-
do, prometiéndole apoyo. La encabezaba Bernabé Aráoz, y otros
miembros de su familia.
Como se sabe, el General afrontó el desafío y obtuvo el resonante
triunfo de la Batalla de Tucumán o del Campo de la Ciudadela, el
24 de septiembre de 1812. A ella sumó la victoria en Salta, el 20 de
febrero del año siguiente. Fueron las dos únicas batallas libradas
en suelo argentino.
La presencia del Congreso de Tucumán en 1816 y del jefe del
ejército en estos años, impactaron en la vida cotidiana. Belgrano era
el jefe militar y además, el Congreso lo designó Capitán General de
la Provincia. Debió reorganizar las fuerzas inactivas en la Ciudade-
la. Tanto el Cabildo como el Gobernador, compartieron el espacio
político con Belgrano y el Congreso. Belgrano estuvo en Tucumán
al frente del ejército acuartelado por tres años. Y antes de su final.
ya muy debilitado, regresó a esta ciudad a la que quiso mucho.
En ese proceso de cambio y militarización hubo hombres que lo
acompañaron ocupándose de la salud de los cuerpos y además del
espíritu. Nos proponemos rescatar algunos de esos nombres.
152 Belgrano, la Patria al Norte

Los profesionales del “Arte de Curar”

A comienzos del siglo XIX, señala Ramón Leoni Pinto, en San Mi-
guel de Tucumán no había hospitales, aunque se hicieron diversos
intentos. También la escasez de médicos era notoria y ejercían las
curaciones y prácticas, numerosos curanderos. Al estallar la Revolu-
ción de Mayo y con la movilización de tropas, hubo cambios en lo
referente a servicios sanitarios. Los ejércitos se movían con médicos
cirujanos y parque sanitario, aunque con muchas dificultades. Así,
en Tucumán se instalaron hospitales improvisados, si bien precarios
e insuficientes, para los soldados enfermos y los llamados “de san-
gre,” para atención de los heridos. Hasta 1812 la obra del hospital
en Tucumán no se había concluido y desde 1814, la Comisión Di-
rectiva del Interior puso énfasis en proveer de un hospital militar a
la ciudad. El sistema era incompleto pero perseguía la organización
y mayor competencia. Vale señalar que Hermenegildo Rodríguez
era el boticario que proveía al hospital del Ejército.
La guerra fue el origen de numerosos conflictos médico-asisten-
ciales significativos. Entre 1810 y 1815 se debía atender los proble-
mas creados por los heridos en las batallas de Tucumán y Salta y
otros combates, como también los inválidos y las fuerzas que fueron
derrotadas en Sipe-Sipe.
Desde 1816, se prestó asistencia las tropas que, de acuerdo al
plan sanmartiniano, debían estar “acantonadas” en el medio, por
ser la retaguardia de las montoneras salto-jujeñas. Un cirujano en
1815, ganaba 15 pesos mensuales; en relación a los soldados el pro-
blema era más difícil cuando el hospital se ubicaba alejado.
El general Belgrano era muy exigente para conservar la discipli-
na en sus tropas. En 1814, impuso una sanción a Pedro Carrasco,
médico mayor del Ejército Auxiliar del Perú. Se lo condenó a no
percibir sueldo y a que en la primera expedición que saliese fuera
destinado a cirujano auxiliar.2

2
Ramón Leoni Pinto, Tucumán y la Región Noroeste Período 1810-1825. Insti-
tuto de Historia Ramón Leoni Pinto, Facultad de Filosofía y Letras. Universidad
Nacional de Tucumán y Academia Nacional de la Historia. Tucumán, 2007, p.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 153

En el ámbito de la salud se destacaron varios profesionales, que


estuvieron al lado de Belgrano. Aquellos primeros médicos se inte-
graron a los ejércitos y hasta desempeñaron tareas militares. Entre
ellos mencionamos los siguientes.

Cosme Mariano Argerich (1758-1820).— Médico, hijo del médico


Francisco de Argerich, nació en Buenos Aires y estudió en España,
donde permaneció durante 8 años. Se recibió de Doctor en Medicina
del Gremio y Claustro de la Real y Pontificia Universidad de Cervera.
Regresó ya casado a su patria, ejerció en el Colegio de Huérfa-
nos. En 1794 fue nombrado Primer Examinador del Protomedicato
(institución que agrupaba a los médicos) y tuvo activa participación
contra la epidemia de viruela. Desde 1801 fue profesor del Primer
Curso de la Carrera de Medicina, catedrático sustituto de Medicina
y protomédico general y Alcalde Mayor de todas las Facultades de
Medicina, Farmacia, Cirugía y Flebotomía. En 1803 fue Secretario
del Tribunal, en el que siguió hasta 1811 como conjuez.
Sirvió en los ejércitos patriotas durante las invasiones inglesas
(1806-1807) y la Guerra de la Independencia. La Medicina y la
Historia le deben mucho. por su actuación como médico recibió el
nombramiento de “Médico jefe” del Hospital de la Caridad. Parti-
cipó en el Cabildo Abierto en 1810, votó en contra de la continui-
dad del virrey Cisneros. Integró la Sociedad Patriótica Literaria y
por orden del gobierno quedó encargado de redactar un proyecto
constitucional.
Los ejércitos libertadores necesitaban cirujanos y elementos sa-
nitarios. Estos siempre resultaban pocos para atender a las tropas.
Argerich marchó con el Ejército del Norte bajo las órdenes de Ma-
nuel Belgrano, durante los años 1812 y 1813. Estuvo en las bata-
llas de Tucumán y Salta. En la correspondencia de Fray Cayetano
Rodríguez con José Agustín Molina, el primero lo menciona: “Se
me ha comisionado para que en compañía del doctor Chorroarín
y el médico Argerich forme el plan de estudios generales que van

289. El autor se ha ocupado de la sanidad en la sociedad tucumana en el período


de la Guerra de la Independencia.
154 Belgrano, la Patria al Norte

a abrirse en esta capital, para poner diques a la ignorancia y bar-


baridad que va cundiendo”.3
A instancias de la Asamblea de 1813 creó el Instituto Médico
Militar que sustituyó a la Escuela de Medicina. Con su salud de-
teriorada regresó a Buenos Aires en 1816, después de proveer de
insumos médicos para atender heridos al general San Martín, en
la campaña a Chile.
Fue maestro de muchos médicos y organizó la sanidad en Bue-
nos Aires. Falleció en 1820 a los 61 años de edad. Sus hijos fueron
también destacados médicos.4

Joseph James Thomas Redhead.— Escocés, nacido en 1767. Fue


médico personal de Belgrano y también, su amigo. Soltero, católico
estudió en Edimburgo y luego pasó a la Universidad de Göttingen,
para ampliar sus conocimientos. Allí fue compañero de Guillermo
IV y de Alexander Von Humboldt, este último le dio noticias sobre
el norte argentino. También en Francia conoció a Bonpland, en la
Universidad de Paris.
Llegó a Buenos Aires en 1803 y al poco tiempo pasó al Alto
Perú para hacer experiencias antivariólicas con Francisco Muñoz y
San Clemente. Así mismo, hizo observaciones en las montañas de
Jujuy y el cerro de Potosí que demostraron su espíritu científico.
Fue pionero en este campo.
Desde 1809, se radicó en las afueras de Salta, sin fortuna, ni
siquiera muebles. Redhead no quiso participar directamente en la
guerra por su condición de extranjero, pero sus simpatías lo acer-
caban a los patriotas y le acarrearon la persecución realista.
Debió salir de Salta y pasar a Tucumán. Cuando avanzaban las
tropas de Tristán, buscó amparo en el campamento de Belgrano y
se convirtió en su fiel colaborador. Le ayudó en la traducción de
“Despedida de Washington”, documento escrito por el presidente

3
Academia Nacional de la Historia, en: Fray Cayetano Rodríguez. Corres-
pondencia con el Doctor José Agustín Molina, Bs. As., 2008. Carta del 10-I-1813.
Gentileza de Sara Peña de Bascary.
4
Fernanda Jara, “Quién fue Cosme Argerich, el hombre que dio nombre a
uno de los hospitales más importantes de la ciudad”, htpps//www.infobae.com.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 155

Reloj de oro que el General Manuel Belgrano obsequió al Dr. Joseph Redhead.

de Estados Unidos en 1796, en vísperas de su retiro de la vida pú-


blica. El General había concluido este trabajo en marzo de 1811,
pero tuvo que destruirlo antes de la acción de Tacuarí, cuando pen-
só con acierto, que iba a ser derrotado. Pudo reanudar la tarea en
la primavera de 1812 y la concluyó, antes de la Batalla de Salta. El
mismo Belgrano escribió:
Para ejecutarla con más prontitud me he valido del americano doctor
Redhead que se ha tomado la molestia de traducirla literalmente, y explicar-
me algunos conceptos, y por este medio he podido conseguir mi fin, no con
aquella propiedad, elegancia y claridad que quisiera, y de que son dignos tan
sabios consejos, pero al menos los he puesto inteligibles, para que mejores
plumas les den todo aquel valor que mis talentos, ni mis atenciones me
permiten”.5

Redhead acompañó a Belgrano después del triunfo del 24 de sep-


tiembre y estuvo presente en la histórica batalla de Salta. Continuó

5
https//wwwinfobae.com/sociedad/2020/06/19/belgrano-lector-y-traductor-de
Washington-entre campana y campana.
156 Belgrano, la Patria al Norte

a su lado en los sucesos posteriores y fue el consuelo del soldado


abatido en los momentos de desastre. Por su talento y don de gente,
fue utilísimo a Belgrano y tuvieron estrecha vinculación. Redhead
lo acompañó hasta que viajó a Europa en misión diplomática, en-
tonces el médico volvió a Salta.
En 1819, cuando Belgrano volvió a Tucumán, ya muy enfermo,
solicitó a Güemes que le enviase a Redhead. Aspiraba a curarse en
esta ciudad, pero sus males seguían. Se estableció en una modesta
casa, construida en los terrenos que el Cabildo le había obsequiado.
Allí permaneció tres meses, empobrecido y confortado por unos
pocos amigos de verdad, entre ellos el facultativo escocés. Redhead
evitó la afrenta de que lo apresaran cuando se produjo el movimien-
to revolucionario de Abraham González que derrocó al gobernador
de la Mota Botello. Sus hombres quisieron apoderarse del General,
pero Redhead exclamó: “No, no se puede impunemente cometer
ese atropello, con un enfermo y sacrificado por la Patria!”.
En los primeros días de 1820, Belgrano marchó a Buenos Aires
con Gerónimo Helguera, Emidio Salvigni y Joseph Redhead quien
estuvo a su lado hasta la muerte. En compensación por sus servi-
cios, Belgrano le obsequió su reloj de oro, colgado a la cabecera de
su cama. Era un regalo del rey Jorge II de Inglaterra a Belgrano
cuando estuvo en misión diplomática. Se lo entregó diciendo: “Es
todo cuanto tengo para este hombre bueno y generoso”.
Redhead regresó a Salta, en el coche que condujo a Belgrano y
que éste le había regalado la víspera de su fallecimiento, junto al
reloj mencionado. En los años posteriores tuvo una banca en la
Sala de Representantes y fue muy cercano a Güemes y su fami-
lia. Fue útil a toda la sociedad. Un aspecto poco conocido de su
personalidad fue su vocación por otras ciencias como la Física y
la Estadística. Sus estudios lo hacen precursor en este campo Fue
un hombre poseedor de un saber que desarrolló en varias facetas.6
Murió años después, octogenario, en 1844.

6
Elena Perilli de Colombres Garmendia, “Joseph Redhead, entre Tucu-
mán y Salta”, en: Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, Nº 15,
Tucumán, 2018.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 157

Juan Antonio Castellanos.— Médico, nacido en Salta en 1782.


Desde 1802, se incorporó al ejército como voluntario. Durante las
invasiones inglesas sirvió como cirujano 1º en el Batallón 5º de Vo-
luntarios Urbanos de Cataluña. En 1808 obtuvo el título de Doctor
en Medicina y Cirugía.
Después de la Revolución de Mayo se incorporó al Ejército del
Norte, en calidad de Teniente y en 1811, Balcarce le encargó el
Hospital de Sangre de la fuerza. Estuvo en la Batalla de Suipacha
y sirvió a las órdenes de Pueyrredón y Belgrano. Acompañó al
General en la expedición que llevó contra el ejército español al Ato
Perú. Fue el médico de gran confianza y amistad con Belgrano y
Güemes; a este último previno que sufría de gálico y que cualquier
herida podía ser peligrosa. Cuando fue alcanzado por un disparo,
Güemes escapó herido hacia Las Higuerillas y el doctor Castellanos
lo atendió. Pese a sus auxilios se cumplió el vaticinio del médico.7
En la Batalla de Salta, aun enfermo, atendió a los heridos. También
estuvo en Vilcapugio y Ayohuma. Su atención en esta última se
hizo pública en versos populares como:
Si en medio del entrevero de la guerra en Vilcapugio, quieres hallar un
refugio bien seguro y calentito, dile al doctor salteñito que te esconda en su
flacura cual bajo poncho peruano, y Castellanos sin duda, al paso o al trotecito
ha de hacer de Tata Cura.8

En 1815, Rondeau le encargó el Hospital Militar del Ejército del


Norte. Por razones de salud, al poco tiempo, pidió la baja y regresó a
Salta donde fue médico principal de Güemes y mientras se ausentaba
Redhead, era el único facultativo de la ciudad. En 1822 fue declarado
“Benemérito de la Provincia de Salta”. Falleció en 1838.9

7
Francisco Centeno, Crónicas históricas de Salta, Edición de Eulalia Figue-
roa Solá. Biblioteca del Norte, Salta, 2010.
8
Roque Manuel Gómez, (s/f). Historia de la Medicina de Salta, Salta Portal
de Salta gov. Recuperado de http//www.portaldesalta.gov.ar/medicina.htm.
9
Carlos Páez de la Torre (H) y Sara Peña de Bascary, Porteños, Provincia-
nos y Extranjeros en la Batalla de Tucumán, Emecé, Bs. As., 2012. Páez de la Torre
y Peña de Bascary han realizado un prolijo registro de todos los participantes
en la batalla de Tucumán con minuciosas biografías. Otra investigación sobre la
Batalla de Salta es de su autoría (2013), inédita.
158 Belgrano, la Patria al Norte

Baltasar Tejerina.— Nació en Tucumán, en 1780, estudió medicina


en Buenos Aires donde fue alumno de Cosme Argerich, aunque no
terminó la carrera. En 1805 suscribió una nota con otros alumnos al
Virrey Sobremonte, pidiendo autorización para aplicarse a la aten-
ción de los enfermos al lado de “un distinguido médico” Debutó
como cirujano, a las órdenes de Argerich, y fue practicante en la
primera invasión inglesa. El Protomedicato lo propuso a Liniers
para practicante mayor del cuerpo de cirugía. Luego, fue nombrado
Cirujano del Cuerpo de Arribeños en 1807.
Prestó servicios de cirujano de 2ª clase en el Ejército del Norte
y desde 1810 se lo consideraba “acreditado en su facultad”. Sopor-
tó todas las presiones inherentes a las campañas militares. Actuó
en Huaqui y, junto a Belgrano, en la retirada de Jujuy. Curó a
Belgrano lo ascendió a Primer Cirujano y cuando San Martín se
hizo cargo del ejército, dispuso que Argerich, Tejerina y Guillermo
Colesberry organizaran los servicios de sanidad. Colaboró con el
doctor Diego Paroissien en la atención de los heridos y asistió a
José María Paz, cuando fue herido en el brazo en Venta y Media.
En 1815 fue Médico Titular de la ciudad de Tucumán y pidió el
título al Protomedicato.
Belgrano lo estimaba mucho, en 1817 lo calificó como “uno de
los individuos que hacen honor a su profesión por sus luces y a
quien deben recomendar por su puntual desempeño en obsequio
de estos hospitales”.
Era imperiosa la necesidad de médicos. En 1815 el general Ron-
deau respondió a un pedido del Cabildo solicitando dar permiso
a Tejerina. Expresaba que: “No era posible acceder al pedido del
Cabildo tucumano para que Tejerina ocupara la plaza de Médico Ti-
tular de Tucumán”. Se hallaba a cargo del Hospital Militar de Jujuy,
con un crecido número de enfermos y los tres médicos restantes
no eran suficientes para las atenciones a los diferentes cuerpos del
Ejército. Y afirmaba “Cuando vengan los facultativos que espero
de la capital, tendré satisfacción de complacer el pedido”.10

10
Archivo Histórico de Tucumán, Secc. Adm. 24, folio 36. Ramón Leoni
Pinto, cit., p. 290.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 159

Bernabé Aráoz nombró provisionalmente en calidad de cirujano


a Pedro Francisco Millán.
Tejerina revistó como médico del Hospital Militar en 1817 y
en 1818, el Cabildo volvió a nombrarlo para asistir a los pobres y
a los presos, sin honorarios.
Hizo un informe de la situación sanitaria en Tucumán, en 1819
en el que perfilaba problemas fundamentales, no solo en relación
a la asistencia de los ciudadanos por la autoridad, sino también
el medio ambiente estrechamente vinculado con la estructura so-
cioeconómica el momento. Aludía a la intervención médica con
aquellos que gozaban de fortuna y advertía:

Que en los diez años que hacen vive en la ciudad ha advertido que reinan
las fiebres intermitentes y remitentes, las ardientes biliosas e inflamatorias,
y todas las afecciones hepáticas que clasifican los nosologistas como que son
resultado de un clima húmedo y caluroso y el motivo para llamarles ende-
mias. Si se advierte que la mayor parte de nuestros habitantes se alimentan
ordinariamente de carne en abundancia, de granos nutritivos y raíces fecu-
lentas, y todo de la más pésima condición, se vendrá en conocimiento que el
clima y los alimentos son el origen y causa de que enferman comúnmente los
pobres. los acopios que se hacen del maíz, arroz, charqui, patatas o comoteos
en ese temperamento alteran necesariamente estas substancias y los que lo
toman pobres! sufren las enfermedades que después originan sus muertes; al
contrario los que tienen comodidades las evitan porque tienen carne fresca,
los granos en la mejor condición, usan de bebidas y frutas que moderan la
acrimonia de los humores, principalmente el bilioso, evitan las intemperies
con sus mejores proporciones de casas y ropa; y cuando a pesar de todo son
atacados de ellas del modo más vigoroso consultan oportunamente a quien
dirija por la senda de la salud a la naturaleza particular extraviada de aquel
individuo; este es el médico que hecho cargo de la enfermedad temperamento
etc, indica los remedios, dice el modo y tiempo en que se deben administrar
para que resulte de ello la salud y cuando no, consolarse con haber inten-
tado el bien. Así sucede con los que gozan de fortuna pero los pobres, esos
infelices que componen más de las tres cuartas partes de nuestra población
y campaña, que nada tienen ni saben cómo han de tener lo poco que poseen
con harto trabajo. ¿Cómo evitarán ni la enfermedad ni la muerte? Sin casa,
160 Belgrano, la Patria al Norte

sin ropa, ni alimento saludable, ni médico, ni medicina. El temperamento es


en este caso, la prensa que últimamente los oprime. las leyes de la naturaleza
general sobrepasan, vencen, a la particular del hombre que por necesidad,
negligencia o ignorancia, no se aparta del influjo de ellas y aquel admirable
orden de sus funciones que le daban vida, se invierte, se perturba, se suspende
últimamente y muere.11

El doctor Tejerina englobaba los saldos de la lucha militar, las


causales de epidemias por razones ambientales, los inválidos resul-
tantes, las muertes que podían evitarse, salud quebrantada o dis-
minuida, etcétera. Reunía todas estas causales en lo que llamaba
“temperamento”. Este, estaba condicionado por las fuerzas de la
naturaleza pero también por los ideales políticos, los intereses sec-
toriales, y el ideal de justicia social.
Falleció en 1825, al parecer muy pobre porque no gozaba de
sueldos. Estaba casado con Ventura Miró.

Manuel Berdía.— Pocos datos biográficos hay de su persona. Había


nacido en Tucumán y en noviembre de 1815 se registró a Manuel
Berdía como: “cirujano de las divisiones auxiliares del Ejército del
Perú”. Se presentaba en revista de Comisario el día 3 de aquel mes;
prestó sus servicios desde 1815 hasta 1817, desempeñándose como
cirujano de vanguardia de las tropas establecidas en Tucumán.
Belgrano conocía las características geográficas del norte y su
influencia sobre la salud; en su correspondencia con Güemes ma-
nifestaba que Berdía reemplazaría a uno de los médicos del ejérci-
to, el doctor Matías Ribero, que se encontraba enfermo. Mientras
estuvo ausente Berdía, el General asignó a su esposa Josefa López
25$ para su manutención, a pedido del médico que asistiría a Bel-
grano en su regreso desde Córdoba, ya muy desmejorado. El mismo
lo manifestó a Güemes: “Mis males siguen aunque hace tres días
que he podido suspender los vómitos, con el cuidado y auxilio

11
Ibídem, pp. 294-295.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 161

de los medicamentos suministrados por el profesor Berdía”.12 En


1819 asistió a Belgrano por trastornos digestivos , esta afección fue
agravándose y el general desmejoró mucho.
Más tarde, hacia 1823, Berdía fue designado Médico Titular de
la ciudad por el Cabildo, cargo que desempeñó con eficacia. Para
hacerlo, la corporación elegía al físico Berdía por 6 años. Sus ho-
norarios serían 300$ anuales sobre los fondos municipales, y debía
asistir en las enfermedades a todos los pobres que le llamasen.
Tuvo una larga actuación política fue diputado por la ciudad
de Tucumán y secretario interino en 1825 de la Sala de Represen-
tantes, luego, ministro del general Aráoz de La Madrid y quedó
como gobernador delegado por unos meses en 1826 y nuevamente
en febrero de 1827, cuando La Madrid combatía contra Quiroga.
Después de su derrota Berdía huyó a Trancas y fue apresado y
enviado a disposición de Quiroga.

Matías Ribero o Rivero.— Porteño, egresado del Primer Curso de


Medicina del Protomedicato, prestó sus servicios al comienzo de
su carrera en el Cuerpo de Patricios y se agregó luego al Ejército
Auxiliar en Tucumán, en 1812. Estuvo presente en las batallas de
Vilcapugio y Ayohuma. Habría sido el único médico en la Batalla
de Salta, pues Redhead y Pedro B .Carrasco, se hallaban en la ciu-
dad, asistiendo a los heridos que se derivaban hacia allá. Belgrano
lo mencionó en el parte:
También merece el cirujano del nº1 D. Matías Ribero mi memoria y apre-
cio; las circunstancias hicieron que se hallase solo en la acción y debo mani-
festar a VE. que no perdió ni un instante en proporcionar a los heridos los
auxilios de su facultad y en cumplir exactamente con sus obligaciones”.13

Fue reemplazado por Berdía por hallarse enfermo. Asistió, se-


gún Belgrano, a Güemes en un ataque de apoplejía, en 1816. En

12
Armando Pérez de Nucci, “Historia Médica del NOA: Güemes, Belgrano
y San Martín”, Boletín del Instituto Güemesiano de Salta, Nº 27-28, 2001-2002.
13
Partes Oficiales y Documentos relativos a la Guerra de la Independencia Argen-
tina. Archivo General de la Nación. Parte de la Batalla de Salta. AGN, Tomo I,
Bs. As., 1900, pág. 222.
162 Belgrano, la Patria al Norte

1819 en la capilla del Pilar, en Córdoba, el General fue asistido por


Rivero quien reconoció en el General los síntomas de la hidrope-
sía avanzada, según narró don Manuel Antonio Castro. En agosto,
Belgrano firmó su última nota y aunque permaneció unos días más,
en septiembre, marchó hacia Tucumán.

Pedro Buenaventura Carrasco.— Nació en Oropesa, Cochabamba


en1780, fue un médico altoperuano que tuvo participación activa en
la Guerra de la Independencia. Hijo de Pedro Carrasco y Fabiana
Zambrano. Estudió Teología en la Universidad de Chuquisaca y
Medicina en la Universidad de San Marcos, en Lima, doctorándose
en ambas profesiones. Se instaló en Buenos Aires y prestó servicios
durante las invasiones inglesas, incorporándose como cirujano al
Regimiento de Patricios. Fue dado de alta en ese cargo en 1806
En 1808 confirmó sus títulos ante el Protomedicato y adquirió el
título de cirujano latino; fue designado Teniente de Protomedicato
para la ciudad de Cochabamba y su distrito.
De regreso al Alto Perú participó en la Revolución de Chuqui-
saca en 1809 y de Cochabamba en 1810. Fue encargado de recibir
al representante de la Primera Junta, Juan José Castelli, quien lo
nombró Ministro Tesorero de las Reales Cajas de Cochabamba.
Después de la derrota de Huaqui, huyó hacia el sur y fue ciru-
jano mayor en el Ejército del Norte, bajo las ordenes de Manuel
Belgrano. Pese a las precarias condiciones, y a contar con solo los
dos cirujanos del ejército, Baltasar Tejerina y Antonio Castellanos
y un boticario, desempeñó con eficacia su trabajo y colaboró en
las tareas militares, antes de la Batalla de Tucumán, transportando
armas para los patriotas. No obstante su celo, fue sancionado por
Belgrano, según afirma Leoni Pinto. Dejó el ejército cuando fue
elegido diputado a la Asamblea de 1813, pero no llegó a incorpo-
rarse.
En 1815 fue nuevamente designado diputado al Congreso de
Tucumán, incorporándose después de agosto por prestar servicios
médicos. Integró la Comisión que trabajó para negociar la devolu-
ción de la Banda Oriental. Presidió el Congreso y participó en la
redacción de la Constitución de 1819. En 1820 estuvo preso y fue
sometido a juicio. Pasó el resto de su vida ejerciendo su profesión.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 163

Estaba casado con Florencia Pereyra de Lucena y Pelliza y tuvo


cinco hijos.
Integró la Academia Nacional de Medicina en 1822. Falleció en
Buenos Aires en 1839.14

Diego Paroisssien.— Su nombre era James Paroissien, médico bri-


tánico (1781-1827). Se doctoró en medicina en 1806. Al recibir las
noticias del éxito de las invasiones inglesas se embarcó hacia el Río
de la Plata y llegó cuando Buenos Aires había sido reconquistada.
Fue médico en Montevideo y estuvo en Río de Janeiro.
En Brasil, conoció a Saturnino Rodríguez Peña y se sumó al
proyecto carlotista, para coronar a Carlota Joaquina. Viajó a Buenos
Aires como jefe de una comisión exploradora minera enviada por
la Compañía Británica La Potosí, La Paz and Peruvian Mining
Association. Con seguridad su misión era de espionaje. Fue apresa-
do en Montevideo y procesado; trasladado para su enjuiciamiento
a Buenos Aires cuando fue designado virrey Baltasar Hidalgo de
Cisneros. Su abogado defensor era Juan José Castelli y gracias a su
mediación, recuperó la libertad.
Se unió al Ejército del Norte como cirujano y estuvo en las ba-
tallas de Cotagaita, Suipacha y Huaqui En 1812 estaba registrado
como “Físico mayor del ejército” y recibió en marzo de ese año, 200
pesos para gastos del hospital. Luego marchó a Córdoba y en 1816 a
Mendoza a sumarse al Ejército de los Andes. Fue médico personal
de San Martín y le acompañó a Chile y al Perú Su empresa minera
quebró en 1826 y falleció en 1827, en viaje hacia Valparaíso.
La escasa proporción de médicos y personal idóneo fue uno de
los problemas más significativos. Así mismo la falta de medios para
solucionar requerimientos materiales en diversos momentos. No
obstante, al concluir la guerra, puede decirse que existía un nuevo
método de servicio asistencial. El cuidado sanitario de los heridos
e inválidos debió ser atendido con prioridad. Los fondos públicos

14
Ricardo Piccirilli, Francisco Romay, Leoncio Gianello, Diccionario
Histórico Argentino, Tomo II, p. 186, Ediciones Históricas Argentinas, Bs. As.,
1953.
164 Belgrano, la Patria al Norte

eran escasos y no podían dedicarse en exclusividad a pagar médicos,


comprar remedios o abonar los sueldos de enfermeros. La labor de
estos médicos en las filas del ejército fue encomiable.

Entre campanas y balas.


Los hombres de la Iglesia

En San Miguel de Tucumán la presencia de la Iglesia en el período


independentista fue significativa, tanto del clero secular como el
de las órdenes religiosas. A partir de la formación de la Junta de
Gobierno del 25 de Mayo de 1810, los sacerdotes acrecentaron su
participación política, en la cultura, en general y en los ejércitos.
Eran la expresión de la sociedad letrada y cubrieron importantes
espacios de poder ejerciendo los nuevos roles de representación.
Administraban los sacramentos, confesaban y daban la comunión;
por su intermedio los fieles tenían acceso a la información y a la
circulación de ideas. También ejercían una función “docente” a
través de los sermones, la confesión, la predicación etc.15
Los hubo decididos partidarios del “Nuevo Orden” y convenci-
dos realistas fieles a la monarquía.
El imaginario social, profundamente católico estuvo presente no
solo en los discursos, sino también en las imágenes utilizadas en
las batallas, las misas de acción de gracias por las victorias, etcétera.
El sacerdocio era una de las vías para adquirir prestigio y ascenso
social, a los curas seculares les tocó enfrentar la situación que se
creó a la caída de la monarquía española y cubrir espacios de poder.
Además, la carrera eclesiástica exigía un respaldo patrimonial. Los
sacerdotes en general, provenían de familias adineradas
Belgrano refutó las acusaciones de los realistas sobre la irreli-
giosidad de las fuerzas patriotas. Señala Paz: “haciéndose superior
a críticas insensatas, y a murmuraciones pueriles, tuvo la bastante

15
Cecilia Guerra Orosco, “ El clero secular tucumano”, en: La República
Extraordinaria (Gabriela Tío Vallejo, coordinadora). Protohistoria, Rosario 2011.
Esta historiadora realizó un pormenorizado estudio del clero tucumano y su
papel en la Independencia Argentina.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 165

Ciudad de Tucumán, Cabildo y Templo de San Francisco, 1812.


Interpretación en óleo de Gerardo L. Flores.

firmeza para seguir una marcha que inutilizó las astucias de Goye-
neche, restableciendo la opinión religiosa del ejército patriota, que
se moralizó por este medio, formando un cuerpo homogéneo con
las poblaciones, inofensivo a las costumbres y creencias populares.
Así no solo dio nervio a la revolución, no solo la generalizó, sino
que le dio crédito y la ennobleció.16

16
General José María Paz, Memorias Póstumas, Círculo Militar, Biblioteca
del Oficial. Anotada por el Teniente Coronel Juan Beverina, Tomo I, Bs As, 1924.
Cfr. Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Tomo
II, Bs As., 1947, p. 123.
166 Belgrano, la Patria al Norte

En las tropas patriotas cumplieron un papel destacado los cape-


llanes, que marchaban a la lucha al lado de los soldados, confor-
tándolos pero además cumpliendo diversos roles al servicio de la
causa de Belgrano. Ejercían las funciones de su ministerio en un
regimiento o batallón. Un testigo de esos años, el doctor Manuel
Antonio Castro, destacado jurisconsulto que llegó a ser gobernador
de Córdoba, compartió muchos días con Belgrano cuando estaba
en Tucumán y recordaba que: “Su diario vestido era una levita de
paño azul. Su casita, construida en la Ciudadela, a la manera del
campo, era una choza blanqueada. Sus adornos consistían en unos
escaños de madera hechos en Tucumán, una mesa de comer, su
catre de campaña y sus libros militares.” Y agrega Castro: Comí
con el varias veces. Tres platos cubrían su mesa que era concurrida
de sus ayudantes y sus capellanes”.17

Pedro Miguel Aráoz.— Si bien fueron muchos, destacamos a este


sacerdote, nacido en Tucumán en 1759, en una antigua familia, hijo
de Pedro Antonio Aráoz y Francisca Núñez. Cursó sus primeros
estudios en su ciudad y luego ingresó en el Real Colegio de San
Carlos, en Buenos Aires; en Córdoba estudió Derecho Canónico y
se doctoró en Teología, en 1782. Dictó la cátedra de filosofía en el
Colegio Carolino desde 1785 hasta 1787 y fue uno de los sacerdotes
que firmó el Manifiesto en defensa del “Maestro de la Escuela de
la Catedral” doctor Juan Baltazar Maciel, por las medidas tomadas
por el Virrey contra el sacerdote, por considerarlas injustas.
Regresó a Tucumán y fue cura rector de la Iglesia Matriz y ora-
dor de palabra galana. En 1807, pronunció una oración en memoria
de los oficiales y soldados muertos en la defensa de Buenos Aires,
entre los que se encontraba algunos comprovincianos incorporados
al cuerpo de Arribeños.
Se pronunció a favor de la Revolución de Mayo y contribuyó al
sostenimiento de la primera expedición enviada por la Junta. En
1812, junto a sus parientes Bernabé, Cayetano y Diego Aráoz, apoyó

17
Carlos Páez de la Torre (h), “Belgrano en Tucumán”, en: La Gaceta,
Tucuman, 11.VIII-2012.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 167

al General Belgrano para enfrentar a los realistas; aportó hombres,


armas y gauchos para reforzar el ejército que triunfó en Tucumán.
Por sus servicios fue nombrado capellán de la milicia patriótica de
Dragones Tucumanos. Siguió con el ejército a Salta y estuvo en la
Batalla de Campo de Castañares. Belgrano lo elogió en el parte de
1813, “por haber ejercido su santo ministerio en lo más vivo del
fuego con una serenidad propia y haber sido infatigable en sus
obligaciones”.18
Fue diputado al Congreso de 1816 junto a José Ignacio Thames
y llegó a presidirlo. Aráoz propició la creación de escuelas, impues-
tos aplicados a su sostenimiento, etcétera. Cuando el Congreso se
trasladó a Buenos Aires siguió hasta 1818, renunciando por razones
de salud.19
Fue una figura destacada en la República de Tucumán y fundó
el periódico El Tucumano Imparcial. En 1821, fue representante en
la firma del Tratado de Vinará y presidió la Sala de Representantes
en 1824. Falleció en 1832. Nicolás Avellaneda lo llama “uno de los
talentos más distinguidos de su época”.

Manuel Antonio de Acevedo (Acevedo y Torino).— Sacerdote sal-


teño, nacido en 1770, hijo de José Manuel de Acevedo González,
oidor del Cabildo local y de María Juana Torino de Viana. Estudió
en Córdoba en el Colegio Monserrat y después en la Universidad
y se graduó en ambos derechos en 1793. Fue consagrado sacerdote
en 1795.
En 1799, regresó a Salta y participó en la fundación de la Escuela
de Filosofía.; fue rector y catedrático. Designado Cura Párroco en
los Valles Calchaquíes, ocupó la parroquia de San José de Cachi
(1801-1804) y pasando luego al curato San Pedro Nolasco del Cal-
chaquí, con sede en Molinos (Salta) hasta 1806. Misionó en los pue-
blos de naturales y asistió espiritualmente a las familias criollas.

18
Carlos Páez de la Torre (h) y Ventura Murga, San Miguel de Tucumán:
Las calles y sus nombres, La Gaceta, Tucumán 1981, pp. 30-31.
19
R. Piccirilli, F. Romay y L. Gianello, Diccionario..., cit., Tomo I, Bs. As.,
1953, p. 257.
168 Belgrano, la Patria al Norte

Fue nuevamente trasladado en carácter de propietario a Belén,


Catamarca. Más tarde, al crearse la diócesis de Salta quedó vincu-
lada al Cabildo de la Catedral como canónigo ordinario. Fundó
escuelas tanto en Belén como en Andalgalá y Santa María.20
Fue muy amigo del doctor Juan Ignacio de Gorriti y al enterarse
de la Revolución de Mayo, se adhirió con entusiasmo y auxilió a los
heridos en la Batalla de Tucumán dando alivio material y espiritual.
El 11 de febrero de 1813, en Cabildo Abierto Extraordinario en
San Miguel de Tucumán, prestó juramento de reconocimiento a la
Asamblea General Constituyente establecida en Buenos Aires.
Asistió a la Batalla de Salta, el 20 de febrero de 1813, en mé-
rito a sus servicios el general Belgrano gestó su designación para
miembro del Venerable Capítulo Catedral de Salta. Pero Acevedo
se había propuesto continuar como evangelizador en la campaña,
solicitó licencia y permaneció como párroco en Belén.
Fue diputado al Congreso en 1816 por Catamarca, junto a José
Eusebio Colombres. El 25 de marzo de 1816 se ofició en San Fran-
cisco una misa cantada; la oración sagrada estuvo a cargo del doctor
Acevedo, fue recordada por el brillo de la palabra y la convicción
del orador.
En el Congreso integró la Comisión que debía estudiar el Re-
glamento del Estado a consecuencia de la proyectada reforma del
Estatuto Provisional, entonces vigente. Suscribió el Acta de la In-
dependencia el 9 de Julio y pocos días después, hizo moción para
que se tratase la forma de gobierno.
Era decidido partidario de la forma monárquica incaica, propo-
niendo como sede gubernamental la ciudad del Cuzco; su propuesta
fue apoyada por Castro Barros y los representantes del Alto Perú
y resistida por fray Justo Santa María de Oro y Tomás de Ancho-
rena.

20
Jorge F. Lima Bonorino, “Manuel Antonio de Acevedo”, en: Los Congresa-
les de Tucumán. Su Genealogía y Descendencia. Ernesto A. Spangenberg (Director),
Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, Bs. As., 2016. Recientemente la
Magister Gabriela de la Orden, de la Junta de Estudios Históricos de Cata-
marca se ha ocupado de Acevedo y Colombres, congresales por Catamarca en
1816.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 169

Desempeñó importante papel en varias circunstancias del Con-


greso; ya en Buenos Aires se le designó vicepresidente. Intervino
en la redacción del Estatuto Provisorio.
A la caída del Directorio fue detenido y procesado por orden del
nuevo gobernador Manuel de Sarratea. Volvió a Catamarca donde
abrió una escuela de primeras letras y dictó en forma gratuita cáte-
dra de filosofía, fundó un incipiente seminario para reclutar voca-
ciones sacerdotales, sin descuidar el ejercicio de su ministerio.
Sin duda, es de su autoría el proyecto del “Manifiesto que debe
hacer la Asamblea de Catamarca a la nueva Provincia su Comiten-
te a tiempo de darle su Reglamento Constitucional”. En 1823 fue
vocal de la primera constituyente catamarqueña en el Congreso
de 1824. En 1825 se integró a la Constituyente de Buenos Aires y
actuó en los debates. Falleció en el ejercicio de su representación,
en 1825.
En sus Estudios Históricos el padre J. Toscano lo llamó “cabe-
za talentosa” y “orador fogoso del Congreso de Tucumán”. Señaló
que reunía la nota más alta de inteligencia bien preparada y de
civismo”.21

Miguel Ignacio de Alurralde.— Sacerdote tucumano nacido en


1782. Estudió y se doctoró en Córdoba, ordenándose sacerdote en
1807. Actuó en Salta como secretario del Obispo Videla del Pino
hasta 1810 y luego adhirió a la Revolución de Mayo y fue capellán
del Ejército del Norte.
Regresó a su ciudad natal y estuvo en la Batalla de Tucumán.
Colaboró para restablecer el esplendor de las Iglesias Matriz y de
la Merced. Fue capellán de las fuerzas de Belgrano y luego lo fue
en las fuerzas de Bernabé Aráoz contra Güemes.
Se desempeñó como cura de la Matriz de Tucumán desde1841
hasta 1850 cuando fue designado en Salta, realizó una admirable
administración apostólica. Fue vicario capitular del obispado a la
muerte de José Eusebio Colombres.

21
J. Toscano, Estudios Históricos, Imprenta de M. Biedma e Hijo, Bs. As.,
1906, p. 482.
170 Belgrano, la Patria al Norte

A comienzos de1853 volvió a Tucumán y fue designado vicario


foráneo. Inició la redacción de una Refutación al Derecho Público
Eclesiástico del doctor Dalmacio Vélez Sarsfield, interrumpida por su
muerte y que finalizó el doctor Ángel M. Gordillo. Falleció en
1861(algunos autores sostienen que falleció en 1859).

Juan José Castellanos.— Sacerdote salteño, político y magistrado.


Nació en 1778, hijo de Andrés de Escobar Castellanos y de Manuela
Arias Rengel. Cursó estudios en la Universidad de Córdoba y pasó
a Charcas donde se doctoró en 1808, con el título de doctor en
Teología y en ambos derechos.
Adhirió a la Revolución de Mayo; en 1811 se alistó como ca-
pellán del Regimiento de Dragones Ligeros de la Patria. En 1812,
solicitó licencia por enfermedad; prestó grandes servicios durante
la acción del Desaguadero pues “luchó entre los combatientes para
contener el ejército bajo el mando de Pueyrredón en su desbande y
a la plebe en su furor” Fue capellán durante la Batalla de Tucumán.
Belgrano le confió una misión reservada en Salta que cumplió con
eficacia.
Facilitó caballada de su propiedad a Díaz Vélez para perseguir
a Pío Tristán y en agradecimiento, Belgrano lo nombró Capellán
del Batallón Nº 2 en cuyo carácter estuvo en la Batalla de Salta;
Belgrano lo elogió en el parte de la misma.
Fue párroco de Cerrillos y a partir de 1817, capellán de las fuer-
zas de Güemes en la Puna y sur del Alto Perú. Con gran energía
multiplicó sus actividades para desempeñarse como eclesiástico y
como patriota.
Años después, integró la Sala de Representantes de Salta en
varias oportunidades. Fue cura de San Carlos de Calchaquí y rea-
sumió luego su parroquia de Cerrillos. Tuvo destacada actuación
política en los gobiernos de los Gorriti y Arenales y luego, en la
época de Rosas. Fue vicario capitular en la Catedral de Salta en
1842. Falleció anciano en Salta, el 10 de mayo de 1857.22

22
Ricardo Piccirilli, Francisco Romay Leoncio Gianello, cit., Tomo II, p.
241.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 171

Romualdo Gimio.— Cura de San Pedro de Charca. Se desempeñó


como capellán en el Regimiento Nº 6. Así lo informaba Belgrano
al Supremo Poder Ejecutivo: “ha servido en el Ejército en clase
de capellán del Nº 6, cuando vine a tomar el mando ya lo hallé
en él. Su comportamiento ha sido decoroso y ha desempeñado las
funciones de su ministerio en todas las circunstancias [...]”.23

Roque Illezcas.— Nació en Buenos Aires en 1756. Se doctoró en


1785 en Derecho Civil y Sagrada Teología, en la Universidad de
Córdoba. Se dedicó a la enseñanza llegando a ser vicerrector del
Colegio de San Carlos. Participó en el Cabido Abierto del 22 de
Mayo de 1810. Se incorporó al Ejército Expedicionario del Alto
Perú en calidad de capellán militar. Estuvo con Belgrano en las ba-
tallas de Tucumán y Salta; fue recomendado por su actuación. El 19
de noviembre de 1817 se le hizo entrega, a su solicitud, del escudo
de oro que le correspondía por su actuación en la Batalla de Salta
En 1829, el gobernador Viamonte lo nombró miembro del Senado
Consultivo creado por las estipulaciones de Lavalle y Rosas según
el pacto de 24-VIII-1829. Falleció en Buenos Aires en 1832.24

José Gabriel Díaz.— Sacerdote tucumano, nacido en 1796. Fue


partidario de la Revolución de Mayo y con el hábito mercedario
estuvo en la Batalla de Tucumán. Belgrano lo distinguió llamándole
cariñosamente “mi capellán” y siguió con el ejército hasta Salta,
como auxiliar de capellán de los Decididos de la Patria. En 1814,
San Martin lo autorizó a enseñar el catecismo a los soldados y por
un tiempo interrumpió su carrera eclesiástica y sirvió en la maes-
tranza del Ejercito de los Andes. Recibió la ordenación sacerdotal
en 1826 y se vinculó al Mariscal Antonio José de Sucre quien lo
nombró capellán de su ejército.

23
Archivo General de la Nación, Bs. As., Carta de Belgrano al Supremo
Poder Ejecutivo, Sala X, 1-10-7.
24
Partes Oficiales y Documentos relativos a la Guerra de la Independencia Argen-
tina. Archivo General de la Nación. Tomo I. Bs. As., 1900 y Ricardo Piccirilli,
Francisco Romay y Leoncio Gianello. cit. Tomo IV, Bs. As, 1954.
172 Belgrano, la Patria al Norte

En 1829 y por diez años fue párroco en localidades de Tucumán


y Catamarca. Se radicó en Salta. En 1841 se alistó en las filas unita-
rias, con Lavalle y La Madrid. Fue amigo de Sarmiento y decidido
antirrosista, a la caída de Rosas regresó al curato de Santa María.
En 1862 fue designado vicerrector del Seminario de Dolores. Fa-
lleció en 1872.

Celedonio Molina.— Nació en Salta donde siguió estudios ecle-


siásticos, acompañó en carácter de capellán a las tropas patriotas.
Fue una figura destacada pues en sus acciones exponía de continuo
la vida, nunca cobró paga alguna. Sirvió en los ejércitos de Caste-
lli, Belgrano, Güemes, Balcarce y Pueyrredón. Fue cura y vicario
interino de la doctrina de San José de la Rinconada. En 1812 se
ofreció a marchar como capellán a la Quebrada del Toro; como su
gesto no hallase acogida se brindó para acompañar las tropas de
Güemes por la Puna. En el parte de la Batalla de Salta, Belgrano
lo recomendó por su actuación. (Capellán del regimiento de pardos
en la Batalla de Salta). No se ha podido establecer lugar y fecha de
nacimiento.25

José Toribio Tedín.— Salteño, militar y político y luego, sacerdote.


Nació en 1790 y apoyó la cauda patriótica en 1810 cortando su ca-
rrera literaria por la lucha independentista. En 1811, revistó como
capitán de caballería de milicias y se unió al General Belgrano
cuando este debió abandonar la ciudad de Jujuy, ante la aproxima-
ción de Pio Tristán.
Participó en el combate de Las Piedras y en la Batalla de Tucu-
mán. En 1812, se trasladó a Cachi y de allí a San Carlos y a Cafayate
para disuadir a Manuel F. Aramburu de sus planes realistas y lo lo-
gró, ya que siguió participando al lado de los patriotas en Tarija.
Tedín estuvo en la Batalla de Salta y por su actuación fue mere-
cedor de los premios otorgados por el gobierno de Buenos Aires a
los vencedores. Compartió el momento de las derrotas a comienzos
de 1814, remitiendo para reforzar los resto del Ejército Auxiliar,

25
Piccirilli, Romay y Gianello, cit. Tomo V, 277.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 173

la gente de Guachipas, Puerta de Díaz, Ampascachi y Chicoana.


También fue muy activo cuando se organizó la defensa el territorio
de Salta y Jujuy, contra los invasores mandados por Pezuela. El
capitán Tedín estuvo en Puesto del Marqués en 1815.
Elegido Güemes gobernador de Salta, este propuso a Tedín
como secretario de gobierno y fue nombrado por el Director Su-
premo Álvarez Thomas. Güemes lo ascendió a sargento mayor,
teniente coronel y en 1820, a coronel graduado de los ejércitos de
la Patria. Ejerció como secretario hasta 1821.
Cuando terminó la guerra de la Independencia reanudó sus fun-
ciones militares. Miembro de la Sala de Representantes se alineó
en la Liga del Norte. Fue antirrosista, Oribe lo capturó y condenó
a muerte. Logró salvar su vida prometiendo seguir sus estudios
eclesiásticos y escapó a Bolivia. En 1837 realizó estudios sacerdo-
tales en Chuquisaca y recibió las órdenes sacerdotales. Volvió a
Salta en 1847 y propulsó la construcción de la Iglesia de la Viña.
Falleció en 1849.

José Villegas.— Fue quien acompañó a Belgrano a su regreso final


a Buenos Aires. No hay datos sobre él. Mitre afirma que fue un
fraile franciscano de Buenos Aires. Se le menciona como capellán
y “tesorero” y también como secretario; era el que dirigía la admi-
nistración doméstica de su casa militar, teniendo esto en común
con el general San Martín; la economía de Belgrano era tan aus-
tera respecto a su persona como en los gastos públicos. Mensual-
mente tomaba de la tesorería del ejército 300 pesos por cuenta de
sus sueldos, pidiéndolos prestados cuando la caja estaba exhausta
como sucedió con frecuencia, y entregaba la cantidad íntegra a
su capellán que a veces se veía en apuro para cubrir su reducido
presupuesto.26
Los capellanes fueron muchos, de algunos de ellos no encon-
tramos datos así aparecen mencionados en el parte de Batalla de
Salta: José María Ibarburu (capellán del N º6), Gregorio Tellería

26
Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina.
Tomo IV, Bs. As., 1947, p. 276.
174 Belgrano, la Patria al Norte

(capellán del Regimiento de Dragones en la Batalla de Salta), am-


bos recomendados por Belgrano por su actuación.27

Los cronistas

Ramón del Sueldo.— Prior de Santo Domingo en Tucumán, de-


cidido patriota. El gobierno le pediría que escribiese la Historia
Filosófica de la Revolución, conoció muy bien a Belgrano y cuando
el ejército llegó a Tucumán, los dos conventos, el de Lules y el de la
ciudad, fueron desalojados, permaneciendo solo en este último Del
Sueldo y un hermano lego. El de San Miguel de Tucumán, sirvió
de cuartel a las tropas patriotas.
Un mes después de la batalla, el 24 de octubre de 1812, este fraile
dominico, escribía una carta al Prior Provincial fray Julián Pedriel.
Se trata de un documento muy interesante ya que Del Sueldo fue
testigo presencial y escribió en el lugar y en el momento en que se
desarrollaban los hechos. En la carta describía la batalla con minu-
ciosidad. Sería una primera crónica que es importante rescatar.
Decía Del Sueldo:

Estoy persuadido de que Ud habrá tenido noticia de lo acaecido el 24


pasado, sin embargo, diré algunas cosas que he oído y otras que he visto.
El expresado día, a la madrugada, salieron nuestras tropas a encontrar al
enemigo a la entrada del camino real de Los Nogales. Esos se desviaron y
siguieron su marcha por la orilla del norte que está a la falda del cerro y los
nuestros retrocedían enfrentando con ellos hasta situarse uno y otro ejército
frente a frente, inmediatos a la orilla del pueblo, en el campo de las Carreras,
camino para los Lules y Manantial [...]
[...] De encima de un horno viejo que hay en nuestro corralón, vi parte
de la gente. A las diez y media se rompió el fuego, tan activo que no se veía
sino la humareda y oía el estrépito de cañones y fusiles y a poco más de un
cuarto de hora, ya entraban algunos de nuestros heridos [...] Pero entre sus
ayes y lágrimas, me decían, no importa padre, que la victoria es nuestra. Lo

27
Archivo General de La Nación, Oficiales de Tucumán y Salta en Partes,
Planillas y otras fuentes de la Guerra de la Independencia Argentina. Agradezco
la información a la historiadora Sara Peña de Bascary.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 175

mismo se oía a algunos soldados y oficiales que entraban del campo. Entre
este tiempo los nuestros los tenían desordenados por dicho campo, por el bajo
que llaman de Aguilar, por la orilla del monte del rio, en el paso de Madrid
y por todo el campo que sigue hacia Lules y Manantial. Toda esta tragedia
aconteció desde las doce para la una de la tarde, hora en que comenzaron
a entrar la presa de bagajes y equipajes, que llenaban las dos cuadras que
forman el ángulo de nuestro pretil.

El fraile continuaba el relato:

Estos dos espacios ocupaba la gente, prisioneros, cargas, mulas sueltas


y caballos que se quitaron al enemigo. Entre tanto, siempre se oía , aunque
distante el tiroteo, ya en un lugar, ya en otro. Todos los que presenciaron
la acción dicen que el interés de la presa, dio ocasión a que los nuestros no
concluyesen con nuestros enemigos. En este tiempo, el resto de ellos tuvo
lugar de reunirse y a las tres para las cuatro de la tarde entraron, avanzando
con nuevo ardor por el sur, camino del bajo de Aguilar. Su fuego era a tiro
de cañón. La dirección que tomaron para entrarse a la plaza era la parte del
cerro. Todo su fuego fue infructuoso, no dañó a persona alguna ni a edificios.
En nuestra torrecita pegó una bala de cañón, rompió tre ladrillos de la cornisa
y algunas tejas de la portería. Luego los hicieron retroceder y se colocaron
inmediatos al sitio donde se había comenzado el fuego por la mañana, y, cesó
inmediatamente el fuego. En ese lugar se mantuvieron toda la noche y el 25
no amanecieron, se fugaron a medianoche. En esta ocasión han mostrado la
tropa y todos los paisanos un valor extraordinario. Sería muy largo contar
todos los sucesos y circunstancias de la referida acción [...] 28

Gracias a su atenta descripción de los sucesos se tiene una ver-


sión de la Batalla de un testigo calificado.

Diego León Villafañe.— Entre los eclesiásticos que fueron obser-


vadores de las campañas de Belgrano, se destaca la figura del jesuita

28
Sara Graciela Amenta, “La Batalla de Tucumán contada por un fraile
dominico”, en: Facebook Junta de Estudios Históricos de Tucumán,19 de junio
2020. Esta nota es del libro digital Belgrano según historiadores, cronistas, soldados
y testimonios (en prensa), Archivo Provincial OP (Buenos Aires). Cartas, Tomo
I, pp. 276-277, y Rubén González OP, El General Belgrano y la Orden de Santo
Domingo. UNSTA, Tucumán, 2002, pp. 14-15.
176 Belgrano, la Patria al Norte

Diego León Villafañe, quien estuvo en Tucumán en 1812. Este


sacerdote era miembro de una antigua familia de beneméritos de la
patria, hijo del maestre de Campo Diego de Villafañe y Guzmán y
de María Josefa Corvalán de Castilla. Nacido en 1741 en Tucumán,
terminó sus estudios primarios en la ciudad natal y viajó a Córdoba
donde fue admitido en el Convictorio de Montserrat. En mayo de
1763 ingresó a la Compañía de Jesús. Gozó de prestigio intelectual
y fue reconocido en Buenos Aires, Tucumán, Córdoba, Mendoza y
aun en Santiago de Chile. Producida la expulsión de la Compañía
partió al destierro y residió en varios lugares de Italia, donde se
vinculó con importantes personalidades.
No dejó de tener contacto con sacerdotes argentinos como el
Deán Gregorio Funes o Pedro Miguel Aráoz. En 1799 regresó al
Río de la Plata y volvió a Tucumán, pasando por Córdoba, donde
fue muy bien recibido. Tenía el propósito de seguir a Chile a las
misiones araucanas con el fin de convertir a los indígenas; por ello
se trasladó en tres oportunidades hacia esas tierras, pero no tuvo
éxito.
No era tarea fácil su permanencia en Tucumán pues a la cédula
de expulsión de 1767, se agregó otra más severa de 1801.
En 1802 el Síndico Procurador de la Ciudad de Tucumán y 72
vecinos firmaron una petición dirigida al Virrey para que permi-
tiese a Villafañe quedarse en su tierra por su avanzada edad y sus
probados méritos.
Se recluyó en el Chorrillo de Santa Bárbara, a una legua de la
ciudad, junto al río Salí sobre el camino al Rincón y con secreto de
sus amigos (y que fue donde se halló el General Belgrano el día de
la Batalla). Allí, la familia Villafañe tenía un oratorio o capilla y el
jesuita se convirtió en capellán de las gentes vecinas.
La Revolución de Mayo no lo tomó desprevenido, en carta de
1809 a Ambrosio Funes afirmaba que habría cambios, dado el curso
de los sucesos en Europa, solo esperaba que no entrara en América
el espíritu de impiedad y que estos vastos continentes se mantu-
vieran en la Religión Católica Apostólica Romana. En otra carta,
escribía que el doctor Nicolás Laguna le decía que hallándonos
“sin Rey en el Reyno, recae toda la autoridad gubernativa en el
pueblo”. Peligrosa le parecía al jesuita esta doctrina aunque no de-
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 177

jaba de gustarle.29 No obstante, su entusiasmo fue cambiando hacia


1811 cuando se disolvió la Junta Grande, lo vio como preludio de
la guerra civil. Al año siguiente, sus apreciaciones relativas a la
marcha de la revolución eran curiosas. “yo no tengo por amante
verdadero de esta nuestra América, sino a quien ama y protege a
la religión Católica y este me parece es el sistema de Goyeneche”.
Aunque había secundado fervoroso a los hombres de 1810, criticó
con dureza las desviaciones y errores la acción de los que seguían,
a su juicio, los postulados de la Revolución Francesa, sobre todo a
partir de la Asamblea de 1813.
Cuando tuvo lugar el triunfo de Belgrano el jesuita patriota se
sintió muy entusiasmado y envió a su amigo de Córdoba una rese-
ña de la batalla y una oda sobre este hecho brillante. Es pues uno
de los poetas de esta batalla y el primer historiador de este hecho
de armas. “La victoria la debemos al cielo por la intercesión de
nuestros santos protectores,” sus palabras son muy elocuentes y
permiten advertir su sincero patriotismo pero solo lo concibe a base
de respeto y amor a la tradición católica. Elogia al General como:

Cabeza del Ejército, Belgrano


Pues al primer encuentro, has merecido
Quedar esclarecido
Solamente porque eres cristiano
Con San Simón y Judas que os goza,
Encargó la defensa en este día
Oh día de septiembre veinte y cuatro
Memorable del Ejército Pequeño,
Sepulcro del Ejército Limeño;
Día de Victorias, más plausible y grato
Del tucumano cielo

29
Guillermo Furlong SJ., “Diego León Villafañe y su Batalla de Tucumán”,
Bs. As., 1962.
178 Belgrano, la Patria al Norte

Aún más interesante que la oda fue la relación que hizo de la


batalla aunque contiene algunas inexactitudes, según señala el pa-
dre Furlong, “fácilmente perdonables, si se tiene en cuenta que la
escribió a raíz de los sucesos y por los decires de la gente”.30

El ejército enemigo vino por parte de los Lules y se acercó abriéndose


en dos alas, una hacia el norte de la ciudad y otra, por el sur. El Barón
(Holmberg) sin darles tiempo para bajar de sobre las mulas ni siquiera un
cañón, empezó la acción con un cañonazo y sin dar lugar al enemigo, fueron
acercándose los nuestros, de modo que se vino a las armas blancas... Nuestra
caballería de los guardamontes los desconcertó. Ayudó a desconcertarlos una
partida de Vallistas que llegaron aunque desarmados, pero por las espaldas.
El enemigo creyó otra cosa y se desordenó. El enemigo después de la acción
de la mañana, se reunió y estuvo haciendo fuego toda la tarde, aunque no
continuo. Toda la noche del jueves 24 estuvieron haciendo fuego como dando
tiempo para la retirada que efectuaron. El general Belgrano se vio perdido,
y se había retirado con unos pocos soldados, al lugar que llaman El Rincón,
que está a dos leguas distante de la ciudad, hacia el sur: aquí se le fueron
agregando otros soldados de a caballo con un cañón. Es prueba de lo asustado
que estaba, porque el viernes siguiente, el día del combate, muy de mañana
aparecieron unos soldados en Santa Bárbara, trayendo el dicho cañón como
temiendo que el enemigo se los cogiese. Díaz Vélez en la ciudad trataba de
esconderse y salvar su persona, como lo ha dicho el Barón, testigo de vista. La
cosa estuvo en estado, que si el ejército enemigo viene esa noche al ataque a
la ciudad la coge sin remedio. Se debe concluir que Dios ha querido humillar
el orgullo del enemigo y como me lo dijo el General Belgrano: abatió a los
orgullosos y levantó a los humildes [...] La victoria la debemos al cielo, por
la intercesión de nuestros santos protectores. Esto es lo cierto.

Después de la Batalla, Villafañe reconocía que “El General Bel-


grano se ha mostrado muy religioso en las plegarias a que asistió,
hechas por la felicidad de nuestras armas. Él se ha armado con el
Escapulario de Nuestra Señora de Mercedes, e hizo armar a muchos
de sus soldados”.31 Empero, de los pueblos unidos en asamblea no
esperaba mucho, pues desconfiaba de las ideas afrancesadas. Rogaba
por un hombre grande y muy católico que pusiera en paz a América
y mirase por la educación cristiana y religiosa.

30
Ibídem, p. 42.
31
Ibídem, p. 46.
E. Perilli de Colombres Garmendia: Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas (1812-1820) 179

Villafañe veía con asombro y pena la situación anárquica e irre-


ligiosa de toda la América Hispana. Si le llenaba de gozo su patria
libre e independiente, lo entristecía el libertinaje reemplazando a
la libertad civil. No compartía la orden dada por Belgrano para que
el Obispo Videla del Pino saliera de Salta; también criticaba que
al cura de Trancas, Miguel Martin Laguna, de simpatías probadas
con los realistas, se lo hubiera enviado a Buenos Aires por orden
del general.

El cura de las Trancas, Doctor Laguna, ya estará en Bs. As., o cerca. Fal-
samente le llaman prisionero de guerra. El día de la Acción (de la Batalla) él
se pudo desprender del General Tristán, que lo traía y vino a dar a esta casa
de Santa Bárbara, bastante enfermo, y luego que se puso bueno, trataba de
ir a presentarse a Belgrano, cuando vino un oficial por él.32

Es sabido que Miguel Martín Laguna, a diferencia de su herma-


no Nicolás, adhería al Rey y desde su púlpito arengaba a los fieles
a apoyar a Tristán. Después de la Batalla fue tomado prisionero
y el General lo envió a Buenos Aires por considerarlo traidor y
peligroso para la causa independentista.33
Veía en las cosas de la Patria disensiones, ambiciones desordenes
despotismos y no amor al bien público. Atribuía la ola de libertina-
je que inundaba la América Hispana a la expulsión de la Compañía.
Falleció en 1830 a la edad de 88 años.

Palabras finales

La presencia de sacerdotes en la Guerra de la Independencia fue


significativa, solo hemos intentado recordar a algunos de ellos.
Muchos arriesgaron su vida y su suerte para auxiliar a las fuerzas
patriotas. La relación entre sacerdotes y fieles se modificó con el

32
Ibídem, p. 47.
33
Elena Perilli de Colombres Garmendia, El cura Miguel Martin Laguna y
su Historia social y política de Tucumán, Centro Cultural Rougés, Fundación Miguel
Lillo, Tucumán 2011.
180 Belgrano, la Patria al Norte

“nuevo orden” instaurado en 1810. Los primeros ocuparon nuevos


roles, en la política, en la cultura y en los ejércitos. Belgrano los
distinguió y comprendió la necesidad de infundir a las tropas la
fortaleza espiritual que estos hombres aportaban y comprendió la
importancia de la religión y del clero en la sociedad.
En cuanto a los médicos los aspectos de la nueva realidad se
presentaron con fuerza en ciertos sectores de la población; los mé-
dicos no tuvieron un digno reconocimiento, el salario de quienes
exponían la vida no era equitativo a otros empleos. La época de la
independencia estuvo signada por cambios profundos ya que man-
tener y asistir al Ejército del Norte motivó múltiples transformacio-
nes. Surgieron necesidades que debían ser satisfechas con urgencia,
precariedad y habilidad de las autoridades que arbitraron medios
y recursos para superar graves cuestiones sanitarias. La economía
de guerra influyó en todo; la atención sanitaria tuvo importancia y
debió ser resuelta con prioridad, con los recursos disponibles.

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182 Belgrano, la Patria al Norte

“... En
el día se trata de monarquizarlo
todo ...”. Debates en torno a la
monarquía. El protagonismo de Belgrano

María Cecilia Guerra Orozco 1

E
l objetivo del presente artículo es repensar los debates que
tuvieron lugar en el territorio del Río de la Plata entorno al
gobierno monárquico frente a la crisis de la corona española
a partir de 1808. Primero con la posibilidad de la regencia de la
infanta Carlota Joaquina de Borbón y luego en el Congreso General
Constituyente que declaró la independencia en julio de 1816. Uno
de los protagonistas de estas ideas en nuestros territorios fue Ma-
nuel Belgrano, quien participó activamente en defensa de las ideas
monárquicas de gobierno en el periodo aquí mencionado.
En el contexto del año Belgraniano creemos importante rescatar
este aspecto en los análisis del proceso de revolución e indepen-
dencia.
***

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en Bue-


nos Aires el 3 de junio de 1770. Su padre, Domingo Belgrano y

1
Magister. Historiadora. Directora del Museo Nacional Casa Histórica de
la Independencia. Instituto de Investigaciones Históricas Ramón Leoni Pinto
(INIHLEP), Universidad Nacional de Tucumán. Miembro de Número de la
Junta de Estudios Históricos de Tucumán.
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 183

Escultura de Francisco Cafferata. Plaza Belgrano, San Miguel de Tucumán.


184 Belgrano, la Patria al Norte

Peri (que lo cambió por Pérez al llegar a estos territorios) nació en


Oneglia, Italia y su madre, María Josefa González Casero nació en
Buenos Aires. Domingo Belgrano fue un comerciante que apro-
vechó al máximo el sistema de monopolio comercial establecido
por la Corona española. Gracias a esta actividad pudo adquirir una
posición económica que le permitió vivir cómodamente y dar a
sus hijos la mejor educación de aquella época.2 Hizo sus primeras
letras en el Colegio de San Carlos en su ciudad natal para viajar
luego a España a cursar sus estudios superiores en la Universidad
de Salamanca y posteriormente en Valladolid donde obtuvo el título
de abogado. Una vez concluidos sus estudios regresó al Río de la
Plata para integrar el recientemente creado Consulado de Comercio,
con tan sólo 23 años.
Su estadía en el viejo mundo le permitió tener otra mirada so-
bre la realidad del Río de la Plata sobre todo por haber entrado en
contacto con muchos de los autores y escritos de la denominada
“ilustración”. Los temas que más le preocupaban eran los relaciona-
dos con la economía y la educación en América, pero especialmente
en el territorio rioplatense. En el aspecto económico planteaba el
perjuicio que significaba para los comerciantes locales el sistema
de monopolio impuesto por la corona. En cuanto a la educación,
ocupaba un lugar de privilegio para Belgrano. Consideraba que la
posibilidad de estudiar debía ser para todos los habitantes y no sólo
para unos pocos “privilegiados”. Tenía la idea de que quien no se
educaba podía ser dominado fácilmente.3

2
Bartolomé Mitre, Obras completas, ed. Kraft, Buenos Aires; 1939, Manuel
Belgrano, Autobiografía del General Belgrano, Biblioteca de Mayo, T. II, Buenos
Aires, 1960; Bartolomé Mitre, “Filiación de la Revolución Sudamericana”, en
Mayo: su filosofía, sus hechos, sus hombres, Buenos Aires, Concejo Deliberante,
1960, Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la independencia Argentina, ed.
Anaconda, Buenos Aires, 1950.
3
Su preocupación por la educación intentó ser saldada desde el momento
mismo en que regresó a Buenos Aires, donde creó una escuela de matemáticas,
por ejemplo. Pero su acción educativa fue más allá de eso y después de su ac-
tuación como militar en las guerras de independencia, el Poder Central decidió
darle dinero por tan heroica actuación. Ese dinero fue donado por Belgrano para
la construcción de escuelas en diferentes lugares, entre ellos nuestra provincia de
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 185

Belgrano se destacó por su entrega al estudio y la capacitación,


impulsado por muchas de las ideas con las que había entrado en
contacto en Europa:

[...] Se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propie-


dad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde
fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían con-
cedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento
directa o indirectamente [...] 4

Una vez en Buenos Aires comenzó sus funciones como secretario


del Consulado, pero además le fue encomendada la difícil tarea de
ser capitán de las milicias urbanas. La llegada de la flota británica al
mando de Beresford produjo un importante cambio tanto en el Río
de la Plata como en Belgrano. En 1806, ante la presencia inglesa
en el territorio, como parte integrante de las milicias participó en
la defensa de la plaza rioplatense.
Cuando los ingleses entraron en Buenos Aires los miembros del
Consulado juraron fidelidad a la Corona invasora. Belgrano viajó
entonces a la vecina ciudad de Montevideo desde donde pensaría
los pasos a seguir.

[...] Se apoderó de mí el deseo de propender cuanto pudiese al provecho


general, y adquirir renombre con mis trabajos hacia tan importante objeto,
dirigiéndolos particularmente a favor de la patria [...] 5

Estando en la Banda Oriental supo que habían triunfado las


fuerzas rioplatenses por lo que decidió volver. Belgrano se incor-
poró a las milicias y además pidió que le enseñaran a manejar las
armas para estar preparado en caso de una nueva invasión. Las
milicias lo nombraron su sargento mayor como cuenta él mismo
en su autobiografía.

Tucumán. Sin embargo, murió sin ver su sueño cumplido y tendrían que pasar
casi doscientos años para que se construya, en nuestra provincia, la escuela que
quería Belgrano. La misma fue inaugurada a principios de este siglo.
4
Manuel Belgrano, Autobiografía del General..., cit.
5
Ibídem.
186 Belgrano, la Patria al Norte

[...] Tal vez [...] mi educación, mi modo de vivir y mi roce de gentes


distinto en lo general de la mayor parte de los oficiales que tenía el cuerpo,
empezó a producir rivalidades que no me incomodaban, por lo que hace a
mi persona, sino por lo que perjudicaban a los adelantamientos y lustre del
cuerpo, que tanto me interesaban y por tan justos motivos [...] 6

Estuvo por dejar las milicias, pero la segunda invasión determi-


nó que continuara con tal empresa. Belgrano cuenta que la defensa
de la ciudad fue bastante desorganizada, pero pudo resistir una vez
más la invasión.
Hacia 1808 el contexto internacional cambió estrepitosamente
y eso provocó un sismo en las colonias españolas en América. En
medio de una crisis interna de la monarquía española Napoleón
Bonaparte sacó provecho. Fernando VII había realizado una con-
jura para quitarle la corona a su padre y se proclamó rey. Carlos
IV intentó huir de España por mar, pero se arrepintió antes de
concretar la estrategia. Entonces llegó Bayona... Carlos IV abdicó
en favor su hijo quien hizo lo propio con Napoleón. La familia
real en pleno fue tomada prisionera, con excepción de la hija de
Fernando, Isabel, porque Napoleón consideró que no representaba
un verdadero peligro. Fernando firmó un documento con su abdi-
cación a la corona fechado el 16 de julio de 1808. Napoleón coronó
a su hermano José como rey de España.
En ausencia del rey legítimo se comenzaron a formar juntas de
gobierno en la península. Esto no era una novedad para las ciuda-
des españolas que conocían este recurso desde la Edad Media. Sin
embargo, el contexto era diferente y además ahora había que tener
en cuenta a los territorios ultramarinos.
La entrada de Napoleón a la península Ibérica había respon-
dido al objetivo principal que era invadir Portugal. Las noticias
de la invasión francesa a España llegaron antes que los ejércitos
continuaran avanzando. La Corona lusitana abandonó Portugal y
se dirigió hacia el Brasil. Así fue como partieron el Rey, su esposa,
la familia real y la Corte en pleno. La metrópoli se “mudaba” a la
colonia.

6
Manuel Belgrano, Autobiografía del General..., cit.
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 187

Todas estas novedades iban llegando al Río de la Plata y empe-


zaron a despertar incertidumbre. Entre los principales hombres de
la vida pública de Buenos Aires se presentaron numerosos interro-
gantes. ¿Cuál sería el futuro de las colonias? ¿Qué iba a pasar con
los territorios americanos ante el cautiverio del Rey? ¿Había que
jurar fidelidad al nuevo rey? ¿Cuáles serían los pasos por seguir
tanto de la península como de las colonias?
Es este el contexto en donde cobra relevancia la figura de la
infanta Carlota Joaquina de Bobrbón.
Nacida en 1775 en el seno de la familia real española. Era la
hija mayor del rey Carlos IV de España y María Luisa de Parma.
A los diez años abandonó su tierra natal y se dirigió a Lisboa para
contraer matrimonio con Juan de Braganza, convertido a partir de
1799 en regente y luego rey de Portugal. Se convirtió en la primera
princesa viajera transatlántica que tocó tierra americana.7
La posibilidad de que la princesa Carlota Joaquina pudiera
convertirse en regente de los territorios americanos empezó a ser
tomada muy en cuenta. Era la primera vez desde la llegada de los
peninsulares a América que una monarquía estaba físicamente en
estos territorios. Legal y legítimamente ella podía ser regente hasta
tanto Fernando volviera al trono. Ante la vacatio regis, la vacancia de
poder dada por la situación crítica de la corona española, el conflic-
to podía tener una solución con la presencia de Carlota Joaquina.

[...] El cautiverio de toda la familia real borbónica en Francia le daba


la oportunidad de reclamar para si el “depósito” del poder real para ejercer
provisoriamente el gobierno de la monarquía vacante hasta tanto España
fuera liberada del dominio francés [...] 8

Uno de los que iniciaron contactos con la infanta en Río de Ja-


neiro fue Manuel Belgrano a fines de 1808 a través del intercambio

7
Este relato forma parte del libro de Marcela Ternavasio, Candidata a la
corona. La infanta Carlota Joaquina en el laberinto de las revoluciones hispanoameri-
canas, Buenos Aires, Siglo XXI, 2015.
8
Marcela Ternavasio, “Una mujer que desafió a los reyes: algunos mo-
mentos de la trayectoria de Carlota Joaquina de Borbón”, Rev. Legado, Archivo
General de la Nación, 2018, pp. 19 a 35, pág. 23.
188 Belgrano, la Patria al Norte

Princesa Carlota Joaquina de Borbón.


M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 189

epistolar con el agente del gobierno portugués, Felipe Contucci.


La situación en la península era compleja, se habían conforma-
do juntas en cada una de las ciudades españolas, pero la Junta de
Sevilla se había atribuido la condición de “suprema” y se dispuso
a enviar comisionados para que en América se le jurara fidelidad.
La Junta Sevillana lo que pretendía era asegurar el dominio en
América. En agosto de 1808 llegó al Río de la Plata un enviado
de Sevilla, José Manuel Goyeneche, criollo arequipeño residente
en Madrid. En un encuentro que tuvo con el Virrey Liniers éste
le pidió que se encargara de que la Audiencia de Charcas jurara
fidelidad a la Junta de Sevilla.
Mientras tanto, la princesa Carlota Joaquina, se había puesto en
contacto con los españoles a los que había escrito un manifiesto en
donde enunciaba su derecho al trono español en calidad de regen-
te de la Infanta Isabel. La hermana de Fernando reclamaba sus
derechos dinásticos amparados en la disposición según la cual las
mujeres podían ascender al trono en ausencia de varones de sangre
real establecida por los propios Borbones algunos años antes. En
otro manifiesto pedía ser reconocida reina de los territorios ame-
ricanos debido a que Napoleón no había llegado hasta esas tierras.
Además, los territorios de ultramar no habían jurado fidelidad al
nuevo rey español.
En el Río de la Plata un grupo de hombres difusores de los
nuevos valores la “ilustración” elaboraron una Memoria, fechada
en Buenos Aires el 20 de septiembre de 1808. La misma fue firma-
da por Juan José Castelli, Antonio Luis Beruti, Hipólito Vieytes,
Nicolás Rodríguez Peña y Manuel Belgrano.

[...] Los firmantes aseguraban allí que eran “muchos los hombres de bien
y de sano juicio” con los que podían contar las propuestas bragantinas y se
colocaban como los más fidelistas y defensores del orden vigente al privilegiar
la prelación del vínculo dinástico por sobre el movimiento juntista español
que reclamaba para sí el legítimo depósito de la soberanía vacante de todo
el imperio [...] 9

9
Marcela Ternavasio, “Una mujer…, pág. 25.
190 Belgrano, la Patria al Norte

A partir de 1809, después de que se sofocara un intento de con-


formación de una junta de gobierno en Buenos Aires y se jurara
lealtad a la Junta Central española, Belgrano comenzó a expresar
su preferencia por la monarquía y a decirle a Contucci que la Casa
de Borbón, Fernando y su familia, no tenían nada de qué preocu-
parse con los rioplatenses. Pero eso no es todo, con fecha 17 de
julio de 1809, luego de la formación de una Junta en Chuquisaca,
le escribió directamente a Carlota Joaquina para expresarle que la
consideraba la

[...] representante legítima de la corona española y como tal, sostén de la


soberanía [...] todos mis conatos, Señora, son dirigidos a lograr que V.A.R.
ocupe el solio de sus augustos progenitores, dando la tranquilidad de estos
sus dominios que, de otro modo, los veo precipitarse a la anarquía y males
que le son consiguientes. La Junta Central, ignorante a la verdad, de su actual
estado, ha puesto a este pueblo en conmoción, con sus decisiones aprobatorias
de la conducta de aquellos mismos que han vejado la autoridad real con tanto
escándalo [...] firme de obedecer a V.A.R. ejecutaré gustoso su real voluntad
[...] lo que le puedo asegurar a V.A.R., desde ahora, es que no hay ya hombre
de bien, que no mire en su real persona, el sostén de la soberanía española, el
apoyo de los derechos de la nación y de los vasallos, y el único refugio que le
queda a este Continente para gozar tranquilidad, y llegar al grado ventajoso
al que es capaz [...] 10

En agosto del mismo año, Belgrano se comunicó nuevamente


con la princesa para pedirle que asumiera el gobierno de los domi-
nios hispánicos en América. Además, ponderaba la persona de Juan
Martín de Pueyrredón11 a quien consideraba un buen carlotino.

10
Manuel Belgrano, Epístola dirigida a la Princesa Carlota Joaquina de
Borbón. Le comunica que la considera Representante legítima de la Corona
Española, y como tal “sostén de la Soberanía”, Buenos Aires, 17 de julio de
1809, en Instituto Belgraniano Central, Documentos para la Historia del General
Don Manuel Belgrano, T. 1, Buenos Aires, 1982.
11
Juan Martín de Pueyrredón será designado Director Supremo de las Pro-
vincias Unidas del Río de la Plata, en 1816. Fue el Congreso General Cons-
tituyente quien aprobó que fuera él quien ocupara ese lugar. Asimismo, es
importante tener en cuenta que desde 1810 y aún después de que se declare
la independencia, Pueyrredón será una de los principales enviados a misiones
diplomáticas. Los fines de estas eran negociar la regencia de estos territorios
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 191

[...] He formado esta carta que [...] dirigimos [...] de ella inferirá V.A.R. el
estado actual de los negocios y adquirirá los conocimientos circunstanciados
que suministra para su mejor real inteligencia y poder tomar la decisión que
sea más conforme a los reales derechos de su Augusta Casa, para destruir
la usurpación que de ellos ha hecho la Junta Central, amparándose de la
austeridad real en todos los ramos, cuando apenas le era disimulable que la
hubiera adquirido, sin contar con V.A.R. para rechazar la fuerza con la fuerza,
en las circunstancias apuradas en que se vio la península. No puede ser otra la
decisión que V.A.R. tome más conforme a todos los principios más sagrados,
que la de venir a mandar proclamarse, y hacer reconocerse por Regenta de
estos dominios; porque de otro modo, cada vez más, va V.A.R. dejando que
esa Junta se posesione de la autoridad, y que creando criaturas a la sombra
del sagrado nombre de Fernando VII, mañana sean otros tantos que llevan
a todos los dominios españoles el espíritu de usurpación, o tal vez la prose-
cución de unas miras tan ajenas a la razón y a la ley [...] 12

En los años que corrieron entre 1808 y 1810 se dieron dispu-


tas muy importantes entorno al sujeto de la soberanía luego de la
vacatio regis. Dentro de las posibilidades contempladas en la pe-
nínsula también existió la salida dinástica a través de una regencia
encarnada por un miembro de la familia real. La figura de Carlota
Joaquina estuvo en consideración. Sin embargo, esta idea fracasó y
la Junta Central Gubernativa del Reino convocó a Cortes tomando
como única salida este llamado, dado el carácter constitucional que
tenía la crisis.
Belgrano sentía que las Cortes convocadas en España eran una
afrenta directa a la investidura real de Carlota Joaquina y además
pensaba que la reacción de la princesa era urgente y necesaria.
Consideraba que, antes los acontecimientos, era conveniente que
volviera a la península. Sentía que el poder de acción de la infanta

con una de las Coronas más importantes de Europa, entre las que destacamos
Inglaterra y Portugal. En esta carta a la que estamos haciendo mención en el
texto Belgrano le informa a la princesa que el enviado a Brasil para entablar las
negociaciones es justamente Pueyrredón de quien le dice que es uno de los más
entregados a la causa y que goza de los mejores sentimientos entre muchos de
los que nosotros podríamos llamar “carlotistas”.
12
Epístola enviada por Manuel Belgrano a la Princesa Carlota Joaquina el 9
de agosto de 1809, en Instituto Belgraniano Central, Documentos para la Historia
del General Don Manuel Belgrano, T. 1, Buenos Aires, 1982.
192 Belgrano, la Patria al Norte

desde tierras americanas era muy difícil y poco probable. Para él,
los españoles habían pasado por encima de la autoridad real de la
princesa, por lo que actuaban en contra del poder monárquico y
por fuera de la legalidad.

[...] Nosotros creemos [...] que en V.A.R. está nuestra libertad, propiedad
y seguridad, y es una natural consecuencia que la sostengamos hasta, si es
posible, perder nuestra existencia para tan santa causa [...] 13

Pero la convocatoria a las Cortes de Cádiz hirió de muerte a las


pretensiones de la princesa. Las noticias que llegaban al Río de
la Plata despertaban desconcierto ya que el nuevo virrey, Baltazar
Hidalgo de Cisneros, había sido nombrado por la Junta Central y
no por una autoridad real. Fue entonces que un grupo de porteños,
muchos de los que venían acompañando la idea de la regencia de
Carlota Joaquina, pidieron a Cisneros la convocatoria a un cabildo
abierto. Buenos Aires no aceptó el envío de diputados a las Cortes
convocadas en Cádiz y tampoco reconoció a los representantes su-
plentes que habían sido designados en la península.
El 25 de mayo 1810 en el cabildo de Buenos Aires se conformó
la Junta Provisional Gubernativa a nombre de nuestro Sr. Don Fernando
VII con Cornelio Saavedra —jefe del Regimiento de Patricios—
como su presidente. Manuel Belgrano participó en el Cabildo
Abierto y además fue elegido Vocal de la Junta la cual desconoció
la legitimidad las Cortes de Cádiz. El Cabildo Abierto, que había
decidido la conformación de la Junta de Gobierno porteña, consi-
deraba que la soberanía había retrovertido para todos los “pueblos”,
no solamente para el peninsular, por lo que correspondía al Río de
la Plata conformar su propia Junta.
A pesar de que su carrera militar, impulsada de manera fortuita,
no le permitió seguir desempeñándose en los asuntos diplomáticos,
Belgrano no abandonó sus aspiraciones a lograr la autonomía del
territorio bajo la regencia de una monarquía europea poderosa. A
partir de 1810 se enviaron numerosas misiones diplomáticas para

13
Ibídem.
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 193

lograr el reconocimiento tanto de la corona lusitana como británica


especialmente.
Vamos a mencionar otros intentos que se hicieron a lo largo de
estos años que nos convocan, para lograr un gobierno monárquico
basado en la división de poderes y en la independencia y autonomía
de estos territorios.

El proyecto monárquico presente


en la diplomacia rioplatense

En 1814 el director supremo Posadas envió a Sarratea a Londres


para negociar la independencia por la vía diplomática ya que por
las armas parecía una misión imposible. Antes de ir a Inglaterra
Sarratea viajó a Brasil para entrevistarse con Lord Strangford y
conseguir auxilios y armamento. Los británicos iban a recibir ven-
tajas comerciales a cambio. También intentó llegar a un armisticio
con el marqués de Casa Irujo, enviado de la corona española, que
no prosperó.
Una nueva misión diplomática fue enviada. Esta vez a cargo de
Bernardino Rivadavia y Manuel Belgrano. Algunas de las instruc-
ciones que llevaban estos abogados eran públicas y otras privadas.
Rivadavia debía encontrarse con Sarratea —que todavía estaba en
Londres— para dirigirse juntos a la corte española con el propósito
de felicitar a Fernando VII por haber podido librarse del cauti-
verio y volver al trono. Iban a exponerle la tremenda situación
que habían vivido los territorios americanos signados por cruentas
guerras, libradas por jefes y funcionarios españoles contra sus her-
manos americanos. Y esto había sucedido de esta manera porque
Buenos Aires se había negado a aceptar a las Cortes de Cádiz y al
Consejo de Regencia como poderes legítimos. Querían expresarle
al monarca español que la reacción del Río de la Plata se debió,
sobre todo, a la búsqueda de la legalidad y la legitimidad de los
acontecimientos novedosos que se habían sucedido desde 1808 con
la desafortunada entrada de Napoleón en tierras peninsulares.
Mientras tanto, Belgrano iba a permanecer en Londres. Los ob-
jetivos del Directorio eran claros: conseguir la independencia o por
194 Belgrano, la Patria al Norte

lo menos la libertad civil proponiendo a España una conciliación


basada en la seguridad, la libertad y la justicia.
Si esto no era posible, entonces debían tener “cintura política”
para virar en sus argumentos. Hacer saber al monarca que los ame-
ricanos no aceptaban otra posibilidad que la llegada de un príncipe
español que debía gobernar con una constitución establecida por
las provincias o la dependencia directa de la corona española, que-
dando la administración en mano de los americanos.
Si no se lograba un acuerdo con España, entonces Rivadavia y
Sarratea debían dirigirse a las coronas de Inglaterra, Rusia, Francia
o Alemania. Incluso a los Estados Unidos.
Las instrucciones privadas decían que primero debían intentar
que un príncipe de la Casa Real Británica se dirija al Río de la Plata
para ser coronado. De no ser esto posible, pero aceptando colaborar
con la causa independentista, entonces se facultaba a los enviados
a concederle ventajas comerciales o cualquier prerrogativa que no
comprometiera la libertad.
Pero cuando estaban en Brasil llegaron las noticias de la renun-
cia de Posadas como Director Supremo. En su lugar fue designado
Carlos María de Alvear quien envió de forma confidencial a Ma-
nuel José García con las instrucciones de poner a disposición de la
corona británica las Provincias Unidas en el Río de la Plata, ante
las adversas circunstancias en las que se encontraba el territorio
rioplatense. Rivadavia y Belgrano intentaron convencer a García
de lo perjudicial que eso era para la causa de la independencia por
la que tanta sangre había sido derramada desde hacía tantos años.
García llevaba instrucciones para Lord Strangford donde decía,
entre otras cosas, que

[...] cinco años de repetidas experiencias han hecho ver de un modo indu-
dable a los hombres de juicio y opinión que este país no está en edad ni
en estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior
que lo dirija y contenga en la esfera del orden, antes que se precipite en los
horrores de la anarquía [...] en estas circunstancias solamente la Generosa
Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tantos males, acogiendo
en sus brazos a estas Provincias, que obedecerán su Gobierno, y recibirán
sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es el único remedio de
evitar la destrucción del país, a que están dispuestos antes que volver a la
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 195

antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación una existencia


pacífica y dichosa [...] 14

Incluso Alvear había dado otras instrucciones a García, dirigidas


a Lord Castlereagh, donde su pensamiento era aún más explícito:

[...] Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes,
obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan
sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés, y yo estoy
dispuesto a sostener tan justa solicitud para liberarlas de los males que las
afligen. Es necesario que se aprovechen los momentos, que vengan las tropas
que impongan a los genios díscolos, y un jefe autorizado que empiece a dar
al país las formas que sean del beneplácito del rey y de la nación, a cuyos
efectos espero que V. E. me dará sus avisos con la reserva y prontitud que
conviene para preparar oportunamente la ejecución [...] 15

Sin embargo, en las reuniones que tuvo con los comisionados


ingleses no mostró ninguna de las dos cartas, lo que se sumó a la
actitud de los británicos, quienes se mostraron reticentes a expre-
sar cualquier favoritismo hacia la causa rioplatense. La misión de
García terminó abruptamente antes de que pudiera empezar las
negociaciones también con la monarquía portuguesa. Esto se debió
a la caída de Alvear y su reemplazo en el Directorio por Álvarez
Thomas.
García recibió la orden de volver a Buenos Aires y dejar las ne-
gociaciones en manos de Belgrano y Rivadavia que estaban camino
a Europa. Pero las negociaciones en Inglaterra y en España habían
fracasado por lo que Sarratea comunicó a sus compatriotas que la
opción tenía que ser instaurar una monarquía constitucional. Sobre
todo, después de la noticia de que Napoleón había abandonado la
Isla de Elba y había vuelto al poder de Francia. Entonces necesita-
ban un nuevo plan para que España aceptase la independencia.

14
R. F. Garbini, “Factores internacionales que incidieron en la independen-
cia argentina” en AAVV, El Congreso de Tucumán, actitudes, decisiones, hombres.
Publicaciones del seminario de estudios de historia argentina, S.E.H.A., Club
de Lectores, Bs. As., 1966, pág. 153.
15
Ibídem.
196 Belgrano, la Patria al Norte

Fue así como entraron en contacto con Carlos IV, quien se en-
contraba exiliado en Roma, con el objeto de coronar a su hijo me-
nor, Francisco de Paula, en el Río de la Plata bajo una monarquía
constitucional.
Belgrano envió un informe el 3 de febrero de 1816 donde expre-
saba el porqué de estas nuevas negociaciones.

Reflexionamos sobre la materia con aquel pulso y madurez que exigía:


observamos por una parte el estado en que habíamos dejado las provincias y
el de los gobiernos que regían; las disposiciones de la Corte de España para
traer la guerra a nuestros países; la frialdad del gobierno inglés, o no sé si
me atrevo a decir enemigos de nosotros y de todos los demás gobiernos de
América: el interés que manifiesta el resto de las potencias (incluyendo aún
a los Estados Unidos de América) en que nos conservemos unidos a la Es-
paña, con el designio de poder balancear el poder marítimo de la Inglaterra
(…) observamos la reacción que se obraría en la familia de España con esta
hecho: como se le cruzarán sus ideas en contra de la América con él, pu-
diendo nosotros apoyar el proyecto en el derecho que nos asistía e escoger al
Infante, lo mismo que le habían hecho los españoles escogiendo a Fernando
y despojando a su padre del reino [...] así desterrábamos la guerra de nuestro
suelo; y que al fin por este medio conseguiríamos la independencia y que
ella fuese reconocida con los mayores elogios, puesto que en Europa no hay
quien no deteste el furor republicano [...] 16

Para Manuel Belgrano el gobierno monárquico no era incompa-


tible con los derechos de los pueblos y con la elección de estos:

[...] Establecer un gobierno sobre bases sólidas y permanentes, según la


voluntad de los pueblos, en quien estuviesen deslindadas las facultades de
los poderes, conforme a las circunstancias, carácter, principios, educación y
demás ideas que predominan y que la experiencia de cinco años que llevamos
de revolución nos ha enseñado [...] 17

Pero estos planes se ven truncos por dos acontecimientos prin-


cipales. El intento del Conde de Cabarrús de secuestrar a Francisco
de Paula con el fin de cumplir los planes de los comisionados.

16
Instituto Belgraniano, General Belgrano, Apuntes Biográficos, Buenos Ai-
res, 1984, pág. 91 y 92.
17
Ibídem.
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 197

Y la derrota definitiva de Napoleón Bonaparte. Fue entonces que


comenzaron nuevamente las tratativas para lograr un acuerdo con
Fernando VII considerado el legítimo monarca de los territorios
americanos.
El Poder Central decidió que Belgrano retornara a su ciudad
natal para dar cuenta de lo sucedido, mientras Sarratea y Riva-
davia se quedaban en Europa. Belgrano llegó al Río de la Plata a
principios de 1816.
Rivadavia fue reconocido por Buenos Aires para continuar las
negociaciones frente a la corona española. Pero las instrucciones
que tenía eran antiguas y estaba esperando el envío de las nuevas.
Sobre todo, porque ya habían empezado las sesiones del Congreso
General Constituyente. Sin embargo, debido al tiempo transcurrido
en su estadía, las autoridades españolas dudaron de su estadía y no
lo recibieron para conocer sus intenciones. Rivadavia viajó a Fran-
cia para establecer allí nuevos contactos. Una vez que Rivadavia
recibió la notificación de que se había declarado la independencia
de las Provincias Unidas en Sud-América, las negociaciones debían
entablarse partiendo del reconocimiento de esta, para luego decidir
los pasos a seguir. Rivadavia reclamaba la pronta decisión de las
Provincias Unidas del sistema de gobierno a adoptar ya fuera la
monarquía o la república, para así poder concretar definitivamente
su misión europea.

Proyecto monárquico en el Congreso de Tucumán:


¿una opción viable?

Belgrano se hizo presente en el Congreso para dar su punto de


vista sobre la situación que se estaba viviendo en esos momentos.
Participó entonces de la sesión secreta del 6 de julio de 1816.
Primeramente, hizo hincapié en que las potencias extranjeras,
en general, ya no miraban con tan buenos ojos al Río de la Plata
por cómo se fueron sucediendo los acontecimientos desde mayo
de 1810, cayendo en el completo desorden y divisiones en que se
encontraba entonces. Asimismo, resaltaba el hecho de que, desde
198 Belgrano, la Patria al Norte

Congreso de Tucumán.

la caída de Napoleón, se había producido un cambio en las ideas


en el “viejo mundo” por lo que

[...] en el día se trata de monarquizarlo todo: Que la Nación Inglesa con el


grandor y magestad á que se ha elevado, no por sus armas y riquezas, sino
por una constitución de Monarquia temperada había estimulado las demás á
seguir su exemplo: Que la Francia la había adoptado, Que el Rey de Prusia
por si mismo, y estando en el goce de un poder despótico había hecho una
revolución en Su Reyno, y sujetándose a bases constitucionales, iguales á las
de la Nación Inglesa; y que esto mismo habían practicado otras Naciones
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 199

(…) conforme a estos principios (…) la forma de gobierno mas conveniente


para estas Provincias, seria la de una Monarquia temperada; llamando la
Dinastía de los Incas por la justicia que en si embuelbe la restitución de esta
Casa tan iniquamente despojada del Trono, por una sangrienta revolución que
se evitaría para en lo sucesivo con esta declaración, y el entusiasmo general
que de que poseerían los habitantes del interior, con la sola noticia, de un
paso para ellos tan lisonjero [...] 18

La entronización de un Inca podía despertar desconcierto en


las potencias europeas que entonces iban a hacer todo lo posible
para que el territorio no cayera en manos de sus originales dueños.
Esta propuesta podía generar un acercamiento de algunos espacios
territoriales que estaban alejados de la propuesta revolucionaria
rioplatense.
Belgrano le cuenta a Rivadavia los acontecimientos en el con-
greso: “[...] Yo hablé [...], les hablé de monarquía constitucional,
con la representación soberana de los Incas: todos adoptaron la
idea [...]”.19
El 12 de julio, ante la moción de Laprida de hacer el sello pro-
pio del Congreso, el diputado Bustamante expresó que era mejor
discutir primero la forma de gobierno que adoptarían las Provincias
Unidas para poder hacer alusión a ella en las armas y timbres que
adornarían el sello.
La discusión sobre la forma de gobierno era una necesidad de
primer orden, pero generaba diferencias entre los presentes. Para
Tomás de Anchorena20 la opción monárquica con la entronización

18
Actas Secretas del Soberano Congreso de las Provincias Unidas en Sud-
América, de 1816- 1819, “Sesión Secreta del 6 de Julio de 1816” en Ravignani,
Emilio, Asambleas Constituyentes Argentinas, Tomo 1, 1813- 1833, Talleres S.A. Casa
Jacobo Peuser, Ltda., Buenos Aires, 1937.
19
Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano..., cit. Pág. 362 y 363.
20
Tomás Manuel de Anchorena, fue un abogado nacido en Buenos Aires
en 1783. También se doctoró en la Universidad San Francisco Xavier en Charcas,
y cuando terminó sus estudios decidió volver a su ciudad natal, donde fue uno
de los regidores del Cabildo de Buenos Aires, donde se inició la revolución en
mayo del 10. Fue secretario de Manuel Belgrano en el ejército que se dispuso
para la expedición a Charcas, participando en las Batallas de Tucumán y Salta.
Cuando se eligieron los diputados para el Congreso, Buenos Aires lo designó
200 Belgrano, la Patria al Norte

de un Inca era una locura, una idea descabellada de Belgrano que


no había que dejar que prosperase. Su testimonio quedó registrado
en una carta que le envió a Juan Manuel de Rosas y que la trans-
cribe Mitre.21
El diputado Acevedo estuvo de acuerdo con la moción de Busta-
mante y pidió que de inmediato se comenzara con el debate sobre
la forma de gobierno. Por su parte expresó que se inclinaba por la
monarquía temperada en la dinastía de los Incas y sus legítimos
sucesores designándose desde que las circunstancias lo permitiesen
para sede del gobierno la misma ciudad de Cuzco, que había sido
antiguamente su corte.22 Esta moción fue apoyada por otros dipu-
tados entre los que se encuentra el tucumano Thames.

representante de esa ciudad. Fue representante de la Legislatura de su ciudad


natal, en la década de 1820, y fue Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores
de Buenos Aires durante el periodo 1831-1832 en el Gobierno de Juan Manuel
de Rosas. Murió en su ciudad natal en 1847. En la sesión del Congreso del 6 de
agosto de 1816 se proclamó en contra de la forma monárquica de gobierno con la
entronización de un Inca, “…haciendo observar las diferencias que caracterizaban los
llanos y altos del territorio, y el genio, habitudes y costumbres de unos y otros habitantes,
decidiéndose por la mayor resistencia de los llanos á la forma monárquica de gobierno,
y por la posibilidad moral de conformar á unos y otros baxo la misma forma y gobierno
que se adoptase para los de las montañas; concluyendo con que á vista de las dificultades
que estas diferencias ofrecen, el único medio capaz de conciliarlas era, en su concepto,
el de la federación de provincias…”. Redactor del Congreso Nacional, 17 de octubre
de 1816, sesión del 6 de agosto de 1816.
21
Ibídem.
22
Redactor del Congreso Nacional, número 10, 3 de octubre de 1816. Sesión
del día 12 de julio. Miguel Antonio Acevedo, nació en Salta, el 25 de mayo de
1770 y fue Presbítero y abogado, tras estudiar en el Colegio de Montserrat en
Córdoba. Regresó a Salta y participó de la fundación de la Escuela de Filosofía
junto al presbítero Dr. Gregorio Antonio Romero, escuela de la que fue rector
y catedrático. Fue elegido Diputado por Catamarca al Congreso de Tucumán.
Cuando el congreso fue trasladado a Buenos Aires, Acevedo fue su presidente
hasta que se disolvió, siendo reducido a prisión. Puesto en libertad, en 1821, pasó
a secretario de la Sala de Representantes de Buenos Aires. Luego regresó a su
labor de cura en Belén. En Catamarca abrió una escuela, fundó un seminario y
dictó gratis una cátedra de filosofía.
En 1822 redactó el “Proyecto de Constitución” para la Provincia de Catamarca,
que más tarde fue sancionado en 1823. Fue uno de los primeros legisladores de
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 201

Severo Malabia23 se promulgó a favor de la forma monárquica


de gobierno con la coronación de un Rey Inca. Fray Justo Santa
María de Oro24 expresó que estaba de acuerdo con la resolución de
ese tema, pero que antes había que consultar a los pueblos. Oro
respondía a las instrucciones que le habían mandado de su ciudad.
Podemos decir que quizá estaba en contra de la entronización de
un Rey Inca, pero no en contra del proyecto monárquico. En días
posteriores se promulgó a favor la monarquía constitucional sin la
figura de los Incas. Fray Oro estaba en estrechas relaciones con San
Martín, quien le había encomendado la misión de salvaguardar la
libertad y los derechos de este territorio y éste se había puesto a

Catamarca al ser nombrado vocal de la primera constituyente catamarqueña.


También fue diputado por Catamarca en el Congreso General de 1824.
23
José Severo Feliciano Malabia, nació en Chuquisaca en 1787. Realizó sus
estudios en la Universidad de su ciudad natal, en donde se doctoró en teología,
bachiller de cánones y leyes. Participó activamente en la formación de la Junta
en Charcas en 1809 y, al igual que varios de los congresales del 16, fue uno de
los “doctores” que firmaron la famosa Acta a favor de la monarquía y de la
formación de una Junta de Gobierno que resguardara los derechos legítimos de
Fernando VII. Fue elegido por su ciudad natal para representarla en el Congreso
de 1816. En 1820 se instaló en Buenos Aires, donde fue elegido diputado de la
Junta de Representantes de la provincia, de la que fue secretario. Fue investido,
unos años después, como Ministro Diplomático del Perú en Buenos Aires, pero
tuvo que cumplir sus funciones desde Lima por una disputa con Rivadavia.
Falleció en Perú a los 62 años, en 1849.
24
Fray Justo Santa María de Oro, este sacerdote nació en San Juan en
1772. Desde temprana edad ingresó a estudiar al Convento de Santo Domingo,
donde algunos años después, pidió su ingreso a la Orden de los Dominicos. Años
después se trasladó al Convento Principal de Santiago de Chile, en donde fue
ordenado sacerdote. También se graduó en Maestro en Artes y Doctor en Sagrada
Teología. En el vecino país fundó el Colegio San Vicente para estudios eclesiásti-
cos. Por iniciativa del General San Martín, fue elegido diputado al Congreso de
1816, siendo un ferviente propulsor de la independencia. Cuando el Congreso
se trasladó a Buenos Aires en 1817, este regresó a San Juan, hasta que en 1818
fue deportado a Chile. Se vio envuelto en intrigas políticas y un movimiento
en contra de O’Higgins, lo que le valió el exilio a la isla de Juan Fernández, en
donde estuvo preso tres años. Al regresar a su ciudad natal en 1828, fue Obispo
y Vicario Apostólico de Cuyo. Un problema de salud terminó con su vida en
1836.
202 Belgrano, la Patria al Norte

sus órdenes. Sabemos que el General fue un fervoroso partidario


de la monarquía.
El día 19 de julio por la mañana se inauguraron las sesiones con
el propósito de tratar la forma de gobierno. Como era un asunto
de primer orden debía tener la aprobación de un voto sobre dos
terceras partes de sala llena. Entonces pidió la palabra el diputado
Serrano, quien expresó que había abrazado las ventajas de un go-
bierno federal para estos territorios y lo había deseado realmente.
Creía que era el modo de alcanzar la felicidad y los progresos. Pero
que, sin embargo, después de analizar el estado actual del territorio
creía que la forma de gobierno más conveniente era la monarquía
temperada que llevaría a lograr el orden y la unión y la rápida eje-
cución de las providencias de la autoridad que presida la nación. La
monarquía para él iba a conciliar la libertad de los ciudadanos con
el goce de los derechos principales que se reclaman en todo país que
se jacte de ser libre. Acevedo entonces renovó su moción para que
se adoptase la forma de gobierno monárquica con la entronización
del Inca y fue enérgicamente apoyada por el diputado Pacheco.25
Las discusiones fueron dilatadas hasta el 31 de julio, cuando el
diputado Castro26 tomó la palabra al inicio de la reunión. Allí dio un

[...] prolixo razonamiento en favor del monárquico constitucional, por haber


sido el que dio el Sr. á su antiguo pueblo, el que Jesucristo instituyo en su

25
José Andrés Pacheco de Melo, fue un sacerdote salteño, nacido en 1779.
Estudió en Córdoba y continuó sus estudios en Charcas, donde se graduó en
cánones y en 1808 obtuvo el título de abogado. Contribuyó con la difusión del
ideal emancipador a partir de 1810, siendo un elemento importante del Ejército
del Norte. En 1815 Chichas lo eligió diputado para el Congreso. Tuvo una des-
tacada labor y fue uno de los que se opuso a que el Congreso fuera trasladado
a Buenos Aires, pero igualmente participó del mismo hasta su disolución en
1820. En 1823 fue Ministro Secretario del Gobierno de Mendoza, con carácter
interino. Una revuelta lo despojó de su cargo, lo que significó que se alejara
de la vida pública. Si bien les dedicó mucho empeño a las cuestiones políticas,
nunca abandonó su función eclesiástica. No tenemos datos sobre la fecha en la
que falleció.
26
Pedro Joaquín Castro Barros, nació en La Rioja en 1777. Hizo sus pri-
meras letras en Santiago del Estero, para luego trasladarse a Córdoba, donde
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 203

iglesia, el mas favorable a la conservación y progreso de la religión católica, y


el menos sujeto á los males políticos que afectan ordinariamente á los otros;
sostuvo las ventajas del hereditario sobre el electivo, y las razones de política
que habían para llamar á los Incas al trono de sus mayores, despojados de él
por la usurpación de los Reyes de España [...] 27

Apoyaron este argumento los diputados Rivera,28 Sánchez de Lo-


ria,29 Thames y Pacheco de Melo, quien consideró que la cuestión
ya estaba suficientemente discutida por lo que había que pasar a
la votación. Fue entonces que Acevedo agregó que también sería
bueno decidir que la sede del gobierno sea en el Cuzco. El diputado
Gazcón con Aráoz, entre otros, se opusieron a este último punto

se graduó de Bachiller en Filosofía y Letras, donde ya se inclinaba por el sa-


cerdocio. Cursó cuatro años de teología y obtuvo el título de Doctor. En 1800
fue ordenado Presbítero. Volvió a su ciudad natal donde fue nombrado Cura y
Vicario interino en 1810, donde se declaró partidario de la revolución. Fue electo
diputado por La Rioja para participar del Congreso de 1816, y cuando éste se
trasladó a Buenos Aires, fue designado para emprender numerosas misiones
en diferentes ciudades. En 1824 fue electo para asistir al Congreso en Buenos
Aires, pero esta vez, en representación de Corrientes. Sin embargo, renunció
antes de asumir. Acusado de “unitario” por sus acercamientos con el Gral. Paz,
fue apresado por orden de Juan Manuel de Rosas y trasladado a Santa Fe. Tuvo
que emigrar, primero a Montevideo y luego a Chile, donde falleció en 1849.
27
El Redactor del Congreso Nacional..., cit. Sesión del 31 de julio de 1816.
28
Pedro Ignacio de Rivera, nació en Mizque, en el actual territorio de Boli-
via, en 1773. Cursó sus estudios de derecho en la Universidad de Charcas, donde
participó de la reunión de los “doctores” y se proclamó a favor de la formación
de una Junta en 1809. Fue designado por su ciudad natal como representante
en la Asamblea del Año XIII y luego para el Congreso del 16. Siguió siendo
miembro de este, hasta su disolución en 1820. A partir de entonces se alejó de
la vida pública, pero no volvió a su ciudad natal. Falleció en Buenos Aires en
1833.
29
Mariano Sánchez de Loria, nació en Chuquisaca en 1774, donde se gra-
duó de Doctor en Jurisprudencia y Cánones. También fue uno de los fervientes
participantes de la revolución en Charcas en mayo de 1809. Fue elegido por
Charcas como diputado al Congreso y cuando el mismo se trasladó a Buenos
Aires, dejó de asistir. Entonces fue conminado a asistir a las reuniones. Su res-
puesta fue consagrarse a la vida religiosa. Volvió a Charcas y vistió los hábitos
de los clérigos de la Catedral de esta ciudad. Murió en 1842 después de haber
dedicado todas sus horas y conocimiento a Dios.
204 Belgrano, la Patria al Norte

Doctor Pedro Ignacio de Rivera. Diputado por Mizque.

por considerarlo extemporáneo. Aráoz apoyaba fervientemente la


monarquía, pero no así la entronización de un Inca. Entonces La-
prida expresó que como la moción contaba de tres partes a saber,
sistema monárquico constitucional de gobierno, entronización de
un Rey Inca y sede del gobierno, no habían sido lo suficientemente
tratados los tres puntos como para someterlos a votación y se dio
por terminada la sesión.
En agosto se eligió un nuevo presidente para el Congreso, en
donde resultó electo José Ignacio Thames. El mismo 5 de agosto se
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 205

propuso continuar con las discusiones sobre la forma de gobierno


que había quedado pendiente. Entonces

[...] haciendo mérito del principio de derecho, que prescribe la restitución al


poseedor y dueño de lo que se le despojó por violencia, deduxo la que á los
Incas debía hacérseles de la dominación que se les usurpó por los Soberanos
de España [...] 30

El diputado Aráoz entonces

[...] repoduxo que se girase la discusión en el órden correspondiente á los


tres principales artículos designados en sesiones anteriores, empezando por
la forma de gobierno, y ciñiendo los discursos á este preciso punto, pare-
ciéndole impertinentes [...] tratar de dinastía dominante quando aun no se
ha adoptado la forma de gobierno conveniente y de que es suceptible el país
en que habitamos [...] 31

Este tema no volvió a ser tratado en las siguientes sesiones, pues-


to que despertaba grandes diferencias y habían surgido otros temas
que eran de mayor urgencia. En las sesiones sucesivas se tratan te-
mas relacionados con las misiones diplomáticas hacia el extranjero
y los pasos a seguir respecto a la guerra. Se analiza la situación de
Güemes en Salta y las tropas que allí se encontraban. Asimismo, se
evalúan otros planes bélicos, como los del General Rondeau. Les
preocupa también a los diputados el tema económico, ya que la con-
tienda bélica estaba dejando en una apremiante situación el erario
de las ciudades, especialmente las del norte que estaban llevando
el peso mayor de la guerra desde el inicio de la revolución.
En la sesión secreta del 4 de septiembre de 1816 se establecen
las pautas para el envío de la misión diplomática hacia Brasil para
negociar con los portugueses la libertad y la independencia de las
provincias representadas en el Congreso.

30
El Redactor del Congreso Nacional, n° 11, 17 de octubre de 1816, sesión del
5 de agosto de 1816.
31
Ibídem.
206 Belgrano, la Patria al Norte

[...] Se expondrá la grande aceptación del Congreso entre las Provincias,


y la confianza de estas en sus deliberaciones, y que á pesar de la exaltación
de ideas democráticas que se ha experimentado en toda la revolución, el
Congreso, la parte sana é ilustrada de los Pueblos, y aun el común de estos
están dispuestos á un sistema monárquico constitucional o moderado baxo
las bases de la constitución inglesa acomodadas al Estado y circunstancias
de estos Pueblos de un modo que asegure la tranquilidad y orden interior,
y estreche sus relaciones é intereses con los del Brasil hasta el punto de
identificarlos en la mejor forma posible. Procurará persuadirles el interés y
conveniencia que de estas ideas resulta al Gavinete del Brasil en declararse
protector de la libertad e independencia de estas Provincias restableciendo la
casa de los Incas, y enlazándola con la de Braganza, sobre el principio de una
parte de que unidos ambos Estados se aumentará sobremanera el peso de este
continente hasta poder contravalanzear el del viejo mundo, y cortar los lazos
que detendrán los pazos de su política, y le embarazaran la marcha natural á
sus altos destinos [...] si después de los mas poderosos esfuerzos que deberá
hacer el comisionado para recabar la anterior proposición fuese rechazada,
propondrá la coronación de un Infante del Brasil en estas Provincias, ó la
de otro cualquier Infante extranjero, con tal que no sea de España para que
enlazándose con alguna de las Infantas del Brasil, govierne este país baxo de
una constitución que deberá presentar el Congreso [...] 32

Todos los diputados votaron a favor de estas instrucciones. Sólo


Godoy Cruz33 creyó conveniente que en lugar de decir que se quería

32
E. Ravignani, Documentos..., op. cit. Acta secreta del día 4 de septiembre
de 1816, pág. 497 a 501.
33
Tomás Godoy Cruz, nació en Mendoza en 1791. Su padre fue una figura
pública reconocida en su ciudad natal y también participó como vocal de la Junta
de Gobierno del 10. Tomás realizó sus primeros estudios en Mendoza, para luego
pasar a la Universidad de Córdoba. En 1810 decidió ir a la Universidad de San
Felipe en Chile donde obtuvo el grado de Bachiller en filosofía y tres años des-
pués, el de sagrados cánones y leyes. El Cabildo lo eligió Síndico Procurador en
Mendoza, en 1815. En 1816 representó a su ciudad natal en el Congreso, donde
fue uno de los impulsores de la sanción de un Estatuto Provisional de Urgencia,
hasta que se jurara la constitución. Fue un gran amigo y colaborador de San
Martín. Entre 1820 y 1822 fue gobernador de Mendoza, impulsando la actividad
comercial y económica, así como el desarrollo intelectual y cultural de la ciudad.
Creó imprentas, periódicos y estableció la enseñanza pública. En 1830, hubo una
invasión de las fuerzas de Quiroga, por lo que tuvo que emigrar hacia Chile. Allí
se dedicó a la enseñanza y la minería. Volvió a su provincia ya enfermo, y falleció
en 1852, luego de que lo designaran consejero del Gobierno.
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 207

una monarquía se dijera que la opción gubernativa era la república.


Las demás objeciones se hicieron nuevamente en torno a la posi-
bilidad de coronar al Inca.
Tomás de Anchorena escribió en una misiva personal que la
monarquía no fue rechazada
[...] y ridiculizada en el público porque hubiéramos proclamado, o porque nos
hubiésemos ocupado de discutir si debíamos proclamar un gobierno monár-
quico constitucional, sino porque poníamos la mira en un monarca de la casta
de los chocolates, cuya persona, si existía, probablemente tendríamos que
sacarla borracha y cubierta de andrajos de alguna chichería para colocarla en
el elevado trono de un monarca, que deberíamos tenerle preparado [...] 34

Como vemos, la intención seguía siendo la de formar una mo-


narquía constitucional en el Río de la Plata.
La forma de gobierno quedaba así en suspenso de definirse. En
febrero de 1817 el Congreso fue trasladado a Buenos Aires. Ese
mismo año se incorporó al Congreso Jaime Zudañez, quizá el único
verdaderamente republicano de los congresales. Por cuestiones eco-
nómicas no había podido incorporarse a las reuniones en la ciudad
de Tucumán. Era una activa figura política que había participado
de la formación de las Juntas de Chuquisaca y La Paz.
La ocupación de los portugueses de la Banda Oriental despertó
el descontento general en las potencias europeas que veían con
malos ojos el avance lusitano en América. Las principales poten-
cias del “viejo mundo” bregaban para que España hiciera un pacto
con los territorios ultramarinos y estableciera monarquías regidas
por reyes españoles. Pero para los americanos no era esta una so-
lución, puesto que tenían temor al rechazo de Fernando VII de la
independencia.
Francia temía que los territorios americanos consiguieran su
independencia y quedaran dentro de la órbita exclusiva de Ingla-
terra, lo que traería perjuicios comerciales para todas las demás
potencias. Además, tenía miedo también de que se formaran go-
biernos republicanos ante las dilatadas discusiones del Congreso de
las Provincias Unidas, por lo que creyó oportuno que España re-

34
Bartolomé Mitre, Historia de..., cit.
208 Belgrano, la Patria al Norte

cuperara sus antiguas colonias. La solución era entonces reconocer


la independencia de las Provincias Unidas y establecer gobiernos
monárquicos constitucionales.
De esta manera fue cómo surgió la candidatura del Conde De
Luca para gobernar el Río de la Plata. Los franceses entraron en
negociaciones con Pueyrredón, quien en 1818 envió a José Valentín
Gómez a Francia para que escuchara la propuesta. La propuesta era
coronar al Conde De Luca, sobrino de Fernando VII, con Francia
como mediadora y protectora de los derechos de los rioplatenses
frente a los españoles. Si bien Gómez no tenía instrucciones preci-
sas sobre la posición a adoptar, expresó que ninguna negociación
sería válida si no se aseguraba la cesación de la guerra contra Espa-
ña, el cuidado de la integridad del territorio del ex virreinato y los
auxilios necesarios para sostener las situaciones de las provincias.
El 12 de noviembre de 1819 se reunieron los diputados en se-
sión secreta para tratar los puntos sobre los cuales se basarían las
negociaciones para aceptar la instauración de una monarquía cons-
titucional en el Río de la Plata.
En esta reunión se estableció conseguir el consentimiento de las
cinco altas potencias de Europa y aun de la misma España para la
entronización del Conde. Asimismo, se establecía que éste debía
contraer matrimonio con una princesa del Brasil teniendo como
fin la renuncia por parte de S. M F. de todas sus pretensiones a los
territorios que poseía la España. Como tercera cláusula se establecía
que Francia se comprometía a asistir al monarca en cuanto necesite
para afianzar la monarquía en estas tierras, que debían compren-
der todo el territorio del ex virreinato del Río de la Plata, lo que
incluía por supuesto, los territorios de Charcas, Paraguay, la Banda
Oriental y las “provincias unidas”. Estas provincias reconocerían al
nuevo monarca sin cambiar sus constituciones, siempre que fueran
compatibles con el sistema monárquico de gobierno. Este proyecto
no se llevaría a cabo en caso de que Inglaterra no mirara con bue-
nos ojos la entronización de De Luca.35

35
E. Ravignani, Documentos...,cit. Sesión Secreta del día 12 de noviembre de
1819, pág. 576 y 577.
M. C. Guerra Orozco: Debates sobre la monarquía. El protagonismo de Belgrano 209

Sin embargo, Fernando VII no estaba dispuesto a negociar nada


con los territorios “insurrectos” a los que aspiraba a reconquistar
para la corona.
Las negociaciones para la entronización del Conde De Luca
encontraron un territorio rioplatense envuelto en luchas facciosas,
disputas interprovinciales, un marcado centralismo porteño, la ocu-
pación portuguesa a la Banda Oriental. En este contexto era muy
improbable que ese proyecto se pudiera concretar.
La constitución redactada en 1819 tiró por tierra el intento de
conformar una unión entre los territorios que conformaban el te-
rritorio del Río de la Plata. A partir de 1820 se abrió el proceso de
conformación de las autonomías provinciales ante la inexistencia
de un Poder Central.
Durante el gobierno de Sarratea, después del fracaso del proyec-
to monárquico, se inició un proceso a todos aquellos que se habían
pronunciado a favor de esta forma de gobierno. Malabia, en su
defensa de las acusaciones de alta traición por defender el monar-
quismo expresó que en las instrucciones que tenía expresamente le
encargaban que promoviese con la eficacia posible la conservación
de la religión católica del Estado y el establecimiento de una mo-
narquía constitucional.36

Consideraciones finales

Como hemos analizado a lo largo de este trabajo la opción monár-


quica de gobierno fue muy importante en el proceso de revolución
e independencia en nuestro territorio. Manuel Belgrano fue uno de
sus principales promotores desde antes que se iniciara el proceso
revolucionario. Lejos de tomar como contradictoria esta opción
por la monarquía con sus ideales revolucionarios podemos analizar
que Belgrano fue un hombre de su época muy comprometido con
la política y el bienestar de los pueblos. El recuerdo tan cercano

36
Dardo Pérez Guilhou, Las ideas monárquicas en el Congreso de Tucumán,
Ed. De Palma, Buenos Aires, 1966, pág. 30.
210 Belgrano, la Patria al Norte

del intento de república francesa en el contexto de la revolución


iniciada en 1789 puede haber favorecido a contemplar la monarquía
como el mejor sistema de gobierno posible.
La situación de excepcionalidad abierta por la ausencia del rey
español a partir de 1808 provocó un proceso largo y complejo en
los territorios americanos, los que fueron respondiendo de diversa
manera. Sin embargo, el resultado final hacia mediados del siglo
XIX fue la independencia y la formación de repúblicas a lo largo
y ancho del territorio.

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———, Candidata a la corona. La infanta Carlota Joaquina en el laberinto de las
revoluciones hispanoamericanas, Buenos Aires, Siglo XXI, 2015.
P. L. Cornet: Penurias y contrariedades de Belgrano en el Norte 211

Penurias y contrariedades
de Belgrano en el Norte

Pedro León Cornet 1

D
esde que Bartolomé Mitre publicara su Historia de Belgrano
y de la Independencia Argentina en 1857, cobra nacimiento
nuestra historiografía independentista, considerada des-
pués como la “historia oficial”, para distinguirla de los ulteriores
trabajos e investigaciones que fueron adquiriendo distintas ópti-
cas del apasionante período de tiempo de los primeros diez años
transcurridos desde Mayo de 1810. Y es inapartable de aquella
primera visión, la imagen de Manuel Belgrano como paradigma
de patriotismo, honestidad, entrega y desinterés, al punto que sea
justificadamente calificado como “artífice de la Nación” y “soldado
de la libertad”.
El creador de la bandera, el abogado que fuera uno de los máxi-
mos exponentes de la causa revolucionaria, el devenido militar que
luchó infatigablemente conduciendo ejércitos maltrechos pero ani-
mados por la llama de la victoria o resignados ante las derrotas, dejó
enseñanzas que generaciones de argentinos han venido apreciando
cada vez con mayor dimensión y claridad, con su ejemplo de vida
y de sacrificio. Y esta veneración generalizada por el prócer, acep-

1
Abogado. Escritor. Miembro de Número de la Junta de Estudios Históri-
cos de Tucumán.
212 Belgrano, la Patria al Norte

General Manuel Belgrano. Litografía, S. XIX.


P. L. Cornet: Penurias y contrariedades de Belgrano en el Norte 213

tada por cualquier sector investigativo que haya incursionado en


su gesta, es, desde luego, totalmente merecida.
Pero en esta breve nota, nos proponemos rescatar algunos mo-
mentos poco felices de la trayectoria de Belgrano los que, aunque
no fueron pocos ni tenues, muestran con mayor nitidez el inmen-
so valor de la constancia en sus ideales, su temple acerado en el
propósito libertario, su profundo amor por la causa motivante de
sus luchas.
Para situarnos en el tiempo y espacio en que se produjeron esas
contrariedades, por llamarlas de alguna manera simple, advirtamos
que tras la malograda campaña al Paraguay, la primera a su cargo
donde no tuvo militarmente ningún éxito, debió marchar desde
Rosario hacia el Alto Perú, para hacerse cargo del maltrecho ejér-
cito que venía también sumamente disminuido material y moral-
mente. En marzo de 1812 en Yatasto toma el mando de la tropa
mal armada e indisciplinada que recibía el casi pomposo nombre
de Ejército Auxiliador del Perú. Derrotado en Huaqui en junio de
1811, en enero de 1812 tuvo otro traspié en Nazareno, tras lo cual
su jefe, Juan Martín de Pueyrredón solicitó el relevo. Belgrano se
dispuso a organizarlo todo, lo que representaba una tarea mayúscula
porque de todo se carecía.
Largo sería detallar la esforzada actividad del patriota, recla-
mando a la distante Buenos Aires constantemente la provisión de
toda clase de auxilios, para chocar con la incomprensión de los
conductores políticos, tan alejados del teatro de operaciones bé-
licas, aquellos hombres que “nunca sintieron silbar las balas” como
escribiera el general.
La orden política, como se ha relatado tantas veces, era retro-
ceder, tratar de llegar a Córdoba desde el lejano norte y considerar
la posibilidad de atrincherarse allí. Ocurre entonces la primera de
las dos grandes desobediencias que salvaron la patria: Belgrano
dispone el éxodo jujeño dejando tierra arrasada, para comenzar a
cumplimentar el instructivo gubernamental, pero en plena retirada,
mucho antes del destino establecido, resuelve enfrentar al ejército
realista que lo perseguía tenazmente. Decimos la primera, porque
la otra gran desobediencia sería nada menos que la de San Martín,
que se resistió a regresar al litoral con el Ejército de los Andes para
214 Belgrano, la Patria al Norte

enfrentar a los caudillos, como lo ordenaba Buenos Aires y marchó


decididamente hacia Chile para la mayor hazaña militar de aquella
época que culminó con la liberación del país trasandino.
Volviendo a Belgrano, veamos que en el camino del sacrificado
y valeroso éxodo lo asaltaron terribles momentos de decepción.
Leamos lo escrito por su propia mano:

No me descuido de proceder por acá con toda la energía posible y así he


podido conseguir aumentar mi fuerza de reclutas, y si me diera tiempo el
enemigo, lograría avivar a estas gentes que son la misma apatía; estoy con-
vencido de que han nacido para esclavos, y de que necesitan sufrir más al
vivo los rigores del despotismo para que despierten del letargo.

Así se expresaba en carta a Bernardino Rivadavia fechada en


Jujuy el 19 de agosto de 1812, vale decir, en vísperas del comienzo
del éxodo.
En marzo de ese esforzado año 12, había llegado a Tucumán
por primera vez, haciendo cumplir de inmediato la asunción del
nuevo Gobernador Intendente de Salta (que comprendía también
a Jujuy, Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero), a quién de-
bió tomársele juramento en Tucumán, por encontrarse la ciudad
de Salta en poder del enemigo. Éste, era un tucumano ilustrado
y patriota, aunque algo veterano para la febril gestión que exigía
el cargo. Finalmente, el doctor Domingo José García, que de él
se trata, logra instalarse en Salta y, ya en julio, informa al poder
central el estado calamitoso de las finanzas, comunicando que ante
los permanentes requerimientos de Belgrano debió proceder a un
empréstito público, y aun a los fondos personales y de algunas
personas vinculadas, para poder hacer entrega al ejército de caba-
llos, mulas y equipamiento, además de los escasos reclutas que se
conseguían por esos lugares.
Cuando el 29 de julio Belgrano, desde Jujuy emite el famoso
bando donde ordena el abandono de los pueblos y la marcha ha-
cia el sur, García debe, a su vez, afrontar, al igual que Belgrano, la
negativa del Cabildo salteño. Los capitulares entendían que la falta
de caballada y de gente tornaba imposible extraer todo el ganado.
Decían que hacerlo requería “4.000 hombres y, a proporción, otros
tantos caballos para recogerlo y sacarlo hasta la jurisdicción del
P. L. Cornet: Penurias y contrariedades de Belgrano en el Norte 215

Tucumán”. Sostenía el Cabildo que la medida de Belgrano dejaba


a Salta “sin auxilios para cuando se la reconquistara” y opinaban
que, para privar al enemigo de caballos y mulas mansas, bastaba
con arrearlos a puntos difíciles y custodiarlos con partidas. Así se
evitaba “el sacrificio total de las pobres familias que no pueden
seguir al ejército”.
Pero el general Belgrano tiene otra visión de las circunstancias.
Dice, en carta a Rivadavia, que García es bueno, pero “para un país
donde haya paz octaviana”. Belgrano era un hombre exigente y las
circunstancias requerían en todos los responsables ánimo bélico,
comportamientos direccionados casi exclusivamente a la victoria
militar. La actitud patriótica no le era suficiente, y, aunque algunas
veces juzgaba a los hombres con demasiada celeridad, Belgrano te-
nía juicios profundos. García renunció en octubre, después del gran
triunfo de Tucumán, y tras el pleno reconocimiento de su buena
gestión por parte del Triunvirato, Belgrano lo designó Auditor del
Ejército, en tanto que, a su pedido, Feliciano Chiclana reemplazó
a García en Salta.
La premura en lograr abastecimientos, obtener reclutas, con-
seguir armamentos, caballos, mulas y al mismo tiempo organizar
y adiestrar a la tropa, lidiar con oficiales ineptos, y encima dirigir
el abandono de los pueblos y la marcha de la gente hacia el sur,
era abrumadora. Belgrano se quejaba que los hacendados salteños
le negaran caballos y mulas, mientras las vendían a buen precio a
los españoles. Pero ejercía el mando férreamente y sus órdenes no
permitían ningún incumplimiento, a riesgo de fusilamiento, sin
proceso alguno.
Lo cierto era que, mayoritariamente, el pueblo obedecía las fu-
ribundas órdenes. El gobernador García, ese mismo mes de agos-
to, desde Salta, se dirigía al Cabildo de Tucumán incitando a los
tucumanos a imitar el esfuerzo de Salta y Jujuy. “Asombra ver a
los hijos de esta ciudad y de Jujuy, abandonar a sus padres, a sus
madres viudas, sus hogares y todos sus intereses para correr a re-
unirse con el más pobre, con el más triste artesano que arrojó su
taller para tomar las armas en defensa de la Patria”. Agregaba que
“[...] en Salta no ha quedado un teniente coronel, ni un coronel de
los ancianos retirados que no esté en el cuartel general”.
216 Belgrano, la Patria al Norte

Es comprensible la aflicción de Belgrano, ante el avance de las


tropas de Tristán, un verdadero y bien equipado ejército, experi-
mentado y doblemente numeroso, y la dificultosa marcha de po-
blación civil con la alicaída milicia patriota. Informaba a Rivadavia
que

[...] la retirada voy haciéndola con pausa y con el mayor orden posible. Hasta
ahora [lleva fecha 31 de agosto] se han desertado pocos, y según mis medidas
no han de ser muchos los que se me vayan: lo que hay es que no se duerme,
se come poco y se trabaja mucho; pero no hay otro remedio para conseguir
aquel fin.

Otro motivo de penuria del recto general, nada menor, era la


escasa formación militar de sus oficiales, y hasta la desconfianza
que le provocaban algunos. En un triste documento (carta a Rivada-
via, de agosto), hace alusión a oficiales involucrados en la revuelta
de del 5 y 6 de abril de 1811, que pretendió expulsar de la Junta
a los morenistas y cambiar el mando de las tropas, propósito que
comportaba también el alejamiento del propio Belgrano.
Pedía a Rivadavia que

no envíen a Martín Rodríguez a este ejército: estoy convencido que no hay


uno bueno de los del 5 y 6 de abril; aquí tengo a uno de ellos, don J.R. Bal-
carce, que se halla sindicado de complicación en el robo que se acumula a
Antonio Rodríguez, hermano de aquél, a un tal Cossio y a un oficial Noailles
que se delató y delató a aquellos; puede que no sea cierto; pero si lo fuese,
¿qué es lo que no debemos esperar de un hombre que así mancha su honor?
[Agrega que] este ejército, lejos de conceptuarse haya perdido tanto: lleno
de hombres viciosos, y sin quien los contuviese ¿qué habría de suceder?
Pero usted verá, que esto solo sirve para contraerme los odios, pero nada me
importa procediendo con justicia.

No obstante la dolorosa queja, generosamente Belgrano pide


que envíen a Dorrego “todo un oficial”, que aunque hubiere estado
comprometido en la segunda proclama (se refiere a la del 6 de abril)
“no me lo detengan ustedes; le necesito mucho”
Pocos días después, las conjeturas de Belgrano cobrarán realis-
mo. Los primeros días de septiembre aleja a Balcarce enviándolo
a la difícil tarea de disponer al pueblo de Tucumán para la entrega
P. L. Cornet: Penurias y contrariedades de Belgrano en el Norte 217

de armas y bastimentos al ejército en marcha, en tanto que sus


oficiales más adictos, Eustoquio Díaz Vélez y su sobrino Gregorio
Aráoz de Lamadrid enfrentan en Las Piedras a una avanzada del
ejército realista, venciéndola totalmente y captura prisioneros. Para
cuando llegue el 24 de septiembre, en el glorioso enfrentamiento de
Las Carreras, el recién incorporado Dorrego tendrá una destacada
actuación en la batalla.
El arribo de Juan Ramón Balcarce a San Miguel de Tucumán y
los rumores de que Belgrano había recibido orden del Triunvirato
de retirarse hasta Córdoba, produjo alarma en la ciudad. Los temo-
res de los cabildantes y el alejamiento del teniente de gobernador
Ugarte, serían otras causas de dolor en el valeroso general. Así lo
relató, algún tiempo después en sus Memorias.
Balcarce pedía a los tucumanos la entrega de armas, animales,
monturas y se generalizó el temor de que deba correrse la misma
suerte que Jujuy. Cundió el pánico, y tanta aflicción llegó —como
era previsible— a oídos del general, que ya maduraba otras salidas
para tanto dolor.
Afortunadamente, las cosas cambiaron radicalmente. Sin la parti-
cipación del gobierno local, los principales hombres del pueblo, en-
cabezados por Bernabé Aráoz y su importante familia, prontamente
se dirigieron al campamento de Belgrano, en La Encrucijada, sitio
ubicado al norte de la provincia, pero en el camino hacia Santiago
del Estero sin pasar por la ciudad. Allí plantearon decididamente
la posibilidad de producir el enfrentamiento con los españoles, para
lo que ofrecieron dinero, armas, caballos y milicianos en abundante
número, y la completa colaboración del pueblo, convencidos que
se jugaba el destino y la libertad en esa acción.
Era lo que necesitaba Belgrano, que ya, apesadumbrado por tan-
tas dificultades, había asumido ejercer la sublime desobediencia. El
14 de septiembre, informa a Rivadavia:

Escribí al gobierno de la resolución que he tomado, y que no hay arbitrio


para separarme de ella: sé que los enemigos se me acercan; pero me dan
tiempo para reponerme algún tanto, y mediante Dios, lograr alguna ventaja
sobre ellos. Retirarme más e ir a perecer es lo mismo, y poner a la Patria en el
mayor apuro. Perdemos para siempre a esta provincia, aumentamos la fuerza
del enemigo con buenos soldados y seremos el objeto eterno de la execra-
218 Belgrano, la Patria al Norte

ción. El único medio que me queda es hacer el último esfuerzo, presentando


batalla fuera del pueblo, y en caso desgraciado encerrarme en la plaza para
concluir con honor; esta es mi resolución que espero tenga buena ventura,
cuando veo que la tropa está llena de entusiasmo con la victoria del 3, y que
mi caballería se ha aumentado con hijos de este suelo que están llenos de
ánimo para defenderlo.

Esta bellísima correspondencia, cierra con un párrafo que hoy


nos emociona profundamente:

Algo es preciso aventurar, y ésta es la ocasión de hacerlo: felices nosotros


si podemos conseguir nuestro justo fin, y dar a la Patria un día de satisfac-
ción, después de los muchos amargos que estamos pasando.

Y hay una posdata fechada el 19 de septiembre, igualmente de


significativo valor histórico en la que se auto menciona:

Belgrano no puede hacer milagros: trabaja por el honor de su patria y por


el de las armas cuando le es dable, y se pone en disposición de defenderse
para no perderlo todo; pero tiene la desgracia de que siempre se le abandone,
o que sean tales las circunstancias que no se le pueda atender: Dios quiera
mirarnos con ojos de piedad y proteger los nobles esfuerzos de mis compañe-
ros de armas que están llenos del fuego sagrado del patriotismo, y dispuestos
a vencer o morir con su siempre... Belgrano.

En ese convencimiento, asumía un compromiso de vida o muer-


te no solamente para los confrontantes, sino para él mismo, y te-
nía muy en claro que en Tucumán se resolvería el destino de la
revolución y sus dudas y desconfianzas también enfrentarían un
choque con la realidad para hundirse en la desilusión o renacer en
la esperanza.
Las largas desventuras, los desvelos y las amargas disconformi-
dades de Manuel Belgrano, comenzarán a disiparse a muy pocos
días. En la impresionante batalla del 24 de septiembre de 1812, en
el Campo de las Carreras, la ayuda divina que tanto imploraba, y
el inmenso coraje de las milicias de Jujuy, de Salta y del gauchaje y
pueblo tucumano sumaron al Ejército Auxiliar del Perú para produ-
cir la victoria más resonante y significativa de la Independencia.
P. L. Cornet: Penurias y contrariedades de Belgrano en el Norte 219

La derrota del soberbio ejército de Tristán fue estrepitosa. Y a


pocos meses, ya rearmados los realistas recibieron el golpe de gra-
cia en la propia ciudad de Salta, donde Belgrano batió totalmente
a esa fuerza, produciendo el hecho irrepetible en toda la historia
americana, de que un ejército español completo se rendiría ante los
libertadores criollos.
Las vicisitudes del general, entre el 24 de septiembre de 1812
y el 20 de febrero de 1813 no cesaron totalmente. Fue necesario
proseguir con el imparable afán de dirigir la campaña asumiendo
todos los compromisos de la hora. Lejos de pedir al gobierno fa-
vores o ventajas, expresaba:

Pólvora y plata necesito; vestuarios también, aunque de estos hago traba-


jar lo que puedo; pero conozco lo que importa tener la tropa aseada.

Por esos meses febriles, en el espíritu del general subyacen to-


davía las sombras de sus malogrados entusiasmos. Probablemente,
el de la bandera sea tal vez el más significativo. Recordemos: en
Rosario, henchido de entusiasmo, enarboló la primera enseña pa-
tria, celeste y blanca, con los colores de la escarapela que ya había
sido aceptada por el gobierno. Efectivamente, el 18 de febrero de
1812 el Triunvirato había aprobado la escarapela. Y el 27 del mismo
mes, Belgrano informaba al gobierno que:

Siendo preciso enarbolar Bandera y no teniéndola la mandé hacer blanca


y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional; espero que sea de
la aprobación de V.E.

Partió hacia el Alto Perú, y en Jujuy en solemne ceremonia la


hizo bendecir públicamente en la iglesia y ante el pueblo y la tropa.
Ya en el tiempo de preparar el éxodo, la retirada, con el desánimo
de todo ello seguramente provocaba, recibe recién las rotundas
órdenes de Buenos Aires: nada de bandera. Velozmente hay que
deshacerse de ella, mostrar al mundo que no se pretendía erigirse
en una nación independiente, regresar a la careta de Fernando, el
rey, para que, en definitiva, los ingleses, aliados momentáneos de
España, tomen a la revolución como una revuelta cívica originada
220 Belgrano, la Patria al Norte

en la invasión napoleónica. En la tristísima carta que envía a Ri-


vadavia desde Jujuy el 18 de julio, confiesa que

[...] debo hablar con la ingenuidad propia de mi carácter, y decirle, con todo
respeto, que me ha sido sensible la represión que me da en su oficio del 27
del pasado, y el asomo que hace de poner en ejecución su autoridad contra
mí, si no cumplo con lo que se manda relativo a la Bandera Nacional, acu-
sándome de haber faltado a la prevención del 3 de marzo, por otro tanto que
hice en el Rosario.

Belgrano acató. Se excusó, manifestando que jamás había queri-


do desobedecer, que lo ocurrido es por no haber recibido oportuna-
mente las comunicaciones. Pero no dejó de advertir que

[...] la Bandera la he recogido, y la desaharé [...] pues si acaso me preguntaren


por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria por el
Ejército, y como éste está lejos, todos habrán olvidado y se contentarán con
lo que les presente.
[...] Puede hacer de mí lo que quiera, en el firme supuesto de que hallán-
dose mi conciencia tranquila [...] recibiré con resignación cualesquier pade-
cimiento, pues no será el primero que he tenido por proceder con honradez
y entusiasmo patriótico.

¡Qué palabras! Qué lucidez de espíritu, qué dignísimo sacrificio


del auténtico patriota, y qué humildad; pero al mismo tiempo, qué
visión profética del destino de su gesta! A menos de dos meses de
esa dolorosa correspondencia, se produjo el triunfo, la “gran victo-
ria del Ejército” que su corazón anhelaba. En Tucumán, un 24 de
septiembre, renace y cobra plena legitimidad nuestra bandera.
Y Belgrano lo tiene tan claro, que, al marchar hacia Salta en per-
secución de Tristán, no deja pasar la oportunidad, y a las orillas del
río que separaba los territorios, decididamente forma solemnemente
al ejército y lo hace desfilar, saludar y besar a la bandera, mientras
juraban obediencia al Congreso (Que recordamos como Asamblea
del año XIII). Desde ese Juramento, la enseña celeste y blanca
nunca más será arriada. En la batalla de Salta, el 20 de febrero de
1813, flameará triunfal, en pleno combate, por primera vez.
El éxito rotundo de ambas batallas no produjo envanecimien-
to en la definida personalidad de Belgrano. Rechazó los halagos
P. L. Cornet: Penurias y contrariedades de Belgrano en el Norte 221

personales y el supremo título de Capitán General que le otorga-


ra el gobierno, pidiendo, en cambio el ascenso de su segundo, el
tucumano Díaz Vélez. Y qué decir del destino que dio al premio
material de muy alto valor, con el que pidió de construyan cuatro
escuelas en ese Norte, teatro de la guerra que alojó con respeto y
veneración a ese hombre íntegro, hasta que sus fuerzas físicas y
anímicas declinaron.
Pero en febrero de 1813 todavía le aguardaban largos años de
esfuerzos, de penurias, de combates, sus dos batallas perdidas y sus
cuatro años de afincamiento en Tucumán, dirigiendo y enseñando
al ejército, haciendo docencia y periodismo, sin que jamás decaiga
su temple, su honestidad y recta conducta.
No es el propósito de estas líneas adentrarse en las extensas
penurias de Belgrano. Hemos simplemente rozado algunas, en los
momentos de mayor júbilo y triunfos. Y debemos pensar que si
así fueron sus angustias, sus dolores, en tan exitoso tiempo, cuanto
más lo habrán sido después, en los fragorosos episodios que aun
debía padecer. Todavía restaban en su vida Vilcapugio, Ayohuma,
la resignada pérdida del mando, las inocuas gestiones diplomáticas
en Inglaterra, el padecimiento de sus enfermedades y hasta el des-
conocimiento y apresamiento en la revuelta de 11 de noviembre de
1819 que llevara a cabo Abraham González en Tucumán, donde el
médico impidió que lo engrillaran. Y muchas más, que sobrellevó
con auténtico heroísmo.
Cuando regresaba a Tucumán desde Córdoba, en agosto de 1819,
escribía a Tomás Guido con notoria resignación pero con la espe-
ranza habitual de su espíritu, expresándole que

[...] parece que la enfermedad me quiere dejar: llevo unos cuantos días de
alivio y espero que el sol, aproximándose más, me restituirá a mi antigua
robustez, si me dejan vegetar siquiera cuatro meses, que son los que voy a
contar de padecimientos e incomodidades.

Un retorno doloroso, pero que ni aun así lo alejaba de su mi-


sión. Dijo entonces, en una de sus últimas cartas, al gobernador
de Córdoba:
222 Belgrano, la Patria al Norte

La conservación del ejército pende de mi presencia; sé que estoy en pe-


ligro de muerte, pero aquí hay una capilla donde se entierran los soldados y
también se puede enterrar a un general.

El deterioro final corría paralelo con los sinsabores que le tocó


vivir en sus últimos tiempos en la provincia que amaba. Se fue de
Tucumán en febrero de 1820, en el agobio de sus padecimientos,
en el peor de los viajes que lo conduciría a su casa natal, en Buenos
Aires. El trayecto fue un martirio para el prócer .El 1º de abril lo
bajaron de la volanta que lo transportaba en la quinta familiar del
actual partido de Vicente López. Desde allí escribió a un tucumano,
Celestino Liendo, tío de Dolores Helguero, su último amor y pa-
drino de Manuela Mónica, la hija que tuvo con Dolores, pidiéndole
noticias de la niña.
Desde San Isidro, el doctor Redhead, su médico, que le acom-
pañó desde Tucumán, se ocupó de hacerlo llegar hasta Monserrat,
a la casa de donde ya no saldría más.
A las siete de la mañana del pálido 20 de junio de 1820, en
Buenos Aires, el corazón del héroe de Las Piedras, de Tucumán y
de Salta, del creador de la enseña nacional y forjador de la inde-
pendencia, cesó de latir.
Belgrano, artífice de la Nación, soldado de la libertad.

Bibliografía consultada

Mitre, Bartolomé: Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Buenos


Aires, Juventud Argentina, 1945.
Academia Nacional de la Historia: Epistolario Belgraniano, Buenos Aires,
1970.
De Marco, Miguel Ángel: Belgrano, artífice de la nación, soldado de la libertad”;
Emecé, Buenos. Aires, 2012.
Belgrano, Mario: Historia de Belgrano, Buenos. Aires, Espasa-Calpe, 1944.
Aráoz de La Madrid, Gregorio: Memorias”, Buenos. Aires, Jackson, 1944.
Paz, José María: Memorias póstumas”, Buenos Aires, Hispanoamérica Ediciones
Argentina, 1988.
Pérez Amuchástegui, Antonio J.: San Martín y el Alto Perú, 1814; Ediciones
Fundación Banco Comercial del Norte, Tucumán, 1976.
P. L. Cornet: Penurias y contrariedades de Belgrano en el Norte 223

Cornet, Pedro León: “Noticia sobre la vida y méritos del doctor Domingo José
García (1759-1834), en Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán
Nº 14, San Miguel de Tucumán, Diciembre 2014.

Todas las citas de correspondencia han sido extraídas de la bibliografía consulta-


da, principalmente del Epistolario Belgraniano, editado por la Academia Nacional
de la Historia.
224 Belgrano, la Patria al Norte

Sitios belgranianos en Tucumán

Félix Alberto Montilla Zavalía 1

Iglesia de la Merced
y el convento de Santa Catalina

E
n 1565, al fundarse San Miguel de Tucumán y Nueva Tie-
rra de Promisión, la Orden de la Merced recibió una cuadra
cuadrada de 166 varas. Allí la Orden edificó su iglesia y el
Convento de Santa Catalina Virgen y Mártir.
Al trasladarse la ciudad a La Toma, en 1685, la Orden recibió
idéntica propiedad con exacta ubicación en el nuevo sitio.
El nuevo templo se levantó con adobe y piedra, y según fray José
Brunet “el primitivo templo se situaba con su frente a la actual calle 24
de septiembre y tenía una sola torre o campanario. Era de una sola nave,
sin crucero ni ventanas”.2
La sacristía se encontraba tras el templo, por la actual calle Ri-
vadavia por donde también se encontraba el ingreso al convento.
Frente a la Iglesia se ubicaba la “plazuela de Nuestra Señora de
las Mercedes” según surge de actuaciones administrativas del 13 de

1
Abogado. Doctor. Historiador. Miembro de Número, Secretario, de la Jun-
ta de Estudios Históricos de Tucumán.
2
José Brunet (Fr.), O. de M., Los Mercedarios en la Argentina, Buenos Aires,
1973.
F. A. Montilla Zavalía: Sitios belgranianos en Tucumán 225

Reconstrucción de la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes, hacia 1812,


por el ingeniero Juan Carlos Rosario Medina.

febrero de 1708 realizadas en ocasión de defender la ciudad de las


invasiones de los indios chaco.3
Se estima que ya a finales del siglo XVIII el templo estaba en
mal estado. Por lo que se comenzó a edificar uno nuevo en el sitio
de la plazuela que quedó inconcluso.
El resto de la cuadra pertenecía a la Orden y se sabe que entre
1812 y 1819 se asentó en ellos galpones y caballerizas que sirvieron
de cuartel al Ejército Auxiliar del Perú.
La reforma eclesiástica de Rivadavia produjo serias consecuen-
cias para la Orden de la Merced, principalmente para su convento
en Tucumán, pues con el tiempo en esta ciudad sólo quedó un

3
Archivo Histórico de Tucumán, Sección Administrativa, volumen 2, años
1705-1742, folio 36.
226 Belgrano, la Patria al Norte

fraile: Juan Felipe Reto, que fue el que retomó los trabajos de edi-
ficación del templo que nuevamente fueron abandonados en 1845
cuando, nonagenario, el fraile falleció.4
El Provincial de la Orden, en Córdoba, solicitó autorización al
gobernador Gutiérrez para enviar nuevos frailes al convento tucu-
mano, pero Gutiérrez, por el contrario, impulsó a que la Sala de
Representantes sancionara una Ley (del 28 de julio de 1848) que
declaraba propiedad del Estado los bienes mercedarios, y lo facul-
taba para instalar una escuela en sus claustros.5
Los bienes sacros fueron entregados al servicio de la Iglesia Ma-
triz de Tucumán al igual que la inconclusa iglesia.
Seis años más tarde, en 1854, el gobernador presbítero José Ma-
ría del Campo tomó dos medidas que repercutieron sobre los bienes
provincializados de la Orden mercedaria.
La primera fue crear el curato de la Victoria para rememorar la
parroquia antiguamente creada a instancias de Belgrano como un
homenaje a la Virgen de la Merced en 1813 y luego extinguida a
pedido del presbítero José Eusebio Colombres en 1828. El goberna-
dor Alejandro Heredia restituyó, en 1838, la parroquia para luego,
nuevamente, resultar extinguida a pedido del mismo Colombres.
No obstante estos avatares, el gobernador del Campo procuró una
vez más que la sede parroquial y su administración estuvieran a
cargo de los franciscanos, hecho que generó una áspera disputa con
el por entonces ya obispo de Salta José Eusebio Colombres.
El problema fue resuelto, luego de cuatro años, creándose el cu-
rato pero en contra de lo propuesto por el gobernador del Campo,
pues la parroquia se estableció en el sitio del ex convento de La
Merced y se puso bajo la administración directa de la diócesis y no
de la orden mendicante franciscana.6

4
Carlos Páez de la Torre (h), Historia de Tucumán, Tucumán 1987, pág.
500.
5
Actas de la Sala de Representantes, Volumen II 1836-1857, edición dirigida
y anotada por Alfredo Coviello, Tucumán 1939, págs. 257 y 258.
6
Marcelo Lorca Albornoz Ariel (Pbro.) Las once primeras Parroquias del
Tucumán: origen y evolución (Siglos XVI-XVIII), I Jornadas de Historia de la
Iglesia en el NOA, Salta 12, 13 y 14 de octubre de 2006.
F. A. Montilla Zavalía: Sitios belgranianos en Tucumán 227

La segunda medida dictada en 1854 por el gobernador del Cam-


po fue subsidiar a Edmonde Buessard para que instale un Colegio
de enseñanza de letras y comercio y ubicarlo en el ex convento mer-
cedario —en cumplimiento de la ley de 1848—.
Para hacer frente al costo que insumía adaptar el convento a
aulas de enseñanza se dispuso vender en subasta pública los sitios
colindantes que antes había pertenecido a la cuadra adjudicada a
la Orden.
Esto dio lugar a que el presbítero Cornelio Santillán se dirigiera
al gobierno declarando que en el remate se ha comprendido “dos
celdas en que viven el sacristán y demás que inmediatamente sirven al
templo, y son en las que se depositan las existencias del archivo, librería
y servicios de la Iglesia [...]”.
Pero el colegio de Buessard duró poco. Pues en 1856 se creó la
Escuela de la Patria bajo la dirección del maestro Ramón Aignasse
con local en el convento mercedario.7
Luego de múltiples peripecias el Colegio de la Patria también
cerró y dio lugar a que en 1857 se creara, con el patrimonio del
antiguo Colegio de la Patria, el Colegio San Miguel lo cual aconte-
ció durante el gobierno de Agustín Justo de la Vega. El Colegio fue
puesto bajo la dirección del francés Amadeo de Jacques en 1858.8
Al año siguiente el gobernador Marcos Paz amplió el Colegio
instalando allí una biblioteca pública.
Tras un intervalo en que nuevamente el convento-colegio se con-
virtió en cuartel militar (1861), el 9 de diciembre de 1864 el presi-
dente Bartolomé Mitre creó el Colegio Nacional de Tucumán. Este
abrió sus puertas el 1 de marzo del año siguiente, en el local del
antiguo Colegio San Miguel. Hubo que practicarle costosos arreglos
y agregados que se ejecutaron durante la presidencia de Sarmiento
siendo su Ministro de Educación Nicolás Avellaneda.
Se terminó de demoler la derruida Iglesia y en el sitio de ella
y parte del convento, se edificó el nuevo Colegio Nacional que en

7
Stella Maris Molina de Muñoz Moraleda y Ernesto Muñoz Moraleda,
Temas del Tucumán, Tucumán, 1994, pág. 140.
8
Carlos Páez de la Torre (h), cit., pág. 523.
228 Belgrano, la Patria al Norte

El edificio del Colegio Nacional, concluido en 1870.

1869 ya tenía “catorce piezas en tres cuerpos de edificios con galerías”,


con un patio abierto sobre el lado sur.
Al año siguiente se completó el edificio agregándose otro cuer-
po al sur, con cuatro piezas y galería, con lo que quedó cerrado el
patio, “de 50 varas de largo por 40 de ancho” y dotado de un aljibe
al centro. Finalmente se construyó un local para gabinete de Fí-
sica y Química con su respectivo anfiteatro y dos salones para el
Departamento Agronómico, con lo que quedó formado “otro patio
en la parte norte”.9
El Colegio Nacional permaneció en el edificio hasta 1909 en
que abandonó el local por su mal estado y luego, en 1912, pasó a
su nuevo inmueble frente a la Plaza Urquiza. Unos años antes el
gobernador Nougués (1906) destinó parte del edificio del Colegio
Nacional para sede de la Legislatura Provincial previa remodela-
ción. Allí estuvo el recinto parlamentario hasta el año 2012.
En cuanto al templo luego de la muerte de fray Reto (1845) la
obra quedó inconclusa. Con la creación del Curato de la Victoria y

9
Nicolás Avellaneda, Escritos y discursos, volumen 8, Buenos Aires, 1910,
págs. 367 y siguientes.
F. A. Montilla Zavalía: Sitios belgranianos en Tucumán 229

el establecimiento de su sede en el sitio de la derruida Iglesia de la


Merced, las obras fueron retomadas hacia 1865 concluyéndose en
1880, pero este templo pronto comenzó a deteriorarse.
Finalmente en 1914 fue demolido en parte y en 1927 se derribó
totalmente. Sus altares pasaron a la Iglesia del Corazón de María.
En 1930 el gobierno nacional procuró financiar un nuevo tem-
plo, para lo cual se confeccionaron los planos, pero nunca se ini-
ciaron las tareas debido a la crisis financiera global.
Recién en 1947 el industrial azucarero y filántropo Alfredo Guz-
mán y su esposa Guillermina Leston, costearon la construcción de
la iglesia actual que fue inaugurada el 24 de septiembre de 1950.
La ejecución de la obra fue llevada cabo, por encargo de Guzmán,
por la empresa Sollazzo Hnos S.A. y la fachada se debe al jefe
de obra, el destacado arquitecto Manuel Luis Graña (1916-1991)
quien también es el autor del camarín de la Virgen (Monumento
Histórico Nacional).

La Casa de Belgrano

Como bien es sabido, la estadía del general Manuel Belgrano en


Tucumán fue muy prolongada. Estuvo como comandante del Ejér-
cito auxiliar del Perú entre septiembre de 1812 y febrero de 1813
para luego regresar de la segunda campaña al Alto Perú en febrero
de 1814 —previo entregar el mando del Ejército al general San
Martín—.
Se quedó un tiempo más en Tucumán como jefe del Regimiento
nº 1 hasta el 17 de marzo de ese año y luego regresó a Buenos Aires
a finales de ese mes.
Volvió a Tucumán en agosto de 1816 por haber sido designa-
do, nuevamente, comandante del Ejército del Norte en reemplazo
de Rondeau. El ejército estableció sus cuarteles en Tucumán y en
Lules.
En la ciudad ocuparon los sitios de los conventos que existían y
reiniciaron los trabajos de atrincheramiento que desde 1814 habían
quedado sin concluir en el fuerte de la Ciudadela —lo que se verá
más adelante—.
230 Belgrano, la Patria al Norte

La casa de Belgrano en la Ciudadela.


Reconstrucción del pintor Honorio Mossi.

El general Belgrano, el 13 de noviembre de 1816, se dirigió al


Cabildo de Tucumán con los siguientes términos:

Bajo el sincero concepto y la buena fe de pertenecer al estado los terrenos


que circunscriben la Ciudadela, formada en defensa de la ciudad, determiné
se labrase a una cuadra de distancia y con otra de circunferencia, una casu-
cha para mi habitación, por lo que interesa a mi asistencia en aquel punto;
más, habiendo llegado a entender, posteriormente, que eran propiedades del
convento de San Francisco, traté de inquirir en ponerme en la realidad para
decretar el abono de su justo precio. He descubierto que el Convento no es
el legítimo propietario y que es a V.S. a quién corresponde la pertenencia. En
esta inteligencia y en la que V.S. se halle autorizado suficientemente para su
venta, tendrá a bien mandar se practiquen las diligencias de estilo con tan
racional objeto; y cuando se ignore el legítimo dueño, que se fijen carteles,
con un término perentorio, para que comparezca dentro de él, bajo la im-
F. A. Montilla Zavalía: Sitios belgranianos en Tucumán 231

prescindible calidad, de que no verificándolo, se procederá a la enajenación


en beneficio público.10

El Cabildo, el mismo día, despachó la petición del general di-
ciéndole que

[...] todos los terrenos que se hallan a la circunferencia de la ciudad desde la


Plaza hasta una legua se concedieron por don Felipe García de Valdéz para
que la Municipalidad pueda disponer de ellos libremente y desde aquella
erección no ha tenido mejor oportunidad que la que nos presenta V.S. en su
solicitud para cumplir con más utilidad la voluntad del donante. El docu-
mento que se acompaña concede una propiedad absoluta para que V.S. pueda
disponer del terreno a su arbitrio particular, y privado a ún después de haber
cesado el servicio; y con esta corta gracia el Cabildo tendrá el honor de ha-
ber en algún modo compensado los grandes servicios que V.S. ha hecho a la
Patria y las honoríficas distinciones que le ha merecido la Ciudad.11

La casa se encontraba edificada y fue refaccionada por orden de
Belgrano. Aráoz de la Madrid, observando las Memorias del Gene-
ral Paz, recuerda que, simultáneamente a los trabajos de refacción
del fuerte de la Ciudadela, Belgrano “mandó también trabajar una
casa a inmediaciones de La Ciudadela y se estableció en ella”,12 corro-
borando la idea de que la casa existía y la misma fue arreglada para
que se instale Belgrano.
Las obras deben de haberse concluido hacia los primeros días de
febrero de 1817 ya que el 30 de enero de ese año se dejó de pagar
el alquiler de la morada que ocupaba el general en la vivienda de
Narcisa Guevara.
No se puede saber con exactitud la fisonomía que tuvo la casa
del prócer, pero existen algunos documentos que evidencian que
por la casa pasaba la acequia de la patria, que tenía varias cons-
trucciones, incluyendo un aljibe y que se ubicaba en una cuadra
cuadrada de 166 varas.

10
Julio P. Ávila, La Ciudad Arribeña, Tucumán 1810-1816. Reconstrucción
histórica, Tucumán, 1920, página 410.
11
Ibídem, pág. 417.
12
Gregorio Araoz de Lamadrid, Observaciones, sobre las memorias póstumas
del brigadier general d. José M. Paz, Buenos Aires 1855, pág. 108.
232 Belgrano, la Patria al Norte

Cuadra cuadrada donada por la municipalidad a Belgrano.


Mensura de Felipe Bertrés.
F. A. Montilla Zavalía: Sitios belgranianos en Tucumán 233

Esto es lo que se desprende, sin dudas, del plano realizado por


el ingeniero Felipe Bertrés confeccionado el 5 de diciembre de
1816.13
En el año 1818 Belgrano hizo construir una pirámide en el Cam-
po de Honor para conmemorar el triunfo de San Martín en Maipú.
La pirámide, aún existente, se encontraba contigua a la propiedad
del creador de la Bandera.
En noviembre de 1819 Belgrano dejó la comandancia del Ejér-
cito del Norte y estableció su domicilio en Tucumán. El 4 de mayo
había nacido justamente allí su hija Manuela Mónica del Corazón
de Jesús, fruto de su amor con la tucumana María de los Dolores
Helguero y Liendo.14
Poco tiempo más permanecería el general en su casa de la Ciu-
dadela, ya abandonado y desprotegido por el gobierno. Hacia el 15
de enero de 1820 se marchó enfermo a Buenos Aires acompañado
por los edecanes Emidio Salvigni y Gerónimo Helguera, donde
finalmente falleció el 20 de junio de 1820.
La propiedad pasó a manos Dolores, según lo veremos luego, y
quedó abandonada y con el tiempo derruida, de lo cual se lamen-
tará Juan Bautista Alberdi en 1834.15
Situar la propiedad en el contexto de la ciudad es relativamente
complejo, pues existen otros documentos que sugieren posiciones
variadas de la propiedad.
Tal el “Plano del Tucumán” descubierto por Ramón Gutiérrez
realizado hacia 1820 que sitúan la propiedad de Belgrano contigua
a la Ciudadela y allí ubica la acequia de la patria, la pirámide y las
varias construcciones que existían en la propiedad.16

13
Archivo Histórico de Tucumán, Sección Judicial, Serie A, Caja 100, ex-
pediente 29l, foja 2.
14
Ventura Murga, Los Helguero. Genealogía, en: Genealogía, Revista del Ins-
tituto Argentino de Ciencias Genealógicas, N° 18, Buenos Aires, 1979, página
225.
15
Juan Bautista Alberdi, Memoria descriptiva de Tucumán, en: Obras Com-
pletas de J. B. Alberdi, Buenos Aires, 1886, Tomo I, página 78.
16
Ramón Gutiérrez, Un plano inédito de Tucumán a principios del siglo XIX,
en: La Gaceta, Tucumán, Suplemento Literario del día 30 de junio de 1982.
234 Belgrano, la Patria al Norte

Planta de la Ciudad de Tucumán en 1820. Obsérvese la propiedad de Belgrano


contigua a los cuarteles de la Ciudadela.
F. A. Montilla Zavalía: Sitios belgranianos en Tucumán 235

Por su parte otro plano, adjudicado a Felipe Bertrés confecciona-


do en 1820,17 que representa la ciudad de Tucumán con sus ejidos
muestra con cierta inexactitud —respecto de su dibujo de 1816 y
del plano arriba indicado— a la propiedad de Belgrano, pues ésta
ha sido ubicada geométricamente conforme las cuadras de la ciudad
entonces existente (el plano fue copiado por el cartógrafo Correa)
no coincidiendo su ubicación al superponer los planos.
Finalmente existe un documento judicial que también sitúa,
parcialmente la propiedad. Es la demarcación realizada por el agri-
mensor Félix Revol en 1859.
Resulta ser que un tiempo antes el Jefe de Policía de Tucumán
Juan Elías se dirigió al gobernador Agustín Justo de la Vega propo-
niendo que “en la cuadra de terreno en que se halla erigida la Pirámide
de la Ciudadela” se declare “Plaza Pública del General Belgrano”,
propuesta que fue bien acogida por el gobernador —nota del 13 de
octubre de 1857—.18 De la Vega, tras algunos problemas políticos,
dejó el gobierno y la propuesta quedó inconclusa.
Recién en 1859 el gobernador Marcos Paz reactivó el proyecto
al aceptar una donación del teniente coronel Emidio Salvigni para
refaccionar el monumento de la Pirámide de Maipú y la colocación
de una reja de hierro para su protección.
El gobernador, en sintonía con la propuesta, además dispuso
que tomando la pirámide como centro se hiciera una plaza de-
nominada General Belgrano. Para ello se comenzaron a realizar
las tareas de agrimensuras necesarias para expropiar las porciones
para la plaza. Revol confeccionó el plano y surgió del dibujo que
la nueva plaza tomaría una porción del terreno que correspondía
a la sucesión del general Belgrano —cuya propiedad pertenecía a
Dolores Helguero—.19

17
El plano fue copiado por el ingeniero Antonio M. Correa y se publicó
en el Álbum General de la Provincia de Tucumán en el Primer Centenario de la In-
dependencia Argentina (1916).
18
Archivo Histórico de Tucumán, Borradores de Oficios Varios nº 3
1856/1858, folio 307.
19
Las actuaciones administrativas y el plano de Revol pueden consultarse
en: Archivo Histórico de Tucumán, sección Administrativa, año 1860, tomo
85, folio 247.
236 Belgrano, la Patria al Norte

Mensura practicada por el agrimensor Félix Revol


para expropiar el terreno de los herederos de Belgrano.

El hermano de Dolores, Isidro Helguero, se encargó de las ges-


tiones solicitando se expropiara toda la cuadra que pertenecía a su
hermana —13.216 varas cuadradas—, pero el fiscal de gobierno
propuso que sólo se pagase la porción que quedaría afectada a la
plaza, y eso es lo que hizo el gobierno expropiando sólo 6.132,20
varas cuadradas en mayo de 1859.20
El resto de la propiedad, luego, también fue vendida a distintos
compradores, desapareciendo, por siempre, la memoria del exacto
sitio histórico donde vivió Belgrano en su casucha tucumana.

20
El expediente completo obra en Archivo Histórico de Tucumán, Sección
Judicial, Serie A, Caja 100, expediente 29.
F. A. Montilla Zavalía: Sitios belgranianos en Tucumán 237

La Ciudadela

El 30 de enero de 1814 José de San Martín se hizo cargo del Ejér-


cito Auxiliar del Perú. Belgrano quedó como Jefe del Regimiento
nº 1 y bajo las órdenes de San Martín.
Los primeros días de febrero de 1814 estando el grueso del Ejér-
cito en Tucumán con cuarteles en los conventos de San Francisco
(hospital militar), Santo Domingo (artillería) y La Merced (coman-
dancia y demás tropas) el general San Martín dispuso se edificase
en los terrenos del Campo de Honor, o Campo de las Carreras, una
fortaleza, denominada “atrincheramiento” o “retrincheramiento” y más
tarde conocida como “La Ciudadela”.
Se presume con algún grado de certeza que las tareas de dise-
ño fueron encargadas al teniente coronel Enrique Paillardell que
pensó en la fortaleza atrincherada como un pentágono estrellado
circundado de foso según surge de los numerosos planos que nos
han llegado hasta el presente. San Martín designó a Paillardell “Jefe
de Ingenieros” por orden del 28 de febrero de 1814.
Para la construcción San Martín dispuso, en la orden del 11 de
febrero de 1814, que diariamente trabajarían 250 hombres de “los
cuerpos del Ejército y Escuadrón de Salta designados a prorratas en pro-
porción a fuerza de cada cuerpo”, los que a su vez estarían dirigidos
por dos oficiales cada cuerpo.
Consta en varias ordenes del día, que los trabajos se ejecutaron
regularmente y el 8 de marzo de 1814 San Martín ordenó que los
ejercicios prácticos de la tarde se realizaren en el sitito de los tra-
bajos de la fortificación, lo que nos indica que los trabajos estaban
próximos a concluir o, por lo menos, muy avanzados.
El 27 de abril de 1814 San Martín solicitó licencia por salud y en
mayo se retiró dejando interinamente el Ejército a cargo al general
Francisco Fernández de la Cruz. Finalmente, el 19 de julio de 1814
se hizo cargo de la comandancia del Ejército Auxiliar del Perú el
general José Rondeau.
Es importante destacar que a esa fecha ya no se encontraba Pai-
llardell en Tucumán y el 24 de julio había sido reconocido como
“oficial ingeniero” —por Rondeau— Felipe Bertrés.
238 Belgrano, la Patria al Norte

La Ciudadela quedó sin concluir ya que Rondeau prontamente


inició la tercera campaña al Alto Perú.
Los problemas militares y políticos —especialmente el fracaso
de la campaña de Rondeau y la designación de Carlos María de
Alvear como Jefe del Ejercito Auxiliar del Perú— produjeron que
Belgrano asumiera, de nuevo, la comandancia del mismo en agosto
de 1816, como ya lo aludimos.
Nuevamente el Ejército, acantonado en Tucumán desde el 28 de
agosto de 1816, se alojó en los galpones contiguos a los conventos
de San Francisco, Santo Domingo, La Merced y en el Convento
de Santo Domingo en Los Lules.
Desde el primer día Belgrano ordenó concluir los trabajos del
atrincheramiento iniciado dos años antes por San Martín.
Se mejoraron los galpones existentes y se construyeron otros
nuevos. El general José María Paz en sus memorias expresa que en
la fortificación “apenas había 1 o 2 malos galpones y los demás debían
fabricarlos los mismos cuerpos a lo que se puso de inmediato”.21
El general Aráoz de la Madrid agrega que Belgrano “mandó que
se alojasen todos los cuerpos —del Ejército del Norte— dentro de la
principiada Ciudadela, que está como a diez cuadras al sud-sudoeste del
pueblo”. Y que “muy pronto comenzaron todos los jefes de los cuerpos a
levantar tapiales con la tropa para construir sus cuarteles”. El goberna-
dor Bernabé Aráoz, dice, “nos facilitó al momento todas las maderas y
paja necesarias para techarlos, por medio de las milicias que las conducían
en carreta desde la campaña”.
Se alababa La Madrid de que el cuerpo a sus órdenes “era de
hombres todos del país y tenía en él jóvenes inteligentes, tanto para cons-
truir los tapiales como para enmaderar y techar los galpones”. Por eso el
suyo fue “el más alto cuartel y el mejor techado”.22
El Ejército del Norte se marchó de Tucumán, con Belgrano a la
cabeza, para cumplir ordenes de intervenir en cuestiones políticas
domésticas en 1819. En Córdoba los primeros días de noviembre

21
José María Paz, Memorias póstumas del brigadier general D. José M. Paz,
Buenos Aires 1855, pág. 284.
22
Gregorio Araoz de Lamadrid, cit. página 108.
F. A. Montilla Zavalía: Sitios belgranianos en Tucumán 239

de ese año Belgrano dejó la comandancia del Ejército en Francisco


Fernández de la Cruz y regresó a Tucumán.
En la Ciudadela había quedado un pequeño grupo de tropa y
oficialidad, que fue la que asestó el golpe revolucionario de no-
viembre de 1819 comandados por Abraham Gonzáles, Felipe He-
redia y Manuel Cainzo. Gonzáles intentó apresar a Belgrano en su
casa contigua a la fortaleza, pero éste ya muy enfermo se libró del
tormento. Meses más tarde Belgrano viajó a Buenos Aires donde
falleció en junio de 1820.
Los cuarteles de la ciudadela funcionaron como tales hasta di-
ciembre de 1821 y luego quedaron en el olvido.
En 1832 el gobernador Heredia dispuso el arreglo de la acequia
que por allí pasaba —acequia de la patria o Estado— ordenando
se levantara una tapia, se construyera un rancho y se ejecutara un
canal con madera de pacará para que cruzara el foso.
Muros adentro, entre las ruinas, el gobernador Heredia había
dispuesto que se sembrara. Alberdi también recuerda con tristeza
la situación en que se encontraba el lugar.
El 20 de octubre de 1855 el gobernador presbítero José María
del Campo sacó a remate público los sitios fiscales de la Ciudadela.
Los terrenos estaban valuados en $ 40 la cuadra cuadrada.
Los terrenos de la Ciudadela fueron adquiridos por $ 55 cada
cuadra —eran cuatro cuadras— por Domingo Martínez, que a su
vez los vendió a Martín Posse. La subasta se aprobó el 26 de oc-
tubre de 1855.23
Una pequeña fracción había quedado fuera del remate. Jesús
María Aráoz —que tenía una quinta en la vecindad con La Ciuda-
dela— requirió se le adjudicara a él por el precio del remate. El 19
de noviembre el gobernador del Campo dispuso se le vendiese lo
solicitado a Aráoz por el precio de $ 40 la cuadra cuadrada.24
Posse terminó vendiendo los terrenos a Manuel Anabia, el 8 de
julio de 1857. De allí que durante mucho tiempo los terrenos donde

23
Archivo Histórico de Tucumán, Sección Protocolos Notariales, serie B,
Volumen 3, folio 40.
24
Ibídem, Sección Protocolos Notariales, serie B, Volumen 3, folio 54.
240 Belgrano, la Patria al Norte

otrora se encontraba la fortaleza atrincherada fueron denominados


como la “quinta de Anabia”.
Aráoz mantuvo su propiedad por largos años y luego fue here-
dada por su hijo Luis.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 241

Belgrano en el Norte
según Fray Cayetano Rodríguez
en su epistolario y otros escritos

Sara Peña de Bascary 1

Introducción

P
ara recordar a Belgrano, en su bicentenario, he considerado
interesante indagar opiniones de protagonistas de la época.
A este fin consulté la correspondencia de Fray Cayetano
Rodríguez con su amigo el sacerdote, doctor José Agustín Molina.
Este epistolario fue publicado por la Academia Nacional de la His-
toria con un excelente estudio preliminar de la Lic. Susana Frías,
Miembro de Número esa institución.2 Se trata una valiosa fuente
documental ya que son cartas privadas que brindan opiniones so-
bre el General. Al leer las misivas se aprecia que compartían, en
la mayoría de los casos, ideas y conceptos de hechos vinculados a
Belgrano en el Norte entre 1812 a 1820. Son opiniones personales
y expresadas con singular énfasis y franqueza. La correspondencia

1
Historiadora. Miembro de Número, Vocal de la Junta de Estudios Histó-
ricos de Tucumán.
2
Academia Nacional de la Historia, Fray Cayetano Rodríguez. Correspon-
dencia con el Doctor, José Agustín Molina 1812.1820. Buenos Aires, 2008. Compi-
lación y Estudio preliminar de Lic. Susana R. Frías.
242 Belgrano, la Patria al Norte

Arriba: Batalla de Tucumán, 24 de septiembre de 1812 (acuarela de Juan Peláez).


Abajo: La Batalla de Tucumán (óleo de Francisco Fortuny).

es extensa y abarca muchos e interesantes aspectos que brindan


una apasionante visión de la época en política, usos y costumbres,
vida cotidiana, cuestiones familiares, militares, judiciales, religio-
sas, culturales, entre tantos otros aspectos. Percibimos en ellas los
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 243

cambios que ocasionó la guerra en los ciudadanos, lo que traté


en “Tucumán 1812, vida cotidiana en tiempos difíciles”.3 Para ese
trabajo tomé muchos e importantes datos de las cartas de Fray
Cayetano Rodríguez.
Para este artículo seleccioné párrafos de cartas referidas a temas
de Belgrano y su tiempo con acotaciones, cuando corresponda. Fray
Cayetano y su amigo José Agustín eran incondicionales admira-
dores del General y le tenían gran afecto, lo que se aprecia en la
correspondencia.
Son muy valiosas las opiniones pronunciadas en el momento
que ocurrían los hechos. Muestran como percibían y sentían, las
acciones de la independencia los hombres de aquellos tiempos. Las
que apoyaban o no en ese momento. Las preocupaciones, las an-
gustias, las alegrías. No pasaron años para relatar y opinar, como
ocurre con tantas Memorias, Crónicas y Relatos, redactados muchos
años después, muy buenos, pero carecen de la espontaneidad de
estas cartas. Existen, por otra parte, escritos publicados de Fray
Cayetano sobre Belgrano, que considero relevantes como su extenso
elogio al prócer después de su muerte. Compartía, además, con su
amigo Molina vocación poética por lo que dedicó muchas poesías
al vencedor de Tucumán.

Quiénes fueron

Fray Cayetano Rodríguez Nació en san Pedro, Buenos Aires en


1761. Sacerdote franciscano, periodista, poeta. Primer Director de la
Biblioteca Pública de Buenos Aires, actual Biblioteca Nacional. Fue
Superior Provincial de la Orden Franciscana. “Poco se sabe, dice
Guillermo Furlong S J., de Fray Cayetano Rodríguez “quien entre
1781 a 1790 fue profesor de Filosofía, siendo las Ciencias Físicas su
especial estudio”. Agrega: “Existen en el Colegio del Salvador dos

3
Sara Peña de Bascary, “Tucumán 1812, Vida cotidiana en tiempos difí-
ciles”. En IX Jornadas La Generación del Centenario y su proyección en el Noroeste
Argentino (1900-1950). Fundación Miguel Lillo Centro Cultural Alberto Rougés,
Tucumán, 2013.
244 Belgrano, la Patria al Norte

Fray Cayetano Rodríguez. Óleo de Gerardo Ramos Gucemas.


Museo Casa Histórica de la Independencia, Tucumán.

tomos manuscritos de este insigne maestro y patriota, los dos se


refieren exclusivamente a los fenómenos de la naturaleza, y ambos
volúmenes honran en verdad a su autor, así por lo vasto de su saber,
como por la modernidad del mismo. La obra del franciscano consta
de cuatro partes. Los otros volúmenes se conservan en el Convento
de San Francisco y la en la biblioteca de los padres franciscanos en
Jujuy”.4 En 1813 fue designado miembro de la Asamblea General

4
Guillermo Furlong S.J. El trasplante Cultural: Ciencia. Buenos Aires, 1967,
Págs. 466-467.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 245

Constituyente de 1813, redactaba los diarios de las sesiones. Fue


diputado por Buenos Aires en el Congreso de la Independencia
de 1816. Dirigió El Redactor del Congreso Nacional que cronicaba
las sesiones del mismo ayudado por su amigo tucumano el doctor
José Agustín Molina.5 Escribió, entre otras obras poéticas, las odas
en honor del Cruce de los Andes y la Victoria de Chacabuco, y el
panegírico en honor del General Manuel Belgrano. Era un hombre
muy culto y un apasionado patriota. Muere en Buenos Aires, el 21
de enero de 1823.

José Agustín Molina y Villafañe. Nació en Tucumán en septiem-


bre de 1773, doctor en Teología, sacerdote, conocido como el “obis-
po Molina”. Fue prosecretario del Congreso de la Independencia.
Autor de poesías patriotas y religiosas. Gran amigo de Cayetano Ro-
dríguez. Carlos Páez de la Torre (h) recuerda: “Nicolás Avellaneda,
se refiere a las conversaciones vespertinas de 1816 que mantenían,
en las afueras de Tucumán, el diputado fray Cayetano Rodríguez y
el presbítero doctor José Agustín Molina. Regresaban caminando
al anochecer y, dice, “al contemplar su juventud desvanecida, los
largos años tras de los cuales divisaban recién los albores de la Pa-
tria, se despedían repitiendo el verso de Stacio que ambos pusieron
al frente de El Redactor; decía el franciscano: “para nosotros los
años no han pasado estériles”.6 Rodríguez y Molina tenían gran
diferencia de edad, doce años mayor el franciscano. Se conocieron
en Córdoba, como profesor y alumno. Molina fue miembro de la
Sala de representantes, la presidió en dos ocasiones. El papa lo
nombró vicario apostólico de Salta en 1834. Murió en Tucumán,
el 1º de octubre de 1838. Sus restos descansan en el templo de San
Francisco.

5
Carlos Páez de la Torre (h) “La crónica del Congreso”, La Gaceta, 3 de
julio de 2015.
6
Ibídem. “La larga amistad de dos congresales”, La Gaceta, 1 de septiembre
de 2016.
246 Belgrano, la Patria al Norte

Belgrano en tiempos de la Batalla


de Tucumán

El 10 mayo de 1812, la primera mención a Belgrano de Fray Ca-


yetano Rodríguez en carta a su gran amigo José Agustín Molina,
le decía:
En las ultimas de abril vino extraordinario de Belgrano, que da parte de
la remisión del Obispo por decreto que el mismo le intima desde Campo
Santo por suponerlo a punto de apoyo de los europeos en Salta, y haberlo
pillado a Goyeneche cartas en las que hacia relación del Obispo y suponía
comunicación con él, como verás en La Gaceta, que te incluyo por si no te
ha llegado a tus manos. Ya ves que, a pesar de la inocencia del hombre, este
es mal dato contra el.7

Se refería, Rodríguez, al Obispo de Salta Monseñor Nicolás Vi-


dela del Pino quien tuvo serios problemas con los patriotas por
presumirse que era realista. Molina, en cambio, le apoyaba, era su
superior y pedía a Rodríguez que también lo hiciese. El franciscano
no estuvo, al principio, de acuerdo y se lo expresaba:
En fin ¿qué quieres? ¿Qué Fray Cayetano menee palillos porque Agustín
se lo pide? Pues sepa hermanito que prescindiendo de esta recomendación
tan fuerte para mí debo hacerlo por un hombre que nos ama y distingue
hasta el exceso.8

Más adelante el franciscano intercedió por Videla del Pino. Es


más, acompañó al Obispo es su estadía en Buenos Aires. Le hacía
llegar cartas de Molina y compartía con él “las naranjas que aquel
le enviaba porque es eterno comilón de ellas”.9 Pasados los años
ambos se desilusionaron del prelado. Así lo consigna Susana Frías
en su estudio preliminar y comenta que Rodríguez le decía Molina
hacia 1817:

7
Academia Nacional de la Historia, (en adelante ANH), Fray Cayetano...,
cit., pág. 38.
8
Ibídem.
9
Susana Frías, “Estudio Preliminar”, en: Academia Nacional de la His-
toria, Fray Cayetano Rodríguez..., cit., pág. 28.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 247

Monseñor Jose Agustín Molina y Villafañe.


Óleo de Ignacio Baz, Museo Histórico Nacional.
248 Belgrano, la Patria al Norte

No es extraño lo que me dices del Obispo [...] Los hombres a la larga,


descubren sus ideas por más sistema que lleven en ocultarlas. Es mucha
ansia de placer. Harás bien en descargarte de una dependencia tan odiosa
y majadera.10

Carta de septiembre [...] de 1812.11 Rodríguez le comenta a Mo-


lina:

Me cuentan que en La Gaceta de Chile vienen impresos los partes em-


busteros de Goyeneche y Abascal, pintando ganada la acción de Tucumán y
que, en uno de ellos, hay esta expresión que le hace poco favor al Obispo. Nos
hemos conducido hasta Tucumán por ver si podíamos librar de las manos de
los insurgentes a nuestro amigo el Obispo de Salta [...] etc. etc. Ya ves que es
un dato feo y confirmante de las sospechas contra él.

Esos partes indujeron a Belgrano a ordenar que Videla del Pino


marchara a Buenos Aires en abril de ese año. No fue la única acu-
sación contra el Obispo, como acota Susana Frías.12 Cabe destacar
que las relaciones del clero, especialmente de los prelados con los
patriotas fue, en muchos casos, conflictiva ya que eran fieles al rey.
No con todo el clero, hubo numerosos sacerdotes revolucionarios,
como Rodríguez y Molina, los congresales de 1816, y los que in-
tegraron el ejército patriota como capellanes. Sobre este tema es
muy esclarecedor el trabajo “¿Realistas o revolucionarios? Entre
el Rey y el nuevo Orden” (2019) de Elena Perilli de Colombres
Garmendia.13

10
Ibídem, pág. 30.
11
ANH, cit. pág. 44. Esta carta tiene incompleta la fecha. No se consigna
el día posiblemente fines de septiembre ya que se menciona la batalla de Tucu-
mán.
12
Ibídem.
13
Elena Perilli de Colombres Garmendia, “¿Realistas o Revolucionarios?
Entre el Rey y el nuevo orden”, En Revista de la Junta de Estudios Históricos de
Tucumán Nº 16, Tucumán, 2019. Págs. 56 a 62.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 249

La Batalla de Tucumán
“Belgrano ha dado principio a nuestra Libertad”

El 26 de octubre de 1812, desde Buenos Aires, fray Cayetano Ro-


dríguez respondía a su amigo Agustín, una carta sobre la victoria
en Tucumán, del 24 de setiembre.

La deseaba con ansia, para oír de tu boca algo de las glorias del encantado
y encantador Tucumán; aunque por los partes circunstanciados de Belgrano,
que ya corren impresos, lo sabemos todo bien. Que por mayor por no ser
posible menudear en una acción tan llenas de acciones pequeñas, cuyo todo es
el compuesto más glorioso que salió del Tucumán [...] Hasta ahora no duermo
bien de noche. Muchos momentos me roba el Campo de las Carreras, que
debe llamarse Hacéldama, aguer sanguinis,14 por verse regado con la sangre
de tantos facinerosos que querían mancillar nuestras glorias; o si no, el valle
de Terebinto, donde los tucumanos, como otros tantos Davides, han hollado
la soberbia del Goliat arequipeño [...] [Se refería a Pio Tristán]15

En la misma misiva le decía: “[...] Ya he tenido en mis manos,


de tu misma letra, dos décimas y un soneto que me mostró So-
mallera, venidas en el anterior correo, dignas cosas del talento de
mi querido hermanito”. Rodríguez, que también escribía poemas
patriotas, acotaba:

[...] No he querido usurpar el derecho a las musas tucumanas ni oscurecer,


con la mía, la acción más brillante que ha habido en todo el tiempo de nues-
tra feliz revolución [...] Te incluyo La Gaceta última para que veas los premios
militares que da la patria a los vencedores del cholo en Tucumán.16

En esta extensa misiva Fray Cayetano se refiere especialmente


al General Manuel Belgrano:

14
Susana Frías en ANH, cit., pág. 45. En nota al pie consigna: Aceldama
es lugar situado al sur del pozo de Siloé, en las afueras de Jerusalén, comprado
por los sacerdotes con las monedas que Judas devolvió después de entregar a
Cristo. En arameo significa Campo de sangre que es exactamente lo que dice la
expresión latina del texto. Subrayado en el original.
15
ANH, cit., pag. 45.
16
Ibídem.
250 Belgrano, la Patria al Norte

[...] Belgrano es hombre que no se alucina fácilmente y se decidirá a favor


de todo tucumano, pues se explica acerca de ellos con entusiasmo en sus par-
tes. Ojalá le hicieron una visita de mi parte felicitándole por sus heroicidades.
Yo lo amo mucho y ahora más, porque ha dado principio a nuestra libertad
y creo que pondrá la corona [...] Acaba llegar aviso de que Tristán, con su
gente, se ha metido en Salta, y que lo tiene aislado Díaz Vélez, junto con los
vecinos que salieron a incorporarse con él, y que en Jujuy queda prisionero
Eustaquio Moldes. Ya tenemos nuevas ansias de saber el resultado. Tememos
que vuele socorro de Goyeneche y lo empeñe en una nueva acción al tal Pio,
aunque ya el miedo es su compañero inseparable y todo perderá.17

Proseguía exultante:

Entretanto, ¡Viva Tucumán! Los Andes y Pirineos se humillen a Acon-


quija, espectador glorioso de la mejor victoria que vio el Mundo. Parabienes
a don Diego (León) Villafañe, que habrá dado por bien empleada, ahora más
que nunca, su vuelta desde Italia para celebrar las glorias de su tierra.18

El sacerdote Diego León Villafañe, era tío de José Agustín


Molina, hermano de su madre doña Josefa Villafañe. Jesuita, era
miembro de la Compañía de Jesús, uno de los expulsados en 1767.
Regresó a Tucumán en 1793. Fue el primer historiador de la Batalla
de Tucumán.19

El 10 de diciembre del 12, Fray Cayetano comenta a José Agus-


tín Molina sobre un “sermoncito” que su amigo tucumano pro-
nunciaría.

En ocasión de dar gracias por la victoria de Tucumán. Lo he leído y


releído con el gozo de mi corazón ¿Porque desconfías tanto de el cuándo
esta tan bien cuidado, tan al caso, tan significativo, tan tierno y tan digno
del objeto? No hemos de desconfiar tanteo de nuestras producciones que las
deputemos para el fuego. No mí amado hermanito. Tu sermón esta bueno
y será aplaudido… Algunos términos poéticos y demasiado retumbantes es

17
Ibídem. Pág. 46.
18
Ibídem.
19
Guillermo Furlong, S.J., Diego León Villafañe y su Batalla de Tucumán,
Buenos Aires, 1962.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 251

menester quitarle y mejorar algunas transiciones. Yo lo haré con la facultad


que me das y que yo me tomo, seguro que con esto te doy un gusto. Ansían
por aquí por leerlo, pero no he querido mostrarlo porque lo lean, con nove-
dad, impreso.20

Como es conocido el sermón lo pronunció, el doctor José Agus-


tín Molina el 27 de octubre de 1812, en la iglesia la Merced de
Tucumán, con la presencia del General Belgrano.
En la misma nota Rodríguez le comenta sobre las obras poéticas,
de ambos, dedicadas a Belgrano.

Leo también, con complacencia, tus décimas a Belgrano, hermosas, al


caso y dignas del telentuelo poético de mi hermanito. El General, que sabe
dar su mérito a las cosas, las habrá celebrado, como se merecen. Las decimas
que me atribuyó Belgrano “Da un grito al Sud”, etc. son efectivamente mías.
Las hice con motivo de su triunfo para romper una loa que se representó al
pie de la Pirámide en honor de la victoria del Tucumán y del digno jefe que
la había alcanzado bajo los auspicios de María.21

Continúa la misiva con las críticas, habituales, al sacerdote Pedro


Miguel Aráoz, a quien evidentemente no querían, esto se aprecia
en muchas de estas cartas. Le llamaba o llamaban Perico o el Héroe.
Había un profundo “antagonismo entre la familia de Aráoz y la del
Obispo Molina”. Susana Frías cita, a pie de página, este comentario
del historiador Juan M. Garro.22
En esta larga carta Fray Cayetano manifestaba su alegría por
temas relacionados a Belgrano y su ejército y especialmente se per-
cibe, aún más, la admiración y afecto que sentía por el General.
Sentimiento que compartía con su amigo José Agustín.

Que vayan llegando nuestras tropas al auxilio de las de ese pueblo. Su-
pongo que aguardará Belgrano al complemento de todas las tropas para de-
terminarse a caminar. En fin, él sabe lo que hace y da prueba de que no se
lo han de llevar por tonto. Tenemos copia de su Carta a Goyeneche, que

20
ANH, cit. pág. 47.
21
ANH, cit. pág. 48.
22
Susana Frías cita en pág. 48, Juan M. Garro en: El Congreso de Tucumán,
Biografías de sus diputados, Buenos Aires, 1916.
252 Belgrano, la Patria al Norte

se lee aquí con aplausos y ya ha salido impresa, en extracto en la [Gaceta]


Ministerial ¡Cuánto me alegra que te ame este hombre! Es buen criollo, de
talento, de juicio, metido en el sistema con desinterés, no conoce la felonía
y es noble por carácter Cuanto más lo trates has de descubrir en el las estas
bellas cualidades. Dios reserva a los hombres para las circunstancias.23

Por último le recomendaba: “Nueva visita a nuestro amable


General, y que reciba todos mis afectos. Su nombre se oye aquí
con entusiasmo y lo aman todos los verdaderos patriotas”.24 Como
posdata informaba, a Molina, que ya estaban sacando copias de sus
décimas y saldrían impresas. Cabe señalar que un ejemplar original
de estas decimas se conserva en el Museo Histórico Provincial Pte.
Nicolás Avellaneda de Tucumán.25

El 10 de enero de 1813 Fray Cayetano escribe a su amigo una


extensa carta en la cual expresa, en la primera parte, duras críticas,
como era habitual por enemistad manifiesta, al cura Pedro Miguel
Aráoz, y se alegraba que no saliese diputado a la Asamblea del año
XIII. Se designó, en su lugar, a Nicolás Laguna. Rodríguez era muy
apasionando en cuestiones políticas. Luego se refiere a Belgrano y
a las interesantes impresiones y comentarios de los porteños sobre
el accionar de Belgrano en Tucumán.

Me hablas de la misteriosa detención del General en esa ciudad sin to-


mar el partido de caminar a Salta. Aquí ha sido esta operación objeto de los
discursos que se explican a medida de los efectos; unos le critican otros le
aplauden. Querían que no hubiera dejado sosegar a Tristán dándole causa de
nuevo tiempo para que asole toda la provincia y deje a perecer aquellos pue-
blos. Les ha parecido una operación muy fácil el hacerlo seguido y atacado y
juzgan irreparable la perdida que a causado la detención de Tristán en Salta y
aun difícil su expulsión, según ha preparado su defensa. Yo creo que Belgrano

23
ANH, cit., pág. 48.
24
Ibídem, pág. 49.
25
“Sonetos que expresan el carácter y mérito del General Manuel Belgrano”.
Por José Agustín Molina y Villafañe, Prosecretario del Congreso de Tucumán,
Imprenta de la Independencia medidas: 0,25 x 039 cm. Enmarcado. Donación
Miguel Alfredo Nougués. Inventario nº 248. En: “Catalogo Museo Histórico Pro-
vincial de Tucumán Pte. Nicolás Avellaneda. Tucumán, 1981.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 253

habrá pesado la cosa con juicio y tomándole el pulso con reflexión. En fin,
ustedes lo ven cerca. Aquí murmuramos lo mismo de nuestra expedición
a la otra banda. Se suscitan recelos y sospechas y el pueblo [...] forman sus
discursos, criticas de perezoso al Gobierno.26

Se refiere duramente a las intrigas que se tejían, maldice a los


autores de ellas y comenta el perjuicio que ocasionaban:

Hay ciertos hombres victimas miserables de la más vergonzosa envidia,


que no pueden ver con ojos serenos la fortuna ajena, aunque esta ceda en
bien común de la Patria [...] La envidia es un cañón de mucho alcance y es
menester huir lejos, donde no alcancen los tiros. Ese mismo hombre, Bel-
grano, que tu alabas convencido de su mérito él es objeto de la envidia más
cruel. No pueden soportar muchos el golpe de luz que les envían sus hechos
y no hallan modo de obscurecerlos. ¡Perros! rabien y muérdanse la lengua.
A pesar de todo, la obra va saliendo por virtud de lo Alto, amén.27

Finaliza la carta con una muestra más de su cariño por Tucumán


y al escenario de la batalla: “Repito mis expresiones dulcísimas al
Campo de las Carreras y al cerro de Aconquija, cuya memoria sea
eterna como el triunfo de que fueron espectadores”.28

El 10 de febrero de 1813, carta a Molina en que trata especial-


mente temas de la “Asamblea que se abrió con pompa y magnifi-
cencia, el treinta y uno de enero, y sigue sus sesiones”. También
se refiere a las cuestiones del Obispo de Salta Videla del Pino a
quien le pusieron guardia para evitar que se fugase a Montevideo
y acotaba “Me aseguran de cierto que Belgrano y Chiclana acaban
de escribir a favor de él”. Sobre el General le decía: “Por aquí con-
tamos ya con los triunfos de Belgrano, como si los viéramos, Dios
quiera prosperarlo”. Entre otras cosas le recriminaba: “¿Con que
temes en que no se imprima el sermón? Ya no está impreso por el
apuro de la imprenta, que no la deja resollar el gobierno. Pero el
sermón ya está entregado al impresor”.29

26
ANH, cit., pág. 51.
27
Ibídem, pág. 51 y 52.
28
Ibídem, pág. 54.
29
Ibídem, págs. 55 y 56.
254 Belgrano, la Patria al Norte

El 26 de febrero de 1813 le comenta a “mi hermanito Agustín”,


como él le llamaba, las expectativas por las acciones de las tropas:
Me alegra en primer lugar la prosperidad con que van nuestras cosas en
esas partes. Por momentos aguardamos el feliz resultado de la pericia y valor
de nuestras gentes y de la protección visible del cielo, que estancias sus aguas
cediendo a las circunstancias. Aquí contamos decididamente con la victoria.
¡No quiera Dios que suceda un momento aciago a los muchos que gozamos
de alegría! Cuando escribo esta ya supongo en acción a nuestras tropas.30

La carta continúa con muchos comentarios, críticas y elogios


de temas políticos nacionales, provinciales y hasta internacionales.
Finalmente se refiere al reconocimiento al mérito de Tucumán por
la Batalla del 24 de septiembre de 1812:
Te lamentas de que no es conocido el mérito de Tucumán. Te engañas.
Belgrano ha llenado el pueblo de cartas con mil y quinientas ponderaciones
de los tucumanos y de sus servicios. Corren por Buenos Aires, y todos están
poseídos del servicio extraordinario de tu tierra. A su tiempo, será distinguida
y recompensada, como se piensa, efectivamente. Se pedirá relación exacta de
sus servicios y se les concederán privilegios que resarzan los desfalcos que ha
padecido. Belgrano insiste en esto con eficacia. Aun no es tiempo de disfrutar
del bien de los sacrificios.31

Le comenta, además, que la Asamblea, de la cual él era miem-


bro, daba cartas de ciudadanía selladas para quienes las merezcan
y que no se reconocían las autoridades civiles y eclesiásticas de la
Península, que se borraban sus nombres de los despachos públicos.
Respecto a los reconocimientos a los tucumanos que Fray Cayetano
Rodríguez afirmaba que estos se hicieron.

Premios a los soldados y condecoración a Belgrano


por la Victoria en Tucumán

Los soldados que actuaron en la Batalla de Tucumán fueron


premiados por Decreto del 20 de octubre de 1812, detallado en

30
Ibídem, pág. 57.
31
Ibídem, pág. 59.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 255

Historia de los Premios de los Premios Militares en la República Argen-


tina.32 Allí se establecía que

[...] a los soldados que militaron en la acción de guerra del 24: [les correspon-
de] el distintivo de una charretera de hilo de lana blanca y celeste; [...] a los
sargentos, un cordón de lana blanca y celeste [...] y al oficial, hasta coronel
inclusive, un escudo de paño blanco con orla de paño celeste y en el centro
bordado en hilo de seda La Patria a su defensor en Tucumán.

En la parte final, el Decreto instituye:

Al general en jefe, un escudo de lámina de oro con el mismo mote; y a


los jefes de división y mayor general, otro ídem en lámina de plata. —Fdo.
Paso, Belgrano, De Jonte, Tomas Guido, Secretario Interino de Guerra.33

En su Historia de Belgrano Mitre detalla la condecoración que


otorgaron al General: “La medalla es ovalada de 0,034 m el diáme-
tro mayor por 0,028 el menor. La inscripción en campo en cinco
renglones, rodeada de palma y roble en sotuer, reverso liso”.34 Los
especialistas Fernando Chao (h) y Mariano Cohen, en su excelente
artículo “1813 – Medallas, premios y distintivos de Belgrano en Po-
tosí” (2020),35 dicen que “coincidiendo con la descripción de Mitre
y reproducida por Mom y Vigil, confirmaron los datos recolectados
por el numismático Teobaldo Catena en el Museo Histórico de Tu-
cumán “que nos dicen que el único ejemplar hasta ahora conocido
en oro, es el que allí se halla y mide 34 x 28 mm”.36 No se sabía
que se hizo la “medalla-condecoración”, durante muchos años. No
se la encontró en el Museo Mitre ni en otras instituciones, cuando
se confeccionó el libro Historia de los Premios Militares, publicado
en 1910.

32
Rodolfo Mom y Laurentino Vigil, Historia de los Premios Militares en la
República Argentina, Buenos Aires, 1910.
33
Ibídem, págs. 203 a 206.
34
Citado en Historia de los premios..., cit., pág. 206.
35
Fernando Chao (h) y Mariano Cohen, 1813, Medallas, premios y distintivos
de Belgrano en Potosí”. En: Academia Nacional de Ciencias. Publicación digital.
Buenos Aires, 2020.
256 Belgrano, la Patria al Norte

Cómo y cuándo apareció la medalla es otra historia. En octubre


de 1977, el señor Miguel Alfredo Nougués dona al Museo Histórico
de Tucumán “Pte. Nicolás Avellaneda” su valiosa Colección tucu-
mana de numismática, documentos, grabados y pinturas. Como
directora de ese Museo viajé a Buenos Aires a recibir lo donado.
Estuve varios días controlando y embalando, los bienes y al finali-
zar, Nougués me condujo hacia un pequeño mueble con cajoncitos,
y me dijo: “esto es lo que más te gustará”. Con asombro vi, en el
centro del primer cajón, la condecoración de oro con cinta patria
y argolla del mismo metal con la leyenda “La patria a su defensor
en Tucumán” que le habían otorgado a Belgrano. Me impactó y
emocionó tanto como ninguna otra pieza museológica en mis años
de museos. Nougués la había adquirido, mucho tiempo atrás, en
un anticuario prestigioso de Buenos Aires.37 Cuando vino a Tucu-
mán, hacia 1988, el numismático Teobaldo Catena, se la enseñé, le
sorprendió y fascinó ubicar el destino de la desaparecida medalla
de Belgrano. Más adelante, en 2012, la dimos a conocer con el Dr.
Carlos Páez de la Torre (h) mediante una fotografía en colores en el
libro Porteños, Provincianos y Extranjeros en la Batalla de Tucumán.38

Las noticias del triunfo de Belgrano en Salta

Con fecha 10 de marzo de 1813 [debe ser fines de ese mes por
el contenido], Fray Cayetano escribe exultante a Molina sobre la
victoria en Salta:

Me escribes el 22 y aun nada saben en esa del triunfo, de nuestras armas


que fue el 20. Muy morosas andan por ahí las noticias. Aquí han llegado a
los 9 días y se ha vuelto a romper el aire en salvas, repiques, y vivas, fun-

37
“La condecoración (medalla)” figura con inventario Nº 255 en: Museo His-
tórico Provincial de Tucumán Pte. Nicolás Avellaneda, Catálogo General, Tucumán,
1981.
38
Carlos Páez de la Torre (h) y Sara Peña de Bascary, Porteños, Provin-
cianos y Extranjeros en la Batalla de Tucumán. Buenos Aires Ciudad, septiembre
2012.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 257

ciones, iluminaciones etc., viendo asegurada ya nuestra libertad por la parte


del Perú. Ha vuelto a resonar el Tucumán, principio de nuestras dichas y
sepulcro de tanto diablo transmarino con todas sus dependencias. Dios va
con nosotros.39

Le informa, además, que

la Asamblea ha pasado orden al poder Ejecutivo, que decretó premios al


ejército vencedor, que se erija una pirámide en el campo de la Batalla, que se
lleve a debido efecto la que prometió Belgrano en el Campo de las Carreras
para eterna memoria de estos dos acontecimientos que han sellado la libertad
de la Patria.

Rodríguez se refiere también a la determinación de la Asamblea


que el último grado militar sería el de Brigadier por lo que, a Bel-
grano, por ahora se le había asignado 40.000 pesos que aseguren su
subsistencia, “siga o no hasta lo último, la carrera de las armas”.
Esto le molestó mucho al franciscano que decía que le “parecía
ridícula esa gracia, que le haría mal”.40
Le comentaba que había leído las noticias que Molina le envió
de la batalla de Tucumán y le decía

[...] que ya estaban impresas, aunque algunas diminutas en el número de


cosas. El asunto es que hemos ganado gloriosamente y que han hecho servir
tus versos oportunos a imitaciones visibles al elogio de tamaña empresa. El
Germen está en el Campo de las Carreras. Allí estoy de continuo y allá se va
el corazón donde tengo el Pensamiento.41

Con semblante grave y tranquilo

Fray Cayetano, en su extenso escrito “Elogio fúnebre a Belgrano”,


de 1821, comentaba la actitud del General después de la Batalla de
Salta en el Campo de Castañares:

39
ANH, cit., pág. 61.
40
Ibídem, pág. 62.
41
Ibídem, págs. 63 a 64.
258 Belgrano, la Patria al Norte

Seguidamente los rendidos, desarmados de esta manera y en confuso


tropel, comenzaron a regresar a la ciudad para ocultarse en sus cuarteles;
pero la plaza la hallaron tomada ya, que mientras ellos salían a rendirse, las
fuerzas de Superí, que mantenían la Merced en su poder, pasaron adelante
y se adueñaron de lo demás. Belgrano, entonces, arreglando la columna de
su ejército, entró a paso de vencedor a la ciudad de Salta por la calle de la
Merced, y doblando por la del Yocci, llamada desde entonces de la Victoria,
tomó rumbo al oriente a posesionarse de la plaza, acompañado de músicas
militares y mostrando en su semblante grave y tranquilo, a pesar de paso
tan extraordinario, la misma impavidez que si hiciera su entrada a la sala de
un convite, llevando en su frente, despejada y serena, escrito el lema que fue
siempre su divisa: vencer o morir.42

Después de la Batalla de Salta

El 9 de abril de 1813, Fray Cayetano escribe a José Agustín Mo-


lina y le recrimina duramente, su aprobación, a la indulgencia de
Belgrano a los enemigos vencidos:

Te veo muy inclinado a apoyar la generosidad de Belgrano en cuanto a


dar franquicia a los enemigos, aquí hay opinión, y la mía es que es demasiado
Tú dices que la guerra es un mal, pues por lo mismo el modo de concluirla
es agarrar las cabezas promotoras. No digo que se les mate, que al fin son
americanos, aunque por esta cualidad más, delincuentes, pero largarlos, nada
menos habría yo hecho. Proceden de malísima mala fe. Ve aquí, Goyeneche
propone armisticio y huye antes de oír la respuesta y se roba el tesoro de
Potosí, y aun los principales del pueblo. ¿No te parece bueno? Son perros y
es menester ponerles cadenas.43

Sobre otro tema, opinaba Rodríguez en esta misiva, muy sor-


prendido, ante el silencio de La Gaceta de Buenos Aires, sobre la
pirámide de Tucumán:

42
Fray Cayetano Rodríguez: “Elogio fúnebre al General Belgrano”, 1821.
En: El Clero Argentino 1810 a 1830 Alocuciones y panegíricos. Edición Museo His-
tórico Nacional, Buenos Aires, 1907.
43
ANH, pág. 65.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 259

Antes que tú, extraño el silencio de la Gaceta sobre la pirámide de Tu-


cumán; pero lo cierto es que se mandó en la Asamblea. El redactor de los
decretos es el defectuoso. Pero la cosa esta mandada. Ahora ha pedido el
Gobierno la lista de los vencedores de Salta y Tucumán para destinarles pre-
mios. Todo cuanto se decrete a favor de los vencedores de Salta, comprende a
los tucumanos, siendo cierto que ellos son los que más han peleado en Salta.
Esta respuesta se me dio a una reconvención que hice (a) unos asambleístas.
El meritado del Tucumán es muy volumoso (sic) para que pueda esconderse,
aunque quisieran sofocarlos de intento.44

Se dieron importantes premios por las acciones de Salta y Tu-


cumán. Belgrano envió las planillas en las que detallaba minu-
ciosamente los méritos de sus hombres. De ese informe fueron
otorgados “escudos de oro” a quienes actuaron en ambas batallas
Se confeccionaron 142 escudos de oro y 200 de plata. Este tema lo
investigamos y tratamos con Carlos Páez de la Torre (h).45
Sigue, en esta carta, un párrafo sobre el tema, siempre presente
en ellos, del Obispo Videla del Pino. Comenta que a Belgrano, con
su conocida modestia, no le agradaban las alabanzas.

La generosidad de Belgrano con los canónigos y provisor de Salta ¿Cómo


quieres que le alcance al señor Videla? Ni este quiere deber su buen éxito
a la bondad de los gobernantes, sino a la justicia y mérito de su causa. Sus
alabanzas se reciben con vituperios, y alabe o no alabe, no consigue solo
latigazos. Esta es la suerte del que no es hombre de bien. La fortuna es que
ya lo conoció Belgrano: no levantará cabeza. Nada he oído en contra de él
de Zavala y Gascón, pero el golpe irá cuando menos se piense. Está bien
que no quiera Belgrano que lo alaben, pero has bien de alabarlo. Bien ha
de conocer que tu alabanza es sincera y no hija de la intriga y ambición. Él
debía escribirte en esos términos.46

Los temas del Ejército y todo lo relacionado al general Belgrano


en su tiempo en el Norte, están siempre presentes en el epistolario
del franciscano. En carta del 28 de julio dice:

44
Ibídem, pág. 66.
45
Carlos Páez de la Torre (h) y Sara Peña de Bascary, en: Salta, 1813.
La Batalla del Campo de Castañares, cit. Tucumán, junio 2013. Inédito.
46
ANH, pág. 66.
260 Belgrano, la Patria al Norte

Me alegro con nuestros triunfos arriba. Me dices que los que han huido
con Goyeneche y no nombras a Iriarte, siendo uno de ellos. ¡Donde habrá
ido ese hombre majadero! Esta sola acción decide contra él.47

En agosto 26 de 1813 Fray Cayetano escribe, tratando de con-


vencer a su amigo Agustín, que se traslade a Buenos Aires, le de-
cía: “Hablaremos del cerro, del campo de las Carreras y del árbol
morado, que merece el nombre de Árbol de la Libertad”.48 En esa
misma, larga y optimista nota, opina sobre actitud de Obispo de
Córdoba con los realistas. Le parecía exageraba sus medidas con
los “antipatriotas”.

Con que vamos bien por arriba. Aquí se escribe que ha huido el ejército
de Lima a la Paz y que no para hasta el Desaguadero. Allá lo seguirán los
nuestros. Va furiosa la empresa. Por acá se despliega cada vez más patriotis-
mo. El Obispo de Córdoba empeñado en llenar la confianza del Gobierno
por la carta de ciudadanía que ha merecido, ha suspendido de confesar y
predicar por antipatriotas a todo el Convento de la Merced, a cinco frailes
de mi convento y muchos clérigos. ¿Qué tal refriega! Me parece que anda el
hombre por los extremos para poner en el credo el artículo de patriotismo.
¿Qué te parece? ¿Me engaño? 49

El 10 de noviembre de 1813 le escribe una extensa carta en-


tre alegrías, decepciones, esperanzas y vivas al admirado General
Belgrano. Finalizaba, un párrafo de la misiva, con un verso de su
autoría.

Leo tu carta de este correo riéndome a carcajadas al ver la identidad de


sucesos de Tucumán y Buenos Aires, con la fingida o supuesta noticia de
nuestros triunfos en el Perú. Aquí no quedó títere con cabeza en el primer
desahogo del pueblo. Artillería, campanas y un inmenso pueblo que discurría
por las calles y plazas anunciaba victorias completísimas y destrucciones to-
tales de los enemigos. En medio de este incendio de cosas abrió el Gobierno
sus cartas de oficio, y en la primera impresión de la noticia adversa versa est

47
Ibídem, pág. 72.
48
Susana Frías, acota, a pie de página, que se trataba de un tarco o jacaran-
dá, en las afueras de la ciudad, bajo cuya sombra se sentaban los dos amigos,
subrayado en el original. En: ANH, cit., pág. 75.
49
ANH, cit., pág. 76.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 261

in tuctum citham nostra50 durando la suspensión de nuestro ánimo hasta el


segundo parte oficial y cartas de los jefes del ejército que nos han llenado de
satisfacción y confianza, de gozo porque luego vino el desengaño, y cuando
quisiéramos las musas desplegar sus talentos, quedaron embotadas con el
susto. Pero tú has dicho bien: no seremos esclavos a pesar de cuantos quieren
remacharnos los grillos: La dulce libertad es arma muy poderosa y con ella
peleamos por ella misma, temerosos de caer en manos de los piratas europeos
que harán de nuestro pellejo pieles para aforrar sus mercaderías. ¡Un demonio
para ellos! Amén, Jesús, María y José.

Que viva pues la patria, eterna viva,


Viva también Belgrano
Viva este americano
A quien ella debió no ser cautiva:
Que siempre sea feliz, siempre señora
Y de crudos tiranos vencedora.51

Continúa, Fray Cayetano, la carta y enfáticamente manifiesta su


enojo con los enemigos “aunque sean americanos”. Rodríguez era
un apasionado y acérrimo anti realista:

Enhorabuena, mi amado Agustín y que mueran de mal de rabia los perros


enemigos, aunque sean americanos, que merecen más que los europeos una
horca por haber degenerado de los sentimientos natos a los hijos del país;
como el indigno salteño Castro, que vino a la cabeza de seiscientos hombres,
a intimar groseramente rendición de Potosí, a Díaz Vélez. Pero no fue por
la respuesta a Roma. Ya suponemos a esta hora dada alguna acción decisiva
según el entusiasmo con que explicase Belgrano y otros del ejército, en es-
pecial Díaz Vélez. Dios nos ayude. Amén.52

50
Ibídem, pág. 78 “A ello se dirigió, completamente, nuestra conmoción”
(subrayado en original), aclaración de Susana Frías.
51
Ibídem, pág. 78.
52
Ibídem.
262 Belgrano, la Patria al Norte

Malas noticias.
Las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.

Diciembre 10 de 1813. Carta a Molina con la angustia y preocu-


pación por las derrotas en el Norte, los desastres de Vilcapugio y
Ayohuma. No dan sus nombres, pero a ellas se refieren.

Con qué angustia te escribe mi corazón en lugar de mi pluma [...] Gime


tan bien mi patria bajo monstruos tan horrendos o peores que son capaces de
arrancar las iras de Dios sobre nosotros del seno mismo de su misericordia.
Basta y clamemos al Señor, entre el vestíbulo y el altar. Para que acabe con
ellos. Amén. Tú sabrás mejor que nosotros la situación del enemigo y de
nuestro pobre Belgrano, aquí sabemos que lo vienen siguiendo, y nada más.
De aquí caminan ya mil quinientos hombres con los coroneles San Martín
y Martín Rodríguez a obrar de mancomún con Belgrano. Dios componga
las cosas. Llevan cañones, fusiles, pertrechos y todo lo necesario. Dejemos
obrar a la Providencia.53

En la misma misiva continua con un tema habitual, de Aráoz


“el Héroe” y sus “consanguíneos”, le dice:

El correo pasado informó Beruti contra ellos a este Gobierno, me dice


Laguna, y sucesivamente, ha de aumentar la dosis de sus recetas. ¡Ah, ¡Dios
quiera que la condescendencia de Belgrano en este punto, por temas políticos,
no tenga parte en sus desgracias! ¿Hará poco eco de la presencia de Dios
Entregar a un pueblo de cristianos a las manos de unos lobos carniceros? Ha
de llegar día en que yo se lo diga. El alma se me devana al contemplar estas
cosas. Pero hay Dios y el volverá por su causa [...] 54

El 26 de diciembre de 1813; Rodríguez, apesumbrado escribe


a Molina una larga carta que pinta las angustias, los temores, los
enojos de los ciudadanos por los avatares de la guerra. Lo de Vil-
capugio y Ayohuma fue un fuerte impacto.

Mi amable hermanito, mi querido Agustín: ya el correo pasado te llene


mi carta de ayes y lamentos por el contraste que acabamos de padecer en el
Perú tanto más doloroso como inesperado, Mi alma se cubre de luto, no tanto

53
Ibídem, pág. 80.
54
Ibídem.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 263

oír el suceso, aunque amargo, cuanto por las causas que lo ocasionan y que
ya conocer por esas partes, como lo da a entender bastantemente el capítulo
de la carta que me incluyes, de Salta ¿Lo quieres más terminante? Esto me
ejecuta a pensar que Dios, con estos castigos, quiere purificarnos y hacernos
más dignos o menos indignos, del bien que quiere hacernos. Así yo no des-
aliento Belgrano escribe con la mayor animosidad y confianza. No se abate
este genio cortado a medida de nuestra necesidad. Así quiso que la emulación
derribarlo de su puesto, olvidando enteramente sus servicios, pero el coronel
San Martín, que ya camino para allí con mil quinientos hombres, armas y
pertrechos, se opuso fuertemente en consejo de guerra, protestando no ir a la
expedición si se rebaja un ápice la autoridad de Belgrano. En consecuencia,
no ha querido ir Belgrano. El San Martín es jefe de provecho, de moralidad
y disciplina. Muchísimo ha de hacer. Por lo tanto, no hay que desanimarse.
Si Deus et Virgo pronovis, quis contra nos? 55
[...] Aquí hay noticias más avanzadas del estado de Belgrano. Los tucuma-
nos, me parecen, son capaces de meter confusión en las falanges peruanas. La
gente que va de aquí es guapa, de confianza y de satisfacción del jefe. Cuando
menos hemos de atajarlos para que nos den lugar de rehacernos. Dios nos
ayude, nos abra los ojos para calcular nuestros males y acudir con el remedio.
No hay que desfallecer, aunque, la emulación, la envidia y los diablos todos
se opongan a nuestra dicha.56

El 10 de febrero de 1814 otra larga misiva de Fray Cayetano a


Molina, importante por los conceptos y vivencias ante la situación
de esos momentos.

Recibo tu última carta de 22 de enero y en ella lamentos y descripciones


funestas de nuestra amarguísima situación por esas partes ¡Que angustiados
los considero! Pero no sé qué fondo de confianza hay en mi corazón, de
que Tucumán va ser el centro de nuevos y mayores prodigios a pesar de
tantas maldades. San Martín escribe con muchísima animosidad y creo que
se hace cargo del ejército por reiterada renuncia de Belgrano. De este nada
sabemos aquí, tocante a su destino. Esperamos que Díaz Vélez que esta al
llegar levantara el velo a grandes misterios que aquí se encubren y punzan la
curiosidad de muchos. A este lo han acribillado aquí con pésimos informes de
su conducta. El diablo los entienda. Chiclana lo acribilla a Vélez, Ocampo a
Belgrano y este causa [acusa] a Ocampo por ladrón. Esto segundo es lo cierto

55
ANH, cit., pág. 82. “Si Dios y la Virgen están con nosotros, ¿quién contra
nosotros?”. Nota al pie. Aclaración de Susana Frías.
56
Ibídem.
264 Belgrano, la Patria al Norte

[...] El asunto interesante ahora es que no tome el enemigo posesión del Tu-
cumán. La razón, breve, que me das de nuestro armamento me consuela. No
son poca cosa tres mil hombres, otros tantos fusiles y cañones, sin contar con
el valiente paisanaje tucumano. Ya habrán llegado los negros: Me aseguran
que San Martín pide ahora mil quinientos hombres, no sé de donde salgan.
El sitio de Montevideo nos quita muchos auxilios.57

Más adelante, en otro párrafo, le dice: “Me acaban de asegurar


que van a Belgrano despachos del Gobernador de Córdoba ¿Qué
te parece? Aunque otros me dicen que baja a Córdoba a esperar
órdenes del Gobierno, y esto será lo más cierto”.58

El 26 de marzo de 1814, Molina recibe carta de a su amigo.


Se refiere a San Martín en Tucumán, a Belgrano y a la súplica que
hicieron por él con la firma de sesenta ciudadanos. Le comenta que
los “incomparables” no habían firmado.
Recordemos, con el doctor Miguel Ángel de Marco, que “des-
pués de las derrotas en el alto Perú, el Triunvirato decidió el relevo
de Belgrano, quien lo había solicitado el 17 de diciembre de 1813.
Fue designado el Coronel José de San Martín como mayor general
del Ejercito del Norte, quien manifestó su resistencia a aceptar esas
funciones, pero el Triunvirato le hizo saber que el mismo Belgrano
lo había solicitado”.59 Al dejar el Ejercito del Norte, Belgrano diri-
gió una proclama a los pueblos del Alto Perú, fechada en Tucumán,
25 de febrero de 1814, “en la que se refiere a la enseña que le había
acompañado en la victoria y en el infortunio:

He depositado en sus manos [se refiere a San Martín] la bandera del


Ejercito que en medio de tantos peligros he conservado, y no dudéis que la
tremolará sobre las más altas cumbres de los Andes, sacándoos de entre las
garras de la tiranía y dando días de gloria y de paz a la amada Patria.60

57
Ibídem, pág. 85.
58
Ibídem, pág. 86
59
Miguel Ángel de Marco, Belgrano Artífice de la Nación, soldado de la Li-
bertad. Emecé. Buenos Aires 2012 Pág. 212
60
Ibídem, pág. 217.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 265

Decía, además, Fray Cayetano en la mencionada carta del 26


de marzo:

Me alegro, mi hermanito, que Tucumán imponga respeto a las animosida-


des de Pezuela y Castro. Sea el motivo que sea, ellos no bajan. Se escribe aquí
de cierto, la retirada de estos hombres de Salta. Se me ocurre no sea añagaza
de Pezuela para arrancar de Tucumán a San Martín, temeroso de acometerlo
en sus trincheras. En fin, ahí lo verán mejor y serán la barrera que ataje
los males que nos amenazan en esa parte. Dios quiera que no debiliten las
fuerzas sacando a Belgrano ¡Es buen empeño, por cierto! Malditas sean las
pasiones, amen. El informe, o suplica de ese pueblo me dices, ha llegado con
sesenta firmas. Según me aseguran, no sabemos el resultado. No han firmado
los incomparables, esto abona en sumo grado las representaciones de ese
vecindario El estiércol de sus firmas habría apestado las vuestras. Bueno es
que Belgrano conozca experimentalmente su yerro. No puedo desprenderme
de la idea que su deferencia con los héroes ha tenido mucha parte en sus
desgracias. Algún día se lo he de decir cara a cara.61

En carta del 10 de abril del 14. Rodríguez se lamenta de las


novedades sobre Belgrano después de Vilcapugio Ayohuma. Decía
que echaba maldiciones a las pasiones de los hombres que perse-
guían a los mejores hijos de la Patria.

Mucho siento también la novedad de Belgrano. Sus émulos la celebraran.


Pero el tiempo levantara el velo a estas máquinas ocultas. La nobleza de
Belgrano no permita fundar sospechas contra él. Ya conocerás su falta. Cada
día que me levanto de (la) cama echo una maldición a las pasiones de los
hombres que arruinan nuestra Patria persiguiendo a sus mejores hijos. Corre
también que viene Jonte preso para acá y Chiclana desterrado a Famatina.
Tu nada me dices y lo supongo falso. No permita Dios que el Tucumán se
enrede y todo esto se lo lleve Satanás.62

En carta del 26 de abril 14, Fray Cayetano decía a Molina:

Me escribes que has visto carta de Belgrano de Santiago. Aquí me han


dicho muy de adentro que le va la orden para que camine a la Rioja. Mucho
fuego hay contra este pobre después que se ha sacrificado hasta no más.

61
ANH, cit., pág. 91 .
62
Ibídem, pág. 91.
266 Belgrano, la Patria al Norte

Paciencia, creo que según la cuenta la representación de ese pueblo habrá


encendido más la cosa.63

En otro párrafo, de esta larga misiva, le comenta sobre la “Pro-


clama de Belgrano a los pueblos del Perú” que su hermano Domin-
go la mando imprimir:

Vi a Belgrano, me dice que te ha escrito de confianza. Pensó hacer gestión


sobre tu asunto, pero lo consideró después inoficiosas atendidas las circuns-
tancias del día en que el nombre de Belgrano male olet [huele mal] por el
influjo de tanto mal que nos rodea. A pesar de esto propuso y suplicó al
Gobierno que os dieran 100 pesos para el desempeño de la comisión y solo
concedió cincuenta y quizá porque lo pide Belgrano. Paciencia. La especie
que acabo de escribirte del destino de Manuel [Belgrano] a La Rioja es falsa.
Me acaba de decir Domingo [Belgrano] que le fue orden para que estuviese
donde quisiese. Supongo que habrá llegado por allá la proclama que echó a
los pueblos del Perú en el momento de la derrota, exhortándola a que nos
desfalleciesen y argumentando que ha pedido el mismo al Gobierno a San
Martín para que lo reemplace, y derramándose en elogios de él. Aquí la hizo
imprimir Domingo [Belgrano] para que vean si la hermosura es capaz de
sublevaciones y maldades que le acumulan para echarlo de Tucumán. Pero ya
sabemos el origen. El conocerá en sus desgracias a los picaros que favoreció
y quienes fueron sus amigos.64

Carta del 10 de mayo de 1814. Con mucha aflicción le dice a


Molina: “Una puñalada es la noticia de la enfermedad de San Mar-
tín. Dios sabes y tú también, si ya no es alma de otra vida. Aquí
se hizo luego consejo de guerra y esto me huele a que la cosa viene
abultada. Vaya de desgracias. Paciencia”.65

Carta del 10 de junio de 1914. El franciscano escribe a José


Agustín satisfecho con el entusiasmo de su amigo con los festejos
tucumanos del 25 de mayo. Le informa que Rondeau había sido
destinado a Tucumán, en caso que San Martín siguiera enfermo.
Le decía que era buen general, militar de talento y valor y amable.

63
Ibídem, pág. 94.
64
Ibídem, pág. 95
65
Ibídem, pág. 96.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 267

Que en el sitio de Montevideo demostró su pericia. Que espera-


ban se reponga San Martín “porque hace falta”. Terminaba: “Leo
tu décima de repente. La Patria es una nueva musa que influye
divinamente”.66

Carta del 26 de junio de 1814. Fray Cayetano escribe, informan-


do, a Molina sobre Rondeau y que vio a Belgrano.

A Rondeau que ya camino para esa, se le hace chasque avisándole de todo


para que camine en alas de contento y gozo de ver el fruto de sus acertadas
disposiciones y militar constancia [se refería a la rendición de Montevideo]
[...] Llegó el Marques del Valle de Tojo. He ido a verlo y no lo hallé. Llegó
también Belgrano y aunque lo detuvieron en Luján, ya bajado a su chacra
de la Costa.67

Carta del 26 de julio de 1814. Rodríguez se dirige a José Agus-


tín más optimista y como siempre al tanto de todas los temas vin-
culados a las acciones del Ejército en el Norte y de la importancia
de Tucumán por la causa patriota.

La otra banda está enteramente evacuada de enemigos y las atenciones


todas serán Tucumán y el Perú. Tu pueblo se cubre de gloria con haber sido el
muro y antemural de nuestra causa que nunca ha podido destruir el enemigo.
Yo me lleno de complacencia, mi hermanito, de contemplarlo; ya se guardará
Pezuela de acometerlo. No solamente tú, sino otros muchos, dicen asertiva-
mente que se retira de Salta y aún hay carta que ya lo supone en el Volcán.
Satanás se lo ha de llevar si no desaloja todo el Perú y se muda a Lima.68

Carta del 26 de agosto de 1814. Fray Cayetano escribe entu-


siasmado por las noticias del Norte. Le comenta sobre la fábrica de
fusiles de Tucumán, la que a Belgrano le preocupaba mucho. Ya el
6 mayo de 1812, el general decía al Triunvirato:

[...] Si en alguna parte se necesita un oficial de juicio, probidad y entereza


para mandar, es en Tucumán está allí la interesante fábrica de fusiles, que

66
Ibídem, pág. 99.
67
Ibídem, pág. 101.
68
ANH, cit., pág. 105.
268 Belgrano, la Patria al Norte

con buena dirección debía haber presentado ya otros efectos, es el punto de


mayores recursos para el ejército donde todo debe caminar con la mayor
celeridad. Actualmente me veo detenido, con perjuicio de la causa, por la
dilación escandalosa que ha habido para remitirme la artillería, municiones
y vestuarios que pedí luego que llegué a Yatasto.69
[...] Mi Agustín, hermanito del alma: por tu carta de este correo quedo
enterado de nuestra situación en esas partes ¡Gracias a Dios! La retirada de
Pezuela afianza la noticia que nos ha venido de Chile, deposición de Abascal
e instalación de nuevo gobierno [...] Ya han salido tropas de aquí. Alvear ca-
mina dentro de quince días. El coronel Monasterio va también a arreglar esa
fábrica de fusiles y pasar a Potosí, cuando se desocupe a levantar de nuevo las
máquinas de la casa de la moneda. Todo denota que no pensamos sucumbir
al adorado Fernanduco. Vaya a un cuerno. Amén.70

Las cartas después de septiembres de 1814

Desde septiembre de 1814, en las cartas de Rodríguez hay comen-


tarios sobre la designación de Belgrano en “una comisión” en la
corte de Londres, “no sabemos para qué”, decía. Más adelante, en
octubre, le expresa a Molina: “Me dices que nada te gusta la desig-
nación a España de Belgrano y Medrano”. Le explica que “no es a
España, sino a Londres”. Continuaron en cartas siguientes comen-
tando de esto que “no sabían mucho de qué se trataba”. No pro-
fundizan mucho el tema ya que las cuestiones que les preocupaban
eran las de Belgrano en el Norte. El 26 de noviembre le informa
que se verificaba viaje a Londres de Belgrano y Rivadavia.71

En carta del 16 de octubre de 2014 el franciscano comenta so-


bre la reciente Provincia de Tucumán, se alegra de esto y que habría
que designar diputados por ella y, como de costumbre, temía que
fuese designado el “héroe”, como llamaban a Pedro Miguel Aráoz:
“Doy mi honora buena porque Tucumán se ha hecho cabeza de

69
Manuel Belgrano, Documentos Archivo Belgrano Museo Mitre, Tomo IV.
Buenos Aires, 1914, pág. 123.
70
ANH, cit., pág. 110.
71
Ibídem, pág. 119.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 269

Provincia independiente de Salta. Los hermanos salteños levanta-


ran la voz. Pero que importa”.72

Diez días después le escribe nuevamente:

Ya salió en La Gaceta el decreto de la erección de Tucumán en Provincia


aparte de Salta. De consiguiente hay que nombrar diputado para la Asamblea
porque deben ser dos porque es capital de Provincia. Oh por Dios, que vean
a quien nombran. Que no vengan con algún botarate como el Héroe. ¡Ojalá
cayera la suerte en ti, mi amado Agustín.73

En esta época intercambiaban muchas y diversas noticias, en-


tre ellas, el 10 de diciembre, le dice “que le envía Bula en que se
restablece a los Jesuitas, para que tengas la satisfacción de felicitar
con ella a tu tío Diego”. Se refería al jesuita Diego León Villafañe,
el jesuita.74

En carta del 26 abril de 1815, Fray Cayetano, entre otros co-


mentarios, le informa a Molina:

[...] Se deshizo la Asamblea y se invitara a los pueblos para un Congreso


Nacional, como es debido, donde convenga, quizá sea en Tucumán. Se a
relegido de este Pueblo a Rondeau, y se le manda diputación para que se
detenga todo el tiempo que estime necesario para concluir la obra en el Perú
y después venga. Veremos si viene.75

Poesías patriotas. Alabanzas censuradas

En varias cartas de 1815, le escribe sobre cuestiones vinculadas


a la gran pasión que ambos compartían por la poesía patriótica y a
problemas con algunas aparentemente censuradas.

72
Ibídem, pág. 114.
73
Ibídem, pag. 117.
74
Ibídem, pág. 121.
75
Ibídem, pág. 129.
270 Belgrano, la Patria al Norte

El 28 de junio de 1815 el franciscano escribe:

Mi amable José Agustín, hermanito de mi alma: recibo tu carta que em-


pieza por la alabanza de mi oda al “Día Augusto de la Patria”. Tu siempre
lees las cartas cuanto de levantas de la cama, es decir, con lagañas, Cuando lo
hice me pareció mediana; a pocos días me pareció cualquier cosa y no quiero
leerla más porque no me da en rostro. Conque si el autor, que por común se
apasiona por sus producciones, le asienta tan mal su obra, ¿Qué diremos de
los demás? Añádase a esto que tú eres muy apasionado y no tienes voto en
mis cosas. Conque chitón. Tu odita me la ha reservado Belgrano hasta aquí.
No le reconvengo porque piense que me das parte de tu correspondencia
con él. Ella saldrá. Me alegro que hayas hecho algo y que vean tu modo de
pensar, aunque es oído público aquí mismo.76

El 10 de julio de 1815 le comenta:

Ya he averiguado por qué no se ha impreso tu oda, aunque ha gustado a


todos y han sentido la casualidad. Te encargaron laudases en ella a Artigas,
y como este hombre malo ha vuelo a incidir en sus antiguas maldades y se
ha concitado de nuevo el odio de Buenos Aires, me he alegrado infinito que
no se haya impreso, habiendo sido detestada, como ha sido también la mía
hecha a Alvear antes de su caída, aunque tú y yo hemos sido suplicados para
hacerlas. Nunca hagas laudatorias a sujetos particulares. El que hoy es santo
mañana es diablo y queda uno en descubierto.77

El 26 de julio de 1815 le informa:

Acabo de componer tu oda que estaba sembrada de alabanzas a Artigas:


La he limpiado enteramente de cuanta expresión huele a esto. Hubiera queri-
do quitar también el nombre de Álvarez y Thomas, no porque no merezca su
elogio sino porque no conviene interesarnos en público por nadie. Ninguno
se eleva y entra a mandar al gusto de todos y, al fin, degeneran con el decurso
del tiempo y entonces el laudante carga la parte de la indignación del pueblo
insensato que no distingue tiempos ni momentos. Jamás trabajes para elogios
de particulares. A mí me pidió la misma oda para elogiar a Álvarez, pero me
desentendí y la hice para el 25 de mayo.78

76
Ibídem, pág. 132.
77
Pag. 136.
78
Pág. 140.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 271

Se aproxima el Congreso

Carta del 10 de septiembre de 2015. Fray Cayetano se preocupa


y se lo dice, molesto, a su amigo quien encontraba inconvenientes
para que el Congreso se realizara en Tucumán. Le recrimina y le
hace notar aspectos importantes sobre la inconveniencia que este
se realice en Buenos Aires. Expone argumentos de peso y elogia a
Tucumán:

Hora encuentras mil escollos para que el Congreso sea en Tucumán. ¿Y


dónde quieres que sea? ¿En Buenos Aires? ¿No sabes que todos se excausan
[por excusan] de venir a un pueblo a quien miran como miran como opresor
de sus derechos y que aspira subyugarlos? ¿No sabes que aquí las bayonetas
imponen la ley y aterran hasta los pensamientos? ¿No sabes que el nombre
porteño esta odiado en las Provincias Unidas o desunidas del Rio de la Plata?
¿Qué avanzaremos en con un Congreso en que no da de presidir la confianza
y la buena fe? ¿Te parece que aquí mismo se desea la reunión en este pueblo?
Te engañas. Es menester dar un testimonio de sacrificio todo por la unión y
la paz. Tucumán es pueblo pacífico, en buena distancia de todas las ciudades,
no funda celos entre los concurrentes y es una localidad agradable.79

La carta es larga y con muchas opiniones de Fray Cayetano para


que el Congreso se realice en Tucumán.

El 18 de septiembre de 1815 Rodríguez escribe a Molina di-


ciéndole, en primer lugar, que lo encontraba más sereno lo cual
le complacía. Entre otros temas, se refiere a una novedad sobre la
fábrica de fusiles de Tucumán, la que fue una preocupación para
Belgrano:

Estoy lleno de contento por la hermosa carabina fabricada en Tucumán,


que se ha graduado aquí de tan buena, que ha salido en los papeles públicos
su elogio y el aviso que el Director va a mandarla en presente al Director de
las Provincias Unidas del Norte para que vea los ensayos de las Unidas del
Sud. Esto da honor a los habitantes del Salí, espectadores de Aconquija.80

79
145.
80
Ibídem, pág. 148.
272 Belgrano, la Patria al Norte

Los temas políticos estaban siempre presentes en sus comenta-


rios, en la misma carta el apasionado Fray Cayetano comenta sobre
Artigas, a quien indiscutiblemente no quería. En muchas cartas lo
expresa:

Corren noticias, escritas en Santa Fe, que está muy enfermo Artigas. Dios
quiera glorificarlo. Amén. Es un canalla intolerable, aunque ahora se ve odia-
do por todos: portugueses, paraguayos, porteños, y el paso cerrado para Santa
Fe y Córdoba, dos indecentes pueblos que le habían tomado por protector
contra Buenos Aires.81

Carta del 10 de octubre de 1815. Se refiere a Tucumán, y como


se actuó ante la primera sublevación autonomista del teniente co-
ronel Juan Francisco Borges, en 1815, para lograr la autonomía de
la ciudad de Santiago del Estero y su jurisdicción. Fray Cayetano
le decía a Molina:

Me ha cuadrado enormemente la energía de Tucumán en el acontecimien-


to de Santiago. Ha sido un atentado de Borges y el gobernador de la provincia
no debió mostrarse indiferente: Han dado los hombres en que los pueblos no
han de conocer cabeza, cada uno quiere gobernarse por sí mismo. Si Borges y
con él otros, han pensado así, sepan que el Tucumán es cabeza de provincia,
que Santiago es un tenientazgo y nada más y que antes del Congreso no han
ellos de fijar forma de Gobierno. Este es mi parecer.82

Cabe recordar que, al año siguiente,

el 10 de diciembre de 1816, el coronel Borges encabezó una segunda rebelión


autonomista en Santiago del Estero. Derrocó al gobernador Ibáñez, asumió
su cargo, negando obediencia al gobernador de Tucumán Araoz y al jefe del
Ejército del Norte Manuel Belgrano. Ante esta situación Belgrano ordenó al
tucumano Gregorio Araoz de Lamadrid que sofocara el movimiento. Borges
fue batido en Pitambalá, y el general ordenó se lo fusilara.83

81
Ibídem.
82
Ibídem, pág. 150.
83
Carlos Páez de la Torre (h), “El Fusilamiento de Borges”. En: La Ga-
ceta, Tucumán, 16 de mayo de 2013.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 273

Carta del 26 de octubre de 1815. Por esa época se alistaba Fray


Cayetano para su partida hacia Tucumán, comenta a Molina como
sería el viaje, donde se alojaría. Expresa su preocupación por la de-
mora en “Cantar el triunfo en el Perú [...] ya que los pueblos acéfa-
los sin conocer un poder reconcentrado hacen mil disparates”. Por
eso, decía, “a toda costa debe realizarse el Congreso y constitución”.
Le comentaba, además, de una carta de Belgrano desde Londres en
la que el General opinaba sobre nuestra independencia:

Escribiendo esta me hacen leer capítulo de carta de Belgrano desde Lon-


dres, que asegura que esta tal las cosas de Europa que el mismo Fernando, va
a ser el primero que reconozca nuestra independencia y añade el descontento
universal con el Rey, aún de los franceses con su Luis XVIII, por no querer
entre ambos sujetarse a la constitución que han jurado. Mira como están las
cosas.84

Al terminar la nota le anunciaba: “A nuestras vistas, te diré cosas


muy graciosas que no quiero fiar a la pluma”.85 Había, afortunada-
mente, también tiempo para el humor.

1816. Un año sin correspondencia


de Fray Cayetano

En el año 1816 lamentablemente no hay cartas de Fray Cayetano


Rodríguez. Se encontraba en Tucumán por las sesiones del Con-
greso. En esa época, Belgrano estuvo muy activo en Tucumán, y
con temas de la Asamblea a la que brindo un informe reservado,
expuso que “consideraba la forma de gobierno más conveniente
para estas provincias era una monarquía temperada y que había
que llamar a la dinastía de los Incas “por la justicia que envolvía
la restitución de esta casa” y por el entusiasmo general que pro-
vocaba la noticia entre los habitantes del interior.86 El Congreso

84
ANH, cit., pág. 152.
85
Ibídem, pág. 153.
86
Miguel Ángel de Marco. “Artífice de la Nación, soldado de la libertad”.
Emecé, Buenos Aires, 2012, pág. 254.
274 Belgrano, la Patria al Norte

declaró oficial la bandera del Belgrano como símbolo de la Unión


y le había designado Comandante del Ejército del Norte y Capitán
General de la Provincia.

Correspondencia de 1817

La correspondencia de fray Cayetano a su amigo José Agustín Mo-


lina se reanuda en 1817. El Congreso ya estaba instalado en Buenos
Aires. Las reuniones de la Asamblea le ocupaban mucho su tiempo
y las cartas de esa época, como era habitual, tratan de temas polí-
ticos y familiares No olvidan a Belgrano y en algunas misivas se
refieren al general.

En carta del 3 de agosto de 1817; el franciscano escribe a su


amigo, alegrándose que Tucumán ya tuviera imprenta. Es la que
Belgrano instaló en Tucumán en 1817 y en la que el general editaba
El Diario del Ejército auxiliador del Perú.87

Mucho me llenan las noticias del Interior, y que ya Tucumán vea im-
prenta. Gazcón me ha prometido el diario del Ejército, de que hay aquí
dos números. ¿Pero Belgrano no se mueve? ¿Y por qué? Sigue quejándose
amargamente a este gobierno del dómine Bernabé, que le obstruye todos
los caminos para progresar con su ejército, lo pinta muy feo y con mucha
instancia.88

Las diferencias de Belgrano con Bernabé Araoz eran notorias


en esa época... “todos saben que las relaciones entre ambos se han
vuelto tirantes”. Belgrano lo tacha de reticente en el suministro
de auxilios a las tropas —por eso había presionado al Directorio
para que lo relevase— y Aráoz le negaba autoridad para revisar las
cuentas del tesoro provincial. Eran problemas creados por la larga

87
Pedro León Cornet, “Los propósitos y contenidos del “Diario del Ejercito
Auxiliador del Perú”, editado en Tucumán”, en: Revista de la Junta de Estudios
Históricos de Tucumán N° 16, Tucumán, 2018.
88
ANH, cit., pág. 164.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 275

permanencia del Ejército y por las fricciones inevitables entre dos


autoridades cuyas competencias no estaban bien delimitadas. Bel-
grano, además de jefe del Ejército, tenía título de “capitán general
de las Provincia”.89

El 26 de septiembre de 1817 Rodríguez comenta a Molina los


cambios en el Gobierno de Tucumán: se iba Bernabé “que ya estaba
decidida su renuncia” y en su lugar sería designado el gobernador
de Catamarca Mota Botello.90

El 18 de diciembre del 17 se refiere a Güemes, con quien en esa


época las relaciones con Belgrano no eran buenas, le decía que el
salteño anunciaba venida del enemigo para hacerse de municiones,
y pertrechos de guerra y que: “Gracias a Dios Belgrano ha sabido
responderle [...] Yo sé que no ha de bajar el enemigo, y ojalá lo
intentara”.91

Preocupación por la salud


de Belgrano enfermo

En carta del 3 de diciembre de 1819 Fray Cayetano escribe


desconsolado a Molina:

Mucho me desconsuela la indecisión de los médicos acerca de la salud de


Belgrano, yo estoy que aunque la recupere, no quedará capaz de empeñarse
en dirigir personalmente su ejército. Que horizonte tan feo se me representa
respecto del Perú, cuando echando la vista por todas partes no hallo quien
reemplace a Belgrano. No lo hay mi Agustín, quien reúna el lleno de sus
virtudes, digan lo que quieran. ¡Que trastorno causan las pasiones! Tengo
momentos tan aciagos y tristes que quisiera no existir.92

89
Carlos Páez de la Torre (h) y Sara Peña de Bascary, en: Porteños, Pro-
vincianos..., cit., pág. 59.
90
Ibídem, pág. 166.
276 Belgrano, la Patria al Norte

El 10 de abril de 1820 Cayetano Rodríguez escribe a su amigo


Molina, la que sería la última carta de este epistolario, con una
triste noticia: “Belgrano ha llegado acá hace seis días. Esta bastante
malo y dudan todos de su salud y aun de su vida”.93
Fray Cayetano visitaba asiduamente a Belgrano en sus últimos
días. Le afectó profundamente su muerte. Así lo expresa en su ex-
tenso escrito “Elogio fúnebre al General Belgrano”, de 1821.94

Los últimos días


del General Manuel Belgrano
En los primeros días de febrero de 1820 emprendió viaje a Buenos
Aires, acompañado por Redhead, por el capellán Villegas y por
sus ayudantes de campo Gerónimo Helguera y Emilio Salvigni.
Tras un penoso viaje, arribó a Buenos Aires al empezar abril. Allí
su vida se fue apagando lentamente. La suya fue la muerte de un
hombre justo y cristiano. Sus últimas palabras fueron dichas al
doctor Castro con voz apagada: “Pensaba en la eternidad adónde
voy, y en la tierra querida que dejo. Espero que los buenos ciuda-
danos trabajarán por remediar sus desgracias”. El 20 de junio de
1820, a las siete de la mañana entregó, su alma a Dios, sereno, sin
alardes, fortalecido por la fe religiosa que nunca le abandonó. Fue
sepultado en el atrio de la iglesia y convento de Santo Domingo,
amortajado con el hábito de esa orden, conforme era su voluntad.
Una losa de mármol cubrió la fosa con una simple leyenda: “Aquí
yace el general Belgrano”. Dice Mitre:
Así murió, así fue enterrado y así se hicieron los funerales del general Ma-
nuel Belgrano, en medio de la anarquía que devoraba a la República Argenti-
na, y de la indiferencia pública, que por algún tiempo más siguió pisando la
losa de su sepulcro, colocado bajo la planta de los que pasaban, sin sospechar
que allí se encerraba la más pura y una de las más altas glorias de la patria
independiente y libre, merced a sus esfuerzos y a sus largos trabajos.95

93
Ibídem, pág. 199.
94
Fray Cayetano Rodríguez: “Elogio fúnebre al General...”, cit.
95
Carlos Páez de la Torre (h) y Sara Peña de Bascary, en: Porteños, Pro-
vincianos..., cit., pág. 51.
S. Peña de Bascary: Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez 277

A modo de conclusión

El epistolario de Fray Cayetano Rodríguez, a su amigo el doctor José


Agustín Molina, brinda importantes datos históricos. Es, además,
una pintura notable de época para comprender hechos y personajes
en tiempos de la independencia. En, este caso, lo relacionado al
General Belgrano en el Norte desde Tucumán 1812, hasta su muerte
en Buenos Aires 1820. Con un lenguaje de impactante franqueza,
no escatima elogios y duras críticas a protagonistas del momento.
Se aprecia la gran admiración, respeto y afecto a Manuel Belgrano.
La virtud de sus opiniones y comentarios, reside precisamente, en
que se volcaron en el momento que ocurrían los hechos. Los relatos
conmueven, emocionan por la naturalidad en que son expresados,
tanto en alegrías como en pesares. Los párrafos elegidos, para esta
nota, se refieren únicamente a Belgrano y su tiempo. Pero, cabe
aclarar que, en el extenso epistolario, hay cuestiones apasionantes
de ese periodo. Sucesos narrados, por aquel testigo privilegiado de
los históricos sucesos, a su amigo tucumano. Además, es un placer
recorrer el epistolario de Fray Cayetano Rodríguez, fuente inago-
table de testimonios y vivencias.

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278 Belgrano, la Patria al Norte

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Índice / Presentación 279

Índice

A modo de presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Manuel Belgrano, servidor de su Patria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7


Teresa Piossek Prebisch

Manuela Mónica del Corazón de Jesús Belgrano. Una vida


marcada por la orfandad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
Sara Graciela Amenta

Dos siglos, la Batalla de Salta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37


Carlos Páez de la Torre (h)

Belgrano y la importancia de conocer el territorio del país . . . 70


Gregorio A. Caro Figueroa

Un lugar en el mundo. Belgrano y un proyecto urbano


para San Miguel de Tucumán, 1812-1820 . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
Juan Carlos Marinsalda

Imágenes Belgranianas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Apéndice gráfico color

Médicos, capellanes y sacerdotes cronistas en el Ejército


del Norte (1812-1820) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
Elena Perilli de Colombres Garmendia
280 Belgrano, la patria al norte

“... En el día se trata de monarquizarlo todo ...”. Debates


en torno a la monarquía. El protagonismo de Belgrano . . . . . 182
María Cecilia Guerra Orozco

Penurias y contrariedades de Belgrano en el Norte . . . . . . . . . 211


Pedro León Cornet

Sitios belgranianos en Tucumán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224


Félix Alberto Montilla Zavalía

Belgrano en el Norte según Fray Cayetano Rodríguez en


su epistolario y otros escritos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 241
Sara Peña de Bascary

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