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Scorza y Populibros

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Graziano,

Silvia Marcela

Libros por tres soles. Manuel


Scorza y la Organización
Continental de Festivales del Libro

IX Congreso Internacional Orbis Tertius de Teoría y Crítica


Literaria

3 al 5 de junio de 2015

Graziano, S. (2015). Libros por tres soles. Manuel Scorza y la Organización Continental de Festivales del
Libro. IX Congreso Internacional Orbis Tertius de Teoría y Crítica Literaria, 3 al 5 de junio de 2015,
Ensenada, Argentina. Lectores y lectura. Homenaje a Susana Zanetti. En Memoria Académica.
Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.8657/ev.8657.pdf

Información adicional en www.memoria.fahce.unlp.edu.ar

Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons


Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Argentina
https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/ar/
IX Congreso Internacional Orbis Tertius de Teoría y Crítica Literaria

Libros por tres soles. Manuel Scorza y la Organización Continental de


Festivales del Libro

por Silvia Marcela Graziano


(Instituto Superior del Profesorado “Joaquín V. González”)

RESUMEN
Cuando el alto grado de trasnacionalización de la industria editorial define campos de lectura, modela
lectores y segmenta lectorados en pos de intereses comerciales, resulta oportuno recuperar iniciativas
diversas en las que autores, libros y editoriales contribuyeron a tender lazos culturales entre las distintas
regiones del continente, además de conformar/ampliar un público lector capaz de interpelar la compleja
realidad latinoamericana. El presente trabajo se propone revisitar la iniciativa de promoción editorial e
intercambio interamericano desarrollado por Manuel Scorza al frente de la Organización Continental de
Festivales del Libro a finales de los años 50.

MANUEL SCORZA – ORGANIZACIÓN CONTINENTAL DE FESTIVALES DEL LIBRO – INTEGRACIÓN


CULTURAL LATINOAMERICANA

Tras distinguir entre el fenómeno de incorporación del libro al mercado de consumo y nueva
narrativa, en “El boom en perspectiva”, Ángel Rama (1983) se detiene en algunas cuestiones que
quiero retomar antes de centrarme en la experiencia como editor del peruano Manuel Scorza. Me
refiero, como sabemos, al rol que le cupo a aquellas editoriales a las que Rama llama “empresas
culturales”, a la búsqueda de identidad como impulso constitutivo de un nuevo público lector, a la
actitud “heroica” de escritores que sacrificaron todo con tal de producir.
Con la denominación de empresas culturales, Rama hace alusión a un conjunto de
editoriales (estatales o privadas) que, contradictoriamente a la normal tendencia comercial de una
empresa, publicaron obras poniendo por delante su calidad artística y no el posible éxito de ventas.
Destaca Rama, la responsabilidad cultural con que los equipos intelectuales que asesoraban o
dirigían esas editoriales contribuyeron al desarrollo de nuestra literatura publicando obras “nuevas y
difíciles” con la intención de dar respuesta a las inquietudes de un público “mejor preparado y más
exigente”.
Con respecto a la búsqueda de identidad, según el crítico uruguayo, ese nuevo público
lector percibió que la narrativa podía ofrecer una visión de lo nacional, de lo latinoamericano no en
contradicción con las doctrinas explicativas desarrolladas desde los años 20 sino como el ingreso a
un mundo más complejo, más diverso, capaz de dar cuenta, a la vez, de lo sensible y de lo
intelectual.
Y por último, Rama pasa revista a una extensa lista de autores y de obras publicadas con
anterioridad a 1964, año que, para él, marca la apertura del fenómeno que conocemos como boom.
Para reforzar el argumento, transcribo algunos de los autores/obras inventariadas: Juan Carlos
Onetti ya había publicado Una tumba sin nombre (1959) y El astillero (1961); Juan Rulfo, Pedro
Páramo (1955); José María Arguedas, Los ríos profundos (1958); Augusto Roa Bastos, Hijo de
hombre (1959); Julio Cortázar, Bestiario (1951), Las armas secretas (1961), Rayuela (1963); Julio
Ramón Ribeyro, Las crónicas de San Gabriel (1961); Gabriel García Márquez, El coronel no tiene
quien le escriba (1961).
No es intención de este trabajo reexaminar los debates que el boom produjo. Sí, a partir del
ya canónico artículo de Rama, nos proponemos reposicionarnos en el panorama literario y editorial
latinoamericano de los años 50-60 para reinstalar el Patronato del Libro Peruano y Populibros,
fundados por Manuel Scorza, entre aquellas empresas culturales que -como EUDEBA, como el
Fondo de Cultura Económica, como Ayacucho- atendieron/propiciaron ese nuevo público que, en

Ensenada, 3, 4 y 5 de junio de 2015


ISSN 2250-5741 - http://citclot.fahce.unlp.edu.ar
palabras de Rama, “creció en América Latina desbordando el estrecho cerco de las elites lectoras”,
al mismo tiempo que estimulaban la producción literaria y contribuían al fortalecimiento de lazos
culturales entre las distintas regiones del continente.

Manuel Scorza: de lector en un puesto de diarios callejero a poeta y editor de libros

Manuel Scorza nació en Lima en 1928. Sus padres –migrantes de la sierra de Cajamarca y
Huancavelica- se conocieron en el manicomio “Larco Herrera” de Magdalena, donde ambos
trabajaban. Allí se casaron y allí se establecieron. Allí, “en ese lugar de paz maravillosa que para mí
es el manicomio”, Manuel pasaría su infancia, cerca del poeta Martín Adán. Tras un breve período
en Acoria (Huancavelica), la familia se reinstaló en Lima. De regreso en la capital, el padre de
Scorza manejó un puesto de diarios y revistas en el distrito de La Victoria, “un barrio de gente
pobre”, como recuerda el escritor:

…ahí es cuando voy a tener mi primer contacto con la lectura. En el puesto de


periódicos voy a leer los diarios, las revistas y, especialmente una revista que para mí
es muy importante, y que lo fue también para la gente de mi generación, me refiero a la
revista argentina Leoplán, que traía historias, resúmenes de novelas que yo leía
constantemente. (Martínez, G. y Forgues, R. 1986: 13)
Scorza en el Leoncio Prado
En 1943, Scorza ingresó al Colegio Militar “Leoncio Prado”. En esa institución entró en
contacto con los que serían los ejes de su vida: la literatura y la política. Al mismo tiempo que
devoraba en la biblioteca a los clásicos de la literatura europea (Balzac, Flaubert), se vinculaba a las
primeras células clandestinas del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) que
empezaban a articularse en el interior mismo de la institución castrense. Años después, como
estudiante de la carrera de Letras en la Universidad de San Marcos, Scorza se relacionó con otros
estudiantes agrupados en lo que se llamó “Los Poetas del Pueblo”: Mario Florián (Premio Nacional
de Poesía de 1944), Gustavo Valcárcel (Premio Nacional de Poesía de 1948), Felipe Neira, Luis
Carnero Checa, mayoritariamente militantes del APRA. Ante el golpe militar de Odría de 1948 -que
derrocó al gobierno de Bustamante Rivero- Scorza fue apresado y luego desterrado:

En 1948, después del golpe de Odría, vino una redada y como yo era conocido como
dirigente universitario y había publicado en La Tribuna, el vocero del APRA, aunque
lo que había publicado eran poemas, fui detenido y enviado a la prefectura. Ahí tuve
mi primer contacto con la prisión y sufrí también uno de los desengaños más duros de
mi vida política. (Martínez, G. y Forgues, R. 1986: 26)

Durante los siete años de su exilio (1949-1956) recorrió Chile, Argentina, Brasil, países en
los que vivió de trabajos eventuales. En 1952, se estableció en México y continuó sus estudios
literarios en la UNAM. Juan González Soto, uno de los más destacados estudiosos de la obra de
Scorza, recuperó una anécdota que ilustra aquellos años de penuria:

En México, Juanito Chang, Luis de la Puente (Uceda), Gonzalo Rose, mi hermano


Miguel y yo trabajamos en una lavandería. El hambre nos hizo enjabonar, refregar y
planchar bestialmente durante quince días. Cuando reclamamos nuestros salarios, el
amante de la dueña, un inspector de Inmigración, solicitó nuestros permisos de trabajo.
No los teníamos. Habíamos violado tres leyes: trabajar sin permiso, creer que el dinero
se gana trabajando y confiar en los propietarios de la lavandería Teissy. Merecimos
que nos dijeran: “O se van sin cobrar o se largan de México. (González Soto 1998)
Con razón, Gonzalo Espino Relucé sostiene que en el duro contexto del exilio el quehacer
poético e intelectual de Manuel Scorza se despliega. En 1952 la revista Cuadernos Americanos
publicó “Una doctrina americana”, su primer ensayo político, en el que reafirma la vigencia de los
principios fundacionales del APRA1, además de insistir -siguiendo una de las tesis del aprismo- en
el estatus del arte indoamericano. El ensayo hace hincapié en el vigor de la literatura producida en
el continente y, sobre todo, de la novela (Soto 1998). De ese mismo año data Canto a los mineros
de Bolivia, poema con el que obtuvo el primer puesto en los Juegos Florales de Poesía convocados
en homenaje al IV Centenario de la UNAM. Al poeta se le ha hecho carne el grado de
fragmentación y de desconocimiento entre sí que padecen los pueblos de América: “¡No haberlo
sabido me avergüenza!/Porque en las ciudades los poetas/lloran la ausencia nostálgica del aire, /
pero no saben lo que es vivir bajo la lluvia, / confundiendo el hambre con la sed, / y la sed con un
pájaro pintado. //Yo fui uno de ellos” (1990: 13-17).2
En agradecimiento por su apoyo, Manuel Scorza fue invitado a La Paz en 1953, al
cumplirse un año de la Revolución Nacionalista encabezada por la Central Obrera Boliviana. Al
retornar de las celebraciones, escribió el extenso ensayo “La independencia económica de Bolivia”,
también publicado en Cuadernos Americanos. 1955 será un año clave en la vida del escritor
peruano. Publica en México Imprecaciones, su primer poemario, y formaliza su renuncia al APRA
a través de una carta pública a la que tituló “Good bye, Míster Haya”. Un año más tarde, finalizada
la dictadura de Odría, Scorza retornó al Perú. Otro es el hombre que, junto a otros militantes, vuelve
al país natal. Es ahora el hombre que ha visto el rostro del dolor y de la esperanza. Bajo el brazo
trae Imprecaciones por el que recibirá el Premio Nacional de Poesía del Perú. En pocos meses más
pondrá en movimiento una de la proezas culturales más significativas del continente.

Manuel Scorza, editor: la “batalla por los libros”

La estancia en México proporcionó a Scorza dos elementos claves para encarar la tarea de
promoción editorial. Por un lado, la experiencia de educación popular y de promoción del libro y de
la lectura llevada adelante por José de Vasconcelos y Pedro Henríquez Ureña en las primeras
décadas del Siglo (Luque 2010, 2015). Por otro, la irrupción de los pockets books en el mercado
editorial mexicano de la mano de las imprentas offset que permitían la reproducción de libros a bajo
costo, especialmente cuando se realizaban grandes tiradas.
De vuelta en el Perú y con cierto prestigio como poeta y después de su estridente renuncia
al APRA, Scorza inició junto a otros escritores -Gustavo Valcárcel, entre ellos- la proeza de
expandir el consumo de libros a los sectores populares:

Entrevisté a cientos de personas en fábricas, cafetines, escuelas y casas. A todos les


planteaba la misma pregunta insolente: a usted, ¿por qué no le interesa la cultura?, ¿por
qué odia los libros? Casi todos respondieron que los libros eran muy caros y la gente
más sencilla confesó su temor de entrar a las librerías. Era un círculo vicioso: no se
editaban libros porque no había lectores y no había lectores porque no se editaban
libros. Entonces pensé: hay que llevar el libro a la calle, llevarlo a las mismas fábricas.
Las librerías son el único lugar donde no es posible vender libros: amedrentan a las
mayorías. (Ortega 1968: 84)

                                                                                                                       
1
 En “Qué es el APRA?” (1926), Haya de la Torre presentó los principios fundacionales de la Alianza Popular
Revolucionaria Americana: 1- Acción contra el Imperialismo; 2-Por la Unidad Política de América Latina; 3-
Por la nacionalización de la tierra y la industria; 4-Por la internacionalización del Canal de Panamá; 5-Por la
solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidos del mundo.
2
Publicado en México en abril de 1952. Recogido en Obra Poética.
Así nació el Patronato del Libro Peruano, con el financiamiento de algunas empresas lo que
permitió reducir al mínimo el precio de venta y la participación de prestigiosos intelectuales
peruanos que colaboraban como prologuistas o antólogos de los libros seleccionados. En la solapa
de la contratapa de cada ejemplar se definían los objetivos de la iniciativa editorial:

Cumpliendo su propósito de poner al alcance del pueblo peruano las expresiones


fundamentales de nuestra cultura, en ediciones cuyo precio esté al alcance de todas las
clases sociales, el Patronato del Libro Peruano se complace en publicar la presente
edición (…) para que se venda al precio de TRES SOLES. El Patronato del Libro se
complace también en renovar su agradecimiento a las empresas comerciales que han
auspiciado volúmenes de su primera serie, y al periodismo nacional, sin cuyo aporte no
hubiera sido posible esta empresa. (Grass Miravet 2003: 54)

Al revisar las transformaciones que conllevó la incorporación del libro al mercado de


consumo, Ángel Rama apunta: “Para llegar al público masivo que había reemplazado al público de
elite, había que transitar por los mass media” (1983: 107). En rigor, la afirmación de Rama se
orienta a poner de relieve las reglas que, desde la lógica publicidad/consumo, los medios de
comunicación impusieron a la vinculación entre escritores y lectores a mediados de los años 60.
Pero la misma afirmación lleva implícita la pregunta por el proceso que significó el paso de un
público de elite a un público masivo. Propongo un salto atrás. Casi una década antes, el peruano
Manuel Scorza -probablemente, el primero en América Latina- apeló a los medios masivos de
comunicación como auxiliares de un proyecto cultural con sentido popular. Entrevistas televisivas a
autores o prologuistas, tapas de libros con diseños atractivos, circulación de resúmenes de
argumentos a través de la prensa escrita, anuncios radiales que anticipaban la aparición de los títulos
contribuyeron a que aquellos que no entraban a las librerías se lanzaran a los puestos callejeros de
venta de libros. En 1956, durante el Primer Festival del Libro Peruano realizado en la céntrica Plaza
San Martín “una muchedumbre peleó seis horas y en un día no quedó un solo libro” de los 100.000
ejemplares que conformaron la primera serie. Diez títulos de autores peruanos conformaron la
primera serie: Narraciones y leyendas incas (Eduardo Luis Valcárcel), Historias de la Florida (Inca
Garcilaso de la Vega), Tradiciones Peruanas (Ricardo Palma), Los mejores cuentos peruanos
(Tomo I y II), Ensayos Escogidos (Manuel González Prada), Poemas Escogidos (José Santos
Chocano), Paisajes Peruanos   (José de la Riva Agüero), Poemas Escogidos (César Vallejo),
Ensayos Escogidos (José Carlos Mariátegui). Aunque la apreciación de Scorza suena exagerada
(Ortega 1968: 84), lo cierto es que se reeditaron 5000 ejemplares más por título. Téngase en cuenta
que la población económicamente activa (15 años y más) del Área Metropolitana Lima-Callao era
de 804.251 habitantes, según censo de 1961.3
También la serie siguiente, presentada en el Segundo Festival (julio de 1957), se concentró
en autores peruanos: Ciro Alegría, Enrique López Albújar, el Inca Garcilaso, Ricardo Palma, José
María Eguren, antologías de poemas amorosos y de cuentistas modernos y contemporáneos. Esta
vez se editaron 150.000 ejemplares (15.000 por título). Para tomar dimensión de la envergadura de
la empresa, recordemos que EUDEBA publicaba 10.000 ejemplares por cada título de la Serie del
Nuevo Mundo. Con el Tercer y Cuarto Festival (diciembre de 1957 y julio de 1958, con 500.000 y
250.000 ejemplares, respectivamente) la oferta editorial se abrió a obras fundamentales de la
literatura latinoamericana: El mundo es ancho y ajeno (Ciro Alegría); Los de abajo (Mariano
Azuela); Martín Fierro (José Hernández); Cuentos de amor de locura y de muerte (Horacio
Quiroga); Doña Bárbara (Rómulo Gallegos); Huasipungo (Jorge Icaza); El reino de este mundo
(Alejo Carpentier); La vorágine (José Eustasio Rivera).4 Para la presentación de la tercera serie,
                                                                                                                       
3
 Fuente: UNMSM-Banco de Datos.  
4
Según Tomás Escajadillo (2006), completan la tercera y cuarta serie: Matalaché (Enrique López Albujar);
Los mejores cuentos americanos; Tradiciones peruanas (Ricardo Palma); Estampas mulatas (José Diez-
llegaron a Lima escritores latinoamericanos ya consagrados como Pablo Neruda, Jorge Icaza y Ciro
Alegría, quien regresaba al país después de 23 años de exilio.
Los Festivales llegaron, también, a ciudades del interior del país. Así lo revela una carta del
peruanista francés Pierre Duviols, dirigida a José María Arguedas, en la que le solicita le agradezca
a un amigo común el envío de obras publicadas en ocasión del Festival del Libro Cusqueño. Según
informa Carmen María Pinilla, el Festival se realizó en 1958 bajo la dirección del poeta cusqueño
Luis Nieto Miranda. Entre los títulos publicados figuran: Aves sin nido (Clorinda Mattos); La
historia de la florida (Inca Garcilaso); Exposición de la poesía cusqueña contemporánea (Pinilla
2011: 48).
Ya en 1958, Manuel Scorza dio los primeros pasos para conformar una organización de
dimensión continental (que tomaría la denominación de Organización Continental de los Festivales
del Libro, ORCOFELI). En Caracas, con Alejo Carpentier y Juan Liscano realizó el Primer Festival
del Libro Venezolano, en el que se vendieron 300.000 ejemplares en una semana. Entre 1958 y
1960 se sucedieron 13 Festivales. En Perú, cuatro; dos en Colombia, con Jorge Zalamea y Eduardo
Caballero Calderón; uno en Ecuador con Jorge Icaza; dos en Cuba, con Alejo Carpentier. En todos
los casos, el esquema fue el mismo: los escritores o intelectuales que vehicularizaban la propuesta,
asumían la Dirección del proyecto que consistía en la edición de series conformadas por obras de
autores nacionales cuya impresión se realizaba en Lima.
Un hecho más político que editorial provocó el colapso económico del proyecto. La
ORCOFELI llevó todos sus recursos a Cuba. Cuando los seguidores de Batista huyeron del país
llevándose todo el dinero, el gobierno revolucionario prohibió la salida de dólares, decisión que
incluyó el bloqueo de todas las cuentas de la naciente Organización editorial. Recién en 1968, en la
entrevista que le hiciera Julio Ortega -a la que he apelado en varias ocasiones en este trabajo-
Scorza hizo pública la cuestión (1968: 85) El silencio mantenido durante casi diez años dio lugar a
que varios escritores, impedidos de percibir los derechos de autor, vieran en Scorza a un estafador.
La acusación -basada en argumentos parcialmente verdaderos- generó una suerte de conjura que
desplazó a los rincones del olvido no sólo la acción de Scorza como editor y promotor cultural sino
también su producción literaria (Escajadillo 2008: 12)
En 1963, Scorza se lanzó con otra iniciativa, Populibros, circunscripta ahora al Perú. En un
año y medio, se vendieron un millón de ejemplares correspondientes a 12 series conformadas por
cinco libros (tres de autores latinoamericanos y dos peruanos) de aparición mensual. Las obras de
los principales exponentes de la Generación del 50 fueron publicadas por Populibros: Dios en el
cafetín y Lima la horrible de Sebastián Salazar Bondy, No una sino muchas muertes de Enrique
Congrains, Las botellas y los hombres y Los geniecillos dominicales de Julio Ramón Ribeyro, Las
ciudades y los perros de Mario Vargas Llosa, Taita Cristo de Eleodoro Vargas Vicuña. Junto a
estos títulos, La agonía de Rasu Ñiti de José María Arguedas, La serpiente de oro de Ciro Alegría,
Cuzco: tierra y muerte de Hugo Neira, El señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, La guerra
del tiempo de Alejo Carpentier, entre otros.
El abrumador éxito de los Festivales del Libro contribuyó al surgimiento de un conjunto de
editoriales que, de una u otra manera, adoptaron la fórmula scorziana basada en la participación de
prestigiosos intelectuales y escritores como antólogos o prologuistas, la edición especial de series de
títulos a bajo costo, la venta directa en puestos callejeros, la promoción a través de los medios de
comunicación masiva (Nótese que EUDEBA, Sociedad Mixta, fue creada en 1958, dos años
después de la realización del Primer Festival). Paralelamente al desarrollo del Tercer y Cuarto
Festival, se publicaron, en Lima, 750.000 ejemplares de las Obras Completas de José Carlos

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         
Canseco); El daño (Carlos Camino Calderón); Don Segundo Sombra (Ricardo Güiraldes); Cantaclaro
(Rómulo Gallegos); Primer panorama del Ensayo peruano. En la Tercera Serie -la de mayor tiraje- se elimina
la mención al Patronato del Libro. Tampoco figura el auspicio de empresas sino publicado por Juan Mejía
Baca & PL Villanueva Editores-Ediciones Populares. La cuarta bajo el sello Editora Latinoamericana,
propiedad de Scorza.
Mariátegui preparadas por sus hijos, tres veces más que los ejemplares que conformaron las tres
ediciones del célebre Martín Fierro ilustrado por Carlos Castagnino (EUDEBA,1962).
Como no podía ser de otra manera, el “Milagro Scorza” -como lo llamó Alejo Carpentier-
inquietó a los gerentes de empresas comerciales que envistieron contra las editoriales que
publicaban “libros extranjerizantes”. La publicación de La ciudad y los perros enfureció al ejército
que procedió a la quema pública de ejemplares en el “Leoncio Prado”; Lima la horrible y Lima en
Rock enardecieron a los moralistas. Desde los púlpitos, se lanzaron sermones contra Populibros. El
alcalde de Lima suprimió los permisos de venta callejera mientras los diarios rechazaban avisos
pagos (Ortega 1968: 85). Aún los sectores más progresistas de la Universidad de San Marcos
objetaron la experiencia. Entendieron que la notoriedad que cobraba la figura de Scorza implicaba,
indirectamente, el respaldo a la organización política a la que el escritor pertenecía (Huamán 2008:
73).
Sin más, se provocaba la ruina final de una iniciativa que llegó a editar casi cuatro millones
de libros de Nuestra América.

Palabras finales

Sólo nos queda volver a Rama y a su planteo de cómo las multinacionales del libro se montaron
sobre un proceso marcado por la articulación lectores/obras/editoriales:

A fines de los años 50 y el primer quinquenio de los sesenta, con anterioridad al


pregonado boom narrativo, se produjo otro que le sirvió de plataforma y que estuvo
representado por la demanda masiva de libros de estudio (…), por libros políticos, por
libros que recuperaban el pasado nacional. (Rama 1983: 69)

A la acotada nómina de editoriales culturales que, como EUDEBA, Fondo de Cultura


Económica, Losada (y, posteriormente, CEAL, Siglo XXI, Editorial Jorge Álvarez, Arca),
atendieron a ese público al mismo tiempo que propiciaban la producción literaria y contribuían a la
autonomía editorial de América Latina, cabe incorporar el Patronato del Libro, Populibros y aún el
intento de Organización editorial de alcance continental. Es hora.

BIBLIOGRAFÍA

Escajadillo, Tomás (2006). “Manuel Scorza. Editor de Libros de Nuestra América. Nota indispensable”.
Biblioteca Virtual UNMSM 24: 295-303. Disponible en:
http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtualdata/publicaciones/san_marcos/n24_2006/a18.pdf.
Escajadillo, Tomás (2008). “Scorza: Nadie es profeta en su tierra”. Mauro Mamani Macedo y Juan González
Soto (Eds.). Manuel Scorza. Homenaje y recuerdos. Lima, Andesbooks Editorial-Letras. Fondo Editorial de la
Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 11-28.
González Soto, Juan (1998). “Manuel Scorza. Apuntes para una biografía”. Revista de Crítica Literaria
Latinoamericana 47, Vol. 24: 111-118.
Gras Miravet, Dunia (2003). Manuel Scorza. La construcción de un mundo posible, Murcia, Asociación
Española de Estudios Literarios Hispanoamericanos.
Huamán, Miguel Angel (2008). “Un escritor revolucionario: Manuel Scorza”. Tomás Escajadillo (ed.),
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Luque, Gabriela (2010). Leer, actuar: política y cultura en México 1910-1920. Revista Pilquen. Dossier
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Scorza, Manuel (1990). “Canto a los mineros de Bolivia”. Obra Poética. México, Siglo XXI, 13-17.

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