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Una Aproximación A Las Relaciones Entre Ciencia y Sociedad: El Programa Fuerte en Ja Sociología Del Conocimiento Científico

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UNIVERSIDAT) COMPLUTENSE DE MADRID

FACULTAD DE CIENCIAS IPUTICAS Y SOCIOLOGIA


DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGÍA 1 (CAMBIO SOCIAL)

Una Aproximación a las Relaciones


entre Ciencia y Sociedad:
el PROGRAMA FUERTE en
Ja Sociología del Conocimiento Científico

T~A Dodcwa/+:JOSÉ-RUBÉN BLANCO MERLO

DIRECTOR1 RAMÓN RAMOS TORRE

‘41111W), NOVIEMBRE DE 1994


INDICE

AGRADECIMIENTOS

INTRODUCCION

1< EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGíA


DEL CONOCIMIENTO CIENTiFICO 1
1.1.—Introducción 1
1.1.1.- Por sus Obras les Conocerán 1
1.1.2.- ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo? O
1.2.- La Sociología de la Ciencia: Los Antecedentes 12
1.3.- Las Bases para una Nueva Sociología de la Ciencia 25
1.4.- Edimburgo, la Sociología del Conocimiento y el Conocimiento Científico 37
1.5.- La Revolución Kuhniana y la Sociología del Conocimiento Científico 41
1.6.- El Programa Fuerte en la Sociología del Conocimiento 54
1.6.1.- Antecedentes, Influencias y Esbozos del Programa Fuerte
en la Sociología del Conocimiento 55
1.6.2.- La Formulación Programática de el Programa Fuerte
en la Sociología del Conocimiento 61
1.6.3.- Cambio de Rumbo en la Sociología de la Ciencia 63
1.6.4.- Ciencia y Sociología: Lo Sagrado y Lo Profano 66
1.7.- La Teoría de Intereses 72
1.7.1.- Ciencia, Ideología e Intereses 73
1.7.2.- El Problema de la Imputación 80
1.7.3.- El Debate sobre la Teoría de Intereses 82

2.- LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE:


RACIONALIDAD Y RELATIVISMO EN EL CONOCIMIENTO CIENTíFICO 88
2.1.- Introducción 88
2.2.- La Filosofía de la Unidad Vs. Las Ciencias Sociales de la Diversidad 88
2.2.1.- Mentalidad Primitiva Vs. Pensamiento Moderno 91
2.2.2.- Racionalidad Vs. Relativismo en el Conocimiento 99
2.2.3.- Racionalidad Científica y Creencias Sociales 104
2.3.- Ciencia, Racionalidad y Relativismo: Bames y la Naturaleza de la Creencia 107
2.3.1.- Explicación Sociológica Vs. Racionalidad Científica 116
2.3.2.- Kuhn y la Explicación Sociológica de las Creencias 121
2.4.- Ciencia y Sociología: Bloor Vs. la Filosofía de la Ciencia 124
2.5.- El Programa Fuerte y los Filósofos 139
2.5.1.- El Programa Fuerte y los Filósofos de la Ciencia 139
2.5.2.- Bames y Elcor en el Debate sobre Relativismo y
Racionalidad en los ochenta 147
2.5.3.- El Enésimo Intento de Refutación del Programa Fuerte:
Inteligencia Artificial. Ciencia Cognitiva y Programa Fuerte 155
3.- EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE: HACIA UNA
TEORIA SOCIAL DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO 166
3.1.- Introducción 166
3.2.- Kuhn, Bames y las Ciencias Sociales 167
3.2.1.- Reenfocando la Teoría Social del Conocimiento Científico 167
3.3.- El Debate sobre la Clasificación y la Sociología del Conocimiento Científico 172
3.4.- Bloor, VVittgenstein y las Ciencias Sociales 179
3.4.1.- Hacia una Teoría Social <v¿ttgensteiniana) del Conocimiento 180
3.4.2.- Debates sobre Wíttgenstein y la Sociología del Conocimiento 185
3.4.3.- De nuevo, W¡ttgenstein, Bloor y la Sociología
del Conocimiento Científico 191
3.5.- Los Principios No-Explícitos de la Teoría Social del Conocimiento Científico 195
3.5.1.- Relativismo 195
3.5.2.- Realismo 199
3.5.3.- Finitismo 202
3,5.4.- Inductivismo 214
3.5.5.- Instrumentalismo 219

4< LOS RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 222


4.1.- Introducción 222
4.2.- La Sociologia de las Matemáticas: El Caso más Difícil Posible 223
4.3.- El Programa Fuerte y la Metodología de los Estudios de Caso Históricos 242
4.4.- La Sociología Histórica del Conocimiento Científico 244
4.4.1.- Intereses y Explicación Socio-histórica 247
4.4.2- El Uso Social de la Naturaleza en la Sociedad 250
4.4.3< Cosmologías Naturales y Estrategias Sociales 252
4.4.4.- Hacia una Sociología Histórica del Conocimiento Científico 255
4.5.- Shapin: Un Historiador en la Escuela de Edimburgo 257
4.5.1.- La Nueva Historia y Sociología de la Ciencia 258
4.5.1.1.- Eoyle Vs. Hobbes: Nueva y Vieja Ciencia 264
4.6.- A la Búsqueda del Mundo Natural: Pickering y los Quarks 269

5.- CONCLUSIONES: EL PROGRAMA FUERTE Y EL DESARROLLO


DE LA SOCIOLOGíA DEL CONOCIMIENTO CIENTíFICO 277
5.1.- Introducción 277
5.2.- ¿Cómo Mantenerse Fiel a los Principios y no Sucumbir en el Intento? 277
5.2.1< El Programa Fuerte y los Sociólogos del Conocimiento Científico 278
5.2.2< ¿Dónde está el Programa Fuerte 287
5.3< ¿A Dónde va el Programa Fuerte? 290

BIBLIOGRAFíA 294
AGRADECIMIENTOS

Una tesis doctoral es, evidentemente, algo más que el exclusivo resul-
tado del quehacer del doctorando. Es el desenlace definitivo de un período de
trabajo en el que influyen avatares y vicisitudes de todo tipo. Para bien (o qui-
zá no), esas incidencias no aparecen reflejadas en el cuerno principal de la
obra. Tan sólo suelen ser reflejadas en (y relegadas a) la sección de agrade-
cimientos y reconocimientos que es menester incluir en toda obra intelectual.
No obstante, esta tesis se ve rodeada de unas circunstancias un tanto extraor-
dinarias que creo necesario mencionar. Su máximo inspirador no tendrá la
oportunidad de conocer su contenido.
Por esta razón, quiero empezar estos agradecimientos haciendo refe-
rencia, en primer lugar, al esfuerzo y dedicación que tuvo con mi persona el
profesor Esteban Medina, verdadero alma mater de este trabajo y que, desa-
fortunadamente, ya no se encuentra entre nosotros. A él mis más sincero y
profundo agradecimiento. En segundo lugar, quiero recordar a otra persona
que, tristemente, tampoco conocerá el resultado definitivo de este trabajo
doctoral, cuya dirección ejerció fugazmente. Quiero agradecer al profesor Luis
R. Rodríguez-Zúñiga su generosidad por acoger entre sus múltiples activida-
des, y en unos momentos muy delicados, la dirección de este trabajo. Por úl-
timo, agradecer al profesor Ramón Ramos (director de la Tesis Doctoral que
aquí se presenta) su comprensión, acogida y esfuerzo por hacer que este tra-
balo, por fin, haya visto la luz. Su actitud conmigo fue, especialmente, recon-
fortante en unos momentos, en los cuales este proyecto estuvo a punto de
dejar de tener sentido.
En segundo lugar, en este tipo de investigaciones se deben hacer explí-
citos los agradecimientos a las instituciones y organismos oficiales, que de una
u otra forma ayudan y colaboran en el acontecer del trabajo del doctorando.
Este trabajo no podía ser menos. En primer lugar, debo agradecer al Centro de
Investigaciones Sociológicas (y, en especial, a Emilio Rodríguez Lara por su
generosa disposición en todo momento con el doctorando) la concesión de
AGRADECIMIENTOS

una Ayuda para la Finalización de Tesis Doctorales sin la cual difícilmente hu-
biera podido acabar este trabajo. Sin embargo, también debo reconocer y
agradecer al Ministerio de Educación y Ciencia la concesión de una beca de
Formación del Personal Investigador que me permitió, durante cuatro años,
dedicar todos mis esfuerzos a la articulación y elaboración de esta Tesis Doc-
toral. Por otro lado, me gustaría agradecer al Departamento de Sociología 1
(Cambio Social), de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, de la Uni-
versidad Complutense la acogida dispensada durante los años que he estado
adscrito a él en calidad de becario-investigador. Por último, agradecer el reci-
bimiento y facilidades recibidas en la Science Studies Unit de la Universidad
de Edimburgo donde disfruté de varias estancias que fueron especialmente
útiles y productivas para la confección de esta investigación.
Otro de los aspectos importantes de todo trabajo doctoral es la relación
que mantiene (y ha mantenido) el doctorando con las diversas personas que,
directa o indirectamente, han influido en la elaboración de esta obra. En estos
casos, es muy difícil determinar quién es el más importante o el más influyen-
te. Sin embargo, a Juan Manuel Iranzo, Alberto Cotillo-Pereira y Cristóbal To-
rres les debo mucho de lo expuesto en estas páginas. Sus sugerencias x~ las
discusiones sostenidas con ellos han sido de especial importancia para el de-
sarrollo de este trabajo. Por otras muchas y no menos importantes razones,
quisiera agradecer las aportaciones y apoyos recibidos especialmente de Da-
vid Bloor y Barry Banes, así como de Javier Bustamante-Donas, Teresa Gonzá-
lez de la Fe, Emmánuel Lizcano y Mikel Olazaran. Es obvio que los errores,
defectos y carencias de este trabajo tienen un único responsable, y ese soy yo.

También me gustaría dar las gracias a todos aquellos que han apoyado,
alentado y deseado la conclusión de este trabajo de una u otra forma, en es-
pecial a Camino Fernández, Carole Tansley, Jesús Villena, Javier Sevilla, Julián
Atienza, Alberto Blanco y Francisco Rubio de Vegas.

Sin embargo, debo advertir que sin mis padres, Angela y Alejandro, na-
da de esto hubiera sido posible. A ellos, simplemente, gracias por todo. Claro
que, debo reconocer que sólo hay una persona que sabe muy bien lo que ha
supuesto y lo que significa este trabajo. Gracias Montse, nunca podré agrade-
certe lo suficiente el amor y la comprensión que me has dedicado.
INTRODUCCIÓN

El estudio de lo que la ciencia natural representa en nuestra cultura ha


sufrido cambios importantes y fundamentales en varias disciplinas académi-
cas durante la segunda mitad de este siglo. En filosofía, las formas tradiciona-
les de empirismo (y posteriormente, de positivismo) y la idea de un lenguaje
de observación neutral han sucumbido junto con los estudios deductivistas de
la ciencia. Los historiadores de la ciencia han tendido progresivamente a des-
cartar el conocimiento actual como norma para la evaluación de su trabajo y
tratan de encontrar procesos de análisis que no tengan adosados estándares a
priori de verdad y/o de racionalidad. En sociología, la institución de la ciencia
ya no es ni I.a valedora universal de las normas generales del método científi-
Co, ni se asumen las teorías autonomistas en la descripción de su relación con
la sociedad. En resumidas cuentas, en casi todas las disciplinas ha dejado de
existir una única forma de analizar la ciencia que exigía considerarla como la
encarnación terrenal de los universales platónicos.
Por estas razones, la ciencia es tratada cada vez más como una activi-
dad social igual que cualquier otra o como una parcela rutinaria del conoci-
miento humano interactuando con otras áreas de la vida social, política, cultu-
ral, etc. Al mismo tiempo, un número cada vez mayor de académicos empie-
zan a mostrarse activamente hostiles con la imagen mítica de la ciencia occi-
dental, lo que ha provocado un incremento súbito de literatura crítica al res-
pecto. Este tipo de análisis cubre un amplio espectro de posiciones, que van
desde aquéllas que muestran sus temores y expresan unas objeciones alta-
mente específicas, hasta el tipo de condena global del fenómeno científico-
técnico (por ejemplo, los pensadores de la escuela de Frankfurt).

En lo que afecta a nuestra disciplina, gracias a la prolileración de alter-


nativas dentro de la filosofía de la ciencia clásica (Kuhn, Feyerabend, etc.), la
sociología de la ciencia mertoniana ha sido poco a poco superada gracias al
florecimiento de enfoques divergentes que tratan de buscar una vía diferente
para el estudio de la comunidad científica y de su producción. Los primeros
INTREIDuCCION II

en intentarlo, allá por la década de los setenta, fue un grupo de investigadores


reunidos bajo la denominación de Escuela de Edimburgo y compuesta, princi-
palmente, por Barry Banes, David Bloor, Steve Shapin, Andrew Pickering y
Donaid Mackenzie, quienes se enfrentaron con las corrientes filosóficas y so-
ciológicas que trataban la ciencia establecidas en aquellos años.

Los resultados de tal acción fueron diversos. Por una parte, la crítica al
programa mertoniano estableció la contextualidad del proceso de generación,
validación y difusión del conocimiento científico, con lo cual la universalidad e
intemporalidad de las normas morales y técnicas propuestas por los merto-
nianos se redefinieron como contingentes, provisionales y locales. Por otra,
este grupo de investigadores centró el interés sociológico en el estudio de la
génesis, elaboración y aceptación de] conocimiento científico, cambiando ra-
dicalmente el enfoque analítico existente hasta aquellos momentos, al consi-
derar al conocimiento como creencia aceptada o socialmente institucionali-
zada y no como creencia correcta (esto es, verdadera). Una vez establecido el
conocimiento científico como hecho social, la tarea de estos investigadores
fue la de mostrar cómo los sujetos y, en concreto, los científicos, elaboran,
justifican y aceptan ciertas creencias como verdaderas y otras como falsas,
apelando a supuestos criterios objetivos y universales de racionalidad, verdad,
evidencia, etc. Esto es, para estos autores la investigación se inicia en la va-
riabilidad de las creencias y en ¿cómo se mantienen y/o cómo cambian éstas?
Estos planteamientos se materializaron de una manera más precisa en
el denominado Programa Fuerte en la Sociología del conocimiento (PF). Este
programa afirma que todo conocimiento está socialmente causado. De aquí
que la existencia de criterios objetivos que garanticen las pretensiones univer-
sales de verdad deberá ser expresamente probada y no asumida sin más. A
partir de este momento, por lo tanto, las normas y los procedimientos de ac-
tuación de los científicos se presumen relativos a períodos e instituciones par-
ticulares, susceptibles de descripción y de análisis sociológico. El conocimien-
to científico constituye un sistema de creencias articulado que cambia y evo-
luciona (relativismo) conforme lo hace la comunidad científica que lo elabora
(convencionalismo) y la sociedad entera en la cual dicha comunidad está in-
serta (autoridad social de la comunidad científica).
INTRODuccIóN III

Desde esta postura, el PF aborda dos tareas fundamentales: primera,


descubrir cómo (y si es posible, por qué) en épocas distintas, grupos sociales
diversos, seleccionan diferentes aspectos de la realidad como objeto de estu-
dio y de explicación científica. Y, segunda, describir cómo la comunidad cien-
tífica y la sociedad en su conjunto construyen colectivamente la observación,
los experimentos, la interpretación de los datos, los hechos y las creencias que
prevalecen. Es decir, lo que el PF pretende es demostrar empíricamente
(naturalismo) mediante el análisis de los elementos que afectan a la produc•-
ción y evaluación del conocimiento científico, que existen redes de expectati-
vas e intereses que determinan las creencias, que ozientan la observación y
que afectan también a los resultados de la ciencia y a su evaluación. Su con-
clusión más audaz es que dichas expectativas e intereses dependen, en buena
medida, de factores sociales.

Las páginas que siguen intentan exponer el trabajo y los planteamientos


de estos autores, mostrar sus fundamentos y su corpus teórico no sólo mate-
rializado en el PF (emblema de este grupo), sino los diversos desarrollos que
han producido y que han sido de gran interés para la sociología del conoci-
miento y de la ciencia y, en especial, mostrar su vigencia. Este grupo de inves-
tigadores se ha concentrado en el estudio socio-histórico del fenómeno cien-
tífico como respuesta a la filosofía ortodoxa de la ciencia, a la sociología clási-
ca del conocimiento y a la sociología mertoniana de la ciencia. Su punto de
partida fueron los movimientos heterodoxos existentes en filosofía, historia y
sociología de la ciencia que irrumpieron en el panorama académico de los
años sesenta. Entre sus muchas influencias podemos encontrar las tesis sobre
la carga teórica de los enunciados observacionales de Hanson y Goodman, la
indefinida interpretabilidad de las teorías de Quine, las reglas de operación y
evaluación de Wittgenstein y de la evidencia observacional de Duhern, el ca.
rácter convencional e instrumental de los lenguajes observacionales de Mary
Hesse, las nociones de conocimiento público consensual de Ziman, de cono-
cimiento tácito de Polanyi y de paradigma de Kuhn, etc.

Por otra parte, a pesar de constituir un pequeño grupo de investigado-


res, sus representantes más renombrados, Barry Barnes, David Bloor y Steven
Shapin, desplegaron una estrategia de enfrentamiento abierto con sus rivales
ya establecidos siguiendo tres objetivos muy concretos:
INTRODuCCIáN lv

• Un primer objetivo gnoseológico. Su preocupación se centró en la


pregunta por la significatividad del conocimiento científico respecto
al resto de los tipos de conocimiento. Les preocupaba su naturaleza
y su pretendida distintividad frente al resto de las parcelas cognitivas
sociales.
• Un segundo objetivo epistemológico. Se plantearon las bases de una
indagación sobre el propio conocimiento científico desde aquellas
zonas no admitidas por el propio estatuto epistemológico del cono-
cimiento científico. ¿Qué herramientas y qué medios se debían em-
plear para acceder al análisis del hecho científico? ¿Cuáles eran las
raíces de la legitimidad del propio conocimiento científico? En defi-
nitiva, ¿cómo se podía conocer el conocimiento científico?
• Un tercer objetivo político. Abordaron abiertamente el problema his-
tórico de competencias académicas y meritocráticas que rodeaba el
análisis del conocimiento científico. ¿Quién puede o quién está en la
mejor disposición para conocer y acceder al conocimiento científico?
Esta circunstancia se establece, evidentemente, entre los filósofos de
la ciencia y los sociólogos del conocimiento, considerando, asimis-
mo, el papel de otras disciplinas adyacentes a dicho fenómeno.

Para los miembros de la Escuela de Edimburgo, la consecución de es-


tos tres objetivos conllevaría la capacitación y el reforzamiento de la entidad y
competencia de la sociología del conocimiento y, por ende, del sociólogo
frente a sus congéneres (entiéndanse filósofos de la ciencia, psicólogos, histo-
riadores, etc.) para dar cumplida cuenta del conocimiento científico. Después
de dos décadas de trabajo, los resultados confirman tal logro. Este es, sin du-
da, uno de los éxitos del PF, haberse constituido en la bisagra necesaria entre
la filosofía ortodoxa de la ciencia y los posteriores Estudios Sociales de la
Ciencia (ESC) para permitir la apertura al estudio sociológico de la, hasta en-
tonces, considerada como caja negra de la ciencia

Este trabajo doctoral consta de cinco capitulos que intentan exponer el


significado del Programa Fuerte en la Sociología de la Ciencia. En el primer
capítulo se aborda la propuesta de una sociología del conocimiento científico
INTRODuCCIáN y

plasmada en el Programa Fuerte en la Sociología del Conocimiento a través de


los trabajos de Barry Barnes y David Bloor. La búsqueda de una teoría o mode-
lo explicativo del cambio de las creencias científicas tendrá, por su parte, su
concreción en el modelo de intereses.
En el segundo capítulo se plantean las implicaciones y afinidades filo-
sóficas del PF para consignar su papel mediador entre la filosofía y la sociolo-
gía en el estudio del conocimiento científico. Por un lado, la influencia de
Kuhn recogida por Banes. Por otra, los trabajos críticos de Bloor con respecto
a diversos filósofos de la ciencia tuvieron como objetivo dotar de un estatus
epistemológico a la nueva sociología del conocimiento científico emergente
frente a la postura monopolista de la filosofía de la ciencia.

En el tercer capítulo se abordan los desarrollos realizados dentro del PF


por sus máximos exponentes. En ambos casos es posible hablar de una teoría
social del conocimiento (científico). Barnes, a partir de los trabajos de Kubn y
Bloor, a partir de la obra de Wittgenstein y Durkheim elaboran una teoría fmi-
tista del conocimiento humano y, por ende, de la ciencia.
En el cuarto capitulo se exponen algunos estudios de caso planteados
desde la óptica del PR Estos ejemplos, además de servir de prueba para las
propias propuestas epistemológicas del PF, servirán de muestra práctica del
programa de investigación empírico tal como es concebido por los valedores
del PV
En el quinto y último capítulo se intenta establecer una evaluación del
PR El objetivo de Barnes y Bloor inicialmente era dotar de un estatuto episte-
mológico a la sociología que fuera capaz de analizar el conocimiento científi-
co como el caso más difícil posible para el análisis sociológico. Los adversa-
rios de estos planteamientos han sido muchos y procedentes de diversas dis-
ciplinas. La cuestión planteada en este capítulo gira necesariamente en torno
a los pros y contras que provoca el PF, especialmente, dentro de la sociología
del conocimiento científico.
En suma, este trabajo doctoral intenta poner de manifiesto que la
apuesta de Barry Barnes y David Bloor por una epistemología social basada en
la sociología del conocimiento posibilita el estudio no sólo del fenómeno
científico en sí, sino que aspira a dar explicaciones del propio fenómeno social
INTRODuCCION VI

más amplio, del propio conocimiento humano. Su efectividad se ha mostrado


en diversos casos (si se atiende a los diversos trabajos emprendidos en este
sentido), aunque como diría Bloor “necesitamos más estudios de caso”. En
suma, el objetivo último de estas páginas es, quizá, mucho más humilde, se
trata de mantener abierta la discusión sobre la sociología del conocimiento.
U

La obra que aquí se presenta forma parte de un lejano proyecto de tra-


bajo en grupo, frustrado en gran medida por la desaparición de su inspirador,
el profesor Esteban Medida. Esteban Medina reunió un pequeño conjunto de
estudiantes de sociología (entre los cuales tuve el honor y fortuna de encon-
trarme) en torno a lo que denominó seminario permanente sobre ciencia y
tecnología. El objetivo de tal evento era el estudio, difusión e introducción de
toda aquella temática que tuviera que ver con la sociología de la ciencia y de
la tecnología. Como resultado de tal hecho, y a medida que aquellos estudian-
tes alcanzaban su licenciatura, comenzaron a desarrollarse diferentes proyec-
tos doctorales cuyos resultados han visto la luz en tiempo reciente. En concre-
to, hasta la fecha han sido dos las tesis presentadas como fruto de aquel pro-
yecto inicial, Iranzo (1992) y Torres (1992). La temática que envolvía estos tra-
bajos doctorales se centraba en el desarrollo de la sociología de la ciencia (en
concreto, los trabajos de Merton y de su escuela tratado por Torres) y en la
posterior evolución hacia la sociología del conocimiento científico y, más
ampliamente, hacia Estudios Sociales de la Ciencia (tratado por Iranzo).

Pues bien, identificada la procedencia y origen del doctorando, ¿cuáles


fueron las razones que me impulsaron a tratar el tema objeto de esta Tesis?
Grosso modo, pudieron ser dos. En primer lugar, el continuo debate dentro de
la sociologia para definirla como científica o como todo lo contrario. Collins
(1989) situó perfectamente todos los elementos de tal debate y, entre sus
conclusiones, venia a afirmar que la sociología de la ciencia era una buena
prueba del éxito científico de la sociología. Es evidente que por la naturaleza
de su objeto de estudio, la sociología del conocimiento científico es un ámbito
de análisis muy peculiar. El hecho de tratar con el conocimiento cientifico exi-
ge ser muy riguroso y disciplinado en su tratamiento. En este sentido, el PF
supuso el primer intento en aproximarse al análisis del conocimiento cientifi-
co en sus propios términos. Este papel de pionero resulta muy interesante de
INTRODUCCIóN VII

analizar, especialmente, por haber sido objeto de crítica por todas las partes
en cuestión (desde los filósofos de la ciencia ortodoxos hasta los propios
compañeros de disciplina y posteriores miembros de escuelas más avanza-
das).

La segunda razón, al hilo de la anterior, es que esa posición de bisagra


(manifestada con anterioridad) resultaba muy interesante. ¡Pero cuidado!
Como dice Davis,
“durante mucho tiempo se ha pensado que considerar a un teórico como grande
se debe a que sus teorías son verdaderas, pero esto es falso. A un teórico se le
considera grande, no porque sus teorías sean verdaderas, sino porque son intere-
santes. Aquellos que verifican cuidadosa y exhaustivamente teorías triviales son
rápidamente olvidados; mientras que aquellos que verifican rápida y oportunamen-
te teorías interesantes son recordados durante mucho tiempo. De hecho, la verdad
de una teoría tiene poco que ver con su impacto para que pueda continuar siendo
vista como interesante, a pesar de que su verdad sea disputada o incluso refuta-
da!” (1971: 309>

La propuesta teórica del PF se adapta muy bien a este tipo de


“proposición interesante” propugnado por Davis, es decir, sería siempre la ne-
gación de una proposición aceptada. El PF siempre se ha mantenido dentro
de un circulo vicioso, si bien ha sido considerado como interesante frente a
los planteamientos de la filosofía de la ciencia, ha sido alejado (negado) de tal
consideración por otras aportaciones posteriores de la sociología del conoci-
miento científico. Este es uno de los aspectos más atractivos de tal programa,
su difícil y comprometido papel de precursor de una proyecto que nació con-
tracorriente y, que aún hoy, tiene que remontar difíciles obstáculos.
CAPÍTULO i~

El Programa Fuerteen
la Sociología del Conocimiento

1.1.- Introducción

La enunciación de todo programa de investigación necesita unos re-


quisitos n-iínimos. Unos investigadores, sus trabajos y un medio académico o
institucional que sirva de acomodo a los elementos previos. Estas condiciones
no podían faltar en el caso del Programa Fuerte en la Sociología del Conoci-
miento (PF). Los autores, Barry Barnes, David IBloor y Steven Shapin. Las
obras claves, las de Banes (1974 y 1977a), Bloor (197% y 1976) y Barnes y
Shapin (1979). Y la institución, la Science Studies Unit de la Universidad de
Edimburgo. A lo largo de este primer capítulo se repasan las investigaciones y
aportaciones sociológicas clásicas centradas en el fenómeno científico para,
posteriormente, mostrar el panorama y el ánimo que rodearon el nacimiento
y desarrollo del PF (tanto su elaboración más programática como, igualmente,
la Teoría de Intereses presentada como respuesta al problema del cambio
científico desde una perspectiva más sociológica).

1.1.1.- Por sus obras les conocerán

En 1972, Barry Banes editaba su primer libro (Sociology of Sc/ence)


resultado de la reunión de diversos artículos sobre lo que hasta entonces se
consideraba como sociología de la ciencia. En su Introducción, Barnes se
quejaba del escaso interés de los sociólogos en examinar la estructura interna
de la ciencia y sus relaciones con la sociedad más amplia. Tradicionalmente,
se había admitido que el corpus esotérico de la ciencia, sus prácticas y cre-
encias altamente especializadas y diferenciadas con respecto a cualquier otro
tipo de conocimiento convencional dotaban a ésta de una cultura propia y
~,r.i,.o..fxw... ~ • .‘~. ~ ~ iO,LUC3*SStSSW~L

EL PROSPAMA rLIFRTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 2

singular. Además, en el caso de la sociología del conocimiento, la renuencia


de los clásicos a adentrarse en el estudio del conocimiento científico había
otorgado a la ciencia un cierto halo hermético y una barrera, a primera vista,
infranqueable para los sociólogos.
Los primeros análisis sociológicos de la ciencia llevados a cabo por Ro-
bert K. Merton (1945) la identificaron como una institución social con un ethos
característico y sujeta a un análisis funcional. Estos planteamientos teóricos
encontraron su continuación en los trabajos de Bernard Barber (1952), Warren
O. Hagstrom (1965 ) y Norman Storer (1966), entre otros, consiguiendo crear
un marco sólido y maduro para el tratamiento sociológico de la ciencia. Aún
siendo parciales y muy específicos en sus temas de estudio, los logros de esta
perspectiva analítica han arrojado luz sobre los procesos de control social in-
terno en la institución científica y han mostrado cómo éste depende del repar-
to del reconocimiento interno y de las recompensas honoríficas que reciben
los científicos. Por contra, pocos o muy escasos han sido los trabajos que des-
de esta tradición investigadora se han aplicado a las creencias y prácticas
científicas inmersas en los procesos de investigación. A pesar de todo, el papel
jugado por N4erton y su escuela en los primeros momentos de la investigación
sociológica de la ciencia ha tenido una repercusión innegable en la disciplina.

Sin embargo, en los años sesenta, diversos investigadores sociales co-


menzaron a cuestionar la perspectiva mertoniana y, a la vez, a desarrollar pa-
norámicas teóricas alternativas centradas en el análisis de los contenidos
cogiltivos de la ciencia. En este cambio de marcha, junto con las críticas so-
ciológicas a los planteamientos de Merton, la aparición en 1962 de la obra de
Thomas 5. Kuhn (The Structure of Scientific Revolutions) conmocionó, no sólo
a la propia filosofía de la ciencia, sino a la misma sociología de la ciencia. La
descripción realizada por Kuhn de la ciencia, en contraste con la visión tradi-
cional de los filósofos de la ciencia, abrió el camino a una nueva y más pro-
funda apreciación de los procesos internos de la ciencia. En este sentido, Bar-
nes ya lo advertía,
“el estudio de la actividad científica, vía sus implicaciones epistemológicas, podría
ser de enormes consecuencias para la sociología en general” (1979; n.4: 1 1).

Pues bien, aprovechando esta agitación teórica, la eclosión de centros y


de líneas de investigación sociológica interesadas en el estudio de la ciencia,
EL PROGRAMA PLJERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL COÑOCIMIENTO 3

en su contenido cognitivo y en sus implicaciones sociales como una forma


cultural más dentro de nuestra sociedad ha sido fecunda desde entonces. Una
de esas corrientes analíticas sociológicas es el Programa Fuerte en la Sociolo-
gía del Conocimiento, cuyos más conocidos representantes son los ya citados
Barry Barnes, David Bloor y Steven Shapin.

Una leve reflexión sobre las relaciones entre ciencia y sociedad, pone
de manifiesto la relevancia política, económica y social de dicha interacción.
Esto deja a un lado la estéril dicotomía entre las concepciones pura y/o utilita-
rista del conocimiento científico. Desde su institucionalización y profesionali-
zación entre los siglos XVII y XIX hasta la actualidad, las tensiones por mante-
ner el status y la autonomía de la ciencia han sido continuas. La delimitación y
demarcación del ámbito de lo científico, para escapar del control social a tra-
vés del estrechamiento y purificación de sus objetivos, ha sido el slogan de la
investigación científica desinteresada. La organización y el papel de la institu-
ción científica en la sociedad constituyen otro elemento fundamental para la
obtención del suficiente reconocimiento social que asegure el mantenimiento
autónomo de su actividad. Este doble proceso de auto-legitimación y de in-
fluencia se ha realizado gracias a la potenciación del poder de sus métodos de
investigación, gracias también a la asunción de una naturaleza objetiva, lógica
y racional para su producto (el conocimiento científico) y gracias, por último,
a su extensa aplicabilidad y utilidad. Por tanto, la ciencia como tal es un ele-
mento crucial para comprender el desarrollo de la sociedad contemporánea.

Además, en los momentos actuales, el alto rendimiento de la ciencia es


manifiesto. Su eficacia es proclamada a los cuatro vientos. Posiblemente nuri-
ca antes la ciencia había recibido tanto interés (político, económico y social)
por su papel de agente más efectivo del cambio socia], como la fuerza capaz
de revolucionar áreas inmensas del saber humano. Sin embargo, y paradóji-
camente, su utilidad social la ha llevado a convertirse en el conocimiento más
especializado, más esotérico y más inaccesible que existe en nuestra cultura.
La investigación científica permanece, en muchos campos, oculta a la mirada
cotidiana de los ciudadanos y sólo podemos percibir el producto ya elaborado
y certificado de la comunidad científica, el conocimiento científico (ya sea
escrito, artifactual, práctico o como quiera que se nos presente).
.~.. fiM& e. .:. abS ~ —. i1a—i. —

EL PROSRAMA PLJERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 4

Sin embargo, el análisis de esta situación corilleva una cuestión obvía.


¿Cuál es la naturaleza de las relaciones entre la ciencia y la sociedad en la ac-
tualidad? Y ¿Cuáles serían sus implicaciones? Ante estas cuestiones, tradicio-
nalmente, se han establecido dos posibles estrategias de investigación. En
primer lugar, las aproximaciones externalistas (estudios de impacto, análisis
sobre la percepción social de la ciencia, etc.). En segundo lugar, las aproxi-
maciones más internalistas al estudio del fenómeno científico.

De forma insistente (y, en especial, por parte de los filósofos de la cien-


cia) se nos ha indicado que la actividad científica es un poderoso método de
investigación de la realidad, con pretensiones de validez universal y guiada
por unas normas eminentemente generales para la evaluación de sus resulta-
dos. Por contra, la irrupción de los análisis sociológicos más avanzados ha
mostrado que la ciencia sólo es comprensible en términos de técnicas y habi-
lidades esoÉéricas y de estructuras teóricas insertas y desarrolladas dentro de
tradiciones particulares de investigación, tal como expuso Kubn (1962), que
transcienden el exclusivo ámbito de la comunidad cientifica.

Sin embargo, lejos de estar zanjada la cuestión en torno a la externali-


dad o internalidad de los trabajos sobre la ciencia, el debate permanece par-
cialmente abierto sobre problemas tales como la atribución de un mayor rol
causal a la ciencia en los procesos sociales generales de secularización y de
racionalización en las sociedades o sobre el mantenimiento de una concep-
ción diferenciadora en las sociedades industriales y en el caso concreto de sus
instituciones de conocimiento. De cualquier forma, al margen de polémicas,
el papel de la ciencia en las sociedades modernas es lo suficientemente im-
portante como para merecer un análisis sociológico más profundo y extenso
del realizado hasta los años setenta.

En 1982, Barry Banes y David Edge (también miembro fundador de la


Science Studies Unit) publicaban una nueva colección de artículos sobre la
ciencia bajo el epígrafe Sc/ence in Context. Diez años después de aquel pro-
metedor Sociology of Science de Barnes, el nuevo libro se mostraba muy seve-
ro en la justificación y necesidad de una sociología de la ciencia dentro del
amplio campo de la sociología en general. Esta justificación se fundamentaba
en dos hechos innegables. Primero, el amplio e intenso reconocimiento de la
significación socio-cultural de la ciencia en las sociedades modernas. Segun-
,EI.. .~. ~ .7 . ,. . . •j•.i . . .. • ~ L’fLV, iS,L.—L2.fl. ~ ~ . —

EL PROGRAMA ruEnrE EN LA SOCIOLOSÍA DEL COÑOCIMIENTO 5

do, el alto valor reconocido a los trabajos producidos en el campo de la socio-


logia de la ciencia durante la década de los setenta (años clave para com-
prender el significado, desarrollo y expansión de la sociología de la ciencia
continental). El florecimiento de las investigaciones sobre la socialización, el
intercambio, la organización y jerarquización, la cognición y el cambio cogni-
tivo, la interacción con otras instituciones, etc. desbordaban las mejores pre-
visiones de Banes en 19721.

En la obra Science in Context, el planteamiento adoptado era sutilmente


distinto al que Barnes (1972) propugnó en la obra referida anteriormente. La
ciencia pasaba a ser considerada como una sub-cultura dentro de la cultura
más amplia que nos circunda. Por este motivo, y
‘mirada desde esta perspectiva, la ciencia es primariamente una fuente de conoci-
miento y de competencia: es depositaria de teorías, descubrimientos, procedi-
mientas y técnicas que están disponibles bien directamente, vía intervención ex-
perta y consulta, bien indirectamente, vía su interacción con la tecnología y con las
instituciones especializadas en la estructura política y económica, Además, la
ciencia opera como una fuente de autoridad cognitiva: no sólo provee conoci-
miento y competencia, también es requerida para evaluar las pretensiones de co-
nocimiento y es competencias adoptadas de aquellas disciplinas situadas más allá
de sus limites. Aque~ que quiera ser un intérprete de la naturaleza necesita una Ii-
cencia de la comunidad científica” (Barnes y Edge, 1982: 2).

Esta definición venía a reafirmar no sólo los aspectos ya consignados


por Barnes en 1972, sino que, además, avanzaba en cuestiones concernientes
a la credibilidad, a la distribución de la autoridad en la sociedad y a la natura-
leza de la interacción entre diferentes formas de cultura. Estos análisis impli-
caban una aproximación más internalista con respecto a la ciencia, más cog-
nitivista con respecto a las características generales de la investigación cientí-
fica y del conocimiento que produce. En decir, estos autores eran conscientes
de la necesidad de una descripción general que tratase las creencias y las
prácticas de los científicos de una forma comprensible, como un conjunto de
fenómenos visibles y transparentes. Estas descripciones podrían I)rovenir bien
de una aproximación empírica (sobre el terreno), bien de una aproximación
más historiográfica (a través de los estudios históricos de caso) con el fin de
conocer las características básicas de la actividad e inferencia científica.

1 El desarrollo de diversos programas de investigación en la socidogía de la ciencia fue de una magnitud


considerable. Otro factor influyente fue la institucionalización de esta especialidad en os principales univer-
sidades anglo-americanas y, posteriormente, en las europeas.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 6

Por otra parte, el reconocimiento de la figura de Kuhn volvía a ser un


elemento importante en el esquema de la obra de Barnes y Edge. Tal como lo
expresaban,
“los temas, conceptos y presuposiciones del trabajo de Kuhn han permitido a la
sociología de la ciencia en muchos niveles llegar a ser m~s clara. Su importancia en
el campo es un orden de magnitud mayor que cualquier otra fuente externa. En
tanto que el trabajo de Kuhn es altamente controvertido y problemático, la sabi-

duna de permitir este rol germinal puede ser cuestionado: los críticos se han pre-
guntado si su posición en las ciencias sociales no es más una cuestión de su ser
sociológica que de su ser correcta” (Barnes y Edge, 1982: 4).

La defensa que hacía Banes de Kubn era encontable y los argumentos


no eran para menos (el carácter construido e inherentemente práctico del
conocimiento científico, el rasgo modelador del conocimiento científico de la
naturaleza, la posibilidad de interpretaciones o de modelos alternativos de la
naturaleza sin prevalencia intrínseca ni auto-justificativa entre ellos, la natura-
leza convencional del conocimiento adoptado y asumido por una comunidad
científica, etc.). Y, justamente, dado el carácter convencional del conocimien-
to científico, la adquisición, aplicación y legitimación de éste es excepcional-
mente descrito por Kuhn (Barnes, 1982a)~.

La asunción que hacían Banes y Edge de las herramientas analíticas


kuhnianas provocaba como primer resultado que la consideración de la cien-
cia (conocimiento científico que posee un carácter convencional) no podía
ser auto-legitimadora de su propia sub-cultura y, por tanto, no podría auto-
legitimase dentro de la sociedad más amplia. Por una parte, la ciencia es una
institución transmisora de conocimiento especializado sujeta a problemas de
credibilidad. Por otra, es fundamental la concepción kuhniana del paradigma
corno componente básico de la cultura científica. Para Kuhn, la historia de un
campo científico es una descripción de cómo sus practicantes desarrollan y
elaboran sus paradigmas,
“describir esto es describir la actividad científica real de una forma que es socioló-
gicamente interesante e informativa” (Barnes y Edge, 1982: 7).

£ Sin embargo, es necesario advertir que Barnes se da perfecta cuenta de los problemas que presento
Kuhn tal cual para lo sociología del conocimiento cientmco. Bornes se topo con la omisión que hace Kuhn
de las instituciones científicas, pues, La Esfructura de las Revaludones Cientfficus no esló fon interesada en los
hombres y en sus entornos como en las ideos y datos cientmcos. Los hombres, poro Kuhn, son símbolos
unidos a conceptos y datos y no elementos insertos en un contexto histórico. Sin embargo, Bornes da lo
vuelta a Kuhn, acentuando la primacía de lo ciencia nonnal, mientras que criticará el concepto de revolu-
ción por su excesivo proclividad con planteamientos teleológicos.
EL PROGRAMA rL/ERrE EN LA SOCIOLOGÍA DEL COÑOCIMIENTO 7

En suma, en este volumen volvía a aparecer el interés por las relaciones


entre la ciencia, la tecnología y la sociedad, la consideración de la ciencia
como fuente directa de conocimiento y de competencia (bien como agente
sun-siistrador de expertez y su problematicidad, dadas sus supuestas relacio-
nes de dependencia con agentes o instituciones sociales concretas o como
fuente de autoridad y credibilidad en la resolución de controversias en la so-
ciedad más amplia). Las relaciones entre ciencia y sociedad abren un parso-
rama amplísimo de estudios sobre la interacción potencial entre ambos ele-
mentos, teniendo en cuenta las posibles consecuencias que esto acarrea tanto
para la cultura esotérica de la ciencia como para la cultura en general.

Por último, Barnes (esta vez en compañía de David Bloor y .lohn Henry)
editaba un libro, que a diferencia de los dos anteriores, respondía a un trabajo
más personal bajo el título Scientific Knawledge: A Sociological Analysis
(1992). La Introducción a este trabajo es clave para comprender qué persi-
guen o, mejor dicho, qué han perseguido desde sus primeros trabajos los artí-
fices del PR La respuesta es sencilla y clara; estos investigadores tratan de es-
tablecer,
“dónde y porqué el análisis sociológico es necesario para la comprensión d& ca-
nacimiento científico” (Sarnes, Bloar y Henry, 1999: IV).

El método a seguir se fundamenta en el examen de estudios de caso


mostrando cómo el análisis sociológico se aplica a estas situaciones y cómo
es un complemento esencial pai-a interpretaciones más significativas deriva-
das de otras perspectivas analíticas (filosofía, psicología, etc.). En ningún caso
pretenden sobrestimar ni premiar la aproximación sociológica, sino más bien,
de lo que tratan es de obtener una comprensión adecuada de la ciencia desde
el análisis sociológico.
Así pues, la sensación que se transmite en esta obra es que después de
casi veinte años de trabajo, sus intenciones siguen siendo las mismas. Tal co-
aío afirman estos autores,
vemos la sociología del conocimiento científico como una parte del propio pro-
yecto de la ciencia, un intento de comprender la ciencia en su propio idioma.
Otros soci&ogos han intentado desarrollar perspectivas sobre la ciencia emplean-
do aproximaciones que no son características de la ciencia y que no aceptan o
confían en sus convenciones metodológicas o en su cosmología aceptada. Noso-
tras respetamos a la ciencia par imitación: en nuestro estudio de la ciencia inten-
- a@UIrt ~.r4v. t> .J.At•.~ -

EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL COÑOCIMIENTO 8

tamos emularía en su propia aproximación no-evaluativa y práctica. Irónicamente,


filósofos han asumido que en tanto ni admiramos ni defende-
algunos científicos y
mos a la ciencia, nuestro objetivo debe ser subvertirla. Han fracasado en com-
prender que para un científico social buscar justificar la ciencia sería desviarse de
sus propios preceptos no-evaluativos. Uno no puede, simultáneamente, adoptar
una aproximación científica y celebrarla” (Barnes, Bloar y Henry, 1992: IV).

Ante esta sincera declaración de intenciones sobra cualquier comenta-


rio al respecto. Quizá, sólo reafirmar dos cuestiones básicas. En primer lugar,
aunque pueda parecer paradójico, la desmitificación o desacralización del
fenómeno a estudiar ayuda a comprender mejor su naturaleza, lugar y rol en
la sociedad. Y, lo que es más importante, favorece la comprensión de su fun-
cionamiento, de sus fines y metas y de su significado en la sociedad.

En segundo lugar, la visión errada sobre el supuesto ataque del PF al


conocimiento científico (entendida como un intento de desacreditar o de des-
truir el estatus de la ciencia en nuestra sociedad) ha conducido a distorsionar
lo que ha sido el objetivo de sus pioneros. El objetivo último de estos ha sido
contrarrestar las visiones y concepciones cuasi-místicas, racionalistas a ultran-
za e interesadas en preservar al conocimiento científico de cualquier indaga-
ción social sobre él. Por esta razón, el blanco primordial de los ataques del PF
han sido filósofos, sociólogos y todos aquellos investigadores renuentes a
cualquier profanación analítico-social del espacio inviolable de la ciencia.
Concretamente, los debates más o menos acalorados, enconados y firmes
entre Barnes y Bloor con filósofos, antropólogos, etc. defensores del tradicio-
nal status quo de la ciencia han permitido abrir nuevas perspectivas y caminos
a la investigación sociológica en este campo. Pero, paradójicamente, y como
los mismos ponentes del PF señalan, esta postura de defensa del conocimien-
to científico les ha traído airadas críticas y denuncias por parte de sus propios
compañeros de disciplina, que como se analizará en su momento, ha conlle-
vado el apartar al PF de la vanguardia investigadora actual.
En suma, los temas de investigación del PF desde su enunciación han
sido varios: la observación y experiencia científica y la interpretación de esa
experiencia como medio para entender las profundas implicaciones de nues-
tra comprensión de la interacción entre naturaleza y cultura, la relación entre
lenguaje (palabras) y mundo que desemboca en los procesos de clasificación
de las cosas y en lo que Barnes y Bloor denominan finitisíno sociológico,
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 9

cuestiones sobre el realismo en las ciencias naturales y en las propias ciencias


sociales, el papel de la tradición, de la convención, del consenso y de los pro-
cesos sociales en la creación y sustentación del conocimiento y de la práctica
científica, cuestiones referentes al papel del conocimiento científico como
fuente de autoridad y de credibilidad, la demarcación entre ciencia y no cien-
cia, el rol de los intereses dentro de las instituciones de la ciencia y las formas
en que el conocimiento científico se puede emplear para tratar los asuntos
sociales y políticos más amplios de nuestra cultura, etc.

Como se puede apreciar, estas cuestiones van más allá de los famosos
cuatro principios del PR Por esto, uno de los objetivos de este trabajo es poner
de manifiesto que el PF como tal es la parte más llamativa (y conocida) de un
proyecto mucho más ambicioso, al que sus ponentes no han renunciado. To-
do lo contrario, siguen confiando plenamente en todas sus posibilidades. Sin
embargo, la apuesta por una sociología del conocimiento científico en estos
términos es incierta3. Ante la expansión de enfoques analíticos dentro de lo
que se han venido en denominarse los Estudios Sociales de la Ciencia y ante
la postura monolítica de gran cantidad de filósofos de la ciencia que siguen
pretendiendo erigirse en garantes del conocimiento científico, el I)apel del PF
es difícil y, cuando menos, controvertido. Los ataques le vienen desde aque-
líos a los que ha criticado por su conservadurismo y, lo que es paradójico,
desde aquellos que le consideran conservador en sus planteamientos. Sin
querer caer en el escepticismo, el PF es una opción más dentro del complica-
do y agonístico campo de la sociología de la ciencia. Sus argumentos son po-
derosos aunque también son objeto de una continua crítica proveniente de
clásicos, modernos y postmodernos. Las razones son muchas y esto es lo que
se trata de mostrar a lo largo de las páginas de este trabajo.

1.1.2.- ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Cómo?


Antes de pasar a la exposición del tema y a su desarrollo es necesario
encuadrar histórica e institucionalmente el grupo de investigadores que es
objeto de análisis en esta tesis doctoral. Tal grupo o escuela tuvo (y tiene) co-

~ Para un análisis b¡hboméfrim (aunque 51/1 genefls) del impacto del PF en la sociología del conocimiento
cientmco, dentro de ella ycon respecto a otras disciplinas, ver Hicksy Pofler (1 991).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 10

mo lugar de referencia la Sc/ence Studies Unit (Universidad de Edimburgo)~.


Esta institución fue fundada en 1964 por iniciativa del profesor C.H. Wadding-
ton dentro de la Facultad de Ciencias en un intento de establecer una asigna-
tura obligatoria (bajo el epígrafe de «Science in World Affairs») para todos los
estudiantes de primer año de ciencias. Esta asignatura tenía como objetivo
cubrir los aspectos políticos y organizativos de la ciencia, principios de eco-
nomía, elementos de historia y de filosofía de la ciencia y una introducción al
estudio comparado de las religiones. Para Waddington,
“la educación de los estudiantes de ciencias era demasiado especializada y necesi-
taba ampliarse” (Edge, 1987: 2).

Sin embargo, esta propuesta de asignatura no encontró a nadie dispues-


to a impartir su programa y, de su propuesta inicia] tal cual se pasó a la crea-
ción de un pequeño grupo interdisciplinario de investigadores,
cuyas actividades investigadoras y docentes centrarían su atención en aquellas
áreas donde las actividades científicas se solapan con asuntos más generales de las
saciedad humana” (Edge, 1987: 2).

En 1966, el profesor David Edge se convertía en el primer miembro de


la Uní! tal como es conocida hoy en día. A finales del verano de 1967 ya había
formado un pequeño grupo de investigadores y, en octubre de ese mismo
año, iniciaban sus clases y actividades investigadoras centradas en historia,
filosofía y sociología de la ciencia.

Para una sumario exposición y revisión de los trabajos e investigaciones desarrollados en los inicios de la
sociologíade la ciencia británica, ver Mulkay (1977). Por otra parte, en un peculiar trabajo, Gollins (1983),
plantea una interesante doble-tesis sobre el desarrollo de la sociología del conocimiento científico en Gran
Bretaña. Según su apinion, son seis los principales e independientes contribuidores al desarrollo de esta
disciplino. Estos seis investigadores pueden dividirse en dos grupos. De un lado, Bornes, Bloar y el propio
Gollins, los cuates mantuvieron durante os años setenta un claro interés en la sociología del conocimiento
visto desde una perspectiva relativista. En el otro grupo estarían Mulkay, W$itley y Dolby con un interés no
tan claro en la sociología del conocimiento como tal. Dice Gollins, “la primera parte de mi tesis es que aun-
que el trabajo del primer trío ha atraído la oposición más llamativa, este trabajo no surgió de una reacción
contra la sociología tradicional de la ciencia sino de unas raíces filosóficas y antropológicas completamente
separadas. El trabajo del otro trío parece haberse iniciado a modo de oposición -quizá porque los tres (sin,
embargo ninguno de los primeros) fueron introducidos a la sociología de la ciencia en Norteamérica du-
ronte sus estudios de graduación: Mulkay en el Simons Eraser, \Ñtitley a través de Belver Griffith en el
Annenberg School of Gommunication y Dolby en Golumbio. La segunda parte de mi tesis es que el trabajo
que surgió de la reacción contra las estructuras establecidas en el análisis del contenido del conocimiento
científico, aunque puede haber sido efectivo para aclarar el terreno, no condujo a un programa sostenido
de trabajo empírico de la misma manera que el trabajo relativista de inspiración fllosóflco-antropológica”
(1 983: 267-268). Para una visión muy diferente de las anteriores sobre el desarrollo y avance de la socio-
logia del conocimiento científico, ver el trabajo de Ben-David (1981) y para una perspectiva diametralmente
opuesta al propio campo de la sociología del conocimiento rayana con una cierta paranoia intelectual, ver
Buage (1991>.
EL FROGPAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL. CONOCIMIENTO 11.

Junto a Edge, fueron enrolados en este proyecto los dos miembros más
famosos de este centro. Por un lado, un joven filósofo (David Bloor) con un
año de experiencia investigadora en filosofía de la ciencia y realizando su doc-
torado en psicología experimental sobre las destrezas verbales y motoras en
los niños y muy influenciado por los trabajos de Vygotsky y Kuhn. Por otro, un
químico (Barry Barnes) que después de un año de investigación se convertía a
la sociología de la ciencia, centrándose especialmente en la critica a la orto-
doxia mertoniana y con el anhelo de trabajar sobre los valores científicos, si-
guiendo el trabajo de Becker5. Las inquietudes de estos colegas giraban en-
torno a la dimensión epistemológica y social de la ciencia, cuestiones claves
para este nuevo campo de estudio y cristalizadas en dos medias asignaturas
durante el curso académico de 1966-7. Como Edge observa,
durante el primer año, las relaciones sociales e intelectuales en el grupo se desa-
rrollaban conjuntamente” (1987: 3),

y tenían referencias comunes, los trabajos de Thomas 5. Kuhn, de Donald


Schon y de N4ary Douglas, junto con la exploración de las funciones cognitivas
de la metáfora. Todo esto puede dar una perfecta idea de la homogeneidad
teórica de este pequeño grupo investigador
En 1972 entraba a formar parte de este grupo un biólogo americano
(Steven Shapin) con experiencia investigadora en genética y tras haber finali-
zado su doctorado en la Universidad de Pennsylvania sobre historia social de
la ciencia, en concreto, sobre la ciencia provincial británica, con particular
interés en los usos culturales de la ciencia británica en los siglos XVIII y XIX.

En concreto, se trato de Bornes (1971), uno de sus primeros artículos. Según explica Mullcoy (1977), la
sociología de la ciencia que se hacía en Gran Bretaña durante los sesenta y primeros de los setenta se cen-
trabo en dos grandes áreas de interés. Por un lado, los estudios dedicados a los científicos en la industria y
en el gobierno y, por otro, los estudios centrados en la ciencia y en los científicos en las universidades El
trabajo citado de Bornes (1971) entraría dentro del primer área de interés y estaba interesado en los valo-
res sostenidos por los científicos industriales y en las fuentes de conflicto y de insatisfacción en los laborato-
nos industriales. Su atención se centraba en los cambios que se producían durante los primeros meses de
trabajo en la industria. El estudio empírico que llevó a cabo venía a apoyar la apro>¿mación de Becker
(1964) en el cual se planteaba la inestabilidad de los valores profesados por los científicos y las expectativas
generadas en una industria utilitarista en cuyo seno se producía una investigación dirigida a fines prácticos y
dentro de un sistema altamente competitivo. Sin embargo, Bornes saltó rápidamente al segundo área de
nterés que, de acuerdo con Mulkay (1977), se planteaba desde dos perspectivas diferentes. Por una parte,
estudioscentrados en las recompensas profesionales yen las redes de comunicación en la ciencia influencia
de lo sociología de la ciencia norteamericana. Por otra, se iniciaban trabajos empezaban a rechazar os
análisis mertonionos de la estructura normativa de la ciencia en favor de ciertas concepciones sobre la
ciencia apuntadas por Kuhn. Pues bien, el trabajo de Barnes y Dolby (1 970) es un clásico al respecto y será
definitivamente esa línea la que asuma Bornes en su trabajo futuro.
• . •...9.a ~ .. u •íj~«4~¡fl,t ~ ~..

EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGIA DEL COÑOCIMIENTO 12

“La combinación de la competencia intelectual de Steven Shapin y los intereses


(aliados con su estilo personal) añadieron precisamente lo que entonces se reque-
ría para el establecimiento de la Unit como un grupo intero9kc¿olinar¡o” (Edge,
1987: 4).

En definitiva, ésta puede ser una de las características más importantes


de este grupo de investigadores localizados inicialmente en la Science Studies
Unit de la Universidad de Edimburgo, tanto de sus investigaciones, como de
sus cursos sobre el tema en cuestión, la sociología e historía del conocimiento
científico6. Con posterioridad, este centro se ha mantenido con diversos
cambios en su funcionamiento y en su plantilia. En la actualidad, es difícil ha-
blar de grupo o escuela de Edimburgo, pues tan sólo continua al frente de ella
David Bloor, aunque aún permanece el espíritu critico e innovador de sus pri-
meros años.

1.2.- La Sociología de la Ciencia: Los Antecedentes

A pesar del monopolio ejercido tradicionalmente por la filosofía en el


análisis de la ciencia, la sociología también ha conseguido adentrarse en este
terreno durante los últimos años. El objetivo último de la sociología ha sido
considerar a la ciencia como una forma de conocimiento más. Sin embargo,
los primeros análisis sociológicos no tuvieron esta consideración tan radical.
Al contrario, en los primeros momentos la sociología mantuvo la consideia-
ción de la ciencia como un tipo de conocimiento que iba más allá de su cata-
logación como creencia socia], variable y sujeta a modificaciones sociales.
Esta concepción de la ciencia alejada del conocimiento social cotidiano es lo
que se ha convenido en denominar perspectiva tradicional o visión recibida de
la ciencia y se puede remontar a los propios origenes de la teoría sociológica
clásica (muy relacionada con los análisis filosóficos más ortodoxos de la
ciencia)~.

En los inicios de la sociología del conocimiento, Emile Durkheim inten-


tó transcender el debate empirismo/apriorismo en los orígenes de nuestras
categorías de pensamiento. Para él, el empirismo era insatisfactorio porque no

~ Una muestra de ello son Bloar (1 975b) y Shapin (1 980b).


Mulkay (1 979a) ilustro adecuadamente los orígenes del estudio sociológico de la ciencia. Por otro lado,
PhIlips (1974) se centro en los problemas generados por la autoridad y competencia de la ciencia en nues-
tra sociedad y lo autoridad y competencia supuestamente exigida para su análisis.
— ..~4tUd~CSSd o..

EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 13

explicaba cómo nuestras mentes son capaces de generar categorías estables


fuera de las apariencias cambiantes. Por otro lado, el apriorismo era también
insatisfactorio porque resolvía el problema por medios mentalistas o místicos.
La solución propuesta por Durkheim era plantear una clase de apriorismo so-
cial. Las categorías del pensamiento provienen de nuestra experiencia social.
Nuestras clasificaciones sociales proveen un modelo sobre el cual construi-
mos nuestras estructuras de pensamiento. Lo social, para Durkheim, describe
una realidad que es anterior a los individuos. Además, si bien pensamiento y
creencia se originan en la acción colectiva, también funcionan para sustentar
la sociedad debido a que es esencial un cierto nivel de conformidad lógica y
moral para que se logre una conducta cooperativa (Law, 1986a).

Durkheim observaba la existencia de variaciones culturales entre diver-


sas sociedades mostrando que nuestras categorías básicas y nuestras reglas
de la lógica dependen en alguna medida de factores históricos y, en conse-
cuencia, sociales. A primera vista, esta observación podría posibilitar un aná-
lisis específico del contenido cognitivo de la ciencia (esto es, el pensamiento
de cualquier comunidad intelectual particular estaría constreñido, al menos
parcialmente, por factores tales como sus fuentes culturales, la estructwa del
grupos social específico, su posición en la sociedad, etc). De acuerdo con esta
argumentación, la consideración del conocimiento científico como problema
especifico en el estudio sociológico parecería ser el corolario del relativismo
cultural durkheimiano (N4ulkay, 1979a). Sin embargo, este autor evitó adoptar
una posición completamente relativista respecto de la ciencia, en la que el
origen social de las categorías y las formas de razonamiento pudieran ser
consideradas de tal modo que la convirtiesen en una completa arbitrariedad
(dado que su aplicación a la naturaleza dependería de intereses particulares).
La estratagema durkbeimiana para eludir el relativismo fue la de postular la
unidad de los mundos físico y social. El problema de la objetividad en la cien-
cia se salvaba apelando a la evolución social. El crecimiento de las sociedades
humanas y su progresiva diferenciación interna liberarían cada vez más a la
actividad intelectual de las constricciones sociales. Por tanto, para Durkheim
el pensamiento científico era el resultado de la liberación producto de un pro-
ceso social evolutivo y sus conclusiones no tienen comparación con otras
manifestaciones culturales afectadas por influencias sociales directas.
• . S ....a.aL¿WLI.&OLh.~LI.- ~..—.&

EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 14

No obstante, Durkheim era consciente de llevar a cabo un análisis so-


ciológico de la ciencia, pero de un alcance más limitado que en el caso de
otras áreas del esfuerzo intelectual humano. Dicho análisis podría recoger
cuestiones tales como: mostrar cómo ciertos desarrollos sociales dan lugar al
surgimiento de la ciencia, cómo investigar las características distintivas de la
comunidad científica en la que el método científico está institucionalizado y se
eliminan todo tipo de sesgos y distorsiones sociales, cómo las visiones minori-
tarias de los especialistas son recibidas por otros sectores de las sociedades
altamente diferenciadas en las cuales las ciencia progresa, etc. Pero, en cual-
quier caso, lo que sería imposible de establecer sería la consideración del co-
nocimiento científico como creencia social debido a su independencia res-
pecto del contexto social3.
Otro caso pionero lo representa la figura de Karl Mannheim, quien in-
tentó mostrar que la epistemología positivista de la sociedad burguesa era en
si misma parcial y producto de una Weltanschaung particular y limitada
(Mannheim, 1929). Desde su perspectiva, esta epistemología era inadecuada
en el sentido que fracasaba en reconocer sus propias limitaciones y su depen-
dencia de las asunciones históricamente especificas. Ahora bien, tal epistemo-
logía podia considerarse como adecuada para el conocimiento sobre el mun-
do natura]. Esto se debía a que los fenómenos naturales y sus relaciones inter-
nas se consideraban invariables. Por lo tanto, dado que las relaciones empíri-
cas del mundo natural se suponían invariables y universales, a la vez que, los
criterios de verdad por los que se juzgan las pretensiones de conocimiento
también se presumían permanentes y uniformes. Mannheim concluye que el
conocimiento científico se desarrolla mediante la gradual acumulación de
conclusiones universales y permanentemente válidas sobre el mundo natural.
Sin embargo, la tesis central de la sociología del conocimiento mannhe-
imiana era que la variedad cognitiva es un efecto natural de las diversas posi-
ciones estructurales de los sujetos. Su punto de partida se establecía en el he-
cho de que el conocimiento lo producen activamente (y no lo adquieren pasi-

8 Lo figuro de Durkheim tiene una importante repercusión en lo sociología de la ciencia por varias razones.
Lo primero de ellas se debe a su propia aproximación al análisis del conocimiento científico (Gieryr, 1982;
Hartan, 1973; Law, 1984; Lukes, 1 973a y Schmaus, 1994). La segunda es el uso que se ha hecho de su
trabajo (Durkheim, 1912 y Durkheim y Mauss, 1903) para fundamentar, justamente, la sociología del
conocimiento científico (Bloar, 1976 y 1 982a, y el debate generado en torno o esta cuestión), tal como se
verá más adelante.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 15

vamente) sujetos con intereses particulares y ubicados en contextos concre-


tos. Por tanto, con independencia de su naturaleza, de su contenido y de su
alcance, no hay razón alguna para que ningún conocimiento quede exento de
una posible explicación sociológica. Mannheim bautizó a su enfoque con el
nombre de relacionisnio para diferenciarlo del relativismo que tantas reminis-
cencias negativas supone y ha supuesto tradicionalmente (dado que para
Mannheim, el relativismo intube toda esperanza de verdad, esto es, presupone
el escepticismo)~.

Mannheim, al igual que la teoría de las ideologías de Marx, afirmaba la


existencia de una perspectiva verdadera. Sin embargo, a diferencia de Marx,
(que pensaba en la clase sometida emergente, cuyo espíritu, exento de com-
promisos interesados con la situación, podría acceder libremente a la verdad
sin prejuicios ideológicos), Mannheim empleaba la dicotomía de Reichenbach
(que distingue un contexto social a-racional de descubrimiento de otro cogni-
tivo racional de justificación) para neutralizar la beligerancia marxista en la
definición de la perspectiva correcta y desvincular de esta manera la verdad
de lo social. El problema, por tanto, sería encontrar un nivel más elevado (el
lenguaje neutral de los positivistas) en el que las ideas en conflicto pudieran
confrontarse desapasionadamente o, por contra, reconciliarse.

Como ya había apuntado Durkheim, al enfrentar la diversidad de las


Weltanschaungen primitivas, la posibilidad de su conciliación con un nivel
cognitivo superior se veía comprometido. En concreto, con el aumento de la
densidad social y de la diferenciación funcional surgen grupos que critican las
opiniones de los otros grupos. Las creencias que sobreviven llegan a tener una
mayor adecuación objetiva. De hecho, “la objetividad es considerada en si
misma como un emergente social” (Barnes, 1977a: 68) que resulta de la cre-
ciente homogeneización en la terminología y en las habilidades sociales y pro-
fesionales de los diversos grupos sociales, del aumento de la población, del
progreso material y de la expansión de los medios de comunicación (no como
algo abstracto, sino como resultado de una creciente capacidad de comuni-

~ Beltrán (1 993) apunta la posibilidad de que el relacionismo mannheimiano tiÑera mucho que ver con
los planteamientos previos del perspectivismo orteguiano. Si bien, este artículo no aspira a crear polémica
al respecto, si relanzo el debate sobre el relativismo, siendo muy pertinente recoger las opiniones de Beltrán
sobre la negativa de ambos autores (Mannheim y Ortega) en referencia a esta cuestión, pues, “ellos iguala-
ban relativismo con escepticismo e imposibilidad del conocimiento; tal y como Ortega temía, fuera de la
tradición absolutista y racionalista no había salvación” (640).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLO~IA DEL CONOCIMIENTO 16

cación). En suma, lo que ocurre es que un grupo profesional se especializa en


la racionalización y rutinización de los discursos cognitivos idiosincrásicos pa-
ra que sean admisibles en más contextos. Para Durkheim, no obstante, los
conceptos y descubrimientos científicos que se van consolidando se adoptan y
se asumen, en última instancia, no sólo porque son hechos colectivos, sino
porque son verdaderos. Resumiendo, con esta afirmación trataba de escapar
de lo convencional y socialmente condicionado apuntando hacia una pers-
pectiva más globalizadora.

Asimismo, esta dualidad de contextos permitía a Mannheim sortear el


convencionalismo y la subordinación del conocimiento a la lucha de clases y
hacer del método científico, el mecanismo del contexto de justificación para
la prevención y corrección de errores. En este sentido, Robert K. Merton afir-
mará años después que lo social sub-determina el conocimiento. Recalcar la
incompatibilidad absoluta entre teorías es un recurso retórico que beneficia a
ciertas minorías en momentos de controversia y su empleo es razonable du-
rante un cierto tiempo. Pero asociar estrictamente pautas cognitivas a rasgos
sociales es erróneo: cada sujeto posee numerosos estatus por lo que, en caso
extremo, desembocada en una imposibilidad de acuerdo común y aún de
comunicación entre individuos. Dado que el acuerdo es una condición de la
vida social, queda demostrado por reducción al absurdo que debe haber un
substrato común para que esto ocurra. Y como la ciencia es el ámbito con
mayor grado de consenso y de controversia regulada que existe, en ella se
hallarán más fácilmente los procesos metódicos que generan y favorecen di-
cho consenso. La teoría de la clase intelectual valorativamente neutral de
Mannheirn se basaba en este supuesto. Para que un grupo social particular
adquiera un conocimiento general éste ha de ser objetivo y aprehensible de
forma natural y universal.

En resumen, Mannheim asumía que el mundo material es uno e inva-


riante (como el mundo social y sus leyes de evolución) y que la investigación
se rige por principios de construcción y criterios de evaluación igualmente
universales y constantes. Existen diferentes individuos y grupos de estos con
perspectivas diversas, lo que hace que sus discursos adolezcan de parcialidad
(limitación que puede remediarse conciliándolos en discursos de una mayor
generalidad y adecuación empírica). Aunque estos criterios son convenciona-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 17

les y contextuales, la epistemología progresa hacia la objetividad en dos di-


recciones: en primer lugar, hacia una mayor comprensión de un número cada
vez más amplio de perspectivas y, en segundo lugar, hacia la neutralización de
los sesgos locales. La capacidad de síntesis es un proceso social cuya mejor
expresión es la comunidad intelectual. Dentro de ésta, los físicos y los mate-
máticos han logrado, con respecto al mundo material, el máximo grado de
objetividad y explicatividad. En este sentido, la sociología del conocimiento de
Mannheim aspiré a ser el embrión de una excelencia similar en la compren-
sión del mundo social.

Una de las críticas que Bloor (1973ay 1976), como precursor de la nue-
va sociología del conocimiento científico, ha hecho a Mannheim es su retrai-
miento respecto de la conclusión de que el conocimiento científico es de al-
gún modo socialmente contingente10. También le reprocha que no diera el
paso decisivo de afirmar que su epistemología se relacionaba tanto con las
disciplinas históricas como con las ciencias físicas. En cambio, le reconoce la
afirmación de cuestiones tales como que el conocimiento disponible para los
observadores en la esfera socio-histórica estaba relacionado necesariamente
con su posición social, con su bagaje cultural y con los intereses de su grupo,
mientras que el conocimiento accesible al observador del mundo físico sólo
se hallaba constreñido por su posición en el tiempo y en el espacio. Asimismo,
consideraba a ambos tipos de conocimiento como inherentemente limitados
y revisables. Ahora bien, el carácter de las limitaciones o consu-efiimientos
esenciales en cada dominio intelectual era bastante diferente. Y era esta dife-
rencia de cm-ácter la que salvaba al conocimiento científico de ser considera-
do por Mannheirn como socialrnente contingente (Mulkay, 1 979b). Sin embar-
go, a pesar de este comedimiento epistémico, su papel pionero es amplia-
mente reconocido, Bloor (1 973a) entiende que,
“la concepción de Mannheim de la sociología del conocimiento está muy próxima
al RE. En primer lugar, pretendió localizar las causas de las creencias, lo que él de-
nominaba «determinantes existenciales» del conocimiento. Segundo, defendió una
Forma de sociología del conocimiento que iba más allá del simple desenmascara-
miento de la ideología y que no implicaba la falsedad de lo que explicaba. Terce-
ro, era consciente de que la sociología del conocimiento debe dar cuenta de sí
misma. Fue con respecto al crucial principio de simetría, que exige los mismos ti-

10 Para una aproximación y desarrollo de la sociología del conocimiento manaheimiana en relación con la
sociología del conocimiento científico, ver Lamo de Espinosa (1987, 1992 y 1993-4>.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO 18

pos de causas para las creencias Falsas y las verdaderas, donde, como se verá más
adelante, vaciló” (174).

Sin embargo, no todos aquellos que tienen que ver de una manera u
otra con la sociología del conocimiento científico son tan críticos con la figura
de Mannheim. En opinión de Lynch (1993), “lo que Marmheim intentó estable-
cer con su contrastación no era tanto una exención para la ciencia natural
como una legitimación del conocimiento práctica e históricamente situado.
Dado que reconocía que la sociología del conocimiento podía aspirar por sí
misma sólo a una forma fuerte de conocimiento relacional, estaba intentando
legitimar su propio modo de investigación’ (47). Al contrario, la exención pro-
pugnada por Mannheim se refería a la sociología del conocimiento frente a la
aplicación de los estándares epistemológicos que atribuía a las ciencias natu-
rales y matemáticas. Del mismo modo, Mannheim se oponía fuertemente a
cualquier tipo de filosofía transcendental o absolutista.
Unas décadas más tarde, Merton intentará superar las limitaciones del
análisis de la ciencia de Mannheim, dado que Merton entendía que Mannheim
fracasaba en sus resultados al no evitar completamente el relativismo. Desde
este punto de partida, para Merton la sociología de la ciencia no sería una
disciplina madina hasta que no fijase objetivamente “las relaciones entre el
conocimiento y otros factores existenciales de la sociedad y la cultui-a” (1977:
46) y olvide las cuestiones epistemológicas. Los fundamentos de la sociología
mertoniana de la ciencia se apoyan en tres nociones básicas. Primera, las cir-
cunstancias sociales, incluida la disponibilidad de recursos cognitivos, condi-
cionan la elección de problemas y la dedicación de un grupo a ciertas mate-
rias. Segunda, distintos actores dan respuestas diversas a la misma problemá-
tica (sociología de la ciencia, del conocimiento, psicología de masas, etc.) lo
cual no mina su libertad. Tercera, la ciencia es objetiva, las circunstancias no
afectan a su contenido sustantivo, gracias a lo cual progresa en medio de un
mundo social inestable. Por esto las verdades son tales verdades, aunque re-
sulten de contingencias históricas, sociales, culturales, etc. (Merton, 1977).

La meta de la investigación empírica de Merton será describir cómo la


estructura social de la comunidad científica evita la polución del conocimien-
to producido por ella misma mediante un sistema de selección racional. Los
sujetos producen, corrigen y desechan intuiciones, conjeturas, experimentos y
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOI3ÍA DEL CONOCIMIENTO 19

teorías hasta lograr un producto aceptable que presentan a un pequeño grupo


de críticos amistosos que lo evalúan y corrigen. Luego, se ofrece a los repre-
sentantes de los medios especializados quienes, asesorados por revisores ex-
pertos, publican o no el trabajo. El público (especializado) tiene la última pa-
labra sobre la permanencia u olvido del trabajo. Sin embargo, éste no es un
proceso lineal, sino enmarañado con frecuentes bucles en cada punto del tra-
yecto (N4erton, 1977). En este sentido, cuantos más numerosos y diversos sean
los filtros que supere un producto, más amplios y exigentes serán Jos estánda-
res que satisfará. Sin embargo, la mayor parte de la producción científica no
llega al final del camino o cuando lo hace se considera irrelevante (en el sen-
tido de que nunca se la refiere ni se la cita). Pero a pesar de este hecho el sis-
tema se halla en expansión, lo que asegura el progreso del conjunto.

Este esquema de difusión cultural podría refeiirse a cualquier otra face-


ta de la vida social. Ahora bien, lo que distingue a la comunidad científica de
cualquier otro tipo de grupo social organizado es la racionalidad de los cute-
rios de validación con que solventa las controversias. Estos criterios
(coherencia interna, consistencia con el conocimiento previamente confirma-
do, reproduccibilidad, éxito predictivo, etc.) son producto de la evolución his-
tórica de la ciencia, reunidos para elegir las mejores observaciones y teorías.
En suma, si atendemos al progreso de la ciencia se supone que estos criterios
deben ser funcionales y correctos y que la comunidad encarece su uso y los
transmite en razón de su interés con el aumento del conocimiento fiable.

De acuerdo con este modelo, Merton intenta dar respuesta a dos cues-
tiones básicas. La primera es referente a su origen histórico. La segunda abor-
da la distintividad de la ciencia con respecto a las demás instituciones cultura-
les. La búsqueda de respuestas le llevó a adentrarse en tres líneas de investi-
gación separadas. La primera trata el surgimiento de la ciencia moderna, la
segunda analiza la estructura normativa de la comunidad científica y, por ti]-
timo, la tercera aborda la distribución de recompensas que sancionan la con-
ducta (le sus miembros1 1
La explicación del origen de la ciencia moderna (Merton, 1938) se basa
en la identificación de los intereses y motivos de los primeros científicos. El

11 Poro un más detallado e interesante análisis de la importancia de la obra de Merton en el desarrollo de


la sociología de la ciencia, ver el trabajo de Torres (1992).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 21

organizado (suspensión temporal de la valoración de una novedad mientras


se reúne evidencia decisiva sobre ella.
Sin embargo, según Merton, la coincidencia entre la meta de la ciencia
y los imperativos morales anteriormente enunciados (conocidos popularmen-
te como CUDEOs) es casual. El hecho que estos favorezcan la investigación
certificada no es una razón para asumirlos. La adhesión moral acontece por-
que se los cree como buenos en sí mismos, no porque regulen racional y fun-
cionalmente la distribución de oportunidades y recompensas. Este sistema de
sanciones (como todos) se sitúa al filo del conflicto o la transgresión cuando
los sujetos valoran más las recompensas que el mérito que hace acreedor a
ellas. El énfasis excesivo en el logro puede desviar a algunos científicos
(aportación selectiva de evidencia, maquillaje de resultados, plagio, fraude,
etc.). La valoración de la prioridad más que del mérito de un descubrimiento
puede conducir a la publicación prematura de cartas o artículos que se reve-
lan decepcionantes o a la práctica del secreto, que demora la comunicación y
el desarrollo científico. Si las recompensas son proporcionales al resultado y
no al esfuerzo se puede inducir a la apatía y al abandono. Por último, competir
por recompensas escasas puede generar disputas sobre la prioridad. No obs-
tante, Merton afirma que el fraude, la literatura trivial, la desmoralización y los
enfrentamientos personales son mitigados, respectivamente, por el carácter
público de la ciencia y por los controles objetivos del escepticismo organiza-
do, por la atención selectiva sobre las publicaciones principales, por el incre-
mento de las recompensas y por la difusión del juego limpio entre los investi-
gadores.

Esta dinámica perversa se produce porque, pese al universalismo, la


asignación de recursos dentro de la comunidad ha de realizarse de acuerdo
con los roles y estatus de su estructura y porque los científicos adquieren una
identidad pública (asumen dichos roles y estatus) como resultado de la eva-
luación de su trabajo. Las condiciones de trabajo están jerarquizadas y la ma-
yoría de los científicos prefiere obtener resultados capaces de ganar la aten-
ción y la estima (le sus colegas. El crecimiento exponencial del volumen de
publicaciones, de autores y la generalización del trabajo en equipo complican
la situación. Un efecto clave de esta organización es que un logro puede capi-
talizarse con el fin de alcanzar con más facilidad el siguiente. Este proceso
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 22

acaba concentrando honores y recursos en pocas personas y es con frecuen-


cia irreversible. Al fenómeno de concentración lo llama Merton, efecto Mateo
(evocando la cita evangélica que dice que al que tiene se le dará y al que no
tiene hasta eso se le quitará). Al fenómeno de irreversibilidad lo denomina,
efecto trinquete (resumido en el lema un Nobel es para siempre). Su funcio-
nalidad estribaría en que permite a los científicos más cualificados transmitir
su competencia del modo más eficiente a un mayor número de discípulos.
Pero, de otro lado, añade una tensión adicional sobre el neófito, sabedor de
que sin un impulso inicial, su carrera se estancará pronto, lo que puede con-
ducirle a una posición marginal o, incluso, al abandono de su carrera.

Ultimarnente se han desarrollado respuestas a la competencia como la


publicación conjunta con un autor célebre (el efecto Mateo en la comunica-
ción), la división de una investigación en unidades mínimas de publicación
admisible y el avance de resultados experimentales previsibles. Además, en
último extremo, siempre se pueden hacer trampas. La respuesta institucional
a la tensión generada por la necesidad de éxito, a la desaforada competición
ocasionada y a las nuevas conductas con que los científicos pretenden resol-
verla en beneficio propio es el sistema de asesores editoriales (una censura
gobernada por criterios consensuados de calidad).
La descripción mertoniana de la comunidad científica ideal tendría
mucho que ver con una máquina comunicativa casi perfecta. Se forma dog-
máticamente a los científicos para que adquieran conocimientos, competen-
cias técnicas y un lenguaje riguroso, esto es, un cuerpo de saber que les per-
mita comunicarse de forma inmediata. evaluativa y enriquecedora. El error se
elimina cuando se estabilizan en torno a un mismo valor los sucesivos resul-
tados sobre cualquier cuestión obtenidos por distintos procedimientos. El alto
índice de rechazo mantenido por las mejores revistas es un tosco sistema de
filtro que, aunque pueda correr el riesgo de pérdida de información relevante,
es eficaz al suprimir aquella información que no es importante. El sistema es
conservador, pues mide la novedad por el rasero de lo ya certificado siendo
éste el coste por maximizar la seguridad de los resultados que se aceptan.
¿Por qué se someten los científicos a estos controles? Por las recompensas
otorgadas a quienes superan tales barreras y la confianza en la competencia e
imparcialidad de los árbitros. La comunidad tiene su moneda de intercambio:
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 23

el reconocimiento público. El control sobre el prestigio ha permitido a la co-


munidad científica mantener un alto grado de autonomía en el mismo mo-
mento en que se involucraba más y más con la industria y el Estado y se con-
vertía financierarnente dependiente de ellos. La autonomía, en fin, constituye
una ventaja estratégica crucial para su supervivencia institucional.
Por otro lado, Merton cuando se refiere a la ciencia establece claramen-
te una demarcación entre lo externo (el ámbito de los recursos materiales,
culturales y cognitivos que influyen en la aparición y ritmo de progreso de una
especialidad) y lo interno (la estructura social de la ciencia). Del exterior de la
comunidad científica proceden los recursos que la propulsan y las injerencias
que la desvían. Su estructura, en cambio, es la garantía de su objetividad. Co-
mo consecuencia, la base existencial del conocimiento explicará la forma de
expresión yel contenido de cualquier discurso social, pero sólo la primera en
el caso de la ciencia. El contenido de ésta es universal y objetivo porque tam-
bién lo es su exclusiva base existencial, la comunidad científica. Para Merton,
la comunidad científica es idéntica en cualquier circunstancia histórico-social,
pues, consiste en (o se reduce analíticamente a) un sistema de imperativos
morales y recompensas institucionales sin punto de contacto lógico ni semán-
tico con el contenido esotérico de la ciencia. Los sucesivos filtros críticos or-
ganizados por los que debe pasar un trabajo hasta su publicación y las prue-
bas y criterios técnicos que han de satisfacer sus resultados antes y después
de ésta, aseguian que, aunque falible, la ciencia es el mejor conocimiento
disponible en la sociedad, dado que las teorías, experimentos y criterios son el
resultado de una severa selección histórica y constituyen la explicación más
plausible de su éxito.
Como se ha expuesto, la producción y el control del conocimiento
científico están garantizados gracias a su sometimiento a reglas rigurosas que
constriñen la igualdad de oportunidades y favorecen la autonomía de la ca-
munidad científica y el logro de aportaciones originales y fértiles. Los científi-
cos compiten bajo estas reglas, por lo general honradamente, para construirse
una identidad (reputación) en la comunidad. El sistema de recompensas no
es tan perfecto para evitar efectos perversos como el fraude, la literatwa hl-
vial, el efecto Mateo o el efecto trinquete. Si bien los controles técnicos mini-
mizan los dos primeros, los otros dos resultan en último término funcionales
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO 24

cuando ocurren en un sistema libre y competitivo, porque inducen a los cien-


tíficos menos exitosos a emigrar de la ciencia permitiendo que nuevas pro-
mociones de jóvenes creativos se inicien bajo la influencia de los veteranos
más reputados. Los científicos se someten a controles rigurosos porque la
comunidad en su conjunto controla los recursos que permiten continuar in-
vestigando. La firme actitud de la comunidad de no intervenir en asuntos valo-
rativos (desinterés o neutralidad) le ha valido un alto grado de autonomía y la
confianza de sus financiadores en la optimización de la jerarquía de prestigio
que ella misma elabora para redistribuir los recursos que se le asignan.

Resumiendo, la descripción fenomenológica de la conducta de los


científicos es el aspecto más duradero de la obra mertoniana y su arraigo se
debió, aparte del apoyo empírico que consiguió reunir, a su congruencia con
el cientificismo positivista imperante en la filosofia y con el paradigma socio-
lógico dominante, el funcionalismo. Los atributos de racionalidad, acuniulati-
vidad, consenso y autonomía que Merton atribuye a la ciencia son analogos a
los de funcionalidad, progreso, integración y auto-regulación que el funciona-
lismo atribuye a las sociedades desarrolladas. Los imperativos del ethos cien-
tífico remiten a los principios de comprobabilidad o testabilidad
(comunalismo), empirismo (universalismo), objetividad (desinterés) y repro-
duccibilidad (escepticismo organizado). Este homomorfismo estructural favo-
reció el cierre teórico (finalización) y la orientación del esfuerzo investigador
hacia su instrumentalización, cuyo éxito ha dado lugar a la llamada ciencia de
la administración de la ciencia.

Frente a esta interpretación tradicional de la ciencia desde la sociología


inertoniana, se estaba empezando a desarrollar una rama divergente a partir
de una mutación producida en el campo limítrofe de la historia de la ciencia.
La publicación del libro de Kuhn (1962) supuso un revulsivo para la sociología
de la ciencia. En un primer momento, esta obra apenas tuvo repercusión al-
gana entre los sociólogos de la ciencia, siendo considerada como un asunto
concerniente a historiadores y filósofos. Pero al cabo de un corto espacio de
tiempo, algunos sociólogos (en su mayoría europeos) empezaron a descubrir
en el trabajo de Kuhn, posibilidades insospechadas para la crítica de las posi-
ciones anteriores, a la vez que los recursos necesarios para abrir una nueva
línea de investigación en la sociología de la ciencia: el aspecto cognitivo de la
EL PROSRAMA FUERTE EN LA SOCIOLO~IA DEL CONOCIMIENTO 25

ciencia. Este giro ha sido definido justamente como la revolución cognitiva en


la sociología de la ciencia (Medina, 1989). Sus planteamientos, logros y desa-
rrollos es lo que se analizan a continuacion.

1.3.- Las Bases para una Nueva Sociología de la Ciencia

Como se dejaba entrever anteriormente, el modelo mertoniano de la


ciencia sufrirá grandes críticas a raíz de la asimilación de la obra kuhniana. Por
un lado, Merton vinculaba su sociología a la validez del positivismo siguiendo
el siguiente esquema: primero, la ciencia es obviamente acumulativa, lo que
motiva la pregunta por su origen y su mecanismo de reproducción social. Se-
gundo, la ciencia acumula conocimiento certificado mediante criterios racio-
nales (pues, según se deriva del punto primero, se ajustan a su fin). Tercero, el
óptimo funcional de la institución se produce cuando existe un consenso in-
terno sobre dichos criterios. Cuarto, el óptimo global se logra cuando la socie-
dad comparte ese consenso y respeta la autonomía de la ciencia sin pretender
alterar sus normas y valores. Quinto, esto se refiere tanto a las normas técni-
cas como a las morales. Las primeras se hallan divididas en una geografía de
disciplinas y escuelas; las segundas son la muralla que alberga su confedera-
ción. Sexto, las normas morales se subordinan a la producción de conoci-
miento por las normas técnicas: el comunalismo incentiva la comunicación
original, el universalismo elimina todo rasgo contingente o subjetivo de los
productos presentados, el desinterés lo hace con los sujetos, el escepticismo
organizado no es otra cosa que la honrada aplicación de los criterios técnicos
de valoración. Pero para los críticos de esta perspectiva, que rechazan la des-
cripción positivista de la ciencia, estas normas no gobiernan el comportamien-
to de los científicos generalmente. Aunque se les rinde homenaje verbal, no
serían más que ambiguas justificaciones a posteriori o, acaso, guias globales
interpretables contextualmente (Medina, 1989).
Por otro, los reproches partirán, en su mayoría, del denominado giro
cognitivo en los estudios de la ciencia. El objetivo de los mismos se centró en
el modelo de la estructura normativa de la ciencia propugnado por Merton. El
ansia funcionalista por dotar de una racionalidad científica a la sociología,
otorgándosela en primer lugar a su objeto de estudio, le había llevado a cons-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 26

truir un modelo en el que las normas conforman un todo tan racional que no
hace falta que los científicos las acaten por cálculo instrumental y pragmático
sino que, aparte del deseo de lograr el reconocimiento público de su compe-
tencia, los investigadores las respetan por considerarlas buenas en sí mismas.
A pesar de que Merton percibía las amenazas al ethos científico, (carrerismo,
uso de medios ilícitos para lograr el reconocimiento, la subordinación de las
normas morales a las normas técnicas modificando el contenido de aquéllas,
etc.), los CUDEOs también estaban seriamente cuestionados. El universalismo
encubría la aplicación diferencial de criterios de relevancia para la elección
del material (ya sea la bibliografía o los medios técnicos) y de los criterios de
verdad vigentes sólo dentro de cada paradigma. El escepticismo funcionaba
con distinta intensidad según la importancia del elemento del paradigma que
estuviera en juego. Asimismo, las normas varían en el tiempo. En el siglo XIX,
el desinterés era mayor en la ciencia británica, practicada eminentemente por
caballeros acomodados, que en la alemana, donde la rápida restricción de
posiciones académicas para cualquier especialidad emergente inclinaba a los
doctores hacia la obtención de empleos en la industria. El comunalismo osci-
laba, y sigue haciéndolo, según se imponen las tradiciones coyunturales y lo-
cales sobre el qué, cómo y cuándo publican

No obstante, a pesar de estas críticas, los seguidores de la obra de Mer-


ton intentaron preservar la realidad y vigencia de las normas establecidas por
éste. El funcionalismo puede defender la existencia de una norma cuyo in-
cumplimiento es generalizado siempre que encuentre una buena racionaliza-
ción para la desviación. Ahora bien, la creciente evidencia sobre la inexisten-
cia de un fuerte consenso moral sobre los CUDEOs, condujo a Mitroff (1974),
apoyado en una mayor evidencia empírica sobre la conducta de los científicos
que la de Merton, a proponer la noción de contra-norma, según la cual la con-
ducta científica alterna la información y el secreto, el desinterés y el com-
promiso emocional, el universalismo y el particularismo, la racionalidad y la
intuición. Claro está que esta noción disminuía la relevancia del normativis-
mo, porque no puede haber mecanismos institucionales coherentes capaces
de recompensar o de castigar la misma conducta alternativamente. La deci-
sión, por ejemplo, sobre qué publicar y qué censurar en un determinado mo-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOCIA DEL CONOCIMIENTO 27

mento depende de una interpretación estrictamente local y coyuntural de di-


cho criterio.
En el otro extremo, críticos más radicales, afirmaban que,
el consenso normativo y la cohesión dentro de grupos con prácticas bien diFe-

renciadas ha hecho progresar el intercambio eFiciente de inFormación y la coopera-


ción esencial al desarrollo de la ciencia, mientras que ías diFerencias entre ellos
ayudan a explicar la innovación y eí desarrollo de nuevas teorías y disciplinas La

cohesión, solidaridad y compromiso con éstas emanan de las normas técnicas de


los paradigmas, no de un «Ethos científico» general. La conFrontación con las nor-
mas teóricas implícitas en os paradigmas viene mediada y se hace productiva por
el lenguaje y la cultura común que comparten los cientíFicos, no por un conjunto
de normas inatienablemente cientíFicas”, (Barnes y Dolby, 1970: 23-94).

Dicho de otro modo, la duración e intensidad de la educación científica


y los vínculos de dependencia jerárquico-laboral convierten a los contenidos
generalmente admitidos (no sólo a las normas morales) en el centro de la fi-
delidad profesional de los científicos. Por otro lado, para algunos autores de la
nueva sociología de la ciencia, incluso la solución que Kuhn daba a los cain-
bios cognitivos (la vaguedad del cambio gestáltico y la irracionalidad de las
conversiones) junto con la difuminación del método científico, permitía abor-
dar la relación entre cambios cognitivos y sociales considerando una raciona-
lidad imperfecta (social) en cuyo marco se podrían tomar decisiones raciona-
les bajo influencia de supuestos metafísicos, intereses concurrentes o interfe-
rencias de otras tradiciones cognitivas. Cada disciplina se servirá de estos
elementos, según su grado de profesionalización, institucionalización y con-
senso metodológico (Whitley, 1972).
Esta combinación de racionalidad y de elementos externos choca [ron-
talmente con la definición de objetividad resultante de las normas técnicas.
Por otra parte, recordemos que el término con el que el paradigma mertonia-
no designa enunciados cuya verdad o falsedad depende del contexto en el
que se formulan es ideología. Sin embargo, la disolución convencionalista del
contexto de justificación que conlíeva la explicación del cambio científico en
Kuhn (reordenada por Lakatos) dejó en entredicho la cuestión anterior Aun-
que Kuhn reconoció que su análisis histórico presuponía la existencia de nor-
mas, su función poco podía ya ayudar a un programa que empezaba a utilizar
como recursos normas que prescriben su propia desobediencia.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 28

Un hecho significativo en la crítica al programa mertoniano es que éstas


surgieron del panorama académico británico. Según Lynch (1993), tal ataque
se centró en dos aspectos básicos. El primero era la distinción mertoniana en-
tre explicaciones internas y externas del progreso científico. El segundo trata-
ba de la descripción de la autonomía e integridad de la ciencia. Respecto de
las explicaciones internas y externas, Shapin (1 988c) defiende la tesis de Mer-
ton (1938) sobre el surgimiento de la ciencia frente a las diferentes críticas de
muchos historiadores al citar las salvedades que hace este autor sobre la au-
sencia de la influencia religiosa en la historia interna de la ciencia. Shapin
apunta que aunque Merton sostenía que los valores del protestantismo eran
motivacional y retóricamente significativos para las actividades de la Royal
Society, tuvo mucha precaución en decir que estos mismos valores religiosos
no causaron o sancionaron los descubrimientos particulares y las innovacio-
nes metodológicas. Sin embargo, aunque Shapin dice esto para defender la
tesis de Merton, según Lynch (1993), lo hace con una cierta ironía. Dado el
compromiso de Shapin con el PF, el hecho de que Merton no expresase nin-
guna intención de aducir los factores sociales para explicar la forma o conte-
nido del conocimiento o del método científico debería ser comprendido como
una descripción de la desventaja del programa de Merton para la sociología
de la ciencia (Shapin, 1991b).

Por su parte, en referencia al tema de la autonomía de la ciencia, la


cuestión para Merton no era ¿qué condiciones sociales dan lugar a la creencia
verdadera justificada? Sino ¿qué condiciones institucionales son necesarias
para producir y certificar las pretensiones de conocimiento que algunas veces
entran en conflicto con la autoridad política y religiosa? Estas condiciones ins-
titucionales apuntan a la distintividad del ethos de la ciencia y a la autonomía
de ésta. Sin embargo, el modelo mertoniano resulta una versión altamente
idealizada que subvalora las estrategias personalistas y faccionales de las or-
ganizaciones reales. A pesar de que Merton tuvo mucho cuidado en identificar
las normas del ethos como estándares ideales más que como descripciones
de la conducta real, recibió numerosas críticas sobre este punto (por ejemplo,
Barnes y Dolby, 1970).
Por tanto, las críticas recibidas por la aproximación funcionalista de
Merton cubrirán tres aspectos básicos:
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO 29

l ~) las normas se afirmaban de una manera tan abstracta que no estaba


muy claro cuan relevantes eran para especificar los ejemplos concre-
tos de la conducta de los científicos. Merton derivó las normas de las
biografias y memorias de los científicos y parecía probable que tales
escritos exagerasen retóricamente los compromisos de estos con la
conducta racional u honorable en cualquier caso.

Y) La definición de Merton de las normas incorporaba una imagen


coherente de la metodología científica basada en la filosofía de la
ciencia de principios de siglo. Merton suponía que bajos las circuns-
tancias institucionales apropiadas, el proceso de generar y de verifi-
car los descubrimientos conduciría a una acumulación progresiva de
teorías y de aplicaciones tecnológicas. Sin embargo, la imagen
kuhflana de la discontinuidad revolucionaria complicó esta versión
unitaria del método científico guiado por estándares independientes
de verificación y de normas transcendentes de racionalidad. En con-
secuencia, las cuestiones sobre cómo las comunidades de científicos
distinguen entre teorías inconmensurables y también cómo la cien-
cia normal permanece estable frente a la posibilidad de compromi-
sos paradigmáticos alternativos ocupará un lugar preponderante en
la agenda de la sociología de la ciencia. Los factores sociales ya no
están limitados a las fuentes de la facilitación, interferencia o resis-
tencia a las innovaciones científicas inherentemente racionales.

3a) A Merton y a sus colegas les gustaba preciarse de que la sociología


de la ciencia era auto-ejemplificadora. Desde su perspectiva, las re-
vistas especializadas, los procesos de revisón de pares, las políticas
de libertad académica y la promoción de acuerdo con los méritos
eran características necesarias de las modernas instituciones científi-
cas. Tales acuerdos institucionales supuestamente funcionaban para
asegurar la circulación eficiente y el atestiguamiento de los resulta-
dos con una mínima interferencia de los intereses no-científicos. En
tanto que la sociología profesional y, más en concreto, la sociología
de la ciencia también incluía revistas especializadas, revisiones de
pares, asociaciones profesionales, etc., los mertonianos sugerían que
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 30

había razones para suponer que los requisitos institucionales para el


progreso científico de la sociología estaban dados.

Pues bien, a partir de estas observaciones, el primer asalto a los CU-


DEOs lo llevó a cabo Michael Mulkay. Sus trabajos sobre el normativismo y
funcionalismo mertoniano arrancan de finales de los años 60 donde ya se
mostraba muy crítico con el corpus teórico mertoniano. Ya por entonces, Muí-
kay (1969) afirmaba que el enfoque de Merton tenía un fundamento empírico
muy débil y planteaba considerables dificultades teóricas, presentando una
clara orientación finalista y normativa. Estos requerimientos normativos (los
ya enunciados CUDEO) derivan del fin institucional de extender el conoci-
miento, esto es, asegurar el progreso de la ciencia. Frente a este esquema
normativo, el propio Mulkay reorientó los análisis sociológicos a través de la
consideración del cuerpo de conocimiento establecido por el grupo de cientí-
ficos corno la fuente esencial de la influencia normativa,
quisiera demostrar la inadecuación de este enFoque Funcionalista poniendo de
maniFiesto que la teoría y las reglas metodológicas cientíFicas operan como la
Fuente dom¡nante de los controles normativos en la ciencia y, de hecho, como el
obstáculo básico para la elaboración y aceptación de nuevas concepciones. La ad-
hesión en la ciencia a un cuerpo específico de conocimiento y sus técnicas asocia-
das es más Fuerte que la adhesión a normas puramente sociales de cualquier espe-
cie” (Mullcay, 1969: 30-31).

El giro cognitivo ya estaba en marcha. Son los contenidos cognitivos los


que aseguran el mantenimiento del consenso normativo en la ciencia. Este
germen estaba en el propio Kuhn y de ahí su gran importancia para esta dis-
ciplina. El constreñimiento normativo debe hallarse, no en las normas sociales
señaladas por los funcionalistas, sino en los contenidos mísmos de la investi-
gación científica (la fuente de la sujeción normativa es la propia cultura cien-
tífica). En suma, el constreñimiento normativo no es social, sino cogiltivo.

En posteriores trabajos, Mulkay (1980b) continuó avanzando en su tesis


sobre las normas. Para él, éstas son irrelevantes para comprender el orden y la
orientación del comportamiento científico. Hay una cuantiosa evidencia en su
favor. Primero, una conducta puede obedecer a distintas normas. Así, la publi-
cación de resultados originales puede resultar del afán de notoriedad o el
amor propio tanto como del comunalismo. Segundo, la conducta óptima vie-
ne dada en ocasiones por el valor opuesto al prescrito. Por ejemplo, una ex-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 31

plotación eficiente de la comunicación en un área expansiva requiere dar por


buenas a la mayor parte de las novedades consistentes, soslayando el escep-
ticismo (programas intensivos de replicación o extensivos de falsación) hasta
que surjan dudas fundadas de la rentabilidad del esfuerzo invertido en la ope-
ración de crecimiento caótico. Tercero, puede ocurrir que resulte imposible
determinar cuál será el valor que rige un acto. Un cientifico que ha cosechado
diversos descubrimientos y premios, que ha organizado laboratorios, dirigido
numerosas investigaciones y que participa en varios comités y recibe abun-
dante financiación, ¿hasta qué punto ha obtenido todo esto como resultado de
un esfuerzo desinteresado en pro de la verdad y/o ha utilizado esos logros pa-
ra propulsar más aún su carrera?

Y sin embargo, la evidencia empírica del paradigma mertoniano no es


concluyente. Gaston (1973) había sostenido que el hecho de que los científi-
cos sean citados aproximadamente en la misma proporción en que publican
prueba la vigencia del universalismo. Pero esa correlación puede lograrse por
cualquiera de los siguientes medios: citar los artículos del campo en cuestión
al azar, citar los autores en proporción a los artículos que se sabe han escrito,
citar a aquellos con los que se ha estado formal o informalmente vinculado, o
resultar del efecto Mateo en la publicación y el reclutamiento: que los que
más escriben sean los más citados porque tienen irás aliados y discípulos que
les citan. Por tanto, resulta imposible establecer una relación, no ya descripti-
va ni ideal-normativa, entre los imperativos mertonianos y las pautas de com-
portamiento de la comunidad científica. Como resume Cotillo-Pereira (1991),
“Mullay pretende establecer una crítica al Funcionalismo «desde dentro», esto es,
desde los mismos presupuestos y consideraciones en que se basa el análisis Fun-
oonalista. Sin embargo, no cabe la menor duda de que Muikay se propone supe-
rar al mismo Funcionalismo. Mull<ay parte de la consideración de la Formación y la
educación cientíFica como elementos dogmáticos y contrarios a la ínnovacron.
Además, Mull<ay mantiene una orientación eminentemente cognitiva. Esto es, los
constreñimientos normativos no vienen impuestos por un supuesto «ethos» cientíFi-
co, s¡no por los contenidos teóricos y técnicos heredados por los cientíFicos.
Mulkay somete también a crítica las normas cientíFicas mertonianas, claramente
idealistas cuando nos acercamos a la práctica habitual de los cientíFicos. Por último,
parte de la consideración de las propias teorías científicas y de las reglas metodo-
lógicas como elementos en sí mismos coactivos. Según MulLay, no es necesario
que ningún agente social actúe como elemento coactivo o disuasivo en eí plan-
tearniento de las novedades cientíFicas. De ahí que la ciencia presente un alto gra-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL COÑOCIMIENTO 32

do de consenso sin necesidad de mecanismos sociales represivos o coactivos’

(16-17).

Por tanto, siempre es posible encontrar una función expresa o latente,


una norma con cualquier grado de implantación para explicar una acción re-
currente. Además, el análisis de Wittgenstein (1953) sobre el carácter interpre-
tativo de las reglas ha minado este tipo de teorías. La conexión entre normas
generales y conductas particulares está indeterminada y su concreción en si-
tuaciones especificas viene mediada por elementos sociales del contexto en
el que ocurre. En definitiva, el acento ya no está en unas normas específicas y
en el grado en que son cumplidas por los científicos en la práctica de la inves-
tigación sino en la inevitable interpretación que los actores están obligados a
realizar para convertir cualquier repertorio normativo en significativo, en tér-
minos prácticos. Esta crítica será el fundamento para el desarrollo de una lí-
nea de investigación en los Estudios Sociales de la Ciencia (ESC) encabezada
por el propio Mulkay centrada en el análisis del discurso científico. En dicho
programa, el medio para captar el trabajo interpretativo de los actores no se
situará ya en el análisis autorizado del analista, sino en el estudio de la forma
en que los actores construyen sus descripciones sobre la acción y la creencia
científica, esto es, en el análisis del discurso.

Paralelamente a los trabajos de Mulkay, la visión estática de la ciencia


promulgada por Merton fue también desafiada por Barnes y Dolby (1970),
quienes se centraron en el análisis de la estructura normativa de la institución
científica (ethos de la ciencia). Las normas de este ethos necesitan otras nor-
mas para determinar su empleo en situaciones concretas. Esas normas de
segundo orden serían las normas técnicas de cada paradigma y no una moral
desvinculada de los contenidos especiales de la ciencia. La cohesión normati-
va dentro de las comunidades que comparten un paradigma seria el funda-
mento de la ciencia normal y la diferencia entre éstas, la causa de la creativí-
dad (cooperativa o conflictiva), la innovación y las revoluciones. La intención
de Barnes y Dolby es proceder a un análisis diacrónico de la variación del
ethos en comunidades con distintas normas técnicas y diferentes entornos
sociales. La discrepancia se plantea en términos de afirmar que los factores
sociales y los cambios en el contenido específico de las disciplinas modifican
la estructura normativa de los grupos científicos, lo que elimina su virtualidad
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 33

como garantia de objetividad, pero explica la creatividad de la ciencia. Para


estos,
~telcientíFico es visto como el poseedor de datos, técnicas y teorías con las que

opera de una Forma especíFicamente cientíFica la cual puede ser abstraída y descrita
índependientemente de cualquier otra actividad. La posición de Merton se parece
a la de los FilósoFos de a ciencia que intentan describir un «método cientíFico» es-

peciFico. Tales abstracciones ciertamente harían de la ciencia un objeto más Fácil de


estudiar desde el exterior -si así lo hicieran, en realidad, olvidarían deFinitivamente
las característ¡cas dilerenciadoras de la actividad cientíFica” (Barnes y Dolby,
1970: 11).

Aunque es posible establecer una cierta comparación entre el trabajo


de Merton y el de Kuhn, pues en ambos modelos los científicos son presenta-
dos trabajando, en su mayor parte, en grupos consensuados y basando su tra-
bajo en un paradigma compartido. Por su parte, Kuhn describe unos criterios
impersonales de verdad presentes en el paradigma frente a los valores mer-
tonianos de racionalidad anclados en la norma del escepticismo organizado.
En este sentido, el sociólogo debe distinguir las normas profesadas de los mo-
delos de conducta positivamente sancionados, “estas normas profesadas son,
en sí mismas, incapaces de proveer una guía real para la acción” (Barnes y
Dolby, 1970: 12). En último extremo, lo que están planteando Barnes y Dolby
es la diferenciación falaz que realiza Merton entre las normas morales
(CUDEOs) y las normas técnicas esotéricas inherentes a los científicos, a]go
que se percibe en la distinción analítica entre lo que manifiestan los científicos
y lo que realmente hacen en su práctica. Este planteamiento conlíeva el re-
pensar de nuevo el modelo funcionalista a-histórico de Merton. El desarrollo
histórico de la ciencia ha sufrido multitud de cambios que poco tienen que ver
con las descripciones realizadas por Merton, no sólo en su estructura normati-
va, sino lo que es más importante, en el propio contenido esotérico de la
ciencia. Por este motivo es necesario ahondar en las prácticas y contenidos de
la ciencia, algo que Merton evitaba totalmente.

A pesar de todo, el rechazo definitivo a Merton se apoya en los análisis


de Kuhn sobre la ciencia. Para Barnes y Dolby (1970), los grupos de científicos
que manifiestan un mayor grado de consenso son las comunidades kubnianas
compartidoras de un paradigma. La cohesión, la solidaridad y el compromiso
dentro de éstas proviene de las normas técnicas del paradigma, no de un
ethos científico universal. Las normas técnicas tienen una capacidad de asimi-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 34

lación, utilización, compatibilidad y legitimación mayor que las normas mer-


tonffinas. Además de criticar los aspectos más relacionados con el contenido
de la ciencia, Barnes y Dolby critican también otra presunción teórica subya-
cente en Merton y en su funcionalismo. Se trata de considerar a cada institu-
ción como una micro-sociedad con problemas de integración idénticos a los
de una sociedad global, algo que estos autores no aceptan de ninguna forma.

No obstante, no fue sólo el trabajo de Barnes y Dolby el que echó por


tierra los planteamientos de Merton. Otros autores, entroncados en la tradi-
ción kuhniana, pusieron de manifiesto las deficiencias de Merton. King (1971)
exponía que las normas morales son tan locales como las técnicas y que los
diversos conjuntos de éstas forman alternativas (paradigmas). Mientras Mer-
ton afirmaba que los científicos subscriben a-racionalmente un ethos racional
que permite geneíar un conocimiento al aplicar las normas técnicas uruveí-sa-
les, King entiende que esta descripción sólo corresponde a períodos de cien-
cia normal. La racionalidad y la objetividad del conocimiento se derivan de las
normas de cada comunidad/paradigma. Por contra, en otras ocasiones el
cambio es radical y las normas dejan de regir y emergen complelos procesos
socio-psicológicos de establecimiento, defensa y abandono de las lineas de
investigación. Sin embargo, el problema seguirá siendo ¿cómo se producen
cambios concretos en los conjuntos socio-técnicos de normas? La solución a
este problema abrirá la puerta definitivamente al análisis sociológico, y esa
solución se articuló en el trabajo de Dolby (1971).

Dolby intentó llevar a cabo una labor de fertilización cruzada entre la


filosofía de la ciencia (en claro estancamiento) y la emergente sociología del
conocimiento científico. La propuesta de Dolby era contundente:
“discutir, no lo que debe contar como conocimiento científico, sino lo que ac-
tualmente se tiende a tomar como tal” (1971: 1 2).

La variable que hará posible este cambio es el concepto de lo público


en la ciencia. Esta dimensión tiene dos ventajas. Primera, niega la posibilidad
de subjetividad, asentándose, por contra, su carácter objetivo, esto es, el traba-
jo científico se dirige a una comunidad de iguales. Segunda, introduce la po-
sibilidad de relativismo en las normas de aquéllos a quienes los científicos
dirigen sus argumentos. En esta situación, Dolby introduce el concepto de pie-
tensiones de conocimiento (knowledge claims) básico para la nueva sociolo-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO 35

gía de la ciencia. Si bien la comunidad científica exige requisitos muy estrictos


en la presentación de evidencias y argumentos para las conclusiones, también
acepta, en otros casos, evidencias y hechos no controvertidos. Hay, como
Kul-¡n sostiene, todo tipo de asunciones estratégicas y técnicas que forman
parte del paradigma de la comunidad.

Sin embargo, bien porque tales asunciones no son cuestionadas, bien


porque pueden cambiar históricamente, la objetividad es siempre relativa a
cada comunidad particular de especialistas. La objetividad depende del con-
senso de un grupo de gente que comparte un gran número de asunciones
tendenciosas. Polanyi (1958) en sus discusiones sobre la naturaleza social (le
la ciencia, ha mostrado alguno de los factores sociales que se encuentran pre-
sentes en la creencia científica y que enfrentan el consenso de una comuni-
dad científica con el ideal positivista de objetividad. Estos factores expresan la
importancia de las asunciones tácitas de plausibilidad y coherencia en la for-
mación del clima óptimo de la opinión científica en el cual se evalúan las pre-
tensiones de conocimiento científico, cuestión que retoma Dolby (1971).

Para Dolby, la formulación de un problema por un científico o por un


grupo de científicos en una especialidad depende del lenguaje y de los apara-
tos conceptuales que manejan. A su vez, el lenguaje y la formación de con-
ceptos están condicionados socialmente (ya sea por una comunidad de es-
pecialistas, ya sea por una comunidad social más amplia). De igual manera,
los métodos para resolver el problema manifiestan el concepto de originali-
dad. La originalidad en la ciencia se indica por las posibilidades que tiene un
científico de ir más allá de los métodos establecidos por el adiestramiento
comuittario para solucionar un problema que él percibe como suficientemen-
te importante. Por otra parte, cuando un individuo intuye que lo que él piensa
puede ser una solución a un problema debe, en primer lugaí; auto-
convencerse de esa posibilidad. En este sentido, la auto-convicción es un es-
tadio de tránsito, preparatorio para la fase social de la ciencia. Por último, el
científico deberá convencer a otras personas de la validez de su resolución del
problema.
El ideal metodológico es que las normas que el científico aplica para
juzgar las pretensiones de conocimiento deben ser objetivas y universales
(encarnado en el lenguaje lógico según el cual existe una relación transparen-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 36

te entre las premisas y la conclusión). Ahora bien, en la práctica los científicos


deben aceptar unas normas de razonamiento más bajas que las establecidas
como ideales por los metodólogos. Por este motivo, existirá la posibilidad de
estudiar los métodos reales de argumentación utilizados por los propios cien-
tíficos, al margen del origen de sus propias creencias científicas. En suma, se
puede establecer una jerarquía de sistemas de exposición y de argumentación
científica más flexible que la de los ideales metodológico (auto-convicción,
persuasión, adoctrinamiento, exposición, etc.).

Todo esto conduce a que Dolby observe la consecución del consenso


en la comunidad científica como un hecho de vital importancia. Esta es la ra-
zón por la que pone tanto énfasis en los procesos de argumentación y de de-
fensa de las resoluciones de los problemas que se producen en el seno de la
comunidad científica. La idea de consenso muestra la dimensión pública y
social de la ciencia en dos momentos distintos: en uno, manifiesta la conse-
cución y el logro de unos objetivos inmersos en una comunidad científica y
social. En otro, la exposición, el debate y las técnicas de argumentación que
se exigen dentro la comunidad científica concreta.
Esta nueva perspectiva sociológica sobre la ciencia venía, en definitiva,
a decir que la investigación científica no es nunca sólo una cuestión limitada a
atestiguar un mundo objetivo, sino que siempre incluye la atribución de signi-
ficado a conjuntos complejos de indicios generados por las acciones de los
científicos sobre el mundo natural. Ahora bien, la atribución de significado
técnico está siempre limitada por aquellos procesos de interacción social en
los que se negocian los atributos sociales de los participantes y sus afirmacio~
nes. Las conclusiones alcanzadas a través de la negociación científica no son
lomadas como descripciones definitivas del mundo natural. Estas considera-
ciones sobre el papel de la negociación y del consenso en la ciencia impulsa-
ron a Muikay (1978) a tomar en consideración el papel del consenso científico
y de la valoración de las demandas de conocimiento como elementos distinti-
vos de las ciencias naturales y, por tanto, elementos que excluían a la ciencia
del análisis sociológico. La importancia de esos elementos fue resaltada por el
funcionalismo, pues,
“la aceptación de la existencia de un Fuerte compromiso intelectual en la ciencia y

la idea de que el consenso sobre y la invarianza del conocimiento cientíFico se de-


EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 37

be a su validez objetiva, hace diFícil considerar a su contenido dependiente direc-


tamente de procesos sociales” (MuLkay, 1 978: 110).

Frente a esta postura, el propio Mulkay afirmaba que el consenso en la


ciencia no es más que un bagaje cultural común y da la medida de la capaci-
dad de seleccionar problemas juzgados como solucionables dentro de un
marco común, lo cual encaja con lo ya anunciado por Dolby, para quien la
consecución de tal consenso es abierto y claramente susceptible de análisis
sociológico.

1.4.- Edimburgo, la Sociología del Conocimiento y el Conoci-


miento Científico

En las críticas contra la sociología de la ciencia norteamericana realiza-


das desde la corriente sociológica europea emergente15 subyacía un cambio
inapreciable de definición, pero que irremediablemente abría un vacío entre
una y otra tradición. Frente a la concepción tradicional del conocimiento co-
mo creencia verdadera, los europeos optaban por la consideración de éste
como la creencia sociailmente aceptada, basada en las representaciones pú-
blicamente disponibles y comúnmente compartidas de la realidad y como tal,
el conocimiento es parte de la cultura que se transmite de generación en ge-
neración; aunque en continua modificación y activamente desarrollado en
respuesta a las diversas contingencias prácticas que puedan surgir Esto es, el
conocimiento estaría formado y evaluado por un interés técnico en la predio-
ción y en el control por medio de su concreción en clases específicas de
competencias. En suma, la nueva perspectiva ew-opea asumirá que el cono-
cimiento es creencia aceptada, si bien, existirán grupos dotados de compe-
tencias especializadas e intereses específicos en mantenerla y en explotarla.
Claro está que la creencia tan sólo es contingentemente verdadera. El cono-
cimiento sólo será verdadero cuando se crea que es verdadero y esto es así
por razones puramente instrumentales. El conocimiento científico sería un

~ Desde la irrupción de los investigadores británicos en el análisis sodológico de la ciencia, se estableció


una distinción <no explícita en a mayoría de los casos) entre la tradición americano y la europea. Katz
(1 976) en una revisión al trabajo de Bornes (1974), hecha en una revista de sociología americana, decía
que “el libro está lirmemente dentro de la <variante europea» de la sociología del conocimiento, de lo cual
Merton perdió la esperanza hace tanto tiempo, pero que continua suministrándonos perspectivas tentado-
ras” (1549). lo cual da una cierta idea de la situadón que se vivía a principios de los cIñas setenta en el
panorama de ios estudios sociales de la ciencia.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 38

modo de pensamiento como cualquier otro, cuya diferencia estribaría en su


complicación y en englobar una constelación de habilidades artesanales co-
‘no pusieron en evidencia Polanyi (1958) y Ravetz (1971). Esta cuestión afec-
taba directamente a la descripción y análisis de la ciencia lo cual se vio plas-
mado adecuadamente en los primeros trabajos de Barnes dentro de la Escue-
la de Edimburgo.

La ciencia es, posiblemente, la forma más elaborada y sistematizada de


los diversos tipos de conocimiento existentes. Es una forma de conocimiento
que se presenta de forma accesible y, en su mayor parte, no está constreñida
por las normas del secreto y del acceso restringido. Aunque, a la vez, está per-
fectamente definida y delimitada por aquéllos que la crean, transmiten y re-
presentan. Por otro lado, su historia está suficientemente documentada y pue-
de ser estudiada con mayor confianza que la mayoría de las tradiciones cultu-
rales escritas u orales que poseemos. Por este motivo,
el conocimiento cientíFico debería ser uno de los recursos más valiosos en los in-

tentos de los sociólogos para comprender el conocimiento natural y sus varíacío-


nes, no uno de los mayores obstáculos” (Barnes, 1974: VII).

El mundo en el que vivimos nos es dado, es sólido, objetivo e inteligible.


Pensamos en él por medio de las creencias, pero, a su vez, somos capaces de
pensar en ellas. Las creencias abarcan tanto el ámbito de los sistema de valo-
res, de las obligaciones morales, de las convenciones sociales y de las catego-
rías de pensamiento, como el ámbito relacionado con el mundo de los obje-
tos, de los hechos y de los eventos concretos. Si bien ambas esferas se asu-
men como permanentes y válidas, como reales, paradójicamente, la cons-
Wicción del mundo fisico-natural se ha impuesto y asumido como la irás se-
gura e incuestionable. De hecho, apelamos a la naturaleza para nuestras me-
táforas básicas sobre el orden y la permanencia de lo social y, ontológicamen-
te, nos inclinamos más hacia lo natural y substancial que hacia lo abstracto y
espiritual (Barnes, ] 974).
El orden natural se ha convertido en el modelo para comprender el or-
den social. Se ha impuesto la metáfora organicista, concebida como la bús-
queda de regularidades en lo social. Este, y muchos más, son los motivos por
los cuales el conocimiento de la naturaleza (ciencia) adquiere gran relevancia
en la actualidad. Existe un consenso sobre la cuestión de que la ciencia como
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 39

institución es la que mantiene y transmite el compromiso de racionalidad y de


verdad revelada por la razón (lo cual resulta contradictorio con la irracionali-
dad que supone aceptar esta manifestación de fe). Pero, a pesar de estas con-
tradicciones, la ciencia es la autorizada para definir lo que entendemos y lo
que mantenemos como la verdad sobre el mundo (incluso, dicho en términos
habermasianos, sobre el mundo de la vida). Ahora bien, esta potencialidad y
este estatus epistemológicamente privilegiado es lo que cuestiona Banes y el
resto de componentes de la Escuela de Edimburgo.

La idea de que la verdad es un producto de fácil producción para la ex-


periencia humana y que la ciencia natural representa el paradigma del autén-
tico sistema de creencias ha tenido una considerable importancia en el traba-
jo académico occidental. Esto ha desembocado en la consideración de que el
conocimiento científico es una especie de almacén consistente de hechos o
como una colección de verdades inalterables que crece por la producción e
incorporación de más verdades a dicha colección. En este sentido, la con-
cepción más influyente en la historia tradicional de la ciencia (que ha influido
ampliamente en la sociología de la ciencia más ortodoxa) ha sido que la
ciencia crece por acumuiación de detalles en las áreas ya investigadas y por el
tropiezo con nuevos conjuntos de hechos en áreas de la experiencia no inves-
tigadas con anterioridad. Además, el hecho de que las creencias científicas se
consideren como verdades y se acepten, de hecho, como tales no ha hecho
sino apuntalar la tradición de autonomía epistemológica de la ciencia. Los
pronunciamientos de la ciencia se utilizan como criterios discriminantes y de-
finitivos en la elucidación de las creencias (lo verdadero frente a lo falso, lo
correcto frente a lo erróneo, etc.). El paradigma científico se asume como
universal y como un medio eficaz de demarcación en la evaluación de las
creencias. Las creencias científicas aceptadas son empleadas como piedras
de toque de la verdad en general. La consideración clásica de la ciencia se
concibe como un proceso exclusivamente racional dirigido a mostrar la ver-
dad y, a su vez, la verdad se concibe como una consecuencia proyectada te-
leológicamente, dirigida al presente, asumida como razonablemente natural y
sin necesidad de ningún tipo de explicación social.
Tradicionalmente, la forma de clasificar el conocimiento se centraba en
la acentuación o miimización del papel de la mente en la generación de éste
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 40

o, por contra, en el énfasis puesto en el constreñimiento del mundo, de lo


sensible o de la experiencia misma sobre la mente. Frente a esta interpreta-
ción, para Barnes, el sociólogo debe buscar una nueva perspectiva que mues-
tre cómo las creencias surgen naturalmente de los procesos cognitivos y so-
ciales en campos concretos de la experiencia. El conjunto de creencias surgi-
do es único y está al margen de su distinción como verdaderas, razonables,
falsas o erróneas. Esta distinción se establece a posteriori y, además, se con-
vierte en la distinción clave entre el sociólogo y el filósofo. En el caso de la
ciencia, sus procedimientos y conclusiones serían, como cualquier otro pro-
ducto cultural, el resultado contingente de actos sociales interpretativos. Esto
es, los criterios generales para valorar las demandas de conocimiento científi-
co no tienen significado hasta que no son interpretadas en términos de los
compromisos intelectuales particulares del científico y en relación con contex-
tos interpretativos y sociales específicos y, siempre, más amplios.
Sin embargo, esta nueva visión nada tenía que ver con la concepción
de la ciencia manejada por la filosofía de la ciencia centrada en la pretensión
de mantener la existencia real de un método científico universal. Aunque ese
método pudiera ser definido de acuerdo con unas ciertas características del
conocimiento científico (por ejemplo, una fuerte aversión al antropocentrismo
y al antropomorfismo, la tendencia a la matematización y cuantificación, la
naturaleza abstracta del conocimiento científico que se forma al margen del
sentido común o del conocimiento popular) mantenía una significación ideo-
lógica específica que le hacía convertirse en la aproximación o perspectiva
científica universalmente aceptada. Claro que esto es algo ideal, pues ni los
mismos científicos poseen conjunto alguno compartido de convenciones, ni
para los procesos, ni para la evaluación de su conocimiento (Barnes, 1974).

Estos intentos de explicación del método científico son también estéri-


les a la hora de intentar describir la práctica científica (como pondrán de ma-
nifiesto los números trabajos desarrollados en el seno de la sociología del co-
nocimiento científico). La propuesta de Barnes sobre la construcción de una
nueva perspectiva de la actividad científica aparejaba una aproximación ba-
sada en materiales propiamente sociológicos e históricos. Desde sus inicios, la
ciencia ha sido una parte de la cultura y, sin embargo, en la actualidad se
constituye como un elemento altamente diferenciado de ella a través de, por
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 41

ejemplo, formas lingúísticas diferenciadas, núcleos esotéricos de actividades


sociales, artefactos específicos, etc. Como sociólogos, deberíamos preguntar-
nos, por ejemplo, ¿qué es lo que guía la investigación de una especialidad
científica? ¿Qué es lo que convierte a la ciencia en un fenómeno social cohe-
rente? ¿Qué es lo que la convierte en un agente rápido del cambio cultural?,
etc. En suma, la descripción de la normalidad y del cambio dentro de las es-
pecialidades científicas es el objetivo de esos análisis sociológicos. A este res-
pecto, los trabajos de Kubn ofrecían un prometedor punto de partida en opi-
nión de Barnes, entre otras razones porque ofrecían un estudio de la cultura
científica compatible con la diversidad de la propia práctica científica. El pre-
cio de su aceptación fue que la descripción y la justificación se disociaron en
un intento de buscar una perspectiva naturalista del conocimiento científico,
algo que Barnes y, posteriormente, el PF aceptó y defendió desde sus imcios.

1.5.- La Revolución Kuhniana y la Sociología del Conocimiento


Científico

Barnes desde sus primeros trabajos, ha tratado de edificar una vísion


sociológica de la ciencia natural que rompiese con la ortodoxia imperante
hasta entonces. Para Barnes, todas las creencias y prácticas de cualquier cdl-
twa están, en principio, abiertas a explicaciones sociológicas. Los intentos
para establecer una distinción objetiva entre la verdad y la falsedad, entre la
racionalidad y la irracionalidad de las creencias y de las prácticas no tiene tan-
to interés para los sociólogos como el que habían impuesto hasta entonces los
filósofos de la ciencia. Los trabajos de Kuhn son útiles en este sentido porque
muestran cómo la explicación sociológica puede proceder sin necesidad de
establecer distinciones apriorísticas sobre las cuestiones abordadas por mu-
chos filósofos y por otros tantos antropólogos interesados en el estudio de las
creencias científico-sociales. Para Barnes,
“KuRn percibe la ciencia, esencialmente, desde una perspectiva sociológica, algo
que ya ha sido planteado por sus críticos FilósoFos. Su análisis de las investigacio-
nes cientíFicas concretas conForma la idea general de una aproximación que ha
mantenido como esencial. Su metodología, al igual que la del movimiento histo-
ríagráFico en general, del cual es parte Kuhn, trata explícitamente de elucidar el
signiFicado de los conceptos y de las teorías que proponen los actores. [Este tipo
de investigación] conduce a la identiFicación de grupos de prácticas normales en la
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 42

ciencia, de las tradiciones investigadoras basadas en los paradigmas. Aunque el


signiFicado del término «paradigma» no ha sido constante en la obra de Kuhn, ha
sido, consecuentemente, identificado con los grupos de creencias y de modelos
de prácticas signiFicativas para y empleadas por los actores estudiados” (1 97 2c:
389).

Además, se resalta la importancia de la transmisión de la práctica nor-


mal en la ciencia y su relación con el proceso de socialización científica y, por
ello, su repercusión e influencia como factores sociológicos en la compren-
sión de la recepción de las creencias científicas. Por este motivo, Banes al
seguir decididamente los trabajos de Kuhn se aventura en el análisis socioló-
gico de la práctica normal (científica), en lugar de estudiar el error y la irra-
cionalidad en la ciencia definidos de forma externa al propio conocimiento
científico13.
El trabajo del científico siempre está guiado por alguna teoría. Esta teo-
ría es vista como variable independiente, pues es previa a la observación y
experimentación diaria de los científicos. Una teoría podría ser definida de
una manera libre como una narración sobre el mundo, la cual impone orden y
coherencia en él. Sin embargo, su misión ordinaria es ordenar y estructurar la
experimentación esotérica y la práctica diaria del científico. En este sentido,
las teorías poseen un significado cosmológico. Una teoría es una metáfora
generada para captar y comprender los fenómenos, misterios o anomalías
que se presentan constantemente en el trabajo cotidiano de los científicos, y
por extensión, traducida adecuadamente, bien como representación o mode-
lo construido a partir de los recursos culturales existentes, permite que poda-
mos comprender, captar y manipular el mundo.
Los planteamientos iniciales de Barnes (1969 y 1972c) están muy influi-
dos por los trabajos de Kuhn14. Barnes defiende el cambio cultural en la
ciencia como cambio de metáforas y de sus desarrollos posteriores. Los nue-
vos modos de re-descripción metafórica se incorporan en la actividad cientifi-

13 Lugar reservado en exclusiva por Lakatos (1 970 y 1971) a la sociología cuando ésta estudia el conoci-
miento cientíHeo.

14 Los trabajos de este historiador de la ciencia y su repercusión ha sido tan ampliamente tratada que lo
que pueda decirse en este caso resultaría tan reiterativo como obvio. Tan sólo apuntar una pequena mues-
tra de su incidencia tanto en Híasoifa de la ciencia, Lakatos y Musgrave (1970), Masterman (1970), Gutting
(1980), Gedarbaum (1983), como en las dencias sociales en general, Hollinger (1973), Percival (1979),
Perry (1977), o en la sociología en concreto, Bryant (1975), harvey (1982), iones (1986), Mariins (1971),
Plnillips (1975>, Plnch (1979), Restivo (1 983b) y Urry (1973), ya sea a favor o en contra de la obra de Kuhn.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 43

ca cotidiana de manera continua. De acuerdo con este enfoque, la ciencia


puede ser observada como un conjunto de comunidades asociadas libremen-
te, en la cual, cada una de ellas emplea unos procesos y técnicas caracteristi-
cas para generar nuevas re-descripciones metafóricas de las nuevas áreas de
experiencia abiertas en términos de un conjunto aceptado y especifico de re-
cursos culturales. Este esquema tiene la ventaja de que también afecta a la
propia sociología. Barnes así lo afirma,
“el sociólogo re-escribe metafóricamente los estudios teóricos como re-
descripciones metafóricas. Esto exige una necesaria y satisfactoria reFlexividad”
(1974: 166).

Para Banes, la distinción entre lo metafórico y lo literal es un asunto de


convención social o, más bien, es la distinción entre lo que está institucionali-
zado y lo que no lo está. Sin embargo, tradicionalmente la hegemonía en la
concepción de la ciencia ha estado marcada por una tendencia fuertemente
positivista. Esto hace que las críticas positivistas hacia la nueva concepción
sociológica de la ciencia emergente acentúen los elementos no observables y
no contrastables de los modelos y de las metáforas, en clara contraposición
con los supuestos hechos observables y con el fin de desalentar las especula-
ciones sociológicas. Sin embargo, estas críticas pueden ser provechosas, pero
en ningún caso
“debilitan las pretensiones de que los modelos, metáForas y ejemplares son de
básica importancia en el cambio cientíFico. Estas pretensiones pueden ser deFendi-
das, prácticamente, en un gran número de niveles y sin tener que recurrir a la críti-
ca del positivismo como teoría del conocimiento” (Barnes, 1974: 55).

En suma, el principal camino del cambio cultural en la ciencia es el


empleo, la extensión y el desarrollo de metáforas tanto como sea posible. Esto
es, el razonamiento científico se basa en gran manera en la aplicación del ra-
zonamiento metafórico~analógico15.

Frente a estos argumentos, la filosofía de la ciencia ha defendido dura-


mente la existencia de un segundo nivel en el que se evalúan las teorías cien-
tíficas, esto es, el contexto de justificación. La evaluación acontece cuando
son los propios científicos los que se preguntan por sus productos. Esta eva-
luación depende de las propuestas de estos, de los requisitos y de las formas
en las que se prueba la coherencia de sus resultados, dentro de los modelos

15 Al respecto, Bloor (1911 b y 1 973b).


EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGíA DEL CONOCIMIENTO 44

normativos característicos y bajo los cuales trabajan los diferentes grupos de


practicantes en las diversas áreas cognitivas. Por su parte, la ciencia está
constituida por colectividades que pueden mantener juicios idénticos o distin-
tos, uniformes o divergentes. Por esto, la comunidad científica necesita desa-
rrollar normas generales de evaluación. Es evidente que,
“el mayor grado de acuerdo sobre el estándar de los juicios científicos se halla en-
tre los miembros de una especialidad común. Aquí, los modelos de razonamiento
y las asunciones establecidas de lo que es plausible o de lo que es improbable
son dados por supuesto. La mayor parte del tiempo actúan como criterio del
buen trabajo y de la competencia cientíFica. No son re-evaluados cada vez que se
produce un nuevo resultado, más bien todo lo contrario, el nuevo resultado será
valorado de acuerdo con ellos. Este proceso se implanta rutinariamente dentro de
la cultura de la especialidad. Por contra, toda investigación que esté en desacuer-
do con ellos será ignorada (Barnes, 1974: 29).

Sin embargo, los desarrollos del modelo de razonamiento científico


variarán, así como también variarán las diferentes aproximaciones técnicas a
un problema específico en su observación o experimentación y, por tanto, en-
trarán en conflicto las distintas aproximaciones al problema y a la resolución
de éste. Estos casos representan el problema de la elección de teorías (y/o de
paradigmas) para los científicos. Hasta la irrupción de la sociología del cono-
cimiento científico esta acción implicaba un análisis de la lógica de la situa-
ción, pero a partir de este momento, lo que primará en gran medida es el
componente social de la controversia. ¿Qué desencadena la elección de una
opción concreta frente a las posibles existentes? Dado el considerable grado
de homogeneidad en las actividades científicas, se esperaría una cierta igual-
dad en la evaluación científica dentro de cada especialidad, incluso del traba-
jo originado fuera de ellas. Claro está que la ciencia es, en nuestros días, una
institución altamente diferenciada con un amplio número de especialidades,
algunas veces en abierto desacuerdo y conflicto entre ellas mismas. Los dife-
rentes modelos de práctica cientifica que operan pueden ser vistos como ge-
neradores sistemáticos de discrepancias sobre el juicio y la evaluación del
nuevo trabajo. En la práctica, las respuestas más adecuadas a los nuevos re-
sultados se incorporan frecuentemente en las estructuras normativas de las
especialidades. De esta forma, los individuos pueden tratarlas en términos de
respuestas estereotipadas apropiadas para sus intereses. Esta institucionaliza-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL COÑOCIMIENTO 45

ción de las orientaciones intensifica y prolonga las diferencias y los conflictos


entre las sub-culturas científicas (Barnes, 1974).

Al hilo de este proceso, la transmisión de la cultura científica tiene una


gran importancia y representa un aspecto muy importante de la credibilidad
de la propia ciencia. En la actualidad, los estrictos procesos de socialización
dentro del ámbito científico favorecen el acrecentamiento de dicha credibili-
dad y, por ende, del proceso de generación del conocimiento científico como
conocimiento fiable. Sin embargo, esta maquinaria, aparentemente perfecta,
puede sufrir ciertos resquebrajamientos. Por ejemplo, pueden producirse fe-
nómenos de disonancia cognitiva entre lo que el científico percibe de la reali-
dad y lo que ha aprendido en los libros de texto. La transmisión de los para-
digmas científicos se torna problemática. Reproducir la uniformidad aparente
de los estilos cognitivos y procesuales implica un estricto entrenamiento en la
etapa de aprendizaje que recuerda al dogmatismo y al autoritarismo. La críti-
ca y discusión de puntos de vista alternativos se desalienta y, en cualquier ca-
so, los materiales necesarios para esto no se encuentran disponibles para
aquellos que inician su carrera en el seno de la comunidad científica. Los pro-
cesos ejemplares se acentúan y tienen que ser aprendidos mediante la reite-
ración en la resolución de problemas basados en el ejemplar dominante. Este
procedimiento es característico de los libros de texto y su utilización está per-
fectamente organizada a través de las clases prácticas en los cursos universi-
tarios (Barnes, 1974). La familiarización del alumno con los modelos y con los
ejemplos es muy necesaria, puesto que el conocimiento científico es algo más
que un compendio de afirmaciones y prescripciones. En suma, la capacidad
de hacer ciencia no puede ser transmitida solamente por medios puramente
lingúísticos, es necesario un entrenamiento y adoctrinamiento más profundo.

Una de las conclusiones más importantes que Barnes extrae de los tra-
bajos de Kuhn es que la forma en la cual se produce la socialización en la
ciencia se adapta perfectamente al análisis de la naturaleza de la cultura en
general. La ciencia no es una clase especial de fuente de conocimiento, tiene
que enfrentarse con el problema de la credibilidad y con el problema de los
constreñimientos técnicos que encierra toda transmisión cultural en cualquier
contexto. En este caso, el contexto del adiestramiento científico comprime y
modela un sistema interconectado de modelos, procesos, ejemplares y técni-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 46

cas específicas. Si bien existe un intento de transmisión de una cierta raciona-


lidad en el método científico general, más bien, lo que se transmite diaria-
mente son preceptos generales concernientes al control de los experimentos
y el acento en el trabajo cuantitativo basado en las técnicas generales de reso-
lución de errores. Incluso, las últimas tendencias en un campo científico se
enseñan más como prácticas rutiriizadas, más como técnicas que como mo-
dos generales de pensamiento. En definitiva, los científicos establecen sus
juicios con una consciencia conformada por y según los modelos y ejemplares
predominantes en su tradición investigadora o, en términos kuhnianos, en su
tradición resolutoria de problemas.
Uno de los aspectos tratados con bastante interés por Barnes (también
por influencia de Kuhn) será el análisis de los cambios (culturales) en la cien-
cia. Grosso modo, se pueden producir dos tipos de procesos de cambio cultu-
ral. El primero de ellos es percibir la manera por la cual los modelos culturales
pueden combinarse y reordenarse con los procesos sociales. Esto es, cómo
las rutinas y procedimientos cotidianos se transfieren de una cultura a otra,
cómo se produce el establecimiento de nuevos grupos sociales que van a rea-
lizar prácticas normalizadas o cómo se produce la diferenciación entre grupos
ya establecidos. El segundo, aborda cómo los modelos de práctica normal se
transforman gracias a actividades creativas genuinas o específicas. Estas acti-
vidades creativas no son el resultado de los procesos de trabajo cotidianos
(vistos en el primer modelo), más bien serían el producto del esfuerzo y de la
imaginación estimulados por contextos o circunstancias particulares. Ahora
bien, cuando Barnes se refiere a este tipo de actividad científica creativa y no-
rutinaria se está remitiendo a la propensión universal humana de crear y des-
plegar metáforas. Esta propensión es tan básica y necesaria que sin ella, no
sólo la existencia del cambio cultural seria imposible, sino también la exis-
tencia de la cultura misma (Barnes, 1974). La relación conocimiento científi-
co-cultura humana hace que el pensamiento analógico-metafórico sirva de
puente para el trasvase de los modelos físicos a otros sistemas de conocimien-
to y viceversa. La extensión de los modelos y metáforas y las transformaciones
imaginativas de los problemas con los que se enfrentan continuamente los
científicos son centrales para el proceso de cambio cultural en la ciencia. Por
este motivo, hablar de ciencia innovadora implica comprender el uso de la
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL COÑOCIMIENTO 47

metáfora y de la analogía en el pensamiento y, a su vez, el entendimiento de


este tipo de razonamiento es esencial para comprender el cambio cultural16.
Para que la ciencia sea vista como empresa de la imaginación que
aprovecha todos los recursos culturales disponibles, se supone que estos de-
ben estar al alcance del innovador y, a su vez, éste debe poseer la capacidad
de desarrollar imaginativarnente los medios que posee. Los desarrollos he-
chos bajo los auspicios de un modelo general se hacen visibles a través de la
elaboración de nuevas metáforas y de la reformulación de las anomalías. Ta-
les procedimientos representan una amplia parte del elemento no-rutinario
del cambio cultural en la ciencia. Sin embargo, existe un proceso clave en la
ciencia que escapa de la concepción clásica del cambio cultural. Se trata del
momento en el que acontece el reemplazamiento o, al menos, la reorganiza-
ción básica del modelo general o de la metáfora principal, base de las activi-
dades de una especialidad científica. Este es el período que Kubn denomina
ciencia revolucionaria. El concepto de ciencia revolucionaria sólo se aplica a
los episodios en los que se implantan reorientaciones globales en las formas
de ver y de hacer ciencia. En su estricto sentido kuhniano, la ciencia revolu-
cionaria representa una operación extrema de re-equipamiento cognitivo fren-
te a las anomalías recalcitrantes y/o resistentes. Resumiendo, en la actividad
científica se pueden producir tres tipos de cambios culturales básicos:

1’>) Cambios de rutina producidos por la aplicación automática de pro-


cedimientos ejemplares y de modos de interpretación específicos de
cada especialidad científica.
20) Cambios efectuados por la reconstrucción imaginativa de los pro-
blemas o por la utilización de nuevas posibilidades en la re-
descripción metafórica de tales problemas dentro de un modelo ge-
neral aceptado.

30) Cambios fundamentales en la forma de actuar ante y de percibir lo


asumido dentro de cada especialidad, asociándolos con un reempla-

16 Rarnes (1 982d) aplica este mismo razonamiento al caso de la innovación tecnológica. La utilización de

modelos y analogías (y no sólo la aplicación de la regla de prueba/error o el precepto rutinario del segui-
miento de la regla) suponen una forma distintiva de ver los artefactos y la familiaridad con los ejemplares
del buen diseño.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 48

zarniento o con una alteración más profunda en el modelo o metáfo-


ra dominante (Barnes, 1974).

Este punto de vista chocará con el enfoque de Mulkay. Este autor, afir-
maba que la acción científica está gobernada por normas técnicas y cognitivas
citando iiicialmente a Kuhn en su apoyo. Junto a esto, Mulkay (1969) emplea-
ba los conceptos de conformidad y de desviación típicos del cambio social en
el análisis de la ciencia. En concreto, Mulkay (1972) sugería que la innovación
científica era, en muchos casos, el producto de la actividad desviada. Esto re-
sultaba paradójico, pues como exponía Kuhn, los científicos están socializados
dentro de las prácticas normales de sus disciplinas. Sin embargo, desde el
punto de vista sociológico, cuando los científicos innovan, son los factores
causales los que dan cuenta de este hecho, dejándose a un lado, la conside-
ración de la racionalidad de la acción científica (Barnes, 1 972c).

Ahora bien, según Barnes, el modelo de Mulkay es difícilmente aplica-


ble a muchos casos de cambio en la ciencia. Para Barnes, como ya hemos
visto, existe otro tipo de explicación del cambio científico consistente en un
proceso de formación y de elaboración de analogías, modelos y metáforas,
LLía metáFora dominante puede ser completamente suplantada por otra; el calor no

será un fluido ni una onda, sino un movimiento; el estudio de la luz oscila entre
os modelos de onda y de partícula; la combustión se percibe como combinación
y no como descomposición; el espacio newtoniano es reemplazado par el espacio

relativista. Esta es la revolución en el más amplio sentido kuhniano de la palabra”


(Barnes, 1 972c :387-388).

Empero, la extensión, la alteración o la reinterpretación de modelos y


de metáforas o de ejemplares concretos relacionados con ellos, se realiza du-
rante el período de ciencia normal o de trabajo rutinario en la práctica cientí-
fica, abarcando nuevos campos cogni[ivos y por tanto, nuevas áreas proble-
máticas. Esta situación abre de nuevo el proceso revolucionario al exigir la
búsqueda de nuevas soluciones a los acontecimientos rutinarios. El compro-
miso de Barnes con los estudios de Kuhn sobre el cambio científico le ha lle-
vado a recibir diversas críticasl? y a mantener un debate con lvftilkay (1972,

~ Una de esos crificos es Restivo (l9Sla, 1983b, 1983 y 1989). Restivo critica duramente el trabajo
kuhniano y, por ende a sus seguidores> en términos de conservadurismo metodológim. Sin embargo este
conservadurismo va más allá de lo estrictamente cognitivo pues, él mismo trata a la ciencia como un pro-
Nema soda! (siguiendo a Wright MilIs) en un intento de generar una sociología crifica de la ciencia mas
comprometida socialmente de lo que lo está la SCG. Esta línea de argumentación ha tenido diversas secue-
las dentro de la SCC. Por ejemplo, los debates entre Fuhrman y Ochíer (1986 y 1987) y Potter (1987) en
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOCIA DEL CONOCIMIENTO 49

1975 y 1976). En un artículo con Law (1976), Barnes planteaba una defensa
del modelo kuhniano de cambio cultural frente al modelo de innovación que
Mulkay (1975 y 1976) plasmó de una manera más concreta en el modelo de
ramificación (branch¡ng). Este modelo de ramificación se planteaba como
alternativa a los modelos clásicos de apertura (de fuerte inclinación funciona-
lista) y al modelo kuhniano de cierre. Para Mulkay, la comunidad investigadora
estaba compuesta por un número creciente de redes de científicos de peque-
na escala en un proceso continuo de crecimiento, declive y disolución. Los
miembros de estas redes se desplazaban entre ellas en función de las áreas
de problemas que pudieran atraer sus intereses. De acuerdo con estas cir-
cunstancias, el modelo de Mulkay se fundamentaba en dos asunciones bási-
cas. De un lado, las nuevas áreas de problemas se creaban normalmente por
redes sociales establecidas y, en cualquier caso, asociadas con dichos pro-
blemas. De otro, la evolución de toda red dependía de los desarrollos en los
campos contiguos, puesto que la exploración de una nueva área de proble-
mas se basaba en un proceso de migración científica.

A pesar de que este modelo posee muchas concomitancias con el mo-


delo kubniano de ciene, Mulkay acentuaba una diferencia fundamental con
respecto al de Kuhn. Dicha diferencia estribaba en que lo que es una norma
científica para Kuhn, para el modelo de ramificación no es más que un caso
especial de conducta. Para Mulkay, esta apreciación permitía especificar las
condiciones sociales y cognitivas en las que probablemente se producían las
revoluciones. Lo que en el modelo de Kuhn se presentaba como una caracte-
rística esencial de toda la ciencia (esto es, el proceso que va entre dos situa-
ciones de ciencia normal, pasando, pues, por el período de ciencia revolucio-
naria), en Ja perspectiva de Mulkay, esto mismo, aparecía matizado por las

992c)
torno al análisis del discurso y a la reflexividad y entre Lynch y Fuhrman (1991 y 1992) y Lynch (1
desde el punto de vista de una sociología de la cíencía normativa más adiva socialmente defendida por
Fuhrman y Qehíer y Lynch y Fuhrman en cada caso. Otro debate interesante al respecto es el producido
entre Scott, Richards y Martin (1990), Martin, ~chards y Scott (1991) y Gollins (1991 b) con el problema de
tondo de la neutralidad (y simetría) del analista en las controversias en las que interviene. El corolario a
estos debates quizá sea Martin (1993) quien pasa revista al trabajo de los teóricos de la scc respedo del
papel del analista en las cuestiones que estudia y llega a la condusión de que en su gran mayoría, los deba-
tes mantenidos tratan de cuestiones académicas internas que nada o poco tienen que ver con lo que ocurre
hiera de la institución. Para Martin, “el proceso de academización h
0 ido de una crifica de la ciencia en la
sociedad a una crítica del conocimiento científico y, finalmente, a una crítica del conocedor” (Martin, 1993:
251).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO 50

condiciones sociales y cogriitivas que circundaban a la comunidad científica


en cuestión.
Pues bien, Law y Barnes (1976) tomando como ejemplo el desarrollo
de la cristalografía por rayos X concluían que el modelo de ramificación no
suministraba un conocimiento claro de la naturaleza de la innovación científi-
ca. Al contrario, la ciencia se desarrollaba por familiaridad con las soluciones
concretas propuestas por los modelos teóricos como fuente directa de com-
petencia científica y esto resultaba muy acorde con el modelo kuhniano. Sin
embargo, este modelo, por contra, no decía nada de las consecuencias de las
innovaciones o de la reorganización social de la investigación. La diferencia
entre el modelo de Kuhn y el de Mulkay, en opinión de Law y Barnes radicaría
en los intereses de la investigación. Mientras que el modelo de cierre reflejaba
un interés por el proceso de cambio cultural amplio, el modelo de ramifica-
ción se interesaba por las consecuencias del cambio o de la innovación cien-
tífica. Esto se debía a que el análisis de Kuhn surge fuera del interés por el
contenido del conocimiento científico y las características del pensamiento
científico.
Por otra parte, para Law y Barnes la tendencia de tratar la ciencia nor-
mal de manera incompatible con los procesos de innovación quizá provenía
de la propia incapacidad de la sociología convencional de percibir cómo las
principales innovaciones pueden ser en cualquier caso consecuencia de la
conformidad. Para Law- y Barnes, la conformidad y la innovación pueden ser
perfectamente compatibles. De esta forma, no todas las innovaciones tienen
que responder al hallazgo de nuevas áreas de ignorancia, tal como plantea
Mulkay, sino que se pueden producir por el surgimiento y desarrollo de nuevas
técnicas o competencias aplicables a un número de problemas o cuestiones
ya existentes. Era, por tanto, necesario establecer una reconceptualización de
la conformidad, algo que, en opinión de Law y Barnes, estaba mejor funda-
mentado en la obra de Kuhn13.
Dentro del estudio del cambio científico, una de las cuestiones a la que
más importancia da Barnes es remarcar el hecho de que la ciencia es un

13 Con posterioridad a este debate, Grane (1 980a y 1 980b) realizó un trabajo sobre física teórica en altas
energías utilizaíido el modelo de ramificación mulkayniano, lo cual provocó un pequeño debate con otro
componente del grupo de Edimburgo, Andrew Pickering (1 980a y 1 980b>, con un resultado idéntico al
producido cuatro años antes.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOSIA DEL CONOCIMIENTO 51

segmento más de la cultura, definido por unas características concretas y de-


limitado por sus practicantes, pero al fin y al cabo, poseedor de una inequívo-
ca naturaleza social. Por otra parte, el análisis del cambio científico emplea la
historia de la ciencia como un medio de ilustrar y confirmar sus planteamien-
tos teóricos (a la vez que inyecta en la sociología del conocimiento estos
mismos planteamientos). Esta nueva perspectiva puede generar diversos
problemas, entre ellos, su choque con una fuerte concepción demarcacionista
por parte de la historia (y también de la filosofia) de la ciencia. Cuando el his-
toriador, en sus análisis, se remonta en el tiempo topa con períodos en los que
la ciencia poco o nada tenía que ver con el concepto que de ella tenemos en
el momento presente. En este caso, cabría adoptar dos soluciones al respecto.
Lina, seria establecer la figura anacrónica de la pre-ciencia. Otra, seña calificar
los hechos acontecidos como mágicos, místicos o dotados de cualquier otro
adjetivo semejante. No es casualidad que una y otra concepción representen
a las consabidas historia internalista/historia externalista de la ciencia que tan-
tas polémicas han generado.
Para Barnes, la discusión sobre lo externo/interno en la historia de
ciencia debe pivotar más sobre el papel de los diversos factores que tercian
en la estimulación, retraso o influencia en la dirección del cambio científico,
que en la búsqueda de criterios históricos demarcacionistas (esto es, qué se
considera como ciencia, qué está dentro y qué fuera de esa definición, etc.).
De hecho, estos factores podrían contrastarse con aquéllos que generan los
cambios en los modos de la percepción y de la interpretación de la naturaleza
o en los patrones de juicio sobre ésta. Su importancia en la ciencia actual es
manifiesta. Los determinantes sociales, técnicos y econónúcos afectan, entre
otros, a la tasa y dirección del crecimiento científico. En un contexto con una
alta diferenciación institucional de la sociedad, estos factores serían claramen-
te especificables como factores externos. Sin embargo, la ciencia moderna es
una institución y funciona como tal. Posee un amplio número de rutinas y de
procesos asumidos y totalmente interiorizados con un origen que no entraría
dentro de la definición de factor interno.
Asimismo, Banes entiende que hablar de externalismo no implica en
absoluto hablar de determinismo social, político, económico, etc. Por otra par-
te, paradójicamente, negar las tesis externalistas acentuaría la falta de argu-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 52

mentos del internalismo. En cualquier caso, resulta factible acometer un es-


tudio y una explicación externalista del desarrollo científico, pues los elemen-
tos culturales de la historia de la ciencia muestran la influencia del medio so-
cial (por ejemplo, los elementos esotéricos peculiares de la subcu]tura en
cuestión, los elementos generales, pero esenciales para la práctica normal
esotérica de la subcultura definidos y legitimados por ella, los elementos ge-
nerales aceptados total o parcialmente dentro de una subcultura que no son
parte todavía de la práctica o del pensamiento esotérico y que no está aún
definidos ni legitimados y, por último, los elementos esotéricos peculiares de
las actividades de otras subculturas)19.

Sin embargo, dado que la ciencia es un producto cultural, que cambia y


se desarrolla sobre la base de sus recursos y posibilidades, no tiene porqué
responder exclusivamente a influencias ni a estímulos materiales o sociales.
Es perfectamente razonable sostener que la estimulación general de la activi-
dad científica, en su sentido más amplio posible, favorecerá el cambio cientí-
fico. Por ejemplo, un proceso peculiar del cambio científico sería el doble
proceso de diferenciación entre la cultura científica y la sociedad, y a su vez
entre los diferentes grupos practicantes dentro de la cultura científica. Estos
limites están definidos por los mismos actores. Si revisamos la historia de la
ciencia, nos encontramos con unos antecedentes culturales concretos en la
ciencia menos diferenciados de lo que lo están hoy en día. En estos casos, las
distinciones interno/externo son difíciles de establecen Sólo serían posibles
desde posiciones ajenas a la práctica científica. Esto significa que no podemos
realizar una separación estricta entre la historia de la ciencia y la historia de la
cultura o de las ideas en general. La forma en que la ciencia se relaciona con
los factores político-socio-económicos más amplios depende, por consiguien-
te, de una teoría que aborde la relación entre las ideas (creencias) y la estruc-
tura social.

19 Los trabajos que mantienen estas posturas son varios, sin ir más lejos Forman (1 971>. Sin embargo, tal
como dejó totalmente resuelto tanto iohnston (1976> como, definitivamente, Medina (1 984), hablar de
internalismo/exiernalismo, además de ser una polémica estéril y de continuar manteniendo una concep-
ción positivista del conocimiento científico, es algo del todo superado, en tanto que desde la SGG se asume
que la ciencia es, en si misma, constitutivamente social (Woolgar, 1 988). Esto significa que para compren-
der la generación del conocimiento científico en general es necesario comprender lo soda! y lo cognitivo
que interviene en tal evento.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGíA DEL CONOCIMIENTO 53

Barnes (1974) pone el ejemplo de que para un idealista, la virtud de la


historia de las ideas es que salva al intelecto de la determinación socio-
económica. Para el resto (materialistas incluidos), la historia de las ideas pue-
de revelar la forma en que las ideas son influidas por la estructura social. No
obstante, la historia de las ideas por si misma no puede proveer razones sufi-
cientes para elegir entre teorías, aunque lo que si puede indicar es la debilidad
de sus variantes particulares (las concepciones positivistas de la determina-
ción socioeconómica, por ejemplo). La relación entre las ideas y la estructura
y el contexto social supone observar a las primeras como herramientas con
las que los grupos sociales intentan lograr sus propuestas y anhelos concretos
en situaciones particulares. Las ideas se adaptan a las propuestas no por cual-
quier tipo de relación lógica, sino porque se adaptan naturalmente a los tipos
particulares de uso dentro de un sistema existente de normas y creencias par-
ticular. Sin embargo, las creencias que funcionan en una situación pueden ser
inapropiadas en otra. Esto es, la conexión entre intereses e ideas está mediada
contextualmente. Todo lo cual apunta a que escribir la historia de las ideas
implique la asunción de que tal historia no puede explicarse exclusivamente
por sí misma. Por el contrario, la historia debe aspirar a ser más que una sim-
pie narración y crónica de eventos y situaciones.

Por último, para Barnes sólo es posible hablar de cambio (cultural) y no


de progreso en la ciencia. Progreso como tal es un término vago, evaluativo
desde el punto de vista de la historia de la ciencia y no tiene interés para la
sociología del conocimiento científico. Como él mismo afirma,
“la separación estricta de descripción y evaluación es más importante en la discu-
sión de la ciencia que en cualquier otro contexto. La «ciencia» es uno de los po-
cas términos en las modernas sociedades altamente diferenciadas que combina
usos descriptivos y usos evaluativos de significación comparable. A menudo es
impasible conocer si este término está siendo utilizado para indicar la actividad de
un rol o la actividad particular en conFormidad con ciertos ideales, o s¡ esto signiFi-
ca un conocimiento universalmente válido, o lo que se encuentra actualmente en
libros y revistas. Esta Falta de diferenciación es un signo de sacralidad. Es también
una fuente de peligros para el pensador incauto. S~ elegimos concebir la sociología
como una extensión de la ciencia podríamos establecer irónicamente una preten-
sión más osada, el último reducto de la teología yace en el concepto de progreso
cíentílico, por tanto, en interés del progreso científico debemos erradicar el térmi-
no” (Barnes, 1974: 122).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 54

Esta aproximación naturalista al desarrollo de la ciencia hace que Bar-


nes establezca un sistema analítico específico para analizar el conocimiento
científico. En primer lugar, es necesario localizar temporal, espacial e intelec-
tualmente el área de estudio de acuerdo con los términos de la definición de
ciencia que establecen los actores, porque sus actos sólo son inteligibles en
ese marco. De esta manera se descubre la evaluación que los actores hacen
de los recursos culturales disponibles, si pertencen o no a su subcultura, si son
de índole general o especializada, si son legítimamente utilizables o no. Todo
ello hace que se disponga de un mapa de posibilidades de acción, aunque no
de una explicación de lo que hicieron.

En segundo lugar, hay que relacionar las ideas de los actores con la es-
tructura social y el contexto cultural en cuestión, considerándolas como útiles
interpretativos que los grupos emplean para lograr sus propósitos en diferen-
tes situaciones. Las ideas sirven para ciertos fines, no porque tengan alguna
relación lógica necesaria con ellos, sino porque son el mediador natural de la
acción y son operativas siempre que se intemreten y funcionen del modo
adecuado en el contexto dado de las creencias y normas existentes.

En tercer lugar, se identifican los grupos sociales que reúnen ciertas


posiciones cognitivas y ciertos intereses específicos. Para Barnes, no se pro-
ducirá cambio cognitivo alguno si no son operativos ciertos intereses. Por otro
lado, los cambios en la estructura social producirán cambios de intereses que
podrán repercutir en cambios cognitivos y si se reduce el conflicto social
también lo hará la controversia científica. La relación entre intereses e ideas
es contingente y está mediada por el contexto.

En cuarto y último lugar, se identifican los intereses operativos como


causas diversas: intereses esotéricos, factores técnicos, habilidades y compe-
tencias adquiridas, intereses profesionales, de clase, nacionales, la socializa-
ción recibida, etc.

1.6.- El Programa Fuerte en la Sociologia del Conocimiento

Lo expuesto hasta el momento pone de manifiesto la ruptura que su-


pusieron los planteamientos de Barnes y Bloor frente a lo establecido como
ortodoxia en la sociología de la ciencia de los años setenta. Sin embargo, la
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 55

eficacia de estos nuevos planteamientos radica, de manera muy importante,


en el hecho de su formailzación y aplicación como programa homogéneo de
investigación sociológica. La pregunta ¿qué es el Programa Fuerte en la Socio-
logia del Conocimiento?90 Al margen de interpretaciones, más o menos acer-
tadas, exige una previa consideración de algunos de los elementos que con-
forman el propio PF.

1.6.1.- Antecedentes, Influencias y Esbozos del Programa


Fuerte en la Sociología del Conocimiento

Tanto Barnes como Bloor asumen que el conocimiento humano es


siempre provisional y conjetural (así lo atestigua, por ejemplo, el significado
de los conceptos). No obstante, este hecho no tiene porqué desestabilizar el
papel de la sociología del conocimiento. Muy al contrario, es un rasgo central
para ella y se conoce bajo el epígrafe de finitismo. El finitismo del PF proviene
básicamente de John Stuart Mill y de Ludwig Wittgenstein, sistematizado pos-
teriorrnente por Mary Hesse. Su base estriba en,
‘pensar en la aplicación de un concepto de un caso a otro, mediado par un
complejo sistema de juicios de similitud y de diferencia e inFormado en todos sus

puntos por la propuestas locales de quién utiliza los conceptos. Toscamente, el


signiFicado se construye según vamos avanzando y corrigiendo las aplicaciones. Es
el residuo de las aplicaciones pasadas, aunque sus aplicaciones Futuras no están
completamente determinadas por las anteriores” (Bloar, 1991 a: 164).

El finitismo es, posiblemente, la teoría del conocimiento que más se


ajusta a la sociología del conocimiento pues muestra precisamente el carácter
social de lo más básico de todos los procesos cognitivos: el trayecto que va de
la aplicación de un concepto a otro. A su vez, el finitismo muestra el carácter
social de la aplicación de conceptos, pues, toda aplicación de conceptos es

~ Par ejemplo, para Grave (1979) los integrantes del PF “se encuentran singularmente tranquilos ante el
espectro del relativismo y del problema de dar cuenta del crecimiento del conocimiento, en lo que estaban
interesados los primeros pensadores. Y, sobre todo, son completamente eclécticos. Los ideas claves cíe
Durkheim y de Mannheim proveen (de esta manera) el surtido que conformo una sopa nutritiva compuesta
por la adición de trozos de Wdtgenstein, recogen eí trabajo de campo de los antropólogos sociales y cultu-
rales (tamizados a través del colador de ‘Mnch), jugosos pedazos de filósofos de la ciencia de moda como
Kuhn, Feyerahend y Taulmin, todo ello sazonado con una pizco de hierbas fragantes del jardín de la Escue-
la de Franldurt. Adornando la cocina se encuentra una litografía a penas reconocible de Karl Marx. Esta
poción es de un valor especial para administrársela a los viejos y débil es de mente (esto es, todos ellos
adivas antes de finales de los sesenta) cuya salud psíquica fue gravemente socavada en la juventud por un
exceso cíe Popper” (501>. 0 para Boan (1979), el PF es “cientifismó escocés en la teoría del conocimiento”
(195).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 56

contestable y negociable, mientras que todas las aplicaciones aceptadas ad-


quieren el carácter de instituciones sociales.
Esta apreciación del carácter institucional de la aplicación de conceptos
eniaza con los trabajos de la antropóloga Mary Douglas (1966, 1970, 1973 y
1975) sobre la unión del estilo cosmológico y la estructura social de cada co-
munidad. Douglas, basándose en Durkheim, aborda las cuestiones de la prác-
tica y del control social y, especialmente, la forma en la que el conocimento
puede ser utilizado para legitimar la estructura social. Su argumento es que la
pretensión de Durkheim sobre la existencia de una homología entre estructura
y conocimiento puede derivarse de un análisis de las diferentes estrategias
disponibles para el control y la legitimación social en los diferentes tipos de
estructura social. Su sistema grid/group (malla/grupo) es el elemento a través
del cual se canaliza esta pretensión. Este sistema propone que todas las es-
tructuras sociales pueden ser definidas por una combinación de mayor o me-
nor control, primero, vía presión personal y, segundo, vía roles compartidos.
Esta combinación produce la característica clasificación de cuatro elementos,
donde tres de las combinaciones posibles representan estructuras relativa-
mente estables con problemas de control social característicos y cosmologías
características para su solución21
En sus trabajos, Douglas emplea una epistemología social sólida e inno-
vadora frente a la epistemología individualista practicada por los historiadores
ortodoxos de la ciencia (quienes, entre otras cuestiones, consideraban a los
factores sociales como elementos distorsionadores y perversos para la ciencia
misma). Frente a esta tradición, Douglas considera el conocimiento como
constitutivamente social (y no individual) por dos razones principales. En pri-
mer lugan los procesos cognitivos que generan las creencias y representacio-
nes sociales son ininteligibles en términos individuales en tanto que nuestra
colonización de las mentes de los otros es el precio que pagamos por pensar
(esto es, los individuos obtienen la materia prima de su pensamiento en el
dominio público). En segundo lugar, las creencias y representaciones sociales
son conocimiento al obtener la aceptación comunitaria como tal, lo cual les
permite entrar dentro del dominio público y alcanzar lo que se denominan
91 El análisis grid/group fue enunciado par primera vez en Douglas (1970> y posteriormente desarrollado
en Douglas (1 979a, 1 982b y 1939). Para una revi~ón y análisis de la obra de la antropóloga Mary Dou-
glas, ver Wuthnow, Hunter, Bergesen y Kurzweil (1984).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 57

representaciones colectivas. Sin embargo, este tránsito dependerá de la cre-


dibilidad obtenida a través del consenso de una comunidad moral.

La asimilación de estos planteamientos por parte del Barnes y Bloor no


resulta sorprendente, entre otras razones, porque se adecuan a los resultados
que se empezaban a obtener en la historia de la ciencia iniciada, entre otros,
por Kuhn. La adopción de este argumento y, por ende, de una epistemología
social supuso una variación importante en la historia de la ciencia. El cono-
cimiento científico dejaba de tener un estatus privilegiado y pasaba a ser con-
siderado como un conjunto de representaciones colectivas esotéricas. Tal
cambio fue provechoso para la viabilidad de estudios prácticos. La interacción
entre la cultwa esotérica de la ciencia y la cultura más amplia de la sociedad
será tratada de forma simétrica. Se evitará cualquier trato de favor en pos de
la ciencia o de prejuicio en contra de la cultura general. Se daba por sentado
que para comprender el crecimiento intelectual de la ciencia, tal como acon-
tecía históricamente, se deberían comprender previamente las relaciones so-
ciales dentro de las comunidades científicas y con las estructuras instituciona-
les de las sociedades en las cuales éstas desarrollan su labor La historia social
de la ciencia ya no será clasificada en los términos de “The Isis Critical Biblio-
graphy” como el estudio de la ciencia,
“desde un punta de vista especial’. Los historiadores sociales de la ciencia ten-
drían lo que los marxistas siempre han tenida -un programa para interpretar la ac-
tividad intelectual en un contexto social-” (Barnes y Shapin, 1 977: 62-63).

Todo esto conllevaba a que la epistemología social fuese percibida co-


mo una amenaza para la perspectiva clásica de la ciencia, puesto que, esta
nueva epistemología erosionaba las legitimaciones dominantes de la ciencia y
socavaba la forma tradicionalmente aceptada de distinguir la historia interna
del estudio de las contaminaciones externas, cuestión que trata adecuada-
mente Douglas (1966) en relación al concepto de contaminación y la dualidad
durkheimiana de lo sagrado y lo profano.

Todos estos cambios conducen a que el PF perciba el conocimiento


como un fenómeno social, pues,

l<~) el conocimiento se distingue de la creencia por su aceptación como


convención. La comunidad se erige en la autoridad que sustenta el
conocimiento y lo justifica en tanto que se erige en institución.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLO~IA DEL CONOCIMIENTO 58

20) El conocimiento es constitutivamente práctico. No se genera <mi-


camente por contemplación del mundo, sino más bien, se establece
durante el curso de la acción.
30) La estructura de las relaciones sociales en la sociedad se puede ex-
presar como homología o isomorfismo de los sistemas de clasifica-
ción natural. Nuestro sentido de lo mismo y de lo diferente en la na-
turaleza no es estable, pues está mediado por la estructura social. En
concreto, las distinciones fundamentales y las divisiones lógicas de
los tipos naturales son, generalmente, diferenciaciones convenciona-
les con una significación social concreta.
40) El conocimiento, en último extremo, legitima las instituciones y las
relaciones sociales. No es que el conocimiento lo haga tal cual, sino
que existe un interés en la resolución de los problemas de orden y
del control social. Lo que a su vez implica abordar la producción,
transmisión y aceptación del conocimiento en todas las sociedades.

La existencia de dicotomías básicas utilizadas para estructurar el cono-


cimiento (por ejemplo, hombre/naturaleza, mental/fisico, etc.) legitiman las
diferentes concepciones generales del orden social en las distintas culturas.
Para Douglas, estas dicotomias expresan intereses, ocultan distribuciones es-
pecificas de poden protegen jerarquías, etc. Por esta razón, estos planteamien-
tos son muy interesantes en la historia en la ciencia dada la gran existencia de
divisiones claves en ella: ciencia/pseudo-ciencia, interno/externo, subj eti-
yo/objetivo, etc. Este tipo de argumentos no implican una determinación so-
cial del conocimiento humano. Bloor en este sentido es tajante,
“el PF dice que el componente social está siempre presente y es siempre constitu-
tivo del conocimiento. Esto no es decir que sea el único componente o que es el
componente primordial a ser localizada necesariamente como desencadenante de
toda cambio: puede ser una condición de Fondo” (1991 a: 166).

Pueden, por tanto, existir otras causas naturales a parte de las sociales.
Bloor no afirma que el conocimiento sea puramente social. Incluye otros tipos
de causas psicológicas, biológicas, etc.

La articulación de una explicación apoyada principalmente en causas


sociales tiene su punto de partida en la sociología (del conocimiento). Bloor
(1976) se sentía muy preocupado con la entidad de esta disciplina y, por ende,
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 59

del sociólogo frente a sus posibles competidores (filósofos, psicólogos, histo-


riadores, etc.) para dar cumplida cuenta del hecho científico. Sin embargo,
paradójicamente el primer obstáculo que Bloor consideró necesario vencer se
encontraba en la propia disciplina, esto es, las resistencias de una amplia tra-
dición sociológica en el tratamiento del conocimiento científico. Bloor se re-
fiere a sus colegas afirmando de ellos que,
se limitan voluntariamente el ámbito de sus investigaciones. Yo demostraré que
esto es una traición a las perspectivas de la propia disciplina” (1976: 1).

Tras esta aseveración, Bloor depositará una gran confianza en la capa-


cidad epistemológica de la sociología (del conocimiento) para penetrar en el
área cognitiva más distinguida de nuestra sociedad: el conocimiento científi-
co. La sociología (del conocimiento) deberá convertirse en la herramienta
capaz (le diseccionar dicho fenómeno y de dar cumplida cuenta de él, ob-
viando cualquier otro tipo de enfoque ajeno al social. Dado que el conoci-
miento científico no es ni un ente absoluto-trascendental, ni sus características
peculiares de racionalidad, validez, verdad u objetividad tienen un origen y
una naturaleza extra-social. Para Bloor,
“todo conocimiento, bien si proviene de las ciencias empíricas, incluso de las ma-
temáticas, debería ser tratado par completo como material para la investigación”
(1976: 1).

Y deberá ser la sociología, la disciplina encargada de dicho material. En


suma, la sociología debe ser la principal precursora de las investigaciones so-
bre el conocimiento científico en un momento en que su papel era bastante
denostado por historiadores y filósofos de la ciencia.

Corno se pone de manifiesto, en la obra de Bloor existían dos objetivos


muy claros: por una parte, el ya expuesto desarrollo y potenciación de la so-
ciología del conocimiento, “al pasar de los estudios de las cosmologías primi-
tivas a las de nuestra propia cultura” (Bloor, 1976: 1) y, por otra, el rechazar la
actitud de una gran parte de los sociólogos que renunciaban al estudio del
conocimiento científico dejándolo en manos de los filósofos. Este aspecto
preocupaba mucho a Bloor y no dudará en enfrentarse abiertamente con él,
dada la excesiva ambición de la filosofía de la ciencia en su afán por sentirse
propietaria del conocimiento científico frente al escaso deseo exhibido por los
sociólogos. En último extremo, Bloor trataba de,
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 60

“combatir estos argumentos e inhibiciones. Por esta razón las discusiones que si-
guen, amenudo, aunque no siempre, tienen que ser metodológicas antes que
substantivas. Pera, vistas con esperanza serán positivas en sus eFectos. Sus aspira-
ciones son poner armas en manos de aquellos ocupados en un trabajo constructivo
para ayudarlos a combatir a críticos, no creyentes y escépticos” (1976: 1).

Esbozado el talante intelectual de Bloor, su reflexión epistemológica


gira, al igual que lo hacía anteriormente Barnes, en torno a qué es conoci-
miento. Su respuesta es contundente. El conocimiento consiste en aquellas
creencias que poseen los hombres y con las que conviven en perfecto acuer-
do. El sociólogo tratará con creencias que se asumen o que están instituciona-
lizadas o investidas por la autoridad conferida por grupos de personas especí-
ficos. Sin embargo avanza en sus consideraciones más de lo que lo hacia su
compañero, pues según Bloor (1976), el conocimiento debe ser distinguido de
la simple suposición. El conocimiento como tal, es aquello sustentado colecti-
vamente, mientras que lo individual e idiosincrásico se concibe como simple
suposición. El componente convencionalista del conocimiento es un elemen-
to definidor de su trabajo.

La sociología de la ciencia, según Bloor, deberá centrarse en el análisis


de la distribución de la creencia y de los distintos factores que influyen en ello.
Por ejemplo, ¿cómo se transmite el conocimiento? ¿Cuál es su estabilidad?
¿Qué procesos entran dentro de su creación y mantenimiento? ¿Cómo está
organizado y clasificado dentro de las diferentes disciplinas o esferas? Todo
ello se debejá establecer en un idioma causal semejante al del resto de los
científicos. Su preocupación será localizar las regularidades y principios o pro-
cesos generales dentro del campo de acción de la sociología del conocimien-
to. La aspiración última del sociólogo es la de construir teorías para explicar
las regularidades. Si estas teorías satisfacen los requisitos de máxima genera-
lidad, tendrán que aplicarse a las creencias verdaderas y falsas por igual y,
hasta donde sea posible, el mismo tipo de explicación tendrá que aplicarse en
ambos casos. Para Bloor,
“los sociólogos buscan teorías que expliquen las creencias que se encuentran en la
realidad, indiFerentemente a cómo el investigador las evalúa” (1976: 3).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 61

1.6.2.- La Formulación Programática de el Programa Fuerte


en la Sociologia del Conocimiento

Las diversas influencias, intenciones, controversias, ideas, etc, vistas


hasta ahora fueron expuestas con mayor concisión por Bloor (1 973a) de la
siguiente manera,
“el objetivo de la sociología del conocimiento es explicar cómo diversas inFluencias
producen las creencias de la gente. Este programa puede dividirse en cuatro re-
quisitos. El primero es que la sociología del conocimiento debe hallar las causas
de las creencias, esto es, leyes generales que relacionen las creencias can las con-
diciones que son necesarias y suFicientes para determinarlas. El segunda requisito
es que no se debe hacer una excepción con las creencias del investigador que
aplica el programa. No deben acimitirse casos especiales1 deben buscarse causas

tanto para las creencias que se suscriben como para aquéllas que se rechazan. El
programa debe ser imparcial con respecto a la verdad y a la Falsedad. El siguiente
requisito es un corolario de éste. La sociología del conocimiento debe explicar su
propio surgimiento y sus conclusiones: debe ser reFlexiva. El cuarta y último re-
quisito es un perFeccionamiento de la exigencia de imparcialidad. No sólo deben
explicarse tanto las creencias verdaderas como las Falsas, sino que el mismo tipo de
causas debe generar ambas tipos de creencias. Este puede ser denominado como
el requisito de simetría. Desde ahora, estos cuatro requisitos de causalidad, im-
parcialidad, reFlexividad y simetría serán denominados el programa Fuerte de la so-
cIología del conocimiento” (173),

y enunciados posteriormente por Bíoor (1976) como el Programa Fuerte en la


Sociología del Conocimiento en forma de principios activos (esto es, de la ma-
nera en que se han hecho famosos), como:
*

•.~ Causalidad, tendrá que ver con las condiciones que producen cre-
encias o estados de conocimiento. Naturalmente, habrá otros tipos
de causas aparte de las sociales que cooperarán en producir las cre-
encias.
Este principio tendrá como fin determinar las condiciones del surgi-
miento de las creencias. El PF asume la indeterminación de la producción y
evaluación del conocimiento, por esto, es necesario buscar causas de su sur-
gimiento, estabilidad o cambio. El modelo causalista se decanta por explica-
ciones basadas en la acción, más que sintácticas y, en concreto, por las mate-
rialistas antes que por las mentalistas. Por otro lado, las razones pueden ope-
rar como causas, lo cual anula debates inútiles. En último extremo, el princi-
pio de causalidad sería un modelo de inteligibilidad para la acción de los suje-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO 62

tos. Sin lugar a dudas, la causalidad se píasma empíricamente en la Teoría de


los Intereses. Su meta es establecer empíricamente la relación entre creen-
cias, intereses y estructura social. Los intereses (como se verá en el apartado
dedicado a la Teoría de los Intereses) son enunciados que expresan la de-
seabilidad de metas, fines o valores y que, unidos a un modelo concreto del
actor, pueden orientar la acción. Esto es, el PF asume que los actores mantie-
nen sus creencias porque en determinados contextos les permiten sostener
una acción adecuada para la satisfacción o legitimación de sus intereses y me-
tas.

Por otra parte, cuando Bloor habla de tipos de causas se refiere, tanto a
causas sociales en la medida en que pretenden legitimar una aproximación
sociológica, como a otro tipo de causas, que podrían ser cognitivas, biológicas,
neuro-fisiológicas, etc. En su polémica con Bloor, Laudan (1981 y 1982) se
muestra especialmente preocupado por la relación que establece Bloor entre
este principio y el postulado de simetría (enunciado abajo) debido a que va en
contra de lo que Laudan considera como el precedente mejor establecido en
las ciencias naturales: los científicos invocan procesos causales diferentes pa-
ra explicar fenómenos diferentes. Más bien. Bloor no insiste en la misma cau-
sa para fenómenos diferentes, sino en la misma clase de causa tanto para ca-
sos verdaderos como falsos de un mismo fenómeno.
~ ImparcIalidad, con respecto a la verdad y falsedad, racionalidad o
irracionalidad, éxito o fracaso. Ambos extremos requerirán explica-
cion.

Para el PF, el sociólogo se compromete con la comprensión y explica-


ción naturalista del conocimiento, no con su evaluación.

~ Simetría, en su estilo de explicación. Los mismos tipos de causas


explicarían las creencias verdaderas y falsas.

Para el PF, la base fisiológica de la cognición produce con igual natura-


ildad conocimiento correcto y error La decisión sobre qué experiencia es la
adecuada es un proceso teórico y la teoría es un fenómeno social inmerso en
un lenguaje colectivo sancionado y protegido convencionalmente. Las teorías
responden a la experiencia, pero hace falta otro componente para explicar su
creación y ajuste; esto es, lo social.
EL PROGRAMA rUERTE EN LA SOCIOLOGíA DEL CONOCIMIENTO 63

C. Reflexividad, en principio, sus modelos de aplicación tendrían que


ser empleados en la sociología misma.

Como el requisito de simetría, éste es una respuesta a la necesidad de


buscar explicaciones generales. Es un requisito obvio porque, de otra manera,
la sociología sería la refutación de sus propias teorías. El PP se auto-valora
como una conjetura plausible, útil y defendible cuyos méritos permanecerán
después de que la historia de su producción y validación haya sido expuesta y
comprendida, exculpada por la comunidad y olvidada.

1.6.3.- Cambio de Rumbo en la Sociología de la Ciencia

Es natural que la enunciación de este programa abriese un duro entren—


tarniento, especialmente, con los filósofos de la ciencia. Si consideramos las
perspectivas de unos y otros, el desencuentro resultaba irremediable. De he-
cho, tal disputa era buscada desde sus inicios por Bloor y Barnes. La filosofia
de la ciencia más ortodoxa poseía una visión del conocimiento muy ligada al
concepto de una racionalidad dirigida-a-metas/fines o teleológica, radicalmen-
te opuesta a los planteamientos del PU? Para estos autores era inconcebible la
interpretación del hecho científico como un ente autónomo y aséptico a cual-
quier contaminacion social. Esto exigiría tener que recurrir a juicios objetivos
de verdad o a un tipo de racionalidad especial para dilucidar entre las teorías
científicas. De esta manera se tratada de demostrar la existencia de alguna
clase de racionalidad inmanente -caso de Lakatos- o la adquisición de meto-
dologías evaluativas más eficaces -caso de Laudan-. De igual manera, al PF le
resultaba espurio cualquier intento de privilegiar un tipo de conocimiento es-
pecifico (en este caso, el científico).

Sin embargo, tanto Barnes como Bloor también encontraron resisten-


cias entre determinadas tradiciones de la sociología del conocimiento. Por
ejemplo, la tradición heredada de Mannheim. Bloor lo manifestaba de forma
expresiva cuando se quejaba de la marcha atrás o retirada de éste ante el es-
tudio sociológico del conocimiento natural y matemático, afirmando que,
a pesar de su determinación por establecer una explicación causal y simétrica, sus

nervios le
Fallan cuando vuelve a los objetas aparentemente autónomos cama las
matemáticas y la ciencia natural” (1976: 8).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 64

El PF, por tanto, asume que la visión teleológica de la ciencia (ya sea en
la filosofía o en la sociología) es de todo punto incompatible con su propia
perspectiva. En el caso de la filosofía, su renuncia a una orientación causal
implica que la sociología sólo pueda acceder al conocimiento científico en los
casos de conocimiento erróneo. La sociología del conocimiento se reduciría a
una sociología del error (Lakatos, 1971; Laudan, 1977 y 1981). Por otro lado, la
visión teleológica viola los requisitos de simetría e imparcialidad del propio PF,
pues, se produce una evaluación previa de la verdad o racionalidad de la cre-
encia analizada. Estas circunstancias conducen a Bloor a realizar una afirma-
ción enérgica, que tendrá múltiples repercusiones en la marcha del PF (por
ejemplo, el ataque de Slezak, 1989ay 1991),
no hay duda de que si el modelo teleológico es verdadera, entonces, e) PF es
Falso” (1976: 8-9>

Empero, la sociología del conocimiento ni está destinada a eliminar


puntos de vista rivales ni tiene porqué ser monopolizadora de su objeto de
estudio. Tan sólo tiene que preocuparse de que su propia morada permariez-
ca en orden, declaraba Bloor (1976) en un intento de superar cualquier com-
plejo de inferioridad por parte de la sociología.

En suma, como se ha intentado exponer, el componente social del co-


nocimiento es la pieza básica del planteamiento del PF y, de hecho, es la pie-
dra de toque con respecto a la filosofía de la ciencia. Procesos como la edu-
cación, el adiestramiento o la comunicación (entre otros muchos) deben ser
utilizados para explicar el enraizamiento y la distribución de los estados de
conocimiento concretos. Estos procesos son también necesanos para la com-
prensión de cómo se generan, sustentan y cambian las creencias cicistíficas.
Con lo cual todo tipo de conocimiento es social. Ahora bien, el carácter social
del conocimiento no implica ningún tipo de determinismo, pues se admiten
otros tipos de causas que puedan operar en la formación del conocimiento.
Por otra parte, el reconocimiento del carácter socialmente determinado
del conocimiento no implica que esto resulte negativo para el pensamiento. El
PF al adoptar los principios de imparcialidad y simetría, pretende precisamen-
te separarse de la vinculación entre el carácter epistemológico del conoci-
miento y su determinación existencial. Por ejemplo, Barnes (1974 y 1977a)
pretende hacer consistentes la noción de determinación ideológica con los
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 65

dogmas de simetría e imparcialidad al postular que el conocimiento es una


herramienta dirigida por dos grandes intereses: un manifiesto interés en la
predicción y el control y un interés oculto en la legitimación social. Para Bar-
nes, el echo de que el conocimiento esté ideológicamente determinado no
implica que necesariamente sea falso, dado que pretende explicarlo por el
mismo tipo de causas, en un caso u otro.

A pesar de que Barnes considera la predicción y el control como intere-


ses legítimos y la racionalización oculta como ilegítima, esto no invalida, a
juicio de Lawy Lodge (1984), la simetría de las explicaciones por dos razones.
En primer lugar, porque la gente opera en términos de tal distinción, y en se-
gundo lugar, porque nada se dice sobre el hecho de que la verdad del cono-
cimiento esté ideológicamente determinada o sobre la racionalidad de los
que la desarrollan. De este modo, Barnes no emplea la realidad, a diferencia
de Marx y de Mannheim, como un filtro para discriminar entre dos tipos de
conocimiento. Por este motivo, según Law y Lodge, es necesario abolir la dis-
tinción entre ideología y conocimiento, así como las diferencias entre éste y la
creencia si se acepta una descripción simétrica y pragmática de la teoría del
conocimiento

Otro elemento básico es que cualquiera que sea el papel que juegue el
inundo o la realidad en la formación del conocimiento, no tiene porqué ser un
obstáculo para el análisis sociológico. El mundo procede con independencia
del estatus epistemológico acordado respecto de las demandas de conoci-
miento. Barnes (1976) considera que el mundo puede constreñir las posibili-
dades del pensamiento y creencia humanas, pero esto es sociológicamente
irrelevante. Law (1977) apunta que lo que Barnes intentaba era que todas las
creencias socializadas fueran tratadas como equivalentemente abiertas a la
explicación sociológica, aunque pudieran reservarse las explicaciones psico-
lógicas para aquellos casos de creencias fracasadas o no compartidas. Aquí,
Law comete el error de considerar que lo que Barnes considera como creen-
cias socialmente determinadas son aquéllas compartidas socialmente. El con-
cepto de determinación social va mucho más allá de la consideración de Po-
lanyi (1958) o de Ziman (1968) sobre el conocimiento científico como cono-
cimiento público. Retomado de Wittgenstein (1953), Barnes y Bloor pretenden
afirmar que la construcción misma del conocimiento es un proceso social; no
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOCÍA DEL CONOCIMIENTO 66

que el conocimiento sea primero un rasgo psicológico y, que sólo después de


convertirse en conocimiento compartido, se transmuta en social. El conoci-
miento es social desde su misma constitución, si no antes. De esta manera, el
PF rompe la hegemonía de la filosofía al sugerir que el contenido mismo del
conocimiento científico es susceptible de análisis sociológico.

1.6.4.- Ciencia y Sociologia: lo Sagrado y lo Profano

El último escollo que deberá salvar el PF es la cuestión de que la pers-


pectíva sociológica parece ofrecer una visión muy ajena al conocimiento
científico. Sin embargo, esta imagen de la sociología no significa que no po-
damos acceder desde ella al núcleo cognitivo de la ciencia, para explorarlo y,
en última instancia, para intentar dar una explicación social del mismo. Para
poner en evidencia esta situación, Bloor retomará aspectos de la sociología
del conocimiento durkheintana22 (a la que Bloor, 1976, consideraba como
ejemplo de lo que debería ser la sociología del conocimiento estricto-senso).
La dualidad sagrado/profano servirá para establecer una analogía perfecta
entre el análisis sociológico de la religión93 y el análisis sociológico de la
ciencia.
Esta oposición conceptual intenta plasmar la resistencia de la ciencia a
ser estudiada por disciplinas ajenas a ella. El tradicional hermetismo de la
ciencia sólo puede ser explicable si fuese un cuerpo sagrado de conocimien-
tos, mantenido a una distancia prudencial de aquellas esferas de la realidad
social que pudieran contaminaría. Esto coadyuva a una continua demarcación
entre lo que es ciencia y lo que es simple creencia, prejuicio, hábito, error o
confusión, esto es, lo que resulta ser profano y proviene fundamentalmente
del mundo social.
En este escenario, la sociología del conocimiento supone una amenaza
para la ciencia, dado que la sociología intenta mostrar que la práctica cientifi-

22 Nemedi (1990) discute diferentes cuestiones referentes al trasvase de conceptos sociológicos durkhei-
mianos a la sociología del conocimiento científico desarrollada por Bloar. Su conclusión es que la orienta-
ción teórica de Bloar es profundamente distinta a ci de Ourkheim y cualquier similitud que pueda producir-
se se debe aí uso de una terminología común y a un vago parecido de familia existente entre las teorías
que pretenden explicar el conocimiento en términos sociológicas.
23 Para una aproximación y discusión de la dualidad durkheimiana sagrado/profano, Ramos (]9S2 y
1 992).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOCIA DEL CONOCIMIENTO 67

ca es menos sagrada y más profana de lo que tradicionalmente ha pretendido


parecer. Este hecho supone revelar el carácter social de la ciencia y, por ello,
la consiguiente pérdida de sus privilegios epistemológicos. Por esto, la ciencia
se mantiene aislada a través de procesos de reificación y mistificación que la
protegen de influencias y contaminaciones que podrían destruir su eficacia,
autoridad y poder como fuente de conocimiento privilegiado. Sin embargo,
como mostró Durkheim (1912), todo conocimiento es portador de una forma
de organización social concreta. Para Bloor,
“la poderosa visión durkheimiana puede ser empleada bajo a suposición de que
cuando los hombres piensan sobre la naturaleza del conocimiento, lo que están
haciendo es reFlejar indirectamente las principios bajo las cuales la saciedad se or-

ganiza. Están manipulando tácitamente las imágenes de la sociedad. En sus mentes,


estructurar y guiar sus pensamientos son concepciones cuyo carácter real es el de
un modelo social. Al igual que la experiencia religiosa transmuta nuestra experien-
cia de la sociedad y así sucesivamente, mi hipótesis representa la FilosoFía, episte-
mología y cualquier concepción general del conocimiento. Par tanta, la respuesta a
la cuestión de porqué el conocimiento debe ser vista cama sagrado es que pen-
sando en el conocimiento, pensamos en la realidad y, si Durl<heim está en lo cier-
ta, la sociedad tiende a percibirse coma sagrada” (1976: 45),

cori lo cual, tanto sociedad como cualquier conocimiento generado por ella
poseen el mismo estatus epistemológico. Es por esto, que si existe algún tipo
de conocimiento que se pueda considerar como sagrado, la sociedad que lo
genera también será sagrada.
No obstante, en estos primeros pasos del PF, existen puntos débiles. En
concreto, el conocimiento escapa a una definición clara y precisa. Bloor lo
define como circunscrito a una reflexión abstracta y obscura empresa en la
cual no entra en profundidad. Este aspecto tiene una especial importancia,
pues puede convertirse en el punto de ruptura para la sociología del conoci-
miento científico. Bloor (1976) pasaba de puntillas sobre el análisis del cono-
cimiento humano. Es cierto que existe una amplia reflexión sobre el significa-
do del conocimiento y de sus posibles variantes (llámense conocimientos so-
ciales, técnicos, e o genéricos) apoyada en teorías más o menos so-
ciológicas. Sin embargo, Bloor (1973a) adelantaba en un pasaje minimo, pero
sorprendente, que,
“la sociología del conocimiento necesita el complemento de un modelo de la natu-
raleza biológica humana. El sociólogo no debe ignorar, por tanta, e) insumo sen-
sana1 que tiene la gente. Lo que ven, lo que escuchan y lo que tacan Forma parte
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 68

del entramado causal total, junto con la capacidad o incapacidad humana para
procesar esa ínFormación. Sin embargo, de Forma característica, el socióloga añade
una pregunta ulterior, una cuestión que no puede separarse de estos aspectos.
Esta pregunta es: ¿Cómo se relacionan las creencias con las Formas de conducta
institucionalizadas en una sociedad? El primer paso hacia la respuesta será docu-
mentar cualquier aspecto en que las diFerentes posiciones en la estructura social
puedan correlacionarse con creencias distintas” (1 74).

Lo sorprendente aquí es la necesidad de plantear un modelo biológico


del hombre y de su naturaleza para apoyar la sociología del conocimiento,
algo que el propio Bloor retoma de Wittgenstein comentando que éste siem-
pre lleva lo biológico y lo social en las albardas como cuando dice:
“Pienso, esto es simplemente la que hacemos. Este es el usa y la costumbre entre
nosotros, o un hecho de nuestra historia natural” (1 973a: 190).

Junto a estas aseveraciones, los planteamientos de Barnes (1976) sobre


el concepto de racionalidad natural estaban muy orientados en esta línea de
investigación intentando mostrar las propensiones naturales del conocimiento
humano24. Sin embargo, dada la complejidad y susceptibilidad de estas cues-
tiones, estos autores se inclinaron más por discutir las condiciones en las
cuales vencer el sentimiento de que el conocimiento científico es demasiado
objetivo como para ser investigado sociológicamente. En concreto, la hipóte-
sis de Bloor era que,

2~ Todos estos elementos permiten una mejor comprensión de lo que Bornes (1976) enunció bajo el tér-
mino de raciona/idad natural (en contraposición can la racionalidad normativa, extraída de los modelos de
inferencia estimadas o sancionadas sociolmente>. La racionalidad natural vendría o ser las propensiones
cognitivas que poseen las personas que establecen una inferencia natura/ inductiva y asegura que algo
ocurrirá de forma más o menos automática. O dicho de airo manera, cuando imputamos las propensio-
nes cognitivas generales al hambre en un intenta de explicar y de comprender cómo piensa o cómo infiere,
estamos articulando una teoría de lo racionalidad natural (Bornes, 1976>. Asumiendo la caracterización del
hombre como máquina inductiva de aprendizaje, la racionalidad natural es una propiedad general de las
capacidades que posee eí hombre como tal máquina de aprendizaje. Este concepto descriptivo de raciona-
lidad tiende a diferenciarse de cualquier concepto evoluativo de racionalidad. A esta cuestión habría que
añadir que cada acta de aprendizaje puede depender no sólo de las propensiones cognitivas naturales sino
también de cualesquiera o de todos los actos previos de aprendizaje. La cuestión es qué propensiones
cognitivas atribuimos al actor poro dar cuenta de su capacidad para adquirir las habilidades y competen-
cias de su cultura en el proceso total de socialización que sufre. Sin embargo, frente a un análisis de las
capacidades de razonamiento individual es necesario un estudio social del conocimiento fundamentado en
los procesos de consenso y de negociación entre los individuos para producir un conocimiento aceptado
por la comunidad. Es decir, estamos ante un planteamiento canvenciona/isto del conocimiento que no
niega la dimensión psicológica de éste. La conclusión que planteará Bloar años después a todos estas cues-
tiones es que “la ciencia cognitiva y la sociología del conocimiento están realmente del mismo lado. Ambas
son naturalistas y sus aproximaciones son complementarias” (199] a:1 70). Con estas palabras reafirmo,
por un lodo, la posibilidad de explicaciones biológicas al conocimiento humano como ya apuntaba en
1 973a y, por otro lado, freno el supuesto ataque de los cognitMstas encabezados por Slezak (1 999a y
1991).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 69

“las teorías del conocimiento son, en efecto, reflejos de las ideologías sociales [y]

la conexión entre ideologías sociales y teorías del conocimiento no es un misterio

del todo, sino una consecuencia enteramente natural y trivial de nuestra Forma de
vivir y pensar. Las ideologías sociales son tan persuasivas que representan una

explicación obvia de por qué nuestros conceptos conllevan las estructuras que
producen. El emplea tácita de estas ideologías como metáFoias parecería casi im-
posible de evitar. Nuestra Familiaridad en sus temas y estilos signiFica que los mo-
delos de ideas que hemos recogido de ellas tendrán un carácter completamente
aceptado. Serán inconscientemente asimiladas a las mismas ideas con las que te-
nemas que pensar. Lo que puede sentir el filósoFo como puro análisis de estos
conceptos o coma pura aproximación a sus signiFicados o, la simple Figuración de
sus suposiciones lógicas será, en realidad, un ensayo seguro de las experiencias
acumuladas de nuestra época” (1976: 65-66) -

En esta situación, de manera gráfica, Bloor utiliza el debate entre Karl


R. Popper y Thomas 5. Kuhn (Lakatos y Musgrave, 1970) para mostrar las imá-
genes y metáforas sociales que gobiernan el pensamiento y determinan sus
estilos, contenidos y relaciones cognitivas. En concreto, Bloor intenta mostrar
las conexiones entre las posturas sociales y las posturas metodológicas cientí-
ficas. Estas conexiones residen en temas de detalle y contenido antes que en
temas de estructura. Esto conlíeva una cuestión aparejada ¿por qué existe un
isomorfismo entre la tradición de las disputas ideológicas y los debates epis-
temológicos de la ciencia supuestamente ajenos a lo social? Los estereotipos
sociales, culturales, políticos, etc, tienen su equivalente en las posiciones
opuestas planteadas en la filosofía de la ciencia, tal como se pone de mani-
fiesto en los ejemplos de Popper-Kubn y la imagen de la Ilustración y del Ro-
manticismo. Con lo cual, la distancia entre ciencia y sociedad es mucho me-
nor de lo que la propia filosofía de la ciencia pretende. La firme aseveración
de Bloor (1976) sobre la filosofía de la ciencia de Popper según la cual su teo-
ría de la refutación despiadada es darwinismo social en el campo de la cien-
cia es otro ejemplo de ello.

Empero, el PF cae en una paradoja, visto el desarrollo posterior de la


SCC (especialmente, desde los planteamientos de autores más radicales en
sus posturas teóricas, tales como Steve Woolgar, Malcolm Ashmore o el citado
Michael Mu1kay~5) según la cual el proyecto de erigir una sociología del co-

~ En esta misma línea está Hekman (1986), quien desde una postura hermenéutica, reconoce los intentas
de Bloar por superar las deficiencias de Mannheim, pero acentúa los errores cometidos por el PF, entre
ellas, el hecho de que si bien el RF redefine el método dentífico, sin embargo, la vuelve a reificar. Es decir,
existe una redefinición de la concepción del método científico como base para la comprensión de las cien-
cias sociales y las naturales. Además, existe un inconveniente mayor que es el que afecta a la falta de com-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 70

nocimiento científico, que haga frente a filósofos reacios a la entrada de ésta


en el estudio de la ciencia y a sociólogos escépticos o conservadores respecto
(le la evolución de su disciplina, debe erigirse sobre unos principios y recursos
explicativos sólidos. Aunque parezca contradictorio, Bloor apuesta firmemente
por el conocimiento científico como referencia para el PF cuando afirma que,
a menos que adaptemos una aproximación científica a la naturaleza del conoci-
miento, nuestra comprensión de éste no será más que una proyección de nuestros
contenidas ideológicos. Nuestras teorías del conocimiento aparecerán y desapare-
cerán igual que sus correspondientes ideologías se elevan y decaen. Carecerán de
cualquier autonomía a de base para desarrollarlas en sus propios términos. Can lo
cual, la epistemología será simplemente propaganda implícita” (1976: 70).

Bloor se declara abiertamente favorable a asumir un enfoque científico


en el estudio del conocimiento. Este hecho representa la máxima expresión
de la naturalización de la sociología del conocimiento26. Desde este enfoque,
en opinión de Bloor, se puede dar respuesta a cuestiones del tipo, ¿cómo pue-
de vencerse el temor a violar la sacralidad del conocimiento científico? O
¿bajo qué condiciones este temor será minimo? La respuesta descansa en la
confianza en la ciencia y en sus métodos, siempre y cuando no se pierda de
vista la indisoluble unión entre ciencia, conocimiento y sociedad. Esto es, el
conocimiento en tanto que social no perderá su energía y su fuerza cuando se
aplique sobre él mismo los métodos que emplea en el análisis de otras parce-
las de la realidad y además, es una respuesta contundente al temor de que el
conocimiento perdería su eficacia y autoridad si aplicase sobre sí mismo sus
propios métodos de análisis. En este sentido, el principio de reflexividad del
PF es una salvaguardia a los principios de imparcialidad y simetría que se po-
nen en juego durante el análisis de todo tipo de conocimiento humano.

Estas consideraciones sobre el enfoque científico que debería adoptar


la sociología del conocimiento científico tienen mucho que ver con la propia
concepción que tiene Bloor de la ciencia moderna. La ciencia es causal, teó-

prensión de lo que para Hekman es el principal desafía de la sociología del conocimiento: el examen de a
relación entre pensamiento y existencia humana. Aunque el PF intenta establecer una nuevo fundación de
la sociología del conocimiento, fracasa en su intento de transcender la glorificación de la ciencia y del mé-
todo científico.
26 El naturalismo supone describir y no justificar el objeto de estudio. Además, exige un planteamiento

materialista y fenomenalista en dara oposición al idealismo y teleologismo de la fllosofta de la ciencia orto-


doxa. Por este motiva, el objetiva de la nueva sociología del conocimiento augurada por el PF es compren-
der cómo surgen naturalmente las creencias de la interacción social de las sujetos entre sí y con lo que ellos
asumen y denominan, de manera consensuada, la realidad. Para una discusión sobre la confusión entre
naturalismo y positivismo y su aplicación a las ciencias sociales, ver Keat (1971).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 71

rica, neutral, amenudo reduccionista, empirista y materialista como el sentido


común (Bloor, 1976). Esta consideración encaja adecuadamente con el natu-
ralismo propugnado por el PR El conocimiento se basa en imágenes sociales,
la necesidad lógica es una especie de obligación moral y la objetividad es un
fenómeno social. El naturalismo ahoga, por otra parte, por una comprensión
técnica y práctica de nuestro conocimiento (en este caso, del conocimiento
científico), de su producción y difusión como procesos sociales. Sin embargo,
alguien podría llamar la atención sobre la contradicción que existe a] asumir a
la vez el naturalismo y el relativismo. Empero, en este caso el PF conjura el
peligro, pues, el relativismo que Bloor propugna es lo opuesto al absolutismo.
Es más,
“no hay que negar que el PF en la sociología del conocimiento descansa sobre
una Forma de relativismo. Adopta lo que puede ser denominada «relativismo
metodalógico», una posición resumida en los requisitos de simetría y reflexividad.
Todas las creencias será explicadas de igual Forma, al margen de cómo sean eva-
luadas” (Bloar, 1 976: 1 42).

Dado que todo conocimiento es conjetural y teórico, no es posible es-


tablecer ningún tipo de afirmación que sea absoluta y definitiva. Por tanto, to-
do conocimiento es relativo a las condiciones y situaciones locales de los pen-
sadores que las producen: las ideas y conjeturas que son capaces de producir,
los problemas que afectan este proceso, la interacción crítica en su medio
social, las propuestas y pretensiones que se producen, las experiencias que
tienen y los estándares y significados que se aplican en estos casos, son facto-
res naturales determinantes de las creencias que pueden ser estudiados socio-
lógica y psicológicamente. La explicación social contiene un componente na-
tural. Por este motivo, las conjeturas de las ciencias naturales podrían ser
empleadas como hipótesis subsidiarias de la explicación social (Bleor, 1976).

Todo lo cual, hace que la ciencia como actividad continua y abierta


(asumiendo el carácter conjetural -popperiano- de la ciencia) es un modelo
de pensamiento y de conducta, un estilo de propagar cosas que tienen unas
normas y valores característicos. No necesita ningún tipo de sanción metafísi-
ca ad hoc para fundamentar su legitimidad. Tampoco necesita conceptos tan
abstractos como verdad, racionalidad, etc. sino únicamente la existencia de
estándares morales y normativos fuertes. El progreso científico, en último ex-
tremo, es como la evolución darwiniana. No hay ninguna meta para la adap-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 72

tación ni ningún significado para la idea de adaptación perfecta o final, que


tan sólo es un faro-guía. Bloor reconoce que asumir esta concepción es,
estar expuesto a los cargos de «cientiFicisma», esto es, tener una creencia «súper-
optimista» en el poder y progreso de la ciencia. Asimismo, estas críticas tendrán
que unirse a otra acusación que ha sida examinada al Final: cuando la sociología
del conocimiento practica y aplica este tipa de aproximación cientíFica a la ciencia
misma, supone una denigración de la propia ciencia. Ya he dado razones de par
qué esta contradicción debía ser rechazada. Sin embargo, la acusación de
«cientificismo» está bien planteada. Soy más que Feliz al ver a la sociología descan-
sando sobre los mismas Fundamentos y asunciones que las de otras ciencias. Esta
se aplica cualquiera que sea su estatus y su origen. Realmente, la sociología no
tiene otra elección que la de descansar sobre esos Fundamentos, ni ningún otra
modelo más apropiado que adoptar. Este Fundamento es nuestra cultura. La cien-
cía es nuestra Forma de conocimiento. Que la sociología del conocimiento perma-
nezca o se mantenga can otras ciencias me parece eminentemente deseable como
destino y altamente probable como predicción” (1976: 1 44).

A diferencia de los filósofos de la ciencia que han tratado de buscar una


alta racionalización de la credibilidad de la ciencia a través de criterios com-
plejos y abstractos de justificación. El PF da por supuesta la credibilidad de la
ciencia siempre y cuando sea admitida por los actores y se adentra, especial-
mente, en la indagación de las bases naturales de la creencia. Este hecho le
conduce a considerar a la ciencia como una forma de cultura más. De alguna
manera, mientras que tradicionalmente la ciencia ha sido concebida como
una forma de conocimiento (formal y certificado), los defensores del PF la
entienden como una actividad práctica y como conjunto de creencias institu-
cionalizadas, esto es, como una forma de vida, de acuerdo con uno de sus
más importantes inspiradores, Wittgenstein (Pickering, 1 992b). La asunción de
este nuevo estatus epistemológico para la sociología del conocimiento por
parte del PE (dentro del cual cabe la asunción de la ciencia como modelo de
práctica investigadora) refleja el interés de sus miembros por erigir un sistema
explicativo del conocimiento humano (social), en cuyo seno, el conocimiento
científico representaría el sistema de conocimiento más elaborado producido
dentro de la sociedad, como parte de su cultura.

1.7.- La Teoría de Intereses

La Teoría de Intereses se piantea dentro del PF con una finalidad exp]i-


cativa del cambio científico y, dando por asumido que, la referencia única a
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO 73

los intereses es base insuficiente para comprender el conocimiento científico.


Los intereses no se conciben como si fueran fuerzas opresivas, distorsionado-
ras y/o prejuzgadoras que actúan sobre el raciocinio de los científicos. Por otro
lado, la referencia a los intereses no significa hablar de explicación externalis-
ta del conocimiento científico. El conocimiento científico debe ser siempre
comprendido en referencia con su historia. Durante su desarrollo histórico,
diferentes tipos de intereses pueden ser relevantes en distintos momentos, de
esta forma la ciencia actual puede ser descendiente de la magia o de la meta-
física pasada. También, diferentes tipos de intereses pueden actuar parejos en
el desarrollo de un cuerpo de conocimiento específico. Este hecho puede
significar que dicho conocimento sea ¡nultifuncional. Esto es, puede tener, por
ejemplo, a la vez una utilidad esotérica para los profesionales que lo profesan
y una utilidad política, social, etc. de cara a la sociedad en general.
Para el PF; pues, los intereses no son incentivos para la irracionalidad
sino que actúan en la elección de los cursos de acción de los científicos. No
necesitan actuar desde fuera de la cultura científica sino que pueden residir
dentro de ella. De hecho, los intereses son invariablemente parte constitutiva
de la práctica normal de la investigación. Por otra parte, los intereses sociales
y políticos, aún existiendo fuera de la sub-cultura científica, pueden afectaría,
dado que la evaluación del conocimiento es una actividad social dentro del
contexto de la profesión científica. Y, a su vez, la comunidad científica se reía-
ciona con la sociedad más amplia, porque después de todo, el conocimiento
científico provee cosmologías precisas a las sociedades modernas.

1.7.1- Ciencia, Ideología e Intereses

La relación entre ideología, intereses de clase (estructura socia]) y pre-


tensiones de conocimiento cotidiano y científico tiene una especial importan-
cia para el PR Tal como se ha anticipado, e] conocimiento se genera conven-
cionalmente y, a su vez, se evalúa dentro de la comunidad. La construcción y
definición del conocimiento no es sólo una cuestión de cómo se relaciona
éste con el mundo, sino también de cómo se relaciona con los objetivos e in-
tereses que posee toda sociedad en su desarrollo histórico.
EL PROBRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 74

Sin embargo, la pretensión analítica del PF radica en la comprensión


naturalista de lo que la gente toma por conocimiento y no en su evaluación,
diferenciándose con ello de filósofos y de epistemólogos. Además, como
también se ha adelantado, las creencias son instrumentos que sirven a algún
interés, cognitivo o de cualquier otro tipo, lo cual remarca su carácter contex-
tual e histórico (esto es, refuerza el relativismo metodológico del PF).

Tradicionalmente, según Barnes (1977a), el conocimiento ha sido con-


siderado como el producto de la contemplación de individuos desinteresados
que perciben pasivamente los diversos aspectos de la realidad y generan des-
cripciones verbales que pretenden corresponderse con ella. Se trataría de
descripciones puras diferenciadas de las descripciones contaminadas que,
supuestamente distorsionarían la realidad y no permitirían mostrar su corres-
pondencia con la realidad. Por otra parte, estas descripciones distorsionadoras
serían los productos de intereses sociales que establecen una realidad mal
representada o restricciones sociales sobre la investigación de la realidad que
establecen las percepciones acertadas de ella. Asimismo, de acuerdo con esta
tradición, los individuos, supuestamente aislados, influyen minimamente en la
realidad y en sus representaciones. Aprehenden el mundo de forma pasiva y,
sea como sea, lo dejan expresarse por sí mismo. Las percepciones de estos
individuos son independientes de sus intereses, de sus expectativas y/o de sus
experiencias previas. Por tanto, el conocimiento producido es, esencialmente,
sólo una función de la realidad misma. Se trataría de una especie de traduc-
ción pictórica entre realidad y conocimiento.
Esta metáfora (visual) del conocimiento ha sido la dominante en la
epistemología occidental y ha tratado de resolver el problema de cómo se
conjuga experiencia sensible y proceso mental para producir una fórmula
verbal transmisible y consensuable: el conocimiento sería una forma de ver y,
por su parte, el lenguaje sería isomórfico con la realidad. Con lo cual, el
aprendizaje y la generación de conocimiento serían análogos al proceso de
aprehensión visual y su expresión en forma de representación pictórica. Bar-
nes deja a un lado esta perspectiva visual del conocimiento por otra esen-
cialmente social, activa, contextual, convencional y pragmática, dado que
considera al conocimiento como una parte de la cultura, que se transmite de
generación en generación y se desarrolla activamente y se modifica en res-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 75

puesta a las contingencias prácticas e intereses de los diversos grupos socia-


les. Por esto,
“el conocimiento no es producido por individuas pasivas, sino par grupos sociales
interactuando en actividades concretas. Se evalúa en la comunidad y no par los
juicios de individuos aislados. Su generación no puede ser comprendida en térmi-
nos de la psicología, sino que se debe tomar en reFerencia can el contexto social y
cultural en el que surge. Su permanencia no es un asunto de cómo se relaciona
con la realidad, sino también de cómo se relaciona con los objetivos e intereses
que pasee una saciedad por virtud de su desarrolla histórico” (Barnes, 1 977a:
2).

No obstante, a lo largo de la historia, ha existido un continuo enfrenta-


miento entre estos dos modelos de conocimiento. Paradójicamente, la socio-
logía ha reflejado este debate, pues, mientras que en los estudios sobre el co-
nocimiento en general se aplicaba un criterio por el cual el hombre participa-
ba activamente en la producción de éste, sin embargo, en el caso del cono-
cimiento científico y matemático se aplicaba una perspectiva más contempla-
tiva a través del establecimiento de una metáfora de asociación pictórica. Blo-
or (1973a) puso de manifiesto esta contradicción, pues,
“el estatus de la lógica y de las matemáticas es uno de los problemas centrales de
la sociología del conocimiento.. Estas ramas del conocimiento son tan impersonales
y objetivas que el análisis sociológico apenas si parece aplicable a ellas” (197 Sa:
173)~~

Estas acometidas por parte del PP hacen que la sociología aborde las
cuestiones tradicionales de la ciencia desde otra perspectiva. Por ejemplo, la
observación ya no se considera como una práctica pasiva, sino todo lo con-
trario, necesita de un proceso de aprendizaje que poco a poco la convierte en
selectiva. Vemos la realidad de acuerdo con unos intereses (recursos cultura-
les obtenidos durante el proceso de socialización) que afectan tanto a la acti-
vidad misma del conocer como a la realidad, pues en último extremo, cono-
cer implica una llevar a cabo una acción consistente en entender, predecir,
manipular y controlar la realidad (la ciencia representaría la máxima expre-
sión de la acción de conocer). Por otro lado, el crecimiento del conocimiento
no puede ser pensado como,

27 De nuevo volvemos al caso de Mannheirr. Bloar considera paradójico el hecho de que, mientras que
Mannbeim no era capaz de analizar las matemáticas desde un punta de vista sociológico, al contrario,
Wttgenslein mostró la forma por la cual las matemáticas pueden ser objeto de investigación sociológica.
De hecho, ‘Vv’it-tgenstein resuelve el problema de Mannheim” (Bloar, 1 973a: 1 73).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 76

‘el resultado del aprendizaie aleatorio sobre la realidad, sino como el correlata de
los desarrollos históricos de los procesas, competencias y técnicas relevantes en
varios grados para los Fines u objetivos de culturas o subculturas” (Barnes,
1 977a: 6).

Esto es, existe un marco contextual que condensaría los diversos facto-
res influyentes en el proceso del conocimiento. En el caso de la ciencia, el
contexto incluye la posición del actor en la estructura social global y de la
ciencia junto al conocimiento formal y tácito adquirido bien por socialización,
bien por experiencia propia. Lo social impregna tanto la teoría como la expe-
riencia. El conocimiento no es algo exclusivamente teórico e intangible, sino
que también es eminentemente práctico y social. Por tanto, el argumento bá-
sico del PF es que todas las representaciones, ya sean pictóricas o verbales,
reales o abstractas, se construyen activamente como reuniones de conven-
ciones o recursos culturales significativos que son comprendidos y evaluados
en términos de sus roles en la actividad social más amplia.

Al rechazar una concepción contemplativa del conocimiento, y dada la


posterior adopción de una visión que enfatiza la dimensión social del cono-
cimiento, es importante no perder de vista la conexión que existe entre cono-
cimiento y mundo (social y/o natural), no tan estrecha como en el realismo
fuerte, pero tampoco nula como en el caso del idealismo. Para el PF, el cono-
cimiento tiene mucho más que ver con la actMdad humana (hombres inten-
tando manipular, predecir y controlar el mundo real en el que viven) que con
la pura contemplación. El conocimiento surge de nuestros encuentros con la
realidad y está sujeto a variación continua (según se produzcan desajustes en
la predicción, manipulación y control del conocimiento). Aunque el objetivo
es elinñnar tales desajustes, la realidad puede llegar a provocar ese tipo de
problemas, lo cual representa, a su vez, un fuerte argumento en contra de una
teoría puramente idealista del conocimiento. Por esta razón, para el PF el
concepto de realidad es clave, puesto que es la,
‘Fuente de las causas primitivas que, habiendo sido pre-procesadas por nuestra
aparato perceptual, produce cambios en nuestro conocimiento y en las represen-
taciones verbales que de ellas paseemos. Todas las culturas se relacionan simétri-
camente con esta realidad. Los hombres en todas las culturas son capaces de es-
tablecer respuestas razonables a los inputs causales que reciben desde la realidad
(esto es, son capaces de aprender). El hecha de que la estructura de nuestro co-
nacimiento verbal no converia necesariamente de una Forma única, isomorFa can lo
que es real, no debería sorprendernos. ¿Parqué deberíamos esperar que esta Fue-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 77

se una propiedad de nuestras capacidades Iingúísticas y cagnitivas?” (Barnes,


1 977a: 25-26).

Este tipo de realismo no es lingilistico sino ontológico. Esta declaración


es fundamental para comprender los desarrollos posteriores en la obra de
Barnes y Bloor y para entender las críticas de las que han sido objeto por este
motivo. ¿Cuál es, por ende, la relación entre mundo y conocimiento para el
PF? Esta pregunta sólo puede ser respondida desde una perspectiva que no
separe el pensamiento y la práctica, que los considere, más bien, como for-
mas de acción social y que estudie los procesos mediante los que se genera,
mantiene y transforma el conocimiento a la luz de los intereses contextuales
de los agentes que lo producen y de los recursos culturales de que disponen.
Este planteamiento instrumentalista puede ser (y de hecho lo ha sido)
acusado de ser exclusivo del estudio de la ideología y no del análisis de la
ciencia. La sociología del conocimiento tradicionalmente ha prestado dos
sentidos distintos a la ideología. Aplicada descriptivamente a un valor o interés
indica la conexión de estos con la situación social del grupo que los posee y
no se cuestiona su adecuación. Por otra parte, aplicada evaluativamente a
enunciados precisos, implica que son falsos, parciales o infundados. Sin em-
bargo, desde su planteamiento descriptivo y no-evaluativo, el PF niega la exis-
tencia de criterios externos capaces de identificar la inadecuación de las cre-
encias. Su consideración instrumental impone considei-ai-Ias como hertamien-
tas adaptables a usos diversos, esto es, una creencia es ideológica si legitima o
promueve lógica o automáticamente ciertas actividades o estados sociales o si
se crea, acepta o mantiene por su utilidad para favorecer algún interés social
concreto.

Ahora bien, tal como se ha explicado anteriormente, el PF cambia la


metáfora visual del conocimiento por la instrumental, lo cual implica que el
concepto ideológico deja de significar distorsión para significar uso legitima-
dor Los factores a los que antes se achacaba el error se consideran ahora
como causantes de desviaciones de la práctica normal, aunque sin evaluar a
priori si el resultado de esa desviación es adecuado o no a los intereses a los
que sirve. A su vez, para el PF, la descripción de un enunciado científico como
ideológico no cuestiona su validez o invalidez a priori. Sin embargo, existen
unos criterios generalmente admitidos según los cuales si la producción de
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 78

enunciados científicos los vuinera, su credibilidad disminuye gravemente. En


este caso, el adjetivo ideológico conllevaría una acepción valorativa negativa
y, es más, se identificaría con la existencia de intereses ajenos al conocimien-
to científico.

Uno de los pocos autores que han tratado esta temática ha sido Ha-
bermas (1968). Para este autor, los requisitos cognitivos del conocimiento
(predicción, control, intercambio de información, consistencia cognitiva, etc.)
están determinados por los objetivos de algún grupo social (difícilmente están
regidos por algún tipo de razón especulativa libre de intereses en contextos
socialmente aislados). Habermas introduce la distinción entre las funciones
instrumentales histórico-hermenéuticas y las funciones emancipatoilas del
conocimiento humano, sosteniendo que, además, de los intereses instrumen-
tales, la gente tiene intereses en la comunicación con el fin de obtener una
mayor libertad y autonomía propia.

Es decir, para Habermas el conocimiento está orientado técnica e ins-


trumentalmente. En concreto, el conocimiento es el producto de comunida-
des de hombres interactuando que operan sobre y perciben la realidad, no de
manera contemplativa sino, en términos de unos intereses precisos, instru-
mentales, manipulativos y predictivos. Tales intereses son elementos constitu-
tivos de los procesos de generación y evaluación del conocimiento. Lo que los
científicos manifiestan por medio de la validez de su conocimiento está prede-
terminado por tales intereses. Lo que los científicos toman como hechos o
datos está determinado por la pre-organización pragmática de la experiencia
inserta en los sistemas articulados de su actividad instrumental. El conoci-
miento científico tiene una función única en el contexto de los sistemas de la
actividad instrumental. Por todo ello, la ciencia es un cuerpo de conocimiento
global, está disponible para alcanzar metas orientadas a fines o para ejecutar
acciones instrumentales o para interpretar la realidad desde una peispectiva
de control y predicción técnica. De acuerdo con este enfoque, para Barnes,
el conocimiento científica y, generalmente, el conocimiento técnica, está orienta-
da por una necesidad transcendental, por un interés constitutiva del conocimiento
en la predicción y el control. Este interés es la base natural para el conocimiento
cientíFico. Y lejos de reFlejarse adversamente sobre el valor de la ciencia es para
Habermas la Fuente de su justiFicación: la ciencia moderna se evalúa como la Forma
más desarrollada del conocimiento orientado instrumentalmente” (1 977a: 13).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 79

No obstante, según Baines, si bien Habermas está en lo cierto al con-


cluir que los hombres poseen diversos intereses y que sus consciencias no
están completamente dominadas por las pretensiones instrumentales de pre-
dicción y control,
su ecuación específicade distintos tipos de intereses con diferentes tipos de co-
nacimiento no se mantiene en pie después de una detallada consideración”
(1 977a: 14).

La hipótesis fundamental para Baines es que todo (tipo de) conoci-


miento es primariamente instrumental. Todo conocimiento es producido acti-
vamente por hombres con intereses técnicos particulares en contextos singu-
lares. Su significado y su ámbito nunca pueden ser generalizados. La genera-
ción del conocimiento está unida inevitablemente a su contexto social y es
parte de la historia de una sociedad y de su cultura, de aquí, la exigencia de
un estudio sociológico (naturalista) del conocimiento.

En suma, el conocimiento crece bajo los impulsos de dos grandes inte-


reses, un interés abierto en la predicción, manipulación y control de los fenó-
menos (eficacia) y un interés encubierto en la racionalización y persuasión de
los mensajes (credibilidad). La definición de determinación ideológica22 ha
sido identificada esencialmente como el modo de operación de este último
tipo de interés. ¿Cómo influyen los intereses encubiertos en el conocimiento
como cadena y conjunto continuo de representaciones compartidas? ¿Qué
relación existe entre los intereses encubiertos y las representaciones que sus-
tentan la estructura social? Este sería el caso de la imputación en la sociología
del conocimiento, esto es, la interrelación entre conocimiento, intereses y es-
tructura social. Sin embargo, este también es un tema también susceptible de
ser solucionado satisfactoriamente desde los postulados del PF, pues
con esta concepción instrumental del conocimiento, uno no tiene porqué moles-
tarse, ni preocupar a las historiadores de la ciencia, ni a muchos epistemólagos,
por el hecho de que la «ideología» de ayer se transForma imperceptiblemente en
la «ciencia» de hoy’ (1 977a: 40-41).

~ Según Bornes (1 974), las pretensiones de conocimiento pueden ser caracterizadas como ideológicas
siempre y cuando resulten de la transformación no convenida de algún acuerdo establecido entre grupos
sociales o cuando las pretensiones de conocimiento sean incompletas, estén insuficientemente basadas en
o sean discordantes con la definición de realidad convenida.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 80

1.7.2-- El Problema de la Imputación

El problema de la imputación en la sociología del conocimiento afecta


a la forma en la que el conocimiento y/o la creencia pueden ser atribuidos a
clases, grupos o cualquier otro tipo de formación social concreta. También
afecta al modo en el cual les son imputadas las consecuencias de sus accio-
nes (intereses) particulares a dichas formaciones99. Evidentemente, si los
modelos de distribución del conocimiento y de los intereses en la sociedad
fueran isomorfos con la estructura social no existiría el problema de la impu-
tación en la sociología del conocimiento. Asimismo, si las creencias, intereses
y estructura social no estuvieran de alguna manera correlacionadas, no se
presentaría tal problema, puesto que dicha perspectiva nunca se habría plan-
teado. Sin embargo, en el caso de Banes, las tres variables aparecen relacio-
nadas de una forma compleja y no sistemática. Como él mismo comenta,
“cuando las actores son conceptualizados operando dentro de una estructura so-
cial, la intención normal es relacionar sus conductas con mapas cognitivos, expec-
tativas, objetivos e intereses poseídos par otros y proyectados sobre ellas porque
son percibidas cama eiemplos de esto o de una categoría social. La estructura
social no es más que lo que determina la conducta de la gente en la sociedad
igual que la presión es la que determina la conducta de las moléculas en un líqui-
da>’ (Barnes, 1 977a: 56).

El sociólogo del conocimiento al relacionar las características del con-


tenido y de la distribución de las creencias con los intereses y, por tanto, con
la estructura social debe tratar de mostrar que las creencias se utilizan para
legitimar intereses particulares. El principal peso de su argumentación tiene
que descansar sobre una observación de amplia escala de la co-variación
temporal de las creencias, intereses y estructura social y sobre las credencia-
les de su teoría de la estructura social.

En este sentido, el punto de partida adoptado por Barnes se apoya en la


conexión más débil entre conocimiento y estructura social comparado con lo
que normalmente se afirma en los escritos de la tradición de la sociologia or-
todoxa del conocimiento. Barnes plantea una conexión entre conocimiento e
interés, pero no de tipo interno o lógico. Más bien, supone que los intereses
inspiran la construcción del conocimiento situado en un período y situación

29 Para una revisión y debate del problema de la imputación de las creencias dentro de la sociología del
conocimiento, ver Scott (1988).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 81

concreta y en un contexto cultural y social específico. En cuanto a la relación


de los intereses y la estructura social acepta que algunos intereses sean, de
hecho, generados estructuralmente y, por tanto, atribuibles a una estructura
social concreta.

Para Banes, un aspecto central de la sociología del conocimiento es la


investigación de los procesos por los cuales el conocimiento se genera y se
sustenta a la luz de los intereses particulares centrados en el empleo de los
recursos culturales disponibles. Sin embargo, la investigación sobre los intere-
ses supone el trasvase de conceptos como estructura social e interés humano
a la nueva sociología del conocimiento que él mismo reconoce cercana a los
planteamientos del materialismo histórico. Barnes comenta,
“observo tas extensas características de este punto de vista como las mejores po-
sibles entre los puntos de partida para el desarrollo de la sociología del conoci-
miento y de la teoría sociológica en general. Pera sería erróneo par mi parte inten-
tar situar este trabajo dentro de la tradición general del materialismo histórico. Sin
embargo, gran parte de él está de acuerdo can dicha tradición y, par contra, se
desvía de las presuposiciones típicamente empiristas de la orientación anglosajona
de las ciencias sociales que es, en última extremo, a la que Fundamentalmente
pertenece. El materialismo histórico ha sido aceptado aquí sólo en tanta a sus
méritos como un estudio enteramente naturalista de la actividad humana y de su
desarrollo histórico, mientras el desarrollo del materialismo histórico mismo se ha
llevada a cabo sobre la base de presuposiciones teleológicas u otras presuposicio-
nes declaradamente evaluativas o no-naturalistas” (197 Ja: 86) 30

Varios han sido los ejemplos relacionados con la Teoría de Intereses,


entre ellos, la controversia sobre la herencia y la evolución humana entre los
biométricos y los mendelianos recogido en MacKenzie y Barnes (1975). Pear-
son y los biométricos observaban la evolución como un proceso controlable y
predecible gracias a la selección de diferencias continuas. Frente a estos, Ba-
teson y sus seguidores sostenían una teoría en la cual la existencia de muta-
ciones no predecibles y discontinuas era un principio esencial. En el caso de
la controversia científica, los factores técnicos y los intereses esotéricos pro-
fesionales deben siempre ser observados como una fuente de explicación. En
este ejemplo concreto, la explicación debe buscarse en un contexto más

30 En opinión de libhetts, lo que Bornes está intentando llevar a cabo es <‘defender un estudio marvis-
ta/naturotista del origen y de lo función de los ideas y del conocimiento mientras simultáneamente intenta
evitar eí marxismo ‘<tlgar” (1981:508). Sin embargo, comenta Mennelí (1978) que el propio Barnes admi-
te su simpatía por el materialismo histórico, aunque reconoce que su trabajo se deriva fundamentalmente
de la tradición empirista anglosajona.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 82

amplio, a saber, la eugenesia y el aumento de una clase media profesional. La


eugenesia puede ser observada como uno de los modos determinados ideo-
lógicamente de pensamiento característicos de la clase media profesional as-
cendente en el contexto de la sociedad inglesa del período de 1890 a 1910 e
inteligible en términos de su interés social particular.

De acuerdo con esto y según los autores, se puede establecer una rela-
ción entre el conocimiento científico y la estructura social. Los mendelianos
con su defensa de la discontinuidad e impredictibilidad en la evolución se po-
drian asociar con una oposición conservadora defensora de la industrializa-
ción, de la sociedad urbana controlada racionalmente y de lo que Bateson
llamó, el individualismo atomista frustrado de los utilitaristas. Evidentemente,
aquí se producida una controversia apoyada por dos conjuntos de intereses
sociales particulares incompatibles y asociados con diferentes sectores de la
estructura social. La Biometría respondería a una forma de pensamiento libe-
ral-burgués ascendente, mientras que el Mendelismo respondería a una mani-
festación del pensamiento conservador en claro declive. Sin embargo, este
planteamiento no es ni rígido ni está cerrado, pues, para el propio Barnes los
individuos pueden reaccionar en contra de sus antecedentes y de las presu-
posiciones de sus comunidades de origen. Sus intereses ocupacionales pue-
den estar protegidos por formas institucionales en los que ellos no tienen
implicación, utilizando las pretensiones de conocimiento y legitimaciones de
cuyo contenido y función son ignorantes. Tales situaciones pueden ser inusua-
les, pero pueden acontecen De aquí la necesidad de los estudios empíricos
contextualmente situados31.

1.7.3.- El Debate sobre la Teoría de Intereses

En 1981 se articuló un debate entorno a la Teoría de Intereses en el se-


no de la revista Social Studies of Science encabezado por Steve Woolgar
(1981a y 198b), quien desde una perspectiva etuometodológica avanzó diver-
sas críticas al PF. Para Woolgar la postura naturalista adoptada por el IT impli-
ca ser empirista, a la vez que exige eludir cualquier postura evaluativa y nor-
mativa. Sin embargo, esto genera una paradoja en el propio PF, pues, si por un
31 Un buen ejemplo de estos estudios empíricos de caso (al hilo del trabajo sobre biomótricos y mendelia-
nos) es Mackenzie (1981 b).
EL PROSRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 83

lado aspira a seguir el fenomenalismo de las ciencias naturales (obviando el


idealismo y subjetivismo filosófico). Por el otro, implica respetar la naturaleza
del objeto, que en el caso concreto de las ciencias sociales, no es muy distinto
del propio observador Para Woolgar, esta paradoja debilita las explicaciones
del PF, dado que éste presenta los intereses como objetos independientes del
contenido científico que causan conductas especificas en los científicos. No
obstante, la dificultad de su identificación supone que se termine hablando de
influencia o de concurrencia en la producción del conocimiento.
Por tanto, Woolgar declara que el PF incorpora un artificio en su expli-
cación al ocultar el patrón interpretativo del analista y, al mismo tiempo. refor-
zar la conexión (causa-efecto) mediante la reiteración de su vigencia para
numerosos actores. Por otro lado, el PF pretende objetivar su explicación
mediante la atribución de una existencia colectiva e independiente de los in-
dividuos concretos a los intereses, con lo cual vulneraría su propio principio
de simetría. Es más, Woolgar acusa al PF de no explicar qué son los intereses,
cómo los actores construyen, invocan y emplean esos intereses. De esta ma-
nera, Woolgar trata de centrar la polémica en el plano de la retórica de la ex-
plicación antes que en sus elementos. Esto es, Woolgar cree necesario el es-
tudio de las estrategias de representación de los actores y de los analistas an-
tes de plantear hipótesis causales.

Además, Woolgar acusa abiertamente al PF de utilizar el mismo modo


de explicación que los funcionalistas (Merton, Storer, etc.). El motivo es la falta
de justificación de porqué cambiar las normas por los intereses ni porqué es
preferible este tipo de explicación que mantiene una concepción sobre-
sociologizada del hombre32. Según Woolgar, tanto las normas racionales co-
mo los intereses decidirían entre los cursos de acción ignorando los múltiples
factores que afectan e influyen en los actores, haciendo de estos simples ma-
rionetas de agentes exógenos. Para Woolgar esto reabriría las estériles polé-
micas sobre factores internos/externos, además de subestimar y obviar la con-
tribución que los sujetos realizan a su conocimiento.

Barnes replica a Woolgar haciéndole ver que el PF asume el dogma


central de la etnometodología, esto es;

32 Sobre esta cuestión, ver el artículo ya dásicn de Wrong (1961).


EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGíA DEL CONOCIMIENTO 84

“todas las propiedades «lógicas» y «metodológicas» de la acción, toda rasgo del


sentida de una actividad, su facticidad, su objetividad, su narrabilidad, su comu-
nalidad, tienen que ser tratadas como un logro contingente de prácticas comunes
socialmente organizadas” (GarFinkel, 1967:33).

Sin embargo, para Barnes la etnometodología se centra especialmente


en cómo la gente aplica conceptos y construye explicaciones. Pero frente a
esta postura, el PF prefiere entender porqué la gente elige una u otra explica-
ción. Para Barnes, a pesar de ser enfoques incomensurables
(metodológicamente hablando) son perfectamente compatibles tanto valora-
tiva como ontológicamente. Por este motivo, Baines si bien rechaza las críti-
cas de Woolgar como una forma de idealismo positivista, respeta sus plan-
teamientos dado que ambas perspectivas rechazan el racionalismo, asumen
el conocimiento como artefacto cultural y se basan en la indeterminación de
la aplicación de conceptos.

Por otro lado, la Teoría de Intereses es básica para Barnes pues articula
la generación de explicaciones por parte del PR El cambio cultural siempre
está relacionado con los asuntos sociales y políticos. Fuera del cambio, el uso
rutinario de conceptos precisa de explicación porque cualquier decisión entre
el cambio y la estabilidad está determinada socialmente. No obstante, Barnes
adnite una serie de reproches menores tales como que el naturalismo es un
término difuso, que los intereses se infieren a partir de sus efectos (pero no
que procedan del deseo de los actores), que el PF debería haberse centrado
más en la construcción social de los intereses (si bien esto conllevaría un aná-
lisis más profundo de la estructura social y, por tanto, el consiguiente aleja-
miento de la ciencia), que los intereses son construcciones teóricas que se
presentan en la modalidad de discurso realista y que no hay base para afirmar
que el uso que el analista hace de ellos sea superior de alguna manera al que
hacen los actores.

Ahora bien, Baines no admite la supresión del realismo33 para enfatizar


que se trata de construcciones. Tampoco acede a abandonar el trabajo expli-
cativo por la mera descripción de cómo operan los actores, ni el análisis cau-
sal por el esfuerzo de lograr la plena explicación del uso del lenguaje. Esto es,

~ De hecho, Bornes (1 985c) considera como un elemento básico de la etnametadolagia su orientación


realista, entendida como la convicción de que el habla apunta hacia algo que está más allá de sí misma o,
al menos, en muchas ocasiones lo hace asi.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 85

no es lo mismo hablar de intereses que tratar de la construcción lingiMstica de


los intereses.
Como respuesta, Woolgar (1981b) rechaza la división del campo analí-
tico que ofrece Barnes. El propósito del primero es radicalizar el relativismo
del segundo. Si los positivistas adoptan una posición reflectivo (el código refle-
ja el objeto) y el PF una posición mediativa (el código es socialmente fabrica-
do para intermediar la interacción de sujeto y objeto), Woolgar elimina la dis-
tancia entre signo y referente y afirma que no hay distinción a priori entre re-
presentación y realidad. Esto es, las descripciones son constitutivas de lo real y
lo más interesante que puede estudiarse es cómo los sujetos producen la ig-
norancia o el olvido de este hecho. A pesar de todo, Woolgar no pretende re-
hitar de plano el PF, pues éste resulta ser un enfoque interesante que mejora
las explicaciones previas. Aunque en el fondo, Woolgar afirma que se trata de
un enfoque reformista, dado que trata el problema de la descripción como un
inconveniente técnico que los agentes reparan pragmáticamente y se interesa
más por los recursos utilizados en la actividad que por los actores, de ahi que
parezcan menos humanos3~.
En un segundo debate sobre la Teoría de los Intereses, donde intervinie-
ron Yearley (1982) y MacKenzie (1981 y 1984), se intentó reconducir la polémi-
ca a través de estudios de caso concretos (en esta ocasión, los trabajos de
Mackenzie, 1981b, sobre las matemáticas estadisticas en Inglaterra). Para
Yearley, la Teoría de los Intereses no privilegia una teoría sociológica de la
ciencia, además es vaga y teóricamente débil entre otros motivos porque la
noción de interés es demasiado general, interpretable y difusa. Asimismo,
Yearley acusa a la Teoría de Intereses de ser esencialista, ambigua e indeter-
minada y vuelve a incidir en el equivoco de relacionar intereses y conceptos.

~ Para un planteamiento intermedio entre Bornes y Woalgar sobre los intereses, Gallan y Lcrw (1 982J y su
teoría del alistamiento a establecimiento de redes. Par su parte, Jardine (1991) pasa revisto a ambos enfo-
ques orientando su análisis más hacia la clausuro de los debates científicos. En concreto, para Jardine, a
pesar de la debilidad inicial en la formulación de la Teoría de los Intereses por parte de Bornes, los estudios
de caso de Pinch (1 98óa), Plckering (1 984o> y Shopin y Schaffer (1935) han superado tal debilidad pues,
tules investigaciones se centran en la recepción de los pretensiones innovadoras, especialmente las que
tratan de los observaciones y descubrimientos experimentales. Por otro lodo, los intereses atribuidos son
generalmente específicos y locales. Los estudias se centran en la generación de nuevos intereses o en el
cambio de los viejos y su transformación durante la controversia. Y se produce una escrupulosa atención a
las percepciones y atribucionesde intereses a os participantes en lo controversia.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOSÍA DEL CONOCIMIENTO 86

La respuesta de MacKenzie (1984) consiste en hacer explícita la meto-


dología empleada en su estudio de caso (generándose a su vez un debate so-
tire este hecho histórico) tratando de infundir la conclusión de que sin la des-
cripción del contexto disciplinar y de la estructura social que albergó el epi-
sodio en concreto, el significado de los nuevos contenidos científicos produci-
dos por los actores sólo se entenderá parcialmente (al no integrar su significa-
do social) y defectuosamente (al mostrar la estabilización de las redes cogniti-
vas como un hecho espontáneo y natural, requiere una causa). En esta situa-
ción, MacKenzie admite que el análisis del discurso pueda ilurrúnar este pun-
to, pero las interpretaciones contingentes de los sujetos también obedecerán
a causas y, se emplee o no el término intereses, se admita que esas causas se
originan en la estructura social o se enfatice que son operativas a través de su
construcción discursiva por los sujetos, éstas han de objetivarse de algún mo-
do en el análisis35.
En suma, el debate sobre la Teoría de Intereses se zanjó con un cierto
impasse por parte de todos los participantes en tal acontecimiento. Mackenzie
(1981) refleja adecuadamente la situación, al afirmar que
“las explicaciones de los intereses sociales tienen sus problemas. Estas tienen que

ver con nuestra inadecuada comprensión de la estructura social, can la Falta de


teorías históricamente adecuadas sobre su desarrollo y can la naturaleza esenciaL
mente discutible de los «intereses». Puede ser que como trabaja empírico y teóri-
ca descartemos ía categoría de «interés» en Favor de una mejor. Pera no creo que
la categoría haya Fracasado maniFiestamente cama una herramienta historiagrálica, ni
que esté predestinada por algún sino FilosóFico especial” (Macl<enzie, 1981:
503).

En un último apunte sobre la Teoría de los Intereses, recientemente,


Fuchs (1992) ha publicado un trabajo con un cierto impacto dentro de los ESC.
Básicamente su objetivo es establecer una Teoría Social Fuerte de tez Ciencia
que caracterice la cognición y la estructura social como profundamente inte-
rrelacionadas. Fuchs analiza la ciencia en términos de estructuras profesiona-

~ Tal como se ha puesto de man$esto, los debates sostenidos en torna a la Teoría de los Intereses tienen
un trasfondo eminentemente sociológico. Esto no signiika que excluyan otras perspectivas o que sus resul-
tadas no sean exportables a factibles de ser utilizados por otras disciplinas o enfoques. Sin embargo, resulta
chocante que flósofos racionalistas fuertemente contrarios a la scc utilicen este misma tipa de argumen-
taciones bien para atacar al PF, caso de Browr (1959), Ghalmers (1990) y Gregersen y Koppe (1988), bien
para desacreditar las estudios de laboratorio (en concreto, el trabajo de Lataur y Woolgar, 1 979), cuso de
Fox (1958). Para una versión ifasófica de la importancia de los intereses en la ciencia, Newton-Smith
(1985).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 87

les y de estilos de trabajo que reflejan una teoría orgarúzacional neo-


durkheimiana. También retoma el constructivismo estructural de Randalí Co-
llins, Whitley y Restivo. Con estos ingredientes y, a través de la aplicación de la
hipótesis de la teoría organizacional a la construcción y diseminación del co-
nocimiento en la red de las comunidades científicas, es la sociología la disci-
plina que posee las características más fuertes para acometer tal empresa.
En muy resumidas cuentas, la Teoría Social Fuerte de la Ciencia de
Fuchs tiene que cumplir tres requisitos; primero, debe mostrar cómo el núcleo
de los procesos de la ciencia, producción de hechos, son procesos sociales.
Segundo, debe tener una fuerte orientación explicativa (que incluiría la apli-
cación reflexiva a la misma sociología). Y, tercero, debe proveer un marco
comparativo para evaluar las variaciones históricas y disciplinarías en las
prácticas científicas (Fuchs, 1992). Pues bien, tanto el segundo como el tercer
punto tienen mucho que ver con la Teoría de los Intereses, aunque a pesar de
tener ésta un carácter explicativo, adolece, en opinión de Fuchs, de la orien-
(ación comparativa que posee su teoría organizacional.
CAPÍTULO 2

Las Afinidades Filosóficas del Programa Fuerta


Racionalidad y Relativismo en el Conocimiento Científico

2.1.- Introducción

A finales de los años sesenta y durante toda la década de los setenta, las
ciencias sociales y, en especial, la filosofía anglosajonas se vieron inmersas en
un apasionante debate sobre la racionalidad de las creencias humanas y la
amenaza del relativismo. La muestra más emblemática de esas discusiones
fue el trabajo de Wilson (1970a), en el que se recogían diversos trabajos aya-
lando las posturas en contienda.

En este contexto, tanto Barnes como Bloor, trataron de poner en mar-


cha su programa de investigación y crear un espacio especifico para la socio-
logia del conocimiento científico. Su estrategia fue simple. Considerando la
inestabilidad del panorama, realizaron una serie de artículos críticos para con
los pesos específicos que en ese momento representaban la ortodoxia filosó-
fica (Lukes, Hollis, Popper, Lakatos, Toulmin, etc.), para posteriormente edifi-
car su propuesta teórica. De esta manera, atrayeron las miradas de gran pm-te
de la comunidad académica y, este hecho, se plasmó en el trabajo editado por
Hollis y Lukes (1982a). Por todo ello, en este capítulo se abordan las turbulen-
tas relaciones que mantuvieron los miembros del PF con la postw-a filosófica
aceptada entonces en los temas del conocimiento científico, la racionalidad
de las creencias y el relativismo.

2.2.- La Filosofia de la Unidad Vs. las Ciencias Sociales de la Di-


versidad

Vivimos en la diversidad, diferentes culturas, sociedades, etnias, razas,


conocimientos, etc. Esta situación es un reto para las ciencias sociales. Por
LAS AFINIDADES ~LLOSCFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 89

este motivo, surgen cuestiones que exigen respuestas precisas: ¿hasta qué
punto reconocemos la existencia de otras culturas, de otras civilizaciones o de
otras épocas históricas? ¿Cómo asumimos sus categorías y sistemas de pen-
samiento diferentes y/o alternativos? ¿Cómo empleamos nuestros sistemas de
entendimiento y de traducción específicos con ellas? ¿Cómo comprendemos y
representamos los modos de pensamiento y de acción de esas otras culturas,
civilizaciones o épocas históricas? Por otro lado, es evidente que nos encon-
tramos en uno de los mundos posibles. Por todo ello, ¿porqué no afrontamos
la traducción de las culturas, esto es, comprendemos a las otras culturas en
nuestro propio lenguaje, pero en sus propios términos? (Winch, 1970).

Sin duda, todas estas cuestiones son complejas y de difícil resolución.


Debemos tener en cuenta que traducir implica comprender y esto exige una
doble actitud, bien se trate de interpretar, bien se trate de comparar las cultu-
ras objeto de estudio con la de referencia propia. Asimismo, la comprensión
se puede plantear en términos de empatia o de racionalidad. Asumir uno u
otro camino puede conllevar los inconvenientes de la inconmensurabilidad y
de la incomunicación provocados por la rigidez en las posturas. Por contra, las
posturas hegemónicas e inflexibles pueden tamizar y reducir en exceso lo
analizado. Pues bien, todo este complejo proceso no es nuevo para las cien-
cias sociales; Lodo lo contrario, “ha sido central para la sociología desde Max
Weber, visto el florecimiento de la racionalidad en el oeste así como, simultá-
neamente, la frustración de la capacidad del hombre para acometer un tipo
de comprehensión diferente del mundo y de la realización del potencial exis-
tente dentro de él’ (Wilson, 1970b: XIII).

No obstante, como en todo asunto en el que están involucradas las


ciencias sociales, surgen asuntos que atañen directamente a la epistemología
de éstas. ¿Quién comprende? ¿Desde qué perspectiva? ¿En qué momento?
¿Qué ocurre con el objeto de estudio?, etc. Estas preguntas tienen en común
el hecho de reunir en torno a sí dos conceptos fundamentales para entender
la historia y desarrollo de las ciencias sociales, así como los diversos debates
desarrollados con motivo de su existencia. Estos son los conceptos de racio-
nalidad y relativismo que tendrían mucho que ver, por ejemplo, con las diver-
sas perspectivas sobre la comprensión del significado de lo que se hace o se
dice. Una de esas perspectivas tendría como referencia las leyes estadísticas y
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 90

causales de las ciencias naturales, cuestión que no es admitida por muchos


autores, pues entienden que la comprensión en las ciencias sociales está más
cercana al ámbito de las relaciones internas que unen las diferentes partes de
la esfera del discurso humano (Winch, 1970). La noción de significado es fun-
damental para estos autores1, pues la distinguen cuidadosamente de la no-
ción de función en su sentido cuasi-causal. Tal como apunta Winch,
‘estultar el significado de una palabra es describir cómo se usa, y describí, como sc
usa es describir la interacción social de a cual forma parte” (1970: 9>

De esta manera, rechazan la posibilidad de naturalizar algo que consi-


deran de una manera subjetiva tal como son las relaciones analista-objeto de
estudio (y, en su defecto, analista-analista). El problema se inicia cuando en
las discusiones entre los filósofos, antropólogos, sociólogos, etc. se diferencia
entre comprensión, explicación y traducción como formas opuestas de acce-
so, de aprehensión y, en última instancia, de interpretación de lo social, esto
es, de su significado. Además, se produce un grave problema de autoridad.
Por una parte, existen diferentes culturas que exigen una explicación de su
propia experiencia. Por otra, co-existen comunidades específicas de tentadoras
y ejercitadoras de conocimientos especializados y diferenciadas por mor de su
credibilidad social, las cuales sienten (asumen) la responsabilidad de dar res-
puesta a las exigencias de las primeras. La tensión que conileva este hecho
subyace en la generación de explicaciones que dotan de sentido la existencia
de culturas enteras. Tal cuestión reclama, pues, un análisis exhaustivo de los
elementos que conforman el estatus legitimador de estas explicaciones y de
los grupos sociales que detentan tales culturas.

La actual interrelación entre culturas genera problemas sobre la unifi-


cación de explicaciones. Tanto relativismo como racionalidad acompañan el
presente proceso de globalización cultural. El debate entre los defensores de
posturas micro frente a posturas macro-comprehensivas ha favorecido aún
más el enfrentamiento entre los conceptos de relativismo y racionalidad
asumidos como planteamientos teóricos de fuerte compromiso vital. En cual-
quier caso, relativismo y racionalidad no pueden ser entendidos el uno sin el

1 Gaulter (1989) la propensión a sustituir interpretación por comprensión en las interacciones cara-a-
Para
cara genera toda una problemática referente al sign$cada, su localización y los enfoques mentalistas sobre
el mismo, todo ello derivado de los trabajas de Wittgenstein (1953 y 1969).
LAS AFINIDADES FILOSOrICAS DEL PROGRAMA FUERTE 91

otro, cosa que se ha puesto de manifiesto en el campo de la sociología del


conocimiento científico.

2-2.1-- Mentalidad Primitiva Vs. Pensamiento Moderno

Desde los inicios de la antropología en el siglo pasado, la consideración


y estudio de la oposición mentalidad primitiva/mentalidad moderna ha sido
uno de los elementos centrales en las discusiones sobre las diferencias entre
los tipos de pensamiento, conocimiento y raciocinio de las distintas culturas,
sociedades y civilizaciones. La atención hacia el pensamiento primitivo como
el origen del desarrollo y evolución del pensamiento moderno actual, ya sea
desde una perspectiva diacrónica (evolución del pensamiento primitivo hacia
el actual), ya sea desde una perspectiva sincrónica (junto con el pensamiento
civilizado caben elementos y/o coexiste un tipo de pensamiento salvaje), ha
sido un foco de discusión continuo. Estas polémicas arrancan con los enfren-
tamientos de Edward Tylor y James Frazer con Bronislaw Malinowski y Lucien
Léx’y-Bruhl sobre la comparación de la mentalidad primitiva y la mentalidad
del hombre civilizado. Tylor y Frazer predicaban la carga evolutiva del progre-
so desde el estado salvaje al estado civilizado. Por su parte, Malinowski apo-
yado en una psicología individualista pragmática, mantenia unas tesis más
pluralistas y relativistas. Asimismo, Lévy-Bruhl, refiriéndose a las representa-
ciones colectivas y a la influencia de las colectividades en los individuos, rei-
vindicaba la coexistencia de ambas mentalidades aunque con diferencias de
peso e importancia relativa entre las distintas culturas (a pesar de identificar
mentalidad primitiva con mentalidad prelógica -mentalidad ntstica- en abierta
oposición con la moderna mentalidad lógico-racional) (Boon, 1990).

En este sentido, la utilización en la antropología, sociología y filosofía de


las categorías de magia, ciencia y religión es cuestión clave para comprender
la imposición occidental de la racionalidad científica como rasero del pensa-
miento moderno-civilizado y como piedra de toque del pensamiento primitivo
salvaje. Un buen ejemplo de las primeras discusiones al respecto son los aná-
lisis de Ludwig Wittgenstein en sus Comentarios sobre la Rama Dorada de
Frazer (1992). En esta obra, Wittgenstein avanzaba dos estrategias posibles
LAS AFiNIDADES FiLOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 92

para interpretar las perspectivas religiosa/mágica y los actos rituales


(incluyendo los actos rituales de habla):

1~) Intentar identificar tendencias, inclinaciones, motivaciones en la ra-


zón e imaginación humana en general (universal) y en las circuns-
tancias humanas existenciales concretas, que hacen del hombre un
animal ceremonial y dan lugar a las acciones rituales.
Y) Considerar tanto las concepciones rituales y mitológicas encarnadas
en nuestro lenguaje, como la fusión en él de signos escritos y habla-
dos e imágenes mentales diversas. De esta manera, se percibirán
afinidades implícitas en todas las acciones rituales, ya sean las esta-
blecidas por los primitivos o por los modernos.
En último extremo, lo que Wittgenstein planteaba era que “la traduc-
ción de otras concepciones de la cultura a nuestras categorías lingiMsticas ne-
cesariamente implica un espacio compartido, una cabeza de puente para la
comprensión entre las dos” (Tambiah, 1990: 63). La tensión entre universali-
dad y particularidad contenidas en la antropología son los fundamentos para
la traducción y comparación de las formas culturales y sociales de toda socie-
dad.
La dificultad aparece en los análisis comparativos de los constructos
intelectuales y los problemas de inconmensurabilidad que surgen entre men-
talidades diferentes. Si anteriormente se exponían los intentos de Wittgenstein
por evitar estos obstáculos en favor de una comprensión igualitaria entre las
diversas culturas, trabajos como los de Horton (1970) se muestran en el otro
lado de la balanza. El argumento de Horton es que comparando el pensa-
miento teórico occidental y el africano, este último es inferior al pensamiento
científico occidental puesto que el africano (a pesar de considerarlo como el
germen del pensamiento moderno) no es ni reflexivo ni crítico. Más bien es
cerrado, incapaz de establecer concepciones alternativas a sus dogmas, igno-
ra el método experimental y el concepto de oportunidad y recurre a racionali-
zaciones secundarias para proteger sus premisas en vez de afrontar abierta-
mente la posibilidad de su falsación (asumiendo la concepción de la ciencia
expuesta por Popper, 1967).
LAS AFINtOADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 93

En concreto, cuatro son las cuestiones que pueden afectar a los proce-
sos de traducción/comprensión/comparación en las ciencias sociales:
~) El planteamiento y las implicaciones de lo que se supone una racio-
nalidad como único modo de razonamiento y como único proceso de
construcción del conocimiento. Por ejemplo, autores como Lukes
(1974) se declaran partidarios de la existencia de condiciones de ver-
dad, reg]as lógicas y criterios de racionalidad que “son universales pues-
to que existen y son operativas en todas las lenguas y culturas. Son fun-
damentales en dos sentidos. Primero, especifican los últimos constre-
ñimientos a los que está sujeto todo pensamiento. Pero también son
fundamentales en un segundo sentido: a saber, que probablemente se
puede mostrar aquellos conceptos de verdad, reglas de razonamiento y
criterios de racionalidad que, no estando de acuerdo con estos
(muchos de ellos, en contextos rituales e ideológicos), son de hecho
parasitarios de ellos. Esto es, allí donde existen creencias nativas de se-
gundo orden sobre lo que cuenta como verdadero o válido o lo que
cuenta como una buena razón para sostener una creencia que está en-
[rentada con estos principios básicos, entonces aquellas creencias sólo
pueden ser probadas de forma inteligible en contra de tales principios
(17 1-172).

Y) La cuestión del relativismo, en relación tanto con la unidad o diver-


sidad psíquica de la humanidad (los universales humanos), como con
la unidad o diversidad de las culturas y de las sociedades y. de hecho,
del mundo en el que vivimos. Esta cuestión también incluye los senti-
dos en los cuales podemos o no aceptar la unidad del mundo y/o la di-
versidad de sus realidades. En principio, estos planteamientos no tienen
porqué ser contradictorios. La doctrina de los universales humanos es
aplicable a ciertas capacidades y operaciones humanas básicas, tanto
físicas como mentales (tenemos las mismas capacidades psicomotri-
ces, vemos el mismo abanico de colores, etc, aunque las diferentes cul-
turas etiqueten, clasifiquen o enfaticen determinadas capacidades, ope-
raciones, posibilidades con significados distintos, iguales, opuestos,
etc.). Por tanto, la doctrina de los universales humanos o de la unidad
psíquica de la humanidad puede ser consecuente con la diversidad de
LAS AFINIDADES FiLOSÓFiCAS DEL PROGRAMA FUERTE 94

culturas o sociedades. En concreto, la diversidad de las culturas puede


describirse de la siguiente manera:
la) El ser humano es desde los inicios un ser social y los grupos o
sociedades se han adaptado y desarrollado activamente en el
espacio y en el tiempo de una forma flexible. Los productos
acumulados de sus diferentes trayectorias son una diversidad de
configuraciones culturales y un conjunto amplio de instituciones
sociales (hay que tener en cuenta, por supuesto, la interacción
con el entorno natural).

2a) Una pauta de la historia del ser social ha sido la flexibilidad en


los usos de la denominadas capacidades innatas.
30) El resultado de la vida social en las diferentes realidades y su
compromiso con las diversas representaciones colectivas es que
en algunos dominios delimitados del conocimiento humano -por
ejemplo, las habilidades técnicas y matemáticas, las habilidades
de abstracción y teorización científica, etc.-, y en diferentes so-
ciedades, son desiguales en su ejecución (a pesar de que sus ca-
pacidades innatas sean las mismas).
40) Por último, la ciencia en su sentido más restringido y cuida-
dosamente formulado implica una construcción de conocimien-
to que, en principio, trata de características objetivas de un tipo
de realidad ajena. Sin embargo, a priori la interpretación de esa
realidad es única, transmisible y comprensible por todos los se-
res humanos (Tambiah, 1990).
3d) t.~a cuestión de la traducción entre culturas, los medios por los cua-
les nosotros, los occidentales (modernos), podemos comprender a los
otros, a las otras culturas, traducir sus fenómenos a nuestras categorías
y conceptos y como esa comprensión actúa sobre la comprensión de
nosotros mismos. La traducción de las culturas implica lo que podría-
rnos denominar una doble subjetividad, característica exclusiva de las
ciencias sociales. Esta doble subjetividad implica simpatía y empatía así
como distancia y neutralidad por parte del observador, analista o intér-
prete de los fenómenos sociales. Esta es la conjunción de los clásicos
LAS AFINIDADES FILOSOFiCAS DEL PROGRAMA FUERTE 95

principios de imparcialidad y de reflexividad de la sociología del cono-


cimiento.
40) A su vez, la traducción de las culturas se traspone con la cuestión de
la compartimentación y comensurabilidad entre sus fenómenos, con-
ceptos y categorías y los nuestros. Los problemas de la comensurabili-
dad de estos desembocan, evidentemente, en cuestiones relacionadas
con la traducción, con el relativismo y con la racionalidad.

Todos estos temas han provocado recientes polémicas y enfrentamien-


tos entre diversos filósofos, antropólogos y sociólogos. A efectos de situar po-
siciones o estilos de pensamiento (en sentido amplio con el fin de no reducir
el problema a un tema de enfrentamiento entre disciplinas) para la exposición
que viene a continuación, se puede hablar de unificadores y pluralistas. Entre
los primeros destacarían, Alasdair Maclntyre (1970a y 1970b), Ernest Gelíner
(1970 y 1982), Donald Davidson (1982 y 1992), Steven Lukes (196, 1973b,
1982a). Para estos autores;

l~) Sólo puede haber una racionalidad basada en reglas universalmente


válidas de la lógica y de la inferencia (a pesar de la provisionalidad
del conocimiento elaborado a partir de estas reglas).

2<’) Los juicios transculturales y comparativos pueden ser realizados de


acuerdo con el grado de racionalidad y de irracionalidad manifiesta
en una creencia o sistema de acción. En principio, es posible graduar
estos sistemas como superiores o inferiores y la posibilidad de reali-
zar ese juicio descansa en elucidar o inducir desde la propia eviden-
cia.
30) La traducción de las culturas es posible. El problema del relativismo
puede fijarse y ser reprobado decisivamente, porque debemos y po-
demos presuponer entre las culturas una base de acuerdo
(Davidson), una cabeza de puente de estándares comúnmente com-
partidos de verdad, de inferencia, de creencias y de experiencias cu-
yo significados se fijan por la aplicación de aquellos estándares
(Lukes). Este es el acuerdo común que hace posible la traducción y
que, además, permite establecer, por oposición, el problema del re-
lativismo.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 96

De otro lado, están los pluralistas (o relativizadores), entre los que des-
tacan, Ludwig Wittgenstein (1953 y 1992), Peter Winch (1958 y 1970), Barry
Barnes (1969, 1972c, 1973 y 1974), lan Hacking (1982). Para estos autores;
1<>) puede haber múltiples racionalidades, diferentes juegos de lengua-
je, formas de vida (\Vittgenstein) o estilos de razonamiento
(l-lacking) y algunas de ellos/as pueden ser actividades inconmensu-
rables.

2<>) Los juicios transculturales de mayor o menor racionalidad son difíci-


les de aplicar entre culturas y entre los diversos períodos históricos.
Existe el peligro siempre presente de establecer un error de catego-
ría (Winch) en las comparaciones mal planteadas o en la mala apli-
cación de estos juicios a fenómenos difícilmente influibles por los
juicios de racionalidad.

3’>) La traducción de culturas es difícil pero posible, si estamos provistos


de un cuidadoso esquema (experiencias de primera mano) para la
comprensión de las otras culturas.

Los debates entre unos y otros tendrán su punto de partida en la polé-


mica entre Winch y Maclntyre en torno a la interpretación de los trabajos de
Evans-Pritchard sobre los Azande y los Nuer y sus repercusiones para antropó-
logos y filósofos, recogidos en Wilson (1970a). Esta obra inaugurará los en-
cuentros en torno a las cuestiones del relativismo, racionalidad, ciencia, pen-
samiento primitivo, etc. iniciados en los años setenta, dentro del ámbito aca-
démico anglosajón, y tendrá un par de secuelas importantes recogidas en Hor-
ton y Finnegan (1973) y en Hollis y Lukes (1982a).

Los planteamientos de Winch (1958 y 1970) retoman la filosofía del <II-


timo Wittgenstein y niegan la existencia de una realidad independiente a los
juegos de lenguaje y de las formas de vida de una comunidad de habla dada.
\¿Vinch intenta dar respuesta a dos preguntas básicas. En primer lugar, ¿qué es
la realidad? La realidad está determinada por el propio marco de la investiga-
ción. Algo es real cuando poseemos reglas para re-idenficarlo en otras ocasio-
nes. Y en segundo lugar, ¿qué es comprender algo? Es haber dominado las
reglas que controlan el uso de los conceptos a los cuales encarnan. (Winch,
1970). Esto conduce a que Winch afirme que no hay hechos sociales objetivos
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 97

y, por tanto, la ciencia social objetiva es imposible, dado que, las reglas que
siguen los hombres son esenciales a cualquier descripción de lo que los hom-
bres hacen.
Para este autor, la comprensión de los otros debe hacerse en sus pro-
pios términos, conceptos y creencias (lo que enfatiza la posibilidad de diferen-
tes y variadas racionalidades y lógicas sociales frente al error de establecer
una única categoría en la comparación o imponer la reducción a una medida
común de fenómenos distintos). Por otro lado, para Winch, el principio de ca-
ridad interpretativa requiere que la traducción de las concepciones de los
otros no se vea como calles de una sola dirección. Esto es, que se primen unas
interpretaciones por encima de otras.

Esta concepción del principio de caridad interpretativa choca con con-


cepciones más unificadoras, como la de Hollis (1 967b), para quien este prin-
cipio significa, “simplemente convertir a la sociedad nativa en tan racional
como sea posible” (243). Esto a su vez, produce descripciones justificables de
otras culturas (Hollis, 1 967a), rechazando tenazmente su entendimiento a
partir de la conversión de las nociones de realidad y racionalidad en relativas
al esquema conceptual nativo, suponiendo que no deberíamos pretender de-
tentar el monopolio de estas nociones, para finalizar reiterando que sin asun-
ciones sobre la realidad y la racionalidad no podemos traducir nada y ninguna
traducción podrá mostrar las asunciones equivocadas (Hollis, 1 967b).
Pues bien, para evitar este tipo de posturas, según Winch, la verdadera
comprensión de los otros debe mantener abierta la expectativa de que sus
conceptos puedan dar cuenta de los nuestros, ayudando a la extensión y/o
modificación de nuestra concepción de la racionalidad2. La manera más ade-
ciada de hacer antropología, según Wincb, es descubrir desde el lenguaje y
desde otras instituciones de la cultura estudiada qué es real y qué es racional
para ellas y contentarse con esto (evidentemente, lo primero que debería ha-
cer el antropólogo es aprender el lenguaje de la cultura que estudia).

2 Par estas razones, Wincb ha sido conceptualizada (epistemológicamente hablando) coma, “un conven-
cionalista, bastante cercana a lo que se podría denominar de manera provocativa cama un lingoista idea-
lista, jpues], ha fracasado en anular la perspectiva de que las «instituciones» se componen de individuos que
siguen reglas, lo cual se convierte en la corte flnal de apelación” (1-bIlis, 1972:94-96).
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 98

Por su parte, Maclntyre (1970a y 1970b) intenta demostrar que existe un


carácter dialéctico y reflexivo en la comprensión de las culturas y el hecho de
privilegiar las categorías de los nativos no implica y, en ningún caso, no puede
suponer la abdicación de las categorías propias del investigador. Para Macín-
tyre, en primer lugar, tanto la traducción acertada de un antropólogo como la
descripción de las creencias, normas y acciones de otras personas hecha por
un sociólogo implican la existencia de un espacio y de nociones compartidas
de inteligibilidad y razonamiento (racionalidad) entre ambas partes. En se-
gundo lugar, Maclntyre aunque está de acuerdo en la insistencia de Winch en
que la primera tarea del antropólogo es comprender desde dentro (esto es,
desde el contexto social de uso y aplicación de los conceptos) de la tradición
que analiza los criterios y valoraciones que rigen las creencias y la conducta
de ésta, insiste simultáneamente en que no es posible aproximarse a esos
conceptos extraños sino se realiza en los términos propios del antropólogo. El
antropólogo examina y busca los estándares de inteligibilidad de otra socie-
dad o cultura, implícitos o explícitos, incluso persiguiendo su difusibilidad e
incoherencia, pero siempre invocando sus propios estándares. Esto es,
‘‘crí contra cíe ~ y de E >ans-Pritcbarrl
be sos~enrdo (j~ie al considerar a uní cre
cina ‘¡ los cOricer)tOs que la enc.arnan comO intel¡8ible río p~íedo evitar a
1
)etar a ini
)rOpLO cnt e’ lo o, ant es bien, al crí ter¡o establec¡clo en nri prol ‘a 500 Ma rí E~ Contra
de B ra it Suya¡te y cíe Leach , he sostenido, s¡n embamo, q u e no nerí o 1 a cerIo hasta
que no Saya com1itertdido el criterio que dínqe la Creencia y la conducta en la socie.
lar ‘. tne es cm Co , 1-’ írivest v~aooic Y solo completaro ‘iii Línea cuando aLarqne el
contexto social de tel Forma que sea posible la trans¡ciccn de <iii conmuto <lis CriteriOs
97Oa: 71)
a otros ínte%’<Sle ‘‘ ‘‘/ rclniyre, 1
En este sentido si el científico social es auto-consciente, no tendrá
mejor oportunidad para darse cuenta de las limitaciones y distorsiones de su
propia cultura. En suma, Macíntyre sostiene que para describir acertadamente
las reglas de uso de otras culturas, el antropólogo deberá aplicar los estánda-
res de crítica racional desarrollados en nuestra cultura occidental. Como se
puede apreciar, los conceptos claves en este debaten son la racionalidad y el
relativismo de las creencias, que a continuación se trata.
LAS AFINIDADES FILOSCFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 99

2.2.2.- Racionalidad Vs. Relativismo en el Conocimiento

Cuando se habla de racionalidad en la cultura occidental se precisa


como tal, aquellas reglas lógicas, los constreñimientos de consistencia, cohe-
rencia y no-contradicción empleados en la articulación o teorización de tér-
minos abstractos y las proposiciones de las reglas de inferencia (deductiva o
inductiva). O, como Hollis (1972), define la racionalidad,
puede reFerirse a dos cosas diferentes Por un lacio, las creencias y prácticas cíe rin
1mmLe, rara ser racionales, deben ser cohercí rtes Esto nr píica una apelacion a las
leyes de nuestra iG3ica, como la única a la que podemos dotar de sentido an fond
Por otro lado, al mostrar porque Iris acciorres de un Sombre son raciorrales debernos
ciar sus ra zotíes para Ir acería así. Esto implica una a peíanón a su cultura y es por lo
ue ei investís aclor SOci 0163ico no puecí e arbi tra ríarnente i nr poner sil s propios están
-

darer’’ (1 Cta íoi Y

No obstante, el nexo entre racionalidad y explicación de la acción hu-


mana tiene ciertas limitaciones que han intentado ser superadas, entre otros
muchos, por Davidson (1982):
1<’) La limitación que genera la intencionalidad y su actuación en la
explicación de la conducta, esto es, ¿está causada la acción humana
por los factores externos al marco de las intenciones y creencias de los
actores? ¿Cómo relacionamos sistemáticamente intenciones y causas, y
efectos? ¿Hasta dónde llega la explicación causal en términos de racio-
nalidad? Según Davidson, se puede concebir la acción intencional co-
mo conclusión justificada de determinadas razones del agente sin ver-
nos obligados a tener que situaría más allá de la naturaleza fisica de la
mente humana3. La conducta intencional es un proceso causal como
cualquier otro, aunque sea descrita e interpretada de forma diferente a
cualquier otro proceso causal. A partir de aquí se generan dos ideas
fundamentales: la idea de causa y la idea de racionalidad, que aparen-
temente pueden superponerse (una razón es una causa racional)~. De
esta manera, emplear razones como explicaciones evita que nos en-

La concepción davidsaniana de lamente es muy peculiar. Para Davidson (1992), la mente es un produc-
to de la interpretación y comunicación intersubjetiva, y ‘está dominada par la perspectiva de la tercera per-
sana, par la perspectiva del proceso por el que cada uno de nosotras trata de entender a los demás y ellos
a nosotros. La mente, podriamos decir, es lo que atribuimos a los demás para hacernos inteligibles su can-
duda, lingúislica y no lingúística” (Moya, 1992:20).
Aunque el propio Davidson (1992) reconoce que explicar la conducta humana de esta manera no aclara
la s¡tuación en exceso.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE loo

frentemos con la complejidad de los factores causales al excluirlos di-


rectamente. Sin embargo, como sociólogos podríamos incluir conside-
raciones causales en la asunción de los diferentes conceptos de racio-
nalidad por dos motivos:

l<~) si tenemos en cuenta que las consecuencias no intenciona-


das de la acción, como productos no anticipados que son, no se
conectan con las razones de la acción y/o de las funciones laten-
tes de la acción (Merton, 1964).

2”) Si tenemos en cuenta que las elecciones de los actores se


forman, manipulany dictan por las estructuras de poder, de privi-
legio y de dominio que están en juego en la sociedad.
2’>) La limitación de la adecuación del criterio de la preferencia indivi-
dual misma como garantía de la elección racional y de la consistencia
entre las elecciones de un actor individual. En último extremo, la racio-
nalización es un tipo de mecanismo adaptativo en la formación y cam-
bio de las preferencias que, por contraste, configura la percepción de
una situación antes que lo haga la evaluación de ésta. Sin embargo,
existen otros procesos que pueden modelar la formación de las prefe-
rencias y cuestionan la teoría utilitaria de la elección, tales como la
adicción, el pre-compromiso, la manipulación por los intereses domi-
nantes, etc.

3”) La limitación que podría modificar el criterio de consistencia lógica


como piedra de toque de la racionalidad, dado que este criterio es un
sistema de reglas de conducta sensibles-al-contexto (relativizadas) fren-
te a actuaciones más consistentes (universalizables) independientes-
del-contexto.

En último extremo, se podría establecer un criterio de racionalidad


apelando a normas institucionalizadas para definir lo que es o no racional-
rriente aceptable. A pesar de un cierto aire relativista en estos planteamientos,
Davidson muestra una actitud muy negativa hacia el relativismo cultural que
proviene de una concepción de la racionalidad excesivamente instrumental.
Davidson piensa en la racionalidad de una acción como su adecuación al lo-
gro de los deseos o fines del agente de acuerdo con sus creencias. Sin embar-
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 101

go, “esta concepción puede hacernos ciegos para hechos importantes acerca
de otras vidas y otras culturas” (Moya, 1992: 45). ACm más, Moya, a pesar de
compartir la actitud negativa de Davidson hacia el relativismo cultural, cree
“que su forma de criticarlo puede llevar a cierta trivialización o descuido de las
diferencias culturales, que no son siempre favorables a nuestra época”, y
termina su argumento con una afirmación inquietante, “nuestra racionalidad
predominantemente instrumental no puede constituir un patrón universal de
juicio” (1992: 45).

De nuevo volvemos a Davidson quien cifra la relación entre interpreta-


ción y traducción como “el problema de abstraer simultáneamente los roles
de la creencia y del significado desde el modelo de sentencias a las cuales el
hablante se subscribe todo el tiempo” (1982: 238). La solución propuesta por
este autor subscribe ciertas máximas que enlazarían con el principio de cari-
dad interpretativa (tradicionalmente empleada en antropología) para acentuar
el espacio compartido de racionalidad entre observador/analista y su objeto5.
Una de las conclusiones importantes de Davidson es que la interpretación de
los modelos (sintáctico y semántico) de la conducta verbal y del uso del len-
guaje y de los modelos de las creencias y acciones sociales de los otros se
puede realizar dentro de unos limites, de acuerdo con los estándares de nues-
tra racionalidad. Sin embargo, pueden surgir problemas que irían desde la tra-
ducción literal (esto es, concepto a concepto) o la traducción de aquellas cre-
encias y cosmovisiones que escapan a una verbalización estricto senso en
nuestra lengua, hasta el concepto y la acción misma de inconmensurabilidad
en la traducción de culturas diferentes6.

Sin embargo, a pesar de los intentos de unificar los procesos de inter-


pretación, de traducción, de explicación y/o de comprensión, continuamente
surge la amenaza para unos, la salvaguardia para otros, del relativismo7. Co-
mo sostiene Hollis (1 967a) acerca del relativismo,

krtnam (1978) recuerda que la caridad interpretativa o el beneficio de la duda maximizan la humanidad
de la persona interpretada.
6 Para una crítica a las planteamientos de Dcwidson desde la antropología, Jennings (1938), quien defien-

de la existencia de esquemas conceptuales alternativos, o lo que es lo mismo, que existen lenguajes que no
pueden ser mier-traducidos. Es decir, los conceptos pueden ser interpretadas pero no traducidos. La inter-
pretación de tales conceptos sólo será factible por medio de la comprensión de estos, a través del aprendi-
zaje de cómo piensan otros sin pensar en la forma en la que lo hacemos nosotras mismos.
Pura una exposición e introducción condensada de las fuentes y formas del relativismo ver Hollis y Lukes
(1 982 b).
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROSF9AMA FUERTE 102

‘‘le¡os cje ser una deuda reconocida del panorama de la c¡enc¡a empír¡ca, leí relatívis.
nro 3 convierte a la antropoloSirI en teóricamente mposible N
0 podernos compren-
<ter lcr i rraci Orr a i y suponer Que podemos err tra r en círculos viciososi s¡rr «nr La mo, PO -

clenícrs conr prender lo racional cíe más de una manera” (970-97 1 8 )


Frente a esta apreciación anti-relativista, ¿qué podría suponer el relati-
vismo (cultural) para las ciencias sociales?
+ Que las culturas o sociedades puedan tener sus propios sistemas
distintivos de prácticas sociales.

+ Que estos sistemas sean correctos en los contextos y para las interre-
laciones funcionales de las culturas o sociedades concretas
+ Que, por lo tanto, sea problemático (al menos discutible) establecer
juicios críticos de mejor/peor, superior/inferior, etc. sobre una base
comparativa general sin tener en cuenta que cada uno de ellos es acep-
table en su propio marco espacio-temporal y, en muchos casos, difícil-
mente extrapolable.

A la vista de estas consideraciones, muchas son las cuestiones que sur-


gen sobre el relativismo. Sus detractores tratan de disolver las posturas relati-
vistas aplicándolas el criterio de no-contradicción en su forma inversa, esto es,
conlii s;Grr cer r rra1 es r rrten Lar con¡ura r rilesrie hiera el hecho de que las sooe~la ríes

tierren diferentes actitudes y valores como urr rrrirrcípío a priori rrO-relativO Pací cje-
termírrar su ,ícr¡tríri de una sociedad a otra, esto es imposible (Viilliams en larrrú,alr,
jqqq 15<

Putnam (1981) sostiene algo parecido. Lo relativo es también relativo y


asumir esto supone tomar lo relativo como absoluto, que es justamente lo que
los relativistas intentan relativizar Ahora bien, ¿la opción al relativismo (lo que
sería una postura no-relativista) es asumir una postura absolutista tal y como
se manifiesta en los debates producidos al respecto? En estas polémicas. son
muchos los temas que aparecen: ¿bajo qué condiciones se pueden hacer jui-
cios sólidos sobre la racionalidad (coherencia, consistencia y veriticabilidad)

8 Habría que apuntar que Hollis tiene una concepción mi# peculiar del antropólogo según la cual éste,
aparece en parte como un cronista, en parte como un filósofa y en parte como un teórica social. Gamo
cronista recoge los hechos observadas de la conduda nativa. Goma filósofo establece los límites a priori
para las posibles interpretaciones de las hechas. Gamo teórico social decide cual de las interpretaciones
consistentes con los hechos es correcta empíricamente’ (1 967a: 270). También se refiere a su trabaja
cuando habla de la necesidad de “herramientas conceptuales incluso antes de empezar [sutrabajo]. Guan-
do embaía su calo d0 herramientas, es un filósofo” (1967b: 246), lo cual coloca al antropólogo en una
posición de privilegio que encaja perfectamente con su postura fuertemente racionalista y etnocentrista.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 103

de un sistema de creencias o modo de acción social? ¿Bajo qué condiciones


podemos comparar significativamente dos sistemas de creencias y definirlos
como relativos? ¿Bajo qué condiciones dos sistemas de creencias son incon-
mensurables?

De estos interrogantes se pueden extraer tres resultados posibles. En


primer lugar, asumir que la comparación es posible (incluso de una manera
parcial) y, por tanto, es posible establecer juicios sobre la falsedad/verdad o
superioridad/inferioridad de los sistemas de creencias. En segundo lugar,
asumir que la comparación es posible, pero teniendo en cuenta que los sis-
temas comparados son relativos o alternativos entre si. Por último, asumir que
no es factible ningún tipo de comparación en el momento presente. porque
los dos sistemas de creencias en cuestión tienen poca base de acuerdo o po-
co espacio compartido para que puedan ser tratados como configuraciones
diferentes de un mismo fenómeno. En este caso es donde surge el problema
de la inconmensurabilidad.

En último extremo, ¿tenemos que estar de acuerdo con Davidson en


que ninguna comparación entre dos fenómenos es posible, sin establecer
previamente una base de acuerdo entre ellos, desde la cual los desacuerdos o
diferencias significativas puedan solucionarse? ¿Sería una condición minima
para enmarcar el problema del relativismo? Aquí debemos remontarnos a otro
clásico del tema, XV V. Quine (1969) y su concepto de la traducción radical,
esto es, la traducción de un lenguaje extraño sobre la base de la conducta evi-
dente, sin ayuda de diccionarios previos, vía ostensión (ya sea directa o diferi-
da) y vía objetos abstractos. Esto conileva un problema, la indeterminación de
la traducción, cuestión que si bien no tiene una solución al gusto de los racio-
nalistas, sí abre caminos a los relativistas, incluso en el caso del conocimiento
científico. Como el propio Quine afirma,
la inci~ternririao¿ír cíe la raduccién muestra que la noción de proposición~ entendi-
da como si~n ¡ficad o oracional es insostenible. La ¡u fradeterm mación en> pírica de la
cíe,rcía muestra c
1i:e ex¡sh en diversos modos sensatos de concelrir el mundo (1 999:
151)

A partir de aquí nos introducimos en el ámbito del conocimiento cientí-


Fico, considerado por unos (filósofos de la ciencia) como la esfera racional por
excelencia y, por otros (sociólogos del conocimiento científico) como el caso
más difícil posible para demostrar la viabilidad de sus teorías.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 104

2.2.3.- Racionalidad Cientifica y Creencias Sociales

La ciencia moderna (en concreto, la ciencia tal como es concebida por


Popper, 1967) representa para muchos autores el criterio demarcador entre la
existencia y la no-existencia de creencias racionales en y de las culturas. La
discusión gira en torno a lo que muchos consideran ignorancia salvaje frente
al conocimiento civilizado y la evaluación positiva de éste frente a la anterior
en razón de los estándares occidentales de racionalidad crítica (Jarvie, 1970a).
Muchos han sido los trabajos desarrollados al respecto. Entre otros, Jarvie y
Agassi (1967) en su intento por establecer una demarcación entre magia y
ciencia establecen una doble consideración de la racionalidad, distinguiendo
entre acción racional (si existe una meta hacia la cual se dirige la acción) y
creencia racional (si tal creencia satisface el estándar o criterio de racionali-
dad que haya sido adoptado, bien sea el criterio de evidencia, de estar más
allá de toda duda razonable, abierto a crítica, etc.). A su vez, ambos autores,
distinguen entre racionalidad en sentido débil (una persona actuando racio-
nalmente) y racionalidad en sentido fuerte (una persona actuando racional-
mente sobre la base de creencias sustentadas racionalmente). Estas distii-icio-
nes desembocan en lo que supuestamente es el núcleo de su argumentación,
esto es,
las dr-Clones istuales de la magia sólo son (o pueden ser) raciorrales eír cl se,rticio
dé >¡ 1: esto las neo a rca cíe las acciones científicas cl u e son (o :rueden ser) ra <¡oua es
erí el sentirlo ií.íz,t e’’ ¿~arvie y Agassi, 1967- 57).

Sin embargo, a pesar de su intención analítica, en último extremo, la


razón última para Jarxrie y Agassi acerca de la demarcación entre ciencia y
magia es que,
‘‘la gente prinr~iiva no siembra las semillas y despues lleva a cabo un ritual mágico ‘rr&
oo,r~iI, sino nne ,~rlarri a las cosechas de nira manera muy ineIiciente~ sin tractores y- sí~’
~al:rerr-.~>~1 es Li diferencia entre realizar el ritual mágico y no Iracerlo. La c.heeric¡a cír Sí
la en el Flogisto DeSemos 6sijnrir que los qi.íe
nragia río es nre~or rjue creencia -

e, estas cosas lo har-err cíe vercí a rl. El problema no es, entonces, «¿cónro F u ~den
creer err la nragía y estar er’ el nriíndo?» Sino «¿~ruede la gente con ineficientes cre-
circias nragrca ser ir-ir ir—a cori ellas, en qué condiciones y con qué alcance ~» í< no
sot ros nos ¡ra rece q’ e este es eí probicín a sociológico nr ás urgen te rí nc plan tea la
magia’’ (Jarvie , Agassi, 1 967 72)

En suma, para ambos la magia es racional, pero no lo suficiente. La


cuestión para estos autores sería, ¿cómo una racionalidad mejor vence a la
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 105

anteriormente imperante cuando ésta es una barrera para las metas de los
individuos o sociedades?

darvie (1983) por su cuenta intentará dar respuesta a tal cuestión dos
décadas después. Para Jarvie existen tres significados históricos del término
razón: primero, un modo especial de pensar (utilizado para distinguir entre
culturas lógicas y pre-lógicas). Segundo, un método especial (que separa las
empresas científicas de las metafísicas). Y tercero, una configuración social
que permite maximizar el éxito en diversas tareas, una de las cuales es el co-
nocimiento. El procedimiento en esta última es el método de prueba y error.
La racionalidad es la aplicación de la razón a la búsqueda de la verdad, la so-
lución a problemas y la elección entre opciones. A partir de este momento, se
generará un debate en torno al relativismo y al absolutismo (McLachlan y
Scott, 1955, Layder, 1985 y Sapire, 1988). Una de las opciones, la del absolu-
tismo fuerte, está fuera de lugar, pues no sirve de nada argumentar que la
unicidad del mundo y de la humanidad implican que una proposición será
verdadera con independencia del lugar y del momento en que se diga, dado
que no hay una manera de determinar cuándo se puede calificar de esta ma-
riera a una creencia.

En cambio, para el absolutismo débil el conocimiento es la aprehensión


culturalmente situada de una realidad asocial. Por tanto, la verdad sobre el
mundo, aunque tampoco puede estar situada culturalmente, no implica que
no pueda determinarse cuándo se ha alcanzado tal verdad, entre otras cosas
porque su aproximación requiere aprender críticamente de los errores. Y es
este enfoque crítico, que mantiene la verdad como concepto reguladon el
que, para Jarvie, subyace en la ciencia, la libertad y el bienestar de las socie-
dades modernas; lo que explica que la comunicación sea posible, que las cul-
turas aprendan unas de otras, que se calculen mejores medios para los fines,
que se elija más racionalmente entre éstos, etc. En suma, lo que autoriza a
considerar más racional a la sociedad que promueve estos hábitos producto-
res de conocimiento porque ésta es una estrategia mejor que la ignorancia
para la ejecución de las tareas. Por estas razones, para Jarvie, el relativismo, al
considerar que todas las culturas son equivalentes (esto es, al fomentar el es-
cepticismo), elimina la posibilidad de evaluar culturas, de que éstas aprendan
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA-FUERTE 106

críticamente unas de otras y de que exista el progreso que la búsqueda crítica


dela verdad ha originado.

El argumento de Jarvie vuelve a ser una transposición de la óptica po-


pperiana a las condiciones sociales del discurso racional: asume que las teo-
rías tienen evidencia inmediata, que siguen modos de inferencia seguros, que
aumentan su coherencia explicativa y que son teorías cuyos términos teóricos
refieren. Pero ninguno de estos supuestos es necesario para garantizar una
dinámica socio-cognitiva crítica. Los relativistas y todo el que se interese por
una epistemología empírica indagan más bien hasta dónde los criterios epis-
témicos son construcciones socialmente contingentes y cómo la validez de los
criterios y los modos de inferencia se negocian localmente en contextos de
investigación concretos.

Además, el relativismo no implica necesariamente escepticismo. De


hecho, hay al menos dos tipos de escepticismo excluidos por los argumentos
constructivistas y relativistas. Uno es el que nace de la crisis del fundaciona-
lismo, del fracaso de los criterios de validez vigentes para dar una justificación
completa y cerrada del conocimiento. El otro sería el que afirma que ningún
agregado cognitivo alcanza nunca el estadio más allá de toda duda razonable,

Pero de nuevo, para Jarvie, toda formulación de la racionalidad está


orientada pragmática y teleológicamente. La praxis es el juez de la teoría. En
el ámbito del discurso, donde la meta es la explicación, se considera más ra-
cional a aquella reconstrucción que consolida más términos entre una situa-
ción inicial y su efecto (entre sus descripciones respectivas). Así pueden com-
pararse cuantitativamente dos explicaciones. Aunque en ocasiones se descri-
ben las explicaciones de otros como insuficientes (esto es, si una explicación
no convence se asume tácitamente que le faltan términos que modifiquen el
sentido de los empleados o que se inserten en la serie expuesta de manera
que cobre sentido, y eventualmente validez, para el que la recibe), sin embar-
go, es probable que su insuficiencia sea relativa a los criterios de evidencia y
validez del oyente.
LAS AFINIDADES FILOSáFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 107

2.3.- Ciencia, Racionalidad y Relativismo: Barnes y la Naturaleza


de la Creencia

Descrito el panorama imperante en la comunidad académica anglosa-


jona durante los años sesenta y setenta, Barnes atacará frontalmente el con-
cepto de racionalidad (basado en la racionalidad científica) existente en las
ciencias sociales y filosofía. En tanto que la ciencia es una construcción social,
sus estándares, teorías, resultados, etc., deben ser comprendidos como con-
venciones sociales de acuerdo con la cultura y sociedad que les confieren au-
toildad. Lo que hace a un estándar ser racional es su definición y aceptación
por una comunidad como tal, y esta aceptación puede ser comprendida en
términos socio-político como lo es cualquier otro acto social. Por este motivo,
no existe una lógica absoluta (racionalidad) de la ciencia si por lógica se en-
tiende un conjunto de normas cuya garantía es mucho mayor que el consenso
existente en una comunidad científica concreta y en un período histórico da-
do. Para Barnes, las teorías científicas son metáforas y, como tal, están limita-
das culturalmente. Los criterios por los cuales se evalúan, varían de un campo
a otro, así como varían también a lo largo del tiempo y se validan dentro de
comunidades científicas socializadas de una manera específica (como puso
de relieve Kubn, 1962). Por lo tanto, la ciencia no disfruta de ninguna ventaja
en lo que respecta a la posesión de una racionalidad total o parcialmente au-
tónoma respecto a otras fuentes de conocimiento.

Las creencias sociales son etiquetadas, generalmente, con términos


tales como verdaderas, falsas, buenas, malas, ciertas, erróneas, etc. En el ca-
so concreto de las creencias científicas, existe una etiqueta asumida para dife-
renciarlas de cualquier otro tipo de creencias: la etiqueta de racional. El con-
cepto racional-racionalidad se emplea para justificar la confianza en las cre-
encias científicas. Esto es, cuando las teorías científicas han sido contrastadas
con la experiencia o comparadas con otras teorías alternativas y han sido con-
sagradas como racionales. Esto supone constituir sistemas de conocimiento
merecedores de una mayor confianza que aquellos otros que no han pasado
por los procesos anteriores (la elección o adopción de creencias menos me-
recedoras de esa confianza sería definido como frracion al).

La racionalidad científica se ha impuesto como referente Último en los


modelos de sistemas de creencias por sociólogos, antropólogos, filósofos, etc.
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 108

Sin embargo, frente a esta hegemonía conceptual, Barnes, en su momento, se


propuso buscar algún estándar alternativo de racionalidad no asociado al de
racionalidad científica. Una de las soluciones que propuso fue optar por los
modelos de inferencia inductiva desarrollados por algunos filósofos de la
ciencia. Estos filósofos intentaban mostrar cómo el proceso inductivo puede
aportar creencias más cercanas a la realidad. Este
‘‘criterio de racoijalidad debe ser algo reas que aíra coiivencióit Debe descnbiir Lí
racional ¡da íía tural para alcanzar releva ncí a sociológica’’ (E ames, 1 974 : 96)

Este nuevo concepto de racionalidad debería ser planteado de forma


universal y objetiva. Tradicionalmente, las atribuciones de irracionalidad se
habían basado en la falta de simplicidad, en la no-falsabilidad y en el carácter
ad hoc de las creencias. Estas características se empleaban para distinguir las
creencias irracionales de las creencias científicas. Sin embargo, los trabajos
previos de Kuhn y Horton debilitaron la fuerza de estas características. El nue-
vo concepto de racionalidad no poseería el poder discriminatorio exigido en la
explicación tradicional de la variabilidad de las creencias.

Como primer paso, Barnes (1969) exige que para emplear los modelos
de pensamiento racional/científico en la explicación de los sistemas de pen-
samiento y creencia por parte de filósofos, sociólogos y antropólogos corno
estándares de comparación, previamente tienen que ser clarificadas nuestras
ideas sobre la ciencia y la racionalidad. Por este motivo, discutirá el criterio de
racionalidad propuesto por Lukes (1967).

Lukes desarrolló una visión opuesta a la de Barnes sustentándola en un


amplio material sociológico y antropológico. Lukes estaba muy interesado en
establecer la posible existencia de un criterio universal de racionalidad. Un
criterio de racionalidad es una regla específica que se toma como razón para
creer algo. Por consiguiente, un criterio universal de racionalidad deberá ser
obedecido, generalmente, en cualquier sociedad, sino en todas. Además, para
Lukes, existirán dos tipos de criterios de racionalidad universal. En primer lu-
gar, un criterio de verdad considerado como correspondencia con una reali-
dad común e independiente. Y en segundo lugar, unas reglas lógicas específi-
cas, por ejemplo, el concepto de negación, las leyes de identidad y no-
contradicción, etc. Ambos tipos de criterios deben ser universales, obedecidos
por cualquier grupo humano cuyas expresiones comprenderemos como len-
LAS AFINIDADES FiLOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 109

guaje. Por último, para Lukes, la racionalidad (universal) no necesita explica-


ción, la irracionalidad si. Se debe dar cuenta de la existencia de mecanismos
sustentadores (causas) de ésta última.

Por contra, Barnes (1974) cree que el modelo planteado por Lukes exi-
ge que todas las sociedades, siendo racionales en sentido universal, deban
compartir elementos de un lenguaje observacional universal, algo que ha sido
puesto en entredicho. Tampoco se puede asumir que las reglas de la lógica
tengan un significado implícito en todas las sociedades. Es decir, el discurso
humano, generalmente, se adecuaría a ellas y lo debería hacer así si quiere
ser inteligible como señal y no como ruido. Estas reglas pueden ser observa-
das como limitaciones naturales a las posibilidades del pensamiento humano.
En un sentido naturalista, Lukes habla de ellas como los últimos constreñi-
mientos de los que es objeto todo pensamiento. Sin embargo, Banes señala
que la contradicción (ilogicalidad) es endémica y aceptada normalmente en
las expresiones diarias y, por contra, la no-contradicción puede ser tomada
como desviación de la norma (caso del lenguaje común y de su continua
equivocidad). Por este motivo, Barnes piensa que,
ev Vinos e~’ ‘ir Oc ar-cier lo ‘oií LuYes sobre la alta coirsisíencia í;eíreíal riel uso lin
yuístir-.rr Irilirialio. Pod,einos, inr-lílso~ estar de acuerdo cii que los actores eírcner~tran
inconsisteircias nisreriosamente ¡ilírereirtes. Pero río debenios resistirnos a la preterrsioír
cíe cine las iii coir ti stencí as pa rricu ares en los sistemas de creen cias Sí írn arias río reyni e-
reír iier-esariaiiikii’ O ey
1rlrcaciorres cacísales. L~í ííicoirsistenr-ia aj.rarece coíítiííííaííreírí r -

se e,ií’Míra ‘le ‘os c,steííías cíe creencias, auíique niíirr-,í estará ausente. Para ení eriqe’ o
1Áor-e’o so u> cofa noiler eír relacíóír creenci,is yactivici~íd . Q..oiisirlerar 1 reí irinires
‘cas cnt re ros e~ein en os de los sistemas de creencias abstracta ni en te concel rí cío> es
cii ycíwral er’rrireo E~ socióloqo debería lomar las cicencias crí t ernííííos ile sir Fn~
ciones eíi la ác.iiv!ciacl práctica (197W 79)

Por una parte, los sistemas de creencias se desarrollan de acuerdo con


su uso práctico. Por otra, las creencias contradictorias sólo existen en los lími-
tes de los sistemas de acción. Son sub-productos accidentales del pensamien-
to práctico. Con esto, Barnes pretende asegurar dos cuestiones. Primera, sig-
nificar la irresolución de los problemas periféricos por parte de los filósofos.
Segunda, permitir el funcionamiento cotidiano del mundo de la vida sin la ne-
cesaria participación de los filósofos. Esto se debe a que Lukes (y como él
muchos filósofos y antropólogos) utiliza la consistencia general del lenguaje y
de la actividad humana como una justificación para tratar las inconsistencias
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA rUERTE 1.10

particulares como el resultado de causas externas que distorsionan el funcio-


namiento normal de la razón. Barnes cree que
esto es conio pretender que desdie un ain plilicador (para que sea ampliFicador cIcLe
tener una relaciÓn señal/ruido alta) cualquier fuente de ruido deívro de él debe ser
el resultar-lo de un deFecto o de lera iírterfere,ícia exterrru Esta es una aíraloqía útil,
.

revela el ííon~ seq ni tu r del a rgu ni en to cJe LuYes, pero también 1 ustra su plaus~L LI ir-da cd
parcial Los deFectos o las fuentes externas pueden causar el ruido en eí amplificador.
Sin embalso, Fruer-de existir al~úír tipo de ruido inSerente a su furícionanrierito íioriííal’’
(1974- 41)

Estas consideraciones sobre el trabajo de Lukes le hacen a Barnes con-


firmar sus aseveraciones iniciales sobre la inexistencia de un criterio de racio-
nalidad universal que constriña el funcionamiento de la razón humana, así
como, tampoco puede llevarse a cabo una discriminación evaluativa a priori
de los sistemas de creencias existentes. La cultura de las ciencias naturales no
puede ser empleada como baremo de racionalidad universal saltándonos su
componente convencional. Por este motivo, la variabilidad de las creencias no
es, tan sólo, una cuestión de desviación respecto de ese baremo de racionali-
dad supuestamente universal.

Para Barnes, la variabilidad manifiesta de las creencias naturales insti-


tucionalizadas sólo se hará inteligible al establecerse en contra de una línea
básica de normalidad, no de verdad o de racionalidad. El sociólogo podrá
identificar los modelos normales de creencias si investiga las colectividades
humanas a la luz de la teoría sociológica. Este asociará el conocimiento social
con ciertas creencias y acciones institucionalizadas en virtud de la posición
que ocupe en la estructura social. Para explicar sus adquisiciones deberá con-
tar con la teoría de la socialización y con los estudios de los procesos de
transmisión cultural. Para dar cuenta de su persistencia deberá contar con la
estabilidad del contexto en el que esto ocurre. A su vez, para dar cuenta de su
cambio deberá interesarse por los mecanismos que pueden producir el cam-
bio cultural en un contexto estable y deberá identificar cualquier influencia o
causa específica que distorsione ese contexto y que modifique los elementos
que han servido para sostener las creencias particulares dentro de él. Por su
parte, allí donde los actores o grupos mantienen creencias idiosincrásicas juz-
gadas en contra de algún tipo de normalidad, deberá identificar alguna causa
o condición especial que distinga al actor o al grupo de ese marco de norma-
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 111

lidad (esto implicaría, por supuesto, que las desviaciones o salidas de la nor-
malidad sean patológicas o poco comunes). Banes se muestra inclinado a,
prel círder que todas los sistemas institucionalizados cíe creencias naturales deben ser
tratar-dos cdc forma equivalente por las propuestas sociológicas” (Barnes, 1974:43)

En tanto que el sociólogo trabaja siempre con sistemas de creencias


existentes puede dar por supuesta la racionalidad natural. Las ciencias natura-
les no deberían poseer ningún estatus especial dentro de la teoría sociológica
y sus creencias no deberían servir de referencia para el estudio de la ideología
o del pensamiento primitivo. La sociología de la ciencia no es más que un
campo especial dentro de la sociología de la cultura en general. El sociólogo
no puede avanzar en la comprensión de la creencia y de la acción social si las
categoriza de acuerdo con los criterios de racionalidad, eficacia o verdad aje-
nos a su disciplina. La comprensión sociológica debe iniciarse con la aprecia-
ción de la práctica normal del actor tal cual y de sus inadecuaciones según las
define el propio actor A continuación, el sociólogo tendrá que establecer una
visión detallada y extensa de las perspectivas del actor, de sus categorías y de
sus tipificaciones, considerando asimismo las asunciones que median las res-
puestas de éste, los modelos que organizan sus cogniciones, las reglas que
sigue normalmente, etc. Será en este momento cuando el sociólogo pueda
construir su teoría sobre las creencias y la acción social que, por otra parte,
deberán ser tratadas de manera simétrica. Según Barnes (1974), esta aproxi-
mación había sido escasamente desarrollada en sociología, salvando a idealis-
tas, fenomenólogos, etnometodólogos y algunos interaccionistas simbólicos,
aunque tampoco le resultaban del todo satisfactorios9.
Barnes critica el uso del criterio de verdad o de racionalidad científica
en muchos estudios sobre los sistemas de creencias primitivas, religiosas o
culturales dentro de cualquier tipo de sociedad y en los diversos estudios so-
bre ideologías. Asimismo, los estudios sociológicos e históricos del surgimien-
to de la ciencia y de sus éxitos contemporáneos también hacen un uso muy
especifico de estos conceptos tan cruciales como susceptibles de mistifica-
ción. Para Barnes, los intentos de comprender o de explicar los sistemas pre-
literarios de creencias han conducido frecuentemente a los antropólogos a

‘~ Esto puede apreciarse en Bornes y Law (1 976), donde abordan los problemas de la indexicalidad de las
expresiones humanas y la consideración de las diversas corrienies teóricas que analizan estas cuestiones, en
especial, la etnometodoloqía.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 112

compararlos con los modelos racionales (ideales) del pensamiento occiden-


tal. En la práctica, tal comparación se ha utilizado para separar las creencias
entre aquéllas que son naturalmente inteligibles y, por tanto, no necesitan
explicación, y aquéllas que se desvían de este ideal y son, consecuentemente,
problemáticas y deben ser explicadas. Muchas teorías antropológicas han sido
parcialmente determinadas por el ideal de racionalidad científica, asumido
como elemento normativo, desde las ciencias naturales. En este sentido, la
teoría antropológica contemporánea ha sido profundamente influida por una
concepción idealizada de la práctica científica. Esta concepción proviene de la
filosofía de la ciencia y de las abstractas discusiones sobre el método científi-
co que se encuentran en ella (Bares, 1973)10.

Los modelos de racionalidad científica o, de hecho, cualquier modelo


que pretenda describir los procesos generales disponibles para descubrir la
verdad de la naturaleza, centran su curiosidad en las causas del error aparente
de los sistemas de creencia pre-literarios. La verdad y el error definidos tal
cual por los antropólogos son también asumidos por sistemas diferentes de
explicación. Peel (1969) reveló, efectivamente, las inadecuaciones de esta
aproximación. La contribución de Peel pone de manifiesto que todos los sis-
temas de creencias, científicas o pre-literarias, verdaderas o erróneas son más
aprovechables si se comparan y se comprenden bajo un marco de trabajo
<mico (gracias a la suspensión temporal de las asunciones cognitivas de nues-
tra sociedad). Sin embargo, este planteamiento se ha visto impedido en su
desarrollo normal porque muchos antropólogos han comparado directamente
las creencias pre-literarias con el sistema de creencias cientificas modernas
provisto por la filosofía de la ciencia.

De hecho, utilizar la racionalidad científica como rasero evaluativo plan-


tea, para Barnes, dos objeciones principales. La primera de ellas es que, antes
que inductivo, deductivo u otro tipo de razonamiento lógico, gran parte del
pensamiento científico es analógico y/o metafórico. De hecho, las teorías
científicas pueden ser observadas, en muchos casos, como modelos que pro-
veen una serie de analogías entre los fenómenos percibidos por los legos y los
problemas que los científicos intentan resolver. La segunda objeción es que el
10 Sin embargo, desde la propia antropología ya se están llevando acabo análisis de la prádica científica
sobre el terreno (esto es, en el lugar de producción de los hechos cientdicos) que apoyan os planteamientos
de Barnes, ver por elemplo, Latoar y Woolgar, 1979 y Traweek, 1988.
LAS AFINIDADES FILOSáFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 113

pensamiento científico es esencialmente presuposicionalista y nunca va más


allá de los hechos. Por estas razones, la importancia del trabajo de Kuhn es
fundamental como intento genuino de describir y de comprender la práctica
científica concreta. Gran parte del progreso científico efectivo surge de la exis-
tencia de un grupo de científicos auto-definido como comunidad investigado-
ra en un campo especifico a la luz de una orientación común provista por un
paradigma (Barnes, 1973). Las prácticas comunitarias (es decir, la ciencia
normal) amparan el desarrollo y control de un conjunto de expectativas sobre
el mundo natural indicadas por el paradigma. El mundo es visto a través del
paradigma, lo cual supone que,
para ííe~ar a ser cient4íco, ?eneralmente, se exige la recepcicrn acríLica de nír paía~
digma durante el periodo de adiestramiento’’ (Barnes, 1 973: 1 85),

y se produce una presentación dogmática de los textos científicos a través de


la destrucción de los aspectos históricos de las teorías y de las controversias
pasadas en el campo. Con esto, se obvian las dificultades de las teorías y se
acentúa la resolución de problemas dentro del paradigma imperante. Por tan-
to, el paradigma puede ser observado como la encarnación de la metáfora-
guía dominante de una comunidad científica.

Estas apreciaciones nos devuelven de nuevo a la confrontación entre


creencias pre-literarias y creencias científicas. Barnes toma como punto de
partida a Horton (1967), quien sugiere que, mientras que la ciencia moderna
normalmente atribuye sólo una causa por evento, dentro de los sistemas de
creencias pre-literarias, los eventos se encadenan siempre con varias causas.
Por tanto, si se intenta establecer algún tipo de comparación significativa entre
estos términos, lo que se está haciendo es apreciar los sistemas de creencias
pre-literarios como estructuras formales. Sin embargo, el espíritu de la tradi-
ción antropológica está fuertemente orientado en contra de este tipo de
aproximación (Barnes, 1973). Para Horton, la diferencia crucial entre creen-
cias pre-literarias y creencias científicas radica en la flexibilidad para recono-
cer las anomalías y asumir sistemas alternativos de creencias. Pero, a pesar de
ser un modelo a seguin Barnes critica determinados puntos del planteamiento
de Horton. En primer lugar, dado que los procesos de cambio de paradigma
dentro de la ciencia acontecen en períodos no definidos de tiempo y que exis-
te poca literatura antropológica sobre estudios longitudinales, Barnes cuestio-
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRA MA FUERTE 114

na el supuesto conservadurismo comparativo de las culturas pre-literarias. En


segundo lugar, Barnes cree que Horton sobrevalora la ciencia, dado que cree
que ésta se siente inclinada a dar respuestas más radicales a la anomalía que
cualquier otro sistema de creencias.

Estas críticas desembocan en el contra-argumento de Barnes, que pa-


sará por Kuhn (1962) y por una redefinición de paradigma para su aplicación
al ámbito de las ciencias sociales. Para Barnes, paradigma será
‘la noción de un conjunto d~ categorías, teonas y procedimientos aprendidos en co
nexióír con ejemplos concretos, aceptados poc todo el grupo cíe referencia y válido
Irara et tra t a ni icí ito cíe proLr lemas en situar-iones especilicas qn e pu ecd e ser arr 1 icar-lo a
1’ (1 969 97)
c:l iversa 5 creen cias sosí enidas por sociedades enteras

Barnes cree que algunos procesos de cambio de paradigma son favo-


recidos en tas sociedades modernas, y esto se debe más a la diferenciación en
los roles y en las instituciones de estas sociedades que al reconocimiento in-
dividual de las alternativas posibles. Barnes se apoya en Douglas (1966) y su
proceso de diferenciación para comprender las disparidades entre los sistemas
de creencias pre-literarios y los sistemas de creencias modernos. Barnes parte
del hecho de que las categorías y sistemas de clasificación de cualquier cultu-
ra generan anomalías y ambigñedades. Ante esto, cada cultura establece unas
previsiones para abordar dichas situaciones. Estas previsiones suelen ser de-
fensivas, puesto que los sistemas de clasificación se han convertido previa-
mente en instituciones sociales y no se alteran fácilmente. Esto es algo muy
evidente en las culturas primitivas donde los problemas de orden conceptual
se convierten en problemas de orden social. En tal caso, la solidaridad no
puede sólo mantenerse por la alta interdependencia de roles y la intervención
de agentes especializados de control social, tal como sucede en las socieda-
des más diferenciadas, más bien, es necesario el uso de acciones y conductas
específicas poco comprensibles para los sistemas de creencias modernas
(Douglas, 1966). Barnes lo argumenta diciendo que,
‘‘la difereírr-iar-íó,í coirduce a la creación cíe agentes especializar-los crí el control social
cii cí creciiiríeírto dic la solidaridad organica. E< 3c estos ar~enl es, ías cías’
1 ausencia
FicAr-¡oires jr-rínr-.rjúalcs del orcícír social se refíierzaír simSólicaníeíítc cori otros sistemas
cíe clasilícací óí y- dc creencia y así las nociones cje con t a ‘ni nación relíqro, cliisi óí~í y
abá se presentan en estos sistemas corno parte cíe las instíl <ir-iones Sociales centrales
De esta forma, la solir-darir-lar-] orgánica conduce a iii, debilitamiení o cíe los tabúes y
elí.asioncs y la actividad ciei~i tífica diferenciadí, ere uleanclo las clasificaciones y crecí
cias ampliamente desprovistas cje iii siguíificado.social general, sólo las coírt círcícá err
LAS AFINIDADES FIUDSE~FICAS DEL PROGRAMA FUERTE 115

pequeñas dosis. Sin embargo, tal como existen por el momento proveen una intere-
sante coíífirnración de las perspectivas de Douglas” (1969: 99),

Esta situación conduce a la cuestión de ¿porqué los actores pre-


literarios realizan acciones aparentemente irracionales a nuestros ojos? Pro-
bablemente, porque ellos consideran adecuadas las creencias que respaldan
a tales acciones y que nosotros observamos como erróneas. Entonces, ¿por
qué está presente este tipo de creencias en su cultura? Posiblemente, porque
ése será su lugar funcional en la estructura social y en el sistema de creencias
establecido durante mucho tiempo.

De acuerdo con lo expuesto anteriormente, la ciencia estada constitui-


da por un amplio número de comunidades compartidoras-de-paradigmas re-
lativamente independientes. La organización social de la ciencia es crucial,
puesto que, el planteamiento del nuevo paradigma no suele realizarse por un
individuo aislado, sino por un grupo social concreto. Las características que
favorecen los cambios de creencias en la ciencia nunca tienen semejanza real
con una revolución permanente. Incluso con los recursos de la moderna tec-
nología, en las tradiciones de investigación transcurre un tiempo considerable
hasta que surgen la anomalías recalcitrantes, desencadenantes del proceso
revolucionario. Además, el cambio en los sistemas de creencias nunca puede
llegar a ser un proceso socialmente institucionalizado como tal. La recompen-
sa en la ciencia, bien en términos de reconocimiento, estatus o progreso fi-
nanciero descansa sobre la realización de una investigación evaluada por un
criterio enraizado en los paradigmas científicos. El paradigma, en última ins-
tancia, es una fuente de control social y como tal se mantiene, a veces, en
contra de amenazas o se separa de otros paradigmas para acentuar sus lírni-
tes disciplinarios.
En suma, Barnes intenta mostrar que la estructura diferenciada de la
ciencia y de las sociedades que la contienen como institución es de crucial
importancia en la comprensión de cómo se producen los cambios en los sis-
temas de creencias en las culturas. Esta demostración forma parte de un
amplio diseño basado en una visión presuposicionalista y analógica del pen-
samiento científico. La aceptación de esta visión descartada la dicotomía clá-
sica entre verdad y falsedad, racionalidad e irracionalidad. Muy al contrario, el
objetivo es tratar tanto las creencias pre-literarias como las científicas dentro
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 116

de un marco único de explicación, puesto en relación con las estructuras so-


ciales donde se producen. Establecido este principio de explicación de las
creencias sociales, otro punto fundamental para Barnes es el referente a la
explicación causal de las mismas.

2.3.1.- Explicación Sociológica Vs. Racionalidad Científica

En sus primeros trabajos, Barnes (1969, 1972c y 1973) intentó responder


a dos cuestiones fundamentales sobre la explicación sociológica y la raciona-
lidad científica:
1~) Las explicaciones sociológicas deberán definir las desviaciones de
la práctica normal y no las desviaciones de los ideales externos de
racionalidad o de verdad. Desde este planteamiento, la cultura de las
ciencias naturales sería sociológicamente equivalente a cualquier
otra cultura. Esto hace posible edificar una sociología del conoci-
miento científico que abarque a la propia práctica científica frente a
la postura de los filósofos de la ciencia.

2~>) Demostrar que, aunque el cambio cultural en la ciencia implica el


desarrollo imaginativo y la extensión de modelos y metáforas, existen
técnicas sociológicas que pueden dar cuenta de la naturaleza y de la
recepción y/o cambio de los nuevos elementos culturales. Su mci-
deuda y justificación se plantea en términos naturalistas, rechazán-
dose la idea a priori de que existen lógicas generales de descubri-
miento o de justificación en las ciencias naturales. Muy al contrario,
la explicación sociológica se extiende por igual a ambos contextos.

A la vista de estas aspiraciones, la primera tarea en cualquier investiga-


ción sociológica será la de obtener una comprensión fiable de las creencias y
de las acciones de los actores en estudio. Tanto el significado objetivo como
las significaciones subjetivas deben corresponderse. Sin embargo, es a partir
de este momento cuando se produce la diáspora teórica entre sociólogos, an-
tropólogos y filósofos. Muchos autores creen que esto es sólo posible gracias a
la aplicación de criterios universales y externos para etiquetar las creencias y
acciones particulares como objetivamente racionales y/o no-racionales. Se
establece, por tanto, una controversia sobre cuáles deberían ser estos univer-
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA-FUERTE 117

sales: eficacia, consistencia, lógica, verdad empírica, faisabilidad, etc. A la so-


ciología se la reduce exclusivamente al estudio del error y de la irracionalidad,
pues supuestamente, tanto uno como la otra sólo tienen causas sociales,
mientras que la verdad y la racionalidad transcienden lo estrictamente social.

Diversos sociólogos dirigieron sus esfuerzos hacia otros tipos de enfo-


que de las creencias de los actores, evitando las aproximaciones racionalistas
(dada su consideración evaluativa a priori y pre-juzgadora). Por ejemplo, se
producirá un intento de aproximación a una perspectiva más detallada y ex-
tensa del mundo del actor, de sus categorías y de sus tipificaciones, de las
asunciones que median sus respuestas y de las reglas que estos siguen en su
conducta. La racionalidad se tratará de conceptuar en los propios términos de
los actores y se juzgará de acuerdo con las reglas y estándares que estos ma-
nejan. Este giro es básico para Barnes, para quien,

esta a rioxí nr ar-íír-r r a ij ncjue seg u ida por idealistas y len orn enól on os, representa u rla
FrersF ‘ectíva miriorit aria en la sociologia . Mariteííriré, si,r embargo, que la sospecSa
obre eí criterio ríe racionaliriad] externa y el fuerte acento en los conceptos y reglas
rí op i as riel acto’ es u na perspectiva ad ecuadí - La explicación sociológica de las cae -
en cias y cíe las acciones no ciepen cd e cje su estat us respecto al crí erío ríe nao odia 1 ~r-iarl
rler,vadio e>:terriarríente (se porirkí decir, de sri est at cus lílosófico) . Esto, sin errrr.’,írgo
1 ie~:reru’:ic5 hásir-arrrenut e cíe la cornj:irension cje su posicton y cíe síu sigrriíic.aciórí rícírino
cdc la jrerspect.~va toril del propio acto¿’ (197 9c: 375)11

La visión alternativa planteada por Barnes, sin embargo, girará en torno


al uso de la explicacion causal en la investigación sociológica (a pesar de que
este fuese criticado por Winch (1958). El problema del argumento causal es
fundamental para Barnes. El análisis causal tiende a ser utilizado para explicar
la desviación desde un ideal de racionalidad definido externamente. Si deja
de lado este ideal ¿cómo se estructura el análisis causal? La explicación causal
asocia al actor (a través de la posición que este ocupa en la estructura social)
con las creencias y acciones que sostiene en su práctica social. Por este moti-
yo, el estudio causal de la adquisición, distribución y variación de las creencias
y acciones de los actores tiene que basarse en una teoría de la socialización

11 Barnes y Law (1 976) plantean dos cuestiones ftndamentales acerca del intercambio verbal de los ado-
res. Por una parte, la re4leÁvidad esencial del discurso y, por otra, la indexicalidad de las expresiones que se
dan en ¿rl. De esta formo, Barnes y Law se acercan a la tradición etnometodológica sobre el análisis de las
acciones sociales. A grandes rasgos, para Barnes y Law, todas las expresiones son indexicales, es decir,
todos los significados están constantemente sujetos a negociación y pacto como expresiones y conceptos
aplicados de uso común. Este principio general, les levo a negar cualquier tipo de discriminación analítica
entre el discurso cotidiano y el discurso cientíBco (o formal).
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 118

(que en el caso del conocimiento científico tendrá mucho que ver con los tra-
bajos de Kubn.)

Banes intenta fundamentar su concepción de la explicación sociológi-


ca de las creencias en tres principios. En primer lugar, la explicación socioló-
gica (conceptual y teóricamente) es, en principio, aplicable a todas las creen-
cias y prácticas sociales. En segundo lugar, la estructura total de la explicación
sociológica, bien sea causal, funcional o de cualquier otro tipo, debe ser con-
gruente con los modelos de similitud y de diferencia de las creencias y accio-
nes definidas por los propios criterios de identidad de los actores. En tercer
lugar, la categorización de las creencias y de las acciones por criterios de ra-
cionalidad objetiva definida externamente es irrelevante.

La idea de práctica normal es un concepto regulador importante en la


estructuración de la explicación. Cuando atribuimos determinadas creencias a
ciertos actores, suponemos la existencia de una coherencia general en sus
usos lingiiisticos y la relación entre esos usos y sus acciones. De no ser así,
evidentemente, no podríamos proponer que los actores tienen un lenguaje
concreto o que abrigan ciertas creencias comunes. Se establecen, por tanto,
relaciones de semejanza entre las creencias y las acciones y entre las propias
creencias. En este sentido, es posible comprender la significación de una cre-
encia particular cuando se comprende el sistema total de creencias del cual
forma parte. Y antes de que se pueda ofrecer una explicación de una creencia
o sistema de creencias es necesaria su comprensión. Para Barnes,
1er u ti fuca rse y conr ji renír terse cíen t no
‘‘los cci rcep tos y creer roías r de un actor cdeben nc
de su u r roj ~rícrruar co, deben ser evaluar-las sus propias explicar-ion es arr t es ~ie coniver
tírse en cratcrs cíe c’uair
1íuíer teoría explicativa extebnau¡ (1 97 v~ : 963).

En suma, Barnes (1974) apuesta por una explicación causal de las cre-
encias de los actores que se basa, en gran medida, en los procesos de sociali-
zación. Por esta razón, las teorías sobre los procesos de socialización propor-
cionarán muchas respuestas a los problemas de la adopción de las creencias.
En opinión de Barnes (1974), la sociología tradicional no se había planteado,
hasta entonces, adecuadamente la concepción causal de la explicación social.
Bien porque este tipo de explicación se identificaba exclusivamente con las
ciencias naturales (excluyendo a las ciencias humanas o sociales, en las que
la acción social debía establecerse en términos de las razones de los actores).
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 119

Bien porque el estudio de las creencias de los actores se había planteado de


una manera determinista apoyada en una perspectiva excesivamente empiiis-
ta. La explicación social de la conducta humana, para Barnes, tendría que ver
con que
‘‘el interés humano tiende a centrarse en las coirdiíciones Trecesanias que producen las
sa ucd as cíe la normalini a cd y las consecuencias a normales. Estas condiciones se ~ er rtiFi -
can gerreralmenre como causas’’ (1 97t 7 1 -79)

La concepción de causa como condición necesaria relevante proviene


de las ciencias naturales, aunque no obligatoriamente debe tener un compo-
nente determinista19. Barnes intenta asentar un tipo de sociología que expli-
que (describa) la acción del sujeto y el porqué de esa acción. Por supuesto
que el actor es en si mismo un sistema sumamente complejo, en el cual las
condiciones necesarias son tan numerosas, como impredecibles. Por este
motivo, la acción social es menos fácil, por no decir imposible, de predecir
que lo que pueda ser cualquier evento estudiado por las ciencias naturales.
Sin embargo, esta cuestión no es un rasgo relevante para el tema de la con-
veniencia o no de la explicación causal en las ciencias sociales. Es evidente
que sin un modelo explicativo concreto, el sociólogo no puede hacer más que
una niera catalogación de las formas particulares de acción social.

Según Banes (974), la utilización de modelos explicativos causales


puede reivindicarse incluso desde el argumento del propio Winch (1958). Sólo
se necesita examinar la práctica de los actores dentro de una forma de vida
para percibir cómo actúan. Los actores, como expresa Winch, no son ni pasi-
vos, ni predecibles de una forma mecánica, ni tampoco se muestran siempre
totalmente a-críticos con su cultura. Ellos mismos se sienten inclinados a teo-
rizar sobre los estados internos de sus compañeros y emplean sus teonas para
evaluar las razones profesadas por los otros. Algunas razones se acreditan más
que otras y otras distintas se descartan directamente. Es evidente que los in-
dividuos poseen razones personales, aunque no sean justificables socialmen-
te. Las razones equivalen, según Barnes, a causas. En cualquier caso, su aná-
lisis se apoya en una categorízación que lleva a cabo el sociólogo de acuerdo
con una teoría de la acción concreta.

19 Maclntyre fi 966) comenta que existe un planteamiento determinista y no-determinista de la acción


humana que tendría mucho que ver con la fijación de las cadenas causales al filarías como hechos inde-
pendientes no relacionados siempre temporalmente.
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 120

Esto no significa que Barnes abogue por el establecimiento de un mo-


delo determinista de la conducta social, que implicaría adoptar la metáfora
del hombre como sistema programado. Esta concepción respondería a la ex-
tensión de una teorización científica específica, en la cual la consideración del
hombre como máquina tomaría cuerpo a través de la modelización de la con-
ducta humana y de la adquisición controlada de los patrones de razonamiento
y de acción. La ciencia como comunidad restringida de practicantes podría
responder a esta supuesta metáfora. La socialización dentro de una especiali-
dad científica exige la adquisición de programas de actuación que, añadidos a
los modelos de socialización preexistentes, desembocan en la capacidad para
alcanzar un tipo específico de comprensión y de práctica diaria. El adiestra-
miento científico no produce en sí mismo esa capacidad, ni está diseñado pa-
ra hacerlo así. Más bien, este adiestramiento modifica y se añade a los ele-
mentos básicos de la socialización que se encuentran en todas las culturas en
las que la ciencia se desarrolla. Los pre-requisitos para este adoctrinamiento
son mínimos y sólo tienen importancia cuando se intentan implantar en cultu-
ras diferentes de aquéllas donde la ciencia moderna se ha desarrollado.

Por este motivo, el científico que ha sido instruido dentro de una espe-
cialidad concreta posee un conjunto específico de capacidades esotéricas que
son el resultado final de la socialización y del aleccionamiento sufrido. En su-
ma, posee un número de rutinas de actuación y de pensamiento que tienen la
capacidad de ser aplicadas en un número ilimitado de formas, dependiendo
de las circunstancias y de cómo éstas se perciban. Podemos aplicar la analo-
gia, como hace Kuhn, entre el científico aplicando procedimientos rutinarios a
sus problemas y e] músico aplicando técnicas de aprendizaje habituales para
la obtención de una composición. De igual forma que el músico puede reali-
zar gran parte de una composición con rutinas (vibraciones, triples, escalas,
etc.) y deja sólo unos pocos pasajes a una labor de inspiración, así el científico
puede abordar muchos de sus problemas aplicando procesos cotidianos y

monótonos de razonamiento para su resolución (Barnes, 1974).

Sin embargo, para Barnes (1974) la particularidad de la ciencia radica


en su versatilidad y eficacia en la aplicación de sus procesos estandarizados,
pero no en las posibles deducciones que se puedan extraer de las leyes gene-
rales que construyen. El papel de la deducción en la ciencia está demasiado
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROSRAMA FUERTE 121

sobre-enfatizado. Lo que es una simple aplicación natura] de técnicas rutina-


rias de solución de problemas se traduce en modos operativos lógicos
(deductivos). Por ejemplo, la operación aritmética de la adición no es tanto un
proceso deductivo de reglas establecidas de la adición, como la continua apli-
cación del adiestramiento recibido en casos concretos y simples de adiciones.
Igual que este ejemplo, se pueden poner multitud de ellos, desde la capacidad
para montar en bicicleta a la adquisición de habilidades lingíiisticas generales
o experiencias lingiiisticas particulareslJ.

2.3.2.- Kuhn y la Explicación Sociológica de las Creencias


Científicas

Uno de los aspectos más importantes que el trabajo de Kubn ha apor-


Lado a la sociología del conocimiento científico es la caracterización de la
ciencia como cultura. Para Barnes (1 982a), hablar de la ciencia como cultura
no significa referirse sólo al entorno de la investigación científica (los proble-
mas, técnicas y resultados existentes en ella), también hace referencia a los
modos de percibir y conceptualizar la realidad, a las formas de inferencia y
analogía, así como a las normas y precedentes necesarios para emitir juicios y
evaluaciones sobre el propio curso de la investigación. Además, es necesario
tener en cuenta que la autoridad y el control existente dentro de la comunidad
científica no operan exclusivamente para garantizar la libre interacción entre
la razón y la experiencia. Las normas científicas constituyen una forma de-
terminada de cultura y dicha autoridad y control son esenciales para mante-
ner un sentido específico de racionalidad. “En consecuencia, si Kuhn está en
lo cierto, [la ciencia] debe ser susceptible de estudio sociológico, en lo fun-

13 La fuente de estos planteamientos descansa en W¡ttgenstein (1953 y 1967) aunque él desarrollé inicial-
mente esta cuestión de forma diferente. Wittgenstein pretendía desterrar un número amplio de métodos de
just?Hcación por los cuales se establecen las inferencias de forma normal y natural. Su perspediva arranca-
ba del hecho de que con inferendas tales como la adición (y gran número de tipos de inferencias matemá-
ticas) se debería simplemente decir, esto es lo que hacemos y dejarlo así. Para él, las formas institucionali-
zados aceptadas son el fundamento del pensamiento, más allá de cualquier justificación o, induso, expli-
cación posterior. Esto es así aún cuando las formas institucionalizadas son las propias matemáticas. Sin
embargo, es completamente aleno al espíritu de la obra de \Mttgenstein intentar explicar las creencias en
términos de modelos. Para Bornes (1974), Wrttgenstein siempre cuestioné los sistemas de pensamiento
basados en modelos. No obstante, su trabajo, convenientemente interpretado es una Lente espléndida de
perspicacia para alguien con un punto de vista naturalista.
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 122

damental de la misma manera que cualquier otra forma de conocimiento o


de cultura”, (Barnes, 1982a: 36-37).

Otro aspecto que Barnes considera importante del trabajo de Kuhn es


que éste se centra en el examen de la práctica de los científicos, tal como se
expone y se registra en los materiales históricos. Más en concreto, Kubn abor-
da el análisis de la investigación científica característica en cada periodo his-
tórico, basando su indagación en la consecución y estudio de los logros cientí-
ficos concretos. Tales logros son las soluciones mejor planteadas para la reso-
lución de los problemas existentes en ese momento. La instauración de estos
logros como base para investigaciones posteriores les convierte en paradigma
y el desarrollo y aplicación de tales soluciones consolida el establecimiento de
la ciencia normal. Por tanto, la ciencia normal consiste en la extensión y per-
feccionarniento lo conocido. Pero este proceso no es ni formal ni deductivo, ni
tampoco implica que se deban seguir instrucciones o aplicar reglas tal cual.
Todo lo contrario, la ciencia normal se encuentra regida por el razonamiento
analógico e inductivo, resultando ser más bien una prueba de ingenio e ima-
ginación, en la cual el paradigma forma parte de los recursos culturales dis-
ponibles por el científico.
Dentro de la práctica científica rutinaria es necesario considerar, por un
lado, que el paradigma es la base consensuada para el juicio científico y, por
otro, que siempre está sujeto a un cuestionamiento, todo ello dentro de un
marco particular de referencia cultural que rodea a la tradición de investiga-
ción en cuestión. Para Barnes,
>IHCJI9[fl,i ‘nr»> ‘nOnIO Liso corivcncio,nai viril ev,+ni,nc¡orn i
0 L1 ¡nvcsLv?a’n ‘n

v.¡cnnona v,c=rnnnc~ La ciencia normal conFía en cl consenso y nio en as cOiII1)LjlsiO~ncs 109i••

-~=‘ (1 QÑ ~j> ‘DO)

y esto es así porque un paradigma es un logro cientifico específico, no un


conjunto de instrucciones herméticas bien para producir, bien para evaluar
logros posteriores. Por todo ello, el paradigma es un ejemplo de la buena
práctica que debe ser directamente empleado como modelo concreto de tra-
14 y, además, es un precedente para acciones y juicios futu-
bajo competente
ros, aunque no un determinante de ellos.

14 Barnes y Mcackenz¡e (1979) se rei~eren al paradigma como recurso inslnjmento¡ en a propia evaluadón
centmco.
LAS AFINIDADES FILOSÓFiCAS DEL PROGRAMA FUERTE 123

No obstanle, existen dos cuestiones básicas que deberían ser explica-


das para comprender la existencia del paradigma. Primero, ¿cómo los científi-
cos llegan a estar comprometidos con él? Y, en segundo lugar, ¿cómo se man-
tiene este compromiso? Dado que el paradigma es el núcleo de la cultura
científica (se transmite y sustenta como tal), los científicos lo aceptan y se
comprometen con él a través del adiestramiento y de la socialización mante-
nida por un sistema de control basado en el autoritarismo y dogmatismo. En-
tonces, este sistema de estabilización tendente a la perpetuación del para-
digma hace surgir el interrogante de ¿porqué son posibles y cómo se explican
las revoluciones científicas?
Al margen de la ya clásica explicación de Kuhn de tal evento (la apari-
ción de anomalías recalcitrantes desencadena contradicciones internas y, por
tanto, la necesidad de su resolución provoca la revolución científica), Barnes
tiene una doble opinión sobre la explicación que Kuhn otorga a este proceso.
Por un lado, Barnes (1982a) considera problemática la interpretación y des-
cripción kuhniana de revolución científica15,
‘‘por sn relativa FcHta ríe interés teórico, ( . .j es menos valiosa que la cíe la ci ni
nioíni’íi . Lstii últini,n es cíe iníportanoa teórica lunclamental poíqii<. ríescriho Iii: vii ir

carari.rer,stnc,,s ~erneraiescíe ía cor3nl¡cióo y ¡a cultura (jiie son clilioles cJe irncinin,ír


otra ni a o era. E
1 i la ¡o t erpretaoon cíe las revoludones no hay nací a cíe esto En Co, ise
es, cuando mucho, una7-11
9a• 11 c}escr¡pc¡on
5) ennpír¡ca (le qnsoúios cíe la iiístori,1 cíe u
ciencia (Bannes, 1 95
Por otro lado, Barnes (1985b) insiste (siguiendo a Kuhn) en que, en
cualquier caso, los cambios de paradigma deben ser hechos inteligibles en
términos de psicología social del grupo científico (por ejemplo, cuando Kuhn
se refiere al cambio de paradigma como conversión, cambio gestóltico o revo-
lución política), no en términos de consideraciones puramente lógicas. Esto
hace que las revoluciones científicas no consistan simplemente en transicio-
nes de una teoría a otra supuestamente superior. Aunque lo que resulta segu-

~ Barnes reconoce que el tema de las revoluóones denfíficos es fundamental para discutir los proHemas
de evaluación de la ciencia, que a su vez, da pie a una concepción relativista del conocimieoto. Esta doble
interpretación que hace Barnes de las revoludones dentíficas, por un lado, una interpretación estático (el
tratamiento de os anomalías reculdfrantes dentro del paradigma imperante) y, por otro, una perspectiva
más dinámica (que entroncaría con la determinación sodal de los juicios contingentes por las metas e inte-
reses sociales interaduando con el hábito y la autoridad social a travós de los cuales se desarrolla el cono-
cimiento cientíko) es criticada por Hendry (1988)> pues, esta aproximación, “simplemente no deja espacio
en su perspectiva a los agentes adivas” (418) lo cual pone en entredicho, incluso, a la visión kuhniana de la
ciencia.
LAS AFiNIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 124

ro es que la revolución es una elección entre modos incompatibles de vida


comuThtaria, de aquí la cuestión de la inconmensurabilidad de los paradig-
mas. Esta cuestión hace que el trabajo de Kuhn socave el estudio racionalista
de la ciencia, cuestione el poder de la razón individual autónoma, rechace el
estudio individualista de la investigación y niegue que el cambio científico sea
una progresión evolutiva gradual.

A pesar de la no conformidad de Barnes con Kuhn en este aspecto, esto


no hace del último ser un pensador radical. Muy al contrario, su reflexión en-
tronca con un tipo de pensamiento conservador, según el cual, el conocimien-
to científico debe basarse en la autoridad que emana del consenso y de la
costumbre comunitaria. Y, lo que es más importante, el trabajo de Kuhn mues-
tra cómo funciona la ciencia. Por lo cual, para Barnes
‘‘la Fc¿íuct ~í>~ c+ /as kevo/ucc¡ones (3 en Mí,cas es, sencillamente, una apología
(1953k 93)

2.4-- Ciencia y Sociología: Eloar Vs. la Fiosofia de la Ciencia

Desde principios del siglo XX, la filosofía ha sido la principal valedora y


legitimadora del desarrollo científico y su defensora más acérrima. Esta situa-
ción cambió, como bien es sabido, en la década de los sesenta y se agudizó
en los años setenta debido a los diversos movimientos críticos surgidos entor-
no al fenómeno científico16. Sin embargo, hay que distinguir entre aquellos
que son críticos con la ciencia como forma de conocimiento (Ravetz, 1989) y
aquellos que critican la visión recibida de la ciencia y a sus defensores
(Ravetz, 1984). En este segundo caso, Ravetz habla de unos determinados
compromisos ideológicos asociados con la imagen de la ciencia transmitida
por los trabajos del Círculo de Viena, desarrollados por Popper y reafirmados
por Lakatos que, aunque aplicados de forma inconsciente, trataron de con-
vertir a la ciencia en la única representante de la verdad y del bien en oposi-
ción a la religión y otras formas de conocimiento. Estos planteamientos sobre
la verdad y progresividad del conocimiento científico fueron puestos en en-
tredicho, entre otros, por las críticas de Kubn (1962) y Feyerabend (1970).
16 Laudan (1 982b> plantea esta situación de cambio como el paso de la visión consensua/ del conocimien-
to científico por parte de la filosofía y sociología de la ciencia a la preocupación por e/ disenso en la ciencia
representada por a nueva filosofía y sociología de la ciencia. Para Laudan este movimiento es espurio en
tanto que la característica más importante de la ciencia es la consecución del acuerdo y del consenso.
LAS AFINIDADES FILOSÓFiCAS DEL PROGRAMA FUERTE 125

La panorámica de Ravetz respondería a una visión abreviada y estereo-


tipada del auge, desarrollo y caída de la filosofía ortodoxa de la ciencia. Por su
parte, Phillips (1977) trata estas cuestiones desde la perspectiva del problema
de la demarcación en la ciencia y las cuestiones relacionadas con el poder en
la practica científica. Citando un trabajo no publicado de Lakatos (1973), FN-
llips analiza cómo se veían a si mismos los filósofos ortodoxos de la ciencia
durante la década de los setenta. En concreto, Lakatos contemplaba tres tra-
diciones filosóficas en lo referente a la cuestión del demarcacionismo. Estas
eran, la escéptica, la demarcacionista y la elitista.

La primera corriente era representada por Feyerabend y simbolizaba el


rechazo a la existencia tanto de unos estándares permanentes de demarca-
ción, como a la existencia de una racionalidad a-temporal encarnada en la
ciencia. La corriente demarcacionista, entre cuyos representantes se encon-
traba el propio Lakatos junto con Popper, ocurría al revés que en la escéptica,
de hecho, su emblema era la existencia de lo que Popper definió como mun-
do 3. Por último, la corriente elitista, representada por Kuhn, Polanyi y Toul-
mm, asumía de los demarcacionistas la distinción entre la buena y la mala
ciencia y que las teorías podían ser comparadas y evaluadas. Pero, coincidía
con los escépticos en que no existían criterios explícitos, universales y forma-
les por los cuales las teorías pudieran ser juzgadas. La diferencia con los de-
marcacionistas estribaba en qulénes serían los competentes para establecer
los juicios sobre las cuestiones científicas. Según Polanyi (1958), existe una
gran parte del conocimiento científico articulada de una manera informal, es-
Ir es, posee una dimensión tácita. Sólo los iniciados pueden evaluar el cono-
cimiento científico (ésta es la razón, por la que Lakatos habla de elitismo de
una manera peyorativa y negativa, puesto que si bien los elitistas rechazaban
los criterios científicos universales, establecían paralelamente una distinción
entre buena y mala práctica científica). Este hecho suponía la introducción de
elementos de psicología y sociología, lo cual también era muy criticado por
Lakatos.

De alguna manera, Lakatos intentaba justificar, a cualquier precio, el


papel de la filosofía ortodoxa de la ciencia como vigilante de la integridad
científica rechazando tanto la crítica y la heterodoxia de la ciencia, como los
enfoques renovadores que abogaban por una visión más cercana a la práctica
LAS AFINIDADES FILOSÓFiCAS DEL PROGRAMA FUERTE 126

científica y al quehacer diario de los científicos. Este tipo de diferenciación ha


generado una confusión tendente a mezclar a unos y otros en el mismo bando
con el fin de deslegitimar y vaciar de contenido las criticas sufridas por los de-
fensores a ultranza de una ciencia que en nada se parece a la defendida por
Lakatos, Popper o por cualquiera de sus seguidores. Desde esta perspectiva, la
Escuela de Edimburgo se acomodaría perfectamente al objetivo de Phillips
según el cual,
al i q oor,ír las ci j estiones episí. eme1 óg¡ca.s, los sociólogos se han puesto ellos o ism os e,
la pos¡cic~n cíe tennec muy poco que ciec¡r sohre cios proi~íeíii<is concernientes a
ches pensacioíes nontennlr)oranneos pc¡ínero, e! prohíema cie l,•is lun(i,ic¡oiies teoric~i y
eíínpinca sokre ía ant oriciací en la seociad occícienhí y, nnás espeobcamente, ení te
ciencia corítenIí)owníea .; y segundo y más estreohímeníte relacionado, el prohíenna del
rel,ítívisino” t,i 077 9)

La crítica de los de Edimburgo estaba dirigida a los defensores de la


visión recibida de la ciencia. El problema fundamental que subyacía en estos
enfrentamientos era el de la autoridad sobre quién puede hablar de la ciencia,
estudiarla, analizarla y describirla. Tradicionalmente, ese papel estaba en ma-
nos de los filósofos Sin embargo, los primeros embates sufridos por estos
(paradójicamente desde dentro de la filosofía) pusieron en evidencia esta si-
tuación de monopolio y control. El segundo asalto definitivo corresponderá a
la sociología del conocimiento representada por el PP7.

En uno de sus primeros trabajos sobre la filosofía de la ciencia, Bloor


(197’Sb) analiza la relación de la ciencia con el sentido común. Los científicos,
además de añadir conocimiento nuevo a la cultura, cambian nuestro cono-
cimiento de forma cualitativa. Esto plantea dos cuestiones. Primera, una cues-
tión conceptual según la cual ¿existe realmente alguna inconsecuencia lógica
entre las afirmaciones hechas por la ciencia y las realizadas por el sentido
común? Segunda, una cuestión empírica por la cual ¿existe alguna muestra de
incompatibilidad entre ambas? Para Bloor, las relaciones demostradas entre

La actitud de os diversos sociólogos del conocimiento científico respecto de la filosofía de la ciencia ha


sido variada. Por ejemplo, frente al papel otorgado por Knorr-Cetina (1982) a la filosofía como árbitro en
los debates sobre la epistemología dentro de la sociología, otros han creído ver su desaparición ante el
ímpetu de la sociología caso de Collins (1982). No obstante, también han existido posturas intermedias
que han visto en la estrecha relación entre filosofía y sociología, una interesante y provechosa interacción>
por ejemplo, Mulkay (1979) y’ por supuesto Rloor (1976). De igual manera, ha habido filósofos que han
criticado las pretensiones de esta nueva sociología del conocimiento basándose en el argumento de la
auto-transcendencia de la verdad, caso de Meynell (1977), o en el papel de la verdad en íes descripciones
psicológicas de las creencias perceptivas (Flew, 1982 y 1987).
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 127

ciencia y sentido común suponen que ambas tienen el mismo tipo de conte-
nido y pueden relacionarse entre sí sin generar problemas de incompatibili-
dad. Bloor apela al modelo de mosaico. Este modelo plantea que es un error
ver las creencias diarias como si constituyeran necesariamente un sistema
coherente o una estructura coherente global. El modelo ve las diferentes
ideas, creencias y modelos relacionados de la conducta formando un comple-
jo mosaico. Los individuos manejan diversas creencias que distribuyen e in-
tercambian según sus necesidades (Gutmann, 1973). Para Bloor, este modelo
demuestra la inexistencia de una demarcación entre creencias científicas y
sentido común, recogiendo la imagen de las diferentes creencias que poseen
y manejan las personas. No existen dominios especiales para las creencias
científicas, ni para las cotidianas, ni hay lugar para proponer una separación
de niveles lógicos o sobre una compartimentación de ámbitos.

Sobre la segunda cuestión, Bloor (1973b) propone que existen ciertos


procesos de pensamiento centrales en el comportamiento de la ciencia que
están en contradicción abierta con lo que muchos filósofos apuntan como lo
filosóficamente permisible y aceptable. La base de este planteamiento son los
avances en la compresión de cómo surgen las nuevas ideas en las ciencias a
través de la metáfora y del razonamiento analógico. La metáfora es central
para el proceso de formación de conceptos en las ciencias. La idea de que la
metáfora es la esencia lógica de los actos creativos del pensamiento científico
ya había sido anticipado por Bloor (197 Ib). Su análisis sobre el papel de la me-
táfora en el conocimiento humano arranca de la perspectiva abierta por filóso-
fos tales como Berggren, Black, Schon y Hesse y trata de establecer el hecho
de que la metáfora no es una simple ornamentación, sino que contribuye cla-
ramente al crecimiento del conocimiento y por supuesto, al de la ciencia»>.

18 Si bien estos procesos acontecen en la vida cotidiana por lo general ocurren de modo más impercepti-
ble, esto es, con pocos intentos por parte de los actores involucrados de formalizar la transposición de con-
cepios de un contexto a otro- Sin embargo, la ciencia no deja de ser un caso especial debido a cias razones.
Cada miembro de cada disciplina se haya involucrado en el desarrollo de un conjunto coherente y restrin-
gido de proposiciones que le son específicas. Además, cada disciplina cientmca es una unidad social dife-
rente, tiene su propio lenguaje, técnicas, metas, procedimientos, etc. De ahí que cuando los científicos apli-
can a su campo nociones externas o adoptan los problemas de nuevas disciplinas, son rápidamente cons-
cientes de que se hallan en un contexto intelectual diferente. Ror este motivo, no sólo Eloar tratará este te-
ma, Mulkay (1974) trata de combinar el estudio social de la ciencia, esto es, de los procesos sociales en la
ciencia con los desarrollos intelectuales que acompañan a tales procesos, intentando superar la vieja dico-
tomía kuhniana entre la ciencia norma/ y la ciencia revo/ucionaria uniendo para ello el estudio de las rela-
ciones entre los procesos sociales de migración y el proceso intelectual de desplazamiento conceptual.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 128

Es interesante centrarse en dos de los autores que sirven de inspiración


a Bloor en su defensa de la metáfora. Schon (1963) aporta el concepto de
desplazamiento de conceptos siendo más o menos equivalente al de exten-
sión metafórica de las ideas. El interés central de Schon es el modo en que los
individuos forman nuevos conceptos. Para él, las teorías previas sobre esta
cuestión son inadecuadas, bien porque hacen referencia a conceptos que se
dejan sin explicar y convierten el proceso en algo misterioso (tales como la
inspiración, la revelación o el inconsciente) o, bien porque afirman que no
existe nada nuevo que explicar, como es el caso de aquellas teorías que tratan
las nuevas ideas como combinación de ideas previas. Schon parte de la acep-
tación de que cuando un individuo se mueve hacia algo nuevo no le queda
más alternativa que aplicar el aparato conceptual existente. Sin embargo, este
movimiento se realiza de una forma más figurada que literal, esto es, se actúa
más según una analogía o parecido de familia (Wittgenstein, 1953). En conse-
cuencia, los conceptos se aplican en situaciones normales a ejemplos que, en
principio, van más allá de su propio ámbito. Evidentemente, una teoría de este
tipo ofrece una buena guía operativa para estudiar los procesos de crecimien-
lo del conocimiento científico por proyección de los recursos cognitivos de un
área de investigación a otra.
Por su parte, Hesse (1966 y 1980a) plantea la modificación y suplemen-
tación del modelo deductivo de explicación científica por una perspectiva
explicativa que entronca con la re-descripción metafórica del dominio del ex-
planandurn. Para l-lesse existen dos sistemas, situaciones o referentes a los
que denomina respectivamente sistema primario y sistema secundario. Cada
uno de ellos está escrito en lenguaje literal. Un uso metafórico del lenguaje al
describir el sistema primario consiste en transferir a éste una palabra o con-
junto de palabras que se usan normalmente en conexión con el sistema se-
cundario. En una teoría científica el sistema primario es el dominio del expía-
nandum, describible en el lenguaje de la observación. El sistema secundario
puede estar descrito bien en el lenguaje de la observación, bien en el lenguaje
de una teoría familiar que se toma por modelo (por ejemplo, el sonido -

sistema primario- se propaga por el movimiento de la ondas -tomado de un


sistema secundario-). En segundo lugar, asumimos que los sistemas primario y
secundario llevan aparejados un conjunto de ideas asociadas y creencias que
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 129

nos recuerdan cuándo y a quién se están refiriendo los sistemas. No son usos
de un lenguaje privado o individual, sino son usos ampliamente comunes para
una colectividad de hablantes y, como tales, comprensibles dentro de esa co-
lectividad.

Por lo general, en contextos científicos, los sistemas primarios y secun-


darios suelen estar altamente organizados por redes de leyes naturales. Existe
un pre-requisito en la conformación de una metáfora, en tanto que la conjun-
ción de los términos procedentes de los sistemas primario y secundario toma-
da en su forma literal conlíeva una falsedad evidente o incluso supone una
construcción semántica absurda o contradictoría. Sin embargo, la existencia
de algún principio de asimilación entre los sistemas primario y secundario
(descrito como analogía, relaciones de similitud, etc.) genera la metáfora en
sí. Con lo cual llegamos al término del proceso: la metáfora funciona por
transferencia de ideas asociadas y de implicaciones del sistema secundario al
sistema primario. Esta relación enfatiza o suprime características del sistema
primario, creando nuevos puntos de vista sobre él. En resumen, el sistema
primario es visto a través del marco conceptual del sistema secundario.

Al hilo de lo anterior, Bloor (1971b) sistematiza el concepto de metáfora


de tal manera que, existe un sistema primario al que se refiere la cosa que
intentamos comprender y un sistema secundario, el cual provee los nombres
que se utilizan en el sistema primario. En el proceso de aplicación de una me-
táfora, el sistema primario se asimila al sistema secundario. Se produce una
interacción entre ambos sistemas que toma dos direcciones. Por una parte, el
sistema secundario impone una reorganización sobre los conceptos del pri-
mero y, a su vez, la misma realidad del uso de la metáfora nos hace ver el sis-
tema primario de forma diferente. El acto de imponer una metáfora sobre un
sistema de conocimiento implica un acto de yuxtaposición de conceptos des-
de ambos sistemas que, obviamente, los altera.
Por ejemplo, cuando pensamos qué es la electricidad y qué son ele-
mentos fluidos lo hacemos de forma diferente, pero metafóricamente, pode-
mos unirlos y alcanzar una dimensión distinta a la inicial. La aplicación de la
metáfora en el pensamiento nos permite decir cosas que no pueden ser di-
chas de otra forma. Sin embargo, es obvio que existen unas condiciones pre-
vias para el uso de la metáfora. En primer lugar, debe existir una cierta simili-
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 130

tud literal entre los conceptos y los términos. Y, en segundo lugar, debe existir
una base similar práctica. En suma, el pensamiento metafórico permite la co-
nexión entre diversos ámbitos cognitivos, trascendiendo la estanqueidad de
las áreas del saber social. Por este motivo, Bloor critica a muchos filósofos que
se ocupan del mantenimiento de los límites de la ciencia y celebran su auto-
nornia frente a otras competencias cognitivas humanas.
Para Bloor (1973b), los filósofos no hacen otra cosa sino reificar la exis-
tencia de estos límites»>. La diferenciación entre sentido común y ciencia es
convencional. Desde este planteamiento es más fácil comprender el verdade-
ro alcance de su enfrentamiento con los filósofos de la ciencia20. Bloor
(1971a) ya revisaba críticamente los debates de Popper y Kutm (Lakatos y
Musgrave, 1970). Popper ahoga por la naturaleza racional de la ciencia y es
firme en su postura crítica y auto-correctiva. La extrema flexibilidad del pen-
samiento y del valor creativo del cientifico se equilibran por la exigencia im-
placable de refutación. Kuhn, por contra, describe a la comunidad científica
como una sociedad cerrada de mentes poco creativas, comprometidas con
ciertos modelos de procedimiento o paradigmas, los cuales guían la actividad
teórica y experimental de la denominada ciencia normal. Aunque se producen
crisis intelectuales, éstas son relativamente poco frecuentes y producidas ge-
neralmente por el fallo en la asimilación y en el análisis de hechos anómalos a
la luz del paradigma vigente. El paso de un paradigma a otro implica un pro-
ceso de conversión complejo de asumir para muchos científicos.

Por contra, Popper aboga por el proceso de refutación de la teoría para


asegurar que la ciencia mantenga su carácter racional y que no sucurnba al
dogmatismo. Kuhn, sin embargo, manifiesta que la propia historia sugiere que
es, precisamente, el abandono del discurso crítico lo que establece la transi-
ción en la ciencia, es decir presenta a la ciencia como un discurso dogmático.
A su vez, Popper rechaza la ciencia normal de Kubn por considerarla resultado
de una mala enseñanza, falta de un sentido de aventura y de indoctnnacion.
Es una amenaza no sólo para la ciencia en sí, sino, de hecho, para la propia

19 Enel caso concreto de la ifosofía de Popper y su impacto en la actividad de los científicos, ver Mulkay y
Gilbert (1 98])yiurdant (1982).
~c Law (1975) también apoya os argumentos del PF en contra de la filosofía ortodoxa de lo ciencia y se

muestra completamente a favor de los argumentos de Bloar (1 976) en lo que se puede considerar como
uno de los primeros apoyos recibidos por el grupo de Edimburgo.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 131

civilización. Otro de los cargos de Popper a Kuhn es su acusación de relativista


porque plantea que la discusión racional es sólo posible dentro de un marco
espacio-temporal bien establecido. Para Popper, en realidad, tenemos que
trabajar dentro de marcos de pensamiento concretos, pero no somos sus pri-
sioneros porque siempre podríamos romper dichos marcos desde otros más
amplios en los que podremos acrecentar mucho más nuestros conocimientos.
Evidentemente, Popper rechaza la psicología y la sociología por su falta de
objetividad. Para Popper la ciencia normal kuhniana no existe y, en cualquier
caso, no sería muy deseable.

Por estas cuestiones, Popper es el filósofo de la ciencia que Bloor tiene


constantemente en su punto de mira durante sus primeros años. Bloor (1974a)
ataca la ruitificación del conocimiento objetivo de Popper. Según Bloor, la vi-
sión de la ciencia que tiene Popper es la de considerarla como el gran epito-
me del conocimiento objetivo (de hecho, todo trabajo en la ciencia estaría
dirigido hacia el crecimiento del conocimiento objetivo). Sin embargo, Bloor
entiende que el calificativo de objetivo es un criterio demarcacionista que de-
pende del criterio de objetividad y de la distinción objetivizada que aplique-
mos. Habitualmente se ha aceptado que la distinción entre objetivo vs. subje-
tivo implica separar conocimiento y creencia, verdad y error, real e imagina-
rio, conocido (general) y conocido (individual). Las distinciones objetivadoras
señalan la separación del cognoscente y de lo conocido. Mantienen abierta la
posibilidad de la disparidad y de la divergencia entre una concepción del
mundo determinada y lo que el mundo realmente es. Según Bloo; lo que Po-
pper expone es una teoría sobre la realidad subyacente (ontología) que cree
simplificada por y necesaria para el uso del concepto de objetividad. El plan-
teamiento que hace Popper de su teoría de los tres mundos de la humanidad
(Mundo 1 como el mundo físico; Mundo 2 como el mundo mental y Mundo 3
como el mundo de los objetos de pensamiento, de las relaciones lógicas y de
los argumentos en si mismos) establece la distinción entre el lenguaje del
sentido común y el de la filosofía que da paso a la autonomia del Mundo 3.
Para Bloor,
‘‘la vísíóí es coí í’vincen te y la terminología reiteradamente ¡u Fecciosa O u za esto no
ci¿ería ocasionar o ng una sorpresa. Lo que Pop per está ha cíenclo es repetí’> en su
uso moderno, no viejo drama .Su imagen de los tres mundos resríena a los mitos y a
la iínagen cíe la teología jIJc.ieo—cristiana El homkre es íjna cr¡atura a medio camino
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRA MA FUERTE 132

entre el árnh¡to material y el espiritual, una mezcla cíe arcilla y de d¡os. Para Popper el
d¡os personal ha s¡do reemplazado por una cieoc¡a impersonal, el mundo del espíritu
por ci inundo del coriociínieíto’’ (1 97 4a: 69)-

Esto es, según Bloor la teoría de los tres mundos de Popper entroncaría
con la tradición de la teoría de las Formas de Platón y con la teoría de la Obje-
tividad y del Espíritu Absoluto de Hegel, lo cual resulta muy paradójico. Evi-
dentemente, Bloor prefiere hablar de perspectiva social frente a la perspectiva
metafísica de los tres mundos que Popper plantea (en especial, en lo referente
al Mundo 3, a pesar de que Popper explica que su teoría es diferente de la de
Platón y de la de Hegel, para lo cual afirma que su Mundo 3 existe tal cual21).
Bíoor es mucho más escéptico en este sentido y de ahí que afirme irónica-
mente que ante este malabarismo intelectual, Popper
“nunca explica cómo se efectúa el truco” (1974±73)

Frente a los planteamientos popperianos, ¿cómo puede dar cuenta la


sociología del significado, de la validez lógica o de la verdad y de la falsedad
de las teorías científicas? De acuerdo con Wittgenstein, en general, el signifi-
cado de una palabra es el uso para el que se emplea. Hablar del significado de
un símbolo es hablar de su papel, del empleo y de la localización en la vida de
un grupo social. El lenguaje es una forma de conducta, como lo es la crítica y
el argumento. El porqué de introducir aquí a Wittgenstein tiene mucha rela-
ción con los conceptos de lógica y de validez. Evaluar un argumento de cara a
su validez es aplicar los estándares de un grupo social. De igual manera, razo-
nar lógicamente es igual que actuar moralmente. Esto significa conducirse de
acuerdo con normas de procedimiento correcto.

En este sentido, ¿Qué ocurre con la verdad? ¿Dependerá ésta del orden
natural o del social? Para Bloor, la verdad (esto es, la verdad percibida) de-
pende de ambos ámbitos. El orden natural provee el estímulo externo y el or-
den social, los términos de la respuesta. La organización social puede, de he-
cho, asegurar que una teoría dada se perciba como verdadera. Popper defien-
de una estructura social competitiva e individualista para la ciencia. ¿Porqué
hace esto? Popper no pretende, por supuesto, que tal sistema pruebe o esta-
blezca la falsedad de más teorías que lo que puedan hacerio otros sistemas.

21 Si bien Popper parece no darse por aludido en tas crfticas provenientes de la SGG, otros autores asumen
el reto de dar respuesta a tal afrenta. Por ejemplo, Grove (1 980) cuyos argumentos resultan aún mas com-
bativos que los del propio Popper.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 133

De hecho, él siempre ha afirmado que las pruebas y las justificaciones, incluso


de la falsedad de las teorías, no pueden, en principio, ser provistas por la
ciencia. Para Bloor, la organización social, entonces, será la variable crucial
determinante de la percepción de la verdad y de la falsedad de cualquier teo-
ría. La objetividad del conocimiento reside en la existencia de un conjunto de
creencias aceptadas por un grupo social, transcendiendo lo individual, cons-
triñéndolo y siendo estable, duradero y externo al hombre. La autoridad de la
verdad es la autoridad de la sociedad22.
Junto a Popper, Lakatos es otro filósofo que será analizado por Bloor
(197 1a)~~. La filosofía lakatosiaria se articulla en torno a dos ideas. Primera, la
22 Los planteamientos críticos de Bloor sobre la concepción popperíana del conocimiento humano desem-
bocaron en un doble resultado. Uno, fue la apertura de un pequeño debate sobre las crñicas vertidas por
Eloor al trabajo de Popper. El otro, fue el esbozo por parte de Bloor de una Teoría Socio/ógica de la Objeti-
vidad. En el primero, una serie de filósofos de la ciencia criticaron abiertamente la interpretación que hacía
Eloar de las ideas de Popper. Tanto Meynell (1974), como Wo¡iclc (1974), como DeWtt (1 975) convInieron
en cilinearse a favor de Popper y criticar a Bloor por su materialismo, por su intento de desmistificar el co-
nacimiento científico y por su sociologismo antipluralista, todo ello en clara oposición a los planteamientos
de Popper. En esta contienda, Dolby (1974) terció en favor de Bloor argumentando lo transformación que
éste llevó a cabo en pos del establecimiento de un dominio social intersubjetivo, que escapase del transcen-
dentalisma de la filosofía de la ciencia y que se centrase más en aquellas cuestiones relacionadas con los
acuerdos y compromisos de los grupos sociales que participan en la elaboración del conocimiento científi-
ca. Esto suponía la necesidad de percibir la objetividad como el resultado de un consenso entre los grupos
sociales implicados en una actividad concreta. Dicha actividad y los logros que en ella se obtienen confor-
man la base común en torno a la cual se persigue el común acuerdo, evaluado por principias comunes de
razonamiento. Par ejemplo, en el caso de la existencia de dos teorías (planteadas como aproxímaciones
objetivas) sobre un mismo fenómeno, la objetividad coma tal surgirá si se alcanza un consenso que abor-
que a todos las grupos sociales podadores de tales teorías. Par este motiva, los científicos buscan el con-
senso, una comprensión común sobre lo cual el trabajo posterior pueda canstruirse” (Dolby, 1974: 190).
Can posterioridad, Bloar lí 984b) afirmará cantundentemente quela objetividad es soda!, tanto sus causas
como su naturaleza son sociales. Esto es, el carácter impersonal y estable que atañe a las creencias y el
sentido de realidad que subyace en su referencia deriva del hecho de que las creencias son instituciones
sociales y, por tanta, la objetiva se convierte en una institución social. Las instituciones tienen la propiedad de
ser asumidas y sancionadas par los grupos sociales y, por ella, se convierten en externas al individuo. Ade-
más poseen una estabilidad mayor que los pensamientos individuales y son la base común compartida
donde los individuos coinciden. De esta manera, Bloar volvía a reafirmar que el Mundo 3 popperiano es el
mundo social y quela que Popper describe es el estatus y carácter de una institución social. De esta mane-
ra, Bloar pretendía transformar los planteamientos de Papper, decodificarías y desroistificarlos, pero no
rechazarlos de forma radical. Esa transformación vendría a través del cambio de nombre de Mundo 3 por
Mundo social pero can la consideración de una serie de divergencias especificas. Por ejemplo, el platonis-
mo que se transluce en Popper. Bloar localizo la objetividad del conocimiento en: una imagen específica de
la realidad (obtenida por consenso) y en la metodología de la investigación misma- Todo ello dentro de
formas de vida social de los grupos creadores de convenciones, gracias a las cuales conocemos ía reali-
dad, no a pesar de ellas- Estas convenciones representan una condición ineludible para el conocimiento y,
además, son su vehículo. Eloar fIja las antecedentes de su teoría social de la objetividad en Durkheim y
Wittgenstein y está relacionada con un programa de investigación empírica cada vez más extendido, pues
de lo que trata es de “conectar la variación cognitiva con la variación social y explicar la primera par la
última. Este procedimiento ya tiene una práctica rutinaria en amplias áreas de la antropología, sociología e
historia” (Bloar, 1 994b: 240).
23 La figura de Lakafas tiene un dable significado para Bloar. En su aspecto de filósofo de la ciencia tal cual

es muy denostada por mantener unos planteamientos extremadamente papperianas (Lakatos es etiqueto-
LAS AFINIDADES FILDEOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 134

explicación del progreso científico a través de la continuidad que puede dis-


cernirse en la historia de la ciencia. Segunda, el modo de evaluar las teorías
científicas. Lakatos sigue a Kuhn al describir los ejemplos refutadores como
anomalías. Si en Popper se planteaba un falsacionismo ingenuo en el que exis-
te una relación biunivoca entre teoría y hecho (experimento) cuyo nexo es el
proceso de refutación; en Lakatos nos encontramos con un falsaciorismo so-
fisticado, en el cual la teoría, a través de un proceso de refutación con el he-
cho (experimento), se convierte en una teoría más depurada. La aportación
fundamental de Lakatos será la Metodología de los Programas de Investiga-
ción Científica, planteada como alternativa al paradigma kuhniano. Para Laka-
tos, la solución que da Kubn a la crisis científica pasa por la emergencia de
variantes posibles al paradigma existente. Dichas alternativas atraen un núme-
ro creciente de adhesiones con la promesa de resolver los problemas que han
provocado la crisis. La persuasión caracteriza, en gran manera, el debate so-
brevenido por la conversión de parte de esa comunidad científica. Desde su
perspectiva, Lakatos cree que esta aproximación kuhniana a la ciencia está
caracterizada como psicología de masas y critica el fracaso de Kuhn de sumi-
nistrar una razón objetiva para rechazar el paradigma imperante.
Sin embargo, a pesar de que Lakatos pretende distinguirse de Kuhn,
para Bloor (1971a), su similitud es mayor de lo que cree. Tanto Lakatos como
Kuhn pretenden llevar a cabo una reconstrucción racional de la ciencia que
desemboca, paradójicamente, en el más puro irracionalismo. Lo único que les
divide realmente es el papel del paradigma en la ciencia normal. Según Bloor,
Lakatos ve la historia de la ciencia como una historia de programas de investi-
gación científica en competición entre sí. Sin embargo, Kuhn considera que
ese proceso es efímero. Es mucho mayor el tiempo en el que domina un pa-
radigma único y hegemónico. Bloor se muestra más partícipe de Kuhn y, en
especial, de su descripción de la ciencia normal, pues (como en el caso ante-
rior de Barnes) la definición de ésta supone una mejor aproximación socioló-
gica a la identificación de grupos de científicos, relativamente estables, inte-
ractuando entre sí. Desde este punto de partida, los aspectos metodológicos,
teóricos e instrumentales de la actividad cotidiana de estos científicos podrá
ser analizada sociológicamente, gracias a que la unidad analítica básica para

do como falsacionista sofisticado). Sin embargo, en lo que se refiere a sus trabajos sobre filosofía de las
matemáticas (en especial, los primeros trabajos) será muy apreciado por Bloar (1978).
LAS AFINIDADES FILOSáFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 135

Kuhn es el agrupamiento de científicos, antes que una cierta teoría, un asunto


concreto o un programa de investigación preciso.

Stephen Toulmin es también otro de los filósofos objeto de crítica de


Bloor (197Mb). Paja Bloor, Toulmin plantea la relación entre la aproximación
sociológica y la filosófica a la ciencia en términos de confrontación. Toulmin
asume su papel de filósofo para responder a los estudios sociológicos de la
estructura y de la cultura de la profesión científica. Como dice Bloor,
sí el peca lo rom ‘dido por los hlósalos es una visión apriorista y estática del cono-
címíenh.o, los sociólogos, por su parte, están inclinados a un relativismo esceptico.
buí mín establece u u edn erzo p rolon qacio para encontrar un té iss inc mei lío. Se ern -
r.)lean dos ar~alcgías básicas para concebir la naturaleza del c.onocimientc. L Iría es
teoria evolucionista~ la otra es la practra legal (que a ojos de ToíJlnL¡n, une prágcn~i
tiscno ccii racionalidad ‘e procesabie) Esta segunda analogía revela el moí.¡vo dom
ría u te cje sí, trailía ío•. reivíndí ida la racional ~dad cje la cien cia y provee un a base rací o
rsa1 u ara esí ahíeco r los juicios y consideraciones de las d ilerers tes en presas i rs el ect u a -
les De hecho, tao fuerte es esta cuestión que la palabra «racional» se repite en su
ohm cori una frecuencia obsesiva (1 974is: 949).

El punto de partida de Toulmin (1972) es el problema de lo que deno-


rnina diversidad conceptual. ¿Cuál es la respuesta correcta al hecho de que las
diferentes culturas tienen formas intelectuales distintas que aportan a sus
miembros visiones del mundo concretas? Para Toulmin, la respuesta pasa por
una teoría de la racionalidad que ofrezca puentes conceptuales racionales en-
tre los distintos sistemas culturales. Según Toulmin, en el caso concreto de la
ciencia existe una distinción entre principios teóricos y principios disciplinarios.
Los principios teóricos son piezas especificas de la teoría, mientras que los
principios disciplinarios son los ideales que orientan el objetivo de uii campo
científico. Las teorías pueden variar y cambiaí, sin embargo, los ideales se
mantienen intactos. La propuesta de Toulmin va unida a una analogía evoluti-
va de la ciencia. Las disciplinas no son sistemas ordenados de ideas, sino
simples quinielas de conceptos en las que las variaciones aparecen inespera-
damente, más o menos aleatoriamente, como mutaciones genéticas. La
prueba que supone el contraste con la naturaleza es un proceso de filtro para
las teorías.

Dentro de esta peculiar batalla con los filósofos de la ciencia, Barnes


(1979) pone su grano de arena haciendo una referencia especial a uno de los
filósofos ortodoxos de la ciencia más combativos con el PF, Larry Laudan. El
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 1136

incremento de una historia realista de la ciencia plantea problemas a aquéllos


interesados en construir mitos y estereotipos de la ciencia. ¿Qué van a hacer
los filósofos si sus modelos de racionalidad científica están basados en una
concepción altamente idealizada de los procesos cognitivos de los científicos?
Después de la obra de Kubn, los filósofos han intentado ajustar sus estándares
de racionalidad con el fin de cerrar ese vacío. La obra de Laudan (1977) sería,
justamente, un intento en ese sentido.
Laudan lleva a cabo un análisis de la racionalidad científica rechazan-
do, por una parte, el estudio de Kuhn de la ciencia como una actividad resolu-
toria de problemas dentro de un paradigma compartido por comunidades
científicas y, por otra, la posición de Lakatos sobre los cambios progresivos de
problemas dentro de los programas de investigación. Frente a esto, Laudan
caracteriza a la ciencia como una actividad solucionadora de problemas den-
tro de tradiciones de investigación. Los científicos emplear. conjuntos de teo-
rías establecidas dentro de tradiciones de investigación para resolver proble-
mas empíricos y conceptuales, pues la ciencia siempre está orientada a la
solución de problemas. Lo racional en la ciencia es la conducta que contribu-
ye a la solución de problemas empíricos y conceptuales y lo racional para un
científico es maximizar las capacidades de resolución de problemas de la
tradición de investigación en la que trabaja o elegir una de las tradiciones in-
vestigadoras en competición que sea la más acertada en la resolución de
problemas. Para Laudan, estos estándares de racionalidad se aplican sin pre-
juicios de tiempo y de contexto, simplemente, como criterios generales de
racionalidad.

Laudan se inclina por un modelo descriptivo de racionalidad científica.


Pretende que los filósofos de la ciencia pongan mucha atención en la historia
actual de la ciencia y emplea ilustraciones arquetípicas de la racionalidad ex-
traídas de esa historia como pruebas para sus modelos de racionalidad. Man-
tiene también que los historiadores de la ciencia son dependientes de los mo-
delos de racionalidad científica erigida y establecida por los filósofos. Este
punto da pie a que se vuelva a abrir la polémica sobre la historiografía de la
ciencia. Los historiadores son, necesariamente, selectivos en lo que registran y
en sus estudios de eventos pasados están predispuestos a poner mayor peso
explicativo en algunos factores que en otros. Los historiadores necesitan traba-
LAS AFINIDADES FiLOSÓFICAS DEL FROSRAMA FUERTE 137

jar con asunciones anteriores y principios de interpretación cuando realizan su


trabajo empírico. Para Laudan, en la práctica, estas asunciones son principios
sobre lo que es importante para el quehacer de la ciencia. Por último, la im-
posición de un modelo determinado de racionalidad a los historiadores y la
obligación de juzgar la racionalidad de los agentes analizados es algo que
Laudan considera necesano, pues, los historiadores explican las creencias y
las valoraciones de la racionalidad de sus objetos de estudio.

En su crítica a Laudan, Barnes (1979) considera que el problema prin-


cipal gira entorno a la explicación de porqué se sostiene una creencia. Existen
dos tipos de explicación. Una explicación causal (social) y una explicación
racional que intenta demostrar la racionalidad de la creencia. Ambas estrate-
gias explicativas son excluyentes entre sí. En este caso, Laudan se inclina por
la segunda forma de explicación.
‘‘La ‘,s Iírrna ríóí central de La uda rs es extremada ir críte sio pi e: si una creencia o una

acocil se puede demostrar cono racionalmente kindamentada, entoisc.es, ipro lacto,


11 as creencias y a cci orles ‘se
se explica.1’ sí crí la historia de la ciencia todas a pué
sor’ racionales en térín inos del nr ejor modelo rle sacian a lisIar 1 (esto es, el o ccl cío reso
lutos cíe prot.ílernas cíe Laudan) no necesitan explicación posterior. lodlas las otras
creencias y ‘Icciorses, sin erríbarso, aundine sean consideradas como racionates F.)cí sus
‘,eiahor,idorcc,.:- o “i.lelensores» necesil an de liria explicacirnri posterior (Barries,
1979 954i

Para Laudan, el sociólogo cognitivo es un generador de explicaciones


sociológicas causales de la incidencia de las creencias. Su papel sólo puede
relacionarse con aquellas creencias que no están justificadas racionalmen-
te24. Por tanto, su papel con respecto a la ciencia será mínimo, sólo será ca-
paz de considerar aquellas creencias que los historiadores han revelado faltas
dc justificación racional. La jerarquía que diseña Laudan de las competencias
académicas sobre el estudio de la ciencia es el siguiente. En la cima está el
filósofo, desarrollando y probando los modelos de racionalidad en contra de
las contextualidades de la historia y determinando el mejor modelo de racio-
nalidad posible. El historiador de las ideas recibe este modelo y escribe la his-
toria de la ciencia sopesando y seleccionando sus datos de acuerdo con los
prejuicios normativos que tiene. Considera que las creencias científicas que él

24 De aquí la enunciación que hace Laudan (1977) del principio de aracionalidad, por el cual se establece
una división del trabajo entre sociólogos del conocimiento y filósofos e historiadores de la ciencia. La socio-
logia del conocimiento sólo puede explicar aquellas creencias que no hayan sido explicadas previamente
par sus méritos racionales. Para una crítica y rechazo de este principio de aracianalidad, Jennings (1 984).
LAS AFINIDADES FILCSÓVICAS DEL PROGRAMA FUERTE 138

puede identificar y, por tanto, explicar están fundamentadas racionalmente.


Finalmente, se encuentra el sociólogo cognitivo que es libre de investigar
aquellas creencias seleccionadas como científicas por el historiador, pero no
explicadas por él. El alcance disponible para el sociólogo cognitivo de la cien-
cia es convenientemente subestimado en el texto de Laudan para que, pre-
surniblemente, no pase por alto el lugar asignado a él en este esquema de
competencias intelectuales. En resumidas cuentas, el sociólogo cognitivo sólo
podrá acceder a aquello que el filósofo permite al historiador analizar (Barnes,
1979).

De todo esto se desprende que lo racional para Laudan es lo esperado


sin necesidad de explicación. Por contra, lo inesperado necesita explicación y,
es, por tanto, lo irracional. Sin embargo, y esto es fundamental, para Barnes,
‘‘la i~íc,oisalidad río sería ursa propensión rnat~iral, sino un asunto (le rorívenoórs, no
estaría cleliníclo por las intuiciones normales sirio por las predilecciones o prejuicros cíe
i.ína coirruiiiclad cl~icl’i (1979 $156).

Sin embargo, Laudan fracasa en justificar su pretensión de que las vici-


situdes de la creencia sólo ocurren allí donde lo racional no entra en el ámbito
de la explicación causal. Su posición depende de la asunción de que lo que
está causado no es válido (racional). El modelo de Laudan aboga por la con-
vicción en que la sociología sólo es apropiada para explicar lo irracional y que
la creencia en lo racional no necesita de explicación alguna. Existe, también,
una inadecuación del argumento de Laudan sobre el estudio naturalista del
pensamiento y de la actividad racional. Para Barnes, la racionalidad tiene mu-
cho de convencional y, a si mismo, lo convencional genera sus propios pro-
blemas. Por ejemplo, ¿cómo se mantienen y se transmiten las convenciones?
¿Cómo se interpretan? ¿Cómo puede la acción en conformidad con la con-
vención ser reconocida y distinguida de otras acciones? ¿Porqué la gente se
conforma con, o ignora, o se desvía de las convenciones? ¿Cómo y porqué la
gente cambia sus convenciones? Evidentemente, estas cuestiones son, casi
por definición, lo que el estudio sociológico de la creencia aborda. Barnes
aboga por la necesidad del material histórico para comprobar las teóricas.
Además,
‘‘cuando la irsvest i3adíán se uzga, no por reFerencia a su diseño y e¡ecíiciórr~ sino por
reFerencia a sus clescuhrirnerrtos, supone el inicio del urs para la irivestíqaciáis desirste
rosada (~ lo cue es lo mismo, «racional»)’’ (Sarríes, 1 979: 969).
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 139

Si se mira con una cierta perspectiva histórica el desarrollo y evolución


del PF, su existencia ha estado jalonada por los debates con filósofos de toda
índole. En sus inicios, la estrategia de Bloor y Barnes fue la de buscar un
enemigo los suficientemente importante como para ser reconocidos a través
de éste (caso de filósofos tan eminentes como Popper, Lakatos o Toulmin).
Una vez alcanzada cierta notoriedad, Banes y Bloor se han visto involucrados
en diversas discusiones con filósofos de nuevo cuño25. A continuación, se
abordan estas diversas polémicas.

2.5.- El Programa Fuerte y los Filósofos

Las polémicas del PF con los filósofos han tenido un eje vertebrador
que ha sido la dualidad racionalidad/relativismo. Este hecho ha divido la dis-
putas por la aplicación de dicho eje a determinadas parcelas del conocimien-
to humano. Por un lado, los que defienden esa contraposición en la ciencia.
Por otro, los filósofos o académicos en general más interesados en la discu-
sión de esa dualidad en las ciencias sociales.

2.5.1.- El Programa Fuerte y los Filósofos de la Ciencia

Ya se ha anunciado que el PF, desde su enunciación, se ha visto aboca-


do a un continuo combate dialéctico con los filósofos de la ciencia por un ra-
zón perfectamente definida por Butts (1984):
‘‘El pronrama fuerte en la socioloqía del conocimiento es no prcyranía; es un

Formato p«r i la lrivesti3ación y uii maniFiesto IilosóIiro Si no síjrnniistrase ni’ Con~e< O

ru¡oiiucl ant h,ícer investinaciáil no sería ríe interés purrí 105 soOiOl0L~os: Si líO IiFOiC
sare niriyi í« et)istenlaloya seria de pom oteros para los Fil¿
5ofcs. L05 f~io o~ s d~ 1
ciencia sr< ce que en número creciente) encuentrais nís desaFío cus los prinucinio’ ulel
F.irc~lrani ajorre Ere desaFío tieíse hastante píe ver con el hecíso de que el proar libe
Fuer~.e oFrece una epistemoio3ía alternativa en nombre cje la socFolo2í<u cicístífica y mí’

25 Entre estas nuevos filósofos destacan Laudan (1981,1 982a y 1 982b), Brown ((1 954K y 1989) y últi-
989a y 1991). Como contraposición a estas
filósofos, Nola(ya(1 988a,
mamente, Kuhn tratado)1 988b,
y Hesse1990
serány 1992) y Slezok (1de Barnes y Bloar. En concreto, Bloar (1 975a)
los inspiradores
recibe positivamente la teoría de redes de Hesse como un intenta de superar la distinción clásica entre len-
guaje abservacional y lenguaje teórico y como búsqueda de un nuevo modelo de ciencia en el cual quepan

perfectamente la aplicación de estudios sociales. Tales estudios, según Bloar, podrían estar basadas en el
planteamiento de lo clasificación durkheimiana, los principios de arden y unidad en las cosmologías primiti-

vas de Douglas, junto con el planteamiento de una visión fi nitista de la ciencia y eí apode del paradigma

kuhniano.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 140

chas Filósofos la eocueiutran como una alternativa tristemente Falta de justificacióís


cientiluca’ (909)

Además, los filósofos de la ciencia han percibido una doble amenaza


por parte del PR Por un lado, la amenaza sobre la teoría de la racionalidad
(filosóficamente esencial para caracterizar la naturaleza de la teoría científica)
y, por otro, la amenaza sobre la historia de la ciencia considerada como histo-
ria intelectual (pues ésta es una disciplina central para la filosofía de la ciencia
dado que provee los datos específicos de la ciencia como actividad cognitiva).
Con estos antecedentes, es natural que bastantes filósofos centren sus esfuer-
zos en contrarrestar los principios del PR
El ataque inicial provino de Laudan (1981) y se basó, en primer lugai;
en la crítica del naturalismo empleado por Bloor, especialmente, en lo refe-
rente a las cuestiones demarcacionistas. Laudan no entiende la inexistencia
de una definición previa de ciencia que discrimine lo que es conocimiento
científico de lo que no los es. En segundo lugar, los principios del PF también
serán objeto de su crítica26. Empezando por el principio de causalidad, Lau-
dan rechaza las causas sociológicas y se centrará en cómo el estatus episté-
mico de las creencias tiene que ver con el mantenimiento de éstas. Justamen-
te, esto es lo que Bloor (1981a) trata de desterrar que el estatus de una cre-
encia sea su explicación27. De acuerdo con Laudan, sería posible explicar de
forma distinta el que una creencia sea válida o no, verdadera o falsa. Esto es,
se habilita la intervención de un tipo de explicación privilegiada (filosófica)
frente a otro tipo de explicación accesoria (sociológica). Los filósofos preten-
den descubrir un tipo específico de creencias verdaderas. Sin embargo, el
único modo de contrastarías es a través del proceso de construcción y man-
tenimiento de éstas. Ahora bien, los criterios y estándares de evaluación son
convenciones sociales, por tanto, esas creencias constituyen, de facto, un tipo
social, el de las creencias aceptadas23.

26 Respecto a estos principios, Laudan acusa al PF de ser un manifiesto meta-sodológicc progronsático,


pues no especifico ni mecanismos funcionales ocausales detallados ni leyes generales, cuya finalidad es
papel más digno para la sociología de la ciencia.
conseguir un
~ Para una aproximación a la discusión mantenida par Laudan y Bloor sobre el empleo de las razones o
de las causas en lo explicación de las creencias sociales, Schamus (1985).
22 Thagard (1989K>, en oposición a los planteamientos de Laudan (pues para él, no hay razón paría que

debamos otorgar una preferencia especial a las explicaciones del cambio de creencias en términos de la
racionalidad) y a los de Bloar (pues para él, en muchos casos, aunque no en todos, la melar explicación
estará basada en un modelo de cambio racional de creencias) plantea el modelo computacional de los
LAS AFiNIDADES FiLOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 141

En el caso de los principios de reflexividad y de imparcialidad, Laudan


afirma que Bloor no ha demostrado que estos integren la conducta científica
usual y sobre el segundo, en concreto, comenta que éste no se produce nun-
ca. Sin embargo, la parte más importante de la crítica de Laudan se dirige al
principio de simetría. Al respecto, distingue tres niveles donde podría ser apli-
cable este principio. En el nivel epistémico, seria banal aplicar este principio
dada la inaccesibilidad de la verdad o falsedad de las creencias teóricas. Sin
embargo, de no ser así, sería una cuestión empírica el hecho de que las cre-
encias verdaderas sean aceptadas o no por las mismas razones que las falsas.
En el nivel racional, Laudan 0pta por el denominado Programa Débil29
(Chubin y Restivo, 1983; Collins y Restivo, 1983 y Restivo, 1981b y 1983b), pues
éste defiende la cuestión de que las injerencias sociales producen distorsiones
cognitivas empleando, paradójicamente, la Teoría de los Intereses (que el
propio Laudan considera falsa) para explicar porqué Bloor sostiene el princi-
pio de simetría. En el nivel pragmático, Laudan niega la posibilidad de la sime-
tría. Aunque para ello su argumentación sea totalmente asimétrica. En primer
lugar, reifica el éxito, como si fuera un objeto neto y casualmente eficiente.
Segundo, considera la calificación de éxito como evidente y no como resulta-
do de acuerdos entre los actores. Tercero, apela al sentido común (como rea-
lidad instrumental) al identificar, salvar las apariencias con éxito y hacer de
éste un motivo para mantener una creencia o línea de conducta. Cuarto y úl-
timo, ignora los casos históricos donde se ha producido un cambio de para-
digma sin menoscabo del éxito reconocido a su predecesor30.

procesos de pensamiento suministrado por la ciencia cagnitiva como elemento superador de lo dicotomía
existente entre la cognición científica ca/iente (motivada) defendida por los sociólogos de la ciencia y la cog-
nición científica fría (racional) defendida por los filósofos de la ciencia.
29 Básicamente, lo que eí Programa Débil plantea es que los decisiones sobre la naturaleza de la ciencia
son decisiones políticas. Aquéllos que analizan la ciencia desde una perspectiva más ortodoxa, generan
una imagen invariable e ideal de ésta, olvidando que la ciencia y sus valores asociados están sujetos a las
mismas contingencias que cualquier otro tipo de organización social. Por este motivo, el Programa Débd no
reconoce a la ciencia como un modo privilegiado de investigación, lo que hace que su objeto de estudio no
sea la ciencia tal cual, sino la investigación como actividad humana. El Programo Débil asume que los valo-
res y las organizaciones densacráticas son condiciones necesarias para el desarrollo de estrategias episté-
micas que puedan conducir a un entendimiento crítico de las experiencias colectivas e individuales, lo cual
hace que su interés vaya en pos de cuestiones éticas y morales y de un compromiso con los valores libera-
dores, todo ella considerado como un toda integral en su concepción crítica del mundo (Restivo, 1981 b y
1983K).
30 Sin embargo, el debate Laudan/Bloar tiene también sus detractores. Jarvie (1984) se muestra contrario
a los argumentos expuestos en tal disputa, esto es: el intento de demarcar las consideraciones internas y
externas en la ciencia; el intento de demarcar las creencias racionales de las irracionales y el intento de
discutir la ciencia en términos de creencias científicas. Jarvie replica o tales argumentos con las siguientes: la
LAS AFINIDADES FILOSáI’ICAS DEL PROGRAMA FUERTE 142

Por último, Laudan se pregunta si la subdeterminación de las teorías


por los datos impone que toda elección entre ellas tenga un componente so-
cial. Obviamente, su respuesta es no. La sociología lo único que puede expli-
car es el funcionamiento de la institución científica (el ejemplo a seguir seria
Merton) pero en ningún caso su contenido, si nos atenemos a los supuestos
criterios de racionalidad, verdad, certeza, etc. del conocimiento científico31.
Resumiendo, el argumento de Laudan tendría tres serios defectos. Primero,
oscila entre la definición de racionalidad como fenómeno natural individual y
como constructo normativo colectivo. Segundo, reifica el estatus cognitivo de
las creencias. Tercero, toma el mismo tipo de causas por homogeneidad ple-
na, esto es, por identidad, de modo que si un científico acepta una creencia,
rechaza otra de acuerdo con la evidencia disponible. Laudan supone que se
distinguen como causas distintas los hechos que pueden resurnirse afirmando
que están bien fundados (son racionales) o mal fundados (son ideológicos),
mientras que Bloor asume que lo que se define como buen o mal funciona-
miento será causado de igual modo por los intereses del actor (o de los acto-
res). Sin embargo, Laudan niega que el PF demuestre lo que propone32.

En este mismo encuentro, Turner (198]) inicia su exposición aludiendo


a que el interés de los sociólogos por describir las formas de vida les lleva a
formular versiones alternativas a las de los propios sujetos y éste sería un caso
concreto del problema de las diversas descripciones de un hecho. De esta
manera no se explican los contenidos credenciales de los sujetos, sino el he-
cho de su creencia. Y si tal creencia es racional, no hay lugar para más argu-
mento social que el haberse dado las condiciones sociológicas adecuadas pa-
ra la operación de la necesidad lógica. Por otro lado, Turner afirma que las
teorías sociológicas del conocimiento están teñidas de intereses y, por tanto,

demarcación entre interno y externo es una metateoría de una disciplina y no un límite natural oKservable
en el fenómeno en si; las creencias no son ni racionales ni irracionales y, por último, la ciencia es un sistema
de afirmaciones, no de creencias y dado que las afirmaciones no son simplemente entidades en el mundo
social, las explicaciones son, en sentido estricto, inadecuadas para explicar aspectos importantes de la cien-
cia, esto es, ideas. Para Janvie, la ciencia es un fenómeno única y representa una institución social exitosa.
En esta tesitura conviene recordar que para el IT, el conocimiento depende en parte de las interpreta-
ciones que los científicos realizan durante el transcurso de sus investigaciones que están orientadas por la
definición de fines relevantes que son a su vez efecto de sus intereses. No niega las causas asociales del
conocimiento: eí mundo proporciona información sensible que influye en parte el conocimiento; pera la
diversidad cultural muestra que siempre hay componente social en el mecanismo causal que genero, man-
tiene y transforma las creencias científicas.
32 Estos mismos argumentos se vtelven a repetir de forma condensada en Laudan (]982a) como réplica
a Bloor(1981a).
LAS AFINIDADES FILCSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 143

son falsas. Turner apoya el recurso a la filosofía para explicar racionalmente


los contenidos deducibles de premisas fundadas y las razones de la creencia
en términos de cánones de evidencia y reglas de prueba, esto es, de necesi-
dad lógica, dejando aquéllas que son fruto de contingencias analógicas a la
explicación sociológica. Turner defiende esta posición con tres argumentos:
existe una conexión interna entre acierto teórico y control práctico, la lógica
es universal y existen enunciados observacionales inequívocos. Todo lo cual
conileva adoptar el principio de interpretación caritativa en la comprensión de
las creencias.
Brown (1984a, 1984b y 1989) será quien retome el testigo de Laudan en
sus polémicas con Bloor (en concreto, es el editor de un libro, Brown 1984a,
que recoge un intercambio crítico entre los miembros del PF y diversos filóso-
fos). Brown apunta la paradoja que crea la subdeterminación y la inconmen-
surabilidad de las teorías, puesto que ninguna evidencia resolvería el debate.
Esto es, el PF no puede presentar sus explicaciones como mejores que las de
los actores o los filósofos (que sí pueden hacerlo en su propio contexto). En
último extremo, Brown (1989) parece reprochar al PF el renunciar a hacer
que la ciencia sea mejor. Cuestión del todo impensable para Bloor o para Bar-
nes, pero que irónicamente muestra lo que han pretendido obtener los filóso-
fos de la ciencia de su trabajo, un paso por delante de los propios científicos
(algo difícilmente sostenible). En cualquier caso, Brown se muestra muy
preocupado por la salvaguardia de la racionalidad científica y la comprensión
de ésta frente al denominado giro sociológico en el estudio del conocimiento
científico. En concreto,
‘‘se pos Iría nuai~teuuer pule lo clise Luían y otros historiadores bu,
111 uuuostraclo no es ríuae
las c:íoruc.ías uuaturaies requieran un estudio sociolóquco, sino aísl es, lo que necesitamos
es íííí’í riuíecavuuí~ís rica noc.ión cíe racioui,uludad Teuiclrá que ,seu ‘iuia nocion, quío cuí
tre otras cosas, un requiera i.uisa historia acunsuulativa cíe la ciencia. Y esto es ¡‘isto lo
pise varíos i i lósobos de la ciencia conten porá seos y post -positivistas la a o i nt cuítas lo
desarrollar’’ (E uoswn~ 1 934w 7).

Otros tantos filósofos han concurrido en sus críticas al PF movidos por


su interés en salvar la ida de progreso científico como barrera al relativismo
de éste. Su meta era lograr la mejor explicación mínima al progreso científico
y creían que ésta se construía óptimamente a partir de las razones que los ac-
tores tenían para adoptar una creencia. Newton-Smith (1981) acepta al im-
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA-FUERTE 144

parcialidad, pero no así la simetría. Este autor piensa que las creencias correc-
tas se explicarían causalmente en términos de razones y las incorrectas por
otras causas. Por este motivo, critica al PF el hecho de que las creencias e in-
tereses que se proponen como factores causales sirven al tiempo para identi-
ficar los grupos sociales, así que no hay evidencia independiente del orden de
los elementos de la cadena causal. También critica la unidireccionalidad de la
causalidad (sociedad-ciencia), la ambición de predicción y la falta de refina-
miento analítico. Finalmente, pide a los sociólogos que se ocupen de los mar-
cos institucionales que afectan al progreso de la ciencia y dejen a los filósofos
el estudio de las vías racionales por las que transcurre el conocimiento cientí-
fico.
McMullin (1984 y 1988b), por su parte, acepta la imparcialidad pero re-
chaza el resto de los principios del PR Para este filósofo, el PF convierte en
causa la correlación entre los intereses y las creencias de grupos sociales cuya
identidad construye a partir de sus creencias y criterios, es decir, empleando
factores epistémicos (razones). El análisis sociológico podría aclarar cómo se
forman grupos y cómo llegan a reflejar intereses personales o institucionales,
pero no el contenido de sus creencias. La sanción del contenido dependería
de la existencia de una racionalidad trans-histórica. No puede ser la racionali-
dad natural común a todos los sujetos; it el interés en la predicción y el con-
trol, que simplemente previene a las convenciones cognitivas de ser arbitra-
rias. McMullin afirma que el principio universal de racionalidad es un interés
en la comprensión. más allá del afán por lograr predicciones exitosas. Las me-
tas, los criterios y los contenidos cambian, pero el progreso de la ciencia per-
siste gracias al sometimiento sistemático de sus productos a duras pruebas
que sólo superan los más adecuados. Esta afirmación es susceptible de la
misma crítica que el falsacionismo popperiano. Pero McMullin objeta que eso
no significa que la objetividad sea un fenómeno social y que todo conocimien-
to sea relativo a su lugar y ocasion de producción. En este caso, los historiado-
res estudian el conocimiento que ha transcendido con éxito su lugar y ocasión
de producción.

La respuesta genérica de Bloor (1984a) (apoyada por Barnes, 1984b) a


estas críticas filosóficas es que mientras que las pretensiones científicas em-
p’nicamente garantizadas tienen una base observacional, la dimensión socio-
LAS AFINIDADES FiLOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 145

lógica en el descubrimiento, la testación y la aceptación de tales pretensiones


es un factor clave en lo que cuenta como conocimiento científico. Por tanto,
los intereses del investigador y los factores extracientificos deben ser conside-
rados en la reconstrucción de la evolución de las pretensiones de conocimien-
to en cualquiera que sea la disciplina estudiada. Por este motivo, el plantea-
miento básico de Bloor es rechazar (o cuestionar, al menos) cualquier análisis
de las creencias científicas que omita el rol de los intereses de los investigado-
res y de las causas sociales que afectan la aceptación, revisión o rechazo de la
creencia científica.
Roth (1987) se centra en los lazos existentes entre el PF y la filosofía de
Quine. Según Roth existen cuatro tesis epistemológicas básicas que ha impor-
tado el PF de Quine. El holismo de éste (a través de Hesse) que se plasma en
la dependencia contextual del significado y la revisabilidad de las teorías; la
subdeterminación de las teorías por los datos; la indeterminación de la tra-
ducción y la naturalización de la epistemología. Frente a estos cuatro puntos,
Roth crítica tanto al PF como al propio Quine su ignorancia del papel jugado
por la verdad en la explicación de la formación de la creencia. Para este autor,
el principal desafío del PF es su pretensión de ofrecer una mejor teoría de la
actividad científica que la planteada por filósofos e historiadores de la ciencia.
Tal teoría se adaptará a los casos ya conocidos y ayudará a explicar qué es lo
que acontece en las controversias científicas. La réplica de Roth se plantea en
términos de diferenciar entre el tipo de filosofía de la ciencia que está criti-
cando el PF y, por contra, qué tipo de repercusión filosófica buscan conseguir
sus ponentes. En concreto, según Roth el PF falla justamente en la especifica-
ción de las condiciones que determinan la génesis causal de las creencias,
pues, el principio de causalidad estaría en contra del naturalismo explicativo
asumido por el PR Además, para este autor (Roth, 1994). los estudios de caso
no son más que historias sobre la ciencia que intentan disfrazar la contradic-
ción existente entre el naturalismo y el principio de simetría que, en definitiva,
negaría la existencia de explicaciones causales en la creencia científica.
La <dUma oleada de críticas filosóficas ha llegado desde Australia. Nola
(1988b) crítica el relativismo del PF acusándolo de conducir al escepticismo
sobre el hecho de si se puede o no establecer que cualquier regla de razo-
namiento tiene algún tipo de respaldo racional. Por su parte, Pettit (1988) cree
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 146

que el PF no necesita del relativismo, antes bien la adopción de un tipo de


relativismo específico por parte del PF responde a una estrategia conservado-
ra en tanto que el objetivo de la sociología del conocimiento es comprender
las creencias, no cambiarlas (por la falta de una dimensión evaluativa). Por
esta razón, para Pettit el PF es inocuo.

Recientemente, Niiiluoto (1991) confía todavía en la capacidad expli-


cativa de la filosofía de la ciencia y reduce al PF a una especie de Programa
Débil de la sociología del conocimiento en tanto que el sociólogo deberá de-
tenerse en la explicación de las creencias científicas en el momento en el que
el filósofo haya proporcionado una explicación racional de éstas. Por otro la-
do, para este filósofo, el hecho de que los lenguajes humanos tengan un im-
portante elemento convencional (que sean construcciones sociales, que los
significados de las palabras se basen en convenciones aceptadas y sostenidas
en la comunidad lingiiistica y que la elección de marcos conceptuales refleje
intereses humanos o propuestas sociales) es un planteamiento extensamente
aceptado en filosofía. También muchos filósofos de la mente podrían aceptar
que el hombre es un ser social que siempre está condicionado en su práctica
por la cultura que transforma a la vez. Pero, “de esto no se sigue que la verdad
sobre los lenguajes (o sobre otras construcciones sociales en el Mundo 3 de
Popper), o la verdad expresable en estos lenguajes, sea algo relativo a los inte-
reses sociales. Y de esto no se sigue que las creencias particulares formuladas
en lenguajes científicos tengan que ser explicadas por factores sociales”
(Niiniluoto, 1991: 141). En suma, para este autor, las radicales conclusiones del
PF sobre la verdad y las creencias necesitan una premisas más fuertes que el
carácter convencional de los lenguajes humanos y de la naturaleza social de
las mentes humanas.

Estos testimonios atestiguan el claro enfrentamiento entre los defenso-


res del PF y los diversos filósofos de la ciencia que se han preocupado en ata-
car los fundamentos del PR Sin embargo, uno de los aspectos más relevantes
de ese enfrentamiento es la falta de acuerdo o de resultados que permitan
superar las diferencias entre unos y otros. Gaston (1984) define perfectamente
la situación cuando dice que,
no comprendo porqué Bioor desea convencer a los lilósnios sobre la IoItd/ozd del
~aroo, ra o a Fuerte o, porc
1ué a tac.ó princi raa 1 nr en te a los lósolos oua vea río a los sonó.
loyras. ¿Cuica, caurso uua socióloso practicante, cleLaeria roaliuaoísl.e estar iuateresaclo eíí
LAS AFINIDADES FiLDSCFICAS DEL PROGRAMA -FUERTE 147

su los FilósoFos están convencidos? E igualmeote importante es ¿porque deberían los


Iil~soFos tener cu.íiclado con lo que piensan las sociólogos? Ningún grupO va a con -
venceu al otro Los sociólogos rso se ponen cíe acuerdo con los otros Y’ «st os deLia
les ira terdisciph uaanos presuusa ~bleus en te se conducen cíen Ira cje un cou u lun o ra zona -
blemeiste con ún d
0 asuncinuses. Auusque las asursciones no sean ídeuaticas, probable-
uuu ente, 50u i mas conprensubles par las nu i en ¿ros d0 la a isaa d~ sciph ru a ciue por los cje
Fuera. Y ¿que si los lilósoFos tienen los argumentos y evidencias más Fuertes? ¿Va a
cambiar esto la practica de los sociólogos? Y si la veíctcl uuo se encuentra (porc~ue es
irrelevante), ¿sobre ciiíé estamos d eLia tiendo? [En su ma] AA ni ita ‘nos ( no poco, o
saacla, va a cambiar. Esto es couuuo oria usaauszauaa y una naranja clebatieuurlo la cuestión
de cuál es el color apropiado para rina pieza cje Fruía 1’’ (256).

2.5.2.- Darnos y Bloar en el Debate sobre Relativismo y Ra-


cionalidad en los ochenta

Como se ha citado anteriormente, el volumen editado por Wilson


(1970a) fue uno de los primeros intentos de llevar a cabo una reflexión en tor-
no a los problemas de la racionalidad y el relativismo en el estudio de diversas
culturas. En dicha obra se incluían los trabajos más clásicos que abordaban
tales cuestiones. Sin embargo, durante los años setenta surgieron nuevas
aportaciones (entre ellas, la realizadas por Barnes y Bloor, o lo que es lo mis-
mo, la irrupción del PF en la escena de las ciencias sociales), que fueron reu-
nidas en un nuevo trabajo. Esta obra fue publicada por Hollis y Lukes (1982a) y
en ella se discutían diversos asuntos que giraban en torno al triángulo interpre-
33 de las creencias, conocimientos y culturas.
tación, traducción y explicación
Para algunos de los participantes en dicho debate, las creencias aparen-
temente irracionales son reconstruibles como racionales en el medio social y
lingúistico donde se producen, para otros, son racionales en ese medio pero
irracionales en un contexto más amplio, otros opinan que son lisa y llanamen-
te irracionales y todavia hay algunos que consideran que ni siquiera merecen
el título de creencias. Prácticamente, tres de las cuatro posturas planteadas
tratan de rebatir la primera de ellas, la que se podría considerar como relati-
vista, cuyos ponentes no son otros que Barnes y Bloor (1982) y, en menor
medida, Hacking (1982).

~ A pesar de la expectación e importancia de ial debate, no todos se mostraban entusiastas de tal cues-
tión, por ejemplo, Jarvie y Agassi (1986) hablan de tal evento como la “última obra de adivinación de los
filósofos de Oxford, donde uuOxford» ya no designa una universidad sino una escuela nanalítica» globalmen-
te establecida” (368).
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 148

Banes y Bloor (1982) plantean que concebir la comprensión de las


creencias extrañas como un proceso de traducción puede ser inadecuado,
pues tanto al estudiar a los primitivos como a los científicos, el etnógrafo halla
nociones que carecen de análogo en su dialecto nativo. Quizá sería mejor
asimilar el caso al aprendizaje infantil del lenguaje: el neófito aprende a vincu-
lar fenómenos a signos bajo la tutela de un hablante experto en un proceso
que es al tiempo una transmisión de conocimientos y un acto de control so-
cial; así aprende a discernir prácticamente qué similitudes y qué diferencias
son relevantes en su experiencia fenoménica para fragmentaría, agregaría y
asignarle términos que permitan una comunicación eficaz. La impresión de
traducción sigue de que, como recurso mnemotécnico y para poder transmitir
lo aprendido al ámbito lingiiistico de procedencia, el analista vincula aquellos
vocablos de su idioma materno y del aprendido que le resultan análogos en
términos de uso.

No cabe pues hablar de traducciones correctas o incorrectas sino de


traducciones aceptables o no para los propósitos vigentes. Tampoco procede
hablar de la verdad, falsedad, racionalidad o irracionalidad de las creencias
que registra la traducción. No hay más criterio de racionalidad que su acep-
tabilidad loca] institucionalizada y el auténtico problema es dar cuenta del
crédito que reciben. Y aqul el PF promueve la búsqueda de causas. Esto no
implica proscribir las razones; pero dada la indeterminación del conocimien-
to, son precisas causas para explicar cómo las razones llegan a considerarse
como evidencia suficiente para la creencia, y dado el carácter instrumental
del conocimiento, hay que preguntar para qué usos socio-técnicos se produce
y mantiene una creencia.

Así, ni la realidad objetividad it la base neuro-fisiológica ni la lógica


conforman un marco unitario que señale unas creencias como especiales y
fundamentales. cualesquiera rasgos comunes a la humanidad que se postulen
son insuficientes para explicar la diversidad de creencias aceptadas en distin-
tos contextos. La respuesta positivista es que esa base común, cuando está
exenta de intereses, produce creencias racionales y verdaderas. Tanto la
aprehensión no verbal como la operación de reglas de inferencia resultan de
convenciones colectivas por las que se les confieren significados sociales que
LAS AFINIDADES FILOSÓFiCAS DEL PROGRAMA-FUERTE 149

permitan su circulación; esto es, que el argumento positivista descansa sobre


una reificación injustificada del significado.

Por su parte, Hacking (1982), aún sin ser relativista, añade que los valo-
res de racionalidad o irracionalidad y de verdad o error son internos a estilos
históricos de razonamiento (más que a los esquemas conceptuales de Quine
o a los paradigmas de Kubn). La dispersión y evolución relativamente inde-
pendiente de los estilos puede conducir a situaciones de inconmensurabilidad
que sólo pueden romperse reconstruyendo el contexto en el que se produje-
ron y dando cuenta de las causas que abocaron a ellas. Este procedimiento
constituye un marco más amplio donde ambos estilos pueden compararse o
incluso contrastarse, pero en ningún caso puede afirmarse la existencia o la
esperanza de un marco absoluto que sirva de rasero para la evaluación de
todos los demás, aunque, en la práctica, cada grupo utilice el suyo propio para
esa función.

Frente a estos dos autores, algunos racionalistas como Elster (1982),


Gelíner (1982), Horton (1982) y Lukes (1982a), creen que aunque es posible
que una conducta que no es explicable en términos sólo naturalistas sea for-
mulable como racional en sus circunstancias, también sería cierto que hay un
núcleo de competencia racional común a la humanidad y que, con respecto a
este patrón universal, hay creencias, acciones y culturas más racionajes que
otras. Por lo común, la ciencia se ofrece como paradigma de esta racionalidad
aventajada.

Gelíner (1982) utiliza la intuición de que hay un sólo mundo y la tesis de


continuidad (que atribuye a diferencias sociales y no a variación genética la
diversidad de patrones conductuales y esquemas explicativos) para afirmar
que todas las versiones cognitivas de la realidad están igualmente justificadas
en tanto que productos causales del mismo mundo excepto aquellos casos en
los que están simplemente equivocadas. La cualificación es muy importante
porque Gelíner admite que la ciencia, que está llevando a cabo la unificación
cognitiva de la humanidad, es un producto contingente de una cultura especí-
fica. Pero también es accesible a todos. Si las culturas fueran inconmensura-
bles, tal como plantean los relativistas, lo sorprendente sería que hubieses al-
guna comunicación, traducción o aculturación. Las declaraciones de correc-
ción sobre traducciones hechas por sujetos bilingúes y la evidencia de la acep-
LAS AFINIDADES FILDSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 150

tación de la ciencia por culturas distintas de aquéllas donde se originó mos-


trarían que ésta es el conocimiento del mundo y no,
círculOs í i« ir leas auto sostenidas, asimétricas e diosmncrásicas, no coclilicaclas, en-
cuad aclas
1aor la ausencia se escritura y, así, río necesariamente consistentes” (H’ollis y
Lukes, 1982b 1,5).

Horton (1982) también define un núcleo racional cuasi-natural común a


toda la humanidad. Todas las culturas generan teorías con objeto de explican
predecir y controlar su entorno; todas utilizan procedimientos de inferencia
analógica, inductiva y deductiva. Para nada asegura que su uso sea racional.
No obstante, estos instrumentos cognitivos han producido un cuerpo de co-
nocimiento universalmente presente que Horton denomina teoría primaria,
la teoría pnmacia da al a uncio un primer pi<3i >0 lleno cíe objetos consístecí tos, (jira
Falos y cíe uuu eclia no tam año (cl 3 aínos entre cien veces y sin cerí tésím o del ta Ssaño cJe
un ser bu nsa no) . estos ob jetos están o ter relacionarlos, i ní. ercí eFi ua idos cíe laeckío, cmi
érnu usos cíe usa conceF)ción do la causal idI‘1(1 como en> pya r y tirar en la clue la
cotil i3iii(i 3(1 espacial y temporal so considera esencia para la trauisiuuisión del cambio
Est u ucí sluuaeuiío los relaciouia eís térnainuos cje omuaco diccutomías: clcrocbaa/izquiercia, aru-
ba/aLic í~< del a rste/deí ns, dciitro/lucra u cont ni u io/sepa rabo Y tena ~5oral
uncuato conFo,
une Ii teuna antes, a la vez, después. Finalmente, la teoría priíiíaria laace ríos 3randtOS
rlsst i icí oía es cuí t ce sus oi.ajetos - pci ni orc, entre los seres bu ma nos y los cl cuí Jis ob jet os:
.,cyi uno, cual cc ‘ííío >uuisnao y los clenás (Horí ou.í 1 959- 92 5).

Horton supone que es la limitación explicativa de la visión mecánica de


la causalidad lo que conduce a todas las culturas a postular entidades causa-
les ocultas. Es, en estos conceptos teóricos, donde surgen discrepancias (por
ejemplo, entre explicaciones materialistas y animistas). Esto implica que la
diferencia cultural surge de la misma racionalidad aplicada en distintos me-
dios a los mismos fines de explicación, predicción u control; que no hay antí-
tesis entre sociedad moderna y tradicional, y que no puede establecerse una
distinción nítida entre esquemas de explicación intelectualistas y sociológicos.
No obstante, nada de esto apoya la inconmensurabilidad entre culturas. Si és-
te fuera el caso, algún antropólogo habría vuelto alguna vez de su trabajo de
campo diciendo, no ya que habían dado con una tribu cuyos patrones de infe-
rencia diferían de los occidentales, sino que había sido incapaz de hacer inte-
ligibles, explicables y predecibles sus acciones y sus creencias, esto es, que
había fracasado en establecer toda interacción con ellos. La teoría primaria y
los fines instrumentales del conocimiento forman un puente de inteligibilidad
que hace improbable tal evento.
LAS AFINIDADES FILDSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 151

Las condiciones de inteligibilidad de los sujetos según Lukes (1 982a)


deben ser sensibles a argumentos deductivos y a evidencias inductivas, deben
actuar racionalmente (esto es, debe ser posible identificar motivos o razones
de sus actos) y deben tener la meta de controlar su entorno y de entenderse
entre sí. A estas cuestiones se les une el Principio de Humanidad: debe supo-
nerse que las creencias de los sujetos son explicables racionalmente. Lo serán
si son ciertas. De no serlo, el hecho de ser creídas tendrá distinta explicación,
dada la situación, según sean mantenidas racional o irracionalmente. Estas
condiciones exigen un puente formado por creencias racionales y verdaderas
comunes para iniciar la traducción de una cultura ajena. La teoría primaria de
Horton es un candidato idóneo para ello.

En concreto, para Lukes (1982a), el relativismo no se sostiene porque,


aunque tocía traducción es una interpretación relativa a las hipótesis de ver-
dad razonabilidad y al modelo de actor del analista y, por tanto, siempre cues-
tionable y nunca definitiva, it los aspectos sociales del aprendizaje y del len-
guaje, ni la variación radical del significado ni la carga teórica de los enuncia-
dos empíricos comportan que la verdad sea inaccesible, que la inconmensu-
rabilidad de las explicaciones sea inalterable e inmune a alguna clase de evi-
dencia y que la traducción sea imposible. Al menos respecto a ésta, hay crite-
rios internos al caso, como la capacidad de hacer inteligibles y predecibles las
palabras y actos de los sujetos, y otros externos, como la generalizabilidad, la
simplicidad y la plausibilidad, que sancionan cuándo se ha logrado. En último
término, además hay razones para considerar corno superior el punto e vista
del analista (occidental),
icuicie Li ciencia y la tecuaolo~ia morjerna laa,s triuuuFaclo, sri lOc~ro rso puede cx
plic:arse siuí aludir a su suadurlable é\ito }arecj,clivo y unauliF uiílativo cus comFaacacicaui cOsi
0a 99,5)
auarcríores sistemas s-le creencia” (L~~kes, 1 9,5

Por último, Elster (1989) emplea el término de defensibilidad de Hinti-


kka para definir acciones irracionales: las causadas de modo incorrecto por
creencias y deseos causados a su vez de manera incorrecta. Así, no es con-
cebible un mundo en el que una aserción fuese cierta o una acción argumen-
table, si podrían serio en éste pero no basándose en la evidencia disponible, o
si se cumple esto pero el modo de inferencia está viciado por una estructura
cognitiva defectuosa o n impulso emocional, tales acciones o creencias son
irracionales. Elster prefiere considerar que los intereses de los actores (por
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA -FUERTE 152

ejemplo, ser víctima de un pensamiento desiderativo) es una causa más pro-


bable de irracionalidad que algún acondicionamiento inconsciente capaz de
engañar al sujeto -una hipótesis tan hostil al racionalismo como el propio rela-
tivismo-. Pero de que una creencia sirva a ciertos intereses no puede inferirse
que haya sido causada por él, ni de que un interés cause cierta creencia pue-
de inferirse que ésta le servirá (sea alguno del propio sujeto o del grupo do-
minante en su cultura). Por otro lado, también existen intereses sociales en
torno a la producción de creencias racionales, su incidencia debe determinar-
la una investigación socio-histórica empírica.

A pesar de rechazar el relativismo, muchos de los argumentos de estos


autores serian compatibles con él. El principio de defensibilidad de Elster es
un criterio de argumentabilidad colectivamente sancionado y la determina-
ción de racionalidad o irracionalidad que propone está socio-históricamente
situada. La afirmación causal de Gelíner y el principio de Humanidad de
Lukes son muy siínilares al principio de imparcialidad del PR Los criterios de
inteligibilidad de Lukes apuntan a similitudes en los modos de inferencia loca-
les -sobre lodo a la universalidad de los conectores lógicos-, a una comunidad
de acción racional y a un fin compartido de control del entorno (incluido los
otros a través de una comunicación inteligible) que es cuando menos compa-
tibIe con el carácter instrumental del conocimiento que asume la versión del
relativismo que mantiene el PF, incluida la ventaja de ofrecer explicaciones de
las acciones razonadas mediante operaciones lógicas comunes, aunque en-
raizadas en acciones prácticas cuya descripción interculturalmente más ope-
rativa puede ser la que ofrece la teoría primaria de Horton. Este asume el
principio de simetría y la subsecuente abolición de la linde entre explicacio-
nes intelectualistas y sociológicas y entre sociedades tradicionales y moder-
nas, y atribuye las diferencias credenciales a rasgos del entorno material y su
interrelación con los productos de la tradición cultural diferencial generada en
un proceso que se autoalimenta.

Por el contrario, las discrepancias ente el PF y estos autores girarían en


torno a la caracterización que estos autores hacen del relativismo. Lukes y
Horton creen que sin un núcleo de creencias racionales y verdaderas inmunes
al relativismo sería imposible la comprensión. la explicación, la predicción y la
interacción significativa con otras culturas e incluso con otros sujetos. Pero el
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA-FUERTE 153

relativismo no defiende la imposibilidad de la traducción, sino que toma de


Quine la tesis de que no la hay perfecta y/o que hay muchas igualmente váli-
das entre las que se elige por criterios pragmáticos locales. No es preciso, en-
tonces, ningún puente credencial, sino una minima uniformidad práctica y
conductual. La diferencia estriba en la opción entre naturalismo y racionalis-
mo. Además, los criterios formales y sustantivos en favor de la posición racio-
nalista se reducen a la exhibición del éxito de la ciencia y a afirmar que el re-
lativismo no puede rebatirlo. De facto, aparte de que toda evaluación de éxito
es contingente y localmente negociable, no se puede negar la potencia expli-
cativa de la ciencia, pero sí que se deba a un carácter epistemológicamente
especial y no al sistema social de acción que la produce y protege: es su con-
figuración socio-práctica lo que diferencia su éxito del de otros sistemas de
creencias históricamente expansivos.

Sin embargo, en este debate se encuentra otros autores (Hollis, 1982;


Newton-Smith, 1982 y Taylon 1982) que adoptan una postma más extrema
frente al relativismo. Según Hollis (1982),
por tcarlscuóuu so llania cnnociuuiíeísl o a la creeuaci,a cqie se unauutieuae porcino ha scilrido
-, siiíaer<uclo raruiera,is objetivas La Razón es el uuouuubre comsius cíe las reyias <le 5)íuiCi)é.
cjue ayuda un in nseuute a ase~uícar causocímíento a priori y ríe los cauuouues (le ev,cien-
cía euuaiasrica enataleadlos para !i.iz~<>~ la verdla(l de las creelacias eua coisírasle couu los
laecisos r.ie ‘iii na’jnclo iuuclepeuudieuste, taisto en las usatemáticas conso en la lilosolicí
- (Tsuaubíéus iiiciiiy« cualquier iuatusicióua c;ue se co,asídlere útil F:a<ir<i Fuíuid,-iiuuouscar
las pciiiaenus uuareue’;cias)’’ (p ¿3)

Esto es, para traducir, interpretar o entender creencias de otros hace


falta un puente de creencias comunes racionales que correspondan a los he-
chos. Pero al ser difícil mostrar un hecho independiente, esa unidad epistémi-
ca debe construirse a priori. Taylor empieza asumiendo que una creencia teó-
rica racional debe ser consistente. Si dos conjuntos consistentes de creencias
son inconmensurables en principio y no sólo incompatibles en la practica
implica que existe una contradicción entre ellos que sólo puede resolverse
renunciando al menos a uno. Si además se asume que “hay una conexión in-
terna entre comprender el mundo y conseguir control tecnológico” (Taylor,
1982: 101), entonces es claro que los contenidos de la ciencia son el mejor
aspirante a nutrir el núcleo de creencias racionales y verdaderas que permita
comprender y evaluar otras creencias.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 154

Newton-Smith (1982) elabora el argumento apoyándose en la versión


tradicional del significado. Una traducción puede considerarse correcta si un
enunciado verdadero se mantiene como tal en dos lenguajes distintos. La ver-
dad de una proposición depende de su significado y de cómo sea el mundo, lo
cual no es determinable en si. pero hay cierta invarianza a nivel observacional
y Quine adrrite la traduccibilidad inmediata de los enunciados de observa-
ción. En cuanto al significado, la lógica ofrece un buen aparato para mantener
el valor de la verdad de las proposiciones a través de diversas transformacio-
nes. La invarianza observacional y la consistencia lógica fundamentan tra-
ducciones capaces de predecir la acción de los sujetos, lo que prueba su co-
rrección. En suma, no cabe el relativismo si se mantiene el enfoque tradicio-
nal del significado, al menos para traducciones que no están indeterminadas
por marcos teóricos irracionales, esto es, irreductibles al lenguaje del analista.

Frente a los planteamientos de estos autores, los relativistas niegan la


conexión interna de conocimiento y control, afirman que ni la lógica común ni
la teoría explican las diferencias transculturales y postulan que la traducción
no se basa en un puente de creencias racionales y verdaderas comunes. El
debate llega a una situación de inconmensurabilidad. Ante esta situación, un
último autor, Sperber (1982) intenta mediar en la cuestión considerando que
el relativismo es una reacción al dogmatismo etnocéntrico reinante hasta los
años cincuenta. Esto implica que cada grupo tiene creencias que son raciona-
les y verdaderas en su propio mundo. Un mundo propio que es conocible, pe-
ro distinto a aquellos que poseen bases perceptuales y cognitivas diferentes.
La inconmensurabilidad es una situación práctica, no analítica, que se supera
variando y extendiendo analógicamente los sentidos de los conceptos incom-
patibles hasta que se alcanza la inteligibilidad. Por tanto, nunca hay traduccio-
nes perfectas, sino sólo transposiciones de significados que permiten una inte-
racción satisfactoria según la ocasión.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRA MA FUERTE 155

2.5.3.- El Enésimo Intento de Refutación de el Programa


Fuerte Inteligencia Artificial, Ciencia Cognitin y Programa
Fuerte

Uno de los últimos desafíos sufridos por el Programa Fuerte por parte
de filósofos se produjo en el Symposium: computer Discovery and the Socio-
logy of Scientific Knowledge aparecido en la revista Social Studies of Science
(1989 y 1991). En tal evento participaron diversos autores reconocidos en los
ESC debatiendo cuestiones que, si bien tenían como referencia específica el
cuestionamiento del PF desde las ciencias cognitivas (representadas aquí por
Slezak, 1989a) existían otras cuestiones de trasfondo que estaban siendo
cuestionadas. Básicamente, el debate subyacente giraba en torno al enfren-
tamiento entre el cogrn’tivismo (ciencias cognitivas) y la sociología del cono-
cimiento cientfrico sobre la comprensión del conocimiento humano. El cogni-
tivismo apuesta por una interpretación del conocimiento humano en términos
de interacciones de procesos de corte cognitivo. Frente a éste, la sociología
del conocimiento cier¡tfrico parte de una concepción del conocimiento huma-
no (incluido el científico) como un elemento social, no reducible a la esfera
de lo cognitivo, desplazando la explicación al ámbito de lo social. Y es, justa-
mente, en el terreno de la Inteligencia Artificial ([A) donde más agudamente
se produce este enfrentamiento3~.
Cómo encajaría en este enfrentamiento el PF tiene mucho que ver con
la posibilidad de que algún día se cree un programa de lA capaz de realizar
descubrimientos científicos, es decir, capaz de actuar corno un motor de infe-
rencia incontaminado por cualquier influencia social capaz de inferir leyes
científicas a partir de datos observacionales (Slezak, 1989a). En este caso, tal
hecho se convertiría en un poderoso argumento para refutar el PF y toda su
línea de explicaciones relativas al carácter social del conocimiento científico.
Pues bien, esto es lo que de hecho hace Slezak (1989a) aprovechando el de-
sarrollo del programa ‘BACON.3’ (en física), “BACON system (en química) y
“AM” (en matemáticas) capaz de llevar a cabo descubrimientos científicos con
total independencia de cualquier tipo de factores sociales, culturales, etc.

~ Para una aproximación a estas cuestiones ver los trabajos de Gaulter (1983), Suchman (1987), Woalgar
(1985 y 1987), Parda (1991, 1 992a, 1 992b) y, en especial, Bustamante (1993).
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA-FUERTE 156

(Langley, Simon, Bradshow y Zytkow, 1987). Para Slezak, este hecho es sufi-
ciente para refutar al PF35.
Slezak trata de romper el nexo causal (en lo que él mismo considera
conductismo36 en los estímulos/respuestas) atribuido por el PF al conocimien-
to científico y a los contextos históricos de uso y de interés en los que éste está
inmerso. Por este motivo, la posibilidad de desarrollar y producir teorías cien-
tíficas en ausencia de factores sociales vía artefactos computacionales pondrá
en cuestión los planteamientos del PF (entre otros, su carácter causal que le
convierte en anti-teleológico y su relativismo). Slezak apuesta vigorosamente
por una aproximación mentalista al estudio del conocimiento humano37.

De igual forma, en lo referente al descubrimiento científico, Slezak cri-


tica los planteamientos de Brannigan (1981) sobre estas cuestiones, en espe-
cial, la crítica de Brannigan a las aproximaciones psicologistas o mentalistas y
su concepto de descubrimiento como aquello que es definido socialmente
como tal desde el principio (una perspectiva más constructivista social) frente
a los argumentos más cognitivistas (el descubrimiento como “resolución de
problemas”) defendidos por Slezak.

Será Brannigan (1989) el primer autor en responder a los argumentos


de Slezak. Su primera andanada está fuertemente cargada de escepticismo
sobre la capacidad de resolución de problemas de la lA, frente a la continua y
extraordinaria retórica de progreso y alta carga de optimismo que aportan los
defensores de la JA, entre otras cuestiones, su fe en la autonomía operativa de
los programas de la lA38. Otra línea argumentativa expuesta por Brannigan se

~ Es obvio que estas pretensiones refútadoras se pueden traspasar al resto de la SGG y, también, a los
trabajas de Kuhn, Feyerabend, Holton e, incluso, Merton (Brannigan, 1989).
36 En este caso, Slezak acusa a la SGG de anticuada y desfasada en sus fuentes al apoyarse, entre otros,

en \Mttgenstein frente al empuje de las nuevas ciencias cognitivas. Para una crítica, a su vez, de estos nue-
vas corrientes desde planteamientos wiftgensteinianos, Gaulter (1989).
?~ Sin embargo, esta supuesta refutación queda en entredicho desde el primer momento, pues, Slezak no
se plantea nada acerca de los mecanismos subyacentes del descubrimiento cientíko (ni genérico, ni el del
propio programa). Básicamente, Slezak emplea un test externa, parecido al test de Turing, para igualar
programa (máquina) con investigador (humano) cientítko. Digamos que Slezak parte de unos principios
teóricos que enfocan o la naturaleza del conocimiento desde lo que se conoce como “Inteligencia Artí$cial
dura’, esto es, a mente humana considerada coma un procesaclor de información y como un sistema de
manipulación simbólica. En este sentido, es comprensible que opte par el famoso test de Turing (Turing,
1950). Para una crítica de éste desde la perspectiva de la SGG, Callins (1 99Oa). Para una introducción y
discusión sobre el tema de ía lA y las ciencias sociales, Bustamante (1993).
~ Brannigan hace una crítica perversa a los argumentos de Slezak, atacando el hecho de que si el pro-
grama BAGON fuese tan maravilloso deberían haber aparecido en revistas tan prestigiosas como Notare o
Science, cosa que no ha sido así.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 157

refiere a que son los programadores humanos los que seleccionan los datos y
deciden cuáles son las características o mediciones relevantes que han de ser
introducidas en la máquina. Esto supone hacer entrar al ser humano por “la
puerta de atrás”. El operador mantiene todos los criterios sobre la información
que calcula, selecciona y traspasa, posteriormente, a la máquina. De acuerdo
con tales cuestiones, para Brannigan,
‘u la ~dcuí tí ca cso,a <¡e las p ro~ sieciadies mateníá ti cas en couajun tos cíe da os río es lo

un isuaso que ulsa ex


1alicación¡ BACON es, esencialmente, un prograuna que represen -
ta ciatos de n,aa /atina suofltd, lo cual no es lo misuno que oía (/oscu/¿aI///7/oato, ela ‘un
set ido, pero oclavía tiene, en el sentido de SiezaL, un competeuute calcularlo, ra -
5 ráctsc.os
cío, ial -comE~o cicaso
expertos. otros poderosos sistení as
es, está todavía expertos
lejos cíe ser usados in teract,vam
un programa en te [arar
autónonio paraF trabajar
tota/,+eí>tO e,~rÁJcta d/O CI¡d/Qu/IO1 factor social o cí¿l¿uíaJ (1 9,59: 61 1)

El siguiente en contestar a los argumentos de Slezaik fue Collins (1989).


Para éste, las conclusiones de Slezak son incorrectas desde el mismo instante
que éste no aclara adecuadamente el hecho de que BACON descubra cosas.
Según Collins tal cuestión tendría dos lecturas posibles. Por un lado, lo que
Collins denomina como “colectividad encapsulada” (la máquina asume todas
las prerrogativas asignadas por los sociólogos del conocimiento científico a la
comunidad científica) y que no da por probada. Y, por otro lado, la uuimitación
de lo humano”, por la cual, Slezak toma a BACON por un “descubridor indivi-
dual”. Esta interpretación, aún siendo falaz, le resulta a Collins interesante para
llevar a cabo un análisis más genérico sobre la relación entre las computado-
ras y la vida social.

De nuevo, la crítica de Collins gira en torno a la provisión de datos y al


propio significado de estos en manos de un programa de trabajar con ellos,
cuestión que en ningún caso aseguraría la reconstrucción de la de la ciencia
tal como se conoce en la actualidad. Lo mismo ocurriría en e] caso de asumir
la visión del programa imitando al investigador individual. En este momento,
Collins introduce una diferencia entre la figura del “descubridor” y la figura del
“rastreador de datos”, lo cual supone, en el fondo, el hecho de que el descu-
brimiento sea un asunto “social”, esto es, la definición de lo que es un
‘descubrimiento’ recae en la comunidad sancionada para realizar tal misión.

Desde un ámbito ajeno a la SCC, Fuller (1989) también critica las pre-
tensiones (positivistas e internalistas) de Slezak (aún reconociendo las posibi-
LAS AFINIDADES FiLDSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 158

lidades de cooperación entre la ciencia cognitiva y la SCC). Sin embargo, la


perspectiva de Fuller es muy diferente a la de los propios sociólogos del co-
nocimiento científico, entre otras razones porque este autor entiende que,
‘‘Sle¡a~ es unás un síntoma que una Fuente de obstáculos c
1ue se encuerut ran al intentar
Forjar Lina ta integrada (1989: 69 5-69á)~~

De hecho, lo que Fuller entiende como postura internalista, en el caso


de Slezak y externalismo, en el caso del PF, es perfectamente compatible con
el desarrollo de la lA (entre otras cuestiones, Slezak es un representante más
de la lA y las corrientes dentro de ésta son variadas). Por otro lado, el peligro
del enfoque de Slezak es que en su intento de comprender el razonamiento
científico, la lA puede acabar alterando drásticamente la definición de la
ciencia misma.
En esta línea también se encuentra Giere (1989). Para este autor, ade-
más de dar por erróneo el planteamiento de Slezak, cree que la oposición que
éste sienta entre aproximación cognitiva y aproximación sociológica al estudio
de la ciencia es falaz. Al contrario, Giere cree que ambas perspectivas son
complementarias y necesarias para lograr un adecuado entendimiento de la
ciencia como actividad humana. Asimismo, sigue el argumento de la signifi-
catividad de los datos (en el caso de las computadoras, símbolos). Para este
autor,
ii~jj~ iiia,í ah,na<ucuéuu si<3niFicativa cíe ujui ciescubnuííiento por ordeuuaílor rec1í,iero usar

ie’sguape cori inrereses líuuuuanos iuacou1)orar:ios. Sí olínuilsamos los iuatereses lauunauaos,


eiiuaaiiaaunos el onuateusído seuuaáuat ion de los símbolos cjuíe l<.i couuipiataciora unau
(Cíere, 1959 639<)

Por otro lado, Giere ataca los argumentos de Slezak adentrándose en


una descripción de los “programas de descubrimiento”. En concreto, existen
dos tipos de “programas”. Uno de ellos emplea estos “programas” como he-
rramientas para la investigación empírica del razonamiento humano. Este tipo
de investigación observa el papel jugado por los intereses humanos en la for-
mulación o resolución de problemas particulares, pero sin evaluar su influen-
cia. Otro uso de este tipo de “programas” va unido a la investigación científica
como “sistemas expertos” en su sentido más estricto. De nuevo, este tipo de

~ El caso de Fuller es muy peculiar en los ESG. Este filósofo es responsable de lo que él mismo ha bautiza-
do como “Epistemología Social” (Fuller, 1988), en un intento de unificar el enfoque sobre el estudio de la
ciencia, superando, por un lado, los enfoques unidisciplinarias de la sociología y de la ciencia y, por otro
enriqueciéndolos con otras perspectivas (psicología, ciencias políticas).
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 159

utilización supone introducir estos “programas” en contextos sociales con la


posible intervención de intereses humanos.
No obstante, Giere tiene ciertas concomitancias con Slezak en lo refe-
rente a la apertura de la “caja negra” que supone la ciencia para la SCC y, en
este sentido, la necesidad de una teoría de la ciencia basada en el científico
individual como unidad básica de análisis, pero sin olvidar que tal científico es
humano y está sujeto a todas las posibles contingencias que afectan a la vida
de los seres humanos40.
Gorman (1989) intenta centrar la discusión sobre el hecho en sí del
descubrimiento, aduciendo tres cuestiones pendientes de resolución:
E>) Si los programas de Langley y de sus colegas pueden ser denomi-
nados realmente como “descubridores.

2’>) Si en el futuro tales programas podrían ser capaces de “descubrir”.


3(3) Si en el caso de que tales programas fuesen capaces de “descubrir”,
¿refutaría este hecho a la SCC?

El terna, de nuevo, es recurrente. ¿Quién determina y define lo que es


un descubrimiento? Esta respuesta es sencilla. El programa no lo hace, pero sí
el programador (científico) y éste, para bien o para mal, es humano. Además,
Gorman añade tina cuestión nueva. El programa no puede posibilidad de ma-
nejar el conocimiento tácito (Polanyi, 1958) que poseen los investigadores
(claro, que tampoco tiene necesidad de ello, pues su única misión es trabajar
con datos previamente seleccionados). Por este motivo, Gorman afirma que si
Slezak pretende refutar la SCC deberá demostrar o bien que los programas de
descubrimiento pueden desarrollar las tareas y habilidades de procedimiento
de los científicos sin las interacciones descritas por los sociólogos, o bien ne-
gar que tales habilidades y procedimienlos juegan un papel importante en la
formulación y evaluación de las teorías científicas.

Sin embargo, Gorman no es ningún detractor del trabajo con ordenado-


res (plantea como línea alternativa la investigación en ordenadores conectivos

~ No olvidemos que Giere (1988) es partícipe de un enfoque cogniflvista que supere las dicotomías entre
la filosofía y la sociología de la ciencia.
LAS AFINIDADES FILCSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 160

o basados en redes neuronales QJ. Pero en su enfoque no cabe la obsesión


por refutar a la SCC. En todo caso, este tipo de programas ayudarán a conse-
guir un entendimiento más riguroso de cómo el medio social del científico
conforma su elección de problemas y los constreñimientos que son vistos
como datos. Gorman aboga por la interdisciplinariedad dentro de los E5C42.
Dentro de este debate, el representante más entusiasta del cognitivismo
es Thagard (1988 y 1989a). Este autor diferencia entre lo que se considera la
línea dura en LX, caracterizada por su fuerte internalismo respecto al conoci-
miento científico y la línea suave en lA, caracterizada por la asimilación de
formas de estudio alternativas en el desarrollo de las ideas científicas. Thagard
aboga claramente por esta segunda aproximación puesto que,
ud u u socuuSing o o historiador c 11 o ci eua Viico sin prestar a ten -
1u e nsecl ite sobre el ciesa uro
ciórí a las metas intelectuales y procesos cognitivos de las cien¡ hicos mplicacJos es
coirín un uiutrnpólogo que hace su trabajo cíe campo en uusa tribu extraña sun enuancer
su lengua - SiecaL ha hecho un gran servicio al campo de los est~ícJios de la ciencia al
llamar la uderació,s cíe los sociólogos sobre 1<~ investigación cnqnitiv<-i-cnuuupuitacioruai<
pues estos estaban aproxinsánciase a su estudio con un conjunto agotado de técnicas
explicativas’ (1 9,59a: 65(a-(aS?).

Woolgar (1989) intenta desmarcar al PF de otras variedades de la SCC


para contrarrestar los argumentos de Slezak, advirtiendo que algunas criticas
de éste contra el PF provienen desde dentro de la propia SCC. Por otro lado,
Woolgar centra todo el debate en la cuestión y significado de lo social. Slezak
lo malinterpreta. Lo social no se refiere a los factores extraños o ajenos al in-
dividuo. Todo lo contrario, lo social describe el carácter fundacional de toda
acción, pensamiento y conducta. Para Woolgar, la acción de un individuo no
tiene porqué acontecer dentro de un grupo para ser definida como social. De
esta manera,
<<el t rala<íjo cientilico es, iisevitabieuaae,ste< parte de uuu juego cíe leiígu<íje, euu el cuia/,
el cientíFico Fa revé <ucinoes, cinta cíe sentí cío, in t erpreta, etc Eu u érm unos cíe las co

41 Para un interesante trabajo, realizada desde la SGG, sobre el desarrollo y evolución de este paradigma
de investigación en la lA, ver Olazarán 11991).
42 En concreto, Gorman (1987) pone de manifiesto que en los trabajos sobre descubrimiento científico par
media de programas computacianales se incide en la potencia (y deficiencia) de la heurística que permite la
resolución de problemas (en este caso, el descubrimiento de leyes), pero ignoran los representaciones
mentales que poseen los científicos y que son fundamentales en su trabajo. Según Gorman, <‘una visión
completo del proceso creativo tendrá que incluir tanta las representaciones mentales como las heurísticas;
una representación mental única es un ingrediente principal en el genio científico, pera los científicos creati-
vos también utilizan a desarrollan heurísticas poderosas que les permiten probar y modificar sus represen-
taciones” (1987: 65).
LAS AFINIDADESflLDSDFICAS DEL PROGRA MA FUERTE 161

veuaciones que están cijltu~ment« díspon~bles Es importante apuntar que /0 5003/

no connota inFluencias coa~llfldJords en tanto que desde esta pers¡ectiva, lía tic-
ríe seua t ido coíaceb ir la i~ re~,ucua de lo soca! coní o uuaa ¡aI/uehuc~a, si u-u isablar c.ie ¡ti
-

I/ueac/a cO,?/d/7u/[udd’O1d ( ‘Vdgar, 1989 660)-

Esta concepción de b social como lo exclusivo en la explicación del


conocimiento científico es ma de las claves en la diferenciación entre Wool-
gar y la gran mayoría de inm?stigadores en la SCC y Bloor. Tal como preveía
Bloor (1976) existen otros &ctores (biológicos, psicológicos, etc. además de
los sociales) que pueden emYar en la explicación del conocimiento científico.
Woolgar se opone a tal posihildad por considerarla a-social (o no-social) y por
estar en línea con los argunentos de Slezak. De nuevo, esto le impulsa a
Woolgar a reafirmar el carácter social del descubrimiento,
~‘uua
descuitannsueuuto es sólo ír~ descubnm ieuuúo cuando es recoíaocído como tal por los
hombres’ (19,59 (aó3)~~

En su respuesta, Slez¡k (198gb) pasa revista a todas las críticas vertidas


sobre sus argumentos. lnter~ reivindicar la actualidad de los trabajos de la JA.
Resitúa su crítica dirigida a ciertas ideas y no a escuelas de pensamiento co-
mo tal. Reconoce la existentia del contexto socia] en todo descubrimiento. En
suma, declara Slezak que,
Iiuualiciaci lía siclo, tan sk, otra ma,ser<i cíe decir que las teorías cieuutílícas sois
cas brin <u las en las ni en~ hum ana y, por tan to< explicadas por Factores social es’
(1939k 674)

Slezak 0pta por la línea de investigación en lA que no se queda en el


simple análisis de las comisadoras, sino que estudia la inteligencia humana
misma, en un intento de wordinar las diversas aproximaciones (cognitiva,
sociológica, psicológica, ccwnputacional, etc.) a su estudio. Esto le hace en-
frentarse con los plantean~ntos más estrictamente socia/es de Brannigan,
Collins o Woolgan Slezak seobstina en considerar todo lo referente a los datos
como una cuestión psicoló~ra y no colectiva. Tal es así que para Slezak,

~ El artículo de Woolgar está reaRMo en lo que se consideran como las Nuevas Formas Literarias
(‘Woolgar, 1 989a y 1 988b) ironizan& sobre estas cuestiones, por ejemplo, planeando la posibilidad de
crear un programa para computad~que trabaje en la 5W ~W’oolgar lo denomino GOLLINS)< parelo a
BAGON para trabajar en la que Woc@or denomino “mecanización de la sociología de la ciencia”. En un
supuesto trabaja interactivo entre an~s (GOLLINS y BAGON), el resultado seria idéntico al acontecido
entre la SGG y el conocimiento cientí1~, esto es, los descubrimientos no serían asocio/es sino socia/es, pues
ellas son el nsedio. Siguiendo la estelw~I artículo de Woolgar, Myers (1989) trata de lo ironía desarrollada
por el anterior en su discusión del city/o de Slezak y sobre lo referente a os paradojas en los debates
académicas.
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 162

~<el
inuagiuuario BACOVI aislado, o sus descendientes equipado con serusares tíans-

o½ctores apropiados, recogerá sus propios datos, empleando sus capacidades sensiti-
vas ant ó,íomas. Coja ello no ,uecesitaru fafcQwutrJI por los datos’’ (1 989V 682).

De hecho, la gran diferencia entre Slezak y estos últimos, es la impor-


tancia e influencia de las bases fisiológicas de la conducta humana, cuestión
que en opinión de Slezak, estos autores parecen negar.

Sin embargo, la disputa no terminaba aquí. En 1991, aparecía en la


misma revista unos comentarios sobre el anterior Simposium. En esta nueva
tanda, aparecía por fin un articulo de uno de los padres de BACON, Herbert A.
Simon (1991), centrándose el debate en una revisión de los comentarios de
Simon sobre el articulo de Slezak. En su artículo, Simon intenta en primer lu-
gar situar históricamente el desarrollo de este programa y otros relacionados
con él. Corrige las diversas críticas realizadas a los aspectos formales de BA-
CON. Y enmienda el argumento de Slezak en tanto que refuta la pretensión de
que la simulación de teorías científicas son en si mismas teorías psicológicas
que no dejan oportunidad alguna a los inputs sociales.

Collins (1991a) intenta centrar de nuevo el problema. La cuestión es si


BACON (u otros programas parecidos) pueden reproducir la ciencia tal como
se concibe en la actualidad (si no pueden hacerlo, obviamente, no refutarían
al PF). O, por el contrario, si la pretensión es simplemente que existen máqui-
nas que pueden realizar descubrimientos. Este último propósito no tendría
nada que ver con el PF ni con la SCC, entre otras cosas, porque el PF pretende
imbricar la comprensión de la vida social y la comprensión del conocimiento
científico para explicar éste último. Collins ciÁtica el que Simon rehuya pro-
nunciarse sobre estas cuestiones. También resulta paradójico que la defensa
hecha por Simon de Slezak parezca todo lo contrario, más bien un ataque.
Esta tesis es suscrita también por Fuller (1991a) que crítica la interpretación
que realiza Simon (a través de sus programas) de la historia de la ciencia. Gie-
re (1991) vuelve a la discusión sobre la asignación de significado a los resulta-
dos de una máquinas sintácticas como lo son las computadoras. La paradoja
es que esa asignación de significado, además de ser externa a tales máquinas,
conlíeva la adopción de intereses concretos por parte de la comunidad cientí-
fica en los procesos de construcción y prueba de las teorías científicas. Este
argumento también es aplicable a los argumentos sobre el significado y la
semántica realizados por Simon. Por último, Gorman (1991) cree que las co-
LAS AFINIDADES flLOSOFICAS DEL PROSR,4MA FUERTE 163

rrecciones de Simon no añaden nada nuevo a la supuesta refutación del PF,


llegando a una conclusión un tanto escéptica sobre la inconmensurabilidad
entre ambos paradigmas (basada, sobre todo, en los equivocos entre ambas
posturas). A pesar de ello, Gorman confía en superar tales equivocos y esta-
blecer una cooperación fructífera entre cognitivismo y SCC.
El último en pronunciarse es el propio Slezak (1991). Y, evidentemente,
sus argumentos vienen a incidir en las mismas cuestiones que ya presentó en
1 989a y 1 989b. Por otro lado, las puntualizaciones de Simon, en opinión de
Slezak, vienen a darle la razón sobre la refutación del PF (básicamente, por lo
que denomina como imperialismo extremo el PF debido a la exclusión del
papel de la razón, de la racionalidad, de la lógica y de la evidencia de los fac-
tores contributivos al descubrimiento científico). Por último, para zanjar las
disputas, Slezak reconoce que los planteamientos de la lA que mantiene se
basan en y se construyen como teoría psicológica en franca oposición a lo que
califica de “determinismo sociológico radical del Programa Fuerte”. Esto le
coloca en una situación muy extrema, incluso ante planteamientos más inte-
gradores como los del propioSimon o los realizados dentro de los ESC.

Uno de los rasgos másllamativos de este debate tan focalizado en el PF


es, paradójicamente, la ausencia de los representantes de ese programa. En el
caso de Barnes, en aquellos años sus trabajos estaban bastante alejados de las
cuestiones presentadas en tal Simposium. En el caso de Bloor, las razones son
diferentes. Sin embargo, son al menos tres las referencias concretas que hará
a este Simposium.

La primera de ellas la hace en el Afterword de la segunda edición de su


obra Knou;ledge and Social Imagery (1991 a). En esta obra, Bloor intenta rom-
per con la falsa imputación Tealizada sobre el PF que afirme que el conoci-
miento es puramente social, a la vez que rechaza la imputación realizada por
Slezak sobre el supuesto conductismo del PF. Para Bloor, la adopción de tal
modelo explicativo presupondría no establecer ningún tipo de “estudio de la
maquinaria interna de nuestro pensamiento” (1991a: 167). Por otro lado, las
discusiones generadas en tal Simposiurn sólo serán sorprendentes y levanta-
rán las iras de aquellos sociólogos que niegan la necesidad de una teoría so-
bre los procesos cognitivos individuales. Tal como lo resume Bloo~
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 164

‘‘tomo couaao evidente que so tendríamos estructuras sociales sin estructuras neurona-
les” (1991a 168)

Bloor asume que los planteamientos de la ciencia cognitiva están muy


en la línea de la racionalidad natural (Banes, 1976) defendida por el PR Exis-
te una relación biunivoca entre lo social y lo individual, o lo que es lo mismo,
entre los procesos cognitivos individuales y los procesos de negociación y
consenso. Por esta razón,
ciencia cognítíva y la sociología del conocimiento son realmente caras de la misma
<la

mouíeda 2ouu naturalistas y sus aproximaciones sari complementarias”(Bloor, 1991 a:


170)

La segunda de ellas aparece en forma de debate particular entre el


propio Bloor (1992b) y Nola (1992). Este filósofo australiano recoge la argu-
mentación (y supuesta refutación) llevada a cabo por Slezak (1 989a) y lo une
con el estudio del razonamiento ordinario humano discutiendo el principio de
causalidad del PR La explicación causal, además de ser un tipo de explicación
imperialista, en referencia con la inferencia humana ordinaria, según Nola, no
contiene ningún tipo de factor social. Por ejemplo, en el caso del aprendizaje
de una regla, aún pudiendo estar socialmente causado, la aplicación subse-
cuente de esa regla es independiente del contexto social original de aprendi-
zaje e, incluso, del contexto actual de aplicación. Esto conduce a que Nola
declare que
‘<el estalalcciuuuuento cíe iuuleceuucias< iuaciuso en preuuuisas y euu reglas (le tuaFererací u de
cuaci,is caí:sads,s socialmerate, uao conduce a cueeracias cai.isadas socialnueuite cuí u uinqiíua
caso Las cau usas iuaunccliatas cíe las crecuacías sora sólo Otras creencias y’ Ii 5 ua-
uuueciiaia uao c:ontíeuieui counpouaeuate social alg~iuso— De estí unauucra, el PF cune laria
-

ieluit,iciou< ¿1: 9(~ 1 9Ñ)

Además, Nola de nuevo acusa a Bloor de conductista en su intento de


establecer conexiones entre contextos sociales y conducta humana (creencias
científicas). De esta forma, el PF sería inconsistente tanto con la psicología
tradicional como con la ciencia cognitiva actual.

La respuesta de Bloor (1992b) es acusar a Nola de no distinguir entre la


perspectiva sociológica y la psicológica. Nola confunde entre causas inmedia-
tas (a las cuales dota de un carácter psicológico) y causas distantes (a las que
dota de un carácter sociológico). Para Bloor, el contenido social de las creen-
cias permanecerá en todo momento y estará presente en el momento de la
inferencia. De esta manera es imposible evitar el componente social. De esta
LAS AFINIDADES FILCSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 165

forma, se acentúa el carácter social del aprendizaje y de la inferencia frente al


carácter psicológico que pretendía imponer Nola. Aunque esto no significa
que Bloor niegue el plano psicológico o que lo reduzca a un nivel explicativo
secundario. Una cosa es el aprendizaje (psicología) y otra es el conocimiento
(sociología). Por este motivo, Bloor cree que lo que Nola plantea como refu-
tación del PF son casos límites que están a caballo entre la explicación socio-
lógica y la psicológica, “pero indicar el alcance de una teoría no es refutaria
(Bloor, 1992b: 139).
La tercera de esas referencias es más reciente, Bloor (1993) se muestra
ampliamente a favor de los trabajos que se están realizando sobre el descu-
brimiento científico hecho por computadora, pues favorecen el avance en los
estudios naturalistas de la ciencia~~. Estas cuestiones vuelven a traer a cola-
ción la problemática de los tipos de explicación anticipados por el PF y, cómo
dependiendo de quién es el critica, Bloor maneja un tipo de explicación u
otro. Este hecho pone en una situación delicada al PR Si las críticas provienen
de los filósofos, las explicaciones del conocimiento son principalmente socia-
les. Si, como se verá, las críticas provienen de sociólogos o antropólogos, las
explicaciones del conocimento son además sociales, algo más. Anticipando
brevemente las conclusiones, esta resbaladiza estrategia ha colocado al PF en
la frontera entre la filosofía de la ciencia y la sociología del conocimiento
científico, lo cual ha conducido a este programa de investigación a una inco-
moda situación de soledad.

‘~‘~En una conversación con el profesor Bloar, le comenté su ausencia de dicho Simposium. En su respuesta
venía a confirmar las cifirmaciones enunciadas anteriormente, pero exponiendo además otras cuestiones.
Su presencia en toles debates hubiese resultado paradójica según él, pues, aún discutiendo los argumentas
de Slezak, Bloar se muestra muy entusiasta y partícipe de algunos trabajos que se estón realizando en la
ciencia cognitiva. Por otra parte, muchos de los ataques realizados sobre Slezak (especialmente las de las

sociólogos del conocimiento científico) constituyen, en opinión de Bloar, un tipo de explicación excesivamen-

te sociológica o, lo que es lo mismo, les aterro la posibilidad de incluir tipos de explicaciones no sociológicas

en sus trabajos. Por estas razones, Bloar consideraba a Slezak una especie de hambre de paja que nada

tenía que ver con a vigencia y actualidad de la ciencia cognitiva.


CAPÍTULO 32

El Desarrollo del Programa Fuerte


Hacia una Teoría Socia/del Conocimiento Científico

3.1.- Introducción

La publicación de los trabajos de Bloor (1976) y de Barnes (1974 y


1977a) fundamentaron la acuñación de un sello propio del Programa Fuerte
en la Sociología del Conocimiento. Sin embargo, tanto para Barnes como para
Bloor todavia existían problemas abordables desde la especificidad propia de
la sociología del conocimiento científico. El conocimiento difícilmente puede
ser aplica(1o pot un hipotético individuo racional sin plantear graves proble-
mas de explicación sociológica. El significado social de este hecho es que el
propio uso de los conceptos, la replicación de experimentos, la descripción de
observaciones, la aplicación de las leyes, etc. pueden ser hechos defendibles
lógicamente de diferentes maneras. Por otra parte, su significado sociológico
es que esas distintas maneras de realizar tales defensas deben reflejar los jui-
cios contingentes de los conjuntos particulares de personas que los llevan a
cabo en situaciones singulares. Por este motivo, para Barnes los procesos que
definen cómo crece y se desarrolla nuestro conocimiento deben ser conside-
rados como fenómenos empíricos peculiares, situados espacial y temporal-
mente y sujetos al análisis sociológico. Por tanto, hará
“Falta exponer con tanta precisión coma sea posible qué tiene el conocimiento en
general, incluyendo eí conocimiento cientíFico, que le da su dimensión inalienable-
mente social y colectiva. Y una vez logrado ese análisis ~ que ilustrarlo y
ejempliFicarlo basta que llegue a ser obvio o, incluso, de perogrullo. Sólo así se
establecerá una base rutinaria para el desarrollo de trabajos posteriores sin a rémo-
ra de residuos de os hábitos de pensamiento anteriores, que eran excesivamente

individualistas” (Barnes, 1981 a: 304).

El objetivo de este capítulo es profundizar en el proyecto inicial del PF,


cuya parte más conocida y llamativa ya ha sido tratada en el capítulo primero,
EL DESARRCLLO DEL PROGRAMA FUERTE 167

pero cuya continuación se plasmará en lo que Barnes y Bloor convienen en


denominar como Teoría Social del Conocimiento Científico. Tal teoría se apoya
en lo que denominaré como los cuatro principios no explícitos (relativismo,
realismo, finitismo e inductivismo) en contraste con los cuatros principios
explícitos ya expuestos. Estos principios no explícitos se tratan en la última par-
te de este capítulo, pues, el desarrollo de tales principios tiene mucho que ver
con el trabajo interpretativo que realiza, por un lado, Barnes de aspectos muy
concretos de la obra de T. 5. Kuhn y, por otro, Bloor del finitismo de Wittgens-
tein. iunto a estos pilares, el trabajo de Durkheim y Mauss (1903) sobre los
sistemas de clasificación supone el tercer puntal del desarrollo teórico de Blo-
or y Barnes. Estas cuestiones son las que se detallan en primer lugar

3.2. - Kuhn, Barnes y las Ciencias Sociales

Además de los temas kuhrúanos ampliamente difundidos, (y expuestos


con anterioridad, que Barnes utilizó para afianzar y, de alguna manera, legiti-
mar la propia existencia de la sociología del conocimiento científico), Barnes
desarrolla una serie de asuntos relacionados con la dimensión cognitiva del
trabajo científico recogido por Kuhn. En concreto, el interés de Barnes se cen-
tra en las convenciones científicas asumidas como explicación y ordenación
del mundo natural apoyadas y respaldadas por la autoridad de la comunidad
científica y cómo esto tiene influencia en la fundamentación de una teoría
social del conocimiento científico.

3.2.1.- Reenfocando la Teoría Social del Conocimiento


Científico

Las convenciones científicas se sustentan en relaciones de semejanza


previamente aprendidas. Esto manifiesta la existencia de una ordenación
(relación de similitud/diferencia) impuesta sobre la naturaleza. El agrupamien-
to conceptual que este hecho implica constituye una base tolerable para el
uso posterior de los términos. Los grupos de conceptos son convenciones; las
relaciones de semejanza que los conceptos simbolizan también son conven-
ciones. Estas relaciones de semejanza se establecen dentro una determinada
comunidad. De esta manera, el proceso de adquisición del conocimiento se
EL DESARRDLLC DEL PROGRAMA FUERTE 168

convierte en un acto social en el que interviene, de facto, la autoridad social


que emana de esa comunidad.

Barnes distingue dos tipos de aprendizaje. Por un lado, el aprendizaje


por ostensión, en el cual la relación naturaleza/conocimiento humano está
mediada por el lenguaje. Por otro, el aprendizaje por reglas y definiciones, sus-
tentado en actos ostensivos previos. Si esto no fuera así se producirían pro-
blemas ulteriores con los significados de los términos presentes en las reglas y
su posible resolución acarrearía un regreso infinito al apelar a más reglas y
definiciones. Según Barnes,
no se puede aprender nada ab mitin meramente par medios verbales. De esto se
inFiere que todos los sistemas de conocimiento empírico deben ciFrarse en relacio-
nes de similitud aprendidas, transmitidas par ostensión o demostración práctica, y
aquella a lo que se reFiera un término dado de tal sistema no se podrá caracterizar
nunca sin reFerencia a relaciones de semejanza aprendidas, es decir, a conjuntos

Finitos de casos aceptados de términos. El conocimiento es convencional de cabo


a rabo. Si entendemos el concepto de relación de semejanza aprendida, comenza-

remos a entender también de manera proFunda y generalizada el moda como se

entrelazan la naturaleza y la cultura en la producción del conocimiento. El análisis

hecho por Kubn de este concepto es de valor e importancia mayares de lo que él


mismo señala. Su obra no se ¡imita a mostrar que el conocimiento contiene con-

venciones y es enseñado como convención; también nos hace ver que el conoci-

miento debe tener siempre carácter convencional, y nos ayuda a entender por qué
el conocimiento pasee tal carácter (1 989a: 66-67).

Las relaciones de semejanza permiten relacionar los términos verbales


con la experiencia. Sin embargo, es necesario aclarar que ni la experiencia ni
el uso pasado de un concepto bastan para determinar el uso futuro del con-
cepto. Cuando un individuo se enfrenta con el presunto nuevo caso de un
término coteja, en primer lugar, el conjunto de similitudes y diferencias de
que dispone. Formalmente, su aseveración de que un caso corresponde a
cierto término tan sólo es su juicio contingente al efecto de que la similitud
sobrepasa a la diferencia. El uso pasado ofrece precedentes para el uso propio
del sujeto, pero no basta para fijarlo porque no existe ninguna escala natural
ni universal que sirva para ponderar la semejanza en contra de la diferencia.
Esto implica un convencionalismo en el empleo de los términos, Y esto se
produce incluso dentro de una comunidad determinada, puesto que el con-
vencionalismo supone la existencia de un acuerdo en la práctica general de la
comunidad.
EL DESARRDLLC DEL PROGRAMA FUERTE 169

Por tanto, las situaciones nuevas conllevan el problema de la negocia-


ción. Si se produce concordancia entre las situaciones (presentes y pasadas)
se crea tina nueva rutina. Esto supone que el significado se cambia o se con-
serva según lo establezca la comunidad. Sin embargo, no se puede obviar que
la aplicación de conceptos es un asunto de juicio individual, pero siempre de
acuerdo con la comunidad en la cual dicho individuo se encuentra inserto.
Ahora bien, es necesario tener siempre en cuenta que este proceso es siem-
pre revisable, dado que no hay nada en la naturaleza de las cosas ni en la na-
turaleza del uso pasado que determine cómo empleamos o si empleamos
correctamente los términos presentes.

En este sentido, si no hay nada externo que determine a qué se refieren


los conceptos, no hay nada externo que determine la verdad o la falsedad de
las proposiciones verbales. Barnes cree que si la aplicación de conceptos es
un asunto (le juicios contingentes, también deben serlo los procesos de con-
firruación o refutación de las generalizaciones. Esto pone de manifiesto una
visión radical del carácter convencional del conocimiento. Esta perspectiva es
la concepción finitista del conocimiento. En concreto,
no es que el conocimiento sea un sistema de convenciones que determina cómo
pensamos y actuamos. Al contraria, son nuestras decisiones y juicios los que de-
terminan qué es lo que vale como convencional, y consiguientemente lo que sos-

tiene y desarrolla una estructura de convenciones. Decir que el conocimiento es

convencional no significa que las evaluaciones, por ejemplo, de «verdad», sean

«dependientes del sistema» ni «dependientes de la teoría» ni únicamente pertinen-


tes «dentro de cierto sistema de reFerencia», signiFica que tales evaluaciones de-

penden de nosotros mismos (Barnes, 1 982a: 72).

La afirmación cardinal del finitismo consiste en que el uso propio de los


conceptos se desarrolla paso a paso, en procesos que envuelven sucesiones
de juicios emitidos en el momento en que son necesarios. Todo caso de uso
de un concepto debe explicarse, en última instancia, por separado, haciendo
relerencia a determinantes concretos, locales y contingentes. El finitismo nie-
ga que las propiedades o significados inherentes se anexen a los conceptos y
que determinen sus futuras aplicaciones correctas. En consecuencia niega
también que la verdad y la falsedad sean propiedades inherentes de las pro-
posiciones. Verdadero y falso son términos que interesan solamente cuando
son usados por una comunidad, la cual desarrolla y mantiene sus propias pau-
tas aceptadas de aplicación de conceptos. El finitismo hace de todos los casos
EL DESARROLLD DEL PROGRAMA FUERTE 170

de aplicación de conceptos (y de su aceptación y/o rechazo) objeto de estudio


sociológico en calidad de juicios contingentes (frente al planteamiento racio-
nalista de la extensión de estos). Por este rrutivo,
“si se acepta el Finitismo, no se puede separar la verdad del error sin que surjan
problemas. Tampoco es posible demarcar individuos racionales e irracionales según
la manera en la que aplican los conceptos. Y, lo que quizá sea el mayor desastre
de todas, el Finitismo supone que no hay solución perFecta al problema de a tra-
ducción, e impone así severas restricciones a la evaluación comparada de Formas
diFerentes de conocimiento y cultura” (Barnes, 1 982a: 78),

y esta es la razón principal por la cual muchos filósofos no aceptan el finitismo


en sus teorías del conocimiento.
Además, existe una variable que hay que tener presente en la com-
prensión de la aplicación de conceptos. Esta es la noción de que la gente
acomete tal aplicación de conceptos según lo ve conveniente. Esto supone
tener en cuenta los fines e intereses que dan forma a la aplicación y uso de los
conceptos. Al hacer referencia a los fines e intereses es posible hacer inteligi-
bles los modos particulares de la aplicación de conceptos, sean estos selec-
cionados y elegidos de entre innumerables opciones posibles. Y este propósito
supone plantear la posible relación entre fines e intereses y conceptos y cre-
encias. Esto es,
“cuando se aplica un concepto, se vincula un particular a un conjunto de casos
preFerente a otros. Esta preFerencia deberá reFlejar un juicio sobre qué estrategia
de aplicación de concepto es la que promueve mejores Fines, objetivos o intereses
especíFicos. Del mismo modo, la aceptación general de la estrategia preFerida reFle-
ja el juicio compartido de que de esa manera se Favorecen los Fines, objetivos a
intereses comunes. Se desarrollan relaciones de semejanza y crece el conocimiento
a medida que can el paso del tiempo se acumulan series concretas de tales juicios,
los cuales a veces toman en cuenta tale series y/o a veces la constelación más
amplia de Fines e intereses. Las metas e intereses que operen más insistente y re-
currentemente, conForme una comunidad emplee una gama específica de concep-
tos, desempeñarán el papel principal de determinar el carácter de los casos y ge-
neralizaciones aceptados y asociados rutinariamente can los conceptos” (Barnes,

1 982a: 194-195),

Esta acción implica, naturalmente, una descripción íntegra e inexora-


blemente instrurnentalista del crecimiento del conocimiento. Barnes es total-
mente consciente de que los fines y los intereses tienen que formar parte de
nuestra concepción básica de la evaluación del conocimiento. Además, el re-
curso a los fines y a los intereses nos ayuda a entender el desarrollo histórico
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 171

de los cuerpos de conocimiento existente. En suma, “el desarrollo de las rela-


ciones de semejanza existentes por medio de actos concretos de aplicación
de conceptos y de la evaluación comunitaria de estos actos, se comprende
mejor haciendo referencia a fines e intereses” (Barnes, 1982a: 198). De esta
manera, se produce un refuerzo y complementariedad del finitismo con el
instrumentalismo. Una interpretación finitista de la aplicación de conceptos
necesita ser completada con la referencia a fines e intereses contingentes.

Resumiendo, dado que Barnes entiende la sociología como una disci-


plina con una orientación naturalista, no prescriptiva ni normativa, que trata
de entender las convicciones y los conceptos de las culturas diferentes como
fenómenos empíricos, en la cual la evaluación externa de las convicciones y
los conceptos no cabe dentro de su interés naturalista (lo que importa se sos-
tiene en un momento dado y dentro de un particular contexto), el modelo his-
tórico de Kuhn es adecuado para el estudio sociológico (comprensión) de la
cultura científica en sus propios términos y desde el pasado hacia el presente.
Esta es la razón de la importancia de Kuhn en el trabajo de Barnes. Sin em-
bargo, hay que tener en cuenta que los intereses académicos de Kuhn no es-
tán en la misma onda que los intereses del PF, lo cual puede resultar paradóji-
co después de haber expuesto los argumentos anteriores. Por esta razón, Bar-
nes delimita perfectamente su trabajo y el de Kubn, pues éste “no se ha pro-
puesto desarrollar una teoría sociológica ni entender el conocimiento y la ciii-
tura en los términos más generales que sea posible. Por el contrario, su objeti-
yo explícito ha sido el de descubrir lo que es privativamente distintivo y eficaz
de la investigación científica y ha tendido a desaprobar la extensión de sus
ideas a formas de culturas que no sean la ciencia” (Barnes, 1992a: 45).

Evidentemente, la singularidad del trabajo de Barnes ha recibido críti-


cas dentro de la SCC. Latour (1983) ha sido el que más ha incidido en el tema.
Según éste, Barnes fracasa en el momento de extender las negociaciones lo-
cales (e incluir las micro-negociaciones) al contexto social más amplio. Aquí
Barnes no tiene mucho que decir excepto que es un problema no resuelto. De
esta manera,
“Barnes es tan débil como los historiadores sociales tradicionales, yuxtaponiendo
los estudios micro y las deFiniciones macro de la sociedad sin ningún estudio preci-
so de las caminas de lo local a lo global y viceversa. La razón para esta repentina
debilidad me parece clara. No importa coma sean de activas socialmente sus ac-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 172

tares para reparar en la indexicalidad los ejemplares de negociación, su acti-


y en
vtdad se lleva a cabo en un completo vacío material (excepto cuando el contexto
macro entra en juego, pero es demasiada tarde y se define toscamente de cual-
quier Forma)” (Lataur, 1983: 560).

Además, la manera más efectiva de reparar la indexicalidad es gracias a


la construcción del marco completo dentro del cual los actores adquieren
más tarde la competencia correcta y se establecen las negociaciones. Tales
marcos son los laboratorios o instituciones o instrumentos o artículos o cual-
quier otra cosa que esté a mano. Según Latour, al olvidar este hecho, Barnes
retrata a los negociadores activos pero sin peso específico dentro de la socie-
dad global1 -

3.3- El Debate sobre la Clasificación y la Sociología del Conoci-


miento Científico

Para reforzar el trabajo desarrollado por Barnes en lo referente a la


Teoría Social del Conocimiento Científico, Bloor (1982a) aportó su trabajo so-
bre los sistemas de clasificación de Durkheimy Mauss (1903). En concreto, en
este artículo Bloor ofrecía una reinterpretación de la tesis de que la clasifica-
ción de las cosas y las divisiones de la sociedad son isomórficas2. Bloor se
muestra partícipe de la afirmación de Durkheim y Mauss de que las categorías
no pertenecen a la mente individual, sino que se basan en instituciones socia-
les y, por ello, son intrinsecarnente sociales3.
Sin embargo, esta tesis necesitaba una nueva apoyatura teórica. Tal ba-
samento será que los sistemas de clasificación forman parte de redes simbóli-

Este es uno de los aspecto daves de la conocida obra de Lataur, Ciencia en Acción (1987). En contrapo-
sición, Bornes (1 985a) desarrolla un amplio trabaja centrado en el surgimiento, desarrollo, existencia y
mantenimiento de la institución científica en el seno de la sociedad moderna. Este trabajo tiene un enfoque
profundamente histórica y un eje básico centrado en el concepto de autoridad tanto denúo de ca comuni-
dad científica como hado afuera de la institución científica (de cara a la saciedad más amplia). Por airo
lado, esta obra puede ser considerada como origen de una bifurcación enel propio trabajo de Bornes, que
en este caso, se indinará más hacia una investigación más centrada en el análisis sociológico de la autori-
dad y del poder ver por ejemplo, Bornes (1986 y 1 988a).
A pesar de que, por ejemplo, Lukes (1 973a) ya hubiese desacreditado tal tesis, o como Alexanaer co-
meato que “a pesar cte que BInar identifico su aproximación como Durkheimiana, intentaré demostrar que
tal sociologismo rroteriaiista no puede ser visto como una aplicación del trabajo maduro de Durkheim”
(1982:166-167, a.2?), citado en Schamus (1994: 268, natal 5).
Ramos (1989) expone lo imposibilidad e inviabilidad de fundamentar en Durkheim el proyecto de una
epistemología sodo/ógica tal como lo intenta hacer Bloar (1 982a). Sip embargo, como el propio Ramos
comenta en una nata a pie de página, BInar acomete tal empresa basándose en ‘una lectura bastante
libre” del trabajo de Durkheim y Mauss (1 9C3) y “apoyándose en Hesse” (1974).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 173

cas y, siguiendo a Hesse (1974), Bloor pretende significar que el conocimiento


no se construye a partir de hechos discretos y auto-suficientes que mantienen
su individualidad y estatus de forma aislada entre si. Sino que el conocimiento
es orgánico y la organización del todo toma su precedente en las partes, con-
trolando su ajuste y corrección. Además, este modelo sugiere que la organi-
zación de un sistema clasificatorio no está determinada por el mundo físico, ni
tampoco tal sistema clasificatorio puede ser descrito como el sistema natural
de clasificación. Esto es, siempre existe más de una red posible y la estabili-
zación y defensa del núcleo de cada red exigen unas prácticas sociales que
sólo pueden ser analizadas en términos sociológicos.
El modelo de red se basa en la asociación entre el entorno y las pala-
bras que se relacionan con él. En dicho modelo confluyen elementos psicoló-
gicos del aprendizaje con elementos sociológicos del conocimiento (el con-
vencionalismo y la aceptación de la autoridad cognitiva). Sin embargo, será el
elemento sociológico el que predomine en la formación de la red y en las
normas que conforman las relaciones entre los componentes de la red. Esas
relaciones están regidas por unas leyes que son lo Durkheim denominaba re-
presentaciones colectivas. Tanto las redes, como sus elementos, como las le-
yes están abiertos a interpretación y sujetos a negociación. La red es finita en
su alcance y maneja un abanico muy limitado de experiencias. Por este moti-
vo, la red está a merced de las contingencias y de las decisiones que se esta-
blecen para resolver tales contingencias. Todo esto hace que la red posea una
dimensión histórica que la convierte en un registro (o índice) de predicados
introducidos, de comparaciones particulares, de redescripciones metafóricas
y de opciones tomadas en la protección o cambio de las leyes.
Sin embargo, la red no es un sistema de pensamiento en sí. Para Bloor,
“las decisiones clasiFicatorias se realizan con reFerencia al mundo y a la luz de la ex-
periencia. La Fuerza de esta conexión con el mundo reside en el háb~t
0 y en la ru-
tina de a aplicación de las predicados sobre la base de la similitud can los ejem-

piares existentes” (1989b: 978).

Estas consideraciones son enunciadas por Hesse como postulado de la


correspondencia, referido a cualquier relación viable que pueda establecerse
con el entorno y no tiene nada que ver con identidades estructurales o reflejos
de la realidad en el conocimiento. Sin embargo, Bloor prefiere definir a esa
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 174

relación corno adaptación. Existen formas cognitivas diversas y alternativas de


adaptación al mundo. En todo este proceso, por tanto, la clave reside en la
estabilidad de las redes y de los conceptos. Tal estabilidad está totalmente
supeditada a las decisiones colectivas de sus creadores y usuarios y se deriva
de una protección activa de las diversas partes de la red. Tales partes protegi-
das de la red pueden ser de dos tipos:

1 %lModelos teóricos, metáforas y analogías favorecidas. Su aplicación


continua confiere unidad a la red.

20)Límites o distinciones favorecidas estableciendo, a su vez, sus pro-


pios limites de aplicación~.

Asimismo, para explicar las estrategias de protección, Hesse introduce


la noción de condiciones de coherencia, que pueden ser de dos tipos; cons-
treñimientos físicos (seleccionados durante la evolución del aprendizaje de los
organismos) y principios nietafísicos culturalmente condicionados. Estos últi-
mos son los que más interesan a Bloor y, de hecho, los relaciona con la idea
de Douglas de que los principios metafísicos y concepciones de la naturaleza
son empleados como armas dialécticas en el intento de controlar a los igua-
les. Según Douglas (1966 y 1970), la naturaleza (y sus productos) nos proveen
con un repertorio de legitimaciones y justificaciones, fuentes de peligro para
emplearlas como amenaza y castigo e imágenes de orden para la obtención
de apoyo en favor de intereses particulares. Y, a su vez, remontándose en el
tiempo, Bloor detecta estos planteamientos en Durkheim y Mauss. El uso so-
cial y práctico de la naturaleza para justificar, legitimar y persuadir socialmen-
te, de lo cual se genera el interés en la predicción y el control de la naturaleza,
dotando a su vez a la naturaleza de un uso moral y viceversa. El interés en el
control social afecta íntimamente la forma particular en la que un cuerpo de
conocimiento natural se despliega.
Para Bloor, resulta factible que los sistemas de conocimiento se refieran
a la sociedad y al mundo natural al mismo tiempo. Sociedad y naturaleza es-
tán relacionadas por el modelo de red. De aquí, que el concepto de categoría
en Durkheirn sea la parte de la red que se mantiene estable gracias a las con-
diciones de coherencia. Las categorías no pueden construirse al margen de la

~ Estas estrategias protectoras tienen mucho que ver con la ciencia normal kuhniana, esto es, aseguran lo
continuidad de los programas de investigación y de las tradiciones teóricos.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 175

experiencia y, a su vez, su garantía de estabilidad las confiere un tipo especial


de necesidad. La sociedad influye en el conocimiento y, a la vez, el conoci-
miento es constitutivo de ella. En suma, el interés del modelo de red es que
muestra cómo el conocimiento se construye desde las relaciones de similitud
estructuradas convencionalmente. Todos los conceptos, clasificaciones y teo-
rías están socialrnente estructuradas y las formas de inducción convencional-
mente canalizadas. Ambas cuestiones son necesarias y van siempre unidas.
A la vista de los planteamientos de Bloor, es necesario hacer dos pun-
tualizaciones previas. Primera, es evidente que tanto Durkheim como Bloor
han desarrollado una teoría sociológica del conocimiento que se enfrenta con
la cuestión de la autoridad. Ambos consideran que una teoría social del co-
nocimiento tiene que suponer la similitud inherente de lo racional/lógico y la
autoridad social. Sin embargo, tanto uno como el otro han llegado a esta con-
clusión por caminos distintos. Para Durkheim y para Bloor las palabras autori-
dad y disciplina tienen significados diferentes. En el caso de Bloor, la autoridad
estaría relacionada con los intereses sociales conectándola con el poder y la
fuerza. Durkheim, por contra, estaría interesado en la naturaleza simbólica de
la autoridad social (aunque sin negar explícitamente el nexo entre autoridad y
fuerza) acentuando la similitud entre sentimientos morales, devoción y autori-
dad. La autoridad para Durkheim siempre está representada por la sociedad
entera, mientras que para Bloor la autoridad representa los intereses de gru-
pos o clases concretas (Nemedi, 1990).
Segunda, la cuestión de la clasificación, como se ha visto, está muy re-
lacionada con el problema de la autoridad. Pero, de nuevo, existe una varia-
ción entre Durkheim y Bloor al respecto. El primero se sentía más interesado
en la dimensión antropológica de la clasificación. Estaba interesado en probar
que la facultad de clasificar tenía un origen social o, lo que es lo mismo, que la
habilidad para clasificar era un elemento constitutivo de la vida social, resul-
tado de ciertas formas de organización social anunciadas en Las Formas Ele-
mentales de la vida religiosa. Por su parte, Bloor está más interesado en de-
mostrar que los actos clasificatorios particulares son modelados por factores
sociales particulares, representados o reflejo de intereses sociales y depen-
dientes del equilibrio inestable de los intereses sociales y políticos.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 176

En este debate, las aspectos más criticados tuvieron como referencia


las condiciones necesarias para la racionalidad de las redes, esto es, de los
sistemas de conocimiento (Buchdahl, 1982). También recibieron crítica los
propios antecedentes teóricos de Bloor, Durkheim y Mauss. Según Smith
(1984), por un lado, los datos etnográficos de estos autores son falsos, pues no
establecieron la correlación estadistica entre sistemas cognitivos y clasifica-
ciones sociales. Por otro, si el conocimiento reproduce los modelos de las re-
laciones sociales, entones no pueden reproducir los modelos de la naturaleza.
Además, las ocasiones sociales de la clasificación son dependientes de la
práctica más amplia de la clasificación, con lo que la postma de Durkheim y
Mauss es circulan Por último, para Smith, Durkheim y Mauss fracasaron en
ofrecer un modelo general adecuado del proceso de clasificación. De todo lo
cual se deriva el fracaso de Bloor en defender la postura de Durkbeim y Mauss
frente a las críticas anteriores. Smith acusa de ilegítimo al uso que Bloor del
modelo de Hesse por pretender defender al mismo tiempo el relativismo y el
convencionalismo y de no tener fundamento la pretendida resurrección de
Primitive Classification.

Para Bloor (1984c), el empleo del modelo de red es legítimo porque


muestra los elementos convencionales que siempre están presentes en el co-
nocimiento. A la vez, los elementos que ayudan a considerar al conocimiento
como constitutivamente social son el uso social de la naturaleza en la antropo-
logia, la búsqueda de intereses y el control social en la sociología y las ideas
sobre la naturaleza del lenguaje descriptivo y de la subdeterminación de la
elección de la teoría en la filosofía. En cualquier caso, Bloor vuelve a recalcar
que la separación entre el plano individual y el social son una falacia, “en todo
caso tenemos que distinguir entre sistemas de conocimiento o sistemas de
clasificación que son compartidos y autorizados y las propiedades de los indi-
viduos que los comparten y sobre las cuales se sostienen para permanecer
unidos” (1984c: 249).

Por último, para Lukes (1982b) las clasificaciones y creencias sobre el


mundo natural pueden comportar algún tipo de mensaje social o pueden ser-
vir a los intereses políticos y sociales de grupos específicos a través de su re-
producción por medio de la explotación de las analogías y configuraciones
aceptadas y favorecidas del orden social. Pero ninguna de estas situaciones
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 177

muestra la existencia de infinitas posibilidades de clasificación o que la orga-


nización de una clasificación científica no es y no puede estar determinada
por la forma en que el mundo es (mundo), que las nociones de verdad, auto-
evidencia y plausibilidad no tienen un papel que jugar en dar cuenta de la
aceptación del científico de algunas leyes antes que de otras o que su acepta-
ción es un asunto de decisiones, de establecer convenciones determinadas
por intereses en el control social. Incluso suponiendo que las teorías estén
subdeterminadas por los datos, no se sigue que la forma en que el mundo es
no ejerce un constreñimiento sobre la elección de teorías. Es natural suponer
que el progreso científico consiste, entre otras cosas, en el estrechamiento de
tales constreñimientos y Bloor no ha mostrado que esa suposición sea falsa.
De igual manera que Bloor explica porqué se deberían aceptar ciertos intere-
ses -aquellos relacionados con el control social- son decisivos para operar
como condiciones de coherencia al determinar la elección de la teoría, al es-
pecificar los límites de las clasificaciones y la selección de que leyes son bási-
cas ¿Por qué estos intereses deben triunfar siempre sobre los intereses distin-
tivos de los científicos en la obtención de explicaciones correctas? En suma,
Lukes rechaza los intereses sociales, duda de que la clasificación de las cosas
reproduzca la clasificación de los hombres pues para él la natwaleza no tiene
un uso social y no cree en el modelo de red, especialmente, en lo referente a
que la estabilidad de una red debe provenir de sus usuarios y puede derivar de
los intereses de estos en el control social.

Bloor (1982c) puntualiza los aspectos relacionados con el análisis rela-


tivista de los conceptos. Para Bloo~ el relativismo establece que las justifica-
ciones que se den a los conceptos son relativas en el tiempo y en el espacio y

su credibilidad es meramente local. Por otro lado, no hay incompatibilidad


entre los intereses en la predicción y control y los intereses en el control so-
cial. El modelo de red demuestra, justamente, su simultaneidad.

En este mismo debate, Hesse (1982) hace un comentario del inter-


cambio Lukes-Bloor intentando aclarar las siguientes cuestiones. La primera
tiene que ver con las condiciones de coherencia que impregnan al conoci-
miento científico en su carácter social. La segunda tendría que ver con la an-
tenor, si es así, ¿incluiría una doble interacción entre conocimiento científico y
otras estructuras sociales? En tercer lugar, si este es el caso, ¿exhiben los cons-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 178

treflimientos sociales algún dominio de causalidad primaria, por ejemplo, ins-


tituciones de legitimación y de control social (Douglas) o subestructuras eco-
nómicas (Marx)?

La respuesta de Hesse es que las condiciones de coherencia se sitúan


en el dominio social. Por otro lado, l-lesse se muestra a favor de ofrecer expli-
caciones sociales basadas exclusivamente en las razones de los actores, es
decir, se muestra favorable a la tesis de simetría. Por último, Hesse asume que
el tipo de explicación propugnada por Bloor se adapta al consenso relativo,
observando las creencias científicas estabilizadas en un período temporal
concreto.

En un reciente trabajo sobre Durkheim y la SCC, Schmaus (1994) se


muestra de acuerdo con Bloor en la importancia del trabajo de Durkheim para
los sociólogos del conocimiento científico, sin embargo, Schmaus discrepa en
cuáles son. los planteamientos durkheimianos a seguir. En primer lugar,
Schmaus califica de incongruencia el hecho de declararse realista en la capa-
cidad explicativa de los conceptos en sociología y negar cualquier realidad a
los conceptos en las ciencias naturales. Al respecto, la manera en la que Du-
rkheim salvaba el pioblema del relatjvismo parece satisfacer mucho más a
Schmaus que la planteada por el PR Según Durkheim nuestros conceptos de
género y especie tienen su origen en subsumir a los grupos sociales bajo otro
concepto, parece estar más lejos de ser plausible que la hipótesis de Bloor de
que todas las sociedades emplean sistemas de clasificación natural que refle-
jan su organización social. Es decir, Durkheim evitaba el relativismo mientras
mantenía la variabilidad de los conceptos. Asumiendo que tal relativismo
afirma que las diferentes sociedades difieren radicalmente en su pensamiento
y no simplemente con respecto a las variaciones en el significado y en la ex-
tensión de sus conceptos. En suma, para Schmaus,
“la evidencia de que el relativismo es verdad podría consistir en que las socieda-
des que na tuvieran ningún sistema de clasiFicación a que no diFerenciasen la di-
rección en el espacio o la medida del paso del tiempo. Una sociedad sin ningún
sistema de clasiFicación, sin embargo, sería una sociedad sin lenguaje. Como Da-
vidson sosUene, si una saciedad tiene un lenguaje, entonces no puede ser total-
mente distinta de nosotros” (1994: 265).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 179

3.4.- Bloor, Wittgenstein y las Ciencias Sociales

La influencia y repercusión de los trabajos de Wittgenstein en las Cien-


cias Sociales de la segunda mitad de nuestro siglo es un hecho innegable. Su
importancia arranca con su alineación en contra del positivismo en las Cien-
cias Sociales5. Trabajos como los de Winch (1958). Kubn (1962), Kripke (1982)
y, el del propio Bloor (1983a) son impensables sin el legado dejado por
Wittgenstein. Sin embargo, al igual que la vida de Wittgenstein estuvo rodeada
de una continua polémica y controvertida existencia6, su obra ha tenido una
recepción igualmente controvertida. Cada uno de los autores previamente
citados asume un Wittgenstein diferente. Winch sugerirá que en tanto que
sociedad y lenguaje están gobernados por reglas, el pensamiento de Wittgens-
tein está dentro de las Ciencias Sociales. Kuhn dirá que la foimación de teo-
rías en ciencia está gobernada completamente por un paradigma predomi-
nante y que la búsqueda de la ciencia normal podría igualarse a la búsqueda
wittgensteiiana del habla inteligible. Kripke empleará el hecho de que el len-
guaje es una actividad que encaja en el seguimiento-de-la-regla para resolver
Jos problemas de la referencia. Por último, Bloor deriva una teoría social del
conocimiento científico de Wittgenstein argumentando que cualquier sistema
de conocimiento particulai- es una función de un orden social (Munz, l987)~.

El trabajo de PhIlips (1977) sobre Wittgenstein, en opinión de Rubinstein (1979) puso en cuestión la vali-
dez de la distinción utilizada normalmente para diferenciar a los ciencias sociales, de las ciencias naturales.
El argumento tradicional de tal distinción se bosaba en una distinción entre observación e interpretación.
Uno de los principios del positivismo es que el conocimiento científico debe estor enraizado en los observa-
ciones de datos brutas. Por contra, uno de os principios de los defensores del carácter distintivo de las cc. ss.
ha sido, justamente, el enfoque interpretativo de éstas en el estudio del hambre (las ciencias sociales. se
centran en el análisis de las acciones, éstas tienen significados que deben ser comprendidos interpretativa-
mente). Sin embargo, tal como mostró Wittgenstein y PhIlips recupero, no hoy tales datos brutos observa-
bIes en los ciencias naturales, pues, la observación estaría mediada por lo interpretación. Lo naturaleza no
se impone al observador, más bien, los rasgos naturales y sociales de éste median el carácter del objeto.
“Hay daramente más por ver que lo que percibe el globo oculor”<Pbillips, 1977: 43). Si esto es así, los
datas brutas observacionales serían imposibles en las ciencias naturales (de hecho, ésta es uno de las tesis
que defiende la sociología del conocimiento científico en general y, el Programo Fuerte, en particular). Con
lo cual, la distinción entre interpretación y observación no podría usarse paro diferenciar las ciencLas socia-
íes de los ciencias naturales (en esta mismo línea, ver el trabajo de Keat (1971).
6 Posiblemente, la melar biografía que se ha escrito sobre Wittgenstein sea la de Mank (1990). Para uno

aproximación o la vida y abro en relación con el entorno que rodeó al Wittgenstein centro-europeo, el trabo-
jode Janik y Taulmin (1973) es de obligada referencia. Como aproximaciones más personales a su figura
destacan las de Malcoím (1984) y R.hees (1984). Por último apuntar el trabajo de Bartley <1985) para com-
prender los polémicos que despiertan los interpretaciones de la vida de \Mftgenstein en relación con su
abro.
La relación VAttgenstein-Ciencias Sociales siempre ha estado mediada parlo polémica. Glammer (1976)
niega que esa relación sea directo, en todo coso, existe uno exégesis y posterior aplicación de los trabajos
de Wittgenstein. En su contra, Hughes (1 977) defiende numerosos paralelismos entre el trabajo sociológico
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 180

Dentro ya de la sociología del conocimiento científico, los trabajos filo-


sóficos de Wittgenstein son una clave importantísima para comprender el giro
sociológico en los estudios de la ciencia al mostrar que la fuerza coercitiva de
las reglas lógicas y matemáticas es inseparable del consenso comunitario so-
bre cómo se aplican éstas en las circunstancias particulares de la acción. Los
trabajos de ‘vvittgenstein son considerados como el punto inicial de una des-
cripción esencialmente sociológica de cómo es posible el conocimiento esta-
ble en general y, en particular, del conocimiento matemático y natural. Varios
han sido los autores que han tratado la importancia e influencia wittgenstei-
niana en la SCC (Collins, 1985 y 1990a; Phillips, 1977 y Pinch, 1986). Sin em-
bargo, la persona que más ha tratado el tema en cuestión ha sido Bloor
(1983a) en cuyo libro intentó respaldar a la sociología del conocimiento cien-
tífico con la filosofía del último W¡ttgenstein.

3.4.1.- Hacia una Teoria Social <wittgensteiniana> del Cono-


cimiento

Desde el primer momento, Bloor (1983a) está convencido de los plan-


teamientos sociológicos y naturalistas del pensamiento wittgensteiiano. La
afirmación de la prioridad de la sociedad sobre el individuo (dada la impor-
tancia que tenían para él conceptos como cultura, institución, costumbre y
norma) y su aproximación a la naturaleza de la creencia, del lenguaje, del ra-
zonamiento y de la acción vistos como fenómenos naturales son aspectos im-
portantísirnos para Bloor. Tal como lo expone,
“trató la cognición como algo que es social en su misma esencia. Para él, nuestras
interacciones con los otros y nuestra participación en un grupo social, no eran
simples contingencias. No eran las circunstancias accidentales que prestaban aten-
cián a nuestra conocer, eran constitutivds de todo esa que podemos pretender

y la últimofilosofía de Wittgenstein. Esto es especialmente evidente en el caso de la etnometodología. Tanto


Wittgenstein como los etnometodólogos están interesados en la cuestión de cómo hocemos cosas em-
pleando el lenguaje como recurso generador. Ambos insisten en el examen de casos, mundanas y rutina-
nos y resisten lo tentación de generalizar (Hughes, 1 977). También es interesante el trabaja de Rubinstein
(1978) en el cual pretende establecer una síntesis entre el subjetivismo y objetivismo reinantes en las ciencias
sociales o través del concepto wittgensteiniono de forma de vida. Este concepto muestra que lo subjetivo no
es uno característica de cl mente individual y que lo que los científicos sociales han trotado coma objetivo
consiste en sistemas interpretables de acción intencional. De esta manera se incorporaría los elementos
más productivos de una y de otra perspectiva en un único tipo de explicación de raíz wittgensteiniana. Por
última, Soyers (1987) intenta superar lo dicotomía relativismo/absolutismo planteada en los ciencias socia-
les al considerarla mo! planteado y falsa, gracias o que los trabajos de Wittgenstein excluqen tal posibilidad
(por medio de la teoría de los juegos del lenguaje y de los formas de vida).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 181

por medio del conocimiento. Encontrar las proFundas consecuencias de esta intui-
ción condujo a Wittgenstein a levantar lo que se podría denominar como una
1el conocimiento cientííico’ (Bloar, 1 983a: 9).
“tecíis social o

El objetivo que corre detrás de este plan es desterrar las categorías tra-
dicionales de objetividad y de racionalidad. Para Bloor, tanto la una como la
otra deben ser foijadas p~r nosotros mismos, de la misma forma que cons-
truimos formas de vida colectivas. Se trata, en suma, de un proyecto ambicio-
so, de “un intento sutil de cambiar nuestra auto-consciencia cultuj-aI” (Blooi,
1983a: 2-3). Por otro lado, además de ser ambicioso, es arriesgado, pues, uno
de los objetivos es introducir a Durkheim dada su teorización sobre el carácter
objetivo y externo de la compulsión moral y las relaciones de ésta con las
compulsiones lógicas. Sin embargo, según Bloor, existe una diferencia impor-
tante entre Wittgenstein y Durkheim que se refiere a la determinación y con-
sistencia con la que se lleva acabo la sociologización de la filosofía. Para Du-
rkheim, las explicaciones sociales se pueden encontrar en los sistemas primi-
tivos de clasificación, aunque difícilmente se podría aplicar a la cultura cientí-
fica dada la asunción de un corte epistemológico ente el conocimiento cientí-
fico y el conocimiento social más amplio3. Frente a esta situación, Bloor apela
a Wittgenstein y al carácter esencialmente social de sus análisis sobre el co-
nocimiento matemático9.
Empero, Bloor es consciente de que va a llevar a cabo una lectura so-
ciológica específica del trabajo de Wittgenstein y allí donde proceda rellenará
los posibles vacíos que encuentre en su desarrollo de una teoría sistemática
de los juegos del lenguaje en relación con la sociología del conocimiento10.

Lo mismo que Bloar (1 973a) ponía de manifiesto enel coso de Mannheim.


‘~ Además de esto diferencia, Munz (1985) señala otra entre Durkheim y Wttgenstein, pues “poro el prime-
ro, simplemente aprendemos los formas de tener el conocimiento gracias a nuestra integración en un gru-
po social. W¡ttgenstein manifestaba, por otra parte, que el tener e/ mnodmiento es lo mismo que el segui-
miento de la reglo y que seguir los reglas debe ser necesariamente un fenómeno social. No puede haber,
sostenía Wittgenstein, uno situación en la cual uno esté siguiendo uno reglo privado o uti/izando un lenguaje
privado” (7).
~ Sin embargo y paradójicamente, Haclcing (1984) se quejo de no encontrar tal teoría a lo largo del libro
en cuestión, a lo vez que duda de lo existencia de tal teoría en el propio W¡ttgenstein. Por otro parte, en uno
extensa revisión, Munz (1987) desaprueba el trabajo de Bloar de una formo un tonto peculiar. Gran parte
del artículo está dirigido a criticar lo que este autor denomino la “gran bifrnrcoción” llevado o cabo por
Wittgenstein (esto es, la separación radical entre eventos mentales y lenguaje). Incluso en su forma, Munz se
muestra muy ingenioso. En el inicio de su revisión se muestra “irónicamente” de acuerdo con lo lectura que
hace Bloor de ~ atestiguándolo de una manera muy expresivo, “simplemente pone los puntos
sobre las íes de lo que ya ha sido hecho por aquellos comentaristas de Wttgenstein que han elaborado uno
orientación sociológica de Wittgenstein en general y una reducción del conocimiento a su dimensión social y
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 182

El primer paso es excluir cualquier posible aproximación psicologista


y/o teoría de los estados mentales del significadoil Si bien el significado es un
-

asunto que acontece dentro del individuo y acompaña la producción y recep-


ción de las palabras o de otras características de nuestra conducta a la cual
podemos imputar un significado cualquiera, “la fuente real de la «vida» en una
palabra o frase se provee, no por la mente individual, sino por la sociedad.
Están estimuladas por el significado debido a las prácticas sociales de las
cuales son parte integral. Wittgenstein hace explicito este punto: «pero si tu-
viésemos que designar algo que sea la vida del signo», dice, «tendríamos que
decir que era su uso» [Wittgenstein, 1969: 31]. Esta es la idea de uso que está
en el corazón de su aproximación no-psicológica al significado. la unidad de
análisis que él adoptaba para comprender los modelos de uso era algo que
denominaba «juego-de-lenguaje» (Bloor, 1983a: 21). De acuerdo con Wittgens-
tein, Bloor localiza el significado en la función que tienen las palabras como
señales que van adelante y atrás entre la gente en el curso de las actividades
compartidas y propositivas. Esto es, el significado de una palabra es su uso en
el lenguaje (Wittgenstein, 1953).

Ahora bien, el uso se fija en cada juego-de-lenguaje, lo cual le hace in-


completo, en tanto que no existen juegos-de-lenguaje globales, esto es, que
abarquen toda la existencia del individuo. De este hecho, se deriva el finitismo
wittgensteinianoie. De acuerdo con esta tesis, el significado establecido de
una palabra no determina sus aplicaciones futuras. El desarrollo de un juego-
de-lenguaje no está determinado por su forma verbal pasada. El significado se
crea por los actos de uso. “El uso determina el significado; el significado no
determina el uso” (Blooi; 1983a: 25).

Frente a esta teoría, se erigiría la teoría rival que propugna que los pre-
dicados tienen asociados con ellos una clase de referencia o extensión. La ex-
tensión de una palabra es la clase de todas las cosas (conocidas o no conoci-

no-cognitiva en particular” (1987: 79). Cloro que, al final, deja clara su verdadero opinión, que en resurn,-
das cuentos es, que “lo extensión de Wttgenstein que hace Bloar dentro de la teoría social del conocimiento
es, si es algo, una reducción al absurdo final de la técnico por la cual \Mtlgenstein había propuesto resolver
el gran problema de la filosofía” (Munz, 1987: 95).
11 Para una exposición din a ésta, pero desde la perspectiva de la etnometodoíogia, Gaulter (1939).
12 Lo etiqueto de finiflsrno tiene que ver con la extensión continua del significado, y con lo existencia de un
abanico limitado de circunstancias en las cuales usamos uno palabra. Más allá de estos precedentes, el
significado, la aplicación y lo referencio estarían todavía por determinar. Bloar (1 983a) enlazo el finitismo
wittgensteiniano can los trabajas de hesse (1 974).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 183

das) que pueden ser denominadas con ese predicado. Se asume que la ex-
tensión de una palabra va más allá de un límite finito de aplicaciones existen-
tes. ¿Cómo desaprobar esta teoría? En primer lugar, aprendemos a aplicar eti-
quetas a cosas, tipos y clases por el adiestramiento en el uso de ejemplos lo-
calmente aceptados sobre esto y aquello (lo mismo y lo diferente) seleccio-
nados por otras personas. Cuando dominamos tales ejemplos, nuestro cono-
cimiento llega a ser, a pesar de todo, tan incompleto como el de dichas perso-
nas (por ejemplo, profesores). Todo lo cual nos devuelve al problema de en-
frentarnos con la aplicación de una palabra en una nueva situación. Wittgens-
tein exploró las contingencias de esta transición real por medio de un número
de mecanismos tales como: la doctrina de los parecidos de familia, la inte-
racción entre lo que denomina criterios y síntomas, y algunos escasos comen-
tailos sobre las varias necesidades que se pueden expresar en los juegos-de-
lenguaje y notaciones simbólicas.

La teoría de la aplicación de conceptos de Wittgenstein se basaba en


los juicios de similitud hechos dentro de un juego-de-lenguaje, con la aspira-
ción de reemplazar las descripciones tradicionales. Intentaba mostrar cómo
podemos co-clasificar los objetos, reaplicar nuestros predicados y establecer
transiciones de los casos antiguos a los nuevos, sin recurrir a las propiedades
comunes en la explicación (el recurso de los universales, esencias, etc.). En
este sentido, el agrupamiento realizado bajo la metáfora de los parecidos de
familia tiene mucho que ver con el establecimiento de similitudes y diferen-
cias en el proceso de clasificación. Esto no significa que sea estrictamente una
teoría del parecido sino que es una teoría de los parecidos de familia.

De hecho, existen dos cosas que encadenan los parecidos a lo largo del
tiempo y que diferencian los parecidos intra-familia de los parecidos extra-
familia. En primer lugar, los juicios de los parecidos se centran en los casos
del paradigma aceptado. En segundo lugar, los parecidos se juzgan siempre
en el contexto de un juego-de-lenguaje particular “Esto provee un horizonte y

un sentido de relevancia que refuerza algunas, pero no otras, similitudes. (..)


Los lazos ancestrales estáin tácitamente presentes en los precedentes y las
propuestas se construyen dentro de juegos-de-lenguaje específicos. No debe-
mos olvidar la matriz de la acción no-lingtiistica” (Bloor, 1983a: 32). En suma,
la teo¡ía de los parecidos de familia reproduce de una manera simple y clara
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 184

los aspectos sociales y convencionales de la aplicación de conceptos. Sin em-


bargo, no todos los conceptos, en cualquier momento de su historia, tienen
una estructura de parecido de familia, tal como lo atestigua Bloor con el
ejemplo de Fleck (1979). En cualquier caso, los conceptos son tan dependien-
tes de las convenciones como los son los parecidos de familia, no tienen otra
vida que la que la que obtienen de los juegos-de-lenguaje.

Una de las maneras en las cuales Wittgenstein hace más explícita la


estructma convencional de los juegos-de-lenguaje es a través de la noción de
criterio. “Un criterio, tal como Wittgenstein emplea la palabra, es una señal
identificable cuya presencia se toma para identificar el uso de una palabra o
clasificación” (Bloor, 1983a: 41). Suele utilizarse en el adiestramiento, esto es,
una vez que se ha establecido el significado de la señal puede utilizarse de
una manera más sofisticada para suministrar o evaluar las respuestas verba-
les. La mejor forma para comprender los criterios es observarlos como insti-
tuciones sociales. Wittgenstein desarrolla su descripción con la introducción
de la noción de síntoma. “Un síntoma es también una señal para la aplicación
de una palabra. que se usa porque se correlaciona con un criterio” (Bloor,
1 983a: 43). Sin embargo, síntomas y criterios tienen diferentes estatus, aunque
en cualquier caso, sus roles no están definidos por decisiones particulares to-
madas por adelantado.

Por último, Bloor habla del papel de las necesidades en el estableci-


miento de la dimensión social de las teorías y su asociación con los intereses
sociales, “cuando detectamos un cambio en un juego-de-lenguaje, debemos
buscar un cambio en las metas y propuestas de sus jugadores que sea sufi-
cienternente amplia y suficientemente uniforme para producir ese cambio.
Confrontado con los usos competidores deberíamos buscar grupos rivales y
localizar las causas de la rivalidad; si vemos los juegos-de-lenguaje mezclán-
dose con otros debemos buscar, e intentar explicar, las continuidades y alian-
zas entre sus jugadores, ¿Qué instituciones son mejor servidas al desviar
(...).

la atención lejos de las intenciones individuales y qué puede ser más fácil-
mente justificado al enfatizarías? ¿Quién obtiene ventaja en un caso u otro?
Estos son los tipos de cuestiones que nos conducirán a los intereses que es-
tructuran los juegos-de-lenguaje” (Bloor, 1983a: 48-49).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 185

En resumidas cuentas, Bloor intenta establecer una descripción siste-


mática de la teoría de los juegos-de-lenguaje, condensando sus componentes:
diversidad funcional, finitismo, adiestramiento, rechazo a las extensiones, pa-
recidos de familia, interacción de criterios y síntomas y el papel de las necesi-
dades. Estas características le sirven a Bloor para enfatizar el carácter con-
vencional de la aplicación de conceptos.

3.4.2.- Debates sobre Wittgenstein y la Sociología del Cono-


cimiento

Para un etnometodólogo como Lynch (1992a) las posturas epistémicas


planteadas y defendidas por la etnometodología y por la sociología del cono-
cimiento científico tienen mucho que ver con la lectura que hacen de
Wittgenstein en referencia a las acciones de acuerdo con las reglas. Por un
lado, los defensores del escepticismo de la regla consideran que para
Wittgenstein la relación entre reglas y conducta está indeterminada y que las
convenciones sociales y las disposiciones aprendidas describen las acciones
ordenadamente. Por otro, la postura antiescéptica sostiene que Wittgenstein
trataba las reglas inseparablemente de la conducta práctica, con lo cual no
existe una base para explicar la relación entre reglas y conducta echando ma-
no de factores extrínsecos. Por lo cual, según Lynch, “estas posiciones diver-
gentes implican visiones completamente diferentes de lo que es empírico y de
cómo abordado en los estudios sociales de la ciencia. I.~o crucial de mi argu-
mento será que la SCC ofrece una extensión escéptica de Wittgenstein, y su
intento de explicar la ciencia sociológica crea una crisis para la ciencia que
produzca la explicación. Sin embargo, al contrario de lo que se ha dicho ame-
nudo sobre su programa, la etnometodología ofrece una extensión no-
escéptica, pero ni realista ni racionalista, de Wittgenstein’ (1 992a: 217).

A los argumentos anteriores, se añade, en opinión de Lynch, otro pro-


blema más que tiene que ver con la falta de fundamento en Wittgenstein para
una sociología explicativa (tal como expuso Winch, 1958), lo cual afecta aún
mucho más a la interpretación escéptica de Wittgenstein por parte de la SCC,
que a la lectura no-escéptica de la etnometodologia. Por tanto, el debate está
servido entre Programa Fuerte y etnometodólogos con dos asaltos previos. El
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 186

primero, protagonizado por Barnes y Woolgar entorno a la discusión sobre la


Teoría de los Intereses (expuesto en el capítulo siguiente). El segundo, se tata
de una pequeña escaramuza entre Bloor (1987) y Livingston (1986) sobre un
trabajo de este último referido a las matemáticas. La disputa presente entre
Lynch (1992a, 1992b y 1993) y Bloor (1992) es la controversia más clara entre
programadores fuertes y etnometodólogos teniendo al fondo el debate sempi-
terno sobre los trabajos de Wittgenstein.

La propuesta central de Bloor (1983a) es que Wittgenstein es una figw-a


pivote en la transformación de los temas de la epistemología en un conjunto
de problemas empíricos para la investigación en las Ciencias sociales. Aunque
Wittgenstein no hizo ninguna mención de la sociología durkheimiana y distin-
guió explícitamente su aproximación del conductismo, Bloor sostiene que
ciertos aspectos, el tratamiento de Wittgenstein es compatible con estos pro-
gramas en la ciencia social empírica. Sin embargo, según Lynch (1992a),
cuando se produce un choque entre los escritos de Wittgenstein y de Durkhe-
im, Bloor 0pta por repudiar algunas de las propuestas centr¿xles de Vv>ittgens-
tein.
No obstante, hay que tener en cuenta que Bloor deja claro que está in-
tentando complementar a Wittgenstein con un programa empírico a cambio
de hacer una lectura creativamente libre de sus trabajos. Sin embargo, en
opinión de Lynch (1 992a) (quien no ve ningún inconveniente, en principio, en
este respecto), Bloor va más allá de esto en tanto que también pretende que
la investigación sociológica reemplace la historia natural ficticia de Wittgens-
tein por una historia natural real y la etnografía imaginaria por una etnografía
real. Esta propuesta realista trata los escritos de Wittgenstein como especula-
ciones a falta de un fundamento o corrección empírica lo cual está fuera de
lugar en el caso de la línea de investigación gramatical wittgensteiiana. Esto
conileva, según el propio Lynch, a que si bien los escritos de Wittgenstein sir-
ven de inspiración a Bloor, también pueden volverse en contra de sus preten-
siones programáticas.

Lynch describe la postura escéptica de Bloor, enfocando este escepti-


cismo desde un punto de vista metodológico, “tal es su objetivo de relativizar
la racionalidad inmanente de lo que denomina “creencias científicas” para
articular una explicación social o convencionalista de la ciencia y de las ma-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 187

temáticas” (Lynch, 1993: 165). Este planteamiento tiene un grave problema,


en opinión de Lynch, y es que trata la “teoría social del conocimiento” de
Wittgenstein como una extensión de los conceptos y de los métodos existen-
tes en la sociología para cubrir el tema de la lógica, de las matemáticas y de la
ciencia natural. “Lo que Bloor pasa por alto es que aplica los argumentos de
Wittgenstein de una manera poco apropiada tanto a la sociología realista y
racionalista como al realismo y logicismo matemático” (Lynch, 1993: 183). Al
contrario, los trabajos de Wittgenstein tienen más en contra de unas Ciencias
sociales analíticas y, ente sentido, la mezcla de Durkheim, Douglas y Wittgens-
tein es poco menos que desafortunada. Frente a esta situación, Lynch propo-
ne la etnometodología como alternativa a las lecturas sociológicas erróneas
de los trabajos de Wrttgenstein (trabajo que ha desarrollado recientemente,
Lynch, 1993).

Esto se debe al hecho de que la lectura escéptica que hace Bloor de los
trabajos de Wittgenstein trata la regla como una representación de una activi-
dad que fracasa en describir únicamente las acciones que se llevan a cabo de
acuerdo con ella. La solución escéptica invoca disposiciones psicológicas y/u
otros factores sociales extrínsecos para explicar cómo un agente puede ex-
tender problemáticamente la regla que cubre los nuevos casos. En cambio, la
lectura no-escéj)tlca (la del propio Lynch) trata la regla como una expresión
en, de y como una actividad ordenadamente en la cual esto ocurre. La formu-
lación de la regla contribuye a una actividad ordenadamente, en tanto que
orden ya está inherentemente en la producción concertada de esa actividad
(Lynch, 1992a).
Desde el punto de vista de Lynch, Wittgenstein no es un teórico que se
enfrenta ante los problemas clásicos de la filosofía para darles una solución,
más bien todo lo contrario, es un anti-teórico (o a-teórico) que investiga sis-
temáticamente el lenguaje ordinario para demostrar cómo surge el problema
sólo a través de un tratamiento dudoso de las expresiones lingítísticas. Esta
lectura es totalmente contrapuesta a la que hace Bloor de Wittgenstein. Es
más, Lynch habla de una aproximación descriptiva antes que explicativa al
lenguaje, lo cual separa aún más su perspectiva de la de Bloor.

En su réplica, Bloor (1992a) intenta rebatir los argumentos de Lyncb


debatiendo sobre la cuestión de ¿cómo seguimos una regla? Para evitar el re-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 188

greso infinito que significa interpretar el seguimiento de la regla, Bloor apela a


la respuesta automática y causada para seguir la regla (algo que Bloor apoya
en la consideración wittgensteiniana del seguimiento ciego de la regla). Acep-
tar estos planteamientos supone poner en evidencia los dos principios básicos
de la etriometodologia enunciados por Garfinkel (1967) (por un lado, la irrepa-
rabilidad de la indexicalidad y, por otro, la consideración de que el agente
humano no es ningún imbécil cultural o judicial [cultural/judgemental dope].
Según Bloor, estas dos doctrinas son contradictorias si se aceptan los plan-
teamientos wittgensteinianos sobre el seguimiento de la regla según lo ex-
puesto con anterioridad.

Para Bloor, “la idea central es que la importancia sociológica de las re-
glas descansa en ser prácticas compartidas sostenidas por intereses, por
ejemplo, por los intereses generales que tienen todos los miembros del grupo
para coordinar sus actividades, e intereses especiales tales como los que lle-
gan a crearse en los resultados clasificatorios previos y de los cuerpos de las
prácticas o paradigmas establecidos” (1992a: 270). De acuerdo con estos plan-
teamientos, todos los miembros se socializan con respecto a estas prácticas y
alcanzan su plena integración gracias a la adquisición de competencias rele-
vantes. Estas competencias se convierten normalmente en habituales lo cual
conileva su conversión en “la regla “guiadora” del seguidor de la regla” (Bloor,
1992a: 270). De esta manera, se produce una normatividad en el seguimiento
de la regla, cuyo análisis sociológico entreteje argumentos biológicos, psico-
lógicos y sociológicos, todo lo cual aboga por asumir una teoría “finitista’, en-
tro de la cual cada aplicación de la regla es, en principio, problemática y ne-
gociable de acuerdo con las disposiciones e intereses de los seguidores de la
regla mismos y para Bloor “esto es donde realmente reside la agencia”
(1992b: 271).

De acuerdo con la perspectiva de Lynch (1992a), los planteamientos


anteriores entrarían de lleno en su consideración de factores extrínseco al se-
guimiento de la regla frente a la teoría de la relación interna entre una regla y
sus aplicaciones o ejemplos defendida por él (a su vez, enfoque ampliamente
debatido en filosofía, cuyos principales defensores son Baker y Hacke~ 1984 y
1985, y como detractores destacan Kripke, 1982, cuyos planteamientos inicia-
les, además de generar la réplica de los anteriores, fueron recogidos por el
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 189

propio BloorlJ). Llegados a este punto, Bloor aboga evidentemente por una
perspectiva sociológica en la cual la socialización, el consenso, etc., lejos de
estar fuera de la relación interna son elementos constitutivos de ésta. Para
Bloor,
“las relaciones internas entre regla y aplicación son relaciones sociales. Es más, son

una relación que se analiza claramente empleando precisamente el aparato concep-


tual que los etnometadólagos descartan” (1 992a: 273).

Para dar por zanjada la discusión al respecto, se podría definir una regla
como una técnica que debe adaptarse dentro de nuestras vidas, lo cual exige
tener en cuenta la temática global de la estructura social (Bloor, 1992a). Esto
conjíeva a que Bloor intenta anular las diferencias entre los planteamientos
etnometodológicos y la perspectiva sociológica, todo lo contrario, Bloor perci-
be una gran concomitancia entre ambos programas de investigación. En Últi-
mo extremo, la única diferencia descansaría en la cuestión de la representa-
ción y, lo que subyace es la discusión sobre el realismo y el uso del lenguaje.

Para Bloor, los etnometodólogos quieren hacer su medio consistente


con su mensaje, hablan sobre si mismos porque piensan que es todo sobre lo
que hay que hablai-. “Para los etnometodólogos la imagen no-representativa,
expresiva e internalista del discurso tienen una aplicación universal. Esto pro-
duce una imagen aplicable, según estos, a todas las pretensiones de conoci-
mento y un programa de invstigación que es igualmente universal: buscan y
exhiben las maneras en las cuales el habla es a la vez el sujeto y el objeto de
todo discurso” (Bloor, 1992a: 278). Frente a esto, la postura sociológica no nie-
ga que el habla puede tratar del habla. De hecho, acepta que esta es una ca-
racterística importante y ubicua del discurso. Es decir, nos encontramos ante
un sistema auto-referente, dentro del cual, las reglas no representan otra cosa
excepto a ellas mismas. Con lo cual, según Blooi; la línea asumida por los so-
ciólogos del conocimiento muestra que el discurso tiene aspectos represen-
tacionales y auto-referentes, su interacción y entrelazamiento es lo que anali-
za el programa de investigación sociológico.

En suma, para Bloor la posición de Lynch no es muy diferente de la sos-


tenida por la sociología del conocimiento (a pesar de su empeño en mantener

13 Bloar (1 983c) habla de la importancia del argumento de Kripke (no explicar la sociedad parlas reglas y
significados, sino explicar los reglas y significadas por la sociedad) para la sociología del conocimiento.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 190

la teoría de que todo el habla es sobre el habla). En último extremo, esta po-
lémica tiene demasiadas connotaciones políticas, esto es, existe un padre
fundador y un legado abierto y con posibilidades futuras de desarrollo. Parece,
pues, que aquel que obtenga el reconocimiento de ser único heredero, alcan-
zará la hegemonia sobre el campo en cuestión. Es más, estaableciendo un
cierto paralelismo con Hegel y sus seguidores, Bloor distingue entre derecha e
izquierda wittgensteiniana. El mismo se considera como izquierda wittgens-
teiniana porque enfatiza la lectura sociológica de Wittgenstein y considera sus
ideas como teorías científico-sociales en estado de embrión. Frente a esto,
autores como los ya citados Baker y Hacker, incluso al propio Lynch, los con-
sidera más comprometidos con una lectura que invierte en varias formas las
mejores intuiciones de Wittgenstein. Como paradoja, para Bloor “en la discu-
sión presente hemos visto que los argumentos de Wittgenstein sobre las rela-
ciones internas se empleaban como si aportasen argumentos en contra de la
sociología, cuando realmente abrían la puerta a esta ciencia” (1992a: 281).

En este debate, existe una última apelación de Lynch (1992b) en la cual


intenta aclarar que la gran diferencia entre Bloor y él, esto es. entre la socio-
logia del conocimiento y la etnometodología, es definir qué es lo social (que
gira alrededor de cuestiones tales como, las dos doctrinas de la etuometodo-
logia, la descripción causal,/no-causal del seguimiento de la regla, el tema del
consenso/acuerdo silencioso y el tratamiento de la representación) en la
ciencia y en las matemáticas y, esa indefinición conlíeva una diferenciación en
los programas de investigación respectivos. No obstante, como el mismo
Lynch reconoce su discusión con Bloor teniendo como referencia última el
trabajo de Wittgenstein podría convertirse en un juego sin fin que girase en-
torno a la búsqueda de apoyos en los argumentos de uno y otro en los párra-
fos wittgensteiianos. Lo cual desemboca en poner en cuestión la distinción
de Bloor sobre la derecha y la izquierda wittgensteiniana, esto es, para Lynch
esa distinción es totalmente reversible, pues para este autor, “Bloor retiene
elementos de una perspectiva individualista del seguimiento de la regla y su
discusión de la representación recuerda la visión clásica del lenguaje que
Wittgenstein criticó (Lynch, 1992b: 298).

En resumen, si Bloor pensaba que Wittgenstein era la pieza clave en el


rompecabezas de la teoría social del conocimiento (Bloor; 1983a), Lynch en-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTÉ 191

tiende justamente todo lo contrario, pues según éste, “Bloor subestima el al-
cance para el cual los escritos de Wittgenstein plantean un desafío para la so-
ciología de la ciencia” (Lynch, 1992b: 298). Esto no tendría nada que ver con
que las prácticas científicas y matemáticas estén dirigidas por una racionali-
dad no-social, todo lo contrario, “la producción del orden social en estas es
inseparable de la densa textura de la comprensión y de las prácticas concer-
tadas que conforman los juegos del lenguaje disciplinarios específicos. Los
conceptos generales de la Sociología y las estrategias metodológicas están
simplemente abrumados por la heterogeneidad y la densidad técnica del len-
guaje, de equipamiento y de las habilidades a través de la cuales matemáti-
cos, científicos y practicantes de muchas otras áreas de actividad hacen des-
cribibles sus asuntos. Esto no es que sus prácticas sean asociales, sino que son
más meticulosa y localmente sociales que lo que la sociología está preparada
para manejar. La cuestión radical para tina sociología post-wittgensteiiana
es, ahora que podemos decir que todos los detalles de la ciencia son
«sociales», ¿qué le queda por hacer a la sociología?” (Lynch, 1992b: 298-299).

¿Adónde conducen este tipo de declaraciones? Lynch apunta que a la


inconmensurabilidad entre su perspectiva y la de Bloor, en tanto que ambos
tienen marcos conceptuales totalmente distintos y los recursos dialécticos y
argumentativos tan sólo pueden crecer más y más en favor de la postura de
cada uno de ellos, pero escasamente serán útiles para acercar posiciones.
Aún así parecería existir alguna esperanza que surgiría de los debates internos
en cada disciplina y, en último extremo, por la posibilidad de entrecruzamien-
tos en la frontera que separa ambos estudios.

3.4.3.- De nuevo, Wittgenstein, Bloor y la Sociología del


Conocimiento Científico

Desde la perspectiva de la clásica contraposición entre individuo y so-


ciedad dentro del debate sobre el seguimiento de la regla en Wittgenstein
(1956 y 1967), Bloor advierte que si bien la comprensión de este proceso exige
descartar los viejos estudios individualistas relacionados con él, esto no supo-
nc reaccionar en contra del individualismo para negar el rol del individuo en
cualquier proceso social. Las reglas se enseñan a los miembros de una co-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 192

munidad para que puedan aplicarlas por si mismos, como individuos siguien-
do un método o p¡-oceso particular. Sin embargo, la dimensión social surge
porque cada miembro debe hacer referencia a cómo los otros han aplicado
las reglas para determinar que su aplicación individual es correcta. Los
miembros de una sociedad no pueden seguir las reglas, aplicar conceptos,
examinar las leyes sin ver lo que todos los demás miembros hacen. Si esto no
fuese así, la sociedad sería incapaz de sustentar el seguimiento de la regla
como un logro colectivo, lo que supondría su propia negación.
El seguimiento de la regla genera una compulsión sobre nosotros. Para
Wittgenstein el origen y la naturaleza de esta compulsión son frecuentemente
malentendidos. “Sentimos como si la regla ya ha generado la respuesta a la
operación de cálculo y simplemente la seguimos. Es como si la secuencia
numérica ya existiese: la copiamos simplemente. Pero de acuerdo con
Wittgenstein ésta es una imagen mítica. Lo que deberíamos decir es que es
algo así como si nos presionara: “esto no es como es’. La realidad es algo dife-
rente, a saber: la práctica humana, los usos, las instituciones. Si queremos
comprender la inexorabilidad de las matemáticas, por ejemplo, deberiamos
observar cómo se instruye a la gente. Entonces, veríamos que la inexorabili-
dad vive con nosotros. El mensaje es el siguiente: nunca invertir las reglas y
significados con la voluntad. Todas las voluntades viven con los usuarios de la
regla” (Bloor, 1989b: 27).
Sin embargo~ como bien sabemos, el problema de la filosofía de
Wittgenstein es justamente su interpretación (más bien, su exégesis). Por una
parte, por los individualistas (por ejemplo, P E Strawson y A. J. Ayer y su in-
terpretación individualista del seguimiento de la regla) y los participes una
teoría social fundamentada en los pensamientos de Wittgenstein (por ejem-
pío, Peter Wincb y Norman Malcolm). A grandes rasgos, tradicionalmente se
presentan tres argumentos en contra de asumir el seguimiento de la regla
como una actividad social:

]O) El proceso de aprendizaje de los lenguajes, aún fundamentado en la


interacción social, no es una cuestión esencial para el proceso rms-
mo.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE ‘93

20) Se asume la existencia de una relación interna entre la regla y sus


aplicaciones (existiría una conexión conceptual o lógica). Con lo cual
no podrían explicarse independientemente y la teoría social o con-
sensual de la aplicación correcta de la regla violaría esta internalidad
al introducir factores externos.
30) Según los individualistas, Wittgenstein llegó a aceptar los contra-
argumentos de Strawson y Ayer en el caso del hablante solitario, co-
rroborado por Baker y Hacker, según los cuales Wittgenstein afirma-
ba que “describir un lenguaje con el cual alguien habla sólo con si
mismo es describir una regularidad en su conducta”.

Frente a estos argumentos, Bloor plantea tres contra-argumentos:

10) El proceso de aprendizaje de los lenguajes sería sólo un aspecto del


carácter social de las reglas. “Su naturaleza social no depende exclu-
sivamente de tener orígenes colectivos. Depende tanto más de los
hechos futuros y presentes de su usoy operación” (Bloor, 1989b: 29).

20) Las relaciones internas no están negadas ni socavadas por una des-
cripción del consenso social de la aplicación correcta de la regla. De
hecho, lo opuesto es el caso. Sólo la perspectiva social puede hacer
justicia a este hecho. En el caso de un conflicto sobre las implicacio-
nes de una regla, cada parte en la disputa propone su propio circulo
de relaciones internas, definiendo el significado en términos de su
aplicación y de su justificación al apelar a su significado. Sólo cuando
se logra el consenso, éste favorecerá a uno de los círculos generando
las implicaciones verdaderas o ciertas de la reglas (por ejemplo, el
problema que se plantea cuando intentamos enseñar una regla a al-
guien cuyo sentido de la mismidad es diferente al nuestro. Nuestra
reacción sería ofrecerle razones que le convencieran de su error da-
do que nuestras razones son circulares -la regla y sus ejemplos están
internamente relacionados. Evidentemente, esto es una convencion:
esto es lo que hacemos generalmente y esto es el consenso).
30) Para Wittgenstein el concepto de lenguaje y el concepto de regla
tienen una estructura de parecido de familia. Según Blooí, “las reglas
en el sentido amplio de la palabra son cosas que la gente emplea pa-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 194

ra intentar obligar y controlar a otros. Tiene algunas propiedades pe-


culiares y una extraña fenomenología” (1989b:29). Lo que Bloor pro-
pugna es su análisis y estudio.

En opinión de Bloor, el problema del debate sobre el seguimiento de la


regla está excesivamente polarizado entre los defensores de un Vv’ittgenstein
más social y sus críticos más individualistas. Los más sociológicos reacciona-
ron excesivamente a las críticas de Strawson y Ayer y el resultado fue que su
versión de la teoría social de las reglas -y la versión subsecuentemente aso-
ciada con Wittgenstein- fue demasiado vulnerable porque no dejó espacio
suficiente a los aspectos psicológicos e individuales del seguimiento de la re-
gla. Para Bloor, los elementos psicológicos y biológicos del conocimiento hu-
mano son el punto inicial para la negociabilidad social del conocimiento. En
este sentido, la identificación de los aspectos psicológicos (biológicos) y socia-
les del seguimiento de la regla es fundamental. Su equilibrio e identificación
(la psicología del individuo y el contexto social), en opinión de Bloor, son fun-
damentales para cuestionar un planteamiento extremo, ya sea individualista,
ya sea excesivamente social.
Por otro lado, frente al rechazo del mito racionalista de la compulsión
lógica inexorable en la aplicación de las reglas, se ha desarrollado una sobre-
reacción hacia esta visión racionalista de coerción y constreñimiento pues se
niega que algo actúe fijando, determinando, condicionando o explicando có-
mo se aplica una regla (norma, ley, concepto). Este tipo de variedad de la so-
ciología de conocimiento enfatiza el estatus especial del individuo humano
activo y el papel de la libre elección en la vida social y plantea el uso de la re-
gla como una forma de arte creativo (que conlíeva la interpretación de las re-
glas). Las referencias al uso de la regla como arte creativo, la aplicación de
conceptos como trabajo y realización libre, las descripciones empíricas como
logros colectivos son puestos en cuarentena por Barnes. En el caso de la in-
terpretación lo único que hacemos es reemplazar una formulación verbal por
otra. La presencia de la regla no es ni un triunfo de la lógica ni el resultado del
arte hermenéutico, más bien representa una dimensión conductual del ser
humano en su opinión. La aplicación y el seguimiento automático se constitu-
yen inevitablemente en el núcleo central de las negociaciones sociales (los
constreñimiento y la facilitación son conceptos paradójicamente paralelos).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 195

Por último, se puede plantear una cierta comparación entre el segui-


miento de las reglas y la aceptación de las creencias. Para Barnes, “los soció-
logos del conocimiento deberían evitar formulaciones que asuman la creencia
como voluntaria, como una variable bajo control de un agente libre y activo.
No es que tal posición sea completamente indefendible, sino que surgen
cuestiones de dificultad extraordinaria allí donde hay muchas cosas que decir
sobre ambas partes. Lo que se necesita aquí es investigación, no asunción.
Ciertamente, la gente no parece ser capaz, en circunstancias normales, de
modificar y ajustar sus creencias a su gusto, bien individual o colectivamente.
En este contexto parece implausible plantear un voluntarismo intransigente”
(1991a: 16).

3.5.- Los Principios No-Explícitos de la Teoría Social del Cono-


cimiento Científico

Como se ha anticipado en la introducción a este capítulo, si el Progra-


ma Fuerte en la Sociología del Conocimiento se plasmaba en los famosos cua-
tro principios, la Teoría Social del Conocimiento Qentífico desarrollada con
posterioridad por Bloor y Barnes tendrá también su concreción en otros cuatro
principios (Relativismo, Realismo, Finitismo, Inductivisino) no tan explícitos
como los anteriores y un corolario, el de Instrumentalismo. A continuación se
desarrollan estos principios.

3.5.1.- Relativismo

El tema del relativismo en la sociologia del conocimiento ya ha sido


tratado en páginas precedentes. En este apartado, se tratará con mayor refe-
rencia a lo que significa el PF, es decir, considerando a éste como un sistema
global coherente y consecuente.

En concreto, el relativismo se ha planteado, a grandes rasgos, en la so-


ciología del conocimiento científico de dos formas distintas que dividen pro-
fundamente a la disciplina:

V) la adopción de una cierta actitud de análisis científico del conoci-


miento y de la creencia conducen al relativismo. Para los defensores
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 196

de esta postura relativista, la ciencia misma no puede tener una jus-


tificación indefendible y debe ser observada como un proyecto his-
tórico contingente1 ‘½ La sociología del conocimiento forma parte de
un proyecto global de descripción y explicación (causal) de eventos y
situaciones consideradas como fenómenos empíricos y su tarea será
precisamente describir y explicar el conocimiento. Este planteamien-
to no puede pretender una validez incondicional para ninguno de sus
descubrimientos, ni una autoridad o estatus especial para sí misma
en último extremo.

Y) la visión alternativa surge de la tradición que trata de rechazar por


completo a la ciencia como modelo para la investigación sociológica,
sosteniendo a su vez un dualismo estricto entre lo social y lo natural.
Esta visión no sólo relativiza la ciencia (o deconstruye), sino que la
repudia como base para la práctica de la sociología. Sus defensores
son críticos con cualquier intento de explicación causal o de teoriza-
ción explicativa en el contexto de la sociología del conocimiento.
14 Tomado al pie de lo letra, la concepción popperiano de lo ciencia se convierte en la concepción relatMs-
to más radical posible. Según esto, el argumento clásico de que lo sociología del conocimiento conduce o
un relativismo auto-derrotista queda puesto entre paréntesis. Recordemos que Mannheim negaba ser un
el sentido de que ninguna de sus doctrinos socavaba la idea de la existencia de criterios acor-
relativista en
dados para la verdad y para el errar en uno discusión, ni de que existía la posibilidad de llegar a decisiones
en disputas reales. La existencia de tales criterios y de tal acuerdo son parte de los datos que los sociólogos
don por hecho y que intentan explicar. Por supuesto, Monnheim también tenía que utilizar estándares y
procesos acordados paro llevar a cabo investigaciones y construir teorías. Sin embargo, como expone
Bloar, “¿qué es lo lógicamente objetoble sobre uno secuencio de cuestiones sin fin que se pueda plantear?
Que eí investigador puedo ser investigado no produce el caos que supuestamente conllevo el relativismo tal
corno Mannheim comprendía la palabra: no significa que nadie es libre de decir lo que quiera. Hay están-
dores y hay una coherencia. Ni esta significa que ninguno investigación sociológica seo interminable -como
siel sociólogo no pudiese anunciar razonablemente un descubrimiento hasta que lo hubiese investigado ad
infinítum. Sólo significa guie la sociología, como cualquier otra ciencia no está nunca finalizado. En realidad,
los mismos posibilidades de regresión están presentes en lo estructura de la epistemología de Popper. Co-
mo él dice, muy claramente, lo regresión no es vicioso porque eí fundamento del trabajo científico consiste
en aceptar algunos cosas como un tema de convención que puede, en principio, estar siempre sujeta a
posteriores escrutinios científicos. Lo sociología del conocimiento simplemente tomo lo palabra de Popper.
La sociología del conocimiento también está con una epistemología popperiana sobre el papel del aspecto
sensorial. La teoría de Popper de a base empírica do a la experiencia una función puramente causal. La
experiencio no es uno aprehensión de la verdad infalible o directa. Ni es una justificación decisiva o proba-
ble paro una creencia es, por contra, motivadora y acrecentadora. Este papel causal es exactamente lo que
el programo fuerte necesita porque al explicar los creencias, un sociólogo hará frecuentemente conjeturas
sobre las causas sociales actuales o posadas que afectan a sus temas <y él mismo utilizará apuntes sensoria-
les para hacer esto). Lo creencia en lo persona que hay frente a nosotras en la mesa, amenudo será rela-
cionada causolmente, entre otros cosos, con las objetas que podemos ver o tocar. Este simple hecho sobre
las causas debería mantenerse separado de las locuciones “resbaladizos” con las que puede ser confundi-
do, por ejemplo, “creemos que hay uno mesa en frente de él porque es verdad que hoy uno mesa en frente
de él”. Los objetos materiales pueden ser causas pero esta formulación puede ser leído como atribución de
eficacia causal a la verdad.” (1 973a: 3).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA rUEPTE 197

Estos dos movimientos tienen en común su reacción contra la episte-


mología tradicional y la filosofía de la ciencia aunque por razones completa-
mente diferentes. El primero plantea una reacción empirista en contra del ra-
cionalismo, donde el relativismo es una cuestión que acompaña al desarrollo
de la disciplina. El segundo es una reacción idealista en contra del realismo
fuerte impuesto para celebrar la autonomía humana y la existencia de la libre
elección. En esta corriente, el relativismo surge como etiqueta necesaria para
el conocimiento (de todo tipo) en tanto logro contingente de los seres huma-
nos y como tributo a su poder creativo.

En el caso del PF, su planteamiento relativista responde al del primer


tipo y, además, está estrechamente ligado a una ontología realista especial.
Para Barnes y Bloor, el genuino relativista cree que la realidad no tiene ningún
significado aparte de lo que es creído como real por algún grupo social en
concreto. Desde esta perspectiva, el relativismo es una negación explícita de
la doctrina filosófica del realismo clásico que insiste en la objetividad de la
realidad en el sentido de que es independiente de todas las creencias sobre
ella (Barnes, 198Gb). La postura del PF implica un realismo minimalista (o
residuo!, como lo conceptúa Baines) que está en perfecta sintonia con su pos-
tura relativista.

Esta perspectiva relativista no supone que la falta de un mundo externo


conduzca a la equivalencia de distintos cuerpos de conocimiento, sino muy al
contrario, el silencio de ese mundo (en vista de las descripciones alternativas
de él) comporta su indiferencia imparcial, su tolerancia en último extremo.
Existe un mundo externo, por supuesto, pero existen muchos estudios alter-
nativos igualmente razonables de su naturaleza y de cómo éste acontece y se
manifiesta. No se puede negar que éste sea un relativismo con aroma realista
y que se oponga radicalmente a un íelativismo idealista (la segunda aproxi-
mación relativista expuesta anteriormente) que negaría la existencia de cual-
quier realidad separada de nosotros y constituida independientemente de
nuestra experiencia y sin un significado aparte de lo que es creído como real
por algún grupo social concreto. Por tanto, el relativismo del PF plantea la
existencia de tantas realidades como culturas posibles y esas realidades sólo
son identificables como sistemas de creencias o como construcciones sociales
(representaciones) de comunidades compartidoras de lenguajes específicos.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 198

Asimismo, el PF plantea su relativismo aceptando Ja equivalencia de


todos los cuerpos de conocimiento sin cualificación previa. Por esto, todas las
formas de conocimiento son tratadas localmente, como fenómenos situados y
como un intento particular de agentes razonables en un arco social y geográfi-
co específico para describir y dar sentido a sus experiencias del mundo1¾
Frente al dualismo racionalista (dada su radical distinción entre mundo real y
conocimiento humano), el relativismo del PF rechaza este planteamiento
gracias a una doble estrategia. Por una parte, considerando al mundo real
como mero testigo mudo del acontecer diario. Lo social se conviene como el
único substrato susceptible de investigación empírica sociológica. Por otra par-
te, el apunte de la posibilidad de explicaciones biológicas o fisiológicas en
Bloor (1973a y 1983a) y en Barnes (1976 y 1981a) implica una yuxtaposición
de lo social y lo natural como recurso explicativo dentro de sus planteamien-
tos relativistas. Lo social está imbuido por lo natural y viceversa.
En suma, el relativismo del PF hace que toda valoración de una de-
manda de conocimiento, tanto como el significado de tales demandas, sean
consideradas como productos contingentes de procesos sociales. Sin embar-
go, esta postura relativista no plantea extremamente que el conocimiento
cientifico sea, en sí mismo, un producto contingente. La contingencia sólo se
introduce en los procesos de valoración de lo que constituye conocimiento
científico y en el significado que los participantes otorgan a tales demandas.
Sin embargo, el problema epistemológico del relativismo auto-refutante sigue
presente. Ahora bien, esta crítica estaría muy ligada a una concepción estre-
cha de la causalidad. Como señala Bloor, el círculo vicioso del relativismo sólo
opera en tanto que presupongamos que las ideas socialmente determinadas
son necesariamente inválidas. La aportación de un nuevo concepto más
amplio de causa por parte del PF intenta romper con este viejo argumento
antirelativista. Además, el relativismo planteado por el PF mantiene como sal-
vaguardia la exigencia de una noción de realidad que posibilita innun~erables
representaciones razonables de ella. Estamos, por tanto, hablando de un reía-

15 A lo larga de sus escritas, Bornes habla de uno realidad independiente y de un realismo residual -

cercana al realismo d
0 Popper- y, por su parle, Bloar habla de mundo material frente o mundo real y de un
~ertocompromtso con el materialismo.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 199

tivismo con una indudable esencia realista, si bien es una postura realista en
su forma más atenuada posible (realismo de la 16~

3.5.2.- Realismo

Como ya se ha anticipado, el realismo del PF reconoce la existencia de


un mundo externo con el cual estamos causalmente conectados. Los inputs
causales se generan dentro de una realidad concreta y estructuralmente de-
terminada. La cuestión no es si la realidad tiene una estructura única que
pueda ser descrita (descubierta) definitivamente, sino el hecho de que la rea-
lidad nos afecta a todos, es decir, ¿es posible afirmar que estamos afectados
por una realidad única?’7
Este postulado de una realidad única sirve para caracterizar los inputs
sensoriales de un individuo singular o de individuos diferentes. Además, sirve
como base para la psicología y sociología de la percepción y de la cognición.
Estamos obligados a presuponer un mundo externo para actuar con él e inte-
ractuar a través de él entre nosotros. Para Barnes y Bloor, la estrategia de vivir
en un único inundo es un logro estratégico de la interacción social. ¿Qué su-
pone esta aseveración? Recordemos los debates de David Bloor con diversos
filósofos ortodoxos de la ciencia (referidos en el capítulo previo). La percep-
ción de estas discusiones viene marcada por la inconmensurabilidad de sus
argumentos (por ejemplo, cuando Bloor habla de causas y Laudan de razones
en la explicación social de los hechos científicos). Sin embargo, Bloor no tiene
esa percepción, muy al contrario, la misma existencia de esos debates de-
muestra la posibilidad de comunicación entre ambas posturas. Por este moti-
vo, frente a las clásicas acusaciones de inconmensurabilidad y de auto-
refutación, el relativismo defendido por Barnes y Bloor no supone la incomu-
nicabilidad achacada a la inconmensurabilidad relativista kuhniana gracias,
justamente, a la existencia de un substrato real o material que sirve de vínculo

16 Este tipo de enfoque relativista ha sido considerado o manera de relativismo metodológico. Gollins y
Cox (1976> partían de este tipo de relativismo utilizado más bien como elemento heurístico dentro del pro-
pio aporataje explicativo. Sin embargo, estos autores iban más allá y se mostraban partícipes de una ver-
sión más radical que implicase un compromiso ontológico fuerte, esto es. que todo fuese susceptible de ser
relativizada, incluido el conocimiento científico, algo de lo que tradicionalmente ha sido acusado el PF, por
no llevarlo acabo.
17 Por ejemplo, todos vemos pájaros volando, ya sean pájaros para nosotros o yakt para los karam

(Bulmer, 1967).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 200

para Ja relación discursiva entre posturas aparentemente opuestas y divergen-


tes.

Además, Banes y Bloor defienden un realismo residual que presupone


la existencia de un mundo independiente a los hombres y no afectado por lo
que los hombres creen de él (fisicalismo y/o materialismo). Este realismo no
es ni vacio ni trivial. Por contra, se adapta perfectamente a posturas relativis-
tas, ficcionalistas e instrumentalistas (como lo es la del PF), frente al realismo
fuerte (de los filósofos realistas) que es insostenible. Como afirma Banes,
tenemos que ser pragmáticos cuando elegimos una estrategia realista particular.
Tenemos que ser Finitistas tal como articulamos y desarrollamos la estrategia realista
elegida. Y deberíamos ser relativistas cuando intentamos explicar las estrategias
elegidas por otros y la forma en la cual articulan y desarrollan sus elecciones”
(1989b: 127).

En el debate sostenido por Bloor (1982a, 1982b y 1982c) y otros tantos


filósofos en la revista Studies in History and Philosophy of Science (referido
arriba), la cuestión del realismo se combina con la problematicidad de la ade-
cuación empírica de los criterios epistémicos y sociales del conocimiento
científico con el mundo. Considerando lo expuesto por Barnes en la Teoría de
los Intereses, mucho de los críticos del PF tan sólo aceptan como intereses
epistémicos legítimos en la conformación del conocimiento científico, el inte-
rés por el aumento de la capacidad de predicción y control de las teorías. Si
esto es así, los intereses sociales no pueden explicar exclusivamente el éxito
empírico de las teorías. Esto es, desde el realismo filosófico, las teorías se
mantienen porque explican adecuadamente los hechos, a lo que se suman los
diversos criterio lógicos, matemáticos, estéticos, etc. que entran en la acepta-
ción de una teoría.

Asumir estos planteamientos supone poner en cuestión la subdetermi-


nación de la teoría por los hechos y viceversa (la Tesis Duhem-Quine) y esto
es lo que achacan a Bloor sus críticos, es decir, que el mundo no constriñe las
creencias de los actores, que siempre hay una amplia diversidad de posibles
clasificaciones y que la verdad de la evidencia no cuenta para el manteni-
miento de los sistemas de clasificación. De acuerdo con Hesse (1974), para la
estabilidad de una red son necesarias dos requisitos, las condiciones de co-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 201

rrespondencia y de coherencia18. El que fallen éstas no significa que tal esta-


bilidad debe ser interpretada exclusivamente por lo social o, viceversa, que lo
social quede al margen en la explicación en cuestión.

Para solucionar este problema, Bloor argumenta lo siguiente. El PF no


niega que el entorno material participe en la construcción, mantenimiento y
cambio de las redes cognitivas. Pero lo que si afirma es que el aprendizaje y el
descubrimiento son formas de inducción canalizadas colectivamente y, ade-
más, que el conocimiento son relaciones de similitud estructuradas conven-
cionalmente. Esto explica que a veces las creencias permanezcan estables
cuando varía la experiencia y que cambien sin alteración de la base material.
La estabilidad de la red es un asunto de los actores y, por este motivo, son va-
rios los intereses que entran en luego y, por la misma razón, son los actores
los que mantienen la red, porque creen que así debe ser, esto es, son decisio-
nes sociales. Evidentemente, existen otros criterios además de los sociales, el
interés en la predicción y control de las teorías, el control de los medios y de
los actores, la difusión y optimización de métodos y ejemplares (intereses pro-
fesionales), etc. Sin embargo, el hecho de que se pueda reconstruir un proce-
so de cambio cientifico sin aludir a ellos no implica que no intervengan o in-
fluyan en tal evento.
Por su parte, la evidencia externa no puede restringir las posibilidades
que permiten las condiciones de correspondencia, luego han de hacerlo las
condiciones de coherencia. El PF afirma que la naturaleza de éstas es social y
conceptuable como intereses, pues de lo contrario, un modelo que eliminase
las convenciones orientadas por intereses no podría explicar la diversidad de
las creencias y de las clasificaciones y para vencer la subdeterminación debe-
ría recurrir a la pre-programación del cerebro. Sin lo social, la diversidad cog-
nitiva es inexplicable. Lo cual supone que para el PF, la incapacidad de la rea-
lidad para decidir entre tal diversidad de opciones cognitivas es manifiesta y
que la intervención de factores sociales no conduce sólo al error, sino que el
propio cierre epistémico no se explicaría si omitiéramos lo social. Las creen-

18 En concreto, las condiciones de coherencia para lo aceptabilidad de los teorías son irreduciblemente
plurales e incluyen asunciones metafísicas generales sobre la substancia, causalidad, simplicidad, analogía,
mecanismo, átomos, etc. Estos criterios pueden incluir también juicios de valor sobre los usos de la ciencia o
lo deseabilidod del mundo revelado par lo ciencia. En las ciencias naturales, tales juicios de valor tienden o
ser filtrados, y el filtro es el criterio pragmático que expreso un interés técnico enorme en aumentar la pre-
dicción y el control con éxito (Hesse, 1 980a).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTÉ 202

cias se conforman de cara a una audiencia, son instituciones sociales suscep-


tibles de ser analizadas en términos del convencionalismo del modelo de re-
des de Hesse. Como recursos para la acción social tienen relación con la es-
tructura del público al que se dirigen porque han de prever las condiciones
para su más fácil aceptación.

3.5.3.- Finitismo

La adopción de un realismo residual por parte del PF intenta romper


con el recurso a la asociación entre el clásico realismo filosófico y la postula-
ción de universales. Existen culturas que agrupan y clasifican partes del mun-
do de acuerdo con unas categorías que tienen poco que ver con las categorías
que utilizamos en nuestra cultura para tal fin. En este sentido, las diferentes
culturas pueden tener distintas concepciones de las cosas que existen, todas
esas concepciones son razonables y existen y se presentan como agrupamien-
tos alternativos de particulares. Cuando clasificamos las entidades accesibles
empíricamente necesitamos procedimientos y prácticas de clasificación pú-
t)licamente inteligibles y transmisibles. No podemos enseñar a clasificar a la
gente por referencia directa a esencias invisibles. Tenemos, más bien, que di-
rigirnos a lo tangible y visible a través de sistemas de aprendizaje específi-
cos9.
En principio, existen dos características básicas de todo contexto de
aprendizaje. Primero, la gente aprende al tiempo que se desenvuelve en un
entorno físico indefinidamente complejo del que es consciente; el aprendizaje
tiene lugar en el curso de la recepción de unidades de información proceden-
tes de la experiencia. En segundo lugan el aprendizaje ocurre siempre inicial-
mente dentro de un contexto social; aprender a clasificar es aprender a usar
las clasificaciones de alguna comunidad o de alguna cultura y esto implica
una interacción con miembros competentes de la cultura (Barnes, 1981a).
Asumidos estos dos postulados, ¿cómo se dominan las formas de clasificación

19 Recordemos que el Programa Faene, desde su enfoque eminentemente empírico (dado que su objeto es
el conocimiento verbalmente articulado) centro su interés en los expresiones verbales de las distintas comu-
nidades y culturas que estudio y, como punto de partida, esos expresiones pueden ser contempladas bien
como ejemplos de la aplicación de conceptos o bien como creencias y afirmaciones. Sin embargo, el inte-
rés básica será lograr lo mayor comprensión de la aplicación de conceptos. Esto es, considerar cómo
aprende la gente a aplicar conceptos y, par ende, cómo aprende a clasificar (Bornes, 19310).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTÉ 203

del entorno físico aceptadas por una cultura concreta? ¿Qué procesos sigue un
aprendiz para adquirir tales destrezas? ¿Cómo transmite el mentor la compe-
tencia en el uso de los conceptos? A tal fin, se pueden utilizar dos tipos de
procesos: la ostensión y la generalizacion.

Barnes denomina acto de ostensión,


“a cualquier intento de establecer una asociación directa entre un término y un
objeto, suceso o proceso evidente en el entorno” (1981 a: 306).

De otra manera, la imagen de apuntar y denominar es el mejor símbolo


de este acto en el contexto presente. El proceso real de ostensión es, por su-
puesto, complejo y repleto de problemas. En principio, Barnes supone que los
particulares pueden ser identificados en el entorno, que percibimos el entorno
como diferenciado o fragmentado, y que una interacción puede, por así decir-
lo, enfocarse sobre un fragmento o particular. Supone, además, que la aso-
ciación de un particular con un término comporta que el particular resultará
en que se lo considere como un ejemplo de ese término. Estos supuestos tie-
nen enormes implicaciones; pero son necesarios como paliativo del hecho de
que todavía poseemos una comprensión incompleta de nuestros aparatos
perceptivo y cognitivo, los cuales poseen al menos algunas propiedades rudi-
mentarias inherentes que hacen posible el aprendizaje.

La ostensión es un elemento esencial en todo aprendizaje mediado


verbalmente. Es el ingrediente que enlaza los términos con el entorno. Mues-
tra directamente las cosas a las que se aplican adecuadamente los términos.
En opinión de Barnes, ningún estudio del aprendizaje del lenguaje puede
omitir la ostensión90, pues si las circunstancias de aplicación de un término o
concepto se especifican puramente mediante reglas verbales, esas mismas
reglas generan nuevos problemas sobre la aplicación apropiada de los térmi-
nos: se genera una serie potencialmente infinita de preguntas relativas a la
aplicación adecuada de los términos. En situaciones reales, esa serie se acaba
exclusivamente porque las indicaciones de uso, dadas por ostensión, condu-
cen fuera del círculo vicioso creado.

~ Para uno crftica de lo ostensión, Gollins (199Gb) quien señalo la regresión o paradoja que encierra tal
proceso dada la necesidad de que niaesfro y aprendiz coincidan en todos los parámetros que conforman el
aprendizaje ostensivo. Por airo lada, para uno discusión sobre la contraposición de modelos de aprendizaje
del lenguaje en relación con el papel que juega el mundo natural en dicha cuestión, ver Gampbell (1989) y
BInar (1 939b).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 204

Por su parte, las generalizaciones conectan términos e indican asocia-


ciones entre sus ejemplos, esto es, proporcionan expectativas estándares de
cómo un ejemplo de un término es también, o puede llegar a ser, o está rela-
cionado de alguna forma con, un ejemplo de otro. Como la ostensión, la gene-
ralización es un ingrediente esencial en todo aprendizaje mediado verbalmen-
te. Las generalizaciones proporcionan expectativas sobre la experiencia; son
lo que nos hace considerar a una forma de cultura como un cuerpo de cono-
cimiento más que como una mera taxonomía (Barnes, 198 la).
Una cuestión fundamental en el proceso de ostensión es el concepto de
lo mismo (ruismidad) dado que el agrupamiento de ejemplos crea el sentido
relevante de lo que es lo mismo y lo diferente. Existen innumerables formas
de agrupamiento de ejemplos que generan copiosos modelos alternativos de
clasificación (Banes, 1981a) y por este motivo surge el problema de lasen¡e-
janza: cuando una cosa es distinguiblemente igual a otra u otras cosas, pero a
la vez distinguiblemente diferente de esa o esas cosas, no existe una escala
absoluta para medir la igualdad o diferencia y para producir una magnitud de
semejanza (obtenida iicialmente por ostensión e intentando, a la vez, resol-
ver las diferencias por medio de argumentos razonados). En este caso existe,
por tanto, una diferencia de intuiciones perceptualmente fundadas y no algo
en el nivel de la inferencia o del raciocinio consciente.
Para Barnes, en tanto que no existen entidades observablemente idén-
ticas en el mundo, los conjuntos particulares de entidades observablemente
únicas deben ser empleadas para instar términos o conceptos. Todo el cono-
cimiento empírico es conocimiento local que refleja una elección especial de
ejemplos realizada por una cultura o comunidad concreta en un entorno físico
especifico. La elección de ejemplos puede concebirse como convención. El
desarrollo y la adaptación de estas convenciones representa un proceso his-
tórico singular por el cual el nuevo conocimiento se construye sobre la base
del viejo conocimiento en el curso de la actividad práctica de una comunidad
particular. Y lo que es más importante, la articulación del conocimiento se
produce a través de la aplicación de conceptos en un proceso abierto (sin fin).
El uso futuro del conocimiento y sus implicaciones últimas son impre-
decibles y, de hecho, están indeterminadas en cualquier momento. De acuer-
do con todo esto, el tratamiento extensional de los conceptos no puede justifi-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 205

came y deberá ser reemplazado por un tratamiento finitista de la aplicación de


conceptos (el propio uso futuro de los conceptos está sub-determinado por el
uso presente). Desde una perspectiva finitista, los conceptos no controlan su
propio uso, lo hace la gente que los maneja. Y lo hace aplicando los concep-
tos paso a paso, tal como piensan que se adaptan a cada caso, tomando nota
de los parecidos y analogías que se reconocen entre las entidades ya incorpo-
radas en la práctica presente y las entidades que están por incorporarse
(Barnes, 198Gb).

Podemos encontrar dos estrategias alternativas en la aplicación de con-


ceptos. Por ¡iria parte, la persuasión frente a la otra facción, con el fin de obte-
ner el reforzamiento y la legitimación de su propia práctica (recurso al esen-
cialism o). Y, por otra, la existencia de metas e intereses colectivos alternativos
y su correlación con estrategias lingúísticas opuestas. En este sentido, los inte-
reses están involucrados constitutivamente en los procesos de aplicación de
conceptos gracias a los cuales persiste y crece el conocimiento de una co-
munidad. Los intereses ayudan a explicar cómo ha crecido el conocimiento o
la creencia aceptada, pero no ayudan directamente a evaluar el conocimiento
o creencia de que se trate.
En concreto, la concepción finitista del uso y aplicación de los concep-
tos aprendidos por ostensión (finitismo sociológico) tiene cinco principios:

P) la utilización futura de los conceptos aprendidos por ostensión es abier-


ta y está subdeterminada por el uso existente o por el significado exis-
tente. La ostensión muestra antecedentes para la utilización de los tér-
minos y pennite que continúe dicha utilización con base en la semejan-
za con los antecedentes. En la práctica, esto permite que la aplicación
de conceptos sea una actividad colectiva. Pero la relación de semejanza
es problemática: la aplicación de conceptos puede moverse en direc-
ciones alternativas igualmente defendibles sobre la base de la semejan-
za (lo mismo y lo diferente).
~) Debido a que los conceptos aprendidos por ostensión carecen de ex-
tensiones o de dominios predeterminados de aplicación, las afirmacio-
nes que incluyen no pueden considerarse concluyentemente verdade-
ras o falsas. Obviamente, no pueden conocerse los casos futuros a los
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 206

que eventualmente se aplicarán dichas afirmaciones antes de su futura


utilización.

3~) Puesto que siempre hay un interés colectivo en la uniformidad lingiiñsti-


ca, siempre habrá una tendencia a que los mismos usuarios del lengua-
je atribuyan poderes o significados inherentes a los conceptos aprendi-
dos ostensivamente e identifiquen más restricciones acerca de cómo
deben usarse éstos correctamente de las que verá el observador exter-
no. Las opciones en el desarrollo de la utilización estarán expuestas a
ser consideradas como necesarias.
Q) Una práctica interesante para la racionalización ex post facto de las
formas específicas de usar conceptos aprendidos por ostensión es la
atribución de esencias subyacentes. En algunos casos, la atribución de
esencias puede considerarse un mecanismo para atribuir autoridad a
una estrategia seleccionada particularmente de aplicación de concep-
tos.
5d) La preferencia colectiva por una estrategia de ap]icación de conceptos
sot)re otras es una cuestión de elección contingente cuando los concep-
tos son aprendidos ostensivamente. El saber cómo se utilizan, de hecho,
los conceptos es un asunto de investigación empírica (la aplicación de
un concepto debe entenderse como cualquier otra actividad social, co-
mo una ocunencia empírica con antecedentes causales en el ámbito
donde ocurre). Frecuentemente, tal vez invariablemente, se selecciona
una estrategia específica de aplicación de conceptos por su relevancia a
los intereses de los usuarios del lenguaje. Cuando esto ocurre, estos in-
tereses entran dentro de las contingencias que dan cuenta de la exten-
sión de la utilización y del crecimiento del conocimiento en la sociedad
relevante. Por este motivo, los intereses están constitutivamente involu-
crados en el proceso de generación del conocimiento, al igual que Jo es-
tán la percepción y la inferencia (Bamnes, 1 987aYr.
El finitismo sociológico de Barnes y Bloor se ofrece como la concepción
disponible más satisfactoria para la utilización colectiva de los conceptos
aprendidos ostensivamente. Tal como afiima Barnes,
91 Aquí se apuntalan los argumentos presentados por Bornes (19//a) sobre el papel de los intereses en el
desarrollo del conocimiento humano.
EL CESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 207

‘si el finitismo sociológico es correcto, será la concepción adecuada para la utili-


zación y aplicación de todos los conceptos empíricamente atribuibles y para el de-
sarrollo de todos los cuerpos de conocimiento empírico sin excepción” (1 987a:
339).

La aplicación de conceptos es, por tanto, un proceso continuo y abierto


y, sobre todo, es una actividad social. Cada uno de los actos de esta aplicación
es un fenómeno empírico, inteligible sólo en términos de los determinantes
contingentes que se refieren a él en el contexto donde se produce; también lo
es cada uno de los actos de aceptación de dicha aplicación dentro de una
colectividad. En este sentido, el crecimiento del conocimiento empírico es el
producto de un gran número de estos actos de aplicación de conceptos. Cons-
tantemente, las comunidades sociales enteras aplican términos acto tras acto
y así agrupan a los particulares bajo términos más amplios. Todos estos actos
son el producto de la determinación contingente. Esta determinación puede
no ser sistemática, reflejando muchas contingencias e intereses diversos, pero
generalmente implica una operación sistemática y continua de intereses es-
pecíficos y genera así una práctica lingúistica uniforme basada en un cuerpo
reconocible y compartido de conocimientos.

El finitismo de Barnes y Bloor debe mucho a la teoría de redes?2, pues,


el aprendizaje mediado verbalmente posiblemente no necesita hacer más
referencias que a la ostensión y a las generalizaciones concebidas de un mo-
do amplio. Esto posibilita que el conocimiento de un miembro competente
pueda modelarse mediante lo que Barnes denomina Red de Hesse23 En esta -

red, existen una serie de conceptos, unidos entre sí por generalizaciones y


cada generalización posee una probabilidad asociada. La red incluye aquellos
términos que integran todos los recursos conceptuales de un individuo en un
todo interconectado (objetos, procesos, propiedades, etc.). Por último, bajo

22 Hesse (1974). Para una exposición sociológica de latearía de redes, Law y Lodge (1984).
23 Para una revisión crítica e importancia poro el PF del modelo de redes de Hesse, ver Bloar, 19/Sa. Para
éste, en resumidas cuentas, “el modelo de redes de Hesse es un todo completamente interadivo entre sí.
Nuestros pensamientos se segmentan de forma que son el reflejo de la fragmentación de nuestra vida
social. Además, la que eí modelo de red requiere es un estudio sociológico del cambio de las condiciones
de coherencia de nuestro propia cultura (por ejemplo, a través de los planteamientos de lo clasificación en
Durkheim y Mauss y de los principias de arden y de unidad en las cosmologías primitivas de Douglas y
como se relacionan con las variables de la estructura social). El planteamiento de Hesse ofrece la posibili-
dad de llevar a cabo lo aplicación de estudias sociales o la propio ciencia. Asimismo, se puede plantear
uno visión «fínitista» de lo ciencia y la posible relación con la ideo de una articulación local del paradigma
de Kuhn. Una relación que surgiría o raíz de las elaboraciones «normales» de la ciencia en Kuhn y de los
analogías» en Hesse’ (Bloar, 1975: 395).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 208

cada concepto hay un número de ejemplos concretos de éste. A estos ejem-


píos los denomina Baines como tensión del concepto asociado24.
Una tensión se puede construir completamente mediante actos de os-
tensión. Pero también puede sintetizarse verbalmente, usando ciertas formas
particularmente fuertes de generalización. En este sentido, no hay clases inhe-
rentemente diferentes de términos, unos con tensiones dadas por ostensión y
otros por métodos verbales. Lo que hay, más bien, son diferentes preferencias
sobre la medida del uso de la ostensión y de las estrategias de enseñanza ver-
bal -preferencias que variarán de contexto a contexto-. Es más, esas preferen-
cias no se dividen entre la confianza en la ostensión o en estrategias verbales
de definición; se dividen entre la confianza directa o indirecta en la ostensión.
En toda red, algunas tensiones deben construirse por ostensión; y las que se
construyan a partir de éstas por medios verbales será como si incorporasen en
ellas mismas los resultados de la actividad ostensiva previa. Esto quiere decir
que las tensiones de una red son todas formalmente equivalentes entre sí:
todas pertenecen fundamentalmente a la misma clase. Y, cada una mediante
su nexo, suministran las conexiones que engarzan la red con el entorno físico.
En resumidas cuentas, la red de Hesse sólo es una reificación, una bwda ima-
gen extraída de los actos de uso lingiiistico. Pero la estructma de la red, una
vez bajo control de la imaginación, es una herramienta de valor incalculable
en la comprensión del carácter de la aplicación de conceptos (Barnes, 1981a).

Por otra parte, la red representa el modelo de los recursos conceptuales


que adquiere un individuo para convertirse en miembro competente de su
comunidad y resume el uso apropiado de un término. Sin embargo, lo esen-
cial de la red, como se viene indicando, es que la futura aplicación de concep-
tos es siempre abierta e indeterminada. Los conceptos se aplican invariable-
mente en sucesivos casos particulares que difieren unos de otros en algún
detalle. En concreto, la competencia idónea se alcanza cuando se la usa de

24 Bornes (1981 a) emplea el término tensión en una contra-alusión a lo extensión tal como se emplea en
la semántica f~losóflca. La extensión de un término incluye todas las entidades a las que propiamente se
aplica a de las que es cierto. En la tensión de un término se incluyen sólo ejemplos pasados de uso (por
tanto, sólo un número finito de ejemplos). Esto supone que hablar de la tensión de un término, sea aceptar
que su uso futuro está indeterminada. Por contra, la extensión supone que el uso futuro ya está determina-
do. En suma, Bornes se encuentra en clara oposición a las semánticas extensionoles defendidas por mu-
chas filósofos. Par otra parte, como se verá adelante, los tensiones son los fuentes de similitud y de diferen-
cio, percibidas y aún por percibir, verbalizadas y no verbalizados, en términos de las cuales debe legitimarse
la aplicación de conceptos.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTÉ 209

manera que transcienda lo que se aprendió iicialmente ¿Cómo se consigue


realizar esos actos de identificación? Afirmar un parecido (que es lo que signi-
fica la aplicación de un concepto en este caso) implica áfirmar que las simili-
tudes exceden a las diferencias. Pero no existe en la naturaleza de la realidad
externa una escala para comparar la similitud y la diferencia, ni tampoco se
halla inherente en la naturaleza de la mente. Un agente podría rehusar la apli-
cación del concepto alegando que el parecido es insuficiente sin negar la rea-
lidad ni la razón. De aquí se sigue que la tensión de un término es un determi-
nante insuficiente de su empleo subsiguiente. Toda aplicación de un término
implica un juicio contingente de que el parecido excede en ese caso a la dife-
rencia. Esto es cierto incluso cuando el agente experimenta una abrumadora
convicción psicológica de que el parecido es extraordinariamente acusado.
Esa convicción no surge del significado del concepto, sino de la operación ru-
tinaria de la propia percepción y cognición del actor -algo que es contingente
y revisable- (Barnes, 198 la).
Para Barnes, el hecho que la aplicación de conceptos dependa sólo de
la tensión de un término es de gran interés para la sociología, no sólo porque
los ejemplos que constituyen una tensión sean parte de la cultura recibida,
sino porque los mismos procesos mediante los que se le añaden nuevos
ejemplos implican juicios situados socialmente. En otras palabras,
la aplicación de conceptos no es una actividad social porque esté determinada

par una clasiFicación culturalmente dada de la realidad, sino porque es una activi-
dad social lo que or¡gina y desarrolla el patrón de esa misma clasiFicación. El pa-
trón no explica la actividad; antes bien, es la actividad la que da cuenta del pa-
trán’ (Remes, 1 98 la: 309-310).

Sin lugar a dudas, una de las claves de la aplicación de conceptos es su


predíccibilidad. El uso previo de un término sólo podría ofrecer una base sufi-
ciente para su empleo futuro si la relación de parecido fuera reemplazada por
una perfecta identidad. Esto implica la existencia de términos que sólo son
aplicables a casos idénticos, entre los que no se puede discriminar. La aplica-
ción de tales términos sería aproblemática y su inclusión en generalizaciones
verbales serviría para hacer igualmente aproblemática la aplicación de otros
términos. Empero, si semejante análisis esencialista de la aplicación de con-
ceptos pudiera demostrarse, refutaría las afirmaciones de Barnes, claro que,
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 210

‘aFortunadamente, sin embargo, no hay evidencia empírica que apoye ese análisis,
pese a la atracción que muchos FilósoFos sienten por una ontología esencialista co-
mo esta. Las esencias no parecen actuar como imanes de nuestros conceptos. Los
procesos reales de la aplicación de conceptos no implican identidad: nos las apa-

ñamos sin ella. El uso abierto de los términos de clase natural actúa sobre a débil
base del parecida de las casos y no hay Forma de evitar las consecuencias que
esto tiene con respecto a esos términos” (Barnes, 1981 a: 31 1).

Otro de los aspectos claves de la aplicación de conceptos es que estos


se aprenden de fuentes autoritarias dentro de entornos físicos particulares,
dentro de los cuales, los procesos de aprendizaje (la ostensión y la generali-
zación) construyen un patrón de asociaciones que puede ser imaginado como
una red de Hesse y, por último, y muy importante, que el desarrollo de ese
patrón se produce sobre la base del parecido y no de la identidad. No obstan-
te, este esquema contiene unas implicaciones que se desarrollan con mayor
detalle a continuacion.

La aplicación correcta de un término se establece a través de un proce-


so de control social que opera en conjunción con las indicaciones de la expe-
riencia. Muy a menudo se opone el aprendizaje por observación y confronta-
ción directas con el entorno al aprendizaje mediante la aceptación de la auto-
ridad y la tradición. Sin embargo, esta oposición es falsa: entender el proceso
de aprendizaje es comprender la operación interdependiente de los dos facto-
res que se oponen. Esta interdependencia atraviesa todo el ámbito de los pro-
cesos de aprendizaje, de tal forma que, el uso competente de un término re-
quiere idealmente dominar todos los términos de su red asociada. Las teorías
atomistas de la aplicación de conceptos (y por tanto del significado) que sólo
consideran la relación entre un único concepto aislado y aquello a lo que se
aplica, son inadecuadas. Hacen falta análisis deslocalizados que estudien los
conjuntos conectados de conceptos como todos organizados. Corno mejor lo
define IBarnes,
el uso se desarrolla como una sucesión de juicios situados cada uno de las cuales
añade un particular a la tensión de un término (o, cuando se revisa el uso previo,
elimina uno). Por consiguiente, es incorrecto asumir que el uso esté determinado
de antemano por significados, reglas, normas, lógica o cosas así. El uso requiere
un estudio empírico minucioso en cada momento: los agentes desarrollan el uso de
maneras que en todo momento se relacionan con su complejidad total como acto-
res sociales y como organismos biológicos. Para comprender la aplicación de con-
ceptos debemos comprendernos a nosotros mismos” (1981 a: 31 3).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 211

Un problema adyacente es quién es e] que establece que la aplicación


de los conceptos es correcta. Por supuesto, es un asunto empírico si, y hasta
qué punto, una colectividad puede mantener un sentido de la aplicación co-
rrecta de conceptos. No existe nunca garantía de que el consenso continuará
sin presentar problemas o de que las disputas sobre el uso se resolverán
siempre por apelación a la autoridad comunitaria. Si los miembros de una
comunidad difieren sobre la aplicación correcta de un término y la autoridad
comunitaria no ofrece ninguna solución, entonces, si ha de lograrse un con-
senso, éste debe resultar de una negociación activa. Los miembros deben in-
tentar ponerse de acuerdo sobre el uso en cada caso particular, quizá espe-
rando que, a partir de ese precedente, el futuro uso abierto será menos pro-
blemático.

En tanto en cuanto una clasificación o cuerpo de conocimiento pueda


modelarse como una red de I-Jesse, ello comporta una equivalencia con todos
aquellos que puedan modelarse del mismo modo; por tanto, implica la equi-
valencia de nuestro sistema de clases de animales con el de otras culturas o
sub-culturas, los mantengan los ancestros, los extraños, los desviados o los
expertos. De modo más general, la conjetura de Barnes es que,
todos los sistemas de cultura verbal pueden ser modelados como redes de
Hesse, lo cual si es correcto, hace que la naturaleza de la equivalencia que impli-
ca tenga aún mayor interés” (1981 a: 31 5~

Las redes de Hesse son siempre equivalentes de dos maneras espe-


cialmente significativas. Representan formas distintas de agrupar particulares.
Pero ese agrupamiento es algo que imponemos a los particulares, no es algo
que ya esté impuesto en la realidad. A la realidad no le importa cómo la clasi-
tiquernos. La realidad no es más que la inmensamente compleja secuencia
de información no verbalizada que nosotros clasificamos. Esto indica que las
distintas redes mantienen una relación equivalente respecto a la realidad o el
entorno físico. Consideremos a continuación los procesos cognitivos involu-
crados en la adquisición, desarrollo y revisión de las redes. Estos procesos de
razonamiento están implicados en cualquier red que se considere y por tanto,
no ofrecen una base para elegir entre ellas. Esto indica claramente que las
distintas redes mantienen una relación equivalente con respecto a la posibili-
dad de su justificación racional. La racionalidad sostiene del mismo modo a
todo sistema de cultura verbal: cualquier indagación sociológica sobre la ra-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 212

cionalidad de comunidades que mantienen redes diferentes, incluso conflicti-


vas, debería producir siempre el mismo resultado. Ambas equivalencias indi-
can que las clasificaciones alternativas son convenciones entre las que ni la
realidad ni la pura razón pueden discriminan Los sistemas aceptados de cla-
sificación son instituciones sostenidas socialmente.
La hipótesis de que las clasificaciones aceptadas de clases naturales
tienen invariablemente el carácter de instituciones es muy plausible. Sin em-
bargo, no só]o se la ignora o niega en muchos campos académicos, sino que
incluso, en ocasiones, se la considera ininteligible. La gente es incapaz de
comprender cómo las buenas clasificaciones o las creencias sostenidas rocio-
nalmente y expresadas en términos de tales clasificaciones pueden contener
algo social. Al contrario, las creencias y las clasificaciones sostenidas social-
mente se oponen con las que surgen de la evaluación racional de la expe-
riencia o de la realidad. Si algo se analiza como una convención o como una
institución se presume que es una especie de fantasía, sin conexión con el
mundo real (o quizá con una conexión invertida o espuria). Pero no es que las
clasificaciones sean convenciones por oposición a las buenas representacio-
nes del mundo. Antes bien, son precisamente representaciones convenciona-
les del mundo.

La falsa oposición entre lo racional y lo social, o entre la naturaleza y la


cultura, persiste. De hecho, perdura incluso en los escritos de quienes han
realizado las principales aportaciones al surgimiento de una sociología pro-
piamente imparcial del conocimiento. El interés inmediato se centra en el
marco en el que se plantea la explicación: asume que la naturaleza y la cultu-
ra tienen efectos distintos sobre el conocimiento de cada grupo. ¿Hasta qué
punto el conocimiento de un grupo refleja adecuadamente la naturaleza, co-
mo un método de establecer límites al papel de la cultura? ¿Es sólo porque la
naturaleza no puede proporcionar tal conocimiento, que se da a la cultwa la
oportunidad de hacerlo?. La cultura sólo puede explicar lo que la naturaleza
no explica.
Un contraste similar entre naturaleza y cultura se aprecia en el trabajo
de Douglas (1973), pese al significativo papel que ha desempeñado en estimu-
lar un enfoque relativista de la clasificación. Revisando una serie de trabajos
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 213

sobre la clasificación de la naturaleza física, incluyendo a Bulmer (1967),


Douglas afirma que,
la naturaleza Física se mueve y conduce a través de las mallas cognitivas para satis-
Facer demandas sociales de claridad que compiten con demandas lógicas de con-
sistencia” (1973: 113).

Esta idea de competición entre, por una parte, lo que es lógico y natural
y, por otra, lo que se deriva de la cultura y de la sociedad, están profundamen-
te enraizada. Las clasificaciones pueden ajustarse a los hechos objetivos de la
naturaleza o a las necesidades culturales; pueden ser lógicas o sociales. Pero
esto es justo lo contrario de lo que revela un examen atento: necesitamos
pensar en términos de simbiosis, no de competencia.

El trabajo de Bulmer (1967) indica que las taxonomías zoológicas alter-


nativas de los Karam y la nuestra pueden ser modeladas como redes de Hesse
alternativas. Ambas redes pueden leerse directamente en la realidad (en el
sentido del entorno físico). No es que una red distorsione la realidad más o
menos que la otra. ¿Cómo puede distorsionar la realidad el modelo de una
red? Antes bien, la realidad provee la información incorporada en ambas re-
des: no tiene preferencia por una u otra. La realidad no confiere ningún privi-
legio a nuestros métodos de clasificación; éstos carecen de toda significación
antropológica especial. Y lo que vale para la realidad también sirve para la
lógica. La equivalencia de las redes alternativas señala la ausencia de toda
diferencia formal en los dos modelos relacionados de cognición, el suyo y el
nuestro. Una vez más, las alternativas son equivalentes. No es posible encon-
tiar diferencias en cuanto a su consistencia lógica.

Expuestos los planteamientos finitistas, esta doctrina parece ser la antí-


tesis del realismo. Obviamente, el finitismo es incompatible con una teoría de
la correspondencia de la verdad. Niega, además, que los conceptos tengan
extensiones (incluso si son tipos naturales o universales reales). Tampoco deja
lugar al mito de que la ciencia progresa en convergencia hacia la verdad. Por
contra, la aplicación de conceptos es una actividad local, socialmente situada
y sustentada. Los cuerpos de conocimiento se localizan en contextos cultura-
les específicos. Se aceptan como estructuras convencionales y no sobre la
base de una razón y una experiencia individual. Aún más, el desarrollo de ta-
les cuerpos (le conocimiento es una actividad social que implica una elabora-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 214

ción de convenciones y no una actividad individual que contiene la simple


acumulación de afirmaciones e inferencias específicas.

3.5.4-- Inductivismo

El realismo científico sostiene que el conocimiento está interesado en


las esencias. Las teorías científicas son estudios de las estructuras básicas y
poderes presentes en la naturaleza. No intentan capturar el flujo de apañen-
cias en palabras o resumir las regularidades empíricas que ocurren dentro de
ellas. Más bien, hablan de los procesos y mecanismos subyacentes que gene-
ran ese flujo de apariencias y de los sistemas y estructuras invisibles donde
tales procesos ocurren. Las teorías científicas no manifiestan los fenómenos
invisibles -los resultados de ensayos o lecturas de medida- sino las entidades
escondidas -átomos y moléculas, fuerzas y campos, genes, especies, etc.-. Sin
embargo, constantemente surge el problema de las implicaciones de la teoría
científica en situaciones concretas. Se deben conocer las implicaciones de la
naturaleza subyacente de una situación y de su marco para mostrar la realidad
que existe detrás del flujo de apanencias. Por este motivo, la conexión entre
una teoría y sus implicaciones está irremediablemente modulada y concerta-
da por las decisiones contingentes de aquéllos que aplican la teoría (Baines,
1 982b).
Para el PF no existe vacío entre lo general y lo particular No existen li-
mites naturales entre el discurso fenoménico y el teórico ni entre las afirma-
ciones de hecho y las afirmaciones teóricas. Todo discurso tiene algo de ca—
rácter teórico y práctico. Esto significa que cualquier evaluación de la validez
de una afirmación o incluso de la propia aplicabilidad de un concepto, cuando
se refiere a una situación específica, debe tener en cuenta cómo fluyen las
inferencias entre lo general y lo particular y viceversa.

La aplicación de las teorías científicas en casos particulares (tal como


demuestran los estudios sociológicos) no puede ser comprendida sólo por
referencia a la lógica científica, dado que se implican decisiones contingentes
de aquéllos que aplican la teoría y, que a su vez, estas decisiones poseen un
carácter social en la unión entre teoría y su aplicación a casos concretos por
acuerdos más amplios que desembocan en la extensión del conocimiento.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 215

Frente a la descripción normativa de los filósofos (centrada en los aspectos


lógicos y formales del proceso de aplicación de las teorías científicas), las
orientaciones sociológicas son predominantemente naturalistas (se centran
en las características de las inferencias reales antes que en sus supuestos mé-
ritos metodológicos). Además, los estudios sociológicos no buscan la mejor
forma de cruzar el vacío entre lo general y lo particular, tan sólo se preguntan
por las formas disponibles y por las que se emplean a tal fin, convirtiéndose,
en última instancia, en descripciones de ese vacío.

En el caso concreto del PF, en primer lugar, ningún experimento puede


ser considerado como un sistema cerrado. En segundo lugar, un sistema ex-
perimental es difícilmente clausurable. Finalmente, la falta de una clausuro
real en los sistemas experimentales no excluye su uso por los científicos en la
legitimación de sus opiniones. Esto significa que las opiniones y legitimacio-
nes, incluso expresadas en el lenguaje de la implicación lógica, tienen que
tratarse corno decisiones contingentes de un grupo específico de científicos.
Con estos planteamientos, el PF apunta a que la cognición de los grupos de
científicos, al igual que la de la gente corriente, es predominantemente aso-
ciativa o inductiva. Por este motivo, para Barnes,
aparentemente lo deductivo se mueve de lo general a la particular, pero lo in-
ductivo se mueve realmente de lo particular a lo particular y como inFerencias in-
ductivas, su naturaleza precisa está condicionada por las características contingen-
tes de la situación donde ocurre. Las propensiones de las científicos por la inFe-
rencia inductiva o asociativa no son por sí mismas lo bastante fuertes para fijar sino
un único camino a lo largo del cual la inFerencia real debe proceder’ (1 982c:
101).

El fundamento para afirmar que las inferencias de lo general a lo parti-


cular tienen un carácter inductivo arranca del hecho de que existen dificulta-
des en la aplicación de una teoría porque sus términos teóricos constitutivos
no pueden conectarse con la realidad sin tener problemas con las caracterís-
ticas particulares de la situación concreta. Para Barnes, la única forma de evi-
tar este espinoso problema es intentar establecer una relación directa entre la
situación de aplicación concreta y otras situaciones específicas a las cuales la
teoría ya ha sido aplicada. Esto supone tratar a la teoría no como un sistema
formal de símbolos, sino como algo que incluye sus propias aplicaciones ini-
ciales, tratando el conocimiento como un cuerpo continuo de práctica. En úl-
tima instancia, esto implica volver a los desarrollos de la cognición ostensiva y
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 216

finitista de Baines (problema de contingencia, consenso, etc.) expuestos an-


teriormente.
Por tanto, la literatura sociológica (y el PF en concreto) intenta mostrar
que la aplicación de teorías científicas es un logro contingente de los grupos
de científicos. También pretende sostener que las inferencias implicadas en la
aplicación no son nunca genuinamente deductivas sino, en todo caso, asocia-
tivas o inductivas y, por tanto, canalizadas por decisiones y juicios contingen-
tes. Por último, intenta comprender y explicar en términos generales aquellos
aspectos de la conducta humana que denominamos aplicación de teortas
científicas (análisis de los métodos empleados en la construcción de aplica-
ciones -procedimientos y sistemas concretos que emplean los científicos para
manufacturar el conocimiento-, relación sistemática de los juicios y decisio-
nes específicas para aplicar y extender las teorías de acuerdo con las metas,
objetivos e intereses presentes en cada situacion.
En este sentido, la ciencia normal debe ser analizada como la práctica
habitual del grupo científico. Esto representa el seguimiento o extensión de la
costumbre (evidentemente, éste no es un tema de inferencia deductiva). La
extensión de la costumbre es el logro del entrenamiento y de la socialización
de los agentes, de su naturaleza, de su contexto y de los objetivos e intereses
que la sostienen.

Por último, el lenguaje de la implicación lógica de las teorías científicas


está doblemente equivocado: representa mal la base de nuestra confianza en
el consejo científico y representa mal la posible base de tal confianza. La con-
fianza en el experto es la confianza en una institución reconocida y en el por-
tador de sus prácticas. El lenguaje de la implicación lógica simplemente sim-
boliza la confianza en la expertez al costo de obscurecer lo que esto implica.
Cuando los recmsos culturales de la ciencia se desarrollan y articulan en con-
textos diferentes, el contraste clave está entre los fines e intereses distintos a
los que se sirve, no entre las técnicas del desarrollo y de la articulación del
conocimiento. El contraste entre la lógica reveladora de una teoría científica y
las articulaciones alternativas a ella es espuria,
para empezar a resolver el problema de cómo un cuerpo de conocimiento se usa
y se articula, bien en general o en relación con casos especíFicos de importancia
práctica, debemos descartar el mito de que el conocimiento tiene implicaciones
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 217

lógicas directas e inherentes y, por eíío, es necesario recurrir a un estudio empírico


detallado” (Barnes, 1 989c: 107).

Las probabilidades de las generalizaciones se asumieron inicialmente


como dadas, transmitidas a los nuevos miembros de una comunidad sobre la
base de la autoridad. Pero el reconocimiento directo y la investigación conti-
nua de un entorno particular tendrán seguramente algo que ver con la pro-
babilidad que se atribuya a una generalización; de aquí surge el problema de
cómo se relacionan las probabilidades aportadas por los ancestros con la in-
formación suministrada por el mundo.

Los procesos de inferencia a los que se refiere Barnes son universal-


mente de tipo asociativo o inductivo. La gente deriva o legítima sus expectati-
vas de asociaciones futuras por referencia a la fuerza de esas asociaciones en
el pasado: cuanto más fuertemente se considera que estuvieron asociados los
particulares en el pasado, más se espera encontrarios asociados en el futui-o.
Este rasgo inductivo o asociativo de la cognición es evidente en muchos nive-
les95. Las tendencias asociativas generales subyacen a un aprendizaje no-
verbal, simple, inconsciente, en el que estamos continua y automáticamente
involucrados en tanto cíue organismos que se mueven a través de un entorno
físico. De igual forma, existe evidencia experimental sobre propensiones in-
ductivas básicas operativas en situaciones conscientes, pero primariamente
no verbales, de solución de problemas. Por lo que atañe a la cultura verbal, se
ha afirmado a menudo que los mensajes sólo pueden transmitir inforinacion
si los términos que los componen retienen parte de las asociaciones adquiri-
das en su uso previo; hay implícito un supuesto inductivo en cómo se desco-
difican esos mensajes. Dicho de modo más general, siempre que se emite un
discurso verbal se presume un enunciado inductivo. Las afirmaciones contra-
inductivas son ininteligibles en sí mismas.
Todo esto hace que en opinión de Barnes sea
diFícil sostener que las propensiones inductivas básicas se aprenden, o que su
carácter es convencional u opcional. La inducción es una propensión que posee-
mas antes del aprendizaje, y que es necesaria para aprender. Incluso los tipos de
aprendizaje más intensamente socializados dependen de las propensiones inducti-

25 Bornes ya abogaba por la inducción desde sus primeros trabajos, “la existencia universal de la inducción
tiene mayor importancia que lo falto de su justificación deductiva. Eso existencia universal parece totalmente
plausible como proceso natural en el desarrollo de las creencias. Todos los humanos inducen, por lo cual,
la inducción es constitutivo del pensamiento humano en todos los niveles’ (Bornes, 1 974: 9).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 218

vas previas, que estructuran la Forma de las operaciones mediante las cuales se
descodiFican los mensajes verbales y se extrae su inFormación. No debería acobar-
darnos reconocer que operamos cognitivamente como máquinas inductivas de
aprendizaje. Esta grosera descripción acentúa que las propensiones inductivas bási-
cas son inherentes a nuestras características como organismos. Son la Forma de
nuestro aparato cognitivo, no convenciones aprendidas por el aparato. Somos
congenitamente inductivas” (1 981a: 390)26
Así pues, ¿cómo se relacionan nuestras propensiones inductivas con las
probabilidades dadas a nuestras generalizaciones aceptadas? Es plausible,
pero igualmente errado, oponer ambos factores y considerar a la inducción a
partir de la experiencia como una amenaza constante para las probabilidades
recibidas previamente de la autoridad. Al igual que no existe en la aplicación
de conceptos ningún conflicto inherente entre la naturaleza externa y la cultu-
ra, tampoco lo hay respecto a la probabilidad de las generalizaciones entre
nuestra naturaleza interna y nuestra cultura. De hecho, en ambos casos el ar-
gumento es el mismo: nuestra forma de aplicar los términos y el grado en que
aceptamos una generalización son dos caras de la misma moneda.

Es cierto que cuando aceptamos que algo confirma o no una generali-


zación tendemos a modificar consecuentemente su probabilidad. Pero, al
igual que clasificar algo como esto o aquello es, en último extremo, un juicio
contingente, también lo es, en consecuencia, considerar que algo confirma
una generalización particular Igual que la aplicación de un término implica
considerar todos los términos de una red, la confirmación de una generaliza-
ción implica también, en consecuencia, considerar todas las generalizaciones
y sus probabilidades asociadas. Así, con sólo recordarnos el carácter abierto
de la aplicación de conceptos, podemos ver inmediatamente que un sistema
dado de generalizaciones y de probabilidades previas nunca puede eviden-
ciarse corno incompatible con la experiencia de manera aproblemática. En

26 Esta vigorosa apuesta del PF por el indurfivismo que llevo, incluso, a conformar o la vida social como
un sistema de inducción auto-referente <boctstrcrpped Induction) <Bornes, 1 983a) que produce conocimiento
autareferente o, lo que es lo mismo, el habla no puede hacer otra coso que referirse a si mismo ha sido
criticada por Layder (1984). Poro éste, Bornes troto a los seres humanos como máquinas de aprendiza¡e
inductivo dando una imagen muy mecánica y reduccionista de lo conducto humana, obviando lo dimen-
984c) replico aduciendo que el problema de la referencio de los conceptos es
sión social de estos. Bornes (1
importante para lo sociología, justamente, para percibir a la gente creando signiflcados activamente y no
determinando por adelantado la aplicación de las conceptos y, por tonto, de las conductas. De esto mane-
ro, lo gente tiene y dispone de voluntad propia. Por otro lodo, el desarrollo de los planteamientos de Bornes
(1 989o) le conduce o caracterizar o la sociedad coma una “distribución persistente de conocimiento”, y
dado que lo que constituye la sociedad es el conocimiento, éste conformo un sistema auto-referente. Una
aproximación cercana a ésto se puede encontrar en Lamo de Espinosa (1990).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 219

este sentido, las distintas generalizaciones y/o sus distintas probabilidades


asociadas vigentes en diferentes culturas poseen el mismo estatus cognitivo.

3.5.5.- Instrumentalismo

Estos principios subyacentes o no-explícitos de la Teoría Social del Co-


nocimiento Científico le confieren, de una manera más general, la característi-
ca de ser una aproximación instrumentalista al estudio del conocimiento. Este
corolario heredado de Hesse (1974) hace, según Barnes, que la
“analogía general entre un amplio conjunto de conceptos y Formas de conocimien-
to, incluidos el sentido común empírico y la teoría cientíFica esotérica. Esto implica
que es posible derivar conclusiones de gran signiFicación general a partir del estu-
dio de conceptos fácilmente inteligibles, cotidianos y concretos, pues la abolición
de la antinomia hecho/teoría conFiere una importancia mucho mayor al estudio de
ejemplos simples de aprendizaje y de empleo de conceptos” (1981 a: 304)~

Todas estas cuestiones apuntan a que el PF, tal corno fue concebido en
sus inicios, pase de realizar un análisis sociológico y convencionalista del cono-
cimiento y la clasificación a uno plenamente instrumentalista. Tal instrwnentalis-
mo es definido por Banes (1981 a) de acuerdo con las siguientes características:

la) las metas e intereses aludidos son los mantenidos en el dominio


público y explican los cambios de un fenómeno público. No puede
haber un lenguaje privado; la comunicación requiere en toda cultin-a
rutinas compartidas que tienen sentido sólo en tanto que lo son. Los
cambios en el uso lingiiistico, y los cambios asociados en el cono-
cimiento, son decisiones colectivas que deben relacionarse con me-
tas e intereses colectivos. Incluso las metas y los intereses predictivos
y técnicos varían de un contexto a otro y son mantenidos socialrnen-
te. En tanto una meta predictiva particular est¡ucture la evaluación
del conocimiento, su misma particularidad debe comprenderse en
relación con su contexto social, incluido el conocimiento que posee
y todo el sistema asociado de metas e intereses.

Y) Al decir que las metas o los intereses concretos y contextuales rea-


limentan y estructuran la evaluación del conocimiento, el énfasis re-
cae en los términos específico y contextualizado. No tiene sentido
hablar, como hace Habermas (1968), de evaluación en términos de
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 221

tendencia a hacer de las operaciones cognitivas habituales y rutinarias la base


inicial de la descodificación de los mensajes. Sin esa tendencia hacia la indo-
lencia cognitiva, los innumerables tratamientos alternativos de simili-
tud/diferencia serían igualmente plausibles (Barnes, 198 la).
En el caso ideal de una cultura completamente estable, las rutinas lin-
gtiMsticas perduran gracias a alguna combinación de intereses u objetivos con-
cretos y de difusos intereses creados. Los cambios en ese conjunto de rutinas
surgen, análogamente, de los cambios en los intereses asociados o de la habi-
lidad de alguna subsección de la comunidad para promover sus intereses a
expensas de otros. En general, la dinámica de las instituciones debe com-
prenderse en relación a los intereses y esto es cierto tanto de las rutinas lin-
gilisticas como de las actividades rutinarias. Con el tiempo, las tensiones y las
probabilidades de una red de I-lesse se modifican para satisfacer mejor los
intereses compartidos. El proceso por el cual se evalúa, modifica y re-evalua
el conocimiento implica una referencia continua a las metas y a los intereses
compartidos. Y los requisitos técnicos y predictivos, específicos y socialmente
situados, están entre esas metas: no es que los agentes actúen por referencia
o por consideraciones de adecuación técnica y empírica a las metas y a los
intereses; antes bien, su sentido de qué es técnica y empíricamente adecuado
sólo es inteligible en términos de sus metas e intereses contingentes.
CAPÍTULO 42

Los Resultados Empíricos de


el Programa Fuede

4.1.- Introducción

Baines, en los inicios de la década de los ochenta, se refería a la socio-


logia del conocimiento científico y anunciaba que
‘ahora que este campo está Firmemente establecido de nuevo, los principales de-
sarrollos en la sociología del conocimiento surgirán de sus proyectas empíricos y
de investigaciones comparables en campos tan diversos, pera estrechamente rela-
cionados, como la antropología cultural y la historia de la ciencia” (1981 a:
304v
Como es natural, todo programa de investigación aspira a conseguir
unos resultados empíricos que avalen su importancia dentro de la disciplina
en la que se desenvuelve. El PF no podía ser menos. El trabajo editado por
Barnes y Shapin (1979) es el emblema investigador inicial desarrollado por
diversos autores al amparo del PR Sin embargo, El estudio de caso que se ha
convertido en verdadera piedra de toque del PF es la consolidación de una
sociología de las matemáticas. Esta empresa fue emprendida por Bloor en
paralelo con la enunciación del PF y asumida como el caso más difícil posible
para la SCC. Los resultados son inciertos, aunque considerando la solidez del
lema de estudio, hay que mantener un cierto optimismo. En este capítulo se
perfila la sociología de las matemáticas perseguida por Bloor.

Por otro lado, el fruto inicial de la aplicación de la metodología de tos


estudios de caso históricos (Banes y Shapin, 1979) se convirtió en todo un
hito en la SCC. Sin embargo, su desarrollo y perfeccionamiento dieron como
resultado los trabajos de Pickering (1984a) y de Shapin y Schaffer (1985), am-
bas obras consideradas como paradigma de la sociología histórica del cono-
cimiento científico (o, como a Shapin le gusta llamar, historia sociológica del
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 223

conocimiento científico) cuyas bases teóricas y empíricas son tomadas en


consideración para analizar, posteriormente, los trabajos de Shapin y Barnes.
Estas investigaciones son revisadas en estas páginas y, se hace un especial
hincapié en la trayectoria investigadora de Steven Shapin que, aunque es una
figura muy desconocida fuera del entorno de la SCC, es una persona funda-
mental para comprender la vertiente más práctica e investigadora de la escue-
la de Edimburgo, de hecho, es el tercer precursor teórico del PR

4-2.- La Sociología de las Matemáticas: El Caso más Dificil Pos¡-


Me

El conocimiento matemático representa, posiblemente, el caso más


difícil con el que se ha de enfrentar la sociología. ¿Qué puede decir el sociólo-
go del conocimiento de 2+2=4? (Barnes, Bloor y Henry, 1992; Bloor, 1994)
parece ser la pregunta más emblemática de esta empresa. Para el PF, “el de-
safio es ver si una aproximación naturalista (combinando psicología y socio-
logía) puede hacer justicia al rol jugado por 2+2=4 como un teorema esta-
blecido de la aritmética” (Barnes, Bloor y Henry, 1992: 255)1 . De una manera
esquemática, se podrían emprender dos tipos de sociología interesadas en el
análisis de las matemáticas.
a) Por un lado, una sociología de las matemáticas entendida como el
estudio de los sistemas de reclutamiento y del establecimiento de los
modelos de carreras personales y/o académicas (junto con otras
cuestiones afines). Es decir, ¿cómo una persona llega a entrar en el
ámbito de la lógica y de las matemáticas? O lo que es lo mismo
¿cómo llega a convertirse en matemático?

b) Por otro lado, una sociología de las matemáticas más interesada en


cuestiones tales como, ¿puede entrar en contacto la sociología con el
conocimiento matemático? ¿Se puede explicar sociológicamente la
necesidad lógica de un paso en el razonamniento matemático?
¿Porqué una prueba es en realidad una prueba? En fin, ¿qué ocurre
en los procesos matemáticos y lógicos?

1 Bloar (1 973o y 1976) consideró, desde sus inicios, al PF como un programa de investigación empírica
cuyos resultados ayudarían o desbancar a la filosofía del estudio del conocimiento natural y matemático.
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 224

Considerando ambos enfoques, el primero de ellos se correspondería


con un razonamiento sociológico estéril, pues taxi sólo abarcaría elementos
circundantes de la disciplina matemática. Su objeto de análisis serian los pro-
cesos de selección y de educación, las influencias que favorecen o inhiben el
acceso a la tarea matemática, etc. Por contra, renunciaría o debería callar so-
bre lo que acontece en las matemáticas como un tipo de conocimiento más
dentro de la sociedad. Peor todavía que esto sería asumir el papel de proce-
dimiento explicativo de último recurso (tal como pretendían Lakatos, 1971 y
Laudan, 1977) convirtiendo a la sociología en simple sociología del error. Sin
embargo, desde el primer momento, cualquiera de estas perspectivas es re-
batida por el PF,
‘si un matemático comete un error o tienen alguna Forma característica de incompe-
tencia, entonces, de nuevo, el sociólogo tiene que realizar un trabajo explicativo.
La causa del error, quizá, puede estar localizada en un defecto del adiestramiento
o en a propia educación del matemática. Esto es perFectamente compatible con
el doble carácter de la explicación que se sugiere en la teoría <crealista» de las ma-
temáticas. Cometer un error es desviarse del camino correcto y estrecha de la ló-
gica. Así, se mantiene la idea de que el tema del sociólogo está en los Factores
externos a las propias matemáticas” (Bloar, 1 973a: 5-6).

Es, pues, evidente que el tipo de sociología de las matemáticas desa-


rrollada por el PF tiene mucho más que ver con la segunda perspectiva2. Se-
gún la concepción del PF, las matemáticas son un cuerpo de técnicas, creen-
cias y hábitos de pensamiento que deben aprenderse. Su raíz se sitúa en la
experiencia práctica con objetos y procesos materiales de compleja opera-
ción, por lo que se tienden a sustituir por representaciones simbólicas, cuyos
“significados se crean mediante negociaciones” (Blooi; 1976: 130).
Tradicionalmente, se ha considerado que el conocimiento matemático
encarnaba las verdades supremas de la naturaleza. Su carácter absolutamente
convincente es parte de su fenomenología. Las matemáticas y la lógica han

2 Junto con los trabajos anteriormente citados de Bloar, habría que añadir, entre otros, su trabajo de 1 978
para un tratamiento antropológico de lo obra de Lalcatos (1 976) -como se verá más adelante-, el trabajo
de Bornes y Law (1976) que emplean también un estudio matemático poro demostrar la aplicabilidad de
ciertas ideos etnometodológicos en lo sociología del conocimiento ye1 trabaja de Mackenzie (198] b) don-
de estudio el desarrollo de las matemáticas estadísticas en Gran Bretaña durante el siglo XIX y principios del
)0<. Fuera del PF habría que señalar o Pinch (1977) quien examina el rol de las matemáticas en la clausuro
de los debates sobre física, al analizar lo manera en la que uno pruebo (defectuoso) realizada par Von
Neumonn fue utilizada para suprimir ciertas interpretaciones de lo teoría cuántica durante los años 30 y,
por último, el trabajo de Richords (1988) sobre la introducción de las matemáticas no-euclideanas en lo
Inglaterra del XIX.
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 225

sido y son todavía percibidas como una esfera de verdad en sí misma. Esto es,
son consideradas como un cuerpo de verdades que existen independiente-
mente de que creamos o no en ellas, las conozcamos o no. Desde esta pers-
pectiva, incluso si no hubiese seres humanos, las verdades matemáticas exis-
tirían per se. Las inferencias lógicas y/o matemáticas, aunque permaneciesen
sin ser expuestas, serían verdaderas en sí mismas. Ver las matemáticas desde
esta perspectiva es pensar en ellas como análogas al mundo de los objetos
materiales. Las verdades matemáticas son como objetos físicos en tanto que
existen en contra del sujeto cognoscitivo que se ubica (en el pensamiento)
entre y a través de ellas.

Desde esta perspectiva, el matemático descubre las verdades matemá-


ticas como si trazase un camino a través de un ámbito preexistente (no son
inventadas, son desveladas). Esta teoría es denominada como platonismo o,
también, realismo (término éste más empleado). El realismo gira entorno a la
noción de las matemáticas como verdaderas en sí mismas. Pensar las verda-
des matemáticas como poseedoras de una existencia independiente es pen-
sar en ellas como un territorio estructurado y limitado, como un interior y un
exterior. Esto sugiere que el conocimiento del matemático reside en la obten-
ción del acceso a ese ámbito, pasar del exterior al interior (Blooi, 1973a). Esta
perspectiva supone que
‘el estudio de la creencia o del conocimiento matemático tendrá que tener dos
partes. Una parte tratará de la obtención oFicial del acceso al ámbito de la verdad
como tal. La otra parte tratará de todos los movimientos y actividades subsecuen-
tes dentro de las matemáticas a de las actos consecutivos al contacto iniciaL
(Bloar, 1 973a: 4-5).

Esta visión de las matemática es rechazada por Bloor y, por este motivo,
sus análisis apuntan hacia otras fuentes para un análisis naturalista de las ma-
temáticas. Bloor (1976) se aproxima, iicialmente, a la concepción psicologis-
ta de las matemáticas y de la lógica realizada por Mill (1848). Este autor se
sentía especialmente interesado en el aprendizaje de las matemáticas y las
veía como un cuerpo de destrezas, creencias y de procesos de pensamiento
en los cuales todos los individuos debían estar iniciados. Mill trataba las ma-
temáticas como un conjunto de creencias sobre el mundo que surgen de la
experiencia de dicho mundo. Como contraposición a esta postma, Bloor
examina los análisis posteriores de Frege (1959).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 226

Frege respondió a Mill con la necesidad de concebir ideas sobre el co-


nocimiento matemático con un aura de objetividad para reducir los infinitos
modos posibles de abstraer la realidad y de esta manera establecer un princi-
pio de autoridad efectiva sobre su uso. Con la exposición de ambas posicio-
nes, Bloor intentará mostrar una tercera vía para superar el psicologismo de
Mill y el logicismo de Frege a través de una aproximación empíricamente ade-
cuada a la naturaleza del conocimiento matemático y del pensamiento lógico.
Este hecho sólo se conseguirá a Úavés de la sustitución de las ideas transcen-
dentales por causas sociales para restringir la interpretabilidad de lo real, tanto
en el conocimiento científico como en el conocimiento matemático (lo que
Bloor, 1984b, enuncia como una teoría sociológica de la objetividad, como
institución social que, paradójicamente, tiene mucho que ver con el trabajo de
Frege).

Sin embargo, este paso no resulta sencillo. Las críticas sobre este pro-
yecto han sido continuas. En términos generales, siempre se ha distinguido
entre distingue entre necesidad matemática y supuestos matemáticos, esto es,
criterios locales y universales de validez y/o de prueba. Esto significa dar por
hecho que la evolución matemática ha aumentado constantemente su siste-
matización, coherencia, alcance y rigor (Freudenthal, 1979). Esta interpreta-
ción aparta considerablemente a las matemáticas de posibles explicaciones
sociológicas. El PF (y, en su defecto, Bloor) deberán probar, para contrarrestar
estos argumentos, que dichos valores no son compartidos en todos los lugares
en los que se practica la disciplina matemática. Esto es, será necesaria la con-
firmación de la existencia de las denominadas matemáticas alternativas3.
La primera cuestión a considerar en la proposición de unas rnatemáti-
cas alternativas es, obviamente, la de un cierto relativismo cognitivo. Esto se

Al respecto ver los discusiones Triplett (1986) y Jennings (1 988a). Triplett plantea la discusión en términos
de uno confusión de Bloar sobre lo que son los matemáticas. Triplett diferencia entre la operación 2+2=4
es un elemento universal de las matemáticos. Sin embargo, su interpretación represento otro nivel, confor-
mando una especie ‘de meta-malemáfica o flosofio de los matemáticas. En sumo, Triplett no cree en la
interpretación relativista de los matemáticas que hace Bloar y le conmino a mostrar pruebas de matemáti-
cas alternativas como tales, no de Blosofios alternativos de la matemático. Por su porte, Jennings intento
aclarar loquees un error comun entre los crfticos de lo SGG, o saber, el error de suponer que uno descrip-
sión sociológica de la creencia es un ataque sobre eso creencia. En segundo lugar, Jennings muestra los
ejemplos de matemáticas alternativas presentadas por Bloar (1 976) aduciendo que la confusión de Triplett
es en si una cuestión de convención, es decir, la distinción que éste hace entre matemáticos y meto-
matemáticos es un asunto de convención sujeto a escrutinio sociológico. Poro uno aproximación específico
al estudio de las ideas matemáticas sostenidos por personas sin uno cultura escrito ver Ascher y Ascher
(1986).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA rUERTE 227

debe a que las variaciones en el pensamiento matemático vienen marcadas


por diversas causas (entre ellas, las sociales). Pueden serlo por la modifica-
ción del estilo cognitivo amplio de las matemáticas, por la transformación en
el marco de las asociaciones, relaciones, usos, analogías e implicaciones me-
tafísicas atribuidas a las matemáticas, también por los cambios en los signifi-
cados sujetos a las manipulaciones y computaciones simbólicas o por la alte-
ración del rigor y del tipo de razonamiento que se mantiene para probar una
conclusión, por la variación en el contenido y en el uso de las operaciones
básicas de pensamiento que se mantienen como verdades lógicas auto-
evidentes, etc. (Bloor, 1976).

Ahora bien, el tránsito de unas matemáticas a otras alternativas tiene


mucho que ver con el cambio de estilo de pensamiento (Fleck, 1979 y Bloor,
1986b). Sin embargo, esto no se acepta de manera generalizada. Freudenthal
(1979) acepta, por ejemplo, la discontinuidad en lo que una prueba puede
significar, pero no las variaciones en su naturaleza lógica como prueba4. Co-
mo contrapartida, Bloor (1976) expone diversos ejemplos históricos y etno-
gráficos para comprender el tránsito entre los distintos modelos de matemáti-
cas5. Su objetivo es demostrar que las diferencias de estilo, de significado, de
asociación y los estándares de autoridad entre las matemáticas occidentales y
las otras matemáticas responden a causas eminentemente sociales. Las ma-
temáticas se encuentran y se conectan con la experiencia, con una experien-
cia que se selecciona de acuerdo con diversos principios y dotada con signifi-

Gellatly (1980) replica o Freudenthal argumentando que construye mallo perspectiva de Bloar sobre la
necesidad lógica, que en el fondo es uno especie de obligación moral. En contra de ello, Freudenthal
(1 979) construye su propio argumento bosándose, precisamente, en una distinción difícilmente sostenible
entre la necesidad matemática y las consideraciones meto-matemáticas. Gellatly apelo a la antropología
comparada poro ofrecer elemplas confirmatorios de las matemáticas alternativas. La investigación antropo-
lógico demuestra que las diferentes culturas pueden pensar o no, de uno manera consistente con lo lógica
formal (esto es, con lo lógico occidental). Sin embargo, cuando los resultados no se ajustan a los esperados,
esto no significa que exista uno incapacidad en razonar, sino que existen diferencias entre culturas y creen-
das establecidos. Gellatly defiende que lo necesidad lógica de un paso en el razonamiento no es igual a la
validez exigido en el lenguaje del formalismo lógico occidental. Sin embargo, este autor de¡a sin explicar
qué considera como demostración adecuada de validez en el formalismo lógico a en qué consiste la dife-
rancia que traza entre Icís rutinas de razonamiento informal y el razonamiento lógico-formal. No obstante,
es necesario tener en cuenta que la validez de este último depende, entre otras, de rutinas de razonamiento
informales, de la cultura y de las creencias establecidas. Y todas estas cuestiones sí tienen relevanoa socio-
lógica.
Por ejemplo, lo consideración de que el número no puede ser una propiedad de los objetos del mundo
material debido o que la forma en la cual enumeramos los objetas depende de nuestras consideraciones
sobre su naturaleza. Esto es, el número forma parte de una visión del mundo concreto en cada caso. Un
estudio magnífico sobre los números negativos yel cero respecto del imaginario colectivo en Chino y Grecia
se aborda en Uzcano (1993).
Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 228

cados y usos vanos. Además, una parte de esa experiencia se utiliza como
modelo para fijar el campo concreto de problemas. En este caso, el alcance
analógico y metafórico de los modelos tiene una importancia evidente. Por
este motivo, esta aproximación naturalista al estudio de las matemáticas
apunta la existencia de discontinuidades y de variaciones dentro del conoci-
miento matemático, de igual manera que existen discontinuidades entre lo
que se define como matemáticas y lo que no lo es.
Sin embargo, en el argumento de Bloor sobre las matemáticas alterna-
tivas parece producirse una cierta paradoja entorno a la cuestión de su relati-
vidad. Si por una parte el objetivo es demostrar la existencia de matemáticas y
de formas de razonamiento alternativas, estas creencias están institucionali-
zadas en cada cultura y, como tal, su función es operar como predisposiciones
orientadoras de la acción social, debiendo garantizar la supervivencia del gru-
po practicante. Este hecho hace que tales matemáticas no puedan ser arbitra-
rias. Esta paradoja de ningún modo resulta negativa o alumbradora de postu-
ras escepticas, todo lo contrario. Por un lado pone de manifiesto la institucio-
nalización de las creencias en cualquier tipo de sociedad (y como tales cre-
encias institucionalizadas resultan susceptibles de ser analizadas por la socio-
logía del conocimiento). Por otro, demuestra que el relativismo propugnado
por el PF no es más que una herramienta metodológica que aspira a poner
entre paréntesis las asunciones tradicionales sobre el carácter transcendental
del conocimiento natural y matemático.

En cualquier caso, Bloor trata de analizar cuál es la naturaleza del co-


nocimiento matemático. Sus observaciones le llevan a plantear que el carác-
ter convincente de nuestro razonamiento (lógico) es una forma de compul-
sión (obligación) social. Las convenciones, las normas o las instituciones so-
ciales (en este caso, las matemáticas reúnen todas las características anterio-
res) nos obligan y lo hacen gracias a la internalización del sentido de lo correc-
to y lo erróneo. Al igual que los hombres discuten sobre cuestiones de deberes
y de leyes, también discuten sobre cuestiones de obligaciones lógicas. De la
misma manera que nuestras obligaciones y nuestros roles entran en conflicto,
también lo hacen nuestras intuiciones lógicas. La explicación y resolución de
estos conflictos necesita, a juicio de Bloor, una respuesta contundente que
puede ser proporcionada por la perspectiva sociológica que él mismo trata de
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 229

desarrollar. Aquí entra de lleno en uno de los puntos más conflictivos para el
desarrollo del tipo de sociología de la matemáticas que propugna Bloor. Se
trata de la renuncia mannheimiana al estudio del conocimiento natural y ma-
temático y su superación gracias a Wittgenstein6.
Marinheim (1929) mantenía una postura realista con respecto al análisis
de las matemáticas por parte de la sociología del conocimiento. Sin embargo,
la aproximación de Wittgenstein (1967) intentará rechazar ese realismo. La
producción de una secuencia numérica tal como 2, 4, 6, 8, ... y su continua-
ción sirvió a Wittgenstein como ejemplo representativo de una inferencia ló-
gico-matemática y, a partir, de su análisis captar todas las características de
dicho proceso. Dicha secuencia estaría dirigida por una regla, con un principio
y un fin en su producción constreñidora y creativa. Wittgenstein planteó un
desafio al realismo matemático para que intentase dar cuenta de ese caso. Su
fracaso dificultaría la continuación de esta aproximación en el estudio de las
matemáticas. Por contra, si otro enfoque fuese capaz de dar respuesta a ese
ejemplo, entonces se podría hablar de una alternativa sólida. En opinión de
Bloor,
“superFicialmente, la teoría realista se adapta limpiamente a algunos de los hechos
que circundan eí problema de la secuencia numérica. S~ a uno le piden que conti-
núe la secuencia 9, 4, 6, 8, . -. de la misma manera, añadiendo das unidades ca-
da vez, la sensación de que sólo hay una Forma correcta de continuar se impone
por sí sola. Toda variación supondría una incapacidad para seguir de la mLsmd ma-
nera, un Fallo en la aplicación de la regla de la secuencia tal como se pretendía.
Para el realismo, la continuación correcta de la secuencia, la verdadera encarnación
de la regla y del modo esperado de aplicación existen ya. Obedecer la regla es
actualizar lo que ya está vagamente ahí, como dice Wittgenstein, existiendo
«anticipadamente»” (197 3a: 9).

Wittgenstein sostenía que la concepción realista del seguimiento de la


regla fracasaba al no proveer las respuestas necesarias a los problemas que se
originaban en toda la secuencia. ¿Cómo podemos establecer los mismos pa-
sos una y otra vez? ¿Qué es lo que establece lo mismo de lo mismo? ¿Qué ga-
rantiza el carácter idéntico de los pasos en diferentes momentos de las apli-
caciones de las reglas? Wittgenstein creía que no podian darse las garantías
6 Según Wrigley (1977), Wittgenstein es un finitista estricto que planteaba que la única formo de prueba
válida y comprehensible en matemáticas tomaba la formo de manipulaciones intuitivamente claras de
objetos concretos, a la vez que considero su filosofía de los matemáticas como constructivisto sdrema, pues,
paro Witigenstein, las únicos matemáticas válidas son aquéllos que emplean métodos de prueba construc-
tivos.
Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 230

exigidas por la explicación realista, pues esta posición asumía la existencia de


algunos arquetipos lógicos o aritméticos que se correspondían con la conti-
nuación correcta de la secuencia numérica.

Sin embargo, estos arquetipos no son de fácil uso para los hombres (a
menos que estos accedan a tal esfera). Si pudiéramos entrar en contacto con
esos arquetipos, ¿guiarían nuestras conductas? ¿Conoceríamos los pasos de la
secuencia por adelantado? Según Wittgenstein, el problema original se repeti-
ría a sí mismo. ¿Cómo el actor humano, siguiendo el arquetipo supuesto, sa-
bría cuál es realmente la encarnación correcta de la regla que sigue? Para sa-
ber si el arquetipo es correcto se requiere exactamente el conocimiento de lo
que era considerado problemático en primer lugar; es decir, el conocimiento
de cómo se sigue la regla. Todo este laberinto conduce a reafirmar que ci
problema del realismo no se encuentra en la naturaleza enigmática de su on-
tología, sino en el carácter circular de su epistemología. Presupone, precisa-
mente, lo que trata de explican Sin embargo, afirma Bloor que,
“a pesar de su obvia potencia, este argumento no refuta el realismo. El análisis del
argumento revela que Wittgenstein asume que los supuestos teleológicos u orien-
tados-a-Fines no encajan en el realismo. Asume que el único tipo de contacto en-
tre el arquetipo y los actores es que el actor tiene que seleccionar un arquetipo

para seguirlo o copiarlo. Baja estos supuestos, el argumento Funciona porque el


proceso de selección presupone la propia habilidad en cuestión. Pera si se intro-
ducen los supuestos teleológicos, entonces la circularidad desaparece, pues la
simple existencia del arquetipo provee ahora las condiciones bajo las cuales el se-
guimiento de la regla tiene lugar naturalmente. Dados los supuestos teleológicos,
el seleccionar el arquetipo apelando al conocimiento previo de
actor no tiene que
ese mismo arquetipo, sino que existe un movimiento natural hacia la verdad. El
problema del argumento de Wittgenstein es que sólo se capta la mitad de la
cuestión. Si el realismo puede relutarse, entonces los argumentas deberán ir dirigi-
das contra la unidad conjunta que Forman el realismo y la teleología’ (197 3a:
11).

Ahora bien, debemos considerar la importancia del argumento de


Wittgenstein, aunque no refute en su totalidad al realismo. Con esta argumen-
tación queda puesto de manifiesto que el realismo no puede actuar sólo.
También se deja clara su incompatibilidad con cualquier visión del hombre y
del conocimiento que sea causal (dado el teleologismo de la postura realista).
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 231

En resumidas cuentas, según Bloor, el realismo no resulta falso, sino incom-


patible con su perspectiva profundamente causal7.
Otro de los argumentos empleado por Bloor para demostrar la incapa-
cidad de la teoría realista en el análisis de las matemáticas es el enfrentamien-
to entre pensamiento formal e informal. En el razonamiento cotidiano se pro-
duce una prioridad del segundo sobre el primero debido, en primer lugar, a
que el pensamiento informal puede utilizar el pensamiento formal. Esto es,
puede buscar el fortalecimiento y la justificación de sus conclusiones gracias
al molde deductivo del pensamiento formal. En segundo lugar, el pensamien-
to informal puede pretender criticar, eludir, burlar o circundar los principios
formales8. La aplicación de estos principios formales será siempre un objeto
potencial para la negociación. Este acuerdo es lo que Mill denominaba proa’
so interpretativo o hermenéutico. En concreto, tal acuerdo aborda la relación
que se debe fraguar siempre entre cualquier regla y cualquier caso presenta-
do que esté dentro de esa regla. No existirá una aplicación estricta de la regla
al caso en cuestión, sino una interpretación del caso mediante esa regla. Este
proceso de aplicación de la regla sobre el caso generará un proceso de nego-
ciación sui géneris.
Este argumento contradice, de alguna manera, la idea de que la autori-
dad lógica es una autoridad moral. Asumir reducidamente esta máxima puede
acarrear el peligro de negar los elementos más dinámicos del pensamiento
lógico (por ejemplo, definiciones en competición, presiones opuestas. mode-

De nuevo desembocamos en los terrenos del relativismo, lo adhesión a uno u otro enfoque (esta es,
realismo o Programa Fuerte) exige de un cambio en el estilo de pensamiento. Empero, como se ha demos-
trado previamente, dicho relativismo no conduce a que ambos teorías sean inconmensurables (o al escepti-
cismo sobre lo estudiado). Todo lo contraria, la comunicación es posible, tal como lo atestiguan los diversos
debates y el mantenimiento actual de estas perspectivas y cuestiones.
8 Un interesante trabajo sobre estas cuestiones se encuentra en Lave (1988) quien realiza una investigación

sobre eí manela que hace la gente de las operaciones aritméticas en diversas situaciones y momentos de su
vida cotidiana. Por otro lado, lo líneo de trabajo desarrollado por Livingston (1986) en torno a las matemá-
ticas desde una perspectiva etnometodolágica trata de analizar cuál es lo naturaleza de los obietos mate-
máticos y cuál es la naturaleza de lo compulsión que atañe al razonamiento matemático a través 8e1 estu-
dio del razonamiento matemático in situ, como un logra práctico y situado. Básicamente, Livingston, plan-
tea das cuestiones. La primera es tratar el trabajo matemático como un descubrimiento. Segunda, analizar
los procesos de razonamiento local. Bloar (1 987) critico el trabalo de Lvingston porque, ustomente, no
consigue negar la transcendencia de los resultados matemáticos y porque tampoco consigue arrojar nueva
luz sobre los procesos locales de razonamiento. Por estas razones, para Bloar, “el estudio etnometodológi-
ca de los matemáticas es una empresa poco provechosa y confusa. El mundo de la vida de las matemáti-
cas todavía retiene sus secretos, y su relación con las misteriosas del conocimiento matemático aún esperan
explicación” (1987: 356).
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 232

los contestados de inferencia, casos problemáticos, etcj. La aplicación nego-


ciada de los principios formales de inferencia explica determinados casos de
la variación en la conducta lógica o matemática, demostrando su carácter ne-
gociado. Bloor (1976) ejemplificó estos argumentos con varios casos. El prin-
cipio lógico occidental de que el todo es mayor que la parte (aunque en las
propias matemáticas occidentales el conjunto de los números enteros y el
conjunto de los números pares puestos en relación de uno-a-uno demuestran
que la parte es, al menos, igual al todo). El clásico ejemplo del oráculo del
veneno de la tribu Azarrde (Evans-Pritchard, 1937) para mostrar la clara con-
traposición existente entre la lógica de esta comunidad indígena y la lógica
occidental. Con estas muestras, Bloor pretendía demostrar la inexistencia de
una única lógica (en concreto, la occidental). Aunque sólo seamos capaces de
extraer conclusiones de nuestro razonamiento, pueden existir otras lógicas
distintas a la nuestra9. La aplicación del esquema lógico es simplemente una
forma de estructurar nuestros pensamientos a posteriori y siempre será una
cuestión sujeta a la negociación. Esto supone que la lógica esté circundada
por dos variables sociales. Una, el factor institucional (las instituciones son
asumidas (lomo tales). La otra, el factor socio-psicológico (el grado de elabo-
ración y de desarrollo de las ideas que mantiene a estas instituciones unidas).

La conclusión a la que conducen estas cuestiones es la asunción del


hecho de que las negociaciones crean significados y, por este motivo, los lími-
[es y el contenido de nuestros conceptos están en constante cambio por el
fuerte carácter generativo de la negociación que se produce en los procesos
lógico-formales. De nuevo, es necesario volver a recordar la interpretación
que hacía Bloor (1973a) de Wittgenstein al respecto. La aproximación de
Wittgenstein al estudio de las matemáticas fue definida por Bloor como no
realista. Por un lado, no poseía asunciones teleológicas y, por otro, desplegaba
conceptos característicamente sociológicos. La orientación wittgensteiiana a
las matemáticas supuso la adopción de una definición social antes que lógica
de los fundamentos de las matemáticas. En este sentido, Wittgenstein no es-
taba tan interesado en la construcción de sistemas de axiomas, como en
‘explicar porqué los argumentos matemáticos son convincentes e iluminar el

~ De nuevo, sobre la existencia de lógicas alternativas al hilo de los argumentos de Bloar, ver lo discusión
entre Tripletl (1988) y iennings (1989).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 233

carácter de los pasos lógicos en el razonamiento” (Bloon 1973a: 13). En suma,


el trabajo de Wittgenstein se centró fundamentalmente en la aritmética, pues,
ésta “trae a la mente el contexto en el que los modelos de inferencia son im-
puestos en cada generación como parte del proceso de transición cultural’
(Blooi; 1973a: 16).

Ante una secuencia numérica, Wittgenstein se planteaba dos cuestio-


nes. La primera, ¿qué es lo que determinaba la aplicación de una regla en
cualquier ejemplo dado? Y esto, a su vez, abría una nueva cuestión, ¿qué se
consideraba una aplicación correcta de la regla? La segunda, ¿qué establecía
el hecho de que un número de aplicaciones de una regla fuera consecuente
con las aplicaciones de ella?

En el caso de la primera cuestión, la respuesta podría ser que el signifi-


cado de la fórmula es el que determina su aplicación. Pero la cuestión debe
plantearse de nuevo. ¿Cómo es que lo que significa una fórmula produce su
aplicación? Wittgenstein aplicaba la doctrina de la unidad de significado y de
uso. Lo que una fórmula significa es la manera en que ésta se aplica general-
mente. Es decir, la manera en que la fórmula se aplica determina qué pasos
han de ser tomados. ¿Cuál es el criterio para la forma en que la fórmula se
aplica? Presumiblemente, la forma en que nosotros siempre la utilizamos y la
forma en que nosotros estamos dispuestos a emplearla. Por ejemplo, el pro-
ceso aritmético básico de emplear una fórmula y mostrar la necesidad de
unirla con la práctica social estandarizada implica que los términos cruciales
de la fórmula sean sociales. O dicho de otra manera, dichos téri~inos. ~sonla
forma en que nosotros siempre la usamos o la manera en cómo pensamos
ponerla en práctica. Todo lo cual significa que, desde esta perspectiva, cada
ejemplo del uso de una fórmula es la culminación de un proceso de sociali-
zación (costumbre, práctica social, etc.). Esto aboca a afirmar que la aplica-
ción de una fórmula es un complejo proceso social.
En torno a la segunda cuestión, Wittgenstein partía del hecho de que la
gente está instruida para comportarse de acuerdo con ciertas normas. Cuando
se encuentran con nuevas circunstancias, entonces, continúan utilizando lo
que estos y otros actores asumen como una extensión natural de su instruc-
ción rutinaria. No hay garantía externa de que esta continuación natural sea la
misma o consecuente con la práctica previa, pues esto es lo que cuenta como
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 234

lo mismo para ese grupo concreto de usuarios. En este caso, Wittgenstein


ofrecía una teoría conductual de la consistencia (de las normas). Mientras que
la teoría teleológica (realista) asumía que la conducta estaba orientada natu-
ralmente hacia la verdad, Wittgenstein aceptaba, simplemente, como un he-
cho básico que la conducta se produce naturalmente, sin ninguna asunción
sobre su carácter o dirección. Si no hay estándares externos a los que la prác-
tica de un grupo pueda apelar, puede suponerse que las prácticas sociales
nunca podrán ser juzgadas como incorrectas. Sin embargo, esto no es del to-
do cierto. Las prácticas sociales pueden ser criticadas apelando a otro conjun-
to de prácticas sociales. La posibilidad de crítica reside en la diversidad. Lejos
de suponer que los errores nunca podrían ser percibidos o denunciados, ésta
es una teoría sobre la naturaleza de los estándares empleados en tales casos.
Como puntualizaba Bloor,
“exactamente la misma preocupación se puede formular sobre la posibilidad de
estudiar científicamente las prácticas asumidas y naturales de un grupo. ¿N0 son
demasiado fundamentales para ser estudiadas desde esta perspectiva?” (Bloar,
1 973a: 15).

Cualquier conjunto de procesos asumidos puede ser empleado para


estudiar cualquier otro conjunto de procesos asumidos o no. Ahora bien,
¿qué Factores determinan las prácticas normales de un grupo? Apelar a lo que
ocurre automática o naturalmente podría llevar a pensar que esta teoría Fundamenta
las matemáticas en la biología más que en la sociología. Sin duda, esta explicación
asume un cierto trasfondo de hechos Físicas y psicológicos. Sin la unidad Fisiológi-
ca del ser humano seria imposible la coherencia subyacente de los juicios, de la
que depende la teoría. Pero el repertorio canductual innato del hombre permite
una amplia variación en el nivel cultural. Así pues, la cuestión es si la inferencia
matemática se considera un instinto o una institución. Para Wittgenstein, la innata
sociabilidad humana era condición necesaria pero no suficiente para el uso de lOS
conceptos socialmente estructurados” (Bloar, 1 973a: 16).

En conclusión, las nociones matemáticas se nos presentan como pro-


ductos culturales. Con esta radicalidad Bloor intentaba afrontar su reto, fun-
damentar una sociología del conocimiento matemático que rompiese con las
perspectivas filosóficas tradicionalmente defensoras del status quo episteino-
lógico privilegiado de las matemáticas. El papel creativo de la negociación
incrementa la necesidad de una perspectiva sociológica. Esto desplaza el mito
de que las ideas van por delante en el camino que los pensadores deben se-
guin Además, disipa la creencia en el hecho de que el papel de las ideas en la
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 235

conducta excluye a los factores sociales como causas, como si fueran esferas
en competición. Paradójicamente, fueron dos filósofos, Lakatos y Wittgens-
tein, los que abrieron el camino a Bloor en su innovadora aproximación socio-
lógica a las matemáticas. Hasta ahora se ha mostrado el rechazo de Wittgens-
tein a la visión clásica de las matemáticas, Lakatos también lo hará partiendo
desde el mismo principio, pues ambos
son conscientes del efecto ideado y distorsionado de traducir viviendo en y au-

mentando os conceptos dentro del aparato agotado de la lógica formal, ambos


son maestros del arte de observar alternativas a los pasos en el razonamiento que
observan «convincente» o las conclusiones que observan «nevitables», ambos tie-
nen una imagen «finitista» de la prueba matemática, ambas son profundamente crí-
ticos del «realismo» o «platonismo» tan relevante en la lógica y en las matemáti-
cas. Sin duda, lo que da Fuerza a sus trabajas es el hecho de que ambos son
profundamente sensibles a la dimensión social del conocimiento” (Bloar, 1978:
272).

En el caso de Wittgenstein10 existen dos manifestaciones importantes


de su sociologismo. Por una parte, la utilización de conceptos tales como
adiestramiento e instrucción, costumbre y uso, institución y norma, conven-
ción y consenso, etc. Por otra, la consideración de que tanto la lógica como las
matemáticas obligan al igual que lo hacen las leyes en una sociedad. A partir
de aquí,
“quizá, la conclusión más signiFicativa es que ahora las matemáticas pueden verse
como una Invención más que como un descubrimiento. Hay un sentido en el que
las matemáticas nacen cuando y como se hacen. Para que esta conclusión no suene
paradójica debe recordarse el carácter sociológico de la teoría de Vt/ittgenstein.
Las matemáticas son una institución y las instituciones, aunque productos humanos,
no están sujetas al capricho individual. En cierto sentido, las instituciones existen

10 Los trabajas de \Mttgenstein sobre las matemáticas han sido muy discutidos en lo relativo a su impor-
tancia e influencia dentro y friera de lo filosofía. En este caso, sus enseñanzas son excelentemente valoradas
por Bloar y otros tantos sociólogos del conocimiento. Sin embargo, desde la propia filosofía sus propuestas
además de discutidos, también suelen ser subestimados. Por ejemplo, Bunge (1984) califico la filosofía
wittgensteiniano de las matemáticas como “marginal” y can nula influencio en la investigación de este
campo. Además de considerar que se preocupaba por uno matemática “doméstica” o de “bachillerato
elemental” y “tongencialmente por unos pocas cuestiones fundomentalistos”, afirma por último que,
‘$Attgenstein centraba su interés realmente en la psicología de la matemática, o saber, cuestiones relacio-
nadas con el aprendizaje. comprensión, invención y uso de ideas matemáticas elementales. Toda su filoso-
fía de lo matemática se reduce o la tesis pragmático, que ya se encuentra en Mach, de que todas los pro-
posiciones matemáticas son reglas paro calcular a dibujar, de manero que la praxis de la matemática
viene a ser un caso especial de la observación de reglas o de la práctica de juegos. El enfoque de
Vv9ttgenstein es inadecuado, aunque sólo seo porque olvido lo que constituye el meollo de lo matemática, o
saber: lo construcción de sistemas matemáticos y la demostración de teoremas relacionados con aquellos”
(Bunge, 1984: 25). Y el propio Bunge (1991), poro rematar la cuestión declara que las matemáticas no
pueden ser sociales, porque si se ocuparan de lo sociedad, serían uno ciencia social.
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 236

por sí mismas, por encima y más allá de los actos especíFicos de la gente que tiene
unos determinados roles dentro de ella. Esto se debe a que las instituciones con-
sisten en Formas de conducta que se han asentada y rutinizado. Ciertas Formas de
conducta han llegado a arraigarse profundamente en las disposiciones y ciertas ex-
pectativas han cristalizado. Y, por supuesto, las disposiciones pueden mantener su
inFluencia y las expectativas seguir existiendo aún cuando las acciones concretas
que se ajustan a ellas no se estén realizando. Igualmente, el concepto de “norma”
se refiere a algo relativamente permanente y distinto de las acciones pasajeras que
la conForman o la quebrantan. Así, cuando Wittgenstein dice que: “las matemáti-
cas Forman una red de normas”, está proponiendo una teoría no-realista de la ob-
jetividad de las matemáticas. Está
ofreciendo una explicación sociológica de esa
912a: 19).
objetividad, no cuestionándola” (Bloor, 1

Las instituciones y las normas son algo más que meras disposiciones y
expectativas en la vida social. También son el foco de actitudes y reproducen
ellas mismas imágenes poderosas. Wittgenstein (1967) toma nota de esto
cuando dice, «nuestros niños no están sólo dando práctica en cálculo, sino
también están siendo enseñados a adoptar una actitud particular hacia un
error al calcular». La actitud está tipificada por el sentimiento de que el cálcu-
lo sigue su propio camino, aunque el calculador pueda equivocarse. Paia las
instituciones, tales como la ley o la monarquía, esta confusión seña un caso
de no comprensión de una ideología por la realidad que busca legitiman
Wittgenstein presenta y desarrolla una idea muy simple pero, a la vez, profun-
da y radical,
‘las matemáticas y la lógica son conjuntas de normas. El estatus ontológico de la
lógica y de las matemáticas es el misma que el de cualquier otra institución. Su
naturaleza es social. tina consecuencia inmediata de esta idea es que las activida-
des de cálculo y de inFerencia son accesibles a los mismos procesos de investiga-
ción, y caen ¿ajo la luz de las mismas teorías, que cualquier otro cuerpo de nor-
mas. Deben ser inculcadas, justificadas y elaboradas de la misma forma que las
normas d
0 cualquier otra institución. Cambiarán por os mismos medias y se sos-
tendrán de la misma forma, que cualquier otro proceso social. Así expuesta, la
teoría parece la simplicidad misma. Desde el punto de vista de un realismo implíci-
to, como ci que atacó Mannheirn, es un pensamiento apenas concebible (Bloar,
973a: 90)
1
Wittgenstein trata al realismo bien como una forma patológica de auto-
consciencia a la que los matemáticos están inclinados, bien como una res-
puesta natural a nuestro propio aprendizaje de éstas. Sin embargo, fracasa al
plantear la cuestión de porqué se produce esta reificación y qué función tiene
o qué curso histórico ha seguido. Aunque, por otra parte,
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 237

‘V/ittgenstein muestra cómo una teoría conductual puede empezar a introducir

términos con cuyas características de la lógica y de las matemáticas que han pare-
cido siempre más resistentes a cualquier interpretación excepto a la realista a pla-
tónica. La gran intuición de las Observaciones es tratar el dominio que la lógica
tiene sobre nosotros como un hecho que tiene que ser explicado y no como la re-
velación de una verdad que debe justiFicarse. Esto tiene como consecuencia que el
sociólogo deja de estar excluido a priori de tratar la actividad matemática misma.
Ya no está constreñido a tener que tratar con cualquier cosa menos las matemáti-
cas, con el error o la conFusión, pero nunca con el conocimiento aceptado. Una
sociología del conocimiento, y no sólo ya una sociología del error, será posible”
(Bloar, 1 973a: 21).

No existen, pues, ámbitos autónomos de conocimiento, la separación


es meramente social, es una variable social. Las ideas y las prácticas que go-
biernan un ámbito autónomo de actividad son los [actores teóricos según
Nlannheim, lo que supone hablar de factores sociales. En la teoría de
Wittgenstein son normas como otras cualquiera. Conducirse de acuerdo con
las consecuencias lógicas de un conjunto de ideas rectoras es una parte de la
conducta que necesita de explicación. Esto es por lo que Wittgenstein se cen-
tra en la naturaleza del seguimiento de la regla. Referirse a una parte de la
conducta como un caso de seguimiento de una regla es perfectamente legíti-
mo. Pero, tal como Wittgenstein lo vivió, es sólo el inicio, no el fin, de una
explicación sociológica. Implica abrirse a diferentes interpretaciones depen-
diendo de si las asunciones son causales o teleológicas. El planteamiento del
seguimiento de la regla wittgensteiniano responde, en principio, a un plan-
teamiento netamente sociológico (Bloor, 1973a).

Por otro lado, el sociologismo de Lakatos11 (1976) partía de su conside-


ración sobre la presentación habitual de las matemáticas en los libros de texto
(definición-teorema-demostración)~~ como algo totalmente ajeno a cómo se
produce el conocimiento matemático. Para Lakatos, dicho proceso se iniciará
con un teorema conjetural que expresa una generalización sobre una serie de
objetos. Luego se establece un procedimiento de prueba gracias a un experi-
mento mental o imagen cuasi-empírica para plantear el problema de modo

11 Paro una crítico del enfoque sociológico del trabajo de Lokatos, ver Worrall (1979>.
19 Según Morchi (1980), coma epistemología, la teoría lakatosiana de que nuestro conoamiento de las
matemáticas es conjetural y crece por prueba y error sería un caso especial de lo teoría popperiana del
conocimiento conjetural. Pero también la propio teoría de Lakatos se podría percibir como una pruebo de
la teoría de Popper. En cualquier caso, el intento de rebatir el fonnalismo como justificación de las matemá-
ticas y su utilización de lo historia de las matemáticas le hacen convertirse en referencio para o sociología
de las matemáticas de Bloar.
Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 238

que puedan aplicársele operaciones lógicas ya consolidadas. Las restricciones


al procedimiento que son necesarias imponer para definir el dominio de la
prueba son la fuente de las definiciones. Una vez establecida, la demostración
es vulnerable bien a objeciones concretas (a los pasos que la constituyen),
bien a objeciones más amplias (a su dominio de aplicación). Estas últimas
pueden originar controversias sobre las definiciones.

Los debates que se generan tienen como eje argumental la cuestión de


silos contra-ejemplos refutan el teorema o si no le afectan porque no son el
tipo de objeto al que se refiere. Cuando finaliza la controversia se asume que
se ha definido un objeto con rigor o probado una relación entre objetos. Esta
conclusión, de acuerdo con Lakatos, será convencional y su planteamiento
finitista, oponiéndose a cualquier enfoque realista de las matemáticas. Una
demostración no define por adelantado su ámbito de aplicación ni los contra-
ejemplos con los que puede encontrase. Aunque asumimos consensualmen-
te la estabilidad de nuestro mundo conceptual, siempre es posible que nos
enfrentemos a variaciones de los términos que refieren a los conceptos. Esto
es lo que Lakatos denominaba extensión de conceptos. No existe una clasifi-
cación de conceptos estable per se, siempre es posible que srujan casos que
la hagan variar. En estos casos nos encontramos ante la asignación colectiva
de un estatus de anomalía al nuevo elemento. Esto conllevará que la exten-
sión de conceptos sea un elemento constitutivo del razonamiento matemático.
Para Lakatos, el alcance y la estabilidad de un teorema no están prefijados,
entre otros motivos porque no hay una verdad final que los fije. Al contrario, lo
que existe es una red de conceptos y procedimientos que tienen que consoli-
darse y defenderse frente a las anomalías. Paradójicamente, son las anomalías
las que hacen avanzar los teoremas hacia formulaciones más sólidas, precisas
y generales. En esta evolución, el significado de los conceptos y procedimien-
tos se negocia. De aquí, que Bloor (1978) concluyese afirmando que las ma-
temáticas están socialmente determinadas por el curso de las negociaciones
(como ya hizo en el caso de Wittgenstein)13.

13 Bloar (1 986b) abordaba eí tema de los anomalías enlazándolo con el trabajo de Eleck (1979) sobre
estilos de pensamiento y estrategias de resolución de anomalías. De alguno manera, las anomalías se
crean en el contexto local y especifico de aplicación del estilo cognitivo concreto y son estrictamente confina-
das o ese contexto. De aquí, que las estrategias de respuesta o las anomalías se establezcan como deter-
minantes de ese estilo científico específico (aunque hay que tener en cuenta que no son los únicos determi-
nantes).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 239

El trabajo de Lakatos muestra, según Bloor (1978), que los hombres no


están gobernados por las ideas o por los conceptos (ni en las matemáticas
ocurre esto). Al contrario, son los hombres los que gobiernan las ideas~4. La
razón es simple: las ideas crecen al añadirlas algo activamente. Están cons-
fluidas y manufacturadas para que puedan ser aplicadas. Los ámbitos de sig-
nificado y de uso no preexisten, se establecen en el momento de su aplica-

14 A este respecto, sobre la cuestión de cómo gestionan los grupos sociales, las redes coherentes de creen-
cias, Bloar apelo o Douglas (1970,1 979a y 1 982b> para afirmar que los grupos tienen un interés práctica
en proteger sus instituciones para lo cual construyen representaciones abstractas de ellos que actúan como
líneo de contención en cualquier intento de ponerlas en entredicho. Si resultan efectivas en la predicción y
control del entorno natural este interés se añade al anterior. Douglas divide las estructuras sociales median-
te eí cruce de das variables: grupo (group) y cuadrícula (grid). La primera valoro la diferenciación y la movi-
lidad entre grupos distintos, la segundo lo mismo dentro de cada grupo. Esto genero uno tipología con
cuatro tipos distintos:
1. grupas pequeños, aislados y escaso pero rígidamente diferenciadas internamente bojo lo
amenaza externo de invasión o aniquilación e interno de expulsión que sufren reiteradas esci-
siones. El conflicto se expresa en términos de polución y su respuesta a las anomalías (el tabú)
coincide con la estrategia argumentativa de lo que Lokatos denomino Prohibición-de-
monsfruos, considerando las anomalías como aberraciones que no afectan al teorema. El co-
nacimiento que genero es constante, unitario y no aditivo.
II. Grupos relativamente aislados, pero más diferenciados internamente y entre sí y más estables
pueden admitir variaciones internas. Su estrategia será ignorar las anomalías sin suprimirlos,
de forma que convivan en el teorema sin afectaría y los logros de los grupos coedsten separa-
dos por la frontera institucional. A esto táctica, Lakotos lo denomino ProhiMc¡ón-de-excepoones.
El conocimiento resultante es unitario y levemente fragmentado parlo casuística.
III. Grupos grandes, complejos, estables.y con relaciones fluidas, pero manteniendo la diferencia-
dón e independencia entre ellos, la que permite establecer un paralelismo con distintos institu-
ciones científicas dentro de una misma comunidad. Lakatos señalo esta estrategia como Inte-
gradón-de-monstruos y Prohibidón-de-excepdones. El resultada es una diferenciación de teo-
remas emparentados que integran lo que se considero como distintas familias de objetos simi-
lares y que ignoran a los que no encajan. El conocimiento es parcialmente aditivo y fragmen-
tono, aunque se procure reunificaría.
IV. En último lugar, la metodología de pruebas y refutaciones es un método dialéctico que emplea
los anomalías para lograr teoremas más complejos y mejores, pero sin esperanza de encon-
trar una solución final y permanente. Los grupos capaces de adoptar esta estrategia son am-
plios, abiertos, estructurados hábilmente y resuelven el conflicto interno mediante negociacio-
neo. Su conocimiento es aditivo y fragmentario. Esta descripción apunta a sociedades indivi-
dualistas, pluralistas, competitivos y pragmáticas, esto es, sociedades modernas de alta cult ura
en las que encalo la cultura científica.

Grid + Coexistencia simple del teorema Integración-de-monstruos


y contra-ejemplo y
(prohibición-primitiva- Prohibición-de-excepciones
de-excepciones) (III)
(II)

Método dialéctico de Prohibición-de-monstruos


Pruebas y Refutaciones (1)
Hv _______________

Group +
Para un excelente trabaja sobre el análisis gnid/group de Douglas y su aplicación a lo sociología e historia
de lo ciencia, ver Cldroyd (1 986).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 240

ción. Los usos y significados futuros de los conceptos y sus supuestos no están
presentes en ellos, ni aún en forma embrionaria. Se establecen sobre la mar-
cha. El hecho de que el examen, reflexión o análisis más estrecho no pueda
revelar la forma correcta de emplear un concepto en una situación nueva,
exige el que la historia de las matemáticas ayude a la sociología del conoci-
miento a desvelar cada estilo cognitivo. En este sentido, para Bloor (1978), la
historia de las matemáticas debería ayudar a mostrar cómo y porqué la gente
piensa tal corno lo hace en cada momento. Debe ayudar a mostrar cómo se
producen los pensamientos y cómo logran manlener o pierden su estatus co-
mo conocimiento. Debe alumbrar cómo se comportan los hombres, cómo
funcionan sus mentes y cuál es la naturaleza de sus opiniones, creencias y
juicios. Esto se puede realizar intentando mostrar cómo las matemáticas se
construyen al margen de componentes supranaturalistas, ya sean experien-
cias, procesos mentales psicológicos (pensamientos), propensiones naturales,
hábitos, modelos de conducta e instituciones. La tarea es estudiar el logro del
pensamiento humano, rodear su producto para alcanzar el propio acto de
producción del pensamiento mismo. Para Bloor,
“el gran significado del trabajo de LaLatas es que establece las Fuerzas que go-
biernan la respuesta a la anomalía constitutiva del conocimiento matemático: son
una parte necesaria de ese conocimiento” (1978: 251).
Esta consideración abre la puerta a una sociología de las matemáticas
acorde con el PF y más aún, a una sociología empírica del conocimiento
científico, especulativa pero testable. Sin embargo, tal como apunta Iranzo
(1992) esta nueva teoría chocaría con tres dificultades. La primera de ellas
sería el empleo de diversos estilos de pensamiento por parte de los individuos
(y no sólo el estilo de pensamiento de la estructura a la cual se le adscribe). La
segunda es el problema del reduccionismo sociologista. Si bien Bloor acepta
esta crítica, intenta desmentir el cargo de reduccionismo (o prohibición de ex-
cepciones) apelando no sólo a lo puramente social, sino también, a las predis-
posiciones psicológicas y a una estructura de metáforas cognitivas y de estilos
de procedimiento elaborados a partir de la experiencia acumulada. La última
dificultad tendría que ver con el rigor lógico de las matemáticas. La supera-
ción de esta dificultad exige asumir como metáfora,
‘el texto críptico de reFerencia es la Naturaleza y el producta de la traducción el
conocimiento. L0 social es el traductor (que no traidor) y el diccionario el lengua-
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 241

je impregnado del conocimiento establecido previamente. Los cientíFicos traducen


su objeto a un lenguaje operativo. Los epistemólogos se inclinan por el conoci-
miento del diccionario per se (ortodoxia) o el del proceso de traducción (PF).
Ambas actividades principian con un paso inductivo” (Iranzo, 1999: 1 45).

Como es evidente, la aproximación de Bloor a las matemáticas ha sido


contestada por diversos autores desde diversas perspectivas. Hadden (1988)
critica la aplicación de los intereses y de la causalidad naturalista en la de-
terminación social del conocimiento matemático. Desde su aproximación
más racionalista, reduce la explicación social a un papel evaluativo en la
elección de recursos cognitivos y no en su formación. Esta postura retrotrae,
de nuevo, a la sociología al papel de ser simplemente una sociología del error
Restivo (198la, 1983a), para quien el juego entre naturalismo y relativismo del
trabajo de Bloor en matemáticas le resulta un tanto engañoso. Por una parte,
la inaccesibilidad del mundo sin la mediación de una actividad cognitiva cul-
turalmente condicionada y, por otra, la creencia en un mundo exterior que
tiene su influencia en la decisión sobre las creaciones anteriores, lo que pude
ocasionar la aparición de objetos o procedimientos universales, suponen que
este autor concluya afirmando que, “el PF lo relativiza todo menos la ciencia
(Restivo, 1981a: 688).

Los últimos desarrollos de la sociología de las matemáticas tienen re-


lación con el análisis de la prueba. El proceso de la prueba tiene un carácter
inductivo en el que se produce una circularidad entre probador y prueba,
puesto que el probador emplea un ejemplo del teorema a ser probado, todo
lo cual hace que se establezca un uso justificativo de la prueba. Esto permite
la apelación a la sociología del conocimiento que asuma una perspectiva na-
tu-allsta y explicativa frente a cualquier visión justificativa.

Todo esto apunta a que se afirme que la necesidad matem ática se con-
sidere como necesidad moral adherida a las más importantes convenciones
sociales. A la vez que la prueba asuma el carácter de institución (con un rol
fundacional) y, de cara a los usuarios, adquiera un carácter convencional. To-
do lo cual hace que exista posibilidad de una explicación sociológica dentro
del campo de las matemáticas (Barnes, Bloory Henry, 1992).
Los RESULTADOS EMPíRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 242

4.3.- El Programa >Nzefle y la Metodologia de los Estudios de Ca-


so Históricos

Desde los inicios de la revuelta cognitiva en la sociología de la ciencia


en los años setenta se ha producido un avance paralelo en una disciplina para-
lela, la historia de la ciencia15. A pesar de que, como se he visto, las influen-
cias mutuas han sido continuas, (todo sea dicho, no se sabe muy bien quién
provocó a quien en dicha revuelta), si que parece estar claro que existe una
cierta comunicación y trasvase de inquietudes entre una y otra disciplina. El
auge de un tipo de aproximación contextualista a la historia de la ciencia, en
la cual se presurnia una interrelación entre contexto socio-político y ciencia16,
tuvo su momento culminante en lo años setenta con la aplicación de trabajos
antropológicos y sociológicos sobre la relación entre orden natural y orden
social a las sociedades occidentales contempoiáneas17 . El máximo exponente
de esta práctica fue la Escuela de Edimburgo que tendía a enfatizar el rol que
la percepción de los intereses sociales de los científicos jugaba en la formula-
ción del conocimiento científico, a la vez que comenzó a considerar a éste
como un aspecto más de nuestra cultura. Como señalaron Barnes y Shapin,
“existe hoy un interés real en nuestro conocimiento como un producto de nuestra
Forma de vivir, como algo que hemos construido, más que como algo que nos ha
sido, por decirlo de alguna manera, revelado” (1979: 9).

Este nuevo planteamiento dejo a un lado los viejos supuestos de la filo-


sofía y de la historia tradicionales de la ciencia (por ejemplo, la falsa dicoto-
mía entre los factores internos y externos en el análisis de la ciencia) y ha
permitido el avance de las ciencias sociales en el estudio de la ciencia, que

Como principales eventos de esto situación, señalar la ruptura con el denominado “paradigma Koyré”
(esto es, lo asunción de un morco metafísico adecuado en el cual se establece una búsqueda racional de lo
ciencia efectiva frente a la definición y aplicación de un método científico general) o través de los trabajos de
Kuhn (1962) y la irrupción de una manero de hacer historia totalmente contraria a la historia Whig propug-
nada o principios de siglo por el historiador Herbert Butterfield en su The W$ig Interpretation of Histo¡y
(1 931), quien definió este tipo de historiogrcrfta como “la tendencia de muchos historiadores a escribir des-
de el punto de vista de los protestantes y del partido whig, a ensalzar las revoluciones siempre que hayan
triunfado, a hacer hincapié en ciertos principios del progreso en el pasado, y a reconstruir la historia como
ratificación, sino glorificación, del presente” ~Ailde, 1981:295). Para una crítica consistente y demoledora
de la cual surge en su mayoría lo que se considera lo nuevo historio de la ciencia, ver Agossi (1963).
16 Dentro de esto aproxlmacíon recordar obras tan clásicos como Menan (1938), Needhom (1954>, Ber-
nal (1 954) y Forman (1 971).
~ Esto es, el interés en el conocimiento de lo naturaleza que ciertas sociedades pre-literarias formulan y
que es un reile¡o de su organización social, heredado de Durlcheim (1912), lo continuación de Douglas
(1 966) y Hartan (1967) favoreció el surgimiento de uno comunicación entre antropología social y sociolo-
gía del conocimiento.
Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 243

“como una forma típica de cultura, debería ser sensible a cualquier método
avanzado de la comprensión de la cultura en general” (Barnes y Shapin, 1979:
10).

Dentro de este panorama, el PF aspira a describir y explicar la constitu-


ción y uso de los recursos cognitivos de que disponen los sujetos inmersos en
controversias científicas. El análisis de la génesis, evaluación y aceptación o
rechazo de los productos científicos que realiza el PF considera explícitamen-
te a la ciencia como un proceso social. La meta última del PF era y sigue sien-
do proporcionar una explicación sociológica del cambio científico desde una
perspectiva histórica, trata de demostrar que las decisiones técnicas están in-
trínsecamente relacionadas con los rasgos del entorno grupal, disciplinar y
más ampliamente social donde se producen. Ahora bien, el PF en ningún caso
plantea que la estructwa social determine el contenido de la ciencia, sino que
algunos rasgos de la estructura social influyen en la decisión de seleccionar,
transformar y/o reinterpretar los recursos que dan lugar al nuevo conocimien-
to científico.

Tanto la caracterización de los actores como la interpretabilidad de la


situación son elementos claves para el PR Este programa concibe el significa-
do como una realiz ación social, algo así como la acción que llevan a cabo los
actores en el curso del quehacer de cosas con su cultura en circunstancias
históricas concretas. El significado se discierne a través del contexto de uso
dentro de los marcos históricos concretos antes que a través de la simple exé-
gesis de textos aislados o a través de la burda teorización sobre el estado psi-
cológico del autor En suma, no es posible un único significado inherente o
lógicamente dado en los trabajos científicos. Los participantes en las contro-
versias dotan continuamente de significado sus acciones, a la vez que generan
el conocimiento, en interacción con el conocimiento previo, con las propues-
tas colectivas y/o con la información obtenida de su realidad natwal. Existe
una consideración especial de las relaciones entre los juicios y evaluaciones
científicas y los marcos históricos en los que se establecen. El punto más im-
portante es considerar que la evaluación nunca puede ser comprendida en
términos de contextos independientes y, por tanto, para comprender lo que
puede ser aceptado como evaluaciones propiamente científicas requiere un
estudio histórico y sociológico de dichos marcos.
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROBRAMA FUERTE 244

Todo lo dicho queda resumido en la siguiente afirmación:


“los juicios de los cientíFicos son siempre eventos históricos que se producen en
situaciones concretas particulares y que deben ser hechas inteligibles exactamente
de la misma Forma que lo son otros eventos” (Barnes y Shapin, 1 979k 1 87).

Por este motivo, es necesaria la referencia continua a los episodios his-


tóricos (a través de los estudios de caso) para situar el estudio de las contro-
versias y cambios científicos. Ahora bien, el PF afirma taxativamente que hay
que tener también en cuenta los inputs sensitivos, pues los científicos realizan
su trabajo COn sus ojos abiertos al mundo, como quiera que esa experiencia
resulte conformada, interpretada, elaborada y transmitida conforme a los pro-
cedimientos sociales admitidos del grupo cognitivo al que pertenezcan los
científicos. Por este motivo, tanto en la “literatura empírica como en la socio-
logía teórica del conocimiento no hay razón para negar el rol causal de la rea-
lidad no-verbalizada sobre el foco de las creencias científicas dadas’ (Shapin,
1982: 205). Este enfoque será conocido como sociología histórica del cono-
cimiento.

4.4. La Sociología Histórica del Conocimiento Científico


-

La visión tradicional de la ciencia presuponía el carácter autónomo (no


social) del conocimiento científico (Mulkay, 1979). Este enfoque historiográfi-
co tradicional de la ciencia descansa en un modelo de iluminación, esto es,
asume que el conocimiento científico lo producen individuos inmersos en
subculturas esotéricas mediante la contemplación y la manipulación desinte-
resadas de la naturaleza y la posterior evaluación racional de sus descubri-
mientos. Si bien la producción de conocimiento (el contexto de descubrimien-
to) puede recibir ocasionalmente influencias externas -lo que explica el papel
de la creatividad o de la suerte en este ámbito- el contexto de justificación,
donde se juzga el conocimiento científico, se mantiene rigurosamente sepa-
rado de otros contextos. De esta forma, una vez que el conocimiento científico
ha sido etiquetado como tal, puede trasvasarse al contexto social y cultural
más amplio donde su verdad opera como razón suficiente para ser aceptado
como descripción Única y válida de la realidad. Sólo entonces, una vez admniti-
da la definición científica de cómo es la naturaleza, puede ésta ser extrapola-
da y utilizada en otros contextos sociales y para otros fines, ajenos a la bús-
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROSRAMA FUERTE 245

queda de la verdad propia del contexto antecedente de producción y evalua-


ción del conocimiento científico.

Frente a este planteamiento, la sociología histórica del conocimiento


científico propugna la conexión del núcleo cognitivo de la ciencia con elemen-
tos que anteriormente quedaban excluidos del sanctasanctórum técni-
co/esotérico. Estos elementos pueden ser descritos como sociales, políticos,
culturales, ideológicos, económicos, etc. y pueden afectar a todos los aspectos
de la cultura científica, desde los modelos e imágenes generales, pasando por
las estructuras teórico-abstractas y afirmaciones de [acto, hasta las represen-
taciones iconogrúficas y la misma estructuración de las percepciones.
La concepción clásica de la historia de la ciencia rechaza analizar estos
elementos por considerarlos espurios o irrelevantes y asocia su estudio con
una historia externalista’9 cuyo único objeto seria la explicación ad hoc del
error en la ciencia. De este modo, se postula un programa de investigación
interesado principalmente en celebrar el conocimiento científico y defenderlo
de cualquier contaminación, influencia, etc.; proyecto que se identifica con
una historia intelectualista o iluminista de las ideas científicasís. En cambio,
Shapin (1980a) plantea el estudio naturalista de la ciencia como una empresa
cultural situada históricamente y desplegada por grupos sociales que sirven a
un abanico de intereses que no se pueden especificar sin una investigación
empírica previa.
Una sociología histórica que vaya más allá de una historia intelectualista
necesita, para comenzar, una aproximación antropológica a la cultura científi-
ca. Abordar la cultura científica, como cualquier otra cultura diferente, exige
no contemplarla como un sistema formal de conceptos y enunciados ni mIer-
pretaria como un conjunto abstracto de ideas y conceptos. Muy al contrario,
toda cultura verbal -también el lenguaje científico- debe estudiarse siempre tal
como se manifiesta en su contexto de uso. La comprensión de una cultura

18 El debate internalismo y externalismo tuvo su apogeo en los años setenta. Hesse (1 9/Od y 1 984o) yo
planteaba la imposibilidad de distinguir os fadores externos de los internos y, dado la falta de un teoría
“fuerte” de la racionalidad cientmca, manifestaba la imposibilidad de defender en exclusiva una historia
interna de la aenaa
19 Madir al respecto, que tradicionalmente, la historia de la ciencia ha estado of servicio de la fllosofta o,
dicho de una manera más pulcra la relación entre la historia y la filosofía de la ciencia se enmarcaría en lo
que puede ser considerado como “un matrimonio de conveniencia” (Giere, 1973) casi siempre a favor de
la filosofía de la ciencia.
Los RESULTADOS EMPíRICOS DE EL FROSRAMA FUERTE 246

sólo puede realizarse siguiendo su desarrollo, observando cómo se emplea y


cómo cambia su significado conforme cambia su uso. En el caso de la culture
científica, el estudio del significado de sus conceptos y prácticas debe tener en
cuenta los contextos y factores contingentes en y con los cuales se desenvuel-
ve y desarrolla. Como señala Rudwick
tía ciencia que hacen los ino4v¡duos o los grupos sociáles puede estudiarse de la
misma Forma que cualquiera otra de sus actividades, como expresiones de una po-
sición cultural particular. Desde esta perspectiva, ya no sorprende encontrar ele-
mentos existenciales, conceptos intelectuales y habilidades técnicas externas a lo
que ahora deFinimos como ciencia o la transFerencia entre distintas disciplinas
cientíFicas. De esta Forma, podemos observar la construcción de las nuevas ideas
cientíFicas como el resultado de emplear todos aquellos recursos culturales que
estaban disponibles en cada situación socio-histérica especíFica”, (1975: 18).

La aproximación al fenómeno científico desde tina sociología histórica


del conocimiento científico constituye, además, un intento de afirmar la viabi-
lidad de una sociología del conocimiento científico, negada por diversos filó-
sofos de la ciencia, entre ellos el ya referido Laudan (1977). Shapin resume el
argumento filosófico tradicional de la siguiente forma:
~ las representaciones cientíFicas estuvieran simplemente determinadas por la natu-

raleza de la realidad, entonces no se podría oFrecer ningún estudio sociológico de


la producción y de la evaluación del conocimiento cientíFico. A lo sumo, se po-
dría quizá intentar comprender porqué ciertas características de le realidad se in-
vestigaron en diFerentes períodos históricos y en distintos marcos sociales, pero no
se podría decir nada de interés sociológico sobre el conocimiento resultante>’
(1982: 160).

Este realismo positivista ingenuo se ha visto socavado en los últimos


años desde dentro de la propia filosofía de la ciencia por las tesis de la carga
teórica de la observación y de la subdeterminación de las teorías por la evi-
dencia factual empírica (véanse, entre otros, los trabajos de Mary l-iesse,
1970a y 1970b)~~. Así pues, el estudio social de la ciencia parece construirse

~ A este respecto, es también interesante analizar los negociaciones que se establecen alrededor de lo
clasificación correcta y de la interpretación adecuada de las evidencias observacionales y, por fonio, el
establecimiento de la descripción adecuada de la naturaleza. En este sentido, son muy interesantes los
trabajos de Gollins (1985) sobre la replicnción y negociación en os experimentos cienfíficos. Sin embargo,
aquí no termina la tarea de la sociología del conodmiento científico. Paro Shapin, “una sociología empírico
del conocimiento tiene que hacer algo más que demostrar la sub-determ¡nac¡on de los estudios y de los
juicios científicos, tiene que conlinuar mostrando porqué se realizaron los estudios y las evaluaciones particu-
lares. Y tiene que hacer esto para mostrar las conexiones históricas contingenies entre el conocimiento y los
intereses de los distintos grupos sociales en sus entornas sociales e intelectuales concretos>’ (1 982:207).
LOS RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROOPAMA FUERTE 247

mejor desde una apreciación de las circunstancias contingentes que constitu-


yen la producción y evaluación del conocimiento científico.
Es desde esta posición que se manifiesta la necesidad de llevar a cabo
estudios históricos sobre la observación y construcción de los hechos científi-
cos para materializar la pretensión inicial de una sociología histórica del co-
nocimiento científico. Los componentes y lineas de investigación fundamenta-
les de esta sociología serían tres. En primer lugar, la cuestión de los intereses
sociales en la ciencia; segundo, el uso social de la naturaleza (esto es, del co-
nocimiento científico) y tercero, el análisis de las cosmologías naturales y su
relación con las estrategias sociales (como nexo entre antropología y sociolo-
gía en su aproximación al estudio de la cultura científica).

4.4.1-- Intereses y Explicación Socio-histórica

Dentro de cualquier comunidad científica existe una distribución de las


diferentes habilidades y competencias técnicas y cognitivas. Estas habilidades
y competencias, por lo general, se adquieren a través de los procesos de so-
cialización dentro de un proceso de inversión especial por parte de sus po-
seedores. Estos tienden a utilizarlas para demostrar su capacidad en el trabajo
y para extender progresivamente el ámbito de su aplicación. Tales habilidades
y competencias técrilco-cognitivas pueden representar y responder a un con-
junto particular de intereses sociales dentro de la comunidad científica. Barnes
y Shapin (1979) los llaman intereses creados profesionales.

En la práctica científica cotidiana pueden surgir conflictos sobre la apli-


cación de estos intereses. Shapin (1982) plantea que los intereses creados pro-
fesionales pueden explicar el surgimiento de controversias científicas, la dis-
ponibilidad de recursos por parte de diversas líneas de investigación o el gra-
do de credibilidad que se concede al trabajo de los científicos en diversos
campos. Ahora bien, dado que el uso de la coerción es infrecuente en ciencia,
los científicos encuentran pocos obstáculos para cambiar sus posiciones bien
adquiriendo nuevas competencias, bien cerrando la controversia si perciben
la posibilidad de compartir determinados intereses. En último extremo, los
científicos producen estrategias para defender y/o promover intereses basadas
en complejos cálculos sobre la conveniencia de tomar diferentes cursos de
Los RESULTADOS EMPÍRICOS CE EL PROGRAMA FUERTE 248

acción durante la investigación. Esta variedad en la actuación de la comuni-


dad científica hace obligada una aproximación naturalista en el análisis de los
intereses, de los usos de las representaciones científicas y de los factores con-
textuales que afectan al cambio científico.

En el segundo capítulo se mostraba el planteamiento de una Teoría de


los Intereses como explicación sociológica del cambio científico (Baines, 1974
y 1977a). Las creencias tienen funciones sociales y parecen estar relacionadas
en muchos casos con los intereses y posiciones sociales de los grupos que las
proponen. Asimismo, el conocimiento crece bajo el impulso de dos grandes
clases de intereses: un interés explícito en la predicción, manipulación y con-
trol de la realidad y un interés implícito o encubierto en la racionalización del
discurso y en la persuasión del público. En la práctica, la distinción de estos
dos tipos de intereses es puramente analítica. No obstante, la justificación na-
turalista para mantenerios como elementos explicativos es que los actores
creen en esa distinción, basan su conducta en ella y consideran crucial para
validar que esta justificación nos se perciba como una legitimación a poste
riorí. Es decir tratan eslos dos grandes intereses asimétricamente: consideran
legítimo el interés natural-instrumental e ilegitimo el social-instrumental
(Bares, 1977a).
La institucionalización de la ciencia es un proceso paralelo al desarrollo
y enraizamiento de intereses propios en el seno de la comunidad científica.
Históricamente, la comunjdad científica ha perseguido el reconocimiento so-
cial de su autoridad acerca de y sobre la naturaleza a través de la consecución
y gestión de posiciones de expertez y de credibilidad, controlando sus propios
recursos, esto es, administrando el conocimiento científico. Este proceso ha
conllevado la pro fesionalización de la ciencia tal como la conocemos en la
actualida&1 Asimismo, la profesionalización de la ciencia ha cambiado radi-
.

calmente la forma en que lós intereses de la comunidad científica se relacio-


nan con los intereses de la sociedad más amplia.
Las distintas corrientes historiográficas estudian de maneras diversas el
proceso de profesionalización de la ciencia y la relación de esta nueva ciencia

21 En concreto, “los científicos deberían olvidarse del público lego, permanecer dentro de sus propios lími-
tes y hablar sólo con sus colegas cientmcos. Estas normas permanecen aún en nuestros días” (Bornes. Bloar
yHenry, 1992: 203).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 249

con la sociedad. La principal diferencia entre estas historiografías reside en el


distinto peso explicativo que confieren a los factores sociales. Para la visión
tradicional, la consecución de plena autonornia del conocimiento científico
moderno respecto del ámbito social significa el fin del papel explicativo de
dichos factores sociales. Para la historiografía naturalista, las creencias y las
prácticas científicas están siempre mediadas por los intereses sociales y políti-
cos existentes en la sociedad.

El programa historiográfico que propone el PF se identifica por comple-


to con la última posición:
“la historia de la ciencia es una disciplina en gran parte empírica y con ciertos pro-
blemas que se ajustan a las orientaciones empiristas. Los estudios empíricos que
relacionan Factores sociales más amplios con el conocimiento cientíFico pueden
aportar importantes contribuciones al desarrollo de la sociología del conocimiento
en general. Si son vistos colectivamente, que lo son tara vez, muestran similitudes
nteresantes y valiosas en sus orientaciones sociológicas implícitas” (Shapin,
1982:1 77>

Este programa plantea, por una parte, el desarrollo de una metodología


empírica de estudios de caso históricos como elemento de aproximación al
fenómeno científico (y a su relación con otras formas de cultura en períodos
históricos concretos).

Los estudios de caso históricos son el medio de superación de la yana


dicotomía existente en la historiografía clásica de la ciencia entre historiogra-
fía racional e historiografía social de la ciencia. De otra parte, un planteamien-
to muitifuncional en el empleo del recurso explicativo de los intereses en el
cambio científico contribuye a diluir los perjuicios de un demarcacionismo
excesivamente rígido al mostrar como en el desarrollo científico se ponen en
práctica tanto recursos técnicos predictivos y de control como recursos ideo-
lógicos legitimadores. En sun~a, la ciencia como toda subcultura social está
afectada por los mismos elementos que cualquier otra subcultura social eso-
térica o especializada. Como apunta Barnes, “con esta concepción instrumen-
tal del conocimiento, uno no tiene porqué molestarse, ni preocupar a los his-
toriadores de la ciencia, ni a muchos epistemólogos, por el hecho de que la
ideología de ayer frecuentemente se transforma imperceptiblemente en la
ciencia de hoy” (1977a: 40-41).
Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 250

4.4.2- Kl Uso Social de la Naturaleza en la Sociedad

Con frecuencia se habla del despliegue en las ciencias naturales de


modelos, teorías y actitudes del pensamiento social y político como metáforas
que dan forma a determinados elementos del conocimiento científico. Dentro
del PF también se aborda el despliegue de las concepciones de la naturaleza
en la sociedad o, más concretamente, lo que el PF conceptúa como los usos
sociales de la naturaleza y, por ende, de la ciencia. Los grupos sociales con-
cretos emplean las representaciones o visiones de la naturaleza como hería-
mientas para articular y promover sus intereses específicos (Shapin, 1975,
1979ay 1979b). De este modo, el trabajo socio-histórico del PF pone de mani-
fiesto dos cuestiones importantes:
la) La explicación de las actividades científicas más técnicas o esotéri-
cas puede necesitar la referencia a intereses sociales más amplios
que los estrictamente técnicos o profesionales.

2d) El hecho de acudir a los intereses sociales como herramienta expli-


cativa no supone hablar de ellos como lo externo al conocimiento
científico (tal como se considera en las perspectivas analíticas que
consideran el núcleo esotérico de la ciencia como lo generado desin-
teresadarnente). Este tipo de modelos explicativos de doble nivel en
la sociología del conocimiento son espurios. Los cuerpos de cono-
cimiento científico pueden sustentarse en una amplia variedad de in-
tereses sociales, rompiendo así con las categorías convencionales in-
terno y/o externo de los tradicionales historiadores de la ciencia
(Medina, 1983).

Con la conexión entre los intereses existentes en la sociedad de la que


participan los científicos y los juicios de estos sobre la adecuación y validez de
las formulaciones científicas esotéricas se cierra el círculo metodológico del PF
para constituir una sociología histórica del conocumento científico. El PF em-
pezó alentando y produciendo estudios históricos que mostraban la contin-
gencia de los juicios científicos para llegar finalmente al punto en el que se
puede percibir que tales juicios pueden estar estructurados por intereses so-
ciales más amplios. Desde esta perspectiva, Shapin (1982) rechaza dos tipos
Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 251

de modelos interpretativos dentro de la sociología del conocimiento: el mode-


lo coercitivo y el modelo instrumental.

El modelo coercitivo se caracteriza por mantener que la explicación


sociológica consiste en pretensiones del tipo, “todos (o muchos) individuos en
una situación social específica creerán en una posición intelectual concreta”.
Esta explicación plantea una conexión determinista entre la situación social y
la creencia. Por otra parte, iguala lo social con lo irracional, identifica la expli-
cación sociológica con la innovación de factores macrosociológicos externos y
conforma la explicación sociológica del conocimiento científico en contra del
hecho de que éste se fundamenta empíricamente en el input sensitivo de la
realidad natural. Este modelo coercitivo, en realidad un modelo de explicación
sociologisi’a de la ciencia, es el que filósofos e historiadores tradicionales de la
ciencia malinterpretan como la única posibilidad de hacer sociología histórica
de la ciencia.

Shapin rechaza este planteamiento por varias razones. En primer lugai,


si éste fuese el modelo de explicación sociológica imperante, sería fundamen-
talmente prosopográfico: buscaría correlaciones estadísticas entre las circuns-
tancias sociales de los grupos y sus creencias científicas. En segundo lugar, se
preocuparía por las excepciones y por el nivel de significación de dichas corre-
laciones y los individuos sedan observados generalmente como molestos,
pues, por lo general no se adaptarían a las pretendidas conexiones causales.
La conexión entre lo social y lo cognitivo se plantearía exclusivamente a través
del empleo de orientaciones individualistas por medio de la categoría de mo-
tivación. Lo racional, en consecuencia, sería excluido del ámbito social y tra-
tado como auto-explicativo. De este modo, los factores internos de la comuni-
dad científica serían tratados como no-sociales. En suma, este modelo condu-
ce a a-simetrías explicativas y metodológicas entre la sociología y la historia
de la ciencia, algo radicalmente opuesto a un principio central del PF, el prin-
cipio de simetría: plantea el compromiso de basar la práctica explicativa so-
cio-histórica del conocimiento científico en los mismos tipos de explicación
para todos los tipos de explicación sancionadas como científicas (Bloor, 1976).
De otra parte, el modelo instrumental trata la generación y la evalua-
ción del conocimiento como acciones dirigidas-a-fines. El conocimiento cien-
tífico no se percibe como si fuera el producto de la contemplación de indivi-
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 252

duos aislados, sino que se estudia como producido y juzgado con respecto a
fines posteriores particulares apoyados colectivamente. Desde esta perspecti-
va, el conocimiento científico se elabora para hacer cosas. En ese proceso de
creación (de hacer cosas) es donde toma su significado el conocimiento cien-
tífico (por este motivo, las nociones de uso y de significado se encuentran en-
trelazadas). En este modelo, el rol de lo social pre-estructura la elección de las
metas y, por tanto, del conocimiento científico producido.

Shapin rechaza el modelo instrumental basándose en que no existe un


apoyo empírico a la perspectiva de que el conocimiento científico se genera
primero en un contexto a-social, de pura contemplación y después adquiere
unos determinados usos sociales, prácticos y técnicos. Para el PF, los usos
(incluyendo los sociales) de la cultura científica adquieren su significado en el
propio contexto de generación, evaluación y validación del conocimiento
científico. El análisis de los usos sociales de la ciencia y de los contextos don-
de se realiza intenta romper con la demarcación estrecha de contextos
(científico versus social)~~.

4.43- Cosmologías Naturales y Kstrategias Sociales

Cualquier sistema organizado de representación de la naturaleza puede


ser empleado para explicar o interpretar el orden y la experiencia social; asi-
mismo, puede también ser desarrollado y adaptado a nuevas funciones en el
marco de sociedades distintas. Uno de los logros de la antropología social de-
sarrollada por la escuela durkheimiana ha sido elucidar el carácter de la rela-
ción entre orden social y orden natural en las sociedades primitivas. En esta
línea, la antropóloga Douglas persigue generalizar este hecho como recurso
potencial para comprender nuestro propio orden natural tal como se expone
en la práctica científica. Douglas (1966, 1970, 1975) considera las representa-
ciones colectivas de la naturaleza encontradas en las sociedades tribales co-
mo instituciones inextricablemente unidas a los asuntos sociales de las co-
munidades especializadas que las generan y las sustentan. Estas creencias
pueden ser utilizadas como recursos y estrategias para desalentar la desvia-
ción, para justificar los acuerdos sociales existentes o deseados, para criticar

22 Incluso, Bornes (1 982d) planteo el concepto de los usos sociales de ¡ci ciencia para explicar las relaciones
interactivos entro ciencia y tecnología.
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 253

los acuerdos actuales, para describir apropiadamente la realidad, etc. Por es-
to, se puede plantear que las representaciones de la naturaleza institucionali-
zadas en nuestra cultura tienen también una importante función de legitima-
ción, mantenimiento o crítica del orden social. El problema del orden social es
un factor importante en la adopción de estos planteamientos antropológicos
por el PF.

Las características generales del discurso científico, los parámetros de


una cosmología científica y los mensajes sociales expresados por la misma
existencia institucional de la ciencia son modos importantes de control social.
La expansión de la ciencia ha producido un sistema de comunicación y de
propagación eficaz para el discurso y la interacción social, ha creado canales a
lo largo de los cuales se pueden articular un número indefinido de intentos
futuros de negociación y de intervención social. Además, ha establecido un
marco de trabajo de acuerdo con el cual la cultura de una sociedad estabili-
zada e integrada puede ser reformada en cualquier momento.

Este planteamiento induce la pregunta de si los sistemas generales de


ideas, las visiones del mundo o las cosmologías pueden, por sí mismas, con-
trolar efectivamente la conducta de las audiencias a las que se dirigen. Shapin
y Bares (1977) lo ponen en duda como resultado de su estudio sobre los ins-
titutos mecánicos británicos del siglo XIX;
“las cosmologías y cuerpos de conocimiento que se plantearon en los institutos no
Fueron eFectivos en el cumplimiento de sus tareas encomendadas. Los Institutos
Fracasaron en crear una audiencia viable entre los mecánicos y los aítesanos, evi-
dentemente, mostrándose mucho más atractivo para los grupos pequeño turgueses
cuya existencia y conducta no fue observada como problemática. Fallaron en la
modiFicación de la consciencia d~ las clases trabajadoras en un grado signiFicativo.
Y su ciencia no llegó a ser aceptada entre ías clases bajas como interpretación ob-
jetiva de la naturaleza o elementos neutrales para el discurso y a comunicación”
(1977: 59-60).

Los trabajadores no pudieron ser controlados a través de las ideas. Una


cierta formación básica científico-profesional les resultaba difícilmente acep-
table si iba unida a la redefinición de sus intereses de clase como aliados na-
turales de sus patronos. Su cooperación hubo de forzarse mediante la coer-
ción, la manipulación de sus derechos o la generación de otros intereses co-
munes promovidos por un orden social vigente muy concreto (remuneración
de status, Imperio, etc.).
e:~ 3.. <4 .Wá~IiSMMft4tA~A.’ .wgIq.w’. i..~—•• —.

Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROORAMA FUERTE 254

¿Cuándo y bajo qué condiciones y circunstancias los grupos sociales


recurren a las concepciones de la naturaleza como instrumentos para intentar
lograr un control social? Para Douglas (1966), el hecho de que el conocimiento
natural refleje un interés en el control social viene determinado por la estruc-
tura social. En las sociedades simples, debido a la falta de la diferenciación
institucional que caracteriza a las modernas comunidades industriales, el con-
trol social es particularmente problemático. En tales sociedades falta la inter-
dependencia de las partes que establecen la estabilidad y encapsuilamiento
del conflicto. Tampoco tienen instituciones especializadas desarrolladas -

fuerzas policiales, trabajadores sociales, jueces, ficheros y registros públicos-


para percibir y controlar la desviación. El mayor grado consecuente de preo-
cupación por el control social como problema práctico conduce a la invoca-
ción de la naturaleza como garante del orden moral. Los estudios antropo-
mórficos de la naturaleza cristalizan en las instituciones y, por este motivo,
surge una cosmología moralmente viva. Al contrario, en las sociedades mo-
dernas el conocimiento moral y el conocimiento natural están completamente
diferenciado. Corno consecuencia, las implicaciones cosmológicas del cono-
cimiento natural pueden ser impersonales y no funcionar necesariamente en
interés del orden social vigente o cualquier otro. La ciencia moderna sería,
pues, el conocimiento impersonal característico de una estructura social dife-
renciada, un conocimiento que se ha desarrollado sin ser constreñido por un
interés en el orden y en el control social.

En obras posteriores, sin embargo, Douglas (1970 y 1975) abandona es-


tas tesis. En lugar de vincular el uso moral de la naturaleza a las sociedades
simples y la existencia de cosmologías impersonales a una sociedad más
compleja, se limita a avanzar una hipótesis más modesta: donde la gente valo-
ra el orden social existente y los controles sociales fuertes, ello se reflejará en
sus cosmologías y sistemas de símbolos; donde no lo hagan, no será así. En
las sociedades modernas, el interés en el control social y el mantenimiento
del orden existente es siempre evidente, al menos, en ciertos grupos. Douglas
arguye consecuentemente que nunca podemos asumir nuestro propio cono-
cimiento natural sosteniéndolo independientemente de tal interés. De hecho,
sugiere que resulta inimaginable una sociedad en la cual las concepciones de
la naturaleza nunca fueran invocadas para fines morales o políticos. Douglas
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 255

concluye que el control social es siempre problemático para los grupos diri-
gentes en todas las sociedades y el conocimiento está siempre sujeto a las
influencias de este grupo para reflejar la distribución del poder53.

4.4.4.- Hacia una Sociología Histórica del Conocimiento


Científico

Por último, queda la cuestión referente a la puesta en práctica de la so-


ciología histórica del conocimiento científico propugnada por el PF. Los estu-
dios de caso reunidos en la obra Natural Order (Bares y Shapin. 1979) son la
fuente clásica para comprender su enfoque. Como dice Rudwick,
“lo que necesitamos no son los edictos prescriptivos de los FilósoFos, sino más
estudios empíricos del tipo presentado en este libro, para comprender mas am-
pliamente el abanico y la variación de las maneras contingentes en las cuales tales
usos sociales operan. Por otro lado, seguramente también es importante analizar
con igual cuidado lo que ha sido denominado -demasiado restrictivamente-
“intereses técnicos en la predicción y el control”. Y anterior a esto, como he co-
mentado repetidamente, la relación entre “intereses técnicos” e “intereses sociales
permanece oscura. Necesitamos comprender mucho más claramente cómo interac-
tuan entre si las “múltiples Funciones” del conocimiento cientíFico” (1980: 284).

La mayoría de estos casos versan sobre cómo la actividad científica es


un medio para interpretar el mundo y del orden natural de forma ordenada y
esta actividad se observa como una expresión cultural que no es diferente, en
principio, de la expresión de otras actividades desarrolladas en la sociedad.
Por otra parte, la actividad científica pone de manifiesto la subordinación de lo
natural a lo social (esto es, a los intereses sociales). De acuerdo, con Douglas,
el “interés práctico en la persuasión y en el control” establece el contexto de
uso social en el cual los modelos del orden natural se alinean activamente con
los modelos del orden social (deseado), corno herramientas intelectuales
empleadas en la actividad social. Para Douglas, “los limites de los conceptos
matemáticos tienen que ser negociados, no menos que los límites de los con-
ceptos diarios y la negociación es un problema. Entonces la historia de las ma-
23 Esta última postura se ha consolidado en los Estudios Sociales de la Ciencia. No obstante, Shapin y
Bornes se muestran inclinados a no reducir el interés por el control social a las élites o grupos dotados de
autoridad de una sociedad. En este sentido, Bornes y Shapin (1911) consideran como una cuestión crucial
la operación de un interés en el control social sobre el conocimiento que promueve una mayor impersona-
lidad y objetividad de éste en muy diversos contextos y escalas del orden social, (por ejemplo, prácticamente
todo el mundo tiene un interés en que exista algún orden social que permita cierto prediccibilidad en las
acciones de os agentes sociales).
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 256

temáticas se convierte en una historia de las convenciones adaptadas”


(Rudwick, 1980: 285).

Las influencias sociales deben describirse y sus consecuencias ser de-


limitadas. En ningún caso estos factores se presentan como elementos corrup-
tores del conocimiento científico. Las representaciones del orden natural no
se construyen primero mediante el examen y representación de la realidad
para ser empleadas posteriormente en un contexto social. Las representacio-
nes no se construyen primero, se evalúan después y, por último, se usan. Más
bien, las representaciones se constituyen y reconstituyen, se evalúan y se re-
evaluan continuamente en el proceso de aplicación. Por este motivo, no pue-
den estudiase por métodos que les asignen características independientes o
inherentes (de significado, implicación o verdad) antes de su utilización.

La metodología historiográfica que contienen estos estudios mantiene


en común los siguientes pasos: se construye el objeto de estudio identifican-
do, en términos de los actores, un cambio cogiltivo significativo, puesto que
es en éste donde mejor se aprecia la influencia de los factores causales. Los
cambios son de dos tipos, apertura de una controversia entre dos tradicjones
(caso de la frenología, biometría-mendelismo, etc.) o aparición de una nueva
tradición (caso de la neurología, darwinismo, fisiología, etc.). El paso siguiente
identifica los grupos sociales relacionados con la producción, difusión, ense-
ñanza y crítica de esa tradición así como su público. Se registra acto seguido la
pertenencia de los científicos a grupos formales, publicaciones, redes informa-
les, debates en prensa, etc. En muchos casos no se puede establecer un censo
exhaustivo e inequivoco de los miembros de una comunidad ni construir la
identidad de ésta. En estos casos se recurre a individuos que ilustran como
arquetipos sus aspectos relevantes.

En segundo lugar, se restablece el vínculo entre conocimiento y contex-


to social que desaparecerá con la objetivación del primero en el proceso de
su justificación pública; los intereses de los actores se identifican a través de
sus declaraciones y de su conducta. Los intereses se pueden agrupar en cua-
tro categorías: intereses esotéricos de predicción y control, intereses profesio-
nales de justificación y racionalización, intereses ideológicos concretos e inte-
reses legitimadores de clase (Barnes, 1977a). La adscripción de intereses
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 257

suele establecerse por la descripción de la estructura social y de la posición


que ocupan en ella los actores significativos.

En tercer lugar, vinculan los intereses grupales con los rasgos de identi-
dad de las tradiciones de investigación. Bien a través de paralelismos estructu-
rales o a través de vínculos instrumentales entre conocimiento y posición
ideológica y/o social. En cuarto lugar, hay que mostrar que los vínculos no sólo
existieron sino que fueron la respuesta causal a la incertidumbre de la situa-
ción, es decir, que fueron activamente producidos a partir de los recursos
cognilivos existentes para satisfacer los intereses de los actores que los crea-
ron. El quinto y último paso hace referencia al mecanismo causal eficiente
mediante la descripción de las conductas de los sujetos orientadas a utilizar
los recursos disponibles para llevar a cabo los intereses imputados (Iranzo,
1992).
La conclusión metodológica última es que,
“en la práctica, el estudio de cómo los intereses técnicolnstrumentales, por un la~
do, y por los intereses de conveniencia social, por otro, inFluyen sobre el creci-
miento cultural, simplemente no se puede dividir entre el estudio de la ciencia y el
estudio de los símtolos o de la ideología de forma aislada. Además, pasar por
alto os intereses sociales es representar equivocadamente la historia de la ciencia.
Rastrearlos, aFortunada o desaFortunadamente, es acrecentar nuestra propia auto-
comprensión” (Barnes y Shapin, 1979: 64-65).

4.5.- Shapin: Un Historiador de la Ciencia en la Escuela de Edim-


burgo

En los capítulos previos se han tratado las aportaciones de los dos fun-
dadores más conocidos del PF, Barry Barnes y David Bloox’. Sin embargo, exis-
ten otros miembros de la Escuela de Edimburgo que, por unas u otras razones,
no han tenido la repercusión que los dos primeros. Dentro de esos otros
miembros, existe uno en especial (Steve Shapin) que, sin ser tan afamado
como los anteriores, si tiene tanta importancia e influencia como estos en el
desarrollo y florecimiento del PR Las razones de su escasa difusión se pueden
reducir a tan sólo una. Como él mismo se disculpa en el trabajo de Ashmore
(1989), tan sólo es un historiador. Sin embargo, su aportación es fundamental
para comprender la evolución del PF desde sus inicios hasta nuestros dias. Es
más, sus últimos trabajos están teniendo una enorme influencia y un gran re-
Los RESULTADOS EMPíRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 258

conocimiento tanto dentro como fuera de su disciplina. Su trabajo con Scha-


ffer (1985) se ha convertido en un clásico de la disciplina, pero asimismo, ha
tenido una gran repercusión en la filosofía política, historia del pensamiento y,
ya en nuestro terreno de la sociología del conocimiento científico (más am-
pliamente, estudios sociales de la ciencia), su trabajo ha sido reivindicado, por
ejemplo, por autores tan influyentes como Latour (1990a, 1990b, 1991a y
1991 b) en lo que pretende se convierta en una antropología de la ciencia si-
métrica. Sin embargo, la influencia reciente de Shapin estriba en el giro que
ha imprimido a la historia de la ciencia desde los planteamientos de la SCC.

4.5.1.- La Nueva Historia y Sociología de la Ciencia.

En los últimos años se está produciendo un importante desarrollo de la


historia (y sociología) de la ciencia centrado en la “historia de la experimen-
tación científica” cuyo estandarte es el trabajo editado por Gooding, Pinch y
Schaffer (1989)24. Para estos autores,
“El experimento es una actividad respetada pero descuidada. Es comúnmente
aceptado que el experimento es una de las marcas de contraste de la ciencia. En
tanto que esta fracción de sabiduría convencional es verdad, lo más sorprendente
es que los estudiantes de ciencias hayan puesto tan poca atención en cómo y
porqué esta actividad particular ha llegado a ser tan signiFicativa. Por supuesto, los
resultados del experimento -observaciones y datos- son reconocidos universalmen-
te por su importancia Estos resultados han recibida mucha atención por parte de
los FilósoFos y la inFluencia de los resultados experimentales es bastante asumida
por los historiadores de la ciencia. De esta guisa, es común tratar a la ciencia co-
mo nada más que conjuntos de aFirmaciones sobre cómo es la naturaleza. En esta
imagen, no hay lugar para la actividad práctica que otorga a estas aFirmaciones su
poder. Así, el pioceso de experimentación se toma o como no-problemático o
como no-interesant& Esta descripción de la ciencia permite un abandono del pro-
ceso por el cual se establece el signiFicado. La omisión del experimento es sinto-
mática de un preiuicio en contra de la actividad práctica y en Favor de los actos
de habla. Representado por el giro lingúistico en la FilosoFía, esta visión de la
ciencia occidental persigue preservar el poder del cientíFico sobre el mundo mien-
tras distancia sus razonamientos del nexo práctico con ese mundo. Que tal activi-

dad literar¡a y cerebral pueda obtener esa autoridad sobre nuestra imaginación e,
incluso, sobre nuestra experiencia no es sorprendente, puesto que muchos otros
aspectos de nuestra cultura así lo tienen~ pensamos, en cambio, que lo sorpren-

24 Esta línea de trabolo se muestra altamente productiva e importante. Ver, por ejemplo, os trabajos de
Gollins (1985), Franklin (1986) Galison (1987), Gooding (1989), Pickering (1984), ~nch (1986), Shapin y
Sckaffer (1985).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 259

dente es que también pueda tener ese poder sobre la naturaleza” (Gooding,
Pinch y SchaFFer, 1989: XIII).

Paralelamente al trabajo de estos investigadores, Collins y Shapin (1989)


proclamaban la “Nueva Historia y Sociología de la Ciencia” (NHSC), interesada
en adquirir una mejor comprensión de la naturaleza y el estatus del experi-
mento. Para estos autores, existen seis puntos básicos que se deben asumir en
la NHSC:

1<’) El experimento y su papel en la producción de la verdad científica


es un problema a investigar y puede ser considerado como auto-
evidente o ser asumido como tal.

2<’) Los resultados experimentales son vistos como inherentemente


plausibles: todos los resultados experimentales pueden ser criticados
y los resultados no experimentales necesitan ser tomados como una
confirmación crucial o no confirmación de una teoría que se testará.
30) Se sigue que los juicios sobre la base del experimento son abiertos.
Las decisiones sobre el estatus de los resultados experimentales no
son dictados por los resultados: los juicios de los científicos pueden
estar informados por compromisos con ciertos estudios de lo que el
mundo natural contiene, inversiones en recursos técnicos y teóricos
y por un abanico de consideraciones, algunos de los cuales son ge-
neralmente pensados como “externos” a la ciencia.
40) Se 0pta por un modelo de “invención” del descubrimiento científico
frente al modelo de “descubrimiento”. A través del experimento y de
otros medios los científicos construyen su mundo natural.

5<)) La transmisión de tareas tales como aquéllas implicadas en el ex-


perimento siguen un modelo “artesanal”; la suficiencia (le los medios
puramente verbales paia transmitir tales habilidades es puesto en
duda.
6~) Se sigue de los puntos anteriores que el mantenimiento del consen-
so sobre lo que se toman como características del mundo natural es
un logro social.

La NHSC plantea que a diferencia de la visión recibida de la ciencia, el


observar algo como verdadero, no ambiguo y repetible es un proceso social y,
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAM4 -FUERTE 260

por tanto, es una cuestión de análisis empírico (esto es, analizar la variación
de las creencias científicas en el tiempo y en el espacio, considerando a di-
chas creencias como características distintas de la organización social especí-
fica, antes que simples reflexiones pasivas sobre la naturaleza) (Collins y Sha-
pin, 1989).

Lo que se está produciendo es el cambio de objeto de estudio que va


desde el análisis aislado de las teorías en la historia de la ciencia hacia una re-
evaluación de la relación entre teoría y todos los niveles de la práctica, asu-
miendo un planteamiento más pragmático. El experimento ya no puede ser
observado como la unión no-problemática entre teoría y mundo natural. Se
requiere un trabajo interpretativo considerable y no sólo la conexión de los
hechos experimentales con las teorías relevantes. Además, para decir que un
experimento ha producido hechos identificables, se debe establecer un corn-
plejo sistema de juicios concernientes a la naturaleza del resultado esperado,
las competencias de los experimentadores previos, la fiabilidad del equipo,
etc. Estos juicios tienen que ser hechos repetidamente en tanto que ningún
experimento puede ser considerado como finalizado después de una única
prueba. En suma, existe una concepción del experimento mas como artesa-
nal o práctica de lo que había sido considerado anteriormente por la concep-
ción tradicional de la ciencia (Golinski, 1990).

Tanto el espacio privado y especializado del laboratorio como el espa-


cio público en el cual la ciencia encuentra su audiencia son contextos donde
se encuadra la transición del conocimiento. Esta transición que se torna en
una forma de relación entre la ciencia y su audiencia y requiere de la cons-
trucción de diversas clases de recursos, ya sean estrategias experimentales,
representacionales y/o discursivas. Todas ellas empleadas con el fin de otorgar
al conocimiento científico el rol de autoridad pública. Este es el marco con-
ceptual en el cual encajan los trabajos de Shapin (1988 y 1990) sobre Boyle y
Hooke y su gestión en la transición de los hechos experimentales desde el ta-
ller hasta el contexto de los encuentros públicos de la incipiente Royal Society.

Shapin se ha mostrado muy interesado en los recursos culturales dis-


ponibles para la legitimación de las nuevas prácticas científicas del siglo XVII
en Inglaterra, en el uso de repertorios relevantes para justificar (y condenar) la
nueva ciencia y en las consecuencias prácticas de estas maniobras culturales.
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 261

Estos objetivos son abordados en sucesivos trabajos expuestos a continuación


y que suponen una línea de investigación muy interesante en la cual introduce
no sólo elementos propios de la historia y sociología de la ciencia, sino ele-
mentos más amplios de historia de las ideas, filosofía política y sociología en
general.

Tal como expone Shapin (1988a), la Inglaterra del siglo XVII fue testigo
del surgimiento e institucionalización de un programa dedicado a la experi-
mentación sistemática, al mismo tiempo que se acompañaba de una literatma
explícitamente descriptiva y defensora de los aspectos prácticos de dicho pro-
grama. Además de aportar estos resultados empíricos, al hilo de lo expuesto
en las páginas anteriores, Shapin pretende justificar el inicio de una línea de
investigación tendente a “situar la producción del conocimiento”. O lo que es
lo mismo, Shapin quiere “mostrar la red de conexiones entre los marcos físi-
cos y sociales de la investigación y la posición de sus productos en el mapa
del conocimiento. Intentaré demostrar cómo la situación de las prácticas-
productoras-de-conocimiento contribuyeron a una solución práctica de los
problemas epistemológicos” (1988a: 373). Entre otros elementos, la ubicación
física y simbólica del trabajo experimental era una manera de limitar y disci-
plinar a la comunidad de practicantes, esto es, era una manera de politizar el
discurso experimental y, a la vez, de garantizar públicamente que el conoci-
miento producido en tales lugares era auténtico y fiable. O dicho de otra ma-
nera, “el lugar del experimento contaba como una respuesta parcial al a
cuestión fundamental, ¿por qué alguien debía dar su aprobación a las preten-
siones experimentales?” (Shapin, 1988a: 374).
Debemos tener en cuenta que hasta finales del siglo XIX la separación
entre ciencia y sociedad no era tan evidente como en la actualidad. Al contra-
rio, existía entre ambas esferas una comunicación y apoyo mutuo que hacía
difícil establecer una demarcación tan acentuada como la existente hoy en
día. Los intereses públicos influían poderosamente sobre la dirección del tra-
bajo científico y la definición de lo que se consideraba como conocimiento
científico25

25 Hoy entenderíamos este fenómeno como una intromisión de la sociedad en /o ciencia. En la época, era
la sociedad (cultivada) la que hacía la ciencia. Desde la invención de la imprenta hasta la consolidoción del
sistema académico moderno la «Filosofta Natural» fue una actividad de ocio respetable de las clases supe-
Horas europeas, de un modo similar al mecenazgo de las artes o al cultivo de las letras.
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 262

La situación cambió de forma sustancial durante el siglo pasado. Pro-


gresivamente, la comunidad científica erigió fronteras más precisas, elevando
el grado de compromiso profesional hasta excluir a los amateurs. El campo
quedó así dividido entre especialistas (la ciencia) y legos (la sociedad). Shapin
señala que “este distanciarniento y disciplina del público fueron las condicio-
nes necesarias para la producción de conocimiento propiamente científico. En
cambio, allí donde la ciencia siguió influida substancialmente por intereses
públicos, el conocimiento objetivo y fiable se vio comprometido” (1990: 991).
La separación radical de ambas esferas ha llevado aparejada una estricta co-
dificación de los roles para cada una de ellas. El rol de la sociedad se ha re-
ducido a recibir pasivamente los juicios científicos y a suministrar el apoyo
necesario a las actividades que los científicos definen como esenciales para el
progreso de la ciencia y, por ende, de la sociedad.

Este hecho, aún vigente en gran medida, representa una inversión de


las relaciones de poder anteriores entre ciencia y sociedad. Se ha pasado de
un control de la ciencia por parte del público y de las instituciones sociales a
una situación en la que la comunidad científica controla sus propios proce-
dimientos, estípula la naturaleza de sus relaciones con la sociedad e, incluso,
extiende su influencia al escenario de los asuntos públicos más generales
(influencia de los expertos).
La noción de competencia intelectual (Shapin, 1990) vertebra las rela-
ciones históricas entre ciencia y sociedad. En el curso de su profesionaliza-
ción, la práctica de la ciencia llega a exigir la adquisición y desarrollo de
complejas habilidades y destrezas intelectuales, acompañado de con una alta
especialización, lo cual conllevaba una cada vez mayor estrechez de miras y
de propuestas. Esta competencia tiene como principal ámbito de relevancia,
no la sociedad en general, sino el conjunto de problemas técnicos definidos
por la propia comunidad científica. La configuración e institucionalización de
esa competencia es un fenómeno histórico surgido de la propia cultura cientí-
fica y ha tenido una evolución desigual en las diversas parcelas del conoci-
miento científico26.

26 Como señalaba Thomas 5. Kuhn (1987), el primer área científca en desarrollar este espacio de com-
prensibilidad y actividad diferenciada entre sus practicantes cualilicados y el público más amplio fue el de
las ciencias matemáticas {induyendo la astronomía, óptica y física). Galileo y su famosa metáfora sobre el
libro de lo ncn’uroleza y la escritura de éste en el lenguaje de las matemáticas constituyen el elemento inicial
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 263

Dentro del proceso histórico de demarcación del conocimiento científi-


co no puede obviarse, sin embargo, el influyente papel de las creencias del
público acerca del mundo natural sobre el desarrollo del conocimiento cientí-
fico y de la ciencia como institución. De este modo la génesis y el desarrollo
de las creencias sociales sobre la naturaleza en general y sobre el conocimien-
to científico en particular, se convierten en problema y tema de investigación
socio-histórica. La pregunta clave en este caso es: ¿Por qué la comunidad
científica separó la ciencia del sentido común y las competencias ordinarias
de los miembros de la sociedad -en especial, dado que en los inicios de la
práctica científica existía un flujo de comunicación entre experiencia ordinaria
y experiencia especializada de la naturaleza-?

Un hecho clave en la historia de las relaciones ciencia/sociedad es que


durante la revolución científica del siglo XVII la corriente científica dominante,
la representada por la Royal Society y liderada por Robert Boyle y Robert 1—loo-
ke, que a través de la reformulación de un nuevo concepto del método cientí-
fico y la propugnación del carácter público de la ciencia para reafirmar su
credibilidad y autoridad (Barnes, Bloor y Henry, 1992)27. En concreto, insistía
en la necesidad de la presencia del público en la práctica científica; en su
forma más extrema, sus defensores identificaban la ausencia del público con
la no-cientificidad del experimento en cuestión. Aquellas experiencias que
propugnaban una cierta privacidad o esoterismo eran rechazadas y etiqueta-
das como modernos dogmatismos28. Ahora bien, Shapin (1 988a y 1990) ad-
y parodigmático para comprender este hecho. A partir de este momento, la capacidad paro hablar y leer
la técnica y esotérica matemática (frente al lenguaje cotidiano) se convertirá en un discriminodor efectivo
paro establecer el fibra entre quién es un científico y quién no lo es. Siglos después, la profesionohzadón de
la ciencia moderna ha corroborado esta máxima a través del reconocimiento institucional del científico
como experto en el conocimiento de los fenómenos físico-naturales.
27 El surgimiento de la nuevo tilosoh’a experimental estaba basada en un método que ircftoba de establecer
unos límites alrededor de la IVosofía natural con el objetivo de disociaría públicamente de todos los grupos
sociales y religiosas. A tal fin, se trataba de producir hechos o evidencias exclt.qendo los temas considerados
como estrictamente metafísicos. La meto última consistía en establecer una demarcación entre la filosofía
natural y la religión y lo política, con la aspiración de conseguir ser la provincia del conocimiento objetivo de
¡os hechos (Bornes, Bloar y Henry -1992-).
28 En concreto, según Shapin (1 988a) tres eran los tipos de problemas que se derivaban de a “privacidad
de la observación individual solitaria”. El primer problema suponía que la transFormación de la mera cre-
encla en conocimiento propiamente dicho se consideraba que consistía en el tránsito de las percepciones y
cogniciones de lo individual a la cultura del colectivo. El segundo problema estaba conectado con lo visión
de que las percepciones del hombre postlapsario eran corruptas y estaban sujetas a prejuicios derivados de
los intereses, cuestión que se podía aminorar a través de publicitación. El tercer problema tenía que ver con
observaciones difícilmente mostrables al público. En estos caso, el testimonio era crucial, y tanto su estable-
cimiento como su evaluación se constituían en escenas sociales sui géneris. Este tercer problema, generó la
cuestión de lo “credibUidod” de las fuentes, tonto de personas, como de lo cosos.
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 264

vierte que el público presente en esas sesiones era cuidadosamente seleccio-


nado e instruido. No se puede decir que esta forma de práctica científica es-
tuviese abierta a todos los miembros de la sociedad (entre otras razones, por-
que, como dice Shapin (1988a), a pesar de emplazarse en lugares públicos,
las discusiones, juicios experimentales y exhibiciones más importantes de esta
época se realizaron en residencias privadas, elegidas de acuerdo con unas
condiciones y convenciones muy específicas y, destacando en el siglo XVII
como los lugares más importantes, las varias residencias y laboratorios de
Boyle, los lugares de encuentro de la Royal Society en Londres y los aloja-
mientos ocupados por Hooke)~~.

En suma, Shapin (1988a) considera que la carrera del conocimiento


experimental se fundamentaba en la circulación entre espacios privados y
públicos. Existía un intento realizado en espacios privados y, con posteriori-
dad, una muestra y discursividad del conocimiento experimental que se reali-
zaba en el espacio público. Esto favorecía el hecho de que el éxito de los ex-
perimentos estuviera garantizado, gracias al disciplinamiento de los intentos
(en su sentido de desafíos). Sin embargo, el paso entre el intento y su muesira
era sumamente problemática. Y, lo que es más importante, el trasfondo de
estas polémicas giraba en torno a un debate sobre la aprehensión de la natu-
raleza, bien a través de la propia experiencia (o evidencia de los sentidos),
bien a través de procedimientos no-experimentales que dictaban y convenían
en cómo debía ser la naturaleza. Es en este punto donde debemos considerar
la importante e influyente obra de Shapiny Schaffer (1985), Leviathan and the
Air-Pump: Uobbes, Boyle, and the Experimental Life.

4.5.1.1.- Boyle Vs. Hobbes: Nueva y Vieja Ciencia

En este trabajo, Shapin y Schaffer (1985) emplean un tratamiento histó-


rico altamente innovador, entre otros motivos, gracias a la utilización de la
noción wittgensteiniana de “formas de vida” y al marco conceptual-analítico

29 El nombre que se daba a los ‘testigos cualificados” que certificaban la corrección del resultado de un
experimento era virft¡osi. Este término traduce literalmente al latín el término griego aristócrata: los poseedo-
res de la arelé, virtud o nobleza. De hecho, estos vihuosi eran en su mayoría nobles aristócratas que aytda-
han a financiar la Royal Society, sin ser ellos mismos cientificos practicantes, a cambio de ser “ilustrados”
regularmente sobre sus logros y de su legitimación como sancionadores del conocimiento.
Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 265

de Collins (1985)30 para elucidar la estructura interna y los significados más


amplios del “método experimental”, intentando exhibir las asunciones fun-
damentales de este método a través del examen de las controversias surgidas
en torno a los trabajos de Robert Boyle31 en pleno siglo XVII, en lo que pre-
tenden sea denominado bajo el epígrafe de “vida experimental”. Su aproxi-
mación historiográfica va más allá de los enfoque predominantes hasta enton-
ces, gracias a la introducción y empleo de modelos sociológicos para analizar,
por ejemplo, los intentos de Huygens y de otras personas para reproducir la
bomba de aire de Boyle y la replicación de los resultados de los naturalistas
ingleses.
Otro de los rasgos distintivos de este trabajo es que el nuevo protagonis-
ta no es una persona sino un artefacto que crea un efectos que no existen
previamente de forma aislada, lo cual abre, paradójicamente, el campo de la
ciencia de laboratorio en pleno siglo XVII. Sin embargo, el núcleo del libro es
aún más profundo. Tal como apunta Hacking (1991), ¿Qué es la evidencia
científica? ¿Está entre nosotros, viene de fuera, figura en los cielos o es algo
que establecemos con las máquinas? Sobre este asunto es sobre el que gira
toda la polémica entre Hobbes y Boyle y en el trasfondo el inicio y posterior
hegemonia de la ciencia experimental de laboratorio y la emergencia de un
nuevo estilo de razonamiento científico. No obstante, también hay lecturas
críticas. Holmes (1992) entiende que frente al retrato de un Boyle agresivo,
movilizador de rectn-sos literarios para asegurar el asentir de los asuntos ex-
perimentales que producía a través de una tecnología material, este autor re-
trata a “un Boyle explorador y juguetón, realizando experimentos que buscan

30 En concreto, en una revisión a este libro de Shapin y Schaffer realizada por el propio Collins (1981),
comenta que “la sociología relativista del conocimiento científico tiene tres etapas. Lo primero etapa es
mostrar cómo es el conocimiento científico abierto, a pesar del método experimental. La segundo etapa es
exhibir la formo general de los mecanismos que se emplean para cerrar el debate en la ciencia a pesar de
su apertura potencial, y la tercera etapa es mostrar cómo las influencias más amplias, tales como las fuer-
zas materiales y políticas, sostienen las clausuras particulares de debates particulares. Shapin y Schaffer han
alcanzado uno cuarto etapa en la cual lo flecha de las influencia se vuelve en dirección contrario. Han
mostrado cómo una clausura particular en un debate particular influencié el pensamiento y la acción políti-
caen la Inglaterra del siglo WII y con posterioridad. Este es un gran libro” (825).
31 Bo>de es el creador de la ciencia tal como la conocemos en la actualidad. Como comenta Latour,
“nosotros conocemos la naturaleza de los hechos porque los hemos elaborado en unas circunstancias que
controlamos perfectamente. Nuestra debilidad se transforma en fortaleza, siempre que limitemos el cono-
cimiento a la naturaleza, instrumentalizados los hechos y dejemos de lado la interpretación de las causas”
(199] b: 36). En este sentido, Boyle transforma un defecto (la producción de los hechos creados en los labo-
ratorios y que sólo tienen un valor local) en un ventaja decisivo: nunca se modificarán estos hechos (pase lo
que pase en lo referente a las teorías, metafísica, religión, polifica o lógica>.
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 266

respuestas que él plantea, amenudo tentativas e inciertas, abiertas a revisión;


un Boyle cuya actividad experimental no es sólo una labor productiva, sino un
quehacer creativo con eventos del laboratorio que nunca están bajo total con-
trol” (1992: 133).
Pero vayamos por orden. Hace tres siglos, Robert Boyle concibió lo que
Shapin y Schaffer describen como un “juego de lenguaje” para producir las
prácticas experimentales. Una práctica en el programa experimental de Boyle
era “el resultado del proceso de tener una experiencia empírica, garantizada a
uno mismo y asegurando a los otros que los fundamentos de sus creencias
eran adecuadas. En ese proceso, una multiplicación de la experiencia atesti-
guadora era fundamental” (Shapin y Schaffer, 1985: 25). Desde esta perspecti-
va, Boyle trataba las prácticas como una categoría epistemológica y social.
Una práctica tenía que ser difundida a través de una serie ordenada de co-
municaciones y su identidad como hecho era un producto de ese circuito co-
municativo. Boyle describió sus nuevos experimentos en cartas a los otros ex-
perimentadores, instruyéndolos cuidadosamente sobre cómo replicarlos sin
error También expresó su deseo de instruir a los “jóvenes caballeros’ sobre
cómo realizar algunos de los más simples experimentos.

Sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones, Shapin y Schaffer co-


mentan los fracasos en la replicación del experimento de Boyle. Lo cual no
fue óbice para que Boyle difundiera un método por el cual se podría atestiguar
directamente lo que se observaba o como Shapin y Schaffer lo denominan
“una tecnología de atestiguamiento virtual.., una tecnología de confianza y
aseguramiento de que las cosas se han hecho y se hacen tal como se espera”.
Esta tecnología incluía un conjunto de prácticas materiales, textuales y organi-
zaciones para, en primer lugan producir trabajosamente un raro y privilegiado
“espacio” para la observación experimental. En segundo lugar, el uso de proli-
jas descripciones y detallados grabados para transmitir el sentido de los deta-
lles circunstanciales del experimento y del equipo. Y, en tercer lugar, mostrar
las modestas virtudes de un caballero creíble de la Royal Society. La repetición
de la experiencia experimental era una reproducción de una observación ori-
ginal, no en el sentido canónico de la “replicación”, sino como un desplaza-
miento de interpretaciones verosímiles. Los propios esfuerzos de Boyle por
conseguir la replicación de sus experimentos contribuían a su credibilidad.
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 267

En la reconstrucción de Shapin y Schaffe~ el ensamblaje ordenado de


la observación-informe-replicación planteado por Boyle representaba una
descripción mitológica del trabajo de un experimento que ayudaba a promo-
ver una forma de vida totalmente experimental. La bomba de aire era el apa-
rato central de esta forma de vida, pues el cuidado, gestión, descripción, re-
producción y estandarización de sus mecanismos se interrelacionaban con las
perspectivas de las prácticas experimentales de Boyle. Las competencias téc-
nicas asociadas con la construcción y gestión de la maquinaria de la bomba
de aire venían a autorizar las pretensiones sobre los hechos experimentales
que, sólo en principio, eran verificadas por “alguien”.

En opinión de Latour (1990a), el trabajo de Shapin y Schaffer (1985)


representa, por encima de cualquier otra cosa, el inicio real de una antropo-
logía de la ciencia, es un libro que trata la teoría de la coproducción de la
ciencia y de su contexto social. “Lejos de enmarcar la ciencia de Boyle dentro
del contexto social de Inglaterra, o la “presión” de la sociedad sobe la ciencia,
Shapin y Schaffer exploran cómo Boyle y Hobbes lucharon para inventar una
ciencia y un contexto y división entre ellos. No pueden explicar el contenido
por el contexto, en tanto -en el sentido más literal- ninguno de ellos existía
antes de que Boyle y Hobbes lograsen sus metas respectivas y enmarcasen
sus disputas” (Latoux, 1990a: 147). Sin embargo, Latour acusa a Shapin y Scha-
ffer de cometer una asimetría explicativa respecto de Boyle y de Hobbes. De
Boyle lo analizado es su ciencia, de Hobbes, su política. Es decir. Bovle tiene
una ciencia y una teoría política, Hobbes tiene una teoría política y una cien-
cia. No obstante, desde la perspectiva de Latour, las diferencias entre uno y
otro no iban más allá de sus discusiones sobre el experimento, el razonamien-
to científico y la bomba de aire.

¿Porqué Latour habla de una antropología de la ciencia en relación con


el trabajo de Shapin y Schaffer? El motivo es simple, “el triunfo de Shapin y
Schaffer es explicar cómo y porqué las discusiones sobre el Cuerpo Político,
Dios y Sus Milagros, la Materia y su poden pueden establecerse a través de la
bomba de aire. Este misterio nunca se explica por los contextualistas sociales
de la ciencia. Dan por asumido que existe un contexto macro-social -

Inglaterra, Dinastías, Capitalismo, Revolución, Comerciantes, Iglesia- y que


este contexto de alguna manera influye, conforma, refleja, reverbera, presiona
Los RESULTADOS EMP<RICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 268

a las “ideas sobre” la materia, la elasticidad del aire, el vacío y los tubos de
Torricelli. Sin embargo, nunca describen en primer lugar el establecimiento de
una unión entre Dios, Rey, Parlamento y un pájaro asfixiado en un contenedor
transparente cerrado de una bomba de aire de la cual se succiona éste por
medio de una manivela manejada por un técnico. ¿Por qué el experimento
sobre el pájaro traduce todas las otras disputas y lo hace de tal manera que
aquellos que controlan la bomba también controlan al Rey, Dios y sus y sus
séquitos de macro-factores?” (Latour, 1990a: 152-153).
La importancia del trabajo de Shapin y de Schaffer (1985) estriba en
que Boyle y Hobbes representan la cara y la cruz de la misma moneda, repre-
sentan lo que Latour (1990a) denomina invención dual. “No es que Boyle in-
vente el discurso científico y Hobbes el discurso político, sino que Boyle inven-
ta un discurso político allí donde la política no debería contar y Hobbes conci-
be una política científica allí donde la ciencia experimental no debería contai.
En otras palabras, ellos están inventando nuestro inundo moderno, un mundo
en el cual la representación de las cosas a través del medio del laboratorio se
rompe para siempre de la representación de los ciudadanos a través del me-
dio del contrato social” (Latour, 1990a: 155). Por ese motivo, los filósofos polí-
ticos olvidan al Hobbes científico y los historiadores de la ciencia olvidan al
Boyle político de la ciencia. Esta división constituye la “modernidad”, la ruptu-
ra entre la representación de los no-humanos y la representación de los hu-
manos, entre a artificialidad de los hechos y la artificialidad del Cuerpo Políti-
co. Latour habla en términos de Constitución y se refiere a Boyle y Hobbes
como los Padres Fundadores de tal Constitucion.
Sin embargo, es en esta situación en la que Latour critica a Shapin y
Schaffer su “asimetría” explicativa, al dar por sentado el programa de Hobbes,
es decir al no “deconstruirlo”, pues, en opinión de Latou~ la tradición intelec-
tual de la que provienen Shapin y Schaffer (la escuela de Edimburgo), ve más
difícil la “deconstrucción del contexto macro-social que la micro-escena ex-
perimental (caso del programa representado por Boyle). Tal como Latour lo
manifiesta, Shapin y Schaffer “ven doble”, “una cara para la crítica de la cien-
cia, la otra da por sentada la política como el único recurso explicativo valioso
de usar, (...). Los autores deconstruyen magistralmente la evolución, difusión y
conversión en caja negra” de la bomba de aire y del vacio pero porqué no-
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 269

deconstruyen la evolución, difusión y “conversión en caja negra” del “poder”


o de la “fuerza”. ¿Es menos problema la “fuerza” que el “vacío”?” (1990a: 159).

Latour entiende el surgimiento de la modernidad como resultado de la


innovación acaecida en la teoría política (tanto por Hobbes como por Boyle),
“para la ciencia la representación de los no-humanos y la no posibilidad de
influencia por o en apelación a la política; para la política la representación de
los ciudadanos con ninguna influencia por o en relación con los no-humanos
producidos y movilizados por la ciencia y la tecnología. El mundo moderno
vive bajo esta Constitución” (1990a: 159). Shapin y Schaffer incluso están atra-
pados en él. El hecho de que opten por uno (por Hobbes) de los dos acentúa
tal cuestión, según Latour, “en el último minuto se aferran a Hobbes y prefie-
ren una Rama del Gobierno a la otra, creyendo en la fuerza más que en la ra-
zón. No se dan cuenta que una y otra son la misma cosa, que esta dicotomía
proviene de una decisión común mayor Para un antropólogo de la ciencia no
hay más Fuerza que Razón, ni más Sociedad que Naturaleza. Por tanto, no hay
ni ha habido ningún mundo moderno” (Latour, 1990a: 159.).

4-6.- A la Búsqueda del Mundo Natural: Pickering y los Quarks

Si bien el trabajo y la persona de Andy Pickering no es tan importante


como el de los anteriores miembros del PF, su línea de investigación muestra
algunas peculiaiidades que pueden ser reseñables en este capítulo dedicado a
la historiografía del PR Tales peculiaridades pueden concretarse en dos. La
primera de ellas su estudio de caso cuasi-histórico, esto es, la peculiaridad de
su investigación es que trata un tema de reciente y, de hecho, actual relevan-
cia (frente al abanico de estudios de caso históricos de sus colegas). En se-
gundo lugan sus planteamientos epistemológicos más realistas si cabe, que
los asumidos por el resto de los componentes del PR Su postura epistemoló-
gica ha sido catalogada como realismo pragmático32.

32 En muy resumidas cuentas, Pickering entiende la ciencia como “oportunismo en acción” y trata de de-
mostrar que los modelos teóricos adoptados por los científicos determina la selección de los objetos. De-
pendiendo de cómo cambian los aparatos técnicos así cambian los objetos físicos y viceversa. Fickering
trata de mostrar que la construcción e aparatos conformadores de un modelo de realidad física precisa
juega un papel fundamental en la construcción del objeto. Además, Pickering sostiene que las presuposi-
ciones de las teorías realistas disfrazo el carácter construido de la realidad física.
LOS RESULTADOS EMPíRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 270

El realismo pragmático de Pickering (1986 y 1989) asume que los expe-


rimentadores manejan tres elementos a la hora de llevar a cabo cualquier he-
cho experimental: un procedimiento material, un modelo instrumental y un
modelo fenomenal. “Por procedimiento material me refiero a la acción expe-
rimental en el mundo material: constitución del aparato, funcionamiento y
control de éste en el laboratorio. El modelo instrumental expresa la compren-
sión conceptual del experimentador de cómo funciona el aparato y es central
para el diseño la realización y la interpretación del experimento. Es tentador
imaginar que estos dos elementos son los únicos ingredientes de cualquier
experimento. Los procedimientos materiales, interpretados a través de los
modelos instrumentales, producen directamente hechos. Pero esta perspecti-
va es difícilmente sostenible. Los hechos experimentales se producen como
hechos significativos sobre el mundo de los fenómenos naturales, y esto es
porque sugiero que existe un tercer elemento intrínseco a cualquier experi-
mento. El tercer elemento, que dota a los descubrimientos experimentales
con un significado y una significación, es un modelo fenomenal, una com-
prensión conceptual de cualquier aspecto del mundo fenomenal sujeto a in-
vestigación. Los experimentos apuntan normalmente a la determinación de
algún parámetro que inicialmente no se especifica en algún modelo fenome-
nal. Así, los modelos fenomenales son un input para la práctica experimental -

el experimento se diseña como un modelo fenomenal o modelo en la mente-


y, más concretamente especificado, un resultado. El modelo de resultado
muestra cualquier hecho que se determina en el desarrollo del experimento”
(Pickering, 1989: 276-277).
La clave del realismo filosófico es establecer que la investigacion cien-
tífica establece coherencia entre sus resultados y la naturaleza. Sin embargo,
en la sociología del conocimiento científico ha demostrado que la coherencia
entre los procedimientos materiales y los modelos conceptuales no garantiza
la naturalidad y exclusividad de los hechos. Sin embargo, al igual que Picke-
ring trata de rebatir las posturas realistas filosóficas, también trata de rebatir
las posturas anti-realistas (por ejemplo, las sostenidas por muchos integrantes
de la sociología del conocimiento científico, ver Pickering, 1987). Esto es, Pi-
ckering trata de articular una alternativa la realismo evitando, a la vez, el anti-
realismo. “Sostengo que las coherencias entre los procedimientos materiales
Los RESULTADOS EMPíRICOS DE EL PROERAMA FUERTE 271

y los modelos conceptuales deberían ser vistos como cosas hechas, como lo-
gros del actor y no como algo que surge natural y exclusivamente del mismo
mundo material. Sin embargo, mantengo una perspectiva realista no corres-
pondiente sobre el establecimiento de la coherencia” (Pickering, 1989: 279).
En suma, para Fickering, el conocimiento científico se articula acomodándose
a las resistencias que surgen del mundo material, de hecho, existe una rela-
ción directa entre conocimiento científico y mundo material, pero no se trata
de correspondencia natural, sino de coherencia.

Los científicos manipulan los elementos que entran en juego en la in-


vestigación con el objetivo de lograr una configuración estable del resultado.
Tal estabilización es, inevitablemente, un logro local y temporal, que viene a
constituir el así denominado descubrimiento de un fenómeno y, a la vez, con-
vierte en caja negra a los instrumentos que ha utilizado con el fin de producir
coherencia y de limitar la práctica. Esto es lo que Pickering denomina como
estabilización interjectiva. La práctica material -la interacción con el mundo
material- puede jugar un papel constitutivo en la producción de conocimiento:
las deformaciones plásticas de los procedimientos materiales y de los mode-
los conceptuales tienen que comprenderse, en parte, como acomodación a
las resistencias desestabilizadoras en el mundo material. Para Pickering, esta
sería la perspectiva realista apropiada sobre el conocimiento científico. Sin
embargo, estas resistencias materiales son únicamente manifiestas en rela-
ción a las expectativas previas: no tienen existencia en ausencia de tales ex-
pectativas. Por tanto, las resistencias materiales tienen un carácter situado que
excluye cualquier movimiento hacia el realismo de la correspondencia. “La
relación entre conocimiento y inundo material tiene, por tanto, que ser com-
prendido no en términos de la correspondencia fijada sino en términos de
coherencias locales y potencialmente inestables logradas entre los procedi-
mientos materiales y los modelos conceptuales” (Pickering, 1989: 281). Esta
perspectiva es lo que Pickering denomina realismo pragmático.

lbdas estas consideraciones son resultado de un amplia producción


que ha tenido como temática casi en exclusiva el estudio de la física de partí-
cujas, donde Pickering explora los procesos materiales de descubrimiento y
atribución de sentido en tales procesos. En concreto, la existencia de quarks
planteada por el fisico Giacomo Morpurgo en 1964 (partículas con 1/3 ó 2/3 de
LOS RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 272

la carga del electrón) supuso generar una “incoherencia” entre la física expe-
rimental y la teórica (que planteaba como unidad mínima cuantizada de
energía eléctrica la carga del electrón), algo totalmente intolerable. En esos
momentos, según Pickering (1984a) se empiezan a establecer cursos alterna-
tivos de acción, de acuerdo, con lo que él mismo denomina como oportunis-
mo contextual decidido a mantener la mayor parte del conocimiento admitido
hasta entonces. Como parte de esa actitud de los científicos, las analogías en
la construcción de las teorías juegan un papel fundamental, así como los re-
cursos tanto técnicos como teóricos que se encuentran disponibles para la
comunidad, y también el propio contexto en el cual se emplean esos recursos
para comprender porqué se adopta una solución particular a un problema
dado.

En un debate reciente sobre este trabajo de Pickering, Roth y Barrett


(1990a) critican diversos aspectos del trabajo de Pickering (1984a)~~, entre
otros la negación del realismo fuerte (la existencia de quarks no explicaría el
consenso sobre ellos dado que su percepción es factible gracias a un cambio
en las prácticas interpretativas comunitarias). La devaluación del modelo filo-
sófico (pues, el cambio en las prácticas interpretativas está subdeterminado
por la evidencia disponible). La afirmación del modelo sociológico (la dinámi-
ca de la práctica científica explica el cambio científico). Y, por último, la cre-
encia en los quarks es un artefacto social producto de la interacción de los
científicos. Según estos elementos criticados, la subdeterminación y corregibi-
lidad de los datos y la necesidad del consenso previo a las prácticas interpre-
tativas implicaría que la ciencia es creación libre de los actores sin constre-
ñimientos de la realidad. Sólo existiría un contexto de construcción y la elec-
ción racional de teorías sucumbe ante las mayores oportunidades de investi-
gación teórica y empírica futura y no por el peso de la evidencia y de su con-
trastación. Para Roth y Barrett (1990a), Pickering defiende la tesis metodológi-

~ En lo que es su principal trabajo y al margen del núcleo argumentol del mismo, Pickering construye lo
que denomino “la descripción del cientifico de la historia de la física de altas energías”, en lo cual rechaza
un argumento fundamental para la filosofía de la ciencia ortodoxa, esto es, la consideración del experimen-
to como el árbitro supremo de la teoría, los hechos producidos por los experimentos son independientes del
juicio de las partes en una disputa teórica y los científicos son observadores pasivos de tales hechos antes
que creadores activos de la evidencia. Muy al contrario, “los cientificos deberían ser vistos como agentes
cuyas acciones determinan cuál es la evidencia experimental disponible y el contenido de las teorías en
competencia y, de esto manera, el resultado de los esfuerzos para reformar o reestructurar los campos o
teorías científicas” (Pickering, 1 984a: 7-8).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 273

ca de que las consideraciones epistemológicas son irrelevantes para la expli-


cación de la lección entre teorías y deben sustituirse por consideiaciones so-
ciológicas. Por estos motivos, ambos autores intentan demostrar la inadecua-
ción de las primeras consideraciones y la no falta de motivos para preferir las
segundas.

Frente a esto, la tesis de Pickering se reduce a afirmar que la evidencia


no pesa argumentalmente si no hay consenso sobre su interpretación y que
esto no ocurre en tanto los científicos no deciden qué satisface mejor su inte-
rés por mantener vivas sus competencias profesionales.

En el mismo debate, Nickles (1990) y Pinch (1990b) intentan definir y


aclarar los esquemas conceptuales de las partes en conflicto para enmarcar la
polémica en sus justos términos. Su primera apreciación es que Roth y Barrett
(1990a) no comparten el interés por la investigación empírica del proceso de
la actividad científica. Entienden este caso corno un problema de elección
entre teorías inconmensurables, como una decisión cuasi-administrativa. Ig-
noran que las teorías son instrumentos en manos de grupos con intereses
teóricos. Plantean una dicotomía entre factores sociales y evidencia y lógica,
que los estudios sociales de la ciencia ya no admiten porque la aceptación del
nuevo conocimiento y la explicación del modo razonable como se ha esta-
blecido se construyen simultáneamente. Mientras que Roth y Barrett (1990a)
hablan de “meros constructos” o “entidades mentales” olvidan que su sentido
se materializa en redes conceptuales, instrumentación y praxis. Entienden
“construcción” como algo individual arbitrario y no constreñido por el mundo,
esto es, como “fantasía”; pero es la constitución de una forma de vida me-
diante verbalización y operalización. Mantienen la imagen de la ciencia corno
una actividad gobernada por reglas cuando éstas son más bien el resultado y
no la causa del proceso de aprendizaje a través de la modelización y la pro-
ducción de ejemplos. En suma, Roth y Barrett (1990a) niegan que hacer cien-
cia, como toda actividad humana, signifique pertenecer a una cultura.

Frente a estas críticas, Roth y Barrett rehusan discutir dado que consi-
deran estos comentarios como “falsos”. Para ellos, el PF y sus afines ha pro-
ducido estudios de caso con la finalidad de validar sus modelos de explicación
sociológica del cambio científico. Algo, que en su opinión, no han conseguido.
En último extremo, Roth y Barrett consideran que lo que estos autores han
Los RESULTADOS EMPíRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 274

conseguido es traducir ña epistemología del “descubrimiento” y el realismo


“robusto” a términos de “creación” y formas claudicantes de escepticismo. En
suma, lo que Roth y Barrett están intentando poner en cuestión es cómo eva-
luar las explicaciones del cambio científico. Frente a la fertilidad, inteligibili-
dad, la coherencia, la generalidad, la versatilidad y el contenido empírico co-
mo criterios de tal evaluación en el caso de Pickering, Roth y Barrett contra-
ponen la consistencia con el enfoque tradicional y la formulabilidad en térmi-
nos de una rigwosa lógica deductiva y de una estricta y completa causalidad
determinista.
En este mismo debate, Fuller (1990) recicla los estudios sociales de la
ciencia convirtiéndolos en el exponente del “principio de a-racionalidad”
(Laudan, 1977). Fuller sugiere que la mayoría de los sociólogos asumen esta
hipótesis en tanto que su meta parece ser la de indagar hasta qué punto el
conocimiento de las cosas está indeterminado o hasta dónde se puede pres-
cindir de explicaciones epistemológicas. De otra manera, estos mismos soció-
logos exploran las posibilidades de la Tesis Duhem-Quine. Sin embargo, para
Fuller estos planteamientos suponen un cierto grado de adecuación entre el
enfoque clásico y los hechos, lo cual no conlíeva la supuesta ruptura con el
paradigma anterior Por este motivo, Fuller plantea una ruptura con la Tesis
Duhem-Quine y la consideración de que son los criterios formales los que jus-
tifican, aunque no explican los juicios de los científicos. Fuller mantiene la vi-
gencia del agente como un actor que dispone de voluntad libre (o capacidad
real de elección) en tanto que puede considerar las posibilidades accesibles
antes de actuar que tienen un orden (revisable) de preferencias entre éstas y
que puede actuar para materializar la posibilidad que prefiere.

Por último, la respuesta de Pickering (1990c) tiene tres líneas argurnen-


tales básicas. Primera, para Pickering el debate tiene como trasfondo distintos
modelos de ciencia. Roth y Barrett la entienden como conocimiento, Pickering
como práctica (línea que afianza en Pickering -1992a y 1992b-). Para Roth y
Barrett, la mcta es exhibir la objetividad del conocimiento articulando un
conjunto de reglas independientes de contenido y de contexto capaces de
determinar la elección entre teorías. Algo a todas luces imposible de conse-
guir y que como se expone en los casos desarrollados en los Estudios Sociales
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROSRAMA FUERTE 275

de la Ciencia, tal elección depende de elementos muchos más contingentes y


aleatorios de lo que Roth y Barrett pretenden que así sea.

Como segunda línea argumental, Pickering propone un modelo de co-


nocimiento como práctica que intenta remediar tales insuficiencias. Por su-
puesto, en él la objetividad desaparece. La estructura de la ciencia y de la rea-
lidad está situada respecto a la práctica (la formación de metas; la producción
de fenómenos, hechos y aparatos, el cierre de las disputas, etc.). Todo está
supeditado a la pervivencia de la empresa investigadora y al aprovechamiento
de las oportunidades de trabajo.

La tercera línea argumental supone que la adopción de una postura


realista o anti-realista no es una cuestión crucial. En cualquier caso, ambas
posturas son constmcciones a posteriori. El realismo “pragmático” de Picke-
ring resulta de un análisis que intenta explicar la actividad científica “en tiem-
po real”, esto es, tomando la temporalidad en serio y dejando espacio a los
aspectos contingentes (resistencia) de lo material, lo social, lo conceptual y
todas las dimensiones de la práctica que se planteen. Es decir, se trata de in-
dagar cómo se establecen las conexiones entre el conocimiento y el mundo,
cómo los agentes discurren como sujetos que aprenden, no como esclavos de
reglas abstractas, cómo la estabilización de enunciados y conductas se produ-
ce a través de cambios en las prácticas interpretativas y materiales, no sólo
lógicas. En último extremo, Pickering explora una forma de vida que entabla
relaciones con el mundo mediado por su cultura y que flexibilizando y recom-
poniendo su práctica material, conceptual, interpretativa y social (sus tradi-
ciones) co-produce hechos (incluidos el mundo y la cultura).

La respuesta de Roth y Barrett (1990b) es contradictoria. Por una parte,


le acusan de positivista en sentido episternotógico (empirista) por creer que la
evidencia histórica puede corroborar un modelo y en sentido ontológico
(fenomenología) por considerar que lo real está formado por apariencias,
además, construidas en parte por los sujetos. Esto choca con el hecho de que
Pickering nunca habla de corroboración, sino de viabilidad y nunca ofrece te-
sis ontológica alguna. Por otra parte le acusan de ofrecer explicaciones causa-
les (contradictorio con la acusación anterior) y cuestión que Pickering no de-
sarrolla en su trabajo. En todo caso, según Roth y Barrett (1990b), la explica-
ción causal idónea seña una especie de análisis factorial de los méritos objeti-
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROSRAMA FUERTE 276

vos (o, en su defecto, sociales) de una teoría, dando por hecho que su enfo-
que es capaz de acometer tal empresa. Frente a estos planteamientos, Picke-
ring (1990c) cree que, pese a la introducción de factores impredecibles y de la
libertad de elección de los agentes, puede haber explicaciones, aunque sin
imputaciones causales, gracias a una comprensión global de la secuencia de
acontecimientos.

Resumiendo, Pickering analiza la relación entre el conocimiento cientí-


fico articulado y el mundo material. Desde una postura realista mantenida so-
bre el papel constitutivo en la producción de conocimiento de las resistencias
situadas encontradas y vencidas en la práctica material. A la vez, que se opone
a las metáforas de la correspondencia de la naturalidad y de la fijación. Picke-
ring sostiene que los procedimientos naturales y los modelos conceptuales
son recursos plásticos para la práctica y la producción-de-hechos descansa en
el logro contingente de coherencia entre estos elementos. En este momento,
Pickering introduce la noción de estabilización interactiva para enfatizar el
refuerzo que cada elemento confiere a los otros cuando se logra la coherencia
y la inestabilidad incipiente de la coherencia lograda. Para Pickering, cuando
se conceptualiza la red global de interconexiones dentro de la cual se estabili-
za el conocimiento empírico, parece claro que uno de los términos de esa red
se situará en la práctica material, con lo cual, el realismo pragmático propug-
nado por este autor parece ser la perspectiva apropiada3~.

~ Pickering (1 992a) da un paso más en el desarrollo del PE graciosa una obra que supone un giro muy
importante en la consideración tradicional de la ciencia como conocimiento a su consideración como prác-
tica. O lo que es lo mismo, considerando que la cultura técnica de la ciencia es una red conceptual única
(Hesse, 1 974), la práctica científica se convierte en la extensión creativa de la red conceptual en su adapta-
ción a las nuevas circunstancias, gracias a procesos abiertos de extensión analógica (metafórica) de la red
conceptual inicial modelados por intereses (nada dentro de la red ~ja su desarrollo futuro) (Fckering,
1 992b). Claro que para éste, “describir la práctica científica como abierta e interesada es, en el melor de
los casos, arañar su superficie” (Pickering, 1 992b: 5)
CAPÍTULO ~2

CONCLUSIONES:
El Programa Fuertey el Desarrollo de
la Sociología del Conocimiento Científico

5.1.- Introducción

En este último capítulo se trata la relación entre el PF y los desarrollos


posteriores de la Sociología del Conocimiento Científico. Es necesario consi-
derar que esta conexión está muy mediada por las disputas del PF con los filó-
sofos de la ciencia, en tanto que el PF ha tenido siempre una fuerte inclina-
ción filosófica. No obstante, esta tendencia, en su momento, permitió dotar de
un estatus epistemológico propio a la SCC frente al afán monopolista de la
filosofía ortodoxa de la ciencia

Sin embargo, las críticas vertidas por los sociólogos del conocimiento
científico posteriores al PF han puesto en evidencia algunos puntos débiles de
éste. Esta situación ha conducido a que los trabajos de Bloor y Barnes sean
reconocidos como clásicos de la SCC. Pero, a la vez, han quedado relegados a
un segundo plano ante el fuerte empuje de la multitud de enfoques desarro-
llados gracias a la interrelación de la Sociología del Conocimiento Científico
con los Estudios Sociales de la Ciencia y, recientemente, con los Estudios So-
ciales de la Tecnología.

5.2.- ¿Cómo Mantenerse Fiel a los Principios y no Sucumbir en el


Intento?

David Bloor en la segunda edición de su libro, Knowledge and Social


Irnagery (199 la) hace una clara alusión a algunos de las críticas vertidas al PF
(Ben-David, 1981; Archer, 1987; Slezak, 1989a; Flew, 1982; Bartley, 1987, entre
CONCLUSIONES: 278
EL PROGRAMA FUCRTE y LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO CIENTIFICO

otrosí) como muestra clara de la actualidad de la sociología del conocimiento


científico. Apenas es ya noticia el hecho de que desde que los primeros traba-
jos de los miembros del PP vieron la luz pública muchas han sido las críticas
recibidas, diversas las disputas mantenidas y moderados los apoyos recibidos.
Los argumentos han sido de toda índole, críticas a la epistemología conven-
cionalista de éste por entender que se basaba en el escepticismo y el relati-
vismo2 (Lukes, 1975; Dixon, 1980; Archer, 1987). Acusaciones de fomentar una
disciplina imperialista que reemplazando a la epistemología, pretendía soca-
var el valor de la filosofia y explicar las prácticas de la ciencia, todo ello sin
hacerlo en el nombre de la verdad, para finalizar afirmando que el PF aLaca
las asunciones básicas de nuestro pensamiento y lenguaje (Trigg, 1978 y 1985).
También se ha puesto de relieve la existencia de diferencias teóricas entre los
ponentes del PF, lo que supondría hablar de una versión más modesta del PF
en el caso de Barnes (Marier, 1980 y González de la Fe y Sánchez Navarro,
1988).

Sin embargo, lo más preocupante son las críticas que el PP ha recibido


de sus compañeros de disciplina, la Sociología del Conocimiento Científico.

5.2.1.- El Programa Fuerte y los Sociólogos del Conoci-


miento Científico

Dentro de la propia sociología conocimiento científico, el PF ha recibi-


do muchísimas críticas y, si a diferencia de ser catalogado como heterodoxo,
revolucionario, irreverente o con adjetivos de este talante, dentro de la SCC,
los caljficativos han sido todo lo contrario, ortodoxo, conservador, retrógrado,
etc. A continuación se detallan algunas de los reproches hechos al trabajo e
Bloor y Barnes.

En especial, se detiene en el artículo de Bartley (1987) para mostrar la manera en la que no se debe
atacar al PF, pues lo que Bartley plantea atenta justamente contra el principio de simetría. El argumento de
Bartley es que la sociología del conocimiento debería estudiar cómo los procesos sociales distorsionan el
conocimiento y mostrar tales factores. Es obvio que esta postura ya de por si evaluativa, parte de una posi-
ción fuertemente asimétrica. Para Bloor, “el significado del postulado de la simetría es que nuestros mejores
y más apreciados logros científicos no podrían evistir como tal sin tener el carácter de instituciones sociales.
Toles logros están, por lo tanto, influenciados y son problemáticos socialmente como cualquier otra institu-
ción. Su carácter social no es un defecto sino una parte de su perfección” (199 lo: 164).
2 Algunos cr,%icos van más allá en su juicio al relativismo, por ejemplo, Fuller (1991 b) quien afirma lo obso-

lescencia cia este planteamiento.


CONCLUSIONES: 279
EL PROGRAMA flIERTE Y LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

El principio de causalidad es y ha sido uno de los caballos de batalla de


los críticos del PR Whitley (1983) habla de visión mecanicista en la explica-
ción del PF al reducir todas las creencias a epifenómenos de causas subya-
centes, de tal manera que las creencias no tienen existencia, excepto si son
derivadas de tales causas. Los juicios de los científicos y del cambio científico
son considerados simplemente como epifenómenos de casos e intereses ma-
teriales. Según Whitley, el PF
“Fluctúa entre una simple insistencia en que las estructuras sociales se relacionan
con las cuestiones y decisiones intelectuales y un reduccionismo mecanicista que
no deja lugar a los estudios sociológicos porque el objeto a explicar no tiene una
existencia separable’ (1983: 692-693).

En el caso de este autor, sus inquietudes van más por la configuración


de las relaciones que unen creencias, racionalidades, estructuras sociales y la
organización de la producción del conocimiento.

Para González de la Fe (1993) el principio de causalidad es el principio


fuerte y el resto son un corolario de éste. Sin embargo, para ella,
“lo que sucede es que la tesis de la causalidad pierde Fuerza cuando vemos los ti-
po de causas que se aducen: la Teoría de los Intereses. No sabemos qué son -

sobre todo aquellos que se postulan como supraindividuales- y menos aún sabe-
mas cómo actúan” (1993: 21).

El principio de imparcialidad ha sido también objeto de reprobación


puesto que su adopción, según [vlcCarthy(1988), supone mantener una postu-
ra epistemológicamente agnóstica. La imparcialidad, como principio metodo-
lógico, implica que no se debe permitir que las evaluaciones del sociólogo
sobre el estatus de las creencias determine la forma de la narración sociológi-
ca que usa para explicarlas. En el PE, la imparcialidad del sociólogo se halla
estrechamente vinculada a la adopción de un formato explicativo causal. Si se
pretende ofrecer una explicación del conocimiento científico, el sociólogo
tiene que emprender su análisis sin tomar en cuenta que la comunidad dada
considera una afirmación determinada como una descripción verdadera o
como una manifiesta mistificación o un claro error de la estrucLura del mun-
do. La cercanía del análisis sociológico a un análisis imparcial del evento de-
pende de la medida en que aquel logre alejarse de las asunciones generales
establecidas.
CONCLUSIONES: 280
CL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGIA CCL CONOCIMIENTO CIENTÍFiCO

Milístone (1978) realiza varias consideraciones al respecto. En primer


lugar, el sociólogo no puede ser imparcial sobre sus propias explicaciones, si
éstas se definen en términos causales. En segundo lugar, a pesar de que se
puedan encontrar las causas de toda creencia, sea verdadera o falsa, esto no
significa que la verdad o falsedad de una creencia pueda ser relevante para su
explicación causal. La verdad del hecho creído no es una causa suficiente pa-
ra la creencia, pero puede ser una condición causal necesaria. En tercer lugar,
Bloor necesita hablar de imparcialidad porque cree en la posibilidad de la
objetividad, pero ésta no puede analizarse en términos de convención social.
Milístone define al PF como una aproximación que, por basarse en la impar-
cialidad metodológica, fracasa en la aplicación de sus conclusiones a la socio-
logía misma. Por ello, Milístone, al igual que Bloor, considera la retiexividad
como un principio para conjurar las implicaciones críticas de su propia postu-
ra. A pesar de ello, la postura de Milístone va más allá de la de Bloor al apuntar
que, para superar la reflexividad como un problema de auto-refutación, el so-
ciólogo ha de renunciar, cuando menos, a sus intenciones de establecer expli-
caciones generales, a su pretensión de cientificidad y a superar en sus propios
análisis una estrecha concepción de la causalidad.

La defensa de un análisis sociológico que tenga como principio orien-


tador la imparcialidad respecto al carácter del conocimiento conlíeva que su
pauta de explicación sea independiente de sus rasgos atribuidos. La simetría
explicativa es, en consecuencia, un correlato adecuado de la adopción del
precepto de la imparcialidad y de la consideración del conocimiento como
una instancia socialmente construida. Esta cuestión rompe radicalmente con
la idea tradicional de que la creencia verdadera, racional o exitosa tiene que
explicarse por tipos de razones diferentes a las que o no son racionales, no
tienen éxito o son falsas. Esto no significa, sin embargo, que el PF apoye la
idea de que toda creencia es igualmente verdadera o igualmente falsa. El es-
tudio del conocimiento científico se aborda con independencia de su éxito, de
su verdad, su carácter progresivo o su racionalidad. Es, pues, por esta razón
por la que el principio de simetría constituye, sin duda, el rasgo más caracte-
rístico del PR
Desde un punto de vista más político, Medina (1989) critica el principio
de imparcialidad por considerario una debilidad que “recuerda el cientificismo
CONCLUSIONES: 281
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFiCO

positivista y weberiano en cuanto a la elusión de los juicios de valor en lo-~


procedimientos de la ciencia. Este punto es incorrecto porque los juicios de
valor existen, han existido siempre, y son parte fundamental de los procesos
de conocimiento científico” (317-318).

Desde la etnometodología, Lynch (1994) ha acusado al PF de pretender


acometer un método demostrativo de dos-pasos en el análisis del conoci-
miento científico:

1”) Aunque los científicos y matemáticos pueden actuar de acuerdo


con la lógica inmanente de la teoría, sus acciones no están inequívo-
camente determinadas por la naturaleza de las cosas o por las puras
posibilidades lógicas (frente a los planteamientos de Mannheim). Al
contrario, la emergencia y cristalización de los paradigmas científicos
está influenciada en muchos aspectos decisivos por factores sociales
dura y extra-teóricos de diversos tipos.

20) La influencia de los factores sociales sobre el contenido concreto


del conocimiento matemático y científico es de una importancia más
que periférica. Los intereses sociales se asocian con los incentivos y
afiliaciones extra-científicas y con la pertenencia intra-científica en
una u otra facción dentro del campo. Estos intereses dan lugar a tác-
tjcas persuasivas, estrategias oportunistas y disposiciones transmiti-
das culturalmente que influencian el contenido y el desarrollo del
conocimiento científico.

Este modo de explicación del PE, según Anderson, l-lughes y Sharrock


(1987), es muy poco más distinto que el modo explicativo funcionalista y esta-
ría abierto a muchas de las mismas críticas del segundo. Para estos autores la
demostración de la causalidad se realiza al mostrar la homologías entre las
teorías científicas particulares y las otras creencias existentes en el medio so-
cial en el cual se originan las primeras. En una explicación funcionalista, las
homologías abstractas (por ejemplo, las dimensiones básicas de la creencia
puritana y del ethos de la ciencia) se emplean para demostrar que el medio
apoyó o motivó la promulgación y aceptación de la teoría. El PF re-escribe la
congruencia de los argumentos del funcionalismo en un idioma causal más
fuerte, pero la tarea de demostrar y de defender las conexiones entre las for-
CONCLUSIONES: 282
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

mulaciones particulares abstractas de la creencia y del conocimiento se en-


frenta con muchos de los mismos intratables problemas que el funcionalismo

El principio de reflexividad del FF también ha recibido críticas diversas.


Según unas, la versión de la reflexividad de Bloor es un criterio para establecer
el estatus científico de su propio programa3. Este requisito es bastante pareci-
do a los esfuerzos de Marmnheim y de Merton por aplicar la sociología del co-
nocimiento a sus propios trabajos. Mannheim intentó asegurar la autoridad
pragmática para la sociología del conocimiento al sostener que su situación
histórica e institucional única permitía una evaluación relativamente libre-de-
valores de los diversos modos de conocimiento. Merton hizo una pretensión
algo más audaz al efecto de que la sub-disciplina profesionalizada de la socio-
logía de la ciencia ejemplificaba las propiedades de una especialidad científi-
ca madura. Sin embargo, tanto Mannheim como Merton, a diferencia de Bloor,
subscribían la perspectiva de que los modos racionales de comunicación
emergen cuando se establecen las condiciones institucionales apropiadas. En
consecuencia,
“sus análisis «reFlexivos» sobre sus propios programas disciplinarios actuaban para
apoyar las pretensiones científicas sobre el desarrollo inmanente de dichos progra-

mas. Aunque tales argumentos reFlexivos eran retroalimentivos y regresivos, eran

ínternamente consistentes. En este sentido, el planteamiento reflexivo de Bloor

tiene más problemas, en tanto que ya no puede pretender Fundamentar la socio-


logia del conoc¡miento al pretender que las condiciones apropiadas estaban en un
lugar para el desarrollo inmanente de la racionalidad cientílic& Además es diFícil
maginar cómo los ponentes del PE pueden reFlexivamente imaginar sus propias

contribuciones mientras permanecen imparciales sobre su verdad o Falsedad, racio-


nalida o irracionalidad y éxito o Fracaso. Y si lograran tal transcendencia reFlexiva,
es difícil que tal logro heroico ejemplificase la <(ciencia» tal como sc practica nor-

malmente’ (Lynch, 1993: 80-81).

Claro que habría que entender lo que para etnometodólogos más avan-
zados significa la reflexividad. Por ejemplo, lo que Políner (1991) define como
etnometodología radicalmente reflexiva supone para estos que dicho término
describe cómo el sentido de una cuestión, un gesto indicativo o el silencio en
una conversación se lleva a cabo como parte del marco dentro del cual ocu-
rre la acción. Concebido de esta manera, el logro incorporado o reflexivo del
sentido de la ación es una propiedad endógena de los campos de la acción

Paro una aproximación al problema dásico de la rel~exividad en la sociología del conocimiento y de lo


ciencia, Gruenberg (1 978).
10.M ..ja~I.1dlne .... . .. . . .. —.
—~ ~ ¿,g.j.j¡M, tt*I~jt..=t&, j

CONCLUSIONES 283
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGíA DEL CONOCIMIENTO CIENTíFICO

social que estudian los etnometodólogos. Sin embargo, Políner añade que esta
versión de la reflexividad puede, aunque amenudo no lo es así, permitir una
apreciación más auto-reflexiva de la acción. Este seria el caso de la reílexiví-
dad referencial que concibe al propio análisis como parte del proceso consti-
tutivo de la acción, esto es, para Políner,
“la etnometodología es referencialmente reflexiva en tanto que aprecia sus propios
análisis como constitutivos de os logros endógenos. La apreciación referencialmen-
te reflexiva de la constitución se radita/iza cuando el observador se incluye dentro
del ámbito de la rellexividad; esto es, cuando la misma Formulación de la reflexivi-
dad -así como cualquier otra característica del análisis- se aprecia como un logro
endógeno” (1991: 372).

Sin embargo, para Lynch, “esta radicalización extiende el circulo her-


menéutico que abarca los actos-en-contexto al incluir el acto de describir esa
misma relación. La reflexividad radical es así un tipo de examen reflexivo de
la relación del investigador con las operaciones reflexivas particulares en el
campo social investigado” (1993: 36). Lo cual conduce a la introducción de un
punto ventajoso de observación, esto es, la concreción de una tercera persona
según las “Nuevas Formas Literarias” (Woolgar, 1988a y 1988b). Según Lynch
el problema es que Políner enlaza la versión de reflexividad de la etnometodo-
logia con un concepto tradicional de auto-reflexión que pude ser distinguida
de la prime-a. La reflexividad incorporada de las descripciones que Garfinke]
introduce es inevitable y tiene que ver con el emplazamiento contextual y con
la comprensión de trasfondo. Por contra, la reflexividad referencial que Políner
defiende es evitable; esto es, en su definición, los actores y los analistas pue-
den evitar o evadir la reflexión radical en el cm-so de las actividades prácticas.
Esto es, se puede ser más o menos reflexivo, mencionando o no la propia re-
lación constitutiva con el campo descrito. Estas observaciones inducen a
Lynch a afirmar que,
‘este tipo de reflexividad es un asunto de formular lo que uno está haciendo -de
«reflejar» y de emplear un «metalenguaje»- y se asocia con intereses escépticos
sobre la correspondencia referencial entre las afirmaciones y lo que describen. Esto
también refleja la vuelta a una «Fuente» individual y cognitiva abstracta” (1993:
37)

En suma, para Lynch, la versión de la reflexividad de Políner apela a un


tipo de constructivismo radical en claro enfrentamiento con el objetivismo
CON C LU SIO N Es: 284
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

etnometodológico, lo cual le conduce a reemplazar una fundación abstracta


por otra;
“en lugar de un «mundo mundano» independiente, instala el «trabajo de hacer
mundos»: actos que emanan de un sujeto que produce un mundo, actúa el sujeto
por tanto «olvida» al presumir la independencia de ese mundo (..). En lugar, de
pensamientos o de ideas en la viejas tradiciones antiobjetivistas, estos estudios

instalan prácticas y sistemas sociales, textuales, interaccionales y retóricos. Lo que

tienen en común es una preocupación con una imagen referencia) o representacio-


nal del lenguaje. Ellos mantienen la «realidad» separada del lenguaje y por tanto
acentúa el rol Fundacional de los actos lingúisticos al lograr un parecido de la reali-

dad. Al criticar estos estudios, no doy a entender la defensa del realismo o del
objetivismo sino, más bien, cuestionar la imagen representacional del lenguaje que
enmarca el argumento clásico” (Lynch, 1993: 37-38).

Este tipo de planteamientos que Lynch critica dentro de la etnometodo-


logia se reivindican fogosamente por parte de algunos sociólogos del cono-
cimiento científico. En concreto, tales autores han conformado lo que deno-
minan Programa Reflexivo (o el paso siguiente). En oposición al PF, los refle-
xivistas ven la tarea del analista como la de explicar, en el mismo proceso de
construcción de sus descripciones, los métodos gracias a los cuales producen
sus descripciones particulares. Dicho de otra manera,
“el analista necesita demostrar continuamente su reflexividad en sus análisis antes
que presumir de ella” (Doran, 1 989a: 516).

Entre los ponentes de tal programa destaca Woolgar (1988a y 1988b),


quien se muestra especialmente interesado en el problema de la representa-
ción o ¿cómo el carácter objetivo de la realidad es parasitario de las tecnolo-
gías disponibles para producir la representación de esa realidad? Esas tecno-
logias consisten en cuantos recursos materiales, organizativos y retóricos
(desde los textos al equipamiento del laboratorio) tiene a su disposición el
científico para persuadir a otros de que, de facto, posee el conocimiento. Las
representaciones no son pálidos reflejos de la realidad sino que, para Woolgar,
la propia realidad está constituida por ellas, son ellas. Según Woolgar, la pro-
pia SCC ha incurrido a menudo en esta postura realista ingenua, a pesar de
que los estudios etnográficos dejan claro, por ejemplo, el proceso por el cual
los descubrimientos son primero, constituidos y luego, encontrados o descu-
biertos. En concreto, Woolgar hace dos criticas básicas a la SCC (y, por ende,
el PF):
CONCLUSIDNES: 285
EL PROGRAMA rUERTE Y LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

1 ~) Crítica a la aceptación parcial del relativismo. Woolgar entiende que


a muchos investigadores de la ciencia no les importa que el empleo de
una ontología relativista en sus estudios pueda socavar la autoridad de
los científicos. Sin embargo, estos mismos autores están resueltos a re-
tener su propia autoridad, a pesar de admitir que los métodos emplea-
dos para el estudio de la ciencia son igualmente apropiados para la in-
vestigación de la SCC.
~) Por otra parte, aún cuando los estudios etnográficos asumen que no

existe una versión privilegiada de la ciencia, los anteriormente referidos


asumen que algo así existe, aunque sea en la conciencia de los actores,
y se justifican a sí mismos al pretender suministrar una imagen socio-
lógicamente más adecuada de la ciencia misma.

Estas críticas se basan en la creencia de que la representación puede


ser desplazada de su papel central de aprehensión de las objetividades pre-
existentes. En este sentido, Woolgar no plantea que pueda haber conocimien-
to sin representación, sino que es posible un distanciamiento de esta tecnolo-
gía de conocimiento que permita apreciar el papel constitutivo de la repí-esen-
tación. De acuerdo con Woolgar, debemos considerar la representación como
el medio gracias al cual se construyen las objetividades en la ciencia, es decir,
la ciencia misma. Ahora bien, ¿cómo podemos adentramos en las represen-
taciones, una vez que sabemos que éstas existen, para analizar y sintetizar
(esto es, construir) sus objetos representados? La respuesta de Woolgar es la
reflexividad. Gracias a ella nos interrogarnos sobre las representaciones. La
reflexivídad descansa sobre el reconocimiento implícito de que la construc-
cjón de una conexión entre un objeto y una representación es un proceso-
adelante-y-atrás. La Reflexividad práctica se manifiesta en un texto cuando el
autor hace al lector reconocedor del carácter construido de cuanto está le-
yendo.
Este tipo de trabajo reflexivo es bastante exigente para ambas partes
(escritor/lector) y supone además un revolucionario sistema de introspección-
exposición/lectura. Woolgar denomina Nuevas Formas Literarias (o Exposito-
ras) a este nuevo tipo de planteamiento narrativo subrayando con ello el ca-
rácter distinto y problemático de la representación y de los procesos de reifi-
cación-deconstrucción de la autoridad a la vez que se elaboran, publican y
CONCLUSIONES: 286
EL FROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO CIENTíFICO

leen los textos. El corolario del trabajo de Woolgar es que si se acepta que la
ciencia natural está socialmente construida, ¿no deberíamos explorar la natu-
raleza socialmente construida de los propios estudios (sociológicos) sobre la
ciencia? Esto abre paso a los problemas generados por la auto-referencia. En
último extremo, estos problemas refieren a la autoridad, eficiencia o poder
que puede poseer un texto que se cierra sobre sí mismo poniendo en eviden-
cia el propósito, los medios y el modo de su producción por un autor que se
auto-construye y exhibe impúdicamente, ofreciendo cándidamente al lector
las herramientas para deconstruirle y recusarle si así le parece.
Vistos los propósitos de Woolgar, es obvio que éste entienda que el
principio de retiexividad del PF sea una interpretación instrumental de la re-
flexividad misma, o lo que es lo mismo, justifica aquello mismo que quiere
criticar. La respuesta de Bloor (1990) se erige considerando los dos contra-
argumentos clásicos a la reflexividad:
+ en primer lugar, evadir la reflexividad al limitar el ámbito de la expli-
cación sociológica, por ejemplo, afirmando que la sociología del co-
nocirníento puede explicar la superstición y el error, pero no la cien-
cia verdadera. Pero insistir en que los sociólogos son científicos. Su
posición privilegiada les protegería de caer bajo el ámbito de sus
propias explicaciones. De esta forma, se limitaría la generalidad de
su empresa, que no sería empírica.

+ En segundo lugar, aceptar la reflexividad pero disipar su peligro al


insistir que la explicación sociológica no es un ejercicio de desvela-
miento. Explicar no es refutan Aquí el problema estaría en nuestras
convicciones de sentido común de que la explicación se plantea sólo
cuando algo va mal. De esta forma, la explicación seria crítica.

Frente a estas posturas, Bloor anuncia una tercera opción;

+ La sociología del conocimiento podría dejar de establecer pretensio-


nes de conocimiento.

Esta tercera posibilidad es la que Bloor atribuye a Woolgar y a los partí-


cipes de su proyecto y, en concreto,
“hay serios peligros aguardando a aquellos que abandonan «las convenciones del

realismo»: un peso excesivo de la interpretación puesto en la mundaneidad del


O O N C LU 510 N E s: 287
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

discurso; una falta de desarrollo o de claridad teórica significativa; un Foco de


atención lejos del mundo, sobre nuestras reacciones hacia él, pero de tal manera

que aquellas reacciones no pueden ser estudiadas como fenómenos naturales”

(Bloar, 1990: 156),

todo lo cual hace que la reflexividad pragmática (ser reflexivo siendo reflexi-
vo) de Woolgar conlleve un riesgo. Igual que si fuera la Medusa de Perseo, en
el mismo instante que ve reflejado su rostro en el escudo de éste, se convierte
en piedra y queda inmovilizada. Esta es una de las inquietudes que ha asolado
en los últimos años el campo de la SCC4.
Frente al argumento de los reflexivistas radicales, otros autores de la
SCC no tan extremos rechazan de plano este principio. Por ejemplo, Collins
(1981ay 1981b) tan sólo asume dos de los cuatro principios del PL’, el principio
de simetría y el imparcialidad, rechazando el ya citado principio de reflexjvi-
dad y el de causalidad. Para Collins, el hecho de que el conocimiento científi-
co esté determinado causalmente por factores sociales o que éstos sean sim-
plemente una condición necesaria pero no suficiente es una cuestión empíri-
ca a determinar en cada caso. Asimismo, el principio de reflexividad relativiza
los estudios empíricos del conocimiento científico respecto de un contexto
cultural y de la descripción de cómo se llevan a cabo. En su defecto, Collins
trata de reificar la comunidad científica y la considera dotada de una estructu-
ra social organizada, no restringida a la práctica de laboratorio ni al contexto
de la argumentación real5.

5.2.2.- ¿Dónde está el Programa Fuerte?

A pesar de las diversas críticas recibidas, el PF sigue defendiendo su


concepción fuerte de la naturaleza del conocimiento como creencia institu-

Para un reciente debate (aunque discutibles los planteamientos de ambas partes) sobre el impacto en la
XC de planteamientos tan vanguardistas como el de la reflexividad y el de la teoría red-actor, ver Gollins y
Yearley, 1 992a y 1 992h, y los respuestas de Woolgar 1992 y de Gallon y Lataur (1992) al respecto. Por
otro lado, Doran (1 989b) pone en cuestión el “curioso silencio sobre el papel de las relaciones de poder
dentro de sus interpretaciones[Woolgar, 1 988b~. Y este silencio permanece, a pesar de la repetida presen-
cia del nuevo editorial de «reflexión» que insiste siempre en tener «la última palabra»” (758). Desde fuera de
la disciplina, Manning (1 994) critico a los constuctivistas sociales reflexivos por considerarles “difusos, gene-
ron vocabularios que reordenan nuestro conocimiento del mundo social. Reconocen las limitaciones de lo
teoría social e intentan reconciliarse con su nuevo estatus, no como físicos o zoólogos, sino como críticos
literarios con ambiciones empírica?’ (122).
Esta actitud de Gollins materializada en The Radical Programme in the Sodology of /Qow/edge (TPASP) ha
sido criticada, a su vez, dentro de la SGC por Turnbull (1 984).
CONCLUSIONES: 288
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO CIENTíFICO

cionalizada, ocasionada, sostenida y transmitida por causas sociales sin estar


sujeta a evaluación previa alguna. Incluso en la obra que presenta el resultado
de sus últimos trabajos (Barnes, Bloor y Henry, 1992), los valedores del PF si-
guen fieles a sus principios. El carácter contextual de la observación (su de-
pendencia de presuposiciones y asunciones o, lo que es lo mismo, la carga-
teórica de la observación, la carga-observacional de la teoría, la diferenciación
entre observación e informes de esa observación, etc.). El componente psico-
lógico del conocimiento. El experimento comprendido en referencia a la for-
ma de vida que sustenta y que ofrece la descripción y el estado del entorno
físico del contexto del experimento. La clasificación tratada corno convención
social. La ostensión como proceso social. El finitismo como intento de descri-
bir la clasificación como actividad humana y como fenómeno empírico. El
empirismo y la estrategia realista. La concepción de las teorías científicas co-
mo metáforas, etc.

El PF mantiene, después de casi 25 años, la redescripción de la investi-


gación científica como una actividad social típica basada-en-el-conocimiento,
reconociendo los primeros pasos de Merton y, especialmente, el papel de
Kuhn. Sin embargo, los problemas entorno a la relación individuo-
grupo/estructura/institución/cultura siguen produciéndose. El individuo se pre-
senta como un agente activo en el contexto donde se desenvuelve, participa
en una forma de vida (esto es, allí donde la gente permanece de manera co-
ordinada en el uso del conocimiento o de una cultura compartida en su prác-
tica, incluso si esta práctica se desarrolla y cambia). En concreto,
“participantes son aquéllos que comparten los elementos de la tradición, no
los que los despliegan de una u otra forma y todavía menos aquéllos constre-
ñidos o determinados por estos. Wittgenstein habla del acuerdo en la práctica
de los participantes en una forma de vida como acuerdo, no en sus opiniones,
sino en el lenguaje que emplean” (Barnes, Bloor y Henry, 1992: 142). La tradi-
ción no constriñe por si misma, pero las rutinas que adopta la gente durante la
mayor parte del tiempo, dado que son seguidas de manera general, aseguran
la continuación de la tradición.

El objetivo último del PF es describir la acción racional de los científi-


cos, acción que por sí misma está subdeterminada, es decir, tal acción se
comprende como propositiva y orientada-a-fines/metas. Esto motiva que la
CONCLUSIONES: 289
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍrICO

extensión del conocimiento se produzca a través de la rutina y de lo habitual.


El hábito y la autoridad sustentan el uso rutinario de los conceptos. A su vez,
hábito y rutina son comprendidas como causas inmediatas de la acción coti-
diana, la cual se modifica si las metas y los intereses así lo requieren. En esto
persiste, sin modificación, la acción rutinaria explicada por su relación con las
metas e intereses.

En suma, “la base de la sociabilidad, y de esta manera, de la unanimi-


dad, descansa en nuestras tendencias compartidas al automatismo, pero su
resultado real descansa en la explotación calculadora de estas tendencias”
(Barnes, Bloor y Henry, 1992: 155). Las consecuencias de esta afirmación es
que frente a la imagen de la ciencia erigida por Hesse (1966 y 1974), como un
proceso de aprendizaje inductivo formado y evaluado en términos de un cri-
terio pragmático general de aumento de la predicción y control, Barnes y Blo-
or apuntan que la gente no aprende simplemente por inducción, sino que
constituye una máquina de aprendizaje inductiva sintonizada con la conven-
ción. Por lo cual, “el resultado de su operación no incrementa nunca la pre-
dicción y el control per se, sino que incrementa la utilidad de los recursos cul-
turales particulares para clases concretas de predicción y de control tal como
se describe en una forma particular de discurso compartido” (Barnes, Bloor y
Henry, 1992: 158).
A través de la concepción finitista de la ciencia, se puede conceptuali-
zar el cambio cultural de ésta gracias al reconocimiento de una mirlada de
acciones particulares acometidas, no en un contexto fijado de grupos dados y
con metas fijadas, sino en un contexto cambiante constituido, en parte, por las
mismas acciones implicadas. Esto no atomiza la historia en una sucesión de
eventos únicos desconectados entre sí, sino que permite la identificación del
modelo y del orden del curso del cambio mismo. Hablar simplemente de cul-
tura, aún de cultura cambiante, es presumir la existencia de un orden. La
misma controversia implica la búsqueda de un mayor orden.

Desde su perspectiva socio-histórica, para el PF los conceptos sobre la


naturaleza se emplean como legitimación de las creencias de la sociedad
dominante y, a su vez, este uso redunda en los conceptos de la naturaleza.
Dado el lugar que ocupa la ciencia dentro del marco socio-cultural más am-
plio, las relaciones entre ambos ámbitos están sujetos a continua reinterpre-
CONCLUSIONES: 290
EL PROCRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

tación. La relación entre el crecimiento del conocimiento científico y el con-


texto social, cultural, político, económico, etc. en el cual está inserto es siem-
pre un asunto sujeto a la investigación empírica histórica. Aún así, es necesa-
rio asumir la incompletitud de la información obtenida sobre el objeto en es-
tudio. Esto produce que la explicación de cualquier acontecimiento sea insu-
ficiente e inacabada. Ninguna investigación socio-histórica alcanza la causa
suficiente del cambio científico, a pesar de que éste sea su ideal. Sin embargo,
tales investigaciones pueden identificar razonablemente causas necesarias y
conexiones causales entre los aspectos del cambio científico con el contexto
social más amplio.

5.3.- ¿A Dónde va el Programa Fuerte?

Barry Banes y David Bloor iniciaron su trabajo en los inicios de los años
setenta centrados en el análisis de la variabilidad de las creencias, estos es,
¿cómo se mantienen y/o cambian las creencias? A partir de este momento
asumirán que todos los sistemas de creencias deben ser tratados simétrica-
mente por las propuestas de explicación sociológica. Esto supone que no hay
una única perspectiva que pueda ser planteada como la exclusiva frente a
otras, lo cual significa que incluso su propia perspectiva es en si misma con-
tingente. Aunque el mensaje epistemológico de sus trabajos podría parecer
escéptico o relativista auto-reíÚtante, sin embargo, no es así. El PF puede pa-
recer escéptico en tanto que sugiere que los argumentos no son nunca defini-
tivos. Por otro lado, el PF es relativista porque sugiere que los sistemas de cre-
encias no pueden ser objetivamente planteados en términos de su proximidad
a la realidad o de acuerdo con una racionalidad imnanente. Todo esto no
quiere decir que las elecciones prácticas entre los sistemas de creencias sean
difíciles o imposibles de realizar o, que estos autores no aclaren sus propias
preferencias. Simplemente, el alcance para el que tales preferencias pueden
ser justificadas de forma convincente está situado temporal y espacialmente.

El estudio del conocimiento ofrecido por estos autores no pretende, por


consiguiente, ningún estatus epistemológico especial para él mismo; debe ser
completamente reflexivo. Se ha expuesto que el conocimiento crece a través
del desarrollo y de la extensión de los modelos y metáforas, que el proceso
CONCLUSIONES: 291
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOCÍA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

puede ser entendido ad infinítum y que esas pretensiones de validez perma


necen contingentes desde cualquier contexto de justificación descansando
siempre sobre convenciones negociadas y ejemplares compartidos.
Todo lo anterior hace que la consideración de la ciencia como una for-
ma cultural más y la pertinencia de ver tales concepciones ordenadoras-del-
mundo en sus contextos de uso comporte una postura relativista que subvierte
la visión tradicional de la ciencia como un sistema cognitivo libre de factores
culturales y sociales. Además, el establecimiento de relaciones entre el modo
como los factores cultin-ales y sociales conforman las ideas científicas o, la
manera en que éstas pueden servir como formas de visualización y de control
de la sociedad por parte de algunos de sus miembros, pone de manifiesto la
fuerte imbricación entre ciencia y sociedad. La puesta en acción de estos
principios se concreta en una metodología investigadora basada en tres pasos
a seguir. En primer lugar, recrear el contexto social de la producción de las
ideas. En segundo lugar, fijar el espacio social de los agentes que producen el
conocimiento. Y por último, analizar los procesos a través de los cuales la per-
cepción social influye en la determinación y elección de opciones cognitivas
especificas.

Todos estos planteamientos, expuestos a lo largo de las páginas de este


trabajo, han sido y continúan siendo muy polémicos y, de hecho, las discusio-
nes sobre el PF así lo atestiguan. Sin embargo, su papel como dinamizador y
acicate para el desarrollo de una sociología del conocimiento (cientifico) ha
sido innegablet Los desarrollos del PF han sido notables y, aunque contro-
-

vertidos, aún continúan vigentes como se ha intentado mostrar El propio Bar-


nes habla del PE como “el producto de su época”, pues “hasta hace poco, ha
sido difícil escribir sobre el conocimiento científico sino era para justificarlo o
para asumirlo como tal. En las dos últimas décadas, sin embargo, el estudio
de la ciencia natural ha sufrido cambios significantes y paralelos en un núrne-
ro de disciplinas académicas” (1974: 155). La sociología ha sido una de ellas y
entre los responsables de tales cambios destaca la Escuela de Edimburgo (con
especial mención a Barry Barnes y David Bloor).

6 A pesar de las acfvertencias hechas desde fuera de lo disciplina de cierto filosofismo (Brante, 1 986) verti-
das sobre la situación aeoda por las encendidas discusiones en torno a la posibilidad de uno sociología del
conocímiento cient<tko. Tambión hay quien alienta este panorama de continuo enfrentamiento y superación
(Col ms y Restivo, 1 983).
CONCLUSIONES: 292
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGíA DEL CONOCIMIENTO CIENTíFICO

Después de haber expuesto qué es el Programa Fuerte en la Sociología


del Conocimiento, de haber indicado las críticas recibidas y los apoyos obteni-
dos, tan sólo queda preguntarse ¿hacia dónde se encamina el FE después de
casi veinte años de existencia? Es complicado responder a esta pregunta. In-
cluso sus miembros tendrían problemas para dar una respuesta al respecto7.
Todavía están pendientes de perfeccionamiento cuestiones como la Teoría de
los Intereses, la transmisión del conocimiento de un contexto a otro, la dife-
rencia entre conocimiento empírico y conocimiento lógico (por ejemplo, el
caso de las pruebas matemáticas), etc. El futuro pasa por la realización de
más estudios de caso empírico-históricos que den respuesta a las cuestiones
previas y que ayuden a sortear los escollos que todavía quedan por salvan Aún
siendo una respuesta poco alentadora, es lo suficientemente sincera para
comprender que estamos ante una línea de investigación aún no resuelta, cu-
yas incertidumbres son un aliciente más para seguir trabajando en pos de una
sociología del conocimiento científico.

En este sentido, es necesario recordar que la enunciación del Programa


Fuerte en la sociología del conocimiento representó el inicio del desarrollo y
avance de los Estudios Sociales de la Ciencia, bajo cuyo epígrafe se dan cita
numerosos enfoques, corrientes y disciplinas. Dentro de esta comunidad de
investigadores, no existe ni unanimidad ni, por supuesto, posiciones hegemó-
nicas en la adopción de un programa único de estudio. Esta situación hace
que “en este panorama, el mantenimiento de una actitud antagónica entre los
enfoques, lejos de ser estéril, es la fuente de su productividad (manifiesta en la
rica producción de estudios empíricos de caso)” (Blanco, Cotillo-Pereira, Iranzo
yTorres, 1992: 162).

Dentro de los ESC se han asumido cuestiones aportadas por el PF. Por
ejemplo, Pinch (1990) apunta, el hecho de que el conocimiento científico sea
tratado corno un constructo social y, por tanto, el que la ciencia no sea espe-
cial en ningún sentido epistemológico importante, la implantación del relati-
vismo como un heurística inetodológica o el principio de simetría9, amplia-

Tal como me lo atestiguó el propio Bloar en una comunicación personal.


~ Aunque, como afirmo lsambert (1985>, este principio ya fue planteado por Merton (1947). Sin embargo,
la diferencio fundamental entre ambas concepciones es que mientras que Merton habla del descubrimiento
de lo verdad, Bloor habla de explicar las creencias por sí mismas. De esta forma, Bloar mantiene, desde
uno perspectiva relativista, que la verdad de un enunciado no es ni el único interés ni principal para eí soció-
logo.
CONCLUSIONES: 293
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

mente aceptado9. Frente a estos puntos de referencia comunes existen dife-


rencias evidentes que, según Pinch, podrían reducirse al lugar en el que se
localizan las características constreñidos del mundo social como precmsor,
esto es, si para la etnometodología, los constreñimientos se encuentran en las
características descritas por si mismas, por contra, para la Teoría de los Intere-
ses, estos residen en la sociedad más amplia10.
De alguna manera, como sugiere Hesse (1988) ante la existencia de una
amplio número de modelos sociológicos disponibles para la explicación de las
ciencias naturales, no existe ningún modelo correcto, tan sólo modelos más o
menos útiles y alumbradores de casos particulares. El Programa Fuerte es uno
de estos modelos, con más o menos aciertos, que aspira a convertirse en el
correcto. Esto puede resultar paradójico desde su propia perspectiva, sin lugar
a dudas lo es y para demostrarlo necesitaríamos un estudio de caso del propio
Programa Fuerte en la Sociología del conocimiento. El trabajo doctoral en
cuestión no aspira a ser tal estudio de caso, por una razón evidente, éste es un
trabajo hecho desde un enfoque personal, cuya única aspiración es exponer
un asunto concreto, sin más pretensión que la de ayudar a un mejor conoci-
miento de nuestra disciplina, la sociología.

Este principio como apunta ~nch, “requiere del sociólogo ejercer la caridad en la interpretación de los
sistemas de creencias -los creencias «verdaderas» ya no pueden ser vistas como no-problemáticas porque
simplemente sean verdaderas. Además la opción fácil de explicar la adhesión a las creencias «falsas» en
términos de «epidemiología social» (en otras palabras, por la imputación de alguna clase de carader<stica
social compartida por los defensores de las creencias desviadas) o ~dalsacandencia» no se acepto desde
esta aproximación” (1990: 90).
10 Posiblemente, sea esto Teoría de los Intereses el planteamiento del PF que más polémicos ha levantado
dentro de la XC.
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