Ruben Dario Spanish CLR
Ruben Dario Spanish CLR
Ruben Dario Spanish CLR
RUBÉN DARÍO
Y LA BÚSQUEDA ROMÁNTICA
DE LA UNIDAD
El recurso modernista
a la tradición esotérica
Título original:
Rubén Darío and the Romantic Search for Unity. The Modernist Recourse
to Esoteric Tradición
© 1983, University of Texas Press, Austin
ISBN 0-292-75075-7
ISBN 968-16-2480-7
Impreso en México
Para
RAMÓN
PREFACIO
11
12 MODERNISMO Y TRADICIÓN ROMÁNTICO/ESOTÉRICA
9 Ángel del Río, "Present Trends in the Conception and Criticism of Spanish
Romanticism", RomanticReview, 39 (1948), p. 239.
10 Para entender las implicaciones tardías del conservadurismo español véase
John W. Kronik, "The Introduction of Symbolism in Spain: A Cali to Arms", en
Waiting for Pegasus: Studies in the Presence of Symbolism ahd Decadence in Hís-
pame Letters, Roland Grass y William R. Risley, compiladores, pp. 31-38.
11 E. A. Peers, Historia del movimiento romántico español.
12 Véase Ángel Rama, Rubén Darío y él modernismo, p. 26.
13 Gullón, "Pitagorismo y modernismo", p. 54.
14 Rubén Darío, "El pueblo del Polo", Letras, Obras completas, I, p. 545.
MODERNISMO Y TRADICIÓN ROMÁNTICO/ESOTÉRICA 15
is Octavio Paz, Los hijos del limo, p. 10. En términos más simples, la no-
ción de analogía sostiene que existen correspondencias entre el mundo material
y las realidades espirituales. El lenguaje es la llave que abre la puerta de estas rela-
ciones ocultas. La capital importancia de la analogía para el romanticismo ha sido
ampliamente reconocida. Por ejemplo, Morse Peckham concilia las opiniones de
Wellek y de Lovejoy sobre las características fundamentales del romanticismo al
demostrar que tienen su origen en un organismo dinámico ("Toward a Theory of
Romanticism", PMLA, 66 [1951], pp. 5-23).
16 En relación a este análisis sobre el recurso a las concepciones esotéricas y
bíblicas del mundo por los escritores románticos, estoy particularmente en deuda
16 MODERNISMO Y TRADICIÓN ROMÁNTICO/ESOTÉRICA
por la filosofía de Fichte, postularon a la obra de arte como algo que debía ser, de
manera incluso más absoluta que el mundo de la percepción, expresión del espíritu
genuino". En 1813, Madame de Staél, en De l'Allemagne, una versión sentimenta-
üzada de las doctrinas que había aprendido de August Schlegel, escribe que para
concebir "la verdadera grandeza de la poesía lírica, uno debe vagar en el pensa-
miento hasta llegar a las regiones etéreas... y considerar a todo el universo como
un símbolo de las emociones del alma. . . De no ser por las dificultades del len-
guaje, el poeta, como la Sibila y los profetas, improvisaría los himnos sagrados del
genio" (Abrams, The Mirror and the Lamp, pp. 90-91).
20 MODERNISMO Y TRADICIÓN ROMÁNTICO/ESOTÉRICA
24 Debe notarse que en los inicios de su carrera Darío encontró ideas simi-
lares sobre el papel del poeta y el lenguaje en la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer.
Sin embargo, no fue sino hasta después de su contacto con los escritores más
refinados de Inglaterra y Francia, que Darío comenzó a formular lo que más tarde
se reconocería como las bases del movimiento modernista.
25 Esta designación es tan común que resulta imposible citar a todos los crí-
ticos que la han empleado; aquellos cuyos estudios se basan en la relación entre la
obra de Darío y el pitagorismo -menciono sólo los más notables- son: Gullón
en su "Pitagorismo y modernismo", Erika Lorenz en su Rubén Darío, "Bajo el
divino impeño de la música", y Raymond Skyrme en su Rubén Darío and the
Pythagorean Tradition.
26 La mezcla de estas cuatro filosofías tiene, de hecho, una base histórica.
MODERNISMO Y TRADICIÓN ROMÁNTICO/ESOTÉRICA 21
esa revista entre 1901 y 1910 -la mayor parte de ellos de Fernando Araujo y mu-
chos basados en artículos de La Revue.
30 Anderson Imbert, La originalidad de Rubén Darío, pp. 203-204.
24 MODERNISMO Y TRADICIÓN ROMÁNTICO/ESOTÉRICA
Pitágoras llamó a esto [la Gran Mónada, la esencia del Ser Increa-
do] el Primero, compuesto de armonía, el Fuego Masculino que
lo impregna todo, el Espíritu que se mueve por sí mismo, el Indivi-
34 Schuré, The Great Initiates, p. 314. Las referencias a este libro aparecen
a partir de este momento señaladas en el texto. N. B.: las referencias a Pitágoras,
los pitagóricos y el pitagorismo deben entenderse, a menos que se especifique lo
contrario, en el contexto de la tradición esotérica.
26 MODERNISMO Y TRADICIÓN ROMÁNTICO/ESOTÉRICA
[Al novicio] se le permitía ver esta verdad sólo en parte por medio
de lo que se llamaba el poder de la Magia y el Número. Pues los
números, enseñaba el maestro, contienen los secretos de las cosas y
Dios es armonía universal. Los siete modos sagrados infusos en las
siete notas del heptacordio corresponden a los siete colores de la
luz, a los siete planetas y a las siete formas de la existencia, que están
reproducidas en todas las esferas de la vida espiritual y material,
desde la mínima hasta la más alta. Las melodías de esos modos, sabia-
mente ubicadas, deberán traer el alma hacia la armonía, haciéndola
capaz de vibrar exactamente con el aliento de la verdad.
Este pasaje altamente sugestivo sirvió para reforzar los dogmas románti-
cos y simbolistas bajo cuya influencia estaba escribiendo Darío, quien
llegó a formular una cosmología poética basada en el concepto pitagórico
de la armonía universal.36 El universo entero es una extensión armoniosa,
viva, rítmica de Dios, y todos los elementos de la naturaleza son signos
que señalan la unidad del universo en y a través de Dios. Un corolario
sostiene que el poeta es un mago capaz de leer y traducir los signos de la
naturaleza para transmitir al resto de la humanidad el mensaje de la unidad
y la armonía. Por supuesto, la meta de los pitagóricos iniciados es com-
prender el orden del macrocosmos, imitarlo, e implantar un orden similar
en el microcosmos para, así, hacerse de un alma en orden. Sin embargo,
se reconoce que existen ciertos individuos superiores que están más
conscientes que otros del elemento divino de su ser y que, en consecuen-
cia, son más capaces de reconocer el orden trascendental del mundo que
35
Francis Macdonald Comford, Befare and After Sócrates, pp. 66-68.
36 Una hipótesis central en el estudio de Raymond Skyrme, Rubén Darío
and the Pythagorean Tradition, es que bajo la influencia del pitagorismo Darío llegó
a hacer equivalente el principio ordenador del universo con la música.
MODERNISMO Y TRADICIÓN ROMÁNTICO/ESOTÉRICA 27
La poesía es la copa de plata que el joven usará algún día para calmar la
sed ardiente de la belleza y el conocimiento. Pero su deseo será satisfe-
cho sólo cuando la copa se llene del agua de la fuente que mana armo-
niosamente, afinada con la naturaleza sensitiva y atenta que la rodea. Esta
fuente está dentro del poeta; es la parte de sí que "habla" con el lenguaje
primordial de la música y que entiende el orden original del mundo,
antes de la caída. Puede estar disimulada por la costumbre y el hábito,
pero su deber es encontrarla. Beber de otra fuente lo dejará sediento y
desilusionado.
Implícitas en esta identificación de la fuente que mana sin traba
con la esencia de la poesía, están las restricciones que la "forma" debe
imponer. Inevitablemente, la música de la fuente enmudecerá en la copa.
Es ésta la queja que Darío enuncia en "Yo persigo una forma. . ." tam-
bién de "Las ánforas de Epicuro" de Prosas profanas (p. 622):
Darío sólo encuentra "la palabra que huye" porque mientras intenta
capturar las ideas que flotan en su mente —como la barca del sueño en el
espacio— ellas mismas se escapan de su coerción verbal. Lo que queda,
en cambio, es la iniciación melódica o, para utilizar los términos de Darío,
el alma de la palabra (toda vez que lo que se ha perdido es su cuerpo).
En las "Palabras liminares" de Prosas profanas Darío dice: "Como cada
palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la harmonía verbal,
una melodía ideal. La música es sólo de la idea muchas veces" (p. 574).
La melodía que permanece es las ideas que son, en esencia, música. Por
medio de la fusión de la "harmonía verbal" y la "música ideal", el len-
guaje deviene poesía y "recobra su ser original, se hace música otra
vez".52
A pesar de la consabida dificultad que implica lograr esta combina-
ción perfecta, Darío, como es evidente en "Yo persigo una forma...",
continúa la búsqueda de la forma ideal que apenas acaba de comenzar
a concebir su mente. Esta forma, anunciada por el beso que posa en sus
labios el abrazo imposible de la Venus de Milo, se identifica claramente
con la mujer, la diosa cuya visión los astros le han predicho.53 La mujer,
matriz de la existencia, vientre primordial, es también la "carne" de la
poesía. La mujer es lenguaje y, para devenir poesía, debe inseminarse
con ideas, es decir, "música ideal". Esta conceptualización de la poesía
se parangona con la visión mítica de la creación del mundo. "En el prin-
cipio el Espíritu concibió, las aguas {id est, el vientre maternal del uni-
verso) dieron a luz, y el mundo que nació de su unión fue la primera
imagen material del mundo, de Dios el Hijo, el Logos que fue la norma
ideal sobre la cual fue modelada la creación " 5 4 Entre los románticos
era común identificar al poema como una "segunda naturaleza" creada
por el poeta en un acto análogo al de Dios cuando creó al mundo, pero
Darío se siente atraído por la conceptualización más estruendosamente
5 5 Cfr. Abrams, "The Poem as Heterocosm", The Mirror and the Lamp, pá-
ginas 272-285.
56 Paz, Los hijos del limo, p. 112.
5 7 Rubén Darío, Obras desconocidas: Escritas en Chile y no recopiladas en
ninguno de sus libros, editadas por Raúl Silva Castro, pp. 168-169, 170. Cursivas
mías.
38 MODERNISMO Y TRADICIÓN ROMÁNTICO/ESOTÉRICA
41
42 EL PITAGORISMO ESOTÉRICO
En este caso, Darío adapta el Génesis 1:31: "Y vio Dios todas las cosas
que había hecho; y eran en gran manera buenas",* a su noción panteísta
de la fusión de Dios y la naturaleza. La armonía descrita se deriva de la
unidad de la vida manifiesta en la operante unión del sol y la tierra. En
"el año lírico" de.4zw/(1888), Darío transforma el monocordio univer-
sal pitagórico en "lira universal" y ve la canción de las aves en resonancia
simpática con una de sus cuerdas (p. 517). En este breve pero expre-
sivo pasaje, reafirma su fe en el orden musical del universo, el cual puede
estar escondido, pero puede ser rescatado y restablecido como la base
de la poesía y la vida.
Darío encontró apoyo para esta respuesta intuitiva y para esta in-
terpretación poética del universo en las tendencias intelectuales que le
venían de Europa. Su familiaridad con los escritos de Victor Hugo y,
poco después, sus amplias lecturas de los poetas románticos y simbolistas
reforzaron su juvenil tendencia a una visión panteísta del mundo.5
Estas lecturas, poco después, fueron complementadas por la entusiasta
inmersión de Darío en la doctrina ocultista, particularmente en la que
compendió Edouard Schuré en Los grandes iniciados. Dada la con-
fluencia de estas tradiciones literarias y esotéricas, las actitudes tempra-
nas de Darío comenzaron a cuajar en una concepción coherente del
universo como un ser singular animado por un alma única y divina. Esta
creencia en que Dios es el Uno que lo es todo es la fundamentación del
pitagorismo esotérico y la clave de la visión unificadora de Darío. Por
medio de ella descubre no sólo la unidad de todos los elementos de la
creación, sino también la unidad de lo masculino y lo femenino y la de
la vida y la muerte.
El pitagorismo esotérico sostiene que todo el universo es Dios, y
como la Gran Mónada está compuesta de armonía, el universo todo
es un desdoblamiento armónico de su ser divino. Aunque Dios es uno,
actúa como una Diada creativa, la unión del Eterno Masculino y el Eter-
no Femenino. En cuanto que los individuos y el universo se consideran
creados a la imagen de Dios, el hombre primordial se concibe como un
andrógino cósmico caído al mundo bisexual y material. Es necesario
entender la armonía del macrocosmos para poder imitarlo y establecer
un orden divino similar en el microcosmos, y así acceder al "orden del
alma" y aproximarse al primordial antepasado indiviso.
Aunque los pitagóricos sostienen que Dios es omnipresente, imagi-
nan que todos los elementos de la creación se articulan en una jerarquía
basada en su grado de espiritualidad y semejanza con Dios. Para que el
alma humana haya conseguido su actual condición, tuvo que recorrer
todos los reinos de la naturaleza, evolucionando gradualmente a través
de una serie de innumerables existencias. Lo que es más, se cree que el
Dado que los centauros, se dice, nacieron de Ixión y de una nube, los
aspectos más espirituales de su carácter supuestamente se deben a la he-
rencia materna. Sus emociones viles les vienen de su padre, cuyo com-
portamiento incorregible fue severamente castigado por Zeus. La fisura
en la personalidad de los centauros acentúa la fusión de los contrarios.
Semeja también la naturaleza humana y la tensión interna de la poesía
de Darío.9
Como Darío, los centauros aspiran comprender los fenómenos ce-
lestiales —luces, nubes, arco iris y cambios de estación— al mismo tiempo
Nos lleva al núcleo genético del arte de Darío, una zona en la que la
naturaleza, la vida consciente del hombre y su impulso creativo se
coordinan en una suerte de simbiosis de la que el poema adquiere
su vida. El ritmo y el eco de los corazones humanos, el peso y las
sonoridades de los versos del poeta, el llamado pulsante del insecto
y el flujo del agua en la playa del mar son ritmos y sonidos que per-
tenecen, a fin de cuentas, a una sola armonía, y es esta música la
que el poeta desea percibir. Advertimos aquí una predisposición
por parte de Darío hacia el pitagorismo que más tarde será patente
en su visión del arte, la vida y el espíritu, así como de su congruencia
esencial, y observamos también un indicio temprano de la "armo-
nía de las esferas" con la cual buscará afinar su arte.13
. . . Los confines
del mar llenó el grandioso clamor; el universo
sintió que un hombre harmónico, sonoro como un verso,
llenaba el hondo hueco de la altura: ese nombre
hizo gemir la tierra de amor: fue para el hombre
más alto que el de Jove, y los númenes mismos
lo oyeron asombrados; los lóbregos abismos
tuvieron una gracia de luz. ¡VENUS impera!
de Lisie, sin olvidar a Lucrecio: Hominum divumque voluptas, Alma Venus. Lau-
rant Tailhade escribió con este encabezamiento un Hymne á Aphrodite. . . En los
alejandrinos descriptivos de Venus y de su cortejo marino, el poeta no olvida al
siglo XVIII, la apoteosis de la diosa en los cuadros de Albani y de Boucher que
reproduce Ménard en su Mitología; el poeta adapta algunas expresiones del texto
de Ménard y de la explicación de la pintura: 'hocicos de hipocampos', tritónicas
melenas'". Marasso también recuerda la inolvidable pintura de Botticelli (Rubén
Darío, p. 84).
20 Schuré, The Great Initiates, pp. 315-316.
56 EL PITAGORISMO ESOTÉRICO
21 Cfr. "Yo soy aquel que ayer no más decía" en el que Darío escribió (pá-
gina 629):
Los monstruos o seres compuestos han sido creados por una naturaleza
sabia que intencionadamente elige unir formas divergentes. Aunque la
naturaleza tienda hacia el status humano por medio de una serie de en-
carnaciones, el monstruo es el símbolo del espectro de la vida, bello
en su elocuencia o, como dice Darío, "El monstruo expresa un ansia del
corazón del Orbe" (p. 577).
Los seres compuestos a los que se refiere Caumantes son, además
del centauro, los sátiros, Pan, las sirenas y el Minotauro. En la mitología
griega, los sátiros son deidades de los bosques que se representan como
hombres con características de macho cabrío y se asocian con los pode-
res lujuriosos y vitales de la naturaleza. Pan, dios alegre y musical, semeja
al sátiro en lo que tiene de macho cabrío —cuernos y pezuñas— y en
que vive en la espesura de los bosques y montañas. Las sirenas son ninfas
marinas que inducían a los marineros a su destrucción con la dulzura
de su canto; se les ha llegado a identificar con otro tipo de sirenas (las
legendarias criaturas marinas con torso y cabeza de mujer y cola, de
pez). El Minotauro, fruto de la unión entre Pasifae, esposa de Minos, y
un toro, es mitad hombre y mitad toro. Caumantes ve en todas estas
criaturas la fusión de los contrarios: la vida humana y la animal se reúnen
en el centauro, la pasión sexual y la furia armoniosa en el sátiro, la armo-
nía de la vida rústica y el ritmo del cosmos en Pan, los encantamientos
hechizantes y la música idílica en la voz de la sirena, Pasifae y el toro en
el Minotauro (p. 577):
Para Grineo las piedras y las rocas no son inanimadas; las ve más bien
como si encerraran seres rudimentarios que, asomándose al mundo,
pretendieran comunicarse con formas de vida más elevadas. Las gemas
son "peregrinos" a punto de iniciar el viaje de la evolución que se hace
posible por la transmigración de las almas. Ve a las gemas como ojos
luminosos por medio de los cuales, como si fueran humanos, sus almas
establecen contacto con nosotros. Más aún, como el granito es labrado
por el arquitecto y el mármol por el escultor, una relación especial se
establece entre el alma del artista y la de la piedra. Las dormidas línea
y palabra por las cuales habla la naturaleza se liberan de sus pétreos
confines gracias al arte. El artista que entiende el orden de la creación
despierta a la línea y a la palabra dormidas.
La discusión sobre la presencia del alma universal en piedras y rocas
se continúa en la referencia que hace Quirón al mito griego de la destruc-
ción del mundo. Cuando Zeus resolvió destruir a la degenerada raza de
los humanos, el piadoso Deucalión y su mujer, Pirra, fueron los únicos
mortales salvados. Deucalión construyó un barco en el que él y su esposa
flotaron durante los nueve días que duró la inundación que mató al
resto de sus congéneres. Por fin, el barco descansó en tierra. Deucalión
y Pirra le consultaron al oráculo de Temis cómo restaurar la población.
La diosa les ordenó que cubrieran sus cabezas y arrojaran detrás de sí
los huesos de su madre. Deucalión y Pirra interpretaron el críptico men-
saje y decidieron que su madre era la Gran Madre de todas las criaturas,
la Madre Tierra. La pareja recogió entonces puñados de piedras que
lanzaron sobre sus hombros. De las que arrojó Deucalión surgieron los
hombres; mujeres de las de Pirra.
La lectura ocultista de esta alegoría refuerza la relación entre los
comentarios de Grineo y el breve apunte de Quirón. Sostiene que la his-
Una vez más Darío trae elementos inanimados a la vida, ahora mez-
clando mitología griega con su propia visión de la naturaleza. Atis es
recordado como un joven llevado a una locura frenética por los celos de
Agdistis y que, en un momento de terrible abandono, se emascula a sí
mismo. Zeus, como consecuencia, lo convirtió en un abeto. Una historia
similar de metamorfosis es el antecedente de la referencia que hace Darío
a Filomela. Filomela era una princesa ateniense que fue violada por el
esposo de su hermana Procne, Tereo, quien no satisfecho de su acto
procedió a cortar la lengua de su víctima. En venganza, Procne mató a
su hijo, Itis, y, disimulado en guiso, lo sirvió a su marido. Cuando Tereo
estaba a punto de matar a las dos hermanas, enloquecido de dolor y
La conclusión del poema es, pues, un eco perfecto a la vez que un ba-
lance de la introducción. En ambas secciones Darío subraya los ritmos
y sonidos que, a fin de cuentas, pertenecen a la singular armonía del
universo, al pulso rítmico de la vida con el cual el poeta anhela armoni-
zar su vida y su arte.
Poco después de terminar "Coloquio de los centauros", Darío escri-
bió una serie de 13 poemas titulada "Las ánforas de Epicuro", que
agregó a la edición de 1901 de las Prosas profanas. Cuatro de los 13
tratan de materias ocultistas; dos ("La espiga" y "Ama tu ritmo...")
se centran en el concepto pitagórico de la unidad de la vida. En el pri-
mero de la serie, "La espiga" (p. 615), el tono pacífico del acorde
armonioso es el mismo del "Coloquio". La ubicación, sin embargo, es
diferente. El templo griego y las figuras mitológicas desaparecen. Lo
que queda es una escena de belleza natural y eterna, de estilo y periodo
indefinido. El tiempo parece detenido y, a diferencia del "Coloquio",
que provee un interludio armónico limitado a los confines del poema,
"La espiga" sucede en un escenario eterno de idílica paz intemporal e
inmutable. Más aún, con la desaparición de los intermedios artísticos,
Darío declara su confianza en su habilidad de percibir el orden de la
creación directamente de la naturaleza.
Aunque "La espiga" será estudiado en mayor detalle en el capítulo
dedicado al sincretismo, es menester comentar ahora algunos aspectos
adicionales que resultan pertinentes al presente tema. En los primeros
tres versos del soneto, Darío fija la escena en la que se generan los con-
31 Ricardo Gullón señala que para los modernistas esta creencia era capital
tanto para el pitagorismo como para su propia creación poética ("Pitagorismo y
modernismo", Mundo Nuevo, 7 [1967], p. 23).
68 EL PITAGORISMO ESOTÉRICO
Una vez más el poeta entiende que debe afinarse con la armonía univer-
sal: escuchar la canción iluminada del ave y resolver el enigma del movi-
Como indica este último poema, Darío ve en el sol una enorme urna de
verdad y armonía. En "Ama tu ritmo..." el poeta escucha que debe
engarzar sus creaciones cristalinas que, como las perlas de un collar,
atrapan y reflejan la luz del sol.34 La misión última del poeta iluminado
es, como lo implican los cuartetos, producir obras que reflejen la verdad
y la armonía que percibe a su alrededor.
Unos siete años más tarde, en abril de 1908, Darío escribió otro so-
neto, "En las constelaciones" (p. 1035), que posee una fuerte semejanza
con "Ama tu ritmo.. ." a pesar de que refleja un capital cambio de acti-
tud. La indefinida "nocturna irradiación geométrica" reaparece como
"constelaciones pitagóricas", y la repetición, con mínimas variantes, de
las palabras "constelaciones", "Pitágoras" y "leía" recuerdan la repeti-
ción dentro del primer verso de "Ama tu ritmo..." Lo más importante
es que la preocupación del poeta por seguir el ritmo del universo es la
misma en ambos sonetos. Sin embargo, las diferencias son cruciales. En
el primero de los poemas uno advierte la conciencia recién alertada del
poeta sobre la ley universal de la armonía y su fe -quizá endeble a
33 Aunque Marasso sugiere que la "irradiación geométrica" son los rayos pro-
venientes de la iluminación de la idea divina, de la mónada universal (RubénDarío,
p. 162), parece más probable, por el uso del adjetivo "nocturna", que Darío se
refiera al cielo de la noche. Sin embargo, las dos posibilidades se concilian fácil-
mente. Basta recordar que el universo está creado a imagen y semejanza divinas y
que la armonía que en él se ve obedece a la armonía inherente de Dios.
34 Cfr. el uso que hace Darío de esta imagen en dos de sus tempranas "Ri-
mas" (pp. 501, 507).
70 EL PITAGORISMO ESOTÉRICO
vida y con la música de las esferas como puede lograrse la armonía uni-
versal.
La mayoría de los signos de la unicidad de la vida examinados hasta
ahora vienen de la tierra. Pero en "Marina" (p. 670), "Caracol" (p. 679)
y "Revelación" (p. 712) la fuerza universal de la vida se ve en el rítmico
movimiento del mar y en el pulsar de su descomunal corazón, que sirven
ambos como modelos para el arte y el alma del poeta. Estudios minu-
ciosos de estos poemas se presentan en el artículo de Trueblood que
se citó más arriba. Siguiendo el desarrollo del símbolo del mar desde
"Sinfonía en gris mayor" (probablemente de 1889) y "Tarde del tró-
pico" (1892), a "Marina" y "Caracol" (ambos de 1903) y "Revelación"
(1907), el investigador descubre que "detrás de los diversos ritmos
marinos que Darío llevó al ritmo de sus versos, detrás de los sonidos ma-
rinos que traspasó a la música verbal, yace además toda la sensación de
una singular e ilimitada vida que el mar, más que ninguna otra fuerza
de la naturaleza, suscita".43 Así pues, es en todos los elementos de la
naturaleza —en la tierra, el mar y el cielo— que Darío percibe el alma
única del universo.
En los siete poemas analizados, Darío aspira no sólo a afirmar la
unidad de la vida y la armonía de la existencia sino también a integrarse
a sí mismo y a su poesía en el orden oculto de la creación, traducien-
do así la perfección del cosmos a un lenguaje más generalmente entendido
por la humanidad. Confía en la utilización creativa de las imágenes,
pautas sonoras, efectos verbales y figuras retóricas en su lucha por ilu-
minar a la armoniosa y viva naturaleza que —quizá sin que sea culpa
suya— teme no poder emular. Este miedo lo obsesiona y afecta su per-
cepción del propio destino final. Como poeta e intérprete del ordenado
universo, confía ser uno de los elegidos. Aun así, la posibilidad del
fracaso —por la intratabilidad del lenguaje o por sus propias debilida-
des espirituales- siempre está presente. El próximo capítulo analiza el
empleo dariano de la doctrina de la transmigración de las almas como
marco referencial metafórico y filosófico con el cual pretende resolver
esta tensión generada por su deseo de cumplir, cabalmente, con su res-
ponsabilidad poética.
76
"BAJO EL SIGNO DE UN DESTINO SUPREMO" 77
nueva existencia queda determinada por el buen o mal uso que el alma
haya hecho de su libertad. Por lo general, sin embargo, los seres huma-
nos nacen otra vez con los instintos y facultades que desarrollaron en
las precedentes encarnaciones. Pueden igualmente reconocer sus exis-
tencias pasadas poniéndose en contacto con el ego permanente, eianima
divina, pues algo de cada personalidad sobrevive en la huella eterna que
deja en el yo permanentemente encarnado. Se sostiene que la meta final
ha sido alcanzada cuando el alma ha conquistado definitivamente a la
materia, alcanzado el dintel de la divinidad y evadido el ciclo de la en-
carnación. Esta meta es asequible porque la vida dentro de cada criatura
es una chispa de fuego divino.
Muchos de estos principios son compartidos por los budistas. Am-
bos, el budismo y el pitagorismo, proponen una única fuerza vital (que
en el budismo se llama Brahmán), y que, de acuerdo con la ley de la
retribución o "karma", cada ser posee una suerte de gravedad especí-
fica a la hora de su muerte; la siguiente forma a asumir se determina por
este peso. Si bien las referencias al budismo son virtualmente inexisten-
tes en la poesía de Darío —a pesar de su tendencia al sincretismo— la
religión oriental y el pitagorismo suelen fundirse en sectas esotéricas
derivadas así como en la imaginación poética de otros escritores del
momento.4 Gullón sugiere que es el deseo de la inmortalidad, si no su
creencia en ella, lo que llevó a esta asociación de doctrinas dispares.5
Resulta igualmente razonable presumir que los poetas —incluyendo a
Darío— redescubrieron en la cosmología budista o pitagórica una con-
cepción satisfactoria del tiempo en términos estéticos, que ofrecía la
promesa de una repetición rítmica del pasado intemporal y perfecto.6
leer los signos de la naturaleza en la canción de las aves, las formas este-
lares y las ramas primaverales de la esperanza. Dado que los signos son
obviamente propicios, el poeta urge a su alma a cruzar intrépidamente
por el bosque del mal sin temer a las serpientes. Las ramas de esperanza
en flor son la renovada esperanza de Darío en la vida eterna. Por eso
concluye en un tono optimista el poema con el mandato "y sigue, como
un dios...", lo cual lleva al poema nuevamente al punto de partida. La
circularidad de la forma que se consigue por medio de la repetición del
primer pensamiento, "perdura en tu idea divina", que, sutilmente, apoya
la doctrina de la transmigración de las almas al mismo tiempo que la
calidad suspensiva del último mandato, refuerza el deseo de un fin del
ciclo de la reencarnación.
Una visión igualmente confiada del alma del poeta aparece en
"Palabras de la Satiresa" (p. 616), otro soneto de "Las ánforas de Epi-
curo". Pero mientras que el tono cauteloso de "Alma mía" se limita a
implicar que hay estorbos en el camino a la inmortalidad que deben evi-
tarse, "Palabras de la Satiresa" trata directamente del principal peligro
para la anhelante alma del poeta. Reconoce su tendencia a caer en las
tentaciones de la carne y a comportarse de modo impropio al que con-
viene a la calidad elevada de su alma. La tensión resultante entre la carne
y el espíritu queda representada en la Satiresa, quien, como los seres
compuestos del "Coloquio", es una figura de opuestos. Los aspectos
sexualmente incitantes y placenteros de la Satiresa dominan la atención
del poeta en los cuartetos; su entendimiento de la integración armonio-
sa de los elementos aparentemente divergentes habla en los tercetos:
intentos por expresar las cambiantes actitudes de su ser hacia los deseos de
su alma, invoca imágenes de la narración pitagórica de la encarnación
de Psique, así como de la tradicional doctrina cristiana. La fusión de
imágenes transmite algo más que la búsqueda del poeta de un camino
que lo saque de la situación en la que se halla aprisionado. Refleja su
conmovida aspiración de encontrar el lenguaje mágico que habrá de
permitirle descifrar los enigmas del fondo de su ser.
Según el mito pitagórico, después de una serie de existencias, Psi-
que alcanzó el nivel de lo humano, adquirió inteligencia y recordó su
origen celestial. Luego deseó regresar al cielo, pero también se sentía
atraída por los placeres del cuerpo. A resultas de ello, combatía cons-
tantemente entre su deseo de felicidad espiritual y su disfrute de las
delicias físicas. La muerte sólo constituía una liberación temporal, ya
que su incapacidad de conquistar el mundo material la condenaba a
divagar por la tierra en sucesivas encarnaciones. Sólo las almas que han
conquistado totalmente la materia y han llegado a la perfección pueden
ingresar al estado perfecto.
Manteniendo el perfil general del mito, Darío comienza "Divina
Psiquis" subrayando la naturaleza divina del alma, capaz de convertir la
materia inanimada en la sustancia viva de la existencia. De la misma
manera que imagina insuflar alma en la materia al convertir roca y ma-
dera en carne en el "Coloquio" (p. 573), Darío ve su cuerpo, a pesar de
su complicado sistema de músculos y nervios, apenas como algo más
que una "estatua de lodo" sin la "chispa sacra" de la vida:
la obsesión de Darío tanto por las encarnaciones pasadas como por las
futuras. El horror al futuro surge del concepto dariano de "lo fatal"
que, según Anderson Imbert, incluye dos dimensiones: inevitabilidad e
infortunio. Resulta inevitable que el hombre piense y, por lo mismo,
que se sienta abrumado por el remordimiento que, de hecho, es el tema
fundamental del poema:
Darío es dos veces viejo, de cuerpo y de alma. Sabe que ha vivido antes
y que su talento ha sido perfeccionado en otras vidas. Mas su dolor
le impide mencionar "la pérdida del reino que estaba para mí". Sólo
puede aludir a él yuxtaponiéndole la pregunta "¿De dónde viene mi
canto?" con la incertidumbre de su futuro en esta vida y en las que
vienen.
A pesar de la desesperación que esto le provoca, Darío no ceja en
su autoexamen. Sin embargo, recurriendo a una analogía del brillante
sol mallorquino que apenas ilumina las entradas a las muchas cuevas de
la isla, recuerda el precepto kantiano de que la verdadera naturaleza del
ser (el ego trascendental) no puede ser conocido en mayor medida que
la naturaleza intrínseca de las cosas que percibe. Por lo tanto Darío es-
pecula, como lo hicieron los idealistas alemanes, si la claridad intelectual
es suficiente para distinguir entre el ser y el no ser:
El conocerme a mí mismo,
ya me va costando
muchos momentos de abismo
y el cómo y el cuándo. . .
Nefelibata contento
creo interpretar
92 "BAJO EL SIGNO DE UN DESTINO SUPREMO"
i Abrams, The Mirror and the Lamp: Romantic Theory and the Critical Tra-
dition, p. 335.
97
98 EL POETA COMO MAGO
Desde sus primeros poemas, Darío describe al poeta como una fuerza
inspirada por la divinidad y capaz de iluminar a los demás. Consecuente-
mente, el arte del poeta se muestra no sólo como una traducción de la
perfección divina del universo, sino también como una influencia mágica
sobre los elementos circundantes. Sin embargo, la humanidad, fiel a la
tradición romántica, es incapaz, en cambio, de percibir la sabiduría de
las palabras del poeta, y se burla del artista sensitivo. El poeta debe,
no obstante, tolerar la ingratitud humana para realizar la superioridad
de su destino.8
Tiempo más tarde, cuando Darío ya conocía más a fondo las bases
ocultistas de estas creencias, refino su idea de la misión del poeta acep-
tando para sí y para los demás las demandas de la responsabilidad poé-
tica. A pesar de todo, cuando fue envejeciendo, las metas que antaño
habían parecido estimulantes comenzaron a resultarle inconseguibles.
Sus frustraciones respecto a la dificultad del lenguaje y su modo de vida,
que exacerbaba sus sensaciones de impotencia artística, lo llevaron
a una reconsideración de objetivos. Se originó una fuerte lucha entre el
ideal que le dictaban sus antecesores poéticos y la tradición esotérica,
y aquello que Darío llegó a creer que era la verdad de su naturaleza poé-
tica. A pesar de esta creciente tensión Darío jamás renegó de la imagen
del poeta como mago, que recorre lo largo de su poesía como una suerte
de suprema, artística vara de medición.
Varios de los poemas ya examinados en el capítulo sobre el concep-
to pitagórico de la armonía universal expresan la fe de Darío en el talento
del poeta para interpretar y traducir los signos de la naturaleza. En "Co-
loquio de los centauros", por ejemplo, este optimismo lo expresa Qui-
rón, quien alaba al poeta-mago por su habilidad para "leer" las formas
y los gestos externos (pp. 573-574). En "La espiga" (p. 615), es en los
elementos de la naturaleza que funcionan juntos en armonía cósmica
donde el poeta ve el misterio de lo divino y "el alma de las cosas". En
Rechaza lps poemas e historias del segundo cuarteto a favor del orden
artístico de la naturaleza que cincela arrugas precoces en su rostro.
En este momento la página blanca le parece un desierto helado a
través del cual los camellos de la inspiración andan demasiado lenta-
mente, llevando las imágenes dé la vida a primer plano. Esta descripción
de la página en blanco crea un aura de religiosidad mesiánica. Es el poeta
el que guiará al lector a través de la página en blanco de la existencia lle-
nándola de símbolos que llevan a la salvación por medio de una total
comprensión de la vida. Esta imagen se revela en una referencia a "los
Cristos":
Éste lleva
una carga
de dolores y angustias antiguas,
angustias de pueblos, dolores de razas;
¡dolores y angustias que sufren los Cristos
que vienen al mundo de víctimas trágicas!
Otro lleva
en la espalda
el cofre de ensueños, de perlas y oro,
que conduce la reina de Saba.
Otro lleva
una caja
en que va, dolorosa difunta,
como un muerto lirio, la pobre Esperanza.
Y camina sobre un dromedario
la Pálida,
la vestida de ropas oscuras,
la Reina invencible, la bella inviolada:
la Muerte.
Sin embargo, dada la dificultad que implica este objetivo estético/reli-
gioso, el poeta se siente amenazado por la pérdida de la esperanza, ter-
cera y conmovedora imagen que cruza la página en blanco. La imagen
final es la de la muerte, que aparece como lo hizo al final del "Coloquio
de los centauros" no como algo temible sino como la mujer final, "la
Reina invencible, la bella inviolada". La razón por la cual la muerte pue-
de ser aceptada como la consorte consumada es que el poeta, que penetra
la aparente discordia del universo y percibe el orden armonioso del cos-
mos, captura ese orden —y su promesa de salvación— en la página en
blanco:
¡Y el hombre,
a quien duras visiones asaltan,
el que encuentra en los astros del cielo
prodigios que abruman y signos que espantan,
mira al dromedario
de la caravana
como el mensajero que la luz conduce,
en el vago desierto que forma
la página blanca!
Para lograr todos sus objetivos, el poeta debe inicialmente calmar al re-
belde, inquieto animal, que representa el acrecentado poder de las fuerzas
106 EL POETA COMO MAGO
Esperad todavía.
El bestial elemento se solaza
en el odio a la sacra poesía
y se arroja baldón de raza a raza.
La insurrección de abajo
tiende a los Excelentes.
El caníbal codicia su tasajo
con roja encía y afilados dientes.
en arte. Hasta ese día el poeta debe esperar pacientemente mientras que
se empeña en encarnar la calma de los cielos y los mares.
La lucha del poeta por elevarse sobre el odio de los ignorantes
adquiere obvias connotaciones religiosas una vez más en "Mientras tenéis,
oh negros corazones" (p. 643). En este caso, el sentido de la lejanía de
los no iluminados se acrecienta por la elevación del poeta a un estado
divino:
El poeta expresa su compasión por todos aquellos que luchan por en-
contrar las respuestas a los interrogantes más profundos de la vida y que,
Por medio del arte, Darío encuentra una fuerza vital, y se enorgullece de
su habilidad para generar objetos de cautivadora belleza. La música de la
lira, creada por Orfeo del caparazón de una tortuga, lo pone en contacto
con la humanidad, la naturaleza, y con Dios.16 Al mismo tiempo, sin
embargo, Darío proyecta sobre Orfeo una preocupación incómoda, más
explícitamente verbalizada en la siguiente cuarteta:
17 Julio Ycaza Tigerino, Los nocturnos de Rubén Darío y otros ensayos, pá-
gina 20.
EL POETA COMO MAGO 117
119
120 EL PARAÍSO ENCONTRADO
¡Porque en ti existe
el placer de vivir, hasta la muerte
y ante la eternidad de lo probable. . .!
La vida se soporta,
tan doliente y tan corta,
solamente por eso:
roce, mordisco o beso
en ese pan divino
para el cual nuestra sangre es nuestro vino.
Pero es el cisne, la forma elegida por Zeus para visitar a Leda, el que se
convierte en el centro de la atención de los cinco cuartetos finales. La
EL PARAÍSO ENCONTRADO 133
En el primer cuarteto, Darío, que describe a los cisnes como los prínci-
pes del reino animal, los asocia con todas las criaturas aludiendo a su
múltiple naturaleza y a su habilidad para sobrevivir en el agua, la tierra
y el aire. Como se va progresivamente haciendo más obvio, su aristocra-
cia se deriva de su talento para vivir en unidad con el universo, reflejando
en sus movimientos el orden de las estrellas. Por ejemplo, sobre el agua,
siguen las sendas indicadas por los Dióscuros, la constelación reverenciada
134 EL PARAÍSO ENCONTRADO
* Cabe señalar también que los dióscuros Castor y Pólux eran hijos de Leda
y Zeus y hermanos de Helena de Troya (T.).
19 Darío, Historia de mis libros, Obras completas, I, 207-208.
20 Salinas comenta la multiplicación de la amada única en su libro, La poesía
de Rubén Darío, pp. 130-135.
EL PARAÍSO ENCONTRADO 135
138
HACIA UNA VISION SINCRÉTICA DEL MUNDO 139
como una unidad espiritual que intentan destruir las fuerzas de la razón.3
Tres años más tarde, en una carta "A Juan Montalvo" (pp. 347-359)
atribuye sabiduría divina a Platón:
Por boca de Platón habla Dios mismo,
Porque Platón es sabio; y el Eterno
es foco de la gran sabiduría.
En un trabajo más fantástico, el cuento "Rojo" (1892), Darío enlaza
una vez más, de manera impresionante, lo católico y lo pagano, mos-
trando una gran sensibilidad hacia el problema de la unidad de las
religiones y de las imágenes religiosas. "Él [Palanteau] poseía, como
todos los soñadores, el espíritu y el ansia del misterio. El pintor de las
blancas anadyomenas desnudas se sentía atraído por el Madero de Cris-
to; el artista pagano, se estremecía al contemplar la divina media-luna
que de la frente de Diana rodó hasta los pies de María."4 En Los raros,
donde Darío suele destacar en otros las cualidades que encuentra o que
quisiera encontrar en sí mismo, hay muchas referencias a la naturaleza
sincrética de la poesía fin de siécle. Buena parte de su admiración por
la obra tanto de Leconte de Lisie como de Jean Moréas se basa en su
habilidad para encontrar material para su poesía en todas las épocas y
en su habilidad para sintetizar esos variados elementos en un refrescante
todo. En relación a Leconte de Lisie escribe: "Tiempos primitivos, Edad
Media, todo lo que se halla respecto a nuestra edad contemporánea
como en una lejanía de ensueños, atrae la imaginación del vate severo."5
Sobre Moréas escribe: "En resumen, Moréas posee un alma abierta a la
belleza como la primavera al sol. Su musa se adorna con galas de todos
los tiempos, divina cosmopolita e incomparable políglota. La India y
sus mitos le atraen, Grecia y su teogonia y su cielo de luz y de mármol,
y sobre todo la edad más poética, la edad de los santos, de los miste-
rios, . . . la Edad Media."6
Las técnicas y tendencias sincréticas que tanto admiraba en otros
poetas y que él mismo adoptó en su poesía más juvenil maduraron bajo
el influjo de la tradición esotérica hasta convertirse en un aspecto deci-
sivo de su trabajo. Esta evolución hacia una incorporación cabal de la
identifica con Diana. Una vez adulta, había vivido virginalmente. Cuando
su padre, que con el tiempo la reconocería como su hija, quiso que con-
trajera nupcias, ella exigió que cada pretendiente hiciera una carrera
contra ella, puesto que era la más veloz entre los mortales. Por fin fue
vencida por uno de ellos con la ayuda de Afrodita. La Atalanta del poe-
ma no deja de parecerse a su clásica focaya: siente que es hija espiritual
de la casta Diana y que no puede obligarse a romper los votos que ha
obedecido hasta ese momento de modo tan fiel. Pero ahora, en el ama-
necer de una nueva edad, siente inquietudes que jamás había experimen-
tado. Guiada por el poeta encuentra la conciliación. Darío concluye
el poema con un resumen de las ideas sincréticas que ha ido planteando
a lo largo del texto (p. 993):
iluminado que, después, llama la atención del lector sobre él. El movi-
miento de la planta en el que se advierte el signo se describe con la frase
"se inclina y se alza", como si la espiga estuviera rezando u otorgando
una bendición. Esto subraya una segunda acepción de la palabra "signo"
—señal a manera de bendición, como las que se hacen durante la misa-
y claramente ubica al poema en un contexto religioso. El tono religioso
se afianza con las palabras "virtud" y "rítmica", que evocan el concepto
de la ley moral y, más específicamente, el consejo pitagórico de que los
individuos pongan en orden su alma entendiendo e imitando el orden
de la naturaleza, ya que tanto los humanos como el universo son aspec-
tos de la armoniosa manifestación de Dios. Esta concepción del cosmos
es la base de los siguientes cinco versos, que interpretan la escena inicial,
poética y filosóficamente, por medio de una serie de metáforas.
El poeta ve en el tallo que se agita un "áureo pincel" con el que los
"dedos del viento" pintan sobre la "tela azul del firmamento". En ella
trazan "el misterio inmortal de la tierra divina / y el alma de las cosas".
En otras palabras, es en todos los elementos de la naturaleza funcionando
unidos en cósmica armonía (el pintor, el pincel, la tela) que el eterno
misterio de lo divino y el alma —el alma única— de las cosas se hacen
evidentes. Y, en la tradición que asocia al espíritu con el aire, es la fres-
cura matinal la que es signo del efecto interno y espiritual de Dios ("el
sacramento") ofrecido por el alma universal. El flujo ininterrumpido de
los versos cuatro al ocho sirve para reforzar las cualidades calmantes e
interminables de la brisa matutina, y el juego de las tes en "matutina"
acentúa aún más la percepción que tiene el lector del refrescante aire-
cilio. Darío crea así una escena de paradisíaca armonía y dicha en la
que el tiempo ha quedado suspendido. Aunque el término "sacramento"
se utiliza en este contexto no católico, Darío recurre a las asociaciones
que le vienen de la expresión "sacramento del altar". Además, refuerza
la alusión a la eucaristía al describir el "tallo" indefinido del segundo
verso como "el áureo pincel de la flor de la harina". Ya que la espiga/
pincel es dorada, se le relaciona con el sol, con Dios y con la fecundi-
dad;14 porque es "la flor de la harina", se le identifica con la harina
especial que, una vez preparada, servirá para hacer la hostia.
El verso nueve, que termina con una pausa completa, "Pues en la
paz del campo la faz de Dios asoma", se destaca como eje del poema.
15 Clement, ibid.,p. 9.
148 HACIA UNA VISIÓN SINCRÉTICA DEL MUNDO
Annie Besant presenta un sumario de los mitos del dios sol, llamando la
atención sobre aquellos aspectos que también aparecen en el Nuevo
Testamento:
sol, se conoce también como "Lucifer" o "la luz falsa", pues es despla-
zada por la verdadera luz del sol, la que también tiene una equivalencia
en las Escrituras. Como el sol, la iluminación de Cristo apabulla distrac-
ciones equívocas. Significativamente, la estrella de la mañana es "trému-
la", equivalente del término musical "trémolo". Con esta palabra Darío
asocia lo visual —la imagen de la estrella centellante— con lo auditivo
-los ecos de la música celestial. Esta alusión reaparece en el último ver-
so, cuando Darío reafirma el orden musical de la creación divina (y poé-
tica): "el universo el verso de su música activa".
La segunda sección del poema describe los primeros momentos de
la luz del sol y comienza haciendo hincapié en la fuerza que controla
el universo y dirige el carro mágico del sol (p. 644):
¡Helios! Portaestandarte
de Dios, padre del Arte,
la paz es imposible, mas el amor eterno.
Danos siempre el anhelo de la vida,
y una chispa sagrada de tu antorcha encendida,
con que esquivar podamos la entrada del Infierno.
27 Ibid.,p. 268.
156 HACIA UNA VISIÓN SINCRÉTICA DEL MUNDO
159
160 EL MODERNISMO Y SU HERENCIA
Más tarde, en " ¡Vivir en sí, qué espanto!" de Flores del destierro (1882-
1891), Martí encuentra en la fe en la unidad de la vida la fuerza para
sobreponerse a la desesperación de la soledad. Se consuela en la sencilla
alma de la creación que, rítmicamente, fluye a través de todos los ele-
mentos de la naturaleza:
m
(Nota bene: El poeta continúa
su proceso de todos los sistemas,
de todas las obscuras teogonias,
de todas las marañas esotéricas;
de todos los programas positivos
que derrumban altares y desdeñan
la hipótesis de Dios, de todo el triste
delirar de las razas, anestesia
con que aduermen las razas su amargura
de cruzar como sombras por la tierra,
y el romance concluye de la suerte
que verá en breve término quien lea.)12
En "El agua multiforme", del mismo grupo, el poeta sugiere ser él mis-
mo como el agua, es deeir, capaz de responder con armonía a sus cir-
cunstancias y de "pitagorizar" su ser. La referencia a un universo de
prístina simplicidad, la identificación de un alma acuática y el feliz
rendimiento al propósito divino reflejan la fe del poeta en la posibilidad
de seguir la consigna "sé como el agua". Expresa una visión optimista de
su habilidad para redescubrir y seguir en su vida y en su obra el orden
armonioso de la creación.
La búsqueda del orden secreto de la creación y el anhelo de perte-
necer e integrarse a ella es la base de la poética modernista de principio
a fin.
En 1907, uno de los más jóvenes modernistas, Julio Herrera y
Reissig, escribió "Panteo", un poema que expresa, por medio de la figura
de Job, su angustioso deseo de encontrar en el universo una fuerza sen-
sible capaz de transformar la indiferencia del medio que rodea al poeta
en una compañía afín. En "Panteo", Herrera y Reissig rechaza el cono-
cimiento científico en favor de sentimientos e intuiciones y así, simultá-
neamente, reafirma el hincapié modernista en una comprensión simbólica
y no cognoscitiva de la existencia:
21 Ibid., pp. 578, 581, 591, 617. Valle-Inclán, como Darío, incorpora a su
poética una visión sexual del universo derivada del ocultismo. Se refiere al "con-
cepto teológico del logos espermático" {Obras completas, pp. 571, 572).
22 Un estudio anterior de Guillermo Díaz Plaja {Modernismo frente a no-
venta y ocho) estableció la pauta para las generalizaciones contrastantes entre los
dos grupos.
23 Gustavo Correa, "Una 'lira inmensa': El ritmo de la muerte y de la resu-
rrección en la poesía de Antonio Machado", en Estudios sobre Antonio Machado,
José Angeles, compilador, pp. 121-162.
24 Juan Cano Ballesta, "Antonio Machado y la crisis del hombre moderno",
en Estudios sobre Antonio Machado, pp. 73-96.
170 EL MODERNISMO Y SU HERENCIA
del mundo que resurge en toda la poesía modernista como "el pulso
cósmico" al que el poeta debe afinar su arte. Como resultado, aunque
Machado alega haberse marcado un camino diferente al de Darío, se
hace eco de aquella preocupación dariana de que el poeta escriba desde
una armonía sensible con el profundo orden del universo. Confiesa
Machado:
Yo también admiraba al autor de Prosas profanas, el maestro in-
comparable de la forma y de la sensación, que más tarde nos reveló
la hondura de su alma en Cantos de vida y esperanza. Pero yo pre-
tendí —y reparad en que no me jacto de éxitos, sino de propósitos-
seguir camino bien distinto. Pensaba yo que el elemento poético
no era la palabra por su valor fónico, ni el color, ni la línea, ni un
complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu;
lo que pone el alma, si es que algo pone, o lo que dice, si es que
algo dice, con voz propia, en respuesta animada al contacto del
mundo.25
día. Es casi tonto repetir que nos venden la vida, como decía Mal-
colm Lowry, que nos la dan prefabricada. También Morelli es casi
tonto al insistir en eso, pero Étienne acierta en el clavo: por la prác-
tica el viejo se muestra y nos muestra la salida. ¿Para qué sirve un
escritor si no para destruir la literatura?
43 Rayuela, p. 34.
44 lbid.,p. 327.
4 5 Ibid.,p. 41.
46 Madame Léonie captura la esencia de la Maga en la siguiente descripción:
"Ella sufre en alguna parte. Siempre ha sufrido. Es muy alegre, adora el amarillo,
su pájaro es el mirlo, su hora la noche, su puente el Pont des Arts" (Rayuela, p. 18).
4 7 Cfr. Safir, "An Erotics of Liberation", p. 85.
EL MODERNISMO Y SU HERENCIA 177
48 Rayuelo, p. 374.
49 González Echevarría, Alejo Carpentier: The Pilgrim at Home, pági-
nas 241-242.
178 EL MODERNISMO Y SU HERENCIA
so ibid.,?. 256.
s i Carpentier, El siglo de las luces, p. 165.
5 2 Esta situación se repite a lo largo de la novela. Sofía ve ".. .prodigiosas
puestas de sol que levantaban alegorías en un cielo donde cada nube podía inter-
pretarse como un grupo escultórico -combates de Titanes, Laocontes, cuadrigas
y caídas de ángeles" (p. 80). Más tarde, Esteban, observando un caracol, comenta:
"De la Mar sometida a ciclos lunares, tornadiza, abierta o furiosa, ovillada o des-
tejida, por siempre ajena al módulo, el teorema y la ecuación, surgían esos sor-
prendentes carapachos, símbolos en cifras y proporciones de lo que precisamente
faltaba a la Madre. Fijación de desarrollos lineales, volutas legisladas, arquitec-
turas cónicas de una maravillosa precisión, equilibrios de volúmenes, arabescos
tangibles que intuían todos los barroquismos por venir." (p. 184). Descubre tam-
bién cuevas "de cuyos techos colgaban cactos gigantes, cabeza abajo, con las flores
amarillas o rojas alargadas en festones, como raras arañas de teatro, sirviendo de
santuario al enigma de alguna forma rara, geométrica, aislada, montada en zócalo
—cilindro, pirámide, poliedro— a manera de misterioso objeto de veneración, pie-
dra de la Meca, emblema pitagórico, materialización de algún culto abstracto"
(p. 199).
EL MODERNISMO Y SU HERENCIA 179
3 Rama, p. 30.
4 Esta sospecha queda reforzada por el hecho de que Rama hizo por primera
vez estas observaciones en su prólogo a la edición de El mundo de los sueños, una
colección de artículos que muestran la fascinación del poeta con aquellos aspectos
de la realidad habitualmente considerados como sobrenaturales. Rama repitió las
mismas conclusiones cuatro años más tarde en su prólogo a la edición de la Poesía
que publicó Ayacucho: "El sincretismo que operaba en la emergencia burguesa de
la época, pero también el espíritu integrador de Darío, quedan testimoniados. La
ayuda que para esta construcción le proporcionaron las corrientes heterodoxas del
XIX -el espiritismo, el ocultismo, la teosofía- son poco decisorias" (Caracas,
1977, p. xxxii).
186 EPILOGO
tos. En "El rey burgués" (1887, pp. 55-59) y en "El sátiro sordo" (1888,
pp. 111-115), mecenas insensibles resultan incapaces de entender al
poeta iluminado y a todo lo que puede ofrecer. Como ha rechazado
la superficialidad y el apetito materialista de la sociedad, el poeta halla
en la naturaleza las profundas verdades que anhela. Propone compartir
su recién adquirida sabiduría, pero tanto el rey burgués como el sátiro
sordo le responden con desprecio, matando así —como la joven de "La
historia de un picaflor"— sus propias oportunidades de comprender algo
más que la realidad superficial.
La conciencia que tiene el poeta de las fuerzas invisibles que subya-
cen en los elementos de la creación y los ordenan, aparece de nuevo en
"Preludio de la primavera" (1893, pp. 193-194). El poeta habla con una
rosa que, al reconocer su inminente muerte, revela su secreto deseo
de renacer en los labios de una mujer: "felices las rosas humanas".
Aunque es obvio que Darío no pretende explorar las implicaciones
filosóficas de la reencarnación, demuestra una tendencia a concebir al
mundo como una comunidad espiritual en la que todas las formas de
vida se encuentran interrelacionadas. De manera similar, "La resurrec-
ción de la rosa" (1892, pp. 176) propone una ingenua aunque convin-
cente representación de la unidad de la existencia. La fuerza animadora
que sostiene a la rosa le llega de una estrella que se desvanece. Este poder
de la naturaleza para nutrir y sostener a la vida aparece de manera apenas
diferente en "El palacio del sol" (1887, pp. 35-39), en el que Darío
contrasta los dañinos efectos de las limitaciones sociales y las soluciones
científicas con la buena salud que se deriva de seguir el orden natural de
las cosas.
Otro tipo de nexo espiritual es el fundamento de "El árbol del Rey
David" (1891, pp. 155-156), en el que el Rey David planta "bajo la
mirada del eterno Dios, el árbol del infinito bien, cuya flor es la rosa
mística del amor inmortal, al par que el lirio de la fuerza vencedora y
sublime". Este árbol es descubierto más tarde por José, que además
procede a cortarlo. El día de su boda con María el árbol reverdece, sim-
bolizando la supervivencia de los deseos y el espíritu místico de David.
Este hincapié en los eslabones secretos que unen a los siglos es un rasgo
esencial de la literatura ocultista y un elemento recurrente en la obra de
Darío. En "El rojo" (1892, pp. 159-164) Darío muestra la atracción
que siente un artista por la visión sincrética del mundo. Al describir a
Palanteau escribe Darío: "Él poseía, como todos los soñadores, el espí-
ritu y el ansia del misterio. El pintor de las blancas anadyomenas des-
188 EPILOGO
Este párrafo y el resto del cuento subrayan el rechazo dariano del empi-
rismo predominante en Latinoamérica durante el siglo pasado. Mientras
que en un cuento anterior, "El palacio del sol", la ciencia es descrita
como miope, corta de miras y perjudicial, en este caso recibe algún cré-
dito por sus logros. No obstante se la presenta como algo limitado, como
un medio de conocimiento insuficiente. La teología medieval, la alqui-
mia, la Cabala y la nigromancia, por el contrario, aparecen como arcaicos
medios de conocimiento que, sugiere Darío, logran una visión más com-
pleta de la realidad al incluir lo mágico junto a lo puramente físico.
Las limitaciones del conocimiento científico —en especial las rela-
cionadas con lo sobrenatural— se subrayan a lo largo de los cuentos de
Darío. En "Thanathopia" (1893, pp. 187-192), el famoso doctor John
Leen, "miembro de la Real Sociedad de Investigaciones Psíquicas de
Londres, y muy conocido en el mundo científico por sus estudios sobre
el hipnotismo y su célebre Memoria sobre el Oíd", se casa con una mujer
muerta. Aunque las razones para explicar el porqué del matrimonio no
se indican, el lector llega a la conclusión de que el doctor Leen ha lle-
vado sus investigaciones más allá de los límites de la realidad material
y ha entrado al mundo extraño de lo oculto en busca de las respuestas
que fue incapaz de ofrecerle la ciencia. De manera similar, en "El caso
de la señorita Amelia" (1894, pp. 226-231) un célebre doctor narra su
insatisfacción respecto a los estudios tradicionales científicos y su bús-
queda de una comprensión de las supremas verdades por medio de
ciertos sistemas de creencias esotéricas.
su carrera vital. Se ha detenido para ella el reloj del tiempo, en una hora
señalada ¡quién sabe con qué designio del desconocido Dios!" (p. 231).
Esta conclusión indica la existencia de sucesos milagrosos y misteriosos
que impiden el análisis empírico. Una similar e irónica yuxtaposición
entre la ciencia y aquellos elementos que imposibilitan el estudio cien-
tífico ocurre en "Cuento de Pascuas" (1911, pp. 301-309). Después
de un sueño fantástico, inducido por la droga, en el que es testigo de
escenas de otras épocas, se le dice al narrador que "Nunca es bueno dor-
mir inmediatamente después de comer". Quien lo dice es su buen amigo
el doctor.
En todos estos cuentos Darío apunta las limitaciones del empirismo
y critica la tendencia de los científicos a desacreditar aquellos aspectos
de la realidad que escapan a su ciencia. Las referencias científicas, no
obstante, otorgan un toque de autenticidad, de racionalidad y moderni-
dad a los cuentos, circunstancia que —como Darío advierte claramente-
aumenta la credibilidad de sus consideraciones sobre lo sobrenatural. Al
utilizar repetidamente a la ciencia como punto de comparación, Darío
reconoce su primacía en la visión predominante del mundo a finales del
siglo xix. Sus concesiones a la explicación lógica y a la realidad verifi-
cable revelan una presión que, con toda seguridad, afectó el modo que
eligió para presentar algunos principios ocultistas en su prosa. José
Olivio Jiménez alude a la misma conclusión cuando señala que Darío
buscó el material esotérico ". . .para robustecer con una sólida argumen-
tación científica la extrañeza de lo relatado".9 Que las referencias ocul-
tistas se presenten bajo la apariencia de lo "científico" es algo que
subraya el reconocimiento que hizo Darío del poder legitimizador de
la ciencia.
Si la ciencia provee la apariencia de validez y aceptabilidad en las
reflexiones de Darío ante lo sobrenatural en sus cuentos, en sus ensa-
yos recibe todo el peso de la autoridad. La importancia de la ciencia es
singularmente evidente en varios de los artículos recogidos por Rama
para su edición aumentada de El mundo de los sueños. En ellos, Darío
subraya la posibilidad de conciliar al ocultismo con perspectivas posi-
tivistas ampliamente aceptadas. En "La esfinge", que aparece en La
Nación el 16 de marzo de 1895, escribe Darío:
milagros más que vendrán, surgirá de la ciencia un Colón del más allá"
(Mundo, p. 91).
Estos artículos pretenden probar la validez de los credos ocultos al
conciliarios con las premisas científicas más ampliamente aceptadas.
Intentos similares por llevar el ocultismo hacia el centro del pensamiento
decimonónico, demostrando su interrelación con la ciencia, eran comu-
nes en la época. En "Siempre el misterio" Darío mismo cita lo siguiente
de un diario parisiense: "El espiritismo está llamado a prestar a la Hu-
manidad servicios considerables. Guardémoslo puro. Es el que unirá a la
ciencia y a la religión, el que nos permitirá probar científicamente la re-
velación y el misterio" (Mundo, p. 96). Edouard Schuré, en la Reme
des Deux Mondes, expande la base de la conciliación: "Hoy en día ni
la Iglesia, aprisionada por el dogma, ni la ciencia, encerrada en la mate-
ria, saben ya cómo hacer completos a los hombres. La ciencia no necesita
cambiar su tradición, pero debe entender sus orígenes, su espíritu y su
significación."12
Incluso en España se publicaron artículos que presentaban fenó-
menos ocultos bajo una luz positiva al examinarlos desde la perspectiva
científica. De 1901 a 1910, por ejemplo, España Moderna publicó por
lo menos 39 artículos bajo el título "Ocultismo" y que se sujetaban a
esa pauta.13
Es significativo, sin embargo, que esta relación entre la ciencia y el
ocultismo aparezca sólo en la prosa de Darío. El hecho subraya la partici-
pación de Darío en una tradición romántica que se había iniciado con
Wordsworth. Como lo ha demostrado M. H. Abrams, Wordsworth sos-
tenía que el tema más común de la poesía estaba hecho de cosas modi-
ficadas por las pasiones y la imaginación de quien las percibía. De ahí
que Wordsworth reemplazara la distinción entre prosa y poesía con la más
filosófica distinción entre poesía y ciencia. De modo similar, Coleridge
insistió en que "esto constituye la esencia de toda poesía, a diferencia
de la ciencia y de la historia civil o natural". 14 A principios de la era
victoriana todo discurso era catalogado de manera explícita o tácita en
15 Abrams, p. 335.
16 Rama, Prólogo, El mundo de los sueños, p. 23.
17 Rubén Darío, 'Verónica", Cuentos fantásticos, Alianza Editorial, Madrid,
1976, pp. 51-55.
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ÍNDICE
Prefacio 9
Epilogo 183
Bibliografía 195
índice 205