Una Aproximación A Las Relaciones Entre Ciencia y Sociedad: El Programa Fuerte en Ja Sociología Del Conocimiento Científico
Una Aproximación A Las Relaciones Entre Ciencia y Sociedad: El Programa Fuerte en Ja Sociología Del Conocimiento Científico
Una Aproximación A Las Relaciones Entre Ciencia y Sociedad: El Programa Fuerte en Ja Sociología Del Conocimiento Científico
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCION
BIBLIOGRAFíA 294
AGRADECIMIENTOS
Una tesis doctoral es, evidentemente, algo más que el exclusivo resul-
tado del quehacer del doctorando. Es el desenlace definitivo de un período de
trabajo en el que influyen avatares y vicisitudes de todo tipo. Para bien (o qui-
zá no), esas incidencias no aparecen reflejadas en el cuerno principal de la
obra. Tan sólo suelen ser reflejadas en (y relegadas a) la sección de agrade-
cimientos y reconocimientos que es menester incluir en toda obra intelectual.
No obstante, esta tesis se ve rodeada de unas circunstancias un tanto extraor-
dinarias que creo necesario mencionar. Su máximo inspirador no tendrá la
oportunidad de conocer su contenido.
Por esta razón, quiero empezar estos agradecimientos haciendo refe-
rencia, en primer lugar, al esfuerzo y dedicación que tuvo con mi persona el
profesor Esteban Medina, verdadero alma mater de este trabajo y que, desa-
fortunadamente, ya no se encuentra entre nosotros. A él mis más sincero y
profundo agradecimiento. En segundo lugar, quiero recordar a otra persona
que, tristemente, tampoco conocerá el resultado definitivo de este trabajo
doctoral, cuya dirección ejerció fugazmente. Quiero agradecer al profesor Luis
R. Rodríguez-Zúñiga su generosidad por acoger entre sus múltiples activida-
des, y en unos momentos muy delicados, la dirección de este trabajo. Por úl-
timo, agradecer al profesor Ramón Ramos (director de la Tesis Doctoral que
aquí se presenta) su comprensión, acogida y esfuerzo por hacer que este tra-
balo, por fin, haya visto la luz. Su actitud conmigo fue, especialmente, recon-
fortante en unos momentos, en los cuales este proyecto estuvo a punto de
dejar de tener sentido.
En segundo lugar, en este tipo de investigaciones se deben hacer explí-
citos los agradecimientos a las instituciones y organismos oficiales, que de una
u otra forma ayudan y colaboran en el acontecer del trabajo del doctorando.
Este trabajo no podía ser menos. En primer lugar, debo agradecer al Centro de
Investigaciones Sociológicas (y, en especial, a Emilio Rodríguez Lara por su
generosa disposición en todo momento con el doctorando) la concesión de
AGRADECIMIENTOS
una Ayuda para la Finalización de Tesis Doctorales sin la cual difícilmente hu-
biera podido acabar este trabajo. Sin embargo, también debo reconocer y
agradecer al Ministerio de Educación y Ciencia la concesión de una beca de
Formación del Personal Investigador que me permitió, durante cuatro años,
dedicar todos mis esfuerzos a la articulación y elaboración de esta Tesis Doc-
toral. Por otro lado, me gustaría agradecer al Departamento de Sociología 1
(Cambio Social), de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, de la Uni-
versidad Complutense la acogida dispensada durante los años que he estado
adscrito a él en calidad de becario-investigador. Por último, agradecer el reci-
bimiento y facilidades recibidas en la Science Studies Unit de la Universidad
de Edimburgo donde disfruté de varias estancias que fueron especialmente
útiles y productivas para la confección de esta investigación.
Otro de los aspectos importantes de todo trabajo doctoral es la relación
que mantiene (y ha mantenido) el doctorando con las diversas personas que,
directa o indirectamente, han influido en la elaboración de esta obra. En estos
casos, es muy difícil determinar quién es el más importante o el más influyen-
te. Sin embargo, a Juan Manuel Iranzo, Alberto Cotillo-Pereira y Cristóbal To-
rres les debo mucho de lo expuesto en estas páginas. Sus sugerencias x~ las
discusiones sostenidas con ellos han sido de especial importancia para el de-
sarrollo de este trabajo. Por otras muchas y no menos importantes razones,
quisiera agradecer las aportaciones y apoyos recibidos especialmente de Da-
vid Bloor y Barry Banes, así como de Javier Bustamante-Donas, Teresa Gonzá-
lez de la Fe, Emmánuel Lizcano y Mikel Olazaran. Es obvio que los errores,
defectos y carencias de este trabajo tienen un único responsable, y ese soy yo.
También me gustaría dar las gracias a todos aquellos que han apoyado,
alentado y deseado la conclusión de este trabajo de una u otra forma, en es-
pecial a Camino Fernández, Carole Tansley, Jesús Villena, Javier Sevilla, Julián
Atienza, Alberto Blanco y Francisco Rubio de Vegas.
Sin embargo, debo advertir que sin mis padres, Angela y Alejandro, na-
da de esto hubiera sido posible. A ellos, simplemente, gracias por todo. Claro
que, debo reconocer que sólo hay una persona que sabe muy bien lo que ha
supuesto y lo que significa este trabajo. Gracias Montse, nunca podré agrade-
certe lo suficiente el amor y la comprensión que me has dedicado.
INTRODUCCIÓN
Los resultados de tal acción fueron diversos. Por una parte, la crítica al
programa mertoniano estableció la contextualidad del proceso de generación,
validación y difusión del conocimiento científico, con lo cual la universalidad e
intemporalidad de las normas morales y técnicas propuestas por los merto-
nianos se redefinieron como contingentes, provisionales y locales. Por otra,
este grupo de investigadores centró el interés sociológico en el estudio de la
génesis, elaboración y aceptación de] conocimiento científico, cambiando ra-
dicalmente el enfoque analítico existente hasta aquellos momentos, al consi-
derar al conocimiento como creencia aceptada o socialmente institucionali-
zada y no como creencia correcta (esto es, verdadera). Una vez establecido el
conocimiento científico como hecho social, la tarea de estos investigadores
fue la de mostrar cómo los sujetos y, en concreto, los científicos, elaboran,
justifican y aceptan ciertas creencias como verdaderas y otras como falsas,
apelando a supuestos criterios objetivos y universales de racionalidad, verdad,
evidencia, etc. Esto es, para estos autores la investigación se inicia en la va-
riabilidad de las creencias y en ¿cómo se mantienen y/o cómo cambian éstas?
Estos planteamientos se materializaron de una manera más precisa en
el denominado Programa Fuerte en la Sociología del conocimiento (PF). Este
programa afirma que todo conocimiento está socialmente causado. De aquí
que la existencia de criterios objetivos que garanticen las pretensiones univer-
sales de verdad deberá ser expresamente probada y no asumida sin más. A
partir de este momento, por lo tanto, las normas y los procedimientos de ac-
tuación de los científicos se presumen relativos a períodos e instituciones par-
ticulares, susceptibles de descripción y de análisis sociológico. El conocimien-
to científico constituye un sistema de creencias articulado que cambia y evo-
luciona (relativismo) conforme lo hace la comunidad científica que lo elabora
(convencionalismo) y la sociedad entera en la cual dicha comunidad está in-
serta (autoridad social de la comunidad científica).
INTRODuccIóN III
analizar, especialmente, por haber sido objeto de crítica por todas las partes
en cuestión (desde los filósofos de la ciencia ortodoxos hasta los propios
compañeros de disciplina y posteriores miembros de escuelas más avanza-
das).
El Programa Fuerteen
la Sociología del Conocimiento
1.1.- Introducción
Una leve reflexión sobre las relaciones entre ciencia y sociedad, pone
de manifiesto la relevancia política, económica y social de dicha interacción.
Esto deja a un lado la estéril dicotomía entre las concepciones pura y/o utilita-
rista del conocimiento científico. Desde su institucionalización y profesionali-
zación entre los siglos XVII y XIX hasta la actualidad, las tensiones por mante-
ner el status y la autonomía de la ciencia han sido continuas. La delimitación y
demarcación del ámbito de lo científico, para escapar del control social a tra-
vés del estrechamiento y purificación de sus objetivos, ha sido el slogan de la
investigación científica desinteresada. La organización y el papel de la institu-
ción científica en la sociedad constituyen otro elemento fundamental para la
obtención del suficiente reconocimiento social que asegure el mantenimiento
autónomo de su actividad. Este doble proceso de auto-legitimación y de in-
fluencia se ha realizado gracias a la potenciación del poder de sus métodos de
investigación, gracias también a la asunción de una naturaleza objetiva, lógica
y racional para su producto (el conocimiento científico) y gracias, por último,
a su extensa aplicabilidad y utilidad. Por tanto, la ciencia como tal es un ele-
mento crucial para comprender el desarrollo de la sociedad contemporánea.
duna de permitir este rol germinal puede ser cuestionado: los críticos se han pre-
guntado si su posición en las ciencias sociales no es más una cuestión de su ser
sociológica que de su ser correcta” (Barnes y Edge, 1982: 4).
£ Sin embargo, es necesario advertir que Barnes se da perfecta cuenta de los problemas que presento
Kuhn tal cual para lo sociología del conocimiento cientmco. Bornes se topo con la omisión que hace Kuhn
de las instituciones científicas, pues, La Esfructura de las Revaludones Cientfficus no esló fon interesada en los
hombres y en sus entornos como en las ideos y datos cientmcos. Los hombres, poro Kuhn, son símbolos
unidos a conceptos y datos y no elementos insertos en un contexto histórico. Sin embargo, Bornes da lo
vuelta a Kuhn, acentuando la primacía de lo ciencia nonnal, mientras que criticará el concepto de revolu-
ción por su excesivo proclividad con planteamientos teleológicos.
EL PROGRAMA rL/ERrE EN LA SOCIOLOGÍA DEL COÑOCIMIENTO 7
Por último, Barnes (esta vez en compañía de David Bloor y .lohn Henry)
editaba un libro, que a diferencia de los dos anteriores, respondía a un trabajo
más personal bajo el título Scientific Knawledge: A Sociological Analysis
(1992). La Introducción a este trabajo es clave para comprender qué persi-
guen o, mejor dicho, qué han perseguido desde sus primeros trabajos los artí-
fices del PR La respuesta es sencilla y clara; estos investigadores tratan de es-
tablecer,
“dónde y porqué el análisis sociológico es necesario para la comprensión d& ca-
nacimiento científico” (Sarnes, Bloar y Henry, 1999: IV).
Como se puede apreciar, estas cuestiones van más allá de los famosos
cuatro principios del PR Por esto, uno de los objetivos de este trabajo es poner
de manifiesto que el PF como tal es la parte más llamativa (y conocida) de un
proyecto mucho más ambicioso, al que sus ponentes no han renunciado. To-
do lo contrario, siguen confiando plenamente en todas sus posibilidades. Sin
embargo, la apuesta por una sociología del conocimiento científico en estos
términos es incierta3. Ante la expansión de enfoques analíticos dentro de lo
que se han venido en denominarse los Estudios Sociales de la Ciencia y ante
la postura monolítica de gran cantidad de filósofos de la ciencia que siguen
pretendiendo erigirse en garantes del conocimiento científico, el I)apel del PF
es difícil y, cuando menos, controvertido. Los ataques le vienen desde aque-
líos a los que ha criticado por su conservadurismo y, lo que es paradójico,
desde aquellos que le consideran conservador en sus planteamientos. Sin
querer caer en el escepticismo, el PF es una opción más dentro del complica-
do y agonístico campo de la sociología de la ciencia. Sus argumentos son po-
derosos aunque también son objeto de una continua crítica proveniente de
clásicos, modernos y postmodernos. Las razones son muchas y esto es lo que
se trata de mostrar a lo largo de las páginas de este trabajo.
~ Para un análisis b¡hboméfrim (aunque 51/1 genefls) del impacto del PF en la sociología del conocimiento
cientmco, dentro de ella ycon respecto a otras disciplinas, ver Hicksy Pofler (1 991).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 10
Para una sumario exposición y revisión de los trabajos e investigaciones desarrollados en los inicios de la
sociologíade la ciencia británica, ver Mulkay (1977). Por otra parte, en un peculiar trabajo, Gollins (1983),
plantea una interesante doble-tesis sobre el desarrollo de la sociología del conocimiento científico en Gran
Bretaña. Según su apinion, son seis los principales e independientes contribuidores al desarrollo de esta
disciplino. Estos seis investigadores pueden dividirse en dos grupos. De un lado, Bornes, Bloar y el propio
Gollins, los cuates mantuvieron durante os años setenta un claro interés en la sociología del conocimiento
visto desde una perspectiva relativista. En el otro grupo estarían Mulkay, W$itley y Dolby con un interés no
tan claro en la sociología del conocimiento como tal. Dice Gollins, “la primera parte de mi tesis es que aun-
que el trabajo del primer trío ha atraído la oposición más llamativa, este trabajo no surgió de una reacción
contra la sociología tradicional de la ciencia sino de unas raíces filosóficas y antropológicas completamente
separadas. El trabajo del otro trío parece haberse iniciado a modo de oposición -quizá porque los tres (sin,
embargo ninguno de los primeros) fueron introducidos a la sociología de la ciencia en Norteamérica du-
ronte sus estudios de graduación: Mulkay en el Simons Eraser, \Ñtitley a través de Belver Griffith en el
Annenberg School of Gommunication y Dolby en Golumbio. La segunda parte de mi tesis es que el trabajo
que surgió de la reacción contra las estructuras establecidas en el análisis del contenido del conocimiento
científico, aunque puede haber sido efectivo para aclarar el terreno, no condujo a un programa sostenido
de trabajo empírico de la misma manera que el trabajo relativista de inspiración fllosóflco-antropológica”
(1 983: 267-268). Para una visión muy diferente de las anteriores sobre el desarrollo y avance de la socio-
logia del conocimiento científico, ver el trabajo de Ben-David (1981) y para una perspectiva diametralmente
opuesta al propio campo de la sociología del conocimiento rayana con una cierta paranoia intelectual, ver
Buage (1991>.
EL FROGPAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL. CONOCIMIENTO 11.
Junto a Edge, fueron enrolados en este proyecto los dos miembros más
famosos de este centro. Por un lado, un joven filósofo (David Bloor) con un
año de experiencia investigadora en filosofía de la ciencia y realizando su doc-
torado en psicología experimental sobre las destrezas verbales y motoras en
los niños y muy influenciado por los trabajos de Vygotsky y Kuhn. Por otro, un
químico (Barry Barnes) que después de un año de investigación se convertía a
la sociología de la ciencia, centrándose especialmente en la critica a la orto-
doxia mertoniana y con el anhelo de trabajar sobre los valores científicos, si-
guiendo el trabajo de Becker5. Las inquietudes de estos colegas giraban en-
torno a la dimensión epistemológica y social de la ciencia, cuestiones claves
para este nuevo campo de estudio y cristalizadas en dos medias asignaturas
durante el curso académico de 1966-7. Como Edge observa,
durante el primer año, las relaciones sociales e intelectuales en el grupo se desa-
rrollaban conjuntamente” (1987: 3),
En concreto, se trato de Bornes (1971), uno de sus primeros artículos. Según explica Mullcoy (1977), la
sociología de la ciencia que se hacía en Gran Bretaña durante los sesenta y primeros de los setenta se cen-
trabo en dos grandes áreas de interés. Por un lado, los estudios dedicados a los científicos en la industria y
en el gobierno y, por otro, los estudios centrados en la ciencia y en los científicos en las universidades El
trabajo citado de Bornes (1971) entraría dentro del primer área de interés y estaba interesado en los valo-
res sostenidos por los científicos industriales y en las fuentes de conflicto y de insatisfacción en los laborato-
nos industriales. Su atención se centraba en los cambios que se producían durante los primeros meses de
trabajo en la industria. El estudio empírico que llevó a cabo venía a apoyar la apro>¿mación de Becker
(1964) en el cual se planteaba la inestabilidad de los valores profesados por los científicos y las expectativas
generadas en una industria utilitarista en cuyo seno se producía una investigación dirigida a fines prácticos y
dentro de un sistema altamente competitivo. Sin embargo, Bornes saltó rápidamente al segundo área de
nterés que, de acuerdo con Mulkay (1977), se planteaba desde dos perspectivas diferentes. Por una parte,
estudioscentrados en las recompensas profesionales yen las redes de comunicación en la ciencia influencia
de lo sociología de la ciencia norteamericana. Por otra, se iniciaban trabajos empezaban a rechazar os
análisis mertonionos de la estructura normativa de la ciencia en favor de ciertas concepciones sobre la
ciencia apuntadas por Kuhn. Pues bien, el trabajo de Barnes y Dolby (1 970) es un clásico al respecto y será
definitivamente esa línea la que asuma Bornes en su trabajo futuro.
• . •...9.a ~ .. u •íj~«4~¡fl,t ~ ~..
8 Lo figuro de Durkheim tiene una importante repercusión en lo sociología de la ciencia por varias razones.
Lo primero de ellas se debe a su propia aproximación al análisis del conocimiento científico (Gieryr, 1982;
Hartan, 1973; Law, 1984; Lukes, 1 973a y Schmaus, 1994). La segunda es el uso que se ha hecho de su
trabajo (Durkheim, 1912 y Durkheim y Mauss, 1903) para fundamentar, justamente, la sociología del
conocimiento científico (Bloar, 1976 y 1 982a, y el debate generado en torno o esta cuestión), tal como se
verá más adelante.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 15
~ Beltrán (1 993) apunta la posibilidad de que el relacionismo mannheimiano tiÑera mucho que ver con
los planteamientos previos del perspectivismo orteguiano. Si bien, este artículo no aspira a crear polémica
al respecto, si relanzo el debate sobre el relativismo, siendo muy pertinente recoger las opiniones de Beltrán
sobre la negativa de ambos autores (Mannheim y Ortega) en referencia a esta cuestión, pues, “ellos iguala-
ban relativismo con escepticismo e imposibilidad del conocimiento; tal y como Ortega temía, fuera de la
tradición absolutista y racionalista no había salvación” (640).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLO~IA DEL CONOCIMIENTO 16
Una de las críticas que Bloor (1973ay 1976), como precursor de la nue-
va sociología del conocimiento científico, ha hecho a Mannheim es su retrai-
miento respecto de la conclusión de que el conocimiento científico es de al-
gún modo socialmente contingente10. También le reprocha que no diera el
paso decisivo de afirmar que su epistemología se relacionaba tanto con las
disciplinas históricas como con las ciencias físicas. En cambio, le reconoce la
afirmación de cuestiones tales como que el conocimiento disponible para los
observadores en la esfera socio-histórica estaba relacionado necesariamente
con su posición social, con su bagaje cultural y con los intereses de su grupo,
mientras que el conocimiento accesible al observador del mundo físico sólo
se hallaba constreñido por su posición en el tiempo y en el espacio. Asimismo,
consideraba a ambos tipos de conocimiento como inherentemente limitados
y revisables. Ahora bien, el carácter de las limitaciones o consu-efiimientos
esenciales en cada dominio intelectual era bastante diferente. Y era esta dife-
rencia de cm-ácter la que salvaba al conocimiento científico de ser considera-
do por Mannheirn como socialrnente contingente (Mulkay, 1 979b). Sin embar-
go, a pesar de este comedimiento epistémico, su papel pionero es amplia-
mente reconocido, Bloor (1 973a) entiende que,
“la concepción de Mannheim de la sociología del conocimiento está muy próxima
al RE. En primer lugar, pretendió localizar las causas de las creencias, lo que él de-
nominaba «determinantes existenciales» del conocimiento. Segundo, defendió una
Forma de sociología del conocimiento que iba más allá del simple desenmascara-
miento de la ideología y que no implicaba la falsedad de lo que explicaba. Terce-
ro, era consciente de que la sociología del conocimiento debe dar cuenta de sí
misma. Fue con respecto al crucial principio de simetría, que exige los mismos ti-
10 Para una aproximación y desarrollo de la sociología del conocimiento manaheimiana en relación con la
sociología del conocimiento científico, ver Lamo de Espinosa (1987, 1992 y 1993-4>.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO 18
pos de causas para las creencias Falsas y las verdaderas, donde, como se verá más
adelante, vaciló” (174).
Sin embargo, no todos aquellos que tienen que ver de una manera u
otra con la sociología del conocimiento científico son tan críticos con la figura
de Mannheim. En opinión de Lynch (1993), “lo que Marmheim intentó estable-
cer con su contrastación no era tanto una exención para la ciencia natural
como una legitimación del conocimiento práctica e históricamente situado.
Dado que reconocía que la sociología del conocimiento podía aspirar por sí
misma sólo a una forma fuerte de conocimiento relacional, estaba intentando
legitimar su propio modo de investigación’ (47). Al contrario, la exención pro-
pugnada por Mannheim se refería a la sociología del conocimiento frente a la
aplicación de los estándares epistemológicos que atribuía a las ciencias natu-
rales y matemáticas. Del mismo modo, Mannheim se oponía fuertemente a
cualquier tipo de filosofía transcendental o absolutista.
Unas décadas más tarde, Merton intentará superar las limitaciones del
análisis de la ciencia de Mannheim, dado que Merton entendía que Mannheim
fracasaba en sus resultados al no evitar completamente el relativismo. Desde
este punto de partida, para Merton la sociología de la ciencia no sería una
disciplina madina hasta que no fijase objetivamente “las relaciones entre el
conocimiento y otros factores existenciales de la sociedad y la cultui-a” (1977:
46) y olvide las cuestiones epistemológicas. Los fundamentos de la sociología
mertoniana de la ciencia se apoyan en tres nociones básicas. Primera, las cir-
cunstancias sociales, incluida la disponibilidad de recursos cognitivos, condi-
cionan la elección de problemas y la dedicación de un grupo a ciertas mate-
rias. Segunda, distintos actores dan respuestas diversas a la misma problemá-
tica (sociología de la ciencia, del conocimiento, psicología de masas, etc.) lo
cual no mina su libertad. Tercera, la ciencia es objetiva, las circunstancias no
afectan a su contenido sustantivo, gracias a lo cual progresa en medio de un
mundo social inestable. Por esto las verdades son tales verdades, aunque re-
sulten de contingencias históricas, sociales, culturales, etc. (Merton, 1977).
De acuerdo con este modelo, Merton intenta dar respuesta a dos cues-
tiones básicas. La primera es referente a su origen histórico. La segunda abor-
da la distintividad de la ciencia con respecto a las demás instituciones cultura-
les. La búsqueda de respuestas le llevó a adentrarse en tres líneas de investi-
gación separadas. La primera trata el surgimiento de la ciencia moderna, la
segunda analiza la estructura normativa de la comunidad científica y, por ti]-
timo, la tercera aborda la distribución de recompensas que sancionan la con-
ducta (le sus miembros1 1
La explicación del origen de la ciencia moderna (Merton, 1938) se basa
en la identificación de los intereses y motivos de los primeros científicos. El
truir un modelo en el que las normas conforman un todo tan racional que no
hace falta que los científicos las acaten por cálculo instrumental y pragmático
sino que, aparte del deseo de lograr el reconocimiento público de su compe-
tencia, los investigadores las respetan por considerarlas buenas en sí mismas.
A pesar de que Merton percibía las amenazas al ethos científico, (carrerismo,
uso de medios ilícitos para lograr el reconocimiento, la subordinación de las
normas morales a las normas técnicas modificando el contenido de aquéllas,
etc.), los CUDEOs también estaban seriamente cuestionados. El universalismo
encubría la aplicación diferencial de criterios de relevancia para la elección
del material (ya sea la bibliografía o los medios técnicos) y de los criterios de
verdad vigentes sólo dentro de cada paradigma. El escepticismo funcionaba
con distinta intensidad según la importancia del elemento del paradigma que
estuviera en juego. Asimismo, las normas varían en el tiempo. En el siglo XIX,
el desinterés era mayor en la ciencia británica, practicada eminentemente por
caballeros acomodados, que en la alemana, donde la rápida restricción de
posiciones académicas para cualquier especialidad emergente inclinaba a los
doctores hacia la obtención de empleos en la industria. El comunalismo osci-
laba, y sigue haciéndolo, según se imponen las tradiciones coyunturales y lo-
cales sobre el qué, cómo y cuándo publican
(16-17).
opera de una Forma especíFicamente cientíFica la cual puede ser abstraída y descrita
índependientemente de cualquier otra actividad. La posición de Merton se parece
a la de los FilósoFos de a ciencia que intentan describir un «método cientíFico» es-
13 Lugar reservado en exclusiva por Lakatos (1 970 y 1971) a la sociología cuando ésta estudia el conoci-
miento cientíHeo.
14 Los trabajos de este historiador de la ciencia y su repercusión ha sido tan ampliamente tratada que lo
que pueda decirse en este caso resultaría tan reiterativo como obvio. Tan sólo apuntar una pequena mues-
tra de su incidencia tanto en Híasoifa de la ciencia, Lakatos y Musgrave (1970), Masterman (1970), Gutting
(1980), Gedarbaum (1983), como en las dencias sociales en general, Hollinger (1973), Percival (1979),
Perry (1977), o en la sociología en concreto, Bryant (1975), harvey (1982), iones (1986), Mariins (1971),
Plnillips (1975>, Plnch (1979), Restivo (1 983b) y Urry (1973), ya sea a favor o en contra de la obra de Kuhn.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 43
Una de las conclusiones más importantes que Barnes extrae de los tra-
bajos de Kuhn es que la forma en la cual se produce la socialización en la
ciencia se adapta perfectamente al análisis de la naturaleza de la cultura en
general. La ciencia no es una clase especial de fuente de conocimiento, tiene
que enfrentarse con el problema de la credibilidad y con el problema de los
constreñimientos técnicos que encierra toda transmisión cultural en cualquier
contexto. En este caso, el contexto del adiestramiento científico comprime y
modela un sistema interconectado de modelos, procesos, ejemplares y técni-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 46
16 Rarnes (1 982d) aplica este mismo razonamiento al caso de la innovación tecnológica. La utilización de
modelos y analogías (y no sólo la aplicación de la regla de prueba/error o el precepto rutinario del segui-
miento de la regla) suponen una forma distintiva de ver los artefactos y la familiaridad con los ejemplares
del buen diseño.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 48
Este punto de vista chocará con el enfoque de Mulkay. Este autor, afir-
maba que la acción científica está gobernada por normas técnicas y cognitivas
citando iiicialmente a Kuhn en su apoyo. Junto a esto, Mulkay (1969) emplea-
ba los conceptos de conformidad y de desviación típicos del cambio social en
el análisis de la ciencia. En concreto, Mulkay (1972) sugería que la innovación
científica era, en muchos casos, el producto de la actividad desviada. Esto re-
sultaba paradójico, pues como exponía Kuhn, los científicos están socializados
dentro de las prácticas normales de sus disciplinas. Sin embargo, desde el
punto de vista sociológico, cuando los científicos innovan, son los factores
causales los que dan cuenta de este hecho, dejándose a un lado, la conside-
ración de la racionalidad de la acción científica (Barnes, 1 972c).
será un fluido ni una onda, sino un movimiento; el estudio de la luz oscila entre
os modelos de onda y de partícula; la combustión se percibe como combinación
y no como descomposición; el espacio newtoniano es reemplazado par el espacio
~ Una de esos crificos es Restivo (l9Sla, 1983b, 1983 y 1989). Restivo critica duramente el trabajo
kuhniano y, por ende a sus seguidores> en términos de conservadurismo metodológim. Sin embargo este
conservadurismo va más allá de lo estrictamente cognitivo pues, él mismo trata a la ciencia como un pro-
Nema soda! (siguiendo a Wright MilIs) en un intento de generar una sociología crifica de la ciencia mas
comprometida socialmente de lo que lo está la SCG. Esta línea de argumentación ha tenido diversas secue-
las dentro de la SCC. Por ejemplo, los debates entre Fuhrman y Ochíer (1986 y 1987) y Potter (1987) en
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOCIA DEL CONOCIMIENTO 49
1975 y 1976). En un artículo con Law (1976), Barnes planteaba una defensa
del modelo kuhniano de cambio cultural frente al modelo de innovación que
Mulkay (1975 y 1976) plasmó de una manera más concreta en el modelo de
ramificación (branch¡ng). Este modelo de ramificación se planteaba como
alternativa a los modelos clásicos de apertura (de fuerte inclinación funciona-
lista) y al modelo kuhniano de cierre. Para Mulkay, la comunidad investigadora
estaba compuesta por un número creciente de redes de científicos de peque-
na escala en un proceso continuo de crecimiento, declive y disolución. Los
miembros de estas redes se desplazaban entre ellas en función de las áreas
de problemas que pudieran atraer sus intereses. De acuerdo con estas cir-
cunstancias, el modelo de Mulkay se fundamentaba en dos asunciones bási-
cas. De un lado, las nuevas áreas de problemas se creaban normalmente por
redes sociales establecidas y, en cualquier caso, asociadas con dichos pro-
blemas. De otro, la evolución de toda red dependía de los desarrollos en los
campos contiguos, puesto que la exploración de una nueva área de proble-
mas se basaba en un proceso de migración científica.
992c)
torno al análisis del discurso y a la reflexividad y entre Lynch y Fuhrman (1991 y 1992) y Lynch (1
desde el punto de vista de una sociología de la cíencía normativa más adiva socialmente defendida por
Fuhrman y Qehíer y Lynch y Fuhrman en cada caso. Otro debate interesante al respecto es el producido
entre Scott, Richards y Martin (1990), Martin, ~chards y Scott (1991) y Gollins (1991 b) con el problema de
tondo de la neutralidad (y simetría) del analista en las controversias en las que interviene. El corolario a
estos debates quizá sea Martin (1993) quien pasa revista al trabajo de los teóricos de la scc respedo del
papel del analista en las cuestiones que estudia y llega a la condusión de que en su gran mayoría, los deba-
tes mantenidos tratan de cuestiones académicas internas que nada o poco tienen que ver con lo que ocurre
hiera de la institución. Para Martin, “el proceso de academización h
0 ido de una crifica de la ciencia en la
sociedad a una crítica del conocimiento científico y, finalmente, a una crítica del conocedor” (Martin, 1993:
251).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO 50
13 Con posterioridad a este debate, Grane (1 980a y 1 980b) realizó un trabajo sobre física teórica en altas
energías utilizaíido el modelo de ramificación mulkayniano, lo cual provocó un pequeño debate con otro
componente del grupo de Edimburgo, Andrew Pickering (1 980a y 1 980b>, con un resultado idéntico al
producido cuatro años antes.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOSIA DEL CONOCIMIENTO 51
19 Los trabajos que mantienen estas posturas son varios, sin ir más lejos Forman (1 971>. Sin embargo, tal
como dejó totalmente resuelto tanto iohnston (1976> como, definitivamente, Medina (1 984), hablar de
internalismo/exiernalismo, además de ser una polémica estéril y de continuar manteniendo una concep-
ción positivista del conocimiento científico, es algo del todo superado, en tanto que desde la SGG se asume
que la ciencia es, en si misma, constitutivamente social (Woolgar, 1 988). Esto significa que para compren-
der la generación del conocimiento científico en general es necesario comprender lo soda! y lo cognitivo
que interviene en tal evento.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGíA DEL CONOCIMIENTO 53
En segundo lugar, hay que relacionar las ideas de los actores con la es-
tructura social y el contexto cultural en cuestión, considerándolas como útiles
interpretativos que los grupos emplean para lograr sus propósitos en diferen-
tes situaciones. Las ideas sirven para ciertos fines, no porque tengan alguna
relación lógica necesaria con ellos, sino porque son el mediador natural de la
acción y son operativas siempre que se intemreten y funcionen del modo
adecuado en el contexto dado de las creencias y normas existentes.
~ Par ejemplo, para Grave (1979) los integrantes del PF “se encuentran singularmente tranquilos ante el
espectro del relativismo y del problema de dar cuenta del crecimiento del conocimiento, en lo que estaban
interesados los primeros pensadores. Y, sobre todo, son completamente eclécticos. Los ideas claves cíe
Durkheim y de Mannheim proveen (de esta manera) el surtido que conformo una sopa nutritiva compuesta
por la adición de trozos de Wdtgenstein, recogen eí trabajo de campo de los antropólogos sociales y cultu-
rales (tamizados a través del colador de ‘Mnch), jugosos pedazos de filósofos de la ciencia de moda como
Kuhn, Feyerahend y Taulmin, todo ello sazonado con una pizco de hierbas fragantes del jardín de la Escue-
la de Franldurt. Adornando la cocina se encuentra una litografía a penas reconocible de Karl Marx. Esta
poción es de un valor especial para administrársela a los viejos y débil es de mente (esto es, todos ellos
adivas antes de finales de los sesenta) cuya salud psíquica fue gravemente socavada en la juventud por un
exceso cíe Popper” (501>. 0 para Boan (1979), el PF es “cientifismó escocés en la teoría del conocimiento”
(195).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 56
Pueden, por tanto, existir otras causas naturales a parte de las sociales.
Bloor no afirma que el conocimiento sea puramente social. Incluye otros tipos
de causas psicológicas, biológicas, etc.
“combatir estos argumentos e inhibiciones. Por esta razón las discusiones que si-
guen, amenudo, aunque no siempre, tienen que ser metodológicas antes que
substantivas. Pera, vistas con esperanza serán positivas en sus eFectos. Sus aspira-
ciones son poner armas en manos de aquellos ocupados en un trabajo constructivo
para ayudarlos a combatir a críticos, no creyentes y escépticos” (1976: 1).
tanto para las creencias que se suscriben como para aquéllas que se rechazan. El
programa debe ser imparcial con respecto a la verdad y a la Falsedad. El siguiente
requisito es un corolario de éste. La sociología del conocimiento debe explicar su
propio surgimiento y sus conclusiones: debe ser reFlexiva. El cuarta y último re-
quisito es un perFeccionamiento de la exigencia de imparcialidad. No sólo deben
explicarse tanto las creencias verdaderas como las Falsas, sino que el mismo tipo de
causas debe generar ambas tipos de creencias. Este puede ser denominado como
el requisito de simetría. Desde ahora, estos cuatro requisitos de causalidad, im-
parcialidad, reFlexividad y simetría serán denominados el programa Fuerte de la so-
cIología del conocimiento” (173),
•.~ Causalidad, tendrá que ver con las condiciones que producen cre-
encias o estados de conocimiento. Naturalmente, habrá otros tipos
de causas aparte de las sociales que cooperarán en producir las cre-
encias.
Este principio tendrá como fin determinar las condiciones del surgi-
miento de las creencias. El PF asume la indeterminación de la producción y
evaluación del conocimiento, por esto, es necesario buscar causas de su sur-
gimiento, estabilidad o cambio. El modelo causalista se decanta por explica-
ciones basadas en la acción, más que sintácticas y, en concreto, por las mate-
rialistas antes que por las mentalistas. Por otro lado, las razones pueden ope-
rar como causas, lo cual anula debates inútiles. En último extremo, el princi-
pio de causalidad sería un modelo de inteligibilidad para la acción de los suje-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO 62
Por otra parte, cuando Bloor habla de tipos de causas se refiere, tanto a
causas sociales en la medida en que pretenden legitimar una aproximación
sociológica, como a otro tipo de causas, que podrían ser cognitivas, biológicas,
neuro-fisiológicas, etc. En su polémica con Bloor, Laudan (1981 y 1982) se
muestra especialmente preocupado por la relación que establece Bloor entre
este principio y el postulado de simetría (enunciado abajo) debido a que va en
contra de lo que Laudan considera como el precedente mejor establecido en
las ciencias naturales: los científicos invocan procesos causales diferentes pa-
ra explicar fenómenos diferentes. Más bien. Bloor no insiste en la misma cau-
sa para fenómenos diferentes, sino en la misma clase de causa tanto para ca-
sos verdaderos como falsos de un mismo fenómeno.
~ ImparcIalidad, con respecto a la verdad y falsedad, racionalidad o
irracionalidad, éxito o fracaso. Ambos extremos requerirán explica-
cion.
nervios le
Fallan cuando vuelve a los objetas aparentemente autónomos cama las
matemáticas y la ciencia natural” (1976: 8).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 64
El PF, por tanto, asume que la visión teleológica de la ciencia (ya sea en
la filosofía o en la sociología) es de todo punto incompatible con su propia
perspectiva. En el caso de la filosofía, su renuncia a una orientación causal
implica que la sociología sólo pueda acceder al conocimiento científico en los
casos de conocimiento erróneo. La sociología del conocimiento se reduciría a
una sociología del error (Lakatos, 1971; Laudan, 1977 y 1981). Por otro lado, la
visión teleológica viola los requisitos de simetría e imparcialidad del propio PF,
pues, se produce una evaluación previa de la verdad o racionalidad de la cre-
encia analizada. Estas circunstancias conducen a Bloor a realizar una afirma-
ción enérgica, que tendrá múltiples repercusiones en la marcha del PF (por
ejemplo, el ataque de Slezak, 1989ay 1991),
no hay duda de que si el modelo teleológico es verdadera, entonces, e) PF es
Falso” (1976: 8-9>
Otro elemento básico es que cualquiera que sea el papel que juegue el
inundo o la realidad en la formación del conocimiento, no tiene porqué ser un
obstáculo para el análisis sociológico. El mundo procede con independencia
del estatus epistemológico acordado respecto de las demandas de conoci-
miento. Barnes (1976) considera que el mundo puede constreñir las posibili-
dades del pensamiento y creencia humanas, pero esto es sociológicamente
irrelevante. Law (1977) apunta que lo que Barnes intentaba era que todas las
creencias socializadas fueran tratadas como equivalentemente abiertas a la
explicación sociológica, aunque pudieran reservarse las explicaciones psico-
lógicas para aquellos casos de creencias fracasadas o no compartidas. Aquí,
Law comete el error de considerar que lo que Barnes considera como creen-
cias socialmente determinadas son aquéllas compartidas socialmente. El con-
cepto de determinación social va mucho más allá de la consideración de Po-
lanyi (1958) o de Ziman (1968) sobre el conocimiento científico como cono-
cimiento público. Retomado de Wittgenstein (1953), Barnes y Bloor pretenden
afirmar que la construcción misma del conocimiento es un proceso social; no
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOCÍA DEL CONOCIMIENTO 66
22 Nemedi (1990) discute diferentes cuestiones referentes al trasvase de conceptos sociológicos durkhei-
mianos a la sociología del conocimiento científico desarrollada por Bloar. Su conclusión es que la orienta-
ción teórica de Bloar es profundamente distinta a ci de Ourkheim y cualquier similitud que pueda producir-
se se debe aí uso de una terminología común y a un vago parecido de familia existente entre las teorías
que pretenden explicar el conocimiento en términos sociológicas.
23 Para una aproximación y discusión de la dualidad durkheimiana sagrado/profano, Ramos (]9S2 y
1 992).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOCIA DEL CONOCIMIENTO 67
cori lo cual, tanto sociedad como cualquier conocimiento generado por ella
poseen el mismo estatus epistemológico. Es por esto, que si existe algún tipo
de conocimiento que se pueda considerar como sagrado, la sociedad que lo
genera también será sagrada.
No obstante, en estos primeros pasos del PF, existen puntos débiles. En
concreto, el conocimiento escapa a una definición clara y precisa. Bloor lo
define como circunscrito a una reflexión abstracta y obscura empresa en la
cual no entra en profundidad. Este aspecto tiene una especial importancia,
pues puede convertirse en el punto de ruptura para la sociología del conoci-
miento científico. Bloor (1976) pasaba de puntillas sobre el análisis del cono-
cimiento humano. Es cierto que existe una amplia reflexión sobre el significa-
do del conocimiento y de sus posibles variantes (llámense conocimientos so-
ciales, técnicos, e o genéricos) apoyada en teorías más o menos so-
ciológicas. Sin embargo, Bloor (1973a) adelantaba en un pasaje minimo, pero
sorprendente, que,
“la sociología del conocimiento necesita el complemento de un modelo de la natu-
raleza biológica humana. El sociólogo no debe ignorar, por tanta, e) insumo sen-
sana1 que tiene la gente. Lo que ven, lo que escuchan y lo que tacan Forma parte
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 68
del entramado causal total, junto con la capacidad o incapacidad humana para
procesar esa ínFormación. Sin embargo, de Forma característica, el socióloga añade
una pregunta ulterior, una cuestión que no puede separarse de estos aspectos.
Esta pregunta es: ¿Cómo se relacionan las creencias con las Formas de conducta
institucionalizadas en una sociedad? El primer paso hacia la respuesta será docu-
mentar cualquier aspecto en que las diFerentes posiciones en la estructura social
puedan correlacionarse con creencias distintas” (1 74).
2~ Todos estos elementos permiten una mejor comprensión de lo que Bornes (1976) enunció bajo el tér-
mino de raciona/idad natural (en contraposición can la racionalidad normativa, extraída de los modelos de
inferencia estimadas o sancionadas sociolmente>. La racionalidad natural vendría o ser las propensiones
cognitivas que poseen las personas que establecen una inferencia natura/ inductiva y asegura que algo
ocurrirá de forma más o menos automática. O dicho de airo manera, cuando imputamos las propensio-
nes cognitivas generales al hambre en un intenta de explicar y de comprender cómo piensa o cómo infiere,
estamos articulando una teoría de lo racionalidad natural (Bornes, 1976>. Asumiendo la caracterización del
hombre como máquina inductiva de aprendizaje, la racionalidad natural es una propiedad general de las
capacidades que posee eí hombre como tal máquina de aprendizaje. Este concepto descriptivo de raciona-
lidad tiende a diferenciarse de cualquier concepto evoluativo de racionalidad. A esta cuestión habría que
añadir que cada acta de aprendizaje puede depender no sólo de las propensiones cognitivas naturales sino
también de cualesquiera o de todos los actos previos de aprendizaje. La cuestión es qué propensiones
cognitivas atribuimos al actor poro dar cuenta de su capacidad para adquirir las habilidades y competen-
cias de su cultura en el proceso total de socialización que sufre. Sin embargo, frente a un análisis de las
capacidades de razonamiento individual es necesario un estudio social del conocimiento fundamentado en
los procesos de consenso y de negociación entre los individuos para producir un conocimiento aceptado
por la comunidad. Es decir, estamos ante un planteamiento canvenciona/isto del conocimiento que no
niega la dimensión psicológica de éste. La conclusión que planteará Bloar años después a todos estas cues-
tiones es que “la ciencia cognitiva y la sociología del conocimiento están realmente del mismo lado. Ambas
son naturalistas y sus aproximaciones son complementarias” (199] a:1 70). Con estas palabras reafirmo,
por un lodo, la posibilidad de explicaciones biológicas al conocimiento humano como ya apuntaba en
1 973a y, por otro lado, freno el supuesto ataque de los cognitMstas encabezados por Slezak (1 999a y
1991).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 69
“las teorías del conocimiento son, en efecto, reflejos de las ideologías sociales [y]
del todo, sino una consecuencia enteramente natural y trivial de nuestra Forma de
vivir y pensar. Las ideologías sociales son tan persuasivas que representan una
explicación obvia de por qué nuestros conceptos conllevan las estructuras que
producen. El emplea tácita de estas ideologías como metáFoias parecería casi im-
posible de evitar. Nuestra Familiaridad en sus temas y estilos signiFica que los mo-
delos de ideas que hemos recogido de ellas tendrán un carácter completamente
aceptado. Serán inconscientemente asimiladas a las mismas ideas con las que te-
nemas que pensar. Lo que puede sentir el filósoFo como puro análisis de estos
conceptos o coma pura aproximación a sus signiFicados o, la simple Figuración de
sus suposiciones lógicas será, en realidad, un ensayo seguro de las experiencias
acumuladas de nuestra época” (1976: 65-66) -
~ En esta misma línea está Hekman (1986), quien desde una postura hermenéutica, reconoce los intentas
de Bloar por superar las deficiencias de Mannheim, pero acentúa los errores cometidos por el PF, entre
ellas, el hecho de que si bien el RF redefine el método dentífico, sin embargo, la vuelve a reificar. Es decir,
existe una redefinición de la concepción del método científico como base para la comprensión de las cien-
cias sociales y las naturales. Además, existe un inconveniente mayor que es el que afecta a la falta de com-
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 70
prensión de lo que para Hekman es el principal desafía de la sociología del conocimiento: el examen de a
relación entre pensamiento y existencia humana. Aunque el PF intenta establecer una nuevo fundación de
la sociología del conocimiento, fracasa en su intento de transcender la glorificación de la ciencia y del mé-
todo científico.
26 El naturalismo supone describir y no justificar el objeto de estudio. Además, exige un planteamiento
Estas acometidas por parte del PP hacen que la sociología aborde las
cuestiones tradicionales de la ciencia desde otra perspectiva. Por ejemplo, la
observación ya no se considera como una práctica pasiva, sino todo lo con-
trario, necesita de un proceso de aprendizaje que poco a poco la convierte en
selectiva. Vemos la realidad de acuerdo con unos intereses (recursos cultura-
les obtenidos durante el proceso de socialización) que afectan tanto a la acti-
vidad misma del conocer como a la realidad, pues en último extremo, cono-
cer implica una llevar a cabo una acción consistente en entender, predecir,
manipular y controlar la realidad (la ciencia representaría la máxima expre-
sión de la acción de conocer). Por otro lado, el crecimiento del conocimiento
no puede ser pensado como,
27 De nuevo volvemos al caso de Mannheirr. Bloar considera paradójico el hecho de que, mientras que
Mannbeim no era capaz de analizar las matemáticas desde un punta de vista sociológico, al contrario,
Wttgenslein mostró la forma por la cual las matemáticas pueden ser objeto de investigación sociológica.
De hecho, ‘Vv’it-tgenstein resuelve el problema de Mannheim” (Bloar, 1 973a: 1 73).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 76
‘el resultado del aprendizaie aleatorio sobre la realidad, sino como el correlata de
los desarrollos históricos de los procesas, competencias y técnicas relevantes en
varios grados para los Fines u objetivos de culturas o subculturas” (Barnes,
1 977a: 6).
Esto es, existe un marco contextual que condensaría los diversos facto-
res influyentes en el proceso del conocimiento. En el caso de la ciencia, el
contexto incluye la posición del actor en la estructura social global y de la
ciencia junto al conocimiento formal y tácito adquirido bien por socialización,
bien por experiencia propia. Lo social impregna tanto la teoría como la expe-
riencia. El conocimiento no es algo exclusivamente teórico e intangible, sino
que también es eminentemente práctico y social. Por tanto, el argumento bá-
sico del PF es que todas las representaciones, ya sean pictóricas o verbales,
reales o abstractas, se construyen activamente como reuniones de conven-
ciones o recursos culturales significativos que son comprendidos y evaluados
en términos de sus roles en la actividad social más amplia.
Uno de los pocos autores que han tratado esta temática ha sido Ha-
bermas (1968). Para este autor, los requisitos cognitivos del conocimiento
(predicción, control, intercambio de información, consistencia cognitiva, etc.)
están determinados por los objetivos de algún grupo social (difícilmente están
regidos por algún tipo de razón especulativa libre de intereses en contextos
socialmente aislados). Habermas introduce la distinción entre las funciones
instrumentales histórico-hermenéuticas y las funciones emancipatoilas del
conocimiento humano, sosteniendo que, además, de los intereses instrumen-
tales, la gente tiene intereses en la comunicación con el fin de obtener una
mayor libertad y autonomía propia.
~ Según Bornes (1 974), las pretensiones de conocimiento pueden ser caracterizadas como ideológicas
siempre y cuando resulten de la transformación no convenida de algún acuerdo establecido entre grupos
sociales o cuando las pretensiones de conocimiento sean incompletas, estén insuficientemente basadas en
o sean discordantes con la definición de realidad convenida.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 80
29 Para una revisión y debate del problema de la imputación de las creencias dentro de la sociología del
conocimiento, ver Scott (1988).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 81
30 En opinión de libhetts, lo que Bornes está intentando llevar a cabo es <‘defender un estudio marvis-
ta/naturotista del origen y de lo función de los ideas y del conocimiento mientras simultáneamente intenta
evitar eí marxismo ‘<tlgar” (1981:508). Sin embargo, comenta Mennelí (1978) que el propio Barnes admi-
te su simpatía por el materialismo histórico, aunque reconoce que su trabajo se deriva fundamentalmente
de la tradición empirista anglosajona.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 82
De acuerdo con esto y según los autores, se puede establecer una rela-
ción entre el conocimiento científico y la estructura social. Los mendelianos
con su defensa de la discontinuidad e impredictibilidad en la evolución se po-
drian asociar con una oposición conservadora defensora de la industrializa-
ción, de la sociedad urbana controlada racionalmente y de lo que Bateson
llamó, el individualismo atomista frustrado de los utilitaristas. Evidentemente,
aquí se producida una controversia apoyada por dos conjuntos de intereses
sociales particulares incompatibles y asociados con diferentes sectores de la
estructura social. La Biometría respondería a una forma de pensamiento libe-
ral-burgués ascendente, mientras que el Mendelismo respondería a una mani-
festación del pensamiento conservador en claro declive. Sin embargo, este
planteamiento no es ni rígido ni está cerrado, pues, para el propio Barnes los
individuos pueden reaccionar en contra de sus antecedentes y de las presu-
posiciones de sus comunidades de origen. Sus intereses ocupacionales pue-
den estar protegidos por formas institucionales en los que ellos no tienen
implicación, utilizando las pretensiones de conocimiento y legitimaciones de
cuyo contenido y función son ignorantes. Tales situaciones pueden ser inusua-
les, pero pueden acontecen De aquí la necesidad de los estudios empíricos
contextualmente situados31.
Por otro lado, la Teoría de Intereses es básica para Barnes pues articula
la generación de explicaciones por parte del PR El cambio cultural siempre
está relacionado con los asuntos sociales y políticos. Fuera del cambio, el uso
rutinario de conceptos precisa de explicación porque cualquier decisión entre
el cambio y la estabilidad está determinada socialmente. No obstante, Barnes
adnite una serie de reproches menores tales como que el naturalismo es un
término difuso, que los intereses se infieren a partir de sus efectos (pero no
que procedan del deseo de los actores), que el PF debería haberse centrado
más en la construcción social de los intereses (si bien esto conllevaría un aná-
lisis más profundo de la estructura social y, por tanto, el consiguiente aleja-
miento de la ciencia), que los intereses son construcciones teóricas que se
presentan en la modalidad de discurso realista y que no hay base para afirmar
que el uso que el analista hace de ellos sea superior de alguna manera al que
hacen los actores.
~ Para un planteamiento intermedio entre Bornes y Woalgar sobre los intereses, Gallan y Lcrw (1 982J y su
teoría del alistamiento a establecimiento de redes. Par su parte, Jardine (1991) pasa revisto a ambos enfo-
ques orientando su análisis más hacia la clausuro de los debates científicos. En concreto, para Jardine, a
pesar de la debilidad inicial en la formulación de la Teoría de los Intereses por parte de Bornes, los estudios
de caso de Pinch (1 98óa), Plckering (1 984o> y Shopin y Schaffer (1935) han superado tal debilidad pues,
tules investigaciones se centran en la recepción de los pretensiones innovadoras, especialmente las que
tratan de los observaciones y descubrimientos experimentales. Por otro lodo, los intereses atribuidos son
generalmente específicos y locales. Los estudias se centran en la generación de nuevos intereses o en el
cambio de los viejos y su transformación durante la controversia. Y se produce una escrupulosa atención a
las percepciones y atribucionesde intereses a os participantes en lo controversia.
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOSÍA DEL CONOCIMIENTO 86
~ Tal como se ha puesto de man$esto, los debates sostenidos en torna a la Teoría de los Intereses tienen
un trasfondo eminentemente sociológico. Esto no signiika que excluyan otras perspectivas o que sus resul-
tadas no sean exportables a factibles de ser utilizados por otras disciplinas o enfoques. Sin embargo, resulta
chocante que flósofos racionalistas fuertemente contrarios a la scc utilicen este misma tipa de argumen-
taciones bien para atacar al PF, caso de Browr (1959), Ghalmers (1990) y Gregersen y Koppe (1988), bien
para desacreditar las estudios de laboratorio (en concreto, el trabajo de Lataur y Woolgar, 1 979), cuso de
Fox (1958). Para una versión ifasófica de la importancia de los intereses en la ciencia, Newton-Smith
(1985).
EL PROGRAMA FUERTE EN LA SOCIOLOGÍA DEL CONOCIMIENTO 87
2.1.- Introducción
A finales de los años sesenta y durante toda la década de los setenta, las
ciencias sociales y, en especial, la filosofía anglosajonas se vieron inmersas en
un apasionante debate sobre la racionalidad de las creencias humanas y la
amenaza del relativismo. La muestra más emblemática de esas discusiones
fue el trabajo de Wilson (1970a), en el que se recogían diversos trabajos aya-
lando las posturas en contienda.
este motivo, surgen cuestiones que exigen respuestas precisas: ¿hasta qué
punto reconocemos la existencia de otras culturas, de otras civilizaciones o de
otras épocas históricas? ¿Cómo asumimos sus categorías y sistemas de pen-
samiento diferentes y/o alternativos? ¿Cómo empleamos nuestros sistemas de
entendimiento y de traducción específicos con ellas? ¿Cómo comprendemos y
representamos los modos de pensamiento y de acción de esas otras culturas,
civilizaciones o épocas históricas? Por otro lado, es evidente que nos encon-
tramos en uno de los mundos posibles. Por todo ello, ¿porqué no afrontamos
la traducción de las culturas, esto es, comprendemos a las otras culturas en
nuestro propio lenguaje, pero en sus propios términos? (Winch, 1970).
1 Gaulter (1989) la propensión a sustituir interpretación por comprensión en las interacciones cara-a-
Para
cara genera toda una problemática referente al sign$cada, su localización y los enfoques mentalistas sobre
el mismo, todo ello derivado de los trabajas de Wittgenstein (1953 y 1969).
LAS AFINIDADES FILOSOrICAS DEL PROGRAMA FUERTE 91
En concreto, cuatro son las cuestiones que pueden afectar a los proce-
sos de traducción/comprensión/comparación en las ciencias sociales:
~) El planteamiento y las implicaciones de lo que se supone una racio-
nalidad como único modo de razonamiento y como único proceso de
construcción del conocimiento. Por ejemplo, autores como Lukes
(1974) se declaran partidarios de la existencia de condiciones de ver-
dad, reg]as lógicas y criterios de racionalidad que “son universales pues-
to que existen y son operativas en todas las lenguas y culturas. Son fun-
damentales en dos sentidos. Primero, especifican los últimos constre-
ñimientos a los que está sujeto todo pensamiento. Pero también son
fundamentales en un segundo sentido: a saber, que probablemente se
puede mostrar aquellos conceptos de verdad, reglas de razonamiento y
criterios de racionalidad que, no estando de acuerdo con estos
(muchos de ellos, en contextos rituales e ideológicos), son de hecho
parasitarios de ellos. Esto es, allí donde existen creencias nativas de se-
gundo orden sobre lo que cuenta como verdadero o válido o lo que
cuenta como una buena razón para sostener una creencia que está en-
[rentada con estos principios básicos, entonces aquellas creencias sólo
pueden ser probadas de forma inteligible en contra de tales principios
(17 1-172).
De otro lado, están los pluralistas (o relativizadores), entre los que des-
tacan, Ludwig Wittgenstein (1953 y 1992), Peter Winch (1958 y 1970), Barry
Barnes (1969, 1972c, 1973 y 1974), lan Hacking (1982). Para estos autores;
1<>) puede haber múltiples racionalidades, diferentes juegos de lengua-
je, formas de vida (\Vittgenstein) o estilos de razonamiento
(l-lacking) y algunas de ellos/as pueden ser actividades inconmensu-
rables.
y, por tanto, la ciencia social objetiva es imposible, dado que, las reglas que
siguen los hombres son esenciales a cualquier descripción de lo que los hom-
bres hacen.
Para este autor, la comprensión de los otros debe hacerse en sus pro-
pios términos, conceptos y creencias (lo que enfatiza la posibilidad de diferen-
tes y variadas racionalidades y lógicas sociales frente al error de establecer
una única categoría en la comparación o imponer la reducción a una medida
común de fenómenos distintos). Por otro lado, para Winch, el principio de ca-
ridad interpretativa requiere que la traducción de las concepciones de los
otros no se vea como calles de una sola dirección. Esto es, que se primen unas
interpretaciones por encima de otras.
2 Par estas razones, Wincb ha sido conceptualizada (epistemológicamente hablando) coma, “un conven-
cionalista, bastante cercana a lo que se podría denominar de manera provocativa cama un lingoista idea-
lista, jpues], ha fracasado en anular la perspectiva de que las «instituciones» se componen de individuos que
siguen reglas, lo cual se convierte en la corte flnal de apelación” (1-bIlis, 1972:94-96).
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 98
La concepción davidsaniana de lamente es muy peculiar. Para Davidson (1992), la mente es un produc-
to de la interpretación y comunicación intersubjetiva, y ‘está dominada par la perspectiva de la tercera per-
sana, par la perspectiva del proceso por el que cada uno de nosotras trata de entender a los demás y ellos
a nosotros. La mente, podriamos decir, es lo que atribuimos a los demás para hacernos inteligibles su can-
duda, lingúislica y no lingúística” (Moya, 1992:20).
Aunque el propio Davidson (1992) reconoce que explicar la conducta humana de esta manera no aclara
la s¡tuación en exceso.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE loo
go, “esta concepción puede hacernos ciegos para hechos importantes acerca
de otras vidas y otras culturas” (Moya, 1992: 45). ACm más, Moya, a pesar de
compartir la actitud negativa de Davidson hacia el relativismo cultural, cree
“que su forma de criticarlo puede llevar a cierta trivialización o descuido de las
diferencias culturales, que no son siempre favorables a nuestra época”, y
termina su argumento con una afirmación inquietante, “nuestra racionalidad
predominantemente instrumental no puede constituir un patrón universal de
juicio” (1992: 45).
krtnam (1978) recuerda que la caridad interpretativa o el beneficio de la duda maximizan la humanidad
de la persona interpretada.
6 Para una crítica a las planteamientos de Dcwidson desde la antropología, Jennings (1938), quien defien-
de la existencia de esquemas conceptuales alternativos, o lo que es lo mismo, que existen lenguajes que no
pueden ser mier-traducidos. Es decir, los conceptos pueden ser interpretadas pero no traducidos. La inter-
pretación de tales conceptos sólo será factible por medio de la comprensión de estos, a través del aprendi-
zaje de cómo piensan otros sin pensar en la forma en la que lo hacemos nosotras mismos.
Pura una exposición e introducción condensada de las fuentes y formas del relativismo ver Hollis y Lukes
(1 982 b).
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROSF9AMA FUERTE 102
‘‘le¡os cje ser una deuda reconocida del panorama de la c¡enc¡a empír¡ca, leí relatívis.
nro 3 convierte a la antropoloSirI en teóricamente mposible N
0 podernos compren-
<ter lcr i rraci Orr a i y suponer Que podemos err tra r en círculos viciososi s¡rr «nr La mo, PO -
+ Que estos sistemas sean correctos en los contextos y para las interre-
laciones funcionales de las culturas o sociedades concretas
+ Que, por lo tanto, sea problemático (al menos discutible) establecer
juicios críticos de mejor/peor, superior/inferior, etc. sobre una base
comparativa general sin tener en cuenta que cada uno de ellos es acep-
table en su propio marco espacio-temporal y, en muchos casos, difícil-
mente extrapolable.
tierren diferentes actitudes y valores como urr rrrirrcípío a priori rrO-relativO Pací cje-
termírrar su ,ícr¡tríri de una sociedad a otra, esto es imposible (Viilliams en larrrú,alr,
jqqq 15<
8 Habría que apuntar que Hollis tiene una concepción mi# peculiar del antropólogo según la cual éste,
aparece en parte como un cronista, en parte como un filósofa y en parte como un teórica social. Gamo
cronista recoge los hechos observadas de la conduda nativa. Goma filósofo establece los límites a priori
para las posibles interpretaciones de las hechas. Gamo teórico social decide cual de las interpretaciones
consistentes con los hechos es correcta empíricamente’ (1 967a: 270). También se refiere a su trabaja
cuando habla de la necesidad de “herramientas conceptuales incluso antes de empezar [sutrabajo]. Guan-
do embaía su calo d0 herramientas, es un filósofo” (1967b: 246), lo cual coloca al antropólogo en una
posición de privilegio que encaja perfectamente con su postura fuertemente racionalista y etnocentrista.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 103
e, estas cosas lo har-err cíe vercí a rl. El problema no es, entonces, «¿cónro F u ~den
creer err la nragía y estar er’ el nriíndo?» Sino «¿~ruede la gente con ineficientes cre-
circias nragrca ser ir-ir ir—a cori ellas, en qué condiciones y con qué alcance ~» í< no
sot ros nos ¡ra rece q’ e este es eí probicín a sociológico nr ás urgen te rí nc plan tea la
magia’’ (Jarvie , Agassi, 1 967 72)
anteriormente imperante cuando ésta es una barrera para las metas de los
individuos o sociedades?
darvie (1983) por su cuenta intentará dar respuesta a tal cuestión dos
décadas después. Para Jarvie existen tres significados históricos del término
razón: primero, un modo especial de pensar (utilizado para distinguir entre
culturas lógicas y pre-lógicas). Segundo, un método especial (que separa las
empresas científicas de las metafísicas). Y tercero, una configuración social
que permite maximizar el éxito en diversas tareas, una de las cuales es el co-
nocimiento. El procedimiento en esta última es el método de prueba y error.
La racionalidad es la aplicación de la razón a la búsqueda de la verdad, la so-
lución a problemas y la elección entre opciones. A partir de este momento, se
generará un debate en torno al relativismo y al absolutismo (McLachlan y
Scott, 1955, Layder, 1985 y Sapire, 1988). Una de las opciones, la del absolu-
tismo fuerte, está fuera de lugar, pues no sirve de nada argumentar que la
unicidad del mundo y de la humanidad implican que una proposición será
verdadera con independencia del lugar y del momento en que se diga, dado
que no hay una manera de determinar cuándo se puede calificar de esta ma-
riera a una creencia.
Como primer paso, Barnes (1969) exige que para emplear los modelos
de pensamiento racional/científico en la explicación de los sistemas de pen-
samiento y creencia por parte de filósofos, sociólogos y antropólogos corno
estándares de comparación, previamente tienen que ser clarificadas nuestras
ideas sobre la ciencia y la racionalidad. Por este motivo, discutirá el criterio de
racionalidad propuesto por Lukes (1967).
Por contra, Barnes (1974) cree que el modelo planteado por Lukes exi-
ge que todas las sociedades, siendo racionales en sentido universal, deban
compartir elementos de un lenguaje observacional universal, algo que ha sido
puesto en entredicho. Tampoco se puede asumir que las reglas de la lógica
tengan un significado implícito en todas las sociedades. Es decir, el discurso
humano, generalmente, se adecuaría a ellas y lo debería hacer así si quiere
ser inteligible como señal y no como ruido. Estas reglas pueden ser observa-
das como limitaciones naturales a las posibilidades del pensamiento humano.
En un sentido naturalista, Lukes habla de ellas como los últimos constreñi-
mientos de los que es objeto todo pensamiento. Sin embargo, Banes señala
que la contradicción (ilogicalidad) es endémica y aceptada normalmente en
las expresiones diarias y, por contra, la no-contradicción puede ser tomada
como desviación de la norma (caso del lenguaje común y de su continua
equivocidad). Por este motivo, Barnes piensa que,
ev Vinos e~’ ‘ir Oc ar-cier lo ‘oií LuYes sobre la alta coirsisíencia í;eíreíal riel uso lin
yuístir-.rr Irilirialio. Pod,einos, inr-lílso~ estar de acuerdo cii que los actores eírcner~tran
inconsisteircias nisreriosamente ¡ilírereirtes. Pero río debenios resistirnos a la preterrsioír
cíe cine las iii coir ti stencí as pa rricu ares en los sistemas de creen cias Sí írn arias río reyni e-
reír iier-esariaiiikii’ O ey
1rlrcaciorres cacísales. L~í ííicoirsistenr-ia aj.rarece coíítiííííaííreírí r -
se e,ií’Míra ‘le ‘os c,steííías cíe creencias, auíique niíirr-,í estará ausente. Para ení eriqe’ o
1Áor-e’o so u> cofa noiler eír relacíóír creenci,is yactivici~íd . Q..oiisirlerar 1 reí irinires
‘cas cnt re ros e~ein en os de los sistemas de creencias abstracta ni en te concel rí cío> es
cii ycíwral er’rrireo E~ socióloqo debería lomar las cicencias crí t ernííííos ile sir Fn~
ciones eíi la ác.iiv!ciacl práctica (197W 79)
revela el ííon~ seq ni tu r del a rgu ni en to cJe LuYes, pero también 1 ustra su plaus~L LI ir-da cd
parcial Los deFectos o las fuentes externas pueden causar el ruido en eí amplificador.
Sin embalso, Fruer-de existir al~úír tipo de ruido inSerente a su furícionanrierito íioriííal’’
(1974- 41)
lidad (esto implicaría, por supuesto, que las desviaciones o salidas de la nor-
malidad sean patológicas o poco comunes). Banes se muestra inclinado a,
prel círder que todas los sistemas institucionalizados cíe creencias naturales deben ser
tratar-dos cdc forma equivalente por las propuestas sociológicas” (Barnes, 1974:43)
‘~ Esto puede apreciarse en Bornes y Law (1 976), donde abordan los problemas de la indexicalidad de las
expresiones humanas y la consideración de las diversas corrienies teóricas que analizan estas cuestiones, en
especial, la etnometodoloqía.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 112
pequeñas dosis. Sin embargo, tal como existen por el momento proveen una intere-
sante coíífirnración de las perspectivas de Douglas” (1969: 99),
esta a rioxí nr ar-íír-r r a ij ncjue seg u ida por idealistas y len orn enól on os, representa u rla
FrersF ‘ectíva miriorit aria en la sociologia . Mariteííriré, si,r embargo, que la sospecSa
obre eí criterio ríe racionaliriad] externa y el fuerte acento en los conceptos y reglas
rí op i as riel acto’ es u na perspectiva ad ecuadí - La explicación sociológica de las cae -
en cias y cíe las acciones no ciepen cd e cje su estat us respecto al crí erío ríe nao odia 1 ~r-iarl
rler,vadio e>:terriarríente (se porirkí decir, de sri est at cus lílosófico) . Esto, sin errrr.’,írgo
1 ie~:reru’:ic5 hásir-arrrenut e cíe la cornj:irension cje su posicton y cíe síu sigrriíic.aciórí rícírino
cdc la jrerspect.~va toril del propio acto¿’ (197 9c: 375)11
11 Barnes y Law (1 976) plantean dos cuestiones ftndamentales acerca del intercambio verbal de los ado-
res. Por una parte, la re4leÁvidad esencial del discurso y, por otra, la indexicalidad de las expresiones que se
dan en ¿rl. De esta formo, Barnes y Law se acercan a la tradición etnometodológica sobre el análisis de las
acciones sociales. A grandes rasgos, para Barnes y Law, todas las expresiones son indexicales, es decir,
todos los significados están constantemente sujetos a negociación y pacto como expresiones y conceptos
aplicados de uso común. Este principio general, les levo a negar cualquier tipo de discriminación analítica
entre el discurso cotidiano y el discurso cientíBco (o formal).
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 118
(que en el caso del conocimiento científico tendrá mucho que ver con los tra-
bajos de Kubn.)
En suma, Barnes (1974) apuesta por una explicación causal de las cre-
encias de los actores que se basa, en gran medida, en los procesos de sociali-
zación. Por esta razón, las teorías sobre los procesos de socialización propor-
cionarán muchas respuestas a los problemas de la adopción de las creencias.
En opinión de Barnes (1974), la sociología tradicional no se había planteado,
hasta entonces, adecuadamente la concepción causal de la explicación social.
Bien porque este tipo de explicación se identificaba exclusivamente con las
ciencias naturales (excluyendo a las ciencias humanas o sociales, en las que
la acción social debía establecerse en términos de las razones de los actores).
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 119
Por este motivo, el científico que ha sido instruido dentro de una espe-
cialidad concreta posee un conjunto específico de capacidades esotéricas que
son el resultado final de la socialización y del aleccionamiento sufrido. En su-
ma, posee un número de rutinas de actuación y de pensamiento que tienen la
capacidad de ser aplicadas en un número ilimitado de formas, dependiendo
de las circunstancias y de cómo éstas se perciban. Podemos aplicar la analo-
gia, como hace Kuhn, entre el científico aplicando procedimientos rutinarios a
sus problemas y e] músico aplicando técnicas de aprendizaje habituales para
la obtención de una composición. De igual forma que el músico puede reali-
zar gran parte de una composición con rutinas (vibraciones, triples, escalas,
etc.) y deja sólo unos pocos pasajes a una labor de inspiración, así el científico
puede abordar muchos de sus problemas aplicando procesos cotidianos y
13 La fuente de estos planteamientos descansa en W¡ttgenstein (1953 y 1967) aunque él desarrollé inicial-
mente esta cuestión de forma diferente. Wittgenstein pretendía desterrar un número amplio de métodos de
just?Hcación por los cuales se establecen las inferencias de forma normal y natural. Su perspediva arranca-
ba del hecho de que con inferendas tales como la adición (y gran número de tipos de inferencias matemá-
ticas) se debería simplemente decir, esto es lo que hacemos y dejarlo así. Para él, las formas institucionali-
zados aceptadas son el fundamento del pensamiento, más allá de cualquier justificación o, induso, expli-
cación posterior. Esto es así aún cuando las formas institucionalizadas son las propias matemáticas. Sin
embargo, es completamente aleno al espíritu de la obra de \Mttgenstein intentar explicar las creencias en
términos de modelos. Para Bornes (1974), Wrttgenstein siempre cuestioné los sistemas de pensamiento
basados en modelos. No obstante, su trabajo, convenientemente interpretado es una Lente espléndida de
perspicacia para alguien con un punto de vista naturalista.
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 122
14 Barnes y Mcackenz¡e (1979) se rei~eren al paradigma como recurso inslnjmento¡ en a propia evaluadón
centmco.
LAS AFINIDADES FILOSÓFiCAS DEL PROGRAMA FUERTE 123
~ Barnes reconoce que el tema de las revoluóones denfíficos es fundamental para discutir los proHemas
de evaluación de la ciencia, que a su vez, da pie a una concepción relativista del conocimieoto. Esta doble
interpretación que hace Barnes de las revoludones dentíficas, por un lado, una interpretación estático (el
tratamiento de os anomalías reculdfrantes dentro del paradigma imperante) y, por otro, una perspectiva
más dinámica (que entroncaría con la determinación sodal de los juicios contingentes por las metas e inte-
reses sociales interaduando con el hábito y la autoridad social a travós de los cuales se desarrolla el cono-
cimiento cientíko) es criticada por Hendry (1988)> pues, esta aproximación, “simplemente no deja espacio
en su perspectiva a los agentes adivas” (418) lo cual pone en entredicho, incluso, a la visión kuhniana de la
ciencia.
LAS AFiNIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 124
ciencia y sentido común suponen que ambas tienen el mismo tipo de conte-
nido y pueden relacionarse entre sí sin generar problemas de incompatibili-
dad. Bloor apela al modelo de mosaico. Este modelo plantea que es un error
ver las creencias diarias como si constituyeran necesariamente un sistema
coherente o una estructura coherente global. El modelo ve las diferentes
ideas, creencias y modelos relacionados de la conducta formando un comple-
jo mosaico. Los individuos manejan diversas creencias que distribuyen e in-
tercambian según sus necesidades (Gutmann, 1973). Para Bloor, este modelo
demuestra la inexistencia de una demarcación entre creencias científicas y
sentido común, recogiendo la imagen de las diferentes creencias que poseen
y manejan las personas. No existen dominios especiales para las creencias
científicas, ni para las cotidianas, ni hay lugar para proponer una separación
de niveles lógicos o sobre una compartimentación de ámbitos.
18 Si bien estos procesos acontecen en la vida cotidiana por lo general ocurren de modo más impercepti-
ble, esto es, con pocos intentos por parte de los actores involucrados de formalizar la transposición de con-
cepios de un contexto a otro- Sin embargo, la ciencia no deja de ser un caso especial debido a cias razones.
Cada miembro de cada disciplina se haya involucrado en el desarrollo de un conjunto coherente y restrin-
gido de proposiciones que le son específicas. Además, cada disciplina cientmca es una unidad social dife-
rente, tiene su propio lenguaje, técnicas, metas, procedimientos, etc. De ahí que cuando los científicos apli-
can a su campo nociones externas o adoptan los problemas de nuevas disciplinas, son rápidamente cons-
cientes de que se hallan en un contexto intelectual diferente. Ror este motivo, no sólo Eloar tratará este te-
ma, Mulkay (1974) trata de combinar el estudio social de la ciencia, esto es, de los procesos sociales en la
ciencia con los desarrollos intelectuales que acompañan a tales procesos, intentando superar la vieja dico-
tomía kuhniana entre la ciencia norma/ y la ciencia revo/ucionaria uniendo para ello el estudio de las rela-
ciones entre los procesos sociales de migración y el proceso intelectual de desplazamiento conceptual.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 128
nos recuerdan cuándo y a quién se están refiriendo los sistemas. No son usos
de un lenguaje privado o individual, sino son usos ampliamente comunes para
una colectividad de hablantes y, como tales, comprensibles dentro de esa co-
lectividad.
tud literal entre los conceptos y los términos. Y, en segundo lugar, debe existir
una base similar práctica. En suma, el pensamiento metafórico permite la co-
nexión entre diversos ámbitos cognitivos, trascendiendo la estanqueidad de
las áreas del saber social. Por este motivo, Bloor critica a muchos filósofos que
se ocupan del mantenimiento de los límites de la ciencia y celebran su auto-
nornia frente a otras competencias cognitivas humanas.
Para Bloor (1973b), los filósofos no hacen otra cosa sino reificar la exis-
tencia de estos límites»>. La diferenciación entre sentido común y ciencia es
convencional. Desde este planteamiento es más fácil comprender el verdade-
ro alcance de su enfrentamiento con los filósofos de la ciencia20. Bloor
(1971a) ya revisaba críticamente los debates de Popper y Kutm (Lakatos y
Musgrave, 1970). Popper ahoga por la naturaleza racional de la ciencia y es
firme en su postura crítica y auto-correctiva. La extrema flexibilidad del pen-
samiento y del valor creativo del cientifico se equilibran por la exigencia im-
placable de refutación. Kuhn, por contra, describe a la comunidad científica
como una sociedad cerrada de mentes poco creativas, comprometidas con
ciertos modelos de procedimiento o paradigmas, los cuales guían la actividad
teórica y experimental de la denominada ciencia normal. Aunque se producen
crisis intelectuales, éstas son relativamente poco frecuentes y producidas ge-
neralmente por el fallo en la asimilación y en el análisis de hechos anómalos a
la luz del paradigma vigente. El paso de un paradigma a otro implica un pro-
ceso de conversión complejo de asumir para muchos científicos.
19 Enel caso concreto de la ifosofía de Popper y su impacto en la actividad de los científicos, ver Mulkay y
Gilbert (1 98])yiurdant (1982).
~c Law (1975) también apoya os argumentos del PF en contra de la filosofía ortodoxa de lo ciencia y se
muestra completamente a favor de los argumentos de Bloar (1 976) en lo que se puede considerar como
uno de los primeros apoyos recibidos por el grupo de Edimburgo.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 131
entre el árnh¡to material y el espiritual, una mezcla cíe arcilla y de d¡os. Para Popper el
d¡os personal ha s¡do reemplazado por una cieoc¡a impersonal, el mundo del espíritu
por ci inundo del coriociínieíto’’ (1 97 4a: 69)-
Esto es, según Bloor la teoría de los tres mundos de Popper entroncaría
con la tradición de la teoría de las Formas de Platón y con la teoría de la Obje-
tividad y del Espíritu Absoluto de Hegel, lo cual resulta muy paradójico. Evi-
dentemente, Bloor prefiere hablar de perspectiva social frente a la perspectiva
metafísica de los tres mundos que Popper plantea (en especial, en lo referente
al Mundo 3, a pesar de que Popper explica que su teoría es diferente de la de
Platón y de la de Hegel, para lo cual afirma que su Mundo 3 existe tal cual21).
Bíoor es mucho más escéptico en este sentido y de ahí que afirme irónica-
mente que ante este malabarismo intelectual, Popper
“nunca explica cómo se efectúa el truco” (1974±73)
En este sentido, ¿Qué ocurre con la verdad? ¿Dependerá ésta del orden
natural o del social? Para Bloor, la verdad (esto es, la verdad percibida) de-
pende de ambos ámbitos. El orden natural provee el estímulo externo y el or-
den social, los términos de la respuesta. La organización social puede, de he-
cho, asegurar que una teoría dada se perciba como verdadera. Popper defien-
de una estructura social competitiva e individualista para la ciencia. ¿Porqué
hace esto? Popper no pretende, por supuesto, que tal sistema pruebe o esta-
blezca la falsedad de más teorías que lo que puedan hacerio otros sistemas.
21 Si bien Popper parece no darse por aludido en tas crfticas provenientes de la SGG, otros autores asumen
el reto de dar respuesta a tal afrenta. Por ejemplo, Grove (1 980) cuyos argumentos resultan aún mas com-
bativos que los del propio Popper.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 133
es muy denostada por mantener unos planteamientos extremadamente papperianas (Lakatos es etiqueto-
LAS AFINIDADES FILDEOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 134
do como falsacionista sofisticado). Sin embargo, en lo que se refiere a sus trabajos sobre filosofía de las
matemáticas (en especial, los primeros trabajos) será muy apreciado por Bloar (1978).
LAS AFINIDADES FILOSáFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 135
24 De aquí la enunciación que hace Laudan (1977) del principio de aracionalidad, por el cual se establece
una división del trabajo entre sociólogos del conocimiento y filósofos e historiadores de la ciencia. La socio-
logia del conocimiento sólo puede explicar aquellas creencias que no hayan sido explicadas previamente
par sus méritos racionales. Para una crítica y rechazo de este principio de aracianalidad, Jennings (1 984).
LAS AFINIDADES FILCSÓVICAS DEL PROGRAMA FUERTE 138
Las polémicas del PF con los filósofos han tenido un eje vertebrador
que ha sido la dualidad racionalidad/relativismo. Este hecho ha divido la dis-
putas por la aplicación de dicho eje a determinadas parcelas del conocimien-
to humano. Por un lado, los que defienden esa contraposición en la ciencia.
Por otro, los filósofos o académicos en general más interesados en la discu-
sión de esa dualidad en las ciencias sociales.
ru¡oiiucl ant h,ícer investinaciáil no sería ríe interés purrí 105 soOiOl0L~os: Si líO IiFOiC
sare niriyi í« et)istenlaloya seria de pom oteros para los Fil¿
5ofcs. L05 f~io o~ s d~ 1
ciencia sr< ce que en número creciente) encuentrais nís desaFío cus los prinucinio’ ulel
F.irc~lrani ajorre Ere desaFío tieíse hastante píe ver con el hecíso de que el proar libe
Fuer~.e oFrece una epistemoio3ía alternativa en nombre cje la socFolo2í<u cicístífica y mí’
25 Entre estas nuevos filósofos destacan Laudan (1981,1 982a y 1 982b), Brown ((1 954K y 1989) y últi-
989a y 1991). Como contraposición a estas
filósofos, Nola(ya(1 988a,
mamente, Kuhn tratado)1 988b,
y Hesse1990
serány 1992) y Slezok (1de Barnes y Bloar. En concreto, Bloar (1 975a)
los inspiradores
recibe positivamente la teoría de redes de Hesse como un intenta de superar la distinción clásica entre len-
guaje abservacional y lenguaje teórico y como búsqueda de un nuevo modelo de ciencia en el cual quepan
perfectamente la aplicación de estudios sociales. Tales estudios, según Bloar, podrían estar basadas en el
planteamiento de lo clasificación durkheimiana, los principios de arden y unidad en las cosmologías primiti-
vas de Douglas, junto con el planteamiento de una visión fi nitista de la ciencia y eí apode del paradigma
kuhniano.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 140
debamos otorgar una preferencia especial a las explicaciones del cambio de creencias en términos de la
racionalidad) y a los de Bloar (pues para él, en muchos casos, aunque no en todos, la melar explicación
estará basada en un modelo de cambio racional de creencias) plantea el modelo computacional de los
LAS AFiNIDADES FiLOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 141
procesos de pensamiento suministrado por la ciencia cagnitiva como elemento superador de lo dicotomía
existente entre la cognición científica ca/iente (motivada) defendida por los sociólogos de la ciencia y la cog-
nición científica fría (racional) defendida por los filósofos de la ciencia.
29 Básicamente, lo que eí Programa Débil plantea es que los decisiones sobre la naturaleza de la ciencia
son decisiones políticas. Aquéllos que analizan la ciencia desde una perspectiva más ortodoxa, generan
una imagen invariable e ideal de ésta, olvidando que la ciencia y sus valores asociados están sujetos a las
mismas contingencias que cualquier otro tipo de organización social. Por este motivo, el Programa Débd no
reconoce a la ciencia como un modo privilegiado de investigación, lo que hace que su objeto de estudio no
sea la ciencia tal cual, sino la investigación como actividad humana. El Programo Débil asume que los valo-
res y las organizaciones densacráticas son condiciones necesarias para el desarrollo de estrategias episté-
micas que puedan conducir a un entendimiento crítico de las experiencias colectivas e individuales, lo cual
hace que su interés vaya en pos de cuestiones éticas y morales y de un compromiso con los valores libera-
dores, todo ella considerado como un toda integral en su concepción crítica del mundo (Restivo, 1981 b y
1983K).
30 Sin embargo, el debate Laudan/Bloar tiene también sus detractores. Jarvie (1984) se muestra contrario
a los argumentos expuestos en tal disputa, esto es: el intento de demarcar las consideraciones internas y
externas en la ciencia; el intento de demarcar las creencias racionales de las irracionales y el intento de
discutir la ciencia en términos de creencias científicas. Jarvie replica o tales argumentos con las siguientes: la
LAS AFINIDADES FILOSáI’ICAS DEL PROGRAMA FUERTE 142
demarcación entre interno y externo es una metateoría de una disciplina y no un límite natural oKservable
en el fenómeno en si; las creencias no son ni racionales ni irracionales y, por último, la ciencia es un sistema
de afirmaciones, no de creencias y dado que las afirmaciones no son simplemente entidades en el mundo
social, las explicaciones son, en sentido estricto, inadecuadas para explicar aspectos importantes de la cien-
cia, esto es, ideas. Para Janvie, la ciencia es un fenómeno única y representa una institución social exitosa.
En esta tesitura conviene recordar que para el IT, el conocimiento depende en parte de las interpreta-
ciones que los científicos realizan durante el transcurso de sus investigaciones que están orientadas por la
definición de fines relevantes que son a su vez efecto de sus intereses. No niega las causas asociales del
conocimiento: eí mundo proporciona información sensible que influye en parte el conocimiento; pera la
diversidad cultural muestra que siempre hay componente social en el mecanismo causal que genero, man-
tiene y transforma las creencias científicas.
32 Estos mismos argumentos se vtelven a repetir de forma condensada en Laudan (]982a) como réplica
a Bloor(1981a).
LAS AFINIDADES FILCSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 143
parcialidad, pero no así la simetría. Este autor piensa que las creencias correc-
tas se explicarían causalmente en términos de razones y las incorrectas por
otras causas. Por este motivo, critica al PF el hecho de que las creencias e in-
tereses que se proponen como factores causales sirven al tiempo para identi-
ficar los grupos sociales, así que no hay evidencia independiente del orden de
los elementos de la cadena causal. También critica la unidireccionalidad de la
causalidad (sociedad-ciencia), la ambición de predicción y la falta de refina-
miento analítico. Finalmente, pide a los sociólogos que se ocupen de los mar-
cos institucionales que afectan al progreso de la ciencia y dejen a los filósofos
el estudio de las vías racionales por las que transcurre el conocimiento cientí-
fico.
McMullin (1984 y 1988b), por su parte, acepta la imparcialidad pero re-
chaza el resto de los principios del PR Para este filósofo, el PF convierte en
causa la correlación entre los intereses y las creencias de grupos sociales cuya
identidad construye a partir de sus creencias y criterios, es decir, empleando
factores epistémicos (razones). El análisis sociológico podría aclarar cómo se
forman grupos y cómo llegan a reflejar intereses personales o institucionales,
pero no el contenido de sus creencias. La sanción del contenido dependería
de la existencia de una racionalidad trans-histórica. No puede ser la racionali-
dad natural común a todos los sujetos; it el interés en la predicción y el con-
trol, que simplemente previene a las convenciones cognitivas de ser arbitra-
rias. McMullin afirma que el principio universal de racionalidad es un interés
en la comprensión. más allá del afán por lograr predicciones exitosas. Las me-
tas, los criterios y los contenidos cambian, pero el progreso de la ciencia per-
siste gracias al sometimiento sistemático de sus productos a duras pruebas
que sólo superan los más adecuados. Esta afirmación es susceptible de la
misma crítica que el falsacionismo popperiano. Pero McMullin objeta que eso
no significa que la objetividad sea un fenómeno social y que todo conocimien-
to sea relativo a su lugar y ocasion de producción. En este caso, los historiado-
res estudian el conocimiento que ha transcendido con éxito su lugar y ocasión
de producción.
~ A pesar de la expectación e importancia de ial debate, no todos se mostraban entusiastas de tal cues-
tión, por ejemplo, Jarvie y Agassi (1986) hablan de tal evento como la “última obra de adivinación de los
filósofos de Oxford, donde uuOxford» ya no designa una universidad sino una escuela nanalítica» globalmen-
te establecida” (368).
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 148
Por su parte, Hacking (1982), aún sin ser relativista, añade que los valo-
res de racionalidad o irracionalidad y de verdad o error son internos a estilos
históricos de razonamiento (más que a los esquemas conceptuales de Quine
o a los paradigmas de Kubn). La dispersión y evolución relativamente inde-
pendiente de los estilos puede conducir a situaciones de inconmensurabilidad
que sólo pueden romperse reconstruyendo el contexto en el que se produje-
ron y dando cuenta de las causas que abocaron a ellas. Este procedimiento
constituye un marco más amplio donde ambos estilos pueden compararse o
incluso contrastarse, pero en ningún caso puede afirmarse la existencia o la
esperanza de un marco absoluto que sirva de rasero para la evaluación de
todos los demás, aunque, en la práctica, cada grupo utilice el suyo propio para
esa función.
Uno de los últimos desafíos sufridos por el Programa Fuerte por parte
de filósofos se produjo en el Symposium: computer Discovery and the Socio-
logy of Scientific Knowledge aparecido en la revista Social Studies of Science
(1989 y 1991). En tal evento participaron diversos autores reconocidos en los
ESC debatiendo cuestiones que, si bien tenían como referencia específica el
cuestionamiento del PF desde las ciencias cognitivas (representadas aquí por
Slezak, 1989a) existían otras cuestiones de trasfondo que estaban siendo
cuestionadas. Básicamente, el debate subyacente giraba en torno al enfren-
tamiento entre el cogrn’tivismo (ciencias cognitivas) y la sociología del cono-
cimiento cientfrico sobre la comprensión del conocimiento humano. El cogni-
tivismo apuesta por una interpretación del conocimiento humano en términos
de interacciones de procesos de corte cognitivo. Frente a éste, la sociología
del conocimiento cier¡tfrico parte de una concepción del conocimiento huma-
no (incluido el científico) como un elemento social, no reducible a la esfera
de lo cognitivo, desplazando la explicación al ámbito de lo social. Y es, justa-
mente, en el terreno de la Inteligencia Artificial ([A) donde más agudamente
se produce este enfrentamiento3~.
Cómo encajaría en este enfrentamiento el PF tiene mucho que ver con
la posibilidad de que algún día se cree un programa de lA capaz de realizar
descubrimientos científicos, es decir, capaz de actuar corno un motor de infe-
rencia incontaminado por cualquier influencia social capaz de inferir leyes
científicas a partir de datos observacionales (Slezak, 1989a). En este caso, tal
hecho se convertiría en un poderoso argumento para refutar el PF y toda su
línea de explicaciones relativas al carácter social del conocimiento científico.
Pues bien, esto es lo que de hecho hace Slezak (1989a) aprovechando el de-
sarrollo del programa ‘BACON.3’ (en física), “BACON system (en química) y
“AM” (en matemáticas) capaz de llevar a cabo descubrimientos científicos con
total independencia de cualquier tipo de factores sociales, culturales, etc.
~ Para una aproximación a estas cuestiones ver los trabajos de Gaulter (1983), Suchman (1987), Woalgar
(1985 y 1987), Parda (1991, 1 992a, 1 992b) y, en especial, Bustamante (1993).
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA-FUERTE 156
(Langley, Simon, Bradshow y Zytkow, 1987). Para Slezak, este hecho es sufi-
ciente para refutar al PF35.
Slezak trata de romper el nexo causal (en lo que él mismo considera
conductismo36 en los estímulos/respuestas) atribuido por el PF al conocimien-
to científico y a los contextos históricos de uso y de interés en los que éste está
inmerso. Por este motivo, la posibilidad de desarrollar y producir teorías cien-
tíficas en ausencia de factores sociales vía artefactos computacionales pondrá
en cuestión los planteamientos del PF (entre otros, su carácter causal que le
convierte en anti-teleológico y su relativismo). Slezak apuesta vigorosamente
por una aproximación mentalista al estudio del conocimiento humano37.
~ Es obvio que estas pretensiones refútadoras se pueden traspasar al resto de la SGG y, también, a los
trabajas de Kuhn, Feyerabend, Holton e, incluso, Merton (Brannigan, 1989).
36 En este caso, Slezak acusa a la SGG de anticuada y desfasada en sus fuentes al apoyarse, entre otros,
en \Mttgenstein frente al empuje de las nuevas ciencias cognitivas. Para una crítica, a su vez, de estos nue-
vas corrientes desde planteamientos wiftgensteinianos, Gaulter (1989).
?~ Sin embargo, esta supuesta refutación queda en entredicho desde el primer momento, pues, Slezak no
se plantea nada acerca de los mecanismos subyacentes del descubrimiento cientíko (ni genérico, ni el del
propio programa). Básicamente, Slezak emplea un test externa, parecido al test de Turing, para igualar
programa (máquina) con investigador (humano) cientítko. Digamos que Slezak parte de unos principios
teóricos que enfocan o la naturaleza del conocimiento desde lo que se conoce como “Inteligencia Artí$cial
dura’, esto es, a mente humana considerada coma un procesaclor de información y como un sistema de
manipulación simbólica. En este sentido, es comprensible que opte par el famoso test de Turing (Turing,
1950). Para una crítica de éste desde la perspectiva de la SGG, Callins (1 99Oa). Para una introducción y
discusión sobre el tema de ía lA y las ciencias sociales, Bustamante (1993).
~ Brannigan hace una crítica perversa a los argumentos de Slezak, atacando el hecho de que si el pro-
grama BAGON fuese tan maravilloso deberían haber aparecido en revistas tan prestigiosas como Notare o
Science, cosa que no ha sido así.
LAS AFINIDADES FILOSÓFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 157
refiere a que son los programadores humanos los que seleccionan los datos y
deciden cuáles son las características o mediciones relevantes que han de ser
introducidas en la máquina. Esto supone hacer entrar al ser humano por “la
puerta de atrás”. El operador mantiene todos los criterios sobre la información
que calcula, selecciona y traspasa, posteriormente, a la máquina. De acuerdo
con tales cuestiones, para Brannigan,
‘u la ~dcuí tí ca cso,a <¡e las p ro~ sieciadies mateníá ti cas en couajun tos cíe da os río es lo
Desde un ámbito ajeno a la SCC, Fuller (1989) también critica las pre-
tensiones (positivistas e internalistas) de Slezak (aún reconociendo las posibi-
LAS AFINIDADES FiLDSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 158
~ El caso de Fuller es muy peculiar en los ESG. Este filósofo es responsable de lo que él mismo ha bautiza-
do como “Epistemología Social” (Fuller, 1988), en un intento de unificar el enfoque sobre el estudio de la
ciencia, superando, por un lado, los enfoques unidisciplinarias de la sociología y de la ciencia y, por otro
enriqueciéndolos con otras perspectivas (psicología, ciencias políticas).
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 159
~ No olvidemos que Giere (1988) es partícipe de un enfoque cogniflvista que supere las dicotomías entre
la filosofía y la sociología de la ciencia.
LAS AFINIDADES FILCSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 160
41 Para un interesante trabajo, realizada desde la SGG, sobre el desarrollo y evolución de este paradigma
de investigación en la lA, ver Olazarán 11991).
42 En concreto, Gorman (1987) pone de manifiesto que en los trabajos sobre descubrimiento científico par
media de programas computacianales se incide en la potencia (y deficiencia) de la heurística que permite la
resolución de problemas (en este caso, el descubrimiento de leyes), pero ignoran los representaciones
mentales que poseen los científicos y que son fundamentales en su trabajo. Según Gorman, <‘una visión
completo del proceso creativo tendrá que incluir tanta las representaciones mentales como las heurísticas;
una representación mental única es un ingrediente principal en el genio científico, pera los científicos creati-
vos también utilizan a desarrollan heurísticas poderosas que les permiten probar y modificar sus represen-
taciones” (1987: 65).
LAS AFINIDADESflLDSDFICAS DEL PROGRA MA FUERTE 161
no connota inFluencias coa~llfldJords en tanto que desde esta pers¡ectiva, lía tic-
ríe seua t ido coíaceb ir la i~ re~,ucua de lo soca! coní o uuaa ¡aI/uehuc~a, si u-u isablar c.ie ¡ti
-
~ El artículo de Woolgar está reaRMo en lo que se consideran como las Nuevas Formas Literarias
(‘Woolgar, 1 989a y 1 988b) ironizan& sobre estas cuestiones, por ejemplo, planeando la posibilidad de
crear un programa para computad~que trabaje en la 5W ~W’oolgar lo denomino GOLLINS)< parelo a
BAGON para trabajar en la que Woc@or denomino “mecanización de la sociología de la ciencia”. En un
supuesto trabaja interactivo entre an~s (GOLLINS y BAGON), el resultado seria idéntico al acontecido
entre la SGG y el conocimiento cientí1~, esto es, los descubrimientos no serían asocio/es sino socia/es, pues
ellas son el nsedio. Siguiendo la estelw~I artículo de Woolgar, Myers (1989) trata de lo ironía desarrollada
por el anterior en su discusión del city/o de Slezak y sobre lo referente a os paradojas en los debates
académicas.
LAS AFINIDADES FILOSOFICAS DEL PROGRAMA FUERTE 162
~<el
inuagiuuario BACOVI aislado, o sus descendientes equipado con serusares tíans-
o½ctores apropiados, recogerá sus propios datos, empleando sus capacidades sensiti-
vas ant ó,íomas. Coja ello no ,uecesitaru fafcQwutrJI por los datos’’ (1 989V 682).
‘‘tomo couaao evidente que so tendríamos estructuras sociales sin estructuras neurona-
les” (1991a 168)
‘~‘~En una conversación con el profesor Bloar, le comenté su ausencia de dicho Simposium. En su respuesta
venía a confirmar las cifirmaciones enunciadas anteriormente, pero exponiendo además otras cuestiones.
Su presencia en toles debates hubiese resultado paradójica según él, pues, aún discutiendo los argumentas
de Slezak, Bloar se muestra muy entusiasta y partícipe de algunos trabajos que se estón realizando en la
ciencia cognitiva. Por otra parte, muchos de los ataques realizados sobre Slezak (especialmente las de las
sociólogos del conocimiento científico) constituyen, en opinión de Bloar, un tipo de explicación excesivamen-
te sociológica o, lo que es lo mismo, les aterro la posibilidad de incluir tipos de explicaciones no sociológicas
en sus trabajos. Por estas razones, Bloar consideraba a Slezak una especie de hambre de paja que nada
3.1.- Introducción
venciones y es enseñado como convención; también nos hace ver que el conoci-
miento debe tener siempre carácter convencional, y nos ayuda a entender por qué
el conocimiento pasee tal carácter (1 989a: 66-67).
1 982a: 194-195),
Este es uno de los aspecto daves de la conocida obra de Lataur, Ciencia en Acción (1987). En contrapo-
sición, Bornes (1 985a) desarrolla un amplio trabaja centrado en el surgimiento, desarrollo, existencia y
mantenimiento de la institución científica en el seno de la sociedad moderna. Este trabajo tiene un enfoque
profundamente histórica y un eje básico centrado en el concepto de autoridad tanto denúo de ca comuni-
dad científica como hado afuera de la institución científica (de cara a la saciedad más amplia). Por airo
lado, esta obra puede ser considerada como origen de una bifurcación enel propio trabajo de Bornes, que
en este caso, se indinará más hacia una investigación más centrada en el análisis sociológico de la autori-
dad y del poder ver por ejemplo, Bornes (1986 y 1 988a).
A pesar de que, por ejemplo, Lukes (1 973a) ya hubiese desacreditado tal tesis, o como Alexanaer co-
meato que “a pesar cte que BInar identifico su aproximación como Durkheimiana, intentaré demostrar que
tal sociologismo rroteriaiista no puede ser visto como una aplicación del trabajo maduro de Durkheim”
(1982:166-167, a.2?), citado en Schamus (1994: 268, natal 5).
Ramos (1989) expone lo imposibilidad e inviabilidad de fundamentar en Durkheim el proyecto de una
epistemología sodo/ógica tal como lo intenta hacer Bloar (1 982a). Sip embargo, como el propio Ramos
comenta en una nata a pie de página, BInar acomete tal empresa basándose en ‘una lectura bastante
libre” del trabajo de Durkheim y Mauss (1 9C3) y “apoyándose en Hesse” (1974).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 173
~ Estas estrategias protectoras tienen mucho que ver con la ciencia normal kuhniana, esto es, aseguran lo
continuidad de los programas de investigación y de las tradiciones teóricos.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 175
El trabajo de PhIlips (1977) sobre Wittgenstein, en opinión de Rubinstein (1979) puso en cuestión la vali-
dez de la distinción utilizada normalmente para diferenciar a los ciencias sociales, de las ciencias naturales.
El argumento tradicional de tal distinción se bosaba en una distinción entre observación e interpretación.
Uno de los principios del positivismo es que el conocimiento científico debe estor enraizado en los observa-
ciones de datos brutas. Por contra, uno de os principios de los defensores del carácter distintivo de las cc. ss.
ha sido, justamente, el enfoque interpretativo de éstas en el estudio del hambre (las ciencias sociales. se
centran en el análisis de las acciones, éstas tienen significados que deben ser comprendidos interpretativa-
mente). Sin embargo, tal como mostró Wittgenstein y PhIlips recupero, no hoy tales datos brutos observa-
bIes en los ciencias naturales, pues, la observación estaría mediada por lo interpretación. Lo naturaleza no
se impone al observador, más bien, los rasgos naturales y sociales de éste median el carácter del objeto.
“Hay daramente más por ver que lo que percibe el globo oculor”<Pbillips, 1977: 43). Si esto es así, los
datas brutas observacionales serían imposibles en las ciencias naturales (de hecho, ésta es uno de las tesis
que defiende la sociología del conocimiento científico en general y, el Programo Fuerte, en particular). Con
lo cual, la distinción entre interpretación y observación no podría usarse paro diferenciar las ciencLas socia-
íes de los ciencias naturales (en esta mismo línea, ver el trabajo de Keat (1971).
6 Posiblemente, la melar biografía que se ha escrito sobre Wittgenstein sea la de Mank (1990). Para uno
aproximación o la vida y abro en relación con el entorno que rodeó al Wittgenstein centro-europeo, el trabo-
jode Janik y Taulmin (1973) es de obligada referencia. Como aproximaciones más personales a su figura
destacan las de Malcoím (1984) y R.hees (1984). Por último apuntar el trabajo de Bartley <1985) para com-
prender los polémicos que despiertan los interpretaciones de la vida de \Mftgenstein en relación con su
abro.
La relación VAttgenstein-Ciencias Sociales siempre ha estado mediada parlo polémica. Glammer (1976)
niega que esa relación sea directo, en todo coso, existe uno exégesis y posterior aplicación de los trabajos
de Wittgenstein. En su contra, Hughes (1 977) defiende numerosos paralelismos entre el trabajo sociológico
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 180
por medio del conocimiento. Encontrar las proFundas consecuencias de esta intui-
ción condujo a Wittgenstein a levantar lo que se podría denominar como una
1el conocimiento cientííico’ (Bloar, 1 983a: 9).
“tecíis social o
El objetivo que corre detrás de este plan es desterrar las categorías tra-
dicionales de objetividad y de racionalidad. Para Bloor, tanto la una como la
otra deben ser foijadas p~r nosotros mismos, de la misma forma que cons-
truimos formas de vida colectivas. Se trata, en suma, de un proyecto ambicio-
so, de “un intento sutil de cambiar nuestra auto-consciencia cultuj-aI” (Blooi,
1983a: 2-3). Por otro lado, además de ser ambicioso, es arriesgado, pues, uno
de los objetivos es introducir a Durkheim dada su teorización sobre el carácter
objetivo y externo de la compulsión moral y las relaciones de ésta con las
compulsiones lógicas. Sin embargo, según Bloor, existe una diferencia impor-
tante entre Wittgenstein y Durkheim que se refiere a la determinación y con-
sistencia con la que se lleva acabo la sociologización de la filosofía. Para Du-
rkheim, las explicaciones sociales se pueden encontrar en los sistemas primi-
tivos de clasificación, aunque difícilmente se podría aplicar a la cultura cientí-
fica dada la asunción de un corte epistemológico ente el conocimiento cientí-
fico y el conocimiento social más amplio3. Frente a esta situación, Bloor apela
a Wittgenstein y al carácter esencialmente social de sus análisis sobre el co-
nocimiento matemático9.
Empero, Bloor es consciente de que va a llevar a cabo una lectura so-
ciológica específica del trabajo de Wittgenstein y allí donde proceda rellenará
los posibles vacíos que encuentre en su desarrollo de una teoría sistemática
de los juegos del lenguaje en relación con la sociología del conocimiento10.
Frente a esta teoría, se erigiría la teoría rival que propugna que los pre-
dicados tienen asociados con ellos una clase de referencia o extensión. La ex-
tensión de una palabra es la clase de todas las cosas (conocidas o no conoci-
no-cognitiva en particular” (1987: 79). Cloro que, al final, deja clara su verdadero opinión, que en resurn,-
das cuentos es, que “lo extensión de Wttgenstein que hace Bloar dentro de la teoría social del conocimiento
es, si es algo, una reducción al absurdo final de la técnico por la cual \Mtlgenstein había propuesto resolver
el gran problema de la filosofía” (Munz, 1987: 95).
11 Para una exposición din a ésta, pero desde la perspectiva de la etnometodoíogia, Gaulter (1939).
12 Lo etiqueto de finiflsrno tiene que ver con la extensión continua del significado, y con lo existencia de un
abanico limitado de circunstancias en las cuales usamos uno palabra. Más allá de estos precedentes, el
significado, la aplicación y lo referencio estarían todavía por determinar. Bloar (1 983a) enlazo el finitismo
wittgensteiniano can los trabajas de hesse (1 974).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 183
das) que pueden ser denominadas con ese predicado. Se asume que la ex-
tensión de una palabra va más allá de un límite finito de aplicaciones existen-
tes. ¿Cómo desaprobar esta teoría? En primer lugar, aprendemos a aplicar eti-
quetas a cosas, tipos y clases por el adiestramiento en el uso de ejemplos lo-
calmente aceptados sobre esto y aquello (lo mismo y lo diferente) seleccio-
nados por otras personas. Cuando dominamos tales ejemplos, nuestro cono-
cimiento llega a ser, a pesar de todo, tan incompleto como el de dichas perso-
nas (por ejemplo, profesores). Todo lo cual nos devuelve al problema de en-
frentarnos con la aplicación de una palabra en una nueva situación. Wittgens-
tein exploró las contingencias de esta transición real por medio de un número
de mecanismos tales como: la doctrina de los parecidos de familia, la inte-
racción entre lo que denomina criterios y síntomas, y algunos escasos comen-
tailos sobre las varias necesidades que se pueden expresar en los juegos-de-
lenguaje y notaciones simbólicas.
De hecho, existen dos cosas que encadenan los parecidos a lo largo del
tiempo y que diferencian los parecidos intra-familia de los parecidos extra-
familia. En primer lugar, los juicios de los parecidos se centran en los casos
del paradigma aceptado. En segundo lugar, los parecidos se juzgan siempre
en el contexto de un juego-de-lenguaje particular “Esto provee un horizonte y
la atención lejos de las intenciones individuales y qué puede ser más fácil-
mente justificado al enfatizarías? ¿Quién obtiene ventaja en un caso u otro?
Estos son los tipos de cuestiones que nos conducirán a los intereses que es-
tructuran los juegos-de-lenguaje” (Bloor, 1983a: 48-49).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 185
Esto se debe al hecho de que la lectura escéptica que hace Bloor de los
trabajos de Wittgenstein trata la regla como una representación de una activi-
dad que fracasa en describir únicamente las acciones que se llevan a cabo de
acuerdo con ella. La solución escéptica invoca disposiciones psicológicas y/u
otros factores sociales extrínsecos para explicar cómo un agente puede ex-
tender problemáticamente la regla que cubre los nuevos casos. En cambio, la
lectura no-escéj)tlca (la del propio Lynch) trata la regla como una expresión
en, de y como una actividad ordenadamente en la cual esto ocurre. La formu-
lación de la regla contribuye a una actividad ordenadamente, en tanto que
orden ya está inherentemente en la producción concertada de esa actividad
(Lynch, 1992a).
Desde el punto de vista de Lynch, Wittgenstein no es un teórico que se
enfrenta ante los problemas clásicos de la filosofía para darles una solución,
más bien todo lo contrario, es un anti-teórico (o a-teórico) que investiga sis-
temáticamente el lenguaje ordinario para demostrar cómo surge el problema
sólo a través de un tratamiento dudoso de las expresiones lingítísticas. Esta
lectura es totalmente contrapuesta a la que hace Bloor de Wittgenstein. Es
más, Lynch habla de una aproximación descriptiva antes que explicativa al
lenguaje, lo cual separa aún más su perspectiva de la de Bloor.
Para Bloor, “la idea central es que la importancia sociológica de las re-
glas descansa en ser prácticas compartidas sostenidas por intereses, por
ejemplo, por los intereses generales que tienen todos los miembros del grupo
para coordinar sus actividades, e intereses especiales tales como los que lle-
gan a crearse en los resultados clasificatorios previos y de los cuerpos de las
prácticas o paradigmas establecidos” (1992a: 270). De acuerdo con estos plan-
teamientos, todos los miembros se socializan con respecto a estas prácticas y
alcanzan su plena integración gracias a la adquisición de competencias rele-
vantes. Estas competencias se convierten normalmente en habituales lo cual
conileva su conversión en “la regla “guiadora” del seguidor de la regla” (Bloor,
1992a: 270). De esta manera, se produce una normatividad en el seguimiento
de la regla, cuyo análisis sociológico entreteje argumentos biológicos, psico-
lógicos y sociológicos, todo lo cual aboga por asumir una teoría “finitista’, en-
tro de la cual cada aplicación de la regla es, en principio, problemática y ne-
gociable de acuerdo con las disposiciones e intereses de los seguidores de la
regla mismos y para Bloor “esto es donde realmente reside la agencia”
(1992b: 271).
propio BloorlJ). Llegados a este punto, Bloor aboga evidentemente por una
perspectiva sociológica en la cual la socialización, el consenso, etc., lejos de
estar fuera de la relación interna son elementos constitutivos de ésta. Para
Bloor,
“las relaciones internas entre regla y aplicación son relaciones sociales. Es más, son
Para dar por zanjada la discusión al respecto, se podría definir una regla
como una técnica que debe adaptarse dentro de nuestras vidas, lo cual exige
tener en cuenta la temática global de la estructura social (Bloor, 1992a). Esto
conjíeva a que Bloor intenta anular las diferencias entre los planteamientos
etnometodológicos y la perspectiva sociológica, todo lo contrario, Bloor perci-
be una gran concomitancia entre ambos programas de investigación. En Últi-
mo extremo, la única diferencia descansaría en la cuestión de la representa-
ción y, lo que subyace es la discusión sobre el realismo y el uso del lenguaje.
13 Bloar (1 983c) habla de la importancia del argumento de Kripke (no explicar la sociedad parlas reglas y
significados, sino explicar los reglas y significadas por la sociedad) para la sociología del conocimiento.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 190
la teoría de que todo el habla es sobre el habla). En último extremo, esta po-
lémica tiene demasiadas connotaciones políticas, esto es, existe un padre
fundador y un legado abierto y con posibilidades futuras de desarrollo. Parece,
pues, que aquel que obtenga el reconocimiento de ser único heredero, alcan-
zará la hegemonia sobre el campo en cuestión. Es más, estaableciendo un
cierto paralelismo con Hegel y sus seguidores, Bloor distingue entre derecha e
izquierda wittgensteiniana. El mismo se considera como izquierda wittgens-
teiniana porque enfatiza la lectura sociológica de Wittgenstein y considera sus
ideas como teorías científico-sociales en estado de embrión. Frente a esto,
autores como los ya citados Baker y Hacker, incluso al propio Lynch, los con-
sidera más comprometidos con una lectura que invierte en varias formas las
mejores intuiciones de Wittgenstein. Como paradoja, para Bloor “en la discu-
sión presente hemos visto que los argumentos de Wittgenstein sobre las rela-
ciones internas se empleaban como si aportasen argumentos en contra de la
sociología, cuando realmente abrían la puerta a esta ciencia” (1992a: 281).
tiende justamente todo lo contrario, pues según éste, “Bloor subestima el al-
cance para el cual los escritos de Wittgenstein plantean un desafío para la so-
ciología de la ciencia” (Lynch, 1992b: 298). Esto no tendría nada que ver con
que las prácticas científicas y matemáticas estén dirigidas por una racionali-
dad no-social, todo lo contrario, “la producción del orden social en estas es
inseparable de la densa textura de la comprensión y de las prácticas concer-
tadas que conforman los juegos del lenguaje disciplinarios específicos. Los
conceptos generales de la Sociología y las estrategias metodológicas están
simplemente abrumados por la heterogeneidad y la densidad técnica del len-
guaje, de equipamiento y de las habilidades a través de la cuales matemáti-
cos, científicos y practicantes de muchas otras áreas de actividad hacen des-
cribibles sus asuntos. Esto no es que sus prácticas sean asociales, sino que son
más meticulosa y localmente sociales que lo que la sociología está preparada
para manejar. La cuestión radical para tina sociología post-wittgensteiiana
es, ahora que podemos decir que todos los detalles de la ciencia son
«sociales», ¿qué le queda por hacer a la sociología?” (Lynch, 1992b: 298-299).
munidad para que puedan aplicarlas por si mismos, como individuos siguien-
do un método o p¡-oceso particular. Sin embargo, la dimensión social surge
porque cada miembro debe hacer referencia a cómo los otros han aplicado
las reglas para determinar que su aplicación individual es correcta. Los
miembros de una sociedad no pueden seguir las reglas, aplicar conceptos,
examinar las leyes sin ver lo que todos los demás miembros hacen. Si esto no
fuese así, la sociedad sería incapaz de sustentar el seguimiento de la regla
como un logro colectivo, lo que supondría su propia negación.
El seguimiento de la regla genera una compulsión sobre nosotros. Para
Wittgenstein el origen y la naturaleza de esta compulsión son frecuentemente
malentendidos. “Sentimos como si la regla ya ha generado la respuesta a la
operación de cálculo y simplemente la seguimos. Es como si la secuencia
numérica ya existiese: la copiamos simplemente. Pero de acuerdo con
Wittgenstein ésta es una imagen mítica. Lo que deberíamos decir es que es
algo así como si nos presionara: “esto no es como es’. La realidad es algo dife-
rente, a saber: la práctica humana, los usos, las instituciones. Si queremos
comprender la inexorabilidad de las matemáticas, por ejemplo, deberiamos
observar cómo se instruye a la gente. Entonces, veríamos que la inexorabili-
dad vive con nosotros. El mensaje es el siguiente: nunca invertir las reglas y
significados con la voluntad. Todas las voluntades viven con los usuarios de la
regla” (Bloor, 1989b: 27).
Sin embargo~ como bien sabemos, el problema de la filosofía de
Wittgenstein es justamente su interpretación (más bien, su exégesis). Por una
parte, por los individualistas (por ejemplo, P E Strawson y A. J. Ayer y su in-
terpretación individualista del seguimiento de la regla) y los participes una
teoría social fundamentada en los pensamientos de Wittgenstein (por ejem-
pío, Peter Wincb y Norman Malcolm). A grandes rasgos, tradicionalmente se
presentan tres argumentos en contra de asumir el seguimiento de la regla
como una actividad social:
20) Las relaciones internas no están negadas ni socavadas por una des-
cripción del consenso social de la aplicación correcta de la regla. De
hecho, lo opuesto es el caso. Sólo la perspectiva social puede hacer
justicia a este hecho. En el caso de un conflicto sobre las implicacio-
nes de una regla, cada parte en la disputa propone su propio circulo
de relaciones internas, definiendo el significado en términos de su
aplicación y de su justificación al apelar a su significado. Sólo cuando
se logra el consenso, éste favorecerá a uno de los círculos generando
las implicaciones verdaderas o ciertas de la reglas (por ejemplo, el
problema que se plantea cuando intentamos enseñar una regla a al-
guien cuyo sentido de la mismidad es diferente al nuestro. Nuestra
reacción sería ofrecerle razones que le convencieran de su error da-
do que nuestras razones son circulares -la regla y sus ejemplos están
internamente relacionados. Evidentemente, esto es una convencion:
esto es lo que hacemos generalmente y esto es el consenso).
30) Para Wittgenstein el concepto de lenguaje y el concepto de regla
tienen una estructura de parecido de familia. Según Blooí, “las reglas
en el sentido amplio de la palabra son cosas que la gente emplea pa-
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 194
3.5.1.- Relativismo
15 A lo larga de sus escritas, Bornes habla de uno realidad independiente y de un realismo residual -
cercana al realismo d
0 Popper- y, por su parle, Bloar habla de mundo material frente o mundo real y de un
~ertocompromtso con el materialismo.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 199
tivismo con una indudable esencia realista, si bien es una postura realista en
su forma más atenuada posible (realismo de la 16~
3.5.2.- Realismo
16 Este tipo de enfoque relativista ha sido considerado o manera de relativismo metodológico. Gollins y
Cox (1976> partían de este tipo de relativismo utilizado más bien como elemento heurístico dentro del pro-
pio aporataje explicativo. Sin embargo, estos autores iban más allá y se mostraban partícipes de una ver-
sión más radical que implicase un compromiso ontológico fuerte, esto es. que todo fuese susceptible de ser
relativizada, incluido el conocimiento científico, algo de lo que tradicionalmente ha sido acusado el PF, por
no llevarlo acabo.
17 Por ejemplo, todos vemos pájaros volando, ya sean pájaros para nosotros o yakt para los karam
(Bulmer, 1967).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 200
18 En concreto, las condiciones de coherencia para lo aceptabilidad de los teorías son irreduciblemente
plurales e incluyen asunciones metafísicas generales sobre la substancia, causalidad, simplicidad, analogía,
mecanismo, átomos, etc. Estos criterios pueden incluir también juicios de valor sobre los usos de la ciencia o
lo deseabilidod del mundo revelado par lo ciencia. En las ciencias naturales, tales juicios de valor tienden o
ser filtrados, y el filtro es el criterio pragmático que expreso un interés técnico enorme en aumentar la pre-
dicción y el control con éxito (Hesse, 1 980a).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTÉ 202
3.5.3.- Finitismo
19 Recordemos que el Programa Faene, desde su enfoque eminentemente empírico (dado que su objeto es
el conocimiento verbalmente articulado) centro su interés en los expresiones verbales de las distintas comu-
nidades y culturas que estudio y, como punto de partida, esos expresiones pueden ser contempladas bien
como ejemplos de la aplicación de conceptos o bien como creencias y afirmaciones. Sin embargo, el inte-
rés básica será lograr lo mayor comprensión de la aplicación de conceptos. Esto es, considerar cómo
aprende la gente a aplicar conceptos y, par ende, cómo aprende a clasificar (Bornes, 19310).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTÉ 203
del entorno físico aceptadas por una cultura concreta? ¿Qué procesos sigue un
aprendiz para adquirir tales destrezas? ¿Cómo transmite el mentor la compe-
tencia en el uso de los conceptos? A tal fin, se pueden utilizar dos tipos de
procesos: la ostensión y la generalizacion.
~ Para uno crftica de lo ostensión, Gollins (199Gb) quien señalo la regresión o paradoja que encierra tal
proceso dada la necesidad de que niaesfro y aprendiz coincidan en todos los parámetros que conforman el
aprendizaje ostensivo. Por airo lada, para uno discusión sobre la contraposición de modelos de aprendizaje
del lenguaje en relación con el papel que juega el mundo natural en dicha cuestión, ver Gampbell (1989) y
BInar (1 939b).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 204
22 Hesse (1974). Para una exposición sociológica de latearía de redes, Law y Lodge (1984).
23 Para una revisión crítica e importancia poro el PF del modelo de redes de Hesse, ver Bloar, 19/Sa. Para
éste, en resumidas cuentas, “el modelo de redes de Hesse es un todo completamente interadivo entre sí.
Nuestros pensamientos se segmentan de forma que son el reflejo de la fragmentación de nuestra vida
social. Además, la que eí modelo de red requiere es un estudio sociológico del cambio de las condiciones
de coherencia de nuestro propia cultura (por ejemplo, a través de los planteamientos de lo clasificación en
Durkheim y Mauss y de los principias de arden y de unidad en las cosmologías primitivas de Douglas y
como se relacionan con las variables de la estructura social). El planteamiento de Hesse ofrece la posibili-
dad de llevar a cabo lo aplicación de estudias sociales o la propio ciencia. Asimismo, se puede plantear
uno visión «fínitista» de lo ciencia y la posible relación con la ideo de una articulación local del paradigma
de Kuhn. Una relación que surgiría o raíz de las elaboraciones «normales» de la ciencia en Kuhn y de los
analogías» en Hesse’ (Bloar, 1975: 395).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 208
24 Bornes (1981 a) emplea el término tensión en una contra-alusión a lo extensión tal como se emplea en
la semántica f~losóflca. La extensión de un término incluye todas las entidades a las que propiamente se
aplica a de las que es cierto. En la tensión de un término se incluyen sólo ejemplos pasados de uso (por
tanto, sólo un número finito de ejemplos). Esto supone que hablar de la tensión de un término, sea aceptar
que su uso futuro está indeterminada. Por contra, la extensión supone que el uso futuro ya está determina-
do. En suma, Bornes se encuentra en clara oposición a las semánticas extensionoles defendidas por mu-
chas filósofos. Par otra parte, como se verá adelante, los tensiones son los fuentes de similitud y de diferen-
cio, percibidas y aún por percibir, verbalizadas y no verbalizados, en términos de las cuales debe legitimarse
la aplicación de conceptos.
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTÉ 209
par una clasiFicación culturalmente dada de la realidad, sino porque es una activi-
dad social lo que or¡gina y desarrolla el patrón de esa misma clasiFicación. El pa-
trón no explica la actividad; antes bien, es la actividad la que da cuenta del pa-
trán’ (Remes, 1 98 la: 309-310).
‘aFortunadamente, sin embargo, no hay evidencia empírica que apoye ese análisis,
pese a la atracción que muchos FilósoFos sienten por una ontología esencialista co-
mo esta. Las esencias no parecen actuar como imanes de nuestros conceptos. Los
procesos reales de la aplicación de conceptos no implican identidad: nos las apa-
ñamos sin ella. El uso abierto de los términos de clase natural actúa sobre a débil
base del parecida de las casos y no hay Forma de evitar las consecuencias que
esto tiene con respecto a esos términos” (Barnes, 1981 a: 31 1).
Esta idea de competición entre, por una parte, lo que es lógico y natural
y, por otra, lo que se deriva de la cultura y de la sociedad, están profundamen-
te enraizada. Las clasificaciones pueden ajustarse a los hechos objetivos de la
naturaleza o a las necesidades culturales; pueden ser lógicas o sociales. Pero
esto es justo lo contrario de lo que revela un examen atento: necesitamos
pensar en términos de simbiosis, no de competencia.
3.5.4-- Inductivismo
25 Bornes ya abogaba por la inducción desde sus primeros trabajos, “la existencia universal de la inducción
tiene mayor importancia que lo falto de su justificación deductiva. Eso existencia universal parece totalmente
plausible como proceso natural en el desarrollo de las creencias. Todos los humanos inducen, por lo cual,
la inducción es constitutivo del pensamiento humano en todos los niveles’ (Bornes, 1 974: 9).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 218
vas previas, que estructuran la Forma de las operaciones mediante las cuales se
descodiFican los mensajes verbales y se extrae su inFormación. No debería acobar-
darnos reconocer que operamos cognitivamente como máquinas inductivas de
aprendizaje. Esta grosera descripción acentúa que las propensiones inductivas bási-
cas son inherentes a nuestras características como organismos. Son la Forma de
nuestro aparato cognitivo, no convenciones aprendidas por el aparato. Somos
congenitamente inductivas” (1 981a: 390)26
Así pues, ¿cómo se relacionan nuestras propensiones inductivas con las
probabilidades dadas a nuestras generalizaciones aceptadas? Es plausible,
pero igualmente errado, oponer ambos factores y considerar a la inducción a
partir de la experiencia como una amenaza constante para las probabilidades
recibidas previamente de la autoridad. Al igual que no existe en la aplicación
de conceptos ningún conflicto inherente entre la naturaleza externa y la cultu-
ra, tampoco lo hay respecto a la probabilidad de las generalizaciones entre
nuestra naturaleza interna y nuestra cultura. De hecho, en ambos casos el ar-
gumento es el mismo: nuestra forma de aplicar los términos y el grado en que
aceptamos una generalización son dos caras de la misma moneda.
26 Esta vigorosa apuesta del PF por el indurfivismo que llevo, incluso, a conformar o la vida social como
un sistema de inducción auto-referente <boctstrcrpped Induction) <Bornes, 1 983a) que produce conocimiento
autareferente o, lo que es lo mismo, el habla no puede hacer otra coso que referirse a si mismo ha sido
criticada por Layder (1984). Poro éste, Bornes troto a los seres humanos como máquinas de aprendiza¡e
inductivo dando una imagen muy mecánica y reduccionista de lo conducto humana, obviando lo dimen-
984c) replico aduciendo que el problema de la referencio de los conceptos es
sión social de estos. Bornes (1
importante para lo sociología, justamente, para percibir a la gente creando signiflcados activamente y no
determinando por adelantado la aplicación de las conceptos y, por tonto, de las conductas. De esto mane-
ro, lo gente tiene y dispone de voluntad propia. Por otro lodo, el desarrollo de los planteamientos de Bornes
(1 989o) le conduce o caracterizar o la sociedad coma una “distribución persistente de conocimiento”, y
dado que lo que constituye la sociedad es el conocimiento, éste conformo un sistema auto-referente. Una
aproximación cercana a ésto se puede encontrar en Lamo de Espinosa (1990).
EL DESARROLLO DEL PROGRAMA FUERTE 219
3.5.5.- Instrumentalismo
Todas estas cuestiones apuntan a que el PF, tal corno fue concebido en
sus inicios, pase de realizar un análisis sociológico y convencionalista del cono-
cimiento y la clasificación a uno plenamente instrumentalista. Tal instrwnentalis-
mo es definido por Banes (1981 a) de acuerdo con las siguientes características:
4.1.- Introducción
1 Bloar (1 973o y 1976) consideró, desde sus inicios, al PF como un programa de investigación empírica
cuyos resultados ayudarían o desbancar a la filosofía del estudio del conocimiento natural y matemático.
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 224
2 Junto con los trabajos anteriormente citados de Bloar, habría que añadir, entre otros, su trabajo de 1 978
para un tratamiento antropológico de lo obra de Lalcatos (1 976) -como se verá más adelante-, el trabajo
de Bornes y Law (1976) que emplean también un estudio matemático poro demostrar la aplicabilidad de
ciertas ideos etnometodológicos en lo sociología del conocimiento ye1 trabaja de Mackenzie (198] b) don-
de estudio el desarrollo de las matemáticas estadísticas en Gran Bretaña durante el siglo XIX y principios del
)0<. Fuera del PF habría que señalar o Pinch (1977) quien examina el rol de las matemáticas en la clausuro
de los debates sobre física, al analizar lo manera en la que uno pruebo (defectuoso) realizada par Von
Neumonn fue utilizada para suprimir ciertas interpretaciones de lo teoría cuántica durante los años 30 y,
por último, el trabajo de Richords (1988) sobre la introducción de las matemáticas no-euclideanas en lo
Inglaterra del XIX.
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 225
sido y son todavía percibidas como una esfera de verdad en sí misma. Esto es,
son consideradas como un cuerpo de verdades que existen independiente-
mente de que creamos o no en ellas, las conozcamos o no. Desde esta pers-
pectiva, incluso si no hubiese seres humanos, las verdades matemáticas exis-
tirían per se. Las inferencias lógicas y/o matemáticas, aunque permaneciesen
sin ser expuestas, serían verdaderas en sí mismas. Ver las matemáticas desde
esta perspectiva es pensar en ellas como análogas al mundo de los objetos
materiales. Las verdades matemáticas son como objetos físicos en tanto que
existen en contra del sujeto cognoscitivo que se ubica (en el pensamiento)
entre y a través de ellas.
Esta visión de las matemática es rechazada por Bloor y, por este motivo,
sus análisis apuntan hacia otras fuentes para un análisis naturalista de las ma-
temáticas. Bloor (1976) se aproxima, iicialmente, a la concepción psicologis-
ta de las matemáticas y de la lógica realizada por Mill (1848). Este autor se
sentía especialmente interesado en el aprendizaje de las matemáticas y las
veía como un cuerpo de destrezas, creencias y de procesos de pensamiento
en los cuales todos los individuos debían estar iniciados. Mill trataba las ma-
temáticas como un conjunto de creencias sobre el mundo que surgen de la
experiencia de dicho mundo. Como contraposición a esta postma, Bloor
examina los análisis posteriores de Frege (1959).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 226
Sin embargo, este paso no resulta sencillo. Las críticas sobre este pro-
yecto han sido continuas. En términos generales, siempre se ha distinguido
entre distingue entre necesidad matemática y supuestos matemáticos, esto es,
criterios locales y universales de validez y/o de prueba. Esto significa dar por
hecho que la evolución matemática ha aumentado constantemente su siste-
matización, coherencia, alcance y rigor (Freudenthal, 1979). Esta interpreta-
ción aparta considerablemente a las matemáticas de posibles explicaciones
sociológicas. El PF (y, en su defecto, Bloor) deberán probar, para contrarrestar
estos argumentos, que dichos valores no son compartidos en todos los lugares
en los que se practica la disciplina matemática. Esto es, será necesaria la con-
firmación de la existencia de las denominadas matemáticas alternativas3.
La primera cuestión a considerar en la proposición de unas rnatemáti-
cas alternativas es, obviamente, la de un cierto relativismo cognitivo. Esto se
Al respecto ver los discusiones Triplett (1986) y Jennings (1 988a). Triplett plantea la discusión en términos
de uno confusión de Bloar sobre lo que son los matemáticas. Triplett diferencia entre la operación 2+2=4
es un elemento universal de las matemáticos. Sin embargo, su interpretación represento otro nivel, confor-
mando una especie ‘de meta-malemáfica o flosofio de los matemáticas. En sumo, Triplett no cree en la
interpretación relativista de los matemáticas que hace Bloar y le conmino a mostrar pruebas de matemáti-
cas alternativas como tales, no de Blosofios alternativos de la matemático. Por su porte, Jennings intento
aclarar loquees un error comun entre los crfticos de lo SGG, o saber, el error de suponer que uno descrip-
sión sociológica de la creencia es un ataque sobre eso creencia. En segundo lugar, Jennings muestra los
ejemplos de matemáticas alternativas presentadas por Bloar (1 976) aduciendo que la confusión de Triplett
es en si una cuestión de convención, es decir, la distinción que éste hace entre matemáticos y meto-
matemáticos es un asunto de convención sujeto a escrutinio sociológico. Poro uno aproximación específico
al estudio de las ideas matemáticas sostenidos por personas sin uno cultura escrito ver Ascher y Ascher
(1986).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA rUERTE 227
Gellatly (1980) replica o Freudenthal argumentando que construye mallo perspectiva de Bloar sobre la
necesidad lógica, que en el fondo es uno especie de obligación moral. En contra de ello, Freudenthal
(1 979) construye su propio argumento bosándose, precisamente, en una distinción difícilmente sostenible
entre la necesidad matemática y las consideraciones meto-matemáticas. Gellatly apelo a la antropología
comparada poro ofrecer elemplas confirmatorios de las matemáticas alternativas. La investigación antropo-
lógico demuestra que las diferentes culturas pueden pensar o no, de uno manera consistente con lo lógica
formal (esto es, con lo lógico occidental). Sin embargo, cuando los resultados no se ajustan a los esperados,
esto no significa que exista uno incapacidad en razonar, sino que existen diferencias entre culturas y creen-
das establecidos. Gellatly defiende que lo necesidad lógica de un paso en el razonamiento no es igual a la
validez exigido en el lenguaje del formalismo lógico occidental. Sin embargo, este autor de¡a sin explicar
qué considera como demostración adecuada de validez en el formalismo lógico a en qué consiste la dife-
rancia que traza entre Icís rutinas de razonamiento informal y el razonamiento lógico-formal. No obstante,
es necesario tener en cuenta que la validez de este último depende, entre otras, de rutinas de razonamiento
informales, de la cultura y de las creencias establecidas. Y todas estas cuestiones sí tienen relevanoa socio-
lógica.
Por ejemplo, lo consideración de que el número no puede ser una propiedad de los objetos del mundo
material debido o que la forma en la cual enumeramos los objetas depende de nuestras consideraciones
sobre su naturaleza. Esto es, el número forma parte de una visión del mundo concreto en cada caso. Un
estudio magnífico sobre los números negativos yel cero respecto del imaginario colectivo en Chino y Grecia
se aborda en Uzcano (1993).
Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 228
cados y usos vanos. Además, una parte de esa experiencia se utiliza como
modelo para fijar el campo concreto de problemas. En este caso, el alcance
analógico y metafórico de los modelos tiene una importancia evidente. Por
este motivo, esta aproximación naturalista al estudio de las matemáticas
apunta la existencia de discontinuidades y de variaciones dentro del conoci-
miento matemático, de igual manera que existen discontinuidades entre lo
que se define como matemáticas y lo que no lo es.
Sin embargo, en el argumento de Bloor sobre las matemáticas alterna-
tivas parece producirse una cierta paradoja entorno a la cuestión de su relati-
vidad. Si por una parte el objetivo es demostrar la existencia de matemáticas y
de formas de razonamiento alternativas, estas creencias están institucionali-
zadas en cada cultura y, como tal, su función es operar como predisposiciones
orientadoras de la acción social, debiendo garantizar la supervivencia del gru-
po practicante. Este hecho hace que tales matemáticas no puedan ser arbitra-
rias. Esta paradoja de ningún modo resulta negativa o alumbradora de postu-
ras escepticas, todo lo contrario. Por un lado pone de manifiesto la institucio-
nalización de las creencias en cualquier tipo de sociedad (y como tales cre-
encias institucionalizadas resultan susceptibles de ser analizadas por la socio-
logía del conocimiento). Por otro, demuestra que el relativismo propugnado
por el PF no es más que una herramienta metodológica que aspira a poner
entre paréntesis las asunciones tradicionales sobre el carácter transcendental
del conocimiento natural y matemático.
desarrollar. Aquí entra de lleno en uno de los puntos más conflictivos para el
desarrollo del tipo de sociología de la matemáticas que propugna Bloor. Se
trata de la renuncia mannheimiana al estudio del conocimiento natural y ma-
temático y su superación gracias a Wittgenstein6.
Marinheim (1929) mantenía una postura realista con respecto al análisis
de las matemáticas por parte de la sociología del conocimiento. Sin embargo,
la aproximación de Wittgenstein (1967) intentará rechazar ese realismo. La
producción de una secuencia numérica tal como 2, 4, 6, 8, ... y su continua-
ción sirvió a Wittgenstein como ejemplo representativo de una inferencia ló-
gico-matemática y, a partir, de su análisis captar todas las características de
dicho proceso. Dicha secuencia estaría dirigida por una regla, con un principio
y un fin en su producción constreñidora y creativa. Wittgenstein planteó un
desafio al realismo matemático para que intentase dar cuenta de ese caso. Su
fracaso dificultaría la continuación de esta aproximación en el estudio de las
matemáticas. Por contra, si otro enfoque fuese capaz de dar respuesta a ese
ejemplo, entonces se podría hablar de una alternativa sólida. En opinión de
Bloor,
“superFicialmente, la teoría realista se adapta limpiamente a algunos de los hechos
que circundan eí problema de la secuencia numérica. S~ a uno le piden que conti-
núe la secuencia 9, 4, 6, 8, . -. de la misma manera, añadiendo das unidades ca-
da vez, la sensación de que sólo hay una Forma correcta de continuar se impone
por sí sola. Toda variación supondría una incapacidad para seguir de la mLsmd ma-
nera, un Fallo en la aplicación de la regla de la secuencia tal como se pretendía.
Para el realismo, la continuación correcta de la secuencia, la verdadera encarnación
de la regla y del modo esperado de aplicación existen ya. Obedecer la regla es
actualizar lo que ya está vagamente ahí, como dice Wittgenstein, existiendo
«anticipadamente»” (197 3a: 9).
Sin embargo, estos arquetipos no son de fácil uso para los hombres (a
menos que estos accedan a tal esfera). Si pudiéramos entrar en contacto con
esos arquetipos, ¿guiarían nuestras conductas? ¿Conoceríamos los pasos de la
secuencia por adelantado? Según Wittgenstein, el problema original se repeti-
ría a sí mismo. ¿Cómo el actor humano, siguiendo el arquetipo supuesto, sa-
bría cuál es realmente la encarnación correcta de la regla que sigue? Para sa-
ber si el arquetipo es correcto se requiere exactamente el conocimiento de lo
que era considerado problemático en primer lugar; es decir, el conocimiento
de cómo se sigue la regla. Todo este laberinto conduce a reafirmar que ci
problema del realismo no se encuentra en la naturaleza enigmática de su on-
tología, sino en el carácter circular de su epistemología. Presupone, precisa-
mente, lo que trata de explican Sin embargo, afirma Bloor que,
“a pesar de su obvia potencia, este argumento no refuta el realismo. El análisis del
argumento revela que Wittgenstein asume que los supuestos teleológicos u orien-
tados-a-Fines no encajan en el realismo. Asume que el único tipo de contacto en-
tre el arquetipo y los actores es que el actor tiene que seleccionar un arquetipo
De nuevo desembocamos en los terrenos del relativismo, lo adhesión a uno u otro enfoque (esta es,
realismo o Programa Fuerte) exige de un cambio en el estilo de pensamiento. Empero, como se ha demos-
trado previamente, dicho relativismo no conduce a que ambos teorías sean inconmensurables (o al escepti-
cismo sobre lo estudiado). Todo lo contraria, la comunicación es posible, tal como lo atestiguan los diversos
debates y el mantenimiento actual de estas perspectivas y cuestiones.
8 Un interesante trabajo sobre estas cuestiones se encuentra en Lave (1988) quien realiza una investigación
sobre eí manela que hace la gente de las operaciones aritméticas en diversas situaciones y momentos de su
vida cotidiana. Por otro lado, lo líneo de trabajo desarrollado por Livingston (1986) en torno a las matemá-
ticas desde una perspectiva etnometodolágica trata de analizar cuál es lo naturaleza de los obietos mate-
máticos y cuál es la naturaleza de lo compulsión que atañe al razonamiento matemático a través 8e1 estu-
dio del razonamiento matemático in situ, como un logra práctico y situado. Básicamente, Livingston, plan-
tea das cuestiones. La primera es tratar el trabajo matemático como un descubrimiento. Segunda, analizar
los procesos de razonamiento local. Bloar (1 987) critico el trabalo de Lvingston porque, ustomente, no
consigue negar la transcendencia de los resultados matemáticos y porque tampoco consigue arrojar nueva
luz sobre los procesos locales de razonamiento. Por estas razones, para Bloar, “el estudio etnometodológi-
ca de los matemáticas es una empresa poco provechosa y confusa. El mundo de la vida de las matemáti-
cas todavía retiene sus secretos, y su relación con las misteriosas del conocimiento matemático aún esperan
explicación” (1987: 356).
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 232
~ De nuevo, sobre la existencia de lógicas alternativas al hilo de los argumentos de Bloar, ver lo discusión
entre Tripletl (1988) y iennings (1989).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 233
conducta excluye a los factores sociales como causas, como si fueran esferas
en competición. Paradójicamente, fueron dos filósofos, Lakatos y Wittgens-
tein, los que abrieron el camino a Bloor en su innovadora aproximación socio-
lógica a las matemáticas. Hasta ahora se ha mostrado el rechazo de Wittgens-
tein a la visión clásica de las matemáticas, Lakatos también lo hará partiendo
desde el mismo principio, pues ambos
son conscientes del efecto ideado y distorsionado de traducir viviendo en y au-
10 Los trabajas de \Mttgenstein sobre las matemáticas han sido muy discutidos en lo relativo a su impor-
tancia e influencia dentro y friera de lo filosofía. En este caso, sus enseñanzas son excelentemente valoradas
por Bloar y otros tantos sociólogos del conocimiento. Sin embargo, desde la propia filosofía sus propuestas
además de discutidos, también suelen ser subestimados. Por ejemplo, Bunge (1984) califico la filosofía
wittgensteiniano de las matemáticas como “marginal” y can nula influencio en la investigación de este
campo. Además de considerar que se preocupaba por uno matemática “doméstica” o de “bachillerato
elemental” y “tongencialmente por unos pocas cuestiones fundomentalistos”, afirma por último que,
‘$Attgenstein centraba su interés realmente en la psicología de la matemática, o saber, cuestiones relacio-
nadas con el aprendizaje. comprensión, invención y uso de ideas matemáticas elementales. Toda su filoso-
fía de lo matemática se reduce o la tesis pragmático, que ya se encuentra en Mach, de que todas los pro-
posiciones matemáticas son reglas paro calcular a dibujar, de manero que la praxis de la matemática
viene a ser un caso especial de la observación de reglas o de la práctica de juegos. El enfoque de
Vv9ttgenstein es inadecuado, aunque sólo seo porque olvido lo que constituye el meollo de lo matemática, o
saber: lo construcción de sistemas matemáticos y la demostración de teoremas relacionados con aquellos”
(Bunge, 1984: 25). Y el propio Bunge (1991), poro rematar la cuestión declara que las matemáticas no
pueden ser sociales, porque si se ocuparan de lo sociedad, serían uno ciencia social.
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 236
por sí mismas, por encima y más allá de los actos especíFicos de la gente que tiene
unos determinados roles dentro de ella. Esto se debe a que las instituciones con-
sisten en Formas de conducta que se han asentada y rutinizado. Ciertas Formas de
conducta han llegado a arraigarse profundamente en las disposiciones y ciertas ex-
pectativas han cristalizado. Y, por supuesto, las disposiciones pueden mantener su
inFluencia y las expectativas seguir existiendo aún cuando las acciones concretas
que se ajustan a ellas no se estén realizando. Igualmente, el concepto de “norma”
se refiere a algo relativamente permanente y distinto de las acciones pasajeras que
la conForman o la quebrantan. Así, cuando Wittgenstein dice que: “las matemáti-
cas Forman una red de normas”, está proponiendo una teoría no-realista de la ob-
jetividad de las matemáticas. Está
ofreciendo una explicación sociológica de esa
912a: 19).
objetividad, no cuestionándola” (Bloor, 1
Las instituciones y las normas son algo más que meras disposiciones y
expectativas en la vida social. También son el foco de actitudes y reproducen
ellas mismas imágenes poderosas. Wittgenstein (1967) toma nota de esto
cuando dice, «nuestros niños no están sólo dando práctica en cálculo, sino
también están siendo enseñados a adoptar una actitud particular hacia un
error al calcular». La actitud está tipificada por el sentimiento de que el cálcu-
lo sigue su propio camino, aunque el calculador pueda equivocarse. Paia las
instituciones, tales como la ley o la monarquía, esta confusión seña un caso
de no comprensión de una ideología por la realidad que busca legitiman
Wittgenstein presenta y desarrolla una idea muy simple pero, a la vez, profun-
da y radical,
‘las matemáticas y la lógica son conjuntas de normas. El estatus ontológico de la
lógica y de las matemáticas es el misma que el de cualquier otra institución. Su
naturaleza es social. tina consecuencia inmediata de esta idea es que las activida-
des de cálculo y de inFerencia son accesibles a los mismos procesos de investiga-
ción, y caen ¿ajo la luz de las mismas teorías, que cualquier otro cuerpo de nor-
mas. Deben ser inculcadas, justificadas y elaboradas de la misma forma que las
normas d
0 cualquier otra institución. Cambiarán por os mismos medias y se sos-
tendrán de la misma forma, que cualquier otro proceso social. Así expuesta, la
teoría parece la simplicidad misma. Desde el punto de vista de un realismo implíci-
to, como ci que atacó Mannheirn, es un pensamiento apenas concebible (Bloar,
973a: 90)
1
Wittgenstein trata al realismo bien como una forma patológica de auto-
consciencia a la que los matemáticos están inclinados, bien como una res-
puesta natural a nuestro propio aprendizaje de éstas. Sin embargo, fracasa al
plantear la cuestión de porqué se produce esta reificación y qué función tiene
o qué curso histórico ha seguido. Aunque, por otra parte,
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 237
términos con cuyas características de la lógica y de las matemáticas que han pare-
cido siempre más resistentes a cualquier interpretación excepto a la realista a pla-
tónica. La gran intuición de las Observaciones es tratar el dominio que la lógica
tiene sobre nosotros como un hecho que tiene que ser explicado y no como la re-
velación de una verdad que debe justiFicarse. Esto tiene como consecuencia que el
sociólogo deja de estar excluido a priori de tratar la actividad matemática misma.
Ya no está constreñido a tener que tratar con cualquier cosa menos las matemáti-
cas, con el error o la conFusión, pero nunca con el conocimiento aceptado. Una
sociología del conocimiento, y no sólo ya una sociología del error, será posible”
(Bloar, 1 973a: 21).
11 Paro una crítico del enfoque sociológico del trabajo de Lokatos, ver Worrall (1979>.
19 Según Morchi (1980), coma epistemología, la teoría lakatosiana de que nuestro conoamiento de las
matemáticas es conjetural y crece por prueba y error sería un caso especial de lo teoría popperiana del
conocimiento conjetural. Pero también la propio teoría de Lakatos se podría percibir como una pruebo de
la teoría de Popper. En cualquier caso, el intento de rebatir el fonnalismo como justificación de las matemá-
ticas y su utilización de lo historia de las matemáticas le hacen convertirse en referencio para o sociología
de las matemáticas de Bloar.
Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 238
13 Bloar (1 986b) abordaba eí tema de los anomalías enlazándolo con el trabajo de Eleck (1979) sobre
estilos de pensamiento y estrategias de resolución de anomalías. De alguno manera, las anomalías se
crean en el contexto local y especifico de aplicación del estilo cognitivo concreto y son estrictamente confina-
das o ese contexto. De aquí, que las estrategias de respuesta o las anomalías se establezcan como deter-
minantes de ese estilo científico específico (aunque hay que tener en cuenta que no son los únicos determi-
nantes).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 239
14 A este respecto, sobre la cuestión de cómo gestionan los grupos sociales, las redes coherentes de creen-
cias, Bloar apelo o Douglas (1970,1 979a y 1 982b> para afirmar que los grupos tienen un interés práctica
en proteger sus instituciones para lo cual construyen representaciones abstractas de ellos que actúan como
líneo de contención en cualquier intento de ponerlas en entredicho. Si resultan efectivas en la predicción y
control del entorno natural este interés se añade al anterior. Douglas divide las estructuras sociales median-
te eí cruce de das variables: grupo (group) y cuadrícula (grid). La primera valoro la diferenciación y la movi-
lidad entre grupos distintos, la segundo lo mismo dentro de cada grupo. Esto genero uno tipología con
cuatro tipos distintos:
1. grupas pequeños, aislados y escaso pero rígidamente diferenciadas internamente bojo lo
amenaza externo de invasión o aniquilación e interno de expulsión que sufren reiteradas esci-
siones. El conflicto se expresa en términos de polución y su respuesta a las anomalías (el tabú)
coincide con la estrategia argumentativa de lo que Lokatos denomino Prohibición-de-
monsfruos, considerando las anomalías como aberraciones que no afectan al teorema. El co-
nacimiento que genero es constante, unitario y no aditivo.
II. Grupos relativamente aislados, pero más diferenciados internamente y entre sí y más estables
pueden admitir variaciones internas. Su estrategia será ignorar las anomalías sin suprimirlos,
de forma que convivan en el teorema sin afectaría y los logros de los grupos coedsten separa-
dos por la frontera institucional. A esto táctica, Lakotos lo denomino ProhiMc¡ón-de-excepoones.
El conocimiento resultante es unitario y levemente fragmentado parlo casuística.
III. Grupos grandes, complejos, estables.y con relaciones fluidas, pero manteniendo la diferencia-
dón e independencia entre ellos, la que permite establecer un paralelismo con distintos institu-
ciones científicas dentro de una misma comunidad. Lakatos señalo esta estrategia como Inte-
gradón-de-monstruos y Prohibidón-de-excepdones. El resultada es una diferenciación de teo-
remas emparentados que integran lo que se considero como distintas familias de objetos simi-
lares y que ignoran a los que no encajan. El conocimiento es parcialmente aditivo y fragmen-
tono, aunque se procure reunificaría.
IV. En último lugar, la metodología de pruebas y refutaciones es un método dialéctico que emplea
los anomalías para lograr teoremas más complejos y mejores, pero sin esperanza de encon-
trar una solución final y permanente. Los grupos capaces de adoptar esta estrategia son am-
plios, abiertos, estructurados hábilmente y resuelven el conflicto interno mediante negociacio-
neo. Su conocimiento es aditivo y fragmentario. Esta descripción apunta a sociedades indivi-
dualistas, pluralistas, competitivos y pragmáticas, esto es, sociedades modernas de alta cult ura
en las que encalo la cultura científica.
Group +
Para un excelente trabaja sobre el análisis gnid/group de Douglas y su aplicación a lo sociología e historia
de lo ciencia, ver Cldroyd (1 986).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 240
ción. Los usos y significados futuros de los conceptos y sus supuestos no están
presentes en ellos, ni aún en forma embrionaria. Se establecen sobre la mar-
cha. El hecho de que el examen, reflexión o análisis más estrecho no pueda
revelar la forma correcta de emplear un concepto en una situación nueva,
exige el que la historia de las matemáticas ayude a la sociología del conoci-
miento a desvelar cada estilo cognitivo. En este sentido, para Bloor (1978), la
historia de las matemáticas debería ayudar a mostrar cómo y porqué la gente
piensa tal corno lo hace en cada momento. Debe ayudar a mostrar cómo se
producen los pensamientos y cómo logran manlener o pierden su estatus co-
mo conocimiento. Debe alumbrar cómo se comportan los hombres, cómo
funcionan sus mentes y cuál es la naturaleza de sus opiniones, creencias y
juicios. Esto se puede realizar intentando mostrar cómo las matemáticas se
construyen al margen de componentes supranaturalistas, ya sean experien-
cias, procesos mentales psicológicos (pensamientos), propensiones naturales,
hábitos, modelos de conducta e instituciones. La tarea es estudiar el logro del
pensamiento humano, rodear su producto para alcanzar el propio acto de
producción del pensamiento mismo. Para Bloor,
“el gran significado del trabajo de LaLatas es que establece las Fuerzas que go-
biernan la respuesta a la anomalía constitutiva del conocimiento matemático: son
una parte necesaria de ese conocimiento” (1978: 251).
Esta consideración abre la puerta a una sociología de las matemáticas
acorde con el PF y más aún, a una sociología empírica del conocimiento
científico, especulativa pero testable. Sin embargo, tal como apunta Iranzo
(1992) esta nueva teoría chocaría con tres dificultades. La primera de ellas
sería el empleo de diversos estilos de pensamiento por parte de los individuos
(y no sólo el estilo de pensamiento de la estructura a la cual se le adscribe). La
segunda es el problema del reduccionismo sociologista. Si bien Bloor acepta
esta crítica, intenta desmentir el cargo de reduccionismo (o prohibición de ex-
cepciones) apelando no sólo a lo puramente social, sino también, a las predis-
posiciones psicológicas y a una estructura de metáforas cognitivas y de estilos
de procedimiento elaborados a partir de la experiencia acumulada. La última
dificultad tendría que ver con el rigor lógico de las matemáticas. La supera-
ción de esta dificultad exige asumir como metáfora,
‘el texto críptico de reFerencia es la Naturaleza y el producta de la traducción el
conocimiento. L0 social es el traductor (que no traidor) y el diccionario el lengua-
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 241
Todo esto apunta a que se afirme que la necesidad matem ática se con-
sidere como necesidad moral adherida a las más importantes convenciones
sociales. A la vez que la prueba asuma el carácter de institución (con un rol
fundacional) y, de cara a los usuarios, adquiera un carácter convencional. To-
do lo cual hace que exista posibilidad de una explicación sociológica dentro
del campo de las matemáticas (Barnes, Bloory Henry, 1992).
Los RESULTADOS EMPíRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 242
Como principales eventos de esto situación, señalar la ruptura con el denominado “paradigma Koyré”
(esto es, lo asunción de un morco metafísico adecuado en el cual se establece una búsqueda racional de lo
ciencia efectiva frente a la definición y aplicación de un método científico general) o través de los trabajos de
Kuhn (1962) y la irrupción de una manero de hacer historia totalmente contraria a la historia Whig propug-
nada o principios de siglo por el historiador Herbert Butterfield en su The W$ig Interpretation of Histo¡y
(1 931), quien definió este tipo de historiogrcrfta como “la tendencia de muchos historiadores a escribir des-
de el punto de vista de los protestantes y del partido whig, a ensalzar las revoluciones siempre que hayan
triunfado, a hacer hincapié en ciertos principios del progreso en el pasado, y a reconstruir la historia como
ratificación, sino glorificación, del presente” ~Ailde, 1981:295). Para una crítica consistente y demoledora
de la cual surge en su mayoría lo que se considera lo nuevo historio de la ciencia, ver Agossi (1963).
16 Dentro de esto aproxlmacíon recordar obras tan clásicos como Menan (1938), Needhom (1954>, Ber-
nal (1 954) y Forman (1 971).
~ Esto es, el interés en el conocimiento de lo naturaleza que ciertas sociedades pre-literarias formulan y
que es un reile¡o de su organización social, heredado de Durlcheim (1912), lo continuación de Douglas
(1 966) y Hartan (1967) favoreció el surgimiento de uno comunicación entre antropología social y sociolo-
gía del conocimiento.
Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 243
“como una forma típica de cultura, debería ser sensible a cualquier método
avanzado de la comprensión de la cultura en general” (Barnes y Shapin, 1979:
10).
18 El debate internalismo y externalismo tuvo su apogeo en los años setenta. Hesse (1 9/Od y 1 984o) yo
planteaba la imposibilidad de distinguir os fadores externos de los internos y, dado la falta de un teoría
“fuerte” de la racionalidad cientmca, manifestaba la imposibilidad de defender en exclusiva una historia
interna de la aenaa
19 Madir al respecto, que tradicionalmente, la historia de la ciencia ha estado of servicio de la fllosofta o,
dicho de una manera más pulcra la relación entre la historia y la filosofía de la ciencia se enmarcaría en lo
que puede ser considerado como “un matrimonio de conveniencia” (Giere, 1973) casi siempre a favor de
la filosofía de la ciencia.
Los RESULTADOS EMPíRICOS DE EL FROSRAMA FUERTE 246
~ A este respecto, es también interesante analizar los negociaciones que se establecen alrededor de lo
clasificación correcta y de la interpretación adecuada de las evidencias observacionales y, por fonio, el
establecimiento de la descripción adecuada de la naturaleza. En este sentido, son muy interesantes los
trabajos de Gollins (1985) sobre la replicnción y negociación en os experimentos cienfíficos. Sin embargo,
aquí no termina la tarea de la sociología del conodmiento científico. Paro Shapin, “una sociología empírico
del conocimiento tiene que hacer algo más que demostrar la sub-determ¡nac¡on de los estudios y de los
juicios científicos, tiene que conlinuar mostrando porqué se realizaron los estudios y las evaluaciones particu-
lares. Y tiene que hacer esto para mostrar las conexiones históricas contingenies entre el conocimiento y los
intereses de los distintos grupos sociales en sus entornas sociales e intelectuales concretos>’ (1 982:207).
LOS RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROOPAMA FUERTE 247
21 En concreto, “los científicos deberían olvidarse del público lego, permanecer dentro de sus propios lími-
tes y hablar sólo con sus colegas cientmcos. Estas normas permanecen aún en nuestros días” (Bornes. Bloar
yHenry, 1992: 203).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 249
duos aislados, sino que se estudia como producido y juzgado con respecto a
fines posteriores particulares apoyados colectivamente. Desde esta perspecti-
va, el conocimiento científico se elabora para hacer cosas. En ese proceso de
creación (de hacer cosas) es donde toma su significado el conocimiento cien-
tífico (por este motivo, las nociones de uso y de significado se encuentran en-
trelazadas). En este modelo, el rol de lo social pre-estructura la elección de las
metas y, por tanto, del conocimiento científico producido.
22 Incluso, Bornes (1 982d) planteo el concepto de los usos sociales de ¡ci ciencia para explicar las relaciones
interactivos entro ciencia y tecnología.
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 253
los acuerdos actuales, para describir apropiadamente la realidad, etc. Por es-
to, se puede plantear que las representaciones de la naturaleza institucionali-
zadas en nuestra cultura tienen también una importante función de legitima-
ción, mantenimiento o crítica del orden social. El problema del orden social es
un factor importante en la adopción de estos planteamientos antropológicos
por el PF.
concluye que el control social es siempre problemático para los grupos diri-
gentes en todas las sociedades y el conocimiento está siempre sujeto a las
influencias de este grupo para reflejar la distribución del poder53.
En tercer lugar, vinculan los intereses grupales con los rasgos de identi-
dad de las tradiciones de investigación. Bien a través de paralelismos estructu-
rales o a través de vínculos instrumentales entre conocimiento y posición
ideológica y/o social. En cuarto lugar, hay que mostrar que los vínculos no sólo
existieron sino que fueron la respuesta causal a la incertidumbre de la situa-
ción, es decir, que fueron activamente producidos a partir de los recursos
cognilivos existentes para satisfacer los intereses de los actores que los crea-
ron. El quinto y último paso hace referencia al mecanismo causal eficiente
mediante la descripción de las conductas de los sujetos orientadas a utilizar
los recursos disponibles para llevar a cabo los intereses imputados (Iranzo,
1992).
La conclusión metodológica última es que,
“en la práctica, el estudio de cómo los intereses técnicolnstrumentales, por un la~
do, y por los intereses de conveniencia social, por otro, inFluyen sobre el creci-
miento cultural, simplemente no se puede dividir entre el estudio de la ciencia y el
estudio de los símtolos o de la ideología de forma aislada. Además, pasar por
alto os intereses sociales es representar equivocadamente la historia de la ciencia.
Rastrearlos, aFortunada o desaFortunadamente, es acrecentar nuestra propia auto-
comprensión” (Barnes y Shapin, 1979: 64-65).
En los capítulos previos se han tratado las aportaciones de los dos fun-
dadores más conocidos del PF, Barry Barnes y David Bloox’. Sin embargo, exis-
ten otros miembros de la Escuela de Edimburgo que, por unas u otras razones,
no han tenido la repercusión que los dos primeros. Dentro de esos otros
miembros, existe uno en especial (Steve Shapin) que, sin ser tan afamado
como los anteriores, si tiene tanta importancia e influencia como estos en el
desarrollo y florecimiento del PR Las razones de su escasa difusión se pueden
reducir a tan sólo una. Como él mismo se disculpa en el trabajo de Ashmore
(1989), tan sólo es un historiador. Sin embargo, su aportación es fundamental
para comprender la evolución del PF desde sus inicios hasta nuestros dias. Es
más, sus últimos trabajos están teniendo una enorme influencia y un gran re-
Los RESULTADOS EMPíRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 258
dad literar¡a y cerebral pueda obtener esa autoridad sobre nuestra imaginación e,
incluso, sobre nuestra experiencia no es sorprendente, puesto que muchos otros
aspectos de nuestra cultura así lo tienen~ pensamos, en cambio, que lo sorpren-
24 Esta línea de trabolo se muestra altamente productiva e importante. Ver, por ejemplo, os trabajos de
Gollins (1985), Franklin (1986) Galison (1987), Gooding (1989), Pickering (1984), ~nch (1986), Shapin y
Sckaffer (1985).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 259
dente es que también pueda tener ese poder sobre la naturaleza” (Gooding,
Pinch y SchaFFer, 1989: XIII).
por tanto, es una cuestión de análisis empírico (esto es, analizar la variación
de las creencias científicas en el tiempo y en el espacio, considerando a di-
chas creencias como características distintas de la organización social especí-
fica, antes que simples reflexiones pasivas sobre la naturaleza) (Collins y Sha-
pin, 1989).
Tal como expone Shapin (1988a), la Inglaterra del siglo XVII fue testigo
del surgimiento e institucionalización de un programa dedicado a la experi-
mentación sistemática, al mismo tiempo que se acompañaba de una literatma
explícitamente descriptiva y defensora de los aspectos prácticos de dicho pro-
grama. Además de aportar estos resultados empíricos, al hilo de lo expuesto
en las páginas anteriores, Shapin pretende justificar el inicio de una línea de
investigación tendente a “situar la producción del conocimiento”. O lo que es
lo mismo, Shapin quiere “mostrar la red de conexiones entre los marcos físi-
cos y sociales de la investigación y la posición de sus productos en el mapa
del conocimiento. Intentaré demostrar cómo la situación de las prácticas-
productoras-de-conocimiento contribuyeron a una solución práctica de los
problemas epistemológicos” (1988a: 373). Entre otros elementos, la ubicación
física y simbólica del trabajo experimental era una manera de limitar y disci-
plinar a la comunidad de practicantes, esto es, era una manera de politizar el
discurso experimental y, a la vez, de garantizar públicamente que el conoci-
miento producido en tales lugares era auténtico y fiable. O dicho de otra ma-
nera, “el lugar del experimento contaba como una respuesta parcial al a
cuestión fundamental, ¿por qué alguien debía dar su aprobación a las preten-
siones experimentales?” (Shapin, 1988a: 374).
Debemos tener en cuenta que hasta finales del siglo XIX la separación
entre ciencia y sociedad no era tan evidente como en la actualidad. Al contra-
rio, existía entre ambas esferas una comunicación y apoyo mutuo que hacía
difícil establecer una demarcación tan acentuada como la existente hoy en
día. Los intereses públicos influían poderosamente sobre la dirección del tra-
bajo científico y la definición de lo que se consideraba como conocimiento
científico25
25 Hoy entenderíamos este fenómeno como una intromisión de la sociedad en /o ciencia. En la época, era
la sociedad (cultivada) la que hacía la ciencia. Desde la invención de la imprenta hasta la consolidoción del
sistema académico moderno la «Filosofta Natural» fue una actividad de ocio respetable de las clases supe-
Horas europeas, de un modo similar al mecenazgo de las artes o al cultivo de las letras.
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 262
26 Como señalaba Thomas 5. Kuhn (1987), el primer área científca en desarrollar este espacio de com-
prensibilidad y actividad diferenciada entre sus practicantes cualilicados y el público más amplio fue el de
las ciencias matemáticas {induyendo la astronomía, óptica y física). Galileo y su famosa metáfora sobre el
libro de lo ncn’uroleza y la escritura de éste en el lenguaje de las matemáticas constituyen el elemento inicial
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 263
29 El nombre que se daba a los ‘testigos cualificados” que certificaban la corrección del resultado de un
experimento era virft¡osi. Este término traduce literalmente al latín el término griego aristócrata: los poseedo-
res de la arelé, virtud o nobleza. De hecho, estos vihuosi eran en su mayoría nobles aristócratas que aytda-
han a financiar la Royal Society, sin ser ellos mismos cientificos practicantes, a cambio de ser “ilustrados”
regularmente sobre sus logros y de su legitimación como sancionadores del conocimiento.
Los RESULTADOS EMPIRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 265
30 En concreto, en una revisión a este libro de Shapin y Schaffer realizada por el propio Collins (1981),
comenta que “la sociología relativista del conocimiento científico tiene tres etapas. Lo primero etapa es
mostrar cómo es el conocimiento científico abierto, a pesar del método experimental. La segundo etapa es
exhibir la formo general de los mecanismos que se emplean para cerrar el debate en la ciencia a pesar de
su apertura potencial, y la tercera etapa es mostrar cómo las influencias más amplias, tales como las fuer-
zas materiales y políticas, sostienen las clausuras particulares de debates particulares. Shapin y Schaffer han
alcanzado uno cuarto etapa en la cual lo flecha de las influencia se vuelve en dirección contrario. Han
mostrado cómo una clausura particular en un debate particular influencié el pensamiento y la acción políti-
caen la Inglaterra del siglo WII y con posterioridad. Este es un gran libro” (825).
31 Bo>de es el creador de la ciencia tal como la conocemos en la actualidad. Como comenta Latour,
“nosotros conocemos la naturaleza de los hechos porque los hemos elaborado en unas circunstancias que
controlamos perfectamente. Nuestra debilidad se transforma en fortaleza, siempre que limitemos el cono-
cimiento a la naturaleza, instrumentalizados los hechos y dejemos de lado la interpretación de las causas”
(199] b: 36). En este sentido, Boyle transforma un defecto (la producción de los hechos creados en los labo-
ratorios y que sólo tienen un valor local) en un ventaja decisivo: nunca se modificarán estos hechos (pase lo
que pase en lo referente a las teorías, metafísica, religión, polifica o lógica>.
LOS RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 266
a las “ideas sobre” la materia, la elasticidad del aire, el vacío y los tubos de
Torricelli. Sin embargo, nunca describen en primer lugar el establecimiento de
una unión entre Dios, Rey, Parlamento y un pájaro asfixiado en un contenedor
transparente cerrado de una bomba de aire de la cual se succiona éste por
medio de una manivela manejada por un técnico. ¿Por qué el experimento
sobre el pájaro traduce todas las otras disputas y lo hace de tal manera que
aquellos que controlan la bomba también controlan al Rey, Dios y sus y sus
séquitos de macro-factores?” (Latour, 1990a: 152-153).
La importancia del trabajo de Shapin y de Schaffer (1985) estriba en
que Boyle y Hobbes representan la cara y la cruz de la misma moneda, repre-
sentan lo que Latour (1990a) denomina invención dual. “No es que Boyle in-
vente el discurso científico y Hobbes el discurso político, sino que Boyle inven-
ta un discurso político allí donde la política no debería contar y Hobbes conci-
be una política científica allí donde la ciencia experimental no debería contai.
En otras palabras, ellos están inventando nuestro inundo moderno, un mundo
en el cual la representación de las cosas a través del medio del laboratorio se
rompe para siempre de la representación de los ciudadanos a través del me-
dio del contrato social” (Latour, 1990a: 155). Por ese motivo, los filósofos polí-
ticos olvidan al Hobbes científico y los historiadores de la ciencia olvidan al
Boyle político de la ciencia. Esta división constituye la “modernidad”, la ruptu-
ra entre la representación de los no-humanos y la representación de los hu-
manos, entre a artificialidad de los hechos y la artificialidad del Cuerpo Políti-
co. Latour habla en términos de Constitución y se refiere a Boyle y Hobbes
como los Padres Fundadores de tal Constitucion.
Sin embargo, es en esta situación en la que Latour critica a Shapin y
Schaffer su “asimetría” explicativa, al dar por sentado el programa de Hobbes,
es decir al no “deconstruirlo”, pues, en opinión de Latou~ la tradición intelec-
tual de la que provienen Shapin y Schaffer (la escuela de Edimburgo), ve más
difícil la “deconstrucción del contexto macro-social que la micro-escena ex-
perimental (caso del programa representado por Boyle). Tal como Latour lo
manifiesta, Shapin y Schaffer “ven doble”, “una cara para la crítica de la cien-
cia, la otra da por sentada la política como el único recurso explicativo valioso
de usar, (...). Los autores deconstruyen magistralmente la evolución, difusión y
conversión en caja negra” de la bomba de aire y del vacio pero porqué no-
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 269
32 En muy resumidas cuentas, Pickering entiende la ciencia como “oportunismo en acción” y trata de de-
mostrar que los modelos teóricos adoptados por los científicos determina la selección de los objetos. De-
pendiendo de cómo cambian los aparatos técnicos así cambian los objetos físicos y viceversa. Fickering
trata de mostrar que la construcción e aparatos conformadores de un modelo de realidad física precisa
juega un papel fundamental en la construcción del objeto. Además, Pickering sostiene que las presuposi-
ciones de las teorías realistas disfrazo el carácter construido de la realidad física.
LOS RESULTADOS EMPíRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 270
y los modelos conceptuales deberían ser vistos como cosas hechas, como lo-
gros del actor y no como algo que surge natural y exclusivamente del mismo
mundo material. Sin embargo, mantengo una perspectiva realista no corres-
pondiente sobre el establecimiento de la coherencia” (Pickering, 1989: 279).
En suma, para Fickering, el conocimiento científico se articula acomodándose
a las resistencias que surgen del mundo material, de hecho, existe una rela-
ción directa entre conocimiento científico y mundo material, pero no se trata
de correspondencia natural, sino de coherencia.
la carga del electrón) supuso generar una “incoherencia” entre la física expe-
rimental y la teórica (que planteaba como unidad mínima cuantizada de
energía eléctrica la carga del electrón), algo totalmente intolerable. En esos
momentos, según Pickering (1984a) se empiezan a establecer cursos alterna-
tivos de acción, de acuerdo, con lo que él mismo denomina como oportunis-
mo contextual decidido a mantener la mayor parte del conocimiento admitido
hasta entonces. Como parte de esa actitud de los científicos, las analogías en
la construcción de las teorías juegan un papel fundamental, así como los re-
cursos tanto técnicos como teóricos que se encuentran disponibles para la
comunidad, y también el propio contexto en el cual se emplean esos recursos
para comprender porqué se adopta una solución particular a un problema
dado.
~ En lo que es su principal trabajo y al margen del núcleo argumentol del mismo, Pickering construye lo
que denomino “la descripción del cientifico de la historia de la física de altas energías”, en lo cual rechaza
un argumento fundamental para la filosofía de la ciencia ortodoxa, esto es, la consideración del experimen-
to como el árbitro supremo de la teoría, los hechos producidos por los experimentos son independientes del
juicio de las partes en una disputa teórica y los científicos son observadores pasivos de tales hechos antes
que creadores activos de la evidencia. Muy al contrario, “los cientificos deberían ser vistos como agentes
cuyas acciones determinan cuál es la evidencia experimental disponible y el contenido de las teorías en
competencia y, de esto manera, el resultado de los esfuerzos para reformar o reestructurar los campos o
teorías científicas” (Pickering, 1 984a: 7-8).
Los RESULTADOS EMPÍRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 273
Frente a estas críticas, Roth y Barrett rehusan discutir dado que consi-
deran estos comentarios como “falsos”. Para ellos, el PF y sus afines ha pro-
ducido estudios de caso con la finalidad de validar sus modelos de explicación
sociológica del cambio científico. Algo, que en su opinión, no han conseguido.
En último extremo, Roth y Barrett consideran que lo que estos autores han
Los RESULTADOS EMPíRICOS DE EL PROGRAMA FUERTE 274
vos (o, en su defecto, sociales) de una teoría, dando por hecho que su enfo-
que es capaz de acometer tal empresa. Frente a estos planteamientos, Picke-
ring (1990c) cree que, pese a la introducción de factores impredecibles y de la
libertad de elección de los agentes, puede haber explicaciones, aunque sin
imputaciones causales, gracias a una comprensión global de la secuencia de
acontecimientos.
~ Pickering (1 992a) da un paso más en el desarrollo del PE graciosa una obra que supone un giro muy
importante en la consideración tradicional de la ciencia como conocimiento a su consideración como prác-
tica. O lo que es lo mismo, considerando que la cultura técnica de la ciencia es una red conceptual única
(Hesse, 1 974), la práctica científica se convierte en la extensión creativa de la red conceptual en su adapta-
ción a las nuevas circunstancias, gracias a procesos abiertos de extensión analógica (metafórica) de la red
conceptual inicial modelados por intereses (nada dentro de la red ~ja su desarrollo futuro) (Fckering,
1 992b). Claro que para éste, “describir la práctica científica como abierta e interesada es, en el melor de
los casos, arañar su superficie” (Pickering, 1 992b: 5)
CAPÍTULO ~2
CONCLUSIONES:
El Programa Fuertey el Desarrollo de
la Sociología del Conocimiento Científico
5.1.- Introducción
Sin embargo, las críticas vertidas por los sociólogos del conocimiento
científico posteriores al PF han puesto en evidencia algunos puntos débiles de
éste. Esta situación ha conducido a que los trabajos de Bloor y Barnes sean
reconocidos como clásicos de la SCC. Pero, a la vez, han quedado relegados a
un segundo plano ante el fuerte empuje de la multitud de enfoques desarro-
llados gracias a la interrelación de la Sociología del Conocimiento Científico
con los Estudios Sociales de la Ciencia y, recientemente, con los Estudios So-
ciales de la Tecnología.
En especial, se detiene en el artículo de Bartley (1987) para mostrar la manera en la que no se debe
atacar al PF, pues lo que Bartley plantea atenta justamente contra el principio de simetría. El argumento de
Bartley es que la sociología del conocimiento debería estudiar cómo los procesos sociales distorsionan el
conocimiento y mostrar tales factores. Es obvio que esta postura ya de por si evaluativa, parte de una posi-
ción fuertemente asimétrica. Para Bloor, “el significado del postulado de la simetría es que nuestros mejores
y más apreciados logros científicos no podrían evistir como tal sin tener el carácter de instituciones sociales.
Toles logros están, por lo tanto, influenciados y son problemáticos socialmente como cualquier otra institu-
ción. Su carácter social no es un defecto sino una parte de su perfección” (199 lo: 164).
2 Algunos cr,%icos van más allá en su juicio al relativismo, por ejemplo, Fuller (1991 b) quien afirma lo obso-
sobre todo aquellos que se postulan como supraindividuales- y menos aún sabe-
mas cómo actúan” (1993: 21).
Claro que habría que entender lo que para etnometodólogos más avan-
zados significa la reflexividad. Por ejemplo, lo que Políner (1991) define como
etnometodología radicalmente reflexiva supone para estos que dicho término
describe cómo el sentido de una cuestión, un gesto indicativo o el silencio en
una conversación se lleva a cabo como parte del marco dentro del cual ocu-
rre la acción. Concebido de esta manera, el logro incorporado o reflexivo del
sentido de la ación es una propiedad endógena de los campos de la acción
CONCLUSIONES 283
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGíA DEL CONOCIMIENTO CIENTíFICO
social que estudian los etnometodólogos. Sin embargo, Políner añade que esta
versión de la reflexividad puede, aunque amenudo no lo es así, permitir una
apreciación más auto-reflexiva de la acción. Este seria el caso de la reílexiví-
dad referencial que concibe al propio análisis como parte del proceso consti-
tutivo de la acción, esto es, para Políner,
“la etnometodología es referencialmente reflexiva en tanto que aprecia sus propios
análisis como constitutivos de os logros endógenos. La apreciación referencialmen-
te reflexiva de la constitución se radita/iza cuando el observador se incluye dentro
del ámbito de la rellexividad; esto es, cuando la misma Formulación de la reflexivi-
dad -así como cualquier otra característica del análisis- se aprecia como un logro
endógeno” (1991: 372).
dad. Al criticar estos estudios, no doy a entender la defensa del realismo o del
objetivismo sino, más bien, cuestionar la imagen representacional del lenguaje que
enmarca el argumento clásico” (Lynch, 1993: 37-38).
leen los textos. El corolario del trabajo de Woolgar es que si se acepta que la
ciencia natural está socialmente construida, ¿no deberíamos explorar la natu-
raleza socialmente construida de los propios estudios (sociológicos) sobre la
ciencia? Esto abre paso a los problemas generados por la auto-referencia. En
último extremo, estos problemas refieren a la autoridad, eficiencia o poder
que puede poseer un texto que se cierra sobre sí mismo poniendo en eviden-
cia el propósito, los medios y el modo de su producción por un autor que se
auto-construye y exhibe impúdicamente, ofreciendo cándidamente al lector
las herramientas para deconstruirle y recusarle si así le parece.
Vistos los propósitos de Woolgar, es obvio que éste entienda que el
principio de retiexividad del PF sea una interpretación instrumental de la re-
flexividad misma, o lo que es lo mismo, justifica aquello mismo que quiere
criticar. La respuesta de Bloor (1990) se erige considerando los dos contra-
argumentos clásicos a la reflexividad:
+ en primer lugar, evadir la reflexividad al limitar el ámbito de la expli-
cación sociológica, por ejemplo, afirmando que la sociología del co-
nocirníento puede explicar la superstición y el error, pero no la cien-
cia verdadera. Pero insistir en que los sociólogos son científicos. Su
posición privilegiada les protegería de caer bajo el ámbito de sus
propias explicaciones. De esta forma, se limitaría la generalidad de
su empresa, que no sería empírica.
todo lo cual hace que la reflexividad pragmática (ser reflexivo siendo reflexi-
vo) de Woolgar conlleve un riesgo. Igual que si fuera la Medusa de Perseo, en
el mismo instante que ve reflejado su rostro en el escudo de éste, se convierte
en piedra y queda inmovilizada. Esta es una de las inquietudes que ha asolado
en los últimos años el campo de la SCC4.
Frente al argumento de los reflexivistas radicales, otros autores de la
SCC no tan extremos rechazan de plano este principio. Por ejemplo, Collins
(1981ay 1981b) tan sólo asume dos de los cuatro principios del PL’, el principio
de simetría y el imparcialidad, rechazando el ya citado principio de reflexjvi-
dad y el de causalidad. Para Collins, el hecho de que el conocimiento científi-
co esté determinado causalmente por factores sociales o que éstos sean sim-
plemente una condición necesaria pero no suficiente es una cuestión empíri-
ca a determinar en cada caso. Asimismo, el principio de reflexividad relativiza
los estudios empíricos del conocimiento científico respecto de un contexto
cultural y de la descripción de cómo se llevan a cabo. En su defecto, Collins
trata de reificar la comunidad científica y la considera dotada de una estructu-
ra social organizada, no restringida a la práctica de laboratorio ni al contexto
de la argumentación real5.
Para un reciente debate (aunque discutibles los planteamientos de ambas partes) sobre el impacto en la
XC de planteamientos tan vanguardistas como el de la reflexividad y el de la teoría red-actor, ver Gollins y
Yearley, 1 992a y 1 992h, y los respuestas de Woolgar 1992 y de Gallon y Lataur (1992) al respecto. Por
otro lado, Doran (1 989b) pone en cuestión el “curioso silencio sobre el papel de las relaciones de poder
dentro de sus interpretaciones[Woolgar, 1 988b~. Y este silencio permanece, a pesar de la repetida presen-
cia del nuevo editorial de «reflexión» que insiste siempre en tener «la última palabra»” (758). Desde fuera de
la disciplina, Manning (1 994) critico a los constuctivistas sociales reflexivos por considerarles “difusos, gene-
ron vocabularios que reordenan nuestro conocimiento del mundo social. Reconocen las limitaciones de lo
teoría social e intentan reconciliarse con su nuevo estatus, no como físicos o zoólogos, sino como críticos
literarios con ambiciones empírica?’ (122).
Esta actitud de Gollins materializada en The Radical Programme in the Sodology of /Qow/edge (TPASP) ha
sido criticada, a su vez, dentro de la SGC por Turnbull (1 984).
CONCLUSIONES: 288
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGIA DEL CONOCIMIENTO CIENTíFICO
Barry Banes y David Bloor iniciaron su trabajo en los inicios de los años
setenta centrados en el análisis de la variabilidad de las creencias, estos es,
¿cómo se mantienen y/o cambian las creencias? A partir de este momento
asumirán que todos los sistemas de creencias deben ser tratados simétrica-
mente por las propuestas de explicación sociológica. Esto supone que no hay
una única perspectiva que pueda ser planteada como la exclusiva frente a
otras, lo cual significa que incluso su propia perspectiva es en si misma con-
tingente. Aunque el mensaje epistemológico de sus trabajos podría parecer
escéptico o relativista auto-reíÚtante, sin embargo, no es así. El PF puede pa-
recer escéptico en tanto que sugiere que los argumentos no son nunca defini-
tivos. Por otro lado, el PF es relativista porque sugiere que los sistemas de cre-
encias no pueden ser objetivamente planteados en términos de su proximidad
a la realidad o de acuerdo con una racionalidad imnanente. Todo esto no
quiere decir que las elecciones prácticas entre los sistemas de creencias sean
difíciles o imposibles de realizar o, que estos autores no aclaren sus propias
preferencias. Simplemente, el alcance para el que tales preferencias pueden
ser justificadas de forma convincente está situado temporal y espacialmente.
6 A pesar de las acfvertencias hechas desde fuera de lo disciplina de cierto filosofismo (Brante, 1 986) verti-
das sobre la situación aeoda por las encendidas discusiones en torno a la posibilidad de uno sociología del
conocímiento cient<tko. Tambión hay quien alienta este panorama de continuo enfrentamiento y superación
(Col ms y Restivo, 1 983).
CONCLUSIONES: 292
EL PROGRAMA FUERTE Y LA SOCIOLOGíA DEL CONOCIMIENTO CIENTíFICO
Dentro de los ESC se han asumido cuestiones aportadas por el PF. Por
ejemplo, Pinch (1990) apunta, el hecho de que el conocimiento científico sea
tratado corno un constructo social y, por tanto, el que la ciencia no sea espe-
cial en ningún sentido epistemológico importante, la implantación del relati-
vismo como un heurística inetodológica o el principio de simetría9, amplia-
Este principio como apunta ~nch, “requiere del sociólogo ejercer la caridad en la interpretación de los
sistemas de creencias -los creencias «verdaderas» ya no pueden ser vistas como no-problemáticas porque
simplemente sean verdaderas. Además la opción fácil de explicar la adhesión a las creencias «falsas» en
términos de «epidemiología social» (en otras palabras, por la imputación de alguna clase de carader<stica
social compartida por los defensores de las creencias desviadas) o ~dalsacandencia» no se acepto desde
esta aproximación” (1990: 90).
10 Posiblemente, sea esto Teoría de los Intereses el planteamiento del PF que más polémicos ha levantado
dentro de la XC.
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