Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Bousoño, N. - Una Culpa Gorda

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 3

Una culpa gorda

Bousoño, N. Redes y paradigmas nro. 10, Ed. Letra viva, Bs. As, Argentina, 2016,
pág. 81

Inquietudes

Ana de alrededor de 30 años, consulta inquieta. Luego de tres años de cierta


estabilidad ha vuelto a padecer atracones. En ese momento pesaba alrededor 120
kg, en esos tres años previos había bajado 20 kg, sin tratamientos. A lo largo de su
vida había visto infinidad de médicos y nutricionistas, la última a quien consultó le
aconsejó la realización de una cirugía bariátrica; a su edad y con su historia las
estadísticas lo indican como la mejor opción. Ese consejo la violenta y la decide a
consultar a un analista, angustiada y temerosa de volver a subir los kilos que bajó.

Relaciona su obesidad con una falta de cuidado de sí que atribuye a su


“actitud abandónica”, la que también afecta sus estudios. Agrega que una relación
de pareja, iniciada unos meses antes, la tiene “obsesionada”. Vincula temporalmente
el regreso de los atracones con esa relación. Se trata de un compañero de trabajo
en quien “no puede parar de pensar”.
Esa relación fue inaugural para ella, allí comenzó a “explorar el mundo
sentimental”; antes de eso en sus relaciones consumía hombres, “eran hombres
objeto, sin sentimientos” dice. En el inicio de la relación la sorprendió el interés de él;
para el momento de la consulta la relación ya estaba en crisis, él le decía que ella
era “voraz y que no respetaba sus tiempos”.
Lo describe como “dulce y tierno”; dejando escuchar algo de lo que intenta
recuperar en sus atracones. Procura con ellos prescindir de la metáfora que conlleva
buscar la satisfacción por medio de la relación con el Otro, para hacerla consistir en
un objeto del mundo. El resultado consume su vida.

Por tu culpa, gorda

En el primer tramo de las entrevistas queda en evidencia la caída del lugar


paterno, lo que produce la alternancia entre el relato del plano imaginario de sus
relaciones y el de sus impulsiones. Se suceden las historias familiares -
generalmente con tono de denuncia o reproche - y la confesión de episodios de
ingesta desmedida – que incluyen el alcohol - que se recrimina cayendo en el
desánimo. Poco a poco se van extrayendo de sus palabras elementos significantes
que le permiten comenzar a situarse.

La obesidad ha marcado su vida; describe alrededor de eso la preocupación


de su padre por su peso, las frases despectivas de su abuela paterna, los reproches
de su madre.
Sus padres se separaron durante la pubertad de Ana; fue entonces que
engordó 30 kg. Dice haber sentido entonces el “rechazo masculino”. Los muchachos
se reían de ella, sentía que había perdido a su padre y la madre le exigía que le pida
dinero. Describe a esta como una mujer de éxito profesional, que reclama a sus hijos
todo lo que habría dejado por ellos. También aumentó 30 kg luego de la separación,
diciéndole que había aumentado de peso por culpa de Ana, para que el padre no la
retara sólo a ella.

El arte, el diseño y especialmente la fotografía son actividades en las que


reconoce obtener algún placer. Comienza un curso donde utiliza una cámara que le
regaló su padre “fue su primera cámara, me la dio como un bebé” dice. Su asistencia
a ese curso a veces se ve obstaculizada por la resaca que le queda de algunas
salidas. Advertir eso, junto con su juicio de que no disfruta alcoholizarse, no es
femenino, va espaciando esos episodios. Reconoce que cuando toma de más se
pone “confesional”. Dice “¿Qué soy, una borrachina?, si puedo hablar sin alcohol”.

Sus nuevos recursos abren el capítulo de nuevos recuerdos; puede hablar de


lo que sintió años atrás, cuando falleció su abuelo paterno. La historia familiar
recorta un lugar diferente para Ana con el abuelo. Este, tan hosco como su padre, se
alegró con el nacimiento de ella. El padre de Ana le avisó de su nacimiento
regalándole una cámara de fotos. Hasta sus 4 años su padre le sacaba fotos
permanentemente; entonces, en coincidencia con el nacimiento del hermano, una
grave enfermedad la dejó inmovilizada por meses, su recuerdo de entonces es de
una soledad y un abandono extremos.

El refugio que pudo hallar en la fotografía encuentra su antecedente en el


valor de signo de deseo que esta toma en el relato de su historia familiar. En la
construcción de esa historia comienza a separarse del lugar del abandono que
encarnaba. La obesidad, uno de sus efectos, que nombraba su lugar en el Otro y su
rechazo, ya no dice todo de ella.

Gorda, la culpa

Poco tiempo después conoce a un muchacho; en principio los une el gusto


por la fotografía y la relación se afianza rápidamente. Se sorprende cuando supera
su fobia a los gatos, si es él quien sostiene al animal ella puede acercarse. El amor
articula el vacío de una manera eficaz para ella.

El marco de la relación amorosa permite situar sus atracones en otras


coordenadas. Una mañana en que él no responde a sus requerimientos sexuales,
dice, “me sentía caprichosa, la sensación era parecida a un atracón, de hecho fui a
la heladera a comer torta, le ofrecí, no quiso. Insistí varias veces”. La calma de él le
permite darse cuenta de que ella busca pelea, “él no pica, me habló bien y me dijo
que la gordura era problema mío”. Sitúa entonces que los atracones anestesian
estados de “euforia” o de “desorganización, cuando siento que no cumplo, que no
estoy de acuerdo al deber ser. Pienso que no soy profesional, no soy fotógrafa, soy
una nada; empieza una bola mental y como para calmarla. Tengo una culpa gorda”.

El atracón se ubica allí como un llamado, que intenta calmar las acusaciones
del superyó, a la vez que las hace recrudecer con una acción que les da
consistencia. Lo inverso a la operación de vaciamiento que se produce en el análisis.
A raíz de una serie de problemas médicos comienza a cuidarse, a atender su
cuerpo; el abandono resurge como una amenaza que siente por el lado de la de
pareja. Poder ubicar el malestar que siente en relación con su trabajo reduce los
problemas físicos y la encauzan en proyectos de cambio. Quiere recibirse, hacer
algo con la fotografía, mudarse. Obtener su título le deja saber que puede confiar en
ella. Esos cambios junto con el bienestar que encuentra en su pareja, modifican
rotundamente su manera de estar en el mundo, ya no lleva una vida “dedicada al
patetismo”, tiene sus proyectos.

Dice “siempre quise ser mamá”, resuena allí un equívoco que necesitará un
tiempo para elaborar. La posibilidad de la maternidad empieza a funcionar como
norte para su cuidado, decide adelgazar y consigue bajar 40 kg.

Su adelgazamiento produce una serie de efectos nuevos para ella. Más allá
de los beneficios que advierte, le cuesta reconocer su cuerpo, siente una excitación
novedosa con las telas - al punto que le es difícil parar de comprarlas - por
momentos la gana una insatisfacción que no puede ubicar y que suele derivar en
una exigencia amorosa que señala un retorno de lo ilimitado; si bien los atracones
han dejado de ser la actividad que encarnaba el abandonarse y con la que se hacía
atender, esa exigencia aún busca encontrar un lugar; también podríamos decir que
esa exigencia, no cesa de no escribirse.

Bibliografía

-Freud, S. “Sobre la necesidad de distinguir un síndrome llamado Neurosis de Angustia


de la Neurastenia”, Obras Completas, tomo III, Amorrortu ed., Bs. As., 1981.
-Lacan, J. El seminario, libro 4, La relación de objeto, Paidós, Bs. As., 1998.
-Lacan, J. Televisión. Ed. Argonauta, Bs. As. Argentina. 1989.
-Miller, J.A. “A Reading of some details in Television in dialogue with the audience” en
Newsletter of the Freudian Field, Vol. 4, Spring/Fall 1990. Missouri, Co, EE.UU.
Transcripción de una Conferencia dictada en el Barnard College, NY, U.S.A.
-Sinatra, E. “¿Todo sobre las drogas?”, Ed. Grama, Bs. As. 2010.

También podría gustarte