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Luis Palau - Si A La Vida

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Estimado amigo:

Ahora que decidiste entregar tu vida a Jesucristo, esta deci-


sión te acercó a Dios, quien perdonó tus pecados y te regaló
la vida eterna. La Palabra de Dios, la Biblia, dice que en el
cielo los ángeles cantaron de alegría cuando recibiste a Cris-
to en tu corazón (Lucas 15:7-10).

Ahora debes comenzar a caminar con Cristo en tu vida diaria


para gozar de Su compañía, protección y bendición. Quiero
compartirte unos consejos para que puedas vivir la vida plena
que el Señor Jesús nos prometió en la Biblia: Yo he venido para
que tengan vida, y la tengan en abundancia (Juan 10:10).

1. Lee cada día la Biblia, la Palabra de Dios.


Si todavía no has comenzado, consigue una Biblia y hazlo hoy
mismo. Empieza leyendo las 14 meditaciones que incluimos
en este libro, una para cada día de las siguientes dos sema-
nas. Te recomiendo que además leas cada día un capítulo del
libro de Proverbios que se encuentra en el Antiguo Testa-
mento.

2. Habla con Dios diariamente.


Cuando lees la Biblia, Dios te habla directamente a tu
corazón. Háblale también tú a Él, cuéntale sobre tus luchas,
problemas y alegrías, pídele lo que necesitas y agradécele
por lo que Él ya ha hecho y por lo que hará en tu vida.

3. Comienza a asistir a una iglesia donde se predique a


Jesucristo y se demuestre el amor de Dios hacia otros.
Si todavía no te han visitado para invitarte a asistir a una
iglesia cercana a tu domicilio, busca una y preséntate al pas-
tor con esta carta para que él te reciba. Asiste regularmente
y luego bautízate como lo enseña la Biblia, para formar parte
del cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
4. Háblale a otra persona sobre tu experiencia con
Jesucristo y ora para que él o ella reciba a Cristo como
Salvador.

5. Escucha nuestros estudios bíblicos radiales que serán


de aliento y ayuda espiritual.

Me alegraría recibir una carta tuya contándome los detalles


de tu entrega a Jesucristo, qué día fue, en qué actividad,
qué cambios están ocurriendo en tu vida. Si escribes esta
carta, te resultará más fácil hablarles a otros sobre tu nueva
vida en Cristo. Recibir tu testimonio escrito será un ver-
dadero gozo para mí y para todos los compañeros de nuestro
Equipo. Estaré esperando noticias tuyas. Dios te bendiga.

Tu hermano en Cristo,

Escribe a Luis Palau, por correo electrónico a aelp@palau.org


o por correo postal a:
Casilla de correo 4949
(1000) Buenos Aires
Argentina
Apreciado amigo,
si hoy tomaste la decisión
de seguir a Cristo,
si te reconciliaste con Él,
si tienes dudas acerca de
una decisión anterior o la
necesidad de renovar tus
votos, te animamos a que
cualquiera sea su situación
ante el Señor, revises en tu
mente y corazón cada uno
de estos simples pasos
bíblicos y avances hacia una
verdadera vida victoriosa
en Cristo.
Dios nos ama

Porque nos ama, desde el principio Dios preparó un lugar


para el hombre y la mujer: el cielo. La Biblia lo describe
como una ciudad con calles de oro (Apocalipsis 21:21). Por
ello, queremos simbolizar esta afirmación con el color
DORADO, el color del cielo.

El mensaje del evangelio son las buenas noticias de que Dios


se acercó a nosotros en su hijo Jesús, quien se hizo hombre
para alcanzarnos. Por eso, la iniciativa es de DIOS, quien nos
creó y nos ama hasta el punto de entregar a Su único Hijo
para reconciliarnos con Él (Romanos 5:10-11).

Leemos en la Biblia: Porque tanto amó Dios al mundo, que


dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no
se pierda, sino que tenga vida eterna (Juan 3:16).

Esto es, que en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo


consigo mismo, no tomándole en cuenta sus pecados y
encargándonos a nosotros el mensaje de la reconciliación
(2 Corintios 5:19).

En el Antiguo Testamento, el profeta Jeremías, 620 años


antes de Cristo, escribió estas palabras de Dios a nosotros:
Con amor eterno te he amado (Jeremías 31:3).

Y luego leemos lo siguiente en una carta que el apóstol San


Juan le escribió a los primeros cristianos: En esto consiste el
amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que
él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como
sacrificio por el perdón de nuestros pecados (1 Juan 4:10).
Todos somos pecadores

El color NEGRO simboliza la vida llena de pecado. Desde el


principio de los tiempos, el ser humano utilizó la libertad con
que Dios lo creó para apartarse de Él y violar Sus leyes.

La palabra pecado tiene dos traducciones literales: una es


errar al blanco y la otra es transgredir o traspasar una línea
marcada o una cerca.

Dice la Biblia en una carta que San Pablo les escribió a los
cristianos de Roma: Pues todos han pecado y están privados
de la gloria de Dios (Romanos 3:23).

En el principio, el hombre y la mujer pecaron, traspasaron la


línea marcada por Dios. Así, toda la humanidad está mancha-
da por ese pecado original. Por eso, de forma natural, el ser
humano se inclina a hacer lo malo.

Si tú te crees malo por las cosas que has hecho, déjanos


decirte que aun eres peor de lo que crees. Y si tú te consi-
deras bueno porque siempre has llevado una vida decente,
déjanos decirte que a pesar de parecer bueno, eres malo. El
apóstol San Pablo nos dice en Romanos 3:12: Todos se han
descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que
haga lo bueno; ¡no hay uno solo!

Estos deseos naturales de hacer lo malo nos llevan a trans-


gredir las líneas marcadas por Dios. La Biblia declara: Cada
uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran
y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra
el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da
a luz la muerte (Santiago 1:14-15).
Cristo murió por nosotros

Leemos en Romanos 5:8-9: Pero Dios demuestra su amor por


nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores,
Cristo murió por nosotros. Y ahora que hemos sido justifica-
dos por su sangre, ¡con cuánta más razón, por medio de él,
seremos salvados del castigo de Dios!

El color ROJO significa la Sangre de Cristo. San Juan escribió


en 1 Juan 1:7: La sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de
todo pecado.

¿Por qué la SANGRE?

Porque según la antigua ley, sólo un sacrificio que involucre


la sangre, es decir, el concepto de la vida misma, es acepta-
ble para ser perdonado.

Porque ya no es la sangre de un animal que los antiguos sa-


crificaban. Y porque ahora es la vida del Hijo de Dios,
puesta en sacrificio, ya no es necesario repetirlo. Una sola
vez Jesús murió por ti y ahora ese sacrificio (si lo aceptas) es
válido para que Dios te perdone.

La victoria no está sólo en su muerte por ti, sino en que


luego, RESUCITÓ y hoy está vivo para seguir ayudándote a
vivir de acuerdo con Sus reglas, que siempre son las mejores
para nosotros, porque somos Sus criaturas y nadie mejor que
el fabricante para saber qué es lo mejor para lo que creó.

Dice la Biblia en 1 Corintios 15:3-4: Porque ante todo les


transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió
por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepulta-
do, que resucitó al tercer día según las Escrituras.
Recibo a Cristo en mi corazón
y acepto su sacrificio por mí

El color BLANCO representa el corazón limpio. Leemos en


Salmo 51:7: Lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Cuando una persona cree y acepta el sacrificio de Jesús, Dios


la perdona y la acepta como hijo. El apóstol San Juan escribe
en Juan 1:12: Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en
su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.

Aceptar a Cristo es aceptar en un acto de la voluntad la obra


redentora de Jesús que nos une nuevamente con Dios y nos
salva de las consecuencias del alejamiento.

Aceptar a Cristo es pedirle a Cristo Jesús, en un acto de fe,


que entre a lo más profundo de nuestra vida y Su Espíritu
renueve nuestro ser interior.

Aceptar a Cristo es algo personal, porque ninguna otra per-


sona puede hacerlo por ti.

Aceptar a Cristo es arrepentirse de vivir alejado de Dios y de


sus consecuencias.

Aceptar a Cristo es algo único, porque, de acuerdo con la


misma Palabra de Dios, aceptar a Cristo es encontrar el único
camino para llegar a Dios mismo, a Su perdón y a la vida
abundante y eterna.

Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—.


Nadie llega al Padre sino por mí (San Juan 14:6).
Soy salvo y comienzo a crecer
en mi nueva vida
El color VERDE simboliza que ahora que aceptaste a Cristo y
su sacrificio por ti, eres salvo. Dios ya no te ve tal cual eres,
sino que te ve perdonado a través del sacrificio de Jesús.

Comienzas a crecer en una nueva vida con esperanza, con un


motivo, con un norte al cual dirigirte.

La Biblia dice en 1 Juan 5:12-13 que ahora tienes vida eter-


na: El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo
de Dios, no tiene la vida. Les escribo estas cosas a ustedes
que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que
tienen vida eterna. En San Juan 10:27-28, Jesús te dice: Mis
ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les
doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá
arrebatármelas de la mano.
Me aparté del camino del Señor
y quiero regresar

Si por algun motivo, luego de ser parte de la familia de Dios


al haber aceptado a Cristo en tu corazón, te alejaste de Sus
enseñanzas, Él te está llamando para que regreses a casa, al
lugar de donde nunca debieras haber salido y hoy te extiende
nuevamente Su mano.

La Biblia dice en 1 Juan 1:9: Si confesamos nuestros pecados,


Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de
toda maldad. También dice en Proverbios 28:13: Quien
encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo
deja, halla perdón.

Así que ahora mismo confiésale al Señor tus pecados, pídele


perdón con arrepentimiento, que significa el firme deseo de
no volver a cometer los mismos errores que te llevaron a la
situación actual, y reintégrate a la iglesia a disfrutar de ser
parte de la familia de Dios.
Hemos preparado 14 días de estudio bíblico para que cada
día a partir de que aceptaste al Señor Jesús en tu corazón,
puedas tener un encuentro con Él. Te animamos a que, antes
de realizar cada uno de estos estudios, dediques unos minu-
tos a orar pidiéndole al Señor Jesucristo que te hable al
corazón mediante lo que vas a leer.

Lee el pasaje bíblico y la breve reflexión que lo acompaña.


Si lo deseas, puedes continuar con el estudio más profundo
del mismo pasaje que incluimos con el objetivo de que pro-
fundices tu conocimiento de las Sagradas Escrituras.
Cierra el tiempo de estudio bíblico con una oración personal
que puedes hacer siguiendo la guía sugerida.

Esperamos que al finalizar estos 14 días de estudio ya te


encuentres participando en una iglesia local y continúes
aprendiendo de Jesús cada día más.

¡Adelante en tu nueva vida en Cristo!


He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que
Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo
vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su
vida por mí (Gálatas 2:20).

Posiblemente hoy sea tu primer día como un verdadero cris-


tiano, un auténtico seguidor de Jesús. Lo recibiste en tu
corazón y hoy comienza una nueva vida donde la caracterís-
tica que poco a poco notarás es el entusiasmo de vivir una
vida útil para ti y para quienes te rodean.

Cuando somos renovados por el Señor Jesucristo, el entusias-


mo nunca cesa. ¡Y no nos desanimamos! Lo que sucede es
que la vida de Jesús fluye de manera más y más evidente, y
renueva y fortalece nuestro espíritu vez tras vez, y cada vez
más. Tenemos gozo y victoria porque el Señor Jesús vive en
nuestro corazón y obra en nuestro interior.

Eso es cristianismo auténtico. No una religión sino la vida de


Cristo que nos llena, nos hace nuevas personas y nos renue-
va día a día.

Y si éste no es tu primer día como cristiano, recuerda que sí


es el primer día del resto de tu vida y merece ser vivido con
la vida que Cristo te ofrece. ¡¡¡Adelante!!!

Un estudio más profundo:

Debemos servir al Señor cada día durante el tiempo que te-


nemos. ¿Pero cómo podemos servir a Dios? ¿Qué es lo que ca-
racteriza a un cristiano genuino y triunfante?

Muchos cristianos creen que si trabajan arduamente y oran lo


suficiente, entonces serán victoriosos. Sin embargo, ésa es la
esencia del legalismo (el intento de agradar a Dios a través
del propio poder). Por más sincero que sea un legalista, si su
fe está puesta en lo que él mismo puede hacer y no en el
Cristo viviente, indefectiblemente va camino al fracaso.

Tal fue el caso de Moisés cuando mató al egipcio que había gol-
peado a un esclavo hebreo (Éxodo 2:11-13). Fue sincero en sus
intenciones, pero estaba confiando en sus propias fuerzas.

Y ésa era mi situación personal cuando en 1961 fui a cursar


estudios teológicos. Tenía grandes sueños que quería ver
realizados, pero mi impaciencia me llevó a confiar en mi
propio poder, no en el poder del Señor.

Unos días antes de la Navidad, el orador en la reunión se-


manal del seminario basó su exposición en el pasaje de Éxodo
3, cuando Dios se le aparece a Moisés en medio de un arbus-
to, una zarza, que ardía pero no se quemaba. El tema fue:
“Cualquier simple arbusto sirve, siempre y cuando Dios esté
en él”.

El orador señaló que Dios estaba tratando de comunicarle a


Moisés un mensaje: “No necesito una arbusto bonito, educa-
do ni elocuente. Cualquier simple arbusto me sirve, siempre
que Yo esté en él. No serás tú haciendo algo para mí, sino Yo
haciendo algo a través de ti”.

Me di cuenta de que yo era como ese arbusto. No podía hacer


nada para Dios. Todo lo que pudiera leer y estudiar, todas las
preguntas que pudiera formular y el esfuerzo que hiciese
para imitar a otros, sin Él, todo era en vano. No es de
extrañar que me sintiera frustrado. Sólo Dios podía darle efi-
cacia a mi ministerio.

El orador concluyó su sermón citando Gálatas 2:20: He sido


crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en
mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el
Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.

En ese instante, comprendí que el secreto para ser un cris-


tiano victorioso no radicaba en la dependencia de mí mismo
sino en la completa dependencia del todopoderoso Señor
Jesús resucitado, quien estaba en mi corazón. Al final, Dios
estaba en control de mi zarza, como consecuencia de la
unión con Jesucristo (Colosenses 2:9-15). Cuando enten-
demos esta verdad, Dios nos da una nueva perspectiva de
nosotros mismos y comprendemos que tenemos valor.

Sentí una inmensa paz al saber que podía dejar de luchar


para vivir la vida cristiana por esfuerzo propio. Pero qué pena
haber perdido ocho años de mi vida tratando de hacer todo
en mis propias fuerzas.

Como no podemos conseguir la salvación a través del esfuer-


zo propio, tampoco podemos tener victoria de esa manera.
Aunque nuestros días en la tierra sean cortos, pueden llegar
a ser días grandiosos. Tendrán valor para la eternidad si tan
sólo renunciamos a nosotros mismos y le decimos a Dios sin-
ceramente: “Ya no yo, sino Cristo en mí”.

Versículos para leer:


2 Corintios 3:1-18; 4:7-16; Romanos 12:1-2.

Oración:

Señor, en este primer día de mi nueva vida a Tu lado, reconoz-


co que solo no puedo lograr esa vida de paz y triunfo que siem-
pre soñé. Pero ahora sé que, con Tu ayuda, con el Espíritu de
Dios animándome y guiándome, lo puedo lograr. Ayúdame a
entender cada día cuando me levanto que Tú estás a mi lado,
no sólo para acompañarme en mi nuevo camino, sino para
darme la fuerza que necesito para recorrerlo. Te alabo, te
bendigo y te doy gracias.

En el nombre de Jesús, amén.


Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y
ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por
todos los santos (Efesios 6:18).

Orar es comunicarse con Dios de una manera simple y senci-


lla como un hijo habla con su padre.

Cuando Jesús estuvo en la tierra, siempre apartaba tiempo


para hablar con Dios. Si el Hijo de Dios vio la imperiosa
necesidad de orar, ¿cuánto más nosotros? Si no sabemos qué
decir o cómo orar en determinada situación, la Biblia expli-
ca que el Espíritu Santo intercede (Romanos 8:26-27) por
nosotros con palabras que no sabemos expresar. No importa
lo que sintamos, ¡hay que orar!

Cierta vez alguien muy sabio me dijo que orar es hablarle a


Dios contándole todo lo que me pasa y pidiéndole todo lo que
necesito. Leer su Palabra, la Biblia, es escuchar lo Él tiene
para decirme. Ese hablar y escuchar es dialogar. No salgas ni
hoy ni nunca de tu casa para enfrentar el día con sus muchos
problemas y decisiones que hay que tomar sin antes DIALO-
GAR con Dios.

Un estudio más profundo:

LA ORACIÓN
La razón principal por la cual algunos cristianos se apartan
del camino del Señor Jesucristo o viven vidas frustradas no es
la indiferencia ni la falta de buena comunión cristiana, ni
siquiera la tentación, sino la falta de oración.

Alguien te puede citar promesas bíblicas sobre la oración, te


puede contar algunas de sus experiencias y las experiencias
de otros, pero no puede orar en tu lugar. En cierta manera es
lo que sucede para nadar o andar en bicicleta: uno aprende
al hacerlo.

El gran predicador Martín Lutero dijo: “De la misma manera que


la tarea del sastre es hacer ropa, y la del zapatero, remendar
zapatos, la tarea del cristiano es la oración”. El secreto de la
vida de victoria que vivió Lutero radicaba en su compromiso de
pasar tiempo a solas con Dios en oración todos los días.

Si consideramos las vidas de los más destacados y victoriosos


siervos de Dios, ya sea en la Biblia o a través de la historia,
hallaremos que eran hombres y mujeres de oración. Por lo
tanto, vivamos en dependencia de la oración.

Es imperioso apartar un tiempo cada día para hablar con


Dios. No le des sólo treinta segundos mientras te preparas
para salir de la casa por la mañana. Es de vital importancia
que diariamente apartemos un tiempo específico para la
oración personal. Procura ser fiel y ordenado, pero no lega-
lista. En ocasiones tal vez tengas que orar en otro momento
del día. No hay nada de malo en ello. Pero dentro de lo posi-
ble trata de tener hábitos consistentes.

Quizá las horas tempranas en la mañana son las mejores para


orar. Esa es la experiencia de grandes hombres de Dios como
Martín Lutero, Juan Wesley, el misionero a la China Hudson Taylor
y hasta el mismísimo Señor Jesús durante su vida en la tierra.

Una vez leí que el evangelista Moody afirmó: “Debemos ver


el rostro de Dios cada mañana antes de ver el rostro de los
hombres. Si tienes tantas cosas que hacer que no te queda
tiempo para orar, créeme, tienes más cosas de las que Dios
desea que tengas”.

Hazte tiempo para comenzar cada día a solas con Dios en


oración.

Por otra parte, la oración es algo que debemos practicar a


lo largo de todo el día. La Biblia ordena: “Oren sin cesar”
(1 Tesalonicenses 5:17). En cualquier momento y cualquiera
sea la situación, tenemos libertad para hablar con nuestro
Padre. Cada cristiano puede disfrutar de una “constante y
consciente comunión con Dios”. Y es a través de la oración
que disfrutamos de esa comunión con el Dios vivo que mora
en nosotros.

Si Jesús oraba, ¿acaso no debemos hacer lo mismo? Es sor-


prendente ver cuánto tiempo pasaba Jesús en oración. Él
nunca estaba demasiado ocupado para orar. Cuando aumenta-
ban sus obligaciones y tenía que enfrentarse a grandes deci-
siones, se iba solo a orar.

Te animo a hacer lo mismo para descubrir la vida de victoria


que comenzará al cerrar los ojos y, en el nombre de Jesús,
buscar a Dios.

Versículos para leer:


Deuteronomio 4:7; Mateo 6:9-13; Lucas 11:1-4;
Romanos 8:26-27.

Oración:

Padre celestial, en el nombre de Jesús, te doy gracias por el


camino que Cristo abrió para que yo pueda entrar en oración
a Tu presencia. Quiero vivir cada día en esta libertad de
acercarme a Ti, alabarte, darte gracias por lo que me das y
pedirte lo que necesito.

En el nombre de Jesús, amén.


Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y
más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra
hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la
médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las
intenciones del corazón (Hebreos 4:12).

Dijo Napoleón: “La Biblia no es un mero libro, sino una creación


viviente, con un poder que vence a todo cuanto se le opone”.

La Biblia es la palabra de Dios, es el alimento del alma. Es el


manual que Dios mismo escribió acerca de Su creación. En
sus páginas encontramos la fórmula exacta para nuestro co-
rrecto funcionamiento. Leerla te hará sabio, creerla te hará
eterno.

Ahora que eres un hijo de Dios, que Jesús vive en tu corazón


porque tú mismo le abriste la puerta de tu vida, no hay
excusas para no comenzar a vivir una vida de victoria sabien-
do cuál es el mejor camino para andar.

Un estudio más profundo:

La Biblia: observación, interpretación y aplicación.

No podemos crecer y madurar espiritualmente a menos que


comamos del pan de vida (la Biblia) en forma regular. Los
cristianos a veces descuidan el estudio de la Biblia porque no
tienen un método simple y práctico que convierta el estudio
en algo vivo y dinámico.

El estudio bíblico comienza con observación. Nuestras


observaciones de cualquier objeto, incluso de la Biblia, se
realizan de acuerdo con la naturaleza del objeto a estudiar.
Observamos las estrellas mirándolas a través de un telesco-
pio noche tras noche. Observamos el comportamiento de los
animales observándolos durante un largo período en su hábi-
tat natural. Observamos la Biblia como observaríamos cual-
quier otro libro de gran valor, leyéndola cuidadosamente en
forma frecuente.

Un estudioso de la Biblia declaró: “Hay sólo una ley para el


estudio de la Biblia, y tal ley es leer el Libro. Y una vez que
lo haya leído, leerlo otra vez, y luego sentarse y leerlo nue-
vamente, y otra vez más, y de esa manera pronto usted
empezará a conocer el Libro”.

Lee un libro de la Biblia de una vez para obtener una clara


impresión del libro como un todo. Al leerlo de nuevo, pregún-
tate: ¿Quién? ¿Qué? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué?

Después de observar el texto, sigue la interpretación.


Debemos evitar que nuestras presuposiciones influyan sobre
nuestra interpretación. Ora para que el Espíritu Santo te ilu-
mine. Si no tenemos Su luz, no contaremos con el entendi-
miento adecuado (1 Juan 2:20-27).

Examina el contexto del pasaje que estás interpretando.


Además compara el pasaje con relatos paralelos y otras refe-
rencias bíblicas. El gran predicador Carlos Spurgeon dijo:
“Oímos que los hombres sacan un versículo de la Biblia de su
contexto y exclaman: ‘¡Eureka, Eureka!’, como si hubieran
encontrado una nueva verdad, cuando en realidad no han
hallado un diamante genuino sino un pedazo de vidrio roto”.

El mejor comentario bíblico es la Biblia misma. Pero los ma-


nuales, los diccionarios bíblicos y un buen atlas nos ayudan a
comprender mejor las tierras, las costumbres y la historia
bíblica. Consúltalos cuando los necesites, pero ten cuidado
de no pasar demasiado tiempo leyendo acerca de la Biblia sin
ir a investigar en la Biblia misma.

Por último, trata de aplicar la Palabra de Dios a tu vida. Si


la Biblia no cambia tu comportamiento, no la has aplicado.
Encuentra relaciones entre la Biblia y las distintas áreas de
tu vida: tus puntos fuertes y debilidades, tus actitudes y
acciones. ¿Qué te dice la Biblia como hijo o hija, como padre
o madre, como empleado o empleador?

El apóstol Santiago advierte: No se contenten sólo con escuchar


la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la
práctica (Santiago 1:22). Obedece la Palabra meditando en ella
en oración, buscando una mayor comprensión y una aplicación
más práctica.

Observación. Interpretación. Aplicación. Estos tres pasos


sencillos son la llave que abrirá la puerta a un estudio bíbli-
co dinámico y emocionante.

Versículos para leer:


Juan 17:17; Colosenses 3:16; 2 Timoteo 3:16-17.

Oración:

Señor, ante todo te doy gracias por Tu Palabra, la Biblia. Te


adoro por Tu amor reflejado en cada página y te ruego que
Tu Espíritu abra mi mente y corazón para entender Tu volun-
tad para mi vida en cada versículo.

En el nombre de Jesús, amén.


Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones,
a quien se le borran sus pecados (Salmo 32:1).

El apóstol Juan nos asegura: Si confesamos nuestros pecados,


Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de
toda maldad (1 Juan 1:9). ¡Qué hermosa promesa bíblica! Si
llegaras a tropezar y llegaras a pecar contra el Señor ahora,
después de haber recibido a Cristo, puedes confesar tu peca-
do al Señor y Él te perdonará y te limpiará por la sangre que
Cristo derramó en la cruz.

Hace muchos años, una maestra de la escuela bíblica en la


iglesia donde asistía con mis padres nos dijo: “Ahora que
recibimos a Jesús en el corazón, Dios nos puso una camiseta
blanca y nos mandó a trabajar en un carbonería”.

Sí, mi estimado amigo o amiga que estás leyendo este devo-


cional. Ahora tienes ropas blancas pero tu vida sigue desa-
rrollándose en un mundo muy parecido a una fábrica de car-
bón. Es muy difícil caminar por los pasillos de esa fábrica, sen-
tarse en sus sillas y no mancharse. “Lo bueno”, continuó
diciendo mi maestra, “es que Dios está dispuesto a limpiar tu
ropa para que cada día se vea igual de blanca que el primero”.

¡Adelante en tu nueva vida cristiana! El Señor está contigo.

Un estudio más profundo:

¿Puede Dios perdonar todos los pecados? ¡Por su puesto que


sí! Uno de los motivos principales por los cuales Jesús vino a
la tierra fue para perdonar los pecados. Jesús mismo afirma:
Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad
en la tierra para perdonar pecados (Mateo 9:6).
Fue el amor de Dios que lo impulsó a enviar a su Hijo para
morir en nuestro lugar a fin de que pudiéramos gozar del
perdón de nuestros pecados: Pero Dios demuestra su amor
por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos peca-
dores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8). No se puede
expresarlo mejor que el apóstol Pablo, él mismo siendo un
pecador perdonado: Ustedes estaban muertos en sus peca-
dos. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al
perdonarnos todos los pecados (Colosenses 2:13). El salmista
agrega: Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones
como lejos del oriente está el occidente (Salmo 103:12). Por
eso el evangelio son “buenas nuevas, buenas noticias”.

Tomemos el caso del rey David. Sus pecados son bastante


contemporáneos: la lujuria, el adulterio, el asesinato y la
mentira, como los encontramos descritos gráficamente en 2
Samuel 11-12. A pesar de lo terrible que fueron estos peca-
dos, la Biblia relata el arrepentimiento del rey David y el
perdón de Dios en Salmos 32 y 51.

La Biblia nunca minimiza la gravedad del pecado, sino que


magnifica la gracia de Dios para perdonarlo. Nota el con-
traste en las siguientes palabras de Pablo comenzando con
las malas noticias: ¡No se dejen engañar! Ni los fornicarios,
ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los
pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los
borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores
heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6:9-10). Ahora las
buenas noticias: Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han
sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justifica-
dos en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de
nuestro Dios (1 Corintios 6:11).

Una muy buena pregunta es: ¿Hay pecados que Dios no per-
dona, y si los hay, cuáles son?

Jesús advierte que “la blasfemia contra el Espíritu Santo”


(Marcos 3:29-30; Mateo 12:31-32) no será perdonada. Este es
el pecado de llamar al Espíritu Santo “inmundo” y de atribuir
y acreditar las obras del Espíritu Santo a Belcebú, es decir, al
diablo. Es una rebelión contra Dios cuando uno endurece el
corazón, y al observar una obra del Espíritu Santo alega que
la obra fue hecha por el poder de Satanás.

La gente que comete este pecado no perdonable termina con


el corazón tan endurecido que su conciencia deja de
molestarles cuando cometen pecados y tampoco buscarán
ayuda. Desafortunadamente hay creyentes que viven bajo
una nube de “culpa falsa” debido a que imaginan que han
cometido “el pecado no perdonable”. Sin embargo, su
corazón aún es sensible a la voz del Espíritu Santo y el hecho
de buscar ayuda es señal de que no cometieron tal pecado.
Los mismos versículos de Mateo 12 dan esperanza cuando
dicen: “Por eso les digo que a todos se les podrá perdonar
todo pecado y toda blasfemia” (Mateo 12:31a).

Versículos para leer:


Los capítulos 32, 51 y 103 de Salmos; Proverbios 28:13;
Efesios 1:7; Hechos 13:38 y Colosenses 1:14; 2:13.

Oración:

Padre celestial, en el nombre de Jesús, te alabo en este día


y reconozco mis pecados, que me cargan de culpa y me ale-
jan de Tu presencia. Me arrepiento, te los confieso y me
aparto de ellos buscando Tu voluntad. Ahora te ruego que
me perdones y me restaures a una vida victoriosa.

En el nombre de Jesús, amén.


Ésta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que
si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye (1 Juan 5:14).

Cuando, en un día cualquiera, aparece frente a mí un gran


problema recuerdo la experiencia del rey David, quien decía:
El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? (Salmos
27:1) y continúa recordando en todo ese salmo los momentos
en que Dios lo había escuchado y sacado de grandes proble-
mas.

Si hoy tienes un problema, preséntaselo al Señor en oración,


espera en Él, y cuando sea solucionado, anótalo para recor-
dar su poder cuando estés pasando por angustias y así ani-
marte sabiendo que si Dios es tu luz y tu salvación, ¿de quién
podrás tener miedo?

La Biblia nos da la certidumbre de que Dios no solamente oye


las oraciones de Sus hijos sino también las contesta. La
oración es un recurso que Dios nos ha dado para gozar de la
comunión con nuestro Creador para obtener tanto cosas
grandes como pequeñas, para vencer, lo mismo en grandes
batallas que en simples escaramuzas. Te animo a presentar
tus pedidos delante de Dios en oración todos los días y a
nunca olvidar Sus bendiciones.

Un estudio más profundo:

Cuando oramos, queremos tener la seguridad de que Dios


oiga y como resultado nos responda. Entonces, permíteme
que brevemente describa la clase de oración que a Dios le
gusta responder. Si tú sigues estos principios, Dios habrá de
ungir tus oraciones con fuego celestial.
1) La primera consideración se trata del propósito y del moti-
vo de la oración: Cristo mismo nos aclara en Juan 14:13,14
cuál es el propósito: Cualquier cosa que ustedes pidan en mi
nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo.
Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré. Debemos pregun-
tarnos al orar: La contestación que deseo ¿traería gloria a
Dios? Y la frase “en mi nombre” se refiere a la autoridad y
voluntad de Jesús, a la cual todo cristiano debe someterse.

2) La segunda condición es que tenemos que pedir conforme a


la voluntad del Padre: Esta es la confianza que tenemos al
acercarnos a Dios: que si pedimos conforme a su voluntad, él
nos oye (1 Juan 5:14). Para poder hacerlo, uno tiene que cono-
cer bien lo que el Señor quiere. Santiago 4:1-4 nos explica que
hay muchos que no reciben lo que están pidiendo porque piden
mal, para gastar en sus propios placeres. Se refiere a los pla-
ceres mundanos, es decir, a los placeres no bíblicos.

3) La tercera condición se dirige solamente a los hombres


casados. De igual manera, ustedes esposos, sean compren-
sivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con
respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son
herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las
oraciones de ustedes. (1 Pedro 3:7).

4) Juan destaca la importancia del corazón limpio en la ora-


ción. El resultado de tener el corazón limpio es la confianza
y la promesa que Si el corazón no nos condena, tenemos con-
fianza delante de Dios, y recibimos todo lo que le pedimos
porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le
agrada (1 Juan 3:21-22).

5) Pablo dice que la oración siempre debe ser con gratitud:


No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con
oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gra-
cias (Filipenses 4:6).

6) El salmista nos dice en el Salmo 66:18: Si en mi corazón


hubiera yo abrigado maldad, el Señor no me habría escucha-
do. Dicho sencillamente, el pecado conocido estorba la
oración. El pecado priva a uno de la comunión con el Padre,
por lo tanto Dios Padre no puede escuchar la oración del
creyente con pecado conocido no confesado. Por tal motivo,
es tan importante confesar, perdonar, pedir perdón, recon-
ciliarse, restituir, etc., (Marcos 11:25-27) para mantener
abiertas las líneas de comunicación.

7) Después de todo, el elemento más importante en la oración


es la fe. Uno tiene que orar con fe. La fe abre las puertas del
cielo en la oración (Mateo 21:22; Marcos 11:24). La Biblia
explica que sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6).

Te animo a hacer tu parte desde este día, y a recibir respues-


tas concretas del Señor. Comienza a orar la clase de oración
que a Él le agrada responder y recuerda cada una de las
veces que Dios te responde.

Versículos para leer:


Proverbios 15:29; Mateo 21:22; Lucas 18:1-8;
Colosenses 4:2-4; 1 Timoteo 2:1-2.

Oración:

Señor, te ruego que perdones mis pecados y me des abun-


dante fe y me enseñes a pedir lo que realmente necesito y
está dentro de Tu voluntad para ver Tu gran poder respon-
diendo la oración.

En el nombre de Jesús, amén.


No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo
algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor
razón ahora que vemos que aquel día se acerca. Si
después de recibir el conocimiento de la verdad
pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los
pecados (Hebreos 10:25-26).

Una pregunta frecuente es: ¿Tengo que asistir a una iglesia?


La Biblia claramente señala la importancia de la iglesia local.
Si no profundizas tu relación con la iglesia local, todos perde-
mos. Lo que haces afecta en forma directa o indirecta el
bienestar de otros creyentes: Si uno de los miembros sufre,
los demás comparten su sufrimiento; y si uno de ellos recibe
honor, los demás se alegran con él (1 Corintios 12:26).

Ahora eres parte de un cuerpo que, como el cuerpo humano,


está formado por muchas pequeñas partes que funcionan
entrelazadas, como el engranaje de un reloj. A partir de hoy
tienes que saber que tú eres importante para Dios y para
mucha gente que cuenta contigo. Primero, tus hermanos en
la fe, los que también en algún momento creyeron en Cristo.
Segundo, los que siguen perdidos sin haber aceptado a Jesús.

Para los primeros es importante que te acerques a ellos por-


que Dios te dio dones y habilidades que sólo tú tienes y que
el grupo necesita.

Y para los segundos, recuerda que tú encontraste un tesoro


y debes compartirlo con ellos. Ese tesoro es Cristo.

Te animamos a buscar una iglesia cerca de tu casa donde


puedas echar raíces.
Un estudio más profundo:

La iglesia es la asamblea de creyentes en una localidad (1


Corintios 16:19) con el propósito de edificarse y educar a su
membresía (Efesios 4:11-16, Mateo 28:19), dar gloria a Dios
(Tito 2:10, Juan 4:23, 24: Filipenses 3:3, Romanos 15:6, 9,
Efesios 1:5, 6, 12, 14 y 18), purificarse (Efesios 5:26, 27,
Juan 15:2, Tito 3:10 y 11, 2 Corintios 7:1), evangelizar al
mundo (Mateo 28:19, Marcos 16:15, Lucas 24:46-48, Hechos
1:8, 1 Pedro 2:9), actuar como luz para detener la maldad en
el mundo (Mateo 5:13-16, 2 Tesalonicenses 2:6 y 7) y dar
oportunidad a los fieles de encontrar su ministerio en el
Cuerpo de Cristo (1 Corintios 12: Efesios 4:11-16, 1 Pedro
4:10, Romanos 12:1-8). La asistencia a la iglesia no salva,
sólo la fe en Cristo salva (Juan 1:12, Efesios 2:8 y 9, Tito 3:5,
Juan 5:24) pero es de vital importancia para el crecimiento
en la vida espiritual.

Una de las primeras tareas para un nuevo creyente es encon-


trar un buen lugar donde congregarse. Primeramente no
esperes encontrar una iglesia perfecta. Toda iglesia está for-
mada por seres humanos, que, aunque transformados por el
poder de Cristo, siguen siendo imperfectos y por lo tanto,
con toda seguridad, cometerán errores.

Segundo, busca una iglesia que predique y exalte la Palabra


de Dios (Hechos 2:42). Sin la autoridad de la Biblia, la iglesia
corre el riesgo de dejarse arrastrar por cualquier viento que
sopla.

Tercero, busca una iglesia donde haya un ambiente de amor


(Hechos 2:43-47). Sin amor, la iglesia será como un metal que
resuena o un platillo que hace ruido (1 Corintios 13:1).

Como se ha mencionado, la iglesia tiene por lo menos cuatro


propósitos: adoración a Dios de parte de los asistentes; edi-
ficación de los creyentes; comunión entre los creyentes; y es
un lugar para ministrar a sí misma y al mundo.

También busca que sea una iglesia donde haya genuina comu-
nión entre los hermanos, y finalmente, una iglesia donde
puedas encontrar tu ministerio (lugar de servicio) en el plan
de Dios (1 Corintios 12, Efesios 4:11 y 12, 1 Pedro 4:10).

Entonces, comprométete a asistir regularmente y hazte miem-


bro de la iglesia. Dile al pastor que quieres bautizarte, hazles
saber a los líderes que deseas ser parte activa de la iglesia y
sujetarte a su autoridad.

Busca un ministerio dentro de tu iglesia local. No vayas a la


iglesia para satisfacer tus necesidades sino en amor busca
ayudar a los demás (Juan 13:35).

Apoya financieramente a tu iglesia local. El Nuevo Testamen-


to enfatiza la importancia de ofrendar regularmente. En 2
Corintios el apóstol Pablo explica que debemos dar para fines
determinados (8:12), abundantemente (9:6), con un propósi-
to (9:7) y con alegría (9:7).

Este es un buen momento para comenzar a afirmarte en la


iglesia local.

Versículos para leer:


Todo el libro de Hechos.

Oración:

Señor, reconozco que Tú mismo fundaste la Iglesia y ella es


Tu cuerpo en el mundo. Te ruego que me indiques una igle-
sia local donde se lea, se predique y se viva Tu Palabra.
Quiero participar de las actividades y ser un miembro eficaz
de Tu cuerpo para adorarte; crecer junto a los demás miem-
bros en comunión; y servir a mis hermanos y a la sociedad
toda.

En el nombre de Jesús, amén.


Porque a ustedes se les ha concedido no sólo creer en
Cristo, sino también sufrir por él (Filipenses 1:29).

En la Palabra de Dios encontramos principios vitales que nos


permitirán no sólo sobrevivir a las tormentas de la vida sino
crecer y fortalecernos mediante ellas. Si estás sufriendo o
pasando necesidad, es imperioso saber que:

Dios es bueno, no se equivoca. Es justo y perfecto. Te toma


en serio hasta el punto que se dio a sí mismo por ti y promete
que éste no es nuestro hogar final; nos espera uno mejor.
Dios asegura que hay un propósito bueno en cada sufri-
miento.

Ahora que eres un hijo de Dios recuerda al pasar por un


momento de sufrimiento que Dios está contigo. Nunca
olvides que está haciendo algo en tu vida y, sobre todo, ten
siempre presente que está haciendo algo bueno.

Un estudio más profundo:

Todos queremos saber si hay esperanza cuando debemos


enfrentar un problema particular o cuando una tragedia nos
toca de cerca. ¿Quién está totalmente libre del inmenso
dolor de perder a un ser querido, de la frustración del de-
sempleo, de la angustia de un hogar destrozado o de otros
cientos de dificultades?

Nos sentimos atrapados y sumergidos por el peso de las cir-


cunstancias y preguntamos: ¿Hay realmente esperanza para
solucionar este problema?

Recordemos las palabras de Romanos 8:28: Ahora bien, sabe-


mos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes
lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su
propósito. Debemos notar que Pablo no dijo comprendemos
cómo todas las cosas ayudan a bien, sino que dijo sabemos
que ayudan a bien. Esta promesa es un ancla segura cuando
las tormentas de la vida golpean sin piedad contra nosotros.

El apóstol Pablo había reclamado esta promesa muchas


veces, aun antes de haber escrito el pasaje citado arriba. Él
sabía lo que era sufrir penurias, persecución, indiferencia,
traición, soledad, enfermedades, pedradas, azotes, naufra-
gios, desnudez, hambre, sed, falta de sueño y tremendas
presiones.

¿Qué evitaba que Pablo se hundiera? Su total confianza en el


Dios que promete sostenernos pase lo que pasare. Al final de
su vida pudo decir: Sé en quién he creído, y estoy seguro de
que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he
confiado (2 Timoteo 1:12). ¿Qué le había encomendado Pablo
a Dios? Su propia vida.

En Isaías leemos: Al de carácter firme lo guardarás en per-


fecta paz, porque en ti confía (Isaías 26:3). Esta promesa
también está destinada a nosotros hoy, como repetidamente
se revela en el Nuevo Testamento.

¿Estás enfrentando una dificultad? Deja tu vida en manos del


Señor. Luego cree de corazón las palabras de Filipenses 4:6-
7: No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con
oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gra-
cias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo.

Cuando las tormentas de la vida parecen abrumadoras, Dios


desea que experimentemos su perfecta paz.

Para más información sobre el tema del sufrimiento del


punto de vista de la Biblia, te recomendamos que consigas el
libro titulado ¿Dónde está Dios cuando sucede algo malo?
publicado por Editorial Vida.
Versículos para leer:
Proverbios 3:5-6; Salmo 37; 1 Pedro 4.

Oración:

Padre, te alabo porque comprendes todas nuestras penas y


nuestras lágrimas. Reconozco mi insuficiencia para solucio-
nar por mí mismo los problemas de la vida. Que Tu gracia
abunde para suplir mis más profundas necesidades. Consué-
lame mientras espero en Ti. Llena mi corazón con Tu paz,
que sobrepasa todo entendimiento. Gracias por Tu rica pro-
visión para conmigo en este día.

En el nombre de Jesús, amén.


¡Pero tengan cuidado! Presten atención y no olviden las
cosas que han visto sus ojos, ni las aparten de su
corazón mientras vivan. Cuéntenselas a sus hijos y a sus
nietos (Deuteronomio 4:9).

Estos estudios que estás haciendo cada día apenas duran para
dos semanas. Pero nunca debes abandonar el contacto diario
con Dios, la lectura de Su palabra y la oración. Así como tu
cuerpo necesita cada día comer y dormir, tu espíritu necesi-
ta alimentarse de la Palabra de Dios y descansar en Él.

Y ojalá no seas tú el único creyente en Cristo en tu hogar,


porque una de las cosas más lindas de esta nueva vida es
poder compartir el entusiasmo que hoy tienes con los que te
rodean. Es importante reunirse alrededor de una mesa, leer
la Biblia y orar juntos antes de comenzar el día de trabajo o
estudio y tener un “culto familiar”.

Pero si tu familia no es creyente aún, te animamos a que tú


solo tengas cada día un culto en tu hogar, y en cada oportu-
nidad presentes la vida de tu familia a Dios para que Él los
bendiga. Tu testimonio respetuoso de vida hará que cada uno
a tu alrededor también le entregue su vida a Jesucristo.

¡Adelante con el culto familiar! No permitas que los trajines


diarios te impidan gozar de estos preciosos encuentros con el
Señor.

Un estudio más profundo:

Algunas de las cosas más importantes que diremos y haremos


tendrán lugar en el hogar. Allí es donde los niños reciben la
educación más crucial. Como promedio, nuestros hijos pasan
el 1% de su tiempo en la iglesia, el 16% en la escuela y el
restante 83% en el hogar o cerca de él. En la vida de un niño,
no hay fuerza que se compare al impacto de su hogar.

Nunca estaremos exagerando al referirnos a lo vital de la


influencia de un buen padre justo y temeroso de Dios.

A menos que nuestros hijos vean la diferencia que Cristo hace


en nuestras vidas y oigan el evangelio presentado de manera
clara, casi invariablemente rechazarán el cristianismo.
Nuestros hijos no son automáticamente hijos de Dios, ellos
deben tomar la decisión personal de aceptar a Cristo en sus
vidas. Recuerda que Dios no tiene nietos, sólo hijos.

Dios dispuso el hogar como el sitio donde Su Palabra debe ser


enseñada, vivida y transmitida de generación en generación.
Deuteronomio 6:6-7 nos instruye: Grábate en el corazón
estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continua-
mente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa
y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando
te levantes. Alguien dijo que hay que instruir al niño en su
camino, y de vez en cuando también andar por ese camino.
Cuando compartimos con nuestros hijos momentos alrededor
de la mesa, durante las comidas o en otras ocasiones del día,
ellos notan cada actitud que tenemos y cada palabra que dec-
imos, y nos imitan. ¿Acaso puedes decirles a tus hijos, sin
vergüenza alguna: Imítenme a mí, como yo imito a Cristo? (1
Corintios 11:1)

Una de las formas más eficaces en que los padres comunican


su fe a los niños es guiándolos en un culto familiar. Todos los
días debemos apartar un tiempo para el estudio de la Biblia
y la oración, y esos momentos deben convertirse en algo na-
tural y en un tiempo agradable en la vida de la familia

Haz que tus hijos lean una pequeña parte de la Biblia y luego
comenten el significado. Trata de ser creativo, no es bueno
aburrir a alguien cuando estamos enseñando la Biblia. En
cualquier librería cristiana hay mucho material que puedes
consultar acerca de formas dinámicas y entretenidas de
enseñar la Biblia a los niños y adolescentes.
La oración es otro aspecto esencial de la vida familiar. En
cualquier momento podemos conversar con Dios en oración
pero hay circunstancias en el día que son claves en la vida de
la familia: antes de la ir a la escuela, antes de las comidas
y a la hora de ir a acostarse.

Enseña a tus hijos a agradecer a Dios por Su protección y bon-


dad, a confesar sus pecados directamente a Dios y pedirle
que los perdone y a orar por sus parientes y amigos.

Somos responsables del cuidado y enseñanza de cada hijo


que Dios nos da. Por lo general, los tenemos en el hogar por
un corto tiempo, hasta tanto ellos forman sus propias fami-
lias. Ten como prioridad decir y hacer aquellas cosas que les
enseñarán a tus hijos las lecciones más importantes de la
vida. Utiliza el culto familiar para integrar el cristianismo en
cada uno de los aspectos de tu hogar.

Comienza a hacer planes inmediatos a fin de llevar a la prác-


tica el culto familiar.

Versículos para leer:


1 Samuel capítulos 1-4 (la triste historia de lo hijos rebeldes
de Elí); Proverbios 20:7; 22:6; Efesios 6:4.

Oración:

Padre celestial, te doy gracias porque en este estudio me


hablaste en forma personal. Entiendo la necesidad de estar
en diaria comunión contigo. Me comprometo a llevar ade-
lante un culto a Ti en mi hogar, dándote gracias por Tus ben-
diciones, adorándote, presentándote la vida de mis seres
queridos para que también formen parte de Tu reino, rogán-
dote que perdones cada una de mis faltas, leyendo y medi-
tando Tu Palabra. Y, por sobre todo, comprendo la necesidad
de que toda mi familia participe del culto familiar. Ayúdame
a ponerlo en práctica.

En el nombre de Jesús, amén.


Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y
recibirán, para que su alegría sea completa (Juan 16:24).

Dios ahora es tu Padre celestial y debes hablar con Él todos los


días. ¡Lo puedes hacer en cualquier lugar! Es posible hablarle
mientras caminas en la calle, solo en el campo o en una gran ciu-
dad. En la Biblia eso se llama orar, hablar con Dios. Un cristiano
que vive una vida normal puede hablar con Él tan naturalmente
como un hombre habla con su esposa o con cualquiera de sus
amigos. Normal, natural, así debe ser la oración. Muchas veces
oímos la palabra “compañerismo”, y eso es justamente lo que
significa: comunión constante y consciente con Dios.

Ahora que tienes a Jesús en tu corazón, la entrada a la


misma presencia de Dios Padre en oración está abierta para
ti. No desaproveches esta gloriosa oportunidad de conversar
con tu creador y explicarle todas las cosas que pasan por tu
mente y tu corazón. Luego descansa en Él, quien cuida de ti.

Un estudio más profundo:

La oración es amistad con Dios, sencillamente, dos amigos


que conversan.

A veces pretendemos que la oración se convierta en un sim-


ple monólogo de peticiones, pero no debe ser así. La oración
es un diálogo. Dios nos habla a través de Su Palabra y a través
del testimonio interno del Espíritu Santo. Nosotros le respon-
demos mediante la oración con adoración, confesión, peti-
ción, intercesión y acción de gracias. Consideremos estos
cinco aspectos de la oración.

El primer elemento de la oración es la adoración. Al entrar


a la presencia de Dios en oración, comenzamos expresando
nuestra adoración y reverencia por Él. Un viejo refrán judío
dice: “El hombre ante todo siempre debe ofrecer alabanza,
y luego entonces orar”. Tienes que comenzar tus oraciones
adorando a Dios.

La confesión sigue a la adoración. Cuando el profeta Isaías


vio al Señor en toda Su gloria, exclamó: ¡Ay de mí, que estoy
perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de
un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han
visto al Rey, al Señor Todopoderoso! (Isaías 6:5). En realidad
no podemos alabar al Dios de toda santidad si no tenemos un
profundo sentido de nuestra propia impureza. La Biblia nos
enseña que Dios es misericordioso y nos perdona cuando con-
fesamos nuestros pecados (1 Juan 1:9).

Sólo después de la adoración y la confesión, ofrecemos al


Padre nuestras peticiones. La verdadera oración consiste en
los pedidos de alguien que reconoce su extrema necesidad, y
en las provisiones de Alguien que demuestra Su extrema bon-
dad. Jesús nos alienta a pedir al Padre lo que necesitamos:
Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y reci-
birán, para que su alegría sea completa (Juan 16:24).

Al orar, también debemos incluir la intercesión (orar por


otros). Este es un precioso servicio en favor de otros ante el
trono de la gracia. El profeta Samuel dijo al pueblo de Israel:
En cuanto a mí, que el Señor me libre de pecar contra él
dejando de orar por ustedes (1 Samuel 12:23). La intercesión
es una importante responsabilidad espiritual que como cris-
tianos no debemos descuidar.

La acción de gracias debe inundar el resto de nuestra con-


versación con Dios. Presta oídos a estas exhortaciones del
apóstol Pablo: Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gra-
cias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad
para ustedes en Cristo Jesús (1 Tesalonicenses 5:16-18).
Experimentamos el gozo del Señor cuando hablamos con Él
en oración y le agradecemos por Sus respuestas.

Cuando Dios quiere bendecir a su pueblo, primero lo mueve


a orar, a entablar un diálogo con Él.
Versículos para leer:
Salmo 150; 1 Juan 1:7-10; Hebreos 7:25; Salmo 100:3-5.

Oración:

Señor, quiero estar cada minuto del resto de mi vida en Tu


presencia, orando a Ti con agradecimiento por Tus bendi-
ciones y en compañerismo contigo para que mi andar por
este mundo sea un testimonio vivo de Tu amor. Quiero influir
con mi propia vida a quienes me rodean y presentarles el
mensaje de salvación en Cristo para que muchos puedan
comenzar una vida plena contigo.

En el nombre de Jesús, amén.


Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su
riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con
toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones
espirituales a Dios, con gratitud de corazón
(Colosenses 3:16).

Existen en la vida momentos en que pasamos por pruebas y


profundos problemas en cuestión de instantes. Algo que
siempre me ayudó en esos minutos es recordar pasajes de la
Biblia que me hablan de que Dios está a mi lado. ¡Qué her-
moso es recordar y repetir pasajes como: “Dios es mi pastor,
nada me faltará, en lugares de delicados pastos me hará des-
cansar” o “Todo lo puedo con Cristo que me fortalece”!

Si realmente deseas tener en tu corazón estas promesas


debes armar un gran archivo en tu mente de ellas.

Hoy mismo debes comenzar a memorizar pasajes de la Biblia,


y a meditar en ellos. La memorización acompañada de me-
ditación nos ayuda a pensar en forma derecha en un mundo
torcido. Quizá ahora comenzarás a leer la Biblia por primera
vez. Pues bien, no sólo léela todos los días sino subraya los
versículos que tocan tu corazón de manera especial. Des-
pués, comienza a repetirlos y aprenderlos de memoria
porque te ayudarán grandemente a alimentar tu alma don-
dequiera te encuentres en el mundo.

Un estudio más profundo:

La Biblia dice: Por último, hermanos, consideren bien todo


lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro,
todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo
que sea excelente o merezca elogio (Filipenses 4:8).
¿Cómo podemos pensar en lo que es puro cuando cada día
somos confrontados por la impureza? Meditando expresa-
mente en la Palabra de Dios.

Es imposible leer la Biblia todo el día, pero siempre podemos


meditar en los pasajes de las Escrituras, si los hemos memo-
rizado. Los estudios muestran que después de 24 horas,
podemos recordar con exactitud el 5% de lo que oímos, el
15% de lo que leímos, el 35% de lo que estudiamos, pero el
100% de lo que memorizamos.

Hay cinco consejos para memorizar las Escrituras.

1. Lee el versículo al menos 10 veces.


2. Escríbelo 20 ó 30 veces lentamente, pensando en cada palabra.
3. Trata de citarlo y practícalo; debiera resultarte fácil.
4. Medita en él durante el día y repásalo en los días siguientes.
5. Comparte el versículo con otras personas en tus conversaciones.

Por mi parte, he memorizado todos los siguientes pasajes y


medité en ellos, y ellos han producido un gran cambio en mi
vida. Te aseguro que también pueden cambiar la tuya. El sal-
mista dice: En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar
contra ti (Salmo 119:11).

Acerca del “Nuevo Nacimiento”:

1. Salvación Juan 3:16


2. Nueva vida 2 Corintios 5:17
3. Identidad como hijos de Dios 1 Juan 3:1-2
4. Dios vive en mí 1 Corintios 6:19-20
5. Bautizados en un Cuerpo 1 Corintios 12:13

Acerca de Dios:

6. La eternidad de Cristo Juan 1:1


7. El Espíritu de Dios Juan 15:26
8. El Espíritu Santo como Consejero Juan 14:16-17
9. La fortaleza de Dios Efesios 6:10-11
Acerca de la familia:

10. Esposas Efesios 5:22


11. Esposos Efesios 5:25
12. Hijos Efesios 6:1-3
13. Padres Efesios 6:4

Acerca del crecimiento espiritual:

14. Tentación 1 Corintios 10:13


15. Confesión y perdón 1 Juan 1:9
16. Oración Juan 14:13-14
17. Comunión con cristianos Hebreos 10:24-25
18. Amor entre cristianos Juan 13:34-35
19. Libertad del legalismo Colosenses 2:20-22

Acerca de la Palabra de Dios:

20. Autoridad 2 Pedro 1:20-21


21. Inspiración y propósito Timoteo 3:16-17
22. Para nuestra pureza Salmo 119:9,11

Acerca de la victoria:

23. El andar en el Espíritu Gálatas 5:16-17


24. Dedicación y transformación Romanos 12:1-2
25. Victoria por la cruz Gálatas 2:20
26. El fruto del Espíritu Gálatas 5:22-23
27. La gran comisión Mateo 28:18-20
28. Muerte y resurrección en Cristo Romanos 6:3-4

Acerca del futuro:

29. Condenación eterna Apocalipsis 21:8


30. El cielo Juan 14:1-3

Comienza a aprender de memoria los distintos pasajes men-


cionados. Luego elige otros. Tu vida toda se impregnará de la
Palabra de Dios. Haz de la memorización bíblica tu expe-
riencia personal. Pero recuerda una advertencia: el hacerlo
puede cambiar tu vida para bien.
Versículos para leer:
Salmo 19; 119:105; Isaías 55:11; Juan 17:17;
2 Timoteo 4:1-8.

Oración:

Padre eterno, ahora que sé que la Biblia está llena de her-


mosas promesas para mí, quiero retenerlas en mi mente
para que sean un aliento a mi vida en momentos difíciles.
Quiero empaparme de Tus palabras para poder repetírselas
a mis hijos, a mis amigos y a cuantos me rodean. Señor, te
ruego que me des, a partir de hoy, las fuerzas necesarias
para retener Tu Palabra y ponerla por obra.

En el nombre de Jesús, amén.


Sean bondadosos y compasivos unos con otros,
y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a
ustedes en Cristo (Efesios 4:32).

Es muy probable que si te pones a pensar acerca de personas


que te han hecho algún daño, encontrarás más de una.
Quizás existan heridas todavía abiertas en tu corazón, cosas
por las cuales estás esperando venganza.

Y hoy, que estás leyendo este devocional, luego de haber acep-


tado a Jesús en tu corazón, llegó por fin el momento de cerrar
esas viejas heridas y comenzar a descansar. De la misma ma-
nera que Dios te perdonó tantas cosas, tú debes perdonar ahora
a quienes te lastimaron y, si algo de lo que te preocupa no es
del pasado, sino que estas viviéndolo en estos días, sólo debes
entregar tu causa a Dios, quien juzgará y actuará por ti.

Yo sé que es difícil pero no imposible. La opción de no per-


donar es terrible y el precio muy alto: el rencor, la amargu-
ra y la falta de gozo resultante te pueden destruir. Te animo
de todo corazón a perdonar.

Un estudio más profundo:

¿Alguna vez alguien te ofendió? ¿Acaso tu cónyuge te fue


infiel? ¿Alguna persona te engañó en los negocios?

La manera en que respondemos a las experiencias difíciles de


la vida afecta en forma directa nuestro bienestar espiritual.

Mi padre murió cuando yo sólo tenía diez años de edad. Nos


dejó varias propiedades y dinero. Pero algunos allegados a la
familia engañaron a mi madre y nos quitaron todo lo que
teníamos. En tres años estábamos viviendo en la pobreza y
llenos de deudas.

Al ir creciendo, comencé a comprender lo que nos habían


hecho, e insté a mi madre a vengarse. A medida que crecía
mi rencor aumentaba. Sin embargo, la Biblia dice: No tomen
venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos
de Dios, porque está escrito: “Mía es la venganza; yo pa-
garé”, dice el Señor (Romanos 12:19).

Mi madre siempre citaba versículos como Romanos 12:19 y


así perdonó por completo a quienes nos engañaron. Aunque
nos llevó 20 años pagar nuestras deudas, ella no quiso
llenarse de amargura. Por lo tanto, Dios le dio libertad de
espíritu y oportunidades para servirle. Años más tarde, cuan-
do yo también perdoné a estas personas, experimenté esa
misma libertad y paz en mi alma.

¿Fuiste herido muy profundamente? ¿Acaso te has inundado


de amargura y te niegas a perdonar? Te animo a leer la his-
toria de José en Génesis desde el capítulo 37 al 50. Este
pasaje nos muestra muchas valiosas lecciones sobre la impor-
tancia de perdonar y olvidar.

La Biblia, en el Libro de Génesis, nos da varias razones por


las que José, el hijo menor de Jacob, pudo haber sido un
hombre rencoroso. Sus hermanos lo odiaron y lo vendieron
como esclavo. La esposa de su amo lo acusó falsamente de
un serio crimen e hizo que lo metieran en una prisión egip-
cia. Un oficial de gobierno le prometió ayuda pero lo dejó en
la cárcel. A pesar de todo, José no permitió que la amargura
se apoderara de su vida (Hebreos 12:15).

¡Cuántas vidas se malgastan por amargura y falta de perdón!


La gente se derrumba física y emocionalmente porque se
rehúsa a perdonar a otros. No podemos permitir que la amar-
gura y el resentimiento echen anclas en nuestra alma. Aca-
barán por destruirnos.

La Biblia dice: De modo que se toleren unos a otros y se per-


donen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor
los perdonó, perdonen también ustedes (Colosenses 3:13).
Luego de iniciarnos en la experiencia de perdonar a alguien,
el olvido es vital. Cuando nació el primer hijo de José, él lo
llamó Manasés, que significa “me hizo olvidar”, porque dijo:
Dios ha hecho que me olvide de todos mis problemas, y de
mi casa paterna (Génesis 41:51). José no sólo perdonó a sus
hermanos sino que olvidó todo el mal que ellos habían
cometido contra él.

Sigue el ejemplo de José. No permitas que la amargura y la


culpa hagan nido en tu alma. Perdona y olvida. Este es uno
de los secretos del cristiano para gozar de buena salud espi-
ritual.

Para más información sobre el tema de la amargura, sugiero


que consigas el librito titulado La amargura: El pecado más
contagioso escrito por Jaime Mirón y publicado por Editorial
Unilit.

Versículos para leer:


Mateo 5:23-24; 44; 18:21-22; Lucas 17:3-4;
Romanos 12:16-21; Efesios 4:29-32; Colosenses 3:12-14.

Oración:

Padre celestial, en el nombre de Jesús, estoy dispuesto a


perdonar a todos los que me han causado problemas y
dolores en el pasado. En este momento los perdono así como
Tú perdonaste todas mis maldades y pecados, y te ruego
incluso que los bendigas. Ahora pongo delante de Ti mi causa
y todas las cosas y personas que me están causando dolor en
la actualidad para que tomes el control y hagas Tu voluntad.
Deseo vivir una vida cristiana saludable y victoriosa y no per-
mitiré que nazcan raíces de amargura y tristeza. Señor, gra-
cias por darme Tu ejemplo y Tu poder para perdonar.

En el nombre de Jesús, amén.


Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos
también recibir lo malo?
A pesar de todo esto, Job no pecó ni de palabra (Job 2:10).

La letra de un canción popular dice:

Así nacemos: Con los ojos cerrados,


como presintiendo que horrible es el mundo que vamos a ver...
Con el llanto en los labios,
como lamentando llegar a una tierra que buena no es...
Con las manos cerradas,
como preparados a dar duros golpes; morir o vencer...
Con la piel arrugada,
como fiel presagio del día que llegue la dura vejez...
Así nacemos, amarrados a un cuerpo,
para que sepamos que el hombre no puede a su antojo correr.

Una de las preguntas más frecuentes es ¿Por qué Dios permite


tanto sufrimiento en el mundo? Sólo podremos entender el
problema del sufrimiento yendo a la Biblia. La Biblia es el cofre
del tesoro de la sabiduría divina, cuyo propósito es enseñarnos
cómo vivir bien. También puedes aprender principios observan-
do a aquellos que triunfaron y a aquellos que fallaron. Luego,
ponte como meta imitar a los primeros y a la vez, evitar los
errores de los segundos.

La letra de la canción es una verdad absoluta para quienes no


tienen a Cristo en su vida, pero apenas una parte de la verdad
para nosotros que hemos aceptado a Jesús en nuestro corazón.
Porque, aunque reconocemos que estamos en un mundo donde
sufriremos, tenemos el consuelo de Dios, que, en la persona de
Jesús, sufrió en carne y hueso lo que nosotros podemos sufrir.
Por eso, nos entiende y nos consuela. Pero además tenemos la
promesa que todo al final será para nuestro bien.
Así que, aprende los principios que te enseñan las pruebas y el
sufrimiento día por día. No lo lamentarás.

Un estudio más profundo:

Hay cuatro clases de sufrimiento. El primer tipo es el sufri-


miento como resultado de desastres naturales, como por ejem-
plo un terremoto o una gran tormenta, cuyas consecuencias
afectan a justos e injustos (Mateo 5:45).

Una segunda clase de sufrimiento podría denominarse “la inhu-


manidad del hombre para con el hombre”. La guerra entraría en
esta categoría. El hombre trata de herir a su prójimo en razón
de su codicia y su orgullo (Santiago 4:1-2).

Un tercer tipo de sufrimiento se demuestra con claridad en la


vida de Job en el Antiguo Testamento. Fue resultado del ataque
directo de Satanás. Después que recibió autorización de Dios,
Satanás comenzó a actuar y causó un sufrimiento indecible a
Job y su familia.

La cuarta clase de sufrimiento es el que se produce como resul-


tado de nuestras propias acciones equivocadas. Por ejemplo,
demasiados individuos sufren cuando quebrantan las leyes mo-
rales de Dios y, a menudo, Él permite que esas personas vivan
con las consecuencias de sus acciones (Gálatas 6:7-8).

Cada vez que los hombres quebrantan las leyes de Dios, hay
otros que también estarán expuestos al dolor. Cuando Acán
(Josué capítulo 7) codició y tomó parte del botín de la batalla
de Jericó, su pecado costó la vida de 36 hombres en la batalla
contra el pueblo de Hai. Es inevitable que otros habrán de sufrir
por la desobediencia de una persona.

Ya sea que hayamos provocado nuestro sufrimiento o no, la


manera en que respondemos habrá de construirnos o destruir-
nos como cristianos. Las circunstancias por lo general no mol-
dean nuestro carácter sino que lo revelan. Pero respondiendo
bíblicamente a las pruebas, podemos desarrollar paciencia y un
carácter maduro (Romanos 5:3-4).
Los problemas, las presiones, la calamidad o la muerte de un ser
querido a menudo hacen que nos examinemos y tratemos de
descubrir pecado en nuestras vidas (1 Reyes 17:18). Sin embar-
go, debemos tener cuidado de no permitirle a Satanás que nos
abrume con un falso sentido de culpa y un dolor por demás
excesivo (2 Corintios 2:7). La esposa de Job lo instó a maldecir
a Dios y morirse. Pero Job no se dio por vencido y permaneció
fiel al Señor. Nótese que al final Dios le devolvió a Job todo lo
que había tenido antes, y aún más (Job 42:10-17).

En vez de centrar la mirada en las circunstancias, debemos


mantener nuestros ojos en Jesucristo. El nos dará victoria en
cualquier situación que atravesemos, y como resultado de esas
pruebas, seremos cristianos más fuertes y mejor equipados para
servirle.

En tiempos de pesimismo y sufrimiento podemos decir con el


salmista: El Señor está conmigo, y no tengo miedo; ¿qué me
puede hacer un simple mortal? (Salmo 118:6). El Señor mismo
es nuestro consuelo y nuestra esperanza en tiempos difíciles.

Confía en Dios y espera en Él cuando atravieses por tiempos de


dificultades y tristezas.

Versículos para leer:


Génesis 37-49; Job 1-2: Romanos 5:1-5; Santiago 1:1-4.

Oración:

Señor y Dios mío, entiendo que en la vida deberé pasar “por


valles de sombra de muerte”, como dice el Salmo 23, pero tam-
bién entiendo que “Tú estarás conmigo”. Gracias porque ahora
sé que siempre hay un mañana mejor para Tus hijos. Ayúdame
a soportar las pruebas, presiones y sufrimientos. Consuélame
cuando esté triste y dame Tu paz. Permite que con Tu conso-
lación pueda yo consolar a otros.

En el nombre de Jesús, amén.


¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis
mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi
Padre lo amará, y yo también lo amaré y me
manifestaré a él (Juan 14:21).

Los Diez Mandamientos son tan famosos que la gran mayoría


de las personas en este mundo los conocen. Sabemos que
Dios los escribió en dos tablas de piedra, se los entregó a
Moisés para que se los leyera al pueblo de Israel que cami-
naba por el desierto. Sabemos que ellos debían ponerlos en
práctica. Pero, ¿de qué manera pueden afectarnos en el siglo
XXI?

El pasaje bíblico que leímos hoy en Juan 14:21 nos abre un


hermoso panorama de la actualidad de los mandamientos y
de lo que Dios nos promete al cumplirlos. ¿Deseas que Dios se
manifieste hoy en tu vida dándote el poder para vencer y
vivir una vida victoriosa? Obedece sus mandamientos y ámale
con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus
fuerzas.

Te animo a leerlos en el libro de Éxodo capítulo 20, los primeros


17 versículos. Luego pregúntate: ¿por qué nos dio Dios los Diez
Mandamientos? Escribe cada una de tus respuestas.

Un estudio más profundo:

Un estudio cuidadoso de los Diez Mandamientos (Éxodo 20:1-


17), muestra principios que aumentarán tu comprensión de
la sabiduría y amor infinitos de nuestro Padre celestial.

Los mandamientos de Dios revelan Su carácter. El más glo-


rioso aspecto de los Diez Mandamientos es que revelan el
carácter de Dios. Adoramos a un Dios posesivo (Éxodo 20:3);
celoso, en el sentido de que aborrece la idolatría (20:4-6);
santo y digno de honor y respeto (20:7); deseoso de que pre-
servemos la santidad de la adoración y de que aprendamos a
descansar en Él (20:8-11); un Dios que quiere proteger a la
familia (20:12); que respeta y honra la vida (20:13); que
desea hijos piadosos, pureza sexual y un pueblo santo
(20:14); que se deleita en dar regalos y en que esos regalos
no se quiten (20:15); que es confiable en un 100% (20:16);
que mira la realidad interior de cada corazón (20:17).

Los mandamientos de Dios muestran liberación genuina.


La sociedad de hoy produce un tremendo sentido de esclavi-
tud. Constantemente se menciona la necesidad de escapar,
irse por las suyas y ser libres. La ironía es que la gente cree
que el camino a la liberación es quebrantar las leyes morales
divinas. Sin embargo, al hacerlo sólo experimentan una
esclavitud más pronunciada. Sólo la ley moral de Dios revela
la liberación genuina.

Los mandamientos de Dios proveen protección completa.


Una lectura cuidadosa de los Diez Mandamientos revelará
cómo Dios los delineó para protegernos social, política,
económica y físicamente. Y sobre todo, observa que esos
mandamientos nos protegen espiritualmente de nuestro
adversario, el diablo, que está esperando destruirnos (1
Pedro 5:8). Satanás batalla contra nosotros tentándonos a
salir de los límites de Dios. Pero podemos tener victoria
porque Cristo vive en nuestro corazón (1 Juan 4:4).

Los mandamientos de Dios revelan verdadero amor. Al


leer los Diez Mandamientos, ¿te fue posible comprender lo
que cada uno de ellos revela sobre el amor?

Mostramos el amor por el Padre dándole en la vida el lugar de


primacía que le corresponde (Éxodo 20:3); no atribuyéndole
características que no están reveladas en las Escrituras (20:4-
6); no entristeciendo al Espíritu Santo con una lengua indis-
ciplinada (20:7); separando un día a la semana para honrar a
Dios y tener comunión con nuestra familia y la familia de Dios
(20:8-11); honrando a nuestros padres, lo que además revela
el amor de Dios hacia nosotros más tarde en la vida y mues-
tra también su deseo de que tengamos hogares felices
(20:12); respetando la vida y haciendo a otros lo que qui-
siéramos que los otros hicieran con nosotros (20:13); no
tomando livianamente nuestra sexualidad (20:14); alegrán-
donos al ser generosos para con el Señor (20:15); siendo dig-
nos de confianza y honrando a Dios en lo que decimos
(20:16); estando satisfechos, siendo santos y santificados a
través del poder del Espíritu Santo que vive en nosotros
(20:17).

Versículos para leer:


Juan 14:15,21; Juan 15:10; 1 Juan 2:3-4; 1 Juan 3:23-24;
1 Juan 5:2-3; 2 Juan 1:6.

Oración:

Padre nuestro, te alabo y te doy gracias porque eres el


mismo ayer, hoy y por la eternidad. Tus palabras son la ver-
dad. Al leerlas descubro Tu gran amor por mí, al ponerlas en
práctica disfruto de Tu amor y al amarte con todo mi
corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas, recibo
las bendiciones que están guardadas para Tus hijos.

En el nombre de Jesús, amén.


Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que,
al oír a Juan, habían seguido a Jesús. Andrés encontró
primero a su hermano Simón, y le dijo: —Hemos
encontrado al Mesías (es decir, el Cristo). Luego lo llevó
a Jesús, quien mirándolo fijamente, le dijo: —Tú eres
Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas, es decir, Pedro
(Juan 1:40-42).

La gran mayoría de nosotros tenemos familiares que no cono-


cen a Cristo. ¿Te sorprendería saber que también le pasó a
Jesús? La Biblia dice: Lo cierto es que ni siquiera sus her-
manos creían en él (Juan 7:5). Más tarde encontramos a uno
de los hermanos de nuestro Salvador encabezando la iglesia
en Jerusalén (Hechos 15).

El de hoy es el último de los estudios devocionales de esta


serie que hemos preparado para los primeros pasos en tu
nueva vida cristiana y queremos reflexionar acerca de las
personas que te rodean y que todavía no le han entregado su
vida a Jesucristo.

La gran promesa es que también los integrantes de nuestro ho-


gar serán salvos (Hechos 16:31). Pero también leemos en 1 Pe-
dro 2:9 que nosotros, los que fuimos llamados, tenemos la
responsabilidad de anunciar las virtudes de Aquél que nos llamó.

Por lo tanto, ahora comienza una etapa en tu vida donde la


oración por las personas que todavía no alcanzaron la sal-
vación, y el testimonio de tu fe, deberán ser algo cotidiano
hasta que nuestro Señor venga por nosotros o nosotros nos
vayamos con Él.

¡Adelante! Porque Dios tiene aún más interés que nosotros en


que todos lleguen al conocimiento de Cristo y alcancen la
vida eterna.
Un estudio más profundo:

Es el deseo de Dios salvar a toda la familia y no sólo a un


miembro (Hechos 16:31). Pero el proceso de salvación em-
pieza por un miembro y luego se extiende a los demás. En
este caso, tú eres la persona con la cual Dios comenzó a
obrar en tu familia. ¿Qué puedes hacer?

1) Las Escrituras indican que Dios usa la vida de sus hijos para traer
familiares de éstos a Cristo (1 Pedro 3:1-7), lo cual subraya la
importancia de tu ejemplo en el hogar. Pedro explica: Mantengan
entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los
acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de us-
tedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación (1 Pedro 2:12).

2) Debes asegurarte de que tu relación con cada familiar sea


recta en cuanto dependa de ti (Romanos 12:18). Donde existen
conflictos, tu responsabilidad como creyente es reconciliarte (2
Corintios 5:19), perdonar (Efesios 4:32), y pedir perdón (Santiago
5:16). Aunque sea difícil, Dios te dará el poder necesario para
hacerlo. La reconciliación abrirá las vías de comunicación.

3) Te recomiendo la lectura de los siguientes versículos que


tienen que ver con el hogar: Efesios 5:31-33; Colosenses
3:20; 1 Corintios 11:3; 1 Pedro 3:1-7; Colosenses 3:18-20.

4) Te animo a que ores por tus familiares con persistencia. Al


orar por ellos, sugiero que sigas los siguientes pasos:

Oración específica
Lo primero es orar específicamente en contra de las cosas que
los mantienen alejados del conocimiento de Dios (2 Corintios
10:5). La oración es uno de los elementos principales para que
lleguen a Cristo.

Oportunidad
En Colosenses 3:3, leemos que Pablo está en la cárcel y pide
una puerta abierta para su mensaje. Debes hacer lo mismo
que Pablo y orar por oportunidades para que puedas hablar-
les a tus familiares y amigos de la Palabra de Dios como lo
hizo Andrés en el pasaje que leímos hoy.
Valentía
Consideremos Efesios 6:19. Allí, Pablo pide “valor” para
hablar. No sólo necesitamos oportunidades, sino que cuando
llegue la oportunidad, necesitamos valor.

Mensaje adecuado
Además, Pablo solicita oración por el mensaje mismo: Dios
me dé las palabras (Efesios 6:19). No solamente necesitamos
oportunidades y valor, sino también un mensaje adecuado
para el familiar con quien estamos hablando.

Mensaje claro
Consideremos un último aspecto de la oración por alguien
que no conoce a Jesucristo en Colosenses 4:4. En este
pasaje, Pablo les pide a los creyentes que oren para que
predique la Palabra de Dios “con claridad”. Debemos rogarle
al Señor que nos ayude a dar el mensaje, con valor y clari-
dad, cuando se nos presente la oportunidad.

Versículos para leer:


Juan 1:40-42; Hechos 16; 1 Corintios 7:10-16;
1 Pedro 3:1-7.

Oración:

Señor, comprendo mi responsabilidad de predicar Tu evange-


lio, las buenas noticias de Tu amor. Deseo comenzar por las
personas más próximas, mi familia y mis amigos. Los pre-
sento delante de Ti y cada día lo haré. Te ruego que me des
la oportunidad para hablarles de Tu amor, el valor para ha-
cerlo, y me permitas, sobre todo, darles un mensaje respal-
dado por mi propio testimonio, claro y adecuado para ellos
en su momento particular.

En el nombre de Jesús, amén.


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