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Principito debe morir
Principito debe morir
Principito debe morir
Libro electrónico154 páginas3 horas

Principito debe morir

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Información de este libro electrónico

Prólogo de Elia Barceló.
Epílogo de Rafael Marín.

Principito vive con su madre en el planeta Núcleo. Principito se ve obligado a huir a la Tierra. Principito buscará buscará ayuda. Principito la encontrará. Principito intentará proteger a la Rosa. Principito se enfrentará a enemigos temibles. Principito hará nuevos amigos. Principito será traicionado. Principito no es quien cree ser. Principito sabe muy bien quién es. Principito... ¿morirá?

En su primera novela, Carmen Moreno nos ofrece una historia de aspecto engañosamente sencillo y desarrollo trepidante. Una declaración de amor por la obra de Saint-Exupéry, por la novela de aventuras y por la ciencia ficción. Un sorprendente cóctel narrativo de difícil clasificación y una lectura fascinante.

IdiomaEspañol
EditorialSportula
Fecha de lanzamiento31 oct 2013
ISBN9788415988151
Principito debe morir
Autor

Carmen Moreno

Licenciada en Filología Hispánica. Máster en Contabilidad y Finanzas por CEREM, Máster en Edición del Grupo Santillana por la Universidad de Salamanca. En 1996 trabaja con Fernando Quiñones en sus libros Crónicas Yugoslavas y en Y al Sur, Jimena. Ha colaborado con diversos medios de comunicación como el Diario de Cádiz en la Página de Poesía que aparecía los jueves, y como crítica musical y en la SER recomendando libros. En estos momentos coordina la colección de poesía de Sigue Leyendo y co-dirige la Colección de Bolsillo de la Diputación de Cádiz. Escribe actualmente en Culturamas, Cambio 16. Desde el 2004 da lecturas por diversos puntos de Andalucía a través del Centro Andaluz de las Letras. También ha trabajado realizando guiones para televisión, para el programa Cifras y Letras edición Andalucía, y como correctora ortotipográfica para varias editoriales nacionales como Algaida, Bóveda, Salto de Página y Fondo de Cultura Económica de España. Ha sido asesora cultural del INJUVE (Ministerio de Igualdad) en Madrid y editora de contenidos en la Fundación Giner de los Ríos en Madrid.

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    muy buena

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Principito debe morir - Carmen Moreno

PRÓLOGO

Elia Barceló

Pocos libros hay en el mundo tan conocidos, traducidos, leídos y disfrutados como El principito, de Antoine de Saint Exupéry. Es uno de esos clásicos que lo son por aclamación popular, no porque la crítica más influyente haya decidido ponerlos en el canon; es una de esas historias que tocan el corazón de quien las merece, sin que importe su edad, su raza, su sexo, su religión o su nacionalidad.

De El principito se han hecho todo tipo de adaptaciones teatrales, películas, series, novelas gráficas, espectáculos musicales; encontramos su simpática figura en vajillas, toallas, muñecos de peluche... y sin embargo nadie se había atrevido hasta ahora a usarlo como punto de partida de una nueva historia, de una novela de ciencia ficción. Ha habido que esperar hasta que Carmen Moreno haya tenido la idea de indagar en las claves de este relato y la valentía de convertirlo en otra cosa, sin perder por el camino las señas de identidad del niño que vino del espacio para mostrarnos una manera diferente de ver lo que ya conocíamos.

Y sin embargo, como sucede con todas las grandes ideas, parece que estaba ahí desde siempre; que las preguntas que se hace la autora son las que deberíamos habernos hecho todos los lectores o al menos los que nos consideramos amantes de la ciencia ficción. Al fin y al cabo, el pequeño es un extraterrestre.

El lector, en lugar de aceptar la interpretación alegórica de su existencia y su visita, podría muy bien haberse preguntado: ¿De dónde viene? ¿Por qué tiene esa relación tan íntima con una rosa? ¿Para qué ha venido a la Tierra?

Carmen se ha hecho estas preguntas y muchas más. Y de sus respuestas ha nacido una novela híbrida y mestiza, en parte space opera, en parte distopía, y novela de espías, y de acción, con una historia de amor y muchas escenas divertidas, algo absurdas, mezcladas con otras crueles y a veces incluso brutales. Todo esto sin perder de vista la ternura propia de una materia como la que el lector tiene derecho a esperar de cualquier novela basada en El Principito.

Me atrevo a decir que sólo Carmen Moreno habría sido capaz de salir airosa de tal desafío y, aunque siempre he sido de la opinión de que a una obra sólo se la puede juzgar por lo que nos ofrece, dejando de lado a su autor, en esta ocasión creo que el hecho de que Principito debe morir haya salido de la pluma de Carmen tiene mucho que ver con su carácter, con su manera de ver las cosas y con su sensibilidad poética.

La novela es dura y tierna, divertida y cruel, justa en su uso de elementos conocidos y juguetona en la introducción de otros nuevos; quizá demasiado breve –aunque esto es sólo una cuestión de gustos–, porque, en muchas ocasiones, de una frase dejada caer como al azar para crear el ambiente necesario en una escena se podría haber sacado mucho más. Pero es que la autora, como buena discípula de Julio Cortázar, busca un lector cómplice, alguien que esté dispuesto a poner de su parte, a leer entre líneas, a sacarle el jugo a todo lo que hay, a interpretar nombres y detalles para colaborar en la construcción del mundo que nos presenta.

En la novela que espera aquí mismo, al volver de la página, en cuanto acabe este prólogo innecesario, encontraremos a Principito antes de su viaje, viviendo en un planeta-prisión —Núcleo— con su madre, Connor, —Sara Connor, nada menos—, una luchadora de complejo carácter que nos trae muchas asociaciones a los amantes del cine de ciencia ficción. Ambos se ocupan de la Rosa, aunque el niño es su cuidador oficial, y, por fin, después de tantas relecturas de El principito original, vamos a comprender por qué lo hacen.

Poco después, ya en la Tierra, que mientras tanto está dividida en Ameropa y Oceanía, nos enfrentaremos a dos personajes ya conocidos por los lectores en el mundo real, pero transformados al hilo de ese juego que Carmen nos presenta: Santo Suxpéry –el gran demiurgo– y el que en tiempos fue su mejor amigo –León Werth. Pero aquí, como sucede con casi todo lo demás, se han convertido en otra cosa y eso nos permite identificarnos con dos juegos distintos de valores: los que ya conocíamos de la obra clásica y los que vemos ahora en la novela.

También hay personajes absolutamente originales y delirantes, producto de las mejores ideas locas de Carmen Moreno, como los monos Timothy: una especie de humanos artificiales, creados como asesinos carnívoros y que trabajan como policías en Núcleo; y conoceremos a la CIHA, que no es la CIA, (sino el Centro de Inteligencia Humana y Androide), pero que se le parece mucho en metas y métodos.

En la novela tenemos una mezcla explosiva de realidad (los St. Exupéry y Werth reales y su amistad antes de la Segunda Guerra y durante el conflicto), transformación ficcional (Suxpéry y Werth como científicos en la novela, con su conflictiva relación), referencias cinematográficas y novelescas que no voy a detallar para no desvelar demasiado, y creación de material nuevo. Todo ello para configurar una historia de lucha por la libertad, de amor y desamor, de traiciones y crueldades, de sacrificio y entrega que Carmen Moreno nos regala como jugando, con sencillez, sin alharacas y que luego, sin embargo, descubrimos clavada en nuestro interior, como una espina envenenada, latiendo dentro al acabar el libro, porque ha tocado alguna fibra profunda de nuestro ser.

Casi al final del texto, un personaje dice «No somos importantes, pero podemos hacer algo importante.»

Eso es exactamente lo que nos da Carmen en esta novela: algo importante. Y ella también lo es, porque ha sido capaz de hacernos ver con esas escenas relámpago un mundo futuro, distópico, desgraciadamente muy parecido al nuestro, donde la violencia, el dolor y el sacrificio son algo cotidiano y necesario, incluso para los niños. Es posible que Carmen Moreno tenga razón cuando dijo en una entrevista que «Si la literatura no da para comer, la poesía no da ni para merendar», pero a pesar de la época que nos ha tocado vivir en la que sólo parecen contar las ventas, la importancia de una obra literaria no se mide por el dinero que sea capaz de generar, sino por los ecos que despierta en nuestro interior, por la huella que deja en quien la lee.

Principito debe morir es una novela compleja, aunque también sea divertida, que hay que leer con atención pero que gratifica al lector, especialmente al lector de El Principito y al amante de la ciencia ficción, a ese lector que recoge y comparte cada guiño de la autora. ¿O no es deliciosa una frase como ésta: «Son boas que se han tragado unos elefantes. Los elefantes del Planeta Rojo. Aquellos que –suspiró antes de continuar– tenían una trompa tan afilada que cortaban a sus enemigos por la mitad con un simple latigazo. Los elefantes sables que sirvieron a los Believers y que, más tarde, los Walkers intentaron reclutar sin éxito.»?

He dicho antes que este prólogo es innecesario porque nunca he creído en los prólogos y, sobre todo, porque creo que esta novela no necesita de una presentación que la arrope y la defienda. Esta novela, como Connor, como Carmen, sabe defenderse a sí misma. Pero es un honor y un placer poder anteponer estas palabras a las de Carmen Moreno, que son las que de verdad cuentan.

Pido perdón a los adultos por haber dedicado este libro a varias personas grandes:

A Melania Dueñas por jamás cejar en la búsqueda.

A Alberto López Aroca, gran escritor, mejor persona, que me ha dado tanto.

A María Zaragoza por indicarme siempre el camino.

A Toni Hill por un vuelo inesperado.

A Dani Villasante, a sus ocho años lo tuvo tan claro: «pues escríbela».

A «la Lucas» por tantos caminos hechos en tan poco tiempo.

A Sergio Vera y Jesús Cañadas, por esa mirada lúcida.

A Juanmi, Rafa y Elia, por ser, desde un principio, un mundo amable por estar en este libro. Gracias.

A todos los que hacen posible Semana Negra de Gijón por tanta vida.

A mi abuela. Siempre.

Se dice: «Mi flor está allí, en alguna parte…»

—Antoine de Saint-Exupéry—

El Gobernador, para quien los inmigrantes son considerados ciudadanos de tercera que tienen menos derechos, incluso, que los Timothy, cumple las funciones teológicas y deísticas que corresponde a cualquiera de los «dioses verdaderos» de las sociedades en decadencia ética y humana. Nada se superpone a su figura y todos cuantos pueblan Ameropa deben mostrarle sometimiento y lealtad.

La sociedad ameropense ha quedado estructurada en:

Ciudadanos de 1ª categoría, Fase A: Ameropenses registrados en el Libro de Sometimiento y Propiedad del Gobernador (LSPG). Poseen el privilegio de haber perdido su identidad y libertad en favor del Gobernador, para estar bajo su protección.

Ciudadanos de 2ª categoría, Fase A: Monos Timothy, favorecidos por el líder dada su saña en homicidios y torturas.

Ciudadanos de 2ª categoría, Fase B: Humanoides de cualquier generación programados como Población Civil Correcta (PCC).

Ciudadanos de 3ª categoría, Fase Extrema: Inmigrantes de países diferentes a Ameropa. Estos individuos pueden ser utilizados para experimentos de cualquier índole. No poseen ningún derecho.

Condenados a muerte: Miembros de los Believers, o cualquier otro grupo disidente. A los Walkers se les conmutó la pena por un encierro de por vida en Núcleo.

—Albert Unstone, Manuscrito inédito encontrado en la Biblioteca de Down Street—

CAPÍTULO 1

El Principito

Las cámaras de seguridad habían grabado a Principito en la Pared Oeste, Sección 3, Reactor Nuclear 7, una vez más. Avisado el comandante de las Fuerzas de Protección, este se puso en contacto con la teniente Connor de la Inteligencia. Ella pidió que nadie se acercara al niño, prometiendo un jugoso agradecimiento a cambio de que su petición fuera respetada.

Llegó en un tiempo exacto de un minuto dos segundos y cuarenta milisegundos. Se equivocó en las coordenadas que había fijado en su mente, un error muy habitual en ella, y apareció primero en la iglesia de San Augusto, donde su superior, Gallam, procedía a la detención de un grupo de Believers, una banda armada muy peligrosa que era perseguida desde hacía cuarenta y cinco años. Tuvo que reprogramarse las coordenadas para llegar hasta su hijo. A veces pensaba que, aquello que muchos consideraban un don, no era sino una broma pesada por algo que hizo en su anterior vida.

Cuando llegó, el niño seguía sentado, abrazándose las rodillas y con la mirada clavada en la pared.

—¿Qué tienen esos dibujos que los hacen tan especiales, Principito? —le preguntó con una voz entre la desidia y el agotamiento, porque Connor llevaba patrullando más de siete horas y teletransportarse, además, le agotaba.

La voz de su madre le sobresaltó, pero no se movió del sitio, continuó mirando absorto como si pudiera transformarse en uno de aquellos trazos que los Walkers, la comunidad

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