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Texto Hogar Cristiano

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Pagina

Pastor: Luis Cofré Pacheco


entiemposdegracia@gmail.com
Apasionante estudio, del plan
de Dios para la familia.
Índice

1. Introducción…………………………………………………………………………………………………1

2. Dios es quien delineó la familia…………………………………………………………………………..2


2.1 Dios nos creó a su imagen…………………………………………………………………………...2
2.2 Dios comisiona en igualdad a Adán y Eva…………………………………………………………2
2.3 Dios funda la familia…………………………………………………………………………………..3
2.4 Una familia para gloria de Dios………………………………………………………………………3

3. El Hombre cristiano………………………………………………………………………………………..5
3.1 El machismo…………………………………………………………………………………………...5
3.2 La hombría……………………………………………………………………………………………..8

4. Asuntos específicos que influyen en papel del esposo………………………………………………..9


4.1 El contexto……………………………………………………………………………………………..9

5. La Mujer cristiana………………………………………………………………………………………...11
5.1 Persona……………………………………………………………………………………………….11
5.2 Mujer y madre………………………………………………………………………………………..12
5.3 Inserta en el mundo laboral…………………………………………………………………………13

6. Asuntos específicos del matrimonio……………………………………………………………………15


6.1 Diferencias en el matrimonio……………………………………………………………………….15
6.2 Guerra y tregua………………………………………………………………………………………17
6.3 Reconciliación y paz…………………………………………………………………………………17

7. Placer y creatividad sexual en el matrimonio…………………………………………………………19


7.1 El sexo inserto en el plan de Dios para el matrimonio…………………………………………..19
7.2 El sexo: una cruz u oportunidad para ser fieles………………………………………………….19
7.3 Los deberes de cada conyugue……………………………………………………………………20
7.4 Lo permitido en lo íntimo……………………………………………………………………………21

8. Planificación de la familia cristiana……………………………………………………………………..24


8.1 Los acuerdos en distintos ámbitos…………………………………………………………………24
8.2 Formación de los hijos………………………………………………………………………………25
8.3 La educación sexual de los hijos. …………………………………………………………………27

9. Mayordomía cristiana…………………………………………………………………………………….31
9.1 La Mayordomía Cristiana es enseñanza bíblica………………………………………………….31
9.2 ¿De qué somos mayordomos?...............................................................................................31
9.3 Las bendiciones de la mayordomía……………………………………………………………… 32
9.4 Ilustración…………………………………………………………………………………………….34
9.5 Conclusión respecto a la mayordomía……………………………………………………………34

10. Referencias……………………………………………………………………………………………….35
1.- Introducción

Hogar Cristiano es una materia apasionante que sigue vigente desde que nuestro sabio Dios
lo estableció para bien de toda la sociedad humana con la unión de Adán y Eva, nuestros primeros
padres, allí en el huerto del Edén o paraíso terrenal. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que
la conformación de un hogar cristiano es de vital importancia en el plan de Dios, en la transmisión
del evangelio a la propia familia, y a nuestra descendencia; y como un baluarte, de vivo testimonio
del reino de los cielos, donde se enarbola en lo más alto la bandera de la fe en Jesucristo nuestro
salvador.

El Hogar Cristiano, como ya vemos, es un ámbito relevante de la vida de la iglesia cristiana,


y por lo tanto de la iglesia local: es allí donde deben establecerse las directrices, los énfasis para la
familia, el matrimonio y la crianza formativa de los hijos, a fin de generar familias sólidas en los
fundamentos de la fe. De esta manera construiremos una congregación firme ante los embates del
voluble mundo en el que estamos insertos, con miras a cumplir la labor evangelizadora y social que
nuestro Señor Jesucristo nos mandó a todos los cristianos y cristianas lavados en su sangre
preciosa.

“Hogar Cristiano“, claro, aparece como una materia apasionante, pero debe ser abordado
con mayor entusiasmo y responsabilidad de parte de los distintos estamentos de nuestra misión y
congregaciones, a fin de profundizar, ampliar y masificar el conocimiento existente, es decir que
llegue a nuestras bases congregacionales; y por cierto, la práctica de este bendito saber que nos
entregan generosamente Las Sagradas Escrituras.

El presente estudio pretende ser sólo un aporte más en la inmensa cantidad de literatura ya
existente respecto al tema y ser también, un renovado estímulo a nuestros estudiantes del IFC a
abordar con diligencia las temáticas del Hogar Cristiano.

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2.- Dios es quien delineó la familia
Existe en el colectivo de la iglesia cristiana la certeza de que Dios creó los cielos y la tierra,
tal como lo enseña Génesis 1:1, creemos también que “los cielos cuentan la gloria de Dios y el
firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmos 19:1); lo que también sabemos es que nuestro
Dios, como buen padre, nos ama y que a causa de ese amor paternal, planificó de modo que todo lo
creado fuera solo para nuestro bien; el preparó todo para que su máxima creación, el ser humano,
disfrutara de un ambiente ideal en el huerto: alimentación, temperatura, horas de descanso, un bello
entorno, actividades gratas, una pareja ideal y su presencia con ellos. El salmista en el Salmos 8:3-8
nos relata con asombro estos cuidados y el lugar inmerecido que nos asignó sobre toda la gran
creación.

2.1- Dios nos creó a su imagen:


Podemos decir sin temor a equivocarnos que la imagen de Dios en nosotros, no es nuestro
cuerpo o nuestra apariencia física, pues las Sagradas Escrituras nos enseñan que nuestro Dios es
espíritu (Juan 4:24); entendemos entonces que esto se refiere a las características o atributos de
Dios que él puso en nosotros, como: intelecto (inteligencia o capacidad de razonar), emociones
(sentimientos: amor, enojo), voluntad (determinación propia, libre albedrío), capacidad de
planificación, sentido de justicia, entre otros.

2.2.- Dios comisiona en igualdad a Adán y Eva:


El texto sagrado afirma que Dios comisionó a Adán y a Eva en igualdad de condiciones,
ambos eran tan garantes e igualmente responsables ante Dios por las tareas que les fueron
asignadas. “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y
señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven
sobre la tierra” (Génesis 1:28). Las grandes tareas eran: Ser grandes responsables de gobernar,
administrar y garantizar que todo lo creado se preservara - aquí aparece por primera vez el concepto
de mayordomía, el que necesariamente estudiaremos más adelante - ; también emerge con gran
insistencia en el relato bíblico la necesidad de dar forma a la sociedad humana, las palabras
utilizadas son: Fructificad, multiplicaos y llenad. ¿De qué manera Adán y Eva cumplirían con ese
mandato divino?

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2.3.- Dios establece la familia:
Dios habla poco, pero dice mucho; como ya sabemos Dios une a nuestros primeros padres
con un gran y claro propósito central: “La familia” u hogar, se forma a partir del matrimonio, pues el
matrimonio es una estructura establecida a partir de la unión emocional, física, de acuerdos ante sí
mismos y ante Dios, y el proyecto de vida que un hombre y una mujer se proponen. Allí se genera de
manera natural el ambiente ideal y fundamental para echar raíces profundas y bases sólidas para el
cumplimiento a la instrucción divina de: “fructificad, multiplicaos y llenad la tierra”, dando así como
consecuencia esperable, el origen a la sociedad humana, donde claramente la familia o el hogar son
la célula fundamental, es decir, el hogar es esa unidad básica que se ha multiplicado, generando
otras familias, las que a su vez han replicado el mismo esquema hasta nuestros días.

2.4.- Una familia para Gloria de Dios.


En la actualidad, dando una mirada global al concepto de Familia, obtenemos que la
constitución de ella ha variado ostensiblemente. Obtenemos así, familias heteroparentales (hombre y
mujer), homoparentales (hombre y hombre; mujer y mujer) y monoparentales (sólo mujer o sólo
hombre como cabeza del hogar). Han existido múltiples críticas en torno a la familia
heteroparentales; se dice que ésta no da abasto con la satisfacción de necesidades fundamentales
de quienes la componen: en vez de ser un organismo protector para el individuo, ésta se convierte
tristemente en un factor de riesgo, sobre todo respecto a los niños y niñas. Ejemplos de ello son la
negligencia de padres, abusos en el hogar, violencia intrafamiliar, entre otros. Por este motivo es que
la sociedad ha buscado otras formas de suplir estos vacíos, desestimando la estructura perfecta que
Dios instauró para la formación del matrimonio y la familia. Así se generaron las nuevas formas de
estructura familiar, las cuales no estuvieron en el corazón de Dios al momento de la creación: las
familias homoparentales (homosexuales y lesbianas) y las monoparentales (excepto en caso de
fallecimiento de uno de los cónyuges). Ahora, la disfunción o “crisis” de la familia heteroparentales
no se debe a una deficiencia en el plan perfecto de Dios; al contrario, muestra la corrupción de la
raza humana, y las consecuencias de vivir una vida sin Dios, tanto a nivel individual como social.
Desde siempre, el propósito de todo lo creado ha sido glorificar al autor de ello. Todo lo que
Dios ha creado, tiene el mérito indiscutido de Él. “Porque de él, y por él, y para él, son todas las
cosas” (Romanos 11:36). La creación refleja la Gloria de Dios, “Porque las cosas invisibles de él, su
eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas

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por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20), y se exhorta a ella
misma para que alabe a Dios (Salmos 148). De esta misma forma, el propósito de la creación del
hombre y la mujer, es glorificar a Dios. Es decir, así como el resto de la creación es el fiel reflejo de
la Gloria de Dios, entendida por el “eterno poder y deidad”, el propósito del ser humano debe ser
“hacedlo todo para Gloria de Dios” (1 Corintios 10:31b) y “porque habéis sido comprados por precio;
glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios
6:20).

Sin embargo la raza humana no glorificó a Dios como tal, “Pues habiendo conocido a Dios,
no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos,
y su necio corazón fue entenebrecido” (Romanos 1:21), y luego “Por esto Dios los entregó a
pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra
naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron
en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo
en sí mismos la retribución debida a su extravío” (Romanos 1:26-27). La consecuencia de no
glorificar a Dios, es el pecado. De esta forma, las múltiples “alternativas” de formación de una
familia, han surgido desde una negativa a glorificar a Dios, y reconocer tanto la Soberanía de Dios
como la mediocridad y perversión humana.

Asimismo el propósito de la instauración de la familia, debe ser Glorificar a Dios en todo, sin
buscar el propio deleite y/o vanagloria. Tanto la relación entre el esposo y la esposa, entre el padre y
el hijo(a) o la madre junto al hijo(a), debe ser con el propósito de visibilizar las cualidades y el
carácter de Cristo en sus vidas, glorificando a Dios Padre con ello.

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3.- El Hombre cristiano
El hombre cristiano depositario del mandato divino de ser cabeza o líder, el sacerdote y
administrador del hogar; debe ser “una cabeza que ama, que sirve, unifica, nutre y comparte. La idea
no es una actitud autoritaria en que se abusa del poder” (Taylor, 1983). Un varón que administra su
casa para Dios soluciona, provee y programa según la evaluación constante que realice de la
situación familiar. Como líder de su hogar, debe guiar, aconsejar y proponer metas en conjunto. El
varón cristiano debe tener en cuenta, que a él Dios le pedirá cuentas del trabajo familiar tal como lo
hizo con Adán, quien era la cabeza.
Asimismo, como padre debe reflexionar en que: Los hijos son un libro en blanco, y que los
padres los escribimos. El principal propósito de los padres cristianos es: La Salvación de nuestros
hijos, como la de toda nuestra descendencia. Los padres debemos valorar, “la unción de padres”
que Dios ha dado a cada padre o esposo; un padre, con esa unción del Señor, siempre logrará
conducir a sus hijos y su hogar.
A continuación menciono cuatro “si condicionales”, cuyo cumplimiento resultan
indispensables para que el varón cristiano desarrolle una óptima labor acorde con el gran encargo
recibido de Dios de pastorear en primer lugar su familia:
1. Si mantiene un claro testimonio cristiano en casa como en la iglesia.
2. Si logra llevar con alegría a su prole a la iglesia sin obligarles y menos castigarles.
3. Si dedica su preocupación y ocupación en lograr la conversión y desarrollar la fe de sus hijos
e hijas.
4. Si sus comentarios en casa son positivos respecto de los pastores y de lo que atañe a la
iglesia en general.
La gran responsabilidad y confianza asignada al hombre cristiano, para liderar a la familia
hacia las santas moradas, debe llevar a entender profundamente el rol que le compete desempeñar.

3.1.- El Machismo:
Una dura e injusta realidad que comienza su lamentable evolución, a partir de la salida del
huerto de Adán y Eva, ya que se le asigna, erróneamente a la mujer la responsabilidad de la
entrada del pecado en la humanidad, cierto es que hubo responsabilidad de Eva, pero también la
hubo de Adán. Dios le censura directamente a él, ya que él fue instruido respecto al árbol de la
ciencia del bien y del mal, a quién le dio órdenes antes de crear a la mujer: “De todo árbol del huerto

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podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17); de modo que cuando se produce la
desobediencia de Adán, Dios le pregunta directamente: “¿Has comido del árbol del que yo te mandé
no comieses?” (Génesis 3:11).
La imagen parcial de lo acontecido en el Edén, que muestra a Eva como quien lleva la
tentación a Adán y cae primero en desobediencia en el relato bíblico ha tenido un impacto
sumamente negativo sobre las mujeres a lo largo de la historia de la tradición judeocristiana. Se
creía que todas las mujeres habían heredado de su madre, la bíblica Eva, las astucias y la culpa. En
consecuencia, ninguna era digna de confianza, eran moralmente inferiores y débiles. La
menstruación, el embarazo y la maternidad eran considerados el justo castigo para el sexo
femenino. Los rabinos judíos enumeraron nueve, supuestas maldiciones divinas, infligidas a las
mujeres como resultado de la caída: “A las mujeres Él le dio nueve maldiciones y muerte: la carga de
la sangre de la menstruación y la sangre de la virginidad; la carga del embarazo; la carga de dar a
luz; la carga de criar a los hijos; su cabeza está cubierta como si estuviera de luto; se perfora sus
orejas como si fuera una esclava permanente o una esclava que sirve a su amo; no es creída como
testigo; y después de todo, muere” (Swidler, 1976, citado en Abdel, 2009). En la actualidad, los
judíos ortodoxos en su plegaria matutina diaria recitan: “Bendito sea Dios Rey del universo puesto
que no me ha creado mujer” (Kendath, 1983). Otra oración hallada en muchos libros de plegarias
judías: “Alabado sea Dios, que no me ha creado gentil. Alabado sea Dios que no me ha creado
mujer. Alabado sea Dios que no me ha creado ignorante” (Swidler, 1976).
Se olvida que el machismo es una realidad que se comenzó a instalar en la sociedad
humana cuando no existía la Biblia, la humanidad caída se hundía en el pecado y se distanciaba
más y más de Dios; esto sucede a partir de la misma salida del huerto y se consolidó con el paso del
tiempo, de modo que Sara consideraba a Abraham como su señor: “Se rió, pues, Sara entre sí,
diciendo: ¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?”(Génesis
18:22); por lo visto para el tiempo del patriarca Abraham, unos 1.700 años después de Adán, el
machismo no se percibía como un abuso o un error, sino como una forma de vida, a lo que la mujer
ya había sido reducida con el paso de los años. Esta práctica social y cultural, donde el machismo ya
estaba inserto, es la que hereda la nación de Israel saliendo de la esclavitud de Egipto y
consolidándose en el monte Sinaí como nación y pueblo de Dios al recibir las tablas de la ley unos
2.400 años después de que Adán y Eva fueran expulsados del huerto.

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Estos malos criterios y errados conceptos que han afectado negativamente a través de la
historia a la mujer y exaltado el machismo se incorporaron también al pensamiento de la iglesia
cristiana desde sus inicios, se mencionan algunas de las epístolas de Pablo y de Pedro (con
interpretaciones muy limitadas, fuera de contexto y olvidando la realidad cultural de los países donde
eran dirigidas las cartas), de algunos padres de la iglesia (Tertuliano, San Agustín de Hipona),
posteriormente del catolicismo (Papa Pío XI En su encíclica Casti Connubii) y luego al
protestantismo con Lutero y otros, llegando, también al mundo evangélico de nuestros días; lo que
ha consolidado y propagado desde el ámbito de la fe hacia la sociedad toda, la vergonzosa cultura
machista en que nos desenvolvemos. Hemos heredado esta cultura que no es bíblica, cuando
menos no neotestamentaria.
Prueba de esto es que, Jesús consiente de la discriminación que la mujer padecía en su
tiempo, una y otra vez interviene dignificando a la mujer: sanándolas en muchas ocasiones (la
suegra de Pedro, la mujer del flujo de sangre, la hija de Jairo, la mujer encorvada); otorgándoles
perdón (a la adúltera, a la mujer pecadora en casa de Simón el leproso); contrario al contexto
cultural de su tiempo atendió a mujeres y se compadeció de ellas (la mujer sirio fenicia, la viuda de
Naín, la samaritana). Siguiendo la misma línea, no olvidemos que el Salvador vino al mundo y se
encarnó en el vientre de una mujer; no olvidemos que muchas mujeres siguieron a Jesús y que
fueron sus discípulas; la primera en ver al Cristo resurrecto fue una mujer; muchas fueron las
obreras que trabajaron por la expansión del evangelio desde el mismo pentecostés en adelante y
muchas también las que ofrendaron sus vidas por la fe en Jesús en los tiempos de persecución de la
iglesia.
Con toda seguridad podemos decir, como el apóstol Pedro: “En verdad comprendo que Dios
no hace acepción de personas” (Hechos 10:34); claro está que en casa de Cornelio había muchas
mujeres que escucharon y recibieron la palabra del Señor.
Respecto a este tema podemos concluir que en el hogar cristiano no debe existir el
machismo, no hay argumento bíblico para sostenerlo; que el hombre y la mujer son tan culpables e
igualmente perdonados por Dios, a través de la gracia salvadora de nuestro Señor Jesús; que el
plan de Dios para el matrimonio es de mutua cooperación y socorro, de recíproco afecto y lealtad, de
la correspondiente solidaridad del uno al otro; y que Jesús no fue machista, eso es lo que se
desprende de su actuar, el que debe ser imitado por quienes decimos ser discípulos de él.

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3.2.- La hombría:
La corriente de este mundo ha engañado y envuelto a los hombres con una falsa imagen de
hombría. Desde siempre hemos sido bombardeados a través de la televisión, los medios de
comunicación, revistas, el cine, la política y la pornografía, que han levantado a “superhéroes”,
“héroes modernos”, y los muestran como “modelos de hombres” a los cuales se debería imitar. Pero
la Biblia dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de
vuestro entendimiento” (Romanos 12:2a), es decir, no imitemos, no tomemos la forma o el modelo
del mundo. Satanás ha conseguido confundir la verdadera identidad del hombre, incitándolo a
adoptar el modelo falso que impone la sociedad actual: Machista, dominante, controlador, agresivo,
imponente, autoritario, mujeriego, irresponsable, sin afecto, entre otros; sin embargo nosotros hemos
sido llamados a no dejarnos permear por estos preceptos sino a escudriñar en las escrituras el
pensamiento de Dios respecto al desempeño del rol del varón.
Cuando David en 1º Reyes 2:1-3 instruye a su hijo Salomón a esforzarse y ser hombre, le
explica detalladamente lo que significa ser hombre: Reconocer la autoridad de Dios, obedecerle,
seguirle, porque de esa forma Dios le prosperará en todo lo que él emprenda.
La verdadera hombría es aquella donde el varón descubre “la buena voluntad de Dios” y es
capaz de hacer las cosas de forma buena, agradable y perfecta ante nuestro Dios.
Para actuar varonilmente o con verdadera hombría, es necesario imitar a aquel que nos dejó
el ejemplo del hombre perfecto: Jesucristo. Nosotros fuimos creados a la imagen de Dios, ser
hombre significa, ser: “Imagen de Dios”. Cuando el Diablo hizo caer al hombre en el huerto del Edén,
lo que consiguió fue estropear la imagen de Dios, pero Dios quiso restaurar su imagen y envió a su
Hijo, quien es su propia imagen (Colosenses 1:15; Hebreos 1:3; Juan 14:9).
Cuando Jesús desarrolló su ministerio, tuvo que soportar diversos ataques y pasar por
muchas pruebas, también en todas las situaciones en que fue puesto en aprietos, él respondió con
sabiduría y siempre en conexión con la voluntad del Padre, para así mantener intacta la imagen de
Dios. El último examen lo dio ante Pilatos, quien después de interrogarlo minuciosamente, dictaminó:
“He aquí el hombre” (Juan 19:5). Nuestro Señor Jesucristo se comportó como un verdadero hombre,
dando muestras de verdadera “hombría” soportando lo insoportable se mantuvo en el plan y la
voluntad del Padre, conociendo la autoridad de Dios y obedeciéndole hasta la muerte (Filipenses
2:8).

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4.- Asuntos específicos que influyen en papel del esposo
Existen acontecimientos o situaciones experimentadas en las distintas etapas de la
formación de cada persona, que serán determinantes en la conducta o acciones que desarrolle la
persona en su adultez, especialmente en la vida del matrimonio y del hogar; es posible que el
niño(a) al observar la actuación de sus padres o lo acontecido en el hogar paterno, paulatinamente
engendre ideas acertadas o desacertadas de lo que debe ser un hogar y de la relación entre padre
y madre, o entre los padres y los hijos; estas ideas darán a luz acciones concretas, que se
plasmarán o estarán presente en la vida del matrimonio y por consiguiente del hogar, para bien o
para mal. También es necesario considerar la influencia del medio, es decir, los amigos o
compañeros de trabajo y quienes ejerzan influencia en el entorno donde se desenvuelva; de esta
forma los líderes de la congregación o el pastor también incidirán en el comportamiento y
pensamiento del esposo cristiano.

4.1.- El Contexto:
La palabra del Señor nos declara la obra gloriosa de la cruz de Cristo a favor de todos
nosotros, en la epístola a los gálatas nos dice: “el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para
librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre”, lo claro es que
estamos en el mundo, pero que no somos del mundo: “No son del mundo, como tampoco yo soy del
mundo” (S. Juan 17:16). Cierto es que en el ambiente de trabajo, estudios o de amigos mundanos,
se dan muchas situaciones que están lejos de calificar como cristianas y que son atractivas o
tentadoras, muchos de nuestros hermanos son verdaderos “agentes secretos” (nadie sabe o
pensaría que son creyentes) participan en esos ambientes haciéndose parte del medio o
mimetizándose entre sus amigos de las bromas y chistes de doble sentido, usando las mismas
palabras o groserías, la actitud con mujeres compañeras de trabajo o vecinas e incluso con
hermanas de la iglesia, entre otras anomalías dejan mucho que desear y distan mucho del espíritu
de la palabra que dice: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?
Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4).
Todo lo que el Señor ha hecho a favor de nosotros, no va a impedir lo que a causa de la falta de
carácter y de la firme decisión de guardarnos para el Señor o simplemente por ceder a la influencia
del medio, el creyente decida pecar ante en Dios; el esposo cristiano debe tener claro cuál debe ser
su comportamiento; si no puede o se siente débil frente a la tentación de deshonrar al Señor, tiene el

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deber de buscar el apoyo necesario para superar su situación, confesando lo que le aqueja en
primer lugar a su esposa, deben orar y ayunar juntos; si la situación persiste apoyarse en el pastor o
en algún consejero de la iglesia local validado por el pastor de la congregación; ningún creyente
debe olvidar que “todo lo podemos en Cristo que nos fortalece” (Filipenses 4:13) ni tampoco lo
mencionado por el escritor de la epístola a los hebreos: “pues en cuanto él mismo padeció siendo
tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18). Si el esposo cristiano no
supera estas aflicciones carnales que el mundo ofrece a cuanto creyente existe ¿De qué manera va
a apoyar a su esposa o a sus hijos? ¿Qué ejemplo dará en casa a su esposa e hijos? Es
indispensable que el esposo cristiano se aboque a vivir con profunda fe la vida espiritual y negación,
tomando realmente la cruz de Cristo; pues solo al encarnar decididamente la fe, podrá conducir el
hogar hacia la gloria eterna. “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios”
(Génesis 5:24). Es indispensable caminar con Dios en medio de un mundo en crisis valórica y moral,
un mundo que no tiene ni las herramientas ni los materiales para edificar hogares sólidos, sino que
se procura cada vez más de instrumentos legales para destruir el matrimonio, el hogar y la familia.

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5.- La Mujer cristiana
La mujer se ha abierto paso paulatinamente en la sociedad, marcando hitos en la historia
reciente de la humanidad, especialmente en estos últimos doscientos años, logrando poner en el
tapete la impostergable necesidad de valorarla adecuadamente, como sujetos de derecho,
autónomos de sus acciones, saberes, expresiones; para que hoy se reconozca, acepte, tolere y
aprecie las diferencias entre las formas de hacer y comprender de las mujeres en nuestro mundo
globalizado. Estos hitos pasan por: lo público y lo domestico, lo sexual, psicológico, político y lo
económico. En este quehacer la mujer ha logrado mayor justicia e igualdad; igualdad plena que
perdió como consecuencia de la desobediencia y el pecado que con Adán cometieron y la posterior
salida de ambos del huerto.

5.1.- Persona:
La mujer es creada con la misma dignidad del hombre, y claro, posee características
específicas que le hacen mujer. Dios le dio dignidad a la mujer en la creación, la hizo de una de las
costillas del hombre, simbolizando el lugar que le correspondía: junto al hombre, bajo su cobertura y
protección. La mujer no fue hecha de la cabeza para que no ejerciera autoridad sobre el hombre,
pero que sin embargo le ayudara a pensar y a tomar buenas decisiones; por otro lado tampoco la
tomó de sus pies para que no fuera humillada y denigrada por él.
Bajo la perfección de la creación original, el hombre y la mujer vivían en armonía, pues cada
uno mantenía su posición, sin consistir en la subordinación de la mujer, lo cual se explicita en
Génesis 1:28 “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y
señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven
sobre la tierra”. La mujer no era parte de la creación cuyo mandato fue “sojuzgadla, y señoread”,
sino que ella al igual que el varón estaban encomendados de igual medida a cumplir con esta tarea
(Muñiz, 1997).
Vemos que, si bien existe una igualdad en lo que se refiere a la humanidad, hay una
diferencia y la cual se encuentra determinada por la función que la mujer cumple en relación al
hombre como “ayuda idónea”, esto es, como aquella que lo complementa. Ayuda idónea, en el
hebreo hay por lo menos, cuatro acepciones a considerar: Rodear y proteger, Circundar, Socorro,
Dar y Aportar; nos puede sorprender que ninguno de estos significados implican debilidad de la
mujer, dependencia o supremacía del varón sobre ella. La mujer es quién rodea y protege a su

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marido, le brinda socorro, es la que lo circunda o abraza, es quien le provee. El gran problema de la
mujer comienza desde la interpretación que se hace de Génesis 3:16, en donde, Dios le dice a la
mujer cual sería la consecuencia para ella de haber caído en el pecado
En el nuevo testamento, Jesús es el gran precursor de dignificar y levantar la figura
femenina caída ante la sociedad de su tiempo; esta influencia, tanto en sus acciones y enseñanzas,
nos dan luz hoy de cómo debe ser la relación en el hogar cristiano, sin machismo ni feminismo, sino
de armonía, comunicación, acuerdos, humildad y respeto mutuo.
5.2.- Mujer y madre:
La mujer un ser excepcional, creado por Dios, pura y preciosa, con un propósito, con una
personalidad femenina, con necesidades, impulsos y deseos, con la capacidad de ir más allá de ella
misma, con cualidades espirituales, en definitiva, un valor incalculable. Tiene roles relevantes en el
matrimonio, la familia, en la iglesia y en la sociedad; sin embargo hay un rol que le identifica con su
esencia de mujer y la hace madre en propiedad. Hablo de la maternidad, que inicia propiamente tal
con la gestación en el vientre “materno”. Una mujer puede trabajar o no, tener mayor o menor
influencia en la iglesia o en sociedad, puede trabajar fuera de casa o en el hogar, etc., pero la
maternidad es algo exclusivo que sólo la mujer puede experimentar. Solo ella está hecha a la
imagen de Dios, con las cualidades necesarias para realizar esta labor y servicio para Dios. La
maternidad inicia con el nacimiento de una pequeñita que se transformará en mujer y madre, a
través de la socialización e integración a la vida en comunidad; desde pequeñas sus juegos
infantiles lo enfocan a ser madres que se desvelan por sus hijos, alimentándolos, cambiándoles
pañales, haciéndoles dormir o simplemente paseando con ellos junta a otras “supuestas madres”. Es
decir desde la primera infancia, el colectivo social siempre ha apuntado hacia la maternidad como un
rol intrínseco y privativo para la mujer: nadie más que ella puede engendrar un hijo(a) y portarlo por
nueve meses en la perfecta y admirable incubadora que es su vientre; el fascinante apego que la
madre siente por su recién nacido, es fruto de este proceso que en su vientre se gestó y desarrolló,
lo que la capacita emocionalmente y prepara su conducta para prodigar al neonato el clima de
ternura y confianza esencial para su desarrollo físico, psicológico y afectivo. En etapas posteriores
será de gran importancia para el desarrollo de los hijos (infante, adolescente y joven) el carácter de
la madre, la sabiduría de lo alto que haya logrado en su relación con Dios, el conocimiento adquirido
de las Sagradas Escrituras; todo ello será lo que determinará la calidad de la influencia de la ella,
que será medido posteriormente en el resultado de la crianza de la familia.

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5.3.- En el mundo laboral:
Libres ya, en gran medida de los prejuicios sociales y del machismo que imponían a la mujer
vivir su vida circunscrita a las cuatro paredes de la casa familiar, sin tener acceso a la educación, a
sufragar en las urnas por algún candidato y menos ser candidata a un cargo de representación
popular; la mujer se inserta cada vez más, en el mundo del trabajo e incluso accediendo a
protagonismos que tradicionalmente eran desempeñados por varones, especialmente en nuestro
país, no sorprende a nadie que una mujer sea ingeniera, gerente, parlamentaria, ministra o
presidenta; cada vez nos encontramos con mujeres cristianas que trabajan en distintos oficios,
también profesionales y jóvenes que están cursando educación superior. Todo esto debe llevar a
considerar las responsabilidades impostergables de una mujer, esposa y madre, al trabajar en
equipo con el padre para dar la mejor crianza a los hijos. No son pocos los matrimonios que afirman
con dolor: “nunca debimos tomar la decisión de trabajar ambos”, “hubiese sido preferible vivir
algunas limitaciones económicas, pero no pasar por este sufrimiento hoy, que nuestros hijos estén
lejos del Señor”. Lo cierto es que aún a todos nos parece natural que la mujer sea quien permanezca
en el hogar al cuidado de los hijos y nadie mejor que la madre puede prodigarles a ellos lo que la
familia tiene a su mano para ellos. Pero cuando el escenario es que ambos trabajan hay que
encontrar los puntos medios que permitan a la mujer cumplir con el rol de madre, que le ha sido
delegado por nuestro Dios y que son vitales para la sana y correcta formación de los hijos.
A continuación se presentan dos áreas importantes en el rol de una esposa cristiana que no
podemos dejar de observar:
1. La familia y el matrimonio siempre deben ocupar el primer lugar. La familia debe
prevalecer sobre la iglesia, las satisfacciones personales y la economía. Mantener la familia en ese
primer lugar significa atender tres aspectos concretos de la vida familiar vinculados con el trabajo:
a) Estar disponible para el esposo y los hijos: Tiene que ver con el hecho de que siempre debe estar
emocional y físicamente al alcance de la familia.
b) Estar por sobre el estrés laboral: Si bien el cansancio, la tensión y a la ansiedad que trae consigo
el trabajo son aspectos que afectan emocional y físicamente a cualquier ser humano, es necesario
que al interior del núcleo familiar se crean espacios de “vaciar” este estrés, ya sea mediante
actividades recreativas, reuniones familiares, entre otras. En ocasiones puede ser positivo una
redistribución de los roles domésticos en el hogar, debido a que la sobrecarga de la mujer que
ingresa al mundo del trabajo y cumple con el rol de madre, resulta evidente. De esta forma la mujer

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cristiana estará por sobre las dificultades laborales, encontrando en su familia un soporte tanto en lo
cotidiano como en lo afectivo.
c) Preservar el funcionamiento de la familia: La esposa como madre cristiana debe cuidar la salud y
el bienestar general de la familia tanto en su conjunto, como de cada uno de sus miembros.
La esposa cristiana que trabaja fuera de su casa puede vigilar el impacto que ejerce su
trabajo en la familia, al preguntarse: ¿me siento conectada y a disposición de todos y de cada uno
de los miembros de mi familia? ¿Sé lo que pasa en la vida de mis hijos? ¿Cuánto estrés añade este
trabajo a mi sensación general de bienestar? ¿Cómo van las cosas en mi familia? ¿Cómo funciona
cada uno de los miembros de mi familia? Dialogar con la familia acerca de estos asuntos representa
un recurso muy útil con el que conseguimos mejorar nuestra perspectiva. Las reuniones con el
núcleo familiar ayudan a unir a la familia y producen una compartida sensación de responsabilidad.
2. La mujer cristiana que trabaja, no debe olvidar que hay prioridades en su vida que debe
considerar y experimentar en su día a día. Para ello encontramos en orden de importancia jerárquica
los siguientes ítems:
a) En primer lugar debe mantenerse en comunión diaria con el Señor, a través de: leer la Biblia cada
día y orar.
b) En segundo lugar, no olvidar que su marido es lo más importante después del Señor en su vida: la
prioridad de la mujer después del Señor es su marido y no sus hijos. Dios ha hecho del matrimonio
la relación que más une (Génesis 2:24) “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y serán una sola carne”. Dios hizo a la mujer con el propósito de ser “ayuda idónea
para él” (Génesis 2:18). La Biblia deja claro que este propósito divino en la creación de la mujer en
ninguna manera la hace a ella ser un ser inferior. La mujer cristiana debe ser una ayuda a su marido
físicamente, emocionalmente, mentalmente y espiritualmente. Ella es el complemento del hombre.
Ella debe ser su ánimo y la que le conforta. “La mujer virtuosa es corona de su marido; mas la mala,
como carcoma en sus huesos” (Proverbios 12:4). Según la mujer virtuosa de Proverbios 31 “el
corazón de su marido está en ella confiado” v.11, “Le da ella bien y no mal todos los días de su vida”
v.12, “su marido también la alaba” v.28. Vemos aquí una mujer que ama a su marido, que le es fiel,
que busca su bien, le hace sentir importante.

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6.- Asuntos específicos del matrimonio
En todo matrimonio, esto es cristianos o no cristianos; ha habido, hay y habrá diferencias, lo
importante es escuchar el consejo de la palabra del Señor respecto a la convivencia en el hogar, con
los hijos, en la intimidad de los cónyuges; lo más probable en el matrimonio de gente cristiana que
va a la iglesia, es que tenga altos y bajos. No podemos pretender que los hogares cristianos sean
una verdadera taza de leche, la clave está en la forma de enfrentar y resolver los problemas. Sin
discriminar de la índole que sean, estos serán resueltos si nos permitimos aconsejar por la palabra
del Señor: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”
(Efesios 4:26-27). La palabra del Señor es fuente inagotable de virtud para el creyente sincero y
lector ávido de consejo, sediento del agua que purifica el alma o para el hambriento de la leche
espiritual no adulterada.
6.1.- Diferencias en el matrimonio:
Las diferencias en el matrimonio suelen ser diversas, pero los expertos coinciden en que
existen por lo menos once fuentes más recurrentes de dificultades u once enemigos del matrimonio,
los que a continuación se presentan:
I.- El exceso de trabajo o compromisos los que traen como consecuencia agotamiento físico y
psicológico. La profunda soledad de ella o de él, junto con problemas de la vida laboral y/o cotidiana
no resueltos, pueden conformar una peligrosa fórmula, conduciendo a continuas frustraciones las
cuales generalmente no son conversadas con el cónyuge, generando cíclicamente descontento
matrimonial y problemas anímicos/emocionales. En conclusión, deben reservar tiempo el uno para el
otro si quieren mantener su amor vivo.
II.- Las deudas muy grandes y el conflicto en cuanto a cómo se gastará el dinero. Esto es una de las
causas más comunes de problemas matrimoniales (conllevando al divorcio) y alteraciones en la
salud emocional de la familia. Es indispensable que distribuyan sus fondos con sabiduría.
III.- El egoísmo: Existen dos características intrínsecas al ser humano: dar y recibir. El problema del
“egoísmo” es cuando el ser humano se preocupa exacerbada y únicamente de recibir, sin tener en
consideración al otro ser humano, careciendo de empatía, humildad y amor. Por lo tanto el egoísmo
tarde o temprano devastará el matrimonio.
IV.- La interferencia de los suegros: la autonomía del nuevo matrimonio es algo difícil de conceder
para algunas madres (y padres). El estar muy cerca de los hijos recién casados propiciará que los
padres se involucren en situaciones propias de los nuevos cónyuges, esto será causa de problemas.

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No resulta recomendable que la nueva pareja recién conformada siga viviendo con los padres de
uno de los cónyuges (al menos no durante un prolongado espacio de tiempo). Por ello es que las
Sagradas Escrituras nos indican que: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).
V.- Las expectativas poco realistas: algunas parejas llegan al matrimonio esperando cabañas
cubiertas de rosas, una vida sin preocupaciones ni responsabilidades y un gozo ininterrumpido. La
decepción consiguiente es una trampa emocional. Es indispensable poner las expectativas en línea
con la realidad.
VI.- Los invasores del espacio: los celos son una manera en que este fenómeno se manifiesta.
El amor debe ser libre y confiado. El cónyuge abrumado por la falta de confianza en sí mismo, el
recuerdo de experiencias cercanas de los propios padres, familiares o amigos, puede llevar a la
desesperación y ocasionar trastornos psicológicos (celotipia).
VII.-La pornografía, los juegos de azar y otras adicciones: la personalidad humana tiene
imperfecciones o debilidades, tiene también la tendencia a quedar atrapada en comportamientos
destructivos. Por otro lado, las restricciones y los mandamientos de las Escrituras se han diseñado
para protegernos del mal y ayudarnos a mantener nuestra vida limpia y no jugar con el mal. “La paga
del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
VIII.- La frustración sexual: Este es un tema relevante en la pareja, más allá de la edad de ambos; la
soledad o sentimiento de abandono, la baja autoestima y la infidelidad siempre resultan ser “una
combinación mortal”. La conjugación de estas realidades es altamente destructiva en cualquier
matrimonio.
IX.-El éxito en los negocios: El autor de Proverbios dijo: “No me des pobreza ni riquezas; mantenme
del pan necesario” (30:8). El éxito o fracaso en los negocios, es decir, en el ámbito económico puede
desembocar en problemas de marca mayor en la relación matrimonial de los creyentes más
consagrados.
X.-Casarse demasiado jóvenes: matrimonios entre 14 y 17 años de edad tienen el doble de
probabilidades de divorciarse que las que se casan a los 18 y19 años. Matrimonios entre 18 y 19
años tienen una vez y media más de probabilidades de divorciarse que las que se casan entre los 20
y 30 años. La madurez física, emocional, psicológica y sobretodo espiritual es imprescindible para
decidir en qué momento se contraerá matrimonio.

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Para concluir, las diferencias en el matrimonio son de diversa índole, sin embargo es
indispensable tener claro que éstas deben manifestarse con sabiduría y en humildad. Es necesario
considerar no sólo el contenido sino la forma en que éstas se expresan, siguiendo así la
recomendación del autor de proverbios: “El corazón del sabio hace prudente su boca, y añade gracia
a sus labios. Panal de miel son los dichos suaves; Suavidad al alma y medicina para los huesos”.
(Prov. 16:23-24).
6.2.- Guerra y tregua:
El libro “La familia auténticamente cristiana” de Taylor (1983), pag. 85, menciona “armas” o
maneras equivocadas de tratarse el uno al otro en el matrimonio: la ira y su explosión, el silencio
(indiferencia), las lágrimas (generalmente femeninas), las palabras fuertes, las actitudes
despreciativas, el fingimiento de enfermedades, el llevar siempre la contraria, la negativa a la
relación sexual, abandono del hogar (generalmente después de una pelea), la privación de
privilegios y los golpes físicos. Todas estas formas de relacionarse entre parejas, que fueron
mencionadas espontáneamente en un retiro de parejas jóvenes, constituyen una prueba de la
realidad de muchas parejas.
Por otra parte la falta de humildad demostrada por la inflexibilidad de las partes, da lugar a la
soberbia. Como bien sabemos esto no solo se expresa en matrimonios sino también en las
relaciones interpersonales; por este motivo el proverbista menciona “La blanda respuesta quita la ira;
mas la palabra áspera hace subir el furor” (Prov. 15:1); “El que tarda en airarse es grande de
entendimiento” (Prov. 14:29a); “El que ama la disputa, ama la trasgresión” (Prov. 17:19a).
Asimismo parece indispensable ante una situación de colapso en la relación, permitirse una
tregua. Hay tiempo para todo; “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su
hora” (Eclesiastés 3:1). Lo más probable es que después de un tiempo prudente ambos quieran y
estén en condiciones de conversar con el mejor ánimo para resolver sus dificultades, lo que no
siempre ocurrirá inmediatamente terminado el impase, cuando las emociones estén todavía por las
nubes, cuando el uno u otra este muy dolido o molesto; es aconsejable esperar el mejor momento
para conversar con paz del Señor y con serenidad tratar los asuntos que a ambos competen.

6.3.- Reconciliación y paz:


Ya se ha mencionado el apoyo maravilloso que son las Sagradas Escrituras, el cual se
manifiesta en este pasaje de Proverbios: “La cordura del hombre detiene su furor,

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y su honra es pasar por alto la ofensa” (19:11). En ese contexto debemos considerar cierto protocolo
para reiniciar la relación rota o que ha sufrido roces que siempre será necesario superar.
En primer lugar es indispensable que ambos oren pidiendo ayuda a nuestro Padre,
individualmente (en el tiempo de tregua) y luego juntos; así su relación mantendrá el sustento de fe
necesario y si priorizaran la intervención divina en el matrimonio, que sin duda permitirá ver en la
dimensión real la falta o responsabilidad personal en la dificultad presentada, generando el perdón
indispensable y la humildad imprescindible para solicitarlo, y acompañado del sincero deseo y
compromiso de no volver incurrir en lo mismo. También será necesario expresar con sencillez, con
claridad el propio punto de vista y el arrepentimiento experimentado, pero libre de arrogancia y
egoísmo con claro espíritu de comprender la postura del cónyuge. Es imprescindible saber escuchar
en completa tranquilidad y ningún caso se debe perder la calma o caer nuevamente en el enojo.

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7.- Placer y creatividad sexual en el matrimonio
La naturaleza del ser humano es sexuada, sin lugar a dudas, cuando nuestro amoroso
creador hace al hombre y la mujer, les hace definitivamente y totalmente compatibles sexualmente,
aun mas con el claro propósito de que por ese atributo se cumpliera uno de anhelos dorados de
nuestro Dios: el “…Fructificad y multiplicaos;…” de Génesis 1:28; la clara intención es que, la
condición sexuada del hombre y de la mujer, sea el recurso que permita la procreación, de modo de
garantizar el “fructificad” y el “multiplicaos” que conduzca a cumplir el plan divino, en términos de
formar la sociedad humana.

7.1.- El sexo inserto en el plan de Dios para el matrimonio:


Es innegable que el sexo no solo cumple un importante rol en la multiplicación y
consolidación de la raza humana, como tampoco se puede negar que el sexo es fuente de pasiones,
placer y fuertes deseos “idealmente” por el ser amado; como lo menciona el antiguo testamento:
“¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino” (Cantar
1:1) Este texto del inicio de Cantares es solo un botón de muestra del tema general de todo el libro
de este libro; “Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y
graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre”
(Proverbios 5:18-19). Es innegable que el placer sexual está concebido por Dios en su plan para la
intimidad del hombre y la mujer en el santo estado del matrimonio, lo que no nos debe sonrojar, más
bien debe llevarnos a un adecuado conocimiento de la privacidad y decoro que corresponde a la
intimidad de la pareja, de las fortalezas y debilidades que son propias de nuestra naturaleza, de los
atributos o cualidades con que hemos sido construidos por la maestra y amorosa mano de nuestro
Hacedor.

7.2.- El sexo: una cruz u oportunidad para ser fieles:


El sexo con todo lo hermoso y grato que consigue ser, puede genera dificultades que
afectan el día a día de las personas, con madurez sexual, madurez que cada vez es más precoz. La
condición sexual constituye con toda seguridad una oportunidad para el creyente sincero, para dar
muestras de fidelidad a Dios, de carácter cristiano y de tener una vida de sólidos proyectos a largo
plazo.

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El guardarse para el Señor y para el cónyuge, desde la mirada bíblica, es perfectamente
posible, como también lo es el hecho que la juventud en soltería se proyecte, basada en estos
ideales bíblicos, considerando la necesidad de llegar en virginidad al matrimonio; tanto los y las
jóvenes que se enamoran no deben escatimar esfuerzos para mantener la distancia que asegure
conservarse en pureza sexual hasta llegar al matrimonio.
Por otro lado, es importante señalar que estudios recientes, en nuestro país, indican un inicio
precoz de la actividad sexual siendo de 12 años para los hombres y 12,8 años para las mujeres. Los
estudios han demostrado que existe una tendencia a iniciar cada vez más temprano la actividad
sexual (Vigil, Riquelme, Rivadeneira y Aranda, 2005). La tasa de adolescentes chilenas
embarazadas entre 13 y 19 años el año 2011 es de 41.289; el año 2012 de 40.702 y en lo que va
corrido del año 2013 de 35.000 adolescentes embarazadas. En Chile, nacen cada año alrededor de
40.355 recién nacidos cuyas madres tienen entre 15 y 19 años. A esta cifra, se agregan otros 1.175
nacimientos en menores de 15 años. De esta forma, en nuestro país la incidencia del embarazo en
la adolescencia es de alrededor de 16,16%, siendo mayor en la octava región (25%) (Molina,
Ferrada, Pérez, Cid, Casanueva y García, 2004).
Lo anterior debe sensibilizarnos y ponernos a la defensiva, considerando que nuestras
adolescentes están expuestas a ser parte de estas lamentables estadísticas; los padres y madres
tienen un señalado protagonismo en lo que corresponde a este tema en el seno del hogar,
formando, aconsejando en todo tiempo y desde la edad más tierna a los hijos e hijas, herencia de
Jehová, que han sido puestos a su cuidado.

7.3.- Los deberes de cada cónyuge:


La intimidad matrimonial, desde la perspectiva bíblica, supone deberes y derechos de ambos
cónyuges; a mí parecer, no es está la tribuna adecuada, para profundizar en este tema tan
apreciable de la vida matrimonial, pero a continuación intentaremos arrimar unos rayos de luz
apoyados en textos bíblicos emblemáticos:
A.- “El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer
no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre
su propio cuerpo, sino la mujer.” 1ª Corintios 7. 3 – 4.
En este pasaje resaltan dos principios basales de la sana relación que debe existir en la
intimidad de los cónyuges. En primer lugar se menciona “el deber conyugal”, como una

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obligatoriedad en amor de ambos y no de uno solo, es decir, tanto hombre como mujer se deben
obligar así mismos por amor a su cónyuge de satisfacerle sexualmente. Lo segundo es que ambos
se pertenecen el uno al otro y se deben al deseo sexual de su amante esposo o esposa, lo que debe
llevarles a brindarse mutuamente, superando los estados de ánimo que resulte de distintas razones
o circunstancias; la prioridad es: “cumplir el deber conyugal”.
B.- “No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos
sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de
vuestra incontinencia” (1ª Corintios 7: 5).
Es sabido los nocivos efectos que produce la incontinencia sexual, es decir, la incapacidad
del ser humano en general de abstenerse de tener actividad sexual. Quienes desafían esta cualidad
de nuestra naturaleza humana derivan en vicios pecaminosos como: la pedofilia, la homosexualidad,
violaciones, fornicación, adulterio, pornografía, lujuria, entre otros; lo que nos invita a pensar que el
bíblico “no os neguéis el uno al otro, … para que no os tiente Satanás a causa de vuestra
incontinencia ” tienen mucho sentido para el matrimonio cristiano, que no está libre de deslizarse y
caer en el lazo de Satanás, seguir el consejo divino, siendo conscientes de nuestras humanas
debilidades y actuar con sabiduría y responsabilidad.
C.-”Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los
adúlteros los juzgará Dios”.
Podemos entender Honroso como: Que da honra, estimación, como algo decente o
decoroso, es decir, un comportamiento respetuoso que merece una persona o una situación; respeto
a la moral, y especialmente en el aspecto sexual. La intimidad de la pareja cristiana debe ser
honrada por ambos cónyuges, en su comportamiento en la intimidad y en su actuar diario frente a
personas que podrían ser el medio para faltar a su promesa de guardarse el uno para el otro; el
matrimonio debe ser honroso en todo, en la intimidad y en lo público.

7.4.- Lo permitido en lo íntimo:


Es un tema delicado y polémico, en el cuál, no existe la coincidencia que idealmente
quisiéramos tener; el delimitar la intimidad a márgenes permitidos por la palabra de Dios, de modo
de agradar por sobre todas las cosas a nuestro Señor en todos los alcances de nuestra vida, que
como sus adoradores y servidores comprende.

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El placer sexual para el ser humano es un regalo de Dios, y por lo tanto debe disfrutarse
como Dios lo permite; Satanás intenta engañar aun a los escogidos, enseñando prácticas que
pretenden acrecentar el placer sexual o hacerlo con más variantes, haciendo de la lascivia y la
lujuria sus principales herramientas, él es el padre de la mentira y lamentablemente muchos buenos
cristianos son atrapados en el error, perdiendo la comunión y la bendición de Dios en su “lecho”. En
la actualidad, estamos muy expuestos a la idea tergiversada de la práctica sexual gracias a la
pornografía que si bien es cierto ha existido siempre, hoy es mucho más abundante y fácilmente
accesible. Muchos hermanos nuestros tienen acceso a ella e incorporan en la intimidad sexual del
matrimonio bendecido por Dios, practicas reprobadas, mancillando así el lecho matrimonial, pues
existen prácticas que ofenden a Dios.
El gozo o placer sexual, se puede y debe disfrutarse plenamente dentro del matrimonio, y
esto implica que tanto el esposo como la esposa deben comprender que se deben procurar uno al
otro con generosidad santa; pero esto no significa que la intimidad sea coartada y en ella no existan
libertades legítimas, sanas y placenteras de las que los cónyuges deban privarse a sí mismos,
claramente todo lo que esté en el marco de las caricias está dentro de lo licito; sin embargo hay que
separar caricias, signos de ternura y de pasión conyugal, de prácticas que no son naturales y se
sirven del cuerpo del hombre o de la mujer de manera no natural y aberrante (que se aparta de lo
que se considera natural, correcto, lógico o lícito), lo cual es pecado ante nuestro Dios.
Entre estas prácticas destaca una de las desviaciones más antiguas, consignada claramente
en la epístola a los romanos 1:26-27: “Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun
sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los
hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros,
cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución
debida a su extravío”. Este pasaje alude a la pederastia griega, idealizada por los griegos desde la
época arcaica; era una relación entre un joven adolescente “amado” y un hombre adulto que no
pertenecía a su familia próxima “amante”. Los griegos antiguos fueron los primeros en describir,
estudiar, sistematizar y establecer la pederastia como una institución. Esto es lo que hoy es
conocido como sexo anal o griego, pero que al parecer fue identificado en la sentencia bíblica:
“dejando el uso natural de la mujer”; vale preguntarnos ¿Cuál es el uso o costumbre natural de la
mujer? La única respuesta es el sexo vaginal, órgano femenino especialmente diseñado por nuestro
creador para efectuar el acto sexual. El coito anal está muy lejos de ser una caricia como algunos lo

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presumen, partiendo de lo licito de utilizar la boca para besar y acariciar cualquier parte del cuerpo,
pues el ano no es un órgano que esté hecho para ser penetrado sino para evacuar las heces fecales
o excrementos.
El sexo oral va más allá de simples caricias, es una formula intima entre hombre y mujer que
consiste en estimular y los genitales masculinos o femeninos de manera bucal para generar el
clímax y posterior orgasmo de la pareja sexual; la mirada bíblica en este tema es conducida por
unos hacia una satanización absoluta; otros creen ver la práctica del sexo oral especialmente en
pasajes de Cantares.
Con mucho temor, quisiera insistir que el único modo legítimo y natural de realizar el acto
sexual es de manera vaginal; lo que nos sitúa en un escenario moral, válido y limpiamente
placentero. Ahora, es moral y honroso en todo aquello que acontece en el marco íntimo de las
delicias reservadas para la cámara matrimonial que se preserva en el tiempo, a través del amor, de
guardarse el uno para el otro y de fortalecer cada día el compromiso mutuo. Las caricias nacidas del
amor y agitadas por la pasión que está plasmada en cada ser humano, desde la creación misma y
desde el mismo momento de la gestación de cada uno de nosotros, estas caricias fluyen con
naturalidad, espontaneidad y no con menos libertad en la intimidad de la pareja. Es necesario fijar el
hecho de que las caricias son parte del acto sexual y no el acto sexual en sí mismo; cosa que sí
persigue el sexo oral, donde finalmente el varón no vierte el líquido seminal en la cavidad vaginal,
exclusivo lugar construido por nuestro Señor para tal efecto, sino en la cavidad bucal de su pareja.
Resulta relevante y pertinente a la vez decir que estas “caricias” por agradables que resulten ser
para quienes las practiquen, son prácticas que entrañan riesgos higiénicos y de salud, que no son
menores. Hay enfermedades que se derivan de practicar el sexo oral, tales como: virus del
papiloma humano, cáncer en la boca, cáncer de amígdalas y lengua, sida, cáncer de faringe, herpes
genital, sífilis, gonorrea y otras enfermedades de transmisión sexual (ETS).

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8.- Planificación de la familia cristiana
La planificación familiar alude a la necesidad de establecer los cónyuges con antelación la
cantidad de hijos que van a tener, cosa que es absolutamente acertada; pero la planificación de la
familia cristiana va mucho más allá, sin temor a equivoco, podemos decir que esta planificación
incluye todas los aspectos de la vida de la familia desde la forma y él cuando practicar la intimidad
conyugal, como ejercemos la paternidad, como encarnamos la fe en el hogar, como servimos al
Señor y nos insertamos en la vida de la iglesia.

8.1.- Los acuerdos en distintos ámbitos:


Es indispensable que los padres desarrollen el hábito de reflexionar juntos, aún desde el
noviazgo con la finalidad de establecer acuerdos que ambos observen, pongan en práctica y
defiendan en la vida familiar o en el seno del hogar, entre esos acuerdos es importante considerar
los siguientes:
A.- Es bueno desarrollar y estimular la comunicación familiar, por medio de conversaciones
cotidianas entre sus miembros, en reuniones familiares, paseos familiares, etc.
B.- Planificar y organizar en base a la comunicación una forma de convivir, por ejemplo, horarios de
cada miembro de la familia para colaborar en tareas del hogar. Horarios en que se deberían
compartir actividades, horarios en que algún miembro esté realizando alguna actividad que requiera
silencio o que requiera de algún lugar específico de la casa.
C.- Se recomienda se respeten los gustos de cada uno en su espacio propio.
D.- En el caso de dormitorios compartidos, quienes los habitan tendrían que acordar pautas y
normas propias de convivencia.
E.- En el caso de muchos miembros familiares y un baño es bueno establecer horarios y tiempo de
permanencia, para evitar problemas.
También es importante observar los siguientes consejos: dedicar tiempo unos a otros; tratar
de comer o cenar juntos; ojalá todos los días o por lo menos el día domingo; dedicar un día a la
semana para salir juntos, dar un paseo, caminar, jugar, etc.; cocinar, limpiar; dormir, conversar y reír
juntos. Practicar la comunicación es vital para fortalecer los vínculos afectivos de la familia, la
cercanía y la confianza mutua; celebrar los logros tanto familiares como individuales y motivar a
lograr metas; evitar las discusiones y las malas palabras. El respeto, la solidaridad en el seno del
hogar y ayudarse unos a otros son armas fundamentales a practicar en la convivencia diaria familiar.

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8.2.- Formación de los hijos:
Los hijos e hijas que hoy se están formando en cada uno de nuestros hogares, serán en el
futuro: los miembros de la iglesia, los ministros del evangelio, los padres y las madres, los
profesionales, los obreros, entre otros; ellos serán ni más, ni menos el resultado de lo que hoy se
construya en ellos. Difícilmente romperán los paradigmas de la formación recibida en el hogar
paterno, en esa área no irán más lejos de donde sus padres les llevaron o les dieron por ejemplo; de
igual modo sucede con quienes hoy son padres. Todo lo que influyó en la formación de ellos, es lo
que hoy muestran en su día a día y obviamente en la vida familiar: Hijos golpeados, abusados
sexualmente, padre machista, padre o padres ausentes, padres permisivos, padres autoritarios,
padres con desordenes morales (adúlteros, delincuentes, etc.), padres con vicios (alcohol, drogas,
etc.) entre otros; el resultado en la mayoría de los casos será desastroso. Por lo tanto, un padre y/o
madre cristiano(a) que tiene deficiencias en su crianza traerá consigo estos resabios, que le
afectaran negativamente en su rol tanto de esposo como de padre. Todo esto debe llevarlo a buscar
en el Señor y en su palabra el consejo sabio, como la acción renovadora del Espíritu Santo, sumado
a esto el apoyo pastoral o de un psicólogo cristiano que le oriente, a fin de no replicar su magra
vivencia en el núcleo familiar que él ha formado y cambiar el modelo familiar heredado, a partir de la
experiencia de ser una nueva criatura, con un renovado conocimiento en el Señor Jesucristo que le
permitirá desempeñarse victoriosamente como esposo y padre cristiano. De esta forma debe tenerse
muy en claro la motivadora palabra del apóstol Pablo a los corintios: “De modo que si alguno está en
Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron he aquí todas son hechas nuevas” (1ª Corintios
5:17) y tener frente a las frecuentes tentaciones una clara conducta de transparentar ante el Señor
su vida íntima, “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2ª Corintios 10:5b).
La relación padre/madre-hijo/hija más importante es la que en primer lugar tenemos con
nuestro Padre que está en los cielos; para ello es indispensable autoreflexionar respecto a las
características que tiene su relación con Él, cuyos indicadores son como se ha mencionado
anteriormente: la oración, el ayuno y la lectura bíblica; en caso que la evaluación sea deficiente,
entonces es necesario replantear nuestra vida espiritual en miras de lograr un ideal de comunión,
basándonos en el deseo del corazón de Dios reflejado en sus escrituras. Resulta imprescindible que
usted se esfuerce por conocer las cualidades de Dios como Padre, para luego replicarlas en la
relación con sus hijos e hijas.

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Especialmente en lo que concierne a la formación de los hijos los padres deben tener
acuerdos para la formación exitosa y el crecimiento en la fe de ellos; primeramente tengo que
reconocer que no hay esfuerzo humano, ni de pastores ni de padres de familia, que pueda ser eficaz
para llevar un alma al conocimiento salvador de Dios en Cristo sin la colaboración de las influencias
transformadoras del Espíritu Santo. Los niños deben, sin lugar a dudas, ser instruidos en el camino
de la piedad y devoción a Dios; pero es indispensable la presencia del padre en el hogar para
acompañar a sus hijos en el camino de su maduración humana y cristiana. Los hijos sin el padre
carecen de la seguridad, fortaleza y amor masculino, necesarios para su equilibrio y madurez. De
esta forma, al igual que en el apartado “El hombre cristiano” a continuación se presentan tres “si
condicionales” cuyo cumplimiento son requisitos fundamentales para el ejercicio adecuado del rol
paternal:
1. Si el padre cristiano procede en su día a día libre de los apegos del mundo.
2. Si es un padre cercano que interviene a tiempo y adecuadamente en las relaciones
amorosas de sus hijos e hijas.
3. Si es un padre que encarna o vive la fe frente a las situaciones de conflicto y su familia es
testigo del resultado positivo de su fe.
Igualmente indispensable es la presencia de la madre, a quien Dios ha concedido mayor
ternura, paciencia, capacidad de sacrificio y dedicación para cuidar y educar a sus hijos. Sin su
presencia los hijos son doblemente huérfanos; de hecho la madre tiene una superioridad afectiva en
el hogar y con los hijos.
El cuidado y la educación de los hijos es responsabilidad común de los padres. Por ser su
descendencia surge un vínculo de amor especial entre padres e hijos, lo que impulsa a procurar a
los hijos el mayor bien posible. Pero debe ser un amor profundo y equilibrado que evite preferencias;
y también un amor fuerte que supere la concesión de caprichos. Sus manifestaciones principales
son:
A.- La acogida y la protección: los hijos deben ser acogidos con amor y protegidos ya desde antes
del nacimiento, en su vida prenatal, sin importar el sexo; hombre y mujer tienen idéntica dignidad
personal.
B.- La alimentación y el vestido: por justicia y amor los padres deben atender las necesidades
materiales de los hijos, sobre todo en los primeros años, mediante una alimentación suficiente,
vestidos adecuados y cuidado de la salud.

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C.- La confianza y el diálogo constante: los padres deben acompañar el crecimiento de sus hijos con
su presencia amorosa y el diálogo abierto para iluminar, informar, alentar y corregir. La confianza
recíproca es un factor decisivo en la educación y en la vida familiar.
D.- La educación integral: los padres tienen el deber y el derecho primario de proveer, en la medida
de sus posibilidades y con equidad, la educación de sus hijos tanto física, como social, cultural,
sexual, moral y religiosa. Es preciso educar su personalidad y acompañar su crecimiento humano y
cristiano.
E.- La corrección: los padres que aman a sus hijos saben corregirlos con paciencia y bondad. Es
contraproducente la corrección inoportuna y dura, el autoritarismo cómodo (que mantiene la
disciplina pero que no educa), desacertado es el desacuerdo entre los cónyuges (por el desconcierto
que causa en los hijos); ojalá no tengan que recurrir al “porque no” o “porque yo soy tú papá”.
F.- El respeto: los padres deben respetar la intimidad personal de los hijos; su mundo espiritual, que
sólo revelarán los propios hijos en un clima de mutua confianza. La obediencia será el fruto de la
libertad y de la autoridad, armonizadas en un clima de diálogo comprensivo. Pero sin dejar de
supervisarles sabiamente.
G.- La elección del estado de vida: Los padres deben iluminar y aconsejar, pero sin coartar egoísta o
injustamente su libertad. Los padres deben aconsejar a sus hijos a la hora de escoger una profesión
determinada; deben permanecer siempre al lado de los hijos para acompañarlos en las decisiones
respecto a un noviazgo o al matrimonio; también al asumir una vocación si ello no está de acuerdo a
la vida cristiana y a las competencias humanas de los hijos. Los padres deben ejercer de consejeros
prudentes de sus hijos, con desinterés personal, y buscando siempre, ante todo la voluntad de Dios
para ellos, su bien espiritual y eterno.

8.3.- La educación sexual de los hijos:


La educación sexual de los hijos es una responsabilidad y privilegio que nadie fuera de
nuestra propia familia y de la familia de Dios, nos puede arrebatar, y menos aquellos que defienden
los pecados sexuales como la libre elección de las personas en determinar su género sexual, como
lo plantea un manual distribuido en nuestro país por el MOVILH (movimiento de liberación e
integración homosexual) para la educación en la enseñanza básica y media.
La sexualidad humana constituye el origen de vínculos más profundos entre los seres
humanos, y de su realización efectiva depende el bienestar de las personas, los matrimonios, las

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familias y la sociedad. La educación sexual por lo tanto debe ser desarrollada en forma plena,
adecuada y armónica con el resto de las cualidades humanas. Pero una educación sexual no sería
completa sino no contuviera los valores espirituales y principios bíblicos para el buen uso de esa
sexualidad.
La educación sexual de los hijos no debe ser un capítulo aparte en la educación que reciban
a diario, tiene que ser parte de la educación integral que los padres dan a los hijos. Una función
importante de los padres es hablarles a los niños acerca del amor, la intimidad y el sexo. Los padres
pueden ayudar mucho si crean una atmósfera positiva en la cual se pueda hablar con sus hijos
acerca de estos temas. Sin embargo, muchos padres evitan o posponen esta discusión.
Los niños y adolescentes de familias cristianas necesitan educación y dirección de sus
padres para ayudarlos a tomar decisiones saludables y apropiadas con respecto a su
comportamiento sexual, ya que pueden estar confundidos y estimulados en exceso por una mala
información proveniente de modas asumidas por el entorno de los hijos, de sus pares o presiones de
la sociedad.
Así como no existe un determinado día, época del año o de la vida para enseñarles el temor
o la obediencia a Dios, como así también los valores de la vida como el amor, la justicia, la verdad,
la solidaridad, hacer el bien, etc. pues son temas de interés y trato constante, de la misma manera la
sexualidad y todo lo concerniente a ella, especialmente su uso, se enseñará cuando la oportunidad o
la necesidad lo señale o exija.
Es de gran ayuda el que:
A.- Estimule a su hijo a hablar y a hacer preguntas.
B.- Mantenga un clima calmado y libre de críticas para sus discusiones.
C.-Use palabras que se entiendan y hagan que el hijo/hija se sienta cómodo.
D.- Trate de determinar el nivel de conocimiento y entendimiento del hijo/hija.
E.- Mantenga el sentido del humor y respeto al mismo tiempo.
F.- Establezca con naturalidad la relación entre el sexo, el amor y el matrimonio.
G.- Comparta abiertamente sus valores cristianos con su hijo/hija.
H.- Valore la importancia de la responsabilidad al escoger y tomar decisiones.
Al desarrollar una comunicación abierta y sincera los padres pueden ayudar a sus hijos a
aprender acerca del sexo y su sexualidad de una manera positiva y saludable.

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Aunque pareciera exagerado educar sexualmente desde el nacimiento sin embargo esta educación
debe estar ya en las mentes de los padres. ¿Acaso no hablamos del sexo de nuestros hijos antes de
que ellos nazcan y aún también antes de ser concebidos? ¿Por qué no seguiremos haciéndolo cada
vez que sea necesario?
Tengamos presente que un niño siempre está en edad de saber lo que pregunta. De
acuerdo a su edad debe adaptarse la respuesta, pero una respuesta debe haber y ésta debe ser
verdad. Los niños tienen distintos niveles de curiosidad y de entendimiento dependiendo de su edad
y nivel de maduración. A medida que crecen, los niños frecuentemente preguntarán más detalles
acerca del sexo. Un niño de 5 años puede conformarse con la contestación sencilla de que los
bebés vienen de una semilla que crece en un sitio especial dentro de la madre. Pero un niño de 11
años quiere saber aún más y los padres pueden ayudar hablándole acerca de cómo se enamoran un
hombre y una mujer y planifican vivir juntos, formar un hogar y tener una familia.
Otro aspecto importante es llamar a las cosas por su nombre, los niños pueden tener su
propio vocabulario aprendido en la calle, pero es nuestro deber corregirlos y enseñarles con
términos que la ciencia médica usa, ¿no lo hacemos con todo los demás miembros y funciones de
nuestro cuerpo? ¿por qué no hacerlo con la parte media del cuerpo humano? Cualquier libro de
anatomía nos ayudará al respecto, y cuando no sepamos definir alguna parte o función podemos
recurrir a un diccionario enciclopédico.
La naturaleza misma que Dios creó es una gran maestra, siempre que podamos ilustremos
con ella y especialmente con ejemplos o pasajes bíblicos donde se muestra la conducta humana en
el uso del sexo, tanto para bendición como para desdicha, nada tiene más autoridad que la Palabra
de Dios, la cual está impregnada de pureza y verdad.
Los adolescentes conversan con sus pares de sus amoríos y del sexo en términos de sus
experiencias. Ellos necesitan ayuda para lidiar con la intensidad de sus emociones sexuales, su
confusión con respecto a su identidad sexual, y su comportamiento sexual en una relación social.
Las preocupaciones acerca de la masturbación, la menstruación, la erupción de vello púbico
femenino y masculino, el embarazo y las enfermedades transmitidas sexualmente son comunes.
Algunos adolescentes también batallan con los conflictos acerca de los valores familiares, religiosos
o culturales. La comunicación abierta y la información precisa que brinden los padres aumentan las
probabilidades de que sus hijos pospongan el sexo para el matrimonio.

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Finalmente recordemos que el concepto que los hijos tengan de la sexualidad nunca será
más alto que el que los propios padres tengan y le muestren de ella. Los hijos perciben más los
sentimientos de los padres que el conocimiento que tengan sobre cualquier tema, cuanto más en
este terreno donde existen muchas fuentes de información y nuestro inconsciente juega un papel tan
importante.

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9.- Mayordomía cristiana

9.1.- La Mayordomía Cristiana es enseñanza bíblica:


Leamos Lucas Capítulo 16:10 – 13:
“El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es
injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles,
quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo
que es vuestro? Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al
uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a
Dios y a las riquezas”.

La aplicación que hace Jesús en los versos 10 al 13 contiene el mensaje central de esta
historia. Las palabras de Cristo en el verso 10 dejan ver que él no aprobaba ni excusaba la
deshonestidad o la infidelidad. “Si una persona es digna de confianza en el manejo de cosas de
pequeña importancia, también puede confiarse con cosas de mayor importancia” Lo muy poco se
refiere a los bienes de este mundo, lo mucho o lo más indica lo espiritual y eterno. Las riquezas
injustas se relacionan con el dinero y las posesiones terrenales, mientras que lo verdadero se refiere
a lo que permanece por siempre.

9.2.- ¿De qué somos mayordomos?


La aplicación que Jesús hace es la siguiente: Si nosotros como mayordomos de los recursos
materiales que nos ha dado el Señor no somos fieles en utilizarlos para la extensión del reino de
Dios, sino que solamente los gastamos en nuestros deleites y lujos, entonces tampoco seremos
fieles en utilizar de manera productiva los dones que el Señor nos ha dado, y mucho menos
recibiremos premios en la eternidad. “Si no hacemos buen uso de los dones comunes que
amorosamente nuestro Dios nos concede ¿Cómo haremos buen uso de los dones de la gracia?
Nuestra infidelidad en el uso de lo común, donde incluso los mundanos pueden portarse
correctamente nos incapacita para recibir del Señor gracias copiosas que nos otorgarían amplia
entrada en el reino eterno. Quien sirve a Dios y al prójimo con el dinero de su bolsillo, es seguro que
le servirá también servirá con fe y la bondad del corazón; pero quien entierra el talento de la
generosidad del mismo modo enterrará los cinco talentos como el hombre necio de la parábola. Por
otra parte, si no somos fieles en las riquezas injustas y pasajeras; es decir, perecederas, ¿cómo

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seremos fieles en las riquezas espirituales, que son lo verdadero y eterno? Los creyentes vamos a
ser malos administradores de los recursos que nos da el Señor, especialmente cuando nuestro
corazón se apega a las cosas materiales que son de este mundo, como si ellas fueran lo más
importante, o sean el propósito por el cual nuestro Dios nos ha llamado; por esta causa es que el
apóstol Pablo nos anima con esta palabra: “Si pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas
de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en
las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:1 –
3). Muchas personas han caído en grandes pecados por haber descuidado de lo verdadero y eterno,
por afanarse en acumular lujos y comodidades materiales que son temporales, de allí que el buen
apóstol Pablo nos diga “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque
nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y
abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y
en muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque
raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y
fueron traspasados de muchos dolores”(1ª Timoteo 6:6-10).

9.3.- Las bendiciones de la mayordomía:


Para el cristiano la vida está llena de promesas y todas estas promesas le anuncian
bendiciones de nuestro Dios y Padre Celestial a todo discípulo de Jesucristo. El cristiano debe estar
en una relación correcta con su Dios y obedecer sus preceptos, para entonces recibir lo que Dios le
ha prometido dar por gracia; aparte de la salvación que es un don, un regalo completamente gratuito
de parte de Dios, y además de ello, los favores naturales que todas las criaturas reciben de un Dios
proveedor y amoroso. “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de
las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” Santiago 1:17. Hay bendiciones que
Dios quiere dar a sus hijos como fruto de una relación de obediencia y amor que nosotros
mantenemos con El y dentro del ámbito de la fe.
Este es el mismo corazón o centro de la mayordomía: un dar recíproco entre Dios Padre y
nosotros sus hijos. La mayordomía viene a ser entonces, una fuente de bendiciones, podemos
mencionar éstas:
1. La bendición de una experiencia espiritual hermosa y de crecimiento. El que es fiel mayordomo,
crece espiritualmente y vive en el gozo del Señor. Es indudable que la experiencia más grata que el

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hombre y la mujer cristiana puede tener en esta vida es la experiencia de la comunión con Dios.
Parece que el Apóstol llegó a esa cumbre gloriosa en su vida espiritual, cuando pudo decir: “Con
Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo, más Cristo vive en mi” Gálatas 2:20.
La obra del Señor en el tiempo presente consiste en que la iglesia por Él establecida
predique el evangelio, enseñe la sana doctrina, y provea de un hogar espiritual para todo los que se
conviertan a Jesucristo; estaremos preocupados y ocupados en esta bendita labor hasta que nuestro
Señor vuelva a la tierra en su segunda y gloriosa venida. Pero en tanto eso sucede, la obra del
Señor precisa del sostén material, para lo cual, son nuestras ofrendas, primicias y diezmos, parte
fundamental para darle solidez a los ministerios y sustento a quienes predican el evangelio. Cuando
los creyentes que forman una congregación local son buenos mayordomos de sus recursos
económicos y materiales, la obra no sufre escases económica y se dignifica además el ministerio de
quienes han rendido todo a Cristo, han abandonado en muchos casos sus legítimos intereses
terrenales y han consagrado su vida a obedecer el llamado recibido de parte del Señor de la mies.

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9.4.-Ilustración:
Un conocido autor y evangelista en un sermón compartió el siguiente relato: “Pablo Jiménez
es un hermano de escasos recursos económicos y vive con su familia en Manzanillo, República de
Méjico, es miembro de la Iglesia Bautista de ese lugar. Es un buen oferente. En un accidente perdió
una pierna y su anhelo entonces fue tener suficiente dinero para poder comprar una prótesis y volver
a caminar con normalidad. Pero al ir un día al culto, se informó que la iglesia tenía un déficit
económico, entonces él dio a la iglesia el dinero que tenía para comprar su pierna ortopédica. El
pastor se conmovió y le preguntó por qué hacía semejante sacrificio. Su respuesta fue: “Prefiero
andar yo en muletas…, con tal que mi iglesia no ande en muletas”.

9.5.-Conclusión respecto a la Mayordomía:


Hermanos y hermanas, somos cristianos y como tales, somos también mayordomos del
Señor. Pero, ¿estamos cumpliendo con nuestra mayordomía? Tenemos conocimiento bíblico de
esta enseñanza y de la experiencia tan favorable para la obra del Señor que los mayordomos sean
fieles, pero ¿Estamos viviendo por fe? ¿Tenemos la fe suficiente para hacer lo que para el mundo es
locura? Dios ya hizo una obra prodigiosa en nosotros y el Espíritu Santo ilumina nuestra mente con
las gloriosas y eternas verdades de la Palabra de Dios. Hagamos, pues, nuestro este mensaje. No
seamos oidores olvidadizos, sino hacedores de la Palabra. Seamos conscientes de que Dios se
acerca a cada uno de nosotros con amor y nos dice con una voz segura y aguda: “Da cuenta de tu
mayordomía”.

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10.- Referencias

Kendath, T. (1983). Memories of an Orthodox Youth. Nueva York: Schocken Books.

Swidler, L. (1976). Women in Judaism: The Status of Women in Formative Judaism. Michigan:
Scarecrow Press.

Taylor, G. & Mijangos, S. (1983). La familia auténticamente Cristiana. Michigan: Editorial Portavoz.

Molina, M., Ferrada, C., Pérez E., Cid, L., Casanueva, V. y García, A. (2004). Embarazo en la
adolescencia y su relación con la deserción escolar. Revista Médica de Chile, 132 (1), 65-70.

Muñiz, M. (1997). La interpretación bíblica y el papel de la mujer. Revista Aletheia, 12.

Vigil, P., Riquelme, R., Rivadeneira, R. y Aranda, W. (2005). TeenSTAR: una opción de madurez y
libertad. Programa de educación integral de la sexualidad, orientado a adolescentes. Revista
médica de Chile, 133 (10), 1173-1182.

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