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Ossowska, M., para Una Sociología de La Moral

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para u n

wcíologii
del
mora
MARÍA OSSOWSKA

PARA UNA
SOCIOLOGÍA DE
LA MORAL
Determinantes sociales
de las ideas morales

EDITORIAL VERBO DIVINO


ESTELLA (Navarra) ESPAÑA
1974
CONTENIDO

ENRIQUE LÓPEZ CASTELLÓN, Presentación ... 9

Prólogo 17

1. Distinciones introductorias 19

2. Los fenómenos morales como variables de-


pendientes 59
Tradujo: Jesús Mauleón . Título original: Social determi-
naras of moral ideas . © The University of Pennsylvania
Press — © Editorial Verbo Divino, 1974 . Es propiedad . 3. Teorías sobre la moralidad en general 181
Printed in Spain . Talleres Gráficos: Editorial Verbo Divino,
Estella . Depósito Legal: NA. 1.348-1974
4. El ethos de la nobleza y el ethos burgués . . . 225
ISBN 84 7151167 3
ISBN 0 8122 7598 5, The University of Pennsylvania Press,
ed. original índice general 323

7
PRESENTACIÓN

Prologar la traducción de un libro cuya versión


original ha sido previamente utilizada como punto
de referencia en clases, investigaciones, seminarios y
publicaciones constituye siempre un agradable traba-
jo. Esta satisfacción se intensifica cuando la obra en
cuestión contribuye de algún modo a deshacer dogma-
tismos y actitudes irracionalistas desde las que se
pretende universalizar lo relativo y cerrar los ojos a
los factores que lo determinan y aun lo configuran.
A este nivel, el libro de Ossowska, eminente pro-
fesora polaca y audaz defensora de la libertad de pen-
samiento en los difíciles tiempos que su país atravesó
durante los horrores del nazismo y la intolerancia del
régimen stalinista, intenta ser una luz <que disipe del
campo de la ética las vaguedades, imprecisiones y sub-
jetivismos que impregnan tan habitualmente los tra-
tamientos de esta problemática. Su hipótesis de base
es, pues, bien clara: no existe ningún motivo serio

9
que justifique la imposibilidad de describir científica- seguido una descripción global e imparcial del siste-
mente y con los instrumentos de que dispone la lin- ma de control social, incluyendo a la moralidad, en
güística, la antropología, la psicología y la sociología, las sociedades que han estudiado, aunque cabe señalar
ese campo aparentemente irreductible y anárquico que que pocos estudios antropológicos se contrastan con
constituyen los hechos morales. otras observaciones independientes a efectos de prue-
ba. La diversidad de los códigos morales en las so-
Esta actitud que, en un principio, podría parecer
ciedades más complejas y los conflictos existentes
la más lógica y sensata no había encontrado, sin em-
entre ellos han hecho que la tarea de los sociólogos
bargo, hasta hace relativamente poco tiempo la aco-
sea mucho más difícil y que sus interpretaciones re-
gida que era de esperar. La propia Ossowska se queja
sulten contradictorias.
de que la sociología de la moral no se encuentre entre
la enumeración de temas aparecidos en el boletín bi- A todo ello hay que añadir la brecha abierta por
bliográfico «Sociológica! abstraéis», de que no haya Durkheim y su escuela entre la filosofía moral y los
sido objeto de tratamiento en los congresos interna- nuevos objetivos propuestos por la moderna sociología
cionales celebrados y de que sólo los científicos fran- científica, escisión que, en último término, habría de
ceses impregnados de tradición durkheimiana reflejen conducir a la disolución de una ética, racionalmente
su preocupación por estos problemas en las publica- fundada, convertida ya en un capítulo más del dilatado
ciones «Année sociologique» y «Cahiers internationaux corpus de las ciencias. Como Durkheim defendiera en
de sociologie». La división del trabajo social, «los hechos morales son
hechos como cualesquiera otros: consisten en reglas de
La explicación de este hecho puede aventurarse acción que pueden ser reconocidas por ciertos caracte-
desde múltiples perspectivas: aversión a tratar cientí- res distintivos, de esta forma es posible observarlos,
ficamente problemas de fuerte carga emocional y pro- describirlos y clasificarlos, extrayendo de ellos las re-
fundamente insertos en nuestra personalidad, escep- glas que los explican». En su célebre obra La moral
ticismo ante la posibilidad de aplicar los métodos de y la ciencia de las costumbres, manifestaba Lévy-Bruhl
experimentación y de observación al mundo de los la necesidad de abandonar toda idea de filosofía moral
valores, de las creencias y de las prácticas morales, si se quería conocer científicamente la realidad ético-
convencimiento de que los temas éticos sólo pueden social: «Algunos filósofos se sienten inclinados a la
ser estudiados desde dimensiones estrictamente filo- sociología y, sin embargo, siguen aferrados a los mé-
sóficas, etc. El problema de la orientación general del todos tradicionales de la filosofía moral. Parecen no
desarrollo o del progreso morales que en su día preo- haberse dado cuenta de que es preciso optar por lo
cupara a Hobhouse y a Westermarck, apenas atrae ya uno o por lo otro».
la atención de los sociólogos actuales. La sociología y
la antropología han preferido más bien dedicarse al El libro de María Ossowska se inscribe en la tra-
estudio de los códigos morales de algunas socieda- dición durkheimiana, esto es, en la actitud según la
des concretas. Los antropólogos parecen haber con- cual se abordan los fenómenos morales de un modo

10 11
exclusivamente fáctico. A pesar de ello, nuestra au- la antropología y la sociología han centrado su interés
tora no desdeña la aportación de textos filosóficos más en las convergencias y similitudes existentes en-
para confirmar sus descripciones e incluso examina las tre códigos éticos a primera vista dispares que en las
doctrinas más significativas dentro de los enfoques nor- diferencias de hincapié y de jerarquización axiológica.
mativos. Dentro de las aproximaciones científicas a la Ossowska recoge en su libro toda esta problemá-
temática moral, no sólo la sociología, sino también la tica. Su estilo sabe conseguir esa difícil mezcla de
lingüística y la psicología tienen mucho terreno por claridad divulgadora y de altura científica que es tan
recorrer. Lo que aquí se trata de determinar es que el de agradecer en obras de este tipo. El lector no aden-
interés y la labor del sociólogo se centran fundamen- trado en esta problemática se encontrará con un libro
talmente en dos puntos: en el establecimiento de co- apasionante, preciso y descriptivo, que le pondrá al
rrelaciones entre los hechos morales y variables de día en temas que todo hombre culto debe conocer.
tipo demográfico, familiar, industrial, político, sexual, Por su parte, el sociólogo hallará en la obra de Os-
etcétera y, a lo sumo, en la descripción de tipos éticos sowska innumerables sugerencias e hipótesis para sus
ideales —los «tipos envidiables» de Crane Brinton— futuras labores de investigación. Debemos, pues, feli-
que perfila el análisis socio-antropológico de diferentes citarnos por poder disponer de la versión castellana de
culturas y grupos o de distintas épocas históricas. un libro imprescindible.

Con todo, es justo señalar que esta delimitación La obra se divide en cuatro capítulos. En él pri-
conciliadora de métodos y tratamientos respecto a los mero se establecen importantes distinciones en orden
fenómenos morales es relativamente reciente. Tras la a determinar los diferentes enfoques desde los cuales
justificada reacción del sociologismo frente a concep- se ha abordado históricamente la problemática moral.
ciones eticistas de la realidad social —posiciones que Los intereses de la filosofía, centrados en una norma-
incurrirían en el «paralelismo ético-cognoscitivo» que tiva que oriente y guíe el comportamiento humano
tan agudamente ha desenmascarado Hans Reichen- son deslindados, así, de la preocupación descripcionista
bach—, superada incluso dentro de la línea neopositi- del científico. La autora no oculta su inclinación por
vista la dicotomía hecho-valor y comprendidas las di- una orientación de este segundo tipo, si bien aporta
ficultades de entender asépticamente la realidad so- interesantes textos filosóficos según los cuales ya en
cial, esto es, de no contar en él terreno de la investi- la Grecia clásica y, por supuesto, en la Europa me-
gación con los valores, las creencias y el ethos de un dieval se hicieron agudas observaciones acerca de los
grupo, la sociología parece caminar con paso más se- determinantes sociales que afectan al comportamiento
guro a través de tan interesantes temas. Incluso den- y a las ideas morales.
tro de un campo tan conflictivo como es el del rela- A su vez, el enfoque descriptivo de la ética admite
tivismo moral, las posiciones se acercan y complemen- tres posibles orientaciones: la lingüística, la psicoló-
tan. Mientras la filosofía moral, en algunas de sus gica y la sociológica. Ossowska ha dedicado sendos li-
orientaciones, ha relativizado las normas y los valores, bros para ilustrar estas orientaciones. Sus Fundamen-

12 13
tos de la ciencia moral, obra claramente influida por en la clandestinidad durante los difíciles tiempos de
Moore y por Russell, responde al planteamiento lin- la ocupación alemana, conoce a fondo la historia. Para
güístico. Motivación humana: investigación sobre la la clarificación de las actitudes y de los ideales mo-
psicología de la vida moral representa un claro ejem- rales de una época no sólo aporta interesantes textos
plo de lo que la psicología científica moderna puede filosóficos, sino que sabe recurrir a sugestivos datos
aportar al tratamiento de los problemas éticos. Por recogidos del campo de la literatura, del derecho y
último, La moral burguesa, Introducción a la sociolo- del arte en general.
gía de la moral, Moralistas ingleses del siglo xvín y
No dudamos de que el libro que hoy publica la
el volumen que hoy presentamos contienen apuntes y Editorial Verbo Divino ha de encontrar amplia aco-
sugerencias para sentar las bases sobre las que podría gida entre el público de habla española. Sólo nos que-
apoyarse una investigación sociológica de la ética. da, pues, desear que sus múltiples sugerencias y orien-
El capítulo segundo, el más extenso del libro, está taciones se traduzcan pronto en hipótesis para ulte-
dedicado a enumerar algunos de los múltiples factores riores trabajos de investigación experimental de los
que determinan los fenómenos morales. Destaquemos que tan necesitado está nuestro país.
de entre ellos la importancia de la demografía, de la
diferenciación sexual, de la industrialización, de la
economía y de las formas de organización política. Enrique López Castellón
Tras un capítulo en el que se exponen determinadas Profesor en la universidad de Madrid
teorías morales y se abordan problemas tan interesan-
tes como la evolución de las normas morales y el re-
lativismo cultural, Ossowska dedica la última parte
de su obra a describir algunos de los tipos ideales que
han polarizado la atracción moral en diferentes épocas
de la historia occidental, partiendo de los tiempos
heroicos del guerrero griego, cuyas características es-
tán contenidas en los poemas homéricos. De esta for-
ma, él libro se cierra con un breve resumen de los re-
sultados obtenidos para conceptualizar el campo de
la moral.

María Ossowska, figura muy representativa en el


panorama filosófico polaco, que, junto a su marido, el
conocido sociólogo Stanislaw Ossowski, ha ejercido
una honda repercusión en la enseñanza universitaria
de su país, manteniendo su vocación docente incluso

14 15
PROLOGO

Este libro recoge y presenta el curso que di en


la facultad de filosofía de la universidad de Pennsyl-
vania durante el semestre de la primavera del año
1967. Está dividido en cuatro partes. En la primera
trato de establecer distinciones entre las diferentes
tendencias observadas en los tratados de ética, y de
poner de relieve que algunos problemas incluidos
hasta ahora en la ética normativa están poco a poco
adquiriendo independencia propia. Distingo asimis-
mo tres grupos principales de problemas que han
de ser incluidos en la ética descriptiva. Estas distin-
ciones me permiten colocar los problemas que trato
dentro del ámbito propio de las cuestiones morales.
El capítulo segundo, que es el más importante,
describe los fenómenos morales como variables de-
pendientes. En él intento una sistematización de una
serie de factores de los que con razón puede decirse
que influyen sobre la moralidad de una sociedad.
El tercero lo dedico a la discusión de algunas

17
teorías referentes no a fenómenos morales particu-
lares, sino a la moralidad en general.
En el capítulo cuarto me esfuerzo en exponer, 1
apoyándome en documentos históricos, dos tipos de
moralidad determinados por las clases sociales: el
ethos de la «nobleza» y el ethos «burgués». El libro Distinciones
acaba con unas reflexiones sobre el concepto de moral
o moralidad. Después de la eliminación de los pro- introductorias
blemas que poco a poco han ido adquiriendo mayor
independencia, lo que queda fuera del ámbito de la
moralidad no forma un todo homogéneo; de ahí que
sea muy difícil una definición o determinación de
lo moral y que resulte problemática la conveniencia
de teorías que conciben la moralidad como un todo
único y consistente. Por fortuna, una sociología de
la moralidad puede en gran parte, según trato de
demostrar, funcionar perfectamente sin una defini- Voy a comenzar con unas observaciones intro-
ción exacta de su contenido —situación ésta que ductorias referentes a dos conceptos que una y otra
no es peculiar sólo de esta ciencia, sino común a vez se repetirán en mis consideraciones. Me refiero
muchas ramas del saber. a las palabras moral (o moralidad) y ética.
La mayor parte de las ideas y consideraciones Empecemos con el término ambiguo moral.
que aquí expongo han sido ya puDÜcadas en polaco; 1. Moral se opone a veces a físico. Cuando
a veces en una forma mucho más amplia. Por ejero' uno queda herido en un accidente, su sufrimiento
pío, he dedicado todo un libro a la así llamada es físico; si lo humillan, su dolor es moral.
moralidad «burguesa». Una pequeña parte del conte- 2. Otras veces la palabra, moral se usa en con-
nido de ese libro ha sido traducida al francés e traposición a la palabra inmoral, y entonces adquiere
inglés y publicada en revistas científicas que hoy un carácter laudatorio, de valor positivo, y, al igual
sería difícil conseguir. Aislada de mis colegas extran- que otras palabras similares, está cargada de ex-
jeros por la barrera de la lengua, he aceptado de presión.
muy buen grado la invitación a venir a Filadelfia
3. Moral hace a menudo referencia simplemente
como oportunidad de realizar tomas de contacto per-
sonales. Soy perfectamente consciente de lo mucho a la conducta sexual. El uso de esta palabra en ese
que le debo a Henry Hiz por la publicación de la sentido es típico de países de tradición cristiana.
presente obra; sin su ayuda, en efecto, no habría 4. Moral puede significar «que pretende perfec-
visto la luz. cionar». Le damos ese sentido a este término cuando

18 19
hablamos de la enseñanza moral de una fábula o de un sentido puramente indefinido. Brand Blanshard
un evento. sostiene que:
5. Finalmente, la palabra moral puede ser un todas las cuestiones cuya solución dependa de una elec-
término indefinido que denota una clase particular ción entre valores diferentes han de ser consideradas
como cuestiones morales.2
de juicio o precepto valorativo. Y así hablamos de
valoraciones morales distinguiéndolas de las valora- Para Blanshard la elección es moral, tanto si la
ciones estéticas, de exigencias morales en contrapo- decisión es correcta como si es falsa.
sición a las leyes y normas referentes a la eficacia
En nuestras consideraciones usaremos la palabra
de nuestras acciones, del sentido moral como habi-
moral en este último sentido neutro, equivalente, por
lidad para discernir entre el bien y el mal, y de la
falta de ese sentido como incapacidad de establecer tanto, a perteneciente o relativo a la moralidad. Aun-
dicha distinción. Moral en este contexto se refiere que la palabra moral es la traducción latina de la
a una clase de fenómenos: el sentido moral, lo mismo griega ethikos, sin embargo estos dos términos han
que el sentido del humor, ha de verse aquí como asumido significados diferentes en muchas lenguas.
una disposición natural. La palabra ética designa a menudo un sector o rama
del saber, mientras que la moralidad se supone cons-
De estos cinco significados de la palabra moral tituir el objeto de esa ética. Y así nosotros hablamos
que acabamos de enumerar, dos se confunden gene- de la moralidad de los gamberros y de la ética de
ralmente. Cuando Adam Smith hace derivar las accio- Aristóteles o Spinoza. Cosas de ética pueden hallarse
nes morales de una simpatía innata en el hombre, en los libros; la moralidad, en cambio, se encuentra
por acciones morales entiende acciones dignas de ala- en la vida. Ahora bien, como las opiniones de los
banza. Para Smith, el hecho de que poseamos una filósofos referentes a lo bueno y a lo malo también
tendencia innata a reaccionar con una sonrisa a la pertenecen a la «vida», por cuanto reflejan la opinión
sonrisa de alguien y con tristeza a su dolor explica de su ambiente y de su tiempo, la ética debería
la existencia de todas las virtudes de las que brotan estar subordinada a la moralidad.
la amabilidad y el respeto. Todas ellas se basan en
la simpatía natural. Muchos autores opinan que los valores morales
tienen una categoría superior a la de otros valores
Y de ahí viene que la perfección de la naturaleza hu- porque necesitan de otros valores para existir. Se
mana estribe en condolerse mucho de los demás y po-
co de sí mismos, en tener de las bridas a nuestras in- nos tacha de haber causado sufrimiento innecesaria-
clinaciones egoístas y en dar rienda suelta a nuestros mente, porque el sufrimiento es un mal. Obramos
afectos de benevolencia.1 mal si tratamos de rebajar y humillar a nuestro pró-
Otros escritores han usado la palabra moral en jimo, pues todo el mundo da gran importancia a su

1 2
ADAM SMITH, The theory of moral sentiments. London '1781, BRAND BLANSHARD, Morality and politics, en Ethics and so-
1." parte, sec. 1, c. V. ciety, editado por R. T. de George. New York 1966, 2.

20 21
dignidad personal. El hecho de que los valores mo- Problemas de ética normativa
rales estén enlazados de tal forma con otros valores
hace imposible estudiarlos por separado. Si se los
estudia poniendo como fondo otros valores, uno Un atento lector de libros de ética quedará segu-
puede referirse a la palabra ethos entendida en su ramente maravillado de la diversidad de problemas
sentido más amplio. Según Robert Redfield, «el analizados en ellos. El contenido de un tratado sobre
ethos de un pueblo está en su concepción uniforme- esta materia nunca puede ser conocido de antemano.
mente compartida del deber».3 Otros autores em- No es raro que un capítulo pueda ser reemplazado
plean el término ethos para significar la orientación por otro sin detrimento alguno de la composición y
general de la cultura dada, sus intereses y valores estructura del conjunto de la obra, dado que la elec-
predominantes, que permiten caracterizarla, por ejem- ción de las cuestiones estudiadas en tales tratados
plo, de militarista o de apolínea. Algunas veces, no parece estar justificada de modo claro y definido.
como señala Redfield: Todo esto tiene su origen en una tradición muy
se ha propuesto la expresión «estilo de vida» para sa-
antigua. Efectivamente, los antiguos mismos trataron
lir al encuentro de la necesidad de un término que su- bajo el título de ética los más diversos temas, a los
giera lo más fundamental y permanente de la vida de que se añadieron otros a medida que fue desarro-
un grupo persistente en la historia. 4 llándose la filosofía europea. Ese todo incoherente
Como fácilmente puede verse por estas citas, representa la venerable herencia de una sucesión de
ethos es sólo atribuible a un grupo. Un individuo generaciones, herencia que ahora parece estar disgre-
puede tener una moralidad, pero no un ethos. gándose en sus partes componentes. Examinemos uno
por uno los grupos principales de problemas que,
Estas aclaraciones terminológicas preliminares en diversas proporciones, constituyen el objeto de
son sólo provisionales y no resuelven satisfactoria- los tratados de ética. Así podremos descubrir cuáles
mente las dificultades inherentes a nuestras concep- son los problemas que están estrechamente vincu-
ciones mentales. Volveré más de una vez sobre este lados a la ética, y si es deplorable que otros hayan
asunto, y más particularmente sobre el muy debatido comenzado a adquirir independencia fuera del ámbito
concepto de moralidad. Para aclararlo más, vamos a en que nacieron.
ocuparnos de libros que ya en su título dan a enten-
der que se ocupan de cuestiones relacionadas con la Para comenzar, dividamos todo lo que los anti-
ética. Suponiendo que la moralidad es el objeto de guos llamaban ética en dos grupos principales de pro-
la ética, veamos qué clase de problemas han sido blemas, a saber, en ética normativa y en ética des-
tratados a tenor de este encabezamiento. criptiva. La ética normativa comprende formulaciones
de juicios de valor y reglas de conducta, mientras
3
ROBERT REDFIELD, The primitive world and its transformations. que k ética descriptiva describe y explica fenóme-
Ithaca, New York 1953, 85. nos. Cualesquiera que sean los nexos causales inter-
* Ibíd., 51. nos que existan entre estos dos campos, todavía está

22 23
con el valor moral de la acción, que en tales consi-
justificado tratarlos, sin embargo, por separado. En
deraciones no desempeña ningún papel. En el caso
este capítulo, hemos de limitarnos a problemas perte-
de la fábula de Esopo arriba citada, la solidaridad,
necientes a la ética normativa, esto es, a la ética
recomendada por el moralista, es un importante
en el sentido estricto de la palabra. Lo cual signi-
factor para el éxito, sin embargo el moralista está
fica que dedicaremos nuestra atención al estudio de
lejos de aprobar otras reglas praxiológicas, tales como
una disciplina —es más oportuno no llamarla ciencia,
el principio de divide et impera, que por su eficacia
dado que se discute su carácter científico— cuya
ha rendido tantos servicios en política, o la regla
finalidad es no sólo estudiar nuestro comportamiento
de presentar al adversario hechos consumados.
humano, sino también dirigirlo.
1. Si analizamos tratados de moral, como, por 2. En los mismos tratados de ética debemos
ejemplo, la Etica a Nicómaco de Aristóteles o las distinguir consideraciones que tienden a atribuir a
fábulas de Esopo, encontraremos allí, paralelas a las las cosas su verdadero valor, a clasificar esos valores
reglas de conducta moral, reglas que apuntan no a reconocidos y a ordenarlos jerárquicamente. Estos
la bondad moral de nuestro comportamiento, sino problemas componen una teoría general de valores o
a su eficacia. Esopo nos habla de un hombre que a una axiología general. Los valores morales constitu-
la hora de morir reúne a sus hijos en torno al lecho yen aquí sólo un grupo de tantos. En este contexto
para persuadirles de que deben vivir en armonía hace al caso situar las diferentes propuestas de defi-
después de que él muera. Para convencerles, les nición del concepto de valor y de otros conceptos
muestra unas varas, fáciles de romper una a una, afines, tales como el de interés. Habría que preguntar
pero prácticamente imposibles de quebrar en ma- también aquí si se pueden reducir todos los valores
nojo. Esta fábula ensalza la solidaridad, no como a uno, concretamente al del placer, opinión mante-
valor moral en sí, sino como valor que garantiza nida por muchos hedonistas. Si hay una serie de
la eficacia de nuestras acciones en orden a la meta valores que no pueden reducirse a uno, entonces se
que nos hemos propuesto alcanzar: «Unidos resisti- deberá proceder a su clasificación. Tradicionalmente,
remos, divididos caeremos.» los valores han sido clasificados como buenos, verda-
deros, o bellos. A veces se proponen otras clasifi-
Esta clase de problemas se discuten hoy aparte, caciones más diferenciantes de los valores, por ejem-
fuera del campo de la ética, y su independización plo subdivisiones según los intereses que satisfacen
parece favorecer su estudio. Algunos autores sugie- (Ralph Barton Perry), según las necesidades que
ren llamar praxiología al estudio de tales proble- expresan (Bronislaw Malinowski), o según las insti-
mas.5 La praxiología sistematizaría reglas que tienden tuciones por las que son realizados y defendidos
a. asegurar el éxito de la acción, éxito que unas {Stuart Cárter Dodd).6
veces podría estar de acuerdo y otras en desacuerdo
6
3
TADEUSZ KOTARBINSKI Praxiology: an introduction to the scien- STUART CÁRTER DODD, On clarifying human valúes: a step in
<>e of efficient action, traducida del polaco por O. Woytasiewicz. the prediction of human valuing: American Sociológica! Review
Oxford y Varsovia 1965. (1951) 645-653.

24 25
Es notorio hasta qué punto estas cuestiones ab- corresponde a un crimen, o cuando concedemos pre-
sorben, por ejemplo, al filósofo alemán Nikolai mios a la mejor ejecución de un concierto de Mozart.
Hartmann, en su libro de ética, y el lugar que ocu- Durkheim intentó medir la cohesión social por el
pan en las reflexiones del fenomenólogo, también número de suicidios; Robert C. Angelí midió la inte-
alemán, Max Scheler, quien, entre otras cosas, se gración de las ciudades por el índice de crímenes
esfuerza en establecer una jerarquía de valores. Los y por el índice de bienestar.7 A cuanto sabemos
problemas citados aquí como ejemplo han comenzado por obras aparecidas recientemente, referentes a la
a tener vida propia, pues cada vez son más los trata- ponderación o medición de valores, resulta posible
dos de valores que no se ocupan de ninguna cuestión construir una escala según la cual A tenga menos
moral o que lo hacen sólo incidentalmente. En la valor que B, y B menos que C; pero parece impo-
actualidad se suceden constantemente proyectos de sible determinar cuánto menos sería el valor de A
una axiología general, desarrollados unas veces por respecto al de B, y el de B respecto al de C.8
filósofos, otras por sociólogos o antropólogos cultu-
rales. Estos cambios resultan generalmente beneficio- 3. Los tratados de ética reservan generalmente
sos. Autores con sentido para lo concreto han de- un lugar destacado a las explicaciones sobre cómo
vuelto a la tierra los valores situados por Hartmann conseguir la felicidad y, de modo especial, a las ins-
en una estratosfera platónica y han demostrado su trucciones sobre cómo evitar el sufrimiento o cómo
relación íntima con las necesidades y aspiraciones superarlo cuando es inevitable. Los autores de la
humanas. Durante el proceso, sin embargo, estos pro- antigüedad recurrían, no sin razón, a la terminología
blemas han dejado generalmente de ser de carácter médica. Piensen, si no, en el tretafármacon de Epicu-
propiamente normativo y han pasado a formar una ro, quien trataba al infeliz de la misma forma que
psicología o una sociología de valores. Por ejemplo, a un enfermo; o recuerden las comparaciones simi-
los problemas tratados por Stephen C. Pepper en lares que a menudo usan Séneca y Cicerón. Este
The Sources of Valúes (1958) pertenecen a la psico- consideraba que el sufrimiento era una enfermedad
logía de los valores. Pepper analiza las actitudes que del alma (morbus animi) que debía ser tratada a
adoptan los hombres respecto a objetos o circuns- toda costa. La preocupación principal de los antiguos
tancias y contextos valorados positivamente (tenden- estoicos era guardarse del sufrimiento; defenderse
cias) y aquellas actitudes que se manifiestan en forma contra el sufrimiento; y ésta su preocupación domi-
de aversión, rechazos, etc. nante influía decisivamente en su idea de que todo
objeto del cual se nos puede privar carece de valor
por esa misma razón.
Una de las cuestiones importantes referentes a
los valores en general es la de si es posible medir Estos problemas, que en proporciones diversas
o ponderar los valores. Siempre que elegimos, pon- 7
ROBERT C. ANGELL, The moral integration of American Cities:
deramos. Toda preferencia implica ponderación. Pon- American Journal of Sociology 57 (1951).
8
Véase KENNETH J. ARROW, Social Chotee and Individual Va-
deramos, por ejemplo, cuando decimos qué castigo lúes. New York 1951.

26 27
pueden hallarse en las obras de los autores antiguos de felicidad. La una nos aconseja despertar en noso-
y modernos, se unen formando un todo que podría tros necesidades exquisitas y variadas; la otra asegura
denominarse higiene de la vida interior o felicitología, que para ser felices hemos de vivir de tal forma
término acuñado, si no me equivoco, por Otto Neu- que nuestras necesidades sean sencillas y fáciles de
rath, que fue miembro activo del antiguo Círculo satisfacer. Todos estos problemas son completamente
de Viena. Esta palabra posiblemente escandalice a independientes de los pertenecientes al orden moral,
los lingüistas por su terminación griega añadida a la y por eso lo mejor es tratarlos separadamente.
raíz latina pero, como ya se aprobó una combinación
El remedio sugerido por los antiguos iba dirigido
análoga en el término sociología, podría también ad- a los síntomas y no a las causas de la enfermedad.
mitirse en este caso. No nos decían cómo habíamos de organizar una
Si el punto de partida representa una idea defi- sociedad en que fuese necesario recurrir al exilio
nida de felicidad, podría preguntarse qué métodos como castigo; más bien nos indicaban qué debíamos
son los más eficaces en orden a la obtención de esa hacer, caso de estar en exilio, para sufrir lo menos
felicidad. La respuesta a esta pregunta ha de basarse posible. Hoy, cuando queremos poner remedio a la
en observaciones. Y así, por ejemplo, podemos pre- causa del sufrimiento humano, recurrimos o a los
guntarnos si es razonable anticipar todos los desas- reformadores sociales o a la psicoterapia. Los libros
tres posibles. Es cierto que tal anticipación nos sobre salud mental que tratan de las causas de la
permite prepararnos para un sobresalto o un revés alienación, inadaptación, tensión o frustración, han
inminente; pero, por otra parte, ciertos desastres que adoptado una gran parte de los problemas abordados
nos amenazan no llegan a ocurrir después de todo, anteriormente en los libros de ética. Pero, como cier-
en tanto que su anticipación no constituye nunca tas formas de sufrimiento son inevitables, sin tomar
una experiencia agradable. Por eso es difícil decidir en cuenta el sistema social en que vivimos o sin
si la anticipación del desastre contribuye o no a reparar en nuestra condición física —por ejemplo,
nuestra felicidad. Además, podemos preguntar si es el sufrimiento causado por una desgracia o pérdida
verdad que un desastre nos templa contra un posible dolorosa o por la consideración anticipada de nuestra
nuevo desastre, en tanto que una vida fácil nos hace propia muerte—, las normas y consejos de los sabios
vulnerables a cualquier dificultad que nos pueda salir mantienen su valor terapéutico y vale la pena no
al paso. olvidarlas.

La idea según la cual nosotros no buscamos la 4. En las reflexiones de los antiguos filósofos
felicidad sino que la encontramos en lo que busca- sobre ética descubrimos un cuarto grupo de proble-
mos, y la opinión de que tenemos más posibilidades mas. Los autores que nos dicen qué hemos de hacer
de ser felices cuando no pensamos en ello, pertene- para sufrir lo menos posible nos advierten también
cen a la «felicitología». Es también tarea de la «feli- qué debemos hacer para sufrir con valentía y para
citología» elegir entre las dos fórmulas contradictorias morir con dignidad. Lo que aquí importa no es

28 29
de Homero, el sabio civis romanus, el galante caba-
nuestra felicidad, sino nuestra perfección. Nos fija-
llero, intrépido e intachable, el hidalgo, el hombre
mos en nuestra propia perfección, por ejemplo, cuan-
del honor en el siglo xvu, el ciudadano honrado,
do nos empeñamos en dominar un acceso de cólera,
el moderno «gentleman», el norteamericano autorrea-
y el deseo de mejorarnos nos hace recurrir a prácti-
lizado, todos éstos son ejemplos de tipos ideales de
cas ascéticas, tanto si somos ascetas de profesión
personalidad que durante épocas enteras han inducido
como si somos adolescentes con aspiraciones. Para
a los hombres a la perfección de sí mismos y han
descubrir los senderos de la perfección, los filósofos
impreso rasgos específicos en las culturas que los
de la antigüedad procuraron conocer la naturaleza
adoptaron como suyos.
humana. Pensaban que el ejercicio y cultivo de los
rasgos y características específicamente humanos ayu- Las Vidas de Plutarco han sido leídas una y otra
darían al hombre a conseguir de verdad la dignidad vez durante siglos, y, según una tradición bien cono-
humana. Y como es la inteligencia la que nos dis- cida, Charlotte Corday llevaba un volumen de Plu-
tingue de los demás seres vivientes, afirmaban que tarco debajo del brazo cuando fue a asesinar a Marat.
el hombre debía dejarse guiar en su comportamiento
por la razón. Los antropólogos culturales contemporáneos se
sienten incapaces de entender la cultura que estudian
El que aspira a una perfección personal no toma si no consiguen descubrir en ella los ideales de per-
demasiado en cuenta el sufrimiento. Un reformador sonalidad aceptados y adoptados por el grupo social
social que abre los ojos a los parias del mundo y en cuestión. A menudo estos ideales no se dejan
las hace ver la injusticia que sufren, lo único que percibir como tales de inmediato, y en ese caso
consigue es aumentarles la miseria; sin embargo, él deben ser reconstruidos indirectamente. En una socie-
lo hace para ayudarles a vivir una vida digna de dad compleja hay generalmente varios, no necesaria-
seres humanos, es decir, una vida que corresponda mente ajustados o concertados entre sí. Una persona
a un ideal determinado de personalidad. que pertenece a varios grupos sociales de una socie-
Todos los hombres y todos los grupos humanos dad cambia sus pautas de comportamiento de la
tienen ideales de personalidad que configuran y dan misma manera que cambia de vestido, conformán-
forma a su existencia. Crane Brinton sugiere aplicar dose y adaptándose en cada caso al ambiente en
al tipo ideal humano de una cultura determinada el que se encuentre. Las personas admiradas inducen
calificativo de «envidiable» (desiderátum); con este a la imitación; pero también se da el caso de que
concepto entiende él una personalidad humana admi- aquellas que son objeto de menosprecio ejercen un
rable, que o bien puede encarnarse en una persona influjo decisivo sobre los deseos y aspiraciones de
real y viviente o en un carácter de ficción.9 El gue- los hombres: por ejemplo, a finales del siglo xix los
rrero invencible que aparece en los poemas épicos ideales del ciudadano corriente estaban francamente
dominados por los bohemios, y por contraste los
9
CRANE BRINTON, A history of western moráis. London 1959, incitaban a una conducta opuesta, excéntrica.
23-24.

31
30
Los ideales de una sociedad son asumidos tácita- minado tipo de ideal se hallan generalmente relacio-
mente y se dan por supuestos. Sólo raramente des- nados con la necesidad de sentirse superior a otros,
cribe un filósofo su personaje ideal, como lo hizo y la superioridad moral ha ido a menudo de la mano
Aristóteles al trazar el retrato del hombre magná- de la superioridad social. La palabra «noble» denota
nimo. Para hallar el ideal de conducta humana domi- ambas cosas: superioridad de clase y superioridad de
nante en un ambiente y en una época determinada, comportamiento moral. Lo mismo vale de la palabra
hemos de dirigir nuestra atención a la literatura, a «gentleman», que originariamente venía a significar
los pedagogos y educadores, a los promotores hombre de alcurnia y que Locke la refirió no sólo
de reformas sociales. Debemos, sobre todo, a a la nobleza, sino también a las clases privilegiadas
Benjamín Franklin el ideal del ciudadano honrado en general. Durante el siglo xix vino a significar
del siglo XVIII, y fue Daniel Defoe, el autor del ante todo excelencia moral, según puede verse en
Robinson Crusoe, quien se esforzó en adaptar el las definiciones que de la palabra «gentleman» dan
ideal de un «gentleman» a las necesidades de la las ediciones sucesivas de la Encyclopaedia Britan-
clase media. nica.

A veces es posible también deducir o descubrir «Villano», opuesta a «noble», revela la misma
los ideales de las mentiras piadosas que transforman dualidad al significar simultáneamente inferioridad
a una persona fallecida en ejemplo edificante para social e inferioridad moral. Casos de dualidad pare-
los vivos. Biografías de grandes personajes han su- cida pueden darse en muchas lenguas. La ambición
frido a menudo muchas enmiendas so pretexto de de distinguirnos de los demás por nuestra excelencia
que resultasen ejemplares. Se suprimieron asimismo o superioridad nos hace desarrollar virtudes que
irregularidades habidas en la vida sexual, y se ajusta- Eugéne Dupréel en su Traite de moróle10 describe
ron opiniones políticas y religiosas a determinadas como virtudes del honor. Estas virtudes son difíciles
normas y concepciones vigentes. Hace unos años de conseguir, pues hemos de luchar si queremos dis-
se descubrió que la hermana del poeta francés Rim- tinguirnos; logros fáciles están al alcance de cual-
baud había introducido unas cuantas pequeñas co- quiera. En la tarea de nuestro propio perfecciona-
rrecciones en la colección de cartas de su hermano. miento desempeñan un papel no pequeño las consi-
Por ejemplo, donde el poeta informaba sobre sus deraciones estéticas y se mezclan con valoraciones
ingresos y sobre sus gastos, había añadido ceros a morales; pues los ideales por los cuales aspiramos
las cantidades que a ella le parecieron excesivamente son juzgados generalmente tanto desde un punto de
modestas. Modificaciones de ese tipo proporcionan vista artístico como desde un punto de vista moral.
material muy interesante para el estudio de las perso-
nalidades o personajes ideales. 5. Los problemas dominantes del pensamiento
ético de la antigüedad giraban en torno a nuestra
Esfuerzos en orden al perfeccionamiento de sí
mismos tomando como punto de referencia un deter- 10 EUGÉNE DUPRÉEL, Traite de moróle.. Bruxelles 1932.

32 33
propia felicidad y a nuestra propia perfección. El dejar vivir a los demás (Selbstbeschrankung).11 Esta
pensamiento ético moderno, sin dejar de lado estas opinión parece verse confirmada por el hecho de que
preocupaciones, prefiere ocuparse más en cuestiones la oposición entre egoísmo y altruismo y el esfuerzo
de orden social. En su obra De ave, Thomas Hobbes en armonizar los dos ha pasado a ser uno de los
no pregunta qué ha de hacerse para evitar el sufri- principales problemas de la ética moderna.
miento, sino cómo hay que vivir para que la vida Vivimos en sociedad, escribía Voltaire en el artícu-
de uno corresponda a la de un ser humano ideal. lo sobre la virtud en su Dictionnaire Philosophique n
por eso sólo será verdaderamente bueno para nosotros
Hobbes trata de descubrir cómo habría que organizar aquello que redunde en bien de la sociedad. Un ermita-
la sociedad humana para evitar los conflictos, y a ño será sobrio, piadoso, e irá vestido con unos trapos:
qué medidas habría que recurrir para asegurar a muy bien; será santo; pero yo no lo llamaré virtuoso
todos los ciudadanos una vida en paz. hasta que no haya realizado un acto de virtud del cual
hayan podido sacar algún provecho los hombres.
Es cierto que los antiguos también conocían estas
cuestiones; pero, como en el caso de Aristóteles, las A partir del siglo xvui, la tarea más importante,
relegaban al ámbito de la política. Actualmente, por si no la principal, de la ética pasa a ser la de
el contrario, están en el centro de las consideraciones reducir a un mínimo los conflictos humanos. La obra
morales. El desarrollo de la industria en la segunda de Jeremy Bentham puede servir como ejemplo de
mitad del siglo xix sugirió la idea de una sociedad un sistema moral surgido de la estrecha colabora-
cuyo funcionamiento debía ser semejante al de una ción entre el moralista y el legislador. Reformadores
máquina bien engrasada; a ese buen funcionamiento sociales que pretendieron que en una sociedad ideal,
de la sociedad debían contribuir las normas morales. organizada de acuerdo a sus recomendaciones, no
Semejante idea sobre el papel de la ética explica sería necesaria moralidad alguna, han debido obvia-
por qué muchos autores llegan a afirmar que la mente entender por moralidad un sistema de reglas
moralidad no existe fuera de la sociedad. Esta con- propuestas para hacer de la sociedad un todo armó-
cepción hace del escritor de ética casi un legislador nico. De hecho las reglas serían superfluas si el orde-
y transforma la ética en una especie de técnica socio- namiento y organización de la vida en comunidad
lógica o de higiene de la vida social. hiciesen imposibles los conflictos. Ahora bien, una
buena organización de la vida social no convierte en
Moritz Schlick fue uno de los autores que afir- superflua una moralidad concebida como sistema de
maban que los antiguos filósofos se interesaron sola- normas que ofrece y sugiere la realización de varios
mente del desarrollo de la personalidad o autorrea- ideales de perfeccionamiento personal.
lización de la persona (Selbsterfüllung) y que no
sabían nada de la moralidad en el sentido propio 11
MORITZ SCHLICK, Fragen der Ethik. Wien 1930. Traducido
de la palabra. Para Schlick, la moralidad surge desde al inglés por David Rynin, Problems of ethics. New York 1962.
12
VOLTAIRE, Oeuvres completes, 43, 1784, 427. Y en inglés: A
el momento en que el hombre comienza a interesarse phüosophical dictionary, en The works of Voltaire, v. 10, traducido
por las restricciones que tiene que imponerse para por William F. Flemings. New York 1901, 164.

34 35
Después de la eliminación de los problemas con- dignidad, y se ocuparon de la perfección del hombre.
cernientes a la eficacia de nuestras acciones, que Los que atribuyen un papel importante al esfuerzo
hemos separado al principio del campo de la ética, humano han revelado estar interesados principalmen-
confiándolos a especialistas de otros campos, hemos te en la perfección humana, mientras que quienes
creído poder limitar el ámbito de la ética a cuatro toman en consideración sólo las consecuencias de las
grupos de problemas: el primero fue el de la axiolo- acciones han insistido más que nada en la organi-
gía o teoría general de los valores; el segundo lo zación de la vida social.
denominamos «felicitología»; el tercero se ocupaba Muchos autores han criticado los valores deriva-
de cuestiones relacionadas con la perfección perso- dos de una de las teorías aplicándoles normas y crite-
nal; y el cuarto comprendía todas las normas que rios tomados de la otra. En su obra Principies of
hacen armoniosas las relaciones humanas. El pensa- moráis, Hume criticaba las privaciones que los asce-
miento ético normativo es, sin lugar a duda, dema- tas se imponían a sí mismos. Advertía a los que
siado complicado, dados todos sus matices, como ayunaban o recurrían a renuncias severas, que lo
para poder ordenarlo según los cuatro grupos men- que hacían era perfectamente inútil y que sólo podía
cionados; sin embargo, esta clasificación explica ciertos redundar en detrimento de su carácter. De hecho,
malentendidos surgidos a raíz de discusiones sobre
tales prácticas parecían más perniciosas que lauda-
problemas morales, y nos hace comprobar por qué
bles a los organizadores de la vida social. Sin em-
ciertas teorías que pretendían abrazar todo el conjunto
bargo, esos ascetas no carecían de sentido del
de la moralidad se han demostrado inadecuadas.
mérito a los ojos de quienes creían que podrían
así asegurarse la felicidad eterna o que estaban ha-
Desde tiempos de Adam Smith, muchos escrito- ciendo lo posible por conseguir una personalidad
res de ética han deseado basar la moralidad en una ideal.
facultad innata en el hombre que ellos llaman simpa-
tía. El hecho de que un niño responda con una De acuerdo con la teoría perfeccionista, a veces
sonrisa a la sonrisa de su madre y llore cuando elegimos el camino más difícil cuando nos propone-
oye llorar a otros constituía motivo suficiente para mos servir al bien de los demás; pero no es nece-
esperar que, basándose en esa tendencia, que Smith sariamente cierto que el sacrificio más grande pro-
denominó «fellow-feeling», es decir, simpatía, o, porcione el mayor provecho a nuestros prójimos.
mejor, sentido de compañerismo, fuera posible ense- En nuestros preceptos morales, y también en
ñar a las personas a procurar el bien de los demás nuestras consideraciones teóricas, pasamos constante-
y a hacer armoniosa la vida de la sociedad. Smith mente de un sistema de ideas a otro. El educador
y sus seguidores se dedicaron preferentemente a la que desee que sus discípulos tengan horror a la
organización de la vida social y descuidaron la pro- mentira, consigue a veces su intento apelando a la
blemática referente a la perfección personal. Otros dignidad y al sentido del honor de los propios edu-
quisieron fundar la moralidad sobre el honor y la candos, método recomendado por Locke en Some

36 37
de que a la perfección humana no se la puede asociar
thoughst concerning education y propuesto para des-
con valores compartidos por el hombre y los anima-
pertar ambiciones de perfección. El que nos enseña
les. Y, finalmente, si alguien nos pide que tengamos
que el mentir puede ser peligroso, lo que en reali-
en gran estima aquellos valores que no pierden nada
dad pretende es nuestra felicidad. Esa es la lección
al ser compartidos —el valor de la música o de un
de la tan conocida historieta del pastor que gritaba
«¡el lobo!» sólo para gastarles una broma a los libro no disminuye por el hecho de ser disfrutado
demás y que luego, al ser atacado de verdad por por muchos—, nos pide que obremos así porque
los lobos, se vio solo y sin ayuda. Finalmente, está tales valores no organizan conflictos, como en el
el moralista que condena la mentira porque para la caso, por ejemplo, de los valores así llamados eco-
vida en comunidad resulta necesaria una atmósfera nómicos. El que, por ejemplo, se da a sí mismo un
de seguridad y de confianza mutua. Estos tres mis- buen banquete, quizá está con ello privando de lo
mos tipos de argumentos presentan los que recomien- necesario a su prójimo; y uno que se arropa con
dan que controlemos nuestras pasiones. Unos nos una buena colcha, quizá está exponiendo a su seme-
aconsejan obrar así porque la autodisciplina nos pro- jante a los rigores del frío. Si uno, sin apercibirse
tegerá del sufrimiento; éstos, porque es indispensable de ello, adopta al mismo tiempo diferentes princi-
para conseguir la perfección moral; y finalmente pios para la formación de una jerarquía de valores,
otros, porque es una condición necesaria para la hallará difícil la obtención de resultados que satis-
armonía de la vida social. fagan los requisitos de la lógica.

Al mismo tiempo que es importante constatar a La antigua ética, que, como hemos visto, se ocu-
qué sistema de ideas pertenecen determinados enun-
paba principalmente de la felicidad y de la perfección
ciados, y a la vez que puede parecer de provecho
humanas, combinó ambas convencida de que la virtud
tratar separadamente estas esferas, resulta también
era no solamente una condición necesaria, sino tam-
imposible no advertí- los eslabones de unión exis-
bién suficiente para la felicidad humana. Según Sé-
tentes entre ellas.
neca, la felicidad sigue a la virtud como la sombra
Empecemos con la teoría de los valores. Diferen- al cuerpo. Tal convicción nació de la necesidad huma-
tes autores sostienen opiniones diversas respecto a las na de justicia: al sentido humano de justicia le
jerarquías de valores. Si alguien nos recomienda los repugna la posibilidad de que personas malas puedan
bienes más permanentes, lo que en realidad busca ser felices. El deseo de ver que el destino corres-
es, evidentemente, nuestra felicidad, y lo que de ponde al mérito es uno de los más poderosos en el
verdad quiere es eliminar el sufrimiento que nos hombre. Según Max Weber, ese deseo contribuyó al
resultaría de la pérdida de tales valores. Si otro nacimiento de las religiones: los dioses se encarga-
asigna a los placeres sensuales el puesto más bajo ban de asegurar recompensa en el otro mundo, toda
en la escala de los valores, lo hace así por que es vez que en éste no se hacía, justicia. Por eso no hay
de la opinión, común en el pensamiento cristiano, nada de extraño en el hecho de que, aunque el

38 39
concepto de virtud se haya visto modificado a lo creen que tal servicio es una fuente inagotable de
largo de los siglos, persista, a pesar de todas las felicidad, combinan las tres tendencias ideológicas
pruebas en contra, la convicción de la existencia de arriba mencionadas (que hacen hincapié en la felici-
una relación estricta entre la virtud y la felicidad. dad, en la perfección, y en la armonía social), hacien-
Esa convicción se halla, por ejemplo, en la obra do depender la perfección y la felicidad humanas de
Fragen der Ethik de Moritz Schlick. El deseo de las virtudes cívicas. Pero pueden hallarse fácilmente
servir a los demás y de compartir sus alegrías —que, sistemas de ética en que la perfección humana no
según Schlick, es un elemento esencial de la virtud— tiene nada que ver con las virtudes del hombre como
le da a uno la máxima satisfacción, y el hecho de miembro de la sociedad. Un asceta que, para buscar
que la bondad y el gozo se manifiesten con la misma la perfección en la soledad, ha roto todos sus lazos
sociales, ha abandonado su familia y se ha marchado
expresión facial no es pura coincidencia. Según él,
al desierto, sigue un modelo de perfección en el
la alegría que sentimos al compartir el gozo de los
que no son aplicables las reglas y normas relacio-
demás no conoce límites. No sólo no llega nunca
nadas con la vida social.
a cansarnos, sino que acrecienta nuestra propia capa-
cidad de felicidad (Glücksfáhigkeit). Schlick parece
ignorar el hecho de que una persona que es sensible Ciertos autores han tratado de demostrar que, en
a la felicidad de los demás y la comparte de una definitiva, todas las virtudes, incluso las estrictamen-
manera sincera debe con toda probabilidad ser tam- te personales, son siempre ventajosas desde el punto
bién sensible a sus sufrimientos, y que, por consi- de vista de la sociedad; sin embargo, nunca han
guiente, la misma inclinación cuenta tanto para la logrado convencernos. En una sociedad dada, los
ideales de personalidad surgen las más de las veces
felicidad como para el sufrimiento adicionales de
de manera espontánea; no son fruto de razonamien-
esa persona.
tos, y a menudo obedecen o se acomodan a tradi-
Tentativas y ensayos para determinar hasta qué ciones muy antiguas de naturaleza mágica. Elementos
punto nuestra felicidad se deba a nuestros instintos de este tipo se encuentran en los diversos sistemas
sociales datan por lo menos del tiempo de Charles de moralidad sexual de todo el mundo. En tales
Darwin. Hace muy poco, Pitirim Sorokin trató de casos, la perfección personal sigue su propio curso,
demostrar, valiéndose de métodos empíricos, que, sin tener en cuenta qué sería mejor para la sociedad.
por regla general, los altruistas gozan de mejor salud En uno de sus ensayos, Hume aconseja la monogamia
que los egoístas y que, por consiguiente, gracias a su o la poligamia, de acuerdo al número relativo de
actitud de benevolencia hacia otras personas, los hombres y mujeres de un determinado grupo social.
altruistas viven no sólo más felizmente, sino también Sin embargo, nuestro sistema de moralidad, proba-
más que los egoístas. blemente por influjo del cristianismo, ha convertido
la monogamia en una exigencia de perfección perso-
Aquellos que ven perfección humana en la dispo- nal, sin hacer caso de la felicidad total de la sociedad.
sición de servir a los demás y al mismo tiempo
41
40
El equilibrio entre la perfección y la felicidad Problemas de ética descriptiva
personal como base de la moralidad no ha sido nunca
completo. Los que creyeron que lo habían conseguido
fueron víctima de la confusión. No era la felicidad En la primera parte de este capítulo traté de dis-
concebida como un mínimo de sufrimiento y un tinguir diferentes grupos de problemas que se dan
máximo de gozo la que podía asociarse inseparable- en las consideraciones éticas. Ahora bien, esos mismos
mente con la excelencia moral; era solamente la feli- libros que nos enseñan cómo ser felices, cómo con-
cidad concebida como felicidad verdadera, siendo esta seguir la perfección o cómo organizar la sociedad en
última inseparable de la perfección, precisamente por un todo armonioso, contienen además un conocimien-
definición, pues la noción de felicidad verdadera to amplio y detallado de los hechos relacionados con
siempre implica un ideal de personalidad. la vida moral.
Los hechos morales, escribía Durkheim en la intro-
Nos hemos declarado a favor de un tratamiento ducción a su libro sobre la división del trabajo, son
autónomo de la teoría general de la eficacia de nues- realidades como otras cualesquiera: se basan en nor-
mas de conducta reconocibles por ciertas características
tras acciones, teoría que antes se estudiaba dentro distintivas; de ahí que deba ser posible observarlos,
del terreno de lo que los antiguos denominaban describirlos, clasificarlos y hallar reglas y leyes que los
«ética»; y hemos creído razonable estudiar separada- expliquen. 14
mente los problemas referentes a la teoría general Combinar en la misma rama del saber juicios de
de los valores y los relacionados con la «felicitología» valor y normas con consideraciones puramente empí-
(que recurre a un concepto puramente psicológico ricas no parece favorecer ni a la elaboración de leyes
de la felicidad). A la ética normativa le toca, por y reglas ni al desarrollo de nuestro conocimiento de
tanto, organizar el funcionamiento de la sociedad con la vida moral. A esta simbiosis se le debe mucha
respecto a un ideal determinado de relaciones inter- confusión. La ética descriptiva debería ser tratada
humanas y con respecto al ideal de personalidad adop- separadamente de la ética normativa. Sólo después
tado para los miembros de esa sociedad. A los ojos de haberlas separado la una de la otra podremos com-
de los moralistas modernos, estos dos grupos de pro- probar con mayor exactitud la misión de la ética
blemas se presentan como inseparables y parecen descriptiva; sólo entonces nos será también posible
representar la moralidad en el sentido estricto de la percatarnos de sus logros, así como de los problemas
palabra. Al hablar de moralidad, debemos tenerlos que hasta ahora han sido descuidados u omitidos y
presentes. Como escribía Bertrand Russell, «sin mo- que merecen, sin embargo, nuestra atención.
ralidad cívica las comunidades perecen; sin moralidad
personal su supervivencia carece de valor».13 En mi opinión, los problemas pertenecientes a la
ética descriptiva pueden dividirse en tres categorías

14
» BERTRAND RUSSELL, Human Society in Ethics and Politics. EMILE DURKHEIM, De la división áu travail social. París
Alien and Unwin, London 1954, 28. 1893.

42 43
principales, cada una de ellas con sus correspondien- damos cuenta de que acusar a un hombre de conducta
inmoral es completamente diferente que atribuirle sim-
tes subdivisiones. plemente mal gusto o malas maneras, o que calificarle
meramente de estúpido o de ignorante. 16
1. Yo propongo incluir en el primer grupo
todos aquellos problemas que se tratan en la meta- Este discernimiento aproximativo a que G. E.
ética. Nos movemos en el terreno de la meta-ética Moore alude, puede ser suficiente para nuestro com-
cuando analizamos la estructura de los sistemas éti- portamiento práctico de cada día; pero, si queremos
cos, cuando nos preguntamos a nosotros mismos en investigar científicamente la vida moral, deberemos
qué sentido de la palabra 'sistema' pueden estos ciertamente delinear con más precisión nuestro cam-
sistemas ser tratados como tales. Nos hallamos en po de indagación, sobre todo por lo difícil que es
el terreno de la meta-ética cuando examinamos el a menudo decir en un caso dado si tenemos que
carácter lógico de las normas y juicios de valor, habérnoslas con el consentimiento y la desaprobación
cuando discutimos la posibilidad de aplicarles el con- morales o no. Todos estamos de acuerdo en que una
cepto de verdad y falsedad, cuando analizamos la condena de la crueldad es un juicio moral, y que
clase de argumentos que pueden ser aportados en su en cambio no lo es una recomendación a pensar con
favor y la clase de persuasión de que nos valemos lógica. Vacilamos, sin embargo, al querer expresar
para convencer a nuestros contrarios a la hora de qué lugar le corresponde a la opinión que dice que
carecer de tales argumentos. C. L. Stevenson trata la felicidad constituye el valor más alto. ¿Se trata de
de estos problemas en su obra Ethics and language, una opinión perteneciente a la moral, o es más bien
que es un libro dedicado enteramente a la meta- propia de una axiología general en que se elabora
ética.15 una jerarquía de valores?

Los problemas arriba mencionados están lejos de David Hume, en la primera parte de su obra
constituir el campo exclusivo de las consideraciones Enquiry concerning principies of moráis, para descu-
meta-éticas. A la meta-ética pertenece también, por brir lo que él llama el verdadero origen de la moral
ejemplo, la cuestión que trata de averiguar cuáles o lo que constituye, según él, el mérito personal, se
son las características que distinguen los juicios de pone a considerar
valor y las normas morales de los juicios estéticos o los atributos espirituales que convierten a un hombre
de las leyes del tráfico. en objeto de estima y afecto, o de odio y desprecio;
los hábitos, sentimientos o facultades que, al ser apli-
...Todos nosotros entendemos más o menos lo que cados a una persona cualquiera, implican encomio o
la palabra moralidad implica... Todos distinguimos en- descrédito, y pueden ser panegírico o sátira de su ca-
tre el carácter moral de un hombre, por una parte, y rácter y de su comportamiento.
su afabilidad o sus dotes intelectuales, por otra. Nos

15 16
CHARLES L. STEVENSON, Ethics and language. New Haven G. E. MOORE, The nature of moral philosophy, en G. E.
1944. Moore, Philosophical Studies. London 21948, 311.

44 45
Este método ayuda a descubrir ción. En tiempos recientes hemos tenido la oportu-
en ambos lados las circunstancias comunes a estas cua- nidad de observar en varios países la tendencia a ver
lidades, a observar el punto en qué concuerdan carac- las cosas o bier\ completamente negras o del todo
terísticas dignas de estima, por upa parte, y las des- blancas. Dicha tendencia se ha demostrado útil en
preciables, por la otra.
la propaganda, pues el terreno estaba bien abonado.
Estas consideraciones, que apuntan a la determi- Con esto quiero decir que la gente, por lo general,
nación de los hechos morales, constituyen el objeto siente la necesidad de ver las cosas o blancas o
principal de la ética descriptiva, llamada por Durk- negras y de evitar cualquier ambivalencia.
heim physique des moeurs. A pesar de ser puramente La obra Gone with the wind (Lo que el viento
empíricas, pertenecen, sin embargo, al grupo de los se llevó), de Margaret Mitchell, ha sido traducida y
problemas meta-éticos, pues sirven para determinar muy leída en mi patria. Sin embargo, sé de lectores
el objeto de la ética. a quienes la figura de Scarlett deja una sensación
El análisis de la estructura de los sistemas éticos, desagradable, por cuanto en ciertos aspectos logra,
de los juicios de valor y de las normas morales no sí, llegarles al corazón, pero en otros, en cambio, no
agota de ningún modo el campo de la meta-ética, ya consigue granjear su simpatía. La tendencia hacia la
que a ella también le toca la clarificación del pensa- uniformidad en nuestras actitudes conduce no sola-
miento ético en general a través de la explicación mente a ver las cosas o blancas o negras, sino tam-
del significado de los conceptos fundamentales de la bién a buscar causas laudables para hechos que noso-
ética. El que habla del lenguaje empleado en la ética, tros juzgamos buenos y causas malas para eventos
habla también de los problemas que en ella se tratan^ que creemos malos. Esta tendencia se manifestó en
y entra, por tanto, en el terreno meta-ético. la doctrina de los antiguos estoicos, quienes, contra
Hoy en día son particularmente numerosas las toda evidencia, entendían que lo verdadero y lo
falso, el bien y el mal, formaban dos cadenas causales
publicaciones que se ocupan de los problemas arriba
diferentes que no llegaban nunca a enlazarse. Bernard
mencionados. Año tras año se van publicando muchos
Mandeville causó extrañeza en muchos de sus lecto-
libros y artículos que tratan sobre la naturaleza de
res al tratar de demostrar lo contrario. En la nota G
los juicios de valor comparados con los juicios des-
de su obra The fable of the bees (Fábula de las
criptivos, sobre la viabilidad de comprobación de los
abejas) escribía:
primeros, sobre la posibilidad de aplicar medidas en
el campo de los valores morales, etc. La masa miope raramente podrá ver más de un esla-
bón en la cadena de las causas; en cambio, a aquellos
2. La otra importante rama de la ética descrip- que están en grado de echar un vistazo de más alcance
tiva comprende todos los problemas psicológicos rela- y se hallan dispuestos a tomarse el tiempo de contem-
cionados con la vida moral. plar detalladamente el espectáculo de los hechos con-
catenados, les será dado ver surgir y pulular en cien-
a) Deberíamos comenzar señalando algunos pro- tos de lugares el bien del mal, de forma tan natural
blemas interesantes referentes al proceso de valc>ra- como los pollos nacen de los huevos.

46 47
En nuestra actitud hacia los valores advertimos tomar en cuenta la naturaleza humana antes de im-
una tendencia al dogmatismo. La fe gue tenemos en ponerle sus normas.
nuestra superioridad se halla fuertemente apoyada
en la convicción de que nuestra jerarquía de valores, c) En la tercera parte de la psicología de la vida
nuestro modo de vida, nuestra cultura, son siempre moral incluimos todos aquellos problemas referentes
lo mejor. a sentimientos como los así llamados sentido del
deber, remordimiento, escrúpulo moral, culpabilidad,
Hemos elegido estos ejemplos entre muchos otros arrepentimiento, indagación moral, etc.
que podrían ilustrar los problemas de una psicología
Los teóricos, al hablar de sentimientos morales,
de la valoración. La urgencia de una investigación
han usado esta expresión con dos sentidos diferentes.
detallada de estos problemas la advierte uno con sólo
Unas veces la han empleado para referirse a emo-
considerar hasta qué punto nuestra actitud hacia el
ciones como las relacionadas con la aprobación o
mundo es primordialmente valorativa. El mundo se
desaprobación moral —ansiedades y penas interiores,
nos presenta como amigo o como enemigo, y nosotros
sentimientos de vergüenza y similares—.17 Otras, en
descubrimos más y más juicios de valor incluso en
cambio, se han servido de ella para significar simpa-
consideraciones económicas manifiestamente neutras. tía, amor, odio, o actitudes agresivas, pensando no
Gordon Allport y otros han mostrado recientemente específicamente en experiencias morales, sino en emo-
cómo logran los juicios de valor abrirse paso e impo- ciones o actitudes aprobadas o desaprobadas por el
nerse inadvertidamente a fuerza de presentarse como moralista. El estudio de los sentimientos morales en
algo normal y natural. este último sentido pertenece al ámbito de la educa-
b) Los problemas relacionados con motivaciones ción moral que, partiendo de una jerarquía ya esta-
e intenciones humanas pertenecen a una segunda sub- blecida de valores morales, trata de desarrollar y de
división de los problemas psicológicos. Escritores de alimentar actitudes y sentimientos dados por buenos
ética de todos los tiempos han tenido interés en al par que reprime o elimina los ya reprobados.
descubrir si en nuestro comportamiento nos guía d) Las formas exageradas de estas experiencias
siempre la esperanza del placer o el deseo de evitar constituyen el objeto de una psicopatología de la
el dolor, si lo que procuramos siempre es nuestro vida moral. Autores psicoanalistas han demostrado que
propio beneficio o si, alguna vez por lo menos, nos el sentimiento de culpabilidad desempeña un impor-
dejamos llevar por una simpatía desinteresada. tante papel en la vida humana, presentándose a me-
nudo bajo íormas de auténtica obsesión. Escrúpulos
Estos problemas han sido tratados sólo raramente exagerados y persistentes han sido con frecuencia
de manera empírica, a pesar de ser ésta la única objeto de observaciones clínicas y tema de intere-
forma de solucionarlos. Han interesado al moralista
y al educador, porque ambos han deseado saber qué
" Véase, por ejemplo, EDWARD WESTERMARCK, The origin and
pueden esperar del hombre y ambos han deseado development of moral ideas. London 1906, 1908.

48 49
san tes novelas. La cuestión sobre cuáles son las nante de un factor sólo puede ser descubierto y esta-
causas de la insania moral pertenece también a esta blecido mediante investigaciones comparativas, tarea
sección. Finalmente, pero no por eso menos impor- ésta que dista mucho de ser fácil, pues supone un
tante, el investigador de la vida moral hallará muchas conocimiento amplio de las diferentes culturas.
sugerencias interesantes en los numerosos análisis de
Entre los problemas psicológicos de la lista de
la conducta antisocial de ciertos grupos disidentes,
arriba se mencionaba también la posibilidad de estu-
que en la actualidad preocupan grandemente a los
diar la ontogénesis de la moralidad y de observar su
educadores de todo el mundo.
desarrollo en la vida de los individuos. En la enume-
e) En relación con el desarrollo de la moralidad ración de los problemos sociológicos deberemos hallar
en el individuo, es decir, con la ontogénesis de nues- un estudio correspondiente de la filogénesis de las
tros juicios y actitudes morales, es preciso distinguir normas morales y de su evolución en las sociedades.
otra clase más de problemas. Dichos problemas cons- Como todo el mundo sabe, estos problemas han des-
tituyen el asunto central del bien conocido libro de pertado gran interés, particularmente desde Darwin.
Jean Piaget, Le jugement moral chez l'enfant (El jui- Según éste, existe un progreso constante de la mora-
cio moral en el niño). Piaget trata de mostrar la lidad. Los individuos antisociales quedan automáti-
diferencia existente entre la moralidad desarrollada camente eliminados en el curso de la evolución, dando
bajo la presión de los adultos y la moralidad obser- paso a los socialmente mentalizados y a los altruistas,
vada dentro de grupos de compañeros de juego uni- que están mejor adaptados para la vida social y son,
dos por relaciones simétricas. Desde que Freud recal- por tanto, los más aptos.
có tanto la importancia de la primera infancia para
el desarrollo de las actitudes morales, se ha escrito La distinción entre los problemas pertenecientes
mucho sobre la influencia de la vida de familia en a la meta-ética y los pertenecientes a una psicología
la configuración de nuestra propia personalidad o a una sociología de la vida moral sólo toma en
moral. cuenta los problemas de tipo sistemático de la ética
descriptiva. Hasta aquí hemos dejado de lado todas
3. La sociología de la vida moral constituye la las investigaciones históricas posibles en este campo
última sección importante de la ética descriptiva. y que como tales han tenido siempre un carácter des-
Dado que mi propósito es tratar luego sus proble- criptivo. La historia de la moralidad es particular-
mas de manera más detallada, voy a limitarme ahora mente importante para aquellos que, al negar la posi-
a sólo algunos ejemplos. bilidad de aplicar el concepto de verdad al terreno
En primer lugar, vamos a echar un vistazo a de las normas y de los juicios de valor, niegan tam-
aquellos factores que pueden determinar las actitu- bién la existencia de progreso en materia de moral.
des morales, no de los individuos, sino de sociedades (Esta conclusión, de todos modos, no la considero
enteras. Todo el capítulo siguiente estará dedicado necesariamente válida). Todo aquel que niegue el pro-
a estos problemas. Como veremos, el papel determi- greso moral o lo estime dudoso, debería acentuar

50 51
particularmente la importancia de una historia de la dignas de desprecio. Las discusiones en torno al hedo-
moralidad; ya que, en ese caso, un conocimiento his- nismo ilustran bien este punto. Con frecuencia los
tórico de la vida moral representaría algo más que autores no han distinguido entre el describir el curso
una simple historia de los errores felizmente supe- de una acción y el recomendar su seguimiento. Un
rados, como sucede en la historia de la química. La ejemplo de esto se halla en la frecuentemente repe-
historia de la moral se parece más bien a la historia tida argumentación de que la moralidad se ve sujeta
del arte. Así como la historia del arte nos ofrece a una evolución que va de la heteronomía a la
un panorama de los diferentes estilos, así también autonomía. Según esta teoría, el hombre aceptó pri-
la historia de la moral nos presenta un panorama de mero aquellos valores provenientes de una autoridad
los diferentes modos de vida que podemos elegir: por exterior, de la misma manera que un niño lo hace
ejemplo, la forma de vida propuesta por los estoicos cuando obedece a sus padres. A medida que fue
y la propuesta por los epicúreos, por nombrar tan alcanzando madurez, comenzó a reflexionar por su
sólo dos. cuenta, y aceptó unos preceptos y rechazó otros.
Como descripción de hechos reales, esta evolución de
Hay ramas del saber cuya unidad se ve garanti- la heteronomía o la autonomía resulta insatisfac-
zada por la unidad de sus métodos; y hay otras toria, pues la mayoría de los hombres no alcanza
cuya unidad descansa en la de su objeto. Las mate- nunca niveles de autonomía. Ahora bien, si el mo-
máticas parecen ser un ejemplo de lo primero, mien- ralista entiende y ofrece la exposición de esta evolu-
tras el estudio de las lenguas lo es de lo segundo. ción no como descripción de lo que es, sino de lo
Una lengua puede ser considerada desde el punto de que debe ser, en ese caso merecería una valoración
vista de la semántica; asimismo se la puede estudiar completamente distinta. Únicamente podrán oponerse
en su aspecto morfológico, o bien analizar su foné- a ella los políticos, pues, a veces, los moralmente
tica. En los tres casos habrá que utilizar diferentes autónomos suelen poner trabas a la labor de los
métodos; sin embargo, todos ellos se verán ligados gobernantes.
por la unidad de su objetivo.
Parece altamente aconsejable separar los proble- Todavía hay otra razón más a favor de por lo
mas de la ética descriptiva de los de la normativa. menos una separación temporal entre la ética des-
Sólo cuando los separemos, estaremos en grado de criptiva y la normativa. La ética normativa debe
ver claramente cuáles, hasta ahora, han sido estudia- tomar en cuenta los efectos pedagógicos que ejerce
dos de manera insuficiente y cuáles omitidos o des- sobre la gente, esto es, el autor de ética normativa
cuidados por completo. Muchas veces, en efecto, los debe comprometerse a animar unas veces a la reali-
autores de libros de ética no han separado rigurosa- zación de una acción y a desaconsejarla otras. Una
mente las cuestiones relacionadas con los hechos, de actitud así resulta, sin embargo, muy peligrosa para
las cuestiones que versaban sobre qué clases de accio- aquel que quiera investigar imparcial y desapasiona-
nes merecían alabanza y cuáles, por el contrario, eran damente la vida moral. No puede uno ser buen inves-

52 53
tigador en el campo de la moral, si tiene que estar desarrollo de las ideas morales, de Edward Wester-
constantemente atento a ser un buen educador. Ber- marck; o Moráis in evolution — A study in compa-
nard Mandeville fue un excelente observador de la rative ethics (1906) = La moral en evolución —
vida moral de sus contemporáneos, y su aportación Ensayo de ética comparativa, de L. T. Hobhouse.
a la ética descriptiva ha sido subestimada durante La segunda está relacionada con el desarrollo de
mucho tiempo. Sin embargo, yo no recomendaría su los estudios comparativos en Alemania. Wilhelm
Fábula de las abejas como manual de ética norma- Wundt, en su Ethik, editada en 1887, prometía pu-
tiva. La posteridad lo juzgó muy mal por su posible blicar Una investigación sobre los hechos y las leyes
influjo como moralista, y sólo ahora estamos en que rigen la vida moral (Eine XJntersuchung der
grado de apreciar debidamente la importancia de sus Tatsachen und Gesetze des sittlichen Lebens). Tam-
aportaciones a una psicología y a una sociología de bién Georg Simmel ideó en su Introducción a la
la vida moral. ciencia moral (Einleitung in die Moralwissenschaft),
Algunos autores han señalado que, desde el si- publicada en 1892-1893, un tratado descriptivo sobre
glo xvin, en los libros de ética ha estado aumen- los valores morales. Ambos, sin embargo, prometían
tando constantemente el elemento descriptivo en más de lo que cumplieron, pues trataron del tema de
comparación al normativo. Efectivamente, los autores manera excesivamente tradicional. A la misma co-
de ética del siglo xvín se interesan muchísimo por rriente pertenecen igualmente los valiosos libros de
problemas referentes a la psicología de la vida moral Max Weber, quien, especialmente en su Religions-
y por los relativos a la naturaleza humana tal como soziologie (Sociología de la religión) realizó una im-
los ve un moralista. Sin embargo, la idea de crear portante aportación a la sociología de la moral.
una rama independiente de la ciencia para examinar La tercera corriente se vio influenciada por soció-
científicamente las diferentes concepciones y creen- logos, sobre todo por Emile Durkheim y su escuela.
cias humanas en torno a una vida moralmente buena Durkheim elaboró su programa en el libro La divi-
y para explicar su origen, no cristalizó hasta la segun- sión del trabajo social (De la división du travail
da mitad del siglo xix. social), publicado en 1893. Como los fenómenos mo-
En ese tiempo se pueden observar tres corrientes rales son fenómenos sociales, la ciencia que los inves-
principales respecto a los estudios descriptivos de tigue deberá, según él, incluirse en la sociología
ética. La primera proviene de Darwin, y se ocupa —opinión que conduciría a la inclusión en la socio-
sobre todo de la evolución de las ideas morales. Me logía de todas las humanidades.
refiero a libros como L'évolution de la morale (1887), El programa de Durkheim de crear una así lla-
de Charles Letourneau; The origin and grotvth of the mada «física de las costumbres» fue apoyado y defen-
moral instinct (1898) = Origen y desarrollo del ins- dido en su escuela por Lucien Lévy-Bruhl y, más
tinto moral, de Alexander Sutherland; The origin tarde, por Albert Bayet. El famoso libro de Lévy-
and development of moral ideas (1906) = Origen y Bruhl, La moral et la science des moeurs (La moral

54 55
y la ciencia de las costumbres), publicado en 1903, hacerse una ciencia en el sentido estricto de la pala-
contenía una refutación de todos los ataques dirigidos bra, sin embargo, es seguro que se la puede tratar
contra esta ciencia y una' serie de principios muy de manera más científica que lo que se la ha tratado
generales sobre su desarrollo futuro. Lévy-Bruhl esta- hasta ahora. Toda elucidación de conceptos, cualquier
ba de acuerdo con su predecesor al incluir esta rama empeño por poner en claro cuáles son las normas fun-
de la ciencia en la sociología, a pesar de estar tan damentales de un sistema ético dado, y que podría
lejos de ser convincente la teoría de Durkheim de derivarse de ellas como premisas, son pasos hacia
que la investigación de los fenómenos morales per- una ética normativa más coherente. Al calificar de
tenece a la sociología por ser sociales dichos fenó- científica a la investigación, no le adscribimos una
menos morales. El arte, la literatura, las leyes y la cualidad única, sino un número de cualidades de
religión son también fenómenos sociales, y, sin em- distinta clase y grado, tales como claridad, coheren-
bargo, nadie pensaría en incluir su estudio dentro de cia, exclusión de generalizaciones precipitadas, veri-
la sociología. ficabilidad. Algunas de estas cualidades pueden con-
seguirse, al menos hasta un cierto grado, en las dis-
Durkheim y los de su escuela se desentendieron ciplinas normativas, y el desarrollo de la ética des-
de todos los problemas psicológicos concernientes a criptiva parece ser de mucho provecho para el logro
la vida moral y trataron con desdén la psicología de esta meta en el ámbito de la ética normativa.
derivada de Comte. El vienes Moritz Schlick, en su
libro Fragen der Ethik = Problemas de ética (véase
nota 11), no reparó en todos aquellos problemas
sociológicos capaces de constituir el objeto de una
obra puramente descriptiva y elucidativa, y propuso
inserir la psicología descriptiva dentro de la psico-
logía. Como hemos tratado de mostrar, la ética des-
criptiva debe abordar su objeto desde diferentes
ángulos y tomar en consideración no sólo la psico-
logía y la sociología de la vida moral, sino también
los problemas de la meta-ética.

Si abogo por una obra descriptiva autónoma sobre


nuestra vida moral, no lo hago con la intención de
desestimar la ética normativa. Observo con gran inte-
rés todos los intentos por construir y desarrollar una
lógica sobre normas morales y creo que en este campo
es completamente posible toda clase de razonamientos
deductivos. Aunque de la ética normativa no pueda

56 57
2
Los fenómenos morales
como variables
dependientes

Ahora podemos definir mejor el objeto de nues-


tras consideraciones y poner en claro su relación con
la ética normativa y descriptiva. Ya hemos visto
que en los libros de ética se han tratado cinco
grupos de problemas. De éstos hemos estimado
oportuno eliminar del ámbito de la moralidad los
problemas de la praxiología, los de la axiología y
los de la felicitología, y por eso no hablaremos más
de ellos. Los dos problemas restantes, el de la mora-
lidad social o cívica y el de la moralidad personal,
los trataremos desde el punto de vista descriptivo y
sociológico.

Una palabra a favor de


una sociología de la moralidad

La sociología de la moralidad no está entre los


temas citados en el boletín bibliográfico, «Sociolo-

59
gical abstracts», ni se trató de ella en seis diferentes cíente para explicar esta negligencia. El concepto de
congresos sociológicos internacionales, en los que, en ley es un tema que se presta a muchas discusiones,
cambio, se habló de sociología de la educación, de según podemos observar, por ejemplo, en las obras
la religión y del derecho. El desarrollo de la socio- de Bronislaw Malinowski. En cuanto al concepto de
logía de la moralidad es un tema de interés teórico arte, hubo un tiempo en que al cine se le negó
y puede ser de gran importancia práctica. Sólo la tal denominación. Y no es fácil decir exactamente
publicación francesa «Année sociologique» ha inclui- cuándo podemos calificar de arte a la fotografía y
do desde sus comienzos una sección sobre la socio- cuándo no, si bien lo sería en el caso de una simple
logía de la moralidad; y en 1964 los «Cahiers inter- foto de carnet.
nationaux de sociologie» publicaron una bibliografía
de las obras sobre el tema (v. 36). El interés francés A pesar de la escasez de trabajos de investiga-
en este problema se debe a la obra de Durkheim ción en el campo de los valores, muchos sociólogos,
filósofos y antropólogos de la cultura han contribui-
y de su escuela. Más adelante hablaremos de sus
do a su desarrollo con interesantes observaciones e
aportaciones en este campo tan desatendido.
hipótesis. Antropólogos de la cultura, por ejemplo,
han recogido mucho material interesante referente
¿Cómo explicar esta falta de interés en cuestio-
a la vida moral de diferentes pueblos primitivos.
nes tan fascinantes como éstas? ¿Nos repugna tratar
Pero lo que todavía falta y sería muy necesario es
de problemas tan cargados de emoción y tan profun-
un esfuerzo en favor de una sistematización. Esto
damente arraigados en nuestra personalidad? Quizá
nos permitiría conocer los logros ya conseguidos y
es que somos escépticos respecto a la posibilidad de
lo que queda por hacer, qué hipótesis necesitan de-
estudiar los problemas morales en una forma cientí-
mostración, qué clase de investigación habrá que orga-
fica a causa de la vaguedad del concepto de mora-
nizar a escala internacional. Voy a pasar ahora a
lidad. Sin embargo, no son menos discutibles los
ofrecer el panorama de los diferentes factores que
conceptos de religión, de arte o de derecho. Es
en los distintos tiempos y épocas han sido conside-
cierto que el estudio de la religión es más fácil
rados influyentes en la vida moral de las sociedades.
porque la religión asume generalmente formas insti-
tucionales y porque a sus especialistas, los teólogos, Al hablar de influencias sobre la vida moral de
se les considera competentes en materias relaciona- una sociedad, puede uno tener en su mente uno de
das con la fe. Además, la manifiesta variedad de estos dos pensamientos: en primer lugar, se puede
sistemas religiosos ha sido un incentivo para su pensar que la conducta dirigida por reglas cambia,
investigación y estudio, mientras la existencia de dife- aunque mientras tanto sigan las reglas considerándose
rentes sistemas morales no ha sido tan obvia, espe- obligatorias. Por ejemplo, normas reguladoras del
cialmente para aquellos que creen en una moralidad comportamiento sexual pueden ser observadas más
natural y universal. Con todo, la vaguedad del con- rigurosamente en un período y menos en otro. En
cepto de los valores morales no es ciertamente sufi- segundo lugar, se puede igualmente pensar que los

60 61
cambios de comportamiento podrían conducir even- Aristóteles, en el capítulo 7 del libro VII de su
Política, atribuye gran importancia al clima en la
tualmente a cambiar reglas reconocidas como vá-
formación del carácter humano:
lidas.
Durante la era de la Liga anseática, se miraba Los que viven en un clima frío y en Europa, son
valientes y decididos, mas carecen de inteligencia y
con desdén al comerciante que vendía a precios me- destreza; por eso conservan su relativa libertad, pero
nores que otros comerciantes. Daniel Defoe, un siglo no poseen organización política alguna y son incapaces
después de la decadencia de la Liga, todavía seguía de dominar y gobernar a otros. Los asiáticos son inte-
opinando lo mismo, y admiraba la solidaridad de ligentes e ingeniosos, y, sin embargo, no son decidi-
los comerciantes que iban de Lübeck a Nóvgorod dos; de ahí que estén siempre en un estado de sujeción
y de esclavitud. El pueblo helénico, por el contrario, al
estrechamente unidos por el peligro común de los estar situado en medio de ellos, participa del carácter
ladrones a que se veían expuestos. Más tarde, sin de ambos: es valiente, decidido e inteligente.
embargo, en la libre competencia de la sociedad del
laissez faire, el comerciante que ofrecía precios más También la comunicación con el mar o la falta
bajos era considerado como bienhechor del consumi- de ella es importante para el carácter de los ciuda-
dor. Los cambios de la conducta dirigida por normas danos. Los hombres consideran a menudo que un
y los cambios de las normas mismas están general- acceso al mar se opone a un orden público equili-
brado, a causa del contacto con buen número de
mente relacionados entre sí. No sólo los cambios en
extraños crecidos bajo otras leyes, y a causa de la
las normas afectan a la conducta, sino también la
movilidad de los comerciantes que vienen y van, cosa
prolongada no-observancia de las normas conduce ge-
que perjudica y es enemiga del buen gobierno. Pero,
neralmente a la modificación de éstas. Sin embargo,
por otra parte, es preferible que un país tenga mar,
parece aconsejable seguir manteniendo esta distin-
para mayor seguridad y mejor provisión de todo lo
ción.
necesario.

A finales del siglo xiv un autor árabe llamado


Ibn Khaldoun, considerado como uno de los prime-
La importancia del ambiente físico ros sociólogos, determinó en el mundo por él cono-
cido siete climas diferentes, cada uno de los cuales
influía sobre la formación del hombre de manera dis-
Aunque de acuerdo al subtítulo de este libro, mi tinta. A ambos extremos de la escala climática, la
intención sea tratar únicamente de las determinantes gente se comportaba, según él, como los animales:
sociales de las ideas morales, me gustaría, sin em- se devoraban unos a otros y vivían sin ley ni reli-
bargo, mencionar brevemente las opiniones de aque- gión. Sólo el clima templado favorece el nacimiento
llos autores que recalcan la importancia del ambiente de la civilización. En un clima cálido, afirmaba, nues-
físico para el desarrollo de la conducta y de las tros tejidos orgánicos se expanden como bajo la
ideas morales del hombre.
63
62
influencia del alcohol, y esa es la razón por la cual res decaen y se marchitan pronto y su belleza sólo
los negros son por naturaleza alegres y nunca se dura un espacio de tiempo muy corto. En tales
preocupan del futuro, mientras que en el clima frío condiciones, una necesidad de cambio, por parte de
es necesario prever y la gente está constantemente los hombres, le parece a Montesquieu del todo legí-
acumulando provisiones con vistas a tiempos peores.1 tima. Aunque perfectamente conocedor de los dife-
rentes factores que determinan el modo de vida de
La influencia del clima fue particularmente subra- un pueblo, Montesquieu insiste, sin embargo, en con-
yada por Montesquieu en su obra El espíritu de las siderar el clima como el más importante y decisivo.
leyes. En climas desiguales, argüía, las necesidades En el libro xix sostiene que «el imperio del clima
diferentes contribuyen a la creación de leyes varias es el primero y el más poderoso de todos los im-
y de distintas formas de vida. En el norte, la gente perios».
es más segura de sí, y por eso es también más ani-
mosa. Como tienen un sentimiento de superioridad, De acuerdo con Montesquieu, un sociólogo fran-
no se dejan llevar tanto por el espíritu de venganza, cés, Gastón Bouthoul, en su Traite de sociologie,
se sienten más seguros; de ahí que sean más abiertos, llegó a considerar absolutamente probable que el
menos inclinados a ser suspicaces, taimados o fraudu- clima agotador de la India hubiese sugerido la idea
lentos. Mientras en un clima frío la gente no es de las castas en aquel país. Un sistema de castas
particularmente apta para sentir pena ni gozo, la libraba a la gente de todo esfuerzo personal y de
de países cálidos se ve constantemente impelida a la toda competición, pues se suponía que las virtudes
búsqueda de placer, especialmente del que propor- y el valor personal dependían del nacimiento y no
ciona la vida sexual. Las pasiones son allí tan violen- del mérito personal.2 Otros autores con puntos de
tas que a menudo conducen al crimen. Sin embargo, vista semejantes pensaron que el clima hizo surgir
al ser mayor el calor, la gente se hace pasiva, pierde la idea de la transmigración de las almas, pues esta
toda curiosidad y deseo de saber y se ve privada de creencia permitía posponer para una vida futura
sentimientos elevados. La felicidad consiste para ellos aquello que uno había esperado realizar en la pre-
en la ociosidad. sente y proporcionaba motivos razonables con que
justificar la indolencia.
La diferencia de clima fue, según Montesquieu,
decisiva para la adopción del cristianismo en unos Otro conocido sociólogo francés de la escuela de
países y del Islam, con su fondo moral, en otros. Durkheim, Marcel Mauss, demostró cómo las varia-
Montesquieu atribuye al clima la existencia de la ciones del modo de vivir de los esquimales depen-
monogamia en ciertos países y de la poligamia en den del cambio de las estaciones.3 La recogida de
otros, y dice ser natural la poligamia donde las muje-
1
GASTÓN BOUTHOUL, Traite de sociologie, 1946, 300.
3
1
Cito de una traducción francesa: Les prolégoménes d'Ibn MARCEL MAUSS, Essai sur les variations saisonniéres des so-
Khaldoun. París 1934-1938, 1, 177. cietés Eskimos: Année sociologique (1904-1905).

64 65
datos científicos in situ era rara en el tiempo en que libro se halla situado a medio camino entre la con-
la escuela de Durkheim desarrolló toda su actividad, cepción extremadamente biológica y la radicalmente
y Mauss estudió la comunidad esquimal valiéndose cultural o sociológica. La salud y la fortaleza física
de materiales muy ricos, pero de segunda mano, al son factores básicos para determinar el grado y ampli-
igual que lo hicieran Durkheim y Lévy-Bruhl al tratar tud del progreso humano. Un régimen alimenticio
de los pueblos primitivos. Los materiales de que por debajo de lo normal produce estancamiento y
disponía Mauss fueron suficientes para mostrar que paralización.
las diferentes condiciones de caza en verano y en
invierno obligaban a los esquimales a llevar dos Un clima cálido, especialmente si es húmedo, predispo-
ne a la gente a no sentir inclinación al trabajo. Esto
formas distintas de vida. En verano vivían en peque- induce a los más inteligentes a vivir con el menor es-
ñas familias dispersadas por el área de caza; en fuerzo posible. Su ejemplo, a la vez, favorece el des-
invierno, en cambio, vivían agrupados en una familia arroUo de un sistema social que considera plebeyo el
grande y extensa. En verano, el padre era la auto- trabajo duro y pesado.5
ridad suprema de la familia, mientras que en invierno
la gran familia era gobernada por un jefe. En invier- La religión ha sido un factor vital para la confi-
no, la vida era socialmente muy activa, animada por guración y estructura de la sociedad humana y, como
muchas ceremonias religiosas, juegos y danzas. Mien- el autor trata de mostrar, se acomoda más o menos
tras en verano la familia era estrictamente monóga- a las diferencias del ambiente geográfico.
ma, en algunas ceremonias de invierno había un gene-
ral intercambio sexual de parejas. En su vida nómada Poco tiene de extraño, pues, que los budistas ordenen
de verano, los esquimales eran insensibles y duros el infierno en seis niveles distintos entre sí por la in-
tensidad de la tortura del fuego.
para con los ancianos y enfermos, mientras que en
su vida sedentaria de invierno mostraban hacia los
Las religiones de formas más elaboradas suelen
débiles una actitud muy deferente y protectora. distinguirse, según Huntington, por las características
siguientes:
Con el desarrollo de la sociolgía, la importancia
atribuida a los factores climáticos disminuyó en favor 1) amor, confianza y fe, en lugar de odio, duda y te-
de las determinantes sociales. Sin embargo, aún en mor; 2) ley uniforme e inquebrantable, en lugar de
1945, Ellsworth Huntington, de la universidad de una arbitraria interferencia; 3) conducta moral perso-
nal, sin la cual tendrían poco valor los ritos y la fe;
Yale, en su libro Mainsprings of civilization subraya 4) altruismo y responsabilidad social como base de la
la importancia del clima, de la temperatura, de la conducta en la sociedad.6
situación geográfica y del régimen alimenticio.4 Este

s Ibíd., 285.
* ELLSWORTH HUNTINGTON, Mainsprings of civilization. Mentor <• Ibíd., 291 y 292.
Books 1959.

66 67
El autor trata de mostrar que existe una corre- Factores demográficos
lación entre las diferencias religiosas y climáticas, sin
reparar si el clima es la causa o si es simplemente
Después de estos breves apuntes sobre el papel
un fenómeno concomitante. Entre gentes carentes de
que desempeña el ambiente físico en la configuración
energía, más que el trabajo activo en favor de los
de nuestro modo de vida y de nuestros juicios apre-
demás, es el sufrimiento pasivo el que adquiere cate-
ciativos, me gustaría decir unas pocas palabras sobre
goría de mérito. Un hindú encuentra mucho más fácil
el que desempeñan el sexo, la edad, la proporción
conseguir santidad echándose en una cama de clavos,
de ambos sexos, la densidad y el crecimiento de la
instalándose durante meses enteros encima de una
población, la magnitud del grupo, la movilidad de
columna, o sepultándose por un tiempo hasta el
sus miembros —factores todos ellos incluidos en el
cuello.
concepto de ecología o demografía.
El cielo es para él simplemente un estado de existen-
cia impersonal en que el alma humana no hace nada, Empecemos con el papel desempeñado por el
no piensa nada, y no es nada, sino una parte del alma sexo. Cuando decimos que el sexo ejerce una influen-
ilimitable e inactiva del universo.7 cia sobre las ideas morales expresadas en normas adop-
tadas por una sociedad o sobre la conducta corres-
Cito estos ejemplos para mostrar el curso e ila-
pondiente a otras normas, podemos entender nuestra
ción de ideas contenidas en este libro. Las afirma-
afirmación en uno de estos cuatro modos.
ciones de Huntington son discutibles por dos razo-
nes. En primer lugar, es posible encontrar ejemplos 1. En primer lugar, podemos querer decir que
de gentes que viven en el mismo o en análogo am- la constitución física de los hombres y de las muje-
biente físico y que han adoptado diferentes formas res afecta a sus actitudes morales y que esto se
de vida —por ejemplo, los pueblos indios y los ve reflejado en su conducta o en sus juicios aprecia-
navajos, o los esquimales y los chukchi—. En segundo tivos. Pareto, por ejemplo, consideraba que las muje-
lugar, es también posible encontrar pueblos que, a res son más compasivas y, a la vez, más crueles que
pesar de vivir en condiciones completamente dife- los hombres. Generalmente a los hombres se les
rentes, poseen, no obstante, jerarquías similares de atribuye cierta inclinación a la violencia y a la beli-
valores. Por cierto, adviértase que esta clase de cosidad, por el hecho de que entre los criminales
ejemplos sólo demuestra ser falsa la opinión de que y miembros de bandas del hampa están más repre-
el clima es la única determinante del modo humano sentados ellos que las mujeres.
de valorar; ahora bien, Huntington considera al 2. En segundo lugar, el contenido de ciertas
clima solamente como una entre muchas posibles reglas morales revela que fueron elaboradas por
determinantes de las pautas humanas de comporta- hombres más bien que por mujeres. Y así, por ejem-
miento. plo, los preceptos que recomiendan a las mujeres
castidad y fidelidad podrían atribuirse a los hombres
7
Ibíd., 298 y 299.

69
68
por servir esto a sus intereses. El noveno y décimo sura, ya que las mujeres no representaban peligro
mandamientos del decálogo: «No apetecerás la casa alguno para el conquistador.
de tu prójimo; no codiciarás su mujer, ni su siervo,
ni su sierva, ni su toro, ni su asno, ni nada de lo Distinciones similares pueden hacerse respecto a
que pertenece a tu prójimo», fueron formulados evi- la edad.
dentemente por un hombre que sólo tuvo en cuenta
1. Muchos autores han insistido en las transfor-
las tentaciones propias de los hombres. Los legisla-
maciones de carácter motivadas por la edad y acom-
dores, generalmente hombres, han escrito muchos có-
pañadas por cambios en las actitudes morales. En el
digos penales en los que no se menciona el lesbia-
libro II de su Retórica, Aristóteles distingue la ju-
nismo o se lo trata con mucha mayor tolerancia que
ventud, la madurez o período de plenitud, y la vejez:
al homosexualismo masculino. La declaración france-
sa de 1789 fue una declaración de los derechos de Los jóvenes tienen pasiones fuertes, y tienden a sa-
los varones adultos; y así, por ejemplo, se les reco- tisfacerlas indistintamente. De los apetitos corporales,
nocía a los hombres el derecho sagrado de la propie- el sexual es el que más les domina. Sus deseos son vo-
lubles e inconstantes, violentos mientras duran, pero
dad, mientras que las mujeres casadas tenían que muy pasajeros: sus impulsos son vehementes, pero sin
renunciar a sus haberes en favor de sus esposos. hondura, parecidos a los del hambre o a los de la sed
de un enfermo. Son ardientes y coléricos, y en seguida
3. En tercer lugar, el mismo acto es valorado montan en cólera; su pundonor no les permite sopor-
de manera diferente si el que lo realiza es un hombre tar ningún menosprecio, y se enojan si se sienten ofen-
didos. Si mucho aman el honor, más aún aman la vic-
o una mujer. El abandono de un niño por su madre toria; en efecto, la juventud siente avidez de superio-
es tratado generalmente con severidad mucho mayor ridad sobre los demás, y la victoria es la mejor forma
que si el que lo abandona es el padre. Una mujer de esa primacía. Para ellos cuentan estas dos cosas
borracha es muy mal mirada y severamente repro- más que las riquezas... Su valentía y su optimismo los
hacen ser más animosos que las personas de edad...
bada; en cambio, al hombre borracho se le trata,
Se deciden antes por lo noble que por lo útil: regu-
al menos en algunos países, con indulgencia. lan sus vidas más con el sentido moral que con la
4. Finalmente, una misma forma de conducta
observada en una mujer o en un hombre puede ser El carácter de los hombres entrados en años... se
enjuiciada y valorada de forma distinta en cada caso. ve constituido mayormente por los elementos opues-
Durante la ocupación alemana de Polonia, por ejem- tos.
plo, los alemanes, por regla general, no fusilaban
a las mujeres en sus ejecuciones semanales por las Aristóteles ofrece luego una lista detallada de ele-
calles de Varsovia. Los conquistadores de la antigüe- mentos diferenciadores. En cuanto a los hombres
dad solían esclavizar a las mujeres y a los niños; que se hallan en la plenitud de la vida, él infiere sus
a los hombres, en cambio, los mataban. El matar características por deducción más bien que por obser-
a las mujeres habría constituido motivo de seria cen- vación. Les atribuye un carácter intermedio, entre el

71
70
castigo por su negligencia, no le deja ir al circo, el
del joven y el del entrado en años, libre de los ele-
niño puede ver esta prohibición como un acto de
mentos extremos de ambos.8 venganza; pero, como ama a su madre, acaba por
2. Estas citas tomadas de Aristóteles ilustran la considerar que el sufrimiento es un medio justificado
opinión según la cual las actitudes morales cambian para el restablecimiento del orden moral culpable-
con la edad. Es muy probable que las normas mora- mente alterado.
les sufrirían ciertos cambios si las dictasen los jóve-
La idea del castigo o penitencia expiatoria no se
nes. Jean Piaget, en su libro El juicio moral en el
les ocurriría, según Piaget, a los que han crecido en
niño, distingue dos clases de moral: una, formada
grupos ligados por camaradería. En esos grupos en
en grupos pequeños compuestos por adultos y niños,
que prevalece el respeto mutuo, la cooperación y la
esto es, en grupos unidos por relaciones asimétricas
igualdad, el castigo se fundaría en razones de corres-
y dominadas por los adultos; la otra, formada en
pondencia o reciprocidad. Al niño que se negase a
grupos de niños de más o menos la misma edad y
traer el pan, se le negaría a su vez otro favor similar
unidos por relaciones simétricas de camaradería. La
que él pidiese. No se le privaría, en cambio, de una
primera es una moral de constreñimiento, de auto-
alegría esperada.
ridad dominadora, de respeto unilateral; la segunda
es una moral de respeto mutuo y de cooperación. La moral de la disciplina, de la obediencia y de
Piaget llama moral del deber a la primera, y a la la conformidad es, según Piaget, característica de las
segunda, moral del bien (la moróle du devoir et la obras de Kant y de Durkheim. La simpatía de Piaget
moróle du bien). se vuelca manifiestamente hacia la moral de grupos
de niños de la misma edad, es decir, hacia la moral
La obediencia a la ley, esto es, generalmente a nacida entre iguales. Las reglas resultantes del juego
la autoridad de los adultos, es típica de la moral entre jóvenes tienen un entusiasta en este gran edu-
del deber. Las prescripciones morales son en ese caso cador cuya actitud general podría resumirse así: ¡Qué
entendidas al pie de la letra y obedecidas con una lástima que se requieran padres para la existencia
tendencia marcada al conformismo. La idea misma de los niños! En relación a esta actitud, D. W. Har-
de la penitencia expiatoria está en relación con la ding, en su obra Social psychology and individual
presión ejercida por los adultos en la vida de familia. valúes (Psicología social y valores individuales), pre-
Y, efectivamente, ¿cómo admitir que una transgre- gunta con razón.
sión de la ley moral pueda repararse mediante el ¿por qué el deseo de cooperar con un grupo de iguales
sufrimiento, si ese sufrimiento no es aplicado por no ha de producir la misma sumisión personal que el
los padres a quienes su hijo ama? Si a un niño le deseo de obedecer a los mayores? 9
pide su madre que vaya a comprar pan y luego, en
» DENYS CLEMENT WYATT HARDING, Social psychology and indi-
8 vidual valúes. London - New York 1953.
The Works of Aristotle, editadas por W. D. Ross. Oxford
1924, 11, Rhetorica, libro 2.°.
73
72
Las opiniones de Piaget, según las hemos esbo- a todos los hombres por la Declaración universal de
zado aquí, subrayan no sólo la importancia de la los derechos humanos, adoptada por la Asamblea ge-
edad en nuestras actitudes morales, sino también la neral de las Naciones Unidas en 1948.
importancia de las relaciones interhumanas entre los También puede tomarse en cuenta la longevidad
componentes de un grupo (relación de autoridad y creciente.
sumisión o relación de igualdad entre compañeros e
iguales), y la importancia de la existencia de gene- Al comienzo de la revolución industrial, escribe Vil-
helm Aubert en su obra The hidden society (La socie-
raciones diferentes para la formación de las normas
dad oculta), el ideal de un matrimonio monógamo y
morales de conducta. En este punto estaba de acuer- vitalicio implicaba, por término medio, vivir conyu-
do con Freud, quien, como todos saben, identificó galmente no más de unos diecisiete años. Hoy tienen
la conciencia con el super-ego desarrollado en los que vivir unos cuarenta antes de que la muerte los se-
niños por la constante aprobación de parte de los pare. 10
adultos. Piaget se oponía así a la opinión de Durk-
La actual duración del matrimonio está en fun-
heim, que vio en la sociedad un todo homogéneo
ción no sólo de la longevidad, sino también del
y no apreció suficientemente el papel desempeñado
hecho de que la gente se casa más joven. Estos dos
en ella por las diferentes generaciones.
factores hacen que el requisito de la fidelidad estricta
exija hoy mucho más que antes.
Hemos mencionado los cambios de carácter que
puede traer consigo el ir progresando en años, así Vamos a decir ahora unas palabras sobre cómo
como los efectos posibles que las diferencias de edad influye en la elaboración de preceptos morales la
pueden tener sobre las ideas morales. La influencia proporción numérica entre hombres y mujeres de una
de la edad se revela también en el hecho de que la sociedad. Montesquieu atribuía la poliginia no sólo
misma conducta puede ser juzgada diversamente en a la influencia del clima donde el atractivo de las
un niño y en un adulto. Los códigos penales de mujeres es muy efímero, sino también al hecho de
todos los países civilizados establecen una edad míni- que en una sociedad haya más mujeres que hombres.
ma en que las personas son consideradas como res- Si, por el contrario, el número de hombres excede al
ponsables de sus actos y quedan sujetas a las pres- de mujeres, podremos observar que aparece como
cripciones penales. Los niños tienen derechos, pero remedio, según él, la poliandria o la homosexualidad
no deberes. Tienen derecho a protección. La obe- masculina. Estas observaciones antiguas han sido con-
diencia es considerada positivamente en los niños, firmadas recientemente por Lévy-Strauss en su libro
pero no siempre en los adultos. Mientras a nosotros Tristes tropiques. En la tribu de los nambicuara, del
se nos recomienda veracidad en nuestras relaciones centro de Sudamérica, el jefe tiene muchas mujeres.
con adultos, no se espera, en cambio, que a los niños
haya que decirles siempre la verdad. A los jubilados 10
VILHELM AUBERT, The hidden society. Totowa, N. J. 1965,
se les niega el derecho al trabajo, derecho atribuido 228.

74 15
Este privilegio altera el equilibrio de la proporción aumento de coches y peatones por las calles motiva
entre hombres y mujeres, y, como compensación, la elaboración de un mayor número de reglas y orde-
llega a practicarse lo que los nativos llaman «amor naciones del tráfico. Una población densa requiere
de ficción», esto es, homosexualidad masculina. Por ciertas leyes que garanticen la existencia de la esfera
el contrario, en una tribu vecina, la de los Tupi- privada. En las selvas tropicales de Sudamérica habita
Kauahib, la poliandria sirve de contrapeso al mismo la tribu de los yaguas. Aunque todo el clan vive
privilegio del jefe. en una única casa larga, los miembros de esta gran
familia pueden retraerse a esfera privada siempre que
Muchos antropólogos de la cultura recomiendan lo desean; para conseguirlo, basta simplemente que
circunspección al relacionar la poligamia con la pro- vuelvan su rostro hacia la pared de la casa. Toda
porción numérica entre hombres y mujeres, ya que vez que un hombre, una mujer o un niño vuelve la
no tenemos estadísticas fidedignas referentes al nú- cara hacia la pared, los demás lo consideran como
mero de hombres y de mujeres en las sociedades si no estuviera allí presente.11
primitivas. En 1933, Gran Bretaña tenía tres millo-
Otros factores ecológicos que hay que tomar en
nes más de mujeres que de hombres, y, sin embargo,
cuenta son la tasa de nacimientos y el crecimiento
esta circunstancia no condujo a la aceptación de la
de la población. Según el bien conocido demógrafo
poliginia. Los mormones, en cambio, practicaron la
francés contemporáneo, Alfred Sauvy, a un alto po-
poliginia, aun a pesar de una gran escasez de mu-
tencial de crecimiento corresponden generalmente las
jeres. De ahí que las proporciones de los sexos no
siguientes características: alta mortalidad y vida me-
parezcan ni suficientes ni necesarias para provocar dia breve, alimentación inadecuada, gran número de
la poligamia. En esto pueden desempeñar un papel analfabetos, dominio del hombre sobre la mujer, que
diferentes factores. Tener muchas mujeres en las sólo se encarga de las labores domésticas, participa-
sociedades primitivas es a menudo un asunto de pres- ción de los niños en el trabajo, ausencia o debilidad
tigio, el privilegio del jefe o de los que poseen los de una clase media, falta de democracia.
suficientes medios de fortuna para sostener a una
o más de una mujer. David Riesman, en su obra The lonely crowd (La
multitud solitaria), distingue tres tipos de personali-
Pasemos ahora a otro factor ecológico, concre- dad correspondientes a tres situaciones demográficas
tamente el de la densidad de población. La densidad diferentes: 1) el hombre dirigido por la tradición,
de población afecta, a nuestro modo de ver, a la en una sociedad de alto potencial de crecimiento;
legitimidad del control de nacimientos. El aborto no 2) el hombre autodirigido, con metas e ideas adqui-
es castigado en el superpoblado Japón; es legal. Por ridas tempranamente, en una sociedad cuyo creci-
la misma razón se permite el homosexualismo. La
densidad de población estimula la creación de nor- " He tomado esta información de ROBERT KEDFIELD, The pri-
mas morales que aseguren el orden y la unión en mitive world and its transformations. Ithaca, New York 1953, 19-20,
REDFIELD se refiere allí a la obra de P. FETOS sobre los yagua.
una sociedad dada, precisamente lo mismo que el
77
76
miento de población es transitorio, y 3) el hombre Es un rito que se lleva a cabo sin intenciones de
heterodirigido, en una sociedad de incipiente descen- lucro. Los servicios prestados no son correspondidos
so de población.12 Estas distinciones son de sobra de inmediato, ya que esto supone una vida sedentaria
conocidas y no es necesario que nos paremos a tra- constituida por relaciones personales estables. No se
tarlas por extenso. Por más que la caracterización de rechaza nunca un deseo de intercambio de servicios.
estos tres tipos de personalidad parezca convincente, Ambas partes tratan de demostrarse generosas. Es
debo confesar que no he sido nunca capaz de captar inimaginable que uno quiera aprovecharse de otro;
su relación con los factores demográficos mencio- entre ellos no cabe el regateo.
nados.
Lévy-Strauss, que, como Malinowski, atribuye
En nuestra investigación deberíamos tomar en gran importancia a este principio de reciprocidad, se-
cuenta no sólo las hipótesis de los hombres de ñala que todavía funciona y tiene vida en círculos so-
ciencia, sino también todas aquellas generalizaciones ciales reducidos de sociedades contemporáneas; mues-
corrientes no atribuibles a autor alguno determinado. tra de ello serían los intercambios de regalos en
Existe, por ejemplo, la creencia común de que donde navidad, y en los días del onomástico y del cumple-
hay un alto potencial de crecimiento no se estima años. Para hacer constar que esta clase de intercambios
mucho la vida. Y suele citarse a la India como no es de tipo económico, los regalos que se intercam-
ejemplo. Pero, suponiendo bien sentado este hecho, bian no son directamente de ninguna utilidad: gene-
esta falta de estima y consideración de la vida puede ralmente flores, bombones y cosas por el estilo.13
deberse a la fe en la palingenesia. El continuo desplazamiento en una vida nómada
Al lado de la densidad de la población y de su o errante es considerado también como factor ecoló-
potencial de crecimiento debemos también tener pre- gico relacionado con un modo particular de vida y
sente el tamaño de un grupo o de una sociedad de jerarquías de valores, entre los que quedan inclui-
determinada y considerarlo como una de las posibles dos los valores morales. El matar a los ancianos
determinantes de las normas morales. El principio y a los enfermos se ha visto siempre como algo
de reciprocidad, considerado por Malinowski como propio del nomadismo. Recordemos a los esquima-
la base de la cohesión social de los indígenas de les, de quienes dijimos que durante la vida nómada
las islas Trobriand, sólo es aplicable a grupos estruc- del verano no demuestran consideración alguna hacia
turados según relaciones muy personales. Sólo en los ancianos y enfermos, y, en cambio, los protegen
grupos así puede existir lo que Malinowski llama «el y tratan con deferencia en su vida sedentaria del
juego de dar y recibir», una bien equilibrada serie
de servicios recíprocos. Tal intercambio difiere mu- 13
No estoy absolutamente de acuerdo con Lévy-Strauss en
considerar la institución del «potlatch» como una forma de reci-
cho, por supuesto, de las operaciones comerciales. procidad. El «potlatch» no representa ningún intercambio de ser-
vicios, sino que es una competición en que entra en juego el
prestigio social que ha de adquirir el que la organiza a través
12 DAVID RIESMAN, The lonely crowd. New Haven 1950. del despilfarro que sea capaz de permitirse.

78 79
invierno. En una vida errante los niños son una al grupo, pues a menudo el único modo de sobrevivir
carga; por eso los grupos nómadas no consideran la es atacar a otros nómadas o robarle animales a la
fertilidad como bendición, y no sólo practican el gente domiciliada en los distritos agrícolas por los
control de nacimientos, sino que lo admiten total- que ellos se hallan de paso. Estas características difie-
mente y tiene entre ellos entusiasta aceptación. ren ampliamente de las de la población agrícola, que
debe, eso sí, ser trabajadora e industriosa, pero
Huntington, a quien cité cuando hablábamos de cuya supervivencia no depende del coraje ni de las
los efectos del clima, atribuye a los nómadas una dotes de mando ni de la rapidez de decisión. Rara-
gran importancia en el desarrollo de la civilización. mente tienen éstos que enfrentarse con experiencias
nuevas, con nuevos problemas o con responsabilida-
Desde que logró implantarse la cultura y la civiliza-
ción, escribe Huntington, los pueblos agricultores han des nuevas. En la vida de los nómadas son grandes
superado ampliamente en número a los nómadas. Sin los esfuerzos y las cargas que hay que estar dispuesto
embargo, los nómadas han conquistado y dominado a a soportar, y los más débiles sucumben con fre-
aquéllos en repetidas ocasiones.14 cuencia.
Característica de los nómadas es la democracia, Los procesos biológicos de selección y los ideales
palabra que para el autor significa ante todo igual- sociales operan aquí simultáneamente. Y se ven re-
dad. Entre los nómadas son imposibles las grandes forzados por el hecho de que los nómadas general-
diferencias de riquezas. Lo que poseen debe ser fácil- mente forman pequeños grupos en los que la heren-
mente transportable. Todos los hombres nómadas cia, a través del matrimonio entre parientes, desem-
comparten el mismo alimento y realizan el mismo peña un papel decisivo. Huntington emplea el término
trabajo, y lo mismo vale para las mujeres. Es muy «kith» (unión de parentela) para designar a un grupo
alabada la ayuda mutua. La hospitalidad es una de de esta clase. Un «kith», según él, es un grupo de
sus principales virtudes sociales, y, efectivamente, su personas relativamente homogéneo por lengua y cul-
supervivencia depende a menudo de la hospitalidad tura, cuyos componentes se casan libremente unos
de los demás. Es un requisito estricto de su código con otros.15 En su opinión, los «kiths» han influido
del honor. de manera decisiva en nuestro pasado. Basta pensar
en los vikingos o en los puritanos, que fueron los
Huntington ha estudiado las migraciones de los primeros pobladores de Nueva Inglaterra.
árabes, kurdos, kirghiz y mongoles y ha tenido oca-
sión de ver cuan necesarias son, para esta clase de No creo que la teoría de Huntington valga para
vida, la iniciativa, la acción rápida y decisiva y la toda clase de nómadas y para todos los grupos a
seguridad de sí mismo. Según él, los nómadas han los que pudiera aplicárseles la denominación de
de tener la capacidad de dirigir como la de seguir «kiths». Los gitanos, por ejemplo, forman grupos de

'« E. HUNTINGTON, O. C. 162 s. " Ibld., 111.

80 81
el americano ideal en Estados Unidos, dice que en
relativa homogeneidad lingüística y cultural y se 1958 cambiaron de residencia treinta y tres millones
casan libremente entre sí; y, sin embargo, no mues- de norteamericanos.16 Según Talcott Parsons, este
tran rasgos de espíritu emprendedor. Aunque viven movimiento de la población contribuye a reducir la
en los más diversos climas, se aferran obstinadamente familia a la mínima expresión, ya que, si se desplaza
a su propia jerarquía de valores, en la cual el trabajo de un sitio para otro, no puede ser numerosa. En
es sumamente despreciable. Decir la buena ventura, un congreso celebrado en 1960 en Washington, algu-
montar espectáculos callejeros y robar constituyen, nos conferenciantes atribuían a este hecho el aumento
por lo menos en Europa, sus ocupaciones más cono- de la delincuencia juvenil.
cidas.
Conviene advertir que la reducción de la familia
Los esfuerzos realizados en mi patria para incor- al solo núcleo familiar puede también deberse a una
porarlos en el proceso de producción y para hacerlos movilidad en sentido vertical. Cuando hay oportuni-
sedentarios, han chocado con las más grandes difi- dad de promoción y el progreso es rápido, la brecha
cultades. En una reunión, una gitana expuso que la de separación entre las generaciones se hace grande,
vida es demasiado corta y que, por tanto, no hay que y puede ocurrir que a muchos les parezca embara-
estropearla con el trabajo —opinión que fue ovacio- zoso ser vistos con sus padres.
nada con el más cálido aplauso de toda la audiencia
gitana—. En 1952, en un distrito de Cracovia les Alexander Gerschenkron, el conocido economista
ofrecieron a unas familias gitanas unos buenos pisos. de Harvard, ha reparado en la influencia de esta
Al poco tiempo los abandonaron y se fueron a un movilidad industrial al observar el modo en que son
campo de los alrededores; decían que vivir en pisos juzgadas las personas. Según él, en las sociedades
les hacía pensar que estaban en la cárcel. La persis- migratorias, en contraposición a las fijas, el mérito
tencia de su estilo de vida, a pesar de su paso cons- de las personas es visto de un modo diferente. Bajo
tante por pueblos de diferentes culturas, es franca- sociedad «fija», entiende él
mente sorprendente. En Francia, en 1960, me tocó
una sociedad en la que la vida entera de un individuo
ver un grupo de gitanos; estaban sentados sobre la se desarrolla, por lo general, dentro de un círculo so-
hierba en torno a su «Renault». El medio de trans- cial relativamente reducido.
porte era nuevo, es cierto, pero era el único cambio
observable. Las sociedades preindustriales son un ejemplo de
sociedades fijas. En sociedades migratorias industria-
Al hablar de los nómadas, nos referíamos a la lizadas no puede considerarse como un ideal una vida
migración de grupos enteros de población. Debemos, cuyo curso sea constantemente igual, continuamente
sin embargo, añadir unas palabras sobre el efecto uniforme.
moral de las migraciones individuales. Migraciones de
este tipo son muy frecuentes en Estados Unidos. El 16
J. M. DOMENACH, Le modele américain: Esprit (1960) 7-8.
autor francés J. M. Domenach, en su artículo sobre
83
82
La auténtica transformación de campesino en habitan- Khaldoun, a quien ya cité antes, advertía a los hom-
te de ciudad, de europeo en americano, origina una bres de los peligros de la vida urbana. La población
ruptura en el curso normal de la vida de una persona,
rural (en su caso, los nómadas) se contenta fácil-
le pide estar dispuesta a olvidar, le hace negar mente y no busca los placeres sensuales que sólo
valor a la uniformidad de la vida. El valor atribuido la riqueza puede conseguir, mientras que los habi-
al hombre depende de sus logros presentes y no de tantes de la ciudad, habiendo confiado su seguridad
su pasado, en el cual tal vez ha podido haber fraca- a los gobernantes, pierden facultades en el manejo
sos, humillaciones e incluso crímenes. Las sociedades de sus propios recursos en las situaciones de la
preindustriales, según Gerschenkron, viven en el pa- vida, se vuelven despreocupados y se entregan a toda
sado; las industrializadas, por el contrario, viven en clase de pasiones.19
el presente y piensan en el futuro. Le dan al hombre
la posibilidad de renacer, cosa que no ocurre en las Basta recordar aquí el ideal de la vida pastoril
sociedades fijas.17 o bucólica, según el cual, para recuperar la sencillez
y la verdad, era preciso abandonar la cultura e imitar
La antropóloga cultural Alicja Iwanska, en sus la vida de los pastores. Johan Huizinga, en su libro
investigaciones sobre una comunidad del estado de Historia y cultura, escribe:
Washington, a la que ella llama con el nombre ficti-
Ninguna otra ilusión ha encantado a la humanidad du-
cio de «Goodfortune» («Buenasuerte»), confirmó in-
rante tanto tiempo y con tan fresca brillantez como la
dependientemente las interesantes observaciones de ilusión de la nost£gica flauta pastoril y de las ninfas
Gerschenkron. Escribe así: sorprendidas en medio del susurro de los bosques y
del murmullo de los arroyos. En esta concepción late
En conjunto, los «goodfortune» tienden a juzgarse unos
algo muy similar y en muchas ocasiones idéntico al
a otros según su actividad y eficacia del momento, más concepto de la edad de oro: es la edad de oro redi-
bien que por sus éxitos o culpas del pasado. Muchos viva.20
tienen antecedentes a veces denigrantes, pero nadie se
extraña de ello y a nadie le interesa demasiado. 18
El ideal bucólico era, ya para Teócrito de Sira-
cusa (alrededor del 270 a. J. C ) , un producto resul-
tante de la fatiga que ocasiona la vida urbana; el
Vida urbana y vida rural poeta lo hace ver bien pronto en aquel tono irónico
con el que una y otra vez trata de desenmascarar
la mentira de una vida de apariencias.
La convicción de que las ciudades son lugares de
La literatura bucólica, como expresión más per-
corrupción es muy antiguo. El sociólogo árabe Ibn
fecta del culto a la naturaleza, se extiende hasta el
" ALEXANBER GERSCHENKRON, Reflections on soviet novéis:
World politics 12, n.° 2 (enero 1960). i» I. KHALDOUN, O. C.
18
ALICJA IWANSKA: Bulletin 589. Institute of Agricultural Scien- 20 JOHAN HUIZINGA, Men and ideas. New York 1959, 84.
ces, State College of Washington (junio 1958) 12.

85
84
todo aquello que hace que una vida pueda ser con-
siglo XVIII. En la era de la rápida industrialización
siderada buena.
y del urbanismo, al comienzo del siglo XVIII, en In-
glaterra, Henry Fielding aboga en sus novelas, espe- En las ciudades, el orden técnico prevalece sobre el or-
cialmente en Las aventuras de Joseph Andrews, por den moral. El orden técnico es el que resulta de la
utilidad y ventajas mutuas, de la coerción deliberada...
una vida lejos de la agitación de las ciudades, en En el orden técnico las cosas unen a los hombres, e
las que tan difícil sería, según él, dar con hombres incluso ellos mismos pasan a ser algo así como cosas.21
de noble proceder.
Referente a los efectos de la civilización urbana
Robert Redfield, en su obra The primitive world sobre el orden moral, Redfield opina que la inte-
and its transformations (El mundo primitivo y sus gridad y la fuerza compulsiva del orden moral en
transformaciones), subraya la importancia del urba- una sociedad dada dependen del aislamiento y de
nismo para el orden moral, importancia en unos as- la lentitud de desarrollo del orden técnico de ésta.
pectos creativa, y destructiva en otros. Redfield acep- El orden moral florece cuando una sociedad se halla
ta la opinión de V. Gordon Childe, el cual conside- cerrada a las influencias exteriores. Por el contrario,
raba tres hechos especialmente importantes para el cuando se introducen rápidamente nuevas ideas y a
desarrollo del género humano: la revolución en la la vez conviven personas de diferentes tradiciones, el
producción de alimentos, la revolución urbana y la orden moral se ve envuelto en confusión y su auto-
revolución industrial. «Con la aparición de las ciu- ridad declina.
dades, los hombres pasaron a ser un tanto diferentes
de lo que habían sido antes». Las ciudades dieron Pero esto sería describir con excesiva sencillez
origen a una civilización distinta de la sociedad po- la influencia de la civilización urbana sobre el orden
pular. moral. La civilización urbana trae en este aspecto
no sólo desorganización, sino también reorganización.
Podemos decir que una sociedad es civilizada desde el Los efectos del orden técnico incluyen la creación de
momento en que la comunidad ya no es más pequeña, nuevos órdenes morales. La vida urbana está en rela-
ni está aislada, ni es homogénea ni autosuficiente; des- ción íntima con el origen y desarrollo de nuevas
de que la división del trabajo deja de ser simple; des-
de el momento en que las relaciones impersonales lle- ideas, forjadoras de historia, que repercuten directa-
gan a sustituir a las personales; desde que los lazos de mente sobre el orden moral. Las ideas se convierten
familia acaban por ser modificados o suplantados por en agentes causantes de ulteriores transformaciones en
los contractuales o de afiliación política; y finalmente la vida humana.
desde el momento en que se ha aprendido a pensar
sistemáticamente y a preguntar por las causas. La civilización urbana trajo consigo esa clase de
conflictos morales que pudieron dar origen a la idea
En las sociedades populares, prevalece el orden
de la dignidad humana, a la idea de la paz perma-
moral, es decir, la unión entre los hombres se basa
en concepciones comunes sobre el bien, en ideales
" R. REDFIELD, O. C , IX, 22, 21.
comunes, en convicciones también comunes sobre
87
86
nente, o a la idea de la responsabilidad humana uni- Antes de la intensa industrialización actual, la
versal. La noción misma de campesino va asociada vida familiar de nuestros campesinos se caracterizaba
al nacimiento y desarrollo de las ciudades. El campe- por el dominio absoluto del hombre sobre la mujer,
sino es uno que habita en el campo y cuyo sistema por la supremacía del padre de familia. Había una
de vida, establecido mucho tiempo ha, se halla fuer- división estricta del trabajo entre el campesino y su
temente influenciado por la ciudad, por ejemplo en esposa. Los hijos, en el aspecto económico, depen-
el aspecto económico, político y moral. El arte de dían totalmente de sus padres como propietarios de
leer y escribir ha pasado a ser un elemento de su las tierras. No les quedaba otro remedio que aceptar
esta situación, pues no había otra alternativa. Depen-
modo de concebir la vida, aunque él personalmente
dían de sus padres incluso para la elección de cón-
no lea ni escriba.22 Se compara con los habitantes
yuge. La larga duración de esa dependencia conducía
de la ciudad y se ve superior a ellos en laboriosidad,
a menudo al infantilismo.
resistencia física, honradez y moralidad sexual. El
concepto de campesino sólo tiene sentido si se lo Hoy, la vida de familia de los campesinos ha
entiende en su referencia a la ciudad. Los navajos, cambiado radicalmente. Si el padre trabaja en la in-
según Redfield, no son campesinos. Los campesinos dustria, la esposa debe asumir muchas de sus obliga-
se caracterizan por una mixtura de orden moral y ciones, incluso aquellas que antes no habían sido
de orden técnico.23 nunca asignadas a la mujer. Está sobrecargada de
trabajo, pero su posición en la familia es mucho más
fuerte. Su esposo, después de regresar de la ciudad,
El papel de la industrialización le ayuda en tareas que antes eran propias sólo de
mujeres, tales como, por ejemplo, el cuidado de las
aves. La posesión de tierras ha dejado de ser el
Desde la publicación del libro Redfield en 1953, único medio de conseguir prestigio personal. Tiene
se ha escrito mucho sobre los procesos de industria- más importancia la formación. El contacto con las
lización y urbanismo que actualmente podemos obser- ciudades ha contribuido a la racionalización de los
var en diferentes países del mundo. Voy a limitarme métodos de producción agrícola. Cuando se cultivaba
a una breve descripción de algunas de las transfor- el campo de forma tradicional, la única posibilidad
maciones habidas en mi patria referentes al modo de progreso era comprar más tierras. Hoy, el con-
de vivir de los campesinos polacos que van a las tacto con la industria ha sugerido la idea de pro-
ciudades a trabajar en la industria. gresar mediante la intensificación de la producción
y un mayor perfeccionamiento y preparación.
22
«La situación de uno que no sabe leer en una sociedad en
que todos saben es muy diferente de la del analfabeto dentro de
una sociedad en que todos son, como él, analfabetos.» (MARGARET Los hijos jóvenes de los campesinos que van a
MEAD, Cultural patterns and technical Change. Mentor Books 1959, la ciudad se ven liberados del constante control de
14).
23
R. REDFIELD, O. C , 57, 31.
sus vecinos. Su trabajo tiene un horario, y, una vez

88 89
cumplido, disponen de su propio tiempo para hacer provenían del excedente de población rural. En los
lo que más prefieran. Pueden elegir libremente el países industrializados no hay excedente de población
ambiente donde pasar sus ratos de ocio. Su movili- rural y por eso la servidumbre es escasa y cara.
dad, tanto horizontal como vertical, es mucho mayor. En relación con este hecho, los historiadores señalan
Estas nuevas condiciones han cambiado su modo de el declive de aquellos festines inacabables de antes,
vivir, transformándolo de rural en urbano. El urba- y con ello también, en general, de la cultura del
nismo es el principal responsable de estos cambios; festejo; de esa cultura que, por ejemplo, aparece en
la industrialización conduce simplemente al urba- el Diario, de Samuel Pepys.
nismo. Los procesos de industrialización que actualmente
Naturalmente, no quiero con esto afirmar que la se están efectuando en muchos países sugieren la po-
industrialización y el urbanismo de ella resultante sibilidad de iniciar una investigación comparativa de
sean los únicos factores causantes de esta transfor- sus efectos morales. Sería, por ejemplo, interesante
mación. Todo el mundo sabe que los medios de conocer cuáles son los efectos morales en países que
comunicación de masas han de ser tomados en cuenta adoptan la tecnología euro-americana, junto con el
como instrumento mediante el cual la vida urbana modo de vida occidental, y en países que aceptan
alcanza y se adentra en las más remotas aldeas. la tecnología de los países avanzados y que, en cam-
En los países subdesarrollados de África y de Sudamé- bio, no aceptan su moral. La China contemporánea
rica, donde los procesos de urbanismo e industriali- imita al occidente en sus esfuerzos por desarrollar
zación no se desarrollan conjuntamente y no van a armas atómicas, pero rechaza la cultura burguesa y
una, sino que el urbanismo precede a la industriali- su moral, así como su propia tradición. Otros países
zación, los cambios en las formas de vida son distin- aceptan la tecnología de occidente, y al mismo tiempo
tos. La población rural se desplaza a la ciudad, y, siguen honrando su propia tradición y jerarquía de
al no poder encontrar trabajo, pasa a convertirse en valores.24
un proletariado amontonado, es decir, pasa a ser la
capa más pobre de la sociedad urbana. El papel de la industrialización está íntimamente
relacionado con el de las invenciones técnicas. Este
Como ya se dijo arriba, muchos cambios atribui- nexo es bien conocido, y por eso podemos conten-
dos a la industrialización dependen de ésta sólo indi- tarnos con unos pocos ejemplos. La invención de la
rectamente. Sin embargo, hay transformaciones en pólvora, por ejemplo, fue uno de los múltiples fac-
los modos de vivir que pueden ser atribuidos direc- tores que contribuyeron a la decadencia de la caba-
tamente al desarrollo de la industria. William Ho- llería y de su código de nobleza y proceder leal en
garth, el famoso pintor inglés del siglo xvni, fue un el combate; código hecho para caballeros que se
hombre de ingresos más bien modestos, y no obs-
tante, tenía seis siervos. Lo sabemos por los cuadros 24
Véase G. FREYER, Moráis and social change, en Proceedings
que hizo de su casa. Por lo general, los siervos of the third intemational congress of sociology. Amsterdam 1956.

90 91
enfrentaban cara a cara y cuerpo a cuerpo. Ahora, nantes en plural, porque el así llamado factor eco-
en cambio, el enemigo puede ser alcanzado desde nómico representa en verdad todo un agregado com-
una distancia considerable; además, el uso de la pól- plejo de posibles variables independientes que inclu-
vora es de fácil manejo y está al alcance de cual- yen el nivel de vida, la clase de producción, las
quiera. Los medios modernos de transporte, por men- técnicas de producción, las relaciones humanas en la
cionar otro ejemplo, facilitan al hombre la entrada producción, la distribución de la riqueza. No siempre
en contacto con sistemas y valores diferentes de los es fácil distinguir entre los distintos papeles desem-
propios, le inducen a una revisión de sus concepcio- peñados por los factores económicos y ecológicos y
nes e ideologías y le mueven a la tolerancia. determinar exactamente cuáles de ellos son causa in-
mediata y cuáles han de considerarse condiciones
La desaparición paulatina de la autoridad pater- más remotas en la cadena causal. El clima puede
na sobre los hijos se ha atribuido con frecuencia al influir directamente en una ideología: Montesquieu,
rápido desarrollo de la técnica. De una abuela que según recordamos, atribuía la idea del Nirvana al
no ha volado nunca en avión no puede esperarse clima de la India. Pero también puede intervenir indi-
que ejerza gran autoridad sobre sus hijos, a quienes rectamente en las ideas morales mediante su influjo
fascina la moderna tecnología. El aumento del tiempo en los métodos a que los hombres recurren para
libre, debido a los inventos científicos, trae consigo asegurarse la subsistencia. Muchísimas veces es cues-
una considerable transformación de los modos de tión de pura convención el que nosotros atribuyamos
vivir la vida. El uso, cada vez más frecuente, de ciertos fenómenos sociales a causas económicas o eco-
anticonceptivos está relacionado con el gran cambio lógicas. Engels consideró la producción como el último
en la vida y ética sexuales. Debido a los recientes eslabón de la cadena causal; sin embargo, difícil-
descubrimientos en el campo de la medicina, el mé- mente podría uno, aunque lo quisiera, cultivar algo-
dico se halla ante problemas éticos enteramente nue- dón en Groenlandia.
vos, por ejemplo el de la legitimidad del empleo de
Las diferencias de costumbres e instituciones de los di-
tratamientos capaces de transformar la personalidad ferentes pueblos, escribía Ibn Khaldoun, dependen del
de un paciente o de mantener vivo, a fuerza de gran- modo en que las gentes se procuran su subsistencia.25
des gastos, a alguien cuyo cerebro se halla irrepara-
blemente dañado. Esta cita suena casi como una auténtica profesión
del materialismo histórico marxista. Repitiendo la
misma idea, casi palabra por palabra, Montesquieu
escribía:
Determinantes económicas
Las leyes están últimamente relacionadas con la forma
en que los diferentes pueblos procuran su subsistencia.
Ocupémonos un poco más detenidamente de las
determinantes económicas a que aludí al tocar el 25
I. KHALDOUN, O. C, 1, 254.
tema de la industrialización. Hablamos de determi-
93
92
Ahora bien, las leyes, según él, dependen de las La presencia universal de determinantes económicas
necesidades, y las necesidades vienen determinadas no puede ser demostrada si tomamos en cuenta el
por el clima. Y así, los habitantes de Marsella tuvie- sentido estricto; por otra parte, la tesis que sostiene
que los factores económicos son fundamentales tam-
ron que recurrir al comercio porque la tierra en
poco parece convencer si se habla de factores eco-
que vivían era muy estéril. Las condiciones desfavo-
nómicos en el sentido más amplio.27
rables de la naturaleza les obligaron a la diligencia.
Tuvieron que ser honrados y leales para así poder No puedo detenerme a hablar más sobre las
tener éxito en sus relaciones con los pueblos bárba- dificultades conceptuales relacionadas con la palabra
ros que les rodeaban.26 «económico». Mis observaciones únicamente intentan
señalar las complicaciones que se dan en este campo.
Al tratar del papel de los factores económicos
Tampoco es mi intención exponer exhaustivamente
relacionados con el materialismo marxista histórico,
todas las relaciones posibles existentes entre los fenó-
el sociólogo belga, Eugéne Dupréel, señaló los dos
menos económicos y los fenómenos morales, sino
sentidos principales en que se ha hablado de los
limitarme tan sólo a algunos ejemplos.
factores económicos. 1) En sentido estricto, entre
los factores económicos se incluirían todas las acti- Hace mucho tiempo que los hombres advirtieron
vidades dirigidas a la satisfacción de necesidades bio- la relación entre la pobreza y la dificultad de vivir
lógicas elementales. 2) En sentido muy amplio, entre según los requisitos morales. Nol kennt kein Gebot
los factores económicos englobaríamos todas aquellas (La necesidad no sabe de leyes), proclamaba un cono-
actividades que afectan, incluso indirectamente, tanto cido proverbio alemán, y quería decir que en la nece-
nuestras propias necesidades biológicas elementales sidad no puede esperarse respeto a las prohibiciones.
como las de otras personas. En el último sentido se Hesíodo, en su obra Los trabajos y los días, ponía
denominarían económicas, tanto la actividad del la- de relieve la relación entre la virtud y las riquezas.
brador modesto que se proporciona a sí mismo y a Todo el mundo conoce aquel dicho de Benjamín
su familia algunos medios de subsistencia, como la Franklin de que a un saco vacío le es difícil mante-
del millonario que amontona riquezas incalculables. nerse en pie.
Este último sentido es lo suficientemente amplio Osear Lewis, antropólogo cultural que ha escrito
como para incluir casi toda clase de actividades hu- varios libros sobre la ciudad de México, refiriéndose
manas. Según Dupréel, cuando los marxistas hablan a la pobreza, dice así:
de factores económicos fundamentales, se refieren a
La pobreza crea una subcultura particular. Se puede in-
ellos generalmente en el primer sentido estricto; cuan- cluso hablar de la cultura del pobre; una cultura con
do, en cambio, subrayan la presencia universal de modalidades propias y con consecuencas distintivas so-
esos factores, piensan de ellos en el segundo sentido. ciales y psicológicas sobre sus miembros. Me parece que

» EUGBNE DUPRÉEL, Traite de morale. Bruxelles 1932, 1, 249.


» C H . MONTESQUIEU, De Vesprít des lois, 1748.

94 95
por los vecinos, uso de ropas y muebles de segunda
la cultura de la pobreza corta y va más allá de las fron-
teras regionales, urbano-rurales, e incluso nacionales.28 mano.
La cultura de la pobreza es un modo de vida marcada-
mente estable y persistente, que pasa de generación en En lo tocante a las actitudes políticas y religiosas
generación por sucesión familiar.29 del pobre, Lewis pone de relieve la desconfianza que
sienten hacia el gobierno y hacia aquellos que ocupan
Esta subcultura, según Lewis, se caracteriza por altos cargos, su recelo hacia los hospitales y los
los siguientes rasgos: falta total de una esfera priva- médicos, su aversión a la policía y a la administra-
da, existencia gregaria, alcoholismo, empleo frecuente ción de la justicia, su falta de confianza hacia las
de la violencia física por parte de los hombres sobre uniones de trabajadores o sindicatos y su sentimiento
sus esposas e hijos, uniones sexuales libres, frecuente de marginación. Los miembros de esta cultura, en ge-
abandono de madres e hijos, iniciación excesivamente neral, se sienten atraídos por el lado ritual de la
temprana en las actividades sexuales, insistencia en religión, pero no tienen en mucho a los sacerdotes.
la solidaridad familiar, tendencia a centrar y localizar El matrimonio eclesiástico, en oposición al civil, goza
a la familia en torno a la madre, pero con superio- de alta consideración entre ellos, pero es muy poco
ridad del varón, culto a la masculinidad, denominado frecuente, y, al no tener nada que ver con las heren-
machismo (palabra que hace referencia a hazañas se- cias, tampoco les importa mucho la cuestión de la
xuales en las esferas más elevadas de la población y legitimidad.
que significa valentía y ausencia de miedo en las
inferiores), y una actitud general cuya nota más im- La actitud de resignación y apatía, según el autor,
portante es la resignación y el fatalismo. se manifiesta en una ausencia completa de inspira-
Lewis señala como característicos de dicha sub- ción y ganfes de desarrollo. De los cinco hijos de
cultura los siguientes factores económicos: lucha Sánchez, sólo una chica, llamada Consuelo, se esfuer-
constante por sobrevivir, desempleo y subempleo, za en adquirir más instrucción que el resto de la
bajos salarios por una serie de ocupaciones sin apren- familia. Desgraciadamente los hombres la explotan
dizaje, participación de los niños en el trabajo, falta y no tiene éxito en su empeño.
de ahorros, escasez continua de dinero, ausencia de
reservas alimenticias en casa y compra frecuente de La subcultura descrita por Lewis es típica de
pequeñas cantidades de alimentos (envían a los niños aquellos obreros, faltos de toda preparación, que
varias veces al día a la tienda), empeño de bienes viven en los suburbios a las afueras de las grandes
personales, préstamos de prestamistas a tipos usura- ciudades. No es la cultura de la pobreza en general.
rios de interés, crédito concedido espontáneamente El modo de vivir de los campesinos pobres es dife-
rente, y también lo es el ethos de muchos pueblos
2
primitivos pobres. Una clase media déclassée no crea
> ÓSCAR LEWIS, Five families. Basic Books, 1959, 2.
» ÓSCAR LEWIS, The chitaren of Sánchez. Vintage Books, 1961,
esa cultura de la pobreza. Las actividades de las
XXIV. gentes descritas por Lewis dependen de la existencia

96 97
de una estratificación social. Dichas gentes saben la virtud consiste en seleccionar una víctima sobre la
cual poder descargar toda la malicia que él atribuye
que hay quienes van a los comercios, a los bancos, a la sociedad y a las fuerzas de la naturaleza... El odio
a los museos, a las galerías de arte, y a los aero- y la crueldad son para él las armas que más valen a la
puertos, pero están muy lejos de considerar suyos hora de la contienda; no conoce la compasión ni la
tales privilegios. Se sienten en el fondo y consideran pide... El dobu... es duro, mojigato y apasionado al
inútil todo esfuerzo por elevarse. Una resignación mismo tiempo, y le consume la suspicacia, el recelo
y el ansia de venganza.30
así no existe, en cambio, entre personas que desco-
nocen la existencia de capas sociales superiores y Estos rasgos, así como el vehemente carácter
que no se sienten oprimidas. Si a esta cultura se la exclusivo de la propiedad, pueden atribuirse en parte
entiende como cultura de un proletariado amonto- a la rudeza extrema de la vida de los dobu. Sin
nado, entonces lo que Lewis describe va «más allá embargo, Lévy-Strauss, en Tristes tropiques, nos des-
de unas fronteras regionales e incluso nacionales», y cribe a la tribu de los nambicuara, del centro de
pasa a ser exposición de un tipo ideal en el sentido Sudamérica, como gentes de muy buena voluntad,
de Max Weber, que puede verificarse total o sólo llenas de bondad, dispuestas al juego y a la risa,
parcialmente. a pesar de verse condenados a pasar hambre en la
Una lucha continua por la existencia influye, qué estación seca.
duda cabe, de muchos modos en las ideas morales
de las personas. Los esquimales, por ejemplo, admi- Aunque la pobreza y la riqueza influyan eviden-
ten cierta clase de homicidios: sentencian a muerte temente en las ideas morales y en la conducta de
a los inválidos, enfermos y ancianos; abandonan a los individuos, sin embargo no es cosa fácil averi-
menudo fuera de la choza de hielo, para que se guar exactamente el modo en que esto sucede. He aquí
congelen, a niñas recién nacidas, por el hecho de un tema más, digno de ulterior estudio.
que las chicas son mucho menos efectivas que los
varones a la hora de procurar alimento; y cuando De la cantidad de bienes podemos pasar a la
nacen gemelos, el más débil corre la misma suerte. cualidad. El antropólogo americano Alfred Louis
Asimismo suele atribuirse el carácter de los dobu a Kroeber constató, más bien desilusionado, la exis-
su gran pobreza. tencia de una correlación entre la rapidez de dete-
rioro de los bienes que una sociedad produce y la
La vida de los dobu, escribe Ruth Benedict en su li- hospitalidad que esa misma sociedad practica. Se es
bro Patterns of culture, favorece formas extremas de
odio y malicia, cosa que la mayoría de las sociedades menos amigo —dice Kroeber— de acoger huéspedes
han reducido ya al máximo mediante sus institucio- cuando los bienes que se tienen son de carácter per-
nes. Las instituciones de los dobu, en cambio, les con- manente que cuando no lo son, o cuando la existencia
fieren el más alto grado. de dinero capacita al propietario a vender eventual-
Según la concepción que de la vida tiene el
30
dobu, RUTH BENEDICT, Patterns of culture. Mentor Books, 155, 159.

98 99
mente esos bienes. «En lo que a alimentos o albergue Muchos autores contemporáneos han señalado el
se refiere, escribía Kroeber, la hospitalidad de los hecho de que los cambios en nuestras opiniones mo-
salvajes es indiscutible».31 Si los bienes son durade- rales sobre la legitimidad de la esclavitud se debieron
ros, los podemos almacenar por diferentes razones. a una evolución en las técnicas de producción que
Podemos hacerlo por seguridad. También lo podemos hizo que los esclavos fueran de muchísima menor
hacer por prestigio: unas veces por escasez de provi- utilidad. Las relaciones humanas en los procesos de
siones, y otras por nuestra disposición a despilfarrar producción, junto a los intereses clasistas, podrían tal
o destruir lo que poseemos, como en el caso de los vez dar la explicación al hecho de que los puritanos,
«potlatch» de los Kwakiutl. que exigían castidad a las mujeres blancas, hayan per-
mitido, sin embargo, promiscuidad sexual entre sus
Un especialista en historia de la religión ha sos- trabajadores negros. Todos estos factores están ínti-
tenido la opinión de que en el antiguo Irán el mamente relacionados con las diferencias e intereses
dualismo del bien y del mal fue desarrollado por de clase, de cuya importancia como determinantes de
tribus agrícolas que habían aprendido la agricultura las ideas morales se tratará más tarde.33
y la cría de ganado. Para una tribu agrícola, las
Diferencias en el tipo de producción podrían
tierras se dividían en fértiles y en estériles, los ani-
igualmente condicionar en parte las diferencias de
males, en domésticos y salvajes, los pueblos, en agri-
moralidad que se observan entre los montañeses de-
cultores y bárbaros. Este modo dualista de pensar
dicados a la cría de ganado y los campesinos de las
lo transportó el pueblo también a la religión, que
planicies. Un sociólogo polaco contemporáneo ha de-
pasó a ser asimismo dualista, con la consiguiente dis-
dicado varios años al estudio de estas diferencias,
tinción entre dioses benóvolos y demonios perver-
camparando el modo de vida de los montañeses tatras
sos.32
de Polonia con el de sus inmediatos vecinos de las
Algunos autores atribuyen la posición de la mujer tierras llanas. Nuestros montañeses se distinguen por
al grado de su participación en la adquisición de una ética del honor, de la dignidad personal y de
medios de subsistencia, lo que a su vez depende de magnanimidad cuya superioridad no dudan en reco-
qué es lo que produce. Si la horticultura es la nocer los habitantes de la llanura. No es fácil, sin
forma principal de producción, las mujeres, al tener embargo, determinar exactamente qué parte le corres-
mayor parte en esta clase de trabajo, es natural que ponde en esto a la vida de pastores que han llevado
adquieran una posición mejor en la comunidad. Esto, siempre los montañeses y qué parte, a su vez, al
a su vez, afecta a las normas morales y particular- hecho de que, gracias a su posición geográfica, no
mente a las referentes a la vida sexual y a la familia. hayan conocido nunca la esclavitud ni la servi-
dumbre.
31
ALFRED LOUIS KROEBER, The moráis of uncivilized peoples:
33
American Anthropologist 12 (1910) 437-447. Sería interesante estudiar detalladamente los influjos que la
32
J. PRZYLUSKI, Introduction to an Anthology, en Religions of propiedad privada, la propiedad estatal y la propiedad cooperativa
the east (en polaco). (por ejemplo, la de los kibbutz) ejercen sobre la moral.

100 101
División del trabajo y moralidad
en que el trabajo está dividido, los hombres depen-
den unos de otros y son sus propios intereses los
que alimentan la existencia de la solidaridad. A esta
Vamos a pasar ahora a otro tema, concretamente
solidaridad la llama orgánica. Puede medirse su grado,
al de la influencia ejercida sobre la moralidad por
con sólo observar el funcionamiento de las leyes en
la división del trabajo. Como de esta influencia se
una comunidad determinada. Según Durkheim, donde
ha discutido a menudo, vamos a dedicarle un poco
la ley se vea reforzada por medio de sanciones repre-
más de tiempo. Bernard Mandeville, en el diálogo iv sivas, la solidaridad será mecánica; será orgánica, en
de su libro La fábula de las abejas, fue el primero, cambio, si las infracciones de la ley son compensadas
que yo sepa, en advertir que la división del trabajo, mediante reparaciones establecidas legal y contractual-
al hacer a los hombres depender unos de otros, de- mente. Como los contratos suponen una especie de
sempeñaba un papel importante y positivo en el igualdad entre los interesados, el aumento de la divi-
desarrollo de la moralidad. Más tarde, Adam Smith sión del trabajo está en relación con el aumento de
puso de relieve este influjo positivo en el capítulo igualdad y al mismo tiempo con el aumento de una
primero de su obra Wealth of nations (Investigación individualidad y autonomía personal. Se da, pues,
sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las cohesión social por el hecho de que los hombres son
naciones). Sin embargo, el primero en desarrollar diferentes, y no a pesar de ello.
este tema con amplitud fue Emile Durkheim en su
libro De la división du travail social, publicado en Este equilibrio sólo se puede conseguir, sin em-
1893. bargo, si la división del trabajo es una división buena
y justa, es decir, si todo el mundo es libre de elegir
Durkheim reconoce que él no es el primero en su profesión y si son iguales las condiciones externas
hablar de la importancia de la división del trabajo de la lucha social.
para el desarrollo de la moralidad; sin embargo, sí
No es posible tratar aquí todos los argumentos
es el primero en distinguir dos clases de solidaridad,
de los diferentes autores que se oponen a la teoría
una de las cuales provendría, según él, de la especia-
de Durkheim. Malinowski puso en tela de juicio
lización profesional creciente.
hace ya mucho tiempo la supuesta semejanza de los
En las sociedades primitivas, según Durkheim, hombres de las sociedades primitivas y demostró de
todos los miembros repiten la misma clase de acti- manera convincente que, por lo menos en algunas
vidades y se bastan a sí mismos con lo que producen. de esas sociedades —por ejemplo, entre los indígenas
Cada uno cultiva su propia tierra, constroye su choza, de la isla de Trobriand—, las leyes basadas en la
confecciona su vestimenta. Esto da origen a una soli- reciprocidad son de importancia fundamental para
daridad nacida de la semejanza. Durkheim llama a la vida de la comunidad, mientras que la ley repre-
esta solidaridad mecánica. De la diferencia profesio- siva, correspondiente a nuestro código penal, se usa,
nal resulta otra clase de solidaridad. En una sociedad en contraposición a la idea de Durkheim, sólo en

102 103
muy raras ocasiones. Tampoco es verdad ciertamente hogar y el cuidado de los hijos. Ver a un hombre
que las leyes que establecen obligaciones mutuas su- empujando un coche de niños por la calle o traba-
pongan necesariamente igualdad entre los afectados jando en un jardín no tiene hoy nada de particular.
por ellas. Ni las normas que regulan el intercambio
de servicios entre el jefe de una comunidad primi-
tiva y sus miembros, ni las que puntualizan las La diferenciación profesional
relaciones entre el señor y sus siervos en una socie- como factor diferenciador
dad feudal son leyes que obliguen a dos partes igua- de la moralidad
les. Su igualdad consiste únicamente en que ambas
partes tienen el mismo deber de cumplir con sus
respectivas obligaciones. Durkheim opinaba que las diferencias profesiona-
les favorecen la solidaridad y cohesión social. Pero
Finalmente, debe añadirse a estas objeciones el surge la cuestión de si la cohesión social debida a
hecho de que la división del trabajo no conduce la interdependencia mutua no se vería turbada por
necesariamente a una mayor igualdad, pues a las el hecho de que cada profesión desarrollara un código
diferentes profesiones suele también atribuírseles ge- moral propio, capaz de amenazar el carácter mono-
neralmente diferentes rasgos sociales. El trabajo ma- lítico de la sociedad de Durkheim y de la armonía
nual ha sido considerado en occidente durante siglos fundada en la disimilitud.
como degradante: en Inglaterra, incluso en tiempos Son muchos los autores que han escrito de ética
de Dickens, no se admitía a los cirujanos en socie- profesional, pero pocos los que han tratado de averi-
dad, y lo mismo valía para los dentistas, por el guar en qué difiere la ética de una profesión de la
simple motivo de que trabajaban con las manos. En- ética de otra y de la ética generalmente recomendada
tre los mismos trabajadores manuales había a su vez en una sociedad dada y enseñada ya en sus escuelas
estratificaciones ulteriores. En muchos países se les elementales.
ha mirado a los campesinos con un desdén especial.
La división más antigua del trabajo fue probable- La ética de ciertas profesiones difiere de la mora-
mente según el sexo, y a esta división se le debió lidad generalmente aceptada de una sociedad única-
asociar, al parecer muy pronto, el menosprecio hacia mente en el grado o en el énfasis dado a obligaciones
los trabajos realizados por las mujeres. Para un y deberes particulares. Como ejemplo podría citarse
hombre era degradante asumir el trabajo de una la ética de los médicos. Desde que Hipócrates elaboró
un código obligatorio para la profesión médica, se
mujer. Por eso, la idea de que la división del trabajo
espera que los médicos guarden confidencialmente de-
conduce a la igualdad, no parece convincente. Últi-
terminadas informaciones que puedan darles sus pa-
mamente, al practicar en muchos países las esposas
cientes. Guardar en secreto lo que uno ha llegado a
sus respectivas profesiones fuera de casa, los maridos
conocer por confidencia es algo que se espera de
han accedido a compartir con ellas los trabajos del

105
104
todo el mundo, pero particularmente se espera de un veces desarrollan virtudes altruistas, pero no cabe
médico que ha de procurar tener la confianza de duda tampoco de que al espíritu del comercio debe-
su paciente para poder diagnosticar y curar su enfer- mos el desarrollo de un sentido especial de justicia
medad y que tiene ocasiones insólitas de escuchar contra toda tendencia a la violencia y al pillaje.34
confidencias. El código médico obliga al profesional
a hacer uso de sus conocimientos únicamente para A pesar de haber repetido este encomio del co-
bien de aquéllos a quienes trata. Esto también vale mercio muchos escritores del siglo XVIII, algunos de
como recomendación general, pero es de especial im- ellos eran perfectamente conscientes de la contradic-
portancia para un médico, por la posición insólita ción existente entre las normas que rigen la práctica
que ocupa y que le capacita para hacer el mal. Del de dicho comercio y las enseñanzas del cristianismo.
mismo modo, de nadie se espera que dé falsas infor- «Una cosa es la religión y otra es el comercio»,
maciones, pero sobre todo de un maestro sí se espera escribía Mandeville en La fábula de las abejas. Si el
que tenga particular cuidado en informar con correc- comercio observara las normas morales, decía Man-
ción a sus discípulos. En estos ejemplos hay una deville, nunca florecería; en los casos de conflicto
diferencia cuantitativa entre las normas propias de con las normas, el comercio ha salido siempre vic-
la profesión y las generalmente aceptadas; es una torioso. «El negocio no quiere saber nada de amigos
diferencia de énfasis más que una diferencia de con- ni de parientes», escribía Benjamín Franklin. Al fa-
tenido. moso dicho, «el negocio es el negocio», se ha recu-
rrido muchísimas veces para justificar prácticas admi-
La situación parece diferente para el comercio. sibles en el comercio, pero condenadas fuera de esta
Los escritores de los siglos xvn y XVIII, que querían profesión.
ensalzar la función social de la clase media, se mos-
Esta contradicción existente entre las normas que
traban unánimes al afirmar la influencia provechosa
rigen en el comercio y las que nos recomiendan tener
del comercio. Según ellos, el comercio favorecía el
ante todo consideración de nuestro prójimo, la puso
intercambio de conocimientos entre pueblos de cul-
bien de manifiesto John Atkinson Hobson en su libro
turas diferentes, enseñándoles a entenderse mutua-
Wealth and Ufe: a study in valúes, publicado en
mente y a observar sus propias costumbres desde
Londres, en 1929. «Toma todo lo que puedas, y
el punto de vista de un extraño. La gente se hacía
da lo menos posible», era, en su opinión, la ley que
así más tolerante; por otra parte, el saberse depen-
dirigía el negocio, y que repudiaba el moralista. Los
dientes mutuamente en el intercambio de bienes los
negociantes se comportan según la norma a que alude
hacía amar la paz. Es norma general, escribía Mon-
Hobson, sin que por eso se los juzgue culpables o
tesquieu, que en los países donde la gente es amable
se los condene; resulta, pues, que no sólo tenemos
y cortés por costumbre encontremos un comercio de-
ante nosotros una forma determinada de actuar, sino
sarrollado. No puede negarse, admite, que los pueblos
negociantes son raramente hospitalarios y que pocas
» C H . MONIESQUIEU, O. C, 2, libro 20.

106 107
incluso un conjunto de reglas que tienen validez para gaciones entre estados diferentes; de ahí que con-
una profesión determinada, pero que están en con- cluyera:
tradicción con las reglas válidas para la totalidad de debemos ser necesariamente mucho más indulgentes pa-
la sociedad. ra con un príncipe o un ministro que engaña a otro,
que para con un caballero privado que no mantiene
Durkheim mismo, que opinaba que la división su palabra de honor.
de trabajo tenía efectos integrantes, señaló la oposi- Por más que políticos y hombres de estado justi-
ción entre la ética profesional del soldado y la del fiquen el espionaje, el engaño y la ruptura de un
científico. Del primero se espera que sea obediente acuerdo, como males necesarios o dolorosas necesi-
a sus superiores, en cambio un científico considera dades de cara a medidas similares que puedan adop-
como deber moral propio de su profesión el descon- tar los contrarios, no se trata en todo eso de leyes
fiar de toda autoridad. morales nuevas, sino de la transgresión de leyes ya
aceptadas tanto por los políticos como por nuestra
La ética profesional de los políticos fue una de
sociedad en general. La situación cambia, sin embar-
las primeras en hacer surgir las objeciones de parte
go, cuando un hombre de estado se cree plenamente
de los moralistas. Sócrates reconocía, en la Apología,
justificado para llevar a cabo cosas que serían censu-
que era su propio «daimonion» el que le advertía
radas en el ámbito de las relaciones privadas, pero
de no tomar parte en la política, si quería defender
que él realiza por el mero hecho de estar actuando
con éxito la causa justa. D'Alembert se quejaba de
no para sí sino para el bien común. El famoso
que la moralidad de los políticos que controlan las
político italiano, Cavour, llegó a decir, por ejemplo,
relaciones entre los estados estaba todavía al nivel que él sería un canalla si hubiese hecho para sí todo
de la moralidad de los individuos en estado natural, lo que había hecho para Italia. En su papel de
donde los conflictos se resuelven sólo por la fuerza.35 guardianes del orden, los políticos se sienten justi-
David Hume, en el volumen II, libro 3 de su obra ficados para engañar a la opinión pública, para aliarse
A treatise of human nature, reconoce que con gentes que desprecian, para alcanzar el éxito por
hay un sistema de normas morales, calculado para toda clase de medios. Su principal objetivo es el
príncipes, que interpreta el derecho de las naciones ejercicio del poder, y con el fin de garantizarlo se
mucho más libremente que el sistema moral ideado ven precisados a influir con maña en la mentalidad
para las personas privadas. de las gentes, para así manejarlas a su aire. Lord
El relajamiento de la moralidad en los asuntos Chesterfield, que quería que su hijo se hiciese polí-
internacionales lo explica Hume razonando que las tico, le recomendaba, en una carta que le dirigía el
obligaciones entre los individuos son mucho más im- 15 de enero de 1748, lo siguiente:
portantes para la vida de la comunidad que las obli-
Un dominio perfecto de tu temperamento, de for-
35
ma que nada pueda moverte a un comportamiento pa-
D'ALEMBERT, Mélanges de littérature, d'histoire et de philoso- sional; paciencia para escuchar solicitudes e insinúa-
phie. Amsterdam 1767, 2. La morale des états.

108 109
ciones frivolas, impertinentes e irrazonables; habilidad actitudes morales, me gustaría ocuparme un momento
suficiente para dar una negativa sin ofender, o, por
de los efectos que la distribución de los bienes pro-
la manera de conceder, para doblar la obligación de
los demás hacia ti; destreza capaz de velar la verdad duce. En su libro The freudian ethic: an analysis of
sin decir una mentira; sagacidad suficiente como para the subversión of american character (publicado en
que por ti no sepan nada; o, lo que es lo mismo, una Nueva York en 1959), Richard T. La Piere deplora
franqueza aparente unida a una auténtica discreción y la muerte de la ética puritana en la América contem-
actitud reservada. H e aquí los rudimentos que debe
poránea. Por ética puritana entiende él una ética que
dominar un político. 36
califica como cosas buenas la iniciativa, la respon-
Mientras los políticos tratan de defender su códi- sabilidad personal, el espíritu emprendedor, la tena-
go moral argumentando que se ven forzados a ello cidad en la realización de los propósitos, la frugali-
como guardianes del bien público, algunas profesiones dad, la disciplina y la disposición de ánimo a renun-
justifican sus transgresiones de los preceptos morales ciar a la comodidad y bienestar presentes por razón
alegando las condiciones en que han de ser ejercidas. del futuro. Factores múltiples e interdependientes
A los relativamente hacendados de la clase media están contribuyendo a este cambio. Más adelante vol-
se les ha achacado a menudo el ser poco formales veré a tratar de algunos de ellos. En este contexto
en el cumplimiento de sus promesas. La respuesta es interesante recordar, por ejemplo, la compra y
que han solido dar a este cargo es que las mismas venta a plazos. En tiempos de Benjamín Franklin,
tierras no son de fiar; que un período prolongado uno tenía que ahorrar dinero si quería comprarse
de sequía o de lluvias puede desbaratar todos los cosas caras. Era un buen modo de practicar la auto-
planes e imposibilitar la entrega de lo prometido a disciplina. En su autobiografía, Franklin relata cuán-
su debido tiempo. En tal caso, tanto el que acusa to tuvo que postergar el lujo de comer en vajilla
como el acusado deben pensar y reconocer que las de porcelana importada del lejano oriente. Hoy en
normas morales son razonablemente aplicables sólo día una pareja de recién casados comienza comprán-
bajo determinadas condiciones; en el caso del ethos dose una cámara frigorífica, una radio o un televi-
profesional de los políticos, por el contrario, se sor. El importe lo pagará luego; en todo caso, la
declaran como válidas incluso normas que están en disciplina requerida para pagar la deuda ya no es
flagrante contradicción con las propuestas por los más autodisciplina, sino disciplina que uno impone
moralistas. a otro. Esta forma de vender mercancías fomenta
la tendencia a disfrutar ante todo de la vida, a per-
Antes de acabar esta sección en torno al papel mitirse todo lo posible y a no renunciar a nada.
que los factores económicos desempeñan sobre las
M
Una actitud semejante se encuentra en las obras de Ma- Los ejemplos arriba indicados serán, espero, sufi-
chiavelli y del diplomático francés Francois de Calliéres (1645-1717).
Véase asimismo Le secret des cours ou les mémoires de Walsin- cientes para mostrar cuan variados y numerosos son
gham, Secrétaire d'Etat sous la reine Elisábeth, contenant les má- los factores económicos que pueden desempeñar un
ximes de politiques necéssaires aux courtisans et aux ministres
d'Etat. Colonia 1695. papel en la configuración de nuestras actitudes mo-

110 111
rales. No me he parado a considerar la importancia gobierno despótico nadie puede ponerse por encima
de los intereses económicos clasistas, ya que pienso de los demás. Todos han de ser iguales en su escla-
hablar de ello luego más detalladamente. vitud y opresión. Para hacer de los hombres buenos
esclavos, el déspota debe comenzar por convertirlos
en malos ciudadanos. Sólo en la república, por el
Factores políticos: contrario, florecen las virtudes cívicas, ya que son
la forma de gobierno absolutamente indispensables para el mantenimiento
de esta forma de gobierno.

Los escritores del siglo x v m acentuaban particu- En países gobernados por medios coercitivos,
larmente la importancia que la forma de gobierno puede observarse un conflicto constante entre la
tiene para el desarrollo de la vida moral de los go- obediencia y la dignidad personal:
bernados. Uno de esos escritores fue Montesquieu,
el cual vio los males y desventajas de la monarquía, Un conflicto así, si no produce una protesta, conduce
a un acomodamiento del sentido de la dignidad per-
y predijo que la república supondría un gran cambio sonal a las condiciones impuestas. En algunos indivi-
a mejor. ¡ duos un acomodamiento tal lleva incluso a la renuncia
Montesquieu distinguía tres formas principales de de las propias convicciones; al someterse a la coerción,
tratan de creer que aquello que se les exige es justo.
gobierno: 1) la monarquía, que gobierna respetando En otros individuos la retención de las convicciones
las leyes; 2) el despotismo, es decir, el gobierno de se ve acompañada de la tendencia a aminorar la im-
un solo hombre, sin consideración alguna de la ley, portancia de la conducta exigida por la fuerza; si tal
y 3) la república, que podría asumir una forma aris- conducta es de naturaleza simbólica, se intenta nor-
malmente recalcar el carácter convencional de esa con-
tocrática o democrática. ducta y de darle un significado diferente. Si tal con-
El monarca, en el sentido de Montesquieu, y el ducta no es simplemente convencional, se justifica a
déspota, cada uno por sus propios motivos, fomentan menudo el conformismo afirmando que lo que se sa-
crifica es menos importante que aquello por lo cual se
en sus subditos actitudes morales completamente dife- sacrifica; con otras palabras: se alega que, sometién-
rentes. Para que exista una monarquía es absoluta- dose a la coerción, quedan salvaguardados valores su-
mente indispensable que haya una jerarquía social. periores y más necesarios... A escala social, una fuerte
Para respaldar las diferencias sociales, la monarquía coerción extensa lleva a una polarización de tipos psi-
cológicos, concretamente al oportunismo y a la psico-
tiene que recurrir constantemente al concepto del logía de la sumisión, de una parte, y a la psicología
honor y provocar un entrechoque de ambiciones, ob- de la rebelión y del heroísmo, de la otra.37
teniendo así de la gente sacrificios motivados sim-
plemente por el deseo de la fama y del renombre. 37
Esta cita está tomada del sumario inglés de la obra de
Si la monarquía, para gobernar, debe suscitar la STANISLAW OSSOWSKI, Selected problems of social psychology (en
polaco), publicado en el v. III de sus obras completas. Varsovia
ambición, el despotismo se vale del miedo. En un 1967, 422.

112 113
El despotismo moderno tiene muchas analogías
Los efectos de la coerción política fueron des-
con el despotismo antiguo descrito por Aristóteles,
critos ya hace mucho tiempo por Aristóteles. Según
pero también tiene algunas características que le son
él, un gobernante despótico debe andar sobre aviso
peculiares. Séneca, bajo la soberanía de Nerón, se
respecto a todo aquello que pudiera fomentar o áni-
mantuvo fiel a la doctrina de los estoicos. ¿Habría
mo o confianza entre sus súbitos; debe prohibir
encajado esta filosofía en los tiempos de Stalin? No
tertulias literarias u otras reuniones convocadas para
lo creo. ¿Por qué no? La tesis principal de los estoi-
debatir la cuestión que sea. Un tirano debe asimismo
cos era que nadie puede privarnos de nuestros valo-
esforzarse en saber qué dicen o hacen sus subditos,
des morales y que por esta razón los valores morales
para lo cual ha de valerse de espías, ya que el miedo
son los únicos que merecen esta atención y nuestro
a los soplones previene a la gente de expresar su
interés. Uno puede ser encarcelado, solían decir,
manera de pensar; pues, si lo hicieran, serían fácil-
puede ser exiliado, pero nadie puede privarle de ser
mente delatados. Otro artificio del tirano consiste
hombre virtuoso. Esta convicción, que constituía el
en sembrar la discordia entre sus ciudadanos. Al
principio básico de la ética estoica, ha recibido fuer-
tirano le gusta también hacer la guerra con el fin
tes sacudidas en tiempos de los campos de concen-
de que sus subditos tengan algo que hacer y sientan
tración al ser empleados allí, a menudo con éxito,
siempre la necesidad de un líder. El tirano se com-
nuevos métodos capaces de abatir y de inutilizar las
place además en tener a su alrededor hombres malos,
facultades de resistencia del espíritu humano.
pues le gusta que le halaguen, cosa que ningún hom-
bre de espíritu independiente y noble estará dispues-
to a hacer. Un tirano suele despreciar a todo aquel Actualmente contamos con muchas descripciones
que da muestras de dignidad personal o de inde- de los métodos empleados para conseguir este fin.
pendencia. Voy a limitarme a citar únicamente el libro de Bruno
Bettelheim titulado The informed heart, publicado en
Aristóteles considera que lo dicho podría redu- 1960. El autor ofrece una relación detallada de los
cirse a tres puntos principales: el tirano, en primer métodos y efectos de coerción empleados en los
lugar procura la humillación de sus subditos porque campos de concentración de Buchenwald y de Da-
sabe que un hombre de poco espíritu no conspirará chau. El primer golpe a que era sometido el prisio-
contra nadie. En segundo lugar, produra introducir nero consistía en hacerle sentirse arrancado de su
entre ellos la desconfianza y hace la guerra a los familia, de sus amistades, de su ocupación, de su posi-
buenos, porque éstos son leales entre sí y no se de- ción social, de su puesto en la sociedad. Se le privaba
nuncian unos a otros. El tirano, en fin, desea que del nombre y se le daba un número. Pronto se veía
sus subditos carezcan de poder, para que así, al no obligado a renunciar a su individualidad, si quería
poder actuar, no intenten tampoco derrocar la ti- tener más posibilidades de supervivencia. Pasar inad-
ranía.38 vertido, desaparecer en la masa, tal era el comporta-
miento que resultaba más prudente. Se degradaba
38
ARISTÓTELES, La política, libro V, capítulo 11.

115
114
sistemáticamente a los prisioneros tratándolos como describirla. Recordemos, sin embargo, que, según este
a niños, obligándoles a realizar trabajos estúpidos autor, la importancia creciente de la organización en
tales como cavar hoyos en la tierra con las manos, las sociedades modernas se halla relacionada con el
aun habiendo allí herramientas. Se los envilecía for- desarrollo de una ideología de la organización que
zándolos a renegar de su Dios y a acusarse a sí a su vez promueve una ética social a la que Whyte
mismos de acciones vergonzosas. El heroísmo, que denomina ética de la organización o ética burocrá-
podía ser la afirmación más clara de la propia indi- tica. Permítanme citar su descripción más significa-
vidualidad, quedaba desbaratado y privado de todo tiva de esta clase de ética.
su valor por el hecho de que si alguien lo practicaba Por ética social entiendo esa forma actual de pensar
hacía sufrir a todo el grupo las consecuencias. De que justifica moralmente las presiones que la sociedad
esta forma, el grupo acababa por tomar a mal las ejerce contra el individuo. Tres son sus máximas prin-
heroicidades, y no sentía ni admiración ni respeto cipales; la fe en el grupo como fuente de creatividad;
la fe en la «unión de solidaridad» como la necesidad
hacia el héroe. más importante del individuo; y la fe en que por la
aplicación de los métodos científicos puede conseguir-
se esa unión de solidaridad.39

El papel de la burocracia En esta ética, la independencia ya no es más


un valor respetado. «Hoy en día debes hacer lo que
otro quiere que hagas»; pero no se considera este
He hablado de los efectos de ciertos factores polí- hecho como un mal necesario o una penosa necesi-
ticos sobre la moralidad de los gobernados y más dad. El hombre organizado niega la existencia de
particularmente del efecto de la coerción tan evidente cualquier conflicto entre el individuo y la sociedad.
en situaciones extremas como las de los campos de El se imagina a sí mismo viviendo en una atmósfera
concentración. Ahora me gustaría decir algo de los benigna. Como él es un hombre equilibrado, da de
efectos de la centralización del poder en los estados sí todo lo que buenamente puede para hacer agrada-
contemporáneos. Aquí viene al caso remitirles al co- ble la vida a los demás. Su mundo es armonioso y
nocido libro de W. H. Whyte, The organization man. seguro, al menos para el hombre medio.
La centralización del poder en un estado contem-
poráneo está en correlación con el crecimiento y el Un efecto completamente diferente de la buro-
desarrollo de la burocracia. La burocracia favorece cracia creciente sobre el individuo aparece en las
la aparición de un nuevo tipo de hombre, de un obras de varios moralistas contemporáneos. Como
nuevo ideal de personalidad, que Whyte llama del ejemplo más impresionante podemos citar a Franz
hombre equilibrado (well-rounded). Kafka y sus libros El proceso y El castillo. Aquí se
da el conflicto entre el individuo y la sociedad. La
Creo que es de sobra conocida la imagen de ese
39
hombre equilibrado, por eso no voy a detenerme a W. H. WHYTE, The organization man. New York 1956, 7,

116 117
del que actúa no es aquí lo esencial; lo que importa
burocracia, con su aparato legal, oprime al individuo, es el efecto de sus acciones.
que lucha desesperadamente contra una fuerza anó-
nima. Es el miedo el que le domina y no el senti- Recordemos cómo David Hume, en su obra Prin-
miento confortante de esa seguridad debida a lo que cipies of moráis, criticaba las virtudes ascéticas ma-
Whyte llama «unión de solidaridad». Los mismos nifestadas en el ayuno, la continencia sexual, etc.,
conflictos encontraremos en las obras de Dürrenmatt demostrando que su único resultado se reducía a
y de Frisch. hacer desabridos y antipáticos a los que las practi-
caban. A la luz de la distinción de Dupréel, como
ya señalé en el primer capítulo, esta crítica se debía
a un malentendido según el cual: las virtudes ascé-
La influencia de la ticas se practican no para agradar o ayudar a otros,
estratificación social sino para alcanzar un ideal de preeminencia personal.
A esta preeminencia apuntaban particularmente todos
aquellos pertenecientes a los estratos superiores de
Me gustaría considerar ahora la influencia de la la escala social, hecho éste que expresa el bien cono-
estratificación social sobre la moralidad de una socie- cido adagio de noblesse pblige, la nobleza obliga.
dad dada. Esta influencia puede ser de diversa clase.
La opinión de Dupréel de que una sociedad estra-
1. Ya el solo hecho de la existencia de una tificada dé origen a la emulación moral, unida a un
estratificación, cualquiera que sea su principio e idea respeto hacia las virtudes no fáciles de conseguir,
fundamental, puede repercutir en la vida moral de presupone que la jerarquía social no se ha estabi-
una sociedad. El filósofo belga, Eugéne Dupréel, lizado definitivamente, como en un sistema de castas,
piensa, por ejemplo, que la sola existencia de una sino que una persona puede saltar barreras sociales
jerarquía social puede favorecer el desarrollo de una por mérito propio. Y así cabría la posibilidad de que
clase de virtudes que él llama «del honor» o vertus las clases situadas en los puestos inferiores de la
d'honneur, distinguiéndolas de las «virtudes bienhe- escala social pudieran demostrar, mediante su supe-
choras» o vertus de bienfaisance. Las virtudes del rioridad, que les corresponde un rango más elevado,
honor guardan relación con la excelencia, posición y y que las clases sociales más altas, apoyándose en
dignidad de cada persona. Los hombres aspiran a su propia superioridad moral, pudieran a su vez jus-
ellas tan sólo por lograr un ideal de personalidad y tificar su posición privilegiada, especialmente en
así distinguirse de la masa. En cuanto esas virtudes tiempos en que se viesen amenazados sus privilegios.
sirven a este fin, no son fáciles de adquirir. Requie- Los privilegiados tienen un temor justificado a los
ren esfuerzos y renuncias. En oposición a ellas, las de abajo, no sólo cuando éstos los amenazan, sino
así llamadas virtudes bienhechoras o de benevolen- también cuando los admiran y desean emularlos y
cia se hallan relacionadas con el bienestar humano y asociarse a ellos. Sería interesante ver qué conse-
repercuten en la felicidad de los hombres. El esfuerzo

119
118
cuencias puede tener para la vida moral la estrati- clases altas, cuando otros autores hablaban de la mo-
ficación social allá donde no hay posibilidad de pro- ralidad burguesa o de la moralidad de los proletarios.
greso ni acceso, por hallarse la posición social ya Por moralidad proletaria entendían unas veces una
definitivamente determinada por el nacimiento, como moralidad nacida en un medio ambiente proletario;
ocurre en el sistema de castas. otras, una moralidad adoptada por los proletarios,
aunque nacida fuera de su clase, o, finalmente, la
2. El problema del influjo de la estratificación moralidad que los proletarios deberían adoptar si
social sobre la moralidad presenta aún un segundo tuvieran la suficiente conciencia de clase. Las mismas
aspecto. La estratificación social puede afectar a ambigüedades podían advertirse en lo que al concepto
nuestra vida moral en el sentido de que las prescrip- de la moralidad de la clase media se refiere; podía
ciones o prohibiciones morales pueden ser diferentes ser una moralidad nacida en esta clase, una morali-
cuando se refieren a personas pertenecientes a dife- dad adoptada por ella, o la moralidad más conforme
rentes clases sociales. En Polonia, hasta finales del a sus intereses vitales.
siglo xvín, al noble que daba muerte a un aldeano
se le exigía como castigo una pequeña compensación Dupréel señaló un posible efecto moral resultante
pecuniaria. Un hombre, en cambio, que mataba a de la pertenencia al más alto estrato de la jerarquía
otro de su clase era condenado a muerte. En la social. Los miembros de esta clase se exigen más a
India, el robo cometido por un brahmán es consi- sí mismos precisamente por ser privilegiados y por-
derado con mucha más severidad que el cometido por que los otros esperan más de ellos. Como ya dije
otra persona perteneciente a una casta inferior. En antes, a los brahmanes que cometían un robo los
ambos casos, el influjo de la estratificación social trataban en la India más severamente que a los
sobre la moralidad se manifiesta en una diferencia- ladrones de una casta inferior. Sin embargo, en una
ción en la aprobación o desaprobación, según la posi- sociedad estratificada en ricos y pobres, se puede
ción social del que es objeto de la acción y del que observar otro efecto moral resultante del hecho de
la lleva a cabo. En los distintos sistemas éticos, a pertenecer a la clase de los privilegiados, a saber,
los pertenecientes a diferentes clases sociales se les la tendencia a justificar ésos sus privilegios mediante
suele presentar a menudo ideales también diferentes; argumentos racionales.
y así se piensa, por ejemplo, que unos han nacido
En la Francia del siglo xvín, el barón Holbach,
para mandar, y otros para obedecer.
un acaudalado, podía creer sinceramente que la exis-
3. La tercera y más extendida forma de hablar tencia de ricos fuese una bendición para los pobres
del influjo de las diferencias sobre la moralidad con- por el hecho de que aquéllos proporcionaban trabajo
siste en señalar que cada clase tiene su propio siste- a éstos. Los pobres, a su vez, serán necesarios a los
ma moral. Thorstein Veblen, en su libro The theory ricos para realizar los trabajos que ellos no quisieran
of the leisure class, cuya primera publicación data hacer. De ahí que la división de la sociedad en ricos
de 1899, nos ofrecía una imagen del ethos de las y pobres fuese la mejor de todas las soluciones posi-

120 121
bles y se debiese a una providencia benévola y hu- sadas en criterios económicos se caracterizan ante
mana. Según Holbach, no había razón para envidiar todo por su relación con la producción, mientras los
al rico, pues el pobre tenía menos preocupaciones y basados en la pertenencia a un determinado estado
por tanto mayores posibilidades de ser feliz. Holbach o posición en la sociedad se caracterizan por el con-
no veía la contradicción existente entre esta opinión sumo. Los privilegiados por la posición o estado
y otra que él mismo sostenía, de que la muerte era explotan generalmente su pasado para justificar su
una experiencia más llevadera para el pobre que para posición presente; la actitud de la clase inferior, en
el rico porque el primero tenía menos que perder. cambio, mira al futuro. Los privilegiados creen a
menudo que Dios les ha llamado y les ha encomen-
Difícilmente sería posible tranquilizar hoy la pro-
dado una misión especial.
pia conciencia mediante consideraciones así. Sin em-
bargo, algunos privilegiados aún tienen la tendencia
a creer que sus privilegios son recompensa merecida
a sus méritos o que se puede ser tan feliz viviendo
en una choza como en una mansión de lujo. Función social y moralidad

La estratificación de la sociedad no siempre se


funda en criterios económicos. Max Weber, por ejem- Pasemos ahora a tratar de un factor muy impor-
plo, señalaba grupos cuya jerarquía se basaba en la tante, dejado, a mi modo ver, totalmente de lado
respectiva pertenencia a un determinado estado o en la formulación de las normas morales, enuncia-
posición en la sociedad. Los privilegiados se distin- das tan a menudo en términos generales y sin esta-
guían en este caso por una forma de vida propia, no blecer las diferenciaciones requeridas. Ya me ocupé
tan fácil de adoptar, pero que era necesaria para todo de este factor al mencionar las diferencias que com-
aquel que quería pertenecer a su grupo. General- portan las diversas profesiones. Ser médico o abogado
mente despreciaban la actividad económica, el trabajo significa desempeñar una función que despierta cier-
manual, y los logros artísticos relacionados con esta tas expectativas y a la cual le son inherentes deter-
clase de trabajos, como la escultura. Los brahmanes, minadas obligaciones. A un médico se le reprocha
por ejemplo, manifestaban abiertamente su desprecio duramente si se niega a ayudar en un caso urgente.
a toda actividad que se propusiese el lucro, y, según De uno que enseña, se espera que diga la verdad.
Weber, cuanto más amenazado económicamente se Sin embargo, las funciones sociales no sólo cambian
veía el grupo por los de abajo, tanto más se oponían con las profesiones. Se da, por ejemplo, la función
a los advenedizos. Los hijos de tales advenedizos de un patrono y la de un empleado, la función de
sólo podían ser aceptados si eran educados en los un padre, la de un hijo, la de una hija, la función
mismos usos y costumbres tradicionales, y si no man- de un anfitrión y la de sus huéspedes, la función de
chaban su buena reputación con ninguna actividad un diputado, la función de un guardameta, la de un
de tipo económico. Las estratificaciones sociales ba- novio, la de un presidente, la de un amo y la de

122 123
al cumplimiento de deberes bien determinados; así,
su siervo, la función de un fiscal y la de un abogado
de un hijo se espera que dé muestras de pesar y
defensor, etc.
duelo a la muerte de su madre. El hecho de que
En caso de naufragio, se espera que el capitán el extranjero, en la novela de Camus, pase la tarde,
sea el último en abandonar el barco. De un diplo- después del funeral de su madre, en el cine, en com-
mático no se espera sinceridad, y sí se supone en pañía de su amiga, contribuye más tarde a que se le
un amigo. A los hijos se les da el derecho de emanci- sentencie a la pena capital por haber dado muerte
pación antes que a las hijas; se les concede más a un hombre sin una razón clara.
independencia. A las hijas, en cambio, se les impone
un código más exigente de obligaciones filiales, y Todo aquel que quiera promover entre los hom-
sus padres esperan de ellas más protección a la hora bres la disposición a la ayuda mutua, debería saber
de la vejez que de los hijos.40 que no puede esperar tal disposición en una sociedad
en que las funciones asignadas a sus componentes
De uno que tiene huéspedes se espera que haga son muy rígidas, como es el caso, por ejemplo, del
lo más agradable posible la estancia de éstos en su sistema de castas de la India, donde los miembros
casa y que no los preocupe con sus cuitas. Se ve de una casta no pueden llevar a cabo un trabajo
como algo enteramente normal el que las mujeres propio de otra. Una ilustración de esta rigidez nos
lloren en situaciones de cierta gravedad; en cambio, la da aquel conocido relato hindú: un campesino
hombres jóvenes se avergonzarían de hacerlo en casos tenía un perro y un burro. Una noche, mientras el
análogos. Ver a un maestro o a un profesor en las burro y el perro dormían, un ladrón intentó entrar
mismas condiciones provoca verdadera indignación en la casa. El perro no lo advirtió, pues estaba pro-
moral. Si repartimos algo entre los amigos, lo lógico fundamente dormido; pero el burro oyó al ladrón,
es que nosotros mismos nos quedemos con la peor e hizo todo el ruido que pudo. El ladrón huyó, y
parte; esta conducta, por el contrario, sería más bien el campesino, despertándose, se dio cuenta de lo
extraña en un amo respecto a su criado. Ciertos sucedido; pero le pegó al burro por haber asumido
papeles se asumen para toda la vida; tales son, por el papel del perro.41
ejemplo, el papel de hombre o el de mujer. Otros
duran años, como los concernientes a muchas profe-
siones u oficios; otros, tan sólo unas horas, y quizá
ni siquiera se repiten, como el que desempeña el Relaciones dentro de la familia
novio en el día de la boda. A los diferentes papeles y sus influencias
se van asociando en cada caso diferentes expectati-
vas, y la persona que los desempeña se ve obligada El gran interés con que hoy se estudian las in-
40
fluencias que la estructura de la familia ejercen sobre
Son los resultados de las investigaciones empíricas llevadas
a cabo por M. Komarowsky y expuestas en su artículo, Functional 41
Este relato se lo debo a una estudiante polaca, dra. Ija
Analysis of Sex Roles: American Sociological Review, 15, núm. 4 Pawlowska, interesada en la doctrina e influjos de Gandhi.
(agosto 1950).

125
124
o mientras no está persuadida de su incontestable
la personalidad, se debe en gran parte a Freud. Como superioridad.42 La homosexualidad ha sido atribuida
ya se sabe, Freud atribuye a las tensiones dramáticas al hecho de tener una madre excesivamente solícita;
de la vida de familia el desarrollo del super-ego, el Ruth Benedict, en cambio, al hablar de los indios
cual, asumiendo las funciones de un censor, desem- que cuando llega la pubertad se ponen los vestidos
peña el papel de la conciencia. Por los antropólogos y realizan las tareas propias de las mujeres, considera
de la cultura se sabe igualmente que existen innu- que se trata de un acto de rebelión contra el papel de
merables variedades de estructuras y de configuracio- varón asignado a los muchachos por sus padres desde
nes de tipo emotivo dentro de las familias. su más temprana infancia.43
En algunas culturas, las relaciones entre esposo Como la familia constituye generalmente una uni-
y esposa son muy íntimas; en cambio, en las rela- dad económica, nuestra actitud hacia la propiedad
ciones entre hermanos, por ejemplo entre los tro- depende en gran medida de la forma en que los
briand, son muy reservadas y se ven obstaculizadas bienes son adquiridos y heredados en la familia. En
por diferentes tabús. En otras culturas se observa la sociedad matrilínea de los indios zuñi, el hombre
precisamente lo contrario: el esposo se encuentra con trabaja en primer lugar para la casa de su madre
su esposa de una manera clandestina y furtiva, mien- y luego para la de su esposa.
tras los hermanos se relacionan libremente y sin con- Los esposos de las hijas de la casa deben, en caso
trol alguno. En algunas culturas, las relaciones entre de tiranteces domésticas, volver a sus respectivas ca-
padre e hijo llevan el sello de la camaradería y de sas maternas, y, al hacerlo, quedan libres de la res-
la familiaridad. En otras, al hijo se le exige una ponsabilidad del mantenimiento o alojamiento de los
distancia de respeto en las relaciones con su padre. hijos que abandonan.44
Bajo estas condiciones, no se puede esperar un
El libro Authoritarian personality, publicado en sentimiento paterno de responsabilidad hacia sus pro-
1950 en Nueva York, constituye una aportación im- pios hijos, ni un apego a la propiedad tal como se
portante al estudio de esta clase de problemas. Según conciben en el mundo europeo-americano. Es muy
sus autores, las familias con un padre dotado de difícil que exista la idea de igualdad fundamental
fuerte autoridad condicionan el desarrollo de perso- ante la ley, allá donde la distribución de los bienes
nalidades agresivas, agresivas y al mismo tiempo lle- se realiza según normas rígidas que toman en cuenta
nas de reverencia y respeto ante la fuerza y el poder; el puesto que un determinado individuo ocupa en
personalidades que a la hora de tener que expresar el sistema local del parentesco.45
su frustración recurren, por así decir, a una víctima
42
propiciatoria. Según Margaret Mead, los niños que MARGARET MEAD, Interpretative statement. New York 1937,
488.
crecen en un clima de seguridad no muestran tenden- 43
RUTH BENEDICT, O. C, 243.
cia alguna a competir y sí la muestran a la coope- «
45
Ibíd., 96.
M. y A. EDEL, Anthropology and ethics. Springfield, III.
ración. Se observa tendencia a la competición desde 1959, 74.
el momento en que una persona no se siente segura
127
126
quetes. Los hombres tenían esposas para tener de
Todos estos son ejemplos de posibles efectos que
ellas un hijo que heredase su nombre; tenían concu-
la estructura de la familia ejerce sobre la moralidad.
binas para que éstas los cuidasen y los atendiesen, y
Volviendo una vez más a Freud y a la importancia
cortesanas para el placer. Estimaban que las hetairas
que hoy se da a las relaciones afectivas dentro de la
eran más agradables que las esposas, ya que debían
familia, me gustaría señalar el hecho de que a la luz
de la teoría psicoanalista, los hijos pueden desarro- empeñarse constantemente en tener contentos a los
llar una conciencia escrupulosa tanto dentro de una hombres, cosa que no hacían las esposas, puesto que
familia donde hay amor y tolerancia como dentro de su unión se veía asegurada por la ley. En su obra
una familia autoritaria. En el primer caso, porque Los trabajos y los días, Hesíodo recomendaba que
temen perder el afecto de sus padres; en el segundo, las familias se limitasen a tener un solo hijo. Tam-
porque en el clima de severas prohibiciones, su ten- bién Platón y Aristóteles eran contrarios a tener una
dencia a la agresión debe ser reprimida más intensa- familia numerosa.
mente y dirigida hacia sí mismos, tomando la forma
de remordimientos de conciencia. Durante gran parte de la historia de Europa, la
familia no gozó de mucha estima entre los aristócra-
Los educadores y psicólogos sociales contempo- tas, si bien es verdad que éstos tenían muchísimo
ráneos ven a la familia como a una institución vene- interés en su linaje de nobles. Los matrimonios de
rable cuyo funcionamiento es de primordial impor- la nobleza eran puramente convencionales; a menudo
tancia tanto para la educación moral como para la se admitía abiertamente el adulterio; los hijos ilegí-
felicidad de los hombres. Sería interesante observar, timos podían aspirar a puestos de alto rango social.
a lo largo de la historia de la civilización euro- La importancia atribuida a la fidelidad conyugal y a
americana, cuáles fueron las condiciones que motiva-
la unión permanente de los esposos fue, por el con-
ron una mayor veneración a la familia y cuáles las
trario, típico del ethos de la burguesía. Sin embargo,
que determinaron un decrecimiento de dicha vene-
el romanticismo, que era de origen burgués, culpó a
ración. En la tradición griega, la familia no tenía
la familia de aburguesamiento; este ataque se vio
tanta importancia.
corroborado en los círculos bohemios. La vida de
G. Glotz, en su libro La cité grecque, cita y familia se consideró asimismo de gran impedimento
comparte las lamentaciones de Polibio, de que en su para aquellos que querían dedicarse al servicio de
tiempo la gente se abstenía de casarse, y de que, una gran causa. Hubo santos que no dudaron en
si se casaba, limitaba a uno o a dos el número de dejar a sus esposas y a sus hijos con el fin de conse-
sus hijos.46 Según el mismo historiador griego, a fina- guir su propia salvación en el desierto. Los que se
les del siglo n i antes de Cristo, los hombres, en han consagrado a la causa de la revolución social
lugar de dejar lo que poseían a sus familiares, lo han solido igualmente liberarse de todos aquellos
legaban a sus amigos para que éstos celebraran ban- lazos de familia que han creído estar en conflicto
« G. GLOTZ, La cité grecque. París 1928, 348.
con la vocación que sentían. Un autor polaco de los

128 129
Respecto a la diferencia de actitudes morales de-
años veinte del presente siglo escribía en uno de sus bidas a la suma de cuidados prestados a los hijos
libros: por sus padres, me gustaría mencionar un libro de
Una familia como la que conocemos en nuestro Florjan Znaniecki, publicado en 1934. Este libro
mundo contemporáneo, ha de ser siempre centro y halló su inspiración en un grupo de estudiosos que
punto de partida de sentimientos antisociales. Desem- dirigía W. F. Russell, decano del Teacher's College
peña la misma función que la caverna a la que el hom- de la universidad de Columbia, en 1931. Se preparó
bre rapaz trae su presa. Mientras un hombre viva én Columbia con la colaboración de estudiantes y de
principalmente de lo que, del modo que sea, le arre-
bate a otro, la familia no dejará de ser un laboratorio colegas de Znaniecki, y, que yo sepa, se publicó úni-
emocional en el que los instintos más rapaces, egoís- camente en polaco con el título equivalente de Hom-
tas, insaciables y antisociales tomarán, si se quiere, un bres contemporáneos y civilización futura. Después
aspecto bucólico, pero dejarán intacta su verdadera de un análisis de unas setecientas autobiografías, y
esencia. de un estudio de setenta instituciones pedagógicas,
Edward Christie Banfield describe la vida de una Znaniecki y sus colaboradores llegan a distinguir tres
pobre aldea de Italia,47 y nos dice que sus habitantes tipos principales de personas, caracterizadas, entre
se hallan dominados por un «sentido amoral de la otras cosas, por demostrar actitudes morales diferen-
familia». No ven más que el bien de su parentela, tes. El primer grupo lo componen personas que el
y suponen que todos los demás hacen lo mismo. autor denomina «bien criadas». El segundo, aquellas
que desde su más temprana niñez se han visto obli-
Las opiniones de George Bernard Shaw cuentan
gadas a trabajar por su subsistencia. El tercero, las
entre las más conocidas críticas de la familia. En la
dominadas por la influencia de grupos de juego en
introducción a su obra Getting married, Bernard
que ellas participan. A los que no se dejan incluir
Shaw considera la familia como
en ninguno de estos grupos, los llama Znaniecki «di-
un conglomerado innatural de ladrillos, integrado por vergentes». El autor no toma como clasificación la
pequeñas partes de humanidad pertenecientes a las distinción de estos tres grupos, y, al no tratarla como
más distintas y contrapuestas edades, donde los de
más edad riñen y sacuden a los más jóvenes por com- clasificación, tampoco es preciso investigar el princi-
portarse como jóvenes, y éstos aborrecen y contrarían pio sobre el cual se basa ni exigir que sea exhaus-
a los mayores por comportarse precisamente como tiva.
tales.48
Esta misma actitud manifiesta Shaw al sostener Los tres grupos principales caracterizados por
que la prohibición del incesto es una expresión del Znaniecki fueron los que él halló en el material em-
rechazo natural que todo el mundo experimenta hacia pírico puesto a su disposición. Los pertenecientes al
sus familiares más cercanos. grupo de los así llamados bien-criados pasan un largo
n
EDWARD CHRISTIE BAKFIELD, The moral basis of a Backward período de educación bajo la supervisión constante
society. Glencoe, I I I . 1959. y solícita de sus mayores: educación dentro de la
48
Cito de la obra de C. B. WATSON, Shakespeare and the re-
naissance concept of honor. Princetou, N. J. 1960, 140.
131
130
tantes. En consecuencia, el individuo no se interesa
familia, en institutos y colegios. Sus acciones se ven tanto por sí ni por la opinión que los demás tienen
constantemente sujetas a elogios y a censuras, lo cual de sus méritos o deméritos. La propia persona carece
les sirve de pauta en su comportamiento. Esto los relativamente de importancia. Lo que de verdad cuen-
hace conscientes de sí mismos, muy sensibles a las ta es la situación económica, caracterizada no sólo
opiniones que otros tienen de ellos, y muy interesa- por el salario, sino a veces también por el grado de
dos en lo que Znaniecki llama sus «reflejos del yo». independencia que se tiene en el trabajo. Para los
Tales personas manifiestan una tendencia al autoper- pertenecientes a este grupo, los factores económicos
feccionamiento, y, al objeto de ser apreciados debida- influyen de manera decisiva para andar por la vida.
mente, buscan la compañía de los que admiten una
jerarquía de valores similar a la suya. Absorbidos por Los del grupo de los bien criados le eran fami-
la consideración de sus propias excelencias, no se liares a Znaniecki por experiencia personal, de ahí
preocupan de las virtudes cívicas y son incapaces de que los describa de manera viva y convincente. La
cooperar. Habituados a la actitud amigable de sus descripción que ofrece de los que desde temprana
mentores, esperan una actitud similar de parte de edad se hallan comprometidos en actividades de tipo
los extraños y no se hallan preparados a la lucha económico resulta menos persuasiva y aparece entur-
por la vida, pues están convencidos de que sus mé- biada por el hecho de que este grupo está lejos de
ritos serán recompensados debidamente. En sus apre- ser homogéneo, ya que puede incluir tanto a campe-
ciaciones morales, ellos toman en cuenta ante todo sinos como a trabajadores de fábricas, a artesanos,
la intención y el sacrificio, y se interesan menos por pequeños tenderos, etc. Sin embargo, la distinción
los efectos de las acciones. Su moralidad se halla entre este grupo y el de los bien criados no deja
dominada por inhibiciones. Los bien criados tienen de ser interesante.
la convicción de que el mundo está ya definitivamente
El tercer grupo descrito por Znaniecki se com-
organizado y de que su organización es totalmente
racional. Son conformistas, no revolucionarios, y, en pone de aquellos cuyas personalidades han sido mol-
caso de darse grandes cambios sociales, se ven com- deadas principalmente por sus compañeros de juego.
pletamente perdidos. El que es miembro de este grupo está acostumbrado
a cooperar y desempeñar una función bien definida
dentro del equipo. Se atiene rigurosamente a las
Según Znaniecki, en grupos de quienes nunca fue- reglas del juego, aun sabiendo perfectamente que son
ron objeto de atenciones por parte de sus padres y de carácter convencional y que pueden ser modifi-
que se vieron comprometidos tempranamente en la cadas si así lo acuerdan los demás jugadores. Las
lucha por la vida, se desarrolló un tipo diferente de actitudes desarrolladas por chicos y chicas de estos
moralidad. Dicha moralidad, según él, se opone, en grupos pueden hallar una expresión en su vida pos-
varios aspectos, a la de los bien criados. Los padres, terior en tres áreas: en reuniones y organizaciones
en este grupo, no tienen tiempo para guiar los pasos de tipo social, en la política y en la guerra. El espí-
de sus hijos con aprobaciones o desaprobaciones cons-
133
132
impersonales las relaciones humanas. Al decir imper-
ritu lúdico encuentra ahí una oportunidad de ulterior sonales, me refería a las relaciones similares a las
desarrollo. Los que poseen este espíritu comprenden que se dan entre uno que va a la oficina de correos
perfectamente y conceden que todo el mundo tiene y el empleado que le atiende, o entre uno que monta
derecho a jugar si no estorba a los demás, que todos en un taxi y el taxista. Tanto en el uno como en el
tienen igualdad de derechos en el juego si observan otro caso, ni el empleado ni el taxista nos interesan
las reglas aceptadas y juegan limpio. Los resultados como individuos. Sería exactamente lo mismo que en
no tienen tanta importancia, ya que el juego es en vez de un empleado hubiese otro, o que en lugar
sí atractivo por propia naturaleza. de ambos funcionase un aparato automático. La situa-
No quiero detenerme más en las distinciones de ción es diferente cuando se trata de relaciones perso-
Znanieckí. Hemos hecho aquí referencia a esta tipo- nales en las que es de importancia decisiva el que
logía porque ilustra ciertos factores nuevos, capaces nos pongamos en contacto y tratemos con una per-
de dar forma a actitudes mortales. El tercer grupo sona y no con otra.
nos recomienda la distinción que Piaget hace de las
diferentes actitudes morales entre niños educados He recordado esta distinción, porque las acciones
principalmente bajo la presión de los adultos y niños que en las relaciones personales son elogiadas o vitu-
que pasan la mayor parte del tiempo expuestos a peradas no son a veces ni elogiadas ni vituperadas
la influencia de sus compañeros de juego. Pero, mien- en las relaciones impersonales. Tomemos como ejem-
tras Piaget hace hincapié en la importancia de las plo el egoísmo. Consideramos a una persona egoísta
relaciones simétricas, sin tomar en cuenta el hecho cuando en caso de un conflicto de intereses se incli-
de que los miembros de estos grupos se unen para na a favor del suyo propio. El contenido emocional
jugar, Znaniecki opina que el hecho de que se reúnan de la palabra «egoísta» es peyorativo, y por eso no
y formen un grupo de juego es ya en sí particular- se aplica a una situación en que a la vez que busca-
mente importante para el desarrollo de su moralidad. mos nuestros propios intereses, nuestras relaciones
con respecto a otro son impersonales. En una simple
negociación comercial, el que vende quiere ganar
De qué forma depende la aprobación todo lo que puede, y el que compra, a su vez, quiere
o desaprobación moral asimismo pagar todo lo menos posible. Tenemos aquí
de la relación entre el que hace algo un conflicto de interés en el que ninguno de los dos
y aquél a quien o con quien lo hace interesados espera del otro un sacrificio. La relación
en este caso es impersonal, y la preferencia dada a
Al tratar de las supuestas beneficiosas consecuen- nuestros propios intereses no ha de tomarse como
cias de la división del trabajo, me expresé de manera egoísta. En las relaciones personales, en cambio,
más bien crítica recalcando el hecho de que la espe- nuestras obligaciones son diferentes. No es agrada-
cialización creciente de las profesiones tiende a hacer ble, por ejemplo, negociar con un amigo.

134 135
reglas del juego limpio, o fair play, en las relaciones
Algunos que han escrito sobre la historia del amorosas entre los sexos difieren de las reglas váli-
comercio opinan que la institución del mediador, o das para otras relaciones sociales o comerciales. En-
corredor, fue ideada para despersonalizar las negocia- gañar, tentar, despertar esperanzas, sin intención de
ciones de tipo comercial, con el fin de hacer más colmar aspiraciones, todo esto se ha practicado a
fácil la operación de explotación, que resultaría em- diario entre hombres y mujeres, que, por lo demás,
barazosa en una relación personal cara a cara. son perfectamente honrados y dignos de confianza.49
Nuestra noción de altruismo se ve asimismo afec- Los novelistas ingleses del siglo xvui se opusieron
tada por la clase de relaciones que se dan entre las a esta dualidad. Y así, según Henry Fielding, la
personas. Los padres que por navidad hacen regalos promesa de matrimonio hecha a una chica en el
a sus hijos, aunque ello les suponga un sacrificio per- momento de seducirla debería considerarse tan sagra-
sonal, no son propiamente altruistas, por más que la da como cualquier otra promesa.
definición de altruismo pueda cumplirse en su con-
ducta en cuanto tal. Si con frecuencia tenemos opor-
tunidades de ser altruistas en relaciones impersonales
o en relaciones personales pero hostiles, resulta, en Los factores personales
cambio, facilísimo ser egoístas en relaciones perso- dentro de la moralidad
nales y amistosas. En una lucha a vida o muerte nadie
espera consideraciones ni concesiones de ninguna
clase por parte del contrincante. No se nos calificará Hasta qué punto los factores estrictamente per-
de egoístas si defendemos nuestra vida en caso de sonales y, ante todo, los factores emocionales del
ataque, aun cuando sacrifiquemos el bien del adver- modo de ser de cada uno pueden ejercer su influen-
sario en favor nuestro. Este hecho de sacrificar el cia sobre las convicciones morales del individuo cons-
bien de nuestro adversario es algo enteramente admi- tituye el tema de una reciente investigación empírica
tido en el juego. Si uno juega al ajedrez, y lo hace llevada a cabo por dos autores norteamericanos,
con vistas a que gane su contrario, su comporta- J. Retting y B. Pasamanick. Estos autores plantea-
miento resulta intolerable, ya que el juego única- ron a 489 estudiantes norteamericanos y a 513 co-
mente tiene sentido y gusta cuando existe un conflic- reanos cierto número de cuestiones referentes a pro-
to de interés y cada jugador trabaja por conseguir blemas morales. Los resultados de esta encuesta se
su propia victoria, aprovechándose de todas las debi- publicaron en la revista «Sociometry».50 Las respues-
lidades de su adversario. Es de interés para ambos tas obtenidas demostraron que la diferencia de con-
jugadores el no compadecerse de su contrincante, y
esta actitud constituye, por así decir, la salsa y gracia 49
RICHARD STEELE, en el núm. 2 del «Spectator», caracterizaba
a Will Honeycomb de hombre honrado y respetable, al menos en
del juego. todo aquello que no se refería a mujeres.
» Sociometry (1962) n ú m . 1.
Hace ya mucho tiempo que se advirtió que las
137
136
objeto de lucro. Sería difícil probar que tanto Cronin
cepciones morales (exceptuando un grupo de normas como Albert Schweitzer, con su exigencia por el res-
referentes a la conducta equivocada desde el punto peto a la vida humana, han sido tan sólo portavoces
de vista convencional, pero no intrínseco) era mayor de intereses de clase.
dentro de los respectivos grupos étnicos que entre
los dos investigados. Lo cual sugiere la hipótesis de
que estas diferencias se debían a rasgos o factores de
La importancia del pasado
personalidad, resultado, por cierto, interesante, pero
que sin duda precisa una ulterior comprobación.
Todas las sociedades poseen determinados rasgos
característicos que no pueden explicarse sin hacer
referencia a su pasado. Así, por ejemplo, el que en
Norteamérica se insista en la importancia de ser un
La importancia del individuo
buen vecino y de ayudarse mutuamente ha sido atri-
en él desarrollo
buido a menudo al influjo de la época de los pio-
de las concepciones morales
neros. La misma razón ha hecho igualmente que en
Australia se insista también en la importancia de
ayudarse los unos a los otros.
El papel que los individuos desempeñan en el
desarrollo de la moralidad ha sido, por regla general, En Polonia puede observarse un horror especial
subestimado por los marxistas a consecuencia de su a hacer denuncias a las autoridades. Los siglos pasa-
tendencia a insistir ante todo en la. importancia de dos bajo soberanía extranjera y los años de ocupa-
la lucha de clases y de los factores determinantes de ción alemana han contribuido a desarrollar en el
esas clases. A pesar de ello, se puede, según creo, pueblo polaco una actitud de solidaridad contra los
con cierto grado de probabilidad, atribuir una influen- que se hallan en el poder. Romper esta solidaridad
cia sobre las concepciones morales a Charles Dickens, denunciando a las autoridades una transgresión de
cuya descripción de la inhumanidad de la legislación la ley es algo que, en general, repugna a los polacos,
referente a los pobres (Oliver Twist) o de las atro- aun cuando estén persuadidos de que deba castigarse
cidades de las cárceles de deudores impresionó gran- una mala acción.
demente a la opinión pública inglesa. Se podría
también afirmar que la moralidad de la época victo-
riana tampoco podía quedar inmutable después de Ideología y moralidad
los dramas de George Bernard Shaw. Muchos creen
asimismo que la novela de A. J. Cronin, La cinda-
A las consideraciones anteriores debo añadir toda-
dela, contribuyó a la reforma de los servicios médi-
vía algunas observaciones referentes a la influencia
cos en Inglaterra; reforma basada en la convicción
mutua que en virtud de cada ideología existe entre
moral de que el sufrimiento humano no puede ser

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138
se cree, por ejemplo, que el hombre es fundamental-
el orden reinante en un grupo y su moralidad, entre mente malo, será indudablemente grande el número
arte y moralidad, religión y moralidad, y ley y mo- de prohibiciones. La opinión de los psicoanalistas de
ralidad. que los conflictos internos causan destrozos en los
seres humanos ha contribuido a tener en alta estima
Es fácil aportar ejemplos de la influencia de los valores del equilibrio, de la adaptación y de la
nuestras concepciones sobre la realidad, y hay autores armonía.
que aseguran que todas las diferencias concernientes
No puedo menos de mencionar aquí un libro que
a opiniones morales se deben en último análisis a
trata de mostrar lo mucho que una determinada doc-
diferencias de convicciones. Algunas comunidades
trina ha sido capaz de afectar a la moralidad de los
primitivas llegan, por ejemplo, a juzgar que es nece-
Estados Unidos. Me refiero al libro, ya citado, de
sario matar a la madre de los gemelos y a los mismos
La Piere, The freudian ethic: an analysis of the sub-
gemelos, ya que, según ellos, dos hijos nacidos al
versión of the american character. En opinión del
mismo tiempo deben forzosamente tener dos padres
autor, la popularidad del psicoanálisis es enorme en
y son, por tanto, una demostración palpable de adul-
los Estados Unidos. Según la ética así llamada pro-
terio. En Europa, aun en el siglo xvm, por dos peni-
testante (ética por lo demás no ligada necesariamente
ques podía la gente maltratar a los locos, atados con
al protestantismo y que ofrece un ideal de carácter
cadenas a una pared. Esta práctica, hoy inconcebible,
más bien que un código de moralidad), el hombre
tenía su explicación en el hecho de que entonces se
ideal era el que confiaba en sí mismo y se mostraba
creía que los locos estaban poseídos por el diablo.
independiente, emprendedor y responsable de su bien-
Entre los indios zuñi no está permitido mostrarse
estar y de su suerte. El Dios de los protestantes
lirado ni expresar sentimientos malos durante las
era un Dios exigente. Era un Dios de conquistas y
ceremonias de culto llevadas a cabo con el fin de
logros conseguidos a través de la superación de la
conseguir que llueva, pues creen que en ese caso las
adversidad. Exigía hombres dispuestos a sacrificar
ceremonias no obtendrán el resultado apetecido. Los
comodidades presentes y felicidades futuras. Para la
indios hopi desaprueban el mal comportamiento hacia
ética protestante lo importante no era el consumo y
los demás, ya que nunca se puede saber si con quien
goce de las riquezas, sino su acumulación. Los que
se está tratando es un hechicero, en cuyo caso su
profesaban estas creencias eran personas conscientes
venganza podría ser realmente peligrosa. Asimismo,
de sí mismas y de su valor; creían en el progreso y
los indios hopi educan a sus hijos sin castigarlos
en la razón. El que se sometía pasivamente a priva-
nunca, porque creen en la existencia de una justicia
ciones y opresión, era, para ellos, una criatura sin
inmanente que premiará a los buenos y castigará a
méritos.
los que hacen mal, sin ellos intervenir para nada.
Es de todos conocido lo mucho que nuestras concep- La imagen del hombre que los psicoanálisis ofre-
ciones y opiniones en torno a la naturaleza humana
cen es bien diferente. Según La Piere, la doctrina
influyen en el contenido de los preceptos morales. Si
141
140
teoría psicológica puede llegar a tener en la confi-
freudiana es «una doctrina de irresponsabilidad so- guración de la moralidad de todo un continente.
cial y de desesperación personal».51 El hombre apa- Podrían fácilmente multiplicarse los ejemplos de có-
rece víctima de las circunstancias sociales y es des- mo las teorías y los descubrimientos llegan a provocar
crito como antagonista de la sociedad. El conflicto cambios morales. En este sentido considero particu-
entre ésta y el individuo es, para la doctrina de larmente importantes los cambios que en la morali-
Freud, inevitable. Vale la pena reparar en la termi- dad y ethos de la sociedad ha logrado introducir la
nología que usan los adictos al psicoanálisis. tecnología. La invención de la pólvora contribuyó a
En sus razonamientos, escribe La Piere, aparecen cons-
la decadencia de la caballería y de su consiguiente
tantemente palabras tales como: sentimientos de culpa- caballerosidad, tema éste sobre el cual volveré más
bilidad, inseguridad personal, personalidad desequili- tarde. El desarrollo de los anticonceptivos ha apor-
brada, inestablidad, ...frustración, tendencias agresi- tado asimismo grandes cambios dentro de la morali-
vas, traumas, y aquel término que lo abarca todo: dad así llamada sexual.
'tensiones'.
Actualmente en la profesión médica surge toda
El ideal de los freudianos resulta ser un equili- una problemática relativa a la posibilidad de producir
brio precario entre el id (impulsos instintivos del
cambios irreversibles en el carácter de las personas
individuo), el ego y el super-ego. En su doctrina falta
mediante un tratamiento químico. ¿Pueden permitir-
por completo el sentido de las obligaciones hacia los
se los médicos cambiar la personalidad de los pacien-
demás.52
tes? La invención de las armas atómicas ha hecho
Como resultado de estas concepciones, la escuela igualmente surgir nuevos problemas morales.
y el hogar han pasado a ser más transigentes y con- Hoy en día asimismo la gente viaja mucho más
descendientes. Dan sin exigir nada a cambio. Lo y mucho más rápido que antes, lo cual contribuye
importante es lograr que el niño se adapte y que indudablemente a un mejor entendimiento. El ade-
consiga el equilibrio que le corresponde; para ello lanto experimentado en las ciencias sociales nos ayu-
habría que protegerlo, indudablemente, de la frus- da también a este entendimiento en muchas formas;
tración. De lo que se sigue, claro está, una confor- por ejemplo, liberándonos del influjo de ciertas ideas
midad pasiva. Afortunadamente, según el autor, la estereotipadas que por su fijeza son capaces de levan-
clase trabajadora no ha adoptado esta ética freudia-
tar barreras infranqueables entre los pueblos y las
na, y tan sólo se ha limitado a ser doctrina de la
naciones. Thomas Burton Bottomore opina que la
nueva burguesía.
inteligencia de los contextos sociológicos, al descubrir
Me he detenido un poco en este libro, porque numerosos factores externos influyentes en la morali-
veo que es un ejemplo de la influencia que una dad, ha limitado mucho el campo de acción y la fina-
lidad de las palabras de elogio o de censura moral.53
si RICHARD T. LA PIERE, The freudian ethic: an analysis of 53
the subversión of the american character. New York 1950, 53. THOMAS BURTON BOTTOMORE, Sociology. London 1962, 232.
52 Ibíd., 64.

143
142
mundo y de la vida tienen los pueblos primitivos,
El desarrollo de la investigación empírica en el campo si se quiere estudiar sus convicciones morales. La
de la sociología de las leyes ha puesto en duda la autora apoya su aserto haciendo referencia a los
eficacia de la pena de muerte como medio de escar- indios navajos.55
miento y la eficacia de un severo código penal como
A mi modo de ver, entre la concepción del mun-
medio preventivo del crimen.
do y las convicciones morales no existe relación algu-
Nuestra psicología social contemporánea ha moti- na necesaria. Las opiniones morales del obispo Ber-
vado varias investigaciones científicas en torno a los keley no parecen de ningún modo haber dependido
factores favorecedores de la tolerancia, entre ellos en de su convicción de que los objetos materiales sólo
torno al papel desempeñado en ésta por nuestros existen porque son percibidos. Asimismo, el utilita-
conocimientos cada vez mayores y por nuestra forma- rismo en Inglaterra lo profesaron los adictos a las
ción e instrucción cada vez más amplias. General- más diversas ideologías. Lo defendieron, por ejemplo,
mente se supone a priori una correlación positiva deístas, como Thomas Chubb, y representantes de la
entre educación y tolerancia. Pero la realidad es que iglesia anglicana, como William Paley. Hubo igual-
la situación se presenta decididamente complicada, ya mente utilitaristas partidarios de las más diversas
que deberíamos constantemente preguntar: «Toleran- ideas políticas. Para Charles Darwin, la lucha por la
cia, ¿frente a qué o respecto a quién?» Las mujeres, existencia, que él creía ver por doquier, constituía
a las que generalmente se las juzga menos tolerantes el factor fundamental estimulador del progreso; para
que los hombres, han demostrado ser más indulgen- el anarquista ruso Kropotkin, lo constituía, en cam-
tes que éstos en lo concerniente a delitos contra la bio, la ayuda mutua, observada por él en toda clase
propiedad y menos en las cuestiones referentes a de ambientes, tanto entre los hombres como entre
faltas contra la moralidad. Un mayor grado de cono- los animales. Sin embargo, a pesar de tan opuestas
cimientos parece hacer a los hombres más severos, concepciones del mundo, las convicciones morales de
actitud ésta atribuida a una nueva conciencia de la ambos autores poseían sorprendentes similitudes.
seria amenaza que el crimen representa para la socie-
dad o a una identificación creciente con la autoridad También es posible, naturalmente, citar ejemplos
judicial.54 en los que la relación es más bien precisamente en
sentido contrario, llegando las convicciones morales a
Algunos antropólogos de la cultura opinan que determinar actitudes ideológicas. Según algunos, la
la así llamada concepción del mundo (Weltanschau- creencia en una unidad de todos los seres vivientes
ung) es muy importante, si no decisiva, para las entre sí y en la interrelación de todo lo que sucede
convicciones morales. De ahí que, por ejemplo, Ethel en el universo tuvo aceptación porque servía para
M. Albert, en su artículo On classification of valúes, demostrar que cualquier bien que nos hagamos a
recomiende empezar con la concepción que del
5s ETHEL M. ALBERT, On classification of valúes: American An-
thropologist 58 (abril 1958).
M
«Acta sociológica», 10, fase. 1-2.
145
144
del arte, o, por lo menos, del interés por la creati-
nosotros mismos repercute en provecho de los demás. vidad y la obra artística como el mejor modo para
La misma creencia podría también valer, no para alcanzar un nivel moral encomiable, otros han con-
apoyar el egoísmo, sino para promover el altruismo, siderado eso mismo pernicioso para la moralidad.
al hacer patente que todo el mal que hacemos a los Platón, aunque era partidario del ideal griego del
demás redunda, a la postre, en perjuicio nuestro. kalokagatia, ideal de la unión entre bondad y belleza,
excluyó a los poetas de su estado ideal porque, según
La creencia, propia de la ideología de los antiguos él, contribuían a la corrupción de la sociedad. Al
estoicos, de que los nexos causales del bien y del igual que luego Aristóteles, Platón también conside-
mal nunca se interfieren, se debía fundamentalmente raba que la música ejercía un papel particularmente
a la no aceptación moral de la idea de que las accio- importante en la educación moral, y tenía ideas bien
nes buenas pudieran tener efectos malos o de que definidas sobre qué clase de música podría admitirse
las malas pudieran tenerlos buenos. A muchos les en su estado ideal y cuál no. Por el gran influjo
chocó enormemente la teoría que Mandeville exponía moral que ejerce, el arte, según Platón, debería estar
en su obra The fable of the bees (La fábula de las bajo el control riguroso del estado. La tragedia, en
abejas), de que entre las acciones buenas y las malas su opinión, tenía efectos edificantes sobre los hom-
existía una relación causal mutua. Tal vez se podría bres. Las representaciones dramáticas deberían hacer
también argüir que eran sus propias aspiraciones mo- ver que el vicio merece castigo y que a la virtud le
rales las que le sugerían a Marx que la historia se corresponde el premio. Cualquier innovación dentro
ha visto siempre dirigida y dominada por leyes inexo- de la música era, según él, perniciosa, pues los cam-
rables. La necesidad de la unión fraterna entre los bios musicales de estilo implicaban siempre repercu-
hombres y la convicción de que dicha unión se daba siones políticas. De Aristóteles era conocida su teoría
precisamente en el proletariado hicieron surgir la idea de la catarsis o purificación, atribuida por él al influjo
de que la historia caminaba en dirección al triunfo ejercido por el arte. Sus comentadores no se han
definitivo de éste. Karl Popper, en su obra Opert mostrado unánimes en la interpretación que han dado
society (Sociedad abierta), aporta argumentos muy a este influjo purificador. Unos lo han visto en una
demostrativos del trasfondo moral de las ideas mar" sublimación de las emociones, otros más bien en una
xistas. liberación de las mismas; siendo esta última, a mi
modo de ver, la opinión dominante.

A pesar de algunas limitaciones, la tradición grie-


Arte y moralidad
ga se mostraba unánime no sólo en considerar posible
la integración en una misma unidad de la belleza y
La relación entre el arte y la moralidad rara de la bondad, sino que juzgaba que esta unidad era
mente ha sido neutral a los ojos de los teóríco s ' de todo punto indispensable. El historiador griego
Mientras algunos autores han recomendado el cult
147
146
Entre los sociólogos que se ocuparon de esta rela-
Polibio (c. 208-126 a. J. C.) nos refiere que los habi- ción, fue sobre todo Emile Durkheim el que advirtió
tantes de Arcadia, su país nativo, creían que la músi- la existencia de un conflicto entre arte y moralidad.
ca era absolutamente indispensable para todos aque- Según él, un gran desarrollo de la actividad artística
llos que no querían pasar por bárbaros. Podían con- en una sociedad era síntoma de peligro inminente.
fesar sin reparos su incompetencia en cualquier otro Este peligro se debía a la incompatibilidad entre
campo, en cambio era entre ellos motivo de vergüen- actitudes necesarias para el arte y actitudes requeridas
za tener que admitir que no sabían cantar.56 por la moralidad. El arte se rebela contra todo lo
Los tiempos modernos nos ofrecen toda una gama que suene a imposición y coartación, en cambio la
de opiniones sobre la relación entre arte y moralidad. moralidad exige disciplina. El arte siente la necesidad
A principios del siglo xvm, el inglés Lord Shaftes- de expresarse libremente; la moralidad, por el con-
bury unía la bondad y la belleza en su concepción del trario, cree que su deber es obedecer a la autoridad.
hombre modelo, a quien él denominaba virtuoso. El
Entre los psicólogos debo mencionar aquí a Freud,
sentido moral se acercaba, en su concepto, muchísimo
por el papel que atribuía al arte. Según él, el arte
al gusto estético. Esta opinión es típica de la aristo-
desempeña en la moralidad un papel doble. En la
cracia; ya hablaremos más adelante de ello. Rousseau
actividad artística podemos nosotros, por un lado,
denunció los efectos inmorales del arte, convicción
buscar una sublimación de nuestros instintos —a la
que más tarde compartió y corroboró Tolstoi. Argüía
palabra sublimación se le da aquí un valor positivo,
Rousseau que cuanto más nos dedicamos al arte más
que implica la realización y consecución de algo mo-
nos apartamos de la moralidad. El romanticismo creía
ralmente deseable. El arte, por otro lado, estaría en
en una estrecha relación entre arte y moralidad, tanto
grado de ofrecerle al artista y a su público la ocasión
en el artista como en su público. Shelley subrayaba
de la así llamada Ersatzbefriedigung, es decir, llega-
la importancia del desarrollo de la imaginación para
ría a construir una satisfacción sustitutiva de nues-
el arte y para la moralidad y la relación íntima exis-
tras necesidades, cuya satisfacción directa podría ser
tente entre nuestra sensibilidad y la belleza o los
perniciosa para la vida de la sociedad.
valores morales.

La relación entre arte y moralidad interesó mu-


chísimo a Thomas Mann. En su opinión, existe una
incompatibilidad entre ser artista y ser hombre hon- Religión y moralidad
rado, al menos si el concepto de honradez se toma
en su acepción común. Adrián Leverkühn, el héroe
de su fascinante novela, Doctor Faustus, debe su Las relaciones entre ideología y moralidad, arte
genio musical a un pacto hecho con el diablo. y moralidad, religión y moralidad dan pie al plan-
56
teamiento de muchísimos problemas; yo sólo voy
POUBIO, libro IV, 20, 21.

149
148
lo cual supone la necesidad de la existencia de los
a limitarme a apuntar algunos. En estas relaciones valores morales con anterioridad a la revelación. La
los fenómenos morales son tratados, ante todo, fe de los deístas, muy popular en el siglo XVIII, en
como variables dependientes. La cuestión de si la una moralidad natural, era al mismo tiempo una fe
moralidad depende o no de la religión debería ini- en una moralidad independiente en origen de toda
ciarse poniendo en claro a qué clase de dependencia divinidad, ya que se trataba de una moralidad común
nos referimos. a países de los más diferentes credos religiosos.
1. En primer lugar, esta dependencia puede 2. La segunda interpretación de la opinión de
concernir al origen de la moralidad. Muchos creen que la moralidad depende de la religión piensa en
que nuestro código moral le ha sido dado al hombre una dependencia lógica entre los juicios y preceptos
por seres sobrenaturales, que no sólo desempeñan morales, de una parte, y los contenidos de fe, de la
el papel de legisladores, sino también, después de otra. Por eso en esta interpretación se hace descan-
nuestra muerte, el papel de jueces de nuestros méri- sar la desaprobación del divorcio en la creencia de
tos y de nuestros pecados o transgresiones contra que una unión hecha delante de Dios sólo puede
la ley divina. A las religiones que atribuyen un papel ser disuelta por él; y la desaprobación de la homo-
moral a sus dioses, David Bidney las llama religiones sexualidad se funda, también en esta interpretación,
moralistas. Según él, tales religiones son la minoría, en la suposición religiosa de que únicamente son
ya que la mayor parte de los credos religiosos ima- permitidas aquellas relaciones sexuales que conducen
ginan sus dioses absolutamente indiferentes en mate- a la procreación. Igualmente justifican la indiferencia
ria de moralidad.57 Durkheim considera que la impe- respecto a la crueldad con los animales, alegando que
ratividad mística de los mandamientos morales se han sido creados para servir al hombre y que no
debe al hecho de que la moralidad ha sido en origen tienen alma. El suicidio se condena por muchas razo-
estrechamente relacionada con la religión. Sería inte- nes, entre otras, argumentando que sólo Dios puede
resante comprobar esta hipótesis y ver si el carácter disponer de nuestras vidas por ser él quien nos creó.
imperativo de los mandamientos morales se encuen- El mismo razonamiento se aplica al caso de la euta-
tra también en culturas cuya religión, en la termi- nasia. El aborto se condena por creer que el embrión
nología de Bidney, no es moralista. está dotado de alma desde sus inicios. La desaproba-
ción de la desnudez se relaciona con la creencia de
El problema de si debemos a Dios nuestro código la pecaminosidad de la sexualidad.
moral ha contado entre los problemas principales del
3. En todos estos ejemplos aparece lógica la de-
siglo XVIII. Shaftesbury señalaba el hecho de que
pendencia entre ciertas normas morales y determi-
para fiarnos de la revelación hemos de estar persua-
nadas creencias religiosas. Sin embargo, también po-
didos de que Dios es bueno y que no nos engaña;
demos hablar de dependencia cuando no existe nin-
57
DAVID BIDNEY, Theoretical anthropology. New York 1953, guna relación lógica directa y en cambio puede verse
c. XIV.
151
150
bres a obrar lo que consideran bueno y a no obrar
la influencia de la religión en el contenido de ciertas lo que juzgan malo, debería ser objeto de investiga-
convicciones morales. La importancia atribuida a la ciones empíricas. ¿Hasta qué punto, por ejemplo, la
ética sexual, según lo ilustra el hecho de que en idea de que un ser sobrenatural es testigo de su
muchas lenguas la palabra «moralidad» (respectiva- acción le hace al hombre no cometer un robo, y en
mente «inmoralidad») se haya restringido a este cam- qué medida le retiene, en cambio, el miedo a ser
po, se ha debido ciertamente al influjo de la religión. sorprendido y castigado o la compasión hacia la per-
Asimismo se ha debido a la influencia de la religión sona a quien planea robar?
la insistencia en la necesidad de santificar las rela-
ciones sexuales mediante el matrimonio. Como algunas religiones, las que Bidney calificó
de moralistas, tienen un contenido moral especial, el
La mujer que rompe el tabú, sin antes haber pasado influjo de la religión sobre la moralidad demuestra a
por la ceremonia nupcial, queda marcada para siempre menudo ser influjo de una moralidad sobre otra. Re-
con el signo de la ignominia; y ya no se reparará en
si lo ha hecho en calidad de ramera profesional o
cientemente, G. Lenski ha llevado a cabo, en 750
sencillamente ha faltado por haber amado y haber con- detroitianos, escogidos al efecto, una investigación
fiado en exceso.58 empírica, sobre la economía y sobre la vida de fami-
lia de dichas personas. Lenski se ha interesado, por
Se ve condenada para siempre a ser tratada como ejemplo, en averiguar cuál ha sido el papel desempe-
una pieza defectuosa en el mercado de la sociedad. ñado por la religión en las actitudes que los inte-
rrogados mostraban respecto a juegos de azar, bebida,
4. La última especie de dependencia posible control de nacimientos y divorcio. Y llegó al siguien-
entre la moralidad y la religión es de que nuestra te enunciado general, que él denominó principio del
conducta dependa de nuestra fe. La cuestión de si hedonismo social:
la moralidad en este sentido depende de la religión
equivale a la cuestión, por ejemplo, de si una per- Cuando dos grupos religiosos ya establecidos e institu-
sona puede ser honrada sin ser a la vez religiosa. cionalizados sostienen normas morales opuestas, la nor-
ma menos exigente tiende a ganar a los miembros me-
Se trata naturalmente de una cuestión puramente nos comprometidos de ambos grupos.
empírica. Los autores de ética del siglo xvm estaban
convencidos de que era posible, y señalaban como En tiempos de crisis y en sectas recién fundadas
ejemplo a los chinos, que en aquel tiempo gozaban puede, desde luego, darse que se impongan y se
de gran estima y consideración, a pesar de no ser acepten normas morales severas y que el entusiasmo
cristianos y de que el confucianismo no enseñaba la surgido desvirtúe la atracción «normal» del hedo-
existencia de seres sobrenaturales. Averiguar hasta nismo.59
qué grado los motivos religiosos inducen a los hom-
5
' G. LENSKI, The reügious factor: a sociológica! study of refí-
gious impact on politics, economics and family Ufe. New York 1961,
58
L. T. HOBHOUSE, Moráis in evolution: a study in compara- 175, 176.
tiva ethics. London 1906.
153
152
todos estos son valores que los legisladores se pro-
Ley y moralidad ponen y desean defender.
Elementos morales se hallan presentes no sólo
Es éste también un campo muy vasto, que sólo en el contenido mismo de las leyes y en los fines
puedo tocar de manera muy breve, dejando de lado hacia los que tienden los legisladores, sino también
por el momento la cuestión de la relación entre el en la administración de la justicia y en los procedi-
concepto de ley y el concepto de moralidad; de este mientos judiciales. A algunos ciudadanos, por ejem-
problema ya me ocupé en un artículo que escribí en plo, se les permite que se nieguen a hacer declara-
otra ocasión.60 ciones cuando a ello son impelidos por razones del
orden moral. Es asimismo de carácter puramente
Por ley entiendo aquí el contenido del código moral el concepto de derecho natural. Y así, en el
penal y civil. Que el código está lleno de elementos proceso de Nüremberg, al no existir leyes que per-
morales es un hecho que nadie lo discute. Ciertas mitiesen condenar a personas por crimen de homici-
prohibiciones morales aparecen repetidas casi al pie dio en masa, se recurrió precisamente a este con-
de la letra en los códigos penales; por ejemplo la cepto.
del «no matar», o la del «no robar». Y lo mismo
ocurre con nuestros códigos civiles. La influencia de la moralidad sobre la ley es
mucho más patente que la de la ley sobre la mora-
En su libro La regle moróle dans les obligations lidad. Ahora bien, por más que William Graham
civiles, G. Ripert trata de hacer ver que «el derecho Sumner arguyera en su libro Folkways a que las leyes
en su parte más técnica se halla dominado por la no pueden crear ningún tipo de moralidad, sin em-
ley moral» («Le droit dans sa partie la plus techni- bargo es forzoso tener en cuenta la función educa-
que est dominé par la loi morale»).61 Elementos mo- tiva del derecho. Como señalaba el historiador roma-
rales se encuentran asimismo tanto en el contenido no Tácito, un exceso inadecuado de prescripciones
de las leyes como en los móviles de los legisladores. legales puede producir efectos morales no deseados.
Aunque no lo demuestren explícitamente, los que Aquellas prohibiciones que no tienen en cuenta la
hacen las leyes tienen una jerarquía definida de valo- realidad y que por razones puramente técnicas no
res. La prioridad de la monogamia sobre otras formas pueden ser observadas, enseñan a la gente a trans-
posibles de matrimonio, el valor de la estabilidad en gredir la ley.
la vida de familia, la necesidad de evitar conflictos
considerados males sociales, la tendencia a defender La cuestión de si una legislación severa o, por
los intereses del débil, como ocurre en lo referente el contrario, una benigna es más apropiada para evi-
a los intereses de los niños en caso de divorcio, tar la delincuencia es, como todo el mundo sabe,
un tema muy discutido tanto en los países capita-
60
MARIA OSSOWSKA, Moral and legal norms: Journal of Philoso
phy 57, núm. 7 (marzo 1960). « WILLIAM GRAHAM SUMNER, Folkways, 1906.
61
G. RIPERT, La regle morale et les obligations civiles, '1935.

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154
influencia de las distinciones de clases, me gustaría
listas como en los socialistas. Muchos escritores con- mencionar aquí algunas teorías muy discutidas en
temporáneos, basándose en investigaciones empir1' torno al papel que las ideas morales desempeñan en
cas, han denunciado abiertamente los efectos desmo- el campo de la economía.
ralizadores de los penales y lugares de reclusión. L a
Según la conocida teoría de Max Weber, la ética
ley es conservadora,- pero la idea de la necesidad
protestante fue uno de los principales determinantes
de un cambio radical en nuestros esfuerzos por reha-
del desarrollo del capitalismo primitivo. Aunque esta
bilitar a los criminales está ocupando cada vez mas
teoría es de sobra conocida, me gustaría, no obstante,
a los que escriben sobre estos temas.
recordar aquí algunos de sus puntos principales. Para
saber cómo llegó a ella, creo que será oportuno
hacer constar lo siguiente: 1) Weber advirtió que
las más grandes empresas industriales de su país se
Los fenómenos morales como hallaban en manos de protestantes, y, más particular-
variables independientes mente, en manos de calvinistas; 2) advirtió asimismo
que los importes de impuestos sobre la renta coti-
zados por estos últimos eran muy superiores a los
Según el título de estas lecciones, mi intención pagados por los católicos; 3) llamó la atención sobre
es repasar y analizar críticamente diferentes determi- el hecho de que países católicos, como Italia y Es-
nantes de las actitudes morales y de las normas mo- paña, no estaban industrializados y de que, en cam-
rales resultantes de dichas actitudes. Hasta ahora, bio, en los protestantes el proceso de industrializa-
sin embargo, he hablado casi exclusivamente de una ción se hallaba en pleno desarrollo; 4) señaló también
dependencia unilateral, si bien es más que evidente que, en Alemania, los católicos eran proporcional-
que los factores que influyen en la moralidad se mente más numerosos en los colegios que enseñaban
hallan en la mayoría de los casos influenciados a humanidades que en los colegios que impartían ense-
su vez por ésta. Dicha interdependencia resulta espe- ñanzas técnicas.
cialmente sorprendente en los últimos ejemplos a
que he hecho referencia. El arte, la religión y las Estos hechos sugerían la idea de que en el protes-
leyes son fiel reflejo de la moralidad de una sociedad tantismo había algo que favorecía actividades eco-
determinada. Las aspiraciones morales de un pueblo nómicas y que conducía a la acumulación de las
quedan expresadas en la idea que tiene de la divi- riquezas. Weber llegó a pensar que la ética puritana
nidad, cuyas excelencias, a su vez, se conciben de y el dogma calvinista de la predestinación eran dos
manera diferente según las convicciones de los cre- factores muy importantes al respecto.63 Calvino creía
yentes. que los hombres estaban ya de antemano condenados
63
Antes de volver a las determinantes sociales de Por «puritanismo», Weber entendía formas ascéticas de pro-
testantismo, como el calvinismo, el metodismo y el pietismo.
la moralidad, para tratar más detalladamente de la
157
156
lizador de la teoría de Weber, alegando que el cal-
o salvados por Dios. El éxito de este mundo cons- vinismo adoptado por la aristocracia (como ocurrió
tituía, para él, un signo externo de la gracia interior. en Polonia) había tenido también otros resultados.
Ahora bien, para llegar a ese éxito era preciso traba- Tales críticos señalaban que era preciso reparar en
jar con ahínco; practicar la frugalidad y la renuncia, dos hechos fundamentales: quién acepta el calvinis-
llevar, en suma, aquella vida ascética que Weber de- mo y bajo qué condiciones lo hace.
nominó ascesis dentro del mundo (innerweltliche
Askese), en oposición a la ascesis practicada por los Mientras la aserción psicológica de Weber es du-
santos en la edad media. Esta actitud tuvo como dosa, su tesis histórica sobre la correlación entre el
resultado una acumulación de riquezas y fue uno de desarrollo del capitalismo y la práctica de las virtu-
los factores que más contribuyeron al desarrollo del des puritanas resulta, en cambio, mucho más convin-
espíritu de capitalismo y del capitalismo como tal. cente. Con relación a la primera, no está claro por
No es que la tendencia a adquirir riquezas fuese, qué se cree que las virtudes puritanas fomentan
claro está, desconocida en otros países ni en otras el espíritu del capitalismo y especialmente por qué
épocas; sin embargo, lo que Weber consideraba nue- el dogma de la predestinación ha de desempeñar un
vo era que precisamente la consecución de la prospe- papel tan importante en ese espíritu. ¿Por qué ha
ridad se tuviese como signo de vocación divina y de hacernos creer el dogma de la predestinación que
hubiese pasado a ser un fenómeno de masas. estamos entre los escogidos por el hecho de tener
éxito económico en nuestros negocios? La misma
Es preciso distinguir entre la afirmación de que conclusión podría sacarse del hecho de sobrevivir
la ética puritana diera origen al espíritu del capita- en medio de la más completa holgazanería. Precisa-
lismo. La primera es una afirmación psicológica en mente, según los griegos, la creencia en la predes-
torno a la correlación de dos hechos psicológicos, tinación dejaría de estimular la actividad y contri-
mientras que la segunda es una aserción sobre la buiría, en cambio, a la haraganería (logós argos). En
relación entre una actitud moral, que es un hecho su libro Christianity and moráis,** Edward Wester-
psicológico, y el desarrollo del capitalismo, que es marck señala certeramente que sólo en determinadas
un hecho objetivo. condiciones sociales podría darse la idea de tomar
la prosperidad como criterio de pertenencia al grupo
Weber trató estos dos asertos como algo más de los elegidos.
que simples apreciaciones históricas. En su propen-
sión a la abstracción llegó a formularlos en una hipó- El dogma de la predestinación es ciertamente muy
tesis general que, más o menos, sonaba así: si una útil para justificar los propios privilegios y para tran-
sociedad desarrolla virtudes como el ahorro, la fruga- quilizar la conciencia. Ahora bien, su función en la
lidad y la renuncia, podrá esperarse un aumento de aparición y fomento del espíritu del capitalismo,
la prosperidad de dicha sociedad, que la estimulará
a hacer constantemente nuevas inversiones de capital. 64
EDWARD WESTERMARCK, Christianity and moráis. London 1939.
Hubo, desde luego, quienes criticaron el tono genera-
159
158
güenza puede llegar a ser muy intenso e imposible de
cuya expresión más genuina, según Weber, se halla eliminar, por ejemplo, mediante una confesión o con
un acto de reparación, como en el caso de la culpa-
condensada en el «slogan» de Franklin «El tiempo bilidad.»
es oro», resulta más que dudosa, pues también tuvie-
ron mucho éxito en la acumulación de riquezas sec- Según esta autora, las verdaderas culturas con
tas, como la de los cuáqueros y la de los mormones, predominio del sentido de la vergüenza descansan en
que no aceptaban la doctrina de la predestinación. sanciones de carácter externo para la buena conducta,
El hecho de que los cuáqueros fuesen excluidos en y la vergüenza constituye en ellas una reacción a
Inglaterra de muchos puestos que requerían el jura- la crítica de los demás. Las genuinas culturas con
mento que ellos tenían prohibido, los obligó a dedi- predominio del sentido de la culpabilidad descansan,
carse con más intensidad a las actividades comer- por el contrario, en una convicción interiorizada de
ciales. pecado. La cultura americana es una cultura con pre-
dominio del sentido de la culpabilidad, mientras que
Como segundo ejemplo de la influencia de la la cultura japonesa es una cultura con predominio
moralidad sobre la economía, me gustaría mencionar del sentido de la vergüenza.
brevemente aquella conocida distinción entre culturas
con predominio del sentido de la culpabilidad y cul- Freud subrayó la importancia del sentido de cul-
turas con predominio del sentido de la vergüenza pabilidad para el desarrollo de una cultura en todo
(«guilt cultures» y «shame cultures»). su conjunto. En el capítulo 8.° de su obra Das TJnbe-
hagen in der kultur (El malestar en la cultura),
Ruth Benedict escribe así en su libro The chry-
trató Freud de mostrar que el sentido de la culpa-
santhemum and tbe sword:
bilidad ha sido especialmente importante para el
En los estudios antropológicos sobre las diferentes cul- desarrollo de la cultura y que los hombres han
turas es muy importante distinguir cuáles dan mayor tenido que pagar el progreso con la pérdida de la
peso al sentimiento de vergüenza y cuáles se lo dan al
de culpabilidad. Una sociedad que inculca a sus miem- felicidad, por causa precisamente del aumento del
bros normas absolutas de moralidad y confía en que sentido de culpabilidad. Este aumento del sentido
éstos desarrollarán una conciencia personal, es por de- de culpabilidad ha de ser relacionado con el hecho
finición una cultura con predominio del sentido de la de que las culturas más avanzadas se ven obligadas
culpabilidad; es claro que el miembro de tal cultura, a exigir de sus miembros un dominio cada vez más
como, por ejemplo, en la de Estados Unidos, puede
además de culpabilidad sentir también vergüenza, al perfecto de su tendencia a la agresión. Dicha agre-
darse cuenta de haber realizado acciones inconvenien- sión, al no tener salida, queda dentro para salir luego
tes que en modo alguno son pecado. Quizá le aver- expresada en sentimientos de culpabilidad.
güence mucho no estar debidamente vestido para una
ocasión determinada o el haber cometido un lapsus En la introducción a su libro Cpoperation and
lingual. En una cultura en que la vergüenza constituye
la sanción más importante, sus miembros se avergüen- 45
RUTH BENEDICT, The chrysanthemum and the sword. Bos-
zas de acciones de las que, a nuestro modo de ver, ton 1946, 222 y 223.
deberían sentirse culpables. Un sentimiento tal de ver-
161
160
con predominio del sentido de la vergüenza, de una
competition among primitive peoples,** Margaret
cultura con predominio del sentimiento de la culpa-
Mead distingue asimismo entre culturas con predo-
bilidad?; 2) ¿qué clase de datos psicológicos serán
minio del sentido de culpa y culturas con predomi-
los que proporcionen la evidencia de que en una
nio del sentido de vergüenza. Esta distinción, sin
cultura prevalece el sentido de la vergüenza o do-
embargo, ha sido puesta ya en tela de juicio. El
mina, por el contrario, el de la culpabilidad?; 3)
crítico M. Singer rechaza esta distinción y la teoría
¿hasta qué punto podemos nosotros interpretar ansie-
a ella ligada de que el sentido de culpabilidad es
dades características y énfasis emocionales de una
dinámico y conducente a una intensificación de vida
cultura como «proyecciones» de una culpabilidad in-
económica.67 La distinción entre culturas con predo-
consciente? M
minio del sentido de vergüenza y culturas con pre-
dominio del sentido de culpabilidad, sobre la base Clyde Kluckhohn y Dorothea Leighton admiten
de la existencia de dos tipos de sanciones, no es, que las culturas con predominio del sentido de la
a juicio de Singer, satisfactoria, ya que también a la vergüenza son menos progresivas que las culturas con
vergüenza puede dársele un carácter más profundo e predominio del sentido de la culpabilidad.69 Singer,
íntimo (circunstancia admitida por Margaret Mead), por el contrario, hace reparar en el hecho de que las
y en ese caso difícilmente podrá distinguirse de la tres patologías principales de la civilización moderna,
culpabilidad. Singer se muestra escéptico en cuanto a saber, la guerra, la dictadura y las enfermedades
a su aplicación en las investigaciones llevadas a cabo mentales, han sido frecuentemente atribuidas a un
por Kluckhohn y Leighton entre hijos de blancos de «elevado sentido de culpabilidad». El desarrollo pro-
Estados Unidos e hijos de indios navajos. En estos gresivo no depende, en su opinión, de represiones y
estudios, los hijos de los blancos, educados con idea- crecientes sentimientos inconscientes de culpabilidad,
les interiores de personalidad, se juzga que son guia- sino que se halla asociado a la delimitación y espe-
dos por sentimientos de culpabilidad, mientras que cialización del sentido de responsabilidad moral. Los
los hijos de los navajos, al tomar las normas de psicoanalistas del sentido de culpabilidad lo hacen
comportamiento como partes constitutivas del am- derivar de sentimientos reprimidos de odio y de una
biente exterior al que deben acomodarse, se cree tendencia también reprimida a la agresión. Sin em-
que se hallan impulsados por sentimientos de ver- bargo, leemos en el mismo libro, no es admisible
güenza. presumir que las agresiones deban ser reprimidas en
todas las culturas.
Singer señala la necesidad de dar respuesta a
tres interrogantes: 1) ¿en virtud de qué criterios Las observaciones críticas arriba apuntadas pare-
generales podemos nosotros distinguir una cultura cen ser convincentes; por mi parte, me gustaría aña-
66
MARGARET MEAD, Cooperaíion and competition among primitive " Ibld., 47.
peoples. New York 1937, 494. 6
67 » CLYDE KLUCKHOHN y DOROTHEA LEIGHTON, The Navaho.
G. PIERS y M. SINGER, Shame and Guilt: a psychoanalytic and Cambridge Mass. 1946, 106, 107 y 171.
cultural study. Springfield, III, 1958.

162 163
constantemente de demostrar su valía mediante sus
dir alguna más. Mientras unos autores, como Marga- logros. Concedo que un sentimiento de culpa pueda,
ret Mead, se inclinaban a pensar que las culturas con a veces, ser un factor acrecentador de la actividad
predominio del sentido de la culpabilidad son más económica, pero no lo considero condición necesaria.
bien raras y admiten que la mayoría de las culturas Dudo mucho que una intensa industrialización y la
primitivas han sido culturas con predominio del sen- actividad económica de diferentes países contempo-
tido de la vergüenza, otros defienden el punto de ráneos pueda atribuirse razonablemente a un senti-
vista opuesto. El conocido autor alemán H. Kelsen miento de culpabilidad y a la promoción de un tipo
opina que recurrir en sus razonamientos a palabras de personalidad protestante, que Margaret Mead atri-
como culpa y castigo es típico de sociedades primi- buye, por ejemplo, a la Unión Soviética.
tivas. Y cita como ejemplo un mito, muy popular
en Europa y Asia, que explica por qué son muchos Hemos hecho referencia al sentimiento de culpa-
los peces. Según este mito, los peces estaban avisa- bilidad como ejemplo de factor moral con influjo en
dos del diluvio antes de que ocurriese, pero tenían la vida económica. Observaciones sobre este tema
orden de mantener secreta la información. Como la podemos hallar en muchos autores. La prosperidad
divulgaron, fueron castigados con mudez eterna.70 Otro de una nación se ha atribuido generalmente a la
autor alemán, E. Topitsch, cita una serie de ejemplos presencia de virtudes personales, tales como espíritu
de pueblos primitivos que han explicado en términos emprendedor, interés por el ahorro, diligencia, y
de culpa y castigo diferentes fenómenos de orden todas las demás virtudes recomendadas por la así
físico.71 Ya se ha señalado con frecuencia que los llamada ética protestante. En La fábula de las abejas,
pueblos primitivos han atribuido generalmente a ac- Bernard Mandeville, que gustaba de paradojas, trató
ciones malas cualquier tipo de calamidad y cualquier de demostrar lo contrario, es decir, que para la pros-
desgracia, bien sea una sequía prolongada, una enfer- peridad no son necesarias las virtudes sino los vicios.
medad, una muerte, o bien el fracaso en sus cace-
rías. Según Redfield, el hombre primitivo se siente Sólo los locos se esfuerzan
enormemente ligado a su grupo, y ésa es la razón en hacer dignas colmenas...
de que a él le acosen sentimientos de culpabilidad Sin grandes vicios sólo hay
vana utopía mental.
mucho más a menudo que a nosotros. Vanidad y envidia pura,
ministros fueron de industria.
¿Por qué ha de creerse que un sentimiento de Vivan fraude, orgullo y lujo,
culpabilidad va a conducir a una actividad intensa? mientras obtengamos lucro.
Una respuesta probable es que un hombre que actúa
impulsado por sentimientos de culpabilidad trata La fábula de las abejas es una demostración de
la paradoja de que los vicios privados redundan en
70
H. KELSEN, Vergeltung und Kausalitat: eine soziologische Vn- beneficio público, si por beneficio entendemos pros-
tersuchung. La Haya 1941.
" E. TOPITSCH, Vom Vrsprung und Ende der Metaphysik. peridad general y prestigio político. Es interesante
Wien 1958.

165
164
res. La satisfacción de necesidades sexuales es con-
advertir que también Engels escribía en su libro sobre siderada en esas sociedades como un valor, al igual
Feuerbach algo muy parecido: que en las sociedades que practican la poliginia; sin
embargo, la diferente proporción de sexos sugiere
Son precisamente las pasiones malas del hombre, la
codicia y el afán de dominar, las que han pasado a ser métodos diferentes en la salvaguardia de los mismos
las palancas del desarrollo histórico. 72 valores.
Cuando decimos que la densidad de población
influye en la moralidad, nos referimos otra vez a una
Observaciones metodológicas nueva situación que provoca conflictos desconocidos
en sociedades de población escasa, con la consiguiente
necesidad de normas nuevas para su solución. Crea
Los ejemplos de determinantes, citados en mis asimismo nuevas condiciones la división del trabajo.
consideraciones anteriores, no son, ni mucho menos, Su influencia consiste en hacer a las personas cons-
exhaustivos, pero son lo suficientemente numerosos cientes de su dependencia mutua y de las ventajas
como para permitir hacer algunas observaciones. La de la sociedad. El que habla de ética profesional,
primera sería la relacionada con las diferentes inter- admite que las profesiones pueden influir en la mo-
pretaciones posibles de la palabra «influencia». ralidad. También se puede pensar en el hecho de que
una profesión pueda moldear el carácter de una per-
El que habla de la influencia del clima sobre la sona comprometida en ella y, en consecuencia, cam-
moralidad hace referencia a situaciones como la que biar aquellos aspectos de su conducta a que hacen
sugiere el hecho de que la gente se hace perezosa referencia determinadas normas morales.
cuando el calor es excesivo o de que en países
cálidos la gente adopta una jerarquía de valores en Una profesión puede igualmente poner a las per-
que la no actividad tiene un gran predicamento, como sonas que la ejercen en situaciones tales que se
en el caso del ideal del nirvana. Si, por otra parte, vean obligadas a formular nuevas normas, opuestas,
uno habla de la proporción entre hombres y mujeres a veces, a las aceptadas fuera de la profesión, o que
como de un factor que influye en la moralidad, no se sientan forzadas al cumplimiento de ciertas obliga-
se refiere a la influencia inmediata sobre el carácter ciones no consideradas importantes en el conjunto
de las personas en cuestión, ni sobre sus juicios de la sociedad.
de valor. En este caso, los miembros de la sociedad La influencia de las diferencias de clase en la
han de recurrir a medios nuevos que salvaguarden moralidad es aún más complicada y multilateral, y
los mismos valores, como sucede en aquellas socie- por eso la estudiaremos en otro capítulo aparte.
dades que adoptan la poliandria por escasez de muje-
Hasta ahora me he limitado simplemente a enu-
72
Tomo esta cita de LEWIS MUMFORD, The condition of man. merar los factores que influyen en la moralidad. Si
New York 1944, 334. Mumford calificaba el libro de Engels de «una
especie de versión proletaria de La fábula de las abejas».
167
166
siente, por ejemplo, al comprobar que nos han roba-
alguien quisiera comprobar estas hipótesis, debería do; indignación que William McDougall no quería
hacerlo mediante estudios comparativos. Tales estu- denominar moral por no ser desinteresada.
dios encuentran muchas dificultades, especialmente
cuando se trata de comparaciones entre culturas muy En los sondeos y encuestas que se llevan a cabo
diversas. ¿Cuál será, por ejemplo, el criterio a em- en las sociedades contemporáneas, el sociólogo se
plear a la hora de decidir si algo pertenece o no a preocupa mucho de que los encuestadores sean re-
la moralidad en una sociedad primitiva que posee presentativos de la población objeto de su estudio.
una estructura de conceptos totalmente distinta de Al estudiar una sociedad primitiva, el investigador
la nuestra? Al estudiar su moralidad, podemos, por a menudo generaliza respuestas dadas por individuos
ejemplo, observar cómo los miembros de la sociedad que se expresan como si hubiese unanimidad entre
en cuestión reaccionan ante comportamientos que en todos los miembros de aquella sociedad; suposición
nuestra propia sociedad no merecen ni encomio ni que en manera alguna es convincente.
censura. Westermatck procedió en este sentido y La comprobación, respectivamente confutación, de
trató de averiguar qué juicio de valor se hacían una hipótesis referente a una determinante de la
miembros de diferentes sociedades primitivas sobre moralidad resulta más fácil cuando dicha determi-
el homicidio, la mentira, el fraude, las experiencias nante es considerada decisiva. Si pensamos que para
sexuales prematrimoniales, el divorcio, etc. Sin em- Montesquieu el clima es decisivo por aquella frase
bargo, en el momento que adoptamos este método, suya de que «el imperio del clima es el primero
nos valemos de conceptos ya elaborados en nuestra y el más poderoso de todos los imperios», podemos
propia cultura y corremos riesgo de no apercibirnos, refutar esta afirmación suya haciendo ver, o bien que
por ejemplo, de importantes formas de aprobación la moralidad de dos sociedades que viven en climas
o desaprobación que no encajan en nuestros esquemas diferentes es análoga, o bien que sociedades que
conceptuales. viven en el mismo clima difieren esencialmente en
sus concepciones morales. Así, por ejemplo, algunos
El otro método posible es tomar la psicología autores señalan que los chukchi y los esquimales, a
como punto de partida. El investigador puede en pesar de vivir en el mismo y difícil ambiente polar
este caso empezar con alguna reacción típica, por ártico, poseen instituciones religiosas, políticas y so-
ejemplo con la reacción así llamada indignación mo- ciales diferentes, y lo mismo vale para los indios
ral, y observar qué acciones provocan dicha reacción pueblos y navajos, que viven en regiones desiertas
en una sociedad dada. Richard Brandt adoptó este análogas. Los chukchi de Siberia desarrollan en su
método en sus análisis de la ética de los indios ambiente un espíritu de almacenadores, que se ma-
hopi. Con todo, no es fácil decidir si, en un caso nifiesta en hacer provisiones por encima de sus nece-
determinado, de lo que se trata es de indignación sidades reales; los esquimales, en cambio, no mues-
moral verdaderamente desinteresada, o por el con- tran afán alguno en acumular repuestos.
trario entra en cuestión aquella indignación que se
169
168
está nunca seguro de haber excluido la interferencia
El factor económico, ciertamente muy importante, de factores inesperados o de aquellos que, a pesar
pero a veces sobrevalorado, no es decisivo para el de ser tenidos en cuenta, se supone carecen de
desarrollo de la moralidad, puesto que podemos ad- importancia en un caso dado.
vertir fenómenos morales análogos en países socialis-
tas y capitalistas, a pesar de sus diferencias de estruc- Me gustaría concluir estas observaciones llaman-
tura económica. Como ejemplo de esto puede citarse do la atención sobre el hecho de que los argumentos
el aumento de la delincuencia juvenil, importante que hemos citado han sido a menudo elípticos por
problema social de hoy. La descripción que los auto- presuponerse en ellos afirmaciones psicológicas gene-
res norteamericanos dan a los gamberros de su rales. Así, por ejemplo, al afirmar que una densidad
país es perfectamente aplicable a los gamberros pola- creciente de población requiere nuevas leyes, se parte
cos. Menciono este hecho, porque en un estudio del supuesto de que los hombres generalmente tien-
polaco sobre las pandillas de gamberros, su autor den a evitar conflictos. Cuando se dice que el prin-
trataba de explicar estos fenómenos mediante los cipio de reciprocidad, subrayado por Malinowski, sólo
grandes cambios sociales producidos por la transi- puede ser efectivo en pequeños grupos en que do-
ción del capitalismo al socialismo. Mientras que en minan las relaciones personales, se supone que única-
muchos puntos del nuevo sistema ya no obligaba la mente en esas condiciones es posible la motivación
antigua moralidad, suponía el citado autor que la del «do ut des». Si afirmamos que donde hay gran
nueva no había tenido tiempo para arraigar. Esta densidad de población la vida resulta ordinaria, táci-
era, según creía, la causa de que la juventud deso- tamente admitimos que el hombre tiene en poca con-
rientada se asociase en grupos de delincuentes. Ex- sideración las cosas que abundan o que pueden ser
plicación que no parece convencer, ya que en un fácilmente sustituidas. Sin embargo, estas plausibles
país socialista como Checoslovaquia apenas si existe conjeturas, como las llamaría Svend Ranulf,73 pueden
este problema, y en cambio en países capitalistas, a veces dar origen a dudas.
como Suecia, Gran Bretaña y Estados Unidos, causa
Para mostrar lo difícil que puede ser la expli-
grandes preocupaciones tanto a los educadores como
cación de fenómenos morales, me gustaría detenerme
a la policía.
un poco en la cuestión referente a dos hechos mora-
les: la creciente libertad en las relaciones sexuales
Si el factor que se supone influir en nuestra y el aumento de la delincuencia juvenil.
vida, moral no se toma como decisivo, sino como
co-determinante de la moralidad, la refutación de Kinsey comenzó a trabajar en su informe sobre
la hipótesis es naturalmente mucho más difícil. La la conducta sexual el año 1938 y lo concluyó des-
situación entonces no difiere de la de otras hipótesis pués de quince años. En el prólogo al volumen sobre
referentes a relaciones causales de la vida social, 73
SVEND RANULF, Moral indignation and mídale ctass psychology.
donde el número de variables es tan grande y se Copenhague 1938.
hallan tan estrechamente relacionadas, que no se
171
170
ricanos ni de los países capitalistas. Libros prohibidos
el comportamiento sexual de la mujer, leemos lo en Inglaterra, como Lady Chatterley's lover, tienen
siguiente: ahora el nihil obstat. Hace tan sólo unas décadas,
En Estados Unidos, el siglo xx ha sido un pe- H . Havelock EUis (1859-1939) se vio sometido a
ríodo de cambios extraordinariamente rápidos y revolu- fuertes censuras y restricciones legales, al querer pu-
cionarios en lo que a prácticas y actitudes sexuales se blicar los resultados d e sus investigaciones científicas
refiere. Es cierto que en cuestión sexual dominó a lo en torno a la vida sexual en Inglaterra. 76 Hoy sería
largo del siglo xix en este país una actitud puritana, inconcebible una censura así. La Cámara de los Co-
pero también es cierto que desde finales del mismo si-
glo y comienzos del presente no han dejado de obser- munes votó recienteemnte en favor de la abolición
varse evoluciones de todo tipo en prácticas y costum- de todas las penas impuestas por actos homosexuales
bres. Cosas que hace cincuenta años no podían ni si- cometidos en privado por adultos que den a ello
quiera mencionarse en una reunión —experiencias y su consentimiento.
acontecimientos referentes a la sexualidad y a la re-
producción—, se hablan hoy sin reparo alguno. Estos En Polonia se ha llegado a u n reconocimiento
cambios se deben, en parte, 1) a la progresiva eman-
cipación económica y sexual de la mujer; 2) a la in- pleno, no sólo legal sino también social, de los hijos
fluencia omnipresente de los descubrimientos y con- nacidos fuera del matrimonio. Asimismo se consigue
cepciones de Freud; y 3) al hecho de que, con motivo fácilmente el divorcio en aquellos casos en que las
de las dos guerras mundiales, millones de jóvenes nor- dos partes consienten y no hay hijos. Incluso el
teamericanos entraron en contacto con culturas y pue- aborto es fácil en determinadas circunstancias.
blos cuyas normas y costumbres sexuales diferían gran-
demente de aquéllas en que habían sido educados.74 Como explicación de estos rápidos e importantes
En un artículo que lleva por título The sexual cambios, que verdaderamente merecen el nombre de
revolution, Pearl S. Buck presenta unos ejemplos de revolución, se han sugerido varias causas.
este cambio. 75 Según ella, no sólo jóvenes sino tam- Los efectos de las dos guerras mundiales se han hecho
bién mujeres mayores se están permitiendo una liber- sentir tanto en los hombres como en las mujeres, es-
tad sexual que en la época de la anteguerra habría cribe Pearl Buck.
causado horror tanto a sus madres como a ellas mis- Los hombres que han vivido mucho tiempo fuera, en
mas. Los hombres exigían antes castidad a sus espo- un ambiente de muerte inminente, lejos de los lazos
sas y virginidad a sus prometidas. Hoy «no parece del hogar y de todo freno, no parecen exigirles casti-
dad a las mujeres.
importarles a la mayoría de ellos si las mujeres con
las que se casan son vírgenes o no». Y es que se han acostumbrado a una fácil y ligera
satisfacción de sus instintos, sin las habituales dila-
Esta revolución no es exclusiva ni de norteame-
ciones del galanteo. Pearl Buck cita como segunda
74
ALFRED CHARLES KINSEY, Sexual behavior in the human fe-
causa la comercialización del sexo.
male. Philadelphia 1953, VIII.
76
75
PEARL S. BUCK, The sexual revolution: The Ladies Home Del citado prólogo al informe de Kinsey.
Journal, septiembre, 1964.

173
172
La mentalidad codiciosa e ingeniosamente comercial es
capaz de presentar todo —incluso el jabón de la ropa las dos guerras mundiales. Es más, estos cambios son
y la crema para el calzado— bajo el signo propagan- particularmente evidentes en Suecia, país que tam-
dístico y publicitario del sexo.77 poco tomó parte en la guerra. Respecto a la influen-
cia de la secularización, lo primero que debería ha-
Hasta, ahora, pues, se han propuesto cinco causas. cerse es calibrar su alcance. ¿Por qué es la moralidad
Kinsey señala el influjo de la emancipación económi- sexual mucho más rigurosa en la Unión Soviética
ca, la influencia del psicoanálisis y el contacto con que en Polonia, si ambos países se han visto expues-
diferentes códigos de comportamiento sexual durante tos a propaganda antirreligiosa y los dos tienen una
las guerras. Pearl Buck aduce la costumbre adquirida estructura socialista? El rigor de la moralidad sexual
por los hombres de satisfacer fácil y ligeramente sus en Rusia queda expresado en su código penal y civil:
instintos, y la comercialización del sexo. A esto ha la madre soltera y su hijo no tienen los mismos dere-
de añadirse que en los países socialistas el cambio chos que en la familia legal; el divorcio no es fácil;
se atribuye generalmente a una decadencia de la se condena el aborto; y se castiga la homosexuali-
religión. dad masculina. De ahí que no puedan atribuirse ni
El influjo de la emancipación económica de la al sistema social ni a la actitud antirreligiosa del
gobierno los cambios que se observan en la mora-
mujer parece, desde luego, ser muy importante. El
lidad. Suecia y Noruega, que en la opinión general
principal adorno femenino ya no es la virginidad.
pasan por ser los primeros países de Europa en lo
También las puede hacer atractivas el tener éxito
que a la liberación de la moralidad sexual se refiere,
en el ejercicio de sus profesiones. Como casadas, ya
no son consideradas especialmente avanzadas en lo
no tienen por qué seguir aguantando la situación de
tocante a secularización.
un matrimonio infeliz simplemente por el hecho de
depender económicamente de sus maridos. Pueden
solicitar el divorcio. No es fácil, por tanto, dar una respuesta a la
pregunta sobre cuáles son las causas posibles de
La influencia del psicoanálisis no queda restringida la así llamada revolución sexual. Lo que generalmente
a Estados Unidos, donde ha conseguido un éxito se conoce con el nombre de moralidad sexual consti-
verdaderamente extraordinario. Lo mismo vale res- tuye todo un complicado conjunto, y, para hallar una
pecto a la comercialización del sexo. En cuanto a las solución al problema, sería recomendable tratar cada
experiencias de los años de la guerra, que tanto uno de sus componentes por separado. Causas espe-
Kinsey como Pearl Buck ponen de relieve, hemos ciales, por ejemplo, han de ser atribuidas al inicio
de advertir que los cambios más notorios en la mora- indiscutiblemente más temprano que antes de la vida
lidad sexual se dan precisamente en las actitudes de sexual de los jóvenes, en la cultura euro-americana,
la juventud actual, que no participó en ninguna de lo cual puede deberse al número de estímulos difun-
didos por medios de comunicación social aceleradores
77
PEARL S. BUCK, O. C. de la madurez biológica. La actitud hacia los homo-

174 175
sexuales es otra cuestión completamente distinta. El algunos participantes llamaron la atención de que
que esta práctica no se condene en Japón, parece ser dicha delincuencia podría deberse al hecho de que la
resultado de la superpoblación, sobre la cual recae familia ha ido reduciéndose a su mínima expresión,
asimismo la aprobación del control de nacimientos y ya que, según ellos, una familia grande, compuesta
del aborto. El debilitamiento de la convicción de no sólo por los padres, sino también por los abuelos
que el sexo es pecaminoso podría, a su vez, consi- y demás parientes, constituía un «grupo de presión»
derarse como síntoma de decadencia de la religión que actuaba de contrapeso al exceso de indulgencia
en países de tradición cristiana. de los padres. Otro factor de la delincuencia juvenil
frecuentemente mencionado en dicho congreso fue el
La última cuestión referente a la así llamada
trabajo profesional de las mujeres fuera del hogar,
revolución sexual es si verdaderamente se trata de que no les permitía dar a los hijos el cuidado re-
una revolución de la sociedad entera, o si, por el querido.
contrario, esa revolución afecta tan sólo a una parte
de dicha sociedad. Que yo sepa, no disponemos de Se dice también que en los países devastados
estudio empírico comparativo alguno que investigue por la guerra, el problema de la vivienda llega a
los cambios realizados en la moralidad sexual de la cla- ser extremadamente difícil, y obliga a la gente a
se media, de la clase obrera y de la gente del campo. vivir amontonada en pisos o aposentos de muy redu-
Los aldeanos polacos, por ejemplo, siempre han demos- cidas proporciones, circunstancia ésta que hace que
trado cierta indulgencia frente a las experiencias pre- el hogar carezca de atractivo, y que los muchachos,
matrimoniales, en cambio reprueban severamente el en consecuencia, se refugien en la calle, que, por
adulterio. En la clase media ha ocurrido lo contrario, cierto, no es la más adecuada para darles una educa-
pues se ha mostrado dura e insensible en condenar ción verdadera.
la pérdida de la virginidad antes del matrimonio,
y admite, por el contrario, el adulterio clandestino Mientras unos países son demasiado pobres para
proporcionar buenas condiciones de vida, otros son
cometido con la discreción suficiente como para mos-
lo suficientemente ricos como para permitir a los
trar el respeto debido a la opinión pública. Si se
jóvenes ganar muy pronto sumas considerables y su-
me permite hacer conjeturas, me atrevería a opinar
perar incluso los salarios de sus padres, cosa que
que la revolución a que estamos haciendo referencia
disminuiría la autoridad de éstos. Un comentario así
es ante todo una revolución dentro de la clase media.
es el comúnmente alegado en el caso de Suecia.
Examinemos ahora las supuestas causas del au-
En los países con televisión, ha sido general el
mento de la delincuencia juvenil. Oímos y leemos lamentarse de programas de temática violenta: pelícu-
a veces del papel negativo de la inestabilidad y de las del oeste o cines sobre asesinatos. Como explica-
la discordia en la vida de familia, así como del núme- ción de la delincuencia juvenil, alegan otros la dis-
ro creciente de divorcios. En un congreso sobre delin- minución de la religiosidad, la inestabilidad de la
cuencia juvenil, celebrado en Washington en 1960,
177
176
A los «mohocks» se les acusaba de atacar a todos
situación política y amenaza de una nueva guerra con los que tenían la mala suerte de cruzárseles en el
modernos medios de destrucción, el cinismo de los camino. Cometían, desde luego, toda suerte de bru-
gobernantes, que sólo aspiran al poder, sin tomar talidades: rompían ventanas, le aplastaban la nariz
en cuenta la moralidad de los medios usados para a la gente que caía en sus manos, ponían a las
conseguir este fin, y finalmente, aunque no en últi- mujeres cabeza abajo y atacaban a todo el mundo.
mo lugar, el sentimiento de absoluta impotencia ad- Por cuanto se deduce de este relato, su agresión no
vertido en los estudiantes de los diferentes países. era por sacar algún provecho de ella. Agredían porque
sí, simplemente por agredir —rasgo éste considerado
Todos estos factores pueden, desde luego, influir como característico en los gamberros contemporáneos
simultáneamente. Por lo que se refiere a la cuestión de los diferentes países del mundo.
sobre cuál de ellos es especialmente importante, he-
mos tenido más respuestas negativas que positivas.
Lo que sí nos consta es que carece de importancia
la cuestión de si es el socialismo o el capitalismo
el que condiciona la delincuencia juvenil y que el
estado económico del delincuente y su proveniencia
social pueden ser los más diversos.78

Para echar una luz sobre el problema, tal vez


sería aconsejable consultar el pasado. Por el Spec-
tator, por ejemplo, sabemos que la Inglaterra del
siglo xviu se vio expuesta a las impertinencias de
los así llamados «mohocks». Richard Steele los des-
cribía como una
Banda nocturna conocida por la denominación de
«los mohocks», nombre, al parecer, tomado de una es-
pecie de caníbales de la India, que viven asaltando y
devorando a los pueblos de sus alrededores. Fieles a
su nombre, el propósito manifiesto de su institución
es obrar el mal... La ambición ultrajante de hacer to-
do el mayor daño posible a sus prójimos constituye el
elemento principal de amalgama de esta agrupación y
el único requisito exigido a sus miembros.79
7S
Dejo aquí aparte el problema de los negros da Norteamé-
rica.
™ Número 324, del 12 de marzo de 1712.
179
178
3
Teorías sobre La
moralidad en general

El origen de la moralidad

La lista de problemas tratados en el capítulo ante-


rior, y referentes a las ideas morales, está lejos de
ser completa y no abarca, ni mucho menos, toda la
problemática incluible en la sociología de la morali-
dad. En nuestro acervo cultural existen cantidad de
asuntos > de carácter general en torno al conjunto de
la moralidad. Entre los más antiguos, cuentan los
concernientes al origen mismo de la moralidad. Re-
cordemos cómo Trasímaco, en la República de Pla-
tón, sostenía que la moralidad había sido inventada
por los poderosos, los cuales habían creado normas
morales para sus gobernados con el fin de manipu-
larlos más fácilmente.
Cada forma de gobierno promulga las leyes que le
convienen; la democracia, leyes democráticas; la tira-
nía, autocráticas; y así los demás, y al legislar de ese

181
modo proclaman que lo justo para sus gobernados es giéndose a sus hijos. Por razonamiento análogo, mo-
lo que a ellos —al partido que gobierna— les conviene;
y al que se desvía de esa norma le castigan como in- delo de buen hijo sería el hijo obediente. El hecho
fractor de la ley y de la justicia.1 de que en Inglaterra la ley contra los homosexuales,
recientemente abolida, afectase sólo a los hombres y
Esta misma opinión sostuvo más tarde Mande- no condenase la conducta lésbica, es una prueba de
ville, que, en La fábula de las abejas, atribuía el ori- que fue elaborada por hombres. Al leer una de
gen de una gran parte de las leyes morales a polí- esas redacciones habituales en que se describe a la
ticos avisados, que sin ellas serían, según él, inca- mujer ideal, no dudamos generalmente lo más míni-
paces de controlar a los ciudadanos. Callicles, en mo que han sido hombres los que las han redactado.
cambio, en el diálogo Gorgias, opinaba lo contrario; En los Human relations área files de Senegambia ha-
afirmaba, en efecto, que la moralidad la había inven- llamos que los «ulof» presentan así a la mujer ideal:
tado el débil para protegerse contra el fuerte.
Será respetuosa y obediente a su esposo, y no reñirá
Los débiles inventaron la razón de que es feo e injusto ni discutirá nunca con él. Guardará los secretos, cui-
aspirar a poseer más que la mayoría, y de que es me- dará los bienes del marido como si fueran propios y
jor ser ofendido que ofender. estará dispuesta a darle o a prestarle de lo suyo...,
caso de que esté necesitado. Hará muchas cosas sin
Las normas morales habrían sido ideadas, pues, pa- falta de que se las pidan, tales como: lavar las ropas
ra inutilizar a los más fuertes. Nietzsche se hizo eco del marido, limpiar la casa, acoger a los visitantes. Es-
más tarde de esta opinión en su libro Genealogía de tará dispuesta a hacer todo lo que se le pida, bien y
la moral, en el que tachaba a la moral cristiana de con rapidez, aunque tenga que hacerlo a media no-
che. Deberá corresponder a los deseos sexuales de su
ser una moral de esclavos que se apoyaban en ella marido y agradarle en todo momento.
para defenderse a sí mismos contra sus propios se-
ñores. Si la esposa no se atenía a este modelo, sería
privada, según creían, de ciertos privilegios en el
A estas dos hipótesis se las ha considerado gene- más allá, y sus hijos fracasarían irremediablemente.
ralmente opuestas entre sí, si bien cada una de
ellas podría adoptarse como explicación del origen Resulta poco menos que imposible dudar de que
de las diferentes normas morales, ya que no hay fueron hombres los creadores de este ideal. Su acep-
necesidad ninguna de atribuir el origen de la moral tación fue muy amplia, puesto que se acomodaba
a un solo factor. Así, por ejemplo, es probable que muy bien a las necesidades de éstos, y todavía no
el cuarto mandamiento del decálogo, «Honra a tu ha perdido su fuerza.
padre y a tu madre para que vivas largos años en Mis observaciones últimas apuntaban la teoría
la tierra que el señor, tu Dios, te da», haya sido según la cual el origen de las normas morales podría
fomulado desde el punto de vista de los padres diri- atribuirse a aquellos cuyos intereses defienden dichas
normas. Un antiguo proverbio latino adoptado en
1
PLATÓN, La república, libro primero. jurisprudencia decía is fecit cui prodest. Esta teoría,

182 183
como ya se sabe, cobró nueva vida con los marxis- La situación es diferente cuando le damos a la
tas, que vieron en la moralidad un producto de los palabra «interés» un sentido no psicológico. Enton-
intereses de clase. En su obra sobre las tres fuentes ces se entiende que hablamos de los así llamados
y los tres componentes del marxismo, escribía Le- intereses objetivos. En este sentido podemos, por
nin: ejemplo, decir que es del interés de todos saber leer
y escribir, aun cuando el iletrado proteste quizá con-
Los hombres han sido y serán siempre víctimas inocen- tra la educación; y que igualmente interesa a las
tes de engaños y espejismos de la política, hasta que
no caigan en la cuenta de que el móvil de toda pala-
mujeres conseguir derechos políticos, aunque ellas
brería, proposición o promesa moral, religiosa, políti- tal vez no muestren aspiraciones de esta índole. De
ca o social, son los intereses de esta o de aquella clase. ahí que en este sentido parezca falsa la opinión de
que el hombre persigue siempre sus intereses.
El valor lógico de esta afirmación depende del
significado del término ambiguo «interés». En su
Introduction to the principies of moráis and legis-
laron, Jeremy Bentham escribía.
Opiniones sobre la evolución
Interés es una de aquellas palabras que, al no tener de las ideas morales
género superior, no puede ser definida en el modo or-
dinario.
Definir una palabra en el modo ordinario era Después de los asertos de carácter general sobre
para Bentham definirla mediante la definición aristo- el origen de la moralidad, voy a citar algunas des-
télica del genus proximum y de la differentia speci- cripciones que delinean su evolución. La obra de
fica. Los términos que no podían ser definidos de Charles Darwin llamaba la atención sobre este pro-
este modo los llamaba Bentham términos incomple- blema. Sus descripciones, sin embargo, no pueden
tos, los cuales, para ser definidos, han de ser puestos tomarse como objetivamente válidas, pues se basaban
dentro de un contexto. Por eso Bentham negaría la en la suposición de que la evolución era un progreso
posibilidad de definir la palabra «interés»; en cambio constante. Desde entonces hasta hoy, son ya muchas
admitiría que es posible la definición de una frase las objeciones críticas levantadas contra este punto
como ésta: «X tiene interés en realizar el asunto S». de vista, echándosele ante todo en cara su unilinea-
Tener interés en algo puede entenderse en sentido lidad. El desarrollo de la antropología cultural ha
psicológico y no psicológico. En el sentido psicoló- hecho que su actitud sea insostenible. Nadie trataría
gico, tener interés en algo es sencillamente desear hoy de representar el desarrollo de la moralidad como
algo. Seguir sus intereses sería en ese caso seguir un proceso único en que a los pueblos primitivos
sus deseos; ahora bien, afirmar que en la elección se los consideraría como a niños y los valores mora-
de nuestra ideología seguimos nuestros deseos resulta les euro-americanos constituirían la meta más alta a
una afirmación trivial. alcanzarse.

184 185
Otros han objetado que los autores que conside- una tendencia a superar su egoísmo. Y es que consi-
raban la moralidad como un proceso evolutivo con- deraban que lo que ellos designaban como egoísmo
fundían a menudo hechos con postulados. Un ejemplo
era ya en sí un concepto inequívoco y perfectamente
de ello lo tenemos en el aserto que afirma que ha
inteligible sin necesidad de comentario alguno.
habido una transición de la heteronomía a la autono-
mía tanto en el desarrollo del individuo como en el Mientras resulta imposible perfilar la evolución
desarrollo de la humanidad. Que yo sepa, todavía no de la moralidad en las complejas sociedades contem-
ha intentado nadie demostrar empíricamente esta teo- poráneas, sin tomar en cuenta todos los factores que
ría; la opinión, en cambio, de que son muy pocos contribuyen a su diferenciación, se puede observar,
los que alcanzan verdadera autonomía en su desarro- sin embargo, ya sea directamente, ya a través de docu-
llo personal parece, desde luego, mucho más razo- mentos históricos, que efectivamente se dan o se
nable. Ahora bien, si los teóricos en cuestión no han dado cambios y transformaciones bien definidas.
han sentido necesidad alguna de demostrar la verdad La Inglaterra que conocemos por el diario de Samuel
de su aserto, ello se debía a que era más bien un Pepys, e incluso la del siglo xvin, muestra ciertos
postulado que un juicio empírico descriptivo. rasgos morales que se diferencian mucho de los que
encontramos en la Inglaterra victoriana. El estudioso
Ya he señalado el hecho de que en las descrip- que desee investigar la evolución de un cambio de-
ciones de la evolución de la moralidad los autores terminado, verá que la tarea que se impone es mucho
raramente se han apercibido si empleaban la palabra más fácil cuando sólo un centro se encarga de im-
«moral» en su sentido neutro, opuesto al «no moral», partir normas morales, como es el caso de los países
o si la usaban en el sentido opuesto a «inmoral». socialistas contemporáneos.
En el primer caso, el desarrollo de la moralidad sería
descrito como un desarrollo de normas y juicios de Un sociólogo polaco ha hecho un estudio compa-
valor de un tipo determinado, mientras que en el rativo entre el contenido de una revista polaca sema-
segundo caso sería representado como un desarrollo nal muy popular dirigido a mujeres en los años
de la conducta merecedora de alabanza. La mayoría 1950-1951, y el contenido de la misma revista en
de los autores han hablado en este segundo sentido. los años 1956-1957.2 En el período comprendido
entre el 1950 y 1951, las heroínas de las novelas
Al hacer (Kropotkin) sus investigaciones en torno cortas publicadas en dicha revista eran en su mayoría
a los orígenes de la moralidad y citar ejemplos de de origen campesino u obrero. Generalmente apare-
ayuda mutua o de sacrificio observados entre los ani- cían descritas en su trabajo profesional, que era deci-
males, o al atribuir (Feuerbach) la moralidad al sivo para su posición dentro de la familia y para su
hecho de que no podamos satisfacer nuestras nece- atractivo sexual. Su vida emocional apenas contaba.
sidades sin la ayuda de los demás, han recurrido los La procreación era uno de los fines principales de la
estudiosos a aquellos factores que, según ellos, eran
2
capaces de explicar por qué los hombres muestran A. KLOSKOWSKA, Pautas de comportamiento social y cultura de
masas (en polaco), Przeglad Socjologiczny, 1964.

186 187
passant, han llevado a cabo contra la moralidad de
familia, y el que la madre desarrollase su vida pro- la clase media encontró en Polonia una pronta res-
fesional se suponía no constituir impedimento alguno puesta. El romanticismo, con su restauración de los
en el ejercicio de su cometido de criar muchos hijos. ideales caballerescos y su oposición al materialismo
La educación de los hijos y la transmisión de las vulgar, se extendió por muchos países europeos, a
tradiciones debían realizarse fuera de la familia, en pesar de los diferentes fondos sociales de éstos.
instituciones gubernamentales, como parvularios y
escuelas Montessori.
Entre 1956 y 1957, el ideal de la familia expuesto
en la revista había sufrido una considerable transfor- El funcionalismo aplicado
mación. Las heroínas de las novelas pertenecían ahora a las normas morales
a la «intelligentsia». Ya no interesaba tanto su vida
profesional. Las mujeres aparecían ante todo como
esposas y madres y como focos de la vida emocional En su explicación de las normas morales, Mon-
de sus respectivas familias. tesquieu, de quien puede decirse que ha sido el
De este tipo de investigaciones no podemos dedu- primer sociólogo de la moralidad, presuponía tácita-
cir nada en torno a las convicciones morales y a los mente una tesis que sus sucesores han sostenido hasta
ideales de los lectores. De lo único que logramos el día de hoy. En términos generales, su tesis venía
enterarnos es de que se ha introducido un cambio a decir que toda norma moral o costumbre social
en las pautas de comportamiento propagadas, pero sirve a una necesidad. Por ejemplo, Montesquieu
no llegamos a saber si los lectores las han adoptado atribuía la poliginia constatada en determinadas so-
y asimilado. ciedades al hecho de que dichas sociedades tenían
exceso de mujeres. En tales sociedades la poliginia
Hay autores que sostienen que, así como los cam- estaba en grado de satisfacer las necesidades sexuales
bios sociales dentro de una sociedad pueden provocar de un número mayor de mujeres que la monogamia.
el desarrollo de nuevos ideales de personalidad, estos En otros casos, según Montesquieu, la poliginia esta-
nuevos ideales pueden también provenir de fuera y ba ligada al rápido envejecimiento que las mujeres
propagarse mediante el fenómeno de la imitación. A experimentan en climas cálidos. En circunstancias así,
esta opinión se le ha solido objetar que las pautas la poliginia ofrecía ventajas a los hombres que sentían
de comportamiento venidas de fuera no son nunca la necesidad de sustituir sus mujeres de más edad
asimiladas, a no ser que correspondan a necesidades por otras más jóvenes. Autores posteriores han expli-
vitales ya existentes. Este argumento, aunque con- cado la poliginia alegando razones relativas a nece-
vincente, no explica ciertos fenómenos. Desde la revo- sidades económicas, y han mostrado que en algunas
lución, ha tenido Francia una clase media muy influ- clases de economías resultaba ventajoso que el hom-
yente; Polonia, en cambio, no. Sin embargo, el ataque bre tuviese varias mujeres. Igualmente, en otras
implacable que los escritores franceses, como Mau-

189
188
significa satisfacer necesidades racionales y común-
sociedades en las que el jefe tenía el privilegio de mente aceptadas.
disponer de más de una mujer, esa forma de poli- La misma opinión expresaba Bronislaw Mali-
ginia le daba a éste más categoría y prestigio. Mien- nowski, al manifestar, en forma de tesis empírica,
tras la teoría de los intereses se ocupaba de explicar que toda norma moral, o, más ampliamente, toda
el origen de las normas morales, la teoría de las costumbre siempre está al servicio de alguna nece-
necesidades trataba de poner en claro su función. sidad. En otra ocasión formuló esta misma opinión
Razonamientos similares pueden hallarse constan- en un postulado metodológico en que invitaba a los
temente en autores modernos. En su artículo sobre investigadores a averiguar cuál era esta necesidad
la determinación del hecho moral («Détermination con sólo observar cómo funciona una norma en una
du fait moral», en Sociologie et philosophie. Paris sociedad determinada.
1951, 81), afirma Durkheim que cada sociedad tiene Aquí no me interesa el postulado metodológico,
en general la moral que corresponde a sus necesi- sino la tesis empírica. Su valor lógico depende ente-
dades.3 Se ha dicho a menudo que la moralidad puri- ramente del concepto de «necesidad». Si se toma la
tana se acomodaba a las necesidades de pequeños palabra «necesidad» en sentido amplio, entonces, es
comerciantes, pero que ya no dice nada a los inte- claro, la tesis resulta irrefutable, pero por eso mismo
reses de oficinistas y ejecutivos de hoy, que han carece también de valor teórico; y si a esa palabra
tenido que adoptar otros ideales de personalidad. «necesidad» se le da un sentido preciso y limitado,
Hay antropólogos que señalan la utilidad de dife- la tesis aparece abiertamente falsa en su formulación
rentes supersticiones y aseguran que esas supersti- general.
ciones no podrían haber sobrevivido si no hubieran
satisfecho alguna necesidad de los grupos sociales que En el primer sentido, necesidad, lo mismo que
las sostenían. Clyde Kluckhohn, por ejemplo, en su interés, es un concepto psicológico. En este sentido,
libro sobre la hechicería entre los indios navajos, todo aquel que desea algo tiene una necesidad. Si se
trata de mostrar que la práctica de la magia reduce le da a la palabra este sentido, entonces veremos,
sus ansiedades y al mismo tiempo canaliza sus ten- si así lo intentamos, una necesidad detrás de cada
dencias hacia la agresión. «Toda práctica de tipo costumbre, y detrás de cada regla o norma que reco-
cultural,» dice en otro lugar, «ha de ser funcional; miende la observancia de dicha costumbre. Algunos
de otro modo, no tardará en desaparecer».4 Aquí, autores han señalado con razón que si una necesidad
«funcional» equivale a «eufuncional», es decir, es lo determinada prohibe las relaciones sexuales prematri-
opuesto a «disfuncional», y satisfacer necesidades moniales, esta prohibición sale al paso de la nece-
sidad de sana templanza que los miembros de esa
5
sociedad sienten. En una sociedad distinta, que aprue-
«Chaqué société a en gros la morale qu'il lui faut.» Emüe ba las relaciones sexuales prematrimoniales, esta tole-
Durkheim, Détermination du fait moral, en Sociologie et Philo-
sophie. París 1951, 81. rancia permite a sus miembros realizar una elección
* CLYDE KLUCKHOHN, Mirror for man. New York 1959, 28
(primera edición en 1949).
191
190
juiciosa de consorte y disminuye el riesgo de una generalizada, y esto conduce a la infecundidad.5 Por
elección fundada en pura y efímera pasión física. otros autores sabemos de sociedades que no desa-
prueban el que sus madres no se preocupen de su
Si se entiende, pues, la necesidad en sentido
prole. Recordemos, por ejemplo, la costumbre de los
psicológico, la opinión de que cada costumbre corres-
griegos de exponer a los niños, o el trato que, según
ponde a una necesidad resulta irrefutable. Sin embar- Das Kapital, recibían los niños que trabajaban en
go, los teóricos le dan a menudo al concepto de las fábricas.
necesidad un sentido bien preciso, no psicológico,
y suponen, por ejemplo, que las necesidades (cons- A todos les es conocida aquella opinión de que
cientes o no) del hombre son el cumplimiento de las la unión de la familia es absolutamente indispensable
condiciones necesarias para su supervivencia. Ahora para el bienestar de la sociedad y de que las socie-
bien, la supervivencia individual es supervivencia bio- dades con lazos familiares flojos pierden su poder
lógica; sin embargo, cuando hablamos de la supervi- de resistencia y tarde o temprano sucumben ante la
vencia de un grupo, la cosa ya no es tan sencilla, invasión o el aniquilamiento. A la luz de esta opinión,
ya que es obvio que con ello podemos dar a entender resulta seguramente extraño que en muchas socie-
su supervivencia biológica, o su supervivencia como dades haya sobrevivido durante siglos, sin oposición
entidad cultural, o bien su supervivencia como enti- moral, una institución social como la de la primo-
dad política separada e independiente. geni tura. El que el hijo mayor heredase toda la
fortuna de su padre, no servía ciertamente a la
Parémonos a pensar un poco en la supervivencia unión entre los miembros de la familia, sin embargo
biológica del grupo. Si fuese cierta la teoría funcio- la necesidad de unión familiar tenía que ceder ante
nalista, en ese caso deberían inculcarse aquellas nor- la necesidad que sentía el padre de pasar los resul-
mas de conducta particularmente importantes para tados del trabajo de toda su vida a su heredero.
la supervivencia del grupo. Sin embargo, podemos Si los fatales efectos de ciertas costumbres susci-
observar que existen sociedades que no desaprueban taran la oposición de la sociedad, se denunciaría el
prácticas perjudiciales al grupo, y que algunas atribu- alcoholismo con particular severidad; en cambio ve-
yen gran importancia a reglas que prohiben un mos que en realidad el público observa generalmente
comportamiento relativamente inofensivo o incluso al borracho con una sonrisa tolerante. La condena del
adoptan normas desastrosas para su misma existencia. incesto es muy generalizada, y se insiste en ella con
énfasis que no guarda proporción alguna con el efecto
Ward Hunt Goodenough, en su libro Coopera- que éste puede tener en la supervivencia de un
tion in change, nos informa que las mujeres de Yap, individuo o del grupo, por lo menos en aquellos
en el Océano Pacífico, continúan con prácticas que
han contribuido a la progresiva despoblación de su > WARD HUNT GOODENOUGH, Cooperation in change: an anthro-
isla. Los abortos en orden a evitar llegar a ser pological approach to cotnmunity development. Science Editions,
New York 1966, 72-74.
madres en temprana edad constituyen una costumbre
193
192
este tabú, sino si el énfasis puesto en las normas
casos en los que el concepto de parentela se extiende morales es proporcional a la importancia de éstas
hasta incluir parientes lejanos y personas a las que para la supervivencia de la sociedad. En muchos
no consideramos parientes en el sentido, comúnmente casos de prohibiciones del incesto, los esfuerzos por
aceptado, de la palabra. hallar una razón de peso que explique su rigor fraca-
En todas las 250 sociedades dispersas a lo largo san de plano, y en cambio es fácil encontrar elemen-
o a lo ancho del globo sobre las que George Peter tos aclaratorios en el puro convencionalismo. Hamlet
Murdock reunió información, el tabú del incesto era considera incestuoso el matrimonio de su madre con
universalmente válido para todos los integrantes del su tío; en otras culturas, por el contrario, casarse
núcleo familiar.6 En ninguna se permitían las rela- con la cuñada viuda constituye una obligación.
ciones sexuales entre madre e hijo, padre e hija, Estos ejemplos muestran que las costumbres no
hermano y hermana. El autor está de acuerdo con siempre dependen de si sirven o no para fomentar
los geneticistas modernos en poner en tela de juicio la supervivencia. Esta independencia resalta aún más
que la explicación de este tabú sea el supuesto daño claramente si pensamos en el ethos caballeresco me-
biológico de la endogamia. La endogamia puede ser dieval, que durante siglos mantuvo vigentes normas
perjudicial, pero también puede ser positivamente y costumbres absolutamente fatales para la supervi-
ventajosa. Además, ¿por qué ha de adoptar este tabú
vencia biológica individual o de grupos sociales.
una tribu ignorante del hecho de una paternidad
física? Pensemos, por ejemplo, en el código observado en
los combates entre caballeros. Se ha afirmado a veces
La opinión de Murdock es sostenible en cuanto que este código consistía en reglas que en realidad
él trata de explicar el rigor del tabú y el horror nunca se llevaban a la práctica. Esto no es cierto.
ante la idea de su transgresión por la fuerza des- Indudablemente, el código regía tan sólo para com-
tructiva que tendrían los celos sexuales en la familia bates entre caballeros de igual rango; sin embargo,
nuclear;7 ahora bien, ¿por qué había de extenderse no cabe la menor duda de que era un código que
el tabú más allá del núcleo de la familia, o incluso realmente se observaba. Y sus efectos eran desastrosos,
más allá de todo parentesco biológico? Murdock pues por sólo el honor, les exigía a los caballeros
recurre a la ayuda del psicoanálisis, a la sociología, sacrificar la más elemental estrategia.
a la antropología cultural y a la psicología behavio- En 1213 tuvo lugar un combate en Muret entre
rista, para dar respuesta a esta cuestión. Pero no Simón de Montfort, caudillo de la cruzada contra los
me interesa aquí la cuestión de cómo se originó albigenses, y Pedro I I , rey de Aragón. Simón de
6
GEORGE PETER MURDOCK, Social structure. New York 1949,
Montfort tenía un número de fuerzas mucho más
c. X: «Incest taboos and their extensión». reducido y veía que le iba a ser imposible derrotar
7
Esta opinión, sin embargo, puede ser objeto de crítica, a la al enemigo, que acampaba en tiendas detrás de las
luz de la distinción de Merton entre función y finalidad. ¿Era fi-
nalidad del incesto, o constituía más bien su función el evitar fortificaciones. Por eso estaba ansioso de inducir al
conflictos dentro de la familia?
195
194
de la agricultura. Precisamente poco antes de la
adversario a salir a luchar a campo abierto. Pedro II guerra un hacendado, que tenía unas fincas en las
no dudó en secundar su intento. No queriendo apare- afueras de una ciudad grande, se decidió a especiali-
cer cobarde, despreció la oportunidad de combatir zarse en el cultivo de hortalizas, pues veía que encon-
desde su privilegiada posición y ordenó a sus hombres trarían en la ciudad un mercado a propósito. Sus
que abandonaran el atrincheramiento. Pero eso no vecinos, sin embargo, no tardaron en tacharlo des-
fue todo. Simón de Montfort pretendía además matar pectivamente de negociante, y hablaban de él como
al rey mismo. Este volvió a facilitarle nuevamente si hubiese casi traicionado a su clase. Es claro que
la realización de su plan. Habiendo intercambiado la semejante actitud con respecto a la agricultura redu-
armadura con otro caballero, se hallaba luchando en cía considerablemente la productividad de ésta. A
lo grueso del combate. En esto los caballeros de los terratenientes les faltaba con harta frecuencia
Simón de Montfort se lanzaron contra el caballero de dinero en efectivo y sus propiedades estaban cada
la armadura real. Al apercibirse de ello, Pedro saltó vez más abandonadas. Considerando que Polonia era
en ayuda del atacado gritando: «¡yo soy el rey!». un país agrícola y que gran parte de las tierras per-
Muerto él, los caballeros que le rodeaban se dejaron tenecía a la clase alta, el desprecio de ésta a la idea
degollar antes que retirarse y abandonar el cuerpo de de lucro era forzosamente fatal no sólo para ella mis-
su rey. Simón de Montfort, que era odiado por el ma, sino para toda la nación. A pesar de ello resultó
pueblo, obtuvo una victoria completa.8
tremendamente difícil suprimir esta actitud, y sólo lo
El código caballeresco a que se atenía Pedro II consiguieron finalmente los cambios sociales de la
permaneció vigente durante varios siglos más. Incluso posguerra.
en la batalla de Fontenoy, en 1745, los franceses
se dejaban derrotar por los ingleses por pura caba- De ahí que la tesis de los funcionalistas, de que
llerosidad. las normas morales y las costumbres sociales están
al servicio de la supervivencia del individuo o del
No sólo las reglas de combate, sino todo el sis-
grupo, deba necesariamente restringirse en su aplica-
tema de valores, alimentado y cultivado por ciertos
ción. Y si la tesis deja de tener validez general, el
estados sociales mantenedores de las tradiciones caba-
sociólogo se verá ante la necesidad de demostrar su
llerescas, ha demostrado poseer una sorprendente lon-
posibilidad de aplicación para cada caso particular.
gevidad, a pesar de haber realmente conducido su
influjo a auténticos desastres. Hasta la última guerra Se ha observado ya que la teoría funcionalista,
mundial, por ejemplo, la clase alta polaca 9 se empeñó según la cual las normas sirven a las necesidades
tercamente en seguir menospreciando el ejercicio por de una comunidad determinada, y más especialmente
afán de lucro, no sólo del comercio, sino también a las necesidades de supervivencia de ésta, se impuso
!
particularmente entre aquellos antropólogos de la
Véase ZoB OLDENBOURG, Le Bücher de Montségur. París 1950, cultura que se dedicaron a investigar aquellas cultu-
170 y 171.
• No me refiero aqui a los magnates y grandes latifundistas, ras primitivas en las que la cuestión de la supervi-
•ino a una clase rica pero en tono mucho menor.
197
196
ban convencidos de que su jerarquía de valores era
vencia tenía una importancia especial y cuya estruc- la mejor, provocó una oposición conocida con el
tura social relativamente sencilla les permitía hablar nombre de relativismo cultural. A juicio del relati-
de las necesidades comunes a todos los miembros. vismo cultural, no es posible hablar de valores de
Sin embargo, lo que Robert King Merton llamó «el una cultura determinada desde el propio punto de
postulado de la unidad funcional de la. moralidad» vista, ya que ese punto de vista está ligado a la
no vale para estructuras sociales más complicadas. propia cultura y determinado por ella. Como señala
Por otra parte, la tendencia a explicar de modo Redfield,
racional la existencia de cada una de las normas
el relativismo cultural significa que los valores expre-
sociales, ha conducido, en su opinión, a una reacción sados en la cultura han de ser entendidos y valorados
exagerada contra la teoría del rezagamiento cul- únicamente en el sentido en que los portadores de
tural.10 aquella cultura los entienden y los valoran.11
No quisiera entrar aquí en detalles sobre el fun- Melville J. Herskovits, principal representante del
cionalismo en general. Todas las observaciones crí- relativismo cultural, afirma que nosotros no estamos
ticas de Merton son acertadas en lo que al caso del en grado de establecer comparaciones entre valores
funcionalismo aplicado a las normas morales se re- culturales distintos, puesto que cualquier intento que
fiere. Nos encontramos, en efecto, a menudo con hagamos en este sentido supone siempre que partimos
la confusión entre finalidad y función, con la confu- de un punto de vista etnocéntrico.12 La necesidad
sión entre efectos intencionados y efectos no inten- de valores absolutos es también un concepto ligado
cionados de una norma, y con la tendencia a ver las a la cultura. Es imposible hacer ver con razones
cosas o sólo negras o sólo blancas. La antigua creen- puramente lógicas que la monogamia es mejor que
cia de los estoicos de que el bien sólo puede producir la poligamia.
el bien y de que el mal únicamente puede ocasionar
el mal era una convicción que satisfacía necesida- Bronislaw Malinowski, en sus lecciones magistra-
des morales. les del curso 1934-1935, en la London school of eco-
nomics, solía repetir el argumento de un trobriand
que por él se había enterado de que en Europa
había una gran guerra y que en una sola batalla,
Relativismo cultural en cerca de Verdún, el número de muertos había sido
la moralidad tan grande que los cadáveres hubieran podido cubrir
todo el atolón en que vivían los trobriand. Decía
que el trobriand, al oír aquello, le había mirado con
La orientación etnocéntrica de aquellos autores
11
que, al describir la evolución de la moralidad, esta- ROBERT REDFIELD, O. C, 144.
12
Véase DAVID BIDNEY, The concept of valué in modern anthro-
10 pology, en Anthropology today, editado por A. L. Kroeber.
ROBERT KINS MERTON, Social theory and social structure.
Glencoe, IU. 1949.
199
198
y recomendar aquel respeto, Herskovits evidente-
incredulidad y que, dudando de la veracidad de su mente lo hacía dando a tales conceptos un valor
información, le había dicho que era absolutamente supracultural.
imposible comer tanta carne. Y al explicarle Mali-
nowski que en Europa no había caníbales, el tro-
briand, lleno de indignación, exclamó: «¡Qué ver-
güenza, matar a tanta gente para nada!» Malinowski El problema de las normas
refería esto para mostrar que, incluso desde un punto morales universales
de vista etnocéntrico, no siempre está claro qué opi-
niones o las de quién poseen un nivel más elevado.
a) La importancia del problema
El relativismo cultural ha sido presentado no sólo
como reacción contra el etnocentrismo, sino también La cuestión de si existen realmente normas mora-
como una consecuencia del funcionalismo. Al consi- les umversalmente aceptadas es muy antigua. Una y
derar los funcionalistas que todas las costumbres otra vez va apareciendo a lo largo de los siglos y
están al servicio de alguna necesidad razonable (re- de cuando en cuando pasa a ser objeto de discusiones
cordemos aquello de Durkheim de que «chaqué so- más o menos animadas. En la edad moderna, podemos
ciété a la morale qu'il lui faut»), veían también constatar que se ha dado en dos ocasiones una inten-
aconsejable una actitud de laissez faire. Esta actitud, sificación del interés por este problema. Tanto auto-
sin embargo, tuvo que quedar restringida dentro de res del siglo xvin como modernos parecen conside-
ciertos límites. Mientras los antropólogos de la cul- rarlo tema de enorme trascendencia, si bien es cierto
tura se refieran a unidades culturales pequeñas que que en cada época han pensado así por razones dis-
no perjudiquen a nadie, podrán, claro está, invocar tintas y peculiares.
el principio de la tolerancia. Pero ¿deberían adoptar
esa misma actitud en el caso de los crematorios de En su Ensayo sobre el entendimiento humano,
Hitler? 1 3 Difícilmente podrá uno sustraerse a la Locke niega la existencia de normas «prácticas» (mo-
fuerza persuasiva de este razonamiento sobre un tema rales) umversalmente aceptadas. Se niega a admitir
tan conocido. su origen innato, pues opina que el cerebro humano
es, al nacer, una tabula rasa. Al ser la universalidad
El mismo Herskovits, que profesaba un relati- de las normas morales una condición necesaria de
vismo cultural radical y que negaba la existencia de su calidad de innatas, el que niega la existencia de
valores supraculturales, exigía que se respetase la las primeras debe a la vez negar la existencia de las
dignidad inherente a todos los sistemas culturales segundas. La cuestión de la universalidad de los
y el derecho que toda persona tiene a vivir de acuerdo principios morales aparece en la obra de Locke una
a sus propias tradiciones. Al hablar de este derecho segunda vez, pero en esta ocasión él llega a otra
conclusión. La verdadera existencia de principios mo-
u
R. REDFIELD, O. C, 145.

201
200
rales universales le sirve a él otra vez de argumento las demás sociedades. La creencia de estos autores de
en favor del aserto de que la moral es anterior al que sólo sus concepciones morales eran verdaderas,
cristianismo y a la revelación. La aceptación de cier- la hicieron tambalear aquellos pensadores que en sus
reflexiones llegaron a rechazar incluso la idea de que
tos credos religiosos no es ni indispensable ni sufi-
las normas morales y los juicios de valor pudieran
ciente para permitir a los hombres profesar y prac-
ser verdaderos o falsos. Esta negación de su valor
ticar determinadas leyes morales. Para demostrar este
lógico hizo que muchos volviesen a recurrir a la
aserto, basta reparar, por ejemplo, en la alta mora- idea de la universalidad, al ver en ella un apoyo
lidad de los chinos, los cuales saben y practican en sus propias convicciones. Sobre esto volveremos
dichos principios sin necesidad de ser cristianos. a hablar más adelante. Son varias más las causas de
La universalidad de los principios morales, por orden teórico y práctico que han subrayado la impor-
tanto, que una vez niega porque rechaza las ideas tancia de este problema.
innatas, la acepta Locke en otra ocasión y se vale En una época caracterizada por un quebranta-
de ella para demostrar que, a pesar de las diferencias miento violento de las normas morales más funda-
de los credos religiosos, existen sentimientos comu- mentales, muchos buscan ansiosamente poder demos-
nes a todos los pueblos. Esta última idea aparece trar que sus propios principios morales provienen de
expresada en su obra Racionalidad del cristianismo. necesidades universal y profundamente sentidas por
Cristo aparece aquí como un gran reformador y siste- todos los hombres. Bertrand Russell escribía que las
matizador de las leyes aceptadas como patrimonio crueldades perpetradas por los nazis habían hecho
común por los hombres mucho antes de que él vinie- imposible el seguir aceptando el de gustibus non est
ra. Estos juicios contradictorios de Locke iban diri- disputandum.u
gidos contra concepciones religiosas tradicionales: en Este recurrir a principios morales umversalmente
el primero rechazaba la creencia de que a toda alma aceptados se vio favorecido por el hecho de tener
humana le hubiese sido infundida una chispa divina; que realizar en determinadas ocasiones tareas de ín-
en el segundo afirmaba que la moral no era exclusiva dole especial, como en el caso del proceso de Nü-
del cristianismo, ya que también pueden hallarse renberg. Este proceso revivió la idea de la existencia
entre los no cristianos los más sublimes y perfectos de un derecho o ley natural: admitió, en efecto, que
principios morales. había convicciones morales compartidas unánimemen-
te por todos los hombres. Esto era necesario que
También en nuestro tiempo surge de cuando en constase en un juicio contra criminales de guerra
cuando la cuestión en torno a la aceptación universal cuyos crímenes no había previsto la legislación inter-
de los principios morales. El problema había perdido nacional.
en buena parte su importancia para los autores de
mentalidad etnocéntrica, a los cuales les preocupaba « BERTRAND RUSSELL, Human society in ethics and politics.
poco la universalidad, pues creían eventualmente que London 1954, primera parte, c. 1.

su propia escala de valores sería asimilada por todas


203
202
Finalmente, el carácter universal de las normas pensamos que tan sólo nos ha sido transmitida por
morales y de los juicios de valor lo han puesto a escrito una parte insignificante de nuestra herencia
veces de relieve los que se oponían a la idea de que cultural.
tales juicios y normas habían sido formuladas única- En consecuencia, hemos de concentrar nuestra
mente para servir a los intereses de las clases domi- atención en los tiempos modernos. ¿Deberíamos im-
nantes. En todas esas ocasiones, las discusiones en poner a nuestra época límites restrictivos de espacio?
torno a los principios morales universales se mezcla- Supongamos que ya lo hemos hecho y que hemos
ban a menudo con fuertes estados emocionales. La decidido examinar únicamente nuestra propia socie-
cuestión que tan frecuentemente recurre sobre qué dad. En este caso, cabría preguntar si la universa-
sentido tiene la vida humana, ha de interpretarse ge- lidad requiere absoluta unanimidad o si simplemente
neralmente como una cuestión sobre si finalmente exige el consentimiento de la mayoría. Locke excluía
triunfará o no el bien en el mundo. Esta cuestión a los niños y a los idiotas; sólo tenían derecho a
a su vez implica que los juicios sobre el bien y el hacer valer su opinión sobre este asunto los capaci-
mal son comunes a todos los hombres. tados para entender de normas y de valores.
Es evidente que una respuesta a la cuestión de Y ahora digamos algo sobre la palabra «acepta-
si hay valores y principios morales universalmente do». Ya hace mucho tiempo que Locke se percató
reconocidos sólo puede hallarse empíricamente recu- de que una cosa es aceptar el enunciado de que la
rriendo a los hechos. Ya se han emprendido estudios tierra se mueve alrededor del sol y otra muy distinta
comparativos en busca de esa respuesta. Sin embargo, aceptar principios de comportamiento. Con el fin de
las dificultades que el especialista debe afrontar son demostrar que no existen normas de comportamiento
considerables, y pasará mucho tiempo antes de que universalmente aceptadas, Locke insistía en que la
este trabajo de investigación produzca resultados sa- palabra «aceptadas» debería significar no sólo la con-
tisfactorios. El que quiera hallar una respuesta, debe- vicción de que una norma determinada era correcta,
rá ponerse bien en claro cuál es exactamente el sino también de que era observada en la práctica.
significado que él atribuye a la palabra «universal», En razón de este requisito, le era fácil convencer
así como a la palabra «aceptado».15 La palabra «uni- al lector de la no existencia de principios universal-
versal» debe tener límites de espacio y tiempo, ya mente aceptados. En nuestras consideraciones presu-
que es imposible tener en cuenta las concepciones miremos por de pronto que únicamente acepta nor-
de todos los hombres y de todos los pueblos que mas el que condena su violación.
han vivido sobre la tierra. Es obvio, claro está,
que no hemos de intentar reconstruir una imagen
perfectamente detallada del pasado, especialmente si b) Intentos de una solución a priori
15
Para un detallado análisis de estos dos conceptos, véase Los interesados en la cuestión han prestado poca
ARNE NAES, Objectivity of norms: two directions of precization.
Oslo 19« (ciclostüada), 23-47. atención por el momento a estos puntos preliminares

204 205
«Debemos tratar de lograr la felicidad de todos»,
de importancia capital para el logro de una solución es otra de las frases altamente convincentes y de
empírica. Pudieron, desde luego, pasarlos por alto, amplio eco popular. Dupréel ha señalado que a la
ya que abordaban el problema mencionado de forma palabra «felicidad» se le añade con frecuencia, tácita
puramente abstracta. Una de sus afirmaciones aprio- e inconscientemente, el adjetivo de «verdadera».17
rísticas manifestaba que la indiscutible evidencia de Pero resulta que, al hablar de felicidad verdadera,
ciertas normas y valores es de dominio común. Otra cada uno le aplica a este concepto su propia concep-
argumentaba que las normas morales son comparti- ción de felicidad y sus propias ideas personales de
das por todos, ya que éstas satisfacen necesidades fun- bondad. Basta que pensemos en las artificiosidades
damentales comunes a todos los hombres. Examine- inventadas por John Stuart Mili en su obra Utilita-
mos estas dos proposiciones. rianism, al tratar de demostrar que la virtud forma
«parte» de la felicidad. Sin duda que otro tanto le
1. Al afirmar la indiscutible evidencia de ciertas
ocurrirá al que intente dar un contenido sustancial
normas y valores, esa evidencia puede ser de doble
a la idea de la felicidad: acabará anulando la evi-
naturaleza:
dencia y al mismo tiempo la aceptación universal
a. Puede deberse a falta de precisión en la de este aserto general.
formulación. En ese caso, de lo que sin duda se
trata es de una pseudo-evidencia. «Neminem laedere», aparece en muchos textos
de moral. Sin embargo, ¿qué entendemos por laede-
b. Puede ser genuina evidencia, que no tiene re? Locke, por ejemplo, abogaba por la afabilidad
nada que ver con el carácter moral de la propo- en la educación de los niños de las clases privilegia-
sición.16 das, a los cuales principalmente iba dirigida su obra
(Ad a) Consideremos primero la pseudo-evidencia. Some thoughts concerning education (Pensamientos
Un conocido principio dice que a cada uno deberían sobre la educación). Al mismo tiempo, proponía que
dársele las condiciones a propósito para desarrollar a los niños de padres pobres se los recogiese en
todas sus aptitudes. La aceptación general de esta albergues, donde deberían trabajar y ser alimentados
frase cesará en cuanto preguntemos si realmente nos a pan y agua y una pequeña cantidad de sustancia
referimos a todas las aptitudes. ¿Hemos de promo- de avena calentada en la estufa que servía para dar
ver, por ejemplo, la habilidad para explotar y humi- un poco de calor a la habitación en el invierno.
llar a los demás? Al momento queda claro que nos Según Locke, este tratamiento no era en modo algu-
referíamos tácitamente a «todas sus aptitudes bue- no malo; sostenía, por el contrario, que era muy
nas». Sin embargo, esta restricción requeriría otra beneficioso para los niños. Pongo este ejemplo aquí,
vez un consentimiento general sobre qué aptitudes porque la ley que prohibe dar malos tratos a los
son buenas.
17
E. DUPRÉEL, O. C, V. 1.
i» Véase A. NAESS, O. C.
207
206
niños indefensos suele citarse a menudo como una su significado hasta hacerle incluir únicamente valo-
de aquellas normas obvias y de general aceptación. res positivos. No cualquier afirmación, aunque vaya
de acuerdo con la realidad, es una manifestación de
(Ad b) Por de pronto, me gustaría poner de re- veracidad, sino sólo aquella que además de ir de
lieve dos variedades de genuina e inmediata eviden- acuerdo con la necesidad nos cuesta algo. Por eso,
cia. La primera es la que se halla dada en el carácter decir que la veracidad es buena no es otra cosa sino
tautológico de la proposición. La otra, aunque no la simple expresión del contenido emocional de la
tautológica, es asimismo una evidencia de carácter palabra.
no moral.
El elemento de la tautología ha sido siempre en Algunos autores proponen como indiscutiblemen-
la ética de gran importancia, y si bien muchos autores te universal y de aceptación general el principio que
ya lo advirtieron, todavía merece, sin embargo, algu- invita a la solidaridad con el propio grupo social.
nas observaciones adicionales. Este principio parece implicar dos significados posi-
bles: o bien es en sí evidente y por tanto tautológico,
En su obra, Principia ethica, G. E. Moore consi- o bien no es en sí evidente y entonces pierde su
dera que todas las proposiciones con el predicado fuerza convincente. ¿Qué puede, en realidad, sig-
«bueno» («buena», «bien») son en sí evidentes, aun- nificar «mi grupo» o «el grupo de uno»? Si «mi
que sintéticas. Sin embargo, si miramos más de cerca grupo» es un grupo al que yo me he asociado por
las definiciones que aparecen en las investigaciones libre voluntad, entonces es que he sentido solidari-
de ética, podemos fácilmente advertir multitud de dad con sus ideas o actividades. En este caso, el
juicios de valor que deberían ser tomados como analí- principio de solidaridad resulta tautológico. Si, en
ticos. ¿Cómo procedemos, por ejemplo, al dar una cambio, «mi grupo» significa, por ejemplo, «el grupo
definición del egoísmo? Generalmente rechazamos la en que nací», al igual que la casta de un hindú se
idea de que es egoísta el que busca su propio bien, ve determinada por su nacimiento, entonces nuestro
pues no encontramos nada malo en que una persona principio deja de ser tautológico y, por lo menos
vaya a un concierto o corra a un dentista a que le para un europeo, ni siquiera es obligatorio.
libre de su dolor de muelas, a pesar de que en
ambos casos lo único que busca es su propio bien. Además de los numerosos principios y juicios de
Llamamos egoísta a una persona que busca sus inte- valor tautológicos aportados por los diferentes auto-
reses a costa de los intereses de los demás. Restrin- res como en sí evidentes, vale la pena mencionar
gimos, pues, el significado de la palabra «egoísmo» aquí uno que ha sido citado como juicio de valor
de tal forma que lo hacemos caer dentro de la idea supuestamente sintético y a pesar de ello en sí evi-
de que el egoísmo es malo. Al hacer esto, ¿qué otra dente. El ejemplo puede hallarse en un artículo de
cosa es nuestra condena del egoísmo sino una tauto- Paul Weiss que lleva por título The universal ethical
logía? Otro tanto ocurre cuando definimos el sentido standard. Dice así:
de la palabra «veracidad»; estrechamos el alcance de
209
208
recibe un juguete. La «x» indica al niño de cuatro
Siempre está mal, absolutamente mal, matar a un ami- años para abajo. La hija de la maestra se halla fuera
go a propio intento y sin ningún motivo.
de este límite específico, y por tanto no debería dár-
El autor añade que este aserto desempeña en la sele juguete.
ética el mismo papel que el siguiente en la ontología:
En su obra sobre la justicia, Charles Perelman
Es absurdo afirmar que un día yo me encontré conmi- da al principio de la justicia la forma de un silo-
go mismo en algún sitio.18 gismo del tipo «Barbara».19 Dicho silogismo dice así:
Dejando de lado el hecho de que, a mi juicio, todas las A deben de ser B. M es A, luego M debe
apenas si se puede uno imaginar que alguien empren- ser B. La evidencia de este principio es análoga a
da una acción «sin pensar y sin que a ello le mueva la del principio dictum de omni et nullo, y no repre-
algún motivo», me parece que no podemos negar el senta evidencia alguna de tipo moral.
carácter tautológico de la frase antes citada. «¿Qué
Un principio semejante de consecuencia lógica
clase de amigo es ese a quien se mata a propio
implica el conocido principio de necesidad y honra-
intento y sin ningún motivo?», preguntará el lector
sin prejuicios, sintiendo la presencia de cierta con- dez expresado en aquel proverbio que aconseja a la
tradicción interna en este aserto. Un amigo, en efec- sartén a no llamar negra a la caldera, con el que
to, es alguien a quien por definición debe quererse se recomienda el saberse valorar debidamente, reco-
bien. nociendo sus propios fallos y defectos. Ahora bien,
¿qué se admite tácitamente con esto? Que acciones
Ya hemos mencionado otra clase de evidencia iguales son merecedoras de idéntica vituperación. Y
en sí que, al igual que la evidencia en sí de la nuevamente nos encontramos con que, si damos a
tautología, tampoco es de índole moral. Proviene de este principio por evidente en sí, no parece deba
otras fuentes. Supongamos que en un parvulario se tratarse de una evidencia específicamente moral.
hace un juego con los niños. Durante el juego, los
más pequeños de ellos, hasta la edad de cuatro años,
van a recibir juguetes especiales. La hija de la maes- c) Intentos de una solución
tra es mayor, ya ha pasado el límite de edad y, empírica del problema
por este motivo, no puede recibir juguetes extra.
Sin embargo, en razón del puesto que ocupa su ma- Ya hemos examinado el intento de dar una res-
dre, se le hace una excepción. He aquí un ejemplo puesta positiva a la cuestión de si existen principios
que ilustra la violación del principio que dice que morales universales, en que se recurría a la opinión
si una variable tiene un alcance determinado, debe de que las normas morales junto con otras normas
siempre asumir el mismo valor. Cada «x» y sólo «x» de carácter social sirven a satisfacer por lo menos
18 19
PAUL WEISS, The universal ethical standard: Ethics 61 CHARLES PERELMAN, De la justice. Bruxelles 1945.
(1945) 41.

211
210
todas las culturas son de gran alcance y van cargadas
las necesidades fundamentales, las necesidades comu- de muchas consecuencias.
nes a todos los hombres. Dicha opinión la profesan
aquellos antropólogos culturales que tienen una con- Las cosas en común constatables en las diversas cultu-
ras forman un sistema homogéneo de clasificación de
cepción utilitarista de la cultura. elementos sueltos idénticos.
Según la interpretación que se le dé a la palabra Y así, en todas las culturas se dan, por ejemplo,
«necesidad», como ya traté de mostrar en páginas an- instrucciones sobre el aseo, división del trabajo, tabús
teriores, esta afirmación de los antropólogos de la sobre alimentos, fórmulas de saludo, modos de mani-
cultura puede ser o bien un axioma carente de valor festar el duelo, etc. Los hombres parecen todos esen-
e imposible de refutar, o bien un aserto falso. cialmente semejantes, atendiendo al conjunto de sus
cualidades psicológicas fundamentales. Ahora bien,
Alfred Louis Kroeber, en su artículo The moráis atribuir la conducta humana a determinados impul-
of uncivilized people, pone de relieve las semejanzas sos fundamentales, equivale a simplificar excesiva-
que se dan en las convicciones morales de los hom- mente los complejos fenómenos psicológicos.
bres, alegando que
No sólo los impulsos originarios, sino también
el elemento moral es fundamentalmente instintivo...
Al ser dicho elemento inherente a la mente humana, los adquiridos son de gran importancia. La educa-
es psicológicamente inexplicable. ción, por ejemplo, no descansa en un impulso prima-
rio. Hemos de recurrir a los principios fundamentales
El autor oalifica de instintivos: la repugnancia del aprendizaje para saber interpretar las estructuras
al homicidio, el apropiarse de lo ajeno, la falsedad universales de la cultura y tomar en cuenta la existen-
y mentira, la falta de hospitalidad y el incesto; de cia de estímulos comunes, tales como los de la noche
este último dice que es aborrecido tanto por los filó- y el día, la oscuridad, la lluvia, el estornudo, la
sofos como por los salvajes más rudos.20 respiración, el nacimiento, la enfermedad y la muerte.
En su estudio que lleva por título The common En toda situación de aprendizaje, el número de res-
denominator of cultures, G. P. Murdock somete a puestas posibles es limitado. La familia nuclear es
examen las diferencias y las similitudes de las cul- siempre una unidad económica encargada de criar
turas.21 Según él, a las primeras se les ha prestado hijos, de introducirlos en la sociedad y de procurarles
más atención, quizá porque resaltan más a primera temprana educación. El común denominador de las
vista. Sin embargo, aunque no consistan en detalles culturas ha de buscarse en los factores que están
sino en categorías, las semejanzas que aparecen en en la base de la adquisición de todo comportamiento
habitual, y entre éstos, el más importante es el de
20
ALFRED LOUIS KROEBER, The moráis of uncivilezed people: la recompensa.
American Anthropologist 12 (1910) 437-447.
21
G. P. MURDOCK, The common denominator of cultures, en Las observaciones de Kroeber no llegan a per-
The Science of Man in the World Crisis, ed. por Ralph Linton. suadir. Dejo a un lado el uso que hace del concepto
New York 1945.

212 213
formas de expresar el duelo se ven asociadas a la
del instinto, que de manera tan convincente criticó
creencia común de que ha de manifestarse el senti-
L. L. Bernard,22 ya que podría sustituirse por otro
miento por la muerte de los familiares; 2) el no
menos expuesto a controversias. Lo que importa más
tomar suficientemente en cuenta que las diferencias
es el hecho de que ni la repugnancia a apropiarse
pueden darse en la estrategia, y modos empleados para
del bien ajeno, ni la repugnancia a cometer homi-
alcanzar ciertos fines, más que en los fines mismos;
cidio, parecen ser universales. En cuanto a la teoría
3) el no reparar debidamente en la posibilidad de
de Murdock, es indiscutible el hecho de la existencia
que la diferencia puede deberse a creencias diferen-
de categorías comunes debidas al conjunto de cuali-
dades psicológicas comunes, así como a estímulos tes; que, al ir a la búsqueda de valores morales umver-
también comunes; sin embargo, no es este tipo de salmente aceptados, busquemos las diferencias, sin
similitud la que buscan los autores de ética ni los percatarnos de que en realidad poseemos la misma
antropólogos de la cultura. base común.

En su estudio Objectivity oj norms, arriba cita- Como conclusión, quisiera citar el prudente con-
do, Arne Naess enumera factores que pueden condu- sejo de Naess de evitar generalidades, pues la pro-
cir a una supravaloración de las semejanzas y factores babilidad de encontrar normas universalemnte acep-
que pueden llevar a una infravaloración de las mis- tadas es mucho mayor para el caso de prohibiciones
mas. Complementando algunas de sus ideas con otras u órdenes definidas que para las vagas y generales.
mías propias, a los factores conducentes a una supra- Probablemente pueda lograrse un acuerdo universal
valoración añadiría yo los siguientes: 1) el carácter en el caso del mandato «No matarás a tu padre».
tautológico de las normas y su formulación vaga y La probabilidad de tal acuerdo será menor, en cam-
general; 2) la actitud egocéntrica y etnocéntrica de bio, si se hace una investigación en torno al mandato
los investigadores, que atribuyen a otros sus propias general del «¡No matar!», en las diferentes culturas.
reacciones y acomodan otros conceptos a su propio
repertorio conceptual; 3) la tendencia de las perso-
nas contactadas a contestar a las preguntas a gusto d) Universalidad de los principios morales
del que las hace. comparada con la universalidad de
Como factores conducentes a una infravaloración otros principios y de otros enunciados
de las similitudes señalaría: 1) la tendencia a ver
una diferencia de concepciones morales en la diferen- La carga emocional que acompaña al debate del
cia de costumbres, si bien es cierto que unas costum- problema sobre la universalidad de ciertos principios
bres diferentes pueden perfectamente corresponder a morales es, como sabemos, mucho más fuerte que la
una identidad de actitudes morales; y así, diferentes que acompaña a la cuestión en torno a las normas
estéticas universales. Para muchos, los primeros son
22
L. L. BERNARD, Instinct: a study in social psychology. Lon- universales; en cambio entre las normas estéticas ad-
don - New York 1924.

215
214
Dentro de la misma cultura se ha invocado a
miten gran variedad. Consideremos qué factores son menudo la variedad de gustos para demostrar cada
los que conducen a una diferencia tal de actitudes. cual su propia superioridad. En las sociedades cla-
El hecho de que no existan gustos universales, sistas se ha empleado esta diferencia para proteger
incluso dentro de un mismo grupo social, parece ser a los miembros de una clase contra la transgresión
bien manifiesto. Paul apaga la radio apenas oye unas de las barreras sociales. Como todo el mundo sabe,
notas de música clásica. Al oír que la radio del las clases inferiores imitan las modas de las supe-
vecino tiene en antena su canción preferida, John riores, las cuales a su vez conservan su situación pri-
enciende su aparato de radio y se disgusta mucho vilegiada mediante nuevas modas.
de no haber podido escuchar los primeros compases De la variedad de gustos se sirve ventajosamente
de la emisión. Los muebles que usted tiene pueden el comercio. Los europeos sacaron buen partido de
ser asimismo objeto de desaprobación libremente ex- ella en la época colonial, cambiando, por ejemplo,
presada de sus amigos o amigas, si bien usted sabe baratijas por marfil. Incluso hoy día se venden, en
perfectamente que pertenecen a su misma categoría colonias, fruslerías o cosas pasadas de moda.
social. En los vestidos de las mujeres puede igual-
mente observarse la más variada gama de colores, y Podrían citarse muchos ejemplos más para de-
cada una cree llevar la razón en su elección. mostrar que la variedad de gustos puede ser de gran
utilidad en la vida práctica. Sería mucho más difícil
La falta de unanimidad de opinión en asunto de hallar ejemplos similares en la esfera de la moralidad.
belleza está motivada no sólo por una divergencia Parece ser mucho más marcado el interés porque
manifiesta de gustos, sino también por el hecho de todos compartan las mismas convicciones morales.
que no nos interesamos de manera especial en tener Resulta difícil imaginarse que puede darse una convi-
normas estéticas y valores comúnmente compartidos vencia y cooperación pacífica entre grupos diversos
por todos. Sin embargo, las personas dotadas de un o dentro de un mismo grupo, si tan sólo uno de sus
sentido sutil de la belleza temen el aburrimiento que miembros se empeña en no aceptar las obligaciones
podría ocasionar el que la cultura europea se unlver- compartidas por los demás.
salizase ayudada por los modernos medios de trans-
Hasta cierto punto, alguna clase de universalidad
porte y de comunicación. Los viajes perderían gran
es condición necesaria para la fuerza obligatoria de
parte de su atractivo, si en cada país o región encon-
los principios morales. Hobbes era consciente de este
trásemos los mismos motivos artísticos o musicales.
En cambio, el turista que hace un viaje en busca de hecho, al añadir a las leyes encaminadas a una coope-
sensaciones nuevas e inesperadas en el mundo de ración pacífica de los ciudadanos la restricción de
los colores y de la música, prefiere ver que en el que son obligatorias únicamente si los demás también
país exótico que visita se observa perfectamente el las obedecen. La norma del «no matar» pierde, por
principio del «no matar», especialmente en su ver- ejemplo, su obligatoriedad en el momento en que
sión de «no matar turistas». nos asalta alguien que quiere estrangularnos.

217
216
Ya se ha dicho que nuestra búsqueda de univer- criptivo en la misma forma en que lo encontramos
salidad de los principios éticos solía estar ligada con en la esfera de los principios morales.
la necesidad de hallar para ellos algún fundamento,
Aunque podamos empeñarnos en tratar como in-
dado que la validez lógica de dichos principios no
variables las observaciones que sirven de base a las
era lo suficiente fiable. También aquí vemos las gran-
ciencias experimentales, concediendo que pueden ha-
des diferencias entre la belleza y el bien moral. La
ber cambiado las personas que las realizaron, sin
esfera de la belleza es ampliamente del dominio del
embargo nadie hará depender el valor lógico de las
arte. En arte hay especialistas que pueden decidir
afirmaciones empíricas de su universalidad o de un
en casos dudosos. En este campo no se requiere nin-
plebiscito. Cuando decimos: «Notre Dame de París
gún plebiscito. Los especialistas exponen su opinión
tiene dos torres», suponemos que esta observación
en torno a un monumento y pueden decidir si ha de
debe ser aceptada por todo el que entiende las pala-
ser erigido en su ciudad y en qué parte de ella.
bras empleadas y que ha visto la catedral. La afirma-
Nosotros mismos también podemos adquirir cierto
ción: «Notre Dame es la iglesia más bonita de Fran-
conocimiento histórico y cierta pericia que nos capa-
cia», ya es otra cuestión. En la Fábula de las abejas,
citen para saber juzgar mejor de arte y establecer
Bernard MandeviUe sostenía que nada probaría mejor
comparaciones entre valores estéticos. Un juicio emi-
la incorrección de sus concepciones que el que fuesen
tido por un especialista de arte o de música tiene
aceptadas por la mayoría de los hombres. Esta misma
más validez que la opinión de un laico en la materia.
idea repetía después de él Voltaire. En ella se expresa
En asuntos morales esto es ya mucho más difícil.
la convicción de que la universalidad de las ideas
La conciencia es común a todos los hombres. Si se
de uno no es la confirmación de las mismas. ¿Quién
señala a un filósofo como especialista en asuntos mo-
va a demostrar con el resultado de una encuesta que
rales, al momento surge la duda sobre quién tiene
la tierra se mueve alrededor del sol?
la autoridad en tales materias, si una persona de
conducta irreprochable y que nunca se ha molestado
El teórico toma a menudo la universalidad como
en ponerse a reflexionar sobre esta clase de temas,
evidencia de que los valores son objetivos en el
o una persona que por oficio da pautas de compor-
sentido de que constituyen una cualidad del objeto
tamiento, pero que no practica lo que predica. En
evaluado. Si cada hombre juzga una acción de la
asuntos morales, la misma elección del juez consti-
misma manera, independiente de su tradición y de
tuye ya un caso de decisión moral; en cambio, la
su educación, ello se debe a que en esa acción se
elección de una autoridad en el campo del arte no
da el bien y el mal y no es mera proyección de
es un asunto de estética.
emociones caprichosas. Alf Ross ha mostrado que
una objetividad así concebida, por lo menos en cuanto
Examinemos ahora nuestro punto final, a saber, aplicada a juicios de percepción, no tiene por qué
la cuestión de por qué no se presenta el problema ir necesariamente acompañada de la universalidad.
de la universalidad en las aserciones de carácter des- Dos clases de vino pueden diferenciarse objetivamen-

218 219
No parece ser correcta ninguna de estas observa-
te entre sí, aunque no pueda declararse universal- ciones. A menudo nos vemos ante diferencias en las
mente su diferencia, desde el momento en que sólo percepciones sensoriales, que no precisan en absoluto
están en grado de descubrirla los catavinos, es decir, que las ilustremos con ejemplos como el arriba citado
personas, en cierto sentido, excepcionales. La opi- de los daltonianos. Uno ve un par de estrellas geme-
nión se ve confirmada por el hecho de que los com- las en el firmamento precisamente en el mismo sitio
ponentes químicos de una clase de vino difieren de en que otro sólo ve una estrella. Uno experimenta
los hallados en la otra. En un caso así nosotros segui- frío al entrar en una habitación, y otro, en cambio,
mos su opinión aunque vaya contra la de la mayoría. siente calor. Al entrar en una casa, igualmente, uno
Igualmente si la mayoría fuese daltoniana, debería- alarma a todos diciendo que hay escape de gas, otro,
mos, sin embargo, atenernos a la dependencia obje- por el contrario, no huele nada.
tiva de la diferencia cualitativa entre las percepciones
del rojo y del verde, y eso en razón de las diferen- No es en el número de opiniones divergentes
cias de las longitudes de las ondas, las cuales han donde vemos la diferencia entre percepciones y valo-
de considerarse como las verdaderas causantes de los raciones. El número, permítanme decirlo de paso,
estímulos.23 Sólo un camino conduce de la universa- difícilmente puede ser objeto de comparación. Por lo
lidad a la objetividad, y éste se da cuando identifi- que se refiere a las percepciones, tenemos a nuestra
camos la una con la otra, tomando los valores subje- disposición una variedad de métodos con los que
tivos como expresión de caprichos personales. podemos obtener unanimidad de opiniones. Ninguno
de tales métodos puede aplicarse a los valores. Si
Contra aquellos que parecen invalidar la existencia vemos un par de estrellas gemelas, podemos con-
de valores, demostrando que hay menos opiniones vencer a nuestro interlocutor, que sólo ve una, ha-
universales en la esfera de las valoraciones que en el ciéndole escudriñar los cielos a través de un teles-
ámbito de las percepciones, C. I. Lewis, en defensa copio o de unos prismáticos. Diferencias de opinión
de los juicios de valor, sostiene que esta diferencia respecto al calor o al frío de una habitación pueden
es sólo aparente y que se debe al hecho de que las asimismo eliminarse examinando un termómetro. El
diferencias en la percepción generalmente se mani- único punto de controversia que quedará será la
cuestión de si a uno le gusta o no vivir en una casa
fiestan sólo accidentalmente, como, por ejemplo,
fría o caliente. Estas dos actitudes pueden expresarse
cuando nos enteramos por casualidad de que nuestro
en dos frases de carácter subjetivo, que no pueden
amigo es daltoniano. Además, las diferencias en los
ser contradictorias, puesto que cada una se está refi-
juicios de valor son, en su opinión, más sorprenden-
riendo a algo distinto.
tes porque se reflejan en mayor grado en la acción.24
En la esfera de los juicios de valor, como sabe-
23
ALF ROSS, On the lógica! nature of propositions of valué: mos, cuando se suprimen las diferencias de opiniones,
Theoria 11 (1954).
24
C. I. LEWIS, An unalysis of Knowledge and valuation. La Salle el único medio para conseguir que nuestro opositor
1946, 414.
221
220
definida como universalidad a pesar de las diferen-
concuerde con nosotros es su reeducación emocional. cias culturales.
Si, a pesar de todas las posibles diferencias en el
fondo cultural, no hay razón para dudar de una La antropología cultural, al decir irónico de algu-
universalidad potencial de las percepciones, la univer- nos especialistas, está adquiriendo gradualmente los
salidad de los juicios de valor parece, en cambio, ir típicos rasgos de una entropología, puesto que el
íntimamente unida a la nivelación o exclusión de principio de la entropía está hoy encontrando cada
diferencias en ellos. Contra la observación de Lewis vez más aplicación en el ámbito de la cultura.25
de que una diferencia en los juicios de valor es más Los problemas sociológicos generales referentes
chocante porque se refleja a través de la acción, he a las normas morales no quedan, claro está, exhaus-
de señalar que las diferencias de percepción no son tivamente tratados con el debate entablado en torno
menos influyentes en nuestras actividades que las dife-
a su origen y a su función. Sería interesante observar:
rencias de nuestros juicios de valor.
cómo adquieren fuerza ciertas normas en una deter-
minada sociedad; qué significa aceptar una norma y
Al comparar juicios de valor morales con asertos
darle un sentido íntimo y profundo; qué sanciones
de tipo descriptivo refiriéndome a su universalidad,
prevalecen en un grupo dado en caso de transgre-
he tratado de mostrar que ésta no es ni una caracte-
rística distintiva de la verdad de nuestros juicios de sión; y cómo pueden llegar a ser institucionalizadas
valor, ni de la objetividad del valor como cualidad ciertas sanciones, constituyendo lo que Lasswell y
propia de las cosas. Sin embargo, no hay duda de Kaplan llaman contracostumbres (countermores).26
que una universalidad empíricamente demostrada po-
dría tener un significado emocional grande. Podría
robustecer nuestra convicción de que los valores mo-
rales expresan, en verdad, las necesidades más esen-
ciales del hombre y de que todo el género humano
puede alcanzar un entendimiento y acuerdo sin perder
por ello los rasgos específicos de las diversas cul-
turas. De ahí que valgan la pena y que deban prose-
guirse los estudios comparativos a este fin. Eso sí,
se debería animar a los investigadores a proceder sin 25
Véase C. LÉVY-STRAUSS, Tristes trapiques. París 1945.
demora, ya que los métodos modernos de transporte 26
«'Contracostumbres' son rasgos culturales entendidos por el
y comunicación podrían establecer bien pronto una grupo como desviaciones de las costumbres reinantes, con las que,
desde luego, hay que contar.» El soborno sería aquí un ejemplo;
universalización de las convicciones a través de pro- «su condena es casi universal, y, sin embargo, se cuenta con él
cedimientos y principios uniformes de educación. Esta y se da por supuesto que ciertos empleados sucumban a su tenta-
ción. De ahí que un buen número de 'contracostumbres' sean te-
situación nos haría imposible resolver nuestro proble- nidas por 'normales' (tanto en sentido estadístico como normati-
vo)». (H. D. LASSWELL y A. KAPLAN, Power and society. New Haven
ma de la universalidad de las convicciones morales, 1950, 49 y 50).

222 223
4
El ethos de la nobleza
y el ethos burgués

El guerrero homérico

En la segunda parte de mis consideraciones he


ofrecido una relación muy somera de los factores
que influyen en la moralidad. En la parte final de
este libro me gustaría ocuparme un poco más dete-
nidamente del ethos de la nobleza y del ethos de la
clase media, es decir, de dos diferentes enfoques en
los juicios de valor atribuidos a diferentes categorías
de clase social.
Para esbozar la imagen del ethos de la nobleza,
hemos de comenzar con la antigua Grecia. Son nume-
rosas las fuentes con ayuda de las cuales sería posi-
ble reconstruir aquel particular modo de vida, pero
voy a limitarme a Homero y a la descripción que
Aristóteles hace del hombre de grandeza de ánimo.
Los héroes de Homero se distinguen ante todo
por su noble linaje. La mayoría de ellos descienden

225
conseguirá en una nueva expedición guerrera. El he-
de dioses. El nacimiento, la fortuna y el poder de- cho de que los pretendientes de Penélope pudieran
ciden la posición de un hombre en la jerarquía social. vivir a expensas de Ulises durante veinte años, en
Para ser agathos, es preciso poseer un alto rango. un ambiente de perpetuo festín, es una prueba de
La valoración positiva de la palabra agathos puede que las riquezas acumuladas en aquellas arcas eran
incluso atribuirse a personas cuya conducta se desa- realmente cuantiosas. La nobleza homérica desprecia
prueba, como en el caso de Agamenón cuando le el comercio como ocupación vil.
robó a Aquiles la esclava.1
Thorstein Veblen, en la descripción que hace de
Los héroes de Homero son fuertes y estética- la clase ociosa, cita cuatro ocupaciones que no degra-
mente bellos. Hago hincapié en esto último, porque dan a un hombre de esa clase: gobernar, hacer la
a los hombres que encarnen un ideal de personalidad guerra, tomar parte en ceremonias religiosas y prac-
en el ethos de la clase media no se les exigirá este ticar los deportes. Los héroes de Homero confirman
requisito de la belleza. Bastará que produzcan la sen- esta observación. Reinan, luchan, honran a los dioses
sación de respetables; la belleza, en cambio, será un con sacrificios y son campeones en las competiciones
atributo femenino. El comportamiento de Paris en su deportivas. Manejar con destreza el disco o el arco
lucha con Menelao sería juzgado diversamente si su es señal de superioridad de clase, pues para adquirir
belleza física no fuese tan desarmante. estas técnicas es preciso disponer de ocio. Cuando
Ulises, sin haber sido aún identificado, contempla los
Los guerreros de Homero se distinguen por su
juegos de la corte de los feacios, el hijo del rey,
refinado lenguaje, que inmediatamente los delata
para probar la condición social del huésped de su
como agathoi. El rey de los feacios, al oír el discurso
padre, lo incita a participar en la competición depor-
de Ulises, se apercibió al momento de que tenía en
tiva. Al responderle Ulises que, tratando en vano de
su presencia a un huésped distinguido. El lenguaje,
regresar a casa, está demasiado enfermo de corazón
desde aquellos tiempos, ha venido constituyendo
como para pensar en juegos, uno de los competidores
siempre un criterio de clase.
hasta el insulta, diciéndole que probablemente no es
El mundo de Homero es un mundo de abundan- más que un simple marino perteneciente a la tripu-
cia. A nadie le agobian las preocupaciones económi- lación de algún barco mercante. Entonces Ulises coge
cas. La guerra es el medio principal para llegar a la el disco más grande de todos, y sin dificultad lo
riqueza. Menelao gobierna un vasto estado; sin em- arroja más allá de las marcas conseguidas en los
bargo, su riqueza se la han proporcionado los barcos. demás lanzamientos. Su condición social queda bien
Cuando Ulises, a su regreso a Itaca, se encuentra demostrada con este logro.
con que los pretendientes de Penélope le han vaciado
las arcas, decide volver a llenarlas con el botín que A los guerreros de Homero les preocupa constan-
temente distinguirse. Cada libro de la Ilíada consti-
1 A. W. H. ADKINS, Merit and responsability: a study of greek tuye una descripción de hechos que demuestran la
valúes. Oxford 1960, 38.
227
226
herir el orgullo de los dioses, que en este aspecto
excelencia (aristeia) de alguien; excelencia que ha de eran, por cierto, menos vulnerables que los humanos.
ser debidamente apreciada por otros. A los guerreros
les fascina lo que F. Znaniecki denominaba «el reflejo De las razones que podían conducir a hacer la
del yo», es decir, la opinión (time) de que gozan guerra, dos eran las más importantes: la venganza y
los de su misma clase. Aquiles escoge una vida la obtención de botín y esclavos. Los vencedores
corta pero gloriosa. Héctor espera conseguir fama en mataban a todos los hombres del campo contrario;
su hijo. Al verse decepcionado por Atenas y por los la esclavitud era el destino de las mujeres y de los
hados, decide no morir sin gloria y realizar hazañas niños. O. R. Sandstrom halla que en Homero rigen
dignas de ser proclamadas a lo largo de los siglos.2 las siguientes normas de comportamiento en caso de
Se trata aquí de valores que Adkins denominaba va- guerra: perdonar al suplicante, respetar al heraldo,
lores competitivos, en contraposición a los valores observar la tregua, permitir el sepelio de los caídos
cooperativos requeridos en las mujeres. Cualquier evi- y abstenerse de alardear ante los vencidos. Estas
dencia de haber sido uno subestimado y juzgado por normas se debían probablemente a la utilidad mutua
debajo de su verdadero valor representa una ofensa y en parte también a la compasión. «Perdonar al
y constituye motivo de venganza. Nada es más degra- suplicante» podía asimismo atribuirse a la probabi-
dante que verse ridiculizado. Ayax, cegado por un lidad de conseguir ulteriores beneficios: era de más
acceso de cólera, pierde su honor al atacar un rebaño provecho obtener dinero del rescate que matar.
de ovejas, que él toma por un destacamento de atri-
das, y se siente obligado a suicidarse. El historiador La costumbre de decidir una contienda con un
francés Hippolyte Taine, admirador de la aristocracia, duelo ha llegado prácticamente hasta nuestros días;
escribía:
se ha dicho que en 1938 Japón le propuso a China
En las clases media y baja, el principal móvil de sus resolver el conflicto entre ambos mediante un único
acciones es el provecho personal. En la aristocracia, en combate. En la litada, a veces comienzan los contra-
cambio, es el orgullo. Ahora bien, de los sentimientos rios alabándose el uno al otro, exaltando el noble
profundos del hombre, ninguno más apto que el del
orgullo para ser transformado en honradez, patriotis-
linaje del contrincante y dando pruebas de respeto
mo y conciencia, pues un hombre poseído del sentido mutuo. Tal es el caso de Diomedes contra Glauco o
del orgullo se percata de la necesidad de la estima y de Héctor contra Ayax. La glorificación del adver-
consideración de sí mismo y de su dignidad personal, sario puede ser expresión de solidaridad obligatoria
y, para conseguirla, se ve impulsado a merecerla. 3
entre iguales, a pesar del conflicto, pero también
El orgullo de los héroes de Homero, sin embar- puede mostrar el deseo de realzar la propia gloria
go, no debía exceder ciertos límites, ya que podía de futuro vencedor.4 A veces los contrarios empiezan
2
insultándose y despreciándose el uno al otro.
O. R. SANDSTROM, A study of ethical principies and practices
of homeric warfare. Philadelphia 1924, 67.
5
Citado según JOHAN HUIZINGA, Men and ideas. New York 4
O. R. SANDSTROM, O. C.
1959, 205.

229
228
En tiempo de paz la clase dirigente disfrutaba del
El guerrero podía hacer su situación más peli- ocio. El rey de los feacios le describe a Ulises la
grosa con el fin de demostrar su valor. Por eso Dio- vida de su corte con estas palabras: nos placen los
medes se baja del carro de combate y lucha a pie. convites, la cítara, los bailes, las vestiduras limpias,
Herir al adversario por detrás era admisible, pero los baños calientes y la cama. El trabajo lo realiza-
sólo eran honrosas las heridas recibidas de frente. Se ban multitudes de siervos, cuyo número enaltecía el
encontraba justificado igualmente quitarle la armadu- prestigio de su amo. A Penélope, por ejemplo, la
ra al enemigo vencido; el respeto ante el anciano atendían cincuenta esclavas. A la corte pertenecía
detiene, en cambio, a Aquiles de quitársela al padre asimismo un buen número de parásitos.
de Andrómaca. Los arqueros no gozaban de estima.
Lo cual tal vez se debía al hecho de que el arco era La actitud que los héroes de Homero adoptan
arma de personas de más baja categoría, arma que respecto a las clases inferiores es muy interesante.
podía emplearse desde una distancia más segura y Como ya se ha observado, a los de condición humilde
que sólo podía herir a los guerreros que no llevaban se los presenta en dos papeles principales. Cuando
armadura. Estaban severamente prohibidas las flechas se los describe con simpatía, pertenecen generalmente
envenenadas. En el deporte no se podía competir con a la categoría de siervos fieles. La anciana nodriza
personas de capacidades desiguales; especialmente de Ulises, que es la primera que lo reconoce después
no había que competir con un anfitrión al cual se del regreso de éste a Itaca, puede servir de ejemplo.
le debía gratitud por su hospitalidad, como en el La anciana desciende de una familia noble pero
caso de Ulises en la corte de los feacios. pobre, lo cual confirma el hecho de que a la virtud
y a los méritos se los considera como íntimamente
Las cualidades esperadas en los héroes de Home- ligados a la nobleza de cuna. Tersites, hombre de
ro eran ante todo las cualidades de un buen guerrero, procedencia humilde, que insta a los soldados que
es decir, de un guerrero airoso y diestro. Valentía, asedian a Troya a dejar de luchar y a regresar a su
fortaleza y pericia se requerían no sólo en las guerras patria en vez de derramar sangre por disensiones de
hechas con miras al botín o por venganza, sino tam- carácter privado, aparece descrito como una criatura
bién en combates para poner fin a diferencias meno- odiosa: bizquea, es cojo, casi calvo y jorobado. Feal-
res. Ya hace mucho que alguien observó que la pala- dad y maldad se les atribuirá durante siglos a los
bra nomos no se emplea ni en la Ilíada ni en la provenientes de medios bajos, exceptuando de ello a
Odisea. En un conflicto no era posible recurrir a la los siervos fieles. Las descripciones que las fabliaux
justicia. La fuerza constituía la ley, en el mundo de francesas medievales hacen de los villanos se atienen
Homero, y el castigo de los crímenes era asunto pri- casi al pie de la letra a la descripción que Homero
vado. Adkins opina que el juicio homérico de valor ofrece de Tersites.
se expresa en términos de éxito y de fracaso. No
El guerrero homérico ha de ser hospitalario y
hay distinción entre falta y error moral, y las inten-
generoso. Aquiles reprocha a Agamenón el guardarse
ciones carecen de importancia.
231
230
Llamo la atención sobre este punto, pues el que
para sí la mayor parte del botín. El héroe será dis- una mujer sirva de simple decoración constituirá un
creto en su hospitalidad y respetará la esfera privada requisito, no de la nobleza, sino más bien de la clase
de sus huéspedes. Aunque desconocido, Ulises es res- media europea del siglo xix. Hago esta observación
petado en la corte de los feacios. Nadie le fuerza a porque el libro de Veblen no toma suficientemente
revelar su nombre. Sus conocimientos del mundo, en cuenta los ideales femeninos y sus transforma-
adquiridos en largos y numerosos periplos y aventu- ciones.
ras, son altamente apreciados. Tanto los hombres
como las mujeres lo dan a entender expresando sus La actitud de los hombres hacia las mujeres no
sentimientos de un modo exagerado. Los hombres excluye, desde luego, la galantería. Cuando el padre
incluso derraman copiosas lágrimas. Aquiles da suelta de Nausica la regaña por no acompañar al extranjero
a su famoso acceso de cólera. Pongo de relieve este en el camino de éste hasta la corte, Ulises inmedia-
punto, porque luego veremos un cambio a este res- tamente se culpa a sí mismo, si bien Nausica lo había
pecto en los modelos e ideales de la nobleza posterior. hecho por miras a su propia reputación.

Hasta ahora sólo nos hemos ocupado de los idea- El modo de vida elogiado por el guerrero homé-
les masculinos de la aristocracia homérica. Ya es rico difiere grandemente del recomendado por He-
hora de decir algo en torno a las mujeres. La nobleza síodo en Los trabajos y los días. A Hesíodo no le
homérica vive bajo un mismo techo en grandes fami- interesaban particularmente las cuestiones de alcur-
lias de estructura patrilínea. El padre de una mujer nia. Tampoco quería distinguirse de los demás; lo
es su amo hasta que ésta se casa; después de su que sí le preocupaba era asegurarse un modo de vida
matrimonio, asume el papel de amo el marido. Al arreglado y decente mediante un trabajo honrado. De
faltar éste, el hijo mayor decide sobre la suerte de la guerra no esperaba ninguna cosa de valor, y enco-
su madre, como en el caso de Telémaco respecto de miaba la vida de la paz. El guerrero homérico, si se
Penélope. Sin embargo, la condición de las mujeres le infligía algún daño, exigía resarcimiento. Hesíodo,
no es tan poco favorecida como lo será con la influen- en cambio, que se lamentaba de que su hermano se
cia creciente del oriente. El consejo de Arete, esposa había apoderado de más de lo que le tocaba de la
del rey de los feacios, es tenido en gran considera- herencia que les había legado su padre, esperaba en
ción por su marido. A Nausica la celebran no sólo la justicia de Júpiter. En su opinión, la virtud no
por su belleza, sino también por su sabiduría. Natu- se consigue por razones de alcurnia, sino mediante
ralmente, la castidad antes del matrimonio y la fide- el trabajo esforzado. En sus relaciones con el prójimo,
lidad conyugal posterior constituyen las principales a Hesíodo no le guiaba la magnanimidad, sino el
virtudes de una mujer. Hay que advertir que las principio del «do ut des». Ayuda al vecino en sus
mujeres de noble cuna no disponían de ocio. Arete necesidades, pues tú también puedes necesitar de él
está siempre ocupada en el gobierno de la casa. Su algún día. En su elección de esposa no reparaba en
hija ayuda a las siervas a lavar la ropa.
233
232
pero no he podido menos de comenzar con estas
la belleza. Consideraba virtuosa a la mujer que go- observaciones, ya que mi propósito era señalar las
bernaba la casa con esmero y economía. similitudes que han contribuido a la configuración
Werner Jaeger afirma en Paideia que fue única- de un ethos de la nobleza como unidad tipológica.
mente la belleza la que creó los ideales de persona-
Antes de dejar Grecia, he de recordar la descrip-
lidad difundidos a lo largo de los siglos entre las
ción que del hombre magnánimo hace Aristóteles en
clases inferiores, y la nobleza griega fue la primera
su Etica a Nicómaco. El megalopsucos piensa en el
en realizar un esfuerzo consciente en dar una confi-
honor. Exige mucho y merece mucho, y tiene toda
guración a la vida de la sociedad. Las dos afirmacio-
la razón de sentirse orgulloso. Grandeza de alma sólo
nes resultan dudosas. Cada sociedad educa a sus hijos
se da en cosas grandes. El que la posee, no se com-
fijándose en un ideal de lo que el hombre debería
promete en muchas empresas, sino sólo en las im-
ser; ahora bien, en las sociedades estratificadas los
portantes y distinguidas. Siempre está deseoso de
ideales son diferentes. A Jaeger le viene sugerida esta
arriesgarse, pero únicamente lo hace en causas gran-
idea por una actitud etnocéntrica. La palabra «cultu-
des. Le gusta otorgar beneficios y dádivas, pero le
ra» la emplea en singular, pues sólo hay una cultura
avergüenza recibirlos él, pues esto sería un signo de
que merece tal calificativo de encomio: la suya.
inferioridad. No es propenso a la admiración, ya que
Los valores homéricos... se acomodan a la socie- nada le parece grande. Le gusta poseer cosas bellas
dad homérica, en cuanto recomiendan aquellas cualida- y de ninguna utilidad práctica más que cosas útiles,
des que más evidentemente garantizan su existencia.5
porque las primeras muestran mejor su independen-
Así opina A. W. H. Adkins, a quien ya hemos cia. El hombre vulgar, sostenía Aristóteles, no actúa
citado varias veces. Este aserto funcionalista ha de motivado por el sentido del honor y, si evita el mal,
admitirse con reservas. La sociedad de Homero no lo hace por temor al castigo, no por su vileza.
era monolítica y, mientras se puede sostener que los
valores encomiados apoyaban los fines de la nobleza, El ideal del hombre de grandeza de ánimo causó
se puede también ver que no servían a los intereses efecto en muchas generaciones de humanos que esta-
de aquellos que, como Tersites, no querían que se ban en grado de permitirse tal actitud de nobleza.
derramara sangre por disensiones de carácter priva- Como vemos, era un ideal de personalidad para tiem-
do. «El tipo de hombre que más falta hacía era el pos de paz, y sus admiradores adictos a la idea de la
que más admiración suscitaba», leemos en el mismo guerra se veían obligados a complementarlo poniendo
autor. Que más falta hacía ¿a quién? ¿Tenían inte- un énfasis mayor en la valentía. M. Greaves, en su
rés, personas como Hesíodo, en guerras hechas por libro The blazon of honour, va siguiendo la descrip-
venganza o por adquirir prestigio? ción del megalopsucos aristotélico a lo largo de los
Se ha hablado tanto de los poemas de Homero, siglos de la literatura inglesa y muestra la influencia
que no es fácil añadir al tema una aportación nueva, que dicha idea aristotélica ha ejercido sobre el con-
cepto de «gentleman».
5
A. W. H. ADKINS, O. C, 55.

235
234
En el mundo pagano, el hombre que fundaba su
tigio que se veía forzado a suicidarse. Los germanos
dignidad en sus propios méritos y valía, apuntaba a lo consideraban la guerra como la única ocupación digna
más sublime que él podía alcanzar.6 Los valores de del hombre. Despreciaban a los comerciantes. Culti-
Aristóteles son casi exactamente el polo opuesto de var el campo y esperar pacientemente la cosecha no
los valores de la clase media puritana, observa C. B. era, según ellos, una ocupación capaz de permitir a
Watson, refiriéndose al megdopsucos?
los hombres llegar a la fama. Les gustaba además
hacer regalos, sin reparar en la cantidad que daban
y sin sentirse obligados a corresponder por lo que
recibían.
ha nobleza en la edad media
Las luchas entre francos y árabes persuadieron a
Carlos Martel de que la infantería no puede hacer
Aunque algunos historiadores han hecho surgir la frente a la caballería. Según R. L. Kilgour, Carlos
duda sobre las similitudes entre el ethos de los gue- Martel se decidió a hacer posible a sus hombres la
rreros homéricos y los caballeros medievales, creo que adquisición, mediante compra, de caballos y cotas de
podemos con razón esperar que se den tales seme- malla, y para ello confiscó tierras a las iglesias y se
janzas y analogías, puesto que en ambos casos nos las dio a sus seguidores. Así comenzó el sistema
las habernos con el modo de vida de una clase privi- feudal. Para pertenecer a este grupo privilegiado de
legiada cuya actividad principal es luchar. guerreros había que ser fuerte y sentirse en grado
de llevar la pesada armadura, experto en el arte de
Analogías debidas a una posición similar de clase montar a caballo y diestro en el manejo de las armas,
y a una ocupación semejante han sido asimismo ob- en especial de la lanza y de la espada.8
servadas entre las tribus germánicas que describe Tá-
cito en su Germania y el caballero medieval. Si bien Por lo que yo sé, los historiadores están de acuer-
Tácito idealizaba su imagen con el fin de dar a sus do respecto al hecho de que la formulación de un
lectores exempla redi, su obra es, sin embargo, una código de comportamiento hecha por caballeros me-
fuente valiosa de información. dievales fue más bien tardía y de que hay que verla
xelacionada con la creciente importancia de la clase
Agrupados en el servicio de un jefe, los germa- media, que venía a constituir una amenaza para la de
nos se unían para defenderlo, arriesgaban sus propias los privilegiados. Se esperaba que dicho código justi-
vidas en defensa de él, e incluso le atribuían sus ficase la situación privilegiada de éstos y que consti-
propias gestas heroicas. Se consideraba vergonzoso tuyese una barrera difícilmente superable para los
hacer entrega del propio escudo, y el guerrero que recién llegados de otras clases más bajas. Si conse-
no luchaba con suficiente valor caía en tal despres- guían, no obstante, saltar la barrera, los recién llega-
6
M. GREAVES, The blazon of honour. London 1964, 104. • R. L. KILGOUR, The decline of Chivalry. Boston 1937, intro-
7
C. B. WATSON, Shakespeare and the renaissance concept of ducción.
honour. Princeton 1960, 151.

237
236
dos ponían también de relieve bien pronto la impor- peregrinos solían pararse a descansar. Basándome en
tancia de este código y de una elaborada etiqueta. estas leyendas, me gustaría exponer ahora los rasgos
y características principales que debía tener el caba-
He aquí la imagen del caballero ideal tal y como
llero medieval.
la describía E. Deschamps, prolífico autor de baladas,
nacido en 1346: En principio, el caballero debía provenir de noble
cuna. Ya sabemos que no siempre se cumplía esta
Tú, que quieres alcanzar la orden de caballería,
condición. Un hombre podía adquirir la nobleza de-
debes llevar una nueva vida, debes perseverar devota-
mente en oración, huir del pecado, de la soberbia y de mostrando pericia en el oficio de las armas u obte-
la vileza; debes defender a la iglesia, y socorrer a la niéndola por dinero; sin embargo, la sociedad medie-
viuda y al huérfano; debes ser valiente y proteger al val era fuertemente jerárquica, incluso entre los mis-
pueblo; leal y animoso debes ser y no llevarte nada mos caballeros. En las leyendas, las clases inferiores
de nadie: así ha de comportarse un caballero.
eran tratadas como si no existieran. En las descrip-
El caballero debe ser humilde de corazón y empe- ciones de combates nunca se hacía mención alguna
ñarse siempre en realizar acciones caballerescas; leal de cómo luchaban los soldados ordinarios. Sólo se
en la guerra, deberá estar dispuesto a emprender largos tomaban en cuenta los sostenidos entre nobles.10 Sí
viajes; debe asistir a torneos y justas por su bella da-
ma; debe pensar siempre en el honor, de forma que
les tocaba desempeñar algún papel a los villanos,
nunca se vea culpado de cosas ignominiosas, ni pueda como en el caso del guarda de los toros bravos
ser acusado de cobardía; y debe estimarse el último de cerca de la fuente mágica en Yvain ou le chevalier
todos los hombres: así ha de comportarse un caballero. au Lion, de Chrétien de Troyes, entonces se los des-
Debe amar a su legítimo señor y sobre todo prote- cribía como a Tersites en la litada, A la procedencia
ger sus dominios; debe mostrarse generoso y ser un humilde se la asociaba con la fealdad y vileza del
juez justo; debe buscar la compañía de caballeros va- carácter.
lientes, para escuchar y aprender todas sus palabras, y
entender el arrojo del valeroso, para así ser él también La lucha del héroe escandinavo Beovulfo con el
capaz de llevar a cabo grandes gestas, a semejanza de monstruo Grendel puede muy bien servir de ejemplo
las que antaño realizara el rey Alejandro: así ha de de la fortaleza del guerrero medieval. Grendel estaba
comportarse un caballero. 9 amenazando constantemente a los daneses. Salía des-
Así suena este código formulado en el siglo xiv. lizándose de su caverna por la noche y mataba a los
Desde luego, también se podrían entresacar principios seguidores favoritos del rey. Beovulfo, al enterarse
de conducta caballeresca de otras fuentes anteriores de las tribulaciones que estaba pasando el pueblo,
—de leyendas, por ejemplo, que circulaban con dife- se llega desde tierras lejanas y ofrece sus servicios.
rentes versiones y que se contaban no sólo en las Para hacer aparecer su tarea más difícil y mayores
cortes, sino también en aquellos lugares en que los sus méritos, se pone a luchar sin armas contra el

i» Véase ROBERT GRAVES, Introducción a Le morte d'Arthur de


' Ibíd., 89. La versión original francesa aparece también aquí; Malory. A Mentor Classic, 1962.
asimismo puede hallarse en E. DESCHAMPS, Oeuvres. Paris 1873-1903.

239
238
caballero enemigo. Al ser atrapado Ogier a traición
terrible monstruo. Y después de matarlo, en vez de
por los sarracenos, su noble adversario, desaproban-
quedarse para sí los tesoros que la bestia tenía guar-
do la traición y sintiendo solidaridad con él, se entre-
dados, se los entrega todos al rey, como convenía
ga a sí mismo a los francos a cambio de Ogier. Des-
a un verdadero caballero.11
pués de la conquista de un castillo, se daba muerte
De un caballero se esperaba que demostrase cons- a la gente común; a los prisioneros nobles, en cam-
tantemente su valor mediante hazañas gloriosas. bio, se los trataba a menudo como huéspedes respe-
Cuando Yvain se casa con la esposa del caballero al tables. En una leyenda medieval, un simple soldado
que ha dado muerte, su amigo Gauvain le insta a se jactaba de haber logrado matar a un enemigo
dejar a su dama para buscar oportunidades de nuevos noble. Su señor mandó en seguida ahorcarlo por tal
combates: «Pensad ante todo en vuestro renombre» desfachatez.13
(«Songez d'abord a votre renommée»). En efecto, la
Esta fraternidad en el ejercicio de las armas, que
fama y el buen nombre es lo primero que tiene que
yo he tratado de ilustrar, no obstaba para que los
preocupar a un caballero. Roldan, al darse cuenta de
nobles cumpliesen con el deber de venganza por
su situación desesperada, no quiere tocar el olifante
ofensas reales o imaginarias. Los combates descritos
para pedir ayuda, porque teme ser juzgado cobarde.
Sacrifica a sus hombres y a su mejor amigo, Oliverio, en las leyendas medievales tuvieron generalmente su
en aras de su orgullo. El lenguaje del caballero em- origen en los rencores. Si bien los lazos familiares
plea el término desmesure, equivalente al griego dentro de la familia nuclear eran más bien flojos —el
ubris. A semejanza de los héroes de Homero, el caballero ausente en busca de aventuras, los hijos
caballero medieval está preocupado por el «reflejo de desde los siete años criándose en las cortes—, la pa-
su yo», por lo que la gente pensará de él. «De nada rentela entera se consideraba ofendida si uno de sus
sirve el comportarse bien, si no se quiere hacerlo miembros no era debidamente respetado. Por la otra
saber», opina el caballero Yvain.12 Todas las leyendas cara de la moneda, caundo se demostró por ordalía
medievales dan muestra de este orgullo insaciable. que Ganelon, suegro de Roldan, era un traidor, todos
sus parientes fueron ahorcados con él.
El caballero debe ser consciente del hecho de Ni que decir tiene que un caballero debía ser
pertenecer a una clase privilegiada, y está obligado valiente, generoso y hospitalario. A los trovadores
a solidarizarse con los miembros de dicha clase, in- ambulantes de las leyendas les interesaba hacer elo-
cluso aunque se dé la circunstancia de que éstos sean gios de la generosidad y magnificencia, porque ellos
enemigos. Durante un combate entre francos y sarra- vivían precisamente de donaciones y regalos. La lar-
cenos, Ogier el Danés es retado a duelo por un noble gueza ha sido considerada durante siglos como prueba
11
evidente de nobleza de cuna.14 Recordemos cómo
N. L. GOODRICH, The medieval myths. Mentor Books, 1961.
i2 «/í est vain de faire une bonne action, si l'on ne veut pos « SIDNEY PAINTER, French Chivalry. Ithaca, New York 1957, 59.
qu' elle soit sue.» Chrétien de Troyes, Yvain ou le Chevalier au
Lion. Dell Publishing Company, 110. » Ibid., 31, 32.

240 241
Lanzarote acabó sus días honrosa y dulcemente»,16 a
Aquiles reprochaba a Agamenón el tomar demasiado pesar de ser adúltero el amor de entrambos.
para sí y de distribuir poco.
La caballería era ante todo una clase militar den-
El caballero debía mantener su juramento aunque tro de una sociedad que se dividía en los que luchan,
le sobreviniesen adversidades. Huizinga refiere que los que rezan y los que trabajan. Cuando hablamos
el rey Juan el bueno, al escaparse su hijo de Ingla- hoy de caballería pensamos, generalmente, en un con-
terra, donde estaba como rehén, fue él mismo a aquel junto de actitudes hacia el enemigo, hacia el débil
país, dejando el propio expuesto a los peligros de en general y hacia la mujer en particular. Estos eran
otra regencia. Era una costumbre muy común hacer los rasgos esenciales del legado caballeresco de la
votos extraños que habían de cumplirse a toda costa. edad media. Voy a detenerme un poco más sobre
Un grupo de guerreros hizo, por ejemplo, el voto estos dos puntos.
de no huir nunca del campo de batalla a más de El código del juego limpio, o fair play, obliga-
cincuenta acres de distancia. Por este juramento no- torio en un duelo entre dos nobles, tenía su origen
venta caballeros perdieron la vida.15 La obligación de en el orgullo, en el respeto al adversario por razón
guardar promesas, sin embargo, sólo obligaba entre de solidaridad y en una actitud lúdica. El pundonor
iguales. y la necesidad de jugar en equipo prohibían matar al
enemigo desarmado. Lanzarote deploraba el hecho de
Finalmente, y esto es también muy importante, haber matado él sin querer, en lo grueso del combate,
el caballero tenía que ser fiel a su señor, defenderlo, a dos caballeros desarmados. Creía que debía estar
en caso de necesidad aun a costa de la propia vida, sintiendo arrepentimiento de ello hasta la muerte y
proteger a las viudas y a los huérfanos y serle fiel ofreció como expiación hacer una peregrinación a pie,
en el amor a su bella dama. Lanzarote se resistía vestido únicamente de cilicio.17 Era asimismo vergon-
sobremanera a luchar contra su señor el rey Arturo. zoso matar a un enemigo que había sido derribado
Yvain puso en libertad a trescientas doncellas que del caballo. «Jamás atacaré a un caballero caído de
estaban presas y que habían sido terriblemente explo- su caballo», exclama Lanzarote. «¡Dios me libre de
tadas. Defendió asimismo a una doncella a la que su semejante deshonra!» 18 La victoria en tales condicio-
mala hermana le había privado de la herencia. La nes era demasiado fácil y, por tanto, no podía dar
fidelidad en el amor era objeto de alta estima, tanto realce alguno a la propia gloria. Por lo demás, a los
por lo que se refiere a los hombres como a las mu- caballeros les impulsaba un auténtico espíritu de juego
jeres. Lanzarote era elogiado como el más fiel de a la hora de decidirse por luchar contra un adversario
los amantes, y la reina Ginebra, esposa del rey Ar- de la misma clase. No sólo no tenía mérito alguno
turo, «en razón de su inquebrantable amor, el señor
16
T. MALORY, O. C, 458.
" Ibíd., 487.
15
Jo HAN HUIZINGA, The waning of the middle ages. New York i» Ibíd., 494.
1956, c. 7. Publicado en 1924.

243
242
luchar contra un enemigo desigual, sino que carecía al sitiar a Troya por razones personales. La palabra
por completo de atractivo un combate en condiciones «individualismo» cambiará de significado si se la atri-
así. Esta es la razón de que en las leyendas suceda buye a los hombres del renacimiento, deseosos de
tan a menudo que el caballero que derriba al adversa- desarrollar plenamente su personalidad.
rio se baje de su cabalgadura y continúe luchando a
Voy a pasar ahora a hablar de la actitud del
pie.19 De modo semejante, un experimentado jugador
caballero para con la mujer. Galantería y adoración
de tenis no encuentra placer alguno en jugar con un
son las palabras que califican dicha actitud. Por lo
principiante. general, la elegida era una dama casada; de ahí que
La práctica de equilibrar las suertes antes de algunos autores sostengan que «la galantería venía a
iniciar un combate es un fenómeno bien conocido ser más o menos un adulterio convencional y una
para los antropólogos de la cultura. Sumner y Keller bigamia socialmente reconocida».22 El amor era con-
citan ejemplos de tribus primitivas de Australia que siderado como un factor que ennoblecía al hombre
proporcionaban armas a sus enemigos con el fin de y que le daba prestancia y distinción.
igualar las fuerzas.20 En las luchas entre Pisa y Flo- S'élever doit par sa dame
rencia, si una tempestad destruía la flota de una celui qui l'a pour maítresse ou femme,
ciudad, esperaba la otra a que la reconstruyese antes sinon il est juste qu'elle ne Taime plus
de declararle guerra. privé de valeur et de gloire. 23

No dar sospechas de cobardía constituía la prin- El vencedor, por el mero hecho de serlo, demos-
cipal preocupación del caballero, la cual era para él traba poseer más excelencias que el vencido, por eso
más importante aún que las cuestiones referentes a nada tiene de extraño que la esposa de un caballero
la estrategia. El caballero que llevaba puesta su cota muerto por Yvain se dejase persuadir fácilmente por
de malla no podía retroceder. Por este motivo, dice su doncella a tomar por esposo al asesino. Cuando
dos caballeros miden sus fuerzas en un único com-
Huizinga, un caballero que hacía el reconocimiento a
bate, argüía la doncella, ¿a cuál apreciarás más, al
caballo no podía llevar armadura.21 Arriesgar el propio
vencedor o al derrotado? Por mi parte, prefiero al
ejército y su victoria por razones personales ha sido
primero. La señora pensó que el argumento era con-
calificado a veces de individualismo. Por eso Aquiles
vincente, y se celebró el matrimonio inmediatamente
fue tachado de individualista cuando, movido de rabia
después del funeral.
contra Agamenón, arriesgó los destinos del ejército
Volveré sobre la cuestión de la galantería cuando
15
Traté de este tema más detalladamente en un articulo cuyo hable de su relación con las enseñanzas de la iglesia.
extracto apareció en inglés en Transactions of the 111 international
congress of sociology, 81-86, con el título de Changes in the ethics a
of fighting. F. J. C. HEARNSHAW, Chivalry, en The encycíopedia of the
20
WILLIAM G. SUMNER y ALBERT G. KELLER, The science of social sciences.
23
society, v. 4, Rutes of war. Citado según G. COHÉN, Histoire de la Chevalerie en France
21
J. HUIZINGA, O. C, C. 7. au moyen age. Paris 1949.

244 245
Aquí quisiera revisar críticamente diversas hipótesis ción, aún más dudosa, atribuye la idea de este culto
que tratan de explicar este culto a la mujer de alto a los trovadores que iban de castillo en castillo y
rango social expresado en las leyendas. que, al encontrar a los señores generalmente ausen-
tes, se ponían a lisonjear a las señoras, ya que de
El amor caballeresco no es una causa, sino un ellas dependía el que se les concediese hospedaje y
síntoma de la nueva posición que ocupan las mujeres se les hiciesen regalos al partir. En sus baladas cele-
en la sociedad, dice el bien conocido historiador del braban con grandes elogios la munificencia con vistas
arte A. Hauser.24 Algunos, sin embargo niegan que a un posterior regreso.
el prestigio de la mujer subiese en la edad media.
Toda esa galantería y adulación era, según ellos, un No todas las explicaciones del fenómeno que nos
juego que servía para «elevar» la condición de la interesa son tan simples. Las ficciones tan abundantes
mujer: de hecho, el dominio de la mujer en el amor en las lisonjas a las mujeres podían ser semi-
se hallaba estrechamente relacionado con una depen- conscientes, y constituir un juego en el que se daba
dencia total de sus maridos en todo lo demás. Del expresión al deseo ardiente de un ideal que en reali-
marido se esperaba que fuese siervo en el amor; pero, dad no podía conseguirse. Es también posible que
en realidad, era el verdadero señor del matrimonio.25 el refinamiento del amor cortesano sirviese para dis-
Si se probaba que la esposa había cometido adulterio, tinguir la nobleza del vulgo y para hacer frente a
se la quemaba en la hoguera. Es cierto que en el la tendencia de la iglesia a hacer aparecer degra-
último momento podía llegar un amante y demostrar dantes las experiencias amorosas.26
con éxito su inocencia, pero por principio debía ser
castigada, mientras el caballero podía libremente per- Todos estos factores podían, es claro, influir si-
mitirse amoríos ilícitos. multáneamente. A veces los historiadores han com-
pletado la lista señalando el posible influjo de la
Algunos historiadores de la edad media, que se poesía árabe o del Ars amandi de Ovidio, y el influjo
han ocupado en serio de este culto a la mujer, opinan de los monasterios, donde los frailes y las monjas
que se trataba de una ampliación de la idea de intercambiaban cartas llenas de exaltación, caracterís-
servicio o vasallaje. Todo el que servía al señor asu- tica del amor a distancia, y desbordantes de imagi-
mía una actitud similar hacia su señora. Otros dicen nación.27
que aquel culto lo inventaron y lo fomentaron las
mismas mujeres. La constante fidelidad que los hom- No es necesario esperar al desarrollo de la clase
bres les exigían, acabó sirviendo a los intereses de media para hallar una severa crítica de la discrepancia
las señoras, las cuales, aprovechándose de las fre- 26
El lector hallará tratado el tema de las causas del culto
cuentes ausencias de los maridos, usurpaban para sí de la mujer en la edad media en la obra citada de Hauser.
27
la reverencia y lealtad debida a ellos. Otra explica- Por lo que a estas explicaciones históricas se refiere, se ha
objetado que la poesía árabe no contenía ese espíritu de adoración
2
a la mujer que se le atribuye. A esto debe añadirse que el clima
< A. HAUSER, The social history of art, 1951, v. 1, c. 8. del Ars amandi de Ovidio difiere totalmente del que aparece en
25
M. GREAVES, O. C. las leyendas medievales.

246 247
existente entre el código caballeresco y la práctica coti- Aunque la iglesia trató de poner a los caballeros
diana. A los caballeros llegaron a censurarlos los ecle- al servicio de su causa, el código moral de éstos no
siásticos, los trovadores, los burgueses y hasta algu- iba de acuerdo con la doctrina eclesiástica: ensal-
nos caballeros mismos. Les echaban en cara su codicia, zaba el orgullo en vez de la humildad; incitaba a la
el robo de ganado, ovino y vacuno, y el pillaje de venganza por cualquier insulto real o imaginario; no
iglesias y viajeros. Los acusaban de insinceridad a respetaba la vida humana.
sus votos, de entablar querellas sin sentido, de intem- Una vida de asesinatos e intemperancias, escribe Kil-
perancia, de golpear a sus esposas, de batirse en gour, podía ser expiada en un monasterio, y si eran
duelo sin respetar las reglas del juego limpio, de no excesivas las incomodidades de éste, bastaba que el
tener consideración con los rehenes, de exigir rescates cuerpo del caballero fuera vestido con un hábito de
monje después de su muerte.31
que arruinaban al prisionero, de tomar los torneos
no como una noble competición, sino como una oca- La superficialidad del cristianismo de las convic-
sión para arrebatarle al vecino su caballo, su arnés ciones y del modo de comportarse del caballero, así
y sus armas.28 como el choque incesante de dos diferentes orienta-
ciones morales, pueden constantemente apreciarse en
Si leemos en Malory que una mujer fue enviada las leyendas. En principio, se consideraba el amor
como embajadora al campo enemigo, ello se debía adúltero, pero en la práctica todas las simpatías se
probablemente a que los embajadores no eran lo sufi- volcaban del lado de los amantes. Incluso Dios pare-
cientemente dignos de crédito. Un autor de baladas cía compartir esta actitud, ya que los duelos judiciales
deploraba el hecho de que los caballeros sintieran acababan, por regla general, con una victoria com-
vergüenza de ser instruidos. La educación de un caba- pleta del pecado, obtenida mediante fraude. Los casos
llero no era ciertamente muy amplia. De niño era de Iseo y de la reina Ginebra pueden servir de ejem-
enviado a la corte a la edad de siete años.29 Allí era plo. Isea fue llamada a hacer constar en una ordalía
adiestrado en el manejo de las armas, en la esgrima, que ella no era culpable de adulterio, y tuvo que
en la equitación, en la caza y en el juego del ajedrez. demostrarlo levantando y manteniendo en sus manos
Sin embargo, los caballeros a menudo no sabían leer una barra de hierro incandescente. Mediante un jura-
y se veían precisados a mandar llamar a un clérigo mento, verbalmente adecuado pero en realidad falso,
que les descifrase el contenido de un mensaje escrito. superó la prueba y levantó la barra, mostrando intac-
El rey Arturo, de Malory, por ejemplo, tuvo que tas sus manos. A pesar de su amor adúltero a Gine-
recurrir a tal clase de ayuda clerical.30 bra, Lanzarote fue visto por el arzobispo en un sueño
llevado por ángeles a través de las puertas abiertas
28
El lector encontrará u n detallado informe en torno a esta del cielo, y, después de muerto, su cuerpo exhalaba
crítica en Kilgour, o. c, y Cohén, o. c.
M
La costumbre de enviar a los jóvenes a internados, en In-
un dulce aroma. El saber que eran adúlteros, no les
glaterra, se ha interpretado como una herencia de aquella otra
costumbre medieval de enviarlos al servicio de la corte.
31
» T. MALORY, O. C, 452. R. L. KILGOUR, O. C, 13.

248 249
impedía al rey Arturo ni al rey Marcos amar a los no podía levantarse sin ayuda. Importantes razones
pecadores. económicas contribuyeron asimismo a su decadencia.
Una devaluación del dinero condujo al empobreci-
Para Kilgour, la decadencia de la caballería em- miento de los barones. El rey buscaba ayuda de los
pieza a finales del siglo x m . El último torneo en burgueses en su lucha contra los caballeros por el
Inglaterra tuvo lugar durante la coronación de la poder. Se fue reservando para sí el derecho de nom-
reina Isabel I, pero no fue más que un juego en brar caballeros. El privilegio de los nobles de vestir
el que caballeros de origen burgués lucharon con pieles raras, seda y otros adornos comenzó a exten-
armaduras mucho más ricas que las que un auténtico derse cada vez más entre la clase media.34
noble caballero podía haberse permitido. Al par que
la caballería declinaba, iba apareciendo una etiqueta La eficacia de los caballeros como guerreros resul-
muy elaborada,32 práctica típica de una clase en deca- taba dudosa en comparación con la creciente impor-
dencia que, observando rituales complicados, trata de tancia de la infantería. Francia había sido derrotada
mantener distante a una clase inferior en auge. Este en varias batallas con Inglaterra, pues la unión de
respeto apasionado a las formalidades fue también la infantería y de la caballería le había dado muy
sin duda expresión de actitud estética y lúdica. buenos resultados al ejército inglés. En vez de apre-
ciar la ayuda de la infantería, los franceses la trataban
La cultura caballeresca de los últimos siglos de la con desprecio. En la batalla de Agincourt, en 1415,
edad media, escribe Huizinga, se halla toda ella ca- la caballería francesa «rechazó el servicio de 6.000
racterizada por un equilibrio inestable entre senti-
mentalismo y ridiculez. 33 arqueros que le enviaba la ciudad de París, diciendo:
'Quel besoin avons nous de ees boutiquiers?'» 35 En
Son muchos los factores que han contribuido a una batalla anterior, en 1302, los caballeros despidie-
la decadencia de la caballería. En 1313 se inventó ron a la infantería por celos y envidia de que ésta
la pólvora, hecho que transformó el papel del caba- se había batido con gran valentía y éxito. Como
llero, que estaba acostumbrado a luchar contra el señala Kilgour, Froissart, el conocido cronista de
enemigo en combates cuerpo a cuerpo. La eficacia aquel tiempo, se complacía en ridiculizar a los ciuda-
de la lucha ya no dependía de la habilidad en el danos y aldeanos franceses toda vez que intentaban
manejo de las armas. Todo el mundo podía aprender tomar parte en la guerra.
a emplear armas de fuego. La cota de malla ya no
era tan segura como antes; ahora podía atravesarla A pesar del hecho de que el ideal caballeresco
una bala. Además, la cota de malla no resultaba prác- estaba lejos de ser llevado a la práctica, tuvo, sin
tica. Era extremadamente pesada y estorbaba al caba- embargo, gran importancia para la posteridad. Ejer-
llero en sus movimientos. Un caballero que se caía, ció su influjo en el derecho internacional, contribu-
34
Debo estos detalles a Kilgour.
32 3
En esto insisten tanto Kilgour como Huizinga. ' «¿Qué necesidad tenemos de estos tenderos?» (R. L. KILGOUR,
33
J. HUIZINGA, O. C, C. 5. o. c, 52.

250 251
yó a la formación del ideal del «gentleman», cobró la ambición caballeresca de los primeros tiempos, y
de origen francés. Sólo que se ha sacudido de encima
nueva vida en la época del romanticismo, y no ha la forma feudal y se ha dejado vestir con el ropaje de
cesado hasta nuestros días de ser un ideal de noble la antigüedad.37
competición y fair play. En su libro Human society in
ethics and politics, escribe Bertrand Russell: Al hablar de la decadencia de la caballería, puse
de relieve la creciente importancia de la corte y el
Aunque sus manifestaciones eran a menudo ab- papel cada vez menor de los caballeros en cuanto
surdas y a veces trágicas, la creencia en la importancia
del honor personal tuvo méritos indudables, y su
guerreros. Este cambio contribuyó a la transforma-
decadencia está lejos de ser sólo ventajosa. Aquel ho- ción del antiguo guerrero en cortesano. Voy a comen-
nor implicaba valor y fidelidad, repugnancia a la des- zar con la descripción que del cortegiano ideal nos
lealtad, y caballerosidad hacia los débiles y necesitados presenta Castiglione. Su libro apareció en Italia el
de la misma categoría social... Si el concepto del ho- año 1528 y fue traducido al inglés en 1561. Sus
nor fuese purificado de su insolencia aristocrática y de
su propensión a la violencia, lo que de él queda con-
numerosas ediciones sucesivas constituyen una prue-
tribuiría a preservar la integridad personal y a promo- ba de su popularidad.
ver la confianza mutua en las relaciones sociales. Sen-
tiría mucho que se perdiera totalmente para el mundo Castiglione da por supuesto que su cortesano ha
este legado de las épocas de la caballería.36 de ser de noble cuna. Es conveniente que lo sea, pues
eso da un mejor comienzo. El noble se halla dotado
desde su nacimiento con atributos difícilmente con-
seguibles para los que no son nobles. De ahí que se
El cortesano le pueda exigir más a un noble que a una persona
vulgar. El cortesano ha de ser físicamente agraciado,
no demasiado grande, y muy atractivo. La única pro-
Los historiadores contemporáneos se muestran, fesión que va de acuerdo con su clase y categoría
por lo que yo sé, unánimes en negar la existencia es la de las armas. Debe saber salir airoso en los
de una separación clara y distinta entre la edad diferentes juegos que precisan entrenamiento y des-
media y el renacimiento. La mayoría de ellos consi- treza. Debe obrar de tal manera, como si todo fuese
dera que Burckhardt sobrevaloró el fenómeno de la para él lo más natural, como si no le exigiera ningún
transición, pues lo que en realidad se dio fue un esfuerzo, como si todo le fuera fácil. Los que le
desarrollo continuo y muchos de los rasgos que se observen dirán: ¡De qué cosas sería capaz, si se lo
han creído peculiares del renacimiento ya se hallaban propusiera! Su lenguaje no puede ser vulgar. Casti-
presentes en la edad media. Según Huizinga, glione le exige a su cortesano unos conocimientos
la sed de honores y glorias, tan genuina de los hom- mucho más amplios que los que se suponía en un
bres del renacimiento, es esencialmente la misma que caballero. Debe dominar las lenguas de la antigüedad,
36
BERTRAND RUSSELL, Human society in ethics and politics, " J. HUIZINGA, O. C, 59.
1954, 42 y 43.

253
252
personalidad enraizado fuertemente en el espíritu de
poseer una buena base humanística y estar dotado orgullo e independencia que nada tenía que ver con
de un refinado gusto estético. Debe estar familiari- la humildad.38
zado con la música; sin embargo, no debe nunca
actuar en este campo ni en ningún otro como si aque- El valor moral de una persona iba siempre rela-
llo fuera su profesión. Si toca un instrumento o cionado con su posición social. Esto aparece bien
ejecuta una danza, debe hacerlo como aficionado. En claro en la ambigüedad de la palabra «noble», que
el juego ha de saber no sólo ganar, sino también venía a significar tanto noble de nacimiento como
perder. noble en cuanto valor moral. Este monopolio del
socialmente privilegiado iba a durar siglos. Aún en
La principal preocupación del cortesano ha de 1891, Thomas Hardy, atribuyendo un carácter noble
ser su reputación. Ha de saber cómo hacerse apreciar a la heroína de su novela Tess of the d'Urbervilles
debidamente. Conviene que no aparezca con excesiva (Teresa de Urbervilles), no podía menos de presen-
frecuencia en sociedad, pues ello le haría desmerecer. tarla como descendiente de una familia noble, aunque
Siempre que el cortesano vaya a participar en una empobrecida.
reunión donde no lo conocen, deberá ingeniárselas
para que, antes de la reunión, los que van a asistir Del cortegiano italiano pasamos ahora al ideal
sepan de su buena fama. Ha de ser modesto en su francés del hombre de bien (L'honnéte homme), tal
comportamiento y vestir de acuerdo a su rango. Su como lo describe en el siglo xvn Chevalier de Méré
propósito en sociedad ha de ser agradar a todos y (1610-1685), que nos legó toda la serie de escritos a
procurar que todo se desenvuelva con suavidad. De través de los cuales definió lo que él consideraba la
estas cosas se habla con todo detalle en El cortesano. verdadera honradez.39 Méré era noble de nacimiento
La participación en las funciones y tareas de la corte y muy conocido en los círculos de la alta sociedad
constituía, claro está, la principal ocupación del cor- de París; tenía además libre acceso a la corte, a la
tesano. que tanto admiraba y a la que consideraba la más
brillante y espléndida del mundo.
La lista de virtudes requeridas en un hombre del
renacimiento estaba tomada de Cicerón y combinada Mientras otras cortes abundaban en hombres to-
con las virtudes del megalopsucos aristotélico, que talmente absorbidos por el ejercicio de sus profesio-
tan gran influencia ejercían en aquel tiempo. Y así nes, en la corte francesa
la prudencia y la sabiduría, la justicia, la fortaleza
había siempre ociosos, sin profesión alguna, pero no
y la templanza recomendadas por Cicerón, eran com- desprovistos de mérito, y que sólo pensaban en pa-
plementadas con la magnanimidad o grandeza de sarlo bien y aparecer galantes... Generalmente eran
alma, la liberalidad, la magnificencia, la modestia, la
cortesía, la honestidad y la integridad. Era éste un ** C. B. WATSON, O. C, C. 2.
ideal puramente profano. Como en la descripción de 39
CHEVALIER DE MÉRÉ, De la vraie honnéteté, I I I , 69-70, ed.
por G. Budé. París 1930.
Aristóteles, se trataba también aquí de un ideal de
255
254
Chevalier de Méré n o dice gran cosa de la vida
hombres de espíritu delicado y corazón emotivo, con
sentido del orgullo y bien educados, valientes y a la de familia. Más bien se opone al matrimonio. Se
vez modestos, no avaros ni ambiciosos, ni ávidos de go- siente unido a los de su clase por todo el mundo,
bernar... Su único deseo era esparcir alegría a su al- y considera l'esprit bourgeois provinciano y estrecho.
rededor, y su principal preocupación hacerse merece-
dores de consideración y ser queridos. 40 El ideal del cortesano fue objeto de crítica ya
en el mismo siglo en que fue delineado. E n su
Para ser hombre de bien, en el sentido de Méré, comedia Como gustéis, Shakespeare caracteriza así
hay que provenir de buena familia y poseer una exce-
la conducta de un cortesano:
lente educación, junto con un conocimiento de la vida,
una comprensión intuitiva de la mentalidad de los Yo también he bailado al compás de la música, y he
lisonjeado a las damas; he sido cortés con el amigo, y
demás y un gusto refinado. El hombre de bien busca
afable con el enemigo; a tres sastres he arruinado;
la compañía de las mujeres, para así pulir y dar en cuatro lances me he visto, y poco faltó para resol-
gracia a sus modales. Debe incluso mostrarse virtuoso ver uno con violencia.
en un modo adecuado. A Chevalier de Méré no le
gustan las virtudes severas e intransigentes. La virtud En el siglo x v m , la palabra «cortesano» tenía en
que él elogia ha de ser atractiva y agradable. A me- muchísimos casos un matiz peyorativo. E n El espí-
nudo llega hasta a ridiculizar a aquella gente respe- ritu de las leyes, Montesquieu describe así a los cor-
table que se atiene demasiado obstinadamente a sus tesanos:
principios. Aconseja no moralizar, pues ello da la Basta leer lo que los escritores de todos los tiempos
sensación de hipocresía. escriben sobre las cortes y recordar lo que los hombres
de todo el mundo dicen en torno al mal carácter de
los cortesanos, para saber que todo ello no es fruto
Las virtudes han de ser objeto de elogio sólo en de imaginación, sino de una triste experiencia.
cuanto contribuyen a nuestra felicidad. La templanza
nos mantiene sanos; el valor es necesario para defen- La ambición, unida a la ociosidad; la vileza junto
con el orgullo; el deseo de enriquecerse sin trabajar,
der al agraviado; la justicia asegura la paz. Las virtu-
la aversión a la verdad, la adulación, la traición, la
des no pueden ser fáciles de adquirir, pues sólo lo perfidia, la violación de compromisos, el desprecio de
difícil es meritorio. L'honnéte homme ha de hacer los deberes civiles, el temor a la virtud del príncipe,
lo posible para conseguir gloria, pero sin exigir por la confianza en sus debilidades y sobre todo la per-
ello la atención a los demás. fecta ridiculización de la virtud constituyen, a mi mo-
do de ver, las características con que constantemente
se han distinguido la mayoría de los cortesanos de
40
En la corte francesa, «il y a toujours eu de certains Faineans todos los tiempos y de todos los países.41
san métier, mais qui n'étoient pas sans mérite, et qui ne son-
geoient qu'á bien vivre, et qu'á se produire de bon aire... ce sont
d'ordinaire des Esprits doux et des coeurs tendres; des gens A pesar de esta despiadada censura, es posible,
fiers et civils; hardis et modestes, qui ne sont ni avares ni am- sin embargo, hallar ejemplos en que la palabra «cor-
bitieux, qui ne s'empressent pas por gouverner... lis n'ont guére
pour but, que d'apporter la joie partout, et leur plus grand soin 41
ne tend qu'á se taire aimer.» Ibíd. MONTESQUIEU, De l'esprit des íois, libro III, c. 5.

256 257
tesano» se emplea en el siglo XVIII sin matiz alguno Méré quería agradar para así esparcir alegría en su
peyorativo. Tal es el caso de las cartas de Lord Ches- derredor; Chesterfield también quería agradar, pero
terfield a su hijo, en que le da consejos como prepa- para dirigir y gobernar. Por eso recomendaba en sus
ración a su admisión a la corte. De él espera Lord cartas reserva y dominio de sí. Los héroes de Ho-
Chesterfield que sobresalga en todas sus empresas y mero expresaban sus emociones de forma exagerada;
que siempre actúe movido por una «noble sed de los caballeros medievales derramaban torrentes de lá-
gloria». «No te contentes con la mediocridad en grimas a cada paso y se desmayaban toda vez que
nada», le repetía una y otra vez. El cortegiano debía vislumbraban la posibilidad de una solución muy
saber montar a caballo y manejar la lanza con des- fácil para un problema difícil; el cortesano de Ches-
treza —restos de la tradición caballeresca—; Ches- terfield, en cambio, siempre actuaba con serenidad y
terfield, en cambio, no menciona ni siquiera la esgri- compostura «Qui nescit díssimulare, nescit regnare»,
ma. Sólo exige la danza, necesaria para desarrollar era el lema del hombre que se propone dirigir los
elegancia y gracia, indispensable para causar sensa- destinos de los demás, del hombre que renuncia a
ción de agrado en la corte.42 regir con la espada y prefiere gobernar mediante
hábil diplomacia.
Si no causas buena sensación en la corte a la que eres
enviado, de poco servirás a la corte que te envía... Mientras De Méré hacía de la ociosidad un dis-
Trata de agradar a la vista y al oído, que ellos te tintivo de su honnéte homme, Chesterfield preparaba
introducirán al corazón; recuerda que nueve veces de
diez gobierna el corazón a la inteligencia. Una mirada, a su hijo a actuar como miembro del parlamento o
un gesto, una actitud, el tono de la voz, todo ello como embajador en un país extranjero. La diplomacia
participa en la gran tarea de producir sensación de constituía una ocupación digna para un hombre de
agrado.43 ¡El donaire, el donaire! ¡Ten siempre pre- alta prosapia. No se percibía salario alguno; de ahí
sente el donaire! *• que pudiesen ejercerla los aristócratas, cuya dignidad
A la vez que sobresalir en todo, Lord Chester- no les habría permitido ser remunerados por sus
field le recordaba a su hijo que no debía aparecer servicios y cuyas riquezas les permitían bastarse con
nunca como un «erudito de profesión», ya que ésa holgura. En el protocolo diplomático de hoy todavía
no era la forma adecuada para brillar y escalar pues- pueden apreciarse vestigios de tradiciones aristocrá-
tos en el mundo. ticas. Me refiero, por ejemplo, a cacerías organizadas
por diplomáticos propietarios de fincas en que ya no
Aunque tanto De Méré como Chesterfield subra- abunda la caza.
yan la importancia del arte de agradar, los propó-
sitos que persiguen son, sin embargo, distintos. De Chesterfield daba por supuesto que la aristocra-
cia había nacido para gobernar. En sus cartas amo-
42
Ya aludí a las dotes mentales que Chesterfield consideraba nestaba a su hijo que evitase toda actividad no
necesarias al hablar de las cualidades requeridas en un político.
43 acorde con su rango. No debía reírse, pues la risa
Carta del 15 de mayo de 1749.
« Carta del 10 de enero de 1749. se consideraba vulgar; tampoco debía actuar con pri-

258 259
gusto. El virtuoso es un hombre de lo selecto y sabe
sas, ya que esto era más bien exclusivo de hombres muy bien qué es consumir bienes. No necesita pre-
de negocios. Chesterfíeld le aconsejaba a su hijo que ocuparse por su existencia. Puede entregarse por ente-
buscase la compañía de las damas para así adquirir ro al arte de vivir refinadamente. El concepto del
buenos modales; sin embargo, su actitud hacia las deber no desempeña ningún papel importante en el
mujeres, según lo revela en otras ocasiones, era más sistema moral de Shaftesbury. La virtud es espontá-
bien cínica. De la familia no esperaba grandes cosas. nea, y el gusto hace la ley.
A la religión la consideraba como una «garantía sub-
sidiaria» de la virtud, y sus convicciones religiosas Comparado con el ideal francés del hombre de
se reducían a una creencia vaga en un ser supremo. bien, el noble inglés tenía un sentido más alto de
Consideraba, sin embargo, que mostrarse aparente- la responsabilidad por los intereses de su país. Shaf-
mente religioso era indispensable para tener éxito en tesbury no habría encomiado una vida de ocio pasada
la sociedad. al lado de una buena sociedad e interesada funda-
mentalmente en hacerse querer personalmente. Daba
También Lord Shaftesbury se ocupó en sus escri- gran importancia a lo que él llamaba sentido de soli-
tos del ethos de la nobleza en la Inglaterra del daridad con el género humano. Si él mismo no cola-
siglo xvin. El también consideraba valioso distin- boraba de manera más efectiva en la actividad social
guirse de los demás y tener aquellas virtudes que y política de su país, ello se debía en parte a su
únicamente pueden adquirirse mediante una buena estado de salud, que le retenía alejado de la ciudad.
crianza y una prolongada educación.
Es innegable... que la perfección de la gracia y del do- Lord Shaftesbury manifestaba una actitud muy
naire en la manera de obrar y de comportarse sólo crítica respecto de la caballería medieval. La Inglate-
puede adquirir consistencia entre personas de forma- rra del siglo xvin tildaba de «gótico» o bárbaro todo
ción liberal.45 lo relativo a la edad media. A Shaftesbury le mara-
Shaftesbury designa con la palabra «virtuoso» el villaba cómo a la gente de aquel tiempo podían gus-
ideal de la personalidad, nombre éste con el que él tarle tanto aquellas narraciones fantásticas de mons-
pone de relieve el papel del gusto en la consecución truos muertos por valientes caballeros y cómo eran
de la preeminencia y del rango. capaces las mujeres de asumir el papel de arbitros en
aquellos combates tan brutales. Tampoco Chesterfíeld
No es sólo aquello que nosotros solemos llamar prin-
cipio fundamental, sino el gusto el que dirige y go- aprobaba a los héroes de Homero. Según él, Aquiles
bierna a los hombres.46 era «además de bruto, un canalla»,47 pues no dudó
lo más mínimo en exponer sus tropas a una derrota
Según Shaftesbury, incluso la conciencia desempe- por cuestión de una querella privada, y dio muerte
ña un papel de poca monta allá donde falta el buen a muchos con vileza, todo ello sabiendo perfectamen-
45
A. SHAFTESBURY, Soliloquy, primera parte, sección III, par. 3.
46 47
A. SHAFTESBURY, Miscellaneous reflections, v. III, 177, de Carta del 27 de febrero de 1749.
«Characteristics».
261
260
te que incluso sin armadura y con sólo llevar una ren, desde luego, que haya veracidad. Pero ¿por amor
herradura fijada a su talón, a él no le pasaría nada, a la verdad? De ningún modo. Sólo la exigen porque
un hombre habituado a la veracidad da la sensación
por ser invulnerable. de valiente y libre...
No hay necesidad, creo yo, de multiplicar ejem- ...La educación de las monarquías requiere ciertos
plos sobre ideales de personalidad entre la nobleza modales en el comportamiento. Los que han nacido
para así persuadir al lector de que efectivamente, a para vivir en sociedad, han nacido también para agra-
darse mutuamente...
lo largo de los siglos, dichos ideales han demostrado
poseer semejanzas sorprendentes. Precisamente son Pero, por lo general, la cortesía no surge de una
estas similitudes las que sugieren la posibilidad de fuente tan pura, sino del deseo de distinguirse. En de-
finitiva es el orgullo el que nos hace ser corteses.50
descubrir un tipo de moralidad, un ethos particular,
que se distingue notablemente, como veremos luego, Unas pocas décadas antes, Bernard Mandeville
de los ideales de la clase media. Recurramos una vez escribía en la Fábula de las abejas:
más a Montesquieu para hacer resaltar brevemente
Un hombre honrado no debe engañar ni decir men-
esta unidad tipológica. tiras; debe pagar puntualmente lo que pide prestado
en el juego, aunque el acreedor no tenga con qué apa-
Según Montesquieu, la existencia de la nobleza recer como tal; puede, sin embargo, beber y jurar y
se halla estrechamente ligada a la de la monarquía. deber dinero a todos los artesanos de la ciudad, sin
«Sin monarca, no hay nobleza; sin nobleza, no hay preocuparse de sus apremios. Un hombre honrado de-
monarca».48 En una monarquía, el honor «pone en be ser fiel a su príncipe y a su patria, mientras se
halle en su servicio; pero, si cree que es tratado mal,
movimiento a todos los miembros del cuerpo polí- puede marcharse y hacerles todo el mal posible. Un
tico».49 El honor reemplaza a la virtud. hombre honrado no debe nunca cambiar de religión
por codicia; sin embargo, puede ser todo lo licencio-
Las virtudes que aquí se nos enseñan, son menos so que quiera y no practicar ninguna. No debe tentar
lo que nosotros debemos a los demás que lo que nos a la mujer ni a la hija ni a la hermana de su amigo,
deben a nosotros mismos; no son tanto lo que nos ni a ninguna otra que le haya sido confiada a su cui-
hace semejantes, sino lo que nos distingue de nues- dado; pero, fuera de éstas, puede dormirse con todas
tros conciudadanos. las que le plazca.51
De las acciones humanas, lo que aquí se juzga
es, no si son buenas, sino si son bellas; no si son Tanto en la exposición de Montesquieu, como en
justas, sino si son grandes; no si son razonables, sino la sátira de Mandeville, podemos fácilmente reco-
si son extraordinarias... nocer rasgos ya advertidos antes. Estos mismos rasgos
Respecto a la moral, ya he dicho que la educación
los repiten constantemente otros autores. En el capí-
de las monarquías debe admitir cierta franqueza y un tulo 7.° de su Deontology, Jeremy Bentham, compa-
modo de proceder abierto. En la conversación requie- rando la moralidad democrática con la aristocrática,

« CH. MONTESQUIEU, O. C, libro 1, c. 4. » Ibíd., libro IV, c. 2.


51
« Ibíd., libro III, c. 7. B. MANDEVILLE, La fábula de las abejas, observación R.

262 263
El primer significado que aparece en el diccionario
escribía: la primera cree que pagar las deudas en las •acentúa la importancia del linaje. Un gentleman es un
relaciones comerciales es más importante que pagar
hombre de noble cuna, o que posee el mismo rango
las deudas contraídas en el juego; que ser injuriado social que el de noble alcurnia; propiamente uno a
es más serio que ser puesto en ridículo. La moralidad quien está permitido llevar armas, aunque no perte-
aristocrática piensa lo contrario. La concepción demo- nezca a la nobleza; se aplica también este término a
crática tiende al utilitarismo, es decir, piensa en los una persona distinguida, sin definición precisa de su
efectos de nuestras acciones; la aristocrática, en cam- rango.
bio, considera que el gusto es el que ha de decidir Ya en tiempo de Chaucer, a finales del siglo xiv,
en la elección de nuestras acciones, y el gusto es se insistía en determinadas cualidades relacionadas
algo puramente personal. con la nobleza de nacimiento. Al término «gentle-
man» se le da el sentido de un
hombre en quien a la nobleza de cuna van asociadas
cualidades adecuadas de conducta; y en general se le
El «gentleman» aplica al hombre de instintos caballerescos y de senti-
mientos delicados.
Thomas Smith, en su obra De república anglorum
Según algunos autores, el prestigio de Inglaterra (1583), distinguía en la sociedad inglesa cuatro clases:
subió de grado más con la exportación del ideal del 1) los «gentlemen», 2) los ciudadanos y burgueses,
«gentleman» que con la exportación del carbón. 3) los pequeños hacendados, y 4) los artesanos y tra-
E. Barker, sin embargo, en su libro Traditions of civi- bajadores. Los «gentlemen» se dividían a su vez en
lity, trata este ideal no como específicamente inglés, nobilitas major y nobiliías minor. La primera la com-
sino como ideal nacido en Europa, derivado de la ponían los caballeros con título de «Sir». Respecto
caballería y combinado con el del cortegiano.52 Es un a la segunda, leemos lo siguiente:
hecho indiscutible que la parte de Inglaterra en la Todo aquel que se dedica al estudio de las leyes del
formación de este concepto fue decisiva. Muchos paí- reino, frecuenta las universidades, ejerce una profe-
ses europeos aceptaron la palabra con su contenido sión liberal, en una palabra, todo aquel que puede
permitirse vivir en el ocio y sin necesidad de tener
significativo, llenando así un vacío en sus propios que trabajar manualmente y es capaz de sobrellevar
vocabularios. los gastos y las cargas de un «gentleman», dándose
el aire de tal... podrá, con razón, ser calificado de
Resulta interesante observar los sucesivos signi- «gentleman».53
ficados del término «gentleman» en las diferentes
ediciones de la Encyclopíedia Britannica, o repasar las Contra el argumento de que estas condiciones
que da el Oxford english dictionary (ed. de 1961). hacen demasiado fácil la consecución de la categoría
53
52
E. BARKER, Traditions of civüity. Cambridge 1948, c. 5. Ibíd., 130.

264 265
de «gentleman», el autor replica que a un «gentle- Sigue después una interesante argumentación en
man» de las cualidades descritas, le incumben muchas torno al rango social de las diferentes profesiones.
obligaciones. Se verá sujeto a ser más intrépido y El autor se muestra dispuesto a incluir a los médicos
generoso; a mantener en torno a sí siervos ociosos, entre los nobles, pero hace la salvedad de que esa
que no harán sino estar a sus órdenes. Deberá ata- liberalidad suya no se refiere a los «cirujanos comu-
viarse y armarse de acuerdo a su rango. Se verá nes, a los ginecólogos, a los charlatanes ni a los
obligado a ser más ilustrado. curanderos iletrados». La posición social de los co-
merciantes le resulta aún más complicada. Peacham
La cuestión sobre quién merece, en rigor, el cali- tiende a defenderlos contra la opinión desfavorable
ficativo de gentleman, que hallamos al comienzo de de Aristóteles. Como ningún país se basta a sí mismo
El cortesano, todavía sigue discutiéndose un siglo en lo que a bienes se refiere, el trabajo de los que
más tarde. En 1662, Henry Peacham ofrece un deta- se dedican al comercio es de gran utilidad. Aunque
llado análisis del problema en su libro The complete Peacham no llega a admitirlos abiertamente en la
gentleman, donde emplea la palabra «noble» en el clase de los «gentleman», incluye, sin embargo, al
mismo sentido que la palabra «gentleman».54 La pri- comerciante honrado entre los bienhechores de su
mera cuestión que plantea es si las personas de cuna patria. Los pintores, los hombres de teatro, los violi-
humilde pueden ser admitidas en la clase de los gent- nistas, los malabaristas, etc., no pueden tener parte
lemen. Para dar más solidez a su actitud afirmativa, alguna en la nobleza ni ser «gentleman», dado que
el autor recuerda a famosos escritores de la antigüe- trabajan por su subsistencia y por dinero; los técnicos
dad cuyos orígenes fueron, por cierto, oscuros y más y los artistas pertenecen todos a la misma categoría.
bien pobres. Virgilio, por ejemplo, era hijo de un
portero; Horacio, de un trompetero; Teofrasto, de Como podemos ver por estas observaciones,
un carnicero. Otra cuestión que airea es si de un Peacham no atribuye gran importancia al nacimiento.
bastardo puede decirse noble de nacimiento o no. La Su concepción de la nobleza admite que las cualidades
respuesta es positiva, pues la historia muestra que de ésta pueden perderse y adquirirse, y que la nobleza
los bastardos han sido muchas veces más sobresa- de cuna queda fijada para siempre desde que se
lientes y han hecho más méritos que los hijos legí- nace. Los autores de la clase media niegan la impor-
timos. Luego se hace la siguiente pregunta: ¿puede tancia del nacimiento con más fuerza, pues tienden
uno perder su nobleza? Si la virtud y los méritos son a acomodar el ideal del «gentleman» a sus propias
capaces de dar a uno nobleza, es evidente entonces aspiraciones. Daniel Defoe distingue entre el «gentle-
que el vicio y el demérito también se la pueden arre- man» de nacimiento y el «gentleman» por crianza y
batar, razón por la cual la pobreza no empece que educación. Sobre esto volveremos luego.
alguien sea noble. Entresaquemos de estas consideraciones la imagen
54
del «gentleman» completo. Ya en el siglo xiv, el
HENKY PEACHAM, The complete gentleman. Ithaca, New York
1962, c. 1. nacimiento noble no se consideraba condición sufi-

266 267
ses aseguraban que sus manuscritos habían llegado al
cíente para ser un «gentleman». En tiempos de Tho-
editor por condescendencia hacia un amigo que de-
mas Smith, en el siglo x v i , ya no era un condición
seaba publicarlos. No correspondía a la categoría de
necesaria. Lo que obstinadamente sí se repetía a lo
un «gentleman» tomar sobre sí tal trabajo. Shaftes-
largo de los siglos era la imposibilidad de ser u n
bury insistía en que la publicación de sus escritos era
«gentleman» cuando uno se veía forzado a realizar
asunto de su secretario; que él no se preocupaba de
trabajos corporales. La famosa frase
ello. Trabajar por un salario era digno de desprecio,
When Adam dug and Eve span entre otras razones porque sometía la independencia
Who was then the Gentleman? de una persona al control de un extraño. No se podía
(Si Adán cavaba y Eva hilaba, imaginar al megalopsucos de Aristóteles a las órdenes
¿quién era, entonces, el «gentleman»?) de u n patrón.
implicaba la idea de que un «gentleman» debía vivir Los diferentes autores se expresaban diversamen-
en el ocio o al menos de que no tenía que ocuparse te en torno a lo que suponían que había de contribuir
en trabajos corporales. No podía aceptar ningún em- el bagaje intelectual de un «gentleman». Peacham,
pleo remunerado y especialmente n o podía dedicarse que era un hombre del renacimiento, subrayaba la
al comercio. importancia de la formación intelectual de la poesía
Hay más de uno en esas grandes familias, escribía Jo- y de la música. Según él,
seph Addison, que preferiría ver a sus hijos morir de la poesía es capaz de transformar la rusticidad en cor-
inanición como «gentleman» antes que trabajar en un tesía, de hacer del libertino una persona honesta... de
negocio y ejercer una profesión como corresponde a trocar el odio en amor, la cobardía en valor, y, en
su dignidad. Este talante hace que varias partes de una palabra, de mandar como una reina en todos los
Europa rebosen de orgullo al par que de extrema afectos e inclinaciones.57
pobreza.55
También a la música le atribuía efectos benefi-
John Stuart Mili escribía: ciosos; la picadura de una tarántula, decía, sólo podía
La palabra «gentleman», en una de sus acepciones co- curarla la música.
munes, venía a significar todo aquel que vivía sin Los escritores ingleses concordaban en la necesi-
trabajar; en otra, todo aquel que vivía sin trabajar
corporalmente.56 dad de que el «gentleman» estudiara derecho, ya que
esperaban que tomaría parte en los asuntos concer-
Si un «gentleman» trabajaba, su trabajo tenía que nientes al gobierno de su país. 58
ser de aficionado, tenía que ser u n «hobby» desinte- Difícilmente pueden ser considerados nobles, aquellos
resado, una 'actividad realizada por capricho. Es inte- que, poseyendo cualidades extraordinarias, colocan su
resante advertir que muchos escritores famosos ingle-
57
H. PEACHAM, O. C, 92.
58
55 «The Spectator», 1711, núm. 108. THOMAS ELYOT empleó la palabra «governor» en el título de
su libro The book of the governor, 1531.
5« JOHN STUART MILL, System of logic, 1875, II, 240.

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luz bajo un celemín y se entregan a la contemplación a significar un acuerdo que obliga, a pesar de no
en un retiro estoico.59 hacerse por escrito. Al ser él digno de confianza, el
El latín y el griego han sido obligatorios hasta «gentleman» se fiaba de todos y tomaba a todos en
nuestros días. Se ha advertido muchas veces que estas serio. Respetaba asimismo la vida privada de los
lenguas clásicas servían de barrera social, y excluían demás.60 Nunca cuenta lo que le han contado, aunque
de la categoría de «gentleman» a los que no eran no se le haya pedido explícitamente que guarde el
instruidos en ellas, si bien carecía de importancia el secreto de lo que se le ha informado. Jamás se apro-
que de hecho las dominasen o no. vecha de la debilidad de sus adversarios.

Es opinión muy generalizada que el carácter de En cuanto a sus distracciones, el «gentleman»


un «gentleman» era considerado más importante que puede practicar muchos deportes. La equitación y la
sus dotes intelectuales. Ser demasiado inteligente, caza son particularmente adecuados a su rango. Los
afirmaba Aldous Huxley en uno de sus escritos, es viajes también han de incluirse en su formación. Los
arriesgarse a no ser «gentleman». Un embajador fran- que le escuchaban a Ulises el relato de sus aventuras
cés en Inglaterra aconsejaba a los extranjeros que se demostraban también tener en alta estima los cono-
proponían visitar aquel país que no fueran brillantes cimientos derivados de los viajes. Es un hecho de
en la sociedad, ya que eso suscitaría sospechas más sobra conocido que la aristocracia británica y la clase
que admiración. Se estimaba que los del continente alta ha solido ir siempre al extranjero para dar un
reafirmaban su posición social hablando, y que los toque final a su formación. Samuel Richardson, al
ingleses, en cambio, la reafirmaban callando. describir a su héroe Sir Charles Grandison, atenién-
dose a los modelos aristocráticos, tuvo en cuenta el
Distinguirse del vulgo era una preocupación cons- hacerle ir no sólo al continente, sino también al
tante del «gentleman», aunque, al ser más bien con- oriente medio. En el siglo xx, los viajes han dejado
formista, no tenía ambición alguna en distinguirse de de ser privilegio de los nobles y de los ricos.
los miembros de su propia clase. Su categoría quedaba
reflejada en sus modales: su modo de hablar, de Al delinear la figura del «gentleman», no deben
comer, de vestir, de ser cortés. Era siempre muy pasarse por alto los elementos estéticos. El «gentle-
sensible a la opinión que los de su clase podían tener man» debía ser el «ornato y deleite de la sociedad».
de él. En el caballero completo aparecen todas las perfec-
ciones grandes e imperecederas de la vida con mara-
El «gentleman» se muestra cauto en sus compro-
villoso brillo y resplandor; lo que él dice y hace va
misos; pero, si se compromete, nunca deja de cum- todo acompañado de unos modales o más bien de un
plirlos. De todos es conocida la expresión «gentle-
man's agreement» («palabra de caballero»), que viene 60
Según E. A. SHILS, este rasgo falta en la cultura norteame-
ricana, cultura popular «totalmente abierta», desarrollada sin la
influencia de modelos de comportamiento aristocrático. Véase The
» H. PEACHAM, O. C, 12. torment of secrecy. London 1956.

270 271
encanto que atrae la admiración y la simpatía de todo introduce conceptos que con frecuencia se han demos-
el que le observa. 61 trado útiles a la hora de describir un peculiar estilo
Taine opinaba que el concepto de «gentleman» de vida; me refiero a los conceptos de ociosidad sus-
era diferente del concepto francés de gentilhomme. titutiva (vicarious idleness), consumo sustitutivo
(vicarious consumption), consumo singular (conspi-
Gentilhomtne evoca idea de elegancia, delicadeza, tac- cuous consumption) y despilfarro singular (conspi-
to, cortesía exquisita, dignidad serena, caballerosidad,
pródiga liberalidad, intrepidez radiante; y tales eran
cuous waste).
los rasgos salientes de la clase superior francesa.
Según Veblen, en la clase del ocio las actividades
A l « g e n t l e m a n » inglés lo distingue, e n cambio, no industriales son por lo general más apreciadas.
Entre ellas, como ya he dicho, las más consideradas
su independencia económica, el estilo de su mansión,
son las referentes al gobierno, las relaciones con las
cierta apariencia exterior, lujo en sus costumbres... A
esto se añade, en los intelectualmente más cultivados, cosas de la guerra, las relativas a las prácticas reli-
una educación liberal, los viajes, la instrucción, los giosas, y los deportes. Siempre que los hombres en
buenos modales y el conocimiento del mundo. 62 una sociedad primitiva emprenden una actividad in-
dustrial, debe demostrar ésta una excelencia que no
No creo que esta comparación sea muy convin-
admita comparación con la sosegada diligencia de las
cente, pues las diferencias apuntadas no quedan sufi- mujeres. En las sociedades primitivas, la clase del ocio
cientemente demostradas. Es cierto que se dan rasgos generalmente surge de una forma de vida predatoria,
diferentes, al menos los debidos a la diferencia de basada en la guerra y en la caza. Cuando la super-
situación política. Después de la revolución, la no- vivencia de una sociedad no depende de la guerra
bleza francesa no ejerció ningún poder, en cambio ni de la caza, el ocio se considera entonces más propio
los patricios ingleses, hasta principios del siglo xx, de los que están a la cabeza. Sí el patrón no se
participaron activamente en el gobierno de su país. entrega a un ocio singular, lo hace sustitutivamente,
Antes de acabar con estas observaciones, me es rodeándose de numerosos siervos desocupados. Estar
imposible silenciar el libro de Thorstein Veblen, The rodeado de mucha servidumbre le da un halo de
theory of the leisure class (Teoría de la clase ociosa), «seguridad y confianza divina» y una «complacencia
Veblen no especificaba si lo que él describía era la despótica» propia de un hombre acostumbrado a diri-
gir y gobernar. La servidumbre ha aprendido perfec-
clase media alta americana o la aristocracia de la
tamente a dar relieve a la dignidad de su patrón,
sociedad primitiva. Sin embargo, su libro no puede
siguiendo un elaborado código ritual.
dejar de entrar en nuestras consideraciones, ya que
61
RICHARD SÍSELE: «The Guardian», núm. 34, 1713, citado en la Las clases altas, según la exposición de Veblen,
obra de A. SMITHE-PALMER, The ideal of a gentleman, or a mitrar se entregan a un consumo singular, consumiendo
for gentlefolks. London 95-96.
62 únicamente cosas raras y de gusto exquisito. Su casa
HIPPOLYTE TAINE, Notes on England, 1874, 173-176, citado por
SMITHE-PALMER, O. C, 48. desempeña la función de consumidores sustitutivos,

272 273
en la exposición de Veblen, la «comparación envi-
y el despilfarro constituye una de las notas distinti-
diosa» sirve de apoyo a las excelencias competitivas,
vas de pertenencia a la clase privilegiada. En un
que son reminiscencias del espíritu predatorio.
grupo pequeño, el miembro de la clase alta pone de
manifiesto su despilfarro del tiempo. En grupos gran- En el ethos de la nobleza europea, el concepto
des, en los que resulta imposible controlar la vida del honor representaba, como ya sabemos, un papeí
de cada uno, se demuestra más útil recurrir a un muy importante. Sería interesante observar en qué
despilfarro singular de bienes. Poseer cosas de nin- clase de grupos sociales puede esperarse que este valor
guna utilidad da realce al prestigio de su propietario; florezca. El espíritu de emulación, por ejemplo, es
por ejemplo, la posesión de praderas sin explotar o particularmente evidente entre los kwakiutl de la isla
de un gran número de caballos de carreras. de Vancouver, poseídos de un deseo insaciable de
superioridad y practicantes de un singular despilfa-
Las ropas buenas y bien limpias dan a entender
rro, conocido con el nombre de «potlatch». En algu-
que uno no trabaja con ellas. La vestimenta ha de
nos pastores montañeses, como los tatras de Polonia,
ser costosa y deberá cambiarse a menudo. Las muje-
antes de que los corrompiera el turismo y de que
res, con su inactividad y sus vestidos, son las más
sucumbieran a la uniformación general del país, ha
indicadas para exhibir una vida de ocio y de consumo.
podido constatarse una actitud llena de dignidad, de
La clase alta es conservadora, y el conservadu- grandeza interna, y una fidelidad absoluta a las pro-
rismo sirve como distintivo de honorabilidad. La pro- mesas, cueste lo que cueste.
pensión al continuo cambio es más bien de gente
vulgar. La honra y el desprestigio, escribe J. G. Peristiany,
constituyen la preocupación constante de los indivi-
Estoy completamente de acuerdo con las observa- duos miembros de sociedades reducidas y pequeños
ciones críticas que C. Wright Mills hace en la intro- grupos, en los que las relaciones de persona a perso-
na, opuestas a las anónimas, son de importancia su-
ducción a una reciente edición del libro de Veblen. ma y en los que la personalidad social del actor es
Mills cree que Veblen infravaloró el papel de la tan significativa como su profesión. 63
flor y nata y que no tuvo en cuenta que el ocio no
podía atribuirse a todos sus miembros. Podía, sí, se- La observación de que la insistencia en la impor-
gún pienso, atribuirse sin restricción alguna únicamen- tancia de la honra es típica de grupos pequeños con
te a las mujeres, cuyo papel puramente decorativo relaciones de persona a persona resulta convincente
en la clase media alta ya ha sido subrayado por y es válida para el espíritu caballeresco desarrollado
diferentes autores. entre los pastores montañeses arriba mencionados.
Sin embargo, este factor no parece ni necesario ni
En las descripciones que se han venido dando del
«gentleman» se puede observar la creciente impor-
63
tancia de lo que Adkins llamaba valores cooperantes, Introducción a Honour and shame: the valúes o¡ mediterra-
nean society, ed. por J. G. PERISTIANY. London 1965.
en oposición a los valores competitivos. Sin embargo,
275
274
suficiente para desarrollar esa inquietud y preocupa- La moralidad burguesa
ción por el honor. El sentido del honor, como ya
señalé, puede desarrollarse en sociedades estratifica-
das en las que una clase, no necesariamente caracte- El ethos relacionado con las tradiciones caballe-
rizada por relaciones personales, tiene un sentimiento rescas, que traté de exponer más arriba, puede consi-
de superioridad y trata de justificarlo y de mantener derarse como un tipo de ideal en el sentido de Max
a los intrusos a una distancia prudente. Weber. Tratándolo como unidad tipológica, podemos
Pitt-Rivers admite que existe también una ten- buscar esta clase de estilo de vida, como ya lo hici-
dencia a insistir en el honor en grupos que viven mos antes, no sólo entre los privilegiados de una
al margen de la ley y señala ciertas semejanzas entre sociedad estratificada, sino también fuera de esa clase.
las bandas del hampa y la aristocracia, pues ambas Al proceder así, empleamos este concepto en el mis-
se saltan despectivamente las prescripciones legales. mo modo en que empleamos el concepto de feuda-
El duelo entre aristócratas era un ejemplo de una lismo en la antigua Grecia o en el Japón del tiempo
forma de administrar la justicia que no tomaba abso- de los samurai. Siempre que hablamos de feudalismo,
lutamente en cuenta a los magistrados del estado.64 pensamos en su forma clásica, representada por la
Puesto que el hombre de bien se distinguía por su Francia medieval. El feudalismo francés es la unidad
orgullo e independencia, difícilmente podía esperarse tipológica a que nos referimos cuando consideramos
el desarrollo de esta clase de personalidad en grupos el feudalismo de épocas y países diferentes. Un feuda-
sometidos largo tiempo a una opresión humillante. El lismo de condiciones diferentes de las del feudalismo
hecho de que los montañeses tatras no hayan servido de la Francia medieval, puede acercarse al modelo
nunca, contribuía sin duda a su actitud. de ésta, sin ser exactamente igual en todos sus deta-
lles históricos
Yo sólo puedo aquí plantear cuestiones, sin inten-
tar responderlas. Sería interesante explicar por qué Cuando hablamos de la moral puritana, podemos
los spartiatai de la antigua Esparta, a pesar de dedi- referirnos a ella o bien como fenómeno histórico,
carse exclusivamente a actividades militares, de no representado por ciertas sectas religiosas de Europa
tener que trabajar por su subsistencia y de poseer y América en una época determinada, o bien como
una conciencia común de superioridad sobre los hilo- un tipo definido de moral, caracterizado, por ejem-
tas, no han desarrollado, en cambio, ningún sentido plo, por una actitud especial hacia el placer y la
del honor personal. Quizá ha sido su espíritu grega- vida sexual. En este sentido, se ha atribuido una
rio, tan vivamente descrito por Jenofonte, el que no moral puritana a la Unión Soviética y a la tribu de
ha promovido en ellos el afán de competir por una los dobu, tal como aparece en el libro de Ruth
superioridad personal. Benedict, Pattems of culture.
Al hablar de la moral cristiana, en cambio, no
64
Ibíd., c. 1.: Honour and social status, 30-31. está tan claro que nos refiramos a un mismo tipo

276 277
de moral. Si la consideramos como fenómeno histó- estudio de la burguesía francesa moderna, piensa, a
rico, deberíamos más bien hablar de moralidad cris- su vez, en un grupo social constituido por personas
tiana en plural; pues, por ejemplo, la doctrina de san pertenecientes a la así llamada société, pero no a la
Francisco de Asís difiere grandemente de la moral aristocracia. Para ser admitido a este grupo se requie-
cristiana predicada por san Alfonso de Ligorío. Cuan- ren buenos modales, ciertos ingresos y una educación
do Nietzsche, en su Genealogía de la moral, criticaba superior, al menos en los hombres. Este grupo se
la moral cristiana como moral del débil que elogiaba compone de profesionales, tales como abogados, mé-
la bondad y el humanismo para inutilizar a los fuer- dicos e ingenieros, y constituye un conjunto análogo
tes, él se refería a su vez no a un fenómeno histórico, al así llamado «intelligentsia» de la Europa oriental.
sino a un tipo de moral con claro predominio de
A los comerciantes y a los artesanos, no los consi-
virtudes de bondad y suavidad.
dera Goblot de la clase media; sin embargo, para
Al hablar de la moral burguesa, yo también pro- el sociólogo danés Svend Ranulf, tanto los comer-
curaré atenerme a un tipo de ideal. Especificarlo, ciantes como los artesanos y los pequeños empleados
sin embargo, constituye, desde el principio, un pro- de oficina vienen a constituir el objeto de su libro,
blema de difícil solución. Moral indignation and middle class psychology, publi-
cado en Copenhague en 1938. Según él, este grupo
Si no es difícil establecer quién está en la cima social de la clase media se halla determinado ante
de la escala de una determinada sociedad en que la todo por los ingresos de sus miembros. Los autores
nobleza de cuna es uno de los criterios para decidirlo, que atribuyen el pacifismo a la clase media piensan
el concepto de clase media, en cambio, es, desde asimismo, según Ranulf, en los comerciantes y arte-
luego, muy vago e indeterminado. De hecho, dife- sanos. En cambio, pasan por alto a los soldados pro-
rentes autores, al describir la clase media, lo han fesionales que, en razón de sus ingresos, también
hecho refiriéndose a grupos sociales distintos. Así, deberían ser incluidos en dicha clase media.
por ejemplo, W. Sombart, en su conocido libro que
lleva por título Der Bourgeois, con el término La literatura marxista en general, y Marx y En-
«bouorgeois» se refiere él al homo ceconomicus urba- gels en particular, han usado la palabra «burguesía»
no, que toma parte en los procesos de producción y en un modo más bien ambiguo. Algunas veces la han
distribución de bienes en un sistema capitalista. Esta empleado para designar a todos los privilegiados en
categoría queda aún más restringida por el hecho de cuanto grupo opuesto al proletariado. En este senti-
que el autor no toma en cuenta la minoría judía, do, la misma nobleza pertenece a la burguesía. Otras
que él describe en otro libro. veces, han aplicado el término a una determinada
clase urbana, cuándo en armonía cuándo opuesta a la
Cuando E. Goblot, en su interesantísima obra La nobleza. La clase media baja, según el esquema mar-
barriere et le niveau. Etude sociologique sur la bour- xista, constituye la tercera clase de la sociedad bur-
geoisie frangaise moderne, caracteriza su libro como guesa, que, como todos saben, se compone de los

278 279
que tienen los medios de producción, pero no em- que en la segunda mitad del siglo xix se puede obser-
plean trabajadores. Esta categoría comprende peque- var un ataque a la así llamada moral burguesa en
ños artesanos, así como labradores de pocas tierras, varios países de Europa. Partiendo de esta observa-
es decir, grupos generalmente no incluidos en el con- ción crítica, podemos, desde luego, esbozar una ima-
cepto corriente de pequeña burguesía, pues la etimo- gen de dicha moral. De todos modos se debe tener
logía de la palabra sugiere su relación con la vida presente que, al hacerlo, la imagen será caricatures-
urbana. ca; sin embargo, valiéndonos de este material, podre-
mos poner en claro el tipo de moral que buscamos.
Estos ejemplos son clara muestra de la confusión
que reina respecto a la cuestión sobre qué grupos El ataque a la moral burguesa observado en
se consideran clase media. Dos autores ingleses, la Europa del siglo xix, partía de tres direcciones:
R. Lewis y A. Maude, deploran la vaguedad de este de los izquierdistas, de los autores procedentes de
concepto en su libro The english middle class, pu- la clase alta o partidarios de sus ideales, y de los
blicado por primera vez en 1949 (Londres). Según bohemios, que muy a menudo se aliaban con la
sugieren en tono de broma, antes de la segunda gue- izquierda socialista. A pesar de las grandísimas dife-
rra mundial podía incluirse en la clase media inglesa rencias de estos grupos, las imágenes que presentaban
a todos aquellos que usaban servilletero en las comi- de la moral burguesa eran muy parecidas. Este ataque
das, distinguiéndolos así de los miembros de la clase fue muy fuerte en Francia, Alemania, Noruega y Po-
alta, que en cada comida cambiaban de servilleta, y lonia, si bien es cierto, por otra parte, que la clase
de los del proletariado que no la usaban nunca. Pero media desempeñaba un papel diferente en cada uno
este criterio dejó de ser válido después de la guerra, de estos países. Fue entonces cuando la palabra «bur-
que trajo muchos cambios en las costumbres de los gués» adquirió su sentido peyorativo. «Llamo burgués
pueblos. a todo el que piensa vulgarmente», decía el novelista
francés Gustave Flaubert.
Cualesquiera que sean los criterios usados para
distinguir a la clase media, ésta no es, ni mucho Pasemos revista a los rasgos que con más insis-
menos, homogénea. Este hecho aparece suficiente- tencia se han atribuido a la moral burguesa. Tomaré
mente claro en A. Meusel, autor del artículo Middle- en cuenta la crítica de la conducta del burgués sólo
class, en la Encyclopeedia of the social sciences. Los en tanto en cuanto se suponía que él generalmente la
comerciantes, los artesanos, los empleados de ofici- aceptaba y que era conforme a sus ideales.
nas, los maestros y los clérigos no sólo tienen tradi-
ciones diferentes, sino también intereses diferentes. Mientras el ethos de la clase alta alababa el
que uno se distinguiese por hechos extraordinarios,
Para evitar todas las dificultades relacionadas con se consideraba que el burgués acariciaba un ideal de
el concepto de clase media, voy a tomar como punto mediocridad y evitaba todos los extremos no confor-
de partida un hecho bien conocido: concretamente, mes con una conducta de término medio. La tenden-

280 281
cia a evitar extremos iba asociada al temor a ideas A la moral burguesa se la ha calificado a me-
audaces. Se creía que esta actitud hacía al burgués nudo de rigorista. Svend Ranulf, en el libro arriba
amante de la paz y reaccionario. citado, trata de demostrar que siempre que sube al
poder la clase media se puede observar un aumento
Georges Sorel, en su libro Matériaux d'une théo- de la severidad del código penal y una mayor tenden-
rie du prolétariat (Paris 1929, publicado en su prime- cia a moralizar por parte de la prensa y de la litera-
ra edición en 1918), opinaba que esta clase es la tura. Tal severidad, según él, es consecuencia de la
que menos preocupaciones ocasiona a los gobernantes constante renuncia. Hoy emplearíamos la palabra
y que constituye el ideal de moralistas, economistas y «frustración». El autor, en su libro anterior, Jealousy
filántropos. Toda vez que un burgués trataba de tener of the Gods and criminal law in Athens. A contribu-
ideas propias que podían demostrarse inconvenientes tion to the sociology of moral indignation,65 se es-
para los que estaban en el poder, podía fácilmente fuerza en mostrar que la indignación moral —es
ser reprimido y amansado mediante una invitación a decir, una inclinación desinteresada a infligir un cas-
una fiesta organizada por un miembro de la clase tigo— es, en realidad, una envidia disfrazada.
alta; pues, según Sorel, el burgués sentía gran respeto
por la jerarquía social. El presidente francés Mille- El deseo de imponer un castigo es, en su opinión,
rand, dice Sorel, se valió en repetidas ocasiones de desinteresado cuando proviene de una persona total-
esta estratagema. Su huésped burgués abandonaba en mente ajena. Según Ranulf, no encontramos tal incli-
seguida sus ideas peligrosas, sintiéndose muy honrado nación, por ejemplo, en los héroes de la litada. Siem-
por su invitación. Y nunca dejaba de informar al pre que un hombre o un dios, en los poemas de
conserje sobre el gran honor concedido, pues el con- Homero, inflige un castigo, lo hace porque ha sido
serje era una persona cuya voz era decisiva para la ofendido personalmente. En el siglo v antes de Cristo,
formación de la opinión pública burguesa de Francia. tanto los dioses como los hombres empezaron a insis-
tir en severos castigos, a pesar de no verse afectados
Mientras la clase alta no advierte, o más bien en sus intereses. Ranulf atribuye este cambio al in-
finge no advertir las necesidades económicas, el bur- flujo creciente de la clase media. Las clases altas,
gués se ve absorbido por estos problemas. Piensa con un sentido de superioridad, no han mostrado
constantemente en el dinero y ahorra para asegurarse tendencia alguna al rigorismo. Los conceptos de cul-
a sí y a sus hijos mejor suerte. Descuida y no hace pabilidad, de pecado, de castigos en el infierno, no
caso del presente para asegurar el futuro. Su actitud han desempeñado nunca un papel importante en esta
es la de la renuncia, y uno de sus más importantes clase. Tanto Sombart como Ranulf están de acuerdo
lemas es: sacrifícate y acumularás riquezas. Marx, en que la envidia constituye una fuerza impulsora en
en su conocida crítica contenida en su obra La sa- el ethos burgués. Pero, mientras Ranulf ve en la
grada familia, opinaba que el burgués, por pretender
asegurarse una vida mejor, se abstenía precisamente 65
Publicado en danés en 1930; el primer volumen en inglés
de aquello que hacía que la vida valiese la pena. apareció en 1933, y el segundo en 1934.

282 283
envidia el resultado de una disciplina de renuncia eran tercos, contrarios a toda novedad y dotados de
impuesta, Sombart ve en ella la causa de virtudes un sentido común imperturbable. Arnold señalaba que
especialmente significativas, como la economía y la los incultos burgueses eran ante todo los puritanos
diligencia, opuestas, naturalmente, a las virtudes de de la clase media. Y se proponía liberarlos de las
las que la clase alta alardeaba. tradiciones hebreas y guiarlos hacia el mundo he-
lénico.
El ataque del ala izquierda contra la moral bur-
guesa se dirigía particularmente contra el egoísmo de En el siglo xx, la así llamada moral burguesa
la clase media, y le echaba en cara su falta de virtu- había tomado ya una forma definida, y la palabra
des civiles, su ineptitud para la cooperación y su «burgués» un sentido peyorativo. Es interesante ad-
limitación a los intereses familiares inmediatos. Estos vertir que, incluso en los movimientos típicos de la
rasgos no eran ciertamente exclusivos de la clase burguesía, como el fascismo y el nacionalismo, se usó
media; sin embargo, el burgués se convertía en cabe- la palabra «burgués» con desprecio. Así lo hicieron
za de turco de ataque y sufría así por pecados propios tanto Mussolini como Goebbels. Hitler condenaba el
y ajenos. pacifismo burgués. Rudolf Hoess, jefe del campo de
Mientras a Marx le indignaba el egoísmo y el Auschwitz, habla en su autobiografía de su educación
sentimentalismo barato del burgués, el ala derecha y como miembro de las milicias S.S. A sus colegas,
los bohemios le echaban en cara su actitud torpe hacia dice Hoess, se les acusaba de tener una mentalidad
el arte y la belleza. La clase alta relacionaba íntima- burguesa si se negaban a tomar parte en actos de
mente los juicios de valoración estética con los mora- crueldad a que los obligaba la educación que recibían,
les; el burgués, en cambio, era considerado absolu- ante escrúpulos burgueses sentimentales.
tamente insensible a las cuestiones de belleza. Era
En su libro Escape from freedom (El miedo a
proverbial su actitud inculta hacia el arte; si se trata-
la libertad), Erich Fromm atribuía a la clase media
ba de pintura, se presumía que el burgués sólo la
a lo largo de la historia amor al fuerte, odio al débil,
estimaría si ésta imitaba bien la realidad. Desde
mezquindad, hostilidad, espíritu ahorrador rayano en
Maupassant hasta Céline, la literatura francesa ha
tacañería (tanto en dinero como en sentimientos) y
solido satirizar con frecuencia el espíritu burgués.
ascetismo. La actitud mental del burgués era, según
También lo han hecho Daumier y Gavarni en sus
él, estrecha:
pinturas. En Alemania, la música se hizo eco de
este mismo espíritu antiburgués. Schumann, por sospechaban del extraño y lo menospreciaban; mostra-
ejemplo, compuso su Carnaval contra los burgueses ban curiosidad y envidia hacia sus conocidos, y ocul-
incultos; la obra acaba con una Marcha contra el ene- taban su envidia bajo el ropaje de indignación moral.
Su vida entera se basaba en el principio de la estre-
migo. En Inglaterra, Matthew Arnold (1822-1888) se chez, tanto económica como psicológica.66
sublevaba contra aquellos cuya única mira era el di-
nero, y entre ellos incluía a los burgueses. Decía que " ERICH FROMM, Escape from freedom. New York 1941, 212.

284 285
del autor, el comercio fue creado por Dios con el fin
Como vemos, la baja burguesía, que en Alemania
de fomentar la armonía y el amor entre los hombres.
se vio obligada a pagar con sus ahorros acumulados
Dios distribuyó los bienes expresamente de manera
a fuerza de sudor el coste de la primera guerra
desigual, con el propósito de hacer que los hombres
mundial, no gozaba de ninguna consideración ni es- dependiesen los unos de los otros. La riqueza del
tima. país depende del comercio. El comercio paga los
En la literatura marxista, la palabra «burgués» costes de la guerra, sostiene a la corte y da vida a
se usó tan a menudo para calificar algo de odioso todos sus encantos. Elogios de esta clase repitieron
y repulsivo, que perdió gradualmente todo significado más tarde, casi al pie de la letra, varios autores bur-
descriptivo definido, para funcionar únicamente como gueses, como por ejemplo Daniel Defoe y Richard
expresión de desaprobación. Steele. Estos elogios concluían generalmente con una
enumeración de las virtudes que el negociante había
de poseer.
Con el fin de componer una lista de virtudes bur-
Benjamín Franklin guesas, voy a tomar como representantes de la ideo-
logía de la burguesía a Benjamín Franklin, de Amé-
rica, a Daniel Defoe, de Inglaterra, y a C. F. Volney,
Una vez dibujada, por así decir, la caricatura del de Francia. Franklin y Defoe eran contemporáneos.
ethos burgués, me gustaría descubrir el original que Volney, después que la clase media francesa llegó al
posó ante los pinceles. Con otras palabras, me gusta- poder, ocupó una posición análoga a la de Defoe, si
ría ver los autores que propagaron como positivos los bien éste le precedió en medio siglo.
lemas y valores desprestigiados por sus críticos.
A partir de Max Weber, se ha hablado de Fran-
Parece oportuno estudiar ante todo aquella época klin relacionándolo constantemente con el desarrollo
en que la clase media comenzó gradualmente a adqui- de la moral burguesa, y un biógrafo suyo incluso lo
rir importancia. Desde el siglo xvn, un número de ha calificado de primer burgués. Los historiadores
autores burgueses empezó a subrayar en Europa la de ética no mencionan generalmente su nombre, por-
importancia de las profesiones de la clase media y a que sólo se ocupan de las doctrinas morales de filó-
establecer comparaciones entre sus ideales y los de sofos académicos. Sin embargo, todo aquel que se
la nobleza. Sirva como ejemplo el libro de James Sa- proponga ofrecer una idea de conjunto sobre la vida
vary, Le parfait négociant (El perfecto negociante). moral humana no puede, a mi juicio, pasar por alto
Lo escribió en 1675, a instancias de Colbert, minis- una personalidad tan influyente. Tanto él como sus
tro de Luis XIV. doctrinas gozaron de gran popularidad en Francia;
su Poor Richard's almanack (Almanaque del buen
El libro es un elogio del comercio, especialmente
Ricardo) llegaba incluso hasta Polonia.
del comercio así llamado al por mayor. En la opinión

287
286
naria diligencia. «Zorro que duerme, no caza galli-
La actitud recomendada por Franklin apunta hacia
nas», dice el buen Ricardo.
el éxito de la persona humana dentro del mundo.
Para tener éxito, hay que tener confianza en sí mismo Para lograr la reputación de un hombre digno de
y no en un poder sobrenatural. La virtud ha de me- confianza, tiene que ser uno puntual en sus asuntos
dirse por su utilidad. En una famosa conferencia y evitar todo lo que pueda parecer despilfarro. No
pronunciada en 1735 en la logia de los masones y sólo el gobierno de la propia casa, sino la vida entera
que lleva por título La negación de sí mismo no cons- ha de planearse de forma metódica. Por su autobio-
tituye la esencia de la virtud, Franklin se opone a grafía sabemos cómo Franklin iba progresando me-
la opinión de que las acciones virtuosas han de ser tódicamente en trece virtudes que él consideraba par-
medidas por el esfuerzo necesitado para su realiza- ticularmente importantes. Eran las virtudes de la
ción. Trata de lunático a todo aquel que da prefe- templanza, el silencio, el orden, la decisión, la mo-
rencia a una acción determinada por el mero hecho destia, la diligencia, la sinceridad, la, justicia, la mode-
de oponerse a sus inclinaciones. Cumplir con el deber ración, el aseo, la serenidad, la castidad y la humil-
no es beneficioso porque está mandado, sino que está dad. En cuanto a las dos últimas virtudes, según sus
mandado porque es beneficioso. Por eso nos interesa propias palabras, no consiguió llegar al completo
ser virtuosos, y no hay cualidades más adecuadas para éxito.
hacer mejor la suerte de un hombre pobre que las
de la honradez y la integridad. Franklin relacionaba el sentido del orden con el
También a la religión la consideraba Franklin de previsión, y el de previsión con el de precaución
desde el punto de vista de su utilidad. Le es benefi- y prudencia. «Ama al vecino, pero no derribes tu
cioso al hombre, decía, creer en la inmortalidad del tapia». «Nadie puede ser engañado si antes no se
alma y en un Dios que protege a los hombres y los ha fiado». Sin embargo, para la mayoría de los que
recompensa o los castiga después de la muerte. lo han interpretado, en la doctrina de Franklin era
central su actitud hacia el dinero.
Max Weber consideraba a Franklin el apóstol del
ideal del hombre digno de confianza. Un hombre El fue el primer autor en expresar la nueva acti-
digno de confianza no sólo ha de ser industrioso y tud capitalista, en contraste con la actitud que Weber
modesto, sino que lo ha de parecer. Por eso ha de llama tradicional, es decir, la actitud de aquellos que,
vestir con sencillez, ha de evitar ser visto en las al ser mejor pagados por su trabajo, dedican a éste
tabernas y ha de estar siempre ocupado. menos horas, prefiriendo más ocio y más dinero.
El golpeo de tu martillo a las cinco de la mañana o
a las nueve de la noche hace que tu acreedor, al oírlo, Las ideas de Franklin fueron recomendadas en
esté dispuesto a esperar otros seis meses más. Estados Unidos hasta principios de este siglo. Horatio
En vez del ocio singular y extraordinario de las Alger, por ejemplo, fue un escritor conocido de narra-
clases altas, hallamos aquí una singular y extraordi- ciones constantemente estructuradas sobre el tema.

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ideal se halla expresada en sus obras The complete
«De la miseria a la riqueza»; y cuando murió, en english tradesman (El perfecto comerciante inglés),
1899, tenía muchos imitadores. The complete english gentleman (El perfecto gentle-
Dos siglos después del Almanaque del buen Ri- man inglés) y Robinson Crusoe. Por la autobiografía
cardo, de Franklin, Robert S. Lynd y Helen Merrill de Franklin, sabemos lo mucho que le impresionaron
Lynd publicaron su clásico estudio sobre una ciudad a él las ideas de Defoe.
del interior de los Estados Unidos, llamada con el Según Defoe, los comerciantes son una bendición
nombre ficticio de Middletown. Middletown era una pública. Inglaterra debe estar orgullosa ante todo de
ciudad de pequeños negocios, especialmente adecuada sus ocupaciones mercantiles. El comercio ha contri-
para llevar a cabo una investigación sobre las actitu- buido a la potencia de Inglaterra más que sus con-
des e ideología de la clase media baja. Los trabajos quistas militares. El rey Carlos II tenía razón cuando
de investigación duraron de 1920 a 1929, año en que repetía que los comerciantes de Inglaterra constituían
publicaron el libro Middletown. Los autores siguieron su verdadera nobleza. Defoe tiene perfecta con-
estudiando el desarrollo de la ciudad hasta 1935, y ciencia de la importancia del dinero, «el gran esen-
en 1937 publicaron un segundo volumen con el título cial», como solía llamarlo. En The complete english
de Middletown in transition. Las normas de conducta gentleman (escrito en 1728-1729, y publicado des-
a que se atenía el habitante término medio de la pués de la muerte de Defoe), un comerciante, al
ciudad, recogidas por los autores y ofrecidas en las echarle en cara un hacendado de no ser «gentleman»,
páginas 403-410 de su obra, pueden servir como le replica: «Pero puedo comprar un 'gentleman'». Al
ejemplo de la influencia permanente que Franklin ha igual que Franklin, también Defoe considera que el
ejercido en su propio país. dinero es una importante condición para ser virtuoso.
«Si el vicio prevalece, ello se debe más a la falta de
dinero que a la inclinación desordenada», dice en
The true-born englishman (El verdadero inglés).
Daniel Defoe Robinson Crusoe es la encarnación de los valores
representados en el ideal burgués de la persona que
se autorrealiza, que se eleva por sus propios esfuer-
Ningún otro escritor, en el campo de la litera- zos. Como recordarán, el principal móvil que incita
tura, es de manera tan clara el portavoz de la clase a Robinson a abandonar su casa y a embarcar hacia
media comerciante de su tiempo, así se expresaba otras tierras es su determinación a hacerse rico. El
un historiador francés refiriéndose a Defoe. Esta opi- libro no puede, naturalmente, ser considerado como
nión es ampliamente compartida, y con razón, según un elogio a la vida primitiva, aunque Rousseau lo
parece. Yo también la suscribo. haya visto así y lo haya recomendado por ese motivo.
Después del naufragio, por ejemplo, el héroe salva
La concepción de Defoe sobre la personalidad
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290
no hace este pacto por necesidad; lo hace, más bien,
todos los restos de civilización que puede, con el movido de una actitud propia de su mentalidad.68
fin de tener luego el máximo confort.67 Para sobrevivir
se ve precisado a valerse de todas las así llamadas En The complete english gentleman, Defoe dis-
virtudes burguesas: previsión, frugalidad, economía, tingue dos categorías de «gentleman», a saber, el
paciencia, orden y prudencia. Su respeto por la con- «gentleman» de nacimiento y el «gentleman» por edu-
tabilidad queda manifiesto en los inventarios de las cación o formación. Defoe ataca vivamente a los
cosas que posee, las cosas que ha traído del barco, primeros y muestra un deseo ardiente de pertenecer
los nativos que mata, los aspectos positivos y nega- a los segundos. Los hijos mayores del noble son
tivos de su situación presente. Ha naufragado en una incultos. Sus tutores nunca les han exigido nada, por
isla desierta —ése es su fracaso—; pero vive, mien- miedo a perder el empleo. El futuro heredero sólo
tras sus compañeros han perecido ahogados —ésa es sabe hablar de perros y de caza. Es incapaz de escri-
su suerte—. Ha quedado sin ropas; pero ha tenido la bir una carta sin faltas. Es agresivo, gritón y vulgar.
fortuna de ir a parar a una isla de clima cálido, en No se interesa por sus propiedades, y maneja el dine-
que no hacen mucha falta los vestidos —de nuevo ro como si su vocación fuese el despilfarro.
un punto a favor—. Los libros de un comerciante
deberían hallarse siempre como la conciencia de un El verdadero «gentleman» es el que lo es por
cristiano, limpios y sin mancha. Así sonaba el lema formación y educación. Después de echar abajo la
de Defoe, que, por lo demás, raramente siguió en barrera de los privilegios del linaje y del nacimiento,
su vida privada. Defoe ataca la barrera de aquella educación impar-
tida sin miras técnicas ni profesionales y que tanta
Muchos críticos de Robinson Crusoe han puesto importancia daba al conocimiento del griego y del
de relieve su pobre bagaje emocional. No siente, por latín. ¿Por qué no hemos de enseñar a los estu-
ejemplo, ningún afecto hacia su fiel esclavo Xury, a
diantes en su propia lengua?; ¿por qué no los hemos
quien vende sin más. Tampoco repara en las bellezas
de familiarizar con los clásicos ingleses? «Un gentle-
de la naturaleza; sólo una vez advierte la tranquila
man puede ser erudito sin griego ni latín». Y puede
superficie del mar, y esto ocurre precisamente en
los momentos en que está sufriendo un mareo. Cuan- incluso serlo, aunque no haya frecuentado ninguna
do después de veinte años se encuentra con un com- universidad y haya cultivado su inteligencia sólo con
patriota, la emoción no le impide pensar primero en lecturas. Muy a menudo Defoe concede que no es
sus propios intereses monetarios. Promete ayudar al posible tratar como «gentleman» a la primera gene-
capitán, a cambio de un pasaje libre a Londres para ración de comerciantes. Sin embargo, la puerta a la
sí y para su siervo. Dado que Robinson ha logrado clase alta debe abrírsele al hijo que ha adquirido
guardar una suma considerable de dinero del barco, un mayor refinamiento. Su origen puede ser todo
lo moderno e insignificante que quiera; pero, si ha
67
A. A. ELISTRATOWA, Defoe, en Historia de la literatura ingle-
sa, en ruso. Moscú y Leningrado 1945. 68
Véase P. DOTTIN, Daniel Defoe et ses romans. París 1924.

292 293
asistido al colegio y ha completado su educación con así, y se daba por satisfecho con acumular riquezas
viajes, lecturas y tratos selectos, y sobre todo si tiene y gozar de la estima y consideración humanas debidas
una conducta modesta, cortés y de «gentleman», por a su calidad de self-made man.
más que se lo menosprecie, será realmente un autén-
tico «gentleman», no por su nacimiento, sino por sus
méritos personales. Los modales y las maneras pue-
den adquirirse, de ahí que les atribuyesen gran impor- C. F. Volney
tancia no sólo los que defendían su propia posición
social contra una invasión desde abajo, sino también
aquellos que aspiraban a subir ellos mismos, o, por Constantin Francois Chassebeuf Volney es muy
lo menos, sus hijos, a un puesto mejor en la escala poco conocido. Vivió durante la revolución francesa.
social. La asamblea nacional necesitaba un código moral que
sirviese para la enseñanza de la moral seglar y se
Los tipos de personalidad ideal que Franklin y basase no en la religión sino «en el sentimiento
Defoe nos ofrecen tienen muchos rasgos en común: natural y en la razón». El código de Volney, del que
confianza en sí mismos, espíritu ahorrativo, frugali- se esperaba la solución a esta necesidad, apareció en
dad. Los dos autores tienen en alta estima la ciencia, 1793 y ha sido considerado a menudo como un co-
particularmente notable en Franklin, que con tanto mentario a la declaración de los derechos. Llevaba
éxito participó en su progreso; ninguno de los dos por título La loi naturelle ou catéchisme du citoyen
simpatizaba con el clero; en lo que a sus creencias frangais. Según el autor, su código estaba tan rigu-
religiosas se refiere, los dos se inclinaban más bien rosamente demostrado como los asertos de física o
del lado de los deístas. Subrayo esto último contra de matemáticas, ya que se basaba en la constitución
la opinión de Weber de que el espíritu primitivo biológica del hombre. El código estaba naturalmente
burgués se halla relacionado y en estrecha dependen- ideado como oposición al decálogo. Se hallaba formu-
cia con el puritanismo. Franklin fue un hombre de lado en diez breves preguntas y respuestas, con el
la ilustración, no un puritano. fin de mostrar así tanto la analogía como las dife-
A pesar de ciertas analogías, el clima general rencias fundamentales. La ley natural, que debía cons-
de las ideas de Franklin es muy diferente del que tituir la base de todas las demás normas, quedaba
aparece en las obras de Defoe. A Defoe le absorbían formulada con el postulado «¡Consérvate!» («Con-
sus aspiraciones. Su «gentleman» perfecto tenía que serve-toi»). Este postulado lo derivaba Volney del
estar temporalmente dotado de las virtudes burgue- hecho fundamental de que todos los hombres quieren
sas, ya que éstas eran necesarias para hacer dinero. sobrevivir, evitar el dolor y ser felices, y de que con
Una vez logrado el éxito, el «gentleman» compraría, razón piensan primero en sí mismos.
según se estimaba, propiedades e imitaría a los de
Veamos cómo se imaginaba Volney al seguidor
la clase noble. Franklin estaba muy lejos de pensar
de las normas de su catecismo. En primer lugar, su

294 295
ney desinterés en el que la practicaba. Los crímenes
virtud no consistiría ya en la renuncia (opinión enton- eran para él, al igual que para Bentham, el resultado
ces en boga, compartida por Franklin, Hume y Hel- de un error de cálculo, y la virtud siempre recom-
vetius, y típica de los autores que se oponían a la pensaba. El hecho de no ser necesaria la renuncia
ética religiosa). Le estaría, además, permitido buscar garantizaba la no transgresión de las normas morales.
su propio bien y tendría que promover los intereses
de otros únicamente en cuanto esto le diera derecho Es general la opinión de que las clases sociales
a verse correspondido. Para conservarse, debería ser en su ascensión al poder predican el ascetismo y la
ilustrado, tener dominio de sus pasiones, ser esfor- renuncia y de que después de su victoria se entregan
zado y activo. La ociosidad pasaba a ser considerada a la práctica de una ética hedonista. Para ilustrar
como la madre de todos los vicios. «Trabajar es esta teoría, se suele recurrir a la época de Oliver
rezar» («Travailler, c'est prier»). La pobreza no era, Cromwell, y se la compara con la de la restauración,
ni mucho menos, una virtud. Volney opinaba con o al rigorismo predicado por la clase media italiana
Franklin que es difícil que un saco vacío se mantenga antes de llegar al poder. Los escritores franceses de
derecho. En la expresión de sus ideas, la palabra antes de la revolución, sin embargo, no confirmaron
honnéte ya no tenía el mismo significado que para esta opinión. Helvetius y Holbach abogaron por el
Chevalier de Méré. Para Volney, «honnéte» signifi- hedonismo, y la ética de Volney sirvió de pauta tanto
caba digno de confianza en asuntos de dinero. El a la época revolucionaria como a la posrrevoluciona-
honnéte homme de Volney tenía que producir más ria. Su código tuvo varias ediciones en tiempos de
que lo que consumía, y el buen equilibrio en la Guizot, autor del famoso estribillo. «Enrichissez-
administración de sus haberes constituía el criterio vous!»
de su virtud.
Las analogías entre las ideas de Franklin y las de
Las virtudes del hombre y sus vicios pueden apre- Volney son manifiestas. Los dos son contrarios a la
ciarse de modo infalible fijándose en la proporción en- renuncia, alegan la utilidad como criterio de virtud,
tre sus gastos y sus ingresos.
elogian la diligencia, la frugalidad y la prudencia, y
El cumplimiento de sus obligaciones económicas están convencidos de que una adecuada actitud hacia
contraídas era prueba de rectitud y de honradez. En el dinero es esencial a la virtud. Estas similitudes
general, la actitud de un hombre hacia el dinero era demuestran una vez más que la moral recomendada
sintomática de su valor moral. por Franklin no dependía necesariamente del protes-
tantismo. Volney había sido educado en las tradicio-
Por naturaleza, el hombre no tenía, según Volney, nes católicas; sin embargo, su religiosidad se reducía
obligaciones para con los demás, y en las relaciones a una vaga creencia en un ser supremo.
con sus prójimos lo único que debía observar era un
equilibrio entre el dar y tomar (la balance du donné Los datos que hemos aportado son, a mi modo de
au rendu). En razón de la esperada reciprocidad de ver, suficientes para mostrar la diferencia entre los
servicios, la virtud era útil a todos. No suponía Vol-
297
296
principios morales sostenidos por la nobleza y los imitando cada vez más el estilo de vida de la nobleza;
abogados por la clase media. de ahí que las fuesen dejando para la baja clase
La nobleza no se preocupaba de asuntos mone- media. La clase media alta llegó así a adquirir una
tarios, pues daba por supuesta la riqueza. Esto no interesante fusión del ethos noble con el ethos bur-
significa, naturalmente, que los nobles fuesen indife- gués, fusión que llegaría a hacerse bien perceptible
rentes a los negocios; ahora bien, si un noble pensaba en los cambios de significado introducidos en el
en obtener beneficios y ganancias, debía ocultar esa concepto de «gentleman». «'Gentleman', ese extraño
su actitud interna y procurar no darla a entender. híbrido típicamente inglés, de señor feudal y bur-
Si practicaba la frugalidad, debía hacerlo de manera gués», escribía Mary Beard en su History of the
oculta; la magnificencia, de todos modos, era, en su business man.69
caso, obligatoria. La actitud de la nobleza hacia el Para ilustrar esta fusión permítaseme hacer refe-
trabajo era diferente de la de la clase media. El es- rencia a dos significativas novelas: The Forsyte saga
fuerzo físico sólo se le permitía al noble en los (La saga de los Forsyte), de John Galsworthy, y
deportes. Los Buddenbrooks, de Thomas Mann.
Distinguirse de los demás constituía, como sabe-
Según Galsworthy, la clase media alta se formó,
mos, la eterna preocupación de la nobleza. Esta acti-
en Inglaterra, durante los cuatro años del reinado de
tud le exigía al noble una distinción tanto de los
la reina Victoria; por su lenguaje, su apariencia exte-
miembros de la propia clase como una distinción
rior, su moral y sus costumbres, llegó a no distin-
del vulgo. El ethos burgués, en cambio, no ha tenido
guirse de la nobleza. En el prefacio de su obra
mayor interés en esto. Las consideraciones de tipo
escribe:
estético no desempeñaban papel alguno en los códi-
gos burgueses. El gusto nada tenía que ver en asuntos Si la clase media alta está destinada, junto con
de moral, y tampoco era obligatorio poseer un encanto otras clases, a pasar al amorfismo, al quedar recogida
especial para ganarse los corazones de los demás. aquí, en estas páginas, permanece como bajo cristal,
para que la contemplen todos los que recorran el am-
plio y desordenado museo de las letras. Aquí descan-
sa, conservado como en su propio jugo: El ajan de
poseer... Tantos han escrito y alegado que sus fami-
lias eran los Forsyte auténticos, que casi anima ello a
Fusión de ethos burgués creer en la tipicidad de esta especie imaginada.
y ethos de la nobleza
Como recordarán, el club de los Hotch Potch se
negaba a admitir al viejo Jolyon como miembro, por-
Durante el siglo xix, la clase media fue hacién- que era «comerciante». Pero admitieron al joven
dose rica y diferenciándose. Las máximas de Franklin
69
ya no correspondían a la alta clase media, que iba MARY BEARD, History of the business man. New York 1938,
568.

298
299
Jolyon, por haber recibido éste educación en Eton y prestar atención a determinados signos visibles de su
en Cambridge. Después de retirarse de corredor de estado social. El burgués de la clase media alta no
fincas, profesión, a su juicio, deplorable, Swithin se sólo debía dar la sensación de persona distinguida,
entregó a los sino también de persona respetable. Su respetabilidad
se manifestaba tanto en el vestir como en los muebles
gustos de naturaleza aristocrática, pues consideraba
que a un hombre distinguido no debería habérsele y decoración de su gabinete de trabajo y biblioteca.
permitido nunca manchar su mente con el trabajo. Recuerden los trajes impecables de Soames.
Swithin, siguiendo el impulso que más tarde o más Algunos autores atribuyen a este deseo de dar
temprano impele a ciertos miembros de toda gran fa-
la sensación de respetable el cambio de moda que
milia, se dirigió a la oficina de heráldica, donde le
aseguraron que indudablemente él era de la misma fa- se advertía alrededor del 1835 en Europa. Los hom-
milia que los famosos Forsite, con 'i', cuyo escudo de bres del siglo xvni llevaban colores brillantes, enca-
armas llevaba un faisán en su parte superior. Swithin jes y joyas. Ahora, en cambio, suelen llevar colores
no compró el escudo de armas; pero, al cabo de un oscuros o neutros, y camisas blancas con cuellos y
tiempo, en su coche, en los botones del cochero y en
los pliegos de escribir aparecía la figura del faisán. puños almidonados. Ya no llevan joyas, excepto quizá
Imperceptiblemente, el resto de la familia fue adoptan- un anillo con un escudo de armas. Las joyas han
do también el faisán. Excepto el viejo Jolyon. quedado para las mujeres. Había que ir dejando todo
Imitando a la aristocracia, Soames se compró una lo que no tenía mucho valor, ya que era fácil imi-
quinta y reunió una colección de cuadros, pues una tarlo.
galería de pintura podía ser una buena prueba del Un miembro de la clase media alta tenía que
carácter aristocrático de su propiedad. Soames no era interesarse por una buena educación. Se requería por
ningún entendido en arte y no coleccionaba cuadros lo menos una corta estancia en la universidad, no
para luego admirarlos. Más bien veía en ello una tanto por aprender algo cuanto por adquirir buenas
buena inversión. El elemento destructor de la belleza relaciones y refinar los propios modales, que preci-
se introduciría en la familia con Irene y el joven saban de un largo y elaborado entrenamiento. La
Jolyon. moral referente a la sexualidad era mucho más rigu-
Aunque imitase el estilo de vida de la nobleza, la rosa en la clase media alta que en la nobleza. La
clase media alta se veía obligada a conservar algunos aristocracia, como ya advertí, admitía sin más las rela-
rasgos distintivos relacionados con la inestabilidad de ciones ilícitas.
sus miembros. Un noble no tenía por qué preocu- Todos estaban comprometidos en la misma y abierta
parse en conservar su posición, ya que ésta era de conspiración con que la 'sociedad' trataba de apartarse
carácter definitivamente fijo por su nacimiento. Un de la moral victoriana, sin faltar por ello a las forrrias
de la cortesía y del decoro.70 Lo importante, se pen-
aristócrata pobre permanecía siendo aristócrata; en
cambio la posición de un burgués tenía sus altibajos. ™ BARBARA TUCHMAN, The prouá tower. Bantam Edition,
De ahí que el burgués tuviera que esforzarse por 1967, 57.

300 301
saba, era evitar todo lo que a las clases inferiores les
pareciese escandaloso. En este sentido, el código era
conducta aristocrática y burguesa. La «barrera» del
rígido. 71 título viene a significar que la sociedad distinguida
descrita por el autor defendía su territorio contra la
Mientras a los miembros de la clase media alta infiltración de advenedizos. El «nivel» subraya la
les preocupaba distinguirse de las clases inferiores conformidad requerida dentro de la clase. Las virtu-
y trataban de vivir en total conformidad con los des heroicas no constituían objeto de admiración
requisitos exigidos a los de su clase, los aristócratas porque eran extraordinarias y, como tales, desconcer-
no sentían ninguna necesidad de un cuidado tal y
tantes. La sociedad distinguida hacía muestra de ras-
podían permitirse ser diferentes dentro de su propia
gos de nobleza tales como desdén por el trabajo cor-
clase. Bárbara Tuchman considera esa libertad de
poral y por el ejercicio de profesiones asalariadas,
poder ser diferente como un distintivo de clase propio
cortesía, tacto, largueza y, al mismo tiempo, era cum-
de aristócratas.72 Ellos podían permitirse estilos pro-
plidora de sus compromisos económicos: «Generoso
pios y cosas de excepción. De hecho, hubo un buen
como un 'gentleman' y puntual como un comercian-
número de excéntricos en la aristocracia inglesa. Inte-
te».74
resantes ejemplos pueden hallarse en la autobiografía
de Bertrand Russell. Según una opinión muy difundida, la clase victo-
riosa impone a la vencida su jerarquía de valores,
La distancia entre la clase media y la nobleza sus ideales de personalidad. Los hechos se encargan
era más acusada en Francia que en Inglaterra. La de desmentir esta idea, al menos por lo que a Francia
nobleza en Inglaterra estaba relacionada con la ciudad se refiere. A pesar de haber perdido la aristocracia
en razón de la producción lanera; la aristocracia fran- su influencia política con la revolución, seguía, sin
cesa, en cambio, se ocupaba más de los asuntos agrí- embargo, siendo admirada e imitada por parte de la
colas, por lo cual entró en un conflicto de intereses clase media victoriosa. Esta admiración puede verse
con la población urbana.73 La fusión de rasgos bur- en las novelas de Balzac y de otros escritores, aun
gueses y de nobleza se vio favorecida, en Inglaterra, de la actualidad.
por el mayorazgo, ya que los hijos no primogénitos
con frecuencia iban a la ciudad y se dedicaban a la En los Buddenbrooks de Thomas Mann nos en-
vida de los negocios. contramos con una de las más distinguidas familias
de Liibeck, ciudad de antiguas y venerables tradicio-
En 1925, el autor francés E. Goblot publicó un nes de la clase media. El héroe, Thomas Budden-
libro, que ya he citado, intitulado La barriere et le brook, es un «gentleman» refinado y elegante. Sus
niveau (La barrera y el nivel), y que viene a ser una maneras son tan impecables como su modo de vestir.
ilustración de la fusión o síntesis de las normas de Ello le da, como en el caso de Soames Forsyte, sen-
sación de seguridad. La alta sociedad de la ciudad
'i Ibíi., 32.
" Ibíi., 4, 33. 74
" M. BEARD, O. C, 206. Es una expresión recomendada por el «Spectator» y atribuida
a uno de los antepasados de Sir Roger de Coverley.

302
303
aprecia su porte distinguido y su habilidad en el del influjo de las clases sociales y de sus intereses
negocio. En su familia es patente el culto a la dinas- económicos, con la intención de volver sobre este
tía. Los acontecimientos más importantes de la vida asunto después de haber distinguido dos tipos idea-
familiar quedan registrados en el libro de oro, y el les de moral en el capítulo 4.°. Los resultados gene-
heredero hereda un anillo como los que llevan los rales de mis consideraciones sobre este tema pueden
escudos de armas de nobleza. Tonia, hermana de resumirse como sigue:
Thomas, por presiones de familia, renuncia a su amor
a un futuro médico. Sabe lo que sus familiares espe- El tipo ideal de la así llamada moral burguesa
ran de ella y no quiere afligirlos casándose con una fue extractado ante todo de escritores de la clase
persona de estado social inferior. Incluso cuando media; la exposición de la moral de la nobleza, en
imita a los de la nobleza, Thomas Buddenbrook se cambio, se basó en escritos de autores aristócratas o
siente al mismo tiempo superior a ellos porque sabe en obras que se ocupaban expresamente de éstos.
llevar de manera más eficiente los negocios. El ha- Ahora bien, no hemos podido constatar ninguna rela-
cendado aristócrata de Maiboom no merece crédito ción necesaria entre estos dos tipos de moral y el
alguno desde el punto de vista financiero, y de lo respectivo fondo de clase de ambos. La moral bur-
único que se siente capaz, al constatar que su ruina guesa representada en nuestro tipo de ideal era, como
es inevitable, es de suicidarse. Al igual que para los advertimos, muy parecida a la que profesaba Hesíodo
Forsyte, el arte y la belleza constituyen también para en Los trabajos y los días, si bien Hesíodo ocupaba
los Buddenbrook una auténtica amenaza. La esposa una posición social bien distinta. El ethos de la no-
de Thomas lleva una vida muy sui generis, totalmente bleza, a su vez, pudo observarse, por ejemplo, en
absorbida por la música y por un violinista, a quien ciertos grupos de pastores montañeses.
ella acompaña al piano. El hijo único de Thomas se
Los ideales caballerescos han atraído a novelistas
interesa asimismo mucho más por Bach que por los
de la clase media, como Samuel Richardson, en Ingla-
negocios de su padre.
terra; el romanticismo, representado en gran parte
La situación de privilegio y exclusividad de la por escritores igualmente de la clase media, ha estado
nobleza duró mucho más en Alemania que en Ingla- también bajo el hechizo de dichos ideales. El utilita-
terra. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo xix, rismo en ética, interpretado como doctrina que juz-
los grandes industriales comenzaron a añadir «von» gaba las acciones según sus efectos sobre la felicidad
a sus apellidos y a mantener costosos castillos cons- humana, fue considerado a menudo doctrina de la
truidos según el estilo feudal.75 clase media. Sin embargo, sus defensores van desde
Thomas Chubb, autor inglés de origen humilde, hasta
En el capítulo 2°, al final de mis observaciones el barón francés Holbach. Adviértase además que, si
referentes al papel desempeñado por los factores eco- sus sostenedores provenían de ambientes burgueses,
nómicos sobre la moral, dejé para más tarde el tratar de los mismos ambientes provenían sus contrarios,
75
M. BEARD, O. C, 569 ss. como Francis Hutcheson o Joseph Butler.

304 305
Diderot, de quien a menudo se ha dicho que
representaba, con los demás enciclopedistas, los inte- hablar de religión incluso en el caso de ideologías
reses de la clase media ascendente, tradujo al aristó- ateas, cuando se imponen éstas a las personas bajo
crata Shaftesbury, atraído evidentemente por sus amenaza de tratarlas de herejes si se niegan a acep-
ideas. También se ha argumentado a menudo que la tarlas.
llamada a la tolerancia, típica de la ilustración en Si la sociología de la religión puede hacer alarde
general y de la ilustración inglesa en particular, se de toda una serie de logros, tampoco tiene por qué
debía a la clase media, deseosa de negociar con toda considerarse desacertado tratar cuestiones de socio-
clase de personas sin tomar en cuenta las diferencias logía moral sin haber definido antes con exactitud el
de credos religiosos. Sin embargo, fue Shaftesbury, concepto de moral. En realidad, no nos vimos preci-
hombre sin interés alguno en los negocios, quien de sados a valemos de tal definición en la parte principal
manera más vehemente protestó contra toda interfe- de nuestras consideraciones, cuando advertimos que
rencia en las creencias y convicciones religiosas. Por el respeto a la vida humana puede depender de las
eso, a pesar de todos mis respetos por el papel de cifras de nacimientos, o que la división del trabajo
los intereses económicos de clase en la configuración puede fomentar la solidaridad entre los hombres. En
del ethos respectivo, yo considero este factor como todos estos casos consideramos suficiente estar de
uno entre muchos otros. acuerdo sobre el carácter moral del respeto a la vida
humana, o contar con la solidaridad entre los valores
morales. Si la variable dependiente demostrara ser de
orden no moral, se nos culpará únicamente de trans-
gresión.
El concepto de «moral»
Asimismo, al hablar de teorías referentes al con-
junto de la moral, nuestro procedimiento normal ha
Al llegar al final de mis consideraciones, me gus- sido examinar su contenido e intentar su refutación.
taría volver sobre las dificultades relacionadas con el Aquí nos ha bastado nuevamente señalar un fenó-
concepto de moral que apunté al principio de este meno que no se acomodara a la teoría y fuera admi-
libro. Señalé entonces el hecho de que la situación de tido como moral para demostrar que la teoría en
una sociología de la moral no es esencialmente dife- cuestión no era valedera, por lo menos en cuanto
rente de la situación de una sociología de la religión teoría universal.
o de una sociología del arte. Unos creen que la
El concepto de moral participa de la suerte de
religión ha de implicar la existencia de seres sobre-
todos los conceptos definidores de un campo de valo-
naturales. Otros opinan que es esencial la distinción
raciones. La moral tiene que ver con asuntos rela-
entre sagrado y profano. Otros, finalmente, hablan
cionados con la alabanza o elogio, y con la culpabi-
de religión siempre que entra en juego el concepto
lidad. Una persona que considera indiferente un tipo
de ortodoxia. Este último y amplio concepto permite
de conducta, lo excluirá del campo de la moral. Así,

306 307
por ejemplo, u n traje de baño excesivamente redu-
cido puede provocar la indignación de ciertas perso- Sus razonamientos morales censuran a la vez, de ma-
nas; para otras, en cambio, el asunto es de orden nera libre y natural, a las personas y a los modos de
comportamiento.77
estético y no moral. Una realidad así hace que n o
haya esperanza alguna de encontrar una definición Esa era, a juicio de H u m e , la práctica habitual
capaz de satisfacer a todas las mentalidades. Los de los autores que no relacionaban la moral con la
que han sido educados en las tradiciones cristianas religión. La separación de las virtudes morales en
consideran especialmente importante la moral sexual; un campo propio y aparte se debió al influjo cada
para otros, en cambio, la mayoría de tales problemas vez mayor de la religión. Los filósofos, o mejor, los
no tiene nada que ver con la moral. teólogos con apariencias de filósofos, al ver que cier-
tas virtudes y ciertos vicios, por el hecho d e depender
David H u m e opinaba que la distinción entre vir- de la voluntad, pueden ser recompensados o casti-
tudes morales y otras cualidades o dotes humanas gados, los apartaron e n una clase separada y los
encomiables no constituía un legado afortunado del denominaron morales.
pasado.
H u m e consideró desafortunado este hecho. Lo
Los antiguos moralistas, los mejores, no hacían distin-
ción material alguna entre las diferentes especies de que calificaba de habilidades naturales, tales como
dotes intelectuales y faltas, sino que trataban a todas dotes o talentos intelectuales, no eran, según él,
por igual denominándolas virtudes y vicios, y convir- esencialmente diferentes de las así llamadas virtudes
tiéndolas indiscriminadamente en objeto de sus razo- morales. H u m e apoyaba su teoría con los siguientes
namientos morales.76 argumentos:
Es bien sabido que los antiguos atribuían la pala- 1. Las virtudes morales no ocupan esa posición
bra arete a todo lo que era digno d e elogio, no sólo tan importante que los hombres generalmente pien-
en los hombres, sino también en los animales. A la san, esa posición que las coloca por encima de todos
prudencia, que, según Cicerón, conduce al descubri- los demás valores. A los hombres les da miedo pasar
miento de la verdad y nos preserva del error y de por buenos y condescendientes, pues ello podría in-
la equivocación, la citaba dicho autor a una con la terpretarse como falta de inteligencia, y con frecuencia
magnanimidad y la justicia. Al establecer paralelos se jactan d e más excesos de los que en realidad han
entre los grandes hombres de Grecia y los d e Roma, cometido, con el fin de que se los tome por avisados
Plutarco enumeraba, también sin distinción alguna, y sagaces. Parece evidente que la satisfacción de sí
toda clase d e méritos y deméritos de los personajes. mismo procede tanto del valor y de la animosidad
como de la superioridad espiritual, debida, por ejem-
»» DAVID HUME, A treatise of human nature, en el capítulo: plo, al ingenio y a la destreza. Los hombres se sienten
On natural abilities¿ y en el apéndice IV de su obra Enquiry into asimismo profundamente mortificados en su amor
the principies of moráis que lleva por titulo Of some verbal dis-
putes. Véase Hume's moral and political philosophy, ed. por H. D.
Aiken, 1948, 288. " Ibíd., 289.

308 309
propio, toda vez que les vienen a la memoria hechos 4. El último argumento con que H u m e apoya
y situaciones pasados en que se comportaron con su postura va dirigido contra la opinión que sostiene
estupidez o malos modos. que las virtudes morales son las que inducen a la
acción. Tampoco aquí ve H u m e razón alguna para
¿No es acaso el principal motivo de vanidad nuestra
hacer una distinción entre las así llamadas aptitudes
valentía o nuestro saber, nuestra ingeniosidad o nues-
tro estilo de vida, nuestra facilidad de palabra o nues- naturales y las virtudes morales. La prudencia, la sa-
tra gracia, nuestro gusto o nuestras habilidades? Todo gacidad y el sano juicio también inducen a la acción.
esto procuramos mostrar con esmero, cuando no con
ostentación; y generalmente damos prueba de mayor Estos argumentos explican por qué «todos aque-
deseo de sobresalir en ello que en las mismas virtudes llos moralistas cuya mentalidad no ha sido viciada
sociales...78 por una adhesión esclava a un determinado sistema»,
2. Después de mostrar que las virtudes morales no establecen diferencias entre los diversos rasgos de
no merecen el puesto excepcional que se les atribuye, carácter encomiables y citan a la benevolencia como
H u m e sostiene que muchas de ellas no son volun- perteneciente a la misma clase que la prudencia, y a
tarias. La valentía, la ecuanimidad, la paciencia, el la sagacidad al lado de la justicia. Todas estas virtudes
dominio de sí, etc., dependen muy poco o nada de son igualmente útiles tanto a la persona que las posee
nuestra elección. A un temperamento apasionado se como a todos los demás.
le juzga con mayor severidad cuando se extralimita Comencemos con la observación histórica de Hu-
más; sin embargo, precisamente en esas circunstan- me. No parece cierto que los antiguos no distin-
cias su voluntariedad es mucho menor. guieran una categoría específica de aprobación, y res-
pectivamente, de desaprobación moral, ni que los
3. H u m e está de acuerdo en que la aprobación
teólogos fueran los primeros en establecer distincio-
dada a las habilidades naturales es un tanto diferente
nes de esta índole. Sócrates, en el diálogo Gorgias,
de la que se da a las virtudes morales; sin embargo,
sostenía que es mejor sufrir una injusticia que come-
también los sentimientos suscitados por las diferen-
terla. ¿Qué quería decir con aquello d e «mejor»?
tes virtudes morales pueden diferir cualitativamente
Es evidente que «mejor» no significa allí «más agra-
los unos de los otros. La benevolencia atrae; la justi-
dable», pues sería un aserto psicológico manifiesta-
cia, en cambio, produce estima. La agudeza de enten-
mente falso.
dimiento y el genio engendran estima; la chispa y
el humor, en cambio, atraen. Aristóteles en el libro 1 ° de su Etica a Nicómaco
afirmaba que prefería al hombre que hacía algo vitu-
Cada virtud —la benevolencia, la justicia, la gratitud,
la honradez— provoca un sentimiento o sensación di- perable arrastrado de una fuerte pasión, a aquel que
ferente en el espectador.79 hacía lo mismo sin sentimiento ni emoción alguna.
Consideraba peor al hombre que golpea a otro sin
'« Ibíd., 285. sentir indignación ni ira, que al que lo hace en un
" DAVID HUME, A treatise of human nature. Everyman's Li- acceso de cólera pasional. Esta misma preferencia
brary, II, 301.

310 311
era, a su vez, de orden moral. En Los tópicos, Aristó- distinción entre conducta voluntaria y conducta invo-
teles trataba como moral la cuestin de si es mejor luntaria, distinción que él consideraba evidentemente
ser obediente a los padres o a la ley en el caso de importante desde el punto de vista moral.
que sea imposible obedecer a ambos. Ejemplos de
esta clase abundan en su obra y podrían encontrarse He citado la opinión de Hume porque es la más
no sólo en Aristóteles, sino también en otros filó- radical, pues llega incluso a negar la racionalidad y
sofos de la antigüedad. utilidad de la distinción de una clase separada de
valores. Aunque no comparto su postura, estoy com-
De ahí que la observación histórica de Hume pletamente convencida de que todo intento por esta-
no sea, convincente. Por lo que al meritum de sus blecer tal distinción clara y precisa trae consigo difi-
afirmaciones se refiere, es fácil ver que su inclinación cultades e inconvenientes.
a anular la distinción entre virtudes morales y lo En la primera parte de este libro he distinguido
que él llamaba aptitudes naturales, como ingenio, cinco grupos de problemas que pueden hallarse en
buena memoria o facilidad de comprensión, se debía aquellos libros que se ocupan expresamente de cues-
al hecho de suponer una teoría general de juicios tiones éticas. Fueron los siguientes: 1) problemas
de valor. Esta teoría afirmaba que siempre que apro- referentes a la eficacia de nuestras acciones, que
bamos una determinada clase de conducta, lo hacemos convendría tratar por separado bajo el título de «pra-
por el placer que de ella nos resulta. A la luz de xiología»; 2) problemas referentes al método mejor
esta teoría y el hecho de que, al adoptarla, no para alcanzar la felicidad, que podrían entrar a formar
podemos trazar una línea definida entre el placer parte de una «felicitología»; 3) problemas referentes
resultante de una broma graciosa y el proveniente de a los valores en general, que habría que denominar
la servicialidad de alguien, Hume concluye que no «axiología general»; 4) problemas sobre cómo orga-
hay posibilidad (ni necesidad) de establecer distin- nizar las relaciones interhumanas para lograr la armo-
ciones entre las virtudes morales y otras disposiciones nía entre los hombres; y 5) problemas referentes al
o cualidades agradables. Su teoría llega a la no acep- ideal de personalidad que se quisiera ver encarnado
tación de una distinción entre valores morales y otra en las personas unidas por dichas relaciones armo-
clase de valores fundada en razones psicológicas. Sin niosas. Como soy partidaria de un tratamiento por
embargo, deja abierta la posibilidad de establecer dis- separado de los tres primeros de estos grupos, los
tinciones, basándose en criterios que no sean psico- dejo ahora aparte. Parémonos a considerar un poco
lógicos. más de cerca los otros dos restantes.
La separación de las virtudes morales de las demás La primera dificultad que quisiera señalar es la
virtudes por el motivo de que las primeras eran que se refiere a la posición que ocupa la así llamada
necesariamente voluntarias, la atribuía Hume al clero. ética de la prudencia. Joseph Butler, filósofo inglés
Aristóteles, sin embargo, como sabemos, dedicó el del siglo XVIII, consideraba que las virtudes como la
libro tercero de su Etica a Nicómaco a tratar de la prudencia, la templanza y la parsimonia, al ser útiles

312 313
a aquellos que las poseían, no pertenecían a la cate- determinar con exactitud el significado del concepto
goría de las virtudes morales. Al moralista, según él, de moral. Y en caso de decidirse a excluir los prin-
no le interesa si la conducta es beneficiosa o perju- cipios de prudencia del ámbito de los preceptos mo-
dicial al que la pone en práctica, y sólo interviene rales, deberá afrontarse la dificultad que entraña el
cuando están en juego los intereses de los demás. trazar la línea divisoria.
John Stuart Mili, en su libro On liberty (Sobre la El segundo punto sobre el cual quisiera llamar la
libertad), distinguía de modo parecido entre verda- atención, está relacionado con los influjos que los
des o principios de prudencia y verdades o principios ideales de personalidad ejercen sobre nuestra apro-
morales. No tenemos derecho, afirmaba, a oponernos bación y respectivamente sobre nuestra desaprobación
a que una persona abuse del alcohol, si con su con- moral. He aludido arriba a preceptos morales cuyo
ducta sólo se perjudica a sí mismo, ya que su abuso papel consistía en facilitar y ordenar con armonía las
será una falta contra un principio de prudencia, pero relaciones interhumanas. Sin embargo, sucede que
no contra una verdad o principio moral. este papel se halla en desacuerdo con ciertos ideales
de personalidad. Para evitar conflictos, sería cierta-
Salta a la vista la utilidad personal de virtudes mente aconsejable tener una sociedad compuesta de
como la perseverancia, el control de sí mismo, la conformistas, una sociedad de dóciles ovejas sin
diligencia, la puntualidad y el esmero. Nos ayudan ideas propias e imposibilitadas de pensar por su
mucho al conseguimiento de nuestros fines persona- cuenta. Contra una sociedad así, levantamos nuestro
les, cualesquiera que éstos sean, tanto si merecen grito de protesta en nombre del ideal de una perso-
aprobación como si son dignos de censura. Sirven nalidad, en nombre de la dignidad humana.
tanto a los intereses de los que desean hacerse ricos,
de los que quieren adquirir dominio de una nueva Siempre que surge en nuestras consideraciones el
técnica o de una nueva profesión, como a los inte- concepto de dignidad, se demuestra insatisfactoria la
reses de los que planean robar un banco. Si fuésemos caracterización de las normas morales como normas
a excluir estas virtudes de la categoría de virtudes cuya finalidad consista en eliminar fricciones y roces.
morales, el ethos de la clase media quedaría reducido Lo mismo vale respecto a la opinión de que la fina-
a casi nada, pues, como hemos visto, se compone lidad de las normas morales es reducir el innecesario
principalmente de virtudes dictadas por la prudencia, sufrimiento humano y promover la felicidad general.
según se ejemplifica en el Almanaque del buen Ri- Un empleado que adula a su jefe con el propósito
cardo, de Franklin, o en el Robinson Crusoe, de de obtener algún favor, no es digno de aprobación,
Defoe. aunque su adulación agrade a su jefe y aunque él
mismo pueda sacar el provecho deseado de su modo
La incertidumbre respecto al puesto que le co- de comportarse. El hecho de que el adulador se de-
rresponde a la ética de la prudencia constituye la grade resulta particularmente relevante y provoca
primera y más importante cuestión controvertible a nuestra desaprobación. Es un nuevo elemento que ha
la que es preciso dar una respuesta, si se quiere

314 315
de tomarse en cuenta. Pensamos asimismo en la dig- hablamos de dignidad, de honor, de degradación, etc.,
nidad humana cuando rechazamos ciertas formas de tenemos en la mente ese ideal.
coerción u opresión, cuando desaprobamos la pena de
muerte, la esclavitud, el que los padres obliguen a La presencia de esta propensión a pensar así en
casarse a su hija. nuestra moral complica la concepción utilitarista, que
no contó con ella. También complica la definición de
En su Treatise of government (Tratado sobre el la moral que tome en cuenta el contenido de las
gobierno), Locke consideraba fundamental la norma normas morales. Sin embargo, permite enumerar algu-
de que ningún hombre puede ejercer soberanía sobre nas características puramente formales. Tres de éstas
otro, a menos que éste se lo autorice. No es del sufri- merecen, a mi juicio, una atención particular.
miento humano de lo que aquí se trata, como tam-
poco es al sufrimiento humano al que nos referimos 1. Algunos autores, y entre ellos Nicolai Hart-
cuando hablamos de los derechos humanos. Un adulto mann, consideran como rasgo especial de los valores
tiene derecho a disponer de su propia persona, tiene morales el hecho de fundarse éstos en valores de
derecho a una información correcta por parte de su orden no moral, y de necesitar la existencia de estos
gobierno, tiene derecho a expresarse con libertad, no últimos: está mal matar —dicen— porque la vida
porque sufriría si se le privara de tal derecho, sino es preciosa; está mal robar porque las cosas que po-
porque es degradante que se le niegue el cumpli- seemos representan para nosotros un valor; está mal
miento de las condiciones necesarias para el desarro- difamar porque atribuimos gran importancia a la
llo de su personalidad. El condicionar que los niños fama de que gozamos; está mal hacer sufrir innece-
se comporten de un modo determinado tiene como sariamente porque el sufrimiento es un mal que gene-
resultado que de mayores desearán hacer lo que ten- ralmente procuramos evitar. Ahora bien, esta depen-
gan que hacer. dencia de los valores morales puede interpretarse de
dos formas: como necesidad lógica de construir siste-
Aunque ello no implique sufrimiento, nos rebe- mas éticos sobre premisas no morales, o como depen-
lamos contra la idea de una educación tal como nos dencia psicológica ante el hecho de que nosotros con-
la describe, por ejemplo, Aldous Huxley, en su obra sideremos indeseable el sufrimiento y el que conde-
Brave new world (Un mundo feliz). El concepto de nemos el causarlo. Esta relación causal aparece, por
dignidad permea todas nuestras normas morales. ejemplo, en el caso de una madre que riñe a su
Cuando hablamos de la felicidad que comporta el niño por maltratar al gato, diciéndole: «¡No hagas
vivir según la moral, no pensamos en una felicidad eso! ¡Que le haces daño!»
semejante a la del borracho que se pasa la vida
bebiendo y durmiendo, sino en una felicidad digna Mientras la dependencia de los valores morales
de un hombre, es decir, en la felicidad de una perso- de los no morales parece efectivamente darse en el
na que es como debe ser. Con lo cual presuponemos caso de los preceptos morales referentes a las rela-
tácitamente un ideal de personalidad, y, siempre que ciones interhumanas, la situación es menos clara en el

316 317
caso de valores morales tales como la dignidad hu- uno mismo ni de una persona particular. Otros auto-
mana. Lanzo al aire el problema, sin ofrecer solución res requieren que en un juicio moral no se tengan
alguna efectiva. en cuenta los intereses personales y que se esté dis-
puesto a aprobar o a censurar la conducta de cada
2. Un buen número de autores contemporáneos caso, independientemente del sujeto que actúa. La
de ética considera que la aplicabilidad universal es indignación que uno siente al enterarse de que su
condición necesaria que ha de cumplir un juicio de casa ha sido saqueada en su ausencia sería moral,
valor para ser moral. A pesar de estar de acuerdo
según William Me Dougall, sólo en el caso de que el
en la formulación verbal del aserto, no lo están en
afectado estuviese dispuesto a experimentar la misma
su interpretación, la cual puede adoptar cuatro aspec-
reacción si se enterara de un acontecimiento similar
tos diferentes:
que no le concerniera a él personalmente. Únicamente
a) «Únicamente cuando se considera el carácter pueden decirse morales las aprobaciones y censuras
de una persona en general, sin tomar en cuenta nues- imparciales.
tros intereses particulares, suscita en nosotros una c) Según la tercera interpretación, la disposición
sensación o sentimiento que nos autoriza a calificarlo a extender nuestro juicio desde nuestra situación par-
de moralmente bueno o malo», escribía David Hume ticular a todo el que actúe de manera semejante en
en su Treatise of human nature (Tratado sobre la condiciones similares, carece de relieve. Lo que aquí
naturaleza humana) .80 Para Hume, cuando expresamos cuenta es la necesidad de formular nuestro juicio
un juicio moral no hemos de fijarnos ni en nuestros de valor de tal forma que lo hagamos aceptable tanto
intereses personales inmediatos, ni en los de una
para el sujeto que lleva a cabo la acción como para
persona particular. En caso de un conflicto por razo-
la persona que es el objeto de la misma. Un juicio
nes de dinero entre un fatuo solterón muy rico y un
moral, según Kurt Baier, sirve para resolver conflic-
pobre y sensato padre de familia numerosa, nos incli-
tos, y como tal, no puede ser parcial. Un punto de
namos a favor de este último. Ahora bien, para llegar
vista moral es el punto de vista de un observador
a una valoración moral de dicho caso, deberíamos
independiente, sin prejuicios, imparcial, objetivo, des-
tomar en cuenta los resultados procedentes de la
apasionado y desinteresado.82
aceptación de esta solución en todos los casos simi-
lares; dicho de otro modo, deberíamos considerar el d) Según la cuarta y última interpretación, la
caso a escala de masas, es decir, en cuanto gene- posibilidad de generalizar un juicio de valor consiste
ralizado.81 en el hecho de que todo argumento a su favor implica
una referencia a una premisa general.
b) Hume no aceptaba, pues, en las valoraciones
a
morales una atención preferencial a los intereses de KURT BAIER, The moral point of view. Ithaca, New York 1958,
201. Han tratado últimamente de este criterio R. BRANDT, M. G. SIN-
GER, R. B. HARÉ, y con más detenimiento E. HYTTEN en su obra
» Ibíi., 180. The concept of morality and the criterions of legitímate argumenta-
« Ibíi., 233. tions. Stockolm 1959 (ciclostilada).

318 319
Los autores de ética que recurrían a este criterio Si al hacer una distribución de bienes me reservo
de moralidad solían citar a Kant y su imperativo cate- la peor parte, me alabarán diciendo que soy una per-
górico. Efectivamente, Kant proponía verificar un pre- sona generosa. Si, en cambio, los distribuyo perjudi-
cepto particular mediante un experimento mental cando a los demás, me censurarán. Se me reconoce
consistente en imaginar si nos gustaría hacerlo ge- asimismo el derecho de destruir mi propiedad; sin
neral. Pero mientras, según Kant, esto servía para embargo, no puedo hacer lo mismo con la de mi
probar si la norma en cuestión era correcta, otros vecino. Puedo igualmente arriesgar mi vida, pero no
autores querían constatar con el mismo experimento puedo poner en peligro ni dañar la de otros. Si quiero
si la máxima era moral. mortificar mi cuerpo como los ascetas, estoy en mi
Todos estas intentos por definir el concepto de derecho. Si me pongo a defender de manera impor-
moral no han conducido, naturalmente, a una defi- tuna los derechos de alguien, no se me reprocha; en
nición, pero han formulado las condiciones necesa- cambio se me censura si de la misma manera defiendo
rias que ha de cumplir un juicio de valor para pasar los míos. Es por esta asimetría por la que protesta-
a ser moral. Todo el que acepte la mencionada con- mos contra la afirmación de Bentham de que nuestro
dición de aplicabilidad universal se verá obligado a placer y nuestro sufrimiento han de ser tratados del
admitir que los juicios morales son extremadamente mismo modo que el placer y que el sufrimiento de los
raros, pues son pocos los que formulan juicios de demás. La desaprobación, de Bentham, de una renun-
valor que se preguntan a sí mismos si estarían dis- cia a un placer mayor personal hecha con el fin de
puestos a generalizar sus propias máximas y su propia procurar un placer menor a otra persona, no gozaría
concepción según alguna de las interpretaciones cita- seguramente de una aceptación unánime.
das. Aceptando esta condición, las valoraciones mo-
Suponiendo que se observe esta asimetría correc-
rales se limitarían a ocasiones extraordinarias en que
tamente, cabe preguntarse si se trata de una carac-
probablemente nos asaltaría la duda de si nuestro
terística atribuible a todas las situaciones morales.
criterio no representa más bien un criterio sobre la
La respuesta deberá ser, a mi juicio, negativa. Pode-
corrección de un juicio que sobre su pertenencia al
mos e incluso debemos defender nuestra dignidad y
orden moral.
oponernos a la opresión, caso de que sea necesario
3. He hablado arriba de dos ensayos de defini- desobedecer para mantener intactos nuestros princi-
ción de las características formales de las valoracio- pios morales. Cuando se trate de superioridad y exce-
nes morales. Según el tercero, las valoraciones mora- lencia personal, hemos de pensar primero en nosotros
les se distinguen de otras por la asimetría y desigual- mismos, ya que sólo los méritos personales nos dan
dad en el modo de comportarse consigo mismo y con derecho a intervenir en el estilo de vida de los demás.
los demás. Me refiero aquí al hecho de que la con- La dualidad de virtudes sociales y personales que
ducta referente a la propia persona es juzgada diver- acabo de apuntar hace difícil no sólo una definición
samente que la misma conducta respecto a otros. de la moral basada en algunos rasgos comunes del

320 321
contenido de los juicios morales, sino también una
definición que se limite a ciertas características for-
males. Con el concepto de moral sucede algo pare-
cido que con el de cultura. Si incluyésemos en la
cultura de una determinada sociedad su lengua, su
religión, su forma de construir las casas, su econo-
mía, sus realizaciones y logros artísticos, sería impo-
sible formular una teoría adecuada que tuviese en
cuenta aquella cultura en todo su conjunto y alcance.
Sin embargo, la cultura constituye el objeto de estu-
dios y de ciencias cuyos resultados son, qué duda
cabe, indiscutibles.

ÍNDICE GENERAL

ENRIQUE LÓPEZ CASTELLÓN, Presentación ... 9

Prólogo 17

1. DISTINCIONES INTRODUCTORIAS 19

Problemas de ética normativa 23


Problemas de ética descriptiva 43

2. Los FENÓMENOS MORALES COMO VARIABLES


DEPENDIENTES 59

A favor de la sociología de la moralidad ... 59


La importancia del ambiente físico 62
Factores demográficos 69
Vida urbana y vida rural 84
El papel de la industrialización 88
Determinantes económicas 92
División del trabajo y moralidad 102

322
Diferenciación profesional y diferenciación El «gentleman» 264
moral 105 La moralidad burguesa 277
Factores políticos: la forma de gobierno ... 112 Benjamín Franklin 286
El papel de la burocracia 116 Daniel Defoe 290
La estratificación social 118 C. F. Volney 295
Función social y moralidad 123 Fusión del ethos burgués y el ethos de la
Relaciones familiares y sus influencias ... 125 nobleza 298
Aprobación o desaprobación moral 134 El concepto de «moral» 306
Factores personales dentro de la moralidad 137
El individuo en el desarrollo de las concep-
ciones morales 138
La importancia del pasado 139
Ideología y moralidad 139
Arte y moralidad 146
Religión y moralidad 149
Ley y moralidad 154
Los fenómenos morales como variables inde-
pendientes 156
Observaciones metodológicas 166

TEORÍAS SOBRE LA MORALIDAD EN GENERAL 181


El origen de la moralidad 181
Sobre la evolución de las ideas morales ... 185
El funcionalismo aplicado a las normas mo-
rales 189
Relativismo cultural en la moralidad 198
El problema de las normas morales univer-
sales 201

E L E T H O S DE LA NOBLEZA Y EL E T H O S
BURGUÉS 225

El guerrero homérico 225


La nobleza en la edad media 236
El cortesano 252

325

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