Tema 62
Tema 62
Tema 62
1. Introducción.
3. El positivismo clásico.
5. El positivismo crítico.
6. Bibliografía.
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1. Introducción.
Por otro lado, aquí nos limitaremos a un aspecto del positivismo que, si bien
esencial, ciertamente no es la única componente del mismo: sus relaciones con la
investigación de fundamentos en las ciencias empíricas. Una adecuada comprensión de
esta componente es sin duda decisiva con respecto a las formas del positivismo del s.
XX, por ejemplo, la del Círculo de Viena, que se han autoconsiderado
fundamentalmente como filosofías de la ciencia. Intentaremos aquí trazar la historia de
esta componente y mostrar, entre otras cosas, que los orígenes históricos de la filosofía
positivista de la ciencia deben buscarse no en el supuesto fundador del positivismo
como sistema filosófico, Auguste Comte, sino en los trabajos de investigación de
fundamentos de las ciencias empíricas (especialmente de la mecánica) emprendidos
antes y sobre todo después de Comte. Pueden distinguirse por lo menos tres grandes
fases en la evolución histórica del positivismo anterior al Círculo de Viena; un
“protopositivismo» o positivismo germinal anterior a Comte, ubicado en Francia desde
mediados del siglo XVIII, hasta la era napoleónica; el positivismo clásico de Comte y
sus discípulos, con el que está estrechamente conectado el inductivismo de John Stuart
Mill y de la mayoría de metodólogos británicos de la era victoriana; y finalmente el
positivismo crítico alemán del último tercio del siglo XIX, predecesor del positivismo
lógico del Círculo de Viena.
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A cada una de estas tres grandes fases del positivismo van asociadas
manifestaciones secundarias o corrientes «laterales», por ejemplo la de los «ideólogos»
de la Francia revolucionaria, el evolucionismo positivista de Spencer en Inglaterra y
Haeckel en Alemania a mediados del XIX y la escuela «energética» alemana de Helm y
Ostwald en la transición del XIX al XX.
«positivistas» a autores como los mecanicistas del XVII (Mersenne, Gassendi) y Hume,
a quien considera, en particular, el padre del positivismo moderno.
Dicho de otro modo, sólo a partir del momento en que el intelectual occidental
fue plenamente consciente de la existencia de la explicación científica del mundo como
algo radicalmente nuevo y distinto de los tipos anteriores de explicación (sentido
común, metafísica incluida, la metafísica materialista o mecanicista, teología) pudo
surgir la actitud «filocientífica» propia del positivismo, y su deseo de exponer ese tipo
de explicación «en su estado puro», libre de las impurezas acientifícas que todavía
contenía. En este sentido se distingue claramente el positivismo del empirismo clásico:
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este último está basado más en un análisis del conocimiento común que en una
preocupación por las ciencias exactas.
3. El positivismo clásico.
que ya había hecho tan grandes progresos en otros campos, al dominio de la historia y
de los fenómenos sociales. Concuerdo plenamente con la interpretación de Fetscher. El
interés más genuino de Comte no estaba centrado en los fundamentos de las ciencias
naturales, sino en una ciencia de la sociedad aún por construir. El propósito de Comte
era llegar a ser para la sociología lo que Newton había sido para la mecánica y Lavoisier
para la química.
Para ser justos con Comte, no obstante, debe tenerse en cuenta que su
presentación de la metodología científica no es sólo producto de su idiosincrasia
personal, sino también reflejo de la situación general de las ciencias físicas y hasta
cierto punto también de las biológicas durante la primera mitad del siglo XIX. La mayor
parte de las ciencias naturales, sobre todo en Francia, se hallaban inmersas por la época
de Comte en un estadio que, siguiendo la terminología de Thomas Kuhn, podríamos
caracterizar de «ciencia normal»: es decir, no se ponían en cuestión los fundamentos de
las teorías científicas establecidas, se elaboraban primordialmente los detalles técnicos
de las mismas y la imagen general de la empresa científica era la de un progreso lineal
«paso a paso». Esta imagen de la ciencia era probablemente la que imperaba en la
«Escuela Politécnica» y la que recibió Comte en sus años de estudiante.
La ley de los tres estadios la complementó Comte con otra ley general acerca de
la ordenación dinámica de las ciencias: la no menos famosa «ley enciclopédica», que
fija un orden temporal en las ciencias según la complejidad de su objeto. La primera
ciencia empírica que ha llegado al estadio positivo es aquella cuyo objeto muestra una
estructura máximamente simple y regular: la astronomía. Después de ella vienen, por
orden, la física, la química, la fisiología o biología y la sociología.
Con su doctrina de que cada ciencia tiene su propio método y objeto, Comte
simplemente describió en un marco conceptual general lo que los científicos de su
época ya sentían. Y esta doctrina, lo mismo que todas sus sutiles y rígidas
clasificaciones en estadios y subestadios, ciencias y subciencias, es uno de los puntos
que le separa más abiertamente de los protopositívistas anteriores y sobre todo de los
positivistas críticos posteriores.
social, sino también a la ética científica. Esto era sólo la expresión filosófica de la
actitud más o menos subconsciente de la mayoría de los científicos, particularmente de
los físicos y químicos, durante la primera mitad del XIX.
Como todo fenómeno histórico importante, esta nueva actitud hacia la ciencia no
surgió de un modo casual. Tiene sus premisas históricas en la propia evolución de la
ciencia decimonónica, particularmente de la física y de la fisiología de los sentidos.
Creo que el punto de inflexión hacia la nueva actitud científícofilosófica puede fecharse
alrededor de 1860. Determinar exactamente las causas del cambio es una tarea difícil,
que requeriría mucho tiempo. Aquí sólo podemos intentar un bosquejo a grandes rasgos
de la situación histórica.
Por esta época sostenía ya Ernst Mach las mismas opiniones con respecto a los
fundamentos de la mecánica. Sólo que Mach era más radical que Kirchhoff (y también
más ignorado por el mundo académico). Ya en 1868, ocho años antes de la definición
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Las propuestas de Mach fueron ignoradas durante largos años. Sólo después de
que una autoridad como Kirchhoff hubo allanado el camino, empezaron a ser tomadas
en consideración, particularmente después de la publicación de la Mecánica del propio
Mach, en 1883. En esta obra afirma Mach una vez más la definibilidad cinemática de
masa y fuerza, y critica a fondo los conceptos newtonianos de espacio y tiempo
absolutos, que para él eran puras fantasías metafísicas.
«libre de metafísica». Espacio, tiempo y partícula o puntomasa (no masa) son en Hertz
los conceptos empíricos fundamentales. Con ellos, y sólo con ellos, formula Hertz los
axiomas de su mecánica. Fuerza y energía no figuran en la base conceptual propuesta
por Hertz.
5. El positivismo crítico
las sensaciones de Mach en 1885 eran poco conocidas del público general las nuevas
ideas positivistas.
Las ideas de Mach acerca de los fundamentos del conocimiento humano no eran,
sin duda, completamente originales. Físicos como Helmholtz y Ewald Hering, que
también se interesaban por la psicofisiología, habían anticipado ya algunas de ellas. En
el campo estrictamente filosófico, Avenarius ya había inaugurado en 1876 muchas de
las tesis «económico-biológicas» de la nueva epistemología en su librito acerca del
Principio del mínimo esfuerzo como principio-guía de todo conocimiento positivo.
Estos y otros autores indagaban las conexiones existentes entre física y psicología, e
intentaban una solución al llamado problema psicofísico a través de una concepción
unitaria, según la cual, la base del conocimiento no debe buscarse ni en los conceptos
físicos ni en los psíquicos; antes bien, el aparente abismo entre física y psicología debe
salvarse al nivel de un substrato común más primario.
Según como estén estructuradas las diversas relaciones que se establezcan entre
las sensaciones, se obtendrán los diversos objetos de las ciencias particulares. En una
reconstrucción ideal de la base de la ciencia habría que representar dichas relaciones en
forma de funciones (en el sentido matemático: relaciones unívocas en uno o más de sus
argumentos) y expresar las dependencias regulares entre las sensaciones mediante tales
funciones como ecuaciones en el tiempo (el tiempo fenoménico también es para Mach
no más que un conjunto de sensaciones específicas). Se obtendrían entonces dos
grandes grupos de funciones de sensaciones, distinguibles entre sí por su forma analítica
general: la clase de las funciones de las que diríamos que constituyen objetos o procesos
físicos y la clase de las funciones de las que diríamos que constituyen procesos
psíquicos. Los objetos físicos vendrían determinados por conjuntos (de conjuntos) de
funciones físicas que satisfacen ciertas propiedades formales; análogamente se
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definirían los objetos psíquicos. Entre las funciones «físicas» y las «psíquicas» han de
establecerse también ciertas correlaciones; ésta es la tarea propia de la ciencia llamada
psicofisiología. Ulises Moulines ha desarrollado estas ideas en su libro La estructura del
mundo sensible. Barcelona, 1973, Cap. 1, especialmente.
El punto decisivo aquí es que los argumentos de todas las funciones o relaciones
consideradas son siempre sensaciones, tomadas como elementos neutrales. A partir de
ellas se constituye el mundo físico o el psíquico, según el tipo de funciones de
sensaciones que se establezcan. El desarrollo exacto de esta empresa es, según Mach, la
tarea de una epistemología científica, definida como ciencia de las funciones o
relaciones de sensaciones. Una vez constituida esta ciencia (para lo cual Mach pretende
dar los primeros pasos), se vería claramente que física, fisiología y psicología no se
distinguen entre sí por su objeto, que es siempre el mismo (conjuntos de sensaciones),
sino por el modo de ordenar y correlacionar los elementos básicos. Esta es, en
definitiva, la misma empresa, a cuya realización formal y efectiva se dedicaría Carnap
40 años más tarde en su Sintaxis lógica del mundo, con la única diferencia (aunque
esencial) de que Carnap dispondría ya de un instrumento del que Mach carecía por
completo: la lógica de los Principia Mathematica.
último tercio del XIX. Sin un estudio detallado de esas formas anteriores no es posible
una comprensión plena del positivismo del siglo XX.
6. Bibliografía.