Poemas de Alfonso Quijada Urías
Poemas de Alfonso Quijada Urías
Poemas de Alfonso Quijada Urías
Poemas
El escarabajo
Te debo esta batalla, no así a los que un día me enseñaron a pagar
Con otra moneda este oscuro trabajo en que se pierde la memoria,
Tú lo sabes por esta caja de pandora, por este temblorcito
/donde caen las gotas
de algún llover que hace mirar las cosas con un deleite de anfitrión,
/del que mira
desde los ojos de sus bolsillos un mundo pobre, algo así como un
/niño matador de insectos,
a esa hora de los invernaderos, de las peluquerías, del solipsismo
/contra lo real
que vive adentro de estas cosas,
de la mierda misma que dejaron los abuelos paternos y que nosotros
/llevamos con desesperación.
Te debo, porque un día lleno de amor feudal quisiste enseñarme
/tus dominios
y hablaste de la razón como de un espejo recién quebrado
y a la hora de comer abrías los ojos, te dabas el lujo de preguntar
por mi salud,
recomendarme un viaje al exterior pasando indiscutiblemente por
/el jardín botánico,
sin darte cuenta o por lo menos tratando de ignorar que el escarabajo
/se llena de su porquería,
se envuelve mejor dicho y retorna al hoyito como el origen
/de todos los orígenes.
Si no lo crees podríamos hacer la prueba yéndonos y regresando
/al mismo sitio,
a esa misma hora en que guardamos los instrumentos de siempre,
/regresaremos,
aún cuando esa frase gastada de quienes regresan ya no son los
/mismos, nos de estupor, deseos
malsanos, ganas de escupir al suelo, reírnos como locos,
pataleando sobre estos papeles donde muchos vienen a escribir
/historias falsas,
suicidios de muchachos increíbles, la pérdida del pelo, el falso
/juego del vereno,
Pretexto
La limonada a sorbos para limpiar la mugre de la garganta en la mañanita
Con un libro que nunca entenderé, enjugando lágrimas
Deslizándose sin saber. Los vecinos bailan con música de Teodorakis.
Mañana escribiré una carta a un poeta que no conozco, luego hablaré
Sobre el posible empleo con el amigo más cercano. Mi mujer
/me dice —tené
paciencia, algún día cambiará tu suerte y ya llevamos
más de siete años. Celia es pequeña como un dibujo de Miró.
Uno es demasiado para este pantano en que se vive; cuando
/me amargo pongo
a Bach, viejo panzón que más parece vendedor de salchichas y
/me siento tranquilo.
Temo dejar esta cochina casa, mando al diablo todo esto, con tal
/de amanecer
(de vez en cuando) espiando la mañana y dándome en el alma suavecito.
1
Las paredes están dentro de mí que estoy creciendo contra el suelo.
Una sola palabra me pasea en el agua hasta tocar el fuego.
Infierno del amor de grandes fauces. Conoce la dimensión
De estas puertas el sacerdote del mal. Se necesita la idiotez,
Estados de locura que permitan viajar a lo más simple.
El resto será magia. Llave de los misterios ocultos en la claridad
/primitiva.
Estoy fuera de todo pensamiento, de todo círculo, mis únicos
Dominios son los silencios de este anillo de fuego.
2
En la pirámide más pequeña y el cielo infinito duerme mi cabeza,
Y soy menos que un palito de fósforo y tal humilde como un grano
Que renace mil veces gracias a que invento un mundo sin palabras,
Lleno de imaginaciones, para ver en el odio una manera de ser triste.
Gozo de las celebraciones, las pompas sobre el manuscrito de un
Hombre a quien sus actos los antecede las enfermedades, del que es
Una manzana a los pies del rey y serio entre locos, me duelo
De él y por él gozo con alegría esta suerte de purgatorio,
De infierno interior.
3
País de las fiebres que me devoran, mi risa es la máxima celebración
De mi nueva cabeza, te siento sobre mis piernas de mujer
Hombre mascando las flores de tu espalda y mi piel podrida
Me conduce al encuentro del ombligo, muerdo las bellas plantas
Del mito poniéndome invendible, huyendo de tus pantanos medicinales,
Durmiendo con mis piojos en ese estado de vagancia, donde
Mi vicio echa raíces, flores que mastico después de cada misa.
4
La eternidad nace de alcanzar lo infinito, no del agujero
De dos ratones del tamaño de un cerdo.
El encerrado piensa esto, sus razones de la soledad, la seriedad
Más triste y solitaria, sentado en sus deseos, rodeado por milagros,
Loco tres veces hasta morir de risa, pensando cosas que la razón
No comprende, después nace como el pájaro que abrió
La jaula encerrada en sí mismo, aprendiendo de nuevo a bostezar,
Mientras cae el sol despedazado sobre las cáscaras.
5
El loco de ojos vidriosos ama las piedras y las palomas que nunca
Han sido tantas y los pensamientos que han sido muchos,
La más sagrada de las salivas proviene de su dedo sin uña, un día
Mira las manos y se enamora de sus ojos, otro día rasca el oído
Una pata de gallina y ve la luz, agua cayendo en nuestra señora
De los locos, no hay nada más allá de toda trampa consigo mismo,
Soñando como el más solitario de los reyes en este patio.
6
Cumplo la historia de un hombre alegre de su cara tristísima,
Los años de un animal de monstruosidades infinitas, su cerebro
Ya no es el campamento donde se reúnen dos locos
A comer murciélagos, la pequeña habitación del hombre mezquino
Rodeado de relojes y satisfacciones religiosas, majestuoso
Sueño de comedor de hormigas,
Son las palabras abriendo enormes hoyos en la piedra de su locura.
7
Visiones de enfermo sumamente delicado cualquier día del año,
Pensando que la muerte es el huevo de un fantasma
O la experiencia dulce de traspasar puertas, Oh delicado príncipe
Del polvo, las hermanas crecen con la belleza de un amanecer
Lechoso; silencio, convertido en el gato o el loro del patio;
Narizón y delgado, que nada turbe tu corazón y que dios
Me lo bendiga mialma, y hacía canciones para la niña del espejo,
Hermosos escritos con influencias cristianas, la magia de un espejo
Sobre el agua y el pelo de ana en el amanecer de muchos días.
8
Poseído de lo que no ve ni oye cualquiera, silencioso hijo
De padres monstruosamente bellos en la tristeza que los habita,
Aquí está la hierba, el pucho de vieja saliva, la noche
Y sus orejas de miedo, soy lo que viene después de algún suceso
Que nadie ve, Oh ignorante poseedor de la moneda que enterraron
Todos, no va mi traje con hombres agraciados, apenas con los piojos
Del gran sol de los locos, el que hierve su cabeza en xilocibina
Y compuestos que reaniman la enfermedad de pensar,
De qué linaje vengo sino de aquél.
9
La locura es el nacimiento de los sentidos, de mis ojos viendo
Para siempre la ternura del fuego, mis oídos mordiendo el infinito,
Mi nariz en la fragancia, en las plumas de lo desconocido,
Mi cuerpo en la botella donde Dios sopla su magia eterna,
La locura no quiere la parte más alta
(donde un reloj pone sus huevos de vejez submarina),
solamente el rincón donde la salamandra toca su temblor de fuego
y la humildad de las constelaciones.
10
Y lo que deje posiblemente serán más secretos que nadie descubra,
Rojo, azul, amarillo, un pez tristoso en el sartén con las escamas
Aún resplandecientes por el mar, viejo pescador de pesadillas
Involuntarias, pedazos de algo de música —se presume— de alimentos
Que sólo el viento sabe, un nombre como Dreide sobre las rocas
O el milagro del fuego en las piernas de Eolia, cerda que amamantó
Con fuego las delicias salvajes,
Ciudadanos gordos y respetables alimentados con recelo,
Ceremoniosos creadores de una vida carnívora, reunidos en lo más
/decoroso,
para hablar de modorras y defecaciones, nunca de nada imaginario,
inservible, sólo monedas.
Oscuro
II
Nada mío sale de mi boca.
El poema nace pese a mí, Atrás, adelante.
Ajeno. Pese a mí.
Si mi alma combate con mi cuerpo hasta el amanecer
Es nada más por disipar lo que fui,
También lo que nunca seré.
Nunca es muy temprano o demasiado tarde.
Nunca es nunca sin jamás.
No es el tiempo aún. No ha llegado el tiempo.
Perros insidiosos sobre mi fracaso.
Pensamientos nocturnos, aves de rapiña
En mis despojos.
No basta dar o recibir. Hay que darse.
Quebrarse como cántaro la frente
Sin derramar la sed.
Universo por hacer: página en blanco.
Nieve sin fin. Sal del principio.
¿Por qué quemar lo que nació quemado?
Un hombre nace en las cenizas de su muerte.
Desde su nacimiento. A su muerte Sin Fin.
III
Escribo al dictado lo que dice el moscardón.
Se conoce la página con su rumor.
Un orden amoroso se prepara:
El hombre liberado del Poder,
La mujer libre de su esclavitud.
Nuevos amores rayan el alba.
La historia ya no duerme,
Habla en sueños.
Otra vez la poesía, el Primer resplandor.
La espera imaginaria
VII
Contra esa opaca envoltura que opaca el mundo la frescura de lo nuevo.
Abajo la opresión: la soga mercantil, la religión bancaria,
Los viejos y roñosos pensamientos, la corrupción: ese hedor milenario;
La suciedad del mundo y el moho que los cubre.
La gran danza macabra.
Escriviviendo
Escribo
Soy una lámpara en medio de la noche
No soy yo quien escribe
Sino la mano esclava de un pensamiento en fuga
Que inútilmente busca un desenlace
Cómo saberlo cuando la vida no termina de vivirse?
El hambre de vivir nunca se sacia
Pasa veloz un tres en la distancia
¿Será la vida misma?
Una muchacha también pasa
Rostro de esfinge
Un pájaro la sigue El Espíritu Santo
Así la vida pasa
Con ella el tiempo
Aunque esté detenido
Así la mano escribe
Sobre la mano esclava de un pensamiento
En fuga
Que inútilmente busca un desenlace!
Postal
Entonces ves este país del tamaño de un raspón.
Luego un tren en los atardeceres pasa lleno de soldaditos,
que aunque parezcan de mentiras son de verdad,
y ves también los volcanes como manchitas de tinta azul
y no podés hallar una razón (aunque realmente exista)
de por qué hay tantos soldaditos en un país del tamaño de un raspón.
Control de la natalidad
Te dijo que me suben unas ganas de acostarme contigo;
por eso me llego con Strindberg
hasta la tienda de la niña sofi, bebo algunas cervezas y
me olvido de todo;
un hijo más acabaría con nosotros, te lo aseguro;
me quedo en la mesa de siempre pensando en el poema
que escribiré o en el dinero
que hace falta.
Hoy vino un viejo pidió cerveza con jamón, me puso
en la nariz un rollo de billetes
y terminó puteando comunistas.
Siempre ocurre lo mismo. Entonces ojeo mi Strindberg
y disimulo no mirar ni pensar nada o en nadie. Pago
las cuatro o seis cervezas,
afuera hace una noche linda.
En casa me esperan los viejos libros, y tú entre las
sábanas más dormida
que nunca. Un hijo más acabaría con nosotros, te lo
aseguro.
______________
*La presente selección poética de Alfonso Quijada Urías, ha sido realizada por el por el poeta André
Cruchaga; para tal efecto se auxilio de la obra editada del poeta, Índice Antológico de la Poesía
Salvadoreña, de David Escobar Galindo; Antología de la Poesía en El Salvador, de José Roberto Cea;
Poesía Salvadoreña 1963-1973, Colectivo; El Salvador: poesía escogida, de Rafael Lara Martínez; la
Revista Cultura, del Ministerio de Educación de El Salvador; Revista La Universidad, Universidad
de El Salvador; y, Diccionario de autoras y autores Salvadoreños, de Carlos Cañas-Dinarte.