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La Legitima

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LA LEGITIMA

Por el Dr. JEAN CH. HADDAD S.

CONSIDERACIONES GENERALES.— DEFINICION— FUN­


DAMENTO. — CLASIFICACION. — LA INSTITUCION DE LA
MEJORA. — EL DERECHO TRONCAL. — DIFERENCIAS Y
NEXOS ENTRE LA INSTITUCION DE LA LEGITIMA Y LA
INSTITUCION DE LA COLACION

I. — DEFINICION

V ariadas definiciones de la legítim a encontram os en los diversos au­


tores que hem os consultado para el p resen te estudio. En todas ellas, sin
em bargo, hallam os una serie de conceptos com unes que contribuyen a de­
lim itar la extensión y a fija r el contenido de la institución objeto de nues­
tr a investigación. Nos ha parecido que la definición acogida por nuestro
legislador es suficiente para determ inar la institución de la legítim a.
E n efecto, el Código Civil de 1942 establece que “L a legitim a es un a
cuota de la herencia que se debe en plena propiedad a los descendientes,
a los ascendientes y al cónyuge sobreviviente que no esté separado legal­
m ente de bienes, con arreglo a los artículos siguientes”. (1). Ya nos ocu­
parem os en oportunidades posteriores, de d eterm in ar y p recisar cada uno
de los herederos que gozan de esta protección legal. P or de pronto, nos
toca señalar detalladam ente lo que encierran los conceptos em itidos por el
legislador patrio para deslindar el cam po de la reserva.
En p rim e r lugar, no podem os d e ja r a un lado la circunstancia de que
se tra ta de una cuota de la herencia. A utores hay que dicen “un a p arte
del patrim onio” (2), lo cual consideram os equívoco, puesto que dicha afir­
m ación no nos dice al patrim onio de qué momento se refiere; el patrim o­
nio varía constantem ente y sería difícil y problem ático calcular la porción
legítim a sin indicar un m om ento preciso, determ inado, inconfundible, que
debe servir de base p ara d elim itar el m onto de la legítim a en cualquier
caso concreto. Sin em bargo, no creem os que ello rep resen te inconveniente

(1) Código Civil de EE. UU. de Venezuela. 1942. Artículo 883.


(2) Henri De Page.. Traté Elementaire de Droit Civil Belge. Bruxelles. 1947. Emile
Bruylant. Tomo VIII. Vol. II, pág. 1.941.
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insalvable, puesto que siem pre se ha entendido el patrim onio en el mo­
m ento de la m uerte del de-cujus, pero creemos más ajustada a lo jurídico
la m ención que damos de seguidas. Tam bién debem os ad v ertir que, cuan­
do se habla de patrim onio, se refiere tanto al patrim onio activo como al
pasivo y aquí surge la duda: ¿para determ inar la legítim a, se tom a en cuenta
el patrim onio activo y pasivo o únicam ente el activo? Claro que la últim a
somción es la correcta, pero ello nos obliga a concluir que es m ejo r h ab lar
de patrim onio neto o bien de herencia n eta que serían, a nuestro modo de
ver, los térm inos más exactos y menos problem áticos, aunque preferim os,
e n tre ellos, el últim o de los nom brados.
Otros autores se refieren a “porción de bienes”, lo cual no creem os
ajustado a la realidad legal, puesto que los ordenam ientos jurídicos nunca
especifican los bienes que deben ser sustraídos, por concepto de legítim a,
del patrim onio del causante, sino que, por el contrario, se tra ta de una
porción de la herencia a que tienen derecho propio determ inados herederos.
Si dijéram os porción de bienes, de la im presión de que estuviéram os in­
fluenciados por el llam ado “derecho troncal”-, del que hablarem os luego.
El legislador argentino, establece un criterio sem ejante al nuestro,
se refiere a “porción o p arte de la herencia”, con lo cual se determ ina que
se tra ta del patrim onio del causante en m om ento de su m uerte y no otro.
Este es el criterio que com partim os, pero con cierta salvedad Nosotros
estim am os que no es suficiente decir “porción de la h eren cia” puesto que,
lo mismo que en el caso del patrim onio, se refiere a la herencia total: ac­
tiva y pasiva, deudas y acreencias, con lo cual se presen ta el mismo pro­
blem a del patrim onio que ya analizamos: ¿A cuál herencia se refiere la
ley, a su totalidad o solam ente a la herencia neta? Debido a ello, consi­
deram os más jurídico y m ás exacto referirse a “porción de la herencia
n eta”, aunque la doctrina y la jurisprudencia siem pre lo han entendido
así, en la interpretación de la expresión usual.
E n segundo lugar, debem os decir que dicha porción se debe en plena
propiedad a los herederos que determ ina la Ley.
P or o tra parte, debem os poner de m anifiesto que la legítim a no es
únicam ente una porción de la herencia neta, sino que, como veremos,
p ara su determ inación deben considerarse ciertas agregaciones determ in a­
das en el Código Civil, en lo referen te a las deliberaciones verificadas
p o r el de-cuius, de las cuales tratarem os oportunam ente.
Una vez hechas las consideraciones anteriores, adoptarem os la si­
guiente definición: La legítim a es una cuota o porción de la herencia neta,
más ciertas agregaciones, que se debe en plena propiedad a los herederos
que determ ina la Ley.

II. — FUNDAMENTO DE LA LEGITIMA

Creem os necesario, para p oder d eterm in ar el verdadero fundam ento


de la legítim a, h acer breve referen cia a dos co rrien tes antagónicas: a)
L ibertad de testar; b) im itación a la L ibertad de testar.
a) L ibertad de testar.
N aturalm ente que esta concepción no da cabida a la institución de la
legítim a, puesto que propugnando una plena lib e rtad de testar, rechaza
Doctrina L a Legítima 57
tpda lim itación en este sentido, y al llegar a esa conclusión, desconoce
la existencia de la legítim a o reserva legal.
Desde luego, d entro del campo de esta corriente, se da al causante
una lib ertad ilim itada p ara disponer de sus bienes en actos de • ú ltim a vo­
luntad. M uchas veces, se lim ita esa desm esurada libre disposición con el
llam ado ‘‘derecho de alim entos”, como en la legislación m ejicana por
ejem plo, pero aun así, no podem os más que afirm ar que la voluntad del
testador, casi, no tien e trabas.
V ariados han sido los argum entos esgrim idos en favor de la lib e rtad de
testar; valgan los que siguen como m era inform ación de criterios que han
em itido diferentes autores, así como tam bién los posibles argum entos que
puedan rebatirlos.
L a libre disposición robustece “el principio de fam ilia, haciendo más
autoritario el poder paterno, pues los hijos todo lo esperan del . padre, y
se esfuerzan po r conquistar su cariño” (3). A parentem ente se nos p resen ­
ta el argum ento anterio r como irrebatible, pero no es así. En p rim er lu g ar
no se puede hacer depender el cariño de los hijos hacia su pad re única­
m ente por el hecho de esperar de él recom pensas en bienes; ello sería des­
conocer la naturaleza m ism a de las cosas y propio de sociedades degene­
radas. Si razonamos así, por otra p arte, deberíam os concluir forzosam ente
que en los hogares hum ildes y pobres no puede ex istir cariño. Absurdo,
En relación a que la lib ertad de te sta r hace más au to ritario al padre,
debem os decir que ello no es cierto pues la au to rid ad p atern a no puede
te n e r otro fundam ento que el respeto de sus hijos, y ello nos conduciría
a afirm ar Que, cuando se tra ta de bijo sonreído por la fortuna y sin pos­
teridad, la autoridad se invierte y el poder paterno, basado en los bienes,
se doblega y llegaría a im ponerse la autoridad del hijo. Falso. Todo nos
lleva a desechar el argum ento que nos ocupa. En segundo lugar, el cri­
terio anteriorm ente expuesto, cae por su propio peso, pues la reserv a le,
gal no cubre, o m ejor, no afecta todo el patrim onio del causante sino una
porción de él.
La lib e rtad de te sta r estim ula el trabajo, afirm an los enem igos de la
legítim a. L a realidad social nos dice que ello no es cierto, puesto que
tan to en fam ilias pobres como en ricas, existen trab ajad o res y vagos. El
estím ulo al trabajo, en la m ayor p arte de las veces, obedece más bien
al tipo de educación recibida en el hogar, por ello no creem os en la efi­
cacia del rem edio propuesto.
La libre disposición m ortis causa es necesario com plem ento de la
lib ertad individual del testador, a la vez que propietario, y habría de tran s­
form ar radicalm ente el concepto y contenido de la propiedad individual
p ara ju stifica r las legítim as y neg ar la propiedad que a aquél corres­
ponde integram ente, con absoluta lib re disposición en vida, sin ningún
derecho de los herederos para ir contra aquella facultad, fu era de los
casos y recursos de in star la declaración de prodigalidad como en los
actos “in te r vivos” (4). Rechazamos sem ejante criterio, pues ño creem os,
(3) D. Calixto Valverde y Valverde. Tratado de Derecho Civil Español. Tomo V.
Cuarta Edición. 1939. Talleres ''Cuesta". Valladolid. Pág. 202.
(4) Francisco Bonet Ramón. Derecho Civil Común y Foral. Tomo II. Instituto Edi­
torial Reus. Madrid. 1940. Pág. 510.
58 Jean Ch. Haddad S.
por una parte, que sea necesario para justificar la legítim a, m odificar la
propiedad individual, pues am bas son Instituciones creadas p o r la ley; por
otra parte, con la reserva no se niega la propiedad del causante, lo que
sucede es que a su m uerte todo term ina; ¿cómo se va a h ab lar de pro p ie­
dad, de libre voluntad, cuando el titu la r de esa propiedad, de esa libre
voluntad no existe? Mas aún, con la m uerte del causante, desaparece su
personalidad y ésta es sustituida por los herederos que determ ina, la Ley,
p ara el caso de que existan herederos necesarios, y en el caso contrario
po r los designados por el mismo de cuius.
P udiera decirse que no debiera se r la ley sino el mismo causante
el que designe siem pre sus sucesores, pero con ello se vendría abajo todo
el sistem a h ereditario y no habría m anera de justificarlo.
En el mismo e rro r incurre B audant cuando afirm a que “la h isto ria de
la reserva y de la cuota disponible es la del conflicto d el derecho colec­
tivo de la fam ilia y el derecho individual de propiedad” (5). Repetim os,
no podem os concebir que se pueda hab lar de derecho individual de propie­
dad, cuando el su jeto titu la r de ese derecho no existe.
P ara Federico Le F lay (6) la lib ertad de te sta r conduciría de nuevo
a la fam ilia estable o troncal, continuadora de las tradiciones, bajo la ex­
p erta dirección del hijo más capacitado p ara d irig ir los destinos fam i­
liares. En el campo teórico este argum ento tiene valor si consideram os que
siem pre el hijo instituido heredero es el más capacitado, pero nada se
opone a que el padre elija a uno de sus hijos de m enos capacidad p ara
heredarle, poniendo así en peligro la familia.
La lib re disposición perm ite al padre te n e r en cuenta, en el m om ento
de testar, el com portam iento y m erecim iento de sus hijos, y “su p lir o
com pensar los defectos natu rales o involuntarios de éstos que los hagan
m erecedores de una protección especial”. (7). Este criterio puede p erfec­
tam ente coexistir dentro de las concepciones que defienden las legítim as,
pues, como verem os en su debida oportunidad, la reserv a solo cubre o afec­
ta a una p arte de la herencia neta, pudiendo el testad o r su p lir lo que
crea conveniente con la o tra porción de sus bienes: la cuota de lib re dis­
posición. Además, como verem os al final del p resen te capítulo, en m u­
chas legislaciones, como la española, existe la institución de la m ejora
que tien e por finalidad d e ja r al causante, aún quizá dentro de la porción
legítim a, cierta y lim itada lib ertad de disposición.
Los sostenedores de la libertad de testar, no se han lim itado al cam ­
po jurídico y fam iliar, sino que han intentado lleg ar al económico, y afir­
m an que la institución que defienden, evita la división de la riqueza, asi
como tam bién, la ru in a de las actividades in d u striales y m ercantiles, y,
adem ás, aum enta la iniciativa individual, facto r im portantísim o en la cien­
cia económica. Bástenos p ara contradecir esta argum entación, las palab ras
de M enger, quien sostiene que “aún cuando sean grandes las diferencias
que separan los sistem as de D erecho Sucesorio en los diversos países, la
vida de los pueblos no experim enta po r esto todo aquel in flu jo que los

(5) Beudant citado por Henri De Page. Obra citada. Pág. 1.494.
(6) Francisco Bonet Ramón. Obra citada. Pág 511.
(7) Francisco Bonet Ramón. Obra citada. Pág. 511.
Doctrina L a Legítima 59
jurisconsultos y econom istas suelen pensar. En F rancia im pera el p rin ­
cipio dem ocrático de la división h ered itaria legítim a, m ien tras In g laterra
posee un derecho hered itario aristocrático basado en la lib ertad de testar,
y no obstante, ambos países han alcanzado el m áxim um en su desenvol­
vim iento económ ico”. (8). Esto sucede en razón de que dentro del sistem a
legitim ario, la propiedad sigue siendo esencialm ente trasm isible y circula
perfectam ente, no así si se tra ta ra de los sistem as de fideicom isos y m a­
yorazgos.
No podem os d e ja r de decir que la m ayoría de los argum entos esgri­
m idos contra la reserva, se refieren únicam ente a la de los hijos prove­
nien tes de los padres. Casi no encontram os crítica en relación a la legí­
tim a que corresponde a los padres, cuando estam os a presencia de hijos
que no han dejado posteridad. Lo mismo ocurre en lo que resp ecta a la
reserva viudal, quizá por ser ésta usufructu aria en una m ayoría de las
legislaciones, principalm ente las europeas.
b) L im itación de la L ib ertad de T estar.
N um erosos son los tratad istas que defienden la lim itación de la lib er­
ta d de te star. V ariados los argum entos en los cuales tra ta n de fu n d ar su
criterio.
Se ha pretendido basarla, desde el punto de vista jurídico, en debe­
re s que han de ser cum plidos después de la m uerte. P o r o tra p arte, si
es correcto afirm a r que el de cuius pone a funcionar un derecho que le
confiere la ley al h acer uso del testam ento, no estam os en el campo de
lo m enos cierto al so sten er que ese derecho está lim itado p o r un d eb er
jurídico, o m ejo r dicho, por una disposición tam bién legal, que le p one
u n lím ite a esa lib ertad de disponer.
¿En qué se funda esa lim itación? P ara la co rrien te que exam inam os,
no cabe la m enor duda que esa lim itación nace de la natu raleza m ism a de
las cosas, es decir, de la estru c tu ra m ism a de ella, la cual se nos p resen ta
como u n conjunto, como un órgano com pacto el cual tiene derechos espe­
cíficos que el hom bre no puede violar.
En la Exposición de M otivos del Código Francés, se razona diciendo
que las legítim as tienen su fundam ento en la coparticipación, en la p ro ­
ducción y disfrute de la propiedad que se debe d ar a los fam iliares. No
com partim os el criterio del L egislador francés, pues si es cierto que en
la producción de los bienes pueden h ab er intervenido los m iem bros de
la fam ilia, ésto no puede declarase como dogma, m uchas veces antes de
co n traer m atrim onio, la fo rtu n a está hecha y no p o r ello d eja de ex istir la
legítim a.
Se tra ta de fund am en tar la institución de la reserv a legal, en la tran s­
m isión de las cualidades biológicas, considerando que siendo los hijos
continuadores de la personalidad fisiológica de los padres, es n a tu ra l que
tam bién lo sean de su personalidad ju ríd ica patrim onial. (9). P odría ju s­
tific arse con sim ilar razonam iento, la legítim a de los p adres y dem ás as­
cendientes, p ero en lo que respecta a la reserv a del cónyuge su p èrstite

(8) Menger citado por Valverde y Valvrede. Obra citada. Págs. 203-204.
(9) José D'Aguanno. La Génesis y la Evolución del Derecho Civil. Imprenta de G a­
briel L. Homo. Madrid. Tomo II. Págs. 202 y siguientes
60 Jean Ch. Haddad S.
no es posible tra ta r de encontrale justificación m ediante el argum ento de
las corrientes biológicas, por lo cual lo creem os insuficente,
“Si es verdad, como dice D’Aguanno, que todos los hom bres renacen
en sus descendientes, po r cuanto éstos tienen un organism o parcialm ente
idéntico y conform ado de la m ism a m anera que el de sus prim ogénitores,
si se transm iten hereditariam ente las cualidades biológicas de los an te­
pasados, los vicios de conformación, las virtudes y los defectos, es n atu ­
ra l que se transm itan los bienes y que hereden las cosas de sus . padres,
y, por lo tanto, el padre tiene deberes que cum plir respecto de la fam i­
lia, y estos deberes son el de asegurarles su porvenir dejándoles esa cuota
h ereditaria, que es como si dijéram os la continuación de los alimentos
que ningún autor ni tratad ista ha negado”. (10). Sem ejante afirm ación
nos lleva a concluir que, V alverde y V alverde confunde la legítim a con
el derecho a alim entos. D esde ningún punto de vista ello puede ser cier­
to, puesto que se tra ta de instituciones que difieren notablem ente; los ti­
tu la res de la una, no siem pre coinciden con los de la otra, las cantidades
asignadas tam bién son distintas. P or otra parte, si fu era así, la legítim a
sólo se daría a los m enores de edad, a los que no puedan g an ar su subsis­
tencia po r defectos o por la avanzada edad, a las m u jeres solteras, etc., lo
cual no ocurre, pues la legítim a no establece esas distinciones que son
necesario presupuesto de la institución de alim entos.
El cariño de los padres, es un argum ento del cual echan m ano tanto
los partidarios de la lib e rtad de te sta r como los que d efienden la lim i­
tación de esa libertad. Estos últim os afirm an que la ley, únicam ente n o r­
m a el presupuesto cariño y nada más.
En lo que respecta al argum ento sustentado por los partid ario s de la
libertad de testar, de que el cariño de los padres es suficiente garantía
y mucho más efectiva que la ley, debemos citar las palabras de Alfonso
M artínez, quien afirm a: “P ero precisam ente, la m isma intensidad del ca­
riño p atern al dem anda con im perio, trabas y lim itaciones en la ley p ara
la testam entificación, así activa como pasiva, porque si no corre g ran riesgo
la fam ilia legítim a de ser sacrificada a los vástagos de la unión clandes­
tin a y reprobada por las leyes. Es un fenóm eno constantem ente observado,
que ej am or del padre a los hijos naturales suele ser más vivo e intenso
que el que siente por sus descendientes legítim os, lo cual débese, sin du­
das, a rem ordim ientos de conciencia, a la lástim a que no puede m enos de
in sp irar la situación incómoda y hum illante de un bastardo inocente en el
corazón del au to r de una desgracia, al encanto que tiene p ara el hom ­
bre todo lo que le está prohibido y se ve obligado a o cultar en las som­
b ras del m isterio, a que generalm ente los casados no se en treg an a ilí­
citos am ores, sino después que la posesión y e l cansancio les a leja de sus
esposas le g ítim a s ... Este peligro bastaría p ara ju stifica r el sistem a de
las legítim as”. (11).
A utores hay que tra ta n de sim plificar a tal extrem o el carácter de la
legítim a, que llegan a afirm a r que no es o tra cosa que “una lim itación
a la facultad de disponer lim itación que se opera atribuyendo a deter-

(10) Valverde y Valverde. O bra citada. Tomo V. Pág. 205.


(11) Valverde y Valverde. Obra citada. Págs. 205-206.
Doctrina La Legítima 61

m inados parientes una cuota intangible del haz h ered itario y que Se basa
en la com unidad dom éstica”. (12). Esta idea de la com unidad dom éstica
es insostenible hoy, pues no existe esa p reten d id a com unidad.
Las obligaciones n atu rales provenientes del m atrim onio y del p are n ­
tesco, suelen señalarse como argum entos en favor de la legítim a. E sta es
una vieja concepción form ulada por A hrens. (13).
“L a legítim a aparece como una de las instituciones m ás adecuadas al
m antenim iento de la fam ilia y a g arantizar su prosperidad y la fam ilia
es el elem ento prim ordial de la sociedad. P o r tanto, la Nación tiene un
interés directo y considerable en la buena organización de la fam ilia y,
como consecuencia, en su perpetuación, en su estabilidad”. (14).
Si bien todos los argum entos, o en casi todos, ap u n tan a ju stificar la
legítim a de los descendientes, la reserva que corresponde a los ascen­
dientes, principalm ente la de los padres, podría ju stificarse con esos
m ism os razonam ientos, de igual m anera que se ju stifica la de los h i­
jos, puesto que, si éstos son la continuación de los prim eros, los progeni­
to res son, sin lugar a dudas, la fu en te de la fam ilia, por lo cual sé hace
necesario reconocerles el derecho de legítim a.
P ero la fundam entación si seguim os el criterio de los autores, ten d ría
que ser d iferen te cuando se tra ta de la legítim a viudal, en razón de no
ex istir vínculo de sangre; y po r ello se tra ta de basarla en la circuns­
tancia de que el D erecho no puede desam parar al cónyuge viudo, puesto
que él fué partícipe tanto de las com odidades como de las m iserias
del otro cónyuge, y no es justo abandonarlo luego de su m u erte.
Obsérvase en los autores que p arte n del criterio errado, de que la
lib e rtad de disponer es la regla y la lim itación a esa lib e rtad es una sim ­
ple excepción. No com partim os el razonam iento hecho de esa m anera,
p ara nosotros, el sistem a legitim ario tiene que se r la regla general, la v er­
dadera sucesión legal, y la excepción, la lib ertad de disponer. En efecto,
nos Situamos fren te a dos valores antagónicos: protección a los m iem bros
de la fam ilia y libertad individual de disponer. No cabe la m enor duda
de que el prim ero es fundam ental e im prescindible lo cual induce a lim i­
ta r el segundo. P or ello, no nos explicamos el em peño de los tratad istas y
escritores de la m ateria que sostienen la lib ertad de testar, en razón de
que la h atu ral, justo y prim ordial, siem pre debe ser la h erencia legítim a
que debe erigirse en sistem a general y necesario.
Finalm ente, debem os observar que los autores se olvidan del verdadero
fundam ento de toda institución jurídica, que no puede ser otro que la Ley,
presupuesto necesario de todo D erecho Sucesorio.

III. — CLASIFICACION DE LA LEGITIMA


Podem os clasificar a la legítim a o reserva, desde los siguientes p u n ­
tos de vista:

(12), Roberto de Rugiero. Instituciones de Derecho Civil. Instituto Editorial Reus. Ma­
drid. Tomo II. Vol. II. Pág. 455.
(13) Ahrens. Citado por Bonet Ramón. Obra citada. Pág. 511.
(14) Marcel Planiol y Jorge Ripert. Tratado Práctico de Derecho Civil Francés. Ed'.
Cultura. Habana. 1946. Tomo V. Pág. 31.
62 Jean Ch. Haddad S.
1?—A tendiendo al sujeto a quien se concede:
a) Legítima de los descendientes, que es aquella que se establece en
favor de los hijos y descendientes del de cuius. P uede agruparse a su vez
en dos:
1?—Legítim a de los descendientes legítim os; 29 L egítim a de los des­
cendientes naturales.
b) Legítima de los ascendientes, que es la reserv a legal correspon­
diente a los ascendientes, principalm ente los padres. Cabe u na subcla-
sificación, a saber: 19 Legítim a de los ascendientes legítim os; 29 Legítim a
de los ascendientes naturales.
c) Legítima viudal, que es la que beneficia al cónyuge supèrstite. Aquí
debem os hacer la siguiente distinción atendiendo a la titu larid a d del de­
recho concedido: 19 Legítim a en propiedad, cuando la cuota pasa, en
plena propiedad al cónyuge viudo;
29—L egítim a en usufructo, se concede la porción pero no en p ro ­
piedad sino únicam ente en el goce de los bienes. L a legislación europea
en general, la adopta, y ello lo fundam entan en el cuido que siem pre se
ha tenido de que los bienes de una fam ilia no pasen a otra.
d) Legítima del Estado. G randes discusiones se han planteado en
lo que respecta a esta especie de reserva. Los socialistas, cegados por su
idea dom inadora de suprim ir la herencia, la defienden de u na m anera
calurosa, puesto que se ve a las claras que una institución de este tipo, a
la larga llevaría a manos del Estado toda la propiedad
O tros, aun no siendo socialistas, según V aiverde y V alverde, que tam ­
bién form a filas en dicho grupo, son partidarios de la legítim a del Es­
tado y la creen necesaria para que se pueda llev ar adelante los fines
sociales de protección a las clases hum ildes. P o r ello, afirm an que debe
el E stado ser “un coheredero en todas las sucesiones para que la herencia
cum pla su fin social, adem ás del individual y fam iliar que ha de cum plir
tam bién, siendo preferible que se le asigne al Estado una cuota legitim a­
ria, en lugar del cobro de un im puesto como ahora sucede, que grava
las transm isiones, y que tiene un aspecto fiscal que no lo hace m uy sim ­
pático”. (15).
La reserv a legal en favor del Estado, la encontram os actualm ente
establecida en el Código alem án, artículo 137; y por iniciativa de M. H uber
y de M. S cherrer F üllem ann se p retende llevarla al Código suizo; “pero
yo dudo que la legislación civil del porvenir aceptará esta reform a tran s­
cendental que exige el estado social p rese n te”. (16).
e) Legítima de los colaterales, principalm ente la de los herm anos. La
presen te reserva se debate en el campo doctrinal; en la actualidad no la
encontram os en ningún ordenam iento jurídico que hem os recu rrird o , ex­
cepto el Código suizo que la establece en favor de los herm anos, y el tu rco
que es una copia del prim ero.
29—En relación al carácter de la porción o cuota:
a) Legímima fija, cuando la porción siem pre es la misma. E jem plo:
nuestro Código actual.
b) L egítim a variable, cuando la cuota varía en atención al h eredero

(16) V alverde y V alverde. O bra citada. Pág. ; 209.


Doctrina L a Legítima 63
de que se tra te o bien en relación al núm ero de ellos. Ejem plo: n uestro Có­
digo derogado en 1922.
3?—En atención a su disponibilidad o indisponibilidad:
a) Intangible total, cuando no se puede disponer de ninguna p arte
de la cuota legitim aria. Es la llam ada por la d octrina legítim a corta.
Ejem plo: n uestro Código vigente.
b) Intangible parcial, cuando de la porción legítim a, se puede dis­
p oner de una p arte p ara m e jo rar a un H eredero. Es la llam ada legítim a
larga y la encontram os establecida en el Código Civil Español. De segui­
das volverem os a tr a ta r este punto al referirnos, inm ediatam ente, a la
m ejora.

IV. — LA INSTITUCION DE LA MEJORA


L a m ejora consiste en cierta lib ertad que concede la ley a los p a­
d res o ascendientes con el fin de que puedan d e tra e r de la legítim a de los
hijos o descendientes cierta porción de bienes y afectarlos en beneficio
de algunos de ellos o de sus ascendientes. (17).
El Código español en su artículo 823, facu lta al p ad re o la m adre p ara
disponer de una de las dos terceras partes de la porción legítim a. Con ello
estamos, a presencia de la institución de la m ejora. Es un a institución n e­
tam ente peninsular. “Pocas instituciones jurídicas tien en un carácter más
exclusivam ente nacional y patrio que la m ejora. Producto de las an ta­
gónicas tendencias legislativas que predom inaron en E spaña en el curso
de su historia, tomó de las más opuestas los tópicos principales, am algam ó
y form ó una institución que perm itiera al pad re de fam ilia, d en tro del ri­
gorism o de la legítim a, una om ním oda lib ertad p ara disponer de la cuota
establecida como ventaja. De ese modo la le y concedía al testad o r, dentro
de la más estricta equidad, el medio para satisfacer cualquiera predilec­
ción po r alguno de sus hijos al que quiera m ejorar, bien porque su estado
enferm izo le im posibilitara p ara la lucha por la vida, bien p ara p rem iar
su especial afecto y adhesión”. (18).
El derecho español ha influenciado a varios ordenam ientos jurídicos
hispano-americanos, e n tre los cuales cabe m encionar al de Chile, G uate­
m ala y A rgentina. En esta últim a nación, m ejora y porción disponible
es una m ism a cosa, con lo cual no se puede d ecir que se tra te en rea­
lidad de esta típica institución española.

V. — DERECHO TRONCAL
Lo encontram os en legislaciones forales españolas. Consiste en que
determ inados bienes que han recibido los hijos de sus p adres a titu lo
gratuito, no pueden éstos disponer de ellos.
P arece que en los pueblos españoles, hay la costum bre, de que cier­
tos bienes se conserven de generación en generación, pasan de padres

(2.7) José M? Villar y Romero. Derecho Civil. Instituto Editorial Reus. 1943. Madrid.
Pág. 355.
(18) Prefacio de Luís G arcía Guijarro a la monografía de J. de Lacoste, "La Me­
jora". Hijos de Reus, Editorial. Madrid. 1913. Pág. 5.
64 Jean Ch. Haddad S.
a hijos sucesivam ente. Se ha tratado de m an ten er don ello a dichos bie­
nes, en la misma fam ilia que originalm ente los poseía, y por esa razón,
se prohíbe a sus titu lares actuales, la lib re disposición de ellos. A esta
institución es a la que se denom ina D erecho Troncal.
E l celo de los ordenam ientos jurídicos ha sido tal, que prohiben
al cónyuge legar al otro cónyuge dichos bienes, puesto que así pasarían
a otra fam ilia, destruyendo la institución.
Lo común es que dichos bienes troncales sean donados o legados a
uno de los hijos. P uede ocu rrir que el poseedor de dichos bienes, no ha
dejado posteridad en el m om ento de su m uerte; en este caso se opera el
llam ado derecho de regresión: los bienes son devueltos a los ascendientes
del difunto.
E n lo que respecta a los colaterales, de ellos únicam ente tien en d ere­
cho a la reserva troncal, los llam ados colaterales tronqueros, de acuerdo
con el derecho de Vizcaya. En este sentido debemos citar Ju risp ru d en cia
del T ribunal Suprem o sobre bienes raíces, en la cual se estatuye: “La
cuestión planteada era la de si la reserva im puesta en V izcaya respecto
de los bienes troncales raíces alcanza a favorecer, adem ás de a los des­
cendientes y ascendeintes, a todos los colaterales dentro del cuarto grado,
o solo a los tronqueros.
“A nuestro juicip no puede caber dudas en resolver en este últim o
sentido”. (19).
Finalm ente debemos decir, que estos bienes troncales, pueden ser
vendidos, según el mismo derecho vizcaíno, pero con el consentim iento
de los parientes.

VI. — DIFERENCIAS V NEXOS ENTRE LA INSTITUCION DE LA


LEGITIMA Y LA INSTITUCION DE LA COLACION.

Como veremos en su oportunidad, colacionar es acum ular a la m asa


h ere d itaria los bienes o los valores que de acuerdó con la ley deben volver
al caudal partible.
S i bien là institución de la colación está íntim am ente ligada a la in sti­
tución de la legítim a, no debemos confundirlas; existe una serie de dife­
rencias las cuales delim itarán al uno y al otro contenidos.
1 ?—E n 'e fe c to , la legítim a es un beneficio estableció por la ley en
favor de los descendientes, de los ascendientes y del cónyuge supèrstite,
La colación es una obligación que tienen los herederos descendientes para
con sus coherederos descendientes.
29—La colación no tiene que ver si el bien de que se tra ta está com­
prendido dentro de la porción disponible o que su valor exceda de. ella:
siem pre se debe tra e r a la m asa h ere d itaria el bien mismo o su valor;
la legítim a únicam ente versa sobre la porción indisponible.
39—La legítim a no puede som eterse po r el testad o r a ninguna carga
ni condición; el bien sujeto a colación puede perfectam ente afectarse con
a lg ú n . gravam en, a voluntad del donante.

(19) Revista de Derecha Privado. Madrid. Octubre 1913. Diciembre 1914. Tomo I.
Pág. 322.
Doctrina La Legítima 65
49—Como consecuencia de lo anterior, la legítim a es una institución
de orden público, por lo que el causante no puede lesionarla; de modo,
pues, que el obligado a d e ja r la cuota reservada no puede dism inuirla y
menos aun elim inarla po r com pleto; por el contrario, el obligado a co­
lacionar puede perfectam ente no hacerlo, en m uchos casos, renunciando
a la herencia.
5?—La porción legítim a se debe integram ente a los h ered ero s le-
gitim arios en bienes de la herencia, en especie; la ley autoriza al obligado
a colacionar a tra e r el bien o su valor.
6?—La legítim a es una p arte de la sucesión ab-intestato; la colación
es una obligación que im pone la ley al heredero descendiente aceptante
cuando concurre a la sucesión con sus coherederos tam bién descendientes.
79—El Código Civil establece una serie de casos en los cuales no
se debe colación, como verem os más adelante; la legítim a no contiene ex­
cepción alguna; siem pre se debe a los herederos.
Todo nos lleva a diferenciar estas dos instituciones, pero la conexi-
dad existente en tre la legítim a y la colación es tal, que tratarem o s en
capítulo aparte de esta últim a.

HISTORIA D E LA LEGITIM A. — DERECHO ROMANO.^


DERECHO FRAN CES. — DERECHO ESPAÑOL. — D ER E­
CHO COMPARADO EN G EN ERA L. SISTEM A FRAN­
CES. — SISTEM A BELG A . — SISTEM A ITALIAN O. — SIS­
TEMA ESPAÑOL. — SISTEM A SUIZO. —SISTEM A TURCO
SISTEM A PORTUGUES
I. — HISTORIA DE LA LEGITIMA
Expondrem os brevem ente la historia de la legítim a en el D erecho Ro­
mano, en el D erecho francés y finalm ente en el D erecho español.
DERECHO ROMANO
Sin lugar a dudas, la institución de la legítim a fué desconocida en los
prim eros siglos de Roma. Se reconocía al p ater fam ilias un a am plia li­
bertad de disposición de sus bienes, tanto por donaciones como m ediante
actos de últim a voluntad. En relación a los hijos, si bien existía la m ism a
libertad para el jefe de fam ilia, debemos m encionar una especie de fórm u­
la que debía ser cum plida por el causante y era que cuando no quería
beneficiar con ninguna p arte de sus bienes a alguno o algunos de sus
descendientes, se hacía necesario desheredarlos m ediante térm inos sacra­
m entales.
Sin em bargo, y a pesar de la opinión en contrario de una m ayoría
de autores, esta libertad del causante no se extendía a todos los bienes.
La ley de las Doce Tablas establecía el principio de la lib ertad de dis­
posición, pero se ha pretendido darle una am plitud, un alcance que nunca
tuvo. E e tra ta de la conocida regla P a te r fam ilias u ti legassit su p er pe­
cunia tutelave suarei, ita ius esto. “Pero no es posible ad m itir que se r e ­
fiera al poder absoluto de disposición de los bienes fu era de la fam ilia,
ya que los derechos de ésta se im ponían en la etapa an terio r en form a
66 Jean Ch. Haddad S.
im perativa. Es decir, que no se pasó en Roma de un sistem a forzoso de
sucesión legítim a al reconocim iento del m ás am plio poder de testar, del
mismo modo que hoy se observa en algunas legislaciones. Por esta razón
hay que in te rp re ta rla en el sentido de que el patrim onio fam iliar se com­
ponía de dos clases de bienes, unos, sobre los cuales ten ían un derecho
de posesión los m iem bros de la entidad fam iliar, y, otros, que podían
distribuirlos lib rem ente el p ater fam ilias, y en relación con ellos se dictó
la referid a regla que contiene la ley de las Doce Tablas, y que m arca
la etapa en que se atenúe la concepción prehistórica de la fam ilia”. (1).
L a libertad de disponer, concebida en sus justos lím ites, que estable­
ció la ley de las Doce Tablas fué restring id a de una m anera apreciable
po r la querella inofficiosi testam enti a principios del Im perio. E sta ins­
titución del D erecho Rom ano se estableció en favor de los descendientes,
de los ascendientes y de los herm anos consanguíneos, y podían h acer uso
de ella cuando, de m anera injusta, se les había privado de rec ib ir la
herencia correspondiente, dándole a un extraño, burlando de esta m anera
la ley, la cual establecía cierta cantidad a que tenían derecho como su­
cesores del causante. La querella m encionada tenía por finalidad hacer
caer el testam ento, repartiéndose los bienes, si ello se lograba, de acuer­
do con la sucesión ab-intestato. Si bien los conceptos que dejam os ex­
puestos no corresponden exactam ente al criterio m oderno de la legítim a,
vislum bra, po r lo menos, una institución protectora del desheredado de
m anera injusta, con lo cual aparece la idea p rim aria de la reserva.
Al principio se dejó la fijación de la cuota a los centunvirus, los cua­
les decidían casuísticam ente en cada situación que se les presentaba. “P e­
ro la ley Falcidia influyó en el sentido de fija r como cuota legítim a la
cuarta p arte de la porción in testada”. (2) de allí el nom bre de cu arta
legítim a.
La am plitud de los efectos de la querella inofficiosi testam en ti era
tal, que echaba po r tie rra todas las disposiciones testam entarias, pasando
la sucesión de testada a intestada. El E m perador Justiniano, para ev itar en
lo posible estos graves inconvenientes, dispuso que cuando al hered ero
forzoso se le había dejado siquiera una p arte de lo que hu b iera corres­
pondido de acuerdo con el D erecho sucesorio establecido por la ley, éste
no podía p re te n d e r más que a ser com pletada su porción. Esto lo encon­
tram os en la Novela 115 y lo esencial, repetim os, consiste en que “el le­
gitim ario que no hubiese sido preterido del todo, sino favorecido de cual­
qu ier m anera en m edida inferio r al m ínim o fijado por la ley, ten ía el
derecho de accionar, np para la rescisión del testam ento, sino con una
actio ad supplendem legitim an, a fin de obtener el cum plim iento de cuan­
to le correspondía según la ley”. (3).
Debem os señalar o tra m odificación verificada p o r Ju stiniano, esta vez
en el sentido de establecer, en favor de los descendientes, como legítim a,

(1) E. F. Camus. Código Civil Explicado. Ed. Cultura. La Habana. 1944, Págs, 167-168,
(2) E. F. Camus. Curso de Derecho Romano. E. Universidad de La Habana. 1942.
Tomo IV. Pág. 158.
(3) Victorio Polacco. De las Sucesiones. Editorial Bosch y Cía. Buenos Aires. 1950.
Pág. 299.
Doctrina La Legítima 67
e l tercio de la parte que le corresponde en la herencia ab-intestato cuando
se tra te de cuatro hijos o menos, y la m itad cuando el núm ero de hijos
fuese m ás de cuatro.
Como hem os podido observar, se funda la legítim a, en el D erecho
Romano, en u n principio de justicia, officium pietatis. Esto no q u iere de­
cir que el heredero legitim ario no podía ser desheredado, sí lo podía se r
pero siem pre con ju sta causa, puesto que si no era así, era siem pre acree­
dor a la cuota establecida en su favor. Finalm ente, debem os ad v e rtir que
p ara reclam ar dicha porción no era necesario ser h ered ero aceptante,
pues la reserva en el Derecho Romano era considerada como p ars bo-
norum .

DERECHO FRANCES

E n lo que respecta al D rrecho francés antiguo debem os d istin g u ir


las regiones de derecho escrito de las que se regían p o r derecho consue­
tudinario. En las prim eras, en líneas generales, se conservan los p rin ci­
pios establecidos por el Derecho Romano; en las segundas, encontram os la
legítim a con una m arcada influencia del D erecho germ ánico.
Luego, el Derecho revolucionario se declaró enem igo del principio
de la lib e rtad de disponer, como una consecuencia de la idea predom inan­
te en la época de dividir lo más posible las grandes fortunas. “Un decreto
de marzo de 1793 prohibía al ciudadano con hijos hacer liberalidades
intervivos o testam entarias, desapareciendo to talm en te la cuota de lib re
disposición”. Pero esto no fué m antenido, pues, “la ley del 17 nivoso del
año II, en su artículo 16, estableció algunas ligeras atenuaciones a ese
principio, y toda persona podía disponer de la décim a p arte de su p a tri­
m onio si tenía herededos en línea directa y de la sexta p arte si solam ente
los te n ía en línea colateral”. (4). O rdenaba asim ism o dicha ley que la
cuota de libre disposición no podía se r dada a ninguno de los herederos.
No se esperaron po r mucho tiem po los efectos dañinos de sem e­
ja n te lim itación, lo cual condujo a d erogar la ley citada an terio rm en te, en
25 de marzo de 1800. Esta ley dispuso que cuando el pad re d e ja ra m enos
de cuatro hijos, podía disponer librem ente de una cu arta p arte de su p a­
trim onio; si d ejara cuatro la cuota disponible era de la q u in ta p a rte de
la herencia, una sexta cuando quedaran cinco, “y así sucesivam ente, o
sea, una cuota igual a una fracción cuyo denom inador e ra el núm ero de
hijos más uno”. (5).

DERECHO ESPAÑOL
Según M anresa, la p rim era ley que estableció la legítim a en el te ­
rrito rio peninsular fué la ley prim era, título quinto, libro cuarto del Fuero
Juzgo (6); debemos señalar que la institución de la legítim a tuvo su o ri­
gen en las costum bres visigóticas. El Fuero Juzgo estableció en favor de

(4) Marcel Planiol y Jorge Ripert. Tratado Práctico de Derecho Civil Francés.
Ed. Cultural, S. A. Habana, 1946. Tomo V. Pág. 29.
(5) Planiol y Ripert, Obra citada. Pág. 30.
(6) José M aría Manresa y Navarro. Comentarios al Código Civil Español. Ed.
Reus, Madrid. 1932. Tomo VI. Pág. 227.
68 Jean Ch. Haddad S.
los descendientes legítim os úna reserva que cubría las cuatro quintas
partes de la herencia, lim itando la porción de libre disposición a la quinta
p arte del patrim onio del causante.
P osteriorm ente, el Fuero Real de España, así como tam bién la ley
214 de Estilo y la 28 de Toro, establécieron los principios ya m encio­
nados, contenidos en el Fuero Juzgo.
Luego, Las Siete P artidas am pliaron el núm ero de los herederos le­
gitim arios, dando el carácter de tales a los ascendientes; asimismo, la
porción reservada fué m odificada en lo que respecta a su cuantía, así;
cuando los descendientes eran en núm ero de cuatro o menos, la legítim a
la constituía una te rcera p arte de la herencia; si eran cinco o más, la m i­
ta d del patrim onio del de cuius form aba la reserva. En lo que respecta
a los ascendientes, se estableció una cuota fija, rep resen tad a por una
tercera p arte de los bienes.
A pesar de lo dispuesto por Las Siete P artidas, la legítim a de los
cuatro quintos prevaleció la cual tuvo su origen, como vimos, en el Fuero
Juzgo, aplicándose la disposición de Las P artidas únicam ente en lo que
se relaciona con la legítim a de los ascendientes.
F inalm ente, debem os observar que el padre podía, a título de m ejora,
d e ja r el tercio y el quinto de la herencia a cualquiera de los legitim a­
rios, además de su reserva legal.

II. — DERECHO COMPARADO EN GENERAL


Al com enzar a tra ta r esta m ateria, aunque en form a breve, debemos
decir que el D erecho Com parado se m uestra muy favorable a la in stitu ­
ción de la legítim a; sin em bargo, podem os agrupar las legislaciones en
dos grandes apartados a saber; 1 L ibertad de testar; 2) Restricción a la
libertad de testar. Los países que adoptan el p rim er sistem a son re la ti­
vam ente pocos; en efecto, son escasas las legislaciones que establecen una
am plia lib ertad de te sta r y cabe señalar en tre ellos a In g laterra, Canadá,
Estados Unidos de N orte América, México, H onduras, Panam á, y Costa
Rica, a pesar de que la libre disposición, aún en estos países no se debe
entender ilim itadam ente puesto que algunas veces se establecen ciertas res­
tricciones en ese sentido a l sancionar en las leyes la institución de ali­
m entos, en favor de determ inadas personas de la fam ilia, bien sea aten ­
diendo a la edad o a la im posibilidad de ganarse el diario sustento.
El segundo apartado que hem os establecido requiere una subdivisión
en el sentido del tipo de legítim a que sancionan en sus leyes civiles; de­
bem os d istinguir pues, los países que establecen una legítim a rigurosa, to­
talm ente indisponible para el testador, como Francia, Bélgica, Suiza, T u r­
quía, Italia; y las que dentro de la legítim a dejan cierta lib e rtad al cau­
sante, es d ecir sustraen una porción de ella para que el de cuius la dé
en beneficio de uno o algunos de sus herederos legitim arios. Es la in sti­
tución de la M ejora, típica del D erecho español que ha influenciado a nu­
merosos países latino am ericanos en tre los cuales cabe señalar a Colom­
bia, P erú, G uatem ala.
Con el objeto de darnos una idea de la m anera cómo se establece la
legítim a en los distintos pueblos, pasamos de seguidas a señ alar el con­
Doctrina La Legítima 69
tenido que, sobre la legítim a, encontram os en un núm ero escogido de
naciones, tratando en lo posible de analizar aquellas que han tenido in­
fluencia directa o indirecta en la legislación positiva del mundo actual
P retendem os con ello d ar por lo menos una pequeña idea de la m anera
cómo se establece la legítim a en las diversas legislaciones, su alcance
y otros porm enores de la Institución.

SISTEMA FRANCES
Establece el Código V igente la legítim a en favor de los descendientes
legítim os, de los ascendientes legítim os y de los hijos naturales, agrega­
dos estos últim os a la categoría de herederos legitim arios en v irtu d de la ley
de 25 de marzo de 1896. Al cónyuge sobreviviente no se le reconocía sino
un derecho a alim entos, de acuerdo con la ley de 9 de marzo de 1891,
y ello en razón de no considerarlo como m iem bro de la fam ilia. La ley
del 3 de diciem bre de 1930, determ inó que el cónyuge su p èrstite ten ía de­
recho a una reserva en usufructo, lo cual vino a am p liar el húm ero de
los legitim arios. (7).
La legítim a se establece en favor de todos los descendientes legítim os
hasta el cuarto grado inclusive, según el artículo 913 del Código. Los hijos
legitim ados y sus descendientes son tam bién considerados como tales. El
hijo adoptivo tiene el m ism o derecho en la sucesión del adoptante, pero
no en lo que respecta a los ascendientes de dicho adoptante, an te los
cuales no se le reconoce derecho alguno. Finalm ente, a los hijos del
adoptado se les reconoce la legítim a como un nieto en los bienes del adop­
tante. (Art. 357).
El Código francés no determ ina la legítim a directam ente, sino que
se refiere al m onto de la cuota disponible. En este sentido establece que
la porción de libre disposición es de la m itad del patrim onio cuando el
causante deje un solo hijo; cuando deja dos, la te rc e ra p arte y la cuarta
p arte cuando el núm ero de hijos es de tres o más. (Art. 913). Dispone el
mismo artículo, en su aparte tercero, que los nietos del hijo pre-m uerto
tien en el derecho que éste hubiera tenido si viviera para el m om ento de
la m u erte del causante, es decir, adm ite la representación.
En relación a la legítim a de los ascendientes legítim os, se d eterm ina
una cuota constante, fija, la cual es igual a la cu arta p arte de la herencia
para cada línea, dándose el caso de que, cuando sólo haya una línea, la
porción disponible es de tres cuartas p artes del patrim onio, y cuando
haya las dos es la de la m itad. (Art. 914). En el núm ero de ascendientes
legítim os tenem os que incluir al padre y a la m ad re que legitim aron al
hijo.
L a cuota reservada a los hijos natu rales es igual a las tres cuartas
p arte s de su derecho hereditario ab intestato. En lo que respecta a éstos,
cuando concurran con los ascendientes, puede llegarse a un caso curioso
en el cu al la porción reservada es m ayor que la h erencia to tal del cau­
sante. E n efecto, “cuando el difunto deja al mismo tiem po ascendientes
legítim os e hijos naturales, estos últim os tienen u n derecho hered itario

(7) Petits Codes Carpentier. Codes Civil. Ed. Marchai y Godde. París. 1916.
70 Jean Ch. Haddad S.
restringido y una legítim a reducida que no excluye el derecho h ered itario
n i la legítim a de aquéllos. P udiera decirse que existen dos sucesiones, una
en favor de los hijos naturales y la otra en favor de los ascendientes,
debiendo calcularse las respectivas porciones legítim as. P ero la ley de 1896
no se ha propuesto p a rtir en dos la sucesión; por ello surge una grave
dificultad consistente en que la acum ulación de las dos legítim as pudiera
llegar a redu cir casi toda la porción disponible y a veces p roducir una
situación imposible. Si hubiera ascendientes de las dos líneas, la legítim a
de éstos debe ser la m itad de la herencia, o sea el cincuenta por ciento;
p o r o tra p arte la legítim a de los hijos naturales consiste en las tre s cuar­
tas partes de su derecho hereditario, o sea el 56, 25% de la sucesión; su­
m ando esas dos legítim as, producen el 106,25%, que es im posible. H a­
llándose en ese callejón sin salida, el legislador adopta, en el artículo
915, una solución p articu la r”:
P rim ero debe calcularse la cuota de los hijos n aturales, abstracción
hecha de la de los ascendientes, y luego se debe proceder a d eterm in ar
la legítim a de los ascendientes, la cual es lim itada a la octava p arte de la
herencia, invariablem ente. Esto dism inuye notablem ente la cuota de cada
ascendiente, pues “si existen ascendientes en las dos líneas, cada línea
recibirá un dieciseisavo, o sea, cuatro veces menos que la situación nor­
mal. Si en cada línea existen dos ascendientes de un m ism o grado, cada
uno recibirá a título de legítim a una tre in ta y dos ava p arte de la h e­
rencia”. (8).
Además hay que m encionar una serie de casos que débido tam bién a
la concurrencia con determ inados herederos, varían la reserva al hijo
n atural; a saber:
a) Dispone el artículo 758 que cuando el hijo n atu ra l concurre con
descendientes legítim os, su porción h ered itaria debe reducirse a la m itad,
por lo cual su porción legítim a será tam bién la m itad de lo que recibiría
por tal concepto.
b) E l artículo 759 establece que cuando el hijo n atu ra l concurre
con colaterales privilegiados, como el hijo natu ral no tiene derecho sino
a las tres cuartas partes de su porción h ereditaria, su legítim a se reduce
a tre s octavos. Siem pre se tom a en cuenta lo que le correspondería si
fu e ra hijo legítim o para poder calcular su reserva, dependiendo entonces
del núm ero de ellos, como dejam os visto.
c) Cuando concurren con colaterales ordinarios, como el derecho cu­
bre toda la herencia por se r igual a la de los hijos legítim os, les co rres­
ponde la m itad de los bienes si se tra ta de hijo único; las dos terceras
p arte s de la herencia cuando son dos; y los tres cuartos cuando son tres
o más.
Como vemos, en este aspecto, el sistem a francés es casuístico y com­
plicado, p ara te n e r una idea de ello, fué por lo que hicimos m ención a los
casos anteriores.
Como observación final direm os que el causante puede b en eficiar con
su s lib eralidades al cónyuge su pèrstite, de acuerdo con la ley de 3 de
diciem bre de 1930, caso en el cual la legítim a de los ascendientes puede

(8) Planiol y Ripert. O b ra citada. Pág. 52.


Doctrina L a Legítima 71
perfectam ente reducirse a un usufructo, cuando p o r las liberalidades
hechas se dispuso de la nuda propiedad de los bienes que h u b ieran co­
rrespondido a los ascendientes del causante.
De acuerdo con el artículo 767, “el cónyuge su p èrstite no divorciado
que no suceda en la plena propiedad y contra el cual no exista sentencia
firm e de separación, tiene sobre la herencia del cónyuge fallecido u n de­
recho de usufructo de una cu arta p arte (de bienes) si el causante deja
uno o varios hijos habidos en su m atrim onio; de una p arte igual a la del
hijo legítim o menos favorecido, sin que ella pueda exceder de la cuarta
p arte, si el causante tiene hijos nacidos de un an terio r m atrim onio; de la
m itad, si el causante deja hijos n aturales o descendientes legítim os e hijos
naturales, herm anos y herm anas, descendientes de herm anos y herm anas;
de la totalidad en los dem ás casos, cualquiera que sea el núm ero y la
calidad de los herederos”. (9).

SISTEMA BELGA
No tenem os nada que agregar a lo dicho con respecto al sistem a im ­
peran te en Francia. El Código Civil Belga es el mismo francés con m uy
pocas variantes, principalm ente debido al hecho de h ab e r m antenido Bél­
gica casi inm utable el texto original del Código Napoleón, m ien tras que
en la nación de origen ha sufrido modificaciones posteriores.

SISTEMA ITALIANO
Fué prom ulgado en 16 de marzo de 1942. Establece la legítim a en
favor de los hijos legítim os, los ascendientes legítim os, los hijos n atu ra­
les y el cónyuge supèrstite. Los hijos legitim ados y los adoptivos gozan
del m ism o derecho de los legítim os.
El m onto de la cuota reservada no es fija, varía según el núm ero de
hijos: si es uno, la legítim a es la m itad del patrim onio; si son más de uno
los dos tercios.
C uando se tra te de hijos natu rales la legítim a es de un tercio si su
núm ero es de uno y la m itad de la herencia cuando sean m ás de uno, salvo
lo dispuesto en casos de concurrencia. Si el causante no deja hijos legíti­
mos, el Código italiano reserva a favor de los ascendientes legítim os un
tercio del patrim onio del de cuius. Si hay concurrencia, varía la porción.
L a reserva del cónyuge es concedida en usufructo y rep rese n ta los
dos tercios del patrim onio del cónyuge m uerto, cuando sea el único benefi­
ciario. E n los casos de concurrencia varía la legítim a del cónyuge, de acuer­
do con la categoría de herederos forzosos que concurran con él.
E stas son en líneas generales, las norm as contenidas en el Código
Italiano. CIO).

SISTEMA ESPAÑOL
El Código español tiene la peculiaridad de estab lecer una cuota Iegi-

(9) Quintus. Mucius Scaevola. Código Civil. Instituto Editorial Reus. 1944. Tomo
XIV. Págs. 65-66
(10 II Nuevo Codice Civile. Urico Hoepli. Milano. 1943. Cita Scaelona. O bra cita­
da. Pág. 75 y siguientes.
72 Jean Ch. Haddad S.
tim aría y dentro de ella com prender una porción denom inada M ejora.
La legítim a rigurosa, o sea, la que queda luego de deducida la m ejora,
es indisponible en todo caso; no sucede lo mismo con la m ejora, la que
debe ser destinada a uno o varios de los hered ero s legitim arios, conce­
diéndose, por tanto, al testador cierta libertad de disposición. Como d iji­
mos anteriorm ente, esta institución es típica del Derecho español, el cual
ha influenciado a los Códigos de Chile, G uatem ala, Perú, Colombia etc.
Según el artículo 808 del Código español, constituye la legítim a de los
hijos y descendientes legítim os las dos terceras partes del h aber here­
ditario del padre y de la m adre. Sin em bargo, podrán disponer de una
p arte de las dos que form an la legítim a para aplicarla como m ejora a sus
hijos y descendientes. La tercera p arte restan te será de libre disposición.
L a legítim a de los padres y dem ás ascendientes es de la m itad del
h aber hereditario de los hijos y descendientes, según el artículo 809.
En lo que respecta al cónyuge supèrstite establece el Código español
una legítim a en usufructo el cual varía según el núm ero de descendientes
'así: cuando sólo queden el cónyuge o un hijo legítim o o descendiente, el
usufructo será del tercio destinado a m ejora; en el caso de que concurra
el cónyuge con varios hijos legítim os, el viudo te n d rá el usufructo de una
cuota igual a la que por concepto de legítim a le corresponda a cada una
de los hijos o descendientes legítim os, no m ejorados, artículo 834 (11).
Tam bién se establece la legítim a en favor de los hijos naturales, de­
pendiendo el monto de la cuota de la concurrencia con hijos legítim os,
con ascendientes o bien del hecho de concu rrir solos a la herencia del
causante.

SISTEMA SUIZO

El Código suizo fué prom ulgado en 10 de diciem bre de 1907. El libro


segundo es el correspondiente a las sucesiones y el capítulo II del título
XIV establece la institución de la legítim a.
La reserva es sancionada en favor del padre, de la m adre, de los des­
cendientes, de los herm anos y herm anas y del cónyuge. De todas las legisla­
ciones consultadas por nosotros al p resente Código es el único que esta­
blece la legítim a en favor de los herm anos, excepción hecha del Código
de T urquía que es una copia del suizo.
En lo que respecta a la cuota de cada uno de los herederos forzosos,
no es élla uniform e; el legislador suizo establece una serie de proporcio­
nes, dependiendo su cuantía del heredero de que se trate. Observem os las
reglas establecidas:
a) La legítim a es para los descendientes las tre s cuartas p artes de sus
derechos h ereditarios de acuerdo con la ley. Cuando se tra ta de hijos, és­
tos suceden por cabeza; si los descendientes vienen en representación de
un hijo pre-m uerto, éstos solo tienen el derecho que tenía su ascendiente
pre-m uerto, o sea, que con respecto a ellos, la división de la h erencia le­
gítim a se hace por estirpes, y luego la porción ya establecida, se divide
p or cabeza en tre los descendientes (art. 457).

(11) Código Civil Español. Instituto Editorial Reus. Madrid. 1946


Doctrina La Legítima 73
b) La reserva legal para los padres es de la m itad de su derecho
sucesorio, esto es así siem pre, concurran solos o con otros herederos le ­
gitim arios.
c) L a legítim a de los herm anos del causante es de la cuarta p arte de
lo que les hubiera correspondido en la sucesión abs-intestato.
d) En lo que respecta al cónyuge debem os distinguir: Cuando con­
cu rre con otros herederos, es igual a su derecho hered itario ; cuando es
h eredero único, la m itad (12).
La ley suiza autoriza a los cantones p ara su p rim ir la legítim a de los
herm anos o bien am p liarla en favor de los descendientes de los herm a­
nos. En este sentido debem os m encionar los siguientes cantones que han
suprim ido dicha reserva: Berne, F ribourg, Vaud, Tesin. P o r el contrario
Uri, Zoug, L ucerne y otros, la han ampliado.

SISTEMA TURCO
El Código Civil de la nación tu rca prom ulgada en 17 de F ebrero de
1926 es una copia casi to tal del suizo, con ciertas v ariantes destinadas a
am oldar sus disposiciones a la realidad de los sistem as im p eran tes en
aquel país; pero desde el punto de vista de la legítim a, no m erecen ser
citadas las pequeñas m odificaciones hechas, por lo que, para darnos una
idea de la regulación de la reserva, estim am os suficientes los conceptos
em itidos anteriorm ente, referen te s al Código de la Confederación Suiza.
(13).

SISTEMA PORTUGUES
La fecha de prom ulgación del Código de P o rtu g al es 1? de Ju lio de
1867. La institución de la reserva se establece en favor de los hijos legí­
tim os, los adoptados y los ascendientes. Al cónyuge y a los hijos n atu ­
rale s no les reconoce derecho alguno en tal sentido. Esto lleva a decir:
“es verdaderam ente inconcebible p re fe rir a lo que pudiéram os llam ar
p aternidad ficticia (adopción) sobre la n atural, elevando al adoptado a la
categoría de h eredero forzoso y negándola al h ijo natu ral. M erece pues la
más severa censura por su criterio, explicable únicam ente por la época,
relativam ente lejana, al m enos en espíritu jurídico, en que se pu b li­
có”. (14).
E stablece el artículo 1784 del Código Civil de P ortugal que la legí­
tim a de los hijos y descendientes es igual a la m itad de los bienes del
causante.
P ara los ascendientes dispone que, cuando se tra te de los padres la
legítim a sea la m itad de la herencia, artículo 1.786; y un tercio cuando
sean otros ascendientes, artículo 1.787.

(12) Code Civil Suísse. Ed. A. Francke Berne. 1908, Cita Scaevola. Pág. 51 y si­
guientes.
(13) Code Civil Ture. John A. Rizzo. Constantinopla, 1928. Cita Scaevola. Pág. 56
y siguientes:
(14) Quintus Mucius Scaevola. Obra citada. Pág. 87.
74 Jean Ch. Haddad S.
PRINCIPIOS FUNDAM ENTALES D E LA LEGITIM A.
LA LEGITIM A E S UNA PARTE D E LA SUCESION AB-IN-
TESTATO, UNA VERDADERA SUCESION LEG A L E IM PE­
RATIVA. — LA LEGITIM A NO PROTEGE A LOS H ER ED E­
ROS LEGITIM ARIOS CONTRA LOS ACTOS A TITULO ONE­
ROSO, SINO UNICAM ENTE CONTRA LAS LIB ER A LID A ­
DES EN TRE VIVOS (DONACIONES) Y POR CAUSA D E
M UERTE (LEGADOS). — LA LEGITIM A NO PRO TEGE A
LOS LEGITIM ARIOS SINO A PARTIR D EL MOMENTO DE
LA M UERTE D EL CAUSANTE. — LA LEGITIM A PROTEGE
CONTRA LA S LIBER A LID A D ES Y NO CONTRA LA S DEU­
DAS D E LA H EREN CIA, A LA S CUALES QUEDAN O BLI­
GADOS TAM BIEN LOS LEGITIM ARIOS. — LA LEGITIM A
PRO TEGE A L LEGITIM ARIO ACEPTAN TE CONTRA LA
OBLIGACION ILIM ITADA A L PAGO D E LOS LEGADOS,
SIEM PRE QUE LO HAGA A BEN EFICIO DE INVENTARIO.
LA LEGITIM A ES D E DERECHO: NO N ECESITA SER PED I­
DA COMO EN DERECHO ROMANO^ PERO E L LEGITIM A­
RIO PUED E RENUNCIAR A LA LEGITIM A YA ADQUIRIDA.
I. — LA LEGITIMA ES UNA PARTE DE LA SUCESION AB-INTESTATO,
UNA VERDADERA SUCESION LEGAL E IMPERATIVA.
No cabe duda de que la legítim a es un a p arte de la sucesión legal­
m ente sustraída de la libre disponibilidad por el causante.
Debemos precisar dentro de la sucesión reglada por la ley, dos grupos
o especies, a saber: a) sucesión supletiva, la cual solo funciona cuando no
exista voluntad expresa del causante, contenida en actos de últim a vo­
lu ntad; b) sucesión legítim a, necesaria o forzosa, la que, a p esar de la vo-
lu ta d del de cuius, m anifestada en un testam en to que llene todos los re ­
quisitos legales, debe se r aplicada. De modo que “los legitim arios serían
pues, herederos forzosos, aunque no en el sentido del h ere s necessarius,
quien estaba obligado a recoger la herencia. Aquí lo forzoso, lo obligatorio,
es p ara el causante”.’ (D.
Como vemos la diferencia e n tre las dos especies de sucesiones es no­
table: la una tiene vigencia cuando no hay disposiciones testam entarias;
la o tra siem pre debe cum plirse; aun a presencia de actos de ú ltim a vo­
luntad; subsiste como sucesión ab-intestato.
Lo que venimos de decir, nos lleva a considerar a la cuota reservada
como p ars h ere d itatis y no como pars bonorum ; sin em bargo, en este sen­
tido debem os señalar dos corrientes antagónicas:
1 ?—Esta p rim e ra concepción considera a la legítim a, como p arte de la
herencia, siendo por lo tanto, una verdadera sucesión legal e im perativa.
E ste criterio, es el mismo m antenido por el derecho m edioeval costum bris­
ta, llevado a la codificación napoleónica. L a co rriente que nos ocupa,
“solam ente tiene en cuenta la obligación im puesta al difunto, privándole

(1) Héctor Lafaille. Curso de Derecho Civil. Taller Gráfico. "Ariel". Buenos Aires.
1933. Tomo II, Págs. 147 y 148.
Doctrina L a Legítima 75
de disponer en exceso de ciertos lím ites; el resto pertenece a los legiti­
m arios a títu lo de herederos, quienes reciben, en ta l caso, una p ars here-
d itatis”. (2).
2“—La segunda corrien te afirm a que, sim plem ente, se tra ta de un
derecho de crédito del cual son titu lares los herederos forzosos, y lo d iri­
gen contra el patrim onio del causante, después de su m uerte. En principio,
se reconoce al de cuius la libre disposición de sus bienes. Como un a con­
secuencia del criterio aquí sustentado, debe concluirse, que de adm itirse,
se te n d ría derecho al valor de los bienes y nunca a los bienes mismos. Es
la concepción del Derecho Romano, sancionada en el Derecho G erm ánico,
con la diferencia de que en tre los rom anos se consideraba como u n de­
recho real, y p ara los germ anos un derecho personal que se tenía contra
los herederos del causante.
Nosotros somos de la opinión prim era, es decir, la legítim a no puede
considerarse sino como pars h ereditatis, por lo que, rechazam os el cri­
terio de la pars bonorum , pues, “quien sucede en la legítim a es heredero,
es decir, sucesor a título universal, no p articu la r”. (3).
Esta concepción nos lleva a d eterm in ar las siguientes consecuencias:
los legitim arios tien en derecho a los bienes de la herencia, es decir, a
rcib ir su cuota reservada, no m ediante num erario sino en especie. P or
esta razón n u estro Código Civil, en el artículo 883, establece que la por­
ción legitim aria se debe en plena propiedad, con lo cual sigue la co rrien te
de la p ars hereditatis. No se tra ta , pues, de u n derecho que se tie n e en
contra de la herencia, sino de un derecho en la herencia misma.
Lo que acabamos de decir, nos lleva a establecer un principio que
em ana directam ente, y es que el causante no puede satisfacer la cuota
legitim aria, m ediante usufructo, legando o donando sus bienes a extraños,
y esto es así aún en el caso de que el usufructo dejado sea m ayor que
lo que le corresponde al legitim ario por concepto de reserva. Lo mismo
sucede, con m ayor razón, cuando se pretend e cu b rir la cuota legitim aria
con u n crédito en contra del heredero instituido por e l . testador. Estas
estipulaciones deben considerarse nulas en todo caso.
Sin em bargo, debem os ad v ertir que este derecho a recib ir bienes
de la herencia no puede considerarse como ilim itado, como absoluto. Se­
ría lam entable que se razonara así, po r lo cual debem os estab lecer ciertas
lim itaciones en este sentido.
En efecto, cuando a pesar de las donaciones y otras liberalidades,
hechas por el causante, no se lesione la cuota legitim aria, no puede apli­
carse la regla, puesto que que dichas liberalidades estarían d en tro de los
lím ites de la cuota disponible.
Esto nos lleva a considerar que el testad o r puede decidir la m anera
cómo va a e s ta r com puesta la cuota legítim a. En dos ocasiones ello puede
ocurrir: a) cuando dispone de su patrim onio a títu lo oneroso; b) cuando,
existiendo prom esas de venta, se hagan efectivas a su m uerte. P uede su-

(2) Marcel Planiol y Jorge Ripert. Tratado Práctico de Derecho Civil Francés. Ed.
Cultural. Habana, 1946. Tomo V. Pág. 34.
(3) Roberto de Ruggiero. Instituciones de Derecho Civil. Instituto Editorial Reus.
Madrid. Tomo II, Volumen II. Pág. 457.
76 Jean Ch. Haddad S.
ceder lo que acabam os de establecer, en razón de que, como sabemos, la
cuota reservada únicam ente se protege fren te a las liberalidades; los actos
a título oneroso son perfectam ente válidos y deben ser respetados.
El causante puede facu ltar al legatario, para que elija el bien de su
legado, pero ello siem pre y cuando no exceda de la porción disponible.
Como vemos, en los casos anteriores es suficiente que el de cuius deje
en su patrim onio el valor de la legítim a para con ello h acer inatacables
sus actos.
P uede ocurrir, y es perfectam ente válido, que el mismo testad o r de­
term ine los bienes que van a com poner la legítim a de cada uno de sus
herederos forzosos, por m edio de donaciones y legados sin dispensa de
colación. A dvertim os que, cuando estem os a presencia de estos -casos,
siem pre el legado o donación debe ser en plena propiedad.
De modo pues que únicam ente cuando sea lesionada la legítim a tom a
toda su vigencia el principio de que es debida en especie. Ya vimos que
esta lesión debe provenir de liberalidades hechas por el de cuius, y aún,
dentro del campo de las enajenaciones a títu lo gratuito, debem os señ alar
una serie de excepciones.
P rim eram ente debem os establecer que en lo que respecta a donaciones,
éstas deben ser las hechas por el causante en los últim os diez años de
su vida.
Cuando las liberalidades exceden de la porción disponible, debe ser
reintegrado el bien al patrim onio hereditario , pero si se tra ta de un bien
inm ueble que no adm ita cómoda división, ten d rá derecho a reten erlo el
titu la r de la liberalidad, pagando a los herederos en dinero la diferencia.
Lo mismo sucede con los bienes m uebles de g ran valor, o cuando la di­
visión ocasione una dism inución en su precio. Volveremos am pliam ente
sobre este punto cuando tratem os de la acción de reducción; por ahora,
nos interesa establecer que, en estos caso, no se cum ple el principio de
que la reserva se debe en bienes de la sucesión, es decir, en especie.
Cuando se tra ta de una liberalidad hecha a un legitim ario, p erm ite
la ley que éste conserve el bien aún excediendo su valor de la porción
disponible, pero el exceso debe im putársele a su cuota correspondiente.
Como una conscuencia inm ediata y esencial del principio que veni­
mos exponiendo, debemos afirm ar que, la legítim a es indispensable para
el causante, y ello ocurre por considerársela como una p arte de la su­
cesión áb-intestato; por la cual el testador no puede som eterla a ninguna
carga ni condición. “El D erecho rom ano m antuvo el mismo criterio , no
perm itiendo que sobre la legítim a pesara ningún gravam en ni condición
que la afectara sustancialm ente. P ero se adm itió, después, que en el si­
glo XVI, que el testador d ejara m ás de la legítim a, pero som etiéndola a
determ inados gravám enes, que si el beneficiado no quería cum plir debía
sólo recib ir la legítim a en su cuota estricta”. (4).
Conduce lo dicho anteriorm ente a afirm ar que la institución de la le­
gítim a es de orden público, es intangible; el testad o r no puede derogarla
n i aún parcialm ente con ninguna especie de cláusula. In teresa h acer una

(4) E. F. Camus. Código Civil Explicado. Editorial Cultural. La Habana. 1944. To­
mo II, Pág. 184.
Doctrina La Legítima 77
im portante aclaratoria en lo que respecta al orden público. La legítim a
es m ateria de orden público, sin lugar a dudas; pero ello sólo debe en ten ­
derse en el sentido de que el de cuius no puede som eterla a ninguna es­
pecie de carga ni condición, es decir, no puede lesionarla ni aun con el
consentim iento de los herederos presuntos, puesto que estaríam os a p re ­
sencia de un pacto sobre sucesión fu tu ra, prohibido por n uestro derecho;
pero los legitim arios pueden renunciar a ella después del fallecim iento
del causante. “Si no se declara nula la renuncia sobre legítim a fu tu ra en tre
aquellos que la deben y sus herederos forzosos, se b u rlaría la ley”. (5).
El heredero forzoso reclam a su cuota legitim aria, no en v irtu d de un
derecho proveniente del causante, sino que lo hace p o r derecho propio que
le confiere la ley.
El hecho de que la reserva es una porción de la herencia ab-intestato,
trae como consecuencia directa que debe ten erse la cualidad de heredero
en u n doble sentido: hay que ser heredero, esto es, llam ado en orden útil
p ara suceder; hay que ser heredero aceptante, puesto que, cuando se r e ­
nuncia a la herencia no se puede p rete n d er la legítim a. “El hecho de que
la legítim a h ered itaria constituye una p arte de la sucesión ab-intestato im ­
plica, como consecuencia, que los reservatorios que renuncian no pueden
ya reclam ar su legítim a ni po r vía de acción, ni por vía de excepción,
y adem ás, que las liberalidades hechas a los herederos se im putan sobre
la cuota de libre disposición y no sobre la legítim a”. (6).
El indigno no puede reclam ar la legítim a puesto que la ley, articulo
810, establece que es incapaz de suceder, por lo que, no teniendo la cua­
lidad de heredero, no puede reclam ar con derecho su legítim a.

II. — LA LEGITIMA NO PROTEGE A LOS HEREDEROS LEGITIMARIOS


CONTRA LOS ACTOS A TITULO ONEROSO, SINO UNICAMENTE
CONTRA LAS LIBERALIDADES ENTRE VIVOS (DONACIONES)
Y POR CAUSA DE MUERTE (LEGADOS)
Si bien es verdad que la legítim a protege a los h ered ero s reserv ato ­
rios, esta protección no es ilim itada. En efecto, la lim itación a la lib ertad
del causante se refiere únicam ente a las enajenaciones a título gratuito;
se excluyen las que son hechas por el de cuius a título oneroso, incluso,
cuando se tra ta de la to talidad del patrim onio. D entro de los conceptos
señalados, debemos lim itar más aún la extensión de la protección dada a
los legitim arios, en el sentido, de que no todas las donaciones están com­
prendidas en ella, sino únicam ente las hechas por el difunto en los últim os
diez años de su vida.
La exclusión de las enajenaciones a título oneroso tiene su razón de
ser en la circunstancia de existir contrapresentación, con lo cual, se m an­
tien e el patrim onio del causante.
La reserva es, en efecto, extraña a los actos a títu lo oneroso cuales­
quiera que ellos sean; aun los deficitarios en cuanto a su contra partida.

(5) Raúl Barbot. Anotaciones al Código Civil. Editorial Maximino García. Monte­
video. 1929. Tomo I, Pág. 239.
(6) Julien Bonnecase. Elementos de Derecho Civil. Ed. José M. Mujica, Jr. Puebla.
México, 1946, Pág. 529.
78 Jean Ch. Haddad S.
Con ello no existe ninguna trab a para enajen ar todos los bienes con la fi­
nalidad de obtener el causante una ren ta vitalicia. Como podem os obser­
var se pone en grave peligró la cuota legitim aria, que, con un acto de esa
índole quedaría totalm ente burlada. P or esto una serie de ju rista s han
sostenido, que ese solo hecho da suficiente base p ara in te n ta r una reform a
de las leyes civiles.
Indiscutiblem ente que el asunto es sum am ente serio, a nuestro modo
de ver, y más serio aún es encontrar una fórm ula que evite la incertidum -
bre de la legítim a, sin lesionar la lib ertad individual del hom bre, o que
la invada lo m enos posible.
En la realidad, puede suceder que el causante enajenó todos sus bie­
nes, con la única finalidad de no d e ja r a los legitim arios la cuota rese r­
vada. Esto puede o cu rrir perfectam ente, au n tratándose de enajenaciones
a títu lo oneroso, pues como existe gran facilidad p ara ocultar el dinero
o p ara dárselo a determ inada persona, la finalidad puede ser obtenida con
relativa facilidad. Cuando estas m aquinaciones son ignoradas por el adqui-
rente, no se podrá invocar el dolo por p arte del enajenante, cuando lo
haya disim ulado al tercero, para ped ir la nulidad del contrato de que se
trate, y lo que es más grave aún, “los reservatorios no podrían tampoco
invocar una “com plicidad” eventual, ya que el acto en sí es lícito”. (7).
P uede ocurrir que un acto, perfectam ente lÍQito, a título oneroso, su rta
sus efectos posteriorm ente a la m uerte del causante y al su rtir esos efec­
tos, lesione el principio de que la legítim a se debe en especie.
Nosotros estim am os que podría invocarse la nulidad de dicho acto por
los herederos forzosos, no porque se tra te de una enajenación a título
oneroso, lo cual es inatacable en este sentido, sino porque se viola el p rin ­
cipio de que la legítim a se debe en especie. Creem os que ello sea posible,
por un un hecho de los legitim arios recib ir su cuota en especie, siendo
dicha institución de orden público.
F inalm ente, debemos observar que los actos a título onerosos sim ulados
deben se r excluidos, puesto que, como se tra ta en realidad de una donación,
deben su frir todos las consecuencias que ello implica.

III. — LA LEGITIMA NO PROTEGE A LOS LEGITIMARIOS SINO A


PARTIR DEL MOMENTO DE LA MUERTE DEL CAUSANTE

Como sabemos, antes de la m u erte del causante, sus legitim arios son
h erederos presuntos. P ara que se pueda reclam ar la reserv a legal, es nece­
sario que se tenga el carácter de heredero cierto, lo cual no ocurre sino
después de ab ierta la sucesión. Ello conduce a afirm a r que los h ered ero s
legitim arios no pueden, antes de la m uerte del testad o r, invocar la pro­
tección establecida en su favor, puesto que su derecho a la sucesión no
ha nacido todavía, y no teniendo esa cualidad, no se puede fu n d ar en la
verdadera base de la legítim a, o sea, que es una p a rte de la h erencia ab-
intestato y la más im portante, pues tiene la cualidad de se r im perativa.
A dvertim os que ello no quiere decir que la rese rv a p ro teja a los le-

(7) Sentencia de Gand. 11. de marzo de 1908. Citada por Henri De Page. Traité
Elémentaire de Droit Civil Belge. Bruxelles. 1947. Ed. Emile Bruylant. Tomo
VIII. Vol. II. Pag. 1514.
Doctrina L a Legítima 79
gitim arios únicamente en relación a los legados, la protección se extiende
fre n te a las donaciones hechas en los últim os diez años de la vida del
causante, pero esta protección no puede pedirse an tes de la m u erte del
testador. Esto tiene, adem ás de lo dicho arriba, una razón de peso, y es
que la legítim a pueda que sea lesionada por las donaciones hechas por
el de cuius; contra estas liberalidades no tien en los h erederos legitim arios
m edio alguno para com batirla desde el punto de vista de la institución
objeto del tem a, pues como dijim os son sim ples h erederos presuntos, y
p o r o tra p arte, como la m asa ficticia de bienes p ara d eterm in ar la legí­
tim a solo puede realizarse a la m uerte del testador, únicam ente en ese
m om ento es cuando se va a saber si hay lesión o no. En efecto, puede ocu­
r r ir que cuando se hizo la donación se extralim itó la porción disponible,
pero no es nada raro que, posteriorm ente regrese al patrim onio del donante
el objeto de la liberalidad hecha o bien que ingresen nuevos bienes. El
patrim onio fluctúa constantem ente, siendo todo incierto h asta el falleci­
m iento; adem ás, im aginem os por un mom ento, la inseguridad de las re ­
laciones jurídicas si esto no fu era así; a cada in stan te se es ta ría averi­
guando si la actitud del causante lesiona o no la reserva. S ería el caos
y quizá ello contribuiría a im p lan tar una peren n e discordia e n tre la fam i­
lia, haciendo de fiscales los hijos, pretendiendo controlar la autoridad
paterna.
U na razón fundam ental nos queda por señalar. El h eredero legitim ario,
solam ente tiene derecho a la reserva cuando acepta la sucesión; ahora
bien, la aceptación sólo se puede h acer después de ab ierta la sucesión;
toda aceptación an terio r sería nula.
L as argum entaciones expuestas anteriorm en te nos llevan a afirm ar que
librem ente puede disponer el de cuius de sus bienes, por actos en tre vivos,
aún a título gratuito. Los legitim arios están protegidos contra estos ú lti­
mos, pero esa protección sólo puede invocarse a la m u erte del causante;
antes, de ninguna m anera.
IV. — LA LEGITIMA PROTEGE CONTRA LAS LIBERALIDADES Y NO
CONTRA LAS DEUDAS DE LA HERENCIA, A LAS CUALES QUE­
DAN OBLIGADOS TAMBIEN LOS LEGITIMARIOS.
E ste principio no es otra cosa que el criterio m antenido por nosotros
en el sentido de que la legítim a no es, como dicen m uchos autores, una
porción de la herencia; por una p arte es más y p o r o tra es menos. Deci­
mos que es más, puesto que la ley ordena agregar, p ara el cálculo de la
legítim a, una serie de bienes que no son, en realidad, p arte de la herencia,
como son las donaciones y aquellos bienes au e deban colacionarse. Esto
lo verem os en capítulos posteriores. P or o tra p arte es m enos, puesto que
nunca se puede tom ar en cuenta p ara calcularla y p ara estim ar su lesión,
la h erencia bruta, sino el activo neto, es decir, hay que h acer las deduc­
ciones de las deudas hereditarias. Esto lo ordena expresam ente el artículo
889 del Código Civil, siendo im perioso deducir dichas deudas, inm edia­
tam en te de verificado el valor de los bienes dejados por el te sta d o r a su
m uerte, y luego h acer in g resar en la m asa ficticia las donaciones. La fi­
nalidad del o rden señalado es evitar que los acreedores del causante se
aprovechen de las reducciones, como verem os más adelante.
80 Jean Ch. Haddad S.
El heredero legitim ario, por tanto, está obligado a soportar la p arte
correspondiente de la deuda; sin em bargo, cuando esté agotada la cuota
disponible, los gastos de entrega de los legados no son por cuenta del h e­
redero forzoso.

V. — LA LEGITIMA PROTEGE AL LEGITIMARIO ACEPTANTE CON^


TRA LA OBLIGACION ILIMITADA AL PAGO DE LOS LEGADOS,
SIEMPRE QUE LO HAGA A BENEFICIO DE INVENTARIO.
El presente principio se refiere a las deudas de los legados, no a las
sucesorales, las cuales están com prendidas en el anterior.
•Como veremos, los legados deben reducirse, total o parcialm ente, si
lesionan la legítim a. Pero puede suceder que el heredero legitim ario acep­
te la sucesión pura y sim plem ente, caso en el cual debería pagar las deu ­
das y los legados.
El problem a concreto que debemos analizar aquí es que, si cuando
los legados excedan de la cuota disponible, se hace necesario, p ara no p a­
garlos totalm ente, aceptar la sucesión a beneficio de inventario.
D ebemos m anifestar en prim er lugar que, cuando estemos en p re­
sencia de un legatario universal no existe problem a alguno, puesto que
éste es el obligado al pago de todos los legados p articu lares hechos p o r el
causante.
El asunto tom a vigencia cuando se tra ta de legados particulares. La
legítim a protege al h eredero contra la obligación ilim itada al pago de los
legados; por ello, n uestra ley ordena que sean reducidos cuando excedan
de la porción disponible, pero con la condición de que el heredero legi­
tim ario haya aceptado la herencia a beneficio de inventario, puesto que si
no lo hace así, se confunde su patrim onio con el del causante obligándose
con ello, al pago de todas las deudas. El Código, en su artículo 1040, es­
tablece una excepción cuando el legado fue hecho en favor de su cohere­
dero, caso en el cual puede pedir la reducción siem pre, aun aceptando
la herencia pura y sim plem ente. Lo mismo ocurre cuando se tra ta de una
donación.
La solución dada anteriorm ente es com batida por De Pago, el cual
dice, que entonces “todo heredero reservatorio debiera, además, aceptar
bajo beneficio de inventario, puesto que no siem pre se puede p rever cuál
será la im portancia efectiva de los legados”. (8).
La observación es correcta, analizada desde el punto de vista del De­
recho Civil Belga, donde no hay disposición expresa al respecto, fu n d a­
m entándola en los principios generales; pero en tre noostros ello no puede
acogerse.

VI. — LA LEGITIMA ES DE DERECHO: NO NECESITA SER PEDIDA


COMO EN DERECHO ROMANO. PERO EL LEGITIMARIO PUEDE
RENUNCIAR A LA LEGITIMA YA ADQUIRIDA.
De acuerdo con el Derecho Romano, la legítim a debía ser pedida,
querella inofficiosl testamenti. El concepto que priva hoy es diferente.

(8) Henri De Paqe. Obra citada. Págs. 1517-1518.


Doctrina L a Legítima 81
En nu estro Código Civil, la legítim a se adquiere de derecho; no es nece­
saria acción alguna para obtenerla, y ello en razón de lo ya expresado,
o sea, que la reserva legal es una p arte de la sucesión ab-intestato.
A dvertim os que no debem os en ten d er esto de una m anera absoluta.
No cabe duda, se tra ta de la sucesión legal im perativa, puesto que el tes­
ta d o r no puede disponer a su arb itrio de ella. P ero desde el punto de
vista del heredero legitim ario, esto no es así, no debem os e n ten d e r que
su adquisición sea tam bién im perativa, se tra ta ría entonces de in v e rtir al
h eredero de m anera irrevocable, lo cual no es cierto. P or eso, en relación
al h eredero legitim ario, la reserva no es de orden público y tam poco es
obligatoria, lo que quiere decir que puede ser ren u n ciad a por sus titu ­
lares.
Pero, ¿cuándo se puede renunciar? En vida del causante no se puede,
puesto que se tra ta ría de la renuncia de la sucesión de una persona viva;
si ella se cum ple en acuerdo con el de cuius, tam bién sería nula, puesto
que estaríam os a presencia de un pacto sobre sucesión fu tu ra, prohibido
por n uestro D erecho Sucesorio.
No ocurre lo mismo, cuando está abierta la sucesión. Desde este mo­
m ento, la legítim a es para los herederos legitim arios, sim plem ente un b e­
neficio pecuniario al que perfectam ente pueden ren u n ciar, a su lib re vo­
luntad. Esto tiene su verdadero fundam ento en la circunstancia de que el
heredero puede ren u n ciar a la sucesión; no existe hoy el h ered ero forzoso
que había en Roma, la reserva es una p arte de la sucesión ab-intestato y
como ta l puede renunciarse a ella.
En lo que respecta a la m anera cómo ha de hacerse la renuncia, de­
bem os decir, que puede ser de m anera expresa o bien tácita, pero esta
últim a debe ser verdaderam ente cierta.

LA LEGITIM A EN LA HISTORIA D E NUESTRO DERECHO


C IV IL. — DISPOSICIONES QUE RIGEN HOY LA M ATERIA.
H ERED ERO S LEGITIM ARIOS O FORZOSOS. — SU EVO LU ­
CION. — CODIGO C IV IL VIG EN TE. — LA PORCION L E G I­
TIMA.—SU EVOLUCION. CODIGO C IV IL V IG EN TE. — CRI­
TICA A LA NORMA ACTUAL.
I. — LA LEGITIMA EN LA HISTORIA DE NUESTRO DERECHO CIVIL.
Nunca, en nuestros Códigos civiles, se h a dejado de establecer la
institución de la Legítim a. Ello nos induce a razonar, en el sentido de que
el legislador patrio siem pre ha considerado im perioso sancionar, den tro
del articulado de la L ey civil, la institución que nos viene ocupando.
En general, el concepto y contenido, la esencia m ism a reserv a legal,
ha sido uniform e, aunque con ligeras variantes en lo que resp ecta a los
titu la re s de dicho beneficio, así como tam bién, en lo relacionado con el
m onto de la cuota legitim aria.
D entro del campo histórico nacional, en el cual nos movemos, nos ha
llam ado la atención encontrar, únicam ente en el prim ero de nuestros Có­
digos civiles, la institución de la m ejora, la cual nunca habíam os pensado
antes, hallarse entre nosotros. Pero, si analizam os la realidad p ara aquel
82 Jean Ch. Haddad S.
entonces, no nos queda otro rem edio que reconocer la influencia que a.
través del Código de Chile tuvo la legislación española en el ánimo de nues­
tro s prim itivos legisladores, quizás, más que todo, por la proxim idad de la
aplibación en te rrito rio nacional, de las leyes em anadas de la M adre P a­
tria, adoptadas en los prim eros años de nacida la República.
En el presente capítulo, determ inarem os, prim eram ente, los herederos
legitim arios de acuerdo con cada uno de nuestros Códigos Civiles, hasta
llegar a la legislación vigente. Luego tratarem o s de la porción legítim a,
siguiendo el mismo recorrido anterior, para concluir con un a crítica a la
disposición que actualm ente rige dicha m ateria.

II. — HEREDEROS LEGITIMARIOS O FORZOSOS. SU EVOLUCION EN


EL DERECHO CIVIL DE VENEZUELA.

E l p resente estudio, de carácter histórico, com prenderá todos los Có­


digos civiles prom ulgados en la República.

CODIGO CIVIL DE 1.862


Com enzaremos el presente análisis por el prim ero de nuestros Códigos
Civiles, el cual lleva por fecha 28 de O ctubre de 1.862.
L a L ey II, Sección III en su artículo 7, determ in a los herederos for­
zosos o legitim arios.
lv—En p rim er lugar establece que deben ser considerados como tales,
los hijo s legítim os, personalm ente o representados por su descendencia le­
gítim a. Observem os que el legislador del 62 adm ite, sin lu g ar a discusión,
la institución jurídica de la representación en m ateria de reserva legal, p e­
ro de una m anera restrictiv a o lim itada, puesto que se refiere, únicam ente,
a la descendencia legítim a, con lo cual excluye a la natural.
29—C onstituyen el segundo grupo de herederos legitim arios, los ascen­
dientes legítim os. La disposición podría ser m ás am plia, porque adm ite
como legitim arios a todos los ascendientes legítim os del de cuius, con lo
que determ in a o delim ita dicha ascendencia, dentro del estricto campo de
la ascendencia legítim a excluyendo, de igual m anera que con respecto
a los hijos, la ascendencia natural.
39—El cónyuge supéstite, es considerado como heredero forzoso en el
p resente Código que nos ocupa, y la porción que se le concede, como
verem os en su debida oportunidad, es en plena propiedad y no en usufructo,
como lo establecen las legislaciones del viejo continente. Esta m ism a con­
ducta la observarem os, en toda la legislación patria.
49—C orresponde ubicar aquí, a los hijo s n atu ra les del causante, ad ­
m itiéndose la representación pero' únicam ente p ara su descendencia le-
gítim a. Con ello sigue, el legislador del 62, un criterio uniform e y cons­
ta n te en m ateria de representación, según lo visto anteriorm ente.
Debemos h acer n o ta r que n u estra ley sustantiva del año 62 es av an ­
zada, en el sentido de h ab e r establecido la legítim a en favor de la descen­
dencia n atu ral. Sin em bargo, ello es lim itado, en el sentido de que, la r e ­
presentación de un hijo n atu ra l no está aju stad a a derecho sino cuando
e s titu la r de ella uno o varios descendientes legítim os. L a descendencia
n atural, del h ijo n atu ra l del de cuius, no puede ir en representación de
Doctrina L a Legítima 83
su pad re n atu ra l pre-m uerto, a la herencia de los ascendientes de su pa­
d re natural.
5?—Finalm ente, son considerados como h ered ero s legitim arios, los
p adres naturales. Con ello se establece el derecho a la porción legítim a
p ara los padres n atu rales del hijo m uerto, pero no sucede así con los de­
m ás ascendientes naturales; el abuelo o los abuelos n atu rales no pueden
reclam ar su carácter de herederos legitim arios, la ley, restrin g e esa calidad
únicam ente a los padres naturales. (1).
En lo que respecta a la concurrencia y exclusión en tre los herederos
legitim arios, dispone el legislador, que se atienda al orden y reglas esta­
blecidas p ara la sucesión intestada.

CODIGO CIVIL DE 1.867

E l presente Código es de fecha 21 de mayo de 1.867.


Si bien el Código Civil del 62, analizado an teriorm ente, era m uy li­
b eral p ara su época, no podem os decir lo mismo en el caso de la ley sus­
tantiva del 67. E n efecto, el núm ero de herederos forzosos fué lim itado
de una m anera casi absoluta, como verem os de seguidas.
D ispone el legislador que tienen calidad de h erederos legitim arios
las siguientes térm inos:
1) Los hijos y descendientes legítim os del difunto.
2) Los padres y ascendientes legítim os del difunto (2).
E l corte hecho por el legislador ha sido radical:
a) Se elim ina de la lista de herederos forzosos al cónyuge sobrevi­
viente, que sí lo establecía el Código an terio r derogado.
b) No adm ite en ningún sentido, a los hijos n atu ra les como hered e­
ros necesarios.
c) Corren igual suerte, los padres naturales, los cuales quedan total­
m ente excluidos de la categoría de herederos forzosos.
d) Se deroga la representación en m ateria de legítim a. En efecto,
bajo la vigencia del Código anterior, se adm itía la rep resen tació n en el
caso del hijo legítim o pre-m uerto, en representación del cual podrían ir
sus descendientes legítim os.
e) Lo mismo sucede en lo que respecta al hijo n atu ra l pre-m uerto.
El Código del 62 ordenaba ir en su representación a su descendencia legí­
tim a. La Ley sustantiva del 67, no sólo suprim ió la representación del hijo
n a tu ra l por su descendencia legítim a, sino que, elim inó al h ijo n a tu ra l de la
enum eración de herederos legitim arios.
Con todas estas m odificaciones, se sancionó una Ley m uy restringida,
que pronto será radicalm ente m odificada por n u estro legislador.

CODIGO CIVIL DE 1.873


Su vigencia comienza en 28 de F ebrero de 1.873.
El p resen te Código no trae una enum eración de los h erederos for-

(1) Código Civil de Venezuela. 1.862. Ley II. Sección III, Libro Tercero. Artículo 7.
(2) Código Civil de Venezuela. 1867. Libro Tercero. Título I. Sección X. Artículo 595.
84 Jean Ch. Haddad S.
zosos, pero pueden ser determ inados, en los artículos que tratan de la le­
gítima, en la siguiente forma:
1) E n prim er lugar debemos m encionar a los descendientes, adm itién­
dose tan to a los naturales como a los legítimos.
2) E n lo que respecta a los ascendientes, tam bién establece la legí­
tim a en su favor, no distinguiéndose tampoco en tre ascendencia legítima
y natural p ara conceder dicho beneficio.
3) Q ueda establecida la reserva en favor del cónyuge superstite.
4) E n m ateria de representación, ella se adm ite cuando se tra ta de
hijos legítim os pre-m uertos, los cuales pueden ser representados por sus
descendientes legítim os únicam ente (3).

CODIGOS CIVILES DE 1.880 Y 1.896.


El prim ero entró en vigencia en 10 de diciem bre de 1.880; y el se­
gundo, en 19 de mayo de 1.896.
En relación a la institución de la legítim a, y, principalm ente en lo que
respecta a la designación de los herederos forzosos, debemos decir que,
los presentes Códigos, producen exactam ente el contenido de la legisla­
ción sustantiva anterior, por lo cual, rem itim os a los com entarios que hici­
mos arriba, cuando nos ocupamos del Código de 1.873. (4).

CODIGO CIVIL DE 1.904.


Fué sancionado en 9 de abril de 1.904.
En lo que respecta a la determ inación de los herederos legitim arios
conserva, en general, los señalados por los Códigos anteriores. Sin embargo,
creem os necesario referirnos a cierta modificación verificada en lo que
respecta al cónyuge sobreviviente.
En efecto, los Códigos analizados anteriorm ente, se referían sim ple­
m ente al "cónyuge sobreviviente” m ientras que, dispone el legislador de
1.904, que, para poder considerar al cónyuge su p èrstite como heredero fo r­
zoso, es necesario que “no esté separado legalm ente de bienes”. (5). Esta
m ism a condición la vamos a encontrar en todos los Códigos posteriores
al que analizamos, y da la impresión, com pletam ente cierta, de que nues­
tro s legisladores siem pre piensan, al establecer en el articulado de la ley,
la institución de la legítim a, fundarla en el viejo argum ento de la com u­
nidad doméstica.

CODIGO CIVIL DE 1.916.


F ué sancionado en 4 de julio de 1.916.
De m anera sim ilar a como lo hacían los Códigos que le precedieron,
establece como herederos forzosos a los descendientes, ascendientes y cón­
yuge no separado legalm ente de bienes.
Encontram os, sin em bargo, una innovación en lo que resp ecta a los
hijos naturales. Ella consiste en equip arar a dichos h ijo s n atu rales a los
(3) Código Civil de Venezuela. 1873. Artículos 747 y siguientes.
(4) Códigos Civiles: 1880. arts. 752 y siguientes. 1896 arts. 773 y siguientes.
(5) Código Civil de Venezuela. 1904, Artículo 779
Doctrina La Legítima 85
legítim os "cuando la persona que haya hecho el testam en to “ fuere su m a­
dre n a tu ra l”.
Asimismo, “los hijos naturales de la h ija legítim a tien en el derecho
que a ésta correspondería en la herencia de su m adre, y así sucesivam ente
los dem ás descendientes cuya filiación n atu ra l sea u te rin a ”. (6). Todo lo
que acabam os de m encionar nos conduce a afirm ar que, el legislador es­
tableció el derecho de rep rese n tar al h ijo natu ral a su m adre, h ija legítim a,
pre-m uerta, en la herencia de su abuela, pero únicam ente en lo que res­
pecta a la línea m aterna, es decir, en la herencia de la m adre de su m a­
dre. Como vemos se iguala al hijo natu ral con el legítim o pero únicam ente
en lo que respecta a la filiación n atu ra l uterin a y con la condición de que,
su m adre n atu ra l sea h ija legítim a del causante.

CODIGO CIVIL DE 1.922


E ntró en vigencia en 13 de julio de 1.922.
No ha m en ester añadir nada a los com entarios ya cum plidos, puesto
que, reproduce el articulado de las leyes sustantivas anteriores, con las
m odificaciones apuntadas en los com entarios hechos al Código Civil de Ve­
nezuela de 1.916, a los cuales rem itim os (7).

CODIGO CIVIL VIGENTE.


El Código Civil de 1.942, establece como h erederos legitim arios a:
1?) Los descendientes, cualesquiera que ellos sean, bien legítim os o
naturales.
29) Los ascendientes, con la m isma am plitud que los descendientes,
haciendo una lógica advertencia en lo que respecta a la representación.
En efecto, la representación es adm itida, en la sucesión necesaria, en los
m ismos casos establecidos en la sucesión ab-intestato, p o r lo cual ella
cabe cuando se tra ta de descendientes, pero, en tratándose de ascendientes,
no, puesto que la representación en la línea de los ascendientes no existe en
n u estra Ley civil, siguiendo así, la corriente universalm ente acogida.
39) El cónyuge sobre-viviente no separado legalm ente de bienes, es
el tercero de los herededos forzosos establecidos por n u estro Código Ci­
vil Vigente. (8).
A dvertim os que todos los datos que hemos tomado de n u estra Legis­
lación sustantiva, hasta el presente, se refieren únicam ente a cuáles son
los herederos legitim arios en cada uno de nuestros Códigos Civiles, abs­
tracción hecha de la porción legítim a, de la que tratarem o s de seguidas,
y de la cuota que corresponde a cada uno de los herederos forzosos, a la
que nos referirem os en el capítulo correspondiente al cálculo de la le­
gítima.
D ebemos concluir esta p arte de nuestro estudio, afirm ando que, en
m ateria de concurrencia y exclusión, ordena el Código Civil que ella debe
regirse de acuerdo con las reglas dadas por el legislador p ara la sucesión
ab-intestato.
(6) Código Civil de Venezuela. 1904. Artículo 779.
(7) Código Civil de Venezuela. 1922. Artículos 868y siguientes.
(8) Código Civil de Venezuela, 1942. Artículo 883 y siguientes.
86 Jean Ch. Haddad S-
De la m ism a m anera, y en lo referen te a la representación, deben apli­
carse las norm as señaladas en los artículos correspondientes, que tra e
n uestra Ley sustantiva para la sucesión ab-intestato.

I I I ..— .LA PORCION LEGITIMA. SU EVOLUCION EN EL DERECHO CI­


VIL DE VENEZUELA.

En el desarrollo de esta segunda parte, seguimos el mismo orden que


nos hem os im puesto anteriorm ente.

CODIGO CIVIL DE 1.862.


L a regla general establecida en este Código es que, por la porción le­
gítim a es la m itad de la herencia dejada por el causante, previa las deduc­
ciones y agregaciones que determ ina la Ley.
E stas deducciones están contenidas en el artículo 9 de la L ey Unica,
T ítulo Prim ero, del L ibro Tercero del Código Civil del 62. En lo referen te
a las deducciones y agregaciones, de que habla el Legislador, debemos
tr a ta r de ellas en próxim o capítulo, cuando nos ocupemos del cálculo de
la cuota reservada.
Lo que nos interesa po r el mom ento es fija r en la m itad del acervo
hereditario, la porción legítim a, según el legislador del 62.
Cuando no hay descendientes legítim os con derecho a suceder, o h a­
biendo uno solam ente, la o tra m itad constituye la porción disponible.
Ya lo habíam os hecho saber, que el presen te Código es el único que
establece la m ejora. En efecto, “Habiendo m ás de un descendiente, la masa
de bienes, previas las referidas deducciones y agregaciones, debe dividirse
en cuatro partes: dos de ellas, o sea, la m itad del acervo, para las legíti­
m as rigurosas; o tra cuarta para las m ejoras con que el difunto ha querido
favorecer a uno o más de sus descendientes legítim os; y otra cuarta de
que ha podido disponer a su arb itrio ”. (9).
Como vemos, bajo el supuesto anterior, o sea cuando hay más de un
descendientes, la m asa h ered itaria se divide en cuatro partes, dos de las
cuales corresponden a la legítim a, con lo cual perm anece invariable dicha
porción si la relacionam os con el caso prim eram ente analizado, puesto que
sigue siendo la m itad de la herencia neta; una cu arta corresponde a las
m ejoras que deben se r hechas, po r m inisterio de la ley, en favor de uno
o m ás descendientes legítim os, y la o tra cuarta es la porción disponible.
Lo que sí dism inuye es la porción de que el testad o r puede disponer li­
brem ente, la cual, en el caso de no h ab e r descendientes legítim os o habien­
do uno solam ente, e ra de la m itad de la herencia, siendo, en el presen te
supuesto, únicam ente la cu arta p arte de ella.
O bsérvese que la m ejora se establece, exclusivam ente, en favor de los
descendientes legítim os, quedando fu era de dicha institución los descendien­
tes n aturales.

(9) Código Civil de Venezuela. 1862. Artículo 9. Ley II. Título V, Libro Tercero.
Doctrina La Legítima 87
CODIGO CIVIL DE 1.867.
No establece el legislador una porción fija de reserv a legal, ella va­
ría proporcionalm ente al núm ero de herederos forzosos, cuando se tra ta
de hijos y descendientes del de cuius. P ara los descendientes sí encontra­
mos una porción invariable.
Las reglas que establece el legislador, para el caso de los hijos y des­
cendientes, en lo que respecta a la determ inación de la porción reservada,
son las siguientes:
a) Si se tra ta de un solo hijo o descendiente, la porción legítim a
es de la m itad de los bienes del difunto. Corresponde exactam ente a la
regla general y uniform e dada por el legislador del 62 en esta m ateria.
b) Cuando sean dos los hijos, la porción reservada es de las dos
terceras partes de la herencia.
e) Cuando sean tres los hijos, la porción legítim a es de las tres cu ar­
tas partes de la herencia.
d) Cuando el núm ero de los hijos es m ayor que tres, la porción re ­
servada po r la ley la constituyen las cuatro quintas p artes de la herencia.
O bsérvese que, a m edida que aum enta el núm ero de hijos, cuando se
tra ta de descendientes que no son hijos del causante elllos no cuentan p ara
la determ inación de la cuota de legítim a, la cual siem pre debe se r calcu­
lada de acuerdo con el núm ero de hijos del causante, aum enta la porción
legítim a, y como una consecuencia de ello, dism inuye la cuantía de la por­
ción disponible. Esto sucede hasta que el núm ero de hijos llegue a tres,
de esta cantidad en adelante, perm anece fija, en cu atro quintas p artes de
los bienes, la reserva legal.
L a situación es diferente, cuando se trata de la legítim a de los padres
o ascendientes; adopta eh legislador en este sentido, una cuota o porción
fija, represen tad a por la m itad de la herencia, en todo caso. E sta cantidad,
corresponde a la porción reservada por el legislador del 62, como norm a
general y constante. (10).

CODIGO CIVIL DE 1.873.


No encontram os norm a general que sirva p ara d eterm in ar la cuota
legitim aria. El legislador establece una serie de casos, p ara cada uno de
los cuales asigna una reserv a que varía en su cantidad o cuantía.
Observemos las reglas dadas en este sentido:
l 9—Cuando el núm ero de hijos legítim os, no sea más de dos, la por­
ción legítim a es la m itad de la herencia.
2?—Cuando dicho núm ero de hijos legítim os sea de tres o más, la
reserva es de dos terceras partes de la herencia del de cuius.
O rdena asimismo, el legislador, considerar como un hijo al cónyuge
supèrstite, para todo lo relacionado con la determ inación de las legítim as
m encionadas anteriorm ente.
39—Cuando el testad o r no deja posteridad legítim a, p ero sí cónyuge,
uno o más ascendientes legítim os o hijos n aturales, constituyen la legi­
tim a las tre s sextas partes de la herencia.
(10) Código Civil de Venezuela. 1867. Artículo 596 y 597.
88 Jean Ch. Haddad S.
4“—Cuando con el ascendiente o ascendientes, concurran hijo o hijos
naturales, o cónyuge, la legítim a la form an las dos quintas p artes de la
herencia.
5?—Igual cuota corresponde al hijo o hijos n atu rales y al cónyuge,
cuando concurren solos.
6?—Cuando únicam ente haya ascendientes, cónyuge o hijos naturales,
la porción reservada es de una tercera p arte de la herencia.
7°—C uando el hijo natu ral no deja descendientes legítim os pero si
cónyuge y descendientes naturales, la legítim a la constituyen las dos quin­
tas p arte s de la herencia.
8?—Cuando el causante deja cónyuge y ascendientes, la legítim a es
de las dos quintas p artes de la herencia.
90—Cuando deja el de cuius únicam ente cónyuge, y ascendientes, o h i­
jos naturales, la reserva es una tercera p arte de la herencia. (11 ).
E stas son, ordenadas como m ejor pudimos, las d iferentes cuotas le­
gitim arias sancionadas por el legislador del 73.

CODIGOS CIVILES DE 1.880, 1.896 Y 1.904.


L as disposiciones sobre la porción legítim a que tra e n los Códigos del
80, del 96 y del 904, son textualm ente copiadas del Código de 1.873 ya co­
m entado arriba, al cual rem itim os. (12 ).

CODIGO DE 1.916
Establece el legislador venezolano del 16, las siguientes reglas en lo
concerniente a la porción legítim a:
l 9—Cuando el testad o r al m orir no deja más de dos hijos legítim os,
la m itad de la herencia constituye la legítim a.
2?—Cuando el causante deje tres o más hijos legítim os, la reserva
la form an las dos terceras p artes de los bienes del difunto.
En los dos casos anteriores, y para d eterm in ar la legítim a, se debe
contar al cónyuge supèrstite como un hijo legítimo.
H asta aquí no se hizo más que reproducir, en el p resente Código,
las norm as contenidas, sobre la m ateria, en la Ley sustantiva de 1.873.
3?—Los hijos n aturales son equiparados a los legítim os si quien haya
hecho el testam ento fué su m adre natural.
49—Cuando el testador sea hom bre, y no haya dejado hijos n i des­
cendientes legítim os, pero sí cónyuge, uno o más ascendientes legítim os
o naturales, e hijos naturales, la reserva es de las tre s sextas partes del
haz hereditario.
59—Cuando con el ascendiente o ascendientes, co n cu rrieren hijo o
hijos n aturales, o cónyuge, las dos quintas p artes de la h erencia constituyen
la legítim a.
69—Lo mismo cuando el hijo o los hijos n atu rales y el cónyuge, con­
cu rren solos a la herencia.

(11) Código Civil de Venezuela. 1873. Artículo 747 y 751.


(12) Códigos Civiles: 1880, art. 753 y siguientes. 1896 art. 774 y siguientes; 1904
art. 780 y siguientes.
Doctrina La Legítima 89
79—Cuando sólo haya ascendientes, cónyuge, o hijos n aturales, la le­
gítim a es u n tercio de la herencia. (13).
Los núm eros 5, 6 y 7, son sim ple reproducción de las norm as con­
tenidas en el Código Civil de 1.873.

CODIGO CIVIL DE 1.922.


En el Código de 1.922 encontram os reproducidos todos los casos seña­
lados en los com entarios que hicimos arriba, cuando nos referim os al Có­
digo del 16.
Sin em bargo, debemos alv ertir que el legislador agrega, en la ley sus­
tantiva del 22, los siguientes casos, contenidos en el artículo 871: “Si el te s­
ta d o r fu ere m u je r y sólo d ejare cónyuge y uno o más ascendientes legí­
tim os o naturales, la legítim a será de dos quintos de la h eren cia” . . . y
luego agrega: si sólo quedaren cónyuge, o ascendientes, la legítim a será
el tercio de la herencia”. (14).
Consideram os que la p arte citada que se refiere a cuando el testad o r
sea m u je r y dejare cónyuge y uno o más ascendientes, p odría h ab er sido
suprim ida, puesto que la m ism a situación está prevista cuando dice el
legislador que “si con el ascendiente o ascendientes, concurrieren h ijo o
h ija s naturales, o cónyuge, la legítim a será de 2/5 de la h eren cia (15).
Más jurídico h ubiera sido, sancionar lo que antecede, como n orm a
aplicable tan to al caso de que el testador sea hom bre como cuando sea
m ujer, y no hacer innecesaria repetición, en el mismo artículo, de los m is­
mos principios.
No sucede esto, con el aparte 5<? del mencionado artículo, puesto que,
cuando la m adre es la que hace uso del testam ento, sus hijos n atu rales
se equiparan a los legítim os, según disposición expresa, y te n d ría que apli­
carse la norm a correspondiente al hijo legítim o, contenida en el artículo
869 y no otra; por ello, es que el aparte que com entam os no hace m en­
ción de los hijos naturales, y únicam ente se lim ita a establecer la cuota
legitim aria correspondiente cuando quedaren, únicam ente, cónyuge o as­
cendientes.

CODIGO CIVIL VIGENTE


Dispone el legislador del 42 que: “La legítim a de cada ascendiente o
ascendientes, legítim os o naturales, y la del cónyuge, será la m itad de
sus respectivos derechos en la sucesión intestada; y concurren y son ex­
cluidos y representados según el orden y reglas establecidas para dicha
sucesión” (16).

CRITICA A LA LEY VIGENTE.

D espués de h ab er recorrido toda n uestra legislación civil, desde el


punto de vista histórico, y en lo que respecta a la m ateria que nos de-

(13) Código Civil de Venezuela. 1916, arts. 869 y siguientes.


(14) Código Civil de Venezuela. 1922. Nos. 4 y 5 del artículo 871.
(15) Código Civil de Venezuela. 1922. Artículo 871. Aparte I.
(16) Código Civil vigente 1942. Artículo 884.
90 Jean Ch. Haddad S.
tiene, nos creem os autorizados para hacer una crítica totalm ente favorable
a los principios que, sobre la porción legítim a, trae el Código Civil de
1.942. I
Toda n u estra legislación, anterior a la vigente, excepción hecha del
Código Civil de 1.862, que establece la m itad de la herencia como porción
legítim a fija, señala o establece una serie de com plicadas reglas que con-
tem plan situaciones diferentes, según los herederos de que se trate, su
núm ero, etc., reglas que contribuyen a oscurecer situaciones jurídicas que
deben se r presentadas de la m anera más clara y sencilla. Consideram os
ésta, una de las principales m isiones del legislador.
Con solo le er las disposiciones, que pasaron a la histo ria de nuestras
instituciones civiles, nos damos una pequeña idea del infinito núm ero de
com plicados problem as de interpretación de la Ley, que se h an podido p re ­
sentar en la práctica.
P o r ello, consideram os sum am ente oportuna la modificación, que en
esta m ateria realizó el legislador del 42. La norm a no puede ser más sen­
cilla y clara: la porción legítim a es la m itad de lo que le correspondería
a cada heredero legitim ario en la sucesión ab-intestato.
Lo sencillo y claro, bastaría para acogerla. P ero no sólo esas cuali­
dades posee el artículo 884 de n u estra Ley sustantiva, además, podemos
apuntar, la uniform idad de la porción legítim a, para todos los casos que
se puedan presentar. Esto lo consideram os de sum a im portancia pues,
h acer depender la cuota reservada de los hechos eventuales del núm ero y
la calidad de los herederos que existan p ara el m omento de la m u erte del
de cuius, es injusto y caprichoso.
Consideram os por lo tanto la norm a que nos viene ocupando, como
mucho m ás ju sta que todas las sancionadas anteriorm ente.
El legislador ha querido establecer la legítim a de la m anera más p re­
cisa y ju sta ; por ello, no se conform a únicam ente con d eterm in ar que la
reserva legal es la m itad del haz hereditario, como lo hacía el Código Ci­
vil de 1.862, sino que, además, y dentro de los mismos principios de con­
sid erar la porción legítim a como la m itad de la herencia, establece la cuo­
ta reservada a cada heredero forzoso, recu rrien d o a las norm as de la su­
cesión ab-intestato siendo dicha cuota la m itad de los derechos que le
corresponden a cada uno de los herederos legitim arios, en la sucesión su­
pletiva norm ada por la Ley.
Con ello, cum ple el legislador, otro principio fund am en tal de todo
buen hacedor de leyes: establecer, en tre todas las instituciones de la Ley,
un orden constante, armónico, una unidad de criterio, apartando posibles
contradicciones, dando, al D erecho Sucesario, la unidad necesaria p ara la
m ejor consecución de los fines prim ordiales de todo buen ordenam iento
jurídico: la justicia y la equidad.
(Continuará)

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