Módulo 3 3.2 Palacios Y Viviendas Urbanas: Antonio Orihuela Uzal
Módulo 3 3.2 Palacios Y Viviendas Urbanas: Antonio Orihuela Uzal
Módulo 3 3.2 Palacios Y Viviendas Urbanas: Antonio Orihuela Uzal
Desde el establecimiento en el año 1013 de la capitalidad del reino zirí en Granada, en la misma
ubicación de la antigua ciudad ibero-romana, la densidad edificatoria y la expansión urbana no
dejaron de aumentar durante los cinco siglos siguientes. Este crecimiento se vio impulsado desde
1238 al convertirse en capital del reino nazarí. Después de la conquista castellana de 1492 se
iniciaron trasformaciones urbanísticas importantes orientadas al ensanche de calles, lo que
implicó el derribo de muchos edificios. Esta práctica se incrementó desde la segunda mitad del
siglo XIX con los planes de alineaciones y la apertura de nuevas calles y plazas. A pesar de esto,
se ha conservado una buena representación de casas andalusíes de cierta entidad. Por otra parte,
la arqueología urbana, iniciada en la década de 1980, no ha dado los resultados esperados, salvo
en casos muy excepcionales.
En la casa urbana andalusí el patio es el centro de la vida familiar, el lugar por el que se recibe la
luz y el aire, pues la vivienda se aísla de la calle con objeto de garantizar la privacidad y seguridad.
La ausencia de vanos en la planta baja de la fachada, exceptuando la puerta y el zaguán en recodo,
también ayuda a garantizar la intimidad familiar. Los pórticos desempeñaban un papel importante
en el patio pues había, al menos, uno en todos los edificios residenciales nazaríes de cierta
importancia. Al principio, solo soportaban los tejados, pero al generalizarse la existencia de
plantas altas, debido a los procesos de saturación urbana, se construirían sobre ellos galerías para
acceder a las dependencias de la planta alta. En ambos elementos superpuestos se producía una
concentración de la ornamentación y servían al mismo tiempo para proteger las portadas y puertas
de madera de las salas principales baja y alta. Era frecuente que las casas estuvieran dotadas de
agua, distribuida por acequias y tuberías de cerámica, que era almacenada en tinajas o aljibes.
También contaban con sumideros en el patio y una letrina, conectados a la red urbana de
saneamiento.
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La arquitectura nazarí se caracteriza por el uso de materiales económicos que se producían dentro
del reino granadino, a los que se le sacaba un gran partido. Los muros se hicieron con tapias
compuestas por tierra arcillosa, áridos procedentes de los conglomerados que constituyen el suelo
de las colinas sobre las que se asienta la ciudad y escasa cal. En las partes bajas, para evitar la
humedad de capilaridad, se prefería la tapia mixta encintada con ladrillo y cajones rellenos de
grandes cantos rodados. La madera más apreciada en la carpintería de armar era de pino y roble,
producida en las sierras cercanas, empleándose escuadrías muy pequeñas, salvo en las vigas de los
pórticos de los patios. Las tejas curvas, procedentes de la tradición tardorromana e
impropiamente llamadas árabes, se usaban en la casi totalidad de las cubiertas.
Las parcelas correspondientes a las cuatro viviendas nazaríes que mejor se han conservado en el
actual barrio del Albaicín, que describiremos brevemente a continuación, tienen una dimensión
media de unos 280 m2. No cabe duda de que estas edificaciones dotadas de rica decoración
pertenecieron a personas notables y no serían representativas de las ocupadas por el común de la
población, más reducidas y menos resistentes al deterioro del tiempo. Todas ellas tienen patios
rectangulares con su eje mayor orientado en la preferida dirección norte-sur, lo que permitía a sus
salas principales, ubicadas tras los pórticos de los lados menores del patio, abrirse hacia
septentrión y mediodía. Las situadas en el lado norte prevalecían sobre las fronteras.
La casa de Zafra estuvo integrada desde 1527 hasta 1946 en el convento de monjas dominicas de
Santa Catalina de Siena, fundado por voluntad testamentaria de Hernando de Zafra y su esposa.
Durante las obras de restauración, realizadas en 1991, detectamos datos arqueológicos de una
distribución anterior con pórticos de cinco arcos y ausencia de crujía en el lado este. En una fase
posterior se redujeron los pórticos a sus tres arcos centrales con objeto de edificar también una
crujía hacia levante y ampliar la de poniente. En esta etapa se construiría la planta alta,
obteniéndose mediante dichas modificaciones un notable aumento de la superficie habitable. En
las excavaciones arqueológicas del año 2011 se descubrieron sendos arriates a ambos lados de la
alberca alargada que ocupa el eje principal del patio, aunque no fueron recuperados.
El palacio de Daralhorra permaneció desde 1507 hasta 1930 integrado en el monasterio de clarisas
de Santa Isabel la Real, fundado por Isabel la Católica. Perteneció a la familia real nazarí y sigue
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un trazado que recoge las características de este tipo de casa cuando ya había alcanzado la madurez
en su evolución. Las salas principales son de doble altura mientras que en los lados mayores
presenta dos pisos de habitaciones secundarias. Por encima del alero, que da unidad a los cuatro
lados del patio, a pesar de estar compuestos de modos tan diversos, se levanta una segunda planta
sobre la crujía norte con su galería de acceso. En el centro de las salas superpuestas de este lado
sendos miradores salientes se abren hacia el paisaje. En la esquina nordeste hay una pequeña
torre-mirador que permite establecer una comunicación visual directa con la Alhambra.
La casa de la calle del Cobertizo de Santa Inés nº 4 presenta crujías en tres lados, doble en el
septentrional, siendo su límite hacia el este la medianería de la casa contigua. Tiene la
particularidad de que, en el lado sur, en lugar de repetirse el esquema del norte, con sala principal
precedida de pórtico, tiene un cenador o sala estival abierta al patio por cinco vanos con rica
decoración, sobre el que se sitúa la correspondiente sala alta.
La casa de la calle del Horno del Oro nº 14 muestra pórticos de tres arcos, sobre columnas de
mármol, precediendo a las salas de los lados menores, y otros adintelados sobre pilares en los
otros dos costados. La planta alta, que debió de construirse en el primer cuarto del siglo XVI,
repite el mismo esquema de la baja, con galería perimetral de madera, excepto en el lateral oeste,
donde está constituida por seis arcos de ladrillo. Por consiguiente, se trata de un buen ejemplo de
reutilización de una casa nazarí en la etapa posterior.