El Cuadro
El Cuadro
El Cuadro
Era una mañana gris en aquel pueblo perdido. Las nubes densas de agua, impedían que
los rayos solares entraran por una ventana antigua, hecha de fina madera. Las
numerosas lluvias y rocíos lograron quitar su vivo color azul marino. Los vidrios ya no
dejaban ver el interior de aquella casona, pues estaban percudidos. Apenas se
vislumbraba la figura de un imponente Fénix, en el cual sobre una de sus plumas se
podía leer la frase: “spe salvi factu sumus”. En aquella vetusta casa, uno sentía que era
insignificante. Su puerta de dos hojas medía varios metros de altura. En su dintel,
coronaba una inscripción: “Semper virens”. Frente a esta casa se alzaba un bosque de
pinos frondosos, con senderos largos e infinitos que se perdían en una maleza de
enredaderas. Tal vez, la madera para construir sus aberturas, fue sacada de estos pinos
donde el Ciprés, era la especie que más abundaba. Es curioso como llegué hasta allí
Había estado trabajando todo el día en la casa de mi abuela. Era el único de nuestra
familia, lo suficientemente capacitado, para soportar las punzadas de dolor, cada vez
que veía algo que le pertenecía. No porque no me doliera oler su perfume, mezcla de
tabaco y colonia de jazmines en cada prenda que encontraba o en cada libro que
hojeaba. Sino porque, era el único que albergaba una ínfima chispa de ilusión de volver
a verla. Buscaba algo que responda a las infinitas e insoportables preguntas de mis
padres y mis tíos. Esta ilusión del reencuentro llegó a mí cuando la visité una tarde fría
de invierno.
- Tenés razón, me cansan sus preguntas, después de todo ¿qué hay de malo si se lo
contamos?
- Malo no es, pero ya tendrán ellos su oportunidad. Bueno basta de charla, anda
vete. Todo indica que la nieve se aproxima nuevamente.
- Gracias abuela, ojalá que el próximo chocolate lo podamos tomar con el resto de
la familia, nos vemos pronto.
- Nos vemos pronto mi querido Dante, ojalá que sea como tú dices, aunque eso
pasará, solamente si ellos recobran la sensibilidad del arte que perdieron cuando
niños.
Tengo que seguir guardando sus cosas, no pienso tirarlas como me pidieron mis padres,
ni tampoco permitiré que vendan la casa, ni que quiten la pintura. Después de todo la
vida fue pintada para ser contemplada como este cuadro.
Pleroma