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Murmuración Exodo 17

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Murmuración Exodo 17:1-7

Intro. Hay un cuento maya que dice que un día el rey le pidió a su cocinero: “Dame de
comer la mejor parte del cuerpo del animal, la más sabrosa”. Y el cocinero le presentó, al
poco rato, un delicioso platillo con la lengua del animal. El rey comió y estuvo muy
contento. Al día siguiente le pidió al cocinero: “ahora quiero comer la peor parte del cuerpo
del animal”. El cocinero se fue a la cocina y al poco rato regresó con un platillo con la
lengua del animal. El rey se mostró confundido y le dijo: “Cuando te pedí la mejor parte, me
trajiste la lengua y cuando te pedí la peor parte me trajiste la lengua…¡No entiendo!”.
Entonces, el cocinero le explico: “Efectivamente, majestad, la lengua es la mejor y la peor
parte del cuerpo. Con ella se anima y con ella se ofenda, con ella se bendice y con ella se
maldice, con ella se edifica y con ella se destruye.

hoy vamos a hablar de la murmuración. Cuando hablamos de murmurar estamos


refiriéndonos a hablar mal de alguien, generalmente a sus espaldas. Es compartir con
otros (y no con la persona indicada) un malestar o inconformidad. Es hablar con personas
manifestando queja o disgusto por alguna cosa, creando un clima de inestabilidad en un
grupo.

Es decir, lo que caracteriza a la murmuración es 1. Pensamientos negativos (queja,


inconformidad, resentimiento) que se externan públicamente. 2. Se dicen de algo o alguien
que normalmente está ausente. 3. Se dicen entre personas que potencialmente pueden
adoptar esas mismas actitudes negativas.

¿Has murmurado alguna vez? ¿Has participado de murmuraciones? Todos hemos


participado en alguna murmuración:

En el trabajo…hablando del jefe, del supervisor, del reglamento.

O en la Escuela…murmurando del director, de algún maestro, de la sociedad de Padres,

O en la familia…hablando de los padres, de algún hermano o de un hijo.

En la Iglesia…hablando de los líderes, de los ancianos , de los jóvenes, de la femenil.

En fin, todos en algún momento, hemos participado, e incluso promovido, que los
pensamientos negativos de queja, inconformidad o resentimiento sean externados en
círculos que potencialmente pueden contagiarse con esas mismas actitudes negativas y
nada constructivas.

Y también debemos reconocer que esas murmuraciones, no son edificantes ni para


nosotros ni para la gente que nos rodea, ni mucho menos para solución del problema. Sólo
crean una atmósfera tensa, en la que se hace más difícil crear puntos de unidad y
encuentro unos con otros.

Debemos de aprender y sobre todo entender lo que dice Efesios 4:29: “Ninguna palabra
corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin
de dar gracia a los oyentes”.

La murmuración es un problema de pecado que florece donde hay gente conviviendo con
gente. Tenemos que ser muy intencionales para combatirla en nosotros y los demás.

El pueblo de Israel es un vivo ejemplo de esa tendencia que tenemos de hablar mal de
otros, de quejarnos destructivamente, de crear atmósferas tensas con nuestras actitudes
negativas.

En el libro de Éxodo (capítulos 15-17) vemos claros ejemplos de la murmuración y lo que


hay detrás de ella.

El pueblo de Israel había estado cautivo en Egipto por muchos años y Dios los liberó con
poder del dominio de Faraón. Dios hizo venir sobre Egipto plagas que mostraban quién era
el verdadero Rey. El instrumento humano que Dios usó fue Moisés. Él fue establecido
como el líder para llevar al pueblo a la tierra prometida.

El capítulo 15 inicia mostrándonos la gran celebración del pueblo porque Dios había hecho
un despliegue de su poder al abrir el mar rojo para que el pueblo pasara en seco, cerrando
detrás de ellos el acceso al ejército egipcio que venía por ellos. Dios los había librado una
vez más con gran poder.

Pasaron unos cuantos días andando por el desierto de Shur y no habían hallado agua.
Llegaron a un lugar que luego le llamaron “Mara” y no pudieron beber sus aguas porque
estaban amargas. Así llegamos a Éxodo 15:24 donde nos dice: “Comenzaron entonces a
murmurar en contra de Moisés, y preguntaban: «¿Qué vamos a beber?»”.

¿Era esta una pregunta legítima? ¡Claro! Después de todo eran muchas personas y estaban
en el desierto. El problema no fue la inquietud, sino la murmuración. No es la pregunta en
sí, sino la actitud detrás de la pregunta. Normalmente, cuando murmuramos, no
necesariamente las palabras o el contenido de lo que decimos es lo malo, sino la actitud
que tenemos al decirlas, el contexto relacional donde las decimos y el clima de
inestabilidad que creamos al murmurar.

El pasaje nos indica que Moisés clamó al Señor y él le indicó qué hacer y las aguas
quedaron milagrosamente potables y el pueblo bebió y se sació.
Un tiempo breve después, el pueblo volvió a murmurar contra Moisés y Aarón en el
desierto, según nos reporta el capítulo 16 de Éxodo. En esta ocasión se trataba de la
comida. Decían cosas como estas: “Ojalá hubiéramos muerto en Egipto, cuando nos
sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos, pues nos han
sacado a este desierto para matar a todo esta multitud de hambre”. Esto era lo que
murmuraban entre ellos y su queja fue creciendo y creciendo hasta ser una queja
generalizada creando una atmósfera viciada.

A pesar de esta actitud tan negativa, Dios responde con gracia y paciencia y da solución al
problema, de acuerdo con su plan ya previsto. En Exodo 16:6-8 nos dice: Moisés y Aarón
les dijeron a todos los israelitas: —Esta tarde sabrán que fue el SEÑOR quien los sacó de
Egipto, y mañana por la mañana verán la gloria del SEÑOR. Ya él sabe que ustedes andan
murmurando contra él. Nosotros no somos nadie, para que ustedes murmuren contra
nosotros. Y añadió Moisés: —Esta tarde el SEÑOR les dará a comer carne, y mañana los
saciará de pan, pues ya los oyó murmurar contra él. Porque ¿quiénes somos nosotros?
¡Ustedes no están murmurando contra nosotros sino contra el SEÑOR!

Dios provee el Maná, el pan de cielo que tenían que recoger a diario al amanecer. Pero
también se les revela algo importante: que ellos no estaban murmurando sólo contra
Moisés y Aarón, sino en el fondo del asunto, estaban murmurando contra Dios. Dios
tomaba muy personalmente estas murmuraciones en contra de Moisés. Al final de
cuentas, estaban quejándose, inconformes con el plan de Dios para ellos.

Pero Dios fue fiel a su pueblo y todos los días hizo caer el Maná para que tuvieran alimento
en los lugares más inhóspitos del desierto todo el tiempo que vivieron en él.

El Capítulo 17 de éxodo nos indica que del desierto de Sin, donde dejamos al pueblo, ahora
se dirigieron a refidim. Nuevamente, se presentó el problema del agua…no tenían agua
para beber.

¿Era real su necesidad? ¡Claro! ¿Qué debían hacer? Bueno, a la luz de su pasado (liberación
de Egipto, cruce del mar rojo, el agua de mara, el maná, etc)…¿Qué debían haber hecho?
Confiar en Dios. Pero ¿Qué hicieron?

Exodo17:3 nos dice: “Pero los israelitas estaban sedientos, y murmuraron contra Moisés. —
¿Para qué nos sacaste de Egipto? —reclamaban—. ¿Sólo para matarnos de sed a nosotros,
a nuestros hijos y a nuestro ganado?”

Nuevamente, esa actitud pecaminosa, externándola públicamente, contagiándose unos a


otros su negatividad y pesimismo, mostrando su falta de confianza.
Dios, nuevamente también, muestra su fidelidad y gracia hacia personas tan difíciles. Le
dice a Moisés que en presencia de los ancianos de Israel, golpeara la roca con su vara y de
la roca brotó agua suficiente y necesaria para todo el pueblo.

Sin embargo, el versículo 7 del capítulo 17, nos muestra el fondo del asunto de toda esta
serie de historias. Nos revela cuál era el problema de fondo en el pueblo. Así dice Exodo
17:7: Además, a ese lugar lo llamó Masá, y también Meribá, porque los israelitas habían
altercado con él y provocado al SEÑOR al decir: «¿Está o no está el SEÑOR entre nosotros?»

El problema de fondo era que en todo este tiempo, ellos habían estado desconfiando de la
presencia, poder y fidelidad de Dios. Ellos creían que si Dios estaba con ellos, si Dios los
estaba llevando a la tierra prometida, todo iba a ser “color de rosa”. No iban a tener
dificultades o problemas. Por eso al tener hambre y sed en el desierto, en vez de confiar en
Dios, se preguntaban con un sentido de queja: “¿Está o no está el Señor entre nosotros?” La
murmuración fue el fruto, pero la desconfianza fue la raíz de ese pecado. La murmuración
fue la forma en la que mostraron su incredulidad y falta de confianza en que Dios estaba
con ellos. Por eso al hablar de murmuración este día, podemos decir que La murmuración
revela una falta de confianza en Dios.

Cuando recurres a la murmuración estás haciendo lo mismo que el pueblo de Israel en el


desierto, estás desconfiando de la presencia, poder y fidelidad de Dios en tu vida. Queda al
descubierto nuestra incredulidad al murmurar por las situaciones, personas o condiciones
que Dios permite en nuestras vidas. Estamos diciendo: “Dios, tu no sabes hacer las cosas
bien...” “Tú no sabes qué es mejor para mí”. “Se supone que esta situación no debería
estarme pasando si tú estuvieras conmigo”.

Aunque murmuremos de otras personas, se aplica a nosotros lo que dijo Moisés al pueblo:
“¡Ustedes no están murmurando contra nosotros sino contra el SEÑOR!” Porque la
murmuración revela una falta de confianza en Dios.

Como dijimos al principio, todos hemos recurrido a la murmuración cuando estamos


inconformes con algo, cuando tenemos amargura o resentimiento, cuando no estamos
descontentos con la situación, pero hoy la palabra de Dios nos está mostrando la
profundidad de nuestro problema. No se trata sólo de un problema con el segundo gran
mandamiento: “amar al prójimo como a uno mismo”, sino sobre todo, se trata de un
problema con el primer gran mandamiento: “amar a Dios por sobre todas las cosas”. Pero
hoy buenas noticias para todos nosotros que luchamos con la murmuración.

Jesucristo vino a este mundo para que seamos hechos conforme a su semejanza. El vivió,
murió y resucitó por nosotros y todos aquellos que están en una relación creciente con él
por medio de la fe, cuentan con todos los recursos para avanzar en fe y confianza en Dios.
Para que podamos confiar en Dios en cualquier situación o en cualquier relación para que
con nuestras palabras edifiquemos, en vez de destruir; animemos en vez de ofender y nos
reconciliemos en vez de separarnos.

Por su gracia, podemos crecer en confianza y dejar de recurrir a la murmuración, como


parte de nuestro repertorio de pecados, que no hace más que destruir relaciones y
ofender a nuestro buen Dios.

Por eso y por su gracia y confiando en la presencia de Dios en tu vida:

1. Si amas a la gente a tu alrededor, no murmures, porque sólo vas a dividir a la gente que
más amas.

2. Si tienes una inquietud, queja, duda o inconformidad, no la externes públicamente así


no más, sino sigue los canales y medios establecidos para llegar a las personas indicadas
que pueden atender y aclarar tu asunto.

3. Decide no participar en murmuraciones, sino más bien exhorta o anima a las personas a
seguir los canales adecuados para aclarar sus inquietudes.

4. Confía en Dios y obedece sus reglas para la comunicación y pacificación. (estudia en la


Biblia todo lo que Dios tiene que decir al respecto). Dios está contigo, no tienes que
recurrir a la murmuración para solucionar los asuntos. De hecho, la murmuración sólo
empeorará las cosas.

Conclusión: Conforme más confiemos en Dios, menos practicaremos la murmuración. Por


eso y por su gracia, recuerda que no estás solo y que has sido equipado en Cristo para
darle a tu boca el mejor uso que le puedas dar: que tus pensamientos y palabras sean para
la edificación de los oyentes y para la gloria de Dios.

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