Descarga Editorial Jusbaires
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Consejo Editorial
Presidenta:
Vanesa Ferrazzuolo
Miembros:
Marcela I. Basterra
Alejandro Fernández
Lidia Ester Lago
Fernando Bosch
Fabiana H. Schafrik de Nuñez
Alejandra García
Departamento de Coordinación de Contenidos
Editorial Jusbaires
Corrección: Mariana Palomino; Daniela Donni y Florencia Parodi
La presente publicación ha sido compuesta con las tipografías Geogrotesque del tipógrafo argentino
Eduardo Manso y Alegreya de la fundidora argentina Huerta Tipográfica.
Autoridades 2017
Presidenta
Marcela I. Basterra
Vicepresidente
Alejandro Fernández
Secretaria
Lidia Ester Lago
Consejeros
Silvia Bianco
Vanesa Ferrazzuolo
Juan Pablo Godoy Vélez
Darío Reynoso
Javier Roncero
Marcelo Vázquez
Administrador General
Alejandro Rabinovich
ÍNDICE
PRÓLOGO
Por Marcela I. Basterra.................................................................................... 09
INTRODUCCIÓN
Por Gustavo Letner y Luciana Piñeyro………..…………………………………… 11
9
colección institucional
10
INTRODUCCIÓN
11
colección institucional
12
LA EVOLUCIÓN DEL JURADO EN LA ARGENTINA
INTRODUCCIÓN
El caso del jurado en la República Argentina es claramente parti-
cular. A pesar de que la Constitución Nacional establece en tres de sus
artículos que los juicios deben realizarse con participación ciudadana,
desde 1853, el jurado a nivel nacional es una deuda pendiente.
Los artículos de la Constitución que regulan el juicio por jurados en
nuestro país son el 24, el 75 inciso 12 y el 118, que proviene de la Consti-
tución de Norteamérica.1
13
colección institucional
misma provincia donde se hubiera cometido el delito; pero cuando este se cometa fuera
de los límites de la Nación, contra el Derecho de Gentes, el Congreso determinará por
una ley especial el lugar en que haya de seguirse el juicio”.
2. Existieron distintas excusas que postergaron indefinidamente la adopción de una ley
de jurados por parte del Congreso que, en definitiva, encubren una cuestión de detenta-
miento del poder de los operadores jurídicos.
14
juicio por jurados y procedimiento penal
cayendo uno a uno a través de los años. El último que embiste en contra
del jurado es por la falta de motivación de sus decisiones, ya que este se
limita a decidir si una persona es culpable o no por los hechos por los que
se lo acusa, sin dar explicaciones acerca de su decisión.
De este modo, los detractores del jurado en nuestro país entienden
que el jurado, a pesar de estar tres veces mencionado por nuestra Cons-
titución, es inconstitucional por no permitir el derecho al recurso pre-
visto en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos con jerarquía
constitucional, a los que Argentina ha adherido. Su error se basa en que
confunden la falta de motivación del veredicto del jurado con la falta de
fundamentos. Asimismo, si el jurado absuelve y no se permite apelación
de las absoluciones, dichos fundamentos no tendrían ningún uso.
Si bien es cierto que aquel imputado que apela una condena no po-
see en sus manos –como base para apelar– una opinión escrita en la
cual se explican las razones del jurado para emitir un veredicto con-
denatorio, el tribunal de apelaciones puede revocar una condena si el
veredicto es irrazonable sobre la base de la evidencia presentada en
juicio, y lo cierto es que los jurados arriban a una decisión basados
fuertemente en su razonamiento individual y colectivo.3
Por su parte, no puede sostenerse válidamente que un acusado que
presenció todo su juicio desconozca los fundamentos detrás del vere-
dicto. Por lo demás, la exigencia de motivación de las decisiones rige
únicamente respecto de los jueces profesionales, por el principio repu-
blicano de gobierno y para permitir el control por parte de los órganos
superiores. En síntesis, este argumento es también insostenible.
Frente a tal resistencia en el orden federal, comenzó a darse un pro-
ceso peculiar, tal vez porque el movimiento juradista argentino ha sido
siempre muy fuerte; los grandes avances de la democracia comenza-
ron a darse desde las provincias. Estas fueron dictando sus propias
leyes para que sus juicios terminen por jurados, tal como lo ordena la
Constitución, y así dejaron atrás los sistemas inquisitivos que regían
sus procedimientos.
15
colección institucional
4. Hans, Valerie P., “What Difference Do Juries Make?”, Empirical Studies of Judicial
Systems, Editorial Kuo-Chang Huang, 2009, pp. 105-148.
5. Hendler, Edmundo, presentación en la mesa de debate celebrada el 25 de julio de
2007 en Berlín, en la Humboldt University, organizado por la Law and Society Asso-
ciation de los Estados Unidos. Disponible en: http://www.catedrahendler.org/doctri-
na_in.php?id=31
6. Este artículo fue elaborado en el año 2016. A la fecha se celebraron 35 juicios en la
provincia de Neuquén y 150 juicios en la provincia de Buenos Aires, aproximadamente.
16
juicio por jurados y procedimiento penal
17
colección institucional
ALGUNAS DIFERENCIAS
En primer lugar, las provincias de Neuquén y Chaco entendieron
que el juicio por jurados es obligatorio (art. 118 CN), mientras que Bue-
nos Aires lo ha considerado optativo y, por lo tanto, renunciable por
el acusado, quien puede solicitar un juicio ante un tribunal. Aquellos
que se inclinan por la posibilidad de renunciar al jurado entienden que
este es un derecho para el imputado, quien puede decidir si desea ser
juzgado por sus pares o si, en cambio, prefiere ser juzgado por jueces
profesionales. De hecho, la ley de la provincia de Buenos Aires estable-
ce que para casos con múltiples acusados, la renuncia de uno de ellos
a ser juzgado por un jurado afecta al resto de los acusados, quienes
pierden el derecho de ser juzgados por sus pares. Como vemos, este
puede ser un aspecto a modificar en futuras reformas.
En Buenos Aires, en la actualidad hay una alta tasa de renuncia al
jurado. Algunas razones se relacionan con que aún nos encontramos
en los inicios de esta nueva cultura. Muchos abogados defensores, e
incluso el propio imputado, no terminan de comprender acabada-
mente de qué se trata el juicio por jurados. Asimismo –y lógicamen-
te– la defensa selecciona los casos que llevará ante un jurado cuando
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juicio por jurados y procedimiento penal
percibe que tendrá una mejor chance de ganar el caso frente al jurado
de pares y no frente a un juez.
Por el contrario, quienes están por su naturaleza obligatoria, con-
sideran que el juicio por jurados es una garantía del acusado a ser juz-
gado por un jurado pero que, a la vez, existe un derecho del pueblo de
participar en la administración de justicia, especialmente en los deli-
tos más severos. En nuestra sociedad hay una gran desconfianza hacia
las decisiones del Poder Judicial, por lo que es sumamente importante
que las personas se involucren activamente en la administración de
justicia y la doten, en consecuencia, de mayor legitimidad.
Otra de las diferencias se da en la cantidad de votos necesarios para
que un veredicto sea válido. Por ejemplo, la provincia de Neuquén re-
quiere mayorías de 8/4 votos para alcanzar un veredicto de culpabili-
dad. En el caso de Buenos Aires, se requiere mayoría de 10/2 votos para
condenar, y se exige la unanimidad únicamente para los casos en que
pueda aplicarse una pena de prisión perpetua.
Posiblemente, por temor a que los delitos queden impunes, las pro-
vincias prefirieron no requerir la unanimidad y conformarse con vere-
dictos mayoritarios, lo cual entendemos que es un error.
Con el paso del tiempo, el sistema de mayoría se fue aggiornando.
En Río Negro se ha adoptado la llamada “variante inglesa”:8 unanimi-
dad para condenar o absolver, y si luego de un tiempo razonable de
deliberación los jurados no logran alcanzar un veredicto, se les infor-
mará que se admiten veredictos mayoritarios de 10/2 votos, cuando se
trate de un jurado compuesto por doce personas, y de 6/1 votos en caso
de un jurado de siete integrantes.
Finalmente, la ley de jurados de la provincia de Chaco establece el
modelo clásico del common law: jurado compuesto por doce miembros
y unanimidad para veredictos condenatorios o absolutorios.
El INECIP y la AAJJ9 siempre han estado en contra del sistema de
mayorías y han demandado la incorporación de la unanimidad. Lo
cierto es que la unanimidad nunca fue un obstáculo para alcanzar ve-
redictos válidos y está demostrado que, contrariamente a lo que suele
19
colección institucional
10. Seidman Diamond, Shari; Rose, Mary R. y Murphy, Beth, “Revisiting the unanimi-
ty requirement: The behavior of the non-unanimous civil jury”, Northwestern University
Law Review, 2006, 100 (1): 201-230.
11. Harfuch, Andrés (dir.), El Jurado Clásico. Manual Modelo de Instrucciones al Jurado. Ley
Modelo de Juicio por Jurados, Buenos Aires, Editorial Ad-Hoc, 2014.
20
juicio por jurados y procedimiento penal
21
colección institucional
NUEVOS DESAFÍOS
Es útil reconocer que esta nueva modalidad de juzgamiento trae
cambios significativos, que conllevan a dejar atrás ciertas prácticas in-
quisitivas para adoptar otras, propias de un sistema adversarial. En este
sentido, los operadores judiciales se ven en la necesidad de un entrena-
miento adecuado. Vamos abandonando un sistema escrito para adoptar
nuevas formas de litigación en las que el mayor de los desafíos es hablar
y sobre todo adaptar ese relato a un nuevo lenguaje: aquel dirigido a las
personas y no a los jueces profesionales, como veníamos acostumbrados.
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juicio por jurados y procedimiento penal
CONSIDERACIONES FINALES
Como se puede observar, las provincias ocuparon un lugar central
en el paso de un sistema de justicia profesional a un sistema con parti-
cipación ciudadana y dotaron de vigencia a la Constitución Nacional.
13. Tribunal de Casación de la provincia de Buenos Aires, Causa N° 71.912 “López, Mau-
ro Gabriel s/Recurso de queja interpuesto por Agente Fiscal”, 02/04/2016. Disponible
en: https://drive.google.com/file/d/0B2yvs_8DQr4dV1Q5bU9NS2pTZGJuVW80dm9Q
NXpmZzNLaWJn/view
23
colección institucional
En este nuevo renacimiento del juicio por jurados durante los úl-
timos años resultó de fundamental importancia el rol que ocuparon
diversas organizaciones –como el INECIP y la AAJJ–, que fomentaron
distintas actividades para poder impulsar la participación ciudadana
en la administración de justicia. Hoy estos esfuerzos comenzaron a
dar resultados. No solamente las provincias avanzaron sino que, a su
vez, la Nación también dio un gran paso al introducir el juicio por jura-
dos en el nuevo código de procedimientos de corte acusatorio, el cual
se encuentra en suspenso en la actualidad.
Por último, no podemos dejar de celebrar el hecho de que hoy en día
prácticamente ya no se discute en Argentina la aplicación o no aplica-
ción de esta forma de participación ciudadana sino, en todo caso, cuál
es su mejor adaptación a nuestro sistema. Contamos con la ventaja de
poder aprender de los años de historia y experiencia de otros países de
tradición juradista, a la vez que reconocemos que debemos andar nues-
tro camino en pos de hacer que el jurado argentino sea realmente eficaz.
24
EL JURADO INDÍGENA EN ARGENTINA
25
colección institucional
1. Harfuch, Andrés, Juicio por jurados en la provincia de Buenos Aires: ley provincial 14.543,
Buenos Aires, Ed. Ad-Hoc, 2013, p. 143.
2. Gastil, John y Hans, Valerie, El juicio por jurados: Investigaciones sobre la deliberación, el
veredicto y la democracia, Buenos Aires, Ed. Ad-Hoc, 2014, p. 134.
3. Gobert, James, Justice, Democracy and the Jury, Dartmouth, 1997, p. 136.
26
juicio por jurados y procedimiento penal
4. Abramson, Jeffrey, “We, the jury...”, Cambridge, Harvard University Press, 2003, p. 10.
5. Hans, Valerie y Vidmar, Neil, Judging the jury, Nueva York, Perseus Publishing,
1986, p. 63.
27
colección institucional
6. Sin embargo, ver la descripción de jurado mixto que realiza Constable, Marianne,
“The Law of the Other: The Mixed Jury and Changing Conceptions of Citizenship, Law and
Knowledge,” University of Chicago Press, 1994.
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juicio por jurados y procedimiento penal
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colección institucional
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juicio por jurados y procedimiento penal
CONCLUSIÓN
La exigencia legal de hombres y mujeres en partes iguales en los pa-
neles de jurado ya lleva diez años en Córdoba y dos años en Neuquén y
Chaco. Parece ser ya un derecho adquirido, que goza de una alta acepta-
ción social. El Poder Judicial argentino está mayoritariamente integra-
do por varones. El jurado, con dicha composición, es el único tribunal
argentino que asegura ex ante la completa igualdad de género.
En suma, el requisito de igualdad de hombres y mujeres y la exis-
tencia de un registro electoral inclusivo aumenta, en gran medida, la
capacidad de lograr en Argentina el ideal democrático de justicia que
proviene de la noción del jurado como la única representación justa
y equitativa de la sociedad (fair cross section of the community). Este en-
10. Ídem.
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colección institucional
32
REFLEXIONES EN TORNO AL JURADO
COMO GARANTÍA DEL IMPUTADO Y LA
OBLIGATORIEDAD DEL JUICIO POR JURADOS
33
colección institucional
3. Ídem, “El juicio por jurados como garantía de la Constitución”, revista El Derecho,
2000. Disponible en: http://www.catedrahendler.org/doctrina_in.php?id=52
4. Ídem, El juicio por jurados: significados, genealogías, incógnitas, op. cit., p. 235.
5. Ídem, “El juicio por jurados como garantía de la Constitución”, op. cit.
6. Sward, Ellen E., “The Seventh Amendment and the Alchemy of Fact and Law” (tra-
ducción propia), Seton Hall Law Review, vol. 33, Iss. 3, article 2, 2003.
34
juicio por jurados y procedimiento penal
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colección institucional
de él, para juzgar entre este y quienes resisten su opresión (…). El único
tribunal conocido por nuestras leyes, para este propósito, es el jurado. Si
el jurado no tiene el derecho de juzgar entre el gobierno y aquellos que
desobedecen sus leyes y resisten su opresión, el gobierno es absoluto, y las
personas, legalmente hablando, son esclavos.11
Tal como afirma Sward, las prácticas coloniales reflejan el hecho de
que el jurado fue una de las instituciones más importantes de la lucha
por la independencia. Los jurados coloniales rechazaban a menudo el
aplicar las leyes británicas, lo que derivó en diversos esfuerzos de di-
cho país por impedir que el instituto fuera aplicado. De esta manera,
el privar a los colonos del juicio por jurados fue considerado uno de los
principales agravios hacia estos, el cual halló su manifestación contra
el Rey en la Declaración de Independencia.12
El antecedente de nuestro juicio por jurados más palmario es justa-
mente la Constitución de los Estados Unidos de América, inspiradora
del artículo 117 de la Constitución Federal de los Estados Unidos de Ve-
nezuela de 1811. En lo que atañe a este trabajo, cabe reproducir la En-
mienda VI de la propia constitución del país primeramente nombrado:
En toda causa criminal, el acusado gozará del derecho de ser juzgado rá-
pidamente y en público por un jurado imparcial del distrito y Estado en
que el delito se haya cometido, el cual deberá haber sido determinado pre-
viamente por la ley; así como de que se le haga saber la naturaleza y causa
de la acusación, de que se le caree con los testigos que depongan en su
contra, de que se obligue a comparecer a los testigos que le favorezcan y
de contar con la ayuda de un abogado que lo defienda.13
Hendler remarca así que el artículo III, sección 2 de la Constitución
estadounidense, relativa al juicio por jurados, aparece como una res-
puesta a la declaración de independencia en la que los colonos recla-
maban al rey de Inglaterra “for depriving us, in many cases, on the benefits
of trial by jury”. Señala así que esto, junto con la sexta enmienda, evi-
dencian el contenido garantizador del jurado. Y su propuesta totaliza-
11. Spooner, Lysander, An Essay on the Trial by Jury (traducción propia), Boston, John
P. Jewett and Company; Cleveland, Ohio, Jewett, Proctor & Worthington, 1852, p. 13.
12. Sward, Ellen E., “The Seventh Amendment and the Alchemy of Fact and Law”, op. cit.
13. Archivo Nacional de los Estados Unidos. Documento disponible en español en:
https://www.archives.gov/espanol/constitucion.html
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juicio por jurados y procedimiento penal
14. Hendler, E. S., El juicio por jurados: significados, genealogías, incógnitas, op. cit., p. 233.
15. La jurisprudencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos ha afirmado, por
ejemplo, que: “A right to jury trial is granted to criminal defendants in order to pre-
vent oppression by the Government. … Providing an accused with the right to be tried
by a jury of his peers gave him an inestimable safeguard against the corrupt or over-
zealous prosecutor and against the compliant, biased, or eccentric judge”, Duncan v.
Louisiana, 391 U.S. 145 (1968). Puede verse también Singer v. United States, 380 U.S.
24 (1965), entre otros
16. Patton v. United States, 281 U.S. 276 (1930)
17. Appleman, Laura I., “The Lost Meaning of the Jury Trial Right” (traducción propia),
Indiana Law Journal, vol. 84, 2009, Iss. 2, article 1.
18. La autora referenciada se pregunta: “How can the jury trial right be potentially
shared with the community without diminishing the rights assigned to the accused
or entirely disaggregating our current system of criminal justice? Could a defendant’s
request for a bench trial be countered by the people’s right to a jury trial? What might
this mean to the fate of peremptory challenges? Finally, in a world of guilty pleas, how
might a collective jury trial right be applied?” (Ídem).
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29. Hendler, E. S., El juicio por jurados: significados, genealogías, incógnitas, op. cit., p. 232.
30. Bovino, Alberto, “Procedimiento abreviado y juicio por jurados”, en Maier, Julio B.
J., (dir.), Juicio por jurados en el proceso penal, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2000, p. 63.
31. Ibídem, p. 85.
41
colección institucional
32. “United States v. Jackson”, 390 U.S. 570 (1968), con “Brady v. United States”, 397 U.S.
742 (1970), y “McMann v. Richardson”, 397 U.S. 759 (1970), entre otros.
33. Juliano, Mario Alberto, “¿El Estado puede modificar la ley de excarcelaciones para
restringir sus alcances?”, en Revista Pensamiento Penal, disponible en: http://www.pen-
samientopenal.com.ar/system/files/2013/12/doctrina37831.pdf
34. Caso “Acevedo Buendía y Otros”, sentencia de 1 de julio de 2009 de la CIDH, ci-
tado en Courtis, Christian, “Comentario al artículo 26 de la CADH”, en Convención
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juicio por jurados y procedimiento penal
43
colección institucional
38. Anitua, Gabriel Ignacio, “Juicio por jurados y Constitución Nacional”, en Roberto
Gargarella (coord.), La Constitución en 2020. 48 propuestas para una sociedad igualitaria,
Buenos Aires, Siglo XXI, 2011.
39. Conf. Steiker, Carol, “Criminal Procedure”, en Tushnet, Mark; Graber, Mar A. y
Levinson, Sanford (dirs.), The Oxford Handbook of the American Constitution, Oxford
University Press, 2015, Capítulo 31, Sección IV) , citado por Gullco, Hernán Víctor, “El
juicio por jurados y el derecho al recurso”, op. cit.
40. Bianchi, Alberto B., El juicio por jurados, Buenos Aires, Editorial Ábaco, 1999, p. 83.
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41. Duff, Peter, “The Limitations on Trial by Jury” (traducción propia), Revue internationale
de droit pénal, 2001/1, vol. 72, pp. 603-609.
42. Ibídem, pp. 605-7.
43. Ídem.
44. Gullco, Hernán Víctor, “El juicio por jurados y el derecho al recurso”, Revista Latinoame-
ricana de Derecho Internacional, 20/09/2016. Disponible en: http://www.revistaladi.com.ar/
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juicio por jurados y procedimiento penal
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EL JUICIO POR JURADOS POPULARES: LA
EXPERIENCIA EN LA PROVINCIA DE NEUQUÉN
RESUMEN
El ensayo analiza el Derecho Penal en su faz ejecutiva y los derechos
de los sujetos que habitan en las fronteras socioculturales internas a los
Estados, encubiertas por la “norma” estatal que sintetiza la mirada y
la disciplina. Devela el funcionamiento de nuevos dispositivos de par-
ticipación ciudadana que horadan la unidad impuesta por la norma,
abriendo la trama y permitiendo en ese proceso el ejercicio real y efecti-
vo de los derechos de ciudadanos culturalmente diversos (lo que implica
el derecho a la diferencia, la discriminación positiva y su proyección en
la toma de decisiones de la res publica como cosa de todos). Se trata del
jurado popular, instituido en la provincia de Neuquén, que asigna com-
petencia a los ciudadanos para el juzgamiento de conciudadanos acusa-
dos de cometer delitos graves contra las personas y la integridad sexual.
Está compuesto por doce ciudadanos de distinta extracción sociocul-
tural, con equitativa proporción de hombres y mujeres, que deliberan,
argumentan y deciden en condición de simetría recíproca. Además, el
instituto faculta la integración del jurado con integrantes de los pue-
blos originarios, cuando el hecho a juzgar comprometa el modo de re-
solución de conflictos de la comunidad, garantizando así la diversidad
cultural. De este modo, se tiende a la democratización profunda de la
justicia y a su legitimación política y social, y se aspira a la toma de deci-
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colección institucional
INTRODUCCIÓN
Cuando nos referimos al jurado popular, no lo hacemos en la acep-
ción corriente de justicia popular, como el mecanismo informal de
acción directa, también llamado “justicia por mano propia”, que se
identifica con los linchamientos populares realizados por un conjunto
de individuos que espontáneamente reaccionan a un hecho adminis-
trando justicia por sí mismos, ante la presunta omisión del sistema
estatal. El jurado popular es una institución social que forma parte de
la administración del castigo estatal, e implica la intervención de ciu-
dadanos de la comunidad en la que se cometió un delito para el juzga-
miento de sus pares por la infracción de la ley penal que se promulgó
en su nombre y en su beneficio, ya que sirve para encaminar hacia la
convivencia pacífica de los miembros de la comunidad.
El jurado popular se encuentra regulado por la ley en dos sentidos
(en atención al sistema federal del Estado argentino):
a. Ley de procedimiento del Estado provincial en el que se juzga
al “conciudadano” acusado de infringir la ley (como infracción
al contrato social). Esta ley indica el modo en que se convoca
a los potenciales jurados, el modo en que se seleccionan los
miembros que han de integrarlo y las reglas que han de seguir
tanto durante el juicio como después de este, al momento de
deliberar y emitir un veredicto;
b. Ley penal del Estado nacional que establece qué acciones cons-
tituyen delitos, qué permisos o justificaciones eximen al autor
de aquellas y cuándo puede reprochársele al sujeto infractor la
conducta cometida. La ley aplicable al caso concreto se explica
al jurado popular a través de las denominadas “instrucciones”,
que son dadas por quien dirige el juicio, el juez técnico, a pro-
puesta de las partes, el defensor del acusado, el fiscal (acusador
púbico que representa a la sociedad afectada por el delito) y,
en ocasiones, por el querellante particular, que representa a la
víctima del delito (acusador particular).
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juicio por jurados y procedimiento penal
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colección institucional
2. Levine, James, Juries and Politcs, Pacific Grove, Ed. Brooks/Cole, 1992; Lempert, Ri-
chard, “A Jury for Japan?”, en American Journal of Comparative Law, 40, 1992, p. 37;
véase también Lempert, Richard, Citicen Participation in Judicial decision Making: Juries,
Lay Judges and Japan, St. Louis-Warsaw Transatlantic L.J., 1, 9-10, 2002, citado por
Hans, Valerie P., “¿Cuál es la diferencia que hace un jurado?”, en El juicio por jurados.
Investigaciones sobre la deliberación, el veredicto y la democracia, op. cit., p. 26.
3. Hans, Valerie, op. cit., p. 34-35.
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dad se sortea el juez profesional que tendrá a cargo la dirección del jui-
cio. La audiencia de selección del jurado tiene por fin constituir el jurado
imparcial para resolver el caso. Quienes tengan motivo para excusarse
pueden hacerlo; en esos casos se procede a las recusaciones por las par-
tes, previo examen y contraexamen sobre posibles circunstancias que
pudieran afectar su imparcialidad. También pueden las partes recusar
sin causa a uno de los jurados titulares. Concluido el examen, se los de-
signa formalmente advirtiéndoles la importancia y deberes de su cargo.
La integración del jurado debe ser plural. Tiene que quedar integra-
do por hombres y mujeres en partes iguales y se intenta que, como mí-
nimo, la mitad del jurado pertenezca al mismo entorno social y cultural
del imputado. Se intenta también, en lo posible, que en el panel de jura-
dos haya personas mayores, adultas y jóvenes. El hecho de prever una
integración igual de hombres y mujeres se presenta como una exigencia
de igualdad en la participación y de igualdad de estatus social. Puede
leerse esta previsión de integración igualitaria de géneros como una po-
lítica pública que estatuye cupos para garantizar la participación de mu-
jeres en el espacio público, en un ámbito que tradicionalmente estuvo
reservado a los hombres, como es la administración de la penalidad. De
este modo, se repara una desigualdad fáctica entre los ciudadanos y se
asegura la efectiva participación como iguales en la interacción social.
El juicio se realiza en dos fases. En la primera se trata todo lo rela-
tivo a la existencia del hecho y la responsabilidad penal del acusado.
Finalizada esa etapa, el jurado debe determinar si se han probado los
hechos materia de acusación y si la persona juzgada es culpable o ino-
cente. Una vez que hay un veredicto de culpabilidad, en la segunda
etapa interviene exclusivamente un juez profesional, que determina la
pena de conformidad a la escala penal del delito por el que fuese decla-
rado culpable el acusado. Es entonces, con el veredicto de culpabilidad
o no culpabilidad, que finaliza la actuación del jurado popular.
Los alcances de la participación del jurado popular se advierten
desde el inicio de la audiencia, cuando prestan juramento solemne
ante el juez. Los jurados se ponen de pie y el oficial de sala pronuncia
lo siguiente: “¿Juráis en vuestra calidad de jurados en nombre del Pue-
blo, examinar y juzgar con imparcialidad y máxima atención la causa,
dando en su caso el veredicto según vuestro leal saber y entender, ob-
servando la Constitución de la Nación, de la Provincia del Neuquén y
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juicio por jurados y procedimiento penal
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colección institucional
4. Tal como lo propone Levinas, Emmanuel (Totalidad e Infinito. Ensayo sobre la exteriori-
dad, Salamanca, Ed. Sígueme, 1977) y lo sostiene luego Dussel, Enrique (Filosofía Ética
Latinoamericana I, Presupuestos de una Filosofía de la Liberación, México D.F., Edicol, 1977,
p. 120); lo distinto indica la diversidad y no supone unidad previa: es lo separado, no ne-
cesariamente procedente de la identidad originaria. La diferencia supone la unidad: lo
Mismo, procedente de la identidad que como Totalidad los comprende. La alteridad en
la historia de la metafísica occidental fue entendida como un despliegue interno que es
solamente una escisión de sí, un ponerse a sí mismo como otro. Ser otro es un momen-
to del movimiento dialéctico: “la negación, no ya como la nada abstracta, sino como un
ser determinado, es un algo; es el ser como otro”. Lo Mismo designa una ontología de
la identidad o “dialéctica monológica” que se constituye por un movimiento entre dos
instancias: la identidad y la diferencia. A ella opondrá la distinción cuya noción principal
es la analogía. Se trata de una analéctica dialógica. Lo diferente es lo arrastrado desde la
identidad, indiferencia originaria o unidad hasta la dualidad.
5. Garland, David, Castigo y sociedad moderna. Un estudio de teoría social, México D.F.,
Siglo XXI, 1999, p. 338.
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juicio por jurados y procedimiento penal
tomía nos interpela: ¿qué estamos haciendo mal como sociedad o qué
sistemas informales están fallando en el control del delito en la comu-
nidad donde se manifiesta la infracción a la ley penal como represen-
tación de la infracción al pacto social? Visto desde otra perspectiva, ¿en
qué medida necesitamos de esos Otros para reafirmar la pertenencia
del Uno al Nosotros?
Esta frontera está dada por la exclusión del Otro como individuo
des-sujetado por el Estado en instancias previas a la comisión del
delito,6 y por la consecuente exclusión del Otro por parte de los conciu-
dadanos y miembros de la comunidad a partir de la estigmatización
del Otro como delincuente, una vez que es declarado culpable por los
operadores del sistema penal.
6. Butler, Judith (¿Quién le canta al Estado Nación? Lenguaje política, pertenencia, Buenos
Aires, Paidós, 2009, p. 66) nos recuerda que la expulsión puede darse dentro de un te-
rritorio nacional cuando se da en forma de desposesión. Lo que distingue la expulsión
del encierro depende de cómo se trace el límite de ese territorio. El poder soberano
se ejerce paradigmáticamente a través de la capacidad de arrojar una parte de la po-
blación, a un estado (no a un Estado) exterior a la comunidad política, que Agamben
(1998) describió como “nuda vida”, concebida como vida desnuda, desprotegida, ex-
puesta a la violencia estatal. Entonces, aun antes del encierro carcelario, esas vidas se
hallaban abandonadas, expulsadas y confinadas a la vez, como una vida saturada de
poder desde el momento en que ha quedado privada de la ciudadanía efectiva.
7. Se enuncian las categorías, estadísticamente relevantes para el objeto de este aná-
lisis, por lo que la suma de las variables no arroja 100%. El material fue obtenido de
las estadísticas remitidas por la Oficina Judicial del Poder Judicial de la provincia de
Neuquén, en septiembre de 2015, sobre la base de los juicios por jurados realizados en
la primera circunscripción desde la entrada en vigencia de la Ley N° 2784.
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juicio por jurados y procedimiento penal
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9. González Peña, Carlos, “Sobre la relación entre derecho y moral en una democra-
cia”, en Revista de Derecho de la Universidad Austral de Chile, vol. 8 (citado el 25 de sep-
tiembre de 2015), suplemento especial, agosto 1997, pp. 43-50.
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colección institucional
10. Vaughan, Charles Edwyn, The political Writings of Jean-Jacques Rousseau, Oxford Basil
Blackwell, 1962, pp. 54-55.
11. Sunstein, Cass R., “Beyond the Republican Revival”, en The Yale Law Journal, XCVII,
pp. 1539-1589.
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juicio por jurados y procedimiento penal
12. Rousseau, Jean-Jacques, Cartas escritas desde la montaña, VIII, en Obras Completas,
vol. III, p. 841. “Quienquiera que sea amo no puede ser libre y reinar es obedecer”.
13. Rousseau, Jean-Jacques, Contrato Social, II, VI, en Obras Completas, vol. III, p. 379.
14. Rousseau, Jean-Jacques, Cartas escritas desde la montaña, VIII, Obras Completas,
vol. III, p. 842.
65
colección institucional
con el cual comprometerse. Por otra parte, este valor debe ser discutido y
reconocido. Para los republicanos no se trata tanto de saber si otro puede
o no interferir en mis acciones (cuál es el espacio de libertad y cuáles son
sus límites), sino si tienen el derecho de hacerlo (cuál es la profundidad
de ese espacio y cuáles son las condiciones de su significado).15
Esta definición de la libertad en la ley reconocida por todos abar-
ca una filosofía de la deliberación,16 que articula una filosofía de li-
bertad y una filosofía del habla pública, ya que “deliberar” es volverse
libre al formular una decisión en el debate. En palabras de Rousseau:
“Cuanto más importantes y graves son las deliberaciones, tanto más
la decisión que prevalece debe acercarse a la unanimidad” (Obras
Completas, III, p. 441).
Lo que generaliza la voluntad es menos el número de votos que el inte-
rés común que los une: porque en esta institución cada cual se somete
necesariamente a las condiciones que él impone a los demás; admirable
acuerdo de interés y de la justicia que da a las deliberaciones comunes
un carácter de equidad que vemos desvanecerse en la discusión de todo
asunto particular (…) ¿qué es, pues, con propiedad un acto de soberanía?
Una convención del cuerpo con cada uno de sus miembros: convención
legítima porque ella tiene por base el contrato social; equitativa porque es
común a todos; útil porque no puede tener otro objeto que el bien general
y sólida, porque tiene por garante la fuerza pública y al poder supremo.17
Rousseau sostiene que ser hombre es ser libre, con todos, por todos
y para un sí autónomo que ya no está confinado en la subjetividad del
yo. El paradigma de la libertad republicana que involucra una defini-
ción conjunta del individuo, del Estado y de la libertad. El individuo es
un sujeto de derecho y de la libertad con capacidad para determinarse
15. Rueff, Martin, Radical, separado. La antropología de Jean-Jacques Rousseau y las teorías
contemporáneas de la justicia (traducción de Rodrigo Molina-Zabalía), La Plata, Unipe
Editorial Universitaria, 1ª edición, 2014, p. 141.
16. “Si, cuando el pueblo suficientemente informado delibera (…) del gran número de
pequeñas diferencias resultaría siempre la voluntad general y la deliberación sería
siempre buena. Pero cuando se hace por medio de maniobras, asociaciones parcia-
les a expensas de la mayoría, la voluntad de cada una de estas parcialidades llega a
hacerse general en relación a sus miembros y particular en relación al Estado, puede
decirse entonces que ya no hay tantos votantes como hombres, sino solamente tantos
votantes como parcialidades” (Contrato Social, II, III, p. 371).
17. Rousseau, Jean-Jacques, Contrato Social, II, IV, Obras Completas, vol. III, p. 374.
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juicio por jurados y procedimiento penal
18. Rousseau, Jean-Jacques, Obras Completas, op. cit., IV, pp. 936-937.
19. Rousseau, Jean-Jacques, Obras Completas, op. cit., III, pp. 360-362.
20. Rueff, Martin, op. cit., p. 150.
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colección institucional
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juicio por jurados y procedimiento penal
23. Rousseau quiere mantener lo justo entre lo legal y lo bueno. No hace de la política el
lugar de promoción de una tesis sobre el bien, pero rechaza que la justicia del Estado
sea indiferente a la cuestión del bien.
24. “El jurado es una institución paradigmática de la sociedad política, donde los in-
dividuos actúan colectivamente por mandato del Estado para mediar entre las leyes y
las acciones de la sociedad civil. Los jurados están involucrados en la gobernabilidad.
En tal sentido, los investigadores han reconocido largamente a los jurados como cuer-
pos políticos, al demostrar cómo nuestros valores fundamentales moldean nuestros
juicios. El sistema de jurados actúa de tal manera que convoca a ciudadanos parti-
culares a la sociedad política para ejercer el poder oficial del Estado, y así provee una
oportunidad excepcional de educar a los ciudadanos que lo integran en los roles y en
las responsabilidades de la ciudadanía democrática” (Gastil, John, “Entre el Estado y
la sociedad”, en Hans, Valerie, El juicio por jurados. Investigaciones sobre la deliberación, el
veredicto y la democracia, op. cit., pp. 151-153).
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colección institucional
CONCLUSIÓN
El jurado popular instaura un espacio público que se filtra en la ad-
ministración del castigo, al fragmentar el ejercicio del poder de las eli-
tes estatales tradicionalmente encarnadas en los jueces profesionales.
En este proceso se restituye protagonismo a los ciudadanos para re-
solver cuestiones de orden público que, por su trascendencia, los com-
promete, al tiempo que requiere asumir la responsabilidad de juzgar
a sus pares desde sus propias perspectivas socioculturales, singulares,
reunidas bajo el imperio de la ley. Esta se constituye en el universal
aglutinante que fusiona la libertad moral con la libertad política, y en
esta unión convierte a los individuos en ciudadanos de su comarca y los
convoca como cuerpo político. La decisión instituye un universal situa-
do en el horizonte de la comunidad en la que se produjo la afectación de
bienes sociales primarios. Esta universalidad singular, que representa
la idea de espacio público, es retomada por Arendt,26 quien propone re-
formular la universalidad en términos de reversibilidad de las perspec-
tivas y búsqueda de comprensión del punto de vista de los otros.27
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juicio por jurados y procedimiento penal
28. Taylor, Charles, Multiculturalismo y la política del reconocimiento, FCE, México, 1993.
29. Presunción de valor y no juicio de valor, que de por sí requiere una “fusión de hori-
zontes”, al decir de Gadamer (Verdad y método. Fundamentos de una hermenéutica filosófica,
Salamanca, Sígueme, 1975), mediante el desarrollo de nuevos vocabularios de compa-
ración que permitirán la transformación de nuestras normas. En este mismo sentido,
Foucault y Derrida afirman que todos los juicios de valor se basan en normas que en últi-
ma instancia fueron impuestas por las estructuras de poder que, además, confirmaron.
30. Zaffaroni, Raúl, La pachamama y el humano, Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2012,
pp. 126-134.
31. Benhabib, Seyla, El Ser y el Otro en la ética contemporánea, Barcelona, Gedisa, 2006.
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colección institucional
32. En este sentido, Paul Ricoeur (1993) interpreta a la persona en la triple mediación
de la acción, el lenguaje y la narración, para dar fundamento a su constitución ética.
72
EL VOIR DIRE
CLAVES PARA LOGRAR UN JURADO
COMPETENTE, INDEPENDIENTE E IMPARCIAL
El derecho a un jurado está previsto para todos los acusados de un delito a fin
de evitar abusos del Estado. Quienes redactaron nuestras constituciones conocían
la historia y tenían la experiencia necesaria para procurar evitar acusaciones
infundadas que pretendieran eliminar enemigos del Estado y combatir la
existencia de jueces que respondieran a la voz de la autoridad. Los redactores de
las constituciones lucharon por crear una justicia independiente pero insistieron
en la protección contra las acusaciones arbitrarias (…). El derecho a ser juzgado
por jurado… refleja una decisión fundamental sobre el ejercicio del poder, esto es,
la negativa a colocar plenos poderes sobre la vida y la libertad de los ciudadanos en
manos de un juez o un grupo de jueces.
Suprema Corte de los Estados Unidos,
“Duncan vs. Louisiana”, 391 US 145 (1968)
RESUMEN
Partiendo de la exigencia convencional de garantizar a cada per-
sona sometida a juicio un tribunal competente, independiente e im-
parcial (Convención Americana sobre Derechos Humanos, en adelante
CADH, art. 8.1), y los consecuentes desafíos implícitos en un juicio por
jurados, el autor se enfoca en la etapa de voir dire (interrogatorio a los
candidatos a jurados). Este artículo repasa la jurisprudencia interna-
cional, las principales investigaciones empíricas sobre el tema, y algu-
nas experiencias locales recientes para proponer un modelo de trabajo
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colección institucional
INTRODUCCIÓN
En un país signatario de la Convención Americana de Derechos Hu-
manos sólo es posible someter a juicio a una persona ante un tribunal
“competente, independiente e imparcial” (CADH: 8.1). Ciertamente, es
profusa y recurrente la discusión sobre los mecanismos utilizados para
la designación, permanencia y remoción de jueces profesionales, y el
grado en que esos mecanismos permiten (o no) acercarse a ese estándar.
Y quien siga esa discusión sabrá que a lo largo de toda la región latinoa-
mericana, las opiniones sobre el rol de los Consejos de la Magistratura o
Judicatura tienden a oscilar entre la desilusión y el escepticismo.
Esas discusiones sobre la competencia, independencia e impar-
cialidad de los tribunales comienzan ahora a enriquecerse y renovar
su enfoque porque tras un largo siglo y medio de hibernación, varias
de las provincias que componen la República Argentina comenzaron
a avanzar hacia el cumplimiento de la categórica manda del artículo
118 de la Constitución: “Todos los juicios criminales ordinarios (…) se
terminarán por jurados”.
No intentaremos aquí demostrar las razones por las que entendemos
que el jurado popular resulta muy superior al tribunal de juecesprofe-
sionales (e incluso al escabinado) a la hora de garantizar competencia,
independencia e imparcialidad.1 Preferimos enfocarnos en analizar el
1. Francesco Carrara (acaso la pluma máxima del Derecho Penal liberal) sentencia en su
Programma: “Dios nos libre de los jueces a sueldo”. En el mismo sentido (pero sin el infla-
mado discurso del apasionado maestro de Pisa), dijo Ricardo Cavallero al exponer en el
Congreso Internacional de Juicio por Jurados en Materia Penal (La Plata, 1997): “O el po-
der de juzgar lo tienen en exclusiva funcionarios predispuestos por el Estado o este poder
lo habrán de compartir con ciudadanos comunes. Obviamente sirve para dirimir en favor
de estos últimos, a favor de la sociedad esta cuestión. Así es que viene en el sentido histó-
rico que nos marca Octavio Paz cuando dice que la modernidad se caracteriza sumaria-
mente por devolver a la sociedad la iniciativa que le fuera arrebatada por el Estado. Ya en
el plano procesal penal Foucault nos propone devolver a la gente común la composición
de los conflictos que le fuera expropiada por el Estado. Desde el plano de la criminología
no faltan voces críticas como la de Louk Hulsman cuando propone desprofesionalizar a
74
juicio por jurados y procedimiento penal
la justicia, porque dice que una justicia sin participación popular termina operando como
los flippers, esas máquinas de los bares, que actúan conforme a su propia lógica que nada
tiene que ver con los problemas de la gente concreta”.
2. En un artículo anterior (“Composición e integración del jurado”, publicado en Revis-
ta de Derecho Procesal Penal, 1, 2014, pp. 195-219) ya he intentado una explicación general
de todo el proceso de conformación de un jurado, a través de un análisis comparado de
las normas vigentes en las provincias de Neuquén y Buenos Aires, y su crítica.
75
colección institucional
3. “…muchas personas utilizan el término ‘selección del jurado’ en lugar de voir dire, lo
que implica de forma errónea que el jurado se selecciona de forma activa. De hecho, el
jurado no es ‘seleccionado’, sino que se compone de personas que no fueron rechazadas
por un proceso de exclusión”, Suggs, David y Sales, Bruce D., “Juror Self-Disclosure in
the Voir dire: A Social Science Analysis”, Indiana Law Journal N° 56, 1980, p. 245.
4. Hay otros términos acuñados en el mundo anglosajón que podrían resultar de uti-
lidad, como jury pool o venire (que denotan el conjunto de personas convocadas para
servir como un jurado en un caso determinado) o la propia diferencia entre juror (per-
sona que integra un jurado) y jury (conjunto completo de miembros del jurado en un
juicio). Sin embargo, para no abusar del idioma, nos referiremos a ellos como “conjunto
de convocados” o “candidatos a jurado”, “miembro del jurado” y “jurado” o “panel del
jurado”, respectivamente.
5. Puede verse una documentada nota sobre el origen del término y del procedimiento
para recusación de jurados (que provendría del derecho romano, Lex Servilia de 104
AC) en Zeisel, Hans y Diamond, Shari Seidman, “The Effect of Peremptory Challenges
on Jury and Verdict: An Experiment in a Federal District Court”, en Stanford Law Review,
N° 30, 1977, p. 491, nota 1.
6. Además de las condiciones que cada legislación establece para poder servir como
jurado, existe una genérica (y fuente de la mayor parte de disputas a la hora de la
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juicio por jurados y procedimiento penal
recusación con causa), que es la capacidad del candidato para ser imparcial en el caso
concreto. Haremos especial hincapié en esta cuestión en lo que sigue.
7. Esto es sólo parcialmente cierto en los Estados Unidos, ya que desde Batson vs.
Kentucky 476 U.S. 79 (1986), si la defensa logra sentar las bases para sospechar que el
fiscal está ejerciendo su derecho a recusar sin causa movido por discriminación racial,
el juez le exigirá expresar las razones de sus recusaciones sin causa y demostrar que
no hay un sesgo racial. En casos análogos y por idénticas razones, esta excepción po-
dría (debería) llegar a aplicarse en nuestro país.
8. En realidad, la mayoría de los abogados tienen un problema poco reconocido pero
aún mayor a la hora de presentar la prueba ante un jurado, que consiste en que la
mayoría no ha recibido entrenamiento en técnicas de litigación oral. Eso les dificulta
mucho la tarea de presentar la evidencia de un modo interesante y persuasivo sin vio-
lar las reglas del litigio. El principal inconveniente es que no han sido suficientemente
advertidos sobre la enorme diferencia que implica que la decisión la tome un jurado
auténticamente imparcial e independiente, y no un juez que ya leyó el expediente (o
que lo leerá, o que será informado de él por sus relatores), y que (como si esto fuera
poco) tendrá muy en cuenta los efectos que tendrá sobre su carrera y prestigio la opi-
nión pública –o publicada– sobre el fallo. Ciertamente, estos problemas de baja destre-
za de litigación (que afectan sobre todo a los fiscales, porque sobre ellos recae la carga de
la prueba) se vienen mitigando porque por lo general, los defensores tampoco están en-
trenados para aprovechar los errores, ni los jueces advierten con facilidad el problema,
ya que tampoco ellos dominan las técnicas de litigación y su gravitación sobre el debido
proceso. Pero a medida que los tribunales revisores comienzan a trascender el análisis
procedimentalista del devenir del juicio y van aplicando los principios rectores que
77
colección institucional
que, una vez que se entiende la razón de ser de las instrucciones, y cómo
funciona el litigio sobre ellas (en la práctica, una audiencia privada en-
tre el juez y los litigantes, precedida del intercambio de borradores de
cada parte), los abogados rápidamente comienzan a lograr buenos re-
sultados: el abogado promedio (y ni qué hablar el penalista con estudios
de posgrado, que los hay en abundancia) ha sido expuesto durante su
formación a un volumen de información sobre dogmática y teoría del
delito cercano a la sobredosis, y ciertamente ese conocimiento es deci-
sivo a la hora de desentrañar los problemas jurídicos del caso.9
Mucho más complejo, en cambio, es abordar el proceso de integra-
ción del jurado, y especialmente el segmento central, que es el voir dire.
Es que para saber a quién recusar, hace falta saber algo de lo que, por
curioso que parezca, nada nos han enseñado durante nuestra forma-
ción profesional: el modo en que las personas reaccionan frente a un
conflicto y toman decisiones respecto a él (ni hablemos de estudiar
psicología, sociología, ni ningún otro abordaje más o menos riguroso
de la conducta humana individual y colectiva). Casi nadie ha estudiado
durante su carrera, tampoco, la problemática valorativa que subyace a
lo jurídico ni el modo en que los prejuicios afectan la toma de decisio-
nes (nunca se lo creyó necesario, bajo la ingenua creencia de que en
los fallos que dictan los jueces profesionales no pesan sus esquemas
morales y sus prejuicios). Los abogados, por la formación que reciben,
tienden a creer que las personas deciden sus asuntos personales siem-
pre en forma racional, haciendo una adecuada ponderación de los es-
tímulos legales y de la relación costo-beneficio, y no ven motivo por el
que decidirían de otro modo si se trata de un conflicto ajeno.
Menos aun se trabaja, a la hora de formar abogados, en sus des-
trezas comunicacionales con las personas que no son abogados (al
contrario, se considera un logro pedagógico que los alumnos hablen
todo el tiempo en la curiosa jerga de los abogados, incomprensible
bajan directamente de la Constitución y los tratados, el problema se hace más mani-
fiesto. Algo de eso viene ya asomando (con tibieza) en los primeros fallos del Tribunal
de Impugnación de Neuquén y el Tribunal de Casación Penal bonaerense.
9. Que luego los litigantes y el juez sean capaces de traducir eso en un conjunto de
instrucciones claras para cualquiera, son cinco pesos aparte. Pero los manuales de
instrucciones vienen a colaborar mucho con eso, y las personas que han servido como
jurados en simulacros y juicios reales coinciden mayoritariamente en que no han te-
nido problemas para entender las instrucciones legales del juez.
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10. Kairys, David; Schulman, Jay y Harring, Sidney L. (eds.), The Jury System. New Methods
for Reducing Prejudice, Cambridge, MA: National Jury Project and National Lawyers
Guild, 1975; citado por Hans, Valerie P., “The Conduct of Voir dire: A Psychological
Analysis”, en The Justice System Journal, N° 11 (1), p. 42.
11. Kelner, Joseph, “Jury Selection: The Prejudice Syndrome”, en Trial, N° 19, 1983,
pp. 48-53; citado por Hans, Valerie P., op. cit.
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Los nervios se me fueron de punta, cuando nos dicen “Bueno, ahora van
a pasar por orden, de a uno, al micrófono, y nosotros los vamos a inte-
rrogar”. Cuando dijo eso, yo sentí ahí que me estaban juzgando, son esos
nervios que... claro, pasa el primero y yo empecé a temblar, yo tenía uno
de los últimos números, me sentía peor que en un examen final. (Caroli-
na S., estudiante universitaria, miembro de un jurado en la provincia de
Buenos Aires, entrevista del 03/03/2016).
Es que cuando alguien es convocado para ser jurado, difícilmente
imagine que su trabajo comience contestando preguntas que bordean
(o llanamente entran en) sectores delicados de su vida, ante medio cen-
tenar de desconocidos, uno de ellos, un juez (ya volveremos sobre esto).
Quede claro que esta afirmación dista de ser una anécdota, ya que
es bien sabido que las personas tienden a dar en público opiniones dis-
tintas de las que dan en privado; es frecuente que las opiniones públi-
cas sean más cuidadosas (más “correctas” según el estándar percibido
por quien opina) que las brindadas en confianza.
Además, el formato pregunta/respuesta no suele ser el formato de
entrevista más apropiado para obtener confidencias del interrogado,
menos cuando transcurre en público (“peor que en un examen final”,
según la entrevistada arriba citada), y entre personas por ahora desco-
nocidas, pero que en las próximas horas o días compartirán una expe-
riencia tan intensa como la de decidir si una persona es o no culpable
de un grave delito que se le achaca.
Para más complicación, si el juez explica sinceramente lo que allí
ocurre, les hará saber que cada palabra que se diga quedará grabada,
con lo que la tensión aumentará notablemente.
Y por último, todos estos problemas suelen darse en una muy rá-
pida sucesión: existe una tendencia (de alguna manera, razonable) a
pensar la etapa del voir dire como sólo una parte preliminar de lo que
de verdad importa (testimonios y alegatos), y que por tanto, no debe
ocupar demasiado tiempo. Además, no hay dudas de que el tiempo de
los ciudadanos llamados a servir como jurados es valioso, y durante el
voir dire hay por lo general más del doble de ciudadanos que los que oi-
rán el juicio, así que será mejor que devolvamos al excedente a su vida
habitual lo antes posible. Ni el juez ni los potenciales jurados tienen
paciencia infinita, así que los litigantes dispondrán de menos tiempo
del que querrían para hacer su labor. Y este vértigo los llevará a co-
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13. Hans, Valery, “The Conduct of Voir Dire. A Psychological Analysis”, en The Justice System
Journal, vol. 11, N° 1, 1986, p. 44, con cita de Adorno, Theodore W.; Frenkel-Brunswik,
Else; Levinson, Daniel J. y Nevitt Sanford, R., The Authoritarian Personality, Nueva York,
Harper, 1950; Allport, Gordon W., The Nature of Prejudice, Cambridge, MA, Addison-
Wesley, 1954; Gaertner, Samuel L., “Nonreactive Measures in Racial Attitude Research:
A Focus on Liberals”, en Katz, Phyllis (ed.), Toward the Elimination of Racism, Nueva York,
Pergamon Press, 1976; McConahay, John B.; Hardee, Betty B. y Batts, Valerie, “Has
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jurado tiene algo más que opinión formada sobre los hechos en disputa:
es un militante de una causa al que su buena suerte en los sorteos le ha
dado la oportunidad de ser citado para servir como jurado en un juicio
donde su causa (la lucha contra la violencia machista, el odio al inmi-
grante, la cruzada contra el tabaco, las armas o los agroquímicos, por
mencionar sólo algunas) está más o menos en el centro de la cuestión.
Las probabilidades de que esa persona intente ocultar sus convicciones
(que la alejan del ideal de imparcialidad) son directamente proporcio-
nales a su fanatismo. Ciertamente, se trata de una amenaza mayor para
nuestra búsqueda de eliminar del jurado a quienes torcerán el fiel de
la balanza de un modo injusto. Sin embargo, los sesgos deliberados no
parecen ser más difíciles de detectar que los vergonzantes o los incons-
cientes: llegado el caso, un buen interrogatorio personalizado de quien
haya dado pistas de fanatismo puede tentar al sujeto a adelantar su ac-
ting proselitista a la misma audiencia de voir dire (después de todo, que
cincuenta personas escuchen su mensaje es más tentador que confinar-
lo a la sala de deliberación, donde el público es de sólo once personas).
En la última parte de este trabajo aparecen algunas ideas para lograrlo.
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Esos cuestionarios pueden incluir muchos datos que las partes pue-
dan considerar relevantes, como información demográfica (nivel edu-
cativo, características socioeconómicas), condiciones de vida (actividad
laboral y comunitaria, canales informativos utilizados con más frecuen-
cia, hábitos y círculos sociales que frecuenta) y aun información sensible
que entran en juego en el caso (convicciones éticas o religiosas, expe-
riencias vitales traumáticas, posición sobre asuntos polémicos).
Ciertamente, será necesario justificar (en las audiencias prelimi-
nares imprescindibles para preparar el juicio) la relevancia de toda la
información a requerir, más aun la que arriesga indebida intromisión
en la intimidad del ciudadano (pero no sólo esa). Tal como sucede en
la audiencia en sí, muchas veces las partes lograrán menos de lo que
necesitarían. Cada juez tendrá su propio baremo para abrir o cerrar la
válvula de admisión, al menos hasta que la jurisprudencia comience a
fijar algunos parámetros (no olvidemos que cada decisión de admitir
o no una pregunta, puede ser motivo de recurso contra la condena, si
puso en riesgo la garantía de tribunal competente, independiente e im-
parcial, y por tanto la debida documentación de todo este litigio es del
mayor interés de los litigantes, además de una obligación del Tribunal).
El uso de cuestionarios previos ha venido incrementándose en los
Estados Unidos desde hace cuarenta años a la fecha,16 y en algunas ju-
risdicciones es una práctica usual, a tal punto que la normativa proce-
sal civil californiana impide a los jueces rechazar en forma arbitraria
o irrazonable la remisión de un cuestionario (CCCP, §§ 205 (c) y (d)
y § 222.5). Se utilizan muy diversos modelos (de una a dos páginas,
hasta un extenso cuestionario que fue de más de 300 preguntas en 75
páginas utilizado en el juicio contra O. J. Simpson, como señala el ex-
tenso manual de litigación ante jurados Jurywork,17 que dedica todo el
capítulo 3 (más de noventa páginas) y buena parte del CD anexo a de-
fender el uso de cuestionarios y ofrecer muchos modelos de mociones
y cuestionarios para varios tipos de juicio.
Allí se aboga por extender el uso del cuestionario, marcando las tres
ventajas básicas que tiene por sobre el voir dire oral como única práctica:
16. Según el National Jury Project, el primer cuestionario de que se tiene noticia data de
1975 (ibídem, p. 134).
17. Krauss, Elissa et al. (eds.), Jurywork: Systematic Techniques, op. cit., p. 136.
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18. La cuestión no es menor, ya que si ambas partes pudieran conocer cómo se llaman
y dónde viven los potenciales jurados, la parte que tenga más disponibilidad de recur-
sos podría hacer una investigación más exhaustiva (e intrusiva, sin contar el riesgo de
sobornos o extorsiones) que la otra. Una norma o práctica procesal que consolide o
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19. Es importante incluir en el cuestionario una o más preguntas que permitan indi-
car necesidades especiales del candidato (movilidad reducida, dificultades visuales o
auditivas, dietas especiales, etc.) para asegurar que en la audiencia de voir dire (y en el
juicio, si resultara seleccionado) se disponga de todo lo necesario.
20. La sinceridad en las respuestas de los jurados durante el voir dire es cosa muy seria:
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abierta (esto es, a todos los miembros del jurado a la vez, en alta
voz y pidiendo respuesta de igual modo), el interrogatorio que
se considere necesario para descartar cualquier causal legal de
inhabilidad21 o de excusación respecto del juez, las partes, los
abogados y los testigos.22 Luego de eso, escuchará los pedidos de
excusación que hagan los candidatos a jurados vinculados con
sus compromisos, estado de salud y otras cuestiones, sopesan-
do las causales y decidiendo si justifica la excusación o si, por
el contrario, deberán permanecer afectados al juicio, al menos
durante el proceso de selección.23
5. Voir dire propiamente dicho: Luego de estos preliminares, en-
tramos al momento en que los abogados interrogan a los po-
tenciales jurados. Hay varias formas de hacerlo:
a. Interrogatorio individual abierto. Cada uno de los convocados
es interrogado en forma individual por ambas partes (el fiscal
si un miembro del jurado responde falsamente una pregunta para ocultar o disimular
información que podría haber llevado a una parte a recusarla con o sin causa, esta po-
drá reclamar la nulidad del juicio si esa persona integró el jurado. El costo (no sólo eco-
nómico) de tal nulidad es alto, y los candidatos a jurados deben ser conscientes de que
se exponen a una persecución penal y civil si malogran la administración de justicia.
21. Si bien en muchas jurisdicciones los listados generales que se utilizan para sortear
los convocados ya deberían haber sido depurados conforme las leyes locales, no hay
que descartar errores, omisiones o causales sobrevinientes.
22. El cuestionario ya habrá pedido a los candidatos información sobre posibles rela-
ciones previas. Pero es bien posible que recién ante la presencia física, el jurado ad-
vierta que la persona con la que peleó violentamente un día antes en un espectáculo
deportivo es uno de los protagonistas del juicio. El riesgo también existe respecto de
los testigos (que no estarán presentes en esta etapa), pero la gravedad de la causal es
muy distinta en ese caso, comparada con las partes, sus abogados y el juez.
23. Es opinable si las partes deben o no intervenir en estas causales de excusación, que
no parecen afectadas por el principio acusatorio, sino que se conectan más con la car-
ga pública y su equitativo reparto entre todos los convocados. Nos han sido narradas
situaciones en las que el juez pidió opinión a los abogados antes de resolver, y otras
en las que ello no ha sucedido. También sabemos de casos en los que la decisión de
excusar o no fue diferida hasta que (pasado el interrogatorio) el juez y las partes se re-
unieron a decidir las exclusiones (ciertamente, con el inconveniente de que se perdió
el tiempo interrogando incluso a las personas que tenían una buena razón para no in-
tegrar el jurado). También nos llegó noticia de un caso en que una decisión inicial más
bien permisiva (aceptando una excusación por un motivo menor) debió ser revertida
en forma rápida (e inequitativa) ante la proliferación de intentos de ser excusados. En
ningún caso hemos sabido de protestas o planteos de las partes al respecto.
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ÚLTIMAS RECOMENDACIONES
1. Carpe diem: Como dijimos al comienzo, hay que abandonar
toda pretensión de exhaustividad o perfección. Es inviable (al
menos lo será en la inmensa mayoría de los casos en los próxi-
mos años) dedicar varios días al voir dire. Los abogados deberán
aprender a hacer buenos cuestionarios, que permitan obtener
información útil, y aprovechar el tiempo que conceda el juez
para hacer dos o tres preguntas de seguimiento para algunos
candidatos escogidos desde el cuestionario, antes o después de
un par de preguntas generales abiertas que siempre nos pue-
den dar material valioso.
2. Siempre alerta: El voir dire es, como se dijo, el único momento
del que disponen los abogados para saber algo de las personas
más importantes y menos conocidas del juicio, que son las que
darán el veredicto. Es el momento de absorber toda la informa-
ción que circule por la sala. Como se dijo, no es una tarea para
litigantes solitarios, y un par de auxiliares bien entrenados,26
que lleguen temprano y puedan observar las actitudes e inte-
racciones de los futuros jurados, y que estén toda la audiencia
colectando información, harán la diferencia. Y cuando deci-
mos “siempre” también nos referimos al momento en que los
jurados contestan preguntas del oponente: más de una vez, un
abogado (sobre todo si no tiene mucha experiencia) hará emer-
ger en el voir dire datos que identifican al interrogado como un
jurado muy proclive a su caso (y por lo tanto, candidato a nues-
tra recusación), así que siempre será buen momento para ob-
tener información.
26. Estimo que faltan algunos años para que aparezcan consultores de selección de
jurado que puedan ofrecer servicios profesionales de algún valor.
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CONCLUSIÓN
Como puede advertirse, el tema tiene varias aristas, y en modo algu-
no podría pretender siquiera enumerarlas todas (menos aun discutirlas
en forma exhaustiva) en el marco de este trabajo. Me conformo con haber
ofrecido algo de la larga y documentada experiencia de los Estados Uni-
dos, haber aportado algo de la naciente tradición juradista argentina, y
(espero) haber instalado algunas preguntas que busquen su respuesta.
Quiero insistir en que la novedad es una gran oportunidad para in-
vestigar y para experimentar, sobre todo litigando intensamente estas
cuestiones. De ese modo se podrán enriquecer las cavilaciones de los pu-
blicistas con la siempre rica opinión de los tribunales, que nace tanto de
los libros como de la inquieta y creativa vocación que ponen en juego los
buenos abogados, a la hora de defender las causas que les son confiadas.
27. Así, por ejemplo, en “Méndez” del 02/12/14 y en “Béliz” del 12/05/2015, ambos casos
referidos al litigio de instrucciones.
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RELACIONES ENTRE LOS “ESTÁNDARES DE
PRUEBA” Y LA ACTIVIDAD DE LAS PARTES
Es obvio que lo que el juez –o cualquier otra persona– quiere, cuando pide “toda
la verdad”, es toda la información verdadera interesante y atinente a la cuestión que
pueda obtener; y muchos testigos absolutamente sinceros callan una información
importante simplemente porque desconocen su relación con el caso.
Karl R. Popper,
Conjeturas y refutaciones
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1. Twining, William, “De nuevo, los hechos en serio”, en Doxa, Cuadernos de Filosofía del
Derecho, Nº 32, 2009, pp. 317-340.
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4. Lagier, Daniel González, Los hechos bajo sospecha. La objetividad de los hechos y el razona-
miento judicial, Barcelona, Marcial Pons, 2000.
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5. Whitman, James Q., Orígenes de la duda razonable: raíces teleológicas del proceso penal
(traducción de Nicolás Schiavo), Colección de Ciencias Jurídicas, Buenos Aires, Uni-
versidad de Palermo, 2016.
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6. Laudan, Larry, Error y proceso penal. Un ensayo sobre epistemología jurídica, Barcelona,
Marcial Pons, 2013.
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7. Ferrer Beltrán, Jordi, La valoración racional de la prueba, Barcelona, Marcial Pons, 2007.
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CONCLUSIÓN
La estructura del estándar probatorio, en la versión de Susan
Haack, resulta bastante familiar para los abogados, ya que recurre
principalmente a las evidencias y razones para justificar algo. Esto
se relaciona directamente con la actividad de las partes, como lo sos-
tuviera al comienzo del artículo. La analogía del crucigrama permite
cuantificar el grado de apoyo que ofrecen las pruebas y establecer la
seguridad de las razones.
Es una buena guía para la actuación de las partes y, a su vez, esta-
blece claramente las bases sobre las que se debe asentar un veredicto
–justificación–, lo que permite un adecuado control de las decisiones
por parte de los tribunales revisores vinculados con la satisfacción o
insatisfacción del estándar probatorio en un caso concreto.
Además, tiene la ventaja de no pedirle al jurado que recurra a sus
creencias subjetivas, o que escudriñe en sus conciencias sobre la inocen-
cia o culpabilidad de una persona, sino que escuche y analice la prueba.
129
LA POTESTAD JURISDICCIONAL
PARA ABSOLVER ANTE EL VEREDICTO
CONDENATORIO DEL JURADO*
INTRODUCCIÓN
Luego de ciento cincuenta años de puja entre dos modelos anta-
gónicos de Estado, y particularmente de la conformación del Poder
Judicial que lo integra, finalmente y a poco más de treinta de instau-
rada una amplia democracia, ha comenzado paulatinamente a darse
parcial cumplimiento al mandato constitucional de instaurar el juicio
por jurados en asuntos criminales.1
Cuando quienes bregamos por la intervención de la comunidad en
todos los asuntos de la vida pública nos habíamos acostumbrado a escu-
char las críticas provenientes de los sectores conservadores, que formu-
laron toda clase de respuestas para contener esos ataques, en los últimos
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2. Mis puntos de vista sobre ello se encuentran expuestos en Schiavo, Nicolás, Valora-
ción racional de la prueba en materia penal, Buenos Aires, Ed. Hammurabi, 2ª ed., 2015.
3. En realidad, el jurado no emite un “veredicto inmotivado” pues todo acto humano, y
aun más uno de naturaleza colectiva, encierra alguna clase de motivación que lo impul-
sa. Más bien debería describirse al veredicto del jurado como uno de “motivación tácita”.
4. Vaughan 123, 124 Eng. Rep. 1006 [1670].
5. Alexander, James, A Brief Narrative of the Case and Trial of John Peter Zenger, Harvard,
Printer of The New York Weekly Journal, 1963, p. 69.
6. Esta potestad se explicaba claramente por la conjunción “veredicto inmotivado” y
“veredicto general”, desde donde emergió la jury nullification como un modo de oposi-
ción a la manipulación de las evidencias por parte del fiscal representante del Estado,
pero también contra la propia ley opresiva de la que pretendía valerse el mismo para
aquellos propósitos.
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7. Al respecto, ver Laudan, Larry, Verdad, error y proceso penal, Madrid, Ed. Marcial
Pons, 2013.
8. Anteriormente este instituto se conocía como “veredicto directo” (direct verdict), pero
por diversas razones –fundamentalmente de amplitud y complejidad– esa denomina-
ción quedó exclusivamente reservada para los casos civiles y tomó un nuevo nombre
para los procesos criminales.
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LA ABSOLUCIÓN JURISDICCIONAL
La potestad de que los jueces se aparten del veredicto condenato-
rio del jurado y absuelvan al imputado, o que incluso lo hagan antes
del acto deliberativo dispensando a los doce, no ha generado en los Es-
tados Unidos grandes controversias doctrinarias y jurisprudenciales,
y fue asumida como la expresión de una autolimitación pública en la
titularidad de la potestad punitiva, ante el fracaso del resguardo confe-
rido a los ciudadanos para evitar la arbitrariedad pública,9 es decir, de
la protección del inocente que es encontrado culpable por un fracaso del
jurado en el cumplimiento de su obligación de emitir un veredicto de
culpabilidad sólo allí cuando las evidencias resultan suficientes para sa-
tisfacer la regla de comprobación de “más allá de toda duda razonable”.10
Por su parte, en lo que hace a la regulación específica, la Corte Su-
prema ha visto en el caso “Bruton” (1968)11 que las normas destinadas
a regular el uso de esa facultad tienden a dispensar un significativo
ahorro tanto de tiempo como de recursos materiales y económicos,
implicados en prolongados procesos de impugnación.
La misma Corte había convalidado el uso de estas potestades ju-
risdiccionales por primera vez muchos años antes, cuando en el caso
“Mc. Nabb” (1942)12 señaló que los Tribunales tienen la facultad de fijar
los estándares de validez de las evidencias, como así también la de re-
mediar las injusticias que pudieran cometerse cuando, en base a una
escasa prueba presentada, se alcanzaba una solución equivalente a la
que habría podido tener lugar de haberse incorporado evidencia ex-
cluida. En este caso, durante el debate habían surgido pruebas sobre un
9. Phillips, Dawn M., “When Rules are More Important Than Justice”, Journal Criminal
Law & Criminology, N° 87, 1997, p. 1041.
10. Wright, Charles A. y Miller, Arthur R., Federal Practice and Procedure, Ed. Thomson
Reuters, § 465, 1982.
11. “Bruton v. United States”, 391 U.S. 123, 1968.
12. “McNabb v. United States”, 318 U.S. 332, 1943.
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ria una vez que el caso ha sido presentado ante el jurado, ni puede exten-
der el plazo para una moción de la defensa con posterioridad al veredicto.
En consecuencia, la defensa interpuso un recurso ante la Corte Su-
prema de Justicia de los Estados Unidos, que aceptó ingresar a tratar el
caso. La defensa argumentaba que debía concederse el poder de dictar
absoluciones por fuera del plazo prescripto por el artículo 29 (c) de las
Reglas Federales del Procedimiento Criminal cuando:
(1) Existe una petición de que el acusado es legalmente inocente, (2) Cuan-
do esa solicitud había sido presentada antes de dictarse una sentencia,
(3) Cuando el requerimiento no fue formulado en tiempo oportuno por un
error atribuible exclusivamente al abogado.
Para sustentar la cuestión atinente a la temporalidad, se señalaba que
los plazos pueden ser extendidos cuando se demuestra una negligencia
del letrado o cuando existe un interés superior de justicia, en función de
los artículos 2 y 57 de las Reglas Federales de Procedimiento Criminal.
La Corte descartó la conexión con esos dos artículos, y señaló que la
regla 29 es determinante respecto a que la petición debe ser formulada
dentro de los siete días hábiles posteriores al veredicto, o que en su
defecto la ampliación de ese plazo debe ser otorgada por el juez dentro
de ese mismo período.
Por otra parte, la Corte señaló que existe la alternativa de que la
absolución previa al veredicto sea realizada tanto a petición de parte
como de oficio, mientras que luego de emitido el veredicto esa posibi-
lidad sólo es a petición de parte. De allí que, una vez resuelta la tardía
solicitud de la defensa, el juez carecía de la potestad de revocar lo allí
decidido y dictar de oficio una absolución, como lo hizo.
Adicionalmente, la defensa sostuvo que de no permitirse introducir
una petición con un día de demora, se daría lugar a innecesarias apela-
ciones y procedimientos de hábeas corpus, lo que haría mucho más difí-
cil para los acusados la posibilidad de aliviar su condena que lo que sería
hacerlo frente al juez de primera instancia que presenció todo el debate.
Es recién aquí cuando la Corte señaló la naturaleza jurídica de este
instituto, al afirmar que no es posible ignorar el mandato de la regla 29
y que, aun cuando las razones que la inspiraron pudieran estar en con-
cordancia con ese argumento, esas potestades están temporalmente
limitadas dentro de un universo mucho más amplio que el sistema de
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16. Sobre esta tajante división véase Granillo Fernández, Héctor, El juicio por jurados,
Santa Fe, Ed. Rubinzal-Culzoni, 2013
17. Hawles, Sir John, The Englishman’s Right: A Dialogue Between a Barrister at Law, and a
Juryman, Londres, impreso por Richard Janeway, en Queenshead Alley en Paternoster
Row, 1680 (reimp. Nueva York, Garland, 1978), p. 23.
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Esta tensión permanente entre los diversos roles fue mucho más
marcada hacia fines del siglo XVIII, cuando se reconoció la facultad de
los jurados de anular la ley (jury nullification), así como cuando, culmi-
nando el siglo XIX, se convalidó que los jueces instruyeran a los jura-
dos sobre el derecho y las formas de verificar los hechos.18
Es decir que estas fronteras han estado siempre en permanente ten-
sión, lo que condujo a que, a comienzos de siglo XX, la Corte del 2º Cir-
cuito remarcase en “Brown” (1933)19 que los jueces no debían permanecer
como observadores pasivos de lo que ocurre en sus salas de audiencias,
pues es su función el asegurar que se desarrolle un juicio justo, para lo
cual deben tener la potestad de ponerle fin, cuando fuese necesario.
O sea que incluso antes de que existiera una disposición como la
regla 29, las Cortes se habían arrogado el derecho de corregir veredic-
tos que no estuvieran sustentados en una suficiente cantidad de evi-
dencia, dejándolos de lado al disponer una absolución jurisdiccional.20
Esta cuestión nos conduce inexorablemente a responder esa pers-
pectiva crítica advirtiendo que la riqueza del juicio por jurados histó-
ricamente no está en la tajante división de funciones entre el rol del
juez y del jurado, ni en imponer estancos señoríos soberanos a unos y
otros, sino más bien en las tensiones que se registran entre ellos y por
la que se desarrollaron institutos tuitivos para los imputados. Tan sólo
a modo de esquema general, podrían incluirse entre ellos los denomi-
nados vasos comunicantes (instrucciones), los controles del jurado
hacia la ley (jury nullification) y del juez para con aquellos (judgment of
acquittal), que en conjunto representan una concepto mucho más inte-
gral del “juicio justo” en que se afianza el debido proceso.
Es decir, el juicio por jurados es producto de estas permanentes
tensiones y de las formas de regularlas y contenerlas; es que en el ám-
bito anglosajón, y particularmente en los Estados Unidos, esta clase
de facultades no son vistas con desconfianza, ni como la invasión de
esferas de competencia específicas previamente delimitadas.
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colección institucional
En este punto cabe ser tajante: debe estar claro que, así como no
es posible que un jurado derogue una ley o garantía del imputado
para condenarlo, o que se le sugiera así hacerlo, tal cual se resolvió en
“Griffin” (1965),21 tampoco es dable que un juez revoque un veredic-
to absolutorio del jurado. Ambos institutos, que son la contracara de
una misma tensa moneda, obran a favor del acusado, repeliendo la ley
opresiva o injusta, del mismo modo que los veredictos sustentados en
una deficiente cantidad de evidencia.
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dencia y esta sea insuficiente para sostener una condena. Esto puede
acontecer antes de que la defensa produzca la prueba admitida o al fi-
nal del debate, luego del alegato del fiscal (prosecutor closing argument).23
Esta posibilidad podría ser aplicada en la provincia de Buenos Ai-
res con una interpretación extensiva de las potestades prescriptas en
el artículo 341 del Código Procesal Penal24 bajo la figura del sobresei-
miento, que para estos propósitos tiene un efecto equivalente, aunque
en sentido estricto esta norma habla de “nuevas evidencias” y no del
defecto estructural de aquellas presentadas por la acusación.
Asimismo, si bien la norma no emplea el concepto de “veredicto
directo”, conserva la posibilidad de que el juez de oficio rechace la im-
putación, en ambos momentos, ante la notoria deficiencia del fiscal
para sostener su caso con la prueba producida.
Esta primera posibilidad no debería generar mayores controver-
sias, ni siquiera para quienes sacralizan la soberanía del jurado en la
determinación de los hechos, pues su “dispensa” jurisdiccional es equi-
valente a la que debía de haberse producido si el fiscal hubiese retirado
su acusación por imposibilidad de sostenerla. Es decir, se estaría ante
un caso similar al regulado por el artículo 368 del Código Procesal Pe-
nal de la provincia de Buenos Aires.25 En todo caso, la única controver-
sia subsistente estaría en las facultades recursivas del fiscal, cuando la
after the close of all the evidence, the court on the defendant’s motion must enter a
judgment of acquittal of any offense for which the evidence is insufficient to sustain
a conviction. The court may on its own consider whether the evidence is insufficient
to sustain a conviction. If the court denies a motion for a judgment of acquittal at the
close of the government’s evidence, the defendant may offer evidence without having
reserved the right to do so”.
23. La última parte de la regla 29 (a) expresamente dispone que si se rechaza la petición
presentada cuando la fiscalía culminó con su prueba, esto no implica que no se deba
producir aquella oportunamente ofrecida por la defensa.
24. “Artículo 341. (Texto según Ley 14296) - Sobreseimiento.- Si en cualquier estado
del proceso, con posterioridad a la oportunidad dispuesta en el artículo 338, por nue-
vas pruebas resultare evidente que el imputado obró en estado de inimputabilidad y
no proceda la aplicación de una medida de seguridad en los términos del artículo 34
inciso 1º del Código Penal, o que surja claramente la falta de tipo, una causal de justifi-
cación, de inculpabilidad o una causa extintiva de la acción penal, para cuya compro-
bación no sea necesario el debate, el Tribunal podrá dictar el sobreseimiento”.
25. Art. 368 (texto según ley 13943): “Discusión Final […] Si en cualquier estado del de-
bate el Ministerio Público Fiscal desistiese de la acusación, el Juez o Tribunal absolverá
al acusado, salvo que el ofendido constituido en particular damnificado sostenga la
acusación que hubiere formulado el Fiscal en la oportunidad del artículo 334”.
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26. En los Estados Unidos se confirió al fiscal la posibilidad de recurrir a estas reso-
luciones sin considerar que, de ese modo, se vulneraba el double jeopardy (en “United
States v. Martin Linen Supply Co.”, 430 U.S. 564, 1977).
27. “(b) Reserving Decision. The court may reserve decision on the motion, proceed
with the trial (where the motion is made before the close of all the evidence), submit
the case to the jury, and decide the motion either before the jury returns a verdict or
after it returns a verdict of guilty or is discharged without having returned a verdict.
If the court reserves decision, it must decide the motion on the basis of the evidence at
the time the ruling was reserved”.
28. “(c) After Jury Verdict or Discharge. (1) Time for a Motion. A defendant may move
for a judgment of acquittal, or renew such a motion, within 14 days after a guilty ver-
dict or after the court discharges the jury, whichever is later. (2) Ruling on the Motion.
If the jury has returned a guilty verdict, the court may set aside the verdict and enter
an acquittal. If the jury has failed to return a verdict, the court may enter a judgment
of acquittal. (3) No Prior Motion Required. A defendant is not required to move for a
judgment of acquittal before the court submits the case to the jury as a prerequisite for
making such a motion after jury discharge”.
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Es así que el artículo 375, párrafo 2º del Código Procesal Penal dispo-
ne la posibilidad de que cuando el veredicto condenatorio del jurado se
aparte de las pruebas rendidas en el debate, es decir cuando este no sea
la consecuencia lógica y racional de aquellas, el juez puede anularlo y dis-
poner la realización de un nuevo juicio por jurado ante otro magistrado.
La medida es polémica porque únicamente se regula el supuesto
de anulación con reenvío, lo que permite que el fiscal reitere la posi-
bilidad de obtener una condena cuando fracasó en su primer intento
al presentar una cantidad insuficiente de evidencia para obtener una
conclusión condenatoria racional.
En estos casos, la decisión de nulidad efectivamente pone en crisis el
principio de persecución penal múltiple pues, por un lado, el juez resuel-
ve que el Estado no ha presentado una adecuada cantidad de evidencia
para que el jurado emita un veredicto condenatorio válido, y por el otro
permite que lo intente ante otro juez y jurado, en iguales condiciones.
Si bien la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos ha recha-
zado el argumento de la persecución penal múltiple en Wilson (1975),32
su argumento se limitó a la revocación de una absolución jurisdiccional
sobre un veredicto condenatorio del jurado, al ponderar que la evidencia
no era notoriamente insuficiente como para convalidar una condena, lo
cual marca una diferencia sustancial con este presupuesto.
Distinto es el caso de nulidad por una revelación producida en el
juicio, donde el Estado requiere la posibilidad de que se celebre un
nuevo debate a los efectos de producir una sustancial cantidad de evi-
dencia compurgada de aquel vicio.
Si bien la diferencia entre un supuesto y otro está demarcada por
una delgada línea, cada argumento se mantiene a su lado de la fron-
tera. Una cosa bien distinta es que el Estado fracase en su pretensión
punitiva al presentar escasa evidencia para sustentar su intención, y
otra es que una sólida cantidad de pruebas se vea puesta en crisis por
un conocimiento adquirido en el debate que, de haberse sabido pre-
viamente, habría permitido que el fiscal ofreciera prueba que por otro
sendero llegaba a la misma meta.
146
juicio por jurados y procedimiento penal
CONCLUSIÓN
En el último siglo, el sistema de justicia americano, y en particular
el juicio por jurados, han tenido un notable cambio en sus propósitos y
en las instituciones que lo integran. Las viejas prácticas, afianzadas en
nuevas exigencias, se transformaron en un sentido radical.
Para tomar dimensión de esta clase de reformas, basta con adver-
tir que durante este período la Corte convalidó en “Patton” (1930)33 la
posibilidad de que los imputados enunciaran al juicio por jurados; en
“Williams” (1970),34 que los jurados estuvieran integrados por hasta seis
ciudadanos; y en “Apodaca” (1972),35 que los veredictos pudieran ser dic-
tados por mayoría calificada sin la exigencia de la unanimidad, entre
muchas otras polémicas36 y radicales reformas, como fue la de permitir
que los jurados realizaran preguntas a los testigos en “Callahan” (1979)37
y “Sutton” (1992).38
Todo este nuevo cuadro ha ido acompañando diversos momentos
conceptuales del jurado. Es así que este, como forma de administración
de justicia comunitaria que fue emergiendo a partir del siglo XII, encon-
tró su primera gran transformación radical hacia el siglo XVII, cuando
se reconfiguró como una garantía de los ciudadanos frente a la opresión
del Estado y un faro de la libertad según la retórica de los revoluciona-
rios americanos, para finalmente derivar en un tercer momento, que se
expresa hacia fines del siglo XIX y se consolida en la primera parte del si-
glo XX, cuando el jurado se presenta como un “buscador de los hechos”,
es decir, como el mejor modelo de enjuiciamiento destinado a establecer
la verdad de la imputación formulada por el representante del Estado.
Es durante este tercer momento que se reconfiguran todas las vie-
jas garantías públicas, emerge con vigor el derecho probatorio y se ex-
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juicio por jurados y procedimiento penal
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DEMOCRATIZACIÓN DE LA JUSTICIA Y
PARTICIPACIÓN CIUDADANA. EL JUICIO POR
JURADOS POPULARES
INTRODUCCIÓN
La cuestión del sistema judicial es probablemente la cuestión cen-
tral de la política argentina en la actualidad. La expansión legislativa,
la innegable ampliación de ciudadanía, el desarrollo superlativo de una
cultura de derechos que excede las leyes y las permanentes demandas so-
ciales golpean las puertas de los tribunales.
Los jueces han ampliado notablemente su campo de actuación al
intervenir en las más variadas situaciones, y puede verificarse una cre-
ciente judicialización de los procesos políticos, que ponen en una zona
dudosa los límites de la división de poderes.1
Como si fuera poco, como afirma Ferrajoli, el progreso del Estado de
derecho es simultáneo y paralelo al desarrollo del papel de la jurisdicción.
Es en este contexto de un cada vez mayor protagonismo de la jus-
ticia en la vida colectiva que se ha abierto un debate pendiente que
reinstala la discusión, no sólo en orden a un poder carente de legiti-
midad política directa, sino fundamentalmente en relación con las
propias estructuras organizativas, los niveles de responsabilidad ins-
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ción juradista como EE. UU. o Inglaterra, han sido descalificadas por
medio de investigaciones de campo:7
• que los jurados carecen de idoneidad;
• que el pueblo no está preparado;
• que la gente no cree en el jurado;
• que el jurado es permeable a la presión mediática y al clamor
popular;
• que los ciudadanos evitan o tratan de eludir el rol de jurados;
• que ese rol es por tanto sólo para los no suficientemente prepa-
rados o inteligentes para lograr evitarlo;
• que las decisiones del juez profesional son más justas que las
del jurado.
Sólo me permito recordar a Tomás Jofré,8 quien sostenía que, sin per-
juicio de que ninguna de estas especulaciones y críticas perdía vigencia
para los jueces profesionales, eran sólo pretextos para desoír la manda
constitucional. Es cierto que, como afirmara Einstein, es más fácil des-
montar un átomo que un preconcepto, mas sería deseable reflexionar
sobre cuáles han sido los resultados históricos de un sistema de justicia
penal monopolizado por jueces profesionales. No tengo dudas de que
tamaño ejercicio llamaría a prudencia a los críticos del jurado.
La segunda cuestión, y no por ello menos importante, tiene que ver
con la dimensión democrática del jurado y la legitimación de la fun-
ción jurisdiccional. Precisamente, la dimensión democrática del jura-
do reconoce una larga tradición y fundamentos.
Es que aun admitiendo la naturaleza específicamente política de
los tribunales en Atenas, las funciones de votar y juzgar eran allí dos
dimensiones inseparables de la condición de ciudadano.9
7. Hans, Valerie y Gastil, John, El Juicio por jurados. Investigaciones sobre la deliberación y la
democracia, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2014, pp. 56, 99 y 205.
8. Citado por Granillo Fernández, Héctor, Juicio por Jurados, Santa Fe, Rubinzal-Cul-
zoni, 2013, p. 130.
9. Según Aristóteles: “Un ciudadano en el sentido pleno del término se define adecua-
damente por su doble participación en una función judicial y en una función política”
(“Ética Nicomaquea-Política”, La Política, Libro Tercero, versión española e introduc-
ción de Antonio Gómez Robledo, México, Editorial Porrúa, 1998, p. 197). De allí que el
Tribunal del pueblo (dikasteria) y la asamblea del pueblo (ekklesia) sean las dos institu-
ciones centrales y complementarias de la democracia ateniense.
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10. “Garantía de libertades civiles y religiosas, institución del juicio por jurados, sufragio
universal, limitación de los mandatos, subordinación del poder militar al civil, acceso de
todos a todas las funciones públicas”, se encontraban formuladas en el texto precursor.
11. Carrara, Francesco, Programa de Derecho Criminal, Parte General, Vol. II, Temis/De-
palma, 1977, p. 238.
12. Informe del 27 de noviembre de 1790 sobre la institución de los jurados, citado por
Rosanvallon, Pierre, op. cit., p. 214.
13. El Espíritu de las Leyes (traducción de Nicolás Estévanez), Buenos Aires, Ediciones
Libertad, 1944, vol. 1, p. 151.
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14. “Podrán haber cambiado de modo infinito, al correr de los tiempos, de las costum-
bres y de los lugares, las formas prácticas con que han venido desarrollándose estas
dos ideas, pero los conceptos cardinales no son ni pueden ser más que dos: o juzga el
pueblo o juzga un número de hombres destinados a ese fin por la autoridad del gobier-
no”. Carrara, Francesco, Programa de Derecho Criminal, Parte General, Temis/Depalma,
1977, , vol. II, p. 228.
15. Ibídem, p. 231.
16. Filangieri, Gaetano, Ciencia de la Legislación, traducción de Juan Ribera, Madrid,
imprenta Don Fermín Villalpando, 1821, T. III, p. 174 y ss.
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20. Para una mejor comprensión del proceso de reforma resulta necesario distinguir,
en el plano normativo, dos grandes momentos. De un lado, la sanción de la Ley N° 12734
(2007), que en el contexto de la realidad histórica provincial fue una revolución aun-
que no dejaba de representar un modelo avanzado dentro de los llamados “códigos de
compromiso” de los noventa, pero que mantenía una investigación preparatoria algo
formalizada, una regulación deficiente de la prueba, una regulación densa de la etapa
preparatoria y algunos resabios contaminantes de la oralidad a través de la lectura. El
segundo momento está constituido como fuente normativa por el conjunto de leyes
que completó la plataforma normativa del nuevo sistema de justicia, con tres objeti-
vos muy definidos: 1) de un lado, resolver el problema de las causas en trámite; 2) de
otro, ajustar la matriz del código para darle un marcado tinte adversarial y acusatorio;
3) finalmente, y tal vez aquí lo más importante, introducir cambios –imprescindibles– a
un sistema de organización feudal y burocrático, tanto en el ámbito judicial como en
relación a las nuevas estructuras del Ministerio público de la Acusación y del Servicio
Público Provincial de la Defensa. Así se sancionó la ley de transición (N° 13004); la
Ley del Ministerio Público de la Acusación (N° 13013), de Servicio Público Provincial
de la Defensa (N° 13014), la Ley de Organización de Tribunales Penales (N° 13018), y
la llamada Ley de Herramientas (N° 13405), que concretó algunos ajustes normativos
imprescindibles pero además se ocupó de cuestiones vinculadas a la prueba material,
la prohibición de lectura y las reglas de litigación propias de la nueva lógica. La refor-
ma entró en vigencia para toda la provincia y con carga cero el 10 de febrero de 2014.
21. En esa perspectiva, estimo que un sistema de justicia penal debe procurar: (a) el
respeto pleno a las garantías constitucionales de los imputados y la protección de los
derechos de las víctimas; (b) transparentar y desburocratizar su funcionamiento y fa-
vorecer el acceso a la justicia; (c) aumentar los niveles de respuesta institucional a los
conflictos penales, en un plazo razonable; (c) modificar la repugnante selectividad de
un sistema penal que se ha ocupado casi siempre de lo mismo, y (d) restablecer el
sentido constitucional de un sistema trastocado que funciona cautelarmente, con una
medida de aseguramiento físico a modo de pena anticipada cuando el preso es conde-
nado o de medida de seguridad predelictual cuando es sobreseído o absuelto.
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22. En cualquier caso, la perspectiva crítica sobre el estado del sistema de justicia pe-
nal que estamos tratando de dejar atrás, no es exclusiva de este ámbito. Por el contra-
rio, puede extenderse, sin margen de error y respetando las particularidades propias,
a los restantes fueros. Por ello, la reforma de la justicia penal no deja de ser un punto
de referencia para pensar en la necesaria transformación del sistema de justicia civil,
laboral, contencioso administrativo, de menores y de faltas.
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colección institucional
23. La Ley N° 13013 crea y regula la estructura y funcionamiento del Ministerio Públi-
co de la Acusación y la Ley N° 13014 el servicio público provincial de la Defensa; por
su parte, la CSJSF se ha pronunciado reiteradamente sobre la autonomía de ambas
organizaciones, en particular a partir del Acuerdo N° 33 de fecha 11 de agosto de 2010.
24. Proyecto del Diputado provincial Leandro Busatto, ingresado en junio de 2013 a
Cámara de Diputados. Tipo de jurado: popular, doce miembros. Casos: no hay limita-
ción por monto de pena sino que hay una mención amplísima de delitos (casi todos
contra la vida, integridad sexual, robos, extorsiones, estafas, administración pública,
etc.). Sin embargo, el imputado puede renunciar al juicio por jurados y el juez técni-
co verificará que existe conformidad del fiscal y/o querellante. El jurado está pensado
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como una garantía del imputado a la cual puede renunciar, pero de algún modo la con-
templa también como forma de administrar justicia obligatoria porque requiere confor-
midad del fiscal. Deliberación: para condenar se requiere una mayoría de 10 sobre 12;
para absolver se requieren 7 votos; si no se reúnen mayorías para condenar ni para
absolver, queda estancado. Impugnación: la absolución es irrecurrible, mientras que
la sentencia condenatoria fruto del veredicto, “se le aplican los recursos del código”.
Proyecto del Diputado provincial Ariel Bermúdez, ingresado en septiembre de 2013 a
Cámara de Diputados. Tipo de jurado: popular, diez miembros. Casos: cuando el acu-
sador pida más de 10 años de pena, cualquiera fuere el delito y, en supuestos de delitos
contra la administración pública por funcionarios públicos, cualquiera fuere la pena.
El jurado está pensado como una forma obligatoria de administrar justicia, por eso no
interesa la opinión del imputado. Deliberación: basta para condenar 8 sobre 10 votos,
caso contrario, absolución. Impugnación: permite causales amplias de impugnación
sólo para la defensa; la absolución es inapelable salvo soborno. Proyecto del Senador
provincial Hugo Rasetto, ingresado en abril de 2014 a la Cámara de Senadores. Tipo de
jurado: popular, doce miembros. Casos: delitos con perpetua, homicidio simple, robo
seguido de muerte y delitos de funcionarios públicos, no interesa el monto de pena
solicitado por el/los acusados. El jurado está pensado como garantía del imputado en
tanto puede renunciarlo sin que haya condición alguna al respecto. Deliberación: una-
nimidad para condenar o absolver, caso contrario, jurado estancado. Impugnación:
absolución irrecurrible; permite causales de impugnación amplias para la defensa.
25. Especial consideración merece, en este sentido, el Anteproyecto de Juicio por jura-
dos populares que la Asociación Argentina de Juicio por Jurados presentó al Ministro
de Justicia y Derechos Humanos de la provincia de Santa Fe en 2015. Allí se establece un
jurado popular de doce miembros, integrado por hombres y mujeres en igual propor-
ción. Casos: delitos reprimidos con pena privativa de la libertad perpetua, homicidio
simple, robo seguido de muerte, delitos sexuales graves, delitos cometidos por funcio-
narios públicos, explotación infantil y otros delitos graves que implican a menores de
edad. Está concebido como una forma obligatoria de juzgar en tanto sólo puede evitar-
se el jurado si todos los acusados y acusadores están de acuerdo en que sea juzgado por
juez técnico (el silencio o el desacuerdo en este punto lleva a juicio por jurados). Delibe-
ración y unanimidad para condenar o absolver. Impugnación: absolución irrecurrible y
en caso de condena para la defensa posibilidades amplias de impugnar.
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CONCLUSIONES
En definitiva, el voto popular y el jurado son términos indisocia-
bles, en tanto una democracia representativa no puede dejar a los ciu-
dadanos al margen de las decisiones judiciales.
Votar y juzgar constituyen dos medios para intervenir en la orga-
nización de la vida de la polis.
Desde esa perspectiva, el jurado expresa el valor de la participa-
ción directa del pueblo en ese acto de gobierno que es el ejercicio de
poder punitivo, asegura el principio de igualdad republicana, conso-
lida el sentido de responsabilidad del ciudadano, desmitifica el dere-
cho y, más importante aun, constituye un límite de garantía más al
ejercicio del poder penal.
Mas su legitimidad no sólo proviene del principio republicano y del
principio igualitario que le sirve de fundamento, sino también de su
modo de funcionamiento, que es de orden deliberativo. Mientras el
elector se preocupa por expresar una vez su opinión, el jurado se ins-
cribe en un proceso más prolongado y más evolutivo de intercambio
de informaciones y argumentos, y constituye la modalidad más logra-
da de la ciudadanía.
Por ello, y como ha señalado John Gastil, cualesquiera que sean las
fuerzas que pongan en peligro la vida democrática, el sistema de jura-
dos proporciona la fuerza opuesta.26
Pero la participación ciudadana a través del jurado no sólo consti-
tuye un modo democrático de administrar justicia, sino que represen-
ta –al mismo tiempo– la lógica opuesta más radical a la negación del
debido proceso, que ha sido durante años dominante en la formula-
ción normativa procesal y en la configuración cultural y las prácticas
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27. Bustos Ramírez, Juan, Prólogo al libro de Hulsman, Louk y Bernat de Celis, Jacque-
line, Sistema Penal y Seguridad Ciudadana. Hacia una alternativa, Barcelona, Editorial
Ariel, 1984, pp. 7-19.
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JURADO POPULAR VS. JURADO ESCABINADO.
UNA DISYUNTIVA POLÍTICA
INTRODUCCIÓN
En los últimos cinco años, Argentina vivió un resurgimiento de los
debates por la instalación de los jurados populares, institución orde-
nada por la Constitución Nacional desde su primera redacción, pero
ignorada por más de 150 años. Con el único antecedente de la provin-
cia de Córdoba, que instituyó un sistema de jurados escabinado en
2004, recién en 2011, en el marco de un proceso de reforma integral del
sistema de justicia penal provincial, Neuquén sancionó una ley con un
modelo de jurados legos. Le siguió luego la provincia de Buenos Aires,
la más populosa del país. Ambos casos contagiaron a otras provincias
argentinas: Chaco y Río Negro recientemente sancionaron sus respec-
tivas leyes, todas bajo los términos de un sistema de jurados clásicos.
Como trasfondo de este proceso se encuentran la preocupación
por la legitimidad democrática del sistema de justicia y la expectativa
de que la introducción de los jurados populares pueda recomponer la
confianza de la ciudadanía en la administración de la justicia.
Las preguntas que guían este trabajo giran en torno a conocer por
qué, después de siglos de deliberada ignorancia, se decide cumplir con
la manda constitucional (1853); cuál es el contexto político que permi-
tió el resurgimiento de la cuestión, qué pasó para que en esta nueva
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con un 47,55%). En este ranking, por encima del Poder Judicial están
–aunque cueste creerlo– las fuerzas armadas, el gobierno, el Estado y
la iglesia. Esta última es, por lejos, la institución que mayor confianza
inspira en la ciudadanía según la encuesta de Latinobarómetro.
La administración de justicia es concebida como una de las funciones
centrales del Estado, razón por la cual la confianza/desconfianza en el
sistema de justicia penal tiene correlato en la legitimidad del Estado y
del gobierno en particular. Es en este contexto en el cual reaparece fuer-
temente la discusión por la instauración del juicio por jurados, dando
cuenta de que no alcanzan reformas intraorganizacionales, sino que lo
que está en juego es la necesidad de relegitimar al sistema.
Un primer dato que abona la idea de que los jurados aparecen
como parte de una respuesta de la clase política ante los problemas
de legitimidad del sistema judicial es la cantidad de proyectos pre-
sentados en la Cámara de Diputados del Congreso de la Nación en
2004, y también en 2013. En un relevamiento de proyectos de ley
para la implementación de juicios por jurados a nivel nacional, des-
de 1999 hasta 2015 inclusive, se observa la evolución y se advierten
los picos que se sucedieron a los momentos de mayor demanda so-
cial de justicia: 2004, 2006 y 2013. Cabe destacar que a excepción de
un único proyecto presentado en 2004, todos los proyectos instau-
ran un jurado clásico.
En diciembre de 2012, en medio de un clima de confrontación
entre el gobierno nacional y el Poder Judicial, la fallida sentencia ab-
solutoria de un tribunal tucumano en un caso emblema por trata de
personas disparó una nueva y espontánea movilización social. En este
escenario, la Presidenta de la Nación anunció mediante cadena nacio-
nal el llamado a sesiones extraordinarias del Congreso de la Nación
para modificar la ley de trata de personas vigente, bajo un discurso con
fuertes críticas al Poder Judicial.
Consecuentemente con sus declaraciones, unos meses después, en
el discurso de apertura del año legislativo 2013, la Presidenta de la Na-
ción anunció el envío al Congreso de un paquete de proyectos tendien-
tes a transformar la justicia, bajo el rótulo de “plan de democratización”.
Es interesante observar que, pese a que el Poder Ejecutivo nacional no
incluyó en su agenda de democratización de la justicia el juicio por ju-
rados, buena parte de la clase política entendió que allí había una res-
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tancialmente porque los que deciden son doce, y porque cambian para
cada caso que llega a juicio.
Un jurado popular, democrático, que no va a tener ni las aspiraciones de
ascenso, ni las aspiraciones políticas, ni el temor a las presiones políticas,
que quizá fundada o infundadamente tienen hoy nuestros jueces letrados
(Iván Budassi, diputado de la provincia de Buenos Aires).19
Este concepto de imparcialidad como desinterés no puede ser lo-
grado a través de un jurado de tipo escabinado. He aquí uno de los
principales motivos por los cuales este modelo de jurado no fue con-
templado por los legisladores provinciales.
La imparcialidad es también resultante de un proceso de selección
que empieza por un sorteo, pero se perfecciona a partir de una audien-
cia por medio de la cual las partes, cada una desde su interés particular,
procuran excluir a quienes puedan representar un interés parcial en pos
de un jurado que debe representar a todos los sectores de la sociedad.
Al desinterés subyace el presupuesto de la búsqueda del bien co-
mún. En la medida en que no haya intereses personales que incidan
sobre la decisión, lo que la guía es el esfuerzo por hacer material, me-
diante la aplicación de una ley en particular, los consensos sobre los
valores últimos de la comunidad y las reglas de convivencia. Desde el
punto de vista de la construcción política, no hay posibilidad alguna
de que una persona, en cuanto voluntad particular/individual, pueda
expresar por sí misma el bien común.
Control
El jurado introduce un mecanismo de control social sobre el fun-
cionamiento del sistema de justicia que debería impactar en varias
instancias: la calidad de la investigación, la calidad del juicio y la cali-
dad de la decisión judicial.
Es notorio que, pese a las amplias implicancias de la presencia y
participación del pueblo en el juicio, los legisladores centralmente re-
cogieron la potencialidad del control social para poner en evidencia
las deficiencias de las investigaciones penales y, fundamentalmente,
las del trabajo policial.
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El control social que implica tener gente del pueblo común que mire cómo
actúa la policía, cómo se desarrolló el mismo proceso que llevó la inves-
tigación, la eficiencia o ineficiencia de quienes recolectaron pruebas, es
un control sustancial que hasta el momento no tenemos (Iván Budassi,
diputado de la provincia de Buenos Aires).20
Respecto de la calidad del juicio, está la expectativa de que el jurado
inste a que cada uno de los intervinientes cumpla mejor con su fun-
ción. Cualquier institución funciona mejor cuando hay control. Pero
además de ello, la mera participación ciudadana hace efectiva la pu-
blicidad del juicio, hecho que no está garantizado en un sistema que,
mediante artilugios, permite eludir la oralidad.
Viene a terminar con una concepción ideológica autoritaria, que mantie-
ne la ficción de que a la víctima se le respetan los derechos (…). Viene a ter-
minar con una sentencia que ya no convalida un sistema de investigación
policíaco, que vulnera los derechos constitucionales (Franco Caviglia,
diputado de la provincia de Buenos Aires).21
El control del jurado constituye un mecanismo que previene las ar-
bitrariedades de todos los actores intervinientes en el proceso judicial
y, por añadidura, eleva el estándar de la decisión judicial, en tanto re-
sultado de un proceso más riguroso y ajustado a derecho. En este con-
cepto, el jurado vigila, al tiempo que contribuye, a que el sistema realice
su misión institucional. Por eso, un efecto esperable del jurado es que
reduzca la ineficacia del sistema de justicia penal.
… cada vez se está más cerca de hacer realidad una demanda ciudadana
por una justicia más ágil y eficaz para que la ciudadanía encuentre en ella
los resguardos de sus derechos (Daniel Scioli, Gobernador de la provincia
de Buenos Aires).22
En definitiva, la función del control que ejerce el jurado es una fuen-
te de legitimidad del sistema de justicia penal en su conjunto: “Lo que
una democracia estable requiere es una garantía de confianza, esto es una
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23. Hans, V. y Gastil, J., El Juicio por jurados. Investigaciones sobre la deliberación, el veredicto
y la democracia, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2014, Segunda Parte, p. 154.
24. Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, op. cit., p. 9375.
25. “San Martín tendrá en Marzo el primer juicio por jurados”, La Nación, 23 de febrero
de 2015, disponible en: http://www.lanacion.com.ar/1770655-san-martin-tendra-en-
marzo-el-primer-juicio-por-jurados
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Democratización
… lo que queremos dar es una clara señal, en el sentido del empodera-
miento, de la devolución de parte del poder cedido por el pueblo a de-
terminadas instituciones, vuelto a quien originalmente lo cedió (Carlos
Alberto Fernández, senador de la provincia de Buenos Aires).27
El jurado democratiza, esa es la imagen más evidente del aporte
del jurado y esa es la idea que recogieron los legisladores para defen-
der su implementación. “El poder es del pueblo” define a la democra-
cia. El pueblo es fuente de poder y fuente de legitimación. El poder
es legítimo sólo en la medida en que viene de abajo, “sólo si emana
de la voluntad popular, lo cual significa, en concreto, si es libremente
consentido”.28 Desde ese lugar, la participación del jurado en la admi-
nistración de justicia es una devolución del poder originariamente de-
legado y, por tanto, una redistribución del poder político.
Además, viene a terminar con una justicia aislada de su fuente de poder,
porque la fuente de poder de todo nuestro sistema republicano, es la so-
beranía popular, y la realidad social respecto de la cual deberán operar y
actuar en el juicio de que se trate (Franco Caviglia, diputado de la provin-
cia de Buenos Aires).29
La introducción del juicio por jurados es la aceptación del saber
ciudadano como un saber legítimo, diferenciado del saber experto,
en tanto que expresa una interpretación colectiva de la realidad social
aplicable al caso.
Es que de eso se trata el juicio por jurados: de la recuperación del rol esen-
cial de la sociedad en la administración de justicia. Una participación que
contribuye a "democratizar" –en su correcto sentido– el poder delegado para impar-
tir justicia, que no es menos que decidir sobre el honor, la libertad y el pa-
trimonio de los ciudadanos, y que permite conjugar el rigor y generalidad
de la “letra fría” de la ley con el caso particular, lo que los clásicos llamaban
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juicio por jurados y procedimiento penal
“equidad” y, con el vivo sentir del pueblo, esto que Durkheim denominaba
“conciencia colectiva” (Gustavo Ferrari, diputado nacional, explicando el
apoyo de su partido a la aprobación de la ley de juicio por jurados en la
provincia de Buenos Aires).30
El jurado reedita la igualdad fundante de la democracia; son 12 per-
sonas con igual peso para la toma de una decisión legalmente vincu-
lante, a través de un proceso deliberativo. Guarda un lugar simbólico
de reproducción institucional del pacto social, como momento institu-
yente del poder. Esa figuración es la contracara de una justicia aristo-
crática. Conlleva su denuncia y también la intención de su superación.
Y el jxj puede ser un gran paso positivo, porque cambia procedimientos
y plazos, abre y ventila expedientes, y así democratiza y hace docencia. Y
porque atenúa la soberbia, el engolamiento y la presunta infalibilidad de
señorías que se las creen (Mempo Giardinelli).31
La fuerza democratizadora del jurado, como ya se señaló, reside
tanto en su conformación como en su funcionamiento. La deliberación
es la forma de interacción entre iguales, tendiente a la toma de una de-
cisión de consenso. La deliberación ideal pretende alcanzar un consen-
so racionalmente motivado –encontrar razones que sean persuasivas
para todos aquellos comprometidos a actuar según los resultados de
una valoración libre y razonada de alternativas entre iguales–.32
30. Ferrari, Gustavo, “Se recupera el rol de la sociedad en la justicia”, diario La Nación,
23 de septiembre de 2013, disponible en: http://www.lanacion.com.ar/1622301-se-re-
cupera-el-rol-de-la-sociedad-en-la-justicia
31. Giardinelli, Mempo, “Apuntes sobre el juicio por jurados”, Página/12, 19
de mayo de 2014, disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/socie-
dad/3-246541-2014-05-19.html
32. Cohen, Joshua, “Deliberación y legitimidad democrática”, op. cit., p. 133.
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DEL COMMON LAW AL CIVIL LAW: EL GRAN
POTENCIAL DEL JURADO PARA PONER FIN A LA
CULTURA INQUISITIVA
INTRODUCCIÓN
Mientras que en Inglaterra, con la Carta Magna de 1215, se imponía
la publicidad, oralidad de los debates, juzgamientos por jurados y la
libertad de la defensa que dieron origen al common law, en el resto de
Europa se imponía la Gran Inquisición,1 ligada a la escritura, el secre-
to de los procedimientos, los jueces delegados del poder imperial, la
negación de la defensa y el método de confesión como única prueba.2
187
colección institucional
3. Pese a que sus fundadores han intentado con varios proyectos la implementación
de un proceso penal alejado de la Inquisición, como el proyecto de Ley Fundamental
elaborado en 1812 para la Asamblea del año 1813, que ya establecía que “el proceso cri-
minal se hará por jurado y será público” y que “los jueces en lo criminal aplicarán la
ley después de que los ciudadanos hayan sido declarados culpables por sus iguales”,
el Proyecto de Constitución de la Sociedad Patriótica (1813) contemplaba el juicio por
jurados que fue incorporado por la Constitución de las Provincias Unidas de Sud Amé-
rica de 1819 y por la Constitución Argentina de 1826.
4. Se mantuvieron intactas las normas que impone el juicio por jurado en la reforma
de 1860 conformado por los arts. 24, 67 inc. 11 y 102 originales, y ratificado en 1994 con
los arts. 24, 75 inc. 12 y 118.
5. Maier, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, op. cit., T. 1, pp. 406-407.
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6. Ibídem, p. 361.
7. El proyecto de Julio Maier (1986) y la nueva Ley N° 27063 (2015), no vigente aún.
8. Maier, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, op. cit., T. 1, pp. 449-454.
9. Arts. 26 y 196 del CPPN.
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13. Maier, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, op. cit., T. 1, p. 706.
14. “Los Regímenes Recursivos en los Sistemas Procesales Penales Acusatorios en las
Américas: Aspectos Centrales”, Informe del CEJA, 31 de agosto de 2009, disponible en:
http://desa1.cejamericas.org/handle/2015/5121
15. Dwyer, William L., In the hands of the people. The trial jury’s origins. Triumphs, troubles and
future in American Democracy, Nueva York, Editorial Thomas Dunne Books, 2002, p. 157.
16. “Relevamiento sobre el funcionamiento de los Tribunales Orales en lo Criminal de
la Ciudad de Buenos Aires”, INECIP, 2011, disponible en: www.inecip.org
191
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17. Ídem.
18. Ídem.
19. La Argentina está dividida en 23 provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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20. Almeida, Vanina y Bakrokar, Denise, “Una alternativa posible para contrarrestar
las prácticas inquisitivas: el juicio por jurados”, en Derecho Penal, año 1, N° 3 Partici-
pación ciudadana en la justicia, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Buenos
Aires, Argentina, 2012, pp. 15-17. Disponible en: http://www.infojus.gov.ar/revistas/
revista_derecho_penal/rvdpe003-derecho_penal_nro_3.htm;jsessionid=safv66vsh3da
1m0ja3rksvdq6?0
21. Binder, Alberto, Contra la inquisición. Notas y Ensayos Breves sobre la Justicia Penal,
Buenos Aires, Ad-Hoc, 2015, p. 37.
22. Ley N° 9182, sancionada el 22 de septiembre de 2004 y puesta en vigencia el 1° de
enero de 2005.
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23. Ley N° 2784 de la Legislatura de Neuquén que aprueba la reforma del CPN el 24 de
noviembre de 2011, y Ley N° 14543 de la Legislatura bonaerense, sancionada el 26 de
septiembre de 2013.
24. Hans, Valerie, “¿Cuál es la diferencia que hace un jurado?”, en Hans, Valerie y Gas-
til, John, El juicio por jurados: Investigaciones sobre la deliberación, el veredicto y la democra-
cia, Buenos Aires, Ed. Ad-Hoc, 2014, pp. 21-45. Kovalev, Nikolai, Criminal Justice Reform
in Russia, Ukraine and the Former Republics of the Soviet Union: Trial by Jury and Mixed
Courts, Nueva York, Edwin Mellen Press, 2010.
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25. “Los Regímenes Recursivos en los Sistemas Procesales Penales Acusatorios en las
Américas: Aspectos Centrales”, op. cit.
26. Chiesa Aponte, Ernesto, Derecho Procesal Penal de Puerto Rico y Estados Unidos, Co-
lombia, Forum, 1995, Vol. II, pp. 244-247.
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27. Binder, Alberto, La implementación de la nueva justicia penal adversarial, Buenos Aires,
Ad-Hoc, 2012, pp. 40-41.
28. Ídem, prólogo al libro Teoría del Caso de Leonardo Moreno Holman, Buenos Aires,
Editorial Didot, 2012, p. 14.
29. Censo del año 2010 disponible en: http://www.indec.mecon.ar
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que regula el jurado clásico para toda provincia. El primer juicio se rea-
lizó el 10 de marzo de 2015. Hasta hoy se han realizado 60 juicios por
jurados, con un 66% de condenas y 34% de absoluciones.30
Con anterioridad a la implementación de la ley, se escuchaban vo-
ces opositoras a la institución, principalmente provenientes del Poder
Judicial, que sostenían que los jurados populares iban a condenar du-
ramente sin importar la prueba exhibida en el juicio. Quienes se en-
rolaban en esa posición consideraban que la sociedad argentina no
estaba preparada para participar de las decisiones jurisdiccionales.
Para sorpresa de muchos, los primeros cuatro juicios por jurados
realizados en esa provincia terminaron con veredictos de no culpabili-
dad. Luego comenzaron a llegar las condenas, pero aun así el porcen-
taje de absoluciones era elevado. El impacto de esas decisiones llevó a
que algunos fiscales comenzaran a cuestionar a través de medios pe-
riodísticos la efectividad de la institución del jurado y la capacidad de
sus miembros para tomar decisiones.31 Bahía Blanca fue un caso para-
digmático, porque allí el 50% de los casos que fueron llevados a juicio
por jurados terminaron con veredictos de no culpabilidad, es decir que
los fiscales perdieron la mitad de los juicios.
Ahora bien, lo que el jurado puso de manifiesto fue que ellos no sa-
len al auxilio de los fiscales que no tienen suficiente prueba para con-
denar, como sucede en el caso de los jueces profesionales. En el civil
law se ha dado desde siempre una tácita alianza política entre jueces y
fiscales para condenar. Es obvio porque la función de los jueces radica
en buscar la verdad histórica y, si los fiscales no logran acreditar el
caso suficientemente, los jueces suplen esas deficiencias con la infor-
mación que surge del expediente y condenan de todas formas.
En cambio, en el sistema adversarial la verdad se le exige a los acu-
sadores, de manera tal que son ellos quienes deben informarle a los
ciudadanos los hechos por los cuales acusan al imputado y presentar
30. Informe realizado por el Ministerio de Justicia de la provincia de Buenos Aires en
diciembre de 2015, disponible en: http://www.juicioporjurados.org/2015/12/juicios-
por-jurados-en-buenos-aires.html
31. Cfr. http://www.lanueva.com/seguridad-impresa/856760/juicio-por-jurados--llego-
el-momento-de-revisar-la-ley.html;http://www.lanueva.com/la-ciudad/856672/el-fiscal-
cuestiono-el-fallo-del-juicio-por-jurados--se-decidio-en-30-minutos-un-caso-grave.
html. También: http://www.lanueva.com/seguridad-impresa/856640/declararon-no-cul-
pable-a-un-acusado-de-abuso.html
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colección institucional
32. “La Casación de Buenos Aires confirmó que es constitucional la norma que le im-
pide al acusador recurrir el veredicto de no culpabilidad del jurado”; fallo completo
disponible en: http://www.juicioporjurados.org/2016/02/la-casacion-de-buenos-ai-
res-confirmo.html; “Para la Casación bonaerense, el juicio por jurados no tiene vuelta
atrás”; fallo completo disponible en: http://www.juicioporjurados.org/2015/10/para-
la-casacion-bonaerense-el-juicio.html; “CASACIÓN: el modelo constitucional de jura-
dos es con 12 personas, veredicto unánime y con recurso exclusivo para el acusado”;
fallo completo disponible en: CASACIÓN: El modelo constitucional de jurados es con
12 personas, veredicto unánime y con recurso exclusivo para el acusado.
198
juicio por jurados y procedimiento penal
CONCLUSIÓN
Tardamos 153 años en hacer los primeros juicios por jurados al esti-
lo clásico en un entorno del civil law. Las resistencias fueron enormes,
y todavía continúan, pero la realidad demuestra que el pueblo simpa-
tiza mucho con formar parte del jurado y con recibir, como sociedad,
sus veredictos. Los ciudadanos han demostrado un fuerte compromi-
so y responsabilidad con su función, lo que incluso ha sido destacado
por los jueces por compartir sus decisiones.
De esta forma, con la producción de los juicios con jurados muchas
de las resistencias de los operadores se han disuelto, pero también se
han creado nuevos desafíos. En la actualidad, el jurado se está insta-
lando fuertemente en nuestro país, restableciendo así los lazos rotos
entre la sociedad y la justicia.
199
JUICIO POR JURADOS: VEREDICTO DE
CULPABILIDAD Y DETERMINACIÓN DE LA PENA
INTRODUCCIÓN
Este trabajo pretende brindar algunas ideas respecto del desarrollo
y contenido de la audiencia de determinación de la pena en el marco
del veredicto de culpabilidad en los juicios por jurados populares. So-
bre este punto, se ofrecen al lector algunos ejes centrales del alcance
de la audiencia y de las características de los debates orales de los sis-
temas procesales argentinos más modernos.
No se analiza ninguna legislación en especial, por lo que algunas de
las discusiones que ameritan los temas relacionados con la audiencia
de determinación de la pena no son abordadas en detalle. Se prioriza
realizar un tratamiento general de esta nueva etapa del juicio.
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colección institucional
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juicio por jurados y procedimiento penal
1. El cuadro fue elaborado a partir del relevamiento de los códigos procesales penales
y leyes de juicio por jurados publicadas en sitios web oficiales. Debe aclararse que se
han identificado todos los sistemas acusatorios, sean de primera, segunda o tercera
generación. Se ha valorado específicamente la regulación de la investigación fiscal. Es
importante mencionar que los códigos más modernos, como los de Chubut, Neuquén,
Río Negro, Justicia Federal, Santa Fe y Entre Ríos, regulan no sólo la investigación
fiscal, sino audiencias orales desde el inicio de la investigación, la reestructuración de
la organización de los ministerios públicos y judicatura, entre otras características de
los sistemas procesales adversariales más avanzados.
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3. Harfuch, Andrés, El Juicio por Jurados en la Provincia de Buenos Aires. Ley provincial 14543
anotada y comentada. El modelo de jurado clásico, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2013, p. 213.
4. Citando a Ernesto Chiesa Aponte, ibídem, pp. 50-51.
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Legislación comparada
Según un análisis de unas legislaciones procesales, se puede identi-
ficar que la división del juicio en dos fases no se condice con el estableci-
miento de los jurados populares. Ergo, contamos con legislaciones que,
sin tener juicio por jurados, han separado el debate en dos fases bajo la
premisa de discutir la pena sólo cuando sea necesaria su aplicación.
Sin embargo, el origen del juicio bifásico se vincula con la existen-
cia de los jurados populares del derecho anglosajón y su modalidad de
debate oral,5 por lo que podría entenderse que esta división favorece a
la implementación de los jurados en cada una de las provincias. Hasta
que ello suceda, debemos celebrar la separación en cualquiera de los
dos casos, con jurados y sin jurados, debido a que es beneficioso para
la estrategia de las partes, el respeto de las garantías del imputado y los
derechos de la víctima.
Legislaciones
Legislación argentinas que han regulado ladel
Separación división del debate6
debate regulado
Buenos Aires Sí, en caso de juicios por jurados
Catamarca No
Chaco Sí, en caso de juicios por jurados
Chubut Sí
Ciudad Autónoma de Buenos Aires No
Córdoba No
Corrientes No
Entre Ríos Sí
Formosa No
Jujuy No
La Pampa Sí
5. Maier, Julio B. J., “La cesura del juicio penal”, publicado en Doctrina Penal, Teoría y
Práctica de las Ciencias Penales, Buenos Aires, Editorial Depalma, 1984, p. 239.
6. La información surge de legislación publicada en sitios oficiales. El cuadro se ha
elaborado con base en las legislaciones sancionadas aunque no estén vigentes o imple-
mentadas. El relevamiento se realizó a partir del relevamiento de códigos procesales
penales del país y leyes de juicio por jurados. No se valoró la obligatoriedad de la au-
diencia o supuestos en los que es procedente, sólo se hizo hincapié en si está regulada
en el código o si es realizable únicamente cuando el juicio sea por jurados populares.
No se mencionan los proyectos presentados -sin sanción- que sí la regulan.
209
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La Rioja No
Mendoza No
Misiones No
Neuquén Sí
Río Negro Sí
Salta No
San Juan No
San Luis No
Santa Cruz No
Santa Fe No
Santiago del Estero Sí
Sistema federal Sí
Tierra del Fuego No
Tucumán Sí
Fuente propia actualizada al 08/10/2017
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9. Sin dudas, la determinación judicial de la pena será diferente en los casos en que los
condenados se encuentran en prisión preventiva, debido a que ya están instituciona-
lizados dentro del Servicio Penitenciario.
10. Saleilles, Raymond, La individualización de la pena, Estudio Social del Delito, 1898.
213
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11. Para profundizar, ver: Zaffaroni, Eugenio Raúl, Alagia, Alejandro y Slokar, Alejan-
dro, Derecho Penal. Parte General, Buenos Aires, Ediar, 2002, p. 994.
12. Ziffer, Patricia S., Lineamientos de la determinación de la pena, Buenos Aires, Ad-Hoc,
2015, p. 23.
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15. Sobre este punto, ver Harfuch, Andrés, El Juicio por jurados en la provincia de Buenos
Aires. Ley provincial 14543 anotada y comentada. El modelo de jurado clásico, op. cit., p. 128.
220
juicio por jurados y procedimiento penal
debía ser probado, más allá de toda duda razonable, ante un ju-
rado. Finalmente la Corte Suprema de Justicia falló a su favor.
En este caso la Corte estableció que, con excepción del hecho
de una condena anterior, cualquier hecho que incremente la
pena por un delito más allá del máximo legal prescripto debe
ser sometida a un jurado y probado por sobre toda duda razo-
nable. Citó además jurisprudencia anterior que apoyaba esta
visión, y entre algunos de los fundamentos que mencionó, cabe
destacar los siguientes:
La cláusula del debido proceso legal de la 5ª Enmienda y las garantías
de notificación de los cargos y del juicio por jurados de la 6ª Enmienda
requieren que todo hecho –que no sea un hecho establecido por una
condena anterior– que tenga como consecuencia incrementar el máxi-
mo de pena por un delito, debe ser:
1. incluido en un requerimiento acusatorio;
2. sometido a un jurado; y
3. probado más allá de toda duda razonable.16
Es inconstitucional que una legislatura remueva del jurado la deter-
minación de los hechos que incrementan la escala legal de la pena a
la que se expone al imputado de un delito. Está igualmente claro que
tales hechos deben ser establecidos por pruebas que superen toda
duda razonable.17
El derecho al debido proceso legal de la 14ª Enmienda, visto en con-
junto con el derecho al juicio por jurados de la 6ª Enmienda, otorgan
al imputado un derecho a obtener la determinación por un jurado
de su culpabilidad, más allá de una duda razonable, respecto de cada
uno de los elementos del delito que se le atribuye.18
Un esquema estadual que mantenga fuera del alcance del jurado he-
chos que expongan al imputado a una pena mayor o adicional podría
dar lugar a serias objeciones constitucionales.19
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juicio por jurados y procedimiento penal
20. Ver Hans, Valerie P. y Gastil, John, El Juicio por Jurados. Investigaciones sobre la de-
liberación, el veredicto y la democracia, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2016, citando a Norman
Finkel, p. 25.
223
colección institucional
CONCLUSIONES
Este breve abordaje del tema deja muchos interrogantes abiertos
que deben ser desarrollados con mayor profundidad. No sólo en lo re-
lativo a la audiencia de determinación de la pena, sino al desarrollo
del juicio por jurados, que modifica la lógica del Poder Judicial y su
vinculación con la sociedad.
Como se habrá de notar en todo el texto, adhiero a que la audiencia
de determinación de la pena propone una nueva forma de pensar la pro-
blemática actual de la individualización de la sanción y del diseño del
tratamiento del condenado. Es necesario comenzar a discutir algunas
cuestiones de las prácticas y de la legislación vigente, que desapodera al
juez del debate de estipular cuestiones esenciales del cumplimiento de
la condena y las deja en manos del servicio penitenciario.
La administración debe ser un auxiliar que trabaje en función de
cumplir con la pena encomendada judicialmente. Esta definición judi-
cial deberá hacerse cargo de obtener información de calidad respecto
224
juicio por jurados y procedimiento penal
225
EL JUICIO POR JURADOS EN LA
JURISPRUDENCIA DE LA CORTE SUPREMA
DE JUSTICIA DE LA NACIÓN Y DEL TRIBUNAL
DE CASACIÓN PENAL DE LA PROVINCIA DE
BUENOS AIRES
INTRODUCCIÓN
La necesidad de ser juzgado por los pares1 aparece contemplada en
muchas de las democracias modernas, y en el mismo sentido se manifes-
tó el constituyente originario en nuestro país, a través de tres cláusulas
constitucionales que prevén el jurado como un derecho, como una obliga-
ción de los legisladores y como el modo de finalizar los juicios criminales
(arts. 24, 75 inc. 22, y 108 de la Constitución Nacional, respectivamente).2
Sin embargo, la coyuntura sociopolítica de alguna manera hizo que
el sistema a nivel federal no se pusiera nunca en marcha, atendiendo a
diversas objeciones: que el ciudadano común no puede desarrollar esa
tarea, que no tiene cultura cívica, que la cuestión penal no es para legos,
que el jurado juzga con el corazón y no con la razón, que es fácilmente
influenciable por los medios de comunicación y por el poder económico,
que en nuestro país no tiene el mismo significado que en los EE. UU., que
es un sistema costoso, que los jurados no pueden decidir sobre materias
complejas, que los veredictos no fundamentados atentan contra el prin-
* Fiscal del Departamento Judicial San Martín, provincia de Buenos Aires, docente de
la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
** Fiscal de primera instancia del fuero Penal, Contravencional y de Faltas de la Ciu-
dad Autónoma de Buenos Aires.
1. Ver Hendler, Edmundo, El juicio por jurados. Significado, genealogía e incógnitas, Bue-
nos Aires, Del Puerto, 2006.
2. Cfr. Hendler, Edmundo S. y Cavallero, Ricardo, Justicia y participación. Juicio por
jurados en materia penal, Buenos Aires, Universidad, 1988.
227
colección institucional
3. Ver Alliaud, Alejandra Mercedes, “El juicio por jurados y las provincias. El caso de
Buenos Aires”, en Revista Derecho Penal, año I, N° 3, Ediciones Infojus, p. 25.
4. Gelli, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina: comentada y concordada, Bue-
nos Aires, La Ley, 6ta edición ampliada y actualizada, 2006, p. 315.
228
juicio por jurados y procedimiento penal
5. Ibídem, pp. 315-316. En este punto, sostiene Gelli que esa fue la opinión que prevale-
ció en la Reunión de la Comisión de Asuntos Constitucionales del Senado de la Nación
del 22 de diciembre de 2004.
6. Tau Anzoátegui, Víctor, La administración de justicia en las provincias argentinas
(1820-1853). Planteo preliminar para su estudio, Capítulo IV: “Jueces legos y jueces letra-
dos”, pp. 239-249, en Revista de Historia del Derecho 1, Buenos Aires, 1973.
229
colección institucional
7. Levaggi, Abelardo; “El juicio por jurados en la Argentina durante el siglo XIX”, Re-
vista de Estudios Histórico-Jurídicos de la Universidad Católica de Valparaíso, T. VII, 1982,
pp. 175 a 218.
8. Ídem.
230
juicio por jurados y procedimiento penal
ria de juicio por jurados se produce una gran difusión del tema, tanto
para el estudio como para su reflexión y análisis.
En esa misma época tiene lugar también la clásica discusión que
viene con toda reforma, esto es, que al análisis teórico del instituto y
su posible aplicación se contraponen a la realidad, la experiencia y las
prácticas forenses aplicadas hasta ese momento en la resolución de
los casos judiciales.
Al respecto, Levaggi destaca que
… la mayoría no quiere improvisar, dejarse arrastrar por la tentación que
significan las fórmulas mágicas –como la del jurado, de impredecibles
consecuencias–. Es así que al impulso de la razón se le suele oponer el
freno de la experiencia.9
Ahora bien, las tres cláusulas constitucionales que aluden al juicio
por jurados, y que constituían un motivo de honda preocupación para
los convencionales constituyentes, son, por un lado, la del artículo 24,
que reza: “el Congreso promoverá el juicio por jurados”. Desde ya,
cabe señalar que dicha fórmula normativa plantea un objetivo a fu-
turo. Por otro lado, el actual artículo 75, inciso 12 (antes art. 67, inc. 11)
establece que al Congreso corresponde dictar leyes generales para toda
la Nación, “y las que requiera el establecimiento del juicio por jurados”.
Finalmente, el artículo 118 (antes art. 102) indica que los “juicios cri-
minales ordinarios se terminarán por jurados, luego que se establez-
ca en la República esta institución”.
Dicho ello, queda claro que todas esas referencias al juicio por
jurados son para el futuro, o simplemente condicionales, sin fijar
plazo alguno. De hecho, en su comentario al artículo 24, María An-
gélica Gelli dice que dicho mandato “nunca fue cumplido en la Repú-
blica Argentina configurando una inconstitucionalidad por omisión
legislativa”;10 sin embargo, esta fue ratificada por la Convención
Constituyente de 1994, por lo cual la obligación de instituirla por par-
te del Congreso se mantiene en pie.
9. Ídem.
10. Gelli, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina: comentada y concordada,
Buenos Aires, La Ley, 6ta edición ampliada y actualizada, 2006, pp. 314-315.
231
colección institucional
Ahora bien, como esta obligación todavía existe, esta promesa mar-
có el devenir jurisprudencial de nuestro Máximo Tribunal en los pre-
cedentes que procederemos a analizar.
1. El primer fallo que debemos analizar es “Ministerio Fiscal c/ Di-
rector del Diario La Fronda s/ Desacato”.11
Hechos: El Sr. Agente Fiscal en lo Criminal de la Capital de la Na-
ción promueve querella por desacato en la persona del Sr. Juez de Co-
mercio, Dr. Antonio Amuchástegui, contra el director del diario “La
Fronda” o contra el que resulte autor de un artículo publicado en él,
cuyos términos considera injuriosos para dicho magistrado.
Por su parte, el Dr. Francisco Uriburu, en su carácter de director
de dicho diario, interpuso una excepción por falta de jurisdicción por
parte del juzgado correccional interviniente sobre la base de que los
delitos cometidos por medio de la prensa son de competencia exclusi-
va y excluyente del juicio por jurados, y de algún modo el juez estaría
violando lo dispuesto por los artículos 24, 32 67 y 102 de la CN.
Ante ello, el juez a quo destaca que un caso similar y anterior ha sido
resuelto por la Suprema Corte de Justicia rechazando dicha excepción
y declarando, por ende, la competencia de la justicia local para el cono-
cimiento de un delito cometido por medio de la prensa.
En efecto, en aquel otro expediente, en una acción promovida por
“Vicente Loveira contra el Director de La Argentina, Eduardo Mulhall
s/ injurias y calumnias”,12 el Superior Tribunal dijo que, en lo que hace
al fondo, los artículos 24, 67 y 102 de la Constitución Nacional no han
impuesto al Congreso el deber de proceder inmediatamente al esta-
blecimiento del juicio por jurados, al igual que el primero no le impu-
so términos perentorios para la reforma de la legislación.
Y agregó que en otro orden de ideas, de los propios términos del ar-
tículo 102 de la Constitución se deprende que la creación del jurado no
es obligatoria en la Capital, pues aquel se limita a establecer: “Todos los
juicios criminales ordinarios que no se deriven del derecho de acusa-
ción concedido a la Cámara de Diputados, se terminarán por jurados,
luego que se establezca en la República esa institución”.
232
juicio por jurados y procedimiento penal
233
colección institucional
234
juicio por jurados y procedimiento penal
16. Gullco, Hernán Víctor, “El juicio por jurados y el derecho al recurso”, disponible en:
http://www.revistaladi.com.ar/numero3-gullco/
235
colección institucional
instancia del tribunal. A través del voto del juez Sommer, dijo lo si-
guiente sobre esta cuestión:
Como ya he señalado en otro precedente, la sentencia integradora de se-
gundo grado que debe dictar esta Sala del Tribunal de Impugnación Pro-
vincial se construye de la misma manera que en los recursos interpuestos
en los juicios realizados con jueces profesionales…
Y continúa el juez en su voto:
… en nuestra labor revisora del veredicto bajo el referido andarivel median-
te la compulsa de la videofilmación del debate me conduce a desestimar
dicha queja por cuanto concluyo en que tal decisorio no resulta arbitrario
a la luz del referido estándar de duda razonable. Como ya he señalado en
otro precedente, la sentencia integradora de segundo grado que debe dictar
esta Sala del Tribunal de Impugnación Provincial se construye de la misma
manera que en los recursos interpuestos en los juicios realizados con jueces
profesionales. En tal inteligencia, destaco la obra de Andrés Harfuch (El
juicio por Jurados en la provincia de Buenos Aires, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2013,
pp. 89-91) en cuanto sostiene que el recurso en el juicio por jurados no
difiere en nada con el recurso en el juicio común, y que la diferencia se
encuentra en la metodología de litigación y en su interposición. Afirma, que
“para el jurista anglosajón, el veredicto del jurado carece de la más mínima
importancia cuando se interpone un recurso contra la condena. ¿Cómo po-
dría impugnarse el contenido de un veredicto del jurado, que debe permane-
cer necesariamente inmotivado por razones cruciales para la preservación
del sistema? Lo que se impugna nunca es el veredicto. Jamás. Y este es uno de
los principales errores culturales que, por traslación mecánica de la práctica
de recurrir sentencias escritas de jueces profesionales, debemos despejar.
El veredicto de culpabilidad del jurado es simplemente un juicio subjetivo
de convicción que es consecuencia de dos “antecedentes necesarios”, como
diría Julio Maier: las instrucciones del juez y el estándar de duda razonable.
Se trata de dos estándares previos, objetivos y perfectamente controlables
por las partes durante todo el juicio, y especialmente, por la defensa en el
recurso de casación. Ambos, en conjunto, permiten recurrir con la máxima
amplitud los hechos y el derecho. Lo que se recurre en un juicio por jurados,
nuevamente, no es el veredicto: lo que se cuestiona directamente son las
instrucciones del juez y el estándar probatorio de culpabilidad más allá de
la duda razonable (la cantidad y calidad de prueba producida en el debate)”
(Harfuch, Andrés, op. cit., pp. 308/9). En tal labor revisora a la luz de los pre-
cedentes “Herrera Ulloa” de la CIDH y “Casal” de la CSJN, así como con los
236
juicio por jurados y procedimiento penal
17. Sentencia 128/2014 de la Sala del Tribunal de Impugnación en autos “González, José
Sebastián” del 10/12/2014, disponible en: www.pensamientopenal.com.ar/system/fi-
les/2014/12/fallos40446.pdf
237
colección institucional
18. Gullco, Hernán Víctor, “El juicio por jurados y el derecho al recurso”, disponible en:
http://www.revistaladi.com.ar/numero3-gullco/
19. Sentencia 128/2014 de la Sala del Tribunal de Impugnación en autos “González,
José Sebastián”, del 10/12/2014 www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2014/12/
fallos40446.pdf
20. Ver por todos Schiavo, Nicolás, El juicio por jurados. Análisis doctrinal y jurisprudencia,
Buenos Aires, Hammurabi, 2016.
21. Ver por todos, Harfuch, Andrés, El juicio por jurados en la provincia de Buenos Ai-
res. Ley provincial 14.543 anotada y comentada. El modelo de jurado clásico, Buenos Aires,
Hammurabi, 2016.
22. “Art. 22 bis.- El tribunal de jurados conocerá en los delitos cuya pena máxima en
abstracto exceda de quince (15) años de prisión o reclusión o, tratándose de un concur-
so de delitos, alguno de ellos supere dicho monto”.
23. “Art. 338 quater, punto 6: Integración plural: El jurado deberá quedar integrado,
incluyendo los suplentes, por hombres y mujeres en partes iguales”. Esta concepción,
a nuestro criterio, presenta dos problemas. Por un lado pretende un intento de plu-
ralidad que no se registra ni siquiera en los países donde se viene resolviendo con
jurados desde hace años, en donde la idea es la integración plural, pero no a rajatabla.
Piénsese, por ejemplo, en que se enferman tres jurados varones a lo largo del juicio,
238
juicio por jurados y procedimiento penal
y al ser reemplazados por los suplentes, aun de haber sido sorteados hombre, mujer,
ciertamente al componerse los 12 jurados la proporción hombre mujer va a quedar
desequilibrada. ¿Cuál sería la solución en ese caso? ¿Saltear el orden de suplencia de
los jurados? La segunda cuestión que el legislador parece no tener en cuenta es aquello
atinente a la cuestión”.
24. “Art. 371 quater. Veredicto:
1. El veredicto deberá versar, respecto de cada hecho y de cada acusado, sobre lo atiente a:
a) La existencia del hecho en que se sustenta la acusación.
b) La eventual participación del o de los imputados en el mismo.
El veredicto de culpabilidad requerirá como mínimo de diez (10) votos afirmativos
sobre las cuestiones planteadas. Si el delito por el que fuera calificado legalmente el
hecho en que se sustenta la acusación tuviera prevista pena de prisión o reclusión
perpetua, se requerirá unanimidad de votos afirmativos.
Si se resolviera negativamente la primera cuestión, no se tratará la segunda.
Salvo lo dispuesto en el apartado 2), la sesión terminará cuando se obtenga un veredicto
de culpabilidad, de no culpabilidad o de no culpabilidad por razones de inimputabilidad,
los que no podrán incluir ningún otro aditamento o aclaración, y el formulario final será
confeccionado, firmado y datado por el presidente en presencia de todo el jurado”.
25. Conf. http://www.scba.gov.ar/juiciosporjurados/archivos/JuiciosRealizados.pdf
239
colección institucional
Trenque Lauquen 2 2
San Nicolás 1 1
San Martín 6 4 1
San Isidro 8 1
Quilmes 3
Pergamino 2 1
Necochea 1 2
Morón 1
Mercedes 1
Lomas de Zamora 6 3 1
La Plata 2
La Matanza 7 3
Junín 2
Dolores
Bahía Blanca 5 11 1
Azul 4 3 3
Son varias las hipótesis que pueden llevar a los resultados que se
muestran en el cuadro. Una de ellas es que, por alguna razón, los im-
putados ciertamente no deseen ser juzgados por sus pares, y otra, que
los operadores judiciales no queramos someternos a la visibilidad de
un juicio con jurados.
No tenemos elementos, ni es el objeto de este trabajo, que nos per-
mitan dirimir cuál es la razón de ese fenómeno, pero lo cierto es que
aparece como una muy baja proporción, teniendo en cuenta la canti-
240
juicio por jurados y procedimiento penal
dad de juicios (por delitos cuya pena excede los 15 años de prisión en
abstracto) que se llevan a cabo a lo largo de un año en cada uno de los
departamentos judiciales de la provincia.
A pesar de esto, lo que se observa en el Tribunal de Casación de la
provincia de Buenos Aires dista mucho de ser desalentador, en tanto
este no sólo ha confirmado la legitimidad del sistema a través de sus
fallos, sino que ha profundizado en muchas de las problemáticas pro-
pias del jurado, conforme se analizará en el acápite que sigue.
26. “Art. 450. Resoluciones recurribles. Además de los casos especialmente previstos,
podrá deducirse el recurso de casación contra las sentencias condenatorias dictadas
en juicio por jurados y contra las sentencias definitivas de juicio oral, juicio abreviado
y directísimo en lo Criminal, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 417 del C.P.P.
Asimismo, podrá deducirse respecto de los autos dictados por la cámara de Apelación
y Garantías en lo Penal revocatorios de los de primera instancia siempre que pongan
fin a la acción, a la pena, o a una medida de seguridad o corrección, o imposibiliten
que continúen; o denieguen la extinción o suspensión de la pena o el pedido de so-
breseimiento en el caso de que se haya sostenido la extinción de la acción penal.
También podrá deducirse respecto de los autos dictados por la cámara de Apelación
y Garantías en lo Penal cuando denieguen la libertad personal, incluso en la etapa
de ejecución”.
27. “Art. 20. El tribunal de Casación de la Provincia. El tribunal de Casación Penal de
la Provincia conocerá:
1. En el recurso de casación que se interponga contra las sentencias de juicio oral,
juicio abreviado y directísimo en materia criminal.
2. En la acción de revisión de sentencias de juicio oral, juicio abreviado y directísimo
en materia criminal.
3. En el recurso de casación y la acción de revisión contra sentencias condenatorias
dictadas en el procedimiento de juicio por jurados.
4. En las cuestiones de competencia que se mencionan en este código.
Se integrará con un (1) solo juez para los casos previstos en el inciso 4)”.
241
colección institucional
28. “Art. 452. Recurso del Ministerio Público Fiscal. El Ministerio Público Fiscal podrá
recurrir: (…)
De la sentencia absolutoria, cuando haya pedido la condena del imputado.
De la sentencia condenatoria, cuando se haya impuesto una pena privativa de la liber-
tad inferior a la mitad de la requerida.
Del sobreseimiento.
En los supuestos de los artículos 448 y 449.
En el procedimiento de juicio por jurados, el Ministerio Público Fiscal carece de
legitimación para recurrir”.
29. Sala VI, 04/02/2016, causa Nº 71912, “López, Mauro Gabriel s/recurso de queja (art.
433 del CPP) interpuesto por agente fiscal”, disponible en: http://juba.scba.gov.ar/Ver-
TextoCompleto.aspx?idFallo=132639
242
juicio por jurados y procedimiento penal
243
colección institucional
31. Ver Hendler, Edmundo; “Jury Trials in Argentina (2005), Implementing jury trials
in Argentina: Is it possible?”. Paper presentado en la 2005 Annual Meeting of Law and
Society Association (3 de junio de 2005, Las Vegas, Nevada, U.S.A.), disponible en:
http://www.catedrahendler.org/doctrina_in.php?id=31
32. Ver por todos: Toledo, Alejandro C. y Conti Gomez, María Eva, “La democratiza-
ción de la administración de justicia”, disponible en: http://www.pensamientopenal.
com.ar/doctrina/42334-juicio-jurados-democratizacion-administracion-justicia
33. Sala I, 11/05/2016, Causa Nº 75.466, “Antonacci, Kevin Gustavo s/ Recurso de Queja
interpuesto por Agente Fiscal (Art. 433 C.P.P.)”, disponible en: http://juba.scba.gov.ar/
VerTextoCompleto.aspx?idFallo=134467
34. Pueden consultarse en: https://www.law.cornell.edu/rules/fre
35. En tal sentido, puede consultarse Rua, Gonzalo, Contraexamen de testigos, Buenos Ai-
res, Didot, 2014; y, del mismo autor, Examen directo de testigos, Buenos Aires, Didot, 2015.
244
juicio por jurados y procedimiento penal
partes, cada una debe interrogarlo en base a su teoría del caso en exa-
men directo y contraexaminará respecto de aquellas cuestiones que
no sean favorables a su teoría del caso.
Debe entenderse aquí que la lógica del sistema adversarial es di-
ferente a aquella con la que nos veníamos manejando en nuestros
sistemas de enjuiciamiento, en la cual todos los actores llevaban a los
mismos testigos a juicio.
En una lógica adversarial, sólo se lleva a una persona como testigo
a juicio si se sabe, si se tiene por cierto, qué información puede brin-
dar que resulte interesante a la teoría del caso. Y, como parte, sólo se
pregunta sobre eso.
No se trata aquí de quién es el “dueño” del testigo, o de si el testigo
es propio o ajeno, sino de qué información de relevancia puede tener
ese testigo. Ya no se habla del testimonio del testigo A, sino de eso que
dijo el testigo A sobre lo que vio o escuchó.
Es que si pensamos detenidamente, un mismo testigo puede tener
porciones de información muy diversas: puede contarnos un suceso
que vio en forma directa (eso es información válida), pero al mismo
tiempo puede contarnos algo que alguien le dijo (eso no es informa-
ción válida), y que encontró una carta que creyó que había sido escrita
por fulano de tal y que decía tal cosa (supuesto que debería ser litigado
para ver si esa información es o no válida, por ser o no información de
calidad), puesto que en la medida en que el fulano que la escribió no
la reconozca no le puede ser atribuida, porque así contado es prueba
de referencia porque aun de tener la carta en el Tribunal, sus dichos
no pueden ser tenidos por válidos porque un tercero la haya leído, y
porque habría que ver si le fue dirigida o no a él y demás cuestiones en
torno a la carta que harían su contenido más o menos creíble, o más o
menos confuso.
En el fallo que comentamos, el TCBA avanzó sobre en qué casos
debe usarse el contraexamen de testigos y en qué casos el examen
directo, situación que aparece como novedosa y que permite darle
la bienvenida a las técnicas de litigación, cada día más importantes
cuando de juicio con jurados se trata.
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colección institucional
36. Sala I del TCBA, resuelto el 27/10/2015, Causa N° 72016 caratulada “MAZZON MAR-
COS EZEQUIEL S/ RECURSO DE CASACIÓN”. Disponible en: http://juba.scba.gov.
ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=130693
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juicio por jurados y procedimiento penal
acogida finalmente por los miembros del jurado. Esta problemática ha sido
abordada por la jurisprudencia de los Estados Unidos de Norteamérica,
ciertamente en procesos sometidos a jurados populares, a través de lo que
se conoce como “test de ofensividad”. Concretamente, en el caso Remmer v.
United States (350 U.S. 377, 1956) la Corte señaló que era necesario determinar
si la influencia externa representaba un “daño inocuo”. Vale decir, tal como
lo he adelantado párrafos arriba, es necesario determinar el alcance de la
intervención válidamente criticada por la defensa y si de ello se deriva una
influencia dirimente para la decisión del jurado, de modo tal que el debido
proceso se hubiera visto vulnerado.
En el caso en particular se concluyó que
… en que las mismas razones que fundan mi juicio invalidante de la conduc-
ta seguida por la Fiscalía, esto es, haber apelado a preguntas que dejaban
entrever un antecedente penal, no tienen el alcance que pretende asignarle
la defensa, desde que se trata, en todo caso, de un registro que no guarda
relación siquiera con una modalidad delictiva específica, el proceso y con-
dena anterior que registraba el acusado era por un atentado a la propiedad
(robo simple en grado de tentativa), claramente diferenciado del atentado
contra la vida por el que fuera sometido a juzgamiento y a lo que aduno que,
especialmente, el riesgo de contaminación se ha visto aventado a partir de
las claras instrucciones impartidas –no cuestionadas por la defensa– sin que
la actividad recursiva demostrara que no fueran seguidas por el jurado, per-
mitiendo todo ello despejar cualquier duda sobre una influencia perjudicial
y dirimente en la toma de decisión.
De tal modo, el planteo efectuado por la defensa y lo resuelto por el
TCBA debe hacernos tomar conciencia a los litigantes de que no toda
información puede ser ingresada al juicio, y que la información que
hacemos ingresar debe servir para acreditar un determinado hecho.
37. Sala I, del 14/07/2016, Causa N° 71910, “Ganduglia, César Nahuel s/ recurso de casa-
ción”, disponible en: http://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=140084
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colección institucional
38. Sala IV del TCBA, del 11/08/2016, Causa N° 75.197, “CASTILLO, Rodolfo Marcelo
s/ Recurso de Casación”. Disponible en: http://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.
aspx?idFallo=139729
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juicio por jurados y procedimiento penal
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colección institucional
41. Sala IV, del 27/09/2016, Causa N° 76.889, “GUERENDIAIN, Néstor Marcelo s/
recurso de casación”. Disponible en: http://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.
aspx?idFallo=139880
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42. Sala I del 22/12/2016, Causa N° 75937 (“Aref, Vanesa Anahí y otros s/ recurso de casación”).
Disponible en: https://drive.google.com/file/d/0B2yvs_8DQr4dQ0NzNkV1SDlJX00/view
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colección institucional
CONCLUSIONES
La Corte Suprema de Justicia, al planteársele esta cuestión, decidió
reiteradamente que las normas constitucionales relativas a los jurados
“no han impuesto al Congreso el deber de proceder inmediatamente
al establecimiento del juicio por jurados, al igual que el primero no le
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