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VOL35

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TEMA 35.

CONFLICTO Y CAMBIO SOCIAL: FACTORES


Y TIPOS

Esquema del tema

1. Introducción.
I. FACTORES DEL CAMBIO SOCIAL.

1. Introducción.
2. La metáfora orgánica en el estudio del cambio social.
3. El nacimiento del concepto de cambio social.
4. Conjuntos de cambios: aumento de la complejidad de los conceptos
dinámicos.
5. Un modelo alternativo: al cambio social dinámico.

II. TIPOLOGÍA DEL CAMBIO SOCIAL.

1. Introducción.
2. La forma de los procesos sociales.
3. Los resultados finales de los procesos sociales.
4. Procesos en la conciencia social.
5. La sede de la causalidad.

6. Conclusión.
7. Bibliografía.
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1. Introducción.

El estudio del cambio social pertenece al núcleo mismo de la sociología, así lo


afirman teóricos como Haferkamp y Smelser en su Cambio social y modernidad cuando
afirman que el cambio es una característica tan evidente de la realidad social que cualquier
teoría social-científica, sea cual sea su punto de arranque conceptual, tarde o temprano ha
de ocuparse de él.

Esto ha sido así desde los orígenes de la sociología. La disciplina nació en el


siglo pasado como un intento de comprender la transición fundamental de la sociedad
tradicional a la moderna, el surgimiento del orden urbano, industrial y capitalista.
Ahora, en los inicios del siglo XXI, estamos en medio de una transición igualmente
radical —de la modernidad triunfante, en expansión por todo el globo, a nuevas formas
emergentes de vida social, todavía demasiado nebulosas como para ser calificadas como
«postmodernidad». La necesidad de comprender el cambio social en curso es, de nuevo,
algo sentido de forma apremiante y al unísono por la gente corriente y por los so-
ciólogos. En los años 70 ya estaba claro que la característica más sobresaliente de la
vida contemporánea es el ritmo revolucionario del cambio social. Nunca antes habían
cambiado las cosas tan rápido para una parte tan grande de la humanidad. Todo está
afectado por este fenómeno: el arte, la ciencia, la religión, la moralidad, la política, la
economía, la vida familiar, incluso los aspectos íntimos de nuestras vidas —nada ha
escapado.

Desde hace casi doscientos años la sociología ha amasado una considerable


cantidad de conceptos, modelos y teorías que se ocupan del cambio social, y durante
todo ese tiempo los enfoques sociológicos mismos del cambio social han estado a su vez
cambiando. ¿Qué partes de esa rica herencia han de incluirse en nuestra propuesta de
inventario sistemático? ¿Hemos de ocuparnos exclusivamente de las tendencias más
recientes o más de moda, y olvidar todo lo pasado? La respuesta es un no rotundo. Una
de las partes más preciadas de la sabiduría sociológica es el principio de historismo.
Este reza que con el fin de comprender cualquier fenómeno contemporáneo, debemos
volver la mirada hacia sus orígenes y hacia el proceso que lo produjo. Lo mismo aplica
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al reino de las ideas; es imposible comprender las concepciones contemporáneas sobre


el cambio social sin reconocer qué concepciones anteriores intentan reelaborar y a qué
concepciones anteriores se oponen. Pero eso no significa que nuestro fin sea un ejercicio
de detallada genealogía intelectual, trazando conexiones, uniendo hechos y secuencias
de todas las teorías del cambio que han sido propuestas desde el nacimiento de la
sociología.

2. La metáfora orgánica en el estudio del cambio social.

Fue Auguste Comte (1798-1857) en el nacimiento mismo de la sociología quien


dividió el sistema de su teoría en dos partes separadas: «estática social» y «dinámica
social». Subyace de manera implícita a esta distinción una metáfora que tiempo después
fue explicitada al completo por Herbert Spencer (1820-1903), la analogía entre una
sociedad y un organismo biológico. La estática social estaba concebida como el estudio
de la anatomía de la sociedad humana, de las partes componentes y de su disposición,
justo igual que la anatomía del cuerpo (con sus órganos, esqueleto y tejidos), mientras
que la dinámica social se suponía que se concentraba en la fisiología, en los procesos
que operan dentro de la sociedad, justo igual que las funciones corporales (respiración,
metabolismo, circulación de la sangre), que producen como resultado último el
desarrollo de la sociedad, de nuevo comparable al crecimiento orgánico (del embrión a
la madurez). Lo que esto implicaba era que existía algo parecido a un estado continuo
de la sociedad, que podía percibirse y ser analizado con anterioridad, o de forma
independiente, a su movimiento.

Herbert Spencer retuvo la misma imagen pero alteró la terminología. Él es autor


de otra distinción que durante más de un siglo estuvo en el núcleo del lenguaje
sociológico: «estructuras» por oposición a «funciones». Las primeras indicaban la
construcción interna, el diseño o la forma de las totalidades sociales, las últimas los
modos de su funcionamiento y transformación.

El estudio moderno del cambio (la investigación diacrónica) está muy influido
por tales concepciones. Sin embargo, ha heredado la metáfora orgánica clásica y otras
distinciones conexas no directamente de Comte, Spencer y otros maestros del siglo
XIX, sino a través de la influyente escuela de sociología del siglo XX conocida como
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teoría de sistemas, teoría funcional o funcionalismo estructural. El modelo de sistema de


la sociedad elaborado dentro de esa escuela recopilaba y generalizaba todas las ideas
típicas del organicismo. La totalidad del aparato conceptual aplicado habitualmente al
análisis del cambio se deriva en último término del modelo del sistema, incluso cuando
los investigadores que se ocupan del cambio no lo reconozcan, o se distancien de las
teorías sistémicas y funcional-estructurales. Sólo muy recientemente el «modelo del
sistema» ha sido desafiado por una imagen alternativa de la sociedad, el enfoque
procesal o morfogenético, y los conceptos aplicados al cambio social han sido
modificados en consecuencia.

3. El nacimiento del concepto de cambio social.

La idea de sistema denota una totalidad compleja, compuesta de múltiples ele-


mentos ligados por diversas interrelaciones y separados del entorno por un límite. Los
organismos constituyen con claridad ejemplos de sistemas, pero también las moléculas,
los edificios, los planetas, las galaxias. Una noción tan generalizada puede aplicarse a la
sociedad humana en diversos niveles de complejidad. En el nivel macro, la totalidad de
la sociedad global (humanidad) puede concebirse como un sistema; en el nivel medio,
los estados nación y las alianzas políticas también pueden verse como sistemas; en el
nivel micro, las comunidades locales, las asociaciones, familias pueden ser considerados
como pequeños sistemas. Más aún, segmentos cualitativamente distintos de la sociedad
como la economía, la política y la cultura también pueden ser aprehendidos en términos
sistémicos. Por tanto, en manos de los teóricos de sistemas, por ejemplo Talcott Parsons
(1902-79), la noción no sólo se generaliza sino que se considera universalmente apli-
cable.

Tal como lo han visto Strasser, Hermann y Randall en Una introducción a las
teorías del cambio social, el cambio social es la diferencia entre los diversos estados del
mismo sistema al sucederse los unos a los otros en el tiempo. Si hablamos de cambio,
estamos pensando en algo que acontece tras algún tiempo; esto es, nos estamos
ocupando de una diferencia entre lo que puede ser observado antes de ese punto en el
tiempo y lo que puede verse tras ese punto en el tiempo. Para ser capaces de afirmar
diferencias, la unidad de análisis ha de preservar un mínimo de identidad al margen del
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cambio en el tiempo. Por tanto, el concepto básico de cambio social implica tres ideas:
(1) diferencia, (2) en diferentes momentos temporales, (3) entre estados del mismo
sistema.

Dependiendo de lo que se considere que cambia —qué aspectos, fragmentos y


dimensiones del sistema estén implicados en el cambio— pueden distinguirse diversos
tipos de cambio. Esto es así porque el estado de conjunto del sistema no es simple,
unidimensional, sino que es más bien el resultado combinado, agregado del estado de
diversos componentes, tales como:

1. los elementos últimos (por ejemplo, el número y variedad de individuos


humanos y sus acciones).

2. interrelaciones entre los elementos (por ejemplo, lazos sociales, lealtades,


dependencias, conexiones entre individuos, interacciones, intercambios entre acciones).

3. las funciones de elementos en la totalidad del sistema (por ejemplo, los pape-
les ocupacionales jugados por los individuos, o la necesidad de determinadas acciones
para la preservación del orden social).

4. la frontera (por ejemplo, los criterios de inclusión, las condiciones de acepta-


ción de individuos en el grupo, los principios de reclutamiento de las asociaciones, los
dispositivos de control de acceso en las organizaciones, etc.).

5. los subsistemas (por ejemplo, el número y variedad de segmentos


especializados diferenciables, de secciones, de subdivisiones).

6. el entorno (por ejemplo, las condiciones naturales, o el ambiente de otras so-


ciedades, la localización geopolítica).

Sólo a través de su interacción compleja emergen las características de conjunto


del sistema: equilibrio o desequilibrio, consenso o disenso, armonía o lucha, coopera-
ción o conflicto, paz o guerra, prosperidad o crisis, etc.
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Cuando se disecciona en sus componentes y dimensiones primarias el modelo


del sistema implica los siguientes cambios posibles:

1. Cambio de composición (migración de un grupo a otro, reclutamiento en un


grupo, desmovilización de un movimiento social, dispersión de un grupo).

2. Cambio de estructura (aparición de desigualdades, cristalización del poder,


emergencia de lazos de amistad, establecimiento de relaciones cooperativas).

3. Cambio de funciones (especialización y diferenciación de trabajos,


decadencia del papel económico de la familia, asunción del papel de indoctrinación por
la escuela).

4. Cambio de límites (fusión de grupos, relajación de los criterios de admisión y


democratización de la condición de miembro, conquista de un grupo por otro).

5. Cambio en las relaciones de los subsistemas (ascendencia del régimen político


sobre la organización económica, control de la esfera privada por un gobierno
totalitario).

6. Cambio en el entorno (deterioro ecológico, terremoto, aparición de la peste


negra o del virus del SIDA, desaparición del sistema bipolar internacional).

A veces los cambios son sólo parciales, de alcance limitado, sin mayor
repercusión para otros aspectos del sistema. El sistema como un todo permanece intacto,
ningún cambio de conjunto acontece en su estado, al margen de pequeños cambios en su
interior. Por ejemplo, la fuerza de un sistema político democrático radica en su capaci-
dad para afrontar los cambios, aliviar las quejas y desactivar los conflictos mediante
reformas parciales sin poner en peligro la estabilidad y continuidad del estado en su
totalidad. Este tipo de modificación adaptativa sirve como ilustración de los cambios en
el sistema. Pero en otras ocasiones el cambio puede abarcar todos (o al menos el núcleo)
los aspectos del sistema, produciendo una mutación de conjunto que nos obliga a
considerar al nuevo sistema como fundamentalmente diferente del antiguo. Esto queda
bien ilustrado por la totalidad de las revoluciones sociales importantes. Este tipo de
transformación radical merece llamarse cambio de sistema. La frontera entre estos dos
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ejemplos es fluida. Los cambios en frecuentemente se acumulan y al final afectan al


núcleo del sistema, convirtiéndose en cambios de.

Quizás la razón de enfatizar el cambio estructural sea que, con más frecuencia que otros
tipos, conduce a cambios de, en lugar de a meros cambios en, la sociedad. La estructura
social caracteriza una especie de esqueleto en el que se encuentran la sociedad y sus
funciones. Cuando cambia, todo lo demás tiene tendencia, también, a cambiar. En
consecuencia, el cambio social puede ser concebido también como algo que acontece en
los diversos niveles vistos anteriormente.

4. Conjuntos de cambios: aumento de la complejidad de los conceptos


dinámicos.

El concepto de cambio social abarca los «átomos» últimos, más pequeños, de la


dinámica social, de los cambios singulares en el estado del sistema o de cualquiera de
sus aspectos. Pero los cambios singulares raramente están aislados, normalmente están
conectados con otros, y la sociología ha ideado conceptos más complejos para ocuparse
de las formas típicas de tales conexiones.

El más importante es la idea de «proceso social», que describe la secuencia de


cambios interrelacionados. Una definición clásica es la que dio Pitirim Sorokin (1889-
1968): «Por proceso entiendo cualquier clase de movimiento, o modificación, o trans-
formación, o alteración, o “evolución”, en suma, cualquier cambio de un sujeto lógico
dado en el curso del tiempo, tanto si es un cambio en el lugar que ocupa en el espacio
como una modificación de sus aspectos cuantitativos o cualitativos» (Dinámicas
sociales y culturales, 1937: vol. 1)

De forma más precisa, el concepto denota: (1) la pluralidad de cambios, (2) re-
feridos a un mismo sistema (que acontecen dentro de, o que lo transforman en cuanto a
un todo), (3) relacionados causalmente los unos con los otros (en el sentido de que un
cambio es una condición causal), y (4) los cambios se siguen unos a otros en una
secuencia temporal.

Entre los procesos sociales hay dos formas específicas que han sido
escogidas por los sociólogos. Una es el “desarrollo social”, que describe el proceso de
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despliegue de una cierta potencialidad inherente al sistema. De forma más precisa, el


concepto denota un proceso con tres características adicionales:

1. Es direccional, ningún estado del sistema se repite en ningún nivel

2. El estado del sistema en cualquier momento posterior representa un nivel


superior de alguna de las características elegidas.

3. Esto es estimulado por propensiones inmanentes (por ejemplo, expansión de


la población humana con un crecimiento parejo de la densidad).

Otra forma de proceso social es el “ciclo social”. Aquí el proceso es direccional,


pero tampoco fortuito. Está caracterizado por dos rasgos:

1. Sigue un modelo circular: cada estado del sistema en cualquier momento es


susceptible de repetirse en cualquier momento;

2. Esta repetición es debida a alguna tendencia inmanente del sistema, que por
su misma naturaleza se despliega de esa manera específica.

Un concepto más, quizás el más debatible, es el “progreso social”. Este concepto


añade una dimensión axiológica, valorativa, a la categoría más objetiva y neutral de
desarrollo social. Por progreso entendemos: (1) un proceso direccional que (2) acerca el
sistema, de forma continua, al estado preferido, o al logro de una sociedad ideal descrita
con amplitud, en sus rasgos generales, por numerosas utopías sociales.

5. Un modelo alternativo: al cambio social dinámico.

Sólo muy recientemente la sociología ha puesto en duda la validez de los modelos


orgánico-sistémicos de sociedad, y la dicotomía entre estática social y dinámica social.
Hay dos rasgos intelectuales que parecen estar cobrando preponderancia: (1) el énfasis en
las cualidades dinámicas y permeables de la realidad social y (2) evitar ocuparse de la
sociedad como un objeto. Las primeras sospechas de que la oposición estática y dinámica
pudiera ser espuria, y de que no pueden concebirse objetos, entidades, estructuras y
totalidades inmutables, proviene de las ciencias naturales.
Para la sociología esto significa que la sociedad debe ser concebida no sólo como
un estado constante sino como un proceso. Se acepta que puede decirse que existe una
sociedad sólo en la medida que algo acontezca dentro de ella. Ontológicamente la sociedad
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como estado continuo no existe ni puede existir. Toda realidad social es pura dinámica, un
flujo de cambios de velocidades, intensidades, ritmos y tiempos diversos. No es accidental
que hablemos a menudo de «vida social», una metáfora, probablemente, más ajustada
que la de la vieja imagen de un superorganismo reificado con límites oscuros.
La imagen de un objeto sujeto a cambio se modifica en concordancia. La
sociedad (grupo, organización, etc.) ya no es vista como un sistema rígido, «duro», sino
más bien como un campo «blando» de relaciones. La realidad social es una realidad
interindividual (inter-personal); es lo que existe entre, o en medio de, individuos huma-
nos, una red de conexiones, lazos, dependencias, intercambios, lealtades. Tal campo
interindividual está constantemente en movimiento; se expande y se contrae; se
fortalece y se debilita. Lo que realmente existe son procesos constantes de agrupamiento
y reagrupamiento, en lugar de organizaciones estables; hay procesos de «estructura-
ción» en lugar de estructuras; formación en lugar de formas; «figuraciones» fluctuantes
en lugar de modelos rígidos.

La principal diferencia frente al modelo del sistema es la conceptualización de


los cambios y de los procesos como verdaderamente continuos y nunca discretos, frag-
mentarios o quebrados. Entre dos puntos en el tiempo, lo próximos que se quiera, el
movimiento no se detiene. Aunque estrechemos la escala, limitando la distancia de
tiempo entre dos «disparos de obturador» de la sociedad, esta distancia siempre está
llena de cambios. Los cambios fluyen incesantemente, y cualesquiera dos estados del
campo sociocultural, tanto si son casi idénticos temporalmente como si son remotos, son
con certeza diferentes. Esto le hace recordar a uno la famosa y antigua metáfora del río,
en el que uno no puede entrar dos veces, porque ya no es el mismo río (Heráclito 1979).
Sólo por convención congelamos conceptualmente determinados estados importantes
para nuestras necesidades prácticas, tratándolos como sucesos singulares, y hablamos
del cambio- o de un proceso como la secuencia de tales puntos congelados, «discretos».

II. TIPOLOGÍA DEL CAMBIO SOCIAL.

1. Introducción.
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No afirmamos la validez exclusiva ni del modelo sistémico ni del modelo de


campo. Después de todo, los modelos son instrumentos cognitivos y, como tales, han de
ser juzgados por su efectividad, fecundidad y poder heurístico. El modelo sistémico ha
demostrado ser extremadamente influyente y subyace a la mayoría de las teorías del
cambio social que nos rodean. El modelo del campo surge como un intento de
aprehender la naturaleza dinámica de la sociedad de forma más adecuada, pero necesita
aún de una gran cantidad de trabajo añadido de elaboración conceptual y de co-
rroboración empírica. De momento, lo sensato parece ser tomar una posición ecléctica y
derivar nuestro aparato conceptual básico para el estudio del cambio social de ambas
fuentes. Cada una de ellas arroja algo de luz sobre la extrema variedad de fenómenos
dinámicos.

Para orientarnos en el complejo dominio del campo social, necesitamos


introducir –tal como demanda el enunciado del tema- una tipología de los procesos
sociales. Se basará en cuatro criterios principales: (1) la forma o perfil que tome el
proceso; (2) los productos o resultados del proceso; (3) la conciencia de procesos
sociales en la población; (4) la fuerza motriz tras el proceso. También consideraremos
brevemente (5) el nivel de realidad social en el que opera el proceso, y (6) el alcance
temporal del proceso.

2. La forma de los procesos sociales.

Empezando por el primer criterio, si contemplamos los procesos desde una


perspectiva distante, externa, pueden reconocerse varias formas y perfiles. Los procesos
direccionales son irreversibles y a menudo acumulativos. Cada estadio consecutivo es
diferente de cualquier estadio anterior e incorpora efectos del estadio anterior, al tiempo
que cualquier estadio anterior proporciona prerrequisitos para el estadio posterior. Tal
como afirma Bárbara Adam en su Tiempo y teoría social (Cambridge: Polity Press,
1990) la idea de irreversibilidad enfatiza que en la vida humana hay acciones que no
pueden deshacerse, pensamientos que no pueden ser des-pensados, sentimientos que no
pueden ser des-sentidos, experiencias que no pueden ser des-experimentadas. Como
ejemplos de procesos direccionales podemos señalar la socialización de un niño, la
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expansión de una ciudad, el desarrollo tecnológico de la industria, el crecimiento de la


población. En este sentido amplio tanto la biografía individual como la historia social
son mayormente direccionales.

Algunos pueden ser teleológicos, al acercarse de forma persistente a


determinado fin o estadio final desde varios puntos de partida. Los ejemplos nos los
proporcionan las así llamadas teorías de la convergencia, que muestran cómo diversas
sociedades, de tradiciones profundamente diferentes, alcanzan eventualmente
determinados logros civilizatorios o tecnológicos parecidos, tanto en la producción de
máquinas, en el gobierno democrático, en el transporte por automóvil, en las
telecomunicaciones, etc.

Los procesos direccionales pueden ser graduales, incrementales o, como a veces


decimos, lineales. Cuando siguen una trayectoria única, o pasan a través de secuencias
parecidas o estadios necesarios, se les denomina unilineales. Por ejemplo, la mayoría de
los evolucionistas sociales cree que todas las culturas humanas han de atravesar el
mismo conjunto de estadios, unas antes, otras después. Aquellas que empezaron antes o
procedieron con mayor rapidez muestran a las más atrasadas o lentas cómo será su
propio futuro; aquellas todavía atrasadas muestran a las más adelantadas cómo era,
inevitablemente, su pasado. El proceso unilineal puede ser representado por la figura
1.1. (Ver Anexo)

Lo opuesto a los procesos lineales son aquellos que proceden por medio de
saltos cualitativos o rupturas tras períodos prolongados de crecimiento cuantitativo,
traspasando umbrales específicos o que realizan determinadas «funciones-peldaño».
Éstos son procesos no lineales. Por ejemplo, tal como lo consideran los marxistas, la
secuencia de las llamadas formaciones socioeconómicas se mueve a través de períodos
revolucionarios —transformaciones súbitas, fundamentales y radicales de toda una
sociedad tras largos períodos de acumulación de contradicciones y tensiones. Tales
procesos pueden representarse mediante la figura 1.3. (ver Anexo).

Los procesos no direccionales (o fluidos) pueden ser de dos tipos. Algunos son
puramene fortuitos, caóticos, sin criterio discernible. Por ejemplo, considérense los
flujos de excitación en las multitudes revolucionarias, o los procesos de movilización y
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desmovilización en los movimientos sociales o en los juegos infantiles. Otros procesos


son oscilatorios, siguen modelos discernibles de repetición o al menos de similitud,
cuando los estadios consecutivos son o idénticos o al menos semejantes
cualitativamente a estadios anteriores. Cuando es observable una recurrencia virtual,
consideramos circular el proceso, o lo consideramos como un círculo cerrado. Por
ejemplo, piénsese en la jornada de trabajo típica de una secretaria, o en los trabajos [de
temporada de un agricultor o, en una perspectiva temporal más amplia, en las rutinas de
un investigador al comenzar a escribir su próximo libro. En la macro escala, los ciclos
de expansión y recesión económica, de boom y estancamiento, los mercados
especulativos al alza y a la baja, siguen con frecuencia este modelo. La representación
gráfica se parecerá a una sucesión de senos, como en la figura 1.4. ( Ver Anexo)

3. Los resultados finales de los procesos sociales.

La segunda consideración importante, y el siguiente criterio de nuestra tipología, tiene


que ver con los resultados producidos por los procesos. Algunos procesos dan lugar a la
emergencia de condiciones sociales, estados de la sociedad, estructuras sociales, etc.
completamente nuevos. Son realmente creativos y producen novedades fundamentales.
El término «morfogénesis» puede aplicarse a os los procesos de este tipo. Los ejemplos
abundan: la movilización de movimientos sociales; la formación de grupos,
asociaciones; fundación de nuevas ciudades; la promulgación de la constitución en un
nuevo estado. Los procesos morfogenéticos se encuentran en los orígenes de todos los
logros civilizatorios, culturales y sociales de la humanidad, desde la primera sociedad
primitiva al estadio industrial moderno.

Éstos han de ser distinguidos de los procesos de mera trasmutación, que


producen resultados menos radicales sin novedades fundamentales. Entre éstos, algunos
no producen novedad alguna, otros dan como resultado, meramente, la modificación,
reforma, remodelado, de las condiciones sociales existentes. Los primeros, conocidos
como «reproducción simple» dan como resultado el sostenimiento de las condiciones
recibidas, la preservación del status quo, salvaguardando la persistencia y [continuidad
de la sociedad en forma absolutamente inalterada. Están en el centro de atención de la
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escuela estructural-funcional, preocupada primordialmente por los prerrequisitos de la


estabilidad, el orden social, la armonía, el consenso y el equilibrio tal como lo vio
Parsons en sus obras La estructura de la acción social (1937) y El sistema social
(1951). No ha de sorprender que los funcionalistas hayan estudiado extensamente
diversos procesos reproductivos simples. Un ejemplo sería la socialización, que
transmite la herencia cultural de la sociedad (valores, normas, creencias, conocimiento,
etc.) de una generación a la siguiente. Otros son el control social que elimina la
amenaza al funcionamiento estable de la sociedad inducido por la desviación; la
adaptación y el ajuste, que permiten la continuidad estable de las estructuras sociales ‘al
margen de los cambios en el ambiente; la desigual distribución de privilegios y be-
neficios entre las distintas posiciones sociales, salvaguardando la adscripción suave de
estatuas y roles preexistentes, como en la llamada «teoría funcional de la estratifica-
ción» (Davis y Moore. Por último hay sistemas de constricción y sanción de etiqueta, de
reglas de deferencia y conducta, etc., como medios de reafirmar las jerarquías
tradicionales de estatus.

Mientras la reproducción simple deja todo como estaba, la «reproducción


ampliada» denota un enriquecimiento sin modificación cualitativa básica. Esto ocurre,
por ejemplo, con el crecimiento demográfico, la extensión de los barrios residenciales,
el aumento de la producción de automóviles en una fábrica dada, el incremento de ma-
triculados en una universidad, la acumulación de capital mediante el ahorro, etc. Lo
contrario, el empobrecimiento cuantitativo, de nuevo sin cambio cualitativo, puede
denominarse «reproducción contraída», tal como acontece con el gasto de reservas fi-
nancieras sin ahorro, el llamado «crecimiento negativo» de la población, la explotación
desenfrenada de los recursos naturales.

4. Procesos en la conciencia social.

Algo importante a considerar en todos los procesos que acontecen en el mundo


humano es la conciencia del cambio por la gente implicada, y particularmente la con-
ciencia de los resultados que produce el proceso. Como ha señalado Stompka en su
Sociología del cambio social, al introducir el factor subjetivo en nuestra tipología
debemos distinguir tres tipos adicionales de cambios. Obviamente, estas distinciones
atraviesan otras anteriores y han de considerarse como subcategorías tanto de la
morfogénesis como de la reproducción y de la transformación.
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1. Los procesos pueden ser reconocidos, anticipados e intencionados. Parafra-


seando el uso propuesto Robert K. Merton los denominaremos «manifiestos». Por
ejemplo, la reforma de las leyes de tráfico reduce el número de accidentes; la
legalización del cambio de divisas elimina el mercado negro; la privatización del
comercio minorista aumenta la provisión de bienes de consumo.
2. Los procesos pueden no ser reconocidos, no anticipados y no intencionados.
De nuevo, siguiendo la pista de Merton, los llamaremos «latentes». En estos casos, el
cambio en sí y sus consecuencias aparecen por sorpresa y, dependiendo de las cir-
cunstancias, pueden ser bienvenidos o no. Por ejemplo, durante mucho tiempo la gente
no fue consciente del daño medioambiental producido por la industrialización. La
llamada conciencia ecológica es un fenómeno relativamente reciente.
3. La gente puede reconocer el proceso, anticipar su curso y sus pretendidas con-
secuencias específicas, pero pueden equivocarse de medio a medio. El proceso va contra
sus expectativas y produce resultados diferentes, o incluso enteramente opuestos, a los
pretendidos. Aplicando el termino adoptado por Merton y Kendall, nos referiremos a tal
caso como un «proceso boomerang». Por ejemplo, una campaña de propaganda puede
fortalecer, en realidad, las actitudes que ataca, movilizando su defensa y provocando
una reacción negativa; la reforma fiscal pensada para frenar la inflación puede producir
recesión y una inflación más alta; o las tasas de beneficio en caer como resultado de una
mayor competitividad animada por el deseo de er beneficios.
5. La sede de la causalidad.
El siguiente criterio en importancia para diferenciar entre tipos de procesos
sociales tiene que ver con la fuerza motriz que hay tras ellos, los factores causales que
los ponen en movimiento. La cuestión principal es dónde se originan tales fuerzas o
factores, en el dominio sujeto al cambio o fuera de él. En el primer caso hablamos de un
proceso endógeno» (con causación inmanente o intrínseca); en el último, de un proceso
exógeno» (con causación externa o extrínseca). Los procesos endógenos despliegan
potencialidades inherentes, propensiones o tendencias contenidas en la realidad en
cambio. Los procesos exógenos son reactivos, adaptativos; responden a presiones,
estímulos, desafíos provenientes del exterior.

El principal problema al distinguir entre procesos endógenos y procesos


exógenos tiene que ver con la demarcación de aquello que cae dentro y lo que cae fuera
del dominio social. La solución aparentemente obvia es la de que la naturaleza es
externa a la sociedad, y que por tanto todos los procesos sociales que reaccionan a los
estímulos naturales, medioambientales, han de ser tratados como exógenos.
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Pero podemos reducir la escala del análisis y trazar una frontera no ya entre la sociedad
y la naturaleza sino entre subsistemas, segmentos y dimensiones distintas de la
sociedad. Con este tipo de relativización, los cambios de régimen político producidos
por deficiencias económicas pueden ser tratados como exógenos, aunque esto acontece
claramente dentro de la sociedad. De forma parecida, la secularización de la vida
impuesta por un régimen político autocrático también se considera exógena. Por tanto,
lo que se considera exógeno es obviamente relativo al nivel del análisis. Pero también es
relativo al entramado temporal en el que contemplamos un proceso dado. Considérese
un desastre ecológico que altere los modelos de consumo y la vida cotidiana de
poblaciones enteras. En un momento dado del presente, se trata claramente de una
reacción ante factores naturales, medioambientales, y por tanto de un proceso exógeno.
En su origen, no obstante, la destrucción es en sí el producto de acciones humanas y, en
tal sentido mediado, los estilos de vida cambiados pueden tratarse como endógenos,
producidos indirectamente, y por supuesto de forma no intencional, por la gente misma.
La sociología moderna no sólo rechaza la absolutización de factores singulares,
privilegiados, únicos, de cambio, también los des-reifica. Ahora está ampliamente
reconocido que hablar de causas económicas, tecnológicas o culturales de cambio es
una abreviación confundente, porque tras todas esas categorías las causas realmente
eficientes son las acciones humanas, y exclusivamente las acciones humanas. El pro-
blema de la agencia humana, es importante distinguir dos tipos de procesos
dependiendo de la localización de la agencia. Algunos procesos surgen como un
agregado no intencionado, y a menudo no reconocido (latente) de una gran multitud de
acciones individuales ejecutadas por diversos motivos y razones privadas que nada
tienen que ver con el proceso que ponen en marcha. Tales procesos son llamados
espontáneos (o que emergen «desde abajo»). El ejemplo prototípico es el de las
innumerables acciones realizadas por los consumidores y productores, compradores y
vendedores, patrones y empleados, que conducen hacia la inflación, la recesión u otros
procesos macroeconómicos. El caso opuesto es el de los procesos desencadenados
intencionalmente, orientados a propósito hacia fines, diseñados y controlados por una
agencia dotada de poder. Llamamos a éstos planificados, o impuestos «desde arriba».
La mayor parte de las veces son promulgados por medio de leyes, por ejemplo,
una tasa de crecimiento de la población en aumento causada por una política
gubernamental pro-natalidad, la eliminación de complejos industriales ineficientes
mediante una política de privatizaciones como consecuencia de las revoluciones
anticomunistas de 1989, etc.

7. Bibliografía.

Adam, B. Tiempo y teoría social. Cambridge: Polity Press, 1990


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Dahrendorf, R. Las clases sociales y su conflicto en la sociedad industrial. Madrid.


1979.

Del campo, Salustiano (ed.) Tratado de sociología. Taurus. Madrid, 1985.

Giddenes, Anthony. Sociología. Alianza Universidad. Madrid, 1994.

Parsons, T. La estructura de la acción social (1937); El sistema social (1951).

Poundstone, William. El dilema del prisionero. Alianza Editorial. Madrid, 1995.

Strasser, H. y Randall, C. Una introducción a las teorías del cambio social,


1981.

Sorokin, P. Dinámicas sociales y culturales, VOLS. 1-4. Nueva York: American


Book Company, 1937)

Sztompka, Piotr. Sociología del cambio social. Madrid: Alianza, 1993


E.P.O. 968 248554 Tema 35. Conflicto y cambio social 16

ANEXO
FIGURA 1.1 Proceso unilineal o de dirección Continuas (a) ascendente (progresivo); (b) descendente (regresivo)

FIGURA 1.3 Funciones-peldaño: a) ascendente (progresivo); b) descendente (regresivo)

FIGURA 1.4 Proceso cíclico: a) regular (fases iguales); b) acelerado (fases más cortas); c) decelerado (fases más
largas)

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