Isaías 29
Isaías 29
Isaías 29
Lucas 21
Hemos llegado a la sección profética del Evangelio de Lucas.
Aunque ésta se corresponde con el Discurso del Monte de los
Olivos de los Evangelios de Mateo y Marcos, hay un contraste,
además de la similitud del texto Bíblico. El Evangelio de Mateo
nos daba la respuesta a las siguientes 3 preguntas que los
discípulos hicieron al Señor Jesús. (1) ¿Cuándo sucederán estas
cosas?, es decir el cumplimiento de que no quedaría piedra
sobre piedra; (2) ¿Cuál será la señal de Tu venida? y (3) ¿Cuál
será la señal del fin del mundo? (Mateo 24:3). En este capítulo
21 de Lucas Jesús respondió a la primera pregunta. Lucas se
ocupó de uno de los aspectos más prácticos de la profecía y no
quedó ningún misterio ni especulación acerca de su significado.
Porque la mayor parte de este relato de Lucas ya no es profecía,
sino historia. Se cumplió en el año 70 de nuestra era. Después
de todo, "la profecía es el molde en el cual se vierte la historia".
El capítulo comienza con Jesús observando cómo la gente
entregaba su dinero en el templo y destacando Su elogio a la
actitud de una viuda pobre.
Leamos, pues, los versículos 1 al 4, en los cuales
Jesús observó a la gente dando su dinero al templo
"Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas
en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre
que echaba allí dos blancas. Y dijo: En verdad os digo que esta
viuda pobre echó más que todos, pues todos aquellos echaron
para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; pero ésta, de su
pobreza echó todo el sustento que tenía."
Pensando en las riquezas del templo (y era verdaderamente un
templo suntuoso), la donación de la viuda, de 2 monedas de
cobre, no equivalía a mucho para el mantenimiento del templo.
El Señor no evaluaba la cantidad que una persona daba, sino lo
que esa persona guardaba para sí. No estamos actualmente
viviendo bajo un sisTema rígido de contribución en cuanto a las
ofrendas, porque ello determinaría cuánto debe uno dar. En
cuanto al contribuir con la décima parte, hay algunos que
debieran dar más que esa cantidad debido a la forma en que
Dios les ha bendecido económicamente. Dios mira al sacrificio
que realiza el que da. Generalmente, es la persona que no
puede contribuir más a causa de sus limitados recursos, la que
hace un verdadero sacrificio. Porque Él le da valor a lo que una
persona al dar, se reserva para sí.
Leamos los versículos 5 y 6, que comienzan a relatar como
Cómo Jesús respondió a la pregunta "¿Cuándo
sucederán estas cosas?"
"A unos que hablaban de que el Templo estaba adornado de
hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas
cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre
piedra que no sea destruida."
Cuando el Señor declaró que la viuda pobre contribuyó con su
ofrenda más que todos los ricos, los discípulos dijeron: "¡Mira el
templo, con sus riquezas y las valiosas piedras de su
construcción!" Aquella riqueza era impresionante. Pero su
magnificencia pronto desaparecería, convertida en cascotes, y
piedras sueltas y caídas. Esa es la manera en que debiéramos
contemplar las riquezas de este mundo. No permanecerán aquí
por mucho tiempo. Pronto pasarán a la historia. Dice el versículo
7:
"Le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo ocurrirá esto? ¿y
qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?"
En los Evangelios de Mateo y Marcos, el énfasis se colocó sobre
las 2 últimas preguntas formuladas al Señor Jesús: "¿Cuál será
la señal de tu venida?" y "¿Cuáles serán las señales del fin del
mundo?". En el Evangelio de Mateo lo más importante es el
retorno de Cristo, y Él respondió a las preguntas relacionadas
con ese evento. Aquí en el Evangelio de Lucas Jesús enfatizó el
momento en que no quedaría en aquel lugar "piedra sobre
piedra", es decir, en la destrucción de Jerusalén. Aunque ésta es
una parte del Discurso del Monte de los Olivos, el Señor
probablemente respondió a la primera pregunta de los
discípulos; entonces, más tarde, cuando ellos vinieron al Monte
de los Olivos y le preguntaron en detalle, les dio una explicación
más formal y completa, que encontramos en el Evangelio de
Mateo. Indudablemente el Señor pronunció Sus enseñanzas una
y otra vez. Después de todo, la repetición es el método por
medio del cual todos aprendemos.
Continuemos leyendo el versículo 8:
"Él entonces dijo: Mirad que no seáis engañados, porque
vendrán muchos en mi nombre diciendo: Yo soy el Cristo y: El
tiempo está cerca. Pero no les sigáis."
Las características de los tiempos consistirían en la aparición de
cristos falsos, que también son rasgos distintivos de la época en
que vivimos, y de épocas anteriores desde que Cristo estuvo en
la tierra. En Su tiempo ya hubo falsos mesías y, en la
actualidad, hay quienes alegan poseer poderes sobrenaturales.
Además, vivimos en una época en la que abundan nuevas
sectas y religiones. Y añaden los versículos 9 y 10:
"Cuando oigáis de guerras y de revueltas, no os alarméis,
porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero
el fin no será inmediatamente. Entonces añadió: Se levantará
nación contra nación y reino contra reino"
Otra característica de la época son las guerras, que se
intensificarán hacia el final del período. Aunque el pacifismo se
está extendiendo, la Palabra de Dios dice, en 1 Tesalonicenses
5:3, Cuando la gente diga "Todo está en paz y tranquilo",
vendrá de repente sobre ellos la destrucción, como vienen los
dolores de parto a una mujer encinta, y no podrán escapar. Esta
es precisamente la situación en que nos encontramos. Las
guerras son, pues, un rasgo característico de la totalidad del
período hasta que el Señor regrese. Continuando con la
descripción, dice el versículo 11,
"habrá grandes terremotos y, en diferentes lugares, hambres y
enfermedades; y habrá terror y grandes señales del cielo."
Esta será otra característica de la época, que, probablemente,
también se intensificará hacia los tiempos finales. Leamos
también los versículos 12 al 15:
"Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, os
perseguirán, os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y
seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi
nombre. Pero esto os será ocasión para dar testimonio de mí.
Proponeos en vuestros corazones no pensar antes cómo habréis
de responder en vuestra defensa, porque yo os daré palabra y
sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que
se opongan."
En estos versículos el Señor estaba hablando a la nación de
Israel. Y todos estos detalles se aplican específicamente a los
judíos. En el Evangelio de Juan 15:18 y 19, el Señor dijo: Si el
mundo os odia, sabed que a mí me odió primero. Si fuerais del
mundo, la gente del mundo os amaría como ama a los suyos.
Pero yo os escogí de entre los que son del mundo, y por eso el
mundo os odia, porque ya no sois del mundo. Si tú eres un
seguidor del Señor Jesucristo, puedes estar seguro de que no te
vas a destacar precisamente por tu popularidad. Continuemos
leyendo los versículos 16 al 19:
"Seréis entregados aun por vuestros padres, hermanos,
parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros. Seréis
odiados por todos por causa de mi nombre, pero ni un cabello
de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis
vuestras vidas."
La persecución que experimentarían los primeros discípulos era
precursora de la que los discípulos futuros experimentarían al
final de los tiempos. Estos versículos podrían aplicarse a los
144.000 judíos citados en el Apocalipsis, que estarán
especialmente protegidos durante el período de la Gran
Tribulación. Los sufrimientos de los judíos serán mucho mayores
en ese período que los que han experimentado durante la
segunda guerra mundial en los campos de concentración.
Los versículos 18 y 19 han confundido a algunos. Parece que
aquí Jesús se refería a la salvación en el sentido de entrar al
reino con vida. La frase "ganaréis vuestras almas con vuestra
paciencia" (o vuestras vidas, como traducen otros) significa que
los creyentes demostrarán pertenecer a una comunidad de
amor, en oposición a los que se aparten de le fe y que se
odiarán unos a otros durante los tiempos de persecución (como
vemos en Mateo 24:10) Los que se salven serán aquellos que
sean preservados por el soberano poder de Dios. Y dice el
versículo 20:
"Pero cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed
entonces que su destrucción ha llegado."
Recordemos que los discípulos le habían preguntado al Señor:
"¿Cuándo sucederán estas cosas?", es decir, el tiempo en que
no quedaría una piedra sobre otra, lo cual ocurrió cuando el
general romano Tito sitió a Jerusalén en el año 70. Creo que,
cuarenta años más tarde, muchos de aquellos que oyeron estas
palabras, al contemplar las fortificaciones en los muros de
Jerusalén y ver los estandartes romanos desplegados, habrán
recordado lo que Jesús predijo en esta ocasión. Leamos algunas
advertencias más en el versículo 21:
"Entonces los que estén en Judea huyan a los montes; y los que
estén en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos
no entren en ella."
Ellos tendrían que hacer entonces lo mismo que los que vivan
en un futuro, en el período de la Gran Tribulación: salir de
Jerusalén lo antes posible. El gran historiador judío Josefo nos
relató el horrible sitio de Jerusalén. Durante el prolongado
bloqueo de la ciudad, las madres devoraron a sus propios hijos.
La gente murió en enormes cantidades y los muertos fueron
arrojados por las murallas. Aquellos que se quedaron, murieron
de hambre o fueron vendidos como esclavos. El Señor estaba
dibujando un cuadro en miniatura de lo que sucedería en los
últimos días. Algunos sostienen que aquello ya se cumplió en el
año 70 y nunca podría ocurrir por segunda vez. El Señor dijo
que ocurriría y sucedió una vez y dijo que volvería a ocurrir.
Continúan diciendo los versículos 22 al 24:
"porque estos son días de castigo, para que se cumplan todas
las cosas que están escritas. Pero ¡ay de las que estén
embarazadas y de las que tengan niños de pecho en aquellos
días!, porque habrá gran calamidad en la tierra e ira sobre este
pueblo. Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a
todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos
hasta que sus tiempos se cumplan."
Los judíos fueron dispersados y Tito les convirtió en esclavos.
Muchos de ellos edificaron el gran Coliseo de Roma. La ira y la
aflicción cayeron sobre la nación de Israel. Desde el día en que
Tito entró en la ciudad para conquistarla, hace más de 1.900
años, los judíos nunca han podido expulsar a los no judíos de
Jerusalén, quienes han controlado la ciudad a partir de aquel
día, incluyendo a muchos de los llamados "santos lugares". Y allí
se encuentra la mezquita de Omar, en el lugar donde estaba su
templo. El Señor dijo que los no judíos ocuparían Jerusalén
hasta que los tiempos permitidos a esas naciones se
cumpliesen. Y tales pueblos aún se encuentran en la ciudad.
Resulta sorprendente comprobar la exactitud de las predicciones
de la Palabra de Dios. Leamos ahora el versículo 25:
"Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas,
y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del
bramido del mar y de las olas."
Creo que estas palabras se refieren a los últimos días de la
época, antes de que Cristo regrese a la tierra. Este será el
estado de la humanidad en esos últimos días. Leamos el
versículo 26:
"Los hombres quedarán sin aliento por el temor y la expectación
de las cosas que sobrevendrán en la tierra, porque las potencias
de los cielos serán conmovidas."
Hay algunos que citan este versículo y afirman que es una
imagen de la actualidad. No creo que estemos viendo el
cumplimiento de este versículo en la actualidad. Es cierto que
las situaciones de crisis política y tensión social son motivo de
gran preocupación en muchas naciones. Y las alteraciones en el
mundo de la naturaleza son abrumadoras. Pero todo ello no
hace más que confirmar que estos factores que hoy están
presentes se agravarán mucho más en el futuro. Y dice el
versículo 27:
"Entonces verán al Hijo del hombre que vendrá en una nube con
poder y gran gloria."
Pero Cristo podría regresar en cualquier momento. Los
acontecimientos se suceden con mucha rapidez en el mundo
actual y la iglesia, llamada en la Biblia el cuerpo espiritual de
Cristo, formada por todos los creyentes, podría ser llevada de
esta tierra como parte de estos eventos futuros. Leamos el
versículo 28:
"Cuando estas cosas comiencen a suceder, animaos y levantad
vuestra cabeza, porque vuestra redención y liberación está
cerca."
¿Están estas cosas comenzando a suceder? No estamos en
condiciones de saberlo, por carecer de una información interna
de muchos de los factores que configuran en la escena
internacional. Todo lo que podemos decir es que nuestra
salvación y redención están más cerca hoy que cuando creímos
en Jesucristo como nuestro Salvador y Señor. Sabemos que Él
vendrá otra vez y esto es lo realmente importante.
Continuemos leyendo los versículos 29 al 31:
"También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los
árboles. Cuando veis que ya brotan sus hojas, sabéis por
vosotros mismos que el verano está cerca. Así también
vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que
está cerca el reino de Dios."
En la Biblia, la higuera representa a la nación de Israel, como
puede verse en Jeremías 24:1-5 y Oseas 9:10. Y añade el
versículo 32:
"De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que
todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán."
Algunos creen que la frase "esta generación" podría referirse a
la raza de Israel. De esa manera, se afirmaría el carácter
indestructible y la permanencia de ese pueblo en la historia.
Pero aquí el énfasis parece recaer sobre la rapidez con la que se
suceden estos eventos, más que sobre el carácter permanente
del pueblo de Israel. Otros piensan que Jesús estaba diciéndoles
a los discípulos que su generación vería la destrucción del
templo, teniendo en cuenta que en los versículos 5 al 7 la
discusión trataba sobre la destrucción del templo. Sin embargo,
debido a que en el versículo 31 Jesús habló de la venida del
reino de Dios, y también a la luz de Mateo 24:33 y 34, que dice
que el Hijo del Hombre está cerca, a las puertas, parece
preferible decir que la frase "esta generación", se refiere a la
generación que vivirá en el tiempo de los eventos cosmológicos
que precederán a la segunda venida de Cristo. En este caso la
frase significaría que aquellas personas que verán el comienzo
de estos eventos verán también la conclusión de los mismos.
Esa generación realmente verá la instauración del reino de Dios.
Yo me inclino por esta última explicación.
Leamos ahora los versículos 33 al 35:
"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no
se llenen de glotonería y de embriaguez y de las preocupaciones
de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día,
porque como una trampa vendrá sobre todos los que habitan
sobre la faz de la tierra."
Jesús exhortó a Sus discípulos a que estuvieran listos en todo
tiempo. Aunque un creyente será capaz de anticipar la venida
del reino por medio de las señales que la Biblia destaca, es
posible enredarse tanto en los asuntos de esta vida, que
algunos no estarán listos para el reino, cuando éste venga de
forma repentina (como dice el versículo 34) y universal (como
afirma el versículo 35). Fue contra esta actitud errónea, por
tener las prioridades equivocadas, que Jesús les advirtió que
tuviesen cuidado. No debemos descuidar la defensa en la guerra
espiritual ni abandonar la vida cristiana activa. Estos son
grandes días de oportunidad para vivir un testimonio dinámico
de Dios. No me siento llamado para reformar al mundo, o para
cambiarlo. Eso es asunto de Dios y no mío. El me ha pedido que
viva para Él y que difunda Su Palabra. Y es lo que estoy
intentando hacer, y espero que tú también lo hagas. Uno se
siente muy a gusto cuando se encuentra controlado por la
voluntad de Dios.
Prestemos, pues, atención a la siguiente recomendación del
Señor. Leamos el versículo 36:
"Velad, pues, orando en todo tiempo que seáis tenidos por
dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar
en pie delante del Hijo del hombre."
Vemos la importancia que el Señor le dio a que los suyos
permaneciesen vigilantes y en una actitud de oración y
dependencia de Él. ¿Y cómo podemos llegar a ser dignos de ese
privilegio? Lo único que puede hacernos dignos es Cristo. En
consecuencia, yo he confiado en Él como mi Salvador y le he
entregado mi vida. Así que si estoy con vida en el momento en
que Él recoja a Su iglesia, me encontraré con Él por la gracia de
Dios.
Para finalizar nuestro programa de hoy, leamos el versículo 37:
"De día enseñaba en el Templo y por la noche salía y se
quedaba en el monte que se llama de los Olivos. Y todo el
pueblo acudía a él por la mañana para oírlo en el Templo."
La multitud reaccionó con asombro a la enseñanza de Jesús. El
pasaba las noches en el Monte de los Olivos, donde
seguramente dedicaba mucho tiempo a la oración, y cada
mañana regresaba al templo para enseñar. La gente estaba tan
a gusto con Su enseñanza que llegaba con las primeras horas
del día, para tener oportunidad de oírle. Seguramente sus
oyentes entendieron Sus enseñanzas sobre la venida del reino
de una forma que no habían comprendido antes. Seguramente a
ti y a mí nos hubiera agradado madrugar para estar en aquel
grupo escuchándole. Sus palabras pronunciadas hace tanto
tiempo, nos permiten vernos a nosotros mismos como Dios nos
ve, y nos ayudan a comprender lo que está sucediendo hoy en
el mundo.
Apocalipsis 21
Versículos 5-16
Estimado amigo, amiga oyente, continuamos nuestro recorrido
por el muy interesante libro de Apocalipsis, que recopila las
profecías que el apóstol y evangelista Juan recibió en visión por
el mismo Señor Jesucristo. Hollywood ha ofrecido más de una
versión de algunos supuestos eventos apocalípticos. Se dice que
"la realidad siempre supera la ficción", y éste también es el caso
acerca de lo que ocurrirá en nuestro planeta, según la Palabra
de Dios. Lo que las películas y los libros no reflejan es que en
las verdaderas profecías acerca de este tiempo futuro, cuyo
calendario nadie más que Dios posee, siempre hay una palabra
de esperanza, de amor y de perdón de parte de Dios. A través
de todo el libro Dios llama al ser humano al arrepentimiento, a
"volverse a Él", a no vivir de espaldas a Dios.
También de esto trata el capítulo 21 de Apocalipsis, cuyos
primeros versículos vimos en nuestro programa anterior. Sólo
nos restan ya un capítulo más para finalizar nuestro estudio de
este fascinante libro. Retomaremos hoy la lectura en los
versículos 5 al 7 de este capítulo 21. Leamos:
5
Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago
nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas
palabras son fieles y verdaderas. 6 Y me dijo: Hecho está. Yo
soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed,
yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. 7 El
que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él
será mi hijo.
Nos encontramos ante una importante sección del libro. En
nuestro anterior programa comentamos la idea de que todas las
cosas, absolutamente todas, serán hechas nuevas, pudiendo así
comenzar de nuevo pero sin la perspectiva de un final, como
sucede aquí en la Tierra con la muerte. Jesucristo ya nos
advirtió que Su Reino no tendría fin, que será un reino donde
podríamos crecer y desarrollarnos de manera constante e
infinita.
El apóstol Juan oyó las solemnes palabras: "Yo soy el Alfa y la
Omega, el principio y el fin." Al inicio del libro de Apocalipsis nos
encontramos esta declaración del Cristo resucitado, capítulo 1,
versículo8, por lo que suponemos que quien ahora está
hablando es el Señor Jesucristo. Alfa es la primera letra del
alfabeto griego y Omega la última. Dios es el principio y el fin. Y
la palabra griega original para "principio" no significa
simplemente el "primero en el tiempo", sino el "origen" de todas
las cosas. Y la palabra "fin" no significa sólo un final, es decir en
cuanto a la dimensión del tiempo, sino que es la "meta". Juan
está diciendo que toda la vida comienza y termina en y con
Dios.
Con tal descripción Juan intenta aproximarnos a un Dios infinito,
que nos puede parecer tan alejado, tan distante del ser
humano, porque para Él, no seríamos más que infinitas,
diminutas e insignificantes motas de polvo. Sin embargo, Juan
añade en el versículo 6: "Al que tuviere sed, yo le daré
gratuitamente de la fuente del agua de la vida." Esta cita trae a
nuestra mente otra similar en el libro del evangelio según
Mateo, capítulo 5, versículo 6: "Bienaventurados los que tienen
hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados." Con esta
referencia se nos recuerda que toda la inmensidad de Dios se ha
acercado al ser humano hasta el punto de suplir sus
necesidades más básicas, como el agua. Además, Dios utiliza su
grandeza para satisfacer la mayor sed posible: la sed de un
corazón anhelante de respuestas, anhelante de amor y
esperanza para el hombre y la mujer de hoy.
Juan continuó escribiendo lo que le fue dictado:" El que venciere
heredará todas las cosas." Aquí se nos recuerda que estas
bienaventuranzas no son para todos los seres humanos, para
todo el mundo, sino sólo para los que se mantienen fieles
aunque todo se confabula para que abandonen su lealtad a
Jesucristo. Y a estos creyentes Dios les regala la mayor de Sus
promesas: "Yo seré su Dios y él será mi hijo." Esta frase
encierra un pensamiento muy profundo. Esta promesa de Dios a
aquellos que terminen victoriosos las batallas de la fe, es la
misma promesa que hizo a Abraham, el patriarca, fundador del
pueblo elegido. No hay mayor honor en todo el Universo que
Dios otorgue el título de "hijo" al ser humano, a aquel que le ha
sido fiel. En la Primera Epístola del apóstol Juan, capítulo 3,
versículo 2, podemos leer: "Amados, ahora somos hijos de Dios,
y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos
que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque
le veremos tal como él es."
Si los creyentes podemos derrotar el mal, venciendo la tentación
de gobernar nuestra propia vida, a nuestro antojo, no es gracias
a nuestras propias fuerzas, débiles y limitadas, sino por el poder
de la fe. En la Primera Epístola del apóstol Juan, capítulo 5,
versículo 4, leemos: "Porque todo lo que es nacido de Dios
vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo,
nuestra fe." Luego, en el evangelio según Juan, capítulo 1,
versículo 12, leemos: "Mas a todos los que le recibieron, a los
que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios." Y serán éstos los que heredarán todas las cosas, promesa
dada a los hijos de Dios. El apóstol Pablo en su Carta a los
Romanos, capítulo 8, versículos 16 y 17, nos dicen lo siguiente:
"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que
somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos
de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados." Regresamos a Apocalipsis, capítulo 21, y
continuamos con el siguiente versículo 8:
8
Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas,
los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos
tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es
la muerte segunda.
Como acabamos de leer, también se hace mención a aquellos
condenados por sus delitos y falta de arrepentimiento. Los
cobardes son los que evitan la confrontación del pecado con la
verdad, aquellos que por vergüenza o temor no dieron muestras
de su fe, temiendo más las represalias, o la pérdida de estima,
su status social, los que por palabra o hechos negaron a Cristo,
avergonzados de dar evidencias de quiénes eran y a quién
servían. Pero no será el miedo lo que les condenará, sino su
cobardía de negar a Jesucristo. Los incrédulos o infieles son los
que se niegan a aceptar el Evangelio, o aquellos que lo aceptan
de manera superficial, pero con sus vidas demuestran que no
han creído realmente en la obra redentora de Jesucristo. Los
abominables son los que se han dejado saturar por las
abominaciones del mundo. Los asesinos pueden que sean los
que mataban a los cristianos en las persecuciones. Los
inmorales, se refiere el Señor especialmente a la inmoralidad
sexual, lacra del imperio romano y también una lacra en nuestro
tiempo. La ciudad de Éfeso estaba llena de hechiceros, idólatras,
que rendían culto a falso dioses, y los mentirosos, culpables de
falsedad, y del silencio, que es muchas veces un consentimiento
de una mentira.
Varios aspectos nos llaman la atención en este versículo. En
primer lugar, la creación de un Nuevo Cielo y una Nueva Tierra,
independiente del Lago de Fuego, y de los perdidos que en él se
encuentran. En segundo lugar, que no existirá ninguna
posibilidad de arrepentimiento y salvación para todos los que
han pecado siendo cobardes, incrédulos, mentirosos, homicidas,
y todo lo demás. Nadie podrá acceder ya al Nuevo Cielo y a la
Nueva Tierra. El pecado y su potencial para contaminar al
hombre, estará ya siempre separado de la nueva creación. En
tercer y último lugar, que el Lago de Fuego es eterno. Es la
denominada segunda muerte, y no habrá ya una nueva
resurrección; se trata de una separación eterna de Dios, y no
existe nada más terrible que esa condición.
Llegamos ahora al versículo 9 con una descripción de la Nueva
Jerusalén. En el versículo 9 de este capítulo 21 de Apocalipsis,
leemos:
9
Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las
siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló
conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la
esposa del Cordero.
¿Se ha preguntado usted, estimado amigo, amiga oyente, cómo
es el Cielo? El apóstol Juan va dedicar los siguientes versículos
de su relato para describirnos a grandes rasgos algunas de sus
principales características. En este primer versículo, se nos
narra el comienzo de la que será la ciudad de Dios. Desde luego,
la portentosa personalidad del portador de esta nueva visión
celestial debe haberle producido un fuerte impacto en el ánimo
de Juan: se le ha acercado, nada menos, que uno de los ángeles
que tenían las siete copas, portadoras de las siete últimas y
terribles plagas que cayeron sobre la Humanidad. Y la última
vez que nos encontramos con un ángel así era el portador de la
visión de la destrucción de Babilonia, la Gran Ramera. Ahora, en
cambio, el ángel levantará unos momentos la cortina que
ocultaba a la que será la ciudad celestial.
El aspecto de esta ciudad es, según se desprende del relato de
Juan, la quinta esencia de la belleza, la magnificencia, llena de
felicidad. La Nueva Jerusalén es la ciudad que estará lista y será
desvelada después del Reino del Milenio de Jesucristo, que ya
estaba en la mente de Jesucristo cuando Él dijo en el Evangelio
según Juan, capítulo 14, versículo 2: "Voy, pues, a preparar
lugar para vosotros."
La Nueva Jerusalén será para la Eternidad, lo que la Jerusalén
terrenal será para el Milenio. Podemos observar ciertos
paralelismos entre ambas: La Jerusalén terrenal tendrá, así
pues, continuidad en la Jerusalén celestial. Durante el milenio la
justicia reinará en Jerusalén, y así sucederá, de la misma
manera en la nueva Jerusalén. La imperfección y la rebelión
existirán, en cierto grado, en la Jerusalén milenaria, pero la
perfección y la ausencia del pecado identificarán a la ciudad
celestial. La Nueva Jerusalén trascenderá infinitamente a su
antecesora en la Tierra.
Esta ciudad, la Ciudad de Dios, será la morada eterna preparada
para la Iglesia. A continuación, en el capítulo 21 de Apocalipsis,
podremos contemplar, por breves instantes, los planos del
maestro arquitecto: "Ven acá, yo te mostraré la desposada, la
esposa del Cordero" dice el ángel al apóstol Juan.
Lo que sigue ahora es una descripción de la ciudad eterna. Este
pasaje revela el amor y el valor que el Esposo, el Señor
Jesucristo ha conferido a Su Esposa, la Iglesia. El versículo 10
del capítulo 21 de Apocalipsis, dice así:
10
Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me
mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del
cielo, de Dios,
La nueva Jerusalén adquiere aquí el carácter de sus habitantes,
que son los redimidos de Dios. Juan ve descender del cielo la
ciudad santa de Jerusalén. Esta ciudad ha sido construida por el
mismo Jesucristo. Él es Quien la ha diseñado. Muchos han
planteado distintos puntos de vista extremos a la hora de
interpretar la Nueva Jerusalén. En el principio mismo de la era
cristiana, diversas herejías, aplicaban todo el pasaje de la nueva
Jerusalén, a la Jerusalén terrenal.
Los gnósticos, por su parte, otra herejía antigua, fueron al otro
extremo de híper espiritualizar este pasaje para manifestar que
es una referencia al Cielo. Otras muchas sectas modernas
aplican las características de la Nueva Jerusalén a sí mismos, y
seleccionan una localidad geográfica para representarla.
Prosigamos con nuestra lectura en el versículo 11:
11
teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de
una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el
cristal.
En este pasaje la traducción resulta algo difícil. La palabra que
aquí hemos traducido por "fulgor" se usa en el original griego
para describir a las luminarias que alumbran el cielo, como el
sol, la luna y las estrellas. ¿Quiere decir esto que el cuerpo que
ilumina la ciudad es como una piedra preciosa? ¿O quiere decir,
más bien, que la luz que irradiaba toda la ciudad era como los
destellos del jaspe? Más adelante se nos dice claramente que la
ciudad no necesitará de un cuerpo celeste, como el sol o la luna,
para que proyecten luz, porque Dios mismo será su luz. Por otra
parte, la palabra aquí utilizada como "jaspe" se trata de una
transliteración, no de una traducción, es decir, no corresponde a
la piedra opaca que se conoce por ese nombre, sino que el
término alude más a un diamante transparente, una gema
perfecta que refleja con nitidez la luz brillante de la Gloria de
Dios, que emite con fulgor y que se esparce por los nuevos
cielos y la nueva tierra.
El apóstol Pablo instruye a los creyentes a regocijarse en la
esperanza de la gloria de Dios, tal y como podemos leer en su
epístola a los Romanos, capítulo 5, versículo 2: "por quien
también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual
estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza y en la Gloria
de Dios". Esta esperanza tendrá su cumplimiento en la ciudad
santa. El hombre ha vivido en pecado desde los comienzos,
nunca ha podido ser testigo de la revelación plena de la gloria
de Dios. El pueblo de Israel, en su travesía por el desierto,
aprendió que cada vez que había una rebelión en el
campamento, la Gloria de Dios se manifestaba en juicio y se
apartaba de ellos.
Existen dos aspectos que permiten en esta ciudad la
manifestación de la Gloria de Dios. En primer lugar, la presencia
misma de Dios, que convierte a esta ciudad en la fuente de
radiación de Su Gloria y bendición para todo el universo.
Segundo, los santos, cuya presencia no impide, ni limita, la
manifestación de la Gloria de Dios. Pero en esa ciudad, todo es
diferente y la limitación de la presencia del pecado ya no
existirá. El hombre, ya redimido y actual conciudadano de Dios,
teniendo la gloria de Dios, podrá vivir y disfrutar eternamente
en su presencia. La ciudad revela el elevadísimo propósito de
Dios para Su Iglesia: llevar muchos hijos a la gloria. (Hebreos
2:10).
La Nueva Jerusalén es como un diamante engarzado en oro.
Esta ciudad es como el anillo de compromiso de la esposa. En
realidad, es el anillo de matrimonio. Es el símbolo del
compromiso y de la boda de la Iglesia con Cristo. Ahora, el
apóstol Juan nos habla del muro y de las puertas de la ciudad.
Veamos lo que dicen los versículos 12 al 16 de este capítulo 21
de Apocalipsis:
12
Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las
puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las
doce tribus de los hijos de Israel; 13 al oriente tres puertas; al
norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres
puertas. 14 Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre
ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero. 15 El
que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para
medir la ciudad, sus puertas y su muro. 16 La ciudad se halla
establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él
midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la
altura y la anchura de ella son iguales.
La ciudad estará rodeada con una muralla grande y alta. La
interpretación más sencilla de la misma es "el inaccesible
baluarte de la fe". La fe es la muralla tras la cual los santos
están seguros frente los asaltos del mundo, de la carne y del
diablo. Los muros, afirma Juan (v.17), tenían una altura de 144
codos, o sea unos 65 metros. El historiador Heródoto estima
que los muros de la antigua ciudad de Babilonia eran de 50
codos de ancho, y 200 de altura, lo cual la convertían en una
ciudad inexpugnable. Los muros de la Nueva Jerusalén serán,
sin embargo, más modestos, por la razón que más adelante
comentaremos.
Doce puertas dan acceso a la ciudad: habrá tres puertas en
cada uno de los cuatro lados de la misma, y sobre cada puerta,
figura el nombre de una de las 12 tribus de Israel. Además, la
palabra griega original traducida como "puerta" no es la
habitual, sino es la que se utilizaría para describir una gran
puerta que da acceso a un castillo fortificado.
Recordemos que en tiempos del Antiguo Testamento, la tribu de
Leví era la tribu sacerdotal cuya misión exclusiva era la de servir
en el Tabernáculo, el recinto sagrado que transportaban con
ellos y que servía de templo de Dios, quien había dado
instrucciones específicas sobre su diseño. La Nueva Jerusalén
también rememora al antiguo Tabernáculo, en el que ahora la
Iglesia, será el sacerdote que servirá a Dios constantemente.
Debemos fijarnos también en el diseño de la ciudad. En la
antigüedad era bastante común que las ciudades se edificaran
en cuadrado; tanto Babilonia como Nínive, por ejemplo, eran
así. Pero la Ciudad Santa no será simplemente cuadrada: será
perfectamente cúbica: su longitud, altura y anchura tendrán las
mismas medidas. Esto es significativo. El cubo es el símbolo de
la perfección. Por ejemplo, tanto Platón, como Aristóteles, se
refieren al hecho de que en Grecia se solía decir que el "hombre
era cúbico". Y lo mismo sucedía entre los judíos. El altar de los
holocaustos y el de los inciensos y el pectoral del sumo
sacerdote tenían la forma de un cubo. Una y otra vez aparece
esa forma en las visiones de la Nueva Jerusalén y de su nuevo
templo en el libro del profeta Ezequiel (Ezequiel 41:21, 43:16,
45:2, 48:20). Pero más importante aún: en el Templo de
Salomón, el lugar Santísimo era un cubo perfecto (1 Reyes
6:20). Todo ello nos hace comprender que la totalidad de la
ciudad santa, la morada de Dios, es el lugar Santísimo.
Por otro lado, debemos fijarnos en las dimensiones de la ciudad.
Cada uno de sus lados tenía doce mil estadios. Un estadio
equivale a 180 metros, por lo que cada lado tenía una longitud
de 2.160 km. Unas sencillas operaciones aritméticas nos revelan
que el área de la ciudad era de algo más de 3,2 millones de
kilómetros cuadrados ó 2.240 km. cúbicos. Para hacernos una
idea de semejantes magnitudes podríamos decir que con los
datos que Juan aporta, la Ciudad Santa mediría una distancia
aproximada a la existente entre Nueva York y Londres, teniendo
la extensión del Océano Atlántico Norte.
Si ahora comparamos la altura de la muralla, unos 65 metros,
con el tamaño de la ciudad, vemos que no hay comparación
posible. Ello nos indica que la muralla no puede ser para la
defensa, porque todos los seres hostiles, humanos y
espirituales, han sido ya arrojados al lago de fuego y ya no
pueden hacer daño a la Iglesia de Dios. Parece entonces claro
que lo único que permite la muralla es delimitar los límites de la
misma. Y el hecho de que sea relativamente baja muestra que
dicha delimitación tiene una importancia relativa. Dios está
mucho más interesado en incluir a más personas que en
excluirlas. Y así debe ser Su iglesia.
Hasta aquí el programa de hoy, muy apreciado amigo, amiga de
La Fuente de la Vida. Nos despedimos hasta el siguiente,
invitándole a que vuelva a acompañarnos nuevamente. Hasta
entonces, que Dios le bendiga mediante la lectura y diaria
meditación de Su Palabra, la única que da vida, vida eterna, y
vida en abundancia.