de La Cruz, Omar Gustavo C. Bunge, Sol Victoria y Otro S Ordinario
de La Cruz, Omar Gustavo C. Bunge, Sol Victoria y Otro S Ordinario
de La Cruz, Omar Gustavo C. Bunge, Sol Victoria y Otro S Ordinario
Documento
Voces:
ABUSO DEL DERECHO ~ DENUNCIA CALUMNIOSA ~ DERECHO AL HONOR ~ DOCTRINA DE LOS ACTOS
PROPIOS ~ RESPONSABILIDAD POR ACUSACION CALUMNIOSA ~ SEÑA ~ SEÑA PENITENCIAL ~
TRANSFERENCIA DE FONDO DE COMERCIO
Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala B(CNCom)(SalaB)
Fecha: 25/02/2021
Partes: De La Cruz, Omar Gustavo c. Bunge, Sol Victoria y otro s/ Ordinario
Publicado en: La Ley Online;
Cita Online: AR/JUR/1007/2021
Sumarios:
1 . Según los mensajes de whatsapp, los vendedores, lejos de desentenderse de los trámites necesarios para concluir la operación,
desplegaron una actitud coherente y activa para arribar cuanto antes a la firma del contrato y ya se había aprobado el modelo del
documento que debía suscribirse. Fue la falta de definición de la prórroga del contrato de alquiler —que solo puede reprocharse al
actor reconvenido—, lo que impidió la finalización del negocio. Ergo, pretender ampararse en ello a fin de obtener la restitución de
las sumas adelantadas resulta manifiestamente improcedente y no puede ser admitido. Ello así, no solo por implicar un ejercicio
abusivo de un derecho, sino también por contrariar la teoría de los actos propios.
2 . El hecho de que los demandados conservaran el importe otorgado en concepto de seña, lejos de representar un enriquecimiento
sin causa, no es ni más ni menos que la consecuencia legal del arrepentimiento evidenciado por el actor en la conclusión del
contrato de transferencia de fondo de comercio.
3 . El accionante actuó en forma reprochable, al encarar un acto —denuncia penal— que produce efectos de extrema gravedad
pues hace al nombre y honor de las personas. La promoción de la querella penal importó una actuación excesiva frente al
abandono de las negociaciones contractuales. Ese obrar, fue abusivo y disfuncional, y la reacción desmedida por parte del
denunciante, imputando a los reconvinientes la comisión de un delito grave, implicó un comportamiento reprochable.
4 . Cuando la denuncia es efectuada con ligereza y una imprudencia inexcusable al imputar la comisión de un delito, la conducta
encuadra dentro de la figura contemplada en el citado artículo 1771 CCCN y, por tanto, merece la condigna sanción civil. Es que
no obstante el derecho que le asiste a las personas de requerir a la Justicia la investigación de la posible comisión de un delito, ello
no significa que un sujeto tenga que soportar denuncias de conductas penales infundadas y carentes de seriedad.
Texto Completo:
Expte. 21.223/2018
2ª Instancia.- Buenos Aires, febrero 25 de 2021.
¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada?
A la cuestión planteada la doctora Ballerini dijo:
I. El Sr. Omar Gustavo De la Cruz promovió demanda contra la Sra. Sol Victoria Bunge y el Sr. Roberto Enrique Martínez
Álvarez a fin de procurar obtener el cobro de diez mil dólares estadounidenses (U$S 10.000) con más sus intereses y costas.
Explicó que se relacionó con los demandados a efectos de adquirir de parte de éstos un fondo de comercio de una agencia de
recepción de apuestas de loterías habilitado para operar en la Provincia de Buenos Aires.
Señaló que el importe aquí reclamado fue entregado por su parte en concepto de seña ad referéndum de la firma del contrato de
locación donde se emplazaba dicha agencia.
Indicó que, una vez vencido el plazo indicado en aquel instrumento, frente a la imposibilidad de suscribirse la prórroga de la
locación, intimó a los encartados a la restitución de la suma entregada, quienes pese a ello se negaron a hacerlo.
El 29/10/2018 se presentaron la Sra. Bunge y el Sr. Martínez Álvarez, contestaron demanda solicitando su rechazo y
reconvinieron reclamando que se condene al Sr. De la Cruz al pago de doscientos cincuenta mil pesos ($250.000) por los daños y
perjuicios que alegaron haber padecido como consecuencia de una denuncia penal que les iniciara el actor reconvenido por los
hechos aquí ventilados.
En orden a las restantes consideraciones fácticas que rodearon el trámite del presente, por hallarse detalladamente descriptas y
con el fin de evitar estériles y prolongadas reiteraciones, me remito al pronunciamiento recurrido.
II. La sentencia dictada el 24/08/2020 rechazó la demanda promovida por el Sr. Omar Gustavo De la Cruz contra la Sra. Sol
Victoria Bunge y el Sr. Roberto Enrique Martínez Álvarez con costas a su cargo. Asimismo, desestimó la reconvención deducida
por éstos y les impuso las costas.
Para así resolver, el Sr. Juez a quo consideró que la demora y posterior vencimiento del plazo para firmar el contrato de
locación al cual se había supeditado la transferencia del fondo de comercio se debió exclusivamente por la parsimonia del actor.
En tal escenario, juzgó que su pretensión de hacer operativa la opción de solicitar el reintegro del dinero entregado resultaba un
ejercicio abusivo del derecho que no podía ser convalidado debiendo, por ende, rechazarse la demanda.
En orden a la reconvención, luego de describir los requisitos necesarios para la procedencia de ese tipo de pretensiones,
entendió que no se verificó que el Sr. De la Cruz hubiera actuado con culpa grave o dolo al momento de promover la denuncia
penal y que, objetivamente, el plazo máximo fijado para el perfeccionamiento de la operación se hallaba transcurrido y, pese a su
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intimación en tal sentido, el actor reconvenido no había obtenido la restitución de su dinero. Por tal motivo, concluyó, lo actuado
en sede criminal —más allá de la suerte seguida por la denuncia— tuvo cierto sustento convencional.
III. Contra el decisorio se alzaron ambas partes (ver fs. 276 y fs. 278 de la foliatura del expediente digital).
El accionante mantuvo su recurso con la pieza de fs. 285/287, mientras que los demandados lo hicieron con la obrante a fs.
289/294.
Tanto el actor, como los accionados, contestaron los respectivos agravios de su contraparte el 28/10/2020.
Mientras que el Sr. De la Cruz criticó el rechazo de la demanda, los defendidos cuestionaron la desestimación de la
reconvención y el modo en que se distribuyeron las costas.
Con el objetivo de procurar obtener una mayor claridad expositiva, iniciaré con el estudio de las críticas desarrolladas por el
actor reconvenido y luego, en su caso, procederé con el examen de aquellas vertidas por los demandados.
IV. En sus quejas, el accionante se agravió porque el anterior sentenciante juzgó que la imposibilidad de perfeccionar el
contrato se debiera exclusivamente a causas imputables a su parte y que, por ello, no se podía admitir la restitución de las sumas
otorgadas en concepto de seña.
Criticó que, pese a que en la sentencia se reconoció que el plazo para la firma del acuerdo se hallaba vencido, el Sr. Juez a quo
consideró que ello fue por culpa suya sin que se hubiera valorado que los vendedores no le habrían siquiera indicado una fecha
cierta para la suscripción del contrato.
Como punto de partida deseo destacar que, a pesar del indudable esfuerzo dialéctico, el argumento desarrollado por el actor
apelante resulta manifiestamente insuficiente para rebatir los fundamentos expuestos en la sentencia atacada ya que para que la
expresión de agravios se considere tal, debe contener una crítica concreta y razonada del fallo cuestionado con la indicación
precisa de los supuestos errores y omisiones que el mismo adolecería, así como de los fundamentos que inducen al apelante a
sostener una opinión distinta. La refutación de las conclusiones de hecho y de derecho en que el Magistrado de la anterior Instancia
basó su pronunciamiento y la indicación de las circunstancias fácticas y las razones jurídicas en virtud de las cuales el apelante
tacha de equivocadas, las conclusiones del fallo son presupuestos esenciales, a fin de que el acto procesal configure una expresión
de agravios en el sentido del CPr 265. Por ello discutir el criterio de valoración judicial sin apoyar la oposición o sin dar bases
jurídicas a un punto de vista, no es expresar agravios (conf. CNCom. esta Sala, in re: “Molinas, Carlos s/ concurso” del 05/08/
1985; en igual sentido Sala C, en autos “Koner SA s/ quiebra s/ inc. de Intervención controlada de empresas Koner-Salgado” del
24/06/1994, entre muchos otros).
Sentado lo expuesto, se concluye que el apelante no controvirtió en sus agravios las motivaciones esenciales tenidas en cuenta
por el juzgador, al tiempo de emitir el pronunciamiento atacado y ello resultaría suficiente para desestimarlo sin necesidad de
añadir ulteriores consideraciones (arg. conf. arts. 265 y 266 Cód. Proc. Civ. y Comercial).
No obstante, a efectos de evitar que se interprete que tal conclusión es excesiva, lo cual descarto absolutamente, de todos
modos, procederé a analizar la queja.
Los justiciables son contestes en punto a que el Sr. De la Cruz efectuó una reserva para la adquisición del fondo de comercio de
una agencia de loterías que explotaban los demandados y que su transferencia no pudo concretarse porque no se cumplió la
condición relativa a que el adquirente celebrara un contrato de alquiler con la dueña del local donde operaba el comercio.
Asimismo, frente a la inexistencia de una crítica concreta y razonada, puede afirmarse que tampoco existen dudas en esta
Instancia respecto a que el actor asumió la carga de obtener los certificados de dominio de las garantías que ofreció para la firma
del contrato de alquiler, que éstos fueron enviados a la propietaria recién el día 31/05/2018, que a pesar de ello fueron aprobados
por la locadora y que sólo restaba fijar un día para la firma del mentado contrato.
Ahora bien, como indiqué, en sus agravios el accionante manifestó que los encartados no procuraron establecer una fecha
tentativa para la suscripción del boleto de compraventa del fondo de comercio, que siquiera le enviaron un proyecto de aquél y que
“...descansaron en el impulso o las ganas del actor en concretarlo...”
Sin embargo, del examen de la conversación de whatsapp en donde participaron los justiciables (sobre cuya autenticidad no
hay querella), surge que contrariamente a lo indicado por el recurrente, en reiteradas ocasiones el codemandado Martínez Álvarez
intentó fijar una fecha para la firma de los documentos, pero el actor y su abogado invocaban como impedimento la falta de
definición del contrato de locación del local donde se hallaba la agencia instalada.
En efecto, por solo citar algunos ejemplos, obsérvese que los días 14, 15 y 16 de mayo de 2018 hay numerosos mensajes
enviados por la parte vendedora intentando establecer un día para la conclusión de la operación. Y otro tanto los días 28/05/2018 y
04/06/2018 (ver conversación de whatsapp).
Asimismo, de ese mismo chat puede concluirse que las partes también se habían puesto de acuerdo respecto a la redacción del
contrato de transferencia del fondo de comercio (ver mensaje del Dr. Juan Texidó del 02/05/2018).
Desde tal perspectiva, se observa que —a diferencia de lo postulado por el recurrente en su escrito de expresión de agravios—
los vendedores, lejos de desentenderse de los trámites necesarios para concluir la operación, desplegaron una actitud coherente y
activa para arribar cuanto antes a la firma del contrato y que ya se había aprobado el modelo del documento que debía suscribirse.
Fue la falta de definición de la prórroga del contrato de alquiler, que —tal como concluyó el anterior sentenciante y no
mereciera una crítica concreta— sólo puede reprocharse al actor reconvenido, lo que impidió la finalización del negocio. Ergo,
pretender ampararse en ello a fin de obtener la restitución de las sumas adelantadas resulta manifiestamente improcedente y no
puede ser admitido.
Ello así, no solo por implicar un ejercicio abusivo de un derecho, sino también por contrariar la teoría de los actos propios.
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En efecto, como se detalló en el pronunciamiento apelado, con anterioridad a poner fin a las negociaciones y reclamar la
devolución del dinero, el abogado que representaba al accionante (tanto en la ya mencionada conversación de whatsapp), indicó
que los plazos estaban bien, que sólo faltaba resolver el contrato de alquiler, que se esperaba tener todo listo en pocos días y que
habría que fijar fecha para la firma del contrato (ver mensajes del 04/06/2018 y 08/06/2018).
Como es sabido, la doctrina de los actos propios resulta aplicable en la medida que se advierta falta de coherencia en el
comportamiento o incompatibilidad manifiesta entre la conducta generadora de determinada instalación fáctica y jurídica y
posterior actitud de objeción a ella (conf. CNCom., esta Sala, in re “Aseguradores Industriales SA Cía. Arg. de Seguros c. Federico
Claps Automotores s/ ordinario” del 26/03/1999, entre tantos otros).
El demandante, a través de su representante, ejerció una conducta incompatible con otra anterior válida, deliberada, voluntaria,
jurídicamente relevante y plenamente eficaz, que hace aplicable el conocido principio “venire contra factum proprium nulli
conceditur”.
El contravenir su anterior comportamiento —expresa o tácitamente— implica desconocerlo, para evitar sus secuelas o
eludirlas. Como dijo nuestro Supremo Tribunal Federal “...no sólo la buena fe sino también la seguridad jurídica, se encuentran
gravemente resentidas si pudiera lograr tutela judicial la conducta de quien traba una relación jurídica con otro y luego procura
cambiar sus consecuencias para aumentar su provecho...” (Fallos: 322:1564; 273-187; 274-96; 275-235 y 459; 279-350; 285-410;
293-438; 2943-220; 299-373; 300-51, 62, 147 y 480; entre otros).
Por lo demás, adviértase que el hecho de que los demandados conservaran el importe otorgado en concepto de seña, lejos de
representar un enriquecimiento sin causa —como pretende sostener el accionante— no es ni mas ni menos que la consecuencia
legal del arrepentimiento evidenciado por el Sr. De la Cruz en la conclusión del contrato de transferencia de fondo de comercio
(arg. conf. art. 1059 Cód. Civ. y Com. de la Nación).
Por todo ello, el recurso del actor será desestimado.
V. De acuerdo al esquema de trabajo trazado, resta ingresar en el examen de las críticas desarrolladas por los demandados
reconvinientes quienes, como se adelantó, cuestionaron el rechazo de la reconvención deducida y el modo en que se impusieron las
costas.
En esencia, sostienen que resultaba evidente que el Sr. De la Cruz actuó con culpa grave o dolo al promover una denuncia
penal en su contra por los hechos aquí ventilados.
Explican que ello fue una maniobra pergeñada por aquél para intentar forzar la restitución de las sumas entregadas con motivo
del frustrado contrato de transferencia de fondo de comercio.
El artículo 1771 del Cód. Civ. y Com. de la Nación establece que “En los daños causados por una acusación calumniosa sólo se
responde por dolo o culpa grave...”
Ello es así, por cuanto no se puede exigir a las víctimas de delitos que formulen la acusación muñidas de pruebas
incontestables que no dejen dudas sobre la autoría, lo cual llevaría al extremo de imponerles la carga policial exhaustiva de los
delitos para no errar respecto de la manifestación que formulan (ver CNCom. Sala E, in re, Peris, Adrián F. y otro c. Compuspar
Mercosur SRL y otro s/ ordinario” del 21/02/2013 y sus citas).
Para que proceda la reparación por denuncia calumniosa —antes regulado en el art. 1090 del Cód. Civil—, se requiere que se
haya atribuido falsamente a una persona la comisión de un delito, teniendo el denunciante plena conciencia de que ella no lo
cometió, o bien, atribuyéndoselo en forma imprudente, siendo imprescindible —más insuficiente por si mismo— que la persona
denunciada haya resultado absuelta en sede penal (en esta orientación, ver CNCom. esta Sala in re, “López, Marcos c. La Nueva
Cooperativa de seguros Ltda. s/ ordinario” del 20/12/2006; idem, “Espinoza, Claudio A. c. Sol Petróleo SA y otro s/ ordinario” del
23/12/2014).
En esta línea de razonamiento, es menester que el damnificado acredite que el querellante o denunciante —según el caso— ha
obrado imprudentemente, con ligereza y precipitación, actitud que se configura cuando el agente ha procedido sin la debida
diligencia, meditación y previsión acerca de la existencia del delito o de quien pudiera resultar el verdadero autor, poniendo en
movimiento la jurisdicción penal del Estado, sin haber tenido causa fundada para hacerlo y siempre que no se haya actuado con
dolo criminal (conf. Pecach, Roberto, “Responsabilidad civil por denuncias o querellas precipitadas e imprudentes”, JA, 65, p.
115).
Dentro del marco conceptual brindado previamente, juzgo que las circunstancias que antecedieran a la promoción de la
querella me permiten arribar a la convicción de que el Sr. De la Cruz actuó en forma reprochable, al encarar un acto que produce
efectos de extrema gravedad pues hace al nombre y honor de las personas.
La promoción de la querella penal importó una actuación excesiva frente al abandono de las negociaciones contractuales. Ese
obrar, fue abusivo y disfuncional, y estimo que la reacción desmedida por parte del denunciante, imputando a los reconvinientes la
comisión de un delito grave, ante las circunstancias de hecho que fueron comprobadas, implicó un comportamiento reprochable.
No puedo soslayar que conforme la trama fáctica verificada en la especie, los demandados siempre mantuvieron un diálogo
activo con el accionante, reforzaron en cada oportunidad su voluntad de celebrar el acuerdo e incluso le advirtieron los perjuicios
que la promoción de una denuncia penal podría ocasionar (ver intercambio epistolar entre los justiciables o la mencionada
conversación de whatsapp).
Tampoco me resulta un dato menor que, pese a que para ese entonces ya se había iniciado el trámite de mediación e incluso
celebrado una audiencia y programado una nueva, el reconvenido —en lugar de, por ejemplo, esperar prudentemente cuanto menos
su resultado— decidió ratificar la denuncia criminal, a mi entender, con el claro propósito de intentar forzar un acuerdo
conciliatorio que se ajustara a sus propios intereses (ver acta de fs. 11/11 vta. de la causa penal aludida).
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Por otro lado, encuentro revelador la escasa fundamentación brindada por el Sr. De la Cruz al momento de formular su
acusación, en donde poco informó respecto del contexto en el que se encontraban las negociaciones o siquiera las respuestas que
recibió de sus cartas documento (ver escrito de fs. 2/2 vta. en autos “Bunge, Sol V. y Martines Alvarez, Roberto E. s/
defraudación” ofrecido como prueba) y que, sin necesidad de que la Justicia criminal tuviera que efectuar mayores diligencias
inquisitorias, resolvió archivarla por inexistencia de delito (ver resolución de fs. 40/40 vta. de los autos citados).
Por último, destáquese que, conforme los hechos reconocidos, el Sr. De la Cruz durante el transcurso de los hechos aquí
debatidos contaba con la asistencia de su letrado (quien incluso también formó parte de la conversación de whatsapp tantas veces
referida a lo largo de esta ponencia), lo cual me induce a concluir que era esperable de su parte un accionar más consciente de la
sin razón de su denuncia, la cual, reitero, fue prácticamente rechazada en forma automática por la Justicia Penal.
Lo expuesto me permite concluir que la denuncia fue producto de un actuar impulsivo, irreflexivo y con un menosprecio total
por los derechos de los denunciados, que resulta configurativo de culpa grave.
La responsabilidad del denunciante se impone ante la inexistencia de razones justificables para proceder como lo hizo,
poniendo en funcionamiento la maquinaria judicial represiva y la consecuente afectación de valiosos recursos.
Cuando la denuncia es efectuada con ligereza y una imprudencia inexcusable al imputar la comisión de un delito, la conducta
encuadra dentro de la figura contemplada en el citado artículo 1771 Cód. Civ. y Com. de la Nación y, por tanto, merece la condigna
sanción civil. Es que no obstante el derecho que le asiste a las personas de requerir a la Justicia la investigación de la posible
comisión de un delito, ello no significa que un sujeto tenga que soportar denuncias de conductas penales infundadas y carentes de
seriedad.
El honor es uno de los principales bienes espirituales que las personas sienten, valoran y subliman colocándolo dentro de sus
más preciados dotes.
Es una cualidad moral del ánimo, que puede ser herida, sufrir menoscabo y que suele ser defendida con el mismo ahínco, con
la misma fuerza, de quien se afana entre la vida y la muerte (Santos Cifuentes, Los derechos personalísimos, ps. 280/281, Córdoba,
1974).
El honor, bien personalísimo, es innato, con él nace, puesto que lo llevan las personas formando parte elemental de su
naturaleza. No ha de considerarse, entonces, como una manifestación prescindible que en algún momento pueda desaparecer, o que
sólo dependa una alta posición, de la procedencia y el ancestro, de una conducta intachable, ni que esté supeditada a la opinión
ajena o a la calificación de los demás. Configura un íntimo sentimiento respetable en todos y en cualquiera (autor y op. cits, ps.
281/282).
Es así que, cuando una persona es falsamente acusada por la comisión de un delito penal, la ofensa al honor y dignidad de
aquélla surge re ipsa por la mera comisión del ilícito y sin necesidad de probanza alguna (ver CNCiv., Sala K, “Souto, Jorge E. c. I.
L. Oneto SA s/ daños y perjuicios” del 09/08/1999; CNCom., Sala E, “Iturbe, Facundo c. Seguridad Privada PCP SA s/ ordinario”
del 07/10/2008).
Para mensurar la entidad del daño no es necesario aportar prueba directa, lo cual es imposible, sino que el juez deberá apreciar
las circunstancias del hecho lesivo y las calidades morales de la víctima para establecer objetiva y presuntivamente el agravio
moral en la órbita reservada de la intimidad del sujeto pasivo.
La valoración de los sentimientos afectados debe ser hecha por el Juez en abstracto y considerando objetivamente cuál pudo ser
el estado de ánimo de una persona común colocada en las mismas condiciones concretas en las que se halló la víctima del acto
lesivo (Jorge Bustamante Alsina, El daño moral por lesiones al honor, LA LEY, 1996-E, 522); siendo útil considerar para
cuantificar el rubro, entre otras variables, las siguientes: la personalidad del damnificado, la personalidad de quien lo produjo, la
mayor o menor divulgación del hecho (Ramón Pizarro, Daño moral, Buenos Aires, 1996, p. 341), edad, profesión, carencia de
antecedentes penales, estado de salud, la influencia de las ofensas en el empleo, las características del proceso penal originado en
la denuncia, la gravedad de delito denunciado (Fernando Aita Tagle, Algunos aspectos sobre la responsabilidad civil por denuncia
penal culposa: influencia del proceso penal, prueba de la culpa y pautas para la valoración y cuantificación del daño moral, LA
LEY, C 2009, abril, p. 267).
En el caso se encuentra debidamente acreditado que la denuncia penal que formuló el actor reconvenido ocasionó severas
molestias en la persona de los demandados. A tal efecto, me remito a las declaraciones testimoniales del Sr. G., del Dr. D. y la Sra.
G. quienes en forma coincidente dieron cuenta de la angustia y preocupación que padecieron los defendidos por verse involucrados
en una investigación penal.
Ponderando esos elementos, y teniendo en consideración la corta duración del proceso criminal y que, en definitiva, los
acusados ni siquiera fueron objeto de declaración indagatoria o debieran sufrir algún tipo de medida coercitiva, estimo que la
indemnización por el daño moral sufrido debe ser prudencialmente fijado en la suma de $15.000 para cada uno de los
reconvinientes (arg. conf. art. 165 CPr). Dicho importe generará intereses desde la fecha en que se promovió la denuncia penal
desestimada y hasta su efectivo pago, conforme la tasa activa que aplica el Banco de la Nación Argentina para sus operaciones de
descuento a 30 días.
No soslayo que en su reconvención también reclamaron los gastos en que debieron incurrir para ejercer la defensa de sus
derechos en aquel proceso.
Aunque se ha admitido ese tipo de reparaciones en reclamos como el sub examine la ausencia de elementos probatorios que
permitan establecer su configuración y cuantía me impiden acoger favorablemente lo pretendido. Obsérvese que, a pesar de que
incluso uno de los letrados que formó parte de dicha defensa prestó declaración testimonial en esta causa (Dr. D.), nada se indicó
respecto a los costos de la representación letrada ni se aportaron facturas o comprobantes de su efectivo pago.
Con tal alcance se admitirá el recurso.
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Las antedichas conclusiones me eximen de considerar los restantes in re: “Perino, Domingo A. c. Asorte SA de Ahorro para
fines determinados y otros s. ordinario”, del 27/08/1989; CSJN, in re: “Altamirano, Ramón c. Comisión Nacional de Energía
Atómica”, del 13/11/1986; ídem in re: “Soñes, Raúl c. Adm. Nacional de Aduanas”, del 12/02/1987; bis ídem, in re: “Stancato,
Caramelo”, del 15/09/1989; v. Fallos: 221:37; 222:186; 226:474; 228:279; 233:47; 234:250; 243:563; 247:202; 310:1162; entre
otros). Es que, según doctrina fijada reiteradamente por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, el juez no tiene el deber de
analizar todos y cada uno de los argumentos propuestos, sino tan solo aquéllos que a su criterio sean conducentes y posean
relevancia para la decisión del caso (Fallos: 258:304; 262:222; 272:271; 291:390; 297:140; 301:970; entre otros).
VI. En atención al modo en que se decide y por aplicación del principio genérico de la derrota objetiva, los gastos causídicos
originados por el rechazo de la demanda deben ser soportadas en ambas instancias por el actor en su condición de vencido (conf.
art. 68 CPr).
En cuanto a las costas de la reconvención y por idéntico principio, también se impondrán a cargo del reconvenido; ello,
respecto del monto por el que prospera la misma. Solución compatible con el criterio objetivo del vencimiento del art. 68, 1er.
Párrafo, del Cód. Procesal.
El hecho de que algún pedido indemnizatorio no fuese admitido en la proporción pretendida no obsta a dicha conclusión, toda
vez que, en los reclamos por daños y perjuicios —como se da el caso en el sub lite—, las costas deben imponerse a la parte que
con su proceder dio motivo al pedido resarcitorio, de acuerdo con una apreciación global de la controversia y con independencia
que las reclamaciones del perjudicado hayan progresado parcialmente, sin que quepa sujetarse en esta materia a rigurosos cálculos
aritméticos (conf. CNCom. esta Sala, in re: “Enrique R. Zenni y Cía. SA c. Madefor SRL y otro s/ ordinario” del 14/02/1991;
idem, in re: “Pérez, Esther E. c. Empresa Ciudad de San Fernando SA y otro s/ sumario” del 02/02/1999, entre otros).
Como consecuencia de todo lo expuesto, si mi criterio es compartido, propongo a mi distinguida colega: i) Rechazar el recurso
del actor deducido a fs. 276; ii) admitir la apelación de fs. 278; iii) en consecuencia, confirmar la sentencia dictada el 24/08/2020
en cuanto rechazó la demanda y modificarla respecto de la reconvención deducida por la Sra. Bunge y el Sr. Martínez Álvarez la
que se admite con el alcance que surge del punto V del presente; y iv) imponer las costas de ambas instancias a cargo del actor
reconvenido perdidoso.
He concluido.
Por análogas razones, la doctora Gómez Alonso de Díaz Cordero adhiere a la solución del voto que antecede.
Por los fundamentos del acuerdo que precede, se resuelve: i) Rechazar el recurso del actor deducido a fs. 276; ii) admitir la
apelación de fs. 278; iii) en consecuencia, confirmar la sentencia dictada el 24/08/2020 en cuanto rechazó la demanda y
modificarla respecto de la reconvención deducida por la Sra. Bunge y el Sr. Martínez Álvarez la que se admite con el alcance que
surge del punto V del presente; y iv) imponer las costas de ambas instancias a cargo del actor reconvenido perdidoso. Regístrese y
notifíquese por Secretaría, conforme Acordadas N° 31/2011 y 38/2013 CSJN y devuélvase. Cúmplase con la publicación a la
Dirección de Comunicación Pública de la CSJN, según lo dispuesto en el art. 4 de la Acordada N° 15/2013 CSJN. — María L.
Gómez Alonso de Díaz Cordero. — Matilde E. Ballerini.
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