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La Dinámica Iglesia Crecimiento

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Capítulo 1

EL CRECIMIENTO DE LA
IGLESIA DE JESUCRISTO

La iglesia El Buen Redentor tiene menos de cinco años de


existencia y crece a un ritmo de un siete por ciento cada año. Está
ubicada en una avenida principal por donde pasa, a cada rato, un
ómnibus de una de las siete líneas que entran a la ciudad. La iglesia, que
hace sólo tres años estrenó su nuevo local, ya tiene 420 miembros
con una asistencia promedio de 560 personas. El equipo ministerial
cuenta con dos pastores a tiempo completo y cuatro más a tiempo
parcial (porque son alumnos de un seminario ubicado en la misma
ciudad). El pastor principal ha estado con la iglesia desde el comienzo.
La junta administrativa la integran doce miembros, de los cuales seis
tienen menos de tres años como miembros de la iglesia. La iglesia está
involucrada en un programa de evangelismo continuo y discipulado de
cada miembro nuevo. Todo indica que esta iglesia está creciendo y
seguirá creciendo.
En otro sector de la misma ciudad, se encuentra el templo de la
iglesia Getsemaní, de la misma denominación, que ha formado parte
de su comunidad por más de veinte años. Aunque está escondida en
una calle poco transitada es bien conocida, por lo menos en este
sector. Creció hasta que tuvo 600 miembros, pero dentro de los
últimos tres años la comunidad ha cambiado y más de 250 miembros
se han mudado a otras partes de la ciudad (algunos asisten a la iglesia
El Buen Redentor). Además, dos de sus cinco pastores han salido para
ir a pastorear otras iglesias, debido a que los ingresos disminuyeron
considerablemente y la iglesia no pudo seguir sosteniéndolos
económicamente ni pudieron contratar a nuevos pastores para
reemplazarles. La junta administrativa está compuesta de hombres y
mujeres que tienen un promedio de trece años como miembros de la
iglesia. El plan de trabajo del equipo ministerial se enfoca
mayormente sobre las necesidades de su comunidad, aunque también
incluye dos campañas evangelísticas durante el año. A pesar de la
ayuda social a la comunidad y las campañas; todo indica que esta
iglesia está declinando y seguirá declinando.
Viendo ambos ejemplos, nos viene a la mente esta pregunta: ¿por
qué tanta diferencia? Algunas razones son bien obvias, aunque otras no
son tan evidentes. Investigando el asunto mas a fondo se daba cuenta
de que hay enfermedades eclesiásticas que impiden el crecimiento de la
iglesia Getsemaní y aún están matándola. Se puede decir que de estas
dos iglesias, una decidió poner en práctica los principios de
crecimiento que van a encontrar en este libro y la otra no.
En la década del cincuenta fue establecida una escuela de
pensamiento que pronto impactó al mundo evangélico. Esta escuela
dice que hay que diagnosticar la salud de una iglesia y receta un
remedio para su recuperación espiritual y el crecimiento dinámico. Al
reconocer las enfermedades eclesiásticas y saber cómo sanarlas, se
puede descubrir por qué creció la iglesia El Buen Redentor mientras
que la Getsemaní declinó.
También nos llamó la atención los principios bíblicos por medio de
los cuales una iglesia puede crecer. Es una hipótesis que la iglesia que
practica estos principios bíblicos será una iglesia que mejora las
posibilidades para crecer tanto cuantitativamente como
cualitativamente. Juan Carlos Miranda dice que el enfoque de esta
línea de pensamiento:
...[E]s la ciencia que investiga la implantación, multiplicación,
funcionamiento y salud de las iglesias cristiana. Especialmente de la
Gran Comisión “ hacer discípulos a todas las naciones” (Mt. 28.19).
[T rata] de combinar los principios eternos de la Palabra de Dios con
los conocimientos contemporáneos de las ciencias sociales y de la
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conducta humana.
El propósito de este libro es ayudarle a conocer tanto los principios
bíblicos como los de las ciencias sociales que también tienen base en la
Palabra de Dios; indicarle cómo analizar las enfermedades eclesiásticas
que tiene su iglesia (y cómo sanarlas); abrir iglesias nuevas; como
conservar y medir el crecimiento de la iglesia (en cantidad y calidad).
Pero antes de entrar al tema veremos un poco de su historia.
El reconocido padre de la “ ciencia del Iglecrecimiento” (como él lo
llamó) es el doctor Donald McGavran. El Doctor McGavran era
misionero de los Discípulos de Cristo en la India. Durante este tiempo
(1923-1954) se dio cuenta que algunas iglesias crecían en su campo de
trabajo y otras no. Además llegó a la conclusión de que la filosofía de
su misión no alcanzaba el propósito de llevar a las personas a Dios.
Tal verdad fue descubierta el día en que Doctor McGavran dialogó
con una mujer que había vivido y trabajado por muchos años en la
comunidad de misioneros. Le preguntó: “ ¿Cómo se explica que
después de tantos años con nosotros ninguno de ustedes sea creyente
todavía?” A lo que ella contestó: “ Quizás sea porque ustedes nunca nos
preguntaron si éramos o no cristianos.”
¡Nunca se les presentó el evangelio ni a ella ni a su grupo! El
evangelismo no era una prioridad para la denominación del Doctor
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McGavran en aquel tiempo y lugar.
Sin embargo, McGavran observaba que otros grupos de las castas
bajas en la India entraban al reino de Dios en gran número. ¿Qué
marcaba la diferencia entre los indios de su localidad y los de otros
lugares? ¿Por qué veía en un lugar multitudes convertidas mientras que
en su propia “ casa” ni uno llegaba a los pies del Señor? Esto lo hizo
pensar mucho y al final escribió el libro Los puentes de Dios (1955)
que, para muchos, significó el “ primer tiro” en el movimiento de
“ iglecrecimiento”.
Durante los años 1954 y 1960, McGavran sirvió en la Junta
Misionera Cristiana Unida, tiempo en el cual definió sus ideas sobre el
crecimiento de la iglesia y la posibilidad de enseñárselo a otros. Su
sueño se hizo realidad en 1961 cuando fundó el “ Instituto de
crecimiento de la iglesia” (1961-1965) en Eugene, Oregon (EE.UU.)
en el campus del Instituto Bíblico, Northwest Christian College. ¡La
primera clase se inició con un solo alumno! En 1965 se trasladó el
instituto al Seminario Teológico de Fuller en Pasadena, California con
el nombre de “ La Facultad de Misiones Mundiales”.
McGavran tuvo la oportunidad de hablar mucho sobre “ su ciencia” a
los niveles más altos de la iglesia protestante, y aun entre las iglesias
ecuménicas. Además, en 1964, se dio cuenta que la filosofía de ellas y
la suya propia, sobre el crecimiento de la iglesia, no eran compatibles.
Él creía que la misionología ecuménica “ se había apartado de la
comprensión clásica de la misión (la proclamación del evangelio, la
invitación a recibir a Cristo y la incorporación a Su iglesia)
concentrándose en problemas de ayuda social y de cooperación inter-
eclesiástica y perdiendo la visión de los millones que todavía no
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habían sido evangelizados.”
Desde aquel tiempo él recalcaba la necesidad de alcanzar con el
evangelio a todos los grupos de gente que hay en el mundo. Si otros
querían dedicarse a las necesidades sociales y las injusticias que hay en
el mundo, adelante. Pero, por su parte buscaría a los que se
encontraban todavía fuera del reino del Cielo para presentarle a
Jesucristo. He aquí el énfasis sobre el crecimiento espiritual y
numérico de la iglesia de Jesucristo: “ Que toda persona en el mundo
tenga la oportunidad de conocer a Cristo sin necesidad de cruzar
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barreras raciales, lingüísticas o de clases.
Desde Los puentes de Dios (1955), mucho se ha escrito sobre el
tema del crecimiento de la iglesia en inglés. ¡Lastimosamente existe
muy poco en el idioma español! La bibliografía que se encuentra al
final de este libro muestra lo poco que hay en el español, aunque
ciertamente, no aparece todo lo existente en el mercado.
Quien ha escrito más que cualquier otro sobre el tema no es el
Doctor McGavran (que murió en 1991), sino uno de sus primeros
alumnos, el Doctor C. Pedro Wagner. El Doctor Wagner fue un
misionero en Bolivia por 16 años y tuvo las mismas inquietudes que el
Doctor McGavran, razón por la cual se inscribió en sus clases. A la
mitad de la década de los 80, Wagner fue nombrado para reemplazar al
Doctor McGavran como el decano de la Facultad de Misiones
Mundiales del Seminario Teológico de Fuller. Sus libros más conocidos
en español son Su iglesia puede crecer (1980) y Sus dones
espirituales (1980).
Otro autor en esta área de estudios es el argentino Juan Carlos
Miranda, quien en 1985 escribió el libro Manual de iglecrecimiento
que nos ha servido mucho en el mundo hispano. En 1987, el
misiólogo norteamericano, Larry Pate, publicó su libro Misionología
(1987) que contiene mucho sobre el tema del crecimiento de la iglesia.
Y de vez en cuando salen artículos sobre el tema en las revistas
evangélicas, especialmente de la revista Misión. Y recientemente, el
Doctor Douglas Smith ha escrito Bendecidos para bendecir (1992).
Hoy en día, este tema no está tanto de moda como antes. En las
décadas de los 70 y 80, la línea de pensamiento iniciado por Donald
McGavran en 1955 (con la publicación de Los Puentes de Dios) llegó
a ser la moda entre las iglesias evangélicas. Pero, en la década de los
90, el interés en esa línea de pensamiento empezó a menguar. Los
motivos por eso fueron varios pero mayormente fue por el sentido
pragmático generado por los aficionados de “ Iglecrecimiento”. Su
entusiasmo a veces fue más allá de lo bíblico y por ende fue criticada
por haberse cruzado la línea. Por eso ganaron la fama de no prestar la
atención merecida a la Palabra de Dios y depender demasiado de las
leyes del “ marketing”, sociología y antropología.
Es cierto que los principios bíblicos tienen validez, pero también
creo que los principios tanto antropológicos como sociológicos tienen
validez porque Cristo y los apóstoles los utilizaron en alcanzar a su
mundo con el evangelio. Además, muchos creen que el enfoque sobre
el crecimiento numérico es algo pecaminoso. El Capitulo 1, responde
a este criterio con un análisis sobre la importancia de los números.
Reconozco que en un libro de este tamaño no voy a poder responder a
toda crítica, pero trato de basar todo en la Palabra de Dios para que el
lector pueda ver la urgencia de sanar la iglesia de sus enfermedades y
verla crecer al aplicar los principios bíblicos.
La primera y segunda edición de este libro fueron basadas en mis
experiencias tanto en el Perú como en Ecuador. Ahora, después de
haber servido 13 años como Director Regional de Latinoamérica para
la Alianza Cristiana y Misionera de los Estados Unidos, tengo una
compresión mucha más extensa en lo que el Señor está haciendo a
través de Latinoamérica (que extiende desde la frontera de México
con los Estados Unidos hasta la punta de Chile e incluyendo el
Caribe).
Con esta pequeña introducción al tema, presentamos el material que
ofrecemos a consideración de las iglesias evangélicas de habla
castellana. Es mi esperanza que de algo sirva para la extensión del
Reino de Dios en el mundo Latinoamericano.
Parte I

LA BASE BÍBLICA DEL


DESARROLLO DE LA IGLESIA

En la década de los 90, el interés en la línea de pensamiento sobre el


“ iglecrecimiento” empezó a menguar por la severa crítica acerca de
que esa escuela de pensamiento no tenia base bíblica y era demasiado
pragmática. Como cualquier otra área de investigaciones, siempre
habrá críticos del mismo. Pero, no vemos como algo malo tener
críticos porque ellos nos llaman la atención sobre cosas que tenemos
que corregir, otras en las que hay que ser más cuidadosos y aquellos
puntos en los que debemos darles la razón.
En el caso del asunto del crecimiento de la iglesia, la crítica sobre
que esta escuela de pensamiento carece de una base bíblica tiene que
ser contestada. Aquí hemos de averiguar si la tiene o no. Porque si los
críticos tienen la razón, esta línea de pensamiento no debe emplearse
en el reino de Dios. Es por ello que estudiaremos para saber que dice la
Biblia en cuanto al crecimiento del cuerpo de Dios en este mundo.
Estudiaremos la relación existente entre la T rinidad y el tema del
crecimiento de Su Iglesia Universal y los dos temas de la cantidad y la
calidad en el crecimiento, y luego, la validez de los principios de
crecimiento.
Por encima, esa escuela de pensamiento tiene mucho que decirnos si
nos abrimos para considerar su hipótesis: que si una iglesia aplica los
principios bíblicos, que promocionaba esta escuela de pensamiento,
facilitará el crecimiento tanto numérico como espiritual de la iglesia
local. Y es la posición del autor de este libro que los principios
presentadas a la seguida son bíblicos.
Si es así, es cierto que muy pocos van a negar que los principios
bíblicos tienen validez, pero algunos sí discreparían en cuanto a la
validez de los principios tanto antropológicos como sociológicos. Es
la tesis de este libro que Cristo y los apóstoles los utilizaron en
alcanzar a su mundo con el evangelio, aunque no los reconocieron
como principios antropológicos ni sociológicos.
Dios no desea que la Iglesia crezca sólo numéricamente, como
tampoco que crezca sólo espiritualmente sin agregar miembros
nuevos. Las dos clases de crecimiento tienen que ser simultáneas. Con
la presencia de una de ellas solamente, no tenemos un verdadero
crecimiento. Puede hacer “ crecimiento” en un aspecto, ¡pero no es
crecimiento sano! El término crecimiento incluye “ todo lo que está
implicado en llevar a hombres y a mujeres que no tienen ninguna
relación personal con Jesucristo a la comunión con Él y a una
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membresía responsable en la iglesia”
No es un esfuerzo para cambiar miembros de una iglesia a otra, sino
para buscar a los que “ no tienen relación personal con Jesucristo” y
llevarlos al reino de Dios. Es un esfuerzo en el que se enseña a cada
uno de los nuevos convertidos las doctrinas bíblicas para que lleguen a
ser miembros responsables y productivos en una iglesia local. Estoy de
acuerdo con el pastor Rick Warren cuando él dice en su libro, Una
iglesia con propósito, “ Una de las preguntas que debemos hacernos al
evaluar la salud de la iglesia es la siguiente: “ ¿Cuánta gente se está
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movilizando para cumplir con la Gran Comisión?” El crecimiento de
una iglesia se mide por el fruto mismo de los miembros en cuanto a
calidad y cantidad.
Por eso, solo existe crecimiento en la Iglesia de Jesucristo, en el
sentido puro de la palabra, cuando hay crecimiento cuantitativo y
cualitativo. El uno sin el otro da lugar a un crecimiento no muy sano
en la iglesia. Si hay sólo crecimiento cuantitativo, la iglesia se
convertirá en nada más que un “ club secular”. Si hay sólo crecimiento
cualitativo, la iglesia se convertirá en nada menos que un “ club
espiritual”. Para que sea una iglesia al estilo del Nuevo Testamento ha
de tener el mismo modelo de crecimiento: un crecimiento
cuantitativo y cualitativo simultáneo y equilibrado como se ve en el
libro de Hechos.
Según las estadísticas, la mayoría de iglesias están muy contentas
con los pocos miembros que tienen. No se interesan en recibir nuevas
personas, ya que eso significaría un posible cambio en cuanto a sus
tradiciones y un cierto aumenta a su círculo de miembros. La
actualidad de estas iglesias es que uno tiene que asistir por años antes
que sean “ aceptados” como parte de la iglesia, sea miembro o no. Por
eso no crecen; los nuevos al fin salen porque no han sido muy bien
recibidos. Además, estas iglesias se jactan de su madurez espiritual
meramente porque no había crecimiento numérico. Realmente ellas,
en todo el sentido del término, son “ un club espiritual”. Lo triste es
que ellos confundan el hecho de no crecer numéricamente con ser
espirituales. Y, para seguir siendo “ espirituales y no mancharse con el
mundo”, no se abren a gente nueva ni a costumbres nuevas. Nuestras
ciudades en Latinoamérica están llenas de tales iglesias.
Por el otro lado hay iglesias que se han convertida en clubes
seculares. T ratan de ser un poco de todo para todos y, de esta manera,
no ser muy diferentes al mundo. Este problema no es tan grande en
Latinoamérica como es en los Estados Unidos y Europa. Sin embargo,
existen iglesias que presentan más un evangelio de “ dignidad personal
o nacional o aun clasista” que de salvación.
Una iglesia sana es una iglesia que crece tanto espiritualmente como
numéricamente. Se puede ilustrar esta verdad con un avión que tiene
dos alas. ¿Cuál de las dos alas es la más importante? ¡Ni una ni la otra!
Las dos alas son igualmente necesarias porque el avión no puede volar
sin las dos alas. Igualmente la Iglesia de Jesucristo necesita las dos alas
de calidad y de cantidad. No crecerá sanamente sin utilizar las dos alas.
Con el propósito de estudiar más a fondo la base bíblica de los
aspectos cuantitativo y cualitativo, hablaremos de la relación entre
ellos y con la T rinidad.
Capítulo 2

LA TRINIDAD Y LA CANTIDAD

Por dos razones empezaremos con el tema de la cantidad: Primero,


¡sin personas nunca habrá crecimiento de ninguna clase! No es que el
crecimiento cuantitativo sea más importante; simplemente es
necesario que exista para que pueda haber crecimiento cualitativo.
Segundo, muchas de las iglesias de Jesucristo no aprecian el aspecto de
“ contar a las personas”. Creen que Dios no quiere que prediquemos
para que otros puedan entrar en Su reino. Argumentan que es asunto
exclusivo de Dios y no del hombre.
Según ellos, Dios pide que uno sea fiel, más que fructífero. Lo que le
importa a Dios, se dicen, es la fidelidad en el trabajo para el Señor y
no tanto en ganar almas. Por lo tanto, no saben si sus iglesias están
creciendo o no. Lo único que les interesa saber es si la iglesia es más
grande o más pequeña que el año anterior (y a veces ni eso les
interesa). Además, de ser más grande es posible que tampoco puedan
explicarlo. Y si es más pequeña, ¡lo mismo! Pero, ¿qué dice Dios en
cuanto a la fidelidad?
En Mateo 25.14-30 encuentra la parábola de “ los talentos”. Aquí
vemos dos clases de siervos: el siervo fiel (vv. 21 y 23) y el siervo
malo (v. 26). De las varias enseñanzas que se obtienen de esta
parábola aparece la lección de que la fidelidad está estrechamente
vinculada con la productividad, de ser fructífero. Los siervos fieles
fueron precisamente aquellos que produjeron. El siervo malo fue el que
no obtuvo ganancias. La fidelidad se basó en la productividad. La
productividad la demostró el siervo que le dieron cinco talentos y
logró tener diez. El que tenía dos, los duplicó a cuatro. Por lo cual
ellos fueron llamados “ buenos siervos y fieles”. ¿Por qué? Porque los
multiplicaron. Pudieron contar su ganancia e inclusive presentarla al
amo.
El que tenía un solo talento se quedó con ello. No pudo presentar ni
siquiera uno más. No pudo presentar al amo la muestra de su
productividad porque no la había. Es posible que muchos pastores se
encuentren en la misma situación del “ siervo malo y negligente”.
Estos son las iglesias que, atrás de los años, se quedan con los mismos
miembros con las cuales empezaron. Peor aún, ¡hay muchos que ya
tienen menos miembros! Es cierto que en algunas circunstancias existe
la posibilidad de que una iglesia decrezca por fuerza mayor. Pero estos
son casos raros y no deben tomarse como una norma, especialmente
en la cosecha que representa Latinoamérica hoy en la primera década
del Siglo XXI. Ningún pastor debe quedarse contento con las ovejas
que ya tiene. Siempre debe estar buscando a las ovejas perdidas para
agrandar la grey de Dios.
Comparando esta parábola con las palabras de Jesús, “ En esto es
glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis
discípulos” (Jn. 15.8), uno puede ver que para ser un siervo fiel tiene
que ser un siervo fructífero. Pero, ¿cómo se podrá saber que uno es
fructífero si no multiplica lo que tiene?
Los cristianos que no se preocupan por dar “ fruto” (ya sean almas o
el fruto del Espíritu Santo) corren el peligro enunciado por el mismo
Jesús: “ Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará...” (Jn.
15.2). O, “ al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera” (Mt.
25.30). Realmente temo que muchos cristianos no se preocupen de
esas advertencias de Cristo. ¡Qué peligro están corriendo! También
hay iglesias que se parecen a la higuera estéril (Mc. 11.12-14) y están
en peligro de correr el mismo juicio que cayó sobre ella (Mc. 11.20).
Es menester que nos interesemos por la cantidad. ¡La T rinidad se
interesa por ella!

Para Dios: La cantidad e s importante


En primer lugar diremos que la cantidad es importante para Dios. Él
está muy interesado en la cantidad de personas que entran a Su reino.
Dios quiere el crecimiento de su Iglesia. Eso debe ser obvio, sin
embargo ¡no es! Muchos pastores no aprecian el hecho que el cuerpo
de Cristo debe crecer, tanto numéricamente como espiritualmente. Si
Dios no quería que su Iglesia creciera, ¿porqué nos ha dado el mandato
de ir por todo el mundo llevando el evangelio? (Mt. 28.18-20; Mc
16.15, 16; Lc 24.46-49; Jn 20.21-23).
Desde el principio Dios tenía previsto que el alcance de Su reino
sería para todas las naciones (Gén. 12.3). Se preocupó tanto por una
familia, la de Noé (Gén. 6), como por la de Lot (Gén. 19). Realmente
hubiera salvado toda la ciudad de Sodoma si sólo hubiera habido diez
justos dentro de ella, como lo hizo por los 120,000 niños de Nínive
(Jon. 4.11). ¡Dios no quiere que ningún impío perezca! (Ez. 33.11).
Sin embargo, muchos perecerán si “ los atalayas” (los testigos de
Cristo) no les avisan del peligro (Ez. 3.16-21).
Debemos aclarar que Dios no desprecia los números. La Biblia nos
da muchos ejemplos cuando Él contaba a Sus seguidores. Para citar
algunos ejemplos diremos que en Números 1.2, Dios hizo que Moisés
contara a las personas. Cuarenta años más tarde ordenó a Moisés que
volviera a contar al pueblo (Nm. 26.2). Dios hizo, después de muchos
años, que una vez más se hiciera un censo en Israel (1 Cr.5.18;
7.2,4,5,7,9, 11,40; 8.40;9.9, 13,22; 11.10; 15.5-10; 21.1-6; 23.3-5;
26.8, 9, II, 30-32; 27; 2 Cr. 2.17; 17.14-18). También sucedió lo
mismo en Esdras 2. Nuestro Dios es un Dios de orden y de exactitud.
Si tiene contados nuestros cabellos (Mt. 10.30), ¿no le parece que
también tiene contada la cantidad de personas que hay en Su Iglesia?
A pesar de todo esto hay quienes insisten en decir que Dios castiga a
los que ponen su confianza en los números. Basan mayormente su
objeción, en la historia de 2 de Samuel 24 donde David contó a los
soldados de Israel y fue castigado severamente. Entonces, los que
tienen numerofobía (temor a los números) creen que traerán el juicio
de Dios sobre sus cabezas si cuentan a los que asisten a los cultos de la
iglesia o a los convertidos.
Pero Dios castigó a David no por contar a los soldados de Israel
sino porque lo hacía por vanidad. No había un mandato específico del
Señor que prohibiera contar a las personas. Lo que desagradó a Dios
fue la confianza que David puso en su ejército y no en Dios mismo.
Por eso Él lo castigó y mató a más de 70,000 soldados.
Es cierto que si ponemos nuestra confianza en los números, tal
como hizo David en cuanto a sus soldados, corremos el peligro de que
Dios nos castigue. Pero lo sucedido no debe detenernos en contar para
saber cuánto hemos progresado en ganar almas para el reino de Dios y
para saber cuántos todavía se encuentran fuera de Su reino. Contar
para saber es una cosa; contar para enorgullecerse es otra. El peligro
de la numerolatría (la adoración a los números, o que los números sean
el fin en ellos mismos) tiene que evitarse a toda costa.
Para Dios, el fin de todo es arrancar las personas que están en el
reino de Satanás para hacerlos miembros de Su reino. Dios amó tanto
al mundo que mandó a Su único Hijo para salvarlo (ver Jn. 3.16). El
que llega a ser salvo y es un miembro productivo, ayuda a fomentar un
crecimiento verdadero en la Iglesia de Jesucristo. Cada persona que
entra al reino de Dios es una menos en el de Satanás. Nunca debemos
olvidar que los números en las iglesias representan almas arrebatadas
del reino de Satanás. Es por eso que debemos querer ver más
“ números” (personas) en nuestras iglesias. Entonces, la numerología
(el estudio de las estadísticas de la iglesia) tiene mucho valor en medir
el ritmo y calidad del crecimiento dentro de la iglesia. Y el Capítulo 6
es dedicado mayormente a la numerología.

Para Cristo: La cantidad e s importante


Cristo también desea que Su Iglesia crezca. Si bien expresó que
pocos entrarían en Su reino (Mt. 7.13, 14), no quiso decir que Él no
estaba interesado en que entraran todos los que quisieran. A propósito,
¿cuánto es lo “ poco” para el Señor? ¿Diez, cien, mil o un millón? Es
una medida relativa porque no nos toca decidir qué es lo “ poco”. Sólo
nos queda ganar almas mientras podamos hacerlo. Eso es lo que Jesús
mandó. Él nos enseñó, por medio de Sus parábolas, que no se
complacía en que Su Iglesia permaneciera estancada. En ellas vemos
muchas imágenes del crecimiento. Algunos ejemplos son:

1. Los pescadores de hombres (Mr. 1.17). ¿Será un buen


pescador el que no pesca? A uno que le encante esta actividad
pescaría sin descanso cuando los peces estén picando. ¡Y
cuánto más piquen, mejor! Igualmente debemos pescar almas
hasta que se agoten las posibilidades. ¿Está su iglesia
“ pescando” las almas de su comunidad?
2. La semilla de mostaza (Mt. 13.31). ¿Es valiosa la semilla que
no brota? Una vez que brota crece hasta ser un arbusto
grande. ¿Es su iglesia “ un arbusto que crece” o uno
moribundo? A mi me gusta lo que dice Martyn Lloyd-Jones,
el biblicista inglés, “ Una iglesia muerta es una contradicción
7
de términos.” No hay tal cosa como una iglesia muerta. ¡Es
viva o no es iglesia! Sin embargo, puede estar moribunda.
3. La red (Mt. 13.47, 48). Supongamos que esta red estuviera
rota y dejara escapar los peces. No sería una red efectiva.
Asimismo, una iglesia que siempre pierde miembros es como
una red con “ roturas” (enfermedades eclesiásticas que
estudiaremos a continuación). ¿Sería esta una iglesia sana?
¿Es su iglesia como “ una red” sana o llena de “ roturas”?
4. La planta de uvas y la rama (Jn. 15.1-8). La rama que no
produce es una rama que está condenada a perecer. ¿Es su
iglesia productiva o condenada?
5. La oveja perdida (Mt. 18.11-14 ). El pastor que no se da
cuenta que una de sus ovejas se ha perdido, no es un buen
pastor (Jn. 10). Un pastor preocupado por una sola oveja
muestra ser uno que se interesa en contar sus ovejas, de tal
manera que si faltara alguna, la busca de inmediato.

Vale la pena detenernos un poco en esta parábola de la oveja perdida


por el hecho que hay una lección más para aprovechar. Es la verdad
que, como pastores, debemos contar no solamente cuántos se
convierten, sino también cuántos permanecen y cuántos están
saliendo. ¡Hay iglesias que ni siquiera tienen una lista de miembros! Si
un miembro o un asistente no viene durante dos o tres domingos, ni el
pastor lo nota. Esta “ oveja” se puede perder sin que la iglesia o el
pastor lo sepan - ¡ni se preocupen por la pérdida! Ese no es el ejemplo
del Pastor Jesús. Él tenía cien ovejas dentro del redil (que representan
los miembros de una iglesia). Faltó una y se fue a buscarla. Pero,
¿cómo supo que faltaba una? Porque las había contado. Pastor, ¿le
están faltando “ ovejas”? ¡Búsquelas! Encontramos esta misma lección
en la parábola de la moneda perdida que se encontró gracias a una
búsqueda intensiva (Lc. 15.8-10).
Tal vez haya quienes duden que estas parábolas ya mencionadas de
Cristo hablen realmente del crecimiento. Aunque así fuera, parece que
aún hay dos parábolas que fácilmente pueden vincularse al tema del
crecimiento de la iglesia.
La primera es la parábola del sembrador (Mt. 13.1-23). En esta
parábola vemos que el fin de todo es la cosecha. Encontramos las
relaciones que existen, con las diferentes condiciones a que se somete
el terreno, como son las del ambiente (ya sea el corazón de la persona
o su cultura), la semilla (la Palabra de Dios) y el sembrador (usted y
yo). Pero más allá de estas relaciones, la parábola destaca, sin duda
alguna, que Cristo se interesa en los resultados de la semilla que cayó
en terreno bueno. De paso nótese que Cristo calculó la productividad
en porcentajes: T reinta, sesenta y ciento por ciento (versión
Reina/Valera 1960).
Evidentemente, para cualquier estudiante de la Biblia, el terreno
juega un papel básico en esta parábola. En vista a ello vale la pena
hablar un poco sobre la necesidad de sembrar en terreno receptivo. En
su libro, Manual de iglecrecimiento, Juan Carlos Miranda reproduce
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una gráfica que ha sido muy usada para explicar la importancia de
distinguir entre un terreno receptivo al evangelio y uno resistente al
mismo.
Antes que veamos la gráfica, tenemos que darnos cuenta que la
Biblia habla de gente tanto receptiva como resistente, a veces dentro
del mismo grupo de oyentes (Hch. 2.13; 4.1-2). El resto de las
escrituras anotadas aquí se refieren a gente resistente: Hechos 5.17;
6.12; 7.54-8.3; 9.23; 12.1-2; 13.46; 14.2-6; 16.6-8, 31-34 (comparar
con 26.18); 17.4-5, 11, 32-34 (Atenas no fue muy receptiva y Pablo
no se quedó mucho tiempo allí); 18.6-7; 19.8; 21.27. Sin embargo,
hay mucho en Los Hechos sobre la receptividad y la resistencia de los
oyentes.
Una lección muy clara aquí es la validación de la parábola de Cristo
acerca del sembrador – puede que hay varias clases de tierra dentro del
mismo grupo de gente, pero el sembrador sigue siendo fiel en la
siembra. Lógicamente, el sembrador se enfoque sobre el terreno
bueno; sin embargo, en la siembra, caían semillas, en pocas cantidades,
en otras tierras. También, vale la pena prestar atención a que los
Apóstoles, generalmente, dejaron a un lado la gente resistente para
llevar el evangelio a las más receptivas.

Para los que están a la izquierda, no importa cómo les llegue el


mensaje ni cuál sea la metodología, pues no cambiarán su forma de
pensar (un ejemplo puede ser los fariseos, aunque algunos de ellos
llegaron a recibir a Cristo como el Mesías, como grupo eran muy
resistentes). En cambio, las personas que están a la derecha cambiarán
su manera de pensar casi independientemente al mensaje o la
metodología con que se llegue a ellos (un ejemplo, los tres mil que
recibieron a Cristo en el día de Pentecostés). Los de la derecha están
listos para cambiar, y si el musulmán llega primero con su mensaje,
con poco esfuerzo se convertirán en mahometanos. Si el cristiano les
llega primero, sin dificultades llegarán a ser cristianos. Por otro lado,
los de la izquierda, si son hindúes contentos con su fe, no llegarán a ser
ni musulmanes ni cristianos hágase lo que se haga.
Por supuesto, la iglesia no debe olvidarse de los grupos de personas
que se resisten al mensaje (los del “ terreno duro”), como los saduceos
en tiempo de Jesús o los musulmanes o los hindúes. Pero si no
cosechamos entre los pueblos ya listos para cosechar, seremos
culpables de perder los cultivos ya maduros que se están recogiendo en
esta época (como en casi todo Latinoamérica, mucho de sub-Sahara
África, China, Indonesia y otros lugares).
La diferencia entre estos países con grupos de personas listas para
ser cosechadas y los países y grupos duros al evangelio (Nepal, Corea
del Norte, los países musulmanes, etc.) es que en los primeros de no
realizarse la cosecha la perderemos, pues tenemos que hacerla hoy. En
cuanto a los países y grupos de gente dura debemos mandar a algunos
misioneros, para que preparen el terreno. Mientras a los demás
obreros se les debe enviar donde los cultivos están preparados y listos.
Lo que sigue es una ilustración de cómo debemos utilizar los pocos
recursos que tenemos para cosechar o preparar el “ terreno duro”. No
olvidando los grupos resistentes mandamos a unos cuantos obreros
para preparar el “ terreno duro”. En cuanto a las personas receptivas
les enviamos todos los obreros necesarios para cosechar el “ terreno
bueno” mientras haya tiempo.

En una ocasión visité una iglesia en los Estados Unidos que está
ubicada en el centro del estado de California, donde hay muchos
huertos de árboles de nueces. Estando allá tuve una experiencia que
nunca se me borrará de la memoria. Era exactamente la época de la
cosecha de nueces. Un día fui a recoger unas cuantas para mandárselas
a mi esposa. Mi anfitrión me entregó una canasta y me indicó el lugar
más apropiado para recoger las mejores. Cuando llegué, me quedé
encantado al ver la cantidad de nueces que había en el suelo.
Acercándome a los árboles empecé a recogerlas. Recogí una buena
cantidad antes que me empezara a doler la espalda y para descansar un
rato fui y me senté junto al tronco de uno de los árboles que daba más
sombra. ¡Qué alivio! Pero sucedió que mientras estaba sentado miré
alrededor y me quedé asombrado de que, junto al tronco mismo, había
una cantidad aún mayor de nueces que las que yo había recogido. ¡Y lo
único que hubiera tenido que hacer era recogerlas sentado sin sufrir un
dolor de espalda!
¡Qué buena lección! A veces nos preocupamos mucho por la gente
aislada y difícil de evangelizar. Gastamos nuestros esfuerzos y recursos
para llegar a unos cuantos, mientras que pasamos por alto la gente
más receptiva y fácil de alcanzar.
Hay quienes temen que si no enfocan cien por ciento sobre los más
resistentes y aislados no estén obedeciendo a Dios. Dicen que Dios se
encarnó y murió tanto por ellas como por la gente receptiva. De
acuerdo. Sin embargo, no debemos olvidar que Cristo no le insistió al
joven rico cuando éste se negó a seguirlo (Lc. 18.23, 24) e instruyó a
Sus discípulos a no insistirle a los que no querían escuchar o aceptar el
evangelio (Lc. 10.10-12). Pablo también dejó a un lado a los que no
querían prestar atención al evangelio (Hch. 18.6). Haciendo esto, se
dedicó a los receptivos de Corinto - y allá estableció una iglesia (Hch.
18.10, 11). Lo mismo sucedió en Éfeso (Hch. 19.8-10). Cristo y
Pablo dieron a las personas resistentes la oportunidad de escuchar el
evangelio, pero cuando lo rechazaron, se fueron a otro lado y se
dedicaron a aquellos que sí estaban interesados.
T radicionalmente la iglesia ha actuado igual que yo actué para
recoger las nueces. Envía obreros a los lugares más lejanos y difíciles
para tratar de cosechar los pocos que hay en el campo, mientras que
por siglos han despreciado los terrenos que están listos y que cuestan
menos trabajo. ¿Dónde se encuentran tales terrenos? ¡La mayoría de
las veces la cosecha de las personas receptivas está en las ciudades! La
iglesia ha vivido muchos años con el afán de alcanzar a la gente más
dura mientras que pierde la más receptiva.
Veamos un ejemplo de este desequilibrio: Hasta la década del
ochenta, por lo menos, el enfoque principal de las misiones todavía se
concentraba en los lugares más lejanos. Para citar algunos casos, en la
década setenta, en toda la cuenca del Amazonas del Brasil había
136,000 habitantes con 250 misioneros, mientras que en los estados
de Catarina y Río do Sur había nueve millones de habitantes con 250
misioneros. En Bolivia había nueve mil universitarios con una sola
pareja misionera mientras que en la selva de Bolivia había 140
9
misioneros tratando de evangelizar a menos de nueve mil habitantes.
Existían razones para tal énfasis:

1. Hace cincuenta años, la mayoría de la población mundial era


rural (hoy es más urbana y Latinoamérica es el continente
más urbanizada y el país de Uruguay el más urbanizado en
Latinoamérica).
2. Hasta hoy, la mayoría de los misioneros procedentes del
norte son oriundos de las zonas rurales. Y, por ende, hay
muchos entre el cuerpo misionero que se sienten incómodos
en las zonas urbanas. Eso está cambiando porque la población
de Estados Unidos es más urbana que rural, como la de
Latinoamérica.
3. A veces los lugares rurales eran más saludables políticamente
y ambientalmente.

Los misioneros al principio de la época moderna de las misiones, se


dedicaban a evangelizar la gente del campo, porque en el siglo XIX
solamente el 2.4% vivía en las ciudades mientras que en el año 1950,
10
era de un 21%. Y actualmente en Latinoamérica el 72% de la
población vive en las ciudades. Se estima que para el año 2015 este
porcentaje será de un 82%. Como ya hemos dicho, ¡es el más elevado
11
de todos los continentes! Esto demanda que las agencias misioneras
y las iglesias coordinen sus estrategias para incluir las ciudades.
Cuando la Alianza Cristiana y Misionera entró a los países Andinos,
entraron por las ciudades capitales solo para abastecerse para ir luego,
hacia los partes más aisladas del país. No fue hasta las décadas sesenta
y setenta que se dieron cuenta que las zonas urbanas debía haber sido su
blanco. Y ahora, el blanco principal de la Alianza es realmente la
gente de los niveles económicos elevados que se encuentra en estas
zonas. Veremos el porque más adelante.
Es motivo para dar gracias a Dios que hoy en día las iglesias están
reconociendo que la mayoría de las personas viven en las ciudades y
merecen nuestra atención. Sin embargo, eso no quiere decir que
olvidaremos los lugares rurales; sólo significa que debemos tomar en
serio que en el año 2000, el 83.6 % de la población mundial vivía en
12
la ciudad. El mismo McGavran dijo que, “ Discipular las poblaciones
13
urbanas es la tarea más urgente que enfrenta la iglesia.”
Es más productivo trabajar con la gente que se ubica a la derecha del
“ 0” en la escala de Receptividad/Resistencia (página 19), y que sin
lugar a dudas son los que mayormente viven en las zonas urbanas.
Desde luego, hay que seguir enviando mensajeros a los que se ubican a
la izquierda del “ 0” en la escala de Receptividad/Resistencia. A pesar
de que se oponen al evangelio son almas creadas por Dios que
necesitan la oportunidad de abrir sus corazones a Él. Los misioneros
que vayan a ellos deben hacer todo lo posible para que se muevan más
y más a la derecha en la escala de Receptividad/Resistencia, hasta que
un día reciban a Cristo como Salvador. La próxima parábola nos
hablará de esto.
La segunda parábola de las dos que fácilmente se vinculan al tema
del crecimiento de la iglesia es la de la mies (Mt. 9.37-38). De este
parecido aprendemos que la cosecha se debe recoger a su tiempo. Hay
que preparar el terreno, sembrar y cultivar porque todo esto es muy
necesario (1 Cor. 3.6-8). Pero, ¿cuántas personas siembran y riegan?
Pocos, en comparación con los que se necesitan para cosechar. La
presencia de todos urge cuando llega la hora de la siega, para no
perderla. Mas allá hablaremos de “ la teología de cultivar” que se
14
relaciona mucho con nuestro tema.
Recuerdo muy bien mis días en el valle del Mantaro en los Andes del
Perú donde veía las mingas (ayudas mutuas en el trabajo) en la
temporada de la cosecha. Todo el pueblo o caserío salía en el tiempo
correspondiente. Hacían una sola fila por todo el campo de un
extremo al otro. En el tiempo de la siembra también hacían mingas,
pero no tan concurridas como cuando cosechaban. Asimismo,
mientras crecían las semillas, algunos regaban los campos sembrados y
arrancaban la mala hierba; no así a la hora de la cosecha cuando todos,
incluso los niños, cooperaban en la siega. La iglesia tiene que hacer lo
mismo; tiene que hacerse presente en este tiempo de siega en
Latinoamérica. Y, a la vez, tiene que seguir sembrando para cosechas
futuras.
Por otro lado se presenta el problema de ¿cómo podemos saber
cuando un pueblo está listo para ser cosechado? Reconocemos que
sólo Dios puede decidir “ el tiempo” de la cosecha de un pueblo. Pero,
cuando llega la hora, la iglesia debe estar lista para aprovecharla. Una
señal de que está lista la cosecha de un pueblo es cuando una buena
cantidad de personas comienzan a convertirse al evangelio. Es allí
donde la Iglesia de Cristo debe dirigir sus esfuerzos hasta que
disminuyan las posibilidades de cosechar. Otra manera de saber si un
pueblo es o no receptivo consiste en usar las metodologías citadas por
15
Larry Pate.
Brevemente señalaremos tres tipos de parámetros que al aplicarlos
nos permiten medir la receptividad/resistencia de un pueblo. El
primero es la ADC (Apreciación de la Distancia Cultural) que
determina la distancia entre el misionero, o predicador del evangelio,
y el grupo étnico que trata de alcanzar. A mayor diferencia cultural,
mayor resistencia tendrá el grupo étnico al mensaje del mensajero.
El segundo es la AGC (Apreciación del Grado de Cambio) que señala
el nivel de cambios que están sucediendo dentro de la cultura
autóctona. En general, donde hay más cambios culturales, la gente es
más receptiva. Una razón es que las tradiciones ya no valen como
antes y la gente está buscando otros remedios a sus necesidades
cotidianas.
El tercero es la AVR (Apreciación de la Validez de la Religión) que
mide la profundidad que una religión tiene dentro de un pueblo. Evalúa
si la religión es respetada; si responde a las necesidades del pueblo; etc.
Si la religión actual está respondiendo a las necesidades será más difícil
implantar otra. Por eso la religión islámica ha sido tan difícil de
penetrar. Se puede decir lo mismo en cuanto a las religiones animistas
de las selvas y altiplanos de Latinoamérica. Tanto ellos como los
musulmanes, en su gran mayoría, consideran que su religión responde a
sus necesidades y no hay razón para cambiarla.
Combinando los resultados que se obtengan, de la aplicación de los
tres parámetros, obtendremos el índice de probabilidad que revela si un
pueblo es receptivo o no. No debemos despreciar estas investigaciones
así de plano. Es cierto que procede del mundo de la sociología, sin
embargo tienen mucha razón. Es cierto que analizar los resultados de
estas investigaciones no va a salvar a nadie. Pero sí, nos ayudará a
salvar a muchos porque nos indicarán los pueblos más receptivos.
Aunque destacamos el énfasis sobre la cosecha es de igual
importancia que la iglesia, con algunos obreros, continúe preparando
el terreno y sembrando la semilla en los lugares menos receptivos
hasta que llegue su hora de la cosecha. Tomando como un ejemplo la
ya mencionada Alianza Cristiana y Misionera veremos como funciona
este principio. En el Perú, los misioneros de la Alianza trabajaron por
50 años entre las aldeas de la sierra y la selva. Durante este tiempo
logró formar únicamente una iglesia de apenas 2,000 miembros. Pero
en el año de 1973 llegó la hora de Dios para la cosecha, justamente
entre la gente más receptiva de la ciudad de Lima. Entre los siguientes
veinte años la Alianza creció hasta tener más de 22,000 miembros. Y
casi todo esto se logró en la capital de Lima y las otras ciudades
principales del Perú.
Para aprovechar la cosecha, la Alianza Cristiana y Misionera en el
Perú trasladó a Lima a casi todos sus misioneros para ayudar con el
trabajo. Cuando llegué yo al Perú en 1970, habían cinco misioneros en
Lima y 16 en las provincias. Cuando salí en 1980, habían 16 en Lima
con 6 en las provincias. Y la cosecha continuó. Volví al Perú en 1989
(después de estar ausente por diez años) y vi que el ritmo de
crecimiento se había mantenido igual al de hacía diez años. Volví de
nuevo en 1991 y no ha disminuido nada en cuanto al crecimiento. Y
entre los años 1999 a 2002, visite varias veces a Lima y la cosecha ya
se ha extendido hasta las provincias (con menos resultados pero
todavía muy notables).
Los años anteriores a 1972 fueron el tiempo de preparación en la
ciudad de Lima y había pocos misioneros. Después de 1972 fueron
años de cosechar y hoy en día la misión de la Alianza está trasladando
sus misioneros hacia a otros países porque la iglesia Alianza Peruana
no requiere más misioneros. Los mismos peruanos están haciendo la
obra de abrir iglesias nuevas en todo el país. A la vez, la iglesia Alianza
del Perú no se ha olvidado del resto del Perú. Las iglesias de Lima han
mandado pastores a las diferentes provincias.
En algunos casos la misión Alianza ha mandado misioneros al Perú
para absorber la metodología y el ambiente de una iglesia creciente. Y
luego los envía a contextualizar los principios en otros países del
continente. Además hay otras misiones (OMS, Bautistas,
Independientes) e iglesias que aplican el mismo programa en su
contexto en casi todo Latinoamérica. Desde luego, uno tiene que
reconocer que los principios Encuentro, cuando fueran traslados a
otros contextos no tenían el mismo resultado que había tenido en el
Perú. Sin embargo, funcionó bastante bien para producir cosechas en
los otros contextos.
Y, hablando de cosecha, ¿qué podemos decir del crecimiento del
evangelio en Centroamérica en los últimos años? Usando el censo de
2000, se calcula que en Costa Rica 12% de la población son
evangélicos. En Guatemala la cifra asciende a un 26% de evangélicos.
En Nicaragua, a 16%; en El Salvador 21%; En Panamá, 18%. En
Latinoamérica del Sur el porcentaje más alto de evangélicos se
encuentra en Chile (17%) y el más bajo en Guyana Francesa (3%). En
el Caribe radica el país con el porcentaje más elevado: Barbados con
29%. El porcentaje de evangélicos en todo el hemisferio desde
16
México a Chile es 11% evangélicos. A este ritmo de crecimiento el
mundo evangélico está duplicándose cada 25 años. ¡Es por eso que
hablo de un “ tiempo de cosecha” en Latinoamérica!
No nos cuesta mucho recordar los días no muy lejanos cuando los
evangélicos se pudieron contar con una sola mano. ¡Ya no más! Hace
60 años la población evangélica en Latino América fue solo 2% y ya
17
es 14%.
El tiempo de la cosecha es crucial y de corta duración (Jn. 4.35). Si
no se aprovecha la cosecha en el momento propicio el fruto se
perderá y no se podrá recobrar. Como ocurre con las naranjas que caen
al suelo cuando maduran, se pudren y pierden su valor. No nos demos
el lujo de permitir que eso suceda con almas que tienen un valor
eterno.
Después de la II Guerra Mundial el general MacArthur, del ejército
de los Estados Unidos que ocupó a Japón, hizo un llamado a las iglesias
evangélicas para que enviaran a mil misioneros porque la gente estaba
lista para recibir el evangelio. Sin embargo, las iglesias no le hicieron
caso. Hoy día, Japón es un país muy duro al evangelio y menos del 5%
18
de su población es cristiana. Perdimos el tiempo de cosecha y hasta
ahora, casi 60 años después de la II Guerra Mundial, ¡menos de un por
ciento son evangélicos!
Dios tiene un tiempo de cosecha para cada pueblo. No decimos
“ nación” porque este término lleva consigo la idea de una nación
geográfica, como Paraguay o Panamá. Pero cada nación se compone
de varios grupos de personas que se distinguen entre sí y que de una
manera u otra son diferentes. Como dijo Donado McGavran, un grupo
de personas tienen las mismas características y sienten que se
19
“ pertenecen” los unos a los otros. Un ejemplo de esto puede ser las
huancas (una tribu de indígenas quechuas) del Perú que no se
identifican con los quechuas de Ayacucho a pesar de vivir juntos en los
Andes del Perú. Cada uno de estos dos grupos es una nación en el
sentido de Mateo 28.19.
Lo que queremos recalcar es que un pueblo tiene que ser preparado
por el Espíritu Santo antes de producirse un gran movimiento de su
gente al reino de Dios. Jesús supo esto cuando en Mateo 10.5, él
instruyó a Sus apóstoles para que fueran sólo a los judíos. Era la hora
para ellos. Y aparentemente llegó a la meta, porque en los tres años de
su ministerio se convirtieron muchos, si pudieron congregarse por lo
menos 500 en una sola reunión (1 Cor. 15.6). Pero, en Hechos 2, tal
vez dos meses después de la crucifixión, se ve que la iglesia se inició
con tres mil convertidos en un solo día y otro cinco mil un par de días
después.
Debemos tener presente este concepto para reconocer que, en
algunos casos, hay que trabajar mucho para sembrar solamente y
esperar el día cuando el Señor dé el inicio a la cosecha para cada
pueblo. Lo hizo con los samaritanos en Hechos 8.4-25, y con los
gentiles por medio del ministerio de Pablo y sus discípulos. Pero
aparentemente todavía no ha llegado el tiempo de Dios para los
musulmanes, hindúes y budistas. Sin embargo, si no sembramos, jamás
les llegará el tiempo de la cosecha (Ro. 10.14). Por eso, aunque el
pueblo sea duro, nos toca mandar a algunos sembradores (M3) que
preparen el terreno para luego cosechar. Y cuando sea la hora de la
cosecha mandaremos todos los M3 que sean posible.
En el párrafo anterior apareció un término que seguramente
necesita una explicación más profunda para algunos. El término “ M3”
es uno de los cuatro términos: M1, M2, M3 y M4 que distinguen los
cuatro tipos de alcance misionero. M1 se refiere a un obrero de Dios
que testifica a los de su misma cultura sin cruzar ninguna barrera
cultural ni lingüística. M2 es el obrero de Dios que testifica a los que
tienen una cultura un poco diferente a la suya. A veces tiene que
cruzar algunas barreras culturales, pero no lingüísticas, o al revés. En
cambio, un M3 es el obrero que testifica a los que tienen una cultura y
un idioma muy diferentes al suyo. Tal persona tiene que cruzar
barreras tanto culturales como lingüísticas. M4 es lo mismo de un M3
pero corre un peligro real de llegar a ser un mártir por el hecho que
está evangelizando en un contexto hostil al evangelio.
Repetimos que no debemos dejar de mandar misioneros a la gente de
corazón duro. Dios siempre llama y prepara a hombres para esto, a los
cuales debemos enviar y apoyar en todo lo posible. Hemos escuchado
de misioneros que trabajaron por 30 años o más sin ver una iglesia
establecida entre un grupo de personas. Fueron llamados por Dios para
ir a estos lugares difíciles y las agencias misioneras les sostuvieron
durante muchos años, sin ver ningún resultado a pesar de toda la
inversión de tiempo, vidas y dinero. Pero de repente, en un momento
dado, la gente empieza a volverse a Dios y muchos se dirigen al reino
de Dios. Si no fuera por ellos, jamás hubiera llegado esa hora de siega.
Tenemos que preocuparnos por los “ pueblos perdidos”, o los “ no
alcanzados”. Estos son los grupos que no tienen una sola iglesia
evangélica capaz de llevarles el mensaje de salvación. Y por ende, no
tienen esperanza de formar una iglesia evangélica que impacte al
pueblo y los conduzca a Dios. Necesitan un misionero (M2, M3 o M4)
que les ayude a formar una iglesia entre ellos. Si la iglesia evangélica
no se preocupa por ellos, jamás se salvarán.
Normalmente un pueblo, o grupo de personas, se considera
evangelizado cuando tiene una iglesia autóctona que posee los recursos
20
y la visión de llevar el evangelio al resto de su grupo. Se llama a tal
grupo de gente “ alcanzado”, porque ya tiene la posibilidad concluir el
trabajo de evangelizar a su gente por sí mismo.
Examinando todas las enseñanzas de Cristo sobre la tarea de Su
Iglesia, de extender Su reino a todas partes del mundo, advertimos que
si no existieran estas enseñanzas, todavía nos quedaría la Gran
Comisión de Mateo 28.19, 20. He aquí tres verbos que merecen
nuestra atención: “ ir”, “ bautizar” y “ enseñar”, que en el griego se
expresan por medio de lo que en la gramática española se llama
“ gerundio”. Entonces deben ser traducidos así: “ yendo”, “ bautizando”
y “ enseñando”. Son ministerios que no se acaban a pesar del tiempo,
la distancia, resistencia o cualquier otra barrera.
Ya sea que la gente muestre receptividad o resistencia tiene que ser
alcanzada por el evangelio. Enviar una cierta cantidad de obreros a un
extremo u otro de la Escala de Receptividad/Resistencia depende
siempre de la filosofía de cada denominación o agencia misionera. La
filosofía expuesta aquí consiste en enviar el mayor número de obreros,
donde los campos ya están listos para la siega.
Un instrumento que puede ayudarnos a decidir adónde mandamos a
21
los obreros es la Escala de Engels.
En esta escala se nota en esta escala que hay un nivel “ - 8”, que
puede representar tanto un pueblo no-alcanzado como un grupo de
gente muy resistente al evangelio. Una agencia misionera puede
decidir enviar a unos cuantos misioneros para ayudar a la gente a
alcanzar el nivel “ - 7”. Y este proceso podría emplear décadas, incluso
siglos. Una vez alcanzado el nivel “ - 7” debe seguir enviando obreros
para enseñarles más sobre el evangelio y llevarlos hasta el nivel “ - 4”.
En este momento la misión debe preparar a sus obreros para la
cosecha, porque cuando el pueblo alcance el nivel “ - 3” puede haber
un movimiento de personas hacia el reino de Dios, y si faltan obreros
pueden perderse muchos de ellos (recuérdese del ejemplo de Japón a
partir de la II Guerra Mundial). Cuando el pueblo llega al nivel “ + 3”,
la misión puede iniciar el retiro de sus obreros y enviarlos a otros
campos, o para empezar de nuevo desde el nivel “ - 8”, “ - 7”, o “ - 6”
con otro grupo de personas no alcanzados.
Volviendo a la parábola del Sembrador, uno fácilmente puede ver
cómo la Escala de Engels encaja con ella. Las personas de “ - 8” son
los del camino. Escuchan la Palabra de Dios, pero como no la
entienden, Satanás les quita lo poco que comprendieron (Mt. 13. 19
con 14 y 15).
Los de “ - 7” a “ - 5” pueden representar la semilla sembrada entre
pedregales. Hay una reacción favorable al evangelio, pero no dura
mucho y la persecución de sus amigos y parientes les desanima
(Mt.13.20, 21).
Los de “ - 4” a “ - 1” son los que escuchan la Palabra de Dios, la
aceptan y empiezan a vivir la vida cristiana. Sin embargo, después de
un tiempo y de ver que no es tan fácil, como primeramente pensaron,
dejan el camino (Mt. 13.22). Nos hace recordar el “ versículo 666” de
la Biblia. “ Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y
ya no andaban con él” (Jn. 6.66).
Los del “ - 1 “ hacia arriba pueden representar la semilla sembrada
en buena tierra que dio fruto al estilo de Juan 15.8. Pero, para llegar a
este nivel es necesaria la convicción del Espíritu Santo en el corazón
del pueblo (o persona) y el trabajo duro de los siervos de Dios. “ Buena
tierra” siempre indica preparación anticipada.
Usted puede usar los instrumentos de la Apreciación de la Distancia
Cultural (ADC); la Apreciación del Grado de Cambio (AGC); la
Apreciación de la Validez de la Religión (AVR); y la Escala de Engels
para ubicar a los de su propia comunidad en cuanto a su receptividad y
proximidad al reino de Dios. Combinando los resultados de cada
instrumento, puede ubicar su blanco en la Escala de
Receptividad/Resistencia. Sabrá si su blanco es terreno duro (“ junto el
camino”), terreno lleno de pedregales, terreno espinoso, o terreno
bueno. Sabiendo que tipo de terreno tiene a la mano le va a ayudar a
componer un plan estratégico para alcanzar el blanco con el
evangelio.
En vista que estos instrumentos son más sociológicos y
antropológicos que bíblicos, puede haber quiénes duden que nos puedan
servir. Pero, ¿será una sorpresa a usted saber que tanto Cristo como
Pablo empleaban estos recursos (sin saber llamarlos)? El encuentro
con la mujer samaritana es una buena ilustración de cómo funcionan
estos aspectos tanto sociológicos como antropológicos. Estando en
Samaria, Cristo supo algo de la ADC entre él y ella; supo de la
distancia cultural aun entre la mujer y sus mismos compatriotas (la
AGC). También estaba muy al tanto de la AVR de la mujer y el valor
que tenía para ella. Reconociendo que la mujer estaba no muy lejos de
la verdad, tal vez un “ - 4” o un “ - 3” en la Escala de Engels; ubicó la
samaritana en la categoría de una persona receptiva. Y si analiza otros
encuentros de Cristo (con Nicodemo, con el joven rico, etc) verá que
Cristo estaba al tanto de las leyes tanto sociológicas como
antropológicas. Lo mismo con Pablo si analiza sus encuentros con los
judíos y gentiles en las ciudades que visitaba.
Volvamos un momento al tema de las parábolas. Algunos críticos de
los principios de crecimiento dicen que la mayoría de las imágenes del
crecimiento en el Nuevo Testamento se refieren al reino de Dios y no
específicamente a la Iglesia en sí. El asunto es muy debatido. Sin
embargo, ¿crecería el reino de Dios si no creciera la iglesia? ¡Claro que
no! Por ello, las imágenes de crecimiento bien pueden ser aplicadas
tanto a la Iglesia como al reino de Dios. Por otro lado, si los críticos
dicen que las imágenes del crecimiento cualitativo son aplicables tanto
a la Iglesia como al reino de Dios, deben permitir que las imágenes del
crecimiento cuantitativo se apliquen igualmente a ambos. Otros dicen
que el contexto de los pasajes acerca del crecimiento (fuera de
Hechos) no está enfocado a un crecimiento numérico. Aunque uno
puede apreciar su punto de vista, ¿no es posible medir el crecimiento
de la iglesia contando a los miembros? ¡Claro que sí!
Cristo está interesado en los números. No tenemos ningún informe
de cuando Cristo contó gente. Pero si, tenemos mucho sobre el hecho
que Cristo estaba muy interesado en la extensión de Su reino/Iglesia. Y
para hacer esto, tenía que agregar hombres y mujeres. Aunque no
puedo probarlo, creo que si él sabe los números de cabellos que tengo
(y cada día es más fácil contarlos) ciertamente él sabe el número de
gente en Su reino/Iglesia.

El Espíritu Santo: La cantidad e s importante


La tercera persona de la T rinidad también se preocupa por el
crecimiento cuantitativo de Su Iglesia. Inclusive tiene un libro escrito
sobre Sus acciones en cuanto al inicio y crecimiento de la Iglesia, Los
Hechos (del Espíritu Santo). Entonces, ¿Qué hace el Espíritu Santo en
la actualidad para que la Iglesia crezca cuantitativa?
Principalmente nos hace evangelizar (Mt. 28.19, 20; Hch. 1.8;
2.19-40; 3.12-16; 4.8-12, 30; 8.4, 25, 40; 10.34-43; 11.19-21;
13.16-44; 4.3, 7, 15, 21, 25; 14.7, 21; 15.35; 20.21; 26.19-20; Rom.
10.14, 15). McGavran dice que el “ Evangelismo es todo lo que se haga
para llevar hombres y mujeres a una relación personal con Cristo
22
Jesús, y luego hacerlos miembros responsables de la iglesia local.” La
definición de David Bosch es más detallada. Él dice que el evangelismo
es:
...la dimensión y actividad de la misión de la iglesia que ofrece a
cada ser humano la oportunidad de ser desafiado por el evangelio de
Jesucristo, para que tal persona lo reconozca como su Salvador y
llegue a ser un miembro de Su comunidad y asimismo para hacer la
23
obra de reconciliación, paz y justicia aquí en la tierra.
Ambas definiciones llevan a una persona desde cualquier nivel
negativo en la Escala de Engel al “ + 1”, lo cual es el principio de
“ hacer discípulos” tal como lo demanda Mateo 28.19. Todo esto es el
mandato evangelístico (Jn. 17.18), el mandato de evangelizar al
mundo por medio de la predicación del evangelio de Jesús. Juan Carlos
Miranda dice que: “ Si no nos ocupamos de llevar a cabo el mandato
evangelístico no podemos ser la luz de este mundo. Sin desarrollar y
24
ocupamos del mandato cultural no seremos ‘la sal de la tierra.’” Y
justamente el cristiano es llamado a cumplir con ambas clases de
mandatos.
Ya hemos mencionado el mandato evangelístico, pero, ¿Qué es el
mandato cultural? Son los mandamientos Bíblicos que nos llaman a
una preocupación por las necesidades materiales de nuestro prójimo
(Lu. 10.25-37; 1 Jn. 3.17, 18), incluyendo los de la fe (Hch. 11.27
-30; 1 Cor. 16.1, 2; 2 Cor. 8.1-6; Gl. 6.10) como los del mundo (Lc.
10.27). La misión de la Iglesia es cumplir con ambos mandatos: el
evangelístico y el cultural.
René PadiIla, Orlando Castro y otros, se inclinan por lo que llaman
“ evangelismo integral”, esto es cuando el evangelismo y el servicio
social tienen igual énfasis. “ Misión integral”, por el otro lado, existe
cuando la evangelización y la acción social están relacionadas
25
integralmente, pero donde la evangelización tiene la prioridad.
El Pacto de Lausana, Suiza (1974), la Consulta de Pattaya,
Tailandia (1980), y Lausana II (1989) respaldan la posición de la
misión integral. Pattaya dice: “ A pesar de que el evangelismo y la
acción social no son idénticos afirmamos nuestro compromiso con
26
ambos, y endosamos el Pacto de Lausana...,” que dice: “ En la misión
27
de servicio sacrificial de la iglesia, el evangelismo tiene prioridad”.
Tal vez podríamos preguntar, ¿qué importancia tiene este debate
entre los cristianos? La importancia está en el hecho de que los que
enfatizan la acción social tienden a dejar a un lado el evangelismo. La
iglesia que así lo hace, deja de crecer. Pedro Wagner dice que esa es una
de las razones por las cuales las iglesias históricas han decrecido desde
la década de los años 60. En cambio, las que están creciendo son las
28
que ponen en primer lugar el mandato evangelístico.
La escuela de crecimiento de la Iglesia cree que el mandato cultural
no es optativo y tiene que cumplirse dentro y fuera de la Iglesia de
Jesucristo. Sin embargo, nuestra prioridad es el mandato evangelístico.
Tal vez, mayormente, por la razón que Wagner expone: “ sin la previa
operación del mandato evangelístico, no habría alguien para cumplir
29
con la misión integral, el mandato cultural”. Más adelante
volveremos a hablar mas detalladamente de este mismo debate cuando
hablemos del principio de “ la acción social”.
Es el Espíritu Santo que nos ayuda en la extensión del reino porque
el quiere ver gente rescatada del reino de Satanás. Y como el Hijo, él
también está interesado en como crece la iglesia numéricamente. El
libro de los Hechos revela cómo el Espíritu Santo estaba al día con los
resultados del crecimiento de Su iglesia. Dándo un vistazo al libro, a
vuelo de pájaro, podemos darnos cuenta del papel que jugaba medir el
crecimiento de la iglesia desde el punto de vista cuantitativo. Miremos
los siguientes versículos del libro de los Hechos:

1.15120 eran miembros


2.413,000 fueron añadidos
4.45,000 hombres agregados (y, ¿qué hay de las mujeres?)
5.14Aumentaban en gran número –entre hombres y mujeres.
6.1 Crecía el número de los discípulos
6.7Los discípulos se multiplicaban grandemente
6.7Muchos sacerdotes se convertían
8.12El gran avivamiento en Samaria
9.31Las iglesias se acrecentaban en Judía
11.21, 24Gran número se convirtió en Antioquía
12.24“ Pero la palabra del Señor crecía y se multiplicaba”
13.43“ Muchos de los......”
13.48“ Creyeron todos.....”
14.21“ ...De hacer muchos discípulos...”
16.5Aumentaban en gran número cada día
17.4Gran número se convertía
17.12Creyeron muchos
18.8-11“ Tengo mucho pueblo en esta ciudad...”
21.20 “ Cuantos millares de judíos han creído.”

Parece que el Espíritu Santo tiene interés en saber cómo va el


crecimiento cuantitativo de Su Iglesia.
Si cumplimos con el propósito de la iglesia (Hch. 1.8), y
aprovechamos el poder prometido (Hch. 1.8), veremos a nuestras
iglesias crecer en una manera extraordinaria. Dios quiere que la iglesia
salga en busca de los hombres perdidos (Mt. 28.19-20). Podemos
apreciar esto por toda la Biblia. Desde el principio Dios quiso que su
pueblo bendijera al mundo (Gén. 12.2, 3). ¡Hagámoslo! La T rinidad
quiere ver a su Iglesia crecer numéricamente hasta que se cuenta como
las estrellas del universo (Gén. 15.5). Dirijamos ahora nuestra
atención al crecimiento cualitativo.
Capítulo 3

LA TRINIDAD Y LA CALIDAD

Todos están de acuerdo en que Dios quiere que Su Iglesia crezca


espiritualmente. Por eso, no entraremos en muchos detalles sobre el
tema de la calidad. Como el asunto del crecimiento cuantitativo es
uno de los puntos más criticados de la escuela de crecimiento de la
Iglesia, lo del crecimiento cualitativo puede que sea el menos debatido.
Pero, ¡allí reside un problema! El asunto del crecimiento cualitativo es
dado por sentado en todo el mundo evangélico y por ende, no es un
aspecto tomado muy en serio.
Una vez, en mi iglesia, estábamos hablando de la santidad. En la
discusión, un joven levantó su mano y preguntó, “ ¿En qué base Bíblica
basamos nuestra santidad?” Casi toda la clase se quedó con la boca
abierta. Todos reconocieron que la santidad era la clave para una vida
cristiana pero nadie, en el momento, citó un versículo. ¡Ni yo! Pero,
después de un momento me vino a la mente que más de dos tercios del
Nuevo Testamento habla de que es la santificación. Y, si quiere una
sola cita, lea Colosenses 3.1-4.6 (y así lo dije, al final, a la clase).
´

Dios: La calidad e s importante


Por todo el Antiguo Testamento vemos a Dios preocupado por la
calidad de Su pueblo. Los libros de Éxodo, Levítico y Deuteronomio
hablan específicamente sobre la calidad de la vida espiritual de los
israelitas y nos alientan a ser fieles a Dios, a Sus mandatos y a Su ley.
Los libros poéticos se enfocan sobre la forma de andar más cerca de
Dios. Muchas veces en el Antiguo Testamento Dios habla de la
necesidad de honrar, respetar y temer a “ Su Nombre” y, por ende,
esperaba obediencia a éste Nombre. No había términos medios en el
servicio a Él. Dejarle de servir significaba estar contra Él, y así
también es hoy en día.
Aun cuando el pueblo se creía fiel a Dios, no siempre era así. El rey
Saúl, para seguir fiel a las tradiciones y ritos, ofreció un sacrificio
cuando no debía haberlo hecho y se le quitó el reino (1 Sam. 13.1-15).
A veces Israel guardó los ritos religiosos sin un corazón puro y por tal
motivo Dios lo rechazó (Is. 1.11-16). A cada hombre Dios le exigía
una obediencia completa, sin la cual una persona no podía
considerarse parte de Su pueblo. Y, por supuesto, nada cambió en el
Nuevo Testamento (Mt. 12:30 y 1 P.1.2 - hemos sido escogidos para
obedecer).
En cuanto al pueblo de Dios, se puede decir que toda la Biblia, tanto
el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento, habla de una sola
cosa: obedecer a Dios con todo el corazón y con toda la vida (acción)
(Ec. 12.13; Mt. 22.37-40). Tenemos que ser santos como el es santo
(1 Ped 1.15-16). Y, dicho sea de paso, el crecimiento espiritual da
lugar al crecimiento numérico (Col. 2.19).

Cristo: La calidad e s importante


Ya hemos visto, por medio de sus parábolas, que Cristo nos ha
enseñado mucho en cuanto a la cantidad. Pero en un sentido, también
podemos usar las parábolas como una enseñanza sobre la calidad del
fruto que Él desea. El fruto que producimos debe ser buen fruto o
Cristo no lo aceptará (1 Cor. 3.13-15). Muchas de las parábolas de
Cristo tienen que ver con la calidad de sus seguidores. La parábola de la
torre y del rey que va a la guerra (Lucas 14.25-33) nos enseña que
cualquiera que piensa en ser un discípulo de Cristo tiene que calcular el
costo, antes de decidir seguirlo. La historia del joven rico en Lucas
18.18-29, ilustra la verdad que para seguir a Cristo tiene que entregar
toda su vida y posesiones a Él.
Justamente aquí es donde la Iglesia tiene un gran problema con
cualquier sistema de evangelización que no explique bien el costo de
ser un discípulo de Cristo. Muchas veces, cuando predicamos el
evangelio, cosechamos almas. Luego, les explicamos un poco acerca
de la vida cristiana y los dejamos a su suerte. Por eso hablaremos más
adelante sobre el importantísimo tema del seguimiento. Hay los que
mantienen la opinión de que si un “ recién convertido” no llega a ser
un miembro productivo de la Iglesia de Jesucristo, no es un verdadero
hijo de Dios (Jn. 15.1-8). Más bien es como la semilla que se sembró
entre los pedregales o entre los espinos. Es una persona que piensa ser
“ cristiana” cuando en realidad no lo es (Mt. 7.21; 13.20-22).
Lo triste es que muchas veces las iglesias y sus líderes son los
responsables de esta triste situación por dejar de enseñar el costo de
ser un discípulo de Cristo. Tenemos que hablar de la cruz (Lc. 9.23-
26), del arado (Lc. 9.57-62), del que va a edificar una torre (Lc.
14.25-35), del sufrimiento (1 P. 1.6; 4.12-16) y no sólo de las
bendiciones de ser un hijo de Dios. Un buen autor para leer en cuanto
30
a este tema es A. W. Tozer.
Otro ejemplo del discipulado se encuentra en la parábola de la sal y
la luz (Mt. 5.13-16). En estas dos comparaciones acerca del creyente
encontramos la enseñanza de Jesús que dice que sus “ embajadores” (2
Cor. 5.20) tienen la responsabilidad de actuar como sal que preserva,
que da sabor y que cura. Somos los que todavía preservamos al mundo
de su último juicio (2 Ts. 2.7); somos los que damos sazón (razón
verdadera para vivir: 1 P. 3.15); tenemos el remedio para las
enfermedades del alma, de la mente y del cuerpo de los seres humanos.
Solo nos queda compartirlo con los necesitados.
Y, ¿qué hace la luz? La luz alumbra el camino, protege, revela lo
desconocido e incluso da calor. En el mismo sentido debemos iluminar
el único camino al cielo para los ciegos perdidos. Podemos ofrecer una
luz que revele los temores del ser humano y quite el poder del temor
porque ha sido descubierto. A un mundo que carece de amor debemos
dárselo, para que vean, a través nuestro, el amor de Dios (Jn. 13.35).
Además somos un olor fragante (2 Cor. 2.15) y una carta de Cristo al
mundo (2 Cor. 3.3). Si somos tales cosas, ¡vivamos nuestra fe en una
forma visible y práctica!
Se cuenta la historia de un soldado del gran ejército de Alejandro
Magno que en medio de una batalla se atemorizó y dejó el campo de
batalla. Su capitán le llevó al general Alejandro para ser juzgado.
Normalmente, la pena para tal crimen era la muerte. Pero Alejandro,
viendo la juventud y la inexperiencia del soldado, le perdonó. Sin
embargo, en la próxima batalla, el soldado volvió a huir del campo de
batalla. De nuevo lo llevaron al general Alejandro. Esta vez Alejandro
Magno decidió investigar un poco más sobre el asunto y le preguntó,
“ ¿Cuántos años tienes?”
“ Dieciocho años, mi general,” le contestó el soldado.
Considerando que todavía el joven podría llegar a ser un buen
soldado, Alejandro pensó darle una oportunidad más. Pero advirtiendo
que si huía de nuevo ¡sería ejecutado! Antes de despedirlo le preguntó:
“ ¿Cómo te llamas?”
Y, con un pecho sacado, el soldado respondió, “ Mi general, me
enorgullece decirle que me llamo igual que usted: ¡Alejandro!” Y así el
joven pensó que ganaría más favor con el general.
Ninguno de los presentes en la carpa del general esperaba semejante
reacción. Su cara cambió junto con todo su carácter y Alejandro
Magno, enfurecido, se levantó de su asiento, agarró al joven y le dijo,
“ ¡Cambia tu nombre o actúa como un Alejandro!”
El valor de esta anécdota se encuentra en que usted y yo llevamos el
nombre de nuestro “ General”: Cristiano. ¿Estamos actuando como
Cristo? Si no, ¡cambiemos nuestro nombre o cambiemos nuestro estilo
de vivir!
Otra parábola que se refiere a la calidad espiritual es la de los siervos
fieles e infieles (Lc. 12.42-48) que describe la fidelidad de un siervo y
la suerte de uno que abusa de la vida cristiana. También, la parábola del
siervo vigilante (Lc. 12.35-40) revela que el hijo de Dios tiene que
estar siempre esperando la venida del Señor. Está por demás decir que
el siervo infiel no lo estará esperando.
Cristo siempre estuvo muy interesado en que Sus discípulos vivieran
una vida digna de Él. Para ayudarnos a vivir tal vida, nos dio el gran
Sermón del Monte (Mt. 5.1-16). Hay los que discrepan con Martín
Lutero y creen que este sermón es aplicable para nosotros hoy en día
y no solamente para el Reino que ha de venir.

El Espíritu Santo: La calidad e s importante


El Espíritu Santo también se preocupa por la calidad de la Iglesia de
Jesucristo. Es por eso que Él está con nosotros hoy en día para
guiarnos a crecer espiritualmente (Jn. 16.13), para darnos el poder
necesario para ser testigos (Hch. 1.8) y velar por la pureza de la
Iglesia, tanto universal como local (Hch. 5.9, 10). Si en alguna de
estas categorías hay fallas, no podemos echarle la culpa al Espíritu
Santo sino a nosotros mismos porque no lo hemos obedecido como
debíamos haberlo hecho.
Vemos que parte del trabajo del Espíritu Santo es convencer al
mundo del pecado (Jn. 16.8) y dar poder a los siervos de Dios para
llevar Su Palabra (Hch. 1.8). Además dirige a Sus siervos hacia donde
está la gente receptiva (Hechos 16.6-11; 17.1-4; 18.9; 19.1-20; Rom.
15.19-20). Eso puede ser vinculado con el crecimiento numérico.
Pero hay mucho sobre el trabajo del Espíritu Santo en velar por el
crecimiento espiritual de Su Iglesia.
Una vez convertido, el Espíritu Santo sigue obrando: Bautiza y llena
a los convertidos (Hch. 1.5; 2.4, 33, 38; 4.31; 8.15; 9.7; 10.44-47;
15.8; 19.6; 1 Cor. 12.13; Efesios 5.18); da a los cristianos el valor de
hablar de Cristo (Hch. 2.4; 4.8; 6.10; 13.9; 18.25); guía los cristianos
a lugares de servicio para que testifiquen (Hch. 8.29, 39; 10.19; 16.6,
7; 20.23); da poder a los líderes de la iglesia (Hch. 6.3, 5; 7.55; 11.24;
13.2, 52; 20.28) y promociona el crecimiento de Su cuerpo (Hch.
2.47; 9.31; Ef. 4.12-16). El último pasaje mencionado se relaciona
con los dones del Espíritu Santo, los cuales se especifican para que la
iglesia crezca tanto espiritual como numéricamente. Hablaremos más
a fondo de los dones en otra oportunidad.
Como ya hice referencia, casi todas las Epístolas del Nuevo
Testamento hablan del crecimiento espiritual (la santidad) del hijo de
Dios, por lo tanto no voy a repetir lo que ya está escrito. Pero si, voy
a citar un versículo: “ Porque Dios es el que en vosotros produce así el
querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Fil. 2.13). Nuestro
deber es presentar nuestros cuerpos y vidas al Espíritu Santo para ser
un sacrifico agradable a El (Rom. 12.1-2). Sin el Espíritu Santo
morando en nosotros no llegaremos a ser santos como El es santo (1
Ped 1.15-16).
Llegando al final de este capítulo, recalco que la T rinidad está
interesada en el crecimiento sano y completo de Su Iglesia (Su
Cuerpo). El crecimiento en un solo aspecto no es sano. Un teólogo de
misiones, Charles Van Engen, dice que el crecimiento de la Iglesia de
Jesucristo es multi-dimensional. Hablando del libro de Efesios, Van
Engen comenta que el enfoque de Pablo en escribir el libro fue el
crecimiento.
Crecimiento es el enfoque de Pablo. Crecimiento en el catolicismo
de la Iglesia por la incorporación de otros miembros al cuerpo
(crecimiento numérico), crecimiento por el desarrollo espiritual de los
miembros del cuerpo por medio del ejercicio de los dones por el bien
del mundo (crecimiento tanto orgánico como espiritual), crecimiento
por medio del impacto de la Iglesia en el mundo a donde ha sido
mandado (crecimiento en el culto diaconal), y crecimiento por un
mejor entendimiento del señorío de Cristo en la Iglesia (crecimiento
31
teológico).
De todo lo dicho en este capítulo podemos deducir que la T rinidad
tiene mucho que ver tanto con el crecimiento cuantitativo como con
el cualitativo. Si la T rinidad tiene esta preocupación de crecimiento
tanto cuantitativo como cualitativo, también nosotros debemos
tenerla. Decimos con Virgilio Gerber, que la meta fundamental de
evangelizar al mundo,
...[no] termina cuando se llega hasta las personas con el Evangelio,
ni con la proclamación del Evangelio, ni con las profesiones públicas
de fe en el Evangelio, ni con relacionar a los convertidos con la iglesia
por medio del bautismo y la enseñanza. La meta del evangelismo no
se logra hasta que estos nuevos convertidos lleguen a ser cristianos
reproductivos que...garanticen el proceso continuo de evangelismo y
crecimiento de la iglesia. La meta fundamental de la evangelización en
el Nuevo Testamento es, por lo tanto, doble: I) Formar cristianos
responsables y reproductivos, y 2) formar congregaciones
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responsables y reproductivas.
He aquí la meta fundamental y principal para los que esperan ver la
iglesia de Jesucristo crecer.
Si Dios está interesado en el crecimiento de Su Iglesia; si Cristo está
interesado en el crecimiento de Su cuerpo; y si el Espíritu Santo está
interesado en el crecimiento de Su Iglesia, ¿no debemos estar nosotros

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