Concha Urquiza, Vida y Obra
Concha Urquiza, Vida y Obra
Concha Urquiza, Vida y Obra
y su obra
GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO
Fotografía en portada:
X. Gómez Rubio, 1945
Diseño de portada:
El Dragón Rojo
ISBN: 978-607-7687-76-4
Concha Urquiza
Su paso por el mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Entre sus contemporáneos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
La Obra Conservada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
La Interioridad en Conflicto
La desgarradura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48
Los Llamados
El llamado de la naturaleza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
El llamado de Dios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
La Peregrinación Amorosa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
Corporalidad a lo Divino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
Modalidades Expresivas Dominantes
Las imágenes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
El léxico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
Los adjetivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
La repetición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
La perífrasis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
El hipérbaton. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
El encabalgamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
La Versificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Apéndice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
Variantes de poemas no incluidos en la edición de las obras de Concha Urquiza por
Gabriel Méndez Plancarte 1946 y 1977 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Gabriel Méndez Plancarte, quien sigue la huella de Menéndez y Pelayo, a quien cita
diciendo que:
“la poesía que expresa, no una mera doctrina religiosa ni un sentimiento religioso cualquiera, sino
aquella ahincada contemplación de lo divino y ultraterreno, aquella sagrada obsesión de Dios que
caracteriza a ciertas almas de excepción, aquel ímpetu irreprimible que, volando por sobre todas
las creaturas, va a clavarse como un dardo de fuego en las entrañas del absoluto y a fundirse con
Él en arcana unión de amor”; -y agrega-, “entonces sí podemos llamar mística -y mística de muy
alta calidad- la poesía y las prosas de Concha Urquiza.”1
En este texto la autora considera que no es una poeta mística dado que no alcanzó una
unión con Dios, afirma que: “Y todo ese padecer no tiene como cumbre la apasionante
anhelada unión. La plenitud presentida, con chispazos apenas vislumbrados, al final
de su vida se apagan.”2 Como que queda solamente en un intento, en una aspiración,
lo sustenta la autora en el último poema que escribiera Concha Urquiza con el título
MÉNDEZ Plancarte, Gabriel. Obras de Concha Urquiza. México, Abside. 1946. p. XIII
1
PERDOMO, María Teresa. De Concha Urquiza y su Obra. Gobierno del Estado/Secretaría de Cultura. Morelia.
2
2013, p. 80
11
de “Nox” en donde dice: “un aspirar a soledad contigo/ por los húmidos valles y el
boscaje”. Comparte esta opinión Emma Susana Speratti quien tampoco considera a
Concha Urquiza ni a Fray Luis de León escritores místicos, se basa en un poema que
dice: “cielo y tierra es el ser que tú me diste; / y cuando busca el cielo su morada /
primera, y va a subir, se le resiste / la tierra, de la tierra enamorada.” Señala:
“Por el choque continuo y violento de religiosidad y sensualidad, me niego a considerarla mística.
En ella como en Fray Luis de León, su gran maestro, advertimos que, pese al íntimo anhelo de
Dios, existen corrientes subterráneas que les infunde un tono angustioso de desterrados: “yo seré
como aquel que se desvía / y vacila a la orilla del camino, / mientras llega la noche de su día; /
como aquel que bebiendo el dulce vino / nunca logra apagar su sed ardiente, / y requerido del amor
divino / gemirá sin amor eternamente.”3
La doctora Perdomo a este conflicto entre las dos fuerzas contrarias que la atraen le
llama La desgarradura, en el capítulo La Interioridad en Conflicto. También señala que en
“Nox” se expresa el rompimiento con el amado, que hay una sensación de abandono
cuando dice: “Cómo perdí, en estériles acasos, / aquella imagen cálida y madura / que me dió de sí
misma la natura / implicada en tu voz y Tus abrazos?” Si en un tiempo se sintió colmada del
amor de Dios, hoy se encuentra completamente vacía, devastada, no queda nada de ese
amor: “Ni siquiera el susurro de Tus pasos, / ya nada dentro el corazón perdura; te has tornado un
“tal vez” en mi negrura / y vaciado del ser entre mis brazos.”4 Sin embargo, también es cierto
que los místicos muchas veces sienten el abandono de Dios, que se trasmite en una
frialdad que contrasta con ese amor tan grande que en otras ocasiones experimentaron,
como que fueran pruebas que Dios les envía, otros autores señalan que son más bien
dones que Dios les da, ¿Concha estaría en una de esas etapas? Es muy difícil saberlo, nos
quedamos con la duda.
Dice Rafael López en relación al lenguaje utilizado por estos escritores, lo siguiente:
“Estudiar el lenguaje de los escritores místicos es adentrarse en las esferas más sutiles de la
literatura. La razón es obvia. Comprender el término místico, en toda su grandeza y luminosidad,
SPERATTI Piñero, Emma Susana. Temas Bíblicos y greco-romanos en la poesía de Concha Urquiza, El Centavo, Morelia, No. 117, 1983.
3
p. 7. Es una reproducción del artículo publicado en la Revista de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de
San Luis Potosí. Tomo I, Abril-junio, 1959 No. 2
4
MÉNDEZ Plancarte, Gabriel. Op. Cit. P. 188
12
es tocar, en cierta forma, el misterio de Dios y experimentar en el fondo del alma algo de aquella
inefable sensación del místico ante lo divino. Es desflorar el símbolo para contemplar, en panorámica
grandiosa, la excelencia de la realidad simbolizada. Es en una palabra: el encuentro con Dios a
través del término humano.”5
Concepción “|Oh!, yo siento como una brasa, como una llama, como un volcán,
Cabrera de como un sol, (esta es la palabra), que sus irradiaciones me deslumbran,
Armida me hace desfallecer”
LÓPEZ López, Rafael. Monseñor Martínez escritor místico. Madrid, Stvdivm, 1965, p.13
5
13
Monseñor Luis “Una luz rápida y suave bañó mi alma como la respuesta de Dios a mis
María Martínez palabras”, “al amar así a Jesús, sentía un impulso extraño, como que
una corriente me arrastraba”, “Sentí que Dios me atraía en lo íntimo
de su corazón, que me unía a Él, que gozaba de su amor, experimenté
un ansia dulcísima de sufrir, pero como de un sufrimiento intrínseco
al amor”, “te siento como un fuego que abrasa: a las veces arde
dulcemente en lo íntimo de mí corazón”.
Concha Urquiza “Como lluvia en el monte desatada/ sus saetas bajaron a mi pecho:/ Él
mató los amores en mi lecho/ y abrió de tinieblas mi morada.”,“y de la
angustia nerviosa que oprime mi pecho incesantemente y me rodea de
terrores imaginarios, -en medio de la tormenta y la sombra-, hay en mi
alma gran serenidad”, “Él se ha aferrado a mi corazón y a mi voluntad
con una mano que ya no acaricia, sino que oprime y hace gritar de
dolor, pero ahora que lo conozco, adelante…, ” , “como amante en
el seno del amigo/ que largamente bebe su deseo,/ gozarme quiero
en soledad contigo”, “el ciego centro de mi vida toca,/ y éntrate al
corazón como la llama/ que en flaco leño con fiereza emboca”
Como se puede apreciar en el cuadro comparativo, los símbolos utilizados son variados,
pero siempre la constante es la unión con el amado o sea con Dios. Concha Urquiza
manifiesta su deseo de poseer a Dios, de entregarse a Él, lo llama: “Ven Señor y escúchame.
Déjame pensar que reposo un poco junto a ti. Ya no quiero amores humanos. Desnudo quisiera tener
el corazón, desnudo y hambriento: ¿Qué debo hacer para lograrlo?. Y Dios escucha sus ruegos y
acude: “Él fue quien vino en soledad callada, / y moviendo sus huestes al acecho/ puso lazo a mis pies,
fuego a mi techo/ y cerco a mi ciudad amurallada”, y pide que ya que lo posee no se vaya, dice
con clara influencia de San Juan de la Cruz: “que con un beso de paz la retuviste / y en dulce
soledad la alimentaste/ y con cíngulo estrecho la ceñiste:/ no devuelvas el robo que robaste;/ guarda el
amor que con amor venciste/ y el corazón que con dolor ganaste.” 6
San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual en donde desarrolla el tema pastoril y la ausencia del amado, dice en algunas
6
cuartetas: “Pastores los que fuerdes /Allá por las majadas al otero / si por ventura vierdes / Aquel que yo más quiero; /Decidle que adolezco,
peno y muero. // ¿Por qué pues, has llagado /Aqueste corazón, no le sanaste? Y pues me le has robado; / ¿Porque así le dejaste / Y no tomas el
robo que robaste? // Apaga mis enojos, / pues eres lumbre dellos, / y sólo para ti quiere tenellos. / Descubre tu presencia, / y máteme tu vista y
hermosura; / Mira que la dolencia / De amor que ›
14
¿Quién fue Concha Urquiza?, la respuesta a dicha pregunta nos la brinda María Teresa
Perdomo al inicio del trabajo y lo hace de forma muy poética, no proporciona los datos
escuetos de la biografiada, sino que los llena de reflexiones y los envuelve en poesía
desde su nacimiento hasta concluir con su trágica muerte, para ello proporciona en la
sección de apéndice dos documentos importantes que aclaran ese hecho, como es la
última carta que escribió y que tiene como fecha el 15 de junio de 1945 en Ensenada
Baja California, en donde Concha se muestra llena de optimismo y manifiesta que desea
permanecer en dicho lugar el resto del año y la posibilidad de que siga otro año más,
el otro documento lo constituye una entrevista hecha al padre Luis Manuel Guzmán
quien fue la persona que la llevó al mar, con estos dos documentos se puede decir que
se descarta la posibilidad del suicidio que en algún momento se manejó.
Se analiza de igual manera las fuentes de que se nutren los escritores místicos que son
de manera fundamental la Biblia y los escritos de los Santos Padres de la Iglesia, esto lo
hace en el título “Peregrinación Amorosa ”, y en “Corporalidad de lo Divino” en ellos
se ve cómo se hace manifiesta la necesidad de la presencia del amado, la sed y hambre
del encuentro con Dios. El análisis de los recursos literarios utilizados por Concha
Urquiza y el léxico usado en algunos poemas es del siglo XIII a imitación de Gonzalo
de Berceo, se encuentra en la parte denominada “Imágenes”. Otra de las partes está
dedicada al análisis de la versificación utilizada por Concha Urquiza en la que se ve la
variedad de estructuras empleadas como lo son la lira, el soneto, la égloga, el romance,
la canción, etcétera.
› no se cura / sino con la presencia y la figura.” De la Cruz San Juan. Cantico Espiritual. Antología en lengua española. Lecturas Universitarias
No. 1 UNAM. 1971. p. 78.
15
La presente edición tiene un valor agregado que es su apéndice en el cual se contienen
algunos poemas no publicados en las obras completas que publicara la Editorial Ábside
con el estudio de Gabriel Méndez Plancarte ya mencionada.
16
a Julius
C oncha U rquiza
Hacía apenas cuarenta y cinco minutos que en el silencio nocturno las copas de los
fresnos que aún hoy bordean la Calzada de fray Antonio de San Miguel en Morelia, habían
escuchado la última campanada de las doce de la noche de ese veinticuatro de diciembre
de 1910, cuando en la casa que tenía el extraño número ciento sesenta y seis y medio se
oyó el llanto de una criatura recién nacida. La traía al mundo Concepción del Valle, esposa
de Luis Urquiza. Recibió el mismo nombre de la madre. En esa casa Concha Urquiza dio
sus primeros pasos.
Dos años después pierde a su padre. Al año siguiente, 1913, la familia, formada por la
madre, Concha y sus dos hermanos: María Luisa y Luis, se va a vivir a la ciudad de México.
Allá, la niña ingresa a la escuela primaria oficial "que se hallaba situada en la Plaza de
Dinamarca"1 y después, a la secundaria "que se encontraba instalada en la Ribera de San
Cosme, en el edificio anteriormente ocupado por el Colegio del Sagrado Corazón".2
Pero no la concluyó, no se sabe por qué motivos. En cambio, se sabe que por esa época,
cuando tenía doce años, publica el poema "Tus ojeras"3 y a los trece años, "Canto del oro"
y "Conventual" en La Revista de Yucatán4. A esa misma edad escribe "Los bohemios" y
"Plegaria de luz", publicados en 1924, bajo el nombre de Conchita Urquiza5. A los quince
1
Concha Urquiza. Obras. Poemas y Prosas, edición y prólogo del doctor Gabriel Méndez Plancarte, 2ª. ed., México,
D. F., Editorial Jus, 1977, p. XXXII. En adelante cuando no exista otra indicación, todas las referencias a la obra
de Concha Urquiza se referirán a esta edición.
2
Ibidem.
3
El Universal Ilustrado, 20 de julio de 1922, p. 34. También reproducido en El Centavo, núm. 117, vol. XI, enero-
febrero de 1983, p. 38. Así como en Concha Urquiza. El Corazón Preso, Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes, México, 1990, p. 197.
4
Op. cit., p. 39.
5
Revista de revistas, núm. 713, enero 6 de 1924, p. 43. Estos poemas también se publicaron en el artículo de
Alejandro Ruiz Villaloz "Concha Urquiza de 13 años", La Nación, año XI, núm. 566, agosto 18 de 1952, p. 20;
artículo que también se incluyó en El Centavo, Op. cit., pp. 21-24. Los dos poemas también se publicaron en El
Corazón Preso, Op. cit., pp. 198-199.
19
años publica "Arrepentimiento", con el nombre de Concepción Urquiza6, y a los dieciséis,
escribe en carta a Arqueles Vela, "Las piedras del camino"7 y publica "Elogio de Pierrot",
"Para el que todavía no es" y "Dolor"8.
Por esa época vivió, según Mauricio Magdaleno, en "un macizo edificio de la Avenida
Obregón –entonces se llamaba Jalisco– pegado al cine Balmori y a unos pasos del otro en
el que murió López Velarde".9
A los dieciséis años, Concha Urquiza entrevista a Rafael López, Mariano Azuela, Xavier
Villaurrutia, don Victoriano Salado Álvarez y Federico Gamboa para hacerles una sola
pregunta: "¿Qué opina usted de la nueva generación?" Esa pregunta iba precedida
de una mínima introducción, por ejemplo, en el caso de Mariano Azuela afirma: "El
autor de la Malora" (sic) accionando suavemente, como si fuese a recoger todos sus
pensamientos habla de la nueva generación con ese gesto de médico acostumbrado a
ahondar en las heridas"10.
Poco después, los entrevistados son Carlos González Peña, José Gorostiza, Jaime Torres
Bodet y Ernesto García Cabral, con la pregunta; "¿Quiénes son el mejor poeta y el mejor
prosista mexicanos?"11
No se puede decir por esta brevísima incursión al periodismo que Concha Urquiza fuera
periodista a los dieciséis años. Simplemente se iniciaba por una ruta de la que posteriormente
se apartó.
6
Revista de revistas, julio 19 de 1925, p. 20. También publicado en El Corazón Preso, Op. cit., p. 203.
7
Carta citada por Emma Susana Speratti Piñero en Temas bíblicos y greco-romanos en la poesía de Concha Urquiza y
transcribe ese poema, plaqueta núm. 9 del Instituto Potosino de Bellas Artes, San Luis Potosí, 1961, p. 25.
Artículo también reproducido en El Centavo, Op. cit., pp. 5-17. Este mismo poema se transcribe también en El
Corazón Preso, Op. cit., p. 201.
8
"Nuevos poemas de Conchita Urquiza", El Universal Ilustrado, marzo 25 de 1926, p. 28. También publicados
en Ábside, bajo el título "Tres poemas no coleccionados", núm XII-3, julio-septiembre de 1948, pp. 373-378.
"Elogio de Pierrot" se reprodujo también en El Corazón Preso, p. 202.
9
Mauricio Magdaleno. "Poesía de Concha Urquiza", Ábside, núm. XI-3, julio-septiembre de 1947, p. 461.
10
Conchita Urquiza. "¿Qué opina usted de la Nueva Generación?", Revista de revistas, núm. 836, año XVI, (16 mayo
de 1926), p.32.
11
Conchita Urquiza. "¿Quiénes son el mejor poeta y el mejor prosista mexicanos?", Revista de revistas, año XVI,
(4 julio de 1926).
20
Con esa misma edad, Concha Urquiza reseña "Moby Dick, novela cinematográfica
...",12
bajo el seudónimo de Santiago Damián13, nombre de uno de los personajes de un
fragmento de El reintegro, fechado en 1927, páginas 45-49, obra a la que se hacen varias
referencias más adelante.
En 1928, cuando Concha Urquiza tenía dieciocho años se va con su familia a Nueva York.
Allá permanece hasta 1933. Pocos datos se tienen de esa estancia: se sabe que trabajó en el
Departamento de Publicaciones de la Metro Goldwyn Mayer.
Dos años después de su regreso a México continúa sus estudios secundarios, como
recuerda su amiga Guillermina Llach Revoux, quien la conoció "en la Escuela Secundaria
Nocturna número 9, instalada en el convento de San Pedro y San Pablo de la ciudad de
México, por los años de 1935 y 1936".14 La rememora reacia a las convenciones escolares,
rebelde al estudio sistematizado, pero no al libremente elegido. Dice: "Se molestaba
porque se contaban las asistencias pasando lista y porque los estudios estaban sujetos
a un plan determinado".15 Los conocimientos que había adquirido fuera de la escuela
la hacían distinguirse de sus compañeros. La misma Guillermina Llach dice: "Su tipo
de colegiala estudiosa –siempre se acompañaba de libros– no revelaba la inteligencia
nada común que Concha cultivó a su arbitrio. Tenía una memoria privilegiada que le
permitía retener páginas enteras del Quijote y buen número de poesías de los maestros
castellanos; su familiaridad con el latín la facultaba para repetir trozos selectos de los
clásicos latinos que traducía con delectación y sus conocimientos de griego la hacían
intérprete de los gigantes de aquella filosofía que ha normado a través de los siglos,
nuestras más caras disciplinas. Dominaba el inglés y sus conocimientos en ese idioma
le facilitaron el ingreso a la industria cinematográfica e hizo algunas adaptaciones para
el cine y traducciones".16
12
Revista de revistas, abril 25 de 1926, p. 40.
13
María del Carmen Ruiz Castañeda y Sergio Márquez Acevedo, Diccionario de seudónimos, anagramas, iniciales y otros
alias, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, México, 2000.
14
Guillermina Llach. "En torno a un recuerdo", Horizontes, Revista bibliográfica, México, año III, núm. 1415,
agosto 15 a octubre de 1960, pp. 3-4. También reproducido este artículo en El Centavo, Morelia, núm. 117, enero-
febrero de 1983, pp. 18-20.
15
Ibidem.
16
Ibidem.
21
De sus hábitos fuera de la escuela habla esa misma amiga: "Discutía en un café con amigos
suyos y maestros hasta la madrugada, sobre cualquier tema de filosofía o bien sobre
poetas y poesía, y a las seis confesaba y comulgaba. Esta contradicción en todos sus actos
desconcertaba a cuantos la tratábamos".17
De 1933 a 1937 Concha Urquiza se hace militante comunista. Escribía en El Machete,
órgano de ese partido, sin que sea posible identificar sus artículos, ya que la mayor parte de
las colaboraciones allí publicadas no están firmadas o en ocasiones las remata una simple
anotación: "una comunista".
En 1937 estudia griego18, trabaja en el archivo de la Secretaría de Hacienda y se inscribe
en la Escuela Nacional Preparatoria. A principios de ese mismo año vuelve al catolicismo.
El sacerdote Tarsicio Romo, Misionero del Espíritu Santo, se convierte en su consejero
espiritual. A él le mostraría su torbellino íntimo. Él resume en pocas palabras la situación
en que se encontraba Concha Urquiza.
Dice: "Nerviosa y moralmente hecha pedazos, expresaba sus amarguras y las dudas que en
ocasiones la carcomían".19
En 1938 "entra como 'postulante' a la Congregación de las Hijas del Espíritu Santo, en
Morelia".20 En carta de 14 de septiembre de 1937 al padre Tarsicio Romo dice que es "la
dura necesidad de sostener una vida íntegra y limpia de veras, lo que me impulsa a buscar
la vida religiosa".21 Sin embargo, no pudo permanecer allí. Gabriel Méndez Plancarte
da esta explicación: esa "vida metódica de obediencia y de encierro, de firme disciplina
y total renunciamiento a las criaturas –y a sí misma–, no era adecuada para su carácter
fogoso y dominador, ni para sus nervios siempre tensos como un arco a punto de disparar
la flecha".22 Guillermina Llach da otras razones de carácter externo. Dice que Concha
Urquiza "abandonó la capital por algún tiempo y cuando regresó nos dijo que había estado
17
Guillermina Llach, Op. cit.
18
Concha Urquiza, Op. cit., p. 235.
19
Tarsicio Romo. Semblanza de Concha Urquiza. No publicada, citada por Gabriel Méndez Plancarte en los prólogos
a las Obras de Concha Urquiza, Op. cit., p. XXXV.
20
Ibidem., p. XXXVII.
21
Concha Urquiza, Op. cit., p. 250.
22
Ibidem., p. XXXVIII.
22
un año en un convento de Morelia, pero que no pudo continuar en él porque extrañaba el
cigarro y la cerveza. Recordamos que fumaba mucho, nerviosamente, y el café y la cerveza
eran compañeros inseparables en sus charlas y en su mesa de trabajo".23
Por esa época hace adaptaciones para el cine entre las que se encuentran Corazón, diario de
un niño, de Edmundo d‘Amicis y Refugiados en Madrid 24 .
De 1939 hay una anotación en su Diario, concretamente del 12 de julio de ese año, en
que Concha Urquiza evoca la profunda alteración que le provocó su salida del convento.
Escribe: "¡Qué diferencia entre este estado de paz y trabajo, y la obscura borrasca, los
temores, las dudas, la angustia –muchas veces rayana en desesperación– de hace nueve
meses...
cuando regresé del convento!".25
En ese año de 1939 se va a San Luis Potosí, donde radica hasta 1944. Fue la etapa más
creativa de su quehacer poético, por lo menos así lo atestigua la obra conservada, y según
Rosario Oyárzun, en cuya casa vivió durante su estancia en ese lugar, "fue el período
más feliz de su vida". Lo afirma en entrevista con José Vicente Anaya26. En esa misma
entrevista habla de las inclinaciones y costumbres de Concha Urquiza y da algunos datos
interesantes sobre su vida diaria. Dice: "Fumaba mucho todo el día. Tomaba café. Estos
gustos fueron una contradicción para ella sólo cuando estuvo en el convento de Morelia;
todos los días comía con cerveza, pero una nada más". También comenta: "Tenía mucho
sentido del humor y festejaba los chistes de los amigos. Hacía críticas jocosas. Con toda la
gente tenía una palabra de alegría". De su vivir cotidiano dice: "Salía temprano de la casa.
Iba a misa. Luego iba a dar sus clases. Se divertía bastante. Le gustaba ir a una cafetería
que se llamaba "El Tupinamba". Visitaba constantemente a las monjas del Espíritu Santo,
con ellas montaba pequeñas obras de teatro. Venía y me platicaba, muy contenta, lo que
había escenificado".
De sus hábitos de escritura y de su estado de ánimo durante la concepción de un poema,
Rosario Oyárzun recuerda: "Escribía sus poemas en el sillón de la sala o en su estudio.
23
Guillermina Llach, Op. cit.
24
Ricardo Garibay. Taíb, Grijalbo, México, 1989, Colección narrativa, p. 104.
25
Concha Urquiza, Op. cit., p. 417.
26
José Vicente Anaya. "Poesía mística y cotidianidad de Concha Urquiza", Casa del tiempo, vol. 5, núm. 54, julio de
1985, p. 32.
23
Se mandó hacer un mueble para escribir parada. Escribía mucho, no sólo poesía, parada
y sentada. También escribía en las cafeterías, sobre servilletas de papel. Regalaba sus
poemas, a veces los olvidaba ahí sobre la mesa de alguna cafetería. No se ocupaba en
organizar su obra. No le daba mucha importancia...
Durante la gestación de un poema
mostraba una angustia tremenda, una inquietud. Hasta que lo lograba. Era precisamente
una gestación...
Empezaba el poema, y empezaba la angustia que no desaparecía hasta que
lo tenía escrito...
Corregía sus poemas, la prueba está en las variantes que encontró Gabriel
Méndez Plancarte".27
Afirma también Rosario Oyárzun que Concha Urquiza frecuentaba a los escritores de San
Luis Potosí. Dice: "Aquí en mi casa se reunían para leer y comentar sus poemas. Ella era
muy drástica para criticar la poesía de otros. Llegaba a decir: «para empezar, esos no son
versos...» Pero la relación en el grupo era muy agradable. En estas reuniones Concha se
ponía muy alegre. Recuerdo que venían Manuel Calvillo, José Ignacio Retes, Raúl Cardiel,
Pedro Rodríguez Zertuche, el padre (entonces seminarista) Joaquín Antonio Peñalosa,
Humberto Arocha Cantú, Antonio Rosillo, Juan Manuel González..."
De las lecturas de Concha Urquiza, dice la misma entrevistada: "Aquí leyó completita la
Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino. Leía mucho La Biblia y todas las novedades.
Subrayaba todos sus libros y sacaba notas. Además de los poetas místicos, recuerdo que le
gustaba leer a Edgar Allan Poe, hasta recitaba el poema "El cuervo"."
Pero el amor a la lectura tiene antecedentes muy anteriores. Desde muy niña la amó
ávidamente. Los libros fueron su verdadera universidad, ya que los estudios sistemáticos
los hizo con desgano y tardíamente. Las interrupciones así lo atestiguan, estudios que de
ninguna manera le hacían falta porque, maestra de sí misma, ya había aprendido más de lo
que podían darle las aulas: a ver y sentir en profundidad la vida, en un largo ejercicio que
empieza desde su niñez. El alto concepto que Concha Urquiza tenía de las obras literarias
se transparenta en el decir de uno de los personajes de El reintegro: "tenemos algunas obras
que el hombre, a través de los siglos, ha logrado producir con limpieza; en ellas poseemos
lo mejor, acaso lo único bueno de la humanidad".28
Concha Urquiza. El reintegro, p. 170, (más adelante se precisan algunas referencias a esta obra).
28
24
Leyó creativamente y con disposición de descubrimiento, a veces convertido en
autodescubrimiento, como en el caso de Bonifaz Nuño, quien dice: "Catulo y Propercio
me enseñaron –me mostraron– mi autobiografía".29
Rosario Oyárzun tuvo también en la entrevista antes mencionada algunas palabras sobre
su pasado y su regreso al catolicismo. Afirma: "Su pasado le molestaba muchísimo. En
Nueva York y en México vivió el materialismo".30 Agrega: "Concha me decía que la lectura
de los clásicos le había revelado la hermosura heroica de Cristo, y eso la hizo volver al
catolicismo. Primero fue con un sacerdote jesuita pero tuvo cierto rechazo. Ella era un
tanto agresiva hasta que fue con el padre Tarsicio Romo, quien la orientó con mucha
delicadeza, con mucho amor. Entonces ella volvió al catolicismo, claro que en un plan muy
intenso, era un fervor novicio, estaba apasionadísima de Cristo; así fue toda la época que
vivió aquí".31
También dice: "Vivió su fe religiosa con una entrega absoluta. Sentía que cualquier afecto
la apartaba de su amor a Dios. Meditaba todos los días. A su meditación ella la llamaba
'adoración'. Después de un tiempo bastante largo de meditación, decía que se sentía
satisfecha. Venía y vivía alegremente. La comida le gustaba muchísimo...
disfrutaba
mucho lo que comía. No le gustaba cocinar, era bastante despreocupada de esas cosas".32
De sus estados de ánimo dice Rosario Oyárzun: "Se angustiaba. Pero sólo decía que
se sentía angustiada, no hacía ningún comentario más. Se apartaba a meditar, esto le
ayudaba mucho. No comentaba ni explicaba sus angustias porque era muy reservada
en sus cosas íntimas. Tenía deseos enormes de llegar al perfeccionamiento «hasta
llegar al martirio si fuera necesario» decía, demostraba angustia por cualquier cosa
levísima que ella consideraba la apartaba de Dios".33
Allí en San Luis Potosí, empezó a impartir clases de Historia y de Literatura Universal,
primero a discípulos particulares, después en colegios particulares de Secundaria
y Preparatoria, esas mismas materias, a las que se agregaron Literatura Española e
Hispanoamericana y Civismo. Más tarde en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí
29
Entrevista de Marco Antonio Campos, "De viva voz", Premiá, La Red de Jonás, México, 1986, p. 29.
30
José Vicente Anaya, Op. cit., p. 32.
31
Ibidem.
32
Ibidem., p. 33.
33
Ibidem.
25
tuvo a su cargo clases de Lógica, Historia de las Doctrinas Filosóficas y de Literatura.
En esa Institución cursó las materias que le faltaban para concluir el bachillerato iniciado
en la ciudad de México. El 4 de diciembre de 1943 obtuvo el grado de bachiller en
Ciencias Sociales. En 1944 se inscribió en la Facultad de Derecho de esa Universidad,
pero no continuó los estudios. Como los de Secundaria y Preparatoria, también éstos los
interrumpió y, a diferencia de aquéllos, nunca los continuó.
34
Gonzalo Valdés Medellín. "En el centenario de Amalia González Caballero de Castillo Ledón (1898-1996)",
Sábado/unomásuno, núm. 1059, enero 17 de 1998, p. 11.
35
Concha Urquiza, Op. cit., p. XLII.
36
Ricardo Garibay. Prólogo a Concha Urquiza. Nostalgia de Dios, Delegación Política de Cuajimalpa de Morelos,
1985, p. 14.
37
Concha Urquiza, Op. cit., p. XLII.
38
José Vicente Anaya, Op. cit., p. 33.
26
abiertamente, pues aunque estaba casado se mantenía distanciado de su esposa. Yo advertí
que Conchita estaba verdaderamente enamorada de él. No obstante, tengo la sensación de
que él no estaba apasionado por ese amor furtivo. Su proyecto personal era irse a España
y finalmente fue lo que hizo".39
Otra excepción son las palabras transcritas por Ricardo Garibay de un entrevistado por
él el día 10 de agosto de 1985, referidas a Concha Urquiza: "¿No tuvo reticencias para
entregarse?" pregunté a R. C., que no ha podido olvidarla en 40 años. "No –me dijo–.
Cuando Concha se entregaba lo hacía plenamente, hondamente, desde los cabellos hasta
el fondo de su alma. Era una mujer de una pieza y de una sola decisión".40
Otras alusiones al amor humano provienen de la misma Concha Urquiza, el 20 de enero de
1939 anota en su Diario: "Dos cosas han vuelto a inquietarme en estos días: la negligencia
en mi trabajo, y la obsesión de una criatura...,
de un amor humano..." "En cuanto a lo otro,
¡Dios me perdone!, mi corazón está preso, mi entendimiento fijo en una criatura; en mis
momentos de adoración, pienso en él aunque no quiera; y pensando en él, quiera o no,
el corazón se llena de nostalgia, de alegría y de ternura. Le amo, si es humano amor este
sentimiento en que no se mezcla la sombra de un deseo físico...; pero amándole, aun así,
dejo que él usurpe un lugar que pertenece sólo a Dios. Todo lo que por él siento, se lo he
robado a Dios" (378-379).
Todavía el 18 de mayo de 1939 Concha Urquiza se percibe poseída por amores terrestres, ya
anhelante, sin embargo, de liberarse de ellos para entregarse totalmente a Dios. Escribe en su
Diario: "Ven, Señor, y escúchame. Déjame pensar que reposo un poco junto a Ti. Ya no quiero
amores humanos. Desnudo quisiera tener el corazón, desnudo y hambriento: ¿qué debo hacer
para lograrlo?"
"Quiero buscarte con hambre y sed; dame ese deseo ardiente que no nos deje trabajar de
día ni reposar de noche, ese gemido del alma que te busca en todo, incesantemente. No
con palabras de amor dulces, no con dulzura interior, no con sabroso descanso en Ti, sino
con ansias ardientes, con voluntad siempre igual" (410).
39
Roberto Ponce y José Alberto Castro. "Tras 50 años, la muerte de la poeta michoacana Concha Urquiza, sigue
siendo un misterio, como su vida", Proceso, núm. 974, julio 3 de 1995, p. 65.
40
Ricardo Garibay. Taíb, Grijalbo, México, 1989, p. 109.
27
Y sus aspiraciones fueron cumplidas. El 19 de septiembre de ese mismo año anota en su
Diario: "Dios me descargó al fin el corazón del amor que me estaba haciendo sufrir bien
hace dos años" (419-420).
La poesía de Concha Urquiza también conserva algunos escasos, pero significativos rastros
de amor humano como los que aparecen en "Memorare novissima tua":
En "Cinco sonetos en torno a un tema erótico", también hay alusiones a un amor triste,
pesaroso, vivido por Concha Urquiza como a su pesar:
28
Miente mi corazón cuando te ama,
hecho intérprete fiel de mi sentido,
como el eco en abismo percibido
que el viento, no la voz, forma y derrama.
29
El final del último de esos sonetos testimonia el padecimiento sentido:
udando está el espíritu sitiado
D
si eres mi sangre disculpada en verso
o mi dolor en carne figurado. (183)
41
Alejandro Ruiz Villaloz. "Semblanza de Concha Urquiza", La Nación, año VII, núm. 348, junio 12 de 1948, p. 20.
También reproducido en Ábside, XII-3, julio-septiembre de 1948, pp. 379-383.
30
de ver la vida se extasiaba ante ella y arrebataba a todos sus amigos en el vértigo de su
ascensión contempladora"42.
El veinte de junio, después de mediodía, fue Concha Urquiza a nadar a un lugar conocido
como "El Estero", en compañía de Carlos Ruiz de Chávez, "hermano de las madres Ruiz
de Chávez".43 Los llevó en su coche el sacerdote Luis Manuel Guzmán, en compañía de
otro muchacho con el que el sacerdote había salido de Tijuana. Ambos se fueron mar
adentro en una panga, mientras Concha y Ruiz de Chávez nadaban. El sacerdote había
convenido con ella que volvería a las tres y media y esperaba que entonces estuvieran
listos para regresar porque él tenía un compromiso en Ensenada. Al volver, encontró a
los nadadores en el lugar donde los había dejado y todavía intercambió algunas palabras
con Concha y su acompañante, ya dispuestos a salir. En ese momento el sacerdote se dio
cuenta de que él y su compañero daban vueltas en la barca, sin poder llegar a la orilla,
distante apenas unos diez metros. Eran las cuatro de la tarde, hora en que en ese lugar
se forma una corriente muy intensa. El sacerdote y el muchacho en la barca, con penoso
esfuerzo pudieron llegar a la orilla, pero los nadadores habían desparecido. A ella, dice
el sacerdote, la encontraron al día siguiente en "el fondo del estero. Y estaba intacta,
tranquila, serena. Únicamente un pequeño rasguño. Yo la retraté, quién sabe si por ahí la
foto la tengan en su casa". De su acompañante dice: "Carlos apareció a los cuatro días,
fuera del estero, fuera de la bahía, ya en la playa, con los huesos secos, todo comido
de los tiburones". El sacerdote reitera: "A ella no la sacó el mar del estero, la corriente
se la llevó hasta el fondo del estero. Y allí estaba clavada en la orilla de la playa, con la
carita boca abajo. Y probablemente al estar boca abajo así, y con el balanceo de las olas,
fue lo que le produjo ese rasponcito en la nariz. Pero su cara estaba intacta, su cuerpo
estaba intacto"44. Todavía insiste el sacerdote: "yo un minuto antes de que murieran los
vi completos a los dos. Por eso fue que dije: bueno, ya van a ser las cuatro y no se ha
vestido este par. Y Concha: «Aquí estamos padre» Dónde iba yo a sospechar, cuando vi
yo aquella cara halagüeña, que un minuto después se los iba a tragar el mar".45
42
Ibidem.
43
"Conversación con el P. Luis Manuel Guzmán. Entrevistó Alejandro Avilés", en copia inédita, facilitada por
Avilés a la autora de este estudio.
44
Alejandro Avilés, Op. cit.
45
Ibidem.
31
Ha surgido la duda sobre si Concha Urquiza fue sorprendida azarosamente por la muerte
o si ella fue a su encuentro por decisión propia. Alejandro Avilés, de larga trayectoria
periodística, que es al mismo tiempo una larga trayectoria de honestidad, en la entrevista
antes resumida, no deja lugar a dudas de que su muerte fue un accidente y no resultado de
una determinación tomada. Por la importancia de esta entrevista, con la autorización de
Alejandro Avilés, se reproduce íntegra, como apéndice.
El cadáver de Concha Urquiza fue trasladado a Tijuana y sepultado en el cementerio del
Tepeyac46. El 13 de junio de 1940 ella había interrogado reiteradamente a ese mes, ataviado
de alegría y explosión de vida, pródigo de altos dones de paz, armonía, concordia, belleza:
(104-106)
Cinco años después, junio le dio la respuesta: la de su inesperada ausencia física. No llegaría
a cumplir los treinta y cinco años. Le faltarían seis meses.
46
Concha Urquiza, Op. cit., p. XLVI.
32
Entre sus contemporáneos
¿Qué apariencia tenía Concha Urquiza y qué impresión dejaba en las personas que la
conocieron? Una de ellas dice: "tenía el cabello rojizo y alborotado... labios rebeldes,
delgados, mirada inquisitiva, profunda y clara en los ojos azules, con destellos acerados"47.
También recuerda su voz grave, de nítida pronunciación, "que le daba a cada palabra
toda su tónica, voz segura, apasionada".48 Rememora que no era de fácil acceso para los
desconocidos; "quienes veían su hosca superficie, su actitud arisca, no supieron lo que tenía
dentro de sí: una fragancia excepcional"49. En cambio, para sus amigos "era una compañera
gratísima, de ágil imaginación", llena de entusiasmo que la llevaba a vivir "intensamente la
vida de todos"50, y agrega: "con ella se aprendía a contemplar almas y paisajes, la veíamos
transida frente a la movilización de las nubes y frente a las almas que por un momento
mostraban su intimidad... Para ella todo tomaba encantos de novedad, decía que andaba
descubriendo el mundo".51
Otra persona extranjera, Berenice Udick, que la conoció en 1944 en San Luis Potosí, dice:
"Concha era una persona vivaz, incansable en darse a sí misma para ayudar a los demás,
generosa más allá de sus recursos, y sobre todo, constantemente aunque sin saberlo,
demostraba una insaciable sed de saber"52.
Germán List Arzubide que, como ya se dijo antes, la conoció cuando tenía 16 años,
a través de Arqueles Vela, a pesar de su extrema juventud la vio como «una mujer
inteligente que ha penetrado en los misterios de la vida, superior y seductora». Para
él «era una muchacha alegre como cualquier otra, poseedora de una curiosidad por la
literatura y sedienta por penetrar en el misterio de la poesía. Muy grato estar a su lado,
su conversación florida atraía a más de uno». Agrega: «Sostuve con ella conversaciones
47
Alejandro Ruiz Villaloz, Op. cit.
48
Ibidem.
49
Ibidem.
50
Ibidem.
51
Ibidem.
52
Berenice Udick. "Concha Urquiza: una mística moderna de México", Estilo, Revista de Cultura, San Luis Potosí,
núm. 21, enero-marzo 1952, p. 40. También publicado en Lectura, t. LXXXVII, núm. 4, México, junio 15 de
1952, pp. 105-116.
33
donde hablábamos del comunismo y el Partido Comunista. Sin embargo, siempre tocamos
el tema de la poesía, estaba muy interesada en lo que hacíamos los estridentistas»53. Sí, se
interesaba por ellos, pero no los seguía. Tal vez veía en ellos "una actitud exclusivamente
destructora, negativa, sin nada que tuviera que ver con la creación auténtica", para decirlo
con palabras de Antonio Alatorre54. Su rebeldía aparece tempranamente mostrada. En
carta a Arqueles Vela escribe: «Además, me arrastras al estridentismo; por eso, quizá, siento
a veces contra tu personalidad literaria esa irritación áspera de las calles. Me parece que
mudo de piel, como las serpientes, y por eso estas largas exasperaciones es, como si tuviera
los pensamientos desollados puestos al sol»55.
Juan del Sena, el primero en reconocer destellos de su talento y temperamento, cuando
apenas tenía doce años, la percibió "diáfana y ardiente", características que había de
conservar toda su vida. Descubrió también "que sus ojos estaban poblados de infinitas
visiones".56
Algunos años después, el doctor Tarsicio Romo vio cómo "la melena corta de cabellos
encrespados y rubios le daba aire de insumisión y de impaciencia".57
Mauricio Magdaleno la conoció quinceañera, lectora infatigable de novelas, discutidora de
películas y un poco coqueta; "gustaba de flirtear". Algunos años después, dice el novelista,
había cambiado su aspecto considerablemente. Recuerda: "nos reencontramos en un
corredor de la Secretaría de Educación Pública. Parecía –me dio la cabal impresión– una
profesora, una joven profesora de una universidad yanqui".58
Así quedó Concha Urquiza en el ánimo de algunos de sus amigos y conocidos, mientras
que distintas etapas y aspectos de su corta vida están envueltos en una nebulosidad de
la que sólo emergen suposiciones, hipótesis o rumores tan contradictorios que lejos de
aclararlos más los difuminan o falsean. De este modo, la vida de Concha Urquiza queda,
en muchos y diferentes momentos circundada por el enigma.
53
Roberto Ponce y José Alberto Castro, Op. cit., p. 62.
54
Antonio Alatorre. Ensayos sobre crítica literaria, Lecturas Mexicanas, Tercera serie, CNCA, México, 1993, p. 35.
55
Carta fechada en febrero de 1926, citada por Emma Susana Speratti Piñero, Op. cit., p. 7.
56
Juan del Sena, "Una poetisa de doce años", El Universal Ilustrado, núm. 272, año VI, julio 20 de 1922, p. 34.
También reproducido en El Centavo, Op. cit., pp. 25-27.
57
Dr. Tarsicio Romo, citado por Gabriel Méndez Plancarte, Op. cit., p. XXXV.
58
Mauricio Magdaleno. "Poesía de Concha Urquiza", Ábside, núm. XII-3, 6 de julio-septiembre de 1947, p. 461.
34
La Obra Conservada
59
Juan del Sena, Op. cit.
60
Concha Urquiza, Op. cit., p. XLVII.
61
Citada por Emma Susana Speratti Piñero, Op. cit., p. 6.
35
destruidos. En la Enciclopedia de México se dice que "la mayoría de sus escritos fueron
quemados después de su muerte".
De la escasa obra conservada de Concha Urquiza escribió Rosario Castellanos: "Muchas
personas que la conocieron y la trataron de cerca afirman que lo que se ha recopilado no
es más que una parte muy fragmentaria de lo que dejó hecho. Y que si bien lo conocido
muestra la predilección casi absoluta por el tema religioso o la descripción del paisaje y la
naturaleza o el ejercicio retórico, esto no indica que hayan sido los únicos aspectos de su
creación, sino que se ha escamoteado al público otro tan extenso y tan intenso como los
enumerados: 'el erótico'"62.
Puede darse otra posibilidad para explicar la ausencia de poemas en un lapso tan grande,
pero esa posibilidad parece inaceptable: de sequedad poética. Concha Urquiza afirma en
una página de su Diario el 12 de julio de 1939, cuando se sentía en mejor disposición
de cuerpo y de espíritu: "Hasta la salud física mejora y –cosa harto significativa de la
reconstrucción interior– he vuelto a escribir versos –¡después de quince años de esterilidad
mental!– con tanto ímpetu, espontaneidad y flexibilidad como cuando era niña"63. No tan
estéril había sido, ya que a partir de 1937 había escrito el magnífico soneto "Job" y algunos
otros de los sonetos bíblicos, como "Sulamita" y "Ruth", lo mismo que casi todos los
"Sonetos de los cantares", también "Canciones en el bosque", "Dafnis", "Romance del
juglarillo simple", "La llamada nocturna", "La oración de temor", "A Jesús llamado 'El
Cristo'", "Mons Dei" y "La oración en tercetos", entre otros poemas.
Como se ha dicho antes, muy poco se sabe de la vida de Concha Urquiza, algunos articulistas
repiten rumores, casi siempre sin ninguna base, sin embargo, en lo que se conserva de lo
que ella escribió, hay, si no certezas suficientes, por lo menos indicios o referencias más
confiables de su manera de enfrentar la vida.
Existe un texto en prosa, escrito por Concha Urquiza de 179 páginas con el título de El
reintegro, que en 1948 estuvo en poder de José Cardona, y del que fue entregada una copia
al Centro de Estudios Literarios de la Universidad Nacional Autónoma de México en
1972 por José Rojas Garcidueñas. De esa copia proceden todas las referencias que aquí
se hacen. Es apenas un esbozo de novela, fragmentaria, caótica, sin plan a seguir, con
62
Rosario Castellanos. "Presencia de Concha Urquiza", Las Letras Patrias, núm. 5, (1957), p. 150.
63
Concha Urquiza, Op. cit., p. 416.
36
capítulos inacabados, pasajes incomprensibles y confusos, repetitiva y contradictoria. Sus
páginas parecen apuntes o bosquejos, con personajes que no presentan desarrollo alguno.
Sin embargo, aunque impublicable, es interesante por incluir, si bien fragmentariamente,
actitudes vitales, temáticas y puntos desconocidos en la poesía o en las prosas de su autora.
Por ejemplo, dos de sus personajes presentan características androginistas. Responden a
los nombres de Juana y Susana Lesur. También comprende este texto algunas facetas de
la personalidad de Concha Urquiza al incluir evidentes datos biográficos. A veces estos
textos no se disfrazan de novela, sino que se anotan bajo el título "Fragmentos de un
Diario", como el que lleva la fecha de 18 de septiembre de 1933, páginas 114-117 o el del
día siguiente. A continuación se transcribe íntegro el último:
"Pero eso había ocurrido mucho tiempo antes y, aunque Juana aún tenía
la cuerda enredada a la cintura, nunca había ocurrido en realidad.
Al día siguiente, al entrar en su habitación, encontró sus mismos viejos
libros de hacía 25 años; y sus retratos de muchacha; y sus versos de
adolescente; y sus libros: Voltaire, Andersen y Herrera y Reissig. Y sus
fantasmas de hacía 25 años: maduros, suavizados, domesticados, hechos
amables con el tiempo. Y sus propios libros, que nadie podría leer.
"Escribe y rompe; escribe y rompe" le había dicho un amigo; y otro:
"Bebe y ama; bebe; bebe y ama". Sus fantasmas, sentados en el suelo a lo
largo de los muros, le devolvieron su sonrisa, inclinando la cabeza, uno
después de otro. Así pues, había bebido; amado; escrito; despedazado.
–¿Te acuerdas? –dijo uno de ellos, el más joven; pero era más joven sólo
a la manera de los fantasmas: porque había vivido menos tiempo en la
tierra, y mucho más años al lado suyo.
–Sí –dijo Juana–. Probablemente eran de mi padre, ¿no crees? aquellas
piernas a las que yo estaba abrazada, mirando por el balcón hacia la
calleja de piedra, negra en la negra noche.
–¿Quién te ha herido en la divina noche? –parodió un fantasma que había
leído a Homero con ella.
–Yo entonces tenía trece años –dijo Juana– y leíamos a Kempis. El
paganismo había pasado, casi definitivamente. –¿Te acuerdas de la calavera
sobre la mesa a la orilla de mi cama, y de los horrendos poemas?
37
–Ríe, pues –dijo otro–. El eco arrastró, por entonces, los primeros cantos
triviales. En el Café de Nadie se reunían los estridentistas.
–No tenía sino quince años –replicaba ella–. Quince años.
–¿Te acuerdas? –dijo el eco–. Pero ya entonces tenía los cabellos negros
y los ojos verdes. Sangre…
Sangre y sonetos.
–La ciudad –dijo otro–. El amor había sido olvidado. Por una calleja,
muchos años después, iba un hombre diciendo: el artista tiene que
conservar esa íntima libertad de espíritu. No le es posible entregarse por
completo.
–El arte había desaparecido también –replicó ella– y sólo corría el agua
de los ríos, a la orilla de la ciudad, bajo los puentes. Por la madrugada,
gris; en la noche, negra. Por la noche venían los marinos, y en las mañanas
pasaba el carro de la basura y los lecheros.
–¡Escucha, escucha! ¡El mar, azul; la ciudad, blanca; y más allá, otra
ciudad y los ojos castaños, la tez castaña y la boca roja de una mujer!
–Le amé –suspiró Juana–. Morena; esencia del pecado.
–Las plazas –continuó– las plazas desbordando de gente, ¡Abajo los ricos!
¡Abajo los burgueses! ¡Abajo capitalistas! ¿Te acuerdas? –suspiraba aún–.
¿Cómo pasaban nuestros gritos flamígeros, incendiando la noche?
–¿Te acuerdas?
–¿Te acuerdas?
–¿Te acuerdas?
–¿Cómo podría haberlo olvidado?
–Un hombre era alto y moreno, y recio; mas apenas un adolescente.
"México hecho carne", le decíamos.
Y luego, la mesa de un café; siempre el mismo. Bebiendo; bebiendo
siempre, siempre, siempre; y la luz de la noche, temerosa a la aproximación
38
de las madrugadas; "Kitir ya albi", "Kitir ya albi"; "lama ráec hagrac ya
ha bi bi"; y bebíamos.
–Los cabellos, negros; los ojos verdes. En descomposición. Uno por
uno, todos se fueron yendo.
–No es eso todo –dijo Juana–. No; no es eso todo.
Y volviendo el rostro, encontró que sus fantasmas habían desaparecido.
Quedaba, sin embargo, aquella intimidad de su androginismo.
–¿Y qué vamos a hacer ahora? –dijo Juana, sentándose al borde de su
lecho, cuando ya los fantasmas hubieron desaparecido.
Y trató de mirar hacia el retrato de una hermosa mujer; y hacia el fondo
de su escritorio, atestado de vana y vaga literatura. Inútilmente, porque
ya todos sus fantasmas habían desaparecido.
–Vamos –dijo–. Escucha –dijo a su compañero– examinemos nuestros
caudales.
–Sólo el tiempo –repuso él–. No nos queda nada sino el tiempo.
–¡Y más; mucho más! –repuso ella.
–Mane, Thecel, Phares –dijo él sonriendo–. Porque el amor, la fe, la
amistad, la esperanza; la imaginación y la esperanza han desaparecido; ya
no tenemos el deseo de vivir, ni la satisfacción de haber vivido bien; ni
el pasado; ya nada sino el tiempo; y ése, vacío.
–Podemos llenarlo –dijo Juana.
–Mane, Thecel, Phares –repitió él.
MANE Hemos pesado nuestras esperanzas, y han resultado más ligeras
que las semillas huecas; y nuestros amores, y eran agua y podredumbre, y
no tenían la consistencia de la realidad; hemos pesado nuestra sabiduría,
y apenas si rozó los platillos, como humo; y nuestros recuerdos, con ser
tantos y tantos, no consiguieron ni aun estremecer la balanza. Mas bien
pesamos nuestros pecados y los platillos se vencieron bajo su masa; y
nuestros olvidos, hasta romper las pesas; y el tiempo, la fuerza, el talento
39
gastados en la adoración de la carne; y era terrible su consistencia. Y allí
hubieras visto los ojos castaños de una mujer, y los ojos grises, azulosos,
de aquella otra; y las palabras, las canciones, los mordiscos y los sonetos;
las mentiras, el desprecio, el olvido, las lágrimas de amor. Y aquellos ojos
verdes, aquellos cabellos negros, aquel cuerpo sinuoso, aún podridos,
cómo pesaban hasta el romper la balanza.
THECEL Pero cada hora está contada; y cada recuerdo elimina un hecho
en el futuro. Contados nuestros pasos, los que han pasado y los que
han de venir; de manera tal, que habiendo pasado por todo esto ya no
podemos retroceder; sino escoger cualquier camino y seguir adelante.
PHARES Y dividido. Todo. El golpe de la espada ha caído, dividiendo
la vida. Cuanto nos haya arrancado del corazón; cuanto de nuestra carne
haya quedado al otro lado de la espada, arrancado está, y dividido de
nuestros miembros para siempre.
–Podríamos viajar –dijo Juana.
Mane Thecel Phares son palabras del Libro de Daniel V sintetizadas en el Pequeño Larousse
ilustrado como sigue:
Amenaza profética que escribió una mano invisible en las paredes de la sala donde se
entregaba Baltazar a su último festín en el momento en que penetraba Ciro en Babilonia.
La interpretación de aquellas palabras, en La Biblia es así:
MANE: Ha numerado Dios los días de tu reinado, y le ha fijado término.
THECEL: Has sido pesado en la balanza, y has sido hallado falto.
PHARES: Dividido ha sido tu reino y se ha dado a los medos y a los persas.64
64
Sagrada Biblia, con introducción de José M. Gallegos Rocafull, Libreros Mexicanos Unidos, S. A., 2ª. ed.,
México,1958.
40
Y en nota se dice: "El verbo caldeo 'manah' significa 'numerar', 'thecel', 'pesar' y 'pharás',
'dividir'. Se dividió entre Darío, que tuvo el imperio de los medos, y Ciro, que tuvo el de
los persas".
Este texto de El reintegro es como un caleidoscopio reminiscente y no le resta interés a
la parte última el hecho de que Concha Urquiza tergiverse el significado de Mane, que es
numerar o contar por el de Thecel, que es pesar, porque restituida su verdadera significación
no pierde su intensidad emotiva, su estremecimiento dolorido, su desolada lucidez.
Heine describió en su poema "Baltasar" este pasaje bíblico65. Concha Urquiza a diferencia
de este poeta hace una interpretación muy personal de él, lo hace penetrar en su intimidad
más honda, la no revelada a nadie, que juzga como juez implacable. Esas reminiscencias
abrumadoras y amargas, no evocan la vida, la desgarran.
La exterioridad de Susana Lesur es muy semejante a la de Concha Urquiza. En El reintegro
se afirma que aquélla tiene ojos de "sucio matiz azul" (pp. 105-106). Susana Lesur vive
en Nueva York cuando tiene 25 años. Se dice: "No tenía sino veinticinco años –años
intensamente vividos– pero representaba dieciocho; y sus labios tiernos, su cuerpo delgado
y sus manos redondas, se antojaban los de una niña. Pero no en vano azotaba la vida su
ala feroz, turbia y placentera, sobre el rostro de un hombre; y la cara infantil de Susana,
marcada de recuerdos, parecía la de una niña que se hubiese esforzado por olvidar su
juventud. Los extraños la creían enferma, precoz o fatigada" (106). Y la interioridad de este
ficticio personaje es igual a la de Concha Urquiza. Más adelante se afirma: "Lo que le ocurría
en verdad a Lesur es que pensaba intensamente; se vigilaba; analizaba sus pensamientos;
tenía, a la vez, un temperamento apasionado, cuyos arranques, en desacuerdo con su alma
severamente educada, le avergonzaban dolorosamente" (108).
Todavía se dice de Susana Lesur: "En su temprana juventud había sido generosa, crédula
y despreocupada. Sabía que tenía talento, y se le había educado en la creencia común a su
época de que el hombre de talento podía hacer lo que le viniera en gana. Tenía por otra
parte, la debilidad de confiarse a todo el mundo, y creía implícitamente en sus propias
impresiones de la vida y la humanidad. Todo lo cual, unido a su impaciencia por hacer sentir
su superioridad a los demás, la habían conducido a errores, a desencantos, a ridículos. La
ciudad en que viviera hasta entonces estaba llena de recuerdos vergonzosos; los rostros
65
Enrique Heine. Sus mejores obras. Librería El Ateneo, Buenos Aires, 1951, pp. 778-779.
41
de sus amigos se le hicieron insoportables, porque casi todos habían sido, en una u otra
ocasión, testigos de sus errores. Y en fuerza de culparse a sí misma, de evitar a los otros,
y de retroceder con el corazón estremecido de ira, de vergüenza o de asombro, de su
orgullo a la conciencia de su debilidad, había acabado por odiar a sus amigos, y temer a
quienes no conocía. Su temperamento apasionado y su extrema juventud le vedaban todo
término medio. Se vio de pronto, casi sin comprender la transición, desnuda, ignorante
y miserable. Tuvo miedo, e hizo lo que tarde o temprano, hacemos todos: huir". (p. 70).
La necesidad de comunicación de Concha Urquiza se veía impedida de manifestarse
por desconfianza hacia sus semejantes. Decidió entonces confiarla a la escritura, apenas
enmascarada en un personaje, presentado como imaginario y decir la verdadera razón de
su viaje a Nueva York: romper con su insoportable pasado.
De la relación de Susana Lesur ante la ciudad de Nueva York se dice: "Cuando se
encontró en Nueva York, le pareció que había cambiado de espíritu. Ante las torres
blancas, cuadradas, vacías, sonoras e imponentes –ante los ríos cargados de lanchones
húmedos y oscuros, y cuyas aguas arrastraban, como si fuese la sucia miseria de la ciudad,
la luz de un cielo lívido– ante la monstruosa multitud de carne abismada en su propia
angustia, le pareció hallarse recién nacida. He aquí una ciudad fría, ciega, silenciosa,
se dijo; fría, ciega y silenciosa como la superficie de un lienzo. Y le pareció que un
gran espíritu universal se levantaba de las aceras ardientes hasta los bordes inmóviles
del cielo: y que todos los seres se movían dentro de aquel espíritu, lo compartían,
dejaban que moviera sus miembros, impacientes o fatigados; caían apenas sobre él
como imágenes sobre la superficie de un espejo. ¡Ah, bien! Esto era lo que ella había
buscado: un espíritu que se apoderase de su ser, que rigiera sus movimientos".
"Así había vivido tres años, obrando con cautela, vigilando ferozmente sus propios
pensamientos. No tardó en comprender, empero, que se había equivocado, y que
no había escenario en el mundo que cambiara mucho el tembloroso escenario de su
alma. Pero había logrado en parte lo que se proponía: estaba sola, era desconocida y
miserable. Podía gustar del amargo resabio de su antigua existencia, ida para siempre;
y a nadie más dejaría ver el panorama de su alma". (pp. 70-71).
La mayor parte de estos textos están fechados en 1933, sin embargo, entre ellos se
insertan otros de 1928, 1929 y 1930. No siguen por tanto, un orden cronológico. Además,
muchos fragmentos detienen abruptamente su escritura con prisa de abandono que no
puede esperar siquiera llegar hasta un punto, como el fragmento de carta que sigue, que
42
aún en su fragmentación y gratuidad en el conjunto, tiene en sí mismo el interés humano
de un ser que ha conocido el amor y lo ha perdido y se esfuerza por encontrar un camino
en la vida:
"19 de diciembre de 1933
Ana querida:
Cierto amigo mío, que, gracias a mis culpas y a su buena fortuna, me ha
olvidado ya, escribíame en cierta ocasión que "desde que yo partiera la vida
era como un largo y penoso día, transcurrido en espera de la hora en que
había de verme". Aún hoy, no puedo recordar aquella frase sin sentir que
se amontona en mi pecho la dulzura tormentosa del llanto; y ya me parece
que mi propia vida no es más que una lenta espera; ¿de qué? yo misma no
sabría decirlo. Quisiera poder reflexionar serenamente sobre esto, y por eso
te escribo. Si las aficiones, el deseo, el instinto o las circunstancias en que
se desarrolla la infancia, nos trazan un sendero en la vida, o señalan cierta
meta que será la nuestra, aunque no la alcancemos nunca; si por el albor de
la existencia podemos presagiar la faz de la existencia entera; entonces, nada
será más fácil que estudiar tales deseos, instintos, aficiones y circunstancias, y,
llegando así a conocer la meta, esforzarnos por llegar a ella.
Desventuradamente, no creo que pueda"
El único poema que comprende El reintegro, con dos fechas: 15 y 18 de octubre de 1933,
también se incluye aquí por la singularidad de su temática dentro de la obra publicada de
Concha Urquiza:
43
O tal vez en la fresca luz del alba rendida,
en un pueblo iracundo, detrás del claro sol;
o en el joven regazo de la noche, una vida
que dispersara, aún joven, un viento de dolor.
Con los ojos abiertos en el seno estrellado
de la noche, vagaba,
vagaba como un eco la paz del corazón;
y así por vez primera la vi,
¡divina hora que nunca fue en la tierra,
que será para siempre dentro de mí!
Ancló en ella la paz del corazón...
Lacio el cabello, sobrio el gesto, virgen la vida;
entre el dorado hechizo de su rostro, la boca,
pálida, se apagaba
como la tierna llama de una lámpara
bajo el fuego del sol;
y se inmortalizaban, castaños, encendidos,
los ojos –tibias mieles de un lánguido panal.
Ojos tristes, y manos estrechas, virginales,
convulsivas, sensuales,
¡y mías!
¡oh, manos de Ruth, que espiga obscuro
espigar!
Manos apocalípticas que clavan en el muro
el "mane, thecel, phares" que tronchará las frentes
pálidas de pecar.
Dulce mujer humilde, morena, triste, mía,
déjame que en la sombra te estreche todavía,
y que lloren mis ojos, ¡y que te hagan llorar!
Nada existe en el mundo sino tus curvos senos
cuando abriendo los brazos, fecundos y serenos,
haces que ellos me invadan y me ahoguen como un mar!"
(pp. 127-128)
44
Pero además hay pasajes en El reintegro sin ninguna referencia a Juana ni a Susana Lesur y
se habla simplemente del regreso de Nueva York a la patria, por Veracruz. En el trayecto
por tren a México, en una de las estaciones, la autora ve así a las vendedoras:
Alzaban las mujeres los brazos, desnudos hasta el codo, ofreciendo
jarros de café, bandejas de tamales humeantes y cestas llenas de
fruta tierna; y aquellos brazos mórbidos despertaban en mí el
primer estremecimiento sensual de la tierra caliente (p. 12)
Ya instalada en México, se sabe que la que regresa se llama
Juana. De ella son las siguientes reflexiones:
¡Los días de mi vida! Piedras arrojadas al agua. Y otra vez me
tiré en el lecho, suspirando por aquellos tiempos –¡tan cercanos
aún!– en que nada de esto se me hubiera ocurrido, ¡Ay, entonces
era feliz! No acertaba a explicarme quién me había cambiado
de tal modo, tornándome casi fatalista. ¿Desde cuándo, Dios
mío, este disgusto de mi vida pasada, este sombrío desprecio
por hombres y mujeres que me habían dado tantos momentos
de placer? La frivolidad de mis recuerdos, la puerilidad de mis
emociones, pesábanme como otros tantos lastres que hubiese de
llevar conmigo. Otra vez me sentía como en aquellas mañanas,
cuando lloraba en el lecho y deseaba morir antes que salir al
frío de la calle; ahora me aterraba también el temor de lo que
hubiese allá afuera, que era mucho más espantoso; porque se
me antojaba hallarme en los umbrales de un mundo donde se
sufría verdaderamente y se gozaba con gran intensidad; y que
allí me robarían todos mis amores de juguete, todos mis sueños
de cartón, forzándome a aceptar en cambio amores de los que
desgarran el alma y sueños capaces de envenenar la juventud
(pp. 36-37)
45
en carta a su director espiritual le confía: "¿Le he contado a usted alguna vez, que aún en
el sueño físico es raro que me vea a mí misma sino bajo la forma de un muchacho? Allí
era posible todo esto; despierta, me gustaba pensar en ello como en una cosa agradable"
(243) Y Rosario Castellanos al referirse al poema "Un mancebo", dice: "aquí, como en
todo el resto de su obra, se hace patente su necesidad y su intención de sobrepasar los
límites de lo femenino, condición de la que nunca pareció sentirse orgullosa ni satisfecha.
Quería llegar a ese centro del espíritu en que las diferencias que impone el sexo parecen
menos visibles y desde allí hablar. Como todos sus modelos eran masculinos llegó hasta el
punto de referirse a sí misma como si fuera varón y tachar de afeminado todo lo que para
su gusto pecaba de falso, de débil, de deleznable" 66. Los ejemplos siguientes, entre otros,
confirman lo que dice Rosario Castellanos:
Tú rico y poderoso,
así de oprobio y de dolor cubierto;
y yo, menesteroso
con tanto bien incierto,
vivo al placer, y al sacrificio muerto.
Según los textos transcritos de El reintegro, puede decirse, sin identificar a Concha Urquiza
con los personajes a que se refieren, que está en ellos en sus crisis nerviosas, en su súbita
melancolía, en su explosión de alegría, su intensidad pasional, su amor a la libertad, su
aspiración a ser ella misma, sin presiones de ninguna naturaleza, su soledad, su frecuentación
de La Biblia, su inclinación autodenigratoria. Esta última faceta de su carácter le producía
torturas que llagaban su interioridad. Esa tendencia la mantuvo toda su vida, como se ve
66
Rosario Castellanos. "Presencia de Concha Urquiza", Letras Patrias, núm. 3, México, 1957, p. 152.
46
en sus cartas y Diario. Ejerció durante mucho tiempo la inclinación a quedarse en su lado
de sombra y a no detenerse casi nunca en su lado luminoso o a desconocerlo totalmente.
También deja transparentar esta obra una abismática insatisfacción ante la vida, que era el
estado en que Concha Urquiza frecuentemente se sumergía, y cuando salía de él se sentía
agotada y perdida.
Y como varias etapas de la vida de Concha Urquiza y algunos rasgos de su personalidad
permanecen eliminados, bajo voluntades cercenadoras que quisieron borrar reconditeces
oscuras, de las que, sin embargo, brotan por lo menos indicios en algunos de los pasajes
transcritos, es por lo que se impone su conocimiento, ya que en Concha Urquiza
personalidad y obra son una y la misma.
Además de las obras que se conocen de Concha Urquiza, Joaquín Antonio Peñalosa afirma
que esta autora "dejó incompleto un futuro texto de literatura históricocrítica, notable
por su modernidad y su pedagogía"67. Este texto se desconoce. Aquí se hace referencia a
él sólo como una desdibujada señal que apunta a un aspecto desconocido de la actividad
literaria de Concha Urquiza.
67
Joaquín Antonio Peñalosa. "Las 'Obras' de Concha Urquiza y la crítica", Ábside, XI-1, enero-marzo de
1947, p. 186.
47
L a I nterioridad en C onflicto
La desgarradura
La personalidad de Concha Urquiza que impregna su poesía y su prosa está basada en una
oposición central, concretada en atadura de mundo y avidez de Dios. Ambos imantados
extremos la seducían con la misma fuerza. A veces parecía dominar uno de ellos, pero pronto
era atraída por el otro. De esa atracción y tensión nace y se alimenta su desgarradura más
íntima. En carta de 15 de agosto de 1937, esto es, al principio de su torturante peregrinaje
hacia Dios, dice: "Las criaturas como yo, débiles y apasionadas y mal inclinadas, donde dos
naturalezas opuestas tiran en distinto sentido, desgarrando el cuerpo y el alma..." (222). Y
el 14 de junio de 1939 en un poema reconoce en sí misma esa antítesis esencial, como se
ve enseguida:
Entre el cobarde impulso de olvidarte
y el doloroso afán de poseerte,
el corazón vacila de tal suerte
que ya no sabe huirte ni buscarte.
48
Las distintas fechas de la carta y poema muestran la persistencia de ese antagonismo que va
descubriendo en diferentes momentos diversas facetas. En el siguiente fragmento, Concha
Urquiza reconoce la abyección del mundo y, sin embargo, se apasiona por él:
¿Que es bajo polvo lo que vil adoro,
y que siendo este bien perecedero,
a tiempo que lo gozo, lo devoro? (134)
Y, a pesar de todo, también pedía con fervor "la luz que necesitaba para ver un camino
fuera de esta pesadilla del mundo...,
fuera de la sombra y la tormenta" (286). No sólo por
sí misma ha descubierto Concha Urquiza la miseria del mundo, Dios se la ha revelado.
Dice:
El mundo ya una vez, Señor, hiciste
amargo al corazón y tenebroso;
una vez ya la podre descubriste
bajo el blanco y carmín esplendoroso. (115)
Una y otra vez Concha Urquiza intenta desentenderse del mundo. Anota en su Diario:
"Reflexionaba una vez más en el ideal de despojarse de todos los amores y desentenderse
de todas las cosas" (402). Agrega: "Comparaba con el Suyo los otros amores, y me sentía
desasida de ellos, y atada sólo a Él" (402) y en carta de 9 de diciembre de 1937 dice: "Ni
remotamente tiene ya el mundo, los hombres, las mujeres, una atracción que ofrecerme"
(284) y, sin embargo, poco antes, apenas el 10 de octubre de ese mismo año había dicho
en otra carta: "¡Haber arrancado el corazón de los hombres y no poder dárselo a Dios...,
vivir sin ellos y sin Él, sin pertenecer a la tierra ni al cielo, ni tener nada firme en qué apoyar
los pies...!" (272-273). La nota de su Diario de 25 de noviembre de 1938 habla de temor y
49
desamparo: "Detrás de mí está el mundo, árido, doloroso y sobre todo amenazador: un
abismo sombrío. Delante –¡pero tan lejos!– la eterna paz de Dios. Mas conforme corren
las horas, se hace más aguda la amenaza del mundo y más lejana la paz de Dios. Tengo
miedo" (351).
En ese espacio gris, sin asidero ni arraigo en ningún lado, surge el anhelo de pedirle a Dios
"que no me deje vivir tanto tiempo entre el cielo y la tierra, con desgano y fastidio de una,
y sin virtud para el otro" (325).
Y en esa tierra de nadie sufre el reconocimiento de sus imperfecciones. De su Diario procede
esta imprecación: "Yo aborrezco mi cuerpo mil veces maldito, mi voluntad enferma, mi
orgullo, mi sensualismo" (373- 374) y en su poesía quedó resonando la pesadumbre de una
dádiva sombría, que es al mismo tiempo confesión torturada:
te doy mi sombra de razón oscura,
te doy mi corazón errado y ciego. (132)
68
San Agustín. Confesiones, Libro Octavo, ed. Porrúa, México, 1986, 9ª ed., pp. 130-131.
50
Ese "tormentoso flujo desasido"no sólo se le va al pasado, sino que se detiene también
morosamente en el presente, para juzgar con severidad sus sentimientos, tendencias,
reacciones, impulsos. El 9 de enero de 1939 escribe "Llevo veintiocho años de vida...,
veintiocho años de dolor interior y contradicción exterior...; años de batalla contra el medio
ambiente, de tortura y exasperación, de agotadores esfuerzos por construir pequeñas cosas
que nunca duraban mucho" (371). La batalla cotidiana la obligaba a preguntarse en su
Diario el 26 de octubre de 1939: "¿Renunciar a la lucha?... ¡Oh Dios mío, no!" (434). Y
para sentirse reforzada en su decisión cita a San Agustín: «Aunque tuviésemos que luchar
eternamente contra nuestros vicios, sin alcanzar jamás la victoria, todavía sería preferible
vivir así, luchando sin esperanza, que abandonarse a ellos» (434). En otro momento en su
Diario, dice: "Mi paz se apoya en el doble conocimiento de la misericordia de Dios y de
la propia miseria; pero en la superficie del alma se desarrolla, casi sin interrupción, una
amarga lucha: contra el orgullo, la violencia, el amor propio" (438). Y el 1° de noviembre
del mismo año afirma: "Las tentaciones de desaliento, hasta de desesperanza, son fuertes;
y sin embargo, ¡no quiera Dios que ceda jamás a ellas! Yo bien sé que hay que seguir
luchando, emprender un nuevo ataque inmediatamente después que se ha perdido la
batalla" (438). El ángel que luchaba con ella no era el de Jacob, retirado al amanecer, el
de Concha Urquiza la asediaba en batalla perpetua, sin permitirle ver la luz de una aurora
de paz. Y, a pesar de todo, cuando acertaba a separarse por un momento de sus fanales
sombríos que derramaban frustración y abatimiento, también sabía de cierta quietud. En
una carta dice: "allá debajo del profundo desaliento moral y físico, de las preocupaciones
y contrariedades, de la incertidumbre de mi vida presente y futura, del remordimiento
por mi pereza y mis diarias infidelidades a Cristo, y de la angustia nerviosa que oprime mi
pecho incesantemente y me rodea de terrores imaginarios –en medio de la tormenta y la
sombra–, hay en mi alma una grande serenidad. En esto siento que Dios está conmigo"
(289-290). También tenía momentos de esperanza, basados en la bondad y el poder divinos.
En un poema dice:
Y más siniestro lazo
desenlazaste de mi cuello un día;
ni el cieno en que yacía
fue obstáculo a tu abrazo,
ni el miserable amor te fue embarazo. (58)
51
Todavía por el mismo camino de la esperanza reconoce:
Mas abájaste acaso blandamente
al que mirando su profunda nada
doble ante ti la mancillada frente. (131)
Sin embargo, pronto cuestiona también Concha Urquiza estos estados de ánimo. Confiesa:
"me he sorprendido a veces pensando si todas estas cosas –la serena dicha en el fondo
del alma, el entusiasmo y el arrebato del amor que parecían pasar sobre ella sin alterarla, el
sentirme limpia y fuerte, llena de vigor intelectual y alegría de vivir–, no habrían sido sino
uno de esos oasis que se encuentra uno a veces, sin saber cómo...
y deja atrás siempre"
(206-207). Esto permite ver que las verdades emotivas de Concha Urquiza son verdades
del momento, sustituidas al instante por otras, tan verdaderas como las anteriores.
Otros dolores se originan en tempranas heridas. Desde pequeña, Concha Urquiza como
la protagonista de El reintegro, Juana-niña, quiso conocer la vida. A ésta corresponden las
siguientes decididas y apasionadas palabras: "Yo tengo que conocer la vida" (169).
Y Concha Urquiza la conoció y le dejó padeceres conservados vivos en sus poemas, como
los retenidos en las siguientes palabras:
52
o los que le dejaron su rumor sombrío:
en la morada antigua
donde el amor se lastimó las alas; (146)
Obras completas de don Francisco de Quevedo Villegas, ed. Aguilar, Madrid, 1932, p. 433.
69
53
en palabras y humo" (202). Se sabe plenamente impura y desde su impureza trabaja día y
noche para alcanzar la diafanidad, desde la imperfección aspira a la perfección. A veces
habla de la insondable distancia que media entre sus anhelos y su realización. Se ve detenida
en el "casi". Le dice a su director espiritual: "todo anda siendo 'casi' en mi vida: casi amo
a Dios, casi lo obedezco a usted, casi me sacrifico, casi quisiera consagrarme a Él...
Y hay
veces en que se me figura que casi voy a salvarme. Sólo que en esas cuatro letras está todo
el abismo que media entre ser perfectamente feliz y perfectamente desgraciado, entre ser
bueno y malo, entre el cielo y el infierno" (277).
María del Carmen Millán encuentra similitudes entre Concha Urquiza y algunos místicos,
así como con fray Luis de León. También anota la dualidad central que la conforma.
Dice:
"Inquieta y andariega como Santa Teresa, herida y tierna como San Juan de la Cruz,
desgarrada como fray Luis por la nostalgia de Dios, atraída por el goce de la inteligencia
en el saber y en el crear, alimenta su lucha interior entre la angustia y la esperanza; entre el
anhelo de Dios y la resistencia de su carne que busca lo terreno".70
Aparte de la atracción imantada de Concha Urquiza entre Dios y el mundo poseía, como
todo hombre, un ser limitado, dividido, desigual, sólo que en ella estas características se
daban con extrema intensidad. Su conciencia se encargaba, como un poderoso fanal de
alumbrarle sus fallas, deficiencias, debilidades. Por momentos se llenaba de confianza y
certeza de alcanzar la meta propuesta: la unión absoluta con Dios, pero no eran duraderas;
se agrietaban y por sus intersticios dejaban ver una duda arrasadora. Esa incertidumbre le
alargaba el camino hacia el Amado. Aquí se impone un comentario de Albert Béguin: "Y es
que no pueden escapar a la tortura de una cruel introspección naturalezas que llevan en sí
mismas las más intensas aspiraciones, sin tener la fuerza o la gracia que les permitiría llegar
hasta el fin de la vida mística".71
Otra tortura asediaba a Concha Urquiza: la soledad inherente a todo ser humano, percibida
por todo aquel que se niega a deslizarse sólo por superficies. En El reintegro, Susana Lesur
70
María del Carmen Millán. "Tres escritoras mexicanas del siglo XX". Discurso en la Academia de la lengua,
Cuadernos Americanos, 202.5, septiembre-octubre de 1975, pp. 163-181, también publicado en Memorias de la
Academia Mexicana, t. XXII, 1973-1975, pp. 48-63.
71
Albert Béguin. El alma romántica y el sueño, Fondo de Cultura Económica, 1ª ed., México, D. F., 1954, p. 52.
54
al contemplar la multitud en Nueva York dice: "cada uno de los seres humanos está
solo, náufrago en un espacio vacío; pero la cubierta de carne blanda que envuelve sus
entrañas está satisfecha; y es a la carne, a los ojos hambrientos, a las fauces anegadas en
palabras inútiles, a quienes hay que dar compañía...
los hombres iban casi, rozándose los
miembros, estrechándose las manos flácidas; encapotado el semblante de la misma sombra
compartiendo la misma luz; las mismas ocurrencias los hacían reír y llorar. Estaban juntos"
(p. 80). Más adelante, se afirma de la misma protagonista: "Cada vez que se encontraba
frente por frente a un ser humano, inclinada sobre el pálido abismo que sus palabras abrían
en el silencio, sentía surgir bajo sus pies, extenderse y rodar alrededor de ellos, como agua
viva, la soledad absoluta que aprisiona a los hombres" (pp. 89-90).
La interioridad de Concha Urquiza está totalmente volcada en las palabras transcritas:
se daba cuenta del aislamiento en que se encuentra todo ser humano en medio de la
multitud y ella, como parte integrante de la humanidad también la sufría. Era una soledad
no buscada, sufrida fatalmente en todo momento, entre el bullicio de la gran ciudad y
también percibida en el círculo de sus amistades, por ejemplo, en el grupo reunido en
San Luis Potosí para hablar sobre literatura, y en donde, como crítica, denunciaba sin
miramientos los simulacros de poesía, pero la intimidad de cada uno quedaba velada.
Sabía de la incomprensión para sus palabras, para sus actitudes; se sentía persona ajena
adonde quiera que iba: su extranjería entre la familia y las amistades, su soledad amurallada
de pensamientos no compartidos con nadie. Entonces descendía hasta los abismos más
oscuros de la soledad.
Después de varios tropiezos para lograr un acercamiento humano, verdadero y profundo,
fue llamada a ejercer la dádiva total de sí misma a la divinidad. Sin embargo, en esa ruta
su vida no se llenó de sol. Fue la iniciación por un camino tal vez más doloroso que los
anteriores. En él, despojada de todo apoyo y sólo enfrentada a la lucidez y exigencia de
su pensar y sentir, que la llevaban a contemplarse con desollado rigor, para admitir que a
pesar de todas sus aspiraciones y el reconocimiento de la mentida compañía humana, se
descubría inclinada a las criaturas. Desde el fondo de su ser surgía entonces el ruego de su
agrietado corazón: "Apártame del trato de los hombres. ¡Cuánto he deseado estar sola! En
la soledad encontraré el camino de Tu corazón" (412).
Concha Urquiza fue para ella misma un libro abierto donde leía todas sus sensaciones,
dudas, dolores, la intensidad de sus anhelos y la pobreza de su realización, así como sus
muy abreviadas, pero vehementes alegrías. En la soledad en que se situaba sufrió un doble
55
exilio: el de la tierra, nunca se sintió verdaderamente en su casa en ella, y el de la aspiración
de un encuentro con Dios, al que nunca alcanzó en permanencia. Lo más que logró fueron
algunas entrevisiones de su presencia, que no colmaron sus ansías de unión divina, de
manera que su hambre de plenitud sólo le entregó el vacío. Le pasa lo mismo que a su
admirado fray Luis de León, del que Dámaso Alonso dice: "las vislumbres del cielo o de
la divinidad están contempladas siempre en posición de desterrado".72 Y agrega que en él
hay desgarramiento y "dramatismo dolorido que es la base de la inspiración de fray Luis,
donde la dulzura y la serenidad están entrevistas y maravillosamente pintadas, sí, pero
con pena y amargura de proscrito".73 Es así como "Noche serena", según el mismo autor,
"está escrita desde el bajo suelo, con el dolor del alejado, del ausente, con nostalgia".74
En Concha Urquiza, Dios es más anhelo que posesión y por lo mismo, su ser nunca fue
habitado largamente por la armonía ni la serenidad. Su "apetito de comunión" o "hambre
de comunión"75 para decirlo con palabras de Octavio Paz, nunca fueron colmados.
El poeta Manuel Ponce aprehende en una síntesis luminosa los contrastes dolorosos en que
vivió sumergida Concha Urquiza y que impregnan su decir poético: "En mayor o menor
grado, de una y otra cosa participa la poesía de Concha Urquiza: relámpago y tinieblas,
murallas de soledad y posesión jubilosa, búsqueda y titubeo, unidad y divergencia".76
Lo anotado antes permite ver que la interioridad de Concha Urquiza se encontraba, con
efímeros y muy escasos intervalos, en conflicto lacerante: sufría la disociación central
de la voluntad y el corazón. La voluntad quería abandonar las tendencias terrenas, subir
hasta alturas donde el aire no conservara ecos de desarmonía ni de discordia, y el corazón
se ataba a ellas. No había emparejamiento de anhelos y en esa disyunción explotaba el
desasosiego, la desesperanza y se instalaba la agonía. En ese huracán de dolores escribe su
poesía más intensa y más honda.
72
Dámaso Alonso. Poesía española, Editorial Gredos, Biblioteca Romántica Hispánica, 4ª ed., Madrid, 1962, p.188.
73
Ibidem.
74
Ibidem., p. 189.
75
Octavio Paz. "Tiempos, lugares, encuentros", (entrevista con Alfredo Mac Adam), Vuelta, año XV, núm. 181,
diciembre de 1991, p. 15.
76
Manuel Ponce. "Concha Urquiza", Trento, núm. XIV-5, octubre de 1957, p. 6.
56
L os L lamados
El llamado de la naturaleza
Entre los llamados que Concha Urquiza oyó en su caminar poético, por lo menos en la
obra que de ella se conoce, atendió predominantemente a dos: el de la naturaleza y el de
Dios. Otros fueron escuchados una sola vez, como el llamado de voces arcaicas. Concha
Urquiza seducida por ellas, se trasladó a ecos del siglo XIII, conservados en palabras
que ella quiso otra vez oír resonar. Con esta intención, les dio una breve oportunidad
de ser escuchadas nuevamente, sin pérdida de su secular aroma. Se trata de la voz de
Gonzalo de Berceo en el poema "Al yoglar de Nuestra Señora" (8-9), o la traducción de
un fragmento de Dioscórides, que tiene como título "Elogio a Esquilo" (87-88).
En el atendido llamado a la naturaleza, Concha Urquiza por algunos momentos se va
al pasado, para verla con ojos de Arcadia idílica. Esto ocurre en la "Égloga del pastor
nocturno" (72-77), con referencias a las Églogas I, II y VII de Virgilio, según lo hizo
notar Tarsicio Herrera Sapién,77 y en "Dafnis" (78-86), versión de la Égloga V de Virgilio,
que trata de la muerte de ese pastor siciliano, de quien se dice que inventó la poesía
bucólica. No hay detrás de esa naturaleza ninguna fuerza oculta. Este salto fuera del
tiempo, muestra algunas de las preferencias literarias de Concha Urquiza.
En otro momento, la poeta entra en contacto con la naturaleza sólo con intenciones
descriptivas, como se ve en los poemas dedicados a rincones de su tierra natal:
"Pátzcuaro", "Camécuaro", "Uruapan", en los que vierte su amor por el terruño. Uno
de ellos concluye así:
Y he de tornar y tornar
como el péndulo viajero,
y como torna la niña
cuando se mira al espejo.
77
Tarsicio Herrera Zapién. "Concha Urquiza clasicista", Acento, Semanario de cultura, La Voz de Michoacán,
núm. 130, 13 de julio de 1995, p. 5.
57
¡Silencio de mis montañas,
Pátzcuaro de doble cielo,
yo he de tornar y tornar
como el péndulo viajero! (166)
A veces toma de la naturaleza imágenes para expresar una severa crítica de sí misma, según
el ejemplo siguiente:
¡Ay triste, que el otoño se apresura,
y aún soy la simiente no sembrada
y el árbol cuyo fruto no madura! (133)
También concibe Concha Urquiza a la naturaleza como retiro, libre de la miseria humana.
Es lo que se percibe en la petición con que se inicia "Mons Dei":
Dame el refugio silencioso y puro
de tus henchidos montes, las guaridas
del gamo y el cervato, y el seguro
78
Joaquín Antonio Peñalosa, Op. cit., p. 186.
58
refugio de las bestias perseguidas;
donde no baña el hombre de impureza
las ondas de los vientos esparcidas; (121)
o en "Camécuaro":
verde y oro, el regazo de las frondas;
…
sólo la verde luz, las luces blondas
obsediendo los senos cristalinos. (175)
Pero donde no sólo está aludida esa voluptuosidad, sino expresamente manifiesta
y desarrollada y explota en impetuosos fuegos, es en "Un mancebo" (168-170). Así lo
consideró también Rosario Castellanos, quien vio en ese poema "una sensualidad pura a la
que no empaña la más ligera idea de pecado ni de responsabilidad moral".79 El poema tiene
la deleitosa agilidad de vestir limpiamente una presencia humana con la fuerza y la energía
de la naturaleza. Se inicia así:
79
Rosario Castellanos, Op. cit., p. 152.
59
¡Oh rama de cerezo
hallada en la montaña,
caliente de sol, ebria
de gritos de los pájaros!
En seguida esa presencia recibe atributos que la voluptuosidad y pasión de Concha Urquiza
le descubre:
¡Oh roja rama núbil,
ardiente y encarnada,
para la boca hecha
que más dulce besara;
para llevarla al pecho
bajo la luz del alba;
para encender con ella
la noche solitaria!
60
Y como fatigada de exaltación tan intensa, Concha Urquiza cierra las puertas de su
quemante sentir para abrirlas ante la naturaleza:
Mas dulcemente el río
sorbió la luz del alba,
y el ramaje espeso
la luz del sol apaga;
la tierra brota rosas
serenamente heladas;
y del alma en el centro
se hundió toda palabra.
61
En alguna ocasión, la naturaleza es prolongación de una naturaleza alterada. Es el caso de
"El geraseno" (22-25), en donde el viento corre parejas con la violencia de ese personaje,
como se ve en seguida:
El viento plañía.
El viento plañía en largo crescendo,
las tumbas rondando, las frondas batiendo,
en largos crescendos el viento plañía.
...
y en grito y espanto,
era una hoja seca llevada en la furia
de negra tormenta.
Herida la carne, sangrientas las uñas,
orlada de espuma la boca feroce,
vacíos los ojos, desnudos los miembros,
transido en la angustia del caos eterno,
pasa por las claras montañas,
dejando la estela de sus alaridos
y muerto el follaje.
...
Pero sólo el viento y el viento y el viento
que baja sangrando, que viene rugiendo,
que ronda las tumbas prestándoles voces,
que bate los troncos,
que gira y desgaja las sombras nocturnas,
el viento,
el viento que gime, que busca mi alma,
el viento que plañe con largo crescendo...
(22-25)
62
Ya los cambiantes lagos de mi pueblo,
las ágiles montañas,
los gloriosos crepúsculos ardientes,
la música olvidada,
el arrullo de aquellos senderillos,
no tienen resonancia,
ni hay dulce faz sobre la faz del mundo
que haga temblar el alma de mi alma.
63
donde suenan los vientos derramados;
en caminos que suben desde el suelo,
rodeando los montes levantados,
Una y otra vez, con ligeras variantes, descubre indicios del Amado en la naturaleza, en
alguna ocasión, con reminiscencias eglógicas:
En el vago perfume de las flores
un inefable olor hiere el sentido
que parece el olor de tus amores;
64
en busca del Amado. Esto en la primera parte de la "Égloga en tercetos" (67-72). En la
segunda, le advierte que si se niega a hacerlo, todo lo encontrará deslucido y vacío: sólo
hallará placer, sustento y paz en él. Esto último, expresado en el cuarteto con que termina
el poema:
Tú vagarás sitiada de dolores,
y todo al alma te será tedioso
ausente el sólo bien de tus amores,
tu música, tu viña, tu reposo. (72)
Lo anterior permite ver que Concha Urquiza hace transparentar a través de la naturaleza sus
amores, anhelos, ataduras y separaciones, esto es, todo lo que toca su poesía lo impregna
de inmediato de las diferentes facetas de su personalidad.
65
El Llamado de Dios
Concha Urquiza como lo ha dejado ver en algunos de sus poemas, cartas y en su Diario,
después de caminar por caminos del mundo, que dejaron sus pasos lacerados, y después
de saber que el sendero que había escogido para ir a Dios no era el apropiado para ella
–recuérdese su fallida estadía en el convento–, fue llamada a realizar la dádiva total y
absoluta de su ser a la divinidad. Dice en su Diario: "Primero fue la llamada, que sigue
sonando todavía y resonará hasta el fin" (448). Pero la llamada no significa encuentro. Dice
en una carta: "¿Se acuerda usted de aquellos palacios árabes que iban cerrando sus puertas
una por una detrás del visitante? Pues esto siento que me ocurre a mí: aun cuando quisiera
otra cosa, tengo que seguir adelante, porque Él no me deja elegir. Pero tampoco me deja
encontrarlo" (272). En esas palabras se reconoce predestinada al amor divino, pero también
a padecer la llaga de ausencia. De esa predestinación habla el siguiente poema:
Yo para Ti nací, y en vano quiero
buscar por la vertiente y la llanura
un sendero mejor que tu sendero:
66
Sí, Concha Urquiza se descubrió predestinada a Dios, pero con una predestinación
aceptada, esto es, en ejercicio de la libertad que todo ser humano posee, como lo reconoce
Octavio Paz: "La fatalidad se manifiesta sólo con y a través de la complicidad de nuestra
libertad",80 y precisa: "Al enamorarnos escogemos nuestra fatalidad. Trátese del amor a
Dios o del amor a Isolda, el amor es un misterio en el que libertad y predestinación se
enlazan".81
Sin embargo, en esa predestinación, la vida de Concha Urquiza no se llenó de sol. Empezó
a caminar por una ruta tal vez más oscurecida de pesares que todas las anteriores. Escribe
el 12 de diciembre de 1937: "Él se ha aferrado a mi corazón y a mi voluntad con una mano
que ya no acaricia, sino oprime y hace gritar de dolor" (285).
El camino escogido se le convierte en tormento, lo mismo cuando habla con las gentes,
duerme, trabaja o realiza cualquier actividad baladí. Ahora despojada de todo apoyo y sólo
enfrentada a la lucidez y exigencia de un pensar y sentir que la lleva a contemplarse con
acerbo rigor para reconocer todo lo que le impide la entrega a Dios.
En carta de 2 de julio de 1937 rememora: "hace seis meses llegué a las puertas de la casa
de Dios como un mendigo" (195), "El hambre del corazón" (194) que ningún alimento
probado hasta entonces había saciado. Llegó con arrepentimiento, dolor y reconocimiento
de "Hijo Pródigo" (195). También recuerda que el principio de su camino fue de lucha
inicial, de indecisión, pero también de urgencia de ir hacia Dios. Habla en su Diario de
"la incertidumbre, la confusión, la vacilación, aquellos temblores de angustia que se te
hundían en las entrañas..., el Valle de Bravo, el invierno de 1936, las últimas noches de
fiebre, las páginas devoradas entre la esperanza y la desolación, el deseo ardiente de lo que
no podía ser aún, y los últimos vasos de vino que ya Él te amargaba siempre..."(449). En
medio de ese torbellino íntimo surge el soneto "Job", fechado el 19 de julio de 1937.
A través de "Job", Concha Urquiza habla del asedio al que Dios la sometió, que ya era
antiguo, como lo anota en su Diario el 5 de enero de 1939: "me persiguió Él durante veinte
años" (361), es decir, desde que era niña, cuando apenas tenía nueve años sólo que ahora
el asedio se hace más intenso y devastador: llegó en silencio y en asalto abrumador, como
80
Octavio Paz. La llama doble, Seix Barral, Biblioteca Breve, México, 1993, p. 128.
81
Ibidem.
67
guerrero triunfante a la fortaleza de su ser, incendiándole el pensamiento y negándole
toda relación que no fuera la dedicada a él. Quedó aislada, prisionera de su amor, por
eso dice:
l fue quien vino en soledad callada,
É
y moviendo sus huestes al acecho
puso lazo a mis pies, fuego a mi techo
y cerco a mi ciudad amurallada.
Escogió como blanco su corazón. Herida de amor divino quedó cercenada de los deleites
del cuerpo:
omo lluvia en el monte desatada
C
sus saetas bajaron a mi pecho;
Él mató los amores en mi lecho
y cubrió de tinieblas mi morada.
68
L a P eregrinación A morosa
Concha Urquiza una vez rendida al asedio amoroso de Dios, se entrega a él, al parecer, sin
reservas. Reitera su voluntad de rendición absoluta. Piensa "que si yo era suya, había de
serlo en forma enterísima; que a semejante amor no podía responderse sino con un amor
proporcionalmente muy grande; y que, pues Él me amaba más que a una buena parte de
los hombres, a mí no me satisfaría darle un amor semejante al que ellos le daban. Sólo la
completa dedicación de la vida, sólo ese amor tierno y constante de sus elegidos, de los que
viven consagrados a Él y se mueven en lo sobrenatural y le aman –pero éstos sí de veras–
«'sobre todas las cosas'» podía corresponder en cierto modo a su extraña misericordia"
(210-211).
Vive el amor en intensidad nunca antes igualada. Habla de "lo que es vivir algún tiempo
dentro de ese sentimiento de amor tan pleno, que parece que no puede haber nada más allá...,
cuando el deseo es intenso y purísimo, y tan alegre a pesar de su dolor, y el amor invade,
traspasa, por decirlo así, cada segundo de la vida" (236-237). De su corazón afirma: "Se
diría que va acostumbrándose a amar. Substituir aquella efervescencia, esa agua hirviente,
esa corriente espumosa y poco estable, por una cosa que ya parece remanso" (238).
Por fin posee Concha Urquiza la ansiada serenidad añorada continuamente, y en ese
momento, sentida inalterable. Sin embargo, no estaba en su condición habitar por largo
tiempo el territorio de la paz: su amor a la divinidad era un mar en llamas. Todo lo que
en él navegaba lo abrasaba en sus ardores, casi siempre torturantes, con efímeras islas
de quietud.
Su poesía, mostración de su peregrinaje espiritual tras el Amado, muestra las muchas
etapas que padece, las escasas que goza. Es por tanto, otro diario de su intimidad dolorida.
Aspiraba a un luminoso amor, pero se descubría en la oscuridad, casi siempre inmersa en
la ansiedad no remediada. Concha Urquiza era una llama que se quemaba a sí misma.
No podía vivir íntegramente lo que ansiaba: como lo reconoce, sus fallas se lo impedían:
Mas no la gloria de tu amor se alcanza
como mis flacas fuerzas lo pretenden,
sujetas al olvido y la mudanza. (127)
69
Desde el fondo de sí misma brotan palabras saturadas del dolor de verse en extravío:
a lo largo del húmedo camino
todas las puertas encontré cerradas,
y en la sombra tenaz perdí tu huella,
–la senda de tu huerto y de tu parra–. (146-147)
Pero el pesar es también visto como componente del amor y en este sentido, su tortura
queda, si no desvaída, por lo menos voluntariamente aceptada:
Si al precio del dolor tengo de amarte,
descarga en mí tu saña victoriosa
y hiere el corazón con mano fuerte,
Penetrará también Concha Urquiza la soledad, pero una soledad que cambia de color:
ya no es la soledad sombría y desconsoladora, sufrida en otros senderos. Ahora es clara
soledad de esperanza, buscada y sin amargura. Es la soledad del enamorado que anhela
sólo la compañía del Amado. En una de las "Canciones del bosque", dice:
70
Huye, Amor, sobre montes y collados;
yo esperaré tu paso, y entre tanto
buscaré los parajes más callados,
en soledad, para ensayar mi canto. (64)
Esa soledad buscada es soledad deleitosa, por percibirla Concha Urquiza como preludio
de reunión con el Amado. En su Diario dice "En la soledad encontraré el camino
de Tu corazón" (412). Por eso pide: "Retráeme a la soledad. Háblame en la soledad.
Adéntrame tanto en ella, que no tenga compañía humana, y mi alma esté sola –contigo"
(412). También es silencio anchuroso, tanto en lo íntimo como en lo externo. Escribe:
"Es menester silencio: silencio en el corazón, acallamiento de todos los amores y
sentimientos que importunan; silencio de los pensamientos batalladores, silencio de las
preocupaciones y ocupaciones del ajetreo diario. Silencio exterior, que es como la guarda
de la morada...
Silencio de los ojos y de todos los sentidos, para que no penetren por
ellos los visitantes que luego van a charlar al interior". Y concluye con la cita: "«No está
el Señor en el viento estruendoso», oyó el Profeta" (388-389). Esa aspiración de silencio
la lleva a pedir en "Mons dei":
Dame el refugio silencioso y puro
de tus henchidos montes, las guaridas
del gamo y el cervato, y el seguro
Sin embargo, el abrazo amoroso que esperaba Concha Urquiza en viento queda. Su
peregrinar amoroso, frecuentemente en extravío y por territorios de calor y frío, de
acercamientos que parecen estables y de vagares de alejamiento, con disposición de
entrega y silencio íntimo, es más un deseo que realización. Fue un caminar de cumbre
en cumbre de dolores y zozobra, con apenas muy efímeros valles de paz y aceptación,
a veces gozosa, del sufrimiento por venir de la mano del Amado, y siempre vertido ese
itinerario en decires de hermosura no marchitable.
71
L a B iblia en el D ecir A moroso
En la expresión del amor de Concha Urquiza a la divinidad, cualquiera que sea la forma
que asuma, se afirma sin lugar a dudas el Dios al que ella se dirige: ciertamente no al
Dios glorioso y esplendente, sino al descendido a la miseria del mundo y allí humillado,
ennegrecido de afrentas y de golpes. Concha Urquiza lo dice en un poema:
ás quiero aquella gloria
M
del madero afrentoso, del desecho
del mundo, de la escoria,
del desgarrado pecho,
del rostro en golpes y en furor deshecho; (51)
Ama por tanto, al Dios del Nuevo Testamento, al Cristo, pero con un sentir del Viejo Testamento,
lo que queda claramente configurado en el soneto siguiente:
ijas de la ciudad, que váis ceñida
H
la carne con alburas celestiales,
los pechos con ardores estivales,
los rostros con el rayo de la vida:
72
Entre adensado sentir personal, pero sumergido en decires del Cantar de los Cantares de
Salomón, surge pronto la evidente figura de Cristo que cierra el soneto. Su nombre lo
dicen las cinco llagas padecidas.
La Biblia en la escritura poética de Concha Urquiza ocupa por tanto un lugar central,
no sólo por tener como núcleo la figura de Cristo, amado con palabras del Cantar, sino
por volvérsele reflejo de situaciones vividas por ella, fuente de imágenes que le aclaran
con hondura y amplitud estados de ánimo y fragmentos de su existencia; lámpara para
alumbrar la oscuridad de muchos pasos, la desolación de momentos que parecen no tener
fin, la bienaventuranza de un instante. Toma la palabra bíblica y la deja ir al fluir secreto de
su sangre. La hace palpitar con sus palpitaciones, la vive en ella misma. Se le convierte en
fijación de esencialidades.
Para decir, por ejemplo, el oprobio en que por algún tiempo se sintió sumergida, habla
del geraseno en un poema (21-29). Algunas anotaciones de su Diario nos informan cómo
meditaba Concha Urquiza largamente algunos pasajes de La Biblia. El 11 de abril de 1940
escribe: "He estado pensando estos días, con viva emoción, en aquel loco de la tierra de
los gerasenos, que «"andaba desnudo, vivía en los sepulcros"», no soportaba las cadenas
con que lo ataban y «"huía a los desiertos"», –¡qué semejante a mí!–, y en ese mismo
desgraciado, sentado luego a los pies del Maestro, vestido y sosegado, escuchándolo" (321-
322). Y es hasta marzo de 1942 que surge "El geraseno", el desdichado, poseído por
fuerzas aniquiladoras, de las que finalmente es liberado y en donde se lee dos veces:
¡Oh Dios, geraseno,
oh cómo tu historia parece la mía! (22)
En este caso, La Biblia es espejo en el que Concha Urquiza abiertamente se ve. Aquí está
explícita la semejanza, pero no siempre es así.
73
Las máscaras
Un pudor innato lleva a Concha Urquiza a servirse de máscaras para verter toda la
intensidad de sus pasiones, aspiraciones y anhelos. Esas máscaras toman la figura de
personajes bíblicos, femeninos o masculinos: Job o David, Ruth o la Sulamita. Pero son
máscaras un poco transparentes porque a través de ellas se ve el rostro de Concha Urquiza
sólo que un rostro muy íntimo, no mostrado en su totalidad a nadie y que, sin embargo, se
ve compelida, por inaplazable necesidad expresiva, a exponer a las miradas de todos. Son,
por tanto, esas máscaras, traslados de honda intimidad a lo ajeno y exterior, de lo personal
a lo impersonal, del presente al pasado. Un ejemplo es el soneto de "Job", que muestra la
complejidad de su sentir abismático y poderoso, mezclado a un sentir milenario, ambos
amalgamados en la hermosura que es capaz de nacer de la reunión de dolores que se
abrazan por encima de los siglos.
Y allí está también el soneto "David", impregnado de pasión sensual, capaz de llegar hasta
el crimen y sumir en tormento de conciencia a quien lo cometió, como se ve enseguida:
¡ Oh Betsabé, simbólica y vehemente!
Con doble sed mi corazón heriste
cuando la llama de tu cuerpo hiciste
duplicarse en la onda transparente.
74
En este poema Concha Urquiza toma la máscara del personaje bíblico para explayar su
tumulto interior, la tortura a la sumisión voluptuosa. Desde su ser, vive el tormento, al que
no es ajena, en otro ser. Pudorosa para hablar de sus ardores corporales se va al pasado
y deja correr la lava de sus volcanes, lo mismo que el dolor por haberse abandonado al
calcinante fuego. Enmascara su gozo y su sufrimiento en un personaje masculino: David.
La figura de "Ruth" atrajo tanto la atención de Concha Urquiza que la interpretó de dos
maneras diferentes. Le dedicó el siguiente soneto, fechado en 1937:
La quieta soledad, el lecho oscuro
de inmortales tinieblas coronado,
el silencio en la noche derramado,
y el cerco de la paz, ardiente y puro.
75
y esperas, como Ruth al pie del lecho
de Booz en la noche sembradora,
a sembrar en mi frente tu derecho
El mundo del sentir y del ser de algunos personajes bíblicos, como se ha visto antes, es el
ser y el sentir de Concha Urquiza. Son territorios a los que se introduce para describirlos
y descifrarlos y para describirse y descifrarse ella misma, en un acto de afirmación y
negación veladas. Cubre y descubre, simultáneamente, rasgos de sí misma en su vivir
espiritual, emotivo, mental y físico. La Biblia es así para ella, veladura y ensanchamiento.
De este modo, las máscaras no son ejercicio retórico ni artificio baladí, sino necesidad
sustancial de decir sin falsear, pero con la reserva de quien no quiere constituirse en
espectáculo. Son también recurso defensivo. En carta de 26 de agosto de 1937 dice
Concha Urquiza: "¡el corazón acaba por tener tanto miedo de dejarse ver enteramente,
aun con aquellos seres más amados y más cercanos!; se repliega instintivamente, como
el miembro herido…" (233). A esta actitud defensiva y púdica se acomodan bien las
palabras de El reintegro, aplicadas a una de sus protagonistas. Dice allí Concha Urquiza:
"La literatura había sido en otro tiempo la obscura pasión de Lesur; habíala servido de
disculpa, de máscara, de generosa distracción. En sus libros podía encontrar explicación
para cada uno de sus impulsos, y palabras que ennoblecieran sus vergüenzas".82
Pero no sólo se enmascara Concha Urquiza misma, sino pone máscaras a su decir en
la manifestación de su amor a Dios. En carta de 18 de septiembre de 1937 dice: "todos
sentimos repugnancia de mencionar en público –o entre amigos siquiera– a las personas
muy íntimas: ¿qué será aquí, cuando Cristo no es sólo lo más amado, sino además mi
Dios; cuando en mi corazón Él es lo único puro, lo que quisiera tener escondido a los
ojos de todos? Siento que la menor palabra, por respetuosa que fuera, referente a Él,
mancharía y haría vulgar mi amor, en cierto modo" (256). Para no herir ese amor, para
que no sufra disminución ni rebajamiento, Concha Urquiza lo vela y al mismo tiempo lo
descubre, ensancha y engrandece con el decir del Cantar de los Cantares. Así lo hace porque
no puede callar, porque dice: "«cuando el amor es niño», necesita expresarse, y a veces
esa necesidad llega a ser dolorosa" (234). En esa necesidad y en las condiciones que ella
misma se impone, hace el "Retrato del Amado", que empieza:
82
Concha Urquiza, Op. cit., p. 73.
76
Mi Amado es blanco y rubio y todo bello,
señalado en legiones y millares;
su cabeza, ceñida de cantares,
es oro de purísimo destello,
y negro como el cuervo en su cabello,
semejante al renuevo en los palmares. (144)
Y concluye:
Su rostro, como el Líbano preciado:
todo Él es deseable y deseado
¡y hay dulzura de abismo en su garganta! (145)
En la "Égloga en tercetos", en donde Concha Urquiza sigue los pasos de su maestro fray
Luis de León, como lo anotó Gabriel Méndez Plancarte,(XX) aparecen también frases del
Cantar como ésta: "¿Dónde tu amado sus rebaños pace?" (69). Y en el Cantar, traducido
por fray Luis, se dice: "Enséñame, amado de my alma, donde apacientas",83 o en la égloga
que empieza: "Manojillo de mirra entre mis pechos" (65), y en la misma traducción del
Cantar se dice: "Manojuelo de mirra el my amado amy; morará entre mis pechos".84 Y así
podrían multiplicarse los ejemplos. A veces se trastocan las palabras del Cantar y el sentido
es otro, como en el ejemplo que sigue:
Atráeme, Amor, y correré a tu zaga
hasta el huerto sellado y escondido. (66)
Y en el Cantar se dice:
Huerto cercado, hermana mía, esposa; huerto cercado,
fuente sellada.85
83
Fray Luis de León. Cantar de cantares de Salomón, edición de José Manuel Blecua, Gredos, Biblioteca Románica
Hispánica, Madrid, 1994, p. 56.
84
Ibidem., p. 57.
85
Ibidem., p. 133.
77
Aquí, la esposa misma es llamada "huerto" con un solo calificativo: "cercado" y
también "fuente" y un adjetivo que la califica: "sellada". Concha Urquiza reúne las dos
denominaciones en una, toma uno de los adjetivos y le añade otro, distinto, de lo que
resulta: "huerto sellado y escondido". Además, en su poesía, la palabra "huerto" no es
nombre de amor dado a la esposa, sino lugar de encuentro. Como se ve en este sencillo
ejemplo, Concha Urquiza frecuenta el Cantar de los Cantares no para glosarlo, sino para
enriquecer y embellecer su propio sentir.
Y para expresar la fuerza de la fascinación amorosa vivida que la precipita a buscar al Amado,
Concha Urquiza toma las palabras que tienen la fragancia del Cantar y reminiscencias del
"Cántico Espiritual" de San Juan de la Cruz:
Atraída al olor de tus aromas
y embriagada del vino de tus pechos,
olvidé mi ganado en los barbechos
y perdí mi canción entre las pomas.
Hay que tomar el pasaje del Cantar que habla de la llegada del esposo en la noche, toca la
puerta y la esposa se muestra remisa a su llamado. Lo deja partir. ¿Será el alma, en figura
de Sulamita la que momentáneamente niega la entrada a la íntima morada al Muy Amado?
La consecuencia de esa negativa es el dolor. Dice así el poema:
78
Yo, para no vestir mi vestidura,
no quise abrirte cuando Tú llamabas,
aunque con tiernos nombres me invocabas
desde la entraña de la noche pura.
Otra versión del mismo pasaje se encuentra en el poema "La llamada nocturna", en la
que Sulamita no habla con el Esposo, como en la anterior, sino se habla a sí misma.
Nueva reiteración de amor, ahora no dicha la consecuencia dolorida, enmarcado ese amor
en voluptuosidad apasionada: "(Es la voz deleitosa de mi Amado,/ donde mi alma y mi
cuerpo se han perdido)" (114). Sin embargo, no atiende su llamado. No abre para no darse
molestias y termina diciéndose: "¡Dejad que llame entre la noche pura!/ ¡Dejad que llame
por la noche en celo!" (115).
Pero además, Concha Urquiza tuvo presente continuamente el Cantar de los Cantares para
expresar su acercamiento a Dios no sólo en su poesía, sino en su Diario y en sus cartas. Se
identifica en su decir ardoroso y sensual. Apunta el 6 de enero de 1939: "¡Si pudiéramos
llenarnos de Él! ¡Si cada vez que la vida abre un nuevo abismo en nuestro corazón, lo
llenáramos de Él! ¡Si aprendiéramos a pegar las bocas ardientes, sedientas, llenas del polvo
de la cosas, a los pechos de Dios! –«Meliora sunt ubera tuo vino…»". En nota traducido
«"Mejores son tus pechos que el vino"», canto I-1, (366). En esa lengua se desborda la
pasión, no por espiritual menos intensa del anhelo de acercamiento y posesión de la
divinidad de Concha Urquiza.
79
La inclinación a varios personajes bíblicos, vistos en determinados momentos de su
existencia en la poesía de Concha Urquiza las referencias a ciertos pasajes evangélicos y
del Cantar de los Cantares no la convierten en mera glosa, como se ha visto anteriormente,
por ser vividos desde la propia entraña y en ese vivir tan personal se renuevan, toman otra
significación y otro acomodo estético, y a pesar de ser lo mismo, se transforma en otro,
y lo conocido se hace nuevo. Son instrumentos para aclarar fragmentos de su existencia,
momentos de su desolación y alegría, le alumbran la oscuridad de algunos de sus pasos, la
bienaventuranza de un instante. Es un ensanchamiento de su sentir, un acercamiento en
el ser doloroso y lleno de belleza de personajes y situaciones ya conocidos. La verdad que
vive la lleva a verter sentimientos en una sola palabra que nombra a una figura bíblica, con
todas las connotaciones que su sola evocación despierta y después asocia esa palabra con
otras que dilatan y particularizan su sentido, y así, esa figura con edad de siglos da rasgos
que con otras perspectivas, amplían sentires actuales.
Concha Urquiza leyó y releyó La Biblia desde niña, y después de volverla a leer en su
juventud, tuvo la necesidad de tomar sus palabras para vaciarse de su interioridad, pero
embebidas de su sentir, las penetra de la médula de su ser y así transformadas entran en
su poesía.
La doble presencia bíblica y personal de algunos poemas de Concha Urquiza la vio también
Emma Susana Speratti. Al referirse al soneto "David", dice: "Si nos estremece, si la corriente
fluye entre lo dicho y el que lee, es porque sentimos en alto grado la participación afectiva
de quien expone con el tema propuesto. Concha Urquiza desde su propio plano, es capaz
de interpretar la experiencia del rey poeta: en su centro emocional había también pasión
y remordimiento; ellos provocan la aproximación y la comprensión, ellos determinan la
autenticidad del soneto". 86
86
Emma Susana Speratti, Op. cit., p. 15.
80
Una máscara no bíblica y una figura de paz
Aparte de las máscaras bíblicas, Concha Urquiza parece también tomar la máscara del
caminante del "Romance del romero": al caminar por los caminos de la vida, ese caminante
es visto en un momento de descanso en el umbral de una casa:
El umbral está en penumbra
donde el romero descansa,
tedio y andrajos el cuerpo,
miseria y sombras el alma.
Adentro la sala ardiente,
afuera la noche vaga,
y en la penumbra el romero
entre la sombra y la llama.
para rematar con palabras que nacen de la misma situación que ella vive:
fatiga y dolor el cuerpo,
anhelo y amor el alma. (100-102)
En otro momento, raro momento de tranquilidad en ella, toma la figura de una pequeña
barca, olvidada del pasado arisco y sus turbadoras experiencias. Ahora, en el presente,
domina sólo el sosiego en su plácida quietud luminosa. Esto ocurre en "Pax":
En un quieto remanso para siempre
encallé mi barquilla,
las alas fatigadas,
81
la torpe vela herida;
por siempre, para siempre, dulcemente
encalló mi barquilla.
La rompida madera
ávida y lentamente
refréscase en el sorbo cristalino…
82
del poema rememora las anisas de unión que la poseían, cómo percibió la cercanía de Dios
y cómo alumbró su vida:
Un soñar con el pálido ramaje
y las llanuras donde cuaja el trigo,
un aspirar a soledad contigo
por los húmidos valles y el boscaje;
Pero todo eso es ya pasado. En el presente sólo hay ausencia, dudas, extravío y pérdida de
hermosura. Lo dice la segunda parte de "Nox":
¿Cómo perdí, en estériles acasos,
aquella imagen cálida y madura
que me dio de sí misma la natura
implicada en Tu voz y Tus abrazos?
83
Y un vértigo de sombra se levanta
allí donde Tus ángeles raudales
tal vez posaron la serena planta. (188)
Este poema, que parece ser el último que escribió Concha Urquiza cancela la posibilidad
de un encuentro con Dios. Si esta percepción iba a ser pasajera o no, su muerte la deja
en suspenso, muerte que llegó a Concha Urquiza como un don que había pedido en una
página de su Diario, fechada en noviembre de 1938, cuando escribió: "Si no puedo ser
totalmente Tuya, por favor, no prolongues mi vida" (353). Y su ruego fue escuchado.
84
C orporalidad a lo D ivino
Símil que toma de San Juan de la Cruz cuando comenta el segundo verso de "Noche
oscura". Dice el santo: "Y esto acaece al modo que en el madero, que cuanto el fuego
va entrando más adentro, va con más fuerza y furor disponiendo a lo más interior para
poseerlo".87
San Juan de la Cruz. Obras completas, Editorial Séneca, México, 1942, p. 509.
87
85
Hatzfeld llama a este símil "de penetración" y lo califica además de "símil tradicional",88
pero al envolverlo Concha Urquiza en el sentimiento salido de la hondura de su ser, lo
individualiza. La sustancia es la misma, pero la vestidura es otra. Aquí se ve que el que
comunicado es importante, pero lo es más el cómo para comunicarlo.
Y todavía Concha Urquiza impulsada por su urgencia de violenta posesión, se sirve de otro
símil de penetración, esta vez no salido de la tradición sino de su intensidad pasional:
Helmut Hatzfeld. Estudios literarios sobre mística española, Biblioteca Románica Hispánica, Editorial Gredos, Madrid,
88
86
¡quién se durmiera en tus ojos
y amaneciera en tus labios! (102)
87
y en el áureo aposento
los ojos entretiene,
y de la ajena dicha los mantiene;
está en sí comparando
con la propia miseria aquella hartura,
y luego se acercando,
con triste voz procura
un bocado de pan a su hambre dura;
Y esa hambre es perpetua. Lo dice en una carta: "El hambre del corazón parece tan
inagotable como la generosidad divina" (194). Y, sin embargo, aunque ese ardiente desear
a Dios es una tortura, no lo rehuye, más bien lo provoca y aviva, rendida la voluntad al
quemante dolor.
La sed, la otra necesidad gemela del hambre, en cuanto urgencia violenta, ya la había vivido
antes Concha Urquiza como sed de las criaturas humanas, después la vive como sed de
Dios. Toma de un Salmo de David (XLI:2) la figura de la cierva sedienta para hacer visible
las ansias de encuentro no satisfechas. Dice en el poema "Como la cierva...":
88
Yo soy como la cierva que en las corrientes brama.
Sed y polvo de fuego su lengua paraliza,
y en salvaje carrera, con las astas en llama,
sobre la piedra el casco golpea y se desliza. (113)
Aquí, aunque permanece sin precisar la calidad del torrente, se intuye que no es de agua
que sacie la sed, sino que la acrecienta, por ser la corriente del mundo. La misma imagen,
sólo que más explícita, se encuentra en otro poema:
y que en la turbia y áspera corriente
de mi vida mortal, busqué tu huella
como el ciervo las aguas de la fuente. (126)
Lo lamentable de la situación vivida por Concha Urquiza es que tal vez la sed padecida
pueda aliviarse. Así lo siente ella en un relámpago intuitivo:
¡Oh miserable angustia de buscar lo presente
y morirse de sed mientras los labios
tocan la faz del agua! (158)
89
Esa sed, como necesidad corporal de que se viste el ansia de encuentro y de unión
con Dios, tiene en Concha Urquiza un encadenamiento natural con dos imágenes
pertenecientes a la tradición mística española, de la que forma parte Francisco de Osuna
y Bernardino de Laredo, ambos señalados por Etchegoyen y éste, citado por Dámaso
Alonso.89 Esas dos imágenes son la fuente y el río, ambas representan la satisfacción
de la necesidad padecida, el término final de un peregrinar lacerante, reconocido como
sumo bien y hermosura. En el poema "¿Cuándo…?" dice Concha Urquiza:
si cual de fuente viva
de sola tu belleza
mana toda virtud y fortaleza. (57)
Pero Concha Urquiza no sólo ve a la fuente como solaz para su sed de unión con el
Amado, sino como un medio de identificación con él en el dolor:
Dámaso Alonso. La poesía de San Juan de la Cruz, M. Aguilar Editor, Colección Crisol, núm. 171, Madrid, 1946, p. 61.
89
90
Rasga, mi Dios, la fuente
del divino dolor, de tu costado,
que moje el labio ardiente,
el pecho mancillado
sea de tus heridas traspasado. (53)
Del sitio tan largamente añorado por Concha Urquiza le llegan apenas algunos
murmullos:
sólo a veces el viento, que tan de lejos vuela,
le dice la frescura de aquella fontezuela
donde su Rostro manso fluye perennemente... (114)
Kayser comenta: "En la lírica española del Siglo de Oro, el tópico del siervo herido que
acude a la fuente sirve de continuo para la exteriorización de las penas del alma cristiana
solitaria".90 Ese tópico se acomoda cabalmente a la pena que le produce a Concha Urquiza
la ausencia del Amado, pero además de sumarse a esa tradición, le da a la fuente otros
sentidos y otra aplicación, salidos de su necesidad emotiva y espiritual.
Kayser Wolfgang. Interpretación y análisis de la obra literaria, segunda edición, Biblioteca Románica Hispánica,
90
91
Concha Urquiza misma se ve como agua corredora, anhelante de reflejar el rostro deseado.
Se reconoce indigna de ser tal espejo, pero a pesar de todo, el anhelo persiste. Sólo un
mínimo ademán del Amado haría brotar el prodigio. Es lo que desarrolla el siguiente
soneto:
Ya corre el corazón por este suelo
como antes del remanso el agua impura;
aún lleva tierras en la entraña obscura
y pretende copiar la faz del cielo.
Hambre y sed, fuente y río son expresión del "apetito de comunión" de que ha hablado
Octavio Paz.91
De Concha Urquiza puede decirse lo que Manuel Ponce dice de San Juan de la Cruz:
"Con los matices del amor humano ilumina perspectivas del divino amor". Especifica:
"la clasificación en detalle de la congoja en las ausencias del amado, el ansia y el goce
de la espera, el deseo ingrávido del siervo con vehemencia, el regalo de presencia, el
toque delicado, la busca de la entrega y vuelta a la conjetura de su miseria y llagas... amor
cantado con palabras de efusiones terrenales".92 Sólo en este aspecto puede compararse
Concha Urquiza con San Juan. Empezó a caminar el mismo camino que él, pero nunca
Manuel Ponce. "Los arrabales del cielo", Ábside VII-1, (enero-marzo de 1943), p. 124.
92
92
escaló las alturas en las que San Juan y el Amado fueron uno y el mismo. El peregrinar
de Concha Urquiza hacia Dios fue sobre todo por la noche de la mortificación. En
un momento de extrema lucidez adivinó que no llegaría al manantial anhelado; que
permanecería sedienta hasta el fin. Así lo dicen los versos siguientes:
93
M odalidades E xpresivas D ominantes
Las imágenes
93
Alfonso Reyes. "Jacob o idea de la poesía", Obras completas, t. XIV, Letras Mexicanas, Fondo de Cultura
Económica, México, 1962, p. 102.
94
Paul Valéry. "Sobre el cementerio marino" en El poeta y su trabajo, Editorial Universidad Autónoma de Puebla, 2ª
ed., 1985, pp. 54-55.
95
Citado por Roman Jakobson en Ensayos de poética, Fondo de Cultura Económica, 2ª reimpresión, México, 2006,
p. 236.
96
Paul Valéry, Op. cit., p. 49.
94
palabras usadas por todos, de modo que el único medio para decir sus percepciones era
su organización, originada en las asociaciones o estructuraciones que le fueran dictadas
por sus necesidades expresivas y sus urgencias espirituales y emotivas.
Sabía como Alfonso Reyes, que "El lenguaje es canal angosto para la descarga subjetiva,
para testimonio de la intención",97 y para remediar esta penuria esbozó, sin solemnidad,
con sencillez y convencimiento, un programa en las palabras de un poema, que muy
acertadamente Gabriel Méndez Plancarte colocó al frente de sus poemas, que dice:
Busca, pues, la metáfora inviolada,
abre nuevo camino al pensamiento,
tremola el ritmo con divino acento,
y déjame dormir…: a mí me agrada
la serena canción que dice el viento… (2)
Uniría por tanto, lo que antes no se había unido, o si así había ocurrido, aplicaría esas palabras
a momentos del sentir y del pensar que nunca antes habían tocado. En esa organización
tiene destacada posición la imagen, que permanece como tal o forma parte de paralelismos,
antítesis, metáforas y otros elementos, como se verá después, todos componentes de "la
creación poética", que Paz reconoce como "violencia sobre el lenguaje". Dice el mismo
autor: "El primer acto de esta operación consiste en el desarraigo de las palabras. El poeta
las arranca de sus conexiones y menesteres habituales; separados del mundo informe del
habla, los vocablos se vuelven únicos, como si acabasen de nacer. El segundo acto es el
regreso de la palabra: el poema se convierte en objeto de participación".98
La imagen ejemplifica nítidamente las dos operaciones mencionadas por Paz, de la que
dice: "acerca o acopla realidades opuestas, indiferentes o alejadas entre sí. Esto es, somete
a unidad la pluralidad de lo real".99 Otro de sus atributos, siempre según Paz, es que "la
imagen dice lo indecible".100
97
Alfonso Reyes. El deslinde, Obras completas, t. XV, Letras Mexicanas, Fondo de cultura Económica, México,
1963, pp. 271-272.
98
Octavio Paz. El arco y la lira, Fondo de Cultura Económica, 3ª edición, México, 1981, p. 38.
99
Ibidem., pp.98-99.
100
Ibidem., p. 106.
95
Concha Urquiza consciente de esos valores, sustituye el lenguaje directo, desgastado en el
uso continuo por el lenguaje nacido de su intuición. A ésta la ha definido Amado Alonso
como "una visión penetrante de la realidad, el hallazgo de un sentido de las cosas más
hondo que el práctico que les da nuestro intelecto",101 definición que complementa con
la siguiente afirmación: "La intuición y el sentimiento son como dos polos eléctricos,
recíprocamente imantados".102 Llevada pues intuitivamente, Concha Urquiza abre
espacios generosos en su escritura poética a la imagen. Al hacerlo, sabe que acarrea luz
de distintas comarcas y que con ella construye una zona de luminosidad insólita para
alojar su pensamiento y su sentir. En ella, aparecen más nítidos, singulares y vivos. Estas
características están implícitas en la función de la imagen que Chklovski sintetiza como
sigue: "La imagen poética es uno de los medios de crear una máxima impresión".103
Por todo esto, no es extraño que Concha Urquiza además de las imágenes anotadas en el
capítulo anterior, con otro carácter y bajo diversas circunstancias impregne su poesía de
imágenes para dar nítida expresión a sus percepciones. Se cumple en ella lo que ha dicho
Amado Alonso: "el propósito de la creación poética supone siempre y desde el primer
momento un desdoblamiento de la personalidad: el poeta vive sus sentimientos y a la vez
los contempla".104 Sumergida en esa contemplación, Concha Urquiza crea sus imágenes.
Cualquier sucedido o circunstancia la estimula. El "Romance de la lluvia" concluye con
la siguiente estrofa:
101
Amado Alonso. Materia y forma en poesía, Biblioteca Románica Hispánica, Editorial Gredos, Madrid, 1960, p. 11.
102
Ibidem., p. 18.
103
V. Chklovski. "L’art comme procédé", Théorie de la littérature, Aux Editions du Seuil, Paris, 1965, p. 79.
104
Amado Alonso, Op. cit., p. 16.
96
Estrofa que basa su estructuración en contrarios: agua y fuego, que a su vez aluden a lo
exterior y a lo íntimo:
Corazón bajo la lluvia
herido de amor te llevo
En ella, Concha Urquiza penetra su dolor y al mismo tiempo se separa de él, como si fuera
algo ajeno y distante y en esa aparente ajenidad y lejanía, lo adensa.
Para significar que en el seno de María se engendraba el Redentor, esto es, la claridad
como renovación espiritual llena de esperanza, de alegría, de realizaciones infinitas, que
inauguraba una nueva época. En una sola palabra se sintetiza todo lo que para Concha
Urquiza representaba Jesús y se carga de múltiples sentidos al parecer inagotables.
Desde sus ansias y sus aspiraciones más subterráneas, Concha Urquiza se califica en un
lenguaje metafórico, constituido por dos imágenes:
97
y aún soy la simiente no sembrada
y el árbol cuyo fruto no madura! (133)
Ibidem., p. 16.
106
98
Fuera de Ti, del manantial colmado,
sólo en fuentes amargas he bebido,
sólo cisternas rotas encontrado. (124)
Aquí la analogía, que según Octavio Paz es "transparencia universal, en esto ver
aquello"107 le sirve a Concha Urquiza para expresar su frustración reiterada, vivida en
busca de amores mundanos, con imágenes que parecían lo largamente esperado, pero
se revelaban como fallas; lo buscado está allí, pero ajeno a lo esperado: "sólo en fuentes
amargas he bebido", y a esa experiencia sigue una más, con un matiz de vacío: "sólo
cisternas rotas encontrado". Comparada esta miseria con lo que es el Amado: "manantial
colmado" resalta diáfanamente su valoración. El abatimiento en que esa indigencia la ha
sumergido se fortalece con una anáfora:
sólo en fuentes amargas he bebido
sólo cisternas rotas encontrado.
107
Octavio Paz. El mono gramático en Poemas (1936-1975), Editorial Seix Barral, primera edición, Barcelona, 1979, p. 581.
108
Alfonso Reyes. El deslinde, Op. cit., p. 115.
109
Michel Foucault. Les mots et les choses, Éditions Gallimard, France, 1972, p. 135.
99
En una ocasión Concha Urquiza arracima tres oxímoros de exaltación tumultuosa:
Ay, el rostro divino
torna a mi pobre, mísera riqueza.
Y muéstrame el camino
de tu excelsa pobreza,
la cumbre de tu altísima bajeza! (53)
100
Con la variante:
tedio y andrajos el cuerpo,
andrajo y sombras el alma. (101)
Tú rico y poderoso,
así de oprobio y de dolor cubierto;
y yo, menesteroso
con tanto bien incierto,
vivo al placer, y al sacrificio muerto. (52)
Cada elemento de oposición comprende dos disyunciones: "Tú rico y poderoso" frente a
"y yo menesteroso". Y, sin embargo Él, en esa opulencia, menoscabado: "así de oprobio y
de dolor cubierto", mientras que ella, disminuida, /con tanto bien incierto/. Aquí Concha
Urquiza sintetiza la verdad ambivalente que vive de opulencia engañadora, que cobija una
mezquindad abismática, en contraste con la excelencia del Cristo, escarnecido por los
hombres, que quiso por ellos descender desde su majestad a la ignominia.
El último poema que escribió Concha Urquiza concluye con dos paralelismos antitéticos
que dicen hondamente lo que sentía vivir después de haber perdido, al parecer
irrecuperablemente, el contacto con el Amado:
101
Y un vértigo de sombra se levanta
allí donde Tus ángeles raudales
tal vez posaron la serena planta. (188)
La antítesis, según Helena Beristáin, "refuerza sus significados, los aclara y los presenta
con viveza" y también: "la oposición de las expresiones contiguas en la antítesis no llega
a ofrecer contradicción".110
Otras imágenes las organiza Concha Urquiza en símiles, recurso que para muchos
escritores, entre ellos Foucault, es de suma importancia. Él dice: por la analogía, "todas
las figuras del mundo pueden acercarse"111. Es en ese ejercicio que en la comparación se
suman atribuciones que dilatan el sentido y frecuentemente causan extrañeza. Los dos
símiles que en seguida se anotan manifiestan la seguridad dominante de Concha Urquiza
en un porvenir donde la unión con el Amado se verificará, lo que le da una tranquilidad
Helena Beristáin. Diccionario de Retórica y Poética, Editorial Porrúa, México, 1985, pp. 67-68.
110
Michel Foucault. Les mots et les choses, Éditions Gallimard, op. cit. p. 37.
111
102
sólo comparable a la delicia sentida por unas alas, luego de prolongado vuelo y tal vez de
batallas, sugeridos en la mención del "ave rapaz", ya en el descanso del nido:
Fuísteme ya, como granero henchido,
larga promesa y posesión segura;
y reposé al saber de tu dulzura
como el ave rapaz que prueba el nido. (41)
El amor se expresa en la aceptación gozosa de todo lo que venga de parte del Amado,
así sea el dolor más acerbo, será percibido como delicia, por venir impregnado de viva
cercanía.
A veces considera Concha Urquiza que un solo símil no alcanza a decir lo que quiere y lo
encadena a otro, como en el ejemplo siguiente:
Y he de tornar y tornar
como el péndulo viajero,
y como torna la niña
cuando se mira al espejo. (166)
103
Tumbos y grito en su seno,
silencio que cerca el río:
a la par de esos amores
que pasan sin ser sentidos. (168)
Los ejemplos anteriores confirman lo que Pound dice de la imagen: "La imagen es la
palabra más allá del lenguaje formulado".112 En ese más allá hace visible lo invisible, lo
acrecienta, hace surgir un nuevo sentido por medio de relaciones que abren la mirada a
otros campos que la mirada restringida le negaba. Posee el prodigio de transformar con
intensidad sentimientos, pensamientos, intuiciones, sensaciones, y si habla de desolación y
amargura, sin perder esas características, las acentúa, las cubre de hermosura.
Como se ha visto antes, el impulso para su escritura poética lo recibió Concha Urquiza de
sus urgencias expresivas, enraizadas en sus sentimientos y como éstos eran incomunicables
en su fuerza experimentada, se dio a la tarea de crearse una lengua de sentido inducido,
esto es, que fuera más allá del umbral de lo que las palabras pueden expresar, en un intento
para insinuar y apuntar a la profundidad y verdad de sus sentimientos. Borges ha hablado
"de la urgencia de subjetiva u objetiva verdad que piden las imágenes".113 Esa "urgencia de
verdad" se realiza en las imágenes de Concha Urquiza y les confiere su innegable capacidad
de penetración emotiva. Y es que en ellas se verifica también lo que dice Borges: "las
palabras hay que conquistarlas viviéndolas".114 Y según Amado Alonso "ningún objeto
tiene cabida en el ámbito del poeta si no es por la emoción con que el poeta los envuelve".115
Sus imágenes reúnen lo vital a lo espiritual; hablan de lo invisible por lo visible, de lo
incorpóreo por lo sensible; nutridas de exterioridad, Concha Urquiza vuelca en ellas sus
verdades más íntimas. Poseen la intensidad de experiencias hondamente vividas y de su
sinceridad, están alumbradas de hermosura, que les confiere un alto placer estético.
112
Ezra Pound. The Oxford Anthologie of American Literature, Oxford University Press, New York, 1941, p. 1276.
113
Jorge Luis Borges. El tamaño de mi esperanza, Alianza Editorial, 1ª. Impresión, p. 146.
114
Ibidem., p. 147.
115
Amado Alonso, Op. cit., p. 108.
104
El léxico
Una característica muy visible en la poesía de Concha Urquiza es su inclinación por las
palabras antiguas. No sólo añoraba la lengua de Berceo, sino que la atraía hacia sí, la
penetraba y envolvía su pensamiento y su sentir en ella. Acertó después a ponerla por
escrito en un ruego al admirado Berceo, en el mismo metro empleado por él. Tal vez por
esa añoranza y amor a lo antiguo, se derrama en su poesía un léxico de voces poco usadas,
entre las que se encuentran las siguientes y algunos cultismos:
Austro (64) viento del sur
luz febea (67) luz del sol
diuturno (150) que dura o subsiste mucho tiempo
compaña (160 y 161) por compañía
tiempla el deseo... (75) por modera…
péñola (91 y 95) pluma de ave para escribir
hacanea (6) jaca que montaban las señoras
agora (45) por ahora
fosco (146) hosco, áspero, oscuro
hogaño (165) de este año, en el presente
lazrado (8 y 92) desventurado, miserable, infeliz
sandío (92) sandio, tonto, necio, simple
planto (116) llanto
treme (26) tiembla
manida (137) guarida, vivienda
Si no te pagas del bosque (93) si no sientes inclinación por el
bosque
si no curas de los mares (94) si no te interesan los mares
veste (27) vestido, hábito
tengo de, por tengo que: Si al precio del dolor tengo de amarte (40)
cabe (81) junto a
bastecido (29) participio de bastecer, proveer con abundancia.
105
Modernamente se usa más abastecer
húmido (187) húmedo
piélago (116) mar
Con este léxico Concha Urquiza retrocede en el tiempo para hablar con un juglarillo y
hacer conversar a varios pastores, con lo que introduce una cierta variedad temática en su
poesía.
Los adjetivos
Los adjetivos en Concha Urquiza tienen varias realizaciones: un solo adjetivo, antepuesto
o pospuesto al nombre, lo explica o especifica, amplía o precisa su significación. Algunos
ejemplos son los siguientes:
bárbara ceguera (116)
hambre oscura (147)
inmortales tinieblas (15)
ojos baldíos (92)
triste cuerpo (26)
rostro breve (21)
torpe corazón (33)
horizonte joven (73)
corazón burlado (57)
presencia tenaz (16)
otoño maduro (76)
tedio negro (152)
incomprensibles ventanas (163)
ojos peregrinos (21)
afán disperso (183)
voraz silencio (147)
106
despierto corazón (16)
sed alerta (149)
horrenda sangre (17)
ojos turbadores (182)
valle tenebroso (182)
dolor eterno (17)
doble sed (16)
Una estrofa sin verbo describe con un torrente de adjetivos a Cristo crucificado:
Amancillado y muerto,
despojo de los hombres afrentoso,
desnudo, flaco, yerto,
el gesto doloroso,
en un leño su lecho y su reposo. (50)
Aquí Concha Urquiza fija y resalta, en estatismo, la imagen del Dios sacrificado.
107
En ocasiones, un participio pospuesto, con función adjetiva se presenta en esta poesía:
bosque sosegado (105)
brisas derramadas (25)
soledad callada (13)
canción abandonada (15)
dolor turbado (15)
corazón partido (103)
soledad aborrecida (62)
su cabeza, ceñida de cantares (144), además con frase preposicional como los
siguientes:
Junio, mojado de lluvia, (105)
Junio, dorado de trigo, (105)
Junio, pintado de luna, (105)
Junio, de ardores ceñido, (105)
108
lumbre de paz (47)
canción de plata, (171)
luz de abismo (149)
canción de viaje (108)
cerco de la paz, ardiente y puro. (16) (con doble adjetivación),
como el siguiente:
anhelo de amor, duro y eterno, (71)
109
La extensa y reiterada adjetivación de Concha Urquiza manifiesta su extremada
preocupación por delimitar, ensanchar o particularizar al sustantivo. Cualquiera que sea el
lugar que ocupe, completa la significación del nombre, aumentando su comprensión, según
la especial percepción que Concha Urquiza tenga de él. No es por tanto, ni ornamental, ni
superflua y sí elemento básico para la especificación de su poesía.
La repetición
Este recurso posee, en la poesía de Concha Urquiza diversas modalidades, entre las que
se encuentran la anáfora, epífora, epanalepsis, anadiplosis, políptoton, reduplicación y
estribillo.
La anáfora consiste en la repetición de una o más palabras al principio de un verso, a veces
consecutiva, y a veces sólo al principio de estrofa, como en el poema "Loores a Cristo",
que en sus estrofas 4ª., 5ª. y 6ª. dicen:
De ti la espiga crece
que a dulce fuego el corazón provoca,
y el ánimo enardece,
y deja si la toca
sabor de eternidad en nuestra boca.
De ti el ilustre olivo,
el claro aceite que ilumina al mundo,
el fuego de amor vivo,
110
el incendio profundo
que trueca en oro nuestro barro inmundo. (46)
Las tres estrofas en el enlace de la anáfora tienen en común una exaltación a María, la
madre del Cristo, que otorga dones de altura a la más profunda intimidad del hombre.
La última estrofa de las anotadas comprende otra anáfora que lleva implícita una intensa
enumeración especificativa.
En la "Égloga en tercetos" hay tres series de anáforas que se anotan en seguida: la primera
comprende una pregunta repetitiva, que estimula a ir en busca del Amado, de manera cada
vez más viva:
Rompe por los atajos, corre, vuela;
¿qué sabes si conoce tu llegada?
¿qué sabes si esperándote ya vela?
La segunda, es la siguiente:
Esfuerza, pues, y busca a tu querido,
siguiendo su ganado por las sendas
que miran al otero florecido.
111
…
Ni pienses en la siesta regalada
que te dará placer la clara fuente
ni la sombra en el suelo derramada,
En la anáfora que se anota en seguida, la intensidad del sentir dilata la confesión amorosa
por todo el ámbito de la vida:
Sólo quiero vivir para buscarte,
sólo temo morir antes de hallarte,
sólo siento vivir cuando te llamo; (120)
Para aquél que se aparta del mundo y busca a Dios, se resume en una anáfora el estímulo
que le da cada instante, fortalecida todavía la anáfora por una reduplicación:
112
todo es rico alimento de su anhelo,
todo es cebo a su amor, todo lo enciende,
todo desata el ímpetu del vuelo. (138)
Helena Beristáin. Diccionario de Retórica y Poética, Editorial Porrúa, México, 1985, p. 193.
116
113
¡Dejad que llame entre la noche pura!
¡Dejad que llame por la noche en celo! (115)
La epanalepsis repite la misma palabra al principio y al final del verso. Algunos ejemplos
son los siguientes:
¡Si hace diez años… y hace (169)
¡Cuán largo camino largo (108)
¡Dafnis ha muerto! ¡Ha muerto, ha muerto Dafnis! (82)
más verdes que el verde abril. (94)
¡oh dulce morada, dulce, (165)
La tierra, Amor, la tierra (158)
que bailan su buen bailar. (92)
Todo es rojo, todo es verde,
todo es chispa, todo llama, (164)
Algunas epanalepsis con pequeñas variantes, pero todas dan intensidad y vigor a la
expresión.
La anadiplosis es la repetición de la palabra o frases finales de un verso al principio del
siguiente. Algunos ejemplos se anotan en seguida:
que no hay más que un dolor: el de olvidarte;
y todo lo demás, es leve cosa;
es leve cosa, aunque nos dé la muerte. (40)
114
La siguiente anadiplosis contiene una ligera variante:
Dafnis: la viña al árbol embellece;
la embellecen a ella sus racimos; (81)
115
si no te la cuento, Amor,
¿a quién contaré mi herida? (106)
¿cómo lloraré mi pena
si no la lloro contigo? (107)
¿Cómo beberé el dolor
si no lo bebo a tu lado? (107)
y esperas, como Ruth al pie del lecho
de Booz en la noche sembradora,
a sembrar en mi frente tu derecho (126)
Helena Beristáin. Diccionario de Retórica y Poética, Editorial Porrúa, México, 1985, p. 415.
117
116
que haga temblar el alma de mi alma. (158)
Idénticas palabras en la forma, pero con diferente
sentido: la primera ‘faz’ es ‘cara’, mientras que la segunda,
es superficie; la primera ‘alma’ modifica a la segunda, es
su esencia.
El estribillo, según Helena Beristáin, es "la reiteración periódica de una expresión que suele
abarcar uno o más versos. Puede ir colocado dentro de la estrofa o al final de ella, o como
estrofa, entre otras".118 A veces se encuentra al principio del poema. Algunos ejemplos son
los siguientes:
El estribillo que forma la primera estrofa del "Romance del juglarillo simple", también
lo cierra:
Péñola, péñola, péñola,
péñola de juglarillo,
que tiene una nota sola
para alegrar el camino! (91)
117
en el regazo del valle
ríen los pétalos tersos,
y hacen blanco en el río
las flechas de los luceros.
Este estribillo está dividido en dos partes en la primera estrofa, con un intermedio; en
la segunda, sólo aparece parte de él y la última, repite el mismo esquema de la primera,
con una ligerísima variante, para insistir en el contraste entre la frescura del ambiente y el
incendio del corazón.
"A Pátzcuaro" tiene dos estribillos: el primero abre y cierra la primera estrofa con una
marcada variante; el segundo, se encuentra en la estrofa con que termina el poema, con
una mínima variación:
Adiós, amor que se queda,
dormido y desnudo al viento;
huellas en tus callejones
prolongarán mis ensueños,
huellas adentro del alma
cultivarán tu recuerdo;
adiós, mi tierra de amor,
118
dormida y desnuda al viento.
…
Y he de tornar y tornar
como el péndulo viajero,
y como torna la niña
cuando se mira al espejo.
¡Silencio de mis montañas,
Pátzcuaro de doble cielo,
yo he de tornar y tornar
como el péndulo viajero! (165-166)
119
ceñido de abetos negros,
ojos que son como un monte
donde habemos de perdernos…
…
Aguas de olvido tus ojos,
corrientes de amor tus labios,
¡quién se durmiera en tus ojos
y amaneciera en tus labios! (102-104)
La concentración de todo el poema en los ojos y labios de Cristo dice las dádivas y el
abrigo que le otorgan a su autora. Los estribillos intensifican esa significación.
"La canción de junio" termina la primera estrofa con un estribillo bifurcado en dos
interrogantes, penetradas de una enigmática alusión y concluye el poema con una ligera
variante:
Junio, brazada de soles
por el campo florecido,
¿qué le dirás a mi alma
que quiera prestarte oído?
¿Qué le dirás a mi alma,
Junio, de verde vestido?
…
Junio, pintado de luna,
Junio, de ardores ceñido,
¿qué le dirás a mi alma
que quiera prestarte oído?
¿Qué le dirás a mi alma
Junio, de lluvia vestido? (104-106)
El poema "Las canciones del Cupatitzio" se inicia con un estribillo, repetido al final de
estrofa que agrupa una anadiplosis y una reduplicación:
El agua viene de lejos,
de lejos, de lejos viene;
120
allá por entre las rocas
¡qué arrullos dulces que tiene!
allá al pasar por los troncos
¡qué espumas blancas que tiene!
El agua viene de lejos,
de lejos, de lejos viene…
Después de dos estrofas más, concluye el poema con la estrofa que sigue:
De lejos vienen las aguas,
de lejos, de lejos vienen;
allá por aquellas rocas
¡qué graves silencios tienen!;
al pasar entre los troncos,
¡qué espumas, qué risas mueven!
De lejos vienen las aguas,
de lejos, de lejos vienen… (167-168)
En este estribillo hay un cambio sintáctico y otro, de singular a plural, que dentro de la
reiteración le da cierta variedad al poema, a la que contribuye el apartarse momentáneamente
de la presencia del río para aludir a sus orígenes remotos.
"Un mancebo" se estructura como sigue:
¡Oh rama de cerezo
hallada en la montaña,
caliente de sol, ebria
de gritos de los pájaros!
¡Oh roja rama núbil,
ardiente y encarnada,
para la boca hecha
que más dulce besara;
para llevarla al pecho
bajo la luz del alba;
para encender con ella
la noche solitaria!
121
¡Si hace diez años… y hace
quince años te encontrara!
¡Cómo te hubiese puesto
semilla de mi almohada,
bajo la sombra inquieta
por cabezal y guarda!
122
Este ejemplo de colocación y confirmación de los estribillos de este poema muestra cómo
Concha Urquiza se sirve de los recursos que emplea, libremente, cuando lo considera
necesario, y en esa libertad dota al poema de una espaciada reiteración variada y dosificada,
según su parecer para darle máxima intensidad y vigor emotivo, en consonancia con la
misma libertad que se permite en el tratamiento de su tema: el desborde sensual por un
mancebo.
123
La perífrasis
Las perífrasis de Concha Urquiza no son eufemísticas, son alusivas, en ellas, según Dámaso
Alonso, "se evita la palabra y se conserva la noción, pero ya no la noción escueta, sino
compleja, cargada de atributos que la hacen interesante".119 Esos atributos amplían su
significación, según el eco que despierten en la imaginación y emotividad del lector, por
ejemplo, llama a Dios "manantial colmado" (124) que podría ser la expresión de una
plenitud dadora de gracias sin fin. Cuando llama al vino "la sangre de la vid" (52) Concha
Urquiza enriquece su percepción al sacarla de lo puramente vegetal para insertarla en
lo humano. Llama al geraseno "aquel jirón de abismo" (26) para sugerir las oscuras y
abominables fuerzas destructoras que lo poseen. Claramente alude a la luna cuando dice:
"y el astro silencioso que navega/por cima de la tierra adormecida" (124). Al infierno
lo nombra como "el fiero torbellino", "la eterna tiniebla", "sus llamas" (134). Pero es la
muerte la que le merece múltiples denominaciones, como se ve en seguida:
Los ejemplos anteriores hacen posible la aplicación de las palabras de Dámaso Alonso,
cuando se rehuye una palabra para "comunicar a la representación del objeto una
plasticidad, un coloreado relieve, un dinamismo que la palabra concreta no puede
transmitir".120
119
Dámaso Alonso. Estudios y ensayos gongorinos, 2ª ed., Editorial Gredos, Biblioteca Romántica Hispánica, Madrid,
1960, p. 90.
120
Dámaso Alonso. Estudios y ensayos gongorinos, Op. cit., p. 95.
124
El hipérbaton
El hipérbaton es un recurso sintáctico que lleva a la alteración del orden de las palabras.
Esa alteración hace destacar sus componentes y crea al mismo tiempo una cierta tensión
sintáctica. Tiene estrecha relación con la rima, el ritmo y el metro. Algunos ejemplos en la
poesía de Concha Urquiza son los siguientes:
125
También está presente un hipérbaton en el que el complemento directo precede al verbo:
y el ámbito revuelvas de la tierra, (141)
Adentro el vino bullente
pupilas y labios baña, (101)
un cantarcillo alegre
los labios sedientos moja: (108)
Los ojos torna al doloroso planto (116)
y hace que el hombre antiguo su sacrificio ofrezca (87)
para los dioses celebrar. (87)
el silencio llamándote quebranto, (38)
El encabalgamiento
Estos encabalgamientos son abruptos, cortados para dar lugar a otro sentido.
Dámaso Alonso. Poesía española, Editorial Gredos, Biblioteca Romántica Hispánica, 4ª ed., Madrid, 1962, p. 71.
121
126
Los siguientes encabalgamientos, el primero abrupto y el segundo suave, unen un adjetivo
a un sustantivo y viceversa:
silencio y paz; el puro
viento dormita; un cielo
luminoso y desnudo; (143)
127
Un nombre y su complemento forman el encabalgamiento suave que se anota en
seguida:
allí donde se esconden en el seno
del infinito lleno de fulgores; (140)
Las modalidades expresivas antes expuestas, muestran cómo Concha Urquiza trabajaba su
lengua, cómo huía del lugar común y cómo lograba volcar sus sentimientos, intuiciones,
percepciones y pensamientos en esa lengua. A ella son aplicables las palabras de Gorostiza
cuando afirma: "el idioma es substancia viva, sensible, delicada. El descuido lo marchita,
el uso lo gasta y la vulgaridad lo corrompe". También dice: "el amor lo enaltece y de sus
esencias escondidas extrae las más inesperadas revelaciones de belleza".123 El amor a su
lengua y el cuidado que le prodiga Concha Urquiza le otorga intensidad, vigor y hermosura.
Fray Luis de León. Poesías completas, Afrodisio Aguado, S. A., Col. Más allá, Madrid, 1949, t. I, p. 22.
122
José Gorostiza. Poesía y poética, Colección Archivos, Bajo los auspicios de la Unesco, Consejo para la Cultura y las
123
128
L a V ersificación
Concha Urquiza posee conciencia rítmica, por lo que estructura cuidadosamente las
medidas de sus versos, acentos y rimas y busca la adecuación de la materia fónica al
sentido.
El metro dominante en su poesía es el endecasílabo, que es, según el versólogo Oldřich
Bělič, "el verso típico de la poesía culta".124 Tiene variadas y múltiples realizaciones:
aparece en liras, en las estrofas tradicionales de cinco versos en "Christus", (21) "Loores
por Cristo", "Cristo en la Cruz", "Dicha" y "¿Cuándo…?" (45-58). También se encuentra
mezclado con heptasílabos, en estrofas de seis versos y de otras medidas con rima
asonante en "Nostalgia de lo presente" (157-159), "El encuentro" (25-27) y "La cita"
(146-148).
El endecasílabo con rima consonante está presente en "La llamada nocturna" (114-115),
en estrofas de seis versos y la última de siete. En "Invitación al amor" (139-142), con
rima interna, distribuido en amplias estrofas.
En la "Égloga del pastor nocturno" (72-77) se encuentra el endecasílabo mezclado con
heptasílabos, en distribución irregular y en estrofas también irregulares. Se halla también el
endecasílabo en las octavas reales de la égloga "Dafnis" (78-86). De acuerdo con Kayser,
la octava real "se adapta perfectamente al lenguaje elevado",125 con estrofas también de
versos blancos y versos asonantados. Está presente también el endecasílabo en tercetos en
las églogas "Mons Dei" (121-128), "Canciones en el bosque", -Variaciones de los Cantares-
(61-66), en "La oración en tercetos" (129-133), en "Sed moriar" (148-151), en "Memorare
novissima tua..." (133-135) y en la oda "Beatus ille..." (136-139), lo mismo que en los
cuartetos de "Retorno a Morelia" (155-156).
Y, por supuesto, que los endecasílabos aparecen en los "Sonetos de los cantares" (31-41),
en los sonetos "La oración de temor" (115-116), en los cinco sonetos "A Jesús, llamado 'El
Cristo'" (116-120); en los que tienen como título "Primavera", "Crepúsculo" y "Camécuaro"
(173-175), en "Cinco sonetos en torno a un tema erótico" (177-183), en los dos sonetos
124
Oldřich Bělič. Verso español y verso europeo, Publicaciones del Instituto Caro y Cuervo, Santafé de Bogotá, 1999,
p. 331.
125
Kayser, Op. cit., p. 407.
129
de "Nox" (185-188), en el "Soneto en dos rimas" (41-42) y los "Sonetos bíblicos" (11-18).
Kayser recuerda que el "soneto exige construcción, una construcción total del ritmo que
debe encontrar su remate en el último verso, por eso requiere un lenguaje consciente y
disciplinado".126 Si bien no en todos los sonetos se cumplen cabalmente estas condiciones,
los hay tan esmeradamente trabajados como los "Sonetos bíblicos" y los agrupados bajo el
título "A Jesús, llamado ‘el Cristo’" y "Nox", entre otros.
El decasílabo, por el contrario, lo emplea Concha Urquiza una sola vez en "Marinero del
claro romance..." (6-7) en cuatro sextinas, con rima aguda concertada en los versos pares
y terminaciones que no pueden ser accidentales, sino con plena conciencia en cada una de
las estrofas en ar, er, ir y on, lo que muestra que tenía un claro sentido de la forma.
El dodecasílabo de pie quebrado se combina con eneasílabos y un trisílabo en "El
geraseno" (22-25).
El alejandrino aparece en la poesía de Concha Urquiza en "Elogio de Esquilo" (87-88).
Consta de tres estrofas de seis versos, en las que el tercero y el último son eneasílabos
agudos y el resto, alejandrinos. "Al yoglar de Nuestra Señora" (8-9) está escrito en la
métrica de la cuaderna vía, esto es, en cuartetos monorrimos alejandrinos. Como se ve,
Concha Urquiza no sólo toma aquí la lengua de su modelo, Gonzalo de Berceo, sino su
medida silábica. "Bión" (151-152) consta de alejandrinos, con un solo heptasílabo. Los
sonetos "Como Alonso Quijano..." (5-6) y "Como la cierva..." (113-114) tienen también
esta medida versal.
El octosílabo, que de acuerdo con T. Navarro, "se adapta a cualquier asunto y mantiene un
extraordinario vigor, especialmente en la poesía popular",127 es otro metro profusamente
empleado por Concha Urquiza con distintas realizaciones, en romances y canciones. El
"Romance del juglarillo simple" (91-95) tiene la rima tradicional de versos asonantados los
pares y libres los impares, distribuidos en estrofas de cuatro versos, en cambio "Romances
de Pátzcuaro" (160-166) tiene estrofas de diversas medidas, lo mismo que "Romance de la
lluvia" (96-98) y "Romance del romero" (100-102).
La canción, introducida por Garcilaso e imitada de Petrarca, Dante, etc. tiene en Concha
Urquiza distintas modalidades: "La canción de junio" (104-106), con rima asonante en los
versos pares y libres los impares, alterna estrofas de seis y ocho versos; "Las canciones del
126
Ibidem., p. 409.
127
Citado por Oldřich Bělič, Op. cit., p. 331.
130
Cupatitzio" (167-172), "I.- Río abajo", tiene cuatro estrofas de ocho versos, la primera y la
cuarta, con "palabras idénticas o rimas equívocas", la segunda, con rima asonante aguda
en los versos pares y la tercera, con rima asonante; "II.- Un mancebo" tiene también rima
asonante, pero está construida con versos heptasílabos en estrofas de diferentes medidas;
"IV.- Una variante" consta también de versos heptasílabos y con la misma asonancia,
distribuidos en dos estrofas, la primera, de ocho versos y la segunda de doce, y "III.- Un
recuerdo", con octosílabos asonantes en una sola estrofa de doce versos. "Caminos" (107-
109), de octosílabos, con la rima tradicional, en estrofas de diversas medidas, la segunda,
con un verso de cuatro sílabas, esto es, de pie quebrado. "Cancioncillas" (106-107) tiene
tres estrofas de versos aconsonantados. La canción que empieza: "Oh Cristo, fruto
maduro" (102-104) con versos octosílabos asonantados en cuatro estrofas, la primera, de
cuatro versos, la segunda y tercera, de dieciséis versos y la última, de cuatro, con "rimas
equívocas", según Antonio Alatorre128 como se ve en seguida:
Aguas de olvido tus ojos,
corriente de amor tus labios,
¡quién se durmiera en tus ojos
y amaneciera en tus labios! (104)
128
Antonio Alatorre. Fiori di sonetti/Flores de sonetos, Editorial Aldus, México, D. F., 2001, p. 139.
129
Wolfgang Kayser. Kleine deutsche Versschule, citado por Oldřich Bělič, Op. cit., p. 388.
130
Pedro Henríquez Ureña. Estudios de versificación española, citado por Oldřich Bělič En busca del verso español,
Univerzita Karlova, Praha, 1975, p. 15.
131
Ú ltimas C onsideraciones
Concha Urquiza fue mujer de sentires intensos, sin embargo, esos sentires no la hacen
poeta. Ella toma ese nombre cuando en soledad busca unir una palabra a otra para que
expresen lo tan apasionadamente vivido en su más íntima verdad. Alfonso Reyes nos
dice que esto es posible cuando se acierta "en dar calidad a las formas verbales. Doble
es la operación: de ajuste psicológico y de ajuste estético, vinculado en los valores
idiomáticos".131 Porque como dice el mismo Reyes: "una cosa es sentir, y otra es decir
literariamente o poner la emoción en valor poemático". 132 Y Aguiar e Silva dice: "El
rapto súbito es motivo de desconfianza, por eso se apela a la reflexión, a la capacidad
de disciplinar el entusiasmo y la ‘vana ligereza’, como condición esencial del acto
poético".133 Y Baudelaire resume esta afirmación así: "La impresión es decididamente
hermana del trabajo diario".134
Concha Urquiza no se abandonaba sólo a la emoción, sino que trabajaba sus textos con
porfía, rigor y lucidez, hasta encontrar las palabras precisas, sus enlaces, sus ritmos,
determinados por pulsiones muy íntimas. Son esas pulsiones el potente estímulo que
le da el alto poder sugestivo a sus palabras y desata la emoción concentrada.
Ciertamente la poesía de Concha Urquiza tiene su origen en una introspección
continua, en una inmersión en su más íntimo ser, en una concentración en su sentir
y pensar, para después trabajar toda esa interioridad y lograr que ese complejo pase a
la palabra escrita, sin pérdida de intensidad entre lo hondamente vivido y lo escrito.
Su ejercicio poético es ejercicio de conciencia verbal. Busca asociaciones de palabras
y combinaciones de ritmos que intentan una identidad de percepción y plasmación
comunicativa. De este modo hace de lo perecedero, perdurable, de lo finito, infinito,
131
El deslinde en Obras completas de Alfonso Reyes, Letras Mexicanas, Fondo de Cultura Económica, 1ª ed., vol. XV,
México, D. F., 1963, p. 271.
132
"Los estímulos literarios" en Obras completas de Alfonso Reyes, Letras Mexicanas, 1ª ed., vol. XIV, México, D. F., p. 282.
133
Víctor Manuel Aguiar e Silva. Teoría de la Literatura, Biblioteca Románica Hispánica, Gredos, Madrid, 1972, 10ª
reimpresión, p. 146.
134
Citado por Aguiar e Silva, Op. cit., p. 153.
132
de la fugacidad, permanencia. Murry dice: "Una manera individual de ver y sentir obligará
al empleo del lenguaje de una manera individual".135
Concha Urquiza escribe su obra poética viviendo volcánicamente su anhelo amoroso
hacia Dios. No le basta ni su Diario, ni cartas, reflexiones ni esbozos novelados, ya que
precisa de mayor intensidad, profundidad y complejidad y eso sólo lo otorga la poesía
con su ritmo, su rima y el acarreo de palabras de un ámbito a otro, donde la alusión,
la sugerencia, la intuición llevan a asociaciones de densidad emotiva y lo así logrado se
hace nuevo, personal e irrepetible y es que como dice Jean Cohen: "la poesía constituye
la forma vehemente de la literatura, el grado paroxístico del estilo".136Alfonso Reyes dice
lo mismo con otras palabras: "la literatura revela mejor sus esencias en el rojo-blanco de
la poesía".137
En el magma de contradicciones en que el ánimo de Concha Urquiza se agitaba, su palabra
poética ordena, delinea, configura, precisa su cambiante sentir, con aspiración invariable
de que no se pierda su vigor, su fuerza ni su verdad. De este modo, la organización que
da Concha Urquiza a sus percepciones, forma en su lenguaje la paradoja de mantenerlas
fijas para siempre y, sin embargo, vivas, con una vivacidad como ocurriendo apenas. Sus
recursos les dan, además, un carácter estético, y dentro de ese carácter se vuelven aptos
para comunicar, sin pérdida de emoción y de vigor lo experimentado.
Octavio Paz ha escrito: "cada poema es una lección práctica de armonía y de concordia".138
"armonía y concordia" en cuanto que vive en él lo disímil y lo semejante, lo opuesto
y lo similar, lo efímero y eterno, una sensación, un sentimiento que son apenas un
relampagueo del vivir, y a pesar de todo, un relampagueo que permanece. Esas dos
características se dan en la poesía de Concha Urquiza. Sus verdades de amor enraizaron
en su sentir con decires de La Biblia, de los clásicos latinos, de poetas españoles o de
cualquiera otra fuente y entregaron florecimientos que eran los mismos de su origen,
pero con tintes y matices nuevos. Al servirse de las voces de otros poetas las transformó,
les dio una nueva vida y pudo construir la desollante paradoja de construir armonía
135
J. Middleton Murry. El estilo literario, Fondo de Cultura Económica, México, 1951, p. 19.
136
Citado por Gerard Genette, Figures II, Collection "Tel Quel", aux éditions du Seuil, París, 1969, p. 140.
137
Alfonso Reyes, Op. cit., vol. XIV, p. 85.
138
Octavio Paz. "La otra voz. Poesía y fin de siglo". Vuelta, núm. 178, noviembre de 1990, p. 16.
133
alimentada de desarmonía; gozo de sus más acuciantes dolores, luz de sus oscuridades
más abismáticas.
Concha Urquiza es una poeta poseída por una fuerza irresistible que la lleva a escribir sus
más íntimas experiencias, pero también posee un juicio claro y armonioso que la impele
a buscar los medios más idóneos para comunicar lo vivido en la palabra justa, que es, al
mismo tiempo, no sólo palabra de auténtico vivir, sino palabra estética, impregnada de
emoción. En ella se cumple lo que dice Paul Reverdy: "la emoción poética es provocada
«ciertamente por lo que se dice, pero sobre todo por la manera como se dice, el timbre
sobre el cual se dice»".139 Y Boris Pasternak es del mismo parecer cuando anota: "La
grandeza de un escritor nada tiene que ver con la materia expuesta en sí misma, sino sólo
con la manera en que la materia expuesta toca al escritor".140 Y la materia de la poesía
de Concha Urquiza no sólo la toca, sino que constituye el núcleo de su vida y su razón
de vivir.
De la importancia de la organización de las palabras en la lengua poética habla Octavio
Paz: "todas las formas y todos los metros son barcas para atravesar el mar de los años y
los siglos: la memoria de los hombres. El arte es voluntad de forma porque es voluntad
de duración".141 Por lo antes expuesto, el valor de la obra poética de Concha Urquiza no
reside sólo en su tema, sino en la manera de sentirlo y expresarlo.
139
Citado por Michel Collot, La matière émotion, Puf écriture, Presses Universitaires de France, París, 1977, p. 27.
140
Writers at work, The Paris Review Interviews, Penguin Books, Middlesex, 1972, p. 153.
141
Octavio Paz, "Cuantía y valía", Vuelta, núm. 188, julio de 1992, p. 15.
134
Variantes de Poemas no incluidos en la Edición de las Obras
de C oncha U rquiza , por G abriel M éndez P lancarte , 1946 y 1977
137
v.- 55: que tal vez, al doblar de una ladera,
v.- 58: y alumbrado del beso de su boca,
v.- 62: rastreando su ganado por las sendas.
v.- 65: la ciencia del amor pura y sabrosa!
La copia de esta versión está dedicada al p. Javier Guzmán de puño y letra de Concha
Urquiza.
138
Poemas no incluidos en la Edición
de las O bras de C oncha U rquiza antes citadas
Tus Ojeras
Para mi hermana María Luisa
Conchita Urquiza
Juan del Sena, "Una poetisa de doce años", El Universal Ilustrado, núm. 272, año VI, 20 de julio de 1922, p.
34. También reproducido en El Centavo, núm. 117, p. 38 y en El Corazón Preso, presentación de José Vicente
Anaya, Lecturas Mexicanas, Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes, México, p. 197.
139
Los Bohemios
Revista de revistas, enero 6 de 1924, p. 43, La Nación, año XI, núm. 566, 18 de agosto de 1952; María Teresa Estrada
Sámano, La poesía de Concha Urquiza Tesis de licenciatura en Lengua y Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad Iberoamericana, Fímax Publicistas, Morelia, 1966, p. 102; El Centavo, núm. 117, enero-febrero de
1983, p. 24; El Corazón Preso, Op. cit., p. 199.
140
Plegaria de Luz
Revista de revistas, núm. 713, año XIV, 6 de enero de 1924, p. 43; María Teresa Estrada Sámano, Op. cit., p.10;
El Centavo, Op. cit., pp. 24 y 37-38; El Corazón Preso, Op. cit., 198.
141
Las Piedras del Camino
En "Carta a Arqueles Vela. ¿1º de febrero? de 1926", transcrito por Emma Susana Speratti Piñero, Temas bíblicos y
greco-romanos en la poesía de Concha Urquiza Plaqueta núm. 9 del Instituto Potosino de Bellas Artes, San Luis Potosí,
1961, p. 25. También reproducida en El Centavo, núm. 117, vol. XI, enero-febrero de 1983, p. 16, así como en El
Corazón Preso, Op. cit., p. 201.
142
Para El que Todavía No Es
Ábside, XII-3, julio-septiembre de 1948, bajo el título "Tres poemas no coleccionados de Concha Urquiza", p. 376.
143
Dolor
El Universal Ilustrado, 25 de marzo de 1926, p. 28. También publicado el poema anterior, junto con "Elogio de
Pierrot" y "Para el que todavía no es" en Ábside, XII-3, julio-septiembre de 1948, bajo el título "Tres poemas no
coleccionados de Concha Urquiza", pp. 376-378.
144
A una Mujer Aureolada por sus Cabellos
Tu rostro en tu cabellera,
es el faisán en el nido;
Eros, en la red ligera
de la sonrisa primera
detenido.
Publicado entre otros poemas por Rosario Castellanos al final de su artículo "Presencia de Concha Urquiza" en
Letras Patrias, núm. 5, 1957, pp. 146-159, lo mismo que en Sábado, núm. 474, 8 de noviembre de 1986, p. 9, con
una carta de Evodio Escalante fechada el 27 de octubre de 1986. También publicado en El Corazón Preso, Op.
cit., p. 200.
145
Arrepentimiento
146
Elogio de Pierrot
Publicado también en El Centavo, Op. cit., p. 16 y en El Corazón Preso, Op. cit., p. 202, así como en Ábside, XII-3, julio-
septiembre de 1948, bajo el título "Tres poemas no coleccionados de Concha Urquiza", pp. 376-378.
147
Despedida del Juglar
Caminando se despide,
senderos que hacen penar,
muchachitas de la tierra
ya lo salen a mirar;
sus ojos beben la copla
que va regando al pasar.
Al son de la guitarrilla
voz que se oyó murmurar
ahogando la voz del canto
con duro silencio va.
148
¡Ay, nostalgia de estas calles
que el mañana turbará!
¡Ay, nostalgia de estas coplas,
de esas mozas, de este afán;
temblor que cruza la noche,
noche que queda detrás.
Adiós, adiós que amanece,
noche olorosa a azahar,
noche de labios ardientes,
noche de espiga y panal!
Amanece en las montañas
nueva luz para el juglar…
que guitarra bajo el brazo
camino del templo va.
Publicado también en La poesía de Concha Urquiza María Teresa Estrada Sámano, Fímax Publicistas, Morelia,
1966, p. 105 y en la plaqueta En torno a la fisonomía espiritual de Concha Urquiza Xavier Guzmán Rangel, Instituto
Potosino de Bellas Artes, San Luis Potosí, 1961, pp. 14-16, así como en El Corazón Preso, Op. cit., pp. 204-205, con
la siguiente anotación: "Concha Urquiza escribió este poema en 1940; lo empezó en una cafetería de Uruapan,
Michoacán, y lo continuó en un automóvil viajando a Morelia, según lo cuenta el poeta sacerdote Xavier Guzmán
Rangel, a quien Concha escribió el mencionado poema cuando él, aún joven le comunicó a Concha su decisión
de convertirse en sacerdote". También en este apéndice copia del original manuscrito, proporcionada a la autora
por el propio sacerdote Xavier Guzmán.
149
150
151
152
"La última carta de Concha Urquiza", con un comentario de Joaquín Antonio Peñalosa,
publicada en Acento, Seminario de cultura, La Voz de Michoacán, núm. 133, 3 de agosto de
1995, p. 5, dirigida a María del Rosario Oyárzun.
Querida chiquilla:
153
154
Al Olor De Tus Aromas
23 de junio de 1937
155
CONCHA URQUIZA
Conversación con el P. Luis Manuel Guzmán.
Entrevistó Alejandro Avilés
156
Y definitivamente ella, después de su ruta, que anduvo siempre de un lado para
otro, en lo íntimo de su alma, sí había encontrado el secreto de la paz en Cristo.
Y por eso, antes de empezar su nueva vida en Tijuana, quiso hacer ocho días de
ejercicios con las Hijas en Ensenada. Y yo la llevé a Ensenada y esa última vez, me
acuerdo que volvimos a los temas consabidos. Ahorita no recuerdo en concreto,
pero sí me acuerdo que hablamos mucho de Grecia en todos sus aspectos. Y a los
ocho días, una vez terminados los ejercicios, yo fui a verla, a ver si volvía o no a
Tijuana.
Y allá estaba en la parroquia de Ensenada Carlos Ruiz de Chávez, hermano de
las madres Ruiz de Chávez, que había estado en la Apostólica y había conseguido
por fin ser cajero en una cantina de Tijuana. Muy elegante, ¿no? (risas). Era muy
buen muchacho. Y cuando fui a buscarla al Colegio México, a la casa de las Hijas,
donde había pasado esos ocho días de reflexión espiritual, venían saliendo ellos
que iban a bañarse al estero, y me dijeron: "Padre, ¿nos lleva?"Y le dije: "Miren,
francamente no puedo porque yo tengo a las cuatro un compromiso y no he
comido". Y entonces Concha entró corriendo y me dijo: "Las madres le van a
arreglar un lonche y nos lleva". Y echamos otra platicadota, porque platicábamos
muy a gusto. Y al rato, a los pocos minutos salió con el mentado lonche y nos
fuimos al estero.
AA. ¿Al estero?
LMG. Sí. A los dos. Los llevaba a los dos.
AA. ¿Quién más iba?
LMG. Carlos Ruiz de Chávez.
AA. ¿Carlos Ruiz de Chávez, usted y Concha, nada más?
LMG. No, y un muchacho, con el que iba yo de Tijuana. Y al llegar al estero, la bahía es
un gran semicírculo, o más bien un círculo que no se cierra completamente. Y en
medio la isla de Todos los Santos. Y tiene una entrada, un estuario, y hay una hora,
cuando sube la marea, entra el mar como furgonada, y una vez terminada, baja la
marea y sale aquel raudal de agua. Entonces hay un canal que forma esa entrada
y salida a medio estero. Entonces llegamos allí y Concha me dijo: "Queremos
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bañarnos, padre". "Perfecto" le dije. "Voy a comer y a las tres y media, por favor,
están listos, porque yo quiero a las cuatro estar ya en Ensenada". Entonces
seguimos allí conversando muy alegres, muy contentos, y nos fuimos mar adentro,
el muchacho que iba conmigo y yo. Cuando calculé que ya era hora de volver,
regresamos al punto de partida, o sea, donde debían estar ellos, suponía yo que ya
vestidos. Entonces vi a Concha y a Carlos nadando de muertito boca arriba, y les
dije: "¿Qué pasó?" Me dijeron: "Padre, allí vamos". Era la hora en que entraba o
salía, no me acuerdo, las cuatro de la tarde, esa furgonada de agua que le digo que
se hace, porque yo me acuerdo que no podíamos, remando hacia atrás, dábamos
vueltas sin salir de lo mismo. Le digo al muchacho: "Si no estamos viendo la
playa nunca llegaremos". Concha me dijo: "Aquí estamos". Y Carlos, los dos muy
sonrientes. Y entonces volteamos la panga, viendo a la orilla que estaba como a
diez metros, pues teniendo el objetivo a la vista. Llegamos, clavamos la panga en
la orilla y al voltear, anda vete de Concha y anda vete de Carlos.
AA. ¡En un momento!
LMG. En un momento, sí. Es que es tremenda la entrada y de hecho casi no dejan bañarse
por eso allí. Y llegando al estero, hay un lugarcito que es donde se baña la gente y
del otro lado yo no sabía, siempre me había bañado del otro lado que es donde está
la entrada y la salida. Es como un canal, entra y sale el mar tremendo. Entonces,
yo me imagino, es imaginación mía, que precisamente porque estaban cansados y
ya estaban nadando de muertito, y al querer alcanzar la orilla… Nosotros con la
panga llegamos, pero ellos no pudieron con la furgonada aquella. Entonces digo
yo: "¿Dónde están?" Y dice el muchacho; "No están, padre". Pues ahí nos tiene.
Nos subimos a la panga a puro gritar: "¡Concha!", "¡Carlos!". Hay muchas focas
allí. Sacaban la cabeza y decíamos: "Mira, es Concha", "Mira, es Carlos". Pues no,
no era nada de eso. Entonces me fui al otro lado del estero y andaba allí un gringo
con su lancha de motor. Le dije: "Se acaban de ahogar dos muchachos". Y fui a
recorrer el estero de lado a lado, de cuatro a cinco. No, ya cuando eran las cinco
de la tarde, dije yo: pues aunque salgan, nadie aguanta una hora debajo del agua.
Entonces ya recogí sus prendas de vestir y fui a darle la noticia a la hermana de
Carlos.
Concha apareció al día siguiente en el fondo del estero y estaba intacta, tranquila,
serena, únicamente con un pequeño rasguño. Yo la retraté. Quién sabe si por
ahí la foto la tengan en su casa. Pero yo la retraté. ¡Ay! pensé yo, de veras en qué
tranquilidad y paz entregó su alma al Señor esta criatura, y sí pensé, después de
158
haberla oído hablar de aquella angustia interior y la alegría con que salió ella de
sus días de reflexión espiritual. Dio gracias como tres cuartos de hora. Entonces
sí dije: pues es indudable que cualquiera que haya sido lo que esperaba a Carlos,
en la trayectoria angustiosa de Concha, a ella sí la recogió Dios en un momento de
intensa paz. Ese camino que hicimos de Ensenada al estero fue de una tranquilidad
espiritual profunda, un reencuentro de esos que ella tenía.
AA. Ella había superado entonces la angustia, la crisis que traía.
LMG. Sí, la había superado definitivamente. Yo eso sí sé, que en un momento de paz
interior profunda fue cuando sucedió aquello. Y Carlos no, Carlos apareció a los
cuatro días, fuera del estero, fuera de la bahía, ya en la playa, con los huesos secos,
todo comido de los tiburones.
AA. La muerte entonces, el hecho de que se ahogaran, obedeció a una corriente.
LMG. A una corriente que no conocíamos nosotros. Yo ya había vivido en Ensenada,
pero jamás me había bañado de ese lado. Sí, yo un minuto antes de que murieran
los vi completos a los dos. Por eso fue que dije: "Bueno, ya van a ser las cuatro
y no se ha vestido este par". Y Concha: "Aquí estamos padre". Dónde iba yo a
sospechar cuando vi yo aquella cara halagüeña que un minuto después se los iba a
tragar el mar.
AA. Fíjese que el que lea la presentación que hace don Gabriel Méndez Plancarte,
queda con una impresión. Como fue tan rápida la apreciación que no dio ningún
detalle, queda la impresión de que usted y el otro muchacho estaban muy lejos;
que se habían ido y se habían quedado solos Carlos y Concha; que no había
habido nadie que pudiera asistir a aquel momento; que hasta tiempo después se
habían enterado de que se había ahogado ella.
LMG. No, no, fue una cosa inmediata. Si estábamos, ya le digo, a unos diez metros de la
orilla cuando los vimos. Y todo fue voltear la panga y llegar a la orilla, clavarla en
la arena y voltear ¡Ay! Ya no estaban.
AA. ¿Había rocas allí?
LMG. No, no. Es playa, pero me dicen que allí hace una especie de cajón que ha abierto
la corriente marina.
159
AA. Entonces allí corre el agua con mucha fuerza.
LMG. Sí, porque navegando por dentro del estero, pues remamos como se rema
siempre, hacia atrás, pero ahí no podíamos nosotros porque estaba muy fuerte y
por eso, porque volteamos la panga hacia delante, pues no vimos a qué hora se los
tragó. Nos quedaban a la espalda los dos. Pero pasamos junto a ellos, así, a esta
distancia.
AA. ¿Los dos habían comulgado esa mañana?
LMG. Sí, Carlos tenía fe también.
AA. Tenían una gran paz los dos.
LMG. Sí, a mí me impresionó ver a Carlos precisamente. Concha iba feliz, sin sombra
de angustia ni nada, llena de paz. Y sentía el contraste de aquella paz tan profunda
y tan alegre, porque ella me había platicado varias veces las angustias tremendas.
¡Qué alma tan apasionada! ¿no? Por eso era capaz de oscilar de un lado a otro.
AA. ¿Y la paz plena la adquirió después de los ejercicios?
LMG. No, ya ella traía paz. Cuando yo la llevé a Ensenada iba muy, muy tranquila.
AA. Cuando usted la llevó de Tijuana a Ensenada ¿ya ella había conseguido su paz?
LMG. Sí, sí.
AA. Y después de los ejercicios…
LMG. No, pues salió muy contenta, llena de una paz muy grande. Dios la encontró en
un momento de gran paz.
AA. Porque ella era mística.
LMG. Y Carlillos era un alma de Dios.
AA. ¿Y a él cómo lo encontraron?
LMG. A él, de la cara no le quedaba nada, las vísceras todas… Era un espectáculo
macabro. Ya estaba seco, en la playa, botado por el mar. A él le quedaron algo de
160
los muslos y ahí entre lo que le quedaba de carne, entre los huesos, el calzoncillo de
baño enredado. Pero Conchita estaba intacta, haga de cuenta que estaba dormida.
AA. ¿Y la sepultaron en Tijuana?
LMG. Tengo entendido que la sepultaron en Ensenada. Seguramente allí los velaron a
los dos. No, yo al día siguiente andaba como loco, no sabía de mí.
AA. ¿Y a Concha también la arrojó el mar?
LMG. Sí, ella estaba en la playa, en el fondo del estero. A ella no la sacó el mar del estero.
La corriente se la llevó hasta el fondo del estero. Y allí estaba clavada en la orilla de
la playa, con la carita boca abajo. Y probablemente al estar boca abajo así, y con el
balanceo de las olas, fue lo que le produjo ese rasponcito en la nariz. Pero su cara
estaba intacta. Su cuerpo estaba intacto.
AA. No así el de Carlos…
LMG. No, no, Carlos, mejor no haberlo visto. Pero Conchita, en paz se fue y en paz se
quedó.
AA. Éste es un testimonio central para la vida de Concha.
LMG. Pues sí, realmente las últimas conversaciones las tuvo conmigo.
AA. ¿Y no se ha publicado nada de esto?
LMG. No, porque pues el amigo de ella, así de muchos años, era el padre Tarsicio, y él
cuando fue, pues probablemente recogió los relatos de segunda mano.
AA. ¿Usted no conversó con el padre Méndez Plancarte?
LMG. No, yo creo que los datos que él obtuvo sobre eso fueron a través del padre
Tarsicio porque yo le entregué la parroquia de Tijuana a Tarsicio, pero un año
después de que había muerto Concha. Y Él probablemente de las Hijas o allí en
Tijuana encontró el dato de que un padre los había llevado. Si hubo un menso que
hasta anduvo diciendo en Tijuana que iba con su enamorado, (risas)… ridículo
¡Concha enamorada de Carlos Ruiz de Chávez! No, no, era otra cosa.
161
AA. ¿Concha nunca le platicó a usted, en las conversaciones que tuvieron, de su
experiencia al servicio del partido comunista, que le encargaron que escribiera
una historia de la iglesia, haciendo unas afirmaciones falsas, que ella, al investigar,
se dio cuenta de que era algo falso y entonces se negó a escribir?
LMG. Sí, sí me platicó de eso. Pues toda esa angustia…
AA. Allí fue donde ella, al investigar esos datos tuvo la motivación para volver a la fe
¿verdad?
LMG. Era un alma sincera y recta. Sí, daba una idea como de temple varonil, ¿verdad?
Sí, yo desde que la vi y vi la marca de los cigarros, dije: "¡Upa vieja con que
me encontré!" (risas). Me acordé de lo que dijo el padre aquel ¿Ibáñez?, cuando
conoció a Santa Teresa de Jesús: "Me pareció un hombre y de los muy barbados".
AA. "Habéisme engañado, decíasme que era mujer y no es sino varón y de los muy
barbados".
162
Acta de nacimiento de Concha Urquiza
163
Concha Urquiza en su infancia
Concha Urquiza con su madre Concepción del Valle y su hermana María Luisa
164
Concha Urquiza adolescente
165
Concha Urquiza joven
166
Concha Urquiza en la década de los cuarenta
167
168
169
Concha Urquiza con sus entrañables amigos Rosario Oyárzun (centro), Pedro Rodríguez Zertuche
(detrás de Concha) y uno de los hermanos Rosillo (izquierda), en San Luis Potosí
170
Concha Urquiza en San Luis Potosí
171
Concha Urquiza con Carlos Ruiz de Chávez
172
Ilustración de Alejandra Saavedra,
Laberinto, núm.392, 18 de diciembre de 2010, p.1.
173
"Poema inédito de Concha Urquiza", Colección de José Manuel Delgado,
Laberinto, núm.392, 18 de diciembre de 2010, p. 3.
174
Carta de Concha Urquiza a su madre, Concepción del Valle, 14 de junio de 1945
Archivo Familiar Galindo Urquiza
175
Carta de Concha Urquiza a su madre, Concepción del Valle, 14 de junio de 1945
Archivo Familiar Galindo Urquiza
176
Carta de Concha Urquiza a su madre, Concepción del Valle, 14 de junio de 1945
Archivo Familiar Galindo Urquiza
177
Correograma de Concha Urquiza a su madre, Concepción del Valle, 17 de junio de 1945
Archivo Familiar Galindo Urquiza
178
Correograma de Concha Urquiza a su madre, Concepción del Valle, 17 de junio de 1945
Archivo Familiar Galindo Urquiza
179
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Potosí, 1961, pp. 14-16 y en La poesía de Concha Urquiza María Teresa Estrada, Op.
cit., 105, así como en El Corazón Preso, Op. cit., pp. 204-205. Y en este apéndice, copia
del original manuscrito, proporcionado a la autora por el propio sacerdote Xavier
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Concha Urquiza
y su Obra
de María Teresa Perdomo
se terminó de imprimir en abril de 2013
en los talleres gráficos de Siete Cyan,
ubicados en Oriente 2, No. 70, Col. Industrial
Morelia, Michoacán, México.