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Afectación Psicológica

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN AGUSTIN AREQUIPA


ESCUELA DE POSGRADO
MAESTRÍA EN CIENCIAS MENCIÓN PSICOLOGÍA JURÍDICO FORENSE

LA AFECTACIÓN PSICOLÓGICA EN EL MARCO DE LA LEY 30364

CURSO:

CONFLUENCIA ENTRE EL DERECHO Y LA PSICOLOGÍA

DR. ARNULFO SEJURO ZEGARRA

PRESENTADO POR LOS MAESTRISTAS:

BELLIDO FERNANDEZ, ROSA MARYBEL


CAYLLAHUA QUIROZ, PATRICIA DEL CARMEN
CCORIMANYA CHOQUEHUAYTA, SANTOS
CHOQUE QUISPE, SONIA YOVANA
CHOQUENAIRA IMATA, ENRIQUE
MUJICA VALDIVIA NAIDA CHEMY
PINO CABANA ALICIA

AREQUIPA – PERÚ
2021
2

Índice
3

Introducción
4

1. Problema
1.1. Planteamiento del problema
La violencia en el ámbito familiar es un problema social y de salud mental,
que vulnera y afecta en su mayoría a mujeres, niños, niñas y adolescentes; la OMS
señala que aproximadamente un 29,8 % de mujeres en América Latina y el Caribe
han sido víctimas de maltratos físicos, psicológicos o sexuales por parte de su pareja
en algún momento de su vida; y que niños, niñas y adolescente de 0 a 17 años han
padecido de maltrato físico, sexual o emocional anualmente. En el Perú la Policía
Nacional registra 208,600 denuncias por violencia física y psicológica en el año
2018; el mismo año el MIMP atendió 181,885 caso de violencia contra la mujer y en
el ámbito familiar; de los cuales 12,949 fueron atendidos en la Región Arequipa
(Observatorio nacional de la Violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo
Familiar).
Estadísticas que generan la indignación de la población, sumada a la
desconfianza ante el sistema de administración de justicia de nuestro país, como
son policía nacional del Perú, Poder Judicial y Ministerio Público, teniendo como
resultado la inconformidad de las sentencias o procedimientos ante este tipo de
violencia.
A lo largo de la historia se han implementado normas, que no han sido
eficaces, pues las estadísticas de violencia han continuado en crecimiento. Pese a
ello el legislador peruano ha venido desarrollando reformas y modificaciones en la
ley con el fin de erradicar, este tipo de violencia.
Tenemos que en noviembre del 2015 se promulgó La Ley 30364 “Ley para
prevenir sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y los integrantes del grupo
familiar”, esta norma mediante su primera disposición complementaria derogó el
artículo 122-B del Código Penal; para reubicarlo en el artículo 122, inciso 3, literal d),
que se configuraba como una forma agravada de lesiones leves, fijando una pena
privativa de libertad no menor de tres ni mayor de seis años; sin embargo más
adelante, para ser exactos en fecha 06 de enero del 2017, entró en vigencia el
Decreto Legislativo N°1323, para reincorporar el artículo 122-B y tipificarlo como el
delito de Agresiones contra los integrantes del grupo familiar, pero esta vez, bastaba
que las lesiones requieran menos de diez días de asistencia o descanso médico, o
algún tipo de afectación psicológica, cognitiva o conductual; dejando en buena parte
en manos de los profesionales de psicología la responsabilidad al elaborar las
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pericias o informes psicológicos como medio probatorio tanto para el ámbito de


tutela, como para la sanción; no solo se faculta para la evaluación al Instituto de
Medicina legal, sino que también a profesionales de los centros emergencia mujer,
establecimientos de salud, centros de salud parroquiales.
Situación que ha generado dificultades, dada la carencia de sustento teórico,
así como también la falta de comprensión de los conceptos de afectación
psicológica, la inadecuada valoración de la pericias, ausencia de cientificidad en la
elaboración de las mismas, situaciones que conllevan a un conflicto con los
letrados, al no encontrar sustento que aporte a los mismos para la toma de
decisiones y poder sancionar penalmente; por un lado, muchos letrados consideran
que las evaluaciones psicológicas carecen de valoración objetiva, existe la
interrogante si los psicólogos están debidamente capacitados para la realización de
dichas evaluaciones, poniendo en tela de juicio los pronunciamientos de estos
profesionales; asimismo, que una buena parte de los magistrados y fiscales de la
nación no cuentan con la debida capacitación para el abordaje adecuado de dicho
delito, la falta de comprensión del concepto de afectación psicológica, el cual
consideran muy ambiguo, con vaguedades, solicitando el grado de afectación
psicológica que presenta la presunta víctima, pese a que la ley no considera
graduación en dicho pronunciamiento; por otro lado, tenemos que no existe una
base teórica en cuanto a la Afectación psicológica propiamente dicha, siendo que en
el protocolo de medicina legal el cual es el referente para dicha evaluación no define
la misma, y hace referencia a un concepto de afectación emocional; generando esto
dificultades en el abordaje.
1.2. Objetivo general
Identificar las deficiencias que presenta la determinación de la afectación
psicológica en los procesos de violencia contra la mujer e integrantes del grupo
familiar en el marco de Ley 30364.
2. Marco teórico

2.1. Delito de agresiones por violencia familiar


La violencia familiar de por sí, es un problema de gran envergadura en
nuestra sociedad peruana, pues vulnera derechos fundamentales como la vida, la
integridad y la dignidad de la persona humana. Ante tal situación, el Estado peruano,
6

se ha visto en la imperiosa necesidad de realizar una serie de reformas legislativas


con el afán de prevenir estos actos de violencia en nuestros hogares.
Por esta razón, se han implementado normas que, a lo largo de la historia, no
han resultado ser eficaces, pues los índices de violencia, se siguen acrecentando a
pasos agigantados. No obstante, ello, el legislador peruano ha optado por la
imposición de penas privativas de libertad ante hechos de violencia suscitados en un
contexto familiar. Es por ello, que analizaremos la represión punitiva o facultad
sancionadora que ejerce el Estado en el delito bajo estudio, y que se encuentra
tipificado como: “Agresiones en contra de los integrantes del grupo familiar”,
exteriorizando los criterios que fueron tomados en cuenta para considerarlo como
delito, lo cual nos permitirá entender mejor el problema y encontrar las posibles
alternativas de solución.
Antecedentes: Como se dijo al inicio de este trabajo, uno de los temas que
genera mayor preocupación en la sociedad, es el relativo a la violencia ejercida entre
los miembros de la familia o también denominada violencia doméstica; es por ello
que, a lo largo de toda la historia peruana, se han venido estableciendo normas que
intentaban erradicar este tipo de violencia.
Tal es así, que, en el año 1997, se estableció por primera vez, la tipificación
como delito de lesiones en un contexto de violencia familiar. Para ser precisos, el
artículo 1 de la Ley 26788, incorporó los artículos 121-A y 122-A, referidos a las
lesiones graves y lesiones leves, respectivamente 1 . Esto, cuando la víctima es
menor de 14 años y el agente es el padre, madre, tutor, guardador o responsable de
aquel (primera parte). Asimismo, en el segundo párrafo se ampliaba a los posibles
autores, ello cuando el agente sea el cónyuge, conviviente, ascendiente,
descendiente natural o adoptivo o pariente colateral de la víctima. En cuanto al tipo
penal de lesiones leves, se fijaba una pena privativa de libertad no menor de tres ni
1
Ley 26788, publicada el 15 de mayo de 1997, que incorpora el delito de lesiones en el ámbito familiar, lo cual
se materializó con la dación de los siguientes artículos: A) 121-A, que establece “En los casos previstos en la
primera parte del artículo anterior, cuando la víctima sea menor de catorce años y el agente sea el padre,
madre, tutor, guardador o responsable de aquel, la pena será privativa de libertad no menor de cinco ni mayor
de diez años, suspensión de la patria potestad según el literal b) del Artículo 83 del Código de los Niños y
Adolescentes e inhabilitación a que se refiere el Artículo 36 inciso 5. Igual pena se aplicará cuando el agente sea
el cónyuge, conviviente, ascendiente, descendiente natural o adoptivo, o pariente colateral de la víctima” Y B)
122-A, que prescribe “En el caso previsto en la primera parte del artículo anterior, cuando la víctima sea menor
de catorce años y el agente sea el padre, madre, tutor, guardador o responsable de aquel, la pena será
privativa de libertad no menor de tres ni mayor de seis años, suspensión de la patria potestad según el literal b)
del Artículo 83 del Código de los Niños y Adolescentes e inhabilitación a que se refiere el Artículo 36 inciso 5.
Igual pena se aplicará cuando el agente sea el cónyuge, conviviente, ascendiente, descendiente natural o
adoptivo, o pariente colateral de la víctima”
7

mayor de seis años. Aunado a ello, el Juzgador debía suspender de la patria


potestad e inhabilitarlo (incapacidad para el ejercicio de la patria potestad, tutela o
curatela).
Posteriormente, en fecha 27 de noviembre del 2008, el artículo 122-A, fue
modificado por la Ley 29282, y se consideró como sujetos activos de estos delitos
únicamente al tutor, guardador o responsable del menor de edad, excluyéndose al
padre y la madre, así como al cónyuge, conviviente, ascendiente, descendiente
natural o adoptivo o pariente colateral de la víctima. La pena fijada para el delito de
lesiones leves se mantenía en no menor de tres ni mayor de seis años. Luego, se
promulgó la Ley N° 29699, la cual conservaba el mismo marco punitivo. Así también,
se incorporó el artículo 122-B, referido a las formas agravadas de lesiones leves por
violencia familiar, que precisaba: “El que causa a otro daño en el cuerpo o en la
salud por violencia familiar que requiera más de diez y menos de treinta días de
asistencia o descanso, según prescripción facultativa, será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de tres ni mayor de seis años y suspensión de la
patria potestad, según el literal e) del artículo 75° del Código de los Niños y
Adolescentes”.
Después, en fecha 22 de noviembre del 2015, se promulgó la Ley 30364,
“Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer y los
integrantes del grupo familiar”, esta norma, mediante su primera disposición
complementaria derogatoria, derogó el artículo 122-B del Código Penal; para
reubicarlo en el artículo 122, inciso 3, literal d), que se configuraba como una forma
agravada de lesiones leves, fijando una pena privativa de libertad no menor de tres
ni mayor de seis años; sin embargo más adelante, para ser exactos en fecha 06 de
enero del 2017, entró en vigencia el Decreto Legislativo N°1323, para reincorporar el
artículo 122-B y tipificarlo como el delito de Agresiones contra los integrantes del
grupo familiar, pero esta vez, bastaba que las lesiones requieran menos de diez
días de asistencia o descanso médico, o algún tipo de afectación psicológica,
cognitiva o conductual. La misma postura se adoptó con la Ley N° 30819, que
modificaba la norma anterior al añadir la suspensión y extinción de la patria potestad
(según corresponda), pero que conservaba los días de asistencia o descanso
médico para la configuración de delito. (SPIJ-Sistema Peruano de Información
Jurídica, 2018, Código Penal).
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Asimismo, no pasa desapercibido que anteriormente en el artículo 441 2 , se


consideraba circunstancia agravante de la falta contra la persona el accionar doloso
que requiera menos de diez días de asistencia o descanso en un contexto de
violencia familiar; esto siempre y cuando no concurran circunstancias o medios que
den gravedad al hecho, en tal caso se le consideraría como delito. Más adelante con
la modificatoria incorporada por el artículo 1 de la Ley N°: 30819, publicada el 13 de
julio del 2018, a la agravante, se le denominó agravante especial y se configura
cuando el sujeto pasivo o víctima sea menor de catorce años, o el agente tutor,
guardador o responsable de aquel. Mientras que el delito de Agresiones contra los
integrantes del grupo familiar, o también denominado lesiones levísimas en un
contexto de violencia familiar, quedó asentado en el artículo 122-B del Código Penal.
En este contexto cabe mencionar lo señalado en el ACUERDO PLENARIO
N° 002-2016/CJ-2016 X PLENO JURISDICIONAL DE LAS SALAS PENALES
PERMANENTES Y TRANSITORIA.
En el presente acuerdo, se aprecia que se trataron diversos temas, entre ellos
la Afectación psicológica en el entorno familiar artículo 122-B del Código Penal en su
apartado “Fundamentos Jurídicos” numeral 14) se, inciso 38° estableció lo
siguiente: 38° Afectación psicológica en el entorno familiar art. 122-B.- “El
legislador consideró síntomas conductuales y cognitivos al referirse a la afectación
psicológica sin tomar en cuenta los emocionales, que forman parte de los factores
propios de la personalidad humana, pero ha de entenderse esa ausencia de
referencia a la esfera afectiva no como una exclusión sino como una omisión
superable. En referencia al maltrato doméstico Echeburúa precisa que, a diferencia
de otras conductas violentas presenta las siguientes características: a) es una
conducta que no suele denunciarse, y si se denuncia, la víctima muy frecuentemente
perdona al agresor antes de que el sistema penal sea capaz de actuar; b) es una
conducta continuada en el tiempo: el momento de la denuncia suele coincidir con
algún momento crítico para el sistema familiar y c) como conducta agresiva, se corre
el riesgo de ser aprendida; en cuanto a las víctimas de violencia familiar refiere que
pueden presentar el Trastorno de Estrés Post Traumático y otras alteraciones
(depresión, ansiedad patológica, etc.); y el mantenerse en una relación de maltrato
crónico implica un coste psicológico (depresión, baja autoestima, trastorno de estrés
postraumático, inadaptación a la vida cotidiana) (...).
2
2 Artículo reformado por la Ley N°: 29282, publicado el 27 de noviembre del 2008
9

2.2. Concepto de Daño Psíquico del Instituto de Medicina Legal - 2016


El constructo daño psíquico es un concepto tratado de manera limitada en
nuestro medio. Su estudio se orienta hacia la medición objetiva de los efectos a
mediano y largo plazo de la violencia en la salud mental de las personas, intentando
establecer un enlace directo entre la exposición a la violencia y los efectos
psicosociales en la población afectada, con consecuentes acciones en los
procedimientos de sanción e indemnización de las víctimas en las diversas
instancias de la administración de justicia. (Guía de Valoración de Daño Psíquico en
Personas Adultas Víctimas de Violencia Intencional. Instituto de medicina legal y
ciencias forenses. 2016)
Para efectos de esta guía, se habla del constructo psico-jurídico daño
psíquico. Sin embargo, en las referencias bibliográficas varios autores no hacen una
distinción formal entre daño psíquico y daño psicológico. (Guía de Valoración de
Daño Psíquico en Personas Adultas Víctimas de Violencia Intencional. Instituto de
medicina legal y ciencias forenses. 2016)
Consideraciones jurídicas con relación al daño psíquico en el ámbito nacional
e internacional
La definición de daño psíquico como “la afectación y/o alteración de algunas
de las funciones mentales o capacidades de la persona, producida por un hecho o
un conjunto de situaciones de violencia, que determina un menoscabo temporal o
permanente, reversible o irreversible del funcionamiento integral previo”, implica
considerar los conceptos jurídicos contenidos en la descripción de las distintas
conductas delictivas del Código Penal que afectan la integridad y salud de las
personas
En el derecho civil, el daño psíquico es considerado por algunos autores
como una dimensión del “daño a la persona” ( DeTrazegnies,1995), que comprende
el daño moral y el daño al proyecto de vida (Fernández Sessarego, 2003). Es decir,
que el daño psíquico es una dimensión del daño a la persona, que comprende el
daño moral y el daño al proyecto de vida.
Para Fernández Sessarego, el daño moral, es el dolor o sufrimiento,
enmarcado en el plano subjetivo, íntimo de la persona; es decir, que el evento
dañino incide sobre la unidad psicosomática, más precisamente sobre la esfera
afectiva de la persona. Se diferencia del “daño al proyecto de vida”, en que este
último atenta contra la libertad de la persona para fijar sus metas y renovar sus
10

proyectos, lo que afecta el sentido mismo de la existencia. Es decir, que ambas


modalidades de “daño a la persona” se distinguen por sus consecuencias. Así,
mientras el “daño moral” hiere los sentimientos y los afectos de la persona, por
hondos que puedan ser, éstos no suelen acompañar al sujeto durante su transcurrir
vital. El daño moral puede traer consigo daño psíquico. Las diferentes posturas
hacen más una diferencia entre daño moral y daño al proyecto de vida, que frente al
daño psíquico. El daño al proyecto de vida es un daño de tal magnitud que afecta la
manera en que el sujeto ha decidido vivir, trunca el destino de la persona, le hace
perder el sentido mismo de su existencia. Es, por ello, un daño continuado que
acompaña al sujeto durante todo su existir. No es una incapacidad cualquiera, sino
que se trata de un daño cuyas consecuencias inciden sobre algo aún más
importante para el sujeto como son sus propios fines vitales, los que le otorgan
razón y sentido a su vida. Así, son ejemplos de daño al proyecto de vida, la
infertilidad como consecuencia de la tortura sexual en mujeres y hombres, la
maternidad impuesta como consecuencia de una violación, o la imposibilidad de
desarrollar con éxito una determinada profesión.
Este concepto de daño al proyecto de vida, ha sido también desarrollado por
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, estableciendo que el proyecto de
vida se asocia al concepto de realización personal, a las opciones que el sujeto
puede tener para conducir su vida y alcanzar el destino que se propone: “implica la
pérdida o el grave menoscabo de oportunidades de desarrollo personal, en forma
irreparable o muy difícilmente reparable. Así, la existencia de una persona se ve
alterada por factores ajenos a ella, que le son impuestos en forma injusta y arbitraria,
con violación de las normas vigentes y de la confianza que pudo depositar en los
órganos del poder público obligados a protegerla y a brindarle seguridad para el
ejercicio de sus derechos y la satisfacción de sus legítimos intereses” (Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Sentencia del Caso Tamayo Loayza, 1997).
Perspectiva psicojurídica del daño psíquico
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (2000) define el
término daño como el efecto de dañar o dañarse. Al mismo tiempo dañar es causar
menoscabo, perjuicio, dolor, detrimento o molestia, maltratar o echar a perder una
cosa.
Arteaga Medina (2005) señala que trasladada dicha acepción al ámbito
jurídico, se puede afirmar que daño implica la pérdida, destrucción o disminución de
11

un bien jurídico, ya sea un daño real, o al menos la creación de un riesgo


innecesario e indebido, daño potencial o peligro concreto. Siendo la bien jurídica
integridad personal, el valor social que el legislador estima procedente y pertinente
proteger, se requiere salvaguardar la totalidad de la persona en sus aspectos físicos,
fisiológicos, psicológicos, sexuales, relacionales, morales y sociales. Esto, aplicado a
la salud mental, dirá Arteaga Medina (2005), nos coloca frente al daño psicológico,
que se presenta como el detrimento, el perjuicio y el menoscabo a la salud mental a
consecuencia de un comportamiento ilícito, por lo tanto, es una ofensa que se puede
imputar objetivamente a la acción u omisión, según los criterios de la causalidad
adecuada.
Siguiendo esta línea argumentativa, el autor define al daño psíquico como
“una alteración clínicamente significativa, que afecta la actividad psíquica global de
la víctima, cuyos síntomas permiten identificar de manera clara un síndrome de
diagnóstico internacionalmente aceptado; que posee manifestaciones
desadaptativas, y que se instaura y perdura en un lapso determinado, cuya etiología
es bien definida, al punto que permite establecer una relación de causalidad,
producto de una conducta desviada o hecho punible, tipificada por la autoridad
competente.
El concepto requiere, sin embargo, desde la perspectiva del autor y la norma
colombiana, establecer una categorización de perturbación psíquica permanente y
transitoria (Arteaga Medina, 2005). Así, el daño psíquico debe acreditar:
• Un cuadro psicopatológico, claramente conformado como síndrome.
• Ser nuevo en el historial del sujeto.
• Causar una limitación real del psiquismo.
• Tener suficiente jerarquía y envergadura como para causar lesión.
• Presentarse definido y acreditar un nexo causal con un agente traumático
determinado por el hecho punible.
• Ser crónico o jurídicamente consolidado.
2.2.1. Respecto al tiempo de aparición y período sintomático para que el daño.
En la esfera psíquica se considere jurídicamente consolidado, Durán y
Carreño (1999) han establecido que debe ser de seis meses, lo cual concuerda con
los criterios diagnósticos para trastornos de ansiedad del Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV), de la Asociación Americana de
Psiquiatría. Entre tanto, para el grupo de Neuropsiquiatría Forense del Instituto
12

Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, Regional Bogotá, debe ser de 120
días o cuatro meses (Arteaga Medina, 2005).
En cambio, desde la normativa argentina, Castex y Risso (2003), se señala
que la lesión debe ser irreversible o que al menos los síntomas estén presentes en
la peritación luego de que hayan transcurrido dos años del evento en el fuero civil y
un año en el fuero laboral.
Echeburúa, Corral Y Amor (2002) nos señalan, sin embargo, la dificultad de
valoración de este aspecto en tanto implica una evaluación post hoc, en donde no
siempre es fácil delimitar el daño psicológico de la estabilidad emocional previa de la
víctima, así como establecer un pronóstico diferido (curabilidad/ incurabilidad).
Frente a la exigencia de acreditación de un cuadro psicopatológico
claramente conformado en forma de síndrome, que además establezca una
condición de cronicidad, otros autores asumen una postura más flexible. Para
Mora-Izquierdo (1988) el daño psicológico implica cualquier alteración de las
facultades mentales, que impida el normal funcionamiento del psiquismo de un
individuo en tanto supone una pérdida del equilibrio psicológico a causa del
compromiso en el área cognoscitiva-intelectiva, afectivo-emocional y/o volitivo-
conativa de su personalidad. Sánchez y Remolina (1990), por su parte, lo asimilan a
un “daño en la salud” que se presenta cuando hay una alteración en las funciones
mentales que sobrepase la capacidad de adaptación del individuo.
Echeburúa, Corral y Amor (2004), desde una perspectiva más integradora,
afirman que el daño psicológico se refiere, por un lado, a las lesiones psíquicas
agudas producidas por un delito violento que, en algunos casos, puede remitir con el
paso del tiempo, el apoyo social o un tratamiento psicológico adecuado; y, por otro
lado, a las secuelas emocionales que persisten en la persona en forma crónica,
como consecuencia del suceso sufrido y que interfieren negativamente en su vida
cotidiana. En uno u otro caso, el daño psíquico es la consecuencia de un suceso
negativo que desborda la capacidad de afrontamiento y de adaptación de la víctima
a la nueva situación.
De manera más precisa, los autores señalan que la lesión psíquica hace
referencia a una alteración clínica aguda que sufre una persona como consecuencia
de un delito violento, y que le incapacita significativamente para hacer frente a los
requerimientos de la vida ordinaria a nivel personal, laboral, familiar o social. Las
lesiones psíquicas más frecuentes son los trastornos adaptativos con estado de
13

ánimo depresivo o ansioso, el trastorno de estrés postraumático o la


descompensación de una personalidad anómala.
Las secuelas emocionales aluden por su parte, a la estabilización del daño
psíquico, es decir, a una discapacidad permanente que no remite con el paso del
tiempo ni con un tratamiento adecuado. Se trata, por tanto, de una alteración
irreversible en el funcionamiento psicológico habitual o, dicho en términos legales
más imprecisos conceptualmente, de un menoscabo de la salud mental (Echeburúa,
Corral y Amor, 2004).
Las secuelas psíquicas más frecuentes en las víctimas de delitos violentos se
refieren a la modificación permanente de la personalidad, Clasificación Internacional
de Enfermedades. Décima versión (CIE10), Transformación persistente de la
personalidad tras experiencia catastrófica (F62.0), es decir, a la aparición de rasgos
de personalidad nuevos, estables e inadaptativos (pe. dependencia emocional,
suspicacia, hostilidad, etc.), que se mantienen durante al menos dos (2) años y que
llevan a un deterioro de las relaciones interpersonales y a una falta de rendimiento
en la actividad laboral (Esbec, 2000). Esta transformación de la personalidad puede
ser un estado crónico o una secuela irreversible de un trastorno de estrés
postraumático (F43.1), que puede surgir como consecuencia de haber sufrido un
delito violento (Echeburúa, Corral y Amor, 2000).
Las referencias mencionadas coinciden en que el daño psíquico implica:
a) la perturbación, menoscabo o alteración de un equilibrio psicológico
precedente;
b) la existencia de un nexo causal entre el acontecimiento violento y el
funcionamiento psicológico actual;
c) la existencia de la condición discapacitante producto de un daño transitorio,
permanente, reversible o irreversible; y, d) constituye un daño patrimonial que
justifica una indemnización.
El instituto de Medicina Legal de Perú define el daño psíquico como “la
afectación y/o alteración de algunas de las funciones mentales o capacidades de la
persona, producida por un hecho o un conjunto de situaciones de violencia, que
determina un menoscabo temporal o permanente, reversible o irreversible del
funcionamiento integral previo” (comité de trabajo IML/CAPS/ MMR/PUCP 2008).
Según esta definición, el daño psíquico implica:
14

• La afectación y/o alteración de algunas de las funciones mentales o


capacidades de la persona que puede presentarse de dos maneras: como un cuadro
psicopatológico codificable internacionalmente (CIE-10) o como un menoscabo del
funcionamiento integral de la persona expresado en un síndrome difuso.
• Puede ser tanto una condición nueva en el sujeto como incrementar una
discapacidad anterior.
• Causa una limitación o disminución del funcionamiento biopsicosocial.
• La existencia de un nexo causal con un evento violento que es
experimentado como traumático.
• Puede ser reversible y temporal.
• Menoscaba el funcionamiento integral previo al evento violento.
• Puede darse una alteración del proyecto de vida.
Matriz de indicadores de daño psíquico
Se utilizará 64 preguntas para explorar el curso posterior y actual de las
alteraciones de cada área de funcionamiento
La calificación de los indicadores se basa en tres criterios:
a) alteración de la función/capacidad, b) presencia/persistencia del indicador,
c) interferencia en las funciones para una vida autónoma.
Para calificar basta que uno de los tres criterios esté presente.
La calificación de indicadores tiene la siguiente escala: AUSENTE (0), LEVE
(L), MODERADO (M), GRAVE (G), MUY GRAVE (MG).
2.2.2. Escala de valoración del daño psíquico.
Teniendo en cuenta que la valoración del daño psíquico se determina al
establecer cuál ha sido el mayor nivel de discapacidad encontrado en una o más
áreas de funcionamiento psicosocial de la persona examinada en relación con el
hecho violento. Puede ser:
Ausencia de indicadores de daño psíquico o ninguna deficiencia en las áreas
de funcionamiento
Nivel leve de daño psíquico: Nivel en el que los indicadores presentan una
mínima deficiencia de una función o capacidad luego del hecho violento. O un
incremento leve de la presencia de los indicadores en caso de su pre-existencia
antes del hecho violento. Presencia de los indicadores: en este nivel, se trata de
molestias temporales y/o intermitentes factibles de remisión. Interferencia en las
15

funciones de una vida autónoma: Estos indicadores no afectan funciones en la


capacidad de autonomía de la persona examinada.
Nivel moderado de daño psíquico: En este nivel la persona examinada
logra sobrellevar los indicadores con esfuerzo, siendo notoria la deficiencia en la
función o capacidad. Presencia de los indicadores: en este nivel los indicadores
muestran una deficiencia persistente, recurrente o crónica. Interferencia en las
funciones para una vida autónoma: el sujeto tiene interferencias en las actividades
cotidianas; podría necesitar ayuda de la familia, redes de soporte, especialistas,
fármacos u objetos de apoyo para sobrellevar los indicadores.
Nivel grave de daño psíquico: Los indicadores alcanzan un nivel de
severidad o intensidad perturbadora de la capacidad o función. Existe riesgo para su
integridad física o mental o la de los demás. Presencia de los indicadores: Es un
nivel en que los indicadores son persistentes, recurrentes o crónicos y que limitan
seriamente el funcionamiento del examinado. Interferencia en las funciones para una
vida autónoma: El sujeto a pesar de esforzarse en controlar el signo o síntoma no
consigue aliviarlo por sí mismo, existe una marcada interferencia en la actividad y
por lo general requiere de soporte externo (puede incluir fármacos) que ayuda de
manera momentánea.
Nivel muy grave de daño psíquico: Alteración de la función/capacidad: Es
un nivel que expresa la total o casi total deficiencia de las funciones o capacidades
evaluadas. Existe un alto riesgo para su integridad física o mental o la de los demás.
Presencia de los indicadores: A este nivel, los indicadores son persistentes y/o
crónicos. Interferencia en las funciones para una vida autónoma: el sujeto es incapaz
de continuar con sus actividades cotidianas sin el soporte externo de terceros y/o un
entorno supervisado a tiempo parcial o completo.
2.3. Afectación psicológica
2.3.1. Afectación emocional.
Detalla los signos y síntomas que presenta el individuo como consecuencia
del evento violento (hecho fáctico), que para ser valorados dependen de su tipo de
personalidad, estrategias de afrontamiento, autopercepción, madurez, experiencias
personales, cultura, habilidades sociales, capacidad de resiliencia, percepción del
entorno, entre otras, pudiendo estas interferir de forma pasajera o permanente en
una, algunas o todas las áreas de su funcionamiento psicosocial (personal, pareja,
16

familiar, sexual, social, laboral y/o académica). En el caso de los niños, niñas y
adolescentes: Considerar signos y síntomas que interfieren con su normal desarrollo
(físico, cognitivo, psicosocial).
2.3.2. Reacción ansiosa situacional.
Respuesta de ansiedad ante un evento que el individuo percibe como
amenazante manifestada en inseguridad, temor, preocupaciones, tensiones; siendo
pasajera y de corta duración.
. No se evidencian indicadores de afectación emocional Ausencia de
sintomatología relacionada al hecho violento

Análisis del hecho fáctico: Benyakar (2003) sostiene que “no se puede afirmar
a priori que una persona ha sufrido un “trauma” basándose sólo en la intensidad,
duración y exposición del hecho violento. Se debe tener en cuenta la manera
singular de la vivencia en que las personas elaboran psicológicamente el impacto de
la violencia, el entorno sociocultural en el que éste se produce y es significado, así
como las características específicas del evento fáctico ocurrido. El mismo autor
diferencia tres aspectos en la situación de violencia causante de daño psíquico:
El evento fáctico
se refiere al hecho concreto que tiene la capacidad potencial de irrumpir en la
vida de las personas y de provocar una discontinuidad o “disrupción” alterando un
estado de equilibrio precedente al hecho. La capacidad desestructurante del evento
fáctico se potencia cuando es inesperado, interrumpe procesos vitales, amenaza la
integridad física y psicológica, mina el sentimiento de confianza, contiene rasgos
novedosos no codificados y distorsiona el hábitat cotidiano.
La vivencia
se refiere al modo singular en que un sujeto procesa el evento fáctico violento
en su mundo intrapsíquico. Ante un hecho exógeno se moviliza en el psiquismo la
capacidad de articular los afectos con los procesos de pensamiento. La vivencia
traumática ocurre cuando el evento fáctico tiene el poder de fracturar los procesos
de articulación entre afectos y pensamientos lo que produce fallas en la elaboración
psíquica.
La experiencia
se refiere a la articulación psicológica entre el evento fáctico y la vivencia.
Mientras que la vivencia es el modo intrapsíquico que cada persona tiene para sentir
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y metabolizar los hechos de violencia, procesos donde varios de ellos no son


conscientes, la experiencia es necesariamente pensable y comunicable. Las
personas hablan de sus experiencias, describen los hechos y expresan la
percepción que tienen de los efectos del evento en ellos. Es una narrativa personal
de lo ocurrido que guarda relación con la vivencia pero que no la puede abarcar ni
expresar del todo”.
Daño psicológico: Según Echeburúa, 2001, el daño psicológico cursa
habitualmente en fases:
Primera fase, suele surgir una reacción de sobrecogimiento, con un cierto
enturbiamiento de la conciencia y con un embotamiento general, caracterizado por
lentitud, un abatimiento general, unos pensamientos de incredulidad y una pobreza
de reacciones.
b. Segunda fase, a medida que la conciencia se hace más penetrante y se
diluye el embotamiento producido por el estado de shock, se abren paso vivencias
afectivas de un colorido más dramático: dolor, indignación, rabia, impotencia, culpa,
miedo, que alternan con momentos de profundo abatimiento.
C. Tercera fase, hay una tendencia a reexperimentar el suceso, bien
espontáneamente o bien en función de algún estímulo concreto asociado (como un
timbre, un ruido, un olor, etc.)
2.4. Echeburúa
2.4.1. Daño Psíquico según Enrique Echeburúa
Según Echeburúa (2004), el daño psicológico se refiere a las lesiones
psíquicas agudas producidas por un delito violento, que, en algunos casos,
pueden remitir con el paso del tiempo, el apoyo social o un tratamiento psicológico
adecuado; y, por otro, a las secuelas emocionales que persisten en la persona de
forma crónica, como consecuencia del suceso sufrido y que interfieren
negativamente en su vida cotidiana. En uno y otro caso el daño psíquico es la
consecuencia de un suceso negativo que desborda la capacidad de afrontamiento y
de adaptación de la víctima a la nueva situación.
El daño generado suele ser mayor si las consecuencias del hecho delictivo
son múltiples, como ocurre, por ejemplo, en el caso de una agresión sexual con robo
o en el de un secuestro finalizado con el pago de un cuantioso rescate por parte de
la familia de la víctima.
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Hay que situar siempre el daño psicológico en relación con el trauma sufrido, al
margen de otras variables individuales (psicopatología previa, personalidad
vulnerable, etc.) o biográficas (divorcio, estrés laboral, etc.). La valoración del daño
se hace con arreglo a las categorías de discapacidad y minusvalía (Echeburúa,
2004).
2.4.2. Fases del daño psíquico
Se trata de un proceso que cursa habitualmente en fases.
Reacciones de sobrecogimiento: Es una primera etapa suele surgir una
reacción de sobrecogimiento, con un cierto enturbiamiento de la conciencia y con un
embotamiento global, caracterizado por lentitud, un batimiento general, unos
pensamientos de incredulidad y una pobreza de reacciones.
Vivencias afectivas dramáticas: en la segunda fase la conciencia se hace
más penetrante y se diluye el embotamiento producido por el estado “shock”, se
abren paso a vivencias afectivas de un colorido más dramático: dolor, indignación,
rabia, impotencias, culpa, miedo, que alterna con momentos de profundo
abatimiento.
Tendencia a revivir intensamente el suceso: tendencia a revivir
intensamente el suceso, bien de forma espontánea o bien en función de algún
estímulo concreto asociado (como un timbre, ruido o incluso un olor) o de algún
estímulo más general (una película violenta, el aniversario del delito, el cumpleaños,
la celebración de la navidad).
2.4.3. Evaluación de daño psíquico
El objetivo de la evaluación psicológica en la víctima de un delito violento es
valorar el tipo de daño psicológico existente para orientar al tratamiento adecuado, así
como determinar las secuelas presentes a efectos de la reparación del daño
causado.
El instrumento de evaluación utilizado ha sido la Escala de Gravedad de
Síntomas del Trastorno de Estrés Postraumático (EGS) (Echeburúa, Corral, Amor,
Zubizarreta y Sarasua, 1997a), que funciona a modo de entrevista estructurada,
cuenta con buenas propiedades psicométricas y es una escala hetero aplicada, que
sirve para evaluar los síntomas y la intensidad de este cuadro clínico según los
criterios diagnósticos del DSM-IV (APA, 1994).
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Los resultados obtenidos aluden a tres aspectos diferentes: las tasas de


prevalencia del trastorno de estrés postraumático en los diferentes tipos de víctimas;
las tasas de prevalencia de este cuadro clínico, en función del tiempo transcurrido
desde el trauma; y la gravedad de los síntomas, tal como es obtenida en la EGS.
2.4.4. Lesión Psíquica
La lesión psíquica se refiere a una alteración clínica aguda que sufre una
persona como consecuencia de haber sufrido un delito violento, y que le incapacita
significativamente para hacer frente a los requerimientos de la vida ordinaria a nivel
personal, laboral, familiar o social. Este concepto de lesión psíquica, que es medible
por medio de los instrumentos de evaluación adecuados, la guía del Instituto de
Medicina Legal considera que el término “lesión psíquica” es equivalente a
“afectación psicológica”.
Las lesiones psíquicas más frecuentes son los trastornos adaptativos (con
estado de ánimo deprimido o ansioso), el trastorno de estrés postraumático o la
descompensación de una personalidad anómala. Más en concreto, a un nivel
cognitivo, la víctima puede sentirse confusa y tener dificultades para tomar
decisiones, con una percepción profunda de indefensión (de estar a merced de todo
tipo de peligros) y de incontrolabilidad (de carecer de control sobre su propia vida y
su futuro); a nivel psicofisiológico, puede experimentar sobresaltos continuos; y, por
último, a nivel conductual, puede mostrarse apática y con dificultades para retomar
la vida cotidiana.
2.5. Minsa
2.5.1. Afectación psicológica
Implica la presencia de signos y síntomas agudos o crónicos como
consecuencia de uno o más episodios, eventos o sucesos de violencia sufridos,
vinculados a los hechos motivo de evolución. Dependiendo de la frecuencia,
duración e intensidad de la sintomatología encontrada, se manifiesta a través de tres
dimensiones de respuesta: (a) Cognitiva (negación de lo sucedido, cambios en los
sistemas de creencias, distorsiones cognitivas, cambios en la atención,
concentración, percepción y memoria, cambios en el procesamiento de la
información que afecta la planificación y la toma de decisión, recuerdos recurrentes,
entre otros vinculados a los eventos violentos); (b) Afectiva (alteraciones de las
emociones, del estado de ánimo con predominio de estados disfóricos, emocional
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negativas, de peligro en su integridad física y psicológica, inseguridad, indefensión,


miedo, baja autoestima, pérdida de autoconfianza, dependencia emocional, entre
otros vinculados a los eventos violentos); y, (c) Conductual (modificación de los
hábitos sociales, ruptura de la vida cotidiana, aislamiento, presencia de conductas
sexuales de riesgo y de consumo de sustancias, conductas autolesivas o
autodestructivas, conductas evitativas, estrategias de afrontamiento desadaptativas,
deterioro social, familiar y laboral, entre otros vinculados a los eventos violentos).
En el caso de las niñas, niños y adolescentes, se considera todos los signos y
síntomas que interfiere con su normal desarrollo integral.
3. Casos prácticos
3.1. Admisibilidad de la prueba pericial
3.1.1. Criterios Daubert
(Daubert vs. Merrell Dow Phamaceuticals, 1993), que establecen dos
premisas generales y cuatro requisitos para su cumplimiento como prueba admisible
a juicio. Las premisas son:
a) en la ciencia no hay certezas y los científicos buscan nuevas teorías
(siempre provisionales) para explicar del mejor modo posible los fenómenos
observados.
b) la validez científica para un determinado objetivo no implica
necesariamente validez para otros objetivos relacionados con el primero. Los
requisitos son:
 La falsabilidad de la teoría o posibilidad de que esta sea contrastada
 La determinación del porcentaje de error que tiene la técnica empleada y la
existencia de estándares que controlan la investigación sobre la cual se basa
la teoría.
 Que haya sido sometida a revisión de pares y publicada
 La aceptación general de la metodología que subyace a la teoría en la
comunidad científica. Las exigencias a la prueba pericial tienen aún más
sentido en los procedimientos de abuso sexual infantil, por el protagonismo
que
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3.1.2. Acuerdo plenario 04-2015


3.2. Caso R

3.3. Caso A
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3.4. Caso O

3.5. Caso M
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3.6. Caso MINSA

3.7. Entrevista
la declaración del Fiscal confirma las dificultades presentadas al abordar la
afectación psicológica dentro de la ley 30364, en el sentido que percibe no cuenta
con sustento objetivo, y le dificulta su tarea para dirigir el proceso a la sanción penal,
asimismo que indica la necesidad de la graduación de la Afectación psicológica. (se
adjunta audio en la PPT)
4. Conclusiones
 No existe sustento teórico de la Afectación psicológica, siendo este un término
psico jurídico introducido por la ley. Situación que genera dificultad en la
comprensión por parte de los operadores de justicia, y conlleva a la no
valoración de las pericias o informes psicológicos.
 La ley establece como delito el ocasionar algún tipo de Afectación psicológica,
cognitiva y/o conductual, siendo que se considera por el acuerdo plenario 02-
2016 que no se tomó en cuenta los emocionales, que forman parte de los
factores propios de la personalidad humana, pero aclara que ha de
entenderse esa ausencia de referencia a la esfera afectiva, no como una
exclusión sino como una omisión superable; pero tenemos que en la práctica
aún existe una confusión, desconocimiento por los letrados, ante la serie de
vacíos y ausencia de sustento científico, asimismo se da la no aplicación de
dicho acuerdo plenario.
 Ausencia de un criterio uniforme para los profesionales a la hora de elaborar
las conclusiones en la determinación de la existencia o ausencia de la
Afectación psicológica, siendo que cada institución y profesional concluyen de
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diversas maneras; provocando el archivamiento de muchos procesos sobre


todo de violencia psicológica.
 Lo que conlleva a una mala praxis en la elaboración de la pericia psicológica,
ocasionando limitaciones por la falta de consistencia, coherencia en los
términos usados, carencia de relevancia y credibilidad, siendo un enfoque
subjetivo, por lo tanto, carece de fiabilidad; las deficiencias antes señaladas
no cumplen con los criterios Daubert.
 Los instrumentos de evaluación sugeridos en el protocolo de IML para la
evaluación psicológica carecen de sustento científico, de fiabilidad,
adaptación a la realidad peruana, asimismo se trata en su mayoría de
pruebas de uso clínico.
 La inexistencia de un departamento de investigación científica forense en las
diferentes instituciones y ministerios relacionadas al abordaje de la ley 30364.
 La falta de preparación, formación y especialización de profesionales en el
área forense.
5. Aportes
 La producción e investigación científica, que nos pueda llevar a concluir en
una base teórica idónea, así como la unificación de conceptos, y que cumpla
con criterios de validez científica.
 La implementación de institutos de investigación científica forense en las
diversas instituciones y ministerios que abordan la problemática y/o líneas de
investigación en el ámbito forense.
 La creación de un único parámetro técnico con el fin de uniformizar los
criterios para determinar afectación, que pueda ser utilizado por las diversas
instituciones, así como profesionales.
 Profesionales idóneos, que cuenten con formación, y/o especialidad en
psicología forense.
 Adaptación de las pruebas psicológicas al contexto nacional y forense.
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BIBLIOGRAFIA
1. Guía de Valoración de Daño Psíquico en Personas Adultas Víctimas de Violencia
Intencional. Instituto de medicina legal y ciencias forenses. 2016.
2. De Trazegnies, F. (1995). Responsabilidad Extracontractual Tomo II. Lima: Fondo
Editorial PUCP.
3. Fernández, Sessarego. Deslinde conceptual entre “Daño a la persona”, “daño al proyecto
de vida” y “daño moral”. Foro Jurídico”, Año 1, N° 2, editada por alumnos de la Facultad
de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, julio del 2003.
4. Corte Interamericana de Derechos Humanos. Sentencia del Caso Tamayo Loayza. 17 de
setiembre, 1997. Serie C No 33.
5. Echeburúa, E. y De Corral, P. (2006). “Secuelas emocionales en víctimas de abuso
sexual en la infancia”. Cuadernos Medico Forense, 12 (43-44), 75 - 82.
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