!tu Te Lo Buscaste! 9 - Emma Green
!tu Te Lo Buscaste! 9 - Emma Green
!tu Te Lo Buscaste! 9 - Emma Green
la biblioteca:
Intenté con los bancos, los trabajos ocasionales en los que las frituras te
acompañan hasta la cama... Pero fue imposible reunir esa cantidad de dinero y
tener tiempo de estudiar. Estaba al borde del abismo cuando Sonia me ofreció esa
misteriosa tarjeta, con un rombo púrpura y un número de teléfono con letras
doradas. Ella me dijo: « Conoce a Madame, le vas a caer bien, ella te ayudará...
Y tu préstamo estudiantil, al igual que tu diminuto apartamento no serán más que
un mal recuerdo. »
Todo… o casi todo. Pues Kate y Will están unidos por un secreto que pronto
descubrirán… aunque no quieran.
ZNIL_009
1. De esta tierra
Valentine
El pequeño hombre casi salta sobre su banco y me mira sin atreverse a cruzar
los ojos con los del coloso.
Ahora yo soy quien tritura la mano de mi amante con mis falanges aterradas.
– ¡Peters! –gruñe el rubio gigante, tan preocupado como yo–. ¡Dígalo ya,
carajo!
Cierro los ojos esperando escuchar la sentencia. Amo al bebé que crece dentro
de mí y temo por su vida. Si la realidad es mala, cruel, devastadora, no quiero
mirarla de frente.
– Están esperando trillizos.
Volteo a ver a mi Vikingo que tiene los ojos bien abiertos e iluminados.
Durante los siguientes minutos, el médico nos explica que estamos esperando
tres bebés; que si los concebimos de manera natural, sin tratamiento de fertilidad,
es un fenómeno increíblemente raro; y que es aún más raro que sean trillizos mono
cigotos. Tres niños perfectamente idénticos. También nos dice que mi embarazo
es de alto «riesgo» pero que por ahora no tengo nada por qué alarmarme. Me doy
cuenta de que no hay uno, sino tres pequeños seres humanos que se desarrollan, de
manera natural, dentro de mí.
Cada uno tiene su turno para escuchar sus pequeños corazones latir a toda
velocidad mientras contenemos las lágrimas. Corrección: Nils tiene los ojos
llorosos y yo sollozo sin freno.
– Creo que nunca te habías visto tan hermosa… –susurra Nils en mi oreja antes
de besarme en la boca frente a las personas que pasan–.
– ¡Si vas a darme tres princesas rebeldes, tendré que volverme padre de
tiempo completo! No podré quitarles un ojo de encima nunca…
– Según lo que entiendo, tendré que matarme cuidándolos y nunca nadie más
volverá a preocuparse por mí, -bromeo–.
– No. A ti también te cuidaré, –murmura–. Nunca amaré a alguien más que a ti,
Valentine Laine-Cox…
– ¡Me aburro!
– ¡Tienes que guardar reposo! « Mientras no haya llegado a los tres meses de
embarazo, evite cualquier tipo de esfuerzo » –recita incansablemente el futuro
padre de mis hijos–.
Mi cuerpo está cambiando. Con estos tres fetos de sangre noruega, me pongo
gorda rápidamente. Todo el tiempo tengo hambre. Tengo una obsesión por comer
chocolates Kit Kat y pimientos crudos. Todas las noches me levanto para comer a
escondidas. La báscula está un poco molesta. A mí no me importa: estoy
esperando trillizos. Mi Vikingo me repite cada día lo hermosa que soy. No sé si
debo seguir creyéndolo pero lo intento. Entre nosotros, el sexo es más prudente,
menos salvaje que antes, pero vuelvo a descubrir cada día la ternura infinita de
mi Musclor.
Nils, apenas despierto, abre un ojo y me sonríe con dificultad. Más sexy que
él… imposible. Echo un vistazo a la maleta de viaje que hizo anoche.
El coloso se endereza sobre los codos y ríe con su incipiente barba (apenas se
nota). Su cabello ha crecido bastante. Parece como si sus raíces Vikingas
volvieran a aparecer.
– ¿Esta vez no te rendirás, verdad? –me pregunta con su voz ronca–. ¿Incluso
si te digo que voy a ver a No-Name y que quiero que estés los más alejada
posible de ese tipo?
– Me porté bien, Nils, –le recuerdo–. Demasiado bien. Necesito moverme…
– Entonces prepara tu maleta, –suspira mirando el reloj-. Nos vamos en treinta
y siete minutos.
– Ya está lista –le confieso.– O me llevabas o te seguía…
– Ahora eres una princesa en fuga… –refunfuña tomándome en sus brazos–.
Posa las grandes palmas de sus manos sobre mi vientre redondo y me besa el
cuello.
***
Camino al desierto de Karoo, al norte del Cabo, nos encontramos con una
increíble planicie semi-desértica y con un cielo inmenso. Sobre la carretera 62 ,
el paisaje cambia a lo largo de los kilómetros recorridos por la 4 x4 todo
terreno. Hay valles verdes y cultivados; a lo lejos se ven las cimas blancas con
nieve, los pueblos que parecen del Far West, el ganado que descansa bajo el sol y
también los primeros cactus. El suelo árido termina develándose ante nosotros.
– Aïna no debe saber esto nunca –digo a mi Vikingo–. Me mataría dos veces.
Ella…
– ¡No tengo miedo de nada ni de nadie, Nils Eriksen! Nunca te tuve miedo,
recuérdalo. ¡A pesar de que parecías un oso malhumorado y distraído!
– Es verdad.
– Y recuerda a tu marsupial. ¡Lo dominé de inmediato!
Unos veinte minutos más tarde, Nils detiene el vehículo cerca de un gran
letrero deteriorado que indica que hay una granja al aire libre de avestruces. No
sé dónde estamos y sería incapaz de ubicar este lugar en un mapa, pero este sitio
me gusta. Estamos como a veinte grados de temperatura. El cielo está radiante y
la arena casi roja calienta mis pies descalzos. Mientras me pongo mis sandalias,
estiro largamente mi espalda dolorida y luego acaricio mi vientre.
– ¿Valentine, estás segura de que quieres verlo? –me pregunta Nils, mirándome
detrás de sus gafas obscuras–. Aún puedes cambiar de opinión. Hay un hostal a
diez minutos de aquí…
– Ya llegué hasta aquí. Ahora me quedo.
– Eriksen, –dice su voz chillona y falsamente alegre–. Por lo que veo, vienes
acompañado. ¿Necesitas testigos?
– Reserva tu show para alguien más, No-Name, –le contesta Nils poniéndose
frente a mí–. ¿Tienes nuevas noticias?
En este instante, una segunda tienda se abre y de ella sale una joven morena de
unos quince años, con un bonito vestido color rosa. Nils, que estaba tenso, se
relaja de inmediato.
– Santana, es la hora del té, –le dice No-Name en español, con una voz casi
tierna–.
– Pronto me di cuenta de que esta muchacha era su redención, –me dice Nils en
el oído antes de levantarme del suelo–.
***
Nils me lleva al hostal del que me habló antes. Es maravilloso y está casi
desierto. Llegamos al lugar perfecto después de un día como este. En el fondo de
mi bañera llena de agua deliciosamente tibia y jabonosa, envío un mensaje que
tengo ganas de enviar desde hace semanas.
[Amiga, prepárate.]
[¿Qué? ¿Tom Hardy? ¿¿Te contactó para preguntarte cómo conquistarme??]
[Sí, también. Tengo algo que decirte.]
[¿Algo de qué? ¡A veces tus adivinanzas me provocan dolor de cabeza, sabes!]
[Estoy embarazada.]
[Y yo estoy tirada en el piso del baño. Acabo de caerme. ¡¡¿ESTÁS QUÉ?!!]
[De trillizos.]
[Ja ja ja. Qué graciosa.]
Los mensajes siguen llegando como ráfagas por una buena media hora hasta
que alguien llama a la puerta de nuestra habitación. Salgo rápidamente del baño,
me envuelvo en una bata y voy a abrir, esperando no despertar a Nils que se
quedó dormido sobre sus expedientes de SAFE.
Es una carta dirigida a Nils Eriksen que está en contacto todos los días con su
hermano por un millón de razones profesionales y personales. Le doy las gracias
al hombre y cierro la puerta detrás de mí. Sé lo que contiene esta carta. Al menos,
sé de dónde proviene. Durante un ínfimo instante, dudo en destruirla. Siento que
mi Vikingo ya tuvo suficientes emociones por un día.
Cuando entro en la habitación, Nils está de pie, con el torso desnudo, los
músculos tensos, a punto de atacar, como si algo pudiera pasarme. Lo empujo
suavemente hasta la cama mientras lo beso y me siento a su lado. Mi Vikingo ve el
sobre y comprende lo que está pasando, sin que yo tenga que decir nada. Su
mirada se queda fija. Pone la mano en su nuca y luego se apodera del correo.
Dentro del sobre hay una primera hoja blanca y ennegrecida con una caligrafía
redonda y clara. Es la letra de la Sra. Gomez, la abuela de Tilly. Nils extiende
ansiosamente el papel frente a nuestros ojos para que yo pueda leer al mismo
tiempo que él:
« Señor Eriksen,
Cuídese mucho. »
Retengo las lágrimas y luego descubro otros documentos al mismo tiempo que
mi amante conmovido. Hay una fotocopia de una boleta con excelentes notas; una
foto de una niñita morena con dos trenzas y una gran sonrisa sobre un poney más
largo que alto; y un dibujo donde está un tipo grande como una casa y rubio como
el trigo que toma de la mano a una pequeña niña con trenzas negras. En este dibujo
hay un gran sol, pájaros, un arcoíris, colores por todos lados y un gracias escrito
con letras rosas y una flor en la tilde de la letra i. El dibujo está firmado por Tilly.
Nils
Los insomnios son para los débiles, para los hombres estresados o para los
perezosos, para los que no están lo suficientemente cansados como para caer en el
famoso « descanso del guerrero ». Al menos eso es lo que yo creía antes de
encontrarme en medio del desierto del Karoo, en la noche, con los ojos bien
abiertos y el cuerpo inquieto. Me siento bajo la luna llena, dorada y redonda. Esto
es casi tan hermoso como el seno de una mujer. ¡Vamos, tampoco soy de los
chicos que se sientan a contemplar las estrellas y a preguntarse si estas forman un
maldito corazón o una vieja cacerola con un mango arruinado! Aunque, mierda,
esta noche es la más negra que jamás haya visto y todas esas cosas que brillan
allá arriba me pican gravemente los ojos. Como quiera, no voy a ponerme a
lloriquear.
Valentine sale y viene a mí con pasos lentos, como si flotara sobre la arena.
Lentamente, se recuesta cerca de mí y pone la cabeza sobre mis piernas. Luego,
toma mi mano y la pone sobre su vientre, y esto funciona como remedio milagroso
para mi insomnio. Creo que ella también se quedó dormida. No creí que la
redondez de su cuerpo me gustara tanto. Siento las lágrimas subir a mis ojos pero
me las trago.
Mis pensamientos se golpean entre ellos como un tren que se descarrila y que
choca solo. Tengo recuerdos de mi infancia que me parecen tan lejanos. Pienso en
la búsqueda de mi madre que nunca estuvo tan presente y en mis hijos que
llegarán pronto. Corrijo: en los bebés que llegan a toda velocidad multiplicados
por tres, como manada, como una jauría salvaje. Debería estar muriendo de
miedo pero ya los estoy esperando, ya siento que los amo. No me siento normal.
Estoy como drogado por la maldita princesa que duerme como una doncella,
abandonada y tranquilamente sobre mí. Abandonado. Así me sentí toda mi vida
hasta ahora. Hasta que llegó ella, ellos y yo.
***
Tengo ganas de encajarle mi puño entre los ojos pero sigo sin reaccionar. Mi
princesa guerrera toma el control de la situación; junta todas nuestras cosas en una
maleta; guarda las pistolas, un botiquín de primeros auxilios, agua, un paquete de
Kit Kat y toneladas de pimientos.
Bajo del auto antes de que frene por completo. La veo. No conozco a esta
mujer pero la reconozco a pesar de la distancia. Se me revuelve el estómago.
Sigrid está de pie. Se ve grande, larga y delicada como en mi memoria. Su
cabello rubio, casi blanco, atado en una interminable trenza, cuelga como un fuete
sobre su espalda baja. Se parece tanto a la mujer de mis recuerdos que hasta me
duele. Es como dar un salto brutal hacia el pasado. Sólo que ahora sí estamos del
otro lado del mundo. Ahora mi madre ya no tiene veinte años y está dando clase
en una pequeña escuela al aire libre, frente a unos veinte niños atentos y
silenciosos. Su voz los arrulla y los cautiva como a mí hace mucho tiempo.
Treinta y cuatro años después, a punto de ser padre, torpe, tímido como el niño
miedoso que nunca fui y, sobre todo, incapaz de hacer el mínimo gesto de afecto.
Esto en verdad no ha cambiado. Sigrid lo duda aún pero da un paso hacia
adelante. Pone la mano temblorosa y delicada sobre mi mejilla, como para
asegurarse de que estoy aquí, frente a ella, de que soy real.
Yo también soñé que volvíamos a vernos un millón de veces y nunca pensé que
este momento llegaría. Pero la realidad sobrepasa todo.
Mi madre asiente y regresa lentamente hasta su lugar, hace que sus alumnos se
sienten y retoma la clase de cálculo al aire libre. Una pequeña cabeza viene a
deslizarse bajo mi brazo, levanta sus hermosos ojos negros y su gran sonrisa
hacia mí.
– Ella también es tan pragmática como tú, –me murmura Valentine, divertida–.
– ¿Te refieres a su juicio por las prioridades? –sonrío, casi orgulloso–.
¡Siempre terminamos lo que empezamos!
– También tienes sus ojos, su cabello, su manera de andar, ligera y
silenciosa… Su gracia… Y ahora sé de donde viene este calor natural de oso
polar, –se burla–.
– El calor lo llevamos dentro, –susurro antes de besarla en la boca–.
El día pasa en cámara lenta hasta que la maestra de escuela entrega su bata y
los niños se dispersan gritando. Mi madre nos invita a su casa, cerca de aquí. Al
fin puedo presentarle a mi familia.
– Valentine Laine-Cox…
– Sigrid Eriksen, encantada, –le responde con una sonrisa aún insegura–.
– Por ahora todavía no quiere tomar nuestro nombre noruego, –le explico a mi
madre–. Pero los tres bebés ahí dentro serán unos verdaderos Vikingos. Yo me
encargo de eso.
– ¡¿Tres?!
– Su hijo en verdad nunca hace las cosas a medias, –refunfuña Valentine–.
– ¡Qué bueno! –responde Sigrid espontáneamente–. La mitad de tres bebés
haría sólo uno y medio. No estoy segura de que eso sea muy práctico…
– Ya veo… –se divierte mi princesa desconcertada–. ¡Ustedes tienen el mismo
pragmatismo y el mismo humor extraño!
Los tres reímos de esta extraña manera de romper el hielo, que al menos logró
relajar el ambiente. Cuando Noruega se invita a Sudáfrica, se necesitan varias
horas para calentar todo esto. Con mucha precaución, mi madre me pide que le
cuente todo: mi infancia sin ella, mis estudios, mis familias adoptivas, el camino
que recorrí para convertirme en un hombre. Apenas le he contado la mitad y sus
ojos grises y tristes ya están llenos de lágrimas. Entonces empiezo a hablar de mis
grandes pasiones y de las pequeñas cosas que me hacen feliz en la vida. Le hablo
de mi «hermano» Samuel, de la Legión, de la policía, de mis viajes, mis tatuajes,
el deporte, la comida, Willy, los pocos pero excelentes amigos y de mi encuentro
con Valentine.
Entonces ella empieza a contar como la protegí, cómo la rescaté más veces de
las que todos creen. Le dice que no conoce a ningún hombre más valiente, y a
veces más molesto, que yo. Valentine habla con orgullo de SAFE y de los
hombres que trabajan para mí; de mi asociación con Roman y Malik; y de mi
«idea genial», de esas curaciones de urgencia que ya le han salvado la vida a
unos cuantos, incluso a millones de personas. Puedo leer el amor y el orgullo en
las miradas de estas dos mujeres tan diferentes y tan importantes para mí.
Valentine
Me voy del desierto del Karoo casi contra mi voluntad. El paisaje desfila
frente a mis ojos: la tierra roja, los arbustos secos, las planicies inmensas y los
cielos infinitos. Echo un vistazo a mi lado derecho, detrás de mis gafas obscuras,
y cruzo la mirada serena y determinada de mi Vikingo.
Sus ojos me sonríen con mucha ternura. La hora de regresar ha llegado pero, al
menos, Nils pasó casi una semana junto a su madre. Creo que todo salió mucho
mejor de lo que él esperaba. En esos pocos días suspendidos en el aire, los dejé
solos frente a frente varias veces para que tuvieran la oportunidad de ponerse al
tanto de lo que ha pasado en su vida durante todo el tiempo perdido… Por mi
parte, me tomé el tiempo de cuidar de mis tres mini comelones que exprimen
literalmente toda mi energía y hacen que me duerma en cualquier momento y
donde sea.
Esta mañana, la despedida entre madre e hijo fue digna y púdica pero llena de
una emoción brutal y muy fuerte que me hizo llenar mis ojos de lágrimas.
***
La elegancia no es lo mío.
– ¡Par de locos! –me dice Samuel para recibirme–. ¡No me dijeron nada!
– No, pero me imaginé muchas veces la cara de imbécil que pondrías, –sonríe
el rubio colosal–. Ya sabes, la misma que tienes en este momento…
El gran castaño ignora las burlas de su hermano y se acerca para tomarme entre
sus brazos. Yo le regreso el abrazo y río de buena gana cuando veo una pequeña
lágrima brillar en la comisura de sus párpados.
Inhala. Exhala. ¿Cómo le hacía Aïna? ¡Ah, sí! ¡Una bolsa! ¡Que alguien me
dé una bolsa!
– ¡Groooik ronch!
Dejo a estos dos reescribir la historia y me alejo para llamar a mi madre que
no responde. Tengo una nueva obsesión: debo contarle todo. Tengo que decirle
que dentro de algunos meses será abuela. Una ola de emociones llega a mi
cuerpo. Devoro un Kit Kat y subo al piso de arriba.
Mientras me relajo con una ducha bien caliente, Willy regresa a su jardín y a
su quintal de manzanas; Sam pide la cena para toda una armada; y escucho a Nils
hacer muchas llamadas telefónicas. Cuando me dispongo a salir del baño, su voz
grave llega hasta mí, justo detrás de la puerta:
Levanto los hombros y pienso en mi amigo sin saber si esta invitación le dará
gusto… o lástima. Mi dilema se evapora cuando la voz de Samuel resuena en toda
la casa:
***
En cuanto a mí, no tenía idea del gusto que me iba a dar volver a ver todos
estos rostros y estas sonrisas.
Pusieron una mesa suntuosamente decorada en medio del parque, frente al sol
que se mete sobre el lago. Los invitados que vienen a pasar la noche en Isabella
Lake llegan poco a poco. Aïna es la primera que me abraza tan fuerte que casi me
asfixia, luego da gritos histéricos al descubrir la circunferencia de mi vientre (que
se parece peligrosamente al del trasero de Willy). Faith es más discreta pero
también está conmovida. Las dos amigas matan a Sam con la mirada cuando les
toma una foto. Luego hacen un pacto para la noche: ganará la que lo seduzca más
ultrajantemente para después despreciarlo crudamente.
Los dos hombres van a los brazos del otro. Este es un gesto raro de la parte de
Nils. Creo que la paternidad lo está volviendo más sensible. Luego, James y
Charlie llegan al mismo tiempo, uno con un atuendo chic y casual y el otro con un
frac ligeramente pasado de moda. El primero nota de inmediato mi vientre
redondo mientras el segundo se tarda diez minutos y dos copas de champán para
entender porqué todos me felicitan tanto. Cuando el más aristócrata de los
aristócratas comprende el motivo de la reunión, deja escapar una palabra (casi)
grosera:
Una carcajada más tarde, Florence baja por el caminito que lleva a la gran
mesa. Parece un ángel con su vestido blanco vaporoso y su cabello flotando en el
viento. Es como un ángel que solloza fuertemente y empieza a hablarme con la voz
gangosa en cuanto ve mi estado.
Las dos personas que más amo en el mundo se separan y mi madre me rodea
con sus brazos.
Resultado: Aïna tiene ganas de ir a vivir allá y Faith piensa que el agua
sagrada de un pequeño pueblo namibio es la culpable de la creación de los
trillizos.
***
– No se haga ilusiones, Miss Laine, no mantendrá este ritmo por mucho tiempo.
A partir de los seis meses de embarazo, tendrá que guardar cama. La veré cada
semana para verificar que todo esté bien y para evitar que tenga un parto
prematuro. ¿Entendido?
– Entendido, –esponde Nils por mí–.
– ¿Puedo dar mi opinión?
– No, –responden los dos hombres al unísono–.
Treinta minutos más tarde, Zheng presionó todos sus botones; me tomó medidas
de arriba a abajo, de pies a cabeza y de un extremo a otro; escuchó los tres
corazones; nos confirma que todo está bien pero el supuesto hombre inteligente
juega con nuestras emociones:
– ¿Están seguros de querer saber el sexo de sus hijos? Los tres tendrán el
mismo, ¿recuerdan?
– ¡Sí! –grito con una voz muy aguda, como una adolescente que cambia de
voz–. ¡Claro que queremos saber!
– ¿Y dónde queda la magia? –me sonríe el doctor–.
– La magia ya pesa diez kilos, me provoca náuseas veinte veces al día y estira
cada segundo más mi piel, –gruño–.
– ¿Tiene un carácter fuerte, eh? –se burla el médico mirando a Nils–.
– Aún no ha visto nada, –le responde orgullosamente mi Vikingo–.
Nils besa tiernamente mi mano, exactamente como el día de nuestra primera
ecografía, y voltea hacia la pantalla negra.
Zheng conoce bien la respuesta, de eso estoy segura, pero verifica de nuevo
los acercamientos del tubérculo genital de cada bebé. Finalmente su voz lenta
anuncia el veredicto:
Sin que sepa exactamente por qué, doy un grito de felicidad que me quema la
garganta y empiezo a llorar como una idiota. Nils, con una sonrisa inmensa
dibujada en los labios, me toma en sus brazos y me arrulla para que me calme.
***
Injusticia total.
Aunque me es suficiente poner las manos sobre mi enorme vientre para entrar
en razón, este ínfimo sacrificio lo haría mil veces por ellos. Me doy cuenta poco a
poco, incluso antes de que estén aquí, de lo que significa ser madre.
– ¡Yo me encargo del pavo, Aïna del postre y Samuel de los villancicos! –me
anuncia mi madre justo antes de irse en el auto, un día antes de Navidad–. ¿Nils
se encarga de la decoración?
– Mamá, si quieres quedarte con Darren…
– ¡No, no y no! Festejaré Navidad con mi hija. ¡Eso no se negocia! Terminarás
perdonándole y podremos reunirnos todos. ¡Estoy íntimamente segura de ello!
Mientras tanto, ¡Estoy de tu lado! ¿Entonces, quién se encarga de la decoración?
– Está terminando de poner el árbol de Navidad, –sonrío al ver a mi gigante
luchar con un Nordmann más grande que él–. Lo demás está listo.
– Es tu última Navidad antes de ser madre, hija… –se conmueve de pronto
Florence del otro lado del teléfono–.
– ¡Urgencia! –grito–. ¡Tengo que dejarte! Buen viaje, mamá. ¡Dile al chofer
que maneje con cuidado!
Cuelgo el teléfono y lanzo el cojín sobre el enorme trasero de Willy que está
mordiendo el pie del árbol de Navidad. Nils se da cuenta y persigue al enorme
osezno por toda la casa antes de echarlo fuera. Agotado, mi tierno gigante viene a
sentarse junto a mí sobre el sofá y pone la cabeza sobre mi vientre.
Nils voltea a verme y me fija con sus ojos transparentes, brillantes, con la
mirada que me conmueve. Este hombre es mi vida y nada más.
***
La solución es tomar una selfie con cada uno haciendo distintas caras.
– Creo que haremos una buena mezcla, –sonrío arrodillándome frente a él–.
Me quito su playera blanca que hasta ahora usaba como camisón. Debajo de
ella está el pendiente precioso que acaba de regalarme… y una lencería fina. Los
ojos de mi guapo macho se detienen en el encaje rojo que cubre mis senos
hinchados y mi feminidad.
– Feliz Navidad, Bárbaro de las tierras nevadas. Esta noche soy tu regalo…
Las palmas suaves pero emprendedoras de sus manos suben por mis costados,
hasta mi cuello. Suavemente, el Vikingo se acerca y pone sus labios sobre mi
cuello. Su respiración es caliente, su piel fresca. Sus besos son tan intensos…
Empiezo a gemir.
– No tenía ni idea de que se podía amar tanto a una mujer… y desearla con la
misma intensidad, como si fuera la primera vez que la tocara. Me vuelves loco,
Valentine. No te imaginas cuánto…
Poso mis manos sobre sus hombros desnudos para entrar en contacto con su
piel y las dejo vagabundear sobre su torso, su cuello, alrededor de sus pectorales,
por donde les plazca. Mientras exploro su cuerpo de titán, acerco mis labios a su
boca. Estoy a sólo algunos milímetros de su piel. Entreabro sus labios, los lamo,
los muerdo y ondulo, lentamente, frente a sus ojos de guerrero.
– Pero hoy todo ha cambiado… –continúa–. Todo cambia esta noche. En este
justo instante. Navidad ya no será el sinónimo del abandono y de la soledad. Será
sinónimo de... pasión, de ti, ofreciéndote, desnuda en mi cama, excepto por esa
lencería indecente. Apetitosa.
Gimo cuando sus dientes se cierran sobre la piel fina de mi cuello. Mis uñas se
encajan en los músculos de sus hombros. Murmuro su nombre y siento su cuerpo
de Apolo deslizarse hacia abajo, hacia mi intimidad que se enciende con el
mínimo roce.
Su cabeza desaparece entre mis muslos. Sus labios alcanzan los míos, los
grandes, los pequeños. Su lengua prueba mi piel ultra fina, cosquillea mi clítoris,
luego se hunde en mí. Aguanto mi respiración, invadida por un inmenso y
delicioso escalofrío. Mi cuerpo entero grita el deseo hacia él. Sus ganas de ser
acariciado, probado, poseído. Abro las piernas tanto como puedo. Retengo las
groserías. Meto mis dedos en su cabello claro. Nils sube las manos por mis
costados y luego se apodera de mis senos.
– ¡A trabajar, Bárbaro!
Lo que siento primero son sus manos, sus manos suaves pero firmes que se
deslizan por mi cadera. Luego, dibujan la línea de mi columna vertebral. Sus
manos que sopesan mis senos después de abrir el broche de mi sostén. Sus manos
de nuevo que se divierten excitando mis pezones hasta hacerme gemir. Luego sus
manos que me separan las piernas y se apoderan de mi feminidad.
Sus gestos son precisos, sus caricias ardientes, sus intenciones tan
deliciosas… pero esto no es lo que quiero. Presa del deseo, invadida por el
hambre descontrolada, rujo con una voz ronca, casi salvaje:
Nils y yo estamos al fin piel con piel. Cuerpo a cuerpo. Deseo con deseo.
– Quiero… –jadeo al sentirlo acariciarse contra mí–. Quiero que se fundan
nuestros cuerpos.
Con esta petición, extiendo la mano derecha hacia atrás y logro atrapar su sexo
nervioso y erecto. Lo toco en un vaivén, impulsado por su respiración vibrante.
Ahora le toca al Vikingo decir mi nombre, varias veces, de todos los modos,
sobre todo, de la manera más indecente.
Mmm…
Pla-cer. Di-vi-no.
Nils empieza a acariciar mi clítoris, mientras me posee con más ardor. Doy un
grito de éxtasis y Nils baja un poco la velocidad.
Su sexo resbala en mí rápidamente, pero sin golpear tan lejos. Siento un suave
calor y una especie de ardor concentrados en la entrada de mi intimidad. Mi
clítoris se inflama de nuevo con esta sensación. Mis senos frotan las sábanas y se
ponen duros y doloridos. Todo mi cuerpo está excitado.
Sus penetraciones continúan, cada vez más separadas, cada vez más
impúdicas. Contra la palma de mi mano, siento la base de su sexo ir y venir en mi
piel. Un contacto íntimo e increíblemente carnal hace que mi excitación aumente
mucho más.
Su virilidad se encaja al fondo de mí, con un solo choque sordo, luego vuelve
a salir. Invadida por el placer, inclino la cabeza hacia adelante, pero Nils vuelve
a ponerme en mi lugar, jalando mi cabello corto.
Con estas palabras, siento que su control vacila. Nils está cayendo en su
propio juego. Entre más hablo, más lejos voy y su deseo toma la delantera sobre
su plan inicial.
Sus bombeos son más rápidos, de nuevo. Nuestra piel choca febrilmente, se
separa, vuelve a encontrarse, haciendo una música que se vuelve embriagante. Su
sexo se desliza en mí, mi cadera se agita, vibra y lo exige.
***
Unos minutos más tarde, recostados de costado, frente a frente, Nils y yo nos
miramos sin emitir ni un sonido. Nuestra respiración volvió a la normalidad. El
fuego de nuestro cuerpo dio lugar a una agradable torpeza. Acaricio el pendiente
que recibí como regalo.
– Mis muchachitos… Cuento con ustedes para que me hagan enojar muy
seguido.
4. Un hombre realizado
Nils
Valentine ya aguantó los nueve meses. Treinta y dos semanas y cinco días es un
récord para un embarazo múltiple. Sabía que no estaba confiando mi progenitura a
cualquiera, pero en este momento creo que Valentine amenaza con explotar en
cualquier momento y hay algo que me dice que yo seré parte de las víctimas
colaterales.
Acaricio su enorme vientre, visualizando mis tres pobres hijos apretados como
sardinas enlatadas dentro de ella. Me siento un poco estúpido pero no puedo
evitar sentir cierto orgullo: estos niños ya tienen el sentido del orden y de la
disciplina. Son bien portados como debe de ser, alineados, con la cabeza hacia
abajo. Como su padre, ya son hiperactivos, tienen manos ágiles de boxeador y
pies sólidos de karatekas. Y como yo, les gusta molestar a Valentine hasta hacerla
salir un poco de sus casillas.
Seee, sé que todavía tengo que trabajar con mi autoridad paternal… Como
quiera agrego en voz baja para intentar hacerla sonreír:
– ¿Sabías que eres sexy incluso con una boina ridícula en la cabeza? –se
divierte Valentine, recostada sobre la mesa de operaciones–.
Ah, sí, ya había olvidado esta boina. No soy para nada sensual. Sentado sobre
un banco, muy cerca de ella, le acaricio la mejilla con el pulgar.
– Nunca te habías visto tan hermosa como ahora, –le respondo sinceramente–.
– Su esposo está muy pálido, ¿no? –se preocupa la enfermera mirándome
fijamente–.
– Así son los noruegos, –le responde riendo– ¡Normalmente no se ve así!
¡Suele verse más rudo!
– ¡Menos mal! ¡Entonces empecemos! –declara la mujer de piyama rosa,
haciendo una señal con la cabeza al médico del otro lado del campo de
operaciones–.
– ¡Ponga mucha atención! –lo amenazo con una voz firme, sólo por reflejo–.
– Y sobre todo, ¡Cuéntelos bien! ¡No vaya a olvidar a alguno aquí dentro! –
precisa Valentine con un grito desesperado–.
– Deja de hacerlos reír, –la regaño suavemente–. ¡Déjalos concentrarse!
– Bienvenido al mundo de los humanos, –me dice con su gran sonrisa
burlona–. Aquí donde todos, excepto tú, se sienten aterrados, inútiles,
impotentes…
– Me siento perfectamente bien, –le miento regresándole la sonrisa–. Sólo
traje algunas curaciones hemostáticas por si se necesitan… No puede pasarte
nada.
Una vocecita, tranquila y tenue, emite el sonido más dulce y melodioso del
mundo. No es un grito, no es un llanto, es sólo un « hola, aquí estoy », un ínfimo
«todo está bien» que me explota en el último tercio del corazón y que hace
aparecer en el rostro de su madre la sonrisa más increíble y contagiosa.
– Si supieras cuánto te amo, Valentine Laine-Cox, –le murmuro en la oreja–.
Eres la mejor… No podría ser más feliz.
– ¿Estás seguro de que ya hay tres? –me pregunta un poco espantada–.
– Te lo prometo. Ahí están todos, –la tranquilizo riendo–.
– ¡Ve a verlos! ¡Encárgate de ellos!
– No, me quedaré contigo…
– Soy una guerrera, ¿recuerdas? Con la hermosa cicatriz que me dejarán, tus
cortaditas de guerra no podrán hacer nada. Soy mucho más fuerte que tú. ¡Ve!
Nuestros hijos te esperan. Seguro están llorando porque tienen hambre… Tú
mismo lo dijiste: ¡No se debe hacer enojar a tres pequeños comelones!
– ¡Te amo! –le repito en voz baja antes de salir muy conmovido–.
***
Voy a ver las tres pequeñas cunas de vidrio donde descansan mis niños. Veo
tres bebés casi idénticos, pálidos y rubios, pero de los cuales ya se puede
adivinar la personalidad. El más corpulento, el llorón y el intelectual ahora tienen
un nombre, un nombre de Vikingo, obviamente. Mi madre estará orgullosa, aunque
no tanto como yo.
Al final del día, las primeras visitas llegan caminando sobre la punta de los
pies. Florence, Sigrid y Aïna tienen la delicadeza de retener sus gritos de
felicidad y sus risas histéricas. Aunque no por mucho tiempo…
Después, este gran tonto está a punto de tropezar con mi segundo hijo en los
brazos. Mi corazón se detiene y mis nervios se relajan cuando me doy cuenta de
que bromeaba. Río a carcajadas nerviosas que contagian a todos: a Valentine, a
Sigrid, a Florence y a mi estúpido hermano que está orgulloso de él.
***
– Decidí que iría un poco más lento. SAFE avanza solo y cuento con ustedes
para que dé frutos nuestro negocio a distancia. Quiero ver crecer a mis hijos y
estar ahí para Valentine… Me quedaré en casa mientras necesiten de mí.
– OK… ¿Entonces volveremos a vernos dentro de veinte años? –me sonríe
Roman, conmovido–.
– Creo que en verdad no me molestaría tener siete enanos conmigo. Los amo
tanto… no estoy segura de poder conformarme solo con tres.
– No me provoques… –le respondo muy serio–. ¡Hay mucho espacio en
nuestra casa secuoya!
– Llévanos a casa, –me pide, con una sonrisa en los labios y con una mano
hacia mí–.
Valentine suelta el enorme ramo que va a dar al suelo y corre hacia mí, a la
velocidad más rápida que su cicatriz guerrera le permite, y se lanza a mis brazos.
Valentine
Siete meses más tarde, siento que estoy a la cabeza de un centro de diversiones
para niños problemáticos. Los míos todavía son bebés pero Thor no puede
expresarse sin gritar. Además, seguido tiene la voz quebrada. Intentamos dejar de
llamarlo Llorón pero, créanme, es casi imposible. Desde que sabe trepar, sólo va
a molestar a sus hermanos que no le hacen nada, o va a buscar algún objeto que no
debe tocar y lo lanza con todas sus fuerzas al piso para hacer el mayor ruido
posible. Obviamente eso lo hace reír mucho. Aplaude con sus pequeñas manos
regordetas para agregar un poco más de ruido al escándalo. Incluso su risa de
bebé es como el grito de una bestia salvaje. Creo que nuestro pequeño guerrero
heredó nuestro lado rebelde y la fuerza física de su padre (muy orgulloso). Me
doy cuenta de que pronto caminará. Eso me da miedo.
Eldir sigue devorando todo lo que pasa frente a su boca: los alimentos sólidos,
claro (alrededor de seis comidas diarias), pero también mi barbilla, las piernas
regordetas de sus hermanos, los juguetes de plástico, los muñecos de felpa, el
hombro desnudo de su padre que mordisquea por horas (el único de todos
nosotros que no grita de dolor cuando lo muerden). Porque sí, Corpulento ya tiene
dientes. Cinco pequeños dientes afilados…y hambrientos. Nuestro hijo mayor
ahora pesa cinco kilos más que los gemelos. Se desparrama por todas sus curvas
y la pediatra nos acusa de sobre alimentarlo. Ya sabe sostener un vaso solo. Suele
tomarlos y beberlos de un trago para saciar su sed o robar los bocadillos de sus
hermanos para satisfacer su apetito de ogro. Nils lo felicita discretamente cada
vez que intento regañarlo.
En cuanto a Odín, podríamos creer que siempre sería nuestro hijo tranquilo y
bien portado, como desde el primer día. Pero este niño necesita entender,
explorar, torcerse, tocar, decir hola y adiós con la mano, mil veces al día, meter
pequeños objetos a los grandes objetos, lanzar las cosas al piso solo por el placer
de ver a alguien más recogerlas, cien veces si es necesario. Necesita señalar algo
con el dedo y emitir pequeños gruñidos bestiales hasta obtenerlo… y lanzarlo de
nuevo del otro lado de la habitación, si es posible bajo el sofá. Con el tiempo,
Intelectual se ha vuelto un poco maniaco y autoritario. Les grita a sus hermanos
cuando no apilan los cubos lo suficientemente rápido o bien derecho y es
perfectamente insensible cuando los ve llorar. Si Eldir heredó el lado de oso de
su padre, Odín recibió sin duda el gen polar.
Pero en este terreno, el peor de todos los niños se llama Nils Eriksen que
siempre está en cuatro patas, con los trillizos sobre la espalda, agarrados de sus
brazos, suspendidos de su cuello y un Willy que intenta ganarse un lugar entre la
bola de cabezas agachadas. Estos cinco monstruos me agotan, exprimen toda mi
paciencia y mi energía… pero me llenan de felicidad, de amor y de locura. Tengo
la fortuna de poder escapar a la torre Cox cuando el caos reina en mi secuoya
gigante, pero nunca me siento tan contenta como cuando vuelvo a casa para verlos
de nuevo, corriendo unos sobre otros, todos semi desnudos como mi cromañón
que se da a respetar, luchando, soportando sus gritos, sus mordidas, sus aplausos,
sus risas y sus llantos. Esa es su manera de amarse.
– ¿No dijimos que teníamos que enseñarles a ser cariñosos? –pregunto, como
si nada, una noche después de acostarlos–.
– Mmm… Creo que aún no están listos para eso, –me responde seriamente
papá Oso–. ¡No es tan fácil domar oseznos del Gran Norte!
– Dime la verdad. Tienes miedo de que dejen de pelear todo el día… –ironizo
con una sonrisa–.
– Mis hijos no se pelean. Se comunican con el cuerpo. Se desahogan, se
estimulan unos a otros. ¡Eso es sano!
– ¿Por qué tuve que enamorarme de un Bárbaro? ¿Y por qué tuve que parir tres
niños?
Un cuerpo a cuerpo tórrido más tarde, juro no volver a criticar la « fuerza vital
de los Vikingos » y todo lo que su cuerpo es capaz de expresar. Siento el orgasmo
acercarse, lo dejo apoderarse de mí deliciosamente, aprovechando estos pocos
segundos de placer… cuando un bebé empieza a llorar. Nils salta de inmediato y
corre a la habitación de los monstruos, dejándome excitada, sola y terriblemente
frustrada. Me quejo mientras escucho al papá gallina darle de tomar a Eldir,
intentar calmar a Thor y explicarle a Odín el por qué y el cómo dormir en la
noche para descubrir mejor el mundo en el día.
Amo a este hombre con todas mis fuerzas y a sus hijos con todo mi corazón.
Termino yendo con ellos a su habitación y contemplo a mis tres hijos recostados
sobre su padre. Uno de ellos mordisquea su hombro desnudo y tatuado, el otro
escala sus piernas riendo, y el tercero juega con su cabello trenzado de las sienes,
como si esperara hacerse unas trenzas iguales algún día. Esta pintura magnífica
me conmueve. Nils es efectivamente el lugar más seguro para ellos en todo el
mundo. También para mí. Voy a acurrucarme en él, meto la cara en los pliegues de
mis bebés y me pregunto si es posible ser más feliz que yo, en este instante, en la
cima de esta secuoya gigante.
***
Al día siguiente, nos vamos todos a hacer un viaje exprés a Noruega. Fue una
idea loca de Nils para reunir a nuestra familia y para volver a conectarse con sus
raíces. Florence, Darren, Sigrid, Samuel, Aïna, Faith, Charlie, Roman, Amy,
James, Eldir, Thor, Odín y yo entramos en el jet privado del grupo Cox, en
dirección a Tromsø.
Dirige una mirada llena de asco a mis tres querubines bien abrigados (y que no
disfrutan mucho su primer viaje en jet).
– Ahora que si Tom Hardy pasa por aquí y quiere venir a babear y a llorar
sobre mi almohada, ¡que no lo dude ni un segundo! –continúa implorando al cielo
a través de la ventanilla–.
– No entiendo en lo absoluto quién quiere con quién y quién es novio de
quién… –murmura Sigrid a su hijo–.
***
Hay unas luces verdes extrañas que empiezan a danzar lentamente sobre
nuestras cabezas.
– Y desde aquí, desde esta zona polar, desde esta playa, se pueden observar
las auroras boreales más hermosas.
– Con este ritual fabuloso, me gustaría decirte cuánto te amo, Valentine Laine-
Cox. Cuánto has cambiado mi vida, sin buscar nunca cambiar mi manera de ser.
Gracias a ti, volví a encontrarme con mis raíces y me gustaría mezclarlas para
siempre con las tuyas, con las de tu familia y las de nuestros hijos. No quiero
casarme contigo, pertenecerte o poseerte… Quiero ser libre contigo, fuerte a tu
lado, eterno junto a ti.
Me quedo en silencio, por primera vez, frente a esta declaración tan simple y
poderosa, rodeada de las personas a las que más amo en el mundo, en medio de
esta tierra glacial, única, salvaje y magnífica.
Como él.
FIN.
En la biblioteca:
October 2016
ISBN 9791025733585