Jose Bonilla 20171900185
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En los diálogos de Platón se encuentran las opiniones primordiales de todo lo que han dicho
y expresado atreves de los años los magnos pedagogos de los postreros veinticinco siglos.
La Educación le corresponde preparar al hombre desde su infancia para la virtud y para
convertirse en un buen poblador.
El designio pedagógico de Platón, al fundar la Academia, fue instituir buenos políticos y
gobernantes. La educación y todos los semblantes análogos, anexos y adicionales a la
psicología evolutiva, métodos y procedimientos según la edad del educando, enseñanza-
aprendizaje, etc. Es el tema que palpita desde el comienzo hasta el final de su obra de vida;
ahí, la razón por la cual Platón encabeza la lista de los grandes pedagogos universales.
A su vez, la esencia de esa inclinación se halla estructurado en la trilogía “ética-política-
pedagogía”, así como también en sus diálogos Hipias, Filebo, Laques, Cármides, Menón y
Teeteto se ocupa del tema pedagógico. Sin embargo, es en el Protágoras, en la República y
en las Leyes donde formula con mayor fuerza una filosofía de la educación.
La educación es, para Platón, el instrumento necesario para formar al hombre. Estudia este
asunto con diferentes enfoques. Para Platón el tema de la educación es vital en la
conducción del Estado. Más que la economía o la guerra, la educación debe estar al servicio
del Estado, y el Estado debe estar al servicio de la educación.
La educación como la concebía Platón contenía otros asuntos, que sólo con el paso del
tiempo se han ido decantando e individualizando en el mundo moderno, tales como
civilización, cultura, tradición, literatura, poesía, música, etc. Cada uno de estos vocablos se
reduce a expresar un aspecto de aquel concepto general, y para abarcar el campo de
conjunto del concepto griego sería necesario emplearlos todos a la vez”. Con esa disciplina,
con esa ciencia que aconsejaba cultivar el maestro ateniense, “la naturaleza corporal del
hombre y sus cualidades pueden cambiar y elevar sus cualidades a un rango superior”.
Parte de la crisis de la sociedad contemporánea es responsabilidad de la escuela y de la
familia; entre los educadores de los diferentes niveles se tiene la idea de que Platón fue un
gran filósofo y educador de la antigüedad, pero no se sabe con exactitud cuáles fueron sus
propuestas pedagógicas.
La educación para platón es la buena enseñanza que se le da al cuerpo y al alma toda la
perfección y toda la belleza de que son capaces, Se llama educación a la virtud que surge en los
niños por primera vez. Si en las almas de los que aún no pueden comprender con la razón se
generan correctamente placer, amistad, dolor y odio y si cuando pueden captar la razón, coinciden
con ella en que han sido acostumbrados correctamente por las costumbres adecuadas, esta
concordancia plena es la virtud. La educación consiste en arrastrar y conducir a los niños hacia la
definición correctamente dada por la ley y que, por experiencia, tanto los más aptos como los más
viejos creen que es realmente correcta.
La educación, como muchos otros aspectos de la vida del hombre, se encuentra bajo una marcada
influencia mítico-religiosa que Platón desagrega en varios componentes. En primer lugar, “en la
vida de los hombres, muchos de estos placeres y dolores correctamente formados que constituyen
la educación se relajan y se destruyen”. Pero los dioses son generosos “apiadándose del género
humano que, por naturaleza, está sometido a tantas fatigas”. Para demostrar su nobleza, los
dioses “dispusieron como descanso de las penurias del hombre la alternativa de fiestas, y, para
que recuperen su estado originario, les dieron a las Musas y a Apolo, el guía de las Musas, y a
Dioniso como compañero de sus festivales, y también la educación que se produce en las fiestas
que celebran junto con los dioses”
En el libro III de las Leyes, trae un concepto que hace contraste con el símil del potro encabritado,
y que muchos educadores y psicólogos han repetido por los siglos de los siglos, sin darle crédito a
Platón: “Para un padre su hijo, aunque uno es un niño y el otro un hombre maduro, es un amigo”.
Y en un pasaje del libro IV del mismo diálogo expresa su preocupación por la dificultad que tiene el
legislador para transmitir a una masa sin educación, el doble mensaje que deben contener las
leyes: persuasión y coacción. “Frente a esto, ningún legislador parece haber reflexionado nunca
acerca de que para legislar pueden usar dos instrumentos, persuasión y coacción, en la medida
que sea posible aplicarlos a una multitud sin educación”
En el libro VII de la República, Platón explica los métodos con que se debe educar: sin coerción,
con libertad, mediante el juego y el trabajo. Tanto los estudios de cálculo como los de la geometría
y todas las demás que se impartan antes de la dialéctica se le deben enseñar al hombre desde
niño, pero sin hacer compulsiva la forma de la instrucción: “El hombre libre no debe aprender
ninguna disciplina a la manera del esclavo; pues los trabajos corporales que se practican bajo
coerción es posible que no produzcan daño al cuerpo, en tanto que en el alma no permanece nada
que se aprenda coercitivamente”. En consecuencia, no se debe forzar a los niños en su
aprendizaje, sino que se precisa educarlos jugando: así se descubrirá más fácilmente para qué tipo
de actividad es naturalmente apto cada uno. Para que cada niño, según sus ideales y sus sueños,
pueda aprender jugando su futuro oficio, el que lo cría debe proveer es juego y ese trabajo a cada
uno de los niños, dándole pequeños instrumentos. En especial, los niños deben aprender todo
cuanto sea necesario saber previamente.
La danza coral, una herramienta Pedagógica. No podrá haber educación completa sin la danza
coral en su conjunto. De ésta, una parte consistía en los tiempos, y la parte de la voz se refería a la
combinación de tonos.
La educación del niño de los tres a los seis años. Continuando con su plan de educación, en el libro
VII de las Leyes Platón señala que, si se llevan a cabo al pie de la letra las enseñanzas anteriores
hasta cuando el niño o la niña haya alcanzado la edad de tres años y no se aplican las cosas que
dijimos “a salto de mata, los párvulos que están recibiendo la educación obtendrán un beneficio
que no será pequeño”. Según Platón, la forma de ser del alma de los niños tres, cuatro, cinco y
hasta seis años necesita juegos, aunque es necesario ya aplicar correctivos para que no se vuelvan
caprichosos, pero sin humillarlos.
Dispone Platón que todos los niños de las aldeas que ya tengan entre tres y seis años deben
reunirse en un templo de sus localidades. A esa edad, las nodrizas deben cuidar todavía el orden
de los niños e impedir su mala conducta, pero, para mantener el orden de las nodrizas y de todo el
grupo, los guardianes de la ley deben designar por un año, para cada grupo, a una de las doce
mujeres seleccionadas previamente con ese fin.
La educación a partir de los seis años. De acuerdo con Platón, los infantes deben ser separados por
sexos; los niños han de pasar el tiempo con los niños, e igualmente las niñas se relacionarán entre
sí, aunque es preciso que ambos grupos reciban una formación completa. Los varones deben tener
profesores que les enseñen a cabalgar, arrojar flechas, lanzar jabalinas y tirar con la honda, y
también las mujeres, en caso de que estén de acuerdo, deben ir, al menos, hasta completar su
instrucción; sobre todo deben aprender a usar las armas lo mejor que puedan.
Sobre la enseñanza de la música, Platón formula una serie de reglas. En primer lugar, se deben
rechazar las canciones que tengan que ver con insultos, congojas, hechicerías y llantos que
entristezcan las almas. En segundo lugar, los cantos deben ser plegarias a los dioses, para quienes
son los sacrificios. En tercer lugar, los poetas, sabiendo que las plegarias son solicitudes a los
dioses, deben cuidarse mucho y, por tanto, no pedir inadvertidamente un mal como si fuera un
bien. ¿Por qué hace esa advertencia Platón? Porque “cuando, en el texto o en la música, un poeta
se equivoca en eso y compone plegarias erradas, hará quizá que, en los asuntos más importantes,
los ciudadanos pidan totalmente lo contrario.
La educación de los adolescentes. En las primeras páginas del libro V de las Leyes, Platón pone de
presente la arrogancia de los adolescentes y la necesidad de reprenderlos para evitar su
desfachatez: “Todo niño dice: ni bien ha entrado en la adolescencia, piensa que es capaz de
conocerlo todo y cree que con loas honra su alma y la anima a hacer lo que quiere, mientras que
es todo lo contrario: si hace eso la daña y no la honra […]. A nuestros hijos debemos dejarles en
herencia mucho pudor, no oro. Cuando reprendemos a los jóvenes su desfachatez creemos que le
dejamos eso en herencia” En un apartado del libro VI, su preocupación se encamina a educar al
ciudadano para que pueda elegir buenos magistrados: “Los que van a elegir deben estar criados en
los caracteres que proponen las leyes y haber recibido una buena educación para llegar a ser
capaces de elegir y rechazar a los que son dignos de ello”
La escuela, padres y maestros. No sólo debe recibir educación el niño cuyo padre tenga
voluntad de hacerlo, sino que es una obligación de todos. “No ha de acudir aquel a cuyo
padre se le antoje mientras que abandona la educación aquella al que su padre no quiere
mandarlo, sino que, por el contrario, lo que se acostumbra a decir, todo hijo de vecino, en lo
posible, debe recibir obligatoriamente formación, puesto que pertenecen a la ciudad más
que a sus progenitores”. Este principio de la obligatoriedad de la educación pública lo tomó
Platón de la institucionalidad de Creta y Esparta, donde el Estado se hacía cargo de la
educación de los jóvenes desde edad muy temprana, aunque no se profundizaba en la
formación intelectual.
¿Cómo educar a los educadores? es una pregunta con la cual algunos pedagogos de hoy
pretenden deslumbrar al público. Sin embargo, Platón se la formuló hace 2.400 años. “Pero
¿cómo nuestra ley podría llegar a educar suficientemente a ese magistrado?”, es el
interrogante del director de la Academia. Se refiere al funcionario del Estado responsable
de la educación. He aquí la respuesta: “En lo posible no hay que omitirle nada, sino que
debemos hacer una exposición detallada de todo el tema para que él, a su vez, se lo
proclame y eduque a los otros”. “Primero entérate tú mismo de qué es necesario que
aprendan los jóvenes en este tiempo y los maestros a su vez enseñen” es la orientación que
Platón les da a los educadores.
La educación para tomar el vino. En el libro II de las Leyes el filósofo griego establece una
simbiosis entre vejez, canto, educación y vino, que se puede sintetizar como sigue. Todo el
que llega a viejo está lleno de dudas respecto al canto, es menos alegre, más tímido y
avergonzado, y “cuanto más viejo y más prudente sea, tanto más”, y, en lo que respecta a la
actuación, sentirá todavía más vergüenza de cantar de pie en el teatro y ante todo tipo de
gente. Hay una solución para que los ancianos se reanimen y alegren: recurrir al vino. Pero
aquí también es indispensable legislar al respecto, para educar a los niños y a los jóvenes en
el uso del licor y en el problema de la embriaguez. Hasta los dieciocho años, los niños no
deben probar el vino porque “no hay que llevar fuego sobre el fuego al cuerpo y al alma”.
Y, luego, los jóvenes pueden gozar del vino hasta los treinta años, pero sin llegar a la
embriaguez total.
La preparación del hombre de Estado. Al abordar este tema Platón concibe que “el ejercicio
supremo de gobernar la ciudad se halla subordinado exclusivamente, según él, al hecho de
poseer la mejor educación”. No obstante que, en las Leyes, como se ha visto, hay un
programa muy amplio de educación, la formación del gobernante está contenida en la
República, aunque en este diálogo Platón también trata aspectos generales de pedagogía. En
el libro IV de la República, explica que, si están bien educados, los hombres llegan a ser
mesurados y a percibir fácilmente instituciones que se deben dejar de lado, como la
posesión de mujeres, los matrimonios y la procreación de hijos.
Platón hablo sobre la educación del niño, del joven y del hombre en la filosofía. En el
introito a tan importante materia hay un principio digno de convertir en paradigma de toda
misión esencial del hombre: “Todas las cosas grandes son arriesgadas, y las hermosas,
realmente difíciles”. Platón al mismo tiempo critica la manera como se enseñaba la filosofía
en Grecia y expone la metodología que debía seguirse. Según lo expresa, la filosofía debía
ser abordada por el adolescente tan pronto como salía de la niñez, y, cuando la materia
entrara en lo más difícil, el interesado debía abandonar su estudio propiamente dicho y
simplemente se convertirse en oyente de filósofos activos. Platón proponía que a los niños
y adolescentes se les impartieran una educación y una filosofía propias de esas etapas de la
vida: “Y al crecer en edad, cuando el alma comienza a alcanzar la madurez, hay que
intensificar los ejercicios que corresponden a ésta; y, cuando cede la fuerza corporal y con
ello quedan excluidos de las tareas políticas y militares, dejarlos pacer libremente y no
ocuparse de otra cosa que de la filosofía”.
En el libro VII aborda los dos factores esenciales del conocimiento, de la educación y de la
vida del hombre en general: la genética y el medio ambiente. La genética es lo que el
hombre trae al mundo al nacer. Por supuesto, Platón no utiliza ese concepto, sino que se
refiere a lo que tiene el niño en su alma. Señala que la educación no es como proclaman
algunos: que cuando la ciencia no está en el alma, ellos la ponen, como si se pusiera la vista
en ojos ciegos. Y agrega: “En el alma de cada uno hay un poder de aprender y el órgano
para ello, y así como el ojo no puede volverse hacia la luz y dejar las tinieblas si no gira
todo el cuerpo, del mismo modo hay que volverse desde lo que tiene génesis con toda el
alma, hasta que llegue a ser capaz de soportar la contemplación de lo que es, y lo más
luminoso de lo que es, que es lo que llamamos Bien”
La formación del hombre según Platón es la educación para beber el vino, para formar a los
jueces y cómo educar a los educadores, son temas que ocupan lugar destacado en sus
diálogos.