Cap Informacion y Sociedad M Guanipa 2007
Cap Informacion y Sociedad M Guanipa 2007
Cap Informacion y Sociedad M Guanipa 2007
Información y Sociedad
Moraima Guanipa
Para que haya noticia periodística -para que se produzca ese fenómeno social
que llamamos periodismo- el primer requisito, por tanto, es que unos emisores-
codificadores seleccionen y difundan unos determinados relatos para hacerlos
llegar a unos sujetos receptores, que guardan dichos mensajes con la
esperanza de hallar en ellos una satisfacción inmediata o diferida, mediante la
cual consiguen elaborar un cuadro de referencias personales válido para
entender el contexto social en el que viven (Martínez Albertos, citado en
Urabayén, 1988: 14).
pronuncien sobre los mismos temas. Esta función de búsqueda del consenso, al
que alude McCombs, es un aspecto clave para toda democracia.
El periodismo y los medios sirven y orientan la esfera pública, entendida ésta
como “la conjunción de influencias recíprocas entre el resto de ámbitos de la
sociedad civil (política, economía, asociaciones); un espacio superpuesto a los otros
y que les permite entrar en relación, haciendo viable no sólo la circulación entre
ellos, sino la interpenetración y la circulación de intereses, valores y normas”
(Ortega y Humanes, 2000: 52). De hecho, los medios no sólo son formadores de
opinión pública sino que a su vez “son formados por la opinión pública” (Martini,
2000), lo cual implica una interrelación entre medios, ciudadanía, Estado y políticos.
Si se atiende al proceso de conformación de la llamada opinión pública, un
término conceptualmente escurridizo que va más allá de los climas de opinión en
ambientes electorales o de diatriba política, para constituir el corazón del ejercicio
democrático del diálogo y el consenso entre los ciudadanos, se pueden anotar los
elementos que de acuerdo con Rául Rivadeneira Prada la caracterizan:
global impulsada por las transnacionales informativas a lo largo y ancho del mundo
(Colombo, 1998).
Sin embargo, estos temas y su abordaje están en manos de consorcios
transnacionales de la información sobre los cuales ya daban cuenta en los años 70
los países del llamado Tercer Mundo, los cuales por entonces plantearon en el seno
de la ONU, la Unesco y la Unión Internacional de Telecomunicaciones la necesidad
de establecer un Nuevo Orden Internacional de la Información (NOII) para hacer
frente a los desequilibrios informativos presentes en el intercambio noticioso con los
países desarrollados. Estos planteamientos estaban a su vez articulados por el
impulso que en lo geopolítico tuvo el Movimiento de Países No Alineados, a favor
de un Nuevo Orden Económico Internacional.
La inquietud pasó a la década de los 80 cuando en la Unesco se promovió la
conformación de la Comisión Internacional para el Estudio de los Problemas de la
Comunicación, presidida por Sean MacBride y la cual presentó en 1980 el informe
conocido como “Un solo mundo, voces múltiples”, cuyo contenido abogaba por la
defensa y promoción del derecho a la comunicación libre y equilibrada.
La idea central de la propuesta era ampliar derechos humanos específicos y
arropar bajo el concepto del derecho a la comunicación los derechos a ser
informado, a informar, a la intimidad, a participar en la comunicación pública
(MacBride, 1980). El equipo interdisciplinario en el que participaron, entre otros, el
Premio Nobel Gabriel García Márquez, partía de la constatación del enorme poder
de la comunicación para promover la democratización de las sociedades.
El informe proponía la creación de un Nuevo Orden Mundial de la Información
y la Comunicación (NOMIC) y se recomendaba la adopción de medidas para el
incremento de las fuentes de información que necesitan los ciudadanos en la vida
diaria; revisión de las leyes y regulaciones existentes para reducir las limitaciones y
restricciones en las prácticas de la información; la abolición de la censura o el control
arbitrario de la información y el establecimiento de medidas legales eficaces contra
el proceso de concentración y monopolización (MacBride, 1980: 235-236)
Centro de un debate intenso y prolífico que agotó una década, el informe
MacBride fue saludado con iguales reservas por especialistas de países
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industrializados como por los del llamado Tercer Mundo. También es necesario
apuntar que abrió los diques contenidos para un debate internacional respecto a los
derechos comunicacionales, a la necesidad de mayor autonomía e intercambio
informativo entre los países, especialmente de la región. Su impulso llevó a algunas
acciones pioneras en América Latina, aunque tímidas y aisladas, como fueron la
creación de la Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información
(ALASEI), que no alcanzó a funcionar; la Asociación de Sistemas Informativos
Nacionales (ASIN), fundada en 1979 por el expresidente venezolano, Carlos Andrés
Pérez, “que en sus mejores tiempos agrupó a México, Venezuela, Colombia,
Nicaragua, Perú, Ecuador y Bolivia, operando técnicamente desde la agencia IPS
con sede en Costa Rica. Y ULCRA (Unión Latinoamericana y del Caribe de
Radiodifusión) que desde 1985 propicia el intercambio de programas de radio entre
radiodifusoras y algunas televisoras públicas de la región" (Garretón, 2003: 200).
En un presente marcado por la intensidad de los flujos informativos a nivel
global, también se intensifican los retos que nuestras sociedades tienen con el
ejercicio del derecho a la información. En especial, cuando el cambio producido por
las redes e Internet no se queda sólo en lo económico y las redes globales de
capital, sino que también tocan nuestra cotidianidad al sumirnos en sociedades
informacionales o Sociedades de la Información en las que “la generación, el
proceso, la transmisión de información se convierten en fuentes fundamentales de
productividad y poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas”, como ha
sentenciado Manuel Castells (1997).
Quizás quepa repensar la información y los medios desde estas nuevas
realidades que hoy resultan ineludibles y que nos dicen de la necesidad de nuevas
políticas de comunicación e información para contrarrestar el reinado del mercado
por encima de la necesidad de la información como bien social.
Aunque con el necesario matiz que requieren las afirmaciones tajantes, bien
vale tener presente que, como sostiene Félix Ortega “el dilema sigue siendo,
también hoy, barbarie o civilización. Y las vías de penetración de una y otra son los
medios de comunicación de masas” (Ortega, 1994: 262). Y la información juega en
ello un papel innegable.
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Referencias bibliográficas
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