La Legitima
La Legitima
La Legitima
I. — DEFINICION
(5) Beudant citado por Henri De Page. Obra citada. Pág. 1.494.
(6) Francisco Bonet Ramón. Obra citada. Pág 511.
(7) Francisco Bonet Ramón. Obra citada. Pág. 511.
Doctrina L a Legítima 59
jurisconsultos y econom istas suelen pensar. En F rancia im pera el p rin
cipio dem ocrático de la división h ered itaria legítim a, m ien tras In g laterra
posee un derecho hered itario aristocrático basado en la lib ertad de testar,
y no obstante, ambos países han alcanzado el m áxim um en su desenvol
vim iento económ ico”. (8). Esto sucede en razón de que dentro del sistem a
legitim ario, la propiedad sigue siendo esencialm ente trasm isible y circula
perfectam ente, no así si se tra ta ra de los sistem as de fideicom isos y m a
yorazgos.
No podem os d e ja r de decir que la m ayoría de los argum entos esgri
m idos contra la reserva, se refieren únicam ente a la de los hijos prove
nien tes de los padres. Casi no encontram os crítica en relación a la legí
tim a que corresponde a los padres, cuando estam os a presencia de hijos
que no han dejado posteridad. Lo mismo ocurre en lo que resp ecta a la
reserva viudal, quizá por ser ésta usufructu aria en una m ayoría de las
legislaciones, principalm ente las europeas.
b) L im itación de la L ib ertad de T estar.
N um erosos son los tratad istas que defienden la lim itación de la lib er
ta d de te star. V ariados los argum entos en los cuales tra ta n de fu n d ar su
criterio.
Se ha pretendido basarla, desde el punto de vista jurídico, en debe
re s que han de ser cum plidos después de la m uerte. P o r o tra p arte, si
es correcto afirm a r que el de cuius pone a funcionar un derecho que le
confiere la ley al h acer uso del testam ento, no estam os en el campo de
lo m enos cierto al so sten er que ese derecho está lim itado p o r un d eb er
jurídico, o m ejo r dicho, por una disposición tam bién legal, que le p one
u n lím ite a esa lib ertad de disponer.
¿En qué se funda esa lim itación? P ara la co rrien te que exam inam os,
no cabe la m enor duda que esa lim itación nace de la natu raleza m ism a de
las cosas, es decir, de la estru c tu ra m ism a de ella, la cual se nos p resen ta
como u n conjunto, como un órgano com pacto el cual tiene derechos espe
cíficos que el hom bre no puede violar.
En la Exposición de M otivos del Código Francés, se razona diciendo
que las legítim as tienen su fundam ento en la coparticipación, en la p ro
ducción y disfrute de la propiedad que se debe d ar a los fam iliares. No
com partim os el criterio del L egislador francés, pues si es cierto que en
la producción de los bienes pueden h ab er intervenido los m iem bros de
la fam ilia, ésto no puede declarase como dogma, m uchas veces antes de
co n traer m atrim onio, la fo rtu n a está hecha y no p o r ello d eja de ex istir la
legítim a.
Se tra ta de fund am en tar la institución de la reserv a legal, en la tran s
m isión de las cualidades biológicas, considerando que siendo los hijos
continuadores de la personalidad fisiológica de los padres, es n a tu ra l que
tam bién lo sean de su personalidad ju ríd ica patrim onial. (9). P odría ju s
tific arse con sim ilar razonam iento, la legítim a de los p adres y dem ás as
cendientes, p ero en lo que respecta a la reserv a del cónyuge su p èrstite
(8) Menger citado por Valverde y Valvrede. Obra citada. Págs. 203-204.
(9) José D'Aguanno. La Génesis y la Evolución del Derecho Civil. Imprenta de G a
briel L. Homo. Madrid. Tomo II. Págs. 202 y siguientes
60 Jean Ch. Haddad S.
no es posible tra ta r de encontrale justificación m ediante el argum ento de
las corrientes biológicas, por lo cual lo creem os insuficente,
“Si es verdad, como dice D’Aguanno, que todos los hom bres renacen
en sus descendientes, po r cuanto éstos tienen un organism o parcialm ente
idéntico y conform ado de la m ism a m anera que el de sus prim ogénitores,
si se transm iten hereditariam ente las cualidades biológicas de los an te
pasados, los vicios de conformación, las virtudes y los defectos, es n atu
ra l que se transm itan los bienes y que hereden las cosas de sus . padres,
y, por lo tanto, el padre tiene deberes que cum plir respecto de la fam i
lia, y estos deberes son el de asegurarles su porvenir dejándoles esa cuota
h ereditaria, que es como si dijéram os la continuación de los alimentos
que ningún autor ni tratad ista ha negado”. (10). Sem ejante afirm ación
nos lleva a concluir que, V alverde y V alverde confunde la legítim a con
el derecho a alim entos. D esde ningún punto de vista ello puede ser cier
to, puesto que se tra ta de instituciones que difieren notablem ente; los ti
tu la res de la una, no siem pre coinciden con los de la otra, las cantidades
asignadas tam bién son distintas. P or otra parte, si fu era así, la legítim a
sólo se daría a los m enores de edad, a los que no puedan g an ar su subsis
tencia po r defectos o por la avanzada edad, a las m u jeres solteras, etc., lo
cual no ocurre, pues la legítim a no establece esas distinciones que son
necesario presupuesto de la institución de alim entos.
El cariño de los padres, es un argum ento del cual echan m ano tanto
los partidarios de la lib e rtad de te sta r como los que d efienden la lim i
tación de esa libertad. Estos últim os afirm an que la ley, únicam ente n o r
m a el presupuesto cariño y nada más.
En lo que respecta al argum ento sustentado por los partid ario s de la
libertad de testar, de que el cariño de los padres es suficiente garantía
y mucho más efectiva que la ley, debemos citar las palabras de Alfonso
M artínez, quien afirm a: “P ero precisam ente, la m isma intensidad del ca
riño p atern al dem anda con im perio, trabas y lim itaciones en la ley p ara
la testam entificación, así activa como pasiva, porque si no corre g ran riesgo
la fam ilia legítim a de ser sacrificada a los vástagos de la unión clandes
tin a y reprobada por las leyes. Es un fenóm eno constantem ente observado,
que ej am or del padre a los hijos naturales suele ser más vivo e intenso
que el que siente por sus descendientes legítim os, lo cual débese, sin du
das, a rem ordim ientos de conciencia, a la lástim a que no puede m enos de
in sp irar la situación incómoda y hum illante de un bastardo inocente en el
corazón del au to r de una desgracia, al encanto que tiene p ara el hom
bre todo lo que le está prohibido y se ve obligado a o cultar en las som
b ras del m isterio, a que generalm ente los casados no se en treg an a ilí
citos am ores, sino después que la posesión y e l cansancio les a leja de sus
esposas le g ítim a s ... Este peligro bastaría p ara ju stifica r el sistem a de
las legítim as”. (11).
A utores hay que tra ta n de sim plificar a tal extrem o el carácter de la
legítim a, que llegan a afirm a r que no es o tra cosa que “una lim itación
a la facultad de disponer lim itación que se opera atribuyendo a deter-
m inados parientes una cuota intangible del haz h ered itario y que Se basa
en la com unidad dom éstica”. (12). Esta idea de la com unidad dom éstica
es insostenible hoy, pues no existe esa p reten d id a com unidad.
Las obligaciones n atu rales provenientes del m atrim onio y del p are n
tesco, suelen señalarse como argum entos en favor de la legítim a. E sta es
una vieja concepción form ulada por A hrens. (13).
“L a legítim a aparece como una de las instituciones m ás adecuadas al
m antenim iento de la fam ilia y a g arantizar su prosperidad y la fam ilia
es el elem ento prim ordial de la sociedad. P o r tanto, la Nación tiene un
interés directo y considerable en la buena organización de la fam ilia y,
como consecuencia, en su perpetuación, en su estabilidad”. (14).
Si bien todos los argum entos, o en casi todos, ap u n tan a ju stificar la
legítim a de los descendientes, la reserva que corresponde a los ascen
dientes, principalm ente la de los padres, podría ju stificarse con esos
m ism os razonam ientos, de igual m anera que se ju stifica la de los h i
jos, puesto que, si éstos son la continuación de los prim eros, los progeni
to res son, sin lugar a dudas, la fu en te de la fam ilia, por lo cual sé hace
necesario reconocerles el derecho de legítim a.
P ero la fundam entación si seguim os el criterio de los autores, ten d ría
que ser d iferen te cuando se tra ta de la legítim a viudal, en razón de no
ex istir vínculo de sangre; y po r ello se tra ta de basarla en la circuns
tancia de que el D erecho no puede desam parar al cónyuge viudo, puesto
que él fué partícipe tanto de las com odidades como de las m iserias
del otro cónyuge, y no es justo abandonarlo luego de su m u erte.
Obsérvase en los autores que p arte n del criterio errado, de que la
lib e rtad de disponer es la regla y la lim itación a esa lib e rtad es una sim
ple excepción. No com partim os el razonam iento hecho de esa m anera,
p ara nosotros, el sistem a legitim ario tiene que se r la regla general, la v er
dadera sucesión legal, y la excepción, la lib ertad de disponer. En efecto,
nos Situamos fren te a dos valores antagónicos: protección a los m iem bros
de la fam ilia y libertad individual de disponer. No cabe la m enor duda
de que el prim ero es fundam ental e im prescindible lo cual induce a lim i
ta r el segundo. P or ello, no nos explicamos el em peño de los tratad istas y
escritores de la m ateria que sostienen la lib ertad de testar, en razón de
que la h atu ral, justo y prim ordial, siem pre debe ser la h erencia legítim a
que debe erigirse en sistem a general y necesario.
Finalm ente, debem os observar que los autores se olvidan del verdadero
fundam ento de toda institución jurídica, que no puede ser otro que la Ley,
presupuesto necesario de todo D erecho Sucesorio.
(12), Roberto de Rugiero. Instituciones de Derecho Civil. Instituto Editorial Reus. Ma
drid. Tomo II. Vol. II. Pág. 455.
(13) Ahrens. Citado por Bonet Ramón. Obra citada. Pág. 511.
(14) Marcel Planiol y Jorge Ripert. Tratado Práctico de Derecho Civil Francés. Ed'.
Cultura. Habana. 1946. Tomo V. Pág. 31.
62 Jean Ch. Haddad S.
1?—A tendiendo al sujeto a quien se concede:
a) Legítima de los descendientes, que es aquella que se establece en
favor de los hijos y descendientes del de cuius. P uede agruparse a su vez
en dos:
1?—Legítim a de los descendientes legítim os; 29 L egítim a de los des
cendientes naturales.
b) Legítima de los ascendientes, que es la reserv a legal correspon
diente a los ascendientes, principalm ente los padres. Cabe u na subcla-
sificación, a saber: 19 Legítim a de los ascendientes legítim os; 29 Legítim a
de los ascendientes naturales.
c) Legítima viudal, que es la que beneficia al cónyuge supèrstite. Aquí
debem os hacer la siguiente distinción atendiendo a la titu larid a d del de
recho concedido: 19 Legítim a en propiedad, cuando la cuota pasa, en
plena propiedad al cónyuge viudo;
29—L egítim a en usufructo, se concede la porción pero no en p ro
piedad sino únicam ente en el goce de los bienes. L a legislación europea
en general, la adopta, y ello lo fundam entan en el cuido que siem pre se
ha tenido de que los bienes de una fam ilia no pasen a otra.
d) Legítima del Estado. G randes discusiones se han planteado en
lo que respecta a esta especie de reserva. Los socialistas, cegados por su
idea dom inadora de suprim ir la herencia, la defienden de u na m anera
calurosa, puesto que se ve a las claras que una institución de este tipo, a
la larga llevaría a manos del Estado toda la propiedad
O tros, aun no siendo socialistas, según V aiverde y V alverde, que tam
bién form a filas en dicho grupo, son partidarios de la legítim a del Es
tado y la creen necesaria para que se pueda llev ar adelante los fines
sociales de protección a las clases hum ildes. P o r ello, afirm an que debe
el E stado ser “un coheredero en todas las sucesiones para que la herencia
cum pla su fin social, adem ás del individual y fam iliar que ha de cum plir
tam bién, siendo preferible que se le asigne al Estado una cuota legitim a
ria, en lugar del cobro de un im puesto como ahora sucede, que grava
las transm isiones, y que tiene un aspecto fiscal que no lo hace m uy sim
pático”. (15).
La reserv a legal en favor del Estado, la encontram os actualm ente
establecida en el Código alem án, artículo 137; y por iniciativa de M. H uber
y de M. S cherrer F üllem ann se p retende llevarla al Código suizo; “pero
yo dudo que la legislación civil del porvenir aceptará esta reform a tran s
cendental que exige el estado social p rese n te”. (16).
e) Legítima de los colaterales, principalm ente la de los herm anos. La
presen te reserva se debate en el campo doctrinal; en la actualidad no la
encontram os en ningún ordenam iento jurídico que hem os recu rrird o , ex
cepto el Código suizo que la establece en favor de los herm anos, y el tu rco
que es una copia del prim ero.
29—En relación al carácter de la porción o cuota:
a) Legímima fija, cuando la porción siem pre es la misma. E jem plo:
nuestro Código actual.
b) L egítim a variable, cuando la cuota varía en atención al h eredero
V. — DERECHO TRONCAL
Lo encontram os en legislaciones forales españolas. Consiste en que
determ inados bienes que han recibido los hijos de sus p adres a titu lo
gratuito, no pueden éstos disponer de ellos.
P arece que en los pueblos españoles, hay la costum bre, de que cier
tos bienes se conserven de generación en generación, pasan de padres
(2.7) José M? Villar y Romero. Derecho Civil. Instituto Editorial Reus. 1943. Madrid.
Pág. 355.
(18) Prefacio de Luís G arcía Guijarro a la monografía de J. de Lacoste, "La Me
jora". Hijos de Reus, Editorial. Madrid. 1913. Pág. 5.
64 Jean Ch. Haddad S.
a hijos sucesivam ente. Se ha tratado de m an ten er don ello a dichos bie
nes, en la misma fam ilia que originalm ente los poseía, y por esa razón,
se prohíbe a sus titu lares actuales, la lib re disposición de ellos. A esta
institución es a la que se denom ina D erecho Troncal.
E l celo de los ordenam ientos jurídicos ha sido tal, que prohiben
al cónyuge legar al otro cónyuge dichos bienes, puesto que así pasarían
a otra fam ilia, destruyendo la institución.
Lo común es que dichos bienes troncales sean donados o legados a
uno de los hijos. P uede ocu rrir que el poseedor de dichos bienes, no ha
dejado posteridad en el m om ento de su m uerte; en este caso se opera el
llam ado derecho de regresión: los bienes son devueltos a los ascendientes
del difunto.
E n lo que respecta a los colaterales, de ellos únicam ente tien en d ere
cho a la reserva troncal, los llam ados colaterales tronqueros, de acuerdo
con el derecho de Vizcaya. En este sentido debemos citar Ju risp ru d en cia
del T ribunal Suprem o sobre bienes raíces, en la cual se estatuye: “La
cuestión planteada era la de si la reserva im puesta en V izcaya respecto
de los bienes troncales raíces alcanza a favorecer, adem ás de a los des
cendientes y ascendeintes, a todos los colaterales dentro del cuarto grado,
o solo a los tronqueros.
“A nuestro juicip no puede caber dudas en resolver en este últim o
sentido”. (19).
Finalm ente debemos decir, que estos bienes troncales, pueden ser
vendidos, según el mismo derecho vizcaíno, pero con el consentim iento
de los parientes.
(19) Revista de Derecha Privado. Madrid. Octubre 1913. Diciembre 1914. Tomo I.
Pág. 322.
Doctrina La Legítima 65
49—Como consecuencia de lo anterior, la legítim a es una institución
de orden público, por lo que el causante no puede lesionarla; de modo,
pues, que el obligado a d e ja r la cuota reservada no puede dism inuirla y
menos aun elim inarla po r com pleto; por el contrario, el obligado a co
lacionar puede perfectam ente no hacerlo, en m uchos casos, renunciando
a la herencia.
5?—La porción legítim a se debe integram ente a los h ered ero s le-
gitim arios en bienes de la herencia, en especie; la ley autoriza al obligado
a colacionar a tra e r el bien o su valor.
6?—La legítim a es una p arte de la sucesión ab-intestato; la colación
es una obligación que im pone la ley al heredero descendiente aceptante
cuando concurre a la sucesión con sus coherederos tam bién descendientes.
79—El Código Civil establece una serie de casos en los cuales no
se debe colación, como verem os más adelante; la legítim a no contiene ex
cepción alguna; siem pre se debe a los herederos.
Todo nos lleva a diferenciar estas dos instituciones, pero la conexi-
dad existente en tre la legítim a y la colación es tal, que tratarem o s en
capítulo aparte de esta últim a.
(1) E. F. Camus. Código Civil Explicado. Ed. Cultura. La Habana. 1944, Págs, 167-168,
(2) E. F. Camus. Curso de Derecho Romano. E. Universidad de La Habana. 1942.
Tomo IV. Pág. 158.
(3) Victorio Polacco. De las Sucesiones. Editorial Bosch y Cía. Buenos Aires. 1950.
Pág. 299.
Doctrina La Legítima 67
e l tercio de la parte que le corresponde en la herencia ab-intestato cuando
se tra te de cuatro hijos o menos, y la m itad cuando el núm ero de hijos
fuese m ás de cuatro.
Como hem os podido observar, se funda la legítim a, en el D erecho
Romano, en u n principio de justicia, officium pietatis. Esto no q u iere de
cir que el heredero legitim ario no podía ser desheredado, sí lo podía se r
pero siem pre con ju sta causa, puesto que si no era así, era siem pre acree
dor a la cuota establecida en su favor. Finalm ente, debem os ad v e rtir que
p ara reclam ar dicha porción no era necesario ser h ered ero aceptante,
pues la reserva en el Derecho Romano era considerada como p ars bo-
norum .
DERECHO FRANCES
DERECHO ESPAÑOL
Según M anresa, la p rim era ley que estableció la legítim a en el te
rrito rio peninsular fué la ley prim era, título quinto, libro cuarto del Fuero
Juzgo (6); debemos señalar que la institución de la legítim a tuvo su o ri
gen en las costum bres visigóticas. El Fuero Juzgo estableció en favor de
(4) Marcel Planiol y Jorge Ripert. Tratado Práctico de Derecho Civil Francés.
Ed. Cultural, S. A. Habana, 1946. Tomo V. Pág. 29.
(5) Planiol y Ripert, Obra citada. Pág. 30.
(6) José M aría Manresa y Navarro. Comentarios al Código Civil Español. Ed.
Reus, Madrid. 1932. Tomo VI. Pág. 227.
68 Jean Ch. Haddad S.
los descendientes legítim os úna reserva que cubría las cuatro quintas
partes de la herencia, lim itando la porción de libre disposición a la quinta
p arte del patrim onio del causante.
P osteriorm ente, el Fuero Real de España, así como tam bién la ley
214 de Estilo y la 28 de Toro, establécieron los principios ya m encio
nados, contenidos en el Fuero Juzgo.
Luego, Las Siete P artidas am pliaron el núm ero de los herederos le
gitim arios, dando el carácter de tales a los ascendientes; asimismo, la
porción reservada fué m odificada en lo que respecta a su cuantía, así;
cuando los descendientes eran en núm ero de cuatro o menos, la legítim a
la constituía una te rcera p arte de la herencia; si eran cinco o más, la m i
ta d del patrim onio del de cuius form aba la reserva. En lo que respecta
a los ascendientes, se estableció una cuota fija, rep resen tad a por una
tercera p arte de los bienes.
A pesar de lo dispuesto por Las Siete P artidas, la legítim a de los
cuatro quintos prevaleció la cual tuvo su origen, como vimos, en el Fuero
Juzgo, aplicándose la disposición de Las P artidas únicam ente en lo que
se relaciona con la legítim a de los ascendientes.
F inalm ente, debem os observar que el padre podía, a título de m ejora,
d e ja r el tercio y el quinto de la herencia a cualquiera de los legitim a
rios, además de su reserva legal.
SISTEMA FRANCES
Establece el Código V igente la legítim a en favor de los descendientes
legítim os, de los ascendientes legítim os y de los hijos naturales, agrega
dos estos últim os a la categoría de herederos legitim arios en v irtu d de la ley
de 25 de marzo de 1896. Al cónyuge sobreviviente no se le reconocía sino
un derecho a alim entos, de acuerdo con la ley de 9 de marzo de 1891,
y ello en razón de no considerarlo como m iem bro de la fam ilia. La ley
del 3 de diciem bre de 1930, determ inó que el cónyuge su p èrstite ten ía de
recho a una reserva en usufructo, lo cual vino a am p liar el húm ero de
los legitim arios. (7).
La legítim a se establece en favor de todos los descendientes legítim os
hasta el cuarto grado inclusive, según el artículo 913 del Código. Los hijos
legitim ados y sus descendientes son tam bién considerados como tales. El
hijo adoptivo tiene el m ism o derecho en la sucesión del adoptante, pero
no en lo que respecta a los ascendientes de dicho adoptante, an te los
cuales no se le reconoce derecho alguno. Finalm ente, a los hijos del
adoptado se les reconoce la legítim a como un nieto en los bienes del adop
tante. (Art. 357).
El Código francés no determ ina la legítim a directam ente, sino que
se refiere al m onto de la cuota disponible. En este sentido establece que
la porción de libre disposición es de la m itad del patrim onio cuando el
causante deje un solo hijo; cuando deja dos, la te rc e ra p arte y la cuarta
p arte cuando el núm ero de hijos es de tres o más. (Art. 913). Dispone el
mismo artículo, en su aparte tercero, que los nietos del hijo pre-m uerto
tien en el derecho que éste hubiera tenido si viviera para el m om ento de
la m u erte del causante, es decir, adm ite la representación.
En relación a la legítim a de los ascendientes legítim os, se d eterm ina
una cuota constante, fija, la cual es igual a la cu arta p arte de la herencia
para cada línea, dándose el caso de que, cuando sólo haya una línea, la
porción disponible es de tres cuartas p artes del patrim onio, y cuando
haya las dos es la de la m itad. (Art. 914). En el núm ero de ascendientes
legítim os tenem os que incluir al padre y a la m ad re que legitim aron al
hijo.
L a cuota reservada a los hijos natu rales es igual a las tres cuartas
p arte s de su derecho hereditario ab intestato. En lo que respecta a éstos,
cuando concurran con los ascendientes, puede llegarse a un caso curioso
en el cu al la porción reservada es m ayor que la h erencia to tal del cau
sante. E n efecto, “cuando el difunto deja al mismo tiem po ascendientes
legítim os e hijos naturales, estos últim os tienen u n derecho hered itario
(7) Petits Codes Carpentier. Codes Civil. Ed. Marchai y Godde. París. 1916.
70 Jean Ch. Haddad S.
restringido y una legítim a reducida que no excluye el derecho h ered itario
n i la legítim a de aquéllos. P udiera decirse que existen dos sucesiones, una
en favor de los hijos naturales y la otra en favor de los ascendientes,
debiendo calcularse las respectivas porciones legítim as. P ero la ley de 1896
no se ha propuesto p a rtir en dos la sucesión; por ello surge una grave
dificultad consistente en que la acum ulación de las dos legítim as pudiera
llegar a redu cir casi toda la porción disponible y a veces p roducir una
situación imposible. Si hubiera ascendientes de las dos líneas, la legítim a
de éstos debe ser la m itad de la herencia, o sea el cincuenta por ciento;
p o r o tra p arte la legítim a de los hijos naturales consiste en las tre s cuar
tas partes de su derecho hereditario, o sea el 56, 25% de la sucesión; su
m ando esas dos legítim as, producen el 106,25%, que es im posible. H a
llándose en ese callejón sin salida, el legislador adopta, en el artículo
915, una solución p articu la r”:
P rim ero debe calcularse la cuota de los hijos n aturales, abstracción
hecha de la de los ascendientes, y luego se debe proceder a d eterm in ar
la legítim a de los ascendientes, la cual es lim itada a la octava p arte de la
herencia, invariablem ente. Esto dism inuye notablem ente la cuota de cada
ascendiente, pues “si existen ascendientes en las dos líneas, cada línea
recibirá un dieciseisavo, o sea, cuatro veces menos que la situación nor
mal. Si en cada línea existen dos ascendientes de un m ism o grado, cada
uno recibirá a título de legítim a una tre in ta y dos ava p arte de la h e
rencia”. (8).
Además hay que m encionar una serie de casos que débido tam bién a
la concurrencia con determ inados herederos, varían la reserva al hijo
n atural; a saber:
a) Dispone el artículo 758 que cuando el hijo n atu ra l concurre con
descendientes legítim os, su porción h ered itaria debe reducirse a la m itad,
por lo cual su porción legítim a será tam bién la m itad de lo que recibiría
por tal concepto.
b) E l artículo 759 establece que cuando el hijo n atu ra l concurre
con colaterales privilegiados, como el hijo natu ral no tiene derecho sino
a las tres cuartas partes de su porción h ereditaria, su legítim a se reduce
a tre s octavos. Siem pre se tom a en cuenta lo que le correspondería si
fu e ra hijo legítim o para poder calcular su reserva, dependiendo entonces
del núm ero de ellos, como dejam os visto.
c) Cuando concurren con colaterales ordinarios, como el derecho cu
bre toda la herencia por se r igual a la de los hijos legítim os, les co rres
ponde la m itad de los bienes si se tra ta de hijo único; las dos terceras
p arte s de la herencia cuando son dos; y los tres cuartos cuando son tres
o más.
Como vemos, en este aspecto, el sistem a francés es casuístico y com
plicado, p ara te n e r una idea de ello, fué por lo que hicimos m ención a los
casos anteriores.
Como observación final direm os que el causante puede b en eficiar con
su s lib eralidades al cónyuge su pèrstite, de acuerdo con la ley de 3 de
diciem bre de 1930, caso en el cual la legítim a de los ascendientes puede
SISTEMA BELGA
No tenem os nada que agregar a lo dicho con respecto al sistem a im
peran te en Francia. El Código Civil Belga es el mismo francés con m uy
pocas variantes, principalm ente debido al hecho de h ab e r m antenido Bél
gica casi inm utable el texto original del Código Napoleón, m ien tras que
en la nación de origen ha sufrido modificaciones posteriores.
SISTEMA ITALIANO
Fué prom ulgado en 16 de marzo de 1942. Establece la legítim a en
favor de los hijos legítim os, los ascendientes legítim os, los hijos n atu ra
les y el cónyuge supèrstite. Los hijos legitim ados y los adoptivos gozan
del m ism o derecho de los legítim os.
El m onto de la cuota reservada no es fija, varía según el núm ero de
hijos: si es uno, la legítim a es la m itad del patrim onio; si son más de uno
los dos tercios.
C uando se tra te de hijos natu rales la legítim a es de un tercio si su
núm ero es de uno y la m itad de la herencia cuando sean m ás de uno, salvo
lo dispuesto en casos de concurrencia. Si el causante no deja hijos legíti
mos, el Código italiano reserva a favor de los ascendientes legítim os un
tercio del patrim onio del de cuius. Si hay concurrencia, varía la porción.
L a reserva del cónyuge es concedida en usufructo y rep rese n ta los
dos tercios del patrim onio del cónyuge m uerto, cuando sea el único benefi
ciario. E n los casos de concurrencia varía la legítim a del cónyuge, de acuer
do con la categoría de herederos forzosos que concurran con él.
E stas son en líneas generales, las norm as contenidas en el Código
Italiano. CIO).
SISTEMA ESPAÑOL
El Código español tiene la peculiaridad de estab lecer una cuota Iegi-
(9) Quintus. Mucius Scaevola. Código Civil. Instituto Editorial Reus. 1944. Tomo
XIV. Págs. 65-66
(10 II Nuevo Codice Civile. Urico Hoepli. Milano. 1943. Cita Scaelona. O bra cita
da. Pág. 75 y siguientes.
72 Jean Ch. Haddad S.
tim aría y dentro de ella com prender una porción denom inada M ejora.
La legítim a rigurosa, o sea, la que queda luego de deducida la m ejora,
es indisponible en todo caso; no sucede lo mismo con la m ejora, la que
debe ser destinada a uno o varios de los hered ero s legitim arios, conce
diéndose, por tanto, al testador cierta libertad de disposición. Como d iji
mos anteriorm ente, esta institución es típica del Derecho español, el cual
ha influenciado a los Códigos de Chile, G uatem ala, Perú, Colombia etc.
Según el artículo 808 del Código español, constituye la legítim a de los
hijos y descendientes legítim os las dos terceras partes del h aber here
ditario del padre y de la m adre. Sin em bargo, podrán disponer de una
p arte de las dos que form an la legítim a para aplicarla como m ejora a sus
hijos y descendientes. La tercera p arte restan te será de libre disposición.
L a legítim a de los padres y dem ás ascendientes es de la m itad del
h aber hereditario de los hijos y descendientes, según el artículo 809.
En lo que respecta al cónyuge supèrstite establece el Código español
una legítim a en usufructo el cual varía según el núm ero de descendientes
'así: cuando sólo queden el cónyuge o un hijo legítim o o descendiente, el
usufructo será del tercio destinado a m ejora; en el caso de que concurra
el cónyuge con varios hijos legítim os, el viudo te n d rá el usufructo de una
cuota igual a la que por concepto de legítim a le corresponda a cada una
de los hijos o descendientes legítim os, no m ejorados, artículo 834 (11).
Tam bién se establece la legítim a en favor de los hijos naturales, de
pendiendo el monto de la cuota de la concurrencia con hijos legítim os,
con ascendientes o bien del hecho de concu rrir solos a la herencia del
causante.
SISTEMA SUIZO
SISTEMA TURCO
El Código Civil de la nación tu rca prom ulgada en 17 de F ebrero de
1926 es una copia casi to tal del suizo, con ciertas v ariantes destinadas a
am oldar sus disposiciones a la realidad de los sistem as im p eran tes en
aquel país; pero desde el punto de vista de la legítim a, no m erecen ser
citadas las pequeñas m odificaciones hechas, por lo que, para darnos una
idea de la regulación de la reserva, estim am os suficientes los conceptos
em itidos anteriorm ente, referen te s al Código de la Confederación Suiza.
(13).
SISTEMA PORTUGUES
La fecha de prom ulgación del Código de P o rtu g al es 1? de Ju lio de
1867. La institución de la reserva se establece en favor de los hijos legí
tim os, los adoptados y los ascendientes. Al cónyuge y a los hijos n atu
rale s no les reconoce derecho alguno en tal sentido. Esto lleva a decir:
“es verdaderam ente inconcebible p re fe rir a lo que pudiéram os llam ar
p aternidad ficticia (adopción) sobre la n atural, elevando al adoptado a la
categoría de h eredero forzoso y negándola al h ijo natu ral. M erece pues la
más severa censura por su criterio, explicable únicam ente por la época,
relativam ente lejana, al m enos en espíritu jurídico, en que se pu b li
có”. (14).
E stablece el artículo 1784 del Código Civil de P ortugal que la legí
tim a de los hijos y descendientes es igual a la m itad de los bienes del
causante.
P ara los ascendientes dispone que, cuando se tra te de los padres la
legítim a sea la m itad de la herencia, artículo 1.786; y un tercio cuando
sean otros ascendientes, artículo 1.787.
(12) Code Civil Suísse. Ed. A. Francke Berne. 1908, Cita Scaevola. Pág. 51 y si
guientes.
(13) Code Civil Ture. John A. Rizzo. Constantinopla, 1928. Cita Scaevola. Pág. 56
y siguientes:
(14) Quintus Mucius Scaevola. Obra citada. Pág. 87.
74 Jean Ch. Haddad S.
PRINCIPIOS FUNDAM ENTALES D E LA LEGITIM A.
LA LEGITIM A E S UNA PARTE D E LA SUCESION AB-IN-
TESTATO, UNA VERDADERA SUCESION LEG A L E IM PE
RATIVA. — LA LEGITIM A NO PROTEGE A LOS H ER ED E
ROS LEGITIM ARIOS CONTRA LOS ACTOS A TITULO ONE
ROSO, SINO UNICAM ENTE CONTRA LAS LIB ER A LID A
DES EN TRE VIVOS (DONACIONES) Y POR CAUSA D E
M UERTE (LEGADOS). — LA LEGITIM A NO PRO TEGE A
LOS LEGITIM ARIOS SINO A PARTIR D EL MOMENTO DE
LA M UERTE D EL CAUSANTE. — LA LEGITIM A PROTEGE
CONTRA LA S LIBER A LID A D ES Y NO CONTRA LA S DEU
DAS D E LA H EREN CIA, A LA S CUALES QUEDAN O BLI
GADOS TAM BIEN LOS LEGITIM ARIOS. — LA LEGITIM A
PRO TEGE A L LEGITIM ARIO ACEPTAN TE CONTRA LA
OBLIGACION ILIM ITADA A L PAGO D E LOS LEGADOS,
SIEM PRE QUE LO HAGA A BEN EFICIO DE INVENTARIO.
LA LEGITIM A ES D E DERECHO: NO N ECESITA SER PED I
DA COMO EN DERECHO ROMANO^ PERO E L LEGITIM A
RIO PUED E RENUNCIAR A LA LEGITIM A YA ADQUIRIDA.
I. — LA LEGITIMA ES UNA PARTE DE LA SUCESION AB-INTESTATO,
UNA VERDADERA SUCESION LEGAL E IMPERATIVA.
No cabe duda de que la legítim a es un a p arte de la sucesión legal
m ente sustraída de la libre disponibilidad por el causante.
Debemos precisar dentro de la sucesión reglada por la ley, dos grupos
o especies, a saber: a) sucesión supletiva, la cual solo funciona cuando no
exista voluntad expresa del causante, contenida en actos de últim a vo
lu ntad; b) sucesión legítim a, necesaria o forzosa, la que, a p esar de la vo-
lu ta d del de cuius, m anifestada en un testam en to que llene todos los re
quisitos legales, debe se r aplicada. De modo que “los legitim arios serían
pues, herederos forzosos, aunque no en el sentido del h ere s necessarius,
quien estaba obligado a recoger la herencia. Aquí lo forzoso, lo obligatorio,
es p ara el causante”.’ (D.
Como vemos la diferencia e n tre las dos especies de sucesiones es no
table: la una tiene vigencia cuando no hay disposiciones testam entarias;
la o tra siem pre debe cum plirse; aun a presencia de actos de ú ltim a vo
luntad; subsiste como sucesión ab-intestato.
Lo que venimos de decir, nos lleva a considerar a la cuota reservada
como p ars h ere d itatis y no como pars bonorum ; sin em bargo, en este sen
tido debem os señalar dos corrientes antagónicas:
1 ?—Esta p rim e ra concepción considera a la legítim a, como p arte de la
herencia, siendo por lo tanto, una verdadera sucesión legal e im perativa.
E ste criterio, es el mismo m antenido por el derecho m edioeval costum bris
ta, llevado a la codificación napoleónica. L a co rriente que nos ocupa,
“solam ente tiene en cuenta la obligación im puesta al difunto, privándole
(1) Héctor Lafaille. Curso de Derecho Civil. Taller Gráfico. "Ariel". Buenos Aires.
1933. Tomo II, Págs. 147 y 148.
Doctrina L a Legítima 75
de disponer en exceso de ciertos lím ites; el resto pertenece a los legiti
m arios a títu lo de herederos, quienes reciben, en ta l caso, una p ars here-
d itatis”. (2).
2“—La segunda corrien te afirm a que, sim plem ente, se tra ta de un
derecho de crédito del cual son titu lares los herederos forzosos, y lo d iri
gen contra el patrim onio del causante, después de su m uerte. En principio,
se reconoce al de cuius la libre disposición de sus bienes. Como un a con
secuencia del criterio aquí sustentado, debe concluirse, que de adm itirse,
se te n d ría derecho al valor de los bienes y nunca a los bienes mismos. Es
la concepción del Derecho Romano, sancionada en el Derecho G erm ánico,
con la diferencia de que en tre los rom anos se consideraba como u n de
recho real, y p ara los germ anos un derecho personal que se tenía contra
los herederos del causante.
Nosotros somos de la opinión prim era, es decir, la legítim a no puede
considerarse sino como pars h ereditatis, por lo que, rechazam os el cri
terio de la pars bonorum , pues, “quien sucede en la legítim a es heredero,
es decir, sucesor a título universal, no p articu la r”. (3).
Esta concepción nos lleva a d eterm in ar las siguientes consecuencias:
los legitim arios tien en derecho a los bienes de la herencia, es decir, a
rcib ir su cuota reservada, no m ediante num erario sino en especie. P or
esta razón n u estro Código Civil, en el artículo 883, establece que la por
ción legitim aria se debe en plena propiedad, con lo cual sigue la co rrien te
de la p ars hereditatis. No se tra ta , pues, de u n derecho que se tie n e en
contra de la herencia, sino de un derecho en la herencia misma.
Lo que acabamos de decir, nos lleva a establecer un principio que
em ana directam ente, y es que el causante no puede satisfacer la cuota
legitim aria, m ediante usufructo, legando o donando sus bienes a extraños,
y esto es así aún en el caso de que el usufructo dejado sea m ayor que
lo que le corresponde al legitim ario por concepto de reserva. Lo mismo
sucede, con m ayor razón, cuando se pretend e cu b rir la cuota legitim aria
con u n crédito en contra del heredero instituido por e l . testador. Estas
estipulaciones deben considerarse nulas en todo caso.
Sin em bargo, debem os ad v ertir que este derecho a recib ir bienes
de la herencia no puede considerarse como ilim itado, como absoluto. Se
ría lam entable que se razonara así, po r lo cual debem os estab lecer ciertas
lim itaciones en este sentido.
En efecto, cuando a pesar de las donaciones y otras liberalidades,
hechas por el causante, no se lesione la cuota legitim aria, no puede apli
carse la regla, puesto que que dichas liberalidades estarían d en tro de los
lím ites de la cuota disponible.
Esto nos lleva a considerar que el testad o r puede decidir la m anera
cómo va a e s ta r com puesta la cuota legítim a. En dos ocasiones ello puede
ocurrir: a) cuando dispone de su patrim onio a títu lo oneroso; b) cuando,
existiendo prom esas de venta, se hagan efectivas a su m uerte. P uede su-
(2) Marcel Planiol y Jorge Ripert. Tratado Práctico de Derecho Civil Francés. Ed.
Cultural. Habana, 1946. Tomo V. Pág. 34.
(3) Roberto de Ruggiero. Instituciones de Derecho Civil. Instituto Editorial Reus.
Madrid. Tomo II, Volumen II. Pág. 457.
76 Jean Ch. Haddad S.
ceder lo que acabam os de establecer, en razón de que, como sabemos, la
cuota reservada únicam ente se protege fren te a las liberalidades; los actos
a título oneroso son perfectam ente válidos y deben ser respetados.
El causante puede facu ltar al legatario, para que elija el bien de su
legado, pero ello siem pre y cuando no exceda de la porción disponible.
Como vemos, en los casos anteriores es suficiente que el de cuius deje
en su patrim onio el valor de la legítim a para con ello h acer inatacables
sus actos.
P uede ocurrir, y es perfectam ente válido, que el mismo testad o r de
term ine los bienes que van a com poner la legítim a de cada uno de sus
herederos forzosos, por m edio de donaciones y legados sin dispensa de
colación. A dvertim os que, cuando estem os a presencia de estos -casos,
siem pre el legado o donación debe ser en plena propiedad.
De modo pues que únicam ente cuando sea lesionada la legítim a tom a
toda su vigencia el principio de que es debida en especie. Ya vimos que
esta lesión debe provenir de liberalidades hechas por el de cuius, y aún,
dentro del campo de las enajenaciones a títu lo gratuito, debem os señ alar
una serie de excepciones.
P rim eram ente debem os establecer que en lo que respecta a donaciones,
éstas deben ser las hechas por el causante en los últim os diez años de
su vida.
Cuando las liberalidades exceden de la porción disponible, debe ser
reintegrado el bien al patrim onio hereditario , pero si se tra ta de un bien
inm ueble que no adm ita cómoda división, ten d rá derecho a reten erlo el
titu la r de la liberalidad, pagando a los herederos en dinero la diferencia.
Lo mismo sucede con los bienes m uebles de g ran valor, o cuando la di
visión ocasione una dism inución en su precio. Volveremos am pliam ente
sobre este punto cuando tratem os de la acción de reducción; por ahora,
nos interesa establecer que, en estos caso, no se cum ple el principio de
que la reserva se debe en bienes de la sucesión, es decir, en especie.
Cuando se tra ta de una liberalidad hecha a un legitim ario, p erm ite
la ley que éste conserve el bien aún excediendo su valor de la porción
disponible, pero el exceso debe im putársele a su cuota correspondiente.
Como una conscuencia inm ediata y esencial del principio que veni
mos exponiendo, debemos afirm ar que, la legítim a es indispensable para
el causante, y ello ocurre por considerársela como una p arte de la su
cesión áb-intestato; por la cual el testador no puede som eterla a ninguna
carga ni condición. “El D erecho rom ano m antuvo el mismo criterio , no
perm itiendo que sobre la legítim a pesara ningún gravam en ni condición
que la afectara sustancialm ente. P ero se adm itió, después, que en el si
glo XVI, que el testador d ejara m ás de la legítim a, pero som etiéndola a
determ inados gravám enes, que si el beneficiado no quería cum plir debía
sólo recib ir la legítim a en su cuota estricta”. (4).
Conduce lo dicho anteriorm ente a afirm ar que la institución de la le
gítim a es de orden público, es intangible; el testad o r no puede derogarla
n i aún parcialm ente con ninguna especie de cláusula. In teresa h acer una
(4) E. F. Camus. Código Civil Explicado. Editorial Cultural. La Habana. 1944. To
mo II, Pág. 184.
Doctrina La Legítima 77
im portante aclaratoria en lo que respecta al orden público. La legítim a
es m ateria de orden público, sin lugar a dudas; pero ello sólo debe en ten
derse en el sentido de que el de cuius no puede som eterla a ninguna es
pecie de carga ni condición, es decir, no puede lesionarla ni aun con el
consentim iento de los herederos presuntos, puesto que estaríam os a p re
sencia de un pacto sobre sucesión fu tu ra, prohibido por n uestro derecho;
pero los legitim arios pueden renunciar a ella después del fallecim iento
del causante. “Si no se declara nula la renuncia sobre legítim a fu tu ra en tre
aquellos que la deben y sus herederos forzosos, se b u rlaría la ley”. (5).
El heredero forzoso reclam a su cuota legitim aria, no en v irtu d de un
derecho proveniente del causante, sino que lo hace p o r derecho propio que
le confiere la ley.
El hecho de que la reserva es una porción de la herencia ab-intestato,
trae como consecuencia directa que debe ten erse la cualidad de heredero
en u n doble sentido: hay que ser heredero, esto es, llam ado en orden útil
p ara suceder; hay que ser heredero aceptante, puesto que, cuando se r e
nuncia a la herencia no se puede p rete n d er la legítim a. “El hecho de que
la legítim a h ered itaria constituye una p arte de la sucesión ab-intestato im
plica, como consecuencia, que los reservatorios que renuncian no pueden
ya reclam ar su legítim a ni po r vía de acción, ni por vía de excepción,
y adem ás, que las liberalidades hechas a los herederos se im putan sobre
la cuota de libre disposición y no sobre la legítim a”. (6).
El indigno no puede reclam ar la legítim a puesto que la ley, articulo
810, establece que es incapaz de suceder, por lo que, no teniendo la cua
lidad de heredero, no puede reclam ar con derecho su legítim a.
(5) Raúl Barbot. Anotaciones al Código Civil. Editorial Maximino García. Monte
video. 1929. Tomo I, Pág. 239.
(6) Julien Bonnecase. Elementos de Derecho Civil. Ed. José M. Mujica, Jr. Puebla.
México, 1946, Pág. 529.
78 Jean Ch. Haddad S.
Con ello no existe ninguna trab a para enajen ar todos los bienes con la fi
nalidad de obtener el causante una ren ta vitalicia. Como podem os obser
var se pone en grave peligró la cuota legitim aria, que, con un acto de esa
índole quedaría totalm ente burlada. P or esto una serie de ju rista s han
sostenido, que ese solo hecho da suficiente base p ara in te n ta r una reform a
de las leyes civiles.
Indiscutiblem ente que el asunto es sum am ente serio, a nuestro modo
de ver, y más serio aún es encontrar una fórm ula que evite la incertidum -
bre de la legítim a, sin lesionar la lib ertad individual del hom bre, o que
la invada lo m enos posible.
En la realidad, puede suceder que el causante enajenó todos sus bie
nes, con la única finalidad de no d e ja r a los legitim arios la cuota rese r
vada. Esto puede o cu rrir perfectam ente, au n tratándose de enajenaciones
a títu lo oneroso, pues como existe gran facilidad p ara ocultar el dinero
o p ara dárselo a determ inada persona, la finalidad puede ser obtenida con
relativa facilidad. Cuando estas m aquinaciones son ignoradas por el adqui-
rente, no se podrá invocar el dolo por p arte del enajenante, cuando lo
haya disim ulado al tercero, para ped ir la nulidad del contrato de que se
trate, y lo que es más grave aún, “los reservatorios no podrían tampoco
invocar una “com plicidad” eventual, ya que el acto en sí es lícito”. (7).
P uede ocurrir que un acto, perfectam ente lÍQito, a título oneroso, su rta
sus efectos posteriorm ente a la m uerte del causante y al su rtir esos efec
tos, lesione el principio de que la legítim a se debe en especie.
Nosotros estim am os que podría invocarse la nulidad de dicho acto por
los herederos forzosos, no porque se tra te de una enajenación a título
oneroso, lo cual es inatacable en este sentido, sino porque se viola el p rin
cipio de que la legítim a se debe en especie. Creem os que ello sea posible,
por un un hecho de los legitim arios recib ir su cuota en especie, siendo
dicha institución de orden público.
F inalm ente, debemos observar que los actos a título onerosos sim ulados
deben se r excluidos, puesto que, como se tra ta en realidad de una donación,
deben su frir todos las consecuencias que ello implica.
Como sabemos, antes de la m u erte del causante, sus legitim arios son
h erederos presuntos. P ara que se pueda reclam ar la reserv a legal, es nece
sario que se tenga el carácter de heredero cierto, lo cual no ocurre sino
después de ab ierta la sucesión. Ello conduce a afirm a r que los h ered ero s
legitim arios no pueden, antes de la m uerte del testad o r, invocar la pro
tección establecida en su favor, puesto que su derecho a la sucesión no
ha nacido todavía, y no teniendo esa cualidad, no se puede fu n d ar en la
verdadera base de la legítim a, o sea, que es una p a rte de la h erencia ab-
intestato y la más im portante, pues tiene la cualidad de se r im perativa.
A dvertim os que ello no quiere decir que la rese rv a p ro teja a los le-
(7) Sentencia de Gand. 11. de marzo de 1908. Citada por Henri De Page. Traité
Elémentaire de Droit Civil Belge. Bruxelles. 1947. Ed. Emile Bruylant. Tomo
VIII. Vol. II. Pag. 1514.
Doctrina L a Legítima 79
gitim arios únicamente en relación a los legados, la protección se extiende
fre n te a las donaciones hechas en los últim os diez años de la vida del
causante, pero esta protección no puede pedirse an tes de la m u erte del
testador. Esto tiene, adem ás de lo dicho arriba, una razón de peso, y es
que la legítim a pueda que sea lesionada por las donaciones hechas por
el de cuius; contra estas liberalidades no tien en los h erederos legitim arios
m edio alguno para com batirla desde el punto de vista de la institución
objeto del tem a, pues como dijim os son sim ples h erederos presuntos, y
p o r o tra p arte, como la m asa ficticia de bienes p ara d eterm in ar la legí
tim a solo puede realizarse a la m uerte del testador, únicam ente en ese
m om ento es cuando se va a saber si hay lesión o no. En efecto, puede ocu
r r ir que cuando se hizo la donación se extralim itó la porción disponible,
pero no es nada raro que, posteriorm ente regrese al patrim onio del donante
el objeto de la liberalidad hecha o bien que ingresen nuevos bienes. El
patrim onio fluctúa constantem ente, siendo todo incierto h asta el falleci
m iento; adem ás, im aginem os por un mom ento, la inseguridad de las re
laciones jurídicas si esto no fu era así; a cada in stan te se es ta ría averi
guando si la actitud del causante lesiona o no la reserva. S ería el caos
y quizá ello contribuiría a im p lan tar una peren n e discordia e n tre la fam i
lia, haciendo de fiscales los hijos, pretendiendo controlar la autoridad
paterna.
U na razón fundam ental nos queda por señalar. El h eredero legitim ario,
solam ente tiene derecho a la reserva cuando acepta la sucesión; ahora
bien, la aceptación sólo se puede h acer después de ab ierta la sucesión;
toda aceptación an terio r sería nula.
L as argum entaciones expuestas anteriorm en te nos llevan a afirm ar que
librem ente puede disponer el de cuius de sus bienes, por actos en tre vivos,
aún a título gratuito. Los legitim arios están protegidos contra estos ú lti
mos, pero esa protección sólo puede invocarse a la m u erte del causante;
antes, de ninguna m anera.
IV. — LA LEGITIMA PROTEGE CONTRA LAS LIBERALIDADES Y NO
CONTRA LAS DEUDAS DE LA HERENCIA, A LAS CUALES QUE
DAN OBLIGADOS TAMBIEN LOS LEGITIMARIOS.
E ste principio no es otra cosa que el criterio m antenido por nosotros
en el sentido de que la legítim a no es, como dicen m uchos autores, una
porción de la herencia; por una p arte es más y p o r o tra es menos. Deci
mos que es más, puesto que la ley ordena agregar, p ara el cálculo de la
legítim a, una serie de bienes que no son, en realidad, p arte de la herencia,
como son las donaciones y aquellos bienes au e deban colacionarse. Esto
lo verem os en capítulos posteriores. P or o tra p arte es m enos, puesto que
nunca se puede tom ar en cuenta p ara calcularla y p ara estim ar su lesión,
la h erencia bruta, sino el activo neto, es decir, hay que h acer las deduc
ciones de las deudas hereditarias. Esto lo ordena expresam ente el artículo
889 del Código Civil, siendo im perioso deducir dichas deudas, inm edia
tam en te de verificado el valor de los bienes dejados por el te sta d o r a su
m uerte, y luego h acer in g resar en la m asa ficticia las donaciones. La fi
nalidad del o rden señalado es evitar que los acreedores del causante se
aprovechen de las reducciones, como verem os más adelante.
80 Jean Ch. Haddad S.
El heredero legitim ario, por tanto, está obligado a soportar la p arte
correspondiente de la deuda; sin em bargo, cuando esté agotada la cuota
disponible, los gastos de entrega de los legados no son por cuenta del h e
redero forzoso.
(1) Código Civil de Venezuela. 1.862. Ley II. Sección III, Libro Tercero. Artículo 7.
(2) Código Civil de Venezuela. 1867. Libro Tercero. Título I. Sección X. Artículo 595.
84 Jean Ch. Haddad S.
zosos, pero pueden ser determ inados, en los artículos que tratan de la le
gítima, en la siguiente forma:
1) E n prim er lugar debemos m encionar a los descendientes, adm itién
dose tan to a los naturales como a los legítimos.
2) E n lo que respecta a los ascendientes, tam bién establece la legí
tim a en su favor, no distinguiéndose tampoco en tre ascendencia legítima
y natural p ara conceder dicho beneficio.
3) Q ueda establecida la reserva en favor del cónyuge superstite.
4) E n m ateria de representación, ella se adm ite cuando se tra ta de
hijos legítim os pre-m uertos, los cuales pueden ser representados por sus
descendientes legítim os únicam ente (3).
(9) Código Civil de Venezuela. 1862. Artículo 9. Ley II. Título V, Libro Tercero.
Doctrina La Legítima 87
CODIGO CIVIL DE 1.867.
No establece el legislador una porción fija de reserv a legal, ella va
ría proporcionalm ente al núm ero de herederos forzosos, cuando se tra ta
de hijos y descendientes del de cuius. P ara los descendientes sí encontra
mos una porción invariable.
Las reglas que establece el legislador, para el caso de los hijos y des
cendientes, en lo que respecta a la determ inación de la porción reservada,
son las siguientes:
a) Si se tra ta de un solo hijo o descendiente, la porción legítim a
es de la m itad de los bienes del difunto. Corresponde exactam ente a la
regla general y uniform e dada por el legislador del 62 en esta m ateria.
b) Cuando sean dos los hijos, la porción reservada es de las dos
terceras partes de la herencia.
e) Cuando sean tres los hijos, la porción legítim a es de las tres cu ar
tas partes de la herencia.
d) Cuando el núm ero de los hijos es m ayor que tres, la porción re
servada po r la ley la constituyen las cuatro quintas p artes de la herencia.
O bsérvese que, a m edida que aum enta el núm ero de hijos, cuando se
tra ta de descendientes que no son hijos del causante elllos no cuentan p ara
la determ inación de la cuota de legítim a, la cual siem pre debe se r calcu
lada de acuerdo con el núm ero de hijos del causante, aum enta la porción
legítim a, y como una consecuencia de ello, dism inuye la cuantía de la por
ción disponible. Esto sucede hasta que el núm ero de hijos llegue a tres,
de esta cantidad en adelante, perm anece fija, en cu atro quintas p artes de
los bienes, la reserva legal.
L a situación es diferente, cuando se trata de la legítim a de los padres
o ascendientes; adopta eh legislador en este sentido, una cuota o porción
fija, represen tad a por la m itad de la herencia, en todo caso. E sta cantidad,
corresponde a la porción reservada por el legislador del 62, como norm a
general y constante. (10).
CODIGO DE 1.916
Establece el legislador venezolano del 16, las siguientes reglas en lo
concerniente a la porción legítim a:
l 9—Cuando el testad o r al m orir no deja más de dos hijos legítim os,
la m itad de la herencia constituye la legítim a.
2?—Cuando el causante deje tres o más hijos legítim os, la reserva
la form an las dos terceras p artes de los bienes del difunto.
En los dos casos anteriores, y para d eterm in ar la legítim a, se debe
contar al cónyuge supèrstite como un hijo legítimo.
H asta aquí no se hizo más que reproducir, en el p resente Código,
las norm as contenidas, sobre la m ateria, en la Ley sustantiva de 1.873.
3?—Los hijos n aturales son equiparados a los legítim os si quien haya
hecho el testam ento fué su m adre natural.
49—Cuando el testador sea hom bre, y no haya dejado hijos n i des
cendientes legítim os, pero sí cónyuge, uno o más ascendientes legítim os
o naturales, e hijos naturales, la reserva es de las tre s sextas partes del
haz hereditario.
59—Cuando con el ascendiente o ascendientes, co n cu rrieren hijo o
hijos n aturales, o cónyuge, las dos quintas p artes de la h erencia constituyen
la legítim a.
69—Lo mismo cuando el hijo o los hijos n atu rales y el cónyuge, con
cu rren solos a la herencia.