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Crosthwaite - ''El Gran Pretender'' - Estrella en La Calle Sexta (Pp. 81-150)

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El Barrio es el Barrio, socio, y el Barrio se respe-

ta. El que no lo respeta hasta ahí llegó: si es cholo


se quemó con la raza, si no es cholo lo madreamos
macIzo.

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1 2

El Saico no está, el Mueras no está, el Cherna El Saico trabaja de mecánico y es precisamente


no está. su crónico olor a gasolina y aceite quemado lo que
Se sabe: la raza de hoy ya no es tan desmadrosa, seduce a las morras del Barrio.
la raza ya no se divierte, la raza no la pasa bien co- Está cargado de dulces palabras y buenos sen-
mo antes. Dicen los batos de entonces que ya están timientos. Si le agrada una morra, la detiene en seco
vieJos para esas ondas, que ya no le hacen al des- y le dice: «¿Tons qué, mija, eres de aquí o te rajas?"
móder, pero la neta es que estuvo dura la chinga. Sólo bebe cerveza Tecate en caguama. Consi-
Los morros lo saben. Por eso los morros se juntan dera que todas las demás son agua de jícama.
en la misma esquina donde se reunían el Saico, el Sólo come atún cuando e! bote señala con cla-
Mueras, el Cherna y el resto de la clica para hablar ridad que fue procesado en Ensenada o El Sauzal,
de los rucos, los cholos viejos, los que se fueron, los Baja California.
que se quedaron. y quién sabe qué tanto de lo que No es alcohólico; se encuentra en los bordes de!
cuentan los morros fue cierto, qué tanto inventado. alcoholismo como en Tijuana todomundo se en-
La única neta es que el Saico era el bato más felón cuentra en e! borde deste nuestro país tricolor.
del Barrio, ¿o no? Tú ibas al taller donde jalaba y No saluda a Emigrados Piojos. «Batos que jalan
si tenías algún problema (que si buscabas un toq~e legalmente en Estados Unidos y que vienen a presu-
que si querías chingarte a un bato, que si te urgí~ mir su feria y sus ranflas último modelo, compradas
una feria ... ) el mero Saico era quien te hacía el paro. a crédito, y luego no se mochan con las cervezas».
Odia a los chilangos que se estacionan sobre las
banquetas, los que se pasan los altos, los que pre-
sumen que son chilangos hablándole en inglés.
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Odia a los choferes de la Cocacola desde que No es un bato feliz. Se acerca a la felicidad co-
uno pasó por su calle y, sin ninguna consideración, mo otros se acercan al futbollos domingos. La dIS-
pisó el acelerador y estuvo a punto de atropellarlo. fruta, le da importancia, pero sabe que el lunes se
El Saico se vio en la obligación de tumbarle los tiene que levantar a jalar en el taller.
dientes con una cadena de tiempo.
Tiene una esposa que se llama la China, sim-
pática y gordita, que ahora lo trata como basu-
ra. En las mañanas con frecuencia sale de su casa
una voz estruendosa: <<ÍYa levántate, pinche
güevón!»
Piensa pasar su vida en el Barrio. El resto del
mundo se marchó a la luna junto con los astronau-
tas gringos en 196 9.
No tiene oficina. Se le puede encontrar de diez
de la mañana a seis de la tarde en el taller del Pocho
y de seis quince a dos de la mañana, con el resto
de la c1ica, en la esquina que todomundo conoce.
Ahí cualquier doncella en peligro puede pedir su
auxilio, sólo que mucho cuidado: ella-se-tiene-que-
reportar.
Su filosofla de la vida: «El que no pistea anda
mal; al que no le gustan las viejas anda mal; el que
no escucha a los Platters anda mal».
Prefiere la rola Smoke gets in your ryes, pero él es
The great pretender.
Aunque se clava con los Platters, su erudición
musical de oldies but goodies es tal que su fama se
extiende por toda la ciudad y por algunos barrios
californianos. Dicen que es autor (a la sorda) de los
primeros volúmenes de Barrio Music.

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3 4

Ya se acabó, comentan los morros. Un borla en la casa del Cherna.


El Saico no está, el Mueras no está, el Cherna Ahí está la raza del Barrio. Los batos y sus rucas
no está. bailando rolitas oldis. El Saico está sentado, agarran-
Nada es lo mismo. do su cura, mirando a la gente.
Se llevaron a culpables, a inocentes; se los chin- -Vamos a bailar -le dice la China.
garon, les valió madre. El Saico no se mueve. Enciende uno de sus Fa-
La juda, la chota, la placa. ros como si fuera Belmondo en Sin aliento. De esa
Por eso el barrio ya no es el barrio. forma lo explica el Pancho porque es un ruco que le
Por eso la raza ya no es la raza. gusta hablar de cine y porque siempre anda diciendo
Por eso los morros se juntan en la esquina, frente cosas asÍ. El Saico nunca ha visto a Belmondo, sabe
a los Licores Corona, y hablan de aquellos tiempos un poco de Pedro Armendáriz yeso porque dicen
y dicen, aseguran, que nunca volverá a suceder. que se parecía a su jefe. Si no, pregúntale. El humo
Por eso. de su cigarro escapa de sus pulmones formando
círculos perfectos.
- Vamos a bailar -insiste la China.
Tanto pinche año y todavía no aprende: el Sai-
co sólo baila las rolas de Los Platters. Ella lo sabe.
El Saico sólo escucha a los Platters. La demás músi-
ca no tiene sentido. Nadie lo mueve. Él es el Gran
Preténder.

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Oh yes, Fm the great pretender,
pretending that Tm doing well. 5
A1Y need is such, 1pretend too mucho
Fm lone(y but no one can tell

Qué onda, áe acuerdas de los Platters?


Simón, órale. On(y you, Smoke gets in your ryes,
The mafc touch. El Saico recuerda a una morra que
conoclO hace unos años. Se la cogió en el viejo
Chevy 57 de su carnal. La ranfla estaba estaciona-
La China: su esposa su waifa su jaina su esquina;
da, descompuesta, quietecita y bien arreglada para
Su ruca, su morra, su nicho, su queso, su alla
cogerse a las rucas. Esa morra fue distinta, me cae,
voy, su de aquí soy, su torta, su est:ibo, su tie:~a
y no por el buen jale que hacía, nel, eso es aparte.
melcocha su media naranja, su castigo, su mlSlOn
Ella le dejó al Saico un grato sentimiento que lo
en la tierr~, su ranebo, su ajúa, su acá, su bien terre-
hizo sonreír, simón, sonreír y sentirse bien durante
nal, su gestión, su obra, su casa grand:, ~u cobIja
todo el día, durante toda la semana, durante todo
el mes. eléctrica, su caebora al sol, su requmto tnston, su ro-
Los Platters, carnal, ¿me entiendes? lita oldi su mejilla sudada, su cementerio, su belbl,
su prim'era dama, su necesidad, su des~én, su ur-
-Vamos a bailar -le dice la China sólo por
chingar. gencia médica, su carestía, su ya n~, su como no, ~ u
otra vez, su no me jodas, su penslOn, su fin, su car-
El Saico permanece sentado. Nada lo mueve.
cel, su no sé qué. .
La China: su esposa su waifa su jaina su esquma.

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e vez en cuando -al guacharte llegar
6 neta, y que d d . í o
del .ale o en las mañanas, rola o junto a m,
j. . o los dos sentados- aparecen suaves Y
ah onta mlsm , d os cono-
me hacen sentir igual que antes, cuan o n
. y era esta misma rola que estamos oye?do,
~~:i~'ma rola de hace cinco años. ¿Soy todavla ~u
. . . che Saico' (Eres todavía el bato machm
jama, pm · h' ,
de la colonia, el mero mero de la C ma.

Aliviánese, mi Saico. Q!¡é onda con usté, qué


rollo. ¿No eres mi bato, no soy tu ruca? La primera
vez, áe acuerdas? Hace cinco años que te guaché:
ahí tabas parado con tu clica en el borlo de mi pri-
ma la Carlota, tus mejores tramos, tus mejores
cacles, el chalequito, la loción. Olías re suaaaave,
mi Saico, tu greña brillosa, muy acá, con tu piochi-
ta y tu mostacho crecidito. La Carlota y las demás
rucas me decían que nomás me guachabas a mí,
que no había otra ruca en el mundo. Y yo me hacía
del rogar. Les decía: nel, con ese bato nel, ese bato
anda con todas, nel. ¿Te acuerdas, pinche Saico? Te
acercaste y qué onda, mija. Pos qué onda. Aquí
nomás. Y tú, ¿qué pedo? Nanais. Y me jalaste de la
mano como si no hubiera bronca, como si supie-
ras que yo no la haría de tos. Me apretaste toda la
noche, al tiro, chingón, bien prendido, despacio,
muy despacito, una rola de los Platters, otra rola de
los Platters. Tu forma de bailar, pasito a pasito, sin
mover mucho los pies. Me decías cosas chingo nas
que me entraron al oído y que todavía no se salen,
91
90
7 se clava con esas ondas. Entiende que los batos ne-
cesitan un lugar para esconder sus cosas de hom-
bres, aunque sean pendejadas.

1. Le decían e! J ere, a veces le decían el Millas;


era un bato bravucón. El Saico no era nadie y se
llamaba José Arnulfo. Todos los días llegaba de la
escuela y salía al mercado por e! mandado de su
mamá. Estaba morro. Pocas veces se ponía a pistear
h Estos son los tesoros del Saico, guardados desde con la raza, y si lo hacía en poco rato se podía
ace un chmgo debajo de su cama: escuchar la voz de su jefa gritándo i]osearnul-
fooooo! Y corría a su casa para ver qué onda. Era
lo 6~. Una cadena de tiempo de una ranfla mode- un morro calmado. Pero el Millas no respetaba, y
está mal visto que un cholo no respete a la raza de
2. Unos viejos cacles que le heredó su jefe. su barrio, me cae. Un cholo no anda buscando
3. Una foto autografiada del campeón Alfonso broncas aunque no le saca cuando anda una por
Zamara. ahí. Ésta es la neta. Entonces e! Millas se metió con
José Arnulfo, se lo quiso chingar> darle carrilla, tra-
~e encuentran guardados en una caja que nadie tarlo de pendejo. Lo empujó, le dijo puto> le dijo
pue e tocar. NadIe es la China, quién más. güey. y e! José Arnulfo no decía palabra, no se que-
jaba. Parecía como si le valiera> me cae. Hasta pen-
:. Era la cadena de tiempo con la que le atra- samos quera sacatón. Pero no era así. El bato dejó
veso la cara al Jeremías. que el resorte se estirara y se estirara hasta que tro-
2. Era e! único par de cacles que usó su papá nó, lo escuchamos tronar, así, dentro de su cabeza.
3. Era la foto del campeón dedicada para ·Ia y ese día, sin que nadie lo esperara (ya estuvo bue-
Betty «con mucho cariño». no, ya me cansaste), e! resorte tronó bien gacho y
José Arnulfo agarró lo primero que encontró a la
La China sabe muy bien que esa caja no se pue- mano y esa cadena de tiempo se estrelló tres, cua-
de tocar. La mueve de vez en cuando para barrer de- tro, cinco veces en la cara de! Jeremías, luego pa-
baJo de la cama; luego la pone en su lugar. Ella no tadas en la panza y en las costillas y el bato en e!
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suelo, y chingazos, más chingazos hasta que le diji- La Betty pudo haber llevado e! carro a la agencia en
mos: calmado, socio, calmado, carnal, yastuvo, de- el Otro Saite, donde lo compró; pero quería con e!
je algo pa más al rato, qué pues, se está poniendo Saicorrón, e! bato le pasaba bastante y la Betty esta-
usté muy saico, calmado, ése. Y hasta la fecha el ba tan chula como puede estarlo cualquier hija de
Jeremías anda de baboso, de menso, tartamudo, sin narco; es decir: e! carro y unos lentes oscuros la ha-
conseguir jale, perdido en las esquinas de! Barrio. Y cían verse mejor. Era la única morra que e! Saico no
d~ ahí que José Arnulfo es e! Saico y que nadie le pelaba. Y ella le mandaba obsequios, le enviaba reca-
dIga otro nombre porque ya sabrá lo que le pasa. dos con otras viejas y le dedicaba rolas en el progra-
ma Complacencias de la XEC. El Saico aceptaba
2. No recuerda a su papá con una cara ni con los regalos, rompía los mensajes y se sorprendía por
unas manos ni caminando por la calle ni llegando e! mal gusto musical de la morra: puro José José,
tarde a la casa, nel. Cuando se acuerda, su jefe es puro Julio Iglesias, puro Camilo Sesto. Chaaale.
una cancioncita triste de Javier Solís que sonaba Cuando la Betty llegó con su ranflón del año para
durante e! desayuno. ¿Cuál canción? Qziénsabe. impresionar al Saico, éste le dijo que no había na-
Una; todas. En la casa, su jefe era una presencia que da en el mundo mejor que los Ford GalaXIe. Los
ya no; una presencia que podía tener e! rostro de carros europeos son una mierda. Le recomendó que
PedroArmendáriz. Su jefa no le habla de él. Pa qué. lo cambiara y conectó de nuevo la tapa de una de
El SalCo tampoco le pregunta. Los viejos que lo las bujías que seguramente ella misma había desco-
conocieron todavía andan por ahí, ruco tes, borra- nectado.
chotes. A ellos tampoco les pregunta. Su jefe era De pilón, sin que ella se diera cuenta, le robó
su jefe, así de sencillo: el aroma del tabaco, las rolas una foto autografiada de! campeón Alfonso Z~mo­
de Javier Solís y los viejos cacle s que llevó puestos ra, que recientemente había obtenido en Los Ange-
a su jale hasta e! final. les e! título de la WBA.

3. Betty apareció en e! taller con su carro de! «Por una noche inolvidable
año para que lo revisara el Saico. Era la única vieja para mi amiga Betty
con ranfla nueva que vivía a menos de un kilóme- con mucho cariño.»
tro de! Barrio. Su jefe era narco (en un tiempo
cuando ser narco no era tan acá), eso no es no-
vedad; aunque la jugaba como dueño de licorerías.
94 95
8 No me chingues. . " ,
Un bato crema, ése, muy de escuehta, YUlllOr,_tu
sabes. De tacuche, muy perfumadito, ranfIa del ano,
tú sabes.
Un mamón.
Un puto.
,
11

Simón. d 1 1

¿Q!¡é an d ab a hacl'endo con una morra e Ir


Barrio? _
Violaron a la Cristina.
Luego la madrearon todita.
Después la amenazaron.
Por piruja, eso le pasa por arana.
El Barrio se respeta, SOCIO.
Simón.
~I 111
1

Le rompieron su vestido.
La dejaron moreteada. ';" !\
La Cristina. 1
11
Por piruja. Por andar de araña. 1,1
y ella no dice quién. 11
y sus jefes la volvieron a madrear.
Su jefe quería correrla de su chante. \1

Eso está mal, después de que se la chingaron, (1 \


eso está mal.
Ella no dice quién, ése, porque el güey que se la 11

chingó dice que va a regresar y ella le tiene miedo, '1


está muy paniqueada. Dice que es un gandalla de
otro barrio, un bato muy calote, ése, dice que es un
l'I
11
cabrón. Q!¡ería con ella pero el bato está muy pira- '¡ ,
ta, me cae. Entonces él la subió a su ranfIa y ahí
1
mismo se la chingó. Luego la tiró en su cantona, la 1
I
dejó tirada pa que sus papás la encontraran.
y resulta que el bato no era cholo. 1
1
97 1
96 1

1\
11

11
9 10 , i
1

l'
'1
1

111

La placa no supo diferenciar. Se llevaron a raza Es uno de los pocos rucos que visita el Saico.
Se llama Pancho, es de Tecate, tiene cincuenta y 1'\'
de éste y otros barrios. A los felones, a los gandallas
y a los calmados. Los cholos siempre pagan, cul- tantos años y recorre la ciudad tomando notas que :,\
pables o no. La chota se cobra con ellos. Les gusta apunta en una libreta. . '
entrar a los barrios cuando están bien respaldados y Van caminando por la calle, le dICe al Salco:
traen sus fuscotas y viene la juda con ellos. Todo- <<Ves esa muchacha, loco, ella es poesía. Ves ese
mundo al bote, hijos de la chingada. Todomundo perro corriendo, ahí va un cuento.»
tiene que soltar una feria porque si no ya saben que Si cualquier otro bato se lo dijera, me cae que se
les va mal, se los chingan. ganaría un cadenazo en la cara. Por mamón. 11
11

Un cholo más, un cholo menos, dice la chota. En este caso el Saico permanece callado. 11

Les vale madre. «Tecate es el centro del universo, loco.» 11

Llegan al Blue Note, se toman diecisiete cerve- 1,

zas y luego se les acaba la feria. El Saico se pone 11

sentimental. 1

-Usted lo conoció, usted dígame cómo era.


-La cerveza es de Tecate, loco. Guacha bien este
bote. Este cerro que ves aquí es el Cuchumá. Tecate,
loco. El cielo, el paraíso, el edén, como quieras lla-
marle. ¿Nunca has visto al Cuchumá por la maña-
na , cuando está haciendo frío, cuando la neblina lo
hace parecer el monte Olimpo?
98 99
-Dígame cómo era mi jefe. raza le empezó a cagar e! palo. Y luego mataron a
No hay una sola pregunta en el mundo que sa- su compita de! alma. Y él se encabronó. ¿Cómo iba
que de onda al Pancho. Se sabe la respuesta o no. Si a permitir ese atraco? La raza lo acusó de loco, ellos
no s~ la sab;, la respuesta de todos modos le llega. eran gringos, eran racistas, él era un machín. Acabó
~(Pa que qUieres saber, loco? Tu jefe ya no está con el pueblo, con la policía, con la gente gacha del
aquI, los ausentes ya no volverán, ni llamándolos. pueblo. Era un gran tipo tu jefe, neta que sí. Era un
-Usted dígame lo que sabe. chingón.
El Pancho cavila, apunta algo en su libreta. Mi- Algunas parejas bailan cerca del Pancho y del
raa unas parejas que están bailando en la pista, i1u- Saico como mariposas monarcas, extinguiéndose al
mmadas de roJO. Entra al baño, orina. Escribe en pasar del tiempo.
una pared con un plumón negro: «Pancho was he- -¿~ieres saber más?
re", «Tecate rifa konzafoz», «César Vallejo was also Salen del Blue Note. Los carros pasan rayando
here», «Puto e! que no lea Trilce» y «iOdumodne- con rojo la oscuridad. Algunos gringos recorren la
urtse!". Regresa a su lugar. Mira la cara sentimental avenida Revolución, haciendo escándalo. Gringas
de! Saico. Cavila de nuevo. Pasan tres horas. morritas enseñan su piernas descoloridas y ríen y
-¿Pa qué quieres saber? ríen y ríen y ríen.
-Usted dígame lo que sabe -repite e! Saico. y -César Vallejo, loco. Lo demás vale madre.
me cae que si fuera otro bato e! que lo hiciera repe- Un gringo enorme, negro, corretea a una güeri-
tir, se ganaría un cadenazo en la cara. Por mamón. tao La alcanza, ella grita. Se abrazan. Beso largo>
-¿Ya guachas te la película que están pasando en laaaaaargo. Y desaparecen en la noche.
el Bujazán, loco?
El Pancho siempre sale hablando de cine. Si-
món, simón. «Una muvi rete chafa», piensa e! Saico
pero no lo dice.
-Pues tu jefe peleó en la guerra, loco. ¿Me en-
tie~d.e,s? Tu jefe m~tó a muchos, fue un machín y
rec;bIO condecoracIOnes. Tímido y callado, forta-
chon, prudente, manejaba el arco y la flecha como
SI fuera un indio de Hollywood. Experto en explo-
SIVOS, chmgón. Regresó a su casa y luego luego la
100 101

..
del jale, estacionan sus ranflas en la~ orillas,
11
S~~to a la casa del Pancho. Los cholos ah.1 se que-
J largo rato, mientras pasa la llUVia, plsteando,
dan
cot~:~a7~so~es y media de la tarde y las cholas
andan en sus casas, ayudando al sus Jefa\ e~ ~l e'!~á:
hacer. o andan trabajando en a maqUI a,
ahí j~tonas, las que no les gusta jalar. Otras. ~nd~n
en ' la escuela, pero son pocas. Otras qUlensa e
dónde andan; de seguro con su bat~, tirando e! r~l.
Jueves, día de lluvia. Son las tres de la tarde y las
Aguas. Q!le no le caiga el Jefe SI la mor~a an a
calles están solas. Agua cayendo sobre e! Barrio. ue no la agarre con un cabron par-
Los cholos trabajando. Los vagos metidos en sus ean un bato , q 1 C· t" me
que le llueve una madriz~, como a a ns ma,
chantes, dormidos o con sus viejas, haciéndoles la
vida pesada. Los cholos trabajadores regresan hasta cae, le llueven golpes y gntos.
más tarde.
Un arroyo atraviesa la calle. Algunos morritos
salen sin que sus jefas se den cuenta, hacen barcos
de papel. Los barcos se deslizan por e! arroyo, entre
las piedras, entre e! lodo; y si tienes un soldadito de
plástico, lo metes en e! barco; y si tienes una cani-
ca, y e! barco aguanta, metes la canica. El barco se
aleja por los rápidos que se forman cuesta abajo, a
veces se detiene, a veces avanza. El soldado se tam-
balea, recupera e! equilibrio. Algunos resisten hasta
el final de! arroyo, hasta la avenida pavimentada;
otros se caen, se ahogan, su vida por la patria. El
soldadito muere.
Cuando las calles de! Barrio se ponen así, no
hay ninguna ranfla que pueda entrar. Se resbalan,
se atascan. Los cholos cansados, que apenas regre-
103
102
I h a un tatú en el pecho, del lado
12 Floyd para que e a~ olorado sangrante, atrave-
izquierdo (un ficra)zo~ ~ombre ~ue solicita es el d~
sado por una 1 era ~ e I tras y en el punto de la 1
la China, con sus cmco e
una gotita de sangre.

Es que Fabricia es la mejor, neta.


Es que Fabricia suena bonito como un motor
bien afinado.
Es que Fabricia se acerca, con su greña larga,
cepillada miles de veces por la mañana, y susurra
palabras que pocos entienden, como en otra lengua,
como en un idioma inventado, como qué te diré .. .
Es que Fabricia tiene unos dieciocho años que
se respiran cuando te acercas a ella, que se retienen
en los pulmones y se saborean hasta que llegan al
cerebro, hasta que te ponen los ojos colorados co-
lorados y luego salen perfumando el ambiente,
haciéndote sentir bien acá, bien rico, bien bien.
Es que Fabricia es una de esas morras que no da-
ría la vida por un amor, se le nota. No obstante, ese
Saico está clavado. Piensa en ella por la mañana y
quisiera ser el cepillo que mil veces pasa por su ca-
bello. Piensa en ella por la tarde y quisiera ser sus
zapatos para sentir sus pies sobre la cara. Piensa en
ella por la noche y quisiera ser su cobija, sus sábanas,
su almohada. Pero el miércoles, cuando va con el
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104

..
13 con chispas y truena como leña vieja, y las chispas
se elevan al cielo hasta que desaparecen.
Nadie anda borracho, nadie anda pasado,
todavía no: así de cabrón está el asunto.
Pasa una patrulla, los mira desde el otro lado de
la calle. Ahí se queda un rato, tanteando. Los cho-
tas miran el fuego, el calor, las chispas. A ver: que se
bajen, que salgan de la patrulla si son tan chingo-
nes, que se acerquen: a ver. Ellos saben cuándo que-
En el Barrio no hay jefes. En el Barrio somos darse quietos. Pasan unos momentos y la patrulla se
carnales, homeboys, raza de acá. Pero el Saico es el larga. Pinches chotas.
más felón y esto se sabe. No se comenta, simple- -aons qué socio?
mente se sabe.
El Saico no habla. Abre la boca y un círculo de
Ahí estamos con el Saico y esta vez somos más humo se escapa de sus pulmones, luego otro más
está la clica completa. Hasta los rucos están ahí: grande, luego otro.
Hasta los mandilones, los que no salen porque y el silencio.
andan con sus viejas. Hasta ellos.
-¿Tons qué, socio? -pregunta el Lute.
El Saico no es de palabras. Él tiene su verbo y
lo usa cuando es necesario. Esta vez decide guardar
silencio.
-Es que ta cabrón lo que le hicieron a la Cristina
me c,ae. Será pirujona y lo que usted quiera, pero t~
cabron.
La raza está de acuerdo.
- Yosé quién fue -dice el Mueras-, yo sé quién
se la chmgó y sé dónde vive y sé con quién anda y
. son una bola de mamones, cremas, pendejos.
Los cholos están reunidos en el borlo del Che-
mo, y se siente algo que arde. El calor se levanta
106
107
14
Luego la Carlota se pone seria.
-Es que no sé cómo decírtelo, manita.
Simón, se lo dice, a la brava. Ella es su prima y
es como su carnala y no se anda con rodeos: pos
que la Sufris miró al Saico con la vieja esa, la Fabri-
cia, me cae, por Diosito que ella me lo dijo, me cae,
y pos yo no quería decírtelo, manita; pero así es la
onda. Lo miró frente a su casa: el cabrón muy des-
S Es dO~ingo. La China sale tempra de su casa carado, le valió madre. Sabía que la Sufris lo gua-
m~r:~ con a, Carlo~a pal centro, nomás pa ver qué chaba, sabía que miba decir, sabía que yo tiba decir
y así está el pedo. ¿~é vas hacer, manita?
La Chi:aom;s pa tIrar el rol, quitarse lo aburrido.
eh y a Carlota parecen carnal as gorditas y Como si le hubieran tirado una piedra a la cara,
tie~~arras; camman muy juntas. Se m~ten en las me cae.
.d a: y agarran cura. La raza de seguridad la q -Pos no sé -dice la China .
~~~ ~ as tIendas, se les queda mirando. H~y, q~; y de veras no sabe. A todas las viejas les pasa
bars:· clomo SI fueran rateras, como si fueran a ro- este desmadre, neta. Los batos siempre andan con
ago. sus mamadas. Y una vive con el Saico y sabe que el
-Pinche raza. Saico no es un san tito; pero una nunca se prepara
ojos~~:d:ez ~a dChina se :?bó un delineador de
para estos rollos y menos como para pensarla desde
antes y saber si le va a gritar a su bato o se va a ma-
. mas e puro eheIser, nada más
no estuvleran chingándola ni acusándol:acroanqule drear a la pinche vieja, y seguro que va a hacer las
mIra d a Po . I a dos cosas; por lo pronto quiénsabe.
.. rque SI a go cae mal es que las vi ilen
comodsl fueran ladronas cuando ellas no se r!ban -No sé -repite la China.
111 rna re. Sonríe un poco, un poquito nada más, como
I Se meten a las tortas El Turco y piden dos d para alivianar el asunto. En realidad se pone triste
omo y unas sodas de naranja. e como una ciruela pasa, se arruga por dentro. Se le

~a~~ ~:r~~~~t~~C;;I~~~~~:c;~:e:lc~~~:~ee~~s c~a~~


cae el corazón y se va rodando por la banqueta. Y
la Carlota simplemente no sabe ya qué hacer con
a es y que hacen reír tanto a la China. ella.
108
109
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16

de estos.el pedo: si se muere un cholo nadie la


haceAsí
En su brazo der~~ Guadalupe bien pirata, bien
o desde hace tres años, está
Si se muere otro bato, un yúnior, un influyen_ tatuada una Vugen h' . al Saico antes de que
te; entonces sí, ¿verdad?, entonces chínguense a mal hecha, que le lCleron
los cholos, los cholos son culpables, acaben con los
cholos. conociera al Floyd. I . hasta la madre y re-
. 'ta ya o tiene
'. la con una 1"IJad 0-
No toda la raza es gandalla, me cae. Hay cholos . Esa vlrgencl
clentemente ha pensado qUitarse
calmados que andan con su ropa, con su finta, que ra eléctrica.
no hacen daño. Se echan unos pistos, cotorrean, ca-
minan por la calle, no molestan. A ésos también se
los llevaron. A ésos tampoco respetaron. Es la repre-
sión, me cae, la pinchi represión que no deja vivir.

110
111
17
tuaje con el nombre de! Rigo, y unas gotitas como
lágrimas. ...
-Ya sabes el precio -le dIJO el Salco.
-Ni pedo.. . ..
Le pagó así, igual de seremta, en e! vIeJo
Chevrolet 57 que había sido de su carnal. NI modo
de no cumplirle.
-Q\lé onda, Rigo.
Un jale es un jale. -Q\lé onda, mi Saico, ¿qué lo tral por estos
Le decían el Ri?o y andaba con muchas viejas rumbos? .
del Barno. Era su Ulllca virtud y su único pecado. -Su vieja quiere que me le chingue, SOCIO, por
No era borracho, no era grifo, no era lacra. Era uno cabrón.
de esos batos que hablan y hablan y aburren un -Q\lé pues, Saiquito, yo qué le hice a usted.
chmgo, pero que saben hacerla con las morras. El Un jale es un jale. .,
Salco lo conocía como a toda la raza del Barrio, no U no tiene que tener palabra, es cuestlon ,de ho-
era homeboy, no era de la c1ica pero era de por ahí. nor y de ética profesional. La morra ya pago. Uno
Trabajaba de carrocero en e! Otro Saite. Se levanta- no puede quedar mal p~rque luego ,se corre la ~oz
ba cada mañana a las cinco, hacía cola para cruzar de que el Saico es saca ton yeso esta mal. El SalCo
la Iínea~ enseñaba su pasaporte, camellaba todo el no le saca. Es un felón. .
s~nto dla y regresaba como a las ocho de la noche La cadena de tiempo atravesó la cara del ~go
aun con fuerzas para meterse con dos o tres viejas con la gracia de una bailarina de strip-tease. El Rigo
Era bato, ni modo de que se aguantara la~
se fue al suelo y chupó tierra.
ganas. El Saico no lo gelpeó más.
Ella (sagitario) quería que el Saico lo golpeara. -y aliviánese para la otra, compita.. .
-Sincho, no hay pedo - le dijo el Rigo con dIfi-
Cosa rara ver a una morra en el taller, coto-
rre~ndo con un mecánico sobre rollos que nada cultad, escupiendo sangre.
tel11~n que ver COn la reparación de un motor. Ella Luego se levantó, se sacudió la ropa, n?tó que
q~ena que e! Saico le hiciera un favor. Se lo pidió tenía un diente flojo y se fue con las gemehtas Ma-
aSI, serelllta. Cargaba en la mano izquierda un ta- ritza y Rebe, ambas enfermeras, que por suerte lo
estaban esperando.
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18
diador rebelde que formó un ejército contra los
gandallas romanos.
El Pocho está lavando un sigüeñal.
-¿Q1ién quiere saber? -responde.
Los judiciales no dejan de sonreír, uno trae un
palillo entre los dientes; el otro contesta:
-Violaron a una chamaca por aquí cerca, anda-
mos buscando testigos, recogiendo sospechosos.
Esto lo cuenta el Pancho: Tony Curtis también actuó en Spartacus.
En uno de los m I Hay tres mecánicos en e! taller, además de! pa-
un placazo gandallo'unroqs, °dco, afuera del taller, hay trón. El Saico revisa la trasmisión de! Ford Galaxie
ue ICe:
que a veces usa para tirar e! rol. Necesita un poco
SAlCO PS/CO ZA/KO • T] RIFA Y KE de aceite. Le echa una mirada a su fie!lIave nueve-
dieciséis y otra a los judiciales.
Un par de judiciales en un carro . Uno de ellos regresa a su carro y habla por su
cas, vidrios ahumado U nuevo, SlU pla- radio trasmisor, sin quitar la vista de! taller. El de
bata) señala el placaz~ F no de ellos (tacuche y cor- tacuche no se mueve, incómodo por la ausencia de
Salen d I ' urna cIgarros Benson. su pareja y la mirada de los mecánicos.
e carro, en tran al tall d'
ja». Sonríen al" er, se ICen «pare- El Lute y el Mueras trabajan sobre un Buick,
mIsmo tIempo cam' I
mo número de pasos U d ' II lUan con e mis- placas americanas. Está desbie!ado.
'Qt ., . no e e os pregunt .
-é Ulen es el Saico? a. Douglas mata a Curtis (ia su compita, loco!), no
Kirk Douglas fu S sin antes asegurarle que es mejor morir así que
gona, loco. ¿Te acueerd;;;tacus en un película chin- sufrir el terrible suplicio de la crucifixión.
La fusca del judicial se aso -Aquí no hay violadores -dice el Pocho-o Todos
quetona, hablando sola d' . ,m~ entre su saco, co- mis mecánicos son buenos muchachos.
cholos me voy a echa '. IC1e~ ose: «¿cuál destos Jean Simmons, Varinia, era la heroína de la
. r pnmeror»
El Salco debajo de . película.
dena de tie~po. un carro, apneta su fiel ca- La China es la esposa del Saico, ya lo sabes, y
Kirk Douglas, con barbilla agujerada, era un gla- también es una heroína, me cae.
-¿ Q1ién de ustedes es e! Saico?
114
115
Cuando los roman d 11
gladiadores buena ondos fan a as agarraron a los
19
cerro y les preguntaron: ~;¿ os. ~montonaron en un
gladiadores dijeron: «Yo so~Ien es Spartacus?" Los
tacus, yo soy Spartacus ~ partacus, yo soy Spar-
Spartacus yo soy Spa t ' Y soy Spartacus, yo soy
'
El Saico r acus, yo soy Sp rt
sale deba'o d 1 a acus ... ».
manos y dice: J e carro, se sacude las
-Yo soy.
Se acercan el Lute y el Mueras Ell d'
- Yo soy el Saico. . os Icen: De repente la familia decidió irse al norte.
El Pocbo dice: De repente la Chinita estaba en otra ciudad, sin
-Yo soy. amigos, sin saber qué onda, nada más con su prima
Los judiciales se sacan de d .

rro al mismo tiemp


i
mismo paso, platican entre el~~s camInan
. ' evantan e clga-
fO?
el
la Carlotilla en una escuela llena de mucbachos que
no les hacían caso.
humo. o y aspIran. Ambos soplan el De repente las primas con sus ojos abiertos mi-
raron por primera vez el Barrio. Caminaron juntas
ras, ~r~~~~glas;llos gladiadores, el Lute, el Mue- al mercado, caminaron juntas a la tortillerÍa.
judiciales rom:nos. Salco, se suben al carro de los En la secundaria se les quitó lo ranchero. Co-
menzaron a sentirse más alivianadas, sabían más
El taller se queda abierto I . del mundo. Vieron que las cbolas del barrio traían
el terrible suplicio de I ' 'fioc~. NadIe menciona buena onda. Ellas también se hicieron cholas. Co-
a CruCI IXlon.
sieron su ropa, se pintaron la cara, por qué no. Ha-
bía más respeto. Había más dignidad en ese rollo
que andar sin razón por la vida. Ahí conocieron a
la Sufris, ahí conocieron a la Smiley, ahí conocie-
ron a la Barby, a la Susi, a la Foi, y eran buenas ru-
cas todas ellas, eran compas que nunca se negaban
a hacerte un favor.
Algunos cholos eran bien macizos, se portaban
116 acá, suave con ellas, que si querían bailar, respetuo-

117
sos los batos aunque no faltaba 1 ..
ra pasarse de listo. a guno que qUlsle- 20
am~:n::~ente la China y la Carlota estaban en su

Cuando Fabricia camina no hay otra cosa que


los cholos prefieran mirar. Es muy sabrosa, ¿có-
mo te diré? Delgadita, larga, pantalones harto ajus-
tados. Sabrosa sabrosa. Y por supuesto las demás
cholas no la pelan, les cae de madres porque to-
dos sus batos quieren con ella. Todos desean lle-
vársela a un lugar oscuro y prometerle asuntos
que no les prometen a ellas, cosas que ni siquiera
van a cumplir, pero que tendrían a Fabricia tan
contenta que abriría las piernas y soltaría 10 suyo:
todo aquello que los cholos imaginan tibio y
sabroso.
Lo único gacho es que la Fabricia es bien apre-
tada: no habla ni se junta con nadie, sus compas
son raza de otros barrios. Ella pasa enfrente de los
cholos y se para en la esquina para esperar el
camión. Los cholos no pierden el tiempo y de
volada le hablan cosas de amor: hey, mamacita, ps
ps, chula, mi reina, preciosa, uf uf, aquÍ estoy.
Fabricia los mira con un poco de enfado y otro
poco de indiferencia. Ellos no se acercan, guardan
118
119
J
11
su distancia. El único atre .d .
junto a ella y se sube l :1 o es e1.~alco. Se para
a mIsmo camlOn. 21
I

-y ¿qué pasión con la China?, ése.


-Seeeepa. Dicen que después del desmadre si-
guió trabajando en la maquila, luego se fue pal Otro
Saite y después se arranó con un emigrado. Ahora
anda jalando por allá y nunca regresa al Barrio.
-Pues a qué venir -comenta uno de los mor-
ros-o Ya no hay ni madres aquí.
-Me cae -dice otro.
-El Barrio como que ya no es el Barrio, tú sabes,
se acabó el desmóder. Se acabó el pedo. Se apagó
todo.

120
121
22
Pato compró el anillo, me cae, así de serio iba el
rollo.
Y entonces llega el Mareas y como si fuera un
mago, como si fuera un brujo, le avienta un conju-
ro a la Yanis y ella se olvida de! Pato, me cae. El
Mareas se la agandalla gacho. Ahora la Yanis c1ava-
dísima con el Mareas.
Y ahí están los tres en el Nicte-Ha.
d Yes que el Nicte-Ha es el lugar N h Y el Pato, por supuesto, pedísimo, hastatrás,

~~~~Si~~. ~~~~io~~~ne~!a~l:c:.u~~~~~:~~l:!~:
bien atizado desde que lo dejó la Yanis.
Y ella como si nada, bailando con e! Mareas.
. ' gusto. Las tardeadas son los sábad h' Y luego comienza la carrilla de la raza: que no
tanylos. cholos y las cholas de todos los ~:r~~s 1 es- se deje, pinche Pato; que qué pues; que chínguese-
SI tienes comp' t .' lo, carnal; que aquí le hacemos el paro.
es cuando los saluda~.as en otras coloillas pues ahí Y el Pato, claro, después de tanta carrilla, se acer-
y si tienes algu na bronca con .. d ca a los que están bailando, los separa, y le dice a la
barrio, pues ahí es dond I lun guey e otro Yanis : «Qtliero cotorrear contigo» .
e o resue ves
y es que el Mareas p . I . Y e! Mareas pos ni modo de quedarse callado:
ca al Pato. Se la agand~lIóo~:~mPLo, le quitó su r~­ «Hey, qué pues, socio, aliviánese».
El Pato andaba . o. a morra ilI aVIso. Y entonces como que si la demás raza huele la
muy prendIdo de su ¡'aina y el M
reas es como . a- bronca, y algunos se quitan y otros tratan de cal-
verbo y no es ::::~h~~~ve con las rucas, les tira su marlos; pero eso no funciona. Cuando el tiro está
y el Pato y la Y:' d b . cantado pos no hay nada que hacer para remediar-
un chingo d t' aillS an a an ¡untos desde hace lo: uno se tiene que chingar al otro.
e lempo.
y el Pato ya se había madreado a la Ya . d Y e! Pato trae su filera, no duda en sacarla.
que tres veces. A ella como . ilIS os Y el Mareas también con su filera.
madrizas No la h . d que SI le gustaban las Y la Yanis, paniqueada, no le queda otra: co-
. aCla e tos Co .I
ría más y ya se hablab d . mo que SI o que- mo no es bravucona se pone a llorar, no sabe qué
se hablaba de t a ~ que se Iban arranar, ya más.
ener morntos y hasta creo que el
Y ninguno que afloja.
122
123
y I~ banda sigue tocando. Eran los Corazones
SolItarIos, por eso había tanta raza. 23
y el asunto no dura mucho, nel. Se resuelve
pronto porque llega la placa, porque la llaman los
dueños del Nicte-Ha por el miedo que tienen de
que los cholos desmadren su congal. Al Pato no le
I,?porta y se lanza contra el Mareas, dos tres cuatro
piquetes hasta que el bato ya no se mueve y deja un
chmgo de sangre, una manchota en el piso.
y los chotas se van encima del Pato. Se lo chin-
Se sabía que la Cristina andaba con batos que
gan con sus macanas, uno dos tres sobre el Pato.
no eran de la colonia. Se veían los carros finos
y así lo sacan, atolondrado y jodido, medio
muerto. Se lo llevan arrastrando. que entraban al barrio, y los cholos nada más
guachaban a la Cristina subirse p erfum~da, besar al
y la raza dice: «Qué pues. ¿Pa qué joden tanto
bato como queriendo que la raza se diera cuenta,
al Pato nomás por cobrarse la que le debía el otro
güey?» luego largarse y no volver hasta la media?oche.
y la chota sale rápido de ahí. Cada vez llegaba más tarde a su casa y se OIan los
gritos de sus jefes: que qué pensaba ella, que SI
y la tardeada termina media hora más tempra-
quería vivir sola, que si ya se c.r;ía ~uy grandeCIta.
no porque unos cholos encabronados comienzan a
La Cristina contestaba, tamblen gntando, que la
desmadrar el Nicte-Ha, se van sobre las mesas sobre
las sillas. ' dejaran en paz, que ella buscaba una mejor vid.a,
que si ellos querían verla de chola, de vaga, sm
y a mí se me hace que no dura abierto ese con-
gal, pa mí que lo clausuran pronto, me cae. futuro ... .
Al día siguiente, ella preguntaba por la Chma
para que le ayudara a coser un vestido o arreglar un
pantalón. Le contaba chismes, cotorreaban como
viejas amigas.
Al rato ya no les hablaba. La Cristina no las
conocía cuando llegaban algunas amigas de su tra-
bajo a visitarla.
«Eso es cantar un tiro», pensaba la Carlota.
124
125
Habían decidido u d
iban a chingar pero q e tar e o temprano se la 24
hacerlo. ' nunca tuvIeron tiempo de
1:
1
1
1
1

11'
1

1:
En el Ford Ga1axie los cholos andan tirando el
rol.
Recorren la Constitución, la Revolución, la Ma-
dero, la Negrete, la Ocampo.
La rantla anda lenta, lenta, paso a paso. El Saico
saca el brazo por la ventana, la mano derecha bien
prendida del gran volante. Cuando observa una
morra grata, la infla de piropos, la maltrata con his-
torias de amores breves y circunstanciales.
La rantla: treinta centímetros separada del pavi-
mento, bien ranita, diez millas por hora (o mucho I
mucho más, si es necesario), rines cromados, inte- I
riores y carrocería impecables, amortiguadores que
suben y bajan a voluntad del conductor, sonido de I
alta fidelidad que arroja a los Platters sobre cual-
quier ingrato que se acerque. I
y al que no le guste, que se la trague.
Ford Galaxie: el mejor carro del mundo.
¿Cuántos cholos caben en una ranfla de ese
tamaño?
126 Mejor ni preguntes.

127
25
26

La China: su esposa su aifi '.


No es dificil convence:': la: su ¡a:na su esq.uina. El Johnny vive en San Diego con sus papás yes-
es muy querida por cul demas. Fabncla no tudia en Southwestern College. Es YÚnior. Los do-
así que las rucas se reúne~a,. pr~sumlda y pirujona; mingos se la pasa en Tijuana. Viene a visitar a sus
voz: la China quiere chin ~Ill dlficu,ltad. Se corre la amigos, a visitar a sus novias, a divertirse, a beber,
¡untan la Sufris la Barbi g;rsela,. aSI de sencillo. Se a lo que sea. Llega en un Ltd. Dispara tragos. Eruc-
Ruda, la Foi y I~ Susi. , a SmJ!ey, la Carlota, la ta. Habla de viejas: sus nalgas, sus tetas. Los amigos
La China expl'c 1 se ríen. Dicen que es sobrino de no sé qué político
Se pintan las ~ñaasYd as otras comprenden. cabrón. Más bien, él lo dice : «Si tienen broncas con
e negro.
la ley, con quien sea, yo se las puedo arreglar». El
lunes temprano regresa a San Diego. Si lo buscas,
no es dificil encontrarlo: los sábados, como a las
ocho, suele estar en la colonia Cacho, frente a la ca-
sa de Olivia.
El Ford Galaxie ronda la Cacho, los cholos sa-
ben lo que buscan.

128
129
Pocho para que lo meta de apren-
27 y se lo encarga al
diz en su taller. h ndo por su otro hijo, el
Ella pasa sus noc es re~a
greñudO que jamás regreso.

«El Saico tiene un serio problema de autoridad».


Eso le dijeron los profes a su jefecita para asustar-
la, para que lo sacara de la escuela y lo pusiera a
trabajar.
Entonces e! Saico se llamaba José Arnulfo y
tenía un hermano que no era cholo. Un greñudo,
seis años mayor que él, que andaba de bronca con
la jefa porque llegaba muy noche, pasadísimo.
El Saico lo quería bastante, era su carnal, era
chingón: le enseñó los Platters, lo llevó con las pi-
rujas de! coahuilazo. Su carnal las conocía de nom-
bre: la Zuzzette, la despampanante Yazmín. Pero su
jefecita lo echó de la casa por greñudo por chemo
por grifo por pedo. Le dijo que ya no lo iba a estar
manteniendo, por greñudo por vago por drogo, ya
no lo quería en la cantona.
Igual que su carnal, José Arnulfo tiene un grue-
so problema de autoridad, lo dicen los profes que
saben que es el hermano menor. Su jefecita se
preocupa, le da remordimiento. Se la pasa varias
noches sin dormir. Finalmente lo saca de la escuela
131
130
29
28

.. . l· e Akí mero. Barrio 17. y ke.


T1Juaz-baJa-ca \Laz.
Cristina no se sentía a gusto con la cholada. Al
principio jugaba a ser chola y era compa de la Chi-
na y de toda la raza. Después ella encontró su onda
fuera del Barrio. Buscó trabajo en un banco, co-
menzó a sentirse crema: se perfumaba, usaba za-
patos de tacón. Agarraba esa onda, luego regresaba
con las cholas. A las rucas no les pasaba que estu-
viera cambiando, como si no supiera lo que busca-
ba. O eres chola, o no lo eres, la onda no es com-
plicada. Se lo dijeron: si eres chola te reportas con
la raza, si no eres chola quédate en tu cantona y
déjate de chingaderas, con nosotras no tienes nada
que hacer.

133
132
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31

La banda estaba tocando esa rolita que dice:


A veces el Saico se agüita. Le entra una pesa-
Testiga de mi tristeza dumbre que no le quita e! pisto ni la mota ni las
luna llena plateada rucas ni los Platters.
COn tu luz y tu magia Entonces agarra rumbo a la casa de! Pancho.
haz crecer nuestro am oro La chante de ese ruco es un cuarto muy oscuro
Eran los C con paredes llenas de libros.
orazones Solitarios -César Vallejo, loco.
tanta raza. ' por eso había
A veces están ahí los compas de Tecate: el Róber
ques profe, e! Gabo ques pintor y el Marco que tra-
baja en Teléfonos.
Ellos cuentan sus historias sobre los viejos y los
morros. ¿Te acuerdas de éste, te acuerdas de aquél?
El Saico es tijuanero. Los tecas son otra onda, quién
los entiende.
-César Vallejo, loco.
En ocasiones llegan otros cholos: el Chemo, el
Mueras, el Lute, el Chory. Empiezan a cagar el palo.
Q!Ié onda, Pancho, repórtese. Q!Ié onda, Marco,
role la yesca: saca-limpia-forja-prende-y-prexta.
El Pancho les habla de otros tiempos, de los pa-
134 chucos (buenos tiempos cuando la raza sí era gruesa

135
32
y no se andaba con pendejadas, lo único importan-
te era tu jaina y tu ranfla, loco, lo demás podía pasar
a tu lado y a ti no tenía por qué importarte, no era
tu onda). Les habla del buen cine üean Paul BeI-
mondo, Alain De Ion, Warren Beatty, Montgomery
Cliff) y del viejito-Vallejo-peruano-años-en-Ia-cárcel-
buen-poeta-inventor-albañil. «<Escribir es como
construir un muro, loco, ladrillo por ladrillo.») Los
cholos guardan un respetuoso silencio porque sa- . le sopló a la Fabricia. Se sabe porque
ben que el refri del Pancho está lleno de botes fron- Al gUlen echó a correr.
ella nomás miró a las rucas Y se
dosos y caguas llenas de cerveza Tecate.
Luego el Pancho pone a los Platters.
Luego al Saico se le quita la pesadumbre.
Luego, cuando ya están hasta atrás, el Pancho
saca, muy a la sorda, sus discos sumamente rayados
de Los Cinco Latinos que son como los Platters
pero en español y con voz de vieja.
Los botes y las caguamas se acaban puntuales a
las tres de la mañana.

137
136
33
34

Nel, aquí ya no hay cholas H .


ser cholas' pero noma' dI ' ay unas que dIcen -Bájese de la ranfla, socio.
'
Es todo. Voy s e a ropa pa fi '
pal barrio uera, tu sabes. Olivia se asusta. El Johnny no sabe qué pedo.
Las cholas o se casaron ' voy pa la coloma, y nada. Mira al cholo grandote y pura madre que se va a ba-
están en la peni. ' o se fueron al Otro Saite, o jar. Sube la ventana, intenta subirla; el Mueras lo
Aquí no hay cholas. agarra de la corbata y empieza a jalonearlo para sa-
carlo por la ventana. Adentro del Galaxie se obser-
van los tenues naranjas de las bachas que se están
consumiendo.
Olivia no sabe qué hacer. Primero se vuelve
valiente, grita majaderías y trata de ayudar a su no-
vio. Luego se vuelve cobarde, sale del carro, corien-
do, y se mete a su casa. El Johnny se zafa, abre la
guantera y lo inesperado : saca una fusca. Dos bala-
zos en la panza del Mueras.
El carro arranca con el típico ruido de llantas
quemando el pavimento. Los cholos se bajan co-
rriendo y suben al Mueras (sus ojos abiertos abier-
tos, su respiración agitada).
Olivia de nuevo en la calle, su papá detrás de
ella, en piyamas. Se encienden las luces de otras
casas.
138
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El Galaxie levanta cuarenta, cincuenta, por las
calles pobladas de la Cacho. El Johnny busca la sa-
lida hacia el bulevar, maneja nervioso, golpea un
poste, reversa, arranca. Trata de escapar; es inútil:
los cholos lo alcanzan, le cierran el paso, golpe de
carros. El Johnny se estampa contra una pared. Los
cholos bajan. El Johnny intenta salirse de su carro.
Correr, correr, lejos. Demasiado tarde. Movimientos
veloces. Pistola en la mano, un disparo errado. Pis- as
tola en el suelo. Golpes sobre Johnny. Patadas. Ca- El Nicte-Ha era el lugar. Ahí se hacían °bndb mai
Ahí se pasa a len e
denazos encendidos. Las fileras zumban. El calor, el chinas: cotorrear, agarrar cura.
calor de la sangre. ¿Está muerto? Me vale. Patadas. rato me cae. . d f es Lue-
Golpes. Calor. ¿Se mueve? Patadas que son cade- Lue o el Nicte-Ha fue una pista ?pa 1ll .
g '1 d Ahora esta cerrado. No
nas. Golpes que son fileras. Golpes que son certeros fue una maquI a ora. b'
y fu ertes y el calor que envuelve la noche por enci- ~~jan entrar. Está cerrado. Ahora quiénsa e que
ma de todo. Ya es hora de irse. Raza, ya es hora de chingados es.
irse. ¿Lo dice el Saico? Sirenas. Sirenas en la distan-
cia, aullando. Simón, el Saico dice que ya es hora de
irse. Raza, raza, ya es hora.
El Galaxie sale de la Cacho a gran velocidad, se
detiene en el primer semáforo rojo y entra con el res-
to de los carros a una marcha lenta sobre el bulevar.

141
140
,
36
37

Las rucas no tardan 1


y la China dice: «pos túenu~ c:~zarl~, la acorralan, Fue demasiado argüende por un yúnior. Resulta
Fabricia se queda callada 'k ' d' que, cabrona». La
do le llueve la chingul'z . LO. llce nI madres cuan-
que era un morro pesado, hijo de no sé quién,
sobrino de un político, de un ruco gruexo. A partir
a. e)a an la g - 1
pean, la estrujan, la patean. El ne d rena, ~ gol- de esa noche y durante seis meses, cada noche pasa-
marca en su brazos y .'11 gro e las unas se ban por el Barrio cinco carros nuevos, sin placas,
me)1 as.
Pobre Fabricia. patrullando.
Tan chula que s ' . Eran las tres de la mañana y se escuchaban los
daba, con sus mej~r::I:;a tan bIen pintada que an- disparos. Tiroteaban sobre las casas, rompían los vi-
borla. Las rucas le rom en~~sb como SI fuera a un drios, asustaban a los niños. Redadas durante el día.
de la nariz la deJ'an p d lusa, le sacan sangre Llegaba un cholo del trabajo y ahí estaban los ju-
, moretea a La Ch' d'
stuvo» y las rucas le y.' ma Ice «Ya diciales para meterlo a la perrera y golpearlo. Las
alejan, se van a sus pahran. « a stuvo», y las rucas se jefecitas preguntaban por sus hijos en el Ministerio
asunto. c antes. No se h abl a mas ' del Público, no se sabía de ellos. Unos tardaban hasta
Nadie se acerca a la F b . . tres semanas en regresar. Volvían moreteados, fla-
ra de lejos, la dejan soli:/~;~ :~ g~n~~ pasa, mi- cos, jodidos. Los chotas, según ellos, no sabían
ayuda. Se levanta se acamad 1 a a nI pIde nada del asunto. La prensa no se interesaba.
de, y regresa coje:nd a a ropa, como pue- Del Saico, del Cherna y de otros, ya no se
ella nunca llegó. o a su cantona. Si había borla, volvió a saber. Han pasado veinticinco años desde
entonces.

142
143
1 39
38

., U de los morros dice


Mi ruca no entiende esta onda de los batos. El El Johnny no se muna. no 1
. Lo madrearon un poco, o
otro día me dijo: «Uyuyuy, parece que te gusta más que sí otro dICe que no. . stuvO
' al hospital unas semamtas Y ya .
estar con la clica que conmigo». Las morras no man d aron .. d ~
. é tanto arguen e.
comprenden, me cae. Le dije cómo estaba el rollo Entonces, (por qu , 1 h' aran pon tú que al
pero nomás no quiso agarrar la onda. Entiéndeme, Y pon tú que SI se ~s~ l:~ano: ¿Por qué tanto
le dije, con la clica se disfruta, se la pasa bien; los Saico y a la chca se les p t dos los cholos, contra
homeboys son tus compas macizos, son los meros edo contra la raza, contra o
P .~

meros cuando necesitas un paro. Entiéndeme, le todos los barnos.


dije, con las rucas es distinto, es otro pedo.
Ella no quiso entender, me cae; por más que le
expliqué, de todos modos se encabronó conmigo,
que porque siempre ando de vago, que porque
siempre ando con la raza y llego muy tarde a la can-
tona. Y ahora tuve que comprarle estas flores, y las
metí en una bolsa pa que la raza no se diera cuen-
ta. Ya me imagino la carrilla: «Hey, qué onda con
esas florecitas, mandilón, te train pendejiando, qué
pues, métale unos chingazos y ya stuvo».
La clica no entiende. Mi ruca ... ¿cómo te diré?
Ojalá que ya no esté enojada conmigo cuando lle-
gue a la casa.
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- No mames - le dijo ella con un cariño sabrosón.
40 Qyé curiosas son las palabras amorosas, cam-
bian, envejecen: . ,' .
- No me chingues, Chma, de,ame dormIr. .
Yel Saico por lo regular llega tarde a su trabaJo .

La China lo despierta con palabras amorosas que


han ido cambiando con el tiempo.
-Ya párate, pinche güevón. Ya es hora de ir a
jalar.
La primera vez que durmieron juntos, ella lo
despertó con palabras distintas:
-Levántate, mijo. Levántate porque el día co-
mienza y apenas me alcanzan las horas que tengo
para ti.
La China no sabía que se casaría con él. Pensó
que era otro galán en su vida, uno de tantos en su
jardín. Por eso, antes que despertara, se le quedó
mirando durante largo rato. No quería que sucedie-
ra lo mismo que con otros. Nel. Éste le pasaba más:
su forma de no hablar para decir las cosas, su esti-
lo tranquilo, su manera de no sonreír cuando esta-
ba sonriendo.
Cuando el Saico despertó, aquella primera vez,
era un bato feliz.
-Pinche China, me cae que eres como una flor,
«pareces amapolita cortada al amanecer» .
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_ Cuando ,le . cuentan la noticia, cuando le ense-


El invierno comienza su entrada en el Barrio.
nalln los penodlcos, la Cristina se encierra y se pone
a orar. Los morros dejan la esquina y se refugian en un lo-
te baldío. Buscan llantas viejas y forman hogueras
-No soy chola -se le escucha decir a través de la
puerta. bajo la luna. Se levanta un humo negro que se es-
conde en la oscuridad, empujado por el aire, rum-
bo a los otros barrios.
Los morros rolan una botella de tequila, se
soban las manos, se acercan al fuego.
La lumbre hipnotiza. A veces no hay nada qué
decirse y la lumbre es la única que habla, que re-
cuerda. Los colores naranjas y amarillos consumen
las llantas. La noche se prolonga, no parece acabarse.
Alguien sugiere que ya es hora de partir. Simón,
ya es hora, dicen todos. Pero se quedan un rato más
esperando que las llantas se mueran. Después el
frío arrecia, no respeta, y es mejor irse a rolar: ma-
ñana es día de trabajo.
Las despedidas son breves.

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El Barrio es el Barrio, socio, y el Barrio se respe-
ta. El que no 10 respeta hasta ahí llegó : si es cholo
se quemó con la raza, si no es cholo 10 madreamos
macIzo.

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