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Isaías 29

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Isaías 29:7 - 31:8

Continuamos hoy, amigo oyente, con el estudio del capítulo 29


de este libro de Isaías. En nuestro programa anterior dijimos
que Jerusalén ha sido asediada y capturada con más frecuencia
que cualquier otra ciudad. Disponemos de una lista de 27
asedios realizados contra esta ciudad a través de la historia.
Casi cada vez que fue tomada, fue destruida. Aquellos que
pretendan ir a Jerusalén para caminar por donde Jesús caminó
no lo conseguirán. Porque Jerusalén se encuentra hoy a una
altura mayor que la que estaba en los tiempos de Jesús. Por
ejemplo, el estanque de Betesda, alrededor del cual el Señor
caminó, está a unos 15 metros por debajo del actual nivel del
suelo. Y es bastante evidente que el templo de Salomón estaba
probablemente a más de 30 metros por debajo de donde se
encuentra hoy la Mezquita de Omar. La ciudad ha sido destruida
varias veces y cada una de ellas fue nivelada y reedificada sobre
las ruinas. Esto fue lo que hizo Nehemías, porque utilizando los
escombros reedificó las murallas de Jerusalén. Las rocas no
tuvieron que ser arrastradas para que pudieran repararlas
porque allí había más rocas que las que podían usar. La ciudad y
alrededores se encuentran en un terreno rocoso, accidentado y
escabroso. Por tal motivo, fue siempre una ciudad muy difícil de
conquistar. Y al leer los versículos 6 al 8 comentamos que el
último sitio de Jerusalén será el peor de todos (ver Zacarías 14),
pero Dios intervendrá en el último momento para liberar a Su
pueblo del exterminio. Todos los sueños de los enemigos de
Dios de establecer sus propios reinos serán frustrados y Dios los
abatirá. Dio establecerá Su propio reino, y lo hará Él mismo, tal
como dijo que lo haría.
Leamos entonces los versículos 9 y 10 de este capítulo 29, que
comienza un párrafo dedicado a:
Jerusalén - Su significado y mensaje
"¡Deteneos y maravillaos; ofuscaos y cegaos! ¡Embriagaos, pero
no de vino; tambaleaos, pero no por sidra! Porque el Señor
derramó sobre vosotros un espíritu de sopor, cerró los ojos de
vuestros profetas y puso un velo sobre las cabezas de vuestros
videntes."
Anteriormente hemos dicho que Isaías fue el profeta de lo
común y corriente, y que lo que él dijo se adapta a nuestra
cultura contemporánea. Otra versión traduce aquí "el Señor ha
derramado sobre vosotros espíritu de sueño profundo". ¿Causó
Dios en ellos un adormecimiento? Y, ¿cómo lo hizo? Él continuó
dándoles la luz a los israelitas y a medida que les daba luz, ellos
continuaron rechazándola. Ellos no aceptarían la verdad que
Dios les entregaba. No podían verla, lo cual reveló que estaban
ciegos. Ésa es la manera en la que Dios adormece a la gente y
la forma en la que Él revela que están ciegos. Aun los profetas y
los príncipes no anticiparon esta liberación de Dios. Fueron
enceguecidos ante el futuro como los enemigos de Dios. Dicen
los versículos 11 y 12:
"Y os será toda visión como las palabras de un libro sellado, el
cual, si lo dan al que sabe leer, y le dicen: Lee ahora esto, él
dirá: No puedo, porque está sellado. Y si se da el libro al que no
sabe leer, diciéndole: Lee ahora esto, él dirá: No sé leer."
La actitud de la gente, incluyendo al pueblo de Dios, antes de su
liberación final por parte de Dios, fue que la profecía era tan
demasiado oscura para ser comprendida, y que era un tema
cerrado acerca del cual no podían saber nada. Ésta es la actitud
actual de muchos líderes cristianos, cuando resaltan que el
Apocalipsis es como un libro sellado y que nadie puede
entenderlo. Aquellos que consideran al Apocalipsis como un libro
sellado y que se supone que no lo vamos a entender están
diciendo exactamente lo mismo que la gente del tiempo de
Isaías estaba diciendo sobre la profecía. Por otra parte, otros
alegan que están demasiado ocupados como para estudiar la
Palabra de Dios. Hay cristianos que ofrecen toda clase de
excusas para justificar su ignorancia de la Biblia.
Volvamos a hablar un poco más del libro de Apocalipsis. En
realidad, la palabra griega que da su nombre al libro significa
"Apocalipse", que quiere decir "revelado", "descubierto". Dios
quitó el sello de ese Libro para que pudiera ser comprendido. Y
en cierto sentido, el Libro de Apocalipsis es probablemente el
Libro más sencillo de toda la Biblia, pero uno tiene que tener
una comprensión de los 65 libros que lo preceden. Apocalipsis
es el último libro de la Biblia y, con toda seguridad, no es el
lugar adecuado para comenzar a leerla. Ningún otro libro de la
Biblia está tan bien organizado y hemos encontrado que es el
libro más fácil de bosquejar. No tiene sentido decir que es
simbólico, un libro sellado que no podríamos entender que era,
como ya dijimos, la idea de la gente en los días de Isaías. Si
usted así lo considera, Dios le juzgará por esa forma de pensar
porque cuando Él da luz y usted no abre sus ojos, se convertirá
en una persona espiritualmente ciega frente a esa luz.
Escuchemos lo que Dios dijo en Apocalipsis en el capítulo 1,
versículo 3: "Bienaventurado el que lee y los que oyen las
palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas,
porque el tiempo está cerca". Y luego, más adelante en el
capítulo 22 de Apocalipsis, versículo 10, leemos: "Y me dijo: No
selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo
está cerca". Podemos, pues, ver que no es un Libro sellado
como algunos pretenden insinuar. Volviendo ahora a Isaías,
leamos en este capítulo 29, el versículo 13, que dice:
"Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su
boca y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de
mí y su temor de mí no es más que un mandamiento de
hombres que les ha sido enseñado"
Si usted hubiera vivido en los días de Isaías, se habría
preguntado qué querría decir el profeta con estas palabras,
porque la gente estaba asistiendo al templo. El templo solía
estar lleno de gente; cada vez que se ofrecía un sacrificio uno
encontraba gente por allí. Había un sector para los hombres, un
patio para las mujeres, y un patio para los no judíos. ¿Por qué
veía Dios culpa en aquellas personas? Todas ellas estaban
asistiendo a la iglesia, pero cumpliendo con todo el ritual con su
boca. Fue como si pudieran recitar el Padrenuestro y el Credo de
los Apóstoles, pero esas palabras no significaran nada para
ellos. No creían lo que ellas mismas estaban diciendo. No
aceptaban la Palabra de Dios. Dios dijo que sus corazones
estaban lejos de Él. Fue por este motivo que Dios los juzgó, y
ésa es la razón por la cual Él va a juzgarnos hoy.
Una religiosidad formal, meramente externa, puede llegar a ser
como una maldición para el mundo de hoy. Dios quisiera que
usted dejara de lado esa falsa religiosidad y se acercara más
bien a la persona de Jesucristo. La religión así entendida es una
de las barreras más grandes para una gran cantidad de gente
en la actualidad. Un Pastor recibió esta respuesta en cierta
ocasión: "Yo quiero que usted sepa señor, que yo soy un
hombre religioso, soy un hombre religioso por naturaleza". Él
tenía una naturaleza pecaminosa, pero decía que era religioso
por naturaleza. Y quizá se sorprendió bastante cuando el Pastor
le contestó: "Amigo, usted debería librarse de su religión". Y él
respondió: "¿Cómo? ¿No es usted un hombre religioso?" Y el
Pastor le respondió: "No, no lo soy". Y el hombre dijo: "Yo no
puedo creer que un predicador no sea religioso; y, ¿qué es
usted entonces?" Y el Pastor le contestó: "Yo soy una persona
que se acercó a Cristo como pecador, y ahora tengo una
relación con una Persona; eso no es practicar una religión, es
vivir una relación". Amigo oyente, ¿tiene usted a Cristo, o no lo
tiene? Eso es lo que se nos está tratando de decir aquí en el
Libro de Isaías, y ésa fue la razón por la cual Dios les juzgó.
Llegamos ahora, al versículo 15 que dice:
"¡Ay de los que se esconden del Señor encubriendo sus planes,
y sus obras las hacen en tinieblas, y dicen: ¿Quién nos ve, y
quién nos conoce?"
El asunto es tan serio que el versículo comienza con un ¡Ay! Nos
encontramos en una sección donde se tratan seis "ayes" o
lamentos. Este capítulo contiene dos lamentos porque (1) El
pueblo actuaba como si Dios no viera o supiera y (2) actuaban
como si consiguieran pasar inadvertidos.
Leamos ahora el versículo 17, que comienza a hablar de:
Jerusalén - Su honor y gloria
"¿No se convertirá, de aquí a muy poco tiempo, el Líbano en un
campo fértil, y el campo fértil parecerá un bosque?"
En estas palabras vemos el futuro. Llegará el tiempo en que
habrá honor y gloria en Jerusalén y en la tierra. Dios aún no ha
terminado con esa ciudad, Él la ha juzgado. Su estructura
parece formada por varias capas o estratos, como una tarta de
varios pisos, como una ciudad edificada encima de la otra. Dios
los ha juzgado, y los juzgará otra vez. Pero Jerusalén volverá a
ser edificada una vez más, y entonces será la ciudad de Dios. Y
Él dijo en el versículo 18 de este capítulo 29 de Isaías:
"En aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro y los
ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y de las
tinieblas."
Y en el versículo 29, continuamos leyendo:
"Entonces los humildes volverán a alegrarse en el Señor, y aun
los más pobres de los hombres se gozarán en el Santo de
Israel."
De seguro que usted conoce ese antiguo refrán que dice: "No
hay peor ciego que el que no quiere ver". Y en el día de hoy,
como en el tiempo de Isaías, hay una ceguera deliberada,
intencionada. Ahora, en aquel día, en el reino que vendrá, ellos
van a ver. Los versículos 22 al 24 dicen:
"Por tanto, el Señor, que redimió a Abraham, dice así a la casa
de Jacob: No será ahora avergonzado Jacob ni su rostro
empalidecerá, porque verá a sus hijos, que al considerar la obra
de mis manos en medio de ellos, santificarán mi nombre.
Santificarán al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel. Y los
extraviados de espíritu aprenderán inteligencia y los
murmuradores aprenderán la lección."
¿Y que harán ellos con el nombre de Dios? Lo considerarán un
nombre santo, apartado como algo maravilloso. Hoy los
miembros del pueblo de Dios, a través de sus vidas, por su
forma de vivir, deberían considerar santo el nombre de Dios. Es
un nombre santo. ¿Lo hacemos así? Llegamos ahora al
Capítulo 30
En los capítulos 30 y 31 se le advierte a Judá que no recurra a
Egipto buscando ayuda contra Asiria, y se le exhorta a volverse
al Señor. La profecía local se ha cumplido literalmente. El reino
de Judá (o del sur) escuchó e hizo caso a la advertencia del
profeta y no se alió con Egipto para ser librados de los Asirios.
Sin embargo, el reino del norte, Israel, cometió el error de
ignorar la advertencia del profeta, y como resultado, acabaron
siendo conducidos al cautiverio en Asiria (ver 2 Reyes 17:4).
Ésta fue una ocasión en que el reino del sur se benefició de la
experiencia del reino del norte. Leamos entonces el versículo 1
de Isaías 30, que habla de la:
Advertencia de no buscar una alianza con Egipto
"¡Ay de los hijos que se apartan, dice el Señor, para tomar
consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi
espíritu, añadiendo pecado a pecado!"
Éste fue el cuarto lamento. Y fue un lamento a causa de la
advertencia de que no acudieran a Egipto en busca de ayuda,
porque dicha ayuda sería como un espejismo en el desierto.
Dice el versículo 7 de Isaías 30:
"Ciertamente, la ayuda de Egipto será vana e inútil. Por eso yo
le he dado voces, que su fortaleza sería estarse quietos."
Llegamos ahora a una:
Exhortación a volverse al Señor para una liberación
En el versículo 15 Dios les dijo que si se volvían a Él, Él les
liberaría. Y el versículo 18, que leemos ahora, es una verdadera
joya de la Biblia:
"Sin embargo, el Señor esperará para tener piedad de vosotros.
A pesar de todo, será exaltado y tendrá de vosotros
misericordia, porque el Señor es Dios justo. ¡Bienaventurados
todos los que confían en él!"
No se apresure, amigo oyente, no diga: "Bueno, ya nos
encontramos al fin de los tiempos, y el Señor va a venir este
año, o el próximo". Dios dice: "Yo voy a hacer esto en mi propio
tiempo. Yo no he mencionado ninguna fecha; aprended a confiar
en el Señor". Este anhelo de que el Señor Jesucristo tome Su
Iglesia y se la lleve, es un asunto de esperar. Y también se nos
dice que aquellos que confían en el Señor, que esperan en Él,
renovarán sus fuerzas. Uno no puede apresurar a Dios, amigo
oyente. Él no tiene ninguna prisa. Y quizá las cosas no están
ocurriendo como usted piensa que deberían tener lugar. Quizás
a usted y a mí nos gustaría modificarlas a nuestra manera, pero
dejemos que el Señor lo haga. Él tiene la eternidad por delante
de Él, y cuando usted y yo nos adaptemos al ritmo de Dios, la
vida en este mundo nos resultará mucho más fácil.
Leamos ahora los versículos 31 al 33, que constituyen la:
Declaración de que Dios se ocuparía finalmente de los
asirios
"Porque Asiria, que hirió con vara, con la voz del Señor será
quebrantada. Cada golpe de la vara justiciera que descargue el
Señor sobre él, será con panderos y con arpas; y en batalla
tumultuosa peleará contra ellos. Porque el Tofet ya de tiempo
está dispuesto y preparado para el rey. Foso profundo y ancho,
con pira de fuego y mucha leña. El soplo del Señor, como
torrente de azufre, lo encenderá."
Los Asirios son presentados como el último enemigo de Dios en
la gran tribulación. El "Tofet" era un lugar del valle del hijo de
Hinnom donde se practicaban las idolatrías más detestables. Allí
se ofrecían a los niños en sacrificios. Este pasaje se refiere al
futuro y más terrible ligar del lago de fuego.
Aquí la expresión "el rey" representa a la bestia y al falso
profeta. Apocalipsis 20:10 dice: "10Y el diablo, que los
engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre donde
estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y
noche por los siglos de los siglos". Llegamos así al
Capítulo 31
en el cual el profeta advirtió nuevamente al pueblo de Dios que
no acudiera a Egipto buscando ayuda sino que confiara en el
Señor para defender a Jerusalén. Ahora, el peligro estaba tan
próximo y tan evidente la probabilidad de que los israelitas se
volvieran a Egipto para solicitar ayuda, que Isaías continuó
advirtiendo al reino de Judá (o del sur) acerca de la inutilidad de
tal medida. También en el futuro, Israel acudirá al aliado
equivocado. Aceptarán al anticristo y en este pasaje Dios está
advirtiendo al respecto. Dios juzgará a aquellos que busquen
ayuda fuera de Él, en vez de recurrir a Él. Leamos ahora el
versículo 1 de Isaías 31:
"¡Ay de los que descienden a Egipto en busca de ayuda, confían
en los caballos y ponen su esperanza en los carros, porque son
muchos, y en los jinetes, porque son valientes; pero no miran al
Santo de Israel ni buscan al Señor!"
Este fue el quinto ay o lamento, pronunciado sobre los que
solicitaron la ayuda de Egipto.
Este pasaje tiene también un mensaje para usted y para mí. ¡Ay
de usted y ay de mí cuando nos apartamos de Dios y buscamos
algún tipo de ayuda material o humana! No queremos ser
malentendidos aquí. Dios no espera que uno permanezca en el
aire, como suspendido en el espacio. Dios espera que usted sea
razonable. Pero en el análisis final, Dios quiere tener la máxima
prioridad en cuanto a ayuda se refiere. De vez en cuando
recibimos cartas de personas que nos preguntan qué deben
hacer ante una determinada situación. Bueno, yo no sé qué
hacer ante muchos problemas que se presentan en mi propia
vida. Aunque es bueno pedir consejo a otros, a fin de cuentas,
debemos acudir a Dios en busca de ayuda. El salmista dijo en el
Salmo 20, versículo 7: "Éstos confían en carros, y aquellos en
caballos; mas nosotros del nombre del Señor, nuestro Dios,
haremos memoria".
La filosofía materialista dice que debemos tener la inteligencia
de confiar en los recursos humanos, lo cual implica,
figurativamente hablando, recurrir a Egipto. La mayoría de
nosotros tenemos algún "Egipto", del cual dependemos para
obtener ayuda. El verdadero origen de las dificultades de Israel
fue que ellos no recurrieron a Dios ni le buscaron. Al no confiar
en Él, se volvieron frenéticamente a un despliegue exterior y
físico de poder. En el versículo 5, de este capítulo 31, leemos:
"Como las aves que vuelan, así amparará el Señor de los
ejércitos a Jerusalén, amparando, librando, preservando y
salvando."
El Señor defendería y preservaría a Jerusalén en los días de
Ezequías, como veremos más adelante. Aquí Dios les aseguró
que los Asirios no tomarían la ciudad de Jerusalén. Y el versículo
8, de este capítulo 31 dice:
"Entonces caerá Asiria por espada no de varón; la consumirá
espada no de hombre. Y aun si escapa de la presencia de la
espada, sus jóvenes serán sometidos a trabajos forzados."
Dice aquí que la espada no será "de hombre". Dios les dijo que
no les echarían por ser lo suficientemente fuertes. Sino que Él
mismo se ocuparía de los Asirios. Así, la confianza de Jerusalén
debía estar depositada en el Señor. Y, estimado oyente, éste es
el mensaje para nosotros hoy, para recordarnos que Dios es la
fuente de ayuda para protegernos, y para renovar nuestras
fuerzas.

Lucas 21
Hemos llegado a la sección profética del Evangelio de Lucas.
Aunque ésta se corresponde con el Discurso del Monte de los
Olivos de los Evangelios de Mateo y Marcos, hay un contraste,
además de la similitud del texto Bíblico. El Evangelio de Mateo
nos daba la respuesta a las siguientes 3 preguntas que los
discípulos hicieron al Señor Jesús. (1) ¿Cuándo sucederán estas
cosas?, es decir el cumplimiento de que no quedaría piedra
sobre piedra; (2) ¿Cuál será la señal de Tu venida? y (3) ¿Cuál
será la señal del fin del mundo? (Mateo 24:3). En este capítulo
21 de Lucas Jesús respondió a la primera pregunta. Lucas se
ocupó de uno de los aspectos más prácticos de la profecía y no
quedó ningún misterio ni especulación acerca de su significado.
Porque la mayor parte de este relato de Lucas ya no es profecía,
sino historia. Se cumplió en el año 70 de nuestra era. Después
de todo, "la profecía es el molde en el cual se vierte la historia".
El capítulo comienza con Jesús observando cómo la gente
entregaba su dinero en el templo y destacando Su elogio a la
actitud de una viuda pobre.
Leamos, pues, los versículos 1 al 4, en los cuales
Jesús observó a la gente dando su dinero al templo
"Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas
en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre
que echaba allí dos blancas. Y dijo: En verdad os digo que esta
viuda pobre echó más que todos, pues todos aquellos echaron
para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; pero ésta, de su
pobreza echó todo el sustento que tenía."
Pensando en las riquezas del templo (y era verdaderamente un
templo suntuoso), la donación de la viuda, de 2 monedas de
cobre, no equivalía a mucho para el mantenimiento del templo.
El Señor no evaluaba la cantidad que una persona daba, sino lo
que esa persona guardaba para sí. No estamos actualmente
viviendo bajo un sisTema rígido de contribución en cuanto a las
ofrendas, porque ello determinaría cuánto debe uno dar. En
cuanto al contribuir con la décima parte, hay algunos que
debieran dar más que esa cantidad debido a la forma en que
Dios les ha bendecido económicamente. Dios mira al sacrificio
que realiza el que da. Generalmente, es la persona que no
puede contribuir más a causa de sus limitados recursos, la que
hace un verdadero sacrificio. Porque Él le da valor a lo que una
persona al dar, se reserva para sí.
Leamos los versículos 5 y 6, que comienzan a relatar como
Cómo Jesús respondió a la pregunta "¿Cuándo
sucederán estas cosas?"
"A unos que hablaban de que el Templo estaba adornado de
hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas
cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre
piedra que no sea destruida."
Cuando el Señor declaró que la viuda pobre contribuyó con su
ofrenda más que todos los ricos, los discípulos dijeron: "¡Mira el
templo, con sus riquezas y las valiosas piedras de su
construcción!" Aquella riqueza era impresionante. Pero su
magnificencia pronto desaparecería, convertida en cascotes, y
piedras sueltas y caídas. Esa es la manera en que debiéramos
contemplar las riquezas de este mundo. No permanecerán aquí
por mucho tiempo. Pronto pasarán a la historia. Dice el versículo
7:
"Le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿cuándo ocurrirá esto? ¿y
qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?"
En los Evangelios de Mateo y Marcos, el énfasis se colocó sobre
las 2 últimas preguntas formuladas al Señor Jesús: "¿Cuál será
la señal de tu venida?" y "¿Cuáles serán las señales del fin del
mundo?". En el Evangelio de Mateo lo más importante es el
retorno de Cristo, y Él respondió a las preguntas relacionadas
con ese evento. Aquí en el Evangelio de Lucas Jesús enfatizó el
momento en que no quedaría en aquel lugar "piedra sobre
piedra", es decir, en la destrucción de Jerusalén. Aunque ésta es
una parte del Discurso del Monte de los Olivos, el Señor
probablemente respondió a la primera pregunta de los
discípulos; entonces, más tarde, cuando ellos vinieron al Monte
de los Olivos y le preguntaron en detalle, les dio una explicación
más formal y completa, que encontramos en el Evangelio de
Mateo. Indudablemente el Señor pronunció Sus enseñanzas una
y otra vez. Después de todo, la repetición es el método por
medio del cual todos aprendemos.
Continuemos leyendo el versículo 8:
"Él entonces dijo: Mirad que no seáis engañados, porque
vendrán muchos en mi nombre diciendo: Yo soy el Cristo y: El
tiempo está cerca. Pero no les sigáis."
Las características de los tiempos consistirían en la aparición de
cristos falsos, que también son rasgos distintivos de la época en
que vivimos, y de épocas anteriores desde que Cristo estuvo en
la tierra. En Su tiempo ya hubo falsos mesías y, en la
actualidad, hay quienes alegan poseer poderes sobrenaturales.
Además, vivimos en una época en la que abundan nuevas
sectas y religiones. Y añaden los versículos 9 y 10:
"Cuando oigáis de guerras y de revueltas, no os alarméis,
porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero
el fin no será inmediatamente. Entonces añadió: Se levantará
nación contra nación y reino contra reino"
Otra característica de la época son las guerras, que se
intensificarán hacia el final del período. Aunque el pacifismo se
está extendiendo, la Palabra de Dios dice, en 1 Tesalonicenses
5:3, Cuando la gente diga "Todo está en paz y tranquilo",
vendrá de repente sobre ellos la destrucción, como vienen los
dolores de parto a una mujer encinta, y no podrán escapar. Esta
es precisamente la situación en que nos encontramos. Las
guerras son, pues, un rasgo característico de la totalidad del
período hasta que el Señor regrese. Continuando con la
descripción, dice el versículo 11,
"habrá grandes terremotos y, en diferentes lugares, hambres y
enfermedades; y habrá terror y grandes señales del cielo."
Esta será otra característica de la época, que, probablemente,
también se intensificará hacia los tiempos finales. Leamos
también los versículos 12 al 15:
"Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, os
perseguirán, os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y
seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi
nombre. Pero esto os será ocasión para dar testimonio de mí.
Proponeos en vuestros corazones no pensar antes cómo habréis
de responder en vuestra defensa, porque yo os daré palabra y
sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que
se opongan."
En estos versículos el Señor estaba hablando a la nación de
Israel. Y todos estos detalles se aplican específicamente a los
judíos. En el Evangelio de Juan 15:18 y 19, el Señor dijo: Si el
mundo os odia, sabed que a mí me odió primero. Si fuerais del
mundo, la gente del mundo os amaría como ama a los suyos.
Pero yo os escogí de entre los que son del mundo, y por eso el
mundo os odia, porque ya no sois del mundo. Si tú eres un
seguidor del Señor Jesucristo, puedes estar seguro de que no te
vas a destacar precisamente por tu popularidad. Continuemos
leyendo los versículos 16 al 19:
"Seréis entregados aun por vuestros padres, hermanos,
parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros. Seréis
odiados por todos por causa de mi nombre, pero ni un cabello
de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra paciencia ganaréis
vuestras vidas."
La persecución que experimentarían los primeros discípulos era
precursora de la que los discípulos futuros experimentarían al
final de los tiempos. Estos versículos podrían aplicarse a los
144.000 judíos citados en el Apocalipsis, que estarán
especialmente protegidos durante el período de la Gran
Tribulación. Los sufrimientos de los judíos serán mucho mayores
en ese período que los que han experimentado durante la
segunda guerra mundial en los campos de concentración.
Los versículos 18 y 19 han confundido a algunos. Parece que
aquí Jesús se refería a la salvación en el sentido de entrar al
reino con vida. La frase "ganaréis vuestras almas con vuestra
paciencia" (o vuestras vidas, como traducen otros) significa que
los creyentes demostrarán pertenecer a una comunidad de
amor, en oposición a los que se aparten de le fe y que se
odiarán unos a otros durante los tiempos de persecución (como
vemos en Mateo 24:10) Los que se salven serán aquellos que
sean preservados por el soberano poder de Dios. Y dice el
versículo 20:
"Pero cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed
entonces que su destrucción ha llegado."
Recordemos que los discípulos le habían preguntado al Señor:
"¿Cuándo sucederán estas cosas?", es decir, el tiempo en que
no quedaría una piedra sobre otra, lo cual ocurrió cuando el
general romano Tito sitió a Jerusalén en el año 70. Creo que,
cuarenta años más tarde, muchos de aquellos que oyeron estas
palabras, al contemplar las fortificaciones en los muros de
Jerusalén y ver los estandartes romanos desplegados, habrán
recordado lo que Jesús predijo en esta ocasión. Leamos algunas
advertencias más en el versículo 21:
"Entonces los que estén en Judea huyan a los montes; y los que
estén en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos
no entren en ella."
Ellos tendrían que hacer entonces lo mismo que los que vivan
en un futuro, en el período de la Gran Tribulación: salir de
Jerusalén lo antes posible. El gran historiador judío Josefo nos
relató el horrible sitio de Jerusalén. Durante el prolongado
bloqueo de la ciudad, las madres devoraron a sus propios hijos.
La gente murió en enormes cantidades y los muertos fueron
arrojados por las murallas. Aquellos que se quedaron, murieron
de hambre o fueron vendidos como esclavos. El Señor estaba
dibujando un cuadro en miniatura de lo que sucedería en los
últimos días. Algunos sostienen que aquello ya se cumplió en el
año 70 y nunca podría ocurrir por segunda vez. El Señor dijo
que ocurriría y sucedió una vez y dijo que volvería a ocurrir.
Continúan diciendo los versículos 22 al 24:
"porque estos son días de castigo, para que se cumplan todas
las cosas que están escritas. Pero ¡ay de las que estén
embarazadas y de las que tengan niños de pecho en aquellos
días!, porque habrá gran calamidad en la tierra e ira sobre este
pueblo. Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a
todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos
hasta que sus tiempos se cumplan."
Los judíos fueron dispersados y Tito les convirtió en esclavos.
Muchos de ellos edificaron el gran Coliseo de Roma. La ira y la
aflicción cayeron sobre la nación de Israel. Desde el día en que
Tito entró en la ciudad para conquistarla, hace más de 1.900
años, los judíos nunca han podido expulsar a los no judíos de
Jerusalén, quienes han controlado la ciudad a partir de aquel
día, incluyendo a muchos de los llamados "santos lugares". Y allí
se encuentra la mezquita de Omar, en el lugar donde estaba su
templo. El Señor dijo que los no judíos ocuparían Jerusalén
hasta que los tiempos permitidos a esas naciones se
cumpliesen. Y tales pueblos aún se encuentran en la ciudad.
Resulta sorprendente comprobar la exactitud de las predicciones
de la Palabra de Dios. Leamos ahora el versículo 25:
"Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas,
y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del
bramido del mar y de las olas."
Creo que estas palabras se refieren a los últimos días de la
época, antes de que Cristo regrese a la tierra. Este será el
estado de la humanidad en esos últimos días. Leamos el
versículo 26:
"Los hombres quedarán sin aliento por el temor y la expectación
de las cosas que sobrevendrán en la tierra, porque las potencias
de los cielos serán conmovidas."
Hay algunos que citan este versículo y afirman que es una
imagen de la actualidad. No creo que estemos viendo el
cumplimiento de este versículo en la actualidad. Es cierto que
las situaciones de crisis política y tensión social son motivo de
gran preocupación en muchas naciones. Y las alteraciones en el
mundo de la naturaleza son abrumadoras. Pero todo ello no
hace más que confirmar que estos factores que hoy están
presentes se agravarán mucho más en el futuro. Y dice el
versículo 27:
"Entonces verán al Hijo del hombre que vendrá en una nube con
poder y gran gloria."
Pero Cristo podría regresar en cualquier momento. Los
acontecimientos se suceden con mucha rapidez en el mundo
actual y la iglesia, llamada en la Biblia el cuerpo espiritual de
Cristo, formada por todos los creyentes, podría ser llevada de
esta tierra como parte de estos eventos futuros. Leamos el
versículo 28:
"Cuando estas cosas comiencen a suceder, animaos y levantad
vuestra cabeza, porque vuestra redención y liberación está
cerca."
¿Están estas cosas comenzando a suceder? No estamos en
condiciones de saberlo, por carecer de una información interna
de muchos de los factores que configuran en la escena
internacional. Todo lo que podemos decir es que nuestra
salvación y redención están más cerca hoy que cuando creímos
en Jesucristo como nuestro Salvador y Señor. Sabemos que Él
vendrá otra vez y esto es lo realmente importante.
Continuemos leyendo los versículos 29 al 31:
"También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los
árboles. Cuando veis que ya brotan sus hojas, sabéis por
vosotros mismos que el verano está cerca. Así también
vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que
está cerca el reino de Dios."
En la Biblia, la higuera representa a la nación de Israel, como
puede verse en Jeremías 24:1-5 y Oseas 9:10. Y añade el
versículo 32:
"De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que
todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán."
Algunos creen que la frase "esta generación" podría referirse a
la raza de Israel. De esa manera, se afirmaría el carácter
indestructible y la permanencia de ese pueblo en la historia.
Pero aquí el énfasis parece recaer sobre la rapidez con la que se
suceden estos eventos, más que sobre el carácter permanente
del pueblo de Israel. Otros piensan que Jesús estaba diciéndoles
a los discípulos que su generación vería la destrucción del
templo, teniendo en cuenta que en los versículos 5 al 7 la
discusión trataba sobre la destrucción del templo. Sin embargo,
debido a que en el versículo 31 Jesús habló de la venida del
reino de Dios, y también a la luz de Mateo 24:33 y 34, que dice
que el Hijo del Hombre está cerca, a las puertas, parece
preferible decir que la frase "esta generación", se refiere a la
generación que vivirá en el tiempo de los eventos cosmológicos
que precederán a la segunda venida de Cristo. En este caso la
frase significaría que aquellas personas que verán el comienzo
de estos eventos verán también la conclusión de los mismos.
Esa generación realmente verá la instauración del reino de Dios.
Yo me inclino por esta última explicación.
Leamos ahora los versículos 33 al 35:
"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no
se llenen de glotonería y de embriaguez y de las preocupaciones
de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día,
porque como una trampa vendrá sobre todos los que habitan
sobre la faz de la tierra."
Jesús exhortó a Sus discípulos a que estuvieran listos en todo
tiempo. Aunque un creyente será capaz de anticipar la venida
del reino por medio de las señales que la Biblia destaca, es
posible enredarse tanto en los asuntos de esta vida, que
algunos no estarán listos para el reino, cuando éste venga de
forma repentina (como dice el versículo 34) y universal (como
afirma el versículo 35). Fue contra esta actitud errónea, por
tener las prioridades equivocadas, que Jesús les advirtió que
tuviesen cuidado. No debemos descuidar la defensa en la guerra
espiritual ni abandonar la vida cristiana activa. Estos son
grandes días de oportunidad para vivir un testimonio dinámico
de Dios. No me siento llamado para reformar al mundo, o para
cambiarlo. Eso es asunto de Dios y no mío. El me ha pedido que
viva para Él y que difunda Su Palabra. Y es lo que estoy
intentando hacer, y espero que tú también lo hagas. Uno se
siente muy a gusto cuando se encuentra controlado por la
voluntad de Dios.
Prestemos, pues, atención a la siguiente recomendación del
Señor. Leamos el versículo 36:
"Velad, pues, orando en todo tiempo que seáis tenidos por
dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar
en pie delante del Hijo del hombre."
Vemos la importancia que el Señor le dio a que los suyos
permaneciesen vigilantes y en una actitud de oración y
dependencia de Él. ¿Y cómo podemos llegar a ser dignos de ese
privilegio? Lo único que puede hacernos dignos es Cristo. En
consecuencia, yo he confiado en Él como mi Salvador y le he
entregado mi vida. Así que si estoy con vida en el momento en
que Él recoja a Su iglesia, me encontraré con Él por la gracia de
Dios.
Para finalizar nuestro programa de hoy, leamos el versículo 37:
"De día enseñaba en el Templo y por la noche salía y se
quedaba en el monte que se llama de los Olivos. Y todo el
pueblo acudía a él por la mañana para oírlo en el Templo."
La multitud reaccionó con asombro a la enseñanza de Jesús. El
pasaba las noches en el Monte de los Olivos, donde
seguramente dedicaba mucho tiempo a la oración, y cada
mañana regresaba al templo para enseñar. La gente estaba tan
a gusto con Su enseñanza que llegaba con las primeras horas
del día, para tener oportunidad de oírle. Seguramente sus
oyentes entendieron Sus enseñanzas sobre la venida del reino
de una forma que no habían comprendido antes. Seguramente a
ti y a mí nos hubiera agradado madrugar para estar en aquel
grupo escuchándole. Sus palabras pronunciadas hace tanto
tiempo, nos permiten vernos a nosotros mismos como Dios nos
ve, y nos ayudan a comprender lo que está sucediendo hoy en
el mundo.

Apocalipsis 21
Versículos 5-16
Estimado amigo, amiga oyente, continuamos nuestro recorrido
por el muy interesante libro de Apocalipsis, que recopila las
profecías que el apóstol y evangelista Juan recibió en visión por
el mismo Señor Jesucristo. Hollywood ha ofrecido más de una
versión de algunos supuestos eventos apocalípticos. Se dice que
"la realidad siempre supera la ficción", y éste también es el caso
acerca de lo que ocurrirá en nuestro planeta, según la Palabra
de Dios. Lo que las películas y los libros no reflejan es que en
las verdaderas profecías acerca de este tiempo futuro, cuyo
calendario nadie más que Dios posee, siempre hay una palabra
de esperanza, de amor y de perdón de parte de Dios. A través
de todo el libro Dios llama al ser humano al arrepentimiento, a
"volverse a Él", a no vivir de espaldas a Dios.
También de esto trata el capítulo 21 de Apocalipsis, cuyos
primeros versículos vimos en nuestro programa anterior. Sólo
nos restan ya un capítulo más para finalizar nuestro estudio de
este fascinante libro. Retomaremos hoy la lectura en los
versículos 5 al 7 de este capítulo 21. Leamos:
5
  Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago
nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas
palabras son fieles y verdaderas.  6  Y me dijo: Hecho está. Yo
soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed,
yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.  7  El
que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él
será mi hijo.
Nos encontramos ante una importante sección del libro. En
nuestro anterior programa comentamos la idea de que todas las
cosas, absolutamente todas, serán hechas nuevas, pudiendo así
comenzar de nuevo pero sin la perspectiva de un final, como
sucede aquí en la Tierra con la muerte. Jesucristo ya nos
advirtió que Su Reino no tendría fin, que será un reino donde
podríamos crecer y desarrollarnos de manera constante e
infinita.
El apóstol Juan oyó las solemnes palabras: "Yo soy el Alfa y la
Omega, el principio y el fin." Al inicio del libro de Apocalipsis nos
encontramos esta declaración del Cristo resucitado, capítulo 1,
versículo8, por lo que suponemos que quien ahora está
hablando es el Señor Jesucristo. Alfa es la primera letra del
alfabeto griego y Omega la última. Dios es el principio y el fin. Y
la palabra griega original para "principio" no significa
simplemente el "primero en el tiempo", sino el "origen" de todas
las cosas. Y la palabra "fin" no significa sólo un final, es decir en
cuanto a la dimensión del tiempo, sino que es la "meta". Juan
está diciendo que toda la vida comienza y termina en y con
Dios.
Con tal descripción Juan intenta aproximarnos a un Dios infinito,
que nos puede parecer tan alejado, tan distante del ser
humano, porque para Él, no seríamos más que infinitas,
diminutas e insignificantes motas de polvo. Sin embargo, Juan
añade en el versículo 6: "Al que tuviere sed, yo le daré
gratuitamente de la fuente del agua de la vida." Esta cita trae a
nuestra mente otra similar en el libro del evangelio según
Mateo, capítulo 5, versículo 6: "Bienaventurados los que tienen
hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados." Con esta
referencia se nos recuerda que toda la inmensidad de Dios se ha
acercado al ser humano hasta el punto de suplir sus
necesidades más básicas, como el agua. Además, Dios utiliza su
grandeza para satisfacer la mayor sed posible: la sed de un
corazón anhelante de respuestas, anhelante de amor y
esperanza para el hombre y la mujer de hoy.
Juan continuó escribiendo lo que le fue dictado:" El que venciere
heredará todas las cosas." Aquí se nos recuerda que estas
bienaventuranzas no son para todos los seres humanos, para
todo el mundo, sino sólo para los que se mantienen fieles
aunque todo se confabula para que abandonen su lealtad a
Jesucristo. Y a estos creyentes Dios les regala la mayor de Sus
promesas: "Yo seré su Dios y él será mi hijo." Esta frase
encierra un pensamiento muy profundo. Esta promesa de Dios a
aquellos que terminen victoriosos las batallas de la fe, es la
misma promesa que hizo a Abraham, el patriarca, fundador del
pueblo elegido. No hay mayor honor en todo el Universo que
Dios otorgue el título de "hijo" al ser humano, a aquel que le ha
sido fiel. En la Primera Epístola del apóstol Juan, capítulo 3,
versículo 2, podemos leer: "Amados, ahora somos hijos de Dios,
y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos
que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque
le veremos tal como él es."
Si los creyentes podemos derrotar el mal, venciendo la tentación
de gobernar nuestra propia vida, a nuestro antojo, no es gracias
a nuestras propias fuerzas, débiles y limitadas, sino por el poder
de la fe. En la Primera Epístola del apóstol Juan, capítulo 5,
versículo 4, leemos: "Porque todo lo que es nacido de Dios
vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo,
nuestra fe." Luego, en el evangelio según Juan, capítulo 1,
versículo 12, leemos: "Mas a todos los que le recibieron, a los
que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios." Y serán éstos los que heredarán todas las cosas, promesa
dada a los hijos de Dios. El apóstol Pablo en su Carta a los
Romanos, capítulo 8, versículos 16 y 17, nos dicen lo siguiente:
"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que
somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos
de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos
juntamente con él, para que juntamente con él seamos
glorificados." Regresamos a Apocalipsis, capítulo 21, y
continuamos con el siguiente versículo 8:
8
  Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas,
los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos
tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es
la muerte segunda.
Como acabamos de leer, también se hace mención a aquellos
condenados por sus delitos y falta de arrepentimiento. Los
cobardes son los que evitan la confrontación del pecado con la
verdad, aquellos que por vergüenza o temor no dieron muestras
de su fe, temiendo más las represalias, o la pérdida de estima,
su status social, los que por palabra o hechos negaron a Cristo,
avergonzados de dar evidencias de quiénes eran y a quién
servían. Pero no será el miedo lo que les condenará, sino su
cobardía de negar a Jesucristo. Los incrédulos o infieles son los
que se niegan a aceptar el Evangelio, o aquellos que lo aceptan
de manera superficial, pero con sus vidas demuestran que no
han creído realmente en la obra redentora de Jesucristo. Los
abominables son los que se han dejado saturar por las
abominaciones del mundo. Los asesinos pueden que sean los
que mataban a los cristianos en las persecuciones. Los
inmorales, se refiere el Señor especialmente a la inmoralidad
sexual, lacra del imperio romano y también una lacra en nuestro
tiempo. La ciudad de Éfeso estaba llena de hechiceros, idólatras,
que rendían culto a falso dioses, y los mentirosos, culpables de
falsedad, y del silencio, que es muchas veces un consentimiento
de una mentira.
Varios aspectos nos llaman la atención en este versículo. En
primer lugar, la creación de un Nuevo Cielo y una Nueva Tierra,
independiente del Lago de Fuego, y de los perdidos que en él se
encuentran. En segundo lugar, que no existirá ninguna
posibilidad de arrepentimiento y salvación para todos los que
han pecado siendo cobardes, incrédulos, mentirosos, homicidas,
y todo lo demás. Nadie podrá acceder ya al Nuevo Cielo y a la
Nueva Tierra. El pecado y su potencial para contaminar al
hombre, estará ya siempre separado de la nueva creación. En
tercer y último lugar, que el Lago de Fuego es eterno. Es la
denominada segunda muerte, y no habrá ya una nueva
resurrección; se trata de una separación eterna de Dios, y no
existe nada más terrible que esa condición.
Llegamos ahora al versículo 9 con una descripción de la Nueva
Jerusalén. En el versículo 9 de este capítulo 21 de Apocalipsis,
leemos:
9
  Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las
siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló
conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la
esposa del Cordero.
¿Se ha preguntado usted, estimado amigo, amiga oyente, cómo
es el Cielo? El apóstol Juan va dedicar los siguientes versículos
de su relato para describirnos a grandes rasgos algunas de sus
principales características. En este primer versículo, se nos
narra el comienzo de la que será la ciudad de Dios. Desde luego,
la portentosa personalidad del portador de esta nueva visión
celestial debe haberle producido un fuerte impacto en el ánimo
de Juan: se le ha acercado, nada menos, que uno de los ángeles
que tenían las siete copas, portadoras de las siete últimas y
terribles plagas que cayeron sobre la Humanidad. Y la última
vez que nos encontramos con un ángel así era el portador de la
visión de la destrucción de Babilonia, la Gran Ramera. Ahora, en
cambio, el ángel levantará unos momentos la cortina que
ocultaba a la que será la ciudad celestial.
El aspecto de esta ciudad es, según se desprende del relato de
Juan, la quinta esencia de la belleza, la magnificencia, llena de
felicidad. La Nueva Jerusalén es la ciudad que estará lista y será
desvelada después del Reino del Milenio de Jesucristo, que ya
estaba en la mente de Jesucristo cuando Él dijo en el Evangelio
según Juan, capítulo 14, versículo 2: "Voy, pues, a preparar
lugar para vosotros."
La Nueva Jerusalén será para la Eternidad, lo que la Jerusalén
terrenal será para el Milenio. Podemos observar ciertos
paralelismos entre ambas: La Jerusalén terrenal tendrá, así
pues, continuidad en la Jerusalén celestial. Durante el milenio la
justicia reinará en Jerusalén, y así sucederá, de la misma
manera en la nueva Jerusalén. La imperfección y la rebelión
existirán, en cierto grado, en la Jerusalén milenaria, pero la
perfección y la ausencia del pecado identificarán a la ciudad
celestial. La Nueva Jerusalén trascenderá infinitamente a su
antecesora en la Tierra.
Esta ciudad, la Ciudad de Dios, será la morada eterna preparada
para la Iglesia. A continuación, en el capítulo 21 de Apocalipsis,
podremos contemplar, por breves instantes, los planos del
maestro arquitecto: "Ven acá, yo te mostraré la desposada, la
esposa del Cordero" dice el ángel al apóstol Juan.
Lo que sigue ahora es una descripción de la ciudad eterna. Este
pasaje revela el amor y el valor que el Esposo, el Señor
Jesucristo ha conferido a Su Esposa, la Iglesia. El versículo 10
del capítulo 21 de Apocalipsis, dice así:
10
  Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me
mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del
cielo, de Dios,
La nueva Jerusalén adquiere aquí el carácter de sus habitantes,
que son los redimidos de Dios. Juan ve descender del cielo la
ciudad santa de Jerusalén. Esta ciudad ha sido construida por el
mismo Jesucristo. Él es Quien la ha diseñado. Muchos han
planteado distintos puntos de vista extremos a la hora de
interpretar la Nueva Jerusalén. En el principio mismo de la era
cristiana, diversas herejías, aplicaban todo el pasaje de la nueva
Jerusalén, a la Jerusalén terrenal.
Los gnósticos, por su parte, otra herejía antigua, fueron al otro
extremo de híper espiritualizar este pasaje para manifestar que
es una referencia al Cielo. Otras muchas sectas modernas
aplican las características de la Nueva Jerusalén a sí mismos, y
seleccionan una localidad geográfica para representarla.
Prosigamos con nuestra lectura en el versículo 11:
11
  teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de
una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el
cristal.
En este pasaje la traducción resulta algo difícil. La palabra que
aquí hemos traducido por "fulgor" se usa en el original griego
para describir a las luminarias que alumbran el cielo, como el
sol, la luna y las estrellas. ¿Quiere decir esto que el cuerpo que
ilumina la ciudad es como una piedra preciosa? ¿O quiere decir,
más bien, que la luz que irradiaba toda la ciudad era como los
destellos del jaspe? Más adelante se nos dice claramente que la
ciudad no necesitará de un cuerpo celeste, como el sol o la luna,
para que proyecten luz, porque Dios mismo será su luz. Por otra
parte, la palabra aquí utilizada como "jaspe" se trata de una
transliteración, no de una traducción, es decir, no corresponde a
la piedra opaca que se conoce por ese nombre, sino que el
término alude más a un diamante transparente, una gema
perfecta que refleja con nitidez la luz brillante de la Gloria de
Dios, que emite con fulgor y que se esparce por los nuevos
cielos y la nueva tierra.
El apóstol Pablo instruye a los creyentes a regocijarse en la
esperanza de la gloria de Dios, tal y como podemos leer en su
epístola a los Romanos, capítulo 5, versículo 2: "por quien
también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual
estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza y en la Gloria
de Dios". Esta esperanza tendrá su cumplimiento en la ciudad
santa. El hombre ha vivido en pecado desde los comienzos,
nunca ha podido ser testigo de la revelación plena de la gloria
de Dios. El pueblo de Israel, en su travesía por el desierto,
aprendió que cada vez que había una rebelión en el
campamento, la Gloria de Dios se manifestaba en juicio y se
apartaba de ellos.
Existen dos aspectos que permiten en esta ciudad la
manifestación de la Gloria de Dios. En primer lugar, la presencia
misma de Dios, que convierte a esta ciudad en la fuente de
radiación de Su Gloria y bendición para todo el universo.
Segundo, los santos, cuya presencia no impide, ni limita, la
manifestación de la Gloria de Dios. Pero en esa ciudad, todo es
diferente y la limitación de la presencia del pecado ya no
existirá. El hombre, ya redimido y actual conciudadano de Dios,
teniendo la gloria de Dios, podrá vivir y disfrutar eternamente
en su presencia. La ciudad revela el elevadísimo propósito de
Dios para Su Iglesia: llevar muchos hijos a la gloria. (Hebreos
2:10).
La Nueva Jerusalén es como un diamante engarzado en oro.
Esta ciudad es como el anillo de compromiso de la esposa. En
realidad, es el anillo de matrimonio. Es el símbolo del
compromiso y de la boda de la Iglesia con Cristo. Ahora, el
apóstol Juan nos habla del muro y de las puertas de la ciudad.
Veamos lo que dicen los versículos 12 al 16 de este capítulo 21
de Apocalipsis:
12
  Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las
puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las
doce tribus de los hijos de Israel;  13  al oriente tres puertas; al
norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres
puertas.  14  Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre
ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.  15  El
que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para
medir la ciudad, sus puertas y su muro.  16  La ciudad se halla
establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él
midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la
altura y la anchura de ella son iguales.
La ciudad estará rodeada con una muralla grande y alta. La
interpretación más sencilla de la misma es "el inaccesible
baluarte de la fe". La fe es la muralla tras la cual los santos
están seguros frente los asaltos del mundo, de la carne y del
diablo. Los muros, afirma Juan (v.17), tenían una altura de 144
codos, o sea unos 65 metros. El historiador Heródoto estima
que los muros de la antigua ciudad de Babilonia eran de 50
codos de ancho, y 200 de altura, lo cual la convertían en una
ciudad inexpugnable. Los muros de la Nueva Jerusalén serán,
sin embargo, más modestos, por la razón que más adelante
comentaremos.
Doce puertas dan acceso a la ciudad: habrá tres puertas en
cada uno de los cuatro lados de la misma, y sobre cada puerta,
figura el nombre de una de las 12 tribus de Israel. Además, la
palabra griega original traducida como "puerta" no es la
habitual, sino es la que se utilizaría para describir una gran
puerta que da acceso a un castillo fortificado.
Recordemos que en tiempos del Antiguo Testamento, la tribu de
Leví era la tribu sacerdotal cuya misión exclusiva era la de servir
en el Tabernáculo, el recinto sagrado que transportaban con
ellos y que servía de templo de Dios, quien había dado
instrucciones específicas sobre su diseño. La Nueva Jerusalén
también rememora al antiguo Tabernáculo, en el que ahora la
Iglesia, será el sacerdote que servirá a Dios constantemente.
Debemos fijarnos también en el diseño de la ciudad. En la
antigüedad era bastante común que las ciudades se edificaran
en cuadrado; tanto Babilonia como Nínive, por ejemplo, eran
así. Pero la Ciudad Santa no será simplemente cuadrada: será
perfectamente cúbica: su longitud, altura y anchura tendrán las
mismas medidas. Esto es significativo. El cubo es el símbolo de
la perfección. Por ejemplo, tanto Platón, como Aristóteles, se
refieren al hecho de que en Grecia se solía decir que el "hombre
era cúbico". Y lo mismo sucedía entre los judíos. El altar de los
holocaustos y el de los inciensos y el pectoral del sumo
sacerdote tenían la forma de un cubo. Una y otra vez aparece
esa forma en las visiones de la Nueva Jerusalén y de su nuevo
templo en el libro del profeta Ezequiel (Ezequiel 41:21, 43:16,
45:2, 48:20). Pero más importante aún: en el Templo de
Salomón, el lugar Santísimo era un cubo perfecto (1 Reyes
6:20). Todo ello nos hace comprender que la totalidad de la
ciudad santa, la morada de Dios, es el lugar Santísimo.
Por otro lado, debemos fijarnos en las dimensiones de la ciudad.
Cada uno de sus lados tenía doce mil estadios. Un estadio
equivale a 180 metros, por lo que cada lado tenía una longitud
de 2.160 km. Unas sencillas operaciones aritméticas nos revelan
que el área de la ciudad era de algo más de 3,2 millones de
kilómetros cuadrados ó 2.240 km. cúbicos. Para hacernos una
idea de semejantes magnitudes podríamos decir que con los
datos que Juan aporta, la Ciudad Santa mediría una distancia
aproximada a la existente entre Nueva York y Londres, teniendo
la extensión del Océano Atlántico Norte.
Si ahora comparamos la altura de la muralla, unos 65 metros,
con el tamaño de la ciudad, vemos que no hay comparación
posible. Ello nos indica que la muralla no puede ser para la
defensa, porque todos los seres hostiles, humanos y
espirituales, han sido ya arrojados al lago de fuego y ya no
pueden hacer daño a la Iglesia de Dios. Parece entonces claro
que lo único que permite la muralla es delimitar los límites de la
misma. Y el hecho de que sea relativamente baja muestra que
dicha delimitación tiene una importancia relativa. Dios está
mucho más interesado en incluir a más personas que en
excluirlas. Y así debe ser Su iglesia.
Hasta aquí el programa de hoy, muy apreciado amigo, amiga de
La Fuente de la Vida. Nos despedimos hasta el siguiente,
invitándole a que vuelva a acompañarnos nuevamente. Hasta
entonces, que Dios le bendiga mediante la lectura y diaria
meditación de Su Palabra, la única que da vida, vida eterna, y
vida en abundancia.

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