2021.02. Tortura
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Tabla de contenido
1. REQUISITOS TÍPICOS ..........................................................................................................................5
A. CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL, SALA V. “DERECHO”.
CAUSA Nº 36466/1996/CA12. 10/9/2019. ..........................................................................................5
B. TRIBUNAL ORAL FEDERAL DE NEUQUÉN. “VERGARA”. CAUSA Nº 31000047/2008. 20/3/2019. .......5
C. TRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL FEDERAL DE LA PLATA Nº 1. “CRO”. CAUSA Nº 600000615/2007.
16/8/2018. .........................................................................................................................................5
1.1. TIPO OBJETIVO ...........................................................................................................................6
1.1.1. EL CONCEPTO DE TORTURA......................................................................................................6
A. CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL, SALA V. “DERECHO”.
CAUSA Nº 36466/1996/CA12. 10/9/2019. ..........................................................................................6
B. CÁMARA FEDERAL DE APELACIONES LA PLATA, SALA II. “RAMOS Y OTROS”. CAUSA Nº 31260/2014.
13/3/2019. .........................................................................................................................................6
C. TRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL FEDERAL DE LA RIOJA. “MENÉNDEZ”. CAUSA N°
710018028/2000. 28/6/2016. ............................................................................................................7
D. TRIBUNAL DE CASACIÓN DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, SALA I. “RDE”. CAUSA N° 75213.
2/6/2016............................................................................................................................................7
D. TRIBUNAL DE JUICIO DE TRELEW, PROVINCIA DE CHUBUT. “MUÑOZ Y OTROS”. CAUSA N° 3862.
3/5/2016............................................................................................................................................8
E. CÁMARA FEDERAL DE APELACIONES DE MENDOZA, SALA B. “MENÉNDEZ”. CAUSA N° 86569.
23/11/2011. .......................................................................................................................................8
1.1.2. EL SUFRIMIENTO OCASIONADO A LA VÍCTIMA .........................................................................8
A. CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL, SALA V. “DERECHO”.
CAUSA Nº 36466/1996/CA12. 10/9/2019. ..........................................................................................8
B. CÁMARA FEDERAL DE CASACIÓN PENAL, SALA IV. “CONSTANTÍN”. REGISTRO N° 1189/19. CAUSA Nº
60000615/2007. 10/6/2019. ..............................................................................................................9
C. TRIBUNAL ORAL FEDERAL DE NEUQUÉN. “VERGARA”. CAUSA Nº 31000047/2008. 20/3/2019.........9
D. TRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL FEDERAL DE LA PLATA Nº 1. “CRO”. CAUSA Nº 600000615/2007.
16/8/2018. ....................................................................................................................................... 10
E. TRIBUNAL DE JUICIO DE TRELEW, PROVINCIA DE CHUBUT. “MUÑOZ Y OTROS”. CAUSA N° 3862.
3/5/2016.......................................................................................................................................... 10
F. TRIBUNAL ORAL FEDERAL DE SALTA. “FRONDA”. CAUSA N° 3135/09. 31/3/2014. .......................... 11
1.2. TIPO SUBJETIVO ........................................................................................................................ 12
A. TRIBUNAL ORAL FEDERAL DE NEUQUÉN. “VERGARA”. CAUSA Nº 31000047/2008. 20/3/2019. ..... 12
B. TRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL FEDERAL DE LA RIOJA. “MENÉNDEZ”. CAUSA N°
710018028/2000. 28/6/2016. .......................................................................................................... 12
C. TRIBUNAL DE JUICIO DE TRELEW, PROVINCIA DE CHUBUT. “MUÑOZ Y OTROS”. CAUSA N° 3862.
3/5/2016.......................................................................................................................................... 12
D. TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DE CÓRDOBA, SALA PENAL. “GUARDIA Y OTRO”. CAUSA N°
2121133. 6/5/2015. ......................................................................................................................... 12
E. TRIBUNAL ORAL FEDERAL DE SALTA. “FRONDA”. CAUSA N° 3135/09. 31/3/2014........................... 13
2. SUJETO ACTIVO ................................................................................................................................ 14
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Tortura
Jurisprudencia nacional
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Referencia Jurídica e Investigación
Secretaría General de Capacitación y Jurisprudencia
Ministerio Público de la Defensa
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Tortura
Jurisprudencia nacional
1. REQUISITOS TÍPICOS
A. CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL, SALA V.
“DERECHO”. CAUSA Nº 36466/1996/CA12. 10/9/2019.
“El hecho atribuido a [los imputados] resulta constitutivo del delito de imposición de tortura
(art. 144 tercero, apartados 1º y 3º, del Código Penal), puesto que en su calidad de funcionarios
públicos, inflingieron dolosamente a [la víctima] padecimientos físicos y psíquicos que le
provocaron lesiones graves en el órgano de la audición”.
“Al analizar el caso de autos se verifica la presencia de los tres elementos que caracterizan al
tipo de la tortura: un acto intencional, que cause severos sufrimientos físicos o mentales al
sujeto pasivo y que se cometa con determinado fin o propósito. En cuanto a la intensidad de los
padecimientos, ha quedado evidenciada por el tipo de lesiones –de carácter grave– infligidas y
las secuelas de las que han dado cuenta los sucesivos informes médicos descriptos. Además, da
cuenta de la gravedad e intensidad de los tratos aplicados al afectado el hecho de que mientras
era agredido, un efectivo no identificado, por indicación de Derecho, le apoyó un arma en su
sien derecha, al mismo tiempo fue atacado con golpes de puño en el estómago…”.
“[P]or ‘tortura’ se entiende imponer o accionar (aplicar, infligir, ocasionar, producir etc.) sobre
el cuerpo un intenso dolor físico o sufrimiento psíquico suficientemente graves en la víctima.
[T]iene las siguientes notas que la caracterizan: 1) Se trata de un acto intencional doloso; 2) la
víctima puede ser cualquier persona, esté o no privada de su libertad personal; 3) debe consistir
en causaciones de dolores o sufrimientos graves, físicos o psíquicos, de grandes padecimientos
para la víctima; 4) la finalidad de su aplicación debe ser la de obtener una confesión o una
información, castigar a la persona por actos realizados o que se sospeche que los cometió,
intimidarla o coaccionarla para compeler u obligar a la víctima a que haga o deje de hacer
alguna cosa, o por cualquier otra razón basada en algún tipo de discriminación; y 5) autor de la
tortura puede ser un funcionario público o particular…”.
“[D]eterminado el bien jurídico protegido –la dignidad humana–, con relación a las
características específicas del tipo, podemos destacar que: 1) el sujeto pasivo puede ser
cualquier persona privada de su libertad, legítima o ilegítimamente; 2) los sujetos activos
pueden ser tanto los funcionarios públicos como los particulares que ejecuten los hechos; 3) la
escala penal equipara al torturador al homicida, imponiéndole la misma pena; 4) la figura prevé
dos formas de agravación: cuando produzca lesiones gravísimas o provoque la muerte de la
víctima y; 5) como tortura ha de entenderse no solamente los tormentos físicos, sino también la
imposición de sufrimientos psíquicos, cuando tengan gravedad suficiente”.
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Ministerio Público de la Defensa
“El término ‘tortura’ ha sido definido por la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes, incorporada a nuestra Constitución Nacional en el artículo
75, inc. 22, como todo acto por el cual se inflija intencionalmente a una persona dolores o
sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que
ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada
en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un
funcionario público u otra persona en el ejercicio de sus funciones públicas, a instigación suya, o
con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos
que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas o que sean inherentes o incidentales
a éstas´ (art. 1°)…”.
“Los hechos imputados en autos constituyen graves violaciones a derechos humanos por parte
de las fuerzas de seguridad. […] El art. 75 inciso 22 de la Constitución Nacional ha receptado,
con jerarquía constitucional, los instrumentos internacionales que allí se mencionan, entre ellos
cabe citar la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanas o
degradantes que define en el art. 1 el término ´tortura´ como ´todo acto por el cual se inflija
intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales,
con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un
acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa
persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando
dichos dolores o sufrimientos sean infringidos por un funcionario público u otra persona en el
ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No
se considerarán torturas los dolores o sufrimiento que sean consecuencia únicamente de
sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a estas´.
La Convención Americana de Derechos Humanos, establece ´Toda persona tiene derecho a que
se respete su integridad física, psíquica y moral´ (conforme art. 5.1.) y en su art. 5.2 precisa que
´Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Toda persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al
ser humano´.
En consonancia con ello, el art. 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos dispone
que ‘toda persona privada de la libertad será tratada humanamente y con el respeto debido a la
dignidad inherente al ser humano´.
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Tortura
Jurisprudencia nacional
“Ingresando al análisis del concepto tormento, [...] ´...la tortura es toda inflicción de dolores con
el fin de obtener determinadas declaraciones; cuando esa finalidad existe, como simple
elemento subjetivo del hecho, muchas acciones que ordinariamente podrían ser más que
vejaciones se transforman en torturas´ […].
Por su parte la Convención contra la tortura y otros tratos y penas crueles, inhumanos o
degradantes, incorporada al art. 75 de la Constitución Nacional en 1994, la define en su art. 1:
´A los efectos de la presente Convención, se entenderá por el término ‘tortura’ todo acto por el
cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o
mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla
por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a
esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando
dichos dolores o sufrimientos sean infringidos por un funcionario público u otra persona en el
ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se
considerarán torturas los dolores o sufrimiento que sean consecuencia únicamente de sanciones
legítimas, o que sean inherentes o incidentales a estas´. Esta definición vino a ratificar lo que el
Derecho Internacional Humanitario, como el ius cogens y convencional, había caracterizado
como torturas”.
“En el caso ‘Bueno Alves vs. Argentina’ –sent. 11/05/2007–, donde el nombrado recibió golpes
en los oídos y en la zona abdominal, así como insultos e intimidación con un arma de fuego por
parte de personal policial en una sede de esa fuerza, con lo que se le perforó la membrana
timpánica (párrs. 71, 72, 74 y 84), tales actos fueron considerados torturas por el Estado
argentino (párrs. 69, 74 y 75). Ello no debe soslayarse porque sienta un criterio a seguir por los
órganos del Estado, máxime cuando importaría su sanción a nivel internacional ante el
desconocimiento de su doctrina jurisprudencial.
En tal precedente, la Corte Interamericana, consideró que la tortura es un acto intencional, que
causa severos sufrimientos físicos o mentales, y que se comete con determinado fin o propósito
(parr. 79), incluyéndose en ellos –como sucede en autos– a aquellas ´modalidades de castigos
adicionales a la privación de la libertad en sí misma’ (C.I.D.H. caso ‘Maritza Urrutia vs.
Guatemala’, sent. 27/11/2003, párr. 93).
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“El tipo penal básico se encuentra en el art. 144 tercero inc. 1. El concepto de tortura surge del
art. 1 de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas crueles, Inhumanos o
Degradantes. En cuanto a los motivos que pueden guiar al sujeto activo a la imposición del acto
de tortura, la Convención fija un criterio no taxativo, abarcando 'Ia totalidad de los posibles
móviles o designios del agente. En sintonía con ello, el art. 144 tercero inc. 3 considera a la
tortura como la imposición de graves sufrimientos físicos o psíquicos, sin requerir exigencias
subjetivas especiales distintas del dolo. En definitiva, existe consenso doctrinario y
jurisprudencial en cuanto a que la imposición del acto de tortura no exige necesariamente de
un fin ulterior, sino que basta para su configuración la sola realización intencional del acto
material por el cual se le provoca al sujeto pasivo, un grave sufrimiento físico o psíquico…”.
“En el delito que nos ocupa la acción consiste en imponer a la víctima cualquier clase de tortura;
es decir, aplicarle procedimientos causantes de intenso dolor físico o moral. La intensidad del
sufrimiento de la víctima es una de las características de la tortura, que la distingue
objetivamente de las que pueden ser simples severidades o vejaciones.
Asimismo, [...] por Tortura se entiende tanto los tormentos físicos, cuanto ´la imposición de
sufrimientos psíquicos, cuando éstos tengan gravedad suficiente´, siendo precisamente esta
gravedad la que separa la tortura física de la vejación. Por lo tanto, es indiferente la finalidad
perseguida con la tortura, o su motivación; puede ser el medio de un apremio ilegal, o agotarse
como finalidad en sí misma cualquiera sea su motivación…”.
“Lo que distingue objetivamente a la tortura de las severidades, vejaciones o apremios ilegales
(art. 144, bis, apartados 2° y 3° del CP) radica en el grado o intensidad del sufrimiento infligido a
la víctima […]. Así, el apremio ilegal implica un dolor o sufrimiento de menor intensidad al que
hace referencia el art. 16, inc. 1° de la ´Convención contra la tortura y otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes´ […], cuando se refiere a ´actos que constituyan tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes y que no lleguen a ser tortura tal como se define en el
artículo 1´…”.
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Tortura
Jurisprudencia nacional
“Vejar significa molestar, perseguir, maltratar o hacer padecer a una persona, las vejaciones
pueden consistir en actos humillantes que puedan perjudicar psíquicamente a la víctima. [S]on
los tratamientos mortificantes para la personalidad por indecorosos, agraviantes o humillantes.
Tanto pueden ser actos materiales, como empujones o realización de tareas humillantes e
indecorosos, como palabras, exigencias indebidas […]. Por apremios se entienden los rigores
que son usados para obligar a confesar a declarar algo o para influir en las determinaciones de
la víctima; se dirige específicamente a obtener una confesión o declaración.
Las severidades, por su parte, se definen como mortificaciones, tratos rigurosos y ásperos que
pueden consistir en atentados contra la integridad personal o particulares modos de colocación
o mantenimiento de presos con ilegítimas e irrazonables restricciones […]. Lo que distingue
objetivamente a la tortura de las severidades es la intensidad del sufrimiento de la víctima, de
modo que es indiferente la finalidad perseguida por la tortura, o su motivación; puede ser el
medio de un apremio ilegal o agotarse como finalidad en si misma cualquiera sea su motivación
[…]. La diferencia estaría dada por el grado o intensidad, siendo la tortura un padecimiento de
mayor grado que las vejaciones”.
“Una de las características de la tortura está dada por la experimentación de técnicas cada vez
más sofisticadas, ello se debe principalmente a tres razones: la necesidad de su ocultación, las
propias finalidades perseguidas y el avance de la ciencia en el conocimiento humano. Así se
busca la despersonalización de la víctima, su reducción a la nada ante los ojos del torturador
para conseguir que de ese modo se acepte los objetivos que se le proponen, el suplicio del
cuerpo se sustituye en estos casos por el suplicio del espíritu y para ello se muestran
sumamente eficaces los métodos dirigidos directamente a la ruptura del equilibrio emocional
del individuo, mediante la tortura psicológica se consigue el doble efecto pretendido, el
sufrimiento de la víctima y su ocultación”.
“En este caso todos [los autores] revisten la calidad de funcionario público, actuaron como tal y
tuvieron un poder de hecho sobre la víctima […]. [L]as conductas descriptas y probadas, son de
propia mano, y se caracterizan por la intensidad del sufrimiento de la víctima, que la distingue
objetivamente de las severidades o vejaciones, y es indiferente la finalidad perseguida por la
tortura o su motivación, puede ser el medio de un apremio ilegal o agotarse como finalidad en
sí misma. [L]a acción típica consiste en imponer a la víctima cualquier clase de tortura, es decir,
la aplicación de cualquier procedimiento que cause en la víctima mayor dolor físico, moral o
psíquico cuando tengan la gravedad suficiente”.
“[L]a intensidad del sufrimiento de la víctima […] es una de las características de la tortura, que
la distingue objetivamente de las que puedan ser simples severidades o vejaciones y los
apremios ilegales, pues en ese sentido resulta indiferente la finalidad perseguida por la tortura,
o su motivación. [E]l legislador vino a establecer un criterio diferenciador a partir de la
intensidad del padecimiento (art. 144 tercero, inc. 3° Cód. Penal). El mal trato material o moral
constituye tortura cuando es infringido el tormento con un plus –aplicación de todo
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procedimiento que cause a la víctima mayor dolor físico, moral o psíquico–, además del
denigrante tratamiento del detenido. Y al establecer el artículo 144 tercero, el tipo penal en
‘cualquier clase de tortura’, no resulta necesaria la consideración del propósito o fin que
persiguió el sujeto activo, cualquiera haya sido su finalidad, lo que la norma castiga es el hecho
en sí mismo, y la crueldad de quien es capaz de aplicarla. [L]a calificación requiere la
constatación de una estricta relación de causalidad entre la tortura y la muerte o las lesiones
gravísimas”.
“[L]a acción del delito es imponer al sujeto pasivo cualquier clase de tortura, es decir, aplicarle
procedimientos causantes de intenso dolor físico, moral o psíquico, siendo la intensidad del
padecimiento de la víctima una de las características de la tortura y resultando indiferente la
finalidad perseguida con ella, es decir, puede agotarse como finalidad en sí misma, cualquiera
sea su motivación, a diferencia de lo que sucede con los apremios ilegales, es decir, la tortura se
caracteriza por la gravedad de sus efectos mientras que los apremios ilegales por la finalidad del
autor”.
“[S]i bien la norma exige un padecimiento grave, la falta de secuelas físicas en el sujeto pasivo
no es un parámetro para excluir la figura, puesto que la forma elegida por el torturador puede
no dejar huellas en el organismo que permitan o faciliten acreditar su acción”.
“Las previsiones legales sobre severidades, vejaciones y apremios ilegales que efectúa el art.
144 bis del C. Penal quedan reservadas para los casos en que tales acciones no excedan el
marco de la opresión o coerción innecesarias, ilegales, pero no seriamente vulnerantes de la
integridad psicofísica, ni se practiquen con el dolo de atormentar o hacer sufrir […]. Se explica
así, que la diferencia entre las severidades, apremios o vejaciones y la tortura se halla en la
mayor gravedad de esta última, si el dolor que deliberadamente se causa es intenso, el
maltrato, el apremio o la vejación configurará una tortura…”.
“La Comisión Interamericana de D.H. en el caso ´Luis Lizardo Cabrera´ [...], sostuvo que a los
efectos de trazar la línea divisoria entre tortura y trato inhumano ´la calificación debe hacerse
caso a caso, tomando en cuenta las peculiaridades del mismo, la duración del sufrimiento, los
efectos físicos y mentales sobre cada víctima específica y las circunstancias personales de la
víctima´ (párrafo 83).
De este modo, no hay dudas de que el primer elemento constitutivo de la tortura viene dado
por la imposición de un sufrimiento grave, por lo que la gravedad del padecimiento es una
variable relevante a tener en cuenta para que se configure el hecho ilícito. No obstante, la
calidad del sufrimiento no es el único elemento a considerar; también se debe apreciar el
contexto en el que los padecimientos fueron infligidos, las características personales de la
víctima y las secuelas que tales actos hayan dejado en el sujeto pasivo…” (juez Monti).
“[L]a acción tipica del delito de tortura comprende aplicarle a la víctima ´procedimientos
causantes de intenso dolor fisico o moral´, debiéndose tenerse presente que la intensidad del
sufrimiento es una de las características de la tortura, que la distingue objetivamente de las que
pueden ser, por ejemplo, vejaciones [hay nota]”.
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Tortura
Jurisprudencia nacional
“En ese sentido, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha expresado que al apreciar la
severidad del sufrimiento padecido se deben tomar en cuenta las circunstancias específicas de
cada caso, teniendo en cuenta factores endógenos y exógenos.
Los factores endógenos se refieren a las características del trato, tales como la duración, el
método utilizado o el modo en que fueron infligidos los padecimientos, así como los efectos
físicos y mentales que éstos tienden a causar; mientras que los exógenos se remiten a las
condiciones de la persona que padece dichos sufrimientos, entre ellos la edad, el sexo, el
estado de salud, así como toda otra circunstancia personal [hay nota]”.
“Es que si pensamos la tortura exclusivamente para casos que tendrían semejanza con hechos
sucedidos en una etapa oscura de nuestro país, dejaríamos lisa y llanamente, inaplicable el tipo
penal previsto en el artículo 144 ter inciso 10 del Código Penal.
“En cuanto a qué conductas abarca este último concepto, la doctrina se inclina por considerar
los graves sufrimientos, tanto físicos como psíquicos. Para ello, se parte del significado literal del
término, pues el Diccionario de la Real Academia Española, indica como segunda acepción de
esta palabra el ´grave dolor físico o psicológico infligido a una persona, con métodos y utensilios
diversos, con el fin de obtener de ella una confesión, o como medio de castigo´ [...]. Esta
interpretación es armónica con la proveniente del contexto internacional, reafirmada por el inc.
3 del art. citado: ´por tortura se entenderá no solamente los tormentos físicos, sino también la
imposición de sufrimientos psíquicos, cuando éstos tengan gravedad suficiente´. De esta forma,
no cualquier imposición de sufrimientos encajará en el tipo de torturas, sino sólo que aquel
revista cierta gravedad…” (jueza Servent).
“En los términos del artículo citado ´tormento o tortura´ se distingue de los términos del art.
142 bis, en relación a la intensidad y la presencia de dolor físico o dolor moral, circunstancias
diferentes de la humillación o del mero maltrato que caracterizan las severidades y vejaciones.
[E]ste Tribunal entiende que las torturas padecidas por las víctimas de esta causa se verificaron
desde el momento mismo de la detención, oportunidad en la que –según se acreditó– fueron
sometidas no sólo a torturas físicas, sino también psicológicas, las cuales se prolongaron a lo
largo de toda la detención”.
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“Analizando el aspecto subjetivo del tipo, este requiere la decisión y voluntad de someter al
detenido a padecimientos. Por ello, corresponde su atribución a título de dolo, debido al
conocimiento por parte de los imputados de que las víctimas se encontraban privadas de su
libertad y sometidas a tormentos físicos y psíquicos”.
“[S]e ha discutido si resulta necesaria una ultrafinalidad del autor como exigencia subjetiva, a
tenor de una posible interpretación en tal sentido del artículo 1° de la Convención contra la
Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes. […] Es así, que el artículo 144
ter inciso 3° del Código Penal establece que ´Por tortura se entenderá no solamente los
tormentos fisicos, sino también la imposición de sufrimientos psiquicos, cuando éstos tengan
gravedad suficiente´, no exigiendo una finalidad específica en el autor. […] En el mismo sentido,
el ´Estatuto de Roma´ [...] entiende por tortura ´...causar intencionalmente dolor o sufrimientos
graves, ya sean flsicos o mentales, a una persona que el acusado tenga a su custodia o control...´
[hay nota]” (juez Nieto).
“En cuanto al tipo subjetivo, la aplicación de los actos en los que se funda la tortura debe ser
intencional, es decir, es una figura que requiere dolo, y para verificar ese extremo es primordial
atender a las circunstancias en las que la tortura tuvo lugar. En el caso, el dolo de Muñoz se
acreditó por cuanto conocía perfectamente los hechos que se perpetraban en perjuicio de la
víctima y dirigió su conducta en tal sentido; basta el conocimiento y la voluntad del agente de la
producción del padecimiento físico grave en la víctima [...], no exigiendo la norma
ultramotivaciones en el autor” (jueza Servent).
“[T]ampoco se observa que el art. 144 tercero del Código Penal se encuentre en tensión alguna
con la Convención contra la tortura de 1984. Es que, a diferencia de lo que postula el voto
mayoritario de la sentencia Cámara, y como bien aprecia –en cambio– el fallo impugnado, la
norma del código de fondo comprende, aunque de manera más amplia en sus alcances (al no
requerir una ultrafinalidad o finalidad específica), la definición de tortura que brinda el citado
art. 1.1. de la Convención, lo que no ha sido impedido sino expresamente autorizado en el art.
1.2. del mismo instrumento convencional. Pues esta última norma dispone: ‘el presente artículo
(1.1.) se entenderá sin perjuicio de cualquier otro instrumento internacional o legislación
nacional que contenga o pueda contener disposiciones de mayor alcance’”.
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Tortura
Jurisprudencia nacional
“Soslaya también la Cámara y el recurrente, no así la sentencia casatoria recurrida, que el art.
1.2. de la Convención no sólo autoriza la ampliación de su definición de tortura en el derecho
interno, sino que además señala que una mayor amplitud puede provenir de otros
instrumentos internacionales vigentes”.
“[E]l art. 144 tercero del Código Penal, al no exigir una ultrafinalidad o finalidad especial,
contiene una definición de tortura que resulta más amplia que la definición del apartado 1.1. de
la Convención contra la tortura y de 1984, lo que resulta autorizado conforme lo dispuesto por
el apartado 1.2 de ese mismo instrumento, y –además– es coherente con lo dispuesto al
respecto por otros tratados internacionales suscriptos y adoptados por el Estado Argentino,
como la Convención Interamericana para Prevenir y sancionar la Tortura, […] incorporada al
derecho interno por el artículo 2 de la ley 23.652 […], el Estatuto de Roma y el Estatuto de la
Corte Penal Internacional, incorporados a nuestro Derecho interno mediante la ley 26.200 del
año 2007 (art. 7 inc. 2 ´e´). Tales instrumentos internacionales no sólo autorizan una mayor
amplitud en el derecho interno, como lo hace la Convención del 1984, sino que incluso
coinciden con el mayor alcance que surge del Código Penal Nacional, al no exigir tampoco una
ultrafinalidad o finalidad especial de parte del autor de la tortura.
“Analizando el aspecto subjetivo del tipo, este requiere la decisión y voluntad de someter al
detenido a padecimientos. Por ello, corresponde su atribución a título de dolo, debido al
conocimiento por parte de los imputados de que la víctima se encontraba privada de su libertad
y sometida a padecimientos físicos y psíquicos, lo que se comprobó por el hecho de que el
objetivo mismo de la existencia detenciones ilegales era el quebrantamiento de los detenidos
mediante la aplicación de tormentos con el fin de la rápida obtención de información. Puede
afirmarse que se trató de una práctica sistemática y generalizada en los distintos lugares de
detención”.
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2. SUJETO ACTIVO
A. TRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL FEDERAL DE LA PLATA Nº 1. “CRO”. CAUSA Nº
600000615/2007. 16/8/2018.
“Los sujetos activos, en primer término son los funcionarios públicos y la ley no distingue ni
exige que se trate de un funcionario que guarde personas privadas de la libertad, es decir,
cualquiera que revista esa calidad, sin importar a la repartición que pertenezca, siempre que le
esté asignada competencia para privar de libertad; basta que tenga un poder de hecho sobre la
víctima…”.
“Sujeto activo debe ser un funcionario público, lo que implica que este sujeto tiene una posición
de superioridad sobre la víctima, que lleva a que exista en la tortura alevosía; no es necesario
que se trate de un funcionario que guarde a la persona privada de su libertad, basta con que
tenga un poder de hecho sobre la víctima [...]. Es evidente la condición de funcionarios públicos
que detentaban los imputados en la época de los hechos aquí analizados”.
3. SUJETO PASIVO
A. TRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL FEDERAL DE LA PLATA Nº 1. “CRO”. CAUSA Nº
600000615/2007. 16/8/2018.
“Con relación al sujeto pasivo, una exigencia normativa muy importante es que para que se
constituya el delito de tortura, la imposición dolosa de un grave sufrimiento físico o psíquico
debe verificarse en el marco de una privación de la libertad, legal o ilegal, es decir, la ley
contempla tanto el caso de la persona que ha sido correctamente detenida y sometida a la
autoridad competente como el de aquella que ha sido privada de la libertad indebidamente”.
“[L]as víctimas cuyos hechos se les reprochó se encontraban privadas legalmente de la libertad
en el establecimiento carcelario y sacadas de su lugar de alojamiento asignado común con otros
internos para ser trasladadas a un ámbito dentro del mismo pabellón en el cual se encontraron
aislados del resto de la población carcelaria, donde fueron sometidos a torturas por el personal
de requisa actuante”.
“En autos se verificó la aplicación de apremios ilegales [...]. Los tormentos resultan formas
agravadas de las severidades, vejaciones y apremios ilegales, entendiéndose el término ´preso´
ampliamente, en el sentido del ´mero detenido, demorado o procesado´”.
“Los hechos denunciados por las víctimas encuadran en el delito de tortura tipificado por el art.
144 ter (ley 14.616) el cual reprime con ´reclusión o prisión de tres a diez años e inhabilitación
absoluta y perpetua´ al ´funcionario público que impusiere, a los presos que guarde, cualquier
especie de tormento´; elevando el máximo de pena a quince años, y determinando aquélla en la
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Tortura
Jurisprudencia nacional
de prisión o reclusión de diez a veinticinco años ´si resultare la muerte de la persona torturada´
[...]. Este Tribunal entiende que en autos se dan los presupuestos exigidos para poder aplicar la
figura, ya que la víctima tiene que ser una persona privada de su libertad, legítima o
ilegítimamente, siendo importante destacar que no cualquier privación de libertad convierte a
la persona en víctima del delito, sino la que tiene su origen en una relación funcional, sea por
haber procedido de la orden de un funcionario público o por haber sido ejecutada por
funcionarios públicos”.
“[N]os encontramos frente a un hecho grave y doloroso, como lo es la muerte de una persona.
Muerte que, además, ocurre en condiciones especiales, ya que, todas las situaciones previas a
dicho desenlace, tuvieron su comienzo y desarrollo puertas adentro de una unidad de
alojamiento de detenidos, con las características propias que esa situación conlleva […]. Esas
características propias […] no son otras que el haber ocurrido intramuros y ajeno a la vista de
cualquier persona, debido a un lógico acceso vedado, salvo autorizaciones expresas.
Se trata, entonces, de lo que se denomina muerte en custodia, que se puede definir como
aquella muerte ‘…que ocurre en los sujetos que se hallan bajo el cuidado, tutela y/o protección
de una institución, comprendiendo las destinadas a […] los sujetos privados de su libertad
detenidos, procesados o condenados…’ cuya trascendencia está dada en que ‘…la condición de
custodia de una persona implica, para quien la asume, el deber de cuidado y vigilancia
concerniente a la indemnidad del sujeto. Es decir, existe la obligación por parte de las
instituciones de responder y velar por las personas internadas en ellas’…”.
“[E]n este tipo de establecimiento, donde se convive sin comunicación, al menos asidua, al
mundo exterior […] existen prácticas generalizadas que, legales o ilegales, justas o injustas, en
exceso o en defecto, terminan naturalizándose y tolerándose, por tratarse justamente, de algo
impuesto por no se sabe quién, pero que todos respetan y cumplen”.
“[C]uando algún detenido destruye el pacto tácito e impuesto de no denunciar, debe atenerse a
padecer las consecuencias que su desobediencia conlleva. Y hablo de pacto tácito (aun cuando
impuesto), porque esa cotidianeidad en el maltrato, sumada a la naturalización que ambos –
víctima y victimario– hacen de esa convivencia, permiten establecer que, aun cuando el preso
preferiría no ser maltratado, termina aceptando dichas ‘reglas del juego’ que le son impuestas,
asumiéndolas por entender –quizás– que ello es parte del castigo por el delito que cometió en
la vida libre y que motivó su encierro”.
“’La requisa’ tuvo una efectiva y activa participación, tanto en la celda del interno, durante su
traslado a la enfermería y en el interior de ésta, mientras se esperaba [su] atención [...]. [D]icha
participación, no fue otra que una seguidilla de golpes y malos tratos que no constituyeron otra
cosa más que la aplicación de torturas que desencadenaron la muerte de P”.
“[L]a singular coyuntura materializada en el sub examine presenta serios puntos de encuentro
con las […] apreciaciones efectuadas por el Comité contra la tortura, tales como: a)
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“[E]l Estado es garante de la vida y la seguridad de las personas que se hallan sometidas a
prisión cautelar o en virtud de una condena firme, ya que su grado de vulnerabilidad […] y
situación le impide mejores y más expeditas formas de preservar sus derechos [y que el] Poder
Judicial, como uno de los tres poderes del Estado, no puede omitir su deber de impedir
cualquier acto de tortura o tratos crueles o inhumanos (art. 2.1 Conv. contra la Tortura...), de
investigarlo (arts. 6.2 y 12), detener a sus ejecutores (art. 6.1), y, si procediera, condenarlos (art.
4)”.
“[L]as lesiones a las que fue sometido [...] son fruto de actos de tortura en el contexto de la
ejecución de la sanción penal que oportunamente le fuera impuesta”.
“Importa destacar aquí que ha sido el propio Estado el que ha trastocado todo el sentido de
´progresividad´ en la ejecución de la pena y con ello –a partir de infraccionar sus deberes de
protección– desvirtuando así, al menos en este caso concreto, el programa de integración
social”.
16
Tortura
Jurisprudencia nacional
“Si bien la conclusión a la que arriban los fiscales es la de la calificación del hecho investigado
como torturas, lo cierto es que han delineado con claridad las particularidades del delito de
abuso sexual, abonando la hipótesis de que el delito de tortura no contiene o abarca
completamente el desvalor de las conductas desplegadas [...]. La solución propuesta por el
Ministerio Público Fiscal y por la parte querellante, si bien describen contextualmente el hecho
de manera pormenorizada y efectúan al respecto consideraciones sobre el ataque sexual, no
logran traducir esos fundamentos en una significación jurídica que dé cuenta de ello.
Por tal motivo, se impone la recalificación de los hechos como un concurso ideal entre el delito
de torturas y el de abuso sexual agravado por ser cometido por dos o más personas y por
personal perteneciente a las fuerzas policiales o de seguridad, en ocasión de sus funciones”.
“[Q]uedó acreditado que una de las formas de doblegar al enemigo que utilizó el terrorismo de
Estado fue la violencia sexual, entendida ésta como todo acto con connotación sexual que se
hace sobre el cuerpo de una persona en circunstancias coactivas […]. Esta forma de ejercer el
terror tuvo múltiples manifestaciones que abarcaban, la desnudez forzada, la exhibición de esa
desnudez, tocamientos, requisas invasivas, obligar a las personas cautivas a hacer sus
necesidades o bañarse delante de guardias, aborto forzado, embarazos forzados, violación a
solas o en grupo, mutilaciones, esclavitud sexual, como también las amenazas de cometer esos
actos. Son contundentes los testimonios en esta causa que dan cuenta de esta forma de
proceder que era constante. Las víctimas al ser trasladadas a los centros de detención eran
desnudadas y sometidas a la picana eléctrica, recibían insultos de naturaleza sexual y todo tipo
de burlas, eran abusadas y violadas sexualmente […].
En estos lugares de detención, como lo fue en la Policía Federal y en el IRS, para las mujeres, la
posibilidad de sufrir una violación sexual u otro delito sexual, era una amenaza constante. La
esclavitud sexual fue otra de las manifestaciones de poder sobre el cuerpo de las mujeres y, en
lo que a la presente causa refiere, la violación sexual que tuvo por víctima a D.J.Q. en la Policía
Federal, constituye un elocuente caso de esa conducta. En el caso de esta víctima, cabe
destacar el testimonio de su entonces marido y también víctima en la presente causa […].
[H]a quedado evidenciado que otras mujeres e incluso hombres, fueron víctimas de abusos
sexuales tanto en la Policía Federal como en el IRS, cometidas como una práctica y un método
más de sujeción, dentro del plan sistemático instaurado por el terrorismo de Estado. Se trata
por lo general de un accionar delictivo dirigido especialmente a las mujeres como una forma de
castigo específico y diferenciado, como una forma de violencia política sexualizada, producto de
efectos variados y ejecutada también con múltiples sentidos, aunque en este caso se produjo
también en contra de personas del género masculino…”.
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“Una de las razones por las que no se visibilizaron los delitos sexuales en algunas sentencias en
Argentina, como delito autónomo y de lesa humanidad, fue porque se consideró que las
violaciones sexuales eran hechos aislados que no formaban parte del plan sistemático de la
dictadura, por lo tanto ya se encontrarían prescriptos. Sin embargo, si se observa, tanto de los
testimonios recabados en la causa 13/84 como en numerosas causas en nuestro país, surge que
las violaciones sexuales y la violencia sexual, sobre todo contra mujeres, que se perpetraban en
los Centros Clandestinos de Detención, formaban parte del plan sistemático, no constituían
hechos aislados, se ejercían sobre una pluralidad de personas y se practicaban continuamente
como parte del plan de la dictadura militar”.
“En el transcurso del debate quedó acreditado que [...] BERNAUS, es autor mediato del delito
de violación sexual agravada y aborto doloso sin el consentimiento de la víctima [...]. La víctima
se encontraba en situación de vulnerabilidad en la Policía Federal, completamente a merced de
sus captores, con lo cual es una obviedad afirmar que no prestó consentimiento. Asimismo, [...]
MENENDEZ, conforme quedó acreditado en el debate, es autor mediato del delito de tentativa
de violación calificada por el concurso de dos o más personas (art. 119, 122 in fine y 42 del C.
Penal, según Ley 11.179) [...].
[...] GRANILLO, fue, conforme se acreditó en el debate, autor material del delito de violación
calificada –por el concurso de dos o más personas– en el grado de tentativa, en perjuicio de
A.R.I. (art. 119, 122 in fine y 42 del C. Penal, según Ley 11.179)”.
“Así, [...] MENENDEZ es autor mediato del delito de abuso deshonesto calificado en perjuicio de
G.M.B. Es de aplicación en este caso el art. 127 del C. Penal según ley 21.338 por ser la norma
vigente al momento de los hechos –marzo del 77– y el agravante contenido en el art. 122, por
ser el autor la persona encargada de la guarda de la víctima y por el concurso de dos o más
personas en el hecho.
[...] BERNAUS es autor mediato del delito de abuso deshonesto doblemente calificado en
perjuicio de L.A.M. el agravante se configura en este caso por haber sido cometido el hecho por
la persona encargada de la guarda de la víctima en su calidad de garante de su integridad física
y psíquica y por haber concurrido dos o más personas. Es de aplicación en este caso el art. 127
del C. Penal según ley 11.179 por la fecha de los hechos –abril del 75–.
[...] GOENAGA y [...] O GANEM son autores materiales del delito de abuso deshonesto
calificado…”.
“Sobre los delitos de integridad sexual durante la dictadura militar, […] los mismos fueron
considerados en forma diferente a lo largo del tiempo:
18
Tortura
Jurisprudencia nacional
Así en el 2010 aparece el primer fallo del Tribunal Oral de Mar del Plata en donde se condena a
un suboficial de la Fuerza Aérea por la responsabilidad violación agravada por ser encargado de
la guarda de la víctima (art. 119 en función con el art. 122 del C.P.), fallo confirmado por la Sala
IV de la CNCP el 17 de febrero de 2012 […].
En ese sentido le siguió otro fallo dictado por la Cámara Federal de Apelaciones de Mendoza el
23 de noviembre de 2011 [...]. Fue el primer pronunciamiento de parte de un tribunal revisor
que aceptó la responsabilidad de los superiores por los delitos sexuales cometidos en los
centros clandestinos de detención [...]. La Cámara Federal luego de reiterar la categoría de
delito de lesa humanidad de los delitos sexuales y diferenciarlos del genérico delito de
tormentos, abordó el problema de la instancia privada propia de estos delitos y su
compatibilidad con la categorización anterior y [...] negó que los delitos sexuales (especialmente
la violación) constituyeran necesariamente un delito de propia mano, con lo que quedaba
expedita la vía para responsabilizar a los mandos superiores, ´en el caso aplicando la categoría
de autores mediatos´.
Luego, [...] diversos Tribunales Orales del país se sumaron a esta evolución. En general,
reafirmaron la categoría de delitos de lesa humanidad de los abusos sexuales cometidos
durante el terrorismo de Estado y su autonomía respecto del delito de tormentos y aceptaron la
posibilidad de responsabilizar a los mandos superiores (independientemente de la identificación
de los autores materiales) acudiendo a la figura de la autoría mediata [...]. [P]ara nuestro
criterio cuadra perfectamente la autoría medita de [...] Menéndez en el delito de violación en
perjuicio de [la víctima]” (jueces Alvero y Cortés).
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“Aun cuando el caso que nos ocupa refiere a una víctima de sexo masculino, es válido traer a
colación, en primer orden, un criterio de la Corte Interamericana que –mutatis mutandi–
refuerza la razonabilidad de la decisión adoptada, al considerar los actos que incluyeron el
empalamiento anal de agentes de la policía sobre un detenido como un supuesto de tortura. En
ese sentido, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha considerado que en
determinadas circunstancias la violencia sexual contra la mujer constituye una violación al
artículo 5.2 de la Convención Americana (cfr. Caso del Penal Miguel Castro Castro v. Perú […]).
En dicho pronunciamiento, el Tribunal Interamericano ha calificado un acto de esas
características realizado por un agente del Estado, como un acto de violencia sexual
especialmente grave y reprobable, dada la vulnerabilidad de la víctima y el abuso del poder que
en ese contexto despliega el agente, dirigido a intimidar, degradar, humillar, castigar o controlar
a la persona que lo sufre, lo cual permite su calificación como tortura (Cfr. Caso Fernández
Ortega y otros […])”.
“Esta calificación de la violación sexual como tortura es también resultado del trauma que
genera para quien la sufre y por el hecho de que puede tener severas consecuencias y causar
gran daño físico y psicológico, lo cual deja a la víctima humillada física y emocionalmente,
situación que es difícilmente superable por el paso del tiempo (Cfr. Caso del Penal Miguel
Castro Castro v. Perú […]; Caso Fernández Ortega y otros v. México, […])”.
“En el caso concreto, se verifica que la violencia desplegada sobre la víctima aprehendida por
parte del personal policial que la tenía bajo su custodia, incluyó un empalamiento anal que le
ocasionó no sólo el gran daño físico y psicológico al que alude la jurisprudencia de la Corte
Interamericana, sino que además, en opinión médica, le provocaron padecimientos susceptibles
de poner en riesgo su vida”.
“[L]a delgada línea doctrinaria que separa las severidades, vejaciones, apremios ilegales y
tortura, condujo a sostener en la práctica jurisprudencial –reiterada y mayoritariamente– a las
figuras penales más leves en detrimento del tipo penal de tortura […]. Por los motivos
desarrollados previamente, cabe desechar en el caso la subsunción legal del hecho que
pretende el recurrente (art. 144 bis, inc. 3° del Código Penal), debiendo mantenerse el
encuadramiento legal sostenido por el tribunal en el fallo impugnado (art. 144 tercero, incs. 1 y
3 del Código Penal)” (voto del juez López Peña al que adhirieron los jueces Rubio y Sesín).
“El hecho de someter a una persona privada de su libertad, menor de edad, a actos
consistentes en la introducción de un elemento extraño en su ano, dentro de una institución
policial, con los ojos tapados, y habiéndose acreditado la participación de un funcionario público
policial en los mismos; cumple acabadamente los requisitos típicos de la tortura. Las pruebas
producidas en el juicio, han acreditado que dichos actos han causado en la víctima dolores o
sufrimientos físicos y psíquicos extremadamente graves, que exceden ampliamente, tanto por
la intensidad y naturaleza del acto, el trato degradante que implica una vejación…”.
“De este modo, no hay dudas de que el primer elemento constitutivo de la tortura viene dado
por la imposición de un sufrimiento grave, por lo que la gravedad del padecimiento es una
variable relevante a tener en cuenta para que se configure el hecho ilícito. No obstante, la
calidad del sufrimiento no es el único elemento a considerar; también se debe apreciar el
20
Tortura
Jurisprudencia nacional
“[L]a víctima sufrió durante su cautiverio de acceso carnal tipificado en los arts. 119 y siguientes
del CP. Lo cierto es que el injusto tuvo lugar durante su detención ilegal por cuestiones políticas
y, por esa razón, se tiene por constatado que el acontecer del delito sexual sucedió durante el
contexto del ataque generalizado y sistemático hacia la población civil…”.
“Debe diferenciarse la naturaleza de los padecimientos sufridos del delito de tormentos [...], ya
que el tipo mencionado no incluye entre sus características a los delitos sexuales, puesto que el
conjunto de actos que puede abarcar no incluye la esencia de los delitos de índole sexual, en
razón de que debe atenderse que existe una previsión normativa específica para este tipo de
injustos, la cual no puede obviarse”.
G. CÁMARA FEDERAL DE CASACIÓN PENAL, SALA IV. “MOLINA”. REG. N 162/12. CAUSA Nº
12821. 17/2/2012.
“[R]esulta pertinente y útil recordar que los hechos que se ventilan en el sub examine,
constituyen una pequeña porción del universo de criminalidad estatal verificado durante la
última dictadura militar a partir del 24 de marzo de 1976. Esta situación, a esta altura de la
historia de nuestro país, se ha tornado un hecho notorio, pues a partir del relevamiento,
descripción y prueba legal de la causa 13/84 de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional
Federal, donde fueron juzgados y condenados los Comandantes en Jefes de las Fuerzas
Armadas que ejercieron la suma del poder público durante la última dictadura militar, se tuvo
por comprobado la existencia y organización del aparato de poder estatal que, a partir de un
plan criminal fundado en una doctrina de actuación, utilizó la fuerza pública del Estado en su
conjunto para el logro de los propósitos ideológicos y políticos que la inspiraban.
Para así concluir, en aquel juicio histórico se analizó y acreditó el aumento significativo de
desapariciones de personas a partir del golpe militar del 24 de marzo de 1976, la práctica
sistemática de secuestro de personas con características comunes: 1) llevados a cabo por
fuerzas de seguridad que adoptaban precauciones para no ser identificados, 2) intervención de
un número considerable de personas fuertemente armadas, 3) los operativos contaban con
aviso a la autoridad de la zona ´Área Libre´, 4) los secuestros ocurrían durante la noche en los
domicilios de las víctimas siendo acompañados del saqueo de los bienes de la vivienda, 5) se
introducía a las víctimas en vehículos impidiéndosele ver o comunicarse y adoptándose medidas
para ocultarlas de la vista del público […], siendo llevados de inmediato a centros clandestinos
de detención…”.
“Este es, y no otro, el contexto histórico de criminalidad en el que se enmarcan los hechos por
los que fue juzgado y condenado Molina. De allí en más, cabe concluir que el aserto del tribunal
a quo afirmando que las violaciones sexuales por las que se responsabilizó penalmente a Molina
en la sentencia pueden ingresar en la categoría de crímenes contra la humanidad debe ser, ex
ante, aceptada, por cuanto esta clase de actos constituyen conductas criminales que se
encontraron dentro de la discrecionalidad con la cual los comandantes dotaron a sus
subordinados para cumplir con el plan criminal –ataque– dirigido contra la población civil”.
“En este orden de ideas, cabe concluir […] que los abusos sexuales en el centro clandestino de
detención […] no constituían hechos aislados, sino que conformaban una práctica habitual que
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“Desde este escenario, cabe concluir […] que las violaciones por las que fue juzgado y
condenado en la presente causa [el imputado] constituyeron, en el ámbito del centro
clandestino de detención que funcionó en la Base Aérea de Mar del Plata, parte del ataque
generalizado de represión ilegal orquestado por la última dictadura militar. Ello es así, por
cuanto, además de haberse constatado la regularidad de las agresiones sexuales que padecían
las personas, especialmente las mujeres, que permanecieron cautivas […] no encuentro razón
alguna para excluir a las infracciones sexuales del plan criminal estatal acreditado en la
sentencia de la causa 13/84 pues, si la discrecionalidad otorgada por los comandantes a los
cuadros inferiores alcanzó la toma de decisión para sellar la suerte de las víctimas (disyuntiva
entre vida o muerte), no se explica por qué se pretende excluir a las agresiones sexuales, como
conductas criminales, del marco de discrecionalidad otorgado. Máxime, cuando la norma
internacional que define a los crímenes de lesa humanidad contempla expresamente esta
situación (art. 7.1.g del Estatuto de Roma) y su inclusión en esta categoría de crímenes, visibiliza
el verdadero injusto penal verificado en la encuesta y los padecimientos de las víctimas del
terrorismo del Estado”.
Si bien las violaciones habrían sido sufridas también por varones en ciertos casos, las principales
víctimas fueron mujeres, a las que se les infringió otros tipos de violencia sexual. Así, por
ejemplo la desnudez forzada, y violencias que tienen que ver con particularidades biológicas de
la mujer como su carácter de gestante: embarazos forzados y abortos forzados.
De lo expuesto surgiría que, la violación sexual fue una práctica sistemática y generalizada en
los centros clandestinos de detención, por lo que, en dichos casos, conforme lo estipulado en
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Tortura
Jurisprudencia nacional
diversos instrumentos internacionales sobre el tema, los delitos sexuales son equiparables a la
tortura en cuanto crimen de lesa humanidad, lo que no equivale a decir que queden
subsumidos en el delito de tormentos, sino que conservan su especificidad por la gravedad de la
ofensa contra el bien jurídico protegido, esto es, la integridad y libertad sexual de la víctima.
“De los testimonios transcriptos y de muchos más que se han dado en el marco de numerosas
causas en nuestro país, considerando el contexto de encierro clandestino y del absoluto
sometimiento de la voluntad de las detenidas a sus captores mediante las aberrantes formas de
tortura y de coacción, permite afirmar que las violaciones sexuales, y específicamente la
violencia sexual contra las mujeres, que se perpetraron en los Centros Clandestinos de
Detención, formaban parte del plan sistemático, con la misma intensidad, reiteración y
generalidad que las torturas, no tratándose de hechos aislados, sino que se descargaban sobre
las detenidas, por una pluralidad de sujetos activos, que aseguraban su impunidad mediante el
uso de capuchas, o de tabicamiento de las víctimas, y en cualquier momento, como un método
planificado de destruir o aniquilar la voluntad y personalidad de la detenida. Es que dentro del
plan de la ´lucha contra la subversión´, figuraban las órdenes de doblegar a los subversivos y
subversivas. El modus operandi para llevar a cabo esta misión, fue muy variado e incluía todo
tipo de denigración y negación de la dignidad humana”.
“A modo de conclusión, se puede afirmar, con el grado de conocimiento necesario para esta
etapa procesal, que los ataques sexuales fueron parte del plan sistemático represivo. En otras
palabras, no se trataba pues de hechos aislados, dependientes de la voluntad del captor, sino
como parte de una metodología establecida verticalmente, como cualquier otro ataque, ya sea
tortura, vejaciones, etc. Todas estas, en aras de cumplir con la finalidad reeducativa y
disciplinaria sobre la población, pretendida por los detentadores momentáneos del poder. Se
trata en fin, de actos diferenciados tendientes a doblegar la voluntad de la persona considerada
´enemigo´ –en este caso generalmente mujeres–, quebrar anímica, psicológica y moralmente al
adversario, a su vez como sanción ejemplificativa para el resto”.
“Acreditado prima facie que los delitos sexuales integraron el plan sistemático, la conclusión
necesaria es que los mismos son crímenes de lesa humanidad. Al considerarse crimen contra la
humanidad, de acuerdo a lo expuesto en los puntos anteriores y como ha quedado establecido
por la Corte Suprema de Justicia, la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(cfr. Caso ´Barrios Altos´), la República Argentina se encuentra obligada a investigar, enjuiciar y
sancionar a los responsables de tales prácticas”.
“La violencia sexual en el marco del terrorismo de Estado expresa una forma materializada de
terror sexual que excede, en mucho, la configuración de la figura penal de la tortura, la
desborda, tanto en su sentido sociológico como jurídico”.
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“[E]l elemento central para que se configure [la figura de tormentos] lo constituye la intensidad
del dolor causado a la víctima, que en los casos de autos, tanto el paso de corriente eléctrica
por el cuerpo, como los simulacros de fusilamiento, y la violencia de los golpes que padecieron
las mismas, no cabe duda conforman la figura de tormentos”.
“También lo constituyen los abusos sexuales y la violación sufrida por la víctima durante su
cautiverio […]. [L]a violencia sexual soportada por las víctimas de estos aberrantes crímenes,
también constituye una forma más de tormentos, y por ende corresponde encuadrar tales
hechos en dicha figura penal, constitutiva de crímenes contra la humanidad”.
6. CONCURSO DE DELITOS
A. CÁMARA FEDERAL DE APELACIONES LA PLATA, SALA II. “RAMOS Y OTROS”. CAUSA Nº
31260/2014. 13/3/2019.
Al respecto, debe destacarse que al momento de solicitar las indagatorias y detenciones de los
imputados, los Fiscales […] analizaron la relación entre el delito de torturas y los delitos
sexuales, postulando la calificación de los hechos como torturas…”.
“La solución propuesta por los Fiscales –al considerar que el ataque sexual ha sido el medio por
el cual se infringe a la víctima el dolor o sufrimiento grave tanto físico como mental– parece
corresponderse con la idea de un concurso aparente de delitos. [E]n el concurso aparente, de
las diversas leyes supuestamente concurrentes en un mismo hecho, sólo una de ellas es
realmente aplicable, quedando desplazadas las demás conforme a diversos criterios o principios
interpretativos (especialidad, consunción, subsidiariedad).
En este escenario, nos encontraríamos ante un hecho alcanzado por dos preceptos penales, de
los cuales sólo uno (el de torturas) bastaría para abarcar todo el desvalor del hecho. Existiría
entonces un solo delito, y un solo tipo penal. No es esta la mirada que mejor aprehende el
hecho investigado. Tampoco existe en el caso un concurso real de delitos, puesto que no
podríamos afirmar válidamente que [existen] dos hechos que constituyen delitos distintos e
independientes el uno del otro, cometidos por la misma persona y todavía no juzgados.
“Esta solución, permite evitar que el ataque sexual se vea invisibilizado dentro del delito de
torturas, sin por ello dejar de reconocer que –en el caso particular– nos encontramos ante un
único hecho final”.
24
Tortura
Jurisprudencia nacional
“Los delitos analizados precedentemente constituyen una pluralidad de conductas que lesionan
distintos bienes jurídicos no superponiéndose ni excluyéndose entre sí.
Es decir que concurren varios delitos atribuibles a cada imputado, por lo que corresponde
aplicar la regla del concurso real, prevista en el art. 55 del Código Penal”.
“El Fiscal consideró que existe un concurso ideal entre los tipos penales del abuso sexual
gravemente ultrajante con el de tortura. La querella, por su parte, calificó el hecho como
constitutivo del delito de tortura (art. 144 tercero inc. 1).
[N]o existe un concurso entre ambas figuras. En este caso se trataría del fenómeno denominado
por la doctrina como ´concurso aparente por consunción´, puesto que el tipo penal de torturas
consume o agota el contenido prohibitivo del tipo del abuso sexual. El delito de torturas fue
incorporado a través de la ley 23.097 al C. Penal dentro del Título Delitos contra la libertad, en
los arts. 144 tercero, cuarto y quinto'” (juez Monti).
Para ello, también [se tiene] en cuenta lo expuesto por la Corte Interamericana en cuanto
considera que ´una violación sexual puede constituir tortura aún cuando consta en un solo
hecho...ya que los elementos objetivos y subjetivos que califican un hecho como tortura no se
refieren ni a la acumulación de hechos ni al lugar donde el acto se realiza, sino a la
intencionalidad, a la severidad del sufrimiento y a la finalidad del acto...´ [hay nota]” (juez
Nieto).
“Los delitos analizados precedentemente constituyen una pluralidad de conductas que lesionan
distintos bienes jurídicos no superponiéndose ni excluyéndose entre sí. Es decir que concurren
varios delitos atribuibles a cada uno de los imputados, por lo que corresponde aplicar la regla
del concurso real, prevista en el art. 55 del Código Penal. Así, existe concurso real (art. 55 del
454 Código Penal) en todos los casos en los a un condenado le son atribuidos una pluralidad de
injustos en perjuicio de una misma víctima”.
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Referencia Jurídica e Investigación
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Ministerio Público de la Defensa
“[E]l delito de tormentos no podría desplazar a las figuras específicas contempladas por los
delitos sexuales. Desde las premisas esbozadas, es incorrecto sostener que el tipo legal que
criminaliza a la tortura incluye –por especialidad o consunción– al ilícito de los delitos
sexuales. Ello es así, ya que no existe una relación de especialidad entre los tormentos y los
abusos sexuales. Es que, para que prevalezca el delito de tormentos por sobre el de abuso o
violación sexual en virtud de una relación de especialidad, debería ser cierto que el tormento es
un delito especial respecto del cual el abuso sexual es más básico, lo que es absolutamente
falso.
Por otro lado, tampoco existe una relación de consunción […]. [E]llo no sucede en el caso de los
abusos sexuales, dado que ni son menos graves –en especial la violación–, ni tampoco es
posible considerar que los abusos sexuales sean casos característicos o prototípicos de
tormentos, de modo tal que sensatamente pueda entenderse que ya fueron contemplados en
la definición genérica del delito de tormento. De lo expuesto, surge que es obligatoria la
aplicación de las figuras penales que protegen específicamente la libertad e integridad sexual de
la víctima, lo que no hace el delito de torturas”.
“[L]as figuras especificas del abuso sexual no quedan desplazadas por la aplicación del delito de
tormentos. Por lo tanto, en el caso de marras, en que se encuentran prima facie acreditados los
hechos de violencia sexual cometidos contra [las víctimas], corresponde calificar a estos hechos
como delitos sexuales stricto sensu”.
7. PRUEBA
A. CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL, SALA V.
“DERECHO”. CAUSA N° 36466/1996. 10/9/2019.
“[L]a Sra. Jueza descartó la existencia del hecho con invocación del principio in dubio pro reo en
forma dogmática y sin considerar el particular contexto en el que se produjo. En este aspecto,
cobra especial relevancia el testimonio de la víctima dado que el episodio se produjo en
solitario, sin terceros imparciales, donde sólo los atacantes y la víctima estuvieron presentes,
situación que justifica que la principal fuente de comprobación remita a la exposición de la
víctima. La situación de vulnerabilidad derivada del estado de detención de la víctima no ha sido
debidamente ponderada por la jueza…”.
“[L]a perspectiva a tener en cuenta debe ser aquella que valore el ámbito en el cual se habrían
cometido los hechos materia de juzgamiento frente a la sujeción que implica la situación del
afectado frente al poder estatal ante su situación de detención, como la calidad de funcionarios
públicos de quienes resultan acusados de las conductas criminales […]. Dentro de este
paradigma, la posición de garante de los agentes policiales imputados frente al estado de
detención de la víctima en la comisión del hecho en el cual no existen terceros ajenos que
puedan testimoniar sobre lo acontecido constituye un factor determinante al momento de
valorar la prueba”.
“[L]a íntegra y coherente ponderación de las evidencias reunidas, compatible con los
compromisos internacionales asumidos por la República Argentina, conduce a revocar la
absolución […]. En este aspecto, se tiene especialmente en cuenta la obligación estatal de
investigar y enjuiciar a los responsables de los hechos materia de juzgamiento…”.
26
Tortura
Jurisprudencia nacional
“En relación al examen y evaluación tras las modalidades específicas de tortura, el Protocolo [de
Estambul] explica que para cada lesión se utilizan como parámetros para indicar el grado de
correlación entre aquélla y el origen que les atribuye el paciente, los siguientes términos: a) no
hay relación: la lesión no puede haber sido causada por el traumatismo que describe; b) hay
una relación probable: la lesión puede haber sido causada por el traumatismo que se describe
pero no es privativa de éste y podría obedecer a otras muchas causas; c) hay una firme relación:
la lesión puede haber sido causada por el traumatismo que se describe y son pocas las otras
causas posibles; d) es típica de: en tanto se presenta el cuadro que normalmente se observa
con este tipo de traumatismo, aunque podría haber otras causas y e) da un diagnóstico de: el
cuadro no puede haberse constituido de un modo distinto del descripto […].
A su vez, en cuanto a la interpretación de los hallazgos en torno a los síntomas físicos, aconseja:
a) correlacionar el grado de concordancia entre la historia de síntomas físicos y discapacidades
agudos y crónicos con las quejas de malos tratos, b) correlacionar el grado de concordancia
entre los hallazgos de la exploración física con las quejas de malos tratos, y c) correlacionar el
grado de concordancia entre los hallazgos físicos del examen del sujeto con el conocimiento de
los métodos de tortura utilizados en una determinada región y sus efectos ulteriores comunes
[…]. Conforme las pautas establecidas en el Manual y las evidencias del legajo puede afirmarse
que la lesión constatada en el oído derecho del damnificado resultaría típica del traumatismo
denunciado en tanto presentó el cuadro que normalmente se observa con este tipo de
traumatismo, aunque podría haber otras causas”.
“En otras palabras, obra como indicio que brinda verosimilitud al relato de la víctima la
constatación objetiva de la lesión en los albores de la investigación […]. Es que, pretender como
se indicó al ordenarse la pericia […] que los peritos se expidan con certeza sobre la fecha de
producción de la lesión resulta, por lo menos, absurdo. Pues, difícilmente hubieran podido
pronunciarse, con conocimiento seguro y claro (así define la Real Academia Española el término
´certeza´), respecto al día y hora de su ocurrencia. De tal modo, la afirmación contenida en los
informes […] en punto a que ´no es posible determinar con certeza el tiempo de la lesión´
carece de aptitud para desacreditar la imputación efectuada por el querellante y lo expuesto
por las pericias primigenias que revelaron que la lesión encontrada en su oído era compatible
con su relato”.
“[L]a hipótesis delictiva que se evalúa debe ser examinada […] considerando el contexto de
encierro en el que se desarrolló el hecho y la dificultad probatoria que caracteriza este tipo
delitos que habitualmente suceden en la clandestinidad, fuera de la vista de terceros. [E]llo
conduce a ubicar en el centro del proceso de comprobación de los hechos al testimonio de la
víctima, o bien, de terceros que hayan tomado conocimiento del hecho por medio de sus
sentidos…”.
“De tal suerte, habiéndose acreditado la presencia de una lesión traumática en el oído del
querellante, el debate acerca de si padecía –o no– de sordera previa, resulta irrelevante y
contingente […]. Es que, esa circunstancia no rebate la existencia de la materialidad del delito y
por ello es arbitrario sustentar en esos testimonios una supuesta duda respecto de la injuria
detectada”.
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Derecho y Soto en el hecho denunciado por Bueno Alves, no se corresponde con las constancias
de autos”.
“[D]ebe resaltarse la violencia física y psíquica a la que se vieron sometidas las víctimas de los
hechos, corroborada por la situación de hostigamiento sufrida […] en los momentos inmediatos
posteriores a los sucesos que habrían lograron su eficacia puesto que insistentemente se
negaron a proseguir con la denuncia, lo que, sumado el tiempo transcurrido, constituyen
elementos que también explican la imposibilidad de recordar algunos pasajes de las vivencias
traumáticas. En este punto, la negativa de las víctimas a instar la denuncia penal así como sus
recurrentes pedidos de traslados a otras unidades carcelarias debido al temor a recibir
represalias fueros manifestados en reiteradas oportunidades por ambos durante la instrucción
de la causa”.
“[Debieron] considerarse […] las condiciones en las que los damnificados recibieron los golpes,
boca abajo, y las circunstancias y el contexto que rodearon los hechos juzgados. En idéntico
sentido, debió computarse la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran los internos
dentro de un establecimiento carcelario, lo cual torna más dificultosa la obtención de diversas
pruebas”.
“La tortura se caracteriza, entonces, a partir de la gravedad de los sufrimiento padecidos por la
víctima. Debe ponderarse al respecto el Protocolo de Estambul elaborado por la ONU, y el
Manual para la Investigación y documentación eficaces de la tortura y otros tratos o penas
crueles, inhumanos o degradantes, del que se desprende que la práctica de tortura utilizada en
el caso y conocida como ‘Falanga’ o ‘Pata o Pata’, puede producir invalidez crónica, el andar
puede hacerse doloroso y difícil, los huesos del tarso pueden quedar fijos o exageradamente
móviles y la presión sobre la planta del pie y la dorsiflexión del dedo gordo pueden ser
dolorosas”.
“[E]l art. 7.2 inc. ’e’ de la Ley 25.390 que aprobó el Estatuto de Roma […] hace referencia a la
entidad del sufrimiento (‘grave’) para que se configure el delito de tortura. Más aun, nuestra
legislación considera como tortura a cualquier tipo de tormento, sin que se requiera para la
configuración del tipo penal, o bien una ultrafinalidad específica o un modo de privación de
libertad determinado. Es decir, se opta por una fórmula amplia, que protege de esta manera a
la persona de cualquier abuso estatal” (voto concurrente del juez Borinsky).
“[L]os testimonios de las víctimas de tortura […] no se presentaron como única prueba, sino que
fueron valoradas de conformidad con el resultado de los informes médicos y las declaraciones
de los abogados que asistieron [a las víctimas] durante los hechos ocurridos”.
“Las referencias a las lesiones efectuadas, el motivo de las mismas, la explicación efectuada por
el médico durante sus informes y la evolución de las lesiones al tiempo de su constatación
resultan coincidentes con el relato de las víctimas”.
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Tortura
Jurisprudencia nacional
“La falta de certeza aludida por el Tribunal Oral en la sentencia absolutoria respecto de la
responsabilidad penal de [JEP y DVS] no es tal, si además se toman en cuenta los siguientes
elementos: 1) el ámbito en el que [las víctimas] fueron torturados; 2) la duración de los actos de
tortura; 3) la ubicación de la ‘leonera’ con relación al resto de las oficinas donde [JEP y DVS]
reconocieron haber estado; 4) la función y el rol que cumplían el día de los hechos a cargo de la
requisa; 5) el propio reconocimiento que efectuaron en sus declaraciones respecto de su
presencia en el Módulo II durante el tiempo en el que los imputados se encontraban en la
leonera, a pesar de lo manifestado por el Inspector, en cuanto a que el conflicto ya había
cesado”.
“Si bien es cierto que el día de los hechos [JEP y VDS] se encontraban ‘haciendo base’ en el
Módulo III del Complejo Penitenciario Federal Nº 1, el a quo debió considerar que […] los
nombrados fueron advertidos respecto de la pelea que se había generado en el Pabellón ‘B’ del
Módulo II, lo que motivó que se trasladaran hasta allí…” (voto del juez Hornos al que adhirieron
los jueces Carbajo y Borinsky).
“[A]tento que el interno fue sancionado en momentos previos a los hechos en virtud de la
discusión que mantuvo con uno de sus agresores, fue trasladado sólo y esposado por los
funcionarios penitenciarios hasta el recinto judicial (‘leonera’). Es por ello que no existen
testigos de lo sucedido”.
“[E]l tribunal omitió considerar el contexto del hecho investigado, esto es, la situación de
vulnerabilidad en la que se encuentran los internos de un establecimiento carcelario que torna
más dificultosa la obtención de diversas pruebas…”.
“[R]especto del hostigamiento negado por los imputados durante la audiencia de debate, se
observa una valoración descontextualizada de los testimonios de los denunciantes, en cuanto
no se sopesaron las diversas constancias de la causa, tales como la denuncia […] que da inicio a
las actuaciones en la que M denuncia que fue hostigado en forma permanente y amenazado
por el oficial C, que ´si realizaban denuncias iba a tomar medidas contra de los familiares´ y ´que
iba a conseguir a alguien que por un par de pastillas lo iban a hacer matar´ así como también la
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presentación de ´Habeas Corpus´ […] en donde afirma que desde el ingreso al Servicio
Penitenciario de Córdoba han sido hostigados y molestados por miembros del SPC como
consecuencia de la denuncia efectuada”.
“En este orden, se valoró con entidad dirimente que no hubo testigos directos del hecho más
que los denunciantes, cuando ello tenía su explicación lógica: se apartó a las víctimas del
pabellón en donde estaban y los llevaron al patio en donde no había testigos ni posibilidad de
ser filmados por cámaras de seguridad. Es así entonces que el tribunal omitió considerar el
contexto del hecho investigado, esto es, la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran
los internos de un establecimiento carcelario que torna más dificultosa la obtención de diversas
pruebas…”.
“Por otra parte, debe destacarse también que el Tribunal, en forma dogmática, establece que
las lesiones leves ´no son compatibles con una golpiza de algunos minutos de duración´,
omitiendo nuevamente el conocimiento del contexto en el que se habrían dado los hechos, lo
cual se presentaba esencial para la dilucidación del caso […]. [U]na de las características de la
tortura contemporánea será precisamente la experimentación de técnicas cada vez más
sofisticadas, ello se debe principalmente a tres razones: la necesidad de su ocultación, las
propias finalidades perseguidas y el avance de la ciencia en el conocimiento humano […].
[S]upeditar la existencia de tortura o vejaciones a la comprobación de lesiones físicas graves es
una construcción argumentativa errónea”.
“[E]s importante que en los casos en los que los detenidos privados de su libertad denuncien
maltratos por parte de los funcionarios del Servicio Penitenciario en donde están alojados o
relaten coacción para firmar actas de autolesión […] se respete el derecho a ser oído y a
peticionar ante las autoridades, se preserve al recluso de represalias, intimidación u otras
consecuencias negativas por haber presentado una petición o queja; se tramiten las peticiones
con prontitud y se dé lugar a una investigación rápida e imparcial a cargo de una autoridad
nacional independiente […]. Pareciera que el presente caso, estas directivas no fueron
respetadas en su totalidad”.
“Al valorar la prueba reunida en esta causa, era menester tener especialmente presente las
características particulares que rodean los hechos como los aquí investigados, donde se
enfrentan versiones de funcionarios públicos –agentes del Servicio Penitenciario Federal– con la
de damnificados o testigos que se encuentran privados de su libertad en establecimientos
penitenciarios, cuyo cuidado se encuentra a cargo de los denunciados. Tales características
exigen la adopción de una visión de conjunto del material probatorio reunido, y un criterio
amplio al momento de su ponderación” (jueces Hornos y Mahiques y jueza Figueroa).
“La solución de este caso nos enfrenta a un deficiente aporte de prueba documental que no
permite reconstruir por sí solo, con precisión lo sucedido [...]. Esta falta de precisión debe
completarse, otorgando valor a los testimonios de las víctimas, toda vez que sus relatos se
corresponden de manera verosímil, aunque siempre reconociendo el carácter provisorio que
entraña esta etapa, con los datos fragmentarios que ha aportado el personal penitenciario”.
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Tortura
Jurisprudencia nacional
valorar especialmente que los dichos de los internos resulten (con diferencias lógicas),
verosímiles y coincidentes, además de corresponderse con las heridas descriptas en los
respectivos informes efectuados por el Cuerpo Médico Forense”.
“[N]o se puede soslayar que los hechos que se describieron en la acusación ocurrieron en un
lugar reservado al control exclusivo del personal policial, ajeno a la posibilidad de ser observado
por varios testigos, impidiendo incluso reunir un número importante de pruebas, por cuanto en
situaciones como las aquí analizadas, el sujeto pasivo se encuentra a merced del funcionario
policial, quien actúa al amparo de dichas circunstancias, vulnerando en esos casos el derecho de
las personas detenidas y en desmedro de la confianza que la sociedad brinda a los integrantes
de la fuerza de seguridad. Y son justamente esas circunstancias las que exigen al juzgador
valorar los restantes indicios que puedan adunarse al testimonio único, que permitan lograr
alcanzar un estándar probatorio suficiente a fin de evitar que queden impunes hechos graves y
atentatorios contra la dignidad humana”.
a) Se valora, en primer orden, que el [...] médico cirujano que estaba de guardia en el hospital
[...] y que atendió a la víctima en el quirófano, señaló que venía con una lesión de
empalamiento anal, constatando lesiones en la piel y mucosa desgarrante, que había tenido una
importante hemorragia, y abundó en explicaciones acerca de la magnitud del dolor que incluso
y por sí mismo generaba un riesgo para su vida –posibilidad de muerte debido a la intensidad
del sufrimiento– [...].
b) Acerca de la magnitud del dolor se aprecian, también, múltiples pruebas como los
testimonios de la enfermera en el Hospital [...], de la médica de ese centro de salud [...], del
compañero de celda [...], del médico policial [...] y del médico forense [...].
Por los motivos referidos, el tribunal casatorio, [...] consideró que las características del hecho
desbordaban la figura aplicada por la Cámara del Crimen, y determinaban su encuadramiento
legal en la figura de tortura (art. 144 tercero inc. 1 y 3 del CP)”.
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“[L]os testimonios colectados son pruebas concretas y suficientes que crean la convicción
necesaria para corroborar los hechos, con el grado de certeza que requiere esta etapa procesal,
a lo que debe añadirse que al ser perfectamente reproducibles en el debate, vedan la
posibilidad de perjuicio y alejan toda pretensión de descalificación…”.
8. AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN
A. CÁMARA NACIONAL DE APELACIONES EN LO CRIMINAL Y CORRECCIONAL, SALA V.
“DERECHO”. CAUSA N° 36466/1996. 10/9/2019.
Además le habría impartido indicaciones a un tercer funcionario (no identificado), para que le
apoyara un arma en la sien amenazando con matarlo. En cuanto a […] Soto, se entiende que
junto a sus consortes de causa (Derecho y un sujeto que no fue individualizado) tomó parte en
la ejecución del hecho co–dominándolo. Ello se extrae de las constancias de autos; en
particular, de la secuencia de los hechos descripta por la víctima, que declaró que en
determinado momento Soto, quien presenciaba la golpiza de la que era objeto de manera
burlesca, le indicó que si se expedía en el sentido que pretendían cesaría la agresión y
recuperaría su libertad en forma inmediata.
De tal suerte, […] el comportamiento de Soto no se reduce a una mera presencia como
espectador en el lugar sin capacidad de acción. Pues, no se limitó a observar lo que ocurría sino
que, además, se reía y ejercía presión sobre [la vítima] con el objeto de que les dijera ´lo que
pretendían escuchar´ como condición para que cesara la agresión. Dicha circunstancia evidencia
una intención de actuar en forma conjunta con los otros dos funcionarios y denota que poseía
dominio sobre el desarrollo causal del hecho.
En definitiva, se trata de un supuesto de coautoría funcional que cubre los aspectos subjetivo y
objetivo: el primero como decisión común al hecho y el segundo en tanto ejecución de esa
decisión mediante división del trabajo. Se realiza así un aporte, de suyo necesario, para llevar
adelante el hecho en la forma concretamente planeada…”.
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Tortura
Jurisprudencia nacional
“Vergara debe responder por el delito de torturas agravadas, en calidad de coautor, aun cuando
no haya participado de los golpes que continuaron durante el trayecto hacia la enfermería ni las
que suceden dentro de la enfermería, que es donde finalmente se produce la muerte de [la
víctima].
[L]as agresiones físicas padecidas dentro del pabellón 10, y de las que participó VERGARA,
tenían ya entidad para producirle la muerte y esa primera agresión, de la que sí participó
VERGARA no sólo debilitó las defensas de la víctima, sino que, además, comienza en ese sector
un primer cuadro de asfixia. De manera tal que, aun cuando VERGARA no participó del trayecto
a la enfermería y de lo sucedido dentro de esta, […] nos encontramos frente a un proceso que
se desarrolló y terminó con la vida de [la víctima]. Proceso que comenzó en la celda y terminó
en la enfermería y tiene una unicidad de tiempo y espacio. No hay evidencia alguna que avale
una voluntad no compartida de VERGARA con sus compañeros de causa. Desde lo fáctico existe
un tramo común y concomitante que satisface tanto la figura básica como su agravante
´muerte´.
Su situación jurídica no es distinta porque fue parte de esa concentración de voluntades surgida
desde el momento inicial del evento –él mismo convocó al personal de la sección de requisa–, y
de esa decisión común de aplicar tormentos al interno–víctima mientras duró el castigo dentro
del pabellón y en el trayecto hacia la enfermería de la unidad”.
“[C]orresponde analizar cuanto respecta a la coautoría de los aquí imputados en los hechos que
le fueron acreditados. Así, debo apreciar primeramente el alto grado de coordinación y la
compleja modalidad ejecutiva, lo cual permite concluir que no estamos ante una mera
concurrencia ocasional de autores, sino que existió una convergencia pre ordenada donde la
acción de unos aparece objetiva y subjetivamente ligada a la de los demás, en un plan de
designio y comunidad de aportes. [L]a coautoría atribuida a los acusados se encuentra
acreditada desde las características mismas de los sucesos y las que los rodearon, que advierten
acerca de la existencia de una decisión y ejecución común del hecho, y el reparto de los
diversos papeles y funciones […]. [C]ada uno de los acusados cumplió un rol determinado, una
tarea asignada, existiendo una actuación coordinada, respondiendo a un plan común que ha
quedado demostrado, con división de roles y funciones ya pormenorizados, por lo que todos
cuentan con calidad coautoral”.
“[L]os […] imputados deben responder por los hechos atribuidos en perjuicio de [la víctima] en
carácter de coautores. [E]n la coautoría rige el ´principio de la reciprocidad de la imputación´,
esto permite atribuir a cada uno de los coautores lo que hacen los demás, conforme al plan
previsto. La decisión mancomunada de los intervinientes permite imputar a cada autor el
aporte de los demás […]. La coautoría atribuida a los nombrados en los hechos descriptos, se
encuentra acreditada por las características mismas de los sucesos y las que lo rodearon, que
advierte acerca de una decisión y ejecución común del hecho, y el reparto de los diversos roles
y funciones. Esta actividad los nombrados la cumplieron teniendo en sus manos el curso causal
del acontecimiento, en todo el desarrollo del ´iter Criminis´, poseyendo en consecuencia el
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dominio del hecho, razón por la cual, son responsables en calidad de coautores […],
manteniéndose en la condición apuntada en todo el desarrollo del ´iter Criminis´ y en las
circunstancias de modo, tiempo, lugar y personas, determinados. Esta imputación recíproca no
afecta en modo alguno el principio de culpabilidad, por cuanto en la coautoría la imputación es
autónoma pues no existe accesoriedad […].
En el caso se observa cómo los distintos agentes de requisa se fueron incorporando a la golpiza
que había comenzado en la celda de [la víctima] ante el requerimiento del celador […] hasta que
finalmente todos le impusieron tormentos en el traslado hacia y ya en la Enfermería.
Consecuentemente, hay elementos objetivos suficientes para atribuir la coautoría sucesiva, el
aporte necesario de cada uno de los intervinientes en el resultado muerte […]. A su vez, en la
faz subjetiva, se observa la decisión común de los intervinientes de sumar aportes parciales a un
mismo emprendimiento delictivo que los entrelaza”.
“[U]na correcta aprehensión de hechos como los que aquí se investigan, puede efectuarse a
través de la teoría del delito de infracción de deber […]. Bajo esta mirada, lo relevante es la
inobservancia de los deberes especiales, esto es deberes en virtud de competencia
institucional. Por ello, los obligados son siempre autores, independientemente de que ostenten
o no el dominio del hecho y su intervención siempre es central.
Los agentes penitenciarios que torturan a las personas detenidas o que están presentes cuando
otros los torturan, no requieren para la autoría la prueba del dominio de una situación lesiva. La
mera situación de perpetrarse hechos de torturas en la órbita de su intervención, resulta
contraria al deber institucional del que son portadores, y por lo tanto resulta también suficiente
para erigirlos en autores de esas torturas.
De quien ostenta el rol de agente penitenciario en un lugar donde existen personas privadas de
su libertad, se espera que no consienta la imposición de torturas, que no mantenga impune esa
situación, que no genere ni admita condiciones de detención inhumana y, desde ya, que no
realice actos de tortura u otros tratos crueles inhumanos o degradantes, sino por el contrario,
que se comporte de forma acorde con las expectativas que su posición social y jurídica le
requieren”.
“[L]as víctimas cuyos hechos se les reprochó se encontraban privadas legalmente de la libertad
en el establecimiento carcelario y sacadas de su lugar de alojamiento asignado común con otros
internos para ser trasladadas a un ámbito dentro del mismo pabellón en el cual se encontraron
aislados del resto de la población carcelaria, donde fueron sometidos a torturas por el personal
de requisa actuante”.
“La primacía jerárquica que ostentaba [CRO] sobre el resto del personal de la fuerza involucrado
le imponía el cumplimiento estricto de las funciones para las cuales había sido designado,
respetando y haciendo respetar las normas de seguridad y adecuado trato a los internos que
cumplían condena o detención cautelar”.
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Tortura
Jurisprudencia nacional
“[CRO tuvo] dentro de sus facultades de mando la posibilidad de que sus subordinados no
pusieran manos sobre los internos a quienes fue a buscar al propio pabellón donde estaban
alojados, lo que […] explica que desde el inicio de la ejecución de la conducta criminal dominó la
escena y su aquiescencia resultó fundamental para el desarrollo de aquella, desempeñando así
una función que era de esencial importancia para la materialización del delito” (jueces Vega y
Esmoris).
“[E]n un caso como el sub iudice la comisión del tipo penal de tortura no se reduce solo al
hecho de infringir el castigo físico sino que también comprende el hecho de formar parte del
grupo agresor. En efecto, tal como ocurre en el caso de un homicidio por riña, el formar parte
del grupo agresor, no solo significa la complicidad con las acciones que se están realizando, sino
que alientan y dan respaldo psicológico a los que efectúan las acciones concretas. Además,
recordemos que en la figura de tortura no solo está contemplado el daño físico sino también el
psicológico, y el hecho de formar parte de un grupo que está torturando a una persona,
provoca en la víctima un sentimiento de temor por sentir un estado de indefensión y la
imposibilidad de escapar ante la circunstancia de verse superado numéricamente. Asimismo,
origina en el victimario que realiza la acción física concreta el respaldo de sentir que lo que está
haciendo cuenta con el soporte y la aprobación de más personas. Esto último, le brinda el
respaldo psicológico y emocional necesarios para realizar la acción típica, que faltando aquel
quizás no se vería posibilitado a actuar de esa manera” (voto del juez Schiffrin al que adhirió la
jueza Calitri).
De quien ostenta el rol de agente penitenciario en un lugar donde existen personas privadas de
su libertad, se espera que no consienta la imposición de torturas, que no mantenga impune esa
situación, que no genere ni admita condiciones de detención inhumana y, desde ya que no
realice actos de tortura u otros tratos crueles inhumanos o degradantes, sino por el contrario,
que se comporte de forma acorde con las expectativas que su posición social y jurídica le
requieren”.
“Los agentes penitenciarios que torturan a las personas detenidas o que están presentes
cuando otros los torturan, no requieren para la autoría la prueba del dominio de una situación
lesiva. La mera situación de que se perpetren hechos de torturas en la órbita de su
intervención, resulta contraria al deber institucional del que son portadores, y por lo tanto
resulta también suficiente para erigirlos en autores de esas torturas…”.
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De ello se concluye que la magnitud del injusto se encuentra ínsita en el punto de partida del
tipo penal en cuestión, razón por la cual la ponderación de la naturaleza del hecho y el medio
empleado implicaría una doble mensuración de circunstancias que se encuentran contenidas en
la conducta tipificada, reprimida con una escala penal equiparable a la del homicidio […].
En idéntico sentido, se valora que las condiciones del autor (funcionario público que aplica
tormentos en una dependencia oficial) constituyen consideraciones que también se encuentran
abarcadas en el tipo penal que se tiene por probado.
Con relación al monto de la pena que corresponde imponer a los imputados Derecho y Soto,
debe efectuarse una distinción en base a la posición jerárquica que ostentaban al momento del
hecho y las funciones que, en consecuencia, desempeñaban como Jefe (Derecho) y
subordinado (Soto). Además, respecto de Derecho se considera como agravante el mayor grado
de participación en el injusto y su forma de ejecutarlo”.
“[L]a pena que correspondía aplicar debió haber sido determinada de acuerdo con la escala
fijada para el delito por el Código Penal y no como hizo el tribunal de mérito en virtud de lo
establecido por el Estatuto de Roma. Es que si bien los hechos objeto del presente son de suma
gravedad, ello no amerita utilizar el sistema penal previsto en el referido Estatuto Internacional,
toda vez que más allá que dicho régimen es aplicable en forma supletoria o complementaria en
nuestro derecho, no se alcanza a verificar en el caso que los hechos aquí juzgados queden
subsumidos en aquella normativa” (voto concurrente del juez Carbajo).
“En el sub examine no parece discutible que el Estatuto de Roma, que crea ni más ni menos que
la Corte Penal Internacional, asume una entidad mayor al propio Código Penal, a punto tal que
nuestro legislador se vio en la necesidad de incorporarlo al derecho interno mediante su
implementación concretada, según se ha visto, precisamente por la ley 26.200”.
“[C]orresponde aplicar al caso la escala penal prevista en el art. 9 de la ley 26.200 en virtud del
art. 7, inciso ‘f’, del Estatuto de Roma, a los casos de tortura [tipificados] dentro de la previsión
del art. 144 tercero, incisos 1º y 3º, del ordenamiento penal de fondo” (jueces Vega y Esmoris).
“[L]as escalas penales previstas en la ley 26.200 de implementación del Estatuto de Roma, son
inaplicables al caso. En efecto, dichas regulaciones conciernen a un régimen normativo
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Tortura
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específico y autónomo que para nada desplaza las normas penales ya vigentes en la República
Argentina”.
“[L]os tipos y escalas penales aplicados pacíficamente por los tribunales argentinos fueron y son
los del Código Penal a la época de los sucesos. Y no los previstos por la ley 26.200 […]. [E]l
artículo 12 de la mencionada ley expresamente hace esa salvedad cuando prescribe: ‘La pena
aplicable a los delitos previstos en los artículos 8º, 9º y 10 de la presente ley, en ningún caso
podrá ser inferior a la que le pudiera corresponder si fuera condenado por las normas
dispuestas en el Código Penal de la Nación’”.
“[S]i fuese acertado que los montos de pena previstos en la ley 26.200 constituyen los puntos
de referencia para la aplicación de los tipos penales previstos en el Código Penal, ello debería,
irremediablemente, extenderse a los delitos de lesa humanidad que vienen siendo juzgados
desde hace años en la Argentina, pues resultaría, a mi juicio, contradictorio, utilizar una ley
esencialmente referida a dichos crímenes como baremo para aplicar el derecho penal en
materia de delitos comunes, pero no para juzgar los delitos para los que ha cobrado vigencia. Ya
anticipé que, a mi entender, ello no es así por diversas razones, entre las cuales se encuentra la
mayor benignidad con se tratarían algunos delitos de lesa humanidad hoy bajo juzgamiento”
(voto en disidencia del juez Castelli).
“De las circunstancias agravantes comunes aplicables a todos los condenados, cabe considerar
como indicadores de una mayor reprochabilidad: a) pluralidad de autores: tanto en el hecho de
vejaciones como en el de torturas, se ha acreditado la intervención de varias personas (dos al
menos en el hecho de torturas y tres en el de vejaciones), circunstancia ésta que disminuye las
posibilidades de la víctima de repeler el ataque, razón por la cual agrava el injusto; b) grado de
intervención de los sujetos en el hecho: todos han sido declarados coautores en los ilícitos
reprochados; c) lugar donde se han perpetrado los hechos: interior de una dependencia policial,
esto aumenta la punibilidad ante la disminución de la posibilidad de repeler, de pedir auxilio, al
tratarse de un recinto cerrado con control exclusivo policial; d) características particulares de la
víctima: menor de edad, adolescente y varón, circunstancias que elevan el grado de
vulnerabilidad”.
“Respecto de […] Muñoz se considerará como agravante el concurso real de ilícitos que se le
reprocha (vejaciones y tortura). Asimismo se considerará especialmente la extensión del daño
causado a la víctima. A través del testimonio de ésta, de sus famíliares y conocidos, se pudieron
dimensionar las graves consecuencias que los hechos relatados (en especial el de tortura)
ocasionaron en la vida de M. Almonacid.
Los acusadores valoran como agravante la calidad de los motivos por los cuales actuó el
acusado. Consideran que el hecho fue cometido por puro sadismo, por pura crueldad o placer.
Sin embargo, nada sabemos acerca de los motivos que impulsaron a Muñoz a emprender la
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conducta que se le reprocha. Tampoco el tipo penal de tortura exige alguna ultrafinalidad más
allá del dolo.
No puede ser meritado como agravante la afectación a la integridad sexual de la víctima. Se dijo
anteriormente que lo que diferencia a la tortura de las vejaciones, severidades o apremios
ilegales es el grado de intensidad del desvalor, de acción del comportamiento del sujeto activo,
ya que transpuesto cierto umbral de intensidad o ensañamiento que lo tornan insoportable, se
convierten en la figura más grave de torturas. En el caso de autos, precisamente esa gravísima
invasión a la integridad sexual del sujeto pasivo fue lo que convirtió al acto como una
imposición de torturas” (juez Monti).
“Coincido con los acusadores sobre la existencia de agravantes comunes que operan para los
tres acusados, como ser la circunstancia de haber sido los delitos cometidos por una pluralidad
de personas, lo que disminuye la capacidad de resistencia de la víctima, colocándola en un
mayor estado de vulnerabilidad, teniendo incluso presente que todos los acusados actuaron en
carácter de coautores”.
Otra agravante común que [debe valorarse] es la circunstancia de que los hechos se cometieron
dentro de la dependencia policial, lo que impidió cualquier posibilidad de auxilio a la víctima,
por cuanto se encuentra sometido al control exclusivo del personal policial.
En cuanto a las agravantes especiales, respecto a Muñoz [debe valorarse] la extensión del daño
causado, esto es la afectación a la personalidad del joven…”.
“En cuanto al presunto sadismo que los acusadores consideraron para incrementar la pena a
aplicar a Muñoz, debo decir que no puedo dejar de soslayar la falta de acreditación de dicho
extremo, siendo solo una mera afirmación sin sustento probatorio. Tampoco ponderaré la
afectación sexual y física ocasionada a la víctima, por cuanto ello se encuentra previsto en el
tipo penal de tortura…” (juez Nieto).
“Por otro lado, y sólo respecto a Muñoz debido a que asiste razón a la Defensa en cuanto a que
sólo respecto del delito de tortura se ha acreditado la extensión del daño como lo exige la
normativa en cuestión. Me refiero a que la personalidad de [la víctima] sufríó sustanciales
modificaciones luego del hecho vivido. Así lo refirieron familiares, entrenadores y amigos en el
juicio, como se valoró al momento de relatar los hechos.
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Tortura
Jurisprudencia nacional
“[E]n cuanto al delito de ‘omisión de denunciar las torturas’, que resulta un delito especial
propio, de pura omisión, de resultado, toda vez que requiere una específica cualidad en el autor
que resulta ser el carácter de funcionario público, que se consuma al producirse el vencimiento
del plazo de 24 horas que establece la norma para denunciar el hecho ante la autoridad
competente”.
“La omisión funcional reprochada es dolosa. La manera y circunstancias en que han quedado
acreditados los hechos investigados en la presente causa, ponen de manifiesto que H. tenía
pleno conocimiento de los hechos, y que los adquirió en razón de sus funciones en el ejercicio
regular y propio de la actividad médica de su competencia como profesional médico de guardia
de la Unidad N° 9 del S.P.F”.
“[E]l Código Penal regula la cuestión de los tormentos en los arts. 144 ter, quater y quinto. En lo
que aquí interesa, debe destacarse que resulta indiferente que la víctima se encuentre
jurídicamente a cargo del funcionario, bastando que éste tenga sobre aquélla poder de hecho y
que por tortura se entiende no sólo los tormentos físicos, sino también la imposición de
sufrimientos psíquicos, cuando éstos tengan gravedad suficiente. Nuestro Código Penal castiga
además al funcionario que omitiese evitar la comisión de alguno de los hechos del artículo
anterior, cuando tuviese competencia para ello y al funcionario que en razón de sus funciones
tomase conocimiento de la comisión algunos de estos hechos y, careciendo de la competencia a
que alude el inciso precedente, omitiese denunciar dentro de las veinticuatro horas el hecho
ante el funcionario, ministerio público o juez competente.
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