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Ensayo - Elsa Angelica Concha Cabrera

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“AÑO DEL BICENTENARIO DEL PERU: 200 AÑOS DE

INDEPENDENCIA”

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS

Escuela Profesional de Derecho

ELSA ANGELICA CONCHA CABRERA


2017109482

ASIGNATURA:

DERECHO MUNICIPAL Y REGIONAL

DOCENTE RESPONSABLE:

BRONNY WERNER

BAUTISTA PARI

CICLO:

VI– SECCIÓN 2

FILIAL ABANCAY

2021
“LA DESCENTRALIZACIÓN EN EL PERÚ,
¿ES CONVENIENTE O NO PARA EL PAIS?”

La modernización puede ocurrir paso a paso si la transferencia de


recursos se coordina cuidadosamente y si las relaciones entre los
niveles de gobierno están claramente definidas.

La descentralización es la clave para que el estado desarrolle su


capacidad de gestión a nivel local, regional y nacional. Así podrá
mantener su presencia en todo el territorio nacional, aumentando la
cobertura y eficiencia en la producción de servicios y atención a los
trámites.

Gracias al hecho de que algunos países han estado y están en el


camino de una descentralización justa, podemos extraer algunas
lecciones de estos casos:

 La asignación de recursos debe basarse en prioridades.


Es necesario crear y desarrollar nuevas relaciones funcionales
entre los diferentes jefes y jefes de gobierno.
 Las necesidades de los gobiernos locales y regionales influyen
directamente en las decisiones del gobierno central.
 La inestabilidad política no debe afectar directamente los
esfuerzos del gobierno para promover una mayor apertura.

En Perú existe el filtro del Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP).


Comprueba si los proyectos de inversión de los gobiernos logran
financiamiento y son útiles para la sociedad. Sin embargo, la OCDE
recopila algunas adversidades de este proceso.

El SNIP no genera conocimiento sobre la realidad local de cada gobierno


sub nacional y no establece prioridad entre proyectos. Así, pueden pasar
por el SNIP proyectos que no son los más importantes para el desarrollo
de la región, en especial decorativos o populares.
La ineficacia principal de un sistema de inversión es que no coordina
bien entre niveles de gobierno. Para la OCDE, el SNIP no establece una
relación entre los proyectos de inversión y los planes de cada ministerio.
La planificación estratégica debe estar alineado al presupuesto a través
de la creación de un Centro de Gobierno. Al cierre de este informe, el
nuevo gobierno había declarado el cambio del SNIP por el sistema
Invierte. Esta sería una plataforma que principalmente aceleraría la
inversión al eliminar trabas burocráticas (aún no se conocen mayores
detalles de la propuesta).

Entre las regiones de Perú aparecen diversas desigualdades. El informe


de desarrollo territorial de Perú que elabora la OCDE señala que solo
5 concentran la mayor cantidad de peruanos con educación superior.
Solo en 8 hay más del 50% de vías terrestres asfaltadas.

El Índice de Competitividad Regional añade una amplia distancia entre la


mejor y peor región en cobertura de electricidad y acceso al agua. La
diferencia se agranda en periferias urbanas y zonas rurales. Además,
solo 4 regiones concentran la mitad del acceso al presupuesto público.

Desde la fundación de la República, la descentralización ha sido una


promesa incumplida en el Perú. La gran mayoría de los textos
constitucionales que fueron promulgados disponen que debe
organizarse el poder del Estado en forma descentralizada. Así de las
doce Constituciones, ocho de ellas lo indican expresamente.

En los debates y consensos nacionales, incluso se ha llegado a


establecer una doctrina constitucional para el régimen jurídico peruano
que define al Perú como una “República Unitaria Descentralizada”,
distante del centralismo y del federalismo. Esta doctrina concibe al
Estado Unitario sobre la base de un Gobierno Nacional que concentra
las facultades constituyentes, político-legislativas y administrativas,
distribuyendo sólo algunas competencias administrativas-reglamentarias
y escasas rentas.
El Estado Unitario ha sido identificado con el centralismo político-
administrativo y con una marcada concentración territorial. Este
concepto no considera contenidos de carácter autonómicos. En el Perú
no existe, ni se ha formulado, un Estado Federal que distribuya
soberanía y facultades constituyentes entre varios poderes
subnacionales o territoriales.

Los cambios en el régimen político, en los dos últimos siglos, han estado
marcados por un péndulo constante entre dictaduras y democracias, con
mayor tiempo para las primeras. A lo largo de estos años, la exigencia
por un Gobierno Democrático y Descentralista ha estado siempre
presente y ha determinado diversos esquemas de negociación y
conciliación.

Estos esquemas han mostrado claras insuficiencias y un notorio


agotamiento ya que, desde la segunda mitad del siglo pasado, la crisis
del Estado Oligárquico empezó a coincidir con el surgimiento y
afirmación de fuerzas sociales, políticas e institucionales que están en
una constante movilización a favor de la transformación descentralista
del Estado.

En la etapa actual, sin duda, el proceso de globalización y el


descubrimiento de nuevas potencialidades en materia de recursos
naturales, especialmente los provenientes de la minería aurífera y de la
biodiversidad, están determinando una nueva dinámica territorial que
podría agudizar aún más las distorsiones territoriales históricas y el
fenómeno del centralismo.

No obstante, surgen nuevas posibilidades derivadas de las presiones


descentralistas, a lo que se suman fenómenos y procesos tan relevantes
como la integración multimodal continental bioceánica; la integración
energética fronteriza; y el nuevo papel que puede desempeñar la
amazonía. Estos desafíos desbordan al Estado centralista que revela
notables insuficiencias tanto en su visión territorial del desarrollo como
en su capacidad para administrar el proceso de regionalización en
marcha.
En el Perú se está iniciado, en los primeros años del Siglo XXI, una
nueva reforma descentralista, la segunda de importancia en la vida
republicana desde 1821.

Se ha modificado la Constitución y se han elegido libremente, y por


sufragio universal, gobiernos regionales y municipales, al tiempo que se
está adoptando una nueva legislación sobre la materia, y se propugna
un nuevo pacto fiscal y territorial. A partir del primero de enero de 2003
se ha dado inicio a la reforma, asumida como gradual y de varias etapas.

La descentralización, tal como la concebimos, consiste en una


redistribución democrática del poder en el territorio de una Nación.
Supone, requiere y expresa una reforma del conjunto del Estado y de
sus relaciones con el territorio y la sociedad.

Este enfoque territorial, es lo que constituye la novedad básica del actual


proceso de reforma, pues las propias condiciones y exigencias del
desarrollo nacional obligan a superar su concepción de sólo una reforma
políticoinstitucional, para entrelazar el cambio en el Estado con el
necesario desarrollo de los territorios. De la manera como se relacionen
ambos aspectos depende el destino de esta reforma pendiente.

Los cambios en la sociedad peruana al acentuar la importancia de la


dinámica de los territorios, es lo que ha colocado en el centro de la
reforma política-institucional el que existan, sobre una misma base
unitaria soberana y constituyente, múltiples centros de poder, los tres
niveles de gobierno nacional, regional y municipal, con atribuciones
decisorias político legislativas y normativas, en competencias
distribuidas constitucionalmente, para normar los asuntos que les
corresponden.

Las formas de gobierno regional y local, no sólo permiten un mejor


acceso del ciudadano sino que también constituyen una forma de
gestión más adecuada de las potencialidades del territorio, la que es
decisiva para incorporar los avances de las “sociedades de flujo”. Un
nuevo equilibrio de poderes en el territorio, es posible cuando existen
niveles de gobiernos subnacional y local con capacidades suficientes, en
rentas y competencias autonómicas, para contrapesar y hacer una
nueva relación con el gobierno nacional, en el marco de la unidad del
Estado Nacional. Por ello mismo, la descentralización es un proceso
multi-dimensional. Comprende varias dimensiones que es indispensable
tener en cuenta. Podemos esquematizarlas en las siguientes:

• Económica, con la formación de espacios y sistemas productivos y de


mercado a escala regional

• Social, con la organización de los ciudadanos en gremios, sectores,


instituciones y diversas formas de asociación que expresan sus
interrelaciones e intereses a nivel regional y local

• Ambiental, en el entrelazamiento de flujos de energía biótica y


composición de elementos abióticos, con las sociedades humanas en las
condiciones de un territorio regional y local especifico

• De conocimiento, en la organización de formas de generación de


conocimientos (científicos, tecnológicos, saberes) y del desarrollo de
capacidades

• Institucional, en la organización de procedimientos públicos y de


niveles de gobiernos a escala regional y local.

En los últimos 20 años, luego de la crisis del régimen oligárquico y la


democratización de las relaciones sociales,el Perú está en un complejo
proceso de transición hacia una sociedad democrática, transición que
comprende varias dimensiones.

• De una sociedad con relaciones estamentales y de jerarquías étnicas,


a una sociedad con relaciones democráticas universalizadas,
multiétnicas, amenazada por la exclusión y la fragmentación.

• De territorios organizados en una lógica centralista, a un desborde y


rearticulación de territorios en las nuevas condiciones de lo global/local.

• De formas estatales centralistas, apuntaladas por las formas de


organización de la economía, a otras formas estatales, en la cual la
descentralización, con el impulso autonómico de sus ciudadanos, es uno de
sus elementos fundamentales para su configuración definitiva.

El retorno a la democracia, a inicios de este siglo, abrió las puertas para


la expresión de diversas opciones y demandas de reforma, tanto en lo
político como en lo administrativo, lo económico y lo social.

El país esperaba no solamente la recuperación de las formas y los


contenidos de la democracia, sino también –y quizá principalmente–
reformas sustantivas en la gestión macroeconómica que impacten
positivamente en las condiciones de vida, la superación de la pobreza, el
desarrollo equitativo y la igualdad de oportunidades, así como una
reforma del Estado que involucre al Poder Ejecutivo, el Congreso de la
República, la administración de justicia, la seguridad ciudadana y el
papel de las Fuerzas Armadas. Desafortunadamente, cinco años
después, constatamos la frustración de las que fueron las promesas de
la transición democrática y de las expectativas que ellas generaron.

La única excepción es la descentralización, que se inició en el año 2001


y que –con todas sus limitaciones– es el único proceso de cambio
sustantivo en marcha. El objetivo de la descentralización es generar un
modelo de desarrollo territorial que satisfaga las legítimas expectativas
de inclusión, prosperidad y acceso a mejores oportunidades para el
ejercicio de derechos.

La transferencia de capacidades y recursos hacia las regiones y


localidades –aspecto central de la descentralización– tiene, pues, el
propósito de crear condiciones apropiadas para la competitividad y la
equidad, así como el fortalecimiento de la institucionalidad democrática
en cada uno de los niveles de gobierno, superando de esta manera el
centralismo que ha caracterizado históricamente al Estado peruano.
Ciertamente, durante los últimos años los indicadores macroeconómicos
del país han observado un importante crecimiento, el cual se ha debido
fundamentalmente al desarrollo de la agroexportación, la inversión en
actividades extractivas como la minería y en algunos casos a la
prestación de servicios.
Al respecto, debemos señalar que los temores que algunos sectores
expresaron al inicio del proceso de descentralización, respecto de que la
gestión de los gobiernos regionales podría afectar negativamente el
crecimiento económico no han sido verificados. A la vez, es preciso
indicar que el crecimiento al que nos referimos no ha sido el mismo en
todo el país; la mayoría de la población, principalmente andina y rural,
continúa en condiciones de exclusión y de pobreza, sin efectivas
oportunidades para el desarrollo.

Se requiere, pues, estrategias que hagan posible el disfrute equitativo de


los beneficios del crecimiento, para lo cual resulta fundamental fortalecer
las capacidades de los gobiernos regionales para participar directamente
en la promoción de la competitividad y la equidad. Se trata, en
consecuencia, de un proyecto de gran envergadura que cuestiona la
distribución del poder y de la riqueza en el Perú.

Por esta misma razón, es un proceso inevitablemente complejo y


conflictivo que se proyecta en el mediano y largo plazo. A pocos meses
de terminar el mandato del presidente Alejandro Toledo y cumpliéndose
ya más de 4 años del inicio del proceso descentralista, el país se
prepara para elegir un nuevo gobierno nacional, pero también nuevos
gobiernos regionales y municipales. Este es, pues, un momento propicio
para hacer un balance de lo que se ha avanzado en el diseño y puesta
en práctica de la reforma descentralista.

Desde nuestra perspectiva, el proceso ha avanzado de manera


importante en la definición de los principios y del marco legal general de
la descentralización, y ha dado un paso sustantivo con la elección de las
autoridades políticas regionales. Es también de la mayor importancia
haber introducido mecanismos y procesos participativos en el diseño de
los gobiernos regionales y locales, así como en la elaboración de los
presupuestos anuales y los planes de desarrollo de estas dos instancias
de gobierno.

De hecho, el diseño y la gestión de los gobiernos regionales y locales, y


de los mecanismos y procesos participativos reclaman mejoras
sustantivas, pero confiamos en que la participación en la toma de
decisiones y la vigilancia ciudadana se afirmen como características
permanentes del Estado y la democracia en el Perú.

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