Guía Ética y de Buenas Prácticas en Psicologia Forense Aplicada Al Ámbito Penal
Guía Ética y de Buenas Prácticas en Psicologia Forense Aplicada Al Ámbito Penal
Guía Ética y de Buenas Prácticas en Psicologia Forense Aplicada Al Ámbito Penal
AL ÁMBITO PENAL
RESPONSABLES DE LA GUÍA
Para la elaboración de esta Guía, se ha contado con la supervisión para los conceptos jurídicos del
Magistrado:
ÍNDICE
3. Capacitación Profesional…………….……………………………………………...……………………...23
4. Limitaciones Metodológicas
4.1. Gestión de Entrevistas ............................................................................................. 27
4.2. Uso Adecuado de Pruebas Psicométricas ................................................................ 28
8. Referencias………………………………………………………………………………………………….………… 46
El contexto en el que cualquier psicólogo/a forense ejerce su profesión resulta ser un área
en la que cualquier error puede tener unas consecuencias de distinta índole tanto para el
bienestar de las personas, como para su futuro personal y/o las implicaciones legales que se
deriven. Es por ello que, en este ámbito, la responsabilidad profesional no únicamente se limita a
la mejora o el tratamiento del bienestar de sus pacientes, sino que confronta directamente con
el posible sufrimiento, con la exposición pública de las circunstancias vitales de las personas
evaluadas, así como con la disconformidad con los resultados de la valoración, siendo estos
últimos elementos contextuales con los que la Psicología no acostumbra a convivir. Así, la
posibilidad de que se desencadenen disputas o quejas sobre el trabajo profesional de un/a perito
forense, y atendiendo a la complejidad y la sensibilidad de la información que se elabora, son
mayores (Consejo General de la Psicología de España [CGPE], 2003).
En este sentido, habiendo analizado las guías y memorias de las Comisiones Deontológicas
de diferentes Colegios Profesionales de Psicología, así como el trabajo presentado por el COPC
(2017), se observa un aumento de tramitaciones de expedientes informativos o disciplinarios
ligados a posibles casos de mala praxis profesional o vulneración deontológica (del Río, 2000). De
manera específica, el ámbito forense resulta ser aquel que aglutina una mayor carga de
solicitudes de apertura de expedientes, así como de consultas a las unidades pertinentes a fin de
no caer en errores deontológicos. A pesar de estos datos, y de las consecuencias que se pudieran
derivar por el contexto en el que nos encontramos, poco más de la mitad de los colegios
profesionales (17 de 31) cuentan con una sección o grupo de trabajo vinculada al área de la
Psicología Forense y, de manera significativa, sólo el Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya
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(COPC) cuenta con un grupo de trabajo especializado en el ámbito penal. Grupo de trabajo en el
que se enmarca el diseño de la presente Guía.
Un rápido análisis de las guías actualmente vinculadas a la labor del psicólogo forense deja
en evidencia, por un lado, la escasez de éstas y, por otro, la mayor profusión de guías en el ámbito
familiar que en el ámbito civil o penal. Así, en el ámbito familiar, se han publicado guías
relacionadas con la intervención forense en juzgados de familia (COPC, 2002), con la elaboración
de informes psicológicos periciales sobre custodia y régimen de visitas de menores (Colegio Oficial
de Psicología de Madrid [COPM], 2009), con la elaboración de planes de parentalidad (COPC,
2011), y con la evaluación de guarda y custodia en casos de violencia de género (COPM, 2013). En
cambio, en el ámbito penal encontramos sólo dos guías de buenas prácticas publicadas en
España: Una relativa a la evaluación psicológica forense de la violencia sobre la mujer (COPM,
2012), y la segunda en relación a la evaluación psicológica forense de los abusos y maltratos a
niños, niñas y adolescentes (Juárez-López & Álvarez-Ramos, 2018). Cabe destacar que, a nivel
nacional, también disponemos de una guía, de carácter más general, que puntualiza las buenas
prácticas para la evaluación psicológica forense y la práctica pericial (COPC, 2016). Dicha guía, si
bien aborda cuestiones generales relativas al rol del psicólogo en el ámbito forense, procesos de
evaluación pericial y aspectos éticos y deontológicos, siendo de obligada lectura para el o la
profesional que decide iniciarse en este campo, carece de elementos concretos que atiendan a la
labor en el Ámbito Penal.
A nivel internacional, también se detecta una menor publicación de guías o protocolos que
auxilien a los y las profesionales de la Psicología Forense en el Ámbito Penal. De esta forma, a
nivel general y como marco de referencia, hallamos la Specialty Guidelines for Forensic Psychology
(American Psychological Association [APA], 2013b 1), orientada no sólo a todos aquellos
profesionales de la Psicología que deban prestar su auxilio en el ámbito legal (su alcance pretende
servir de guía para el testimonio judicial, asesoramiento de abogados, tribunales, así como
actividades de naturaleza forense, entre otras) sino también para mejorar la calidad de los
servicios psicológicos forenses ofrecidos y facilitar la sistematicidad y el desarrollo de la Psicología
Forense.
1
Esta guía del año 2013 corresponde con el desarrollo y evolución de la guía publicada por la APA en 1992.
Ligado a las directrices desarrolladas por la APA, también debemos hacer mención a las
descritas por la European Federation of Psychologists’ Associations (EFPA, 2001), en la que se
recogen una serie de recomendaciones éticas vinculadas a la práctica forense de acuerdo con el
complejo contexto social en la que ésta se enmarca, los conflictos de intereses y la exposición
pública a la que finalmente se expone el proceso de ratificación de los informes emitidos. En
cuanto al ámbito de familia, contamos con la Guidelines for Childs Custody Evaluations in Family
Law Proceedings (APA, 2010) en la que se ofrece una guía sobre la evaluación pericial en casos de
custodia de menores, identificado tanto los objetivos que deben guiar este tipo de evaluaciones
como los principios a tener en cuenta antes, durante y después de la evaluación llevada a cabo.
En la misma línea, encontramos la Guidelines for Psychological Evaluations in Child Protections
Matters (APA, 2013a 2).
Es por este motivo que este documento pretende no sólo recopilar lo ya trabajado y
abordado en la Psicología Forense Aplicada al Ámbito Penal, sino también arrojar luz sobre este
tipo de procesos legales, así como los conflictos principales de la profesión en éste área. Es por
eso que el ánimo de esta Guía se centra en aunar esos conocimientos y criterios éticos y
deontológicos que afectan de manera muy directa al ámbito forense para intentar dar respuesta
a las principales dudas y conflictos específicos en el ámbito penal.
2
Revisión de la anterior “Guidelines for Psychological Evaluations in Child Protection Matters” (American
Psychological Association [APA], 1999).
ello, se pretende crear una Guía ética y de buenas prácticas3, pues, siguiendo a lo propuesto por
la APA (2013b), en ella se sugerirá o recomendará comportamientos, esfuerzos o conductas
profesionales específicas para él o la profesional de la Psicología Forense. Destacar, por último,
que dicha Guía, no debe entenderse como una norma de actuación obligatoria o aplicable de
forma genérica a cualquier caso, pero sí de recomendable aspiración intencional. Tampoco
pretende ser exhaustiva y/o ser aplicable a todas las situaciones conflictivas éticas en que un, o
una profesional de la Psicología Forense Aplicada al Ámbito Penal pueda hallarse, ni pretende ser
una respuesta taxativa ante cualquier dilema presentado. No obstante, sí pretende el desarrollo
sistemático continuo de la profesión y, de esta manera, ayudar y facilitar un alto nivel de práctica
profesional de la Psicología Forense Aplicada al Ámbito Penal.
3
Se entiende como guía ética y de buenas prácticas a aquel documento derivado de los estándares y principios éticos
que ofrece al profesional en psicología información sobre qué es aceptable en la conducta profesional. Está redactada
por un comité de expertos, utilizando un modelo de toma de decisión, nombrando de manera correcta los problemas
éticos, generando posibles soluciones, consecuencias y juicios ligados a las situaciones planteadas (Thompson, 2013).
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Como se ha visto, todos estos organismos atienden a los conflictos éticos o regulan el
proceder deontológico de cualquier profesional de la Psicología, siendo especialmente relevante
la atención dedicada a la Psicología Forense. En esta Guía, el/la profesional que la consulte podrá
hallar fácilmente los organismos internacionales y/o debates académicos relativos a dilemas
éticos que ocupan a la Psicología Forense Aplicada al Ámbito Penal y, a su vez como el CGPE y el
COPC los han traducido en forma de Código Deontológico tanto a nivel estatal (CDCG, 2010) como
autonómico (CDC, 2015), atendiendo también a la normativa legal en los supuestos que fuera
necesario.
A. Código Civil, al poder incurrir, por acción u omisión, en algún daño a otro, tanto desde la
vertiente contractual (fruto de la relación previa entre profesional y paciente/cliente)
4
En casos concretos, deberá también atenderse a la aplicación de la Ley Orgánica 15/1999 de Protección de Datos
de Carácter Personal, así como de la Ley Orgánica 19/1994 de Protección a Testigos y Peritos en Causas Criminales.
C. Código Ético Profesional establecido por los Reglamentos Colegiales oportunos a los que
todo profesional de la Psicología se encuentra sujeto y cuyo interés radica en dotar a los
profesionales que intervengan en el ámbito jurídico de un marco de trabajo y desempeño
que garantice al máximo la aplicabilidad de la ciencia psicológica al Ámbito Forense 5.
En este contexto, la presente Guía atenderá, por un lado, a la normativa legal en los
supuestos que fuera necesario y, por otro, a los postulados que a nivel internacional y europeo
marcan el código deontológico de todo psicológico (APAb, 2013; EFPA, 2001), atendiendo de
manera particular la aplicación que de éstos realiza tanto el Código Deontológico del Psicólogo
(CDCG, 2010) como el Codi Deontològic del Col.legi Oficial de Psicologia de Catalunya (CDC, 2015).
Pero antes de entrar de manera concreta al detalle de los principios éticos concretos que
deben regular la práctica de todo profesional de la Psicológica que trabaje en el Ámbito Penal, así
como de los conflictos y dilemas con los que se pueda encontrar, revisemos brevemente algunos
de los principios de buena praxis que deben regir la conducta de todo profesional de la Psicología
en el Ámbito Forense (APAb, 2013; EFPA, 2001; CGPE, 2010; COPC, 2016):
5
Los criterios y recomendaciones dictados por la propia comunidad científica en el ámbito de la Psicología han sido
abordados tanto a nivel internacional, a través de la American Psychological Association [APA], como europeo,
mediante la European Federation of Psychologists’ Associations [EFPA]. A nivel nacional, el Consejo General de la
Psicología de España [CGPE] adaptará esta normativa, una normativa que, en algunos casos, es reinterpretada de
manera particular a nivel autonómico, como hace el Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya [COPC]. Atendiendo a
los principios establecidos por estos organismos, cualquier profesional de la Psicología deberá conocer los límites y
el contexto legal en el que trabaja y saber que su proceder estará guiado por la normativa legal vigente y el código
deontológico de la comunidad autónoma en la que ejerce (a falta de código propio, será el general (CDCG, 2010) al
que deba atender como pauta para su intervención).
● Relaciones previas: Con el fin de evitar situaciones confusas en la que su papel o función
pueda dar lugar a equivocación, se evitará intervenir con personas con las que se haya
tenido previamente relación personal o profesional. Por ejemplo, en ningún caso se
llevará a cabo una evaluación pericial si se es el terapeuta y/o mediador de una de las
partes implicadas.
de cualquier cuestión vinculada al proceso objeto de pericia (pudiéndose, eso sí, mantener
la confidencialidad respecto a cualquier otra información que no sea objeto directo de
evaluación).
Como reflexión final, el/la profesional de la Psicología que incurra en alguno de estos
principios pudiera ser acusado de negligencia y, consecuente, de “mala praxis” 6 en su labor
profesional. Su cumplimiento debería, por tanto, ser una máxima a cumplir ya sea para así
mantener una coherencia personal de rectitud y responsabilidad, evitar la repercusión social que
su incumplimiento pudiera tener a nivel profesional, o evitar posibles sanciones (profesionales,
penales o civiles) que su incumplimiento pudiera ocasionar.
6
En el ámbito forense, la mala praxis no atiende tanto a la posibilidad de causar un daño a la salud o bienestar de la
persona a la que presta sus servicios, ni tan siquiera a la posibilidad de lograr o no los objetivos marcados, sino al
descuido y la falta de aplicación de los medios necesarios para lograr dichos objetivos.
7
Es importante entender que estos marcos legales no regulan la figura del psicólogo/a en particular, sino la figura
del perito con independencia de su especialidad.
Asimismo, más allá de la regulación legal de la figura del experto/a en el ámbito penal, de
forma general, se considera como perito a aquella persona que preste auxilio a los operadores
jurídicos en base a su conocimiento experto sobre una materia, ciencia o arte particular, en
nuestro caso, sobre Psicología. Por su claridad terminológica destaca la sentencia de la Sala
Segunda del Tribunal Supremo nº. 1337/1991, de 8 de marzo, donde se puede leer que "el perito
informa, asesora, descubre al juez los procesos técnicos o las reglas de experiencia de que él puede
carecer, pero nunca le sustituye porque no se trata de un tribunal de peritos o expertos, sino de
una colaboración importante y no determinante por sí de la resolución judicial. El juez, (…), puede
disponer de una prueba pericial y diversa y de ella habrá de deducir aquellas consecuencias que
estime más procedentes". En términos similares se conducen las sentencias del mismo Tribunal
368/2007, de 9 de mayo, 1312/2005, de 7 de noviembre o 1.070/2004, de 24 de septiembre.
8
Dado que la exposición de estos textos legales supera las motivaciones de esta guía, se invita al lectora/a acceder a
este contenido a través del portal del Boletín Oficial del Estado.
● La designación -o nombramiento- como perito en una causa, pudiendo ser por designación
de oficio, a iniciativa del juzgado o tribunal, o de parte, a propuesta de alguno de los/as
letrados/as. La designación contempla si se solicita la intervención de peritos miembros
de la administración de justicia (funcionariado) o bien del sector privado (profesional
liberal) (Wrightsman & Fulero, 2005).
● Las causas de recusación por las que un profesional no podría ejercer el rol de perito, como
son: parentesco de consanguinidad con cualquiera de las partes, interés directo o
indirecto en la causa, o amistad íntima o enemistad manifiesta con algún miembro del
procedimiento (Martínez-Buján, 2002). A modo de ejemplo, sería causa de recusación que
un perito realizase una intervención forense sobre un familiar suyo.
● La legislación que ampara el ejercicio de los y las peritos ante cualquier tipo de amenaza,
coacción, soborno y/o intimidación que pretendiera influir sobre su actuación profesional
(Yáñez, 2002). De este modo la actuación profesional del experto/a debe quedar libre de
cualquier circunstancia que pudiera alterar su pericia, existiendo un conjunto de medidas
de protección hacia el/la profesional y su labor de auxilio judicial.
● El conocimiento de que en la práctica penal la pericia debe ser emitida por dos peritos de
forma conjunta ante los procedimientos ordinarios, o en otras palabras, aquellos también
llamados sumarios y que contemplan delitos castigados con pena de prisión superior a 9
años (Art. 459 de Ley de Enjuiciamiento Criminal). Por el contrario, en los procedimientos
penales abreviados es suficiente con la intervención de solo un/a perito.
Asimismo, el o la perito deberá conocer que el informe pericial puede ser requerido en
momentos procesales penales distintos. De este modo, de acuerdo con Vegas (2009), debemos
distinguir los siguientes:
Como vemos, son diversos los momentos procesales en los que el experto/a puede ser
requerido para aportar un informe forense al ámbito penal. Por lo tanto, la consideración de
perito también incluye el conocimiento de estos aspectos procesales.
1. Las necesidades del caso. En nuestra situación, implica el dar respuesta a los objetivos de
pericia específicos de ese caso, que auxilien a la sala de justicia en la resolución del mismo.
Esta tarea se debe realizar con la máxima objetividad y honestidad, lo que implica en
muchas ocasiones un conflicto de rol con la propia Psicología, ya que nuestro trabajo
puede no fomentar el bienestar de las personas evaluadas, ejerciendo una función que
puede no ayudar a la mejora de nuestros/as pacientes.
3. Requisitos legales. Deberemos conocer las circunstancias bajo las cuales se solicita
nuestra valoración, el funcionamiento del sistema procesal que nos incluye, así como los
diferentes roles profesionales (y que ya hemos visto en otros apartados), a fin de no
generar confusiones o caer en prácticas susceptibles de sanción.
Debemos reflexionar que cada caso sobre el que intervenimos se sitúa en un punto
diferente que integra estos cuatro elementos, siendo criterio del profesional el tomar la decisión
más adecuada para las necesidades del caso sin cometer error en alguna de las otras tres
categorías. Así, mostramos a continuación las principales cuestiones de estas áreas, a fin de que
sirvan de guía para esta toma de decisiones (Figura 1).
De este modo, es nuestra obligación custodiar la documentación del caso, así como la
información que se desprenda de su actuación pericial, de todas aquellas personas, instituciones
u organismos ajenos al procedimiento judicial en el que se interviene. La vulneración de la
confidencialidad supone una infracción grave en el ejercicio de la profesión. Así, la documentación
del caso debe quedar bajo custodia, así como el informe psicológico que se emita únicamente
debe ser puesto a disposición de la persona u organismo que lo ha solicitado para su inclusión en
la causa penal. Cabe destacar además que la custodia de la información se extiende
temporalmente más allá del fin del proceso penal, si bien el tiempo de custodia se define en
función de cada legislación de cada territorio (Art. 38 y 44 del CDC; Art. 19 CDCG).
En cuanto a los datos revelados en el informe o en la valoración pericial, hay que recordar
que la información ha de adecuarse al objeto de la pericia, sin añadir datos circunstanciales o
pobres que no añadan información a lo ya aportado y que perjudiquen innecesariamente. Así,
como reflexiona Bermejo (2004), no sólo es importante éticamente el contenido sino también la
manera cómo se expresa dicho contenido y, de hecho, desde los propios colegios profesionales
se reflexiona sobre que: la posibilidad de omitir datos perjudiciales del evaluado en el peritaje
podrá producirse siempre que no afecten a los principios descritos anteriormente y no sean
relevantes para la valoración y objetivos del peritaje (COPC, 2000).
Previa citación judicial, la ratificación consiste en exponer y defender ante el/la juez/a o
tribunal el informe elaborado, así como responder a las preguntas que sean necesarias para la
comprensión del mismo por parte de las autoridades judiciales o de las partes. En la sala, el/la
perito deberá pronunciar juramento o promesa sobre la adecuación de su actuación pericial
atendiendo a la verdad y siendo conocedor/a de las sanciones en las que pudiera incurrir en caso
de mala praxis. A su vez, tanto las autoridades judiciales (tribunal y fiscalía) como las partes
(acusación y defensa), podrán demandar la exposición completa del dictamen; la explicación de
éste o de alguna o algunas de sus partes; la respuesta a preguntas u objetivos sobre el método,
premisas o conclusiones emitidas; la ampliación del mismo o puntos conexos; la crítica del
dictamen ofrecido por el/la perito de la parte contraria; o la formulación de tachas que pueden
afectar al perito/a (Art. 347.1 de la LEC, Ley 1/2000, del 7 de enero). Ante la variedad de preguntas
que se pueden plantear, el perito/a deberá ser consciente de los posibles cuestionamientos que
se le formularán para conocer, valorar o poner en entredicho su actuación pericial, no entrando
en ningún momento en juicios de valor, no emitiendo conclusiones no probadas, siguiendo los
principios básicos de objetividad y honestidad, y aceptando las limitaciones del informe y
evaluación llevada a cabo (COPC, 2016).
3. CAPACITACIÓN PROFESIONAL
conlleva una correcta actualización en los aspectos teóricos y prácticos de su disciplina. A modo
de ejemplo, en ningún caso pueden utilizarse argumentos que se basen en postulados teóricos
desacreditados por la comunidad científica o realizar la administración de pruebas
desactualizadas o no válidas en el contexto forense en el que se interviene.
Asimismo, la APA (2013) también incluye el hecho de que no solo se deben conocer los
elementos propios de la competencia profesional de la Psicología, sino también aquella referida
a la Psicología Forense al campo de especialidad requerido, así como sobre el conocimiento del
sistema legal en el cual nos vemos envueltos/as, elemento que ha sido traducido en nuestra
propia deontología no solamente desde el conocimiento meramente formativo (Art. 13 CDC), sino
desde la tan necesaria experiencia en este campo (CGPE, 2003) y de la necesidad de aunar los
conocimientos legales con la actualización psicológica y sobre procedimientos de carácter
científico. De hecho, se recomienda profesionalmente denunciar cualquier caso de intrusismo o
de simulación de titulación a este respecto (Art. 22 CDC; Art. 14 CDCG), así como de cualquier
vulneración deontológica que observe (Art. 24 CDC).
En casos más extremos, el atribuirse una titulación que no se posea, o una especialización
que no se ha cursado o acreditado, puede ser sancionable (Art. 10 CDC). Legalmente, según el
código 403 del CP (que se remite a la legislación vigente), sería delito actuar como psicólogo/a
cuando no se ostenta la titulación correspondiente (de hecho, según el Art. 340.1 de la LEC, los/as
peritos deberán poseer el título oficial que corresponda a la materia objeto del dictamen y a la
naturaleza de éste). Si en un futuro existiera una legislación que regulara el rol de la Psicología
Forense, la comprensión del artículo 403 del CP cambiaría, pudiendo llegar a ser constitutivo de
delito. Sea como fuere, además de la titulación oficial en Psicología, se deben garantizar tener los
conocimientos del ámbito forense requeridos, más allá de lo estipulado por ley, ya que pudiera
ser que la valoración que haga el/la juez de ese informe pudiera resultara negativa (Art. 458). Esto
debería hacernos reflexionar que, si bien la figura de Psicólogo/a Forense no se encuentra
regulada oficialmente (pese a encontrarse en tramitación), el atribuirse una titulación o unos
conocimientos que no se poseen es incorrecto y sancionable. Cabe destacar que, actualmente,
existe una Acreditación como Experto/a en Psicología Forense tramitada por los Colegios
profesionales de Psicología de toda España que, si bien no es requisito obligatorio (actualmente)
4. LIMITACIONES METODOLÓGICAS
pregunta objetivo; y minimizar la jerga clínica (Melton, Petrila, Poythress, & Slobogin, 2007, citado
en Grisso, 2010 9).
Por un lado, el fenómeno de la victimización secundaria, el cual debe ser evitado tanto por
una cuestión ética como una legal, pues en el Estatuto de la Víctima (Ley 4/2015 de 27 de abril)
se advierte en su preámbulo la importancia de minimizar los trámites innecesarios que supongan
nuevas victimizaciones. En el artículo 19 de la citada ley se subraya la importancia de obtener la
declaración sin demora tras la denuncia, así como evitar el número de declaraciones y
reconocimientos médicos. Por lo que todo esto atañe también a la evaluación psicológica forense
del ámbito penal, pues un o una profesional de la Psicología no puede contravenir los derechos
de las víctimas. Es por todo esto que la EFPA (2001) recomienda a los y las peritos forenses que
9
Se recomienda la revisión de este documento en el que se recogen los 10 errores más frecuentes en un informe
forense.
minimicen el daño, eviten el uso de etiquetas ofensivas para personas y rasgos evaluados y
utilicen un enfoque descriptivo de patrones de comportamiento más que rasgos personales.
10
Facilitador: profesional de la Psicología independiente y neutral, experto en discapacidad intelectual y en la
evaluación de las capacidades cognitivas que afectan al proceso judicial (Manzanero, Recio, Alemany, & Cendra,
2013, p. 81).
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Atendiendo al hecho de que los informes periciales son medios probatorios sometidos al
principio de contradicción (APA, 2013) la práctica forense puede requerir de la elaboración de un
contrainforme o una contrapericia. Si bien a nivel legal no existe distinción entre pericias, a nivel
técnico entenderemos como contrainforme al informe y conclusiones emitidas por un o una
perito que evalúa de nuevo a una persona que previamente ya ha sido evaluada bajo el mismo
objeto pericial. Por su parte, la contrapericia no evalúa de nuevo al sujeto, sino que emite un
informe orientado a analizar la validez metodológica y/o conclusiones de un informe pericial ya
existente. Ambas prácticas se encontrarán avaladas por el artículo 347.1 de la LEC (Ley 13/2009,
de 3 de noviembre) cuyo punto 5º identifica como posible actuación la “Crítica del dictamen de
que se trate por el perito de la parte contraria”.
En términos generales, se deberán corroborar y contrastar los datos sobre los que se emite
el informe, no se deberán emitir juicios o valoraciones de las características psicológicas de un
sujeto sin haber llevado a cabo una exploración adecuada del mismo (COPC, 2016; COPC, 2017),
ni se emitirán conclusiones en base a información no contrastada ni verificada, identificándose
tanto las fortalezas como limitaciones del estudio llevado a cabo (Art. 35 del CDC; 48 del CDCG).
Así, se presenta una orientación para la resolución a los principales problemas del ámbito
penal forense, no pretendiendo aportar una única solución a los mismos. En este sentido, se debe
partir de la premisa de que la interpretación de cada caso debe ser específica, debiendo recurrir
a los colegios profesionales en caso de duda ética o deontológica, o buscando una supervisión en
caso de duda técnica o metodológica.
tenido en cuenta para argumentar esta nueva realización. Siempre, naturalmente, guardando
el debido respeto a los profesionales que han emitido el primer informe.
- En cuanto a una contrapericia. Al ser un informe que se emite atendiendo a una discrepancia
metodológica (o ética) al respecto de un informe inicial, cabe recordar que en ese contexto no
se está peritando a nadie, sino que ese informe se convierte en una crítica científico-técnica a
uno ya preexistente. Así, en una contrapericia, los objetos de pericia serán de carácter técnico
y metodológico, no en cuanto a la persona peritada (puesto que no se ha evaluado).
Recordemos, por tanto, que no es posible emitir conclusiones sobre quien no se ha peritado
pudiendo constituir mala praxis. Al igual que ocurría con los contrainformes, se debe guardar
el debido respeto a quienes han emitido el primer informe, sin que tal hecho impida evidenciar
las discrepancias al respecto.
Sea como fuere, insistimos que en ningún caso se pueden establecer conclusiones
forenses sobre una persona a la que no se ha tenido acceso (Art. 33 y 35 CDC). En todo caso, es
posible realizar inferencias a partir de información indirecta, pero el ejercicio forense requiere un
contraste de la información con la fuente original siempre que sea posible (a excepción, por
ejemplo, de la autopsia psicológica u otros ámbitos específicos). A modo de ejemplo, en el caso
de estar realizando una valoración de secuelas de una víctima no sería posible concluir sobre el
estado mental del agresor si no hemos tenido acceso a él, por mucha información que nos ofrezca
la víctima de cómo es. De este modo, reiteramos, la pericia psicológica debe limitarse al objeto
de pericia.
2. ¿Es posible hacer un informe pericial de un/a paciente que he conocido en contexto
terapéutico / asistencial?
El hecho de que se emita un informe sobre un/a paciente, y que este informe termine
incluyéndose en un procedimiento judicial penal, no lo convierte en un informe pericial forense
automáticamente. Será un informe clínico, asistencial, etc. del cual podríamos acabar siendo
citados como testigos para declarar sobre su contenido. En el Ámbito Civil suele ser frecuente que
en esta circunstancia se le considere como Testigo-perito (regulado por la LEC 370.4 y 380.2),
pudiendo ser aplicable por analogía en el Ámbito Penal dada la naturaleza supletoria de la LEC
(Art. 4).
11
Ante este dilema genérico, debemos reflexionar nuevamente sobre los cuatro elementos explicados en apartados
anteriores de esta Guía (Figura 1, p.19).
mismo investigado). Cabe destacar que jurídicamente, al no estar regulado, este extremo puede
plantear dudas por lo que, siendo estrictos, legalmente podría realizarse (Art 339.4 y 6 de la LEC),
a diferencia de abogados/as que sí pueden tener limitaciones en esta situación.
Debemos reflexionar que la emisión de unas conclusiones por parte de unos/as peritos
hace que tengan un previo conocimiento del caso que les imposibilitaría ejercer de peritos en un
nuevo caso de forma imparcial y objetiva. Sería, en este caso, una falacia que una misma pareja
de peritos concluyeran lo mismo y su contrario, es decir, que si peritamos a un presunto agresor
sexual de una menor y descartamos un patrón de personalidad violento, patológico o tendiente
a la parafilia, pudiéramos emitir objetiva y neutralmente un informe de credibilidad de una menor
a ese respecto.
Sea como fuere, en caso de hallarnos en una sala debiendo debatir nuestras conclusiones
con otros compañeros/as, los criterios éticos que imperan son los mismos que en un
contrainforme o una contrapericia. Es decir, debe prevalecer el respeto por el trabajo de un
compañero/a, sin que eso impida notificar las discrepancias éticas, metodológicas, derivadas de
intrusismo o conclusiones que se hayan alcanzado y sobre las que se discrepe.
Los límites que no deben alcanzarse nunca son aquellos relacionados con la descalificación
profesional y/o personal de compañeros/as. A su vez, recomendamos huir de etiquetajes que
estigmaticen a la profesión, que falten el respecto o atiendan a la presunta poca profesionalidad
que, en el ámbito público pudiera darse por su sobrecarga de trabajo, o, en el ámbito privado,
por su presunta imparcialidad al venir de parte. Un informe pericial, o un/a perito, se descalifica
a sí mismo por su mala praxis, su desconocimiento o su dejadez de funciones, no por el espacio
profesional que ocupe.
Esto nos lleva a pensar que, de base, deberíamos garantizar que toda valoración pericial
es completa, que se ha realizado con un número suficiente de entrevistas como para completar
la valoración, que se han usado las mejores estrategias de evaluación posibles, así como que
atiende a toda la información disponible como para garantizar que no sea necesario repetirla, no
siendo nosotros/as los profesionales que generemos un escenario en el que sea necesario repetir
una exploración.
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6. ¿Puedo emitir un informe pericial sobre un/a paciente que ya conozco profesionalmente?
No, en estos casos se deberá rechazar el peritaje, alegando una relación previa con la
persona evaluada, no pudiendo mantener así la imparcialidad que en un momento anterior se le
comunicó al cliente por aquellos momentos. Así, se deberá informar al juzgado sobre este hecho
y, además, ser conocedor de que nuestros informes y anotaciones previas podrán ser solicitados
como prueba documental por el tribunal, las partes o el propio cliente. Recordemos, además, que
si lo conociera personalmente podría ser motivo de recusación por no haber respetado la debida
imparcialidad, y que estos extremos vienen reflejados en los artículos 468 y 335.2 de la LEC.
7. ¿En una valoración pericial forense puedo modificar mis honorarios en función del
resultado?
No. Si bien el personal de la administración pública recibe un salario mensual, la práctica
privada conlleva una facturación por cada uno de los casos que se atiende. De este modo, si bien
se trata de una profesión liberal, la imposición de unos honorarios abusivos podría llegar a ser
considerado constitutivo de mala praxis, así como gestionar esos honorarios en función de que
los resultados vayan asociados al interés de una de las partes o de su representación legal.
Asimismo, en ningún caso el/la perito deberá anteponer sus intereses personales a la objetividad,
corrección e imparcial que requiere el ejercicio forense de su profesión. Los objetivos que motivan
la actuación del y la perito deben ser claros y concisos y, en ninguna circunstancia, desviarse de
su principal función de auxilio judicial.
Desde la Directriz Europea 20/2005 se nos advierte que, si bien deben protegerse los
derechos de los acusados o declarados culpables, todo niño, niña o adolescente tiene derecho a
que su interés superior sea considerado primordial: “esto incluye a la protección y a una
posibilidad de desarrollarse de forma armoniosa”, p.55). En este sentido, la Convención sobre los
Derechos de los Niño de las Naciones Unidas (CDN, 2013) insta, a través de su observación 14, a
la protección del interés superior del menor en primer término tanto a instituciones públicas
como privadas, tribunales, y autoridades administrativas o legislativas. Y, a su vez, la LO 8/2015
en su artículo 2 apunta los criterios de priorización a efectos de interpretación del “interés
superior del menor”, siendo los siguientes: 1. derecho a la vida, supervivencia, desarrollo, y
satisfacción de necesidades; 2. consideración de sus deseos, sentimientos y opiniones en función
de su edad, madurez y desarrollo; 3. la conveniencia de que su vida y desarrollo tenga lugar en un
entorno familiar adecuado y libre de violencia; y 4. preservación de la identidad, cultura, religión,
convicciones, etc. Por lo tanto, debe primar en ese caso la protección del menor a la consideración
ecuánime de las partes, si bien se deberá hacer constar en el informe este extremo y la
fundamentación de la idea. Cabe destacar, que este extremo suele ser más controvertido en el
ámbito privado, en el que los progenitores no tienen obligación de acudir, pero sí deben ser
informados (recomendamos una revisión de las Guías de buenas prácticas existentes en Ámbito
de Familia).
En el caso de personas adultas sobre las que se sospeche una incapacidad para prestar
consentimiento, como por ejemplo la declaración de imputabilidad a alguien con una
incapacitación intelectual, no le será posible emitir consentimiento informado y, por ello, no
podrá ser función del perito intervenir pericialmente hasta que alguien no determine
previamente si esta persona está o no está capacitada. Aquí deberemos diferenciar entre el hecho
de estar realizando el informe en una instancia judicial o de oficio, en el que el requerimiento
judicial ya implica la posibilidad de poder peritar a la persona; al respecto del ámbito privado, en
el que al no poder obtener el consentimiento informado se deberá emitir conclusiones a los
objetos de pericia, eminentemente de carácter documental y valorando la conveniencia (o no) de
que sea explorada la persona por un equipo profesional vinculado a los juzgados.
Por ejemplo, supongamos que una joven con un trastorno esquizoafectivo severo incurre
en varias conductas ilícitas, así como no presenta un buen autogobierno (ausencia de higiene, de
responsabilidades, falta de control en las medicaciones, etc.). Sus familiares solicitan un informe
pericial para poder sustentar una demanda de incapacitación. En el ámbito público, se podría
explorar a la joven; en el ámbito privado, si la joven no comprende el consentimiento informado,
se podría notificar la conveniencia de realizar dicha exploración atendiendo a la documentación
y a la valoración realizada a la familia al respecto de la motivación para solicitar este
procedimiento. Asimismo, se debería incluir la razón por la cual la propia paciente no ha podido
otorgar consentimiento.
9. ¿Es posible hacer un informe pericial de una exploración judicial que es prueba
preconstituida?
Este es uno de los supuestos más controvertidos en el Ámbito Penal, especialmente ante
la pericia propuesta por las partes en casos con víctimas menores tras haberse realizado la
exploración judicial y la valoración psicológica por parte de los equipos técnicos de los juzgados.
En este sentido, un caso característico que refleja adecuadamente esta situación sería la demanda
de emitir un informe pericial sobre la credibilidad de un/a menor en base a la exploración grabada
que consta en el procedimiento. Analicemos la situación en base a dos supuestos:
En todo caso, con independencia del supuesto, en ningún caso la práctica pericial puede
consistir en criticar de forma injustificada, o ajena a la disciplina científica, los métodos y
procedimientos utilizados por otros/as peritos de la causa.
10. ¿Qué marca el límite o la potencia de unas conclusiones forenses en el ámbito penal?
Como comentábamos anteriormente la función principal del/la perito consiste en auxiliar
al órgano judicial. En gran parte, este auxilio se basa en la capacidad de integrar adecuadamente
la información recogida durante la evaluación pericial practicada con la finalidad de responder a
los objetos de pericia que guían nuestra actuación. En este sentido, las conclusiones que podamos
alcanzar respecto a un caso particular estarán condicionadas por los objetos de nuestra pericia,
es decir, por el acceso a la información y personas que hayamos tenido, así como también por la
metodología y métodos de evaluación aplicados y las coordinaciones que haya sido posible
realizar. A su vez, el/la perito debe asumir que su misión ante el órgano judicial no es la de sustituir
su función, sino auxiliar en base a sus conocimientos particulares en la ciencia psicológica y
estando la pericia condicionada por los criterios de competencia, responsabilidad, imparcialidad
y objetividad.
realicen, previo consentimiento, grabaciones o registros (p. ej. audio o video) no comporta que
estos sean considerados como pruebas preconstituidas. La grabación o registro de una parte de
la evaluación corresponde a un criterio metodológico (p. ej. para transcribir posteriormente un
contenido y aplicar una técnica), pero en ningún caso con la finalidad de generar un elemento
probatorio que pueda ser incorporado en el procedimiento judicial.
12. ¿Puedo comunicarme con otros/as peritos o testigos implicados en la causa penal?
Las únicas comunicaciones que puede realizar el/la perito será con aquellas personas que
hayan intervenido previamente con la persona evaluada (p. ej. personal médico o psicológico), y
siempre previo consentimiento, y con la función de aglutinar información relevante para dar
respuesta a los objetos de la pericia. En ningún caso resulta posible el comunicarse con otros
peritos o testigos de la causa, ni durante el desarrollo de la función pericial, ni tras la emisión del
informe forense, ni antes de la ratificación en la vista oral. La comunicación, por ejemplo, con
otros/as peritos de una misma causa es una fuente sustancial de distorsión y revela poco rigor
profesional.
Por otro lado, se debe contemplar un modelo de consentimiento informado para el caso
particular de que interese registrar digitalmente una entrevista (p.ej. en video o audio). Asimismo,
existirá un modelo de consentimiento para cada una de las personas objeto de evaluación, así
como deberemos tener en cuenta que serán los progenitores o tutores legales quien deberán
emitir consentimiento respecto a los hijos/as menores de edad.
No ha sido objetivo de esta Guía determinar cuál es el procedimiento más adecuado para
cada tipología específica delictiva en el Ámbito Penal, sino sentar las bases del procedimiento
específico que pudieran establecerse como paraguas de futuras guías de actuación específicas
que esperamos desarrollar en el futuro.
En resumen, como líneas futuras, las peticiones pueden ser tan diversas como casos
puedan existir, si bien es posible categorizar un conjunto de ámbitos genéricos actuación de la
Psicología Forense:
- Estado mental del acusado/a. El perito es requerido para realizar una exploración integral
o parcial sobre el estado mental del acusado/a en un proceso criminal (Bartol & Bartol,
2008). De este modo, esta exploración puede abarcar aspectos que van desde las
capacidades intelectuales (por ejemplo, discapacidad intelectual), a la presencia de
trastornos mentales (por ejemplo, esquizofrenia) o bien alteraciones clínicas de la
personalidad (por ejemplo, trastorno paranoide de la personalidad). Este abanico de
conocimientos que puede ofrecer el experto posee gran relevancia jurídica, pues permiten
dirimir aspectos procesales fundamentales como son la responsabilidad criminal y/o la
imputabilidad de un acusado al conocerse su estado mental, en especial, en el momento
de la comisión del delito que se le imputa, pero también en cuanto su competencia para
conocer la licitud de los hechos por los que se le acusa. De este modo, el experto debe
poseer profundos conocimientos en procesos de evaluación psicológica y psicopatología,
así como los suficientes conocimientos en Psicología Criminal y Criminología, como para
poder realizar la integración entre el estado mental y el hecho delictivo concreto y poder
valorar las capacidades cognitivas y volitivas del acusado en el momento de la comisión
del delito.
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