Correcciones Al Catecísmo de La Icar
Correcciones Al Catecísmo de La Icar
Correcciones Al Catecísmo de La Icar
- EL CREDO APOSTÓLICO:
Normalmente se enseña que este credo proviene de los Apóstoles, no obstante, no existe ninguna
referencia bíblica ó histórica de este hecho. Por lo tanto, basándonos en el material histórico real, el Credo
Apostólico, probablemente se originó, en su forma actual, en la Galia, en el siglo V ligado a fórmulas anteriores
utilizadas, mayormente para el bautizo (cómo las de Hipólito de Roma), y algunas extracciones bíblicas
parafraseadas. Se cree que Rufino de Aquilea y San Ambrosio de Milán, tuvieron mucha importancia en la
creación del Credo cómo tal. No obstante, este Credo es el primero y más antiguo, y es admitido de forma
ecuménica por la gran mayoría de denominaciones cristianas, incluyendo todos los Católicos Ortodoxos,
Católicos Anglicanos y Presbiterianos, Católicos Luteranos, Católicos de los Ritos Orientales, iglesias adjuntas y
dependientes de la Iglesia Católica Romana, y la mayoría de las agrupaciones protestantes. El texto, traducido
del original en latín, dice lo siguiente:
Creo en Dios,
Padre omnipotente,
Creador de los cielos y la tierra.
Y en Jesucristo,
Su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por el Espíritu Santo,
nació de María la virgen,
padeció bajo Poncio Pilato,
crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos:
al tercer día resucitó entre los muertos,
ascendió a los cielos,
está sentado a la derecha de Dios
Padre omnipotente:
desde allí ha de venir
a juzgar a vivos y muertos.
Ahora, tal traducción literal, choca ligeramente con la concepción litúrgica católica. No obstante, este
credo acepta las siguientes modificaciones litúrgicas, que no dañan su contenido:
Y en Jesucristo, Su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la virgen María,
padeció bajo Poncio Pilato, crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos: al tercer día resucitó entre
los muertos, ascendió a los cielos, está sentado a la derecha de Dios Padre omnipotente: desde allí ha de venir a
juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne, la vida eterna. Amén.”
- EL CREDO NICENO-CONSTANTINOPOLITANO:
Durante la expansión de las grandes herejías, mayormente las gnósticas, arrianas, dualistas,
modelistas, monofisitas, y otras similares; la Iglesia Cristiana Universal, aún no dividida y aún no “católica de…”,
tuvo que crear un símbolo declaratorio de la fe común. Así es cómo en el I Concilio de Nicea (325 d.C.), se crea el
credo niceno original; pero habían ciertos aspectos trinitarios y dogmáticos sobre la naturaleza de Jesús, y la
persona del Espíritu Santo, que hacen que en el I Concilio de Constantinopla (381 d.C.), se modifique este credo,
para crear una declaratoria de fe, más amplia y concreta. La división cismática entre la Iglesia Católica Romana, y
Católica Ortodoxa, que existe desde el 858 d.C., se da, luego de varias aberraciones romanas, incluyendo la
inserción sin conciliación de la cláusula “filioque” al credo niceno-constantinopolitano. De no haber existido dichas
acciones separatistas y heréticas (desde el punto de vista Católico Ortodoxo), la Iglesia Cristiana Universal, no se
hubiese separando tan prontamente en Católica Romana y Católicas Ortodoxas; pese a que muchos dicen que la
separación era inminente y necesaria, y sin duda se hubiese dado, no habría sido suscitada a tan temprana era
cristiana.
Por ende, las Iglesias Ortodoxas, rechazan la adición del "Filioque" en el Símbolo Niceno-
Constantinopolitano, aprobada por Roma.
El credo “largo” (cómo muchos lo mal llaman) original, traducido directamente de forma textual, del
griego en el que se escribió, quedaría así:
Ahora, tal traducción literal, acepta las siguientes modificaciones, que no dañan su contenido:
1. “no creado, con la misma sustancia que el Padre” ó “no creado, con la misma naturaleza que el Padre”.
2. “y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María la entonces virgen” ó “y se encarnó por obra del
Espíritu Santo y de la virgen María” ó “y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de la entonces virgen
María” ó “y por obra del Espíritu Santo, se encarnó del Espíritu Santo y María la virgen” ó “y por obra del
Espíritu Santo encarnó, y de María la virgen” ó “y por obra del Espíritu Santo encarnó, y de María la
entonces virgen”.
3. “en tiempos de Poncio Pilato” ó “en época de Poncio Pilato” ó “en el tiempo de Poncio Pilato”.
Para evitar problemas parroquiales, en la catequesis, se puede enseñar de la siguiente manera (tomado
de la versión oficial católica romana: https://www.aciprensa.com/recursos/credo-de-los-apostoles-660/), y
adaptado al credo original de Nicea y Constantinopla:
“Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador de cielos y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos:
(Dios de Dios) → No existe en el credo original, pero no es mentira, así que no hay problema con decirlo
Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza (sustancia) del
Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros lo hombres, y por nuestra salvación, bajó del Cielo; y por obra
del Espíritu Santo se encarnó, de María la virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado
en tiempo de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no
tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre
(y del Hijo) → Esta herejía, es la “cláusula filioque”, que separó (entre otras razones), a Roma de la Ortodoxia, no
debería de ser enseñada; pero la ICAR así lo exige. Queda a criterio del catequista, el agregarla ó no.
, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de
los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.”
La Santa Biblia demuestra Bautismos desde San Juan “El Bautista”; Jesús mismo se bautizó, así cómo
sus discípulos; y desde Hechos de los Apóstoles, hasta las Revelaciones del Apocalipsis del Apóstol San Juan, el
bautismo es evidencia de arrepentimiento, purificación, y nuevo nacimiento; por eso, era por decisión propia
personal.
Escritos patrísticos, post-apostólicos, de unos 150 años ó más, de Cristo; cómo lo son la Didaché (ó
Didajé), dan referencias sobre el bautismo y cláusulas previas a este, cómo que el bautismo era sólo para adultos, y
que antes de la ceremonia bautismal, se prescribía un ayuno de uno ó dos días para el bautizando y el que
bautizaba. Llegado el día debía buscarse un lugar con «agua viva» (Did 7,2), porque el bautismo se realizaba por
inmersión, es decir, el bautizando sufría una inmersión total en el agua durante la ceremonia. Pero, de no haber
agua corriendo (en movimiento), se podía hacer en agua tranquila (muerta), normalmente pozos, oasis ó similares;
pero estos debía ser de agua fría, de no haber agua fría, la Didaché indica que en última instancia, «Si no puedes
utilizar agua fría, utiliza agua caliente» (Did 7,3), y sólo excepcionalmente, de no hallar ninguna de estas 3 fuentes,
ó de ser una persona con discapacidad ó enfermedad mental (que atentara contra la vida del mismo el sumergirlo),
se permitía la afusión/infusión (aspersión): “Si no tenéis nada es esto, derramad tres veces agua sobre la cabeza…”
(Did 7,3).
Un siglo después, hacia el año 150/175 d.C., San Justino Mártir se refería al bautismo en términos
parecidos a la Didaché. Había un ayuno previo, un acto de arrepentimiento, de perdón, y una declaración de
compromiso, con preguntas sobre las cuáles nace hoy en día el Credo Apostólico, tras la cual: «...los conducimos a
un paraje con agua donde se regeneran de la misma forma que nosotros fuimos regenerados» (Apol I, 61).
Para el bautismo se usa desde siempre, según recomienda la Santa Biblia, la formula trinitaria, de la
cuál nace, la señal de la Cruz; y aunque hay opositores de este concepto, y unos creen que solo en Nombre de Dios,
y otros que solo en Nombre de Jesús; la verdad histórica, tradicional, pero sobretodo Bíblica, es que debe hacerse
en Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (S. Mateo 28:19).
Bajo el Rito Niceno y el Rito Bizantino, de hecho, se debe sumergir tres veces al bautizante, una por
cada miembro de la Santísima Trinidad. Y fue una práctica común de la Iglesia Cristiana Universal (sin divisiones
aún), por muchos años. San Hipólito por ejemplo, no solo usaba la inmersión trina y la fórmula trinitaria, sino que
además, usaba el sistema de San Justino Mártir de un ayuno previo, un acto de arrepentimiento, de perdón, y una
declaración de compromiso, con preguntas sobre las cuáles nace hoy en día el Credo Apostólico; e incluso aplicaba
fórmulas de exorcismo, para liberar a la persona, durante/mediante el bautismo, al sumergirlo.
Fue hasta 1983, que el “Código de Derecho Canónico”, de los Católicos Romanos, exigía en cualquier
caso, el bautismo por aspersión, y aunque es un hecho, que ya era practicado por la ICAR únicamente de este
modo, desde la Edad Media, fue hasta 1983 que se volvió obligatorio, junto con las normas establecidas por cada
Conferencia Episcopal. Cabe resaltar, que solo las Iglesias Católicas de Rito Romano (incluyen las Altas Iglesias
protestantes, cómo la Católica Luterana, la Evangélica Metodista, la Católica Anglicana-Presbiteriana, algunos ritos
Moravos y Valdenses, etc…. No obstante, cada vez más, los protestantes vuelven a la inmersión en agua, y son
menos las altas Iglesias que practican esto, las sub-divisiones que nacen luego, nunca han bautizado por aspersión)
hacen este tipo de bautismo, y que la mayoría de las demás Iglesias Cristianas del mundo, no hacen aspersiones,
sino que sumergen.
Lo bíblico y tradicional, es de hecho, presentar al infante ante Dios y la Congregación, tal cómo Jesús
fue presentado y tal y cómo los discípulos presentaban los niños. Pero este rito católico, es de hecho, un modo de
presentación del infante ante la congregación.
Por ende, ni la aspersión es bíblica; ni es bíblico, el bautismo de infantes. Pero hablando de forma
conciliar (oh sea, por aprobación de Concilios Cristianos), estas prácticas, tampoco son pecado. No obstante, el
bautismo a infantes, debe verse cómo un acto profético involuntario, dónde el menor se acepta y consagra en el
Cuerpo de Cristo, para que cuándo por su propia decisión, desee bautizarse; puesto que debe hacerlo.
Este problema del bautismo de infantes sin opinión, en parte se reduce durante la Confirma Católica
Romana, puesto que se les “Confirma su Bautizo”, a cierta edad más razonable.
Por lo tanto, para que el catequista no entre el conflicto con la parroquia, simplemente explique, que,
desde la Santa Biblia, hasta hoy, la tradición post-apostólica y las aprobaciones de los Concilios de la Iglesia
Cristiana (no ocupa definir nada más), permiten bautizos de inmersión y aspersión. Y que según la tradición
Conciliar de la Iglesia Cristiana (no ocupa definir nada más), los niños también pueden ser bautizados al nacer; y
ser presentados ante la Iglesia.
- EL APADRINAMIENTO:
En cuánto a la práctica de los padrinos, es herética, y exclusiva únicamente de la ICAR; pero sin ningún
tipo de afectación real en cuánto a su práctica. El concepto en sí mismo es herético y erróneo, pues nadie más que
Cristo puede cargar los pecados de otro, y ya Cristo murió por estos pecados, y por ende, esta acción, anula el
Sacrificio de Cristo en nosotros. Por lo tanto, viendo esta práctica, desde el punto de vista, de la tradición ritualista
católica romana, es una herejía pecaminosa, que atañe a los afectados a negar la Obra de Jesucristo en la Cruz.
Pero si los vemos, cómo testigos de la Obra de Cristo y la decisión de los mismos afectados, por ser parte de la
Comunidad Cristiana (en este caso único y exclusivo, Católica Romana); esto no raya en un pecado herético.
Por ende, reafirmamos que el bautizo infantil católico romano, es una forma pagana de presentación
cristiana, y por ende, no está del todo mal, ni es pecaminosa en ninguna forma. Pero la práctica literal de los
padrinos, quiénes negando la Obra Sacrificial de Cristo, y absorbiendo en sus almas, culpas y pecados inexistentes
de un menor (hasta que alcanzan la razón, es que se vuelven pecadores los niños, según la Santa Biblia),y
acreditándose pecadores de pecadores (cuyo fin es el Infierno); esta práctica de la ICAR es herética, anti-bíblica, de
origen satánico y un pecado. No obstante, si se lograra determinar al apadrinamiento, cómo un simple
atestiguamiento de un acto protocolario, este efecto no sería ni herético, ni pecaminoso.
Lo recomendable, para no entrar en un proceso conflictivo con la parroquia, es explicar, que los
padrinos son testigos ante Dios, de nuestras decisiones cómo miembros de la ICAR, y que ellos velarán para que
sigamos los pasos dictados por la ICAR, sin apartarnos de ellos. Y recomendar al aprendiente, a que luego del
evento, ya en calma del hogar, abrazar al padrino/madrina, y decirle: “Te perdono de toda culpa mía, y acepto tú
testimonio de mi vida; pidiéndole a Dios, que te libre de todo pecado por desconocimiento, y te bendiga, cómo
Hijo de Dios que eres. Amén.”. De este modo, se evita la carga de pecado sobre los padrinos/madrinas; y tanto el
testigo, cómo el apadrinado, quedan en paz con Dios, y no se presenta la herejía, pues aprender a ver a sus
padrinos/madrinas cómo testigos de eventos, y no cómo canales de culpa del pecado y jueces de obras humanas.
- LA EUCARISTÍA:
Este tema es muy amplio, cómo para explicarlo del todo en este documento; pero sobra con decir que
solo la ICAR participa de una Comunión Ázima, oh sea, sin consumo de vino. La tradición bíblica, apostólica,
conciliar, ortodoxa e inclusive protestante; es la del consumo de una Comunión Fermentada, oh sea, con consumo
de vino. En la ICAR, solo se permite el consumo del pan, lo que resta el Signo Cristiano, y cercena el Sacramento
dejado por Cristo, y limita la efectividad de la Santa Cena.
No hay una fecha clara ó fija, de cuándo se dejó de consumir vino en las eucaristías de la ICAR, pero se
sabe que fue unos mil años después de Cristo, durante el apogeo católico romano de la Edad Media.
Se sabe que el cristianismo primitivo dejó de usar el matzá (pan sin levadura) de los judíos, desde hacía
más de 150 años después de Cristo, y que se conmemoraba con pan casero normal en vez del matzá; pero a unos
más de 900 años d.C., se introdujo por primera vez la Hostia en la ICAR, y desde entonces, la hostia es el pan que
usa única y exclusivamente la ICAR para celebración Eucarística.
Cierto es, que tampoco la negación de la presencia de Cristo de los protestantes es correcta, y que la
visión de simbologías por parte de las ramas calvinistas, no son certeras. Lo correcto y bíblicamente correcto es la
“Consubstanciación”, la cuál es Luterana, y aunque son simples panes y vino, asevera la presencia real y tangible de
Cristo durante la celebración eucarística, y por esto mismo, se explican los milagros eucarísticos, tanto
protestantes, cómo ortodoxos y católicos. Puesto que Cristo sí está presente de forma real y espiritual en la
conmemoración de la Santa Cena, pero los elementos que se implican, son simples símbolos de la misma, y cómo
Otro problema, está en cómo la ICAR limita el consumo de la Eucaristía a solo sus miembros regulados,
que cumplan con conciencia, los ritos y sacramentos que la misma ICAR creó; volviendo así la Comunión de la Santa
Cena, un ritual exclusivista, separatista, xenofóbico, y racista; puesto que discrimina a todo aquél que no es
estrictamente fiel a sus tradiciones cómo ICAR.
Sin embargo, la comulgación eucarística ha sido recientemente abierta por el papa Benedicto 16 a los
Ortodoxos y Coptos, y por el papa Francisco I: a los Anglicanos-Presbiterianos, a los Luteranos, a los Moravos y a los
Valdenses. Así que según los últimos dos papas de la ICAR, sí alguien es no-católico-romano, pero sí practicante de
las doctrinas: Católica Ortodoxas, Católicas del Rito Oriental, Católico Coptas, Católico Anglicana-Presbiteriana,
Católica Luterana, Católica Morava, Católica Valdense; entonces sí tiene derecho a comulgar con los demás
católicos romanos. Pese a no ser algo aceptado, ni practicado, por toda la comunidad ICAR en el mundo.
La celebración de la Santa Cena, debería ser abierta a todo el que desee consumirla, eso es lo bíblico y
lo tradicional. La única exclusivista, es la ICAR. El acto sacramental en sí mismo, es el que juzga a los que la
consumen, y a quiénes lo hacen indignamente (según la Santa Biblia, no según la ICAR), estos pueden padecer un
evento adverso en sus vidas (I Corintios 11:27-32). Por eso, quién juzga el que consume indignamente es Dios
mismo, mediante el acto sacramental en sí mismo; no los humanos, y sin duda, no la ICAR.
El último error Católico-Romano sobre la Santa Cena, es el creer que es un “re-sacrificio de Cristo”, y
que nuevamente Jesús es sacrificado por nosotros, volviendo inválido el sacrificio primero de Nuestro Señor Jesús.
Este concepto es herético, casi satánico, y un pecado. Por qué bíblicamente, cualquiera que negare el sacrificio de
Cristo por nosotros, ó que lo invalidara, estaría pecando de blasfemia.
Este concepto de sacrificio de nuevo de Cristo, nace por primera vez con San Ireneo de Lyon (unos 205
años d.C.), basándose en traducciones propias del griego al latín, de la Didaché y de los escritos de San Ignacio de
Antioquía y de San Justino Mártir. Pero no fue sino, hasta Tertuliano e alrededor del 250 d.C., que este llama a la
participación eucarística: “participar del Sacrificio de Cristo”. Llegando así de nuevo, San Cipriano de Cartago, unos
350-400 años d.C., quién promueve este hecho, y es el Obispo San Ambrosio de Milán que entre los 400-450
después de Cristo, vuelve este concepto, parte de la Tradición Católica Romana.
No obstante, los puntos de vista de otras denominaciones cristianas, no son tan claros con este
respecto; las Ortodoxas lo ven cómo una coparticipación del Sacrificio de Cristo; y las protestantes cómo una
conmemoración del Sacrificio de Cristo; algunas otras lo ven cómo un simbolismo y recuerdo de dicho sacrificio,
cómo las de tradición calvinista. Y algunas de tradición luterana, lo ven cómo que uno es el que se sacrifica al
participar en conjunto, con Cristo, de la conmemoración de este Sacrificio.
Lo que no cabe dudas, es que la percepción de la ICAR sobre el “de nuevo sacrificio de Cristo”, es una
blasfemia herética de pecado; porque anulan la obra de Jesucristo, “de una vez y para siempre en la Cruz” (I Pedro
3:18, Hebreos 7:27, Hebreos 10:10, Hebreos 9:26-28).
No obstante, para no entrar en conflicto con la parroquia, basta con explicar, que en la Santa Biblia, y
durante los primeros 6 siglos, al menos, si no es que más; se consumía la Santa Cena con pan y vino, y que si
desean, luego de la misa, pueden ir a comprar un jugo de uvas (ó vino de uvas), y completar así la Santa Cena; pero
que por tradición, la ICAR desde la Edad Media, da la Eucaristía con la hostia solamente. Se debe explicar
también, que los elementos no son Cristo, si no que Cristo, se hace presente en TODO elemento (no solo el pan y
el vino) de la celebración eucarística, y que uno mismo, cómo Templo del Espíritu Santo, alberga a Cristo a
nuestros corazones. Y que por eso, en la Comunión, Cristo está física y espiritualmente presente, en nosotros,
entre nosotros y en los símbolos eucarísticos, cómo la hostia (en este caso) y el vino. No se ocupa explicar el
proceso sacrificial de la Eucaristía según la ICAR, pero se les puede mencionar, que se conmemora la Celebración
Actualizado 29/03/2017 7
Eucarística, cómo recuerdo de la obra de Cristo en la Cruz, permitiéndonos así participar de ese momento, en
nuestros actos de consumo de la hostia (únicamente, según la ICAR; dato que no ocupa ampliarse). Finalmente,
explicarles que se debe cumplir con todo lo que la ICAR pide a conciencia y cabalidad, para poder participar de la
Sagrada Eucaristía y comulgar así con los fieles.
Si se desea, y siempre y cuándo, no haya conflicto con esta mención, puede explicarse también que
los últimos dos papas, abrieron la comulgación católico-romana, a otras denominaciones cristianas, cómo: las
Católicas Ortodoxas, las Católicas del Rito Oriental, las Católico Coptas, la Católico Anglicana-Presbiteriana, la
Católica Luterana, la Católica Morava, y la Católica Valdense; las cuáles antes no podían comulgar junto con los
demás católico-romanos. Pero, si este dato generará problemas darlo, mejor evitarlo.
“Primus Inter Pares”, es el título romano usado desde el tiempo del imperio, para marcar al Senador
líder del Senado de la República Romana, y luego al Príncipe (prínceps) heredero del trono romano, del resto de sus
familiares. En cuánto a la eclesiología, bíblicamente los discípulos de Cristo, cabezas de las Iglesias Cristianas del
primer siglo, eran puros “pares” (iguales): S. Juan 13:14-17; S. Lucas 22:24-30; S. Mateo 18:1-5; Marcos 9:34-37; II
Corintios 11:5; Hechos 20:28. No había superioridad entre ellos. Dichos discípulos, entrenaron otros discípulos, que
formaban parte de un cuerpo presbiteral (oh sea, eran Presbíteros de Iglesias), tal es el caso de Lino (en Roma),
Timoteo (en Antioquía), Onésimo (en Grecia) y así sucesivamente… Estos presbíteros, eran todos “paretos”
(iguales), en cargo y poder, y a su vez, autónomos. En los siguientes dos siglos, para separar los presbiterios, por
regiones más amplias, se catalogó un Obispo Superior por cada región, y así nacen los “Obispos de…” entre los
siglos 2 y 3; pero aún eran iguales entre ellos. Con la adopción del cristianismo por parte del Imperio Romano, con
San Constantino I “El Grande”; este organiza a la Iglesia en patriarcados y diócesis, otorgándose el mismo rango a
las sedes patriarcales de Roma, Alejandría, Antioquía y Jerusalén, cuyos titulares recibieron el nombre de
Arzobispos; y las demás sedes menores, simplemente patriarcados dependientes. Así nace la figura del Arzobispo,
cómo líder geográfico, pero sigue teniendo igual importancia; esto se da en el 325 d.C. durante el I Concilio de
Nicea. Durante el 381 d.C., la primera vez que se usa en la Iglesia, el “primo entre pares”, se da en el II Concilio de
Constantinopla, el cuál determina que el Arzobispo de Constantinopla, será llamado “Patriarca”, y es superior a los
demás obispos, seguido por el de Alejandría. El IV Concilio de Calcedonia, en el 451 d.C., se le reconoció al
patriarcado de Roma el “primus inter pares”, por el cuál habían peleado y discutido mucho, puesto que en Roma
yacían San Pablo y San Pedro, quiénes fueron martirizados por los emperadores Romanos del primer siglo. Y
cambio el lineamiento de su descendencia apostólica, de Lino en adelante; hacia San Pedro, para que fueran
reconocidos, cómo ‘la Cabeza que estableció Cristo’, pese a no tener heredad con San Pedro. Este concilio, y debido
a las disputas que se dieron debido a estas decisiones, causa la separación de las Iglesias Coptas, por parte del
Patriarcado de Alejandría, causando así, debido al “Ego Ramanum” (Yo Romano), el primer cisma histórico de la
Iglesia; y poco después en el 858 d.C., se separa Roma del resto de Iglesias Cristianas, naciendo de este cisma, la
Iglesia Católica de Roma y el resto de Iglesias Cristianas (incluyendo la Copta), son llamas Ortodoxas. Dividiendo así
la Iglesia de Cristo, en ICAR (Iglesia Católica Apostólica Romana), ICAO (Iglesias Católicas Apostólicas Ortodoxas), e
ICACO (Iglesia Católica Apostólica Copto-Ortodoxa).
Alrededor del 461 d.C., el Obispo de Roma (primus inter pares), León I “El Grande”, el cuál no es santo
por ninguna Iglesia Católica, debido a sus atrocidades, excepto la ICAR (hasta el 1574, que se le canonizó), pues él
es el que crea, el título de “Pontifex Maximus“, que se usaba solo para emperadores romanos; separando no solo
su “paridad” (igualdad) con los demás Patriarcas (ya que Obispo de Roma, solía recibir el cargo de Patriarca de
Occidente), si no que declarándose superior a todos ellos. Este deseo de primacía absoluta por parte de los futuros
Obispos Romanos conducirá, entre otros motivos de índole herético, a que en 1054 d.C., se produzca el Cisma de
Oriente y Occidente tras la mutua excomunión de los Patriarcas de Roma y de Constantinopla.
En el 1075, Gregorio VII, fue el primero en ostentar el título de “Papa”, y a partir de él, todos los
Obispos anteriores y posteriores de Roma, se les dio la exclusividad de “papas”. Si es cierto, que hubieron cortos
2. El papa es señor supremo del mundo, todos le deben sometimiento, incluidos los príncipes, los reyes
y el propio emperador.
* Punto claramente falso y herético, y que busca solo beneficios propios, mayormente políticos
y económicos; pero que cómo es observable, hoy en día, ya no aplica tampoco.
Estas declaratorias son evidencias en el siguiente dogma de la ICAR: “Cristo nombró al Apóstol San
Pedro como primero entre los Apóstoles, como "cabeza visible" de toda Iglesia, confiriéndole inmediata y
personalmente el primado de la jurisdicción; siendo el Pontífice Romano es el sucesor del bien aventurado Pedro y
tiene el primado sobre todo rebaño.”. Este dogma, a cómo quedó evidenciado, es una falacia supremacista y anti-
bíblica. Las Iglesias Ortodoxas no admiten la Supremacía Universal de Derecho del Obispo de Roma sobre toda la
Iglesia Cristiana. Todos los obispos son iguales.
En resumen, y volviendo a la temática central del punto a observar, la primacía del obispo romano, es
una falacia nacida del orgullo, ego y mentiras, de los católicos romanos y sus anteriores líderes. Y dicho cargo,
debería ser visto cómo par de todo obispo ó título (posición) similar, de cualquier denominación cristiana, cómo lo
son el Arzobispo de Canterbury, los Patriarcas Ortodoxos, el Patriarca Ecuménico, los Abunes Coptos, el Obispo
Luterano, los Obispos Metodistas y los Apóstoles Evangélicos, y cualquier otro similar…
Ahora, estas verdades, harían que echen al catequista de su diócesis, por lo tanto, y para no entrar en
conflictos parroquiales, se debería enseñar que el título de “Papa”, es de exclusividad de la ICAR, pero que es un
puesto IGUAL al de los Patriarcas Ortodoxos, los Abunes Coptos, al Arzobispo de Canterbury (en Inglaterra), al
del Obispo Luterano, y cualquier otro similar, en las denominaciones cristianas; según las enseñanzas actuales
del papa Francisco I. Y que es un cargo de primacía en la ICAR, pero no se ve así, entre las demás Iglesias
Cristianas. No obstante, que por ser Roma, la sede de los restos martirizados de San Pablo y San Pedro, se le
guarda reverencial respeto mayor a esta instancia, pero que no le da superioridad ante otras denominaciones
cristianas de forma oficial, solo moral (y algunos casos, no todos, porque otras denominaciones rechazan la
supremacía papal). Y que ante la ICAR, el papa es la máxima autoridad. Con eso, debería bastar para dar el tema,
sin entrar en conflicto directo con las ideologías parroquiales.
- INFALIBILIDAD PAPAL:
Actualizado 29/03/2017 9
En la teología de la Iglesia católica romana, la infalibilidad pontificia constituye un dogma, según el cual
el papa está preservado de cometer un error cuando él promulga, a la Iglesia, una enseñanza dogmática en temas
de fe y moral bajo el rango de «solemne definición pontificia» o declaración ex cathedra. Como toda verdad de fe,
ninguna discusión se permite dentro de la Iglesia católica y se debe acatar y obedecer incondicionalmente. Esta
doctrina es una definición dogmática establecida por el Concilio Vaticano I de 1870. Previo a eso, se sabía que un
papa podía cometer errores, y de hecho los papas romanos cometieron un sinfín de errores, que aún hoy en día se
pagan. Muchas veces se tuvieron que corregir doctrinas papales romanas, y ardua tarea fue la de los papas Juan
Pablo II, Benedicto XVI y la de Francisco I; para poder corregir errores dogmáticos papales (cómo el Purgatorio, la
“mea-culpa”, las indulgencias y las penitencias, entre otras…), sin poder admitir que los papas que las promulgaron
se equivocaron y tener que construir verdades sobre mentiras, que terminan construyendo verdades a medias
(cómo que el Purgatorio, en vez de admitir que no existe; se debe decir que no es un lugar físico, si no espiritual, y
que se vive en la Tierra, mientras se lucha por alcanzar la vida eterna), por qué negarlo, es ir contra el la infalibilidad
papal de hace muchos pontífices atrás.
Hay tres condiciones que deben reunirse para que una definición pontificia sea “ex-cathedra”, y se le
aplique la infalibilidad pontificia:
Según la guía doctrinal de la ICAR, la enseñanza del papa está libre de errores solo cuando es promulgada
como «solemne definición pontificia», que se supone asegurada siempre por la asistencia personal del Espíritu
Santo.
Así que cómo vimos, la ICAR se equivoca al afirmar que “el Papa posee el pleno y supremo poder de
jurisdicción sobre toda Iglesia, no solamente en cosas de fe y costumbres, también en la disciplina y gobierno de la
Iglesia; conforme esta declaración, el poder del Papa es: de jurisdicción, universal, supremo, pleno, ordinario,
episcopal, inmediato. Pues el Papa es infalible siempre que se pronuncia ex-cathedra, quién hable como pastor y
muestre de todos los fieles haciendo uso de su suprema autoridad, teniendo la intención de definir alguna doctrina
de fe o costumbre para que sea creída por todos los fieles.”.
No obstante, las encíclicas pontificales no son definiciones ex-cátedra, pero para la ICAR, estas tampoco
pueden estar en contradicción con el Magisterio Ordinario Universal, aunque a veces se contradigan, ó se
contradigan a sí mismas u a otras encíclicas anteriores.
El problema no solo termina ahí, si no que para la ICAR “la Iglesia Romana es infalible cuando hace
definición en materia de fe y costumbres, y están sujetos a la infalibilidad, tanto el Papa, cuando habla ex cátedra; y
el episcopado pleno, con el Papa, que es la cabeza del episcopado, es infalible cuando se reúne en concilio
ecuménico o disperso por el rebaño de la tierra, enseña y promueve una verdad de fe ó de costumbres que
siempre fue enseñada por la Iglesia Romana.”.
Las Iglesias Ortodoxas no admiten la Infalibilidad del Obispo de Roma en ningún caso. La Infalibilidad es una
prerrogativa de toda la Iglesia, y no de una persona, según la doctrina Ortodoxa. La Iglesia Ortodoxa enseña que las
decisiones de un Concilio Ecuménico son superiores a las decisiones del Papa de Roma o cualquier jerarca
eclesiástico.
En la tradición de la ICAR, la madre de Jesús, fue “ascendida” al Cielo; pese a que la Santa Biblia misma
declara, en San Juan 3:13, que nadie después de Jesús, ha ascendido al Cielo. El papel crucial de Enoc y Elías, que
fueron “ascendidos” previo a Jesús, es para los dos testigos de quiénes el Apóstol San Juan en su libro de
Revelaciones del Apocalipsis. Pero luego de Cristo, nadie más ha ascendido al Cielo. Por ende, este dogma católico
es una falacia, herética, satánica y condenable. Esta doctrina herética, fue definida cómo dogma de fe (verdad de la
que no puede dudarse, ni cuestionarse) por el papa Pío XII el 1 de Noviembre de 1950.
Esta doctrina nace de textos apócrifos que rondan el siglo VII por parte de los grupos gnósticos, y era
originalmente condenada, especialmente por San Jerónimo, escritor original de la primer Vulgata Latina; pero se
desarrolló eventualmente en el seno católico romano para el siglo XII y XIII, con los doctores de la Iglesia
Occidental, que lo veían desde un punto espiritual, cómo alma santa que ascendía al Cielo.
Esta doctrina era originalmente condenada por toda la cristiandad, y aunque se aceptó su ámbito
espiritual para el siglo XIV; la asunción carnal era aún considerada herética; pero el papa Pío V, en el siglo XVI, al
momento de reformar el Breviario, incluyó citas que defendían la asunción corporal de María, según su propio
parecer. El papa Benedicto XIV señaló alrededor de 1758, que la doctrina de la asunción era probable, pero sin
señalarla aún como dogma. El 1 de noviembre de 1950, se publicó la constitución apostólica Munificentissimus
Deus, en la cual el papa Pío XII, basado en la tradición de la Iglesia católica romana, aprueba esta herejía cómo
dogma.
Ya que este dogma, es también, al igual que la Infalibilidad Papal, una creencia humana errónea,
satánica y falsa, que raya en lo herético, pero que es parte de la columna vertebral de la ICAR, el negarla sería un
problema seguro al catequista. Lo mejor, es que, en vez de enseñar este dogma erróneo e históricamente
contradictorio, se indique simplemente, que debido al Sacrificio expiatorio de Cristo, y Su Gracia Redentora,
todos, incluyendo la Madre de Jesús, podemos ir al Cielo. Y que sabemos que María es Santa, porqué vivió (y de
hecho murió, pero que no se diga, para evitar problemas) creyendo con fe en Cristo y su obra salvadora; y eso le
permitió llegar al Cielo.
Este dogma mariano, pertenece a casi la totalidad de Iglesias católicas en el mundo, tanto romanas,
cómo “ortodoxas, coptas, y anglicanas-presbiterianas” (aunque hay excepciones en estas 3 últimas); pero sin duda,
no pertenece a las católicas Luteranas, ni Moravas, ni Valdenses. Según el dogma, María fue virgen antes, durante y
después del parto de Jesús, y no tuvo otros hijos. Y el mismo afirma la "real y perpetua virginidad, incluso en el acto
de dar a luz el Hijo de Dios hecho hombre."
Durante los primeros 5 siglos de cristianismo, ésta idea se rechazaba fervientemente, pero durante el
II Concilio de Constantinopla (año 553), se le otorgó a María el título de "virgen perpetua" (aeiparthenos). Pero fue
hasta alrededores del año 1274 en que Santo Tomás de Aquino, enseñó esto cómo doctrina (Summa Theologiae
La Santa Biblia es enfática en las relaciones coitales de Santa María con San José, e incluso cita otros
hijos e hijas de Santa María, cómo base se puede citar: S. Mateo 1:25; S. Marcos 6:3; S. Juan 7:5; Gálatas 1:19; S.
Mateo 13:55-56; S. Mateo 12:46; S. Marcos 3:31-34; S. Lucas 8:19-21; S. Juan 2:12; Hechos 1:14.
Ahora, acerca de la manera correcta sobre cómo abordar este tema en la catequesis romana, se
expondrá, junto al siguiente tema:
Este dogma mariano, es exclusivo y único de la ICAR; y sin duda, no pertenece a las católicas Luteranas,
ni Anglicanas-Presbiterianas, ni Moravas, ni Valdenses. Según el dogma de la Inmaculada Concepción, también
conocido como de la Purísima Concepción, es una creencia de casi el total de representaciones del catolicismo, que
sostiene que María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el
pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todo pecado.
Este concepto nunca antes se había planteado en la religión, y de haberse hecho en los primeros 10
siglos de cristianismo, habría sido tomado por una herejía; no obstante, la definición de este dogma, está contenida
en la bula Ineffabilis Deus, del 8 de Diciembre de 1854, por el papa Pío IX.
Este dogma contradice las enseñanzas de Jesús sobre el estado humano de acuerdo a S. Marcos 10:18,
S. Lucas 18:9, y S. Juan 1:8. Este dogma católico, es simplemente doctrinal para las ramas católicas no romanas;
pero es dogmático para los de la ICAR.
Para la cristiandad global, la virgen Santa María, fue concebida en pecado original como las demás
criaturas. La Iglesia Romana, por definición del Papa Pío IX, en el año 1854, proclamó "Dogma" de Fe la Inmaculada
Concepción. Pero este dogma es rechazado por la totalidad de Iglesias cristianas del mundo, salvo la ICAR.
Si el catequista enseña lo contrario a estos argumentos, sin duda será expulsado de su diócesis; por lo
tanto, para evitar problemas parroquiales, debería limitarse a simplemente explicar que Santa María, madre de
Jesús, y esposa de San José; fue grandemente bendecida al ser escogida por Dios para dar a luz a nuestro
Salvador, que ella era una mujer bienaventurada y llena de Gracia; y que Dios estaba con ella. Y narrar si acaso
fuere necesario, la historia de la Natividad según San Mateo. Cualquier cosa adicional, podría caer en las herejías
ilógicas católico-romanas, que exaltan a la “diosa del Cielo” (diosa pagana persa-babilonia y greco-romana, de
dónde el catolicismo romano toma la figura virginal perpetua de Santa María, y que también nombra de la misma
manera).
Este dogma herético y anti-bíblico era originalmente exclusivo del catolicismo romano, pero debido a
su influencia, se han visto afectadas también algunas denominaciones católicas coptas y ortodoxas; pero
mayormente es exclusivo del romanismo. Bíblicamente, Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres (I
Timoteo 2:1-6). Solo Él concilió al hombre con Dios a través de su muerte en la cruz.
Pero para la ICAR, el sacrificio y obra de Jesucristo, es inválida e incompleta, dejando un papel en
algunos casos primordial, a Santa María y los Santos difuntos, como mediadores de la gracia divina, rogando por
nosotros en el Cielo, cómo si Dios Padre no quisiera oírnos, ni escucharnos; y menos aún obrar a nuestro favor. Y se
vuelve algún tipo de mensajería burocrática complicada, dígale al santo, para que le diga al ángel, que le diga
María, que le diga a Cristo, que le diga a Dios; ó dígale a María, que negocie con los ángeles, para que le digan a
Cristo, que le diga a Dios.
Y de este modo, eliminan nuestra necesidad de ser dependientes de Cristo, que es lo que Cristo y sus
apóstoles enseñaron, y que es cómo la vida cristiana debería de ser; que orando todo en nombre de Cristo (no de
algún santo), Dios nos dará todo lo que pidamos (S. Juan 15:16, S. Mateo 21:22, S. Juan 16:23-24, S. Juan 14:13-14,
I S. Juan 5:14, Colosenses 3:17). Tan es malo este dogma mediático romano, que Hechos 4:12 nos enseña que: “Y
en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser
salvos.”, y la ICAR enseña que debido a la mediación, María, madre de Jesús, es “corredentora” de la salvación (este
tema se verá más adelante en este documento).
Cómo cristianos, servimos a vivos, no a muertos; y la base de la doctrina de la comunión de los santos,
son las etapas católicas romanas para la muerte y purificación de las almas, que incluyen falacias explicadas más
adelante, cómo el purgatorio y el ruego de por esas almas, las almas en pena, el limbo, los fantasmas, y las almas
“aprisionadas” en la tierra; entre otras falsas doctrinas católicas romanas, que generan enseñanzas anti-bíblicas.
- CORREDENCIÓN DE MARÍA:
Esta doctrina herética y anti-bíblica era originalmente exclusiva del catolicismo romano, pero debido a
su influencia, se han visto afectadas también algunas denominaciones católicas coptas y ortodoxas; pero
mayormente es exclusivo del romanismo. Ver a María cómo “Corredentora” ó Co-Redemptrix (latín), se refiere a la
participación de María en el proceso de salvación, dónde se refieren a María cómo "causa salutis" (causa de
salvación) debido a su Hijo, Jesús.
Tan es malo esta doctrina, que Hechos 4:12 nos enseña que: “Y en ningún otro hay salvación, porque
no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos.”, y la ICAR enseña que debido a
la mediación, María, madre de Jesús, es “co-redentora” de la salvación. Un concepto erróneo, que ataca la base
misma de nuestra fe; puesto que bíblicamente, Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres (I Timoteo
2:1-6). Solo Él concilió al hombre con Dios a través de su muerte en la cruz.
Pero, para la ICAR, María es co-redentora, porque María dio a luz al Redentor (Jesucristo); así que le
atribuyen la responsabilidad mayor de toda la redención y la salvación, por lo que para la ICAR, fue mediadora de la
redención.
En cambio, sabemos que solo por Cristo hay salvación, y que la propia María tuvo que ser rescatada y
redimida por Jesucristo; porqué ella sí tenía el pecado original (antítesis del dogma sobre “La Inmaculada
Concepción De La Virgen María”).
Ahora, un catequista que niegue esa doctrina de la ICAR, sobre todo si los curas de la región son muy
marianos, puede encontrarse en serios problemas; lo mejor sería simplemente omitir el tema, puesto que
realmente no es necesario del todo; y si ocupase agregar algo, indicar, que según la Santa Biblia, Jesucristo, es el
Redentor del Mundo y (el único –frase que puede omitir, de ser necesario–) por quién tenemos la salvación.
- OBRAS DE SALVACIÓN:
En cuánto a las doctrinas de la necesidad de obras para ser salvos, no distan los católicos romanos de
la verdad de Dios; pero les falta el absoluto factor protestante de la fe y la gracia. Somos salvos por Gracia, la Gracia
funciona por fe, y la fe sin obras es muerta. Si no hacemos obras de fe, la fe se muere, y con fe muerta, no hay
gracia, y sin gracia no hay salvación.
De aquí solo debemos ampliar, que los que reciban la catequesis, deben entender que es la Gracia
Redentora de Cristo-Jesús qué los salva, el creer en Dios y tener fe en la salvación por medio del sacrificio de Cristo
Por lo demás, esta enseñanza de la ICAR, no es del todo incorrecta. Solo hay que evitar mencionar los
Santos, las oraciones a difuntos, enviarlos a rosarios y letanías; y simplemente promover las disciplinas espirituales
básicas, cómo: Orar, leer la Biblia, Meditar en Dios, “Limosnear” (ya que la ICAR no tiene ‘ofrenda’, sino limosna),
Congregarse, dar Testimonio de Cristo y de que somos Cristianos, Evangelizar, Ayunar, Diezmar (si en la parroquia
se tiene esa práctica, hoy en día ya no es tan común entre los de la ICAR, debido al auge de esto con la Reforma
Protestante), y ser Fieles a Dios.
- COMPOSICIÓN HUMANA:
El dogma de la ICAR sobre la composición humana, es el siguiente: El hombre está formado por cuerpo
material y alma espiritual ("El humano como común, constituido de cuerpo y alma"). Este concepto pleno en su
forma literal, está erróneo. No obstante, el dogma de la ICAR en sí mismo no es erróneo.
Este dogma, ampliado en diversos escritos papales y cardenalicios, habla de la composición trina del
ser humano, así cómo Dios es un ser trino. Y efectivamente, de forma ampliada, establece que el ser humano es
cuerpo, es alma y es espíritu. Muchos escritos católico romanos existen sobre este aspecto, el más moderno, es la
Encíclica Papal: “Lumen Fidei” del Papa Francisco I; en la cuál se amplia este tema de forma perfecta y bellamente
narrada.
No obstante, en su forma corta estipulada, no ampliada, da a entender que el ser humano es solo
cuerpo y alma; dicho concepto dualista, es erróneo y condenado cómo herejía por la mismísima ICAR.
Nuestra alma, guarda relación directa con Dios Padre que nos la dio; Jesús mismo vino en cuerpo
(carne) a la Tierra, y evidenció por sí mismo, las cosas que nosotros quiénes poseemos un cuerpo, vivimos; y
finalmente, nuestro Espíritu, se relaciona directamente con el Espíritu Santo. Después de todo, Dios es Espíritu,
cómo indica la Santa Biblia en San Juan 4:24. Con solo esta ampliación, el catequista ya está listo para abordar
correctamente, este tema.
- FUNDACIÓN DE LA IGLESIA:
El dogma de la ICAR sobre la fundación de la Iglesia, es el siguiente: La Iglesia fue fundada por el Dios y
Hombre, Jesucristo: "Cristo fundó la Iglesia, que Él estableció los fundamentos substanciales de la misma, no
tocante a doctrina, culto y constitución.". Este dogma es una falacia bíblica, porqué Cristo-Jesús, nunca fundó la
Iglesia. Ciertamente, dejó todas las explicaciones, pautas sociales y morales para una vida cristiana; y en verdad nos
enseñó, a vivir una vida cristiana. Jesús dejó todo aspecto de una relación con Dios, bien definida. Pero fueron sus
discípulos quiénes crearon el sistema eclesial, y sus “herederos”. Si bien es cierto, usan el argumento bíblico para
determinar sobre el Apóstol S. Pedro, que sobre él, se fundaría la Iglesia de Cristo. Y pese a los debates
Cabe observar, que pese a la tradición de la ICAR; el Apóstol Pedro, puede que fuera el fundador de las
Iglesias en Jerusalén, Judea y Caldea; pero nunca de Roma (aunque ciertamente, fue el primero en predicar y
bautizar romanos, en su historia con el Centurión romano, Cornelio, y su familia); no obstante, sí es detenido y
ejecutado (crucificado de cabeza) en Roma por el Emperador Nerón. Por lo tanto, pudiese ser que predicase a
romanos, durante su cautividad, y se iniciase cierto grupo de seguidores, después de su muerte. Pero para
entonces, YA HABÍAN romanos cristianos e iglesias cristianas en Roma. Ciertamente, es el Apóstol Pablo de Tarso,
quién además de dedicarse a los griegos, predica en muchas ocasiones a los romanos -hasta sus líderes-, incluso les
dedica una Epístola entera de Su puño y letra. Si hay alguien quién pudo comenzar a evangelizar roma, fue San
Pablo (después de todo, recordemos que Cornelio, el centurión, ya conocía del cristianismo; solo buscaba ir más
profundo). La línea apostólica, pese a ser errónea, era sin duda existente y real en la Iglesia romana y, eso queda
evidenciado en las historias de San Lino de Volterra (quién era discípulo de San Pablo de Tarso -no de San Pedro-, y
esto se demuestra en II Timoteo 4:21, y las Cartas Patrísticas de San Ireneo de Lyon, San Hegesipo de Jerusalén y
San Eusebio de Cesárea), lo que demostraría que San Pablo de Tarso, fue de hecho el fundador de la Iglesia en
Roma. No obstante, San Pablo de Tarso, fue Obispo de la Iglesia Griega y de Antioquía, y por lo tanto, es probable
que San Lino sea de hecho, el primer Primado Obispo Romano. Esta sucesión, perduró muchos siglos, hasta el
momento trágico en la historia de la ICAR en que tres papas ostentaron la supremacía romana por muchos años, y
estos tres, tuvieron sus reemplazos durante este periodo de anti-papas; dicha sucesión se perdió desde ese
momento oficialmente (hay creencias de que dicha sucesión, ya llevaba desde antes, mucho tiempo de pérdida).
No obstante, con la "entronización" de Francisco I al papado romano: Francisco I, fue ordenado apóstol en
consorcio por: el evangelista bautista William "Billy" Graham Jr. de Carolina del Norte de E.U.A., el Pastor emérito
Paul David Yonggi Cho de las Asambleas de Dios del Evangelio Completo de Yôido en Seúl, Sur-Corea, el Arzobispo
de Canterbury Justin Welby de la Iglesia Anglicana de Inglaterra y el Reino Unido, el pastor, obispo y apóstol
pentecostal carismático, Kenneth Copeland, de "La Voz del Creyente" en Texas, E.U.A y el Patriarca Bartolomé I de
Constantinopla de Estambul, Turquía; primus inter pares de las Iglesias Católicas y Apostólicas Ortodoxas
registradas: Con ellos, restaurando así, en él, su apostolado sucesivo, en una reunión dónde se celebraban los 500
años de Reforma Protestante y el Aniversario del Concilio Vaticano II.
Por lo tanto, cabe resaltar que ni Jesús funda la Iglesia Cristiana, si no sus apóstoles; ni San Pedro fue
Obispo de Roma, si no San Lino I de Volterra (el discípulo de San Pablo de Tarso). Ahora bien, poner a Jesús cómo
fundador y a San Pedro cómo cabeza, es un problema que solo existe en la ICAR; pues en las demás
denominaciones católicas, cómo las Ortodoxas, las Coptas, las Anglicanas-Presbiterianas, las Luteranas, las
Valdenses, las Moravas, las Metodistas y otras altas Iglesias y de tradiciones católicas, y sobre todo en las
protestantes, la cabeza de la Iglesia es Jesucristo, y pese a las tradiciones apostólicas, no hay un santo sobre el cuál
se deba regir toda la doctrina y señal de la Iglesia; pues solo Cristo es cabeza, y piedra angular de la Iglesia Cristiana
Universal, sin importar su nombre ó región.
De este modo, el catequista, para evitar conflictos generales con la parroquia, puede indicar la
participación activa del Apóstol de Dios, San Pablo de Tarso en la Iglesia de Roma, de cómo él predica y escribe a
los romanos, incluso a sus líderes políticos, y prepara a Lino I de Volterra, quién será, SEGÚN LA TRADICIÓN DE
LA ICAR, el segundo papa romano. Y hablar también, sobre cómo Jesús le dijo a San Pedro que sobre “la roca” (la
Roca de Nuestra Salvación, es Cristo-Jesús: Salmo 95:1, Salmo 62:2; Salmo 78:35; S. Isaías 30:29; S. Mateo 21:42; S.
Marcos 12:10; S. Lucas 20:17; Hechos 4:11; I Pedro 2:4-8) construiría Su Iglesia y que el infierno no podrá contra
ella. Y de cómo San Pedro, fue el primero en la Santa Biblia en predicar, convertir y bautizar romanos, con la
historia del Centurión Cornelio. Y hasta del martirio de San Pedro en Roma, por parte del Emperador Romano
Nerón, y el mito católico romano de “Quo Vadis?” (¿Adónde vas?). Indicando, que sobre las enseñanzas de Jesús
Actualizado 29/03/2017 16
de una vida cristiana, se desarrolla la Iglesia, buscando tener una mejor relación con Dios, y que Sus discípulos, y
los discípulos de Sus discípulos, la fueron construyendo y mejorando, poco a poco hasta hoy.
La práctica cristiana sobre la señal de la cruz, es muy antigua, de hecho se remonta desde el Antiguo
Testamento. La primera vez que el “Pueblo de Dios” tuvo que dibujarse cruces sobre sus frentes, fue en S. Ezequiel
9:4; y era una señal para que los ángeles de Jehová no matarán a los marcados (S. Ezq. 9:6). Luego, con Nuestro
Señor Jesucristo, llegó en S. Mateo 28:19, la llamada “Fórmula Trinitaria”, la cuál es la nominación de la Santísima
Trinidad para, en este contexto, hacer discípulos y bautizarlos. Y es el Apóstol de Dios, San Pablo de Tarso, quién en
su carta a los Efesios 2:16, nos explica el propósito de la señal de la Cruz de Cristo. SI bien es este mismo Apóstol
San Pablo, el que nos enseña en I Corintios 1:18, que “el lenguaje de la cruz resulta una locura para los que se
pierden; pero para los que se salvan…es poder de Dios”; y también enseña que su único orgullo era el de la Cruz de
Jesús (Gálatas 6:14).
La señal de la cruz, forma parte también de la tradición apostólica, y de la patrística. Vemos por
ejemplo, que la tradición enseña que el Apóstol de Cristo, San Juan, antes de su muerte, encerrado en la Isla de
Patmos, dibujó una cruz sobre su cabeza con la mano. Hay escritos que evidencian que los cristianos en los tres
primeros siglos, se bautizaban usando la señal de la Cruz en sus cabezas. En las actas de San Afri se relata que cierta
vez un pagano le dijo a San Narquis y a su diácono: "Sé que son cristianos ya que con frecuencia signan su frente
con la cruz." San Tertuliano, padre de la Iglesia Cristiana, escritor entre los años 160 y 220 d.C., aproximadamente,
escribe que los cristianos “se persignaban durante todas sus ocupaciones, ante cada movimiento: cuando salían o
volvían a su casa, cuando se vestían y se calzaban, al entrar al baño, al sentarse a la mesa, al encender las lámparas,
al comenzar una conversación, al acostarse, etc… Se signaban siempre con la mano derecha aunque siempre de
distinta manera, y unos diferentes de otros.”. Tertuliano escribió también: “En todos nuestros viajes y
movimientos, en todas nuestras salidas y llegadas, al ponernos nuestros zapatos, al tomar un baño, en la mesa, al
prender nuestras velas, al acostarnos, al sentarnos, en cualquiera de las tareas en que nos ocupemos, marcamos
nuestras frentes con el signo de la cruz.”.
Esta práctica no pertenece solo a la ICAR, las otras denominaciones católicas, cómo las Ortodoxas,
Coptas, Anglicanas-Presbiterianas-Episcopales, Luteranas, Moravas, y Valdenses; también lo usan. En algunas ramas
de las Altas Iglesias protestantes, cómo los Metodistas, y antiguos Bautistas; aún se usa, ya que originariamente,
siempre se usaba. Inicialmente, algunas ramas protestantes lo usaron, pero su práctica es cada vez más escaza
entre los mismos, al punto que hoy en día, salvo por algunas iglesias protestantes de Asia; esta práctica entre los
protestantes, está prácticamente extinta.
Desde el punto de vista de la kinésica se puede considerar un "gesto emblemático", por su contenido
simbólico convencional. Algunos cristianos lo definen como un "signo sacramental". Para los prosélitos, el sentido
original de la señal sería manifestar su fe en que Cristo los redimió al ser ejecutado por los romanos en una cruz. No
obstante, pese a que hay evidencias de su práctica en el siglo II, la señal de la cruz adquiere mayor auge cómo una
costumbre cristiana, alrededor del siglo III y es oficializada para el siglo IV.
El gesto de hacer la señal de la cruz consiste en dibujar una cruz imaginaria con la punta de dos (ICAR)
o tres dedos (Ortodoxia) de una mano. Consta de dos movimientos: el primero se realiza de arriba abajo y el
segundo de izquierda a derecha (católicos) ó de derecha a izquierda –sobre el corazón– (ortodoxos). El acto es
conocido como "persignar", si se hace sobre una persona, y "bendecir", si es sobre una cosa ó en una dirección
“vaga”.
Originalmente, se trazaba una pequeña cruz en la frente con el pulgar o un dedo. Mientras que es
difícil señalar exactamente cuando fue que se cambió el trazo de la pequeña cruz en la frente a la moderna práctica
de trazar una larga cruz desde la frente hasta el pecho y de hombro a hombro, lo que si sabemos es que este
En el siglo XVI, uno de los dogmas centrales de la Reforma Protestante fue la “sola scriptura”, donde se
estipuló que cualquier práctica que no se ajustara a la Escritura fuera desechada. Los reformadores ingleses creían
que el usar la señal de la cruz debía de ser dejado a cada individuo, como fue escrito en el Libro de Oración del Rey
Enrique VI “....el arrodillarse, santiguarse, juntar las manos, golpearse el pecho, y otros gestos, pueden ser usados,
o dejados, según sirva a la devoción de cada hombre, sin culparle.” Los protestantes generalmente veían esta señal
como una tradición que carecía de bases fuertes ó firmes en la Escritura, y por esa razón fue abandonada por la
mayoría; y con el paso del tiempo, debido a los movimientos anti-católicos, se tornó entre ellos, cómo una herejía.
No obstante, aún con la falta de un pasaje que suscite fuertemente esta práctica entre los libros
canónicos, la patrística sí se presta a esta enseñanza; y se considera ecuménicamente, que la señal de la cruz no
carece de simbolismo bíblico. La forma del signo es un recordatorio de la cruz de Cristo. Históricamente, el signo
también fue visto como una representación de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. A través de la fe en el Señor
Jesucristo y Su muerte sustitutiva en la cruz, la salvación se extendió como un regalo de gracia a toda la humanidad.
La Trinidad es la doctrina de la Divinidad: Un Dios existiendo en tres distintas Personas. Ambas doctrinas son
fundamentales para ambos, católicos y protestantes, y ciertamente están bien fundamentadas en la Biblia.
El hacer la señal de la cruz no está bien, ni mal, y puede ser positivo si sirve como recordatorio a la
persona, de la cruz de Cristo o de la Trinidad. Desafortunadamente ese no es siempre el caso, y mucha gente
simplemente hace los movimientos, cómo un ritual muerto de persignarse, sin un conocimiento del porqué lo
hacen. Un análisis final de la señal de la cruz, es que de ninguna manera es requerida de los cristianos directamente
en la Santa Biblia, porque no es una instrucción que proceda de la Palabra de Dios. Por lo tanto, no es un pecado
hacer la señal, pero tampoco es algo que se debería dogmatizar. Es algo propio de la conciencia personal, siempre y
cuándo no afectemos “a los débiles en la fe”, cómo enseña el Apóstol San Pablo de Tarso.
La ICAR suele santiguarse sobre San Pedro y su Cruz, lo que es casi idólatra, mientras que la tradición
cristiana, preservada por la Ortodoxia en este caso, y las Iglesias Católicas Coptas, se santiguan en la Cruz de Cristo;
de cruz completa de frente hasta el ombligo (no hasta el plexo solar, cómo la ICAR), y de ahí a los lados, de derecha
a izquierda, hasta terminar en el corazón. La posición de manos, también tiene muchos simbolismo, y es diferente
entre la ICAR y las demás Iglesias, no obstante, ambas son buenas prácticas, pero se recomienda la forma ortodoxa.
Para el catequista, este asunto es CLAVE, por qué es una acción ritualista de la ICAR, que se usa en
prácticamente todo momento eclesial: al ingresar/salir a los templos, pasar por los cementerios, al pasar ante
imágenes de la divinidad ó de santos, al empezar/terminar de orar, al salir/entrar de casa, al conducir ó dejar de
conducir un automóvil, en fin, en un sinnúmero de oportunidades, la ICAR hace este rito. Cómo vimos, no está mal
hacerlo, y puede sentirse libre de practicarlo, pero si es buena idea que enseñe el (aunque algo pobre)
fundamento bíblico de esta práctica, y les recuerde a los aprendientes, sobre la importancia de esta señal, y que
no es algo solo porqué sí, si no por qué de verdad se siente el deber hacerlo. Lo ideal sería enseñar esta obra, de
la forma Ortodoxa, la cuál es también avalada por la ICAR (muy recientemente).
- LOS SACRAMENTOS:
Los sacramentos —en la teología de la ICAR—, son signos sensibles y eficaces de la gracia de Dios y
mediante los cuales se otorga la vida divina; es decir, ofrecen al creyente el ser hijos de Dios. Los sacramentos se
administran en distintos momentos de la vida del cristiano y simbólicamente la abarcan por entero, desde el
bautismo hasta la unción de los enfermos (que antes del Concilio Vaticano II se aplicaba solo a los que estuvieran en
peligro de muerte).
Sacramento cómo tal, no existe en las Sagradas Escrituras. Y los sacramentos romanos, no tienen
tampoco relación con conceptos bíblicos para sacramentarlos. Por ejemplo, el matrimonio no se estipula en la
Santa Biblia, pero se practica desde el Edén con Adán y Eva, podría decirse que una “institución” (מוסד, Mossad)
según indica la Santa Biblia, dada por Dios. Luego tenemos el Bautismo, el cuál no presenta calificativos. La Santa
Cena, es una “remembranza” (στη μνήμη, sti mními) del acto, según las cartas Paulinas. La ICAR dice haber tomado
la palabra, del término bíblico «mysterion» (μυστέριων); pero la traducen al término latino «sacramentum», el cuál
es una pésima traducción, porque la traducción latina literal es: “mysterium”, que es sobre algo secreto, oculto,
misterioso, literalmente: “aquello que debe ser descubierto”.
En cambio, al usar “sacramentum”, se relaciona con deliberación, consejo, designio hacia un juicio
final. En el Evangelio se usa en S. Marcos 4:11 y sus textos paralelos: «los misterios del Reino de Dios», es decir, la
voluntad de Dios de que todos los hombres se salven: esta salvación es ofrecida por Cristo por medio de su
sacrificio en la cruz; y a este hecho, el Apóstol San Pablo lo llama “mysterion”. ¿Por qué si la salvación humana es
un “mysterion” de dónde la ICAR toma la palabra “sacramentum”, esta no es un “sacramento católico romano”?
Porqué la ICAR asume, que son por medio de estos sacramentos que se obtiene la salvación.
En las cartas de san Pablo el término "mysterion" aparece unas 21 veces. Indicaría el plan salvífico
secreto de Dios que se ha realizado definitivamente en Cristo, dando lugar al período considerado como final de la
historia; y que consiste en la recapitulación (ανακεφαλαιωσις3) de todas las cosas en Cristo. Así, incluye a Cristo,
pero también, cuánto realizó por salvar a los hombres y por ende su cuerpo místico que es la Iglesia.
En base a esto, la Iglesia católica romana re-interpreta a su gusto propio, estos pasajes bíblicos como
que, en la medida en que los gentiles participan de esta salvación y de la Iglesia, aceleran la plenitud final de la
salvación. Además, se interpreta que el "mysterion" ó “sacramentum” de la ICAR, son los signos y prodigios que
realizan la voluntad divina de que todos los hombres se salven por medio de la Iglesia (únicamente la ICAR, según
ellos mismos), actualizando el signo y prodigio fundamental: Cristo en su Encarnación, Muerte y Resurrección; a
través de obras sacramentales.
De hecho, los sacramentos no existían dentro de la Iglesia cristiana, ni se veían cómo tales, hasta
finales del siglo VI, que San Dionisio Areopagita, da identificación de “mysteria” con los ritos propios de la Iglesia, y
los vuelve sistemática. En primer lugar, define mysterion como las acciones rituales que por medio de la invocación
de la Iglesia al Espíritu Santo, la gracia salvadora de Dios, actúan sobre las personas o cosas. Luego distingue tres
aspectos de mysteria:
Las consagraciones (Bautismo, Comunión y Unción).
Los consagrantes: obispo, sacerdote y diácono.
Los consagrados: inferiores, purificados, terapeutas o monjes.
En estos siglos, los grandes doctores de la Iglesia, ofrecerán la oportunidad de establecer una nueva
distinción por la que se separa la validez de un sacramento de su eficacia (por ejemplo que el bautismo de los
donatistas sería válido, pero no daría la gracia de la fe). En dicha teología, luego se llamará «signum» (signo) al
elemento externo válido y «res» a la gracia concomitante. Los autores posteriores, trataron mysterium y
sacramentum como sinónimos, dándoles el alcance general que se emplea hasta hoy.
Durante la Edad Media y tras las invasiones germánicas, la filosofía neoplatónica que servía de base a
la reflexión de los Padres fue perdiendo influencia. La noción de mysterion se empezó a aplicar solamente para la
verdad revelada que exige un asentimiento de fe. El término sacramento quedó para indicar un signo concreto por
el que Dios actúa, por medio de Su Iglesia. En la medida en que la noción de signo perdió consistencia ontológica
para trasladarse al nivel de pura referencia, se produjeron problemas para la correcta comprensión del dogma
acerca de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Pero aplica esta noción de sacramento, no sólo a los
sacramentos actuales de la Iglesia católica sino también a los que ella llama «sacramentales».
Protestantes y Evangélicos ven las ordenanzas como representaciones simbólicas del mensaje del
evangelio que Cristo vivió, murió, fue resucitado de entre los muertos, ascendió al cielo, y volverá algún día. En
lugar de requisitos para la salvación, ordenanzas son ayudas visuales para entender mejor y apreciar lo que
Jesucristo hizo por nosotros en su obra redentora. Las ordenanzas están determinados por tres factores: fueron
instituidos por Cristo, se les enseñó a los apóstoles, y fueron practicadas por la iglesia primitiva. Puesto que el
bautismo y la comunión son los únicos ritos que califican bajo estos tres factores, no puede haber sino sólo dos
ordenanzas, ninguno de los cuales son requisitos para la salvación.
El concilio católico romano de Trento, que buscaba detener la Reforma Protestante, dedicó su sesión
séptima a tratar el tema de los sacramentos. Aunque no ofreció una definición formal de sacramento, fijó la ya
tradicional expresión de Berengario de Tours: «forma visible de la gracia invisible», usando además la categoría del
símbolo que contiene y confiere la gracia que significa. Además se estableció el número de siete sacramentos.
También, y a pesar de las disputas entre los teólogos y obispos, se aceptó, no por unanimidad, la afirmación por la
cual los sacramentos habrían sido instituidos por Jesucristo (aunque las escuelas presentes definían de diversos
modos la noción de «institución»). Ahora bien, el común origen y la imposibilidad de modificar su sustancia no
implican que todos los sacramentos sean iguales en dignidad.
A partir del Concilio Vaticano II, los sacramentos son vistos como «actos de salvación», los cuál vuelve
su falta un pecado; concepto separatista y exclusivista erróneamente formulado, y de carácter anti-bíblico. Los
participantes de este concilio, tomaron y asumieron estas reflexiones teológicas en la Constitución Sacrosanctum
Concilium y en la Constitución dogmática Lumen Gentium. Además, se perfeccionó la doctrina de Trento en relación
con la fe: Los sacramentos «fidem non solum supponunt, sed verbis et rebus alunt, roborant, exprimunt; quare fidei
sacramenta dicuntur» (SC 59).
La Iglesia católica romana, celebra siete sacramentos, que son: Bautismo, Confirmación (o Crisma),
Eucaristía, Reconciliación (o Penitencia), Unción de los Enfermos, Orden y Matrimonio. Según su doctrina, "todos
los sacramentos están ordenados para la Eucaristía «como para su fin» (S. Tomás de Aquino)". En la Eucaristía se
renueva el misterio pascual de Cristo, actualizando y renovando así la salvación de la humanidad. El sacramento
católico es un acto ritual destinado a los fieles, para que ellos reciban la gracia de Dios, y destinado también a
conferir sacralidad a ciertos momentos y situaciones de la vida cristiana. Al celebrarlos, la Iglesia católica romana,
cree que mediante las palabras y elementos rituales, alimenta, expresa y fortifica su fe y la fe de cada uno de sus
fieles. Estas señales de gracia constituyen una parte integrante e inalienable de la vida cristiana de cada fiel. Y
asume también, que los sacramentos son necesarios para la salvación de los creyentes porque confieren la gracia
de Dios.
Las Iglesias Católicas Ortodoxas y Coptas, reconocen únicamente los sacramentos de Bautismo,
Eucaristía, Confesión, Unción de Enfermos, Matrimonio y Ordenamiento. Las Iglesias Católicas Anglicanas-
Presbiterianas, reconocen los mismos que los ortodoxos, pero consideran la Confesión, el Matrimonio, y el
Ordenamiento, cómo sacramentales, por ser no obligatorios y optativos. Las Iglesias Católicas Luteranas, reconocen
cómo sacramento solo el Bautismo y la Eucaristía; y los demás “sacramentos menores”, son sacramentales, que
conforman el proceso cristiano optativo. Finalmente, las Iglesias Católicas Moravas y Valdenses, reconocen
únicamente el Bautismo, la Eucaristía y la Confesión cómo sacramentos, las ordenanzas menores, serían
únicamente la Unción de Enfermos. El resto de ramas protestantes, solo validan cómo Ordenanzas sacramentales al
Bautismo y la Eucaristía, llamándola Santa Cena ó Sagrada Comunión.
Para las Iglesias Ortodoxas y Coptas, el Sacramento de la Santa Unción puede ser recibido varias veces
por los fieles, en caso de cualquier enfermedad espiritual o corporal, y no solamente en peligro de muerte como en
la Iglesia Romana. En las demás denominaciones cristianas, el orar por los enfermos más que un sacramento, es un
deber cristiano que debe hacerse siempre, en todo momento posible. Aunque en el protestantismo, las sectas
autodenominadas “sana-doctrinarias”, y la mayoría de herederos de las tradiciones calvinistas, niegan la
efectividad de la oración por la sanidad, esto mayormente por una postura anti-católica, anti-pentecostal, y anti-
carismática.
- EL PURGATORIO Y EL LIMBO:
Para la ICAR, el dogma dice lo siguiente: “Las almas de los justos, que en el instante de la muerte están
agravadas por pecados veniales o por penas temporales, debidas al pecado, van al purgatorio. El purgatorio es un
lugar de purificación, por medio de sus llamas.". Para las Iglesias Católicas Coptas, el purgatorio es un “estado” de
purificación del alma, y no hay llamas purificadoras; si no que es la oración de los justos, y los actos eclesiásticos
(cómo la misa), lo que las purifica y las saca del purgatorio.
El purgatorio cómo tal, es un concepto anti-bíblico, que nace de ideologías gnósticas, y de los ideales
musulmanes de más de un sitio espiritual (para los musulmanes hay 7 cielos, para los cristianos, solo hay 3; pero
para congraciarse con los musulmanes, la ICAR en su momento, creó más “sitios” espirituales; de los cuáles solo
quedaron el purgatorio y el limbo).
Sin embargo, su sucesor, Francisco I, aprovechando esta puerta abierta, terminó, pero respetando a la
ICAR y su tradición (errónea), el asunto del siguiente modo (en síntesis): “El purgatorio no es un lugar físico, sino
que es un estado (cómo bien afirmó el antecesor Benedicto XVI)…del alma, y se vive aquí en la Tierra…Un proceso
personal de purificación, dónde Dios, en su visión beatificadora, nos llama a la pureza y la santidad…Purgando así,
todo pecado de nuestras vidas, para encontrarnos cara a cara, con nuestro creador en el Cielo…o para enfrentarnos
al tormento eterno de nuestras almas (al morír) en el infierno…Sin duda es valiosa la acción de aquellos que se
De este modo, reparó una herejía de muchos siglos, sosteniendo una mentira; pero agregándole tantas
verdades, que pudiera ser aceptada por Su pueblo, sin faltarle a su tradición; aunque no fuera algo que se debía
mantener vivo. No obstante, y pese a que estas últimas dos definiciones, tanto de Francisco I, cómo de Benedicto
XVI, hacen que la oración a las ánimas del purgatorio sea tonta e innecesaria; y reafirmando por el mismísimo
Padre José Antonio Fortea Cuturrull, líder exorcista oficial del Vaticano (desde el fallecimiento del Padre Gabrielle
Amorth, su antecesor), que estas “ánimas” son demonios; aún así, la práctica de oraciones por las ánimas, los
novenarios (ahora innecesarios), y la absurda creencia del purgatorio cómo lugar físico de purificación, estas cómo
tal, que han sido abolidas por definición; con todo esto, de todas formas, se siguen practicando todas, en la ICAR de
todo el mundo.
Lo que devuelve a las masas de la ICAR, al concepto de lugar físico, y de creerlo cómo tal; debido a que
todo aquel que entra en el Purgatorio terminará entrando al Cielo tarde ó temprano, según la ICAR (única y
exclusivamente, pese a que la autoridad pontificia actual, no opina igual), el Purgatorio no es una forma de
Infierno; y es por eso que el ilógico robo a las masas, refutado por cada protestante en el mundo, sobre las
indulgencias, aún se mantiene; y continúan, tanto en creencia cómo en acción, las plegarias a Dios por los muertos
(espiritismo), la celebración de eucaristías por las ánimas (culto a los muertos) y las indulgencias (mayormente, ya
no vendidas), que según la creencia popular, pueden acortar la estadía de una o varias almas que estén en dicho
estado.
Aunque las penas que se sufren en el purgatorio, son más leves que las del Infierno, también son muy
dolorosas, pero no son eternas y purifican porque la persona no está empedernida en una opción por el mal. Por
eso el Purgatorio es la purificación final de “los elegidos”, la última etapa de la santificación. Uno de los máximos
diferenciales del cristianismo frente a otras opciones religiosas es el perdón de los pecados en vida mediante la
absolución gracias al sacramento de la confesión, que reduce el tiempo en el Purgatorio, para la ICAR, únicamente.
Ninguna Iglesia Evangélica y/ó Protestante, acepta ó cree en el Purgatorio (ni el limbo), y no tiene
ninguna relación con estos conceptos ó sus prácticas. Las Iglesias Católicas Ortodoxas, no aceptan la existencia del
Purgatorio. Sin embargo, tradicionalmente se ofrecen en las Iglesias Ortodoxas, rezos en favor de los difuntos,
pidiendo a Dios que les muestre su misericordia y amor. Las Iglesias Católicas Anglicanas-Presbiterianas, no creen
en el purgatorio, ni promueven las oraciones por difuntos; pero si hacen misas especiales para los funerales, y sí
Según la perspectiva protestante no hay Purgatorio ni perdón de pecados después de la muerte, sino
que sólo hay dos estados posibles para el alma, después de la separación del alma y el cuerpo: el Cielo para
aquellos que tuvieron en vida fe en el perdón total de los pecados a través del sacrificio de Cristo, y el Infierno para
los que no tuvieron fe o la perdieron durante las pruebas de la vida. Desde esta misma perspectiva consideran, no
hay pasajes bíblicos que puedan ser interpretados como la existencia de un estado intermedio entre el Cielo y el
Infierno, tal como el Purgatorio. Y se fundamentan en los diversos libros canónicos de la Santa Biblia. De acuerdo
con el pensamiento protestante, la idea de Purgatorio anula y sustituye el sacrificio de Cristo, que es completo y
eterno. Jesús, como Dios Salvador, realizó una obra de redención y remisión de pecados completa a través de su
sacrificio en la cruz.
No obstante, algunas ramas protestantes y evangélicas, hablan de “ante-salas”, que ya fueron cerradas
a la humanidad, y que existieron previamente a la primera venida del Mesías a la Tierra. Los Guerreros de Luz, dan
soporte a la idea de las ante-salas (cómo en el Hades que cuenta Jesús en el evangelio de S. Lucas 16:19-31, por
ejemplo), y niegan a su vez, la existencia de un purgatorio cómo lugar físico/espiritual al que se va un alma a
purificar.
La ICAR consolidó su doctrina del purgatorio, y la convirtió en dogma, para el Concilio Católico Romano
de Basilea, Ferrara y Florencia, en 1445, durante la época de la triada anti-papal romana, dónde habían tres papas
simultáneamente gobernando el trono de la ICAR, desde Roma (Italia), Venecia (Italia-Francia) y Aviñón (Francia).
Tras largas disputas, y muchos herederos en las tres coronas, se le dio fin al llamado “Cisma de Occidente”, cuándo
se reunió el Concilio Católico Romano de Constanza, que depuso a todos los pretendientes y eligió a S. Martín V
(destruyendo así, la línea de sucesión apostólica que existía en la ICAR, al menos de forma oficial; pese a que
muchos consideran que ya se había perdido dicha sucesión oficial, entre los años 896 y 904, dónde se eligieron
varios papas y antipapas).
El limbo, por su parte, es una creencia única y exclusiva de la ICAR; no apoyada, ni aprobada por
ninguna otra denominación cristiana, y la inventaron prácticamente, para poder explicar lo que pasaría al niño que
muere sin ser bautizado, ó no-nato. De esta forma, respaldarían, una creencia anti-bíblica (cómo ya se explicó
antes), la cuál es el “bautizo a infantes”.
En la teología católica romana, el limbo se refiere a un estado o lugar temporal de las almas de
personas creyentes que, pasada su vida física, murieron tiempo antes de la resurrección de Jesús (limbo de los
patriarcas), y un estado o lugar permanente de los no bautizados que mueren a corta edad sin haber cometido
ningún pecado personal, pero sin haberse visto librados del pecado original, mácula que solo puede ser eliminada a
través del bautismo, en cualquiera de sus formas (limbo de los niños).
Teóricamente, al menos, según algunas interpretaciones, también irían a un “limbo”, aquellos adultos
que, no habiendo cometido pecado personal alguno, y no hubieran tenido la oportunidad de conocer la doctrina
cristiana, ni ser bautizados. Aunque aún discuten este hecho, debido a que el estado de concupiscencia provocado
por el pecado original, haría muy remota la posibilidad de que un caso así, haya llegado a darse; y cómo no poseen
antecedentes en su tradición ICAR, se fundamentan en sueños, visiones y escritos filosóficos de antiguos servidores
de la ICAR; en muchos casos, canonizados de santos por ellos mismos.
El significado de «limbo» es "borde" u "orilla", y penetró en el lenguaje cuando se quiso indicar que los
niños muertos sin pecados personales van a residir en la región fronteriza del infierno, en una especie de nivel
superior, donde no les alcanzaría el fuego. Aunque popularmente se entiende como un sitio «al que las almas van»,
desde el punto de vista teológico, el concepto nunca estuvo completamente definido; era lo que en teología se
Históricamente, el limbo parece ser que nació con la teoría pelagiana de la infravaloración del pecado
original y la afirmación de un optimismo salvífico exagerado. Esto llevó a pensar que Dios no habría excluido de la
bienaventuranza a los niños muertos sin el bautismo. El pelagianismo es, irónicamente, una de las doctrinas que la
Iglesia Católica Universal Cristiana, ha considerado como herejía cristiana, con más peso en la Edad Antigua. Esta
herejía surgió como doctrina en el siglo V, siendo condenado por la Iglesia Católica Universal Cristiana de forma
definitiva el año 417 d.C.. Dicha herejía, negaba la existencia del pecado original, falta que habría afectado sólo a
Adán, por tanto la humanidad nacía libre de culpa y una de las funciones del bautismo, limpiar ese supuesto
pecado, quedaba así sin sentido. Además, defendía que la gracia no tenía ningún papel en la salvación, sólo era
importante obrar bien siguiendo el ejemplo de Jesús.
Ya que la mayoría de la doctrina de la ICAR para la Edad Media era pagana y fluctuante, con más mitos
y mentiras en beneficio propio monetario y político; dejando siempre de lado la Santa Biblia, la Patrísticas y las
Conciliaciones cristianas ecuménicas; cómo en todo de la ICAR, esta doctrina se coló y, caló profundo en la doctrina
ICAR hasta el día de hoy, y se es visible en casi todas sus creencias. Aunque por definición, aún la consideran
herética, igual en la práctica, la siguen y enseñan.
Aunque, si bien esta creencia fue ampliamente difundida en el mundo católico romano, la idea del
limbo para los niños llegó a convertirse en una "doctrina populi" católica romana bastante común, enseñada como
tal a los fieles hasta mediados del siglo XX, se debe hacer constar que desde el Magisterio de la Iglesia católica no
ha pronunciado base doctrinaria oficial alguna sobre tal cuestión, dando a esclarecer que la misma nunca tuvo
mención alguna como dogma de fe dentro de la Iglesia (como sí lo fue el Purgatorio). Esto a falta de bases y
fundamentos bíblicos y patrísticos para el concepto.
Hay templos de la ICAR que lo enseñan cómo doctrina básica, sobretodo en lugares “creyenceros”,
cómo México, Perú, Nicaragua, Costa Rica, Inglaterra, USA, Polonia, Eslovaquia ó similares… Esto mayormente,
porque alrededor de 1565, el papa Pío VI defendió el concepto del limbo, con mucha vehemencia. Y el papa S. Juan
Pablo II, hizo varias alusiones indirectas al tema; y cómo Polaco, es natural pensar que sí creía con mucha fuerza en
el concepto del limbo, y esto se deduce mucho de sus escritos, sobre todo de aborto, y en sus adiciones y mejoras
al Catecismo de la ICAR. El sacerdote mexicano, Padre Teodoro -Teo- “Regina Coelli”, ha hecho muchas
declaraciones controversiales sobre este tema, el purgatorio, los fantasmas y las ánimas sin descanso; a las cuáles
él se niega, cómo buen católico romano, a ver cómo demonios, y los considera penantes; que alcanzan la paz, a
través de su ministración sacerdotal, cómo se evidencia en sus sermones, sus escritos, sus vídeos y sus audios.
En los años 2005 y 2006 el tema fue discutido por la Comisión Teológica Internacional católica
romana, en dos reuniones generales, del cual se constituyó el documento sobre sus consideraciones titulado “La
esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo”. Posteriormente, el Cardenal William Levada,
presidente de la Comisión, con el “consentimiento” del papa Benedicto XVI aprobó la publicación del texto. En el
mismo se aclara que dicha misiva no pretende ser considerada en todas sus partes como un acto del magisterio
católico. Sin embargo, éste ofrece continuas referencias a textos de la Tradición ICAR y del Magisterio de la Iglesia,
proclamándose lo siguiente a través del Papa Benedicto XVI: “No siendo la existencia del Limbo una verdad
dogmática, sí es una hipótesis teológica, y por tanto, no quita la esperanza de encontrar una solución que permita
creer, como verdad definitiva, la salvación de los niños que mueren sin haber sido bautizados”, indicándose con ello
esencialmente que el destino de las almas de cualquier persona que no haya recibido el sacramento del bautismo,
ya sean infantes o adultos que no hubiesen cometido pecado venial, queda sujeto "a la misericordia de Dios".
Pese a que la tradición Ortodoxa Rusa-Eslava, sí cree en alguna forma de purgatorio, no tal cuál la
ICAR, si no uno más en sentido espiritual y correcto, la posición oficial Ortodoxa, es que niega la existencia del
Particularmente, ninguna otra denominación cristiana cree en el limbo. Ahora, tanto sobre el
Purgatorio, cómo del Limbo; la ICAR asume que el Sumo Pontífice en vigencia, es capaz de “perdonar los tiempos
purgatorios” y de “consagrar cómo bautizadas, las almas infantes que no son”; de ahí la doctrina y dogma ICAR
sobre las penitencias e indulgencias. Tal cómo desde la Edad Media y hasta la Reforma Protestante (e incluso un
tiempo más, aún después), la ICAR vendía “terrenos del Cielo” aquí en la Tierra, para que usted tenga asegurada su
morada; y así las indulgencias conceden “restar ó eliminar del todo, el tiempo en el purgatorio de las almas fieles”
(que pagan su debido precio). En ambos casos, falacias anti-bíblicas, heréticas, de rasgo satánico; que conceden a la
ICAR y su rey entronado, una autoridad mayor ó superior a Dios mismo, pues pueden comerciar los terrenos del
Reino de los Cielos, y restar tiempos, que según su misma teología, correspondía a Dios asignarlos.
Curiosidad adicional, que la ICAR guarda un registro del valor temporal que causa cada pecado en el
purgatorio, y sabe que penitencia, indulgencia y obra (y pago), resta en cantidad de tiempo medible su estancia en
el purgatorio. Cómo decir que por mentir levemente una vez a mis padres para evitar un castigo, pasaré 50 años de
purgatorio; pero pagar mi terreno en el Cielo, me asegura aunque sea un blasfemo, ir al Cielo; y mi indulgencia
adquirida, me restará unos 4 años de purgatorio, y si compraba las que vendían en época de San Martín Lutero,
podría “haber copulado con la Virgen María misma, y ser hallado sin culpa ante Dios, por la gracia del papa León
X”; de modo que pagando lo suficiente, no tocaba ni siquiera el purgatorio, según adoctrinaba, el fraile dominico
Johann Tetzel, que había sido reclutado para viajar por los territorios episcopales de Alberto de Brandeburgo
(arzobispo de Maguncia) vendiendo indulgencias. Con el dinero obtenido por dicho medio, se esperaba financiar la
edificación de la basílica de San Pedro y San Pablo en Roma, Italia; y comprar un obispado para Alberto de
Hohenzollern. Tetzel, fue canonizado santo, poco después por la ICAR, aun siendo un mujeriego y explotador
monetario de pobres.
Es ahí cuándo amanece sobre la razón humana la pregunta de San Martín Lutero al sumo Pontífice en
el día de su excomulgación de la ICAR (dato que Francisco I, ya enmendó, re-comulgándolo y elevando a San Martín
Lutero a Santo): “Sí el papa romano, tiene la autoridad de restar los tiempos y sacar las almas del purgatorio, ¿por
qué no lo hace simplemente por amor, y no por dinero, vaciando así el purgatorio de tanta alma en pena?”.
Cuestionamiento que le costó una bofetada a puño cerrado, por parte del Inquisidor que llevaba el Juicio; alegando
falta de respeto a la soberanía papal. Las indulgencias, son de todos modos, el siguiente tema a tratar, en este
escrito.
Así que para evitar problemas parroquiales, al catequista, en este aspecto, se le recomienda
únicamente, hablar sobre el Cielo y el Infierno, evitando estos dos temas heréticos a toda costa. No mencionar
ninguno de los dos sitios (purgatorio y limbo) del todo, y enfocarse en que sí se tiene fe, se cree en la obra de
Cristo, se le recibe cómo Señor y Salvador, y por medio de la Gracia de Cristo, se obra bien, con obras de fe, irán
al Cielo; pero que de todo lo contrario, se irán al infierno. No se ocupa agregar ni más, ni menos a la temática de
la post-vida.
Si de pura casualidad, alguien lanza al catequista la pregunta directa sobre alguno de estos temas,
bástale al catequista explicar sobre el limbo, que no es una doctrina aprobada (del todo) por la ICAR, y que
mientras el papa y el Magisterio de la ICAR, no vuelvan dicha doctrina una enseñanza real, oficial y dogmática; la
misma puede ser considerada falsa. Y sobre el purgatorio, definir la síntesis dada por Francisco I mismo: “no es un
lugar físico, sino que es un estado del alma, y se vive aquí en la Tierra; siendo un proceso personal de
purificación, dónde Dios, en su visión beatificadora, nos llama a la pureza y la santidad, purgando así, todo
pecado de nuestras vidas, para encontrarnos cara a cara, con nuestro creador en el Cielo, ó para enfrentarnos al
tormento eterno de nuestras almas - al morir - en el infierno. Sin duda es valiosa la acción de aquellos que se
Actualizado 29/03/2017 26
esfuerzan por nuestra alma, pero es responsabilidad de cada quién, el purgar su alma de pecado, aquí en la
Tierra, mientras viva; pero no cuándo muere, - por qué entonces - será muy tarde.
- LAS INDULGENCIAS:
En su formulación actual consiste en que ciertas consecuencias del pecado, como la pena temporal del
mismo, puedan ser objeto de una remisión o indulgencia (del latín indulgentia: 'bondad, benevolencia, gracia,
remisión, favor'), concedida por determinados representantes de la Iglesia y bajo ciertas condiciones. Esta
institución se remonta al romanismo antiguo y tanto su práctica como su formulación han evolucionado a lo largo
del tiempo.
La doctrina protestante no la acepta por considerar que carece de fundamento bíblico, patrístico e
histórico. Por tal razón, a partir de la Reforma, fue objeto de muchas modificaciones importantes. Ninguna otra
rama católica de ningún tipo, menos aún la Ortodoxa, que no usa, reconoce ó práctica las indulgencias. Lo que
vuelve esta doctrina de carácter dogmático, único y exclusivo de la ICAR.
En el siglo XI aparecen por primera vez las indulgencias generales por la remisión de penas temporales
otorgadas por el papa o los obispos para cualquier persona que realizase una obra meritoria, tales como la visita de
un monasterio recientemente consagrado o dádivas a los pobres.
En el siglo XII, la práctica recibe una primera definición jurídica por medio de los decretos pontificales
donde se establece una clara distinción entre la absolución (reservada a Dios) y la indulgencia, que permite la
reconciliación con la Iglesia. La indulgencia se obtiene en contrapartida de un acto de piedad, como peregrinajes —
origen de las vías romeras ó del Camino de Santiago—, oraciones o mortificaciones llevadas a cabo con fines de
arrepentimiento. Se aplicaba sólo a las personas que, según la fórmula utilizada, eran "vere penitentibus et
confessis", esto es «verdaderamente arrepentidos y confesados».
Se reputa que la indulgencia toma su fundamento de la comunión de los santos. En teoría, no existe
ninguna necesidad de "proporcionalidad" entre la falta cometida y el acto de piedad. Pero en la práctica surgieron
diferencias, sobre todo en razón de la influencia de antiguos sistemas, donde las penas por delitos eran
fundamentalmente "tarifas" de reparaciones: cada falta tenía su precio. Las indulgencias fueron influenciadas por
los "penitenciales", manuales provenientes de Irlanda, que fijaban por cada tipo de falta una cantidad determinada
de días de mortificación. De menor duración, la indulgencia tiende a partir de entonces a substituirse a la
penitencia física, particularmente en el caso de personas agonizantes.
Ya en esa época existían costumbres objetables, principalmente la simonía: los fieles buscaban
negociar con hombres de iglesia actos de caridad contra dinero contante y sonante. Los concilios de los siglos X y XI
se esfuerzan en limitar el poder de apreciación de los clérigos fijando tarifas generales. Pero en contrapartida, a
partir de ese momento, la indulgencia se transformó en una arma de la política pontifical: la indulgencia plenaria
apareció hacia la mitad del siglo XI, donde se utiliza para apoyar acciones y políticas reputadas convenientes, tales
como la reconquista española.
Durante la edad media, el "curso" de las indulgencias acusa una gran baja: se necesita cada vez menos
esfuerzo para obtener indulgencias cada vez más significativas. Por ejemplo, se conceden indulgencias a cambio del
respeto de tratados o de la palabra empeñada, lo que pese a la laudable finalidad, equivalía a recompensar la
"ausencia de pecado". También se negocian dispensas de ciertas obligaciones. De allí por ejemplo el origen de
algunos apelativos populares como aquel de "Torre de Manteca", referido a la Catedral de Nuestra Señora de la
ciudad de Ruan: el sobrenombre se debe a la presunta venta de derogaciones concedidas para poder consumir
carne durante la cuaresma, que habría servido para financiar su construcción.
Las sumas obtenidas en contrapartida de las indulgencias financian, en el mejor de los casos, la
construcción de edificios religiosos, la realización de obras caritativas y las bellas artes, pero en el peor de los casos,
alimentan el tren de vida de prelados corruptos.
La prédica de indulgencias fue denunciada ya por San John Wycliffe (1320-1384) y también por San Jan
Hus (1369-1415); conocidos cómo “pre-reformadores”, que cuestionaron los abusos que su práctica originaba.
Pero recién en el primer cuarto del siglo XVI, tienen lugar los hechos de mayor significación histórica: el
primero es la indulgencia acordada en 1506 para “quien quiera” ayudase a la construcción de la basílica de San
Pedro y San Pablo y, por sobre todo, el verdadero detonante: el escándalo que surge en el Sacro Imperio Romano
Germánico a raíz de la campaña organizada por Alberto de Brandeburgo, arzobispo de Maguncia, y llevada a cabo
por el predicador de indulgencias Johann Tetzel (canonizado santo por la ICAR, poco después de su muerte, debido
a su oposición a la Reforma Protestante).
En razón de los mismos, San Martín Lutero atacó el principio mismo de la práctica en Las 95 tesis de
Wittenberg. Según San Lutero, sólo Dios puede justificar a los pecadores. Combate tanto las indulgencias por las
almas en el purgatorio (Tesis 8-29), al igual que aquellas en favor de los vivos (tesis 30-68). En el primer caso, los
muertos, sostiene, estando muertos, no se encuentran más ligados por los decretos canónicos. Como resultado, es
la idea misma del purgatorio que resulta cuestionada. San Lutero acusa así a la ICAR de instrumentalizar el miedo al
infierno. En lo que respecta a los vivos, San Lutero sostiene que el arrepentimiento basta para lograr la remisión de
penas, sin necesidad de cartas de indulgencia. Por el contrario, sostiene, la práctica de las indulgencias desvía a los
pecadores de sus verdaderos deberes: caridad y penitencia. Es esta la querella que está al origen del cisma
occidental entre el catolicismo romano y el protestantismo evangélico.
En 1507 Lutero fue ordenado sacerdote y en 1508 comenzó a enseñar Teología en la Universidad de
Wittenberg. Lutero recibió su grado de bachiller en Estudios Bíblicos el 9 de marzo de 1508. El 21 de octubre de
1512 fue "recibido en el Senado de la Facultad de Teología", dándole el título de Doctor en Biblia. En 1515 fue
nombrado vicario de su orden, quedando a su cargo once monasterios. Durante esta época estudió el griego y el
hebreo para profundizar en el significado y los matices de las palabras utilizadas en las Escrituras, conocimientos
que luego emplearía para la traducción de la Biblia judía.
Además de sus deberes como profesor universitario de teología, San Martín Lutero servía como
predicador y confesor en la iglesia de Santa María de la ciudad. Predicaba habitualmente en la iglesia del palacio,
llamada también "de todos los santos", debido a que tenía una colección de reliquias proveniente de una fundación
creada por Federico III de Sajonia. Fue durante este periodo cuando el joven sacerdote se dio cuenta de los efectos
de ofrecer indulgencias a los feligreses.
Una indulgencia es la remisión (parcial o total) del castigo temporal que aún se mantiene por los
pecados después de que la culpa ha sido eliminada por absolución. En aquella época, cualquier persona podía
comprar una indulgencia, ya fuera para sí misma o para sus parientes muertos que permanecían en el Purgatorio. El
fraile dominico Johann Tetzel había sido reclutado para viajar por los territorios episcopales de Alberto de
Brandeburgo (arzobispo de Maguncia) vendiendo indulgencias. Con el dinero obtenido por dicho medio, se
esperaba financiar la edificación de la basílica de San Pedro en Roma, Italia, y comprar un obispado para Alberto de
Hohenzollern.
San Martín Lutero vio este tráfico de indulgencias no solo como un abuso de poder, sino como una
mentira, que, no teniendo base en las Escrituras, podría confundir a la gente y llevarla a confiar solamente en la
mentira de las indulgencias, dejando de lado el sacramento de la confesión y el arrepentimiento verdadero. Lutero
predicó varios sermones contra las indulgencias entre 1516 y 1517.
Pero su enojo siguió creciendo y, según la tradición, el 31 de octubre de 1517 fueron clavadas las 95
tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg como una invitación abierta a debatirlas. Las tesis
condenaban la avaricia y el paganismo en la Iglesia como un abuso, y pedían una disputa teológica en lo que las
indulgencias podían dar. Sin embargo, en sus tesis no cuestionaba directamente la autoridad del Papa para
conceder indulgencias.
Las 95 tesis de San Martín Lutero fueron traducidas rápidamente al alemán y ampliamente copiadas e
impresas. Al cabo de dos semanas se habían difundido por toda Alemania y, pasados dos meses, por toda Europa.
Este fue uno de los primeros casos de la Historia en los que la imprenta tuvo un papel importante, pues facilitaba
una distribución más sencilla y amplia de cualquier documento.
Después de hacer caso omiso a San Martín Lutero diciendo que era un "borracho alemán quien
escribió las tesis" y afirmando que "cuando esté sobrio, cambiará de parecer", el Papa León X ordenó en 1518 al
profesor dominico de teología Silvestre Mazzolini que investigara el tema. Éste denunció que Lutero se oponía de
manera implícita a la autoridad del Sumo Pontífice, al mostrar desacuerdo con una de sus bulas, por lo que declaró
a San Lutero hereje y escribió una refutación académica de sus tesis. En ella mantenía la autoridad papal sobre la
Mientras tanto, San Lutero tomó parte en la convención agustina en Heidelberg, donde presentó una
tesis sobre la esclavitud del hombre al pecado y la gracia divina. En el curso de la controversia por las indulgencias,
el debate se elevó hasta el punto de que puso en duda el poder absoluto y la autoridad del Papa, debido a que las
doctrinas de "Tesorería de la Iglesia" y la "Tesorería de los Méritos", que servían para reforzar la doctrina y práctica
de las indulgencias, se basaban en la bula Unigenitus (1343) del Papa Clemente VI. En vista de su oposición a esa
doctrina, San Lutero fue calificado de hereje, y el Papa, decidido a suprimir sus puntos de vista, ordenó llamarlo a
Roma, viaje que no se realizó por problemas políticos.
San Martín Lutero, que antes profesaba obediencia implícita a la ICAR, negaba ahora abiertamente la
autoridad papal y apelaba a que se celebrara un Concilio Ecuménico. También declaraba que el papado no formaba
parte de la inmutable esencia de la Iglesia cristiana original.
Deseando mantenerse en términos amistosos con el protector de Lutero, San Federico el Sabio, el
Papa León X, realizó un intento final de alcanzar una solución pacífica al conflicto. Una conferencia con el
chambelán papal Karl von Miltitz en Altenburgo, en Enero de 1519, llevó a San Lutero a decidir guardar silencio en
tanto así lo hicieran sus oponentes, escribir una humilde carta al Papa y componer un tratado demostrando sus
respetos a la Iglesia católica romana. La carta escrita nunca fue enviada porque no contenía retractación alguna. En
el tratado que compuso más tarde, San Lutero negó cualquier efecto de las indulgencias en el Purgatorio.
Cuando Johann Eck retó a San Carlstadt, un colega de San Lutero, a un debate en Leipzig, Lutero se
sumó a este debate (27 de junio–18 de julio de 1519), en el curso del cual negó el derecho divino del solio papal y la
autoridad de poseer el "poder de las llaves", que según él había sido otorgado a la Iglesia (como congregación de
fe). Negó que la pertenencia exclusiva a la Iglesia católica romana occidental bajo la autoridad del Papa fuera
necesaria para la salvación, manteniendo la validez de la Iglesia Ortodoxa de Oriente, y las Congregaciones Coptas.
Después del debate, Johann Eck aseguró que San Lutero se vio forzado a admitir la similitud de su propia doctrina
con la de San Jan Hus (patriarca de los Hussitas y de sus Iglesias), quién había sido quemado en la hoguera por la
ICAR, bajo el cargo de hereje.
Las controversias generadas por sus escritos llevaron a San Martín Lutero a desarrollar sus doctrinas
más a fondo, y su "Sermón en el Sacramento Bendecido del Verdadero y Santo Cuerpo de Cristo, y sus
Hermandades" extendió el significado de la eucaristía para el perdón de los pecados y el fortalecimiento de la fe en
aquellos quienes la reciben, apoyando además a que se realizara un concilio para restituir la comunión.
El concepto luterano de "iglesia" (ekklesia) fue desarrollado en su “Von dem Papsttum zu Rom” (En el
Papado de Roma), una respuesta al ataque del franciscano Augustín von Alveld en Leipzig (Junio de 1520); mientras
que su “Sermon von guten Werken” (Sermón de Buenas Obras), publicado en la primavera de 1520, era contrario a
la doctrina católica de las buenas obras y obras de supererogación (aquellas efectuadas por encima de los términos
de la simple obligación), mantenía que las obras del creyente son verdaderamente buenas en cualquier llamado
secular (o vocación) ordenado por Dios, paralelizando así sus ideales con los Valdenses, los Hussitas y los Coptos.
El 3 de Enero de 1521 fue publicada en Roma, la bula Decet Romanum Pontificem, por la que el papa
León X (pedófilo, mujeriego, asesino y con tendencias homosexuales) excomulgaba a San Martín Lutero. El
emperador Carlos V inauguró la Dieta Imperial de Worms el 22 de Enero de 1521. San Lutero fue llamado a
renunciar ó reafirmar su doctrina y le fue otorgado un salvoconducto para garantizar su seguridad.
San Martín Lutero se presentó ante la Dieta el 16 de Abril. Johann Eck, Inquisidor, cómo asistente del
Arzobispo de Tréveris, y presentó ante San Lutero una mesa llena de copias de sus escritos. Le preguntó a S. Lutero
si los libros eran suyos y si todavía creía en lo que esas obras enseñaban. S. Martín Lutero pidió un tiempo para
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pensar su respuesta, el cual le fue concedido. S. Lutero oró, consultó con sus amigos y mediadores y se presentó
ante la Dieta al día siguiente. Cuando se trató el asunto en la Dieta, el consejero Eck le pidió a S. Lutero que
respondiera explícitamente: "Lutero, ¿rechaza sus libros y los errores que en ellos se contiene?", a lo que San Martín
Lutero respondió originalmente: “No puedo rechazar la totalidad de mis obras, porque algunas no tienen palabras
contrarias a la Iglesia, y muchas son análisis a conciencia de libros de las Sagradas Escritura, a la luz del Magisterio,
el cuál no contradice la fe cristiana. Puedo sin embargo, admitir que muchos de mis argumentos contra el papado,
son muy fuertes, y en algunos casos inflexibles, contra la Iglesia Romana, de lo cuál podría disculparme por mí
honestidad y severidad.”. Después de la negativa ante los Inquisidores presentes, San Lutero debió responder:
"Que se me convenza mediante testimonios de la Sagrada Escritura y claros argumentos de la razón y los Padres de
la Iglesia Cristiana —porque no le creo a los Papas, ni al Magisterio, ni a sus concilios romanos; ya que está
demostrado que a menudo han errado, contradiciéndose a sí mismos —, así que, por los textos de la Sagrada
Escritura que he citado, estoy sometido a mi conciencia y ligado a la palabra de Dios. Por eso no puedo ni quiero
retractarme de nada, porque hacer algo en contra de la conciencia no es seguro ni saludable" . Después de un gran
bullicio ante las declaraciones de San Marín Lutero, este entonces dijo, al callar sus acusadores, estas palabras:
"¡No puedo hacer otra cosa; la verdad es mi postura! ¡Que Dios me ayude!".
En los siguientes días se hicieron conferencias privadas para determinar el destino de S. Lutero, todos
acabando en las intenciones de muerte; Pero antes de que la decisión fuese tomada, San Martín Lutero fue raptado
de Worms, por la corona del príncipe alemán, y así evitar su asesinato; pero durante su regreso a Wittenberg
desapareció. El emperador, por lo tanto redactó el Edicto de Worms el 25 de Mayo de 1521, declarando a San
Martín Lutero prófugo y hereje, y prohibiendo sus obras, las cuáles eran quemadas por cuánto Católico Romano
podían obtenerlas. La desaparición de San Lutero durante el viaje de regreso de Wittenberg fue planeada por
Federico el Sabio, quién dispuso que una escolta enmascarada a caballo, para que capturase a San Lutero y lo
llevase al castillo de Wartburg en Eisenach, donde permaneció cerca de un año. La estancia de San Lutero en
Wartburg fue el comienzo de un periodo constructivo de su carrera como reformador. En su «desierto» o
«Patmos» de Wartburg (como le llamaba en sus cartas), empezó a traducir la Santa Biblia al alemán, imprimiéndose
el Nuevo Testamento en septiembre de 1522. Además de otros escritos, preparó la primera parte de su guía para
párrocos y su “Von der Beichte” (Sobre la Confesión), en la que niega la obligación de la confesión y admite la
sanidad de las confesiones privadas voluntarias. También escribió en contra del arzobispo Albrecht, a quien solicitó
a desistir de reiniciar la venta de indulgencias.
Luego de la Reforma Protestante, la ICAR tuvo que poner un freno a sus abusos. El papa León X
recuerda, con motivo de la condenación de S. Martín Lutero, la distinción entre la remisión de la pena temporal y el
perdón de los pecados propiamente dichos. En el Concilio Católico Romano de Trento (1563) por otra parte, se puso
fin a la venta de indulgencias; debido a las verdades bíblicas y presiones creadas por la Reforma Protestante.
En la actualidad, las indulgencias subsisten tanto en la doctrina católica romana, como en la práctica.
Totalmente desconectadas del contexto que las vio nacer, las mismas conservan ciertamente un interés teológico e
histórico. Pero en el terreno temporal, su rol fuera del ámbito eclesiástico carece de la significación de otras
épocas. La práctica de las indulgencias fue encuadrada por la Congregación de las Indulgencias, creada por
Clemente VIII (1592-1605) e integrada a la Curia Romana por Clemente IX en 1669. Sus competencias fueron
transferidas en 1908 al Santo Oficio y en 1917 a la Penitenciaria apostólica. El Código de Derecho Canónico de 1983
las regula detalladamente en su Libro IV, Parte I, Título IV, Capítulo IV, cánones 992 al 997. En particular, el cánon
992 del Código de Derecho Canónico define la indulgencia en los siguientes términos:
“La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto
a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones, consigue por mediación de la Iglesia, la
cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo
y de los Santos.”
2012-10-05: El Papa Benedicto XVI ha decidido conceder a los fieles la indulgencia plenaria
con motivo del Año de la Fe que se podrá “obtener” desde el día de su inicio, 11 de octubre
de 2012, hasta el mismo día de su clausura, el 24 de noviembre de 2013.
Ahora, es muy poco probable que la catequista tenga que tocar este tema en una catequesis estándar. Y es
poco probable, que salvo que sean protestantes (que entonces, no tendrían por qué estar ahí), le pregunten por el
tema. En cualquier manera, lo mejor sería evitar este tema, sobretodo, sí se evita el tema del limbo y el purgatorio,
no nace la necesidad de explicar esta sub-variante. Pero si por cualquier casualidad del destino, este tema se
abriera a discusión, la referencia sería: Según las enseñanzas de la ICAR, una indulgencia es un concepto de la
teología estrechamente ligado a los conceptos de pecado, penitencia, remisión de los pecados, y anteriormente
al purgatorio cómo sitio físico, que se le consideraba así, antes de San Juan Pablo II. Es en su concepto general, es
un favor concedido por determinados representantes de la ICAR y bajo ciertas condiciones específicas. Esta
doctrina (carece de fundamento bíblico y patrístico, pero) es parte de la Tradición de la ICAR, y puede ser
concedida por el papa, los obispos y los cardenales, a quienes, por ejemplo, recen determinada oración, visiten
determinado santuario, utilicen ciertos objetos de culto, realicen ciertos peregrinajes, paguen cierta cantidad
monetaria ó cumplan con otros rituales específicos; podrán adquirirla sus fieles.
- VENERACIÓN DE IMÁGENES:
El dogma de la veneración de imágenes varía entre las religiones, pero en ninguna está más
separada del concepto bíblico, que el de la ICAR. Al inicio del cristianismo, en sus primeros tres siglos, debido a las
persecuciones romanas, no existían tal cosa cómo imágenes ó ídolos. No obstante, al morir un miembro importante
de la comunidad cristiana, cómo un apóstol ó un obispo, su tumba se adornaba con diversos diseños, lo cuáles
comenzaron ah atraer seguidores, que por las imágenes, reconocían al santo que descansaba en el sitio.
Las prácticas de iconografía nacen después, de modo que recordemos ó retratemos la persona ó escenario
que se vivía, para así no olvidarlo. Ya que la mayoría de los occidentales eran iletrados, los íconos, imágenes,
dibujos, símbolos y después figuras e ídolos, se usaron para poder narrar historias bíblicas y cristianas al pueblo. Las
grandes iglesias, templos y catedrales, encerraban en sus vidrios (vitrales), puertas (de madera ó metal), paredes,
techos, lienzos, alfombras, cuadros y pinturas; diversas historias bíblicas y de santos, de modo que el pueblo
iletrado y analfabeta de las épocas antiguas y medievales, pudieran seguir, buscar ó entender, aquello que se les
contaba.
Generalmente, el icono es una pintura sobre un panel plano, pero también puede ser en relieve y estar hecho
de metal, esculpido en piedra, bordado, hecho en papel, mosaico, repujado, etc… Suele ser una representación
gráfica, principalmente un dibujo, esquema (sencillo).
En la tradición de la Iglesia Ortodoxa, existen reportes de iconos que exudan mirra ó que son milagrosos. Según
la doctrina ortodoxa, se entiende que los milagros son ejecutados por Dios a través de los iconos; no que los iconos
tengan por sí mismos propiedades sobrenaturales, a diferencia de las creencias romanas.
El emperador León III de Constantinopla y Roma, prohibió la veneración de las imágenes que representaban a
Cristo y a los santos en 726 d.C.. Lo hizo por razones de orden religioso e interpretaciones bíblicas. Su hijo,
Constantino V (741-775), heredó un grave enfrentamiento entre la población mayormente a favor del uso de
imágenes y la postura oficial, que finalmente concluyó utilizando su poderío militar. Tras el segundo concilio de
Nicea en 787, se afirmó la veneración de iconos, con base en la encarnación de Jesucristo en hombre. Esto no hizo
disminuir la oposición, pues esta se fundamentada en pasajes bíblicos clave, cómo Éxodo 20:4-5; Deuteronomio
16:22; Deuteronomio 5:8; Efesios 5:5; Salmos 135:15-18; Sabiduría 15:6; etc…
El concilio fue convocado a raíz de la controversia iconoclasta iniciada por el emperador León III el Isáurico en el
726. Los iconoclastas negaban la legitimidad de las imágenes y su culto. Se habla de diversas causas en esta
postura, mayormente bíblicas y sobre la tradición original, y la patrística. Además los iconoclastas usaban
argumentos derivados de la prohibición que en el Antiguo Testamento vetaba la creación de imágenes (cf. Éx 20, 4;
Dt 5, 8) ó de la filosofía platónica ya que el uso de imágenes implica representar modelos a partir de lo que solo son
sombras o reflejos. Aunque ciertamente, la práctica de iconografías y de ídolos, venía de las culturas clásicas greco-
romanas.
Los cánones del concilio permiten hacer una distinción entre el culto dado a Dios (llamado de «adoración» o
λατρεία) y la veneración especial tributada a las imágenes (la palabra griega "προσκύνησις", proskýni ̱sis que
significa "veneración"). Así se evitaban ambos extremos igualmente presentes en la cultura oriental: la adoración
de la imagen como si fuera Dios mismo y por otro lado la destrucción de estas por miedo a la idolatría o por
motivos de conveniencia y paz. En latín ambas palabras, venerar y adorar, se traducían “ cultum” (de dónde nace la
palabra: ‘culto’), así que para la ICAR, por muchos años, se le rendía “culto” tanto a Dios, cómo a las Imágenes. Y
debieron adoptar la forma Ortodoxa de ver las imágenes entre venerar y adorar, debido a la Reforma Protestante,
la cuál era mayormente iconoclasta.
No obstante, y pese a las definiciones de este concilio, los Ortodoxos solo aceptan íconos en 2D; pinturas,
cuadros, lienzos, vitrales, y todo tipo de representación plana. Las imágenes 3D, ó ídolos, solo son admitidas por la
ICAR, aún hoy en día. No obstante, y desde la Contrarreforma Protestante movida por la ICAR, tanto a las imágenes
Etimológicamente, el término iconoclasta se refiere a quien practica la iconoclasia, esto es, a quien destruye
pinturas ó esculturas sagradas (iconos). Un ejemplo de iconoclasia fue la tradición bizantina, sobre todo de León III,
que ordenó la destrucción de todas las representaciones de Jesús, de la Virgen María y, especialmente, de los
santos.
Las creencias de los iconoclastas son contrarias a las de los iconódulos. Se denomina iconodulía ó iconodulia a
la veneración (dulía) de imágenes (iconos). En el catolicismo actual, se diferencia de la Idolatría en que no se adoran
las imágenes en sí, puesto que implicaría reconocer la divinidad de la imagen, lo cual iría en contra del dogma de la
Santísima Trinidad que las propias iglesias católicas (de rito latino y oriental, ortodoxas, etc...) aceptan ya que
habría otra “divinidad” aparte del Dios Trinitario (el propio icono). En las distintas ramas del catolicismo apostólico,
el icono ó escultura es reconocido como espejo de lo divino que ayuda a la meditación y al rezo, pero nunca
debería de ser adorado (pese a que no siempre pase así), a causa de lo que se enunció anteriormente. Sin embargo,
la iconodulía no estaría perseguida, sino que de acuerdo con la doctrina católica, sería acorde con los preceptos
religiosos, recibiendo sus practicantes el nombre de iconódulos, esto según se acordó en el II Concilio de Nicea, 787
d.C..
El emperador León V (813-820) instauró un segundo periodo de luchas en 813, continuado por los siguientes
emperadores hasta Teófilo. Al morir este, su esposa Teodora movilizó a los iconódulos y proclamó la restauración
de iconos en 843.
Casi la totalidad de congregaciones protestantes ven en la veneración a las imágenes una manifestación de
idolatría (o culto a las imágenes), esto según es, por el mandato dado en la Biblia en el libro Éxodo capítulo 20:
4
No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o
debajo de la tierra, en las aguas.
5
No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que
castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen;
6
y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos.
Razón por la cual son contrarios a esta práctica religiosa, expresan su desaprobación y rechazo a esta tradición
católica, tanto romana, cómo ortodoxa. Cabe resaltar, que en el catolicismo copto, tampoco se aprueba la
iconografía, pero tampoco se cae en la iconoclastia. En las Iglesias Católicas Coptas, un templo no puede, ni debe
tener ídolos, ni imágenes de ningún tipo; y en las casas, tampoco deberían de existir las mismas. Sin embargo, se
pueden hacer estatuas comunales de personajes bíblicos y santos de tradición copta, así cómo fuera de las casas y
en las calles públicas, sí pueden existir dichos íconos, mayormente 2D, debido a su tradición Ortodoxa, pero el
algunos casos, también esculturas, pero que tengan la aprobación de un Abune, y hayan sido bendecidas.
Ya que el catequista es parte de la ICAR, y esta dogmatiza el uso de ídolos e imágenes, y en algunos casos, aún
les rinden culto y adoración; lo mejor es simplemente limitar la explicación iconográfica a la historia de que
nacieron los mismos para enseñar la Biblia y las historias de Santos, a quiénes no sabían leer, escribir ó que no
podían escuchar ó hablar. De modo, que estos diseños, les permitieran a los sacerdotes explicarles mejor algunos
asuntos de fe. Pero (que no deben ser adoradas por qué…), solo Dios debe recibir la honra, la gloria, la alabanza,
la adoración y el culto, porqué es Dios quién hace todas las cosas.
Sólo la iglesia católica romana tiene la autoridad para interpretar las Sagradas Escrituras (CIC 100)
La infalibilidad de la iglesia católica romana (CIC 2035)
La tradición sagrada es igual a las Sagradas Escrituras (CIC 82)
El “Magisterio de la Iglesia” (Magisterium Ecclesiae) es la expresión con que la Iglesia Católica Romana se
refiere a la función y autoridad de enseñar que tienen exclusivamente, el Papa (magisterio pontificio) y los obispos
que están en comunión con él.
Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o
escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo" (DV
10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma." (nro 85).
El magisterio solemne (ó extraordinario): Que es el ejercido por un concilio ecuménico o por el papa
cuando define ex-cathedra una doctrina de fe. Según la doctrina católica, el magisterio solemne es infalible
(no puede contener error) e incluye las enseñanzas ex-cathedra de los papas y de los concilios convocados
y presididos por él.
El magisterio ordinario: también llamado magisterio ordinario y universal; es el ejercido habitualmente por
el papa y por los obispos que se hallan en comunión con él en sus respectivas diócesis; también por los
concilios romanos en cuestiones de índole pastoral (que no involucran enseñanzas infalibles), y por las
conferencias episcopales.
Aunque se insta a los fieles católicos a creer y proclamar no solo el magisterio solemne, sino también el
magisterio ordinario, cabe que decisiones ulteriores del magisterio alteren o contradigan el contenido anterior de
este último. Dice el Código de Derecho Canónico (el actual en vigencia, se avaló en 1983): “Se ha de creer con fe
divina y católica todo aquello que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradición, es decir, en
el único depósito de la fe encomendado a la Iglesia, y que además es propuesto como revelado por Dios, ya sea por
el magisterio solemne de la Iglesia, ya por su magisterio ordinario y universal, que se manifiesta en la común
adhesión de los fieles bajo la guía del sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a evitar cualquier
doctrina contraria.” (Canon 750, libro III).
La obligación del fiel y ciego católico romano, es creer y defender activamente todo lo que enseña el magisterio
eclesiástico sagrado, «con la plenitud de su fe», y también lo que enseña el magisterio ordinario, pero con un grado
menor.
Para la ICAR, el Magisterio de la Iglesia, es el único organismo que puede interpretar las Sagradas Escrituras,
tachando de “herejía”, toda interpretación que el Magisterio no avale. Por muchos años, este dogma conllevó a la
aceptación de herejías, prácticas paganas y relacionadas a la brujería, tradiciones falsas, nombramiento de santos
que no existieron, creación de dogmas anti-bíblicos y otros similares, que se gestaron dentro de la ICAR, y que
muchas permanecen hasta, y este escrito es prueba de ello.
Por muchos años, la ICAR prohibió la lectura bíblica entre sus miembros; mientras que la Ortodoxia la
promovía. De este modo, la ICAR controlaba que se enseñaba, de qué modo se enseñaba y qué interpretación se le
debía dar, creando así la estructura actual de la ICAR; pues nadie podía debatirla bíblicamente. Con la llegada de los
pre-reformadores, cómo los obispos católicos romanos San Jän Huss y San John Wyckliffe, que sí tenían derecho a
la lectura bíblica, y que fueron quemados en las hogueras cómo herejes, por darle al pueblo las Sagradas Escrituras
en su idioma (por quiénes el papa Francisco I tuvo que pedir perdón en nombre de la ICAR, y quitar la tacha de
herejes y eliminar su excomulgación en el 2016), y por contradecir muchas mentiras de la ICAR, y sobretodo con la
llevada del ex-obispo católico romano agustino, San Marín Lutero, quién aunque excomulgado y perseguido, pudo
dar al pueblo alemán, una Santa Biblia en su propio idioma, comenzó, sin querer y por obra de la excomulgación de
la ICAR (por la cuál el papa Francisco I tuvo que pedir perdón en el 2015, eliminándole la excomulgación; y elevó en
el 2016 a santo a San Martín Lutero, y le eliminó la tacha de hereje, permitiendo a los Luteranos comulgar junto con
los de la ICAR), la Reforma Protestante.
Para contrarrestar los ideales de la Reforma Protestante de leer la Santa Biblia, la ICAR comenzó a decir que los
que leían la Santa Biblia se volvían locos, y que leer la Santa Biblia, sin la interpretación de la ICAR, causaba
demencia y que aquellos que no leían las Sagradas Escrituras en latín, “la lengua de Dios”, podrían ser poseídos por
el demonio. Sin embargo, sus falsas acusaciones satánicas, anti-bíblicas y heréticas, no prosperaron, y no solo
tuvieron que crear sus propias versiones bíblicas en los diversos idiomas, sino que además, se vieron obligados,
debido a la Reforma Protestante, a abrir su liturgia a lenguas vernáculas, en vez de usar solo latín (al cuál llamaban,
“el idioma de Dios”), cómo se evidencia, en el Concilio Vaticano II, en 1965; cuál fuere el que aprobaría este cambio
necesario.
Ahora, pese a que de forma conciliar, la ICAR, anteriormente tridentina, ahora abre a experimentación sus ritos
romanos, y da sus misas en “lenguas de pueblo” (vernáculas); además de hacer lecturas que en cabo de tres años,
deberían abarcar el 87% del total bíblico. Todo esto producto del impacto resultante, por la Reforma Protestante. Y
es gracias a dicha Reforma, que la Santa Biblia se vuelve accesible al pueblo, y este puede leer e interpretar, la
Santa Palabra de Dios.
Ahora, es cierto, que las diversas multi-interpretaciones resultantes, crearon aún muchas más y mayores
separaciones de la Iglesia Cristiana Universal; y es ahí justamente, dónde cae el error de la Reforma Protestante,
quiénes niegan la interpretación conciliar, y la tradición eclesial; según disponen la mayoría de sus ramas. Si el
protestantismo hubiese, sí, abierto al mundo el cristianismo verdadero cómo lo hizo, pero preservado a su vez, el
cristianismo original, apostólico y patrístico, e incluso las resoluciones conciliares, en vez de muchas ramas
dispersas y enemistadas, tendríamos una, tal vez dos ó tres, a lo mucho cuatro ramas más, bien definidas y
entrelazadas, que pudieran participar de forma ecuménica, en las actividades conciliares, del resto del cuerpo de
Cristo. Pero al promover la separación, y la propia interpretación, causaron miles de millones de mini-divisiones,
que hoy en día se siguen dividiendo, sin aras de unificación, ni de participación conjunta.
No obstante, pese a que la posición de la gran mayoría de iglesias protestantes existentes, con respecto a la
tradición eclesial, se hayan en un error; la visión de la ICAR con respecto a este mismo tema, es en extremo peor.
Para la ICAR, la tradición sagrada es igual a las Sagradas Escrituras, y eso es una herejía, y un error satánico.
Para las demás Iglesias Cristianas en el mundo, sobre todo las Ortodoxas, y en la gran mayoría de Protestantes,
las Sagradas Escrituras tienen la primacía, base, fundamento y superioridad ante cualquier otro ente regulador. En
algunos casos, la tradición tiene una importancia de segundo nivel, justo debajo de las Sagradas Escrituras, en otros
casos, sé hayan más por debajo de la jerarquía de supervisión, y en muchos casos protestantes, ni siquiera forma
parte de sus análisis eclesiales.
Actualizado 29/03/2017 36
Sin embargo, la ICAR comete el grave error de, a nivel escrito, igualarla a la Santa Biblia; pero a nivel práctico,
de superar a la Santa Biblia misma. Lo que los hace cometer error tras error, blasfemia tras blasfemia y mentira tras
mentira; porque cómo por dogma eclesial tradicional, no pueden admitir errores, y no pueden admitir que sus
creencias son mentiras, terminan construyendo sobre la arena movediza, de muchos años de engaños.
Y esto es debido a la última mentira que analizaremos en este tema, y es el dogma, que al igual que el papa, la
ICAR no sé equivoca, según su propia tradición, propaganda e institución. El dogma cómo tal, se trata a nivel de “la
infalibilidad de la iglesia católica romana”; y los hace creer que sus doctrinas, dogmas, concilios propios, tradiciones
y que las mentiras y errores creados a través de largos años, son de hecho verdades imbatibles, inquebrantables e
incuestionables, aún cuándo todo el Cuerpo Universal de Cristo a su alrededor les hace notar sus errores, la ICAR,
llenos de orgullo, egoísmo, altanería, sentidos de superioridad, y trazando líneas de una tradición fundada en arena
y sin base y fundamento real, se alzan llenos de soberbia, diciendo que jamás se han equivocado, ni ellos, ni sus
pontífices; pese a que la historia mundial, ha demostrado justo lo contrario.
Es digno y admirable de recalcar, el humilde y muy esforzado trabajo llevado a cabo por el papa Francisco I,
para cambiar estos hechos, y volver más humana, real, y humilde; la ICAR. Sin duda aplaudimos su esfuerzo, y nos
unimos a él, en este sentido de koinonía (κοινωνία), armonía, amor y unión; dónde buscamos unificar al Cuerpo
Universal de Cristo, sin hacer que dejen de ser, las partes distintas que lo componen; permitiendo así a las manos
ser manos, a los pies ser pies, y a la boca ser boca; sin dar mayor importancia ó nivel ó superioridad a un miembro
del Cuerpo Universal de Cristo, que a otro; porqué TODOS son necesarios, para que el Cuerpo Universal de Cristo
funcionen en perfecta coordinación, harmonía, y koinonía. Sin duda es visible el esfuerzo de este actual papa, por
lograr cambiar los paradigmas de la ICAR, y reforzar la verdad de Dios y mejorar el Cuerpo Universal de Cristo.
Ahora, estos tres sub-temas, y el tema general del Magisterio, es de hecho la Columna Vertebral, que conecta
al cerebro Curial de la ICAR, con el resto de sus sistemas; porqué sin las mentiras sostenidas por este Magisterio,
muchas cosas se vendrían abajo en la ICAR. Por ende, para evitar problemas parroquiales, si estos temas deben ser
tocados, se le recomienda lo siguiente al catequista: El Magisterio de la ICAR, es el organismo que se crea, al
reunir al papa, junto con los obispos que lo apoyan; para decidir sobre cosas que afectan a la ICAR. Es el que ha
preservado casi intacta la tradición de la ICAR, desde se separó de las demás Iglesias Cristianas en el siglo IV. Y es
el ente que interpreta la Santa Biblia en la ICAR, únicamente. Con esos datos, basta y sobra.