La Dinámica Iglesia Crecimiento
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EL CRECIMIENTO DE LA
IGLESIA DE JESUCRISTO
LA TRINIDAD Y LA CANTIDAD
En una ocasión visité una iglesia en los Estados Unidos que está
ubicada en el centro del estado de California, donde hay muchos
huertos de árboles de nueces. Estando allá tuve una experiencia que
nunca se me borrará de la memoria. Era exactamente la época de la
cosecha de nueces. Un día fui a recoger unas cuantas para mandárselas
a mi esposa. Mi anfitrión me entregó una canasta y me indicó el lugar
más apropiado para recoger las mejores. Cuando llegué, me quedé
encantado al ver la cantidad de nueces que había en el suelo.
Acercándome a los árboles empecé a recogerlas. Recogí una buena
cantidad antes que me empezara a doler la espalda y para descansar un
rato fui y me senté junto al tronco de uno de los árboles que daba más
sombra. ¡Qué alivio! Pero sucedió que mientras estaba sentado miré
alrededor y me quedé asombrado de que, junto al tronco mismo, había
una cantidad aún mayor de nueces que las que yo había recogido. ¡Y lo
único que hubiera tenido que hacer era recogerlas sentado sin sufrir un
dolor de espalda!
¡Qué buena lección! A veces nos preocupamos mucho por la gente
aislada y difícil de evangelizar. Gastamos nuestros esfuerzos y recursos
para llegar a unos cuantos, mientras que pasamos por alto la gente
más receptiva y fácil de alcanzar.
Hay quienes temen que si no enfocan cien por ciento sobre los más
resistentes y aislados no estén obedeciendo a Dios. Dicen que Dios se
encarnó y murió tanto por ellas como por la gente receptiva. De
acuerdo. Sin embargo, no debemos olvidar que Cristo no le insistió al
joven rico cuando éste se negó a seguirlo (Lc. 18.23, 24) e instruyó a
Sus discípulos a no insistirle a los que no querían escuchar o aceptar el
evangelio (Lc. 10.10-12). Pablo también dejó a un lado a los que no
querían prestar atención al evangelio (Hch. 18.6). Haciendo esto, se
dedicó a los receptivos de Corinto - y allá estableció una iglesia (Hch.
18.10, 11). Lo mismo sucedió en Éfeso (Hch. 19.8-10). Cristo y
Pablo dieron a las personas resistentes la oportunidad de escuchar el
evangelio, pero cuando lo rechazaron, se fueron a otro lado y se
dedicaron a aquellos que sí estaban interesados.
T radicionalmente la iglesia ha actuado igual que yo actué para
recoger las nueces. Envía obreros a los lugares más lejanos y difíciles
para tratar de cosechar los pocos que hay en el campo, mientras que
por siglos han despreciado los terrenos que están listos y que cuestan
menos trabajo. ¿Dónde se encuentran tales terrenos? ¡La mayoría de
las veces la cosecha de las personas receptivas está en las ciudades! La
iglesia ha vivido muchos años con el afán de alcanzar a la gente más
dura mientras que pierde la más receptiva.
Veamos un ejemplo de este desequilibrio: Hasta la década del
ochenta, por lo menos, el enfoque principal de las misiones todavía se
concentraba en los lugares más lejanos. Para citar algunos casos, en la
década setenta, en toda la cuenca del Amazonas del Brasil había
136,000 habitantes con 250 misioneros, mientras que en los estados
de Catarina y Río do Sur había nueve millones de habitantes con 250
misioneros. En Bolivia había nueve mil universitarios con una sola
pareja misionera mientras que en la selva de Bolivia había 140
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misioneros tratando de evangelizar a menos de nueve mil habitantes.
Existían razones para tal énfasis:
LA TRINIDAD Y LA CALIDAD