Un Exilio para Mi
Un Exilio para Mi
Un Exilio para Mi
y
POLITIKA tiene el honor de difundir este libro indispensable,
necesario e inevitable.
La suma de males que trae una dictadura no se mide sólo en
muertos, desaparecidos y torturados.
Cientos de miles de niños crecieron en medio del horror de
una dictadura insana.
Sólo el amor de sus padres, muchas veces ausentes en ra-
zón de la prisión, la clandestinidad o el exilio, pudo salvarles
del contagio de la sinrazón.
Y en medio del dolor surgió la alegría, el humor, el optimis-
mo,
la vida.
Eso es lo que Leonor Quinteros Ochoa nos entrega en estas
páginas: una lección de vida.
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Prólogo
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cen en los libros de Historia los dolores negados, las trage-
dias ignoradas, los sufrimientos despreciados, las esperan-
zas traicionadas. Solo que en medio de la muerte, de la os-
curidad y el infierno, surgen la alegría, los afectos, los senti-
dos que perciben los olores, los sabores, las texturas, es
decir la vida. En este cuento, nadie se casa para ser muy
felices y comer perdices. Porque este cuento no se acaba.
No se acabará nunca. Seguirá alargándose por siglos en las
vidas de los que volvieron, de los que se quedaron sembra-
dos afuera, de los que ya no saben si son de aquí, o de allá,
o de ningún sitio. O simplemente, desafortunadamente,
atrozmente, vivan donde vivan, vivirán para siempre en el
exilio.
Luis Casado
Santiago de Chile, julio 2011
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Indice
A modo de introducción
Incertidumbre y espera. Los años de prisión
Un paseo demasiado largo
La vida en Bélgica
El colegio y la compañía de “turti”
Mis mejores amigas
Alemania y las bicicletas
Mi hermanita, o la aurora de la esperanza
Mi querido padrino
La religión y yo
La separación
Sola con papá
Somos una familia
Siempre cantando
Casi, casi en Chile
Un viaje extraordinario
Conociendo a mi país y mi familia
Las sorpresas culturales, mi Iquique
Tristeza, esperanza y adolescencia
El corazón late al lado izquierdo de mi pecho
Una muy triste historia mientras pensamos el regreso
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A modo de introducción
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lección: He aprendido a convivir, respetar y valorar profun-
damente la diferencia. Tuve la suerte de crecer en un am-
biente multi-cultural, y por ello, desarrollar, desde muy pe-
queña, habilidades sociales para comunicarme y entenderme
con todo el mundo. Los temas actuales sobre inmigrantes y
refugiados no me son desconocidos ni ajenos.
Inicié mi diario de vida en 1979, a los nueve años. Por su-
puesto, lo hice en alemán, el primer idioma en que aprendí a
escribir. Luego, casi sin darme cuenta, llevar mi vida a mi
diario se hizo parte de mi rutina diaria, hasta el día de hoy.
Recuerdo que una vez, inspirada por la tragedia de Ana
Frank, pensé que algún día podría publicarlo. Mi idea era
dejar un testimonio real sobre lo que es el exilio desde la
mirada y los sentimientos de una niña. Desde el primer día
que llegué al destino de nuestro destierro, supe, y mientras
pasaba el tiempo con más y más fuerza, que el exilio era un
especie de acto de venganza extremadamente cruel.
Durante la Unidad Popular, desde 1970, el año en que nací;
mi padre se desempeñaba como profesor en el Departamen-
to de Educación – específicamente en la carrera de Pedago-
gía en Inglés de la sede de la Universidad de Chile en la ciu-
dad de Iquique. Llevábamos una vida muy tranquila. La vida
de barrio era muy linda. A pesar de tener pocos años de vi-
da, tengo recuerdos muy felices a partir de mis tres años. Por
ejemplo, haber pasado una fiesta de navidad en un clima de
libertad, alegría y fraternidad con todos los vecinos de mi
barrio. Mi vecino favorito, el ya fallecido Federico Lohmayer,
se disfrazaba de Viejo Pascuero y visitaba a todos los niños
del barrio, prodigándose en golosinas y regalos. La fiesta
tuvo lugar en plena calle, en una gran carpa verde, que, pa-
radojalmente, nos prestaron los militares. Por supuesto, digo
“paradojalmente” porque nueve meses después los militares
patrullaban nuestra calle en busca de militantes de la Unidad
Popular, armados hasta los dientes.
Mis padres se habían casado en circunstancias muy difíciles
en el año 1969. Mi madre provenía de una familia bastante
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adinerada. Mi bisabuelo, Cornelio Westenenk, de nacionali-
dad holandesa, fue un conocido ingeniero civil que trabajó en
Santiago de Chile en la primera mitad del siglo pasado, como
constructor de puentes. También fue quien instaló la gran
estatua de la Virgen en el cerro San Cristóbal. Era un hom-
bre visionario. Había nacido en Indonesia, en la isla de Java,
y era hijo de un colonizador holandés y de una joven abori-
gen javanesa. Su infancia la pasó en Java; y según cuenta
mi madre, nunca se acostumbró a usar zapatos. Cornelio se
casó en Holanda con Amelia Mollinger, dama belga de origen
aristocrático, y emigraron a Chile a principios del siglo XX.
Tuvieron cuatro hijos, entre ellos, mi abuela Nora.
Mi abuela es muy chilena, a pesar de tener una apariencia y
un apellido bien holandés. Se casó a los diecisiete años con
un joven piloto de la Fuerza Aérea, Jorge Ochoa. Tuvieron
tres hijos, y cuando éstos crecieron, adoptaron una niña de
origen humilde. Hasta el día de hoy mantengo un fuerte lazo
emocional y afectivo con mi abuela Nora. Nos gusta sentar-
nos a pintar juntas, a contar cuentos y recitar poesía ¡Es una
excelente compañera de caminos!
Mi abuelo Jorge, a unos diez años de matrimonio, se tituló de
abogado en la Universidad de Chile. Jorge provenía de una
familia de profesores de la región de La Serena. Su padre,
Roberto Ochoa; fue un conocido educador en la región y en
el país. Radical y masón de convicción, se lo conoce en la
historia educacional de Chile como uno de los precursores
de la educación vespertina para trabajadores. A los seis años
de edad, mi abuelo perdió a su madre; y tuvo que criarse,
junto a todos sus hermanos y hermanas, con sus tías pater-
nas, todas solteras y muy católicas. Mi abuelo Jorge siguió
esa línea. Siempre fue conservador, quizás en extremo, y en
tanto tal, apoyó siempre, abiertamente, el golpe de Estado y
la dictadura de Pinochet; a pesar que sus hijos biológicos no
sólo eran contrarios a sus ideas políticas, sino, además, fue-
ron víctimas de la dictadura. Mi madre y mi tío Rodrigo mar-
charon al exilio, a Alemania, y el marido de mi tía Verónica
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sostuvo una huelga de hambre de varios meses en plena
dictadura, en la Universidad Católica.
Mis abuelos paternos tienen un origen distinto. Mi abuelo
Haroldo llegó desde el sur de Chile, de San Fernando, al
mundo del salitre, a la ex salitrera Iris. En la pampa salitrera
destacó por sus habilidades histriónicas, dedicando gran
parte de su juventud al teatro obrero y a la declamación de
poemas populares en grupos de teatro itinerante. Conoció a
mi abuela en la pensión en que se alimentaba; pues mi bisa-
buela era dueña de una “pensión” -un restaurante popularpa-
ra obreros. Se casaron, también muy jóvenes, y tuvieron 3
hijos. Mi abuela paterna, Flora Bugueño, es una mujer con
un gran corazón y con grandes penas. Conoció bien la vida
en la pampa, en toda su dimensión, y la cuenta de manera
conmovedora. Mi padre y mi tía Blanca nacieron en la salitre-
ra Iris, y bajo duras circunstancias económicas y sociales
consiguieron educarse con la disciplina que se les exige a los
hijos de la clase obrera.
Desde muy joven, mi padre se destacó como un buen estu-
diante, y así fue que obtuvo una beca para estudiar Pedago-
gía en la Universidad de Chile en Santiago. De vuelta en
Iquique, llegó a ser presidente regional del Partido Socialista
durante la Unidad Popular.
Mi padre y mi madre se conocieron en la Universidad de Chi-
le, sede Iquique. Ella había entrado a estudiar Pedagogía en
Inglés. Mi padre, su profesor, 7 años mayor, cuenta que el
amor fue a primera vista. Pero el noviazgo fue duro e impla-
cable. Mi padre se había separado de su primera mujer, y mi
abuelo materno, Jorge Ochoa, no soportaba la idea que mi
madre se enamorara de un “comunista”. Finalmente, mi papá
y mi mamá se casaron. Por supuesto, mi abuelo paterno no
asistió a su boda.
Por todo ello, para la familia fue importante mi pronto naci-
miento. La llegada de un bebé puede unir corazones y men-
tes, y así sucedió. Crecí con el amor de todos mis abuelos y
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abuelas, de mis tíos y tías; hasta el día en que comenzó la
disgregación familiar.
Luego del golpe de Estado, avisaron por radio, en un bando
militar, que los militantes de izquierda conocidos se presenta-
ran a los cuarteles militares. Entre ellos, estaba mi padre. Mi
padre fue detenido por una patrulla militar en la calle. Fue
inmediatamente encarcelado, llevado a Pisagua donde sufrió
espantosas sesiones de tortura sistemática. Tras varios me-
ses de prisión en el campo de concentración de Pisagua, y
tras ser testigo de los asesinatos de muchos de sus amigos y
compañeros de partido, finalmente fue condenado por un
juicio ilegal y arbitrario, a la pena de muerte.
No sé con claridad cómo se salvó mi padre de la fatal conde-
na. Amigos cercanos y mi propia madre hablan de personas
de alto nivel militar, que le tenían simpatía, pues más que
como político, mi padre se había destacado en la ciudad de
Iquique como un joven intelectual excepcional. Otras fuentes
señalan que mi abuelo Jorge intervino interpelando a ciertos
amigos de su partido político, el pinochetista Partido Nacional
de entonces, algunos de alta colocación en el gobierno dicta-
torial. Es posible, porque mi abuelo, aunque nunca le agradó
mi padre, tampoco le era indiferente que Haroldo Quinteros
fuera también el padre de su nieta. Es un misterio, y nadie
habla nunca de eso en mi familia. Es un tema muy incómodo
para todos y todas, como retrotraer al presente aquellas te-
nebrosas horas. Sí hay algo que yo tengo absolutamente
claro: Si mi padre hubiese sido asesinado, yo no sería la
misma de hoy, y no habría vivido las experiencias que ahora
decido contar en este libro.
El día de la partida fue extraño. Digno de película de Kubrik.
Nunca entendí ese día, y creo que todavía no puedo pensar-
lo con claridad. Todos y todas lloraban y habían llorado ade-
más muchos días antes. Pero nadie decía una palabra. Co-
mo decía, hasta el presente se evita conversar del tema,
sobre todo de sus vicisitudes iniciales. Sé la razón. Mis pa-
dres, mis abuelos, tíos, y mi madre sobre todo, evitan que
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ese atroz pasado vuelva redivivo a la vida familiar de hoy.
Tengo por ello una sensación que me causa mucha tristeza:
observar la pena de los seres más queridos, que tratan de
evitar hablar de ese pasado. En verdad, ni yo misma me
atrevo a indagar ni hablar del asunto con más detalle en el
seno de la familia.
Arribamos a Bélgica el año 1976; y tras una corta y dura es-
tadía en Bruselas, mi familia emigró a Tubinga, en Alemania
Federal. Mi padre logró conseguir una beca para seguir un
doctorado en Educación, gracias al apoyo del conocido filó-
sofo marxista Ernst Bloch, el autor de “Das Prinzip Hoffnung,”
“el principio esperanza”. Vivimos allí el resto de nuestro exi-
lio, muy apegados, apoyándonos, peleándonos y reconci-
liándonos como familia. Hubo momentos muy felices, y hubo
tristes también. Si no fuera por el apoyo de una abuelita ale-
mana que me había “adoptado”, y la llegada a este mundo
de mi hermana Rosita, que nació en 1979, esos momentos,
aquellos años habrían sido más tristes aun.
Quizás todo aquello sea la razón por la que nuestra familia
creó un círculo invisible, indestructible en verdad, al volver a
Chile. No podemos ni queremos estar separados mucho
tiempo. Nos “aglutinamos” en torno a nuestras existencias, y
hemos creado un lazo que muy difícilmente podría quebrar-
se. Nuestra familia no es el único caso. A pesar que muchas
familias se disolvieron en el exilio, conozco otras que “sobre-
vivieron” el exilio, a través del esfuerzo por mantenerse uni-
dos, a pesar de todas las dificultades. Cuando el ser humano
no sabe donde poner sus pies, pareciera que el mejor lugar
donde pisar, si no el único, es su familia, pues con ella ha
crecido y en ella, más que en ninguna otra instancia, ha vivi-
do las experiencias más intensas que existen, las que se dan
día a día en la familia.
Este libro está escrito en diferentes tipos de letra, para dife-
renciar los trozos de cartas escritos por familiares y amigos,
y las memorias y anotaciones de mis diarios de vida. Los
primeros tres capítulos corresponden a las memorias que
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tengo de niña, escritas en tiempo presente. Luego, a fines de
1979, transcribo algunos pasajes de mis diarios de vida, re-
elaborándolos para una mejor comprensión.
Desde el capítulo 12 en adelante, sólo hay transcripciones
directas. Las cartas o párrafos de cartas transcritas son
siempre originales. Tuve suerte, porque mi abuela guardó
celosamente mis cartas. Si bien todas las personas mencio-
nadas en este libro existen o existieron, he ocultado la identi-
dad de algunos, por razones obvias.
Siendo niña y pre-adolescente, escribí 6 diarios de vida que
aún conservo. El testimonio del regreso es tan extenso que
ameritaría la publicación de un segundo libro. Es por esta
razón que este libro termina cuando se inicia nuestro reinte-
gro a Chile, una experiencia que, aunque parezca increíble,
tuvo ribetes tan amargos y dramáticos como los primeros
años de exilio.
En fin, este libro es la historia real de una familia que a pesar
de las muchas dificultades y humillaciones sufridas en el exi-
lio logra permanecer unida. Cabe destacar que no sólo es
una recopilación de memorias y testimonios. Es también una
historia de amor, una verdadera historia de amor. Se plas-
man en él el amor familiar, de pareja, y, según mi opinión, el
verdadero amor a la patria.
Agradezco de manera muy especial a mis padres, quienes
me han autorizado a publicar sus cartas, muchas veces de
contenido íntimo. Lamento haber tenido que obligarlos de
alguna forma a recordar momentos que no quisieran evocar.
También va mi gratitud para ellos haberme apoyado de ma-
nera incondicional cuando afloraron en Chile todas mis difi-
cultades de adaptación y reencuentro con el país donde nací.
Agradezco a mi madre por haber sido valiente cuando tuvi-
mos que vivir fuera de Chile, y habernos dado a mi hermana
y a mí momentos de mucha alegría y felicidad cuando no
teníamos abuelos, ni tías ni primos con quienes compartir.
Tanto mi madre como mi padre tuvieron que suplir con mu-
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cho esfuerzo nuestra necesidad de un afecto familiar más
amplio en el exilio, como asimismo resolver las necesidades
económicas que tuvimos, por sobre todo en los primeros
años lejos de Chile. Es decir, durante tres años toda mi fami-
lia fuimos tres, y después cuatro, cuando nació Rosa, en
1979. Doy gracias también a mi padre, por haberme enseña-
do con su ejemplo principios morales fundamentales. Le doy
las gracias por su consecuencia y rectitud hacia toda su fami-
lia. Quiero agradecer de manera especial también a mi her-
manita Rosa por su compañía, desde que nació.
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Carta formulario que mi padre le escribió a mi mamá
cuando estuvo en el campo de concentración de Pisagua.
Los borrones son producto de la censura militar.
14
1.
Incertidumbre y espera.
Los años de prisión
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pongo muy nerviosa en las tardes, además, tengo la depre-
sión que baja al atardecer. Planté un eucalipto en el patio de
mi casa antes de dejarla, con mucha pena. Reciba un abrazo
cariñoso de su hija Nora.
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estos momentos es por una situación circunstancial, sin em-
bargo, hay otros que sufren toda la vida y que es más difícil
de superar. Sin embargo, creo que estos sufrimientos harán
de ti un hombre íntegro y valiente. Hace poco estuviste con-
denado a muerte, y pudiste escapar de ese terrible destino.
Nada peor puede suceder de ahora en adelante. Pronto nos
volveremos a reunir, ten fe. Un abrazo bien fuerte, Vero.
29 de septiembre 1975
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Octubre 1975
Diciembre 1975
18
Diciembre 1975
Mi abuelita tenía razón cuando dijo que Dios era bueno, por-
que a los militares se les quitó el enojo y decidieron dejarlo
salir. Pero en vez de volver a Iquique, mis papás decidieron
hacer un paseo a un país donde se hablaba francés. Me dije-
ron que íbamos a volver después a Iquique. No alcancé a
despedirme de mi abuela y abuelo de Iquique, tampoco a mis
primos y al vecino, ni a mi gato Rucio ni al perro de Perico.
Enero 1976
En mi álbum de fotos, mi abuela materna escribe lo siguien-
te:
¡Adiós! Adiós, mi graciosa “flor de loto” 4 de enero de mil
novecientos setenta y cinco emprende largo y distante ca-
mino. Cinco capullos tenía repletos de canciones y de picar-
día que llevó consigo creyendo que salía de paseo y que
pronto regresaría. Adiós, niña de mis entrañas me quedo con
tus pucheros con tus primeras letras y balbuceos con tu ca-
racol de canto con tu mirar zalamero con tu calar hondo con
tus alegrías y tu llanto.
Ese día me arreglaron mucho más que otras veces. Mi abue-
la me había comprado zapatos y un vestido nuevo. Recuerdo
haberla visto llorar ese día, a escondidas. Ella pensó que no
la iba a ver; pero miré por el cerrojo de la puerta del baño.
Estaba sentada sobre el water sollozando y limpiándose la
nariz con papel higiénico. Quizá le dolía la muela, como su-
cedía usualmente. A pesar del terrible dolor de muela, mi
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abuela igual fue al aeropuerto con toda la familia. Mi papá
estaba esperándonos allá, para ir al paseo. Se había ido en
un auto especial con otras personas de la cárcel donde había
estado. Nos sacamos muchas fotografías, y casi nadie ha-
blaba. Todos me tomaban en brazo, a cada rato y me daban
besos. Mi abuela trataba de ocultar el llanto, pero no podía.
Después, un militar dio un permiso para entrar cinco minutos
a la habitación donde mi papá estaba. Pero podíamos entrar
sólo de a dos. Mi papá estaba de pie junto a otros caballeros,
todos hombres. No conocía a ninguno. Estaban todos calla-
dos y serios, no había donde sentarse. Mientras mi papá
conversaba con mi tía Verónica, él me tomaba de las manos
y yo jugaba al resbalín entre sus piernas. Yo estaba muy
contenta porque pronto nos subiríamos a un avión y volve-
ríamos a ser yo, papá y mamá.
Marzo 1976
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dinerito extra. Haroldo me enseñará el idioma a medida que
vaya aprendiendo. Aunque ha pasado poco tiempo desde
que partimos, los extraño, mi hermana, mamá, la casa, So-
nia, el jardín, en fin, todo lo bueno que existe allá. Los abraza
con mucho cariño, Nora.
Marzo 1976
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Marzo 1976
22
3. La vida en Bélgica
Abril 1976
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tiempo me escribas más seguido. A veces me siento triste
cuando pienso que con el tiempo puedes olvidarte de mí. Te
abraza con el cariño de siempre, tu vieja.
Abril 1976
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Mi mamá le escribe a su madre santiaguina ese día:
Mayo 1976
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Aquí estamos bien, con ingenio y con agallas hemos logrado
tener una casita con de todo: refrigerador, cocina de cuatro
platos y muebles. Hemos comprado una radio con cassette
también. En suma, estamos bien, aunque todavía no tengo
un trabajo estable. Lo que hemos comprado ha sido con el
dinero que nos da las Naciones Unidas y el gobierno belga,
más las cosas que vienen de la solidaridad de la gente. Un
abrazo, Haroldo.
Junio 1976
Hoy día pasó algo terrible. Ahora mi mamá llora por culpa
mía. Yo estaba enferma hace días, y mi mamá salió un rato y
me dejó sola. Yo intenté poner la radio. Pero en vez de oír
música en la radio, no se oía nada en absoluto. Así que apre-
té “start” en la máquina, pero no funcionaba tampoco. Se
había atascado el cassette de Víctor Jara. Traté de sacarlo
con fuerza, pero la cinta se rompió dentro de la máquina.
Traté desesperadamente, de arreglar la cinta y la volvía a
poner, pero ¡se me desparramó por todos lados! Cuando
llegó mi mamá pensé que me iba a retar pero no pasó nada.
Sólo que lloró un poco y me abrazó. Nunca voy a olvidar es-
to, porque me siento muy culpable, y sentiré culpa por toda la
eternidad. Quizás me vaya al infierno por esto. Además, sigo
pensando en Rucio, espero que esté bien, rezo todas las
noches por él, como me enseñó mi abuela.
Mi mamá escribe a mi abuela materna ese día:
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solo si puedes, envíame posters de Chile, como aquellos
compré antes de venirme (la iglesia de San Francisco, Valpa-
raíso, etc. bordados y aplicación de géneros). Los vendería
volando y por buen precio.
Junio 1976
Julio 1976
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Mi mamá y yo pasamos todo el día solas. Mi papá esta traba-
jando en un sindicato, donde sirve café. A veces, nos aburri-
mos mucho, no tenemos nada que hacer. Así que fuimos hoy
a la tienda de mascotas que queda lejos. Es mi lugar favorito
para ir a pasear. Me gusta cuando traen gatos, siempre me
acuerdo de Rucio. Mi mamá por fin se decidió comprarme
una mascota. Yo le pedí primero un pez japonés, pero el
dueño del local le dijo que era muy venenoso, así que se
asustó con eso. Me compró una tortuga acuática y una pisci-
na en miniatura para ella. Le pusimos “turti”. Ahora está en el
living, nadando en su piscina o sacando la cabeza para to-
mar sol. Pero igual seguimos aburridas.
Julio 1976
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da! Y mis papás no pueden hacer nada para sacarme de ahí.
Tenemos que hacer una fila para lavarnos las manos, y la
profesora siempre me reta porque dice que yo no me las sé
lavar. Casi todos somos de otro país en ese colegio, hay muy
pocos belgas. Hoy, un compañero se tiró un pedo en clases,
y la profesora me echó la culpa a mí. Me mandó a hacer ca-
ca al baño mientras todos se reían a carcajadas. Odio ese
colegio, y extraño mucho a mi abuela, cada vez más. Quiero
estar siempre enferma para quedarme en casa con mi mamá
y mi tortuga acuática. Mi abuelo me llevaba al jardín en su
citroneta amarilla, y cantábamos. A veces, escucho pasar un
auto que suena igual al que tenía mi abuelito, y yo suelo co-
rrer a la calle para ver si es ella quien viene. ¡Pero nunca
llega! Son otras citronetas con otras personas adentro.
Julio 1976
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mento el dinero no nos alcanza para comprarle un buen par
de zapatos. Haroldo ya no trabaja en el sindicato y no en-
cuentra trabajo aún. Si no lo encuentra, quizás tendremos
que mudarnos de aquí. Todo ha sido muy duro para nosotros
por el hecho de estar lejos y en un país extraño, sin el conse-
jo ni el cariño de los familiares y amigos.
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Turti murió hoy. En realidad, no sabemos cuando murió, mi
mamá me preguntó en la mañana qué olía tan mal, y era la
tortuga que ya se estaba pudriendo. Mi mamá me retó y me
dijo que yo tenía que cuidarla y alimentarla, pero eso no es
verdad, nunca me lo pidió. La enterraremos a los pies del
árbol podado. Y tengo zapatos nuevos, menos mal. La niña
de la familia belga me regaló unos zapatos que le quedaban
chicos.
Agosto 1976
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Agosto 1976
Agosto 1976
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Agosto 1976
Septiembre 1976
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Mi mamá escribe a mi abuela lo siguiente:
Mamita querida: Ahora que estoy lejos veo tantas cosas con
claridad. Creo que lo más lindo de una relación humana,
cualquiera que sea, es poder decir sinceramente, expresar a
los otros, ya sea esposo, padre o hijos, el sentir más profun-
do, ser tolerantes y sinceros, y mostrarnos tal como somos,
sin clichés ni estereotipos, apariencias que uno lleva y que
muchos tienen que mostrar hasta la muerte. No deberíamos
tener miedo a mostrarnos débiles, y exigirnos “ser la madre
perfecta” o la “esposa perfecta” ante todos. Nadie es perfec-
to. Mamita, me alegra tanto tener a mi mamá así, con toda su
belleza humana, porque contigo hemos tenido todos momen-
tos de gran felicidad y tú tienes muchas excelentes cualida-
des. Creo que tu destino es o ha sido el de nosotras, las mu-
jeres. Te toca además, al igual que a mí, un período en la
historia difícil: El golpe militar. Mi querida mamita: yo y mi
hermano te queremos mucho ahora y antes, y para nosotros,
lo mejor sería verte derramando alegría a los que te rodean,
lo que siempre has hecho. Te besa y abraza tu hija Nora.
Septiembre 1976
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los indios lo salvaron y le regalaron varias de las plumas que
tiene en el departamento. A mi mamá también le gusta oír las
historias de Vicky.
Septiembre 1976
Noviembre 1976
Todas las tardes espero a papá que vuelve del trabajo. Con-
siguió trabajo haciendo aseo en unas oficinas. Él era profe-
sor en la Universidad y aquí está trabajando sirviendo café.
Miro por la ventana y espero. Cuando se acerca a la casa, yo
corro las escaleras abajo para recibirlo. Siempre me trae mi
chocolate. Digo mi chocolate porque se llama “LEO”. Es el
mejor chocolate del mundo y me lo como en dos segundos.
Hoy, mi papá llegó más tarde. Me aburrí de esperarlo en la
ventana. Afuera hacía mucho frío. Pero cuando llegó no traía
chocolate. Al principio me enojé un poco, pero después no,
porque tenía buenas noticias y estaba muy contento. Vamos
a irnos a otro lugar, donde van a estudiar mis papás. Yo no
sé qué pensar. Ojalá que viajemos ahora a un lugar con sel-
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va y animales salvajes, eso sería muy divertido. Siento pena
de tener que dejar a Vicky y a Marva. Vicky me prometió que
me iba a regalar una foto suya, en el circo donde trabaja, con
sus plumas de Brasil. Cuando le conté que por fin iba a viajar
al mundo, Vicky me abrazó llorando. Nunca voy a olvidar ese
abrazo.
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Diciembre 1976
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Querida mamá: Recibí tu cartita en la que me dices que no
has recibido carta mía. Como tú sabes, no es de extrañar
algo así, sobre todo en el Chile de hoy. Tampoco ha recibido
mi suegra carta de Haroldo. Vamos a cambiar los nombres
de los remitentes, quizás así comiencen a llegar las cartas
por fin. Puse a Leonor en un jardín infantil católico, donde le
enseñarán el idioma alemán. Ella está fascinada con los an-
gelitos, demonios y demases. Las monjas son muy buena
gente.
Marzo 1977
Marzo 1977
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Hoy fuimos a ver a Karola Bloch, la esposa del filósofo Ernst
Bloch. El Sr. Bloch logró que trajeran a mi papá a Alemania,
junto con el Chile Comité. El decía que mi papá era un joven
profesor universitario, que había que apoyar. Por eso llega-
mos a Tübingen, porque es la ciudad donde este sabio pro-
fesor vivía y hacía clases. Pero cuando llegamos nos dijeron
que había fallecido. Mi papá anduvo muy triste cuando supo,
fuimos al cementerio y le dejamos una flor en la tumba.
Abril 1977
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creo que es porque ya sé defenderme. En Francia también
me decían cosas así en el colegio. Pero no era tan valiente.
Ahora sé que tienes que hablar como los demás para que no
te digan cosas feas.
Abril 1977
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Mis mejores amigas no son alemanas: Una es griega, la otra
turca y la tercera es francesa. Con la amiga francesa no me
junto mucho, porque también son raros para comer cosas. El
otro día, me invitó a almorzar a su casa, y luego de eso no fui
nunca más. Pero a veces nos juntamos en el parque. Cuan-
do almuerzan no toman jugo, sino agua.
Mayo 1977
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Yo estoy bien, pero ya reconozco abiertamente que este cli-
ma me afecta mucho. Mis depresiones tienen mucho que ver
con este clima espantoso, la falta de sol y de luz, y la falta de
las raíces que están en Chile. A pesar de esto, no puedo
decir que aquí soy infeliz. También tengo momentos felices,
siempre los compartidos en familia, con Leonor y con Harol-
do. Nos regalaron dos bicicletas y la de la Leo la consegui-
mos en una feria de pulgas. Ahora salimos a menudo a pa-
sear en bicicleta, Haroldo no sabía andar en bicicleta, pero
aprendió rápido. Le tomó tanto cariño a su bicicleta que la
pintó muy colorida.
Junio 1978
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deleitando con tu preciada cartita con tantos dibujitos. Me
haces recordar los días de tu infancia cuando tú y yo solía-
mos pasear por las tardes y jugábamos a las escondidas.
Nos sentábamos en el jardín de la casa ya de noche, y yo te
cantaba mientras te sujetaba entre mis brazos. ¿Sabes? Tie-
nes muy bonita letra y ya antes de abrir el sobre me acarician
tus palabras y beso una y otra vez tu cartita. Gracias por todo
tu amor. Cuando me dices que nunca me olvidarás, es algo
tan grande, tan grande, que nunca nadie ni mi marido me ha
dicho algo igual. Es lo más lindo que me han dicho jamás y
te aseguro que estás muy bien correspondida. A veces me
pongo muy exigente con el tata Dios y le pido que vuelvan
todos ustedes a Chile y que les de salud, paz y bienestar. Te
adora tu abuela Nora
Junio 1978
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Junio 1978
Julio 1978
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a mi papá! Mi papá salió a buscarla por todo el barrio y volvió
a casa muy triste. Lo bueno ahora:
Mi mamá me dijo ayer que yo iba a tener un hermanito. ¡Es-
toy tan, pero tan feliz! Además tengo ahora una isla secreta.
Ahí encuentro hartos tesoros, como una piedra con un dia-
mante adentro.
Lo malo es que ahora la perdí y no la encuentro. Tengo una
caja metálica con mis piedras favoritas en un tronco hueco
en mi isla.
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Este es el primer panfleto que hago de niña. Posteriormente, hago
muchos más que comienzo a guardar celosamente. Dice: “ ¡milita-
res! ¡militares! ¿porqué matan ustedes a nosotros? No queremos
militares. Nosotros tenemos en las calles militares en todas partes
militares. Eso no nos gusta. Solamente para sufrir. Y luego en ale-
mán: “y por eso pedimos solidaridad”.
46
Septiembre 1978
47
Diciembre 1978
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regalo. Es un hermoso poncho rojo de suave lana de alpaca.
Yo te compré cuatro pares de calzoncitos de algodón y dos
camisetas para los días fríos y algunas cositas más. Dime,
en secreto ¿Qué le gustaría a tu mamá? No dejes de escri-
birme. Te adora tu Nori.
Diciembre 1978
49
favor ven pronto mamita, quiero hablar contigo largamente.
Mamita, si puedes, por favor envíanos camisetas “mota”,
aquí hace mucho frío. Mándame una para mí, talla M y a
Leonor talla S. Por favor no me envíes nada de música chile-
na. Me imagino que estarán de moda los Quincheros, la Est-
her Soré y otras gritonas. Prefiero que me envíes un disco de
música peruana, con valses.
Enero 1979
Febrero 1979
50
abuelita a cuidarla a ella y a nosotras, porque apenas se
puede mover.
Febrero 1979
51
hicieron que nos volviéramos a ver en el exilio alemán. Juan
es muy generoso y amoroso con las niñas, el mismo tiene
dos hijos, de la edad de Leo.
Marzo 1979
Abril 1979
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terribles. Pero ella me insistía en que su papá fue el más
torturado, entonces peleamos un poco por eso.
8. Mi querido padrino
Mayo 1979
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tanto que aflore, no sé por qué miéchica, cuando es tan rico
quererse. Mi negrita querida y sabrosa, te mando un gran
beso. Tan grande como un inmenso quitasol. Tu Nora
Junio 1979
Junio 1979
54
cuando le sacaron sus zapatillas y comenzaron a arrojarlas
por la sala. Robert dijo “mira...las zapatillas de la cosa” y las
tiró por el aíre. Yo las recogí y les grité que eran maleduca-
dos y culos. María lloraba. Fuimos a hablar con el profesor
de religión, y nos envió a hablar con la profesora Jefe, la se-
ñora Rothmeier. La señora Rothmeier le preguntó a María
que qué había hecho para enfurecer tanto a los alumnos.
Cuando María comenzó a hablar, la señora le dice a María
que se calle y se vaya a sentar a su lugar. Lo bueno fue que
el profesor de religión decidió hablar sobre el tema en la hora
de clases. Pero María seguía llorando, incluso cuando ya
había terminado la clase. Me decía “nadie me podrá consolar
jamás”. Siento mucha pena por ella, vive con su familia en
una casa muy pobre y oscura. Una ciudad extraña es para
un extranjero un terrible dolor.
Querida mamita: Es muy difícil ser mamá. Hoy tuve que pe-
learme con Leo a causa de la televisión. A toda costa quería
ver “Winnetou”, una película de “cow-boys”. A veces ve tam-
bién unos “shows” alemanes horribles, Leo no se pierde nin-
guno. El problema es que al día siguiente debe levantarse a
las 7 de la mañana y el televisor molesta el sueño de Rosita.
Creo que a Leo le di demasiada libertad, le dejé mucho es-
pacio libre para decidir por si misma, faltándole, así lo veo
ahora, guía y disciplina. La puse en un “Kinderladen”, un jar-
dín infantil muy particular, donde a los niños se les da la li-
bertad de hacer lo que quieren. Son los experimentos grin-
gos de aquí. Tuve que sacar a Leonor de ahí, porque los
niños la agredían y los “parvularios” no hacían nada al res-
pecto. Lo único que quiero ahora es poder volver a Chile,
creo que Leo y Rosita se criarían mucho mejor junto a su
55
familia y cultura. Me iría a vivir encantada a Tongoy, a pesar
de la pobreza de nuestra patria, es un lugar maravilloso. Lo
comparo con este país, y comprendo de inmediato por qué
aquí los niños tienen tantos problemas psicológicos, a pesar
del exceso de bienes existentes. No podrá compararse ja-
más tan solo ese sol con todo lo que haya aquí. Además, el
futuro nos pertenece. Te quiere tu hija Nora
Julio 1979
56
Mi mamá escribe a mi abuela lo siguiente
Septiembre 1979
57
eternidad. Mi pequeña y pícara ardillita, mi corazón está con-
tento porque hay mucha gente a la que quiero y ellos me
quieren a mí, muy principalmente tu, mi querida Leíto. Te
abraza fuerte, tu Nori.
Septiembre 1979
Octubre 1979
58
rreo requisan todo. Mis papás siempre están inventando
nombres diferentes en el remitente para poder omunicarse.
Yo le pregunté a mi mamá, porqué mi diente de leche nunca
llegó. Me dijo que los militares sospecharon, seguramente,
que el diente podría tratarse de una bomba, así que elimina-
ron mi diente. Entonces se me ocurrió, que podríamos hacer
una cruzada de solidaridad para conseguir una gran cantidad
de dientes de leche, y enviarlos por correo a Chile. Entonces,
los militares se van a asustar tanto, que van a huir y así po-
demos regresar.
9. La religión y yo
59
Octubre 1979
60
Noviembre 1979
Noviembre 1979
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la foto es exagerado, porque tenía los labios bien rojos. Nada
que ver esa opinión. Además dijo que le daba vergüenza que
yo tenga eso en la pieza y que más encima le prenda velas.
Noviembre 1979
Noviembre 1979
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ron tanto que ya no voy a prender nunca más una vela.
Diciembre 1979
1. Es joven
2. Ya lo compraron
3. Recién me lo dan el 24.
25 de diciembre 1979
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perara afuera con Rosa, porque iban a preparar los regalos.
Cuando llegó el momento, ¡¡¡recibí mi conejo!!! y otras cosas
para el viaje a París con mi papá.
Febrero 1980
Febrero 1980
64
Estoy enferma en cama. Mi abuelita Flora esta de cumplea-
ños y no le he escrito. La extraño y pienso en ella. Qué pena
que esté tan lejos. Ella es muy buena, antes de venirme, me
tomó la cara y me miró por un largo rato y me dijo que quería
memorizarme. Espero que no me olvide nunca. Me cargan
los evangélicos, siempre andan sacando pica. Ahora, los
compañeros evangélicos comenzaron a decirnos que apren-
dieron hebreo, además, tuve una pelea con mi mamá.
Febrero 1980
Marzo 1980
65
diendo una niña con un problema al corazón. Así que fui a
pasear con mi hermana por el lugar. Jugamos a las apuestas
y la que ganaba recibía un beso. Mi hermana me dio un be-
so. Cuando nos recibió el doctor, mi mamá le mostró el pañal
de mi hermana con caca, y el médi-
co estuvo analizando la caca durante mucho tiempo. Yo iba a
mirar a su oficina, y escuché que llamó a alguien y le dijo que
probablemente mi hermana tenía parásitos, “gusanos del
trópico desconocidos” le dijo a mi mamá. Lo dijo tal cual. Es
raro eso, pensé, porque nunca hemos estado en África. Mi
mamá no la podía creer y volvió a analizar la caca de mi
hermana con el médico. Finalmente se dieron cuenta que
eran semillas de sésamo que mi hermana se había tragado.
10. La separación
Abril 1980
Hoy día hubo otra gran pelea en mi casa. Cuando llegué del
colegio, mi papá estaba en la cama. Primero me dijo que
estaba enfermo, pero después me dijo que mi mamá quería
volver a Chile, pero que él no podía ir con ella. Comencé a
llorar mucho, porque presentía esto. Cuando llegó mi mamá
le pregunté por qué. También la reté porque me iba a dejar
sola aquí. Yo no puedo dejar abandonado a mi papá aquí.
Ella lloró un poquito y no me quiso decir “por qué”. Cuando le
insistí y me puse de rodillas, ella me dijo “no soy libre aquí”.
Yo me puse a gritar y decía “no puede ser, no puede ser, no
puede ser”. Entonces yo propuse que nos sentáramos en la
mesa a hablar. Ella estaba de acuerdo y yo les di un consejo
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a los dos. Y al final, ya no pelearon más, y mi mamá decidió
no irse a Chile.
Abril 1980
Mayo 1980
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Mi abuelo paterno escribe lo siguiente ese mes a mi mamá:
Mayo 1980
Mayo 1980
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Mayo 1980
Junio 1980
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y fue perseguido también. Dijo que quería ir con todos noso-
tros al río a buscar cangrejos. Le dijimos “oh, lamentable-
mente no podemos”, pero en realidad, nos estábamos co-
rriendo de salir con él. Así que nos fuimos por un camino
privado y no por el público. Entonces nos encontramos con
personas que estaban protestando. Decían que algunas per-
sonas querían poner una represa gigante en el lugar, de 20
metros, y que todo se iba a inundar. Una mujer nos dijo
“quieren firmar para impedir esto”, mi mamá le dijo “somos
extranjeros y no tenemos derecho a hacer eso”. Pero la mu-
jer nos dijo que se podía firmar, y todos firmamos, yo tam-
bién. Llegamos a un lugar donde había hartas ranas y metí
los zapatos en el barro, sin darme cuenta. Mi mamá dijo “es-
to le pasa a la Leo no más”. Más encima, puse sin querer los
zapatos sucios sobre la chaqueta nueva de mi papá, así que
también me retó. De vuelta canté las canciones que canto en
el coro. En realidad, debería estar en Stuttgart cantando con
mi coro, pero no fui, por ir a este paseo. Llamé al profesor
Rhein y le dije que estaba ronca. Cuando llegamos a la casa,
volvió aparecer Cristián, con un pedazo de cerámica. Según
él, es un descubrimiento arqueológico y lo llevará al museo
mañana.
70
la paciencia muy rápidamente y no pudiendo dormir bien
hace ya varios meses. Si dejo de estudiar, perdemos mi beca
de estudios, que son DM 1.100, que es un 70% de nuestro
sueldo mensual, lo que me obliga a seguir estudiando, a pe-
sar de mi salud mental y física. Haroldo y yo pensábamos
que podíamos vivir así hasta que yo terminase mis estudios.
Todo estuvo bien planificado, pero nosotros mismos no, y
tampoco nuestra capacidad para llevar una vida tan dura.
Creo que Leonor ha sufrido suficiente. Yo estoy muy cons-
ciente que mis hijas son los seres que más quiero, pero tam-
bién estoy consciente que una madre infeliz no puede hacer
felices a sus hijos ni a su marido, tarde o temprano los hijos
se identifican con los padres, para bien o para mal, determi-
nando así también su propio futuro.
Junio 1980
Julio 1980
71
hermana en un bosque y era oscuro y siempre había un
hombre que nos acechaba, tampoco podíamos verle el ros-
tro. Luego nos separamos y me encontré en un cruce de 4
caminos y no sabía cuál tomar para encontrar a mi hermana.
Julio 1980
72
para mandarle una carta a un profesor de la Universidad de
Tübingen. El profesor pensó que mi papá le estaba haciendo
brujerías y le preguntó si eso era parte de un ritual mágico
chileno.
Agosto 1980
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Septiembre 1980
Septiembre 1980
74
de Iquique, nunca se debe de perder el contacto. Me gustaría
que me escribieras, contándome de tu vida, de lo que haces
de lo que estás aprendiendo, de tus penas y alegrías, todo,
todo lo que tú eres me interesa porque te quiero como a un
tesoro. Te abraza muy fuerte tu Nora.
19 de Septiembre 1980
Septiembre 1980
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yo me reí tanto que hasta me puse a llorar de la risa.
Noviembre de 1980
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Noviembre 1980
Diciembre 1980
Diciembre de 1980
77
Hoy no fui al colegio, porque no me siento bien. Extraño mu-
cho a mi mamá, espero que pase luego este momento.
78
pensé que a mi regreso a Tübingen voy hacer una torta tan
rica como esta para nosotros y nuestros amigos. ¿Cómo
estás mi Leíto? ¿Hace mucho frío en Tübingen? Aquí hace
mucho calor. Los abuelos te mandan muchos amorosos be-
sos, Rosita al ver tus fotos te besa con besos de caracol,
bien mojaditos, casi tan ricos como los tuyos cuando eras
una bebita. Mi Leo: Te quiero mucho y me despido de ti. Re-
cibe un abrazo fuerte y muchos besos de tu mamá.
Diciembre de 1980
Diciembre de 1980
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mi mamá, extraño tanto eso que no sé si podré sobrevivir
así.
10 de febrero 1981
80
qué, pero siento a menudo terribles ganas de llorar, me sien-
to insegura de mí y con miedo, aquí en mi país. Sé, que es-
toy aquí, y no puedo ser feliz. También sé que te quiero. Ya
lo sé muy bien. No quiero discutir más contigo y quiero que-
rerte y estar contigo y nuestras hijas. Sufro porque te quiero.
Pienso en Leo y en ti todo el tiempo. Mi negrito, te amo, y no
me interesan otros hombres, ideales o reales. Tú eres mi
hombre y me quedas tan bien, como el anillo al dedo. Nunca
podré encontrar a nadie con quien disfrutar tantas cosas lin-
das. Me gustó mucho la tarjeta de Rodin que me enviaste y
me dice mucho. ¿Es verdad que amas así? Por favor lláma-
me por teléfono, necesito hablar contigo y oír tu voz. Te echo
muchísimo de menos y pienso en ti. ¡Estaré feliz de regresar
a nuestra casita! Te abraza y besa tu Nora.
81
esposo ¿Qué más puedo decirte, que no sea lo que me per-
sigue? Te recuerdo siempre, te adoro. Quisiera que me per-
donaras por mi falta de paciencia, en realidad, no puedo vol-
ver si no es contigo y nuestras hijas. Chao mi negrito, escrí-
beme pronto.
Marzo 1981
82
al aeropuerto. Cuando llegamos, mi papá me pidió que lo
esperara sentada. Al rato apreció Bernhard, mi mamá, mi
hermana y mi papá. Mi hermana comenzó a gritar “La Leo, la
Leo”. Nunca antes me había llamado así, y ahí no aguanté.
La abracé y no quería soltarlas. La gente me miraba pero a
mí me daba lo mismo. Mi mamá me dijo llorando que nunca
más nos íbamos a separar como familia, y que siempre esta-
remos juntos, hasta la muerte.
83
Mayo 1981
84
parecía no se podía resistir tanto dolor y angustia y se pudo
resistir y seguiremos viviendo a pesar de tanto dolor ¿cómo?
¿Por qué? Tal vez que el mismo recuerdo de mi niño tan
querido y tan tierno ¿Por qué había dos pequeños a quienes
cuidar, o porque no podíamos defraudar a ese hijo que dio su
vida por un ideal, no lo sé, Haroldo. Aún no sé cómo pude
seguir con vida luego de perder a mi hijo. El que pudo hacer
tanto por su Chile, por su Iquique ya no existe, y quedamos
con vida sus padres que nada hacemos. ¡Es injusto y me
rebelo y me siento impotente y tan poca cosa El tenía que
vivir, no yo! Di rienda a mis sentimientos, no debí hacerlo,
porque creo que tengo que ser valiente y seguir adelante. Tal
vez pesa tener latente su recuerdo, para que sus hermanos
no lo olviden. Vuelvo al libro; se lo presté a mi mamá, ella en
casa el mismo día había recibido otro que trajo una amiga
que fue a Europa así es que luego me lo regresó y ha segui-
do prestado de nuevo a otro amigo, todos quieren leerlo y no
he vuelto a recuperarlo, ha tenido una acogida como era de
esperarse. Humberto, mi marido me encarga que le agradez-
ca en su nombre por este recuerdo que ha dedicado a nues-
tro hijo, aquí seguimos nosotros firmes, tratando de sobrevi-
vir en este régimen. Al recibir el libro le puse tarjeta acusan-
do recibo, espero la haya recibido. El rigor del régimen ha
recrudecido en estos últimos meses, muchos detenidos y
relegados otros encarcelados ustedes por la radio se podrán
enterar de lo que ocurre acá. Siempre estoy en contacto con
su familia allá están bien. Queda la esperanza que algún día
Ud. Pueda volver, y pueda ser, ese día llegará.
85
ría se pudiera contactar con el desde allá, es más fácil que
desde acá. Abrazos y cariños y siempre nuestros pensa-
mientos están con ustedes. Abrazos a Norita y niñas. Con
cariño, Baldramina.
Junio 1981
Junio 1981
86
tenido es vender empanadas y vino tinto en los eventos que
hacen en solidaridad. Me gusta estar en la caja y contar las
monedas que entran y contar historias sobre Chile a los ale-
manes. A ellos les encanta cuando les cuento como torturan
y persiguen a los socialistas.
Julio 1981
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tando. Ya me sé todas las canciones de Víctor Jara, aunque
no conozco algunas palabras del castellano. Ya escribí sufi-
ciente, ¡ahora me voy a oír a los Beatles!
88
Los Beatles siempre fueron importante en mi vida.
89
Agosto 1981
Octubre 1981
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Mi mamá escribe a mi abuelita:
Octubre 1981
A las 20:00 hrs llegó Elizabeth. Ella es una señora que habla
como un niño chico y tiene mucha plata. Hace cursos de re-
lajación. Me trajo de regalo un mazapán gigante y estaba
completamente cubierta de maquillaje. Vino a vernos con su
amiga. Mi hermana se aburrió y comenzó a meterse el dedo
en la nariz. Mi papá me dio pena, porque quería comer mi
mazapán, así que le convidé. Mi mamá estaba en el suelo y
Elizabeth, sentada, le daba su mano llena de anillos brillan-
tes.
Noviembre 1981
91
otra vez, a cada rato: “Escuuuuuuuchen la música, es-
cuuuuuuchen la música”. Me tuve que aguantar la risa con mi
mamá. Lo pasamos muy bien.
Noviembre 1981
92
Estuvimos en Freiburg; nuevamente mis papás cantaron pa-
ra los alumnos de la universidad. Pero esta vez fue mucho
más bonito, porque los estudiantes participaban cantando y
uno se subió sobre al escenario conmigo para cantar las
canciones. Fue muy emocionante, porque estábamos todos
como un solo gran corazón “El pueblo unido jamás será ven-
cido”. Las paredes temblaban por la fuerza de nuestras vo-
ces. Pero eso fue al final. Antes, Mi mamá se había emocio-
nado tanto, que se puso a llorar mientras cantaba una can-
ción argentina. Tuvo que parar. Se levantó y se llevó su gui-
tarra. Mi papá la iba a ir a buscar, pero en ese momento, los
estudiantes aplaudieron y comenzaron a corear “¡¡Nora, No-
ra, Nora!!” Fue tan fuerte, que mi mamá volvió a pararse fren-
te a todos, muy conmovida y emocionada, y encontró la fuer-
za para terminar de cantar la canción con mi papá. Yo veía
que mi papá tenía los ojos muy rojos y se le quebraba la voz.
Mis padres han sido muy fuertes. Los admiro mucho. ¡Esos
aplausos eran realmente merecidos!
Noviembre 1981
93
feminista de mi mamá, Gudrun. Mi mamá le dijo “Gudrun,
vamos a ir al zoológico, Michael podría ir con nosotros”. A los
5 minutos Michael ya estaba acá. Traté de conversar con el
niño, pero no había caso. El tiene 9 años y cuando tuvo 8 su
padre falleció. Seguimos andando y llegamos al casino de la
Universidad. El almuerzo costó 12.50 DM. Nos sentamos en
la mesa y me di cuenta que había arroz con curry y mandari-
nas. No lo pude comer. Luego fuimos a Stuttgart. Ya era tar-
de y mi papá se puso nervioso y sudaba. Nos perdimos pero
finalmente llegamos al zoológico. Vimos Leones, peces, ca-
pricornios, focas, zorrillos y muchos más. Mi papá filmó una
película, que quizás hasta este momento se puede ver.
Cuando llegamos a la casa, era tarde, y Gudrun estaba
enojada. Nos preguntó ¿dónde estaban?
Noviembre de 1981
Hoy fue un muy mal día. En el colegio nos fue muy mal, y
94
cuando llegué a la casa y abrí la puerta, vi a mi mamá lloran-
do y mi papá muy callado sentado. ¿Qué pasó? Chocaron
nuestro escarabajo, ya no tenemos auto.
Noviembre de 1981
Noviembre de 1981
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14. Casi, casi en Chile
Febrero 1982
96
Dime que sí, recordando una canción de Elvis Presley que yo
cantaba en 1958: “Any place is paradise if I’m with you”. Ya
sé que vas a pensar que soy enfermo de romántico, pero
deberías decirme con más frecuencia “Te quiero”. Besitos a
mis niñitas, y trata lo mejor que puedas a Leo, que tantos
problemas está teniendo con su pubertad. Te besa tu negro
jodido. Haroldo.
97
Febrero 1982
Mi papá llegó del Perú hace dos días. Trajo hartos regalos,
también un cuchillo con el que los incas abrían los pechos
para operar a la gente. Anoche pasamos frío porque se echó
a perder la calefacción.
Junio 1982
98
dos, ¿cierto? “. No te imaginas como me duele el corazón
cuando escucho ese tipo de comentarios. Lo que digo siem-
pre es que quiero volver, aunque no sea tan cierto.
Noviembre 1982
99
“no quiero”. Mi abuela está enferma, estuvo incluso hospitali-
zada.
Enero 1983
Ando arrepentida por algo que hice, y me siento mal por eso,
100
pero ¡no lo podía evitar! Mi papá me regaló una cinta con
música chilena. Me dijo “escucha música de tu país, en vez
de oír tanto tamborileo”. El le llama así a mi música de Led
Zeppelín. Puse el cassette una vez, con suerte, 5 minutos, y
luego lo regrabé con música de Michael Jackson, y eso que
no me gusta particularmente. No sé si mi papá se habrá da-
do cuenta de eso, boté a la basura el papelito con la lista de
las canciones que tenía. Aquí escucho a cada rato música de
Chile, me sé todas las de Víctor Jara. Pero me da pena mi
papá, ahora me arrepiento, veo que anda triste y no sé qué
decirle. Además, hoy tuve una gran pelea con Otto, un chico
venezolano que está aquí porque está muy enfermo, de cán-
cer. Dijo que los venezolanos eran flojos y que apoyaba el
COIPE o algo por el estilo que es un partido de derecha. No
tengo nada de ganas de ir a Chile, mis papás hablan todo el
día de eso. Pero tampoco quiero desilusionarlos. Así que les
digo a todos, que sí quiero ir.
Enero 1983
101
En seis días más me voy. Me alegro harto, aunque ya me
cuesta dormir en la noche y no tengo ganas de ir al colegio.
Todos me piden que escriba cartas desde Chile. Tengo un
poco de miedo.
¿Y si me pasa algo? Pero también es muy emocionante te-
ner que viajar sola. Todo es tan desconocido, creo que eso
es lo que me tiene más fascinada.
102
nean demasiado. Mi abuela me besa a cada rato. Se supone
que tengo que disfrutar esto, pero no es así. Hoy vamos a ir
al museo y al mercado, mi abuela me quiere mostrar qué se
come aquí. Tengo hartas ganas de conocer todo eso. Quiero
ver a las personas, quiero ver qué hacen aquí. Cuando mis
abuelos me fueron a buscar al aeropuerto, apareció un niño
de 17 o 18 años más o menos. No tenía un brazo y se ofre-
ció a llevar mi maleta pesada. Mi abuelo le dio $5. Y luego,
muchos pobres en cada semáforo. Vendían cualquier lesera,
parche curitas, diarios, frutas, etc. Me desilusioné un poco,
porque no pensé que Chile estuviera tan mal.
103
dieron cuenta de eso, y algo me dijeron. Yo podría hablar
horas y horas sobre ese tema. ¡Algo hay que hacer! ¿Pero
qué? ¿Reformar? ¿evitar? ¡Que todos los pueblos de Améri-
ca se unan y luchen por una vida mejor! ¿Qué pensaran los
niños chilenos de mi edad sobre este tema? ¿Qué dirían mis
amigos alemanes? Quiero saberlo y pienso hacer una en-
cuesta pequeña. Estoy tan triste y desilusionada. Tenemos
que cambiar esto. Por favor Diosito lindo. Tengo miedo.
11 de enero de 1983
104
Se me olvidó contar que fuimos al museo de Chile, donde se
explica la historia de Chile. Lamentablemente se me quedó la
máquina fotográfica en la casa, pero vamos a volver. Parece
que la historia de Chile está llena de guerras, ese era el tema
principal. Luego fuimos a una linda casa de color rojo, muy
bonito todo, con unos muñequitos muy lindos tallados en
madera.
14 de enero de 1983
Televisión chilena
105
Siempre películas de EEUU:
los tres ángeles de Charly
Dallas
Denver
Dibujos animados de mala calidad
Pitufos
Abeja maya.
106
ce mucho frío, y tu hermana no te extraña tanto, porque to-
dos los días hablamos de ti en casa. Te mando un abrazo tu
mamá.
16 de enero
107
20 de enero
23 de enero
25 de enero
108
país, creo que es genial. Si pudiera, me vendría a vivir aquí.
Aquí también hay muchos socialistas y gente luchadora, y
eso me gusta mucho también.
27 de enero
28 de enero
109
hermana Rosita, morenitos y crespos. A veces, no tienen
zapatos. ¿Por qué NO PUEDO VER EL LADO BUENO DE
CHILE? Me siento mal. Pasamos por el “Pedagógico” donde
estudió mi papá querido. Todo estaba rayado; decía por
ejemplo “Allende vive”, “Venceremos” y cosas por el estilo.
Chile está enfermo. No hay dinero y también no hay cerebro.
Quise escuchar la voz de los asesinos y le pregunté a uno
donde quedaba la calle San Diego. El tonto me creyó.
3 de Febrero
El mar
110
La esperanza
La esperanza de triunfar
Pero no triunfa
Nunca triunfará
15 de febrero
Marzo 1983
Hoy tuve otra pelea con mi mamá por una estúpida ropa. Mi
abuelita siempre nos envía cosas de Chile, sobre todo ropa.
Mi mamá siempre le pide las mismas cosas, siempre camise-
tas. Podría pedirle algo mejor. Yo nunca me pongo las cosas
que me manda mi abuela, son horribles. Me llegó el otro día
una camisa color violeta oscuro con una gran corbata verde,
algo horripilante. Le dije a mi mamá que podríamos usarlo
como disfraz. Yo sé que hay buena intención y todo eso,
pero realmente, algo así no puedo ponérmelo. Se burlarían
de mí en todo Tübingen!
111
Mamá, gracias por los regalitos que enviaste, y las camisas
que te pedí. Me gustó mucho la blusa blanca que me envias-
te y la ropa interior de excelente calidad, también los panta-
lones para Rosita.
¿Le enviaste a Leo un pullover violeta y verde? Lamentable-
mente, Leo está tan grande que ya no le cabe, seguramente
ya tiene tu talla. Por favor, no le envíes a Leo cosas elegan-
tes, porque no se las pone. Le gustan los blue-jeans y los
pullovers peruanos, es la moda de los verdes aquí. Ella es
“verde” y no le gusta nada lo convencional. Le gustan las
cosas artesanales, le gusta todo lo pintado y bordado, como
a mí. Los abraza amorosamente, Nora.
Abril 1983
Abril 1983
112
bien ahora, pero me da mucha pena. A los chilenos les en-
canta poner sobrenombres, mi papá lo hace a menudo. Por
ejemplo le puso a la amiga feminista de mi mamá, Eli, “cara
de pescado”, porque según él, es inexpresiva. Pero casi ocu-
rre la desgracia: Mi hermana le dijo a Eli “pescao …pescao…
pescao”, y ella más encima sabe castellano…menos mal que
no se dio cuenta.
Abril 1983
Junio 1983
113
Tengo graves problemas con mi mamá, porque no me respe-
ta. Me bota mis dibujos y mis esculturas, porque dice que
son deprimentes. Hice dos veces la misma escultura, y ella,
dos veces, me la botó. Tendré que hacerla una tercera vez
entonces. Es una escultura muy genial, se trata de un charco
de sangre, con monedas flotando, y desde el charco aparece
un puño blanco comunista. Yo creo que es muy simbólico. A
mi papá tampoco le gustan mis esculturas, pero por lo menos
no me las anda botando.
Agosto 1983
114
Le escribo a mi abuelo paterno la siguiente carta, después de
que él recibiera de mi madre quejas sobre mi comportamien-
to adolescente.
Agosto 1983
115
Yo adoro a mi padrino, lo encuentro sensacional. Me regaló
dos discos de los Dire Straits que me gustan mucho. Lo malo
es que no le gustan mucho los Beatles, así que no es muy
inteligente. Ahora el está trabajando vendiendo discos, se
salió de la construcción. Dice mi papá que es excelente co-
mo vendedor. Espero que le vaya muy bien en su negocio,
se lo merece. En cambio hay otros chilenos que son insopor-
tables. Ese Jorge me carga, es un idiota. Hace poco el Chile-
komitee hizo una fiesta, y había muchas empanadas. Cuan-
do fuimos con varios niños a sacar una empanada para no-
sotros, el estúpido nos retó fuerte y dijo que las empanadas
eran para los alemanes solamente. Además, hace bromas
pesadas, se burla de mi papá, le dice “doctorcito”, de puro
picado, porque él es tan tonto que no le da para estudiar
aquí.
116
cuando yo lo desee, pero en una tierra donde no haya lo que
hay ahora, en una tierra donde las niñas sean felices y que
puedan estudiar sin preocuparse de nada. En el camino han
ido quedando tantos amigos nuestros que dieron su vida por
un Chile mejor, pero así se dieron las cosas. Tengo a tu
abuelita aquí a mi lado, me dice “dile al negrito que estoy
peleando con la pelá, que deseo verlo pronto”. Tu vieja que
te quiere y recuerda.
Septiembre 1983
Octubre 1983
117
na, saquen sus manos de mi país”. Luego quemaron una
bandera de EEUU, me encanta cuando hacen eso. Fue
realmente espectacular la protesta.
Octubre 1983
118
Mi mamá escribe una emotiva carta a mi abuela materna:
Febrero 1984
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Luego fuimos con Franz a hablar con el profesor de religión.
Queríamos saber porqué uno de los mandamientos dice “no
matarás”, y sin embargo, Dios, Moisés, etc, fueron bastante
asesinos. El profesor nos dijo que íbamos a tratar esto con
calma. Con Franz nos reímos mucho de este profesor.
Marzo 1984
120
Recibimos la siguiente carta de mi abuela paterna:
Abril 1984
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es el único en toda la ciudad de Stuttgart que se le ocurre
pintar paredes.
Octubre de 1984
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* ¿Ulrich estará enamorado de mi? ¿por qué se porta tan
estúpido?
* Tele: ¿veo mucha tele?
* mis notas en general han bajado…
* ¿Qué opinan de mí mis compañeros y profesores?
*¿Puedo confiar en Nora?
Octubre 1984
123
mos el regreso
Noviembre de 1984
124
Noviembre 1984
Diciembre 1984
125
Pegué en mi diario de vida la nota periodística
126
Mi mamá le escribe a mi abuela materna la siguiente carta:
Diciembre 1984
Enero 1985
Enero 1985
Febrero 1985
Febrero 1985
Febrero 1985
Febrero 1985
Febrero 1984
Febrero 1984
Ha pasado algo realmente increíble y triste. ¡Mi padrino asal-
tó un banco! Supimos que estafaron a mi padrino Araya y
perdió todo lo que tenía invertido en ese pequeño restauran-
te de comida típica chilena en Sindelfingen. Haroldo le pintó
gratis un gran mural en el local basado en una hermosa pin-
tura de José Venturelli. Ahí el huaso Araya le cantaba a los
clientes canciones chilenas, vendía empanadas y cosas por
el estilo. Supimos que le estaba yendo bien con eso. Pero lo
estafaron. Más encima mi pobre padrino no apareció en las
listas de los exiliados con permiso para volver. Ahí fue cuan-
do mi pobre padrino se desesperó por completo. Decidió
asaltar la Deutsche Bank de Sindelfingen a las 12 del día,
cuando más gente va al banco. No se cubrió el rostro y se
puso a amenazar a todos con una pistola, que a todo esto,
no era real, sino de plástico. Con su lenguaje de extranjero y
pésimo alemán se puso a reclamar primero por una serie de
injusticias y luego tomó como rehén a un viejito con bastón.
Creo ese viejito terminó siendo el peor rehén del mundo. Mi
padrino lo tomó al viejo cojo casi en brazos y salió arrancan-
do con el botín. El viejito gritaba y no podía correr porque le
dolía la patita. Así que en una bolsa de plástico llevaba los
billetes y en el otro brazo llevaba al viejito. Haroldo me contó
que no pasó las dos cuadras y lo pillaron. Ahora está preso,
y me da mucha pena que todo terminase así. Empezó preso
y terminó preso. ¡Qué vida la de mi padrino! Haroldo llamó
inmediatamente a su señora, Gladys, y ella le contó a mi
papá, que mi padrino quería pagar la deuda por la estafa que
sufrió y luego, entrar de manera ilegal a Chile, por la Cordille-
ra de los Andes desde Argentina. Para eso, se necesita pla-
ta. Mi padrino estaba desesperado por volver a su tierra,
quería ir a su país, como nosotros, que ya podemos hacerlo.
Pero no salió en la lista famosa. Bueno, no le resultó. Harol-
do me contó que el abogado lo va a defender con un argu-
mento humanitario, es decir, que mi padrino se estaba vol-
viendo loco en Alemania por el exilio. En realidad, eso es
cierto, no conozco persona más chilena que mi padrino. Ya
falta poco para irme. Me van a enviar primero a mí, sola, pa-
ra no perder el año escolar, que empieza en marzo. Después
van a viajar mis papás con mi hermana. Aunque no lo quiera,
no lo puedo evitar. Es mi destino. Tengo curiosidad de cómo
será mi futuro, pero parece que eso es ser muy apurona.
Pero esto es seguro: Chile, un exilio para mí. Es empezar
todo de nuevo; como nacer otra vez.
Postfacio