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Melina Varnavoglou 3 Poemas

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Autos

La primera noche que no pude


dormir con un hombre
escuché a los autos.

Recostando mi cabeza
sobre la almohada compartida me entregué
a esa corriente silenciosa
que empezaba a formarse
cuatro pisos más abajo
¿los escuchás?
¿Eh?!
Si los escuchás…
¿Qué cosa?

Hay algo imposible en ese sonido


algo más que la inercia sobre un plano
no puedo decir que se muevan -yo no los estoy viendo-
pero rugen y rasgan
cada punto
si hasta los siento deslizarse por mi piel
como una lengua áspera
y entonces olvido que son autos
chapa sobre ruedas
que alimentamos con hidrocarburo
y los escucho
son como la hierba
que se expande hasta volverse finita y desaparecer
ese ruido hacen cuando se alejan
es una especie de dolor
algo así como una mirada retirándose
no tan definitivamente.

Esa turba diminuta al filo del asfalto


como la brasa que queda prendida
y en mitad del silencio
suena y suena
es lo único que puede salvarme

Yo no quiero que los vuelvan más sigilosos


¿cómo soportaría, por ejemplo, esta noche
junto a un cuerpo que no puedo amar
si no fuera por el sonido
de sus motores?
fábula sobre mis manos

Pidiendo mi boleto de colectivo


una mañana cualquiera lo noté
Mis manos ya no son infantiles
No es su tamaño lo que ha cambiado
-no tan considerablemente-
sino mas bien su comportamiento

No sudan ante lo proximidad de cualquier contacto


no se extienden en busca del sol o de la madre
no buscan más migas en los bolsillos
ni lapiceras que explotan

son veloces y certeras


como el repique de una máquina de coser
automáticas sus decisiones
ya no es el amor lo que las mueve.
Testigo del desajuste

i.

Desde la central frenética


que me anima algo cesó
crack, puc, apagón
y el tedio comenzó a unirse
lánguidamente a mis huesos
se aflojó la mandíbula
descansaron los dientes
todo mi cuerpo una
fosforesencia dormida

ii.
alivio. baja tensión
como cuando probé esa droga crucial
una inyección nitrogenada
de astucia

iii.

Hubo un instante
una milésima
donde todo se entendió
pero fue demasiado
tan clara su luz
que estallaron los tubos
ahora floto en el vapor tóxico
No se dónde estuvo la falla
qué la provocó
El ministro de Energía menos sabe
“Lo anormal no fue el inicio
sino la cadena de acontecimientos posteriores” dice
Yo también enloquecería
si tuviera que buscar la fuente
En otro poema puse
“más en los bordes/que en el origen/
está el dolor”
pero ahí hablaba del mar
y ahora de lo mecánico
algo que deberíamos saber usar
una prole nuestra

iv.
la rayita de batería desciende
como una cantimplora atroz
voy acostumbrándome a la idea
de vivir sin estímulos

v.

la lluvia cae incrementándose


en código binario
1 0 1 0 1 0 gota palito gota palito gota palito
¡ah, algo que se sostiene!
¡ah la lluvia
tan benévola y suave
y regular!

vi.

mi mamá solía contarme que los truenos


son dioses jugando a los bolos
“al bowling” la corregía yo
siempre buscando el origen
una explicacion antroponada.

Vii.
Desde su tablero tornasolado
Ella digita el plan
organiza los suministros
distribuye, redistribuye
castiga y da
impenetrable en su silla
-las reinas siempre
parecen un poco desconectadas-
se relame y fosforece
admira la catástrofe
como yo la lluvia
Y ambas sentimos redención.
Le preparó un gin tonic con pepinos
quiero agasajarla, ser amigas
miramos hacia abajo
tontos hombres humanos
siguen buscando una explicación!
Hipotesis, culpables, regularidades
“Algun operador tuvo que haber sido
testigo del desajuste” uno dice
Y con ella nos meamos de la risa
sobre la lluvia, los hombres humanos
sus aparatos, los subtes detenidos, el ministro
“es sexy el caos” me arrimo diciéndole
“¿no?”
y crece en sus pelos la estática
hasta dejarme pegada
como tela de araña
me besa
su boca, central y disyuntor
me chupa
su lengua serpiente de luciérnagas
sus antebrazos dos palancas
podrían hacerme girar en el aire
mete la mano
el puño entero
y me conecta.

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