Resumen Querido Vampir
Resumen Querido Vampir
Resumen Querido Vampir
Este es el primer encuentro de Anton con Rüdiger, el pequeño vampiro. Al principio está asustado,
tanto como yo de niña mientras leía esto por primera vez. Pero, al igual que yo entonces, Anton
siente una atracción absoluta por lo terrorífico y fantástico de la situación, y ¿quién no querría ser
amigo de un vampiro?
La autora nos cuenta la historia de Anton y Rüdiger a través de una narración en tercera persona
donde acompañamos a Anton en su día a día (y sus noches) mientras se relaciona con sus padres,
sus nuevos amigos nocturnos y otros personajes con los que se encuentra.
El estilo es sencillo y conciso, con descripciones directas y un contexto claro y que necesita de
pocas explicaciones. La traducción sigue siendo la misma desde 1985 y esto hace que algunas
expresiones, y no solo en los diálogos, queden un poco desfasadas. Esto se nota especialmente en
las frases hechas y la forma de hablar de los personajes (tanto niños como adultos). No dificulta la
lectura, pero sí hace que sea menos atractiva.
Esta es una novela claramente para un público infantil y juvenil. Está recomendada para lectores
mayores de diez años, pero es suficientemente larga como para mantener a cualquier adulto
entretenido durante el tiempo que dura la lectura.
Al ser el primer libro de la saga, durante el transcurso de la historia se tratan las cuestiones básicas
sobre los vampiros. Teniendo en cuenta la longitud al ser un libro dedicado al público más joven,
nos da tiempo a conocer a los personajes principales que nos acompañarán durante el resto de los
libros, además de ver cómo Anton gestiona los problemas que surgen a raíz de entablar amistad
con un ser como Rüdiger.
En este libro nos encontramos con vampiros clásicos, que viven en el cementerio, en lo más
profundo de una cripta y cuyo enemigo número uno es el vigilante del cementerio, que ha usado
alguna que otra vez las mortíferas estacas de madera. Rüdiger vive con toda su familia bajo tierra;
cada uno duerme en un ataúd y visten con capas negras que les permiten volar por el cielo
nocturno.
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La familia de Rüdiger está reunida. (Ilustración de Amelie Glienke)
Durante la narración, Anton se muestra temeroso, pero también emocionado por su nuevo amigo.
Una de las veces que Rüdiger visita al niño en su habitación, Helga, la madre de Anton, entra y el
vampiro se tiene que esconder en el armario, con tan mala suerte que se deja un trozo de su capa
fuera y Anton tiene que decirle a su madre que se trata de un amigo muy tímido. Otro día, Rüdiger
se deja una capa en la habitación del niño y la madre de Anton la encuentra. Como la capa tiene
un montón de agujeros, ella con toda su buena intención se pone a remendarla. Lo que no sabe es
que se trata de una prenda mágica con la que su hijo había volado hasta el cementerio la noche
anterior.
En este primer libro también conocemos a Anna, la hermana pequeña de Rüdiger y que, de forma
bastante predecible, se convierte en el interés romántico del niño. Es curioso cómo en esta
relectura lo que me hubiera parecido más natural hubiera sido que Anton se sintiera atraído
románticamente por el propio Rüdiger, o por ninguno de los dos; pero tratándose de un libro
publicado originalmente en 1979 no podemos esperar otra cosa que no sea la heterosexualidad
asumida (haberlos haylos, pero pocos), incluso en una historia dirigida a un público infantil y con
un protagonista de nueve años.
Una de las cuestiones interesantes que se aborda en este libro es la del niño vampiro. Suele ser un
tema delicado porque al convertir en vampiro a un infante se le arrebata la niñez y probablemente
la inocencia al darle el poder, o más bien, la obligación de alimentarse de sangre humana por su
propia supervivencia. Los niños vampiros suelen ser seres antinaturales incluso dentro del
universo tenebroso de estas criaturas fantásticas. Anne Rice trató el tema en Entrevista con el
Vampiro, John Ajvide Lindqvist en Déjame entrar, y Virginia Buedo en su relato Irina.
En este caso, Rüdiger es un vampiro que infunde terror, pero también es un niño que tiene miedo
a la oscuridad. De esta forma, la autora crea un personaje que se escapa de esa figura sacrílega del
niño vampiro para mostrarnos un chaval preadolescente, con inseguridades y miedos, así como
ansias por hacer amigos de su edad.
Los lectores más jóvenes se sentirán identificados con Anton, aunque también quieren ser
vampiros. Recuerdo cómo leyendo por primera vez las novelas siendo cría, el personaje que más
me atraía era Anna, por ser una niña vampira, pero precisamente por ser una niña, es un
personaje al que se trata de forma diferente, y no solo por ser la menor de la familia (y beber
leche todavía en vez de sangre). Esto me ha supuesto una decepción en la relectura, sobre todo
por lo comentado anteriormente sobre que el personaje tiene la principal misión en la trama de
ser el interés romántico del protagonista y, aunque me consta que en los siguientes libros Anna
tiene más importancia siempre estará ligada al protagonista masculino hasta el final de la saga.
Las figuras de los padres de Anton ocupan el espacio que corresponde a los adultos ajenos al
mundo de fantasía donde se desenvuelven los niños y a todo lo que no es convencional. De esta
forma, Anton tiene que ocultarles la verdad creando ficciones que les convenzan de que sus
amigos vampiros son simples niños a los que les gusta disfrazarse y con un ciclo de sueño un poco
raro.
Los vampiros de esta novela son clásicos, pero se nos muestran desde los ojos de un niño de
nueve años que, aunque ha leído Drácula y otras historias clásicas de terror, va descubriendo de
primera mano las características y rarezas de estos seres que le aterran tanto como le atraen.
El pequeño vampiro es una lectura que merece la pena y con la que pasar una tarde divertida,
tengas la edad que tengas; aunque reitero que una nueva traducción no le vendría nada mal al
texto.